ACERCÁNDONOS A DIOS

Principios para una mayor intimidad con Dios:
Un estudio sobre Santiago: 4:7-10

 

F. Wayne Mac Leod

 

LIGHT TO MY PATH BOOK DISTRIBUTION
Sydney Mines, Nova Scotia, Canada B1V 1Y5

 

Acercándonos a Dios

Título en Inglés: Drawing Near

Copyright © 2016 por F. Wayne Mac Leod

Publicado por Light To My Path Book Distribution, 153 Atlantic Street, Sydney Mines, Nova Scotia, CANADA B1V 1Y5

Todos los derechos reservados. No puede reproducirse ni transmitirse parte alguna de este libro sin el previo consentimiento por escrito de su autor.

Traducción al español: Dailys Camejo y David Gomero (Traducciones NaKar)

Todas las citas bíblicas, a menos que se indique otra versión, han sido tomadas de la Biblia Reina Valera Revisada (1960) (RVR60).

Especial agradecimiento a Diane Mac Leod, correctora del texto en inglés.

 


Índice

Prefacio

Capítulo 1- Introducción y Contexto

Capítulo 2– Santiago 4:7 - Someteos a Dios                                                                 

Capítulo 3 – Santiago 4:7 - Resistid al Diablo

Capítulo 4 - Santiago 4:8 - Acercaos a Dios

Capítulo 5 – Santiago 4:8 - Limpiad Las Manos

Capítulo 6 – Santiago 4:8 - Purificad Vuestros Corazones

Capítulo 7 – Santiago 4:9 - Afligíos y lamentad, y llorad

Capítulo 8 – Santiago 4:10 - Humillaos

Distribuidora de Libros Light To My Path

PREFACIO

 

Todos nosotros llevamos dentro un corazón que clama por conocer a Dios y experimentarlo de una manera más íntima. Esta es la razón por la que fuimos creados. ¿Cómo acercarnos más a Dios? ¿Qué necesitan quienes desean conocerle y caminar más cerca de Él?

Santiago 4:7-10 habla directamente de este tema. En este pasaje el apóstol comparte siete pasos para profundizar nuestra intimidad con Dios. Aquí no hay nada nuevo; las verdades a las que Santiago se refiere en estos pocos versículos, son principios que existen desde el comienzo de los tiempos. Son principios verdaderos y probados que Dios estableció para todo aquel que se acerque a Él.

En este estudio pretendo que sea Santiago quien hable, o más específicamente, deseo que la Palabra del Señor hable y que Su Espíritu la revele y la aplique a tu vida de una manera renovadora. Existen muchas opiniones sobre lo que hace falta para ser maduro y santo; sin embargo, la única autoridad en este asunto es la Palabra de Dios. Confío en que el Espíritu de Dios usará los principios que Santiago expone y los aplicará en tu vida mientras tomas el tiempo para meditar en sus palabras. Que sea del agrado de Dios revelar estos antiguos principios de una nueva manera. Quiera Dios que el texto de Santiago 4: 7-10 cobre vida a medida que el Espíritu de Dios lo use para acercarte más a Él.

 

F. Wayne Mac Leod

 

CAPÍTULO 1– INTRODUCCIÓN Y CONTEXTO

 

Para comenzar permíteme explicar sobre lo que trata este estudio. Es un estudio de Santiago 4:7-10.

Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones. Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza. Humillaos delante del Señor, y él os exaltará. (Santiago 4:7-10)

Antes de analizar y aplicar estos versículos vamos a detenernos un momento para considerar el contexto en el cual fueron escritos. Esto nos dará una idea de qué tratan estos versículos.

En Santiago 4 el apóstol habla sobre las tentaciones de este mundo. Él comienza el capítulo dirigiéndose al tema de los pleitos entre los hermanos en la fe y le dice a estos creyentes que éstos se debían a las pasiones que combatían en su interior:

Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. (Santiago 4:2)

¿Cuáles eran estas pasiones que causaban tanto pleito entre los hermanos de la fe? Santiago continúa hablando sobre creyentes que buscaban la amistad con el mundo.

¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios. (Santiago 4:4)

Todo parece indicar que las personas en la época de Santiago se sentían atraídas por las cosas del mundo; de hecho, parecía que esto les apasionaba; por eso ponían sus corazones en ellas. Ellos las buscaban apasionadamente y estaban dispuestos a combatir, pelear e incluso a asesinar para obtener estos bienes mundanales.

Percatémonos en Santiago 4:4 (según la cita anterior) que esta amistad y deseo por lo mundano los hacía adúlteros, en el sentido de que ellos estaban rompiendo su promesa a Dios de perteneceré solamente a Él. Ellos estaban desviando sus corazones a otros dioses, y al hacerlo se estaban volviendo contra su Dios y convirtiéndose en Sus enemigos. Santiago les dice a los creyentes de su tiempo que cualquiera que quiera ser amigo del mundo se constituye enemigo de Dios.

A esto se refería Jesús cuando dijo en Mateo 6:24:

Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas. (Mateo 6:24)

Los creyentes de la época de Santiago tenían una decisión que tomar: o servían y buscaban a Dios o servían y buscaban las cosas de este mundo. Sin embargo ellos no podían ser fieles a Dios y al mismo tiempo irse tras el mundo.

Aquí en Santiago 4 es particularmente impresionante lo que el apóstol dice sobre la pasión de Dios. Veamos lo que dijo a los creyentes en el versículo 5:

¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente? (Santiago 4:5)

El Dios de Israel “anhelaba celosamente” a Su pueblo. Él los deseaba, y anhelaba una profunda y apasionada relación con ellos. El corazón de Dios se quebrantaba al ver que ellos encontraban más deleite en las cosas del mundo que en Él. Dios los creó para Él, envió a Su Hijo a morir por sus pecados para que ellos pudieran entrar en una profunda y apasionada relación con Él. Dios los anhelaba, pero ellos tenían otros intereses.

Este es el contexto de Santiago 4:7-10. El Señor anhelaba celosamente a Su pueblo. Él ansiaba que ellos le pertenecieran y que se deleitaran en Él, pero Su pueblo había encontrado otros intereses. Ellos se encontraban ciegos a la belleza de Su Señor; habían rechazado Su amor, y en cambio, buscaban otros amores.

Santiago 4:7-10 trata sobre acercarse a Dios y experimentarlo de una manera más profunda; sobre comprender la plenitud de lo que Dios tiene para nosotros como Su pueblo. En estos versículos, el apóstol trata este tema del amor del mundo y el anhelo de Dios por Su pueblo, y nos muestra el camino a la verdadera intimidad con Dios. Él hace un llamado a quienes se sienten atraídos por el mundo a experimentar un amor superior.

En el transcurso de estos pocos capítulos que continúan analizaremos este texto de Santiago 4:7-10 y examinaremos los desafíos que el apóstol hace a un pueblo que está atrapado en el amor por el mundo. Los principios que Santiago enseña en estos versículos son tan aplicables para nosotros hoy como mismo lo fueron en los días en que el apóstol los escribió. No son principios nuevos sino que está visto y comprobado de que si los aplicáramos en nuestras vidas, nos guiarán a restaurar la intimidad en nuestra relación con Dios. Confío que el Señor nos bendecirá a medida que meditemos en esta importante verdad que Santiago enseñó.

 

Para meditar:

¿Cuál era el problema que enfrentaban los creyentes de Santiago 4?

 

¿Qué tan fuerte se manifiesta en la iglesia de hoy en día los deseos por los placeres, posiciones y posesiones de este mundo?

 

¿Podemos seguir apasionadamente al mundo y también a Dios?

 

¿Qué nos dice Santiago en este capítulo sobre la actitud del Señor hacia Su pueblo?

 

¿Cuán importante es para ti en lo personal la intimidad con Dios? ¿Qué tan fuerte es la influencia de la carne en tu vida?

 

 

Para orar:

Pidamos al Señor que nos ayude a ver Su anhelo por nosotros.

 

Pidamos a Dios que nos dé una mayor pasión y anhelo por Él.

 

Oremos al Señor que nos muestre si existe algo que nos impide experimentar Su presencia en nuestras vidas de una manera más profunda.

 

Tomemos un momento ahora para pedirle al Señor que nos perdone por la manera en que hemos anhelado las cosas de este mundo y dado la espalda a Dios. Pidámosle nos dé la gracia para limpiar nuestras manos y purificar nuestros corazones en la medida en que nos rendimos completamente a Él.

 

CAPÍTULO 2 – SOMETEOS A DIOS

 

Por tanto, someteos a Dios. (Santiago 4:7, LBLA)

En el capítulo anterior abordamos el contexto de Santiago 4:7-10 y descubrimos que los creyentes de los días de Santiago perseguían las cosas del mundo y descuidaban su relación con Dios. Él los anhelaba celosamente (Santiago 4:5), pero sus corazones estaban en otro lugar. El apóstol les recordó a estos creyentes que se estaban constituyendo enemigos de Dios. No se podía espera que ellos amaran a Dios y al mundo al mismo tiempo.

Todos nosotros podemos entender la atracción de la carne hacia las cosas del mundo. No obstante, el problema es que los estándares del mundo no son los estándares de Dios. Sus caminos son muy diferentes de nuestra forma terrenal de pensar. Si queremos crecer en nuestra relación con Dios, lo primero que debemos hacer es someternos a Él y a Sus caminos. No puede haber una verdadera intimidad con Dios sin sumisión. Tomemos un momento para examinar lo que Santiago nos dice sobre la sumisión.

Primero, percatémonos el uso de la palabra “por tanto” en este texto. Esto implica que lo que se analizó en la primera parte de este capítulo es importante y constituye las bases de la declaración que aquí se hizo. En otras palabras, ante la realidad de que no puedes ser amigo del mundo y amigo de Dios, debes tomar una decisión. Si quieres disfrutar una relación con Dios, debes someterte a Él y a Sus caminos. La palabra “por tanto” nos muestra que esta es la conclusión a la que Santiago llega. La sumisión no es una opción si quieres ser amigo de Dios y experimentar intimidad con Él.

La palabra someter en griego es “hupótasso” y se deriva de otras dos palabras griegas. La primera es “hupo” que significa “bajo” o “por debajo” y la segunda es “tasso” que significa “colocar” o “ubicar”. Cuando unimos estas dos palabras nos da la idea de colocar o ubicar un objeto bajo o por debajo de algo o de alguien más. Por ejemplo, los soldados se colocan bajo la autoridad de sus comandantes militares. Someterse es rendirse a la voluntad de otro.

En la actualidad, el concepto de sumisión no se considera favorable. Sin embargo, la sociedad no puede funcionar sin alguna forma de sumisión. Los hijos deben aprender a someterse a los padres; los ciudadanos a las leyes de su país; los empleados deben aprender a someterse a los horarios de sus negocios y al trabajo de acuerdo a los estándares de su compañía; los miembros de un equipo debe someterse a los deseos primordiales del equipo si quieren funcionar a plena capacidad. Sin sumisión no puede haber armonía. La productividad en los negocios disminuirá y las relaciones se tornarán tensas. La sumisión nos permite ser más eficaces en los negocios y en las relaciones al fomentar una mayor armonía.

¿Qué es lo que Santiago nos dice en este pasaje? Nos está diciendo que si queremos disfrutar una relación con Dios saludable, debemos aprender a someternos; debemos colocarnos bajo Su autoridad y ubicarnos bajo Su cuidado y dirección en nuestras vidas. Debemos escoger rendirnos a Su propósito y voluntad. No podemos pelear contra Dios y al mismo tiempo estar en una estrecha relación con Él.

Notemos algo más en esta frase, “Por tanto, someteos a Dios”. Fijémonos particularmente en que es algo que debes hacer “tú mismo”. Nuevamente da un significado importante y hay dos aspectos a los cuales queremos referirnos respecto a esa frase.

Primero, la indicación de que lo hagas “tú mismo” deja bastante claro que debemos someter nuestra persona al Señor. Debemos someter a Él todo lo que somos; nuestro ser entero debe ser colocado bajo Su autoridad. Esta es la diferencia entre someter nuestros ministerios o posesiones al Señor y someternos nosotros mismos a Él. Tú puedes someter tu ministerio al Señor pero no someterte a ti mismo; o puedes someter tus hijos al Señor pero no hacerlo tú. Lo que Santiago nos pide hacer es que coloquemos nuestro ser completo bajo la autoridad de Dios –corazón, mente, voluntad y cuerpo. Cuando te sometes al Señor, entones cada decisión y acción estarán rendidas a Él. Si te rindes al Señor, lo que tú hagas o pienses también estarán bajo Su control. Cuando te sometes a Él, entonces todo lo que toques también estará sometido a Él. Si Dios es Señor sobre nosotros, entonces también es Señor sobre todo lo que poseemos y hacemos.

El segundo aspecto que quiero plasmar sobre esta frase “someteos” tiene que ver con quién está realizando la acción de someterse. Existen diferentes formas someter algo. Un rey en los tiempos bíblicos salía a la guerra y si ganaba la batalla, obligaba a sus súbditos a someterse, o sea, ellos regresarían como esclavos y no como sirvientes voluntarios.

Aquí Santiago no se refiere a una forzada sumisión a Dios. “Por tanto, someteos a Dios” implica que las personas que se someten son los mismos creyentes y lo harán voluntariamente y con corazones alegres, por amor al Señor. Ellos lo harán porque Dios los anhela celosamente; se abandonarán tiernamente al Señor en total rendición. Esta es una decisión que ellos tomarán por la gracia de Dios que ha suavizado sus corazones.

Permítanme decir que es bastante fácil que creamos que nos hemos sometido a Dios cuando en realidad aún estamos viviendo para nosotros mismos. ¿Quién de nosotros puede decir que está viviendo en completa obediencia a Dios y a Su Palabra? Yo he conocido creyentes que sienten que se han sometido a Dios pero cuyo estilo de vida no cumple con los estándares de la Palabra de Dios.

Algunas veces deseamos someternos cuando nos conviene o cuando las cosas marchan bien. Sin embargo, cuando la sumisión es difícil, elegimos el camino fácil de ceder. No siempre Dios nos guiará por caminos fáciles; algunas veces el camino que Él escoge para nosotros es difícil. Es necesario someterse no solo en las cosas fáciles, sino también en las áreas difíciles de la vida.

Una de las cosas que el Señor ha estado mostrándome recientemente es que es muy posible servir al Señor pero no estar sometidos a Él ni a Su propósito. Algunas veces tenemos ideas de dónde pensamos que nuestro ministerio debería llegar o cómo nuestra iglesia debería crecer. Luchamos por estas ideas y construimos nuestro ministerio para Dios. Yo he visto iglesias luchar por mantener sus puertas abiertas cuando Dios quería cerrarlas. He visto misioneros batallar por permanecer en un campo misionero cuando Dios los estaba llamando a otra cosa. Si llegaras a hablar con estas personas, ellos te dirían que lo que estaban haciendo era para el Señor. Sin embargo, la realidad es que esta es su idea y no la del Señor.

Pienso en Felipe el evangelista dejando el avivamiento que había en Samaria para ir al desierto a hablar con el eunuco etíope. Felipe nunca regresó al ministerio en Samaria donde Dios lo había usado de una manera poderosa (Ver Hechos 8). Pienso en Moisés que con cuarenta años, lleno de pasión para servir al Señor y liberar a Su pueblo de la esclavitud. Lo veo mirar a Israel rechazar su mensaje y me parece un hombre lleno de preguntas, dejando a Egipto temeroso por su vida y vagando sin rumbo fijo en el desierto donde viviría durante otros cuarenta años. La sumisión no siempre tiene sentido para nosotros. La sumisión puede que signifique desechar voluntariamente aquello por lo que tenemos pasión y en su lugar hacer aquello que le apasiona a Dios. La sumisión demanda que estemos a tono con el Señor y lo que Él quiere – no lo que nosotros queremos hacer para Él.

La sumisión no solo se aplica a las cosas grandes de la vida, sino también a las comunes o cotidianas. Proverbios 3:5-6 lo dice de esta manera.

Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas. (Proverbios 3.5-6)

A menudo citamos este pasaje pero en la vida real no es fácil experimentarlo. El escritor de este proverbio nos está diciendo que debemos reconocer a Dios y no apoyarnos en nuestra propia prudencia. En otras palabras, no podemos asumir la dirección del curso de nuestras vidas como mejor pensemos, por el contrario, debemos reconocer a Dios como Señor y andar en Sus caminos. La mente humana no puede ser nuestra guía sino el mismo Señor. Debemos reconocer Su Señorío y andar en Sus caminos.

Percatémonos en Proverbios 3:5-6 que nuestra meta es reconocer a Dios en “todos” nuestros caminos. Debemos someter toda nuestra vida al Señor y no solo ciertos aspectos de la misma. Todos nuestros caminos deben ser sometidos a Él y a Su propósito. Esto significa que debemos traer al Señor todas nuestras decisiones y buscar Su voluntad en ellas. ¿Cuántas decisiones tomamos en el transcurso del día? ¿Estamos reconociendo a Dios como Señor en esas decisiones? ¿Con ellas estamos buscando caminar en Su propósito?

Es fácil creer que conocemos la voluntad de Dios sin ni siquiera haberla buscado para saberlo. Los caminos de Dios son muy diferentes de los nuestros. Hace unos años el Señor me ha estado enseñando más y más acerca de traer a Él todo lo que hago. Me he encontrado buscando Su dirección, no solo para el próximo estudio que Él quiere que haga, sino también sobre las reparaciones que estoy haciendo alrededor de la casa.

He servido en el ministerio de Distribución de libros Light To My Path (Lumbrera a mi camino) por muchos años. Cuando pienso en la dirección que me gustaría que este ministerio tomara, en ocasiones siento que me gustaría ver al Señor abrir puertas para la traducción de libros a un idioma específico. Sé que si insistiera en ello, probablemente encontraría a alguien que se asociara conmigo y tendríamos libros traducidos a ese idioma en particular. Sin embargo, he decidido no presionar estas ideas, sino más bien pedirle al Señor por ellas y dejar el resultado en Sus manos. Yo creo que aunque podía hacer que las cosas sucedieran por mi propia fuerza y sabiduría, es mucho mejor esperar que el Señor prepare el camino y el tiempo para que todo esto suceda. Cuando Él abra las puertas, sé que el proyecto se llevará a cabo porque viene de Él y no por mi propia idea o esfuerzo. No quiero adelantármele, más bien quiero mantener este ministerio en sumisión al propósito de Dios.

Estoy asombrado de la manera en que el Señor me ha abierto puertas. Al contemplar este ministerio no puedo llevarme el mérito por lo que Él ha hecho: Dios ha abierto las puertas, me ha traído traductores, ha provisto las finanzas, me ha guiado en cuanto a lo que Él quiere que escriba. Todo lo que he hecho es tratar de caminar en obediencia a lo que Él me ha llamado a hacer. Toda la gloria es para Él.

La sumisión requiere que busquemos al Señor en todo, lo cual significa poner a un lado nuestras propias ideas y rendirlas a Su propósito. Significa comprometernos a vivir una vida de búsqueda constante de la dirección de Dios y caminar en obediencia a lo que Él nos muestra. Pero es imposible lograrlo si estamos ocupados planeando nuestra propia agenda, forzando nuestras propias ideas y sirviendo según la sabiduría y el entendimiento humanos. El tipo de sumisión que Santiago enseña aquí es una total rendición de nuestro ser (mente, voluntad y fuerza) al propósito de Dios.

No conoceremos este propósito si estamos ocupados haciendo las cosas a nuestra manera. Solo podemos conocer el propósito de Dios si estamos constantemente en comunión con Él, buscando Su corazón. Esto significa dejar que Él cambie nuestros planes y entregárselos en oración. Él será nuestro Señor, por tanto busquemos Su propósito en todo lo que hagamos. Rindamos nuestras ambiciones y metas de la vida. Rindamos cada momento a Su guía y bendición. Solo en este tipo de sumisión podemos experimentar la intimidad que Dios desea.

¡Qué bendición encierra este tipo de Sumisión! Nos convertimos en Sus manos y pies. Su mente está en nosotros y caminamos en Su poder, sabiduría y fortaleza.

 

Para meditar:

¿Puede batallar el creyente con la sumisión a Dios? ¿Qué cosas impiden que exista una verdadera sumisión?

 

¿Qué significa someterse a Dios? ¿Cuál es la diferencia entre someter diferentes partes de nuestra vida y someternos a Dios?

 

¿Podemos servir a Dios y no estar sometidos verdaderamente a Su propósito?

 

¿Podemos someternos verdaderamente a Dios sin buscar constantemente Su voluntad en todas las cosas?

 

¿Te has sometido a Dios?

 

 

Para orar:

Pidamos al Señor que nos dé gracia para someter toda nuestra vida Él y no solo algunas partes de ella.

 

Pidamos al Señor nos enseñe a entregarle más y más de nuestra vida. ¿Ahora mismo existen áreas de tu vida que sientes que no puedes someter a Dios? Pídele que te dé fuerzas para rendírselas en este día.

 

Pidamos a Dios nos dé mayor pasión para caminar en sumisión a Él en todo.

 

 

CAPÍTULO 3 – RESISTID AL DIABLO

 

…resistid al diablo, y huirá de vosotros (Santiago 4:7)

Hemos examinado lo que Santiago tenía que decir acerca de someternos a Dios. Esta sumisión nos da lealtad y define nuestro propósito en la vida. Permítanme explicarles.

Piense en un atleta que firma un contrato con un equipo deportivo específico. Antes de unirse al mismo, el atleta no tiene compromiso con ningún otro; sin embargo, cuando firma un contrato con un equipo específico, se compromete a hacer todo lo posible para ayudar a que el equipo gane, y a partir de ese momento verá a todos los demás equipos como oponentes.

Así mismo sucede con nosotros los cristianos. Al someternos a Dios definimos nuestro propósito de vida; nos consagramos a Él y a Su camino, y decidimos hacer frente a cualquier cosa que compita con ese propósito.

Santiago nos recuerda que uno de los enemigos de los que se someten a Dios es el diablo. El apóstol Pedro lo sabía cuando dijo:

Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo. (1 Pedro 5:8-9)

Pedro compara al diablo con un león rugiente que anda rondando por el bosque buscando algo de comer. Los cristianos son su presa. Él no vacilará en devorar tantos creyentes como pueda; de hecho, los creyentes son su blanco predilecto (ver Apocalipsis 12:17).

Cuando nos sometemos a Dios hacemos del diablo nuestro enemigo. Al someternos a Dios le declaramos la guerra a Satanás y a sus maquinaciones en este mundo. Por lo tanto, no debería sorprendernos que el diablo haga todo lo posible por derrotarnos y hacernos caer.

Santiago estaba completamente consciente de la naturaleza de esta batalla espiritual. Al hablar a los creyentes sobre el acercarse a Dios, se siente obligado a tocar este tema del diablo. El diablo es enemigo de la intimidad con Dios. Él hará todo lo que esté a su alcance para impedir que nos acerquemos a Dios y disfrutemos una profunda comunión con Él. Si queremos experimentar la relación que Dios desea que tengamos con Él, debemos estar conscientes del diablo, sus artimañas y saber cómo vencerlas.

Percatémonos lo que Santiago nos indica hacer en el capítulo 4, versículo 7. Él nos manda a resistir al diablo. La palabra resistir viene de dos palabras griegas que literalmente significan “ponerse en contra”. Aunque es muy sencillo entender lo que significa resistir, el problema radica en su aplicación en este contexto. ¿Cómo resistir al diablo si no podemos verlo? ¿Cómo resistir al diablo cuando él es más fuerte que nosotros? Y no solo esto, sino que el enemigo es un maestro del disfraz muy listo. ¿Cómo podemos reconocer sus caminos?

En el libro de Hechos encontramos la historia de la iglesia primitiva y vemos cómo los creyentes vendían sus propiedades y daban el dinero a los apóstoles para las necesidades de los pobres de su comunidad. Entre los que vendieron sus propiedades se encontraba una pareja cuyos nombres eran Ananías y Safira. Hechos 5 nos dice cómo después de vender sus propiedades, esta pareja decidió quedarse con una parte del dinero. Esto era perfectamente aceptable (ver Hechos 5:4). Sin embargo, Ananías y Safira decidieron mentir sobre el precio que habían recibido por la venta. Ellos lo hicieron para hacer creer a la iglesia que habían entregado todo, cuando en realidad se habían quedado con una parte del dinero.  Cuando llevaron su dádiva a la iglesia lo hicieron mintiendo. Veamos lo que Pedro le dijo a Ananías cuando el Señor le reveló lo que sucedía.

Y dijo Pedro: Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, y sustrajeses del precio de la heredad? (Hechos 5:3)

Disfrazado en esta buena acción estaba el intento del diablo de penetrar en la iglesia con la mentira. Satanás hará todo lo posible para engañar y atravesar nuestras trincheras. Resistir estos métodos engañosos del maligno no siempre es fácil y se necesita muchísimo discernimiento de parte del Señor.

¿Cómo resistir al diablo? Permítanme plasmar algunos puntos sobre este tema con el propósito de aclarar lo que Santiago nos está diciendo.

 

DISCERNIMIENTO

Si queremos resistir al diablo necesitaremos de gran discernimiento de parte del Señor. En el caso de Ananías y Safira, vemos que el Señor fue quien le reveló a Pedro la naturaleza de su ofrenda. El Espíritu de Dios le mostró a Pedro que lo que parecía ser un hermoso acto de generosidad, en realidad era un ataque del enemigo. Esto no era algo que Pedro hubiera sabido por sí mismo. A los ojos de todos, esta ofrenda era como todas las demás que habían llegado a la iglesia. Sin la clara dirección del Espíritu de Dios, Pedro nunca hubiera visto esto como un ataque del enemigo.

Lo maravilloso de ser un creyente es que Dios ha colocado Su Espíritu Santo en nosotros para guiarnos a toda verdad (ver Juan 16:13). El Espíritu de Dios revelará aquellas cosas que nos son necesarias para continuar caminando en intimidad y comunión con el Padre. Es importante que aprendamos a caminar bajo la dirección y el discernimiento que el Espíritu de Dios nos da y no confiar en nuestro propio entendimiento.

En el libro de Josué encontramos la historia de un grupo de personas de la región de Gabaón. Según Josué conquistaba la tierra de Canaán estas personas sabían que no eran competencia para el Dios de Israel y de Josué Su Comandante. Para salvarse de una derrota segura, la gente de Gabaón recurrió al engaño. Se vistieron con ropas viejas y tomaron con ellos pan mohoso y cueros de vino desgastados y se acercaron a Josué con la intención de hacerle creer que ellos no eran sus enemigos, sino gente de tierras lejanas que habían venido a ser amigos de Israel.

Cuando Josué vio las ropas viejas que usaban, sus sandalias desgastadas y el pan mohoso que traían, él dio por sentado que ellos, en efecto, habían viajado grandes distancias para hacer amistad con su pueblo. Por tanto, él hizo pacto de amistad con ellos ese día basado en la mentira y el engaño de los gabaonitas. Como en los días de Ananías y Safira, el diablo estaba procurando penetrar en el campamento de Israel con una mentira. Josué cayó en esta trampa. Pero lo que resulta interesante de este pasaje es lo que nos dice Josué 9:14-15:

Y los hombres de Israel tomaron de las provisiones de ellos, y no consultaron a Jehová. Y Josué hizo paz con ellos, y celebró con ellos alianza concediéndoles la vida; y también lo juraron los príncipes de la congregación. (Josué 9:14-15)

Es importante que veamos la razón por la que Josué y los líderes de Israel perdieron esta batalla con el diablo. Josué 9:14 nos dice que ellos “no consultaron a Jehová”. Esto es importante. Si queremos resistir al diablo, no nos arriesguemos a querer hacerlo con nuestra propia sabiduría, porque él es un maestro del disfraz y la mentira. Él sabe cómo engañarnos; conoce nuestras debilidades; no nos percataremos de sus dardos sino hasta después que nos hayan golpeado; nos tomará desprevenidos y arremeterá contra nosotros cuando menos lo esperamos. Si queremos resistir los ataques del diablo necesitaremos una sabiduría mayor que la nuestra. Necesitaremos la sabiduría y el discernimiento de Dios. Su Espíritu nos proporcionará esta sabiduría pero debemos buscar de Él y no apoyarnos en nuestra propia prudencia (ver Proverbios 3:5-6). Josué no consultó a Dios sobre el pacto que hizo con los gabaonitas, y el texto de Josué 9:14 nos hace pensar que si él hubiera orado, las consecuencias habrían sido diferentes, pues Dios le hubiera revelado el engaño.

Nuestra sabiduría no es suficiente para resistir al diablo. Solo cuando sometemos nuestras decisiones al Señor y prestamos atención a Su dirección podemos discernir los ataques del enemigo y resistirlos. Para esto hace falta que traigamos al Señor las decisiones que tomemos. Significa confiar en Su dirección más que en nuestras propias ideas. Nunca experimentaremos la intimidad que Dios desea hasta que busquemos Su discernimiento y sabiduría en las decisiones que tomemos. Resistimos al diablo cuando buscamos el propósito del Señor en nuestra toma de decisiones.

 

LA VERDAD

Otro aspecto para resistir al diablo tiene que ver con creer la verdad plasmada para nosotros en la Palabra de Dios. Esto se ve claramente en la tentación de Jesús en el desierto.

Cuando el diablo tentó a Jesús pidiéndole que convirtiera una piedra en pan, Jesús respondió:

…Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre… (Lucas 4:4)

Cuando el diablo le prometió a Jesús todos los reinos del mundo si Él se inclinaba y lo adoraba, Jesús dijo:

…escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás. (Lucas 4:8)

Cuando Satanás le pidió que pusiera a prueba la protección o el cuidado del Padre al saltar del pináculo del templo, Jesús respondió.

…Dicho está: No tentarás al Señor tu Dios. (Lucas 4:12)

¿Puedes percatarte de lo que está pasando aquí? Todas las veces que el diablo tentaba a Jesús, nuestro Señor confrontaba lo que él decía con la enseñanza de la Palabra de Dios. Jesús se guiaba por la verdad de las Escrituras. La Palabra de Dios escrita fue Su arma contra los ataques del enemigo, y con ella resistió al diablo.

Jesús describe al diablo como el padre de mentira. Hablando a los líderes religiosos de Su época dijo:

Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. El ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira. (Juan 8:44)

Como padre de mentira que es, el diablo nos atacará con engaño y falsedad. ¿Cómo contrarrestar la mentira del diablo? Volviéndonos a la verdad contenida en la Biblia. Si queremos resistir al diablo, debemos estudiar y conocer la verdad de las Escrituras. Al estudiar esta verdad seremos capaces de discernir las mentiras y el engaño del enemigo. Las Escrituras, tal y como se encuentra registrada en el Antiguo y Nuevo testamento es la espada que en nuestras manos nos capacita para resistir las mentiras y los engaños del maligno. Resistimos al diablo cuando conocemos la verdad de Dios y nos consagramos a seguirla.

 

FE

Resistimos al diablo por medio de la dirección y el impulso del Espíritu y por medio de la verdad de la Palabra de Dios; pero la fe también es necesaria si queremos hacer frente al enemigo. Es muy probable que oigamos la voz del Espíritu en nuestros corazones y conozcamos la verdad escrita en las páginas de la Biblia y aún así no tengamos la fortaleza para resistir. Las armas de un soldado no le sirven para nada si él no se dispone a tomarlas y usarlas.

Imagina a un soldado que va a la batalla provisto de un escudo a su lado. Él se encuentra completamente equipado para luchar pero hay un problema. Cuando ve la batalla ante él, comienza a dudar de su capacidad. El escudo a su lado parece más pequeño ahora que ve al enemigo; cuestiona su habilidad para usar ese escudo y se pregunta si ciertamente será efectivo. Él teme por su vida y se pregunta si esta pieza delgada de metal pulido o cuero realmente será capaz de protegerlo del enemigo. Él ahora permanece paralizado en temor y duda, incapaz de sostener su escudo.

Una cosa es hablar sobre la protección del escudo en tiempo de paz y otra completamente diferente hacerlo cuando uno está enfrentando al diablo directamente. Al igual que Pedro escuchó a Dios concerniente a la ofrenda que Ananías y Safira trajeron, tú también puedes oír Su voz respecto a una situación dada. Escuchas Su voz, pero también sabes lo que crees que necesitas y puede ser que estés tentado a cuestionarlo. Escuchas a Satanás susurrando en tu oído lo que susurró a Eva en el Jardín “¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?” (ver Génesis 3:1).

El mismo principio sobre la dirección del Espíritu también se aplica a la verdad de la Palabra de Dios. Puedes encontrarte en una situación donde la clara enseñanza de las Escrituras confronte tu estilo de vida.  Satanás nuevamente susurrará a tu oído “¿conque Dios os ha dicho…?”. La tentación de transigir en la Palabra de Dios o ignorarla es muy real. La atracción de la carne ha llevado a muchos a abandonar sus armas y a rendirse al enemigo.

Permítanme reafirmar que la espada de la Palabra de Dios tiene todo el poder que se le atribuye. El escritor de la carta a los hebreos lo deja claro cuando dijo:

Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. (Hebreos 4:12)

La dirección del Espíritu y la verdad de la Palabra de Dios son armas incuestionables que han sido usadas exitosamente contra el diablo desde el principio de los tiempos. Estas armas siguen siendo tan poderosas contra sus ataques como siempre lo han sido. El asunto no tiene que ver con el poder de nuestras armas, sino con nuestra disposición para confiar en que ellas harán aquello para lo cual fueron diseñadas. Resistir al diablo tiene que ver con tener confianza en lo que Dios dice así como en las armas que nos ha dado.

OBEDIENCIA

Hay un aspecto final que quiero plasmar con respecto a resistir al diablo. Aunque la fe en Dios y en las armas que Él nos ha dado es importante, Santiago sería el primero en recordarnos que esa fe sin obras es muerta:

¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta? (Santiago 2:20)

Para que la fe sea efectiva contra el enemigo hay que ponerla en acción. El soldado que tiene confianza en su espada la sacará e irá al frente de la batalla. El creyente que oye la dirección de Dios responderá al llamado. Aquel que conoce la verdad de la Palabra de Dios actuará sobre la base de esa verdad contrarrestando las mentiras del enemigo. Tu fe en la Palabra de Dios y la dirección de Su Espíritu son inútiles si no andas en obediencia.

No es fácil confiar. Cuando sacamos nuestra espada nos estamos comprometiendo a luchar y el enemigo no tomará esto a la ligera. Él avivará nuestras pasiones y deseos de la carne; usará la lógica en el intento de negociar con nosotros y hacernos dudar de la sabiduría de Dios y Su dirección. Resistir a Satanás implicará negarse a dudar de la Palabra de Dios. Puede significar dejar nuestra ropa y huir de la habitación como hizo José cuando lo tentó la esposa de su amo (ver Génesis 39). La obediencia escucha la voz de la fe y escoge caminar así, obedeciendo.

Cuando resistimos al diablo de esta forma, él está obligado a huir. Adam Clarke, en su comentario sobre este pasaje, dice lo siguiente:

“Resiste al diablo – él no puede vencerte si tú continúas resistiendo. Aunque es fuerte, Dios nunca le permite vencer al hombre que continúa resistiéndole; él no puede forzar la voluntad humana”

(Comentario bíblico por Adam Clarke: Edición electrónica copyright © 2015 por Laridian, Inc., Marion, Iowa. Todos los derechos reservados).

¿Cómo podemos resistir al diablo? Lo hacemos al buscar el discernimiento del Espíritu Santo y la verdad de Dios encontrada en Su Palabra. Marchamos en obediencia, confiando en que lo que Dios dice es fidedigno y verdadero. La verdad de la Palabra de Dios es suficiente para resistir a Satanás, el padre de mentira. Él no puede oponerse a la verdad de Dios y por eso huirá de nosotros, al aborrecer esa verdad.

¿Qué tiene que ver con el contexto de este estudio el hecho de resistir al diablo? El gran deseo del maligno es evitar nuestra intimidad y unión con Dios. Él hará todo lo posible por romper esa relación y alejarnos de nuestro Padre celestial. Si queremos acercarnos a Dios, tendremos que enfrentar los ataques del enemigo. Si queremos experimentar la comunión que Dios desea con nosotros, tendremos que resistir al diablo, quien procura destruir esa relación. Sin embargo, Santiago nos recuerda que aquellos que aceptan el desafío de resistir al diablo lo verán huir. Conocer a Dios en toda Su plenitud demandará tomar las armas contra Satanás y hacerle frente con la verdad de Dios. Esta será una batalla constante puesto que el enemigo no la abandonará, pero el resultado final es una hermosa y profunda comunión con Dios, aquel que pelea a nuestro lado.

 

Para meditar:

¿Cómo la sumisión define nuestro propósito en la vida?

 

¿Qué aprendemos aquí acerca de Satanás y sus esfuerzos por evitar nuestra comunión con Dios?

 

¿Cuán importante es el discernimiento para resistir al diablo? ¿Nuestro esfuerzo humano es suficiente para lograrlo?

 

¿Cómo la Palabra de Dios nos ayuda a resistir al diablo?

 

¿Es Dios digno de nuestra confianza? ¿Alguna vez te has encontrado cuestionando Su propósito?

 

¿Cuál es la diferencia entre Fe y Obediencia? ¿Por qué ambas son importantes? ¿Puede una funcionar sin la otra?

 

¿De qué manera resistir al diablo nos ayuda en nuestra comunión con Dios? ¿Podemos tener una verdadera intimidad con Dios si no resistimos al diablo?

 

 

Para orar:

Pidamos al Señor nos ayude a ser fieles a Él y al propósito que nos ha dado en la vida.

 

Pidamos a Dios nos dé mayor discernimiento para ver las tácticas del enemigo.

 

Agradezcamos al Señor por la verdad de Su Palabra, la cual es nuestro manual para vivir en comunión con Él. Agradezcamos también por Su Espíritu Santo quien nos da el entendimiento y el discernimiento para vivir en el propósito de Dios.

 

Pidamos al Señor que nos dé gracia no solo para confiar en Él y en Su Palabra, sino también para mantenernos firmes contra los ataques del maligno.

 

Pidamos a Dios nos dé valentía para permanecer firmes en medio de las interrogantes y dudas humanas. Pidámosle que nunca permita que nuestra fe desfallezca en esos momentos.

 

CAPÍTULO 4 – ACERCAOS A DIOS

 

Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. (Santiago 4:8)

Ahora llegamos al próximo paso de una intimidad más profunda con Dios. Observemos en Santiago 4:8 que el apóstol desafía a sus lectores a acercarse a Dios. Las palabras son claras, pero su aplicación requiere algo de reflexión.

 

¿A QUIÉN NOS ACERCAMOS?

Lo primero que debemos notar en esta frase es que debemos acercarnos “a Dios”. Eso puede sonar bastante fácil, pero antes de avanzar es importante que consideremos lo que Santiago nos dice. Tomemos un momento para analizar a algunos personajes bíblicos que tuvieron la oportunidad de experimentar a este Dios a quien nosotros debemos acercarnos.

En Éxodo 24 encontramos la historia de Moisés y los ancianos entrando en la presencia de Dios en la montaña. Veamos la descripción de este suceso:

Y subieron Moisés y Aarón, Nadab y Abiú, y setenta de los ancianos de Israel; y vieron al Dios de Israel; y había debajo de sus pies como un embaldosado de zafiro, semejante al cielo cuando está sereno. Mas no extendió su mano sobre los príncipes de los hijos de Israel; y vieron a Dios, y comieron y bebieron. (Éxodo 24: 9-11)

Lo llamativo de este pasaje lo encontramos en el versículo 11 donde el autor nos dice que aunque ellos entraron en la presencia de Dios, Dios no extendió Su mano sobre ellos, sino que vivieron (comieron y bebieron) para contar la historia. Estos hombres temían por sus vidas a medida que se acercaban a Dios y estaban sorprendidos de que Su mano no los fulminara por su naturaleza pecaminosa. Para estas personas, acercarse a Dios era algo temeroso. De hecho, en Éxodo 32 vemos cómo Moisés subió a la presencia de Dios y estuvo allí por algún tiempo. La gente al pie de la montaña tuvo miedo de que Moisés hubiera muerto en la presencia de Dios y le pidieron a Aarón que les diera otro dios.

Viendo el pueblo que Moisés tardaba en descender del monte, se acercaron entonces a Aarón, y le dijeron: Levántate, haznos dioses que vayan delante de nosotros; porque a este Moisés, el varón que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido. (Éxodo 32:1)

Atendiendo a la petición del pueblo, Aarón les hizo un dios que ellos controlarían y moldearían a su antojo. La grandeza del Dios de Israel, quien apareció en el fuego y en la nube, asustaba muchísimo al pueblo de Israel, por lo que ellos temían por sus vidas.

En Isaías 6 se relata la historia de cómo Dios se reveló al profeta Isaías. Veamos la descripción de lo que sucedió en esa ocasión:

Y los quiciales de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa se llenó de humo.  (Isaías 6:4)

La experiencia de la cercanía de Dios en este encuentro fue tan atemorizante que el profeta exclamó:

… “¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos”. (Isaías 6:5)

“Soy muerto,” dijo Isaías. “¿Cómo puedo estar ante la presencia de tal santidad?” Isaías pensaba que estar parado ante semejante Dios santo significaba una muerte segura. Esta fue la respuesta de Isaías cuando Dios se acercó a él.

Por último, analicemos la visión del apóstol Juan en Apocalipsis 1. En su visión, él oyó una voz que lo llamaba a escribir las cosas que vería. Cuando se volteó para ver de dónde provenía esa voz, vio “a uno semejante al Hijo del Hombre”, que tenía un cinto de oro y sus cabellos eran tan blancos como la nieve. Sus ojos eran como llama de fuego y su rostro resplandecía tan brillante como el sol (ver Apocalipsis 1:12-16). Fijémonos en la reacción del apóstol a la visión de ese día:

Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. (Apocalipsis 1:17)

Lo que Juan vio ese día era demasiado para él asimilarlo. Literalmente cayó al suelo como un objeto sin vida. La gloria y la santidad de Cristo, quien se presentó ante él, eran más de lo que él podía asimilar con su cuerpo mortal.

Pongo estos ejemplos para mostrar que acercarse al Dios de Israel no es algo que se deba tomar a la ligera. El Dios al que estamos llamados a acercarnos es un Dios santo y glorioso. De hecho, si no fuera por la obra del Señor Jesús, ninguno de nosotros pudiera acercarse a Él. Juan describe días futuros cuando las personas de la tierra estarán aterrorizados ante Su presencia:

Y los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes; y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero. (Apocalipsis 6:15-16)

El desafío de Santiago es bien grande –“acercaos a Dios”. Acércate al Altísimo con valentía; ven cerca de Él. No vamos a tomar este reto a la ligera. Sin embargo, percatémonos de que no puede haber intimidad con Dios mientras nos alejamos de Él. Solo acercándonos podemos experimentar Su presencia y comunión.

 

¿POR QUÉ ACERCARNOS A DIOS?

Ya hemos visto que debemos acercarnos a Dios. El próximo aspecto al que necesitamos dirigirnos es el siguiente: ¿Por qué hacerlo? Existen varias razones del porqué los personajes bíblicos se acercaron a Dios.

 

El Perdón

Obviamente, la primera razón para acercarse a un Dios santo es en busca de perdón. Esto está bien claro en Isaías 55 cuando el Señor dijo a través de Su profeta:

Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar. (Isaías 55: 6-7)

Dios nos llama a acercarnos a Él para que podamos ser perdonados de nuestros pecados. ¿Cómo podemos aproximarnos a un Dios santo en nuestra condición de pecadores? Sin embargo, ¿cómo podemos ser perdonados si no nos acercamos a Él, y Él es el único que puede perdonar? El apóstol Juan nos asegura que Dios es un Dios de una compasión muy grande y perdonará a todo aquel que venga a Él.

Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. (1 Juan 1:8-9)

Podemos encontrar purificación y perdón en el Dios de Israel. Somos llamados a acercarnos a Él para que podamos ser perdonados. No puede haber intimidad si no nos acercamos al Dios al cual hemos ofendido y buscamos Su perdón. El escritor a los Hebreos nos asegura que si nos acercamos a Dios experimentaremos Su purificación.

Y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura. (Hebreos 10:21-22)

Podemos venir valientemente ante la presencia de Dios porque se ha hecho provisión para nuestro perdón y purificación. Jesús, el Hijo de Dios entregó Su vida para pagar el castigo por nuestro pecado. Entonces, vamos a acercarnos y a pedir ese perdón y a restaurar nuestra comunión con Dios.

 

Intercesión

No solo nos acercamos a Dios en busca de perdón, sino también de bendición. En Génesis 18 vemos cómo Dios envió a Sus ángeles a Abraham para anunciarle la destrucción de la ciudad de Sodoma, donde vivía su sobrino Lot. La noticia del juicio de Dios sobre esta ciudad perturbó a Abraham. Veamos su respuesta en Génesis 18:22-23:

Y se apartaron de allí los varones, y fueron hacia Sodoma; pero Abraham estaba aún delante de Jehová. Y se acercó Abraham y dijo: ¿Destruirás también al justo con el impío? (Génesis 18:22-23)

Percatémonos especialmente en el versículo 23 que “se acercó Abraham”. La razón por la que se acercó fue para hablarle a Dios sobre la ciudad de Sodoma. Abraham buscaba el favor del Señor sobre su familia. Él se afligió por el hecho de que su sobrino y la familia morirían en este juicio de Dios y le suplicó al Señor que salvara sus vidas. No solo nos acercamos para ser perdonados, sino para clamar a favor de nuestros seres queridos. La puerta está abierta para que nos acerquemos a Dios con nuestras súplicas y peticiones.

 

Bendición

¿Quién de nosotros no necesita la bendición del Señor? A menudo a mí me impacta el himno escrito por John Newton quién vivió desde 1725 hasta 1807. Él escribió estas palabras que se refieren a su necesidad de la bendición de Dios:

Por misericordias, incontables como la arena
Que recibo diariamente de
Jesús, las manos de mi Redentor,
alma mía, ¿qué puedes dar?

¡Ay! De un corazón como el mío
¿Qué le puedo sacar?
 Lo mejor es teñido y teñido de pecado
Mi todo no vale nada.

Sin embargo, este reconocimiento lo haré
Por todo lo que Él ha otorgado
Tomaré la copa sagrada de la salvación,
E invocaré a mi Dios

El mejor retorno para alguien como yo
Desdichado y tan pobre;
Es de sus dones sacar una súplica,
Y pedirle todavía más.

No puedo servirle como debo
No tengo obras para gloriarme;
Sin embargo me gloriaría en el pensamiento de
Que más le debo a él.

(Newton, John: “For Mercies Countless as the Sands” (Por Misericordia, incontable como la arena): Grace Hymns, Grace Publications Trust; London, 1978, # 15.)

John Newton comprendió algo muy importante sobre la vida cristiana. Él entendió que todas las bendiciones y bondades vienen del Señor. Él sabía que si quería ser lo que Dios deseaba que él fuera, necesitaba vivir una vida dependiente de Dios; extrayendo de Él la fortaleza, la sabiduría y los recursos necesarios para hacer aquello para lo cual fue llamado. Sin la bendición de Dios en su vida y ministerio, no había esperanza alguna de dar fruto. Él deseaba la bendición de Dios y se la rogó al Señor, porque sin ella estaba desvalido.

Cuando Santiago nos llama a acercarnos a Dios, nos está llamando a venir ante Él en busca de Su bendición para nuestras vidas y ministerios. Santiago dice a sus lectores en el capítulo 4, versículo 2 que ellos no recibían de Dios porque no pedían. Entonces ¿nos acercaremos a Dios a pedir Su favor? ¿Le traeremos cada área de nuestras vidas para que las bendiga?

En Mateo 19 las madres traían a sus hijos al Señor Jesús para que impusiera Su mano sobre ellos y orara. Los discípulos creyeron que esto era inapropiado y reprendieron a las madres por hacer perder el tiempo a Jesús. Percatémonos de la respuesta del Señor a los discípulos:

Pero Jesús dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos. (Mateo 19:14)

María la madre de Jesús se le acercó cuando estaban en las bodas en Caná. Parece ser que al anfitrión se le había acabado el vino. El Señor oyó la petición de Su madre y milagrosamente convirtió el agua en vino.

Después de la crucifixión de Jesús, los discípulos decidieron ir a pescar. Juan 21 nos dice que ellos pescaron toda la noche pero no cogieron nada (Juan 21:3). Por la mañana, Jesús apareció en la playa y les dijo que tiraran las redes al otro lado del bote y cuando lo hicieron, cogieron tantos peces que sus redes comenzaron a romperse mientras las arrastraban a la orilla.

¿Por qué les he dado estas ilustraciones? Lo he hecho para mostrarles que Dios desea bendecirnos en las distintas situaciones de la vida. Él quiere tocar a nuestros hijos; desea ayudarnos en las situaciones difíciles en las que nos encontramos; quiere proveer para nuestras necesidades. Hay una bendición para todas estas situaciones. Al igual que los discípulos, a menudo vamos a pescar y no cogemos nada. Sin embargo ¡qué diferente es cuando el Señor bendice lo que hacemos!

Aquí se nos desafía a acercarnos a Dios para que toque nuestras vidas. ¿Cómo podemos ser eficaces si no experimentamos Su bendición? ¿Cómo seremos bendecidos si no nos acercamos? Nuestra productividad depende de esta bendición, por tanto, acerquémonos a Dios valientemente y pidámosla.

 

Protección

También nos acercamos a Dios en busca de protección. El salmista habla de esto cuando escribe:

Mas para mí, estar cerca de Dios es mi bien; en Dios el Señor he puesto mi refugio, para contar todas tus obras. (Salmo 73:28, LBLA)

Veamos la conexión que existe entre estar cerca de Dios y hacerlo nuestro refugio. Este mismo vínculo se ve en el Salmo 145 cuando el salmista dice:

Cercano está Jehová a todos los que le invocan, a todos los que le invocan de veras. Cumplirá el deseo de los que le temen; oirá asimismo el clamor de ellos, y los salvará. Jehová guarda a todos los que le aman, mas destruirá a todos los impíos. (Salmo 145:18-20)

La vida en esta tierra no será fácil para los hijos de Dios. Jesús les dijo a Sus discípulos que Él los enviaría hacia grandes peligros:

He aquí, yo os envío como a ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas. (Mateo 10:16)

Según se acercan los días del fin, veremos un incremento en la persecución e intolerancia a los caminos del Señor. Los creyentes serán llamados a mantenerse firmes a la causa, pero ¿cómo resistir en estos tiempos? ¿Cómo soportar la oposición que llega a nuestro camino? Jesús les dijo a Sus discípulos que Él estaría con ellos debido a que iban en Su nombre:

Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. (Mateo 28:19-20)

En un mundo lleno de incertidumbre, necesitamos acercarnos a Dios en busca de refugio y protección. Vamos en Su nombre a predicar en un mundo que a menudo no quiere aceptar nuestro mensaje. Podemos ser objeto de burla y de rechazo, pero si nos acercamos a Dios, Él será nuestro Protector. En Él hay seguridad y consuelo, pero debemos acercarnos. Debemos correr a Sus brazos de amor si queremos experimentar este refugio y esta protección.

 

CUÁLES SON LOS IMPEDIMENTOS PARA ACECARNOS A DIOS?

Hemos visto algunas de las razones para acercarnos a Dios. Ahora quiero referirme brevemente a algunos de los impedimentos.

 

El Pecado

A partir de lo que hemos visto en este capítulo está claro que el pecado es un impedimento para acercarnos a Dios; sin embargo, la única solución para el mismo es acercarnos a Él. Al hacerlo debemos estar dispuestos a confesar nuestro pecado y apartarnos de él. Mientras estemos viviendo en pecado, estaremos imposibilitados de acercarnos a Dios. Hablando a su hijo Salomón, David le encargó:

Y tú, Salomón, hijo mío, reconoce al Dios de tu padre, y sírvele con corazón perfecto y con ánimo voluntario; porque Jehová escudriña los corazones de todos, y entiende todo intento de los pensamientos. Si tú le buscares, lo hallarás; mas si lo dejares, él te desechará para siempre. (1 Crónicas 28: 9)

David le recordaba a Su hijo que él encontraría a Dios si lo buscaba con todo su corazón, pero le advertía que Dios lo desecharía si él le daba la espalda. Aunque no tenemos tiempo para tratar este versículo en detalles, es importante que nos percatemos del efecto del pecado y de alejarnos de Dios. No puede haber intimidad con Dios mientras no tratemos con aquellos pecados de los que somos conscientes y nos acerquemos a Él para que nos perdone.

Jesús dijo a Sus seguidores que si ellos venían con una ofrenda para el Señor y recordaban que su hermano tenía algo contra ellos, debían dejar su ofrenda delante del altar e ir a resolver ese asunto con su hermano antes de dar su ofrenda al Señor (ver Mateo 5:23-24). En otras palabras, su ofrenda no sería aceptada si ellos eran culpables de pecado ante un hermano o hermana. El pecado impide la intimidad con Dios.

 

El Orgullo

Otro impedimento para acercarnos a Dios es el orgullo. Aunque el orgullo es uno de los pecados que nos impide acercarnos, éste debe ser analizado de forma independiente. El orgullo puede manifestarse de diferentes maneras.

Primero, el orgullo puede manifestarse cuando alguien se niega a admitir que ha pecado. He conocido individuos que creen sinceramente que no tienen pecado en sus vidas y que son buenas personas. Ellos realmente no ven ninguna necesidad de perdón. Otros saben que son pecadores pero se rehúsan a hacer algo al respecto. Ellos eligen permanecer en su pecado antes que admitir su culpabilidad y venir al Salvador.

Segundo, el orgullo puede manifestarse a través de un sentimiento de arrogancia de nuestra capacidad humana. Puede que hayas conocido personas que creen que su educación y buen sentido son suficientes para fomentar el reino de Dios. A menudo me he perturbado por las reuniones de negocio de la iglesia donde los miembros se sientan uno alrededor del otro y comparten su sabiduría terrenal sobre cómo creen que la iglesia debería ser administrada, sin tener en cuenta cómo Dios quiere que sea. ¡Cuántos pastores jóvenes han ido a nuevas iglesias con la idea de que su entrenamiento era suficiente para fomentar la causa de Cristo! Estas personas no tienen conciencia de la necesidad de acercarse a Dios en busca de Su sabiduría y bendición. A ellos les gustaría tener la bendición de Dios, pero realmente no lo ven como algo absolutamente necesario para el avance de Su reino. De cierta forma ellos creen que pueden servir a Dios con su propia fuerza y sabiduría.

Lucas narra la historia de dos hombres que fueron al templo a orar. Uno de ellos era recaudador de impuestos y el otro era un Fariseo. Cuando el Fariseo oraba decía:

…Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: estafadores, injustos, adúlteros; ni aun como este recaudador de impuestos. “Yo ayuno dos veces por semana; doy el diezmo de todo lo que gano. (Lucas 18:11-12, LBLA)

El recaudador de impuestos, conociendo lo indigno que era, decía:

“Dios, ten piedad de mí, pecador. (Lucas 18:13, LBLA)

Refiriéndose a este cobrador de impuestos Jesús dijo:

Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido. (Lucas 18:14)

El orgullo impedirá que nos acerquemos a Dios y estorbará nuestra comunión con Él.

 

El falso concepto de nuestra indignidad.

Otro impedimento para acercarnos a Dios es el falso concepto de nuestra indignidad. La realidad del asunto es que ninguno de nosotros es digno de salvación ni de la ayuda de Dios. Hemos incumplido con el estándar que Él ha establecido para nosotros y en ocasiones hemos entristecido Su corazón.

Sin embargo, esta falta de mérito debe ser comprendida en el contexto de la gracia. Cuando el hijo pródigo se fue de casa y malgastó toda su herencia, no merecía ser restituido a la comunión con su padre cuando regresara (ver Lucas 15); no obstante, el padre abrió sus brazos para recibir a su hijo.

El Señor es un Dios lleno de gracia y compasión. Él desea recibir a todo aquel que venga buscando Su perdón. Él envió a Su Hijo para que nosotros pudiéramos conocer este perdón. Sin embargo, el problema es que algunas personas están tan atrapadas en su sentimiento de indignidad que nunca pueden acercarse a Dios para recibir lo que Él tiene para ellos.

Muchas de estas personas están sinceramente arrepentidas de su pecado, pero no han logrado entender que la gracia de Dios cubre sus iniquidades y abre la puerta de la bendición de Dios sobre sus vidas. Si tú no estás dispuesto a aceptar la gracia de Dios porque crees que eres demasiado indigno para ello, entonces nunca serás capaz de acercarte a Él. Solo los que entienden el significado de la gracia se atreverán a acercarse a Dios.

 

La hipocresía

Por último, quiero referirme a este tema de la hipocresía. Hablando por medio del profeta Isaías, el Señor le dijo a Su pueblo:

Dice, pues, el Señor: Porque este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí, y su temor de mí no es más que un mandamiento de hombres que les ha sido enseñado. (Isaías 29:13)

Observemos lo que el Señor está diciendo aquí acerca del pueblo de Israel. Ellos hablaban de una relación cercana con Dios, pero en sus corazones esta relación no existía. Estas personas eran como los Fariseos del Nuevo Testamento, que ante los hombres aparentaban ser santos y piadosos, pero en realidad estaban muy lejos de Dios.

Las iglesias están llenas de personas que dan la apariencia de estar acercándose a Dios. Ellos asisten fielmente a la iglesia y dicen las cosas correctas. Tienen un estilo de vida cristiano, pero verdaderamente sus corazones nunca han sido tocados por Dios. Incluso, estos individuos pueden predicar en nuestras iglesias; pueden tener un conocimiento intelectual de la verdad del evangelio, pero realmente no están en comunión con Dios. Ellos se acercan de palabra y de hecho, pero no de corazón. Su corazón está dividido.

Los que se acerquen a Dios deben hacerlo con sinceridad. Deben venir con corazones que le busquen y se sometan a Él. Deben venir con corazones que resistan al diablo y su influencia en sus vidas.

En conclusión, permítanme decir que si queremos crecer en comunión e intimidad con Dios, debemos acercarnos a Él. Debemos reconocer nuestra necesidad y extraer de la fuente que Él provee. Debemos venir a Él en busca de perdón, protección, fortaleza y bendición. Debemos reconocerle como la fuente de nuestra sabiduría y poder. Solo cuando nos acercamos a Dios en este tipo de dependencia, podemos experimentar la comunión que Él desea para con nosotros.

Creo que hay espacio disponible para que cada uno de nosotros se acerque más a Dios. Aún no hemos agotado la provisión que Él ha guardado para nosotros. Aún no hemos experimentado la plenitud que Él nos tiene preparada. ¿Te acercarás a recibir lo que Él tiene para ti? ¿Pondrás a un lado el pecado, el orgullo, la indignidad y la hipocresía y vendrás con un corazón abierto para recibir todo lo que Él tiene para ti hoy? Nunca experimentaremos esta plenitud a menos que nos acerquemos a Dios.

 

Para meditar:

¿A qué clase de Dios Santiago nos desafía a acercarnos? ¿Cuáles son Sus características? ¿Podemos aproximarnos a Dios a la ligera?

 

¿Puede un pecador acercarse a un Dios santo?

 

¿Cuáles son algunas de las razones por las que necesitamos acercarnos a Dios? ¿Cuál es el resultado de no hacerlo?

 

¿Para qué podemos buscar la bendición de Dios en nuestras vidas? ¿Cuál aspecto de tu vida dudas en pedir a Dios que bendiga?

 

¿Qué nos impide acercarnos a Dios?

 

¿Somos indignos de acercarnos a Dios? ¿Cuál es el papel de la gracia en nuestro acercamiento a Él?

 

 

Para orar:

Tomemos un momento para agradecer al Señor porque Él es un Dios santo, separado del pecado. Agradezcamos que nos perdona por Su gracia.

 

Agradezcamos al Señor que Él nos quiere cerca de Él.  Si no te has estado acercando a Dios, pídele que te perdone y te ayude a ver tu necesidad de Él.

 

Pidamos al Señor que nos limpie de cualquier pecado, orgullo o hipocresía que pudiera alejarnos de Él.

 

Agradezcamos al Señor que Él está dispuesto a sostenernos y capacitarnos para ministrar en Su nombre. Pidamos que nos prepare para todo lo que hoy nos tiene reservado.

 

CAPÍTULO 5 – LIMPIAD LAS MANOS

 

…Pecadores, limpiad las manos… (Santiago 4:8)

En el capítulo anterior analizamos las enseñanzas de Santiago sobre acercarse a Dios. En la época del Antiguo Testamento, los sacerdotes judíos a menudo se acercaban a Dios con el propósito de traer ofrendas a favor del pueblo. Veamos los requisitos de la Ley para los sacerdotes que se iban a acercar a Dios con esta intención.

Habló más Jehová a Moisés, diciendo: Harás también una fuente de bronce, con su base de bronce, para lavar; y la colocarás entre el tabernáculo de reunión y el altar, y pondrás en ella agua. Y de ella se lavarán Aarón y sus hijos las manos y los pies. Cuando entren en el tabernáculo de reunión, se lavarán con agua, para que no mueran; y cuando se acerquen al altar para ministrar, para quemar la ofrenda encendida para Jehová, se lavarán las manos y los pies, para que no mueran. Y lo tendrán por estatuto perpetuo él y su descendencia por sus generaciones. (Éxodo 30:17-21)

Había una vasija de agua colocada en el patio exterior del tabernáculo. Cuando los sacerdotes entraban a ministrar al Señor, ellos se aproximaban a esta vasija. Estaban obligados por la ley a lavar sus manos y pies en esta vasija antes de continuar acercándose a la presencia del Señor. Percatémonos de manera particular que esta ley era tan importante que desobedecerla ponía en riesgo la vida de alguien al constituir una ofensa a Dios. Las manos y los pies de los sacerdotes que servían debían estar limpios de inmundicia y suciedad, de lo contrario Dios no aceptaría su servicio.

El Salmista mencionó este concepto de acercarse a Dios con manos limpias al preguntarle al Señor:

¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar santo? El limpio de manos y puro de corazón; el que no ha elevado su alma a cosas vanas, ni jurado con engaño. (Salmo 24:3-4)

Observemos en estos versículos que la persona que puede acercarse a Dios es aquel que ha sido limpiado. A la conclusión que llegamos con esto es que si queremos entrar a una mayor comunión con Dios y conocerle de una manera más íntima, debemos tratar con este asunto de la limpieza.

¿Qué representa esta limpieza de las manos? Limpiar algo es quitar las impurezas e inmundicias. Esto es a lo que Santiago se refiere. Las Escrituras, a menudo, hablan del tipo de impureza e inmundicia que puede manchar nuestras manos. Meditemos en lo que Job dijo en el capítulo 16 cuando reflexionaba sobre su sufrimiento y dolor:

Mi rostro está inflamado con el lloro, y mis párpados entenebrecidos, a pesar de no haber iniquidad en mis manos, y de haber sido mi oración pura. (Job 16:16)

Aquí Job habla sobre el gran dolor que estaba experimentando y se preguntaba cuál era la causa de esta agonía en su vida. Según reflexionaba se preguntaba por qué tenía que sufrir cuando no había iniquidad en sus manos. Si hubiera sido culpable de iniquidad, él pudiera haber entendido la razón de su dolor y el hecho de que Dios aparentemente lo hubiera abandonado. Job entendía que si sus manos estaban manchadas de iniquidad, no podía esperar acercarse a Dios. Necesitaba confesar su pecado y limpiarse antes de aproximarse a Dios y experimentar una profunda comunión con Él.

El profeta Isaías comienza su libro recordando al pueblo cuán distante estaba Dios de ellos. Sus ciudades habían sido quemadas; su tierra había sido devorada por sus enemigos (Isaías 1:7). El país estaba en ruinas. Cuando ellos clamaron por la ayuda de Dios, Él se negó a oír sus oraciones (Isaías 1:15). ¿Cuál fue el motivo de esta separación entre Dios y Su pueblo? Isaías 1:15-16 nos da la respuesta.

Cuando extendáis vuestras manos, yo esconderé de vosotros mis ojos; asimismo cuando multipliquéis la oración, yo no oiré; llenas están de sangre vuestras manos. Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo. (Isaías 1:15-16)

El Señor le deja claro al pueblo del tiempo de Isaías que la razón para esta falta de comunión tenía que ver con el hecho de que cuando ellos levantaban sus manos para orar, lo hacían con manos llenas de pecados sin confesar y de malas acciones.

Pilato, en su tiempo, entendió esto cuando fue forzado por el pueblo a condenar a Jesús siendo un hombre inocente. Observemos lo que él hace en Mateo 27:24:

Viendo Pilato que nada adelantaba, sino que se hacía más alboroto, tomó agua y se lavó las manos delante del pueblo, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este justo; allá vosotros. (Mateo 27:24)

Pilato simbolizó su inocencia de cualquier crimen en la muerte de Jesús al lavar sus manos, siendo ésta una expresión simbólica de estar limpio de acciones pecaminosas. Si queremos experimentar una intimidad más profunda con Dios, primero debemos tratar con nuestro pecado y rebelión contra Él.

Ya hemos visto en Isaías 1:15-17 que Dios se negó a escuchar al pueblo de esa época a causa de los pecados que estaban cometiendo. Veamos lo que el apóstol Pedro escribió respecto al rechazo de Dios a las oraciones de Su pueblo.

Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo. (1 Pedro 3:7)

Pedro les recuerda a los esposos que si sus manos estaban manchadas por la falta de respeto y honor hacia sus esposas, sus oraciones a Dios serían estorbadas. Ellos no podían esperar que Dios oyera sus oraciones si no estaban mostrando respeto hacia sus esposas. Su pecado estorbaba la intimidad con Dios y para restablecer esta comunión, ellos tendrían que limpiar sus manos de esta culpa.

Al igual que los sacerdotes del Antiguo Testamento necesitaban limpiar sus manos y pies antes de entrar a la presencia del Señor, así también nosotros debemos examinar nuestras vidas para estar seguros de que cuando nos acerquemos a Él, lo haremos con manos limpias. Debemos estar dispuestos a confesar nuestros pecados y recibir Su perdón.

Parece que las manos representan nuestros hechos y acciones. Uno de los temas centrales en el libro de Santiago es el de vivir nuestra fe de una manera práctica. Santiago creía que las personas que se decían ser creyentes lo demostrarían en la manera de vivir. Nuestra comunión con Dios debe reflejar el hecho de que somos “hacedores de la Palabra” y no tan solo oidores (Santiago 1:22). Las manos de aquellos que amaron al Señor y caminaron en comunión con Él no estarían manchadas por la falta de cuidado hacia los huérfanos y las viudas (Santiago 1:26-27). Estas manos no serían culpables de parcialidad y discriminación en las relaciones humanas (Santiago 2:1), ni de murmuración (Santiago 4:11), ni de jactancia (Santiago 4:13), ni de amistad adúltera con el mundo (Santiago 4:4). Aquellos que caminaron en una verdadera comunión con el Señor se aseguraban de acercarse a Dios con manos limpias.

Santiago nos dice que si queremos acercarnos a Dios debemos limpiar nuestras manos. Observemos cómo él conecta la limpieza de nuestras manos con el hecho de que somos pecadores: “Pecadores, limpiad las manos”. Es el pecador quien necesita limpiar sus manos. Esta acción de limpiar nuestras manos no significa que ya no somos pecadores. La realidad del asunto es que no solo lavamos nuestras manos una vez en el transcurso de nuestra vida; sino que a menudo debemos venir al Señor para limpiarnos por nuestros pecados. De hecho, mientras más nos acercamos al Señor, más veremos y entenderemos nuestro pecado.

Se cuenta la historia de un hombre que fue a visitar a su amigo al otro lado del bosque. Cuando salió de su casa ya estaba oscureciendo y mientras atravesaba el bosque llegó la noche y se hizo más difícil ver lo que tenía en frente. Tropezó con la raíz de un árbol y cayó de cabeza a la tierra. Él se levantó y sacudió la suciedad lo mejor que pudo. A la distancia, vio la luz de la casa de su amigo y se guió por ella. A cada paso la luz se hacía más brillante. Sin embargo, cuando miró su ropa comenzó a notar lo sucio que estaba. Sacudiendo la mugre continuaba hacia la luz y cuando más cerca estuvo de ella, más suciedad pudo ver. La luz le reveló lo que él no podía ver en la oscuridad. Así es en nuestra relación con Dios; mientras más cerca estemos de Él, más conscientes seremos de nuestra naturaleza pecaminosa.

A medida que nos acercamos a Dios, Él revelará la suciedad de nuestras manos. Cada día que nos acerquemos a Dios requerirá un nuevo lavamiento de manos. Hasta que nuestra vida en la tierra llegue a su término y alcancemos nuestro hogar celestial, necesitaremos con regularidad lavar nuestras manos y confesar nuestros pecados e imperfecciones.

Hay bendición para los que limpian sus manos de pecado. Job nos dice:

No obstante, proseguirá el justo su camino, y el limpio de manos aumentará la fuerza. (Job 17:9)

La fortaleza a la que Job se refiere aquí viene del Señor quien bendice a aquellos que escogieron darle la espalda a sus pecados. El Señor se acerca para bendecir a los que limpian sus manos de pecado y maldad.

Y el salmista nos dice más:

Jehová me ha premiado conforme a mi justicia; conforme a la limpieza de mis manos me ha recompensado. (Salmo 18:20)

Fui recto para con él, y me he guardado de mi maldad, por lo cual me ha recompensado Jehová conforme a mi justicia, conforme a la limpieza de mis manos delante de su vista. (Salmo 18:23-24)

El Señor se acerca para recompensar a los que han limpiado sus manos. Estos versículos dejan bien claro que el Señor se deleita en acercarse a los que caminan en obediencia a Sus preceptos. Él bendecirá a los que se apartan del pecado y mantienen sus manos puras y limpias.

¿Cómo nos acercamos a Dios? Al confesar ante Él la culpa de nuestras acciones y al apartarnos de esos caminos pecaminosos. Dios bendecirá a los que se acercan a Él con manos limpias, mas resiste a aquellos cuyas manos están manchadas por la culpa del pecado y de las malas acciones. Quiera el Señor darnos la gracia para examinar nuestras vidas a la luz de Su Palabra, para que podamos limpiar nuestras manos y cualquier cosa que nos impida acercarnos a Él.

 

Para meditar:

¿Qué exige la ley del Antiguo Testamento de los sacerdotes en cuanto a la limpieza de sus manos antes de entrar a la presencia del Señor en el tabernáculo?

 

¿Qué significa tener manos limpias? ¿Qué tipo de cosas manchan nuestras manos y nos hacen culpables ante el Señor?

 

¿Podemos acercarnos a Dios con culpabilidad en nuestras manos? ¿Qué provisión ha hecho el Señor para nuestra limpieza y perdón?

 

¿Cómo Dios recompensa a los que limpian sus manos de culpa y pecado?

 

 

Para orar:

Pidamos al Señor que nos perdone por las veces que procuramos acercarnos a Él sin antes tratar con la culpa que llevamos en nuestras manos.

 

Tomemos un momento para pedirle al Señor que nos muestre la culpa de nuestras manos.

 

Agradezcamos al Señor la provisión que Él hizo para limpiar nuestra culpa y pecado. Demos gracias a Jesús que vino a morir en la cruz para que podamos ser perdonados y limpiados.

 

Demos gracias al Señor porque se acerca para bendecir y recompensar a quienes andan en Sus caminos.

 

CAPÍTULO 6 – PURIFICAD VUESTROS CORAZONES

 

…y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones. (Santiago 4:8)

En el capítulo anterior analizamos lo que Santiago explicó sobre la necesidad de limpiar nuestras manos de cualquier culpa y pecado si queremos acercarnos al Señor. En esta próxima frase de Santiago 4:8 él lleva este tema a un nivel superior al decir a sus lectores que ellos debían purificar también sus corazones. Vamos a tomar un momento para analizar lo que Santiago nos dice aquí.

En el libro de Isaías, encontramos estas palabras que Dios habló a Su pueblo.

Dice, pues, el Señor: Porque este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí, y su temor de mí no es más que un mandamiento de hombres que les ha sido enseñado. (Isaías 29:13)

¿Qué veía Dios cuando miraba al pueblo en los días de Isaías? Veía un pueblo religioso que le adoraba solo de palabras; un pueblo que trataba de honrarlo siguiendo un conjunto de reglas espirituales y una fe enseñada por sus líderes religiosos. Sin embargo, no veía personas cuyos corazones fueran devotos a Él. Esto entristecía al Señor, pues Su gran deseo era ver un pueblo que se consagrara a Él de todo corazón.

En el versículo 8 Santiago se dirige a la importancia del corazón si queremos acercarnos a Dios. Tomemos un momento para estudiar detalladamente lo que él nos dice aquí sobre el corazón y su papel en el acercamiento a Dios.

Ante todo, es importante que entendamos primeramente lo que Santiago quiere dar a entender por corazón. Cuando el apóstol habla sobre el corazón, no se refiere al órgano que bombea la sangre a través de nuestro cuerpo. La palabra griega “kardía” se refiere a esa parte de nosotros que siente, piensa o expresa emociones y pasiones.

Percatémonos en el versículo 8 que Santiago se refiere específicamente en cuanto a este aspecto a quienes él llama “de doble ánimo”. Es importante que veamos la conexión entre el corazón y la inestabilidad referida aquí. Una persona de doble ánimo es una persona con dos lealtades. Jesús se refirió a este asunto de las dos lealtades en Mateo 6 cuando dijo:

Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas. (Mateo 6:24)

Josué también se refirió a este tema con las personas de su época cuando los desafió a tomar una decisión respecto al Dios que servían:

Y si mal os parece servir a Jehová, escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová. (Josué 24:15)

Por último, el Señor Jesús, cuando habló a la iglesia de Laodicea, dijo:

Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. (Apocalipsis 3:15-16)

Fijémonos en el tema común de todos estos versículos. Hay un llamado para cada creyente a escoger al dios que servirá. No hay cabida para lealtades divididas en la vida cristiana. Dios busca un corazón que esté totalmente consagrado a Él.

Este problema del doble ánimo es un asunto importante, el cual, a menudo, no logramos entender. Cuando me casé con mi esposa, decidí alejarme de todas las otras mujeres y consagrarme solo a ella. Este no es solo un compromiso que hice el día de mi boda, sino un compromiso que escojo honrar por el resto de mi vida. También es una decisión que debe estar clara en mi mente si quiero crecer en mi relación con ella. Dios no espera menos. No es en vano que Dios acusa a Su pueblo (la nación de Israel) de adulterio, porque ellos se habían vuelto a otros dioses (ver Oseas 1:2).

Existen muchas tentaciones en la vida cristiana. Puede que nuestros dioses actuales no sean hechos de hueso, madera u oro, pero sí son muy reales. Nuestro trabajo, ministerio, placeres, nuestras posesiones, o incluso otra persona pueden tomar el lugar de Dios en nuestras vidas. He conocido personas cuyo ministerio cristiano significaba más para ellos que su relación con Dios. Si Dios les quitara ese ministerio, ellos se apartarían de Él. He conocido gente cuya vida completa gira en torno a los progresos en su carrera y en hacer dinero. Hay muchas tentaciones en este mundo que procuran una parte de nuestra mente y corazón, por lo que es muy fácil para nosotros tener corazón y lealtades divididos.

Observemos lo que Santiago nos está diciendo en estos versículos. Si queremos acercarnos a Dios debemos purificar nuestros corazones. Tomemos un momento para analizar nuestro corazón. ¿Cuáles son las pasiones de nuestro corazón? ¿Cuáles son sus responsabilidades y compromisos? ¿Cuáles son las tentaciones que llaman nuestra atención? Hay muchas voces llamando. El corazón es el lugar donde habitan nuestros pensamientos y actitudes. También es el hogar de nuestras lujurias y ambiciones. Es un lugar que necesitará una limpieza regular. Aunque el corazón no se ve con ojos humanos, Dios sí lo ve claramente. A menudo es más fácil limpiar nuestras manos que purificar nuestro corazón; pues limpiar nuestras manos es un acto exterior, mientras que purificar nuestros corazones implica cambiar el interior.

La palabra “purificar” tiene el sentido de quitar toda suciedad e impurezas con la finalidad de consagrarse a Dios y a Su propósito. Esta purificación de nuestro corazón demanda una obra profunda del Espíritu de Dios. Sin embargo, observemos que Santiago les dice a sus lectores que ellos deben purificar sus corazones y esto requiere un esfuerzo consciente de su parte. Sin embargo, era un esfuerzo que no se podía asumir sin la obra y ministerio del Espíritu de Dios y la obra redentora de Cristo.

El trabajo de purificar los corazones implica someter nuestro corazón a la Palabra de Dios y a sus expectativas. Santiago compara la Palabra de Dios a un espejo (ver Santiago 1:23-24). Ese espejo revelará los pensamientos y actitudes más profundos de nuestro corazón; revelará cualquier cosa que sea incompatible con el propósito de Dios para nuestras vidas. La Palabra de Dios exteriorizará los motivos ocultos y revelará nuestras pasiones pecaminosas. Si queremos purificarnos, debemos permitir que la luz de la Palabra de Dios brille en cada rincón de nuestro corazón, revelando aquellas cosas ocultas que deshonran al Señor.

Veamos lo que el escritor a los hebreos nos dice sobre la Palabra de Dios en Hebreos 4:

Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. (Hebreos 4:12)

La palabra de Dios penetra hasta nuestro corazón y discierne sus pensamientos e intenciones. Ella expondrá nuestras actitudes y motivos ocultos.

El Espíritu de Dios también obrará para purificar nuestros corazones. Antes de Jesús dejar a los discípulos les prometió que les enviaría al Espíritu Santo:

Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. (Juan 16:7-8)

Percatémonos de la función del Espíritu Santo. Él convencería al mundo de pecado, de justicia y de juicio. Si nosotros invitamos al Espíritu Santo a hacer esta obra, Él nos convencerá de pecado en nuestros corazones y nos mostrará lo que Dios demanda. Sacará a la luz los secretos ocultos, incluso los que no conocemos. Muchas veces pensaba que había superado cierto pecado en mi vida, solo para descubrir que la semilla de ese pecado aún permanecía. Otras veces, el Espíritu Santo ha revelado motivaciones y actitudes inapropiadas en mi corazón o me ha convencido de alguna lealtad dividida. La purificación de nuestros corazones comienza con la sumisión a la verdad de la Palabra y con la convicción del Espíritu de Dios.

No cualquiera está listo para someterse a un examen semejante tan íntimo. Ha habido momentos en mi vida cuando me he preguntado cuántos pecados más el Señor me iría a revelar y me sentí abrumado con las cosas que la Palabra de Dios y el Espíritu fueron revelando. Podemos engañarnos nosotros mismos al pensar que porque no hemos cometidos pecados mayores, estamos donde deberíamos estar. El Señor quiere penetrar mucho más profundo en nuestras vidas; quiere sacar a la luz cosas que incluso están ocultas para nosotros y con las que nunca hemos tratado. Este puede ser un proceso doloroso y ciertamente es una experiencia humillante. Nadie quiere que se expongan sus actitudes y pecados ocultos. Sin embargo, el deseo de Dios es profundizar en nuestras vidas. Él está más preocupado por el corazón que incluso, por las acciones externas. Si se lo permitimos, Él sacará a la luz esos pecados y lo hará para nuestro bien. Dios expondrá ira, amargura y un espíritu rencoroso; revelará lujuria y pensamientos pecaminosos. Todas estas cosas son una ofensa para Él, por eso quiere limpiarnos de estos pecados y quitar esa carga de nuestro corazón.

Una cosa es conocer las impurezas de nuestro corazón y otra tratar con ellas. Santiago nos llama a ir más allá de descubrir nuestros motivos inapropiados y nuestra lealtad dividida. Él nos llama a consagrar nuestros corazones a Dios y a quitar las impurezas que serían una ofensa para Él. Hay dos pasos para esto.

Primero, se requiere confesión y arrepentimiento de nuestra parte. Saber que hay impurezas en nuestro corazón no es suficiente, necesitamos confesar esos pecados al Señor y arrepentirnos de ellos. El arrepentimiento exige apartarse de estas actitudes o lealtades divididas. Para esto hace falta una reestructuración de nuestras prioridades en la vida y andar en el camino de justicia. Cuando el Espíritu de Dios revela una actitud inapropiada hacia un hermano, debemos confesarlo como pecado y comprometernos ante Dios a cambiar esa actitud. Esto exige que resistamos a Satanás y nos neguemos a permitir que nuestras mentes piensen otra vez de ese modo.

Hace un tiempo el Señor me reveló mi indisposición a aceptar Su amor. Yo me sentía tan indigno de Su amor que no podía imaginar que Él pudiera amarme. Había muchas voces gritando en mi corazón y en mi mente recordándome que yo era un pecador. Recuerdo el día que el Espíritu de Dios me apuntó a Su Palabra y me mostró que Dios sí me amaba. Recuerdo las palabras del Espíritu en mi corazón ese día: “Wayne, ¿a quién vas a creer? ¿Vas a creer las voces que gritan en tu corazón diciéndote que Dios nunca podría amarte o vas a creer la Palabra de Dios?”. Ese día el Espíritu de Dios me mostró que yo era culpable de no creer Su Palabra; más bien, había escogido creer una mentira del enemigo. Recuerdo claramente clamando a Dios ese día: “Padre, no te creí a ti y en cambio creí la mentira del enemigo. Perdóname”.

El apóstol Juan nos dice que Dios está dispuesto a perdonarnos cuando venimos a Él.

Si nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda confesamos maldad. (1 Juan 1:9)

Tenemos esta promesa de Dios que si venimos a Él y confesamos nuestro pecado, Él nos perdonará y nos limpiará (o nos purificará). Nuestros corazones pueden ser purificados por medio de la confesión, el arrepentimiento y la obra redentora de Cristo.

Permítanme volver a la ilustración que usé acerca de cuando creí en la mentira del enemigo. El proceso de limpieza de mi corazón por esta incredulidad no se detuvo cuando confesé mi pecado a Dios. Incluso después de confesar, todavía batallaba con viejos pensamientos. Sin embargo, en esos momentos el Señor me recordaba Su verdad. En esos momentos de duda, me encontraba confrontando las mentiras del enemigo con las afirmaciones de la Palabra de Dios sobre Su amor por mí. Yo resistí esas mentiras con la verdad y en esos momentos de duda hice una elección consciente de confiar en lo que Dios decía en vez de creer las mentiras del enemigo. A medida que continuaba contrarrestando esos pensamientos, mi corazón era limpiado de este pecado de incredulidad. El Señor me dio la victoria por medio de la Palabra, el Espíritu y la fortaleza que recibí para resistir las mentiras del enemigo. Esa es una actitud que no quiero volver a ver en mi corazón.

Permítanme aclarar algo. Solamente estoy hablando sobre una actitud pecaminosa que el Señor reveló a mi corazón. Dios ha continuado revelando otras actitudes que también he tenido que confesar. Espero que este proceso de purificación de mi corazón de actitudes y pensamientos pecaminosos continúe hasta el final de mi vida en la tierra. Sin embargo, deseo que el Señor me exponga estas cosas para que pueda superarlas. Deseo que mi corazón sea puro delante de Él. Si nos oponemos a la obra de purificación del Señor porque tengamos miedo de lo que Él revele, nunca nos acercaremos a Dios. Solo los que están listos para admitir su culpa y le permiten a Dios revelarla y sanarla, estarán más cerca de Él.

Lo que vemos aquí es que Dios no busca a los que se comprometen con Él solo en apariencia. Él no busca personas que le adoren solo con sus voces. Él mira más allá de todo lo que se muestra por fuera; Él ve la actitud y pasión del corazón. Él desea ver personas cuya relación con Él vaya más allá de lo externo a lo más profundo de su ser. Él desea ver personas cuya sinceridad sea tal que no permitan que incluso los pensamientos y pasiones que no se ven interfieran en su compromiso de amor y devoción con Dios. Limpiar el exterior no es suficiente; Dios está buscando personas que se comprometan con Él de corazón.

¡Cuánto se deleita Dios en acercarse a aquellos cuya pasión por Él viene de lo más entrañable de su ser! Él se acerca a los que examinan y purifican sus corazones por amor y reverencia a Su nombre. ¿Cuál es la magnitud de tu compromiso con Dios? ¿Estás comprometido de palabra y de hecho solamente, o este compromiso se extiende hasta tu corazón?

 

Para meditar:

¿Cuál es la diferencia entre honrar a Dios con nuestras palabras y honrarlo con nuestro corazón?

 

¿Qué significa ser de doble ánimo? ¿Qué tipo de cosas pretenden tomar el lugar de Dios en tu corazón?

 

¿Qué papel juegan la Palabra de Dios y el Espíritu Santo en la purificación de nuestro corazón? ¿Cuál es función de la obra de Cristo?

 

¿Cuál es la diferencia entre disfrutar de las cosas buenas que Dios nos ha dado en la vida y hacer dioses de ellas?

 

¿Cuán profundo es tu compromiso con Dios?

 

 

Para orar:

Pidamos al Señor que revele cualquier impureza en nuestro corazón que nos aleje de Él.

 

Demos gracias al Señor por el modo en que Él anhela que le amemos, de corazón. Agradezcamos personalmente Su amor y devoción hacia nosotros.

 

Pidamos al Señor que nos dé un corazón que no se divida –un corazón que se comprometa a Él desde lo más profundo de nuestro ser y no solo de palabras o de hechos.

 

CAPÍTULO 7 – AFLIGÍOS Y LAMENTAD, Y LLORAD

 

Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza. (Santiago 4:9)

Santiago 4:9 es un ejemplo de un versículo que debe ser interpretado en el contexto del libro y del capítulo. Tomemos un momento para analizarlo en detalle y ver cómo se aplica al tema que estamos tratando.

Santiago usa varias palabras en el versículo 9. Esto puede ayudarnos a examinarlo brevemente.

 

Afligíos

El apóstol comienza diciendo a sus lectores que ellos deben afligirse. La palabra griega “talaiporéo” significa sufrir adversidad, aflicción o angustia. Recordemos que los creyentes a quienes Santiago estaba escribiendo estaban dispersos y sufrían persecución a causa de su fe (vea Santiago 1:1). En el primer capítulo de su carta Santiago hablaba sobre la adversidad y la aflicción que ellos estaban sufriendo.

Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna. (Santiago 1:2-4)

Estos creyentes vivían su fe en un mundo pecaminoso. Como mismo el mundo no aceptó al Señor Jesús, tampoco aceptarán a Sus siervos. Jesús lo dejó claro en Juan 15 cuando dijo:

Acordaos de la palabra que yo os he dicho: El siervo no es mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra. (Juan 15:20)

Aquellos que buscan acercarse a Dios sufrirán en este mundo. Al acercarnos a Dios nos convertimos en enemigos del mundo porque nuestros estándares divinos no son los estándares del mundo. Santiago nos recuerda que hay un precio que pagar para acercarnos a Dios. Ya Él nos dijo que los que se quieran hacer amigos del mundo se convertirían en enemigos de Dios (Santiago 4:4)

El escritor del libro de Hebreos describe hombres y mujeres de fe que nos antecedieron y que merecen citarse en este contexto.

¿Y qué más digo? Porque el tiempo me faltaría contando de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, así como de Samuel y de los profetas; que por fe conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones, apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de espada, sacaron fuerzas de debilidad, se hicieron fuertes en batallas, pusieron en fuga ejércitos extranjeros. Las mujeres recibieron sus muertos mediante resurrección; mas otros fueron atormentados, no aceptando el rescate, a fin de obtener mejor resurrección. Otros experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles. Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados; de los cuales el mundo no era digno; errando por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra. (Hebreos 11:32-38)

Estos hombres y mujeres de fe sufrieron grandemente en manos del mundo. Ellos experimentaron la aflicción de la vida en un mundo de pecado. Este era el costo de acercarse a Dios; sin embargo, era un precio que ellos estaban dispuestos a pagar por el sumo gozo de estar en la presencia de Su Señor.

En la parábola que Jesús narra en Lucas 14, enfatiza sobre el precio de acercarnos a Dios

Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo. Porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla? No sea que después que haya puesto el cimiento, y no pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él, diciendo: Este hombre comenzó a edificar, y no pudo acabar.

Si queremos acercarnos a Dios debemos analizar el costo. Muchos quieren experimentar una profunda intimidad con Dios pero no están dispuestos a pagar el precio. Su amor por el mundo es demasiado grande y no están dispuestos a llevar su cruz.

 

Lamentad

La segunda palabra que el apóstol usa en Santiago 4:9 es la palabra “Lamentad”. La palabra “penthéo” simplemente significa estar afligido o acongojado, pero ¿qué es lo que causa este lamento y aflicción? Santiago no lo dice en este versículo, pero del contexto podemos percibir algunos detalles importantes. En Santiago 4, el apóstol ha estado hablando sobre pleitos y guerras entre creyentes (ver Santiago 4:1). Él les recuerda a sus lectores que la causa de estas guerras está relacionada a las pasiones mundanales que se encuentran en sus corazones. Ellos estaban tan atraídos por el mundo y las cosas que ofrecía, que estaban dispuestos a pelear con sus hermanos para obtenerlas. El apóstol habla muy claramente a estos creyentes en Santiago 4:4. Él los llama almas adúlteras y enemigos de Dios.

El apóstol les dice a estos creyentes que se lamenten. Él solo les recordaba su amor por el mundo y los daños que esto causaba en su relación con sus hermanos. También les recordaba que ellos le estaban dando la espalda a Dios y estaban viviendo en adulterio espiritual. De hecho, aquellos que no lamentaron estas circunstancias, solo revelaron cuán lejos estaban de Dios. Agustín de Hipona dijo una vez.

“Nuestros corazones están inquietos hasta que puedan encontrar descanso en ti” (https://www.christianhistoryinstitute.org/incontext/article/augustine/).

Para los verdaderos creyentes no hay mayor gozo que cuando nuestros corazones descansan en nuestro Salvador. Cuando esto no sucede es a causa de un gran lamento y aflicción. Veamos el lamento del salmista en el Salmo 42:

Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios?  Fueron mis lágrimas mi pan de día y de noche, mientras me dicen todos los días: ¿Dónde está tu Dios? (Salmo 42:1-3)

¿Puedes ver aquí el clamor del corazón del salmista? Sus lágrimas corrían según se lamentaba en la presencia de Dios. ¿Es así el clamor de tu corazón? ¿Te entristeces porque el mundo te ha robado tu intimidad con Dios? ¿Estás contento con lo que el mundo ofrece o te inquietarás y te lamentarás hasta que encuentres al Señor y descanses en Él?

 

Llorad

La tercera palabra que Santiago usó en el versículo 9 es “klaío”, una fuerte palabra griega que traducida es “llorad”. La misma significa llorar y entristecerse de una manera muy profunda. Es un fuerte llanto que expresa una intensa aflicción y agonía. Santiago no está hablando de una pena o un dolor calmado, sino de un profundo y agonizante dolor y aflicción. Este tipo de llanto viene desde lo más profundo de la persona. Recordemos en el capítulo anterior que hablamos sobre la purificación de nuestros corazones. Parece haber una conexión entre esta purificación del corazón y el llanto que aquí vemos.

Una de los asuntos sobre el corazón como el lugar donde se albergan nuestras pasiones y emociones es que éste puede llegar a ser muy terco. El Señor habla a menudo de la dureza del corazón de Su pueblo (ver Ezequiel 3:7; Mateo 19:8; Marcos 16:14; Efesios 4.18). Una de las cosas que endurecen el corazón hacia Dios son las atracciones y tentaciones de este mundo.

Estas cosas contaminan nuestro corazón y provocan que se vuelva insensible a Dios y a Su voz. Cuando sometemos nuestro corazón a Dios, Él lo purifica al quitar esas cosas que nos distraen y nos impiden acercarnos a Él.

Cuando nuestros corazones se tornan dóciles para Dios, comienzan a anhelarlo más que a cualquier otra cosa. Dios se convierte en el centro del corazón y en la única persona que puede satisfacer sus deseos. El corazón llora intensamente cuando Dios está distante y se entristece cuando algo se interpone entre él y el objeto de su amor. Llegamos a un punto donde decimos como Pablo en Filipenses 1:21: “Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia”. Cristo es el centro de nuestro corazón y de nuestras pasiones.

¿Se ve identificada tu relación con Dios con esta descripción? ¿Tu corazón sufre con intensidad Su ausencia? ¿Lloras ansiando desesperadamente Su capacitación y comunión íntima? ¿Es Dios el centro de tu enfoque? Si yo le preguntara a los creyentes en la actualidad si les gustaría experimentar una profunda comunión con Dios, casi todos responderían: “Por supuesto que quiero conocer más a Dios y experimentar una comunión más profunda con Él”. Sin embargo, la pregunta no es si nos gustaría experimentar una mayor comunión con Dios, más bien, “¿cuán importante es esta comunión e intimidad con Dios?” ¿Llora tu corazón desesperadamente porque no experimenta esta comunión? ¿Acaso gime y llora tu corazón cuando deja de sentir la presencia de Dios?

Muchos quieren experimentar la presencia de Dios, pero sus corazones aún están divididos. Quieren a Dios, pero también quieren al mundo. Si ellos pudieran experimentar a Dios y al mundo al mismo tiempo, estarían satisfechos. Sin embargo, Dios se acerca a aquellos que le buscan con un corazón que llora —un corazón que no se contenta con nada excepto con Dios.

Veamos el consejo de Santiago en el versículo 9:

…Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza. (Santiago 4:9)

Nuevamente recuerden el contexto de este versículo. Santiago 4 habla sobre la amistad con el mundo y les dice a los creyentes que ellos no recibían del Señor porque no pedían y gastaban lo que recibían de Él en sus propios deleites (ver Santiago 4:3).

La risa y el gozo del que se habla en Santiago 4:9 es la risa y el gozo mundanal que se encuentra en la amistad con el mundo y la satisfacción en las pasiones terrenales. Santiago no está en contra de la risa y el gozo, de hecho, el gozo es fruto del Espíritu de Dios. Sin embargo, el gozo del Señor es bastante diferente al gozo que el mundo ofrece por medio de las experiencias o posesiones temporales. Santiago les decía a los lectores que sufrían, que tuviera por sumo gozo cuando experimentaran pruebas (Santiago 1:2). Ellos debían estar gozosos al entender que estas pruebas terrenales los acercarían más al Señor, quien era la fuente del verdadero gozo.

Santiago habla en este contexto a aquellos cuyo gozo y risa se basan en las cosas de este mundo. Ellos vivían para el mundo y encontraban gran gozo en sus posesiones y privilegios. ¿No has conocido a algunos que encuentran tanta satisfacción en lo que el mundo ofrece que no sienten su necesidad de Dios? Los corazones de estas personas se han llenado con el gozo y la risa terrenal, pero ha sido a costa de la intimidad con Dios.

Hace algunos años yo estaba en Cuba hablando con un pastor y según él compartía conmigo, me decía: “Wayne, muchos pastores americanos vienen acá y nos dicen: “Nosotros admiramos su fe. Ustedes han pasado mucho y aún tienen una fe firme”. El pastor continuó diciéndome: “Yo no lo veo así. Yo miro a los pastores Norteamericanos y digo: “Admiro su fe, pues ustedes tienen mucho y aún tienen una fe firme”

He aquí un pastor que entendía la influencia de la sociedad materialista y cómo ésta puede destruir la fe y la intimidad con Dios. La influencia del materialismo es poderosa. Podemos satisfacer nuestras necesidades materiales con lo que el mundo ofrece; podemos llenar nuestras mesas de alimentos y nuestras vidas de placeres; podemos vivir una vida confortable y satisfecha; pero al hacerlo, corremos el riesgo de permitir que estas cosas reemplacen la verdadera intimidad con Dios y la profundidad de la comunión que solo es producto de una vida en total sumisión.

¿Estás dispuesto a someter la risa y el gozo de este mundo a cambio de un gozo más grato y profundo? ¿Estás dispuesto a enfrentar el rechazo y la burla que se deriva de una vida rendida completamente a Dios? Veamos la promesa de Jesús en Mateo 5:3-6

Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación. Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. (Mateo 5:3-6)

Hay un reino preparado para los que reconocen su pobreza de espíritu; hay consuelo para los que lloran; hay una herencia para los mansos; y satisfacción para los que tienen hambre y sed de Dios y de Sus caminos.

El camino a la intimidad, según Santiago, es a través del reconocimiento de un nuestra necesidad. La intimidad con Dios está garantizada a los que la desean con una pasión sufrida; es para aquellos cuyo corazón ha sido purificado del amor por este mundo y sus atracciones. Dios se acerca a las personas cuyos corazones están quebrantados por sus ansias de comunión con Él. Quiera Dios darte un corazón así y la fortaleza para renunciar a cualquier cosa que compita con tu devoción a Él.

 

 

Para meditar:

¿Qué aprendemos aquí sobre el costo de buscar una mayor relación con el Señor?

 

¿Qué cosas estás dispuesto a sacrificar para experimentar una intimidad más profunda con Dios?

 

¿Qué tentaciones hay en tu vida que te alejan de Dios y de un andar más personal con Él?

 

¿Te contentas con lo que el mundo ofrece? ¿Te conformas con conocer a Dios y relacionarte con Él de una manera limitada?

 

¿Qué causa que el corazón se vuelva insensible a las cosas de Dios? ¿Actualmente, cuál es la condición de tu corazón?

 

 

Para orar:

Pidamos al Señor que nos revele cualquier cosa de este mundo con la cual hemos estado tan conforme que ha impedido que busquemos a Dios como debemos.

 

Roguemos al Señor que nos perdone por la falta de pasión hacia Él en nuestros corazones.

 

Pidamos a Dios que suavice nuestros corazones para que lo ansíen a Él más que a cualquier otra cosa.

 

CAPÍTULO 8 – HUMILLAOS

Humillaos delante del Señor, y él os exaltará. (Santiago 4:10)

El último paso hacia la intimidad con Dios según Santiago 4:7-10 es humillarnos ante Él. Esto está en sintonía con lo que Santiago dijo a sus lectores al comienzo del capítulo:

Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes. (Santiago 4:6)

¿Qué es la humildad? La humildad tiene que ver con la manera en que nos vemos a nosotros mismos. Analicemos lo que el apóstol Pablo dijo en Romanos 12:

Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno. (Romanos 12:3)

Las personas humildes se ven tal y como Dios las hizo, no menos. Percatémonos que Pablo nos dijo que debíamos pensar de nosotros mismos “conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno” (versículo 3).

Hay quienes viven sus vidas con un sentido de indignidad absoluta y desamparo. Ellos sienten que son tan indignos que no pueden servir al Señor y no creen que sus dones espirituales puedan ser usados para Él. Esto no es humildad; es falta de fe y falta de conocimiento de Dios y Su propósito. La persona humilde no es aquella que se esconde en una esquina con miedo de emprender un servicio, sino aquella que, conociendo los dones que Dios le ha dado, sale obedientemente a usarlos para la gloria de Dios. La persona humilde entiende que no ganará la batalla con su fuerza y sabiduría, sino con las del Señor. Ellos también experimentan el llamado de Dios en sus corazones, y por eso salen en obediencia con la fe que Dios les ha dado para ganar esa batalla.

Vivir una vida de humildad implica aceptar la perspectiva de Dios de quién soy yo. Ésta reconoce que soy un pecador que no ha alcanzado los estándares que Dios ha establecido (ver Romanos 3:23); también implica reconocer mi dependencia de Dios para todo. La persona humilde entiende que cada aliento viene de Dios el Creador y que la vida está en Sus manos.

Humildad también significa aceptar que somos creación de Dios y someternos voluntariamente a Su propósito. Esto quiere decir que la persona humilde caminará en obediencia y sumisión a Dios en todas las cosas.

La sumisión a Dios implica la disposición de poner en práctica obedientemente el uso de los dones y talentos que Él ha dado. La persona humilde es fiel en el uso de sus dones espirituales, tiempo y recursos. La humildad no es pasiva. La persona realmente humilde estará muy ocupada y encontrará que su fe en el Señor va en aumento. A veces este servicio puede provocar gran persecución o pruebas, pero la persona humilde está dispuesta a soportarlas por la causa del Señor.

La humildad implica aceptar mi lugar en la vida: yo no soy el Creador o el Señor, soy creado por Dios para Su gloria y honra. Acepto el Señorío de Dios en mi vida. Me rindo a Él y a Sus designios, procurando con todo mi corazón caminar en obediencia a Él. Arriesgaré mi vida por Él. Seré fiel en el uso de mis dones y mi tiempo para Él. La humildad es mucho más que una actitud del corazón; es un compromiso ferviente a la voluntad y al propósito de Dios para mi vida.

Percatémonos que Santiago nos dice que debemos humillarnos. Este es un mandamiento importante. ¿Cómo podemos humillarnos? Podemos hacerlo reconociendo que Dios es Dueño y Señor; sometiendo a Su Señorío cada área de nuestra vida; extrayendo de Él la fortaleza y la sabiduría que necesitamos para ser fieles y obedientes.

Al comenzar cada día, necesito consagrarme nuevamente al Señorío de Dios en mi vida recurriendo a Su fortaleza y sabiduría. Necesito rendir a Él y a Su propósito el día que tengo por delante, teniendo como prioridad vivirlo para Él y estar dispuesto a sacrificar lo que haga para darle gloria y honor.

Santiago nos dice que Dios nos exaltará cuando estemos dispuestos a rendirnos a Él en verdadera humildad. Exaltar es alzar o elevar. En Lucas 16 Jesús dijo:

El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto. (Lucas 16:10)

Cuando demostramos ser confiables en las pequeñas cosas que Dios da, Él nos encargará más. Hay quienes quieren comenzar con las cosas grandes sin aún aprender las lecciones que provienen de ser fieles en las pequeñas. Dios quiere que seamos fieles con lo que Él nos ha dado, ya sea grande o pequeño. Dios recompensará a quienes son fieles en cualquier cosa que Él les encomiende.

Dios exalta a los que humildemente le sirven y le reconocen como Señor. Este exaltación puede suceder de varias formas. A los que están desanimados en el servicio fiel, Dios los fortalecerá.

Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán. (Isaías 40:30-31)

Dios promete Su presencia a aquellos cuyos corazones han sido quebrantados por ser fieles:

Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de espíritu.  Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas le librará Jehová. (Salmo 34:18-19)

El sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas. (Salmo 147.3)

 A los que atraviesan fielmente el valle de sombra de muerte, Él promete consuelo:

Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento. (Salmo 23:4)

Todo aquel que le invoca de veras puede experimentar Su maravillosa presencia.

Cercano está Jehová a todos los que le invocan, A todos los que le invocan de veras. (Salmo 145:18)

Para los que han hecho grandes sacrificios por obedecer al Señor, tenemos estas palabras de Jesús.

Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna. Pero muchos primeros serán postreros, y postreros, primeros. (Mateo 19:29-30)

Dios nos bendice y se acerca a nosotros a medida que nos humillamos. Dios se acerca a los que son fieles a Él.

Hay otro detalle significativo que debemos mencionar para terminar. Observemos que esta acción de humillarnos es “delante del Señor”. Esta es la clave para entender lo que Santiago nos dice en este versículo. Existen muchas personas que son de carácter humilde pero nunca se han humillado ante el Señor. Humillarnos ante el Señor es someternos a Él. Santiago no está hablando aquí de tener un carácter manso; él se refiere a postrarse ante el Señor y consagrarle nuestras vidas. Hay muchos que tienen un carácter manso y nunca serán exaltados porque nunca han rendido sus corazones y vidas al Señor.

Solo aquellos que se humillan ante el Señor pueden experimentar lo que significa estar cerca de Él. Si tú quieres experimentar a Dios de una manera más íntima y profunda, tendrás que rendirle tus ambiciones y metas en la vida, aceptando Su palabra y propósito. Esto puede significar una vida de dificultades y batallas, pero es la vida que Dios bendecirá. Él levantará a los que se postran a Él en humilde sumisión. Él se acercará a los que se rindan a Él. Ellos experimentarán Su consuelo, paz, protección y bendición. Según nos sometemos humildemente a Él y a Su propósito, Él se acerca a nosotros y nos exalta.

 

Para meditar:

¿De qué manera la humildad es más que una actitud? ¿Podemos demostrar verdadera humildad siendo infieles en el servicio? ¿Cuál es el vínculo entre humildad y obediencia?

 

¿Qué significa que nos humillemos ante el Señor?

 

¿Cuál es la diferencia entre ser de carácter humilde y humillarnos ante el Señor?

 

¿Cuáles son las promesas de Dios para aquellos que se humillan ante Él?

 

 

Para orar:

Pidamos al Señor nos ayude a humillarnos ante Él. Pidámosle nos muestre si existen áreas de nuestra vida que no hemos rendido a Él y a Su Señorío.

 

Pidamos a Dios nos dé la gracia para llevar a cabo con humilde obediencia el uso de nuestros dones espirituales. Roguemos a Dios que nos perdone por no ser tan fieles a Él como debiéramos.

 

Pidamos al Señor que nos dé gracia para rendirnos humildemente a Él en todos los aspectos de nuestra vida.

 

Agradezcamos al Señor que ha prometido acercarse a aquellos que verdaderamente se humillan ante Él.

 

DISTRIBUIDORA DE LIBROS “LIGHT TO MY PATH”

 

La distribuidora de libros “Light To My Path” (LTMP, por sus siglas en inglés) es un ministerio que se encarga de escribir y distribuir libros y hacerlos llegar a obreros cristianos de bajos recursos en Asia, América Latina, y África. Existen muchos obreros cristianos que viven en países en vías de desarrollo y no poseen los recursos necesarios para obtener formación bíblica o adquirir materiales para estudios bíblicos para sus ministerios y su crecimiento personal. F. Wayne Mac Leod es miembro de los ministerios de Acción Internacional y ha estado escribiendo estos libros con miras a distribuirlos gratuitamente o a precio de costo entre pastores necesitados y obreros cristianos de todo el mundo.

Hoy en día miles de estos libros se están utilizando para predicar, enseñar, evangelizar y alentar a creyentes locales en más de sesenta países. Estos libros ya han sido traducidos a varios idiomas, y la meta es que estén disponibles a tantos lectores como sea posible.

El ministerio LTMP es un ministerio basado en la fe, por eso confiamos en el Señor para la provisión de los recursos necesarios y así distribuir literatura que sirvan de aliento y fortalecimiento a creyentes del mundo entero. Te invitamos a orar para que el Señor abra las puertas necesarias y estos libros sean traducidos y luego distribuidos.