Una Mirada Devocional a los Reyes de Judá Desde David hasta el Exilio de esta Nación
F. Wayne Mac Leod
Copyright © 2011 by F. Wayne Mac Leod
Revisado en Febrero/ 2016
Todos los derechos reservados. No puede reproducirse ni transmitirse parte alguna de este libro sin el previo consentimiento por escrito de su autor.
Todas las citas bíblicas, a menos que se indique otra versión, han sido tomadas de la Biblia Reina Valera Revisada (1960) (RVR60).
Especial agradecimiento a los revisores y correctores del texto, Diane MacLeod, Lee Tuson y Marilyn Tuson, sin los cuáles este libro hubiera sido mucho más difícil de leer.
Traducción al español: Dailys Camejo y David Gomero (Traducciones NaKar)
Tabla de Contenido
- Prólogo.
- Introducción.
- 1 – 1 Crónicas 1:1-54 – Desde Adán hasta Esaú y los Edomitas.
- 2 – 1 Crónicas 2:1-55 – Desde Judá Hasta David.
- 3 – 1 Crónicas 3:1-24 – Los Descendientes de David.
- 4 – 1 Crónicas 4:1-43 – Los más Distinguidos Descendientes de Judá y Simeón.
- 5 – 1 Crónicas 5:1-26 – Las Tribus de Rubén, Gad y Manasés.
- 6 – 1 Crónicas 6:1-81 – Los Descendientes de Leví
- 7 – 1 Crónicas 7:1-8:40 – Los Descendientes De Isacar, Benjamín, Neftalí, Manasés, Efraín Y Aser
- 8 – 1 Crónicas 9:1-44 – Los que Regresaron a Israel después del Exilio.
- 9 – 1 Crónicas 10:1-14 – ¿Derrota, O Victoria Disfrazada?.
- 10 – 1 Crónicas 11:1-47 – David es Proclamado Rey.
- 11 – 1 Crónicas 12:1-40 – El Ejército de David.
- 12 – 1 Crónicas 13:1-14 – David y el Arca de Dios.
- 13 – 1 Crónicas 14:1-17 – Problemas Filisteos.
- 14 – 1 Crónicas 15:1-29 – Una Lección Aprendida.
- 15 – 1 Crónicas 16:1-43 – Un Salmo de Acción de Gracias.
- 16 – 1 Crónicas 17:1-27 – La Promesa de Dios para David.
- 17 – 1 Crónicas 18:1-17 – El Éxito Militar De David.
- 18 – 1 Crónicas 19:1-19 – Un Acto De Bondad Malinterpretado.
- 19 – 1 Crónicas 20:1-21:30 – El Censo De David.
- 20 – 1 Crónicas 22:1-19 – Los Preparativos para el Templo.
- 21 – 1 Crónicas 23:1-24:31 – La Reestructuración Del Ministerio de los Levitas.
- 22 – 1 Crónicas 25:1-26:32 – Músicos, Porteros, Tesoreros, Jueces y Administradores
- 23 – 1 Crónicas 27:1-34 – Los Oficiales De David.
- 24 – 1 Crónicas 28:1-21 – David Prepara A Salomón y a Sus Oficiales.
- 25 – 1 Crónicas 29:1-30 – Israel se Compromete a Construir el Templo.
- 26 – 2 Crónicas 1:1-2:18 – Salomón Comienza la Obra.
- 27 – 2 Crónicas 3:1-4:22 – El Templo y sus Muebles.
- 28 – 2 Crónicas 5:1-6:42 – El Arca es Llevada al Templo.
- 29 – 2 Crónicas 7:1-22 – Dios Responde La Oración de Salomón.
- 30 – 2 Crónicas 8:1-9:31 – La Riqueza y la Prosperidad de Salomón.
- 31 – 2 Crónicas 10:1-11:23 – Israel Dividido.
- 32 – 2 Crónicas 12:1-16 – El Reinado de Roboam en Jerusalén
- 33 – 2 Crónicas 13:1-22 – Abías, Rey de Judá.
- 34 – 2 Crónicas 14:1-15:19 – El Rey Asa de Judá.
- 35 – 2 Crónicas 16:1-14 – Los Últimos Años de Asa.
- 36 – 2 Crónicas 17:1-19 – El Secreto del Éxito de Josafat
- 37 – 2 Crónicas 18:1-34 – La Alianza de Josafat con Acab.
- 38 – 2 Crónicas 19:1-20:37 – Alianzas Pecaminosas.
- 39 – 2 Crónicas 21:1-20 – Joram, Rey Malvado de Judá.
- 40 – 2 Crónicas 22:1-23:21 – Ocozías y el Reinado del Mal de Atalía.
- 41 – 2 Crónicas 24:1-27 – Joás, Rey De Judá.
- 42 – 2 Crónicas 25:1-28 – El Rey Amasías de Judá.
- 43 – 2 Crónicas 26:1-27:9 – Uzías y Jotam de Judá.
- 44 – 2 Crónicas 28:1-27 – Rey Acaz de Judá.
- 45 – 2 Crónicas 29:1-30:27 – La Adoración a Dios Restaurada.
- 46 – 2 Crónicas 31:1-32:33 – Ezequías Es Probado.
- 47 – 2 Crónicas 33:1-25 – Manasés y Amón de Judá.
- 48 – 2 Crónicas 34:1-33 – Avivamiento Bajo Josías: El Descubrimiento del Libro de la Ley
- 49 – 2 Crónicas 35:1-27 – La Pascua y la Batalla Final
- 50 – 2 Crónicas 36:1-23 – Los Últimos Reyes de Judá.
Prólogo
El libro de 1 y 2 de Crónicas registra la historia de la nación de Judá, abarcando desde el reinado de David hasta el regreso de dicha nación del exilio en Babilonia. El autor se enfoca en mostrarle al lector la conexión que existe entre la prosperidad de la nación de Judá y su fe en Dios.
A medida que estudiemos estos libros, tomémonos el tiempo para considerar la conexión que existe entre la obediencia al Señor y las bendiciones sobre la tierra. Y además observemos la intensa batalla espiritual que esto implica. Hasta el gran rey David cayó en pecado y cedió a las tentaciones que le rodeaban. Sin embargo, también analizaremos la increíble paciencia de Dios para con Su pueblo. Muchísimas veces Él pudo haberlos juzgado y darles la espalda, pero no lo hizo.
A pesar de que en nuestra época las circunstancias han cambiado, aún seguimos enfrentando las mismas batallas, pues existen las mismas tentaciones. Años después, Dios continúa ofreciendo Su salvación y sanando nuestra tierra. La historia de los reyes de Judá debe servirnos de ejemplo. A medida que leamos estos libros, tengamos presente que no constituyen simples historias, sino la manera que Dios usó para enseñarnos cómo debemos vivir. Todo lector necesita entender la verdad que encierran estos libros. Un ministerio exitoso o las bendiciones que una nación pueda recibir son más el resultado de una relación con Dios que de un liderazgo capacitado.
Ignorar la verdad que encierran estos libros acarrea graves consecuencias. Aquí vemos a la nación de Judá descender de la prosperidad que gozó bajo el liderazgo de David hasta perder todo lo que tenía. ¿Qué impide que Dios haga lo mismo con nosotros hoy? Nos maravilla ver en 1 y 2 Crónicas la increíble paciencia de Dios para con Su pueblo, pero también en ellos podemos percatarnos claramente que ignorar a Dios tiene un alto costo.
A medida que leamos estos libros, abramos nuestros corazones para escuchar lo que el Espíritu Santo pueda decirnos acerca de caer en el mismo error. Pidamos a Dios que nos permita prestar atención a las advertencias que refleja en estos libros. Roguémosle que nos ayude a depender mucho más de Él a medida que enfrentamos tentaciones similares. Pidamos al Señor que nos permita experimentar la plenitud de todo lo que Él nos tiene reservado.
Este comentario no pretende reemplazar la Biblia; su único propósito es ayudarnos a aplicar en nuestras vidas las lecciones que encierran estos dos importantes libros. Si somos desafiados por el Espíritu y logramos una mayor comprensión de lo que 1 y 2 Crónicas tienen que decirnos a nosotros y a nuestra sociedad, entonces mis oraciones habrán sido contestadas. Dios permita que este sencillo estudio sirva para acercarnos más a Él.
F. Wayne MacLeod
Introducción
Sobre el Autor:
Los libros 1 y 2 Crónicas no registran el nombre de su autor. Algunos creen que fueron escritos por Esdras, pero no existe en ellos una clara evidencia al respecto. Si los libros hubieran sido escritos por un solo autor, éste habría tenido que vivir durante los días del regreso del exilio en Babilonia. El hecho de que los libros fueron escritos desde una perspectiva religiosa o espiritual nos muestra que esta era la principal preocupación de su autor. Él emplea muy poco tiempo refiriéndose a lo sucedido durante el exilio babilónico; y esto nos muestra que su atención iba dirigida a la tierra que se le había prometido a Israel como nación. Otro aspecto de interés es que el autor examina la historia de la nación de Judá a través de David, y se enfoca muy poco en la Israel dividida.
Trasfondo:
Los libros 1 y 2 Crónicas analizan la historia de la nación de Judá desde David hasta su regreso del exilio en Babilonia. Originalmente era un solo libro. Los capítulos del 1—9 de 1 Crónicas nos brindan la genealogía de la nación hasta llegar al rey David. El resto del libro trata de la historia del reinado de David. 2 Crónicas comienza con Salomón, el hijo de David, y traza la historia desde Judá hasta su exilio en Babilonia.
1 y 2 Crónicas se enfocan más en lo espiritual que en lo político. Dios, y una relación con Él, parecen ser el tema central de estos libros. El éxito de la nación no se le atribuye a un buen liderazgo sino a una correcta relación con Dios.
Importancia de los Libros en la Actualidad
1 y 2 Crónicas nos proporcionan la historia de la nación de Judá en el ámbito espiritual. Aquí vemos cómo Judá pasó de las bendiciones de Dios bajo el liderazgo de David a la pérdida de la nación. Es importante que nos enfoquemos en este aspecto por varias razones.
En primer lugar, podemos ver cómo una nación completa puede alejarse de Dios. Vemos cómo se repetían los errores y los pecados y se ignoraban las lecciones. Esto nos muestra que la naturaleza humana es propensa a pecar y a alejarse de Dios.
Vemos en 1 y 2 Crónicas la conexión que existe entre la obediencia a Dios y las bendiciones que una nación puede recibir. Esta conexión es importante también en nuestros días. No podemos esperar experimentar la plenitud de las bendiciones de Dios en nuestra tierra si no estamos preparados para buscar a Dios con todas nuestras fuerzas, alma, mente y corazón. ¡Qué diferente fuera si nuestras iglesias y naciones buscaran a Dios de esa manera!
Estos libros nos enseñan cómo hasta los que buscan a Dios pueden caer en pecado y alejarse del Señor. David fue tentado y cayó en pecados graves. Vemos a reyes que comenzaron su reinado procurando la dirección de Dios, pero que luego cayeron en el orgullo, o que por medio de consejos impíos le dieron la espalda a Dios. Esto nos advierte acerca de la necesidad de velar y perseverar en nuestro compromiso con el Señor. Incluso en nuestros días hemos visto iglesias y naciones completas alejarse de la verdad que conocían y caer en las tentaciones y en las falsas doctrinas.
En 1 y 2 Crónicas se puede percibir la maravillosa fidelidad de Dios. No podemos leer estos libros sin preguntarnos qué era lo que impedía que Dios le diera la espalda a Su pueblo. El amor de Dios por Su pueblo es muy fuerte. Aunque Él castiga y nosotros sufrimos las consecuencias de nuestra desobediencia, Dios permanece fiel.
A medida que leamos estos libros, nos detendremos a considerar las diferentes tentaciones que el pueblo de Dios confrontó. Estas tentaciones son tan reales hoy como lo fueron en los días de los reyes de Judá. Pidamos al Señor que abra nuestros ojos ante las tentaciones que veremos en este libro. Roguémosle también que nos libre de caer en los mismos pecados.
1 y 2 Crónicas nos muestra la naturaleza de la batalla espiritual que se levanta a nuestro alrededor. Satanás es real, y él enfoca todos sus esfuerzos en destruir la obra de Dios. Él se deleita en desviar nuestra mirada del Señor para que la pongamos en nosotros mismos. La historia de estos dos libros es la historia de la batalla espiritual que libró Judá durante el tiempo de sus reyes. Es una historia que debemos tomar muy en serio porque es nuestra historia también.
1 – Desde Adán hasta Esaú y los Edomitas
Leamos 1 Crónicas 1:1-54
Si hay algo que nos enseñan los primeros capítulos de este libro es que la historia que narra el escritor está firmemente basada en la historia de personas reales. Cada una de las personas que aquí se mencionan fueron importantes y tuvieron un papel que desempeñar en el desarrollo del plan de Dios. Algunas de ellas sirvieron al Señor, y otras no; pero todas fueron parte de la serie de eventos que se llevaron a cabo en el propósito eterno de Dios.
Aunque la lista de nombres es extensa, el escritor omite a muchas personas clave. Su propósito es trazar una línea particular de personas y a través de ellas mostrar el desarrollo del propósito de Dios en sus vidas. En el capítulo 1 el escritor traza el linaje desde Adán hasta Abraham y sus descendientes, y nos dice algo acerca de la nación de Edom.
El autor comienza con Adán como el primer hombre. Observemos que al único hijo que menciona es a Set; no menciona ni a Caín ni a Abel. El autor los omite de su lista y decide trazar el linaje de Set, que fue el tercer hijo de Adán y Eva. Él menciona los nombres de los descendientes de Set hasta llegar a Noé, al cual Dios usó de una manera poderosa para juzgar a la tierra mediante el diluvio (1:1-3).
LOS DESCENDIENTES DE NOÉ
Linaje de Jafet, Hijo de Noé
En los versículos del 4 al 27 el autor traza el linaje de Noé a través de sus tres hijos Sem, Cam y Jafet; y comienza primero mostrando la línea de Jafet.
En el versículo 5 leemos los nombres de siete hijos de Jafet, hijo de Noé (Gomer, Magog, Madai, Javán, Tubal, Mesec y Tiras). De estos siete hijos que aquí se mencionan, el autor solo traza la línea de Gomer y de Javán. En el versículo 6 menciona a tres hijos de Gomer (Askenaz, Rifat y Togarma) y en el versículo 7 a cuatro hijos de Javán (Elisa, Tarsis, Quitim y Dodanim).
Linaje de Cam, Hijo de Noé
El segundo hijo de Noé que se menciona es Cam. El versículo 8 nos relata los nombres de cuatro de sus hijos (Cus, Mizraim, Fut y Canaán). Los descendientes de tres de estos hijos se trazan brevemente en los versículos del 9 al 16. Los hijos de Cus fueron Seba, Havila, Sabta, Raama y Sabteca (v. 9); y en el versículo 9 se mencionan dos nietos de Cus por medio de Raama (Seba y Dedán). También se dice en el versículo 10 (NVI) que Cus fue el padre de Nimrod. La palabra padre que se usa en este versículo no siempre implica que sea el padre biológico, sino que puede referirse a un antecesor. Nimrod se volvió famoso por sus habilidades como guerrero. Históricamente los asirios fueron sus descendientes.
Mizraim es el segundo hijo de Cam que se menciona. Los versículos 11 y 12 (NVI) nos dicen que fue el antepasado de los ludeos, los anameos, los leabitas, los naftuitas, los patruseos, los caslujitas y los caftoritas, de quienes descienden los filisteos (v. 12).
El último hijo de Cam que se menciona en la lista es Canaán. Éste engendró a Sidón y a Het, al jebuseo, al amorreo, al gergeseo, al heveo, al araceo, al sineo, al arvadeo, al zemareo y al hamateo (vv. 13-16).
Linaje de Sem, Hijo de Noé
En el versículo 17 (NVI) se mencionan cinco hijos de Sem (Elam, Asur, Arfaxad, Lud, Aram). El escritor traza la línea de solo dos de ellos, Aram y Arfaxad. También se mencionan a cuatro hijos de Aram en este mismo versículo (Uz, Hul, Geter y Mesec). Y de Arfaxad se registran dos hijos en el versículo 18 (Sela y Heber). Heber tuvo dos hijos (Peleg y Joctán). Y de éste último se registran 12 hijos en los versículos 20 al 23.
El autor presta mayor interés a los descendientes de Sela, el nieto de Sem por medio de Arfaxad. En los versículos del 24 al 27 él muestra el linaje desde Sem, Arfaxad y Sela hasta Abraham. Esta línea se traza con más detalles en Génesis 11:10-26.
LOS DESCENDIENTES DE ABRAHAM
Dos de los hijos de Abraham se mencionan en el versículo 28 (Isaac e Ismael). Él tuvo más hijos, pero ciertamente no eran los más conocidos. El autor divide a los hijos de Abraham en varias categorías; y esto puede que se deba a la forma en que Dios obró de manera diferente con cada una de estas líneas.
Linaje de Ismael
Ismael fue concebido cuando Sara, la esposa de Abraham, se lo cedió a su sierva Agar (ver Génesis 16:1-12). En los versículos del 29 al 31 el autor enumera los nombres de los doce hijos de Ismael.
Los Hijos de Abraham por medio de su esposa Cetura
En Génesis 25:1 leemos que Abraham tomó otra esposa llamada Cetura; y en el versículo 32 de 1 Crónicas 1 tenemos el registro de seis de los hijos que tuvo con ella (Zimram, Jocsán, Medán, Madián, Isbac y Súa). De estos seis hijos, el autor solo traza el linaje de dos (Jocsán y Madián). Se mencionan a dos de los hijos de Jocsán (Seba y Dedán); y en el versículo 33, a cinco de los hijos de Madián (Efa, Efer, Hanoc, Abida y Elda).
El Hijo de Abraham por medio de Sara
Isaac fue el hijo que Abraham tuvo con Sara. Isaac tuvo dos hijos, Esaú y Jacob (quien más tarde fue conocido como Israel). El versículo 35 registra los nombres de cinco de los hijos de Esaú (Elifaz, Reuel, Jeús, Jaalam y Coré), pero solo dos ellos (Elifaz y Reuel) resultan de interés para el autor. Seis de los hijos de Elifaz aparecen enumerados en el versículo 36. Uno de ellos es Amalec, quien nació por medio de su concubina Timna (ver Génesis 36:12). En el versículo 37 se mencionan a cuatro de los hijos de Reuel.
Los descendientes de Esaú llegaron a ser conocidos como los edomitas. Génesis 36:8-9 nos dice:
Y Esaú habitó en el monte de Seir; Esaú es Edom.Estos son los linajes de Esaú, padre de Edom, en el monte de Seir.
En los versículos 38-44 se enumeran los nombres de los descendientes de Seir. Como hemos dicho, la región de Seir llegó a ser conocida como Edom; y la familia de Esaú formó parte de esta nación. Los versículos del 43 al 54 nos proporcionan los nombres de varios reyes que reinaron en Edom. Bela reinó en la ciudad de Dinaba (v. 43). Después de él reinó Jobab, de Bosra (v. 44). Cuando Jobab murió, Husam, de la tierra de los temanitas gobernó en Edom (v. 45). Hadad, el siguiente rey, derrotó a Madián en el campo de Moab (v. 46). Luego de la muerte de Hadad, ocupó su lugar como rey Samla de Masreca (v. 47). A éste lo sucedió Saúl de Rehobot (v. 48). Cuando Saúl murió, Baal-hanán tomó su lugar en el trono (v. 49). Luego lo sucedería como rey Hadad, quien gobernaría en la ciudad de Pai. Los versículos del 51 al 54 nos brindan los nombres de los jefes de Edom durante este período de tiempo.
Para Meditar:
- Aunque muchas personas encuentran pesado leer la lista de nombres que se mencionan en estos primeros capítulos de 1 Crónicas, ¿cómo estos nombres nos muestran que lo que estamos leyendo está fuertemente basado en los hechos históricos? ¿Qué confianza encontramos en esto para la lectura del resto del libro?
- Aquí vemos las diferentes naciones que se originaron desde Noé y los descendientes de Abraham. Parece ser que Dios tenía un propósito particular para cada uno de los hijos de estos hombres y sus linajes. ¿Cómo ha estado obrando Dios en el ámbito espiritual en nuestra línea familiar?
- Observemos cómo Esaú y Jacob tuvieron el mismo padre, sin embargo, Esaú vino a ser el padre de los edomitas mientras que Jacob se convirtió en el padre de Israel, a quien Dios escogió como pueblo Suyo. ¿Qué nos enseña esto acerca de los propósitos soberanos de Dios?
Para Orar:
- Agradezcamos al Señor el hecho de que Su palabra es absolutamente confiable.
- ¿Existen evidencias de que Dios está obrando en nuestra línea familiar? Demos gracias al Señor por ello. ¿Hay evidencia de que nuestra familia se ha descarriado de Dios y de la verdad de Su palabra? Tomemos un momento para rogarle a Dios que rompa esa tendencia y los traiga de regreso a Él.
2 – Desde Judá Hasta David
Leamos 1 Crónicas 2:1-55
En el capítulo anterior vimos cómo el autor trazó el linaje del pueblo de Dios desde Adán hasta Esaú y los edomitas. Aquí en el capítulo 2, él trazará los descendientes de Jacob (Israel), el otro hijo de Isaac.
Jacob, quien llegó a ser conocido como Israel (ver Génesis 32:28), tuvo doce hijos (Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar, Zabulón,Dan, José, Benjamín, Neftalí, Gad y Aser). Pero al autor le interesa trazar el linaje de Judá. Dios tenía un plan y un propósito muy específicos para este hijo y su descendencia.
Judá tuvo tres hijos por medio de una mujer cananea, la hija de Súa (ver Génesis 38:1-5). Los nombres de ellos fueron Er, Onán y Sela. De estos tres hijos, Er y Onán fueron malos delante del Señor, y Dios les quitó la vida (ver Génesis 38:7-10). Judá tuvo también un par de gemelos por medio de su nuera Tamar, cuyos nombres fueron Fares y Zara (o Zera en otras versiones) (ver Génesis 38:11-29).
Observemos aquí que Judá tuvo cinco hijos. Tres de ellos fueron producto de su unión con una mujer cananea. Dios había prohibido el matrimonio entre Israel y las naciones paganas. Y los otros dos hijos fueron de su nuera, con quien se acostó pensando que era una prostituta. Es obvio que Dios bendijo a Judá por pura gracia.
En el versículo 5 se registra que Fares, el hijo ilegítimo de Judá, tuvo dos hijos (Hezrón y Hamul). En breve analizaremos a Fares.
En los versículos del 6 al 8 el autor se desvía por un instante para mostrarle a los lectores los descendientes de Fares, el hermano gemelo de Zera. El versículo 6 nos dice que Zera tuvo cinco hijos (Zimri, Etán, Hemán, Calcol y Dara); siendo de particular interés uno de sus descendientes llamado Acar (LBLA) o Acán (RVR60). Muchos comentaristas creen que este “Acar” es Acán, cuya historia se registra en Josué 7. Esto parece confirmarse en el versículo 7 cuando se refiere al hecho de que este hombre había violado el mandato al tomar de las cosas que habían sido apartadas para el Señor. El significado literal de “Acar” es “perturbar”. Posiblemente su nombre se cambió de Acán a Acar para reflejar la perturbación que le había causado a Israel. Acar era descendiente de Judá. Según Josué 7:1, era el bisnieto de Zera por medio de su descendiente Zimri.
Sin embargo, Israel desobedeció las instrucciones sobre lo que debía ser apartado para el SEÑOR. Un hombre llamado Acán había robado algunas de esas cosas consagradas, así que el SEÑOR estaba muy enojado con los israelitas. Acán era hijo de Carmi, un descendiente de Zimri, hijo de Zera, de la tribu de Judá. (NTV)
Una vez más esto nos muestra que los descendientes de Judá no eran perfectos. Acán, en particular, le causó enormes problemas a la nación.
Después de este pequeño desvío regresamos a Fares, el hijo de Judá por medio de su nuera Tamar. Ya vimos en el versículo 5 que Fares había tenido dos hijos (Hezrón y Hamul). Y ahora el autor traza el linaje de Hezrón.
Hezrón, hijo de Fares, tuvo tres hijos (Jerameel, Ram y Quelubai o Caleb). Comenzamos con los hijos de Ram.
Los Descendientes de Ram
Ram tuvo un hijo llamado Aminadab, y Aminadab engendró a Naasón quien llegó a ser líder en Judá (v. 10). Naasón, a su vez, tuvo un hijo a quien llamó Salmón (v. 11); y Salmón engendró a Booz (sobre el cual leemos en el libro de Rut). Booz engendró a Obed, quien vino a ser el padre de Isaí. Los versículos del 13 al 15 enumeran a los siete hijos de Isaí terminando la lista con David, quien llegó a ser rey de Judá. En los versículos 16 y 17 también se mencionan a dos hermanas (Sarvia y Abigail). Sarvia tuvo tres hijos (Abisai, Joab y Asael); y Abigail dio a luz a Amasa. Estos hombres tuvieron puestos importantes en la época de David.
Los Descendientes de Caleb
Hezrón, el hijo de Fares, también tuvo un hijo llamado Caleb, quien por medio de su esposa Azuba tuvo tres hijos cuyos nombres fueron Jeser, Sobab y Ardón (v. 18). Cuando Azuba murió, Caleb se casó con Efrata, la cual dio a luz a Hur. Hur engendró a Uri, y Uri engendró a Bezaleel. Éste fue el hombre a quien Dios dotó como artesano para que hiciera la obra del tabernáculo en los días de Moisés (Éx. 31:1-7).
Más tarde Hezrón tendría otro hijo por medio de la hija de Maquir. Era él de 60 años cuando se casó con ella; la cual le dio a luz un hijo a quien llamaron Segub (v. 21).
Segub, el hijo de Hezrón, engendró a Jair (v. 22), quien llegó a ser un guerrero famoso al conquistar varias ciudades (v. 23).
Después de la muerte de Hezrón, su esposa Abías dio a luz a Asur, quien llegó a ser padre de Tecoa (v. 24).
1 Crónicas 2:9 menciona a tres hijos de Hezrón. Aquí se nos traza el linaje de Ram y de Caleb. El tercer hijo de Hezrón era Jerameel, de quien el autor ahora brinda su descendencia.
Descendientes de Jerameel
Jerameel fue el primogénito de Hezrón (v. 25); y el versículo 25 enumera a los cinco hijos que engendró (Ram, Buna, Orén, Ozem y Ahías). Jerameel tuvo otro hijo llamado Onam por medio de Atara, su segunda esposa (v. 26). En este capítulo el autor traza el linaje de dos de los hijos de Jerameel (Ram y Onam).
Ram, el primogénito de Jerameel, tuvo tres hijos (Maaz, Jamín y Equer); y Onam, el hijo que tuvo con su segunda esposa Atara, tuvo dos hijos (Samai y Jada).
Percatémonos aquí que el autor es muy selectivo a la hora de trazar estos linajes. Samai, el hijo de Onam tuvo dos hijos (Nadab y Abisur). Abisur se casó con una mujer llamada Abihail, la cual dio a luz a Ahbán y a Molid. Nadab también tuvo dos hijos (Seled y Apaim); y Seled murió sin hijos (v. 30).
Apaim, el hijo de Nadab, engendró a Isi, quien llegó a ser el padre de Sesán. Y Ahlai, fue descendiente de Sesán (v. 31). Según el versículo 34 podemos entender que Sesán solo tuvo hijas, por lo que debemos suponer que Ahlai era su hija.
Jada, descendiente de Jerameel y hermano de Samai, tuvo dos hijos (Jeter y Jonatán). Jeter murió sin hijos (v. 32); sin embargo, Jonatán tuvo dos hijos a quienes llamó Pelet y Zaza (v. 33).
En el versículo 34 el autor nos habla acerca de Sesán, y nos dice que éste no tuvo hijos. Él le dio su hija a su siervo Jarha; y ella dio a luz a Atai (v. 35) quien llegaría a ser el padre de Natán. El hijo de Natán fue Zabad (v. 36). Los versículos del 37 al 41 enumeran los descendientes de Zabad hasta Elisama. Algunos comentaristas creen que Elisama vivió en los tiempos de David.
El versículo 42 nos lleva de vuelta a Caleb, hijo Hezrón y hermano de Ram y Jerameel. Mesa, el hijo de Caleb, fue el padre de Zif. Y su otro hijo Maresa engendró a Hebrón, quien tuvo cuatro hijos. El linaje de Sema, uno de los hijos de Hebrón, se traza en los versículos 44 y 45.
Efa, concubina de Caleb, dio a luz a tres hijos (v. 46); y su otra concubina Maaca, dio a luz a Seber, Tirhana, Saaf y Seva (vv. 47-48). Los hijos de Caleb por medio de Efrata fueron Sobal (quien se convirtió en el padre o fundador de la región de Quiriat-jearim), Salma, fundador de Belén, y Haref fundador de Bet-gader (vv. 50-51).
De los descendientes de Caleb provienen los manahetitas, las familias de Quiriat-jearim, los itritas, los futitas, los sumatitas y los misraítas; de los cuales salieron los zoratitas y los estaolitas (vv. 52-53).
Los versículos 54 y 55 nos proporcionan un listado de varios pueblos que proceden de Caleb por medio de su hijo Salma.
Para Meditar:
- El capítulo 2 traza el linaje desde Jacob hasta David. De un solo hombre Dios levantó una gran multitud de personas. Muchas naciones nacieron de ellos. Seguir estos linajes puede ser confuso para nosotros, pero los propósitos de Dios se estaban llevando a cabo de manera perfecta. ¿Cómo esto nos anima en el presente?
- Algunos de los descendientes de Jacob (Israel) fueron malvados; pero aun así Dios los usó en esta línea para llevar a cabo Sus propósitos divinos. ¿Qué se le puede interponer a Dios en Su camino? ¿Acaso hay algo que pueda impedirle cumplir Sus propósitos?
- ¿De qué manera este capítulo nos ayuda a apreciar el cuadro completo de lo que Dios está haciendo? ¿Es posible que nos enfoquemos en las cosas pequeñas y pasemos por alto el panorama más amplio de lo que Dios está haciendo?
Para Orar:
- Dediquemos un momento para agradecer al Señor que Él es capaz de cumplir Sus propósitos por medio de nosotros, incluso cuando las cosas parezcan ser confusas o malvadas. Démosle gracias porque Él es más grande que nuestras fallas y tropiezos.
- Tomemos un momento para meditar en las generaciones que serán fruto nuestro. Oremos que Dios alcance a nuestros descendientes y los mantenga en Sus caminos.
- Demos gracias a Dios porque estos nombres mencionados en este capítulo son más que simples nombres; sino que todas son personas que Dios conoció y por quienes se interesó. Agradezcámosle que Él también cuida de nosotros y tiene un propósito particular para nuestras vidas.
3 – Los Descendientes de David
Leamos 1 Crónicas 3:1-24
El tercer capítulo de Crónicas nos da un listado de los descendientes de David, siendo él la figura principal de este primer libro de Crónicas.
Los versículos del 1 al 4 nos mencionan a los hijos de David nacidos en Hebrón, donde vivía antes de convertirse en rey de Jerusalén. Su reinado en Hebrón duró siete años y seis meses (v. 4). Es notable que cada uno de estos seis hijos aquí mencionados fueron de madres diferentes.
Luego David se mudó de Hebrón hacia Jerusalén, ciudad que estableció como capital de la nación; y allí reinó durante treinta y tres años (v. 4). Los versículos del 5 al 9 nos brindan un listado de los hijos que David tuvo cuando reinaba en Jerusalén. Los hijos de David con Bet-súa (Betsabé), con quien cometió adulterio, se enlistan aparte de los otros. Probablemente esto se deba a que la historia de Betsabé era bien conocida y su hijo Salomón sería el próximo rey de Israel. David y Betsabé tuvieron cuatro hijos (v. 5). Los versículos del 6 al 8 enumeran los otros nueve hijos que tuvo por medio de sus esposas en Jerusalén. Pero los que tuvo con sus diferentes concubinas no se mencionan. Es llamativo que en el versículo 9 se menciona a Tamar, la hija de David. La historia de cómo Amnón, el hermano de ella, la violó se registra en 2 Samuel 13.
Salomón se convertiría en rey de Israel después de David, su padre. Los descendientes de Salomón se registran en el resto del capítulo. Los versículos del 10 al 14 mencionan a los descendientes de David y Salomón hasta llegar al rey Josías; el cual fue un rey bueno que reedificó el templo y restauró en Judá la adoración a Dios. Esta historia se narra en 2 Reyes capítulo 22.
De los cuatro hijos de Josías, el autor traza el linaje del segundo, Joacim. Éste fue colocado en el trono por el faraón Necao, quien cambió su nombre de Eliaquim a Joacim (ver 2 Reyes 23:34).
Jeconías, hijo de Joacim, lo sucedió en el trono de Judá, pero fue llevado cautivo a Babilonia. El rey de Babilonia le daría el trono a Matanías, tío de Jeconías, y cambiaría su nombre por el de Sedequías (ver 2 Reyes 24:17).
Los descendientes de Jeconías que fueron llevados cautivos se mencionan en los versículos 17-18, llegando a la suma de siete hijos en este pasaje. De particular interés es Pedaías, quien tuvo dos hijos, Zorobabel y Simei.
Ocho nombres conforman la lista de los descendientes de Zorobabel en los versículos 19-20. De ellos, en el versículo 21 se traza el linaje de Hananías. En el versículo 22 se mencionan seis nombres de los descendientes de Secanías, hijo de Hananías, Semaías y sus cinco hijos. De los hijos de Semaías, en el versículo 23 se traza la línea de Nearías, mencionándose a tres de sus hijos. Y en el versículo 24 se nombran a siete hijos de Elioenai, hijo de Nearías.
Los nombres que se registran en esta lista trazan el linaje de David hasta la época en que Judá fue llevada al exilio en Babilonia. En ese tiempo sucedieron muchas cosas. El pueblo de Dios pasó de la prosperidad que gozó durante los reinados de David y Salomón, a perder todo y llegar a ser cautivos en la tierra de su exilio. Las personas que aquí se mencionan atravesaron fuertes batallas. Ellos perdieron todo lo que tenían y terminaron como extranjeros en tierra extraña.
Para Meditar:
- Al comenzar este capítulo trazamos el linaje de David. ¡Qué difícil habría sido para él y sus hijos imaginarse que sus descendientes no conocerían nada de la prosperidad que ellos disfrutaban! ¿Qué impacto tienen nuestras acciones de hoy en las generaciones futuras?
- Algunos de los nombres que aquí se mencionan son personas que impactaron de manera poderosa la vida de su nación y sus alrededores. ¿Están nuestros nombres relacionados entre aquellos que han impactado para bien nuestra sociedad?
Para Orar:
- Dediquemos un momento para agradecer al Señor por las bendiciones que hemos recibido hoy de parte de Él.
- Pidamos a Dios que nos haga útiles en la expansión de Su Reino. Oremos que nos muestre cómo podemos impactar de manera positiva nuestra sociedad.
- Dediquemos unos instantes para orar por nuestros hijos. Roguemos a Dios que ellos puedan abrir sus corazones a Él y a Sus caminos. Pidámosle que los ayude a ser dignos representantes de Él en la próxima generación.
4 – Los más Distinguidos Descendientes de Judá y Simeón
Leamos 1 Crónicas 4:1-43
El capítulo 4 nos proporciona un listado de los hombres y mujeres más distinguidos del linaje de Judá. Aquí la intención del autor no es tanto trazar el linaje de Judá como brindarnos algunos datos importantes del mismo; por lo que nos presenta en este capítulo algunas personas clave y distinguidas que provenían de este linaje.
El versículo 1 comienza mencionando a cinco descendientes de Judá (Fares, Hezrón, Carmi, Hur y Sobal). Fares era hijo de Judá, pero Hezrón era su nieto. Carmi era el padre de Acán, quien vivió en la época de Josué, y Hur era el abuelo de Bezaleel, quien trabajó junto a Moisés en la construcción del tabernáculo. Estos fueron hombres distinguidos que jugaron un papel importante en la historia del pueblo de Dios.
El linaje de Sobal, descendiente de Judá, se traza en el versículo 2; y sus sucesores conformarían las familias de los zoratitas (v. 2).
Etam no parece ser muy conocido, pero existe una ciudad que lleva su nombre (ver Jueces 15:8; 1 Crónicas 4:32; 2 Crónicas 11:6); y sus descendientes aparecen registrados en los versículos 3 y 4.
Le siguen los descendientes de Hur, quienes fundaron la ciudad de Belén (v. 4).
Según el versículo 5, Asur fue el padre o fundador de la ciudad de Tecoa, y su línea familiar se registra en los versículos del 5 al 8.
Los versículos 9 y 10 mencionan a un hombre llamado Jabes, el cual se describe como el más ilustre de sus hermanos. Su madre lo nombró así porque lo dio a luz con dolor (v. 9). “Jabes” se pronuncia como la palabra hebrea que significa dolor. Aunque sus comienzos fueron difíciles, Jabes demostró ser más ilustre que sus hermanos debido a su oración a Dios. Él le pidió a Dios que lo bendijera y ensanchara su territorio. También oró porque la mano de Dios estuviera con él y lo librara de toda dificultad que le causara dolor. Y le otorgó Dios lo que pidió.
Estos versículos meritan ser analizados con más detalle. El hecho de que este nombre significa “dolor” nos indica lo que su madre sintió al darlo a luz. Es obvio que su nacimiento fue difícil. El hecho de que Jabes le pidiera a Dios que lo librara del dolor puede ser algo significativo. Parece que no era una persona saludable. Pudo haber estado enfermo debido a las complicaciones durante el embarazo y el parto. Si fue así, él ahora estaba clamando a Dios como una persona que había sufrido. Aunque puede que físicamente no estuviera bien, él confiaba en Dios, y ansiaba ver que Dios ensanchara su territorio a pesar de su condición. Jabes no confiaba en su propia fuerza (la cual parecía débil), sino que él confiaba en el Señor. La oración de Jabes movió la mano de Dios, y Él le concedió lo que pidió. El Señor lo liberó del dolor y expandió su territorio. Tal vez, Jabes pudo haberse destacado aquí por su discapacidad, pero Dios hizo más a través de él que de cualquier otro que no hubiera experimentado su dolor.
Los descendientes de Quelub, registrados en los versículos 11 y 12, llegarían a ser conocidos como los varones de Reca. Muy poco conocemos de estos hombres. Nos basta decir que eran bien conocidos en esos días.
Los descendientes de Cenaz relacionados en los versículos 13 y 14 fueron artífices. También es de notar que en esta línea se menciona a Otoniel, quien fue el primer juez de Israel (ver Josué 15:17).
Caleb (v. 15) vivió en los días de Josué. Su familia se convertiría en los fundadores de los ceneceos, descendientes de Cenaz.
Jehalelel es el próximo en la lista, y en el versículo 16 se registran cuatro de sus descendientes.
Debemos percatarnos en los versículos 17 y 18, al mencionarse a los descendientes de Esdras, el hecho de que su hijo Mered se casó con Bitia, la hija del faraón de Egipto (v. 18). En estos versículos se mencionan a los descendientes de Mered, tanto los que tuvo con su esposa judía como los que tuvo con la egipcia. Aunque no era el propósito de Dios que Sus hijos se casaran con extranjeras, los nombres de estos descendientes están registrados aquí junto con las personas más distinguidas de la nación.
En el versículo 19 se trazan los descendientes de Hodías hasta los garmitas y los maacateos; y en los versículos 20 y 21 se hace referencia a los descendientes de Simón e Isi.
Los descendientes de Sela, hijo de Judá, se destacaron por trabajar el lino (v. 21); y entre ellos se levantaron quienes gobernaron en las regiones de Moab y Jasubi-lehem (v. 22). Estos descendientes de Sela también fueron alfareros y habitaron en la región de Netaím y Gedera, y trabajaban para su rey (v. 23, NTV)
En los versículos del 1 al 23 el autor hace mención a distinguidos descendientes de Judá; pero en el resto del capítulo, su atención se desvía hacia Simeón, otro de los hijos de Jacob.
En el versículo 24 el autor comienza enumerando a cinco descendientes de Simeón (Nemuel, Jamín, Jarib, Zera y Saúl). Él traza la línea de Saúl en los versículos del 25 al 32 llegando hasta Simei, quien tuvo dieciséis hijos y seis hijas (v. 27). Los hermanos de Simei no tuvieron muchos hijos, debido a eso la familia de Simeón no llegó a ser tan numerosa como la familia de Judá (v. 27).
Los descendientes de Simeón habitaron en las ciudades de Beerseba, Molada, Hazar-sual,Bilha, Ezem, Tolad, Betuel, Horma, Siclag,Bet-marcabot, Hazar-susim, Bet-birai y Saaraim. Y todas estas ciudades les pertenecieron a los descendientes de Simeón hasta el reinado de David (v. 31).
Los versículos 32 y 33 mencionan algunas aldeas circundantes donde también habitaron los descendientes de Simeón. Algunos creen que ellos tuvieron que mudarse a las aldeas vecinas debido al exceso poblacional. Esto se confirma en el versículo 38 donde el autor nos dice que las familias de Simeón fueron “multiplicadas en gran manera”.
Los versículos del 34 al 37 nos brindan los nombres de los líderes familiares. Debido a su rápido crecimiento, varias familias tuvieron que dejar sus regiones para buscar pastos para sus ganados (v. 39). Finalmente, ellos encontraron buenos y abundantes pastos, y vivieron de manera tranquila y pacífica (v. 40).
Los simeonitas tuvieron que pelear para obtener más territorio donde vivir. Ellos atacaron a los descendientes de Cam y a los meunitas (v. 41, NTV). Dios les dio la victoria y ellos los destruyeron completamente y se establecieron en sus tierras. Otros quinientos simeonitas guiados por Pelatías, Nearías, Refaías y Uziel, invadieron el monte de Seir, destruyeron a los amalecitas que quedaban y se establecieron en esa región. La mano de Dios estaba con ellos dándoles victoria sobres sus enemigos.
Para Meditar:
- El capítulo 4 nos da un resumen, desde una perspectiva genealógica, de los hombres y mujeres más distinguidos de las familias de Judá y de Simeón. Muchos de ellos se destacaron por algún aporte o servicio que hicieron. ¿Serán recordados nuestros nombres por alguna contribución que hayamos hecho para el reino de Dios?
- A pesar de los obstáculos que Jabes tuvo en su camino, fue un hombre usado por Dios, no por su fuerza en sí, sino por su oración y confianza en el Señor. Él hizo lo que otros con menos discapacidades no pudieron hacer. ¿Qué nos enseña esto respecto a la verdadera fuente de nuestra fortaleza y bendición?
- Los descendientes de Simeón se distinguieron por conquistar nuevos territorios. Dios les dio la victoria y vivieron pacíficamente en la tierra que les quitaron a sus enemigos. ¿Qué territorio necesitamos nosotros quitarle a Satanás?
- Las personas que se relacionan en este capítulo se encontraban en diferentes niveles en su andar espiritual, pero todos ellos formaban parte del propósito de Dios para la nación. ¿Acaso necesita Dios personas perfectas para cumplir Sus propósitos?
Para Orar:
- Pidamos a Dios que nos muestre cómo podemos contribuir para el reino de Dios. Roguémosle que nos ayude a marcar la diferencia en nuestra generación para gloria de Su nombre.
- Pidamos a Dios que expanda nuestro territorio, y que abra puertas en nuestro ministerio y en nuestra vida personal.
- Oremos al Señor que nos dé valor para enfrentarnos a nuestro enemigo y despojarlo del territorio que ocupa.
- Agradezcamos al Señor que la victoria no depende de nosotros sino de Su bendición. Démosle gracias porque Él es un Dios que vence obstáculos y da victoria a Su pueblo.
5 – Las Tribus de Rubén, Gad y Manasés
Leamos 1 Crónicas 5:1-26
El capítulo 5 nos proporciona algunas aclaraciones genealógicas de las tribus de Rubén, Gad y Manasés. Comenzaremos con la tribu de Rubén.
RUBÉN
A medida que el autor comienza a trazar el linaje de esta tribu, nos lleva a recordar el pecado de Rubén. Aunque él era el primogénito y debía gozar de privilegios especiales, Rubén había profanado el lecho matrimonial de su padre. Según Génesis 35:22, Rubén se acostó con una de las concubinas de su padre, por lo cual, le quitaron sus derechos como primogénito y se los dieron a los hijos de José (Efraín y Manasés). El versículo 2 nos deja claro que, aunque Judá era la tribu más poderosa, José tenía el derecho de la primogenitura. Este era un derecho que se le otorgó debido al pecado de Rubén.
El versículo 3 registra cuatro descendientes de Rubén (Hanoc, Falú, Hezrón y Carmi); y el versículo 4 menciona a otro llamado Joel. Los descendientes de Joel se trazan hasta llegar a un hombre llamado Beera, en el versículo 6. Éste hombre fue líder entre los rubenitas, y fue enviado al exilio por Tiglat-pileser, rey de los asirios.
Los versículos 7 y 8 enlistan a otros descendientes de Rubén que se establecieron en la región de Aroer hasta Nebo y Baal-meón. Ellos ocuparon la tierra que se extendía hasta el borde del desierto que colinda con el río Éufrates porque tenían gran cantidad de ganado (v. 9). Durante el reinado de Saúl, los rubenitas emprendieron guerra contra los agarenos y los vencieron, ocupando todo su territorio al oriente de Galaad (v. 10).
GAD
En los versículos del 11 al 22 se registran los descendientes de la tribu de Gad. Ellos vivían cerca de los rubenitas en la región desde Basán hasta Salca (v. 11). Joel era líder en la tribu de Gad, asistido por Safán, Jaanai y Safat (v. 12). Y en el versículo 13 se mencionan a siete parientes distinguidos.
El versículo 14 nombra a Abihail, otro importante descendiente de Gad. Su linaje se traza hasta Ahí, un principal en la casa de su padre.
El versículo 16 nos revela que los gaditas habitaron en la región de Galaad y Basán. Ellos pastoreaban sus ganados en esta región hasta Sarón. Todos estos aparecen en los registros genealógicos durante el reinado de Jotam rey de Judá y de Jeroboam rey de Israel (v. 17).
A partir del versículo 18 podemos ver que los rubenitas, los gaditas y la media tribu de Manasés habían juntado un ejército militar de 44 760 hombres que traían escudo, espada y arco. Todos ellos estaban entrenados para la guerra, y juntos emprendieron la batalla contra los agarenos, y contra Jetur, Nafis y Nodab (v. 19).
Es importante que nos percatemos que, aunque ellos tenían un ejército numeroso, esta fuerza y destreza militar no les daría la victoria. El versículo 20 nos dice que cuando ellos salieron a la guerra contra los agarenos y sus aliados, Dios les dio la victoria porque ellos clamaron a Él durante la batalla. Su victoria provenía del Señor y Su fuerza. El ejército de Rubén, Gad y Manasés se apoderó del ganado de los agarenos, que eran cincuenta mil camellos, doscientas cincuenta mil ovejas y dos mil asnos; y también capturaron a cien mil personas. Muchos otros cayeron en el campo de batalla porque el Señor estaba con este ejército y les dio la victoria (v. 22). Ellos entonces ocuparían la tierra de los agarenos y sus aliados hasta que fueron sacados de allí para el exilio en Asiria.
MANASÉS
Los versículos del 23 al 26 hacen mención de la tribu de Manasés. El autor más tarde traza la línea de Manasés en 1 Crónicas 7. Parece que esta reseña sobre Manasés aquí se debe a su conexión con Rubén y Gad.
Manasés fue bendecido con muchos descendientes. Ellos batallaron al lado de Gad y Rubén, y conquistaron el territorio donde luego se establecieron. Manasés habitó en la tierra desde Basán hasta Baal-hermón (v. 23). Los jefes de las casas de Manasés se mencionan en el versículo 24. Ellos fueron conocidos como hombres valientes y esforzados, pero infieles a Dios. Le dieron la espalda a Dios para volverse a los dioses de los pueblos de la tierra (v. 25). Como resultado, Dios inquietó el espíritu de Tiglat-pileser,rey de los asirios, el cual emprendió guerra contra las tribus de Rubén, Gad y Manasés, enviándolos al exilio en Asiria, y llevándolos a morar en las ciudades de Halah, Habor, Hara y al río Gozán.
Para Meditar:
- Debido al pecado de Rubén con la concubina de su padre, fue sacrificado su derecho como primogénito. ¿Hasta qué punto nuestros pecados nos despojan de nuestros derechos? ¿Puede el perdón de Dios restaurarnos siempre nuestros derechos o privilegios?
- Observemos que, aunque la tribu de Rubén había sacrificado su derecho como primogénito, Dios aún les dio la victoria sobre sus enemigos. ¿Qué nos dice eso sobre la gracia y el perdón de Dios?
- El versículo 20 nos dice que Dios le dio la victoria al ejército de Rubén, Gad y Manasés porque ellos clamaron a Él en medio de su batalla. ¿Qué nos enseña esto acerca de la verdadera fuente de nuestra fuerza? ¿Cuán tentador resulta para nosotros confiar en nuestra propia fortaleza humana?
- Aunque José sirvió al Señor con todo su corazón, sus descendientes de la tribu de Manasés fueron conocidos por darle la espalda a Dios. ¿Acaso el hecho de que sirvamos al Señor constituye alguna garantía de que nuestros hijos y su descendencia también le sirvan? ¿Cuán importante es que dejemos un legado de fe a las próximas generaciones?
Para Orar:
- ¿Son nuestros pecados del pasado un impedimento para poder servir a Dios como Él nos ha llamado a hacerlo? Dediquemos un momento para buscar el perdón de Dios y pidámosle que nos restaure.
- Agradezcamos al Señor que Él está dispuesto a bendecirnos aun cuando no estamos a la altura de Sus normas.
- Roguemos al Señor que nos perdone por poner nuestra confianza en nuestras propias fuerzas; y pidámosle que sea Él nuestra guía y fortaleza cada día.
- Dediquemos un momento a orar por nuestros hijos. Pidamos a Dios que nos ayude a transmitirle nuestra fe, y que los ayude a ellos a abrazar esa fe.
6 – Los Descendientes de Leví
Leamos 1 Crónicas 6:1-81
El capítulo 6 traza el linaje de la tribu de Leví. Debemos recordar que a la tribu de Leví se le dio la responsabilidad de ser sacerdotes y servir en el templo. Tomemos un momento para analizar de manera general el curso de este capítulo y lo que nos dice sobre los descendientes de esta tribu.
Leví tuvo tres hijos (Gersón, Coat y Merari). El autor habla primeramente de Coat mencionando a sus cuatro hijos (Amram, Izhar, Hebrón y Uziel), y en el versículo 3 continúa con el linaje de Amram. Es importante destacar aquí que los hijos de Amram fueron Aarón, Moisés y María (v. 3). Estos tres individuos jugaron un papel muy importante en el propósito espiritual que Dios tenía para la nación.
Aarón llegó a ser sumo sacerdote del pueblo de Dios, y su línea sacerdotal se traza a partir del versículo 3, en el cual se enumeran a cuatro de sus hijos. De estos cuatro hijos, Nadab y Abiú murieron por haber ofrecido holocausto delante del Señor sin la debida autorización (ver Levítico 10:1-2). Por lo tanto, el linaje de Aarón se traza por medio de su tercer hijo Eleazar.
Aquí se mencionan a los descendientes de Eleazar hasta llegar a los días de Nabucodonosor, quien llevó al pueblo de Dios al exilio (vv. 4-15). Observemos que el versículo 10 destaca a Azarías, quien sirvió como sacerdote en el templo que Salomón edificó en Jerusalén. También vemos que Josadac, descendiente de Eleazar, fue llevado cautivo en días de Nabucodonosor (v. 15).
En los versículos del 16 al 19 el autor nos brinda un breve resumen de los descendientes de Leví. El versículo 16 nuevamente menciona a sus tres hijos (Gersón, Coat y Merari). Los hijos de Gersón fueron Libni y Simei (v. 17). Los hijos de Coat fueron Amram, Izhar, Hebrón y Uziel (v. 18). Y los hijos de Merari fueron Mahli y Musi (v. 19).
A partir de este breve resumen en los versículos del 16 al 19, el autor nos adentra a una lista detallada de las familias de los levitas trazando la descendencia según sus padres. Los versículos 20 y 21 trazan la familia de Gersón; los versículos del 22 al 28, la familia de Coat; y los versículos 29 y 30 trazan la familia de Merari.
Cada uno de los hijos de Leví tenía una responsabilidad diferente en la obra del tabernáculo. Los gersonitas eran responsables del cuidado de la cubierta, las cortinas y las cuerdas que se usaban en el exterior de la tienda (ver Números 3:25-26). Los coatitas tenían la tarea de cuidar de los artículos dentro del santuario, incluyendo el Arca del pacto, los candeleros y los demás artículos que se usaban en el ministerio (ver Números 3:27-31). Y, por último, los meraritas se encargaban de custodiar las tablas, las barras, las columnas, las basas y todo lo que se usaba para sostener firme el tabernáculo (ver Números 3:35-37).
David puso a varias personas de cada una de estas familias a cargo de la música (vv. 31-32). Los versículos del 33 al 48 parecen ser una lista de hombres que servían junto a sus hijos en el ministerio de la música en el tabernáculo y más tarde en el templo, en días de Salomón. Debemos percatarnos que el autor menciona los nombres de los músicos de tres familias descendientes de Leví. En los versículos del 33 al 38 menciona la genealogía de los coatitas comenzando con Hemán, un músico descendiente de Leví. Los versículos del 39 al 43 siguen la línea de los gersonitas que estaban involucrados en el ministerio musical del tabernáculo y en el templo de Asaf, asociados con Hemán, el coatita, descendiente de Leví. Y finalmente, la línea de los músicos meraritas se traza en los versículos 44-47 desde Etán hasta Leví.
A partir del versículo 49 podemos percatarnos que la tarea de ofrecer los sacrificios delante del Señor le correspondía solamente a Aarón y su descendencia. Aarón era coatita, y los versículos del 50 al 53 trazan su descendencia.
Los versículos del 54 al 81 nos brindan una lista de ciudades y territorios que fueron entregados como herencia a los descendientes de Leví. Debemos recordar que a Leví no se le había entregado una parcela de tierra como a las otras tribus. En su lugar, su descendencia se esparció por todo Israel a fin de que pudieran ofrecerle a cada tribu sus servicios sacerdotales.
Los versículos del 54 al 60 nombran las ciudades y territorios que se les repartieron a los descendientes directos de Aarón; las cuales recibieron de parte de dos tribus de Israel. Judá les dio a los descendientes de Aarón las ciudades de Hebrón, Libna, Jatir, Estemoa, Hilén, Debir, Asán y Bet-semes con sus ejidos o pastos (vv. 57-59). Y la tribu de Benjamín les dio las ciudades de Geba, Alemet y Anatot con sus pastos. En total los descendientes de Aarón recibieron como herencia de parte de Judá y Benjamín trece ciudades. Los campos y aldeas circundantes a la ciudad de Hebrón se le dieron a Caleb, quien vivió en días de Josué (v. 55).
El resto de la familia de los coatitas (los descendientes indirectos de Aarón) recibió diez ciudades por parte de la tribu de Manasés (v. 61). Los gersonitas recibieron trece ciudades por parte de las tribus de Isacar, Aser, Neftalí y Manasés (v. 62). Los meraritas recibieron doce ciudades por parte de las tribus de Rubén, Gad y Zabulón (v. 63). Los versículos del 64 al 81 nos brindan una lista de todas las ciudades entregadas a la tribu de Leví por parte de las diferentes tribus de Israel.
Se esperaba que cada tribu proveyera tierra para los levitas, y en cambio ellos serían sus representantes espirituales delante de Dios.
Para Meditar:
- Aquí vemos cómo cada familia levita tenía una responsabilidad diferente delante de Dios. El propósito de Dios no era el mismo para cada persona. ¿Qué roles nos ha dado Dios a nosotros?
- Observemos el papel de la música en la adoración al Señor. Vemos que varias personas fueron apartadas para desempeñarse como músicos en este ministerio. ¿Qué papel juega la música en la adoración a Dios en la actualidad? ¿Por qué creemos que la música es importante en la adoración?
- Este pasaje nos enseña que los levitas tuvieron que sacrificar su privilegio de tener su propio territorio como tribu por servir al pueblo de Dios. ¿Qué sacrificios tienen que hacer los siervos de Dios en la actualidad?
- Observemos que las diferentes tribus de Israel estuvieron dispuestos a sacrificar ciudades para los sacerdotes levitas. ¿Qué sacrificios hacemos hoy por los siervos de Dios?
Para Orar:
- Pidamos a Dios que nos ayude a discernir qué cosas nos ha llamado a hacer. Roguémosle nos ayude a ser fieles a ese llamado.
- Agradezcamos al Señor por el papel que juega la música en la adoración a Dios.
- Si alguno de nosotros es ministro del evangelio en la actualidad, pida al Señor que le ayude a estar dispuesto a hacer los sacrificios que sean necesarios por Su reino.
- Oremos a Dios que nos muestre qué sacrificios podemos hacer para Sus siervos en el evangelio.
7 – Los Descendientes De Isacar, Benjamín, Neftalí, Manasés, Efraín Y Aser.
Leamos 1 Crónicas 7:1—8:40
En el capítulo 7 el autor hace un breve análisis del linaje de seis tribus de Israel; y el capítulo 8 traza la descendencia de Benjamín con más detalle.
Los dESCENDIENTES DE iSACAR (7:1-5)
El autor comienza el capítulo 7 con la tribu de Isacar (7:1-5); y el versículo 1 menciona a sus cuatro hijos (Tola, Fúa, Jasub y Simrón). El versículo 2 traza el linaje de Tola, siendo el número total de su descendencia registrado durante el reinado de David, 22 600 guerreros.
El versículo 3 traza la línea de Uzi, otra persona importante en el linaje de Isacar. Israhías, hijo de Uzi tuvo cinco hijos que fueron príncipes; y había entre su descendencia 36 000 hombres de guerra (v. 4).
La descendencia de Tola y Uzi fue, obviamente, la más grande y significativa de todas las familias de Isacar; sin embargo, no eran las únicas. Aunque el total de guerreros que descendieron de Tola y Uzi era de 58 600, el versículo cinco nos dice que la tribu de Isacar listó 87 000 guerreros muy valientes.
los Descendientes de Benjamín (7:6-12)
Benjamín es la siguiente tribu de esta lista, y el versículo 6 menciona a sus tres hijos (Bela, Bequer y Jediael). En el capítulo 7 el autor traza brevemente la línea de cada uno de estos hijos, pero en el capítulo 8 lo hace más detalladamente.
Los hijos de Bela se relacionan en el versículo 7, quedando registrado que ellos tenían 22 034 guerreros. Los descendientes de Bequer se mencionan en el versículo 8, y tenían en total 20 200 guerreros. Y por último la familia de Jediael que contabilizó 17 200 hombres aptos para la guerra (v. 10 y 11).
El versículo 12 nos narra que de Benjamín también vinieron los sufanitas y los jufanitas descendientes de Hir, y los hijos de Husim, descendientes de Aher.Génesis 46:21 hace referencia a Hupim como descendiente de Benjamín; y Números 26:38-39 menciona a Sufam y a Hufam como su descendencia.
Los descendientes de Neftalí (7:13)
Los descendientes de Neftalí se relacionan en el versículo 13, mencionando solo a cuatro de ellos. Es de especial interés el hecho de que se dice que son descendientes de Bilha, concubina de Jacob (ver Génesis 30:3-8).
Los Descendientes de Manasés (7:14-19)
Los descendientes de Manasés se registran en los versículos del 14 al 19. Fueron dos, Asriel y Maquir; ambos, al parecer, hijos de su concubina siria (aramea, LBLA, NTV). Maquir se convertiría en padre de los galaditas. Él tuvo dos hijos con su esposa Maaca llamados Peres y Seres (v. 16). Este linaje se traza en los versículos del 16 al 19.
Los descendientes de Efraín (7:20-29)
El linaje de Efraín se registra en los versículos del 20 al 29. Ezer y Elad murieron a mano de los hombres de Gat cuando vinieron a tomarles sus ganados; y Efraín hizo duelo por ellos durante muchos días. El versículo 22 nos narra que sus parientes vinieron a consolarlo por su pérdida. Luego la esposa de Efraín volvió a quedar embarazada y dio a luz un hijo a quien llamaron Bería, nombre que se pronuncia como la palabra hebrea “infortunio, aflicción” (v. 23). Esto indicaba lo trágico que fue este suceso para Efraín.
El versículo 24 nos dice que Seera, la hija de Efraín, fue quien edificó a Bet-horón la baja y la alta, así como a Uzen-seera. Percatémonos aquí que la descendencia de Efraín se traza hasta Josué (v. 27); y sus asentamientos se registran en los versículos 28 y 29.
Los descendientes de Aser (7:30-40)
Por último, los versículos del 30 al 40 trazan el linaje de Aser. El versículo 30 específicamente menciona a sus cuatro hijos (Imna, Isúa, Isúi y Bería), así como a su hermana Sera.
El resto del capítulo menciona a algunos descendientes de importancia. Tenemos en los versículos del 31 al 34 la lista de los descendientes de Bería, y en los versículos 35 y 36 a los descendientes de Helem. En el versículo 38 podemos encontrar el linaje de Jeter, y en el 39, el linaje de Ula.
Los descendientes de Aser fueron famosos por ser guerreros valientes y líderes destacados. Ellos tenían 26 000 hombres aptos para la guerra (v. 40).
Más sobre los descendientes de benjamín (8:1-40)
En el capítulo 8 el autor profundiza en el linaje de Benjamín. 1 Crónicas 8:28 nos dice que este es el listado de los jefes principales de familias.
El versículo 1 menciona a cinco hijos de Benjamín (Bela, Asbel, Ahara,Noha y Rafa); y los versículos del 3 al 5 relacionan a los descendientes de Bela.
El segundo jefe de familia fue Aod. Sus descendientes vivieron en la región de Geba, y algunos de ellos fueron llevados al destierro a Manahat, la cual es una región de Judá. No se nos dice con claridad los detalles de este destierro. Los descendientes de Aod que fueron jefes de familia se relacionan en el versículo 7.
El tercer jefe de familia de la tribu de Benjamín que mencionan es Saharaim, quien se divorció de sus esposas Husim y a Baara. Él se mudó hacia los campos de Moab por un tiempo, y allá tuvo hijos por medio de su esposa Hodes, cuyos nombres se relacionan en los versículos 9 y 10. Los hijos que Saharaim engendró con Husim (de quien se divorció) fueron Abitob y Elpaal (v. 11).
Los descendientes de Elpaal se mencionan en los versículos del 12 al 16. A tres de sus hijos se les acreditó la construcción de Ono y Lod con sus aldeas (v. 12). Bería y Sema, vivieron en Ajalón, y ellos echaron a los moradores de Gat (v. 13). Obviamente estos fueron jefes de familias y líderes poderosos. La descendencia de Bería se detalla en los versículos del 14 al 16.
El siguiente jefe de familia reconocido es Simei (v. 21), y su linaje se encuentra registrado en los versículos 17-21. El linaje de Sasac se registra en los versículos del 22 al 25; y los descendientes de Jeroham se mencionan en los versículos 26 y 27.
Jehiel, el padre de Gabaón, vivía en Gabaón, y su esposa se llamaba Maaca (v. 29, LBLA). Los versículos del 30 al 32 enumeran a diez de sus hijos.
En los versículos del 33 al 38 el autor se dedica a trazar la línea de Ner debido a la importancia que tuvo esta descendencia en la nación de Israel. Ner engendró a Cis, quien engendró a Saúl, el primer rey de Israel. Cuatro de los hijos de Saúl se registran en el versículo 33 (Jonatán, Malquisúa, Abinadab y Es-baal). Los versículos del 34 al 38 refieren la línea familiar de Jonatán.
El último jefe de familia que se menciona en el capítulo 8 es Esec (v. 39). Su descendencia fue famosa por ser guerreros valientes y flecheros diestros. En el versículo 39 se listan a sus tres hijos. Se registra que esta familia tuvo 150 hijos y nietos en total, aunque no aparecen recogidos en este pasaje.
Aquí hemos podido ver brevemente la manera tan increíble en que Dios había estado bendiciendo a Su pueblo. Ellos crecieron en número, fundaron ciudades y conquistaron naciones. También pudieron disfrutar ver crecer a sus hijos y nietos. Dios estaba obrando en medio de ellos.
Para Meditar:
- Muchas de las tribus aquí representadas registraron numerosos hombres listos para la batalla. Aunque las batallas actuales no son necesariamente físicas, sí estamos llamados a enfrentar una batalla espiritual. ¿Cuántos de nuestros hermanos en Cristo están listos para librar la batalla espiritual contra el enemigo? ¿Tenemos hombres y mujeres a quienes podemos acudir cuando enfrentamos alguna batalla espiritual?
- El autor describe la descendencia de las concubinas de algunas familias. Estos niños no fueron ignorados a pesar de que no siempre podían gozar de la misma posición que los que nacían dentro del matrimonio. ¿Qué nos dice esto acerca de la importancia que tiene cada niño?
- En el entorno de todos estos listados de nombres que el capítulo ofrece, leemos cómo Efraín sufrió profundamente la muerte de sus dos hijos. ¿Qué nos dice este hecho registrado aquí en esta genealogía acerca del carácter personal que tenía esta lista de nombres? El autor separó tiempo para registrar el dolor y el sufrimiento de un hombre por sus hijos. ¿Cuán importantes son las personas para este autor?
- Observemos que Seera, la hija de Efraín, fue quien edificó a Bet-horón la baja y la alta, así como a Uzen-seera. ¿Qué nos dice esto respecto a la libertad que gozaban las mujeres que tenían fuertes habilidades de liderazgo en el Antiguo Testamento?
Para Orar:
- Pidamos al Señor que nos ayude a estar listos para la batalla que tenemos que librar contra el enemigo. Pidámosle que levante en nuestra generación a hombres y mujeres capaces de pelear contra Satanás y sus demonios.
- Agradezcamos al Señor que cada persona es importante ante Sus ojos. Roguémosle que nos ayude a ver a todas las personas de la misma manera en que Él las ve.
- Demos gracias a Dios por la manera en que Sus bendiciones para con Su pueblo se manifiestan en este capítulo. Tomemos un momento para agradecer al Señor por bendecir a nuestras familias.
8 – Los que Regresaron a Israel después del Exilio
Leamos 1 Crónicas 9:1-44
El capítulo 9 nos proporciona una lista de las personas que regresaron a Israel después del exilio en Babilonia. Esto se deduce por lo que explican los versículos 1 y 2.
Observemos en el versículo 1 que las personas de Judá habían sido llevadas cautivas a Babilonia debido a su infidelidad a Dios. Y esto no sucedió porque Babilonia fuera más poderosa que Israel, sino porque el Señor le estaba enseñando una lección a Su pueblo. Ya ellos habían vencido a pueblos más poderosos. El motivo de su exilio fue porque le dieron la espalda a Dios.
La lista que sigue detalla las primeras personas que regresaron a las ciudades de Israel después de su cautividad. Observemos que los primeros que entraron en sus posesiones fueron sacerdotes, levitas y sirvientes del templo. Esto es significativo. Dios les estaba dando a estos líderes religiosos la oportunidad de preparar la tierra para los otros que regresarían después. Estos sacerdotes y levitas, al ser los primeros en regresar, pudieron reparar el templo y restaurar la adoración, preparando las condiciones para los que vendrían. Dios quería ser lo primero en las vidas de estos exiliados que regresaban.
Los versículos del 4 al 6 nos dan una lista de algunos individuos clave de la tribu de Judá que regresaron a la tierra de Israel. Números 26:20 nos ayuda a entender estos versículos del 4 al 6.
Y fueron los hijos de Judá por sus familias: de Sela, la familia de los selaítas; de Fares, la familia de los faresitas; de Zera, la familia de los zeraítas.
Representantes de cada uno de estos hijos de Judá regresaron a sus casas desde el exilio. Entre los que primero regresaron estaban Utai, descendiente de Fares (v. 4); los silonitas, descendientes de Sela (v. 5) y los hijos de Zera. En total regresaron del exilio 690 personas de la tribu de Judá.
La lista que sigue contiene los nombres de cuatro familias clave que regresaron del exilio pertenecientes a la tribu de Benjamín (vv. 7-9). Salú (v. 7),Ibneías, Ela y Mesulam (v. 8). Estos hombres eran jefes de familias. Y fueron en total 956 personas de la tribu de Benjamín que regresaron en este primer grupo (v. 9).
Los versículos del 10 al 13 nos proporcionan los nombres de los sacerdotes que regresaron del exilio. En estos versículos encontramos cinco nombres (Jedaías, Joiarib, Jaquín, Azarías y Adaía). Percatémonos en el caso de Azarías (v. 11) que el autor traza su linaje hasta el sacerdote Ahitob, quien era príncipe de la casa de Dios. Ahitob era nieto del sacerdote Elí, quien sirvió en días del rey Saúl. El linaje de Adaía se remonta hasta Imer, sacerdote que sirvió en días del rey David. Debe haber sido muy importante para estos hombres que su linaje llegara hasta Aarón, ya que el rol sacerdotal solo se le dio a su descendencia. Los sacerdotes de esta lista también eran jefes de familia en Israel. En total regresaron en este primer grupo 1 760 familias sacerdotales (v. 13).
El texto continúa con la lista de los levitas, quienes estuvieron entre los primeros en regresar del exilio (vv. 14-34). Los levitas servían en el templo, pero debido a que no eran descendientes de Aarón no podían ofrecer sacrificios al Señor. Esta lista destaca a los levitas que servían como porteros y como músicos. Es interesante que los porteros y los músicos estuvieran entre los primeros en regresar del exilio. Una vez más el Señor nos muestra lo importante que era para Él no solo la administración de la obra del templo, sino también la música y la adoración que allí tendría lugar.
Los versículos del 14 al 16 enumeran a siete levitas cabezas de familia, y sus nombres son: Semaías (v. 14), Bacbacar, Heres, Galal, Matanías (v. 15), Obadías y Berequías (v. 16). Algunos de ellos con una breve genealogía incluida.
Los versículos del 17 al 32 mencionan los nombres de los porteros y nos dicen algo acerca de sus responsabilidades. El versículo 17 comienza con los nombres de los principales porteros (Salum, Acub, Talmón, Ahimán y sus hermanos); y Salum era el jefe. Todos estos hombres pertenecían a la tribu de Leví (v. 18).
Salum era de la familia de los coreítas. Él y sus hermanos eran los responsables de cuidar las puertas del tabernáculo. Esta responsabilidad había sido heredada de sus padres (v. 19), y era una posición importante. Hacía mucho tiempo en Israel, Finees, hijo de Eleazar, había sido capitán de los porteros. Y en días de David, Zacarías, el hijo de Meselemías, también había sido portero (ver 1 Crónicas 26:1).
Eran en total 212 porteros que habían sido designados como tal por David y el profeta Samuel (v. 22). Ellos debían cuidar las puertas de la casa del Señor, y no dejar entrar nada que pudiera profanar el templo. Estos porteros servían cada siete días (v. 25), y era una responsabilidad difícil tener que estar constantemente revisando que algo pudiera profanar el templo. Esto significaba tener que rechazar a personas o prohibirles entrar al templo con ciertos objetos.
Nosotros también estamos necesitando “porteros” en nuestros días. Éstos no tendrían la misma función que aquellos, pero su rol sigue siendo muy importante. Los porteros de nuestros días son aquellos que con discernimiento y sabiduría advierten a la iglesia acerca de las cosas que han entrado para profanarla. Ellos nos advierten respecto a las filosofías y costumbres mundanas que a menudo se cuelan en nuestras iglesias. Ellos nos ayudan a percatarnos del pecado y la maldad que se nos adhiere y obstaculiza la obra de Dios. Estos individuos a veces son rechazados, pero juegan un papel vital al cuidar de la salud de la iglesia.
El versículo 26 nos dice que los cuatro porteros principales también tenían la responsabilidad de cuidar de las habitaciones y los tesoros de la casa de Dios. Observemos en el versículo 27 que durante la noche ellos montaban guardia alrededor del templo, cerraban las puertas al anochecer y las abrían en la mañana. Es decir, el templo permanecía las veinticuatro horas del día cuidado por los porteros. Ellos siempre estaban vigilando que nada profanara la casa de Dios, pues el enemigo siempre estaba buscando una oportunidad para hacerlo. Ellos debían permanecer vigilantes.
Otros porteros estaban a cargo de los diferentes utensilios que se usaban en el ministerio (v. 28). Estos individuos debían contar estos artículos cada vez que los sacaban o los regresaban, pues tenían que asegurarse de que no faltara nada. Incluso, había otros porteros que estaban a cargo de la vajilla del santuario, así como de la harina, del vino, del aceite, del incienso y de las especias que se usaban en el templo (v. 29). Ellos no podían permitir que estas especias se mezclaran. Esta responsabilidad recaía solamente sobre los sacerdotes (v. 30).
A un levita llamado Matatías se le confió la responsabilidad de hornear el pan utilizado para las ofrendas (v. 31, NTV). Algunos de sus hermanos tenían a su cargo la preparación del pan que se debía poner en la mesa cada día de reposo (v. 32).
Todas estas responsabilidades se tomaban muy en serio. Era sumamente importante velar por la adoración a Dios. No se podía permitir nada impuro ante la presencia de Dios en el templo. Cada utensilio y vajilla que se usaba en la adoración a Dios debía contabilizarse y guardarse puros.
Los versículos 33 y 34 mencionan otra responsabilidad dada a los levitas. Los músicos tenían un papel que desempeñar dentro de la adoración al Señor. Ellos moraban en las cámaras del templo y estaban exentos de otras labores (v. 33). Esto nos muestra la importancia de la labor de los músicos. Ellos debían enfocarse todo el tiempo en el ministerio musical y no debían distraerse con otras tareas.
El capítulo 9 finaliza trazando el linaje de Saúl y Jonatán. El autor comienza mencionando a un hombre llamado Jehiel, cuyos diez hijos se enumeran en los versículos del 35 al 37.
Jehiel
Jehiel vivía en Gabaón; y su esposa se llamaba Maaca (9:36). Él tenía diez hijos los cuales se registran en los versículos 36 y 37. Y los versículos del 38 al 43 trazan brevemente el linaje de dos de ellos.
Miclot, el hijo de Jehiel, engendró a Simeam (v. 38), y vivían cerca de sus parientes en Jerusalén.
El autor muestra particular interés en Ner, hijo de Jehiel; y en el versículo 39 traza su descendencia hasta Saúl y Jonatán. Este versículo también nos dice los nombres de tres de los hijos de Jonatán (Malquisúa, Abinadab y Es-baal). Se cree que Es-baal también era conocido como Is-boset.
El versículo 40 habla acerca de Merib-baal (también conocido como Mefiboset) a quien David mostró misericordia por amor de su padre Jonatán (2 S. 9:6-7); y su linaje se traza en los versículos 40-44.
Para Meditar:
- ¿Por qué era importante que los sacerdotes y levitas fueran los primeros en regresar del exilio? ¿Cómo Dios le estaba mostrando a Su pueblo que Él quería ser lo primero en sus vidas cuando regresaran de la cautividad? ¿Tiene Dios el primer lugar en nuestra sociedad y en nuestra vida personal? ¿Existe algún área de nuestras vidas en las que Dios aún no tiene el primer lugar?
- ¿Cuál era la responsabilidad de los porteros? ¿Quiénes son los “porteros” de nuestros días? ¿De qué deben protegerse nuestras iglesias en la actualidad? ¿Qué cosas se cuelan en nuestras iglesias hoy?
- Dios dio a cada levita una responsabilidad en particular. Algunas de ellas pueden parecer sencillas en nuestros días, sin embargo, eran muy importantes. ¿Qué responsabilidades hemos recibido de parte de Dios?
- A los músicos no se les daba ninguna otra tarea en la obra del Señor. ¿Qué nos dice esto sobre la importancia de la música en la adoración?
Para Orar:
- Pidamos a Dios que nos muestre cualquier área de nuestras vidas donde Él no tenga la primacía.
- Agradezcamos al Señor por los “porteros” de nuestros días, a quienes Dios ha dado discernimiento y sabiduría para advertirnos sobre los peligros y las cosas que profanan la iglesia en la actualidad. Oremos a Dios que nos ayude a tener más discernimiento.
- Roguemos a Dios que nos muestre cualquier cosa que se haya colado en nuestras vidas que deshonre nuestra relación con Él.
- Pidamos al Señor que nos permita ver las responsabilidades que nos ha dado, y que nos dé gracia para ser fieles en esa tarea.
- Agradezcamos al Señor por el papel que desempeña la música en la adoración. Pidámosle que bendiga a todos aquellos que en nuestras iglesias están involucrados en ese importante ministerio.
9 – ¿Derrota, O Victoria Disfrazada?
Leamos 1 Crónicas 10:1-14
1 Crónicas en realidad es la historia de David y su reinado. El capítulo 10 presenta el reinado de David hablándonos sobre la muerte de Saúl y los herederos de su trono. Aunque Saúl había sido elegido rey, su desobediencia al Señor lo conllevó a su caída. Dios rechazó a Saúl y pasó el liderazgo de la nación a David, a quién Saúl había estado tratando de matar.
En el versículo 1 vemos que Saúl y sus hijos estaban luchando contra el ejército filisteo, quienes arremetían fuertemente contra los israelitas dominándolos. Dice este versículo que muchos israelitas cayeron en la batalla en el Monte Gilboa y que muchos otros huyeron. Israel sufrió considerables bajas.
Observemos en el versículo 2 que los filisteos persiguieron a Saúl y a sus hijos (Jonatán, Abinadab y Malquisúa), quienes murieron en la batalla. El versículo 3 nos relata que la batalla arreció contra Saúl. Él era el objetivo principal del ejército filisteo; y finalmente, los arqueros lo alcanzaron y lo hirieron.
Saúl sabía que, si los filisteos lo capturaban, no le iría bien. Él estaba convencido de que ellos lo torturarían y abusarían de él; por tanto, prefería morir antes de ser humillado y torturado en manos enemigas. En el versículo 4 vemos que Saúl le rogó a su escudero que sacara su espada y lo matara antes de que cayera en manos filisteas. Pero el arquero no quiso hacerlo, por eso Saúl se arrojó él mismo sobre su espada. Viendo el arquero esto que había hecho su amo, él también se echó sobre su espada y murió. Ese día murieron Saúl y sus tres hijos (v. 6), lo cual dejó a Israel sin rey ni heredero al trono. Dios estaba dejando bien en claro que Él tenía otro rey para Su pueblo.
Cuando los israelitas vieron que Saúl y sus hijos habían muerto, huyeron de la batalla dejándole sus ciudades a los filisteos quienes vinieron y las ocuparon (v. 7). Al día siguiente, cuando los filisteos recorrieron la región despojando a los muertos de sus artículos de valor, encontraron a Saúl y a sus hijos en el Monte de Gilboa. Entonces despojaron a Saúl de sus artículos y tomaron su cabeza y sus armas. Luego enviaron mensajeros por toda la región proclamando la noticia de la muerte de Saúl (v. 9); pusieron las armas de Saúl en su templo y colgaron su cabeza en el templo de Dagón, el dios de ellos (v. 10).
Ese día, los filisteos celebraron su victoria. Ellos habían derrotado a Israel y habían matado a su rey. En presencia de sus ídolos y de su dios Dagón, proclamaron su victoria sobre Israel y su Dios.
Es necesario que dediquemos un momento para analizar estos sucesos desde la perspectiva de Dios. El cuadro que tenemos en frente parece ilustrar la derrota de Israel, quien había perdido su rey, sus ciudades y su orgullo. Sus tierras ahora estaban ocupadas por los guerreros filisteos, quienes se regocijaban en presencia de sus ídolos y dioses. Ellos estaban celebrando una aparente victoria sobre el Dios de Israel y Su pueblo. Así lucía la imagen desde la perspectiva humana.
No obstante, desde la perspectiva divina las cosas eran muy diferentes. Saúl le había dado la espalda a Dios, escogiendo vivir en rebelión y desobediencia. Él había guiado al pueblo de Israel hacia la rebelión contra Dios, despojándolos así de las bendiciones del Señor. Durante muchos años, Saúl había estado tratando de matar a David, el hombre que Dios había escogido como próximo rey de Israel. David restauraría al pueblo de Dios y los conduciría a tiempos de prosperidad y bendición nunca antes experimentados. Al Dios permitirles a los filisteos vencer a los israelitas y exterminar a Saúl y su familia, Él estaba preparando a Su pueblo para algo mejor. Por este medio, Dios humilló a Su pueblo y lo preparó para recibir a su nuevo rey, quien los conduciría a una época de victoria y prosperidad bajo la bendición de Dios. Saúl era un obstásculo en el camino a esa bendición. Mientras los enemigos se regocijaban por su victoria, Dios miraba más allá, miraba el cumplimiento de Su propósito supremo para Su pueblo como nación.
Algunas veces lo que aparenta ser una derrota, en realidad es el comienzo de una grandiosa victoria. En ocasiones Dios debe despojarnos primero para luego poder revestirnos de ricas bendiciones. Muchas veces Él tiene que matar nuestras propias visiones y nuestro orgullo para darnos propósito y planes aún mayores. Lo que aquí aparentaba ser una derrota, era una gran victoria para el pueblo de Dios. ¿Alguna vez hemos experimentado alguna “derrota”? Recordemos que Dios puede usar esa “derrota” para llevar a cabo Su gran victoria en nuestras vidas.
Cuando los habitantes de Jabes de Galaad oyeron que habían matado a Saúl y que el enemigo lo había decapitado, vinieron con sus hombres valientes y tomaron los cuerpos de Saúl y sus hijos y los trajeron con ellos a Jabes, donde le dieron una apropiada sepultura (vv. 11, 12). Debemos percatarnos que en 1 Samuel 11, una de las primeras actividades de Saúl como rey fue venir al rescate de Jabes de Galaad cuando Nahas amonita amenazaba con destruirlos. Obviamente, el pueblo de Jabes de Galaad nunca olvidó la bondad de Saúl para con ellos.
A medida que el autor concluye este capítulo, él aclara que Saúl murió por no haber sido fiel al Señor y por no guardar Su palabra. En lugar de consultar al Señor, Saúl consultó a una adivina en busca de dirección (v. 13). Por todas estas cosas Dios mató a Saúl y le entregó el reino a David (v. 14). En todo esto se estaba cumpliendo el propósito divino.
Para Meditar:
- Saúl fue despojado de su posición, y murió por escoger darle la espalda a Dios y vivir en desobediencia. ¿Qué nos enseña esto acerca de la importancia de buscar al Señor en nuestras vidas personales y ministerios? ¿Cuán tentador resulta hacer lo correcto a nuestros ojos en vez de buscar a Dios y Su voluntad?
- En este capítulo vimos cómo el enemigo declaró victoria sobre el pueblo de Dios. Sin embargo, lo que aparentaba ser una victoria para el enemigo, en realidad era el comienzo de algo mucho mejor para el pueblo de Dios. ¿Qué “derrotas” hemos experimentado en nuestras vidas? ¿De qué manera Dios las ha usado para nuestro bien?
- Dios ve las cosas de una perspectiva muy diferente a la nuestra, ¿qué nos enseña esto acerca de la necesidad que tenemos de buscar de Él y de Sus propósitos en vez de confiar en nuestra propia sabiduría y perspectiva?
- Dios necesitaba despojar a Israel de su rey y de su orgullo antes de revestirlos de sus más grandes bendiciones. ¿Qué necesita Dios quitar de nuestras vidas para prepararnos para Su propósito supremo?
Para Orar:
- Pidamos a Dios que nos dé gracia para confiar más en Él, incluso cuando las cosas no parezcan marchar como deberían.
- Oremos a Dios que nos ayude a buscar de Él y de Sus propósitos para nuestras vidas. Pidámosle que nos perdone por no escucharlo ni buscar Su dirección.
- Agradezcamos a Dios que Él puede tomar una derrota aparente y usarla para cumplir Su propósito a través de ella.
- Pidamos al Señor que nos despoje de todo lo que impida que experimentemos Sus más grandes bendiciones en nuestras vidas y ministerios.
- Separemos algún momento en esta semana para pasar tiempo con el Señor y pedirle que nos muestre si realmente estamos donde Él quiere que estemos, y si estamos haciendo lo que Él quiere que hagamos.
10 – David es Proclamado Rey
Leamos 1 Crónicas 11:1-47
En el capítulo anterior vimos cómo Dios despojó a Saúl de su reinado para entonces transferirlo a David. Este proceso de convertirse en rey le había tomado bastante tiempo. Saúl lo había perseguido, y David había tenido que vivir en diferentes lugares tratando de salvar su vida; pero en el tiempo de Dios él llegaría a ser rey. Él esperó pacientemente que la promesa de Dios se cumpliera y no forzó las cosas, sino que esperó el tiempo de Dios. ¡Cuánto necesitamos nosotros aprender esta lección!
Cuando mataron a Saúl, todo Israel se reunió con David en Hebrón. Ellos le recordaron allí en frente de todos que, durante el reinado de Saúl, él era quien guiaba al pueblo en sus campañas militares, y había demostrado ser un líder competente. También le recordaron que Dios lo había llamado a apacentar a Su pueblo (v. 2). Ellos sabían que David estaba calificado para ser rey no solo por sus habilidades, sino también porque tenía el llamado de Dios. Estos son dos aspectos vitales que debemos tener a la hora de involucrarnos en cualquier ministerio. No basta tener habilidades, también necesitamos el llamado de Dios. Puede ser que hagamos las cosas con mucha destreza, pero fuera de la voluntad y el llamado de Dios para nuestras vidas.
Ese día, los ancianos de Israel vinieron a Hebrón, y haciendo pacto con David, lo coronaron como rey de todo Israel. Esto fue como cumplimiento de la promesa que Dios le había hecho a David por medio del profeta Samuel (v. 3).
Los versículos del 4 al 9 nos relatan cómo David tomó la ciudad de Jerusalén y la convirtió en su residencia. En aquel momento, Jerusalén se llamaba Jebús, y sus habitantes eran conocidos como los jebuseos (v. 4). La ciudad estaba bien defendida (el versículo 5 la describe como una fortaleza).
David les dijo a sus hombres que el que primero derrotara a los jebuseos se convertiría en su comandante en jefe; y quien subió primero y se llevó este título fue Joab hijo de Sarvia. La toma de la ciudad fue todo un éxito para David (v. 5).
David vivió en la fortaleza de Jerusalén, la cual al final sería conocida como la Ciudad de David (v. 7). Él edificó la ciudad y la fortificó más aún. David llegaría a ser un rey poderoso con la bendición del Señor (v. 9).
Dios bendijo a David con hombres poderosos. Muchos de ellos eran extraordinariamente hábiles y valerosos. El resto del capítulo 11 habla sobre los guerreros valientes que Dios le dio a David. Estos hombres apoyaron a David en su reinado y fueron muy útiles a la hora de expandir su territorio y fortalecer su reino. Aunque ellos, en su mayoría, no eran muy reconocidos, fueron parte vital del ejército de David.
El punto clave es que todos nosotros necesitamos personas que nos apoyen. Muchos de estos individuos trabajan en el anonimato y tras bambalinas, pero todos son muy importantes. Yo, en lo personal, no podría llevar a cabo el ministerio al que Dios me ha llamado sin la ayuda de otros. Dios me ha proporcionado un equipo de traductores, de correctores, así como de personas que me apoyan en las finanzas y en oración mientras trabajo en estos libros. Al igual que David, todos nosotros debemos agradecerle a todos los que se mantienen a nuestro lado apoyándonos en nuestros esfuerzos. Dios permita que nosotros también sirvamos de apoyo a alguien más en su ministerio.
Los valientes de David sobrepasaban a los otros en su valentía y fortaleza. Los versículos del 11 al 21 mencionan a tres de ellos de manera particular.
Jasobeam era el jefe de los oficiales. Él mató a trescientos hombres en un solo encuentro (v. 11).
Eleazar era otro de los guerreros poderosos. Éste estuvo con David en Pasdamim cuando los filisteos se juntaron para atacar. Los hombres de David huyeron de los filisteos, pero Eleazar y sus amigos permanecieron en su lugar, en la parcela de cebada, defendiéndola del enemigo. Dios bendijo sus esfuerzos y les dio la victoria (vv. 13, 14).
En el versículo 15 leemos acerca de un encuentro entre David y los filisteos. Éstos últimos habían acampado en el valle de Refaim; y una guarnición de los filisteos también se encontraba en la ciudad de Belén (v. 16). David y sus hombres estaban cansados por la batalla; y en el versículo 17 vemos que David anhelaba el agua del pozo que estaba cerca de las puertas de Belén. Cuando los tres valientes oyeron del deseo de David, atravesaron por medio de las filas enemigas, sacaron agua del pozo a las puertas de Belén y la trajeron a David (v. 18). Ellos arriesgaron voluntariamente sus vidas por David.
Cuando David se dio cuenta de lo que habían hecho estos hombres, se negó a beber el agua diciendo:
Guárdeme mi Dios de hacer esto. ¿Había yo de beber la sangre y la vida de estos varones, que con peligro de sus vidas la han traído? (v. 19)
Esta agua había costado demasiado. Los hombres de David habían arriesgado sus vidas por esta agua, por lo que la derramó como ofrenda de acción de gracias al Señor.
Abisai fue otro guerrero poderoso. Era el jefe de los tres valientes guerreros de David, aunque no estaba incluido entre ellos. Él peleó contra trescientos hombres y los mató (v. 20). Era tan famoso por sus hazañas como los tres poderosos guerreros.
Benaía también fue un valiente guerrero destacado. Él derrotó a dos de los mejores hombres de Moab; y también demostró su valentía al descender a un foso en un día de nieve para matar un león (v. 22, LBLA). En el versículo 23 leemos cómo derribó a un egipcio de cinco codos de estatura (2,3 metros), el cual tenía una lanza del tamaño de un rodillo de tejedor. Todo lo que tenía para luchar contra este egipcio era un garrote, pero Benaía le arrebató la lanza al gigante filisteo, la volvió contra él y lo mató (v. 23). Lógicamente, David designó a Benaía como su guardaespaldas (v. 25).
Observemos en el versículo 25 la referencia que se hace a los Treinta. Tal parece que, aunque esos hombres no estaban a la altura de los Tres, también eran famosos por sus actos de valentía.
Los versículos 26-47 nos brinda los nombres de los valientes de David. En estos versículos se enumeran los nombres de más de 46 guerreros de varias regiones. Todos ellos se distinguieron por apoyar a David y su reinado. Dios rodeó a David con hombres poderosos para a través de él poder vencer a los enemigos que les rodeaban.
Para Meditar:
- David no solo demostró que tenía la capacidad de ser rey, sino también que había recibido el llamado de Dios. ¿Es posible tener las habilidades, pero no ser llamado por Dios a un ministerio o tarea en particular? ¿Por qué es tan importante el llamado?
- David y sus hombres conquistaron la ciudad de Jerusalén y la convirtieron en su residencia. Esta ciudad no fue fácil de conquistar, pero Dios les dio la victoria. ¿Qué fortalezas en nuestras vidas necesitan ser conquistadas? ¿Cómo nos alienta esta historia de las hazañas de David y sus hombres?
- David tuvo éxito no solo porque Dios estaba con él, sino también porque Dios le había dado poderosos guerreros para que lo apoyaran. ¿A quién ha puesto Dios a nuestro lado en la vida y ministerio?
- Los valientes de David se negaron a rendirse. Se mantuvieron firmes y lucharon contra el enemigo. ¿Tenemos nosotros el mismo coraje hoy? ¿Qué cosas nos ha llamado Dios a defender? ¿Hemos sido fieles en la encomienda?
Para Orar:
- Pidamos al Señor que reafirme nuestro llamado. Agradezcamos que Él quiere usarnos en la obra de Su reino.
- Pidamos a Dios que nos muestre cualquier fortaleza en nuestra vida que necesite ser derribada. Pidámosle valor para resistir esas fortalezas.
- Pidamos a Dios que nos dé valor para mantenernos firmes y no rendirnos, incluso cuando las cosas se pongan difíciles. Agradezcamos al Señor que Él es capaz de guardarnos en tiempos como esos.
- Dediquemos un momento para agradecer al Señor por los amigos que nos ha dado y por esas personas que nos han servido de apoyo y que permanecen con nosotros en los momentos de necesidad.
11 – El Ejército de David
Leamos 1 Crónicas 12:1-40
Dios había estado preparando a David para ser rey. Parte del llamamiento consistía en darle favor y apoyo. Aunque David había sido llamado a ser el líder, necesitaba un equipo a su lado si quería completar la tarea que Dios le había encomendado. Lo mismo ocurre con nosotros hoy. Personalmente, no podría hacer el trabajo que tengo que hacer si no fuera por el equipo de apoyo financiero, guerreros de oración, consejeros, editores y correctores de textos, por nombrar solo algunos. Dios no nos ha llamado a trabajar solos. Él ha diseñado las cosas de tal manera que dependemos unos de otros para recibir apoyo, habilidades y aliento. Cuando Dios nos llama a una obra, también llama a hombres y mujeres para que estén con nosotros en esa obra.
Antes de que David fuera ungido rey, ya Dios había comenzado el proceso de formar un equipo. Mientras David estaba en Siclag en Filistea, desterrado de la presencia de Saúl (ver 1 Samuel 27), Dios trajo hombres poderosos para estar con él y ayudarlo en la batalla. El versículo 2 nos dice que estos hombres estaban armados con arcos y que podían lanzar flechas o lanzar piedras con la honda, tanto con la mano derecha como con la izquierda. Muchos de los que se reunieron con David en Siclag eran de la tribu de Benjamín; y los versículos del 3 al 7 nos dan una lista de estos hombres. Solo nos resta imaginar el estímulo que esto habría sido para David. Tal vez Dios ha levantado un equipo de hombres y mujeres para que nos apoyen en nuestra necesidad.
Durante el tiempo que David estuvo en el desierto huyendo de Saúl, los hombres de Gad dejaron a Saúl y vinieron a apoyar a David, arriesgando sus vidas por él. Ellos dejaron la comodidad de sus hogares para vivir en el desierto porque creyeron en David y su liderazgo. Nuevamente debemos ver la mano de Dios en esto. Solo podemos imaginar cuán animado se habría sentido David al ver la dedicación de estos hombres en un momento en que él huía para salvar su vida.
Los hombres de Gad que se pasaron para el lado de David en el desierto eran guerreros valientes y rápidos, listos para la batalla (v. 8). Los versículos 9-13 mencionan los nombres de once de sus capitanes. El versículo 14 (LBLA, NTV) nos dice que el menor de ellos podía enfrentar a cien y el mayor a mil. Ellos demostraron su valía al cruzar el Jordán cuando estaba desbordado y haciendo huir a los que vivían en los valles al este y al oeste (v. 15). Eran guerreros muy valientes, y constituían una valiosa adquisición para el ejército de David.
Ya vimos en los versículos 1-7 que los hombres que se unieron a David en Siclag eran principalmente de la tribu de Benjamín. En el versículo 16 leemos que más hombres de Benjamín vinieron junto a David en su fortaleza del desierto e iban acompañados de hombres de Judá. David salió a su encuentro, pero estaba algo receloso. Él tenía dudas respecto a si habían venido para unirse a él o para infiltrarse entre sus hombres para derrotarlo (v. 17). Entonces les dijo que, si ellos eran sinceros, él estaba más que dispuesto a recibirlos junto a sus hombres, pero les advirtió que si lo traicionaban, el Señor sería su juez.
En ese momento el Espíritu de Dios vino sobre uno de los hombres presentes. Su nombre era Amasai, quien era el jefe del grupo de hombres valientes conocido como “Los Treinta”. Entonces este hombre habló desde el Espíritu y dijo:
Por ti, oh David, y contigo, oh hijo de Isaí. Paz, paz contigo, y paz con tus ayudadores, pues también tu Dios te ayuda. (v. 18)
Obviamente, el Señor usó estas palabras de manera poderosa para confirmarle a David que los hombres de Benjamín y Judá eran sinceros. Dios le confirmó a David que no constituía ningún peligro permitir que estos hombres entraran en su campamento. Entonces David los recibió y los hizo líderes de sus bandas de asalto (v. 18).
Algunos hombres de la tribu de Manasés también desertaron de Saúl y se unieron a David. Ellos vinieron a él cuando David iba con los filisteos a hacer la guerra contra Saúl (v. 19). Pero Dios no permitió que David peleara contra Saúl. La historia de este incidente está registrada en 1 Samuel 29:1-11. El versículo 20 nos da una lista de siete líderes de Manasés que vinieron a David cuando vivía en Siclag entre los filisteos. Estos líderes ayudaron a David contra las bandas de asalto. Todos eran guerreros muy valientes (v. 21).
Día tras día venían hombres a ayudar a David (v. 22). De esta manera Dios construyó sus fuerzas militares hasta que tuvo un ejército muy poderoso, el cual se describe en el versículo 22 como el “ejército de Dios”. De hecho, era un ejército constituido de parte de Dios para David. La mano de Dios estaba sobre David en ese momento preparándolo para el día en que sería el rey de Israel.
Después de la muerte de Saúl, David fue ungido rey sobre Judá, en Hebrón; pero el resto de Israel optó por ser fiel al linaje de Saúl y puso en el trono a Is-Boset, su hijo. El reino estaba dividido. Entonces en ese momento Dios volvió al encuentro de David y le envió hombres a Hebrón para fortalecer su ejército (v. 23). En los versículos restantes de este capítulo aparece la lista de los que vinieron a David en ese momento. Percatémonos de que detrás de David y su liderazgo había hombres de todas las tribus de Israel. Era obvio que Dios le estaba dando favor ante los ojos de toda la nación.
En los versículos que siguen tenemos una lista de hombres que se volvieron a David en ese momento. Los versículos 24-37 se pueden resumir en la siguiente tabla:
TRIBU | Hombres que vinieron a David | Versículo |
Judá | 6,800 hombres | 24 |
Simeón | 7,100 hombres | 25 |
Leví | 4,600 hombres 3,770 descendientes de Aarón 22 de la familia de Sadoc | 26-28 |
Benjamín | 3,000 hombres | 29 |
Efraín | 20,800 hombres | 30 |
Manasés | 18,000 hombres | 31 |
Isacar | 200 sabios principales | 32 |
Zebulón | 50,000 hombres | 33 |
Neftalí | 37,000 hombres 1,000 capitanes | 34 |
Dan | 28,600 hombres | 35 |
Aser | 40,000 | 36 |
Rubén Gad Manasés (los del este) | 120,000 hombres | 37 |
Los enumerados aquí en estos versículos suman más de 300 000. La bendición de Dios fue más allá de lo que David podría haber imaginado. El Señor lo rodeó de apoyo y aliento en este momento de su vida.
Todos estos hombres que vinieron a David antes de que fuera ungido rey sobre todo Israel eran guerreros poderosos. Observemos en el versículo 38 que estos hombres se ofrecieron como voluntarios para servir. David no tuvo que ir a buscar hombres para que le sirvieran en su ejército, ellos vinieron a él. Estaban de acuerdo en que David fuera ungido rey. Creyeron en él y en su liderazgo y lo apoyaron firmemente. De nuevo debemos ver la mano de Dios en esto, preparando a David para la obra que tenía para él.
El día que vinieron a ungir a David como rey, las familias de estos hombres les proporcionaron comida y bebida suficiente para tres días. Ellos celebraron y se regocijaron juntos durante esos tres días (v. 39). La gente venía de tribus lejanas, trayendo comida en burros, camellos, mulas y bueyes. Estaban bien abastecidos de alimentos y había gran alegría en Israel.
Debemos percatarnos de que Dios no solo proveyó los hombres necesarios para la batalla, sino que también proveyó para sus necesidades materiales. Cuando Dios llama, también equipa y provee. ¡Qué gran estímulo encontramos en esto a medida que salimos en obediencia al llamado del Señor para nuestras vidas! Si damos el paso de obediencia, Dios suplirá todo lo necesario para que podamos cumplir lo que Él nos ha llamado a hacer.
Para Meditar:
- ¿Qué nos ha llamado Dios a hacer? ¿A quién ha levantado para que esté con nosotros en esta visión?
- ¿Ha traído Dios personas a nuestro lado en nuestros momentos de necesidad para animarnos y levantarnos? ¿Quiénes son esas personas?
- ¿Nos ha llamado Dios a ser un estímulo y apoyo para alguien más? ¿Quién es? ¿Cómo los hemos estado apoyando y animando? ¿Qué más podríamos hacer?
- Algunos de los hombres de David tuvieron que hacer sacrificios significativos para estar a su lado. ¿Qué sacrificios han hecho otros por nosotros y nuestro ministerio? ¿Qué sacrificios hemos hecho nosotros por los demás?
- ¿Cómo proveyó Dios para las necesidades materiales de los hombres que vinieron a coronar a David como rey? ¿Nos suplirá Dios también todo lo que necesitamos para la obra a la que nos ha llamado?
Para Orar:
- Tomemos un momento para agradecer al Señor por las personas en particular que nos han respaldado en nuestra vida y ministerio.
- Pidamos al Señor que nos ayude a ver cómo podemos ser de mayor estímulo para alguien en el ministerio en el presente.
- Oremos al Señor que aumente el número de personas que nos acompañan en nuestra vida y ministerio para que podamos ser más eficaces.
- Preguntemos al Señor si hay algún sacrificio que debamos hacer por otra persona.
12 – David y el Arca de Dios
Leamos 1 Crónicas 13:1-14
Gente de todo Israel vino a ungir a David como rey. Esta fue una celebración muy jovial. En el versículo 1, David preguntó a sus oficiales y capitanes si se unirían a él para llevar el Arca del Pacto a Jerusalén. El versículo 3 nos dice que la razón era porque no habían consultado el arca en absoluto durante todo el reinado de Saúl.
Es importante que entendamos que, en los tiempos del Antiguo Testamento, Dios escogió hablarle a Su pueblo desde la cubierta del arca entre los dos querubines (Éx. 25:21-22). Saúl fue rechazado como rey porque no escuchó al Señor ni obedeció Sus mandatos, más bien eligió confiar en su propia sabiduría. Saúl no había consultado la presencia del Señor que estaba sobre el Arca del Pacto, y David no quería cometer este mismo error. Él quería que su reinado se basara en la voluntad y el propósito del Señor. Quería tener el Arca de la Alianza cerca de él para poder buscar la voluntad del Señor en los asuntos relacionados con su liderazgo. Este deseo de David nos muestra que su reinado sería muy diferente al de Saúl. Se basaría en la voluntad y el propósito del Señor. David veía como una prioridad buscar la voluntad del Señor en sus decisiones.
Observemos en el versículo 2 que David quería que este fuera un gran evento. Él quería invitar a todo el pueblo de Israel a que se le uniera mientras trasladaba el arca a Jerusalén. Para David esto no era algo insignificante. Debido a que el Señor se revelaba desde el arca, David sabía que, al traer el arca a Jerusalén, en realidad estaba trayendo la presencia de Dios a la ciudad. Esto era algo digno de celebrar.
Los líderes y comandantes acordaron con David traer el arca de regreso. Entonces se enviaron las invitaciones y los israelitas se reunieron en Quiriat-jearim, donde se encontraba el arca (vv. 5-6).
El versículo 7 nos dice que el arca estaba ubicada en la casa de Abinadab. Para transportarla trajeron un carro nuevo y colocaron el arca allí. Los dos hijos de Abinadab, Uza y Ahío (2 Samuel 6:3), fueron elegidos para guiar el carro (v. 7). Entonces Israel partió de Quiriat-jearim con gran celebración. Celebraron con canciones, arpas, liras, panderetas, címbalos y trompetas (v. 8). La gente estaba contenta.
Hay un detalle importante que necesitamos ver aquí. El Arca de la Alianza fue hecha con varas que se usarían para transportarla. Según Deuteronomio 10:8, el arca debía ser transportada por los levitas, pero esto no es lo que estaba sucediendo en este pasaje. En lugar de que los líderes escogidos por Dios llevaran el arca, ésta fue puesta en una carreta tirada por bueyes, lo cual era una violación directa de la voluntad de Dios.
Es interesante que observemos que la práctica de poner el arca en un carro nuevo era de origen filisteo. En un momento de su historia, el arca de Dios fue capturada por los filisteos y arrebatada a Israel. El arca era una maldición para ellos mientras la guardaran, y muchas personas morían dondequiera que el arca permanecía en Filistea. Por lo tanto, los filisteos decidieron enviar el arca de regreso a Israel. Consultaron a sus líderes espirituales sobre cómo devolverla, y se les dijo que la pusieran en un carro nuevo tirado por dos vacas (ver 1 Samuel 6:1-12). Y así mismo fue como el pueblo de Dios transportó el arca en este pasaje; sin embargo, no era la voluntad de Dios que se llevara a cabo de esta manera. Habían aprendido esto de los filisteos paganos. ¡Qué fácil es para nosotros incorporar prácticas mundanas a nuestra fe! Esto solo traerá problemas.
Cuando el arca de Dios iba pasando por la era de Quidón, los bueyes tropezaron, lo cual puso en peligro el arca de Dios. Entonces Uza extendió su mano para sujetarla para que no se cayera (v. 9), y porque tocó el arca, Dios lo hirió y murió (v. 10). Debe entenderse que esto no hubiera sucedido si el arca hubiera sido llevada por levitas como Dios lo había ordenado. También fue una manera de recordarle al pueblo aquel día acerca de la santidad de Dios. Él no es un Dios para ser tratado a la ligera. Este fue un poderoso recordatorio para David y su pueblo de la asombrosa santidad de Dios. Hasta tocar el arca era causa de muerte.
La gente ese día celebraba a un Dios bueno; ellos estaban deseosos de Sus bendiciones. Se regocijaban que Dios deseaba bendecirlos. Sin embargo, mediante este incidente Dios les recordó que Él también era un Dios de inmensa santidad que exigía obediencia. Si querían continuar experimentando la bendición de Dios, tendrían que vivir en obediencia a Su palabra y hacer las cosas a Su manera.
La respuesta de David a esta situación fue algo sorprendente. El versículo 11 nos dice que él se enojó con Dios porque mató a Uza, y llamó a ese lugar Pérez-uza que literalmente significa “el quebrantamiento de Uza”. Por lo que vio ese día, David tuvo miedo de llevar el arca de regreso a Jerusalén. La celebración terminó en Pérez-uza, y en cambio, decidió llevar el arca a la casa de Obed-edom, el geteo (v. 13).
Una cosa es seguir a un Dios que bendice, y otra cosa es seguir a un Dios que exige obediencia, honor y respeto. El temor de David consistía en que el Dios santo y glorioso que vio ese día, los consumiría. Él celebraba a un Dios de bendición, pero temía al Dios de santidad. Tan grande era su temor a este Dios revelado en el arca que optó por abandonar su misión de llevar el arca de regreso a Jerusalén.
Hay muchas personas hoy en día que están en la misma situación. Quieren un Dios que bendiga, pero no están seguros de querer un Dios que exija obediencia y respeto. Dios no puede ser dividido de esta manera. La santidad y la justicia son parte de su carácter tanto como el amor y la bendición. Cuando venimos a Dios, debemos vivir en la tensión entre la bendición y la obediencia, el amor y la santidad. Dios le presentó a David Su santidad. Ese día la percepción que David tuvo de Dios y Su carácter tomó otra dimensión. Dios les mostró a David y a todo Israel que ellos necesitaban vivir en el temor de Dios si querían disfrutar de Sus bendiciones. Para algunas personas, el costo de vivir en el temor de Dios es demasiado alto. Se alejan de Dios y de Sus bendiciones porque no están dispuestos a pagar el precio de la obediencia. Ese día Dios permitió que David y todo Israel se alejaran.
Sin embargo, percatémonos de que la familia de Obed-edom, donde el arca descansó durante tres meses, fue ricamente bendecida (v. 14). Las bendiciones de Dios están disponibles para nosotros, pero Dios demanda que vivamos obedeciendo y respetando Su nombre. No nos atrevamos a tomarlo a la ligera. Él es un Dios de maravilloso amor y bendición, pero también es un Dios de santidad y justicia cuya voluntad exige respeto y honor. Todos los que acuden a Él en busca de bendiciones deben estar dispuestos a respetarlo y obedecerle.
Para Meditar:
- Este capítulo nos recuerda cómo Saúl no buscó la voluntad del Señor a través del Arca de la Alianza; y fue rechazado porque no obedeció al Señor. ¿Cuán importante es que busquemos la voluntad y el propósito del Señor en todo lo que hacemos?
- ¿Qué nos muestra la celebración que hace David por el regreso del arca acerca de su profundo amor por su Dios? ¿Cómo demostramos nosotros nuestro amor por Dios?
- ¿Cómo violaron David e Israel la voluntad de Dios al transportar el arca a Jerusalén?
- ¿Cuál es el posible origen de la práctica de llevar el arca en una carreta tirada por bueyes? ¿Cómo influye el mundo en la iglesia de hoy? ¿Existen prácticas mundanas que la iglesia haya adoptado en nuestros días? ¿Cuáles son?
- Dios es un Dios que nos bendice amorosamente, pero también exige respeto y honor. ¿Realmente podríamos adorarlo si no lo aceptamos como amoroso y santo?
Para Orar:
- Pidamos a Dios que nos ayude a buscar Su voluntad y propósito cada día. Roguémosle que nos perdone por las veces que hemos fallado en buscarlo a Él y a Su voluntad.
- Oremos a Dios que nos muestre si hay alguna parte de nuestra vida o práctica en la que no estemos viviendo en obediencia a Su voluntad.
- Agradezcamos al Señor que Él es tanto santo como amoroso. Pidámosle que nos ayude a adorarlo y honrarlo por estas dos maravillosas características.
- ¿Conocemos a alguien que, como David e Israel, se alejó de la bendición del Señor porque le costó mucho aceptar Su santidad y justicia? Pidamos a Dios que les dé gracia a esas personas para aceptar al Señor tal como es.
13 – Problemas Filisteos
Leamos 1 Crónicas 14:1-17
Después de que David fue coronado rey de todo Israel, el rey de Tiro le envió mensajeros para felicitarlo y desearle lo mejor. El hecho de que Hiram, rey de Tiro, enviara a sus mensajeros para felicitarlo, le mostró a David que no solo su propio pueblo lo reconocía como rey, sino también las naciones vecinas.
Observemos en el versículo 1 que el rey de Tiro también envió a David troncos de cedro, canteros y carpinteros para que le construyeran un palacio. David había hecho de Jerusalén su cuartel general y no había ningún palacio en esa ciudad en ese momento. Al enviar a David estos suministros, el rey Hiram estaba estableciendo una buena relación con Israel y confirmándolo como rey.
Del versículo 3 entendemos que, mientras David vivió en Jerusalén tomó más esposas y tuvo muchos más hijos e hijas. Los versículos 4-7 nos brindan los nombres de 13 hijos e hijas que le nacieron a David mientras vivía en Jerusalén. Estos fueron aparte de los otros hijos que le nacieron antes de que viniera a vivir a esta ciudad.
El reinado de David no siempre sería pacífico. Antes de convertirse en rey pasó gran parte de su vida huyendo de Saúl; y ahora, como rey, David tendría muchas batallas que pelear. En el versículo 8 leemos que cuando los filisteos oyeron que David había sido ungido rey sobre Israel, reunieron sus fuerzas y lo atacaron. Y por otro lado David reunió a su ejército para hacerles frente. El conflicto entre los dos ejércitos comenzó cuando los filisteos asaltaron el valle de Refaim (v. 9).
Es importante que observemos en el versículo 10 que antes de que David respondiera al ataque de los filisteos, le preguntó a Dios si debía atacar a los filisteos y si les daría la victoria. Habría sido fácil para David usar la lógica en este asunto. Por un momento analicemos la lógica. Dios había llamado a David para ser rey. Como rey, era su responsabilidad cuidar y proteger a la nación. Los enemigos habían atacado a Israel y eran una amenaza para ellos. ¿Acaso no era su responsabilidad proteger a su pueblo? Era lógico que David defendiera a su nación contra el ataque de los filisteos. Pero lo que resulta interesante aquí es que, aun así, David consultó al Señor. Esto es importante.
Los caminos de Dios no siempre son nuestros caminos (ver Isaías 55:8-9). Si bien las cosas pueden parecernos lógicas, no siempre podemos regirnos por la lógica humana. Dios no ve las cosas como nosotros. Lo que nos parece totalmente lógico puede, de hecho, ser contrario a la voluntad y el propósito de Dios. ¿Con qué frecuencia se han tomado decisiones en nuestra iglesia sobre la base de la sabiduría y la lógica humanas? La lógica humana nunca debe reemplazar la búsqueda de la voluntad y el propósito de Dios.
El Señor le respondió a David y le dijo que debía pelear contra los filisteos. También le dijo que se los entregaría en sus manos (v 10). Con esta palabra del Señor, David llevó a sus hombres a Baal-perazim y atacó, y Dios le dio la victoria (v. 11). La victoria que el Señor le dio a Su pueblo contra los filisteos se compara en el versículo 11 con la ruptura de las aguas. Fue como si una gran represa se rompiera y el agua del ejército de David entrara y barriera al ejército filisteo. Es interesante saber que el nombre Baal-perazim significa literalmente “el señor que quebranta”. Esto es lo que ocurrió exactamente aquel día. Dios quebrantó a Sus enemigos y los destruyó.
Observemos en el versículo 12 que los filisteos eran un pueblo religioso. Llevaban a sus dioses con ellos a la batalla. Pero esos dioses no eran rivales para el Dios de Israel. Cuando los filisteos huyeron ante Israel, abandonaron a sus dioses. Entonces David dio órdenes de recogerlos y quemarlos. Al hacerlo, David estaba declarando la victoria del Señor sobre los dioses filisteos. De esa manera también eliminaba la tentación que su pueblo pudiera tener de inclinarse ante estos dioses.
Pero los filisteos no tomaron su derrota a la ligera y una vez más asaltaron el valle (v. 13). Percatémonos nuevamente cómo David consultó al Señor. Aunque él sabía que el Señor le había dicho anteriormente que atacara, David buscó al Señor otra vez para esta nueva situación. Cada situación en la vida nos da motivos para buscar al Señor nuevamente. No podemos dar por sentado que debido a que Dios nos guió de cierta manera una vez, nos guiará de la misma manera la próxima vez. David volvió ante el Señor con esta nueva situación.
Observemos en el versículo 14 que esta vez el Señor le dijo a David exactamente cómo iba a derrotar a los filisteos. Dios le dijo a David que no debía ir directamente contra ellos, sino dar la vuelta detrás de ellos. También le dijo en qué lugar debía atacarlos. En el versículo 14, Dios le dijo que los atacara frente a los árboles balsámicos. Observemos además en el versículo 15 que Dios también le dijo a David el momento exacto en que atacaría a los filisteos. Debía esperar hasta escuchar el sonido de las copas de las balsameras. Cuando escuchara ese sonido, debía mover su ejército a la batalla porque Dios había ido delante de él para derrotar a los filisteos.
Vemos que Dios guió a David en el versículo 14 de una manera muy específica. Le mostró el método, la ubicación y el momento de su batalla. El método consistía en rodear al ejército por detrás. La ubicación era frente a los árboles de bálsamo. El momento era cuando escuchara un sonido como de pies que marchan producido por las copas de las balsameras. Era de suma importancia que David siguiera las instrucciones de Dios en estos tres aspectos si quería tener la victoria.
El versículo 16 nos dice que David hizo exactamente lo que el Señor le ordenó y el ejército filisteo fue derrotado. Este ejército fue derribado, no porque el ejército de David fuera más fuerte, sino porque él fue obediente a Dios. La fama de David se extendió por todas las naciones. Era temido a causa de su Dios que era fuerte y poderoso para salvar. El versículo 17 nos dice que el Señor hizo que todas las naciones temieran a David.
¿Queremos tener la victoria sobre nuestros enemigos? ¿Queremos conocer el poder de Dios obrando a través de nosotros? Aprendamos a buscar la voluntad del Señor y a rendirnos a Él. Esto requerirá pasar tiempo con Dios buscando Su voluntad para cada situación que nos presenta. Él tiene un propósito muy específico. David aprendió a encomendar cada problema al Señor y esperar Su dirección. El secreto de su victoria radicaba en que estaba dispuesto a buscar a Dios y obedecer. Este será también el secreto de nuestra victoria.
Para Meditar:
- Dios le dio favor a David ante los ojos de las naciones. ¿Nos ha dado Dios favor ante los ojos de nuestros vecinos y amigos? ¿Cuán importante es el favor del Señor?
- ¿Cuál es el papel de la lógica humana en la vida cristiana? ¿Cómo puede la lógica humana interponerse en el camino de escuchar a Dios y conocer Su dirección?
- ¿Estamos llevando a cabo nuestro ministerio de la manera que Dios quiere que lo hagamos? ¿Qué cosas necesitamos cambiar?
- ¿Dios todavía guía a Su pueblo hoy? ¿Cómo podemos conocer Su guía y dirección?
- ¿Cuál es la diferencia entre hacer lo que es lógico y hacer lo que Dios nos llama a hacer?
Para Orar:
- Pidamos a Dios que nos dé mayor favor para que nuestro ministerio no sea estorbado.
- Pidamos a Dios que nos muestre si estamos ministrando de la manera que Él quiere que lo hagamos, en el lugar donde Él quiere que ministremos y en Su tiempo.
- Oremos al Señor que nos enseñe cómo escucharlo y conocer Su dirección en nuestra rutina diaria.
- Pidamos al Señor que nos perdone por las veces que hemos elegido alejarnos de Su dirección para hacer las cosas a nuestra manera. Roguemos al Señor que nos perdone por las veces que hemos fallado en buscar Su voluntad.
14 – Una Lección Aprendida
Leamos 1 Crónicas 15:1-29
En el capítulo anterior vimos cómo el Señor le mostró a David la manera en que iba a derrotar a los filisteos. Dios le dio la victoria porque obedeció Su voz y siguió Su camino, pero David no siempre buscó al Señor y Su voluntad. En el capítulo 13 vimos cómo él decidió traer el arca del Señor a Jerusalén, pero no buscó Su dirección sobre cómo transportarla. En lugar de hacer que los levitas llevaran el arca como lo requería la ley, David hizo que la pusieran en una carreta tirada por bueyes para así transportarla. Eso resultó ser fatal ya que Uza murió tratando de estabilizar el arca cuando el buey tropezó.
Después de la muerte de Uza, David decidió dejar el arca con la familia de Obed-Edom. Pero en 1 Crónicas 15:1 vemos que aún era su deseo traer el arca del Señor a Jerusalén. Esta vez, sin embargo, las cosas se iban a hacer a la manera de Dios.
El versículo 1 nos muestra que después que David hizo edificios para él y sus familias, también preparó una tienda para el arca del Señor. No se nos dice nada acerca de esta tienda, pero sabemos que, durante todo el tiempo en el desierto, el arca del Señor siempre estuvo alojada en una tienda.
El versículo 2 es muy importante. David reconoció que aparte de los levitas nadie más podía llevar el arca de Dios. Al decir esto, él estaba confesando que se habían equivocado al intentar transportar el arca del Señor en una carreta tirada por bueyes. Esta fue la razón del estallido de la ira de Dios contra Uza y la causa de su repentina muerte.
Habiendo aprendido su lección y confesado su pecado, David reunió a los descendientes de Aarón y los levitas en Jerusalén (v. 4). Alrededor de 862 levitas de seis familias diferentes llegaron a Jerusalén ante la petición de David (vv. 5-10).
Cuando los levitas se reunieron en Jerusalén, David llamó a dos sacerdotes, Sadoc y Abiatar, y a seis levitas (Uriel, Asaías, Joel, Semaías, Eliel y Aminadab). Cuando se presentaron ante él, David les ordenó que se consagraran a sí mismos y a sus compañeros levitas. Luego les ordenó que subieran el arca del Señor al lugar que él le había preparado (v. 12). La consagración de un sacerdote o levita se describe en Éxodo 29:1-37, e involucraba sacrificios y lavado ceremonial. David quería asegurarse de que los levitas estuvieran ceremonialmente puros antes de llevar el arca del Señor a Jerusalén.
David les recordó a los levitas en el versículo 13 que ellos habían pecado contra Dios la primera vez por no haber llevado el arca; y les deja muy claro en el versículo 13 que esta fue la razón por la cual la ira del Señor se había desatado contra ellos causando la muerte de Uza.
Veamos lo que dice David en el versículo 13 (NTV): “No habíamos consultado a Dios acerca de cómo trasladarla de la manera apropiada”. En su entusiasmo por llevar el arca del Señor a Jerusalén, David no había consultado al Señor acerca de cómo debía transportar el arca. Dios tiene una manera de hacer las cosas que a menudo es diferente a la nuestra. Es muy posible que hagamos lo correcto de manera incorrecta. Esto fue lo que le sucedió a David cuando trató de transportar el arca por primera vez, y solo trajo problemas. Hay una lección importante para nosotros en esto. No solo necesitamos buscar a Dios acerca de lo que Él quiere que hagamos, sino que también debemos buscarlo acerca de cómo quiere Él que lo hagamos.
Puede ser que algunos digan: “¿Qué diferencia hay en cómo hacer el trabajo, siempre y cuando lo hagamos?” Este pasaje desafía este punto de vista. Dios también está interesado en el método. Si hacemos las cosas a la manera de Dios podemos estar seguros de Su bendición. ¿Con qué frecuencia fallamos en tomarnos el tiempo para buscar al Señor acerca de cómo Él quiere que ministremos? Estamos tan entusiasmados con el avance del reino que nos adelantamos a Dios y hacemos las cosas a nuestra manera sin siquiera consultarlo acerca de cómo quiere que hagamos el trabajo. A menudo terminamos obstaculizando la obra porque no estamos en sintonía con Dios y Sus caminos. Todo esto requiere una estrecha relación con Dios. Si queremos ser eficaces en nuestro servicio, debemos estar en estrecha comunión con Él. Debemos estar constantemente buscando Su voluntad, Su método y Su tiempo. Podemos estar muy ocupados en el ministerio y realmente no ser eficaces si no buscamos constantemente lo que Dios quiere. David había aprendido esta lección y ahora se aseguraba de no caer en este error por segunda vez.
A petición de David, los levitas se consagraron para llevar el arca del Señor a Jerusalén (v. 14). El versículo 15 nos dice que llevaron el arca de Dios con las varas sobre sus hombros como Moisés les había mandado en la ley.
David también ordenó a los levitas que designaran a ciertos hermanos para acompañar el arca con música y cantos (v. 16). Los versículos 17-24 nos dan una lista general de los hombres escogidos, con las responsabilidades dadas a cada uno.
A Hemán, Asaf y Etán se les dio la responsabilidad de hacer sonar los címbalos de bronce (v. 19). Ocho levitas fueron elegidos en el versículo 20 para tocar los salterios. Observemos que debían tocarlos sobre “Alamot”. No está claro qué significa este término “Alamot”. Es muy probable que sea un término musical entendido por los músicos, el cual les indicaba cómo debían tocar el salterio. Las arpas fueron asignadas a otros seis levitas que debían tocarlas templadas para el “Seminit”. Nuevamente, este es un término musical que les decía a los músicos cómo debían tocar sus arpas. Observemos que el salterio debía tocarse de manera diferente al arpa. A Quenanías se le dio la responsabilidad de dirigir el canto. El versículo 22 nos dice que él tenía el don para hacerlo. Y siete levitas también fueron elegidos para tocar la trompeta (v. 24).
Se eligieron dos porteros para el arca (v. 23), aunque no se especifica cuáles eran sus responsabilidades. Como porteros, es posible que se les haya dado la responsabilidad de asegurarse de que todo se hiciera de acuerdo con la ley de Dios y que nada impuro viniera a contaminar el arca o los sacerdotes que la llevaban.
Los levitas llevaron el arca de Dios a Jerusalén de la manera prescrita, e iba acompañaba con música de címbalos, salterios, arpas y trompetas. David y los ancianos de Israel junto con los comandantes de millares fueron con los levitas a llevar el arca a Jerusalén. Hubo gran celebración y gozo mientras viajaban a Jerusalén (v. 25).
Si bien hubo una gran celebración y regocijo, esta vez también hubo un tremendo temor de Dios. Los levitas entendieron que Dios era un Dios santo y maravilloso. Tomaron en serio su responsabilidad, sabiendo que Dios podría herirlos si no lo honraban. El versículo 26 nos dice que debido a que Dios ayudó a los levitas que llevaban el arca, se sacrificaron siete novillos y siete carneros como ofrenda de acción de gracias al Señor.
Percatémonos en el versículo 27 que David estaba vestido con una túnica de lino fino; y también usó un efod de lino. El efod lo usaban los sacerdotes. De esto podemos entender que David tenía una función sacerdotal, aunque no tenía el oficio de sacerdote según la ley. Como rey de Israel, David ciertamente hizo mucho para fomentar la adoración a Dios. Como rey ante Dios, también tenía una función sacerdotal que cumplir. Él fue reconocido en Israel por su papel espiritual.
Cuando el arca entró en la ciudad, David expresó su adoración ante Dios con gran entusiasmo. No se abstuvo de nada. Danzó y celebró ante el Señor con todo su corazón. Su esposa Mical vio a David celebrando ese día, y el versículo 29 nos dice que cuando ella lo vio celebrar de esta manera, lo menospreció en su corazón. Es importante que echemos un vistazo más de cerca a este versículo.
La relación entre David y Mical su esposa era una relación tensa. Según 1 Samuel 25:44, Saúl, su padre, la había entregado a otro hombre a pesar de que estaba casada con David. En 2 Samuel 3:13-16, David exigió que ella fuera apartada de su segundo marido y devuelta a él. Puede ser que Mical estuviera amargada por este asunto y se preguntara cómo David podía adorar a Dios de esta manera cuando él la había arrebatado por la fuerza a su esposo. Sin embargo, en el versículo 29 vemos que parece que Mical estaba enojada con David por la forma en que se expresaba en la adoración pública. Las palabras usadas aquí son muy poderosas. El versículo 29 nos dice que ella “menospreció” a David en su corazón.
Mical obviamente tenía una percepción muy diferente a la de David respecto a cómo debería ser la adoración. Ella pensaba que David estaba haciendo el ridículo en su adoración (ver también 2 Samuel 6:20). Obviamente, para Mical, la adoración a Dios debía ser más moderada y tranquila, con menos expresión física. David y Mical discrepaban en cuanto a lo que creían que era una adoración aceptable. No es nuestro propósito discutir lo que es apropiado en la adoración. Basta decir que existen diferencias significativas entre los creyentes sobre este asunto. Estas diferencias no son nuevas, y en este capítulo tenemos un claro ejemplo de ello.
Lo que es importante observar es la manera en que Mical respondió a su diferencia con David. Mical menospreció a David en su corazón y permitió que su discrepancia se convirtiera en amargura e ira. Lo mismo sucede en la iglesia de nuestros días. Tal vez veamos evidencia de esto en nuestro propio lugar de culto. Algo tan simple como la forma en que expresamos nuestra adoración a Dios puede causar tal división en la iglesia de hoy que los creyentes ya no pueden asociarse unos con otros. El pecado de Mical fue permitir que su diferencia produjera amargura e ira.
Este pasaje nos advierte acerca de permitir que diferencias como el estilo de adoración se interpongan entre nosotros como creyentes. Es cierto que hay diferentes personalidades en la iglesia de hoy. Cada personalidad busca a Dios a su manera. El pasaje no condena a David por su estilo de adoración entusiasta, ni condena a Mical por su estilo más moderado. Sin embargo, nos advierte acerca de cómo las diferencias entre los creyentes pueden ser un medio para que Satanás cause división. No es nuestra responsabilidad juzgar las preferencias de otro creyente que actúa con sinceridad ante Dios. Sin embargo, es nuestra responsabilidad lidiar con cualquier amargura o enojo que venga a nuestro corazón cuando experimentamos estas diferencias.
Para Meditar:
- ¿Qué aprendemos sobre la humildad de David y su disposición a confesar que se había equivocado al no buscar la voluntad del Señor respecto a cómo llevar el arca a Jerusalén? ¿Somos capaces nosotros de admitir cuando nos equivocamos?
- ¿Qué aprendemos en este pasaje acerca de la importancia de hacer las cosas a la manera de Dios? ¿Hemos desarrollado el hábito de buscar la voluntad de Dios cuando vamos a hacer algo?
- ¿Qué aprendemos acerca del estilo de adoración de David? ¿Hay personas a nuestro alrededor que tienen una preferencia diferente?
- ¿Cómo puede una diferencia de opinión afectar las relaciones entre los creyentes?
- Aunque no siempre podemos cambiar a las personas, sí podemos controlar nuestras actitudes. ¿Alguna vez hemos experimentado una actitud de amargura hacia un hermano o hermana que ve las cosas de manera diferente a nosotros? Expliquemos.
Para Orar:
- Pidamos al Señor que nos dé la gracia de estar dispuestos a admitir cuando estamos equivocados. Pidámosle gracia para hacer las cosas bien.
- Agradezcamos al Señor que Él no está limitado a nuestras preferencias. Démosle gracias por la diversidad de preferencias en el cuerpo de Cristo.
- ¿Alguna vez hemos albergado amargura en nuestro corazón hacia un hermano o hermana porque hicieron las cosas de manera diferente a nosotros? Pidamos al Señor que nos libere de esa amargura. Oremos que nos muestre cómo lidiar con estas diferencias de una manera que lo honre.
15 – Un Salmo de Acción de Gracias
Leamos 1 Crónicas 16:1-43
Ya vimos en el capítulo anterior cómo David llevó el Arca del Pacto hasta Jerusalén y la hizo colocar en una tienda especial que había hecho para ella. A lo largo de las peregrinaciones del pueblo de Dios en el desierto, el Arca del Pacto había estado alojada en el tabernáculo, que era un santuario portátil. Cuando se construyera el templo en Jerusalén, el arca tendría una estructura más permanente, pero por ahora permanecería en esta tienda especial.
Cuando el arca fue colocada en la tienda que David había hecho para ella, los sacerdotes presentaron holocaustos y ofrendas de paz en adoración y acción de gracias al Señor por Su valor y bondad para con ellos (v. 1).
Observemos en el versículo 2 que cuando David terminó de ofrecer sus sacrificios al Señor, bendijo al pueblo y le dio a cada uno una torta de pan, una pieza de carne, y una torta de pasas. Necesitamos ver esto en el contexto de lo que había estado sucediendo mientras el pueblo adoraba ante el Señor. La adoración en las Escrituras, aunque siempre va dirigida a Dios, no lo beneficia solo a Él. Veamos la enseñanza de Jesús en Mateo 25:40:
Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.
Cuando David se acercó a su pueblo hambriento en el nombre del Señor, esto fue parte de su adoración ese día. Al ministrar a su pueblo en su necesidad, estaba ministrando al Señor y honrándolo. Cuando les extendemos la mano a otros, adoramos al Señor. La adoración de David ese día consistió en parte en holocaustos, cánticos y alabanzas, pero se completó en su acto de servicio hacia el pueblo de Dios en su necesidad. Un pueblo que adora verdaderamente es un pueblo que alaba y que sirve.
En el versículo 4, David designó a los levitas para que ministraran delante del arca de Dios. Lo que es importante que notemos es la triple responsabilidad que se les dio a estos levitas que ministraban delante del arca.
La primera responsabilidad era la invocación (NTV). Invocar o hacer peticiones tenía que ver con interceder delante del Señor a favor de Su pueblo. Se trataba de buscar el favor del Señor para la nación. Esta era su primera responsabilidad.
La segunda responsabilidad de los levitas que ministraban delante del arca era dar gracias. Cuando Dios derramaba Su favor y bendición sobre Su pueblo, los levitas debían asegurarse de que se le agradeciera debidamente. ¡Cuántas veces Dios nos ha bendecido y no hemos sido agradecidos! Para David era tan importante que Dios recibiera las gracias por Su maravilloso favor y bondad, que le dio esta responsabilidad a los levitas que ministraban delante del arca.
Por último, los levitas que ministraban delante del arca debían alabar al Señor. Este era su ministerio y obligación ante el pueblo. Debían buscar razones para alabar y adorar al Señor. Debían recordarle al pueblo la grandeza de Dios y desafiarlos a enaltecer Su nombre en alabanza y adoración.
Este ministerio triple de invocar el favor de Dios, de agradecer a Dios y de adorarle era un ministerio importante. ¡Qué bueno sería que la iglesia de nuestros días tuviera hombres y mujeres dedicados a esta tarea!
Los responsables de este ministerio se nombran en los versículos 5 y 6. Asaf era el jefe de este grupo. Muchos de sus salmos están registrados en el libro de los Salmos. Él recibía la ayuda de otros hombres que tocaban salterios y arpas, y cuyos nombres están registrados en los versículos 5-6. Asaf tocaba los címbalos; y Benaía y Jahaziel tocaban trompetas. Estos instrumentos debían ser usados en la alabanza y adoración a Dios.
David le dio a Asaf y a sus parientes un salmo de acción de gracias que probablemente él mismo escribió. Aunque no se dice claramente en el texto, el contexto podría indicar que estos músicos le iban a cantar este salmo a la gente que se había reunido ese día para celebrar la llegada del arca a Jerusalén.
El salmo en sí mismo es un desafío al pueblo de Dios para celebrar, adorar y honrar al Señor Dios de Israel. Lo desglosaremos, y examinaremos sus diversas partes.
Cuando David comienza el salmo, desafía a todo el pueblo de Dios a dar gracias al Señor (v. 8). Esto es algo en lo que a menudo fallamos en nuestro caminar espiritual. David creía que dar gracias era de suma importancia para el creyente. Ya hemos visto cómo encomendó a los levitas la responsabilidad de dar gracias. David hace un llamado al pueblo a recordar el deber de dar gracias al Señor por Sus obras. El Señor me ha estado mostrando en los últimos meses con qué frecuencia me he olvidado de agradecerle por las muchas cosas que ha hecho. Hay motivos todos los días para darle gracias. Haríamos bien en abrir nuestros ojos a las muchas bendiciones que recibimos, y en recordar nuestro agradecimiento al Señor.
El segundo desafío del versículo 8 es que el pueblo de Dios invoque Su nombre. Invocar el nombre del Señor tiene que ver con reconocer Su poder y valor. Clamamos a un Dios que es capaz de ayudar y es digno de nuestra atención. Invocar a Dios en este sentido es reconocerlo como un Dios todopoderoso y digno. Es poner nuestra confianza en Él. Es traerlo a nuestra rutina diaria y a las decisiones que constantemente tomamos. Cuando necesitamos hacer una tarea, debemos clamar a Él. Cuando necesitamos tomar una decisión, debemos acercarnos a Él. ¡Como cambiarían las cosas si lleváramos a Dios a nuestras decisiones y actividades!
Observemos también en el versículo 8 que el salmista desafía a sus lectores a dar a conocer lo que el Señor ha hecho entre las naciones. No debemos guardarnos la bondad de Dios para nosotros. Debemos proclamar a todos los que conozcamos el valor y la generosidad de nuestro maravilloso Dios. Debemos proclamar Su bondad y benignidad para con nosotros. Debemos compartir Sus bendiciones con todos los que escuchen, para que conozcan la bondad de nuestro gran Dios. Percatémonos de que esta bondad de Dios debe ser compartida entre las naciones. Incluso aquellos que no conocen a nuestro Dios deben escuchar de Su maravillosa bondad.
El desafío del versículo 9 es que el pueblo de Dios lo alabe a través del canto. Ellos debían mencionar por medio del canto todas Sus maravillosas obras. Dios disfruta los talentos creativos de Su pueblo, especialmente cuando son hechos para Él y Su honor. Nuestro canto de alabanza y nuestra acción de gracias son gratos al corazón de Dios.
El versículo 10 comienza con un llamado para que el pueblo de Dios se gloríe en Su santo nombre. Gloriarse en algo es alabar, jactarse o celebrar. Observemos de manera particular en el versículo 10 qué era lo que el pueblo de Dios debía alabar y celebrar. Debían gloriarse en el santo nombre del Señor. La santidad de Dios lo separa del pecado y de todo tipo de mal. Él nunca puede ser acusado de hacer algo mal, porque todo lo que hace es santo y digno de honra. Su santidad significa que juzgará el pecado y el mal en este mundo. Nuestra esperanza radica en el hecho de que Dios es un Dios santo que siempre hará lo correcto. En esto tenemos que estar verdaderamente agradecidos. Necesitamos celebrar el hecho de que Dios es un Dios santo, cuyos buenos y justos propósitos triunfarán.
El versículo 10 es una oración para que se regocijen los corazones de los que buscan a Dios. Esto no significa que aquellos que buscan a Dios nunca tendrán que enfrentar dificultades o pruebas. Sin embargo, incluso en esta dificultad y prueba, hay motivos para que el pueblo de Dios se regocije. Su Dios es santo y no permitirá que triunfe el mal. Su Dios es justo y siempre hará lo correcto. Su Dios es soberano y convertirá en bien todo lo que el enemigo haga contra ellos. Observemos, sin embargo, que sólo aquellos que buscan a Dios se regocijan. Buscarlo es confiar en Él y en Sus propósitos. Aquellos cuyo deseo es buscar a Dios y vivir en Sus propósitos tendrán motivo de regocijo.
El versículo 11 desafía al pueblo de Dios a buscar la fuerza del Señor. Esto implica que necesitaremos Su fuerza, y también que nuestra propia fuerza es insuficiente. Dios proveerá toda la fuerza que necesitamos para enfrentar cualquier prueba que se nos presente en la vida. Su fuerza será igual y mayor que cualquier prueba a la que estemos llamados a enfrentar.
Según el versículo 11, también debemos buscar siempre el rostro de Dios. Hay una serie de cosas en esta vida que pueden distraernos y apartar nuestra mirada del Señor. Él es digno de toda nuestra atención. Buscar implica esfuerzo; implica que habrá momentos en que el rostro de Dios parecerá escondido. Las pruebas, los placeres mundanos y otras distracciones similares se nos presentarán en el camino, pero Dios nos está llamando a mantener nuestros ojos completamente en Él. Observemos que el versículo nos dice que busquemos Su rostro continuamente. Eso significa que no debemos permitir que nada nos impida buscar a Dios y Sus propósitos. Cuando vengan las pruebas y las tentaciones, volvamos aún más nuestra mirada a Él.
Los versículos del 12-22 alientan al creyente a recordar las obras del Señor. Hay varias cosas que el salmista llama a su pueblo a recordar acerca de Dios.
Primero, en el versículo 12, el creyente debe recordar las maravillas y los milagros que Dios ha hecho. Estas maravillas y milagros son hechos de Dios que demuestran Su poder sobre la naturaleza y las circunstancias. Cada uno de nosotros ha visto evidencia de las obras milagrosas de Dios. Debemos recordar esas maravillas y milagros. Cuando Satanás nos tienta a dudar debemos recordar que nuestro Dios desafía la naturaleza y las circunstancias, y hace lo imposible.
En segundo lugar, en los versículos 12-13 el salmista nos dice que recordemos los juicios que el Señor ha pronunciado. Recordar Sus juicios es recordar Su ley. Es recordar cómo ha disciplinado y castigado a los que se han apartado de Su ley. Es recordar Su advertencia en contra de los que se apartan. Es temer a Dios y honrar Sus propósitos. Percatémonos en el versículo 14 que Sus juicios están en toda la tierra. No hay ningún lugar al que podamos ir donde los juicios de Dios no puedan encontrarnos. No podemos escondernos de Dios. Debemos vivir cada momento como si estuviéramos en Su presencia, buscando caminar en Sus caminos y reconociendo que daremos cuenta de nuestras vidas y acciones.
La tercera cosa que el pueblo de Dios debía recordar era Su pacto. Un pacto es como un matrimonio. Por medio de Su pacto, Dios se compromete y entra en una relación especial e íntima con Su pueblo. El versículo 15 nos dice que Dios recuerda Su pacto perpetuamente. Es decir, cuando Dios entra en una relación con nosotros es para siempre. Él no olvidará las promesas que nos hizo ni Su compromiso con nosotros. El pacto que Dios hizo con Abraham y lo juró a Isaac, lo confirmó a Jacob su descendiente (vv. 16-17). Dios recordaba Su pacto de generación en generación. El versículo 17 describe este pacto como un pacto sempiterno. Un pacto sempiterno es un pacto que es eterno. Esta es la promesa de Dios a Su pueblo. Él será Su Dios para siempre. Él no los abandonará ni los desamparará. Su bendición estaba sobre ellos al darles la tierra de Canaán (vv. 18-20). Los protegió como esposo amoroso, no permitiendo que las naciones los dañaran, porque le pertenecían a Él (vv. 21-22). El pueblo de Dios debía recordar la maravillosa e íntima relación que tenían con Él. Debían regocijarse en la seguridad que tenían al conocer Su cuidado y deleite en ellos. Debían rendirse a Él y caminar con Él en fidelidad. Nada los apartaría de su Dios.
En el versículo 23, Dios vuelve a hacer un llamado a Su pueblo a cantar. Ya hemos visto las muchas razones por las que el pueblo de Dios debía cantar alabanzas. Sus prodigios, Sus juicios y Su pacto eran motivo de regocijo y canto. Sin embargo, observemos que no era solamente el pueblo de Dios el que debía cantarle alabanzas, sino “toda la tierra”. La bondad y bendición de Dios no se limita a Su pueblo, aunque ellos disfrutan de Su favor especial. Toda la tierra experimenta Su vida y bendición; por eso, toda la tierra está llamada a cantar alabanzas a su Creador y Proveedor. Esta es la razón por la que debemos participar en las misiones. Un verdadero misionero es aquel cuyo gran deseo es que todas las personas reconozcan el valor de su Creador y canten alabanzas a Su digno nombre.
Veamos también que Dios hace un llamado a que se proclame “día tras día” Su salvación. No deberíamos ver la palabra “salvación” aquí como una referencia a la salvación que entendemos en este período del Nuevo Testamento, aunque ciertamente deberíamos proclamar esta salvación también. La salvación de la que se habla aquí debe verse en un sentido mucho más amplio. Es la liberación continua de Dios de nuestros enemigos o de las circunstancias que vienen en nuestra contra. Observemos que la liberación de Dios, en este sentido, debe ser proclamada día tras día. Nuestra experiencia de la liberación de Dios será una experiencia diaria. Debemos buscar evidencia de la protección y liberación de Dios diariamente. Debemos tomar tiempo para darle gracias por esta liberación. Debemos reconocer la liberación de Dios todos los días, y asegurarnos de alabarle y agradecerle por ella. También debemos testificar de lo que Él ha estado haciendo. Al hacer esto Él recibe la gloria y el mundo entero reconoce Su bondad.
Observemos en el versículo 24 que el pueblo de Dios debía declarar Su gloria entre las naciones. La gloria de Dios se refiere a Su esplendor, Su dignidad, Su belleza y Su honor. No hay Dios como nuestro Dios en carácter, ni hay un Dios como Él en hechos. Tanto Su carácter como Sus hechos deben ser proclamados entre las naciones. Es el deseo ferviente de Dios que toda la tierra sepa quién es Él y lo que ha hecho.
Los dioses de las otras naciones eran ídolos hechos de madera o piedra. No tenían ningún poder ni ninguna capacidad. El Dios de Israel, sin embargo, era el Dios que creó los cielos y la tierra, era el Dios de esplendor y majestad; por tanto, debía ser honrado sobre todos los dioses de las naciones.
Percatémonos en el versículo 27 que la alabanza y la magnificencia estaban delante del Señor. Él es un Dios grandioso, cuya presencia inspira temor. Cualquiera que veía Su esplendor y majestad caía aterrorizado ante Él. Sin embargo, veamos que el poder y la alegría eran Su morada. En otras palabras, donde moraba Dios, había fuerza y gozo. Si bien Su magnificencia nos hace caer postrados en adoración y terror, Su poder nos levanta y nos da vida; Su alegría nos renueva y nos da esperanza.
En el versículo 29, el pueblo de Dios debía tributarle gloria y poder. Tributar es reconocer. El pueblo de Dios debía reconocer la gloria, la belleza y la majestad de Dios. También debían reconocer y vivir en la realidad de Su fuerza y poder. Estos dos aspectos del carácter de Dios tienen un impacto directo en nuestras vidas. Cuando reconocemos que Dios es un Dios glorioso, nos postramos en adoración a Su nombre. Cuando lo reconocemos como un Dios todopoderoso, nos levantamos en Su poder para conquistar, sabiendo que nada puede vencernos ni derrotar Su propósito.
Tributar gloria y poder al Señor es rehusarnos a atribuirnos ningún mérito por ello. Es reconocerlo como la fuente de todas las cosas. Consiste en darle a Él toda la gloria y tributarle todo el poder.
El pueblo de Dios debía traerle ofrendas y presentarse ante Él (v. 29). Debían adorarle en medio de la hermosura de Su santidad. De particular importancia aquí es el hecho de que el pueblo de Dios debía acercarse a la hermosura de la santidad de Dios con una ofrenda. Esa ofrenda era una ofrenda por el pecado. Nadie podía acercarse a un Dios santo y glorioso sin que sus pecados fueran primero perdonados y limpiados. Aquellos cuyos pecados son perdonados no tienen por qué temer. Pueden entrar libre y respetuosamente a la presencia de este Dios grandioso y glorioso. La imagen no es solo de la santidad de Dios, sino también de Su gracia. Es Su gracia la que nos permite entrar en Su presencia.
No nos acercamos a Dios a la ligera. Llegamos a la presencia de Su santidad con temor (v. 30); y aunque sea con temor, aun así, venimos. Toda la tierra está llamada, en el versículo 30, a temer ante la presencia del Señor. Este es un Dios que estableció la tierra para que no fuera conmovida. El Dios Creador de Israel es un Dios grandioso y majestuoso, con quien ningún otro dios podría compararse. Es un Dios que inspira temor y temblor.
Los versículos 31-33 llaman a toda la tierra a responder a su Dios Creador. Los cielos están llamados a regocijarse y la tierra a alegrarse, proclamando que el Señor reina (v. 31). El mar debía resonar con todo lo que hay en él y los campos debían estar jubilosos (v. 32). Los árboles están invitados a cantar de alegría ante el Señor porque Él vino a juzgar la tierra y a tratar con el pecado (v. 33).
En el versículo 34, el salmista llama a su pueblo a dar gracias al Señor por Su bondad y amor. Debido a la bondad y al amor del Señor, ellos podían clamar a Él por salvación en su hora de necesidad (v. 35). Aquí el salmista los desafía a buscar la salvación y la liberación del Señor para que tengan motivos para dar gracias a Su santo nombre. Cada hecho de Dios a favor nuestro y cada bendición de Su mano es motivo para honrarlo y exaltar Su nombre.
Cuando el salmo fue compartido con su pueblo, David dejó que Asaf y sus hermanos ministraran delante del Arca del Pacto (v. 37). Asaf ministró con Obed-Edom y sesenta y ocho parientes (v. 38).
David también dejó al sacerdote Sadoc para que ministrara en el tabernáculo del Señor que estaba en Gabaón (v. 39). Entendemos por esto que el arca y el tabernáculo estaban en dos lugares separados. Mientras que Asaf era responsable de la adoración, la alabanza y la acción de gracias, Sadoc y sus parientes estaban a cargo de las ofrendas. Estas ofrendas las llevaban ante el Señor día y noche, según lo prescrito por la Ley de Moisés (v. 40). Sirviendo con Sadoc estaban Hemán y Jedutún, quienes debían dar gracias al Señor y alabarlo con el sonido de la trompeta, címbalos y otros instrumentos (vv. 41-42).
Después de colocar el Arca de la Alianza en la tienda hecha especialmente para ella y terminar la adoración, David y todo el pueblo de Dios regresaron de Jerusalén a sus hogares para bendecir a sus familias (v. 43).
Para Meditar:
- ¿Cuál es la conexión que existe entre adorar a Dios y servir a Su pueblo en la práctica? ¿Podemos verdaderamente adorar a Dios si no atendemos las necesidades de quienes nos rodean?
- Consideremos el ministerio triple de los levitas en este capítulo: Invocar a Dios, agradecerle y adorarle. ¿Cómo se alinea nuestra vida y ministerio con esta triple responsabilidad de los levitas? ¿Dónde estamos débiles?
- El salmista desafía a su pueblo a mirar al Señor y buscar Su rostro continuamente. ¿Estamos actualmente procurando el rostro del Señor y Su poder?
- ¿De qué manera nos alienta el hecho de que el Señor es un Dios que cumple con Su pacto?
- Aquí leemos que donde Dios habita hay poder y alegría. ¿Ha sido ésta nuestra experiencia?
Para Orar:
- Pídamos al Señor que abra nuestro corazón a las necesidades que nos rodean. Pidamos que nos muestre cómo podemos honrarle al acercarnos a otros en su necesidad.
- Pidamos a Dios que nos dé un corazón agradecido y adorador. Tomemos un momento ahora para agradecer al Señor por Su liberación y salvación. Agradezcamos también por la bendición que hemos recibido este día de parte de él.
- Agradezcamos al Señor que Él es un Dios que cumple Su pacto. Démosle gracias especialmente por el compromiso que ha hecho con nosotros. Volvamos a comprometernos hoy con Él para honrarlo y vivir para Él.
- Pidamos a Dios que nos dé una mayor comprensión de Su santidad y majestad.
- Oremos pidiéndole que nos llene de Su fuerza y alegría para enfrentar las dificultades que llegan a nuestra vida.
16 – La Promesa de Dios para David
Leamos 1 Crónicas 17:1-27
David había llevado el Arca de la Alianza a Jerusalén donde la colocó en una tienda especial. Durante este tiempo, estuvo viviendo en el palacio que había construido para él y su familia, pero tenía un dilema en su mente. Estaba viviendo en un palacio maravilloso mientras el arca estaba en una tienda. Él creía que Dios merecía mucho más que una tienda de campaña.
En el versículo 1, David se acercó al profeta Natán para hablarle sobre su deseo de construir un templo para el Arca del Pacto. Al acercarse al profeta Natán, David busca la aprobación del Señor para este proyecto. Si bien esto es algo que David quería hacer para el Señor, aún creía que necesitaba saber qué pensaba Dios al respecto.
La respuesta inicial de Natán a David se encuentra en el versículo 2. “Haz todo lo que está en tu corazón, porque Dios está contigo”. No hay registro de que Natán haya buscado la voluntad y el propósito del Señor en este asunto. Él conocía a David y creía que era un hombre de Dios. Creía que el deseo de David era legítimo, pero esa era su opinión personal y no necesariamente la voluntad y el propósito del Señor.
Cuando Natán se fue a casa esa noche, el Señor le habló (v. 3) y le dijo que regresara a David y le dijera que él no sería quien le construiría un templo. Obviamente, esto fue una sorpresa para Natán, y tuvo que ir humildemente delante de David y decirle que se había equivocado al alentarlo.
Esta también habría sido una lección poderosa para Natán. Él había dado por sentado que sería aceptable que David construyera un templo. Su suposición, sin embargo, estaba equivocada. Se había precipitado a una conclusión sin ir al Señor y buscar Su voluntad. Esto es algo que nosotros hacemos con mucha facilidad. Hay muchas cosas buenas que podemos hacer para el Señor que no están en Su plan para nosotros. ¡Cuán importante es que busquemos la voluntad del Señor en todas las cosas!
Dios le dijo a Natán que le recordara a David que desde el momento en que había sacado a Su pueblo de Egipto, Él no había habitado en templo alguno (v. 5). El Arca del Pacto se había movido de un lugar a otro en el desierto; y ni una sola vez en todo ese tiempo Dios les había dicho a los líderes de Israel que le construyeran una casa de cedro (v. 6). David quería hacer algo por Dios que Dios no le había pedido que hiciera.
Tenemos una comprensión limitada de Dios y Sus propósitos. Y es que los caminos de Dios son diferentes a los nuestros. Sus propósitos no siempre tienen sentido para nosotros. Como creyentes, debemos comprender nuestros límites y hacer que nuestra meta sea buscar al Señor en todas las cosas. Es fácil para nosotros tomar decisiones que nos parecen perfectamente sensatas pero que son contrarias al propósito de Dios para nuestras vidas.
Esa noche Dios le recordó a David cómo lo había sacado del redil donde cuidaba a sus ovejas y lo llamó para ser líder de Su pueblo (v. 7). Natán debía recordarle a David cómo Dios había estado con él dondequiera que iba, eliminando a todos sus enemigos y dándole la victoria. Dios ahora prometió hacer de David uno de los hombres más grandes de la tierra (v. 8).
Dios no solo haría de David uno de los hombres más grandes de la tierra, sino que también proporcionaría un hogar para Su pueblo (v. 9). Él prometió plantarlos en su tierra para que nadie pudiera molestarlos ni quitársela. Él le daría paz a Su pueblo mientras David gobernara sobre ellos. Todos los enemigos de Israel serían sometidos. La única casa que Dios quería que David construyera era una casa para Su pueblo Israel donde pudieran vivir en paz y seguridad. La casa que David debía construir era la nación de Israel.
David tenía el deseo de construir una casa de adoración; pero el deseo de Dios para él era que construyera una nación. David tendría que ajustar sus prioridades y sus ideas en cuanto a su ministerio. Hay momentos en los que tenemos que hacer lo mismo. A veces emprendemos un ministerio con nuestras propias ideas de lo que queremos lograr, pero esta no es la voluntad de Dios para nosotros. A veces nuestras vidas no dan los giros que nos gustarían. Son estos momentos en los que podemos comenzar a quejarnos; e incluso algunos le dan la espalda a Dios porque Él no les está dando el ministerio o la vida que querían. Pero Dios tiene un propósito para cada uno de nosotros y tenemos que buscar Su voluntad acerca de ese propósito y aceptarlo.
El profeta Natán debía decirle a David que llegaría el día en que se le construiría un templo a Dios en Jerusalén, pero no sería él quien lo construyera. Dios levantaría a uno de los hijos de David para construir este templo (vv. 11-12). Dios sería un padre para este hijo y nunca le quitaría Su amor como lo hizo con Saúl (v. 13). Dios establecería el linaje de David en el trono de Israel para siempre (v. 14).
Observemos la respuesta de David a las palabras de Dios a través del profeta Natán en los versículos 16-27. Su respuesta en estos versículos fue primeramente de humildad. Veamos en el versículo 16 que David dijo: “Jehová Dios, ¿quién soy yo, y cuál es mi casa, para que me hayas traído hasta este lugar?”. David no se vio a sí mismo como más grande de lo que realmente era. Él recordó que era un humilde pastor que Dios había llamado, y no era mejor que nadie en Israel. La bendición de Dios sobre él y su familia era inmerecida. Dios lo bendijo porque lo honró a él y a su familia. David se maravilló del hecho de que Dios había puesto Su mano sobre él y sus futuros descendientes, pero lo dejó perplejo que Dios lo tratara a él y a su familia de esa manera (v. 17). La respuesta de David a la bendición de Dios fue de humildad.
En los versículos 18-19 vemos que la respuesta de David también fue de aceptación.
¿Qué más puede añadir David pidiendo de ti para glorificar a tu siervo? Mas tú conoces a tu siervo (v. 18).
Observemos que Dios conocía a Su siervo, lo cual significa que también conocía sus orígenes humildes. Él sabía que David era un simple pastor. También conocía las debilidades y los defectos de David. Dios acababa de prometer, a través de Natán, que usaría a David para edificar la nación y traerle paz y seguridad. Esta no era una tarea para tomarse a la ligera ni sería una tarea fácil. David sabía que el Dios que le prometió estas cosas a él y a su familia también podía capacitarlo para hacer lo que le había llamado a hacer. Su única respuesta legítima fue estar de acuerdo con Dios y aceptar Su propósito para su vida y su misión. Percatémonos en el versículo 19 que David reconocía que era conforme a la voluntad de Dios que él había podido hacer toda aquella grandeza, y que le había dado promesas para él y su familia por medio de Natán. David aceptó las palabras de Dios a través de Su profeta como la voluntad y el propósito de Dios. Esto significaba que tenía que morir voluntariamente a su idea de construir un templo y en cambio, disponer su corazón a la construcción de la nación. La respuesta de David a la voluntad de Dios fue de aceptación.
La tercera respuesta de David a la palabra de Dios por medio del profeta Natán fue de alabanza y acción de gracias. Una cosa es reconocer el llamado de Dios en nuestras vidas y aceptarlo, y otra muy distinta es aprender a alabar a Dios por ello cuando todo es diferente a lo que hubiéramos escogido.
En el versículo 20 David levanta su voz en respuesta a las palabras de Natán y dice:
“Jehová, no hay semejante a ti, ni hay Dios sino tú, según todas las cosas que hemos oído con nuestros oídos”.
Esta es una respuesta de alabanza. David no se queja de que Dios no acepte su plan de construir un templo. No se queja porque Dios tenía otro propósito para su vida. En cambio, alza su voz y exclama que no hay nadie como Él. ¿Acaso podemos hacer esto cuando nuestros planes y metas para nuestras vidas se frustran? ¿Podemos mirar al cielo cuando las cosas no salen como queremos, y decir, “Oh Dios, no hay nadie como tú?” Esta es la respuesta de un corazón agradecido y entregado.
Veamos también en el versículo 21 que David alabó a Dios no solo por quién era, sino también por el pueblo al que lo había llamado a servir, y le dijo “¿Y qué pueblo hay en la tierra como tu pueblo Israel?”. Dios había redimido a este pueblo y lo había apartado para Él. El Señor había realizado prodigios asombrosos en medio de este pueblo al expulsar a las naciones de delante de ellos y librarlos del poder de Egipto (v. 21). Dios había hecho Suyo a este pueblo. Era un privilegio servir a esta nación, y el corazón de David se regocijaba y alababa a Dios no solo por quién Él era, sino también por el ministerio al que lo había encomendado. David se regocijaba en este llamado y alababa a Dios por el pueblo que había escogido.
En el corazón de David no había amargura porque Dios le había negado su deseo; más bien le responde con humildad, aceptación y alabanza.
Antes de concluir esta meditación necesitamos ver dos respuestas más de David a la palabra de Dios a través del profeta Natán. En los versículos 23-24, David le pidió a Dios que fuera fiel a Su promesa. Al pedirle esto, él está reconociendo la fuente de su fuerza. Reconocía que su poder venía de Dios. Si su reinado iba a ser establecido, no sería por su fuerza o capacidad natural, sino por la promesa que Dios le había dado (v. 24). La respuesta de David fue una respuesta de dependencia. Su confianza estaba en Dios y en Sus promesas. Él sabía que las palabras de Natán se cumplirían solo porque Dios era fiel a Sus promesas.
¡Qué fácil hubiera sido para David, el experimentado hombre de guerra, confiar en su propia capacidad para hacer que las cosas sucedieran! ¡Qué fácil hubiera sido para él confiar en su propia sabiduría para engrandecer a su nación para Dios! En este pasaje, David clama a Dios para que hiciera lo que Él había prometido. Esta era la obra de Dios, no la suya. Él sería un instrumento, pero sería Dios quien daría la victoria. David dependía enteramente de Dios para el cumplimiento de estas promesas y el establecimiento de la nación.
Finalmente, en los versículos 25-27 vemos que David también respondió con fe. El versículo 27 deja esto bien claro con las palabras de David al decir: Ahora has querido bendecir la casa de tu siervo… y será bendita para siempre”. Dios le había revelado a David, a través de Natán, que Él edificaría la nación (v. 25). Esta revelación le dio valor a David y motivó su fe. Al David orar, Dios le dio mayor valentía con respecto a este ministerio. Ahora David tenía confianza en que lo que Dios había prometido, Dios lo haría. Por lo tanto, estaba dando un paso de fe en que el Dios que había prometido grandes cosas sería fiel.
Para Meditar:
- ¿Qué nos enseña este pasaje acerca de la diferencia entre la voluntad de Dios y la nuestra? ¿Por qué es importante que busquemos la voluntad y el propósito del Señor en todo?
- ¿Estamos haciendo lo que Dios nos ha llamado a hacer? ¿Hemos aceptado el propósito de Dios para nuestras vidas y ministerio?
- La respuesta de David al propósito de Dios para su vida fue de humildad, aceptación, alabanza, dependencia y fe. Observemos nuestras propias vidas y las cosas que Dios ha permitido que sucedan. ¿Hemos respondido de la misma manera en que David lo hizo? ¿En qué área necesitamos trabajar?
- ¿Es posible hacer cosas buenas que no estén en sintonía con la voluntad y el propósito de Dios?
Para Orar:
- Tomemos un momento para preguntarle al Señor acerca de Su propósito para nuestras vidas y ministerios. Pidámosle que nos muestre si estamos donde Él quiere.
- Entreguemos nuestras vidas y ministerios al Señor. Pidámosle que nos dé gracia para aceptar lo que Él ha traído a nuestras vidas.
- Pidamos al Señor que nos dé la humildad de ver nuestra necesidad de buscarlo en todo lo que hacemos.
17 – El Éxito Militar De David
Leamos 1 Crónicas 18:1-17
En el capítulo anterior vimos cómo David quería construir un templo para el Señor. A través del profeta Natán, Dios le dijo a David que esa no era Su voluntad para él, que, en lugar de ello, debía construir una nación. Dios lo bendeciría y lo convertiría en un gran líder de una gran nación. David aceptó con beneplácito el propósito divino, y avanzó en fe y dependencia de Dios.
Aquí en el capítulo 18 vemos cómo Dios bendijo de manera maravillosa la disposición de David de ser instrumento Suyo para edificar la nación. Necesitamos entender que aceptar el propósito de Dios significaba que David tenía que morir a su propia idea de construir un templo. Sus esfuerzos debían centrarse en la nación. Dios honró la decisión de David de obedecer y lo bendijo abundantemente en sus batallas. El Señor honrará a aquellos que voluntariamente rinden sus propios planes para ser obedientes al deseo de Dios para sus vidas y ministerios.
Los filisteos siempre habían sido un problema para Israel. Sin embargo, con el transcurso del tiempo, David derrotó a los filisteos y los sometió, tomando a Gat, una de sus principales ciudades. Es importante que nos percatemos en el versículo 1 (NVI) de la frase “Pasado algún tiempo”. Esta frase nos indica que la victoria sobre los filisteos no fue una victoria rápida, sino que a David le tomó tiempo someterlos.
Esto no significaba que la bendición de Dios fuera menor en la vida de David. Algunas batallas toman tiempo. A veces solo experimentaremos plenamente la victoria del Señor a través de la perseverancia y el esfuerzo. Puede que no experimentemos la victoria instantánea, pero eso no significa que no la obtendremos. No desmayemos; sigamos perseverando; la victoria vendrá “pasado algún tiempo”.
En el versículo 2 leemos que David también derrotó a los moabitas, quienes se sujetaron a él y le trajeron presentes. No leemos nada en este versículo acerca de la naturaleza de esa batalla con los moabitas, sólo que los había vencido.
Los versículos 3-8 nos hablan de la batalla que tuvo David con Hadad-ezer de Zoba. David luchó contra él cuando fue a asegurar su dominio a lo largo del río Éufrates (v. 3). El ejército de Hadad-ezer era un ejército grande, pero David logró capturar mil carros, siete mil de a caballo y veinte mil soldados de a pie. Para asegurarse de que no hubiera más amenazas de parte de Hadad-ezer, David desjarretó a todos menos a cien de los caballos de los carros que dejó (v. 4).
Cuando los arameos se enteraron de la batalla de David con Hadad-ezer, enviaron su ejército para unirse a él contra David. Era evidente que la bendición de Dios estaba sobre David, dándole también la victoria sobre los arameos. El versículo 5 nos dice que David hirió a veintidós mil de sus soldados y colocó guarniciones en el reino arameo de Damasco, quedando éstos sujetos a David (v. 6). En esos días ya esto era algo común, pues Dios le estaba dando a David la victoria sobre sus enemigos dondequiera que iba.
Esta batalla con Hadad-ezer y los arameos obviamente requirió mucho esfuerzo de parte de David. Si bien la victoria provino del Señor, requirió una gran cantidad de energía de parte de David y sus hombres. Hemos visto en el ejemplo de la batalla de David con los filisteos que la victoria a veces toma tiempo. Vemos aquí que otras batallas requieren mucho trabajo y esfuerzo por parte del pueblo de Dios. Sería maravilloso si todas nuestras batallas se produjeran sin costar tanto esfuerzo y trabajo, pero una gran cantidad de victorias solo se obtendrán después de mucha disciplina de parte nuestra; lo cual no significa que no provengan de parte de Dios.
Veamos en los versículos 7-8 que el arduo trabajo de David fue recompensado. Dios le dio mucho botín. El versículo 7 nos dice que se llevó los escudos de oro que usaban los oficiales militares de Hadad-ezer y los trajo a Jerusalén. También tomó grandes cantidades de bronce de las ciudades de Hadad-ezer, el cual sería utilizado luego por Salomón.
En el versículo 9, cuando el rey Toi de Hamat escuchó que David había derrotado al ejército de Hadad-ezer, envió a su hijo Adoram a David para saludarlo y felicitarlo por su victoria (v. 10). Toi había estado en guerra con Hadad-ezer pero nunca lo había vencido.
Adoram trajo artículos de oro, plata y bronce como regalo para David, quien los dedicó al Señor como lo había hecho con todos los artículos que tomó de las naciones (v. 11).
No hubo necesidad de luchar para obtener la victoria sobre Hamat, pues su rey se rindió voluntariamente. Hay momentos en que Dios nos da victorias como ésta. A veces no hay pelea. La liberación llega instantáneamente y sin luchas. Aunque sería maravilloso que todas nuestras victorias llegaran de esta manera, no siempre es así. A veces Dios permite que la lucha nos fortalezca y nos dé mayor perseverancia.
En el versículo 12, Abisai, uno de los hombres de David, atacó a los edomitas y derribó a dieciocho mil en el Valle de la Sal. Puso guarniciones en Edom y los edomitas quedaron sujetos a David. David obtuvo esta victoria por medio de uno de sus hombres. Dios bendijo a David con hombres que compartían la misma visión que él, quienes lo apoyaron y lucharon en su nombre.
David sirvió a su pueblo con justicia y rectitud (v. 14). Joab era general de su ejército; Josafat era canciller (cronista, LBLA) (v. 15); Sadoc y Abimelec eran sacerdotes y Savsa era secretario (v. 16). Benaía y los hijos de David sirvieron como oficiales al lado de David (v. 17). Todos estos hombres sirvieron a David y fueron parte vital de las victorias que Dios le estaba dando. Las victorias de David llegaron cuando Dios le proporcionó un equipo de hombres capaces que permanecieron fielmente con él.
Al examinar este capítulo, vemos que Dios le dio a David una maravillosa victoria sobre sus enemigos. Lo que es particularmente interesante es cómo Dios trajo esas victorias. Algunas tomaron tiempo, otras demandaron un gasto importante de energía y esfuerzo, otras llegaron sin esfuerzo alguno y otras fueron resultado del equipo que Dios levantó para apoyar a David. Las victorias de Dios llegaron a David de varias maneras. No debemos esperar que Dios siempre nos dé la victoria en nuestra vida espiritual de la misma manera. Él puede usar cualquier método que elija para traernos la victoria que necesitamos. Lo importante es que andemos en obediencia y fidelidad.
Para Meditar:
- ¿Alguna vez nos hemos encontrado luchando con un asunto en particular durante mucho tiempo? ¿Por qué pensamos que Dios no siempre nos da la victoria de manera instantánea?
- ¿Alguna vez nos ha dado Dios instantáneamente la victoria sobre un pecado o actitud en particular? ¿Siempre ha sido así?
- Algunas batallas que Dios nos llama a enfrentar requieren un esfuerzo significativo y gasto de energía. ¿Estamos enfrentando alguna de esas batallas en este momento? ¿Cómo este capítulo nos sirve de aliento?
- ¿Cuán importantes son nuestros hermanos y hermanas en la batalla que tenemos por delante?
Para Orar:
- ¿Hemos estado luchando con un pecado o actitud en particular durante mucho tiempo? Pidamos al Señor paciencia y fe mientras perseveramos en esta batalla. Agradezcamos que Él da la victoria en Su tiempo.
- Pidamos a Dios fortaleza y disciplina mientras enfrentamos la batalla que tenemos por delante.
- Pidamos al Señor que nos dé hermanos que nos acompañen en nuestro caminar espiritual. Agradezcamos por las personas que nos han apoyado y alentado en nuestro caminar espiritual.
18 – Un Acto De Bondad Malinterpretado
Leamos 1 Crónicas 19:1-19
Dios estaba bendiciendo a David dándole la victoria sobre sus enemigos. Esto no quiere decir que David no tuviera compasión de los de otras naciones. En el capítulo 19 vemos que cuando murió Nahas, rey de Amón, David decidió enviar mensajeros a su hijo Hanún para consolarles. El versículo 2 nos dice que Nahas había disfrutado de una buena relación con David y había sido muy amable con él.
Cuando los hombres de David llegaron a Hanún para expresar su pésame, fueron motivo de sospecha. Los nobles amonitas hablaron con Hanún sobre la presencia de los hombres de David y le dijeron que probablemente David se estaba aprovechando de la muerte de su padre para enviar hombres a su país con el fin de espiar la tierra. Las intenciones honestas de David fueron malinterpretadas. Esto pudo haber sido, en parte, por la reputación que tenía David de ser un guerrero poderoso.
Hanún escuchó a sus nobles. Tomó los siervos de David los rapó, y les cortó los vestidos por la mitad, hasta las nalgas, y los despachó. Todo esto con el propósito de humillarlos.
Consideremos por un momento la acción de Hanún. Los nobles llegaron a una conclusión errónea. Vieron a los hombres de David en su país y pensaron lo peor. Hanún tomó la decisión de humillar a los hombres de David sin verificar las acusaciones que se estaban haciendo.
Hanún también actuó sin considerar las implicaciones de sus acciones. Es probable que él y sus nobles se rieran mucho de los mensajeros de David que salían del palacio con las nalgas expuestas, pero no se dieron cuenta de que sus acciones tendrían graves consecuencias. Este momento de risa traería la caída de su reino.
Permítanme tomarme un momento para subrayar lo que este pasaje nos está enseñando. Estos versículos nos advierten sobre el peligro de llegar a conclusiones precipitadas sin verificar los hechos. ¿Con qué frecuencia han ocurrido problemas entre los creyentes por hacer caso a las conclusiones falsas a las que otros han llegado precipitadamente? ¿Cuántas historias falsas han sido difundidas por personas que realmente creyeron la falsedad que escucharon de otro creyente sin verificar los hechos? Hanún podría haber interrogado a los hombres sobre sus intenciones, pero no tenemos constancia de que esto haya ocurrido. Escuchó a sus nobles y creyó en sus conclusiones.
Este pasaje también nos advierte acerca de tomar decisiones sin considerar los resultados. Innumerables hombres y mujeres han arruinado sus matrimonios, familias y ministerios a causa de decisiones tontas. Un momento de placer puede conducir a una vida de agonía.
Cuando David oyó lo que les había pasado a sus mensajeros, tuvo compasión de ellos porque habían sido humillados. En el versículo 5 les dijo que se quedaran en Jericó hasta que les creciera la barba y luego regresaran a él. Al darles este tiempo libre, les estaba mostrando bondad a sus hombres, pues se interesaba por ellos y los respetaba. No quería que ellos experimentaran más vergüenza.
Es interesante observar en el versículo 6 que cuando Hanún se dio cuenta de lo que había hecho y de cómo se había convertido en un hedor para David, contrató soldados de Mesopotamia, de Siria, de Maaca y de Soba (v. 6). En total alquiló treinta y dos mil carros (v. 7); y con este gran ejército bajo su mando, Hanún salió a la batalla.
Lo más llamativo de esto es que la iniciativa de la batalla no parece provenir de David. Hanún dio por sentado que David lo iba a atacar por este insulto. Percatémonos de que no tenemos registro de que Hanún le hablara a David o le pidiera perdón por el insulto. ¿Se podría haber evitado una batalla si Hanún se hubiera disculpado con David y reconocido su insensatez?
¿Cuántas veces nos hemos preparado nosotros también para la batalla cuando una simple disculpa habría resuelto todos nuestros problemas? En lugar de reconocer nuestra falta, nos mantenemos firmes y elegimos considerar a la persona que ofendimos como nuestro enemigo. Hacemos esto porque a menudo somos demasiado orgullosos para admitir nuestro error. Aquí en este pasaje, una decisión tonta llevó a otra. Se declaró la guerra en la que se perderían muchas vidas. Todo comenzó cuando algunos nobles amonitas miraron con sospecha a los hombres de David y llegaron a una conclusión equivocada. Estoy seguro de que Satanás saltaba de alegría al ver cómo todo esto estaba funcionando. Lo que comenzó como un simple malentendido entre dos personas ahora involucraba a la nación de Amón y treinta y dos mil soldados contratados de diferentes naciones.
Cuando David escuchó que Hanún había reunido una fuerza tan grande contra él, envió a su comandante militar Joab para enfrentarlos (v. 8). Mientras las dos naciones se preparaban para la batalla, los amonitas establecieron su formación de batalla a la entrada de su ciudad mientras los comandantes de las otras naciones se reunían en campo abierto (v. 9).
Cuando Joab vio cómo el enemigo había establecido sus líneas de batalla, seleccionó sus mejores tropas y las desplegó contra los arameos en campo abierto (v. 10). El resto de sus hombres fueron puestos a cargo de Abisai, su hermano. La división de Abisai fue enviada contra los amonitas que se habían reunido a la entrada de la ciudad (v. 11). El acuerdo era que, si los arameos en campo abierto eran demasiado fuertes para la división de Joab, entonces Abisai iba a venir a su rescate. Si los amonitas a la entrada de la ciudad eran demasiado fuertes para la división de Abisai, Joab vendría a rescatarlo (v. 12). Después de animar a los hombres y recordarles que el Señor haría Su voluntad, Joab los envió a la batalla (v. 13).
Joab atacó a los arameos en campo abierto y Dios le dio la victoria. Los soldados a sueldo huyeron delante de él (v. 14). Cuando los amonitas a la entrada de la ciudad vieron que los arameos huían, se desanimaron y huyeron también, permitiendo que Abisai entrara y tomara la ciudad (v. 15).
Los arameos enviaron mensajeros a sus hermanos más allá del río Éufrates pidiendo apoyo. Los refuerzos llegaron bajo el liderazgo de Sofac, un comandante del ejército de Hadad-ezer (v. 16).
David escuchó que los arameos habían pedido refuerzos y reunió a su ejército para hacerles frente (v. 17). Nuevamente los arameos huyeron ante Israel, y David mató a siete mil hombres de los que conducían los carros y a cuarenta mil hombres de a pie. También mató a su comandante Sofac (v. 18). La derrota aramea fue muy grande.
Cuando los arameos vieron que habían sido derrotados, hicieron las paces con David y se sometieron a él (v. 19). Observemos en el versículo 19 que hubo una ruptura en la relación entre los arameos y los amonitas. El versículo 19 nos dice que los arameos ya no estaban dispuestos a ayudar a los amonitas.
Lo que pretendía ser un acto de bondad fue tan malinterpretado que decenas de miles de hombres murieron. Naciones enteras fueron impactadas y puestas en sujeción a David porque los nobles necios de Amón llegaron a una conclusión equivocada. Aquí hay una lección muy importante para nosotros.
Por Meditar:
- ¿Hemos llegado alguna vez a una conclusión equivocada? Demos ejemplo de algún momento en el que hayamos malinterpretado las intenciones de alguien. ¿Cómo podríamos haber evitado los problemas que resultaron de esa conclusión precipitada?
- ¿Por qué es importante que confirmemos los hechos antes de actuar sobre ellos?
- ¿Qué aprendemos en este pasaje acerca de considerar las implicaciones futuras de nuestras decisiones?
- ¿Cómo creemos que podrían haber resultado las cosas en este pasaje si el rey Hanún hubiera elegido acercarse a David y disculparse por sus acciones tontas? ¿Qué nos enseña esto acerca de la importancia de humillarnos y disculparnos con aquellos a quienes hemos ofendido?
- En lugar de disculparse y reconocer su error, el rey Hanún decidió considerar a David como su enemigo y contrató soldados para luchar contra él. En lugar de humillarse, eligió defender su necedad. ¿Alguna vez nos hemos encontrado en esta situación? ¿De qué manera podríamos haber actuado diferente?
Para Orar:
- Pidamos al Señor que nos perdone por las veces que hemos aceptado lo que escuchamos y actuamos en consecuencia sin confirmar los hechos.
- Oremos que Dios nos dé valor para admitir nuestro error y buscar perdón y reconciliación.
- ¿Hemos ofendido alguna vez a alguien? Pidamos al Señor que nos dé valor para buscar el perdón. Tomemos un momento para orar por una relación restaurada.
- Pidamos a Dios que nos dé mayor sabiduría en las decisiones que tomamos cada día, especialmente aquellas decisiones que afectan a otras personas a nuestro alrededor.
19 – El Censo De David
Leamos 1 Crónicas 20:1—21:30
En el transcurso de los capítulos anteriores hemos visto cómo Dios ha estado bendiciendo a David y dándole grandes victorias sobre sus enemigos. Ninguna nación podía hacerle frente. Dondequiera que David iba, Dios le daba la victoria. El capítulo 20 nos da más ejemplos de esta maravillosa bendición de Dios en la vida de David.
1 Crónicas 20:1 nos dice que, en la primavera, cuando los reyes generalmente iban a la guerra, Joab, el comandante militar de David, atacó a los amonitas. Como de costumbre, Dios le dio la victoria y capturó la ciudad de Rabá, dejándola en ruinas. Aunque David no participó en esta batalla, la mano de Dios estaba sobre su ejército para darles la victoria.
David obtuvo mucho botín de sus batallas. La nación de Israel se enriquecía a medida que el Señor le daba victoria tras victoria. En esta ocasión particular, David tomó la corona de la cabeza del rey de Rabá. Esta corona estaba hecha de un talento de oro (75 libras o 34 kilogramos) y tenía piedras preciosas incrustadas. La gente de Rabá fue llevada cautiva y obligada a realizar trabajos forzados con sierras, picos y hachas. 1 Crónicas 20:3 nos dice que Rabá no fue el único pueblo amonita que fue capturado y tratado de esta manera. David hizo esto con todos los pueblos amonitas que capturó.
Los filisteos parecían ser una espina en el costado de David. 1 Crónicas 20:4-8 nos muestra, sin embargo, que Dios constantemente le daba a David la victoria sobre ellos. En el versículo 4 leemos acerca de una batalla que estalló en Gezer. Sibecai, uno de los valientes de David (ver 1 Crónicas 11:29) llevó a Israel a la victoria y los filisteos fueron sometidos.
En una segunda batalla con los filisteos, otro de los guerreros de David mató a Lahmi, el hermano de Goliat. La lanza de Lahmi tenía un asta como el rodillo de un telar (v. 5).
En otra batalla en Gat, Jonatán, hijo de Simea, mató a un gran filisteo con seis dedos en cada mano y seis dedos en cada pie.
Lo que vemos en este capítulo es que David tenía algunos enemigos muy poderosos. Pero estos enemigos cayeron ante él y sus hombres porque Dios estaba con ellos.
Es en este contexto que llegamos a 1 Crónicas 21. El contexto es el de la bendición de Dios sobre David y su constante victoria sobre enemigos que eran humanamente más poderosos que él. La victoria constante puede ser algo peligroso. A las personas que experimentan constantes victorias les resulta fácil volverse orgullosos y descuidados, y David estaba a punto de descubrir cuán fácil era caer.
En 1 Crónicas 21:1 Satanás se levantó contra Israel e incitó a David a hacer un censo. Este fue un censo militar diseñado para contar el número de hombres disponibles para la batalla. Observemos que fue Satanás quien incitó a David a hacer este censo. Necesitamos entender lo que está pasando aquí entre Satanás y David.
Satanás estaba plenamente consciente de las grandes victorias de David sobre todos sus enemigos. Él sabía que no podía levantar un ejército que pudiera oponerse a David porque la bendición de Dios estaba sobre él. Por lo tanto, decidió atacar a David de una manera diferente. Escogió usar las victorias de David como un arma contra él. Empezó a hacer que David pensara en cuán poderosa era realmente la fuerza que él y su ejército representaban. Le recordó que no había ejército en la tierra que pudiera derrotarlos. Mientras David reflexionaba sobre estas cosas, Satanás le sugirió que contara cuántos hombres tenía disponibles para él. Había una razón para esto. Satanás quería que David apartara su mirada de Dios y la pusiera en su ejército. Quería que David creyera que estaba derrotando a sus enemigos por el tamaño y la fuerza de su ejército. El deseo de Satanás era que David desviara la mirada que tenía puesta en Dios para obtener la victoria y la pusiera en sí mismo y su fuerza militar. Al final, él quería que David creyera que no necesitaba de Dios porque su ejército podría darle la victoria.
Para David la tentación consistía en alejarse de Dios y confiar en su propia fuerza y experiencia. Esto también es una tentación para todos nosotros. Cuanta más experiencia y educación tenemos, menos sentimos que necesitamos confiar en Dios. Cualquier cosa que nos impida confiar solo en Dios para la victoria será un obstáculo para nosotros. Satanás no teme nuestra fuerza, sabiduría, educación y experiencia humanas. Sin embargo, a lo que sí le teme es a la persona cuya confianza está puesta solamente en el Señor, y que camina en obediencia a Él.
David cayó en la tentación de Satanás. Le ordenó a Joab y a sus comandantes militares que contaran a los israelitas y le trajeran un informe para que supiera cuántos hombres tenía a su disposición para pelear contra sus enemigos (v. 2). Al ordenar este censo, David estaba apartando su mirada de Dios quien era la fuente de sus victorias.
En el versículo 3, Joab le advirtió a David sobre su decisión de hacer un censo; y le dijo que, al contar a sus hombres de esta manera, traería desgracia a toda la nación. Pero David usó su autoridad sobre él y lo obligó a que llevara a sus hombres por todo Israel para hacer este censo (v. 4).
Luego Joab le trajo un informe a David del número de hombres de guerra que tenía a su disposición; y en el versículo 5, le dijo a David que tenía un millón cien mil hombres en Israel que podían manejar la espada, y también tenía otros cuatrocientos setenta mil hombres en Judá.
Observemos en el versículo 6 que este censo no incluía el número de la tribu de Leví o Benjamín. Joab no cooperó con David en este asunto porque lo encontró repulsivo y creía que era contrario al propósito de Dios.
Cuando David escuchó el resultado del censo, se sintió culpable en su corazón. Tal vez por primera vez vio lo que estaba haciendo. Se dio cuenta de que estaba confiando en su enorme ejército para la victoria y no en el Señor. Cuando reconoció lo que había hecho, David clamó a Dios:
He pecado gravemente al hacer esto. Pero ahora te ruego que quites la iniquidad de tu siervo, porque he obrado muy neciamente (v. 8, LBLA).
Si bien David a menudo caía en pecado, también lo confesaba, y su relación con Dios se restauraba. Pero, aunque Dios aceptó esta confesión de David y perdonó su pecado, exigió que éste fuera castigado. El perdón no significa que no tenemos que pagar por nuestro pecado. La justicia exige que el pecado sea castigado. Hay quienes creen que, si perdonamos a alguien, esa persona no debería sufrir las consecuencias de sus actos. Sin embargo, este no es necesariamente el caso. Dios perdonó a David, pero también lo castigó.
En el versículo 9, Dios le dijo al profeta Gad que le ofreciera a David escoger su castigo. Le dio a David tres opciones. La primera opción era pasar tres años de hambre. La segunda, tres meses siendo derrotado por sus enemigos. Y la última, tres días con el ángel del Señor asolando la tierra (v. 12).
David estaba profundamente angustiado por las noticias que Gad le trajo. Él escogió la tercera opción diciendo que era mejor caer en manos del Señor que en manos de sus enemigos (v. 13). David sabía que había misericordia y compasión en Dios, pero no confiaba en sus enemigos.
Entonces Dios hirió la tierra de Israel con una plaga (v. 14). En el transcurso de esos tres días murieron setenta mil hombres. Cuando el ángel del Señor se acercó a la ciudad de Jerusalén, Dios sintió en Su corazón gran compasión por Su pueblo. Vio la terrible devastación que había tenido lugar y escuchó el clamor de la gente, y le dijo al ángel, “Basta ya; detén tu mano”. El ángel de Jehová se encontraba en la era de Arauna el jebuseo cuando Dios dio esta orden (v. 15).
El versículo 16 nos dice que David vio al ángel del Señor con una espada desenvainada, y que se encontraba entre el cielo y la tierra. También se percató de que la espada estaba extendida sobre Jerusalén. Él sabía lo que esto significaba, y que Jerusalén pronto sería golpeada por esta terrible plaga. Cuando vio a este ángel, David y los ancianos, que estaban vestidos de cilicio, se postraron sobre sus rostros y suplicaron misericordia a Dios (v. 16).
David le dijo al Señor que había sido él quien había ordenado contar a los guerreros. Le dijo que era él quien había pecado y no el pueblo, y oró David diciendo: “Jehová Dios mío, sea ahora tu mano contra mí, y contra la casa de mi padre, y no venga la peste sobre tu pueblo” (v. 17). El corazón de David estaba afligido por su pueblo. Los comparó con ovejas inocentes. No habían hecho nada malo, pero estaban pereciendo a causa de su pecado. David le pidió a Dios que retirara Su mano de Su pueblo y la dejara caer enteramente sobre él y su familia. Aquí vemos el corazón de pastor de David y su profunda preocupación por el pueblo. Solo nos resta preguntarnos si fue la oración de David ese día lo que hizo que Dios le ordenara al ángel que retirara su mano.
El ángel del Señor le ordenó al profeta Gad que le dijera a David que debía construir un altar al Señor en la era de Ornán (Arauna) (v. 18). David debía entonces ofrecer un sacrificio al Señor por su pecado.
Ornán estaba trillando trigo con sus cuatro hijos cuando vio al ángel del Señor con su espada desenvainada (v. 20). Sus hijos tuvieron miedo y huyeron, pero Ornán se quedó. Justo en ese momento David se acercó a la era para hacer su ofrenda, y cuando Ornán vio acercarse a su rey, se inclinó ante él rostro en tierra (v. 21).
David le pidió a Ornán que le permitiera tener ese lugar de su era para poder construir un altar con el fin de detener la plaga que había estado asolando la tierra (v. 22); y se ofreció a pagar el precio total de la tierra. Entonces Ornán se la ofreció como regalo (v. 23), y también le ofreció sus bueyes para el holocausto, los trillos para la leña y el trigo para la ofrenda. Ornán le ofreció estas cosas a David gratuitamente.
Pero David se negó a tomar la tierra de Ornán gratis. En el versículo 24 vemos que insistió en pagar el precio completo de todo lo que le dio. Y dijo David: “porque no tomaré para Jehová lo que es tuyo, ni sacrificaré holocausto que nada me cueste”. Entonces David le dio por el sitio seiscientos siclos de oro (15 libras o 7 kilogramos) (v. 25). David sabía que era su pecado lo que había causado la plaga, y también sabía que él era quien tendría que pagar el precio. No iba a dejar que nadie más pagara por su pecado.
¡Qué tentador nos resulta ofrecer sacrificios al Señor que no nos cuesten nada! Nosotros le ofrecemos a Dios lo que tenemos como extra; le ofrecemos lo que ya no necesitamos. Pero David quería que su ofrenda a Dios le costara. Quería hacer un sacrificio por Dios por amor a Él. También necesitaba que esta ofrenda fuera personal. Esta no era la ofrenda de Ornán, era la de David. Satanás le estaba ofreciendo a David una salida, pero él se negó a aceptarla. David necesitaba pagar el precio personalmente, y al hacerlo, les estaba diciendo a todos los presentes que solo él era responsable y que necesitaba hacer el sacrificio.
En el versículo 26 leemos que David edificó un altar en la era de Ornán y le ofreció a Dios holocaustos y ofrendas de paz. Invocó al Señor y el Señor le respondió con fuego del cielo. No se nos dice cómo descendió ese fuego, pero claramente fue en respuesta a la oración de David, confirmándole a él y a los presentes que había escuchado y aceptado la ofrenda de David.
El Señor le habló al ángel y éste volvió a poner su espada en su vaina (v. 27). Entonces David supo que Dios había respondido su oración (v. 28).
El versículo 30 nos dice que David no pudo ir a Gabaón donde estaba el tabernáculo porque estaba atemorizado a causa de la espada del ángel del Señor. Dios le ordenó a David que hiciera su sacrificio en la era de Ornán en lugar del tabernáculo de Gabaón. De 1 Crónicas 22:1 entendemos que el templo que Salomón construiría estaría ubicado en esta misma tierra. En esto vemos la bendición del Señor. Sin que David lo supiera en ese momento, el Señor acababa de guiarlo a través de esta terrible prueba para comprar el terreno donde posteriormente se construiría el templo.
El pecado de orgullo de David tuvo terribles implicaciones para la tierra. David era un hombre conforme al corazón de Dios (ver 1 Samuel 13:14), pero sus lecciones a veces tuvieron un costo terrible. Dios quebró el orgullo de David, pero le costó mucho a toda la nación. Esta sería una lección que David tardaría en olvidar.
Para Meditar:
- ¿De qué manera las continuas victorias de David hicieron que se enorgulleciera y perdiera el enfoque?
- ¿Qué cosas nos tientan a nosotros a apartar la mirada del Señor? ¿De qué dependemos hoy para la victoria en nuestra vida espiritual y ministerio? ¿Qué tiene que enseñarnos este capítulo?
- ¿Significa el perdón que nunca tendremos que enfrentar las consecuencias de nuestro pecado? ¿Qué nos enseña el trato de Dios con David acerca de las consecuencias del pecado?
- ¿Cómo el hecho de que David pagó el precio completo por la era de Ornán nos muestra que él aceptó toda la culpa por sus acciones?
- ¿Cómo se evidencia en este capítulo el corazón de pastor que tenía David?
- ¿Cómo usa Dios este incidente para promover el deseo de David de ver un templo para el Señor en Jerusalén?
Para Orar:
- Tomemos un momento para agradecerle al Señor por las continuas victorias que nos ha dado.
- Pidamos al Señor que nos proteja del orgullo, y que nos ayude a mantener nuestros ojos enfocados en Él, en Su fuerza y en Su sabiduría.
- Oremos a Dios que nos ayude a aceptar la plena responsabilidad de nuestras acciones. Roguémosle que nos perdone por las veces que no aceptamos nuestra responsabilidad.
- Agradezcamos al Señor que, aunque debemos pagar las consecuencias de nuestro pecado, Él también puede usar estas consecuencias para promover Su causa.
- Demos gracias a Dios por Su misericordia aun al castigarnos por nuestro pecado.
20 – Los Preparativos para el Templo
Leamos 1 Crónicas 22:1-19
Aunque no era la voluntad del Señor que David construyera un templo, estaba claro que uno de los mayores deseos de David era ver un templo construido en Jerusalén para la gloria de Dios. David era un poderoso guerrero, pero también era un poderoso adorador del Señor. El libro de los Salmos es una muestra clara de su anhelo por la alabanza y la adoración. David hizo más por la adoración creativa que nadie en el período del Antiguo Testamento. Él deseaba que el Señor fuera alabado de manera creativa. Por eso fomentó la composición de nuevos salmos; fomentó la expresión creativa de la adoración a través de la música y la danza. Parece que había un contraste real en la vida de David. Por un lado, era un poderoso guerrero y, por el otro, un poderoso adorador.
En el capítulo anterior vimos cómo David compró la era de Arauna y ofreció un sacrificio en nombre de su pueblo para detener la plaga que estaba asolando la tierra a causa del censo que había hecho. Aquí, en el versículo 1, David decidió que la tierra que le había comprado a Arauna sería el lugar donde estaría ubicado el templo de Dios. David no podía pensar en un lugar mejor para el templo que el lugar al que había sido llamado para ofrecer sacrificio por el perdón de sus pecados. Allí había visto al ángel del Señor con una espada en la mano; había visto descender el fuego de Dios sobre Su altar confirmando que había escuchado su oración y estaba complacido con su sacrificio. Este lugar era un lugar de sacrificio, perdón y liberación. Era un lugar santo de intercesión para el pueblo de Dios; y sobre todo, este era el lugar donde David se había encontrado con Dios. El templo no podría estar en mejor lugar.
En los versículos 2-4 leemos cómo David dio la orden de reunir a los extranjeros que vivían en Israel y nombrarlos canteros para preparar piedras labradas para el templo. Es fácil leer esto rápidamente y no ver la inmensidad de esta tarea, porque debe haber sido engorroso preparar estas piedras. Mover las piedras, tallarlas a medida y almacenarlas requería una gran cantidad de hombres y gastos de dinero. La tierra que David le había comprado a Arauna se transformaría de una simple era a un gran sitio de trabajo a medida que se cortaban y almacenaban piedras y materiales para la futura construcción del templo.
David también proporcionó grandes cantidades de hierro y bronce. El hierro y el bronce se usarían para hacer clavos para las puertas de los portales y otros herrajes. Esto también habría requerido una cantidad significativa de trabajo. El versículo 3 nos refiere que David proveyó tanto bronce que no se podía medir.
David también proporcionó más troncos de cedro de lo que se podía contar (v. 4). Estos troncos fueron comprados en las tierras de Tiro y Sidón.
Aunque a David no se le permitió construir el templo, él hizo una gran obra al reunir los materiales y hacer los preparativos para la construcción. El versículo 5 nos dice que la razón de esto era que veía a su hijo Salomón como joven e inexperto. Él quería que la casa de Dios fuera una estructura magnificente. No quería dejarle el trabajo a alguien sin experiencia para que la calidad no fuera inferior. En la mente de David, Dios merecía lo mejor. Él quería asegurarse personalmente de que Salomón tuviera los mejores materiales y trabajadores disponibles para la futura construcción.
David se dio cuenta de que una parte necesaria de la preparación para la construcción del templo era preparar a su hijo Salomón. En los versículos 6 al 13, David le encargó a Salomón la responsabilidad de construir el templo y ser rey en su lugar cuando muriera. El consejo de David a Salomón en este momento es un consejo que todos los que están en un ministerio deben prestar atención. En estos versículos David le hizo un encargo triple a su hijo. Analicemos esta triple encomienda.
Conocer el llamado
El primer desafío que David le presentó a Salomón fue que conociera el llamado que Dios le había hecho. En los versículos del 7-10, David le dijo a Salomón que él deseaba en su corazón construir esa casa para el Señor, pero Dios no se lo permitiría porque había derramado demasiada sangre. David le dijo a su hijo Salomón que Dios le había dejado claro que sería él quien construiría este templo y descansaría de todos sus enemigos (v. 9).
Salomón tenía un llamado para su vida, y David quería que él entendiera ese llamado y que fuera fiel a él. En el versículo 11, David bendijo a Salomón pidiéndole a Dios que fuera fiel a Su promesa y que le diera éxito a su hijo en la construcción del templo. Si Salomón quería tener éxito en su ministerio, lo primero que tenía que hacer era estar seguro de ese llamado. Puede ser que asumamos un ministerio que no nos haya sido dado por Dios. El ministerio que Dios bendecirá es aquel ministerio que Él nos ha llamado a hacer. No podemos esperar grandes bendiciones si no estamos haciendo lo que Dios nos ha llamado a hacer. No debemos permitir que otras cosas nos distraigan del llamado de Dios en nuestras vidas. No debemos apresurarnos a asumir cualquier cosa que se nos presente sin tratar de saber primero si ese es el propósito y el llamado de Dios para nosotros. Si queremos tener éxito en nuestro ministerio, primero debemos estar seguros de que estamos haciendo lo que Dios nos ha llamado a hacer.
Entendimiento y Prudencia para Obedecer
Observemos, en segundo lugar, que David le recordó a su hijo que si quería tener éxito en su llamado, necesitaría entendimiento y prudencia para obedecer la ley del Señor (v. 12). David le estaba recordando que no había nada que pudiera destruir su ministerio más rápido que la desobediencia a la ley de Dios. El éxito de su reinado dependía de su obediencia a las leyes del Señor (v. 13).
Percatémonos que Salomón necesitaría entendimiento y prudencia para poder ser obediente. ¿Cómo obtenemos entendimiento? ¿No es pasando tiempo en la Palabra de Dios? La prudencia y el entendimiento para obedecer la ley de Dios vendrían cuando Salomón se tomara el tiempo para estudiar y buscar a Dios con el fin de aplicar Su ley a cada nueva situación. Si Salomón quería tener éxito, tendría que hacer las cosas a la manera de Dios. No debía confiar en su propio entendimiento, sino buscar la voluntad de Dios en todo lo que hacía. Si deseaba la bendición de Dios sobre su vida y ministerio, necesitaría comprometerse a la obediencia absoluta a la ley de Dios y a Sus caminos.
Fuerza y Valentía
Conocer y aceptar el llamado de Dios y vivir en obediencia a Su ley eran absolutamente esenciales para que Salomón tuviera éxito, pero había algo más que él necesitaba para lograrlo. En el versículo 13, David le dijo a su hijo que tendría que ser fuerte y valiente.
No siempre va a ser fácil caminar en obediencia y seguir el llamado de Dios para nuestras vidas. A veces ese llamado nos llevará a través de valles profundos y solitarios. A veces significará hacer enemigos. Salomón sería desafiado y probado a menudo durante su reinado mientras buscaba vivir el propósito de Dios para su vida. En estos tiempos difíciles, Salomón necesitaba ser valiente y no ceder al desánimo. La perseverancia era de suma importancia. Si el reinado de Salomón iba a ser exitoso, necesitaba seguir adelante incluso cuando las cosas se pusieran difíciles. No debía permitir que el enemigo lo desanimara. En cambio, debía nutrirse de la fuerza del Señor, levantar la cabeza y perseverar. Ningún ministerio puede tener éxito sin perseverancia. Ciertamente tendremos momentos en los que nos sentiremos desanimados. El desánimo no debe detenernos. Aquel que nos ha llamado es fiel y nos guardará.
El consejo de David a su hijo Salomón es un buen consejo para todos los que sirven al Señor. Haríamos bien en aplicarlo en nuestro propio caminar y ministerio espiritual.
En el versículo 14, David le recordó a Salomón que había pasado por grandes esfuerzos para proporcionarle todo lo que necesitaba para el cumplimiento de su llamado. Veamos lo que David apartó para el templo. Él proporcionó cien mil talentos de oro (3.750 toneladas), un millón de talentos de plata (37.500 toneladas) y cantidades incontables de bronce y hierro. El valor de estos artículos era inmenso. Además de esto, David también proporcionó obreros, canteros, albañiles, carpinteros y hombres hábiles en trabajar con oro, plata, bronce y hierro. El versículo 16 nos dice que el número de estos hábiles obreros era incontable. Todo lo que era necesario para el templo lo proporcionó David a un costo tremendo. Salomón tendría los mejores materiales y trabajadores para la tarea que tenía por delante. No le faltaría nada.
En los versículos del 17-19, David llamó a los líderes de Israel y les ordenó que ayudaran a Salomón en esta gran tarea. Les recordó que Dios estaba con ellos y les había prometido descanso por todos lados. Por medio de David, Dios había subyugado a las naciones y las había puesto en sujeción para que la obra del templo no tuviera estorbo (v. 18). David desafió a los líderes a dedicarse en cuerpo y alma a buscar al Señor y construir este santuario (v. 19). Debían apoyar a Salomón en esta importante obra.
Aunque David no iba a construir el templo, sí desempeñó un papel vital en la preparación de esta gran tarea. Él despertó la visión en la vida de su pueblo. Compró la tierra, los materiales y contrató a los trabajadores. Dios también lo usó para traer paz a la tierra para que este templo pudiera construirse sin distracciones. Este fue el llamado de David. Salomón debía construir pero David debía preparar todo para esa construcción. Y aunque él nunca vería este templo, ciertamente merecía mucho crédito.
Para Meditar:
- Vemos en este pasaje que David no solo era un poderoso guerrero sino un gran hombre de alabanza y adoración. ¿Demostramos nosotros estas dos cualidades en nuestra vida espiritual?
- ¿Por qué la era de Arauna era el lugar ideal para construir el templo de Dios?
- ¿Cuán importante era el templo de Dios para David? ¿Cuánto invirtió David en este templo según este capítulo?
- ¿Sabemos nosotros cuál es el llamado de Dios para nuestras vidas? ¿Hemos sido fieles a ese llamado?
- ¿Cuán importante es la obediencia a la Palabra de Dios en el ministerio y en el caminar espiritual? ¿Cómo puede ser destruido un ministerio a causa de la desobediencia?
- ¿Cuán importante es la perseverancia en el ministerio? ¿Puede un ministerio tener éxito sin perseverancia?
- ¿Cuán importante es que persigamos la visión que Dios ha puesto en nuestro corazón aunque nunca la veamos hecha realidad?
Para Orar:
- Pidamos a Dios que nos ayude a ser poderosos tanto en la batalla como en la adoración.
- Pidamos a Dios que nos muestre Su llamado para nuestras vidas. Oremos que nos ayude a ser fieles a ese llamado.
- Pidamos a Dios que nos dé tiempo para estudiar y sabiduría para aplicar Su verdad a nuestras vidas y ministerios.
- Agradezcamos a Dios que aunque puedan surgir problemas en nuestro camino, Su gracia es suficiente. Pidámosle que nos dé fuerza y valentía para perseverar.
- Tomemos un momento para agradecer al Señor por las personas que Él ha traído a nuestras vidas para apoyarnos y ayudarnos a lograr Sus propósitos divinos.
21 – La Reestructuración Del Ministerio de los Levitas
Leamos 1 Crónicas 23:1—24:31
David se acerca al final de su vida, y ya era hora de que pusiera a su hijo Salomón en el trono como rey de la nación. Aunque David había sido un guerrero poderoso y había traído gran victoria a su pueblo, también era un hombre con un profundo interés por la adoración y la alabanza al Dios de Israel. Hemos visto en este libro que David hizo todo lo posible para preparar la construcción del templo en Jerusalén. Ya había acumulado grandes cantidades de suministros para este propósito. Aquí en 1 Crónicas 23—24 el interés de David es preparar a los sacerdotes y a los levitas para las nuevas responsabilidades que tendrían en este templo que construiría su hijo.
Para ayudarnos a entender este pasaje, permítanme comenzar con algunos antecedentes históricos. De las doce tribus de Israel, la tribu de Leví fue escogida para servir en el tabernáculo (Números 1:47-53). Leví tuvo tres hijos (Gersón, Coat y Merari). En el pasado, el pueblo de Dios vagó por el desierto y el tabernáculo los acompañaba dondequiera que iban. Dios les dio a los hijos de Leví la responsabilidad de transportar el tabernáculo y los varios artículos usados en la adoración. Ver Números 3:21-39 para una descripción detallada de las responsabilidades de cada hijo.
Coat, el hijo de Leví, tuvo dos descendientes muy importantes llamados Moisés y Aarón. Ambos hombres fueron poderosamente usados por Dios en la vida de la nación de Israel. En este pasaje Aarón nos resulta de particular interés. Dios lo escogió a él y a sus descendientes directos para un papel muy especial en el tabernáculo. Éxodo 40:13-15 nos dice que Aarón y sus hijos serían sacerdotes. A ellos se les dio la función de ofrecer los sacrificios requeridos por la ley de Dios para el pueblo de Israel. Los levitas restantes serían ayudantes del templo. Veamos aquí la diferencia entre los sacerdotes y los levitas.
Una de las responsabilidades de los levitas tenía que ver con transportar el tabernáculo de un lugar a otro mientras el pueblo de Dios vagaba por el desierto. Con la construcción de un templo en Jerusalén ya no habría necesidad de transportar los artículos utilizados en la adoración, sino que estos artículos permanecerían en el templo. El interés de David era que estos levitas entendieran su nuevo papel en el templo que su hijo Salomón construiría.
Entonces David reunió a los levitas para dejarles claro cuál sería su nueva función en el templo (23:2). David y sus hombres contaron treinta y ocho mil levitas de treinta años arriba (23:3); y dividió a estos 38.000 levitas en cuatro grupos ministeriales. Veinticuatro mil debían dirigir la obra del templo (23:3). Seis mil serían gobernadores y jueces (23:4). Cuatro mil serían porteros y los últimos cuatro mil tocarían los instrumentos musicales que David había provisto para la adoración.
En 1 Crónicas 23:6-24 tenemos los registros genealógicos de los tres hijos de Leví (Gersón, Coat y Merari), el cual se detalla por familia.
GERSÓN Y SUS DESCENDIENTES
Los versículos 7-11 enumeran los descendientes de Gersón, hijo de Leví. El versículo 7 menciona a los dos hijos de Gersón, Laadán y Simei. Los versículos 8-9 trazan los descendientes de Laadán. El Simei mencionado en el versículo 9 no es el hermano de Laadán sino un descendiente del mismo nombre. Esto queda claro en el versículo 9 donde menciona específicamente que él era de la familia de Laadán.
La línea del segundo hijo de Gersón, Simei, se traza en los versículos del 10 al 11. Es notorio el hecho de que sus hijos Jeús y Bería no tuvieron muchos hijos, por lo que fueron contados como una sola familia y se les dio un mismo cargo en la obra del Señor (v. 11, NVI).
COAT Y SUS DESCENDIENTES
El linaje del segundo hijo de Leví, Coat, se encuentra en 1 Crónicas 23:12-20. Coat tuvo cuatro hijos (v. 12); siendo de especial interés aquí su hijo Amram, cuyos hijos fueron los más famosos de todos los levitas. Nos referimos a Moisés y Aarón. Aarón y sus descendientes fueron apartados para ofrecer sacrificios ante el Señor. También debían pronunciar bendiciones sobre el pueblo de Dios (v. 13). La línea de Moisés se traza por varias generaciones en los versículos 14-20.
MERARI Y SUS DESCENDIENTES
El tercer hijo de Leví fue Merari. Sus descendientes están registrados en los versículos 21-23.
Los jefes de estas familias fueron contados y registrados de manera individual. Observemos en el versículo 25 que la razón por la que David hizo contar a los levitas fue porque ya no tenían que llevar el tabernáculo ni ninguno de los artículos para el servicio del Señor. La lista que elaboró David serviría como herramienta para dividir las nuevas responsabilidades de los levitas en el templo del Señor en Jerusalén. Los nombres de los levitas de veinte años en adelante fueron registrados para este propósito (v. 27).
En 1 Crónicas 23:28-32 tenemos una descripción general de los deberes y responsabilidades de los levitas, quienes ayudar a Aarón y a sus descendientes en su servicio. Esto se hizo de varias maneras.
Primero, estaban a cargo de los patios y las habitaciones laterales del templo (v. 28). Si bien no se indica específicamente aquí, estas responsabilidades incluirían cosas como la limpieza y el mantenimiento.
Segundo, los levitas ayudaban en la purificación de los objetos sagrados que se usaban para el culto (v. 28). Esto se hizo de acuerdo con la Ley de Moisés.
Tercero, estaban a cargo del pan que se ponía todos los días en la mesa del Señor, preparando las ofrendas de harina y de cereal, las hojuelas sin levadura y horneando, mezclando y midiendo las cantidades de ingredientes prescritos por Dios a Moisés (v. 29).
Finalmente, los levitas eran responsables de pararse cada mañana y tarde para agradecer y alabar al Señor cada vez que se hacía una ofrenda. También debían hacer esto en festivales y fiestas especiales (v. 31). Esto probablemente se haría por medio de la música y el canto.
El capítulo 24 se enfoca en los descendientes sacerdotales de Aarón. El versículo 1 nos dice que Aarón tuvo cuatro descendientes. Dos de sus hijos murieron cuando ofrecieron incienso extraño al Señor. Este incienso no fue preparado como Dios le había dicho a Moisés que lo hiciera. Por esto, Dios hirió a Nadab y Abiú (ver Levítico 10:1-3). Pero los otros hijos de Aarón, Eleazar e Itamar, sirvieron como sacerdotes (v. 2).
David estableció divisiones ministeriales con la ayuda de Sadoc (descendiente de Eleazar) y Ahimelec. Los descendientes de Eleazar superaban en número a los descendientes de Itamar. Había dieciséis jefes de familia en el linaje de Eleazar, mientras que solo había ocho jefes en la de Itamar (v. 4). Las divisiones del ministerio se dividieron imparcialmente echando suertes.
Es importante que entendamos que en la mente de quienes sortearon, esta decisión no se dejaba al azar. La mente israelita no aceptaba el concepto de azar o suerte. El israelita creía en un Dios soberano cuyos propósitos se estaban cumpliendo en todas las cosas. Proverbios 16:33 nos dice: “La suerte se echa en el regazo; mas de Jehová es la decisión de ella”.
Cuando David, Eleazar e Itamar echaron suertes, lo hicieron sabiendo que Dios estaba en el asunto. Ellos aceptaron la decisión del sorteo como una decisión de Dios. Quitaron toda preferencia y participación humana de este proceso de seleccionar las divisiones del ministerio.
Mientras echaban suertes, Semaías, un escriba levítico, registró los nombres de los elegidos por sorteo. Percatémonos en 1 Crónicas 24:6 que esto se hizo en presencia del rey, los sacerdotes Sadoc y Ahimelec, y los levitas. Todo se hizo en orden.
Los versículos del 7 al 18 nos dan los nombres de los jefes de familia escogidos por sorteo. Veamos que eran veinticuatro divisiones ministeriales. Cada división sería responsable de unas dos semanas cada año. La lista también dio el orden en que servirían cada una de estas divisiones (v. 19).
1 Crónicas 24:20-30 nos dice que había otros levitas que no estaban incluidos en la lista mencionada anteriormente. A estos levitas también se les dio un papel que desempeñar. Sus responsabilidades ministeriales les fueron escogidas por sorteo (v. 31).
Todo esto nos muestra que el trabajo en el templo involucró a un gran número de personas. Con esta cantidad de personas involucradas en el ministerio, era importante que hubiera cierto orden y estructura en lo que estaba sucediendo para evitar confusiones. Cada persona tenía un papel que desempeñar y un horario de trabajo establecido para ellos.
Por Meditar:
- ¿Qué nos dice la preocupación de David por ver la reestructuración de los roles de los levitas en el templo acerca de su interés por la adoración en el templo?
- ¿Por qué fue necesario reestructurar el ministerio de los levitas? ¿Qué diferencias traería un templo en Jerusalén al ministerio de los levitas?
- ¿Cuál era la diferencia entre el papel que desempeñarían los descendientes directos de Aarón y la función del resto de los levitas?
- ¿Qué aprendemos aquí acerca de cómo Israel veía el echar suertes? ¿Por qué usaron esto como un medio para tomar decisiones importantes?
- ¿Cuán importante es el orden en la iglesia establecida en nuestros días?
Para Orar:
- Pidamos al Señor que nos muestre nuestro papel y responsabilidad en la obra del Reino.
- Agradezcamos al Señor que nos ha llamado a todos para ministrar en Su nombre en este mundo. Pidámosle que nos ayude a ser fieles representantes.
- Oremos al Señor que nos perdone por las veces que no tomamos en cuenta Su voluntad para nuestras vidas.
22 – Músicos, Porteros, Tesoreros, Jueces Y Administradores
Leamos 1 Crónicas 25:1—26:32
En los capítulos 23 y 24 vimos cómo David seccionó a los levitas y sacerdotes en divisiones ministeriales, dándoles responsabilidades particulares y proporcionándoles un horario de trabajo. Aquí, en los siguientes dos capítulos, vemos una mayor división del trabajo entre los músicos y porteros levitas. David se preocupaba por ver orden en la adoración del Señor.
En 1 Crónicas 25, David apartó a los hijos de Asaf, Hemán y Jedutún para el ministerio de profetizar. Observemos específicamente que la profecía estaba acompañada por arpas, salterios y címbalos. No está claro cómo se desarrollaba esta profecía. Algunos creen que mientras sonaba la música, los profetas se inspiraban para hablar del Señor y ofrecerle alabanza. Vemos varios ejemplos en las Escrituras de profetas llamando a músicos a tocar mientras buscaban del Señor para un asunto en particular (ver 1 Samuel 10:5; 2 Reyes 3:15-16).
Otros consideran que la música se usaba como un medio por el cual el Señor hablaba a Su pueblo. Si este fuera el caso, se componían salmos o himnos con un mensaje, y se cantaban en presencia de Dios y de los oyentes. Es muy posible que ambas sugerencias fueran ciertas.
Aunque no estamos completamente seguros de cómo sucedió todo esto, vemos en este versículo que tanto la música como la palabra hablada estaban interconectadas y desempeñaban un papel importante en la adoración del templo. Cuatro de los hijos de Asaf profetizaban bajo la supervisión del rey (v. 2). Seis hijos de Jedutún profetizaban usando el arpa para agradecer y alabar al Señor (v. 3); y lo hacían bajo la supervisión de su padre. Los hijos de Hemán tocaban el arpa, el salterio y el címbalo bajo la supervisión de su padre (v. 6). El versículo 5 nos dice que estos hijos le habían sido dados a Hemán a través de una promesa de Dios para exaltarlo.
Hay algo importante que señalar aquí y es que cada persona responsable de la obra del templo estaba supervisada o era responsable ante otra persona. Los hijos de Asaf eran supervisados o responsables ante el rey. Los hijos de Jedutún y Hemán eran responsables ante sus padres. Asaf, Jedutún y Hemán eran responsables ante el rey (v. 6). Hay un principio importante que debemos seguir en esto. Todos debemos ser responsables ante alguien en el ministerio. Esto nos impide caer o desviarnos del camino que Dios nos ha dado para seguir. Debemos tener cuidado con aquellos que se niegan a responder ante cualquier otra persona.
1 Crónicas 25:7 nos dice que había 288 músicos entrenados y diestros que servían en el templo. Nuevamente esto nos muestra la importancia de la música en la adoración a Dios.
El versículo 8 nos muestra que los deberes de los músicos y profetas fueron elegidos por sorteo, lo cual eliminaba cualquier participación humana en la elección de quién serviría. Cuando se echaron las suertes, se vio que la decisión era la decisión del Señor, y cada persona aceptó esto como la voluntad de Dios. El sorteo determinó los equipos ministeriales y su orden y Dios determinó sobre quién caería la suerte. El versículo 8 deja en claro que tanto los jóvenes como los mayores, tanto el maestro como el alumno, echaron su suerte. Todos fueron tratados por igual. La experiencia, la edad o la educación no estuvieron involucradas en la decisión. Todo lo que importaba era la voluntad de Dios revelada a través del sorteo. Se echaron veinticuatro suertes para los equipos ministeriales que servirían durante todo el año. Con veinticuatro equipos, cada equipo podría ministrar durante unas dos semanas cada año. Sus nombres se mencionan en los versículos del 9-31. Todo parece indicar que había doce personas en cada equipo.
En 1 Crónicas 26:1-19 leemos acerca de las divisiones del ministerio de los porteros. El papel del portero era un papel práctico en el templo. Ellos vigilaban y estaban involucrados en varios deberes prácticos en el mantenimiento y conservación del templo. Los versículos 1-11 nos dan los nombres de cuatro familias claves involucradas en este ministerio.
Los versículos de 1 al 3 nos dan los nombres de los siete hijos de Meselemías, hijo de Coré, que servían como porteros. La familia de Obed-edom se menciona en los versículos 4-8. Cabe mencionar aquí que Obed-edom se había encargado del arca del Señor por un tiempo; y 1 Crónicas 13:13-14 nos dice que Dios lo bendijo abundantemente. Esto es evidente cuando el versículo 8 nos dice que hubo sesenta y dos descendientes de Obed-edom que sirvieron al Señor como porteros. Sus hijos y nietos se nombran en los versículos 4-8.
Otra familia importante de porteros fue la familia de Meselemías. Éste tenía dieciocho hijos y parientes sirviendo en esta área (v. 9).
Por último, la familia de Hosa se menciona en el versículo 10. Éste contribuyó a esta obra con trece hijos y parientes (v. 11).
Como en el caso de los músicos, los porteros se dividieron en equipos ministeriales, los cuáles fueron elegidos por sorteo. Nótese que no se tomó en cuenta la edad ni experiencia de estos hombres, sino que la decisión se le dejó al Señor (v. 13).
A cada división del ministerio se le dio la responsabilidad de una determinada puerta. La suerte cayó sobre Selemías para vigilar y cuidar la puerta del oriente (v. 14). A Zacarías se le encomendó la puerta norte (v. 14). La puerta sur estaba bajo el cuidado de Obed-edom y los almacenes le tocaron a sus hijos (v. 15). Esta pudo haber sido la puerta que usaría el rey. Obed-edom y sus hijos nuevamente estaban siendo bendecidos por Dios al recibir esta importante posición. Para Supim y Hosa, la del occidente, la puerta de Salequet (v. 16).
En los versículos 17 y 18 vemos el número de hombres que debían trabajar cada día en estas diversas puertas. Seis levitas iban a estar estacionados en la puerta del este. Cuatro iban a trabajar en la puerta norte. Cuatro levitas debían vigilar la puerta sur y otros dos trabajarían en los almacenes. Finalmente, en la puerta oeste, cuatro levitas se colocarían en el camino y dos permanecerían en el atrio.
1 Crónicas 26:20-28 habla de los tesoreros que eran responsables de recibir las ofrendas provenientes del pueblo de Dios, así como cualquier botín tomado de los enemigos y dedicado al Señor (v. 20). Varias familias participaron como tesoreros. Los hijos de Laadán que sirvieron como tesoreros se enumeran en los versículos 21-22. Los versículos 23-25 nos dan los nombres de los de las familias de los amramitas, los izharitas, los hebronitas y los uzielitas. De particular interés aquí es Selomit quien, junto con sus parientes, estaban a cargo de las cosas santificadas y consagradas por el rey David y sus comandantes (v. 26). Esto incluía el botín que tomaban de las batallas. Selomit y sus parientes eran responsables del cuidado de todo lo dedicado por el profeta Samuel, el rey anterior Saúl y aquellos artículos dedicados al templo por los comandantes militares Abner y Joab (v. 28).
Por último, en 1 Crónicas 26:29-32 David nombró jueces y administradores. Estos hombres probablemente se movían de un lugar a otro en Israel juzgando los asuntos entre el pueblo de acuerdo con la Ley de Dios. Los jueces oficiales fueron asignados en el versículo 29, y eran de la familia de los izharitas.
En los versículos 30-32 observamos la asignación de administradores. De la familia de los hebronitas se escogieron mil setecientos hombres para servir al oeste del Jordán (v. 30). Otros dos mil setecientos de la familia de Jerías hebronita se pusieron a cargo de las tribus de Rubén, Gad y Manasés. Éstos eran responsables de llevar a cabo los asuntos del rey en estas diversas regiones de Israel (v. 32).
La administración del templo requería un gran equipo de sirvientes. Cada persona necesitaba saber su responsabilidad. Necesitaban saber cuándo tenían programado trabajar y cuál era su tarea si querían llevar a cabo la obra del templo. Todo esto se hizo para la gloria de Dios.
Para Meditar:
- ¿Cuál es la conexión que existe entre la profecía y la música en este pasaje? ¿Puede la música ser profética por naturaleza? En otras palabras, ¿puede la música expresar lo que Dios quiere para Su pueblo?
- Vemos en este pasaje cómo los siervos de Dios eran supervisados o responsables entre sí. ¿Cuán importante es que nos rindamos cuenta los unos a los otros en la iglesia de hoy? ¿Qué problemas resolvería esto?
- A la hora de seleccionar los músicos y los porteros no se tomó en cuenta la edad, la experiencia ni la educación cuando se les puso en sus diversos equipos de ministerio. ¿Cuán importante es la educación y la experiencia en el ministerio? ¿Debería tener prioridad la dirección de Dios por encima de la experiencia y la educación?
- Observemos los varios roles en el templo. ¿Qué papel en particular nos ha dado el Señor para que desempeñemos en nuestra comunidad?
Para Orar:
- Tomemos un momento para agradecer al Señor por el papel de la música en la adoración. Agradezcámosle por los himnos y coros que reflejan el corazón de Dios por Su pueblo. Pidámosle al Señor que levante más hombres y mujeres para escribir música que hable proféticamente a nuestra cultura.
- Pidamos al Señor que nos ayude a estar dispuestos a rendir cuentas a los demás en el cuerpo de Cristo.
- Agradezcamos al Señor que Él no se limita a usar solo a aquellos que tienen educación y experiencia.
- Oremos que Dios nos muestre claramente cuál es el papel que Él tiene para cada uno de nosotros en el cuerpo de Cristo.
23 – Los Oficiales De David
Leamos 1 Crónicas 27:1-34
David no gobernó solo a Israel, sino que trabajó con un gran número de hombres capaces que lo ayudaron a administrar la tierra que Dios le había dado. Solo en raras ocasiones Dios nos llama a trabajar por nuestra cuenta. Son más las ocasiones en que nos llama a trabajar con otros para lograr Sus propósitos. Cuando Dios llama, también nos proporciona personas para trabajar en equipo junto a nosotros. Algunas personas de ese equipo aportan recursos financieros, otras ayudan de manera práctica y otras animan, aconsejan u oran. Nunca debemos subestimar la importancia del equipo.
Lo significativo en este capítulo es que se mencionan los nombres de los que estaban en el equipo de David. Este capítulo está dedicado a los fieles trabajadores en el tiempo de David que hicieron de su reinado un éxito. Cabe señalar que el espacio no le permite al escritor enumerar todos los nombres de los que estaban en el equipo de David. Los mencionados aquí eran líderes y cabezas de familia.
Comenzamos con una lista de los comandantes del ejército de David por división. De los versículos que siguen entendemos que el ejército de David estaba dividido en doce divisiones con una división de guardia cada mes. Cada una de estas divisiones constaba de 24.000 hombres (v. 1). Las divisiones comprendían grupos de cientos y miles con sus líderes. En los versículos del 2 al15 tenemos la lista de los jefes de división y líderes importantes en estas divisiones.
Jasobeam estaba a cargo de la primera división. Su división servía el primer mes del año (vv. 2-3). Dodai estaba cargo de la división que servía el segundo mes, y Miclot era un líder importante en esta división (v. 4). Benaía y su división trabajaban el tercer mes. Su padre era Joiada el sacerdote. Benaía era un guerrero valiente y formaba parte de un grupo de élite de soldados conocido como los “Treinta”, y su hijo Amisabad era un líder en su división (vv. 5-6). Asahel servía con su división en el cuarto mes, y le seguía su hijo Zebadías (v. 7). Samhut y sus hombres eran responsables del quinto mes (v. 8). La división de Ira trabajaba el sexto mes (v. 9). Heles pelonita, de los hijos de Efraín, servía en el séptimo mes (v. 10). El octavo mes se le dio a Sibecai y a sus hombres (v. 11). La división de Abiezer era responsable del noveno mes (v. 12). En el décimo mes Maharai y su división estaban a cargo (v. 13). Benaía piratonita de Efraín y su división servían el onceno mes (v. 14). Y Heldai era responsable del duodécimo y último mes del año (v. 15).
La siguiente lista se encuentra en los versículos 16-22. Aquí en estos versículos tenemos la lista de jefes tribales. Estos eran líderes en sus diversas tribus. No se hace mención de las tribus de Aser y Gad, ni se da ninguna razón para esto en el texto. Estos versículos se resumen en el siguiente cuadro:
Tribu | Jefe Tribal | Versículo |
Rubén | Eliezer | Versículo 16 |
Simeón | Sefatías | Versículo 16 |
Leví | Hasabías | Versículo 17 |
Leví (de Aarón) | Sadoc | Versículo 17 |
Judá | Eliú | Versículo 18 |
Isacar | Omri | Versículo 18 |
Zabulón | Ismaías | Versículo 19 |
Neftalí | Jerimot | Versículo 19 |
Efraín | Oseas | Versículo 20 |
Manasés | Joel e Iddo | Versículo 21 |
Benjamín | Jaasiel | Versículo 21-22 |
Dan | Azareel | Versículo 22 |
Es interesante que nos percatemos en los versículos 23-24 que David no contó el número de hombres a su servicio, y no lo hizo porque Dios le había prometido hacer a Israel tan numeroso como las estrellas del cielo (v. 23). En 1 Crónicas 21, David hizo un censo de los hombres de su ejército, y al hacerlo, apartó la mirada del Señor hacia su propia fuerza militar. Dios lo convenció de su pecado y lo castigó enviando una plaga severa sobre la tierra. Esta vez, David no contó el número de hombres en su tierra; en cambio, eligió poner su confianza en el Señor. Realmente no le importaba ahora cuántos hombres él tenía en su ejército. Dios podía librarlo y darle la victoria con un pequeño número así como con un gran número. Lo importante no era cuántos hombres tenía sino que el Señor estaba con él.
Mientras David se negaba a contar el número de hombres en su ejército, Joab, su comandante militar, comenzó a contarlos pero no terminó. Según el versículo 24, la ira de Dios cayó sobre Israel por la acción de Joab y nunca se registró el número. Aquí hay una lección importante para nosotros. ¿Con qué frecuencia nos quedamos atrapados en los números? Contamos el número de personas que asisten a nuestra iglesia; contamos cuántas personas han venido al Señor a través de nuestros ministerios. Mi tendencia es contar cuántos libros he escrito. ¿Qué tiene que ver todo esto con el reino de Dios? Los números no hacen avanzar el reino, solo el Espíritu de Dios puede hacerlo. Los números no quieren decir que una iglesia sea saludable. Puede que a nuestra iglesia vayan todo tipo de personas, sin embargo estén lejos de Dios. Queremos sentir que hemos hecho algo grandioso y medimos el éxito en el ministerio por los números. David aprendió que los números no tenían un significado real en el reino de Dios. Que el Señor nos libre de caer en la soberbia de las estadísticas y los números.
Los versículos 25-34 concluyen este capítulo con una lista de oficiales a cargo de varias responsabilidades en el reino. Azmavet estaba a cargo de los almacenes del rey. Jonatán se ocupaba de los almacenes en los campos, en las ciudades, en las aldeas y en las torres de vigilancia (v. 25). Ezri era el jefe de los trabajadores del campo que cultivaban la tierra (v. 26). Simei era responsable de los viñedos, y era asistido por Zabdi, quien se encargaba de los productos utilizados para hacer vino (v. 27). Baal-hanán estaba a cargo del trabajo de los olivares y los higuerales en las colinas occidentales; y era asistido por Joás, quien se encargaba de los suministros de aceite de oliva producido de estos árboles (v. 28). Sitrai estaba a cargo de los rebaños que pastaban en Sarón, mientras que Safat era responsable de los rebaños que pastaban en los valles (v. 29). Obil estaba a cargo de los camellos y Jehedías de las asnas (v. 30). Y Jaziz cuidaba de los rebaños (v. 31).
David también tenía consejeros para asesorarlo en los asuntos de la corte. Jonatán, el tío de David, no solo era su consejero sino también era escriba. Jehiel cuidaba de los hijos del rey (v. 32). Ahitofel era consejero del rey y Husai era un amigo cercano cuyo consejo también David buscaba (v. 33). Ahitofel fue sucedido por Joiada; y Joab era el comandante militar de David quien lo asesoraba en asuntos de batalla (v. 34).
Lo que necesitamos entender aquí es que David no trabajaba solo. En este equipo que Dios le proveyó había hombres muy capaces. David dependía de ellos y buscaba su consejo. Aunque la confianza de David estaba en el Señor su Dios, él sabía que Dios usaría a cada uno de los miembros de su equipo para hacer avanzar Su reino. ¿A quién nos ha dado Dios para consolarnos, aconsejarnos, animarnos o apoyarnos en la obra que nos ha llamado a hacer?
Para Meditar:
- Dios nos coloca en equipos y nos rodea de otros para que nos ayuden en nuestro caminar y en nuestro ministerio. Tomemos un momento para pensar en aquellos que Dios ha puesto en nuestras vidas para ayudarnos a cumplir Sus propósitos divinos para con nosotros.
- ¿Cuán importante es que aprendamos a trabajar con otros para hacer avanzar el reino de Dios?
- ¿Alguna vez nos hemos dejado atrapar por los números y las estadísticas? Si bien hay momentos en que los números y las estadísticas pueden ser útiles, ¿en qué radica la tentación? ¿Por qué se negó David a contar a sus hombres?
- El equipo de David estaba formado por hombres que desempeñaban varios roles y capacidades. ¿Qué papel jugamos nosotros en el reino de Dios?
- David escuchaba los consejos de diferentes consejeros. ¿Nos rodeamos de personas a las que podemos acudir para pedir consejo? ¿Qué tan fácil nos resulta escuchar el consejo de un hermano o hermana en Cristo? ¿Cuán importante es que escuchemos los consejos?
Para Orar:
- Dediquemos un momento para agradecerle al Señor por las personas que ha puesto a nuestro lado para ayudarnos a lograr Su propósito para nuestras vidas.
- Pidamos a Dios que nos ayude a tener mayor disposición de trabajar con aquellos que Él nos ha dado. Pidámosle que nos ayude a valorar mucho más a esas personas que Él ha llamado para que nos apoyen.
- Roguemos a Dios que nos ayude a no quedarnos atrapados en los números y en las estadísticas; sino que en cambio, nos ayude a poner toda nuestra confianza en Él.
- Oremos a Dios que nos dé mayor disposición para escuchar los consejos de nuestros hermanos y hermanas en Cristo.
24 – David Prepara A Salomón y a Sus Oficiales
Leamos 1 Crónicas 28:1-21
David estaba envejeciendo y su tiempo para reinar sobre Israel estaba llegando a su fin. Su último esfuerzo fue preparar a su pueblo para su muerte y para el reinado de su hijo Salomón. El gran deseo de David era que su pueblo continuara sirviendo y adorando al Señor con todo su corazón.
Al comienzo del capítulo 28, David convoca a los oficiales de Israel. Ya analizamos a estos funcionarios en el capítulo 27. Cuando estos oficiales llegaron a donde estaba David, él compartió con ellos cuál era su deseo respecto a la construcción de un templo en Jerusalén. En el versículo 2 les recordó que él deseaba en su corazón construir este templo pero que Dios tenía un plan diferente ya que él había derramado demasiada sangre (v. 3). Sin embargo, David les dijo a sus líderes, que aunque Dios no le permitiría construir este templo, le había dado esta tarea a su hijo Salomón (vv. 4-5).
El Señor también le prometió a David que estaría con Salomón. Dios sería un padre para Salomón y él sería su hijo muy amado (v. 6). Dios también confirmaría su reino para siempre mientras él le obedeciera y siguiera Sus leyes y decretos (v. 7).
Con esta seguridad de Dios acerca de su hijo y el futuro de la nación, David desafió a sus oficiales a la vista del pueblo y en la presencia de Dios a ser cuidadosos en seguir todos los mandamientos del Señor. Mientras siguieran los mandamientos de Dios y lo honraran, poseerían la tierra y pasarían una rica herencia a sus hijos (v. 8). La obediencia y la fidelidad a Dios traerían gran bendición para su tierra y sus familias. Ellos prosperarían si obedecían y servían fielmente al Señor.
Una vez que desafió a sus oficiales a obedecer y a servir fielmente al Señor, David se volvió hacia su hijo Salomón, y en los versículos 9-10 le habló directamente y lo desafió doblemente. El primer desafío fue que sirviera al Señor de todo corazón. Observemos lo que incluía esta devoción incondicional.
En el versículo 9, David le dijo a su hijo que debía reconocer a Dios. Reconocer a Dios en este sentido significa que lo tomemos en cuenta en todos nuestros planes. No podemos servir de todo corazón si no hacemos esto. A veces llevamos a Dios a algunas áreas de nuestras vidas y a otras no. Lo consultamos en cosas serias pero no en las cosas pequeñas. El desafío de David a Salomón era reconocer a Dios en todas las cosas. Si vamos a servir de todo corazón, debemos buscar la voluntad de Dios, no solo para algunas cosas sino para todo. La devoción incondicional implica traer a Dios a cada decisión, actitud y acción.
El segundo ingrediente para servir a Dios de todo corazón, según David, es hacerlo con buena disposición (NVI). Si queremos servir a Dios de esa manera, no podemos estar divididos en nuestro corazón. Podemos dar aparentemente, pero por dentro tener un corazón que no esté dispuesto o esté resentido. Podemos servir con una actitud equivocada. La devoción sincera involucra la mente; y si queremos servir a Dios con devoción plena, debemos tener una actitud dispuesta y sincera. Debemos desear servir a Dios y no solo aparentarlo. Dios ve la actitud de nuestro corazón. Él sabe si somos sinceros en nuestras mentes y corazones. Si queremos servir de todo corazón, debemos tener una mente dispuesta a seguir nuestras acciones. Nuestros motivos y pensamientos también deben ser correctos ante Dios.
Finalmente, la devoción incondicional también implica la búsqueda. David le recordó a su hijo Salomón que si buscaba a Dios, lo encontraría, pero si lo abandonaba, sería rechazado. Si queremos servir a Dios de todo corazón, debemos buscarlo activamente. Él debe convertirse en la pasión de nuestras vidas. No hay lugar para la pereza en la devoción sincera. Aquellos que sirven a Dios de todo corazón lo buscan activamente a Él y a Su propósito; y su amor y devoción por Él crea en sus vidas hambre y sed por Su presencia y Sus propósitos. La búsqueda de Dios les motiva y les apasiona. Y es que tienen que conocerle, por lo tanto arriesgarán todo para encontrarlo a Él y a Su propósito para sus vidas. No puede haber devoción sincera sin buscar activamente a Dios. El primer desafío de David a Salomón fue buscar activamente a Dios y de todo corazón, con un hambre sincera por conocerlo a Él y Su voluntad en todas las cosas. Solo nos resta imaginar el impacto que tendría esa actitud en el reinado de Salomón como rey.
David también desafió a Salomón a esforzarse y a trabajar (v. 10). Salomón tenía mucho trabajo por hacer si quería cumplir el propósito de Dios para su vida y ministerio. David desafió a su hijo a esforzarse. No puede haber éxito en el ministerio si no estamos dispuestos a esforzarnos y perseverar en los tiempos difíciles. Servir al Señor no será fácil; requerirá disciplina y esfuerzo. Hubiera sido fácil para Salomón sentarse y dejar que todos le sirvieran. Pero David lo desafió a esforzarse y a ser fuerte frente a las dificultades y obstáculos que se presentarían en su camino.
En el versículo 11, David le entregó a su hijo Salomón los planos para la construcción del templo. Esos planos incluían los detalles para la construcción del pórtico del templo y sus casas, sus tesorerías, sus aposentos, sus cámaras y la casa del propiciatorio. Es importante observar que el versículo 12 (NVI) refiere que estos planos no eran del diseño de David, sino que eran los planos que el “Espíritu había puesto en su mente”. Lo que David entregó a Salomón ese día fueron los planos de Dios para la construcción del templo.
David también dio a su hijo las instrucciones para las divisiones de los sacerdotes y levitas en el trabajo del templo. Analicemos estas divisiones en 1 Crónicas 23-26.
En el versículo 14, David designó el oro y la plata que se usarían en los artículos elaborados para la adoración en el templo. David le dio a Salomón el peso en oro y plata de los candeleros, las lámparas (v. 15), las mesas (v. 16), los tenedores, los tazones, los cántaros, los platos (v. 17), así como el peso en oro del altar del incienso. Y los querubines labrados que extienden sus alas sobre el arca del pacto (v. 18).
Todos los detalles de la construcción del templo fueron preparados meticulosamente para Salomón, hasta el peso de cada tenedor y cuenco que se usaría en la adoración. Percatémonos de que estos planos y sus detalles no provenían de la propia mente de David:
“Todas estas cosas, dijo David, me fueron trazadas por la mano de Jehová, que me hizo entender todas las obras del diseño” (v. 19).
Esto nos deja bastante claro que David fue dirigido por el Espíritu de Dios en los detalles que recibió para la construcción de este templo. Él estaba tratando de inculcarle a su hijo que la tarea que estaba a punto de emprender se la dio Dios y no era simplemente una idea propia.
Habiendo dado a Salomón los planos detallados para el templo, David nuevamente lo desafió en la tarea. En el versículo 20 le dijo que se animara y se esforzara. No debía tener miedo ni desanimarse porque el Señor estaría con él. Dios no le fallaría ni lo abandonaría hasta que hubiera completado la obra a la que lo había llamado. Habría dificultades. Habría momentos en que Salomón se desanimaría; pero debía ser valiente y recordar que Dios estaría con él todo el camino. Es importante que entendamos que incluso teniendo a Dios a nuestro lado, tendremos que enfrentar dificultades y luchas.
¡Qué consuelo es saber que el Dios que nos llama irá con nosotros! Él nunca nos dejará hasta que hayamos completado la tarea que nos ha llamado a hacer. Podemos salir con confianza. Podemos enfrentar la oposición del enemigo porque Dios está con nosotros y nunca nos abandonará.
Salomón no solo conocería la presencia de Dios y Su bendición sobre su ministerio, sino que Dios le proporcionaría un equipo de ayudantes para completar la tarea. David le recordó a Salomón en el versículo 21 que los sacerdotes y levitas estaban listos para todo el trabajo en el templo. Dios también le había provisto de hombres dispuestos y hábiles en muchos oficios diferentes. Los oficiales y todo el pueblo lo ayudarían y obedecerían todas sus órdenes.
¡Qué consuelo habrían sido estas palabras para Salomón! Dios no solo iba a estar con él, sino que también le había provisto todo lo necesario para llevar a cabo la tarea. El oro y la plata estaban en su lugar; los artesanos, los sacerdotes, los levitas y los funcionarios estaban a su lado para apoyarlo. No faltaba nada. Todo lo que Salomón tenía que hacer era ser fiel al Señor y hacer la obra. Lo mismo es cierto para nosotros hoy. Dios ha provisto todo lo que es necesario para que podamos llevar a cabo la obra. Solo nos resta que le sirvamos de todo corazón a Él y a la obra que nos ha llamado a hacer.
Para Meditar:
- ¿Cuál es la conexión que vemos en este pasaje entre la obediencia y la bendición? ¿Hasta qué punto la obediencia aseguraría la bendición de Dios en el reinado de Salomón?
- ¿Cuáles nos dice David que son los ingredientes de una devoción sincera a Dios?
- David desafía a su hijo Salomón a esforzarse y hacer la obra. ¿Ha sido esta nuestra experiencia en el ministerio? ¿Nos hemos esforzado? ¿Hemos estado haciendo lo que Dios nos ha llamado a hacer?
- ¿Cómo consoló David a su hijo Salomón a la luz de las dificultades que encontraría en esta obra?
- David le mostró a Salomón que todo estaba preparado para que su misión tuviera éxito. Todo lo que se requería era que él fuera fiel al llamado de Dios, que viviera en obediencia y le sirviera de todo corazón. ¿Es esto cierto también para nuestro llamado?
Para Orar:
- Pidamos al Señor que nos ayude a vivir más plenamente en absoluta obediencia a Él. Pidámosle que nos muestre si hay algo que se interponga entre nosotros y nuestra relación con Él.
- Oremos al Señor que nos muestre alguna manera en la que no hayamos logrado servirle de todo corazón.
- Roguemos a Dios que nos dé fuerza y diligencia para trabajar arduamente con el fin de lograr Su propósito para nuestras vidas. Pidámosle que nos dé mayor valentía para seguir Su voluntad.
- Agradezcamos al Señor que Él ha provisto todo lo que necesitamos para el cumplimiento de Sus propósitos para nuestras vidas y ministerios. Démosle gracias porque todo lo que necesitamos ahora es fidelidad y obediencia.
25 – Israel se Compromete a Construir el Templo
Leamos 1 Crónicas 29:1-30
En el capítulo anterior, David, preparándose para su muerte, desafió a Salomón a servir al Señor de todo corazón y a construir un templo en Jerusalén para la alabanza y la adoración a Dios.
Al comenzar el capítulo 29, David se dirige a toda la asamblea de Israel. Su deseo era desafiarlos a dedicarse a la obra del templo.
En el versículo 1, David le recordó al pueblo que su hijo Salomón era joven e inexperto en la obra que Dios le había llamado a hacer. La tarea de construir el templo era enorme y requeriría grande gasto y habilidad. Les recordó que este templo no era para el hombre sino para Dios, por lo que era importante que dieran lo mejor de sí. En la mente de David, el Señor merecía lo mejor, por lo que retó a la gente a dar con sacrificio porque estaban sirviendo al Señor en este empeño.
David le recordó al pueblo que él había dado de sus propios recursos para ver este templo terminado. Había dado oro, plata, hierro, madera, bronce y piedras preciosas en grandes cantidades (v. 2). Además de todas estas cosas, David ahora estaba dando tres mil talentos de oro (110 toneladas) y siete mil talentos de plata (260 toneladas) de sus tesoros personales para la obra del templo (vv. 3-5).
En el versículo 5, David desafió al pueblo. “¿Y quién quiere hacer hoy ofrenda voluntaria a Jehová?” preguntó. David podía pedirle esto a su pueblo porque él mismo primero había dado ejemplo. No les estaba pidiendo que hicieran nada que él no haría. David dio sacrificialmente para la obra del Señor, y ahora le estaba pidiendo al pueblo que se uniera a él en esto.
En el versículo 6, los jefes de familias y los oficiales de la administración de David aceptaron el desafío de David y ofrecieron voluntariamente a la obra del templo. Entre todos dieron cinco mil talentos (190 toneladas) y diez mil dracmas (185 libras u 84 kilogramos) de oro, diez mil talentos de plata (185 toneladas), dieciocho mil talentos de bronce (675 toneladas) y cien mil talentos de hierro (3.750 toneladas) junto con piedras preciosas (vv. 7-8).
Cuando el pueblo vio cuán voluntariamente dieron sus líderes, se regocijaron y dieron libremente y de todo corazón al Señor para la obra del templo. Cuando David vio esto, se alegró mucho (v. 9).
Observemos en el versículo 10 la respuesta de David al mover de Dios entre Su pueblo. David alabó al Señor en presencia del pueblo. En los versículos 10-19 se registra la oración de David en esa ocasión. Echemos un breve vistazo a esta oración.
David comienza su oración con alabanza y acción de gracias. Veamos en el versículo 10 que se dirigió al Señor y Dios de su padre Israel. Como Señor y Dios, Él estaba sobre la nación. Él era digno de toda la alabanza y la adoración. David reconocía que Dios es “desde el siglo y hasta el siglo”. Es decir, su Dios no tenía principio ni fin. Él era un Dios eterno.
En el versículo 11 David confiesa que la magnificencia y el poder, la gloria, la victoria y el honor pertenecen al Señor. Ellos servían a un Dios asombroso y poderoso. Todo en la tierra pertenecía a Dios. No había nada que no se le sometiera. Él era rey y Señor sobre los reinos de este mundo, y era excelso sobre todo. Todos los reyes y todas las autoridades estaban bajo Él y Su gobierno soberano.
Toda la riqueza y el honor proceden de Dios. Todo lo que tenemos proviene de Él. Dependemos de Él para todo (v. 12). En las manos de este Dios están la fuerza y el poder. Él nos da fuerza a todos. Sin Su capacitación seríamos impotentes. Es interesante que David, quien era el rey más poderoso de la tierra en ese momento, reconocía que necesitaba de Dios y de Su poder. David alabó al Señor por las ofrendas que Su pueblo pudo hacer a favor del templo pero reconoció que todo lo que habían dado ese día ya le pertenecía al Señor. Todo lo que dieron había venido de Sus manos y le pertenecía legítimamente de todos modos. No tenían motivos para estar orgullosos; sólo le devolvieron a Dios lo que ya era suyo (vv. 13-16).
¡Qué fácil nos resulta pensar que hemos hecho un gran servicio a Dios al devolverle lo que ya es Suyo por derecho! Dios no mira tanto la cantidad que damos sino la actitud de nuestro corazón al dar. En el versículo 17, David le recuerda a Dios que le estaban dando con un corazón voluntario. No hubo falsos motivos o intenciones en sus ofrendas. Dieron al Señor con un corazón gozoso que buscaba únicamente Su gloria (v. 17). David se alegró de ver que ese día la gente servía de todo corazón; y en el versículo 18 oró para que el Señor mantuviera este deseo en sus corazones.
En el versículo 19, David oró para que Dios también guardara a su hijo Salomón y le otorgara una devoción sincera para que guardara Sus mandamientos y llevara a cabo su responsabilidad en la obra del templo. Un corazón devoto no es de origen humano, es de Dios. Si bien Dios nos dará este tipo de corazón, depende de nosotros recibirlo y vivir en obediencia a Él.
En la historia de la iglesia, nos hemos encontrado con personas que creían que mediante el esfuerzo humano podían tener un corazón puro y santo. Ninguna cantidad de sacrificio o disciplina creará un corazón santo y contrito. Podemos sacarnos los ojos y aun así encontrar lujuria en nuestro corazón. Podemos taparnos los oídos y aun así encontrar malos pensamientos entrando en nuestra mente. Solo Dios puede limpiar nuestro corazón y hacerlo puro. Nuestra responsabilidad es dejar que Él haga Su obra en nosotros y caminar en obediencia.
Cuando David terminó de ofrecer su alabanza al Señor, invitó al pueblo a ofrecerle su propia alabanza. En el versículo 20, el pueblo se postró en tierra y adoró al Señor por Su bondad. Al día siguiente ofrecieron sacrificios al Señor. Mil toros, mil carneros y mil corderos se sacrificaron al Señor junto con numerosas libaciones y otros sacrificios (v. 21). El pueblo de Dios celebró Su bondad no solo postrándose sobre sus rostros y ofreciéndole sacrificios, sino también comiendo y bebiendo con gran gozo en Su presencia (v. 22).
Me gustaría tomarme un momento aquí para analizar el versículo 22 con más detalle. Adorar a Dios es algo alegre y solemne a la vez. Hay seriedad en la adoración. Esto lo vemos en cómo el pueblo se inclinaba en tierra o en cómo le ofrecían sus sacrificios. Sin embargo, el versículo 22 nos recuerda que la adoración también es una experiencia gozosa. Mientras adoraban a Dios, comían y bebían con alegría en sus corazones. Israel disfrutaba de la bendición de Dios mientras comían y bebían en Su presencia. Bendecían el corazón de Dios mientras se regocijaban y disfrutaban de Sus bendiciones.
En el versículo 22 vemos que el pueblo ungió a Salomón como rey. Salomón se sentaría en el trono de Israel en lugar de su padre David (v. 23). Como Dios le prometió a David, Su bendición estaría sobre Salomón. Los oficiales de David prometieron sumisión a Salomón (v. 24) y Dios lo exaltó a la vista del pueblo y lo bendijo como nunca había bendecido a ningún otro rey (v. 25).
En cuanto a David, murió en “buena vejez” después de cuarenta años de reinar en Israel y Judá (vv. 26-28). Los hechos del reinado de David están contemplados de principio a fin en los registros de Samuel, así como en los registros del profeta Gad (vv. 29-30).
Para Meditar:
- David creía que el Señor merecía lo mejor que él tenía. ¿Le hemos dado al Señor lo mejor que tenemos?
- Como líder, David estaba dispuesto a hacer grandes sacrificios por la obra del Señor. No le pidió a su pueblo que le diera nada que él mismo no daría. ¿Hemos demostrado con nuestro ejemplo lo que esperamos de los demás?
- ¿Qué nos enseña la oración de David acerca de Dios?
- No podemos darle a Dios lo que ya no le pertenece. ¿De qué manera esta declaración evita que nos enorgullezcamos en lo que damos?
- ¿Puede el esfuerzo humano crear un corazón puro? ¿Quién es el único que puede hacerlo?
- ¿De qué manera disfrutar de las bendiciones de Dios es un acto de acción de gracias y alabanza?
Para Orar:
- Pidamos a Dios que nos dé gracia para ser un ejemplo ante los que nos rodean.
- Oremos al Señor que nos dé un corazón totalmente consagrado a Él. Agradezcámosle que Él está dispuesto a dar este tipo de corazón a todos los que le obedezcan y se rindan a Él.
- Tomemos un momento para agradecer al Señor por las bendiciones específicas que nos ha dado.
- Pidamos a Dios que no permita que nos enorgullezcamos de nuestro servicio o adoración. Más bien démosle gracias porque todo lo que hacemos o damos proviene de Él.
26 – Salomón Comienza La Obra
Leamos 2 Crónicas 1:1—2:18
Salomón era ahora el rey de Israel, y la bendición de Dios estaba sobre él tal y como se lo había prometido a David. El versículo 1 nos dice que Dios “lo engrandeció sobremanera”.
Una de las primeras cosas que hizo Salomón fue convocar a todos sus gobernantes, jueces y líderes de Israel en Gabaón donde se encontraba el tabernáculo del Señor (v. 3). Aunque David había traído el arca a Jerusalén, el tabernáculo se encontraba en Gabaón. Salomón y todos los líderes fueron entonces a Gabaón a consultar al Señor (v. 5). Aun cuando Salomón podía consultar al Señor en Jerusalén delante del Arca del Pacto, es probable que haya querido ir al altar en Gabaón para ofrecer varios sacrificios al Señor. El versículo 6 nos dice que ofreció mil holocaustos sobre el altar de bronce en esa ciudad.
Esa noche el Señor le apareció a Salomón y le preguntó qué quería recibir de Él, y le dijo que le daría cualquier cosa que le pidiera (v. 7). Salomón adoró a Dios por haberle puesto como rey sobre un pueblo tan numeroso como el polvo de la tierra (vv. 8-9). Aunque esto constituía un grandísimo honor, Salomón también sentía que no estaba preparado para llevar a cabo tal tarea. Entonces, en el versículo 10, le pide a Dios que le dé sabiduría e inteligencia para poder gobernar a Su pueblo. Su deseo era hacer bien la obra a la cual Dios lo estaba llamando, y estaba consciente de que necesitaba esa sabiduría para hacerlo.
Aquí Salomón estaba haciendo una distinción entre su llamado y su empoderamiento. A él no le quedaba la más mínima duda de que había sido llamado por Dios para la tarea de gobernar a Su pueblo. Sin embargo, también sabía que necesitaba ser empoderado por Dios para hacerlo correctamente. No todo el mundo entiende esta distinción. El llamado y el empoderamiento son dos cosas separadas. Podemos ser llamados por Dios para un ministerio específico, sin embargo, estar sirviendo en él según nuestras propias fuerzas. Hay muchos siervos que están tratando de ministrar de esta manera. Quizás estén haciendo lo correcto, pero aun así no estarlo haciendo en el poder de Dios ni bajo Su dirección. Salomón estaba seguro que el llamado no era suficiente, pues entendía que también necesitaba del poder de Dios de una manera especial para lograr cumplir con lo que Dios quería. Sería bueno para nosotros reconocer que necesitamos en nuestros ministerios esa capacitación especial proveniente de Dios.
A Dios le agradó la petición de Salomón. Éste podía haber pedido riquezas, honor, larga vida o la muerte de sus enemigos, pero no lo hizo. Él no estaba interesado en sí mismo, sino en Dios y en honrarlo. Ese día Dios prometió concederle lo que había pedido. También prometió bendecirle con riquezas, honor y gloria, como nunca la tendría un rey antes o después que él (v. 12). Al Salomón poner a Dios como lo primero en su vida, Él lo bendijo abundantemente.
Hubo evidencias claras de esa bendición, pues Salomón se hizo de gran número de carros de guerra y caballos. El versículo 14 nos dice que tuvo 1400 carros y 12 mil caballos que guardaba cerca de él en Jerusalén. También hizo que allí el oro y la plata fueran tan comunes como las piedras, y que la madera de cedro abundara como los sicómoros (v. 15). Salomón importaba sus caballos desde Egipto (v. 16). De allí también importaba sus carros al precio de seiscientas piezas de plata (15 libras o 7 kg), y un caballo por ciento cincuenta (3 ¾ libras o 1.7 kg). También exportaba estos caballos a los reyes de los hititas y a los reyes de Aram.
En 2 Crónicas 2:1 Salomón da órdenes de construir un templo y un palacio real para él. Entonces reclutó a setenta mil hombres para que llevasen las cargas, y a ochenta mil para que cortaran las piedras de las canteras junto a tres mil seiscientos para que los supervisaran (v. 2).
Luego Salomón le envió un mensaje a Hiram, rey de Tiro, en el que le pedía que le suministrara los troncos de cedro para poder construir su palacio (v. 3). También le dijo a Hiram que construiría un gran templo para el Señor su Dios (vv. 4-5). Para Salomón, al no haber otro Dios como el Dios de Israel, no escatimaría gastos en la construcción del templo (v. 5). Él sabía que el Dios de Israel no podía ser limitado a un templo terrenal, pues es más grande que en mismo mundo en sí. Este templo no sería construido como una casa para Dios, sino como un lugar donde se harían sacrificios y ofrendas al Señor (v. 6).
Salomón le pidió a Hiram que le enviase hombres que supieran trabajar el oro, la plata, el bronce y la púrpura, las telas de púrpura, escarlata y azul (NTV). También le pidió que le enviara hombres con experiencia en el grabado. Estos hombres trabajarían junto a sus artesanos experimentados (v.7).
Además de esto le pidió a Hiram que le enviase madera del Líbano: cedro, ciprés y sándalo. Él sabía que los hombres de Hiram eran expertos en cortar madera (v. 8). Salomón necesitaba muchísima madera porque el templo que iba a construir sería grande y magnificente (v. 9). En el versículo 10 Salomón le promete a Hiram que le daría a sus siervos veinte mil coros de trigo (cuatro millones cuatrocientos mil kilos), veinte mil coros de cebada (cuatro millones cuatrocientos mil kilos), veinte mil batos de vino (cuatrocientos cuarenta mil litros), y veinte mil batos de aceite (cuatrocientos cuarenta mil litros).
Hiram recibió la petición de Salomón y su respuesta aparece en el versículo 11: “Porque Jehová amó a su pueblo, te ha puesto por rey sobre ellos”. Hiram halagó a Salomón por su sabiduría y discernimiento (v.12) y le prometió que le enviaría un siervo que se llamaba Hiram-abi, el cual era un hombre muy diestro en trabajar el oro, la plata, el bronce, el hierro, la piedra y la madera (vv. 13-14). Él también era hábil para trabajar con telas de púrpura, azul, escarlata y con lino fino; además que sabía esculpir muy bien e Hiram tenía plena confianza de que podía grabar cualquier diseño que se le pidiera (NTV).
Hiram le pidió a Salomón que enviara el trigo, la cebada, el vino y el aceite de oliva que le había prometido, que él le cortaría toda la madera de cedro del Líbano y se la llevaría en balsas para que luego la trasladara a Jerusalén (vv. 15-16).
La tarea de construir el templo era más grande de lo que Israel podía hacer. Salomón tuvo que usar 153,600 extranjeros para que lo ayudaran en la ejecución del proyecto. De éstos designó unos 70 mil como obreros para llevar cargas, a otros 80 mil para que cortaran las piedras en las canteras de las montañas, y a unos 3,600 como capataces para que supervisaran a los otros trabajadores (v. 18).
El sueño de David de construir un templo en Jerusalén estaba a punto de realizarse. Todo estaba en su lugar y la obra estaba a punto de comenzar.
Para Meditar:
- ¿Qué hay de significativo en el hecho de que una de las primeras cosas que hizo Salomón fue ofrendar al Señor y buscar de Él? ¿Qué nos dice esto acerca del corazón de Salomón?
- ¿Cuál es la diferencia entre ser llamado y ser empoderado? ¿Es posible que podamos ejercer nuestro llamado sin confiar en el poder que viene de parte de Dios?
- Cuando Dios le preguntó a Salomón qué quería que le diera, en lo primero que pensó Salomón fue en glorificar a Dios. Él quería ser un buen siervo de Dios y le pidió que le diera las herramientas necesarias para ello. ¿Qué nos dice esto acerca de las prioridades en la vida de Salomón? ¿Qué necesitamos de parte de Dios para servirle bien?
- Salomón quería lo mejor para el Señor. ¿Piensa así nuestro corazón?
Para Orar:
- Pidámosle a Dios que nos ayude a ver qué necesitamos para que nuestro ministerio sea empoderado. Pidámosle que nos ayude a caminar en Su poder y no en nuestras propias fuerzas.
- Oremos para que Dios nos dé aquello que constituye Sus prioridades. Pidámosle que nos dé una mayor pasión en servirle bien.
- Pidámosle a Dios que nos perdone por las veces que no le hemos dado lo mejor de nosotros.
- Tomemos un momento para buscar al Señor y pedirle que nos dé todo lo que necesitamos para servirle bien.
27 – El Templo y sus Muebles
Leamos 2 Crónicas 3:1—4:22
En el cuarto año de su reinado, Salomón comenzó a construir el templo. Comenzó el segundo día del segundo mes de ese año (3:2). Ya hemos visto que David había hecho grandes preparativos para esa construcción; y también Salomón se dedicó a tener listos los hombres y los materiales para comenzarla. Bien tuvo que haberle tomado más de cuatro años para tenerlo todo listo, y esto nos debe dar una idea mejor de la envergadura de dicho proyecto.
El templo fue construido en el monte Moriah, en la era de Ornán (3:1). Fue en este lugar donde se le pidió a Abraham que ofreciera a su hijo Isaac como sacrificio a Dios. Fue aquí donde David tuvo un encuentro con el Señor después que la plaga amenazara con barrer toda la nación por él haber hecho un censo de sus hombres en edad militar (ver 1 Crónicas 21:18-30).
El versículo 3 nos dice que el cimiento que Salomón le puso al templo tenía sesenta codos de largo y veinte codos de ancho (veintisiete metros de largo por nueve metros de ancho). Frente al templo había un pórtico o vestíbulo el cual tenía su mismo ancho, veinte codos, de esa misma medida era su altura. En su interior estaba revestido de oro puro (3:4).
El salón principal (3:5, NTV) estaba construido de madera de ciprés la cual fue revestida de oro fino y decorada con tallas de palmeras y cadenas. El interior del templo estaba adornado con piedras preciosas y oro (3:6). Las vigas, los umbrales, las paredes y las puertas de todo el templo estaban cubiertas de oro, y en las paredes Salomón había ordenado que tallaran querubines (3:7).
El Lugar Santísimo, donde permanecería el Arca del Pacto, se extendería a la anchura del templo (nueve metros). Salomón revistió su interior con unos seiscientos talentos de oro fino (veinte mil kilos/veintitrés toneladas). Los clavos de oro que se usaron pesaban cincuenta siclos (quinientos setenta gramos/veinte onzas) cada uno. En esta parte del templo no se escatimó gasto alguno, pues aquí sería donde la presencia del Señor se manifestaría, y Salomón quería que este fuera un lugar muy especial.
Dentro del Lugar Santísimo había dos ángeles tallados en madera y revestidos de oro. Sus alas medían cinco codos (dos metros con treinta centímetros); una de las alas de cada ángel tocaba la pared interior del templo, y la otra rozaba el ala del otro. Los querubines estaban de pie con sus rostros hacia el salón principal del templo (3:13). Las cortinas separaban el Lugar Santísimo del resto del templo. Dichas cortinas estaban confeccionadas de púrpura, carmesí, escarlata y lino, con querubines bordados sobre ellas (3:14).
También mandó a hacer dos columnas delante del templo. Cada una medía treinta y cinco codos (dieciséis metros). Sobre cada columna puso una figura decorativa que medía más de dos metros. Otro adorno que ordenó hacer fueron cadenas entrelazadas que colocó en lo alto de las columnas. Estas cadenas tenían cien granadas y las sujetó a las cadenas (3:16). Una columna quedaba levantada en la parte norte y la otra en la parte sur. La del sur se llamaba Jaquín que significa “él afirma”, y la del norte se llamaba Boaz, que significa “él fortalece” (NVI, NTV). Éstas servían de recordatorio al pueblo de Dios acerca de la necesidad que tenían de que Él los afirmara y fortaleciera constantemente.
En el capítulo 4 leemos cómo Salomón hizo colocar en el templo un altar de bronce de veinte codos de largo (9 metros), veinte codos de ancho y diez de alto (4.5 metros). Este altar sería usado para ofrecer sacrificios.
También se colocó dentro del templo una fuente (o mar, RVR60), que tenía diez codos (4.5 metros) de diámetro y cinco codos de alto (2.25 metros). Tenía cerca de treinta codos de circunferencia (14 metros) por todo el borde, y por debajo de éste estaba rodeado por dos hileras de figuras de bueyes adheridos a la fuente (4:3). La fuente descansaba sobre doce bueyes, los cuales miraban hacia los puntos cardinales, tres por cada punto cardinal (4:4). Esta fuente tenía una capacidad de tres mil batos de agua (sesenta y seis mil litros, NVI) (4:5).
Salomón ordenó también que se hicieran diez fuentes más para lavar los objetos que los sacerdotes usaban en las ofrendas (4:6). Puso cinco de ellas en el lado sur y cinco en el lado norte (NVI).
Se colocaron, además, diez candelabros en el templo, cinco al lado norte y cinco al lado sur (4:7). Ordenó también que hicieran diez mesas y las colocó en el templo, cinco en el lado sur y cinco en el lado norte. También hizo cien tazones de oro para ser usados por los sacerdotes como aspersorios (4:8, NVI).
Luego edificó un atrio para los sacerdotes donde había puertas que revistió de bronce. La fuente grande se encontraba en la esquina de este atrio, del lado derecho que da al sureste (4:9). También hizo los calderos, las palas y los aspersorios que usarían los sacerdotes en sus servicios regulares de adoración (4:11).
La mayor parte de la obra fina que se hizo en el templo fue hecha por Hiram, a quien el rey de Tiro había enviado a Salomón con dicho propósito (ver 2 Crónicas 2:13). Los versículos del 12 al 16 nos dan un listado de todos los artículos que Hiram preparó para Salomón. Todos ellos eran de bronce pulido. El peso del bronce usado no se podía determinar porque eran muchos los utensilios (4:18).
Además de los utensilios de bronce que Hiram hizo, había muchos de oro que habían sido colocados por Salomón en el templo. En los versículos 19 al 22 podemos encontrar un listado de estos artículos.
Nuestro propósito aquí no es tratar de entender la manera en que fue diseñado el templo, sino entender que en él hubo una enorme cantidad de trabajo y gastos empleados. Salomón no escatimó gastos en la construcción del templo y sus enseres. Este templo tenía que ser digno de su Dios y Señor. Tal y como Dios se lo había prometido a David, Salomón terminaría la obra del templo. Dios fue fiel a Su promesa.
Para Meditar:
- ¿Qué nos dice acerca de la envergadura del proyecto, el tiempo que se necesitó para prepararse para la construcción del templo?
- ¿Qué tipo de inversión hizo falta para la obra del templo? ¿Qué tipo de inversión hace falta para hacer la obra del Reino de Dios en nuestros días? ¿Qué tipo de inversión hemos hecho a favor del Reino de Dios?
- ¿Cuál fueron los nombres de las columnas que Salomón colocó en el templo? ¿Qué significaban esos nombres? ¿Qué trascendencia tenían para el ministerio del templo?
- Observamos que hasta los tazones y las palas fueron hechas de oro puro. Salomón dio lo mejor de sí hasta en los pequeños detalles. ¿Qué nos enseña esto en cuanto a dar lo mejor de nosotros en las pequeñas cosas?
Para Orar:
- Pidamos al Señor que nos muestre qué tipo de inversión Él quiere que hagamos a favor del Reino.
- Tomemos un momento para darle gracias al Señor por afirmar y fortalecer a quienes le honran.
- Pidamos al Señor que nos ayude a servirle fielmente incluso en las cosas pequeñas. Roguémosle que nos perdone por las veces que no dimos lo mejor cuando nos tocó hacerlas.
28 – El Arca es Llevada al Templo
Leamos 2 Crónicas 5:1—6:42
La obra del templo se terminó, pero mientras se construía, el Arca del Pacto se encontraba en una tienda en Jerusalén. Luego de la consagración de los utensilios del templo, Salomón pidió que trasladaran el Arca del Pacto al templo para colocarla en el Lugar Santísimo. La presencia de Dios se revelaría sobre el Arca entre las alas de los querubines (ver Éxodo 25:22).
Traer el Arca del Pacto al templo no era cosa sencilla, y es que con el arca venía la presencia de Dios. Entonces Salomón hizo un llamado a todos los ancianos y principales líderes de las tribus para traer el arca al templo. El día en que el arca fue llevada a Jerusalén era un día festivo (5:3). El séptimo mes del año se celebraba la fiesta de los tabernáculos con la cual se conmemoraba el tiempo en que los israelitas vagaron por el desierto.
Cuando los ancianos de Israel llegaron, los levitas tomaron el arca y la tienda con todos sus enseres y los trajeron a Salomón. Ese día hicieron celebración por medio de sacrificios de ovejas y ganado. 2 Crónicas 5:6 nos dice que se hicieron tantos sacrificios que les fue imposible llevar la cuenta.
Cuando se terminaron los sacrificios, los sacerdotes colocaron el arca en el Lugar Santísimo. El templo constaba de un atrio exterior, el Lugar Santo y el Lugar Santísimo. Solo los sacerdotes podían entrar al Lugar Santo. El arca fue colocada en el Lugar Santísimo y de allí era donde la presencia de Dios se revelaba. Las barras usadas para cargar el arca eran tan largas que sus puntas podían verse desde el Lugar Santo, pero no desde el atrio (5:9). Estas barras les recordaban a los sacerdotes acerca de la presencia de Dios sobre el arca. Los sacerdotes necesitaban recordar la presencia del Señor por dos razones. En primer lugar, necesitaban recordar que tenían que responder ante Dios y vivir vidas dignas de Su nombre. En segundo lugar, para recibir ánimo en cuanto a su llamado, sabiendo que Dios los había escogido para ministrar en Su nombre.
Segundo de Crónicas 5:10 nos dice que el arca contenía las dos tablas en las que se encontraban los Diez Mandamientos que Dios le había dado a Moisés. Es interesante observar que el arca por un tiempo contuvo un recipiente con maná (Éx. 17:10-11), y la vara de Aarón que reverdecía (Nm. 17:10-11). Sin embargo, en este pasaje no se hace mención de estos artículos.
Es significativo que los mandamientos de Dios se encontraran dentro del arca. Dios revelaría Su presencia en el arca que contenía dichos mandamientos. Todavía Dios se deleita en revelarse a quienes caminan en obediencia a Sus mandamientos.
Cuando el arca fue colocada en su lugar, los sacerdotes se retiraron del Lugar Santo (5:11). Los músicos levitas se pusieron al lado del altar con sus vestiduras de lino fino y tocaron los címbalos, salterios y arpas. Les acompañaban ciento veinte sacerdotes que tocaban sus trompetas (5:12). Se les unieron cantores que alzaban sus voces al unísono para alabar y dar gracias a Dios. Juntos cantaban: “Porque él es bueno, porque su misericordia es para siempre” (5:13). Fueron estos cantos los que trajeron la presencia del Señor al templo. Dios llenó el templo con una nube, y Su presencia era tan abrumadora para los sacerdotes que no pudieron seguir llevando a cabo el servicio. La gente estaba completamente asombrada ante Dios.
Entonces, Salomón, parado en medio de ellos, les recordó que el Señor les había dicho que Él habitaría en una densa nube (6:1, LBLA). Esto lo vemos en Éxodo 19:9, donde Dios escondió Su gloria en una densa nube para no consumir a quienes vieran Su gloria. Salomón les estaba recordando que la nube que veían era una revelación de la asombrosa presencia de su Dios.
Al estar Salomón delante del pueblo aquel día, los bendijo (6:3); y cuando terminó de bendecir al pueblo se volvió a Dios y clamó a Él. Lo que queda del capítulo 6 es la oración que hizo Salomón por el templo.
Salomón comienza su oración con unas palabras de agradecimiento y alabanza a Dios por Su fidelidad. En los versículos del 4 al 11 le agradece a Dios por haber sido fiel en cumplir Su promesa a su padre David respecto a construir un templo en Jerusalén (v. 4). También le agradeció por haber sido fiel con Su pueblo desde que los sacó de la tierra de Egipto. Le agradeció además por haber escogido a Jerusalén como una ciudad donde Su nombre sería glorificado. Esto era un gran honor para la ciudad de Jerusalén. En este lugar Dios revelaría Su presencia y Su gloria.
En el versículo 6 Salomón alaba a Dios por haber escogido a su padre David como rey de una gran ciudad. Él le recordó a Dios que David tuvo en su corazón construir un templo, pero el Señor le dio esta tarea a Salomón con la promesa de que bendeciría sus esfuerzos, y Dios fue fiel a Su palabra. Salomón alabó y le agradeció al Señor por Su fidelidad.
Salomón había mandado a hacer una plataforma de bronce para la ocasión, la cual colocó en el centro del atrio exterior. Sobre la plataforma, delante del altar, alzó sus manos al cielo y clamó a Dios en oración.
En los versículos del 14 al 15 vemos cómo Salomón agradece a Dios por Su fidelidad en guardar Su pacto con Israel. Sin embargo, observemos que Dios mantuvo Su pacto con quienes seguían Sus caminos con sinceridad. Muchos desobedecieron a Dios y por esta causa fueron destruidos y perecieron en el camino. Dios era fiel a Su palabra, pero necesitamos recordar que parte de las palabras que les había dado eran también de juicio y condenación para todos aquellos que se apartaran de Él. Dios demanda obediencia y no vacilará en castigar a quienes se aparten de él.
En los versículos 16 y 17 Salomón le ruega a Dios que continuara siendo fiel a las promesas de Su pacto. Dios había prometido que mientras los hijos de David fueran fieles y caminaran en obediencia, nunca faltaría descendiente en el trono (v. 16). Salomón pedía a Dios que fuera fiel a Su promesa; y al orar así, no solo estaba orando para que proveyera un rey para el trono, sino también para que sus descendientes fueran fieles al Señor y anduvieran en Sus caminos.
En el versículo 18 la atención de Salomón se torna hacia el templo. Él se había dado cuenta que la grandeza de Dios era superior a aquel templo que había construido, y les recordó a los presentes que la inmensidad de los cielos no era suficiente para contener a Dios. Sin embargo, Salomón creía que Dios podía revelar poderosamente Su presencia en aquel templo. Él le pidió a Dios que tuviera sus ojos abiertos hacia aquel lugar y pusiera Su nombre sobre él. Le pidió también que escuchara las oraciones de Su pueblo cuando clamara a Él desde allí (v. 20).
Desde el versículo 21 hasta el 42 vemos la oración de Salomón por el templo. Esta también resulta una grandiosa oración por la iglesia de nuestros días.
En el versículo 21, Salomón oraba que el templo fuera un lugar de súplicas, y pedía que Dios escuchara las oraciones de Su pueblo cuando se tornaran hacia el templo donde la presencia de Dios se revelaba. El pueblo de Dios debe ser un pueblo de oración. El Reino de Dios no se expande por medio de esfuerzos humanos, sino en respuesta a las oraciones del pueblo de Dios. Dios escucha las oraciones de Su pueblo y trae perdón, reconciliación y poder.
En los versículos 22 y 23 Salomón ora para que el templo fuera un lugar de justicia. Él oraba que cuando alguien le hiciera algún mal a su prójimo y viniera al templo, Dios juzgara entre sus siervos y castigara al culpable y declarara inocente a quien lo era (v. 23). La iglesia debe ser un lugar donde la justicia prevalezca, y donde el pecado sea expuesto y triunfe la verdad.
Observemos también que en los versículos 24 y 25 se nos dice que el templo debía ser también un lugar de restauración. La justicia es importante, pero el castigo de la maldad y el pecado no era un fin en sí mismo. Salomón oraba que Dios restaurara a quienes venían al templo a confesarle a Él sus pecados. Podemos ver que los pecados del pueblo de Dios los habían sacado de su tierra, pero en el versículo 25 Salomón oraba que Dios los restaurara a su tierra cuando confesaran sus pecados. La iglesia debe ser un lugar que acoja al pecador arrepentido. A veces usamos los pecados de quienes nos han ofendido en su contra. Sin embargo, Dios nos llama a abrir nuestros brazos para recibir a quienes confiesen su pecado y a restaurarlos a la comunión. El templo debía ser un lugar de restauración.
En los versículos 26 y 27 Salomón continuaba orando, y ahora lo hacía para que el templo fuera un lugar de instrucción. En estos versículos le pedía a Dios que le enseñara a Su pueblo la manera correcta de vivir (v. 27). Él sabía que habría ocasiones en las que el pueblo de Dios caería en pecado y rebelión. Ante esto Dios respondería cerrando los cielos y enviando aflicción (v. 26). La solución sería, en primer lugar, que confesaran sus pecados, y en segundo, que escucharan las instrucciones de Dios en cuánto a su manera de vivir. La iglesia de nuestros tiempos debe ser un lugar de instrucción; y la instrucción tiene como meta mostrarle al pueblo de Dios la manera en la que Él desea que vivan. Cuando el pueblo de Dios vive en obediencia a Sus instrucciones, las ventanas de los cielos se abren y envían lluvia de bendiciones.
En los versículos del 28 al 31 Salomón ora para que el templo fuera un lugar donde el nombre de Dios fuera temido y reverenciado. Habría tiempos de peste, sequía, o de plagas en los sembrados, o ataques del enemigo poniendo sitio a sus ciudades; habría problemas, batallas y dificultades por delante para el pueblo de Dios. Sin embargo, la oración de Salomón era que cuando el pueblo clamara a Dios desde el templo, Dios oyera desde los cielos y trajera sanidad. Su petición era que quienes oraran aprendieran a temer a Dios y a andar en Sus caminos. Temer a Dios significa respetar y reverenciar Su nombre. En el temor a Dios hay reconocimiento de Su justicia y santidad. La persona que teme a Dios reconoce que Él ve lo que está sucediendo y que Él “dará a cada uno conforme a sus caminos”. Salomón oraba que todos los que miraran al templo temieran al Señor y vivieran en la realidad de que Él siempre los observa. Aquellos que son miembros del cuerpo de Cristo deben vivir diariamente con temor reverente a Dios. Debemos vivir sabiendo que el Señor tratará con cada uno de nosotros de acuerdo a nuestra conducta. Debemos vivir de tal manera que honremos a Dios con nuestras acciones, palabras y actitudes, pues un día tendremos que rendir cuentas delante de Él. ¡Qué lugar tan diferente serían nuestras iglesias si cada persona viviera en este sano temor a Dios!
En los versículos 32 y 33 Salomón oraba para que el templo fuera también un lugar de aceptación misionera. Su petición era que si algún extranjero de tierras lejanas y que no perteneciera al Señor venía al templo a orar, Dios lo escuchara y respondiera su oración. Este templo no era para ser disfrutado por una selecta minoría. Las puertas debían estar abiertas para todo aquel que viniera a adorar. Por lo tanto, los extranjeros debían ser bien recibidos. No se le podía dar la espalda al pecador de la calle que confesara su pecado. Su nacionalidad, nivel social o historia pasada no debían ser tenidos en cuenta. Las puertas del templo debían estar abiertas para todo el que viniera. También, en nuestros días el Señor está llamando a la iglesia a que abra sus puertas. Hay muchas iglesias que no están dispuestas a abrir sus puertas al extraño. Recordemos que en los días de Salomón los gentiles eran considerados como gente inmunda, pero vemos que él oró para que Dios abriera los corazones de Su pueblo para que los acogieran como adoradores igual que ellos.
En los versículos 34 y 35 Salomón le pidió a Dios que hiciera del templo un lugar de victoria. Su oración en cuanto a esto era que cuando el pueblo de Dios fuera a la guerra y orara en aquel templo, Dios “amparara su causa” (v. 35). En otras palabras, que Dios le diera la victoria que necesitaban. La iglesia de nuestros días debe ser un lugar de victoria, un lugar donde el poder de Dios sea revelado al mundo. Satanás debería tenerle miedo a la iglesia, pero ha habido momentos en los que la iglesia no ha caminado en esa victoria. La oración de Salomón era que Dios defendiera la causa de ellos y les diera la victoria que necesitaban. La causa de la gloria del pueblo de Dios no queda fuera de la gloria de Dios, porque cuando la iglesia es victoriosa el Señor es glorificado.
La petición de Salomón que se encuentra en los versículos del 36 al 39 donde pide liberación de la cautividad está muy relacionada con su petición de victoria. Salomón sabía que llegaría el día en que el pueblo de Dios sería llevado cautivo por sus enemigos. Entonces perdería el territorio que Dios les había dado. Dios ha dado victorias, pero también es posible que se puedan perder. En el caso de Israel, su cautividad sería el producto de su descuido en seguir al Señor y Sus caminos. Esta oración de Salomón consistía en que cuando los cautivos orasen al Señor en arrepentimiento de sus pecados y se volviesen a Él, Dios los oiría y los libertaría de la cautividad. Dios se complace mucho en restaurarnos a la tierra que el enemigo nos ha quitado. En estos tiempos, la iglesia ha perdido mucho territorio con el enemigo. Quizás, mientras leemos esto, nos estamos percatando que en lo personal el enemigo ha tomado mucho territorio. Quizás nuestro andar con Dios no está donde debería estar. Quizás hayamos caído en un pecado que nos parece invencible. Quizás estamos batallando con una relación o una actitud pecaminosa que nos tiene cautivos. Dios está dispuesto a liberarnos de esa cautividad y restaurarnos a nuestra comunión. La iglesia de nuestro tiempo debe ser un lugar donde los cautivos sean liberados y restaurados a la comunión.
En los versículos del 40 al 42 Salomón concluye esta oración pidiéndole al Señor que abra Sus ojos hacia el templo y Sus oídos a la oración que le estaba haciendo acerca del mismo. Él le pidió que viniera al templo y a Su lugar sobre el arca (v. 41); y oraba que los sacerdotes se vistiesen de salvación y se regocijasen en Su bondad.
Salomón termina su oración pidiéndole a Dios que se recordara de Su ungido (aparentemente refiriéndose a Él como rey), y que no se olvidara de su promesa hecha a David de tener siempre a alguien sobre el trono. Cuando oraba que Dios no lo olvidara, Salomón estaba orando por poder y sabiduría para guiar a su pueblo de la manera que Dios quería.
Para Meditar:
- ¿Por qué traer el arca al templo era un asunto tan importante? ¿Qué representaba el arca? ¿Cómo hubiera sido el templo sin el arca y la presencia de Dios? ¿Qué enseñanza encierra esto para la iglesia del presente? ¿Se evidencia claramente la presencia de Dios en nuestra iglesia?
- Aunque los sacerdotes que entraban al templo no podían ver el arca como tal, sí podían ver las barras que se usaban para cargarla. Esto les recordaba la presencia de Dios. ¿Cómo nos recuerda Dios Su presencia?
- La gloria del Señor se revelaba sobre el arca que contenía los mandamientos de Dios. ¿Qué nos enseña esto acerca de la importancia de la obediencia en la vida cristiana?
- ¿Cómo nos ha revelado Dios Su fidelidad en lo personal?
- ¿Qué nos enseña 2 Crónicas 6:26-27 acerca de la importancia de la instrucción? Según este versículo, ¿cuál es la meta principal que tiene la instrucción?
- ¿Qué es temer a Dios? ¿Por qué es importante para cada creyente?
- ¿Están las puertas de nuestras iglesias abiertas para el “extranjero” o para los de afuera? ¿Quiénes son los extranjeros en nuestra comunidad?
Para Orar:
- Demos gracias al Señor que se deleita en revelar Su presencia en nuestras vidas y en la vida de Su iglesia. Pidámosle que haga Su presencia más real.
- Demos gracias al Señor por aquellas cosas específicas que nos recuerdan Su presencia en nuestras vidas y ministerio.
- Pidámosle a Dios que ayude a nuestras iglesias a ser menos dependientes del esfuerzo humano y a depender más de la respuesta que Él nos da cuando Su pueblo ora.
- Pidamos a Dios que exponga la hipocresía y restaure las relaciones en nuestras iglesias.
- ¿Hay algún área de nuestra vida en la que no estamos experimentando la victoria del Señor? Pidámosle a Dios que nos muestre esas áreas y que nos dé victoria en ellas.
29 – Dios Responde La Oración De Salomón
Leamos 2 Crónicas 7:1-22
La obra en el templo se terminó, y ahora Salomón se encontraba dedicando este templo para la honra del Señor. Acababa de elevar una oración para que Dios viniera al templo y lo bendijera. Su oración había sido muy poderosa y Dios le otorgó una pronta respuesta. El versículo 1 nos dice que en cuanto Salomón terminó de orar vino fuego del cielo y consumió el holocausto que estaba sobre el altar. La gloria del Señor llenó el templo en respuesta a la petición de Salomón. Si el templo era glorioso en estructura, lo que aconteció aquel día cuando el Señor descendió fue más glorioso aún. El templo estaba lleno de oro, plata y bronce; con talladuras y tapices que llenaban todos los espacios. Y aunque era un edificio asombroso en gran manera, los sacerdotes no tenían ningún problema para entrar en él y servir al Señor. Sin embargo, el día en que la gloria del Señor descendió sobre el templo, ni siquiera los sacerdotes podían entrar en él.
El versículo 3 nos relata que cuando los israelitas vieron descender el fuego de Dios y cómo Su gloria estaba sobre el templo, se postraron rostro en tierra y adoraron a Dios diciendo: “Porque él es bueno, y su misericordia es para siempre”. Lo que nos resulta particularmente sorprendente en este pasaje es que los israelitas adoraron a Dios no por Su santidad y Su gloria, sino por Su bondad y Su amor. Ellos sabían que Su gloria y Su santidad los consumiría, pero que Su amor y Su bondad los guardaría. Ellos estaban agradecidos de que Dios fuera amoroso y misericordioso. Esa era su seguridad en medio de tanta gloria y santidad. En medio de una asombrosa presencia de Dios también había un sentido sorprendente de Su amor y bondad.
En aquel día el rey y todo el pueblo ofrecieron sacrificios al Señor. Se sacrificaron veintidós mil cabezas de ganado y ciento veinte mil ovejas. Solo podemos imaginar cuánto tiempo debió haber llevado ofrecer esa cantidad de sacrificios. Todos esos sacrificios eran parte de la dedicación del templo al Señor.
En aquella ocasión los sacerdotes y los levitas tomaron sus instrumentos musicales y alabaron a Dios. Mientras lo hacían clamaban diciendo: “Su gran amor perdura para siempre” (v. 6, NVI). Y los sacerdotes tocaban fuertemente sus trompetas elevando alabanzas y acciones de gracias al Señor. Salomón también había consagrado el atrio del templo. El altar de bronce que allí se encontraba no podía abarcar la cantidad de holocaustos que se ofrecían (v. 7). Según el versículo 9 entendemos que este servicio de consagración se tomó un período de un poco más de siete días.
Durante este tiempo, el pueblo de Dios observaba la Fiesta de los Tabernáculos. En él se conmemoraba la protección y provisión de parte de Dios durante los días en que Israel vagaba en el desierto. El festival se efectuaba en siete días y el octavo se llevaba a cabo una gran asamblea. El pueblo de Dios ya llevaba catorce días de celebración (siete días para la dedicación del templo y siete días para la Fiesta de los Tabernáculos). Después de esta gran asamblea en el octavo día, el pueblo regresó a sus hogares llenos de gran gozo y alegría de corazón (v. 10). Estaban completamente asombrados de la bondad de Dios, y sus celebraciones habían sido una gran bendición.
Después que Salomón terminó la obra del templo, el Señor se le apareció una noche y le dijo que había escuchado sus oraciones por el templo y que lo había escogido como un lugar para Él. Dios iba a aceptar los sacrificios que le ofrecieran allí y también revelaría Su presencia. ¡Qué gran bendición debió haber sido esto para Salomón! Él templo no era nada si la presencia de Dios no venía sobre él.
Dios también tenía una palabra para Salomón concerniente a Su pueblo. Le dijo que iba a haber ocasiones en los que cerraría los cielos para que no hubiera lluvia, y que también habría tiempo en el que enviaría langostas que devorarían la tierra y que vendrían plagas sobre el pueblo. Pero que todo esto sería por causa del pecado (v. 13). Sin embargo, cuando esto sucediera, si el pueblo de Dios se humillaba, oraba y buscaba Su rostro, y se apartaba de sus malos caminos, Él sanaría la tierra y perdonaría sus pecados (v. 14). Dios no iba a abandonar a Su pueblo si éste se volvía a Él. No es menos cierto que experimentarían Su disciplina y se les retirarían Sus bendiciones, pero Él siempre iba a estar dispuesto a restaurarlos si venían a Él arrepentidos. ¡Qué gran bendición nos resulta saber que aunque caigamos, Dios está dispuesto a restaurar nuestra comunión con Él!
El versículo 14 resulta de mucha importancia y por tanto necesita ser analizado con más detalle. Su contexto es de pecado y rebelión. El pueblo de Dios no siempre le sirve como debe hacerlo. Nosotros también, en ocasiones, nos dejamos distraer por el pecado y el mundo; y son en tiempos así que la bendición de Dios se aparta de nosotros, y la tierra gime por ello. Nuestros corazones se convierten en tierra seca como el desierto, y Dios parece no estar presente.
Pero aunque se nos retira la bendición de Dios, Él no nos abandona. Su corazón permanece abierto por si nosotros queremos regresar a Él. El versículo 14 nos dice lo que necesitamos hacer cuando nos encontremos en pecado.
En primer lugar, necesitamos humillarnos. Humillarnos significa reconocer nuestro error. Darnos cuenta que no hemos alcanzado lo que Dios nos pide no siempre es fácil. Nos avergüenza percatarnos que no hemos sido lo que deberíamos ser, y que hemos herido el corazón de Dios causándole tristeza. Antes de que pueda haber cualquier reconciliación entre Dios y nosotros, primero debemos reconocer que hemos pecado contra Él. No podemos encontrar la solución a un problema que no queremos admitir que existe. El primer paso para ser restaurado es reconocer que necesitamos esa restauración. Para esto hace falta que veamos las cosas como Dios las ve.
El segundo paso para la reconciliación con Dios es la oración. La oración de la que estamos hablando viene en el contexto de nuestra humillación. Estamos hablando de una oración donde hay confesión y arrepentimiento. Es una oración por misericordia y perdón. Humillarnos para aceptar y ver las cosas como Dios las ve no es suficiente. Uno puede saberse equivocado y aun así no hacer nada al respecto. Parte de lo que es humillarse tiene que ver con acercarse a quien hemos ofendido. Ese es el tipo de oración a la que Dios se refiere en este versículo. Al orar nos acercamos al Dios que hemos ofendido, buscando Su perdón, y de esta manera confesamos nuestros pecados y nuestras faltas buscando Su gracia y misericordia. Esta es una oración de reconciliación con Dios; es la oración de un corazón humilde que quiere ser restaurado a una correcta relación con Dios.
Debemos reconocer nuestros pecados y con ellos venir a Dios buscando Su perdón. Para esto se necesita que hablemos personalmente con Dios acerca de nuestro pecado. Él se deleita en perdonarnos, pero debemos ir a Él en busca de ese perdón. Quizás nuestra experiencia ha sido la de ofender a algún hermano en Cristo. Si nos rehusamos a hablar con ellos acerca de lo que hicimos, nuestra relación con ellos siempre se verá afectada. La relación solo podrá ser restaurada si vamos y hablamos con ellos y les confesamos nuestra ofensa. Así mismo sucede con Dios. Hay muchísimas personas que piensan que Dios les perdonará su pecado automáticamente. Pero la confesión es una parte vital de la reconciliación. Dios espera que confesemos nuestros pecados. Espera que admitamos nuestros malos comportamientos, y que vengamos a Él para hablarle directamente sobre nuestra ofensa. Él está dispuesto a perdonar, pero nosotros debemos estar dispuestos a confesar.
El tercer aspecto de la reconciliación, según el versículo 14, es buscar el rostro de Dios. Pecar es darle la espalda a Dios y darle el frente al mundo y al pecado. Aquí Dios nos dice que el próximo paso a la reconciliación es apartar nuestros ojos del pecado y volver a ponerlos en Dios. Para esto se necesita un cambio de actitud y corazón. Esto significa que debemos tomar una decisión consciente y sincera de terminar con el pecado. Implica que apartemos nuestros ojos y nuestro corazón del mal y de las atracciones pecaminosas de este mundo. Cuando un hombre se casa con una mujer, él promete que no querrá a otra y que se mantendrá fiel a su esposa. Esto es lo que Dios pide. Él quiere que de nuestra parte haya un compromiso sincero de buscarlo a Él y a nadie más. Esto significa que debemos hacer una decisión consciente de resistir al mundo y sus atractivos, que nos debemos entregar solamente a Dios y nada más.
El paso final para la reconciliación con Dios tiene que ver con darle la espalda a nuestros malos caminos. Esto es algo que fluye naturalmente de nuestro compromiso con Él de buscar Su rostro. Quienes disponen su corazón para buscar el rostro de Dios deben demostrar ese compromiso por medio de las obras. Eso quiere decir que debemos dar pasos prácticos para romper el poder del mal en nuestras vidas. Significa que debemos lanzar fuera a nuestros dioses, que debemos dejar de asistir a lugares donde somos tentados a pecar. Significa que tenemos que reemplazar aquellas actividades pecaminosas por aquellas piadosas. La sinceridad de nuestro compromiso se mide en términos prácticos de acción. Por lo tanto, esto será algo que quedará claro en la manera en que actuemos y hablemos.
Aquí tenemos la promesa de que cuando nos humillemos, oremos, busquemos el rostro de Dios y nos volvamos de nuestros malos caminos, Dios nos responderá favorablemente. El versículo 14 nos dice que no tan solo nos perdonará, sino que también sanará nuestra tierra. Una cosa es ser perdonado, y otra muy diferente es ser sanado. La tierra es sanada de su maldición, la herida curada, y nosotros somos restaurados completamente.
En el versículo 15 Dios le prometió a Salomón que Él escucharía las oraciones que el pueblo le ofreciera en aquel templo. Le dijo que Sus ojos y Su corazón siempre estarían allí (v. 16). Si Salomón caminaba con Dios tal y como caminó su padre David, y observaba Sus leyes y decretos, entonces Dios establecería su trono de manera tal que siempre habría un descendiente del linaje de David que gobernara sobre Israel (v. 18). Sin embargo, si Salomón se apartaba de Dios, Él raería a Israel de su tierra (v. 20); también rechazaría el templo y lo haría tan solo un objeto ridiculizado entre las naciones (vv. 20-21). Las naciones preguntarían por qué Dios haría algo así a Su pueblo, y la respuesta que se daría sería esta:
Por cuanto dejaron a Jehová Dios de sus padres, que los sacó de la tierra de Egipto, y han abrazado a dioses ajenos, y los adoraron y sirvieron; por eso él ha traído todo este mal sobre ellos (v. 22).
De este capítulo podemos ver que el Señor es un Dios glorioso y grandioso, lleno de amor y misericordia. Pero también es un Dios santo cuya presencia inspira asombro. Él se deleita en perdonar y bendecir a Su pueblo, pero no vacilará en retirar Su bendición si Su pueblo le da la espalda. Él es un Dios celoso que espera que le busquemos solo a Él. Cuando lo hacemos, Él se deleita en derramar abundantes bendiciones sobre nosotros.
Para Meditar:
- Dios reveló Su presencia en el templo mediante fuego. ¿Qué nos dice esto acerca del carácter de Dios?
- ¿Qué era el templo sin la presencia de Dios? ¿Qué evidencia hay en nuestras iglesias de la presencia de Dios?
- ¿Cuáles son los 4 pasos a la reconciliación con Dios según el versículo 14?
- ¿Qué nos enseña este capítulo acerca de la justicia de Dios? ¿Hasta qué punto el pecado puede ser un obstáculo para las bendiciones de Dios?
Para Orar:
- Demos gracias al Señor por el tratamiento que siempre da al pecado y la rebelión. Démosle gracias por Su justicia.
- Demos gracias al Señor por deleitarse en revelar Su presencia en nosotros. Pidámosle que Su presencia se haga más evidente en nuestras vidas y en la vida de nuestra iglesia.
- ¿Hay algún área de nuestra vida que esté necesitando sanidad? Tomemos un momento para pedirle a Dios que traiga sanidad sobre esa área.
- Pidámosle a Dios que nos muestre cualquier área de nuestra vida en la que no estemos caminando en obediencia a Él y Sus propósitos. Pidámosle que nos dé la gracia que necesitamos para caminar en obediencia.
30 – La Riqueza y la Prosperidad de Salomón
Leamos 2 Crónicas 8:1—9:31
Los capítulos 8 y 9 del Segundo Libro de Crónicas nos relatan la increíble riqueza de Salomón y las bendiciones de Dios sobre él y la nación durante su reinado. Esto era el cumplimiento de lo que Dios le había prometido a su padre David.
El capítulo 8 comienza con los proyectos de construcción de Salomón. El versículo 1 nos dice que la construcción del templo y la del palacio de Salomón se tomaron veinte años. Esto constituía una inversión de tiempo y esfuerzo considerable. 2 Crónicas 9:30 nos dice que Salomón reinó en Israel unos cuarenta años. La mitad de ese tiempo la dedicó a la construcción del templo y del palacio. También durante este tiempo, Salomón se dedicó a engrandecer más la nación por medio de otros proyectos constructivos. En el versículo 2 vemos que reconstruyó las ciudades que Hiram, rey de Tiro, le había dado, y puso a israelitas a vivir allí. También capturó la ciudad de Hamat de Soba (v. 3) y reconstruyó las ciudades de Tadmor; las ciudades de Hamat como centros de almacenamiento (v. 4); las ciudades de Bet-horón la de arriba y Bet-horón la de abajo (v. 5), así también a Baalat como a otras ciudades de la región (v. 6). Salomón construyó todo cuanto quiso a lo largo de todo su territorio. El dinero no le era un impedimento.
Salomón también usó esclavos provenientes de diversas naciones para que trabajaran en sus diferentes proyectos. Entre sus esclavos había heteos, amorreos, ferezeos, heveos y jebuseos (vv. 7 y 8). Aunque Salomón no hizo esclavo a ningún israelita, sí les servían como soldados, oficiales en su ejército, comandantes y conductores de sus carros de guerra (v. 9). Él, además, puso a doscientos cincuenta oficiales a que supervisaran a los obreros (v. 10).
Es interesante destacar que Salomón se casó con la hija de Faraón. Esto era algo que no estaba acorde a la ley de Dios que prohibía que los israelitas se casaran con mujeres extranjeras. Salomón entendía esto y mandó a construir un palacio separado para esta esposa egipcia. Él lo hizo así porque pensaba que no era apropiado que ella viviera en el palacio de David porque los lugares donde había entrado el arca se consideraban sagrados (v. 11). Salomón no quería que esta esposa egipcia, la cual no seguía los caminos de Dios, estuviese cerca de Su arca. Aunque no estaba viviendo en obediencia a Dios al casarse con aquella mujer, por lo menos tenía el temor de Dios suficiente para mantenerla alejada de las cosas santas.
Es probable que algunos de lo que estamos leyendo nos encontremos en la misma situación de Salomón. Quizás hay cosas en nuestras vidas que sabemos que no están honrando al Señor y sentimos la necesidad de ocultarlas. Cada uno de nosotros tiene el desafío de ocuparse rápidamente de estos asuntos. Las esposas extranjeras de Salomón acabarían siendo su perdición. Él construyó un palacio para esta esposa y la separó de las cosas santas de su vida. Quería honrar a su esposa y a su Dios al mismo tiempo, pero al final no podía hacer ambas cosas. Roguemos a Dios que nos dé gracia para tratar con aquellas áreas de nuestras vidas que no honran Su nombre. Que Dios nos libre de hacerles palacios, tal y como hizo Salomón. Que, en cambio, nos dé gracia para deshacernos de todos los obstáculos que impiden que le glorifiquemos con nuestras vidas.
Vemos que Salomón proveyó para los sacrificios que se hacían al Señor diariamente, así como para las fiestas y festivales especiales de cada año (vv. 12-13). También nombró divisiones de sacerdotes para dirigir la adoración y ayudar a los sacerdotes en sus responsabilidades diarias. Estos sacerdotes cumplieron fielmente con sus deberes como el rey les había ordenado (vv. 14-15).
Salomón envió a sus hombres a Ezión-geber y a Elot en la costa de Edom. El rey Hiram le había enviado barcos y oficiales hábiles que conocían el mar para comandar esos barcos. Entonces, junto con los hombres de Salomón, navegaron a Ofir y trajeron cuatrocientos cincuenta talentos de oro (17 toneladas o 16 toneladas métricas) que entregaron a Salomón. Una vez más, esto era una indicación de la bendición de Dios sobre Salomón e Israel en ese momento.
La noticia de la bendición de Dios sobre Salomón y su pueblo se difundía de nación en nación. Todas las naciones vecinas entendían que Dios estaba con Israel. También se difundieron noticias sobre la sabiduría de Salomón, y vemos que en 2 Crónicas 9:1 la reina de Sabá vino a Jerusalén para ver por sí misma si lo que había estado escuchando acerca de la nación era cierto. Ella vino a probar a Salomón con preguntas difíciles para ver si era tan sabio como se comentaba.
Cuando la reina de Sabá llegó, trajo consigo una gran caravana de camellos que transportaban especias aromáticas, oro y piedras preciosas (9:1). Al conocer a Salomón, habló con él sobre todo lo que tenía en mente, y Solomón respondió a todas sus preguntas. El versículo 2 nos dice que nada de lo que ella le preguntó fue demasiado difícil de responder para él.
Cuando la reina de Sabá vio el palacio de Salomón, la comida que comía, cómo vestían sus sirvientes y la cantidad de holocaustos que hacía, quedó muy asombrada (vv. 3-4). Ella nunca había visto tanto lujo y riqueza. En los versículos del 5 al 6 le dijo a Salomón:
…Verdad es lo que había oído en mi tierra acerca de tus cosas y de tu sabiduría; pero yo no creía las palabras de ellos, hasta que he venido, y mis ojos han visto; y he aquí que ni aun la mitad de la grandeza de tu sabiduría me había sido dicha; porque tú superas la fama que yo había oído.
La Reina de Sabá, al mirar a su alrededor y ver la bendición de Dios sobre Israel, se sintió movida a alabar y agradecer al Señor y Dios de Israel. Ella vio que Dios se deleitaba en Su pueblo, y no atribuyó esta riqueza y bendición a Salomón sino a su Dios. En el versículo 8, ella le dice que debido a que Dios amaba a Israel, lo había puesto a él como rey sobre ellos para llevarlos a tal bendición y prosperidad.
En el pasaje vemos que la Reina de Sabá le dio a Salomón 120 talentos de oro (4 1/2 toneladas o 4 toneladas métricas). Solo podemos imaginar la cantidad de camellos que se habrían necesitado para llevar esta cantidad de oro a Salomón. Ella también le dio grandes cantidades de especias. A cambio, Salomón le dio a la reina de Sabá todo lo que quiso; y le dio más de lo que ella le había dado (v. 12).
La reina de Sabá quedó profundamente conmovida por la relación que Salomón tenía con su Dios. Ella vio clara evidencia de Su bendición en la vida de Su pueblo. Entonces nos queda preguntarnos qué ven los incrédulos en nuestra relación con Dios. ¿Ven acaso una evidencia clara de Su mano sobre nosotros? ¿Los deja asombrados nuestra relación con Dios?
Segundo de Crónicas 9:10 nos dice que Salomón no solo trajo oro de Ofir, sino que también trajo madera de sándalo y piedras preciosas. Salomón usó esta madera de sándalo para hacer los escalones del templo y del palacio real. Ésta también se usó para hacer arpas y liras para los músicos (v. 11).
Cada año, Salomón recibía 666 talentos de oro (25 toneladas o 23 toneladas métricas). Esto no incluía lo que se recibía de negociantes y comerciantes. Además, los reyes de Arabia traían oro y plata a Salomón con regularidad (v. 14).
Con el oro que recibió, Salomón construyó doscientos escudos (paveses, RVR60) grandes. El versículo 15 nos dice que se usaron seiscientos siclos de oro para cada escudo (7 1/2 libras o 3,5 kilogramos). También hizo trescientos escudos pequeños con trescientos siclos de oro en cada escudo (3 3/4 libras o 1,7 kilogramos). Los escudos estaban almacenados en su palacio en el bosque del Líbano.
El trono del rey Salomón estaba hecho de marfil y revestido de oro puro (v. 17). Éste también tenía un estrado de oro fijado a él. Tenía, además, seis escalones que conducían al trono. Cada reposabrazos del asiento tenía un león tallado sobre sí. En los seis escalones que conducían al asiento había doce leones tallados más (dos en cada escalón). Nunca se había hecho nada parecido a este trono.
Las copas que Salomón usaba para beber estaban hechas de oro, al igual que todos los artículos domésticos de su palacio (v. 20). No se hizo nada de plata porque se consideraba de poco valor en aquellos días.
Salomón también tenía una flota de barcos mercantes tripulados por marineros de Tiro, la cual regresaba cada tres años trayendo oro, plata, marfil, monos y babuinos (v. 21).
No había nadie en la tierra más rico que Salomón (v. 22). Él era tan respetado por su sabiduría, que los reyes de la tierra querían hablar con él solo para escuchar la sabiduría que Dios había puesto en su corazón (v. 23). Año tras año, la gente venía a Israel y traía regalos de plata, oro, túnicas, armas, especias, caballos y mulos. Dios le había dado a Salomón grandísimo favor con las naciones vecinas. Él gobernó pacíficamente sobre los reyes desde el río Éufrates hasta la tierra de los filisteos, y tan lejos como Egipto (v. 26). Durante su reinado, la plata era tan común como las piedras, y el cedro era tan abundante como la higuera sicómoro de las colinas (v. 27). También llegó a importar grandes cantidades de caballos de Egipto (v. 28).
El rey Salomón reinó durante cuarenta años. Los acontecimientos de su reinado quedaron registrados en los anales del profeta Natán, en la profecía de Ahías el silonita y en las profecías del vidente Iddo (v. 29). Además de esos, también tenemos este registro bíblico de su reinado.
Sin embargo, llegó el día en que Salomón murió; fue sepultado con sus padres, y su hijo Roboam reinó en su lugar. Toda su riqueza no pudo extender su vida. Tendría que enfrentarse a su Creador como cualquier otra persona de su reino. Sin embargo, su vida fue un testimonio de la bondad de Dios y de Su rica bendición.
Para Meditar:
- ¿Cómo se evidencia la bendición de Dios en nuestras vidas? ¿Todas las bendiciones de Dios tienen que ver con dinero? ¿Qué otras bendiciones nos da Dios?
- ¿Por qué Salomón no quería que su esposa viviera en su palacio? ¿Hay cosas en nuestras vidas que sentimos que debemos ocultar? ¿Cuáles son?
- La vida de Salomón fue un poderoso testimonio de la gracia y bondad de Dios. ¿Hasta qué punto es nuestra vida un testimonio similar de la bondad de Dios?
- ¿Qué nos enseña este capítulo sobre el deseo de Dios de bendecir a Su pueblo? ¿Por qué no estamos experimentando la plenitud de la bendición de Dios?
Para orar:
- Tomemos un momento para agradecer al Señor por algunas bendiciones específicas que ha dado a nuestras vidas.
- Pidámosle a Dios que examine nuestros corazones para ver si hay cosas que hemos tratado de ocultarle. Pidámosle que nos dé gracia para lidiar con ellas.
- Roguemos a Dios que permita que nuestras vidas sean un testimonio brillante de Sus bendiciones y bondad.
- Agradezcamos al Señor por deleitarse en derramar Sus bendiciones sobre nosotros como Sus hijos. Oremos para que nos muestre cualquier cosa que en estos momentos esté obstaculizando la plenitud de Su bendición en nuestras vidas.
31 – ISRAEL DIVIDIDO
Leamos 2 Crónicas 10:1—11:23
Después de la muerte de Salomón, su hijo Roboam comenzó a reinar sobre Israel. Roboam no estaba tan dotado de sabiduría y discernimiento como su padre, y su reinado sería muy diferente.
En 2 Crónicas 10:1 leemos que cuando Jeroboam oyó que Roboam había comenzado a reinar, volvió de Egipto a Jerusalén para hablar con él. Primero de Reyes 11:26-40 nos dice que Jeroboam se había rebelado contra Salomón. Durante el tiempo de su rebelión, Ahías el profeta se le acercó con una palabra del Señor, diciéndole a Jeroboam que Dios tomaría diez tribus de la familia de David y se las daría a él para que gobernara como rey. Puede ser que la razón por la cual Salomón tratara de matar a Jeroboam haya sido esta palabra profética. Fue entonces que Jeroboam escapó a Egipto para salvar su vida, y ahora que Salomón había muerto, volvía para ver lo que el Señor tenía reservado para él en Jerusalén.
Cuando Jeroboam regresó de Egipto, convocó una reunión con Roboam (v. 3). En ésta le recordó a Roboam cómo su padre Salomón había impuesto una pesada carga sobre su pueblo, obligándolos a servir en sus muchos proyectos (v. 4). Por esta razón, le pidió a Roboam que aligerara esta carga para hacerles la vida más fácil.
Antes de dar respuesta a Jeroboam, Roboam decidió consultar a los ancianos de la tierra que habían servido a su padre. Cuando les pidió consejo, ellos respondieron diciéndole que, si era amable con su pueblo, ellos siempre serían sus siervos (v. 7). También le sugirieron que aligerara la carga que su padre Salomón había puesto sobre el pueblo.
Roboam escuchó el consejo de los ancianos de su padre, pero no le gustó mucho. Entonces decidió buscar el consejo de sus amigos que habían crecido con él (v. 8). El consejo de éstos fue muy diferente, pues le aconsejaron que hiciera la carga del pueblo aún más grande de lo que había hecho su padre. Le aconsejaron que le dijera a la gente: “Mi dedo más pequeño es más grueso que los lomos de mi padre”. En otras palabras, su carga sería aún mayor bajo Roboam. La idea de los amigos de Roboam era que tomara el control de la gente para que no se rebelaran contra él.
El consejo de sus amigos agradó a Roboam, así que tres días después dio su respuesta a Jeroboam y al pueblo. Les dijo que haría su carga más pesada que la de su padre. Éste los había azotado con látigos, pero él los azotaría con escorpiones (v. 14). Roboam no sabía que cuando le diera esa respuesta a su pueblo, esto mismo sería lo que Dios usaría para cumplir Su profecía de darle a Jeroboam diez tribus de Israel (v. 15).
La reacción de Israel en aquel día no fue la que Roboam esperaba. El pueblo se rebeló contra él diciendo: ¿Qué parte tenemos nosotros con David? No tenemos herencia en el hijo de Isaí” (v. 16). En otras palabras, no querían tener nada que ver con su reinado sobre ellos, y se negaron a reconocerlo como rey. Solo la tribu de Judá permaneció fiel a Roboam y lo reconoció como rey (v. 17). El resto de las tribus se pondría del lado de Jeroboam y lo harían rey. La nación entonces quedó dividida.
Para tratar de resolver esta disputa, Roboam envió al oficial a cargo de trabajos forzados, pero los israelitas lo mataron a pedradas. Roboam, quien obviamente estaba con él en ese momento, logró subirse a su carro y escapó a Jerusalén donde estaría seguro (v. 18).
Cuando Roboam regresó a Jerusalén después de este incidente, llamó a su ejército compuesto por hombres de Judá y Benjamín, ciento ochenta mil en total. Su intención era hacer la guerra al resto de las tribus de Israel para obligarlas a someterse a su reinado (11:1). Sin embargo, mientras estaba haciendo estos planes, Semaías, el hombre de Dios, vino a él con una palabra del Señor. Semaías le dijo a Roboam que no era la voluntad de Dios que peleara contra sus hermanos (v. 4). Roboam escuchó la palabra del Señor y regresó a casa.
Ahora le tocaba a Roboam construir las defensas de las ciudades de Judá. Sus enemigos eran sus propios hermanos. Él posiblemente temía un ataque. Los versículos del 6 al 10 nos dan una lista de algunas de las ciudades que edificó Roboam. Al edificar estos pueblos, reforzó sus defensas, puso comandantes militares en ellos, les proporcionó alimentos, aceite y vino, y los armó con escudos y lanzas (vv. 11-12). Esto nos muestra que temía un ataque. Aquella tierra pacífica que su padre Salomón había gobernado ya no existía. Roboam ahora gobernaba sobre una nación temerosa y debilitada.
En 2 Crónicas 11:13 leemos que los sacerdotes y levitas de las diversas regiones de Israel se pusieron del lado de Roboam. Algunos de ellos abandonaron sus pastizales y propiedades para trasladarse a Judá para estar con Roboam (v. 14). Este fue un sacrificio significativo para muchos de estos levitas. El versículo 14 explica por qué ellos estaban tan dispuestos a hacer este sacrificio. Jeroboam había rechazado a los sacerdotes del Señor y nombrado a sus propios sacerdotes. También había abandonado la adoración a Dios y decidido adorar dos ídolos en forma de becerro que fabricó y colocó en la nación. Jeroboam ya no tenía necesidad de los sacerdotes levitas, porque había abandonado al Señor.
La decisión de Jeroboam de abandonar a Dios no fue aceptada por todos. Gente de varias tribus cuyos corazones estaban inclinados a seguir al Señor y adorarlo, siguieron a los levitas de regreso a Judá (v. 16). Esto sirvió para fortalecer el reino de Judá. Lo que es importante que notemos es que Roboam había tomado una decisión imprudente. Había decidido seguir el consejo de sus amigos en lugar del sabio consejo de los ancianos de su padre. Esa decisión lo hizo pagar un precio. Sin embargo, Dios no lo había abandonado. Este incidente sirvió para purificar a Judá. Aquellos cuyos corazones no estaban dispuestos para el Señor se fueron, y solo aquellos que tomaban en serio a Dios y lo honraban permanecieron con él o se le unieron. Dios puede usar incluso nuestros errores y debilidades para lograr propósitos mayores. Eso es algo por lo que debemos dar gracias.
La bendición adicional de Dios fue evidente en la vida de Roboam al bendecirle con muchos hijos. El versículo 21 nos dice que Roboam tuvo veintiocho hijos y sesenta hijas. También tuvo dieciocho esposas y sesenta concubinas.
De todos estos hijos, Roboam nombró a su hijo Abías, hijo de su esposa Maaca, como príncipe supremo que heredaría el trono después de su muerte (v. 22). De manera general, Roboam demostró ser un buen rey en Judá. El versículo 23 nos dice que actuó sabiamente. Es muy probable que su primera decisión imprudente le haya enseñado una poderosa lección. Aquí nuevamente hay evidencia de que Dios puede usar las circunstancias que enfrentamos en la vida para nuestro bien. Si bien tomó una decisión muy imprudente al comienzo de su reinado, Roboam demostró ser un rey sabio al final. Si estamos dispuestos a aprender de nuestros errores, Dios puede usarlos para equiparnos para un mayor servicio. Esto parece ser lo que sucedió en la vida de Roboam.
Roboam dispersó a algunos de sus hijos como gobernantes por los diversos distritos de Judá. Él les proporcionó provisiones y esposas (v. 23).
Dios no había terminado con Judá. Su bendición sobre la vida de Roboam era bastante clara. Dios estuvo dispuesto a perdonarlo y usó su necia decisión para lograr un bien mayor para la nación de Judá.
Para meditar:
- ¿Qué nos enseña esta sección sobre la importancia de ser amables? ¿Qué se puede lograr a través de la amabilidad que no se puede lograr a través de la aspereza?
- ¿Cómo usó Dios la decisión imprudente de Roboam para cumplir la profecía que le hizo a Jeroboam?
- ¿Cómo usó Dios lo que parecía ser una tragedia, para lograr propósitos mayores que tenía para la nación de Judá? ¿Qué tragedias hemos estado enfrentado? ¿Cómo las ha usado Dios para lograr algo mejor en nuestras vidas?
- ¿Qué nos enseña este pasaje acerca de escuchar el consejo de aquellos que tienen más experiencia en la vida?
- Los sacerdotes y aquellos que querían ser fieles a Dios en esta historia, tuvieron que dejar sus tierras y propiedades para regresar a Judá. ¿Estaríamos dispuestos a dejarlo todo para serles fiel al Señor?
- El reinado de Roboam se caracterizó por ser un reinado sabio. No empezó así, pero Dios le enseñó a través de sus errores. ¿Alguna vez hemos aprendido de los errores que hemos cometido en la vida? ¿Qué lecciones nos ha enseñado Dios en los últimos tiempos?
Para orar:
- Pidámosle a Dios que nos ayude a demostrar mayor amabilidad a la hora de tratar con las personas que nos rodean.
- Agradezcamos al Señor que Él puede usar nuestras debilidades y fracasos para lograr algo muchísimo mejor en nuestras vidas.
- Oremos al Señor pidiéndole que nos dé valor para estar dispuestos a dejarlo todo para serles fieles. Agradezcámosle por el ejemplo de los sacerdotes en esta sección.
- Pidamos a Dios que nos dé mayor humildad para poder aprender de nuestros errores, así como lo hizo Roboam.
32 – El Reinado De Roboam En Jerusalén
Leamos 2 Crónicas 12:1-16
En los capítulos 10-11 vimos cómo la insensata decisión de Roboam de ignorar el consejo de los ancianos condujo a la división de las naciones de Israel y Judá. Si bien Roboam vio las consecuencias de su mala decisión, no aprendió completamente la lección. Aquí en el capítulo 12 vemos que el corazón de Roboam no era como el corazón de David y Salomón. El suyo era un corazón errante, propenso a alejarse de su Dios.
En el versículo 1 vemos cómo Roboam, cuando se estableció como rey y se hizo fuerte, abandonó la ley del Señor. Esto nos lleva a creer que fue su fuerza y poder lo que le hizo dar la espalda a Dios. Hay algo que necesitamos entender, y es que esa fuerza y poder eran bendiciones que el Señor le había dado. Ese favor que estaba disfrutando Roboam era una bendición que provenía de Dios; pero fue ese mismo favor el que finalmente hizo que le diera la espalda. Él comenzó a amar el favor de Dios más de lo que amaba a Dios. Su corazón disfrutaba de las riquezas y del poder, y lentamente sus ojos se apartaron de Dios para enfocarse en Sus bendiciones. Esta transferencia de lealtad es muy sutil, pero resulta una tentación para todos nosotros. Dios nos puede bendecir con dones espirituales y un ministerio fructífero. Pero a veces comenzamos a disfrutar rápidamente del fruto y la gloria que traen consigo estos dones; y antes de que nos demos cuenta, nos hemos olvidado de Dios y hemos puesto nuestros ministerios en Su lugar. Ya entonces no vivimos para Dios sino para nuestro ministerio. Ya no buscamos glorificar a Dios sino a nosotros mismos a través de los dones que Él ha dado. La prosperidad es una maravillosa bendición del Señor. Sin embargo, debemos tener cuidado de que no tome el lugar de Dios en nuestras vidas.
Hace algunos años me encontraba dando unas conferencias en Cuba y tuve la oportunidad de sentarme con un pastor cubano. Él me comentaba, “Wayne, la gente viene de América del Norte y nos dice: ‘Vemos cuánto trabajo ustedes pasan aquí y nos asombra el hecho de que aun así ustedes aman al Señor’”. Mientras le escuchaba él seguía diciendo: “Yo no lo veo así. De hecho, yo miro a los norteamericanos que vienen a mi país y les digo: ‘Veo cuánto ustedes tienen y me sorprende de que aun así sigan amando al Señor’”. He aquí un pastor que había entendido la atracción del materialismo y su poderosa influencia para alejarnos de Dios.
Roboam se había olvidado de Dios en medio de sus bendiciones. Cuanto más bendecido era, más amaba las bendiciones y se olvidaba de Dios.
Dios tiene una manera de mostrarnos nuestro pecado. En el versículo 2 vemos que Él trajo un enemigo contra Roboam que amenazó con despojarlo de todas sus bendiciones. En el quinto año del reinado de Roboam, Sisac, rey de Egipto, atacó a Jerusalén. Éste llegó con mil doscientos carros y sesenta mil jinetes. Lo acompañaba una fuerza innumerable de soldados libios, suquienos y etíopes (v. 3). Esta fue una fuerza que Roboam no podía vencer. Entonces Sisac capturó las ciudades fortificadas de Judá y llegó hasta Jerusalén con su ejército. Roboam estaba consciente del peligro de llegar a perder todo lo que tenía. En un instante, todo su poder y posesiones podrían ser despojados de él. No fue casualidad que Dios permitiera que este gran ejército se enfrentara a Roboam. No era porque Dios no amaba a Roboam que permitió que Sisac atacara; más bien era porque lo amaba demasiado como para perderlo en su fascinación por el poder y las posesiones.
Los líderes de la nación se dieron cuenta de la gravedad de la situación, y se reunieron en Jerusalén. Estaban aterrorizados de Sisac y sabían lo que podía hacerles. Entonces, Dios llamó a un profeta llamado Semaías para que fuera a Jerusalén a hablar con estos líderes. Semaías les recordó a ellos cómo habían abandonado al Señor, y que debido a que habían abandonado al Señor, Él ahora los abandonaría en manos de Sisac (v. 5).
Cuando los líderes escucharon lo que dijo el profeta Semaías, se humillaron ante el Señor (v. 6). Observemos en particular en el versículo 6 en donde dijeron: “Jehová es justo”. Se dieron cuenta de que Dios era justo en su trato con ellos, pues estaban recibiendo un justo castigo por su pecado de rebelión contra Dios.
Es obvio que el arrepentimiento de los líderes fue sincero. Dios escuchó su clamor y vio cómo se habían humillado. Cuando el Señor vio su arrepentimiento, les envió a Semaías con otra palabra (v. 7). Dios les dijo a los líderes que debido a que se habían humillado, les perdonaría la vida y los libraría de su enemigo. La ciudad de Jerusalén también se salvaría.
Observemos que, si bien Dios los salvaría de la ira de Sisac, Él requeriría que estuvieran sujetos a este rey para que entendieran la diferencia entre servir a Dios y servir a los reyes de otras tierras (v. 8). Dios estaba dispuesto a perdonar, pero estos líderes habían pecado contra Él y necesitaban aprender una lección. Su pecado de rebelión contra Dios y Su ley iba a ser castigado.
Necesitamos darnos cuenta de que nuestros pecados tienen consecuencias. El perdón no significa que nunca tendremos que enfrentar las consecuencias de nuestros caminos pecaminosos. Debido a su rebelión contra Dios, Roboam y sus líderes tendrían que vivir en sujeción a Sisac. Si bien las cosas cambiarían para ellos, todavía podrían caminar en el perdón de Dios. Este principio nos sirve de aliento, pero de advertencia a la vez.
Nuestros pecados tienen consecuencias. A veces tendremos que vivir con esas consecuencias. Hay decisiones necias que pueden seguirnos por el resto de nuestras vidas y cambiar radicalmente el curso de ellas. Una joven que queda embarazada fuera del matrimonio encuentra que su vida ha sido cambiada radicalmente. Las cosas nunca volverán a ser iguales para ella. Un conductor ebrio que atropella y mata a un niño siempre tendrá que vivir con las consecuencias de su insensata decisión. Si bien estas vidas quedarán cambiadas para siempre, aun así pueden caminar conscientes del perdón de su Dios. El perdón no borrará los efectos del pecado. Sin embargo, al perdonarnos, Dios quita el castigo de nuestra culpa; entonces podemos caminar con la seguridad de que estamos en una relación correcta con Él.
En el versículo 9 vemos que Sisac atacó a Jerusalén y se llevó los tesoros del templo del Señor y del palacio real. Se nos dice que tomó todo, incluso los escudos de oro que había hecho Salomón. Roboam reemplazó los escudos de oro con escudos de bronce (v. 10). Cada vez que el rey Roboam iba al templo, los guardias lo acompañaban con estos escudos de bronce. Cuando se marchaba, los devolvían al cuarto de guardia. Los escudos de bronce no eran tan gloriosos como los escudos de oro. Eran un recordatorio constante para el pueblo de que a causa del pecado su gloria había disminuido. Esto era parte de las consecuencias de su rebelión contra Dios.
Aunque Roboam tuvo que vivir con las consecuencias de su rebelión contra Dios, también conoció la mano misericordiosa de Él en su vida. El versículo 12 nos dice que debido a que Roboam se humilló, Dios apartó Su ira de él para que no fuera destruido por completo.
Sin embargo, más allá de esto, el rey Roboam pudo establecerse firmemente en Jerusalén y continuó siendo rey. Sirvió durante diecisiete años en Jerusalén. El versículo 14 caracteriza a Roboam como un rey malvado que no dispuso completamente su corazón en buscar al Señor su Dios. Los acontecimientos de su reinado se registraron de principio a fin en los registros del profeta Semaías y del vidente Iddo (v. 15). Durante el reinado de Roboam hubo constante guerra con el rey Jeroboam de Israel. A su muerte, su hijo Abías se convirtió en rey, ocupando así su lugar (v. 16).
La historia de Roboam es la historia de un rey que no siguió completamente los caminos de sus padres, David y Salomón. Aunque tomó algunas decisiones sabias y al parecer dejó que Dios lo humillara, también sufrió las consecuencias de su pecado. La guerra constante y la pérdida de la bendición total de Dios fueron consecuencias evidentes de su pecaminosidad. Su vida es un recordatorio para nosotros de que, si bien el perdón es posible, tenemos que asumir las consecuencias de nuestras acciones en nuestras vidas.
Para meditar:
- ¿Qué trajo como consecuencia la decisión de Roboam de ignorar el consejo de los ancianos de su nación?
- ¿Cómo influyeron la prosperidad y la bendición de Roboam su relación con Dios?
- ¿Se han interpuesto alguna vez nuestras bendiciones entre nosotros y nuestro Dios? Abundemos en nuestra respuesta.
- ¿Ha tenido Dios alguna vez que despojarnos de nuestras bendiciones? ¿Cómo nos ayudó esto a reenfocar nuestra vida espiritual? ¿Qué nos enseñó esto?
- ¿Cuál es la diferencia entre el perdón y sufrir las consecuencias de nuestro pecado? ¿Podemos ser perdonados y aun así sufrir las consecuencias de nuestros caminos pecaminosos?
Para orar:
- Agradezcamos al Señor por estar dispuesto a perdonarnos cuando acudimos a Él arrepentidos.
- Oremos pidiéndole a Dios que nos proteja de la trampa de la riqueza y la prosperidad; y que nos ayude a mantener nuestro corazón enfocado en Él.
- Tomemos un momento para agradecer al Señor por las veces en que nos despojó de alguna bendición, y agradezcámosle por las lecciones que nos enseñó en esos momentos.
- ¿Cuáles son las consecuencias del pecado en nuestras vidas? ¿Conocemos el perdón de Dios en estas áreas de nuestra vida? Pidamos a Dios que nos ayude a conocer el perdón en su totalidad.
- Pidamos al Señor que nos ayude a vivir en la plenitud de Su bendición, y que nos dé una inconformidad santa en cuanto al pecado.
33 – Abías, Rey De Judá
Leamos 2 Crónicas 13:1-22
Después de la muerte de Roboam, su hijo Abías comenzó a reinar en Judá. Jeroboam, rey de Israel, tenía dieciocho años de ser rey cuando Abías comenzó a reinar en Judá (v. 1). Abías reinaría durante tres años en Judá (v. 2). Durante el reinado de Abías, Israel y Judá estuvieron en guerra entre sí. Tenemos en este capítulo un ejemplo de una de las batallas que tuvieron lugar entre Israel y Judá durante el reinado de Abías.
El versículo 3 nos dice que Abías fue a la batalla contra el rey Jeroboam de Israel con una fuerza de cuatrocientos mil hombres de guerra. Si bien esta era una cantidad considerable de hombres de guerra, las fuerzas de Jeroboam eran el doble. Éste había dispuesto una línea de batalla contra Abías con ochocientos mil hombres. Abías estaba siendo seriamente superado en número; y todo parecía indicar que no tenía oportunidad contra la fuerza de Jeroboam que lo superaba muchísimo.
Aunque Abías estaba ampliamente superado en número, no se amilanó. Él no contaba con sus guerreros para darle la victoria. En el versículo 4 vemos que se levantó en el monte Zemaraim en la región montañosa de Efraín y llamó a Jeroboam. En los versículos del 5 al 12, Abías le habló audazmente a Jeroboam. Examinemos brevemente lo que Abías, rey de Judá, le dijo al rey Jeroboam ese día.
En el versículo 5, Abías le recordaba a Jeroboam que, mediante un pacto de sal, el Señor había decidido dar para siempre el reinado de Su pueblo a David y a su descendencia. Según Levítico 2:13, las ofrendas hechas al Señor se sazonaban con sal. Si bien el significado de la sal es algo oscuro, entendemos que la sal conserva y purifica. Este puede ser su significado aquí. En Levítico 18:19 leemos cómo un “pacto de sal” era un pacto eterno. Así como la sal conserva los alimentos por un período de tiempo indefinido, un pacto de sal era un pacto eterno que duraría para siempre. Esto es lo que Abías parece estar diciéndole a Jeroboam. Le estaba diciendo que cuando Dios escogió a David para ser rey sobre su pueblo, fue por medio de un pacto eterno sazonado con sal. Dios no había cambiado de opinión. Él tenía un propósito para Su pueblo bajo el liderazgo de un descendiente de David. Y como tal, Abías creía que Dios lo había elegido para ser rey sobre su pueblo.
Por otro lado, Jeroboam había sido un oficial de Salomón que se había rebelado contra su amo (v. 6). Él y su equipo de malhechores inútiles se opusieron a Roboam, hijo de Salomón, cuando era joven e inexperto y lograron dividir la nación (v. 7). En contraste con la gloriosa herencia de Abías, Jeroboam fue un rebelde que se volvió contra los propósitos de Dios para la familia de David.
Abías seguía recordándole a Jeroboam en el versículo 8 que no solo se había rebelado contra el liderazgo que Dios había establecido sobre Su pueblo, sino que también contra Dios. Abías reconocía que el ejército de Jeroboam era muy superior al suyo (v. 8), pero le recordó que el tamaño del ejército no era lo importante.
Jeroboam había hecho otros dioses para el pueblo de Israel, poniendo becerros de oro para que los adoraran. Además, expulsó a los sacerdotes de Dios de la tierra y estableció su propio sacerdocio. Al hacer esto, le había dado la espalda al Señor y Dios de Israel, y a la fe que Él les había dado.
Abías le recordó a Jeroboam que la nación de Judá no había abandonado el sacerdocio que Dios había establecido ni habían abandonado las leyes de su Dios. Cada mañana los descendientes de Aarón y los levitas presentaban sus ofrendas e incienso al Señor, colocaban ceremonialmente el pan sobre la mesa y encendían las lámparas como lo ordenaba la Ley de Moisés (v. 11). La nación de Judá no había abandonado la fe que les había sido transmitida. Ellos observaban todo lo que Dios les había ordenado.
Abías tenía todas las razones para esperar que Dios estaría con ellos en la batalla debido a que habían sido fieles a Él. En el versículo 12 incluso les suplicó a los hombres de Israel que no pelearan contra el Señor poniéndose del lado de Jeroboam. Les dijo que no podrían tener éxito si seguían los caminos de Jeroboam, quien los estaba sacando de los caminos que Dios les había trazado.
Es importante que tomemos un momento para considerar el mensaje de Abías. Él estaba siendo superado en número por las fuerzas de Jeroboam pero su confianza no estaba en el número de hombres de su ejército. Por lo que podemos entender, su confianza estaba en el Señor su Dios a quien había servido fielmente. La obediencia al Señor es vital si queremos conocer la victoria en nuestra vida espiritual. Es difícil para nosotros tener confianza en Dios cuando no estamos andando en obediencia.
En este contexto, puede ser importante que entendamos que hay dos niveles de obediencia a Dios. El primer nivel es la obediencia en nuestras acciones. El problema con este nivel de obediencia es que podemos hacer las cosas correctas, pero aun así no estar bien con Dios. Hablando a la gente de su época, el profeta Isaías dijo en Isaías 29:13:
Dice, pues, el Señor: Porque este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí, y su temor de mí no es más que un mandamiento de hombres que les ha sido enseñado.
La verdadera obediencia debe venir del corazón. Este es el segundo nivel de obediencia. Podemos seguir la corriente, pero si nuestros corazones no están en sintonía con Dios ni enamorados de Él, no hemos obedecido verdaderamente. Dios se deleita en bendecir a los que aman Sus caminos y le obedecen de corazón. Parece que Abías entendió algo de este principio. Sería muy bueno que aprendiéramos de nuevo esto en nuestros días.
El camino de Jeroboam era un camino carnal. Para tener una mayor victoria, acumuló más tropas. Confió en la fuerza humana para conseguirla. El camino de Abías era el camino de la fe. Su enfoque estaba en Dios y en una vida de obediencia a Él. ¡Qué fácil es enfocarse en programas e iglesias grandes! ¡Qué fácil es para nosotros enfocarnos en la experiencia y en la educación! Sin embargo, la mayor calificación de un siervo de Dios es la obediencia amorosa. Dios puede hacer más a través de un simple creyente que camina en amorosa obediencia que a través de cientos de siervos educados que dependen sólo de su experiencia y educación.
Mientras Abías estaba hablando, Jeroboam envió tropas en secreto alrededor de la retaguardia del ejército de Abías (v. 13). Sin que éste y sus fuerzas lo supieran, estaban siendo rodeados por un ejército muy superior. Para cuando Judá llegó a descubrir lo que estaba sucediendo, ya estaban siendo atacados por el frente y por la espalda. Esto los colocó en una situación grave. Estaban rodeados por una fuerza armada que era el doble de su tamaño.
Vemos en el versículo 14 que Judá clamó al Señor. Los sacerdotes tocaron las trompetas llamando a los hombres de Judá a la guerra. El versículo 15 nos dice que al sonido del grito de batalla, Dios derrotó a Jeroboam y le dio la victoria a Abías. Jeroboam y el ejército superior israelita huyeron ante Judá (v. 16). Abías infligió grandes pérdidas a Israel. Según el versículo 17, hubo quinientas mil bajas entre los hombres de Israel ese día. El versículo 18 deja bastante claro por qué Judá derrotó al ejército israelita que lo superaba:
Así fueron humillados los hijos de Israel en aquel tiempo, y los hijos de Judá prevalecieron, porque se apoyaban en Jehová el Dios de sus padres.
La fortaleza de Abías no radicaba en sus fuerzas militares sino en su confianza en Dios.
Abías persiguió a Jeroboam y le arrebató las ciudades de Betel, Jesaná y Efrón (v. 19). Jeroboam no recuperaría su poder durante el reinado de Abías. Al final Dios lo derribaría hasta su muerte. El Dios de Abías lo había humillado.
En cuanto a Abías, él continuó creciendo en fortaleza. Se casó con catorce mujeres y tuvo veintidós hijos y dieciséis hijas (v. 21). Esto era evidencia del favor del Señor en su reinado. Los acontecimientos de su reinado quedaron registrados en las anotaciones del profeta Iddo.
La vida de Abías es un ejemplo de victoria por medio de la confianza en Dios y la obediencia a Su Palabra. Haríamos bien en aprender esta lección.
Para meditar:
- ¿Hemos mirado alguna vez el tamaño de los problemas que enfrentamos y nos hemos sentido abrumados? ¿Por qué el tamaño no es importante?
- ¿Qué es un pacto de sal? ¿De qué manera nos alienta el hecho de que las promesas del pacto de Dios son eternas? ¿Cuáles son algunas de esas promesas?
- ¿Qué papel tiene la obediencia en la victoria?
- ¿Cuáles cosas buenas pueden convertirse en nuestra confianza? ¿Cómo pueden estas cosas tomar el lugar de Dios haciendo que confiemos en ellas?
- ¿Cuál es la diferencia entre la obediencia en acción y la obediencia de corazón?
Para orar:
- Agradezcamos al Señor por ser Él más grande que cualquier problema que el enemigo pueda traer contra nosotros.
- Pidamos al Señor que nos ayude a poner nuestra confianza solo en Él para la victoria.
- Pidamos al Señor que nos muestre cualquier cosa en la que podamos estar poniendo nuestra confianza aparte de Él.
- Gracias al Señor porque sus promesas para con nosotros son para siempre. Tomemos un momento para meditar en cómo el Señor nos dio la victoria sobre algún enemigo que era más grande que nosotros. Agradezcámosle por esa victoria.
- Pidamos al Señor que nos muestre cualquier parte de nuestra vida en la que no estemos viviendo en absoluta obediencia. Pidamos que nos dé fuerzas para alejarnos del pecado y caminar en victoria.
34 – El Rey Asa De Judá
Leamos 2 Crónicas 14:1—15:19
Después de la muerte de Abías, su hijo Asa comenzó a reinar en su lugar en Judá. 2 Crónicas 14:1 nos dice que hubo paz durante el reinado de Asa por un período de diez años. Esta paz se debió, en parte, al hecho de que Asa sirvió al Señor y caminó en obediencia a Su ley.
2 Crónicas 14:2-6 describe algunas de las reformas que Asa trajo a la nación. El versículo 3 nos dice que quitó los altares extranjeros y los lugares altos usados para el culto pagano. También destrozó las piedras sagradas y los postes de Asera dedicados a dioses extranjeros. Le ordenó a Judá que buscara al Señor, el Dios de sus padres, y que obedeciera Sus leyes (v. 4). Asa quitó lo lugares altos que había en cada ciudad y los altares de incienso usados para la adoración de dioses falsos (v. 5). El deseo de su corazón era que la nación buscara al Dios de sus padres.
Por esa razón el Señor honró su corazón al bendecirlo con paz en su tierra (v. 6). Ninguna nación estuvo en guerra con Judá durante esos años. Esta fue una gran bendición del Señor y el resultado directo de que Asa volviera la nación a Dios y a Sus caminos.
Dios también bendijo a Judá con prosperidad. En 2 Crónicas 14:7, Asa edificó ciudades y las rodeó de murallas para su defensa. Nuevamente, este fue el resultado directo de que la nación se volviera a Dios y caminara en Sus caminos. La victoria de la nación de Judá no se encontraba en su ejército ni en su prosperidad sino en la obediencia al Señor.
Esto no quiere decir que Asa no tuviera un ejército o ningún problema durante esos días. 2 Crónicas 14:8 nos dice que Asa tenía un ejército de trescientos mil hombres de Judá y doscientos ochenta mil de Benjamín.
En una ocasión Zera el etíope marchó contra Asa con su ejército y trescientos carros. Asa lo encontró en el valle de Sefata (v. 10); y en el versículo 11 vemos que clamó al Señor. Él no dependía de su ejército, sabía que la victoria estaba en Dios. Asa le suplicó al Señor que viniera en su ayuda, y le dijo que su confianza estaba solo en Él. Le pidió que no permitiera que este vasto ejército prevaleciera contra él (v. 11).
Dios respondió a la oración de Asa y derribó a los etíopes quienes huyeron delante de Judá (v. 12). El versículo 13 nos dice que el número de etíopes que cayó ese día fue tan grande que no pudieron recuperarse. Además de esto, Judá se llevó una gran cantidad de botín. El versículo 14 nos dice que el terror de Jehová cayó sobre las ciudades de los cusitas.
Observemos que las naciones no tenían tanto miedo de Asa como del Señor. Era muy evidente que la fuerza de Asa no provenía de su ejército sino de su Dios.
Es importante que nos tomemos un momento para reflexionar sobre lo que está pasando aquí. Asa peleó contra los cusitas (etíopes). A primera vista, esto se parecía a cualquier otra batalla. Lo que no se veía, sin embargo, era lo que estaba pasando a nivel espiritual. A diferencia de otros comandantes militares, la confianza de Asa no estaba en sus hombres, sino que él tenía su mirada puesta en Dios. Aquí hay una lección importante para nosotros. Dios nos ha dado a todos dones y talentos espirituales y Él espera que los usemos para Su gloria. Hay muchas personas, sin embargo, que empiezan a poner su confianza en esos dones y talentos y no en el Señor. Es fácil confiar en nuestra educación o en los dones espirituales que tenemos. El ejército de Asa era una bendición del Señor, pero su confianza no estaba en esa bendición, sino en su Dios. Podemos tener dones maravillosos que Dios nos haya dado, pero a la vez estar fallando en el ministerio porque no estamos confiando en Dios para el uso de esos dones. Al final, la pregunta que debemos hacernos es esta: “¿Dónde está puesta mi confianza?” Si nos encontramos confiando en nuestra educación, experiencia y dones, necesitamos arrepentirnos. Incluso las personas más dotadas necesitan confiar plenamente en Dios. Los dones, la experiencia y la educación por sí solos nunca traerán la victoria que necesitamos. Solo Dios puede traer esa victoria. Asa se dio cuenta de que, si bien su ejército era un regalo maravilloso de Dios, no era un sustituto de Él.
Es evidente que Asa amaba al Señor. Su confianza estaba sólo en Él. Por eso, Dios, al ver su corazón, se regocijó en él. Luego vemos que en 2 Crónicas 15:1, el Señor envió a Asa un profeta llamado Azarías con una palabra.
Azarías le dijo a Asa que el Señor estaría con él cuando él estuviera con el Señor. Si Asa buscaba a Dios, lo encontraría. Si se alejaba de Dios, entonces Dios lo abandonaría. Estas fueron palabras poderosas. En el versículo 3, el profeta le recordó a Asa que en la historia de Israel, la nación había pasado un tiempo sin el Dios verdadero y sin un sacerdote que enseñara la ley. Hubo un tiempo en que los profetas y sacerdotes de la tierra no proclamaban la verdad de Dios. El pueblo de Dios ya no buscaba a Dios ni seguía sus caminos. Por eso, las bendiciones de Dios fueron quitadas de la tierra. Los corazones de Su pueblo estaban vacíos y estériles. La tierra estaba llena de impiedad y crimen (ver versículos 5-6). Sus habitantes clamaban de angustia bajo el peso del pecado y la rebelión.
El versículo 4 nos recuerda, sin embargo, que cuando se volvieron al Señor y lo buscaron de nuevo, Dios estuvo más que dispuesto a revelarse a Su pueblo nuevamente. Dios no se impondrá a sí mismo sobre nosotros. Él quiere que lo busquemos y lo amemos de corazón. Él se deleita en ser encontrado, pero debemos buscarlo. Aquí Dios desafió a Asa a buscarlo de todo corazón. Mientras él continuara buscándolo, Dios se le revelaría. El profeta le dijo a Asa que fuera fuerte y nunca dejara de buscar a Dios. Si hacía eso, su trabajo sería recompensado (v. 7).
La profecía de Azarías fue una verdadera bendición para Asa, y ésta movió su corazón a buscar a Dios de una manera más profunda. Si bien Asa ya había traído muchas reformas a la tierra, esta profecía lo desafió a buscar a Dios para reformas aún mayores: quitó los ídolos de la tierra de Judá y Benjamín, así como de las ciudades que capturó (v. 8); también reparó el altar del Señor en el pórtico delantero del templo del Señor.
En el versículo 9, Asa convocó una asamblea del pueblo de Dios en Jerusalén. Un gran número de personas respondieron a este llamado y se reunieron en Jerusalén en el mes tercero del año quince del reinado de Asa. Allí sacrificaron setecientas cabezas de ganado y siete mil ovejas y cabras (vv. 10-11).
Según el versículo 12 entendemos que Asa llamó a su pueblo a entrar “con todo su corazón y alma” en un pacto con el Señor, Dios de sus padres. Aquellos que se negaran a buscar al Señor y eligieran servir a otros dioses serían condenados a muerte (v. 13). Esto revelaba la seriedad de las reformas de Asa.
El pueblo de Dios hizo un juramento ese día para servir y honrar al Señor. Lo hicieron con grandes gritos, trompetas y cuernos (v. 14). La nación hizo un juramento de ser fieles a Dios de todo corazón. Ellos le buscaron y Dios se les reveló (v. 15). La evidencia de esto se encontró en cómo el Señor les dio descanso de sus enemigos por todas partes.
La seriedad de Asa en buscar a Dios también se manifestó en su voluntad de quitar a su madre (su abuela, NVI) de su posición como reina madre porque había hecho un poste de Asera para los dioses paganos. Asa cortó ese poste, lo partió y lo quemó en el valle de Cedrón. Si bien no eliminó todos los lugares altos paganos de la tierra, el corazón de Asa estuvo entregado al Señor toda su vida. Por mucho que hubiera hecho, aún podía haber hecho más. Dios, sin embargo, estaba complacido con él y sus esfuerzos.
En el versículo 18 vemos que Asa remodeló el templo y restauró sus artículos de plata y oro que su padre Abías había dedicado al Señor. Percatémonos nuevamente la referencia al hecho de que Dios le dio a Asa paz con sus enemigos por todos lados. No hubo guerra en Judá hasta el año treinta y cinco del reinado de Asa (v. 19).
Lo que vemos aquí en estos dos capítulos es cómo Dios extendió y abrió la invitación a Asa y a su nación para que lo buscaran. Él prometió que se revelaría a aquellos que lo buscaran de todo corazón. Es de particular interés ver que Asa, quien ya había traído muchas reformas en el capítulo 14, en el capítulo 15 es desafiado por Dios a buscarlo aún más. A medida que lo hacía, la bendición de Dios aumentaba en la tierra. ¡Qué gran desafío constituye esto también para nosotros en nuestros días! Tal vez hemos estado buscando a Dios, pero Él nos está llamando a ir más allá. Hoy Él está extendiendo Su invitación a que saquemos más provecho de Sus poderosos recursos. Él nos está llamando a confiar en Él aún más. Su invitación está ahí para todos nosotros. Si lo buscamos y perseveramos en hacerlo, Él se nos revelará.
Para meditar:
- ¿Qué evidencia vemos en estos dos capítulos de la bendición de Dios sobre la tierra de Judá?
- El capítulo 14 describe las reformas que Asa trajo a la tierra, pero Dios lo llamó a reformas más profundas en el capítulo 15. ¿Cómo nos está llamando hoy Dios a profundizar en Él?
- La confianza de Asa no estaba en su ejército sino en el Señor su Dios. ¿En qué ponemos nuestra confianza hoy?
- ¿Cuánto hemos estado buscando a Dios hoy? ¿Cuál es la conexión entre conocer a Dios y buscarlo de todo corazón? ¿Qué nos impide buscarlo más?
Para orar:
- Pidamos a Dios que nos ayude a buscarlo más.
- Agradezcamos al Señor por Su promesa de que nos permitirá encontrarlo si lo buscamos de todo corazón.
- Pidamos a Dios que nos revele cualquier cosa que nos esté distrayendo en nuestra búsqueda de Él.
- Pidamos a Dios que nos ayude a poner nuestra confianza sólo en Él. Oremos pidiéndole perdón por haber puesto nuestra confianza en otras cosas.
- Roguémosle que nos dé gracia para descubrir cómo buscarle para cosas mayores en nuestra vida personal y ministerio.
- Pidamos al Señor que nos perdone por no ser tan apasionados como deberíamos en cuanto a buscarlo a Él y Sus propósitos. Roguemos que nos perdone por estar satisfechos con tan poco.
35 – Los Últimos Años De Asa
Leamos 2 Crónicas 16:1-14
En el capítulo anterior vimos cómo Asa fue responsable de muchas reformas en la tierra de Judá. Durante treinta y tantos años guió al pueblo de Dios hacia la paz y la prosperidad. Fue fiel al Señor y anduvo en Sus caminos. Los que empiezan bien, sin embargo, no siempre acaban bien. Hay innumerables ejemplos de hombres y mujeres de fe que cayeron en su caminar con Dios. Asa es una de estas personas.
Fue en el año treinta y seis de Asa que Baasa, rey de Israel, atacó a Judá. Fortaleció la ciudad de Ramá e impidió que nadie saliera o entrara en Judá (v. 1). Esto debió haber sido una gran dificultad para Asa y los habitantes de Judá.
En tiempos atrás, Asa se habría vuelto al Señor en busca de ayuda y dirección. El versículo 2 nos dice, sin embargo, que en lugar de buscar al Señor, Asa se dirigió a Ben-adad, rey de Aram que gobernaba en Damasco en ese momento (v. 2). Para comprar su apoyo, Asa tomó oro y plata del tesoro del templo. Con este oro y plata Asa compró el apoyo de Ben-adad e hizo un pacto con él. El versículo 3 nos dice que para poder hacer un pacto con Asa, Ben-adad necesitaba romper su pacto con el rey Baasa de Israel. Asa esperaba que esta gran suma de dinero incitara a Ben-adad a romper su pacto con Baasa y forzara a Israel a retirarse de su tierra.
Algo obvio aquí es que Asa no estaba poniendo su confianza en Dios. Confiaba en que la codicia de Ben-adad sería lo suficientemente fuerte como para hacerlo romper su acuerdo con Baasa. Todavía nos quedamos preguntándonos qué fue lo que llevó al rey Asa a este punto de confiar en la riqueza y la codicia en lugar de confiar en el Señor su Dios.
Esta confianza en la pecaminosidad del corazón humano no es nueva. Desde el principio de los tiempos, la gente ha usado la naturaleza pecaminosa de sus semejantes para su ventaja. Incluso en nuestros días, los negocios se hacen sobre esta base. La codicia, la lujuria, el poder, la gloria son herramientas poderosas en las manos del enemigo para influenciarnos a cumplir sus órdenes. ¿Quién de nosotros no ha sido tentado por la pecaminosidad de nuestra carne a desviarse del camino que nos marca la Palabra de Dios? Aquí vemos que Asa manipuló con éxito a Ben-adad apelando a su codicia.
Según el versículo 4, Ben-adad acordó aceptar el soborno de Asa y envió sus fuerzas contra Baasa y las ciudades de Israel, conquistando así varios pueblos israelitas. Cuando Baasa, rey de Israel, se enteró de lo que había sucedido, abandonó la fortificación de Ramá y se fue de la región. Asa y sus hombres se llevaron las piedras y la madera que Baasa había estado usando y construyeron sus propias ciudades de Geba y Mizpa.
Lo que necesitamos ver es que, por medio de la fuerza humana y la manipulación, Asa tuvo éxito en lo que estaba tratando de hacer. Se puede lograr mucho a través de ambas cosas. Aquí Asa logró evitar un ataque de Baasa. También hay que tener en cuenta que es muy posible edificar un ministerio a través de la sabiduría y la manipulación humanas. ¿Cuántas empresas se han construido y han tenido mucho éxito gracias a la fuerza y sabiduría humanas? Es posible lograr nuestras metas como lo hizo Asa. Sin embargo, el éxito en términos humanos no significa que estemos andando en el camino de Dios. Al confiar en la avaricia pecaminosa de Ben-adad, Asa no estaba honrando a Dios. Podemos tener un negocio o ministerio exitoso aun estando en desobediencia a Dios, porque el tamaño y el éxito no son una medida de la obediencia.
Asa estaba encontrando cierta medida de éxito al alejarse de Dios y Sus propósitos. Aquí es donde tenemos que ser muy cuidadosos. Es fácil caer en la trampa de los números y las estadísticas. Fácilmente podemos creer que si nuestra iglesia o nuestro negocio están creciendo, debemos estar haciendo algo bien. La historia de Asa deja bien claro que no siempre es así. El verdadero éxito del creyente se encuentra en la obediencia a Dios. Esto requiere buscarlo a Él y Su propósito para cada situación que enfrentamos. Asa, en su caso, no logró hacer esto en su enfrentamiento con Baasa.
No pasó mucho tiempo antes de que Dios enviara un profeta a Asa para reprenderlo por no haberlo buscado en este asunto. El profeta Hanani fue a ver al rey Asa y le dijo que por haber confiado en el rey de Siria (Aram, LBLA), y no en el Señor, el ejército del rey de Siria se le había escapado de las manos. Entonces nos quedamos preguntándonos lo que hubiera sucedido si Asa hubiera confiado en el Señor. Obviamente, según estas palabras, Dios estaba diciendo que estaba dispuesto no solo a darle a Asa la victoria sobre Baasa ¡sino también sobre Ben-adad de Aram! Los propósitos de Dios eran aún más grandes que cualquier cosa que Asa pudiera haber imaginado. Él se encontraba contento de ver a Baasa retirarse y pensaba que había salido victorioso. Sin embargo, Dios había estado dispuesto a darle una victoria mucho mayor, una victoria total, pero Asa se contentó con evitar un conflicto.
El profeta Hanani le recordó a Asa cómo Dios le había dado la victoria sobre los cusitas y los libios a pesar de que eran más numerosos que su propio ejército (v. 8). Asa pudo conocer esta victoria cuando se apoyó en el Señor y confió en Su fuerza. Hanani también le dijo a Asa que los ojos del Señor contemplan por toda la tierra para fortalecer a aquellos cuyos corazones están completamente entregados a Él. ¡Qué increíble promesa es esta para nosotros hoy! El versículo 9 nos dice claramente que el Señor está buscando a aquellos cuyos corazones están totalmente entregados a Él. Cuando Dios encuentra este tipo de personas, está más que dispuesto a fortalecerlas. Si confiamos en Él, nos fortalecerá. Él sigue buscando hombres o mujeres a quien pueda fortalecer. Él quiere hacerlo, quiere empoderar, y todo lo que necesita es que lo miremos a Él en busca de esa fuerza, y que confiemos en Sus caminos.
Cuando Asa recurrió a la fuerza y manipulación humanas, perdió la fuerza del Señor. Dios tenía un gran propósito para él, pero Asa se alejó de ese propósito al no poner su confianza en el Señor. Dios había permitido que esta situación llegara a la vida de Asa porque quería usarla para darle la victoria completa sobre Israel y Siria. Pero Asa se alejó de esa victoria y se contentó con algo más pequeño. Lo que hizo fue muy necio de su parte. A partir de ese momento, Asa y la nación de Judá estarían en guerra. Sus años de paz habían terminado. Ahora en la nación habría hostilidad (v. 9).
La respuesta de Asa al profeta Hanani es sorprendente. En lugar de escuchar las palabras del profeta y arrepentirse de su pecado, Asa respondió con soberbia. Se enfureció tanto con el profeta que hizo que lo echaran a la cárcel (v. 10). Y no solo hizo que encarcelaran al profeta, sino que también comenzó a oprimir a la gente de su nación. Hay versiones de la Biblia que reflejan que esta opresión fue “brutal” (algunas versiones en inglés), “cruel” (TLA), (v. 10). Esto nos dice algo sobre la condición de su vida espiritual. No solo estaba fallando en escuchar al Señor, ahora estaba luchando contra Dios y Sus propósitos.
En el año treinta y nueve de su reinado, Asa padeció una enfermedad en los pies. El versículo 12 nos dice que esta enfermedad era grave, pero Asa no consultó al Señor ni buscó Su ayuda en cuanto a esto. Solo buscaría ayuda de los médicos. Nos quedamos con la impresión de que se podría haber hecho algo con respecto a su enfermedad si él hubiera acudido al Señor, si se hubiera arrepentido de su orgullo y buscado la sanidad de parte de Dios. Sin embargo, Asa se negó a hacerlo. Su corazón estaba endurecido a las cosas de Dios y no lo buscó para su sanidad.
Este pasaje no nos dice que no debemos consultar a los médicos cuando estamos enfermos; lo que nos está diciendo es que debemos confiar en el Señor para nuestra sanidad. Los médicos son a menudo los instrumentos de la sanidad que Dios nos proporciona, pero no son los sanadores en sí mismos. Necesitamos encomendar nuestra enfermedad al Señor. Nos resulta fácil confiar en la ciencia y la medicina para curarnos, pero sólo Dios puede sanarnos. La ciencia y la medicina no tienen poder en sí mismas. Sin Dios, la ciencia y la medicina son impotentes. Asa optó por confiar en sus médicos, pero se negó a reconocer que, a fin de cuentas, su vida y su salud estaban en las manos de Dios.
Asa murió de su enfermedad. Debido a que rehusó buscar al Señor, su enfermedad finalmente le quitó la vida (v. 13). Lo sepultaron en la Ciudad de David y el pueblo le dio un funeral real, pero dentro de aquellos lienzos mortuorios había un hombre comido por una enfermedad grave que probablemente podría haber sido sanado si hubiera buscado al Señor su Dios. Dentro de las vendas mortuorias había un hombre que le había dado la espalda a Dios en la última parte de su vida, la cual terminó en derrota porque apartó sus ojos de Su Señor y Dios.
Para meditar:
- Asa empezó bien su reinado, pero acabó rebelándose contra Dios. ¿Terminaremos nosotros bien?
- ¿Hemos sido alguna vez culpables de intentar manipular a la gente para que hagan lo que queremos? ¿Por qué esto demuestra falta de confianza en Dios?
- ¿Es posible que podamos lograr que nuestras congregaciones o nuestros negocios crezcan mediante la sabiduría y la fuerza humanas? ¿Es el tamaño y la prosperidad una indicación de que hacemos las cosas a la manera de Dios? Argumentemos.
- ¿De qué manera se conformó Asa con algo mucho menos que el propósito de Dios? ¿Alguna vez nos hemos conformado con algo menos que el propósito de Dios para nuestras vidas?
- Este pasaje nos dice que Dios busca fortalecer a las personas que confían en Él. ¿Estamos dentro de ese grupo de personas?
Para Orar:
- Pidamos a Dios que nos ayude a terminar bien nuestra vida cristiana. Oremos que nos muestre cómo podemos protegernos de la trampa en la que cayó Asa.
- Oremos a Dios pidiéndole perdón por las veces que recurrimos a manipular a la gente para salirnos con la nuestra. Pidamos que nos ayude a confiar sólo en Él.
- Pidamos a Dios que nos ayude a vivir en obediencia total a Él. Agradezcámosle por tener un propósito maravilloso para todos los que depositan su confianza en Él.
- Pidamos a Dios que nos dé fuerzas para hacer lo que Él nos ha llamado a hacer. Démosle gracias por deleitarse en fortalecer a todos los que confían en él.
- Pidamos a Dios que nos muestre si estamos poniendo nuestra confianza en algo más que en Él. Pidamos que nos perdone.
36 – El Secreto Del Éxito De Josafat
Leamos 2 Crónicas 17:1-19
Después de la muerte de Asa, su hijo Josafat comenzó a reinar en su lugar. Una de las primeras responsabilidades de Josafat fue fortalecer a Judá contra la amenaza de Israel (v. 1). Asa había evitado un conflicto con Israel comprando el apoyo del rey de Siria, pero no logró librar a Judá de esta amenaza. Para hacer frente a esta amenaza potencial, Josafat colocó tropas en todas las ciudades fortificadas de Judá (v. 2).
El versículo 3 nos dice que en sus primeros años Josafat caminó con el Señor como lo había hecho su padre David. Rechazó la adoración de Baal, prefiriendo seguir los mandamientos del Dios de sus antepasados (v. 4).
El resultado de esta obediencia fue que el Señor estableció su reino y lo fortaleció. Su pueblo le honró y le trajo muchos regalos, y llegó a convertirse en un hombre rico (v. 5).
El corazón de Josafat estaba consagrado al Señor. Él quitó de la tierra los lugares altos usados en la adoración pagana, y también quitó las imágenes de Asera (v. 6).
En el tercer año de su reinado, Josafat decidió enviar maestros a las diversas ciudades de Judá para allí enseñar los caminos del Señor. Los versículos del 7 al 8 nos dan los nombres de 16 hombres involucrados en la enseñanza de la ley por todo Judá. Incluidos entre ellos estaban tanto sacerdotes como levitas. Estos hombres actuaron como maestros ambulantes que llevaron consigo el Libro de la Ley mientras viajaban de pueblo en pueblo enseñándole a la gente lo que Dios requería de ellos (v. 9).
Parece haber una conexión directa entre esta enseñanza de la Palabra de Dios y el temor del Señor que cayó sobre los reinos que rodeaban a Judá. Mientras se enseñaba la Palabra de Dios y el pueblo de Dios escuchaba y obedecía, algo estaba sucediendo. Se estaba teniendo una conciencia cada vez mayor de la bendición y el poder de Dios en la vida de su pueblo. Esta bendición y poder eran tan obvios que incluso las naciones vecinas comenzaron a temer a Judá. No se atrevían a atacarla por temor a su Dios (v. 10). La presencia de Dios era evidente en la vida de la nación. Incluso los filisteos, enemigos naturales del pueblo de Dios durante muchos años, trajeron regalos de plata a Josafat; y los árabes le trajeron rebaños de carneros y cabras.
Según el versículo 12, Josafat se hizo más poderoso aún. Construyó fuertes y ciudades de almacenamiento en Judá para almacenar su creciente riqueza. Colocó experimentado guerreros estacionados en la ciudad de Jerusalén para defenderla. Los versículos 14-19 registran el número de guerreros por familias en Judá. Bajo Adnas había 300,000 hombres de guerra (v. 14). Johanán estaba al mando de 280,000 soldados (v. 15). En el versículo 16 Amasías se ofreció como voluntario para liderar a 200,000 guerreros. La tribu de Benjamín también tenía muchos soldados valientes leales a Josafat. Eliada era jefe de 200,000 hombres armados con arcos y escudos (v.17). Un comandante de nombre Jozabad estaba a cargo de otros 180,000 soldados valientes. En total había más de 1,1 millones de soldados disponibles para luchar por Josafat.
Judá estaba bien defendida. La rica bendición de Dios estaba sobre la nación porque Josafat buscó al Señor y Sus caminos. Lo que llama especialmente la atención es que, si bien Josafat tenía un ejército masivo, la fuerza de la nación no se atribuye a este ejército. El poderoso ejército fue solo una de las muchas bendiciones que vinieron como resultado de la obediencia de Josafat al Señor. La fuerza de la nación estaba en su relación con Dios. Los maestros de la ley fueron más importantes en el fortalecimiento de la nación que los soldados. A medida que estos maestros se movían de pueblo en pueblo enseñando la Palabra de Dios, el temor del Señor venía no solo sobre aquellos que escuchaban la Palabra sino también sobre aquellos que veían el resultado en la vida de los que elegían obedecerla.
Es de suma importancia para nosotros ver lo que Dios está haciendo aquí. Él está bendiciendo la obediencia de Su pueblo. A medida que Su pueblo aprendía a caminar en Sus caminos, sucedían cosas en la nación. Las puertas del cielo se abrieron y la bendición de Dios llenó la nación. Ninguna otra nación se atrevía a tocar al pueblo de Dios porque veían una clara evidencia de la presencia, el poder y la bendición de Dios en sus vidas. Esto no era el resultado de tener poderío militar o un hábil gobierno. Era el resultado de la enseñanza de la Palabra de Dios y la determinación de parte del liderazgo y del pueblo de vivir en obediencia a Dios y Su Palabra. Nos queda preguntarnos cuál sería el resultado en nuestras naciones si tuviéramos la misma determinación que Josafat y la gente de su época.
Para Meditar:
- ¿Qué conexión hace el autor entre la obediencia al Señor y la bendición de la nación?
- ¿Cuál fue el papel de los maestros de la ley en traer renovación a la nación de Judá? ¿Cuál es el papel de los predicadores y maestros de la Biblia hoy en día en nuestra nación?
- Aunque Josafat tenía un gran ejército, su éxito no se encontraba en su ejército sino en la obediencia a Dios y a Su ley. ¿Qué tan fácil es para nosotros confiar en nuestras fuerzas más que en Dios?
Para orar:
- Pidamos al Señor que restaure la pasión por la enseñanza de la Palabra en nuestros días. Agradezcámosle que Su Palabra es poderosa para cambiar vidas y naciones.
- Pidamos al Señor que nos ayude a aprender a vivir en mayor obediencia a Su Palabra. Pidámosle que nos muestre cualquier cosa en nuestra vida que no esté acorde a Su Palabra.
- Oremos a Dios que levante predicadores y maestros talentosos para esta generación. Pidamos que abra los corazones de Su pueblo a Su Palabra como lo hizo en los días de Josafat.
37 – La Alianza De Josafat Con Acab
Leamos 2 Crónicas 18:1-34
En la meditación anterior vimos cómo Josafat buscó al Señor y cómo Dios lo bendijo ricamente a él y a la nación de Judá. En el capítulo 18, sin embargo, leemos cómo hizo una alianza con el malvado rey Acab de Israel. Todo parece indicar que al dar a su hijo en matrimonio a la hija del rey Acab estaba haciendo esta alianza (ver 2 Reyes 8:18).
Hay un par de cosas que debemos tener en cuenta acerca de la alianza de Josafat con Acab a través del matrimonio de su hijo con la hija de Acab. En primer lugar, Dios no estaba complacido con esta alianza. En 2 Crónicas 19:1-2, Dios envió al profeta Jehú a Josafat para hablarle sobre su decisión. Leamos lo que Dios le dijo a Josafat:
Josafat rey de Judá volvió en paz a su casa en Jerusalén. Y le salió al encuentro el vidente Jehú hijo de Hanani, y dijo al rey Josafat: ¿Al impío das ayuda, y amas a los que aborrecen a Jehová? Pues ha salido de la presencia de Jehová ira contra ti por esto.
Analicemos lo que Dios le está diciendo a Josafat. Le está diciendo que él está ayudando a los malvados y amando a los que odiaban al Señor. Dios no estaba complacido con el hecho de que Josafat eligiera aliarse con Acab, alguien que no lo amaba ni andaba en Sus caminos.
El segundo detalle importante que necesitamos ver es que Atalía, quien se casó con Joram, el hijo de Josafat, en años posteriores, buscaría destruir el linaje real de Judá (ver 2 Crónicas 22:10). Esto nos da una idea del tipo de persona que realmente era. Su corazón no estaba en sintonía con Dios. Ella demostraría ser una piedra de tropiezo para la nación de Judá y, en última instancia, su peor enemigo. Al alentar este matrimonio, Josafat estaba poniendo una piedra de tropiezo ante toda la nación.
Josafat parecía estar cegado al error de su proceder. Todo lo que podía ver era que había paz entre su nación e Israel. No miró hacia el futuro para ver las consecuencias de sus acciones. Tampoco había buscado verdaderamente al Señor acerca de esta unión.
En el versículo 2, Josafat fue a Israel a visitar al rey Acab, quien lo recibió calurosamente y sacrificó muchas ovejas y vacas para él. Cuando se encontraron, Acab sugirió que unieran sus fuerzas y atacaran la ciudad de Ramot de Galaad que estaba en manos de los arameos (v. 3). Josafat estaba más que feliz de ayudar a Acab a pelear esta batalla, pero primero quería buscar la voluntad del Señor (v. 4).
Es interesante que, aunque Josafat no vivía completamente para el Señor, todavía quería saber si el Señor estaría con él en la batalla. En este punto de su vida, Josafat parece estar dividido en su lealtad.
En respuesta a la solicitud de Josafat, el rey Acab reunió a cuatrocientos profetas y les preguntó si debía ir a la guerra contra Ramot de Galaad (v. 5). Todos los profetas estaban de acuerdo y le dijeron a Acab que debía ir a la guerra.
Debe entenderse aquí que estos profetas no eran profetas del Señor. En aquellos días, la nación de Israel le había dado la espalda al Señor y a Sus caminos. De hecho, 1 Reyes 18:12-13 nos dice que Acab y su esposa Jezabel habían estado asesinando a los profetas de Dios en la tierra de Israel. Los comentarios de Josafat en el versículo 6 dejan en claro que los profetas que se presentaron ante ellos ese día eran profetas de la religión pagana de Israel en ese momento:
Pero Josafat dijo: ¿Hay aún aquí algún profeta de Jehová, para que por medio de él preguntemos?
Josafat escuchó las palabras de los cuatrocientos profetas de Acab pero no se sintió cómodo con su respuesta. Necesitaba escuchar al Señor su Dios.
Acab no usaba mucho a los verdaderos profetas de Dios. Sin embargo, sí sabía de uno de esos profetas en su tierra. Este profeta era un profeta de nombre Micaías. Acab le dejó claro a Josafat que Micaías nunca profetizaba nada bueno acerca de él, y por esa razón Acab no le caía bien.
Encuentro interesante que Acab juzgaba el valor de un profeta por cuánto bien hablara acerca de él. Para Acab, un buen profeta era un profeta que le hablaba cosas buenas y alentadoras. Él estaba dispuesto a sacrificar la verdad si, al hacerlo, podía escuchar al profeta confirmarlo en sus caminos. Hay muchas personas así en nuestros días. Realmente no quieren escuchar la verdad de la Palabra de Dios. Al igual que Acab, simplemente quieren ser confirmados en su manera de actuar, y quieren maestros de la Biblia y predicadores que justifiquen su pecado y sus malas prácticas. Aman a los predicadores que les dicen lo que quieren oír.
A pesar de lo que Acab le dijo, Josafat todavía quería escuchar al verdadero profeta de Dios. Si bien Josafat no estaba caminando completamente con el Señor, todavía estaba dispuesto a escuchar lo que Dios tenía que decir. En el versículo 8 Acab ordenó que les trajeran a Micaías.
Mientras esperaban la llegada de Micaías, los reyes, vestidos con sus vestiduras reales, escucharon a los profetas. Uno de los profetas, un hombre llamado Sedequías, hizo unos cuernos de hierro y declaró que con ellos Acab acornearía a los sirios (arameos) hasta que fueran destruidos (v. 10). Cuando los otros profetas oyeron esto, todos profetizaron lo mismo y animaron al rey a atacar a Ramot de Galaad. Le aseguraron que saldría victorioso (v. 11).
Cuando el mensajero, que había ido a llevar a Micaías a los reyes, se encontró con el profeta, éste le ofreció algunos consejos. Le dijo lo que los otros profetas habían estado prediciendo y le recomendó que trajera una profecía al rey que fuera igual (v. 12). Le sugirió que Micaías hablara favorablemente al rey y le dijera que tendría éxito. Este comentario muestra que él realmente no entendía la naturaleza de la profecía. Los profetas de ese día no buscaban la voluntad de Dios, sino que hablaban palabras que creían que la gente quería escuchar.
Micaías le dijo al mensajero que solo hablaría lo que Dios le dijo que dijera. Al verdadero profeta le importa poco lo que la gente quiere oír, sino que habla lo que hay en el corazón de Dios.
Sin embargo, es interesante observar que cuando Micaías llegó y el rey le preguntó si debía ir a la guerra, él respondió: “Ataquen y vencerán… porque les será entregada” (v. 14, NVI). A primera vista, Micaías parece hacer lo que dijo que no haría. Habló exactamente lo que el rey quería que hablara y estuvo de acuerdo con los profetas.
Sin embargo, el contexto deja en claro que Acab sabía que Micaías no estaba diciendo la verdad. En el versículo 15 le dijo a Micaías: “¿Hasta cuántas veces te conjuraré por el nombre de Jehová que no me hables sino la verdad?”
Obviamente, Acab había tratado con Micaías en el pasado y sabía que él era diferente de los otros profetas. Micaías también sabía que el rey realmente no quería escuchar la verdad. Sabía que Acab estaba muy contento de escuchar la confirmación de los profetas y que dijeran solo lo que él quería que dijeran. Vemos entonces que Acab le da permiso a Micaías para decir la verdad.
Cuando a Micaías se le dio permiso para decir la verdad, le dijo al rey Acab que vio a Israel esparcido por los montes como ovejas sin pastor (v. 16). El rey Acab era obviamente el pastor de su pueblo. Lo que Micaías estaba diciendo era que Israel perdería a su rey en esta batalla. La vida de Acab estaba en juego si iba a la guerra contra los sirios. El rey Acab no se sorprendió de escuchar que Micaías profetizara mal sobre él (v. 17).
Micaías continuó hablando la palabra del Señor. Continuó describiendo una escena en el cielo con el Señor discutiendo con Sus huestes celestiales lo que debería hacer con el rey Acab. El Señor preguntó a los ángeles qué pensaban que debía hacer para inducir a Acab a atacar a Ramot de Galaad. Su intención era que Acab muriera en la batalla (v. 19).
Mientras la escena en el cielo se desarrollaba en la mente de Micaías, un ángel sugirió una cosa, y otro, otra. Finalmente, un espíritu se adelantó y dijo que lo incitaría a ir a la batalla. El Señor le preguntó cómo haría eso y el espíritu le dijo al Señor que él sería un espíritu de mentira en boca de los profetas para que lo animaran a pelear (v. 21). El Señor le dio permiso al espíritu para hacer lo que tenía en mente. Según Micaías, el Señor había puesto un espíritu de mentira en la boca de todos los profetas de Acab para que este fuera engañado y muerto en la batalla (v. 22).
Es importante que digamos algunas palabras sobre esta profecía de Micaías. Primero, es importante que entendamos la naturaleza de las imágenes proféticas en las Escrituras. No debemos suponer que debido a que Micaías vio esta imagen, así es exactamente cómo sucedieron las cosas en el cielo. Dios dio imágenes proféticas en las Escrituras para comunicar una verdad. Estas imágenes eran a menudo de naturaleza simbólica. Una mirada rápida al libro de Apocalipsis, por ejemplo, nos mostrará que a Juan se le revelaron muchas imágenes proféticas de criaturas y bestias terribles. Estas no eran bestias reales. Eran símbolos de naciones o poderes espirituales en acción en el mundo. No debemos asumir que Dios literalmente se sentó en el cielo teniendo una conferencia con Sus ángeles para averiguar qué debería hacer con Acab. Dios no necesita consultar a los ángeles acerca de lo que debe hacer. Como Dios soberano, pudo determinar plenamente el destino de Acab y cómo sucedería.
La imagen profética que recibió Micaías tenía la intención de comunicar un mensaje a Acab de una manera que pudiera entender. Dios es representado como un gran comandante militar con sus consejeros reunidos a su alrededor. Juntos están planeando la estrategia para su ataque a Acab. En este grupo se encuentra uno que ha podido infiltrarse en las filas de los consejeros proféticos de Acab. Sugiere que podría engañarlos para que engañen a su rey. El comité de guerra está de acuerdo con esta estrategia y envía a su espía para que haga su engañoso trabajo. Acab podía entender este cuadro profético. Él mismo había estado involucrado en muchas de esas reuniones mientras se preparaba para la batalla contra sus enemigos.
Debemos tener mucho cuidado de estar tratando de sacar demasiado de la profecía de Micaías. Dios no fomenta el engaño y la mentira. Esto está claro según el contexto del resto de la Escritura. Lo que Micaías vio en su visión fue una imagen de Dios destinada al rey Acab. Dios le dio una imagen terrenal para que pudiera entender el mensaje que estaba comunicando, el cual tenía la intención de ser una advertencia para él. Dios estaba en contra de él y de sus esfuerzos por conquistar Ramot de Galaad, y Acab la atacaría a costa de su vida.
Cuando el profeta Sedequías, que había hecho los dos cuernos de hierro, oyó lo que Micaías había dicho al rey, se enojó con él y lo abofeteó en señal de desprecio. Se burló de Micaías diciendo: “¿Por qué camino se fue de mí el Espíritu de Jehová para hablarte a ti?”(v. 23). ¿Por qué el Espíritu me dijo una cosa y a ti otra? Al decir esto, parece estar diciéndole a Micaías que estaba claramente equivocado en su profecía.
Micaías respondió diciéndole a Sedequías que sabría quién tenía la razón el día en que fuera a esconderse de aposento en aposento (v. 24). Si bien no tenemos los detalles aquí, está claro que se acercaba el día en que Sedequías correría y se escondería del terror que le esperaba. Al final, el verdadero profeta sería revelado.
El rey Acab también estaba muy enojado con Micaías. En el versículo 25 ordenó que Micaías fuera encarcelado. Dijo que no se le diera comida ni agua hasta que Acab regresara sano y salvo de la batalla. Sin embargo, Micaías le dijo al rey que si regresaba sano y salvo de la batalla, entonces el Señor no había hablado a través de él (v. 27).
A pesar de la advertencia de Micaías, Josafat y Acab decidieron ir a la guerra contra Ramot de Galaad (v. 28). Lo que llama especialmente la atención es que Acab decidió no usar sus vestiduras reales con la intención de disfrazarse (v. 29). Cuatrocientos profetas le dijeron que tendría éxito en su batalla. Micaías el profeta le dijo que moriría. A pesar de cuánto se había alejado de Dios, Acab todavía estaba atormentado por las palabras de Micaías. En el fondo estaba consciente de que las palabras de Micaías muy bien podían ser ciertas. Él no podía correr ese riesgo, por lo que trató de disfrazarse para que el enemigo no lo reconociera.
El rey de Aram tenía la intención de capturar y matar a Acab. En el versículo 30 dio órdenes específicas de que sus hombres concentraran sus esfuerzos en el rey de Israel. Este mandato casi resultó fatal para Josafat. Cuando los comandantes lo vieron con sus vestiduras reales, supusieron que era el rey Acab y enviaron sus fuerzas tras él. Josafat sabía que estaba en serios problemas y clamó al Señor por ayuda (v. 31). Dios escuchó su oración y abrió los ojos de los comandantes de los carros para que vieran que él no era Acab (vv. 31-32).
Aunque Acab se disfrazó exitosamente para que el ejército sirio nunca lo reconociera, no se dio cuenta de que no podía esconderse de Dios. El versículo 33 nos dice que un hombre sacó su arco y disparó una flecha al azar la cual golpeó a Acab entre las secciones de su armadura. Durante todo el día la batalla rugió y nadie notó al Rey de Israel. Todo el día Acab se apoyó en su carro mirando la batalla. Por la tarde ya estaba muerto (v. 34). Esto fue en cumplimiento directo de la profecía de Micaías.
En cuanto a Josafat, tenía grandes motivos para reflexionar. Casi había perdido la vida en su asociación con Acab y sus malos caminos. Sin embargo, Dios escuchó su oración y le salvó la vida, dándole otra oportunidad de considerar Sus caminos.
Para meditar:
- ¿Alguna vez hemos sido tentados a formar una alianza con personas que no agradan a Dios? ¿Qué nos tienta a formar tales alianzas?
- En este capítulo tenemos una imagen de Josafat alejándose de Dios. A pesar de eso, ¿qué evidencia hay de que todavía era sensible a Dios?
- ¿Cuál es la diferencia entre los falsos profetas de Acab y el verdadero profeta Micaías?
- ¿Qué tiene que enseñarnos este capítulo acerca de la soberanía de Dios sobre el mal?
- ¿Podemos escondernos de Dios? ¿Por qué es inútil que intentemos esconder nuestros pecados de Él?
- A pesar de su rebelión contra Dios, la oración de Josafat todavía se escucha. ¿De qué manera esto nos anima en el presente? ¿Qué nos enseña esto acerca de la gracia y la misericordia de Dios?
Para orar:
- Pidamos al Señor que nos ayude a serle fiel.
- Pidamos a Dios que nos dé un corazón siempre dócil hacia Él.
- Agradezcamos al Señor por Su soberanía sobre el mal y el pecado.
- Demos gracias al Señor porque Él es un Dios de misericordia que tiene compasión de nosotros incluso cuando nos estamos desviando de Él y de Sus propósitos.
38 – Alianzas Pecaminosas
Leamos 2 Crónicas 19:1—20:37
En el capítulo anterior vimos cómo Josafat se había aliado con el malvado rey Acab. Esto casi resultó en la muerte de Josafat, quien clamó al Señor y le salvó la vida. Esto ciertamente le habría dado motivos para reflexionar sobre sus alianzas con impíos. También fue una advertencia muy poderosa de parte Dios.
Después de regresar a salvo de la batalla, Josafat llegó a su palacio en Jerusalén (v. 1). Dios, entonces, le envió un profeta llamado Jehú, quien tenía para él una palabra de parte Suya (v. 2):
¿Al impío das ayuda, y amas a los que aborrecen a Jehová? Pues ha salido de la presencia de Jehová ira contra ti por esto.
Josafat había hecho una alianza con el rey Acab y decidió ponerse del lado de Acab contra los sirios. Al hacer esto, estaba amando a aquellos que le habían dado la espalda a Dios y estaba ayudándolos en sus batallas. A Dios no le agradó esto y envió a su profeta Jehú a reprender a Josafat.
Según el versículo 3, entendemos que el corazón de Josafat todavía estaba sensible hacia Dios quien lo elogió por deshacerse de las imágenes paganas de Asera en la nación.
El rey Josafat tomó en serio las palabras del Señor. Nos queda preguntarnos si el momento en que casi perdió la vida en la batalla con Acab lo asustó y se dio cuenta de lo que estaba haciendo. El versículo 4 nos dice que el resultado de estas palabras del Señor fue que Josafat salía entre la gente de Beerseba a la región montañosa de Efraín y los hacía volver al Señor.
Para restaurar a su pueblo a una relación correcta con Dios, Josafat nombró jueces para cada ciudad fortificada en Jerusalén (v. 5). Les dijo a estos jueces que no debían juzgar según los hombres sino según Dios. En otras palabras, debían hacer lo que el Señor les pedía, sin mostrar favoritismo. Debían juzgar justamente y de acuerdo con la clara enseñanza de la ley de Dios. Debían ser gobernados por el temor del Señor, y no debían aceptar sobornos (v. 7).
En Jerusalén, Josafat nombró levitas, sacerdotes y jefes de familias israelitas para ayudar en la administración de la ley de Dios y resolver cualquier disputa que pudiera surgir en la tierra (v. 8). A estos levitas, sacerdotes y jefes de familia, Josafat les dio este mandato:
Procederéis asimismo con temor de Jehová, con verdad, y con corazón íntegro (v. 9).
Les dijo a estos líderes que debían tener cuidado en cada caso que se les presentara de advertirle a la gente que no pecara para que la ira de Dios no cayera sobre ellos (v.10). También comisionó al sumo sacerdote Amarías para que estuviera sobre todos los levitas, sacerdotes y cabezas de familia en asuntos concernientes a la ley de Dios. Zebadías debía estar sobre ellos en cuanto a los asuntos civiles relacionados con el rey (v. 11).
En todo esto, Josafat mostró su seriedad en buscar al Señor y Sus caminos. Dios le había estado hablando a su corazón acerca de sus malas alianzas y Josafat quería estar seguro de que estaba bien con Dios.
Pero el compromiso de Josafat con el Señor sería probado. En el capítulo 20 leemos cómo los moabitas, los amonitas y algunos de los meunitas (NVI) vinieron a hacerle la guerra (v. 1). Según entendemos del versículo 2 habían formado un enorme ejército. Entonces, ante la noticia de este gran ejército, Josafat quedó alarmado. El versículo 3 nos dice que “se dispuso a buscar al Señor, y proclamó ayuno en todo Judá” (LBLA). Josafat sabía que la fuente de su fuerza estaría en su Señor y Dios. Entonces el pueblo volvió su corazón al Señor y buscó Su ayuda (v. 4).
En esa ocasión, Josafat se paró en presencia de su pueblo en el templo y oró (2 Crónicas 20:5). En su oración confesó que el Señor, el Dios de sus padres, era Dios en los cielos (v. 6). Es decir, estaba por encima de todos los demás dioses; y gobernaba sobre todos los reinos de la tierra. Todo el poder y la fuerza procedían de Él. No había nación o dios que pudiera resistirlo.
Debido a que era un Dios todopoderoso, el Dios de los padres de Josafat había expulsado a los habitantes de la tierra que ahora ocupaban, dándosela a Su pueblo en respuesta a la promesa que le había hecho a Abraham. Josafat le recordó a Dios la promesa que le había hecho a Su pueblo.
Josafat también le recordó a Dios que Su pueblo le había construido un santuario en esa nación (v. 8). Cuando se construyó ese templo, la oración de Salomón había sido que cuando la calamidad llegara a la nación, si el pueblo de Dios clamaba a Él desde ese templo, Él escucharía y contestaría su oración (v. 9). Josafat se refiere aquí a la oración de Salomón en 2 Crónicas 6:28-31.
Josafat luego trajo al Señor el problema específico que tenían ellos con Amón, Moab y los habitantes del monte Seir (v.10), y le pidió que juzgara a estas naciones. Le dijo que ellos no tenían el poder en sí mismos para enfrentarse a un ejército tan masivo, y que sus ojos estaban puestos solo en Él para la victoria (v. 12).
Mientras oraban, el Espíritu del Señor vino sobre un levita llamado Jahaziel (v. 14). Dios tenía una palabra a través de él para hablarle a la asamblea en respuesta a sus oraciones. Dios le dijo a Josafat que no debía desanimarse por el gran ejército que venía contra él. Esta no era su batalla sino la del Señor. ¿Cuántas veces asumimos batallas que no son nuestras? El Señor está listo para pelear esas batallas por nosotros, pero en nuestro pánico tratamos de pelearlas nosotros mismos. Dios le estaba recordando a Josafat que no tendría que pelear esta batalla. Dios pelearía por él.
Dios también le dijo a Josafat que marchara contra el enemigo, y le dijo dónde los encontraría (v. 16). También les dijo que aunque no tendrían que pelear esa batalla, aun así debían tomar sus posiciones de pelea y mantenerse firmes. Sin embargo, en lugar de pelear, debían observar y ver qué iba a hacer el Señor por ellos (v. 17).
Cuando Josafat escuchó la palabra del Señor, se inclinó rostro en tierra en adoración. El pueblo hizo lo mismo (v.18). Entonces los levitas se pusieron de pie y comenzaron a alabar al Señor en voz alta (v. 19). La confianza del pueblo estaba en el Señor su Dios. Ahora tenían Su promesa de liberación y estaban animados. Su desesperación y desánimo ahora se tornaba en esperanza y confianza porque tenían la promesa de Dios para la victoria.
Al día siguiente, Josafat y sus hombres fueron a enfrentarse al enemigo. Mientras iban, Josafat los animó a poner su confianza en el Señor y en la palabra que les había dado a través de su profeta. Les recordó que serían victoriosos si mantenían su confianza en Dios (v. 20).
Entonces Josafat nombró a hombres para que cantaran al Señor y lo alabaran por el esplendor de su santidad. Estos hombres debían salir a la cabeza del ejército cantando:
Glorificad a Jehová, porque su misericordia es para siempre
Estos cantantes tenían un papel importante que desempeñar. Mientras cantaban, le recordaban a la gente que Dios era un Dios amoroso y que era fiel a Sus promesas. Cuanto más se acercaban al enemigo, más necesitaban que se les recordara esto. Ciertamente habría sido fácil para el pueblo de Dios ceder al miedo. El canto mantuvo sus mentes enfocadas en la verdad de la amorosa fidelidad de Dios y les dio valor para enfrentar a su enemigo.
Hubo algo más que sucedió ese día. El Señor se movió con poder cuando el pueblo comenzó a cantar alabanzas (v. 22). Una gran confusión entró en el campo enemigo. Los amonitas y los moabitas se levantaron contra los hombres del monte Seir y los combatieron. Empezaron a pelear entre ellos. La batalla entre estos dos bandos fue severa y cuando hubieron degollado a los hombres del monte Seir, los amonitas y los moabitas comenzaron a pelear entre ellos (v. 23).
Cuando los hombres de Judá llegaron al lugar donde Dios les había dicho que se encontrarían con el enemigo, solo encontraron cadáveres tirados en el suelo (v. 24). El enemigo se había destruido a sí mismo. Nadie escapó.
Josafat y sus hombres se llevaron el botín. Había tanto botín que no podían llevárselo todo (v. 25). Les tomó tres días recolectar lo que Dios les dio ese día.
Al cuarto día, cuando se recogió todo el botín, el pueblo se reunió en el valle de Beraca donde celebraron un gran servicio de alabanza y acción de gracias al Señor (v. 26). La palabra “Beraca” significa literalmente “alabanza”.
Después de este gran servicio de alabanza, Josafat y sus hombres regresaron a Jerusalén. Hubo gran gozo y regocijo en Jerusalén por la victoria que el Señor les había dado (v. 27). Ellos entraron en la ciudad y fueron al templo con el sonido de arpas, laúdes y trompetas acompañándolos. Fueron días de gran celebración. Dios les había dado una gran victoria (v. 28).
El pueblo de Dios no solo tenía motivos para celebrar, sino que las naciones que los rodeaban tenían grandes motivos para temer. Cuando las naciones vecinas oyeron lo que el Señor había hecho por Su pueblo, el temor se apoderó de ellos y se negaron a pelear contra Judá porque vieron el poder de su Dios. Judá viviría en paz con sus vecinos (v. 30).
En total, Josafat reinaría en Jerusalén durante veinticinco años (v. 31). Él anduvo en los caminos del Señor y no se desvió de ellos (v. 32). Aunque Josafat servía al Señor, todavía había en la nación lugares altos paganos donde se adoraba a dioses falsos. También hubo gente en la tierra que no entregó su corazón completamente al Señor (v. 33).
Sin embargo, hacia el final de su vida, Josafat hizo una alianza con Ocozías, rey de Israel. El versículo 35 deja bastante claro que Ocozías era “culpable de maldad”. Josafat accedió a construir una flota de barcos mercantes con él (v. 36). Cuando se completó el proyecto, el Señor envió un profeta llamado Eliezer a Josafat para hablarle sobre esta mala alianza (v. 37).
Eliezer le dijo a Josafat que debido a que había hecho esta alianza con el malvado rey Ocozías, el Señor destruiría los barcos que había hecho. Si bien no se nos dice cómo sucedió esto, el versículo 37 aclara que los barcos fueron destruidos antes de que pudieran zarpar.
En la vida de Josafat vemos a un hombre cuya tentación era formar alianzas con gente que hacía el mal. Dios tuvo que reprenderlo varias veces en su vida. No fue un rey malvado, pero fue tentado particularmente en esta área de su vida. No está claro por qué encontró tentadoras tales alianzas. El propósito de Dios para la nación de Judá era que lo buscaran y lo honraran en todos los sentidos. Las alianzas malvadas con personas cuyo corazón y principios eran impíos no era el propósito de Dios para Su pueblo. ¿Acaso las relaciones que tenemos honran a Dios? ¿Nuestras relaciones hacen que comprometamos nuestra fe y nuestros principios cristianos? Si es así, haríamos bien en tomar en serio la advertencia que Dios le hizo a Josafat.
Para meditar:
- ¿Qué impacto creemos que tuvo la experiencia de Josafat cuando estuvo a punto de morir en el capítulo 18 en cuanto a su comprensión de los peligros que hay en las alianzas pecaminosas?
- ¿Cómo procuró Josafat restaurar a su pueblo a una relación correcta con Dios en el capítulo 19?
- ¿Cómo se probó el compromiso de Josafat con Dios en el capítulo 20?
- Dios le dijo a Josafat que no le tocaba a él pelear la batalla que tenía por delante. ¿Cuántas veces nos hemos sentido tentados a pelear batallas que no eran nuestras?
- ¿Cuál fue el resultado de la victoria de Dios en la mente de las naciones alrededor de Judá? ¿La gente ve evidencia del poder y la presencia de Dios en nuestras vidas?
- La tentación de Josafat fue formar alianzas con socios pecadores. Analicemos nuestras relaciones. ¿Hay alguna relación que no honre a Dios?
Para orar:
- Agradezcamos a Dios por las veces que ha enviado personas para advertirnos del pecado en nuestras vidas.
- Demos gracias al Señor por las muchas veces que ha peleado batallas por nosotros. Démosle gracias por las victorias que nos ha dado.
- Pidamos a Dios que demuestre a través de nosotros una mayor medida de Su poder y presencia, para que, en mayor medida, otros vean a Cristo en nosotros.
- Pidamos a Dios que nos muestre si hay alguna relación en nuestra vida que no le honre a Él. Pidámosle que nos dé gracia para tratar con esas relaciones.
39 – Joram, Rey Malvado De Judá
Leamos 2 Crónicas 21:1-20
Cuando Josafat murió, fue sepultado en la Ciudad de David con sus padres. Su hijo Joram lo sucedió como rey en Judá (v. 1). Joram tenía seis hermanos cuyos nombres se enumeran en el versículo 2. Josafat les había dado a estos hijos muchas riquezas en plata, oro y artículos de gran valor, así como ciudades fortificadas en Judá. Sin embargo, como Joram era el hijo mayor, lo hizo rey.
Cuando Joram se estableció como rey sobre Judá, decidió dar muerte a sus hermanos y a algunos otros príncipes de la tierra (v. 4). Esto puede haber sido un intento de asegurar que su reinado no se viera amenazado.
Joram tenía treinta y dos años cuando comenzó a reinar, y sirvió como rey durante ocho años (v. 5). Fue un rey malvado. El versículo 6 lo describe como un rey que anduvo en los caminos del rey Acab de Israel. También descubrimos en este versículo que se casó con una de las hijas de Acab, cuya influencia probablemente lo alejó del Señor.
La maldad de Joram despertó la ira de Dios. Fue solo por la promesa de misericordia que Dios le hizo a David que no destruyó a Joram y su familia (v. 7). Dios prometió que mantendría una lámpara para David y su descendencia para siempre. Si no hubiera sido por esa promesa, Joram y sus descendientes habrían sido destruidos.
Aunque Dios no estaba dispuesto a destruir a los descendientes de David a causa del pecado de Joram, sí lo castigó por su maldad. En los días de Joram, Edom se rebeló contra Judá. En los días de Josafat, el padre de Joram, el temor del Señor llenó a las naciones vecinas de modo que no se atrevieron a atacar a Judá (ver 2 Crónicas 20:29-30). Este fue un cambio radical para la nación de Judá. Las naciones ya no temían atacar al pueblo de Dios. La presencia poderosa de Dios ya no era evidente en la nación. El pecado la había despojado de ese poder.
Vemos que entonces Edom se rebeló contra Judá (v. 8); y Joram reunió sus carros y oficiales militares para atacarlo. Edom lo rodeó y amenazó con dominarlo, pero pudo escapar (v. 9). Joram no pudo hacer frente a esta rebelión. La región de Libna también se rebeló y Joram no tuvo poder contra ellos. El versículo 10 deja muy claro que la razón por la que Joram no tenía poder contra estas regiones insignificantes era porque había abandonado al Señor.
El efecto del pecado en la vida de la nación es obvio. Hubo un momento en que fueron temidos y prosperaban. Sin embargo, bajo el reinado de Joram, esto ya no fue así. Toda la nación quedó debilitada por el pecado.
Aunque el efecto del pecado debió haber sido obvio para la nación, el versículo 11 nos dice que Joram continuó en su rebelión al construir lugares altos en las colinas de Judá. El pueblo de Jerusalén adoraba dioses falsos y se prostituía con ellos. La nación fue apartada del verdadero Dios. El sentido común le habría mostrado a la nación que estas prácticas los estaban despojando de la bendición que alguna vez conocieron; sin embargo, esto parecía importar poco. Por los placeres del pecado, la nación estaba dispuesta a sacrificar todo lo que alguna vez conocieron de las bendiciones y la presencia de Dios.
Satanás es capaz de cegar los ojos de los que caen en su trampa. Hablemos con el joven que ha caído en el pecado de la inmoralidad. Hablemos con la persona de negocios que ha quedado atrapada en la trampa del éxito. Veremos muy pronto que el placer y el éxito terrenales han cegado sus ojos a las cosas de Dios. No parece importarles que sus vidas y las vidas de quienes los rodean estén siendo destruidas. Son indiferentes a las cosas de Dios. Esto es lo que estaba pasando en Judá. Apartaron sus corazones de Dios y de Su presencia. Fueron indiferentes al hecho de que la nación estaba siendo destruida. Todo lo que veían era la acción pecaminosa que habían emprendido, junto a sus caminos pecaminosos. Eso era lo único que querían.
En medio de este terrible mal, llegó una carta del profeta Elías a Joram. Elías tenía una palabra del Señor para el rey. En la carta, le dice a Joram que él no había estado caminando con Dios como lo habían hecho sus padres Josafat y Asa. En cambio, andaba en los caminos de los reyes de Israel que habían abandonado al Señor. Estaba alejando a la nación de Dios y había asesinado a sus hermanos que eran mejores hombres que él (v. 13).
Elías pasó a decirle a Joram que el Señor estaba enojado con él. Dios iba a herir a su pueblo, a sus hijos y a sus mujeres con un duro golpe (v. 14). Dios también lo golpearía con una enfermedad persistente y dolorosa de los intestinos (v. 15). El Señor había tomado muy en serio el pecado en Judá.
En el versículo 16 descubrimos que esta profecía de Elías se cumplió cuando Dios levantó a los filisteos y a los árabes contra Joram. Éstos atacaron a Judá y se llevaron todos los bienes que encontraron en el palacio del rey. También se llevaron cautivos a sus hijos y a sus mujeres. El único hijo que le quedó fue Ocozías, su menor (v. 17).
Otro cumplimiento de la profecía de Elías se produjo cuando Joram padeció una enfermedad incurable en los intestinos (v. 18). Con el tiempo, las entrañas de Joram se salieron a causa de su enfermedad. No está claro cómo sucedió esto, pero podemos estar seguros de una cosa, su enfermedad fue violenta y terminó en una muerte horrible. Padeció dos años de esta terrible enfermedad.
Cuando Joram murió no hubo funeral real. Su muerte no fue tratada con el honor acostumbrado. De hecho, el versículo 20 nos dice que nadie lamentó su muerte. Ni siquiera fue enterrado en una tumba especial reservada para los reyes.
Ciertamente podemos percibir cuán diferente fue el reinado de Joram. Durante el reinado de su padre hubo prosperidad en la tierra de Judá. La nación vivía en paz con los vecinos de los alrededores. Las naciones veían el poder de Dios y temían a Judá. Pero este no fue el caso de Joram. El suyo fue un reinado lleno de inseguridad y confusión. Él asesinó a sus hermanos para asegurar su posición. Solo podemos imaginar el resultado de esta noticia en la mente del pueblo de aquella nación. Nadie se atrevía a hablar en su contra por miedo a que lo mataran. Bajo Joram, la nación de Judá se volvió débil e impotente. Los edomitas se rebelaron y fueron una constante espina en su costado. Los filisteos y los árabes los despojaron de todo lo de valor. La familia real fue llevada al exilio, y Joram contrajo una horrible enfermedad que le quitaría la vida. Después de ocho años de reinado, la nación de Judá estaba pobre y sin poder. La bendición y la presencia de Dios ya no eran evidentes en la tierra. Lo habían perdido todo. Este fue el resultado del pecado.
Para meditar:
- ¿Cuál creemos fue la razón por la que Joram mató a sus hermanos cuando se convirtió en rey? ¿Qué efecto pensamos que habrán tenido las noticias de estos asesinatos en la nación en general?
- ¿Por qué Dios no destruyó completamente la nación de Judá?
- ¿Cuál fue el resultado del pecado de Joram? ¿Cuál ha sido el resultado del pecado en nuestras vidas?
- ¿Qué nos hace ser indiferentes o ciegos al efecto del pecado en nuestras propias vidas y en las vidas de los que nos rodean?
- ¿Qué tan en serio tomó Dios los pecados de Joram? ¿Cuál fue su castigo? ¿Toma Dios en serio el pecado en nuestros días?
- Dios advirtió a Joram de su pecado y las consecuencias del mismo a través de un profeta. ¿Cómo nos advierte Dios hoy?
Para orar:
- Agradezcamos al Señor por Su misericordia hacia nosotros aun cuando pecamos. Agradezcámosle por su misericordia en el castigo.
- Pidamos a Dios que nos abra los ojos al efecto de nuestro pecado en la vida de los demás.
- Demos gracias a Dios por tomar en serio el pecado. Agradezcamos que Él es un Dios santo que traerá justicia.
- Pidamos a Dios que nos dé gracia para recibir las advertencias que nos da en cuanto a nuestros pecados. Pidamos que nos ayude a ser lo suficientemente humildes para aceptar su reprensión. Pidamos gracia y fuerza para hacer las cosas bien.
40 – Ocozías Y El Reinado Del Mal De Atalía
Leamos 2 Crónicas 22:1—23:21
La nación de Judá se debilitó severamente bajo el reinado de Joram quien condujo a la nación al pecado y a la rebelión contra Dios. Esto dio como resultado que el Señor incitara a los filisteos y árabes para que atacaran a Judá. El palacio del rey fue despojado de todo lo que tenía valor y la familia de Joram fue llevada al exilio o asesinada. Del versículo 1 entendemos que los hermanos de Ocozías habían sido asesinados por los invasores filisteos y árabes que habían atacado a Judá durante el reinado de Joram. Ocozías era el único descendiente que quedaba de Joram, y el pueblo de Jerusalén lo ungió como rey sobre ellos.
Ocozías tenía veintidós años (cuarenta y dos en otras versiones) cuando comenzó a reinar en Jerusalén, y solo reinaría por un año. Su madre fue Atalía, hija de Acab, rey de Israel (v. 2).
Ocozías no siguió los caminos del Señor, sino que escogió andar en los caminos paganos de los reyes israelitas. Su madre Atalía animó a Ocozías a alejarse del Señor y seguir los caminos del malvado padre de ella, Acab, rey de Israel (v. 3). Dios había advertido a Su pueblo acerca de casarse con esposas incrédulas. Vemos aquí cómo esto sería un factor importante en la caída de la nación.
Animado por su malvada madre Atalía, Ocozías le dio la espalda al Señor, al Dios de sus antepasados, escuchando el mal consejo de su madre (v. 4).
Entonces, siguiendo las palabras de los malvados consejeros de su padre, Ocozías se unió a Joram, hijo de Acab, rey de Israel, para luchar contra Hazael, rey de Siria. En esa batalla, el rey Joram de Israel resultó herido y regresó a la ciudad de Jezreel para recuperarse de sus heridas (vv. 5, 6).
Debido a que Ocozías tenía una buena relación con el rey Joram, bajó a visitarlo cuando se estaba recuperando de sus heridas (v. 6). Dios usaría esta visita para juzgar a Ocozías y provocar su caída (v. 7).
En ese tiempo había en Israel un hombre que se llamaba Jehú. Dios había elegido a Jehú para juzgar a la nación de Israel por causa de su pecado. Jehú fue a aniquilar la casa de Acab en Israel. Mientras hacía esto, halló a los príncipes de Judá, hijos y parientes de Ocozías, en Israel, atendiendo al rey Joram en su enfermedad, y decidió matarlos también (v. 8).
Después de matar a la casa de Acab y a los parientes de Ocozías, Jehú procedió a buscar a Ocozías para matarlo también (v. 9). Finalmente encontraron al rey Ocozías y a sus hombres escondidos en Samaria, y allí lo mató. Observemos en el versículo 9 que decidieron enterrarlo porque era el hijo de Josafat “que buscó al Señor con todo su corazón”. Ocozías fue tratado con cierto respeto en su muerte debido a su herencia piadosa. Sin embargo, después de la muerte de Ocozías, no había nadie en su casa lo suficientemente poderoso como para tomar el control de la nación (v. 9).
Cuando la madre de Ocozías, Atalía, escuchó que su hijo había muerto, procedió a destruir al resto de la familia real en Judá. Ella demostró ser una gran enemiga de la nación que la había acogido por medio del matrimonio (v. 10).
Mientras Atalía estaba encolerizada matando a la familia real, Josabet, esposa del sacerdote Joiada, tomó a Joás, el hijo de Ocozías y lo sacó de donde los príncipes reales que estaban a punto de ser asesinados. Ella lo cuidó y alimentó en su propio dormitorio. Gracias a Josabet, Joás se salvó de la mala intención de Atalía. Joás permanecería escondido de Atalía durante seis años, durante los cuales ella gobernaría como reina indiscutible sobre Judá.
En el séptimo año de la vida de Joás, el sacerdote Joiada decidió que era hora de presentar a Joás a la nación como legítimo rey (2 Crónicas 23:1). Para hacer esto hacía falta que Atalía fuera depuesta como reina. El asunto era muy delicado y requería el mayor secreto. Si Atalía se enteraba de que Joás estaba vivo, seguramente intentaría matarlo como había hecho con el resto de la familia real.
Joiada, entonces, llegó a un acuerdo con varios comandantes militares; y recorriendo la nación, reunieron a los levitas y a los cabezas de las familias de Israel y los llevaron a Jerusalén (v. 2). Cuando se hubieron reunido en Jerusalén, hizo un pacto con ellos en el templo del Señor proclamando que Joás, el heredero legítimo del trono, gobernaría sobre ellos como rey (v. 3).
Ese día, el sacerdote Joiada propuso un plan para hacer rey a Joás. Una tercera parte de los sacerdotes y levitas debían estar de servicio el sábado y vigilar las puertas del templo (v. 4). Otro tercio de estos sacerdotes y levitas se reuniría en el palacio real y el último tercio en la Puerta de la Fuente. Otros hombres debían reunirse en los patios del templo (v. 5). Todos debían asegurarse de que nadie entrara en el templo sino los sacerdotes y los levitas que estaban de servicio en ese momento (v. 6). Los levitas debían colocarse alrededor del rey, cada hombre con sus armas en la mano, listo para defenderlo si fuera necesario. Si alguien intentaba entrar en el templo durante ese tiempo, debía ser ejecutado. Los levitas debían acompañar al rey dondequiera que fuera (v. 7).
Según el versículo 8, los levitas hicieron exactamente lo que ordenó el sacerdote Joiada, quien también entregó a los comandantes de centenas las lanzas y los escudos que habían pertenecido al rey David (v. 9). Con estas armas en sus manos, los hombres rodearon al rey (v. 10). Joiada no iba a correr ningún riesgo; necesitaba garantizar la seguridad del joven rey.
Cuando se tomaron todas estas precauciones, Joiada y sus hijos sacaron a Joás y le pusieron una corona en la cabeza. Luego lo presentaron al pueblo y lo proclamaron rey. Cuando fue ungido, el pueblo gritó a gran voz: “¡Viva el rey!” (v. 11).
Cuando Atalía escuchó el ruido de la gente vitoreando, salió al templo para ver qué estaba pasando (v. 12). Cuando vio a Joás de pie con los oficiales y los trompetistas a su lado, y todos los cantantes y músicos dirigiendo alabanzas, gritó: “¡Traición! ¡Traición!”.
Por lo general, ese grito habría sido suficiente para atraer a los soldados a su lado, pero no fue así esta vez. El sacerdote Joiada envió a los comandantes militares a capturar a la reina Atalía, y ordenó matar a cualquiera que la siguiera (v. 14). Siguiendo las órdenes de Joiada, los sacerdotes y comandantes apresaron a la reina, la llevaron a la Puerta de los Caballos y la mataron (v. 15).
Cuando la reina Atalía fue ejecutada, el sacerdote Joiada hizo un convenio de que él y el pueblo serían el pueblo del Señor (v. 16). El resultado fue que el pueblo de Jerusalén derribó el templo de Baal, destrozó los altares e ídolos extranjeros y mató a los sacerdotes de Baal frente a los altares (v. 17).
Joiada puso la supervisión del templo del Señor en manos de los sacerdotes y asignó responsabilidades a cada uno de ellos (v. 18). Puso porteros en las puertas del templo para que nadie que estuviera inmundo pudiera entrar (v. 19).
Con la ayuda de los comandantes militares, nobles y gobernantes, Joiada llevó al rey del templo al palacio donde lo sentaron en el trono real (v. 20). El pueblo de la tierra se regocijó por la coronación de Joás. Observemos en el versículo 21 que la ciudad estaba tranquila porque Atalía había sido muerta a espada. Esto nos lleva a creer que no hubo rebelión contra la coronación de Joás ni hubo ninguna reacción particular a la muerte de una reina tan malvada.
Dios no se había dado por vencido con su pueblo. Joram, Ocozías y Atalía llevaron a la nación a la rebelión contra Dios durante varios años. Aunque el pueblo de Dios se había rebelado contra Él, Dios no los había olvidado. Con el tiempo, juzgó a los que se habían rebelado. Dios protegió a un descendiente de David y levantó un sacerdote que sería responsable de restaurar la bendición de la nación nuevamente.
¡Cuán agradecidos deberíamos estar de que mientras el mal puede levantar su horrible rostro, nuestro Dios es más grande! Él no abandona a Su pueblo. A lo largo de este tiempo malo, Dios estaba preparando un escape para Su pueblo. Él quería restaurarlos. Ya habían perdido mucho a causa de su pecado durante los reinados de Joram, Ocozías y Atalía. Sus enemigos estaban cerca causando problemas. Habían perdido el territorio que una vez ocuparon. La riqueza y la prosperidad de la época de David y Salomón se redujeron en gran medida; pero Dios estaba dispuesto a restaurarlos nuevamente a la comunión y la bendición si regresaban a Él.
Para Meditar:
- ¿Cómo protegió Dios al linaje de David de Jehú y Atalía?
- El rey Joram se casó con la malvada Atalía en contra del propósito de Dios. Ella demostraría ser una gran enemiga de Judá. ¿Qué nos enseña esto acerca de formar alianzas malvadas? ¿Existen tales alianzas y asociaciones en nuestras vidas?
- ¿Cómo demuestra Dios ser más grande que la rebelión de la nación de Judá en estos capítulos? ¿Cómo nos anima esto hoy en día?
- ¿Qué perdió el pueblo de Dios a causa de su pecado? ¿Qué nos ha quitado el pecado?
Para orar:
- Agradezcamos al Señor que Él no se da por vencido con nosotros, incluso en nuestra rebelión.
- Demos gracias al Señor que Él es un Dios santo que juzgará el pecado y el mal.
- Agradezcamos al Señor que Él está dispuesto a restaurar a todos los que se arrepienten y regresen a Él.
- Pidamos a Dios que nos ayude a volvernos de nuestra maldad hacia Él.
41 – Joás, Rey De Judá
Leamos 2 Crónicas 24:1-27
Joás tenía siete años cuando comenzó a reinar en Judá. Reinaría cuarenta años (v. 1). El versículo 2 nos dice que mientras Joiada fue sacerdote, Joás hizo lo recto ante los ojos del Señor. Esta es una declaración importante sobre la condición espiritual del rey. Su espiritualidad dependía de Joiada. Su relación con él era una relación fuerte. No hubo nadie tan fiel a Joás como el sacerdote Joiada. Su esposa había criado a Joás en su casa hasta la edad de siete años. Joiada había sido una figura clave en el derrocamiento de la malvada reina Atalía y en el establecimiento de Joás como rey sobre Judá. El rey obviamente sentía obligación hacia Joiada y su Dios.
Del versículo 3 entendemos que Joiada escogió dos esposas para Joás. De ahí sabemos que Joiada no solo fue un fiel partidario y protector de Joás, sino que también actuó como un padre para él. Joás no tenía padre ni madre. Joiada y su esposa eran los únicos padres que él conocía. Por medio de estas esposas Joás tuvo hijos e hijas (v. 3)
Joás fue responsable de muchas reformas en Judá durante los años de Joiada el sacerdote. En el versículo 4 decidió restaurar el templo en Jerusalén. Obviamente, durante los años del reinado de Atalía, el templo se había deteriorado. Ella y sus seguidores desviaron al pueblo de Dios hacia la adoración a Baal. Según el versículo 7, los hijos de Atalía incluso habían irrumpido en el templo y usado sus objetos sagrados para adorar a Baal. Había mucho trabajo por hacer para que el templo pudiera ser purificado.
Joás entonces comisionó a los sacerdotes y levitas para que fueran a las ciudades de Judá a recolectar dinero del pueblo para el templo de Dios (v. 5). Este impuesto era requerido por la Ley de Moisés, pero probablemente no se había recaudado durante muchos años bajo el reinado de Atalía (ver Éxodo 30:14-15). Percatémonos en el versículo 5 que Joás sintió que había urgencia en esta tarea. “Háganlo inmediatamente” (NVI), les dijo.
El versículo 5 nos dice que los levitas tardaron en salir a cobrar el impuesto del templo. No se nos dice el motivo de este retraso. Tal vez dudaron en cobrar los impuestos por miedo a lo que pensaría la gente. Es probable que esta ley no se hubiera aplicado durante muchos años.
El rey llamó a Joiada para preguntar la razón de la demora en recoger el dinero del pueblo (v. 6). No se nos dice la respuesta de Joiada. Lo que sí tenemos, sin embargo, es la decisión del rey de colocar un cofre fuera del templo (v. 8). Luego, el rey emitió un decreto para que el pueblo trajera su impuesto al Señor y lo pusiera en el cofre (v. 9). La respuesta fue positiva. Los oficiales y el pueblo vinieron a Jerusalén y pusieron su dinero en el cofre. Veamos aquí que el versículo 10 nos dice que ellos hicieron esto “de buena gana”.
Cada vez que se llenaba el cofre, se les llevaba a los funcionarios del rey. El secretario real y un oficial del sumo sacerdote tomarían el dinero, y el cofre se volvería a colocar en su lugar (v. 11). El versículo 11 nos dice que recogieron una gran suma de dinero de esta manera.
El dinero recaudado fue entregado a los hombres que llevaron a cabo la obra del templo (v. 12). Con este dinero pudieron contratar albañiles, carpinteros, herreros y bronceadores para restaurar el templo. Estos hombres fueron diligentes y repararon el templo según el diseño original (v. 13). Esto nos lleva a creer que el daño al templo había sido significativo.
El dinero extra se usó para hacer los artículos necesarios para la quema de ofrendas. También se hicieron platos y otros objetos para servir en la adoración a Dios en el templo (v. 14). Recordemos que estos artículos les habían sido robados por reyes extranjeros a causa de su maldad.
Mientras Joiada fue sacerdote, continuamente se ofrecían holocaustos en el templo de Jerusalén (v. 14). Joiada, sin embargo, ya estaba envejeciendo. El versículo 15 nos dice que vivió hasta la edad de ciento treinta años. Cuando murió, fue sepultado con los reyes de Judá por el bien que había hecho a la nación (v. 16).
Joiada era realmente el líder del pueblo en esos días. Joás dependió de él y siguió su consejo. El versículo 17 nos dice que cuando Joiada murió, Joás escuchó el consejo de los oficiales de Judá, y esto sería su perdición. Siguiendo el consejo de los consejeros de Judá, Joás abandonó el templo del Señor. Entonces Judá volvió a adorar las imágenes e ídolos paganos de Asera (v. 18).
Dios estaba enojado con Joás y la nación por su rebelión. Envió profetas para advertirles, pero la gente se negó a escuchar a esos profetas (v. 19). Finalmente, el Espíritu de Dios vino a Zacarías, hijo de Joiada, quien se puso de pie ante la gente y habló palabra del Señor (v. 20).
Zacarías le preguntó al pueblo por qué estaban desobedeciendo el mandato del Señor. Les dijo que no podrían prosperar como nación si se rebelaban contra Dios. Continuó diciéndoles que debido a que habían abandonado a Dios, Dios los había abandonado a ellos.
El pueblo de Judá no recibió estas palabras del Señor y conspiraron contra el profeta. El mismo Joás dio la orden de apedrear a Zacarías en el atrio del templo (v. 21). El versículo 22 aclara que el pecado de Joás al hacer apedrear a Zacarías, el hijo de Joiada, fue doble. Primero, se había negado a escuchar la Palabra del Señor; y segundo, no se acordó de la bondad de Joiada que lo había criado como un hijo cuando él no tenía padre. Pagó a Joiada por su bondad matando a su hijo Zacarías. Mientras Zacarías se estaba muriendo, le dijo a Joás: “¡Que el SEÑOR vea esto y te juzgue!”(v. 22, NVI).
Tal y como había dicho Zacarías, Judá no podía prosperar mientras vivieran en rebelión contra Dios, y por esa causa Dios estaba en contra de ellos. A la vuelta del año, el ejército de Siria (Aram) marchó contra Judá (v. 23). Los sirios mataron a varios líderes de Judá y tomaron mucho botín de la ciudad llevándolo para a su rey en Damasco. Está claro en el versículo 24 que el ejército arameo era muy pequeño e insignificante, pero derrotó a Judá.
Joás fue gravemente herido en esa batalla contra Siria (v. 25). Los propios oficiales de Joás conspiraron contra él y lo asesinaron en su cama. Hicieron esto porque había asesinado a Zacarías, hijo de Joiada. Ahora él no sería enterrado con los reyes de Judá, pues no tendría el honor que tuvo Joiada en su muerte. Un relato más completo de su vida se registró en los anales de los reyes de Judá. Su hijo Amasías se convertiría en rey en su lugar (v. 27).
La historia de Joás es la historia de un rey que no tenía fuerzas para valerse por sí mismo. Es la historia de un rey influenciado por quienes lo rodeaban. Cuando estaba rodeado de personas piadosas, vivía como ellos, pero cuando esas personas fueron eliminadas de su vida y las personas impías lo rodearon, siguió el consejo de ellos. Hay muchas personas como Joás. Su vida espiritual no se basa en convicciones personales sino en la influencia del momento. Son influenciados por quienes los rodean y les gusta ser populares. Están más preocupados por lo que la gente piense de ellos que por seguir sus convicciones y hacer lo correcto.
En el caso del pueblo, vemos que estaban influenciados por el líder de la época. Sirvieron a Dios mientras Joiada fue sacerdote, pero cayeron como Joás cuando les quitaron su influencia piadosa. Que Dios levante una generación de personas que tengan convicciones personales y que no dependan de las influencias que les rodean.
Para meditar:
- ¿Cuál era la relación entre Joiada y Joás? ¿Qué influencia tuvo Joiada en la vida de Joás?
- ¿Qué personas han sido influyentes en nuestras vidas? ¿Esta influencia ha sido buena o mala?
- ¿Cómo cambió Joás cuando murió Joiada? ¿Qué nos dice esto acerca de sus convicciones personales?
- ¿Cuál fue el resultado de la rebelión de Judá en los últimos años de Joás? ¿Qué esperanza tenemos como nación, iglesia o personalmente, aparte de la obediencia a Dios y Su palabra? ¿Cuán importante es obedecer a Dios?
Para orar:
- Tomemos un momento para agradecer al Señor por alguien que haya tenido una profunda influencia para bien en nuestra vida.
- Pidamos al Señor que nos dé convicciones personales que no dependan de las influencias de las personas que nos rodean.
- Pidamos a Dios que nos ayude a ver si hay personas a nuestro alrededor que nos están influenciando hacia el mal.
- Oremos al Señor que nos dé gracia para vivir en obediencia a Él sin importar lo que digan los demás.
- Roguémosle que nos ayude a ser una influencia positiva para Su gloria en las personas que nos rodean.
42 – El Rey Amasías De Judá
Leamos 2 Crónicas 25:1-28
Después de la muerte de Joás, su hijo Amasías se convirtió en rey. Amasías tenía veinticinco años en ese momento. Reinaría en la ciudad de Jerusalén durante veintinueve años (v. 1). Amasías fue un buen rey, pero sirvió al Señor con un corazón dividido (v. 2).
Una de las primeras cosas que hizo como rey de Judá fue ejecutar a los oficiales que habían asesinado a su padre Joás en su lecho de enfermedad (ver 2 Crónicas 24:25-26). Es interesante que el versículo 4 nos dice que Amasías no mató a los hijos de estos hombres sino que actuó de acuerdo con la Ley de Moisés. En particular, la referencia es a Deuteronomio 24:16 que declara:
Los padres no morirán por los hijos, ni los hijos por los padres; cada uno morirá por su pecado.
Lo significativo de esto es que la práctica de la época era acabar con familias enteras. Vemos esto en el caso de Jehú de Israel (2 Crónicas 22:7-8) y Atalía de Judá (2 Crónicas 22:10). Pero Amasías decidió no actuar de esta manera. En cambio, actuó de acuerdo con la clara enseñanza de la Ley de Moisés. Él fue digno de elogio por actuar así.
En el versículo 5, Amasías decidió reunir sus fuerzas armadas. Entonces convocó a los de veinte años y más, y halló que había trescientos mil hombres listos para el servicio militar. Para complementar esto, contrató a cien mil hombres de guerra de Israel por cien talentos de plata. Cien talentos de plata son aproximadamente 3,4 toneladas métricas.
La decisión de Amasías de tomar soldados de Israel no le agradó a Dios. La nación de Israel se había apartado de Dios y Su Palabra. Dios no quería que Judá se asociara con Israel porque ella solo los alejaría de Él. Su bendición y presencia habían sido retiradas de la nación de Israel. Dios nos llama a tener cuidado con las asociaciones que hacemos a la hora de servirle.
Dios envió un profeta para hablarle a Amasías acerca de su decisión de contratar tropas israelitas; y le dijo que no debía marchar junto a esas tropas porque la presencia del Señor no estaba con ellos. El profeta le advirtió que, incluso si luchaba con valentía, Dios lo derrotaría ante sus enemigos si iba a la batalla con estos soldados israelitas.
Es importante que veamos aquí la relevancia de la obediencia al Señor. Cualquier acto de desobediencia puede impedir nuestra bendición y la victoria de parte de Dios. Amasías necesitaba lidiar con todos los pecados conocidos para poder asegurar su victoria y bendición. Se nos aconseja hacer lo mismo.
Cuando Amasías escuchó las palabras del profeta, su preocupación inmediata fue el dinero que iba a perder. Acababa de pagar cien talentos de plata a Israel por estas tropas (v. 9). No recuperaría este dinero. El profeta le dijo, sin embargo, que Dios podía darle mucho más que los cien talentos que perdería ante Israel si obedecía Su mandato.
Había un sacrificio que hacer por parte de Amasías. Obviamente, había actuado sin consultar a Dios al contratar a estos soldados israelitas. Iba a perder cien talentos pero experimentaría la bendición de Dios si obedecía. Hay muchas personas hoy en día que no están dispuestas a perder lo que han invertido. Las palabras del profeta, sin embargo, son importantes. Dios puede darnos mucho más. Las bendiciones de la obediencia superan con creces cualquier cosa que podamos obtener por otros medios. Estas bendiciones no siempre serán de naturaleza material, pero podemos estar seguros de que las recompensas de Dios serán mucho mayores que cualquier cosa que este mundo pueda ofrecer.
En obediencia a la palabra del Señor, Amasías despidió a las tropas israelitas (v. 10). A estas tropas no les gustó que las despidieran, y se fueron muy enfadados. El versículo 13 nos dice que asaltaron las ciudades de Judea desde Samaria hasta Bet-horón, matando a tres mil personas en su ataque y llevándose grandes cantidades de botín. Amasías no solo perdió cien talentos de plata, sino que también sufrió un daño tremendo en el país por parte de estos soldados israelitas que les asaltaron. Amasías pagó un alto precio por la obediencia.
Amasías guió al ejército que quedó en el Valle de la Sal; y Dios le dio la victoria matando a diez mil hombres en la región de Seir (v. 11). También capturaron vivos a otros diez mil hombres, los llevaron a lo alto de un acantilado y los arrojaron a la muerte (v. 12). La victoria que el Señor le dio a Amasías fue significativa. Este fue el resultado directo de su disposición de obedecer la palabra que había recibido por medio del profeta de Dios.
Pero Amasías trajo algunos de los dioses edomitas cuando regresó a casa después de su victoria (v. 14). Puso a estos dioses en un lugar, se inclinó ante ellos y les quemó sacrificios. No está claro por qué Amasías hizo esto. ¿Será que atribuyó parte de su victoria a los dioses de Edom?
Dios estaba enojado con Amasías por adorar a los dioses de los edomitas, y envió a Su profeta para que le hablara de esto. El profeta le preguntó al rey por qué consultó a los dioses de los edomitas cuando ni siquiera podían dar la victoria a su propio pueblo (v. 15). Pero Amasías no aceptó la palabra de este profeta. En el versículo 16 vemos lo que dijo: “¿Te han puesto a ti por consejero del rey?” También le advirtió que si continuaba hablando, lo mataría. El profeta escuchó al rey pero, antes de irse, le dijo que Dios había determinado destruirlo (v. 16).
Cuando Amasías regresó de derrotar a Edom, dirigió su atención a la nación de Israel. Los soldados israelitas que había contratado habían hecho mucho daño a su nación. Pudo haber sido que Amasías estuviera pensando en esto cuando desafió a Israel a una batalla en el versículo 17.
En el versículo 18, el rey Joás de Israel respondió a la amenaza de Amasías con un insulto. Le dijo que un cardo envió un mensaje a un cedro pidiéndole que le diera su hija a su hijo en matrimonio. Sin embargo, antes de que hubiera alguna respuesta a esto, una bestia salvaje pasó y pisoteó el cardo para que muriera. ¿Qué estaba tratando de decirle Joás a Amasías en esta historia?
El cardo en esta historia es Amasías. El cedro era Joás. Al compararse a sí mismo con un cedro y a Amasías con un cardo, Joás le estaba diciendo a Amasías que lo veía como un ser inferior a él en dignidad. No le tenía ningún respeto como líder de Judá. La referencia al matrimonio potencial es más difícil de entender. Sin embargo, no debemos leer tratando de imaginar demasiado sobre esto. Lo que Joás parece estar diciendo es que incluso si Amasías llegara a formar una alianza amistosa con él al pedirle a su hija para su hijo, lo aplastaría como una bestia salvaje aplasta a un cardo. En la historia de la familia de Amasías hubo alianzas formadas con Israel por matrimonio. Joás no consideraría tal alianza porque consideraba que Amasías era tan inferior a él que sería indigno para él incluso permitir que su hija se casara con su hijo.
Joás pasó a decirle a Amasías que se había enorgullecido porque había derrotado a los edomitas. Le recordó que no tendría el mismo éxito con Israel. Le dijo que se quedara en casa para no encontrarse en serios problemas a manos de Israel (v. 19).
Estas palabras ofendieron a Amasías, quien escogió ignorar las palabras del profeta y las palabras de Joás (v. 20). En la batalla que siguió, el rey Joás de Israel atacó a Amasías. Se enfrentaron en Bet-semes en Judá (v. 21). Judá fue derrotado por Israel y huyó delante de ellos (v. 22). El rey Joás finalmente capturó a Amasías y derribó una sección de seiscientos pies de largo del muro de Jerusalén. Tomó todos los artículos de oro y plata que se encontraban en el templo y los trajo de regreso a Israel junto con muchos rehenes (v. 24).
Amasías viviría quince años después de la muerte de Joás, rey de Israel (v. 25). Los eventos de su reinado fueron escritos en los registros de los reyes de Judá (v. 26).
El versículo 27 nos dice que desde el momento en que Amasías le dio la espalda al Señor, hubo un grupo que conspiró contra él en Jerusalén. Debido a esta conspiración, se vio obligado a abandonar Jerusalén y establecerse en Laquis. Sin embargo, sus enemigos lo siguieron hasta allí y lo mataron. Fue llevado de regreso a Jerusalén a caballo y sepultado con sus padres (v. 28).
La historia de Amasías es la historia de un hombre cuyo corazón no estaba completamente dedicado al Señor. Tuvo otros amores en su vida. Finalmente, lo que Jesús dijo a sus discípulos en Lucas 16:13 se hizo realidad en la vida de Amasías:
Ningún siervo puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.
Dios busca a personas que estén consagradas solamente a Él; porque no nos compartirá con otros amantes. No podemos servir a Dios si nuestro corazón está enfocado en otras cosas. Amasías es un claro ejemplo de esto.
Para Meditar:
- ¿Qué significa servir a Dios con un corazón dividido? ¿Por qué fue Amasías un ejemplo de esto?
- ¿Qué buenas cualidades demostró Amasías al comienzo de su reinado?
- ¿Qué aprendemos sobre el costo de la obediencia? ¿Qué le costó a Amasías obedecer la palabra del Señor y enviar a las tropas israelitas a casa? ¿Alguna vez hemos tenido que pagar un precio por obedecer al Señor?
- ¿Qué aprendemos acerca de asociarnos con aquellos que no caminan con el Señor?
- ¿Cuál fue el resultado de la desobediencia de Amasías al final de su vida?
Para orar:
- Pidamos a Dios que nos dé un corazón totalmente dedicado a Él. Pidamos que nos revele cualquier cosa que nos distraiga en nuestro caminar espiritual.
- Pidamos a Dios que nos dé la disposición de pagar cualquier precio para obedecerle.
- Gracias al Señor que Él puede recompensarnos con mucho más de lo que este mundo podría darnos si caminamos en obediencia a Él.
43 – Uzías Y Jotam De Judá
Leamos 2 Crónicas 26:1—27:9
Uzías fue el próximo rey de Judá. Se convirtió en rey a la edad de dieciséis años (v. 1) y reinó en Jerusalén durante cincuenta y dos años (v. 3).
Según el versículo 2, era conocido por sus campañas militares y proyectos de construcción. Reedificó la ciudad de Elat. Elat había pertenecido a los edomitas que se habían rebelado contra el rey Joram (ver 2 Reyes 8:20-22). Aquí, sin embargo, vemos que la ciudad fue restaurada por Uzías para ser controlada por Judá, y pasó por un importante proyecto de construcción.
Uzías fue un buen rey. Observemos que buscó al Señor durante los días del sacerdote Zacarías, quien lo instruyó en el temor del Señor. El versículo 5 es bastante claro cuando dice que mientras Uzías buscó al Señor, tuvo éxito.
Tenemos muchos ejemplos del éxito de Uzías en la primera parte de su reinado. En el versículo 6 peleó con los filisteos y tuvo éxito. Derribó los muros de las ciudades filisteas de Gat, Jabnia y Asdod. Edificó ciudades cerca de la ciudad de Asdod y en otras regiones de Filistea. Dios le dio a Uzías victorias sobre los filisteos y los árabes (v. 7).
Otra evidencia de la bendición de Dios sobre su vida se puede ver en el hecho de que los amonitas le trajeron tributo. Su fama se extendió hasta la frontera de Egipto porque se había convertido en un rey muy poderoso (v. 8).
Como ya hemos visto, Uzías participó en muchos proyectos de construcción. En el versículo 9 edificó torres en la ciudad de Jerusalén en la puerta del Ángulo, en la puerta del Valle y en la esquina del muro. También fue responsable de construir torres en el desierto (v. 10). Uzías cavó cisternas para que su gran cantidad de ganado pudiera tener agua para beber (v. 10). Tenía mucha gente trabajando para él en los campos, viñedos y tierras fértiles. Uzías amaba la tierra (v. 10).
La bendición de Dios también fue evidente en el ejército de Uzías. El versículo 11 nos dice que su ejército estaba bien entrenado. Estaba bien organizado por divisiones. Uzías tenía 2.600 líderes sobre sus 307.500 hombres de guerra (v. 12). Él les proporcionó a estos hombres escudos, lanzas, yelmos, armaduras, arcos y hondas para tirar piedras (v. 14). Esto le debe haber sido muy costoso.
Uzías diseñó máquinas de combate en Jerusalén que podrían usarse en las torres que había construido. Estas máquinas eran capaces de disparar flechas y arrojar piedras grandes a los enemigos que se acercaban (v. 15).
Lo que hizo que Uzías cayera fue su soberbia (v. 16). En una ocasión él entró en el templo del Señor para quemar incienso en el altar del incienso. Solo el sacerdote podía quemar incienso en este altar. Uzías parecía verse a sí mismo por encima de la Ley de Moisés y decidió que él mismo iba a quemar el incienso. Ese orgullo o soberbia es un pecado terrible. Las Escrituras nos advierten de sus peligros y nos dan muchas ilustraciones de hombres y mujeres que cayeron como resultado de este pecado. Setenta mil israelitas perdieron la vida como resultado de la soberbia de David cuando contó a la gente de su nación (2 Samuel 24). El rey Nabucodonosor fue severamente juzgado por su soberbia en el libro de Daniel. Dios juzgó a naciones enteras porque se permitieron enorgullecerse (ver Isaías 10:5-19). Isaías 14:11-15 parece indicar que incluso Satanás cayó como resultado de su soberbia.
El sacerdote Azarías y otros ochenta sacerdotes “valientes” lo siguieron al templo en esa ocasión y lo confrontaron con su pecado (vv. 17-18). Le dijeron a Uzías que no era correcto que quemara incienso al Señor porque él no era sacerdote ni descendiente de Aarón. Le pidieron que saliera del santuario. Dejaron en claro que al ofrecer este incienso, Uzías no estaría honrando a Dios.
Mientras los sacerdotes hablaban, Uzías tenía el incensario en su mano listo para quemar el incienso. Lo que le dijeron los sacerdotes lo enojó (v. 19). El pasaje no nos dice lo que Uzías les respondió a los sacerdotes, pero sí que, mientras expresaba su ira, Dios lo hirió con lepra la cual brotó en su frente.
Cuando el sumo sacerdote Azarías y los otros sacerdotes vieron la lepra, lo sacaron rápidamente del templo. Uzías no opuso resistencia porque sabía que la mano de Dios estaba contra él (v. 20).
Uzías nunca sería sanado de su lepra. Esto significaba que tendría que vivir en una casa separada sin tener contacto con nadie. Ya no podía ir al templo porque estaba inmundo (v. 21). Ahora su hijo Jotam gobernaría al pueblo en su lugar. Cuando Uzías murió, fue sepultado lejos de sus padres a causa de su lepra (v. 23).
La descripción del reinado de Jotam es bastante breve. Tenía veinticinco años cuando se convirtió en rey, y gobernaría en Jerusalén durante dieciséis años (27:1).
Jotam sirvió al Señor e hizo lo recto ante los ojos de Dios. A diferencia de su padre Uzías, honró a Dios y no entró en el templo para desempeñar los deberes de un sacerdote (v. 2). Aunque Jotam servía al Señor, había mucha gente en la tierra que continuaba siguiendo el mal.
Al igual que su padre Uzías, Jotam participó en muchos proyectos de construcción. Reconstruyó la puerta superior del templo e hizo un extenso trabajo en el muro de la colina de Ofel (v. 3, NVI). Edificó ciudades en las colinas de Judea, y fortalezas y torres en los bosques (v. 4).
Jotam, como rey, tuvo cierto éxito en lo militar. Luchó contra los amonitas y los conquistó. En un año estos amonitas le pagaron cien talentos de plata (3 y 3/4 de tonelada), diez mil coros (62.000 fanegas o 2.200 kilolitros) de trigo y la misma cantidad de cebada (v. 5). Los amonitas pagaron a Jotam la misma cantidad de tributo durante tres años. El secreto del éxito de Jotam se encuentra en 2 Crónicas 27:6:
Así que Jotam se hizo fuerte, porque preparó sus caminos delante de Jehová su Dios
Los acontecimientos del reinado del rey Jotam se registraron en detalle en los archivos de los reyes de Israel y Judá (v. 7). Él reinó dieciséis años en Jerusalén, y cuando murió, su hijo Acaz se convirtió en rey en su lugar (v. 9).
Los reinados de Uzías y Jotam tienen algunas lecciones importantes para nosotros. Primero, vemos que el secreto de su éxito como reyes se encontraba en su obediencia al Señor. La bendición de Dios descansaba sobre ellos mientras caminaban en Sus caminos y lo honraban. Nos queda preguntarnos hasta qué punto la bendición de Dios habría caído sobre la nación si Uzías hubiera continuado honrando y obedeciendo a Dios.
En el caso de Uzías, sin embargo, vemos el gran peligro que hay en la soberbia. Cuanto más éxito tenía, más tentado estaba por el orgullo, el cual lo llegó a destruir. El juicio de Dios cayó rápidamente sobre él y murió separado de su sociedad como un leproso.
Para meditar:
- ¿Qué evidencia de bendición vemos en la vida de Uzías y Jotam cuando buscaron al Señor?
- ¿Cuál fue el resultado de la soberbia en la vida de Uzías? ¿Cómo éste lo condujo a su caída?
- ¿Cómo podemos resistir a la soberbia en nuestras vidas? ¿Hay algún paso práctico que debamos tomar para asegurarnos de que ésta no se apodere de nosotros?
- ¿Es posible que tengamos tanto miedo de llenarnos de soberbia que nos dé miedo dar algún paso de fe? ¿Cómo usa Satanás nuestro miedo a volvernos orgullosos para evitar que lleguemos a ser todo lo que Dios quiere que lleguemos a ser?
Para orar:
- Pidamos a Dios que nos proteja de la soberbia. Agradezcámosle por ser Él plenamente capaz de darnos la gracia para vencer esta tentación.
- Tomemos un momento para considerar dónde estaríamos hoy sin el Señor, Su fuerza y Su gracia. Agradezcámosle de que todo lo que tenemos ha venido de Él. Pidamos que nos ayude a estar siempre conscientes de nuestra necesidad de Él y de Su gracia en nuestra vida y ministerio.
- Pidamos al Señor que nos muestre cualquier parte de nuestra vida en la que no estemos caminando en obediencia a Él. Pidamos perdón y Su gracia para alejarnos de esas cosas y buscar únicamente el propósito de Dios.
44 – Rey Acaz De Judá
Leamos 2 Crónicas 28:1-27
Acaz se convirtió en rey a la edad de veinte años. Reinaría en Jerusalén por un período de dieciséis años, y no fue fiel al Señor (v. 1). El versículo 2 nos dice que anduvo en los caminos de los reyes de Israel. Es decir, se alejó del Dios verdadero y adoró a dioses extraños.
Acaz quemó sacrificios a los dioses paganos en el valle de Ben-hinom (LBLA). Incluso sacrificó a sus propios hijos en el fuego a estos dioses detestables (v. 3). Su maldad era tan grande como la maldad de las naciones que Dios había expulsado de la tierra delante de ellos. El versículo 4 nos dice que el rey Acaz ofreció sacrificios y quemó incienso en los lugares altos de la nación y debajo de todo árbol frondoso.
Por todo esto podemos ver que el corazón del rey Acaz estaba lejos de Dios. Se vendió al pecado y al mal. Siguió los caminos de las naciones malvadas a su alrededor y no tuvo nada que ver con el Dios de sus antepasados.
No hace falta decir que el Señor estaba muy enojado con Acaz a causa de sus caminos. Esa rebelión le costó bien caro, pues Dios lo entregó al rey de los sirios (Aram). Los arameos lo derrotaron y se llevaron a muchos de los suyos como prisioneros a Damasco (v. 5). La que una vez fuera una gran nación, ahora estaba siendo humillada.
No eran tan solo los arameos los que demostraron ser una amenaza para Judá con Acaz como rey, sino que Israel también fue un problema serio para ellos. El rey Peka de Israel atacó a Judá (v. 5). El versículo 6 nos dice que en un día el rey Peka mató a ciento veinte mil soldados en Judá. Esta fue una pérdida significativa. El versículo 6 nos dice que la razón de esta gran pérdida fue que Judá había abandonado al Señor su Dios.
Judá no solo perdió ciento veinte mil soldados, sino que también fueron asesinados líderes importantes ese día. Entre ellos estaban Maasías, el hijo del rey; Azricam, el oficial a cargo del palacio y Elcana, el segundo al mando después del rey.
Israel también tomó cautivos de Judá. El versículo 8 nos dice que tomaron doscientas mil mujeres que eran esposas de los hombres, así como sus hijos e hijas. Israel se llevó una gran cantidad de botín de Judá. El costo de darle la espalda a Dios fue significativo. La nación de Judá estaba siendo destruida a causa del pecado. El juicio de Dios cayó pesadamente sobre ella durante el reinado de Acaz.
Lo que es particularmente interesante observar es la gracia de Dios en medio de todo este juicio. En los versículos 9-15 tenemos la historia de cómo Dios trató a Israel por haber llevado a tantos cautivos de Judá como esclavos a Israel.
El Señor envió a su profeta Obed (Oded, LBLA, NBHL, NVI, RVA, BTX) a hablar al ejército que había regresado de Judá a Samaria, la capital de Israel. Oded le dijo al ejército que el Señor estaba enojado con Judá porque se habían desviado de la verdad. Fue por esta razón que permitió que el ejército de Israel los dominara (v. 9). Israel, sin embargo, no había actuado con respeto hacia Judá. Los habían masacrado con rabia y ahora los habían convertido en sus esclavos. Esto enfureció al Dios de Judá. Oded recordó a los israelitas que habían sido culpables de grandes pecados contra el Dios de sus antepasados (v. 10). Dios ordenó a los israelitas, por lo tanto, que enviaran de regreso a los hombres y mujeres de Judá que tenían la intención de convertir en esclavos (v. 11). Al escuchar esto, algunos de los líderes de Israel confrontaron a los que regresaban de la batalla y les dijeron que no debían traer a estos prisioneros a Israel (vv. 12-13). Los soldados liberaron a los prisioneros y les devolvieron parte del botín (v. 14). A los presos se les dio ropa (porque algunos de ellos estaban desnudos). Se les proporcionó sandalias, comida, bebida y bálsamo curativo. Los que estaban débiles fueron montados en burros y llevados a Jericó (v. 15).
Israel fue el instrumento de Dios para hacer justicia en Judá. Sin embargo, actuó de manera inapropiada al masacrar y maltratar al pueblo de Judá. Esto enfureció a Dios. Necesitamos entender aquí que Dios es un Dios de justicia, pero también es un Dios de compasión y misericordia. En su juicio, Israel olvidó la compasión. Dios no actúa de esta manera. Incluso en la ira Él recuerda la misericordia. La ira de Dios es una ira controlada. Él juzga con justicia. En el juicio Él hace lo que es correcto. Sin embargo, Israel no estaba motivado por las mismas intenciones que Dios.
Percatémonos de que, aunque Dios había juzgado a Su pueblo, tuvo compasión de ellos en su necesidad. Cubrió su desnudez, les dio de comer, les dio bálsamo para sus heridas y burros para sus débiles. En el juicio Él todavía fue compasivo. Haríamos bien en seguir este ejemplo. Dios desprecia el pecado, pero aún se acerca al pecador en su necesidad.
¿Cuántas veces hemos sido como Israel en nuestro juicio de los demás? He visto iglesias actuar con gran severidad al juzgar a los que han caído. Sin embargo, fallan en mostrar la misma compasión que Dios en su juicio.
A pesar de la compasión del Señor, el rey Acaz se negó a volver a Él. En lugar de volverse a Dios, llamó al rey de Asiria (v. 16).
Acaz se encontraba en una situación muy difícil. No solo había sido derrotado por los arameos y los israelitas, sino que ahora los edomitas se habían rebelado contra él. Ellos también se llevaron prisioneros de Judá (v. 17). Los filisteos asaltaron lo que quedaba de la nación. Capturaron y ocuparon varias ciudades de Judea (v. 18). En todo esto, el Señor humilló a la nación de Judá a causa de su pecado y rebelión (v. 19).
Sin embargo, Acaz se negó a ser humillado. Como ya hemos visto, en lugar de pedir ayuda al Señor, recurrió a los asirios. No obstante, en lugar de traer ayuda, estos asirios trajeron problemas (v. 20). Acaz les pagó dándoles artículos del templo del Señor, pero los asirios no ayudaron a Judá (v. 21).
Dios despojó a Acaz de todo su apoyo. No había ayuda para él en ninguna de las naciones que lo rodeaban. Él pudo haberse humillado, reconocido su pecado y vuelto a Dios, pero se negó. Acaz se volvió aún más infiel al Señor; endureció su corazón a Dios y a Sus caminos (v. 22).
En el versículo 23, Acaz decidió ofrecer sacrificios a los dioses de Damasco que lo habían derrotado. Creía que estos dioses eran más poderosos que los dioses de los sirios. Necesitaba toda la ayuda que pudiera obtener y eligió adorar a cualquier dios que pensara le pudiera ayudar más (v. 23).
Mientras iba detrás de los dioses de otras naciones, Acaz despojó de muebles el templo de Dios en Jerusalén y cerró sus puertas (v. 24). Al hacerlo, detuvo la adoración a Dios. Esto nos muestra cuán duro se estaba volviendo su corazón a las cosas de Dios.
Acaz construyó altares a los dioses paganos y los puso en cada esquina de las calles de Jerusalén (v. 24). Edificó lugares altos para adorar a otros dioses en cada ciudad de Judá; y al hacer esto, provocó la ira del Señor (v. 25).
Bajo el reinado de Acaz, la nación de Judá fue devastada. La bendición de Dios fue quitada de la tierra. La adoración a Dios se detuvo y toda la nación se llenó de altares y lugares altos paganos. Cuando Acaz murió, no fue sepultado en las tumbas de los reyes de Judá. No era digno de tal honor. Su hijo Ezequías lo sucedió como rey en el trono.
Para meditar:
- ¿Qué precio pagó Acaz por darle la espalda al Señor? ¿Qué precio pagó su nación?
- ¿Cómo demuestra Dios compasión por Judá en Su juicio?
- ¿Qué tan fácil es para nosotros olvidar la compasión en la disciplina? ¿Hemos visto alguna vez un ejemplo de disciplina ejercida sin compasión? ¿Cuál fue el resultado?
- ¿Mostrar compasión por alguien que ha caído en pecado significa que aceptamos su pecado?
- ¿Qué aprendemos en este pasaje acerca de la dureza del corazón de Acaz? ¿Cómo buscó Dios quebrantar ese corazón endurecido? ¿Es posible que endurezcamos nuestros corazones a Dios y Sus propósitos?
Para orar:
- Pidamos a Dios que haga que nuestro corazón sea dócil hacia Él y sus caminos.
- Demos gracias al Señor que en Su juicio Él recuerda la compasión.
- Pidamos a Dios que nos ayude a mostrar compasión por aquellos que han caído en pecado.
- Agradezcamos al Señor por la bendición que da a quienes caminan con Él. Pidamos que le hable a nuestra iglesia y a nuestra nación sobre el pecado que los separa de la bendición de Dios.
45 – La Adoración a Dios Restaurada
Leamos 2 Crónicas 29:1—30:27
En este punto de la historia del pueblo de Dios en Judá, la adoración del Señor se había detenido. De hecho, Acaz había cerrado las puertas del templo. Había ídolos en cada pueblo. El pueblo de Dios adoraba a dioses extranjeros en los lugares altos y en las esquinas de las calles de la ciudad de Jerusalén. Esto resultó en la devastación de Judá. Las naciones extranjeras se habían apoderado de gran parte de su riqueza y muchos de sus habitantes habían sido capturados y llevados al exilio. Estos fueron días difíciles y estériles en la nación de Judá. Mientras se alejaran de Dios, no había esperanza de bendición y restauración real para ellos.
Bajo el reinado del rey Ezequías las cosas cambiarían radicalmente en la tierra de Judá. Se convertiría en rey a la edad de veinticinco años y reinaría durante veintinueve años en Jerusalén (v. 1). Ezequías se describe en el versículo 2 como un buen rey que hizo lo mismo que había hecho su padre David. Esto era un elogio muy alto para su reinado; y es especialmente digno de ser mencionado dado que su padre había devastado la tierra y fomentado la adoración de dioses paganos en Jerusalén.
En el versículo 3 leemos que Ezequías abrió las puertas del templo. Este versículo nos dice que él abrió las puertas en el primer mes del primer año de su reinado. Esto nos indica lo que era importante para Ezequías. Una de sus primeras prioridades fue restaurar el templo y la adoración a Dios en la tierra.
Para restaurar la adoración a Dios, Ezequías necesitaba comenzar con los sacerdotes, y para eso convocó una asamblea en la plaza del lado este del templo (v. 4). Cuando los sacerdotes se hubieron reunido, les pidió que se consagraran ellos mismos y al templo del Señor (v. 5). Para hacer esto debían quitar todas las impurezas del templo.
¡Qué fácil es para nosotros permitir que entren en nuestras vidas y en nuestros grupos de compañerismo cosas que no honran a Dios! Para que el templo fuera consagrado y la adoración a Dios restaurada, lo primero que tenía que pasar era que el pueblo de Dios quitara todo lo que no lo honraba. Si queremos estar bien con Dios, también debemos examinar nuestras vidas para ver si hay algo que deba ser eliminado para que la gloria de Dios se revele más plenamente en nosotros.
Ezequías les recordó a los sacerdotes que sus padres habían sido infieles y habían hecho el mal en la tierra, que le habían dado la espalda a Dios y a Su templo (v. 6). Durante los días de sus padres las puertas del templo habían estado cerradas y las luces se habían apagado. Los sacrificios al Señor y el incienso también habían llegado a su fin (v. 7).
La ira del Señor estaba sobre toda la nación (v. 8). Esta fue la herencia que le dejaron los padres a la generación de Ezequías.
Los pecados de los padres tuvieron un efecto profundo en la vida de los descendientes de Ezequías. Nacieron en una nación que estaba bajo la maldición de Dios. Nacieron en una nación que había cerrado su corazón a Dios y a Su palabra. No había adoración a Dios en la tierra, y el templo estaba en mal estado. Como nación, eran impotentes contra sus enemigos. Estaban empobrecidos y débiles. Esta fue su herencia tanto física como espiritual. ¿Qué heredarán nuestros hijos de nosotros? ¿Cuál es la herencia espiritual que dejaremos a nuestros hijos? Haríamos bien en considerar esta importante cuestión.
Ezequías estaba plenamente consciente de la herencia que había recibido, y estaba decidido a no pasársela a sus hijos. No iba a vivir bajo la maldición de la rebelión de su padre. En el versículo 10 decidió que iba a hacer un pacto con el Señor para que el ardor de Su ira se apartara de la nación. Por esta razón convocó a los sacerdotes ese día. Los desafió como aquellos a quienes Dios había escogido para ser diligentes en sus responsabilidades (v. 11).
Los levitas tomaron en serio a Ezequías. En el versículo 12 reunieron a sus compañeros levitas y se pusieron a trabajar (v. 15). Los nombres de los que estuvieron involucrados en la limpieza del templo están registrados para nosotros en los versículos 12-14.
Los sacerdotes también estaban involucrados en la purificación del templo. Entraron en el templo y sacaron todo lo que determinaron que estaba inmundo (v. 16). Necesitamos entender que estas cosas inmundas nunca debieron haber estado en el templo. Esto era una señal de lo mal que se había tornado la situación en Judá. Cuando los sacerdotes sacaron las cosas inmundas del templo, los levitas llevaron estos artículos al valle de Cedrón y los tiraron allí (v. 16).
El versículo 17 nos dice que la consagración del templo comenzó el primer día del mes. Para el octavo día de ese mes ya habían llegado al pórtico. El versículo 17 continúa diciéndonos que trabajaron durante otros ocho días para purificar la parte interior del templo mismo. En total les tomó dieciséis días para limpiar las impurezas del templo. No se nos dice cuántas personas estuvieron involucradas en esta limpieza, pero debemos entender aquí que el templo estaba en grave desorden.
Cuando los sacerdotes y los levitas terminaron el trabajo de limpiar las impurezas del templo, fueron al rey Ezequías y le informaron (v. 18). Le dijeron que también habían consagrado los utensilios que su padre, el rey Acaz, había sacado del templo. Todos estos artículos ahora estaban nuevamente en su lugar (v. 19).
Cuando todo estuvo listo, a la mañana siguiente el rey reunió a los oficiales de la ciudad y subió con ellos al templo (v. 20). Trajeron siete toros, siete carneros, siete corderos y siete machos cabríos como ofrenda por el pecado del reino de Judá. Ezequías ordenó que los sacerdotes ofrecieran estos animales en el altar al Señor. Observemos que fue solo después de haber quitado las impurezas del templo que acudieron al Señor en busca de perdón. Es demasiado fácil para nosotros buscar el perdón sin ninguna intención de hacer nada por nuestro pecado. Ezequías claramente le dio la espalda a los pecados de sus padres y fue entonces que acudió al Señor en busca de perdón. Buscó a Dios no solo con palabras sino también con sus hechos.
De acuerdo con la orden del rey, los sacerdotes sacrificaron los toros y rociaron su sangre sobre el altar. Hicieron lo mismo con los carneros y los corderos (v. 22). Todo esto se hizo de acuerdo con la Ley de Moisés según se registra en Levítico 17:6.
Cuando hubieron sacrificado los toros, carneros y corderos, purificando y consagrando el altar, los sacerdotes tomaron entonces los machos cabríos como ofrenda por el pecado. Les impusieron las manos confesando los pecados de la nación (v. 23), y fueron sacrificados como ofrenda a Dios por los pecados del pueblo (v. 24).
Mientras se llevaba a cabo este sacrificio, los levitas se colocaron en el templo con instrumentos musicales. Tenían címbalos, arpas, liras y trompetas (vv. 25-26). Mientras se hacía el holocausto sobre el altar, los levitas comenzaron a cantar al Señor acompañados de los instrumentos musicales (v. 27). Cuando comenzó el canto, toda la asamblea se inclinó para adorar. Esto continuó hasta que se completó el sacrificio (v. 28). Vemos que el rey también se inclinó para adorar (v. 29). La adoración continuó mientras los levitas cantaban himnos escritos por David y Asaf el vidente. Había un ambiente de alegría mientras el pueblo adoraba (v. 30).
Después de que se completaron las ofrendas por el pecado y la dedicación del pueblo y los artículos del templo, Ezequías pidió que se hicieran ofrendas voluntarias de acción de gracias. Todos aquellos cuyos corazones estaban dispuestos trajeron animales para ser sacrificados al Señor (v. 31).
La asamblea trajo setenta toros, cien carneros y doscientos corderos como ofrenda de acción de gracias al Señor (v. 32). En total, seiscientos toros y tres mil ovejas y cabras fueron sacrificados al Señor durante esa celebración (v. 33). De hecho, había muy pocos sacerdotes presentes ese día para ocuparse de todos estos sacrificios, por lo que los levitas ayudaron a los sacerdotes a desollar los animales (v. 34).
Es particularmente importante que notemos que la razón por la que había muy pocos sacerdotes para encargarse de estos sacrificios, era porque los levitas habían sido más cuidadosos que los sacerdotes para mantenerse puros (véase el versículo 34). Hasta que los sacerdotes no hubieran sido plenamente consagrados, no podían participar en los sacrificios al Señor. Esto nos muestra que a Dios le interesa que Su pueblo esté limpio y puro para servirle.
Fue por este medio que se restauró la adoración en el templo de Dios en los días del rey Ezequías. Hubo gran celebración y regocijo en aquellos días (vv. 35-36).
Es importante, en este contexto, que también examinemos lo que sucedió en los días que siguieron a la restauración del culto en el templo. El capítulo 30 nos da la historia de cómo se restauró la celebración de la Pascua.
Según el versículo 1 del capítulo 30, Ezequías escribió cartas a todo el pueblo de Israel y Judá invitándolos a venir al templo del Señor en Jerusalén para la celebración de la Pascua. Hacía mucho tiempo que no se celebraba la Pascua porque no había suficientes sacerdotes consagrados para guiar al pueblo (v. 3).
Los mensajeros del rey recorrieron Israel y Judá con cartas del rey para que vinieran a la celebración de la Pascua (v. 6). En esa carta, el rey invitaba al pueblo a volver a Dios para que Él volviera a ellos. Les recordó que ya el rey de Asiria había tomado muchos cautivos de Israel. Desafió a los que quedaban en la tierra a que volvieran a Dios. Les advirtió que no fueran como sus padres, que habían sido infieles al Señor y por eso Él les había dado la espalda. Era por eso que estaban en su situación actual (v. 7). Ezequías desafió al pueblo de Israel y Judá a someterse al Señor y venir a Jerusalén para adorarlo (v. 8). Los desafió a servir al Señor y honrarlo para que Su ira se apartara de ellos. Él prometió que si volvían al Señor, Él tendría misericordia de ellos y sus captores los tratarían con compasión (v. 9). Dios no apartaría Su rostro de ellos si volvían a Él.
Esta fue una carta muy poderosa. Ezequías es muy claro en que la razón de su caída como nación tuvo que ver con su rebelión contra Dios y Su Palabra. Él creía que si volvían al Señor, Él sería compasivo y perdonador. Por eso hizo un llamado a nivel nacional para que el pueblo de Dios regresara a su Señor. Solo podemos imaginar cómo sería para los líderes de nuestros diversos países hacer tal llamamiento en el presente. Solo podemos imaginar cuál sería la respuesta de los habitantes de nuestras naciones a tal llamado.
En el versículo 10 vemos la respuesta de las tribus de Efraín, Manasés y Zabulón al llamado de Ezequías. Se nos dice que la gente “se reía y burlaba” de los mensajeros. No estaba en el corazón del pueblo volverse a su Dios. No obstante, hubo algunos que escucharon el llamado de Dios a través del rey Ezequías (v. 11).
La mano del Señor estaba de manera particular sobre la nación de Judá. El versículo 12 nos dice que Dios les dio un mismo sentir para aceptar el desafío del rey. Observemos que fue Dios quien les dio esta unidad. La realidad del asunto es que sin la obra de Dios y Su influencia que hace dócil nuestras vidas, ninguno de nosotros habría respondido al llamado de Dios. ¡Cuán agradecidos debemos estar que Dios suavice nuestros corazones!
Cuando llegó el día de la Pascua, una gran multitud se reunió en Jerusalén para celebrar la Pascua y la Fiesta de los Panes sin Levadura (v. 13). En aquellos días, el pueblo quitó de la nación los altares paganos de incienso y los arrojó al valle de Cedrón (v. 14). Durante la Fiesta de los Panes sin Levadura, los judíos purificaban sus casas antes de la Pascua. Aquí vemos que toda la nación estaba siendo purificada.
En esos días estuvieron sucediendo cosas muy poderosas. En el día de la Pascua, se sacrificaba un cordero (v. 15). El versículo 15 nos dice que los sacerdotes que no habían seguido al Señor se avergonzaron y se consagraron a Él. Dios estaba haciendo una obra en los corazones de los líderes religiosos. Estos sacerdotes estaban siendo quebrantados por Dios y estaban lidiando con sus pecados.
La obra que comenzó en la vida de los líderes se extendió a la multitud que había llegado ese día. Muchos en la multitud no estaban bien con Dios. Se sacrificaban corderos pascuales por el pueblo que no estaba ceremonialmente limpio (v. 17).
Muchas de las personas que vinieron de fuera de Judá no estaban ceremonialmente limpias (v.18). Israel le había dado la espalda al Señor como nación. Muchos de los sacerdotes de Israel eran sacerdotes paganos que no seguían los caminos de Dios, y nadie se los había enseñado. Sin embargo, en sus corazones querían servir al Señor y honrarlo. Ellos comieron la comida de la Pascua a pesar de que no estaban limpios ante Dios.
Ezequías oró a Dios por aquellos que comieron la Pascua aunque estaban inmundos; y le pidió que los perdonara por su ofensa (v. 18). Le recordó a Dios que estos individuos habían dispuesto su corazón para buscar a Dios. Aunque estaban impuros, sus corazones querían buscar a Dios (v. 19). El Señor vio los corazones de estos individuos y escuchó la oración de Ezequías y apartó Su ira de ellos (v. 20). Dios estaba dispuesto a ser misericordioso con los que estaban impuros porque conocía sus corazones. Esto nos muestra que Dios no solo mira las acciones externas, Él mira el corazón. Hay momentos en los que no hacemos todo bien, pero Dios es misericordioso porque conoce nuestro corazón. Hay otros momentos en los que podemos hacer todo exactamente como Dios ordenó, pero Dios rechazará nuestras ofrendas porque nuestro corazón no está bien.
Durante siete días el pueblo celebró la Fiesta de los Panes sin Levadura (v. 21). Durante ese tiempo, hubo gran regocijo en la tierra, y los levitas y los sacerdotes cantaban y adoraban al Señor todos los días acompañados de instrumentos (v. 21). Ezequías animó a los levitas, y se hicieron más ofrendas mientras toda la asamblea alababa y daba gracias al Señor.
Cuando terminaron los siete días de la Fiesta, la gente no quería irse a casa. Decidieron quedarse siete días más. Esos días estuvieron llenos de gozosa celebración (v. 23). Ezequías proporcionó mil toros, siete mil ovejas y cabras para la asamblea. Los oficiales de la tierra proporcionaron otros mil toros y diez mil ovejas y cabras (v. 24). Estos animales fueron sacrificados y probablemente sirvieron de alimento a la gran multitud que se había reunido.
El versículo 24 nos dice que durante aquellos días se consagró un gran número de sacerdotes. Por muchos años estos sacerdotes no habían seguido el camino del Señor. Ahora Dios estaba haciendo una obra poderosa entre el liderazgo espiritual. Toda la asamblea de Judá se regocijó con los sacerdotes y los levitas. Dios les estaba dando un mismo sentir y un tremendo gozo en la adoración y la celebración. Incluso el pueblo del Israel pagano estaba siendo tocado por este poderoso mover de Dios (v. 25). Nada como esto había sucedido en la ciudad de Jerusalén desde los días de Salomón y David (v. 26).
Dios estaba manifestando Su presencia en esos días. Los sacerdotes y levitas se pararon frente al pueblo para bendecirlos y Dios escuchó desde los cielos y contestó sus oraciones. El Señor se inclinó desde Su santa morada en el cielo para tocar al pueblo que se había reunido en Jerusalén ese día (v. 27). Se estaba produciendo un gran avivamiento. Bajo el ministerio del rey Ezequías, la nación de Judá estaba siendo restaurada a su Dios. Estos fueron días gloriosos.
Para meditar:
- ¿Cuál era la condición de la tierra de Judá cuando Ezequías se convirtió en rey? ¿Qué herencia espiritual dejaremos a nuestros hijos?
- Ezequías no se conformó con las cosas como estaban, entonces decidió hacer algo acerca del pecado y el mal que había en su nación. ¿Alguna vez nos hemos conformado con menos de lo que Dios ha dispuesto para nuestra vida?
- Ezequías hizo que los sacerdotes limpiaran el templo de todas sus impurezas. Les llevó dieciséis días hacer esta purificación. ¿Qué hábitos o actitudes pecaminosas necesitan ser limpiadas de nuestras vidas?
- ¿Podemos decir que estamos arrepentidos si no nos apartamos de nuestros pecados?
- ¿Qué evidencia había en aquellos días de que Dios estaba obrando en Jerusalén? ¿Qué evidencia hay de que Dios está obrando en nuestras vidas?
- ¿Qué lugar tuvo el gozo en el avivamiento en los días de Ezequías? ¿Experimentamos algo de ese gozo? ¿Qué cosas pensamos que obstaculiza nuestro gozo?
- No todos los que vinieron a Jerusalén y que formaron parte del avivamiento de los días de Ezequías estaban ceremonialmente limpios, pero aun así Dios los aceptó. ¿Quiénes son las personas de nuestros días que consideraríamos impuros? ¿Los aceptará Dios?
Para orar:
- Pidamos a Dios que nos ayude a dejar una herencia piadosa para nuestros hijos.
- Pidamos a Dios que nos dé la victoria sobre el pasado y las cosas impías que nos han sido transmitidas. Agradezcámosle que no tenemos que conformarnos con la derrota.
- Oremos pidiéndole a Dios que nos limpie de todas las impurezas que se interponen entre Él y nosotros.
- Pidamos a Dios que nos ayude a aceptar Su llamado a la renovación y el avivamiento. Démosle gracias de que nos acepta tal como somos. Pidamos que nos renueve y refresque en nuestro caminar espiritual.
46 – Ezequías Es Probado
Leamos 2 Crónicas 31:1—32:33
Dios había estado haciendo cosas maravillosas en la tierra de Judá bajo el reinado del rey Ezequías. El avivamiento se estaba extendiendo. El pueblo de Dios había pasado más de dos semanas celebrando Su bondad en la Pascua y la Fiesta de los Panes sin Levadura. Esta había sido la primera celebración de este tipo desde los reinados de David y Salomón. Dios estaba restaurando a Su pueblo para Sí mismo.
Cuando el pueblo salía de las celebraciones en Jerusalén, se dirigían a los distintos pueblos de Judá rompiendo las piedras sagradas y las imágenes de Asera que se usaban en la adoración de los dioses paganos (v. 1). Todo esto era parte de lo que Dios estaba haciendo al limpiar la tierra de sus impurezas.
Ezequías asignó a los sacerdotes y levitas en equipos ministeriales. Cada equipo tenía una tarea que realizar. Algunos debían quemar ofrendas, otros debían dar gracias y cantar alabanzas a las puertas del templo (v. 2).
En el versículo 3, Ezequías dio los animales para los holocaustos de la mañana y de la tarde, así como para las ofrendas requeridas en días especiales (sábado, luna nueva y otras fiestas señaladas). También ordenó que el pueblo que vivía en Jerusalén diera una parte de sus recursos a los sacerdotes y levitas para que pudieran dedicarse a servir al Señor de acuerdo con la Ley de Moisés (v. 4). Los habitantes de la ciudad estaban más que dispuestos a contribuir al ministerio de los levitas y dieron generosamente de los primeros frutos de su grano, vino, aceite, miel y cosechas. También trajeron un diezmo al templo para el servicio del Señor (v. 5). Todo esto era una muestra de que el Señor estaba haciendo una obra maravillosa en la vida de Su pueblo en los días de Ezequías.
Los que vivían en las diversas ciudades de Judá también daban el diezmo de sus bienes al Señor. Estos diezmos se llevaban al templo y se depositaban en montones hasta que pudieran usarse (v. 6). Cuando Ezequías y sus oficiales vieron los montones de ofrendas que se habían dado para la obra del Señor, alabaron al Señor y bendijeron al pueblo (v. 8). Ezequías ordenó que los sacerdotes prepararan depósitos en el templo para almacenar la ofrenda que el pueblo había estado dando (v. 11).
No solo los sacerdotes necesitaban preparar almacenes para las ofrendas que el pueblo había estado trayendo, sino que también pusieron a los levitas a cargo de las ofrendas del diezmo. En el versículo 12, a Conanías y Simei se les dio la responsabilidad de supervisar las contribuciones y ofrendas. Otros diez levitas los ayudaron en este trabajo. Sus nombres están registrados en el versículo 13.
Otro levita de nombre Coré se encargaba de las ofrendas voluntarias. Éstas se daban además de las ofrendas de diezmo mencionadas anteriormente (v. 14). Él era responsable de llevar estas ofrendas a donde se necesitaran. Tuvo también como ayudantes a seis hombres cuyos nombres están registrados en el versículo 15. Estos hombres distribuirían las ofrendas voluntarias a los sacerdotes y a los que servían en el templo según fuera necesario (vv. 15-17). Estas ofrendas voluntarias se usaban para proveer para el ministerio y las necesidades personales de los sacerdotes y sus familias (v. 18).
Ezequías se aseguró de que los que servían al Señor y sus familias estuvieran bien provistos. Él sirvió fielmente al Señor (v. 20), y Él lo bendijo a por sus fieles esfuerzos, y todo lo que hacía prosperaba (v. 21).
Si bien la presencia de Dios obviamente estaba con Ezequías, aún enfrentaba obstáculos en su vida. El capítulo 32 nos muestra que incluso aquellos que sirven al Señor con todo su corazón pueden enfrentar problemas tremendos.
En 2 Crónicas 32:1 leemos cómo Senaquerib, rey de Asiria, invadió Judá y sitió las ciudades fortificadas con la intención de conquistarlas. Cuando Ezequías vio que Senaquerib tenía la intención de hacer la guerra a Jerusalén, consultó a sus asesores e ideó un plan de acción.
En el versículo 3 decidió bloquear el agua de los manantiales fuera de la ciudad. Decidieron hacer esto para que el ejército asirio no tuviera agua (v. 4). En el versículo 5 también decidió que necesitaban reparar las secciones rotas del muro, construir otras torres y muros para la defensa y reforzar las terrazas de apoyo. Mandó fabricar un gran número de armas y escudos en preparación para el ataque asirio.
En el versículo 6, nombró oficiales militares sobre el pueblo y los reunió ante él en la plaza a la puerta de la ciudad. Cuando se reunió el pueblo, Ezequías les habló, y en sus palabras los desafió a ser fuertes y valientes. Les dijo que no tenían por qué temerle al ejército de Asiria, porque por muy grande que fuera, no era rival para el poder de Dios que estaba con ellos ese día (vv. 7-8). Las palabras de Ezequías le dieron confianza al pueblo (v. 8).
Llegó el día en que el rey Senaquerib envió a sus oficiales a Jerusalén con un mensaje para Ezequías y el pueblo (v. 9). En este mensaje, Senaquerib le dijo al pueblo que lo que Ezequías les estaba diciendo era falso. Senaquerib les dijo que la confianza de Ezequías en Dios no estaba bien fundada. Le recordó al pueblo cómo Ezequías había sacado a los dioses paganos de la tierra y derribado sus altares (v. 12). Al decir esto, le estaba diciendo a la gente que estos dioses estarían enojados con ellos. Senaquerib también le recordó al pueblo que estaba en una campaña militar muy exitosa y que las naciones estaban cayendo ante su ejército (v. 13). Los dioses de estas naciones no pudieron librar a su pueblo de sus manos. Entonces desafió al pueblo a rendirse y a no creerle a Ezequías, quien les decía que su Dios podía librarlos de sus manos (v. 15). Esta fue una seria prueba de fe para los habitantes de la ciudad de Jerusalén que venían experimentando una gran renovación en su tierra. ¿Sería su nueva fe lo suficientemente fuerte como para ayudarlos a superar esta prueba?
Los oficiales de Senaquerib hablaron audazmente contra Dios y Su siervo Ezequías (v. 16). Senaquerib escribió cartas insultantes contra el Señor, diciéndoles que no podía librarlos de sus manos (v. 17). Sus oficiales gritaban en idioma hebreo a la gente de la ciudad en su esfuerzo por asustarlos (vv. 18-19). Pensamos que esta táctica continuó durante algún tiempo.
Cuando el rey Ezequías y el profeta Isaías oyeron lo que estaban haciendo los asirios, clamaron a Dios en oración. Es interesante que en su tiempo de crisis el Señor proveyó a Ezequías de un hombre piadoso para que estuviera a su lado. Tanto Isaías como Ezequías se unieron para buscar al Señor.
Mientras los dos hombres buscaban al Señor, Él envió un ángel al campamento asirio. El ángel atravesó el campamento y destruyó a los guerreros y a los líderes (v. 21). No se nos dice cómo sucedió esto. Puede ser que el ángel del Señor haya causado una plaga o enfermedad de algún tipo en su campamento. Senaquerib se vio obligado a retirarse en desgracia. Cuando regresó a casa y entró en el templo de sus dioses, sus propios hijos lo golpearon y lo mataron a espada (v. 21).
Dios escuchó las oraciones de Ezequías y del profeta Isaías y los salvó de esta grave amenaza. Ellos no tuvieron que pelear esta batalla. El versículo 22 nos dice que el Señor cuidó de Judá por todos lados. Gente de varios lugares trajo ofrendas a Jerusalén para el Señor su Dios. También trajeron valiosos regalos para Ezequías (v. 23). Debido a este incidente, todas las naciones tenían en alta estima a Ezequías. Sabían que Dios estaba con él.
Una prueba aún mayor vino después de estos eventos. Con toda la riqueza y reconocimiento que se le venía encima; el corazón de Ezequías se enorgulleció. El Señor lo golpeó con una enfermedad. Ezequías estaba al borde de la muerte y clamó al Señor. Dios escuchó su oración y le salvó la vida (v. 24). El corazón de Ezequías, sin embargo, todavía estaba orgulloso, y debido a esto, la ira del Señor vino sobre toda la nación de Judá (v. 25).
Cuando Ezequías se dio cuenta de lo que su orgullo le estaba haciendo a la nación, se arrepintió. Observemos en el versículo 26 que toda la ciudad de Jerusalén también se arrepintió de su orgullo y la ira del Señor no vino sobre ellos.
Esta victoria sobre los asirios fue una bendición de Dios, pero también fue una prueba de la sinceridad de los corazones del pueblo de Dios. Ezequías permitió que esta victoria lo enorgulleciera como también le sucedió a la gente de Jerusalén. Esto casi los destruye.
El versículo 27 nos dice que Ezequías tenía muchas riquezas. Fue muy honrado entre su pueblo y las naciones. Tenía grandes tesoros de plata, oro, piedras preciosas, especias, escudos y otros objetos de valor. Hizo edificios para almacenar su grano, vino y aceite. Construyó establos para su ganado y rediles para sus rebaños (v. 28). Edificó aldeas y adquirió grandes cantidades de rebaños y manadas (v. 29). Bloqueó un manantial y canalizó el agua a la ciudad. Tuvo éxito en todo lo que hizo (v. 30).
En el versículo 31 vino otra prueba del Señor en la forma de algunos enviados babilónicos. Vinieron a preguntarle acerca de una señal milagrosa que había ocurrido en la tierra. Esto puede haber sido una referencia a cómo el Señor lo había librado de Asiria. Se nos dice que en ese momento “Dios lo dejó, para probarle, para hacer conocer todo lo que estaba en su corazón”. En 2 Reyes 20:13 leemos que Ezequías recibió calurosamente a estos enviados y les mostró todas las riquezas de su reino. Este acto en sí mismo probablemente fue un acto de orgullo y dio como resultado que Babilonia regresara para tomar esa riqueza para sí misma. Dios humillaría a la nación por causa de este orgullo.
Más detalles de la vida de Ezequías están escritos en el libro de Isaías. Los acontecimientos de su vida se registraron en los registros de los reyes de Israel y Judá (v. 32). Ezequías murió y fue sepultado en la colina donde estaban las tumbas de sus padres. La nación de Judá honró a Ezequías en su muerte. Su hijo Manasés lo sucedió en el trono (v. 33).
Lo que es particularmente importante que notemos aquí es que Ezequías y el pueblo de Jerusalén que había sido restaurado y renovado fueron puestos a prueba. Es relativamente fácil para nosotros seguir a la multitud, pero el verdadero creyente es conocido por su sinceridad en medio de las pruebas y tribulaciones. Dios estaba permitiendo que Su pueblo fuera probado para ver la sinceridad de su nueva fe. Incluso el gran rey Ezequías fue probado y cayó. Su tentación fue el orgullo. Aunque Dios fue misericordioso con él, Ezequías luchó con esto hasta su muerte. ¿Dónde estaríamos si nuestra fe fuera probada?
Para meditar:
- ¿Qué impacto tuvo el avivamiento en Judá bajo Ezequías según la forma en que el pueblo contribuyó al ministerio del Señor?
- ¿Cómo se probó la sinceridad de las personas involucradas en este avivamiento? ¿Pasaría nuestra fe tal prueba?
- El profeta Isaías apoyó a Ezequías en medio de la prueba que atravesaba. ¿Tenemos personas que pueden permanecer con nosotros y orar con nosotros en medio de las pruebas?
- ¿Cómo se convirtió la liberación que Dios le dio a Ezequías en su piedra de tropiezo? ¿Cómo pueden nuestros dones espirituales, el éxito del ministerio o las posesiones materiales convertirse en una piedra de tropiezo para nosotros hoy?
- ¿Alguna vez hemos tenido la tentación de enorgullecernos? ¿Qué cosas en particular pueden enorgullecernos?
Para orar:
- Pidamos a Dios que nos dé la voluntad de ser generosos con lo que nos ha dado.
- Pidamos a Dios que nos dé un corazón sincero que pase las pruebas que Él nos permite atravesar en la vida.
- Pidamos a Dios que nos proteja del orgullo.
- Tomemos un momento para agradecerle al Señor por aquellos que han estado a nuestro lado en medio de las pruebas. Pidamos que nos dé la oportunidad de estar con alguien en su prueba.
- Gracias a Dios que Él es más grande que nuestro peor enemigo. Démosle gracias porque hay victoria para aquellos que confían en Él.
47 – Manasés Y Amón De Judá
Leamos 2 Crónicas 33:1-25
La vida de Manasés nos muestra que Dios puede cambiar radicalmente la vida de una persona malvada. Para cuando se convirtió en rey de Judá, la nación había experimentado una renovación espiritual. El padre de Manasés, Ezequías, había sido responsable de grandes cosas que acontecieron en la nación. Manasés tenía doce años cuando comenzó a reinar, y reinaría durante cincuenta y cinco años (v. 1).
Inicialmente en su reinado él no siguió los caminos de su padre Ezequías. Fue un rey muy malvado. Los versículos 2-10 nos dan algunos ejemplos de la maldad de Manasés.
En el versículo 2 leemos que Manasés anduvo “conforme a las abominaciones de las naciones que Jehová había echado de delante de los hijos de Israel”. Vemos que se alejó de Dios y siguió a los dioses de aquellos pueblos circundantes. Esto contrastaba directamente con la maravillosa obra que Dios había estado haciendo en la nación de Judá bajo el reinado de su padre Ezequías.
Vemos también que Manasés reconstruyó los lugares altos dedicados a los dioses extranjeros que su padre había demolido (v. 3); erigió altares a Baal e hizo imágenes de Asera. También veneraba a las estrellas. En poco tiempo la nación que había sido revivida bajo el reinado del rey Ezequías había vuelto al mal del que Dios la había librado.
Notemos en el versículo 4 que Manasés edificó altares extranjeros y los puso en el templo. Puso estos altares en los atrios, el exterior y el interior. Del versículo 5 entendemos que estos altares eran para la adoración de las estrellas. Al hacer esto, Manasés mostraba que no tenía respeto por el Dios de su padre.
Del versículo 6 aprendemos que Manasés sacrificó a sus hijos en el fuego en el valle del hijo de Hinom; que practicaba la hechicería, la adivinación y la brujería; y que consultaba a médiums y espiritistas. Su participación en el ocultismo y sus malas acciones enfurecieron a Dios.
Manasés tomó imágenes talladas que había hecho y las puso en el templo de Dios (v. 7). Así mostraba su total desprecio por la advertencia del Señor de que si su pueblo lo desobedecía, su tierra les sería arrebatada (v. 8).
Manasés alejó de Dios a Judá y al pueblo de Jerusalén. De hecho, él era peor que las naciones vecinas (v. 9). Aunque Dios le habló, se negó a prestar atención y continuó con sus malas prácticas (v. 10).
Estos versículos nos muestran cuán lejos estaba Manasés de Dios. Lo que resulta tan perturbador de estos versículos es que justo antes de esto, Judá había experimentado un avivamiento maravilloso. En tan poco tiempo estaban peor que nunca. Toda la nación le había dado la espalda a Dios y a Sus caminos.
Dios estaba enojado con Judá; por lo tanto, trajo a Asiria contra ellos. Estos asirios tomaron prisionero a Manasés. Le pusieron un garfio en la nariz, lo ataron con grillos de bronce y lo llevaron a Babilonia (v. 11). Manasés fue quebrantado por este evento. El versículo 12 nos dice que en su angustia se volvió al Señor y buscó Su favor. Se nos dice que se humilló mucho delante del Señor, el Dios de sus padres (v. 12). Dios fue movido por su oración y lo escuchó (v. 13). En respuesta a su oración y arrepentimiento, el Señor abrió la puerta para que Manasés regresara a Jerusalén como rey. Cuando esto sucedió, Manasés supo que el Señor era Dios (v. 13).
A su regreso a Jerusalén, Manasés era un hombre diferente. El versículo 14 nos dice que reconstruyó el muro exterior de la ciudad haciéndolo mucho más alto que antes (v. 14). Colocó comandantes militares en todas las ciudades fortificadas de Judá.
Cuando garantizó la seguridad de la ciudad, Manasés procedió a limpiar la nación de sus dioses paganos. Quitó los dioses extranjeros y la imagen que había puesto en el templo. Destruyó los altares que había construido en la colina del templo y los arrojó fuera de la ciudad (v. 15).
Cuando hubo echado fuera los altares paganos, restauró el altar del Señor. Ofreció sobre él sacrificios de ofrendas de paz y de alabanza como el Señor lo había mandado (v. 16). Aunque el Señor había cambiado radicalmente a Manasés, el pueblo continuaba ofreciendo sacrificios a dioses extranjeros en los lugares altos (v. 17).
Los eventos de la vida de Manasés fueron registrados en la historia de los reyes de Israel y Judá (v. 18). Fue conocido como un rey malvado, pero cuya oración de arrepentimiento conmovió el corazón de Dios y lo restauró a la comunión (v. 19). Cuando Manasés murió, su hijo Amón lo sucedió como rey (v. 20).
Amón se convirtió en rey a la edad de veintidós años. Él reinaría en Judá por solo dos años (v. 21). También fue un rey malvado. Escogió seguir el ejemplo temprano de su padre y alejó a Judá del Señor. Adoró los ídolos que había hecho su padre Manasés (v. 22). Sin embargo, a diferencia de su padre, Amón se negó a arrepentirse de su maldad.
Los funcionarios de Amón conspiraron contra él y lo asesinaron en el palacio (v. 24). Ese incidente ocasionó una revuelta en la nación. Entonces el pueblo se levantó y mató a los que habían conspirado contra el rey Amón y puso por él en el trono a su hijo Josías (v. 25).
Hay varias lecciones importantes que debemos aprender de la vida de estos reyes. Permítanme dar tres lecciones que podemos aprender de las vidas de Manasés y Amón.
Primero, cada persona es responsable ante Dios y debe tomar su propia decisión sobre lo que va a hacer con Él. Ezequías fue un rey maravilloso que siguió el camino del Señor con todo su corazón. Su hijo Manasés no siguió su ejemplo, sino que optó por desviar a Judá de Dios. Luego se humilló y volvió a Dios con todo su corazón. El hijo de Manasés, Amón, eligió desviarse de Dios y nunca se arrepintió ni vino al Señor. Cada generación tiene una decisión que tomar. Aunque es muy importante para nosotros dar ejemplo a nuestros hijos, cada uno de ellos debe decidir individualmente si seguirá al Señor o no. Algunos, como Manasés, eligen apartase, pero vuelven a Dios en un momento posterior de su vida. Otros como Amón persistirán en la rebelión. Esta no es una decisión que cualquiera pueda tomar por nosotros. Cada uno de nosotros debe tomar su propia decisión acerca de lo que haremos con el Señor.
Segundo, aprendemos de este pasaje, que el Señor está dispuesto a escuchar la oración humilde y arrepentida incluso del peor pecador. Manasés es un claro ejemplo de esto. He aquí un hombre que estaba muy involucrado en el ocultismo, que hizo un mal terrible en la tierra de Judá y descarrió a muchos. Sin embargo, Dios captó su atención cuando lo envió al exilio en Babilonia. Cuando se humilló y oró, Dios estuvo dispuesto a restaurarlo a la comunión. No importa cuán lejos nos hayamos alejado del Señor, si nos arrepentimos, hay perdón disponible para nosotros, y podemos ser restaurados a Dios.
Finalmente, este pasaje nos muestra cuán rápido los fuegos de avivamiento pueden ser apagados por la desobediencia. En solo unos pocos meses, Manasés logró apartar de Dios a la nación de Judá. El templo que había sido limpiado y purificado fue profanado rápidamente por altares e imágenes extranjeras. La tierra que había sido limpiada de altares e ídolos paganos se encontraba nuevamente en el centro de la idolatría maligna.
¡Cuán importante es que permanezcamos fieles al Señor! ¡Cuán rápido podemos caer! ¡Qué fácil es que el enemigo entre y nos derrote! En un momento de desatención o debilidad nos encontramos lejos de Dios y de Su bendición. Este pasaje nos advierte que debemos perseverar en la obediencia si queremos continuar experimentando la bendición de Dios. La vida cristiana requiere de vigilancia constante. El enemigo siempre está buscando la manera de penetrar en nuestras filas, por lo que debemos estar siempre alerta y atentos a sus caminos.
Para meditar:
- ¿Qué nos enseña este capítulo sobre el mal que hizo Manasés al comienzo de su reinado?
- ¿Cómo cambiaron la vida del rey la invasión de Asiria y su captura? ¿Alguna vez Dios ha usado la tragedia en nuestras vidas para cambiarnos o abrirnos los ojos?
- ¿Qué aprendemos acerca de cómo se puede extinguir rápidamente el fuego del avivamiento? ¿Qué nos enseña esto acerca de la importancia de estar alertas?
- ¿Qué aprendemos acerca de la disposición que tiene Dios de aceptar a todos los que se arrepienten de su pecado y maldad?
- ¿Por qué nos cuesta tanto aprender de los errores de los demás? ¿Aprendieron Manasés y Amón de sus padres?
Para orar:
- Tomemos un momento para considerar las lecciones que Dios nos ha enseñado a través de las pruebas y dificultades de la vida. Agradezcamos a Dios que usa las pruebas para enseñarnos lecciones importantes. Pidamos a Dios que abra nuestros corazones a las lecciones que Él quiere enseñarnos hoy.
- Pidamos a Dios que nos ayude a estar vigilantes y alertas en nuestro caminar espiritual.
- Agradezcamos al Señor por Su disposición a perdonarnos nuestros pecados. Démosle gracias porque Él se deleita en restaurar al pecador arrepentido.
48 – Avivamiento Bajo Josías: El Descubrimiento Del Libro De La Ley
Leamos 2 Crónicas 34:1-33
A la edad de ocho años, Josías se convirtió en rey, en lugar de su malvado padre Amón. Él reinaría en Jerusalén por treinta y un años (v. 1). A diferencia de su padre, Josías fue un buen rey que siguió los caminos del rey David (v. 2), y sirvió al Señor fielmente.
En el octavo año de su reinado, cuando aún era bastante joven (probablemente de unos catorce años), comenzó a buscar del Señor (v. 3). En el año duodécimo (cuando tenía aproximadamente dieciocho años de edad), Josías asumió la responsabilidad de purgar la tierra de sus malas prácticas. Quitó los postes paganos de Asera y los ídolos en Judá. Bajo su dirección, los Baales fueron derribados y cortados en pedazos. Los altares de incienso usados en la adoración de los Baales fueron derribados y destrozados (v. 4). Las imágenes de Asera fueron rotas en pedazos y esparcidas sobre las tumbas de los que les habían ofrecido sacrificios. Incluso quemó los huesos de los sacerdotes que sacrificaban a estos dioses en sus altares paganos. 2 Reyes 23 nos da un relato más detallado de lo que sucedió en aquellos días de Josías. Según lo que nos dice 2 Reyes 23:16, entendemos que Josías en realidad vació las tumbas de sus cuerpos para quemarlos en estos altares. Todo esto fue en cumplimiento directo de una profecía dada en 1 Reyes 13:1-2 muchos años antes del nacimiento de Josías. Al hacer todo esto, Josías estaba enviando un mensaje muy claro a su pueblo: no toleraría la adoración de ningún otro dios en Judá.
Josías no se contentó con limpiar solamente a la nación de Judá. En el versículo 6 vemos cómo entró en los pueblos de las tribus de Manasés, Efraín, Simeón y Neftalí (en el país de Israel) y derribó también sus altares (v. 6). A esos ídolos los aplastó y los molió hasta convertirlos en polvo. Después de haber recorrido estas regiones de Israel destruyendo sus altares paganos, volvió a Jerusalén (v. 7).
Cuando tenía veinticuatro años (el año dieciocho de su reinado), Josías se dedicó a purificar el templo de Jerusalén (v. 8). Encargó a Safán y a Joa que limpiaran y repararan el templo. Safán y Joa fueron al sumo sacerdote Hilcías y le dieron el dinero que los levitas habían recolectado del pueblo de Israel y Judá (v. 9). Confiaron en esos hombres que habían sido designados para supervisar las reparaciones del templo (v. 10). Entonces estos mayordomos (supervisores) usaron el dinero para contratar carpinteros y albañiles y para comprar piedra labrada y madera para vigas y viguetas para los edificios que se habían arruinado (v. 11). Esto nos da una pequeña idea de la extensión del daño en el templo y sus alrededores. Las vigas y las juntas tuvieron que ser reemplazadas para que fuera un lugar seguro para el uso de las personas.
Estos hombres hicieron la obra del Señor con fidelidad (v. 12). El versículo 12 nos dice que Jahat y Abdías (descendientes de Merari) y Zacarías y Mesulam (descendientes de Coat) dirigían a los trabajadores. Los levitas tenían un papel importante que desempeñar en las reparaciones del templo, actuando como supervisores, secretarios y porteros (v. 13). Observemos en el versículo 12 que los que eran diestros en tocar instrumentos musicales estaban a cargo de los trabajadores. Si bien esta no era su responsabilidad habitual, tenían que ser flexibles en esta situación. La primera responsabilidad fue reparar y purificar el templo. Sus responsabilidades regulares tenían que dejarse de lado hasta que esto se hubiera logrado.
Mientras limpiaban el templo, el sacerdote Hilcías encontró el Libro de la Ley del Señor. Este contenía la ley que Dios había dado por medio de Moisés (v. 14). Es significativo que este libro se hubiese perdido. Durante años, nadie lo leyó ni pareció extrañarlo. Esto evidencia una vez más el estado en que se encontraba la nación. La Palabra de Dios se había perdido completamente para la nación de Judá.
Hilcías le dijo al escriba Safán que había encontrado el Libro de la Ley del Señor en el templo, y le entregó el libro (v. 15). Entonces Safán llevó el libro al rey Josías cuando fue a llevarle un informe sobre el progreso de la obra (vv. 16-17); y luego leyó algo del libro al Rey (v. 18).
Cuando Josías escuchó lo que Safán leyó del Libro de la Ley del Señor, se conmovió profundamente. El versículo 19 nos dice que rasgó sus vestiduras en señal de duelo. Dio órdenes de que Hilcías, Ahicam, Abdón, Safán y Asaías consultaran al Señor acerca de lo que estaba escrito en el Libro de la Ley (vv. 20-21). Josías aprendió de este libro que el Señor estaba muy enojado con Su pueblo porque no habían guardado Su ley.
Resulta interesante en este pasaje que estos hombres, aun teniendo el Libro de la Ley, todavía sentían la necesidad de escuchar una palabra específica del Señor. Por eso llamaron a un profeta. Es importante que tengamos esto en cuenta. Ha habido muchas personas que han leído la Biblia pero no la entienden ni ven su aplicación. Es el ministerio del Espíritu Santo ayudarnos a entender esta Palabra y aplicarla a nuestras vidas. El Espíritu Santo se deleita en abrirnos la Palabra de Dios y mostrarnos su aplicación práctica en nuestras vidas. A veces Él hace esto cuando nos habla personal y directamente acerca de la Palabra de Dios. En otras ocasiones Él puede usar a otros para hablarnos y enseñarnos la verdad de esa Palabra. Cualquiera que sea el caso, si queremos entender la verdad y la aplicación de la Palabra de Dios, debemos hacer más que leerla. Debemos dejar que el Espíritu de Dios la use para enseñarnos e instruirnos en la forma en que Él quiere que vivamos.
Josías entendió lo suficiente de las palabras del Libro de la Ley de Dios para saber que él y su nación estaban en problemas. Ahora sentía la necesidad de llevar estas palabras al Señor y buscar Su dirección y guía con respecto a lo que acababa de escuchar. Haríamos bien en seguir su ejemplo en nuestro estudio de la Palabra de Dios.
Entonces, el sacerdote Hilcías y los hombres que Josías había comisionado para buscar al Señor fueron a la profetisa Hulda y le preguntaron acerca de la voluntad del Señor con respecto a las palabras que acababan de leer (v. 22). Ella les dijo que ciertamente Dios traería calamidad sobre Judá de acuerdo con todas las maldiciones que estaban escritas en el Libro de la Ley (v. 24); y eso sucedería porque habían dejado al Señor y servido a otros dioses, provocándolo a ira (v. 25). Una ira que no se apagaría y se derramaría sobre la nación de Judá.
Hulda también tuvo una palabra especial para Josías el Rey. En los versículos 27-28 ella le dijo que, porque tenía un corazón humilde y receptivo hacia Dios, sería sepultado en paz. Sus ojos no verían el desastre que Dios iba a traer sobre la nación. Dios aplazó Su juicio por un tiempo debido a la humildad y receptividad del corazón de Josías. Solo podemos preguntarnos qué efecto juegan nuestras propias vidas en el tiempo de Dios para juzgar nuestro mundo pecaminoso.
Hilcías y los otros hombres llevaron la palabra de Hulda a Josías. Cuando el rey escuchó la palabra del Señor, reunió a los ancianos de Judá y de Jerusalén (v. 29), y se reunieron con el pueblo de Judá y Jerusalén en el templo. Presentes ese día estaban hombres y mujeres de todas las edades (v. 30). Josías, entonces, leyó el Libro de la Ley al pueblo; y renovó su pacto con Dios. Ese día, los oficiales y el pueblo de Judá se comprometieron a seguir los mandamientos, reglamentos y decretos del Señor con todo su corazón y con toda su alma (v. 31). También se comprometieron a obedecer las palabras del Libro de la Ley del Señor (Libro del Pacto); y todos en Jerusalén y Benjamín hicieron esta promesa ante Dios (v. 32).
Las palabras del Libro de la Ley y la Palabra de Dios a través de la profetisa Hulda tuvieron un profundo impacto en la vida de Josías y en la vida de la nación de Judá en su totalidad. Él y su nación se comprometieron a buscar a Dios y a vivir de acuerdo con Su Palabra. El versículo 33 nos dice que mientras Josías fue su rey, el pueblo no dejó de seguir al Señor.
La historia de Josías es la historia de un buen rey que quiso seguir los caminos de su Dios. Es también la historia de un buen hombre que descubrió la Palabra de Dios y quedó profundamente impactado por ella. La Palabra del Señor había estado escondida por muchos años. Josías sabía algo acerca de la adoración del Señor por la historia que le había sido transmitida, pero no fue hasta que descubrió la Palabra de Dios, que pudo tener una base firme y verdadera sobre la cual fundamentar sus reformas. La Palabra de Dios dio dirección a la renovación que tuvo lugar en los días de Josías. También fue lo que mantuvo encendido el fuego de renovación mientras vivió Josías.
Para meditar:
- ¿Qué evidencia hay de que la mano del Señor estuvo sobre Josías en sus primeros años? ¿Qué reformas trajo él a la nación en sus primeros años?
- Josías era un hombre que amaba al Señor pero no tenía acceso al Libro de la Ley. ¿Cómo impactó a Josías el descubrimiento del Libro de la Ley? ¿Cuán importante es la Palabra de Dios hoy?
- ¿Hasta dónde creemos que podría haber llegado el avivamiento bajo Josías sin el Libro de la Ley? ¿Qué papel tiene la Palabra de Dios en la renovación y el avivamiento del presente?
- ¿Por qué necesitamos el ministerio del Espíritu Santo en la interpretación y aplicación de la Palabra de Dios?
Para orar:
- Agradezcamos al Señor que Él nos ha dado Su Palabra para que sea nuestra guía hacia la verdad.
- Pidamos al Señor que nos dé una apreciación más profunda de la verdad de la Palabra de Dios.
- Demos gracias al Señor que nos ha dado Su Espíritu Santo para guiarnos a la verdad de la Palabra de Dios. Agradezcamos también por los hombres y mujeres que ha dotado para enseñar y aplicar esa Palabra.
49 – La Pascua Y La Batalla Final
Leamos 2 Crónicas 35:1-27
Las reformas de Josías tuvieron un impacto poderoso en la nación de Judá. Bajo su liderazgo, la nación fue limpiada de sus impurezas y la adoración a Dios fue restaurada.
Uno de los aspectos más destacados del reinado del rey Josías fue la celebración de la Pascua que tuvo lugar en la ciudad de Jerusalén. En esa ocasión, Josías nombró sacerdotes para cumplir con los deberes requeridos para la celebración de esta Pascua, y los animó a tomar sus responsabilidades con seriedad (v. 2). Esto nos muestra que Josías fue responsable de gran parte de este acercamiento a Dios en Judá. Fue el rey quien animó a los sacerdotes a tomar en serio su papel.
Josías también les dijo a los levitas que trajeran el Arca del Pacto al templo. No está claro por qué el Arca de la Alianza no estaba en el templo. Puede ser que se hubiera movido por protección. Durante los reinados de los reyes anteriores de Judá, el templo fue profanado y sus artículos entregados a tierras extranjeras. Josías quería que todo estuviera en orden. El Arca de la Alianza pertenecía al templo y ahora sería restaurada al lugar que le correspondía.
Observemos, sin embargo, que Josías dio órdenes particulares de que esta arca no debía ser llevada sobre los hombros de los levitas. Esto era importante. Necesitamos recordar que el Libro de la Ley del Señor se había perdido para el pueblo, y durante muchos años no lo habían consultado ni obedecido. Josías había descubierto el Libro de la Ley y había leído cómo se debía transportar el arca del pacto. Había dos varas que estaban unidas al costado del arca; y debía ser transportada por medio de esas varas. Josías tuvo cuidado de observar la ley de Dios tal como la conocía.
Una vez que los sacerdotes tenían claras sus responsabilidades y el Arca del Pacto estaba en su lugar, el sacerdote y los levitas debían sacrificar los corderos de la Pascua, consagrarse primero ellos y luego el pueblo (vv. 4-6). Observemos en los versículos del 7 al 8 las ofrendas que se hicieron ese día.
Quién Ofreció | Ofrenda |
Rey Josías | 30.000 ovejas y cabras 3.000 cabezas de ganado |
Oficiales del Rey | 2,600 ovejas y cabras 300 cabezas de ganado |
Levitas | 5.000 ovejas y cabras 500 cabezas de ganado |
Aquí tenemos constancia de una ofrenda de 37.600 corderos y cabras y 3.800 cabezas de ganado. Todos estos animales fueron ofrecidos como ofrenda voluntaria para la celebración de la Pascua. No se trataba de un evento pequeño.
A medida que se desarrollaban los acontecimientos de ese día, se sacrificaban los corderos pascuales y los sacerdotes rociaban la sangre de estos sacrificios para purificar al pueblo. Los levitas eran los encargados de desollar a los animales (v. 11). Gran tarea debió haber sido ésta.
Una vez desollados los animales y rociada su sangre, se apartaba cierto número como holocausto. Lo mismo se hizo con el ganado (v. 12). El resto se asaba al fuego o se hervía en ollas, calderos y sartenes y se servía al pueblo (v. 13). Cuando el pueblo estuvo servido, los levitas prepararon la comida para ellos y para los sacerdotes que estaban ocupados ofreciendo sacrificios hasta el anochecer (v. 14).
Mientras se desarrollaba la celebración de la Pascua, los músicos estaban en sus lugares cantando y tocando para la gloria de Dios (v. 15). Los porteros estaban en cada puerta asegurando que nada inmundo entrara en la ciudad durante estas celebraciones, por lo que no abandonaron sus puestos durante estas celebraciones y la cena de la Pascua les fue traída a la puerta.
Las celebraciones duraron siete días en Jerusalén (v. 16). El versículo 18 nos dice que no se había celebrado una Pascua así desde los días del profeta Samuel. Ningún otro rey celebró la pascua como Josías la celebró ese día en el año dieciocho de su reinado.
Cuando las cosas en el templo y en su tierra se pusieron en orden, Josías salió para enfrentarse en batalla al rey Necao de Egipto (v. 20). No está claro por qué Josías hizo esto. Puede que se haya sentido amenazado. El rey Necao envió mensajeros a Josías diciéndole que no tenía ninguna disputa con él y que no tenía intención de atacar a Judá en ese momento. Le dijo a Josías que Dios le había dicho que atacara a otra nación. La nación a la que se hace referencia aquí es Babilonia. La batalla de Necao era contra Babilonia y no contra Judá. También le dijo a Josías que solo estaba obstaculizando el propósito de Dios al oponerse a él (v. 21). También le advirtió a Josías que si no retrocedía sería destruido.
Josías se negó a escuchar a Necao y a poner atención a la palabra que el Señor le daba a través él. Según el versículo 22, Dios le había dado esta orden al rey Necao. Al ignorar sus palabras, Josías estaba peleando contra Dios.
Nos sorprende muchísimo darnos cuenta de que el Señor dirige incluso a los reyes paganos. Él puede usar al incrédulo para que nos hable si estamos dispuestos a escuchar. Josías se negó a escuchar la palabra del Señor a través del rey Necao y optó por ir a la batalla contra él. El rey Josías, sin embargo, se disfrazó; pero su disfraz no ayudó. Mientras rugía la batalla, un arquero le disparó y resultó gravemente herido (v. 23). Josías pidió a sus oficiales que lo sacaran de la batalla. Lo pusieron en otro carro y lo llevaron a Jerusalén (v. 24). Josías murió a causa de sus heridas. Fue sepultado en las tumbas de sus padres y la ciudad de Jerusalén hizo duelo por él. Incluso el gran profeta Jeremías compuso un lamento para Josías que sería cantado por hombres y mujeres cantores en honor a este rey (v. 25). Más detalles de los acontecimientos del reinado de Josías se registraron en los anales de los reyes de Israel y Judá (vv. 26-27).
Lo que llama especialmente la atención de la vida de Josías es que su mayor fortaleza parecía ser su conexión con el Libro de la Ley del Señor. Cuando descubrió este libro tuvo un profundo impacto en su vida. Se aseguró de que sus sacerdotes y líderes siguieran la Ley de Dios en todo lo que hicieran. Mientras tuvo vida el pueblo siguió la palabra de Dios.
Sin embargo, Josías moriría porque no escuchó la palabra del Señor a través del rey Necao de Egipto. Dios nos guía tanto por medio de Su palabra escrita como por medio de Su dirección personal. Mientras los apóstoles se movían de un pueblo a otro, el Espíritu Santo les mostraba a dónde debían ir. Jesús también fue guiado por el Espíritu en lo que habló e hizo. El fracaso de Josías tuvo que ver con su negativa a escuchar la dirección específica de Dios en cuanto a la batalla contra Egipto. Dios siempre ha guiado específicamente a Su pueblo a través de circunstancias o fuertes motivaciones. Haríamos bien en abrir nuestro corazón no solo a la Palabra de Dios escrita con autoridad, sino también a la dirección de Su Espíritu Santo mientras nos dirige en los asuntos cotidianos.
Para Meditar:
- ¿Qué evidencia tenemos aquí en este pasaje de que Josías fue la principal motivación detrás de las reformas que tuvieron lugar en Judá? ¿Cómo motivó él al pueblo?
- ¿Qué nos muestra la voluntad de Josías de sacrificarse tanto, acerca de su profundo deseo de ver que Dios fuera honrado? ¿Qué estamos dispuestos a dar para que Dios sea honrado?
- ¿Cómo le habló Dios a Josías a través del rey Necao? ¿Por qué suponemos que Josías ignoró la palabra del Señor a través de Necao?
- Dios nos guía tanto a través de la enseñanza clara de Su Palabra escrita como a través del ministerio de Su Espíritu Santo. ¿Se contradecirán alguna vez el Espíritu y la Palabra? ¿Por qué pensamos que Dios nos ha dado tanto la Palabra como el Espíritu para guiarnos?
- ¿Hemos tenido momentos en nuestra vida en los que nos hemos negado a escuchar al Señor y Su dirección? ¿Qué nos impidió escuchar?
Para Orar:
- Pidámosle al Señor que nos dé la disposición de sacrificar lo que Él nos pida por el bien de Su reino.
- Agradezcamos al Señor por la autoridad de Su Palabra escrita. Démosle gracias por hacer de ella una guía clara hacia toda verdad.
- Demos gracias al Señor por el ministerio del Espíritu Santo que nos lleva a comprender la verdad de la Palabra de Dios y que también nos guía concretamente en las decisiones de cada día.
- Pidamos a Dios que nos ayude a amar y obedecer Su Palabra escrita, y a conocer y seguir la dirección de Su Espíritu Santo.
50 – Los Últimos Reyes De Judá
Leamos 2 Crónicas 36:1-23
Los últimos años de la nación de Judá antes de ser enviados al exilio fueron años de confusión y rebelión contra Dios. Después de la muerte de Josías, Joacaz se convirtió en rey de Judá (v. 1). Joacaz tenía veintitrés años cuando se convirtió en rey, pero reinaría por un período de solo tres meses (v. 2). El rey de Egipto lo destituyó de su cargo y sometió a la nación a pagar un fuerte impuesto (v. 3). El rey de Egipto nombró rey en su lugar a Eliaquim, hermano de Joacaz, quien fue llevado cautivo a Egipto.
El rey Necao cambió el nombre de Eliaquim a Joacim (v. 4). Joacim tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar y lo hizo durante once años (v. 5). Su reinado, sin embargo, estaría bajo la atenta mirada de Egipto, quien demostraría ser una amenaza constante para ellos en este momento.
Joacim no sirvió al Señor (v. 5), y no se nos dan detalles de su reinado, pero el versículo 6 nos dice que su alejamiento de Dios trajo como resultado que Babilonia atacara a Judá, y que Joacim fuera atado y llevado con grilletes de bronce a Babilonia como prisionero. El rey Nabucodonosor llevó consigo muchos artículos del templo a Babilonia para ponerlos en su templo (v. 7). Cuando Joacim fue quitado de Judá, su hijo Joaquín lo sucedió como rey en el trono (v. 8).
Joaquín tenía dieciocho años cuando se convirtió en rey, y reinó poco más de tres meses (v. 9). Él tampoco sirvió a Dios. En la primavera, el rey Nabucodonosor mandó llamarlo y lo llevó a Babilonia. En ese momento, Nabucodonosor también saqueó a Jerusalén y tomó más artículos de valor del templo (v. 10). Al igual que su padre, Joaquín fue enviado al exilio a Babilonia. Su tío Sedequías tomaría su lugar como rey.
Cuando Sedequías comenzó a reinar, tenía veintiún años, y reinó durante once años (v. 11). Él también se rebeló contra el Señor e hizo lo malo ante Sus ojos. El Señor envió a Jeremías a hablar con Sedequías, pero él se negó a escuchar lo que el profeta tenía que decir (v. 12).
Sedequías incluso se rebeló contra el rey Nabucodonosor quien había hecho jurarle lealtad en el nombre de Dios (v. 13). Al romper este juramento, Sedequías no solo mostró su desprecio por Nabucodonosor, a quien Dios había ordenado que fuera su juez, sino que también mostró su desprecio por Dios ante quien había prestado juramento.
A lo largo de su vida, Sedequías se negó a escuchar al Señor. De hecho, se endureció mucho más contra Dios y Sus caminos (v. 13). Los líderes de la nación y los sacerdotes también se endurecieron contra las cosas de Dios y comenzaron a seguir las prácticas de las naciones que los rodeaban (v. 14). Al hacer esto, profanaron la tierra y el templo en el que Dios debía ser adorado.
Dios tuvo compasión de Su pueblo en aquellos días y les envió Su palabra a través de mensajeros proféticos (v. 15). Pero estos mensajeros fueron objeto de burla (v. 16). Entonces, Dios habiéndolos advertido a través de Sus profetas, volvió Su ira contra Su pueblo. Observemos en el versículo 16 que no había remedio para el pueblo de Judá. Habían rechazado constantemente a Dios y las palabras que les había enviado en cuanto a que no se les daría más oportunidad. Ahora sufrirían las consecuencias de su pecado y maldad.
En el versículo 17, el juicio de Dios vino en la forma de la nación de Babilonia. Esta nación atacó a Judá con violencia. Los babilonios mataron a espada en el templo a los jóvenes de Judá. También mataron a las mujeres y a los ancianos (v. 17). Toda la nación fue entregada a Nabucodonosor, quien se llevó todos los utensilios del templo y los llevó para su tierra (v. 18). También despojó los tesoros del rey y sus funcionarios, dejando a la nación empobrecida.
Cuando todos los artículos de valor fueron sacados del templo, Nabucodonosor procedió a quemarlo. Derribó el muro de la ciudad de Jerusalén, dejándola indefensa (v. 19). Sin que quedara dinero en la ciudad, ya no se podría reconstruir en muchos años. Así mismo, al no haber rey sentado en el trono destruyeron el palacio y lo quemaron.
Los habitantes de Judá, que habían escapado de la espada, fueron llevados al exilio a Babilonia. Permanecerían allí mientras Babilonia estuviera en el poder. En unos setenta años, los persas conquistarían a Babilonia y el rey Ciro emitiría un decreto permitiéndoles regresar a su tierra natal. Durante setenta años, la tierra de Judá disfrutaría de un descanso de la maldad de sus habitantes. Todo esto fue profetizado por el profeta Jeremías que vivía en ese tiempo (v. 21). La profecía de Jeremías acerca de este tiempo está registrada para nosotros en Jeremías 25:1-14.
Al final de setenta años de exilio, el Señor puso en el corazón del rey Ciro de Persia hacer una proclamación en todo su reino. En esa proclamación, Ciro le dijo a su pueblo que Jehová, el Dios de los cielos, lo había designado para construirle un templo en Jerusalén. Entonces comisionó a todos los que estaban dispuestos a regresar a Jerusalén para que le construyeran ese templo a Dios.
Si bien el pueblo de Dios tuvo que pagar por su pecado, Dios no los había olvidado. Por eso puso en el corazón de Ciro que liberara a Su pueblo para que pudieran ser restaurados. La disciplina que proviene de parte de Dios tiene como meta final la restauración.
En estos años finales de los reyes de Judá hubo gran agitación en la nación. Los cuatro reyes fueron llevados cautivos pues no tenían poder para defender a su nación contra las potencias extranjeras. Dios les advirtió, pero ellos habían rechazado constantemente Su advertencia. Al final, Dios los disciplinó. El pueblo de Dios perdió todo, sus hogares, su tierra, sus posesiones e incluso miembros de su propia familia. El pecado los había devastado pero Dios no los olvidaría como nación. Llegaría el día en que Él les ofrecería otra oportunidad.
El pecado tiene consecuencias devastadoras para nuestras naciones, iglesias y vidas personales. Una nación escogida como pueblo de Dios había sido destruida a causa de su incredulidad y rebelión. Puedo imaginar que esto habría sido algo inimaginable para ellos. Nunca podrían haber imaginado que perderían tanto. Sus vidas sirven como una advertencia para nosotros, nuestra iglesia y nuestras naciones. Que Dios nos ayude a ver que la única esperanza para nuestra iglesia y nación es que lo busquemos de todo corazón.
Para meditar:
- ¿Cuál fue el efecto del pecado en los últimos años de la nación de Judá?
- ¿Qué advertencia debemos tomar de este pasaje sobre el pecado y sus consecuencias?
- ¿Qué evidencia había de que la bendición de Dios se había quitado de la tierra de Judá en esos últimos días?
- ¿Qué pasó con el templo de Jerusalén en los días del rey Sedequías?
- ¿Cuál fue la profecía de Jeremías acerca de este período de la historia? ¿Cómo se hizo realidad?
- ¿Qué aprendemos acerca de la compasión de Dios? ¿Tenemos compasión de quienes nos han ofendido?
Para orar:
- Pidamos a Dios que nos dé un corazón que responda a Su Palabra y a la dirección de Su Espíritu.
- Demos gracias al Señor porque Él es un Dios de compasión que, incluso en Su ira y castigo, se acuerda de mostrar misericordia.
- Agradezcamos al Señor que castiga el pecado; y démosle gracias por ser Él un Dios de justicia y santidad.
- Tomemos un momento para orar por la iglesia y nuestra nación. Pidamos a Dios que nos dé a todos un corazón que sea sensible a Él y a Su Palabra.