Una Mirada Devocional a la Transición de Israel Hacia la Monarquía
F. Wayne Mac Leod
Copyright © 2011 by F. Wayne Mac Leod
Publicado por Light To My Path Book Distribution 153 Atlantic Street, Sydney Mines, Nova Scotia, CANADA B1V 1Y5
Todos los derechos reservados. No puede reproducirse ni transmitirse parte alguna de este libro sin el previo consentimiento por escrito de su autor.
Todas las citas bíblicas, a menos que se indique otra versión, han sido tomadas de la Biblia Reina Valera Revisada (1960) (RVR60).
Especial agradecimiento a los revisores y correctores del texto, Diane MacLeod y Lee Tuson, sin los cuáles este libro hubiera sido mucho más difícil de leer.
Traducción al español: Ester Gomero.
Revisado: David Gomero y Dailys Camejo (Traducciones NaKar)
Tabla de Contenido
- Introducción a 1 y 2 Samuel
- 1 – 1 Samuel 1:1-28 – La Carga de Ana
- 2 – 1 Samuel 2:1-11 – La Profecía de Ana
- 3 – 1 Samuel 2:12-36 – Ofni y Finess
- 4 – 1 Samuel 3:1-21 – Dios Habla a Samuel por Primera Vez
- 5 – 1 Samuel 4:1-22 – La Gloria es Traspasada
- 6 – 1 Samuel 5:1-6:21 – El Arca en Manos Enemigas
- 7 – 1 Samuel 7:1-17 – Victoria sobre los Filisteos
- 8 – 1 Samuel 8:1-22 – Israel Busca un Rey
- 9 – 1 Samuel 9:1-10:16 – Saúl es Elegido Rey
- 10 – 1 Samuel 10:17-11:15 – Saúl es Establecido como Rey
- 11- 1 Samuel 12:1-25 – La Gracia de Dios en medio del Pecado
- 12 – 1 Samuel 13:1-14:23 – La Victoria de Jonatán y La Derrota de Saúl
- 13 – 1 Samuel 14:24-52 – Un juramento Quebrantado
- 14 – 1 Samuel 15:1-35 – Más Desobediencia
- 15 – 1 Samuel 16:1-23 – David es Ungido
- 16 – 1 Samuel 17:1-58 – David y Goliat
- 17 – 1 Samuel 18:1-30 – Los Celos de Saúl
- 18 – 1 Samuel 19:1-24 – Jonatán, Mical y los Profetas
- 19 – 1 Samuel 20:1-42 – David y Jonatán se Separan
- 20 – 1 Samuel 21:1-22:23 – Doeg, el Edomita
- 21 – 1 Samuel 23:1-29 – Sela-hama-lecot: La Peña de las Divisiones
- 22 – 1 Samuel 24:1-22 – David Perdona la Vida de Saúl
- 23 – 1 Samuel 25:1-44 – EL Consejo de Abigail a David
- 24 – 1 Samuel 26:1-27:12 – David Entre los Filisteos
- 25 – 1 Samuel 28:1-25 – Saúl y la Adivina
- 26 – 1 Samuel 29:1-30:31 – La Captura y la Restauración de Siclag
- 27 – 1 Samuel 31:1-2 Samuel 1:27 – La Muerte De Saúl
- 28 – 2 Samuel 2:1-32 – David e Is-boset
- 29 – 2 Samuel 3:1-39 – La Alianza y Muerte de Abner
- 30 – 2 Samuel 4:1-5:25 – David es Proclamado Rey
- 31 – 2 Samuel 6:1-23 – El Arca de Dios es llevada a Jerusalén
- 32 – 2 Samuel 7:1-29 – El Plan de David Para Construir un Templo
- 33 – 2 Samuel 8:1-9:13 – El Fortalecimiento del Reinado de David
- 34 – 2 Samuel 10:1-19 – David Derrota a los Amonitas y a los Arameos
- 35 – 2 Samuel 11:1-27 – David y Betsabé: El Progreso del Pecado
- 36 – 2 Samuel 12:1-31 – David y Betsabé: Dios Confronta a David
- 37 – 2 Samuel 13:1-39 – Amnón y Tamar
- 38 – 2 Samuel 14:1-33 – El Plan de Joab para Unir a David y a Absalón
- 39 – 2 Samuel 15:1-37 – La Conspiración de Absalón
- 40 – 2 Samuel 16:1-22 – Humilde
- 41 – 2 Samuel 16:23-17:29 – La Muerte de Ahitofel
- 42 – 2 Samuel 18:1-33 – La Muerte de Absalón
- 43 – 2 Samuel 19:1-43 – David Regresa a Casa
- 44 – 2 Samuel 20:1-26 – La Sublevación de Seba
- 45 – 2 Samuel 21:1-22 – Hambre y Gigantes
- 46 – 2 Samuel 22:1-51 – Un Cántico de David
- 47 – 2 Samuel 23:1-39 – Los Valientes de David
- 48 – 2 Samuel 24:1-25 – El Censo de David
Introducción a 1 y 2 Samuel
Autor:
Originalmente, los libros de 1 y 2 Samuel y 1 y 2 Reyes se veían como una historia continua de este período de la historia de Israel. Probablemente la mejor referencia en cuanto a la autoría de 1 y 2 Samuel proviene de 1 Crónicas 29:29-30:
“Y los hechos del rey David, primeros y postreros, están escritos en el libro de las crónicas de Samuel vidente, en las crónicas del profeta Natán, y en las crónicas de Gad vidente, con todo lo relativo a su reinado, y su poder, y los tiempos que pasaron sobre él, y sobre Israel y sobre todos los reinos de aquellas tierras”.
Este versículo ha llevado a muchos a creer que 1 y 2 Samuel no tienen un solo autor sino tres (Samuel, Gad y Natán).
Trasfondo:
Los libros 1 y 2 Samuel cubren un período de unos 150 años en la historia de Israel. Israel estaba en un período de transición. Los jueces habían estado gobernando en la tierra bajo el mandato de Dios, y Samuel fue el último de estos jueces. A diferencia de muchos de los otros jueces en Israel en ese momento que eran líderes militares, Samuel era un profeta. Fue durante su liderazgo que el pueblo de Israel decidió que querían tener un rey terrenal como las naciones que los rodeaban. Samuel vio esto no solo como un rechazo a su propio liderazgo sino también como un rechazo a Dios como Rey de Israel (ver 1 Samuel 8:6-7).
Pero debido a la insistencia de Israel, Dios les dio permiso para ungir a un rey terrenal. Esta transición de Dios como Rey a un rey terrenal revelaba la creciente mentalidad secular en Israel. Samuel tendría un papel muy importante en la transición del liderazgo de la nación a un rey terrenal.
Primero de Samuel trata acerca de la historia de Samuel y su ascenso al poder como el último juez de Israel. También registra el reinado de Saúl, el primer rey de Israel. Segundo de Samuel cuenta la historia de David, su ascenso al poder y su reinado como uno de los reyes más grandes de Israel.
Importancia de estos Libros en la Actualidad:
Los libros 1 y 2 Samuel son importantes por lo que nos muestran sobre este período de la historia de Israel cuando el pueblo de Dios pasó de tenerlo a Él como su rey a tener un rey terrenal. Israel comenzó a mirar a las naciones y a sus líderes terrenales en busca de dirección y guía, y no al Señor. Vemos lo fácil que es para nosotros caer hoy en la misma trampa.
Es importante notar que Dios no impidió que Su pueblo se alejara de Él como su verdadero Rey y se sujetara a los líderes terrenales. Les recordó las consecuencias de sus acciones, pero les permitió tomar sus propias decisiones. Esto tiene algunas lecciones importantes para nosotros en nuestros días. Dios nos permitirá tomar nuestras propias decisiones. A veces esas decisiones son imprudentes. Si bien podemos sufrir las consecuencias de esas decisiones, el propósito de Dios no se verá amenazado. De hecho, a lo largo de los libros de 1 y 2 Samuel encontramos a hombres y mujeres de Dios tomando malas decisiones. Elí, el sacerdote, optó por no corregir a sus hijos y esto resultó en una profunda corrupción en el sacerdocio. Saúl se negó a esperar en el Señor, lo que finalmente trajo la maldición del Señor sobre él y su familia. David pecó a través de una relación sexual con Betsabé y el asesinato de su esposo. Cada persona sufrió las consecuencias de sus decisiones, pero el propósito de Dios para Su pueblo continuó. En una época de gran alejamiento de Dios, debemos comprender que Dios sigue siendo soberano. Nuestros fracasos y rebeliones no representan una amenaza para Él. Sus propósitos permanecerán.
Ciertamente es impresionante en el libro de 2 Samuel ver las luchas que enfrentó David en su vida. Como uno de los reyes más respetados de Israel, vivió durante años temiendo por su vida. Al huir de Saúl, a menudo no tenía un lugar propio. Incluso la familia de David le causó un gran dolor. Un hijo violó a su hermana. Otro hijo asesinó a su hermano. Absalón desafió abiertamente a su padre y se acostó con sus concubinas en público. Los siervos escogidos de Dios no siempre están libres de luchas. De hecho, es a menudo a través de estas luchas que se refinan.
Primero y Segundo de Samuel se refieren a un período de transición en la vida de Israel. Era una transición que se alejaba de Dios y de Su liderazgo sobre su nación. Aquí vemos que Dios demuestra mucha gracia y paciencia para con Su pueblo. Aunque su corazón a menudo se entristecía, Él permanecía fiel a ellos. Es una lección para nosotros cuando tratamos con nuestros hermanos y hermanas en sus fracasos y luchas.
1 – La Carga de Ana
Leamos 1 Samuel 1:1-28
Entender el propósito y el plan de Dios no siempre es fácil. A veces Sus bendiciones llegan en medio de grandes pruebas y sufrimientos. Y es que los caminos de Dios no son nuestros caminos.
Al comenzar el libro de 1 Samuel, nos encontramos con un hombre llamado Elcana acerca de quien el versículo 1 nos dice dos cosas. Primero, que era de Ramataim. Los estudiosos de la Biblia parecen estar de acuerdo en que Ramataim también se conoce como Ramá, ubicada en el territorio de Benjamín. Esto se nos confirma en el versículo 19, donde claramente dice que Elcana y su esposa Ana vivían en Ramá. En segundo lugar, Elcana era zufita. Es probable que esta referencia se deba al hecho de que Elcana era hijo de Zuf, como se registra para nosotros en el versículo 1 (ver también 1 Crónicas 6:33-36).
Elcana tenía dos esposas, el nombre de la primera era Ana y el de la segunda era Penina. Entre tanto que Penina tuvo hijos, Ana no tuvo ninguno (v. 2). Necesitamos entender cuán difícil habría sido esto para Ana. Más adelante hablaremos al respecto.
Elcana era un hombre religioso. Según el versículo 3 vemos que cada año él acostumbraba a subir de su ciudad para adorar al Señor en Silo. En este momento de la historia del pueblo de Dios, Silo era el centro de adoración. Jerusalén finalmente asumiría este papel, pero en los días de Samuel, Silo era donde estaba ubicada el arca del Señor (ver Josué 18:1). El sacerdote que ministraba era un hombre llamado Elí, el cual era asistido por sus dos hijos, Ofni y Finees.
Los versículos 4 y 5 nos dicen algo más acerca de Elcana. En ellos se nos dice que él les proporcionaba a sus esposas porciones de carne para el sacrificio. Cabe señalar que una parte del sacrificio iría al sacerdote y la otra parte serviría de comida para la persona que ofrecía el sacrificio. Aunque su esposa Penina tenía hijos e hijas a los cuales alimentar con aquella carne, Elcana le daba una porción doble a Ana, la cual no tenía hijos. Los versículos 5 y 6 muestran claramente la razón por la cual hacía esto. Elcana amaba a Ana y sentía el sufrimiento de ella por no poder tener hijos. Su deseo era el de animarle y recordarle que la amaba, aunque ella no había podido darle ningún hijo.
Había otra razón por la cual Elcana le daba a Ana una doble porción de carne. Lo hacía por la forma en que Penina trataba a Ana, provocándola e irritándola continuamente; quizás, ridiculizándola y burlándose de ella por no poder tener hijos. Penina era despiadada en su burla hacia Ana. El versículo 7 nos dice que cada vez que subían a Silo como familia, Penina provocaba a Ana hasta el punto de que Ana terminaba llorando y sin querer comer. Esto entristecía a Elcana porque amaba a Ana. Como decíamos, la porción extra de carne que ella recibía era para mostrarle que él era consciente de su sufrimiento.
Elcana era sensible al dolor de Ana. Él le hablaba palabras de consuelo cuando Penina la provocaba, y la animaba a comer. Le recordaba también sobre su relación: “¿No te soy yo mejor que diez hijos?”, decía (v. 8). Al decir esto, le estaba recordando a Ana que la amaba a pesar de que ella no podía darle un hijo. Obviamente, las palabras de Elcana le sirvieron de consuelo a Ana, pues en el versículo 9 se nos dice que ella volvió a comer.
En una ocasión particular, después de comer, Ana se puso de pie y clamó al Señor “con amargura de alma” (v. 10). Ese día hizo un voto al Señor y le dijo que si Él le daba un hijo, ella se lo dedicaría por todos los días de su vida. Ella también le dijo al Señor que el cabello de ese hijo nunca sería cortado. Esta es probablemente una referencia a un voto nazareno de separación (ver Números 6:1-21).
Cuando Ana estaba orando, Elí el sacerdote estaba cerca, y se percató de que la boca de ella se movía, pero no salía ningún sonido de sus labios. Esto le pareció extraño a Elí y comenzó a preguntarse si ella estaba ebria, y por esa causa acusaba de estar borracha.
Es difícil decir por qué Ana no hablaba sus palabras al Señor en voz alta. Puede ser que su petición fuera muy personal. Esta oración era realmente sólo entre ella y Dios. También puede haber sido por la intensidad de su dolor.
En los versículos 15 y 16, Ana le dijo al sacerdote Elí la razón de su extraño comportamiento:
… yo soy una mujer atribulada de espíritu; no he bebido vino ni sidra, sino que he derramado mi alma delante de Jehová. No tengas a tu sierva por una mujer impía; porque por la magnitud de mis congojas y de mi aflicción he hablado hasta ahora.
Esta palabra de Ana pareció asegurarle a Elí que no estaba ebria. Por lo que él se retractó de lo que había dicho y en su lugar la bendijo, diciendo: “Ve en paz, y el Dios de Israel te otorgue la petición que le has hecho”. Había algo en este encuentro que pareció consolar a Ana. El versículo 18 nos dice que ella se fue de la presencia de Elí, comió algo y ya no estuvo más triste. Parece que ese día tuvo paz en su corazón por haberle pedido al Señor un hijo. Tal vez supo ese día que Dios la había escuchado.
Algo sucedió cuando Ana oró a Dios ese día. Su paz de espíritu se indica en el hecho de que se levantó temprano a la mañana siguiente y adoró al Señor antes de regresar a su hogar en Ramá. El versículo 19 nos dice que Dios se acordó de Ana. Él contestó su oración y ella concibió y dio a luz a un hijo. Solo podemos imaginar la emoción y la bendición que esto le trajo a Ana, sabía que este niño era una respuesta a su oración. Ella lo llamaría Samuel porque le había pedido al Señor por él. La palabra “Samuel” suena como la frase hebrea, “Dios oyó”.
Como le había prometido al Señor, Ana dedicó su hijo a Su servicio. La próxima ocasión en que Elcana asistió al sacrificio anual, Ana le llevó su hijo al sacerdote Elí (v. 25), recordándole que ella era la mujer que había clamado al Señor en su agonía y dolor. Ella le dijo a Elí cómo había orado por este niño y cómo el Señor le había concedido su pedido. Ana ofreció su hijo a Elí para que ministrara con él en el servicio del Señor. Samuel se quedaría en Silo y sería entrenado por Elí para el ministerio a tiempo completo.
Ana es un maravilloso ejemplo de perseverancia en la oración. Ella tenía un esposo amoroso, pero su carga por tener un hijo parecía ser dada por Dios. A pesar de la comodidad y el amor de su esposo, Ana no estaba contenta. Parece que en el fondo ella sabía que Dios tenía algo más para su vida. Ella no podía conformarse hasta que no escuchara a Dios y Éste cumpliera Su propósito. Necesitamos ver más personas como Ana en nuestros días. Ana no podía soltar su carga a pesar de que le parecía imposible tener un hijo. Ella no se dio por vencida, sino que siguió buscando a Dios hasta que lo escuchó y supo que Él le quitaría aquella carga.
Ana estaba bastante dispuesta a dar a su hijo al Señor. Esto significaría que ella no tendría la oportunidad de verlo crecer. Estaría separada de su hijo pequeño, pero sabía que Dios tenía un propósito para él, y por eso lo entregó voluntariamente para Su gloria.
Es difícil decir por qué Dios permitió que Ana sufriera tanto a manos de la otra esposa de Elcana. Es difícil decir por qué Dios permitió que su dolor aumentara a lo largo de los años. Personalmente, me he encontrado en esta situación en diferentes momentos de mi vida. Es como si oráramos y Dios no escuchara. Sin embargo, no podemos dejar de orar y de buscarle. Vemos que Dios no nos quita la carga, y a veces pasan los años y no hay respuesta. La carga permanece y sigue aumentando. Pero en el tiempo de Dios, la presa se rompe y llega Su respuesta. Hay algunas cosas por las que debemos luchar. Lo más alentador aquí es que Dios respondió la oración de Ana y ella pudo perseverar hasta ver la respuesta.
Para Meditar:
- ¿Cuáles eran algunas de las cualidades de Elcana como hombre de Dios y como esposo?
- ¿Cómo demostró Elcana que se preocupa por Ana y por su conflicto? ¿Mostramos nosotros la misma comprensión hacia nuestros cónyuges y sus problemas?
- ¿Cómo crees que habría sido para Elcana vivir con Ana durante este tiempo?
- ¿Qué crees que pasó el día que Ana oró a Dios en Silo? ¿Escuchó ella a Dios en ese día? ¿Qué parece haber cambiado para ella?
- ¿Qué aprendemos acerca de la importancia de la perseverancia en la oración? ¿Qué tan fácil hubiera sido para Ana perder la esperanza de tener un hijo?
- ¿Alguna vez hemos tenido una carga como la de Ana que parece que no podíamos soltar? Expliquemos.
Para Orar:
- Pidámosle al Señor que nos dé sabiduría para saber cuándo una carga en particular viene de Él.
- Oremos a Dios para que nos ayude a ser más comprensivos con nuestro esposo o esposa y sus cargas.
- Pidámosle a Dios que nos dé la fuerza de no ceder cuando necesitemos perseverar a causa de una carga en particular
2 – La Profecía de Ana
Leamos 1 Samuel 2:1-11
En el capítulo anterior vimos cómo Ana oraba al Señor por un hijo. La incapacidad de Ana para concebir había sido una tremenda carga para ella. La otra esposa de Elcana, Penina, a menudo provocaba a Ana al punto de hacerla llorar por no poder tener hijos. Entonces Ana clamó al Señor desde lo más profundo de su corazón y el Señor obró un milagro en su vida, dándole un hijo. Ana dedicó este niño al Señor. En esta ocasión en particular, ella llevó a Samuel al templo de Silo, y lo dejaría allí para que Elí, el sacerdote, lo criara y lo entrenara en servicio del Señor a tiempo completo.
En los versículos 1-10 Ana se detuvo por un momento para expresar su profunda gratitud y para adorar al Señor por el regalo que Él le había hecho de un hijo. Entonces, llena por el Espíritu de Dios, le habló proféticamente a su nación. Esto contrasta claramente con la situación en la que se encontraba en el último capítulo. En esta sección tomaremos un momento para examinar su profecía.
Ana comenzó su oración expresando su alegría y deleite al Señor. Es importante que nos percatemos de cuál era el objeto de su deleite y regocijo. Uno pensaría que debido a que ella había dado a luz a un hijo después de tantos años de esterilidad, su deleite estaría en su hijo. Si bien ella se regocijó en el nacimiento de Samuel, el objeto de su deleite y regocijo aquí estaba en el Señor.
“Mi corazón se regocija en Jehová”, comenzó (v.1). El nacimiento de Samuel significaba que Dios había mostrado Su cuidado por ella. El Señor no la había abandonado en su momento de necesidad. El anhelo profundo de Ana era conocer el amor de Dios y el favor de Él sobre su vida. Esto se demostraría más claramente para ella en el nacimiento de un niño. Al darle un hijo, Dios le mostró que no se había olvidado de ella. Este fue un regalo del corazón de Dios para Ana, lo cual le demostró que Él se deleitaba en ella. Más que cualquier otra cosa, Ana necesitaba conocer este profundo amor y favor de Dios. Fue por esta razón que su gran deleite y regocijo no estaban principalmente en su hijo, sino en su Señor y Su don de amor para ella.
Observemos también en el versículo 1 que Ana declaró que el Señor, su cuerno, se había levantado en alto. El cuerno era un símbolo de honor y fuerza. Cuando un cuerno se levantaba, era porque estaba listo para la batalla. El cuerno inclinado era aquel que estaba humillado y avergonzado. Esta era la situación de Ana previa a la respuesta a su petición. Ella inclinaba la cabeza en desgracia y vergüenza; estaba deprimida y agonizaba en su corazón. Ahora que Dios le había dado un hijo, toda vergüenza y deshonra fueron eliminadas. Podía levantar la cabeza. Se sentía orgullosa y honrada.
Era Dios quien había levantado su cuerno. Era Dios quien le había quitado la vergüenza. El gran Dios de toda la creación se había inclinado desde el cielo para tocarla de manera particular. No creo que alguna vez podamos llegar a entender completamente por qué Dios se inclinaría a nosotros para sacarnos de la desgracia y la vergüenza. ¿Por qué debería fijarse en nosotros? ¿Por qué debería molestarse en considerar nuestra necesidad? Si bien es posible que nunca lo entendamos completamente, esto es lo que Dios se deleita en hacer. Él se inclinó hacia Ana y la tocó en su necesidad. Sanó su vientre. Curó su dolor. Restauró su alma para que pudiera caminar orgullosamente como Su hija; conociendo personalmente Su maravilloso amor por ella.
Por lo que Dios había hecho, Ana podía jactarse sobre todos sus enemigos. La otra esposa de Elcana le había hecho la vida imposible a Ana. No cabe duda de que ella percibía la comunidad en que vivía como enemiga suya ya que la menospreciaban por su esterilidad. Su propio útero había sido su enemigo. Sus pensamientos a menudo le habían traído desesperación y dolor. Podemos estar seguros de que Satanás se deleitaba en tenerla cautiva en su depresión y dolor. Todo esto había ocurrido en el pasado, pero ahora se gloriaba de la grandeza de Dios. Cuando sus pensamientos le decían que ella no era nada, ella recordaba el maravilloso don de amor que Dios le había dado a través de este hijo. Se jactaba de la gracia, la misericordia y la compasión de un Dios maravilloso que la había bendecido.
Se deleitaba en la liberación del Señor en su vida. Dios la había liberado de su depresión y dolor. Él la había liberado de su sensación de inutilidad y desesperación. Ya no estaba atada por estos terribles enemigos. Ella era completamente libre.
En el versículo 2, Ana ensalzó el nombre del Señor. Ahora sabía que no había Dios como el Dios de Israel. No había nadie como Él en santidad. Dios siempre hacía lo correcto. Incluso cuando le hizo esperar por la respuesta a su oración, Dios no era culpable de pecado. Ella ahora reconocía que Él era completamente inocente de toda maldad e iniquidad. Al decir esto, reconocía su propia culpa e impaciencia mientras esperaba en Dios la respuesta a sus oraciones.
Observemos también en el versículo 2 que Ana dijo que no había nadie fuera de Dios. Al decir esto, ella se estaba dedicando a honrarlo solo a Él. Ella lo adoraría solo a Él y lo reconocería solo a Él como su Dios.
El Señor era una Roca para Ana. Ella sabía que podía acudir a Él en su momento de necesidad. Él la protegería y la sostendría en medio de las tormentas de la vida.
Estoy bastante seguro de que Ana sabía estas cosas antes de que el Señor respondiera su oración, pero ahora había una diferencia. Estas cosas eran muy personales ahora que Dios se había acercado a ella y había respondido a su pedido. Su conocimiento sobre la protección y la misericordia de Dios ya no eran solo pensamientos y doctrinas en su mente. Ella había experimentado estas cosas en la vida real.
En el versículo 3, Ana habló proféticamente a la gente orgullosa y arrogante de su época. Ella les advirtió que no hablaran con orgullo. Estos individuos tenían grandes planes para sus vidas. Se jactaban de lo que harían. Ana entendió la fragilidad y la impotencia de los seres humanos sin Dios. Su propio útero estéril era un símbolo de humanos orgullosos que se jactaban de grandes cosas.
Ana les recordó a aquellos que se jactaban y hablaban en la arrogancia de sus corazones humanos que Dios lo veía todo. Se acercaba el día en que Dios pesaría todas sus obras, y ellos comparecerían ante Él para ser juzgados.
En ese Día del Juicio, los arcos del guerrero se romperían. El guerrero más fuerte no podría estar de pie ante el Señor en ese día (v. 4). Aquellos que tenían todo lo que necesitaban en la vida, pero rechazaron al Señor, de repente se encontrarían vacíos de todo lo que importaba. Estarían desnudos e indefensos ante Dios.
Sin embargo, este no era el caso de los humildes. Los que tropezaron en esta vida serían armados con la fuerza del Señor (v. 4). Los que tenían hambre no volverían a tenerla. Aquellos que no pudieran tener hijos conocerían la bendición del Señor. Observemos la referencia en el versículo 5 a la mujer estéril que da a luz siete hijos. El número siete es el número de perfección o plenitud. En todo esto Ana está diciendo que Dios levanta a aquellos que esperan en Él y buscan Su ayuda y guía. Ella había experimentado esto en su propia vida.
Ana proclamaba que el Señor traía tanto muerte como vida (v. 6). Él había traído vida a su matriz muerta. Él era el autor de la vida, pero también juzgaría a aquellos que se apartaban de Él. El Señor es el que envía pobreza y riqueza. Todo lo que tenemos viene de Él, y Él puede quitarlo en un instante. Él exalta a los que son humildes, pero también puede humillar rápidamente a los que son orgullosos y arrogantes (v. 7). El Dios de Israel es un Dios que levantó del polvo a los pobres y levantó a los necesitados del montón de ceniza para sentarlos con príncipes y heredar Su trono.
Percatémonos en el versículo 8 cómo Ana estaba segura de que los cimientos de la tierra eran del Señor. Fue Él quien puso el mundo en su lugar. No hay nada que el Señor no pueda hacer. No hay enemigo demasiado grande para que Él lo conquiste. El que puso la tierra sobre sus cimientos es plenamente capaz de satisfacernos en nuestra necesidad.
Ana nos recuerda que el Señor guardaría los pies de Sus santos. Es decir, Él los velaría para protegerlos; estaría con ellos dondequiera que fueran; estaría a su lado para guiarlos y dirigirlos en cualquier situación en la que se encontraran. Este no sería el caso para los malvados, pues serían silenciados en la oscuridad. No conocerían la luz de la presencia de Dios, sino que caminarían en la oscuridad de su propio pecado.
Ana hace una declaración muy profunda en el versículo 9: “Porque nadie será fuerte por su propia fuerza”. En nuestros días, es fácil pensar que la victoria les pertenece a los fuertes. Admiramos a aquellos que parecen tenerlo todo bajo control. Ana nos recuerda, sin embargo, que la victoria no es para los fuertes. Los fuertes caen tan rápido como los débiles. La flecha del enemigo no sólo alcanza a los débiles. Dios derriba tanto a los fuertes como a los débiles. No es nuestra fuerza la que nos salva en el día de la batalla.
Ana confiaba en que los que se oponen al Señor serían destrozados. Dios se levantaría contra Sus enemigos. Se levantaría para juzgar a todos los que le han dado la espalda.
Por otro lado, aquellos que lo aman y honran Su nombre conocerán Su fuerza y poder. Él fortalecerá y ungirá a los Suyos. La verdadera fuerza y la victoria vienen solo del Señor. Ana había experimentado esto en su vida. No podía tener hijos, y a causa de esto se sentía avergonzada y humillada. No había nada que ella pudiera hacer para cambiar esto. En su dolor, ella se volvió al Señor y descubrió una fuente de capacitación y poder que nunca había experimentado antes. Dios hizo lo imposible en su vientre y la vida brotó de la muerte que había en ese vientre. A menudo sucede que, no es hasta que comprendemos y aceptamos nuestra desesperación que Dios hará lo necesario para levantar nuestro cuerno.
Para Meditar:
- ¿Quién era el objeto del deleite de Ana? ¿Qué le mostró a Ana el regalo que Dios le dio de un hijo acerca de Él y Su amor?
- ¿Sería justo decir que Ana anhelaba más conocer el amor del Señor que tener un hijo?
- Dios se acercó a Ana en su necesidad particular. ¿Qué nos enseña esto de manera personal acerca de Dios y Su deseo para nosotros?
- El dolor de Ana en el capítulo 1 era muy intenso. ¿Era necesario este dolor? ¿Acaso los que miran al Señor todavía experimentan dolor?
- ¿Qué enseñanza acerca de Dios le trajo a Ana la prueba que atravesó?
- Ana nos enseña que la victoria no es de los fuertes ¿Cuál es la fuente de nuestra victoria como creyentes? ¿Cómo debería esto hacernos vivir?
Para Orar:
- ¿Nos hemos deleitado en otras cosas más que en el Señor? Pidámosle que abra nuestro corazón para deleitarnos más en Él.
- ¿Conocemos de manera personal la intensidad del amor de Dios por nosotros? Tomemos un momento para orar para que Dios nos muestre la profundidad de Su amor por nosotros de manera personal.
- ¿Nos encontramos en este momento enfrentando alguna prueba en particular? Roguémosle al Señor para que nos dé gracia para confiar plenamente en Él y esperar en Él.
- Agradezcamos al Señor que se deleita en inclinarse a nosotros desde cielo en nuestros momentos de necesidad.
3 – Ofni y Finess
Leamos 1 Samuel 2:12-36
La siguiente sección del capítulo 2 nos da una idea de la condición espiritual de Israel en los días de Samuel. En este capítulo nos encontramos con los dos hijos de Elí. Aquí hacemos un contraste de ellos con Samuel.
Los hijos de Elí, Ofni y Finees, sirvieron como sacerdotes en Silo. Aunque se desempeñaron en este servicio, eran hombres malvados. Leemos en el versículo 12 que “no tomaban en cuenta al Señor” (Nueva Versión Internacional). No se preocupaban por la gloria de Dios ni lo respetaban ni lo honraban en su servicio. Tenemos algunos ejemplos en este capítulo del tipo de cosas que harían como sacerdotes del Señor.
Según la Ley de Moisés, cuando un israelita traía una ofrenda de paz al Señor, debía dar al sacerdote la espaldilla derecha y el pecho (ver Levítico 7:31-35; 10:14, 15). El resto de la carne debía devolverse a la persona que había hecho la ofrenda para su uso personal. Los versículos 13 y 14 nos dicen que cuando una persona venía con una ofrenda de comida a Ofni y Finees, era su práctica tomar un tenedor de tres dientes y hundirlo en la olla y lo que sacaran con ese tenedor lo guardarían para ellos. Esto era una violación de la Ley de Moisés que solo permitía al sacerdote tener la espaldilla derecha y el pecho. Ofni y Finees hicieron caso omiso de la ley. Estaban robando a las personas que ofrecían el sacrificio tomando la mejor carne para ellos y tomando más de lo que les permitía la ley.
Ofni y Finees no solo estaban robando a los que venían con sus ofrendas, sino que también le estaban robando a Dios. Según Levítico 3:16, toda la grosura pertenecía al Señor y debía ser ofrecida como sacrificio a Él. Ofni y Finees hicieron caso omiso de esta ley. En el versículo 15, requerían “un regalo” de la persona que ofrecía el sacrificio antes de que la grosura fuera quemada al Señor. Solo aceptarían carne cruda que tuviera grosura. Al hacerlo, estaban tomando la grosura para sí mismos y no ofreciéndola al Señor como lo exige la ley.
El versículo 16 nos dice que si la persona que ofrecía la carne pedía que primero se quemara la grosura, según la ley, el siervo del sacerdote decía: “No, sino dámela ahora mismo; de otra manera yo la tomaré por la fuerza”. Esto nos muestra cuán lejos del Señor habían caído los líderes espirituales de los días de Samuel. No tenían respeto por el Señor. Todo lo que les preocupaba era ellos mismos y cuánto podrían beneficiarse de su posición. En realidad, estaban despreciando la ofrenda del Señor (v. 17). Dios está buscando siervos cuyo corazón sea honrarlo y glorificarlo. Ofni y Finees solo estaban interesados en ellos mismos.
En los versículos 18-21 pasamos de los hijos de Elí, Ofni y Finees, a Samuel, quien también ministraba en la presencia del Señor en ese momento. Éstos no eran buenos tiempos en Israel. Los siervos de Dios estaban lejos de Él. Elí no había podido criar hijos que respetaran al Señor. Ahora se le había dado la responsabilidad de enseñar a Samuel los caminos de Dios. Humanamente hablando, Samuel podría haber tenido mejores maestros y mentores. Sin embargo, los caminos de Dios no son nuestros caminos, y sería a través de Elí y el ejemplo de sus hijos que Samuel recibiría su instrucción.
No se nos dice qué estaba haciendo Samuel en esos días mientras servía al Señor con Elí. Percatémonos, sin embargo, en el versículo 18, que él vestía un efod de lino. El efod era una prenda que vestían los sacerdotes que ministraban delante del Señor.
El versículo 19 nos dice que cada año la madre de Samuel le hacía una túnica pequeña y se la llevaba cuando iba a Silo con Elcana para ofrecer su sacrificio anual. Al hacer esta túnica para Samuel, Ana le recordaba su preocupación y amor por él, y su compromiso de estar con él en su llamado.
El sacerdote Elí bendecía a Elcana y a Ana cuando venían a ofrecer su sacrificio. Observemos su bendición en el versículo 20:
“Que el SEÑOR te conceda hijos de esta mujer, a cambio del niño que ella pidió para dedicárselo al SEÑOR” (NVI).
Aprendemos del versículo 21 que el Señor escuchó esta bendición de Elí y tuvo misericordia de Elcana y de Ana. Ana concibió y dio a luz tres hijos y dos hijas. Dios escuchó la petición de Elí a pesar de que no había sido un buen sacerdote y había permitido que sus hijos blasfemaran el nombre del Señor. Dios bendijo a Ana por su voluntad de dedicarle a su hijo. Abrió su matriz y le dio cinco hijos para reemplazar a Samuel. Dios honrará a los que le honran. Estos versículos contraponen el sacrificio de Ana con la codicia y la desobediencia de Ofni y Finees.
En el versículo 22, volvemos a Elí y sus hijos. Parece que Ofni y Finees habían estado escondiendo de su padre Elí algo de lo que estaban haciendo. Del versículo 22 entendemos que fue solo cuando Elí era muy anciano que escuchó todo lo que hacían sus hijos. Esto da a entender que Elí no había tenido cuidado de velar por los sacrificios diarios, sino que dejó este asunto en manos de sus hijos. No parecía estar bien relacionado con la gente ni con sus hijos.
Veamos en el versículo 22 que Ofni y Finees estaban durmiendo con las mujeres que servían a la entrada del Tabernáculo de Reunión. El papel que estas mujeres jugaban en la adoración en aquella época no está claro. Sin embargo, vislumbramos aquí la inmoralidad de aquel momento. Que esta inmoralidad fuera parte de la vida de los sacerdotes nos muestra que la necesidad espiritual en la tierra era muy grande.
Cuando Elí finalmente se enteró de lo que estaban haciendo sus hijos, los cuestionó.
¿Por qué hacéis cosas semejantes? Porque yo oigo de todo este pueblo vuestros malos procederes (v. 23).
Él les advirtió del mal que estaban haciendo y les recordó que Dios los juzgaría. Los hijos de Elí escucharon a su padre, pero sus palabras no cambiaron sus caminos. Continuaron por el camino de maldad. El versículo 25 nos dice que era el propósito de Dios dar muerte a Ofni y a Finees.
Puede ser importante percatarnos de que, si bien Elí les habló a sus hijos acerca de sus malos caminos, no les impidió que sirvieran. Sus pecados eran muy graves. Estaban blasfemando al Señor. Esto claramente habría sido motivo para despedirlos como sacerdotes. Pero Elí no detuvo esto, sino que les permitió continuar en la obra. Al hacerlo, él mismo no estaba cumpliendo con sus responsabilidades como sumo sacerdote del momento. Incluso, hasta Elí parecía relajarse en cuanto a su compromiso con el Señor.
Estos fueron días de terrible maldad. Los líderes espirituales de la época no estaban preocupados por la gloria de Dios. El pueblo de la nación se afligía por el estado espiritual del liderazgo de aquel tiempo.
Una vez más, en contraste con el terrible mal que estaba ocurriendo en la tierra, vemos en el versículo 26 que Samuel continuaba ganando el favor del Señor y del pueblo. Este versículo es bastante poderoso en el contexto. Elí y sus hijos no estaban caminando con el Señor como necesitaban hacerlo. No fueron buenos ejemplos para este joven Samuel; sin embargo, la mano de Dios estaba sobre él. En medio de toda esta confusión, Dios estaba levantando a un hombre que caminaría con Él y le serviría con todo su corazón.
Dios usó a Elí para hablar a sus hijos acerca de sus malas prácticas. Sin embargo, alguien también necesitaba hablar con Elí sobre su conducta. En el versículo 27, Dios le envió un profeta. Este profeta anónimo tuvo algunas palabras duras del Señor para Elí.
En el versículo 27, el profeta le recordó a Elí que el Señor se había revelado a la casa de su padre cuando estaban en Egipto bajo Faraón. A través de su liberación de Egipto, el Señor demostró Su poder y amor por Su pueblo. Escogió a los antepasados de Elí de entre todas las tribus de Israel para que fueran Sus sacerdotes; y como tal, ellos recibían porciones de la ofrenda de los israelitas (v. 28). Este era el medio de Dios para proveer para sus necesidades a cambio de su fiel servicio en el altar.
El profeta le preguntó a Elí por qué despreciaba los sacrificios y las ofrendas que Dios les había prescrito al tomar lo que no les pertenecía (v. 29). En particular, el profeta le preguntó a Elí por qué honraba a sus hijos más de lo que honraba al Señor al comer las porciones selectas de carne robadas a los que ofrecían sus sacrificios a Dios. Aunque Elí estaba al tanto de lo que estaba sucediendo, continuaba engordando con carne robada. Como sumo sacerdote, Elí no se había opuesto a sus hijos ni a su maldad. Por esto era culpable ante Dios.
En el versículo 30, el profeta le dijo a Elí que Dios lo juzgaría a él y a su familia por sus obras. Si bien Dios prometió que la casa de Elí serían sus sacerdotes para siempre, por su infidelidad habían roto esa promesa y sufrirían las consecuencias. Si bien Dios honraría a quienes lo honraron, quienes blasfemaron Su nombre pagarían el precio de su blasfemia.
El profeta le dijo a Elí que vendría el día en que la fuerza de la casa de su padre sería cortada (v. 31). La maldición de Dios seguiría a su familia. Nadie de la línea familiar de Elí llegaría a la ancianidad. En otras palabras, sus descendientes morirían prematuramente. No vivirían vidas largas y prósperas. Incluso cuando les sucedieran cosas buenas a otras familias en Israel, la familia de Elí estaría en angustia (v. 32). Incluso, aquellos a quienes Dios no quitara de Su servicio afligirían el corazón de Elí. Todos los descendientes de Elí morirían en la flor de su vida (v. 33). Esto sería una señal para él de que esta profecía era del Señor (v. 34).
Dios levantaría un sacerdote fiel para reemplazar a Elí y a sus hijos malvados. Ese sacerdote seguiría la ley de Dios y haría lo que el Señor requería (v. 35). Dios establecería la línea de este nuevo sacerdote y viviría bajo Su bendición. La familia de Elí se inclinaría ante este sacerdote pidiendo un bocado de pan y suplicando incluso la tarea más insignificante para poder ayudar a alimentar a sus familias (v. 36).
Dios toma en serio la obra de Su reino. Él honrará a los que lo honren, pero los que lo deshonren sufrirán bajo Su maldición. Aquellos de nosotros que servimos al Señor debemos tomar nuestro papel en serio.
Para Meditar:
- ¿Qué nos enseña este capítulo acerca de las condiciones espirituales de los días de Samuel? ¿Cuál es la condición espiritual de nuestra tierra hoy?
- Los hijos de Elí trabajaban al servicio del Señor, pero se servían a sí mismos y a sus propios intereses. ¿Es posible que esto suceda también con nosotros hoy? Expliquemos.
- ¿Qué nos enseña este pasaje acerca de la seriedad de honrar y respetar al Señor y Sus caminos? ¿Se honran los caminos de Dios en nuestra tierra?
- Elí se presenta aquí como un hombre que descuidó su responsabilidad con su familia y su Dios. ¿Somos culpables de una negligencia similar?
- Samuel fue entrenado en un contexto que no era espiritualmente saludable. ¿Qué nos enseña este pasaje acerca de cómo Dios puede obrar a pesar de nuestras circunstancias?
Para Orar:
- Pidámosle a Dios que limpie nuestra tierra de todas sus impurezas. Oremos a Dios para que nos dé líderes espirituales cuyo corazón sea honrar al Señor y Sus propósitos.
- Demos gracias al Señor porque Él honra a los que le honran. Roguémosle que nos ayude a perseverar aun cuando no estemos experimentando la realidad de esa promesa.
- Agradezcamos al Señor que Él es soberano sobre las circunstancias. Demos gracias por cómo levantó a Samuel para ser un siervo piadoso a pesar de ser entrenado en un tiempo de impiedad. Agradezcamos a Dios que Él puede usar nuestras circunstancias para lograr el bien.
- Oremos a Dios para que nos dé valor para mantenernos firmes en la verdad. Pidámosle que nos muestre si de alguna manera estamos descuidando nuestros deberes en el área de nuestro llamado.
4- Dios Habla a Samuel por Primera Vez
Leamos 1 Samuel 3:1-21
Cuando Samuel era joven, el nivel de vida espiritual en Israel era muy bajo. El versículo 1 nos dice que la palabra del Señor escaseaba y no había muchas visiones. El Señor no estaba hablando a través de Sus profetas; y ya habíamos visto en el capítulo anterior que Ofni y Finees eran sacerdotes malvados y que no tenían ningún respeto por el Señor. Si esto indicaba la condición de todos los líderes espirituales de la tierra, entonces los profetas no estaban en ninguna condición de escuchar a Dios. El liderazgo espiritual de la época le había dado la espalda a Dios, y Él ya no estaba hablando a través de ellos a la gente. Veremos en este capítulo que incluso Elí, como Sumo Sacerdote, no esperaba que Dios hablara.
El capítulo 3 relata la historia de cómo Samuel escuchó a Dios por primera vez. La historia comienza una noche cuando Elí ya era un anciano. Su vista estaba fallando y apenas podía ver (v. 2). En esta noche en particular, Elí estaba descansando en su lugar habitual. Observemos en el versículo 3 que la lámpara de Dios se había apagado. Esta era otra indicación más de la condición espiritual de la tierra y la negligencia del sacerdote Elí. Éxodo 27:20-21 nos dice que la lámpara del Señor nunca se apagaría. Elí debió haberse ocupado de esto, pero en lugar de eso, estaba descansando.
Es en este contexto que el Señor le hablaría a Samuel por primera vez. Samuel escuchó una voz audible que le llamaba por su nombre, pero no reconocía que fuera de parte de Dios. Pensando que era Elí llamándolo por su nombre, corrió hacia él y le preguntó por qué lo había llamado. Elí le dijo que no lo había llamado y que debía volver a la cama (v. 5).
Cuando Samuel volvió a su cama, escuchó la voz del Señor llamando su nombre nuevamente, y por segunda vez fue corriendo a donde estaba Elí. Por segunda vez, Elí le dijo que volviera a la cama, asegurándole que no lo había llamado.
El versículo 7 aclara que la razón por la que esto sucedía era porque la palabra del Señor aún no había sido revelada a Samuel. La referencia a la palabra de Dios no debe confundirse con la ley escrita de Dios. Samuel no sabía cómo Dios hablaba a los profetas dándoles palabras para Su pueblo.
Por tercera vez, Dios pronunció el nombre de Samuel, quien otra vez fue corriendo a donde estaba Elí diciéndole que había oído que lo llamaban por su nombre. Esto puso a pensar a Elí. Él sabía que no había llamado a Samuel y por tanto sugirió que podría ser el Señor quien lo estaba llamando. Por eso le dijo que volviera a la cama, y que cuando oyera la voz por cuarta vez respondiera diciendo: “Habla, Jehová, porque tu siervo oye”.
Aunque Samuel escuchaba la voz de Dios que lo llamaba, no podía escuchar nada más de parte de Él hasta que realmente reconociera que esa voz provenía de parte Dios. El primer paso de Samuel sería reconocer la voz de Dios que lo llamaba. El segundo paso, entonces, sería prestar atención a Dios y escuchar lo que Él quería decir.
Cuando el Señor llamó por cuarta vez, Samuel siguió el consejo de Elí y dijo: “Habla, porque tu siervo oye”. Esto era todo lo que el Señor necesitaba escuchar de Samuel. Ahora que tenía su atención, podía hablarle y compartir Su corazón con él. Dios también está buscando nuestra atención. Como creyentes, debemos poner en sintonía nuestros corazones con Él y Su dirección.
En los versículos 11-14, el Señor compartió con Samuel lo que había en Su corazón. En el versículo 11, Él le dijo que iba a hacer algo en Israel que impactaría a quienes lo escucharan. Dios le dijo a Samuel que juzgaría a los hijos de Elí por sus pecados, y que también juzgaría a Elí por no haber hecho nada para detenerlos (vv. 12, 13). La culpa de la casa de Elí nunca sería expiada por ningún sacrificio u ofrenda (v. 14). Su sentencia había sido aprobada y no tendría cambios. La misericordia de Dios para esa familia había llegado a su fin. Ellos serían juzgados y sufrirían las consecuencias de sus acciones blasfemas.
Necesitamos considerar esta palabra profética a la familia de Elí como una advertencia para nosotros también. Esta profecía nos muestra que la misericordia de Dios sí tiene fin. Hablando a la gente de los días de Noé, el Señor dijo en Génesis 6:3:
Y dijo Jehová: No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne; mas serán sus días ciento veinte años.
La misericordia y la compasión de Dios tienen fin. Llegará el día en que Dios dejará de ir tras el hombre, y emitirá Su juicio. Esto es lo que estaba sucediendo aquí para la familia de Elí. Dios ya no tendría compasión de ellos.
Después de escuchar esta palabra del Señor, Samuel estuvo acostado hasta la mañana. Nos queda preguntarnos cuánto durmió esa noche. Esta era la primera vez que escuchaba al Señor. Las palabras que escuchó eran palabras muy poderosas, y esto constituía una carga muy grande para un muchacho tan joven. Es obvio que él no estaba seguro de qué hacer con la palabra que el Señor le había dado.
Por la mañana, Samuel se levantó y abrió las puertas de la casa del Señor como era su costumbre. El versículo 15 nos dice que tenía miedo de decirle a Elí lo que el Señor le había dicho. Obviamente, Samuel sentía respeto por Elí su maestro. Sin embargo, aquí Dios le estaba enseñando a Samuel una lección importante. Habría ocasiones en las que, como profeta, tendría que hablar en contra de su propio pueblo y de los que tenían autoridad sobre él. Dios le estaba enseñando a Samuel que había una autoridad mayor que la autoridad humana. Como profeta, Samuel necesitaba aprender que Dios era su máxima autoridad, y debía estar dispuesto a arriesgarlo todo por compartir lo que Dios había puesto en su corazón.
Es probable que Samuel tratara de evitar a Elí esa mañana. No obstante, vemos en el versículo 16 que Elí fue quien lo llamó. Cuando Samuel se acercó a él, Elí le dijo que no escondiera nada. Observemos la severidad de las palabras de Elí a Samuel en el versículo 17:
…Te ruego que no me la encubras; así te haga Dios y aun te añada, si me encubrieres palabra de todo lo que habló contigo.
Samuel no estaba muy interesado en compartir las duras palabras del Señor con Elí. Éste literalmente había pronunciado una maldición sobre Samuel si no le contaba todo lo que el Señor le había dicho. Samuel necesitaba estar listo para compartir lo que Dios había puesto en su corazón, sin importar lo difícil que fuera. Este era el costo de ser un profeta. Un profeta no podía temerle a lo que los demás dijeran; tenía que ser valiente y hablar todo lo que Dios le revelara.
En obediencia al Señor y al Sumo Sacerdote Elí, Samuel compartió todo lo que Dios había puesto en su corazón. No le ocultó nada a Elí. Esto no sería fácil, pero era un primer paso necesario.
Elí escuchó atentamente a Samuel y dijo: “Jehová es; haga lo que bien le pareciere”. Es difícil saber lo que había detrás de esta respuesta. Elí era un anciano y pronto moriría. Tal vez simplemente ya no le importaba. Lo que está claro es que no vemos ningún dolor profundo en su corazón. Él no pidió perdón al Señor ni clamó por su familia, simplemente aceptó su juicio.
A partir de ese momento, el Señor estuvo con Samuel de manera especial. Esto no quiere decir que Dios no estuviera con él desde antes. Sin embargo, debemos entender que Dios estaba ahora con Samuel de una nueva manera. Es decir, estaba con él bajo el poder de la unción en su nueva función como profeta. El versículo 19 nos dice que ninguna de las palabras de Samuel cayó al suelo. En otras palabras, lo que Samuel habló de parte de Dios, sucedió. Toda la nación llegó a reconocer esta unción y llamado como profeta (v. 20). Dios continuó apareciendo y hablándole a Samuel en Silo, donde se le revelaba a través de Su palabra. O sea, Samuel crecía en intimidad y conocimiento de Dios a medida que Él se le revelaba a través de Sus palabras proféticas para la nación.
Para Meditar:
- ¿Cuál es la conexión en este pasaje entre la condición espiritual de la nación y su incapacidad de escuchar a Dios y conocer Su dirección? ¿Podría ser este el caso hoy en día en nuestra tierra, iglesia o vida personal?
- La lámpara del Señor se había apagado la noche en que Dios le habló a Samuel. ¿Qué nos revela esto acerca de la condición espiritual de la tierra? ¿Cómo se ha apagado la lámpara del Señor en nuestra tierra? ¿Qué hay que hacer para volver a encender esa lámpara?
- ¿Podemos reconocer la voz y la dirección del Señor en nuestras vidas? ¿Qué distracciones nos impiden escucharlo más claramente?
- ¿Qué lección le estaba enseñando Dios a Samuel a través de esta primera profecía? ¿Estaríamos dispuestos a mantenernos firmes y obedecer al Señor a pesar de las dificultades?
Para Orar:
- Pidámosle a Dios que trate con cualquier cosa que nos impida escucharlo y conocer Su dirección en nuestras vidas.
- Oremos a Dios para que nos perdone a nosotros y a nuestra nación por dejar que Su lámpara se apague. Clamemos a Él para que nos muestre lo que debemos hacer para que esta lámpara brille de nuevo.
- Pidámosle a Dios que nos ayude a reconocer Su voz más claramente.
- Roguémosle a Dios que nos perdone por las veces que elegimos escuchar la razón humana en lugar de escuchar Su clara voz y dirección.
- Oremos a Dios para que nos dé el coraje de Samuel para levantarnos firmemente y vivir en obediencia a la dirección y a la voz de Dios.
5 – La Gloria es Traspasada
Leamos 1 Samuel 4:1-22
En la última meditación vimos la profecía de Samuel acerca de Elí y su descendencia. Dios traería juicio sobre Israel y sobre la familia de Elí a causa de su pecado. En el capítulo 4, leemos cómo el Señor llevó a cabo parte de ese juicio.
Dios levantó la nación de los filisteos contra Israel. El versículo 1 cuenta la historia de cómo salió Israel a pelear contra los filisteos. Mientras la batalla arreciaba, los filisteos desplegaron sus fuerzas, y unos cuatro mil israelitas murieron en el campo de batalla. Israel regresó a su campamento sufriendo grandes pérdidas.
Lo que es particularmente interesante en esta historia es que cuando los soldados regresaron al campamento, los ancianos de Israel preguntaron: “Por qué nos ha herido hoy Jehová delante de los filisteos?” (v. 3). Estos ancianos no parecían entender la seriedad de su pecado. Se preguntaban por qué Dios no los liberaba y les daba la victoria, pero no entendían que el estado espiritual de la nación tenía algo que ver con su derrota. Pensaron que podían vivir de la manera que querían y aun así esperar que el Señor les diera la victoria sobre sus enemigos. La obediencia y la bendición a menudo van de la mano. No podemos vivir en desobediencia y aun así esperar la bendición del Señor.
Observemos también que el pueblo de Israel no llamó a un profeta para escuchar al Señor, que era el procedimiento habitual. En cambio, decidieron traer de Silo el arca del pacto para que los protegiera. Trataron el arca del pacto como un amuleto de la buena suerte. Pensaron que, si el arca estaba con ellos, no podrían ser derrotados. Una vez más, ignoraron el pecado que los separaba de la bendición del Señor. Los ancianos de la tierra no buscaban estar bien con Dios; simplemente querían Su bendición para ganar su batalla. Esto muestra lo poco que sabían de Dios y Sus caminos.
En el versículo 4, se enviaron hombres a Silo para llevar el Arca del Pacto al campo de batalla. Ofni y Finees estaban allí cuando trajeron el Arca desde Silo. Cabe señalar aquí que esto no era un mandato de Dios. Esta fue la idea de los ancianos. Al tratar al Arca como un amuleto de buena suerte, estaban blasfemando el nombre del Señor.
Veamos en el versículo 4 (NTV) la referencia al hecho de que el Señor estaba entronizado entre los querubines. La tapa del Arca era de oro y tenía dos querubines tallados uno frente al otro. El Señor prometió manifestar Su presencia entre los querubines en el Arca del Pacto (ver Éxodo 25:17-22). El Arca del Pacto era uno de los tesoros más sagrados de Israel. Vemos cómo Ofni y Finees, sacerdotes malvados e inicuos, entran en la presencia del Señor para que este Arca sea trasladada irreflexivamente al lugar de la batalla para servir a sus propios propósitos.
Cuando el Arca fue traída al campamento, Israel levantó un gran clamor. Se regocijaron en presencia del Arca. El clamor de los israelitas era tan fuerte que la tierra misma tembló (v. 5). Los filisteos, al oír el alboroto, preguntaron qué había pasado. Cuando supieron que el Arca de la Alianza había entrado en el campamento de los israelitas, tuvieron miedo. Observemos su reacción en los versículos del 7 al 8:
…Ha venido Dios al campamento. Y dijeron: ¡Ay de nosotros! pues antes de ahora no fue así. ¡Ay de nosotros! ¿Quién nos librará de la mano de estos dioses poderosos? Estos son los dioses que hirieron a Egipto con toda plaga en el desierto.
Los filisteos habían oído hablar de la maravillosa obra de Dios a favor de su pueblo. Conocían la historia de la protección y liberación de Dios; y esto les causaba gran temor.
Quiero hacer una pausa por un momento para reflexionar sobre lo que está sucediendo en el campamento israelita. Según parecía desde afuera, se estaba desarrollando un gran servicio de adoración. El Arca del Pacto estaba presente en medio de ellos. El pueblo de Dios se regocijaba en lo que creía que era una liberación segura. Gritaban y clamaban con fe proclamando esa liberación. Los sonidos de sus gritos de alegría se elevaban y hacían temblar la tierra. El miedo llenaba los corazones del enemigo cuando reflexionaban sobre el Dios de Israel y Su poder.
Lo que estamos viendo aquí es, en realidad, adoración falsa. El pueblo de Dios no lo estaba honrando. Su enfoque no estaba en Dios sino en ellos mismos. Su regocijo no estaba en Dios sino en la esperanza de la victoria sobre su enemigo. El Arca de la Alianza era simplemente un medio para obtener lo que querían. Si su enfoque hubiera estado en Dios, el tono de esa reunión habría sido muy diferente. En lugar de regocijarse, habrían estado llorando y arrepintiéndose de los pecados que los habían separado de Dios y despojado de su victoria.
A pesar de su miedo, los filisteos determinaron en sus corazones que pelearían contra los israelitas (v. 9). Cuando se reanudó la batalla, el confiado Israel fue derrotado. Treinta mil soldados de infantería israelitas perdieron la vida en esa batalla. Israel se retiró derrotado. Los filisteos capturaron el Arca de la Alianza, y tanto Ofni como Finees murieron.
Dios no sería burlado. Ese día, Él le reveló a Su pueblo que Él no era un Dios con el que se podía jugar o utilizar para satisfacer los propósitos humanos. Él era un Dios para ser honrado y respetado. Él era un Dios santo y soberano a quien debían sus vidas.
La derrota en el campo de batalla no fue el fin del juicio de Dios sobre la tierra. El versículo 12 nos dice que un benjamita corrió desde el frente de batalla hasta Silo. Su ropa estaba desgarrada y estaba sucio por el polvo del camino. Cuando llegó a Silo, Elí, el Sumo Sacerdote, estaba sentado en una silla junto al camino esperando noticias de la batalla. Temía por el Arca del Señor.
El benjamita entró en la ciudad de Silo y contó a los habitantes lo que había sucedido. El pueblo de Silo lanzó un grito de desesperación y dolor. Elí escuchó este grito y preguntó qué había pasado (v. 14). El benjamita se apresuró hacia Elí para darle la noticia, y le dijo al sacerdote de 98 años que acababa de regresar del frente de batalla. Cuando Elí preguntó qué había sucedido, el benjamita le dijo que Israel había huido ante los filisteos y que había grandes pérdidas para Israel. También le dijo que sus dos hijos habían muerto en la batalla y que el Arca del Señor había sido capturada.
Fue la noticia de la captura del Arca del Señor lo que más golpeó a Elí. El Arca de la Alianza era un símbolo de la presencia de Dios en medio de ellos. La captura del Arca fue evidencia de que Dios había quitado Su presencia de Su pueblo. Cuando Elí escuchó esta noticia, la conmoción fue tan grande que cayó hacia atrás de su silla, se rompió el cuello y murió.
La nuera de Elí, la esposa de Finees estaba embarazada en ese momento y muy cerca del momento del parto. Cuando oyó la noticia de la captura del Arca, la muerte de su suegro y de su marido, se puso de parto y dio a luz un hijo. Mientras daba a luz a su hijo, ella fue vencida por los dolores de parto, y murió (v. 20). Sin embargo, antes de morir, nombró a su hijo Icabod diciendo: “Traspasada es la gloria de Israel” (v. 22). La palabra “icabod” significa literalmente “la gloria perdida”.
El juicio de Dios cayó duramente sobre la tierra. Necesitamos entender aquí que si bien este juicio parece duro, Dios estaba limpiando la tierra y preparándola para algo más grande. Dios había juzgado y quitado Su presencia de este pueblo rebelde, pero Él se movería nuevamente en medio de ellos para hacer una gran obra. Antes de poder renovar y bendecir, necesitaba eliminar los obstáculos para esa renovación y bendición.
Para Meditar:
- ¿Cuál es la conexión en este capítulo entre la obediencia a Dios y la bendición?
- ¿Qué tan fácil es para nosotros pasar por alto el pecado como la causa de nuestra falta de bendición?
- El pueblo de Dios trajo el Arca del Pacto al campamento para así restaurar la bendición. ¿Por qué esto fue algo inútil? ¿Qué hacemos hoy para tratar de restaurar la bendición de Dios?
- El pueblo de Dios parecía tratar al Arca de la Alianza como un amuleto de buena suerte. ¿Podemos hacer esto con Dios hoy? Expliquemos.
- ¿Qué aprendemos en este pasaje acerca de la adoración falsa? ¿Cuál es la diferencia entre la adoración falsa y la adoración verdadera?
- Dios necesitaba juzgar y limpiar la tierra del pecado antes de poder restaurar Su bendición. ¿Qué necesita quitar Dios de nuestra vida o de nuestra tierra para que Sus bendiciones sean restauradas?
- ¿Qué evidencia tenemos de la presencia de Dios en nuestra nación o nuestra iglesia?
Para Orar:
- Pidámosle al Señor que examine nuestro corazón y nos muestre si hay algún obstáculo que se interponga entre nosotros y la plenitud de Su bendición.
- Oremos a Dios para que nos ayude a adorarlo en verdad.
- Agradezcámosle al Señor que Él es un Dios soberano y santo. Roguémosle que nos perdone por cualquier momento en que no le hayamos mostrado el respeto que merece.
- Clamemos a Dios para que limpie nuestra vida, nuestra iglesia y nuestra tierra para que la plenitud de Su bendición pueda ser restaurada.
6 – El Arca en Manos Enemigas
Leamos 1 Samuel 5:1—6:21
En 1 Samuel 5:1 leemos cómo los filisteos capturaron el arca de Dios, la llevaron a la ciudad de Asdod y la colocaron en el templo de Dagón, su dios principal.
Cuando el pueblo de Asdod se despertó a la mañana siguiente y llegó al templo, encontraron que la estatua de Dagón había caído postrada ante el arca del Señor. Los filisteos no entendieron esto al principio. Recogieron a su dios y lo volvieron a poner en su lugar.
Sin embargo, cuando regresaron a la mañana siguiente, Dagón había caído postrado una vez más ante el arca de Dios. Esta vez su cabeza y sus manos se habían roto y yacían en el umbral del templo. A partir de ese día nadie que entrara en el templo de Dagón en Asdod pisaría el umbral (v. 5). Hicieron esto por respeto a su dios.
Tomemos un momento para examinar estos versículos con más detalle. Dios les estaba enseñando a los filisteos algo muy importante. Él tiró la estatua de Dagón al suelo; y al hacer esto, les estaba mostrando a los filisteos que Él era más grande que su dios. Dagón cayó a Sus pies. Era impotente ante el Dios de Israel.
Mientras Dios estaba demostrando Su poder, no tenemos ningún registro de que los filisteos se apartaran de su dios quebrantado. Los vemos levantarlo, juntar las piezas y continuar honrándolo. Esto debería haber convencido a los filisteos de la locura de adorar a Dagón, sin embargo, lo sucedido no fue suficiente. A pesar de la evidencia ante ellos, los filisteos continuaron sirviendo a su dios falso. Hay muchas personas así en nuestros días. Dios les mostrará que el camino por el que van solo los llevará a la ruina, pero ellos continúan en su camino.
Mientras el arca del Señor estuvo en Asdod, Dios trajo devastación sobre la gente de allí y los afligió con tumores. Es interesante observar que una nota al pie de página en la versión de la Biblia “Nueva Traducción Viviente” indica que algunos manuscritos antiguos afirman que el Señor también trajo ratas entre ellos. Desde 1 Samuel 6:4, vemos que cuando los filisteos devolvieron el arca, pusieron cinco tumores de oro y cinco ratones de oro en el carro con el arca. La devastación que tuvo lugar ese día pudo haber sido algún tipo de plaga. La mano del Señor se agravó sobre el pueblo de Asdod.
En el versículo 7, la gente de Asdod asoció el arca a la plaga que había venido sobre ellos; y convocaron a sus líderes para discutir lo que tenían que hacer con el arca. Es interesante notar que mientras el pueblo de Dios fue derrotado por los filisteos a causa de su pecado y rebelión, Dios todavía estaba trayendo la victoria sobre ellos. Sin ningún esfuerzo humano por parte de Su pueblo, los filisteos están siendo quebrantados por la presencia de Dios en medio de ellos.
Los líderes filisteos discutieron el tema y decidieron enviar el arca del Señor a Gat, donde sucedió algo similar. La ciudad entró en pánico. Aquí nuevamente el pueblo fue afligido con un brote de tumores (v. 9). Una vez más Dios estaba juzgando a los filisteos. Lo que es interesante aquí es que los mismos filisteos estaban llevando este juicio de un pueblo a otro mientras movían el Arca del Pacto.
Desde Gat, el arca fue trasladada a Ecrón. Todas estas ciudades son ciudades importantes en Filistea. La gente de Ecrón había oído lo que había sucedido en los otros pueblos. Cuando el arca llegó a Ecrón, el pueblo gritó: “Han pasado a nosotros el arca del Dios de Israel para matarnos a nosotros y a nuestro pueblo” (1 Samuel 5:10). Un gran temor del Señor parecía estar llenando toda la nación de Filistea. Ni Dagón ni ningún otro dios filisteo podía salvarlos del Dios de Israel. Los filisteos conocían el poder del Dios de Israel y le tenían miedo. Toda la nación parecía estar de rodillas al igual que Dagón en el templo de Asdod.
La ciudad de Ecrón se llenó de pánico y muerte (v. 11). El pueblo clamó a sus líderes que les quitaran el arca. El versículo 12 nos dice que los que no murieron en la ciudad de Ecrón sufrieron tumores. Toda la ciudad quedó devastada. No pudieron soportar la presencia del santo Dios de Israel.
Lo que parecía ser una derrota para Israel fue en realidad una poderosa victoria. Los filisteos llevaron triunfalmente el arca del Señor a su propia tierra, pero el Dios de Israel no fue derrotado. Puede que no siempre entendamos lo que Dios está haciendo, pero podemos estar seguros de que Él nos está guiando a la victoria. Mientras Israel lamentaba la pérdida del arca, Dios obraba poderosamente a través de ella para juzgar a la nación de filistea y ponerla de rodillas. Él hará lo mismo por nosotros.
Después de siete meses, los filisteos llamaron a sus sacerdotes y adivinos. En 1 Samuel 6:2, preguntaron:
¿Qué haremos del arca de Jehová? Hacednos saber de qué manera la hemos de volver a enviar a su lugar.
Se dieron cuenta de que el arca no era más que un problema para ellos. Toda sensación de triunfo por haberla capturado se había ido. Muchas vidas se habían perdido y una gran devastación había llenado su tierra. Mientras tuvieran el arca en su presencia, estaban bajo maldición. Es interesante notar que el arca permaneció en la tierra por siete meses. El número siete representa la plenitud y la perfección en las Escrituras. Solo cuando Dios hubo completado Su juicio, los filisteos pudieron enviar el arca de vuelta a su lugar.
Los sacerdotes filisteos le dijeron a su pueblo que si iban a devolver el arca, no debían enviarla vacía. Les dijeron que debían traer una ofrenda de oro al Señor; y les aseguraron que cuando trajeran esta ofrenda serían sanados. Los sacerdotes sugirieron que la ofrenda que debían hacer era una ofrenda de cinco tumores de oro y cinco ratas de oro. La razón por la que eligieron cinco tumores y cinco ratas tenía que ver con el número de gobernantes filisteos (v. 4). Josué 13:3 nos dice que había cinco gobernantes en Filistea, que gobernaban sobre las cinco ciudades principales. Los tumores y ratas de oro representaban los tumores y ratas que estaban destruyendo el país (v. 5).
En el versículo 6, los sacerdotes les recordaron a los filisteos lo que había sucedido en Egipto cuando Faraón mantuvo a los israelitas en esclavitud. Esto resultó en la devastación de la tierra de Egipto. Los egipcios solo fueron liberados de la maldición de Dios sobre su tierra cuando dejaron ir al pueblo (ver Éxodo 4—11). Por eso, los sacerdotes de Filistea recomendaron que pusieran el arca en un carro nuevo y la engancharan a dos vacas que habían parido. Percatémonos también que ellos recomendaron que estos terneros fueran separados de sus madres y puestos en un corral. Necesitamos examinar estas recomendaciones con más detalle.
Primero, observemos que el arca debía ser colocada en un carro nuevo. Esto era obviamente para mostrar respeto al Dios de Israel. En segundo lugar, el carro debía ser tirado por dos vacas que nunca habían sido uncidas. Es decir, estas vacas nunca habían sido entrenadas para arrastrar un carro detrás de ellas. Si estas vacas se sometían voluntariamente a tirar del carro sin haber sido entrenadas para hacerlo, entonces los filisteos sabrían que el Dios de Israel había aceptado su sacrificio. En tercer lugar, las vacas debían haber dado a luz terneros recientemente. Naturalmente, estas vacas nunca habrían dejado a sus terneros. Su instinto maternal las habría atraído de vuelta a sus crías. Sin embargo, si las vacas se olvidaban de sus terneros y llevaban el Arca de la Alianza a Israel, esto sería una clara señal de que el Dios de Israel había aceptado su ofrenda.
Los sacerdotes sugirieron que los filisteos colocaran una caja junto al arca con la ofrenda de cinco tumores de oro y cinco ratas de oro. Cuando todo estuviera preparado, debían enviar el arca por su camino. Es de particular importancia que ellos dejaran que las vacas llevaran por sí solas el arca de regreso a Israel. El sacerdote les dijo a los líderes que vigilaran el arca. Si las vacas llevaban el arca hacia Bet-semes en Israel, entonces el Dios de Israel los libraría del desastre que les había traído. Si las vacas se negaran a llevar el arca de regreso a Israel, entonces sabrían que lo que les sucedió fue simplemente por casualidad y no un juicio de Dios (v. 9).
Los filisteos hicieron lo que les dijo el sacerdote. Uncieron las vacas al carro y encerraron a sus terneros. Después de poner el arca del Señor en el carro, junto con la caja que contenía su ofrenda por la culpa, observaron para ver qué harían las vacas. Las vacas no resistieron los arneses. Ignorando a sus becerros, abandonaron la región de los filisteos y se dirigieron directamente a Bet-semes en Israel. No giraron a la derecha ni a la izquierda. Los gobernantes filisteos siguieron el carro para ver qué pasaba. No podía haber duda ahora de que el Señor Dios de Israel estaba guiando esas vacas. Sabían sin lugar a dudas que la mano del Dios de Israel había estado sobre ellos en juicio. No tenían más remedio que respetar al Señor como un Dios santo y temible.
La gente de Bet-semes estaba cosechando trigo cuando miraron y vieron el arca. Solo podemos imaginar la sorpresa y la alegría que sintieron ese día al ver el arca. Es de particular interés que las vacas condujeron el carro al campo de Josué de Bet-semes donde se detuvieron junto a una gran roca (v. 14). Allí mismo el pueblo descuartizó la carreta y sacrificó las vacas en holocausto al Señor. Los levitas tomaron el arca del Señor y la caja que contenía los tumores de oro y las ratas, y los colocaron sobre la roca. Los habitantes de Bet-semes trajeron otros holocaustos al Señor y ofrecieron allí sacrificios delante de Él. El versículo 16 nos dice que los cinco príncipes de los filisteos vieron todo esto y regresaron a Ecrón.
No debemos suponer que solo porque el arca estaba ahora en Israel ya no habría ningún problema. Incluso aquí en Bet-semes, Dios hirió a setenta hombres. Estos hombres miraron dentro del arca y cayeron muertos por su impía audacia y falta de respeto. Este fue un golpe muy fuerte para la comunidad, el cual provocó que los habitantes de Bet-semes enviaran mensajeros a Quiriat-jearim pidiéndoles que llevaran el arca a su pueblo.
Al matar a estos setenta hombres, el Señor estaba mostrando a Su pueblo que no debían tomarlo a la ligera. Les estaba enseñando a respetarlo. Estos dos capítulos nos muestran que Dios es santo. No hay dios como nuestro Dios. Él está por encima de todos los demás dioses; trae juicio sobre la tierra y logra Sus propósitos de maneras que nos resultan difíciles de entender. Él exige y merece nuestro mayor honor y respeto.
Para Meditar:
- ¿Qué nos enseña este pasaje acerca de los caminos de Dios? ¿En qué se diferencian Sus caminos de los nuestros? ¿Alguna vez hemos visto a Dios usar lo que parecía ser una derrota para lograr una gran victoria?
- ¿Qué aprendemos aquí acerca de la dureza del corazón filisteo? ¿Qué evidencia les dio Dios de Su poder y santidad?
- ¿Alguna vez hemos conocido a personas que, aunque habían visto el poder de Dios a su alrededor, todavía se negaban a volverse a Él?
- Expliquemos por qué el regreso del arca del Señor fue un milagro. ¿Qué mostró esto a los filisteos?
- ¿Qué nos enseña este pasaje acerca de la importancia de mostrar respeto y honor al Señor?
- ¿Qué nos enseña el pasaje acerca del juicio de Dios sobre sus enemigos?
- ¿Necesita Dios que tengamos la victoria sobre sus enemigos? ¿Por qué suponemos que Él elige usarnos de todos modos?
Para Orar:
- Pidámosle al Señor que nos perdone por las veces que no hemos sido capaces de ver cómo Él lograría la victoria a través de lo que parecía ser nuestra derrota.
- Oremos al Señor para que ablande nuestro corazón para que podamos ver lo que Él está tratando de decirnos a través de las circunstancias de nuestras vidas.
- Clamemos a Dios para que nos ayude a mostrarle el respeto y el honor que merece como Dios santo.
- Demos gracias al Señor porque Él tendrá la victoria sobre nuestros enemigos. Consagremos nuevamente a Él nuestros caminos.
7 – Victoria sobre los Filisteos
Leamos 1 Samuel 7:1-17
En los capítulos anteriores vimos cómo el arca del Señor se trasladaba de un lugar a otro en Filistea. Dondequiera que iba el arca, producía devastación para los filisteos. Al darse cuenta de lo que estaba pasando, los filisteos decidieron devolverla a Israel. Si bien hubo gran gozo en Bet-semes por el regreso del arca, este gozo no duró. Setenta hombres murieron cuando miraron dentro del arca, mostrando su irreverencia a Dios. Al ver esto, los habitantes de Bet-semes decidieron que no querían el arca en su región. Las cosas no han cambiado mucho a lo largo de los años. La gente está bastante dispuesta a aceptar a un Dios que quiere bendecir, pero les resulta mucho más difícil aceptar a un Dios que es santo y exige respeto y obediencia.
En 1 Samuel 7:1, los hombres de Quiriat-jearim llegaron a Bet-semes y trajeron el Arca del Pacto a su ciudad. La pusieron en una colina cerca de la casa de un hombre llamado Abinadab, hijo del sacerdote Eleazar; y comisionaron a Abinadab para que la custodiara. El versículo 2 nos dice que el arca permanecería en Quiriat-jearim durante unos veinte años.
Observemos en el versículo 2 que durante el tiempo que el arca del Señor estuvo en Quiriat-jearim, el pueblo se lamentó y buscó al Señor. La bendición de Dios estaba sobre la tierra y atraía hombres y mujeres hacia Él.
Dios parecía estar haciendo una obra de gracia en la tierra de Quiriat-jearim a través de Su presencia. Samuel se percató de esta obra de Dios, y habló al pueblo como su líder espiritual. En el versículo 3, los desafió a que si verdaderamente volvían al Señor con todo su corazón, tendrían que deshacerse de sus dioses extranjeros y de Astarot para servir solo al Dios de Israel.
Astarot era una diosa pagana del amor y la fertilidad. Ella era adorada por las naciones de la época, y su adoración involucraba la prostitución en el templo.
El pueblo de Quiriat-jearim estaba al tanto de la presencia del Señor y reconocía Su poder y santidad, pero todavía había mucho en la tierra que necesitaba ser purificado. Los habitantes de Quiriat-jearim creían en el santo y poderoso Dios de Israel. Pero ahora Samuel les estaba pidiendo que llevaran un paso más allá aquello en lo que habían creído. Los desafiaba a deshacerse de todo ídolo y dios extranjero y vivir solo para el Señor, el Dios de Israel. Toda mala práctica debía ser eliminada de la tierra. Todo dios debía ser destruido y todo ídolo derribado.
Observemos lo que Samuel le dijo al pueblo en el versículo 3. Les dijo que si estaban dispuestos a hacer esto, entonces el Señor los libraría de las manos de los filisteos. El pueblo de Dios todavía estaba siendo oprimido por los filisteos. Su victoria no sólo dependía de lo que creían acerca de Dios, sino de cómo vivían ante este Dios en quien creían. Sólo entregándose completamente a Dios, podrían tener la verdadera victoria. Esto nos hace preguntarnos si la razón por la que no estamos experimentando la victoria completa que Dios desea para nuestras vidas es porque nosotros también necesitamos derribar nuestros ídolos, hábitos y actitudes pecaminosas. El versículo 4 nos dice que los israelitas escucharon a Samuel y se deshicieron de sus Baales y de Astarot.
En la tierra de Quiriat-jearim se estaba llevando a cabo una obra espiritual interesante. La presencia de Dios había llegado a su ciudad por medio del arca del Señor. Esa presencia estaba teniendo un efecto invisible en la ciudad, pues los corazones de las personas estaban siendo ablandados y preparados para una obra mayor. Sin embargo, observemos que esto que sucedía en sus corazones requería una decisión por parte del pueblo de Dios. ¿Se rendirían a la obra de Dios o endurecerían sus corazones? Para la victoria total, estas personas necesitaban rendirse a Dios.
Cuando Samuel vio que el pueblo estaba dispuesto a alejarse de sus dioses falsos, convocó una asamblea en Mizpa. Todo Israel fue convocado a Mizpa; y aquí en este lugar, Samuel clamaría al Señor en nombre de la nación.
Cuando Israel se reunió en Mizpa, el poder de lo que Dios estaba haciendo se hizo aún más evidente. El versículo 6 nos dice que el pueblo sacó agua y la derramó delante del Señor. No está completamente claro qué representaba el derramamiento de agua, pero podemos suponer que se relacionaba con la obra que Dios estaba haciendo entre ellos. Al derramar esta agua, es posible que hayan estado simbólicamente derramando sus vidas al Señor y ofreciéndose a Él y a Su servicio. El derramamiento de agua iba acompañado del ayuno y la confesión de sus pecados. Dios estaba haciendo una obra poderosa ese día en Mizpa. La tierra estaba siendo limpiada de su maldad y pecaminosidad, y el pueblo de Dios estaba siendo restaurado a una relación correcta con Él. ¡Qué maravilloso día debe haber sido ese!
Los filisteos se pusieron en alerta cuando escucharon que Israel se había reunido en Mizpa. Esta reunión atrajo gente de todo Israel. Los filisteos pueden haber pensado que se estaban preparando para la batalla y decidieron atacar a Israel en Mizpa. Esto trajo gran temor a los corazones de los israelitas. Podemos estar seguros de que cuando Dios comienza una buena obra, el enemigo hará todo lo posible para destruirla. Si bien Israel estaba consciente de que Dios estaba haciendo una obra en medio de ellos, no se dieron cuenta de cuán grande iba a ser esa obra. Dios revelaría Su presencia a Su pueblo de una manera increíble.
Volviéndose a Samuel, su líder, los israelitas le pidieron que clamara al Señor por ellos para que fueran rescatados de los filisteos. Percatémonos de que aquí su atención no estaba en su propia fuerza. Ellos tenían miedo de los filisteos y temían por sus vidas. No se apresuraron a buscar el arca para protegerse como lo habían hecho sus padres. No reunieron a su ejército para defenderse con sus propias fuerzas. No buscaron ayuda de sus dioses falsos. En cambio, se volvieron al Señor y lo buscaron. Esto nuevamente es evidencia de la obra de Dios en medio de ellos.
El versículo 9 nos enseña que Samuel tomó un cordero joven y lo ofreció al Señor como holocausto, y que también clamó al Señor en nombre del pueblo. El Señor contestó la oración de Samuel. Mientras éste oraba y ofrecía su sacrificio al Señor, los filisteos se acercaron para enfrentarse a Israel en la batalla. Ese día, el Señor hizo tronar desde el cielo, y este trueno hizo que los filisteos entraran en pánico. Esto los desorientó tanto que los israelitas los derrotaron, los persiguieron y los mataron (vv. 10, 11).
No podía haber duda en cuanto a la fuente de la victoria de Israel. El Señor habló desde el cielo y le dio la victoria a Su pueblo. La victoria no vino porque el pueblo de Dios fuera fuerte y estuviera preparado para la batalla. Llegó porque el pueblo de Dios fue obediente y lo buscó. Lo que Israel vio ese día fue una extensión de lo que su Dios estaba haciendo con ellos espiritualmente. Mientras desechaban sus dioses y confesaban sus pecados, el Señor se movía con poder entre ellos. La victoria no viene como resultado de una mayor educación o de mayores dones, proviene de una mayor obediencia. ¡Qué poderosa lección fue ésta para el pueblo de Israel en los días de Samuel! ¡Qué poderoso recordatorio es para nosotros hoy!
Al ver la maravillosa victoria del Señor ese día, Samuel tomó una piedra y la colocó entre Mizpa y Sen; y llamó a esta piedra “Eben-ezer”, que significa “piedra de ayuda”. La piedra debía ser un recordatorio para el pueblo de que el Señor los había ayudado. Era un recordatorio no solo de la victoria sino de los medios por los cuales Dios les había dado esa victoria.
Observemos en el versículo 13 el alcance de esta victoria. Los filisteos fueron sometidos y no invadieron a Israel. Durante la vida de Samuel, la mano de Dios estuvo contra los filisteos, quienes vivirían bajo la maldición de Dios mientras viviera Samuel. El versículo 14 nos dice que las ciudades que los filisteos habían tomado fueron restauradas. La rendición de Israel a lo que Dios estaba haciendo en medio de ellos resultó en una victoria total sobre su enemigo.
Israel creía en Dios y en Su poder, pero no fue hasta que lo tomaron en serio y limpiaron su tierra que experimentaron la victoria del Señor de una manera tan poderosa. Al limpiar su tierra, el pueblo de Dios allanó el camino para que Él obrara poderosamente en medio de ellos.
Samuel fue juez en Israel hasta su muerte. El versículo 16 nos dice que recorrió un circuito desde Betel hasta Gilgal y Mizpa juzgando y guiando a Israel por los caminos del Señor. Aunque obviamente pasaba mucho tiempo viajando, Samuel siempre regresaba a su hogar en Ramá, donde también servía como sacerdote. Allí edificó un altar al Señor.
Para Meditar:
- ¿Qué evidencia hay en este capítulo del respeto de Israel por el arca y la presencia de Dios en medio de ellos?
- ¿Fue suficiente el respeto y la fe? ¿Qué más tenía que suceder en la tierra para que se revelara el poder de Dios?
- Según este capítulo ¿qué fue lo que trajo la victoria para el pueblo de Dios?
- ¿Cuánto se fortaleció Israel por medio de la obediencia y su nuevo compromiso con el Señor? ¿Será siempre fácil servir a Dios y vivir en obediencia?
Para Orar:
- ¿Hay evidencia de que en nuestra tierra se respete a Dios? Pidámosle al Señor que nos ayude a verlo como un Dios santo y poderoso. Oremos para que incluso los incrédulos de nuestra tierra aprendan a respetar a nuestro gran Dios.
- Pidamos a Dios que nos examine y revele cualquier pecado que nos impida experimentar Su victoria completa en nuestras vidas.
- ¿En qué área de nuestra vida necesitamos la victoria? Pidámosle al Señor que nos dé esa victoria.
- Roguémosle a Dios que nos dé valor para vivir en obediencia incluso cuando las cosas sean difíciles.
- Agradezcamos al Señor por la maravillosa victoria que viene por medio de la obediencia a Su Palabra y a Sus caminos.
8 – Israel Busca un Rey
Leamos 1 Samuel 8:1-22
Hasta este punto en la historia del pueblo de Dios, Israel no tenía rey. Ellos habían sido guiados por sus sacerdotes y profetas a medida que éstos oían al Señor. Samuel fue uno de esos líderes en Israel. Él representaba a Dios ante el pueblo. Cuando necesitaban tomar una decisión, el pueblo de Israel acudía a Samuel, el cual oraba y escuchaba al Señor. Cuando el Señor le respondía, Samuel le llevaba la decisión del Señor al pueblo. En este sentido, Dios era su Líder y Rey.
Samuel ya estaba envejeciendo. 1 Samuel 7:16-17 nos dice que Samuel viajaba de Betel a Gilgal a Mizpa, y regresaba a su hogar en Ramá. Él juzgaba los casos en estos pueblos y les llevaba la palabra del Señor. Podemos imaginar que este viaje se habría vuelto más difícil para él a medida que envejecía. Posiblemente considerando su edad, Samuel nombró a sus hijos Joel y Abías como jueces en Beerseba (v. 2).
Mientras que Samuel fue particularmente ungido por Dios para servir como profeta y juez, sus hijos no compartían esa unción o amor por Dios. El versículo 3 nos dice que ellos no andaban en los caminos de Samuel. Los hijos de Samuel pervertían la justicia y aceptaban sobornos. Podemos imaginar que esto habría sido una carga para Samuel que había experimentado lo mismo en su niñez con los hijos de Elí (Ofni y Finees).
Los ancianos de Israel entendieron que este era un problema para la nación de Israel. Su preocupación era tan grande que acudieron a Samuel en Ramá. Le recordaron que estaba envejeciendo y que sus hijos no andaban en sus caminos. Los ancianos sugirieron que Samuel nombrara un rey para gobernarlos, al igual que las naciones que los rodeaban (v. 5).
La preocupación de los dirigentes era legítima. Vieron que los hijos de Samuel no serían buenos líderes espirituales para su nación. Aunque su preocupación era legítima, sus métodos no lo eran. Ya hemos visto que las decisiones se tomaban yendo al profeta que buscaba la voluntad del Señor. Aunque los ancianos vinieron a Samuel el profeta, no vinieron con mentes que estuvieran buscando la voluntad del Señor. Observemos en el versículo 5 que ellos ya venían con una decisión tomada. Simplemente querían que Samuel aprobara sus planes. Ellos miraban a las naciones que los rodeaban y veían cómo estaban gobernadas, y pensaron que esto también funcionaría para ellos. Su inspiración para esta idea fueron las naciones que los rodeaban; no Dios y Sus propósitos.
¿Cuántas veces nos hemos encontrado en una situación similar? En ocasiones tomamos decisiones que realmente le corresponden a Dios. Acudimos a Dios para la aprobación de nuestros planes, pero no para escuchar Sus planes.
Cuando Samuel escuchó lo que pidieron los ancianos, su corazón se afligió. El plan no le agradó, pero observemos que llevó el asunto al Señor. Para su sorpresa, el Señor le dijo a Samuel que les diera un rey (v. 7).
El Señor le dejó claro a Samuel en el versículo 7 que, al elegir un rey terrenal, el pueblo no lo estaba rechazando a él como profeta, sino a Dios como su Rey. La selección de un rey marcaría un punto de inflexión para la nación de Israel. Ya no serían guiados por profetas y sacerdotes que escuchaban a Dios. En cambio, serían dirigidos por reyes y líderes políticos.
Dios conocía el dolor que Samuel sintió por la petición del pueblo. Hasta cierto punto, Samuel se sintió rechazado. El pueblo ya no quería profetas que los guiaran. Al comprender la carga de Samuel, el Señor le recordó que el pueblo también lo había abandonado a Él como su Dios cuando salieron de Egipto. El rechazo del pueblo a los profetas como líderes no era resultado del ministerio de Samuel; era un reflejo de sus corazones rebeldes contra Dios.
Lo que llama especialmente la atención en este pasaje es que Dios permitió que Su pueblo hiciera lo que estaba en su corazón. Él no les impidió seguir por este camino de rebelión. Esto no quiere decir que Dios los había abandonado como pueblo. El Señor los cuidaría incluso en este camino de rebelión. Dios bendeciría a los reyes de ellos. Si bien todavía habría evidencia de la bendición de Dios sobre las vidas de los reyes de Israel, Su pueblo no experimentaría la plenitud que Él deseaba para ellos. Ningún rey terrenal podría reemplazar a Dios como rey. Dios le dijo a Samuel que advirtiera a Su pueblo de lo que sucedería si elegían un rey terrenal sobre el Señor (v. 9).
Samuel le dijo al pueblo en los versículos 11-18 lo que sus reyes terrenales requerirían de ellos. Estos reyes tomarían a sus hijos e hijas y los obligarían a servir. Una parte de lo que poseían pertenecería al rey. La vida se volvería difícil para ellos bajo muchos de estos reyes.
Samuel profetizó que llegaría el día en que clamarían por alivio de los reyes que habían elegido sobre el Señor, pero el Señor no les respondería en ese día (v. 18).
Tomar esta decisión de rechazar al Señor como su rey no era algo para tomar a la ligera. Esto traería importantes cambios para el pueblo. Un rey terrenal los despojaría de sus bienes y de su dignidad. Serían reducidos a la esclavitud y clamarían en desesperación. Dios no se interpondría en su camino si insistían en tomar esta decisión, pero les advirtió de los peligros de alejarse de Él como su verdadero Rey.
Los líderes no se conmovieron por lo que Samuel les dijo ese día. Habían tomado una decisión y no se retractarían. “¡No!”, ellos dijeron. “Sino que habrá rey sobre nosotros; y nosotros seremos también como todas las naciones, y nuestro rey nos gobernará y saldrá delante de nosotros y hará nuestras guerras” (vv. 19, 20).
Samuel llevó las palabras del pueblo al Señor. “Oye su voz y pon rey sobre ellos”, dijo el Señor en el versículo 22. Con eso, Samuel envió al pueblo a casa.
Antes de concluir este capítulo, permítame ofrecer tres advertencias al lector. Primero, tome en cuenta el peligro de venir a Dios con decisiones ya tomadas. Este fue el pecado de los ancianos en los días de Samuel. Ellos sabían lo que querían, y acudieron a Dios en busca de una bendición sobre su propia idea. No estaban listos para escuchar lo que Dios tenía que decirles.
Segundo, debemos reconocer que Dios no detuvo a Su pueblo cuando insistieron en seguir su propio camino. En cambio, les permitió seguir el camino que eligieron. No nos engañemos pensando que, porque Dios no nos detiene, eso significa que Él aprueba nuestras acciones. Si bien advirtió a Su pueblo del peligro en el camino que estaban eligiendo, Dios les dio libertad para desobedecer.
Por último, tengamos la seguridad de que las decisiones que tomemos tendrán consecuencias. El pueblo de Dios fue advertido de las consecuencias devastadoras de sus acciones, pero las ignoraron. Al final, verían que su decisión fue necia, pero sería demasiado tarde.
¡Qué fácil es ser cegado por nuestros propios deseos! Luchamos por nuestras ideas y visiones, sin darnos cuenta de que a veces esas visiones e ideas no son la voluntad y el propósito de Dios para nosotros o nuestros ministerios. ¡Cuán importante es estar dispuesto a hacer morir nuestros propios planes y buscar al Señor en su lugar! Que Dios nos dé gracia para aceptarlo como nuestro único Rey.
Para Meditar:
- ¿Cómo era gobernado Israel antes de los reyes?
- ¿Cuál fue el problema con la petición de los ancianos aquí en este capítulo? ¿Alguna vez hemos venido a Dios con nuestras decisiones ya tomadas? ¿Qué tiene que decir este pasaje al respecto?
- ¿Dios siempre evitará que tomemos la decisión equivocada?
- ¿Cuál es el resultado de caminar en nuestro propio camino? ¿Podemos esperar la plenitud de la bendición de Dios si no lo estamos buscando y viviendo en Sus propósitos?
Para Orar:
- Pidamos al Señor que nos dé una mente que esté dispuesta a escucharlo a Él y a escuchar cuáles son Sus propósitos para nuestras vidas.
- Pidámosle a Dios que nos perdone por las veces que nos hemos desviado de Su voluntad. Roguémosle que nos restaure para dicho propósito.
- Agradezcamos al Señor que, aunque nos desviemos del camino, Él no nos abandona.
- Tomemos un momento para orar por alguien que se ha desviado del propósito de Dios. Roguémosle a Dios que le restaure hacia Sí.
9 – Saúl es Elegido Rey
Leamos 1 Samuel 9:1—10:16
Israel quiso rechazar a Dios como su Rey. Sin embargo, lo que sorprende en este capítulo es que Dios les permitió tener un rey terrenal en lugar de Él. Aquí, en este capítulo, vemos que el Señor escogió un rey terrenal para Su pueblo. El primer rey de Israel sería un hombre llamado Saúl, quien se nos presenta en los versículos 1 y 2. Él era de la tribu de Benjamín, una de las tribus más pequeñas de Israel; y el nombre de su padre era Cis. Se describe a Saúl personalmente diciendo que, “Entre los hijos de Israel no había otro más hermoso que él; de hombros arriba sobrepasaba a cualquiera del pueblo” (v. 2). Esta declaración no nos debe llevar a entender que esta fuera la razón por la que fue elegido. Dios no selecciona a sus siervos sobre la base de la fuerza física o la apariencia (ver 1 Samuel 16:7). No se nos dice por qué Dios escogió a Saúl entre todos los demás hombres de Israel para ser el primer rey.
La historia de la unción de Saúl comienza con unas asnas perdidas. El padre de Saúl había perdido sus asnas, y le dijo a Saúl que llevara algunos sirvientes con él y fuera a buscarlas (v. 3). Entonces Saúl tomó a sus sirvientes y salió. No se dio cuenta de que esta búsqueda cambiaría su vida para siempre.
Saúl y sus siervos atravesaron la región montañosa de Efraín y Salisa, pero no pudieron encontrar las asnas. Viajando desde allí llegaron al distrito de Saalim. Pasó por el territorio de Benjamín, pero aún no había señal de las asnas. Su búsqueda lo llevó hasta el distrito de Zuf, en la región donde vivía Samuel. Aquí Saúl decidió abandonar su búsqueda. Él y sus hombres se habían ido tanto tiempo que sintió que su padre ahora estaría más preocupado por ellos que por las asnas. Entonces decidió regresar a casa para calmar las preocupaciones de su padre por ellos (v. 5). Saúl no se dio cuenta de que el Señor lo había estado guiando a esta región con un propósito.
Uno de los sirvientes de Saúl le dijo que había un profeta muy respetado en el pueblo cercano. El sirviente sugirió que lo consultara sobre su problema. Éste pensaba que el profeta podría decirles dónde tenían que ir a buscar las asnas.
Saúl y su siervo buscaron algo que pudieran darle al profeta a cambio de sus servicios. No tenían comida, pero el sirviente tenía un cuarto de siclo de plata. Decidieron, por lo tanto, ir a Samuel y buscar su consejo.
Mientras se acercaban al pueblo, se encontraron con unas jóvenes que salían a sacar un poco de agua; y les preguntaron si había un “vidente” o profeta en la región. Una de las jóvenes les dijo que el profeta Samuel acababa de llegar para hacer un sacrificio. Aquí vemos que el tiempo de Dios es perfecto. La muchacha le dijo a Saúl y a su sirviente que lo podrían encontrar en el pueblo, y que si se daban prisa podrían alcanzarlo antes de que fuera a ofrecer el sacrificio. Cuando Saúl y su criado entraron en la ciudad, se encontraron con Samuel que venía hacia ellos camino del lugar alto para el sacrificio.
Podemos ver aquí la dirección del Señor detrás del telón. Saúl y su sirviente fueron conducidos al pueblo en busca de sus asnas. Llegaron al pueblo el día que Samuel estaba allí para ofrecer sacrificio. Se encontraron con Samuel que venía hacia ellos justo cuando entraban en la ciudad. Todos estos eventos no fueron meras coincidencias. Este era el tiempo y la dirección del Señor.
Dios no solo estaba guiando a Saúl y a su siervo; también estaba preparando a Samuel para recibirlos. Mientras Dios guiaba a Saúl, le habló a Samuel acerca de él. El día antes de que Saúl viniera a la ciudad, el Señor le dijo a Samuel que, al día siguiente en ese momento, le enviaría algunos hombres de la tierra de Benjamín. Saúl no sabía que Dios lo enviaba a Samuel. Para Saúl, en su mente, él solo estaba buscando las asnas de su padre. Pero Dios estaba anulando esos planes para lograr algo más grande en la vida de Saúl. Dios también le dijo a Samuel en el versículo 16 que él debía ungir a este hombre para ser líder sobre Israel. Dios le prometió a Samuel que Saúl libraría a su pueblo de la mano de los filisteos. Todo sucedió exactamente como el Señor le dijo a Samuel. Y en el momento en que Saúl y su siervo venían hacia él, Dios le dijo a Samuel que este era el hombre de quien le había hablado (v. 17).
Saúl se acercó a Samuel sin saber quién era él y le pidió que le dijera dónde vivía el profeta (v. 18). Samuel le dijo a Saúl que él era el profeta que había venido a ver, y lo invitó a ir con él al lugar alto para el sacrificio. Iba a ser su invitado especial. Saúl y su siervo debían quedarse con él y partir por la mañana (v. 19). En el versículo 20 Samuel agregó:
En cuanto a las burras que se te perdieron hace tres días, ni te preocupes, que ya las encontraron. Y agregó: —Lo que Israel más desea, ¿no tiene que ver contigo y con toda la familia de tu padre? (NVI)
Esta declaración alivió la carga de Saúl y lo confundió al mismo tiempo. Su carga se alivió con respecto a las asnas perdidas, pero estaba confundido por lo que dijo Samuel acerca de que su familia era el deseo de Israel. Le recordó a Samuel que él era benjamita, de la tribu más pequeña de Israel, y su clan era el más pequeño de todos los clanes de Benjamín. Saúl no tenía posición social en Israel; y confundido acerca de lo que Samuel le había dicho acerca de su familia, le pidió al profeta que se explicara (v. 21).
Sin embargo, ellos habían llegado para ese entonces a un salón donde se llevaría a cabo la fiesta. Samuel llevó a Saúl y a su criado a un salón y los sentó a la cabecera de la mesa. Había alrededor de unos treinta invitados. Darle a Saúl el lugar de honor pudo haber sido bastante extraño. Saúl era tan solo un simple hombre en Israel. Esta acción por parte de Samuel se habría sumado a la confusión de Saúl.
Samuel le dijo al cocinero que trajera un trozo especial de carne que le había pedido que cocinara. El cocinero trajo una espaldilla y la puso frente a Saúl. Samuel le dijo a Saúl que este trozo de carne había sido guardado para él y reservado para esta ocasión especial. Según la Ley de Moisés, la espaldilla estaba reservada para el sacerdote (ver Levítico 7:32-33). Al ofrecer a Saúl este trozo de carne, Samuel lo estaba honrando. Solo podemos imaginar la confusión de Saúl en este momento.
Después del sacrificio, Samuel tomó aparte a Saúl y subió a la azotea de su casa para hablar con él. A la mañana siguiente, Samuel llamó a Saúl nuevamente a la azotea y le dijo que los enviaría por su camino. Cuando estuvieron listos, Samuel los acompañó hasta las afueras del pueblo; y le dijo a Saúl que enviara a su siervo delante de él. Le dijo que tenía un mensaje especial para él de parte del Señor. Cuando el siervo se fue, Samuel tomó una redoma de aceite, la derramó sobre la cabeza de Saúl, lo besó y le dijo que Dios lo había ungido para ser líder sobre su pueblo (10:1).
Como evidencia de esa unción, Samuel le dijo a Saúl que cuando llegara cerca de la tumba de Raquel en Selsa, dos hombres lo encontrarían y le dirían:
Las asnas que habías ido a buscar se han hallado; tu padre ha dejado ya de inquietarse por las asnas, y está afligido por vosotros, diciendo: ¿Qué haré acerca de mi hijo? (10:2)
Después de encontrarse con estos dos hombres, Saúl viajaría al gran árbol de Tabor donde, esta vez, se encontraría con tres hombres que iban a Bet-el. Samuel le dijo que uno llevaría tres cabritos, el segundo llevaría tres panes y el tercero un odre de vino. Estos hombres lo saludarían y le ofrecerían dos panes, los cuales él debía aceptar. La profecía de Samuel es muy específica y no da lugar a ningún error. Todo esto sería una confirmación del Señor de la veracidad de las palabras de Samuel. Dios sabía que Saúl necesitaba esta seguridad.
Mientras Saúl continuaba su viaje hacia Gabaa, donde había un puesto de avanzada filisteo, se encontraría con una procesión de profetas que descendían del lugar alto con salterios, panderos, flautas y arpas, y tocaban delante del Señor y profetizaban. Al ver Saúl a estos profetas, el Espíritu del Señor vino sobre él y lo convirtió en una persona diferente. Samuel le dijo a Saúl que, cuando El Espíritu del Señor viniera sobre él, debía hacer todo lo que le viniera a la mano porque Dios estaba con él. El Espíritu del Señor le daría poder y lo guiaría hacia los propósitos de Dios. Es importante que nos demos cuenta de que incluso en el Antiguo Testamento la obra de Dios la hacían aquellos que estaban siendo guiados y empoderados por el Espíritu de Dios.
Samuel le dijo a Saúl que debía ir a Gilgal y esperarlo. Allí en Gilgal, Samuel ofrecería un holocausto y una ofrenda de paz. Saúl tenía que esperar allí siete días antes de que Samuel viniera a él y le dijera lo que tenía que hacer (10:8).
Cuando Saúl dejó a Samuel ese día, Dios cambió su corazón. El viaje se desarrolló exactamente como lo había profetizado Samuel. Cuando Saúl llegó a Gabaa se encontró con la compañía de profetas. El Espíritu de Dios cayó sobre él como había profetizado Samuel, y Saúl se unió a ellos y profetizó. Esto fue una sorpresa para quienes lo conocían, y se preguntaban qué le había sucedido al hijo de Cis. Le preguntaban si él también se había convertido en profeta.
Cuando el tío de Saúl le preguntó dónde había estado, Saúl simplemente le dijo que había estado buscando las asnas. Le dijo a su tío que cuando no pudieron encontrar las asnas fueron a ver a Samuel. Cuando le preguntaron qué le había dicho Samuel, Saúl simplemente respondió: “Nos declaró expresamente que las asnas habían sido halladas”. No mencionó lo que Samuel le había dicho acerca de ser rey.
Los acontecimientos de aquellos últimos días le habían confirmado a Saúl que él era el hombre escogido por Dios. Obviamente, Saúl todavía se sentía incómodo con esta tarea. No se consideraba digno de tal honor. No tuvo el coraje de contarles a los demás lo que le había pasado ni el llamado de Dios a su vida. Este no es un ministerio que Saúl hubiera buscado para sí mismo. No es un ministerio que Saúl realmente quisiera. Sin embargo, la mano de Dios obviamente estaba sobre él. No había duda de que Dios lo había elegido.
Para Meditar:
- ¿Qué evidencia tenemos de la inseguridad de Saúl? ¿Qué consuelo encontramos en el hecho de que Dios puede usarnos tal como somos?
- ¿Cómo lleva Dios a Saúl hacia Samuel? ¿Sabía Saúl que Dios lo estaba guiando? ¿Podría Dios estar guiándonos en este momento a través de las circunstancias que estamos enfrentando?
- ¿Qué evidencia tenemos en este pasaje del tiempo de Dios cuando Saúl fue a ver a Samuel y cuando regresó a casa?
- ¿Qué evidencia le dio Dios a Saúl de su unción? ¿Por qué era importante que Saúl entendiera que Dios lo había ungido para este ministerio?
- Aprendemos aquí que cuando el Espíritu de Dios vino sobre Saúl, éste fue cambiado. ¿Qué cambio ha hecho el Espíritu Santo en nuestras vidas?
Para Orar:
- Agradezcamos al Señor que nuestras debilidades no son limitaciones para Él.
- Demos gracias al Señor porque Él nos guía incluso cuando no somos conscientes de esa dirección. Al mirar hacia atrás en nuestra vida, ¿vemos momentos en que Dios usó lo que parecía ser una tragedia para guiarnos en Su camino?
- Pidámosle a Dios que nos muestre la naturaleza de Su llamado para nuestra vida.
- Agradezcamos al Señor por el ministerio del Espíritu Santo en nuestra vida. Roguémosle al Espíritu Santo que nos capacite aún más para hacer la voluntad del Padre.
10 – Saúl es Establecido como Rey
Leamos 1 Samuel 10:17—11:15
Como lo había prometido, Samuel vino a Mizpa para ofrecer sacrificios al Señor. Cuando el pueblo se hubo reunido en su presencia, Samuel les habló sobre la elección de un rey.
Comenzó recordándoles la fidelidad del Señor, su Rey celestial. Bajo Su reinado, Israel había sido librado milagrosamente de la mano de los egipcios y del poder de las naciones que los rodeaban. Ahora, al elegir un rey terrenal, el pueblo de Dios le había dado la espalda al Señor y lo rechazaba como su único Rey.
A pesar de que el pueblo rechazó al Señor, Éste estaba dispuesto a darle a Su pueblo un rey terrenal. Él le mostraría a esta nación el hombre que había escogido para ser su rey terrenal. Samuel llamó al pueblo a presentarse ante él por tribu y clan. A medida que cada tribu se presentaba, es probable que Samuel le hubiera preguntado al Señor si el rey que había elegido era de esa tribu o clan. Samuel ya conocía al hombre que el Señor había elegido, por lo que este procedimiento no era para su beneficio sino para el beneficio de las personas presentes.
Lo que necesitamos ver aquí es que la decisión sobre quién debería ser rey debía ser del Señor. Él pondría en esta posición al hombre que había escogido. ¡Cuán fácil es para nosotros elegir a nuestros líderes espirituales sobre la base de lo que queremos! Dios tiene una persona para cada tarea. Depende de nosotros buscar Su propósito en cada situación.
La tribu de Benjamín se acercó a Samuel clan por clan. El Señor le reveló a Samuel que el nuevo rey era del clan de Matri. Las familias del clan de Matri se acercaron a Samuel y se eligió a la familia de Cis. Finalmente, Dios reveló que Saúl, el hijo de Cis, sería el próximo rey.
Sin embargo, cuando el pueblo buscó a Saúl, no se le vio por ninguna parte (v. 21). Entonces Samuel le preguntó al Señor dónde estaba, y Él le dijo que estaba escondido entre el bagaje. Y allí lo encontraron y lo llevaron ante el pueblo.
Saúl parecía ser bastante tímido. La posición de rey fue algo que no aceptó con mucho entusiasmo. Probablemente no habría sido el rey elegido por el pueblo, pero era el que Dios había elegido. Nuevamente vemos que los caminos de Dios no son nuestros caminos. Por esta razón, debemos tener cuidado de no confiar en nuestro propio razonamiento cuando se trata de la obra del Reino de Dios. Debemos aprender a confiar en Él y en Su dirección si queremos ver la expansión de Su Reino.
Aquel día, estando Saúl en medio de ellos, el pueblo lo proclamó rey. Saúl no fue escogido sobre la base de su experiencia o habilidad porque nunca se había probado a sí mismo ante la gente. Fue declarado rey porque Dios lo había elegido, y el pueblo aceptó la decisión de Dios.
Mientras el pueblo estaba delante de Samuel ese día, él les explicó las normas en relación a la realeza. Esas normas fueron escritas en un rollo y depositadas ante el Señor (v. 25). La referencia a depositar el rollo ante el Señor probablemente se refiere al hecho de que el rollo se guardaba con las cosas santas en el tabernáculo.
Después de estos hechos, Saúl y el resto del pueblo se fueron a sus casas. Observemos, sin embargo, en el versículo 26, que Saúl no estaba solo. Se fue a casa con hombres valientes cuyos corazones Dios había tocado. En otras palabras, Dios le dio ayudantes y soldados que lo asistirían en su papel de rey.
Si bien la presencia de Dios era obvia en todo este procedimiento, hubo algunas personas que se negaron a aceptar lo que Dios había determinado. Ellos no apoyaron a Saúl. Lo insultaron negándose a ofrecerle regalos o respeto. Y aunque Saúl podría haberlos disciplinado, optó por permanecer en silencio.
Como ya hemos señalado, Saúl había sido escogido por Dios, pero aún no se había probado a sí mismo ante el pueblo. El Señor ahora le daría a Saúl la oportunidad de probar su llamamiento; no sólo a sí mismo, sino a todo Israel.
En el capítulo 11, Nahas el amonita capturó la ciudad de Jabes de Galaad en Israel. Los habitantes de esa ciudad, pensando que Nahas era demasiado poderoso para ellos, le pidieron que hiciera una alianza con ellos, y seguirían siendo sus súbditos. Nahas les dijo que haría un trato con ellos solo con una condición. Él exigió que se le diera permiso para sacar el ojo derecho de cada uno de ellos.
Esta demanda era algo que los ancianos necesitaban tiempo para considerar. ¿Cederían a la demanda y serían humillados y discapacitados de por vida o lucharían contra Nahas y se arriesgarían a perder la vida? Los ancianos pidieron siete días antes de tomar su decisión (v. 3).
Durante esos siete días, los habitantes de Jabes de Galaad enviaron un mensaje a Saúl acerca de su situación. La noticia sobre estas condiciones causó gran dolor al pueblo. Cuando Saúl se enteró de las demandas de Nahas, se conmovió profundamente en su espíritu. El versículo 6 nos dice que el Espíritu de Dios vino sobre Saúl con poder, y éste se enojó. En su ira, tomó sus bueyes y los cortó en pedazos, enviando los pedazos por medio de mensajeros por toda la nación, declarando que esto es lo que le sucedería a cualquiera que no lo siguiera a él y a Samuel a la batalla para hacer frente a los amonitas.
Ese día, “cayó temor de Jehová sobre el pueblo, y salieron como un solo hombre” (v. 7). El Espíritu de Dios cayó sobre toda la nación e hizo que se unieran en cuanto a este asunto.
Saúl reunió a su ejército en Bezec. Se juntaron trescientos mil hombres de Israel y otros treinta mil de la tribu de Judá. Con este ejército de trescientos treinta mil hombres de su parte, Saúl mandó decir a los habitantes de Jabes de Galaad que antes de que el sol calentase al día siguiente, serían librados de las manos de los amonitas. Esta noticia les agradó a los habitantes de Jabes de Galaad.
En el versículo 10, los ancianos le devolvieron la palabra a Nahas diciéndole que se rendirían a él al día siguiente y que podía hacer con ellos lo que quisiera. Ellos no mencionaron que se acercaba el ejército de Saúl. Nahas sería tomado por sorpresa.
Al día siguiente, Saúl separó a sus hombres en tres divisiones, quienes irrumpieron en el campamento amonita en la última vigilia de la noche, e hirieron a los amonitas hasta que el día calentó. La matanza fue tan grande que no hubo dos personas que escaparan juntas de la furia del ejército de Saúl.
El pueblo estaba tan entusiasmado con la victoria de Saúl sobre los amonitas que de inmediato quisieron hacer frente a los perversos de 1 Samuel 10:27 que habían rechazado el liderazgo de Saúl. Querían matarlos por oponerse al reinado de Saúl como rey. Sin embargo, Saúl se negó a matar a los que se le habían opuesto. Este no era un momento para más matanzas. Dios había dado la victoria sobre los amonitas. Este sería un día de celebración y acción de gracias.
No obstante, Samuel animó al pueblo a subir a Gilgal y reafirmar a Saúl como rey (v. 14). Allí en Gilgal el pueblo confirmó a Saúl como su rey en la presencia del Señor con sacrificios y ofrendas.
Lo que necesitamos entender de este pasaje es que el pueblo de Dios necesitaba aceptar y afirmar a Saúl como su rey. Saúl necesitaba experimentar la realidad del Espíritu de Dios obrando en él. Una cosa es ser llamado y equipado para el ministerio, y otra es dar un paso adelante en el poder del Espíritu y caminar en la autoridad que Dios ha dado. El pueblo de Dios necesitaba ver una demostración práctica del poder y la autoridad que Dios le había dado a Saúl. Debido a que Saúl era un hombre muy tímido, él necesitaba aprender a dar el paso al frente en autoridad para la gloria de Dios. Este incidente en Jabes de Galaad, que parecía tan trágico, resultó ser el medio por el cual Dios confirmaría el liderazgo de Saúl ante el pueblo.
Para Meditar:
- ¿Qué evidencia hay en este pasaje de la timidez o los sentimientos de indignidad de Saúl para la tarea a la que Dios lo había llamado?
- ¿Cuántas de las decisiones que tomamos en las iglesias de hoy se basan en preferencias e ideas humanas en lugar de buscar la voluntad del Señor?
- ¿Cómo usó Dios a Nahas de los amonitas para cumplir Sus propósitos para Israel? ¿Puede Dios usar lo que parece ser una tragedia para lograr Sus planes en nuestras vidas?
- ¿Cómo creemos que se sintió Jabes de Galaad cuando recibió el apoyo de toda la nación? ¿Hay personas como Jabes de Galaad hoy en nuestra sociedad que necesitan ese apoyo?
- ¿Qué nos ha llamado Dios a hacer? ¿Acaso hemos dado el paso al frente en la autoridad que el Señor nos ha dado en Su llamamiento?
Para Orar:
- Agradezcamos al Señor que Él puede usar todo tipo de personas para lograr Su propósito. Démosle gracias porque incluso cuando no nos sentimos dignos de Su llamado, Él todavía puede usarnos.
- Demos gracias al Señor que Él quiere guiarnos de maneras muy específicas, y es Su deseo dejarnos clara Su voluntad.
- Clamemos a Dios para que nos perdone por las ocasiones en que no hemos apoyado a Sus siervos escogidos. Pidámosle que nos dé gracia para respetarlos y ser una bendición para ellos.
- Oremos a Dios para que nos muestre lo que Él nos ha llamado a hacer. Pidámosle que nos dé valor para dar un paso al frente con la autoridad que nos ha dado en ese llamado.
11 – La Gracia de Dios en medio del Pecado
Leamos 1 Samuel 12:1-25
Una de las cosas más maravillosas acerca del Señor nuestro Dios es que Él es un Dios amoroso y compasivo que no nos abandona incluso cuando no estamos a la altura de Su estándar. Su paciencia para con Su pueblo es enorme. Aquí, en el capítulo 12, el profeta Samuel le recordó a Israel la maravillosa paciencia y compasión de Dios hacia ellos a lo largo de su historia como nación; y los desafió a no dar por sentada esa compasión.
Samuel comenzó hablando a la gente de su llamado y de su probado carácter como profeta. En el versículo 1, Samuel le recordó a Israel cómo él los había escuchado y les había designado un rey terrenal sobre ellos. Esto marcó el tono de lo que Samuel quería decirle al pueblo. Quería que se dieran cuenta de que, aunque el Señor les había dado lo que deseaban de corazón, ese no era Su plan perfecto para ellos. Al elegir un rey, le habían dado la espalda al Señor.
Antes de abordar este tema de elegir un rey, Samuel dirigió la atención del pueblo a su ministerio y credibilidad como profeta de Dios. Había vivido entre ellos durante mucho tiempo; y ahora era un anciano lleno de canas. Él había sido su líder desde los días de su juventud. El pueblo lo había visto en diferentes situaciones. Él les pidió que examinaran su vida y ministerio entre ellos, y se les abrió para que así lo hicieran. Él les dio el permiso para testificar en su contra en la presencia del Señor en caso de que no hubiera demostrado honestidad e integridad a lo largo de su vida.
Samuel puso todo su ministerio ante el pueblo para que lo examinara. ¿Estaríamos dispuestos a hacer hoy lo mismo? Samuel tenía una conciencia tranquila ante el Señor con respecto a su trabajo. No tenía nada de qué avergonzarse ese día. Él estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para arreglar las cosas si alguien podía demostrarle que los había ofendido. ¡Cuán importante es para los que ministramos ante el Señor vivir con una conciencia limpia! Samuel es un ejemplo para todos nosotros.
Observemos lo que dijo el pueblo en el versículo 4: “Nunca nos has calumniado ni agraviado, ni has tomado algo de mano de ningún hombre”. El pueblo, unánimemente, proclamó la integridad de Samuel.
Al tomarse el tiempo para someterse a su examen, Samuel reafirmó su credibilidad ante el pueblo. Él quería que vieran que no solo había sido llamado a ser el profeta de Dios entre ellos, sino que había sido un profeta fiel y verdadero, cuya integridad había superado la prueba del tiempo. Para Samuel era importante restablecer esto en la mente del pueblo para que entendieran que lo que les iba a decir era de Dios.
Habiendo establecido su credibilidad como profeta, Samuel pasó a hablarle al pueblo de la compasión y paciencia del Señor, a pesar de su pecado y rebelión contra Él (v. 7).
Samuel le recordó al pueblo su historia como nación. Habló de cómo Dios había designado a Moisés y Aarón para liberarlos de la tierra de Egipto donde habían sido retenidos como esclavos (v. 6). En su esclavitud, el pueblo de Dios clamó al Señor por ayuda; y a través de Moisés y Aarón, Dios los libró de la mano de Faraón y les dio su propia nación (v. 8).
Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que Israel se olvidara de su Dios y se alejara de Él para servir a los dioses paganos de las naciones que los rodeaban (v. 10). Esto resultó en que el Señor envió a Sísara, el comandante de Hazor, a los filisteos y a los moabitas contra ellos (v. 9). Su rebelión y pecado hicieron que el Señor quitara Su bendición de ellos como nación.
En su desesperación, el pueblo clamó a Dios; y oraron para que Dios los librara de las manos de sus enemigos, prometiendo servirle (v. 10). Entonces Dios escuchó su clamor y envió a sus jueces Jerobaal (Gedeón), Barac, Jefté y Samuel para librarlos de sus enemigos. Bajo estos jueces, el pueblo de Dios volvió a vivir en seguridad y paz en la tierra que Él les había dado (v. 11).
Cuando el pueblo vio que Nahas, el rey de los amonitas, avanzaba contra ellos, decidieron en su corazón que necesitaban un rey terrenal que los protegiera. A pesar de que Dios se había probado a Sí mismo ante ellos y se preocupaba por ellos, el pueblo no estaba dispuesto a confiarle sus vidas. Eligieron abandonar al Señor como su rey y protector, y optaron en cambio por confiar en un rey terrenal. Solo podemos imaginar cómo esto debe haber afligido el corazón de Dios.
Como hemos visto, Dios fue muy paciente con Su pueblo y le dio un rey terrenal. Dios ha dado a Su pueblo libre albedrío; y esta libertad implica libertad para darle la espalda y alejarnos en rebelión. Él no fuerza la obediencia ni siempre nos guardará de la desobediencia. Su deleite es ver a Su pueblo rendirse a Él en obediencia voluntaria con un corazón de amor. Cuando Israel deseó un rey terrenal, escogió rechazar a Dios como su rey, y Él les permitió hacerlo.
Cuando Samuel se presentó ante el pueblo, les ofreció un rey en la persona de Saúl. Observemos que Samuel dejó bastante claro que Dios había puesto a Saúl como rey en medio de ellos. Dios permitió que Su pueblo tuviera un rey, a pesar de que sus motivos estaban equivocados. En esto hay una lección muy poderosa para nosotros. Hay momentos en que Dios dará lo que insistimos en tener. Esto me desafía particularmente porque sé cuántas veces he venido al Señor con mis propias ideas y me he rehusado a soltarme de Dios hasta que Él me diera lo que quería. Sin embargo, ¡cuán importante es que busquemos el propósito y la voluntad del Señor en nuestras oraciones y peticiones!
Samuel le dijo a su pueblo que, si ellos y su rey temían al Señor y lo servían fielmente, entonces Dios estaría con ellos y podrían estar seguros de Su bendición. Si, por el contrario, se rebelaban como sus antepasados, la mano de Dios estaría contra ellos como lo estuvo contra sus padres.
Para mostrarle al pueblo que lo que estaba diciendo ese día venía de parte de Dios, Samuel les ofreció una señal. Él les recordó que era el tiempo de cosechar el trigo. Esto colocaría la época del año en algún lugar entre abril y junio, que no era la temporada de lluvias. Sin embargo, Samuel le dijo al pueblo que el Señor enviaría truenos y lluvia para confirmar Su palabra. Dios haría esto para mostrarle al pueblo que habían hecho algo malo al pedir un rey terrenal (v. 17). Entonces Samuel invocó el nombre del Señor, y ese mismo día el Señor envió truenos y lluvia del cielo. No podía haber duda de que Dios estaba hablando a Su pueblo, recordándole que se había rebelado contra Él al pedirle un rey terrenal. El pueblo estaba asombrado del Señor ese día. Él había hablado y confirmado Su palabra a través de esta señal milagrosa. Ellos sabían que no estaban bien con Dios. El pueblo fue tocado por Dios de tal forma que clamaron a Samuel para que orara por ellos para que no murieran (v. 19).
Samuel aseguró a estas personas quebrantadas que, aunque habían hecho mal al alejarse del Señor, todavía había esperanza para ellos si aprendían a vivir para Dios con todo su corazón. Si ellos hacían esto y se apartaban de sus ídolos, el Señor se acordaría de ellos y no los rechazaría como Su pueblo. ¡Cuánta paciencia y perdón vemos aquí en el Señor! Su pueblo se había alejado de Él, pero Él se deleitaba en amarlos y hacerlos Suyos.
Samuel prometió que oraría al Señor por el pueblo como habían pedido. Percatémonos que les dijo que sería un pecado para él no hacerlo. Aquí debemos recordar que Samuel también sintió cierto rechazo cuando el pueblo escogió un rey (ver 1 Samuel 8:6-7). Samuel estaba enojado con el pueblo por alejarse del Señor y rechazarlo como su Rey. La oración de Samuel fue una oración por el perdón y la misericordia de Dios hacia Su pueblo. Si bien Samuel sintió cierto rechazo e ira, sabía que no tenía derecho a retener el perdón y la misericordia de Dios hacia Su pueblo. Negarse a orar por el perdón de Dios hubiera sido pecar contra Dios, quien quería ofrecer ese perdón.
Samuel prometió orar por su pueblo. También les dijo en el versículo 23 que continuaría siendo su profeta y les enseñaría el camino bueno y recto. Al decir esto, estaba reafirmando su compromiso de ser el portavoz de Dios para ellos.
Samuel concluyó su desafío en los versículos 24 y 25, donde les recordó que debían asegurarse de temer al Señor y servirle con todo su corazón. Los desafió a no olvidar las cosas maravillosas que el Señor había hecho por ellos. La idea aquí es que estas cosas maravillosas motivarían a la gente a tener un corazón agradecido y a honrar a Dios entregándose completamente a Él. Samuel advirtió al pueblo que, si persistían en hacer el mal, tanto ellos como el rey que habían elegido serían exterminados. En última instancia, su victoria no vendría de su nuevo rey sino de su relación basada en la obediencia a Dios.
Aunque el pueblo le había dado la espalda a Dios como su Rey, Él no había renunciado a Su gobierno sobre ellos. El pueblo todavía estaría sujeto a Él. Incluso el rey que había sido elegido para gobernar sobre ellos debía estar sujeto a la autoridad superior de su Rey Celestial. Dios mostró al pueblo por medio de truenos y relámpagos que Él todavía era su verdadero Rey. Eran responsables ante Él y sufrirían Su ira si se apartaban de Él. Por muy poderoso que fuera su rey, si no doblaba la rodilla en reverencia temerosa ante el gran Dios de Israel, hasta él sería eliminado.
Dios permitió que Su pueblo tuviera un rey terrenal. Él no se interpuso en su camino cuando le dieron la espalda y eligieron seguir los caminos de las naciones. Aunque no vivían como debían, Dios no los dejaría. Él honraría a los reyes que le sirvieran y bendeciría a los reyes que trataran de guiar al pueblo por Sus caminos.
Ninguno de nosotros es perfecto. Hay cosas en nuestras vidas que no agradan ni honran al Señor. Algunos de nosotros hemos doblado la rodilla ante otro rey. Algunos han permitido que hábitos y actitudes pecaminosas establezcan sus tronos en sus vidas. Dios no está amenazado por estos dioses falsos. Él no nos rechazará. Dios ama a las personas imperfectas y sigue siendo nuestro Dios. Samuel nos advierte, sin embargo, que Dios exige respeto y honor. El trueno que retumbó desde el cielo en los días de Samuel fue un recordatorio para el pueblo de la justicia y la santidad de Dios. No se le faltará el respeto ni se le deshonrará. Su paciencia es grande, pero también lo es su ira y venganza. Así que no nos atrevamos a probarlo.
Para Meditar:
- ¿Qué aprendemos en este capítulo sobre el carácter probado de Samuel? ¿Se ha probado nuestro carácter como siervos del Señor?
- Samuel estaba listo para rectificar si alguien en la asamblea podía probar que los había ofendido de alguna manera. ¿Tenemos nosotros esa misma actitud hacia alguien a quien hayamos ofendido?
- ¿Qué evidencia tenemos en la historia del pueblo de Dios de que Él es un Dios perdonador? ¿Qué aprendemos en este pasaje acerca de la paciencia de Dios? ¿Tenemos nosotros la misma paciencia con los demás?
- ¿Qué aprendemos sobre el libre albedrío que Dios nos ha dado a cada uno de nosotros? ¿Podemos elegir alejarnos de los propósitos de Dios para nuestras vidas?
- ¿El hecho de que Dios nos permita hacer algo es siempre una indicación de que Él aprueba lo que hacemos? ¿Es posible que oremos por algo y veamos a Dios conceder esa petición, aunque no sea lo mejor para nosotros?
- ¿Cuán importante es que procuremos conocer y seguir la voluntad de Dios?
Para Orar:
- Demos gracias al Señor que aun cuando nos alejamos de Él, Él continúa siendo Rey. Agradezcámosle que Él es el Señor, ya sea que lo aceptemos o no como tal.
- ¿Tenemos personas en nuestra vida que son difíciles de perdonar? ¿Ha perdonado el Señor a esa gente? Pidamos a Dios que nos dé la paciencia y el perdón que Él tiene en Su corazón hacia esas personas.
- Pidamos a Dios que nos perdone por las veces que hemos insistido en seguir nuestro propio camino en lugar de buscarlo a Él y Sus propósitos para nuestras vidas.
- Pidámosle al Señor que nos ayude a ministrar ante Él con una conciencia limpia.
12 – La Victoria de Jonatán y La Derrota de Saúl
Leamos 1 Samuel 13:1—14:23
En la meditación anterior se nos recordó la gran paciencia de Dios para con nosotros, incluso cuando pecamos y no alcanzamos Su estándar. Aquí, en los capítulos 13 y 14, leemos que Saúl no honró al Señor. Esto contrasta muchísimo con la fe de Jonatán, el hijo de Saúl.
En cierto momento de su reinado, Saúl eligió a tres mil hombres de Israel para ir a la batalla. De los tres mil hombres preparados para la batalla, dos mil estaban con Saúl en la región de Micmas, y los otros mil estaban con Jonatán, hijo de Saúl, en Gabaa. El resto del ejército de Saúl fue enviado a casa (v. 2).
Jonatán tomó a sus hombres y atacó una guarnición filistea en la región de Geba (v. 3). Esto provocó inmediatas diferencias entre Israel y los filisteos (v. 4). El incidente obligó a Saúl a convocar a su ejército para que se uniera a él en Gilgal para enfrentarse a los filisteos.
Los filisteos llegaron con treinta mil carros, seis mil hombres de a caballo, tan numerosos “como la arena que está a la orilla del mar” (v. 5). Entonces acamparon en Micmas.
Cuando Israel vio al ejército filisteo y se dio cuenta de que su situación era crítica, se llenaron de miedo. El versículo 6 nos dice que se escondieron en cuevas, en fosos, en peñascos, en rocas y en cisternas. Otros abandonaron sus puestos y cruzaron el río Jordán escondiéndose en las ciudades de Gad y Galaad. Saúl se quedó en Gilgal para pelear. Sin embargo, observemos en el versículo 7 que todas las tropas que estaban con él “temblaban de miedo”. Este fue un momento muy difícil para el ejército de Saúl.
Era la costumbre de aquel tiempo que el rey esperara a que un sacerdote ofreciera un sacrificio al Señor y buscara Su bendición antes de ir a la batalla. Pasaron siete días y Samuel no había llegado para ofrecer este sacrificio. Esto hizo que los hombres de Saúl se preguntaran si no era una señal de Dios de que estaban condenados. El retraso de Samuel hizo que aún más hombres abandonaran su puesto (v. 8).
Al ver que sus hombres lo abandonaban, Saúl decidió tomar el asunto en sus propias manos. En el versículo 9, pidió que le trajeran el holocausto y las ofrendas de paz. Saúl se estaba impacientando. La palabra del Señor era que debía esperar hasta que Samuel hubiera ofrecido el sacrificio, pero Saúl tenía miedo de lo que sucedía a su alrededor, por lo que hizo caso omiso de la palabra del Señor e hizo las cosas a su manera. Estaba dispuesto a obedecer mientras fuera conveniente, pero cuando las cosas comenzaron a complicarse, Saúl flaqueó.
Samuel llegó justo cuando Saúl terminaba de hacer la ofrenda; y le preguntó a Saúl qué había hecho. Saúl explicó que los filisteos estaban reuniendo fuerzas, sus hombres lo estaban abandonando y el profeta no había llegado para el sacrificio. Saúl se sintió obligado a buscar la bendición del Señor antes de que atacaran los filisteos (v. 12).
Saúl no se dispuso a blasfemar el nombre del Señor con sus acciones. Simplemente quería la bendición del Señor en su batalla. El problema estaba en que, al hacerlo, desobedecía el mandato del Señor de esperar. En su impaciencia, hizo caso omiso de lo que Dios había dicho. ¡Qué fácil es para nosotros ceder cuando las cosas se ponen difíciles! Empezamos a preocuparnos y a preguntarnos dónde está Dios o si será fiel a Su Palabra. Tomamos el asunto en nuestras propias manos y no esperamos a Dios. Todos hemos sido culpables del pecado de Saúl.
Samuel le recordó a Saúl que había quebrantado el mandato del Señor. Ese día, Samuel le dijo al rey Saúl que, si hubiera esperado en el Señor, su reinado se habría establecido sobre Israel para siempre. Sin embargo, debido a que no había confiado en el Señor, su reino no duraría. Dios ya estaba buscando un hombre “conforme a Su corazón” para reinar en lugar de Saúl. Dios estaba buscando un rey cuya prioridad fuera obedecer al Señor en todo.
Saúl estaba siendo probado por Dios. El futuro de su reino dependía de cómo respondiera a Dios en esta situación. Esto hace que nos preguntemos con qué frecuencia Dios prueba la condición de nuestros corazones. Cada situación que se nos presente puede ser una prueba para nuestro corazón. ¿Seremos fieles y leales a Dios o cederemos y caeremos en desobediencia como Saúl?
Después de este incidente con Saúl, Samuel dejó Gilgal y se fue a Gabaa. Saúl contó a sus hombres y descubrió que solo le quedaban seiscientos (v. 15). Alrededor de 2400 soldados habían abandonado su puesto. Comparado con los miles de soldados del campamento filisteo, el ejército de Israel era muy pequeño e insignificante. Humanamente hablando, no tenían ninguna oportunidad contra el ejército filisteo que era mucho mayor.
Descubrimos en el versículo 17 que los filisteos enviaron tres escuadrones contra Israel. Ellos no atacaron al ejército de Saúl, sino que fueron a diferentes partes de la tierra causando problemas dondequiera que iban. La tierra estaba siendo desmoralizada por las incursiones de estos escuadrones.
Veamos en el versículo 19 que había otro problema para Israel. No había herreros en la tierra. Estos comerciantes en particular parecían ser el foco de la opresión de los filisteos sobre Israel en aquellos días. Su objetivo se centró en los herreros para que de esta manera los israelitas no pudieran fabricar armas. Israel se vio obligado a acudir a los filisteos para que les afilaran las herramientas (v. 20), quienes cobraban un precio muy alto por afilar este trabajo (v. 21).
Este problema era tan grave que en el versículo 22 se nos dice que cuando el pueblo de Israel fue a la batalla contra los filisteos, ningún soldado tenía espada o lanza en la mano. Tuvieron que luchar con sus herramientas. Solo Jonatán y Saúl estaban equipados con una espada y una lanza. Solo podemos imaginar lo desanimado y asustado que estaría el débil ejército israelita al enfrentarse a los filisteos sin las armas adecuadas.
Tomando a su escudero con él, Jonatán, hijo de Saúl, decidió ir a una guarnición filistea sin decirle nada a su padre sobre esta decisión. Nadie sabía que Jonatán se había ido (v. 3).
Los filisteos habían elegido cuidadosamente la ubicación de sus guarniciones. Para que Jonatán y su escudero pudieran llegar a ella, tenían que escalar un acantilado empinado. Jonatán sabía que él y su escudero no podían competir contra todo el ejército filisteo. Sin embargo, también sabía que Dios no necesitaba un gran ejército para derrotar a los filisteos. Veamos lo que le dijo a su escudero en el versículo 6:
Ven, pasemos a la guarnición de estos incircuncisos; quizá haga algo Jehová por nosotros, pues no es difícil para Jehová salvar con muchos o con pocos.
Jonatán no sabía lo que Dios haría. Ni siquiera sabía si Dios actuaría a favor de ellos. Todo lo que sabía era que Dios era más grande que todo el ejército filisteo. Sabía que había que hacer algo, y estaba dispuesto a ser usado por Dios o a perecer en el intento.
El escudero de Jonatán accedió a seguir a su amo. “…ve, pues aquí estoy contigo a tu voluntad”, le dijo en el versículo 7. Él seguiría a su amo hasta la muerte.
Con el apoyo de su escudero, a Jonatán se le ocurrió un plan. En el versículo 8, al poner el asunto en manos del Señor, decidió que no intentarían sorprender a los filisteos. Ellos subirían el acantilado hasta el campamento filisteo. Cuando éstos los vieran, si les pedían que se quedaran donde estaban, no subirían hasta la guarnición. Si, por el contrario, los filisteos los invitaban a pasar a la guarnición, lo tomarían como una señal del Señor de que les iba a dar la victoria.
Los dos hombres emprendieron su camino hacia el puesto de los filisteos haciéndose visibles al enemigo. Cuando los filisteos los vieron, dijeron: “Subid a nosotros y os haremos saber una cosa”. Esta era la señal que buscaban Jonatán y su escudero. Tomando coraje, subieron el resto del camino hasta la cima y atacaron a los filisteos. Ese día veinte filisteos fueron aniquilados (vv. 13, 14).
La presencia del Señor estaba con Jonatán y su escudero. Su acto de fe y confianza en el Señor abrió la puerta para que Dios se moviera de manera poderosa ese día. El versículo 15 nos dice que el pánico se apoderó de todo el ejército filisteo. El pánico pareció extenderse desde la guarnición a donde Jonathan y su escudero habían entrado hasta todo el ejército enemigo. El versículo 15 nos dice que la tierra tembló ese día cuando Dios reveló Su presencia y envió pánico a la nación.
En el campamento israelita, uno de los centinelas de Saúl vio que el ejército filisteo se desvanecía en todas direcciones. Esto dejó perplejo a Saúl, quien se preguntaba qué estaba pasando. Entonces llamó a sus fuerzas para ver si faltaba alguien; y rápidamente se descubrió que Jonatán y su escudero ya no estaban en el campamento.
En el versículo 18, Saúl llamó al sacerdote Ahías para que trajera el arca de Dios. Obviamente, su intención era escuchar al Señor acerca de lo que necesitaba hacer. Mientras Saúl hablaba con el sacerdote y buscaba al Señor acerca del asunto, el ruido en el campamento filisteo aumentaba. Sin embargo, no hubo una palabra clara de parte del Señor. Saúl decidió que necesitaba responder rápidamente; y en el versículo 19, le dijo al sacerdote que retirara la mano. En otras palabras, despidió al sacerdote. Saúl no tuvo tiempo de esperar en el Señor sobre este asunto. Pensó que necesitaba hacer algo. Solo nos resta preguntarnos si esta sería otra prueba más del Señor. ¿Esperaría en el Señor o volvería a tomar el asunto en sus propias manos? Una vez más Saúl había fallado la prueba.
Saúl reunió a sus hombres y fue a la batalla y encontraron a los filisteos en total confusión. El versículo 20 nos dice que peleaban entre sí, golpeándose con sus espadas.
Del versículo 21 aprendemos que había hebreos entre los filisteos ese día. Éstos probablemente eran esclavos, sirvientes o cautivos que habían sido obligados a servir a los filisteos. Cuando estos individuos vieron que el ejército de Saúl había llegado, se rebelaron contra sus amos filisteos y se pasaron a los israelitas. Incluso los israelitas escondidos en las colinas y cuevas de toda la región, al ver que los filisteos se retiraban, se animaron. Dejaron sus escondites y se unieron a la batalla. Ese día, el Señor rescató a Israel de las manos de los filisteos.
El acto de fe de Jonatán abrió la puerta para una gran victoria. Jonatán sabía que no era rival para el ejército filisteo, pero estaba dispuesto a dejar que Dios obrara a su favor. Él se arriesgó. Estuvo dispuesto a sacrificarlo todo. Puso su vida en peligro. Su confianza estaba en el Dios que podía liberar a Su pueblo a través de dos hombres sencillos. Jonatán no dependía de su fuerza y lógica humana. Él confiaba en el Señor.
Saúl, por otro lado, fue motivado por la razón humana. No confió en el tiempo de Dios. Como rey de Israel, pensó que necesitaba tomar las decisiones. No podía esperar a Dios. Tenía que tomar el asunto en sus propias manos.
La fe de Jonatán entusiasmó a toda la nación. Dio valor a los que habían estado prisioneros de los filisteos y liberó a los cobardes de sus escondites en las cuevas y colinas. Inspiró a todo Israel a confiar en el Señor y a reclamar la victoria que Él deseaba darles. Si no fuera por la fe de Jonatán ese día, solo nos quedaría imaginarnos qué les habría pasado a Saúl y a sus 600 soldados desarmados.
Para Meditar:
- ¿Cuál era el estado del ejército de Saúl en este pasaje? ¿Podría ser esta una imagen de algunos creyentes hoy? Expliquemos.
- Comparemos la fe de Jonatán con el razonamiento de Saúl. ¿Cuál es la diferencia?
- ¿Alguna vez hemos sentido la tensión entre la fe y la razón humana? ¿Cuál es el desafío de este pasaje para nosotros hoy?
- ¿De qué manera la fe de Jonatán abrió la puerta para que el pueblo de Dios experimentara la victoria? ¿Cómo inspiró la fe de Jonatán a toda la nación?
- ¿Podemos demostrar la fe verdadera sin una cierta cantidad de riesgo? ¿Qué arriesgó Jonatán en este pasaje? ¿Qué desafío nos trae esto?
- Observemos que la fe de Jonatán no le dice a Dios qué hacer. Él no sabía realmente si Dios le iba a dar la victoria o no; pero estuvo dispuesto a confiar en Dios sin importar el resultado. ¿Acaso la fe siempre entiende el resultado? ¿Cuál es la diferencia entre exigir que Dios haga algo y confiar en Él por fe para hacer lo que Él desea hacer?
Para Orar:
- Pidámosle a Dios que nos perdone por las ocasiones en que tomamos el asunto en nuestras propias manos arriesgándonos a desobedecer.
- Clamemos al Señor para que nos dé la fe de Jonatán, una fe que voluntariamente arriesgará todo por amor a Su nombre.
- Demos gracias a Dios que Él es más grande que nuestros enemigos.
13 – Un juramento Quebrantado
Leamos 1 Samuel 14:24-52
En la meditación anterior vimos cómo Dios usó a Jonatán para traer la victoria de Israel sobre los filisteos. Saúl estaba tan decidido a obtener la victoria sobre los filisteos ese día que ató a todo su pueblo bajo un juramento diciendo:
Cualquiera que coma pan antes de caer la noche, antes que haya tomado venganza de mis enemigos, sea maldito. (v. 24)
En las Escrituras, los juramentos y las maldiciones se tomaban muy en serio. El resultado fue que ninguna de las tropas de Saúl se atrevió a comer nada (v. 24). En esta ocasión, al adentrarse en una zona boscosa encontraron un poco de miel en el suelo. Sin embargo, debido a su juramento, a pesar de lo tentadora que era esta miel, ninguno de los soldados de Saúl la probó. Ellos temían lo que les sucedería si rompían el juramento que Saúl les había hecho hacer.
Pero Jonatán no estaba al tanto del juramento. Cuando llegó a la región boscosa y vio la miel en el suelo, extendió su vara, la mojó en el panal y llevándola a su boca comió de ella. El versículo 27 nos dice que sus ojos fueron aclarados; en otras palabras, fue fortalecido por la miel.
No fue hasta que Jonatán comió de la miel que se dio cuenta del juramento. La reacción de Jonatán aquí es muy importante. Primero, cuando se enteró del juramento expresó abiertamente su desacuerdo; y en el versículo 29 dijo que su padre era un alborotador. Al decir esto, Jonatán no estaba mostrando el respeto que Saúl merecía como su padre y líder de la nación. Es cierto que la decisión de vincular al pueblo a este juramento pudo no haber sido la mejor decisión. Sin embargo, Jonatán no debió haber acusado abiertamente a su padre y rey.
Observemos en segundo lugar, que Jonatán justificó lo que hizo en lugar de aceptar su culpa. Algunas personas pueden suponer que debido a que Jonatán no sabía sobre el juramento, no era responsable de romperlo. Pero este no es el caso. Todo el ejército estaba obligado ante Dios al juramento que había hecho Saúl. Jonatán era parte de ese ejército y responsable de sus acciones.
Supongamos que hagamos algo que ofenda a un amigo. Imaginemos también que no fuéramos conscientes de que nuestras acciones lo hirieron profundamente. ¿Cuál debería ser nuestra respuesta cuando descubramos lo que hemos hecho? ¿Acaso no iríamos a donde está ese amigo y le pediríamos disculpas? ¿No somos culpables a pesar de no haber sabido que nuestras acciones eran ofensivas? La ignorancia no es una excusa. Jonatán no sabía sobre el juramento, pero aun así era culpable. Su respuesta debió haber sido arrepentirse de su pecado. En cambio, criticó y juzgó el juramento. Seguro que todos hemos caído en este error.
Leemos en el versículo 31 que después de que los israelitas derrotaron a los filisteos, estaban exhaustos. Se abalanzaron sobre el botín de ovejas, vacas y terneros, los degollaron y se los comieron con la sangre (v. 32). Comer sangre era una violación de la Ley de Moisés (ver Levítico 17:10).
Cuando Saúl escuchó lo que había hecho el pueblo y cómo habían pecado contra el Señor al comer sangre, les dijo a sus sirvientes que buscaran una piedra grande y la rodaran en medio de ellos. Cuando colocaron la piedra en medio de ellos, les dijo a sus hombres que trajeran ganado y ovejas y los mataran sobre la piedra, escurriendo la sangre de los animales para que no fueran culpables ante el Señor.
El versículo 35 nos dice que Saúl también edificó allí un altar en la presencia del Señor. No está claro cuál era la intención de Saúl con esta ofrenda. Algunos comentaristas creen que construyó el altar para ofrecer una ofrenda de acción de gracias al Señor por la victoria que les había dado sobre los filisteos. También pudo ser para ofrecer un sacrificio por los pecados de Su pueblo.
Habiendo comido y renovado sus fuerzas, Saúl decidió bajar durante la noche a donde se encontraban los filisteos para saquearlos y matarlos. Él quería estar seguro de que su victoria sobre ellos era total. El pueblo aceptó su decisión (v. 36). Los sacerdotes, sin embargo, le pidieron a Saúl que consultara primero al Señor para buscar Su voluntad. Saúl no había hecho esto. Nuevamente vemos que Saúl a menudo tomaba el asunto en sus propias manos sin buscar al Señor. Él dependía de su razón humana y no de la palabra del Señor.
Cuando Saúl le preguntó al Señor si iría tras los filisteos y si Dios le daría la victoria, el Señor no respondió. En el versículo 37, leemos “Mas Jehová no le dio respuesta aquel día”. No se nos dice cuánto tiempo esperó Saúl la respuesta del Señor, pero sabía que si Dios no respondía, algo andaba mal.
Saúl creía que la razón por la que el Señor no le respondía era porque en su campamento había pecado. Entonces reunió a sus líderes para hablarles sobre este pecado, diciéndoles que cualquiera que fuera culpable del pecado que impedía que Dios les hablara, moriría, incluso si era su propio hijo Jonatán. Los líderes parecían estar conscientes del pecado, pero no dijeron nada (v. 39). Probablemente hicieron esto por respeto a Jonatán y a la victoria que les había dado ese día.
Saúl convocó una asamblea entre los israelitas (v. 40). Luego oró al Señor y le pidió que revelara al culpable. Se echaron suertes y la suerte cayó sobre Jonatán y Saúl. Cuando se echó suerte para determinar si Saúl o Jonatán eran culpables, la suerte recayó sobre Jonatán. Entonces Saúl exigió que Jonatán le dijera lo que había hecho. En el versículo 43 vemos que Jonatán le dijo a su padre que había probado un poco de miel con su bastón.
En el versículo 43 parece que Jonatán expresó su desacuerdo hacia todo este proceso cuando dijo: “Ciertamente gusté un poco de miel con la punta de la vara que traía en mi mano; ¿y he de morir?” Es bastante fácil ver la frustración de Jonatán con su padre y su juramento.
Saúl fue fiel a su palabra. “Así me haga Dios y aun me añada, que sin duda morirás, Jonatán”, le dijo a su hijo.
Los hombres presentes ese día se entristecieron por esta decisión de Saúl. Ellos le recordaron a Saúl la gran victoria que Jonatán les había dado ese día; y rogaron por su vida, recordándole al rey que Dios había usado poderosamente a su hijo ese día. Entonces Saúl se retractó y dejó vivir a Jonatán.
El versículo 46 nos dice que Saúl dejó de perseguir a los filisteos y regresó a casa. Como rey, Saúl tuvo cierto éxito al luchar contra los moabitas, los amonitas, los edomitas, amalecitas, contra los reyes de Soba y contra los filisteos. Él libró a Israel de su opresión (v. 48).
Saúl tuvo tres hijos. Sus nombres eran Jonatán, Isúi y Malquisúa. Su hija mayor era Merab y la menor Mical (v. 49). Su esposa era Ahinoam. Y su comandante militar era Abner, el hijo de su tío Ner.
Aunque Saúl estaba experimentando cierta bendición en sus batallas y en su vida familiar, el versículo 52 nos dice que durante toda su vida hubo una dura guerra contra los filisteos. Nunca fue capaz de derrotarlos por completo y fueron una espina constante en su costado. Cada vez que Saúl veía a un hombre valiente, lo llevaba para su ejército.
Para Meditar:
- ¿Qué nos enseña este pasaje acerca de la importancia de tomar en serio nuestras promesas y juramentos?
- ¿Qué aprendemos aquí sobre el uso de la ignorancia como excusa? En otras palabras, ¿seguimos siendo culpables, aunque no sepamos que hemos pecado?
- ¿Alguna vez nos hemos visto juzgando o criticando en vez de aceptar nuestra culpa y reconocer nuestro pecado?
- ¿De qué manera el perdón hacia Jonatán nos ayuda a apreciar más plenamente lo que el Señor Jesús hizo por nosotros al perdonar nuestros pecados y defender nuestro caso ante Su Padre?
- ¿Qué advertencia encontramos en este pasaje en cuanto al respeto a la autoridad?
- ¿Qué nos enseña este pasaje acerca de cómo el pecado puede impedirnos escuchar a Dios?
- Parece que Saúl nunca tuvo en su vida una paz completa. Su reinado parecía estar siempre plagado de guerras y luchas. ¿Hasta qué punto esto era el resultado de su pobre andar con Dios?
Para Orar:
- Pidámosle a Dios que nos ayude a aceptar y a reconocer nuestra culpa.
- Demos gracias al Señor porque Él defiende nuestro caso ante Su Padre para que seamos perdonados de nuestra deuda.
- Clamemos al Señor para que nos dé la victoria total sobre nuestros enemigos. Oremos a Él para que nos limpie de cualquier pecado que nos impida alcanzar esa victoria.
- Pidámosle al Señor que nos ayude a respetar a aquellos que Él ha puesto en autoridad sobre nosotros. Tomemos un momento para orar por ellos.
14 – Más Desobediencia
Leamos 1 Samuel 15:1-35
En este estudio de la vida de Saúl vemos un tema recurrente. La mayor debilidad de Saúl como rey era que dependía de su propia razón y no escuchaba al Señor. Era esta debilidad la que al final provocaría su caída. Aquí, en el capítulo 15, vemos nuevamente cómo Saúl eligió seguir su propio razonamiento en lugar de seguir el mandato claro del Señor dado a través de Samuel.
En esta ocasión, el profeta Samuel vino a Saúl con una palabra del Señor. Dios le dijo a Saúl, a través de Samuel, que quería castigar a los amalecitas por lo que le habían hecho a Israel cuando los liberó de la esclavitud de Egipto. Cuando los israelitas salieron de Egipto, los amalecitas los atacaron (ver Éxodo 17:8-15). Esto enfureció al Señor porque los amalecitas no mostraron temor de Dios al atacar a Su pueblo a pesar de que habían oído que los había librado de los egipcios (Deuteronomio 25:17-19). Dios le ordenó a Saúl que atacara a los amalecitas. Observemos que Dios le dijo a Saúl que tenía que destruirlos completamente a ellos y todo lo que tenían. Samuel le dejó muy claro a Saúl que el Señor quería que él destruyera a hombres, mujeres, niños, vacas, ovejas, camellos y asnos. No se debía tomar nada.
En obediencia a la voluntad del Señor, Saúl reunió a su ejército en Telaim. A un gran ejército de doscientos mil soldados de infantería se unieron otros diez mil hombres de Judá. Con este gran ejército, Saúl fue a la ciudad y se preparó para atacar (v. 5).
Observemos en el versículo 6 que antes de atacar a los amalecitas, Saúl le habló a los ceneos. Los ceneos eran un pueblo nómada que vivía en esta región. Saúl les dijo lo que había venido a hacer con los amalecitas y los animó a que abandonaran la región para que no quedaran atrapados en medio de la batalla. Los ceneos habían mostrado bondad a los israelitas cuando salieron de Egipto. De Jueces 1:16, entendemos que el suegro de Moisés era ceneo. Estas personas habían disfrutado de una buena relación con los israelitas, y Saúl quería respetar esta relación. Al enterarse de los planes de Saúl, los ceneos salieron de la región (v. 6).
Cuando los ceneos se retiraron con éxito, Saúl y su ejército atacaron a los amalecitas y los persiguieron hasta Shur, al este de Egipto. Dios le dio a Su pueblo la victoria ese día.
Percatémonos en el versículo 8 que Saúl tomó vivo al rey amalecita, pero mató a todo su pueblo. No está claro por qué Saúl mantuvo vivo al rey Agag. Lo que sí sabemos, sin embargo, es que, al dejarlo vivir, Saúl hizo caso omiso al claro mandato del Señor. Observemos también en el versículo 9, que Saúl decidió quedarse con las mejores ovejas, vacas, becerros gordos y corderos. Él no estuvo dispuesto a matar a estos animales. El versículo 9 nos dice que “todo lo que era vil y despreciable destruyeron”. Claramente esto fue una violación directa del mandato del Señor de destruirlo todo. Hay momentos en que no nos gusta la voluntad del Señor, y este fue uno de esos momentos para Saúl.
Al ver lo que había hecho Saúl, el Señor se acercó al profeta Samuel con una palabra. “Me pesa haber puesto por rey a Saúl, porque se ha vuelto de en pos de mí, y no ha cumplido mis palabras” (v. 11). La desobediencia de Saúl entristeció el corazón de Dios, pues Él buscaba un hombre que lo escuchara y lo obedeciera completamente; y Saúl no era ese hombre. Saúl confiaba demasiado en su propia razón y lógica. Cuando él no estaba de acuerdo o no podía entender la voluntad del Señor, hacía las cosas a su manera. Si Dios tardaba mucho en responder, Saúl hacía lo que mejor le parecía. Esto entristeció el corazón de Dios.
Samuel se turbó cuando escuchó que Saúl había desobedecido el mandato del Señor, y que el corazón de Dios estaba afligido con él (v. 11). Esa noche no pudo dormir, sino que se quedó despierto clamando al Señor por Saúl.
Temprano en la mañana, Samuel salió al encuentro de Saúl. A Samuel le habían dicho que Saúl había subido a Carmel para levantar un monumento a su propio honor, y luego bajaría a Gilgal. El hecho de que había levantado un monumento a su propia gloria nos da una mejor comprensión del estado espiritual de Saúl. Como ya hemos visto, Saúl tendía a hacer las cosas a su manera. El hecho de que eligió escuchar su propia razón en lugar de escuchar a Dios es una indicación del orgullo en el corazón de Saúl. Cuando leemos en el versículo 12 que Saúl se había construido un altar para sí, percibimos que se había convertido en un hombre muy orgulloso. Saúl comenzaba a creer que él era el responsable de las victorias que Israel estaba experimentando. Dios estaba siendo expulsado de su vida.
Cuando Samuel lo encontró, Saúl bendijo al profeta y le dijo que había cumplido las instrucciones del Señor (v. 13). Cuando Samuel lo cuestionó al escuchar el sonido del ganado en el campamento, Saúl le dijo al profeta que los soldados lo habían tomado de los amalecitas porque querían darlo como sacrificio al Señor (v. 15). Él le aseguró a Samuel que habían destruido el resto del ganado.
Lo que necesitamos entender aquí es que Saúl no asumió realmente la culpa de lo sucedido; sino que se apresuró a decirle a Samuel que los soldados lo habían hecho. Él justificó sus acciones dando una razón espiritual por lo que hicieron. “Basta”, le dijo Samuel a Saúl en el versículo 16 (NTV). Tenemos la impresión de que Samuel estaba frustrado con el intento de Saúl de justificar sus acciones pecaminosas.
Samuel le dijo a Saúl que el Señor tenía un mensaje para él (v. 16). Samuel le recordó a Saúl que, aunque él se había sentido pequeño e insignificante ante sus propios ojos, el Señor lo había hecho cabeza sobre todas las tribus de Israel (v. 17). Esta declaración contrasta fuertemente con la acción de Saúl al construir un monumento para su propia gloria.
Samuel pasó a decirle a Saúl que el Señor le había dado una misión con instrucciones muy particulares. Dios le había dicho que destruyera a todos los amalecitas y no tomara ningún botín de ellos. Al tomar las ovejas, el ganado y dejar vivo a su rey, Saúl había desobedecido al Señor.
Percatémonos en la respuesta de Saúl al profeta en los versículos 20 y 21:
Y Saúl respondió a Samuel: Antes bien he obedecido la voz de Jehová, y fui a la misión que Jehová me envió, y he traído a Agag rey de Amalec, y he destruido a los amalecitas. Mas el pueblo tomó del botín ovejas y vacas, las primicias del anatema, para ofrecer sacrificios a Jehová tu Dios en Gilgal.
Saúl realmente no entendía lo que había hecho. Él pensaba que había hecho lo que el Señor le había pedido. Es cierto que había dejado vivo a su rey y había permitido que sus soldados se llevaran las ovejas, pero todo esto era por una buena razón. Iba a ofrecer estos animales como sacrificio al Señor su Dios. Él no vio nada malo en lo que había hecho.
Saúl pudo haber tenido una razón espiritual para lo que había hecho, pero estaba viviendo en rebelión contra Dios. Él estaba siendo gobernado por su razón humana. Quería hacer algo para Dios, pero esto no era lo que Dios quería de él. Es posible que nos engañemos a nosotros mismos creyendo que estamos sirviendo a Dios porque estamos haciendo algo espiritual. Solo servimos verdaderamente a Dios cuando vivimos en Su voluntad y caminamos en obediencia a Él. Podemos estar haciendo cosas buenas y no estar viviendo en obediencia a Dios.
Samuel le recordó a Saúl que el Señor se deleitaba más en la obediencia que en los holocaustos y sacrificios (v. 22). Esta es una lección que todos debemos aprender. Podemos hacer todo tipo de cosas para el Señor y no estar bien con él. Podemos sacrificar tiempo y dinero por el Señor, y aun así no estar haciendo lo que Dios quiere que hagamos. Dios tenía un propósito específico para Saúl, pero Saúl se alejó de ese propósito para hacer lo que creía que era mejor. Esto no iba acorde a los propósitos de Dios.
¡Cuán importante es para nosotros buscar al Señor y Su voluntad para nuestras vidas y ministerios! Hay quienes creen que podemos hacer lo que queramos por el reino de Dios y Dios bendecirá esos esfuerzos. La realidad del asunto es que Dios quiere usarnos de maneras muy específicas. Dios nos ha entrenado y equipado para ministerios específicos. Cuando ignoramos Su dirección y hacemos las cosas a nuestra manera, caemos en la misma trampa que Saúl. Dios no busca tanto sacrificios como obediencia.
Observemos lo que Samuel le dijo a Saúl en el versículo 23. Le dijo al rey que “…la rebelión es como pecado de adivinación, y la desobediencia, como iniquidad e idolatría” (LBLA). Aquí Saúl era culpable de dos pecados. Era culpable de rebelión contra Dios, lo cual Samuel comparaba con la adivinación. La adivinación que está relacionada con consultar a otros dioses y buscar su dirección y guía. Esto es lo que estaba haciendo Saúl. Le estaba dando la espalda a Dios para buscar dirección en otra parte. En este caso, Saúl consultó su propia razón.
Saúl no solo era culpable de adivinación, sino que también era culpable de idolatría. Samuel compara aquí la idolatría con la desobediencia. Saúl creía que sabía más que Dios; y eligió escuchar su propia razón en lugar del claro mandato del Señor. En su orgullo, Saúl se colocó en el lugar de Dios. Incluso construyó un monumento para su propia gloria. Samuel le dijo a Saúl ese día que, por haber rechazado la palabra del Señor y haberse levantado contra Dios, Dios lo había rechazado como rey (v. 23).
Esta noticia entristeció el corazón de Saúl. Veamos su súplica en los versículos 24, 25:
Yo he pecado; pues he quebrantado el mandamiento de Jehová y tus palabras, porque temí al pueblo y consentí a la voz de ellos. Perdona, pues, ahora mi pecado, y vuelve conmigo para que adore a Jehová.
Aquí Saúl admite que no había seguido las instrucciones del Señor. Sin embargo, le dijo a Samuel que era porque la gente lo había presionado mucho y él había cedido a sus súplicas. Saúl todavía parecía justificar su pecado. Observemos lo que dijo Adán en Génesis 3:12 cuando se enfrentó a su pecado:
“Y el hombre respondió: La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí”.
Adán estuvo presto a culpar a Eva; y este parece ser el caso de Saúl. Él admitió su culpa, pero la justificó diciendo que si la gente no lo hubiera presionado tanto no habría cedido a la tentación.
Saúl le rogó a Samuel que regresara a Gilgal con él para adorar allí al Señor. Y Samuel le dijo en el versículo 26 que no volvería con él porque había desechado al Señor y el Señor lo había desechado como rey. Cuando Samuel se dio la vuelta para dejar a Saúl, el rey extendió la mano y lo agarró por la túnica intentando evitar que se marchara. La túnica de Samuel se rasgó, y él usó este incidente para decirle a Saúl que así mismo Dios le había arrebatado el reino de Israel ese día para dárselo a alguien mejor que él (v. 28). Ya Dios tenía esto decidido y nada lo haría cambiara de opinión.
Cuando Saúl le volvió a pedir a Samuel que viniera a adorar al Señor, Samuel finalmente estuvo de acuerdo. Observemos, sin embargo, en el versículo 30 la razón por la que Saúl quería que Samuel subiera con él a adorar. Él quería que Samuel lo honrara ante los ancianos y ante el pueblo. Saúl parecía estar preocupado por su reputación. Es posible que esto sea nuevamente una evidencia del creciente orgullo en el corazón de Saúl.
Cuando fue a adorar con Saúl, Samuel mandó que trajeran a Agag, rey de los amalecitas. Agag pensó que iba a ser perdonado (v. 32); pero este no sería el caso. Aquel día, Samuel dio muerte a Agag delante del Señor en Gilgal. Hasta ese momento, Saúl todavía no lo había matado como Dios lo había ordenado; por lo que Samuel tuvo que hacer esto por sí mismo.
Después de estos hechos, Samuel partió para Ramá y Saúl volvió a su casa en Gabaa. Aunque se entristeció y se lamentó por Saúl, Samuel ya no lo vería más.
Para Meditar:
- ¿Cómo desobedeció Saúl el mandato del Señor?
- ¿Es posible hacer cosas buenas y seguir viviendo en desobediencia al Señor?
- ¿Cuál es el propósito de Dios para nuestra vida? ¿Estamos caminando en ese propósito?
- ¿Cuál es la diferencia entre la razón humana y la dirección divina? ¿En cuál de estos se basa nuestra vida y nuestro ministerio?
- ¿Qué evidencia tenemos aquí del creciente orgullo en la vida de Saúl?
- Saúl fue obediente al Señor de manera parcial. ¿Qué nos enseña este pasaje acerca de la importancia de la obediencia total?
- ¿Cómo justificó Saúl sus acciones pecaminosas? Pidámosle al Señor que nos dé gracia para aceptar nuestra culpa sin excusas.
Para Orar:
- Oremos al Señor para que nos muestre Su propósito para nuestra vida.
- Pidámosle al Señor que nos perdone por las veces que hemos escuchado a la razón humana y no a Su dirección clara.
- Agradezcamos al Señor que Él tiene un propósito específico para nuestras vidas.
- Clamemos a Dios para que nos libre de justificar nuestras acciones pecaminosas.
- Pidámosle al Señor que revise nuestras vidas y nos muestre si hay áreas en las que no estamos buscando caminar plenamente con Él.
15 – David es Ungido
Leamos 1 Samuel 16:1-23
Hemos visto en las últimas meditaciones cómo el Señor estaba disgustado con Saúl por su desobediencia. Dios decidió que elegiría a otra persona para ser rey en lugar de Saúl. En este capítulo, nos encontramos con el reemplazo de Dios para Saúl.
Samuel y Saúl, por mucho tiempo, habían disfrutado de una buena relación. Samuel había ungido a Saúl para que fuera el primer rey de Israel, por tanto, le entristeció profundamente que Saúl le hubiera dado la espalda al Señor. En el versículo 1 podemos apreciar que Samuel parecía haber estado afligido por algún tiempo a causa de la decisión de Dios de rechazar a Saúl como rey. Observemos que el Señor le preguntó cuánto tiempo estaría afligido por Saúl, pues Él lo había desechado. Esto puede decir algo sobre cómo se sentía Samuel hacia Saúl, y la relación que disfrutaba con él.
Si bien había tiempo para afligirse por el pecado de Saúl, no era el deseo de Dios que Samuel permaneciera en este estado de duelo. Dios deseaba que Samuel pasara del dolor a la acción. Hay una lección importante para todos nosotros en esto. Necesitamos ver más personas que se aflijan por el pecado y la rebelión contra Dios, sin embargo, Dios no quiere que permanezcamos en este lugar. Él quiere que avancemos hacia la victoria que Él quiere dar. Tal vez algunos de nosotros hayamos experimentado un profundo fracaso en nuestras vidas. Tal vez nos esté costando perdonarnos a nosotros mismos. Pero Dios nos está llamando ahora a ir más allá de esos fracasos, a la victoria. Eso es a lo que Dios estaba llamando a Samuel a hacer en el versículo 1.
Dios le habló a Samuel en el versículo 1 diciéndole que ya era hora de que dejara de llorar por Saúl y fuera a Belén a ungir a alguien para que tomara su lugar. Dios le dijo específicamente a Samuel que buscara a Isaí en Belén, porque había escogido a uno de sus hijos para que fuera el próximo rey.
Al principio Samuel tuvo miedo de ir a Belén. Él temía que si Saúl se enteraba de que había ungido a otra persona como rey en su lugar, lo buscaría para matarlo. Dios le dijo al profeta que no temiera por su vida. Para ello Dios le dijo que llevara consigo una becerra para ofrecer sacrificio, y si Saúl preguntaba qué estaba haciendo, debía decir que iba a ofrecer un sacrificio al Señor. No era hora de que el nuevo rey fuera revelado a la nación.
Dios le dijo a Samuel que invitara a Isaí y su familia al sacrificio. El Señor le mostraría a Samuel la persona que debía ungir como el próximo rey de Israel (v. 3).
Samuel obedeció al Señor y fue a Belén. Su presencia causó revuelo en la comunidad. Belén era una pequeña ciudad sin particular importancia. Cuando los ancianos oyeron que el gran profeta Samuel había llegado a la ciudad, salieron a su encuentro con mucho temor (v. 4). Su visita era inesperada. Ellos no podían ver ninguna razón por la cual el profeta vendría a su pequeño pueblo. Temían que tuviera un mensaje de juicio para ellos. Por lo que le preguntaron si había venido en son de paz (v. 4). Samuel disipó su miedo diciéndoles que sí, y los invitó a ofrecer sacrificio al Señor. También invitó a Isaí y a sus hijos a que vinieran, tal y como el Señor le había dicho.
Cuando Isaí y su familia llegaron, Samuel vio a su hijo Eliab y pensó: “De cierto delante de Jehová está su ungido”. Samuel se engañaba al fijarse en la apariencia de Eliab. Debemos recordar que cuando Saúl fue elegido, era más alto que todos los demás. Leemos en 1 Samuel 10:23-24:
“Entonces corrieron y lo trajeron de allí; y puesto en medio del pueblo, desde los hombros arriba era más alto que todo el pueblo. Y Samuel dijo a todo el pueblo: ¿Habéis visto al que ha elegido Jehová, que no hay semejante a él en todo el pueblo? Entonces el pueblo clamó con alegría, diciendo: ¡Viva el rey!”
Saúl parecía un rey. Era más alto que las demás personas. Samuel estaba buscando a alguien como Saúl, y esto era un error. Dios no había elegido a Eliab. Dios no estaba mirando la apariencia exterior sino el corazón (v. 7). Aquí es donde Saúl había fallado. Saúl parecía un rey, pero su corazón no era obediente al Señor. Dios quería un rey cuyo corazón estuviera en sintonía con Él.
Isaí llamó a sus otros hijos para que vinieran ante Samuel, pasando delante de él uno por uno. Abinadab se presentó ante el profeta, pero Dios le dijo que él no era el hombre. Luego Sama se acercó, pero Dios lo rechazó. Cada uno de los siete hijos de Isaí pasó ante Samuel con el mismo resultado, pues Dios no había escogido a ninguno de estos hombres. Esto dejó perplejo a Samuel, quien claramente había escuchado a Dios decir que iba a ungir a uno de los hijos de Isaí. Entonces Samuel le preguntó a Isaí si tenía más hijos, e Isaí le habló acerca de su hijo menor que estaba cuidando ovejas. Entonces Samuel mandó a buscarlo.
Cuando el hijo menor, David, se presentó ante Samuel, Dios le habló a Samuel diciéndole que se levantara y lo ungiera, porque él era el elegido para ser el próximo rey de Israel (v. 12). Entonces Samuel tomó su cuerno de aceite y ungió a David en presencia de sus hermanos. Aquel día el Espíritu del Señor vino sobre David con poder. No se nos dice cuál fue la evidencia de ese poder, o incluso si hubo alguna evidencia inmediata del poder de Dios. Lo que sí está claro es que David estaba empoderado para realizar la obra que Dios le había encomendado. Dios siempre equipará a los que llama. Después de estos eventos, Samuel regresó a Ramá (v. 13).
Lo que es particularmente interesante en este pasaje es lo que le sucedió a Saúl en el momento en que David fue ungido. El versículo 14 nos dice que el Espíritu de Dios se apartó de Saúl y un espíritu maligno enviado por el Señor lo atormentaba. Esto merece cierta consideración.
Observemos primero que el Espíritu del Señor abandonó a Saúl. Necesitamos entender esto en el contexto del Antiguo Testamento. El Espíritu Santo no habitaba en los creyentes como luego sucedió después de la muerte y resurrección del Señor Jesús. La muerte de Jesús en la cruz y el perdón de los pecados permitieron que el Espíritu de Dios se instalara en los corazones y vidas de sus hijos. En el Antiguo Testamento, el Espíritu de Dios caía sobre un individuo para empoderarlo para actos de servicio, pero no vivía en ellos como lo entendemos en nuestros días. Cuando el Espíritu de Dios dejó a Saúl, esto provocó que también quedara desprovisto del empoderamiento y la unción para el ministerio.
Necesitamos hacer una distinción entre la presencia del Espíritu Santo que mora en nosotros y la forma en que el Espíritu Santo cae sobre un individuo, una iglesia o una nación para empoderarle o convencerle en un momento dado. Aunque el Espíritu Santo siempre mora en mi corazón, he experimentado Su poder cayendo sobre mí de vez en cuando para realizar tareas específicas. Recuerdo particularmente un momento en que me sentía muy deprimido. Me habían pedido que le predicara a un grupo de un pueblo vecino. Nunca me había sentido tan impotente como cuando me dirigía a cumplir con ese compromiso. Humanamente hablando, no tenía nada que ofrecerles a esas personas. Sabía que el Espíritu Santo nunca me dejaría y estaba obrando en mi vida, pero no tenía fuerzas para levantarme y predicar. Y no fue hasta que me puse de pie frente a esas personas ese día que supe que la presencia del Espíritu de Dios descendería sobre mí. Entonces hablé con un poder y autoridad que venían de Dios. En nuestras iglesias, todos nosotros hemos experimentado al Espíritu de Dios venir con poder por momentos. Aunque Él siempre está con nosotros, hay momentos en los que parece moverse de maneras especiales trayendo convicción de pecado y capacitando a Su pueblo en el servicio. Si bien la presencia de Dios que mora en nosotros no deja al creyente, esta presencia poderosa del Espíritu viene y se va cuando Dios quiere.
Observemos en segundo lugar, en el versículo 14, que cuando la presencia poderosa del Señor abandonó a Saúl, comenzó a venir un espíritu maligno para atormentarle. Al parecer, lo único que libraba a Saúl de ese espíritu maligno era la presencia del Espíritu de Dios. El Espíritu de Dios protegía y guardaba a Saúl del mal.
Veamos en tercer lugar, que el espíritu maligno venía “de parte de Jehová” (v. 14). No por esto debemos dar por sentado que Dios envía espíritus malignos para atormentar a la gente. Este espíritu venía de parte del Señor en el sentido de que Dios retiró Su mano de Saúl y lo entregó al enemigo, y estos malos espíritus fueron el resultado. Saúl había abierto su corazón al enemigo por su desobediencia e infidelidad. Él alejó al Espíritu de Dios de su vida, y el resultado fue que Dios se apartó de él. Cuando esto sucedió, el enemigo vino con toda su fuerza.
Los criados de Saúl se dieron cuenta del cambio en él. Al ver la manera en que estaba atormentado por este espíritu maligno, sus sirvientes le sugirieron que buscara a alguien que tocara el arpa para calmarlo cuando fuera atormentado (v. 16). Parece ser que el sonido de los himnos de alabanza calmaba al espíritu de Saúl y le daba un poco de alivio.
A Saúl le agradó la idea de que se buscara un músico; por lo que pidió a sus asistentes que buscaran a alguien que tocara el arpa para él. Aconteció que uno de los siervos de Saúl había visto a David tocar el arpa, y éste recomendó que trajeran a David para que tocara para Saúl (v. 18). Entonces Saúl envió a sus mensajeros para traer a David. Fue por este medio que David entró al servicio de Saúl. David halló gracia ante Saúl y éste lo convirtió en uno de sus escuderos. Cada vez que el espíritu maligno venía sobre Saúl, David tocaba su arpa, y el espíritu maligno se iba (v. 23).
Antes de concluir esta meditación del capítulo 16, quiero subrayar dos detalles importantes de este pasaje. Primero, observemos que, aunque David fue ungido por Dios para ser rey, esto no sucedería de inmediato, lo cual es un aspecto muy importante. Si bien David fue llamado y dotado por Dios, todavía no estaba listo para convertirse en rey. Él aún tenía mucho que aprender. Necesitaba esperar el tiempo de Dios. Esta es una lección importante para todos nosotros. El llamado, la unción y los dones de Dios no eliminan la necesidad de que aprendamos y maduremos a través de la experiencia y el estudio. Dios desea que esperemos Su dirección y tiempo para el ministerio. Él nos mostrará cuando estemos listos, y nos hará avanzar en Su tiempo.
Percatémonos en segundo lugar, cómo Dios colocó a David en una posición de aprendizaje. David fue llamado a la presencia del rey. Allí pasaría tiempo con Saúl y aprendería de él. También se familiarizaría con los asuntos de la nación. Al ser su escudero, David aprendería con Saúl acerca de las batallas. Se encontraría en una posición donde podría conocer a las personas adecuadas y obtener el apoyo de los que rodeaban al rey.
Finalmente, observemos que inicialmente David fue llamado al lado del rey como músico. Lo que menos sabía David era que su arpa sería el medio por el cual, al final, se convertiría en rey. David tuvo que aprender a ser fiel en las cosas pequeñas. El hecho de complacer a Saúl con su arpa, lo llevaría al final a cosas aun mayores. No despreciemos las cosas pequeñas. Hagamos lo que sea que Dios ponga en nuestro corazón. Dejemos que Él nos entrene a través de esas cosas, y utilicémoslas para llevar a cabo Sus propósitos. Nos sorprenderemos al ver lo que Dios hará por medio de nuestra fidelidad.
Para Meditar:
- ¿Qué tiene que enseñarnos este pasaje acerca de nuestra necesidad de avanzar hacia la victoria sobreponiéndonos al dolor y al duelo? ¿Quiere Dios que permanezcamos en nuestro dolor?
- ¿Alguna vez nos hemos visto juzgando el valor de alguien sobre la base de su apariencia externa? ¿Qué nos enseña este pasaje acerca de esto?
- ¿Cuán importante es la actitud de nuestro corazón? Comparemos a Saúl con David.
- ¿Qué nos enseña este pasaje sobre el ministerio del Espíritu Santo?
- ¿Es suficiente ser llamado y dotado? ¿Cuán importante es el tiempo de Dios? ¿Qué nos enseña la experiencia de David?
- ¿Cuán importante es para nosotros ser fieles en las cosas pequeñas? ¿De qué manera la fidelidad de David como arpista lo condujo a mayores cosas para su vida?
Para Orar:
- Demos gracias a Dios que nos ha llamado a pasar del luto a la victoria.
- Agradezcamos al Señor que Él equipa a quienes llama. Démosle gracias por los dones y el llamado que nos ha dado.
- Oremos a Dios para que nos dé un corazón que lo busque a Él y a Sus propósitos.
- Clamemos a Dios para que nos ayude a ser fieles en las cosas pequeñas.
- Agradezcamos al Señor por el ministerio de Su Espíritu Santo en nuestras vidas.
- Oremos a Dios para que nos ayude a ser más sensibles a las lecciones que Él quiere enseñarnos. Roguémosle que nos dé paciencia mientras esperamos a que nos entrene y nos prepare para el ministerio específico que tiene para nosotros.
- Demos gracias al Señor por la manera en que Él prepara los detalles de la vida para que se lleven a cabo Sus propósitos.
16 – David y Goliat
Leamos 1 Samuel 17:1-58
En la meditación anterior vimos cómo Samuel había ungido a David para que fuera rey sobre Israel. Ese día, el Espíritu de Dios cayó sobre David; y esta unción de Dios se manifestaría sobre él mediante un encuentro con un gigante filisteo llamado Goliat.
Durante el reinado de Saúl, los filisteos fueron una espina en el costado de Israel. En el versículo 1 leemos que los filisteos se habían reunido para la guerra contra Israel en Soco de Judá. La línea de batalla se había trazado en el Valle de Ela. A ambos lados del valle había una colina. Los israelitas estaban en una colina y los filisteos en la otra, separados por el valle.
Entre los filisteos había un guerrero llamado Goliat, un hombre muy impresionante. Tenía más de nueve pies (tres metros) de altura. Ya había sido probado como guerrero, y en el versículo 4 lo llaman “paladín”. Su armadura era igualmente impresionante. Llevaba un casco de bronce y una armadura de malla que pesaba cinco mil siclos de bronce. Cinco mil siclos equivalen a 127 libras (57 kilogramos). Llevaba protección de bronce en las piernas y una jabalina de bronce colgada a la espalda. La punta de hierro de su lanza pesaba seiscientos siclos (15 libras o 7 kilogramos). Solo podemos imaginar la fuerza de este enorme gigante. Solamente su capa sería más de lo que una persona promedio querría llevar.
Goliat se paraba diariamente frente a los israelitas a desafiarlos. Él retaba a los israelitas a elegir un hombre de entre ellos para luchar contra él. Si ese hombre lograba matarlo, los filisteos se rendirían a ellos y se convertirían en sus súbditos. Si, por el contrario, él mataba al israelita, entonces se convertirían en siervos de los filisteos. Los israelitas tenían miedo de Goliat. Nadie estaba dispuesto a aceptar su desafío.
Los versículos del 12 al 15 nos recuerdan que Isaí, el padre de David, era “viejo y de gran edad”. Los tres hijos mayores de Isaí, Eliab, Abinadab y Sama servían como soldados en el ejército de Saúl, y ellos estaban presentes mientras Goliat lanzaba su desafío. Pero David dividía su tiempo entre servir a Saúl y ayudar a su padre con las ovejas en Belén (v. 15).
Mañana y tarde durante cuarenta días, Goliat lanzaba su desafío a Israel, retándolos a luchar contra él (v. 16). Pero durante esos cuarenta días nadie aceptó el desafío.
Un día, Isaí le dijo a su hijo David que llevara granos y panes a sus hermanos que estaban en el campamento militar (v. 17). También envió diez quesos al comandante de su unidad (v. 18). Isaí le pidió a David que fuera a ver cómo estaban sus hermanos, y que regresara asegurándole que se encontraban bien. Como padre, estaba preocupado por ellos.
David fue temprano en la mañana al campamento donde estaban estacionados sus hermanos. Cuando llegó, ambos ejércitos estaban ocupando posiciones para enfrentarse. Y dejando sus regalos con el guardián de los suministros, David salió corriendo a encontrarse con sus hermanos. Mientras hablaba con ellos, Goliat salió y lanzó su desafío habitual a los israelitas. Y, como de costumbre, cuando los israelitas vieron a Goliat, huyeron de él atemorizados (v. 24).
David escuchó el desafío de Goliat y se turbó en su corazón. Entonces les preguntó a los hombres que estaban a su lado qué harían por el hombre que matara a Goliat y quitara la vergüenza de Israel (v. 26). Percatémonos de manera particular que David sentía que Israel estaba siendo deshonrada por el gigante filisteo. Lo que David escuchó ese día entristeció su corazón. Lo que más le entristecía era que un filisteo desafiara a todo el ejército de Dios. Si el Dios de Israel era el todopoderoso Creador del universo, ¿quién era este gigante para desafiarlo? Seguramente Dios era más grande que Goliat.
Los hombres que estaban junto a David le dijeron que Saúl había ofrecido una gran riqueza al hombre que matara a Goliat. Y también daría a su hija en matrimonio al vencedor, prometiendo además que su familia estaría exenta de tributos en Israel (v. 25).
Cuando el hermano de David, Eliab, escuchó lo que David decía a los hombres que lo rodeaban, se enojó con él y lo criticó por su arrogancia. Obviamente, Eliab estaba frustrado con toda la situación y resentido por la interferencia de David. Él no creía que David realmente entendiera la situación, por lo que le dijo que fuera a su casa a cuidar de sus ovejas (v. 28).
Frustrado porque nadie hacía nada con respecto a Goliat, David fue a otros soldados para hablarles sobre este desafío (v. 30). Pero cada soldado dijo lo mismo. Nadie estaba dispuesto a enfrentarse a Goliat. Todo el ejército estaba paralizado. David obviamente estaba agitando las cosas en el campamento; y sus palabras fueron reportadas a Saúl, quien envió por él (v. 31).
David sabía que había que hacer algo. A él le daba vergüenza que nadie en Israel pudiera hacerle frente a Goliat. Entonces le dijo a Saúl que él mismo pelearía contra Goliat. Dios estaba impulsando a David a actuar. Él no podía quedarse sentado y ver cómo los filisteos desafiaban y se burlaban de su pueblo. No tenía sentido desde la perspectiva humana que David fuera el que peleara contra Goliat. Sin embargo, el Espíritu de Dios, había puesto una gran carga en el corazón de David que él no podía ignorar.
Siendo Saúl una persona que actuaba según la lógica, le recordó a David que él era simplemente un joven, y que no era rival para este gran guerrero filisteo (v. 33).
Era cierto que Goliat había sido un guerrero desde su juventud. Era más grande que David y, humanamente hablando, David no era rival para él. Pero David no se desanimó por el razonamiento de Saúl; sino que le recordó a Saúl que cuando venía un león o un oso y se llevaba una de las ovejas de su padre, él lo perseguía para rescatar a la oveja, golpeaba al león o al oso y le quitaba la oveja de la boca. David le aseguró a Saúl que el Dios que lo había librado de las garras del oso y del león también lo libraría de las manos de este filisteo que desafiaba al Dios de Israel (v. 37).
No nos queda claro qué fue lo que hizo cambiar de opinión a Saúl; pero en el versículo 37, le dio permiso a David para pelear contra Goliat. Obviamente, hubo una fe en David que impactó a Saúl. Él admiraba el compromiso y el coraje de David.
Entonces Saúl vistió a David con su propia túnica y le puso una armadura y un yelmo de bronce en la cabeza (v. 38). David tomó una espada y la sujetó a su cinturón. El versículo 39 nos dice que David trató de caminar con la armadura, pero se sentía incómodo; por lo que le dijo a Saúl que él no podía usar su armadura, y salió con su propia ropa, con un bastón de pastor y una honda.
La batalla con Goliat no debía librarse con las armas de guerra que Israel disponía. David no debía protegerse con una armadura humana. Él debía confiar en el Señor y sólo en Él. Aunque ante los ojos humanos David estaba desnudo y expuesto al ataque de Goliat, invisible al ojo humano estaba la mano de Dios rodeándolo y dándole poder. Era en esta presencia invisible que David había puesto su confianza.
Entonces David se inclinó junto a un arroyo y tomó cinco piedras lisas y las puso en la bolsa de su saco de pastor, sosteniendo su honda en la mano a medida que se acercaba al gigante. Mientras David se acercaba por un lado, Goliat y su escudero se acercaban por el otro. Cuando estuvieron bien cerca, Goliat vio a David y lo despreció (v. 42). Él tomó la presencia de David como un insulto; y al ver que David ni siquiera venía con una espada sino con un bastón de pastor, Goliat le gritó a: “¿Soy yo perro, para que vengas a mí con palos?” David ni siquiera le estaba dando a Goliat el honor de pelear con espadas y lanzas. Goliat maldijo a David con sus dioses paganos y lo desafió a venir a él para que pudiera matarlo y alimentar con su carne a las aves y las bestias del campo (v. 44). Él no le tenía miedo a David.
David miró a Goliat y le reprendió en los versículos 45-47 diciendo:
… Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado. Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré, y te cortaré la cabeza, y daré hoy los cuerpos de los filisteos a las aves del cielo y a las bestias de la tierra; y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel. Y sabrá toda esta congregación que Jehová no salva con espada y con lanza; porque de Jehová es la batalla, y él os entregará en nuestras manos.
Hay varias cosas que necesitamos ver en esta poderosa declaración de David. Primero, observemos que David se enfrentó a Goliat en el nombre del Señor. Fue Saúl quien le dio permiso para pelear, pero David no estaba confiando en la autoridad de Saúl; sino que se presentó ante Goliat bajo una autoridad superior, la autoridad del Dios de Israel.
En segundo lugar, observemos la seguridad de David en esta declaración. Él sabía que Dios podía librarlo, y confiaba en el llamado de Dios sobre su vida para vencer a Goliat. Sabía que Dios no le fallaría. Ni siquiera este gran gigante podía resistir el llamado y la unción del Señor en la vida de David.
En tercer lugar, observemos que David estaba consciente de que lo que estaba haciendo tenía un propósito mucho mayor que simplemente derrotar a Goliat y a los filisteos. Dios quería usar este incidente para enseñarle a Su pueblo a confiar en Él. Quería que se dieran cuenta de que no era su fuerza humana lo que les daría la victoria. Él quería que miraran más allá de sus limitados recursos, que miraran al poder y a la autoridad de Dios. Dios podía usar al pastor más simple para derrotar a todo un ejército.
Esta era una lección que Israel necesitaba aprender. Su fuerza y sabiduría humanas los tenía paralizados; sin embargo, en Dios y en Su fuerza fueron más que capaces de vencer a su enemigo.
Cuando Goliat se acercó, David corrió a su encuentro; y mientras corría, metió la mano en su bolsa y sacó una piedra y se la arrojó. La piedra golpeó a Goliat en la frente y el gigante cayó boca abajo en el suelo. Entonces, corriendo hacia él, David desenvainó la espada del filisteo, lo mató y le cortó la cabeza. Al ver esto, el ejército filisteo dio media vuelta y echó a correr.
Israel persiguió a los filisteos y los derrotó. Sus cuerpos quedaron esparcidos a lo largo del camino desde Gat hasta Ecrón (v. 52). Y una vez que derrotaron a los filisteos, los israelitas retornaron para saquear su campamento.
David le llevó la cabeza de Goliat a Saúl, la cual se guardaría en Jerusalén probablemente como un recuerdo de lo que Dios había hecho (v. 54). David se quedaría con las armas del gigante.
La historia de David y Goliat es una historia de tremendo coraje y fe. Nos recuerda que a menudo estamos atados por enemigos que pueden ser derrotados en el nombre de Cristo. Este pasaje nos desafía a volvernos de nuestra frágil fuerza humana y nuestra sabiduría a Dios, Su guía y Su poder. En Él somos fuertes. En Él somos capaces de vencer todo lo que el enemigo nos arroje.
Para Meditar:
- ¿Cuáles son los “Goliat” que enfrentamos hoy en nuestras vidas?
- Israel estaba paralizado por el miedo y la falta de coraje. ¿Podría esta imagen describir nuestra vida o la vida de nuestra iglesia en este tiempo?
- ¿Qué carga ha puesto el Señor en nuestro corazón? ¿Estamos dispuestos a resistir cada obstáculo para lograr Su propósito para nuestra vida?
- ¿Qué nos enseña este pasaje acerca de los recursos limitados de la sabiduría y la fuerza humanas?
Para Orar:
- Demos gracias al Señor porque Su fuerza es mayor que nuestros enemigos. Agradezcámosle que podemos tener victoria en Su nombre.
- Pidámosle al Señor que nos ayude a confiar en Él y no en nuestra sabiduría y fuerza humanas.
- Oremos a Dios para que abra nuestro corazón al propósito que tiene para nosotros. Clamemos a Él para que nos dé valor para actuar como David.
- Pidámosle a Dios que nos muestre cualquier forma en la que hayamos estado confiando en nuestra propia sabiduría y fuerza.
17 – Los Celos de Saúl
Leamos 1 Samuel 18:1-30
La unción de Dios sobre David se hacía evidente para la nación de Israel. En el capítulo anterior vimos cómo Dios le dio a David la victoria sobre Goliat. De esta manera se distinguió como un guerrero poderoso y ungido. David también obtuvo el apoyo y la aprobación del rey Saúl y su hijo Jonatán.
En el versículo 1 vemos que David pronto se convertiría en un compañero cercano de Jonatán. De alguna manera, los dos hombres tenían una personalidad similar. Jonatán se había distinguido como un valiente hombre de fe cuando atacó la guarnición filistea del capítulo 14. El versículo 1 nos dice que Jonatán amaba a David como a sí mismo. De hecho, los dos hombres hicieron un pacto juntos; y como señal de ese pacto, Jonatán le dio a David su manto, su túnica, su espada, su arco y su cinturón (v. 4). Si bien no está claro por qué Jonatán hizo un pacto con David, los artículos que le dio a David pueden ser una pista para comprender lo que estaba sucediendo en este pasaje.
En Génesis 41:42 leemos que Faraón, queriendo honrar a José, lo nombró segundo al mando y lo vistió con una túnica hermosa. Cuando el rey Asuero le preguntó a Amán qué podía hacer por un hombre al que quería honrar, Amán le dijo que lo vistiera con una túnica que el rey hubiera usado, y lo hiciera desfilar por las calles (ver Ester 6:6-11). Cuando Jonatán le dio a David su manto, su túnica, su espada y su cinturón, lo más probable es que lo hiciera para honrarlo. Jonatán sabía que David estaba ungido por Dios. Y sabía que, aunque él era el hijo del rey, no se le daría el honor de convertirse en rey. Esto quedó claro cuando en 1 Samuel 23:17 Jonatán le dice a David:
No temas, pues no te hallará la mano de Saúl mi padre, y tú reinarás sobre Israel, y yo seré segundo después de ti; y aun Saúl mi padre así lo sabe.
Al darle a David su túnica, es probable que Jonatán estuviera cediendo su posición como futuro rey al que Dios había ungido.
David permanecería con Saúl desde el momento en que venció a Goliat; y ya no volvería a la casa de su padre (v. 2). La victoria sobre Goliat le abrió la puerta a David a más oportunidades al servicio de Saúl. Todo lo que Saúl le daba a hacer, lo hacía exitosamente (v. 5). Como resultado de este éxito, Saúl le dio un rango en su ejército. Parecía que David les agradaba a todos. El versículo 5 nos dice que tanto los oficiales del ejército de Saúl como el pueblo estaban complacidos con David. Dios le dio favor ante los ojos del pueblo.
Habían pasado años desde que David había sido ungido por Samuel. El propósito de Dios para David fue revelándose poco a poco a la nación. Las victorias que Dios le concedió le dieron reputación como guerrero y líder. El favor que Dios le dio con el pueblo y los comandantes militares era parte de la revelación de Sus propósitos a la nación. Cada vez era más obvio para la nación que David había sido ungido por Dios como su líder.
En los versículos 6-7 vemos un ápice de la inmensa popularidad que gozaba David en Israel. Estos versículos parecen regresarnos a la derrota de Goliat por parte de David. Cuando David y Saúl regresaron de la derrota de Goliat y los filisteos, las mujeres salieron de las ciudades para recibir al rey Saúl con danzas y cantos. El versículo 7 nos dice que mientras bailaban cantaban: “Saúl hirió a sus miles, y David a sus diez miles”.
Esta canción nos muestra que la popularidad de David era mayor que la de Saúl. Esto disgustó a Saúl, a quien no le agradaba ser desplazado por David. Saúl señaló que las mujeres le dieron crédito por matar a miles, pero le dieron crédito a David por matar a decenas de miles. A partir de ese momento, Saúl “no miró con buenos ojos a David”.
Saúl no confrontó los celos de su corazón ni tampoco estuvo dispuesto a someterse al propósito del Señor para David. Samuel le había dicho que Dios lo había rechazado como rey y que estaba buscando un hombre mejor (ver 1 Samuel 13:14; 15:26). Era obvio que Saúl se preguntara si David era ese hombre. Sus celos nos muestran que no estaba dispuesto a ceder su reinado a David aunque era obvio que éste se estaba convirtiendo en el elegido. En parte, la falta de voluntad de Saúl para someterse al Señor y el albergar celos en su corazón lo llevaron a su caída.
El versículo 10 nos dice que un espíritu maligno de parte de Dios tomó a Saúl. Esto sucedió cuando David estaba tocando su arpa. En ese momento Saúl comenzó a profetizar. No se nos dice la naturaleza de esta profecía o si la profecía era incluso del Señor. Lo que está claro es que Saúl tenía una lanza en la mano, y cuando el espíritu maligno vino sobre él, arrojó la lanza a David en un intento de clavarlo contra la pared. El versículo 11 nos dice que David escapó ileso. Este espíritu era un espíritu violento que usó los celos de Saúl para manipular y controlar sus pensamientos; y provocó que Saúl arremetiera con una ira violenta.
Se dice que el espíritu maligno que vino sobre Saúl era de parte del Señor. Necesitamos entender que incluso Satanás y sus espíritus malignos están bajo la autoridad de Dios. Podemos ver esto en el libro de Job. Aquí Satanás le pidió permiso a Dios para afligir a Job. Satanás y sus ángeles solo pueden hacer lo que Dios les permite hacer. El Señor permitió que este espíritu maligno afligiera a Saúl; sin embargo, percatémonos de que Dios protegió a David del ataque de este espíritu maligno. Dios permite que sucedan muchas cosas en este mundo. Él permite que pequemos. El pecado ha causado un daño tremendo en este mundo. Pero el hecho de que Él permita que pequemos no significa que Él sea el autor del pecado o que esté de acuerdo con lo que estamos haciendo. Mientras más pasa el tiempo, más entiendo esto. Ha habido momentos como padre de tres hijos en los que he tenido que permitir que mis hijos cometan errores y aprendan lecciones de la manera más difícil. Pero una cosa está clara aquí, Dios permanecía en control de la situación.
Saúl tuvo miedo de David porque sabía que el Señor estaba con él (v. 12). Él le dio a David el mando de mil hombres y lo envió a la batalla. Parece que Saúl esperaba que David muriera en el fragor de la batalla. Sin embargo, Dios estaba con David y tuvo éxito en todo lo que hizo. Esto solo hizo que Saúl se volviera más celoso y temeroso (v. 15).
Saúl parecía estar luchando contra la voluntad del Señor. Él estaba peleando una batalla perdida, pero seguía insistiendo. No había podido matar a David con su lanza y había fracasado en su intento de que David muriera en la batalla. En los versículos 17-19, Saúl buscó otra forma de llegar a él; le ofreció a su hija en matrimonio. Él hizo esto para tratar de controlar a David. En el versículo 17, Saúl le dijo a David que lo único que le pedía a cambio de su hija Merab era que lo sirviera valientemente en la batalla. Saúl sabía que él mismo no podía matar a David, pues era demasiado popular en la nación. Sin embargo, darle su hija Merab sería bien visto por el pueblo, quien vería esto como una señal del amor de Saúl por David. Sin embargo, Saúl estaba tratando de controlar a David secretamente. Al tomar a su hija, David se vería obligado a pelear por Saúl, el cual esperaba que los filisteos lo mataran en una de sus batallas (v. 17).
Pero David no cayó en esta trampa. Su humildad fue bastante obvia al decirle a Saúl que él no era digno de casarse con su hija ni de convertirse en yerno del rey de Israel (v. 18). Por tanto, la hija de Saúl fue dada a otro hombre.
Saúl tenía una segunda hija llamada Mical, la cual estaba enamorada de David y se lo contó a su padre. Saúl se alegró al escuchar que Mical amaba a David, pues pensó que nuevamente trataría de atrapar a David, y esta vez con Mical. En esta segunda ocasión Saúl fue más cauteloso al acercarse a David. Él les dijo a sus asistentes que hablaran con David en privado diciéndole lo complacido que estaba el rey con él; y les dijo que lo animaran a convertirse en yerno del rey al casarse con Mical. Pero David no se sentía digno de ser yerno del rey, y les dijo que él era un hombre pobre y de ninguna estima. En otras palabras, la hija de un rey debía casarse con alguien de alto rango en la sociedad y que pudiera pagar la dote que un rey exigiría.
Los siervos de Saúl le informaron la respuesta de David. Entonces Saúl mandó a que le dijeran que lo único que quería como dote era cien prepucios de filisteos. El plan de Saúl era que David cayera en manos de los filisteos y lo mataran (v. 25).
A David le pareció bien lo que demandaba el rey. Él aceptó el precio de Mical, tomó a sus hombres y mató a doscientos filisteos trayéndole sus prepucios al rey. Saúl estaba obligado a darle a David su hija Mical.
Nada de lo que hacía Saúl podía derrotar a David. Al ver cuánto Dios estaba con David y cuánto lo amaba Mical, Saúl se asustó aún más. Dios estaba bendiciendo todo lo que David tocaba. Saúl ya no podía hacer más nada para luchar contra David y contra el propósito de Dios para su vida. A pesar de los esfuerzos de Saúl, David tenía más éxito y reconocimiento.
Dios tenía un propósito para David. El rey Saúl, los filisteos e incluso los espíritus malignos hicieron todo lo posible para evitar que David cumpliera ese propósito, pero no tuvieron éxito. La mano de Dios estaba sobre David, y el enemigo no podía penetrar el escudo que Dios había puesto alrededor de su siervo escogido. ¡Cuán alentador es esto para nosotros hoy en día! El enemigo hará todo lo posible para destruirnos, pero en Dios estamos protegidos y seguros.
Para Meditar:
- Comparemos la aceptación de Jonatán acerca del propósito de Dios para David con la lucha de Saúl contra ese propósito. ¿Qué nos enseña esto acerca de la importancia de aceptar la voluntad de Dios y rendirse a Él?
- ¿Qué evidencia había de la unción de Dios sobre David? ¿Qué evidencia hay en nuestras vidas de la unción de Dios?
- David no se convirtió en rey inmediatamente después de haber sido ungido por Samuel. ¿Qué aprendemos aquí acerca del tiempo de Dios? ¿Qué estaba haciendo Dios en la vida de David durante ese tiempo? ¿De qué manera estaba preparando a David y a la nación para ese propósito?
- ¿Qué aprendemos acerca de los celos en este pasaje? ¿A qué conllevaron a Saúl los celos?
- ¿Qué nos enseña este pasaje acerca de la impotencia de nuestros enemigos al luchar contra los propósitos de Dios?
Para Orar:
- Consideremos la humildad de David en este pasaje. Oremos al Señor para que nos dé algo de esta humildad.
- ¿Estamos luchando contra el propósito de Dios en un área determinada de nuestras vidas? Pidámosle que nos ayude a aceptar ese propósito con la sabiduría de Jonatán.
- ¿Luchamos con los celos? Clamemos a Dios para que nos libere de este mal.
- Demos gracias al Señor que Él es soberano sobre todos nuestros enemigos. Agradezcámosle por Su protección.
18 – Jonatán, Mical y los Profetas
Leamos 1 Samuel 19:1-24
Hasta ahora, los intentos de Saúl de matar a David fueron relativamente silenciosos y ocultos. Él trató de ocultar su deseo de matar a David colocándolo en batallas donde podía ser asesinado por los filisteos; pero ninguno de sus planes tuvo éxito. Con el paso del tiempo, los celos de Saúl y el odio hacia David comenzaron a crecer, y llegaría el momento en que era demasiado como para él ocultarlo. Al final, él mostraría abiertamente su deseo de matar a David.
En el versículo 1, vemos que Saúl ya no trató de ocultar sus celos y su odio hacia David. Aquí, en este versículo, le dijo a su hijo Jonatán y a todos sus siervos que mataran a David. David era un hombre ilustre. Cabe señalar que él no había hecho nada para merecer este trato. Había servido a Saúl y le era fiel. Por lo que la sentencia de David era injusta e inmerecida.
Habría sido fácil para David cuestionar a Dios y lo que Él estaba permitiendo que sucediera. ¿Por qué David, que no hizo nada malo, estaba condenado a muerte? ¿Por qué se vio obligado a huir para salvar su vida cuando todo lo que buscaba era servir al rey y honrar a Dios? Estas no son preguntas fáciles de responder. Dios estaba probando a David en ese momento. Su carácter estaba siendo refinado, y estaba siendo preparado para ser el líder que Dios lo llamó a ser. Sería maravilloso si pudiéramos convertirnos en las personas que Dios quiere que seamos sin tener que enfrentar pruebas y sufrimientos en la vida. Sin embargo, no es así como funcionan las cosas.
En Hebreos 5:8-9 leemos acerca del Señor Jesús:
Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen.
Este es un versículo muy importante para ser entendido en este contexto. Jesús aprendió la obediencia a través de las cosas que sufrió. Como hombre, tuvo que aprender a crecer en confianza y seguridad con Su Padre celestial. A menudo pensamos en Jesús como alguien que nunca tuvo que aprender nada porque era Dios, pero no es así. Él creció como hombre, y tuvo que aprender a resistir el mal y caminar en fiel obediencia a Su padre. ¿Cómo aprendió Él esa obediencia? El escritor de Hebreos nos dice que lo aprendió por medio de las cosas que sufrió. Esta es la forma en que Dios nos entrena en justicia. Pocos llegaremos a ser lo que Dios quiere que seamos sin haber sufrido. El sufrimiento y las pruebas en la vida nos refinan y nos fortalecen. Un atleta sabe que si él o ella quiere mejorar en su deporte en particular, necesitará esforzarse más allá de lo que cree que puede rendir actualmente. Esto es lo mismo en nuestro caminar espiritual. Dios nos llevará más allá de nuestras capacidades actuales. Él nos prepara por medio de las pruebas. El resultado final es una vida espiritual más sólida y una comunión más íntima con nuestro Señor.
David estaba siendo entrenado en este tiempo de prueba. Dios lo estaba refinando y preparando para las dificultades que tendría que enfrentar como rey. Él nunca lo abandonó durante ese tiempo. La mano de Dios lo rodeaba y lo protegía. David saldría de esta prueba como una persona diferente, mejor preparada para la tarea que Dios le tenía reservada. Dios hace lo mismo por nosotros. En lugar de quejarnos y preocuparnos por nuestras pruebas, debemos acogerlas y confiar en lo que Dios está haciendo a través de ellas.
Aunque Saúl quería matar a David, Jonatán no estaba dispuesto a hacerlo. Su amor por David era tal que lo protegería de las malas intenciones de su padre. En el versículo 2, Jonatán advirtió a David sobre el complot de Saúl. Él le dijo que trataría de obtener información de su padre y se la daría para que estuviera sobre aviso. Entonces le dijo que no quería que Saúl los viera juntos, por lo que le pidió encontrarse con él al día siguiente. David debía esconderse hasta que Jonatán viniera a él y se cerciorara de que no había peligro en hablar con él.
Jonatán fue a donde estaba Saúl y le habló muy bien de David. Le rogó a su padre que no le hiciera daño a David porque él nunca le había hecho ningún mal ni a él, Saúl, ni a la nación. Le recordó a su padre cómo todo lo que David había hecho lo había beneficiado mucho (v. 4). David había puesto su vida en peligro cuando mató a Goliat y liberó a toda la nación de su tiranía (v. 5). Jonatán le preguntó a Saúl en el versículo 5 por qué trataba de matar a David sin ninguna razón.
Saúl pareció arrepentirse de sus malas intenciones; y en el versículo 6 le prometió a Jonatán que David no moriría. Esto abrió la puerta para que David fuera restaurado a la posición que antes tenía con Saúl (v. 7). Por un tiempo, la intervención de Jonatán restauró la relación entre David y Saúl.
La renovada relación entre David y Saúl no duraría. Nuevamente comenzó la guerra contra los filisteos. David los combatió y el Señor le dio la victoria. El versículo 8 nos dice que David “los hirió con gran estrago, y huyeron delante de él”. El siguiente versículo cuenta la historia de cómo un espíritu maligno del Señor vino de nuevo sobre Saúl, renovando los viejos celos y el odio contra David. Parecía haber una conexión entre la venida del espíritu maligno y la batalla que David había ganado contra los filisteos.
El problema de Saúl con David no se había resuelto; simplemente se calmó por un tiempo. La victoria de David sobre los filisteos despertó los viejos celos en Saúl. A pesar de que Saúl había accedido a ser bondadoso con David, no se había ocupado de lo que causaba los celos y el odio que había en su corazón. Este era un terreno fértil para el espíritu maligno.
En esta ocasión, David estaba tocando el arpa en presencia de Saúl; quien lo escuchaba mientras sostenía una lanza en la mano. Cuando el espíritu maligno vino sobre él, Saúl nuevamente trató de clavar a David a la pared con su lanza. Pero Dios protegió a David y él logró escapar.
Necesitamos entender la importancia de tratar con las raíces del pecado en nuestras vidas. Imaginemos que queremos deshacernos de un arbusto en nuestro jardín. Podemos cortar las ramas, y por un tiempo el arbusto ya no es un problema. Sin embargo, con el tiempo, las raíces harán que broten nuevas ramas. Si realmente queremos deshacernos de ese arbusto, tendremos que arrancarlo de raíz. De nada servirá cortar las ramas del pecado. Necesitamos llegar a la raíz que lo impulsa y arrancarla. Saúl no se había arrepentido ni había arrancado la raíz de los celos que sentía por David. Y ahora esa raíz había hecho brotar nuevas ramas.
El odio y los celos de Saúl hacia David se renovaron después de su victoria sobre los filisteos. En el versículo 11, él envió a sus hombres a la casa de David para matarlo. Esta vez Dios usaría a Mical, la hija de Saúl, para proteger a David. Mical amaba mucho a David. Ella se enteró del complot de Saúl para matarlo y le advirtió. Ella ayudó a David a bajar por una ventana y él huyó (v. 12).
Mical tomó un ídolo, lo puso en la cama y lo cubrió con un manto (v. 13, LBLA). También puso un poco de pelo de cabra en la cabeza. Obviamente esperaba que los soldados pensaran que David estaba durmiendo en la cama.
Llama la atención que Mical tuviera un ídolo en su casa. Si bien no tenemos registro de que David haya adorado a este ídolo, es sorprendente descubrir que hubiera uno en su casa. Esto nos indica la condición espiritual en que se encontraba la nación en ese momento.
Cuando los hombres de Saúl llegaron para capturar a David, Mical les dijo que estaba enfermo (v. 14). Los hombres informaron esto a Saúl, y él les mandó que le llevaran a David en su misma cama para así poder matarlo. Vemos cuán abiertamente Saúl expresaba su odio por David. Ahora estaba dispuesto a matarlo mientras estaba enfermo en su lecho. No tenía compasión por David ni siquiera por su hija, que ahora era su esposa. Cuando los soldados fueron a buscar a David, descubrieron el ídolo en la cama.
Saúl reprendió a su hija Mical diciendo: “¿Por qué me has engañado así, y has dejado escapar a mi enemigo?”. Él le habló abiertamente a su propia hija sobre su odio hacia David. No tuvo en cuenta el amor que ella sentía por su esposo. Entonces para protegerse, Mical le dijo a su padre que David la había amenazado de muerte si no lo dejaba ir (v. 17). Los celos de Saúl no solo afectaron su relación con David; ahora estaba creando una barrera entre él y su hija.
David huyó esa noche a Ramá, donde vivía el profeta Samuel (v. 18), y le contó al profeta las cosas que Saúl había hecho. Solo podemos imaginar cuánto afligió esto a Samuel. Por eso él y David decidieron mudarse a Naiot en la región de Ramá. Algunos creen que en Naiot vivía una comunidad de profetas. Ellos hicieron esto, obviamente, para esconderse de Saúl.
Saúl buscaba a David; y finalmente le llegó la noticia de que se encontraba en Naiot (v. 19). Entonces mandó a sus hombres para que lo capturaran. Cuando éstos llegaron, se encontraron con Samuel y un grupo de profetas que estaban profetizando.
Es difícil comprender la naturaleza de esta profecía. La profecía puede incluir una revelación del futuro, pero en las Escrituras no se limita a esto. Dios también inspiraba a sus profetas para exhortar y corregir a la gente de su época. A veces, la profecía tenía la intención de alentar y animar al pueblo de Dios en sus pruebas. En otras ocasiones, los profetas hablaban o cantaban palabras de alabanza y adoración al Señor su Dios. Parecía que estos profetas estaban alabando al Señor. Esto puede haber estado ocurriendo a través de palabras o de cánticos de alabanza y acción de gracias. Cuando los hombres de Saúl se encontraron con estos profetas, el Espíritu de Dios cayó sobre ellos y ellos también comenzaron a profetizar y alabar al Señor.
Cuando Saúl se enteró de lo que les había pasado a sus hombres, envió más hombres a capturar a David. Pero este otro grupo también comenzó a profetizar. Cuando envió un tercer grupo, ellos también hicieron lo mismo (v. 21). Finalmente, Saúl decidió ir él mismo. Cuando llegó a Naiot en Ramá, el Espíritu de Dios cayó sobre él como lo hizo con los hombres que había enviado antes que él; y en lugar de capturar a David, Saúl fue vencido por el Espíritu de Dios y también profetizó.
Percatémonos de la intensidad de la obra del Espíritu de Dios en Saúl (v. 24). Él se quitó la túnica y se tiró al suelo donde pasó todo el día y la noche profetizando. Saúl estaba tan sobrecogido por el Espíritu de Dios que no podía levantarse del suelo.
Dios tenía un propósito para David. Si bien David tendría que estar preparado para ese propósito a través del sufrimiento y las pruebas, Dios lo protegería y lo guardaría hasta que hubiera logrado ese propósito. Por esa razón rodeó a David con hombres y mujeres que lo protegerían. Jonatán, Mical y los profetas fueron instrumentos de la protección de Dios en la vida de David. Cuando Dios llama, también nos protege y nos guarda para que podamos cumplir Su propósito. Aunque no debemos esperar que las cosas sean fáciles, podemos confiar en la protección y guía de Dios a través de las pruebas y dificultades que se presenten en nuestro camino.
Para Meditar:
- ¿Por qué David tuvo que enfrentar pruebas en la vida? ¿Qué creemos que Dios le estaba enseñando a David por medio de esas pruebas?
- ¿Qué lecciones nos ha enseñado Dios a través de las pruebas? ¿Qué bien ha logrado en nosotros a través de los momentos de sufrimiento?
- ¿Qué nos enseña este pasaje acerca de la importancia de tratar con la raíz del pecado y no solo cortar las ramas? ¿Tenemos una batalla con un pecado en particular? ¿Hemos estado simplemente cortando ramas?
- Dios usó hombres y mujeres en la vida de David para protegerlo y ayudarlo en su tiempo de angustia. ¿A quién ha usado Dios para protegernos y animarnos en nuestras pruebas?
- Saúl no tenía una relación correcta con Dios y, sin embargo, fue vencido por el Espíritu de Dios y profetizó todo el día y la noche. ¿Qué nos enseña esto acerca de aquellos que afirman haber experimentado encuentros sobrenaturales con Dios? ¿Es posible que tengamos un poderoso encuentro espiritual con Dios sin tener una relación correcta con Él?
Para Orar:
- Pidámosle al Señor que nos perdone por las veces que hemos murmurado y nos hemos quejado por las pruebas. Agradezcámosle que Él puede usar nuestras pruebas para lograr grandes cosas en nosotros.
- Clamemos al Señor para que nos revele cualquier raíz de pecado que permanezca en nuestra vida. Oremos para que nos dé la gracia para arrancar esa raíz.
- Demos gracias al Señor por las personas que Él ha enviado a nuestra vida y que han sido una bendición para nosotros en medio de nuestras pruebas. Pidámosle al Señor que nos ayude a ser una bendición para otros que enfrentan pruebas hoy.
- Demos gracias al Señor por Su maravillosa protección en nuestra vida. Roguémosle que nos dé confianza para vivir en obediencia, sabiendo que Él nos protegerá y nos guardará.
19 – David y Jonatán se Separan
Leamos 1 Samuel 20:1-42
Saúl había intentado capturar y matar a David en Naiot en Ramá. Dios tenía diferentes planes para David, y cuando Saúl y sus hombres fueron vencidos por el Espíritu, sus intentos fracasaron.
Sin embargo, David sabía que necesitaba salir de Naiot. Él estaba confundido por el atentado de Saúl contra su vida. La actitud beligerante de Saúl se calmó luego que Jonatán hablara con él, y por un tiempo David pudo comer a la mesa con Saúl. Pero ahora esto había cambiado, y David nuevamente tuvo que huir para salvar su vida. Al salir de Naiot, David fue a ver a Jonatán.
Cuando se encontraron, David le preguntó a Jonatán qué había hecho para enojar tanto a su padre que nuevamente procuraba matarle. Obviamente, Saúl no le había hablado a Jonatán sobre sus planes para matar a David. Las palabras de David tomaron a Jonatán por sorpresa. “En ninguna manera; no morirás. He aquí que mi padre ninguna cosa hará, grande ni pequeña, que no me la descubra; ¿por qué, pues, me ha de encubrir mi padre este asunto? No será así”, respondió Jonatán en el versículo 2.
David le recordó a Jonatán que su padre sabía de la amistad especial que compartían, y por eso, probablemente no le contaría su intención de matarlo. Sin embargo, sabía que Saúl estaba listo para matarlo. Jonatán no estaba seguro de qué hacer con esta situación; y le dijo a David: “Lo que deseare tu alma, haré por ti” (v. 4). Jonatán haría todo lo que estuviera a su alcance para ayudar a David.
Juntos, David y Jonatán idearon un plan para confirmar la intención de Saúl. David le recordó a Jonatán que al día siguiente sería el festival de la Nueva Luna. Se suponía que David cenaría con el rey ese día; pero decidió esconderse en el campo en lugar de ir al festival, en cambio Jonatán sí iría. Si Saúl extrañaba a David y le preguntaba a Jonatán dónde estaba, Jonatán debía decirle que le había dado permiso a David para ir a Belén para un sacrificio anual que se estaba haciendo por su familia (v. 6). Si Saúl decía: “Bien está”, entonces sabrían que Saúl no estaba tratando de matar a David. Si, por el contrario, Saúl se enojaba, sabrían que había decidido en su corazón hacerle daño (v. 7).
David quería que Jonatán supiera sus sentimientos hacia él, por lo que le recordó a Jonatán el pacto de amistad que habían hecho el uno con el otro (v. 8). En el versículo 8, David le pidió a Jonatán, como amigo, que si había hecho algo malo lo matara él mismo sin necesidad de llevarlo a Saúl.
Jonatán le aseguró a David que, si se enteraba de que su padre quería matarlo, se lo haría saber. Como no sería bueno que los vieran juntos en caso de que Saúl quisiera matar a David, decidieron hacer un plan para comunicar la intención de Saúl. Jonatán le dijo a David que interrogaría a su padre y le haría saber a David sus intenciones. Le prometió a David que si descubría que su padre tenía intenciones hostiles hacia él, haría todo lo que estuviera a su alcance para advertirle y así pudiera escapar (v. 13). Sin embargo, le pidió a David que mostrara misericordia constante hacia él y su familia (vv. 14-15). Al pedir esto, Jonatán le estaba mostrando a David que creía que llegaría el momento en que él sería rey sobre Israel.
Ese día Jonatán y David hicieron un pacto el uno con el otro. Jonatán reafirmó su juramento de apoyo y lealtad a David, porque lo amaba. Ellos sabían que no se volverían a ver si la intención de Saúl era matar a David, pues tendría que vivir clandestinamente.
Jonatán le dijo a David que se encontrara con él en dos días junto a la piedra de Ezel. Él llevaría consigo a un criado fingiendo que estaba haciendo práctica de tiro. Jonatán dispararía algunas flechas y hablaría con el criado. Si él decía: “He allí las saetas más acá de ti, tómalas” (v. 21), entonces David podía estar seguro de que estaba fuera de peligro. Si, por el contrario, Jonatán le decía al muchacho: “He allí las saetas más allá de ti” (v. 22), entonces David debía huir porque la ira de Saúl estaba contra él.
Habiendo acordado el plan, Jonatán fue al festival de la Nueva Luna mientras David se escondía en el campo. En la fiesta, el rey se sentó en su lugar acostumbrado frente a Jonatán. Abner, su comandante militar, también estaba presente. Saúl notó la ausencia de David, pero no dijo nada. Pensó que debió haber sucedido algo que lo dejara ceremonialmente impuro para no poder participar de la comida. Sin embargo, cuando David no se presentó el segundo día, Saúl le preguntó a Jonatán sobre su ausencia. Según lo acordado, Jonatán le dijo a su padre que había dejado que David fuera a Belén para un sacrificio familiar (v. 29). Probablemente Saúl tomara como un insulto el hecho de que David eligiera a su familia por encima de su rey. Él pudo haber visto alguna falta de respeto en esta decisión.
Cuando escuchó la respuesta de Jonatán, Saúl se encendió en ira llamando a Jonatán, “Hijo de la perversa y rebelde”. Lo acusó de ponerse del lado de David para su propia vergüenza. Le dijo a Jonatán que mientras David viviera, su reinado (Jonatán) nunca se establecería. Entonces le ordenó a Jonatán que le trajera a David inmediatamente para poder matarlo (v. 31). Ya no había duda en cuanto a la intención de Saúl respecto a David.
Cuando Jonatán cuestionó la intención de su padre al preguntarle qué había hecho David para merecer morir, Saúl le arrojó su lanza (v. 33). Esto le dejó bien claro a Jonatán que su padre no escucharía razones. Él sabía que David ya no estaba a salvo y necesitaba huir.
Lleno de ira, Jonatán abandonó la mesa, y no comió por el resto del día ni al siguiente, porque estaba muy molesto con su padre y su trato vergonzoso hacia David. Luego, en el día acordado con David, Jonatán salió al campo con su arco y sus flechas junto a un muchacho pequeño. Disparó una flecha y le dijo al muchacho: “Corre y busca las saetas que yo tirare”. Mientras el muchacho corría, disparó una flecha más allá de él y dijo: “¿No está la saeta más allá de ti?”. Esta era la señal que David había estado esperando. Por esto supo que Saúl quería matarlo y necesitaba escapar.
El joven recogió la flecha y se la devolvió a Jonatán, pero no sabía nada del significado de lo que acababa de suceder. Jonatán le dio su arco y le dijo al muchacho que lo llevara de regreso al pueblo (v. 40).
Cuando el muchacho se fue, David se levantó de su escondite y se inclinó a tierra tres veces ante Jonatán. Al hacerlo, David demostró su respeto y reverencia por Jonatán como hijo del rey. Ambos hombres lloraron y se besaron. En esta ocasión, David, en particular, estaba muy triste (v. 41). Entonces Jonatán bendijo a David y le dijo que se fuera en paz, recordándole su pacto de amistad; y después de esto se separaron.
Este sería el final del tiempo de David con Saúl. Dios tenía otro propósito para David. Él ahora lo estaba liberando a la siguiente etapa de su vida. Este no fue un momento fácil para él; pues Dios le estaba pidiendo que dejara a su amigo más cercano y querido. Le estaba pidiendo que abandonara la seguridad del pueblo en el que había vivido durante algún tiempo. Debía dejar su trabajo como exitoso comandante del ejército de Saúl. El que se había ganado la admiración y el apoyo de toda la nación, ahora huía como un criminal, temiendo por su vida. David se vio obligado a dejar a su propia familia. No podía volver a Belén porque Saúl lo encontraría y lo mataría. Él tuvo que hacer un gran sacrificio. Dios le estaba pidiendo que dejara todo. Sin embargo, necesitamos entender que no hay sacrificio que Dios nos pida hacer que, a Su tiempo, Él no lo retribuya con creces. David no percibía esto por el momento, pero, con el tiempo, Dios lo restauraría y le devolvería su bendición.
Para Meditar:
- ¿Qué aprendemos aquí sobre el vínculo de amistad que existía entre Jonatán y David? ¿Tenemos nosotros algún amigo cercano como éste?
- ¿Qué vemos en este capítulo acerca de la irracionalidad de los celos de Saúl? ¿Todos los celos son irrazonables?
- ¿Qué sacrificios le estaba pidiendo Dios a David que hiciera cuando dejó a Jonatán y a Saúl? ¿Había un propósito para todo esto? ¿Estaríamos nosotros dispuestos a dejar todo como lo hizo David ese día?
Para Orar:
- Tomemos un momento para agradecer al Señor por los amigos cercanos que nos ha dado.
- Pidámosle a Dios que nos proteja de los celos y su amargo fruto en nuestras vidas.
- Clamemos a Dios para que nos dé gracia para estar dispuestos a dejar cualquier cosa que Él nos llame a dejar para Su gloria.
- Agradezcamos al Señor que cuando nos llama a dejarlo todo por Él, nos honrará por nuestra obediencia.
20 – Doeg, el Edomita
Leamos 1 Samuel 21:1—22:23
David se vio obligado a huir de su casa y de su familia debido al complot de Saúl para matarlo. Este período de la vida de David habría sido algo confuso para él. Se mudaba de un lugar a otro, no tenía hogar.
Después de dejar a Jonatán, David fue a Nob. Allí en ese pueblo se encontró con Ahimelec, el sacerdote. El versículo 1 nos dice que Ahimelec se sorprendió cuando se encontró con David. No se nos da la razón de esto. Sin embargo, le preguntó a David por qué estaba solo y por qué nadie más venía con él. ¿Será que Ahimelec temía por David? Saúl no había ocultado el hecho de que quería a David muerto.
David no quería que se descubriera su presencia en Nob. Le dijo a Ahimelec que el rey le había encomendado cierto asunto y que nadie debía saber nada acerca de la misión. Para explicar por qué sus hombres no estaban con él, David le dijo al sacerdote que se encontrarían con él en un lugar determinado (v. 2). Lo que dijo David no era cierto; pero no debemos deducir de esto que es aceptable mentir en ciertas circunstancias. La Biblia presenta a David con todas sus faltas.
Como David tuvo que irse sin nada, ahora tenía mucha hambre y le pidió a Ahimelec cinco hogazas de pan. El hecho de que David pidiera cinco panes nos indica que no se iba a quedar en Nob. Su intención era continuar su viaje.
Ahimelec le dijo a David que no tenía pan común. El único pan que tenía era el pan consagrado. Según Levítico 24:9, este pan solo debía ser comido por los sacerdotes. Ahimelec accedió a darle el pan a David con una condición. Solo se lo daría si él y sus hombres se habían abstenido de mujeres (v. 4). Leemos en Levítico 15:18:
Y cuando un hombre yaciere con una mujer y tuviere emisión de semen, ambos se lavarán con agua, y serán inmundos hasta la noche.
La preocupación de Ahimelec era que los hombres de David estuvieran ceremonialmente puros ante Dios. Él no quería profanar el pan ni deshonrar al Señor dándole a aquellos que estaban ceremonialmente impuros lo que estaba consagrado a Él.
David le aseguró que él y sus hombres estaban ceremonialmente puros. Según el versículo 5, David tenía la práctica de abstener a sus hombres de las mujeres cada vez que salía a una misión. Confiando en las palabras de David, el sacerdote le dio el pan consagrado (v. 6).
Es importante que veamos que Ahimelec estuvo dispuesto a darle a David el pan consagrado. Si bien este pan estaba reservado para el uso del sacerdote, Ahimelec estaba actuando por compasión al dárselo a David. En este caso particular, la misericordia y la compasión pesaron más que la letra de la ley. Tenemos que aplicar esto a nuestras propias vidas. Ahimelec habría cometido un pecado mayor al no darle a David el pan consagrado. A menudo nosotros también tendremos que enfrentar decisiones como Ahimelec. Tal vez tengamos por práctica asistir a la iglesia todos los domingos. Supongamos que un domingo por la mañana recibimos una llamada de un amigo que nos necesita. Él o ella ha tocado fondo y nosotros somos su última esperanza. ¿Qué haríamos? ¿Nos quedaríamos en casa y no iríamos a la iglesia para satisfacer la necesidad desesperada de nuestro amigo?
Imaginemos que tenemos un familiar que está enfermo y a punto de morir, y necesita que lo llevemos al hospital para ver al médico. Lo ponemos en nuestro auto y salimos para el hospital. Al mirar hacia adelante, vemos una señal de tránsito que nos indica el límite de velocidad. Pero sabemos que, si no llegamos a tiempo al hospital, nuestro familiar podría morir. También entendemos que Dios quiere que obedezcamos las leyes terrenales. ¿Entonces, qué haríamos? ¿Obedeceríamos la ley arriesgando la vida de nuestro familiar? ¿O desobedeceríamos la ley eligiendo, por misericordia, llegar rápidamente al hospital para salvar la vida de ésa persona? Ahimelec escogió la misericordia y la compasión por encima del cumplimiento de la ley. Hay momentos en que la compasión y el amor son nuestra única opción legítima.
Mientras David estaba en Nob, también estaba allí uno de los siervos de Saúl. Doeg era el pastor principal de Saúl. Doeg vio a David, y esto llegaría a ser un verdadero problema tanto para David como para los sacerdotes de Nob.
Mientras estaba en Nob, David también le preguntó a Ahimelec si tenía una lanza o una espada (v. 8). Es obvio que David no traía ningún arma consigo mientras huía, y esto nos indica cuán rápido tuvo que huir. Él no se atrevió a regresar a su hogar o al palacio del rey para no ser descubierto. Hasta ahora, todo movimiento que David hizo fue calculado. Tenía que vigilar cada paso que daba. Saúl o uno de sus sirvientes podría estar en cualquier parte.
Ahimelec le dijo a David que la única espada que tenía consigo era la espada de Goliat, y se la ofreció a David.
David no se quedó mucho tiempo en Nob. Al día siguiente, huyó y fue a Aquis, rey de Gat (v. 10). Aquí en Gat, encontró resistencia por parte de los sirvientes del rey Aquis. Ellos habían oído hablar de David y sus grandes conquistas. Habían oído el dicho que se había extendido por la tierra: “Hirió Saúl a sus miles, y David a sus diez miles” (v. 11). Entonces se acercaron al rey Aquis y le hablaron de su preocupación. Ellos sospechaban de los motivos de David al venir a su región, y temían que pudiera volverse contra ellos.
Cuando David escuchó lo que se decía de él, tuvo miedo y se preguntó cuál sería la respuesta del rey Aquis. ¿Lo mandaría a matar? ¿Lo regresaría a Saúl? Para protegerse, David fingió estar loco. Siempre que el rey o los sirvientes del rey estaban alrededor, él actuaba como un loco, arañando las portadas de las puertas y dejando que la saliva le corriera por la barba (v. 13). Al ver a David en esta condición, las preocupaciones del rey por él se aliviaron (vv. 14-15).
Este momento en la vida de David es difícil de entender. Él había sido llamado por Dios para ser el próximo rey de Israel; sin embargo, aquí le vemos fingiendo estar loco para salvar su vida. Él huía de un lugar a otro sin hogar y sin familia, y esto debió haberle sido muy humillante. Dios estaba edificando la humildad de David. Si iba a ser el líder que Dios quería, necesitaba estar preparado para esa tarea. El Señor dedicó tiempo a entrenar a David a través del sufrimiento. En nuestros días Dios continúa haciendo esto. Muchos de nosotros estamos entrenados de la misma manera. Dios construye Su carácter en nosotros por medio de las circunstancias por las que nos hace pasar cada día.
David no pudo encontrar un hogar permanente en Gat. De allí escaparía a una cueva en la región de Adulam. Fue aquí en la cueva de Adulam donde Dios comenzaría a reunir a la gente alrededor de David. Cuando los hermanos y la casa de David oyeron dónde se encontraba, vinieron a él. Con el tiempo, todos los que estaban endeudados, afligidos y en amargura de espíritu, acudieron a él. Él se convertiría en su líder. Finalmente, cuatrocientos hombres se reunieron alrededor de David.
Dios se encuentra con nosotros en extrañas circunstancias. David se había retirado a esta cueva porque no había otro lugar al que pudiera ir. Probablemente se estuviera preguntando qué estaba haciendo Dios y por qué estaba solo. Dios tuvo un encuentro con él en ese lugar insólito. La cueva sería un lugar donde se restaurarían las esperanzas de David. Con el tiempo, vio a Dios rodeándolo de hombres dispuestos a dar la vida por él. Le devolvió su familia. Dios no se había olvidado de David. Mientras esperamos en Dios en nuestras pruebas, Él también vendrá a nosotros.
De la cueva de Adulam, David se trasladó a Mizpa en Moab. Allí le preguntó al rey de ese lugar si permitiría que su padre y su madre se quedaran con ellos hasta que él conociera cuál sería la voluntad de Dios (22:3). Esta declaración nos muestra que David no tenía claro el propósito de Dios. Él quería estar seguro de que su familia estaría protegida, y la cueva de Adulam no podía darles protección. David y su familia se quedarían por un tiempo en la región de Mizpa en Moab.
Pero no era el propósito de Dios que David permaneciera en la fortaleza de Mizpa. Con el tiempo, Dios envió al profeta Gad a hablar con David. Gad le dijo que Dios lo estaba llamando a dejar la fortaleza y regresar a la tierra de Judá. David fue obediente a las palabras del profeta y se fue a vivir al bosque de Haret (22:5).
Habría sido fácil para David sentirse cómodo en la fortaleza de Moab. Aquí había seguridad y comodidad, pero ese no era el plan de Dios para David. El Señor lo estaba llamando de regreso a su propio pueblo, lo cual implicaba que David se acercara a Saúl. David dejó la seguridad de Moab por los bosques de Judá. Él había estado buscando el propósito de Dios y estaba dispuesto a abandonar la seguridad de la fortaleza para ir a donde Dios lo estaba guiando. El propósito de Dios para David requería que él estuviera dispuesto a correr riesgos. Esto implicaba confiar en Dios y no en la fortaleza de Moab. Y David corrió ese riesgo.
No pasó mucho tiempo antes de que Saúl descubriera la ubicación de David. En el versículo 6, fue a Gabaa con todos sus oficiales y habló con los hombres de Benjamín. Observemos que mientras Saúl hablaba tenía su lanza en la mano (v. 6), lo cual nos da la impresión de que estaba declarándole la guerra a David.
En los versículos 7-8 Saúl expresó su enojo y frustración con la gente de esa región. Les preguntó si realmente creían que David les daría campos y viñedos o posiciones de honor como comandantes de cientos y miles (v. 7). Acusó al pueblo de conspiración porque no le dijeron que su hijo había hecho un pacto con David. Y más allá de esto dijo que Jonatán había animado a David a acecharlo. En otras palabras, acusó a Jonatán de conspirar para derrocar a su propio padre.
Doeg el edomita fue quien habló. Él le dijo a Saúl que había visto a David hablando con Ahimelec en Nob. Y también le dijo que Ahimelec le había dado provisiones a David y que le había dado la espada de Goliat (vv. 9-10).
Cuando Saúl oyó que David había ido a ver al sacerdote Ahimelec, mandó a buscarle junto con todos los miembros de su familia. En obediencia al mandato del rey, Ahimelec y los demás sacerdotes de su familia fueron a ver a Saúl (v. 11).
Saúl acusó a Ahimelec de conspiración porque le dio pan y una espada a David, su enemigo. Observemos nuevamente en el versículo 13 que Saúl estaba convencido de que David lo estaba acechando, buscando una oportunidad para matarlo.
Sorprendido por la acusación, Ahimelec le explicó a Saúl que David era más leal al rey que cualquiera de sus siervos (v. 14). Él no tenía motivos para desconfiar de David; yerno del rey y capitán de su guardia personal. David había sido muy respetado en la casa de Saúl. A Ahimelec le sorprendió que acusaran a David de rebelión contra Saúl. El sacerdote continuó explicando que a menudo había consultado al Señor por David, y le aseguró al rey que no sabía nada acerca de ninguna rebelión (v. 15).
Pero a Saúl no le importó nada la defensa de Ahimelec. Le dijo al sacerdote que él y la familia de su padre morirían. Podemos vislumbrar aquí el intenso odio de Saúl hacia David. Ya no se regía por la razón. Sus celos y odio hacia David se habían apoderado de su vida.
Saúl ordenó a sus guardias que mataran a los sacerdotes porque habían ayudado a David. Sabían que David huía, pero no le habían informado. Al ordenar la muerte de los sacerdotes, Saúl claramente le estaba diciendo a su gente que si alguien ayudaba a David o sabía algo acerca de él y no se lo decía, se encontraría en una situación similar. La ira de Saúl caería sobre ellos también.
Los guardias escucharon la orden del rey, pero se negaron a golpear a los sacerdotes. Estos guardias eran más conscientes que Saúl. Ellos no tocarían a los siervos ungidos del Señor. Estaban dispuestos a morir a manos de Saúl en vez de enfrentarse a la ira de Dios matando a sus siervos, los sacerdotes.
Entonces Saúl se volvió hacia Doeg el edomita y le ordenó que matara a los sacerdotes, quien obedientemente mató a ochenta y cinco. También atacó a Nob y realizó una matanza en la ciudad de los sacerdotes, matando a hombres, mujeres y niños, ganado, burros y ovejas. Todo el pueblo fue aniquilado a causa del intenso odio de Saúl hacia David.
En el versículo 20, leemos acerca de uno de los hijos de Ahimelec que escapó. Abiatar escapó y se unió a David; y le contó cómo Saúl había matado a los sacerdotes del Señor. Esta fue una noticia muy difícil para David. Sabía que Doeg el edomita había estado presente cuando estuvo en Nob, y se sintió responsable de lo que había sucedido por no haber sido más cuidadoso. Entonces David le prometió a Abiatar que lo protegería de Saúl.
Habría sido difícil para la gente de la época de Saúl imaginarse el tipo de rey en que él, al final, se convertiría. El Saúl que se escondió entre el bagaje porque se sentía tan indigno de ser rey, ahora enfrenta osadamente al Señor y mata a estos sacerdotes. Al analizar la historia de Saúl, vemos a un hombre que no parecía tener paciencia para esperar en Dios. Se apresuraba a llevar a cabo sus planes sin buscar la voluntad del Señor. Obedecía sólo en las cosas que le agradaban. Permitió que la amargura, los celos y el odio entraran en su vida. Su camino es un camino de decadencia espiritual. Comenzó como ungido de Dios y terminó su vida luchando contra Dios, consumido por el odio, los celos y la amargura. Esto no sucedió de la noche a la mañana. Fue un declive lento y constante. Saúl constantemente se apartaba de Dios para seguir su propio camino, y el resultado es evidente en este pasaje. Su vida es una advertencia para nosotros. El pecado nos consumirá lentamente como una enfermedad, y no estará satisfecho hasta vencernos por completo.
Para Meditar:
- La Biblia hace una representación de David con todas sus faltas. ¿Qué evidencia vemos aquí que apunta al hecho de que David estuvo dispuesto a mentir para protegerse?
- ¿Qué tiene este pasaje para enseñarnos sobre la importancia de la compasión y la misericordia? ¿La compasión y la misericordia superan la aplicación legalista de la ley? ¿Alguna vez nos hemos encontrado en una situación en la que tuvimos que elegir la compasión sobre la ley?
- ¿De qué manera le estaba enseñando Dios a David la humildad? ¿De qué manera nos la enseña a nosotros?
- Al parecer Dios alivió la soledad de David en la cueva de Adulam al enviarle a su familia y amigos. ¿Alguna vez Dios nos ha encontrado en nuestra soledad? Argumentemos.
- El profeta Gad le dijo a David que abandonara la seguridad de la fortaleza de Moab. David obedeció y eligió vivir en los bosques de Judá. ¿Estaríamos nosotros dispuestos a dejar nuestra seguridad si Dios nos llama a hacerlo?
- ¿Cuáles fueron los eventos que, a nuestro entender, llevaron a Saúl a matar a los profetas? ¿Por qué creemos que aquel humilde joven de sus primeros años llegó a convertirse en un líder tan cruel? ¿Qué advertencia nos da esto?
Para Orar:
- Demos gracias al Señor que nos usa a pesar de nuestros pecados y defectos.
- Oremos al Señor que nos libere del legalismo que sacrifica la misericordia y la compasión por la ley.
- Agradezcamos al Señor por las pruebas que nos ha permitido enfrentar en la vida. Roguémosle que nos ayude a aprender las lecciones que Él quiere enseñarnos a través de esas pruebas.
- Demos gracias al Señor por habernos rodeado de amigos y familiares que pueden apoyarnos en nuestro momento de necesidad.
- Pidámosle al Señor que nos perdone y nos dé victoria sobre nuestros pecados para que no nos venzan como lo hicieron en la vida de Saúl.
- Roguemos al Señor que nos proteja y nos sostenga en nuestra relación con Él. Pidámosle que nos ayude a tratar de manera inmediata con cualquier pecado que nos impida ser todo lo que él quiere que seamos.
- ¿Conocemos a alguien que en estos momentos se encuentre vagando alejado del Señor? Pidamos a Dios que lo haga detenerse antes que sea demasiado tarde.
21 – Sela-hama-lecot: La Peña de las Divisiones
Leamos 1 Samuel 23:1-29
David y sus hombres se habían trasladado de la fortaleza de Moab a los bosques de Judá. Le llegó la noticia a David de que los filisteos estaban peleando contra Keila y saqueando las eras. Este pueblo estaba ubicado cerca de donde David y sus hombres habían acampado. Obviamente era el tiempo de la cosecha y los habitantes estaban trillando su grano. Perder los esfuerzos de su arduo trabajo en este momento habría tenido consecuencias devastadoras para la ciudad y sus habitantes. Entonces David sintió carga en su corazón por la ciudad, y le preguntó al Señor si debía ayudar a la ciudad atacando a los filisteos. El Señor le dijo que atacara y salvara la ciudad (v. 2).
Aunque David estaba listo para luchar contra los filisteos, sus hombres no estaban tan seguros. Ellos le recordaron a David que si tenían miedo viviendo en Judá, lo tendrían aún más si atacaban a los filisteos. David y sus hombres estaban tratando de protegerse de Saúl. Pensaban que ya tenían bastante qué hacer tratando de mantenerse ocultos; y no creían tener fuerza para enfrentarse a los filisteos. Estos hombres ya estaban hasta el cuello de problemas y no creían poder cargar con algo más.
Sin saber qué hacer, David volvió a consultar al Señor (v. 4). La respuesta de Dios fue clara – Le dijo que fuera a Keila y peleara contra los filisteos, que Él le daría la victoria. Aunque estos hombres creían que sus propios problemas eran más de lo que podían manejar, Dios los estaba llamando a salir y tratar con los problemas de todo un pueblo. Para hacer esto, Dios les daría una medida extra de fuerza. He experimentado esta fuerza innumerables veces en mi propia vida. Ha habido muchas ocasiones en las que sentí que no tenía la fuerza para ministrar. La carga de mis propios problemas parecía ser tan pesada sobre mí que no creía poder manejar las de los demás. Pero he visto al Señor equiparme para hacer lo que no creía poder lograr. Dios nos dará fuerzas para lo que Él nos llama a hacer.
David y sus hombres tomaron la palabra de Dios. Bajaron a Keila, pelearon contra los filisteos y se llevaron su ganado. Ese día los filisteos sufrieron grandes pérdidas. David y sus hombres salvaron a la gente del pueblo. Dios fue fiel a Su palabra.
El versículo 6 nos dice que Abiatar, hijo de Ahimelec, quien había escapado cuando Saúl mató a los sacerdotes, vino para estar del lado de David. Habría sido un tiempo muy emocionante para ser un líder espiritual. Los temerosos hombres del ejército de David acababan de ser afirmados en su fe. Habían visto al Señor fortalecerlos en la batalla. Sus corazones fueron animados y fortalecidos en el Señor su Dios.
La noticia de la conquista de David en Keila llegó a Saúl, quien vio esto como una oportunidad para atacar a David. David y sus hombres estaban ahora en el pueblo de Keila; y Saúl pensó que, si actuaba rápidamente, podría atraparlos en el pueblo. Saúl podía rodear el pueblo y superarlos en número. Él tenía casi garantizada la victoria. Entonces convocó a su ejército para atacar a David y a sus hombres en Keila (v. 8). Del versículo 10 entendemos que Saúl estaba dispuesto a destruir todo el pueblo si se negaban a entregarles a David.
La noticia del complot de Saúl llegó hasta David. Cuando él escuchó lo que Saúl estaba planeando, llamó al sacerdote Abiatar y le dijo que trajera el efod y le preguntara al Señor si la gente del pueblo se lo entregaría a Saúl para salvar la ciudad. El Señor le dijo a David que ciertamente lo entregarían (vv. 11-12).
Puede ser útil comentar sobre el efod que David le había pedido a Abiatar que le trajera. El efod era una prenda que vestía el sacerdote en el ejercicio de sus funciones. De particular importancia aquí es el hecho de que parte de esta prenda era el pectoral que contenía dos piedras llamadas Urim y Tumim (ver Éxodo 28:30). Estas dos piedras eran usadas por el sacerdote para determinar la voluntad del Señor para el pueblo. No está claro cómo funcionaban. Al pedir que trajeran las vestiduras sacerdotales, es posible que David le estuviera pidiendo a Abiatar que trajera estas dos piedras para así conocer la voluntad del Señor.
Cuando David y sus hombres (unos seiscientos en número) escucharon que la ciudad los entregaría a Saúl, abandonaron la ciudad antes de que Saúl llegara. Pero Saúl escuchó que David había escapado, así que no atacó (v. 13). De esta manera, tanto David como los habitantes de Keila se libraron del ataque.
Vale la pena señalar que Dios estaba aumentando el número de soldados de David. En 1 Samuel 22:2, leemos que David tenía cuatrocientos soldados. Aquí, en el versículo 13, vemos que este número había aumentado en doscientos.
David y sus hombres se mudaban de un lugar a otro al darse cuenta de que su presencia en cualquier área causaría serios problemas a los habitantes de ese pueblo o región. Ellos se escondían y necesitaban seguir trasladándose para que Saúl no los encontrara y no atacara. Aunque crecían en número, el ejército de Saúl era mucho más grande y fuerte. Es cierto que Dios podría haberles dado la victoria sobre Saúl, pero ese no era Su propósito en este momento.
David y sus hombres se quedaron en las fortalezas en las colinas del desierto de Zif. El versículo 14 nos dice que Saúl lo buscaba “todos los días”, pero Dios no entregó a David en sus manos. Mientras David estaba en el desierto de Zif, Jonatán fue a verlo. El versículo 16 nos dice que Jonatán ayudó a David a “fortalecer su mano en Dios”. Esto puede ayudarnos a comprender lo que David estaba sintiendo en este momento de su vida. Es probable que David se sintiera desanimado y abatido debido a que su vida parecía consistir en huir de Saúl. No había hecho nada para merecer este estilo de vida, por el contrario, siempre había buscado honrar y servir a Saúl como rey. David estaba sintiendo el peso de esta vida difícil.
Dios no solo cuidó de David físicamente, sino que también ministró sus necesidades emocionales y espirituales. Dios sabía que David necesitaba ánimo en este tiempo de adversidad y prueba, por lo que envió a Jonatán para ministrarle en su necesidad. Jonatán era justo la persona que David necesitaba para levantar el ánimo. Él guió a David a Dios y fue un tremendo estímulo para sus necesidades emocionales y espirituales.
Jonatán le dijo a David que Saúl no podría ponerle las manos encima. Jonatán confiaba en que David sería rey de Israel (v. 17), y le dijo a David que hasta Saúl sabía eso. Esto parecía ser lo que David necesitaba escuchar. Estas palabras le dieron coraje, pues supo que Dios no lo había abandonado y que había un propósito para todos los problemas que estaba experimentando.
En el versículo 19, los de Zif fueron a ver a Saúl en Gabaa y le dijeron que David estaba escondido en su territorio, en las fortalezas de Hores. Entonces invitaron al rey a ir allí y le brindaron su apoyo para entregarle a David. A pesar de que Dios protegía a David, esto no significaba que no tuviera muchos enemigos. Dondequiera que iba, tenía enemigos.
Esta palabra de los de Zif fue un verdadero estímulo para Saúl. Él los bendijo por su preocupación y les dijo que hicieran sus preparativos y encontraran los escondites de David. Ellos debían traerle un informe para que cuando David viniera poder rastrearlo (v. 23).
Los zifeos espiaron a David y descubrieron sus escondites. Cuando Saúl llegó con su ejército, David y sus hombres estaban en el desierto de Maón. Entonces Saúl y sus hombres comenzaron a buscarlo. Al David enterarse de su presencia se escondió entre las peñas. Saúl supo dónde se había escondido (posiblemente por medio de los zifeos), y se dispuso a capturarlo.
El versículo 26 nos dice que Saúl se estaba acercando a David. Él venía por un lado de la montaña y David y sus hombres estaban del otro lado, apresurándose para alejarse del ejército de Saúl, el cual era mucho más grande. Pero justo cuando Saúl se acercaba a David, llegó un mensajero para decirle que los filisteos estaban saqueando su tierra (v. 27). Entonces Saúl se vio obligado a dejar de perseguirlo para encontrarse con los filisteos (v. 28). La mano de Dios obviamente estaba con David y sus hombres ese día.
En ocasiones Dios nos dará fuerzas para enfrentar la batalla, pero en otras nos librará de ella. En este caso, Dios le quitó la batalla a David. Al parecer el Señor esperó hasta el último momento para liberar a David y a su ejército. Una vez más Él estaba ensanchando a David en su fe y confianza.
El lugar donde Dios le dio esta victoria a David y sus hombres se llamó Sela-hama-lecot que significa “Peña de las divisiones”. Ésta se convertiría en una peña conmemorativa que recordaría a las generaciones venideras que Dios fue fiel al librar a sus siervos en su momento de necesidad.
A veces, el Señor usa las pruebas para guiarnos. Debido a este encuentro con Saúl, David y sus hombres supieron que era hora de mudarse del Desierto de Maón; por lo que se trasladaron de allí a la región de En-gadi (v. 29).
En este momento David y sus hombres estaban siendo fortalecidos en su fe y confianza. Fueron puestos en un lugar donde no podían confiar en ningún otro ser humano. Los habitantes de Keila, la ciudad que libraron de los filisteos, los rechazaron; los de Zif también los traicionaron; fueron llevados a un nivel de agotamiento emocional, espiritual y físico, pero Dios siguió alentándolos y fortaleciéndolos. Se les probó hasta el límite. Sin embargo, en todo esto, Dios los estaba equipando para cosas mayores. Aunque rodeado de problemas y pruebas, David y sus hombres estaban plenamente conscientes de la maravillosa presencia de Dios. Nosotros también podemos experimentar esa presencia en nuestras pruebas.
Para Meditar:
- ¿Alguna vez al sentirnos incapaces hemos experimentado la capacitación y el fortalecimiento de Dios? Expliquemos.
- David y sus hombres estaban en un momento de sus vidas en el que sabían que no podían contar con nadie a su alrededor. ¿Qué consideras que Dios les estaba enseñando en ese momento? ¿En quién pusieron su confianza?
- ¿Cómo David y su ejército se fortalecieron a través de las pruebas que enfrentaron?
- ¿Cómo demostró Dios Su preocupación por las necesidades emocionales y espirituales de David a través de la visita de Jonatán? ¿Alguna vez hemos experimentado el aliento de Dios a través de las personas que Él nos ha enviado?
- En el Desierto de Maón, parecía que Dios estuvo esperando hasta el último momento para liberar a David. Esta parecía ser Su forma de fortalecer su fe y confianza en Él. ¿De qué manera Dios nos está fortaleciendo hoy? ¿Cómo este pasaje nos sirve de aliento para enfrentar esa prueba?
Para Orar:
- Demos gracias al Señor porque Él es nuestra fortaleza. Agradezcámosle que incluso cuando no tenemos fuerzas, Él puede equiparnos y capacitarnos.
- Pidámosle al Señor que nos ayude a poner nuestra confianza en Él.
- Seamos agradecidos al Señor por Su protección en nuestra vida.
- Agradezcamos al Señor que Él conoce nuestras necesidades emocionales y espirituales, y que nos ministrará en nuestro momento de necesidad.
- Roguémosle al Señor que nos dé valor para perseverar cuando Él nos exija más allá de lo que sentimos que somos capaces de soportar. Agradezcámosle que Él está en el proceso de hacernos más fuerte a través de las pruebas que enfrentamos cada día.
22 – David Perdona la Vida de Saúl
Leamos 1 Samuel 24:1-22
En el capítulo anterior vimos cómo Saúl fue llamado a dejar de perseguir a David debido a un ataque de los filisteos. El tiempo de Dios fue perfecto. Esto le dio a David y a sus hombres la oportunidad de escapar del ejército de Saúl.
Saúl, por su parte, no dejó de perseguir a David, pues lo veía como una amenaza para su reinado y para el de su familia. Él sabía que David era el rey elegido por Dios, pero se negaba a aceptarlo. Al luchar contra David, Saúl también luchaba contra lo que él sabía que era la voluntad de Dios para Su pueblo.
En el versículo 1 leemos que después de regresar de perseguir a los filisteos, a Saúl le dijeron que David estaba en el desierto de En-gadi. Al escuchar esto, Saúl decidió buscar a David y a sus hombres (v. 2).
Cuando Saúl y sus hombres pasaban por una cueva, Saúl se adentró en la misma para hacer sus necesidades. Para su sorpresa, David y sus hombres estaban escondidos en la parte trasera de esa cueva. Saúl caminó hacia una trampa.
Los hombres de David vieron esto como una oportunidad del Señor para matar a Saúl. “He aquí el día de que te dijo Jehová: He aquí que entrego a tu enemigo en tu mano, y harás con él como te pareciere”, le dijeron (v. 4).
Tomemos un momento para examinar con más detalle lo que aquí está sucediendo. En primer lugar, esta era una oportunidad para finalmente terminar con los años de fugitivos. David y sus hombres estaban cansados y exhaustos de huir. En segundo lugar, Samuel había ungido a David para que fuera rey. Muchas personas sabían esto y respetaban a David y su unción. Solo Saúl se interponía. Seguramente ésta parecía ser la oportunidad perfecta para que David asumiera el papel que Dios le había dado. En tercer lugar, ¿quién podría haber imaginado que tal oportunidad se presentaría? ¿Cuáles eran las probabilidades de que los hombres de David estuvieran escondidos en ese lugar en el momento en que Saúl entró a la cueva? Y en cuarto, todos los hombres de David parecían estar de acuerdo en que esta situación era del Señor, por lo que lo animaron a actuar.
La situación parecía ser demasiado perfecta para no ser del Señor. Prácticamente, aquí había una puerta abierta de par en par para que David terminara con esos años de fugitivo. El consejo de sus hombres era aprovechar las circunstancias. Ellos creían que esto era del Señor.
No obstante, analicemos la reacción de David en el versículo 4. Él pasó desapercibido y cortó un pedazo del manto de Saúl. Debe entenderse que la túnica del rey era muy simbólica. Cuando un rey vestía a alguien con su túnica, lo estaba honrando al transferirle autoridad. Aquí David no estaba actuando inocentemente. Al cortar un trozo de la túnica de Saúl, estaba declarando que iba a ocupar su lugar. Estaba mostrando simbólicamente a sus hombres que se acercaba el día en que despojaría a Saúl de su autoridad como rey. Habiendo dicho esto, sin embargo, debemos percatarnos de que David no le quitó la vida a Saúl como sus hombres hubieran querido.
A pesar de las circunstancias, el consejo de sus hombres y la lógica de matar a Saúl, David tuvo que escuchar su conciencia y hacer lo que Dios le estaba mostrando personalmente. Si bien es importante que escuchemos el consejo, la lógica y las circunstancias, estas cosas no siempre son indicadores claros de la dirección del Señor en nuestras vidas. Todavía necesitamos buscar la dirección de Dios de manera personal.
Hasta David parecía estar un poco desconcertado por las circunstancias y el consejo de sus amigos. Cuando comenzó a pensar en lo que había hecho, la conciencia de David comenzó a perturbarlo (v. 5). Él se dio cuenta de que no le correspondía tomar la autoridad de Saúl. Su acto simbólico de cortarle la túnica fue un acto de desafío, falta de respeto y orgullo. Dios lo convenció de su acto y David sintió esa convicción.
Él estaba tan convencido por lo que había hecho que en el versículo 6 les dijo a sus hombres:
Jehová me guarde de hacer tal cosa contra mi señor, el ungido de Jehová, que yo extienda mi mano contra él; porque es el ungido de Jehová.
No le correspondía a David tomar la autoridad de Saúl. Él confesó ante sus hombres ese día que había hecho mal al llevar a cabo esta acción simbólica. Reconoció que Saúl todavía era el rey ungido de Jehová y se comprometió nuevamente a honrarlo y respetarlo como tal.
David también reprendió a sus hombres por sus malos pensamientos e intenciones (v. 7), y les prohibió atacar a Saúl. Finalmente, Saúl salió de la cueva y se fue sin saber lo que había sucedido.
Lo que sucedió ese día en la cueva fue muy significativo y tiene mucho que enseñarnos. Primero, nos enseña a respetar a aquellos a quienes Dios ha puesto en autoridad sobre nosotros, incluso cuando no nos gusta lo que están haciendo. Segundo, nos enseña a esperar en el Señor y en Su tiempo. David podría haber tomado el asunto en sus propias manos ese día, pero no lo hizo. En cambio, eligió esperar en el Señor. En Su momento, Dios le daría su lugar de autoridad. David no tomaría ese lugar antes de tiempo ni por su propio esfuerzo. Tercero, esta historia nos enseña la importancia de nuestra actitud. David había permitido que la irreverencia entrara en su corazón cuando eligió cortar un pedazo de la ropa de Saúl. Pero Dios lo convenció de su actitud pecaminosa y David se arrepintió.
David estaba tan convencido de su mala actitud hacia Saúl que cuando el rey salió de la cueva, salió y lo llamó. Al hacer esto, David estaba tomando su vida en sus manos. Cuando Saúl miró hacia atrás, encontró a David postrado en el suelo. David le estaba dejando muy claro a Saúl que lo honraba como rey. Al inclinarse ante Saúl, David también estaba reafirmando en su propio corazón su compromiso con Saúl como su rey.
En el versículo 9, David le preguntó a Saúl: “¿Por qué oyes las palabras de los que dicen: Mira que David procura tu mal?”. Entonces continuó explicándole a Saúl que pudo haberlo matado en la cueva. Le contó cómo sus hombres lo instaron a matarlo, pero él rechazó su consejo diciéndoles que no levantaría su mano contra el ungido del Señor (v. 10).
En el versículo 11 vemos que David le mostró a Saúl el trozo de la túnica que tenía en la mano. Le contó cómo se la había cortado y aun le había perdonado la vida. Le pidió a Saúl que aceptara que él no era una amenaza para su vida, ni que era culpable de rebelión.
David no negó que Saúl le había hecho mucho mal. Saúl estaba tratando de matarlo. Pero David encomendó estos asuntos en las manos del Señor. Él no juzgaría a Saúl, sino que dejaría todo ese juicio al Señor. “Juzgue Jehová entre tú y yo, y véngueme de ti Jehová; pero mi mano no será contra ti”, le dijo a Saúl en el versículo 12. ¡Qué fácil es para nosotros tomar las cosas por nuestras propias manos! Una vez más, David es un poderoso ejemplo para nosotros. Él dejó todo el juicio en las manos del Señor.
David le pidió a Saúl en el versículo 13 que considerara un proverbio de su época: “De los impíos saldrá la impiedad”. Lo que David parecía estar diciendo es que si él fuera un impío, habría actuado como tal matando a Saúl. Pero este no fue el caso. Cuando David tuvo oportunidad de hacerle mal a Saúl, rehusó hacerlo.
En el versículo 14, David le preguntó a Saúl a quién creía que estaba persiguiendo: “¿Tras quién ha salido el rey de Israel? ¿A quién persigues? ¿A un perro muerto? ¿A una pulga?”. Es difícil saber exactamente lo que David le estaba preguntando a Saúl aquí. Puede haber varias interpretaciones posibles. Primero, David puede estar diciéndole a Saúl que él y su ejército eran tan incapaces de resistirlo como un perro muerto o una pulga. En otras palabras, David no era rival contra el poderoso ejército de Saúl. En segundo lugar, David puede estar comparándose a sí mismo y a sus hombres con un perro muerto o una pulga, y preguntándose por qué Saúl perdería el tiempo persiguiendo algo que no representaba una amenaza para él. Tercero, esta referencia puede ser con respecto al desprecio con el que Saúl estaba tratando a David y a sus hombres. Saúl había estado tratando a David como a un perro muerto o a una pulga.
Cualquiera que fuera la intención de David en el versículo 14, dejó bien claro que el Señor juzgaría entre ellos. Él oró para que Dios considerara su causa y lo sostuviera al final liberándolo de la mano de Saúl (v. 15). La mayor amenaza de Saúl no era David sino Dios, quien defendería a David.
Cuando Saúl escuchó lo que David tenía que decir y vio el pedazo que había cortado de su túnica, lloró en voz alta (v. 16). Saúl era un hombre atormentado. Él se dio cuenta de que David era más justo que él; admitió que David lo había honrado y le confesó que lo había tratado mal (v. 17). Al decir esto, Saúl estaba reconociendo su pecado. Al darse cuenta de que David le había perdonado la vida, Saúl lo bendijo diciendo: “Jehová te pague con bien por lo que en este día has hecho conmigo”.
Ese día Saúl admitió delante de David que él sabía que Dios algún día lo haría rey, y que el reino sería establecido en sus manos (v. 20). Le pidió a David que le jurara que cuando el Señor le diera el trono, no destruiría a su familia ni a su descendencia (v. 21). Entonces David le prometió a Saúl ese día que honraría a su familia.
Después de estos hechos, Saúl tomó su ejército y regresó a casa; y David fue a su fortaleza. Aunque daba la sensación de que estos dos hombres habían hecho las paces entre ellos, David no fue restablecido a su posición. Cada uno se fue por caminos separados. A esta altura, la brecha entre ellos era demasiado grande como para que hubiera una total reconciliación.
Para Meditar:
- ¿Las circunstancias y el consejo de otros son siempre la forma correcta de determinar la voluntad de Dios en un momento dado? ¿Qué aprendemos de David en este pasaje?
- ¿Qué estaba diciendo David al cortar el pedazo de la túnica de Saúl? ¿Cuál fue su actitud al hacer esto?
- ¿Qué aprendemos aquí sobre la importancia de nuestra actitud? ¿Hay alguna actitud de la que Dios nos haya estado convenciendo hoy?
- ¿Qué nos enseña David sobre la importancia de esperar el tiempo de Dios y no tomar el asunto en nuestras propias manos? ¿Alguna vez hemos sido culpables de actuar así?
- ¿Qué nos enseña este pasaje acerca de respetar a aquellos que tienen autoridad sobre nosotros a pesar de que no siempre estemos de acuerdo con ellos?
- David dejó todo juicio en las manos del Señor. ¿Alguna vez hemos sido culpables de juzgar a las personas o de “hacerles pagar” por sus malas acciones? ¿Cuál es el desafío de este pasaje para nosotros?
Para Orar:
- Pidámosle al Señor que nos ayude a conocer Su dirección y seguirla, incluso cuando el consejo y las circunstancias parezcan señalarnos otro camino.
- Clamemos a Dios para que nos examine y nos revele cualquier actitud que no le agrade.
- Oremos a Dios para que nos dé paciencia para esperar Su tiempo en nuestra vida. Pidámosle que nos perdone por las veces que no estuvimos dispuestos a esperar en Él.
- Pidámosle a Dios que nos haga sensibles a Su Espíritu Santo como lo era David. Demos gracias al Señor que Él nos convence de pecado cuando nos desviamos del camino.
- ¿Hay personas que nos han hecho daño? Tomemos un momento para entregar estos actos al Señor. Comprometámonos a dejar todo juicio al Señor, y pidámosle a Dios que nos libere de cualquier juicio de la persona que nos ha ofendido.
23 – EL Consejo de Abigail a David
Leamos 1 Samuel 25:1-44
En el capítulo 25 leemos sobre la muerte de Samuel. Sus últimos años parecen haber sido bastante tranquilos. Finalmente fue enterrado en su ciudad natal de Ramá.
David y sus hombres llegaron al Desierto de Maón. Ellos se habían vistos obligados a vivir escondidos en regiones remotas y desérticas. Fueron momentos difíciles para ellos. Como se puede imaginar, no habría sido fácil para David y sus hombres encontrar la comida que necesitaban para sobrevivir. En algunos casos, dependían de que la generosidad de la población local les proveyera.
En la región de Maón vivía un hombre rico llamado Nabal. Este hombre se describe en el versículo 2 como un hombre “muy rico”. Tenía mil cabras y tres mil ovejas. El versículo 3 nos dice que Nabal era malvado en sus negocios. Él tenía una esposa llamada Abigail, la cual era una mujer muy hermosa e inteligente.
David escuchó que Nabal estaba esquilando sus ovejas. Esta habría sido una ocasión alegre, celebrada con festejos y bebidas. Cuando David escuchó que Nabal y sus hombres estaban esquilando sus ovejas, les dijo a sus hombres que le pidieran provisiones a Nabal. Él le recordó a Nabal en el versículo 7 que mientras él y sus hombres estuvieron en el desierto, nunca lo maltrataron a él ni a sus ovejas. De hecho, el versículo 16 nos lleva a creer que la presencia de los hombres de David en esa zona alejaba a los intrusos de las ovejas y facilitaba mucho el trabajo de los pastores. Los hombres de David fueron a Nabal y le pidieron que les diera todo lo que él pudiera darles (v. 9).
La respuesta de Nabal revela algo de su carácter:
“Quién es David, y quién es el hijo de Isaí? Muchos siervos hay hoy que huyen de sus señores. ¿He de tomar yo ahora mi pan, mi agua, y la carne que he preparado para mis esquiladores, y darla a hombres que no sé de dónde son?” (vv. 10-11).
Al decir esto, Nabal insultó a David y su bondad para con él. Lo acusaba de ser un siervo rebelde que se había separado de su amo. Y lo insultó aún más al negarse a darle a David alguna provisión.
Los hombres de David le informaron lo que Nabal había dicho; y esta respuesta de Nabal enfureció a David. Por tanto, llamó a cuatrocientos hombres para que se pusieran sus espadas y atacaran a Nabal a causa de su insulto (v. 13). Cabe señalar que David no buscó al Señor en este asunto. Su reacción fue pecaminosa, y era producto de la ira causada por el insulto de Nabal. Necesitamos ver este incidente en el contexto de lo que sucedió en el capítulo anterior. David acababa de obtener una tremenda victoria en el asunto de cortar la túnica de Saúl. No cedió ante los consejos que le daban sus hombres de matar a su mayor enemigo. Sin embargo, aquí cae en pecado como resultado del insulto de un hombre que ni siquiera conocía. Este es un poderoso recordatorio de que nunca podemos bajar la guardia. Incluso los santos más fuertes pueden caer en un momento de descuido.
¡Cuán agradecidos debemos estar de que Dios cuida a los Suyos y evita que caigan! En el versículo 14, un sirviente se acercó a la esposa de Nabal, Abigail, y le contó cómo su esposo “trató mal” (NVI) a David cuando le envió mensajeros en el desierto. El sirviente pasó a decirle a Abigail que David y sus hombres habían sido “muy buenos” con ellos. No los habían maltratado ni habían tomado nada de Nabal durante todo el tiempo que estuvieron en el desierto (v. 15). “Muro fueron para nosotros de día y de noche, todos los días que hemos estado con ellos apacentando las ovejas”, le dijo en el versículo 16. El sirviente le sugirió a Abigail que considerara qué hacer porque las acciones de Nabal habían despertado la ira de David y el desastre se cernía sobre su marido (v. 17). Le recordó a Abigail que su esposo estaba tan inmerso en sus malos caminos que nadie podía hacerle entrar en razón.
Abigail no perdió tiempo en responder. En el versículo 18 vemos que tomó doscientos panes, dos cueros de vino, cinco ovejas guisadas junto con un poco de grano tostado, uvas pasas y panes de higos secos (v. 18). Cargó estas provisiones en burros y les dijo a sus sirvientes que fueran delante con estas provisiones y ella los seguiría. No le dijo a su esposo lo que estaba haciendo (v. 19). Probablemente su temor era que Nabal intentara detenerla, causando aún más problemas.
Mientras estas cosas sucedían, David dijo a sus hombres:
“Ciertamente en vano he guardado todo lo que éste tiene en el desierto, sin que nada le haya faltado de todo cuanto es suyo; y él me ha vuelto mal por bien. Así haga Dios a los enemigos de David y aun les añada, que de aquí a mañana, de todo lo que fuere suyo no he de dejar con vida ni un varón”. (vv. 21-22).
Las intenciones de David eran claras. Él iba a destruir todo lo que le pertenecía a Nabal, y no iba a dejar a nadie con vida.
David y sus hombres abandonaron el campamento para llevar a cabo su malvado plan. Pero mientras descendían por la ladera del monte hacia donde estaba Nabal, Abigail vino hacia él con burros cargados de provisiones (v. 20). Cuando vio a David, se bajó de su burro y se inclinó ante él con su rostro en tierra (v. 23).
Abigail le explicó a David que su esposo era un hombre malvado que hacía honor a su nombre. El nombre de Nabal significaba “insensato”. Su esposo estaba actuando como un insensato en lo que había hecho. Ella no había visto a los hombres que David les había enviado pidiendo provisiones; y ahora le ofrecía a David sus regalos, pidiéndole que perdonara la ofensa de su esposo (v. 28). Ella le recordó que el Señor hasta ahora le había impedido vengarse con sus propias manos (v. 26). Al decir esto, le estaba recordando a David que no le correspondía a él tomar venganza.
Abigail le recordó a David que Dios tenía un propósito claro para él: ser rey y pelear las batallas del Señor. Sin embargo, al decir esto, ella pudo estar recordándole amablemente que esta batalla en particular era del Señor y no de David; y le rogó que no se lo tomara a mal.
Luego continuó diciéndole a David que llegaría el día en que el Señor le daría la victoria sobre Saúl, quien lo perseguía para quitarle la vida (v. 29). Dios iba a preservar a David y a librarlo de Saúl. El Señor lo envolvería como un tesoro precioso y lo mantendría a salvo hasta que llegara el momento de convertirse en rey. Los enemigos de David, sin embargo, serían arrojados como piedras por una honda (v. 29).
Abigail siguió diciéndole a David que cuando se convirtiera en rey, no querría cargar con la culpa en su conciencia de ninguna acción pecaminosa contra Nabal. Ella le recordó que sus intenciones eran pecaminosas por dos razones. Primero, el derramamiento de sangre era innecesario y segundo, se estaba vengando.
Las palabras de Abigail fueron poderosas y directas. Ella fue audaz pero muy gentil. Confrontó abiertamente a David y lo que pensaba hacer. Ella admitió que Nabal era insensato y ofensivo, pero le advirtió a David que no tomara el asunto en sus propias manos. Era muy importante que David honrara al Señor porque Dios lo había escogido para una posición alta y honorable como rey.
David escuchó atentamente a Abigail y fue convencido de su pecado. “Bendito sea Jehová Dios de Israel, que te envió para que hoy me encontrases. Y bendito sea tu razonamiento, y bendita tú, que me has estorbado hoy de ir a derramar sangre, y a vengarme por mi propia mano”, le dijo en los versículos 32-33.
David le dijo a Abigail que si ella no hubiera venido a él, nada le habría impedido destruir a todos los varones pertenecientes a Nabal (v. 34). David aceptó su regalo y le dijo que se fuera a casa en paz. Él concedería su petición (v. 35).
Cuando Abigail regresó a casa, Nabal estaba dando un gran banquete y estaba borracho. Por la mañana, cuando Nabal estuvo sobrio, Abigail le contó lo que había hecho y cómo había impedido que David los destruyera a él y a sus hombres. La conmoción de esta noticia fue tan grande que a Nabal le falló el corazón. Diez días después, el Señor hirió a Nabal y murió (v. 38).
Todo este incidente nos recuerda que Dios puede defender nuestra causa. Dios estaba al tanto de lo que Nabal había dicho acerca de David y cómo lo había insultado; y esto entristeció el corazón de Dios. Pero no le correspondía a David ejercer juicio o buscar venganza. Esto le pertenecía a Dios que es el único Juez. En Deuteronomio 32:35-36 leemos:
Mía es la venganza y la retribución;
A su tiempo su pie resbalará,
Porque el día de su aflicción está cercano,
Y lo que les está preparado se apresura.
Porque Jehová juzgará a su pueblo,
Y por amor de sus siervos se arrepentirá,
Cuando viere que la fuerza pereció,
Y que no queda ni siervo ni libre.
Esta fue una lección muy importante que David necesitaba aprender. Imaginemos cómo sería nuestra sociedad si todos se encargaran de buscar justicia y venganza. David estaba aprendiendo a entregarle al Señor los insultos y ofensas que otros le hicieran.
Después de la muerte de Nabal, David envió un mensaje a Abigail pidiéndole que se convirtiera en su esposa, pues había quedado impresionado no solo por la belleza de Abigail sino también por su sabiduría. Él le debía mucho. Ella lo había librado de un grave pecado. Abigail accedió a la solicitud de David y “apresuradamente” (LBLA) se montó en un asno y regresó con sus mensajeros a él y se convirtió en su esposa (v. 42).
Abigail fue la segunda esposa de David; y también se casó con Ahinoam de Jezreel. Saúl le había quitado a David su primera esposa, Mical, y se la había dado a un hombre llamado Palti de Galim (v. 44).
Para Meditar:
- ¿Por qué era un asunto tan serio que Nabal insultara a David? ¿Alguna vez hemos sido culpables de insultar a algún ungido del Señor?
- ¿Era legítima la respuesta de David a Nabal? ¿Cómo respondemos nosotros a los insultos?
- ¿De qué manera Abigail fue usada para evitar que David pecara? ¿Por qué suponemos que ninguno de los hombres de David lo corrigió?
- En el capítulo anterior David rechazó el consejo de sus hombres de matar a Saúl, pero cae de cabeza en el pecado con respecto a Nabal. ¿Qué advertencia hay para nosotros en esto?
- ¿Qué nos enseña este pasaje acerca de vengarnos? ¿Alguna vez nos hemos encontrado juzgando a aquellos que nos han ofendido? ¿Cuál debe ser nuestra respuesta en estas situaciones?
Para Orar:
- Pidámosle al Señor que nos guarde de hablar mal de otras personas.
- ¿Tenemos algún problema con el cual estemos batallando en este momento? Encomendemos ese asunto al Señor y pidámosle que se encargue de él.
- Tomemos un momento para agradecer al Señor por las personas que ha puesto en nuestro camino para guardarnos del mal por medio de su consejo piadoso.
- Clamemos a Dios para que nos mantenga siempre vigilantes, sabiendo que podemos caer en cualquier momento
24 – David Entre los Filisteos
Leamos 1 Samuel 26:1—27:12
En el capítulo 23:19-20 leímos cómo los de Zif le contaron a Saúl sobre la ubicación de David en las fortalezas de Hores. Ellos invitaron a Saúl a que viniera a su territorio y le entregarían a David. Entonces Saúl envió su ejército, pero David escapó de él. Los zifeos se acercaron otra vez a Saúl en Gabaa y lo invitaron nuevamente a que fuera a su territorio para capturar a David. Obviamente, los zifeos no querían a David en su territorio y preferían mantener una buena relación con Saúl.
Con tres mil hombres, Saúl partió en busca de David. Todo esto sucedió después de los eventos del capítulo 24 donde David cortó un trozo de la túnica de Saúl. En ese momento Saúl reconoció que David le perdonó la vida, pero eso no le impidió seguir persiguiéndolo.
Saúl acampó junto al camino en la colina de Haquila, y por otro lado, David se quedó en el desierto (v. 3). Cuando David se enteró que Saúl había decidido salir tras él, envió espías para ver si lo que había oído era cierto. Quizás en parte David pensó que el incidente del capítulo 24 había resuelto este asunto entre él y Saúl. Pero cuando sus espías le informaron que Saúl y sus hombres definitivamente habían llegado, David comprendió que Saúl no había renunciado a su persecución.
En el versículo 5, David decidió partir hacia el campamento de Saúl. Cuando llegó, descubrió dónde se alojaba Saúl y su comandante militar Abner. Saúl estaba dentro del campamento con todo el ejército rodeándolo. Estaba bien protegido.
David decidió entrar al campamento, y Abisai fue con él (v. 6). Por la noche, David y Abisai se acercaron sigilosamente a donde dormían Saúl y Abner, su comandante. Allí encontraron a Saúl profundamente dormido con su lanza clavada en el suelo junto a su cabeza. Abner y sus soldados estaban tendidos a su alrededor (v. 7). No habría sido fácil para David y Abisai escabullirse entre el ejército hasta donde Saúl dormía sin ser notados. Obviamente, el Señor Dios les había dado éxito.
Abisai pensó que esta oportunidad era del Señor, y le pidió permiso a David para matar a Saúl. Le recordó que un solo golpe de su lanza sería suficiente para matar a su enemigo (v. 8).
Pero David no estaba dispuesto a matar a Saúl. A pesar de que Saúl le había causado muchos problemas, David lo respetaba como el ungido del Señor y no le haría daño. Encomendó la situación en las manos del Señor. En el versículo 10, David le dijo a Abisai que el Señor heriría a Saúl a Su manera y en Su tiempo. Sólo Dios sería el Juez de Saúl. David tomó la lanza y la vasija de agua de Saúl y se fue. Nadie supo que David había estado allí.
El versículo 12 deja muy claro que Dios había puesto a todo el ejército en un sueño profundo para que David pudiera colarse entre ellos. Con esto Dios tenía un propósito muy particular para David. Habría sido bastante fácil para él asumir que Dios le estaba dando la victoria sobre Saúl. ¡Qué fácil le habría resultado interpretar las circunstancias como las había interpretado Abisai! Él estaba cansado de huir de Saúl, y la oportunidad de matarlo estaba delante de él. Habría sido fácil para David haber ido más allá del llamado de Dios para él ese día. Muchas veces en mi vida he malinterpretado las puertas abiertas.
Dios había puesto a dormir al ejército para que David pudiera tomar la lanza y la vasija de agua de Saúl. Eso era todo lo que Dios quería que él hiciera. Ir más allá de esto hubiera sido pecar y perder el propósito de Dios. Debemos aprender no solo a reconocer las puertas abiertas del Señor, sino también a aceptar el propósito de Dios al abrir esas puertas. Debemos aprender a no ir más allá de lo que Dios quiere hacer en una situación dada. David tuvo el discernimiento para reconocer lo que Abisai no reconoció. David sabía lo que Dios le había llamado a hacer y no daría un paso más allá de ese propósito. Todos haríamos bien en seguir este ejemplo.
Dejando el campamento, David cruzó al otro lado y se detuvo a cierta distancia (v. 13), llamando al ejército y a Abner en particular. En el versículo 15, David le preguntó a Abner por qué no cuidaba al rey. Le dijo que alguien había entrado en el campamento esa noche. También le pidió que buscara la lanza del rey y la vasija de agua que había estado cerca de su cabeza (v. 16).
Saúl escuchó la voz y reconoció que era David. Nuevamente, ante todo el ejército, David le preguntó a Saúl qué le había hecho para que lo persiguiera (v. 18). Si Dios había incitado a Saúl contra él, David estaba dispuesto a someterse a la voluntad del Señor, pero si Saúl lo perseguía con un corazón malvado, entonces los que incitaran tal persecución serían malditos porque no estaban siguiendo la voluntad de Dios al expulsar a David de su herencia en Israel. Observemos en el versículo 19 que, según David, los individuos que incitaban a Saúl contra él decían: “Ve y sirve a dioses ajenos”. En otras palabras, estaban alentando a Saúl a proseguir con algo que estaba fuera de la voluntad de Dios, y necesitaban ser castigados severamente por ello.
David le rogó a Saúl en el versículo 20: “No caiga, pues, ahora mi sangre en tierra delante de Jehová”. Al expresar esto, le estaba diciendo a Saúl que si iba tras él y lo mataba, el Señor vería su sangre inocente y lo juzgaría. La batalla de Saúl no era solo contra David, sino también contra Dios, a quien David servía fielmente. La persecución de David por parte de Saúl se compara en el versículo 20 con un cazador que caza perdices por los montes. David no era una amenaza para Saúl y, sin embargo, Saúl lo perseguía.
Saúl reconoció su pecado en el versículo 21. Nuevamente reconoció que David pudo haberlo matado, pero consideró que su vida era preciosa. Esta conversación entre David y Saúl ante el ejército le dio a todo el ejército la oportunidad de juzgar por sí mismos entre los dos hombres.
En el versículo 22, David le pidió a uno de los jóvenes de Saúl que viniera a buscar su lanza. Le recordó a Saúl que el Señor recompensaba a cada persona por su justicia y fidelidad; y le dijo que podría haberlo matado ese día, pero eligió honrar a Dios perdonando su vida. Así como David había honrado a Dios, Dios también lo honraría a él por su obediencia y respeto a Saúl. La oración de David era que Dios lo honrara quitando el problema que Saúl había estado causando.
David no disfrutaba el problema que Saúl le había estado causando. Por segunda vez, David pudo haber matado a Saúl y haber eliminado ese problema, pero decidió dejar que Dios lo hiciera en Su debido tiempo. Saúl bendijo a David y confesó ante sus hombres que David haría grandes cosas y triunfaría. Lo reconoció como un hombre de Dios honorable. Saúl luego envió a David por su camino y regresó a casa (v 25).
David sabía que el odio de Saúl hacia él era tan intenso que no abandonaría su búsqueda. Él confiaba en Dios, pero decidió marcharse a donde Saúl ya no lo persiguiera más. Decidió ir a la tierra de los filisteos y vivir con ellos. Saúl dudaría en invadir el territorio de los filisteos en búsqueda de David.
David tomó a sus seiscientos hombres y fue a Aquis, hijo del rey Maoc de Gat, en la región de los filisteos. Se estableció en Gat y se quedó allí con su familia (27:3). Esto proporcionaría a su familia cierta estabilidad durante un tiempo. Cuando Saúl oyó que David se había establecido en Gat, abandonó su persecución (27:4). Obviamente, no quería arriesgarse a la guerra con los filisteos.
Con el tiempo, David se acercó a Aquis y le pidió que les designara a él y a sus hombres una ciudad propia. Se sentía incómodo viviendo en la ciudad real con Aquis. No está claro por qué David sintió que necesitaba mudarse de Gat. Obviamente, no todos habrían aceptado la presencia de estos israelitas en su pueblo. Israel y los filisteos eran enemigos. Mudarse de Gat le daría a David y a su familia más independencia, y les permitiría vivir una vida tranquila por su cuenta. Aquis les dio la ciudad de Siclag. Este pueblo sería de los reyes de Judá a partir de ese momento (v. 6). En total, David viviría en la región de los filisteos durante un año y cuatro meses (v. 7).
Durante su estadía con los filisteos, David y sus hombres incursionaron en los territorios de los pueblos circundantes (v 8). Según el versículo 8, asaltaron el territorio de los gesuritas, los gezritas y los amalecitas. Cuando atacaban un territorio, mataban a todos los que estaban en él, pero se llevaban ovejas, vacas, burros, camellos y ropa. Por medio de estas incursiones, David y sus hombres se estaban enriqueciendo y limpiando la región de naciones paganas.
Aunque Aquis le preguntaba a David sobre sus campañas, éste no le daba todos los detalles. Él le diría que había atacado a un pueblo, pero no le decía cómo había tomado todos los animales y matado a todos los habitantes de la región (vv. 10-11). Si Aquis hubiera sabido la magnitud de las batallas y las victorias de David, es posible que se hubiese sentido amenazado.
David se ganó la confianza de Aquis. Éste creía que se había convertido en una espina en el costado de Israel y pensaba que al tratar bien a David, David permanecería con él y sería su siervo para siempre.
Los caminos de Dios a menudo son muy diferentes de los nuestros. David vivió con los enemigos de Israel, protegido por los filisteos y disfrutando de la libertad de la persecución de Saúl. Durante este tiempo, Dios estaba enriqueciendo a David. Todo esto era parte de la preparación de Dios para que David se convirtiera en rey.
Para Meditar:
- En el capítulo 24, vimos cómo Saúl se retiró de su búsqueda de David solo para renovarla en el capítulo 26. Aunque sus acciones decían una cosa, su actitud hacia David nunca cambió. ¿Por qué es importante que nos ocupemos tanto de nuestras actitudes como de nuestras acciones?
- En el capítulo 26, Dios abrió una puerta para que David tomara la lanza y la vasija de agua de Saúl. Este también habría sido un momento ideal para matarlo. David tuvo discernimiento para conocer la voluntad de Dios y no ir más allá. ¿Alguna vez nos hemos encontrado atravesando puertas abiertas, pero yendo más allá de donde Dios nos había llamado?
- ¿Qué aprendemos en este pasaje acerca de la protección de Dios sobre la vida de David?
- David no buscó una salida fácil a su problema con Saúl, sino que esperó el tiempo de Dios. ¡Qué fácil es para nosotros hacer todo lo que esté a nuestro alcance para salir de nuestras pruebas y problemas! ¿Por qué crees que David se negó a hacer esto?
- ¿Qué estaba logrando Dios durante la estancia de David en territorio filisteo? ¿Cómo ha usado Dios nuestro pasado para prepararnos para Su propósito?
Para Orar:
- Pidamos a Dios que examine nuestras actitudes. Roguémosle que cambie cualquier actitud que no corresponda con Sus propósitos para nuestra vida.
- Oremos a Dios para que nos ayude a estar conformes con Su voluntad. Pidámosle que nos dé discernimiento para no ir más allá de lo que nos ha llamado a hacer.
- Demos gracias a Dios que Él usa pruebas y tribulaciones en nuestras vidas para cumplir Su propósito. Clamemos a Dios que nos dé gracia y fortaleza para aprender de nuestras pruebas.
25 – Saúl y la Adivina
Leamos 1 Samuel 28:1-25
Saúl era un hombre atormentado. Ya hemos visto sus celos y cómo éstos le hicieron gastar grandes cantidades de recursos y energía persiguiendo a David. También hemos visto sus ataques de ira. En al menos dos ocasiones trató de clavar a David a la pared con su lanza. Fue atormentado por espíritus malignos. La música de David lo ayudó hasta cierto punto, pero los espíritus malignos todavía parecían ser un problema constante para él. Temía por su trono y el futuro de su familia. En este capítulo, vislumbramos un poco más este miedo cuando los filisteos decidieron atacar a Israel.
Los filisteos y los israelitas eran enemigos. El choque entre estas dos naciones existió durante todo el reinado de Saúl. En esta ocasión, los filisteos reunieron sus fuerzas para pelear contra Israel. Debido a que David vivía en la región de los filisteos, Aquis le dijo que debía acompañar a su ejército en su ataque a Israel.
En el versículo 2 David accedió a acompañar al ejército filisteo en la batalla. El rey Aquis le prometió a David que lo haría su guardaespaldas. Esto nos permite ver la confianza que se había construido entre Aquis y David. Es algo sorprendente que David aceptara unirse a Aquis en su batalla contra Israel. Sin embargo, esto es algo que no debería interpretarse así, pues no hay evidencia de que David tuviera la intención de dañar a su propio pueblo.
Cuando Saúl vio el ejército de los filisteos, el versículo 5 nos dice que “se turbó su corazón en gran manera”. Obviamente, Saúl percibió que estaba en serios problemas y temió por su reino y por su vida.
Sin saber lo que le esperaba, Saúl consultó al Señor para ver qué debía hacer. Observemos en el versículo 6 que lo hizo utilizando diferentes vías. Dios no le respondió ni por sueños, ni por profetas, ni por el Urim. El Urim formaba parte de un conjunto de piedras conocidas como Urim y Tumim, sobre las cuales leemos en Éxodo 28:30. Los sacerdotes del Antiguo Testamento las usaban para determinar la voluntad del Señor en una situación particular. Aunque Saúl quería escuchar de parte de Dios acerca de su situación, el Señor se rehusaba a responderle.
Durante muchos años Saúl había estado resistiendo la voluntad del Señor. Desde muy temprano en su reinado, él había optado por no escuchar todo lo que Dios le había dicho. A menudo hacía lo que quería hacer. Hacía lo que pensaba que era correcto y no lo que sabía que el Señor quería que hiciera. Incluso en este asunto de su persecución a David, Saúl estaba luchando contra el propósito del Señor. Durante toda su vida había dejado al Señor a un lado. Ahora, cuando quería que el Señor le hablara de esta batalla, el Señor ya no le hablaba. Dios había retirado Su Espíritu de Saúl debido a su persistente dureza. Esta es una advertencia muy poderosa para nosotros en nuestros días. No nos atrevamos a resistir la voz de Dios; puede llegar el día en que ya no nos hable.
Al darse cuenta de que el Señor no le respondería, Saúl decidió buscar un médium para preguntar sobre su futuro (v. 7). Cuando Samuel vivía, había expulsado a todos los encantadores y adivinos de la tierra (v. 3). Esto significaba que eran muy escasos, y los que quedaban en la nación estaban escondidos.
Es importante que nos percatemos que esta reacción de Saúl es una muestra de la dureza de su corazón. El hecho de que el Señor no le respondiera pudo haber hecho que él se arrepintiera, pero no fue así. Si Dios no le respondía, entonces acudiría a un adivino. Durante tanto tiempo Saúl había endurecido su corazón a Dios y a Sus propósitos que ahora no podía arrepentirse de sus pecados.
Saúl envió a sus criados a buscar un adivino que pudiera consultar a los espíritus a nombre de él; y ellos le dijeron que había una mujer así en la región de Endor.
Entonces Saúl se disfrazó y fue con dos hombres a donde estaba la adivina. Puede haber varias razones por las que Saúl se disfrazó ese día. Primero, la práctica de consultar a los adivinos fue prohibida por el Señor en Levítico 19:31. A los hechiceros había que matarlos (Éxodo 22:18), y aquellos que consultaran a los encantadores debían ser cortados del pueblo de Dios (Levítico 20:6). Saúl sabía lo que el Señor pensaba de tal práctica. Es posible que se hubiera disfrazado porque no quería que la gente lo viera desobedecer el mandamiento directo del Señor. Segundo, Saúl pudo haberse disfrazado para no asustar a la adivina. Si ella veía que se trataba del rey, podría no consultar a los espíritus en su nombre por temor a que le estuviera tendiendo una trampa.
Cuando Saúl y sus hombres llegaron a Endor, le pidieron a la mujer que consultara a un espíritu por ellos. En particular, querían consultar el espíritu de Samuel.
La mujer tenía muchas sospechas respecto a estos hombres. Ella les recordó que Saúl había cortado a los adivinos y a los evocadores de la tierra (v. 9). Si bien parece que fue Samuel quien decidió expulsar a estos encantadores y adivinos, probablemente habrían sido los hombres de Saúl quienes llevaron a cabo esta acción. La mujer pensaba que estos hombres habían venido de parte de Saúl para atraparla. Creía que tan pronto como comenzara su práctica, la sacarían y la matarían. Solo cuando Saúl le aseguró que no sería castigada por consultar a un espíritu por él, ella accedió a su pedido.
En el versículo 11 la mujer le preguntó a Saúl: “¿A quién te haré venir?”. Saúl le dijo que trajera a Samuel. No se nos dice qué procedimiento usó para hablar al espíritu de Samuel, pero tuvo éxito en abrir la comunicación entre el espíritu de Samuel y Saúl.
Es difícil entender exactamente lo que está sucediendo en este pasaje. Algunos creen que el espíritu que esta mujer pudo invocar no era Samuel sino un espíritu maligno que se hacía pasar por Samuel. El problema con esto es que el pasaje no da ninguna señal de que Saúl le estaba hablando a un espíritu maligno y no a Samuel. El resto del pasaje claramente se refiere a ese espíritu como el espíritu de Samuel. Lo que está claro es que esta mujer se estaba comunicando con el espíritu de Samuel en contra de la voluntad de Dios. Dios no siempre nos impedirá hacer cosas contrarias a Su voluntad.
Cuando la mujer vio a Samuel, gritó con todas sus fuerzas: “¿Por qué me has engañado? Pues tú eres Saúl” (vv. 12, 13). En ese momento, se le reveló que el hombre que tenía delante era al que más temía.
De nuevo Saúl le dijo que no tuviera miedo y le preguntó qué era lo que había visto. Ella le dijo que había visto un espíritu que salía de la tierra (v. 13); el cual vestía una túnica. Saúl sabía que se trataba del espíritu de Samuel y se inclinó rostro en tierra (v. 14).
El espíritu de Samuel le habló a Saúl y le preguntó por qué lo había molestado (v. 15). Saúl le dijo que estaba muy angustiado y le explicó que los filisteos estaban luchando contra él. Le había pedido al Señor que lo guiara, pero el Señor se había negado a responderle, así que estaba llamando al espíritu de Samuel para que lo aconsejara (v. 15).
El espíritu de Samuel le dijo a Saúl que el Señor se había apartado de él y ahora se había convertido en su enemigo (v. 16). El espíritu continuó diciendo que las cosas se estaban desarrollando tal como lo había profetizado cuando estaba vivo. Dios estaba arrancando el reino de Saúl y dándoselo a David (v. 17). Estaba haciendo esto porque Saúl se había negado a obedecer al Señor al destruir a los amalecitas y todo lo que poseían (ver 1 Samuel 15). El espíritu de Samuel le dijo a Saúl que al día siguiente el Señor entregaría tanto a Israel como a él mismo a los filisteos. Saúl y sus hijos serían asesinados y se unirían a él en el mundo de los espíritus (v. 19).
Las palabras del espíritu de Samuel llenaron de miedo a Saúl. Estaba tan abrumado que cayó al suelo (v. 20). No había comido ese día y estaba débil.
La mujer vio lo conmocionado que estaba. Ella le recordó cómo había tomado su vida en sus manos al obedecer su orden, y le rogó que le permitiera darle algo de comer para que tuviera fuerzas para salir de su casa. Obviamente, ella no quería que Saúl y sus hombres se quedaran con ella, especialmente a la luz de las noticias del espíritu de Samuel.
Saúl inicialmente se negó a comer. Estaba muy abrumado por el miedo. Sus hombres, sin embargo, se unieron a la mujer para instarlo a comer, y finalmente accedió. La mujer sacrificó un becerro y horneó un poco de pan (v. 24). Después que Saúl y sus hombres comieron, salieron de la casa de la hechicera.
Saúl había endurecido persistentemente su corazón hasta el punto en que ya no podía escuchar al Señor. Dios le había dado todas las oportunidades para escuchar y obedecer, pero Saúl se negó. Había sellado su destino con su rebelión, y ahora había llegado el final. Al día siguiente, su reino sería despojado de él y de su familia.
Este pasaje nos muestra que los espíritus de quienes han muerto están muy vivos sin su cuerpo físico. Estos espíritus son capaces de razonar, pensar y comunicarse. Está bastante claro en este pasaje que hay una vida después de la muerte. Si bien va en contra del propósito de Dios que haya comunicación entre este mundo y el mundo de estos espíritus, el vislumbre que tenemos en este pasaje de este mundo de los espíritus debería animarnos. Lo que sabemos en esta vida no es todo lo que hay. Hay todo un mundo más allá de éste. Aquellos de nosotros que conocemos al Señor Jesús, entraremos en ese mundo y conoceremos el gozo de Su presencia para siempre.
Para Meditar:
- Según lo que hemos aprendido acerca de la vida de Saúl, ¿cómo endureció su corazón a las cosas del Señor?
- ¿Cuál es la diferencia entre caer en pecado y endurecer persistentemente el corazón como lo hizo Saúl?
- ¿Qué aprendemos en este pasaje sobre la práctica de consultar a los adivinos? ¿Qué dice Dios acerca de esta práctica?
- ¿Qué aprendemos en este pasaje acerca de los espíritus de los que han muerto?
Para Orar:
- Pidámosle al Señor que mantenga nuestro corazón a tono con Él y Sus propósitos. Roguémosle que mantenga nuestro corazón sensible a Él.
- ¿Hemos tenido alguna vez algún trato con la práctica oculta de consultar a los espíritus de los muertos? Arrepintámonos de esta práctica y pidámosle a Dios que nos limpie y nos perdone por este pecado.
- Demos gracias al Señor por Su paciencia con nosotros. Oremos a Él para que nos ayude a vivir nuestra vida sabiendo que llegará el día en que tendremos que dar cuenta de nuestra vida en la tierra.
- Agradezcamos al Señor que hay una vida después de la muerte. Clamemos a Él para que nos dé la seguridad de que cuando muramos, estaremos en Su presencia.
26 – La Captura y la Restauración de Siclag
Leamos 1 Samuel 29:1—30:31
En el capítulo anterior vimos que Aquis quería que David peleara con él en la batalla contra Israel; y David se unió a los filisteos para la batalla. Una vez más, no está claro cuáles eran las intenciones de David, y si realmente habría luchado contra su propio pueblo.
Los filisteos reunieron sus fuerzas y se prepararon para la batalla contra Israel. David estaba con los filisteos mientras marchaban en sus tropas. El versículo 2 nos dice que marchaban en la retaguardia con las fuerzas de Aquis. La presencia de David no pasó desapercibida para los otros comandantes filisteos, quienes preguntaron a Aquis sobre David (v. 3). Ellos habían oído hablar de su reputación, y tenían miedo de ir a la guerra con él. No tenían la confianza que Aquis tenía en David.
Aquis les dijo a sus compañeros comandantes que David había estado con él durante más de un año y que no había encontrado falta en él. Confiaba en él completamente. Sin embargo, no pudo convencerlos de que David debía ir con ellos a la batalla. Los otros comandantes filisteos le dijeron a Aquis que enviara a David y sus hombres a casa (v. 4). Dejaron en claro que temían que David se volviera contra ellos en medio de la batalla, pues haciendo esto recobraría el favor de Saúl. También habían oído hablar de su reputación como líder militar citando lo que el pueblo de Israel decía sobre él: “¿Saúl hirió a sus miles, y David a sus diez miles?” (v. 5). Si bien las intenciones de David no estaban claras, Dios se estaba asegurando de que no tuviera que participar en esta batalla.
Aquis se vio obligado a darle la noticia a David. En el versículo 6, le recordó a David que tenía confianza en él, pero que los otros comandantes no compartían esa confianza. Le pidió a David que se fuera a su casa y le rogó que no hiciera nada que desagradara a los otros comandantes (v. 7). Aquis pudo haber creído que estos comandantes no habrían dudado en volverse contra David si no regresaba a casa.
Aunque David cuestionó la decisión de los otros comandantes en el versículo 8, se sometió a sus deseos, se levantó temprano en la mañana con sus hombres y regresó a casa. Obviamente, esta batalla no era suya.
Cuando los hombres de David regresaron a casa sintiéndose algo rechazados, encontraron que su ciudad natal había sido asaltada por los amalecitas (30:1). Los amalecitas atacaron Siclag y la quemaron, tomando cautivos a las mujeres y a los niños.
La realidad de lo que había sucedido fue muy amarga para David y sus hombres. El versículo 4 nos dice que “alzaron su voz y lloraron, hasta que les faltaron sus fuerzas para llorar”. Las dos esposas de David fueron llevadas cautivas. Sus hombres estaban tan abrumados por lo que había sucedido que hablaron de apedrear a David (v. 6). Tal vez lo estaban culpando, pensando que si no se hubieran unido a los filisteos, habrían estado presentes en el pueblo para defender a sus familias.
Estas cosas angustiaron mucho a David. Había sido rechazado por los comandantes filisteos, su ciudad había sido quemada, sus esposas habían sido llevadas cautivas y ahora sus propios hombres querían matarlo. Las cosas no iban bien para él. En este momento de su vida, parecía que Dios lo había despojado de todo lo que valoraba. Tal vez nosotros nos hayamos encontrado en alguna situación similar. En el versículo 6 hay una pequeña frase la cual resulta importante que observemos. Aquí el escritor nos dice que David halló fortaleza en Jehová su Dios. Cuando todo parecía ir mal, David se volvió a Jehová su Dios y encontró fuerzas para enfrentar los obstáculos. Esa fuerza todavía está disponible para nosotros hoy.
Animado en el Señor, David llamó al sacerdote Abiatar. Cuando llegó Abiatar, David le pidió que consultara al Señor para ver si debía perseguir a los asaltantes. Abiatar lo hizo así y volvió con la respuesta: “Síguelos, porque ciertamente los alcanzarás y de cierto librarás a los cautivos” (v. 8).
David reunió a sus seiscientos hombres. Según el versículo 10 vemos que doscientos de ellos estaban demasiado cansados para unirse a David en la batalla y solo habrían sido un estorbo para él. Entonces David les dijo a estos hombres que se quedaran atrás, y con los cuatrocientos restantes, persiguió a los amalecitas.
Cuando iban de camino se encontraron con un egipcio que parecía estar enfermo. Le dieron agua y comida (v. 11). Estas provisiones revivieron al egipcio que no había comido durante tres días (v. 12). Cuando el hombre revivió lo suficiente, David lo interrogó y descubrió que el hombre era esclavo de un amalecita. Su amo lo abandonó cuando vio que estaba enfermo, y lo dejó para que se muriera (v. 13).
El egipcio le dijo a David que los amalecitas habían asaltado a los cereteos, el territorio de Judá y Caleb, y habían quemado la ciudad de Siclag (v. 14). David le preguntó al egipcio si podía llevarlos donde estaban los que habían asaltado la ciudad (v. 15). Él prometió hacerlo si David prometía no matarlo ni entregarlo a su amo. David estuvo de acuerdo y entonces el egipcio los condujo al lugar donde los amalecitas acampaban (v. 16).
Cuando llegaron al campamento, David y sus hombres los encontraron en medio de una fiesta salvaje. Estaban comiendo, bebiendo y celebrando. Estaban celebrando el gran botín que habían tomado de los filisteos y de Judá (versículo 16).
David no perdió tiempo en atacar a los amalecitas. Luchó contra ellos desde el anochecer hasta la noche del día siguiente. La matanza fue muy grande y los amalecitas tuvieron muchas bajas. Solo cuatrocientos jóvenes escaparon huyendo en camellos (v. 17). David y sus hombres recuperaron todo lo que los amalecitas les habían quitado, incluidas sus esposas (v. 18). No faltó ni una sola persona. Dios protegió a la familia de David y a las familias de todos los hombres de su ejército. David también tomó ganado como botín y lo llevó delante de él en su camino a casa (v. 20).
Cuando David y su ejército regresaron, enfrentaron otro problema. Había hombres entre el ejército de David que no querían compartir el botín con los doscientos soldados que estaban demasiado cansados para pelear y se quedaron atrás (vv. 21, 22). David estuvo presto a resolver este conflicto.
No hagáis eso, hermanos míos, de lo que nos ha dado Jehová, quien nos ha guardado, y ha entregado en nuestra mano a los merodeadores que vinieron contra nosotros.¿Y quién os escuchará en este caso? Porque conforme a la parte del que desciende a la batalla, así ha de ser la parte del que queda con el bagaje; les tocará parte igual. (vv. 23-24).
Permítanme subrayar dos principios importantes en estos versículos.
Primero, David les dijo a sus hombres que el botín les había sido dado por el Señor; no era de ellos para hacer lo que quisieran. No tenían todo el derecho sobre la distribución del botín porque no era de ellos, sino del Señor. Es importante que tengamos esto en cuenta. Nuestras posesiones al final le pertenecen a Dios, y Él tiene el derecho de hacer con ellas lo que le plazca.
Segundo, David reconoció la importancia de cada hombre en su ejército. Es cierto que los doscientos hombres que se quedaron atrás no tuvieron que soportar el calor y la intensidad de la batalla. Sin embargo, tenían un papel importante que desempeñar: custodiar los suministros que quedaban en la ciudad. ¡Qué fácil es para nosotros pensar que un ministerio es más importante que otro! A veces elevamos ciertos dones y llamados por encima de otros. Dios no hace esto. Él recompensará a la persona que trabaja fielmente en el anonimato, así como a la que está al frente. No nos atrevamos a cometer el mismo error que cometieron los hombres de David. Ellos no estaban viendo las cosas desde la perspectiva de Dios. Desde ese día en adelante, se hizo una ordenanza que el botín debía compartirse entre los que peleaban la batalla y los que se quedaban cuidando los suministros (v. 25). Cada persona debía ser honrada por su papel. Cada persona debía compartir la recompensa.
David no solo compartió el botín con los doscientos hombres que custodiaban los suministros, sino que también lo envió a los ancianos de Judá que habían sido saqueados y estaban sufriendo por la incursión de los amalecitas. Este fue un acto de compasión de parte de David hacia sus hermanos en Judá. En lugar de asaltar a su pueblo con los filisteos, Dios usó a David para bendecirlos.
El botín fue a muchas ciudades y pueblos de la región que habían sido asaltados por los amalecitas (vv. 27-31). La bendición que Dios le había dado a David y a sus hombres fue compartida con los habitantes de los lugares por donde peregrinaron. Ellos fueron generosos con lo que Dios les había dado. La tragedia personal de David se convirtió en una fuente de tremenda bendición para muchos.
Habría sido difícil para David imaginar cómo el rechazo por parte de los filisteos y la incursión de los amalecitas podría haber bendecido a tantas personas. Dios, sin embargo, tomó lo que parecía ser una tragedia y la convirtió en una maravillosa bendición para muchas personas. Él puede hacer lo mismo con tus tragedias.
Para Meditar:
- ¿Cómo protegió Dios a David de pelear contra su propio pueblo?
- ¿Alguna vez hemos sentido que Dios nos está alejando de una posición o ministerio en particular que habíamos elegido?
- David encontró fortaleza en el Señor en un momento en que todo parecía ir mal. ¿Alguna vez hemos experimentado esa fuerza? Expliquemos.
- ¿Qué nos enseña David sobre el valor de cada persona con sus diferentes roles? ¿Por qué a veces nos resulta fácil creer que algunos roles son más importantes que otros?
- ¿Qué aprendemos acerca de las bendiciones que Dios da? ¿Son nuestras para hacer lo que queramos? ¿Qué quiere Dios que hagamos con la bendición que Él nos da?
- ¿Cómo cambió Dios la tragedia de David en bendición? ¿Alguna vez Dios ha hecho esto por nosotros? Abundemos.
Para Orar:
- Agradezcamos a Dios por las veces en que nos guardó de caer en el pecado.
- Pidámosle a Dios que nos dé valor para obedecer en todo lo que Él nos llame a hacer.
- Demos gracias al Señor que Su fuerza es mayor que los problemas que enfrentamos en esta vida.
- Encomendemos todo lo que tenemos al Señor. Digámosle que puede hacer lo que quiera con lo que nos ha dado.
- ¿Estamos enfrentando una dificultad personal o cierta situación en este momento? Demos gracias al Señor que puede usar lo que parece ser una tragedia para lograr un gran bien.
27 – La Muerte De Saúl
Leamos 1 Samuel 31:1—2 Samuel 1:27
Los filisteos se habían estado preparando para luchar contra los israelitas. En esta ocasión, los filisteos eran demasiado fuertes para Israel, y los israelitas sufrieron grandes bajas y huyeron del ejército filisteo (31:1). Ese día tanto Saúl como Jonatán estaban entre las bajas (31:2). Jonatán fue asesinado y Saúl herido de muerte. Al ver la gravedad de su situación, Saúl llamó a su escudero y le pidió que lo matara. Según 1 Samuel 31:4, entendemos que la razón de esto fue que no quería caer en manos de los filisteos para que no lo torturaran. El escudero de Saúl, respetando a su amo, se negó a matarlo, por lo que Saúl se echó sobre su propia espada con la intención de quitarse la vida.
Cuando el escudero de Saúl vio que Saúl estaba muerto, él también se echó sobre su espada y se suicidó (31:5). En ese día, Saúl, sus tres hijos y su escudero murieron (31:6).
Cuando los israelitas oyeron que Saúl y sus hijos habían muerto, abandonaron sus ciudades y huyeron. Los filisteos ocuparon dichos pueblos.
Al día siguiente, cuando los filisteos vinieron a despojar a los muertos de sus posesiones, encontraron a Saúl y a sus tres hijos (31:8). Al ver el cuerpo de Saúl, le cortaron la cabeza y le quitaron la armadura. Enviaron mensajeros por toda la tierra para que anunciaran que Saúl había sido asesinado. Esta noticia se proclamó en los templos de los dioses filisteos en todo el país. La armadura de Saúl fue puesta en uno de estos templos. Su cuerpo decapitado fue colgado en el muro de la ciudad de Bet-sán (31:10).
Cuando los habitantes de Jabes de Galaad oyeron lo que los filisteos habían hecho con Saúl, viajaron de noche a Bet-sán y quitaron los cuerpos de Saúl y sus hijos del muro, llevándolos a Jabes, donde los incineraron (31:12). Si bien la cremación no era la costumbre de los israelitas, los habitantes de Jabes de Galaad probablemente optaron por quemar los cuerpos para que no se les pudiera abusar más. Luego tomaron los restos cremados, los enterraron en Jabes y ayunaron durante siete días en señal de luto.
Es importante que mencionemos que los habitantes de Jabes de Galaad tenían una conexión especial con Saúl. En 1 Samuel 11, Saúl los había librado de las manos de los amonitas. De no haber sido por la intervención de Saúl; se habrían convertido en esclavos de los amonitas. Esta batalla en particular contra los amonitas fue la primera batalla de Saúl, y lo estableció en la mente del pueblo como rey. El pueblo de Jabes de Galaad nunca olvidó la ayuda que Saúl les había brindado y escogieron honrarlo en su muerte.
Cuando David regresó de haber derrotado a los amalecitas, quienes habían incendiado su ciudad, se quedó en Siclag. Al tercer día de su estancia en Siclag, llegó un hombre del campamento de Saúl. Este hombre estaba sucio y vestido con ropa rasgada. Cuando él vio a David, cayó al suelo en señal de respeto (1:2).
David le preguntó de dónde había venido, y éste le dijo que se había escapado del campamento de los israelitas. David tenía curiosidad por escuchar noticias de la batalla. El hombre le dijo a David que los israelitas habían huido de la batalla. Muchos habían muerto y entre ellos estaban Saúl y Jonatán (1:4).
David le preguntó al hombre cómo sabía que Saúl y Jonatán estaban muertos (1:5). El hombre le dijo que estaba en el monte Gilboa y encontró a Saúl apoyado en su lanza. Los carros y los jinetes filisteos estaban casi sobre él. Al acercarse, Saúl lo llamó y le preguntó quién era. El hombre le dijo a Saúl que era amalecita y le preguntó si podía hacer algo por él (1:7). Saúl suplicó al amalecita que lo matara. Probablemente Saúl estaba sufriendo y no quería que los filisteos lo encontraran con vida.
El amalecita le dijo a David que mató a Saúl porque sabía que no podría sobrevivir. En otras palabras, el asesinato de Saúl fue un acto de misericordia para aliviar su sufrimiento y evitar que los filisteos lo capturaran. También tomó la corona de Saúl y el brazalete que tenía en su brazo y se la dio a David (1:10).
Cuando David y sus hombres oyeron lo que había sucedido, rasgaron sus vestidos en señal de duelo. Lloraron y ayunaron hasta la noche por Saúl, su hijo Jonatán y el ejército caído de Israel (1:12).
En 2 Samuel 1:13, David le preguntó al joven que había traído la noticia de la muerte de Saúl y Jonatán sobre su nacionalidad. Él le respondió que era hijo de un amalecita. Entonces David le preguntó por qué no tuvo miedo de matar al ungido del Señor. Luego llamó a uno de sus hombres para que golpeara y matara al amalecita, diciéndole que la sangre del ungido del Señor sería sobre su cabeza.
La música acompañó a David durante toda su vida. En este momento de crisis, David recurrió a su música para liberarse, y escribió un canto de lamentación para hacer frente a su dolor y ordenó que sus hombres lo aprendieran en memoria de Saúl y Jonatán (1:18). Este canto muestra algo de los pensamientos de David hacia Saúl y su hijo Jonatán. Lo examinaremos brevemente aquí.
En 2 Samuel 1:19, David comenzó su lamento diciendo: “¡Ah perecido la gloria de Israel sobre sus alturas!”. La gloria a la que David se refiere aquí es Saúl, quien era su rey. Al hablar de Saúl como la gloria de Israel, David no lo está comparando con Dios. Sin embargo, Saúl era el siervo ungido de Dios. A pesar de que Saúl no siempre fue lo que debería haber sido, David todavía lo amaba y lo respetaba como siervo de Dios.
Observemos también que la gloria de Israel yacía caída sobre sus alturas. Esta es obviamente una referencia al Monte Gilboa donde Saúl y sus hijos fueron derrotados.
David no deseaba que los enemigos de Saúl se enteraran de su derrota. En 2 Samuel 1:20, pidió en su lamento que se ocultara la noticia de la muerte de Saúl a los habitantes de las principales ciudades de los filisteos. No quería ver a los filisteos regocijarse por la muerte del ungido del Señor.
Necesitamos recordar que Saúl le había hecho la vida muy difícil a David. David había pasado muchos años huyendo de Saúl, quien buscaba matarlo. Saúl era su enemigo, pero David todavía lo respetaba. No se regocijó en la derrota de Saúl, ni quiso que nadie más lo hiciera. ¡Cuán fácil es para nosotros regocijarnos en la derrota de nuestros enemigos! La actitud de David hacia la muerte de Saúl es un ejemplo a seguir por nosotros.
En 2 Samuel 1:21, David maldijo las montañas que le quitaron la vida a Saúl y a su hijo Jonatán.
Montes de Gilboa,
Ni rocío ni lluvia caiga sobre vosotros,
ni seáis tierras de ofrendas;
Porque allí fue desechado el escudo de los valientes,
El escudo de Saúl, como si no
hubiera sido ungido con aceite.
David elogia tanto a Saúl como a su hijo Jonatán por sus valientes esfuerzos en la batalla. “Sin sangre de los muertos, sin grosura de los valientes, el arco de Jonatán no volvía atrás, ni la espada de Saúl volvía vacía” (2 Samuel 1:22). Estos hombres lucharon valientemente y defendieron a su pueblo hasta la muerte. En vida, Saúl y Jonatán fueron amados y queridos, y permanecieron juntos hasta la muerte. Eran hombres rápidos y fuertes, respetados como valerosos guerreros (1:23).
David llamó a las mujeres de Israel a llorar por Saúl (2 Samuel 1:24). Bajo su reinado, ellas fueron vestidas de escarlata y adornadas con ornamentos de oro. Ahora estos grandes hombres habían caído en la batalla.
David menciona a Jonatán de manera especial en 2 Samuel 1:26. Fijémonos cómo lo llamó su hermano. Había un lazo de hermandad entre David y Jonatán que era muy fuerte. David llegó a decir que el amor de Jonatán por él era más maravilloso que el de una mujer. En otras palabras, había un vínculo de amistad que David experimentó con Jonatán que no había experimentado ni siquiera con sus propias esposas.
Este fue un momento difícil para David y sus hombres. David se afligió ese día por la muerte de su amigo más cercano y por la derrota de Israel a manos de los filisteos. Mientras se afligía, caminó a través de los restos carbonizados de la ciudad de Siclag que había sido incendiada por los amalecitas. Sin embargo, veremos, que Dios como lo había hecho antes, tomaría lo que parecía ser una terrible tragedia y la usaría para lograr un propósito más sublime en la vida de David.
Para meditar:
- El juicio de Saúl finalmente había llegado. No pudo oponerse a este juicio. ¿Qué nos advierte esto hoy?
- ¿Consideras que David tenía razón al matar al amalecita que le trajo la noticia de la muerte de Saúl? ¿Por qué sí o por qué no?
- ¿Qué nos dice el canto de lamentación de David por Saúl acerca de su profundo respeto por él como el ungido del Señor? ¿Tenemos el mismo respeto por los siervos de Dios?
- David no puede regocijarse por la muerte de Saúl a pesar de que Saúl había sido su mayor enemigo durante años. ¿Alguna vez nos hemos regocijado por la derrota de nuestro enemigo? ¿Qué lección aprendemos aquí?
Para orar:
- Agradezcamos al Señor que Él es un Dios de juicio y santidad. Démosle gracias porque Él se encargará del pecado.
- Pidámosle a Dios que nos ayude a respetar a aquellos que Él ha puesto sobre nosotros. Oremos a Él para que nos perdone por las veces que no les mostramos el respeto que se merecían.
- Tomemos un momento para orar por alguien que ha causado dolor en nuestro corazón. Pidámosle a Dios que quite toda amargura e ira de nuestro corazón hacia ellos. Clamemos a Dios para que les enseñe sus caminos y provea gran bendición a sus vidas.
28 – David e Is-boset
Leamos 2 Samuel 2:1-32
Después de la muerte de Saúl, David no tuvo razón para permanecer en el territorio de los filisteos. En el versículo 1, él le preguntó al Señor si debía regresar a las ciudades de Judá. Cuando el Señor le respondió que ya era hora de que él volviera, David le pidió al Señor que le mostrara el pueblo donde quería que él y su familia se establecieran. Dios le dijo que se establecería en el pueblo de Hebrón.
Observemos cómo David busca la voluntad específica del Señor para su familia. Él creía que el Señor tenía un propósito, tiempo y lugar específicos para él y su familia. David había sido ungido rey muchos años antes de esto. Por años él y sus hombres estuvieron huyendo de Saúl. Su paciencia a menudo fue severamente probada, pero optó por esperar al Señor y Su tiempo.
Cuando el Señor le dijo a David que regresara a Judá, David reunió a sus dos esposas y a sus hombres con sus familias y se mudó de Siclag a Hebrón como el Señor le había dicho. Los hombres de Judá vinieron a Hebrón y ungieron a David como rey sobre toda la casa de Judá. Aunque esto fue en cumplimiento de la promesa de Dios muchos años antes, fue solo un cumplimiento parcial porque Judá era solo una de las tribus de la nación de Israel. Dios parecía guiar a David paso a paso, enseñándolo y equipándolo en cada etapa.
Una de las primeras cosas que hizo David como rey de Judá fue enviar mensajeros a los hombres de Jabes de Galaad para expresarles su gratitud por su bondad hacia Saúl y su familia. En 1 Samuel 31:11-13, estos hombres tomaron los cuerpos de Saúl y Jonatán del muro de Bet- sán y los enterraron. Él envió el siguiente mensaje a los habitantes de esta ciudad:
Benditos seáis vosotros de Jehová, que habéis hecho esta misericordia con vuestro señor, con Saúl, dándole sepultura. Ahora, pues, Jehová haga con vosotros misericordia y verdad; y yo también os haré bien por esto que habéis hecho. Esfuércense, pues, ahora vuestras manos, y sed valientes; pues muerto Saúl vuestro señor, los de la casa de Judá me han ungido por rey sobre ellos. (vv 5-7)
Por medio de este mensaje, David prometió mostrar bondad a los habitantes de Jabes de Galaad por su respeto a Saúl, su enemigo.
No todos estaban contentos de ver a David ungido rey. Una de las personas inconformes fue Abner, el ex comandante militar de Saúl. No estaba dispuesto a aceptar el reinado de David. Debe señalarse que David había sido ungido rey solo por la tribu de Judá. El resto de Israel aún no lo había aceptado como su rey. En el versículo 8, Abner tomó a Is-boset, uno de los hijos de Saúl, y lo llevó a Mahanaim, donde lo instauró rey sobre Galaad, Gesuri, Jezreel, Efraín, Benjamín y el resto de Israel (v. 9). El pueblo de Dios ahora tenía dos reyes. Reunir al pueblo de Dios como una sola nación no resultaría fácil.
Is-boset, hijo de Saúl, tenía cuarenta años cuando comenzó a reinar. Él gobernaría sobre Israel por dos años (v. 10). La tribu de Judá no aceptó a Is-boset como rey; David era su rey. David reinaría en Judá durante siete años y medio. Es imposible saber lo que sintió David durante este tiempo. Él no era rey sobre todo el pueblo de Dios. Sólo una tribu se sometió a él. Una vez más, esta fue una prueba del Señor. Como hemos mencionado, Dios guiaría a David lentamente, un paso a la vez. Solo podemos admirar a David por su paciencia mientras esperaba que el Señor cumpliera Su propósito completo en su vida.
Durante los siete años y medio que David reinó en Judá, hubo tensión entre Judá y el resto de Israel. En los versículos 12 y 13 tenemos un ejemplo de la tensión entre los dos reinos en aquellos primeros días. Abner, el comandante militar de Is-Boset reunió a sus hombres para luchar contra el ejército de David bajo el liderazgo de Joab. Los dos ejércitos se encontraron en el estanque de Gabaón.
Abner sugirió que algunos de sus jóvenes pelearan cuerpo a cuerpo frente a ellos (v. 14). Joab aceptó el desafío y los hombres fueron elegidos para la pelea. De acuerdo al versículo 15, doce hombres de la tribu de Benjamín y doce de los hombres de David fueron elegidos para enfrentarse entre sí. El versículo 16 nos dice que los hombres agarraron a sus oponentes por la cabeza y les clavaron una daga en los costados. Los veinticuatro hombres murieron. En memoria de este evento, el lugar recibió el nombre de Helcat-hazurim que significa “campo de dagas” o “campo de hostilidades”.
Los acontecimientos de ese día precipitaron una batalla muy violenta. Ambos ejércitos se enfrentaron en la batalla. Los hombres de David eran más fuertes y las tropas de Is-boset fueron derrotadas (v. 17).
Entre los hombres de David había tres hijos de un hombre llamado Sarvia. Sus nombres eran Joab, Abisai y Asael. Ya hemos conocido a Joab. Era el comandante del ejército de David (ver versículo 13). Asael, su hermano, era un corredor muy rápido. En el versículo 18 se le describe “ligero de pies como una gacela del campo”.
Asael también era un joven muy decidido. Cuando vio que Abner se había escapado, decidió perseguirlo. El versículo 19 nos dice que no se volvió a la derecha ni a la izquierda mientras lo perseguía. Nada lo distraería. Estaba decidido e iba a capturar o matar a Abner, sin importar el costo.
Mientras Asael lo perseguía, Abner miró hacia atrás y lo reconoció. “¿No eres tú Asael?”, preguntó en el versículo 20. Asael respondió: “¡Sí!”. Entonces Abner le aconsejó que dejara de perseguirlo (v. 21); pero Asael se negó y continuó persiguiéndolo.
Abner repitió lo que le dijo, pero esta vez le advirtió a Asael que lo mataría si no dejaba de perseguirlo. “Apártate de en pos de mí; ¿Por qué he de herirte hasta derribarte? ¿Cómo levantaría yo entonces mi rostro delante de Joab tu hermano?” le dijo Abner en el versículo 22.
A pesar de estas advertencias, Asael se negó a abandonar la persecución. Por lo que Abner clavó el extremo de su lanza en el estómago de Asael, de tal modo que lo atravesó y salió por la espalda. Asael cayó al suelo y murió en el acto (v. 23). Al ver lo que le había sucedido a Asael, los hombres del ejército de David detuvieron su persecución. Obviamente, Asael era muy respetado. Su muerte habría sido un desánimo para los hombres.
Los otros dos hermanos de Asael, Joab y Abisai, continuaron persiguiendo a Abner, posiblemente impulsados por la muerte de Asael (v. 24). Esta persecución duró hasta que se puso el sol. Para entonces, Abner había llegado a la colina de Amma, donde los hombres de Benjamín se reunieron detrás de él.
Protegido por los hombres de Benjamín, Abner gritó a Joab:
¿Consumirá la espada perpetuamente? ¿No sabes tú que el final será amargura? ¿Hasta cuándo no dirás al pueblo que se vuelva de perseguir a sus hermanos? (v. 26).
Obviamente, Abner ya había sufrido suficiente pérdida. Él solo quería ver que la lucha finalizara.
Joab, volviendo en sí, se percató de la verdad que estaba diciendo Abner. En el versículo 28, tocó la trompeta para detener la persecución.
Abner y sus hombres atravesaron por el desierto de Arabá, cruzaron el Jordán y llegaron a Mahanaim (v. 29). Joab también volvió de la batalla. Cuando contaron a sus hombres, se descubrió que, además de Asael, solo faltaban de los hombres de David diecinueve (v. 30). Los hombres de David, sin embargo, habían matado a trescientos sesenta benjamitas. Ellos enterraron a Asael en la tumba de su padre en Belén. Entonces Joab y sus hombres caminaron toda la noche y llegaron a Hebrón al amanecer.
Este capítulo nos da una mejor visión de la confusión que imperaba en los primeros días del reinado de David. La lucha de hermano contra hermano. El pueblo de Dios estaba dividido. De alguna manera, este capítulo es una imagen de la iglesia de nuestros días. Dios nos dé sabiduría para solucionar las diferencias que nos dividen.
Para Meditar:
- Leímos en esta sección cómo David buscó la voluntad específica del Señor para su vida. ¿Tiene Dios un propósito específico para nosotros? ¿Cuán importante es que busquemos ese propósito?
- ¿Qué aprendemos en este capítulo acerca de cómo Dios guió a David? ¿Qué aprendemos acerca de la paciencia de David mientras esperaba en Dios?
- ¿David siempre fue aceptado? ¿Deberíamos esperar que la gente siempre nos acepte a nosotros y a nuestro ministerio?
- ¿Qué cosas dividen al pueblo de Dios hoy?
- Asael fue muy persistente en su persecución a Abner. Esta persistencia finalmente fue la causa de su muerte. ¿Acaso es posible que perseveremos en las cosas malas? ¿Por qué es importante que busquemos la voluntad específica de Dios en cada asunto?
- Asael rechazó el consejo de Abner. Joab su hermano tomó el consejo de Abner y tocó la trompeta para terminar la batalla. ¿Puede Dios guiarnos a través del consejo de nuestros enemigos?
Para Orar:
- Pidámosle al Señor que nos ayude a estar más dispuestos a buscar Su dirección y voluntad para nuestra vida y ministerio.
- Clamemos a Dios para que nos dé más paciencia y confianza en Él y en Su tiempo. Pidámosle que nos perdone por las veces que hemos tratado de tomar el asunto por nuestras propias manos.
- Oremos a Dios para que derribe las barreras que existen entre hermanos y hermanas en Cristo.
- Supliquémosle a Dios que nos muestre si estamos perseverando en las cosas equivocadas. Si es así, pidámosle gracia para entregarle estas cosas antes de que sea demasiado tarde.
- Pidámosle a Dios que nos dé humildad para escuchar y valorar el consejo, incluso de aquellos que consideramos nuestros enemigos. Gracias a Dios que Él puede incluso usar a nuestros enemigos para enseñarnos.
29 – La Alianza y Muerte de Abner
Leamos 2 Samuel 3:1-39
David había sido elegido para ser rey sobre la tribu de Judá. Is-boset, el hijo de Saúl, gobernó sobre el resto de la nación. Hubo una guerra civil entre Israel y Judá en esos días. El versículo 1 nos recuerda que esta guerra duró mucho tiempo. Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo, David se hizo más fuerte, mientras que los fieles a la casa de Saúl se debilitaron (v. 1).
La bendición de Dios hacia David fue notoria en que Él le había concedido muchos hijos. Amnón fue su primer hijo a través de Ahinoam de Jezreel (v. 2). El segundo hijo de David, Quileab, era hijo de Abigail. Su tercer hijo Absalón lo tuvo con Maaca, la hija del rey de Gesur (v. 3). Adonías fue su cuarto hijo a través de Haguit (v. 4). Su quinto hijo fue Sefatías, hijo de Abital. La esposa de David, Egla, le dio su sexto hijo, Itream (v. 5). Todos estos hijos le nacieron cuando estaba en Hebrón.
Es importante considerar que aquí en este contexto David tiene al menos seis esposas. Examinaremos el significado de este hecho más adelante en este capítulo.
Volvamos ahora a Abner, el comandante militar de Is-boset. El versículo 6 nos dice que durante este tiempo de guerra entre David e Is-boset, Abner estaba fortaleciendo su posición en la casa de Saúl. La guerra entre Israel y Judá le dio la oportunidad de aumentar su autoridad y poder.
La audacia de Abner en aumentar su autoridad se evidencia en el hecho de que tomó a una de las concubinas de Saúl. Esta fue una declaración muy osada por parte de Abner. Las concubinas del rey eran su propiedad. Abner no tuvo ningún problema en reclamar la propiedad de Saúl como propia.
Is-boset confrontó a Abner sobre esto en el versículo 7. Parece claro que Abner vio el desafío de Is-Boset como una cuestión de lealtad hacia él y la casa de Saúl. Cuando Is-boset cuestionó a Abner por haber tomado la concubina de su padre, Abner le respondió:
¿Soy yo cabeza de perro que pertenezca a Judá? Yo he hecho hoy misericordia con la casa de Saúl tu padre, con sus hermanos y sus amigos.
Abner se ofendió mucho cuando Is-boset lo cuestionó. Él vio esta pregunta como una duda sobre su lealtad.
Abner estaba tan enojado por haber sido confrontado por el rey que decidió retirar su apoyo a Is-boset y ponerse del lado de David (v. 9). Está bastante claro aquí que Abner no estaba comprometido con la familia de Saúl, y parecía estar más interesado en el poder y la posición. Él estaba dispuesto a darle la espalda a la casa de Saúl para promover su propia causa. Abner se dio cuenta de que David un día se convertiría en rey sobre todo Israel (v. 10). A pesar de que las intenciones de Abner no son claras, sus acciones hicieron que Is-boset tuviera mucho miedo. Al perder a Abner, estaba perdiendo a su comandante militar más talentoso y experimentado. Is-boset temía no solo por la pérdida de su comandante militar sino también por el recordatorio de la promesa de Dios a David de darle el trono de Saúl. Is-boset sabía que estaba en problemas y temía por su futuro y el futuro de su familia.
Abner envió mensajeros a David pidiéndole llegar a un acuerdo él (v. 12); y le prometió que traería a todo Israel bajo su reinado. La tentación para David era confiar en Abner y no en el Señor. David estaba muy complacido de ver que Abner estaba dispuesto a ponerse de su lado. Sin embargo, le dijo que solo aceptaría su propuesta con una condición. Abner no debía venir a la presencia de David a menos que viniera con Mical, la hija de Saúl y ex esposa de David (1 Samuel 18:27).
Mical se le había quitado a David y se había entregado a otro hombre como esposa (1 Samuel 25:44). Nos queda preguntarnos si David no estaba diciendo algo a través de este acto. Mical era hija de Saúl. Mientras que en un tiempo David no se sintió digno de ser el yerno de Saúl, ahora exigía a Mical. ¿Podría ser que hubiera una motivación política detrás de esta petición? ¿Quería David que la nación de Israel viera que había sido yerno de Saúl? ¿Pensaba él que el tener a Mical de vuelta fortalecería su vínculo con Israel?
Aunque la razón por la cual David hizo esta solicitud no es clara, en el versículo 15 vemos el resultado. La solicitud de David fue enviada al rey Is-boset, quien dio órdenes de que Mical se le quitara a su esposo y se enviara a David. El versículo 16 describe una imagen bien detallada del esposo de Mical, Paltiel, siguiendo a Mical mientras se la quitaban. Él la siguió llorando hasta que Abner le exigió que regresara a casa. Cabe preguntarse qué sentiría Dios acerca de esta escena. David tenía seis esposas y ahora estaba separando a Mical de su esposo para promover su propia causa política.
En cuanto a Abner, se reunió con los ancianos de Israel y los desafió a ponerse del lado de David (vv. 17-18), y les recordó que Dios había prometido hacer rey a David. Abner también habló a la tribu de Benjamín acerca de esto; y después de hacerlo, viajó a Hebrón para decirle que Israel y Benjamín estaban listos para ponerse de su lado.
David recibió a Abner y a sus veinte hombres y les preparó un banquete (v. 20). Al final de esta fiesta, Abner pidió permiso para irse, a fin de poder reunir a todo Israel para hacer rey a David. David envió a Abner en paz para hacer esto. En todo esto, no tenemos registro de David buscando la voluntad del Señor. En última instancia, este sería uno de los medios por los cuales David recibiría esta autoridad, pero las circunstancias en torno a esta serie de eventos hacen que nos preguntemos si todos estos acontecimientos estaban en el plan perfecto de Dios. El engaño, el esfuerzo humano, la confianza en la influencia humana y la ruptura de la unidad familiar fueron parte del esquema que se desarrolló ese día. ¿Estas cosas realmente fueron de parte de Dios o fueron producto del esfuerzo de hombres para alcanzar el propósito divino por medios humanos? Dios puede usar nuestros esfuerzos pecaminosos e impacientes para lograr Su propósito, pero seremos responsables por lo que hemos hecho. David y Abner tendrían que responder ante Dios por lo que hicieron ese día.
Después que Abner se fue, Joab, el comandante militar de David, regresó de una incursión con mucho botín (v. 22). Todo esto podría haber sido visto por David como una señal de que Dios estaba complacido con sus acciones. Sin embargo, debemos ser cuidadosos a la hora de ver todas las bendiciones de Dios como una señal de que aprueba nuestras acciones. En Mateo 5:45, Jesús nos recuerda que Su Padre “hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos”.
Cuando Joab supo que Abner había venido a David y que el rey lo había despedido en paz, habló a David de lo que había hecho. Cuestionó la disposición de David en dejar que Abner se marchara. Joab dudaba de las intenciones de Abner. Él creía que Abner había venido a espiar a David (v. 25). Joab no confiaba en Abner.
Joab tenía una razón muy personal para que no le agradara Abner. En 2 Samuel 2:22-23, Abner había matado al hermano de Joab. Esto puede, en parte, explicar por qué Joab estaba molesto con David por enviar a Abner en paz.
Cuando Joab salió de la presencia de David aquel día, envió mensajeros tras Abner para que lo trajeran de regreso. Joab hizo esto sin el conocimiento de David. Cuando Abner regresó a Hebrón, Joab lo llevó aparte como para hablar con él en privado; pero cuando estaba solo con él, lo apuñaló y lo mató. El versículo 27 deja muy claro que la razón por la que mataron a Abner no fue tanto por la intención de proteger a David y a su trono como por vengar la sangre de su hermano Asael, a quien Abner había matado.
Toda esta historia está llena de engaño y ambición egoísta. Las actitudes y acciones pecaminosas están en todas partes. Sin embargo, en estos sucesos Dios continúa cumpliendo Sus propósitos. Abner, en quien David había puesto su confianza, ahora es quitado de la escena. Todas las posibilidades de que este hombre pudiera unir los dos reinos habían desaparecido. David ahora se ve obligado a poner su confianza en Dios. Hay momentos en que Dios nos despojará de las cosas en las que estamos poniendo nuestra confianza. Él tiene su manera de prevalecer sobre nosotros cuando vamos por el camino equivocado.
Cuando David escuchó lo que Joab había hecho, se declaró inocente a sí mismo y a su reino ante el Señor de la sangre de Abner (v. 28). Maldijo a la familia de Joab diciendo: “Que nunca falte de la casa de Joab quien padezca flujo, ni leproso, ni quien ande con báculo, ni quien muera a espada, ni quien tenga falta de pan” (v. 29).
Aquel día, David llamó al pueblo de Judá a rasgar sus vestidos y vestirse de cilicio en señal de luto por Abner. Celebraron un funeral por Abner con David caminando detrás de su cuerpo (v. 31). Abner fue enterrado en Hebrón. Esto pudo haber sido para mostrarle al pueblo que David había aceptado completamente a Abner y que era inocente de su sangre.
David cantó un lamento en honor a Abner. En este lamento, él pregunta por qué Abner debe morir como un criminal (v. 33). Aunque Abner no fue un prisionero, ni fue un criminal, murió como un hombre malvado. David vio injusticia en la muerte de Abner.
El pueblo fue tocado por el lamento de David. En su dolor, David se negó a comer. Aunque el pueblo lo instó a comer algo, David se negó a hacerlo hasta que se puso el sol (v. 35). Al ver esto, el pueblo de Israel se dio cuenta de que David no tuvo parte en la muerte de Abner. De esta manera, se mantuvo la relación entre Israel y el propio territorio de David en Judá. Ese día lo que pudo haber sido muy dañino para la relación entre las dos naciones fue recuperado y reparado por las acciones de David.
Aquel día David declaró ante todos que Abner era un gran príncipe. Maldijo a Joab y a su familia por su terrible acción; pidiendo a Dios que le diera el pago por lo que hicieron (vv. 38-39).
Es importante que veamos en este capítulo que Dios puede tomar una situación terrible y usarla para Su gloria y nuestro bien. La historia que hemos analizado aquí está llena de pecado y maldad. La desconfianza en Dios, el engaño, la insensibilidad y la venganza son temas clave. Dios continúa realizando Sus propósitos a pesar de las actitudes y acciones pecaminosas de los seres humanos. Dios no necesita hacer esto, pero personalmente estoy agradecido de que lo haga. Estoy agradecido de que Dios no se da por vencido conmigo cuando fallo o me desvío del camino que Él ha trazado claramente. ¡Qué gran consuelo es saber que Su misericordia y gracia son más grandes que mi pecado! Esto no es una excusa para hacer lo que me plazca. La maldición de Dios cayó sobre Joab y su familia por sus acciones. Dios nos juzgará por nuestro pecado y tendremos que responderle por nuestras acciones, pero Su propósito general no será interrumpido por nuestro pecado. Él es más grande que nuestro pecado y en Su gracia y misericordia, aún cumplirá Su propósito. Vemos aquí cómo la relación entre Israel y Judá se estaba reparando en un momento en que podría haber sido gravemente dañada por las acciones de Joab. Alabado sea Dios porque Él es más grande que nuestra pecaminosidad, y puede lograr Sus propósitos a pesar de nuestra rebelión y fracasos.
Para Meditar:
- ¿Qué evidencia hay en este pasaje del deseo de poder y autoridad de Abner?
- ¿Hay evidencia en este capítulo de que David estaba confiando en Abner para que lo ayudara a cumplir la promesa de Dios de ser rey sobre Israel y Judá? ¿Alguna vez hemos confiado en alguien o algo que no sea Dios para obtener la victoria que necesitábamos? Expliquemos.
- ¿Nos ha despojado Dios alguna vez de las cosas en las que estábamos poniendo nuestra confianza? ¿Cuál fue el resultado?
- ¿Qué evidencia encontramos en este pasaje de actitudes pecaminosas e incorrectas? ¿Acaso estas cosas amenazan lo que Dios quiere hacer? ¿Qué evidencia tenemos de que Dios todavía tenía el control a pesar de los pecados de David, Abner y Joab?
- ¿Cómo Dios hizo que la situación de este pasaje obrara para bien? ¿Qué aliento nos trae esto en nuestra situación?
Para Orar:
- Agradezcamos al Señor que Él es un Dios soberano que es más grande que nuestros pecados. Démosle gracias porque el pecado no obstaculizará ni amenazará Su propósito general.
- Agradezcamos al Señor que Él juzgará el pecado y llamará al pecador a rendir cuentas por sus acciones.
- Agradezcamos al Señor por las veces que nos ha despojado de aquellas cosas en las que estábamos poniendo nuestra confianza. Démosle gracias porque solo Él puede darnos la confianza y la seguridad que necesitamos.
- Agradezcamos al Señor por las ocasiones en que Él ha solucionado situaciones a pesar de nuestro pecado y nuestros defectos. Démosle gracias porque nos ha protegido de nuestro pecado.
30 – David es Proclamado Rey
Leamos 2 Samuel 4:1—5:25
En el capítulo anterior vimos cómo David decidió aliarse con Abner en un intento de unir a Israel y Judá. Este esfuerzo humano por cumplir el propósito de Dios fracasó cuando Joab mató a Abner en venganza por la muerte de su hermano. Hemos visto que el esfuerzo humano no puede hacer cumplir el propósito de Dios. Ahora veremos cómo Dios lleva a cabo Su propósito para David.
En 2 Samuel 4:1 comprendemos que la noticia de la muerte de Abner golpeó duramente a Is-boset. El versículo nos dice que se atemorizó. Esto puede deberse a que había dependido mucho de la habilidad y la experiencia de Abner. También puede ser porque temía que ahora que Abner estaba muerto, David o Joab, su comandante militar, tuvieran motivos para atacar. Más allá de esto, David estaba ganando apoyo y popularidad, incluso en Israel y Benjamín. Is-boset temía por su reino, y es posible que hasta por su vida.
David le había prometido a Saúl que no mataría a sus descendientes (1 Samuel 24:20-22). Is-boset no tenía motivos para temer a David.
En el versículo 4 nos encontramos con Mefi-boset, el hijo de Jonatán. Mefi-boset era cojo de ambos pies debido a un accidente que tuvo cuando llegó la noticia de la muerte de su padre y su abuelo. Su nodriza, temiendo lo peor, lo recogió y huyó. Mientras ella huía con él, él cayó y quedó lisiado. Descubriremos más adelante que David haría todo lo que pudo para ayudar a Mefi-boset debido a su amor por Jonatán y respeto por Saúl.
El mayor enemigo de Is-boset no era David sino sus propios hombres. En el versículo 2 nos encontramos con Baana y Recab, dos líderes de las bandas de asalto de Is-boset. Estos hombres eran de la tribu de Benjamín. El versículo 5 nos dice que un día Recab y Baana partieron hacia la casa de Is-boset y llegaron en el calor del mediodía. Is-boset, en ese momento estaba descansando en la parte interior de la casa. Baana y Recab entraron en la habitación donde descansaba y lo apuñalaron fatalmente en el estómago. Después de cortarle la cabeza, se escaparon (vv. 6-7). Este incidente nos muestra hasta qué punto las tribus de Israel y Benjamín estaban comenzando a ponerse del lado de David.
Al decapitar a Is-boset ellos pensaban que le estaban haciendo un gran servicio a David, por lo que viajaron toda la noche hasta llegar a Hebrón, donde David se quedaba, para entonces allí entregársela. Cuando llegaron, le dijeron a David:
He aquí la cabeza de Is-boset hijo de Saúl, tu enemigo, que procuraba matarte; y Jehová ha vengado hoy a mi señor el rey, de Saúl y de su linaje. (v. 8)
Probablemente Baana y Recab no esperaban la respuesta que recibieron de David. En el versículo 10, les recordó cómo había matado al hombre que trajo la noticia de que Saúl había muerto (2 Samuel 1:1-16). Les dijo que al matar a un hombre inocente, habían sellado su propio destino (v. 11). Entonces David dio órdenes de matar a Baana y Recab. Les cortaron las manos y los pies y les colgaron junto al estanque de Hebrón. Al hacer esto, estos hombres quedaron en vergüenza. En cuanto a la cabeza de Is-boset, fue enterrada en la tumba de Abner en Hebrón. Esto se hizo por respeto a Is-boset.
En este capítulo, es importante que notemos que Dios está trabajando en todos los detalles para el futuro reinado de David sobre Israel y Judá. La alianza de David con Abner no era la solución. David pudo pensar que esta alianza humana habría asegurado su reinado sobre ambas naciones, pero esto no era parte del plan de Dios. David no tuvo que hacer nada en esta ocasión. Dios estaba llevando a cabo Sus propósitos en Su tiempo y a Su manera. La muerte de Is-boset prepararía el camino para que David se convirtiera en rey sobre la tribu de Israel y Benjamín. Todo lo que David tenía que hacer era esperar en Dios.
Luego de la muerte de Is-boset, las tribus de Israel vinieron a David en Hebrón. Le recordaron que en el pasado, bajo el liderazgo de Saúl, David había sido quien condujo a Israel al éxito militar. También sabían que el Señor le había hecho una promesa a David de hacerlo rey sobre Israel. Este versículo aclara que la batalla entre Israel y Judá fue promovida políticamente por Saúl e Is-boset para preservar el trono de su familia. La tendencia del pueblo de Israel era ponerse del lado de David. Incluso cuando Saúl era rey, David disfrutaba de mayor popularidad que Saúl. Ahora que Saúl y sus descendientes ya no estaban, el pueblo rápidamente recurrió a David para que fuera su rey. Cuando todos los ancianos de Israel llegaron a David en Hebrón, hicieron una alianza con él y se rindieron a su liderazgo como rey. Allí en Hebrón ungieron a David por rey sobre todo Israel. Observemos nuevamente que David no tenía que ir en buscar de esta posición. Dios, en Su tiempo, lo llevó ahí. ¡Qué diferente es cuando esperamos en el Señor! El esfuerzo humano conduce a la futilidad y al fracaso. Pero cuando Dios está en el asunto, todo encaja perfectamente en su lugar.
Los versículos del 4-5 nos dicen que David tenía treinta años cuando comenzó a reinar. Reinó durante cuarenta años. Reinó sobre Judá durante siete años y medio, y sobre Israel y Judá durante treinta y tres años.
Lo que estamos viendo en este capítulo es cómo Dios estaba revelando sus propósitos para David. David había esperado mucho tiempo para ver el cumplimiento de esos propósitos. Había vagado de un lugar a otro en el desierto huyendo de Saúl. Solo reinó sobre Judá durante siete años; y durante este período, enfrentó una guerra civil entre su propio pueblo. A través de esos años de peregrinajes y batallas, Dios estaba preparando a David para convertirse en rey. El papel de David en este tiempo no era luchar para convertirse en rey, sino ser fiel y aprender lo que Dios quería que él aprendiera para que, en el tiempo de Dios, él fuera el rey que Dios quería que fuera.
Nunca es fácil esperar. A veces nos impacientamos y queremos forzar la mano de Dios. En cambio, Dios nos llama a aprender las lecciones que quiere enseñarnos. Toda esta espera y lucha tiene un propósito.
Una de las primeras hazañas de David como rey de Israel fue conquistar Jerusalén. En este punto de la historia, Jerusalén pertenecía a los jebuseos. Ellos tenían tanta confianza en las fortificaciones de esta ciudad que desafiaron a David para que la tomara diciendo: “Tú no entrarás acá; pues aún los ciegos y los cojos te echarán” (2 Samuel 5:6). Realmente creían que incluso David con toda su experiencia militar y sus victorias no era rival para ellos detrás de los muros de esta gran ciudad. David demostró que estaban equivocados y capturó la fortaleza. Según el versículo 8 vemos que la ciudad tenía una debilidad. David usó el canal del agua para acceder a la ciudad, y una vez dentro pudo derrotar a los jebuseos. David fijó su residencia en Jerusalén y la llamó la Ciudad de David. Él fortificaría la ciudad y la convertiría en el centro de sus actividades. El versículo 10 nos dice que David se volvería más y más poderoso porque Dios estaba con él.
David contrató a carpinteros y canteros de Tiro para edificar la ciudad de Jerusalén. Estos trabajadores calificados vinieron a Jerusalén trayendo troncos de cedro para la construcción (versículo 11).
David tomaría más concubinas y esposas. Dios lo bendijo con una familia aún más grande y le nacieron más hijos e hijas (5:14-16).
Dios le daría la victoria sobre los filisteos que habían sido una amenaza constante y una espina en el costado de Israel (LBLA) y Judá (v. 17). Cuando los filisteos oyeron que David había sido ungido rey sobre Israel, reunieron su ejército y lo atacaron en Jerusalén. Cuando David vio el ejército de los filisteos, le pidió al Señor que se los entregara; y Dios le dijo que le daría la victoria.
David, cobrando valor a partir de lo que el Señor le había dicho, atacó a los filisteos en Baal Perazim, y los derrotó (v. 20). Baal Perazim significa literalmente “el Señor que quebranta”. David llamó al lugar Baal Perazim por la forma en que el Señor les dio la victoria sobre los filisteos. Él comparó esta victoria con el estallido de una inundación que vence todo a su paso. Los filisteos abandonaron sus puestos dejando atrás a todos sus ídolos. David y sus hombres se llevaron esos ídolos mostrando a los filisteos que sus dioses no podían competir con el Dios de Israel.
Aunque los filisteos fueron derrotados en Baal Perazim, ellos no estaban listos para abandonar la batalla. Se reagruparon y se dispersaron en el Valle de Refaim (v. 22). Una vez más, David le preguntó al Señor qué necesitaba hacer. Esto es significativo, pues la palabra que David había recibido para la primera batalla no fue suficiente para la segunda. David todavía necesitaba buscar al Señor para la segunda batalla. Esto nos muestra que es importante buscar al Señor en cada batalla o decisión que tengamos que tomar.
El Señor nuevamente le dijo a David que estaría con él y le daría la victoria. Dios le dio a David instrucciones específicas. En el versículo 23, Él le dijo que no se enfrentara directamente a los filisteos. Debía formar un círculo alrededor de ellos y atacarlos frente a los árboles de bálsamo. Tan pronto como David escuchara el ruido como de marcha por las copas de los árboles, debía moverse rápidamente porque esto era una señal de que el Señor se movía delante de él para herir a los filisteos (v. 24). Esta batalla le pertenecía a Dios, y lo único que tenía que hacer David era seguirlo. Si así lo hacía, podía estar absolutamente seguro de la victoria. David obedeció al Señor, y los filisteos fueron derrotados (v. 25).
Estos fueron días increíbles para David y sus hombres. Dios estaba abriendo una puerta que nadie podía cerrar. Lo que queda claro de estos dos capítulos es que Dios estaba obrando. David simplemente tenía que vivir en obediencia y cosechar los resultados de la obra de Dios. El capítulo nos desafía a darnos cuenta de lo inútiles que pueden ser nuestros planes humanos para llevar a cabo la obra de Dios. Sin embargo, estos capítulos son, al mismo tiempo, una verdadera motivación para esperar en el Señor y dejar que Él vaya delante de nosotros. Cuando Dios está en nuestros esfuerzos, el enemigo se ve obligado a rendirse. Él no es rival para la voluntad y el propósito de Dios.
Para Meditar:
- Comparemos el intento de David en el capítulo 3 de hacer una alianza con Abner para unir el reino con lo que ha sucedido en los capítulos 4 y 5. ¿Cuál es la diferencia entre el esfuerzo de David para aliarse con Abner y lo que Dios hace por él en los capítulos 4 y 5? ¿Cuál es la diferencia entre el esfuerzo humano y el obrar de Dios para cumplir Su propósito a través de nosotros?
- ¿Qué evidencia tenemos en estos capítulos de que Dios está obrando? ¿Qué papel juega David en el desarrollo de los propósitos de Dios en estos capítulos?
- ¿Cuál es el papel de la perseverancia y la obediencia mientras esperamos en el Señor? ¿Qué tuvo que enfrentar David mientras esperaba al Señor durante un período de años?
- David buscó al Señor personalmente en cada una de las batallas que peleó contra los filisteos. ¿Qué tan importante es que busquemos la voluntad del Señor en cada situación o decisión que debemos tomar en la vida?
- Mientras David peleaba la batalla con los filisteos, estaba claro que era el Señor quien iba delante de él. ¿Va el Señor delante de nosotros en las batallas que enfrentamos o estamos corriendo delante de Él?
Para Orar:
- Agradezcamos al Señor por la forma en que abre puertas y va delante de nosotros en las batallas que enfrentamos.
- Tomemos un momento para considerar el camino en el que nos encontramos hoy. ¿Es este el camino que el Señor ha trazado para nosotros? Clamemos al Señor para que nos guíe y nos confirme que estamos donde Él quiere que estemos.
- Pidámosle a Dios que nos perdone por las veces que no hemos esperado en Él, sino que hemos elegido correr delante de Él haciendo las cosas con nuestra propia sabiduría y fuerza humanas.
- Oremos al Señor para que nos dé paciencia para esperar en Él cuando no tengamos una dirección clara.
31 – El Arca de Dios es llevada a Jerusalén
Leamos 2 Samuel 6:1-23
Ahora David estaba establecido como rey sobre Israel y Judá. Dios le había entregado la ciudad de Jerusalén y eligió reinar desde esta ciudad.
Al comenzar este capítulo, David decide llevar el arca de Dios a la ciudad de Jerusalén. Él había hecho de esta ciudad su propio hogar y la estaba estableciendo como la ciudad principal de las naciones unificadas de Israel y Judá. Parecía apropiado que el arca de Dios tuviera un lugar de importancia en esta nueva ciudad. La tapa del arca de Dios tenía dos querubines de oro tallados. Estos ángeles extendían sus brazos sobre el arca. Era entre las alas de estos querubines que Dios revelaría Su presencia y hablaría al sacerdote. El arca era un símbolo del trono terrenal de Dios. Era apropiado que este trono estuviera en Jerusalén. Al traer un trono aún mayor que el suyo a la ciudad de Jerusalén, David muestra su deseo de vivir en sujeción a Dios y a Su autoridad suprema. Dios era su verdadero rey.
Observemos que en los versículos 1-2 David reunió a treinta mil hombres de Israel. Él y estos treinta mil hombres partieron de Baala de Judá. Comúnmente se acepta que Baala es la ciudad de Quiriat Jearim. En Josué 18:14, se hace referencia a Quiriat-jearim como Quiriat-baal de Judá. Aquí es donde había permanecido el arca de Dios durante el reinado de Saúl. El hecho de que David trajera tantos hombres para trasladar el arca a Jerusalén es significativo. Esto fue un gran evento para David. El arca representaba la presencia de Dios. David podría haber enviado simplemente a algunos sacerdotes para que trajeran el arca de regreso, pero en su lugar eligió celebrar este evento. Hizo esto para honrar al Dios al que estaba sirviendo y para mostrarle a la gente que esta era una ocasión muy importante.
El arca fue colocada en un carro nuevo. Este carro no había sido utilizado para nada más, y había sido consagrado para este uso particular. Ellos tomaron el arca de la casa de Abinadab, donde había sido guardada por un sacerdote llamado Eleazar (ver 1 Samuel 7:1). Dos sacerdotes llamados Uza y Ahío estaban guiando el carro nuevo mientras viajaban por un terreno áspero. Ahío estaba al frente, probablemente guiando a los animales, y podemos deducir que Uza estaba detrás de él cuidando del arca.
Este evento se celebró con cantos y música toda la noche. Observemos la intensidad de esta adoración y celebración en el versículo 5:
“David y toda la casa de Israel danzaban delante de Jehová”.
David estaba muy emocionado de llevar el arca a Jerusalén, donde tendría un lugar prominente en la ciudad. Este fue un evento de mucho júbilo para el pueblo.
Mientras Uza y Ahío conducían el carro, llegaron a la era de Nacón. Cuando pasaban el umbral, los bueyes tropezaron y Uza extendió la mano y agarró el arca. Probablemente temía que se cayera del carro. Su intención era honorable; sin embargo, el incidente despertó la ira del Señor, y derribó a Uza de modo que murió junto al arca (v. 7). Esto puede parecer duro, pero hay varios detalles que debemos mencionar sobre este incidente.
Primero, debemos darnos cuenta de que, de acuerdo con la Ley de Moisés, esta arca nunca debería haber sido transportada en un carro. Dios había diseñado el arca con largas varas para que pudiera ser transportada por los sacerdotes quienes habían sido designados para este propósito. Los filisteos pusieron el arca de Dios en un carro para devolverla a Israel en 1 Samuel 6:1-8. Esto se debió a que no había sacerdotes para llevarla, y ellos no conocían los requisitos de Dios para transportarla de un lugar a otro. El pueblo de Dios parece estar imitando lo que hicieron los filisteos en lugar de seguir el procedimiento que Dios les había establecido en Su ley. Si ellos hubieran transportado el arca de la manera en que Dios lo había previsto, es posible que este incidente nunca hubiera ocurrido. David estaba permitiendo que un animal común transportara el arca de Dios cuando Él había decretado que solo los sacerdotes designados podían hacerlo. El permitir que un animal llevara el arca fue, en sí mismo, un acto de irreverencia.
La decisión de Uza de extender la mano y tocar el arca se consideró un acto de irreverencia. Esta arca era un símbolo de la presencia del Dios santo. La santidad de Dios es tal que ningún pecador humano podría entrar en Su presencia sin temor a la muerte. Esta es la naturaleza del pecado y del mal. Dios está demostrando aquí que Él es un Dios santo. Él nos está mostrando que no tenemos derecho a entrar en Su presencia o tocarlo a menos que nuestros pecados hayan sido completamente perdonados y limpiados. Por eso vino el Señor Jesús. Esta sería la respuesta de Dios a todo pecador que no tuviera a Jesús. Por lo tanto, no tendríamos acceso a Dios. Aquí Dios le estaba recordando a Su pueblo la seriedad del pecado y su separación de Él como un Dios santo.
Es preciso recordar, también, que las buenas intenciones no son suficientes para darnos acceso a Dios. La intención de Uza era servir a Dios y honrarlo al no dejar que el arca de Dios cayera a tierra. Por muy nobles que fueran sus intenciones, no fueron suficientes. Él perecería con todas sus buenas intenciones de honrar a Dios. Hay mucha gente que cuenta con sus buenas intenciones para llegar al cielo. Ellos sirven a Dios y sinceramente quieren honrarlo, pero lo hacen sin que sus pecados sean perdonados al aceptar la obra de Cristo en su favor. Solo el perdón y la purificación de Cristo pueden darnos acceso a Dios porque solo Su obra elimina la barrera del pecado. Todo este evento fue un poderoso recordatorio para el pueblo de Dios de que eran pecadores ante un Dios santo.
David y sus hombres estaban celebrando con gozo y gran felicidad la maravillosa bendición de Dios y Su presencia en medio de ellos. Sin embargo, Dios les muestra que invitar la presencia de Dios a su ciudad también era un asunto muy serio. Ellos estaban invitando la presencia de la santidad a la ciudad de Jerusalén. Cuando invitamos a Dios a nuestra presencia, hay muchas cosas que deben desaparecer. Nuestro pecado y rebelión deben ser tratados con toda seriedad.
Cuando David escuchó lo que había sucedido, se enojó con Dios, y llamó al lugar donde murió Uza, Pérez-Uza que significa “el quebrantamiento de Uza”. Ese día fue un punto de inflexión para David en su relación con Dios, y llegó a sentir miedo de Dios. Tan grande era su temor a Dios que dijo en el versículo 9: “¿Cómo ha de venir a mí el arca de Jehová?”. Decidió, por tanto, enviarla a la casa de Obed-Edom y no llevarla a Jerusalén.
Dios estaba suscitando un temor santo y reverencia por su carácter. David disfrutó celebrando la bondad del Señor. Fue un gran líder de adoración. Él tenía la habilidad de llevar a su pueblo a la presencia de Dios a través de la música. Su pueblo adoraba y celebraba las bondades, bendiciones y victorias del Señor. No obstante, ese día Dios le mostró a David otro lado de Su carácter. Le reveló Su severidad y santidad. Este era un lado de Dios que David temía. Dios es misericordioso, compasivo y amoroso, pero también es santo, justo y celoso. Debemos adorarlo no solo por sus bendiciones y misericordia, sino también porque es santo y justo. Para nosotros la santidad y la justicia de Dios no siempre son fáciles de aceptar. He tenido conversaciones con personas que estaban bastante dispuestas a aceptar a un Dios amoroso y misericordioso pero que no querían tener nada que ver con un Dios justo y santo que exigía obediencia y castigaba el pecado. Nos guste o no, Dios es amoroso y santo.
El arca de Dios permaneció en la casa de Obed-Edom durante tres meses. Durante esos tres meses el Señor bendijo abundantemente esta casa. Dios es un Dios santo, pero también generoso y lleno de gracia. El Dios santo que David temía traer a Jerusalén fue un Dios de ricas bendiciones para Obed-Edom. Cuando David vio cómo Dios había bendecido a Obed-Edom, decidió que se arriesgaría y llevaría el arca a Jerusalén (v. 12).
El versículo 12 nos dice que nuevamente hubo gran regocijo cuando trajeron el arca a Jerusalén, pero esta vez, ese gozo fue matizado con un santo temor de Dios y reverencia por su nombre y carácter. El versículo 13 nos dice que cuando los que llevaban el arca dieron seis pasos, se sacrificó un buey y un carnero engordado. Una vez más, esto nos muestra que hubo un santo temor de Dios cuando tomaron el arca para traerla de regreso a Jerusalén. Observemos también en el versículo 13, que el arca ahora estaba siendo transportada por los sacerdotes según lo decretado por Dios, y no por medio de una carreta tirada por bueyes.
Mientras el arca era traída a la ciudad de Jerusalén, David vestía un efod de lino. Esta era la vestidura del sacerdote. En ese momento en particular, David estaba actuando como sacerdote y guiando a su pueblo al culto y adoración de su Dios. David danzó delante del Señor con todas sus fuerzas (v. 14). Hubo gritos de alegría y sonido de trompetas cuando el arca entró en la ciudad de Jerusalén.
Mical, la esposa de David, lo miró desde su ventana cuando entró en la ciudad con el arca de Dios. Cuando ella lo vio saltando y danzando delante del Señor, lo despreció en su corazón. Cabe preguntarse por qué este incidente la llevó a despreciar a David. Permítame hacer un simple comentario sobre este punto.
Aunque Mical había sido mujer de David, Saúl su padre se la había dado a otro hombre. En 2 Samuel 3:14-16, David exigió que ella le fuera devuelta. Aquí hay una imagen muy triste del esposo de Mical siguiéndola y llorando cuando se la quitaron y se la devolvieron a David, quien tenía muchas esposas y concubinas. Mientras Mical miraba por la ventana, vio a David haciendo una demostración pública de su fe. Él danzó y festejó con todas sus fuerzas delante del Señor y a la vista de todo el pueblo. Para Mical hubiera sido muy fácil remontarse en su mente al día en que David la había arrebatado de su esposo. Estaba fresco en su mente el dolor que esto le había causado a su esposo Paltiel. ¿Sería que Mical estaba viendo a David actuar con hipocresía? He aquí un hombre que adoraba a Dios con muchísima intensidad pero que no tuvo problema en deshacer el matrimonio de ella. Una cosa es cierta, nuestras acciones en la vida cotidiana hablan más fuerte que lo que sucede en la iglesia el domingo. La gente ve más allá de la buena fachada que ponemos. No debemos ser demasiado duros con Mical por su actitud crítica hacia la adoración de David. Ella podía estar viendo su hipocresía.
El arca de Dios fue colocada dentro de una tienda que David había levantado para ese propósito. Cuando se puso en su lugar, se hicieron sacrificios y ofrendas en honor a Dios. Cuando las ofrendas y los sacrificios estuvieron completos, David bendijo al pueblo y le dio a cada uno una hogaza de pan, una torta de dátiles y una torta de pasas, y los envió de regreso a casa (v. 19).
Cuando David regresó a casa, se encontró con Mical, quien ya no podía contener su frustración y enojo con él. “¡Cuán honrado ha quedado hoy el rey de Israel, descubriéndose hoy delante de las criadas de sus siervos, como se descubre sin decoro un cualquiera!”, ella le dijo (v. 20). David no hizo caso a sus comentarios ni indagó más en el asunto para tratar de entender cuál era el verdadero problema de ella. Él justificó sus acciones diciéndole que Dios lo había elegido a él en lugar de su padre para ser rey sobre su pueblo. Él le dijo que adoraría de la manera que quisiera, y que si lo que hacía le parecía poco digno a ella, realmente no le importaba. Estaba dispuesto a volverse aún más indigno. David procedió a decirle a Mical que él no tomaba esto como una deshonra. Parece haberse ofendido por la respuesta de Mical.
El versículo 23 nos dice que Mical no tendría hijos. Esto puede deberse a que David nunca más tuvo relaciones sexuales con ella. También puede ser un juicio del Señor. Lo que está claro es que en esta cultura, que una mujer no tuviera hijos era evidencia de la maldición de Dios sobre su vida. Si bien David muestra falta de respeto e insensibilidad hacia su esposa y su necesidad, Dios todavía responsabilizó a Mical por su arrebato y falta de respeto hacia David. Sin embargo, la maldición de Mical pudo haber sido más grande que este incidente con David. También puedo haber sido el resultado de la maldición de Dios sobre Saúl y toda su familia. Mical no tendría un hijo a través de David ni perpetuaría el linaje de Saúl.
Para Meditar:
- ¿Por qué David hizo del traslado del arca de Dios a Jerusalén un acto tan suntuoso?
- ¿Cómo David muestra irreverencia hacia el arca de Dios al colocarla sobre un carro que era transportado por bueyes? ¿Cómo debería haber sido trasladada el arca?
- ¿Las buenas intenciones son suficientes para acercarnos a Dios? ¿Qué aprendemos de Uza? ¿Qué nos separa de Dios? ¿Cómo Jesús elimina esta barrera?
- ¿Qué aprendemos en este capítulo acerca de la santidad de Dios? ¿Por qué nos resulta difícil a menudo aceptar este atributo de Dios?
- ¿Qué aprendemos acerca de la importancia de conciliar nuestro estilo de vida con nuestra adoración? ¿Es posible que practiquemos una adoración sincera y llevemos un estilo de vida pecaminoso?
- ¿David estaba dispuesto a escuchar las preocupaciones de Mical, su esposa? ¿De qué manera él pudo haber respondido diferente?
Para Orar:
- Agradezcamos al Señor que Él es un Dios de santidad y gracia. Pidámosle que nos ayude a vivir conscientes de estos dos aspectos diferentes de Dios.
- Agradezcamos al Señor que Su obra en la cruz eliminó la barrera entre nosotros y Dios.
- ¿Conocemos a personas que creen que las buenas intenciones son suficientes para acercarlos a Dios? Clamemos al Señor para que les muestre que el pecado es la barrera principal.
- Pidámosle a Dios que examine nuestro corazón y nos muestre cualquier área de hipocresía. Supliquémosle que nos dé una vida que sea tan sincera en el diario vivir como en la adoración.
- Oremos al Señor para que nos dé gracia para escuchar las críticas de los demás.
32 – El Plan de David Para Construir un Templo
Leamos 2 Samuel 7:1-29
Si hay algo claro acerca de David, es que, a pesar de sus defectos, amaba al Señor y le gustaba mucho adorarle. Esto no quiere decir que fuera perfecto; estaba lejos de serlo. Sin embargo, cuando se trataba de la adoración a Dios, David parecía cobrar vida. Aquí es donde estaba su corazón. Él amaba a su Dios y quería adorarlo y honrarlo. Esto era obvio en el hecho de que David quería llevar el arca de Dios a la ciudad de Jerusalén; donde podría tener un lugar prominente en la ciudad que estaba construyendo.
Cuando David se estableció en su palacio en Jerusalén y el Señor le dio cierto descanso de sus enemigos, decidió construir un templo para Dios. Fijémonos en su razonamiento en el versículo 2. Al hablar al profeta Natán, dijo: “Mira ahora, yo habito en casa de cedro, y el arca de Dios entre cortinas”. Él pensaba que el Señor era digno de tener un gran templo que lo honrara. El profeta Natán le dijo a David que siguiera adelante y que hiciera todo lo que estaba en su corazón. Él conocía el corazón de David y sabía que Dios estaba con él en todo lo que hacía (v. 3).
No obstante, esa noche el Señor le habló a Natán sobre el deseo de David de construirle una casa. En este capítulo Dios tiene varias cosas que decirle a David por medio de Natán.
Primero, Dios le recordó a David a través de Natán que no le había pedido que construyera un templo. Este era el deseo de David, pero no era algo que Dios lo había llamado a hacer. Dios le recordó a David que desde que los israelitas salieron de Egipto hasta ese día, Él había habitado en una tienda (v. 6). Ni una sola vez Dios le pidió a Su pueblo que le construyera un templo de cedro. De nuevo, aunque el anhelo de David es legítimo, no era el plan particular de Dios para él.
En esto hay una lección importante para nosotros. Es posible confundir una carga con un llamado. A veces sentimos carga por algo y pensamos que Dios nos debe estar llamando a hacer algo al respecto; pero no siempre es así. Hay personas que nunca han sido llamadas a un ministerio en particular y lo realizan de todo corazón, pero no están donde Dios quiere que estén. David tenía la carga en su corazón de ver un templo en Jerusalén, pero no era la voluntad de Dios que fuera él quien lo construyera.
Hay muchas cosas en esta vida que nos romperán el corazón. Hay necesidades y ministerios por los cuales sentiremos una profunda preocupación. Sin embargo, debemos darnos cuenta de que Dios no espera que nosotros mismos resolvamos todos los problemas del mundo. Él tiene un propósito específico para nuestras vidas; y debemos buscarlo particularmente en cuanto a ese propósito.
En los versículos 8-11 hay una segunda cosa que Dios tenía que decirle a David por medio del profeta Natán. En estos versículos, Dios le explicó a David el propósito que tenía para él. En el versículo 8, Dios le recordó a David cómo lo había sacado del pastoreo de ovejas y lo había hecho gobernante sobre Su pueblo. Aquí era donde David debía enfocar su atención. Dios lo estaba llamando a ser un líder fiel para su pueblo.
El Señor prometió bendecir el liderazgo de David. Le recordó que dondequiera que fuera, eliminaría a todos sus enemigos. Él le prometió en el versículo 9 que engrandecería su nombre. Dios lo convertiría en uno de los líderes más grandes de la tierra.
El pueblo de Dios se establecería en su tierra bajo el competente y también bendecido liderazgo de David. Tendrían casas y vivirían en paz. Los perversos ya no los oprimirían. David conduciría a su pueblo a un tiempo de descanso y paz diferente a todo lo que habían experimentado como nación. Este era el deseo de Dios para David.
Dios le recordó a David Su propósito para él con el fin de que no se distrajera con otras cosas buenas. Siempre habrá oportunidades de ministerio y cosas buenas para nosotros, pero debemos tener claro el propósito de Dios para nosotros de manera personal. La construcción de un templo solo habría distraído a David del llamado de Dios a ser un líder de Su pueblo. David tenía un gran deseo de ver a Dios honrado en la construcción de un templo, sin embargo, la mejor manera en la que David honró a Dios fue cuando permaneció fiel a su llamado para guiar a Su pueblo.
Después que Dios le recordó a David su llamado, lo animó por medio de Natán diciéndole que levantaría a uno de sus propios hijos para construir el templo que David deseaba (v. 13).
Dios le recordó a David además en los versículos 14-16 que Él sería un padre para este hijo que lo sucedería en el trono. Como padre, Dios lo castigaría cuando se desviara y lo traería de regreso a una buena relación con Él (v. 14). Aunque este hijo se alejara, el amor de Dios no sería quitado de él como sucedió con Saúl y su familia. El reino de David duraría para siempre. La bendición de Dios descansaría sobre su familia para siempre.
Cuando David escuchó estas palabras del Señor a través de Natán, encontró un lugar a solas con Dios y le abrió su corazón. “Señor Jehová, ¿quién soy yo, y qué es mi casa, para que tú me hayas traído hasta aquí?” dijo David. Él se sintió honrado por el hecho de que la bendición de Dios descansaría sobre su familia. Se sentía indigno de tal honor.
A David le agradó en su corazón de que Dios le concediera que uno de sus descendientes cumpliera su sueño de construir un templo. En el versículo 19 ¿Tratas a todos de esta manera, Soberano SEÑOR?” (NTV). David estaba abrumado por la demostración de bondad y compasión de Dios hacia su familia. Se sintió especialmente privilegiado de recibir tal bendición. También reconoció que Dios lo estaba tratando a él y a su familia con un favor especial; y lo alabó por haberle revelado estas cosas (vv. 20-21).
Aquel día David adoró al Señor diciendo:
Por tanto, tú te has engrandecido, Jehová Dios; por cuanto no hay como tú, ni hay Dios fuera de ti, conforme a todo lo que hemos oído con nuestros oídos. (v. 22)
La misericordia de Dios era claramente evidente en las promesas que le había dado a David a través de Natán. David se regocijó en esas promesas y exaltó el nombre de Dios.
David también alabó al Señor por la relación que tenía con Su pueblo. No había una nación como la nación de Israel. Esta era la única nación en toda la tierra que Dios había escogido para Sí mismo. Hizo grandes prodigios en medio de ellos. Sacó a Su pueblo de Egipto y les dio la victoria sobre todos sus enemigos (v. 24). La nación de Israel era una nación privilegiada. Era una nación escogida y bendecida por Dios. David se maravilló de esto y alabó al Señor por tales demostraciones de misericordia y gracia.
En el versículo 25, David le pidió al Señor que fuera fiel a Su promesa para su casa. Observemos que la preocupación de David no era él y su familia. Él quería que Dios derramara Sus bendiciones para que el mundo viera la gran misericordia y gracia del Dios de Israel (v. 26).
El mundo ve nuestra relación con Dios. Ellos ven a Dios y Su carácter a través de nosotros; también ven cómo Dios trata con nosotros, y todo esto es un testimonio de la gracia y la misericordia de Dios. Somos instrumentos que revelan a Dios al mundo. Este era el corazón de David en este pasaje. Él quería que su familia fuera una demostración de la grandeza de su Dios. ¿Qué revela nuestra vida al mundo acerca de Dios?
Cuando David concluyó este tiempo con el Señor, lo alabó por haberle revelado que su hijo construiría el templo, lo cual animó mucho a David (v. 27). Aceptó la palabra de Dios y reconoció que Él era veraz en Su palabra (v. 28). David aceptó la palabra que le fue dada por medio del profeta Natán y pidió a Dios que fuera fiel a Sus promesas para su familia (v. 29). En todo esto, David se somete a la voluntad de Dios para su vida.
Para Meditar:
- ¿Qué aprendemos en este capítulo sobre cómo era el corazón de David para con Dios?
- ¿Cuál es la diferencia entre una carga y un llamado? ¿Podemos tener carga por algo y no ser llamados a ministrar en esa área?
- ¿Cuán importante es que entendamos el llamado específico de Dios para nuestra vida? ¿Cómo este capítulo nos ayuda a comprender esto?
- ¿Cuál es el llamado particular de Dios en nuestra vida? ¿Cuál es Su propósito para usted de manera personal?
- ¿Es posible que nos distraigamos de la voluntad de Dios por las cosas buenas? Expliquemos.
- ¿Cómo David responde ante la negativa de Dios de permitirle construir un templo? ¿Cómo respondemos cuando Dios no nos permite hacer lo que queremos?
Para Orar:
- Pidámosle al Señor que nos dé algo de la pasión que tenía David por la adoración y la gloria de Dios.
- Roguémosle al Señor que nos muestre con claridad Su llamado para nosotros. Pidámosle que nos perdone si nos hemos distraído de ese llamado.
- Agradezcamos a Dios por Sus bendiciones sobre nuestra vida y la vida de nuestra familia e iglesia. Enumeremos algunas de esas bendiciones y agradezcamos especialmente por ellas.
- Clamemos a Dios para que nos dé valor para alejarnos de aquellas cosas a las que Él no nos ha llamado. Pidámosle que levante a alguien más para cumplir Su propósito en esa área.
33 – El Fortalecimiento del Reinado de David
Leamos 2 Samuel 8:1—9:13
Los capítulos 8 y 9 de 2 Samuel se dan en un contexto en el que Dios le niega a David la posibilidad de que le construyera un templo. Dios le dijo a David, a través del profeta Natán, que lo había llamado para guiar a Su pueblo a un tiempo de descanso y paz. El capítulo 8 nos muestra cómo se cumplió esto.
En el versículo 1 vemos que, con el transcurso del tiempo, David derrotó a los filisteos. La frase “en el transcurso del tiempo” indicaba que esta no fue una victoria instantánea para David, sino que fue ganada durante un período de tiempo y un esfuerzo significativo. Cuando mi hijo era pequeño, solía jugar en un equipo de béisbol. A veces, el otro equipo se presentaba para el juego, pero sin la cantidad suficiente de jugadores, lo que significaba que tenían que perder el juego. El equipo de mi hijo ganaría el partido sin necesidad de jugar. Hay momentos en que Dios nos dará la victoria sobre algo sin que tengamos que luchar por ello. Sin embargo, hay otros momentos en los que Dios quiere que juguemos el juego para ganar. Cualquiera que sea el caso, podemos estar seguros de la victoria, pero la victoria que llega con el “curso del tiempo” requiere perseverancia y esfuerzo.
En el versículo 2, vemos que David también derrotó a los moabitas. David trató a los moabitas con mucha dureza. Los hizo tender en el suelo y midió los cuerpos con un cordón. Cada dos cordones ellos eran condenados a muerte y al tercero se les permitía vivir. Ellos fueron sujetos a impuestos y se les obligó a que pagaran tributo a David.
David también obtuvo la victoria sobre la región de Soba y los arameos (vv. 3-8). Luchó contra Hadad-ezer el rey de Soba. Hadad-ezer significa literalmente “Hadad mi ayuda”. Hadad era un dios arameo y era conocido entre los cananeos como Baal. En esta batalla con Hadad-ezer, David capturó mil carros, 7 mil jinetes y 20 mil soldados de a pie. También desjarretó a todos menos a 100 de los caballos que tiraban de los carros, garantizando que nunca volverían a ser una amenaza para él. Esta fue una victoria significativa para David.
Cuando los arameos vinieron a ayudar a Hadad-ezer, el rey de Soba en su batalla contra David, derrotó a 20 mil soldados y estableció guardias en su tierra, obligándolos a someterse y pagarle tributo (v. 6).
David tomó los escudos de oro que pertenecían a los oficiales del ejército de Hadad-ezer y los llevó a Jerusalén. Tomó botín de las ciudades de Beta y Berotai, pertenecientes a Hadad-ezer, y tomó una gran cantidad de bronce.
Cuando el rey Toi de Hamat escuchó que David había derrotado a todo el ejército de Hadad-ezer, envió a su hijo Joram a saludar a David y felicitarlo por su victoria (v. 9). Joram trajo artículos de plata y oro como ofrenda de paz a David. Estos artículos de plata y oro fueron dedicados al Señor, al igual que todos los artículos tomados de las naciones que él sometió (vv. 11, 12).
Los versículos 13-14 registran la victoria de David sobre los edomitas. Mató a 18 mil edomitas en el Valle de la Sal. Esta batalla en particular le dio gran fama. David puso guarnición en Edom y obligó a los edomitas a someterse y pagar tributos. De esta manera Dios estaba bendiciendo a Su pueblo.
La promesa de Dios a David se estaba cumpliendo. Estaba en el corazón de Dios que David guiara a Su pueblo a un tiempo de paz y descanso de sus enemigos. Dios le estaba dando a David la victoria sobre sus enemigos; confirmando que a su nación se le daría descanso. El versículo 15 nos dice que David reinó haciendo lo justo y recto para todo su pueblo. Fijémonos en la palabra “todo” en el versículo 15. Esta palabra nos dice que todos en la nación recibieron justicia. David no sirvió solo a los ricos. No sirvió a unos pocos elegidos y les hizo justicia. Su reinado fue justo y equitativo para todos.
Echemos un vistazo al personal administrativo que trabajaba con David. Joab supervisaba su ejército; Josafat era su cronista; Sadoc y Ahimelec eran sacerdotes; Seraías era escriba; Benaía supervisaba a los cereteos y peleteos, probablemente en alguna forma de gobernación. Los hijos de David eran consejeros reales. Todo esto nos da la sensación de que David era un líder muy capaz, con un equipo de trabajadores fieles bajo su mando.
Cuando David se estableció como rey y su reino estuvo seguro, recordó su amistad con Jonatán y se preguntó si quedaban descendientes de Jonatán y Saúl en el país. Era su deseo honrar a estos descendientes. David le había hecho una promesa a Jonatán de mostrar misericordia a sus descendientes (ver 1 Samuel 20:14-17).
Aconteció que había un siervo de la casa de Saúl llamado Siba, quien fue llamado a comparecer ante el rey David. David le preguntó si quedaba algún descendiente de Saúl a quien pudiera mostrar misericordia (9:3). Siba le dijo al rey que uno de los hijos de Jonatán todavía estaba vivo pero que estaba lisiado de ambos pies. De 2 Samuel 4:4 sabemos que este hijo tenía 5 años cuando se supo la noticia de la muerte de Saúl y Jonatán. Su nodriza, probablemente temiendo por su vida, se lo llevó rápidamente. Y mientras huían, él cayó y esto resultó en que quedara lisiado de por vida.
Al enterarse de que el hijo de Jonatán aún vivía, David le preguntó a Siba dónde estaba. Se le dijo que Mefi-boset estaba en la casa de Maquir en Lodebar (v. 4). David mandó que lo trajeran de Lodebar para que se presentara ante él.
Cuando Mefi-boset se presentó ante David, se inclinó para mostrarle reverencia. Probablemente había cierto temor en el corazón de Mefi-boset, pero David le dijo que no tenía motivos para temer. Ese día, David le dijo a Mefi-boset que le mostraría misericordia por amor a su padre Jonatán. Prometió que le devolvería toda la tierra que pertenecía a su abuelo Saúl, y que siempre comería en su mesa como un invitado de honor.
Mefi-boset se conmovió por la bondad de David. Él se sintió indigno de tal honor, y dijo: “¿Quién es tu siervo, para que mires a un perro muerto como yo?” (v. 8).
David también le entregó a Mefi-boset a Siba, el siervo de Saúl. Siba, sus quince hijos y veinte siervos trabajarían la tierra que David le había dado a Mefi-boset (v. 10). Siba aceptó esta responsabilidad. Mefi-boset se mudaría a Jerusalén con su joven hijo Micaía, y comería en la mesa de David como uno de sus hijos. Siba, su sirviente, cuidaría de su tierra.
David no solo fue un poderoso guerrero y un administrador capaz, sino que también fue un hombre de palabra. Dios lo había llamado a ser líder de Su pueblo. Realmente fue un gran líder.
Para Meditar:
- En la última sección, vimos cómo David quería construir un templo para el Señor. Dios se negó a darle permiso, diciéndole que lo había llamado a ser líder de Su pueblo. ¿Cómo se confirma en estos dos capítulos de 2 Samuel el llamado de David a ser líder?
- ¿Dios siempre nos da la victoria de manera instantánea? ¿Por qué crees que a veces tenemos que luchar para tener la victoria en la vida cristiana?
- ¿Qué evidencia tenemos aquí de que David era un hombre de palabra? ¿Qué desafío nos trae esto hoy?
Para Orar:
- Tomemos un momento para considerar el llamado de Dios en nuestras vidas. Pidámosle a Dios que nos ayude a serles fieles a ese llamado. Agradezcámosle por el privilegio de servir de esta manera. Clamemos a Él que nos perdone por las veces que nos hemos desviado de ese llamado.
- Agradezcamos al Señor por las victorias que Él nos ha dado. Pidámosle que nos dé paciencia y ánimo para esperar en Él las victorias que están por venir.
- Demos gracias a Dios por el ejemplo de David, quien dedicó los beneficios de las victorias al Señor. Roguémosle a Dios que nos perdone por las veces que hemos fallado en darle la gloria y el honor debido en nuestras victorias.
34 – David Derrota a los Amonitas y a los Arameos
eamos 2 Samuel 10:1-19
El Señor ha estado cumpliendo Su promesa a través de David como rey de Israel. Dios había prometido usarlo para guiar a Israel a un tiempo de paz y descanso de sus enemigos (ver 2 Samuel 7:10). En el capítulo 8, vimos cómo el Señor le dio la victoria a David sobre Moab, Soba, Edom y los filisteos. Aquí, en el capítulo 10, leemos acerca de su victoria sobre los amonitas y los arameos.
La victoria de David sobre los amonitas comenzó por un acto de bondad. Cuando murió el rey de los amonitas, David decidió mostrar generosidad a su hijo. David hizo esto porque el rey amonita le había mostrado bondad. Aunque las Escrituras no hablan claramente de esta benevolencia en particular, generalmente se cree que se le mostró a David durante el tiempo en que se escondió de Saúl. En respuesta a la bondad de su padre, David envió una delegación a Hanún, al nuevo rey amonita para expresar su condolencia por la muerte de su padre (v. 2).
Cuando los hombres de David llegaron, los nobles amonitas sospecharon mucho. Ellos no confiaban en David y cuestionaron sus motivos al enviar la delegación. Al hablar con Hanún, le sugirieron que David había usado esta ocasión para enviar espías a esa región con el propósito de destruirla (v. 3).
Cuando Hanún escuchó lo que los nobles tenían que decir, actuó rápidamente. Tomó a los hombres de David, les afeitó la mitad de la barba, les cortó la ropa hasta las nalgas y los envió expuestos y humillados.
Cuando David escuchó lo que Hanún había hecho con sus mensajeros, envió hombres a su encuentro. Sus hombres habían sido humillados (v. 5). Esto fue un insulto no solo para los hombres de David, sino también para él mismo, quien había deseado expresar su sincero pésame por la muerte del padre de Hanún. David aconsejó a sus hombres que se quedaran en Jericó hasta que les creciera la barba. De esta manera no serían humillados ante aquellos que conocían.
No pasó mucho tiempo antes de que los amonitas se dieran cuenta de que el acto de su rey había sido un grave insulto para David. Ellos temían por sus vidas porque conocían el poder del ejército de David. Entonces los amonitas decidieron contratar veinte mil soldados arameos de infantería de Bet-rehob y Soba. Estas naciones ya habían sido derrotadas por David en 2 Samuel 8, y probablemente estaban bastante dispuestas a unir fuerzas con los amonitas en un intento por liberarse de la autoridad de David. También se unieron a esta coalición militar mil soldados bajo el control del rey Maaca y doce mil más de la región de Is-tob.
Cuando David se enteró de la unificación de fuerzas bajo el mando de Hanún, envió a todo su ejército a su encuentro (versículo 7). Los amonitas prepararon su formación de batalla fuera de la entrada de la puerta de su ciudad. Los arameos, Is-tob y Maaca permanecieron en el campo abierto (v. 8).
Cuando Joab, el comandante militar de David, vio que las líneas de batalla estaban trazadas y que los ejércitos estaban listos para pelear, entonces puso en marcha su plan de batalla. Envió sus mejores tropas contra los arameos a campo abierto (NTV). El resto de las tropas las puso bajo el mando de su hermano Abisai y las envió contra los amonitas a la puerta de la ciudad. El plan era que, si cualquiera de los ejércitos encontraba a su oponente demasiado fuerte, vendrían en ayuda del otro (v. 11). Con una palabra de aliento para luchar valientemente por su pueblo, encomendaron la batalla en las manos del Señor diciendo: “Haga Jehová lo que bien le parezca” (v. 12).
Joab condujo a sus tropas a la batalla contra los arameos a campo abierto, los cuales huyeron delante de él (v. 13). Cuando los amonitas que estaban a la puerta de la ciudad vieron lo que les había sucedido a los arameos, también ellos abandonaron la lucha y huyeron de las fuerzas de Abisai.
Los arameos decidieron reagruparse y enfrentarse nuevamente a Israel (v. 15). Hadad-ezer, rey de Soba, quien había hecho alianza con los arameos, hizo que trajeran el ejército arameo a Helam y los puso bajo el liderazgo de un hombre llamado Sobac (v. 16).
Cuando David escuchó cómo los arameos se habían reunido nuevamente en formación de batalla, cruzó el Jordán y fue a Helam para encontrarse con ellos. Los dos ejércitos formaron sus líneas de batalla. El ejército de David golpeó con fuerza, haciendo que los arameos se retiraran (v. 18). David mató a setecientos hombres de los carros de los arameos, y a cuarenta mil hombres de a caballo (LBLA). Sobac, su comandante militar, también fue derribado y aniquilado.
Al darse cuenta de que no eran rival para David, los reyes que ayudaban a Hadad-ezer decidieron hacer las paces con él (v. 19). Desde ese día en adelante, los arameos tuvieron miedo de pelear junto a los amonitas.
Hay dos lecciones importantes que debemos entender de este pasaje, y las examinaremos muy brevemente para concluir.
Primero, debemos darnos cuenta de lo inútil que es pelear contra el Señor y Sus propósitos. Los arameos se reagruparon para luchar contra los israelitas. Si ellos hubieran aceptado su primera derrota, no habrían sufrido tantas bajas. Jonás, el profeta, aprendió que era inútil huir del Señor. Innumerables hombres y mujeres a lo largo de los siglos también han testificado sobre la inutilidad de tratar de luchar contra los propósitos de un Dios soberano. Si hoy estamos luchando contra Dios, dejemos que esto nos sirva de lección.
En segundo lugar, vemos el peligro de sacar conclusiones precipitadas y juzgar las intenciones del corazón de los demás. La derrota de los amonitas y los arameos fue el resultado de un intento de juzgar las intenciones de David. Muchas veces los problemas han sido causados por prejuicios o ideas preconcebidas sobre otra persona. Si Hanún hubiera aceptado con gracia y agradecimiento el pésame de David y su bondad, el resultado habría sido muy diferente. Debido a nuestra respuesta podemos cambiar un acto de bondad en una maldición. Lo que estaba destinado a bendecir al rey Hanún, finalmente se convirtió en su maldición debido a su respuesta. Que esto también sea una advertencia para nosotros.
Para Meditar:
- ¿Cuál era la intención de David al enviar una comisión a Hanún? ¿Cómo interpretaron los nobles de Amón el acto de bondad de David?
- ¿Alguna vez hemos sido culpables de juzgar falsamente las intenciones de alguien con su acción? ¿Cuál fue el resultado?
- ¿Cuán importante es nuestra respuesta a la gentileza de otros? ¿Cómo nuestra respuesta puede convertir un acto de bondad en una maldición?
- ¿Qué aprendemos acerca de la inutilidad de luchar contra el propósito de Dios en nuestras vidas?
Para Orar:
- Pidámosle a Dios que nos ayude a someternos a Su propósito para nuestra vida. Supliquémosle que nos muestre si hay algún área en nuestras vidas que no le hayamos rendido.
- Roguémosle al Señor que nos perdone por las veces que hemos juzgado las intenciones de otros y rechazado sus gestos de bondad hacia nosotros.
- Agradezcamos al Señor por los muchos actos de bondad que nos ha mostrado. Pidámosle que nos ayude a ser agradecidos por esos actos.
35 – David y Betsabé: El Progreso del Pecado
Leamos 2 Samuel 11:1-27
Una de las cosas que aprecio de la Biblia es que describe a los hombres y mujeres como realmente eran. David no era perfecto. Incluso este hombre de Dios cayó en un grave pecado y entristeció el corazón de Dios. En el capítulo 11, leemos acerca de uno de los puntos más bajos en la vida de David. Este capítulo nos muestra que incluso los grandes hombres y mujeres de Dios, si no tienen cuidado, pueden tener grandes caídas.
El capítulo comienza diciéndonos que era primavera. En la primavera, los reyes solían ir a la guerra. Los comentaristas nos dicen que en esta época del año los caminos y los campos estaban secos y no obstaculizaban el paso de sus carros o soldados. Era la época del año en que las ambiciones eran altas. Los reyes tenían grandes esperanzas de obtener más tierras para ellos y de conquistar a sus enemigos.
Joab, el comandante militar de David, tomó al ejército israelita y salió a la batalla contra los amonitas. Es curioso notar que David no fue con él. Pese a que era el momento de que los reyes fueran a la guerra, David decidió quedarse en su casa en Jerusalén.
No se nos dice por qué David no fue a la guerra con su ejército. Sin embargo, sí se nos dice lo que estaba haciendo David cuando su ejército estaba peleando. En el versículo 2, encontramos a David en la cama. La Biblia no declara cuánto tiempo estuvo en la cama, pero sí sabemos por el versículo que se levantó de la cama al caer la tarde y salió a caminar sobre el terrado de su palacio. Aunque David no fue a la batalla con su ejército, enfrentó una batalla aún mayor en la azotea esa noche. Él no pudo vencer a este enemigo.
Desde su azotea, David pudo ver a una mujer bañándose, y notó que era muy hermosa. Es importante que observemos que el pasaje nos dice que David encontró a la mujer muy hermosa. Esto es significativo porque dice algo sobre la reacción de David ante lo que vio. David tenía dos opciones aquí. Al ver a la mujer, podría haberle dado la espalda y darle la privacidad que se merecía. Si lo hubiera hecho, podría haber girado la cabeza y marcharse sin tomarse el tiempo en contemplar su belleza. No obstante, David no hizo esto. Él prestó atención a su belleza y se sintió atraído por ella. Se permitió tomar el tiempo para disfrutar de esa belleza. Este fue su primer error. Si bien David era un experto en la guerra en el campo de batalla, en este asunto era bastante ciego e ignorante. El primer error de David fue permitir que sus ojos miraran más de lo debido.
En ese momento, David podría haberse detenido, pero no lo hizo. Permitió que su mente se enfocara en lo que había visto esa noche y llevó su pecado a otro nivel. El versículo 3 nos dice que David envió a alguien a preguntar por esta mujer. Quería saber algo más sobre ella. Una vez más, David debería haber buscado la fuerza del Señor para hacer frente a esta lujuria, pero la persiguió. El poder de la lujuria es muy fuerte. David estaba perdiendo rápidamente la batalla. No solo permitió que sus ojos tuvieran el privilegio de contemplar lo que no era suyo, sino que también prosiguió con el asunto al preguntar por esta mujer. ¡Qué fácil es justificar nuestras acciones como curiosidad intelectual! Esta curiosidad, sin embargo, puede acercarnos más al pecado y ponernos en un lugar donde podemos ser tentados de una manera más fácil.
David recibió noticias de que la mujer que vio era Betsabé, la esposa de Urías, uno de los soldados de David. El saber que esta mujer estaba casada debió haber detenido a David. Pero él ya había perdido la batalla de la lujuria en su corazón, y dio el siguiente paso. Envió mensajeros a Betsabé, quienes probablemente no sabían la razón por la que David la había llamado. Betsabé vino a David y él se acostó con ella.
Es importante que tomemos un momento para examinar los versículos 4 y 5 más detenidamente. El versículo 4 nos dice que Betsabé se había purificado de su inmundicia. Esta alusión a su impureza es probablemente una referencia al hecho de que acababa de completar su período de menstruación. La Ley de Moisés exigía que la mujer se purificara después de su período menstrual (ver Levítico 15:19-30). Esto es significativo porque nos muestra muy claramente que cuando ella fue a David, no estaba embarazada. Cuando Betsabé envió un mensaje a David en el versículo 5 de que estaba embarazada, no había ninguna duda en su mente de que David era el padre. Urías, su marido, no estaba. Ella no estaba embarazada cuando su marido se fue, y David fue el único hombre con el que tuvo relaciones sexuales durante ese tiempo. David era claramente el padre de este niño.
El pecado de David estaba ahora en riesgo de convertirse en conocimiento público. La batalla no terminó con su encuentro sexual con Betsabé. ¿Qué debía hacer David ahora que Betsabé estaba embarazada y su pecado corría el riesgo de salir a la luz?
La respuesta obvia a esto era confesar su pecado a Dios. Pero David no estaba dispuesto a hacer esto. En cambio, hizo todo lo que estuvo a su alcance para encubrir lo que había sucedido.
David mandó a buscar a Urías. Cuando llegó, David averiguó sobre la situación en el campo de batalla. Le preguntó sobre Joab y los soldados. Todo esto tenía como objetivo conseguir que Urías pasara la noche con su mujer a la que hacía mucho tiempo que no veía. Después de interrogar a Urías, David le dijo que fuera a casa con su esposa. La intención era que Betsabé se acostara con él y pudieran engañar a Urías haciéndole creer que ella había quedado embarazada esa noche. De esta manera se ocultaría el adulterio.
El problema, sin embargo, fue que Urías no fue a su casa. Él decidió dormir a la entrada del palacio con los sirvientes de David (v. 9). Cuando le dijeron a David que Urías no se había ido a casa, lo interrogó.
Urías le dijo a David que no sentía que sería correcto para él, como soldado, regresar a casa, comer, beber y dormir con su esposa cuando todos sus compañeros sufrían. Se vio a sí mismo como si estuviera de guardia, y no se daría el privilegio de relajarse durante la guardia. Solo podemos admirar la dedicación de Urías a su trabajo y su sentido del deber.
David decidió darle a Urías un día más. En el versículo 13, lo invitó a comer y beber con él esa noche. La intención de David es muy obvia. Él quería que Urías supiera que estaba bien que él se fuera a casa con su esposa. Le dio mucho de comer y beber con la esperanza de que cambiara de opinión. Esa noche, sin embargo, Urías aún se negó a regresar con su esposa, prefiriendo acostarse con los sirvientes en el palacio.
El intento de David de engañar y encubrir su pecado con Betsabé no funcionó. Lo que implicó que tenía que elaborar otro plan. Por la mañana, David escribió una carta a Joab y la envió con Urías. En esa carta, le dijo a Joab que pusiera a Urías en la primera línea de la batalla donde la lucha era más violenta, y que luego se retirara para que mataran a Urías. Urías volvió a Joab con su propia sentencia de muerte en la mano. Lo que comenzó con una mirada ahora había progresado a un complot de asesinato premeditado.
Cuando la ciudad de Rabá estaba sitiada, Joab le pidió a Urías que fuera a donde sabía que estaban los defensores más fuertes. Cuando los hombres de la ciudad salieron a pelear, algunos de los hombres de David cayeron en esa batalla. Urías murió en ese enfrentamiento (v. 17).
Joab envió un mensaje a David, dándole cuenta de la batalla. Él sabía que David se enojaría cuando se enterara de que había colocado a sus hombres tan cerca de la muralla de la ciudad para luchar. David era experto en tácticas militares y sabía que era absurdo poner un ejército cerca de la muralla de una ciudad donde el enemigo pudiera dispararles. En el versículo 21, se hace referencia a Abimelec, quien asaltó una torre solo para que una mujer le arrojara una piedra de molino desde la pared y él muriera (ver Jueces 9:52-53). Joab sabía que David desaprobaría la locura de lo que había hecho al enviar a sus hombres a pelear cerca del muro de la ciudad. Por esta razón, Joab le dijo a su mensajero que le dijera a David que Urías había muerto (v. 21). En otras palabras, Joab tomó la decisión de hacer lo que sabía que conduciría a la muerte de sus hombres con tal de que mataran a Urías.
Cuando el mensajero le dio el informe a David, le contó cómo los hombres de la ciudad los dominaron y salieron contra ellos. Los hicieron retroceder hasta la entrada de la ciudad, y los arqueros les dispararon flechas desde la muralla. Algunos de los soldados de David murieron en este enfrentamiento. El mensajero le dijo a David que Urías estaba entre los que habían caído.
En lugar de enojarse con Joab por la locura de este ataque, David le dijo al mensajero que regresara a Joab con el mensaje: “No tengas pesar por esto, porque la espada devora tanto a uno como al otro; haz más fuerte tu combate contra la ciudad y destrúyela…” (v. 25; LBLA). Al decir esto, David no mostró remordimiento por haber matado a Urías.
Cuando Betsabé supo que su marido había muerto, hizo duelo por él (v. 26). Pasado el tiempo del luto, David la llevó a su casa y ella se convirtió en su esposa. No está claro si alguna vez le dijo que había planeado matar a su esposo. Sin embargo, en el versículo 27 queda bastante claro que el asunto desagradó mucho al Señor.
David tenía mucha destreza militar. Él sabía que nunca se debe enviar a un ejército demasiado cerca de una muralla donde los soldados son presa fácil de las flechas del enemigo. Sin embargo, en su batalla contra la lujuria David no fue tan diestro. En este caso, se acercó demasiado a la muralla y le dio al enemigo la oportunidad de dispararle. Su pecado comenzó con una mirada sobre la muralla; progresó dando un paso a la vez hasta que lo venció. Urías y los soldados que estaban con él murieron para cubrir el pecado de David. Este pecado fue el resultado de una serie de errores. Primero, no se mantuvo ocupado con los asuntos del reino, sino que optó por quedarse en casa, exponiéndose a la tentación. En segundo lugar, se permitió detenerse en lo que sus ojos tenían prohibido ver. En tercer lugar, se negó a hacerle frente a sus pensamientos y persiguió lo que deseaba. En cuarto, no confesó su pecado ante Dios, sino que eligió ocultarlo. En quinto, tomó el asunto en sus propias manos en un intento de deshacerse de toda evidencia de su delito. La caída de David fue muy grande. Muchas personas sufrieron y murieron como resultado de su pecado. Su fracaso es una advertencia para nosotros. Fácilmente podríamos caer en la misma trampa.
Para Meditar:
- ¿Por qué es importante que estemos atentos en nuestro tiempo libre? ¿Cómo puede nuestro tiempo libre convertirse en un instrumento en manos del enemigo para tentarnos a pecar?
- ¿Qué debería haber hecho David cuando vio a Betsabé? ¿Alguna vez nos hemos detenido a contemplar el pecado? ¿Por qué esto es peligroso?
- ¿Cómo vemos en este capítulo que un pecado lleva a otro? ¿Hemos experimentado esto en nuestra propia vida?
- Aunque la confesión nunca es fácil, en última instancia es más fácil que encubrir nuestros pecados. ¿Estamos de acuerdo con esta afirmación? ¿Por qué sí o por qué no?
- ¿Cuántas personas se vieron afectadas por el pecado de David con Betsabé? ¿Nuestros pecados nos afectan solo a nosotros? ¿Quién más se ve afectado por nuestros pecados?
- ¿Qué aprendemos en particular de este capítulo que nos ayudará a lidiar con las tentaciones que enfrentemos hoy en nuestras vidas?
Para orar:
- Supliquémosle a Dios que nos proteja en nuestros momentos libres para que no estemos expuestos al pecado.
- Roguémosle al Señor que nos dé dominio para darle la espalda a aquellas cosas que nos están prohibidas ver o experimentar. Pidámosle que nos dé poder para vencer la tentación.
- ¿Qué lección en particular aprendemos de la vida de David y su caída en el pecado? Tomemos un momento para orar para que Dios nos enseñe una lección del fracaso de David.
- ¿Alguna vez hemos tratado de encubrir un pecado como hizo David? ¿Cuál fue el resultado? Pidámosle al Señor que nos dé valor para confesar este pecado y corregirlo.
- Clamemos al Señor para que nos perdone por las personas a las que hemos lastimado a causa del pecado en nuestra vida. Pidámosle que nos limpie y nos capacite para ser un mejor testigo de Él.
36 – David y Betsabé: Dios Confronta a David
Leamos 2 Samuel 12:1-31
En el último capítulo, vimos cómo David había pecado al cometer adulterio con Betsabé. Él había causado la muerte de Urías en la batalla para ocultar su pecado. Aunque David hizo todo lo posible por ocultar su adulterio de las personas que lo rodeaban, no pudo ocultarlo de Dios.
Dios envió al profeta Natán para que hablara con David acerca de su pecado. El profeta le habló a través de una parábola. Si bien no podemos estar completamente seguros de por qué Natán usó esta forma de comunicación, podemos pensar que tenía la intención de llamar la atención de David, permitirle escuchar y, finalmente, juzgar sus propias acciones. Resultó ser una manera muy efectiva de comunicarle a David la terrible naturaleza de su pecado.
Natán inició su conversación con David diciéndole que había dos hombres en cierto pueblo. Uno de los hombres era rico y el otro era pobre (v. 1). El hombre rico tenía una gran cantidad de ovejas y vacas, pero el hombre pobre solo tenía un corderita. Esta corderita creció con los hijos de aquel hombre como mascota. El hombre que la criaba compartía su comida con ella. Esta corderita bebía de su vaso y hasta dormía en sus brazos. Aquel pobre hombre amaba a esta corderita como a una hija (v. 3).
Un viajero vino a visitar al hombre rico un día. El hombre rico no quería matar una de sus ovejas o vacas para preparar una comida para su invitado, así que robó la corderita del hombre pobre, la mató y se la sirvió a su invitado (v. 4).
Cuando David escuchó esta historia, la ira se encendió dentro de él contra el hombre rico, diciéndole al profeta Natán en los versículos 5-6:
Vive Jehová, que el que tal hizo es digno de muerte. Y debe pagar la cordera con cuatro tantos, porque hizo tal cosa, y no tuvo misericordia.
Cuando David hubo dictado sentencia sobre el hombre rico, Natán le explicó la parábola. Le dijo a David que él era el hombre rico de la parábola. Dios lo había ungido rey sobre Israel. Lo había librado de la mano de Saúl, entregando en sus manos su casa y sus mujeres (vv. 7-8). Dios también le dio la casa de Israel y Judá. Si eso hubiera sido muy poco, Dios no habría dudado en darle a David aún más (v. 8). La generosidad de Dios hacia David fue claramente evidente. Él era un hombre rico lleno de las bendiciones de Dios.
David, sin embargo, menospreció la palabra del Señor haciendo lo malo ante Sus ojos. Él hizo matar a Urías en la batalla y tomó a su esposa. Percatémonos en el versículo 9 que Dios le dijo a David: “Lo mataste con la espada de los hijos de Amón”. Esta es una frase importante. La espada de David no mató a Urías. Fue una espada amonita la que finalmente mató al esposo de Betsabé, pero David no fue exento de culpa. Fue orden suya que Urías fue puesto en peligro. La intención de David fue poner a Urías en un lugar donde pudiera ser asesinado. Desde la perspectiva de Dios, David mató a Urías.
¡Cuán fácil hubiera sido para David justificar sus acciones poniendo distancia entre él y lo que le sucedió a Urías! Podría haber dicho: “No fue mi espada la que lo mató. Murió en la batalla por una espada amonita. Si el Señor hubiera querido salvarlo, podría haberlo hecho. No puedes culparme de que Urías murió en la batalla. Alguien tenía que enfrentarse a los amonitas”. ¿Alguna vez hemos estado justificando nuestras acciones pecaminosas? Lo que necesitamos ver aquí es que Dios no se deja engañar. Él conocía el corazón de David y su intención. A veces incluso nos engañamos a nosotros mismos al pensar que no somos culpables, pero Dios nos conoce mejor. Aquí en este pasaje Él llamó a David a aceptar su culpa. Quizás también nosotros nos hemos estado engañando; tal vez sea la hora de que nosotros también enfrentemos nuestro pecado.
Una cosa es admitir y enfrentar nuestro pecado, y otra es aceptar el castigo por ese pecado. Percatémonos del castigo de David en los versículos 10-12. Dios le dijo a David a través de Natán que la espada nunca se apartaría de su casa porque despreció a Dios cuando tomó a la esposa de Urías (v. 10).
Necesitamos considerar el versículo 10 con más detalle. En 2 Samuel 7:9-11, leemos la promesa de Dios a David:
…y he estado contigo en todo cuanto has andado, y delante de ti he destruido a todos tus enemigos, y te he dado nombre grande, como el nombre de los grandes que hay en la tierra. Además, yo fijaré lugar a mi pueblo Israel y lo plantaré, para que habite en su lugar y nunca más sea removido, ni los inicuos le aflijan más, como al principio, desde el día en que puse jueces sobre mi pueblo Israel; y a ti te daré descanso de todos tus enemigos.
Dios deseaba que David tuviera descanso de sus enemigos. No obstante, esa promesa dependía de que David viviera en obediencia al Señor. El resultado del pecado de David fue que ya no podría vivir una vida pacífica. Él continuamente enfrentaría opresión, incluso dentro de su propia familia. La plenitud de la bendición de Dios fue despojada de David a causa de su pecado.
Observemos también en el versículo 10 que el pecado de David se describe como “despreciar al Señor”. David mostró desprecio por el Señor al elegir desobedecer lo que sabía que era la voluntad de Dios. Él ignoró la voluntad de Dios al hacer lo que él quería. Cuando nos rendimos al pecado despreciamos el propósito de Dios.
La casa de David sería arrojada a la confusión a causa de su pecado (v. 11). Dios traería calamidad sobre su familia. Daría las esposas de David a alguien cercano a él. Esta persona dormiría con sus esposas a plena luz del día. Aunque David cometió adulterio en secreto, este pecado contra David sería hecho para que todo Israel lo viera.
Las palabras de Natán impactaron fuertemente a David. Ese día, David confesó su pecado y Dios lo perdonó. En Su misericordia, Dios perdonó la vida de David y Betsabé (v. 13). Recordemos que el castigo por el adulterio era la muerte. Dios estaba mostrando gran compasión por David y Betsabé al perdonarles la vida. Sin embargo, los castigó por su desobediencia. El hijo que les nacería de esta unión pecaminosa sería el que moriría (v. 14). Ese niño murió en lugar de ellos. Esto es lo que el Señor Jesús hizo por nosotros. Él tomó el castigo por nuestros pecados sobre sí mismo y sufrió la muerte que merecíamos.
Después de que Natán se fue, Dios hirió al niño que Betsabé le había dado y enfermó (v. 15). David se dio cuenta de que era su pecado la razón por la que este niño estaba muriendo. Él le rogó a Dios por la vida de su hijo. Pasó las noches acostado en el suelo buscando la misericordia y el favor de Dios (v. 16). Incluso cuando los ancianos de su casa trataron de levantarlo, se negó. Él no comía con ellos (v. 17).
Fue al séptimo día que el niño murió. Los sirvientes de David tenían miedo de decirle que el niño estaba muerto, temerosos de que pudiera hacer algo desesperado (v. 18). David notó que sus sirvientes susurraban entre sí y se dio cuenta de lo que había sucedido. “¿Ha muerto el niño?” preguntó. “Ha muerto”, respondieron, (v. 19).
Cuando David escuchó que su hijo había muerto, se levantó del suelo, se lavó, se aplicó lociones y se cambió de ropa. Luego entró en la casa del Señor y adoró. Cuando terminó, se fue a su casa y comió (v. 20). Esto dejó perplejos a sus sirvientes. Ellos le pidieron a David que explicara por qué cuando su hijo estaba enfermo, él ayunaba y lloraba, pero cuando murió, se levantó para comer (v. 21). David les explicó que mientras el niño vivía, había una posibilidad de que Dios fuera misericordioso con él y le salvara la vida. Pero ahora que el niño estaba muerto, no había razón alguna para ayunar. Dios había dado a conocer Su voluntad. Todo lo que David podía hacer ahora era aceptar la respuesta de Dios. David sabía que no podía resucitar a su hijo. Un día, David se uniría a su hijo en la muerte, pero ese hijo no volvería a él (v. 23).
Los versículos restantes del capítulo 12 nos muestran la misericordia que Dios tuvo con David incluso después de haber pecado. En los versículos 24-25, vemos que Dios les dio a Betsabé y a David un hijo para reemplazar al niño que había muerto. Este hijo fue Salomón, quien tomaría el trono después de David. El reinado de Salomón sería bendecido por Dios de manera formidable. A este hijo se le dio más sabiduría que a cualquier otro rey. Él llevaría a Israel a una prosperidad sin precedentes. Dios bendijo la unión de David y Betsabé al darles este niño especial. El Señor le dijo a Natán que David y Betsabé le darían el nombre de Jedidías a Salomón. El nombre Jedidías significa “amado del Señor”. Este nombre le mostraba a David y a Betsabé la misericordia y la compasión del Señor para sus vidas.
Observemos en este pasaje cómo el castigo y la justicia van de la mano con la misericordia y la compasión. David fue castigado por Dios y enfrentaría conflictos por el resto de su reinado. También perdió al hijo de su unión con Betsabé. Sin embargo, experimentó la misericordia de Dios, en que él y Betsabé se libraron de la muerte que les correspondía por su pecado. Dios también les dio un hijo el cual fue amado y favorecido de una manera especial.
Percatémonos también que Dios adicionalmente le dio a David la ciudad de Rabá (v. 26). Rabá era la ciudad donde mataron a Urías. Joab tomó la ciudad de Rabá y tomó su suministro de agua. Él le envió un mensaje a David para que viniera con el resto de sus tropas a tomar la ciudad. Le dijo a David que si no venía, tomaría la ciudad y le pondría su nombre.
Debemos tener en cuenta que David se había quedado en casa lejos de la batalla cuando Joab salió por primera vez. Debido a que estaba en casa, caminó sobre el techo de su casa y vio a Betsabé. Ahora Dios le estaba dando a David una segunda oportunidad, y éste decidió en su corazón que aceptar el desafío. Entonces reunió al resto de sus soldados, atacó y capturó la ciudad de Rabá. Tomó la corona de la cabeza del rey de Rabá y la colocó sobre su propia cabeza. Pesaba 75 libras (35 kilogramos). David también tomó una gran cantidad de botín de aquella ciudad. Hizo salir a un número de personas de allí para que le sirvieran con sierras, picos y hachas. Ellos harían ladrillos para sus proyectos de construcción. David regresó a Jerusalén como un rey conquistador. Esta fue una clara evidencia de la gracia y la misericordia de Dios en una vida que no había alcanzado el estándar de Dios.
Para Meditar:
- Es más fácil ver los pecados de los demás que los nuestros. ¿Cómo esto se evidencia en la vida de David?
- El pecado de David fue descrito como “despreciar al Señor”. ¿Cómo el pecado refleja que despreciamos a Dios y a Sus propósitos?
- Dios juzga las intenciones de nuestro corazón. Aunque David en realidad no mató a Urías, fue culpable. ¿Alguna vez hemos cubierto o minimizando nuestro pecado solo porque estábamos involucrados indirectamente?
- ¿Qué nos enseña David sobre aceptar el propósito y la voluntad de Dios? Consideremos la muerte de su hijo en nuestra respuesta.
- ¿Está Dios obligado a evitar que pequemos? ¿Podemos ser culpables de pecado si Dios no nos guarda de pecar? ¿Cuál es nuestro papel como creyentes para vivir como Dios requiere?
- ¿Qué aprendemos sobre la justicia y la compasión? ¿Cómo estas dos caminan de la mano?
Para Orar:
- Pidámosle a Dios que nos haga conscientes de nuestro pecado; y que nos guarde de justificar ese pecado en nuestra vida. Pidámosle que nos dé valor para admitir que hemos pecado.
- Agradezcamos al Señor que, si bien es un Dios de justicia, también es un Dios de misericordia y compasión. Agradezcamos que Él juzga el pecado, pero también muestra misericordia al pecador.
- Agradezcamos al Señor que Él está libre de todo tipo de pecado. Démosle gracias porque podemos confiar en Él plenamente.
- Agradezcamos al Señor que no siempre nos ha dado el castigo que merecemos según nuestros pecados.
37 – Amnón y Tamar
Leamos 2 Samuel 13:1-39
David no estaba ajeno a los problemas de su familia. Aquí en el capítulo 13, nos encontramos con dos de los hijos de David. El primero de ellos es un joven llamado Amnón.
David tenía una familia numerosa e hijos de diferentes esposas. Amnón fue el primogénito de David, de su esposa Ahinoam (2 Samuel 3:2). El tercer hijo de David fue Absalón, hijo de su mujer Maaca (2 Samuel 3:3). La hermana de Absalón era una joven que se llamaba Tamar; y el versículo 1 nos dice que era hermosa y que Amnón se enamoró de ella.
Según el versículo 2 entendemos que el “amor” de Amnón por Tamar era más lujuria que amor. Lo consideramos así debido al hecho de que el versículo 2 nos dice que Tamar era virgen y parecía imposible que Amnón “le hiciera algo”. La implicación aquí es que él quería acostarse con ella. La lujuria de Amnón por Tamar era tan fuerte que se enfermó de pensar en ella. Su lujuria había tomado el control.
Amnón tenía un amigo llamado Jonadab, que era muy astuto. Un día, Jonadab notó que Amnón no estaba bien y le preguntó qué le pasaba. Amnón abrió su corazón y le dijo que estaba “enamorado” de Tamar, la hermana de su hermano, pero que no podía tener ninguna intimidad con ella.
Jonadab, entonces, ideó un plan. En el versículo 5, le dijo a Amnón que fingiese estar enfermo. Cuando su padre vio que estaba enfermo, Ammón le dijo que él deseaba que su hermana Tamar le preparara algo de comer en su presencia.
Así que Amnón fingió estar enfermo tal y como le sugirió Jonadab; y le pidió a su padre que Tamar le hiciera un pan especial para que pudiera comer de su mano (v. 6).
David accedió a la petición y envió a Tamar a prepararle algo de comida. Tamar tomó la masa y la amasó para hacer pan para Amnón y se la llevó para que comiera; pero éste se negó a comer y les dijo a todos que salieran de la habitación. Cuando todos se fueron, Amnón le pidió a Tamar que llevara el pan a su dormitorio donde él lo comería de su mano, y ella hizo lo que le pidió (v. 10).
Cuando Tamar entró en el dormitorio, Amnón la agarró y le pidió que se acostara con él (v. 11), pero ella se negó rogándole que no la obligara a hacer tal cosa. “No, hermano mío, no me hagas violencia; porque no se debe hacer así en Israel. No hagas tal vileza”, le rogó (v. 12).
Ella le dijo a Amnón que considerara su desgracia si tal cosa le sucediera. “¿A dónde iría yo con mi deshonra?”, le preguntó en el versículo 13. “Y aun tú serías estimado como uno de los perversos en Israel”, continuó diciendo.
Tamar tenía este asunto bien claro en su mente. Ella miraba a largo plazo, y le interesaba hacer lo correcto. Incluso habría aceptado una propuesta de matrimonio de Amnón. En el versículo 13, ella le dijo que le pidiera permiso al rey para casarse con ella, pues estaba segura de que David les daría permiso para casarse.
Pero a Amnón no le importaba lo que sucedería a la larga. Su única preocupación era el momento. Su lujuria se había apoderado de él, y su única preocupación era satisfacer su apetito. La lujuria no lo dejaba ver la herida que le causaría a Tamar, al punto de endurecer su corazón en cuanto a su pecado, despojándolo de toda conciencia. Él estaba dispuesto a destruir su reputación y deshonrar a Tamar para satisfacer su apetito. Su lujuria por Tamar lo había vencido; y al ser más fuerte que ella, la violó (v. 14).
Tengamos en cuenta que una vez que su lujuria fue satisfecha, sus sentimientos hacia Tamar cambiaron. Él sintió un fuerte aborrecimiento que crecía en su corazón hacia ella. Se nos dice en el versículo 15 que su odio por ella era más intenso que el amor que creía tenerle; y sin sentir compasión ni remordimiento, le dijo que se levantara y saliera de su casa. La lujuria no se preocupa por las personas; su único interés es la satisfacción. La lujuria usará a las personas para encontrar satisfacción y luego las desechará rápidamente.
Tamar se negó a irse, diciéndole a Amnón que enviarla lejos sería un mal aún mayor que lo que ya le había hecho. Es importante que entendamos lo que ella está diciendo aquí. Ya no era virgen y no podría ser ofrecida a ningún otro hombre ahora que Amnón la había deshonrado. Lo mínimo que Amnón podía hacer era ser responsable de ella y tomarla como su esposa. Despedirla era condenarla a una vida sin marido. Ella sería deshonrada en la comunidad y viviría sola y aislada.
Amnón no le hizo caso a Tamar, y no le importó para nada el futuro de ella. Llamó a su sirviente personal y le dijo que la sacara de su presencia y cerrara la puerta tras ella. Al decir esto, Amnón renunciaba a cualquier responsabilidad hacia Tamar.
Cuando Tamar fue a Amnón, llevaba puesto un vestido ricamente adornado. Este era el tipo de traje que vestían las hijas vírgenes del rey (v. 18). Cuando ella salió de la casa de Ammón, rasgó el vestido y puso ceniza sobre su cabeza, llorando en voz alta mientras caminaba (v. 19). Su hermano Absalón trató de consolarla y le propuso que se quedara en su casa. Tamar estuvo de acuerdo con él, y se quedó a vivir allí desconsolada (v. 20).
Cuando David se enteró de esto, se puso furioso. Sin embargo, no tenemos constancia de que haya hecho algo al respecto. En cierto sentido, fue difícil para David juzgar este acontecimiento ya que él mismo había caído en un pecado similar. Él también había dejado que su lujuria se apoderara por completo de él. La lujuria de David había ocasionado la muerte de Urías y otros soldados. También ocasionó la muerte del niño que Betsabé dio a luz de esta unión. Cuando nosotros, como padres, caemos en pecado, se nos hace más difícil confrontar el mismo pecado en la vida de nuestros hijos.
Probablemente el hecho de que David se negara a castigar a Amnón propició que en Absalón creciera odio hacia su padre e ideara un plan en su corazón contra su hermano. Aunque Absalón nunca le habló a Amnón sobre lo que le había hecho a su hermana, lo odiaba en su corazón (v. 22); y el cursar de los años solo hacía que ese odio creciera.
Dos años después de lo ocurrido entre Amnón y Tamar, Absalón estaba esquilando sus ovejas. La esquila de ovejas era una ocasión de celebración y fiesta. Absalón invitó a David y a sus hijos a unirse a él en esta celebración (v. 24). David se rehusó a ir porque pensó que habría demasiada gente y que eso sería una carga para Absalón; sin embargo, le dio su bendición a dicha celebración (v. 25).
Absalón le pidió a David que permitiera que su hermano Amnón fuera para que estuviera con ellos en esta celebración (v. 26). La razón por la que Absalón le pediría a David específicamente la presencia de Amnón se desconoce. ¿Sería que había estado algo aislado del resto de la familia a causa de su pecado? David se preguntó por qué Absalón le pidió que dejara ir a Amnón a la celebración, pero finalmente accedió a que se uniera al resto de sus hermanos.
Lo que David no sabía era que Absalón había ordenado a sus hombres que mataran a Amnón cuando su espíritu estuviera exaltado por la bebida (v. 28). Los hombres de Absalón hicieron lo que les había sido encomendado. Cuando los otros hermanos vieron lo que había sucedido, tuvieron miedo y huyeron en sus mulas temiendo también por sus vidas (v. 29).
A David le llegó la noticia de que Absalón había matado a todos sus hijos (v. 30). Entonces él rasgó sus vestidos y se echó a tierra en señal de luto (v. 31). Sin embargo, Jonadab, el astuto amigo de Amnón, aclaró las cosas diciéndole a David que sólo Amnón había muerto. Y le dijo que esto era porque Absalón quería vengar la violación de su hermana Tamar (v. 32).
Es necesario que veamos aquí el hecho de que Absalón albergó amargura en su corazón durante dos años. Esa amargura creció en él hasta que estalló en el asesinato de Amnón. Ya habíamos visto las consecuencias devastadoras de la lujuria en Amnón. Y ahora vemos el fruto de la amargura y de la falta de voluntad para perdonar. Ambas cosas deben ser confrontadas con inmediatez. No corramos el riesgo de dejar que ni la lujuria ni la amargura echen raíces en nuestras vidas para que no produzcan el fruto malvado que nos destruya a nosotros y a los que nos rodean.
Mientras Jonadab estaba hablando con David, un vigilante informó que vio un grupo de personas en el camino al oeste de ellos que descendían por la ladera de una colina (v. 34). Jonadab tranquilizó a David diciéndole que éstos eran sus hijos que regresaban vivos a él. Terminando Jonadab de hablar, llegaron ante David sus hijos llorando y lamentándose a gran voz. Algo terrible se había hecho en Israel, su hermano había sido asesinado.
Absalón huyó de la presencia de David y de sus hermanos; y vivió con un hombre llamado Talmai, hijo de Ammihud, rey de Gesur. Absalón se quedaría en la región de Gesur por tres años. Con el tiempo, cuando David se consoló por la muerte de Amnón, anheló ver a su hijo Absalón. Su amor paternal por su hijo se mantuvo fuerte a pesar de su terrible pecado.
Para Meditar:
- ¿Cuál es la diferencia entre la lujuria y el amor? ¿Qué experimentó Amnón hacia Tamar en esta historia?
- ¿Qué aprendemos acerca de la lujuria y su control sobre la persona a la que posee?
- El único propósito de la lujuria es usar a las personas para satisfacer su concupiscencia. ¿Estamos de acuerdo con esta afirmación, o no? ¿Qué evidencia encontramos aquí para demostrar esto en la vida de Amnón?
- ¿De qué manera nuestros pecados nos dificultan el disciplinar a nuestros hijos cuando caen en la misma trampa? ¿Por qué es importante para nosotros como padres ser un buen ejemplo a nuestros hijos?
- ¿Cuál es el fruto de la amargura y de la falta de voluntad a perdonar? Consideremos el ejemplo de Absalón.
- ¿Podríamos perdonar a alguien como Absalón?
Para Orar:
- Pidámosle al Señor que nos proteja de la lujuria y sus frutos en nuestras vidas.
- Oremos a Dios para que nos ayude a ser un ejemplo piadoso para nuestros hijos.
- ¿Tenemos algo de amargura en nuestros corazones? ¿Nos está costando perdonar a algún hermano o hermana? Pidámosle al Señor que quite esta amargura de nuestros corazones antes de que produzca su horrible fruto en nuestras vidas.
- ¿Alguna vez nos han lastimado como a Tamar? ¿Podemos perdonar a quienes lo hicieron? Pidámosle al Señor que sane la herida y nos limpie de cualquier raíz de amargura.
38 – El Plan de Joab para Unir a David y a Absalón
Leamos 2 Samuel 14:1-33
El orgullo es una cosa terrible. Éste puede mantener separados a hombres y mujeres y causar mucha angustia. Cuando nos negamos a humillarnos y a dar los primeros pasos hacia la reconciliación, solo nos hacemos daño a nosotros mismos. ¿Con qué frecuencia nuestros problemas se han prolongado por mucho tiempo porque no estábamos dispuestos a humillarnos y acercarnos a nuestro hermano? Este parece ser el caso aquí entre David y Absalón.
Joab, el comandante militar de David, sabía que el rey añoraba a Absalón. David en su corazón amaba a su hijo a pesar de que había matado a su hermano. Él anhelaba estar con Absalón y ver la relación restaurada. Sin embargo, Absalón había huido a Gesur. 2 Samuel 13:38 nos dice que se quedó en Gesur durante tres años. Sin temor a equivocarnos podemos pensar que David no había visto a su hijo Absalón durante ese tiempo.
Es importante que mencionemos aquí que no hubo nada que le impidiera a David enviar a buscar a su hijo o incluso ir a verlo durante estos tres años. Es bastante claro que David no tomó la iniciativa de ver a su hijo a pesar de que lo añoraba durante ese tiempo. Para ser justos, Absalón tampoco dio ese paso de reconciliación. Él le había hecho un gran mal a su padre al matar a Amnón. Absalón no confesó este pecado y tampoco buscó el perdón de David. No obstante, por el contexto de este capítulo entendemos que Absalón quería ver a su padre. Padre e hijo estaban separados. Se había levantado un gran muro entre ellos, pero ninguno de los dos quería dar el primer paso hacia la reconciliación. ¿Quién de nosotros no se ha encontrado en una situación similar?
Joab veía lo que David sentía en su corazón por su hijo, y sabía que éste no podía dar el primer paso hacia la reconciliación. Entonces decidió hacer algo al respecto para lograr la reconciliación entre padre e hijo.
Joab mandó traer de Tecoa una mujer sabia (v. 2), ideó un plan y le dijo lo que tenía que hacer. La mujer debía ir a David fingiendo estar de luto. Debía vestirse de luto y evitar aplicarse lociones. Debía actuar como una mujer que había pasado muchos días de duelo. Entonces Joab le dijo lo que tenía que decirle a David, y la envió a verlo.
Cuando la mujer fue invitada a la presencia del rey David, se postró en tierra sobre su rostro para mostrarle respeto y le rogó que la ayudara (v. 4). Cuando David le preguntó sobre su problema, ella le dijo que era viuda y tenía dos hijos. Estos dos hijos se pelearon entre sí, y como no había nadie que los separara, uno mató al otro.
Como resultado de esta muerte, toda la familia se había levantado contra la mujer exigiendo que entregara al único hijo que le quedaba para que lo mataran por lo que le había hecho a su hermano. La mujer de Tecoa le dijo a David que si mataban a su hijo, ella no tendría heredero para llevar el nombre de su esposo, por lo que su apellido sería borrado de Israel.
Entonces David le dijo que se fuera a su casa y que él daría una orden en su favor (v. 8). Sin embargo, temiendo que David no quisiera tomar la decisión de perdonar tal crimen, la mujer le dijo a David en el versículo 9: “Rey señor mío, la maldad sea sobre mí y sobre la casa de mi padre; mas el rey y su trono sea sin culpa”.
Al decir esto ella está aceptando la culpa de un crimen cuyo castigo era la muerte. Al saber que David seguramente no quería ser culpable ante Dios de no enfrentar este asesinato de acuerdo con la Ley de Moisés, la mujer estuvo dispuesta a que ella misma y su familia asumieran la culpa para que David no fuera responsable ante Dios. Esto no difiere mucho a lo que hicieron los israelitas ante Pilato en el juicio de nuestro Señor. Leemos en Mateo 27:24-25:
Viendo Pilato que nada adelantaba, sino que se hacía más alboroto, tomó agua y se lavó las manos delante del pueblo, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este justo; allá vosotros. Y respondiendo todo el pueblo, dijo: Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos.
En el versículo 10, David le aseguró su apoyo. “Al que hablare contra ti, tráelo a mí, y no te tocará más”, le dijo David. Cuando la mujer le preguntó a David si él evitaría que aquellos que buscaban al hijo de ella le quitaran la vida, él respondió: “Vive Jehová, que no caerá ni un cabello de la cabeza de tu hijo en tierra” (v. 11).
Al escuchar la decisión de David, la mujer le preguntó si podía volver a hablar. Cuando se le dio permiso, le preguntó a David por qué había ideado un plan terrible contra el pueblo de Dios cuando no se había condenado a sí mismo por desterrar a su propio hijo. Al decir esto, ella está comparando su situación con la de David. Quería que su hijo volviera con ella, pero él no podía volver por miedo a que alguien lo matara por la muerte de su hermano. Israel también quería que Absalón regresara, pero Absalón no podía regresar por temor a que lo mataran por la muerte de Amnón. En el versículo 14, la mujer de Tecoa le recordó a David que Dios deseaba en Su corazón traer de vuelta a los desterrados.
La mujer continuó con su relato diciéndole a David que había venido a él buscando su favor porque tenía miedo de la gente que buscaba la vida de su hijo (v. 15). Ella le dijo a David que su esperanza era que él la librara de la mano de la persona que intentaba matar a su hijo para que su linaje y su herencia no fueran cortados de Israel (v. 16). Su deseo era que la decisión de David le diera descanso de sus problemas (v. 17).
Cuando David escuchó a la mujer comparar la situación que experimentaba con Absalón con la de ella, empezó a sospechar, y le preguntó: “¿No anda la mano de Joab contigo en todas estas cosas” (v. 19)?
La mujer admitió que Joab la había enviado con esta historia. Ella le dijo a David que Joab le había dicho exactamente lo que tenía que decir para lograr un cambio en su relación con Absalón (v. 20).
El resultado de este encuentro con la mujer fue que David llamó a Joab, y le pidió que trajera a Absalón desde Gesur (v. 21). Joab se postró sobre su rostro, honrando y bendiciendo al rey. Estaba muy feliz de que David estuviera dispuesto a traer a su hijo a casa (v. 22).
Joab fue a Gesur y trajo a Absalón de regreso a Jerusalén. Sin embargo, David dijo que Absalón viviría en casa de Joab. Él no quiso que Absalón viviera con él, ni tampoco quería ver su rostro (v. 24). David todavía no está dispuesto a ofrecer perdón ni a reconciliarse con su hijo. Lo extraño de esto es que en 2 Samuel 13:39 leemos: “Y el rey David deseaba ver a Absalón; pues ya estaba consolado acerca de Amnón, que había muerto”. También leemos en 2 Samuel 14:1 que “el corazón del rey se inclinaba por Absalón”. Aunque había un profundo anhelo de reconciliarse con su hijo, David aún no podía ofrecer el perdón necesario para que se llevara a cabo la reconciliación.
Leemos en el versículo 25 que Absalón era un hombre muy hermoso; “desde la planta de su pie hasta su coronilla no había en él defecto”. Absalón se dejaba crecer el cabello; solo se cortaba el pelo cuando se le hacía demasiado pesado. En esas ocasiones, se pesaba el cabello y pesaba alrededor de 5 libras (2,3 kilogramos). Absalón tuvo tres hijos y una hija. Llamó a su hija Tamar, por su hermana que había sido violada por Amnón. Ella era una niña muy hermosa.
Absalón vivió en Jerusalén durante dos años sin ver el rostro de David. Solo podemos imaginar cuánto lo afligió esto. Frustrado por esto, Absalón mandó a llamar a Joab, pero Joab se negó a ir a verlo. No está clara la razón por la que Joab no acudió a él. Posiblemente esto pudo haber sido por respeto a David y su decisión de no ver a su hijo. Después de que Joab rechazó su segunda invitación, Absalón decidió hacer algo para llamar su atención. En el versículo 30, les dijo a sus sirvientes que prendieran fuego a los campos de Joab.
Ese acto de vandalismo llamó la atención de Joab, el cual vino a ver a Absalón y le preguntó por qué había quemado sus campos. Absalón le dijo que tenía un mensaje para su padre. Joab debía preguntarle a David por qué lo había mandado a buscar si no tenía la intención de verlo. Absalón dejó muy claro que quería ver a su padre. Si él era culpable de algo, estaba dispuesto a morir, pero ya no podía tolerar más este silencio y esta separación. Él prefería la muerte antes que esta separación de su padre.
Absalón quemó el campo de Joab en un intento por ver a su padre. Hay muchos niños hoy en día que recurren a todo tipo de comportamientos para llamar la atención de sus padres o seres queridos. El dolor de la separación entre padre e hijo fue tan grande que Absalón prefería la muerte antes que continuar con esta separación. Lo único que se interpuso entre él y su padre fue el orgullo y la incapacidad de perdonar. Hay muchas situaciones como esta en nuestros días. Los corazones se rompen y el orgullo separa a los seres queridos.
Cuando Joab fue al rey con el mensaje de Absalón, David se quebrantó, y llamó a Absalón, quien se presentó a su padre, inclinándose en su presencia en señal de sumisión y respeto. David se acercó a su hijo, besándolo en señal de perdón y reconciliación. Cinco años de orgullo se rompieron, y padre e hijo se unieron nuevamente.
Para Meditar:
- ¿Qué evidencia tenemos en este capítulo de que David amaba a su hijo y quería verlo? ¿Qué evidencia tenemos aquí de que Absalón quería ver a su padre?
- Durante los cinco años que estuvieron separados, ¿qué fue lo que mantuvo a padre e hijo apartados? ¿Qué esfuerzos se podrían haber hecho para superar las diferencias entre ellos durante esos cinco años?
- Cuando la mujer de Tecoa fue a ver a David por su problema, David inmediatamente vio la solución, sin embargo, no podía ver su propio problema. ¿Por qué es más fácil ver una solución al problema de otra persona?
- ¿De qué manera el orgullo mantuvo a David y Absalón separados? ¿Es posible que el orgullo nos impida tener una mejor relación con alguien que conocemos?
- ¿Qué necesitamos hoy para reconciliarnos con nuestro hermano o hermana?
Para Orar:
- Pidámosle a Dios que busque en nuestros corazones y nos muestre cualquier orgullo que nos impida reconciliarnos hoy con un hermano o hermana. Roguémosle que rompa ese orgullo para que la reconciliación sea posible.
- Clamemos a Dios para que nos perdone por el dolor que nuestro orgullo ha causado a otras personas en nuestra vida.
- ¿Nos ha lastimado alguien? Pidámosle al Señor que nos ayude a perdonarlos. Entreguemos el dolor de esa herida al Señor y pidámosle que la sane.
39 – La Conspiración de Absalón
Leamos 2 Samuel 15:1-37
La relación entre David y Absalón había sido tensa desde el momento en que este último mató a su hermano Amnón por violar a su hermana. Durante un período de unos cinco años, David se negó a ver a su hijo. En el capítulo anterior vimos una cierta reconciliación entre David y Absalón. Sin embargo, en el capítulo 15 vimos que esta reconciliación no fue todo lo que debió haber sido. Absalón había perdido el respeto por su padre durante esos años, y en el capítulo 15, esa falta de respeto se vuelve bastante obvia.
Con el paso del tiempo, Absalón obtuvo carros, caballos y una escolta de cincuenta soldados (NVI). A pesar de que no había necesidad alguna de estos hombres, es posible que Absalón haya estado tratando de impresionar a la gente. Quizás él quería que la gente lo viera como una persona muy importante en Israel.
En el versículo 2 nos percatamos de que Absalón también se paraba al lado del camino que conducía a la puerta de la ciudad. Siempre que alguien venía a ver al rey, Absalón le hablaba, se hacía su amigo y trataba de ganarse su apoyo y amistad mediante el engaño. Le decía a la gente que de nada servía que fueran a su padre porque no había nadie que escuchara sus necesidades. Él luego agregaba: “¡Quién me pusiera por juez en la tierra, para que viniesen a mí todos los que tienen pleito o negocio, que yo les haría justicia!” (v. 4).
Absalón trató de presentarse ante la gente como un amigo. Cada vez que alguien se acercaba a él y se inclinaba, él los abrazaba y los besaba como si fueran buenos amigos. De esta manera Absalón se presentaba a sí mismo como el hombre del pueblo; de esa manera ganaba seguidores y conquistaba los corazones de los israelitas.
Para ganarse el apoyo del pueblo, Absalón tuvo que corromper la forma en la que esta nación pensaba acerca de su padre. Los hizo creer que David no tenía el tiempo ni el interés de escucharlos. Esto podía haber sido un reflejo de la amargura que sentía hacia su padre por no escucharlo durante cinco años. Es posible que Absalón estuviera actuando por una ira profundamente arraigada contra su padre. Él le había perdido el respeto y no está dispuesto a perdonarlo.
Después de cuatro años, Absalón pasó a la siguiente etapa de su plan. Al ganar el apoyo del pueblo, le pidió permiso a David para ir a Hebrón a cumplir un voto que había hecho al Señor (v. 7). Le dijo a su padre que cuando vivía en Gesur, había hecho un voto al Señor diciendo: “Si Jehová me hiciere volver a Jerusalén, yo serviré a Jehová”. Y David le dio permiso a su hijo.
En el versículo 10 conocemos que la razón principal para ir a Hebrón no era adorar al Señor sino declararse rey en esa ciudad. Él envió mensajeros delante de él en secreto por las diversas tribus de Israel. Estos mensajeros debían decirle al pueblo que tan pronto como oyeran el sonido de la trompeta, debían decir: “Absalón reina en Hebrón”. Absalón también convidó a doscientos invitados de Jerusalén, pero no les dijo su plan (v. 11).
El complot de Absalón fue cuidadosamente planeado. Él había trabajado durante cuatro años para obtener la aprobación de la gente. Tan pronto como fuera declarado rey, las noticias viajarían por toda la nación, y David apenas podría hacer algo. Al Absalón tener el apoyo popular, la nación se dividiría. Todo esto se hizo a espaldas de David. La intención de Absalón era quitarle el trono a su padre. Esto nos muestra la amargura que había en su corazón hacia su padre.
En el versículo 12, el insulto de Absalón se hizo aún mayor cuando mandó a llamar a Ahitofel, el consejero de David. Ahitofel se pondría del lado de Absalón contra su padre. Absalón no solamente le quitó a David su consejero, sino que con esta acción aumentó la fuerza de su conspiración. El hecho de que el propio consejero de David se hubiera unido a Absalón le daba credibilidad al plan de Absalón y le proporcionaba aún más seguidores.
Un mensajero vino a David para informarle del complot de Absalón y cómo la gente se estaba poniendo del lado de él. Cuando David se enteró del complot y del apoyo que Absalón había ganado, no perdió tiempo en dar la orden de abandonar la ciudad. Él sabía que Absalón no perdería tiempo. El pueblo estaba motivado para hacerle rey. Absalón atacaría antes de que el entusiasmo disminuyera y David pudiera reunir a sus tropas para defender su trono (v. 14). Si bien David estaba acostumbrado a pelear, esta era una batalla que no quería asumir. Él no estaba dispuesto a luchar contra su propio hijo.
David reunió a su familia y huyó de la ciudad para alejarse lo más posible de Absalón, y dejó diez de sus concubinas para cuidar el palacio.
Los soldados de David estaban con él, y junto con ellos también estaban los cereteos, los peleteos y seiscientos geteos (v. 18). Todos éstos permanecían fieles a David.
Al notar la presencia de Itai, líder de los seiscientos geteos, David le preguntó por qué se había unido a ellos. Itai no era de Israel y esta no era su batalla. David no sabía lo que le deparaba el futuro. No quería que Itai y sus hombres se sintieran obligados a seguirlo, por lo que lo liberó de cualquier obligación (v. 20). Le dijo que regresara a Absalón y lo sirviera como su rey (v. 19).
En el versículo 21, sin embargo, Itai reafirmó su lealtad a David diciendo:
“Vive Dios, y vive mi señor el rey, que o para muerte o para vida, donde mi señor el rey estuviere, allí estará también tu siervo”.
Al ver esta lealtad, David le dio permiso para quedarse con él y su familia (v. 22).
Si bien es cierto que Absalón había ganado aliados, David también tenía seguidores. El versículo 23 nos dice que toda la nación lloraba a gritos al pasar la gente. Les entristeció el corazón ver a su rey alejarse de su propio hijo. David y su familia cruzaron el valle de Cedrón y pasaron al desierto.
Entre los que siguieron a David en su retirada estaban los levitas y los dos sacerdotes Sadoc y Abiatar, los cuales seguían a David llevando consigo el Arca del Pacto. Cuando estuvieron a una distancia considerable de Absalón, los sacerdotes y los levitas situaron el Arca del Pacto, y Abiatar ofreció sacrificios al Señor hasta que todo el pueblo que seguía a David terminó de salir de la ciudad. Al ofrecer estos sacrificios, los sacerdotes encomendaban su situación al Señor para su protección y guía.
Cuando terminaron los sacrificios, David le dijo a Sadoc que llevara el arca de Dios de regreso a Jerusalén, y le dijo que si el Señor mostraba su gracia sobre él, lo llevaría de regreso para que la viera otra vez. Sin embargo, si no era la voluntad del Señor traer de vuelta a David, él aceptaría lo que Dios hubiera determinado para su vida. En esto, David demostró su deseo de confiar en la voluntad y el propósito de Dios. Él sabía que no tenía que defender ni luchar por su posición. Dios era su defensa. Dios revelaría Sus propósitos. David estaba dispuesto a entregar su trono si esa era la voluntad y el propósito de su Padre celestial.
Este es un gran ejemplo para nosotros hoy. ¿Con qué frecuencia luchamos por nuestros derechos? Nos defendemos y defendemos nuestros ministerios sin darnos cuenta de que el Dios que nos dio nuestra posición también puede quitárnosla. ¡Cuán importante es para nosotros rendirle voluntariamente todo lo que tenemos! Debemos darle el derecho tanto de dar como de quitar.
David también le sugirió a Sadoc que él y Abiatar serían de mejor ayuda para él en Jerusalén. Sugirió que podrían mantenerlo informado de lo que sucedía en Jerusalén, actuando como espías. Sadoc y Abiatar llevaron el arca de Dios de regreso a Jerusalén como sugirió David, aceptando ser sus informantes (v. 29).
David continuó hacia el Monte de los Olivos con el corazón apesadumbrado, llorando mientras caminaba (v. 30). Se cubrió la cabeza y caminó descalzo en señal de luto. La gente que estaba con él siguió su ejemplo y también se cubrieron la cabeza llorando mientras subían al Monte de los Olivos. Cuando David supo que su propio consejero se había unido a Absalón, oró para que Dios entorpeciera su consejo (v. 31).
Al llegar a la cumbre del monte de los Olivos, David se encontró con Husai el arquita (v. 32), el cual había rasgado sus vestidos en señal de luto y se había puesto polvo en la cabeza para reflejar su dolor. Husai quería unirse a David y a sus seguidores, pero David le dijo que solo sería una carga para él. En cambio, David le sugirió que si regresaba a Absalón, podría ayudarlo a frustrar los planes de su antiguo consejero Ahitofel (v. 34). Husai sería la respuesta a la oración de David para que entorpeciera el consejo de Ahitofel. David le dijo que había enviado a los sacerdotes Sadoc y Abiatar delante de él. Podían trabajar juntos para informarle de todo lo que estaba pasando en el palacio (v. 35). David sugirió que podía enviarle noticias por medio de Ahimaas y Jonatán, hijos de Sadoc y Abiatar. Husai estuvo de acuerdo con el plan de David y regresó a la ciudad.
La tensa relación entre David y Absalón, se convirtió en una profunda amargura y resentimiento ya que nunca sanó por completo. Absalón actuó por enojo y frustración contra su padre. ¡Cuán importante es que lidiemos con las relaciones tensas! El Señor es completamente capaz de sanarlas. Permita Él que podamos conocer esta sanidad en las relaciones que nos rodean.
Para Meditar:
- ¿Qué evidencia tenemos de la amargura de Absalón hacia su padre? ¿Hasta qué punto crees que esta amargura fue el resultado de lo que había experimentado en sus cinco años separado de David?
- ¿Qué lección aprendemos de este capítulo sobre la importancia de no dejar que la amargura se apodere de nuestras vidas?
- Comparemos el deseo que tenía Absalón de tomar la posición de David con la confianza de éste en Dios. ¿De qué manera el ejemplo de David de confiar en Dios en este asunto es un desafío para nosotros de manera personal? ¿Qué tan fácil es para nosotros defender nuestros “derechos” en lugar de confiar en Dios?
- ¿La confianza de David en Dios le quitó el dolor? ¿Podemos confiar en Dios y aun así sentir el dolor de la pérdida o la traición?
- ¿Qué evidencia tenemos en este capítulo de que la presencia de Dios iba con David mientras se retiraba? ¿Qué tan fácil es para nosotros cegarnos ante lo que Dios está haciendo en las luchas que enfrentamos?
Para orar:
- Pidámosle a Dios que nos examine para ver si hay algo que no estemos dispuestos a perdonar. Oremos a Dios para que nos libere de estas cosas antes de que nos hagan caer en un pecado mayor.
- Encomendémonos al Señor, así también como nuestras posesiones y nuestro ministerio. Entreguémonos a Él y a Sus propósitos para nuestra vida. Démosle a Dios el derecho de tomar lo que quiera.
- Agradezcamos al Señor que Él tiene el control de todo lo que nos pertenece.
- ¿Estamos enfrentando alguna prueba en este momento? Pidamos al Señor que nos permita percibir a las personas que Él nos ha dado para que estén a nuestro lado. Roguemos a Dios que nos ayude a ver Su provisión y las pequeñas bendiciones que Él nos da.
40 – Humilde
Leamos 2 Samuel 16:1-22
Cualquier agricultor sabe que para producir una buena cosecha, a veces es necesario podar las vides y los árboles frutales. Esta misma verdad se aplica en nuestra vida espiritual. Habrá momentos en que Dios nos podará para hacernos más fructíferos para Él y Su reino. La poda nunca es fácil. A través de este proceso de poda, llegamos a ser humildes. A veces se nos despoja de las cosas que más amamos. Somos presionados más allá de nuestros límites. Todo esto, aunque es difícil, es para nuestro bien. David fue un maravilloso hombre de Dios, no obstante, para llegar a ser todo lo que Dios quería que fuera pasó por un proceso largo y difícil. Vagó durante años por el desierto temiendo por su vida. A veces caía en pecado y tenía que confesárselo a Dios, y volver a levantarse. Su propio hijo se volvió contra él. Perdió otro hijo debido a su propio pecado con Betsabé. Otro fue asesinado por su hermano. Una hija fue violada por su hermano. Estas fueron pruebas difíciles en la vida de David. Dios las estaba usando para convertirlo en el hombre que Él quería que fuera. Aquí, en el capítulo 16, vemos a David enfrentando otra lucha.
David estaba huyendo de su hijo Absalón quien quería tomar su trono, y se encontraba en el Monte de los Olivos (15:30). Cuando había pasado una corta distancia más allá de la cumbre de la montaña, se encontró con Siba, el criado de Mefi-boset, el hijo de Jonatán, a quien David había tomado bajo su cuidado. Siba saludó a David cuando lo encontró y le ofreció una yunta de asnos ensillados y cargados con doscientos panes, cien tortas de pasas, cien tortas de higo y un odre de vino (v. 1). Siba le dijo a David que estas provisiones eran para su viaje y refrigerio (v. 2).
Cuando David preguntó por Mefi-boset, el nieto de Saúl, Siba le dijo que había decidido quedarse en Jerusalén porque pensaba que Dios le devolvería el reino de su abuelo (v. 3). Lo que necesitamos entender aquí es que Siba le estaba mintiendo a David. En 2 Samuel 19:25-27, leemos que cuando David regresó a Jerusalén, le habló a Mefi-boset sobre su decisión de no unirse a él en el desierto. Y Mefi-boset le dejó claro a David que Siba lo había engañado y calumniado su nombre delante de David.
Cuando David escuchó lo que Siba dijo acerca de Mefi-boset, se enojó y despojó a Mefi-boset de todas sus propiedades y posesiones, dándoselas a Siba su sirviente como recompensa por su generosa oferta de provisiones en este momento de necesidad. David no verificó los hechos antes de tomar su decisión; él creyó la mentira de Siba.
Cuando David se acercaba a la región de Bahurim, un hombre de la misma familia de la casa de Saúl salió a su encuentro. El nombre de este hombre era Simei, y cuando le salió al encuentro a David, lo maldijo (v. 5). Como si la maldición no fuera suficiente, Simei arrojó piedras a los oficiales de David. Él no tenía miedo morir, porque los guardias de David podrían haberlo matado con una flecha.
Simei maldijo a David y a sus tropas gritando:
“¡Fuera, fuera, hombre sanguinario y perverso! Jehová te ha dado el pago de toda la sangre de la casa de Saúl, en lugar del cual tú has reinado, y Jehová ha entregado el reino en mano de tu hijo Absalón; y hete aquí sorprendido en tu maldad, porque eres hombre sanguinario” (v. 7-8)
Hay un par de puntos que debemos tener en cuenta aquí. Primero, observemos que Simei tenía su propia opinión sobre lo que le estaba aconteciendo a David. Le dijo a David que la razón por la que él huía para salvar su vida se debía a que era un hombre sanguinario. Había cierta verdad en lo que Simei decía. David había peleado muchas batallas, y muchas personas murieron en ellas. Sin embargo, el problema consistía en que esta no era la razón por la que David y sus hombres se habían visto obligados a huir. Siempre habrá personas que den su opinión acerca de por qué sucede tal cosa en nuestro ministerio o por qué no estamos experimentando la plenitud de la bendición que nos gustaría conocer. Si hemos estado en el ministerio durante algún tiempo, es muy probable que hayamos experimentado este nivel de ataque. Estos ataques están diseñados para hacernos dudar de lo que Dios nos ha llamado a hacer. Están diseñados para traer confusión y duda a nuestras vidas y a nuestra relación con Dios.
Observemos en segundo lugar que en el ataque de Simei se cuestiona el llamado de David. Simei lo acusaba de tomar un trono que no le correspondía. El ataque de Simei no solo estaba diseñado para hacer que David cuestionara su relación con Dios, sino que también estaba diseñado para hacer que él se cuestionara si realmente estaba siguiendo el llamado de Dios para su vida. Reitero, cualquiera que esté en el ministerio encontrará que el enemigo desafía su llamado. No todos estarán con nosotros y confirmarán nuestro llamado. Algunas personas desafiarán abiertamente lo que sentimos que Dios nos ha pedido que hagamos. No deberíamos sorprendernos si nos enfrentamos a personas como Simei en nuestras vidas. Necesitamos tener valor y confianza en el Señor en estos tiempos.
Estas constantes maldiciones y piedras rápidamente se convirtieron en una irritación para Abisai, uno de los oficiales de David, quien se acercó a David y le dijo:
“¿Por qué maldice este perro muerto a mi señor el rey? Te ruego que me dejes pasar, y le quitaré la cabeza” (v. 9)
David se negó a darle permiso diciendo: “Si él así maldice, es porque Jehová le ha dicho que maldiga a David. ¿Quién, pues, le dirá: ¿Por qué lo haces así?'”. La respuesta de David es un verdadero desafío para nosotros. Él no detuvo a Simei. Su reacción pudo haber sido muy diferente. Pudo haber defendido su llamado y la autoridad dada por Dios, y exigido respeto por parte de Simei. Él pudo haber atacado a Simei y haberlo matado en un instante. Pero David optó por no defenderse. Puso el asunto en las manos del Señor; y Dios revelaría la verdad con el tiempo.
David también abrió su corazón para escuchar cualquier cosa que Dios pudiera estar diciéndole a través de Simei. Simei era su enemigo en muchos aspectos, pero eso no impidió que David lo escuchara. Él se dio cuenta de que Dios incluso puede usar las maldiciones de nuestros enemigos para enseñarnos o dirigirnos al camino correcto.
David le recordó a Abisai que si su propio hijo estaba tratando de quitarle la vida, se podía esperar que este benjamita también lo odiara y lo maldijera. Notemos en el versículo 11 que David creía que el Señor le había dicho a Simei que lo maldijera. No debemos deducir aquí que este fuera necesariamente el caso. Esto era simplemente lo que David creía en ese momento. Lo que sí está claro es que Dios podría haber detenido a Simei si hubiera elegido hacerlo. Hay muchas ilustraciones de Dios poniéndose en frente para defender los derechos de aquellos que oprimen a Sus hijos. Dios no detuvo a Simei, y aunque no era el autor de estas maldiciones e insultos, Él permitió que continuaran. Podemos estar seguros de que cuando esto suceda, Dios usará los insultos de aquellos que nos odian para lograr Sus propósitos. Esto es lo que hizo en la muerte del Señor Jesús. Los insultos de los que se burlaban de Él resultaron ser el medio de nuestra salvación. Cuando el enemigo busca desanimarnos, aún podemos confiar en que Dios usará las circunstancias para lograr Su propósito. David entendió esto cuando le dijo a Abisai en el versículo 12: “Quizá mirará Jehová mi aflicción, y me dará Jehová bien por sus maldiciones de hoy”.
David y sus hombres continuaron por el camino mientras Simei los maldecía y les arrojaba piedras y polvo. Toda aquella experiencia fue agotadora (v. 14), pero cuando llegaron a su destino, Dios les dio refrigerio.
Cuanto más pasa el tiempo, más me percato de que a menudo la vida es como este viaje de David y sus hombres. Hay muchos obstáculos en el camino. Las cosas no siempre fluyen tan bien como nos gustaría. Siempre habrá quienes nos lancen tierra y piedras, y cuestionen nuestro llamado y autoridad. Esto parece que nos va desgastando. El enemigo no se contentará con dejarnos tranquilos. Dios no nos da un camino a seguir libre de problemas, pero sí nos da la fuerza para enfrentar las dificultades que se nos presenten. Él también usará nuestras pruebas para lograr Su propósito; y al final del día, nos traerá Su maravilloso refrigerio. No debemos temer a los Simei que aparezcan en el camino, pues son los medios que Dios usa para refinarnos y fortalecernos.
Los problemas de David no terminaron con Simei. Su hijo Absalón vino a Jerusalén y se estableció en la ciudad. El consejero de David, Ahitofel, estaba con él (v. 15).
Husai el arquita, amigo de David (aunque en este caso de manera secreta), fue a Absalón y, siguiendo el consejo de David, gritó: “¡Viva el rey! ¡Viva el rey!” La intención de Husai era ganarse el favor de Absalón para poder transmitir la información necesaria para la seguridad y la victoria final de David.
Absalón cuestionó la lealtad de Husai al preguntarle: “¿Es este tu agradecimiento para con tu amigo? ¿Por qué no fuiste con tu amigo”? (v. 17). A lo que Husai respondió:
No, sino que de aquel que eligiere Jehová y este pueblo y todos los varones de Israel, de aquél seré yo, y con él me quedaré. ¿Y a quién había yo de servir? ¿No es a su hijo? Como he servido delante de tu padre, así seré delante de ti. (2 Samuel 16:18-19)
Esto pareció calmar la mente de Absalón y no hubo más discusión sobre el asunto. Husai estaba ahora en la posición que quería para ayudar a David.
Una vez que Absalón se estableció en Jerusalén, acudió al antiguo consejero de David, Ahitofel, para pedirle consejo sobre cuál debería ser su próximo paso. El consejo de Ahitofel fue algo impactante, pero fue muy intencional. Ahitofel le dijo a Absalón que se acostara con las concubinas de su padre que se quedaron a cargo del palacio (v. 21).
Había una razón detrás de este consejo inusual. Era la intención de Ahitofel comunicar un mensaje a todo Israel. Este impactante acto de desafío y falta de respeto no solo violaba la ley de Moisés (Levítico 18:8; 20:11), sino que mostraba claramente la intensa falta de respeto y el odio de Absalón hacia su padre. Al acostarse con las concubinas de su padre, Absalón estaba dando un paso sin retorno. Israel vería que Absalón se había hecho a sí mismo “aborrecible a su padre” (v. 21). El resultado que se procuraba con este acto era que Israel supiera que él había manchado el honor de David, y que la ciudad se uniera en un desafío contra David.
Absalón escuchó el consejo de Ahitofel y montó una tienda en el techo del palacio donde todos podían ver. Allí se acostó con las concubinas de su padre en una demostración pública de su odio hacia David. Este acto también fue en cumplimiento de la palabra profética que Dios le habló a David por medio del profeta Natán después de su pecado con Betsabé en 2 Samuel 12:11-12:
“Así ha dicho Jehová: He aquí yo haré levantar el mal sobre ti de tu misma casa, y tomaré tus mujeres delante de tus ojos, y las daré a tu prójimo, el cual yacerá con tus mujeres a la vista del sol. Porque tú lo hiciste en secreto; mas yo haré esto delante de todo Israel y a pleno sol”.
En el mismo techo donde David concibió su pecado con Betsabé, su propio hijo envilecería su honor acostándose con sus concubinas. Hay consecuencias que pagar por nuestro pecado.
Para Meditar:
- David tomó la decisión de despojar a Mefi-boset de su tierra y posesiones porque creyó la mentira de Siba. ¿Qué nos enseña esto sobre la importancia de confirmar los hechos antes de tomar decisiones?
- ¿Qué nos ha llamado Dios a hacer para Él? ¿Alguna vez hemos sido cuestionados por otros en cuanto a este llamado?
- ¿Cómo respondió David a los insultos y acusaciones de Simei? ¿Qué nos enseña esto acerca de cuál debería ser nuestra respuesta cuando nos insultan?
- ¿Puede Dios hablarnos a través de los insultos y maldiciones de nuestros enemigos?
- ¿Ha usado Dios alguna vez los desafíos, las mentiras y los insultos de otros para fortalecernos? Expliquemos.
- ¿Qué aprendemos aquí acerca de las consecuencias de nuestro pecado?
Para Orar:
- Pidámosle a Dios que nos ayude a conocer Su llamado en nuestra vida. Roguémosle que nos dé gracia para perseverar cuando ese llamado sea cuestionado.
- Clamemos al Señor para que nos dé sabiduría y paciencia con aquellos que nos desafían en el ministerio y en la vida.
- Oremos a Dios para que nos dé un corazón receptivo para estar dispuestos a escuchar cualquier cosa que nos esté diciendo, incluso si es a través de un enemigo.
- Agradezcamos a Dios por la fortaleza que Él brinda en tiempos de prueba. Démosle gracias porque Él también nos dará refrigerio en estos tiempos.
41 – La Muerte de Ahitofel
Leamos 2 Samuel 16:23—17:29
Mientras David huía de su hijo Absalón, Dios cuidaba de él. Tenemos evidencia de esto en el capítulo 17. La vida a veces se vuelve muy difícil y complicada, pero Dios nunca nos dejará. En este capítulo vemos cómo Dios cuidó a David en su tiempo de angustia y le hizo frente a uno de sus enemigos principales.
Ahitofel había sido el consejero de confianza de David. Cuando Absalón se rebeló contra su padre, Ahitofel decidió alejarse de David para apoyar a Absalón. 2 Samuel 16:23 nos dice que, en aquellos días el consejo que daba Ahitofel…, era como si se consultase la palabra de Dios. En otras palabras, se consideraba que su consejo era lo mejor que se podía escuchar después de escuchar a Dios. Ahitofel era una persona muy sabia y de mucho discernimiento. También conocía muy bien a David y su forma de actuar; por lo que era de gran valor para Absalón y un verdadero problema para David.
Ahitofel ideó un plan de ataque para atrapar a David y asegurar el reinado de Absalón. Aconsejó a Absalón que eligiera doce mil hombres y los enviara a perseguir a David esa noche. Ahitofel sabía que David y sus hombres estarían cansados por estar huyendo. Estarían también desanimados por lo que les había sucedido. La idea de Ahitofel era que Absalón atacara a David cuando estuviera en su momento de mayor debilidad y sin haber tenido la oportunidad de organizar su ejército.
Ahitofel le dijo a Absalón que si podía aterrorizar a la gente, huirían, dejando a David indefenso. Además, aconsejó a Absalón que derribara y matara solamente a su padre y llevara de vuelta con vida a la gente que estaba con él para que lo sirvieran como su nuevo rey (vv. 2-3).
El plan de Ahitofel agradó a Absalón y a los ancianos de Israel. Esto significaba que su batalla sería con un solo hombre y no con una nación entera. Su objetivo era encontrar a David y matarlo. Los defensores de David iban a ser protegidos y finalmente conquistados por Absalón.
Sin embargo, antes de seguir el consejo de Ahitofel, Absalón decidió buscar una segunda opinión de Husai. Husai fue otro de los consejeros de David. Sin embargo, a diferencia de Ahitofel, Husai apoyaba en secreto a David. Él quería seguir a David en su huida de Absalón, pero David le dijo que le sería más útil en Jerusalén, donde podría ayudar a frustrar el consejo de Ahitofel (2 Samuel 15:32-34).
La oportunidad de frustrar los planes de Ahitofel llegó cuando Absalón llamó a Husai para pedirle consejo (vv. 5-6). Cuando Absalón le preguntó qué pensaba sobre el consejo de Ahitofel, Husai le dijo que el consejo de Ahitofel no era bueno (v. 7). Le explicó a Absalón que David y sus hombres eran guerreros. Le dijo que en ese momento serían tan feroces como una osa salvaje a la que le han quitado sus cachorros (v. 8). Le recordó la tremenda experiencia de su padre como guerrero. Husai le dejó claro a Absalón que la experiencia de David le había enseñado que nunca debía pasar la noche con sus tropas. En cambio, era muy probable que estuviera escondido en una cueva o en algún otro lugar seguro. Husai no creía que David fuera tan desorganizado como Ahitofel le había hecho creer. De hecho, es muy probable que David ya estuviera organizado y listo para la batalla. Si Absalón partía esa noche en busca de David, podía incluso encontrarse a David esperándolo. Si David y sus hombres atacaran primero a las tropas de Absalón, significaría un desastre para Absalón. Husai también le recordó que incluso los más valientes de sus tropas sabían de la experiencia y el éxito de las muchas campañas militares de David. Si David atacaba primero, sembraría miedo y terror entre los soldados más valientes de Absalón. Sus soldados sabían que no había un ejército tan valiente o hábil como el de David. Husai advirtió a Absalón que no persiguiera a David sin los preparativos adecuados.
Contrarrestando el consejo de Ahitofel, Husai le dijo a Absalón que su única posibilidad para lograr éxito seguro era reunir un ejército más grande. Absalón no podía derrotar a David con habilidades y tácticas militares, pues David era demasiado inteligente para ser tomado por sorpresa o burlado en la batalla. Su única posibilidad para un éxito seguro contra David era superarlo en número y, por la pura fuerza de los números, desgastarlo a él y a sus hombres. Husai le aconsejó a Absalón que no se precipitara en esta batalla, sino que reuniera un gran ejército. De esta manera, Absalón podría devastar a David, quien no tendría posibilidad de escapar. Si David se retiraba a una ciudad, podían derribarla y arrastrarla hasta que no quedara ni una sola piedra.
Mientras que el consejo de Ahitofel fue burlar a David y tomarlo por sorpresa, el consejo de Husai fue hostigarlo y desgastarlo. Cuando Absalón y sus hombres oyeron el consejo de Husai, les gustó más que el consejo de Ahitofel. El versículo 14 nos dice que se debió a que el Señor había determinado frustrar el plan de Ahitofel para traer el desastre a Absalón.
Es importante señalar que reunir un gran ejército como sugirió Husai requeriría mucho tiempo y organización. Esto le daría a Husai tiempo para comunicarse con David para que pudiera escapar.
Después de avisar a Absalón, Husai fue a hablar con los sacerdotes Sadoc y Abiatar. Ambos eran aliados de David (2 Samuel 15:27). Husai les dijo lo que le había aconsejado a Absalón y sugirió que enviaran un mensaje a David sobre el plan (vv. 15-16). Husai aconsejó a David que no pasara la noche en el desierto, sino que lo cruzara para que no fuera destruido por el ejército de Absalón.
Una sirvienta fue enviada a los hijos de Abiatar y Sadoc a la fuente de Rogel. Esta sirvienta debía informar a Jonatán y Ahimaas quienes debían ir inmediatamente a David con el mensaje de Husai. Todo se hizo en el más absoluto secreto. Pero a pesar de sus esfuerzos por mantener el asunto en secreto, un joven vio a Jonatán y Ahimaas e informó a Absalón (v. 18).
Al darse cuenta de que los habían visto, Jonatán y Ahimaas se fueron rápidamente y fueron a la casa de un hombre llamado Bahurim. Éste tenía un pozo en su patio, y Jonatán y Ahimaas bajaron al pozo para esconderse de los soldados de Absalón que los perseguían. Para asegurarse de que no fueran descubiertos en el pozo, la esposa de Bahurim esparció grano sobre él para que no pareciera que se había hecho algún cambio (v. 19).
Cuando los hombres de Absalón llegaron y preguntaron a la mujer de la casa dónde estaban Ahimaas y Jonatán, ella les dijo que habían pasado el arroyo. Los hombres de Absalón los buscaron, pero no pudieron encontrarlos, así que regresaron a Jerusalén (v. 20).
Cuando los soldados se fueron, Jonatán y Ahimaas salieron del pozo y fueron a informar a David. Esa noche David y su pueblo cruzaron el Jordán. Al amanecer, todo el pueblo que seguía a David estaba a salvo del otro lado.
Cuando Ahitofel vio que su consejo no había sido seguido, ensilló su burro, regresó a su ciudad natal, arregló sus asuntos y se ahorcó. Él no estaba acostumbrado a que se ignorara su consejo y se ofendió gravemente por ello. El hombre cuyo consejo se consideraba próximo al de Dios fue eliminado de la escena. Absalón perdía un consejero importante. Dios había frustrado el consejo de Ahitofel.
Absalón persiguió a su padre al otro lado del Jordán (v. 24). El ejército de Israel acampó en la región de Galaad con Amasa como nuevo comandante militar. David estaba en Mahanaim.
Estando en la región de Mahanaim, Sobi el amonita, Maquir de Lodebar y Barzilai el galaadita vinieron a David con provisiones para su ejército. Trajeron ropa de cama, tazones, vasijas de cerámica, trigo, cebada, harina, grano tostado, frijoles y lentejas. También dieron a David y a su pueblo miel, manteca, ovejas y queso. Ellos se percataron de que David y su pueblo estarían hambrientos y sedientos por su viaje y quisieron ministrarlos en su momento de necesidad.
Nuevamente, en este acto de generosidad, vemos la maravillosa mano de Dios en la vida de David. Es cierto que tuvo que huir de su propio hijo, y su vida no era muy fácil en ese momento, pero la bendición y la protección de Dios aún era evidente. Dios estaba cuidando de él en este peregrinar. David y su pueblo estaban recibiendo el refrigerio por parte de su Dios. Eso también puede ser una realidad para nosotros en nuestro desierto. Si abrimos los ojos veremos que Dios no nos ha abandonado. Como dijo David en el Salmo 23:3-5:
Confortará mi alma;
Me guiará por sendas de justicia
por amor de su nombre.
Aunque ande en valle de sombra
de muerte,
No temeré mal alguno, porque tú
estarás conmigo;
Tu vara y tu cayado me infundirán,
aliento.
Aderezas mesa delante de mí en
presencia de mis angustiadores;
Unges mi cabeza con aceite;
copa está rebosando.
Que esta sea nuestra experiencia en las pruebas que enfrentamos en la vida.
Para Meditar:
- ¿Debemos esperar que en esta vida estaremos libres de dificultades y pruebas? ¿Qué vemos en este pasaje que pudiera respaldar nuestra respuesta?
- ¿Qué evidencia tenemos en este pasaje de que Dios estaba con David, protegiéndolo y dándole la victoria sobre sus enemigos? ¿Qué evidencia de la presencia de Dios contemplamos en nuestras luchas?
- ¿Cómo Dios le demuestra a David que Él tiene el control de lo que acontece en su vida? ¿Qué consuelo recibimos de esto?
- Dios restauró a David y a sus hombres en su tiempo de necesidad. ¿Cómo Dios nos ha estado restaurando o proveyendo refrigerio? ¿A quién ha estado usando en nuestra vida para traer bendición y aliento en nuestro momento de necesidad?
Para Orar:
- Agradezcamos al Señor que, aunque tengamos que caminar por el “valle de sombra de muerte”, Él nunca nos abandonará.
- Tomemos un momento para meditar en las formas que el Señor ha usado para alentarnos en nuestras luchas del pasado. Démosle gracias por su presencia refrescante y alentadora.
- Agradezcamos al Señor que Él tiene el control de los eventos y de las circunstancias de nuestra vida.
- Demos gracias al Señor que Él es más grande que todos nuestros enemigos.
42 – La Muerte de Absalón
Leamos 2 Samuel 18:1-33
La mano del Señor había estado sobre David y su pueblo. Es cierto que habían estado huyendo de Absalón, pero Dios había estado revelando Su presencia. Absalón trataba de derrocar a su padre, pero estaba luchando contra el ungido de Dios. En el último capítulo vimos cómo Ahitofel, el antiguo consejero de David, se suicidó. En este capítulo conocemos de la muerte repentina de Absalón y que la huida de David llega a su fin.
Absalón había cruzado el Jordán con su ejército en busca de David, su padre. Sus intenciones eran claras. Él quería matar a su padre y tomar su trono. Mientras David viviera, el país estaría dividido. Absalón quería unir al país bajo su liderazgo.
David al darse cuenta de que la batalla era inevitable, reunió a sus hombres y nombró comandantes sobre ellos, dividiéndolos en grupos de miles y grupos de cientos. Esto nos da una referencia del tamaño del ejército de David en ese momento. David envió a las tropas. Un tercio de ellas estaban bajo el mando de Joab; el segundo estaba bajo el mando de Abisai, hermano de Joab; y el último bajo Itai el geteo (v. 2).
La intención de David era marchar con sus tropas (v. 2), pero sus hombres se rehusaron a esto. Ellos sabían que, si David salía a la batalla, el foco de atención estaría sobre él. Sabían que la lucha de Absalón era personal. Absalón no pelearía contra ellos, pues su única intención era matar a su padre. Una vez que hubiera cumplido ese objetivo, no tendría más interés en la batalla. La misión de los hombres de David era protegerlo con sus vidas, y le sugirieron que mejor los apoyara desde la ciudad (v. 3). David escuchó el consejo de sus hombres y se quedó en la ciudad.
Es importante que notemos que David estaba bastante dispuesto a seguir el consejo de sus comandantes, y que sus hombres se sintieron libres de hacerle sugerencias. David estaba dispuesto a escuchar. No todos los líderes tienen esta capacidad. En el presente hay líderes que no escuchan a los que están bajo su dirección. David nos da un ejemplo a seguir como líderes.
Antes de que las tropas partieran para la batalla, David habló a Joab, Abisai e Itai acerca de Absalón; y les dijo: “Tratad benignamente por amor de mí al joven Absalón” (v. 5). Todas las tropas escucharon a David dar esta orden a sus tres comandantes. Sabían que no era la intención de David matar a su hijo. En el corazón de David había ternura por su hijo. Aunque Absalón lo había lastimado profundamente y lo buscaba para matarlo, David tenía el corazón de un padre amoroso hacia él. Es cierto que no siempre pudo mostrar ese corazón a su hijo. Durante un período de cinco años, David hasta se rehusó a ver a Absalón, y esto, como es obvio, hirió a su hijo profundamente. Sin embargo, en el fondo, David amaba a su hijo. Nada de lo que hiciera Absalón cambiaría el amor que sentía por él. No obstante, el pasaje nos muestra que el amor debe expresarse. Absalón odiaba a su padre en parte porque no experimentó su amor paternal cuando más lo necesitaba. Haríamos bien en aprender a expresar el amor que sentimos por nuestros hijos y cónyuges. Podemos amarlos profundamente, pero si no les expresamos ese amor de una manera en la que puedan entender, el amor que hemos escondido en nuestro corazón no les servirá de nada. El amor debe demostrarse de manera práctica.
Los comandantes llevaron a sus ejércitos a la batalla, la cual tuvo lugar en el bosque de Efraín. Dios les dio a los hombres de David una gran victoria ese día, y el ejército de Absalón sufrió muchas bajas. El versículo 7 nos dice que perdieron veinte mil hombres. Esta fue una clara señal de que Dios estaba con David. La batalla se extendió por toda la región; y el versículo 8 nos dice que el bosque cobró más vidas que la espada.
Tenemos un ejemplo de cómo el bosque cobró la vida de Absalón. Éste iba montado en su mulo cuando se encontró con los hombres de David. Mientras cabalgaba, su mulo pasó debajo de una rama de un gran roble. El cabello de Absalón, que se había dejado crecer, se enganchó en las ramas cuando el mulo pasó por debajo. Entones el mulo siguió su camino, pero Absalón quedó colgado del árbol por los cabellos. Si no hubiera sido tan grave, habría sido bastante divertido ver todo el incidente. El rey Absalón colgaba impotente de ese roble incapaz de liberarse. Estaba humillado, impotente y obviamente avergonzado.
Uno de los hombres de David vio a Absalón colgando del árbol y le informó del incidente a Joab (v. 10). Cuando Joab escuchó este informe, dijo:
“Y viéndolo tú, ¿por qué no le mataste luego allí echándole a tierra? Me hubiera placido darte diez siclos de plata, y un talabarte”. (v. 11)
El hombre respondió:
“Aunque me pesaras mil siclos de plata, no extendería yo mi mano contra el hijo del rey; porque nosotros oímos cuando el rey te mando a ti y a Abisai y a Itai, diciendo: Mirad que ninguno toque al joven Absalón”. (v. 12).
Este soldado respetó los deseos de David y se negó a levantar su espada contra el hijo del rey. Él temía por su vida, si desobedecía la orden directa de David, éste lo mataría. Él sabía que ni siquiera Joab lo habría defendido ante David (v. 13).
Joab tomó tres jabalinas en su mano y, encontrando a Absalón, las clavó en su corazón mientras colgaba indefenso del árbol. Los escuderos de Joab entonces rodearon a Absalón y terminaron el trabajo. A Absalón no se le dio la oportunidad de defenderse como un soldado. Murió sin poder defenderse. El cuerpo de Absalón fue tomado y arrojado a un hoyo. Un gran montón de rocas fue apilado sobre él (v. 17). Murió en deshonra y fue enterrado sin respeto.
Después de la muerte de Absalón, Joab tocó la trompeta y sus tropas dejaron de perseguir a Israel. Israel sufrió graves bajas y regresó a casa para curar sus heridas.
Absalón era una persona orgullosa. El versículo 18 nos dice que, como Absalón no tenía hijo que conservara la memoria de su nombre, había erigido una columna en el Valle del Rey como monumento a sí mismo. Llegó a ser conocido por la gente de la región como el “Monumento de Absalón”.
Cuando el sacerdote Ahimaas, hijo de Sadoc, escuchó que habían matado a Absalón, quiso correr a David con la noticia (v. 19). Joab sabía que David no tomaría bien esta noticia. Probablemente temía a la respuesta de David y quería proteger a Ahimaas del daño. Joab le dijo que no sería él quien le llevaría esta trágica noticia a David (v. 20). En cambio, Joab llamó a un etíope y le dijo que le contara a David lo que le había sucedido a su hijo. Y el etíope salió corriendo con la noticia (v. 21).
Ahimaas tenía muchas ganas de compartir la noticia de la victoria con David. Le rogó a Joab que lo dejara correr detrás del etíope. No está claro la razón por la que Ahimaas sentía tanta necesidad de llevar esta noticia a David. Joab trató de persuadir a Ahimaas de que no le convenía decírselo a David, pero cuando vio que no se daría por vencido, le dio permiso para ir. Ahimaas estaba tan decidido a llevar este informe a David que corrió más rápidamente que el mensajero etíope (v. 23).
Un vigilante en el techo vio a un hombre que corría solo hacia la ciudad, y llamó a David informándole lo que veía. David pensó para sí mismo: “Si viene solo, buenas nuevas trae”.
A medida que el hombre se acercaba a la ciudad, el vigilante volvió a llamar a David diciéndole que un segundo hombre corría hacia la ciudad. Una vez más David pensó que el hombre traía más buenas noticias.
Cuando el primer hombre se acercó a la ciudad, el vigilante pudo identificarlo. Le dijo a David que corría como Ahimaas hijo de Sadoc, el sacerdote. Al darse cuenta de que Ahimaas era un buen hombre, David se animó y pensó que venía con buenas noticias.
Cuando Ahimaas llegó, gritó al rey: “Paz. Bendito sea Jehová Dios tuyo, que ha entregado a los hombres que habían levantado sus manos contra mi señor el rey” (v. 28). Percatémonos de que Ahimaas no dijo que Absalón estaba muerto.
Cuando David preguntó por su hijo Absalón, Ahimaas respondió: “Vi yo un gran alboroto cuando envió Joab al siervo del rey y a mí tu siervo; mas no sé qué era” (v. 29). Al decir esto, Ahimaas no quería ser el portador de las malas noticias de la muerte de Absalón. El rey le dijo que se hiciera a un lado para poder escuchar lo que el segundo mensajero tenía que decir (v. 30).
Cuando llegó el etíope, le dijo a David que el Señor lo había librado de los que se habían levantado contra él (v. 31). Cuando David preguntó si Absalón estaba a salvo, el etíope dijo: “Como aquel joven sean los enemigos de mi señor el rey, y todos los que se levanten contra ti para mal” (v. 32). David entendió por esto que su hijo Absalón había muerto.
La noticia de la muerte de Absalón estremeció a David. Subió a una habitación sobre la entrada y lloró gritando: “¡Hijo mío Absalón, hijo mío, hijo mío Absalón! ¡Quién me diera que muriera yo en lugar de ti, Absalón, hijo mío, hijo mío!” (v. 33)
Este es el grito de un corazón quebrantado. El amor de David por Absalón era tal que hubiera querido morir en su lugar. Su amor era muy profundo, pero Absalón nunca entendió realmente ese amor.
La historia en este capítulo es una historia del control de Dios sobre las circunstancias de la vida. La mano de Dios estaba sobre David, protegiéndolo y guardándolo. Absalón, al pelear contra David, estaba peleando contra el ungido de Dios. Él no podía ganar esta batalla.
Para Meditar:
- ¿Cómo describiríamos los sentimientos de Absalón hacia su padre David? ¿Cuál era el origen de esos sentimientos?
- ¿Qué nos dice acerca de David su disposición de escuchar a sus hombres? ¿Somos buenos escuchando?
- ¿Cómo se sintió David por su hijo Absalón? ¿Nos sentiríamos así con alguien que nos insultó y trató de matarnos?
- ¿Creemos que Absalón entendía la profundidad del amor que su padre tenía por él? Expliquemos.
- ¿Somos capaces de expresar el amor que sentimos hacia nuestra familia y amigos?
- ¿Cómo la forma en que murió Absalón nos muestra que él no tenía el control sobre los sucesos de su vida?
- ¿Alguna vez hemos luchado contra los propósitos de Dios? ¿Qué nos enseña este pasaje acerca de la futilidad de luchar contra Dios?
Para Orar:
- Pidámosle al Señor que nos ayude a lidiar con cualquier amargura que podamos tener hacia alguien que nos haya lastimado.
- Clamemos a Dios para que nos ayude a escuchar mejor a los demás.
- ¿Somos capaces de expresar nuestro amor a los que nos rodean de una manera que ellos entiendan? Oremos al Señor para que nos ayude a expresar el amor que sentimos por ellos.
- Agradezcamos al Señor que Él tiene el control de los acontecimientos de nuestra vida.
- Si hemos estado peleando contra el Señor en algún área de nuestra vida, como Absalón, pidámosle que nos dé gracia para rendirnos a Él hoy.
43 – David Regresa a Casa
Leamos 2 Samuel 19:1-43
La rebelión de Absalón contra su padre no duró. Absalón murió en la batalla y fue enterrado en un foso en el bosque. No era la voluntad de Dios que Absalón fuera rey. David había sido la elección de Dios todo el tiempo y nada podía quitarle esa posición.
Aunque Absalón había tratado de matar a su padre, David todavía lo amaba profundamente; y cuando se enteró de la muerte de su hijo, lloró y se lamentó. La noticia del dolor de David se extendió por todo el ejército. Este fue un momento difícil para los soldados. Por un lado, entendían el dolor de David por la muerte de su hijo. Sin embargo, por otro lado, Absalón había sido su enemigo y le había tratado de quitar el trono a David. Estos hombres habían arriesgado sus vidas para defenderlo, pero él no estaba contento con la victoria por la que habían arriesgado sus vidas. ¿Se regocijarían, o se unirían a David en su duelo por la muerte de su hijo, enemigo de ellos? Cuando el ejército volvió a casa lo hizo en silencio, por respeto a David. Ellos no regresaron regocijándose por la victoria. En cambio, regresaron como hombres que habían sido derrotados, con David gritando: “¡Hijo mío Absalón, Absalón, hijo mío, hijo mío!” (v. 4).
Joab vio cómo la victoria se había convertido en luto, y se acercó a David al respecto. Le dijo a David que había humillado a sus hombres que acababan de salvar su vida y la vida de sus hijos, hijas, esposas y concubinas (v. 6). Le recordó que estaba mostrando amor por los que lo odiaban y odio por los que lo amaban; que estaba mostrando falta de respeto por su familia al llorar por la persona que quería hacerles daño. Al afligirse por su hijo, David había menospreciado los valientes esfuerzos de sus soldados por salvar su vida y defender su trono. Incluso Joab llegó a decir: “…hoy me has hecho ver claramente que si Absalón viviera, aunque todos nosotros estuviéramos muertos, entonces estarías contento”. Joab le recordó a David ese día que si no salía a alentar a sus hombres, lo abandonarían (v. 7). Entonces David escuchó el consejo de Joab y fue a ver a sus hombres (v. 8).
Hubo confusión entre las tribus de Israel que se habían puesto del lado de Absalón contra David. No estaban seguros de lo que debían hacer ahora que habían sido derrotados y que Absalón había sido asesinado. En el versículo 9, reconocieron que David había sido un buen rey que los había librado de las manos de sus enemigos. También reconocieron que se habían puesto del lado de Absalón, el enemigo de David. Estaban en una situación muy delicada. Necesitaban hacer algo para restaurar su relación con David. Algunos sugirieron que fueran a encontrarse con él y lo trajeran de regreso a la tierra, proclamándolo rey (v. 10).
David escuchó que los israelitas querían llevarlo de regreso como rey, a pesar de que se habían rebelado contra él a favor de Absalón. Sin embargo, no había tenido noticias del pueblo de Judá. En el versículo 11, envió un mensaje a los sacerdotes Sadoc y Abiatar. En ese mensaje les dijo que preguntaran a los ancianos de Judá por qué deberían ser los últimos en hacerlo volver. Les mencionó que sus hermanos en las otras tribus de Israel ya le habían hablado de regresar como su rey. Le recordó al pueblo de Judá que eran su propia carne y sangre. A la luz de los acontecimientos de los últimos días, David necesitaba la seguridad de la lealtad de su propio pueblo. Al enviar este mensaje a Judá, David también les estaba asegurando que quería ser su rey.
En este mensaje, David también informó al pueblo de su deseo de relevar a Joab, su comandante militar, de su puesto y dárselo a Amasa (v. 13). Esto probablemente se deba a que Joab había matado a Absalón, ignorando los deseos de David de que no se le hiciera daño.
Al enviar este mensaje a Judá, David ganó sus corazones, quienes fueron conmovidos por el compromiso de él con ellos y su deseo de verlos restablecerlo como rey sobre su tribu. Unánimes enviaron a decir a David que regresara con todos sus hombres para ser su rey (v. 14).
Cuando David y sus hombres llegaron al río Jordán, los hombres de Judá salieron a su encuentro y lo trajeron para que fuera su rey (v. 15). Entre los que fueron a recibir a David estaba Simei. Como recordarán, Simei había maldecido a David y apedreado a sus oficiales cuando huían de Jerusalén. Él había acusado a David de tomar el trono de Saúl (ver 2 Samuel 16:5-8). Fue osado al pensar que Absalón iba a derrotar a David, pero ahora que David había salido victorioso, Simei sabía que tenía que hacer las cosas bien. Probablemente tenía miedo que lo mataran.
Con Simei estaban mil benjamitas, al igual que Siba, el antiguo sirviente de Saúl, con sus quince hijos y veinte sirvientes. Toda esta gente corrió al Jordán para saludar a David y traerlo de regreso como rey. Cuando Simei cruzó el río Jordán para encontrarse con David, se postró ante él y le pidió a David que lo perdonara por sus insultos (vv. 18-19). Le confesó a David que había pecado y que quería arreglar las cosas con él siendo el primero en darle la bienvenida como rey. Al decir esto, Simei estaba afirmando su lealtad a David.
Abisai, uno de los comandantes de David, había estado presente y escuchó todo lo que Simei había dicho contra David cuando estaban escapando (2 Samuel 16:9). Él quería que David matara a Simei por sus insultos (v. 11). David se negó a hacerle daño a Simei mientras vivió, pero en su lecho de muerte le dijo a su hijo Salomón que lo tratara como a un enemigo y lo matara (1 Reyes 2:8-9). Es posible que haya hecho esto porque no confiaba en su lealtad y quería que el reinado de Salomón fuera seguro.
Mefi-boset, el nieto de Saúl, estaba entre los que vinieron a encontrarse con David y llevarlo al otro lado del Jordán para que fuera rey. Debemos recordar que Siba, el siervo de Mefi-boset, había venido al encuentro de David cuando éste huía. Cuando David le preguntó a Siba por qué Mefi-boset, su amo, no había venido con él, Siba le dijo que la lealtad de Mefi-boset era para Absalón. Esto enfureció a David y le dio a Siba las propiedades de Mefi-boset (2 Samuel 16:1-4).
Al ver a Mefiboset, David notó que estaba descuidado. Mefi-boset estaba lisiado, pero no se había cuidado los pies, ni se había arreglado la barba, ni lavado la ropa desde el día que David se fue. David le preguntó por qué no fue con él cuando huyó de Jerusalén (v. 25). Mefi-boset le dijo que, como estaba cojo, había decidido ensillar su burro y salir con David. Sin embargo, su siervo Siba se fue sin él y calumnió su nombre mintiéndole a David sobre él (v. 27).
Mefi-boset se entregó a David para que él hiciera lo que bien le pareciera. Reconoció la bondad y el favor de David hacia él a pesar de que no lo merecía. Él pensó que no tenía derecho a seguir pidiéndole a David que tuviera misericordia debido a que ya había hecho mucho por él (v. 28). Pero David perdonó a Mefi-boset y le devolvió la mitad de su tierra (v. 29).
Otra persona que vino a recibir a David en el Jordán era un hombre llamado Barzilai el galaadita. Este hombre estaba entre los que habían venido a David con provisiones cuando huía de Absalón (ver 2 Samuel 17:27-29). Barzilai era un hombre de ochenta años y muy rico (v. 32). David le pidió a Barzilai que se quedara con él en Jerusalén, donde proveería para todas sus necesidades (v. 33). Sin embargo, Barzilai le dijo a David que era demasiado viejo para disfrutar del privilegio que David le estaba ofreciendo. Ya no podía saborear la diferencia entre la buena comida y la mala; era demasiado sordo para apreciar el sonido de los cantores; pensaba que solo sería una carga innecesaria para David (vv. 34-35). Barzilai cruzaría el Jordán con él como símbolo de su lealtad, pero quería regresar a su ciudad natal donde podría vivir el resto de su vida y ser enterrado junto a sus antepasados (vv. 36-37). Sin embargo, él sugirió que David tomara a su siervo Quimam en su lugar.
David le prometió a Barzilai que podía pedirle cualquier cosa que quisiera y se le haría (v. 38). Cuando cruzaron el Jordán, David besó a Barzilai y lo bendijo. Entonces Barzilai regresó a su casa (v. 39).
Según los eventos que ocurrieron junto al Jordán ese día, vemos que David agradeció lo que otros habían hecho por él en su momento de necesidad. Él recordó su amabilidad y los recompensó.
El día que David pasó el Jordán a Gilgal, Quimam, siervo de Barzilai, pasó con él. También estuvieron presentes, para llevarlo al otro lado del Jordán, el ejército de Judá y la mitad de las tropas de Israel (v. 40).
El cruce del Jordán no estuvo exento de luchas. En el versículo 41, los hombres de Israel se acercaron a David y le preguntaron por qué Judá se lo había llevado, pues lo habían traído a él y a su familia al otro lado del Jordán. Al decir esto, parece que habían malinterpretando las intenciones de Judá. Puede ser que pensaran que Judá estaba tratando de ganarse el favor especial de David a expensas de ellos. Estaban tratando de hacer quedar mal a las otras tribus de Israel ante David. Esto provocó un conflicto entre Judá y el resto de Israel.
Al oír esta queja, los hombres de Judá respondieron a los hombres de Israel. Les dijeron que la razón por la cual habían salido a su encuentro era porque el rey tenía una estrecha relación con ellos. Ellos no habían tomado nada para sí, ni buscaban ningún favor especial del rey.
Israel le recordó a Judá que diez de las doce tribus pertenecían a la nación de Israel. Al decir esto, estaban diciendo que tenían mayor derecho sobre David que las tribus de Judá y Benjamín. También le recordaron a Judá que ellos fueron los primeros en invitar a David a regresar. Les disgustaba que Judá tratara de lucir mejor que ellos por ser los primeros en llevar a David al otro lado del Jordán. Estos comentarios solo despertaron aún más la ira de Judá (v. 43).
Todo el incidente con Absalón causó un gran revuelo entre la gente de toda la nación. Satanás no había tenido éxito en derrotar a David, pero había alborotado a la nación y causado una división significativa. La lealtad del pueblo estaba dividida. Muchos habían sido insultados. Se habían dicho mentiras y se calumniaba a la gente. Los celos amenazaron con dividir aún más a la frágil nación. David ahora tenía mucho trabajo que hacer para reunir a la nación, la cual estaba confundida y dividida. Todo comenzó con la amargura en el corazón de un hombre. Absalón fue la herramienta de Satanás para causar mucho daño a toda la nación.
Tal vez hemos estado en iglesias donde ha sucedido lo mismo. Una persona que actúa con amargura y celos puede convertirse en el vehículo de Satanás para traer gran división. Aunque David no había hecho nada malo, ahora tenía que hacer un trabajo significativo para reparar las relaciones que habían sido rotas por la mentira, el engaño, la amargura y los celos.
Para meditar:
- ¿Qué aprendemos acerca de pelear en contra de la voluntad del Señor? ¿Podría Absalón realmente tener éxito en su intento de derrocar al hombre que Dios había llamado al trono?
- En la primera parte de este capítulo, David es culpable de no apreciar el esfuerzo de sus soldados que arriesgaron sus vidas por él. ¿Alguna vez hemos fallado en apreciar los esfuerzos de otros en nuestra vida? ¿Quiénes son esas personas?
- ¿Qué aprendemos en este pasaje acerca del resultado de la amarga ira de Absalón contra su padre? ¿Cómo afectó esta actitud a toda una nación? ¿Cuál es la advertencia para nosotros aquí?
- Vemos en este pasaje que David estuvo dispuesto a perdonar a Simei. ¿Hay personas que nos han insultado y nos cuesta perdonarlas?
Para orar:
- Pidámosle al Señor que nos ayude a mostrar más agradecimiento a aquellos que nos rodean. Oremos a Él para que nos ayude a ser un estímulo para ellos.
- Pidámosle al Señor la gracia de perdonar a los que nos han ofendido.
- Tomemos un momento para agradecer al Señor por las personas que nos ha enviado para ministrarnos en nuestra necesidad.
- Supliquémosle al Señor que proteja a nuestra iglesia de divisiones como las que estaban ocurriendo en Israel en ese momento. Clamemos a Él para que nos dé más gracia para caminar en unidad y armonía.
44 – La Sublevación de Seba
Leamos 2 Samuel 20:1-26
El liderazgo de David en Israel no estuvo exento de luchas; incluso él tenía muchos enemigos. Algunos de estos enemigos se negaron a reconciliarse con él cuando volvió a ser rey, y Seba era uno de ellos.
Seba era de la tribu de Benjamín. Se le describe en el versículo 1 como un hombre perverso. Cuando David regresaba a Jerusalén, Seba tocó una trompeta y gritó:
“No tenemos nosotros parte en David, ni heredad con el hijo de Isaí. ¡Cada uno a su tienda, Israel!” (v. 1)
La expresión “cada uno a su tienda” parece ser un llamado a Israel para que abandone su bienvenida a David y se reagrupe bajo sus líderes para planear su rebelión.
Muchos en Israel escucharon el llamado de Seba y se rebelaron contra David. En este momento había tensión entre Israel y Judá. Israel había acusado a Judá de tratar de ganarse el favor de David (ver 2 Samuel 19:41-43). La ira de Israel con Judá le había permitido a Seba ganar más aliados en este momento. El versículo 2 nos dice que todos los hombres de Israel abandonaron a David para seguir a Seba, pero Judá permaneció fiel.
Cuando David regresó a Jerusalén, una de sus primeras tareas fue ocuparse de las diez concubinas que él había dejado para que cuidaran del palacio. Se sabía públicamente que durante su ausencia, estas concubinas se habían acostado con Absalón (2 Samuel 16:22). David sabía que esto era en cumplimiento de la palabra que Dios le había dado acerca de su propio pecado con Betsabé (ver 2 Samuel 12:11-12). Las concubinas habían sido mancilladas por este acto. David decidió que las cuidaría hasta el día de su muerte, pero ellas llevarían la afrenta de sus acciones por el resto de sus vidas.
Es notorio que David se ocupó de sus concubinas antes de ocuparse de la rebelión de Seba. Las concubinas eran parte de su casa. David sabía que primero necesitaba lidiar con los asuntos de su propia vida antes de lidiar con Seba y los problemas de la nación. Mientras David no solucionara los problemas de su propia familia, esto solo sería un obstáculo para sus esfuerzos por unir el reino. En esto, David muestra una gran sabiduría.
Después de ocuparse de sus diez concubinas, David volvió su atención a Seba y su rebelión. Envió a Amasa a llamar a los hombres de Judá dentro de tres días. En 2 Samuel 19:13, David le dio a Amasa el puesto de comandante de su ejército en el lugar de Joab. Amasa convocó al ejército para que se reuniera ante David listo para la batalla.
Cuando Amasa tardó más tiempo del acordado en regresar con los hombres de Judá, David llamó a Abisai. Abisai era hermano de Joab, el excomandante militar de David. David le dijo a Abisai que Seba representaba una amenaza más seria para la nación que Absalón, y le ordenó que reuniera el ejército de Joab y persiguiera a Seba. David no quería darle tiempo a Seba para encontrar una ciudad fortificada para reunirse con sus hombres donde la lucha sería más difícil. Abisai tomó al ejército de Joab, así como a los cereteos y peleteos que eran leales a David, y salió en persecución de Seba (v. 7). Parece que Joab, aunque ya no era comandante del ejército, estaba peleando con sus hombres.
Mientras Abisai perseguía a Seba, Amasa regresó con su ejército y se unió a él. Mientras estaban juntos, Joab, en un gesto de amistad, se acercó a saludar a Amasa (a quien se le había dado su puesto). Joab vestía una túnica militar con una daga atada en una vaina. Mientras se saludaban, Joab tomó a Amasa por la barba con la mano derecha para besarlo y con la mano izquierda le clavó la daga, matándolo (vv. 9-10). Al matar a Amasa, Joab se negaba a aceptar la decisión de David de reemplazarlo.
En ese momento el cadáver de Amasa yacía en medio del camino. Uno de los hombres de Joab se paró junto al cadáver de Amasa mientras los soldados pasaban, y gritó:
“¡Cualquiera que ame a Joab y a David, vaya en pos de Joab!” (v. 11)
La intención aquí era reafirmar el mando de Joab sobre Amasa. Cuando las tropas pasaron junto al cuerpo de Amasa que yacía en su sangre en el camino, se sorprendieron por lo que vieron. Muchos se detendrían a mirar. Lo que se suponía que debía motivar a las tropas a seguir a Joab no estaba teniendo el efecto deseado. En cambio, solo estaba causando confusión. Al ver que su plan no estaba funcionando, el soldado decidió arrastrar el cuerpo de Amasa al campo. Se arrojó una vestidura sobre su cuerpo para que no lo reconocieran. Así no sería de estorbo para los soldados que pasaban (v. 12). Una vez que Amasa fue quitado del camino, los hombres perseguían a Seba bajo el mando de Joab (v. 13). Seba pasó por las tribus de Israel hasta que llegó al pueblo de Abel Beth Maacah donde buscaría refugio.
Cuando los hombres de Joab descubrieron que Seba se había refugiado en Abel-bet-maaca, construyeron una rampa de asedio hasta la ciudad y se levantaron contra ella. Su intención era derribar el muro, atacar la ciudad y capturar a Seba.
Mientras los hombres de Joab intentaban derribar el muro de la ciudad, una mujer sabia los llamó. Ella pidió permiso para hablar con Joab (v. 16). Joab fue hacia ella para escuchar lo que tenía que decir. La mujer le dijo a Joab que la ciudad de Abel había sido respetada en Israel por su sabiduría (v. 18). Además, le dijo que la ciudad también era conocida por ser una ciudad pacífica y fiel, y le preguntó por qué estaba tratando de destruirla (v. 19).
Joab le dijo que no estaba interesado en destruir la ciudad (v. 20), y le contó acerca de Seba, quien había levantado su mano en rebelión contra David. Él le dijo que si la ciudad les entregaba a Seba, se retirarían de ellos y los dejarían en paz. La mujer sabia le dijo a Joab que le arrojarían la cabeza desde el muro (v. 21).
La mujer se dirigió a su pueblo y les dijo lo que debían hacer para salvar la ciudad. El pueblo escuchó su consejo, mató a Seba, le cortó la cabeza y se la arrojó a Joab por el muro (v. 22). Entonces Joab cumplió su palabra, ordenó la retirada de sus hombres y regresó a Jerusalén.
Observemos que el versículo 23 nos dice que Joab estaba sobre todo el ejército de Israel. Ese puesto le había sido quitado a Joab y dado a Amasa. Ahora que Joab había matado a Amasa, regresaba a su antiguo cargo. Podemos suponer que a David no le agradó la rebelión de Joab. Sin embargo, permitió que Joab continuara como comandante, pues le había dado a David la victoria sobre su enemigo Seba. Disciplinarlo en este momento de victoria probablemente habría causado una gran confusión en la nación. David sabía que habría un tiempo para disciplinar a Joab por sus acciones, pero este no era el momento.
Necesitamos sabiduría de Dios para tomar decisiones. El legalismo quiere que hagamos “lo correcto” sin importar cuál sea el resultado. No obstante, en este mundo pecaminoso, a veces hacer lo “correcto” puede resultar en un mal aún mayor. En esta situación, David consideró necesario dejar el asunto tranquilo por un tiempo por el bien de toda la nación.
Los versículos 23-26 nos dan una idea de la administración de David en ese momento. Joab era su comandante militar; Benaía estaba sobre los cereteos y peleteos (v. 23); Adoram estaba a cargo del trabajo forzado; Josafat era el cronista, lo cual probablemente tenía que ver con mantener registros oficiales (v. 24); Seva era escriba y Sadoc y Abiatar eran sacerdotes (v. 25). Ira era el sacerdote personal de David (v. 26).
Para Meditar:
- David, aunque escogido por Dios, aún así tuvo muchos enemigos. El Señor Jesús también tuvo muchos enemigos. ¿Deberíamos pensar que en la vida no tendremos enemigos?
- David se encargó de sus concubinas como un asunto personal antes de tratar con los asuntos de la nación. ¿Qué tiene de significativo esto? ¿Qué nos dice esto acerca de la importancia de deshacernos de los obstáculos en nuestras propias vidas antes de tratar de llegar a los demás? ¿Cómo pueden los obstáculos personales en nuestras vidas estorbarnos en el ministerio?
- El soldado del ejército de Joab expuso el cuerpo de Amasa en un intento de obtener apoyo para Joab. Cuando esto no funcionó, escondió el cuerpo y cambió su plan. ¿Estamos dispuestos a reconocer cuando nuestros planes no están funcionando? Algunas personas persistirán tercamente en un plan, sin querer admitir que estaban equivocados. ¿Podemos nosotros admitir cuando nos equivocamos?
- Vemos en este capítulo que una mujer sabia pudo salvar la ciudad de Abel-bet-maaca. La ciudad no podría haberse levantado contra el ejército de Joab. Lo que la fuerza y la fortificación no pudieron lograr, una mujer lo logró con sabiduría. ¿Qué nos enseña esto acerca de la sabiduría?
- ¿Es posible tomar la “decisión correcta” en el momento equivocado? Consideremos cómo David lidió con Joab en este capítulo.
Para orar:
- Pidámosle al Señor que nos ayude a perseverar aun cuando nuestros enemigos se levanten contra nosotros.
- Oremos al Señor para que nos muestre cualquier problema personal que necesitemos arreglar antes de ministrar para Él.
- Roguémosle al Señor que nos dé humildad para reconocer cuando hemos tomado una mala decisión. Clamemos a Él para que nos dé gracia para hacer los cambios necesarios.
- Pidámosle a Dios que nos dé sabiduría para tomar decisiones. Oremos a Él para que nos muestre cuándo debemos aceptar las cosas y cuándo debemos luchar por el cambio.
45 – Hambre y Gigantes
Leamos 2 Samuel 21:1-22
Vimos en la meditación anterior que David tenía muchos enemigos. Hubo quienes en su propia nación no lo aceptaron como rey. Pero a pesar de la oposición, el propósito de Dios para que David fuera rey se mantuvo. Dios le dio la victoria sobre sus enemigos y lo estableció como Su rey sobre Israel y Judá. Esta no fue la única oposición que experimentó David. Descubrimos que para que el reinado de David prosperara, él tuvo que enfrentar los pecados de su pasado.
Al comenzar el versículo 1, vemos que hay hambre en la tierra. Lo extraño de esta hambruna fue que duró tres años consecutivos. David sabía que Dios era un Dios soberano. Él creía que había una causa para esta hambruna y entonces buscó al Señor al respecto.
En el versículo 1, Dios le mostró a David que la razón de esta hambruna era debido a lo que Saúl les había hecho a los gabaonitas. Dios le dijo que la casa de Saúl había sido manchada con sangre porque había aniquilado a los gabaonitas. No tenemos registro en la Biblia de este acto de Saúl. Sin embargo, lo que sí necesitamos entender, es que era abominable ante Dios. Aunque Saúl estaba muerto, sus acciones todavía contaminaban la tierra. Este acto nunca había sido confesado a Dios. No se había hecho ningún esfuerzo por reconciliarse con los gabaonitas por este terrible hecho.
Quiero tomarme un momento y examinar este problema en Israel porque tiene implicaciones en nuestras propias vidas. Lo que aprendemos es que el pecado puede prolongarse y contaminar nuestra tierra y nuestras vidas. Incluso los pecados de nuestros antepasados pueden tener un efecto duradero en nuestra tierra y en nuestras vidas. En este caso, el asesinato de los gabaonitas fue un acto pecaminoso de Saúl, y aunque estuviera muerto, su pecado estaba delante de Dios y traía maldición sobre la tierra. En este caso, la maldición vino en forma de hambruna. Esto debería llevarnos a pensar profundamente sobre nuestra propia historia espiritual. ¿Hay pecados que todavía están delante de Dios y maldicen nuestra tierra, nuestras familias o nuestras iglesias? Aunque, tal vez estos no sean nuestros pecados, todavía están presentes en nuestra tierra o nuestra iglesia, y no se ha hecho nada para confesarlos ni corregirlos.
¿Alguna vez le hemos pedido a algún hijo nuestro que recoja el desorden que hay en casa y éste ha respondido: “Pero no fui yo quien lo hizo”? La cuestión es que realmente no importa quién hizo el desorden, aun así, necesita recogerse. Si bien es importante que la persona que peca confiese ese pecado, hay momentos en que esa persona ya no está presente. En este caso, el pecado todavía necesita ser confrontado. La sangre de Cristo es capaz de limpiarnos de todo pecado. No hay pecado que no sea cubierto por Su sangre, pero si no le llevamos ese pecado al Señor y lo confesamos; ¿cómo puede ser perdonado? 1 Juan 1:9 nos dice:
Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.
Observemos aquí las palabras, “Si confesamos”. Esto significa que es necesario hacer una confesión de pecado si queremos experimentar el maravilloso perdón de Dios. Esto es lo que está pasando aquí. El pecado de Saúl necesitaba ser confesado, y la reconciliación necesitaba hacerse antes de que terminara la hambruna.
Los gabaonitas no eran parte de Israel. El versículo 2 nos dice que eran de raíces amorreas. Bajo el liderazgo de Josué, Israel había hecho un pacto con los gabaonitas para dejarlos vivir (ver Josué 9:3-15). Saúl había roto esa promesa cuando los mató, y Dios responsabilizó a Israel por la ruptura de esa promesa del pacto con Gabaón. Dios toma muy en serio los votos que hacemos.
Al darse cuenta de la causa de la hambruna, David convocó a los gabaonitas y les preguntó qué debía hacer para que se arreglaran las cosas (v. 3). En el versículo 4, los gabaonitas le dijeron a David que no tenían derecho a pedir ni plata ni oro a Saúl, ni tenían derecho a matar a nadie en Israel. Sin embargo, para arreglar las cosas, le pidieron a David que se les entregara siete descendientes varones de la familia de Saúl para matarlos y exponerlos ante el Señor en Gabaa, donde había vivido Saúl (ver 1 Samuel 10:26). David accedió a la petición para sanar la tierra de la maldición.
En el versículo 7, se nos dice que David perdonó a Mefi-boset, hijo de Jonatán, debido al juramento que les había hecho a Jonatán y a Saúl de no exterminar a su descendencia. Sin embargo, sí entregó siete descendientes de Saúl a los gabaonitas. En el versículo 8, David entregó a Armoni y Mefi-boset, hijos de Rizpa, concubina de Saúl (2 Samuel 3:7). También entregó cinco de los nietos de Saúl, nacidos de su hija Merab. Los gabaonitas mataron a estos siete descendientes de Saúl y los expusieron en una colina para que todos los vieran (v. 9).
Rizpa, la concubina de Saúl, cuyos dos hijos habían sido entregados, fue al monte en el que estaban expuestos sus dos hijos y los cinco nietos de Saúl. Extendió para sí un trozo de tela de cilicio sobre una roca, y allí permaneció desde el comienzo de la siega hasta que la lluvia cayó del cielo sobre los cuerpos. Ella no dejaba que las aves o los animales salvajes tocaran los cuerpos (v. 10). No se nos dice cuánto tiempo se quedó con los cuerpos, pero se quedó hasta que la maldición de Dios se rompió sobre la tierra y cayó la lluvia, poniendo fin a la hambruna de tres años. La caída de la lluvia fue una señal para ella de que la maldición de Dios había sido levantada.
Cuando le dijeron a David lo que Rizpa había hecho, tomó los huesos de Saúl y Jonatán de los ciudadanos de Jabes de Galaad y los enterró en la tumba de Cis, el padre de Saúl, en el territorio de Benjamín (v. 14). Los cuerpos de Saúl y Jonatán habían sido enterrados en Jabes Galaad después de que los filisteos los expusieran públicamente en el muro de Bet-sán (ver 1 Samuel 31:8-13). Al llevar los huesos de Saúl y Jonatán al terreno de su familia, David los estaba honrando. Cuando se hicieron estas cosas, la bendición de Dios fue restaurada sobre la tierra.
El hambre no era la única preocupación de David en este momento. También tuvo que luchar contra los filisteos, quienes demostraron ser una constante espina clavada en su costado. En el versículo 15, leemos acerca de una batalla que tuvo David con los filisteos. Esta batalla fue tan intensa que David estaba exhausto; y en medio de su agotamiento, uno de los filisteos llamado Isbi-benob se acercó a David. Este hombre tenía una punta de lanza de bronce que pesaba trescientos siclos (siete libras y media o tres kilogramos y medio). También tenía una espada nueva, y su intención era matar a David. De no haber sido por Abisai, uno de los comandantes de David, que vino a rescatarlo y mató a Isbi-benob, David podría haber perdido la vida ese día (v. 17). Después de esta aproximación, los hombres de David juraron que David nunca más saldría con ellos a la batalla, para que no lo mataran. Los hombres de David lo protegían mucho. Recordemos que David ya estaba envejeciendo y no tenía la fuerza de su juventud.
Isbi-benob era descendiente de Rafá, y no fue el único descendiente de Rafá que le causó problemas a David. En el versículo 18, leemos de una segunda persona llamada Saf, también descendiente de Rafá, que peleó contra Israel; y Sibecai el husatita fue quien le dio muerte (v. 18).
En el versículo 19, en otra batalla más con los filisteos, Elhanán de Belén mató a un hombre llamado Goliat, el geteo, cuya lanza era tan grande como el rodillo de un telar. Aunque no debemos confundirlo con el Goliat que David mató cuando era joven, este Goliat obviamente también era un hombre muy grande.
El versículo 20 nos habla de una batalla que tuvo lugar en Gat, donde Israel se enfrentó a un hombre enorme con seis dedos en cada mano y seis dedos en cada pie. Este hombre también era descendiente de Rafá, y desafiaba a Israel, y Jonatán hijo de Simea (ver 1 Samuel 16:9) fue quien lo mató.
A pesar de la fortaleza de estos hombres, todos cayeron en manos de David y sus valientes. El Goliat de la juventud de David no fue el único gigante al que tuvo que enfrentarse. Dios llamó a David a enfrentar muchos gigantes en su vida, y también le dio la victoria sobre cada uno de ellos. Él también nos dará la victoria sobre nuestros gigantes.
Para Meditar:
- ¿Permite Dios el dolor y el sufrimiento en nuestras vidas sin razón? ¿Cuál fue la causa de la hambruna en la tierra de Israel en este capítulo?
- ¿Qué efecto tiene el pecado en nuestra tierra e iglesias? ¿Cuán importante es para nosotros enfrentar el pecado en medio nuestro?
- ¿Somos responsables ante Dios de confrontar los pecados de nuestros antepasados que aún permanecen en nuestra tierra hoy?
- ¿Hay pecados en nuestro pasado que debamos confrontar en el presente? ¿Cuáles son?
- ¿Qué nos enseña este capítulo sobre la importancia de cumplir nuestras promesas?
- Observemos la disposición de Rizpa, la concubina de Saúl, de proteger los cuerpos de los descendientes de Saúl hasta que la bendición de Dios irrumpiera. ¿Estamos dispuestos a perseverar hasta que la bendición de Dios irrumpa en nuestra vida, en nuestra iglesia o nación?
- ¿Qué gigantes tenemos que enfrentar en la vida? ¿Qué aliento recibimos de este capítulo?
Para Orar:
- Agradezcamos al Señor que usa el dolor y el sufrimiento para acercarnos a Él.
- Pidámosle al Señor que revele cualquier pecado que haya en nosotros que nos impida caminar con Él.
- Oremos a Dios para que nos dé la victoria sobre los gigantes que enfrentamos en la vida.
- Clamemos a Dios para que nos dé fuerzas para perseverar hasta que Su victoria y bendición irrumpan en nuestras vidas.
46 – Un Cántico de David
Leamos 2 Samuel 22:1-51
En el capítulo anterior vimos cómo el Señor libró a David de manos de los enemigos que querían matarlo. Estos últimos años para David habían sido muy difíciles. Había sido perseguido por su propio hijo, quien fue asesinado por su principal comandante militar; se había visto obligado a huir de Jerusalén para salvar su vida; enfrentó los insultos y la rebelión de quienes no querían verlo como rey; tuvo que lidiar con una larga hambruna que devastó la tierra. Y aunque tuvo que enfrentar grandes luchas en su vida, Dios siempre le dio la victoria. Cuando David miraba su vida pasada, veía problemas y dificultades, pero también veía la mano del Señor guiándolo y dirigiéndolo en todo el camino. Por esto, tenía motivos para agradecer al Señor. Aquí, en el capítulo 22, David escribió un cántico de alabanza al Señor por Su cuidado y por la liberación de sus enemigos (v. 1).
David comenzó su cántico declarando que Jehová es su roca, su fortaleza y su libertador (v. 2). Observemos en este versículo la palabra “mi”. David hace que este cántico sea muy personal. Dios había demostrado ser una roca detrás de la cual podía esconderse y un fundamento sólido sobre el cual podía pararse. David a menudo se escondía de sus enemigos entre las rocas de las montañas. Se refugiaba en Dios, que era como una roca para él (v. 2), Dios era una fortaleza fuerte que el enemigo no podía penetrar. En Él, David estaba a salvo de los que buscaban su vida.
En el versículo 3, David pasó a describir al Señor como su escudo y el fuerte de su salvación. Como un escudo desvía las flechas del enemigo, así el Señor desvió los insultos y los atentados contra la vida de David. David podía esconderse detrás del Señor, y aunque el enemigo constantemente le disparaba sus flechas, David estaba a salvo y seguro.
Dios también es nombrado como el cuerno de salvación (LBLA). No debemos ver la salvación mencionada aquí como una salvación espiritual solamente, sino también una salvación de sus enemigos físicos. Un cuerno es un arma de defensa para un animal y símbolo de fuerza. Lo que David nos está diciendo aquí es que el Señor le dio fuerza para vencer a los enemigos que lo atacaban. Él podía atacar a sus enemigos con el cuerno de la salvación de Dios, y éstos serían dispersados y vencidos.
David también describía a su Dios como su fortaleza y su refugio. Esta fortaleza y refugio, al igual que la fortaleza mencionada anteriormente, era un lugar donde él acudía para protegerse de la feroz batalla. Era un lugar de seguridad, confianza y refrigerio.
En su angustia, cuando David clamaba al Señor, Él venía a su auxilio. Por muy poderoso que David había llegado a ser, no se atribuía el mérito de sus victorias. David tenía un ejército poderoso y hábil, pero no confiaba en su fuerza ni en su habilidad militar. Él confiaba en el Señor. ¡Cuán fácil es para nosotros confiar en nosotros mismos y en nuestra propia habilidad, y olvidarnos del Señor! David nunca perdió de vista su necesidad de Dios. Él reconocía que su fuerza y su habilidad no eran suficientes para la batalla. Su confianza estaba en el Señor. Él se maravillaba de que Dios se interesara tanto en él y viniera a rescatarlo.
Hubo momentos en la vida de David en los que se sintió agobiado. Dios no siempre le impidió experimentar problemas y dificultades. David afirma que hubo momentos en que las ondas de muerte se agitaban a su alrededor y los torrentes de destrucción lo atemorizaban. Él sabía lo que era tener los lazos del sepulcro enredados a su alrededor como una serpiente hambrienta. A menudo tuvo que enfrentarse a las trampas de muerte que sus enemigos le tendían. David sabía lo que era luchar y experimentar el dolor. Dios no le impidió vivir estas experiencias, pero cuando clamaba en su angustia, el Señor siempre escuchaba su clamor pidiendo ayuda.
Percatémonos de la respuesta de Dios al clamor de David por ayuda. En el versículo 8, la tierra fue conmovida y tembló. Los cimientos del cielo se estremecieron con la ira de Dios. Esa ira estaba dirigida hacia los enemigos de David. Tal era el amor de Dios por su siervo. Humo subió de su nariz y fuego consumidor salió de Su boca (v. 9). Dios abrió los cielos en respuesta al clamor de ayuda de David (v. 10). Montó sobre los querubines y se elevó sobre las alas del viento como un poderoso guerrero que desciende sobre Su enemigo desde lo alto (v. 11).
Como una gran tormenta, Dios se ocultó en la oscuridad como una nube de lluvia llena de agua. Un relámpago atravesó esas nubes como una demostración del brillo de Su presencia (vv. 12-13). Él rugió desde el cielo en un trueno. El sonido de Su voz causó temor (v. 14). Disparó sus flechas y dispersó a los enemigos de David (v. 15). A Su reprensión, los valles del mar quedaron expuestos y los cimientos de la tierra quedaron al descubierto. Nada podría esconderse de Su ojo vigilante. Cada enemigo sería expuesto y cada acción juzgada.
En el versículo 17, David dice que el Señor descendió desde lo alto y lo tomó, sacándolo de las aguas que lo inundaban. Dios lo rescató de la mano de un poderoso enemigo que era demasiado fuerte para él. Dios fue su apoyo en el día del desastre (v. 19). Lo libró de sus enemigos y lo puso en un lugar espacioso y de rica bendición. Veamos en el versículo 20 la razón por la cual Dios hizo estas cosas por David. Él lo libró porque se agradó de él. David conocía el maravilloso favor del Señor en su vida. No siempre mereció esto, pero Dios, en Su gracia, lo perdonó y continuó deleitándose en él.
Observemos en los versículos 21-28 que David creía que Dios había tratado con él debido a su vida recta. A pesar de que no merecemos la salvación de Dios por nuestras obras, Dios recompensa la fidelidad. Los que le aman y le son fieles conocerán Su bendición y protección. David amaba al Señor y lo servía con un corazón puro. Le dio la espalda al pecado y mantuvo sus manos limpias (v. 21). David se deleitaba en los caminos del Señor y andaba en ellos (vv. 22-23). Esto no quiere decir que no cayó en pecado. David no era perfecto. Sin embargo, volvió al Señor con un corazón sincero, buscando el perdón. Era el deseo de David mantenerse sin culpa y libre de pecado (v. 24). Dios conocía el corazón de David y lo recompensó de acuerdo con ese corazón de amor y devoción.
David creía que Dios sería fiel a aquellos que le eran fieles. Para aquellos que vivían irreprensiblemente delante de Él, Dios sería irreprensible en Su trato con ellos. A los puros, Dios les revelaría Su pureza. En otras palabras, aquellos que vivían para Dios conocerían la plenitud de Su favor en sus vidas.
Por otro lado, los que eran perversos y se apartaban del propósito de Dios verían Su sagacidad (NVI). Él trazaría y planearía su destrucción (v. 27). Dios salvaba al humilde, pero al orgulloso, lo humillaba (v. 28).
David declaraba en el versículo 29 que el Señor era su lámpara. Cuando las cosas se veían muy oscuras y desagradables, Dios traía Su luz a la situación. Esto le daba a David esperanza y confianza. Debido a la ayuda que Dios le proveía, David se sentía fuerte y seguro contra sus enemigos. Él sabía que, con Dios de su lado, podría avanzar contra toda una tropa de soldados. Nada podía detenerlo. Podía escalar cualquier muro que el enemigo le pusiera delante (v. 30). No había obstáculo que no pudiera vencer con la fuerza del Señor.
“En cuanto a Dios, perfecto es su camino”, les decía David a sus lectores en el versículo 31. “Y acrisolada la palabra del Señor”. Se puede confiar completamente en lo que Dios hace y en lo que dice. Las cosas que nos rodean son agobiantes y el mal nos rodea, pero Dios es santo. Él no comete pecado ni error. Siempre se puede confiar en Él. Él hará lo que es correcto. Este Dios santo y perfecto será escudo y roca de refugio para todos los que se vuelvan a Él. No hay nadie como el Señor en santidad. No hay refugio como el refugio que encontramos en nuestro Dios. No hay Dios como el Dios de Israel. De hecho, no hay otro Dios en absoluto (v. 32).
El Dios de Israel armó de fuerza a David y perfeccionó su camino. En otras palabras, Dios preparó todo para David. Hizo sus pies tan rápidos y estables como los pies del ciervo. Dios no dejaría caer a David, aunque el camino que recorría era peligroso. Dios permitiría que David permaneciera en lo alto.
El Señor entrenó las manos de David para la batalla. Le dio toda la habilidad que necesitaba para enfrentar al enemigo. David no creía que su habilidad en la batalla fuera suya. Fue Dios quien le dio la habilidad de manejar el arco (v. 35). El escudo que llevaba David era un escudo de victoria, una bendición de Dios. Por muy grande que llegó a ser David, aun así, le dio toda la gloria a Dios. En el versículo 36, David dijo: “Tú benignidad me ha engrandecido”. David reconocía que le debía a Dios en su grandeza y éxito.
Fue Dios quien le impidió tropezar en el camino de la vida (v. 37). David persiguió a sus enemigos y los aplastó con la fuerza que Dios le dio. No se retiró hasta que fueron destruidos, y los aplastó completamente para que nunca más se pudieran levantar (vv. 38-39). Dios lo armó con la fuerza que necesitaba para la batalla e hizo que sus enemigos se postraran a sus pies (v. 40). Sus enemigos no eran rivales para David. Todos se retiraban y huían. El poder de Dios en David era demasiado para que ellos lo resistieran (v. 41). Aunque sus enemigos clamaron por ayuda, no pudieron encontrar a nadie que los salvara. El Señor no escuchó su clamor de auxilio porque le habían resistido y se rebelaron contra Su nombre (v. 42). En la fuerza de Dios, David los golpeó como al polvo de la tierra y los pisoteó como lodo en las calles.
El Dios de David nunca ha perdido Su poder. Él sigue siendo el mismo Dios hoy. Él todavía ofrece a aquellos que lo aman y lo honran la victoria y la fuerza que necesitan para vencer cualquier obstáculo que se interponga en el camino de Su propósito para sus vidas. Dios demostró ser un libertador para David, pues lo libró de todos los ataques de sus enemigos y lo preservó como cabeza de la nación. También puso en sujeción a él a pueblos que no conocía. Los extranjeros temían su nombre y obedecían sus órdenes. Sus enemigos se debilitaban y salían de sus fortalezas temblando de miedo (vv. 45-46). Así fue el poder de Dios en la vida de David y el favor que Él le mostró. Este mismo poder y favor está disponible para todos los que se vuelvan al Señor, obedezcan Su Palabra y confíen en Su propósito.
David concluye su cántico en alabanza y acción de gracias.
“Viva Jehová, y bendita sea mi roca, y engrandecido sea el Dios de mi salvación” (v. 47).
El Dios de Israel vengó a David y puso a las naciones debajo de sus pies. Lo libertó, lo exaltó por encima de sus enemigos y lo rescató de los violentos (v. 49). Por eso David alabaría al Señor entre las naciones. Él cantaría alabanzas al nombre del Señor. El Dios de Israel le dio a David victorias y mostró bondad inagotable hacia él y su descendencia (v. 51). Y David dio toda la gloria a Dios.
Para Meditar:
- David experimentó problemas en la vida. ¿Qué le enseñó el Señor a David a través de esos problemas? ¿Cómo se refleja esto en este cántico de David?
- ¿Qué victorias nos ha dado Dios en la vida?
- David atribuyó su éxito al Señor. ¿Cuán fácil es para nosotros creer que es nuestra propia fuerza y sabiduría lo que nos da la victoria?
- David describe, con gran detalle poético, cómo el Señor abrió los cielos y vino a su rescate. ¿Creemos que el Señor también vendrá a nuestro rescate?
- David tenía confianza en el cuidado de Dios porque caminaba con él y lo amaba. ¿Podemos vivir en rebelión y desobediencia y todavía esperar que Dios nos libre?
- ¿De qué manera Dios ha sido una Roca y un Refugio para nosotros en lo personal?
- David creía que, con la fuerza del Señor, podía vencer cualquier obstáculo que se le presentara. ¿Creemos esto? ¿Qué obstáculo venceremos con la fuerza del Señor?
Para Orar:
- Agradezcamos al Señor por las cosas que nos ha enseñado a través de nuestras pruebas.
- Agradezcamos al Señor por ser una roca de refugio para nosotros en nuestro momento de necesidad.
- Demos gracias al Señor por la fuerza que nos da sobre nuestros enemigos. Agradezcámosle por estar siempre ahí para nosotros en nuestro momento de necesidad.
- Pidámosle al Señor que nos ayude a caminar en Su verdad. Démosle gracias porque recompensa a los que le son fieles.
- ¿Qué obstáculos estamos enfrentando hoy en nuestra vida? Clamemos a Dios para que nos dé las fuerzas para vencer esos obstáculos.
47 – Los Valientes de David
Leamos 2 Samuel 23:1-39
El capítulo 23 se divide en dos secciones. La primera sección, versículos 1-7, contiene las últimas palabras de David; y la segunda sección, versículos 8-39, da una lista de los valientes de David.
El capítulo comienza con una declaración acerca de David. Se le describe como el hijo de Isaí y como un hombre exaltado por el Altísimo. A partir de esta afirmación está claro que el favor del Señor estaba sobre David. Era Dios quien le había dado su posición y honor. Dios lo había elegido para hacer de él un gran rey. Todo lo que tenía David era del Señor, que lo había bendecido en abundancia.
Observemos también que él era un hombre ungido por Dios. No solo su posición y sus posesiones eran de parte del Señor, sino que todo lo que David logró fue el resultado del toque de Dios en su vida. Dios le dio poder y le permitió tener la victoria sobre sus enemigos. También le dio sabiduría para ser un administrador competente. El Señor lo rodeó con las personas que necesitaba para realizar la obra a la que lo había llamado.
David se le describe como el cantor de Israel. Él era conocido por su deseo de alabar y honrar al Señor a través de la música. Y no solo adoró personalmente al Señor a través de sus canciones, sino que también tenía el deseo de ver a toda la nación alabando y adorando a Dios. Parece que David cambió radicalmente el enfoque y la forma de la adoración de su época. Le encantaba expresar con alegría su adoración a través de la música y la danza.
David estaba consciente de la bendición y la unción de Dios en su vida. Y dijo: “El Espíritu de Jehová ha hablado por mí, y su palabra ha estado en mi lengua” (v. 2). David sintió de manera especial la presencia del Señor cuando pronunció estas últimas palabras a la nación. Tomemos un momento para examinar las palabras que el Señor habló a través de su siervo David.
Las palabras finales de David comienzan en el versículo 3; donde nos dice que cuando una persona gobierna con justicia y temor de Dios, es como la luz de la mañana cuando sale el sol en un día sin nubes (v. 4). El panorama que nos da a conocer es uno de paz, seguridad y bendición. Él también comparó a la persona que gobierna en justicia con el brillo y la frescura que viene después de la lluvia, que hace brotar el fruto de la tierra. En otras palabras, la persona que gobierna con justicia trae refrigerio y renovación a los que están bajo su mandato. El líder que la gente respeta y admira, ese es un buen líder; y la bendición del Señor fluye a través de un líder así.
David tenía la confianza de que su casa estaba bien con Dios. Dios había hecho un pacto eterno con él que era seguro y no podía fallar. El Señor traería salvación para él y su familia y lo bendeciría con toda Su voluntad. Esto se debió a que estaba en una relación correcta con su Dios (v. 5).
Cuando un gobernante y una nación viven para el Señor pueden estar seguros de la bendición y el favor de Dios en sus vidas. Los hombres malvados fueron desechados como espinas, y se les compara con espinos que nadie quiere tocar. No conocerían el toque de la bendición de Dios en sus vidas. La única manera de tocar los espinos es con una herramienta de hierro o con el asta de una lanza. Solo se tocan para recogerlos y luego ser quemados (v. 7). Este es el destino de los hombres malvados. Solo serán tocados con la lanza o la espada del juicio de Dios y quemados en el fuego de Su ira.
Estas palabras son significativas, como las palabras finales de David. Nos muestran que ninguna nación o liderazgo puede prosperar verdaderamente si no tiene una relación correcta con Dios. Si queremos experimentar la bendición del Señor en nuestra tierra y nuestras iglesias, debemos estar bien con Dios. El escritor de 2 Crónicas 7:14 lo expresa de esta manera:
“Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos, entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados y sanaré su tierra”.
Percatémonos de la conexión que hay entre la sanidad de la tierra y el apartarse de los malos caminos y buscar del Señor. Lo que David nos está diciendo es que el Señor bendice la obediencia y la fidelidad a Su Palabra. Estos versículos son de suma importancia para las personas, las iglesias y las naciones. En ellos encontramos la clave de la bendición.
En la sección restante de este capítulo nos encontramos con los valientes de David. Sería fácil leer esta sección y atribuir el éxito de David a sus hombres valientes, pero este no es el caso. Los versículos 1-7 aclaran que la razón del éxito de David fue su obediencia al Señor y el favor de Dios en su vida. Los hombres de David eran luchadores formidables y hombres valientes, pero David no les atribuye a ellos sus victorias y éxitos, sino que éstas fueron el resultado de la misericordia y la gracia de Dios. Es en este contexto que examinaremos a los hombres que sirvieron bajo el liderazgo de David.
Los versículos 8-17 describen a tres hombres en particular. Estos formaban parte de un grupo conocido como “Los Tres”. Fueron apartados como los hombres más valientes y poderosos de David, y fueron respetados por toda la nación por su habilidad y valentía.
El primero de los tres era un hombre llamado Joseb-basebet. Él era el “principal de los Tres” (v. 8). Ganó su reputación por haber matado a ochocientos hombres con su lanza en un encuentro.
El segundo de “Los Tres” era Eleazar. Un día, cuando el resto del ejército israelita huía de los filisteos, Eleazar se mantuvo firme y derribó a un filisteo tras otro hasta que su mano se cansó tanto que quedó pegada a su espada. El resto de la tropa volvió sólo para despojar a los muertos (v. 10).
Sama era el último de “Los Tres”. Al igual que Eleazar, Sama se enfrentó firmemente contra los filisteos. Cuando éstos se unieron en un campo de lentejas, Sama se puso de pie en medio del campo, defendiéndolo solo. Nuevamente el Señor le dio una gran victoria (vv. 11-12).
Estos tres hombres estaban completamente dedicados a David. Tenemos un ejemplo de esto en los versículos 13-17. En esta ocasión, David estaba escondido en una cueva. Los filisteos acamparon en el valle de Refaim, y David tenía mucha sed y anhelaba beber agua del pozo que está cerca de la puerta de Belén. El problema era que la guarnición de los filisteos estaba en Belén (v. 14). Cuando Los Tres oyeron que David quería agua de este pozo en Belén, rompieron las líneas filisteas, sacaron agua del pozo y se la llevaron a David. Lo hicieron arriesgando sus vidas.
David, aunque obviamente conmovido por la dedicación y valentía de Los Tres, se negó a beber el agua, y la derramó sobre la tierra, diciendo: Lejos sea de mí, oh Jehová, que yo haga esto ¿He de beber yo la sangre de los varones que fueron con peligro de sus vidas? (v. 17). Estos tres hombres arriesgaban todo por David y no le tenían miedo a nadie.
Además de Los Tres, había otros hombres valientes. Se dice que Abisai, el hermano de Joab, era el jefe de los Tres. Esto ha causado cierta confusión entre los comentaristas. Joseb-basebet era el jefe de Los Tres en el versículo 8. Algunos manuscritos usan la palabra “treinta” en lugar de “tres”. Si esta es la traducción correcta, entonces Abisai era el jefe de los treinta hombres mencionados en los versículos que siguen.
Sin embargo, la solución parece estar en el versículo 19 donde leemos acerca de Abisai: “Se destacó más que los tres valientes, y llegó a ser su jefe, pero no fue contado entre ellos” (NVI). En otras palabras, a Abisai se le dio el mando de Los Tres en una fecha posterior después de que éstos ya se habían establecido y ganado el respeto de la nación. Aunque era respetado y honrado por encima de Los Tres, nunca se le consideró parte de este grupo con el que había trabajado durante algún tiempo.
Abisai era un hombre valiente y formidable. El versículo 18 describe cómo mató a trescientos hombres con su lanza.
Otro hombre digno de especial atención fue Benaía. Derrotó a dos de los mejores hombres de Moab. También descendió a un pozo en un día de nieve y mató un león (v. 20). Derribó a un enorme egipcio a pesar de que el egipcio tenía una lanza en la mano y Benaía solo tenía un palo. Benaía le arrebató la lanza al gigante y lo mató con su propia lanza (v. 21). Benaía también era tan famoso como Los Tres. Él no estaba incluido en el grupo élite de los tres, pero se le tenía en mayor honor que Los Treinta (v. 23). David lo puso a cargo de su guardia personal.
El segundo grupo mencionado en este pasaje es un grupo conocido como Los Treinta. Si bien estos hombres no eran tan famosos como Los Tres, se les consideraba parte de la élite de los valientes de David, y disfrutaban de una reputación y un honor especiales. Los versículos 24-39 dan los nombres de los incluidos entre Los Treinta.
Es importante que notemos en el versículo 39 el nombre de Urías el heteo. Este era el esposo de Betsabé, a quien David había matado en la batalla. Es interesante notar que cuando David llamó a Urías a casa para ocultar su pecado con Betsabé, Urías se negó a acostarse con su esposa diciendo que mientras sus hombres estuvieran en el campo de batalla no quería acostarse con su esposa (2 Samuel 11:8-11). Esta es una indicación más de la dedicación de Los Treinta a la causa de David. Al matar a Urías, David estaba matando a uno de los soldados más valientes de Israel.
Para Meditar:
- ¿Cuál fue la razón del éxito de David como rey? ¿Qué tan fácil hubiera sido para él mirar a sus hombres formidables y atribuirles su éxito?
- ¿Alguna vez hemos mirado nuestra propia fuerza y sabiduría y hemos creído que éstas son las que nos han proporcionado el éxito? ¿Qué aprendemos de David?
- ¿Qué nos enseña David sobre la importancia de la obediencia y la fidelidad a Dios si queremos experimentar Sus bendiciones?
- Los valientes de David estaban dispuestos a afrontar toda adversidad. Dios los usó poderosamente para traer grandes victorias a David. ¿Qué estamos dispuestos a arriesgar por la causa del reino de Dios?
- Dios dio grandes victorias sobre enemigos que eran superiores a los hombres de David. ¿A qué obstáculos nos enfrentamos en la vida? ¿Puede Dios darnos la victoria sobre esos obstáculos como lo hizo con los hombres de David?
Para Orar:
- Pidámosle al Señor que nos impida atribuir nuestro éxito a nuestros propios esfuerzos. Tomemos un momento para reconocer que solo Dios es nuestra fuente de fortaleza y sabiduría.
- Roguémosle a Dios que examine nuestro corazón para ver si hay algo que impida que la plenitud de Su bendición se revele en nosotros.
- Agradezcamos al Señor por la fidelidad y el coraje de los valientes de David. Oremos a Él para que nos dé un corazón como el de ellos. Clamemos a Dios para que nos dé poder para mantenernos firmes contra nuestros enemigos.
- Gracias al Señor que, así como les dio grandes victorias a los valientes de David, también puede darnos esas mismas victorias sobre los obstáculos que enfrentamos hoy.
48 – El Censo de David
Leamos 2 Samuel 24:1-25
Hay momentos en nuestras vidas en los que no nos damos cuenta de cuán dependientes somos del Señor para todo. A veces quitamos nuestros ojos de Dios y nos enfocamos en nuestras propias capacidades y fuerza. En esos tiempos, el Señor puede hacernos retroceder para que nos demos cuenta de cuánto lo necesitamos realmente.
El versículo 1 nos dice que el Señor estaba enojado con Su pueblo y por eso incitó a David contra ellos, diciéndole que hiciera un censo. En un relato paralelo de este evento, el escritor de 1 Crónicas 21:1 nos dice que fue Satanás quien inspiró a David a hacer este censo. Necesitamos examinar esto brevemente.
Primero, necesitamos entender que hacer un censo no fue en sí mismo malo o pecaminoso. Hubo momentos en que el Señor mandó a Su pueblo que contara el número de personas en la tierra (ver Números 1:2).
Del contexto de este capítulo entendemos que Dios no estaba complacido con el hecho de que David hiciera un censo. El pecado no estuvo en hacer un censo sino muy probablemente en la actitud de David en ese momento de su vida. Puede ser que David hubiera apartado sus ojos del Señor Dios para ponerlos en sus recursos y riquezas acumuladas. Él quería ver cuán poderoso era. Puede que se sintiera orgulloso y fuerte porque tenía un ejército tan grande. Por un momento, olvidó que su fuerza no tenía nada que ver con su ejército, sino que venía del Señor.
Segundo, ¿cómo vamos a conciliar este pasaje con lo que nos dice 2 Crónicas 21:1? ¿Quién incitó a David a hacer el censo? ¿Fue Dios o Satanás? La respuesta probablemente se puede encontrar en el hecho de que el Señor tiene el control de todos los eventos de la historia. En el libro de Job, por ejemplo, Satanás no pudo hacer nada contra Job sin el permiso de Dios (ver Job 1:7-12). Si bien fue Satanás quien ocasionó a Job dolor y sufrimiento físico, Dios permitió que sucediera. De la misma manera, es muy probable que aquí esté pasando lo mismo. Dios permitió que Satanás suscitara en David el actuar con orgullo y hacer un censo.
Lo tercero que necesitamos entender es la gracia preservadora de Dios en nuestras vidas. Dios nos protege del pecado y de la tentación. Si por un momento Él retirara Su mano, el enemigo estaría presto a aprovecharse de nosotros. El enemigo está buscando cualquier oportunidad para derrotarnos. Solo la mano protectora de Dios nos guarda en esos tiempos. De vez en cuando, el Señor puede retirar Su mano para mostrarnos lo fácil que es caer sin Su protección. Tal vez nosotros hemos experimentado esto en nuestras vidas, en la cual en un instante caímos en pecado. Uno mira hacia atrás en ese momento y se pregunta cómo pudo suceder. Nunca pensamos que tal cosa hubiera sido posible. En un instante nos damos cuenta de cuán dependientes somos del Señor en cuanto a Su fortaleza y protección.
En cuarto lugar, a pesar de que Dios a veces puede permitir que Satanás presione, podemos estar seguros de que Su mano divina no dejará de estar sobre nosotros por completo. De hecho, como lo hizo con Job, Dios usará todo lo que Satanás haga con nosotros para fortalecernos y lograr Sus propósitos supremos en nosotros. Dios permanece en control. Aunque Satanás pueda tentarnos y hacernos caer, no puede ganar la batalla.
En este caso, Dios quería castigar a Su pueblo por su pecado, por lo que permitió que Satanás tentara a David y permitió que David cayera. El Señor no solo usaría este incidente para juzgar al pueblo por su pecado, sino que también lo usaría para fortalecer a David en su caminar con Él. David, tentado por Satanás, ordenó a Joab que pasara por las tribus de Israel e hiciera un censo de todo su pueblo. Quería saber cuántos guerreros tenía a su disposición (vv. 1-2).
Joab no estaba siendo incitado por Satanás como David y tenía una mejor perspectiva. Le dijo a David que lo que estaba haciendo no era bueno, y lo exhortó a cambiar de opinión (v. 3). David se negó a escuchar el consejo de su experimentado comandante militar. Él debería haber hecho caso a la advertencia de Joab, pero su corazón estaba puesto en este censo y no podía recibir su buen consejo.
En los versículos 5-7, los hombres de David cruzaron el Jordán y atravesaron la región de Gad llegando a Jazer. De allí pasaron a Galaad y la región de Hodsi, Danjaán y Sidón. Desde la fortaleza de Tiro, entraron en todas las ciudades de los heveos y de los cananeos. Finalmente, fueron a Beerseba en el Neguev de Judá y regresaron a Jerusalén. Todo el viaje les tomó nueve meses y veinte días (v. 8). Al cabo de ese tiempo, le informaron a David que había ochocientos mil hombres que podían pelear por él en Israel y otros quinientos mil en Judá. En otras palabras, David tenía a su disposición un millón trescientos mil hombres de guerra. Este era un ejército fenomenal. ¿Qué nación en ese momento podría resistir tal número?
Cuando le trajeron el informe a David, se dio cuenta de lo que había hecho. “Yo he pecado gravemente por haber hecho esto; mas ahora, oh Jehová, te ruego que quites el pecado de tu siervo, porque yo he hecho muy neciamente”, dijo David al Señor en el versículo 10. Parece que David se dio cuenta de que había quitado los ojos del Señor para confiar en que el tamaño de su ejército era el que podía darle sus victorias. Hay muchas cosas en las que podemos confiar aparte del Señor. A veces confiamos en nuestras capacidades y fortalezas naturales. A veces confiamos en otras personas. A veces confiamos en los dones que Dios nos ha dado. Pero sin la bendición de Dios sobre estas cosas, ninguna de ellas es suficiente para cumplir los propósitos de Dios. David finalmente se dio cuenta de su insensatez de querer comprobar el tamaño de su ejército.
Esa noche el Señor le habló al profeta Gad (v. 11), el cual trajo un mensaje para David. El Señor le dijo a Gad que hablara con David y le dijera que le estaba dando tres opciones. Debía elegir una de ellas para que fuera su castigo (v. 12). La primera opción era que habría una hambruna de tres años en la tierra. La segunda era que durante tres meses David tendría que huir de sus enemigos. Finalmente, la tercera opción era que durante tres días Dios azotaría la tierra con una plaga. Gad, el profeta, le dijo a David que pensara en esto y le hiciera saber lo que debía responder al Señor a favor de David (v. 13).
Cuando David escuchó las palabras de Gad, su corazón se angustió profundamente. Sabía que había pecado, y escogió caer en las manos del Señor antes que sufrir en manos de los hombres (v. 14). Dios podría ser misericordioso con él, pero sus enemigos no conocerían tal misericordia y compasión. David eligió la plaga de tres días como su castigo. Recordemos aquí que este castigo no era solo contra David sino también contra la nación.
El Señor envió una plaga sobre Israel, la cual fue tan severa que murieron setenta mil personas desde Dan hasta Beerseba (v. 15). Cuando el ángel del Señor extendió su mano para destruir a Jerusalén, el Señor alzó Su voz y dijo: “Basta ahora; detén tu mano” (v. 16). Dios no se deleitaba en destruir a Su pueblo. Su corazón estaba afligido. Dios es un Dios de amor y compasión, pero también es un Dios de santa justicia. Su justicia demanda castigo por el pecado, pero Él no se complace en esto en particular.
El ángel del Señor estaba en la era de Arauna el jebuseo cuando el Señor le dijo que se detuviera (v. 16). David vio al ángel que estaba derribando al pueblo, y dijo:
“Yo pequé, yo hice la maldad; ¿qué hicieron estas ovejas? Te ruego que tu mano se vuelva contra mí, y contra la casa de mi padre” (v. 17).
David estaba dispuesto a tomar el castigo sobre sí mismo y su familia para evitar que su pueblo sufriera más daño. Este es el corazón de un verdadero líder. David no parecía darse cuenta de que Dios estaba enojado con la nación y no solo con él.
Ese día, Dios envió a su profeta Gad a David nuevamente. Gad le dijo que construyera un altar al Señor en la era de Arauna el jebuseo (v. 18). En obediencia a la palabra del Señor, David mandó que se construyera un altar. Cuando Arauna vio que el rey y sus hombres venían hacia él, salió y se inclinó ante él con respeto y honra (v. 20). Le preguntó a David por qué habían venido a verlo, y éste le dijo que había venido a comprar su era para poder construir un altar con el fin de detener la plaga que se había desatado sobre el pueblo (v. 21). Arauna le dijo a David que él podía tener el terreno, así como los bueyes, los trillos y los yugos de los bueyes para la leña. Ofreció dar todas estas cosas a David gratis como un regalo para detener la plaga (v. 23).
Pero David se negó a aceptar estas cosas como un regalo de Arauna; en cambio, insistió en pagarle por ellos. Le dejó claro a Arauna que no haría un sacrificio al Señor que no le costara nada. David compró la era y los bueyes pagando cincuenta siclos de plata por ellos.
David edificó un altar al Señor y ofreció holocaustos y ofrendas de paz. El Señor se complació con esta ofrenda y contestó la oración de David, deteniendo la plaga.
Hay varios detalles importantes que debemos mencionar antes de concluir. Debemos percatarnos de que hubo una razón muy particular por la cual el Señor le dijo a David que construyera un altar en la era de Arauna. 1 Crónicas 21:27—22:2 nos dice que el templo se construiría en este mismo lugar. Qué apropiado que el templo se construyera en el mismo lugar donde se había construido un altar para salvar a toda la nación de esta plaga devastadora.
Observemos también que David rehusó ofrecer un sacrificio que no le costara nada. ¡Qué fácil es para nosotros ofrecer tales sacrificios al Señor! Ofrecemos de lo que nos sobra, y sentimos que estamos haciendo un gran sacrificio. Jesús vio a una viuda poner dos monedas pequeñas en la caja de ofrendas en el templo en Marcos 12:42-43. Y el Señor, sabiendo que ella había dado todo lo que tenía, la elogió diciendo que había dado más que todos los demás. Dar lo que no necesitamos no es un sacrificio.
Por último, observemos que para que la plaga se detuviera, se tenía que hacer un sacrificio. Una buena relación entre Dios y Su pueblo tenía que ser restaurada por medio de la sangre derramada sobre el altar. Sin esa sangre, no podría haber reconciliación entre Dios y Su pueblo. Esto era parte del acuerdo del pacto hecho con Dios. El perdón sólo podía obtenerse mediante el derramamiento de sangre y la muerte de un sacrificio. Este constituía un recordatorio constante para el pueblo de Dios de la seriedad del pecado. Jesús se convirtió en el sacrificio que finalmente nos liberaría de la plaga del pecado que asola esta tierra.
Para Meditar:
- ¿Cuál fue el pecado detrás del censo de David?
- ¿Alguna vez hemos quitado los ojos de Dios y los hemos puesto en nosotros mismo, nuestra fuerza y nuestra sabiduría? ¿Qué lección aprendió David en este capítulo?
- ¿Qué aprendemos acerca de cómo Dios nos preserva y nos protege del pecado? ¿Dónde estaríamos hoy si Dios nos quitara Su protección?
- ¿Qué consuelo se recibe del hecho de que incluso Satanás está sujeto a Dios?
- ¿En qué cosas hoy nos sentimos tentados a confiar en lugar de confiar en Dios?
- ¿Alguna vez hemos hecho un “sacrificio” que no nos haya costado nada? ¿Qué nos enseña este capítulo acerca de esto?
- ¿Cuál es la importancia de la sangre derramada en la reconciliación de Dios y el hombre? ¿Cómo proporciona la sangre de Jesús este perdón y reconciliación con Dios?
Para Orar:
- Agradezcamos al Señor que nos ha guardado y preservado del pecado.
- Pidámosle al Señor que mantenga nuestros ojos fijos en Él. Oremos a Él para que nos impida confiar en otra cosa que no sea Su fuerza y sabiduría.
- Agradezcamos al Señor que Él ofreció Su propio cuerpo como sacrificio de sangre por nuestros pecados.
- Clamemos a Dios para que nos ayude a estar dispuestos a sacrificarnos por Él. Pidámosle que nos perdone por ofrecer sacrificios que no nos cuestan nada.