ACERCÁNDONOS
A DIOS
Principios para una
mayor intimidad con Dios:
Un estudio sobre Santiago: 4:7-10
F. Wayne Mac Leod
LIGHT TO MY PATH BOOK DISTRIBUTION
Sydney Mines, Nova Scotia, Canada B1V 1Y5
Acercándonos a Dios
Título en
Inglés: Drawing Near
Copyright © 2016 por F. Wayne Mac Leod
Publicado por Light To My Path Book Distribution, 153 Atlantic Street, Sydney Mines, Nova Scotia, CANADA B1V 1Y5
Todos los
derechos reservados. No puede reproducirse ni transmitirse parte alguna de este
libro sin el previo consentimiento por escrito de su autor.
Traducción
al español: Dailys Camejo y David Gomero (Traducciones NaKar)
Todas las citas
bíblicas, a menos que se indique otra versión, han sido tomadas
de la Biblia Reina Valera Revisada (1960) (RVR60).
Especial
agradecimiento a Diane Mac Leod, correctora del texto en inglés.
Índice
Capítulo
1- Introducción y Contexto
Capítulo
2– Santiago 4:7 - Someteos a Dios
Capítulo
3 – Santiago 4:7 - Resistid al Diablo
Capítulo
4 - Santiago 4:8 - Acercaos a Dios
Capítulo
5 – Santiago 4:8 - Limpiad Las Manos
Capítulo
6 – Santiago 4:8 - Purificad Vuestros Corazones
Capítulo
7 – Santiago 4:9 - Afligíos y lamentad, y llorad
Capítulo
8 – Santiago 4:10 - Humillaos
Distribuidora
de Libros Light To My Path
Todos nosotros
llevamos dentro un corazón que clama por conocer a Dios y experimentarlo
de una manera más íntima. Esta es la razón por la que
fuimos creados. ¿Cómo acercarnos más a Dios?
¿Qué necesitan quienes desean conocerle y caminar más
cerca de Él?
Santiago 4:7-10
habla directamente de este tema. En este pasaje el apóstol comparte
siete pasos para profundizar nuestra intimidad con Dios. Aquí no hay
nada nuevo; las verdades a las que Santiago se refiere en estos pocos
versículos, son principios que existen desde el comienzo de los tiempos.
Son principios verdaderos y probados que Dios estableció para todo aquel
que se acerque a Él.
En este estudio
pretendo que sea Santiago quien hable, o más específicamente,
deseo que la Palabra del Señor hable y que Su Espíritu la revele
y la aplique a tu vida de una manera renovadora. Existen muchas opiniones sobre
lo que hace falta para ser maduro y santo; sin embargo, la única
autoridad en este asunto es la Palabra de Dios. Confío en que el
Espíritu de Dios usará los principios que Santiago expone y los
aplicará en tu vida mientras tomas el tiempo para meditar en sus
palabras. Que sea del agrado de Dios revelar estos antiguos principios de una
nueva manera. Quiera Dios que el texto de Santiago 4: 7-10 cobre vida a medida
que el Espíritu de Dios lo use para acercarte más a Él.
F. Wayne Mac Leod
Para comenzar
permíteme explicar sobre lo que trata este estudio. Es un estudio de Santiago
4:7-10.
Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y
huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y él se acercará a
vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo,
purificad vuestros corazones. Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra
risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza. Humillaos delante del
Señor, y él os exaltará. (Santiago 4:7-10)
Antes de analizar
y aplicar estos versículos vamos a detenernos un momento para considerar
el contexto en el cual fueron escritos. Esto nos dará una idea de
qué tratan estos versículos.
En Santiago 4 el
apóstol habla sobre las tentaciones de este mundo. Él comienza el
capítulo dirigiéndose al tema de los pleitos entre los hermanos
en la fe y le dice a estos creyentes que éstos se debían a las
pasiones que combatían en su interior:
Codiciáis, y no tenéis;
matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar;
combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis,
porque no pedís. (Santiago 4:2)
¿Cuáles
eran estas pasiones que causaban tanto pleito entre los hermanos de la fe?
Santiago continúa hablando sobre creyentes que buscaban la amistad con
el mundo.
¡Oh almas adúlteras! ¿No
sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera,
pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios. (Santiago
4:4)
Todo parece
indicar que las personas en la época de Santiago se sentían
atraídas por las cosas del mundo; de hecho, parecía que esto les
apasionaba; por eso ponían sus corazones en ellas. Ellos las buscaban
apasionadamente y estaban dispuestos a combatir, pelear e incluso a asesinar
para obtener estos bienes mundanales.
Percatémonos
en Santiago 4:4 (según la cita anterior) que esta amistad y deseo por lo
mundano los hacía adúlteros, en el sentido de que ellos estaban
rompiendo su promesa a Dios de perteneceré solamente a Él. Ellos
estaban desviando sus corazones a otros dioses, y al hacerlo se estaban
volviendo contra su Dios y convirtiéndose en Sus enemigos. Santiago les
dice a los creyentes de su tiempo que cualquiera que quiera ser amigo del mundo
se constituye enemigo de Dios.
A esto se
refería Jesús cuando dijo en Mateo 6:24:
Ninguno puede servir a dos señores; porque
o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y
menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.
(Mateo 6:24)
Los creyentes de
la época de Santiago tenían una decisión que tomar: o
servían y buscaban a Dios o servían y buscaban las cosas de este
mundo. Sin embargo ellos no podían ser fieles a Dios y al mismo tiempo
irse tras el mundo.
Aquí en
Santiago 4 es particularmente impresionante lo que el apóstol dice sobre
la pasión de Dios. Veamos lo que dijo a los creyentes en el
versículo 5:
¿O pensáis que la Escritura dice en
vano: El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela
celosamente? (Santiago 4:5)
El Dios de Israel
“anhelaba celosamente” a Su pueblo. Él los deseaba, y
anhelaba una profunda y apasionada relación con ellos. El corazón
de Dios se quebrantaba al ver que ellos encontraban más deleite en las
cosas del mundo que en Él. Dios los creó para Él,
envió a Su Hijo a morir por sus pecados para que ellos pudieran entrar
en una profunda y apasionada relación con Él. Dios los anhelaba,
pero ellos tenían otros intereses.
Este es el
contexto de Santiago 4:7-10. El Señor anhelaba celosamente a Su pueblo.
Él ansiaba que ellos le pertenecieran y que se deleitaran en Él,
pero Su pueblo había encontrado otros intereses. Ellos se encontraban
ciegos a la belleza de Su Señor; habían rechazado Su amor, y en
cambio, buscaban otros amores.
Santiago 4:7-10
trata sobre acercarse a Dios y experimentarlo de una manera más
profunda; sobre comprender la plenitud de lo que Dios tiene para nosotros como
Su pueblo. En estos versículos, el apóstol trata este tema del
amor del mundo y el anhelo de Dios por Su pueblo, y nos muestra el camino a la
verdadera intimidad con Dios. Él hace un llamado a quienes se sienten
atraídos por el mundo a experimentar un amor superior.
En el transcurso
de estos pocos capítulos que continúan analizaremos este texto de
Santiago 4:7-10 y examinaremos los desafíos que el apóstol hace a
un pueblo que está atrapado en el amor por el mundo. Los principios que
Santiago enseña en estos versículos son tan aplicables para nosotros
hoy como mismo lo fueron en los días en que el apóstol los
escribió. No son principios nuevos sino que está visto y
comprobado de que si los aplicáramos en nuestras vidas, nos
guiarán a restaurar la intimidad en nuestra relación con Dios.
Confío que el Señor nos bendecirá a medida que meditemos
en esta importante verdad que Santiago enseñó.
Para meditar:
¿Cuál
era el problema que enfrentaban los creyentes de Santiago 4?
¿Qué
tan fuerte se manifiesta en la iglesia de hoy en día los deseos por los
placeres, posiciones y posesiones de este mundo?
¿Podemos
seguir apasionadamente al mundo y también a Dios?
¿Qué
nos dice Santiago en este capítulo sobre la actitud del Señor
hacia Su pueblo?
¿Cuán
importante es para ti en lo personal la intimidad con Dios? ¿Qué
tan fuerte es la influencia de la carne en tu vida?
Para orar:
Pidamos al
Señor que nos ayude a ver Su anhelo por nosotros.
Pidamos a Dios
que nos dé una mayor pasión y anhelo por Él.
Oremos al
Señor que nos muestre si existe algo que nos impide experimentar Su
presencia en nuestras vidas de una manera más profunda.
Tomemos un
momento ahora para pedirle al Señor que nos perdone por la manera en que
hemos anhelado las cosas de este mundo y dado la espalda a Dios.
Pidámosle nos dé la gracia para limpiar nuestras manos y
purificar nuestros corazones en la medida en que nos rendimos completamente a
Él.
Por tanto, someteos a Dios. (Santiago 4:7, LBLA)
En el
capítulo anterior abordamos el contexto de Santiago 4:7-10 y descubrimos
que los creyentes de los días de Santiago perseguían las cosas
del mundo y descuidaban su relación con Dios. Él los anhelaba
celosamente (Santiago 4:5), pero sus corazones estaban en otro lugar. El
apóstol les recordó a estos creyentes que se estaban
constituyendo enemigos de Dios. No se podía espera que ellos amaran a
Dios y al mundo al mismo tiempo.
Todos nosotros
podemos entender la atracción de la carne hacia las cosas del mundo. No
obstante, el problema es que los estándares del mundo no son los
estándares de Dios. Sus caminos son muy diferentes de nuestra forma
terrenal de pensar. Si queremos crecer en nuestra relación con Dios, lo
primero que debemos hacer es someternos a Él y a Sus caminos. No puede
haber una verdadera intimidad con Dios sin sumisión. Tomemos un momento
para examinar lo que Santiago nos dice sobre la sumisión.
Primero,
percatémonos el uso de la palabra “por tanto” en este texto.
Esto implica que lo que se analizó en la primera parte de este
capítulo es importante y constituye las bases de la declaración
que aquí se hizo. En otras palabras, ante la realidad de que no puedes
ser amigo del mundo y amigo de Dios, debes tomar una decisión. Si
quieres disfrutar una relación con Dios, debes someterte a Él y a
Sus caminos. La palabra “por tanto” nos muestra que esta es la
conclusión a la que Santiago llega. La sumisión no es una
opción si quieres ser amigo de Dios y experimentar intimidad con
Él.
La palabra
someter en griego es “hupótasso” y se deriva de otras dos
palabras griegas. La primera es “hupo” que significa
“bajo” o “por debajo” y la segunda es
“tasso” que significa “colocar” o “ubicar”.
Cuando unimos estas dos palabras nos da la idea de colocar o ubicar un objeto
bajo o por debajo de algo o de alguien más. Por ejemplo, los soldados se
colocan bajo la autoridad de sus comandantes militares. Someterse es rendirse a
la voluntad de otro.
En la actualidad, el concepto de sumisión no se considera favorable.
Sin embargo, la sociedad no puede funcionar sin alguna forma de
sumisión. Los hijos deben aprender a someterse a los padres; los
ciudadanos a las leyes de su país; los empleados deben aprender a someterse
a los horarios de sus negocios y al trabajo de acuerdo a los estándares
de su compañía; los miembros de un equipo debe someterse a los
deseos primordiales del equipo si quieren funcionar a plena capacidad. Sin
sumisión no puede haber armonía. La productividad en los negocios
disminuirá y las relaciones se tornarán tensas. La
sumisión nos permite ser más eficaces en los negocios y en las
relaciones al fomentar una mayor armonía.
¿Qué
es lo que Santiago nos dice en este pasaje? Nos está diciendo que si
queremos disfrutar una relación con Dios saludable, debemos aprender a
someternos; debemos colocarnos bajo Su autoridad y ubicarnos bajo Su cuidado y
dirección en nuestras vidas. Debemos escoger rendirnos a Su
propósito y voluntad. No podemos pelear contra Dios y al mismo tiempo
estar en una estrecha relación con Él.
Notemos algo
más en esta frase, “Por tanto, someteos a Dios”.
Fijémonos particularmente en que es algo que debes hacer
“tú mismo”. Nuevamente da un significado importante y hay
dos aspectos a los cuales queremos referirnos respecto a esa frase.
Primero, la indicación de que lo hagas “tú mismo”
deja bastante claro que debemos someter nuestra persona al Señor.
Debemos someter a Él todo lo que somos; nuestro ser entero debe ser
colocado bajo Su autoridad. Esta es la diferencia entre someter nuestros
ministerios o posesiones al Señor y someternos nosotros mismos a
Él. Tú puedes someter tu ministerio al Señor pero no
someterte a ti mismo; o puedes someter tus hijos al Señor pero no hacerlo
tú. Lo que Santiago nos pide hacer es que coloquemos nuestro ser
completo bajo la autoridad de Dios –corazón, mente, voluntad y
cuerpo. Cuando te sometes al Señor, entones cada decisión y
acción estarán rendidas a Él. Si te rindes al Señor,
lo que tú hagas o pienses también estarán bajo Su control.
Cuando te sometes a Él, entonces todo lo que toques también
estará sometido a Él. Si Dios es Señor sobre nosotros,
entonces también es Señor sobre todo lo que poseemos y hacemos.
El segundo
aspecto que quiero plasmar sobre esta frase “someteos” tiene que
ver con quién está realizando la acción de someterse.
Existen diferentes formas someter algo. Un rey en los tiempos bíblicos
salía a la guerra y si ganaba la batalla, obligaba a sus súbditos
a someterse, o sea, ellos regresarían como esclavos y no como sirvientes
voluntarios.
Aquí
Santiago no se refiere a una forzada sumisión a Dios. “Por tanto,
someteos a Dios” implica que las personas que se someten son los mismos
creyentes y lo harán voluntariamente y con corazones alegres, por amor
al Señor. Ellos lo harán porque Dios los anhela celosamente; se
abandonarán tiernamente al Señor en total rendición. Esta
es una decisión que ellos tomarán por la gracia de Dios que ha
suavizado sus corazones.
Permítanme
decir que es bastante fácil que creamos que nos hemos sometido a Dios
cuando en realidad aún estamos viviendo para nosotros mismos.
¿Quién de nosotros puede decir que está viviendo en
completa obediencia a Dios y a Su Palabra? Yo he conocido creyentes que sienten
que se han sometido a Dios pero cuyo estilo de vida no cumple con los
estándares de la Palabra de Dios.
Algunas veces
deseamos someternos cuando nos conviene o cuando las cosas marchan bien. Sin
embargo, cuando la sumisión es difícil, elegimos el camino
fácil de ceder. No siempre Dios nos guiará por caminos
fáciles; algunas veces el camino que Él escoge para nosotros es
difícil. Es necesario someterse no solo en las cosas fáciles,
sino también en las áreas difíciles de la vida.
Una de las cosas
que el Señor ha estado mostrándome recientemente es que es muy
posible servir al Señor pero no estar sometidos a Él ni a Su
propósito. Algunas veces tenemos ideas de dónde pensamos que
nuestro ministerio debería llegar o cómo nuestra iglesia
debería crecer. Luchamos por estas ideas y construimos nuestro ministerio
para Dios. Yo he visto iglesias luchar por mantener sus puertas abiertas cuando
Dios quería cerrarlas. He visto misioneros batallar por permanecer en un
campo misionero cuando Dios los estaba llamando a otra cosa. Si llegaras a
hablar con estas personas, ellos te dirían que lo que estaban haciendo
era para el Señor. Sin embargo, la realidad es que esta es su idea y no
la del Señor.
Pienso en Felipe
el evangelista dejando el avivamiento que había en Samaria para ir al
desierto a hablar con el eunuco etíope. Felipe nunca regresó al
ministerio en Samaria donde Dios lo había usado de una manera poderosa
(Ver Hechos 8). Pienso en Moisés que con cuarenta años, lleno de
pasión para servir al Señor y liberar a Su pueblo de la
esclavitud. Lo veo mirar a Israel rechazar su mensaje y me parece un hombre
lleno de preguntas, dejando a Egipto temeroso por su vida y vagando sin rumbo
fijo en el desierto donde viviría durante otros cuarenta años. La
sumisión no siempre tiene sentido para nosotros. La sumisión puede
que signifique desechar voluntariamente aquello por lo que tenemos
pasión y en su lugar hacer aquello que le apasiona a Dios. La
sumisión demanda que estemos a tono con el Señor y lo que
Él quiere – no lo que nosotros queremos hacer para Él.
La
sumisión no solo se aplica a las cosas grandes de la vida, sino
también a las comunes o cotidianas. Proverbios 3:5-6 lo dice de esta
manera.
Fíate de Jehová de todo tu
corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en
todos tus caminos, y él enderezará tus veredas. (Proverbios
3.5-6)
A menudo citamos
este pasaje pero en la vida real no es fácil experimentarlo. El escritor
de este proverbio nos está diciendo que debemos reconocer a Dios y no
apoyarnos en nuestra propia prudencia. En otras palabras, no podemos asumir la
dirección del curso de nuestras vidas como mejor pensemos, por el
contrario, debemos reconocer a Dios como Señor y andar en Sus caminos.
La mente humana no puede ser nuestra guía sino el mismo Señor.
Debemos reconocer Su Señorío y andar en Sus caminos.
Percatémonos en Proverbios 3:5-6 que nuestra meta es reconocer a
Dios en “todos” nuestros caminos. Debemos someter toda nuestra vida
al Señor y no solo ciertos aspectos de la misma. Todos nuestros caminos
deben ser sometidos a Él y a Su propósito. Esto significa que
debemos traer al Señor todas nuestras decisiones y buscar Su voluntad en
ellas. ¿Cuántas decisiones tomamos en el transcurso del
día? ¿Estamos reconociendo a Dios como Señor en esas
decisiones? ¿Con ellas estamos buscando caminar en Su propósito?
Es fácil creer que conocemos la voluntad de Dios sin ni siquiera
haberla buscado para saberlo. Los caminos de Dios son muy diferentes de los
nuestros. Hace unos años el Señor me ha estado enseñando
más y más acerca de traer a Él todo lo que hago. Me he
encontrado buscando Su dirección, no solo para el próximo estudio
que Él quiere que haga, sino también sobre las reparaciones que
estoy haciendo alrededor de la casa.
He servido en el
ministerio de Distribución de libros Light To My Path (Lumbrera a mi
camino) por muchos años. Cuando pienso en la dirección que me
gustaría que este ministerio tomara, en ocasiones siento que me
gustaría ver al Señor abrir puertas para la traducción de
libros a un idioma específico. Sé que si insistiera en ello, probablemente
encontraría a alguien que se asociara conmigo y tendríamos libros
traducidos a ese idioma en particular. Sin embargo, he decidido no presionar
estas ideas, sino más bien pedirle al Señor por ellas y dejar el
resultado en Sus manos. Yo creo que aunque podía hacer que las cosas
sucedieran por mi propia fuerza y sabiduría, es mucho mejor esperar que
el Señor prepare el camino y el tiempo para que todo esto suceda. Cuando
Él abra las puertas, sé que el proyecto se llevará a cabo
porque viene de Él y no por mi propia idea o esfuerzo. No quiero
adelantármele, más bien quiero mantener este ministerio en
sumisión al propósito de Dios.
Estoy asombrado
de la manera en que el Señor me ha abierto puertas. Al contemplar este
ministerio no puedo llevarme el mérito por lo que Él ha hecho:
Dios ha abierto las puertas, me ha traído traductores, ha provisto las
finanzas, me ha guiado en cuanto a lo que Él quiere que escriba. Todo lo
que he hecho es tratar de caminar en obediencia a lo que Él me ha
llamado a hacer. Toda la gloria es para Él.
La
sumisión requiere que busquemos al Señor en todo, lo cual
significa poner a un lado nuestras propias ideas y rendirlas a Su
propósito. Significa comprometernos a vivir una vida de búsqueda
constante de la dirección de Dios y caminar en obediencia a lo que
Él nos muestra. Pero es imposible lograrlo si estamos ocupados planeando
nuestra propia agenda, forzando nuestras propias ideas y sirviendo según
la sabiduría y el entendimiento humanos. El tipo de sumisión que
Santiago enseña aquí es una total rendición de nuestro ser
(mente, voluntad y fuerza) al propósito de Dios.
No conoceremos
este propósito si estamos ocupados haciendo las cosas a nuestra manera.
Solo podemos conocer el propósito de Dios si estamos constantemente en
comunión con Él, buscando Su corazón. Esto significa dejar
que Él cambie nuestros planes y entregárselos en oración.
Él será nuestro Señor, por tanto busquemos Su
propósito en todo lo que hagamos. Rindamos nuestras ambiciones y metas
de la vida. Rindamos cada momento a Su guía y bendición. Solo en
este tipo de sumisión podemos experimentar la intimidad que Dios desea.
¡Qué
bendición encierra este tipo de Sumisión! Nos convertimos en Sus
manos y pies. Su mente está en nosotros y caminamos en Su poder,
sabiduría y fortaleza.
Para meditar:
¿Puede
batallar el creyente con la sumisión a Dios? ¿Qué cosas
impiden que exista una verdadera sumisión?
¿Qué
significa someterse a Dios? ¿Cuál es la diferencia entre someter
diferentes partes de nuestra vida y someternos a Dios?
¿Podemos
servir a Dios y no estar sometidos verdaderamente a Su propósito?
¿Podemos
someternos verdaderamente a Dios sin buscar constantemente Su voluntad en todas
las cosas?
¿Te has
sometido a Dios?
Para orar:
Pidamos al
Señor que nos dé gracia para someter toda nuestra vida Él
y no solo algunas partes de ella.
Pidamos al
Señor nos enseñe a entregarle más y más de nuestra
vida. ¿Ahora mismo existen áreas de tu vida que sientes que no
puedes someter a Dios? Pídele que te dé fuerzas para
rendírselas en este día.
Pidamos a Dios
nos dé mayor pasión para caminar en sumisión a Él
en todo.
…resistid al diablo, y huirá de
vosotros (Santiago 4:7)
Hemos examinado
lo que Santiago tenía que decir acerca de someternos a Dios. Esta
sumisión nos da lealtad y define nuestro propósito en la vida.
Permítanme explicarles.
Piense en un
atleta que firma un contrato con un equipo deportivo específico. Antes
de unirse al mismo, el atleta no tiene compromiso con ningún otro; sin
embargo, cuando firma un contrato con un equipo específico, se
compromete a hacer todo lo posible para ayudar a que el equipo gane, y a partir
de ese momento verá a todos los demás equipos como oponentes.
Así mismo
sucede con nosotros los cristianos. Al someternos a Dios definimos nuestro
propósito de vida; nos consagramos a Él y a Su camino, y
decidimos hacer frente a cualquier cosa que compita con ese propósito.
Santiago nos
recuerda que uno de los enemigos de los que se someten a Dios es el diablo. El
apóstol Pedro lo sabía cuando dijo:
Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el
diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al
cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo
en vuestros hermanos en todo el mundo. (1 Pedro 5:8-9)
Pedro compara al
diablo con un león rugiente que anda rondando por el bosque buscando
algo de comer. Los cristianos son su presa. Él no vacilará en
devorar tantos creyentes como pueda; de hecho, los creyentes son su blanco
predilecto (ver Apocalipsis 12:17).
Cuando nos
sometemos a Dios hacemos del diablo nuestro enemigo. Al someternos a Dios le
declaramos la guerra a Satanás y a sus maquinaciones en este mundo. Por
lo tanto, no debería sorprendernos que el diablo haga todo lo posible
por derrotarnos y hacernos caer.
Santiago estaba
completamente consciente de la naturaleza de esta batalla espiritual. Al hablar
a los creyentes sobre el acercarse a Dios, se siente obligado a tocar este tema
del diablo. El diablo es enemigo de la intimidad con Dios. Él
hará todo lo que esté a su alcance para impedir que nos
acerquemos a Dios y disfrutemos una profunda comunión con Él. Si
queremos experimentar la relación que Dios desea que tengamos con
Él, debemos estar conscientes del diablo, sus artimañas y saber
cómo vencerlas.
Percatémonos
lo que Santiago nos indica hacer en el capítulo 4, versículo 7.
Él nos manda a resistir al diablo. La palabra resistir viene de dos
palabras griegas que literalmente significan “ponerse en contra”.
Aunque es muy sencillo entender lo que significa resistir, el problema radica
en su aplicación en este contexto. ¿Cómo resistir al
diablo si no podemos verlo? ¿Cómo resistir al diablo cuando
él es más fuerte que nosotros? Y no solo esto, sino que el
enemigo es un maestro del disfraz muy listo. ¿Cómo podemos
reconocer sus caminos?
En el libro de
Hechos encontramos la historia de la iglesia primitiva y vemos cómo los
creyentes vendían sus propiedades y daban el dinero a los
apóstoles para las necesidades de los pobres de su comunidad. Entre los
que vendieron sus propiedades se encontraba una pareja cuyos nombres eran
Ananías y Safira. Hechos 5 nos dice cómo después de vender
sus propiedades, esta pareja decidió quedarse con una parte del dinero.
Esto era perfectamente aceptable (ver Hechos 5:4). Sin embargo, Ananías
y Safira decidieron mentir sobre el precio que habían recibido por la
venta. Ellos lo hicieron para hacer creer a la iglesia que habían
entregado todo, cuando en realidad se habían quedado con una parte del
dinero. Cuando llevaron su dádiva a la iglesia lo hicieron
mintiendo. Veamos lo que Pedro le dijo a Ananías cuando el Señor
le reveló lo que sucedía.
Y dijo Pedro: Ananías, ¿por
qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al
Espíritu Santo, y sustrajeses del precio de la heredad? (Hechos 5:3)
Disfrazado en
esta buena acción estaba el intento del diablo de penetrar en la iglesia
con la mentira. Satanás hará todo lo posible para engañar
y atravesar nuestras trincheras. Resistir estos métodos engañosos
del maligno no siempre es fácil y se necesita muchísimo
discernimiento de parte del Señor.
¿Cómo
resistir al diablo? Permítanme plasmar algunos puntos sobre este tema
con el propósito de aclarar lo que Santiago nos está diciendo.
DISCERNIMIENTO
Si queremos
resistir al diablo necesitaremos de gran discernimiento de parte del
Señor. En el caso de Ananías y Safira, vemos que el Señor
fue quien le reveló a Pedro la naturaleza de su ofrenda. El
Espíritu de Dios le mostró a Pedro que lo que parecía ser
un hermoso acto de generosidad, en realidad era un ataque del enemigo. Esto no
era algo que Pedro hubiera sabido por sí mismo. A los ojos de todos,
esta ofrenda era como todas las demás que habían llegado a la
iglesia. Sin la clara dirección del Espíritu de Dios, Pedro nunca
hubiera visto esto como un ataque del enemigo.
Lo maravilloso de
ser un creyente es que Dios ha colocado Su Espíritu Santo en nosotros
para guiarnos a toda verdad (ver Juan 16:13). El Espíritu de Dios
revelará aquellas cosas que nos son necesarias para continuar caminando
en intimidad y comunión con el Padre. Es importante que aprendamos a
caminar bajo la dirección y el discernimiento que el Espíritu de
Dios nos da y no confiar en nuestro propio entendimiento.
En el libro de
Josué encontramos la historia de un grupo de personas de la
región de Gabaón. Según Josué conquistaba la tierra
de Canaán estas personas sabían que no eran competencia para el
Dios de Israel y de Josué Su Comandante. Para salvarse de una derrota
segura, la gente de Gabaón recurrió al engaño. Se
vistieron con ropas viejas y tomaron con ellos pan mohoso y cueros de vino
desgastados y se acercaron a Josué con la intención de hacerle
creer que ellos no eran sus enemigos, sino gente de tierras lejanas que
habían venido a ser amigos de Israel.
Cuando
Josué vio las ropas viejas que usaban, sus sandalias desgastadas y el
pan mohoso que traían, él dio por sentado que ellos, en efecto,
habían viajado grandes distancias para hacer amistad con su pueblo. Por
tanto, él hizo pacto de amistad con ellos ese día basado en la
mentira y el engaño de los gabaonitas. Como en los días de
Ananías y Safira, el diablo estaba procurando penetrar en el campamento
de Israel con una mentira. Josué cayó en esta trampa. Pero lo que
resulta interesante de este pasaje es lo que nos dice Josué 9:14-15:
Y los hombres de Israel tomaron de las provisiones
de ellos, y no consultaron a Jehová. Y Josué hizo paz con ellos,
y celebró con ellos alianza concediéndoles la vida; y
también lo juraron los príncipes de la congregación.
(Josué 9:14-15)
Es importante que
veamos la razón por la que Josué y los líderes de Israel
perdieron esta batalla con el diablo. Josué 9:14 nos dice que ellos
“no consultaron a Jehová”. Esto es importante. Si queremos
resistir al diablo, no nos arriesguemos a querer hacerlo con nuestra propia
sabiduría, porque él es un maestro del disfraz y la mentira.
Él sabe cómo engañarnos; conoce nuestras debilidades; no
nos percataremos de sus dardos sino hasta después que nos hayan
golpeado; nos tomará desprevenidos y arremeterá contra nosotros
cuando menos lo esperamos. Si queremos resistir los ataques del diablo
necesitaremos una sabiduría mayor que la nuestra. Necesitaremos la
sabiduría y el discernimiento de Dios. Su Espíritu nos
proporcionará esta sabiduría pero debemos buscar de Él y
no apoyarnos en nuestra propia prudencia (ver Proverbios 3:5-6). Josué
no consultó a Dios sobre el pacto que hizo con los gabaonitas, y el
texto de Josué 9:14 nos hace pensar que si él hubiera orado, las
consecuencias habrían sido diferentes, pues Dios le hubiera revelado el
engaño.
Nuestra
sabiduría no es suficiente para resistir al diablo. Solo cuando
sometemos nuestras decisiones al Señor y prestamos atención a Su
dirección podemos discernir los ataques del enemigo y resistirlos. Para
esto hace falta que traigamos al Señor las decisiones que tomemos.
Significa confiar en Su dirección más que en nuestras propias
ideas. Nunca experimentaremos la intimidad que Dios desea hasta que busquemos
Su discernimiento y sabiduría en las decisiones que tomemos. Resistimos
al diablo cuando buscamos el propósito del Señor en nuestra toma
de decisiones.
LA VERDAD
Otro aspecto para
resistir al diablo tiene que ver con creer la verdad plasmada para nosotros en
la Palabra de Dios. Esto se ve claramente en la tentación de
Jesús en el desierto.
Cuando el diablo
tentó a Jesús pidiéndole que convirtiera una piedra en
pan, Jesús respondió:
…Escrito está: No sólo de pan
vivirá el hombre… (Lucas 4:4)
Cuando el diablo
le prometió a Jesús todos los reinos del mundo si Él se
inclinaba y lo adoraba, Jesús dijo:
…escrito está: Al Señor tu
Dios adorarás, y a él solo servirás. (Lucas 4:8)
Cuando
Satanás le pidió que pusiera a prueba la protección o el
cuidado del Padre al saltar del pináculo del templo, Jesús
respondió.
…Dicho está: No tentarás al
Señor tu Dios. (Lucas 4:12)
¿Puedes
percatarte de lo que está pasando aquí? Todas las veces que el
diablo tentaba a Jesús, nuestro Señor confrontaba lo que
él decía con la enseñanza de la Palabra de Dios.
Jesús se guiaba por la verdad de las Escrituras. La Palabra de Dios
escrita fue Su arma contra los ataques del enemigo, y con ella resistió
al diablo.
Jesús
describe al diablo como el padre de mentira. Hablando a los líderes
religiosos de Su época dijo:
Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los
deseos de vuestro padre queréis hacer. El ha sido homicida desde el
principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él.
Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira.
(Juan 8:44)
Como padre de
mentira que es, el diablo nos atacará con engaño y falsedad.
¿Cómo contrarrestar la mentira del diablo? Volviéndonos a
la verdad contenida en la Biblia. Si queremos resistir al diablo, debemos
estudiar y conocer la verdad de las Escrituras. Al estudiar esta verdad seremos
capaces de discernir las mentiras y el engaño del enemigo. Las
Escrituras, tal y como se encuentra registrada en el Antiguo y Nuevo testamento
es la espada que en nuestras manos nos capacita para resistir las mentiras y
los engaños del maligno. Resistimos al diablo cuando conocemos la verdad
de Dios y nos consagramos a seguirla.
FE
Resistimos al
diablo por medio de la dirección y el impulso del Espíritu y por
medio de la verdad de la Palabra de Dios; pero la fe también es
necesaria si queremos hacer frente al enemigo. Es muy probable que oigamos la
voz del Espíritu en nuestros corazones y conozcamos la verdad escrita en
las páginas de la Biblia y aún así no tengamos la
fortaleza para resistir. Las armas de un soldado no le sirven para nada si
él no se dispone a tomarlas y usarlas.
Imagina a un
soldado que va a la batalla provisto de un escudo a su lado. Él se
encuentra completamente equipado para luchar pero hay un problema. Cuando ve la
batalla ante él, comienza a dudar de su capacidad. El escudo a su lado
parece más pequeño ahora que ve al enemigo; cuestiona su
habilidad para usar ese escudo y se pregunta si ciertamente será
efectivo. Él teme por su vida y se pregunta si esta pieza delgada de
metal pulido o cuero realmente será capaz de protegerlo del enemigo.
Él ahora permanece paralizado en temor y duda, incapaz de sostener su
escudo.
Una cosa es
hablar sobre la protección del escudo en tiempo de paz y otra
completamente diferente hacerlo cuando uno está enfrentando al diablo
directamente. Al igual que Pedro escuchó a Dios concerniente a la
ofrenda que Ananías y Safira trajeron, tú también puedes
oír Su voz respecto a una situación dada. Escuchas Su voz, pero
también sabes lo que crees que necesitas y puede ser que estés
tentado a cuestionarlo. Escuchas a Satanás susurrando en tu oído
lo que susurró a Eva en el Jardín “¿Conque Dios os
ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?” (ver
Génesis 3:1).
El mismo
principio sobre la dirección del Espíritu también se
aplica a la verdad de la Palabra de Dios. Puedes encontrarte en una
situación donde la clara enseñanza de las Escrituras confronte tu
estilo de vida. Satanás nuevamente susurrará a tu
oído “¿conque Dios os ha dicho…?”. La
tentación de transigir en la Palabra de Dios o ignorarla es muy real. La
atracción de la carne ha llevado a muchos a abandonar sus armas y a
rendirse al enemigo.
Permítanme
reafirmar que la espada de la Palabra de Dios tiene todo el poder que se le
atribuye. El escritor de la carta a los hebreos lo deja claro cuando dijo:
Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y
más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el
alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne
los pensamientos y las intenciones del corazón. (Hebreos 4:12)
La
dirección del Espíritu y la verdad de la Palabra de Dios son
armas incuestionables que han sido usadas exitosamente contra el diablo desde
el principio de los tiempos. Estas armas siguen siendo tan poderosas contra sus
ataques como siempre lo han sido. El asunto no tiene que ver con el poder de
nuestras armas, sino con nuestra disposición para confiar en que ellas
harán aquello para lo cual fueron diseñadas. Resistir al diablo
tiene que ver con tener confianza en lo que Dios dice así como en las
armas que nos ha dado.
OBEDIENCIA
Hay un aspecto
final que quiero plasmar con respecto a resistir al diablo. Aunque la fe en
Dios y en las armas que Él nos ha dado es importante, Santiago
sería el primero en recordarnos que esa fe sin obras es muerta:
¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe
sin obras es muerta? (Santiago 2:20)
Para que la fe
sea efectiva contra el enemigo hay que ponerla en acción. El soldado que
tiene confianza en su espada la sacará e irá al frente de la
batalla. El creyente que oye la dirección de Dios responderá al
llamado. Aquel que conoce la verdad de la Palabra de Dios actuará sobre
la base de esa verdad contrarrestando las mentiras del enemigo. Tu fe en la
Palabra de Dios y la dirección de Su Espíritu son inútiles
si no andas en obediencia.
No es
fácil confiar. Cuando sacamos nuestra espada nos estamos comprometiendo
a luchar y el enemigo no tomará esto a la ligera. Él
avivará nuestras pasiones y deseos de la carne; usará la
lógica en el intento de negociar con nosotros y hacernos dudar de la
sabiduría de Dios y Su dirección. Resistir a Satanás
implicará negarse a dudar de la Palabra de Dios. Puede significar dejar
nuestra ropa y huir de la habitación como hizo José cuando lo
tentó la esposa de su amo (ver Génesis 39). La obediencia escucha
la voz de la fe y escoge caminar así, obedeciendo.
Cuando resistimos
al diablo de esta forma, él está obligado a huir. Adam Clarke, en
su comentario sobre este pasaje, dice lo siguiente:
“Resiste al diablo – él no
puede vencerte si tú continúas resistiendo. Aunque es fuerte,
Dios nunca le permite vencer al hombre que continúa
resistiéndole; él no puede forzar la voluntad humana”
(Comentario bíblico por Adam Clarke:
Edición electrónica copyright © 2015 por Laridian, Inc.,
Marion, Iowa. Todos los derechos reservados).
¿Cómo
podemos resistir al diablo? Lo hacemos al buscar el discernimiento del
Espíritu Santo y la verdad de Dios encontrada en Su Palabra. Marchamos
en obediencia, confiando en que lo que Dios dice es fidedigno y verdadero. La
verdad de la Palabra de Dios es suficiente para resistir a Satanás, el
padre de mentira. Él no puede oponerse a la verdad de Dios y por eso
huirá de nosotros, al aborrecer esa verdad.
¿Qué
tiene que ver con el contexto de este estudio el hecho de resistir al diablo?
El gran deseo del maligno es evitar nuestra intimidad y unión con Dios.
Él hará todo lo posible por romper esa relación y
alejarnos de nuestro Padre celestial. Si queremos acercarnos a Dios, tendremos
que enfrentar los ataques del enemigo. Si queremos experimentar la comunión
que Dios desea con nosotros, tendremos que resistir al diablo, quien procura
destruir esa relación. Sin embargo, Santiago nos recuerda que aquellos
que aceptan el desafío de resistir al diablo lo verán huir.
Conocer a Dios en toda Su plenitud demandará tomar las armas contra Satanás
y hacerle frente con la verdad de Dios. Esta será una batalla constante
puesto que el enemigo no la abandonará, pero el resultado final es una
hermosa y profunda comunión con Dios, aquel que pelea a nuestro lado.
Para meditar:
¿Cómo
la sumisión define nuestro propósito en la vida?
¿Qué
aprendemos aquí acerca de Satanás y sus esfuerzos por evitar
nuestra comunión con Dios?
¿Cuán
importante es el discernimiento para resistir al diablo? ¿Nuestro
esfuerzo humano es suficiente para lograrlo?
¿Cómo
la Palabra de Dios nos ayuda a resistir al diablo?
¿Es Dios
digno de nuestra confianza? ¿Alguna vez te has encontrado cuestionando
Su propósito?
¿Cuál
es la diferencia entre Fe y Obediencia? ¿Por qué ambas son
importantes? ¿Puede una funcionar sin la otra?
¿De
qué manera resistir al diablo nos ayuda en nuestra comunión con
Dios? ¿Podemos tener una verdadera intimidad con Dios si no resistimos
al diablo?
Para orar:
Pidamos al
Señor nos ayude a ser fieles a Él y al propósito que nos ha
dado en la vida.
Pidamos a Dios
nos dé mayor discernimiento para ver las tácticas del enemigo.
Agradezcamos al
Señor por la verdad de Su Palabra, la cual es nuestro manual para vivir
en comunión con Él. Agradezcamos también por Su
Espíritu Santo quien nos da el entendimiento y el discernimiento para
vivir en el propósito de Dios.
Pidamos al
Señor que nos dé gracia no solo para confiar en Él y en Su
Palabra, sino también para mantenernos firmes contra los ataques del
maligno.
Pidamos a Dios
nos dé valentía para permanecer firmes en medio de las
interrogantes y dudas humanas. Pidámosle que nunca permita que nuestra
fe desfallezca en esos momentos.
Acercaos a Dios, y él se acercará a
vosotros. (Santiago 4:8)
Ahora llegamos al
próximo paso de una intimidad más profunda con Dios. Observemos
en Santiago 4:8 que el apóstol desafía a sus lectores a acercarse
a Dios. Las palabras son claras, pero su aplicación requiere algo de
reflexión.
¿A
QUIÉN NOS ACERCAMOS?
Lo primero que
debemos notar en esta frase es que debemos acercarnos “a Dios”. Eso
puede sonar bastante fácil, pero antes de avanzar es importante que consideremos
lo que Santiago nos dice. Tomemos un momento para analizar a algunos personajes
bíblicos que tuvieron la oportunidad de experimentar a este Dios a quien
nosotros debemos acercarnos.
En Éxodo
24 encontramos la historia de Moisés y los ancianos entrando en la
presencia de Dios en la montaña. Veamos la descripción de este
suceso:
Y subieron Moisés y Aarón, Nadab y
Abiú, y setenta de los ancianos de Israel; y vieron al Dios de Israel; y
había debajo de sus pies como un embaldosado de zafiro, semejante al
cielo cuando está sereno. Mas no extendió su mano sobre los
príncipes de los hijos de Israel; y vieron a Dios, y comieron y
bebieron. (Éxodo 24: 9-11)
Lo llamativo de
este pasaje lo encontramos en el versículo 11 donde el autor nos dice
que aunque ellos entraron en la presencia de Dios, Dios no extendió Su
mano sobre ellos, sino que vivieron (comieron y bebieron) para contar la
historia. Estos hombres temían por sus vidas a medida que se acercaban a
Dios y estaban sorprendidos de que Su mano no los fulminara por su naturaleza
pecaminosa. Para estas personas, acercarse a Dios era algo temeroso. De hecho,
en Éxodo 32 vemos cómo Moisés subió a la presencia
de Dios y estuvo allí por algún tiempo. La gente al pie de la
montaña tuvo miedo de que Moisés hubiera muerto en la presencia
de Dios y le pidieron a Aarón que les diera otro dios.
Viendo el pueblo que Moisés tardaba en
descender del monte, se acercaron entonces a Aarón, y le dijeron:
Levántate, haznos dioses que vayan delante de nosotros; porque a este Moisés,
el varón que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos
qué le haya acontecido. (Éxodo 32:1)
Atendiendo a la
petición del pueblo, Aarón les hizo un dios que ellos
controlarían y moldearían a su antojo. La grandeza del Dios de
Israel, quien apareció en el fuego y en la nube, asustaba
muchísimo al pueblo de Israel, por lo que ellos temían por sus
vidas.
En Isaías
6 se relata la historia de cómo Dios se reveló al profeta
Isaías. Veamos la descripción de lo que sucedió en esa
ocasión:
Y los quiciales de las puertas se estremecieron
con la voz del que clamaba, y la casa se llenó de humo.
(Isaías 6:4)
La experiencia de
la cercanía de Dios en este encuentro fue tan atemorizante que el
profeta exclamó:
… “¡Ay de mí! que soy
muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo
que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los
ejércitos”. (Isaías 6:5)
“Soy
muerto,” dijo Isaías. “¿Cómo puedo estar ante
la presencia de tal santidad?” Isaías pensaba que estar parado
ante semejante Dios santo significaba una muerte segura. Esta fue la respuesta
de Isaías cuando Dios se acercó a él.
Por
último, analicemos la visión del apóstol Juan en
Apocalipsis 1. En su visión, él oyó una voz que lo llamaba
a escribir las cosas que vería. Cuando se volteó para ver de
dónde provenía esa voz, vio “a uno semejante al Hijo del
Hombre”, que tenía un cinto de oro y sus cabellos eran tan blancos
como la nieve. Sus ojos eran como llama de fuego y su rostro
resplandecía tan brillante como el sol (ver Apocalipsis 1:12-16).
Fijémonos en la reacción del apóstol a la visión de
ese día:
Cuando le vi, caí como muerto a sus pies.
(Apocalipsis 1:17)
Lo que Juan vio
ese día era demasiado para él asimilarlo. Literalmente
cayó al suelo como un objeto sin vida. La gloria y la santidad de
Cristo, quien se presentó ante él, eran más de lo que
él podía asimilar con su cuerpo mortal.
Pongo estos
ejemplos para mostrar que acercarse al Dios de Israel no es algo que se deba
tomar a la ligera. El Dios al que estamos llamados a acercarnos es un Dios
santo y glorioso. De hecho, si no fuera por la obra del Señor
Jesús, ninguno de nosotros pudiera acercarse a Él. Juan describe
días futuros cuando las personas de la tierra estarán
aterrorizados ante Su presencia:
Y los reyes de la tierra, y los grandes, los
ricos, los capitanes, los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron
en las cuevas y entre las peñas de los montes; y decían a los
montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de
aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero.
(Apocalipsis 6:15-16)
El desafío
de Santiago es bien grande –“acercaos a Dios”.
Acércate al Altísimo con valentía; ven cerca de Él.
No vamos a tomar este reto a la ligera. Sin embargo, percatémonos de que
no puede haber intimidad con Dios mientras nos alejamos de Él. Solo
acercándonos podemos experimentar Su presencia y comunión.
¿POR
QUÉ ACERCARNOS A DIOS?
Ya hemos visto
que debemos acercarnos a Dios. El próximo aspecto al que necesitamos
dirigirnos es el siguiente: ¿Por qué hacerlo? Existen varias
razones del porqué los personajes bíblicos se acercaron a Dios.
El
Perdón
Obviamente, la
primera razón para acercarse a un Dios santo es en busca de
perdón. Esto está bien claro en Isaías 55 cuando el
Señor dijo a través de Su profeta:
Buscad a Jehová mientras puede ser hallado,
llamadle en tanto que está cercano. Deje el impío su camino, y el
hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual
tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será
amplio en perdonar. (Isaías 55: 6-7)
Dios nos llama a
acercarnos a Él para que podamos ser perdonados de nuestros pecados.
¿Cómo podemos aproximarnos a un Dios santo en nuestra
condición de pecadores? Sin embargo, ¿cómo podemos ser perdonados
si no nos acercamos a Él, y Él es el único que puede
perdonar? El apóstol Juan nos asegura que Dios es un Dios de una
compasión muy grande y perdonará a todo aquel que venga a
Él.
Si decimos que no tenemos pecado, nos
engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si
confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros
pecados, y limpiarnos de toda maldad. (1 Juan 1:8-9)
Podemos encontrar
purificación y perdón en el Dios de Israel. Somos llamados a
acercarnos a Él para que podamos ser perdonados. No puede haber
intimidad si no nos acercamos al Dios al cual hemos ofendido y buscamos Su
perdón. El escritor a los Hebreos nos asegura que si nos acercamos a
Dios experimentaremos Su purificación.
Y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de
Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de
fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con
agua pura. (Hebreos 10:21-22)
Podemos venir
valientemente ante la presencia de Dios porque se ha hecho provisión
para nuestro perdón y purificación. Jesús, el Hijo de Dios
entregó Su vida para pagar el castigo por nuestro pecado. Entonces,
vamos a acercarnos y a pedir ese perdón y a restaurar nuestra comunión
con Dios.
Intercesión
No solo nos acercamos
a Dios en busca de perdón, sino también de bendición. En
Génesis 18 vemos cómo Dios envió a Sus ángeles a
Abraham para anunciarle la destrucción de la ciudad de Sodoma, donde
vivía su sobrino Lot. La noticia del juicio de Dios sobre esta ciudad
perturbó a Abraham. Veamos su respuesta en Génesis 18:22-23:
Y se apartaron de allí los varones, y
fueron hacia Sodoma; pero Abraham estaba aún delante de Jehová. Y
se acercó Abraham y dijo: ¿Destruirás también al
justo con el impío? (Génesis 18:22-23)
Percatémonos
especialmente en el versículo 23 que “se acercó
Abraham”. La razón por la que se acercó fue para hablarle a
Dios sobre la ciudad de Sodoma. Abraham buscaba el favor del Señor sobre
su familia. Él se afligió por el hecho de que su sobrino y la
familia morirían en este juicio de Dios y le suplicó al
Señor que salvara sus vidas. No solo nos acercamos para ser perdonados,
sino para clamar a favor de nuestros seres queridos. La puerta está
abierta para que nos acerquemos a Dios con nuestras súplicas y peticiones.
Bendición
¿Quién
de nosotros no necesita la bendición del Señor? A menudo a
mí me impacta el himno escrito por John Newton quién vivió
desde 1725 hasta 1807. Él escribió estas palabras que se refieren
a su necesidad de la bendición de Dios:
Por misericordias, incontables como la arena
Que recibo diariamente de
Jesús, las manos de mi Redentor,
alma mía, ¿qué puedes dar?
¡Ay! De un corazón como el mío
¿Qué le puedo sacar?
Lo mejor es teñido y teñido de pecado
Mi todo no vale nada.
Sin embargo, este reconocimiento lo haré
Por todo lo que Él ha otorgado
Tomaré la copa sagrada de la salvación,
E invocaré a mi Dios
El mejor retorno para alguien como yo
Desdichado y tan pobre;
Es de sus dones sacar una súplica,
Y pedirle todavía más.
No puedo servirle como debo
No tengo obras para gloriarme;
Sin embargo me gloriaría en el pensamiento de
Que más le debo a él.
(Newton, John: “For Mercies Countless as the Sands” (Por Misericordia, incontable como la arena): Grace Hymns, Grace Publications Trust; London, 1978, # 15.)
John Newton
comprendió algo muy importante sobre la vida cristiana. Él
entendió que todas las bendiciones y bondades vienen del Señor.
Él sabía que si quería ser lo que Dios deseaba que
él fuera, necesitaba vivir una vida dependiente de Dios; extrayendo de
Él la fortaleza, la sabiduría y los recursos necesarios para
hacer aquello para lo cual fue llamado. Sin la bendición de Dios en su
vida y ministerio, no había esperanza alguna de dar fruto. Él
deseaba la bendición de Dios y se la rogó al Señor, porque
sin ella estaba desvalido.
Cuando Santiago
nos llama a acercarnos a Dios, nos está llamando a venir ante Él
en busca de Su bendición para nuestras vidas y ministerios. Santiago
dice a sus lectores en el capítulo 4, versículo 2 que ellos no
recibían de Dios porque no pedían. Entonces ¿nos
acercaremos a Dios a pedir Su favor? ¿Le traeremos cada área de
nuestras vidas para que las bendiga?
En Mateo 19 las
madres traían a sus hijos al Señor Jesús para que
impusiera Su mano sobre ellos y orara. Los discípulos creyeron que esto
era inapropiado y reprendieron a las madres por hacer perder el tiempo a
Jesús. Percatémonos de la respuesta del Señor a los
discípulos:
Pero Jesús dijo: Dejad a los niños
venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino
de los cielos. (Mateo 19:14)
María la
madre de Jesús se le acercó cuando estaban en las bodas en
Caná. Parece ser que al anfitrión se le había acabado el
vino. El Señor oyó la petición de Su madre y
milagrosamente convirtió el agua en vino.
Después de
la crucifixión de Jesús, los discípulos decidieron ir a
pescar. Juan 21 nos dice que ellos pescaron toda la noche pero no cogieron nada
(Juan 21:3). Por la mañana, Jesús apareció en la playa y
les dijo que tiraran las redes al otro lado del bote y cuando lo hicieron,
cogieron tantos peces que sus redes comenzaron a romperse mientras las
arrastraban a la orilla.
¿Por
qué les he dado estas ilustraciones? Lo he hecho para mostrarles que
Dios desea bendecirnos en las distintas situaciones de la vida. Él
quiere tocar a nuestros hijos; desea ayudarnos en las situaciones
difíciles en las que nos encontramos; quiere proveer para nuestras
necesidades. Hay una bendición para todas estas situaciones. Al igual
que los discípulos, a menudo vamos a pescar y no cogemos nada. Sin
embargo ¡qué diferente es cuando el Señor bendice lo que
hacemos!
Aquí se
nos desafía a acercarnos a Dios para que toque nuestras vidas.
¿Cómo podemos ser eficaces si no experimentamos Su
bendición? ¿Cómo seremos bendecidos si no nos acercamos?
Nuestra productividad depende de esta bendición, por tanto,
acerquémonos a Dios valientemente y pidámosla.
Protección
También
nos acercamos a Dios en busca de protección. El salmista habla de esto
cuando escribe:
Mas para mí, estar cerca de Dios es mi
bien; en Dios el Señor he puesto mi refugio, para contar todas tus
obras. (Salmo 73:28, LBLA)
Veamos la
conexión que existe entre estar cerca de Dios y hacerlo nuestro refugio.
Este mismo vínculo se ve en el Salmo 145 cuando el salmista dice:
Cercano está Jehová a todos los que
le invocan, a todos los que le invocan de veras. Cumplirá el deseo de
los que le temen; oirá asimismo el clamor de ellos, y los
salvará. Jehová guarda a todos los que le aman, mas
destruirá a todos los impíos. (Salmo 145:18-20)
La vida en esta
tierra no será fácil para los hijos de Dios. Jesús les
dijo a Sus discípulos que Él los enviaría hacia grandes
peligros:
He aquí, yo os envío como a ovejas
en medio de lobos; sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como
palomas. (Mateo 10:16)
Según se
acercan los días del fin, veremos un incremento en la persecución
e intolerancia a los caminos del Señor. Los creyentes serán
llamados a mantenerse firmes a la causa, pero ¿cómo resistir en
estos tiempos? ¿Cómo soportar la oposición que llega a
nuestro camino? Jesús les dijo a Sus discípulos que Él
estaría con ellos debido a que iban en Su nombre:
Por tanto, id, y haced discípulos a todas
las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del
Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas
que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los
días, hasta el fin del mundo. (Mateo 28:19-20)
En un mundo lleno
de incertidumbre, necesitamos acercarnos a Dios en busca de refugio y
protección. Vamos en Su nombre a predicar en un mundo que a menudo no
quiere aceptar nuestro mensaje. Podemos ser objeto de burla y de rechazo, pero
si nos acercamos a Dios, Él será nuestro Protector. En Él
hay seguridad y consuelo, pero debemos acercarnos. Debemos correr a Sus brazos
de amor si queremos experimentar este refugio y esta protección.
CUÁLES SON
LOS IMPEDIMENTOS PARA ACECARNOS A DIOS?
Hemos visto
algunas de las razones para acercarnos a Dios. Ahora quiero referirme
brevemente a algunos de los impedimentos.
El Pecado
A partir de lo
que hemos visto en este capítulo está claro que el pecado es un
impedimento para acercarnos a Dios; sin embargo, la única
solución para el mismo es acercarnos a Él. Al hacerlo debemos
estar dispuestos a confesar nuestro pecado y apartarnos de él. Mientras
estemos viviendo en pecado, estaremos imposibilitados de acercarnos a Dios.
Hablando a su hijo Salomón, David le encargó:
Y tú, Salomón, hijo mío,
reconoce al Dios de tu padre, y sírvele con corazón perfecto y
con ánimo voluntario; porque Jehová escudriña los
corazones de todos, y entiende todo intento de los pensamientos. Si tú
le buscares, lo hallarás; mas si lo dejares, él te
desechará para siempre. (1 Crónicas 28: 9)
David le
recordaba a Su hijo que él encontraría a Dios si lo buscaba con
todo su corazón, pero le advertía que Dios lo desecharía
si él le daba la espalda. Aunque no tenemos tiempo para tratar este
versículo en detalles, es importante que nos percatemos del efecto del
pecado y de alejarnos de Dios. No puede haber intimidad con Dios mientras no
tratemos con aquellos pecados de los que somos conscientes y nos acerquemos a
Él para que nos perdone.
Jesús dijo
a Sus seguidores que si ellos venían con una ofrenda para el
Señor y recordaban que su hermano tenía algo contra ellos,
debían dejar su ofrenda delante del altar e ir a resolver ese asunto con
su hermano antes de dar su ofrenda al Señor (ver Mateo 5:23-24). En
otras palabras, su ofrenda no sería aceptada si ellos eran culpables de
pecado ante un hermano o hermana. El pecado impide la intimidad con Dios.
El Orgullo
Otro impedimento
para acercarnos a Dios es el orgullo. Aunque el orgullo es uno de los pecados
que nos impide acercarnos, éste debe ser analizado de forma
independiente. El orgullo puede manifestarse de diferentes maneras.
Primero, el
orgullo puede manifestarse cuando alguien se niega a admitir que ha pecado. He
conocido individuos que creen sinceramente que no tienen pecado en sus vidas y
que son buenas personas. Ellos realmente no ven ninguna necesidad de
perdón. Otros saben que son pecadores pero se rehúsan a hacer
algo al respecto. Ellos eligen permanecer en su pecado antes que admitir su
culpabilidad y venir al Salvador.
Segundo, el
orgullo puede manifestarse a través de un sentimiento de arrogancia de
nuestra capacidad humana. Puede que hayas conocido personas que creen que su
educación y buen sentido son suficientes para fomentar el reino de Dios.
A menudo me he perturbado por las reuniones de negocio de la iglesia donde los
miembros se sientan uno alrededor del otro y comparten su sabiduría
terrenal sobre cómo creen que la iglesia debería ser
administrada, sin tener en cuenta cómo Dios quiere que sea.
¡Cuántos pastores jóvenes han ido a nuevas iglesias con la
idea de que su entrenamiento era suficiente para fomentar la causa de Cristo!
Estas personas no tienen conciencia de la necesidad de acercarse a Dios en
busca de Su sabiduría y bendición. A ellos les gustaría
tener la bendición de Dios, pero realmente no lo ven como algo
absolutamente necesario para el avance de Su reino. De cierta forma ellos creen
que pueden servir a Dios con su propia fuerza y sabiduría.
Lucas narra la
historia de dos hombres que fueron al templo a orar. Uno de ellos era
recaudador de impuestos y el otro era un Fariseo. Cuando el Fariseo oraba
decía:
…Dios, te doy gracias porque no soy como los
demás hombres: estafadores, injustos, adúlteros; ni aun como este
recaudador de impuestos. “Yo ayuno dos veces por semana; doy el diezmo de
todo lo que gano. (Lucas 18:11-12, LBLA)
El recaudador de
impuestos, conociendo lo indigno que era, decía:
“Dios, ten piedad de mí, pecador.
(Lucas 18:13, LBLA)
Refiriéndose
a este cobrador de impuestos Jesús dijo:
Os digo que éste descendió a su casa
justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será
humillado; y el que se humilla será enaltecido. (Lucas 18:14)
El orgullo
impedirá que nos acerquemos a Dios y estorbará nuestra
comunión con Él.
El falso
concepto de nuestra indignidad.
Otro impedimento
para acercarnos a Dios es el falso concepto de nuestra indignidad. La realidad
del asunto es que ninguno de nosotros es digno de salvación ni de la
ayuda de Dios. Hemos incumplido con el estándar que Él ha
establecido para nosotros y en ocasiones hemos entristecido Su corazón.
Sin embargo, esta
falta de mérito debe ser comprendida en el contexto de la gracia. Cuando
el hijo pródigo se fue de casa y malgastó toda su herencia, no
merecía ser restituido a la comunión con su padre cuando
regresara (ver Lucas 15); no obstante, el padre abrió sus brazos para
recibir a su hijo.
El Señor
es un Dios lleno de gracia y compasión. Él desea recibir a todo
aquel que venga buscando Su perdón. Él envió a Su Hijo
para que nosotros pudiéramos conocer este perdón. Sin embargo, el
problema es que algunas personas están tan atrapadas en su sentimiento
de indignidad que nunca pueden acercarse a Dios para recibir lo que Él
tiene para ellos.
Muchas de estas
personas están sinceramente arrepentidas de su pecado, pero no han
logrado entender que la gracia de Dios cubre sus iniquidades y abre la puerta
de la bendición de Dios sobre sus vidas. Si tú no estás
dispuesto a aceptar la gracia de Dios porque crees que eres demasiado indigno
para ello, entonces nunca serás capaz de acercarte a Él. Solo los
que entienden el significado de la gracia se atreverán a acercarse a
Dios.
La
hipocresía
Por último,
quiero referirme a este tema de la hipocresía. Hablando por medio del
profeta Isaías, el Señor le dijo a Su pueblo:
Dice, pues, el Señor: Porque este pueblo se
acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su
corazón está lejos de mí, y su temor de mí no es
más que un mandamiento de hombres que les ha sido enseñado.
(Isaías 29:13)
Observemos lo que
el Señor está diciendo aquí acerca del pueblo de Israel.
Ellos hablaban de una relación cercana con Dios, pero en sus corazones
esta relación no existía. Estas personas eran como los Fariseos
del Nuevo Testamento, que ante los hombres aparentaban ser santos y piadosos,
pero en realidad estaban muy lejos de Dios.
Las iglesias
están llenas de personas que dan la apariencia de estar
acercándose a Dios. Ellos asisten fielmente a la iglesia y dicen las
cosas correctas. Tienen un estilo de vida cristiano, pero verdaderamente sus
corazones nunca han sido tocados por Dios. Incluso, estos individuos pueden
predicar en nuestras iglesias; pueden tener un conocimiento intelectual de la
verdad del evangelio, pero realmente no están en comunión con
Dios. Ellos se acercan de palabra y de hecho, pero no de corazón. Su
corazón está dividido.
Los que se
acerquen a Dios deben hacerlo con sinceridad. Deben venir con corazones que le
busquen y se sometan a Él. Deben venir con corazones que resistan al
diablo y su influencia en sus vidas.
En
conclusión, permítanme decir que si queremos crecer en
comunión e intimidad con Dios, debemos acercarnos a Él. Debemos
reconocer nuestra necesidad y extraer de la fuente que Él provee.
Debemos venir a Él en busca de perdón, protección,
fortaleza y bendición. Debemos reconocerle como la fuente de nuestra
sabiduría y poder. Solo cuando nos acercamos a Dios en este tipo de
dependencia, podemos experimentar la comunión que Él desea para
con nosotros.
Creo que hay
espacio disponible para que cada uno de nosotros se acerque más a Dios.
Aún no hemos agotado la provisión que Él ha guardado para
nosotros. Aún no hemos experimentado la plenitud que Él nos tiene
preparada. ¿Te acercarás a recibir lo que Él tiene para
ti? ¿Pondrás a un lado el pecado, el orgullo, la indignidad y la
hipocresía y vendrás con un corazón abierto para recibir
todo lo que Él tiene para ti hoy? Nunca experimentaremos esta plenitud a
menos que nos acerquemos a Dios.
Para meditar:
¿A
qué clase de Dios Santiago nos desafía a acercarnos?
¿Cuáles son Sus características? ¿Podemos
aproximarnos a Dios a la ligera?
¿Puede un
pecador acercarse a un Dios santo?
¿Cuáles
son algunas de las razones por las que necesitamos acercarnos a Dios?
¿Cuál es el resultado de no hacerlo?
¿Para
qué podemos buscar la bendición de Dios en nuestras vidas?
¿Cuál aspecto de tu vida dudas en pedir a Dios que bendiga?
¿Qué
nos impide acercarnos a Dios?
¿Somos
indignos de acercarnos a Dios? ¿Cuál es el papel de la gracia en
nuestro acercamiento a Él?
Para orar:
Tomemos un
momento para agradecer al Señor porque Él es un Dios santo,
separado del pecado. Agradezcamos que nos perdona por Su gracia.
Agradezcamos al
Señor que Él nos quiere cerca de Él. Si no te has
estado acercando a Dios, pídele que te perdone y te ayude a ver tu
necesidad de Él.
Pidamos al
Señor que nos limpie de cualquier pecado, orgullo o hipocresía
que pudiera alejarnos de Él.
Agradezcamos al
Señor que Él está dispuesto a sostenernos y capacitarnos
para ministrar en Su nombre. Pidamos que nos prepare para todo lo que hoy nos
tiene reservado.
…Pecadores, limpiad las manos…
(Santiago 4:8)
En el
capítulo anterior analizamos las enseñanzas de Santiago sobre
acercarse a Dios. En la época del Antiguo Testamento, los sacerdotes
judíos a menudo se acercaban a Dios con el propósito de traer
ofrendas a favor del pueblo. Veamos los requisitos de la Ley para los
sacerdotes que se iban a acercar a Dios con esta intención.
Habló más Jehová a
Moisés, diciendo: Harás también una fuente de bronce, con
su base de bronce, para lavar; y la colocarás entre el
tabernáculo de reunión y el altar, y pondrás en ella agua.
Y de ella se lavarán Aarón y sus hijos las manos y los pies.
Cuando entren en el tabernáculo de reunión, se lavarán con
agua, para que no mueran; y cuando se acerquen al altar para ministrar, para
quemar la ofrenda encendida para Jehová, se lavarán las manos y
los pies, para que no mueran. Y lo tendrán por estatuto perpetuo
él y su descendencia por sus generaciones. (Éxodo 30:17-21)
Había una
vasija de agua colocada en el patio exterior del tabernáculo. Cuando los
sacerdotes entraban a ministrar al Señor, ellos se aproximaban a esta
vasija. Estaban obligados por la ley a lavar sus manos y pies en esta vasija
antes de continuar acercándose a la presencia del Señor.
Percatémonos de manera particular que esta ley era tan importante que
desobedecerla ponía en riesgo la vida de alguien al constituir una
ofensa a Dios. Las manos y los pies de los sacerdotes que servían
debían estar limpios de inmundicia y suciedad, de lo contrario Dios no
aceptaría su servicio.
El Salmista
mencionó este concepto de acercarse a Dios con manos limpias al
preguntarle al Señor:
¿Quién subirá al monte de
Jehová? ¿Y quién estará en su lugar santo? El
limpio de manos y puro de corazón; el que no ha elevado su alma a cosas
vanas, ni jurado con engaño. (Salmo 24:3-4)
Observemos en
estos versículos que la persona que puede acercarse a Dios es aquel que
ha sido limpiado. A la conclusión que llegamos con esto es que si
queremos entrar a una mayor comunión con Dios y conocerle de una manera
más íntima, debemos tratar con este asunto de la limpieza.
¿Qué
representa esta limpieza de las manos? Limpiar algo es quitar las impurezas e
inmundicias. Esto es a lo que Santiago se refiere. Las Escrituras, a menudo,
hablan del tipo de impureza e inmundicia que puede manchar nuestras manos.
Meditemos en lo que Job dijo en el capítulo 16 cuando reflexionaba sobre
su sufrimiento y dolor:
Mi rostro está inflamado con el lloro, y
mis párpados entenebrecidos, a pesar de no haber iniquidad en mis manos,
y de haber sido mi oración pura. (Job 16:16)
Aquí Job
habla sobre el gran dolor que estaba experimentando y se preguntaba cuál
era la causa de esta agonía en su vida. Según reflexionaba se
preguntaba por qué tenía que sufrir cuando no había
iniquidad en sus manos. Si hubiera sido culpable de iniquidad, él
pudiera haber entendido la razón de su dolor y el hecho de que Dios
aparentemente lo hubiera abandonado. Job entendía que si sus manos
estaban manchadas de iniquidad, no podía esperar acercarse a Dios.
Necesitaba confesar su pecado y limpiarse antes de aproximarse a Dios y
experimentar una profunda comunión con Él.
El profeta
Isaías comienza su libro recordando al pueblo cuán distante
estaba Dios de ellos. Sus ciudades habían sido quemadas; su tierra
había sido devorada por sus enemigos (Isaías 1:7). El país
estaba en ruinas. Cuando ellos clamaron por la ayuda de Dios, Él se
negó a oír sus oraciones (Isaías 1:15).
¿Cuál fue el motivo de esta separación entre Dios y Su
pueblo? Isaías 1:15-16 nos da la respuesta.
Cuando extendáis vuestras manos, yo
esconderé de vosotros mis ojos; asimismo cuando multipliquéis la
oración, yo no oiré; llenas están de sangre vuestras
manos. Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de
mis ojos; dejad de hacer lo malo. (Isaías 1:15-16)
El Señor
le deja claro al pueblo del tiempo de Isaías que la razón para
esta falta de comunión tenía que ver con el hecho de que cuando
ellos levantaban sus manos para orar, lo hacían con manos llenas de
pecados sin confesar y de malas acciones.
Pilato, en su
tiempo, entendió esto cuando fue forzado por el pueblo a condenar a
Jesús siendo un hombre inocente. Observemos lo que él hace en
Mateo 27:24:
Viendo Pilato que nada adelantaba, sino que se
hacía más alboroto, tomó agua y se lavó las manos
delante del pueblo, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este justo;
allá vosotros. (Mateo 27:24)
Pilato
simbolizó su inocencia de cualquier crimen en la muerte de Jesús
al lavar sus manos, siendo ésta una expresión simbólica de
estar limpio de acciones pecaminosas. Si queremos experimentar una intimidad
más profunda con Dios, primero debemos tratar con nuestro pecado y
rebelión contra Él.
Ya hemos visto en
Isaías 1:15-17 que Dios se negó a escuchar al pueblo de esa
época a causa de los pecados que estaban cometiendo. Veamos lo que el
apóstol Pedro escribió respecto al rechazo de Dios a las
oraciones de Su pueblo.
Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas
sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como
a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan
estorbo. (1 Pedro 3:7)
Pedro les
recuerda a los esposos que si sus manos estaban manchadas por la falta de
respeto y honor hacia sus esposas, sus oraciones a Dios serían estorbadas.
Ellos no podían esperar que Dios oyera sus oraciones si no estaban
mostrando respeto hacia sus esposas. Su pecado estorbaba la intimidad con Dios
y para restablecer esta comunión, ellos tendrían que limpiar sus
manos de esta culpa.
Al igual que los
sacerdotes del Antiguo Testamento necesitaban limpiar sus manos y pies antes de
entrar a la presencia del Señor, así también nosotros
debemos examinar nuestras vidas para estar seguros de que cuando nos acerquemos
a Él, lo haremos con manos limpias. Debemos estar dispuestos a confesar
nuestros pecados y recibir Su perdón.
Parece que las
manos representan nuestros hechos y acciones. Uno de los temas centrales en el
libro de Santiago es el de vivir nuestra fe de una manera práctica.
Santiago creía que las personas que se decían ser creyentes lo
demostrarían en la manera de vivir. Nuestra comunión con Dios
debe reflejar el hecho de que somos “hacedores de la Palabra” y no
tan solo oidores (Santiago 1:22). Las manos de aquellos que amaron al
Señor y caminaron en comunión con Él no estarían
manchadas por la falta de cuidado hacia los huérfanos y las viudas
(Santiago 1:26-27). Estas manos no serían culpables de parcialidad y
discriminación en las relaciones humanas (Santiago 2:1), ni de
murmuración (Santiago 4:11), ni de jactancia (Santiago 4:13), ni de
amistad adúltera con el mundo (Santiago 4:4). Aquellos que caminaron en
una verdadera comunión con el Señor se aseguraban de acercarse a
Dios con manos limpias.
Santiago nos dice
que si queremos acercarnos a Dios debemos limpiar nuestras manos. Observemos
cómo él conecta la limpieza de nuestras manos con el hecho de que
somos pecadores: “Pecadores, limpiad las manos”. Es el pecador
quien necesita limpiar sus manos. Esta acción de limpiar nuestras manos
no significa que ya no somos pecadores. La realidad del asunto es que no solo
lavamos nuestras manos una vez en el transcurso de nuestra vida; sino que a
menudo debemos venir al Señor para limpiarnos por nuestros pecados. De
hecho, mientras más nos acercamos al Señor, más veremos y
entenderemos nuestro pecado.
Se cuenta la
historia de un hombre que fue a visitar a su amigo al otro lado del bosque.
Cuando salió de su casa ya estaba oscureciendo y mientras atravesaba el
bosque llegó la noche y se hizo más difícil ver lo que
tenía en frente. Tropezó con la raíz de un árbol y
cayó de cabeza a la tierra. Él se levantó y sacudió
la suciedad lo mejor que pudo. A la distancia, vio la luz de la casa de su
amigo y se guió por ella. A cada paso la luz se hacía más
brillante. Sin embargo, cuando miró su ropa comenzó a notar lo
sucio que estaba. Sacudiendo la mugre continuaba hacia la luz y cuando
más cerca estuvo de ella, más suciedad pudo ver. La luz le
reveló lo que él no podía ver en la oscuridad. Así
es en nuestra relación con Dios; mientras más cerca estemos de
Él, más conscientes seremos de nuestra naturaleza pecaminosa.
A medida que nos
acercamos a Dios, Él revelará la suciedad de nuestras manos. Cada
día que nos acerquemos a Dios requerirá un nuevo lavamiento de
manos. Hasta que nuestra vida en la tierra llegue a su término y
alcancemos nuestro hogar celestial, necesitaremos con regularidad lavar
nuestras manos y confesar nuestros pecados e imperfecciones.
Hay
bendición para los que limpian sus manos de pecado. Job nos dice:
No obstante, proseguirá el justo su camino,
y el limpio de manos aumentará la fuerza. (Job 17:9)
La fortaleza a la
que Job se refiere aquí viene del Señor quien bendice a aquellos
que escogieron darle la espalda a sus pecados. El Señor se acerca para
bendecir a los que limpian sus manos de pecado y maldad.
Y el salmista nos
dice más:
Jehová me ha premiado conforme a mi
justicia; conforme a la limpieza de mis manos me ha recompensado. (Salmo 18:20)
Fui recto para con él, y me he guardado de
mi maldad, por lo cual me ha recompensado Jehová conforme a mi justicia,
conforme a la limpieza de mis manos delante de su vista. (Salmo 18:23-24)
El Señor
se acerca para recompensar a los que han limpiado sus manos. Estos
versículos dejan bien claro que el Señor se deleita en acercarse
a los que caminan en obediencia a Sus preceptos. Él bendecirá a
los que se apartan del pecado y mantienen sus manos puras y limpias.
¿Cómo
nos acercamos a Dios? Al confesar ante Él la culpa de nuestras acciones
y al apartarnos de esos caminos pecaminosos. Dios bendecirá a los que se
acercan a Él con manos limpias, mas resiste a aquellos cuyas manos
están manchadas por la culpa del pecado y de las malas acciones. Quiera
el Señor darnos la gracia para examinar nuestras vidas a la luz de Su
Palabra, para que podamos limpiar nuestras manos y cualquier cosa que nos
impida acercarnos a Él.
Para meditar:
¿Qué
exige la ley del Antiguo Testamento de los sacerdotes en cuanto a la limpieza
de sus manos antes de entrar a la presencia del Señor en el
tabernáculo?
¿Qué
significa tener manos limpias? ¿Qué tipo de cosas manchan
nuestras manos y nos hacen culpables ante el Señor?
¿Podemos
acercarnos a Dios con culpabilidad en nuestras manos? ¿Qué
provisión ha hecho el Señor para nuestra limpieza y
perdón?
¿Cómo
Dios recompensa a los que limpian sus manos de culpa y pecado?
Para orar:
Pidamos al
Señor que nos perdone por las veces que procuramos acercarnos a
Él sin antes tratar con la culpa que llevamos en nuestras manos.
Tomemos un
momento para pedirle al Señor que nos muestre la culpa de nuestras
manos.
Agradezcamos al
Señor la provisión que Él hizo para limpiar nuestra culpa
y pecado. Demos gracias a Jesús que vino a morir en la cruz para que
podamos ser perdonados y limpiados.
Demos gracias al
Señor porque se acerca para bendecir y recompensar a quienes andan en
Sus caminos.
…y vosotros los de doble ánimo,
purificad vuestros corazones. (Santiago 4:8)
En el
capítulo anterior analizamos lo que Santiago explicó sobre la
necesidad de limpiar nuestras manos de cualquier culpa y pecado si queremos
acercarnos al Señor. En esta próxima frase de Santiago 4:8
él lleva este tema a un nivel superior al decir a sus lectores que ellos
debían purificar también sus corazones. Vamos a tomar un momento
para analizar lo que Santiago nos dice aquí.
En el libro de
Isaías, encontramos estas palabras que Dios habló a Su pueblo.
Dice, pues, el Señor: Porque este pueblo se
acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su
corazón está lejos de mí, y su temor de mí no es
más que un mandamiento de hombres que les ha sido enseñado.
(Isaías 29:13)
¿Qué
veía Dios cuando miraba al pueblo en los días de Isaías?
Veía un pueblo religioso que le adoraba solo de palabras; un pueblo que
trataba de honrarlo siguiendo un conjunto de reglas espirituales y una fe
enseñada por sus líderes religiosos. Sin embargo, no veía
personas cuyos corazones fueran devotos a Él. Esto entristecía al
Señor, pues Su gran deseo era ver un pueblo que se consagrara a
Él de todo corazón.
En el
versículo 8 Santiago se dirige a la importancia del corazón si
queremos acercarnos a Dios. Tomemos un momento para estudiar detalladamente lo
que él nos dice aquí sobre el corazón y su papel en el
acercamiento a Dios.
Ante todo, es
importante que entendamos primeramente lo que Santiago quiere dar a entender
por corazón. Cuando el apóstol habla sobre el corazón, no
se refiere al órgano que bombea la sangre a través de nuestro
cuerpo. La palabra griega “kardía” se refiere a esa parte de
nosotros que siente, piensa o expresa emociones y pasiones.
Percatémonos
en el versículo 8 que Santiago se refiere específicamente en
cuanto a este aspecto a quienes él llama “de doble
ánimo”. Es importante que veamos la conexión entre el
corazón y la inestabilidad referida aquí. Una persona de doble
ánimo es una persona con dos lealtades. Jesús se refirió a
este asunto de las dos lealtades en Mateo 6 cuando dijo:
Ninguno puede servir a dos señores; porque
o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y
menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.
(Mateo 6:24)
Josué
también se refirió a este tema con las personas de su
época cuando los desafió a tomar una decisión respecto al
Dios que servían:
Y si mal os parece servir a Jehová,
escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron
vuestros padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses
de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a
Jehová. (Josué 24:15)
Por
último, el Señor Jesús, cuando habló a la iglesia
de Laodicea, dijo:
Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni
caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto
eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca.
(Apocalipsis 3:15-16)
Fijémonos
en el tema común de todos estos versículos. Hay un llamado para
cada creyente a escoger al dios que servirá. No hay cabida para lealtades
divididas en la vida cristiana. Dios busca un corazón que esté
totalmente consagrado a Él.
Este problema del
doble ánimo es un asunto importante, el cual, a menudo, no logramos
entender. Cuando me casé con mi esposa, decidí alejarme de todas
las otras mujeres y consagrarme solo a ella. Este no es solo un compromiso que
hice el día de mi boda, sino un compromiso que escojo honrar por el
resto de mi vida. También es una decisión que debe estar clara en
mi mente si quiero crecer en mi relación con ella. Dios no espera menos.
No es en vano que Dios acusa a Su pueblo (la nación de Israel) de
adulterio, porque ellos se habían vuelto a otros dioses (ver Oseas 1:2).
Existen muchas
tentaciones en la vida cristiana. Puede que nuestros dioses actuales no sean hechos
de hueso, madera u oro, pero sí son muy reales. Nuestro trabajo,
ministerio, placeres, nuestras posesiones, o incluso otra persona pueden tomar
el lugar de Dios en nuestras vidas. He conocido personas cuyo ministerio
cristiano significaba más para ellos que su relación con Dios. Si
Dios les quitara ese ministerio, ellos se apartarían de Él. He
conocido gente cuya vida completa gira en torno a los progresos en su carrera y
en hacer dinero. Hay muchas tentaciones en este mundo que procuran una parte de
nuestra mente y corazón, por lo que es muy fácil para nosotros
tener corazón y lealtades divididos.
Observemos lo que
Santiago nos está diciendo en estos versículos. Si queremos
acercarnos a Dios debemos purificar nuestros corazones. Tomemos un momento para
analizar nuestro corazón. ¿Cuáles son las pasiones de
nuestro corazón? ¿Cuáles son sus responsabilidades y
compromisos? ¿Cuáles son las tentaciones que llaman nuestra
atención? Hay muchas voces llamando. El corazón es el lugar donde
habitan nuestros pensamientos y actitudes. También es el hogar de
nuestras lujurias y ambiciones. Es un lugar que necesitará una limpieza
regular. Aunque el corazón no se ve con ojos humanos, Dios sí lo
ve claramente. A menudo es más fácil limpiar nuestras manos que
purificar nuestro corazón; pues limpiar nuestras manos es un acto
exterior, mientras que purificar nuestros corazones implica cambiar el
interior.
La palabra
“purificar” tiene el sentido de quitar toda suciedad e impurezas
con la finalidad de consagrarse a Dios y a Su propósito. Esta
purificación de nuestro corazón demanda una obra profunda del
Espíritu de Dios. Sin embargo, observemos que Santiago les dice a sus
lectores que ellos deben purificar sus corazones y esto requiere un esfuerzo
consciente de su parte. Sin embargo, era un esfuerzo que no se podía
asumir sin la obra y ministerio del Espíritu de Dios y la obra redentora
de Cristo.
El trabajo de
purificar los corazones implica someter nuestro corazón a la Palabra de
Dios y a sus expectativas. Santiago compara la Palabra de Dios a un espejo (ver
Santiago 1:23-24). Ese espejo revelará los pensamientos y actitudes
más profundos de nuestro corazón; revelará cualquier cosa
que sea incompatible con el propósito de Dios para nuestras vidas. La
Palabra de Dios exteriorizará los motivos ocultos y revelará
nuestras pasiones pecaminosas. Si queremos purificarnos, debemos permitir que
la luz de la Palabra de Dios brille en cada rincón de nuestro
corazón, revelando aquellas cosas ocultas que deshonran al Señor.
Veamos lo que el
escritor a los hebreos nos dice sobre la Palabra de Dios en Hebreos 4:
Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y
más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el
alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne
los pensamientos y las intenciones del corazón. (Hebreos 4:12)
La palabra de
Dios penetra hasta nuestro corazón y discierne sus pensamientos e
intenciones. Ella expondrá nuestras actitudes y motivos ocultos.
El
Espíritu de Dios también obrará para purificar nuestros
corazones. Antes de Jesús dejar a los discípulos les
prometió que les enviaría al Espíritu Santo:
Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me
vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si
me fuere, os lo enviaré. Y cuando él venga, convencerá al
mundo de pecado, de justicia y de juicio. (Juan 16:7-8)
Percatémonos
de la función del Espíritu Santo. Él convencería al
mundo de pecado, de justicia y de juicio. Si nosotros invitamos al
Espíritu Santo a hacer esta obra, Él nos convencerá de
pecado en nuestros corazones y nos mostrará lo que Dios demanda.
Sacará a la luz los secretos ocultos, incluso los que no conocemos.
Muchas veces pensaba que había superado cierto pecado en mi vida, solo
para descubrir que la semilla de ese pecado aún permanecía. Otras
veces, el Espíritu Santo ha revelado motivaciones y actitudes
inapropiadas en mi corazón o me ha convencido de alguna lealtad
dividida. La purificación de nuestros corazones comienza con la
sumisión a la verdad de la Palabra y con la convicción del
Espíritu de Dios.
No cualquiera
está listo para someterse a un examen semejante tan íntimo. Ha
habido momentos en mi vida cuando me he preguntado cuántos pecados
más el Señor me iría a revelar y me sentí abrumado
con las cosas que la Palabra de Dios y el Espíritu fueron revelando.
Podemos engañarnos nosotros mismos al pensar que porque no hemos
cometidos pecados mayores, estamos donde deberíamos estar. El
Señor quiere penetrar mucho más profundo en nuestras vidas;
quiere sacar a la luz cosas que incluso están ocultas para nosotros y
con las que nunca hemos tratado. Este puede ser un proceso doloroso y
ciertamente es una experiencia humillante. Nadie quiere que se expongan sus
actitudes y pecados ocultos. Sin embargo, el deseo de Dios es profundizar en
nuestras vidas. Él está más preocupado por el
corazón que incluso, por las acciones externas. Si se lo permitimos,
Él sacará a la luz esos pecados y lo hará para nuestro
bien. Dios expondrá ira, amargura y un espíritu rencoroso;
revelará lujuria y pensamientos pecaminosos. Todas estas cosas son una
ofensa para Él, por eso quiere limpiarnos de estos pecados y quitar esa
carga de nuestro corazón.
Una cosa es
conocer las impurezas de nuestro corazón y otra tratar con ellas.
Santiago nos llama a ir más allá de descubrir nuestros motivos
inapropiados y nuestra lealtad dividida. Él nos llama a consagrar
nuestros corazones a Dios y a quitar las impurezas que serían una ofensa
para Él. Hay dos pasos para esto.
Primero, se
requiere confesión y arrepentimiento de nuestra parte. Saber que hay
impurezas en nuestro corazón no es suficiente, necesitamos confesar esos
pecados al Señor y arrepentirnos de ellos. El arrepentimiento exige
apartarse de estas actitudes o lealtades divididas. Para esto hace falta una
reestructuración de nuestras prioridades en la vida y andar en el camino
de justicia. Cuando el Espíritu de Dios revela una actitud inapropiada
hacia un hermano, debemos confesarlo como pecado y comprometernos ante Dios a cambiar
esa actitud. Esto exige que resistamos a Satanás y nos neguemos a
permitir que nuestras mentes piensen otra vez de ese modo.
Hace un tiempo el
Señor me reveló mi indisposición a aceptar Su amor. Yo me
sentía tan indigno de Su amor que no podía imaginar que Él
pudiera amarme. Había muchas voces gritando en mi corazón y en mi
mente recordándome que yo era un pecador. Recuerdo el día que el
Espíritu de Dios me apuntó a Su Palabra y me mostró que Dios
sí me amaba. Recuerdo las palabras del Espíritu en mi
corazón ese día: “Wayne, ¿a quién vas a
creer? ¿Vas a creer las voces que gritan en tu corazón
diciéndote que Dios nunca podría amarte o vas a creer la Palabra
de Dios?”. Ese día el Espíritu de Dios me mostró que
yo era culpable de no creer Su Palabra; más bien, había escogido
creer una mentira del enemigo. Recuerdo claramente clamando a Dios ese
día: “Padre, no te creí a ti y en cambio creí la
mentira del enemigo. Perdóname”.
El apóstol
Juan nos dice que Dios está dispuesto a perdonarnos cuando venimos a Él.
Si nuestros pecados, él es fiel y justo
para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda confesamos maldad. (1 Juan
1:9)
Tenemos esta
promesa de Dios que si venimos a Él y confesamos nuestro pecado,
Él nos perdonará y nos limpiará (o nos purificará).
Nuestros corazones pueden ser purificados por medio de la confesión, el
arrepentimiento y la obra redentora de Cristo.
Permítanme
volver a la ilustración que usé acerca de cuando creí en
la mentira del enemigo. El proceso de limpieza de mi corazón por esta
incredulidad no se detuvo cuando confesé mi pecado a Dios. Incluso
después de confesar, todavía batallaba con viejos pensamientos.
Sin embargo, en esos momentos el Señor me recordaba Su verdad. En esos
momentos de duda, me encontraba confrontando las mentiras del enemigo con las
afirmaciones de la Palabra de Dios sobre Su amor por mí. Yo
resistí esas mentiras con la verdad y en esos momentos de duda hice una
elección consciente de confiar en lo que Dios decía en vez de
creer las mentiras del enemigo. A medida que continuaba contrarrestando esos
pensamientos, mi corazón era limpiado de este pecado de incredulidad. El
Señor me dio la victoria por medio de la Palabra, el Espíritu y
la fortaleza que recibí para resistir las mentiras del enemigo. Esa es
una actitud que no quiero volver a ver en mi corazón.
Permítanme
aclarar algo. Solamente estoy hablando sobre una actitud pecaminosa que el
Señor reveló a mi corazón. Dios ha continuado revelando
otras actitudes que también he tenido que confesar. Espero que este
proceso de purificación de mi corazón de actitudes y pensamientos
pecaminosos continúe hasta el final de mi vida en la tierra. Sin
embargo, deseo que el Señor me exponga estas cosas para que pueda
superarlas. Deseo que mi corazón sea puro delante de Él. Si nos
oponemos a la obra de purificación del Señor porque tengamos
miedo de lo que Él revele, nunca nos acercaremos a Dios. Solo los que
están listos para admitir su culpa y le permiten a Dios revelarla y
sanarla, estarán más cerca de Él.
Lo que vemos aquí
es que Dios no busca a los que se comprometen con Él solo en apariencia.
Él no busca personas que le adoren solo con sus voces. Él mira
más allá de todo lo que se muestra por fuera; Él ve la
actitud y pasión del corazón. Él desea ver personas cuya
relación con Él vaya más allá de lo externo a lo
más profundo de su ser. Él desea ver personas cuya sinceridad sea
tal que no permitan que incluso los pensamientos y pasiones que no se ven
interfieran en su compromiso de amor y devoción con Dios. Limpiar el exterior
no es suficiente; Dios está buscando personas que se comprometan con
Él de corazón.
¡Cuánto
se deleita Dios en acercarse a aquellos cuya pasión por Él viene
de lo más entrañable de su ser! Él se acerca a los que
examinan y purifican sus corazones por amor y reverencia a Su nombre.
¿Cuál es la magnitud de tu compromiso con Dios?
¿Estás comprometido de palabra y de hecho solamente, o este
compromiso se extiende hasta tu corazón?
Para meditar:
¿Cuál
es la diferencia entre honrar a Dios con nuestras palabras y honrarlo con
nuestro corazón?
¿Qué
significa ser de doble ánimo? ¿Qué tipo de cosas pretenden
tomar el lugar de Dios en tu corazón?
¿Qué
papel juegan la Palabra de Dios y el Espíritu Santo en la
purificación de nuestro corazón? ¿Cuál es
función de la obra de Cristo?
¿Cuál
es la diferencia entre disfrutar de las cosas buenas que Dios nos ha dado en la
vida y hacer dioses de ellas?
¿Cuán
profundo es tu compromiso con Dios?
Para orar:
Pidamos al
Señor que revele cualquier impureza en nuestro corazón que nos
aleje de Él.
Demos gracias al
Señor por el modo en que Él anhela que le amemos, de
corazón. Agradezcamos personalmente Su amor y devoción hacia
nosotros.
Pidamos al
Señor que nos dé un corazón que no se divida –un
corazón que se comprometa a Él desde lo más profundo de
nuestro ser y no solo de palabras o de hechos.
Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra
risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza. (Santiago 4:9)
Santiago 4:9 es
un ejemplo de un versículo que debe ser interpretado en el contexto del
libro y del capítulo. Tomemos un momento para analizarlo en detalle y
ver cómo se aplica al tema que estamos tratando.
Santiago usa
varias palabras en el versículo 9. Esto puede ayudarnos a examinarlo
brevemente.
Afligíos
El apóstol
comienza diciendo a sus lectores que ellos deben afligirse. La palabra griega
“talaiporéo” significa sufrir adversidad, aflicción o
angustia. Recordemos que los creyentes a quienes Santiago estaba escribiendo
estaban dispersos y sufrían persecución a causa de su fe (vea
Santiago 1:1). En el primer capítulo de su carta Santiago hablaba sobre
la adversidad y la aflicción que ellos estaban sufriendo.
Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando
os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe
produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que
seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna. (Santiago
1:2-4)
Estos creyentes vivían
su fe en un mundo pecaminoso. Como mismo el mundo no aceptó al
Señor Jesús, tampoco aceptarán a Sus siervos. Jesús
lo dejó claro en Juan 15 cuando dijo:
Acordaos de la palabra que yo os he dicho: El
siervo no es mayor que su señor. Si a mí me han perseguido,
también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra,
también guardarán la vuestra. (Juan 15:20)
Aquellos que
buscan acercarse a Dios sufrirán en este mundo. Al acercarnos a Dios nos
convertimos en enemigos del mundo porque nuestros estándares divinos no
son los estándares del mundo. Santiago nos recuerda que hay un precio
que pagar para acercarnos a Dios. Ya Él nos dijo que los que se quieran
hacer amigos del mundo se convertirían en enemigos de Dios (Santiago
4:4)
El escritor del
libro de Hebreos describe hombres y mujeres de fe que nos antecedieron y que
merecen citarse en este contexto.
¿Y qué más digo? Porque el
tiempo me faltaría contando de Gedeón, de Barac, de
Sansón, de Jefté, de David, así como de Samuel y de los
profetas; que por fe conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron
promesas, taparon bocas de leones, apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de
espada, sacaron fuerzas de debilidad, se hicieron fuertes en batallas, pusieron
en fuga ejércitos extranjeros. Las mujeres recibieron sus muertos
mediante resurrección; mas otros fueron atormentados, no aceptando el
rescate, a fin de obtener mejor resurrección. Otros experimentaron
vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles. Fueron
apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron
de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras,
pobres, angustiados, maltratados; de los cuales el mundo no era digno; errando
por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la
tierra. (Hebreos 11:32-38)
Estos hombres y
mujeres de fe sufrieron grandemente en manos del mundo. Ellos experimentaron la
aflicción de la vida en un mundo de pecado. Este era el costo de
acercarse a Dios; sin embargo, era un precio que ellos estaban dispuestos a
pagar por el sumo gozo de estar en la presencia de Su Señor.
En la
parábola que Jesús narra en Lucas 14, enfatiza sobre el precio de
acercarnos a Dios
Y el que no lleva su cruz y viene en pos de
mí, no puede ser mi discípulo. Porque ¿quién de
vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los
gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla? No sea que después
que haya puesto el cimiento, y no pueda acabarla, todos los que lo vean
comiencen a hacer burla de él, diciendo: Este hombre comenzó a
edificar, y no pudo acabar.
Si queremos
acercarnos a Dios debemos analizar el costo. Muchos quieren experimentar una
profunda intimidad con Dios pero no están dispuestos a pagar el precio.
Su amor por el mundo es demasiado grande y no están dispuestos a llevar
su cruz.
Lamentad
La segunda
palabra que el apóstol usa en Santiago 4:9 es la palabra
“Lamentad”. La palabra “penthéo” simplemente
significa estar afligido o acongojado, pero ¿qué es lo que causa
este lamento y aflicción? Santiago no lo dice en este versículo,
pero del contexto podemos percibir algunos detalles importantes. En Santiago 4,
el apóstol ha estado hablando sobre pleitos y guerras entre creyentes
(ver Santiago 4:1). Él les recuerda a sus lectores que la causa de estas
guerras está relacionada a las pasiones mundanales que se encuentran en
sus corazones. Ellos estaban tan atraídos por el mundo y las cosas que
ofrecía, que estaban dispuestos a pelear con sus hermanos para
obtenerlas. El apóstol habla muy claramente a estos creyentes en
Santiago 4:4. Él los llama almas adúlteras y enemigos de Dios.
El apóstol
les dice a estos creyentes que se lamenten. Él solo les recordaba su
amor por el mundo y los daños que esto causaba en su relación con
sus hermanos. También les recordaba que ellos le estaban dando la
espalda a Dios y estaban viviendo en adulterio espiritual. De hecho, aquellos
que no lamentaron estas circunstancias, solo revelaron cuán lejos
estaban de Dios. Agustín de Hipona dijo una vez.
“Nuestros corazones están inquietos
hasta que puedan encontrar descanso en ti”
(https://www.christianhistoryinstitute.org/incontext/article/augustine/).
Para los
verdaderos creyentes no hay mayor gozo que cuando nuestros corazones descansan
en nuestro Salvador. Cuando esto no sucede es a causa de un gran lamento y
aflicción. Veamos el lamento del salmista en el Salmo 42:
Como el ciervo brama por las corrientes de las
aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed
de Dios, del Dios vivo; ¿cuándo vendré, y me presentaré
delante de Dios? Fueron mis lágrimas mi pan de día y de
noche, mientras me dicen todos los días: ¿Dónde
está tu Dios? (Salmo 42:1-3)
¿Puedes
ver aquí el clamor del corazón del salmista? Sus lágrimas
corrían según se lamentaba en la presencia de Dios. ¿Es
así el clamor de tu corazón? ¿Te entristeces porque el
mundo te ha robado tu intimidad con Dios? ¿Estás contento con lo
que el mundo ofrece o te inquietarás y te lamentarás hasta que
encuentres al Señor y descanses en Él?
Llorad
La tercera
palabra que Santiago usó en el versículo 9 es
“klaío”, una fuerte palabra griega que traducida es
“llorad”. La misma significa llorar y entristecerse de una manera
muy profunda. Es un fuerte llanto que expresa una intensa aflicción y
agonía. Santiago no está hablando de una pena o un dolor calmado,
sino de un profundo y agonizante dolor y aflicción. Este tipo de llanto
viene desde lo más profundo de la persona. Recordemos en el
capítulo anterior que hablamos sobre la purificación de nuestros
corazones. Parece haber una conexión entre esta purificación del
corazón y el llanto que aquí vemos.
Una de los
asuntos sobre el corazón como el lugar donde se albergan nuestras
pasiones y emociones es que éste puede llegar a ser muy terco. El
Señor habla a menudo de la dureza del corazón de Su pueblo (ver
Ezequiel 3:7; Mateo 19:8; Marcos 16:14; Efesios 4.18). Una de las cosas que
endurecen el corazón hacia Dios son las atracciones y tentaciones de
este mundo.
Estas cosas
contaminan nuestro corazón y provocan que se vuelva insensible a Dios y
a Su voz. Cuando sometemos nuestro corazón a Dios, Él lo purifica
al quitar esas cosas que nos distraen y nos impiden acercarnos a Él.
Cuando nuestros
corazones se tornan dóciles para Dios, comienzan a anhelarlo más
que a cualquier otra cosa. Dios se convierte en el centro del corazón y
en la única persona que puede satisfacer sus deseos. El corazón
llora intensamente cuando Dios está distante y se entristece cuando algo
se interpone entre él y el objeto de su amor. Llegamos a un punto donde
decimos como Pablo en Filipenses 1:21: “Porque para mí el vivir es
Cristo, y el morir es ganancia”. Cristo es el centro de nuestro
corazón y de nuestras pasiones.
¿Se ve
identificada tu relación con Dios con esta descripción?
¿Tu corazón sufre con intensidad Su ausencia? ¿Lloras
ansiando desesperadamente Su capacitación y comunión
íntima? ¿Es Dios el centro de tu enfoque? Si yo le preguntara a
los creyentes en la actualidad si les gustaría experimentar una profunda
comunión con Dios, casi todos responderían: “Por supuesto
que quiero conocer más a Dios y experimentar una comunión
más profunda con Él”. Sin embargo, la pregunta no es si nos
gustaría experimentar una mayor comunión con Dios, más
bien, “¿cuán importante es esta comunión e intimidad
con Dios?” ¿Llora tu corazón desesperadamente porque no
experimenta esta comunión? ¿Acaso gime y llora tu corazón
cuando deja de sentir la presencia de Dios?
Muchos quieren
experimentar la presencia de Dios, pero sus corazones aún están
divididos. Quieren a Dios, pero también quieren al mundo. Si ellos
pudieran experimentar a Dios y al mundo al mismo tiempo, estarían
satisfechos. Sin embargo, Dios se acerca a aquellos que le buscan con un
corazón que llora —un corazón que no se contenta con nada
excepto con Dios.
Veamos el consejo
de Santiago en el versículo 9:
…Vuestra risa se convierta en lloro, y
vuestro gozo en tristeza. (Santiago 4:9)
Nuevamente
recuerden el contexto de este versículo. Santiago 4 habla sobre la
amistad con el mundo y les dice a los creyentes que ellos no recibían
del Señor porque no pedían y gastaban lo que recibían de
Él en sus propios deleites (ver Santiago 4:3).
La risa y el gozo
del que se habla en Santiago 4:9 es la risa y el gozo mundanal que se encuentra
en la amistad con el mundo y la satisfacción en las pasiones terrenales.
Santiago no está en contra de la risa y el gozo, de hecho, el gozo es
fruto del Espíritu de Dios. Sin embargo, el gozo del Señor es
bastante diferente al gozo que el mundo ofrece por medio de las experiencias o
posesiones temporales. Santiago les decía a los lectores que
sufrían, que tuviera por sumo gozo cuando experimentaran pruebas
(Santiago 1:2). Ellos debían estar gozosos al entender que estas pruebas
terrenales los acercarían más al Señor, quien era la
fuente del verdadero gozo.
Santiago habla en
este contexto a aquellos cuyo gozo y risa se basan en las cosas de este mundo.
Ellos vivían para el mundo y encontraban gran gozo en sus posesiones y
privilegios. ¿No has conocido a algunos que encuentran tanta
satisfacción en lo que el mundo ofrece que no sienten su necesidad de
Dios? Los corazones de estas personas se han llenado con el gozo y la risa
terrenal, pero ha sido a costa de la intimidad con Dios.
Hace algunos
años yo estaba en Cuba hablando con un pastor y según él
compartía conmigo, me decía: “Wayne, muchos pastores
americanos vienen acá y nos dicen: “Nosotros admiramos su fe.
Ustedes han pasado mucho y aún tienen una fe firme”. El pastor
continuó diciéndome: “Yo no lo veo así. Yo miro a
los pastores Norteamericanos y digo: “Admiro su fe, pues ustedes tienen
mucho y aún tienen una fe firme”
He aquí un
pastor que entendía la influencia de la sociedad materialista y
cómo ésta puede destruir la fe y la intimidad con Dios. La
influencia del materialismo es poderosa. Podemos satisfacer nuestras
necesidades materiales con lo que el mundo ofrece; podemos llenar nuestras
mesas de alimentos y nuestras vidas de placeres; podemos vivir una vida
confortable y satisfecha; pero al hacerlo, corremos el riesgo de permitir que
estas cosas reemplacen la verdadera intimidad con Dios y la profundidad de la
comunión que solo es producto de una vida en total sumisión.
¿Estás
dispuesto a someter la risa y el gozo de este mundo a cambio de un gozo
más grato y profundo? ¿Estás dispuesto a enfrentar el
rechazo y la burla que se deriva de una vida rendida completamente a Dios?
Veamos la promesa de Jesús en Mateo 5:3-6
Bienaventurados los pobres en espíritu,
porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los que lloran,
porque ellos recibirán consolación. Bienaventurados los mansos,
porque ellos recibirán la tierra por heredad. Bienaventurados los que
tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. (Mateo
5:3-6)
Hay un reino
preparado para los que reconocen su pobreza de espíritu; hay consuelo
para los que lloran; hay una herencia para los mansos; y satisfacción
para los que tienen hambre y sed de Dios y de Sus caminos.
El camino a la
intimidad, según Santiago, es a través del reconocimiento de un
nuestra necesidad. La intimidad con Dios está garantizada a los que la
desean con una pasión sufrida; es para aquellos cuyo corazón ha
sido purificado del amor por este mundo y sus atracciones. Dios se acerca a las
personas cuyos corazones están quebrantados por sus ansias de
comunión con Él. Quiera Dios darte un corazón así y
la fortaleza para renunciar a cualquier cosa que compita con tu devoción
a Él.
Para meditar:
¿Qué
aprendemos aquí sobre el costo de buscar una mayor relación con
el Señor?
¿Qué
cosas estás dispuesto a sacrificar para experimentar una intimidad
más profunda con Dios?
¿Qué
tentaciones hay en tu vida que te alejan de Dios y de un andar más
personal con Él?
¿Te
contentas con lo que el mundo ofrece? ¿Te conformas con conocer a Dios y
relacionarte con Él de una manera limitada?
¿Qué
causa que el corazón se vuelva insensible a las cosas de Dios?
¿Actualmente, cuál es la condición de tu corazón?
Para orar:
Pidamos al
Señor que nos revele cualquier cosa de este mundo con la cual hemos
estado tan conforme que ha impedido que busquemos a Dios como debemos.
Roguemos al
Señor que nos perdone por la falta de pasión hacia Él en
nuestros corazones.
Pidamos a Dios que
suavice nuestros corazones para que lo ansíen a Él más que
a cualquier otra cosa.
Humillaos delante del Señor, y él os
exaltará. (Santiago 4:10)
El último
paso hacia la intimidad con Dios según Santiago 4:7-10 es humillarnos ante
Él. Esto está en sintonía con lo que Santiago dijo a sus
lectores al comienzo del capítulo:
Pero él da mayor gracia. Por esto dice:
Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes. (Santiago 4:6)
¿Qué
es la humildad? La humildad tiene que ver con la manera en que nos vemos a
nosotros mismos. Analicemos lo que el apóstol Pablo dijo en Romanos 12:
Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada
cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de
sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura,
conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno. (Romanos 12:3)
Las personas
humildes se ven tal y como Dios las hizo, no menos. Percatémonos que
Pablo nos dijo que debíamos pensar de nosotros mismos “conforme a
la medida de fe que Dios repartió a cada uno” (versículo
3).
Hay quienes viven
sus vidas con un sentido de indignidad absoluta y desamparo. Ellos sienten que
son tan indignos que no pueden servir al Señor y no creen que sus dones
espirituales puedan ser usados para Él. Esto no es humildad; es falta de
fe y falta de conocimiento de Dios y Su propósito. La persona humilde no
es aquella que se esconde en una esquina con miedo de emprender un servicio,
sino aquella que, conociendo los dones que Dios le ha dado, sale obedientemente
a usarlos para la gloria de Dios. La persona humilde entiende que no
ganará la batalla con su fuerza y sabiduría, sino con las del
Señor. Ellos también experimentan el llamado de Dios en sus
corazones, y por eso salen en obediencia con la fe que Dios les ha dado para
ganar esa batalla.
Vivir una vida de
humildad implica aceptar la perspectiva de Dios de quién soy yo.
Ésta reconoce que soy un pecador que no ha alcanzado los
estándares que Dios ha establecido (ver Romanos 3:23); también
implica reconocer mi dependencia de Dios para todo. La persona humilde entiende
que cada aliento viene de Dios el Creador y que la vida está en Sus
manos.
Humildad
también significa aceptar que somos creación de Dios y someternos
voluntariamente a Su propósito. Esto quiere decir que la persona humilde
caminará en obediencia y sumisión a Dios en todas las cosas.
La
sumisión a Dios implica la disposición de poner en
práctica obedientemente el uso de los dones y talentos que Él ha
dado. La persona humilde es fiel en el uso de sus dones espirituales, tiempo y
recursos. La humildad no es pasiva. La persona realmente humilde estará
muy ocupada y encontrará que su fe en el Señor va en aumento. A
veces este servicio puede provocar gran persecución o pruebas, pero la
persona humilde está dispuesta a soportarlas por la causa del
Señor.
La humildad
implica aceptar mi lugar en la vida: yo no soy el Creador o el Señor,
soy creado por Dios para Su gloria y honra. Acepto el Señorío de
Dios en mi vida. Me rindo a Él y a Sus designios, procurando con todo mi
corazón caminar en obediencia a Él. Arriesgaré mi vida por
Él. Seré fiel en el uso de mis dones y mi tiempo para Él.
La humildad es mucho más que una actitud del corazón; es un compromiso
ferviente a la voluntad y al propósito de Dios para mi vida.
Percatémonos
que Santiago nos dice que debemos humillarnos. Este es un mandamiento
importante. ¿Cómo podemos humillarnos? Podemos hacerlo
reconociendo que Dios es Dueño y Señor; sometiendo a Su
Señorío cada área de nuestra vida; extrayendo de Él
la fortaleza y la sabiduría que necesitamos para ser fieles y
obedientes.
Al comenzar cada
día, necesito consagrarme nuevamente al Señorío de Dios en
mi vida recurriendo a Su fortaleza y sabiduría. Necesito rendir a
Él y a Su propósito el día que tengo por delante, teniendo
como prioridad vivirlo para Él y estar dispuesto a sacrificar lo que
haga para darle gloria y honor.
Santiago nos dice
que Dios nos exaltará cuando estemos dispuestos a rendirnos a Él
en verdadera humildad. Exaltar es alzar o elevar. En Lucas 16 Jesús
dijo:
El que es fiel en lo muy poco, también en
lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo
más es injusto. (Lucas 16:10)
Cuando
demostramos ser confiables en las pequeñas cosas que Dios da, Él
nos encargará más. Hay quienes quieren comenzar con las cosas
grandes sin aún aprender las lecciones que provienen de ser fieles en
las pequeñas. Dios quiere que seamos fieles con lo que Él nos ha
dado, ya sea grande o pequeño. Dios recompensará a quienes son
fieles en cualquier cosa que Él les encomiende.
Dios exalta a los
que humildemente le sirven y le reconocen como Señor. Este
exaltación puede suceder de varias formas. A los que están
desanimados en el servicio fiel, Dios los fortalecerá.
Los muchachos se fatigan y se cansan, los
jóvenes flaquean y caen; pero los que esperan a Jehová
tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas;
correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se
fatigarán. (Isaías 40:30-31)
Dios promete Su
presencia a aquellos cuyos corazones han sido quebrantados por ser fieles:
Cercano está Jehová a los
quebrantados de corazón; y salva a los contritos de
espíritu. Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas
ellas le librará Jehová. (Salmo 34:18-19)
El sana a los quebrantados de corazón, y
venda sus heridas. (Salmo 147.3)
A los que
atraviesan fielmente el valle de sombra de muerte, Él promete consuelo:
Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré
mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me
infundirán aliento. (Salmo 23:4)
Todo aquel que le
invoca de veras puede experimentar Su maravillosa presencia.
Cercano está Jehová a todos los que
le invocan, A todos los que le invocan de veras. (Salmo 145:18)
Para los que han
hecho grandes sacrificios por obedecer al Señor, tenemos estas palabras
de Jesús.
Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o
hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre,
recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna. Pero
muchos primeros serán postreros, y postreros, primeros. (Mateo 19:29-30)
Dios nos bendice
y se acerca a nosotros a medida que nos humillamos. Dios se acerca a los que
son fieles a Él.
Hay otro detalle
significativo que debemos mencionar para terminar. Observemos que esta
acción de humillarnos es “delante del Señor”. Esta es
la clave para entender lo que Santiago nos dice en este versículo.
Existen muchas personas que son de carácter humilde pero nunca se han
humillado ante el Señor. Humillarnos ante el Señor es someternos
a Él. Santiago no está hablando aquí de tener un
carácter manso; él se refiere a postrarse ante el Señor y
consagrarle nuestras vidas. Hay muchos que tienen un carácter manso y
nunca serán exaltados porque nunca han rendido sus corazones y vidas al
Señor.
Solo aquellos que
se humillan ante el Señor pueden experimentar lo que significa estar
cerca de Él. Si tú quieres experimentar a Dios de una manera
más íntima y profunda, tendrás que rendirle tus ambiciones
y metas en la vida, aceptando Su palabra y propósito. Esto puede
significar una vida de dificultades y batallas, pero es la vida que Dios
bendecirá. Él levantará a los que se postran a Él
en humilde sumisión. Él se acercará a los que se rindan a Él.
Ellos experimentarán Su consuelo, paz, protección y
bendición. Según nos sometemos humildemente a Él y a Su
propósito, Él se acerca a nosotros y nos exalta.
Para meditar:
¿De
qué manera la humildad es más que una actitud? ¿Podemos
demostrar verdadera humildad siendo infieles en el servicio?
¿Cuál es el vínculo entre humildad y obediencia?
¿Qué
significa que nos humillemos ante el Señor?
¿Cuál
es la diferencia entre ser de carácter humilde y humillarnos ante el
Señor?
¿Cuáles
son las promesas de Dios para aquellos que se humillan ante Él?
Para orar:
Pidamos al
Señor nos ayude a humillarnos ante Él. Pidámosle nos
muestre si existen áreas de nuestra vida que no hemos rendido a
Él y a Su Señorío.
Pidamos a Dios
nos dé la gracia para llevar a cabo con humilde obediencia el uso de
nuestros dones espirituales. Roguemos a Dios que nos perdone por no ser tan
fieles a Él como debiéramos.
Pidamos al
Señor que nos dé gracia para rendirnos humildemente a Él
en todos los aspectos de nuestra vida.
Agradezcamos al
Señor que ha prometido acercarse a aquellos que verdaderamente se
humillan ante Él.
La distribuidora
de libros “Light To My Path” (LTMP, por sus siglas en
inglés) es un ministerio que se encarga de escribir y distribuir libros
y hacerlos llegar a obreros cristianos de bajos recursos en Asia,
América Latina, y África. Existen muchos obreros cristianos que
viven en países en vías de desarrollo y no poseen los recursos
necesarios para obtener formación bíblica o adquirir materiales
para estudios bíblicos para sus ministerios y su crecimiento personal.
F. Wayne Mac Leod es miembro de los ministerios de Acción Internacional
y ha estado escribiendo estos libros con miras a distribuirlos gratuitamente o
a precio de costo entre pastores necesitados y obreros cristianos de todo el
mundo.
Hoy en día
miles de estos libros se están utilizando para predicar, enseñar,
evangelizar y alentar a creyentes locales en más de sesenta
países. Estos libros ya han sido traducidos a varios idiomas, y la meta
es que estén disponibles a tantos lectores como sea posible.
El ministerio
LTMP es un ministerio basado en la fe, por eso confiamos en el Señor
para la provisión de los recursos necesarios y así distribuir
literatura que sirvan de aliento y fortalecimiento a creyentes del mundo
entero. Te invitamos a orar para que el Señor abra las puertas
necesarias y estos libros sean traducidos y luego distribuidos.