Una Mirada Devocional Al Cautiverio De Israel Y A Su Reasentamiento En Su Tierra
F. Wayne Mac Leod
Copyright © 2012 by F. Wayne Mac Leod
Revisado en el 2016
Publicado anteriormente por Authentic Media, 129 Mobilization Drive, Waynesboro, GA 30830 EE.UU. y 9 Holdom Avenue, Bletchley, Milton Keynes, Bucks, MK1 1QR, Reino Unido.
Todos los derechos reservados. No puede reproducirse ni transmitirse parte alguna de este libro sin el previo consentimiento por escrito de su autor.
Todas las citas bíblicas, a menos que se indique otra versión, han sido tomadas de la Biblia Reina Valera Revisada (1960) (RVR60).
Especial agradecimiento a los revisores y correctores del texto, Diane MacLeod, Lee Tuson y Marilyn Tuson, sin los cuáles este libro hubiera sido mucho más difícil de leer.
Traducción al español: Dailys Camejo y David Gomero (Traducciones NaKar).
Índice
- Prólogo
- Introducción a Esdras
- 1 – Esdras 1:1-11 – La proclamación de Ciro
- 2 – Esdras 2:1-70 – El Pueblo que Regresó
- 3 – Esdras 3:1-13 – Comienza la Construcción
- 4 – Esdras 4:1-24 – Carta al Rey Artajerjes
- 5 – Esdras 5:1-17 – El Desafío de Hageo
- 6 – Esdras 6:1-22 – El Templo está Terminado
- 7 – Esdras 7:1-28 – Llegada de Esdras a Jerusalén
- 8 – Esdras 8:1-36 – El Retorno de los Exiliados Junto a Esdras.
- 9 – Esdras 9:1-15 – Los Pecados del Pueblo
- 10 – Esdras 10:1-44 – La Restauración
- Introducción a Nehemías
- 11 – Nehemías 1:1-11 – La Oración de Nehemías
- 12 – Nehemías 2:1-20 – La Petición de Nehemías
- 13 – Nehemías 3:1-32 – Comienzan las Reparaciones
- 14 – Nehemías 4:1-23 – Trabajando y Vigilando
- 15 – Nehemías 5:1-19 – Problemas Internos
- 16 – Nehemías 6:1-19 – Ataques Personales
- 17 – Nehemías 7:1-73 – Establecidos en Jerusalén
- 18 – Nehemías 8:1-12 – Un Encuentro en la Plaza
- 19 – Nehemías 8:13-18 – Una Fiesta Olvidada
- 20 – Nehemías 9:1-38 – Un Pueblo Rebelde, un Dios Fiel
- 21 – Nehemías 10:1-39 – Un Acuerdo a Cumplir
- 22 – Nehemías 11:1-36 – El Pueblo se Asienta en la Tierra
- 23 – Nehemías 132:1-47 – Ceremonia Junto al Muro
- 24 – Nehemías 13:1-31 – Limpieza de la Casa
- Introducción a Ester
- 25 – Ester 1:1-22 – La Desobediencia de la Reina Vasti
- 26 – Ester 2:1-17 – En Busca de una Reina
- 27 – Ester 2:18-3:15 – Amán y Mardoqueo
- 28 – Ester 4:1-17 – Si Perezco, que Perezca
- 29 – Ester 5:1-14 – Un Banquete y una Horca
- 30 – Ester 6:1-14 – Una Recompensa a su Debido Tiempo
- 31 – Ester 7:1-8:17 – El Complot de Amán se Revierte
- 32 – Ester 9:1-10:3 – Purim: Celebración de la Victoria
PRÓLOGO
Esdras es la historia de un sacerdote cuya visión dada por Dios fue la de ver en la nación de Israel la restauración del templo de Dios y la adoración en él. La profecía de Esdras fue escrita en la época en que Israel regresaba del exilio. Esta nos muestra cómo un Dios soberano puede moverse en el corazón de los reyes paganos y utilizarlos como instrumentos para restaurar a Su pueblo en su patria. Esta profecía revela los desafíos que tuvo que afrontar el pueblo de Dios para restaurar la adoración a Dios en su tierra. Esdras, en sus esfuerzos por ver al pueblo de Dios restaurado a su antigua gloria, tuvo que superar las falsas expectativas, el desánimo y el deterioro de relaciones. Aunque esto parecía una tarea imposible, Dios usó a su siervo Esdras para llevar a su pueblo del desánimo a un gran avivamiento.
Nehemías, al igual que Esdras, regresó a Jerusalén del exilio en Babilonia; organizó al pueblo de Dios para reconstruir la muralla que rodeaba la ciudad; y se enfrentó también a la oposición del enemigo y a conflictos internos en el pueblo de Dios. Nehemías sufrió ataques y críticas a su persona, pero se apoyó en el Señor su Dios. Con la fuerza y la sabiduría que Él le dio, pudo conducir a Su pueblo a la victoria y a la finalización de la muralla. Su gran deseo, al igual que el de Esdras, era ver a un pueblo viviendo en armonía según el plan y el propósito del Señor en la tierra que Él les había dado. Nehemías nos recuerda que con confianza y obediencia no hay nada que Dios nos llame a hacer que sea imposible.
El libro de Ester nos muestra cómo un Dios soberano puede tomar personas sencillas y usarlas para lograr Su propósito en una nación. Ester era una persona relativamente desconocida que recibió el poder y la bendición de Dios para ser un instrumento de Su salvación para todo un país. El libro también nos muestra cómo Dios puede tomar los esfuerzos del enemigo y usarlos para lograr Su gloria en nuestras vidas. En el libro de Ester, vemos que hay un propósito y un significado en todo lo que sucede. Te sentirás reconfortado y animado al ver a Dios obrando a favor de Su pueblo.
Estos libros hablan de la victoria a través de la perseverancia y la obediencia. Nos muestran lo que Dios puede hacer a través de todos los que perseveran en la fe obediente. Las personas que encontramos en estos libros son una inspiración para cualquiera que quiera vivir una vida de victoria, pues nos brindan valor para seguir adelante. Confío en que serás bendecido tanto como yo lo he sido al preparar este manuscrito.
Tómate tu tiempo para leer despacio estos libros. Asegúrate de leer el pasaje bíblico indicado al principio de cada capítulo. Al terminar la sección, toma un momento para responder a las preguntas para meditar. Termina tu tiempo con una oración pidiendo a Dios que aplique la verdad de estos pasajes a tu vida.
Mi oración es que de alguna manera este comentario devocional tenga un impacto en tu caminar espiritual. A menudo me he sentido indigno de esta tarea, pero confío en lo que he descubierto en estos libros. Dios puede superar incluso el obstáculo más significativo a través de seres humanos corrientes que dan un paso adelante en fe y obediencia. Confío en que Dios te bendecirá a través de este sencillo esfuerzo y lo utilizará para fortalecerte en tu caminar con Él.
F. Wayne Mac Leod
INTRODUCCIÓN A ESDRAS
Autor:
El libro de Esdras no da el nombre de su autor. Dicho libro se centra en la obra de un sacerdote llamado Esdras, descendiente de Aarón (véase Esdras 7:1-5). Probablemente, la mejor pista sobre la autoría del libro se encuentra en Esdras 7. Después de describir el contenido de una carta que le entregó el rey Artajerjes, Esdras responde en los versículos 27-28 diciendo:
Bendito Jehová Dios de nuestros padres, que puso tal cosa en el corazón del rey, para honrar la casa de Jehová que está en Jerusalén, e inclinó hacia mí su misericordia delante del rey y de sus consejeros, y de todos los príncipes poderosos del rey. Y yo, fortalecido por la mano de mi Dios sobre mí, reuní a los principales de Israel para que subiesen conmigo.
Observemos el uso de las palabras «mí» y «yo» en estos versículos, lo cual puede indicar que Esdras participó en la autoría de este libro.
Sin embargo, en general, en el libro se habla de Esdras en tercera persona, es decir, muchos de los detalles de sus dones y ministerio parecen escritos por otra persona. Esto puede indicar que hubo otro autor además de Esdras. Los judíos consideraban que el libro de Esdras y el de Nehemías eran el mismo libro, y es posible que los mismos autores escribieran ambos.
Trasfondo:
En la época en que se escribió este libro, el pueblo de Dios regresaba a Israel de su cautiverio en Babilonia. El rey Ciro de Persia declaró la libertad para que el pueblo judío regresara a Israel, y diferentes grupos de judíos regresaron en ese tiempo. Un primer grupo regresó bajo Nehemías y trabajó en la reconstrucción de los muros y edificios que habían sido destruidos por los asirios y los babilonios. Fue una tarea difícil y a veces desalentadora.
Cuando terminó la reconstrucción del templo, el rey Ciro encargó al sacerdote Esdras que regresara a Jerusalén para restaurar el sistema de culto judío y enseñar al pueblo las leyes de Dios (véase Esdras 7:21-26). Bajo el ministerio de Esdras, el Señor volvería a llamar a Su pueblo a Sí mismo y a la adoración de Su nombre. Los días de Esdras serían días de reestructuración y arrepentimiento para Israel.
Importancia del libro para nuestros días:
Hay lecciones valiosas que aprender de este libro. Observemos cómo el Señor restaura a los que había disciplinado. Podemos ver la gracia de Dios al devolver a Su pueblo a su tierra. También vislumbramos Su gran deseo de bendecirlos y acercarse a ellos. La increíble soberanía de Dios también se pone de manifiesto cuando mueve a los reyes paganos para que favorezcan a Su pueblo y la obra de Su reino. Esto nos da la esperanza de que Él puede hacer lo mismo en nuestros días.
Dios obró en la vida de Su pueblo, permitiéndole superar los obstáculos y el desánimo que encontraron cuando intentaban reconstruir el templo y restaurar la adoración en Él. El Señor les dio todo lo que necesitaban para llevar a cabo la tarea para la que les había llamado. Vemos cómo el ministerio de predicar y enseñar la Palabra de Dios bajo Esdras fue el fundamento sobre el que se construyó esta nueva obra de Dios. Por la obediencia a esa Palabra, Su pueblo se fortaleció y se acercó a Él.
El libro de Esdras nos recuerda que aunque haya dificultades por delante y necesidad de arrepentimiento en nuestro camino espiritual, el Señor nos dará todo lo que necesitamos para vencer. El libro es un poderoso recordatorio de la importancia de la Palabra de Dios a la hora de llevar a cabo la renovación. También, ver cómo el Señor está dispuesto a moverse para crear una atmósfera en la que el avivamiento fuese posible nos da esperanza para nuestras vidas y para la sociedad.
1 – LA PROCLAMACIÓN DE CIRO
Leamos Esdras 1:1-11
Al comenzar un breve estudio del libro de Esdras, debemos tomarnos un momento Para Meditar su contexto histórico. El pueblo de Dios estaba exiliado en Babilonia a causa de su pecado. Durante muchos años, fueron dominados por Asiria, Babilonia y ahora Persia. Políticamente, la potencia dominante de este tiempo era Persia, bajo el liderazgo del rey Ciro.
El libro comienza en el primer año de Ciro, en el que éste hace una proclamación asombrosa. Anunció que el Dios del cielo le había encargado construir un templo en Jerusalén (v. 2). ¿Por qué hablaría el Dios de Israel a un rey pagano y le encargaría esta tarea? ¿Por qué un rey pagano estaría interesado en construir un templo en Jerusalén para el Dios de Israel? Por increíble que parezca, Esdras recordó a su pueblo que el profeta Jeremías había hablado de un tiempo de exilio de la tierra de Israel y que, después de setenta años, el pueblo de Dios regresaría de ese cautiverio y reconstruiría su templo y la ciudad de Jerusalén.
Porque así dijo Jehová: Cuando en Babilonia se cumplan los setenta años, yo os visitaré, y despertaré sobre vosotros mi buena palabra, para haceros volver a este lugar. Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis. (Jeremías 29:10-11)
Y haré volver los cautivos de Judá y los cautivos de Israel, y los restableceré como al principio. Y los limpiaré de toda su maldad con que pecaron contra mí; y perdonaré todos sus pecados con que contra mí pecaron, y con que contra mí se rebelaron. Y me será a mí por nombre de gozo, de alabanza y de gloria, entre todas las naciones de la tierra, que habrán oído todo el bien que yo les hago; y temerán y temblarán de todo el bien y de toda la paz que yo les haré.(Jeremías 33:7-9).
Los caminos de Dios no son los mismos que los nuestros. Dios movió el corazón de Ciro para abrir la puerta para que Su pueblo regresara a su tierra. Es muy probable que Ciro fuera la última persona del mundo que el pueblo de Dios hubiera esperado que facilitara el cumplimiento de la profecía de Jeremías. En nuestros momentos de necesidad, Él trae ayuda de fuentes extrañas e inesperadas.
Observemos también en que Dios no está obligado a usar sólo a Su pueblo. Incluso puede utilizar al incrédulo o cualquier cosa que desee para cumplir Sus propósitos. En los días del profeta Jonás, Dios usó al capitán de un barco pagano para reprender al profeta por su negativa a orar (Jonás 1:6). En Números 22:26-28 Dios utilizó el asno de Balaam para mostrarle el error de sus caminos. Ciro tenía un profundo sentido del llamado que Dios le había hecho a su vida para llevar a cabo esta tarea específica. En cuanto a la proclamación que hizo Ciro sobre Israel, hay varios puntos que deberíamos examinar.
Observemos primero que Ciro era consciente de que el Dios del cielo le había dado todos los reinos de la tierra. Ciro era un rey poderoso, pero no se atribuía el mérito de sus logros. Aunque sus ejércitos conquistaron muchas naciones, Ciro comprendió que sin la ayuda del Señor nunca habría tenido éxito.
Nuestro Dios da este mundo a quien Él cree conveniente. Él es el Rey de todos los reyes. Dios no bendice sólo al creyente. Su mano también se extiende a los no creyentes. Sin embargo, a diferencia del rey Ciro, muchas personas no dan gloria y reconocimiento a Dios como la fuente de todo lo que tienen.
El Dios que le dio estas naciones a Ciro luego lo llamó a liberar a los judíos de su esclavitud. Dios da, pero también quita. Como Dios soberano, tiene derecho a hacer con su creación lo que le plazca. Observemos que Dios no sólo obligó a Ciro a liberar a Su pueblo, sino que también le exigió que los habilitara financieramente.
Es importante que veamos en el versículo 2 que Dios llevó a Ciro a poner todas las cosas por escrito. Aunque esto puede no parecer importante en este punto de la historia, resultó ser muy importante más tarde. Gracias a esta proclamación escrita de Ciro, se dieron órdenes a los enemigos del pueblo de Dios para que dejaran de oponerse a la construcción de la ciudad y del templo (Esdras 5-6). Hasta con el asunto de escribir la proclamación, Dios tenía un propósito y un plan.
En el versículo 3, Ciro emitió una orden para que los judíos regresaran a su patria a reconstruir la ciudad de Jerusalén y el templo de Dios allí. Entendemos por Hageo 1:3-4 que el pueblo que regresó del exilio también construyó sus propias casas en esa época. A su regreso, Ciro los bendijo y les encargó que reconstruyeran el templo. El rey Ciro también ordenó a los ciudadanos de su dominio que abrieran sus corazones y proporcionaran la plata, el oro y los bienes necesarios para llevar a cabo esta tarea.
Dios conmovió el corazón del rey Ciro, y a esto le siguió que también tocó los corazones de Su pueblo. Judíos de varias tribus sintieron el llamado de Dios para regresar a Jerusalén y aceptar el desafío del rey. Cuando Dios tiene un trabajo que hacer, Él se mueve en los corazones de Su pueblo para hacer ese trabajo. También abre puertas para que a Su pueblo no le falte nada para hacer lo que Él le ha llamado a hacer. Podemos confiar en que Él proveerá todo lo necesario para completar esa tarea. Esto es parte de Su llamado. Él proveerá los recursos para hacer lo que nos ha llamado a hacer, por lo tanto, podemos con confianza dar el paso hacia adelante.
Recursos comenzaron a llegar de todo el imperio persa para llevar a cabo la obra del templo de Jerusalén. La gente, cuyos corazones estaban conmovidos, donó artículos de plata y oro. Los vecinos de los judíos les dieron bienes y ganado. Ciro devolvió les devolvió los objetos tomados del templo de Jerusalén por Nabucodonosor setenta años antes. Estos artículos habían estado en el templo pagano del dios de Nabucodonosor en Babilonia.
Dios está en el negocio de restaurar aquellas cosas que el enemigo nos ha quitado. Los cristianos de todo el mundo están luchando contra el enemigo. Aunque el Señor ya ha vencido a Satanás en la cruz, cada uno de nosotros ha experimentado batallas perdidas. Tal vez al mirar tu propia vida cristiana, eres consciente de lo mucho que el enemigo te ha quitado. Tal vez usted ha sufrido una relación rota. Posiblemente tu caminar con Dios no está donde debería estar. La iglesia está llena de soldados heridos. Como los judíos de la época de Esdras, no siempre hemos vivido en obediencia y ahora sufrimos las consecuencias de nuestros actos. Aquí nos encontramos con un Dios que restaura los tesoros que el pueblo de Dios ha perdido a manos del enemigo. Esto debería servirnos hoy para que cobremos ánimo.
Bajo la dirección de Mitrídates, el tesorero persa, se hizo un inventario de los artículos restaurados. En total, había 5.400 artículos de oro y plata devueltos a Israel.
Era como si estos artículos hubieran sido guardados para el pueblo de Dios esperando el momento apropiado para serles devueltos. Cuando llegó el momento, Dios devolvió estas bendiciones. ¿Qué tiene Dios reservado para nosotros? ¿Qué bendiciones nos esperan cuando obedezcamos la llamada de Dios en nuestros corazones para reconstruir Su templo en este mundo?
Lo que tenemos que ver aquí es que el Dios que llama también nos equipa para hacer el trabajo para el que nos ha llamado. El Dios que llamó a Su pueblo a reconstruir el templo en ruinas abrió los corazones y preparó el camino para que esto tuviera lugar. Él iba delante de Su pueblo, el cual podía salir con confiadamente. De igual manera, nosotros podemos tener esa misma confianza.
Para Meditar:
- ¿Qué clase de personas usa Dios en este capítulo?
- ¿Qué hace Dios en este capítulo por aquellos que obedecen Su llamado?
- ¿Qué ha puesto Dios en tu corazón para hacer? ¿Qué estímulo y desafío recibes de este capítulo?
- ¿Qué te impide dar un paso adelante en obediencia al Señor hoy?
- ¿Qué te ha quitado el enemigo en los últimos años? ¿Qué estímulo recibes del hecho de que Dios es un Dios que se deleita en restaurar lo que el enemigo nos ha quitado?
Para Orar:
- Agradece al Señor que, cuando Él llama, también proporciona todo lo necesario para cumplir ese llamado.
- Pide al Señor que te devuelva lo que el enemigo te ha quitado.
- Pide al Señor que te dé valentía para ir hacia adelante creyendo y confiando en Él.
2 – EL PUEBLO QUE REGRESÓ
Leamos Esdras 2:1-70
A menudo nos preguntamos por qué el Señor tuvo a bien incluir largas listas de nombres y números en las Escrituras. Esdras 2 es una de esas listas. Sin embargo, en esta lista hay algunas ideas devocionales vitales que debemos tener en cuenta.
Los nombres en esta lista son los nombres de los israelitas que regresaron por primera vez a Jerusalén del cautiverio babilónico. Muchos de los que figuran en esta lista sólo habían oído hablar de Jerusalén. No eran lo suficientemente mayores como para recordar el templo y la otrora gloriosa ciudad. Aunque muchos nunca habían visto el templo de Jerusalén, el Señor había puesto una carga en sus corazones para verlo reconstruido (Esdras 1:5).
Estas personas de la lista viajaron desde el Imperio Persa a Jerusalén con Zorobabel (su líder), Jesúa (el sumo sacerdote), Nehemías, Seraías y otros líderes prominentes de la época. Véase la lista completa en el versículo 2. Aunque el nombre de Esdras no está en esta lista, sabemos que el Señor lo llamaría más tarde para ser un líder entre este pueblo. Ya hemos visto que Dios proveyó los recursos necesarios para completar la tarea en Jerusalén. Aquí vemos que también les proveyó a Sus siervos dispuestos un equipo de líderes sólidos para protegerlos.
Sólo podemos imaginar el entusiasmo que había en el ambiente mientras se preparaban para dejar la tierra de su cautiverio. Este era el comienzo de algo nuevo. Dios estaba llamando a un equipo de personas para restaurar Jerusalén y difundir la luz de la verdad por el mundo. ¡Qué honor formar parte de ese equipo!
Observemos en el versículo 2 que la lista está compuesta sólo por hombres. Sin embargo, podemos suponer que también regresaron mujeres y niños. Es típico de los judíos de esta época registrar los nombres de los hombres sólo como cabezas de familia. La lista de hombres se divide con los descendientes. Las líneas familiares eran significativas para los judíos. No dedicaremos tiempo a repetir los nombres enumerados en esta sección.
También observemos en esta lista la referencia a los diversos cargos que ocupaban estos exiliados que regresaban. Entre los presentes en esta lista hay sacerdotes (v. 36), levitas (v. 40), cantores (v. 41), porteros (v. 42) y sirvientes del templo (v. 43). No podemos dejar de notar cómo la mano de Dios va formando este equipo. Estos individuos tenían diferentes funciones en la reconstrucción del templo; tenían diferentes dones y llamados. Dios no se equivocó al formar este equipo. Él tenía una tarea específica para cada persona en la obra de reconstrucción. Lo mismo ocurre con nosotros hoy. Todos tenemos un papel que desempeñar y dones que utilizar. Dios no nos llama a todos a la misma tarea. No nos da a todos los mismos dones u oficios. Dependemos unos de otros. Sólo cuando estos dones y llamados fluyen juntos es que se puede llevarse a cabo la obra.
Hay otras dos cosas que debemos notar en esta lista. Primero, el versículo 59 habla de individuos de los pueblos de Tel-mela, Tel-harsa, Querub, Addán e Imer. Estos individuos vinieron con el pueblo de Dios, pero no se pudo probar en los registros que realmente fueran israelitas. Estos hechos fueron anotados en la lista. Es difícil decir por qué estos individuos vinieron con el grupo que regresó del exilio. Tal vez tenían sus motivos. Tal vez habían sido tocados por el testimonio de los judíos en el exilio. Simplemente no lo sabemos. La realidad del asunto es que en cualquier iglesia o ministerio siempre existe la posibilidad de encontrar a aquellos que no son hijos de Dios. La gente se involucra en el ministerio por varias razones. No todos los que ministran son llamados por Dios. No estoy diciendo aquí que los individuos registrados en este pasaje no fueron llamados por Dios. Había, sin embargo, alguna pregunta con respecto a si eran hijos de Dios. Necesitamos tomar esto como una advertencia. El enemigo siempre ha enviado a sus siervos entre el pueblo de Dios para obstaculizar la obra que Dios quiere hacer.
El segundo punto que necesitamos ver aquí está en los versículos 61 y 62. También están en la lista los que decían ser sacerdotes, pero cuya línea no podía establecerse. Su llamado al sacerdocio era incierto. Estos individuos fueron excluidos de la obra del sacerdocio. Ellos no debían comer el alimento sagrado o ministrar hasta que su llamado fuera seguro. Esto se determinaba a través de un sacerdote que ministraba con el Urim y el Tumim.
Leemos en Éxodo 28:30 que el sacerdote debía llevar el Urim y el Tumim en su pectoral cuando entraba en la presencia del Señor. Es muy probable que estos artículos fueran piedras especiales utilizadas para determinar la voluntad de Dios. No está claro cómo estas piedras indicarían la voluntad de Dios o cómo se utilizaban exactamente. A través de estas piedras, sin embargo, el Señor comunicaría Su propósito a Sus sacerdotes.
De nuevo, la advertencia es que hay personas que vienen a ministrarnos que no tienen el llamado verdaderamente. Es totalmente posible que ministremos en áreas donde no somos llamados a ministrar. Qué fácil es mirar el ministerio de otra persona y admirarlo tanto al punto que queremos ser como él o ella aunque no tengamos su llamado. Aquellos que Dios había establecido como líderes entre los exiliados que regresaban querían estar seguros del llamado de aquellos que ministraban entre ellos. La preocupación de estos líderes era ver que la obra de Dios fuera hecha por aquellos que Él había llamado. A los que no se les podía confirmar el llamado de Dios se les pedía que se abstuvieran.
Este también es un gran desafío para nosotros como líderes de la iglesia. ¿Los que enseñan en la escuela dominical en nuestras iglesias son llamados por Dios para hacerlo? ¿Los ancianos, diáconos o miembros de la junta de su iglesia son llamados a ese ministerio? Sólo podemos hacer avanzar verdaderamente el reino si aquellos que están ministrando están en el propósito de Dios.
Cuando este gran equipo llegó a Jerusalén, eran 42.360 más los siervos, así como mucho ganado (vs. 64-67). El Señor puso en el corazón de algunas de aquellas familias dar una ofrenda voluntaria para la reconstrucción del templo de Dios. Estas personas dieron según la capacidad que el Señor les había dado para que la obra pudiera llevarse a cabo. El versículo 69 nos dice que dieron 61.000 dracmas de oro. Esto sería aproximadamente 500 kilogramos o 1.100 libras o 500 kilogramos. El pueblo también dio 5.000 minas de plata (unas 3 toneladas) y 100 vestiduras sacerdotales. Estos eran regalos sustanciales. Dios se estaba moviendo en los corazones de su pueblo. Tenía grandes planes para la ciudad de Jerusalén.
La mano de Dios estaba sobre los exiliados que regresaban. Él proveyó los recursos necesarios para llevar a cabo la tarea. También les dio un equipo de líderes sólidos para que el trabajo avanzara sin tropiezos. Aquellos que guiaron al pueblo de Dios fueron específicamente llamados y equipados para la tarea. Dios se movió en los corazones de Su pueblo para darles un espíritu de generosidad. El pueblo de Dios podía esperar grandes cosas de su Señor.
Para Meditar:
- ¿Qué nos enseña este pasaje acerca de la manera en que Dios reúne a personas de diferentes dones y talentos para la obra de extender el reino?
- ¿Qué importancia tiene que conozcamos el llamado de Dios a nuestras vidas?
- ¿Todos los que buscan ministrar son llamados a ese ministerio? ¿Qué nos enseña este pasaje?
- ¿Qué aprendemos en este pasaje sobre la importancia del liderazgo en la obra del reino?
- ¿Cuál es el llamado de Dios para nuestra vida?
Para Orar:
- Pidámosle al Señor que nos ayude a conocer Su llamado en nuestras vidas.
- Agradezcamos al Señor que ha dado a la iglesia individuos con diversos dones y llamados para complementarse mutuamente en la obra del ministerio.
- Pide al Señor que te ayude a estar conforme con el llamado que tiene para tu vida. Pídele que te capacite para complementar a tus hermanos en el ministerio de la expansión de Su reino.
3 – COMIENZA LA CONSTRUCCIÓN
Leamos Esdras 3:1-13
En el último capítulo, examinamos la lista de personas que regresaron del exilio para reconstruir el templo de Jerusalén. Este equipo llegó a Israel y se estableció en diversas ciudades. En el séptimo mes, se reunieron en la ciudad de Jerusalén -muy probablemente para la Fiesta de los Tabernáculos descrita en Levítico 23:39-43.
Observemos que el versículo 1 nos dice que se reunieron «como un solo hombre». Esto es una indicación de la unidad del equipo que Dios había llamado para reconstruir el templo. En el ambiente se respiraba alegría y entusiasmo. Ellos tenían una visión clara y se habían unido bajo esa visión. Querían ver el templo reconstruido y la ciudad de Jerusalén restaurada a su antigua gloria.
El primer punto del orden del día era la construcción de un altar para el sacrificio de holocaustos. Fueron el sumo sacerdote Jesúa y sus compañeros sacerdotes quienes asumieron la responsabilidad de construir este altar (v. 2). Lo construyeron de acuerdo con las especificaciones que Dios había dado a Moisés en la Ley. Es significativo que el altar sea el primer punto de sus planes. Era allí donde el pueblo hacía ofrendas por el pecado. Los que participaban en la reconstrucción del templo necesitaban ser perdonados y ser un pueblo puro. Antes de seguir adelante con la construcción del templo, necesitaban reconciliarse con Dios.
La construcción del altar no estuvo exenta de dificultades. El versículo 3 nos dice que tenían miedo de la gente que los rodeaba. Incluso en esta etapa temprana, había evidencia de oposición a la obra de reconstrucción que Dios quería hacer en Israel. Podemos estar seguros de que cuando el Señor quiere avanzar, el enemigo nunca estará lejos, tratando de desalentar a los que aceptan el reto. Aunque temían lo que pudieran hacer sus enemigos, los sacerdotes confiaron en Dios y siguieron adelante. El resultado fue que el altar quedó terminado y se ofrecieron sacrificios al Señor tanto de día como de noche.
Además, de acuerdo con la Ley de Moisés en Levítico 23:42-43, los exiliados retornados celebraron la Fiesta de los Tabernáculos (v. 4). Durante esta celebración, los israelitas abandonaban sus hogares y vivían en pequeñas cabañas hechas de ramas. Los israelitas colocaban estas cabañas en sus patios, en los tejados de sus casas, o en cualquier lugar donde pudieran encontrar un lugar para instalarlas. Lo hacían para recordar la época en que sus antepasados vivían en cabañas similares cuando vagaban por el desierto. Durante esta celebración, se hacían sacrificios cada día. Los israelitas reconocían la bondad del Señor para con ellos, no sólo al rescatarlos de la tierra de Egipto, sino ahora también de la tierra de su exilio en Babilonia.
El versículo 7 nos dice que durante este tiempo se dio dinero a los albañiles y carpinteros para que comenzaran el trabajo de reconstrucción del templo. Nótese que se envió comida, bebida y aceite a la gente de Sidón y Tiro para que trajeran troncos por mar desde el Líbano y Jope. Eran tiempos emocionantes para el pueblo de Dios. Volvían a ofrecerse sacrificios y estaba en marcha la reconstrucción del templo. En el segundo mes del segundo año, el sacerdote Zorobabel encargó a levitas mayores de veinte años que supervisaran la construcción del templo del Señor (v. 8).
Con el tiempo, los constructores pusieron los cimientos del templo. Cuando los cimientos estuvieron terminados, el pueblo se reunió para celebrarlo. El versículo 10 nos dice que los sacerdotes estaban vestidos con sus ropas sacerdotales y tenían trompetas en sus manos. Los levitas estaban presentes con címbalos. Todos juntos ocuparon sus lugares y comenzaron a cantar alabanzas al Señor, siguiendo las instrucciones del rey David. Allí glorificaron al Señor por la obra realizada, y cantaron la bondad y el amor del Dios de Israel. El pueblo se unió a los levitas y a los sacerdotes en la celebración y la acción de gracias.
Debemos recordar que cuando se construyó el altar en el versículo 3, se hizo a pesar del miedo de sus enemigos. La acción de gracias que se ofrece aquí es a un Dios que les permitió construir los cimientos a pesar de la oposición del enemigo que les rodeaba. Debió ser emocionante ver cómo el Señor estaba con ellos en aquellos días, quien no sólo les proporcionaba el dinero necesario para la construcción, sino que también detenía a sus enemigos.
Los presentes ese día se dieron cuenta de que nada de esto hubiera sido posible si no fuera por el Señor. Esto nos recuerda algo importante. ¿Dónde estaríamos hoy si no fuera por el Señor? Cuando miramos nuestros logros y realizaciones en este mundo, ¿nos damos cuenta, al igual que aquellos reunidos en torno a los cimientos, de que todo se lo debemos a Dios? ¿Nuestros corazones saltan de alegría y acción de gracias al Dios que hizo posibles todos nuestros logros?
Tenemos que entender que cuando el Señor está activo, el enemigo nunca está muy lejos. A veces el enemigo viene de maneras inesperadas. Mientras se ofrecía esta adoración y acción de gracias al Señor, los ancianos que habían visto el antiguo templo estaban muy disgustados. Lloraban en voz alta, mientras que los más jóvenes se regocijaban y alababan al Señor con acción de gracias.
Es necesario detenernos un momento para reflexionar en lo que está sucediendo aquí. Los que habían estado en Israel unos setenta años antes de este acontecimiento habían visto la gloria del antiguo templo. Al contemplar los cimientos de este templo, se dieron cuenta de que no iba a ser tan grande ni tan glorioso como el antiguo templo. El profeta Hageo describe los pensamientos de la vieja generación de ese día:
En el mes séptimo, a los veintiún días del mes, vino palabra de Jehová por medio del profeta Hageo, diciendo:Habla ahora a Zorobabel hijo de Salatiel, gobernador de Judá, y a Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote, y al resto del pueblo, diciendo:¿Quién ha quedado entre vosotros que haya visto esta casa en su gloria primera, y cómo la veis ahora? ¿No es ella como nada delante de vuestros ojos? (Hageo 2:1-3)
Aquel día hubo una mezcla de emociones. La generación más vieja no podía ver cómo este templo podría llegar a ser tan glorioso como el templo anterior. La generación más joven, que nunca había visto el antiguo templo, estaba emocionada de ver lo que Dios estaba haciendo. Los sonidos de alabanza y los sonidos de llanto se elevaban juntos hacia Dios y se oían a lo lejos.
Sólo podemos preguntarnos cómo era ese sonido en los oídos de Dios. La alabanza y la queja no parecen mezclarse, sin embargo, esto es lo que se elevó ante Dios ese día. El pueblo de Dios había tenido éxito en frustrar los planes y esfuerzos de sus enemigos incrédulos a su alrededor. Este ataque fue más sutil. Esta vez el enemigo ataca desde dentro. El descontento de la generación más antigua podía convertirse muy rápidamente en un desaliento para la generación más joven.
Cuando el enemigo no puede derrotarnos utilizando a los incrédulos, no dudará en atacarnos desde dentro. ¿Cuántas veces la obra de Dios se ha visto obstaculizada por ataques desde dentro? Esta es la primera señal que vemos en este libro de la existencia de problemas en el cuerpo. La unidad del equipo que Dios había traído del exilio estaba siendo amenazada.
Este pasaje nos desafía a examinar nuestras propias vidas. Los caminos de Dios no son como los nuestros. El desafío para nosotros aquí es dejar que Dios haga las cosas a Su manera. Los cimientos no eran como la antigua generación quería, pero era como Dios los quería. Tenemos que dejar de lado nuestras propias ideas y rendirnos a lo que Dios quiere hacer. Debemos tener cuidado de que nuestras propias opiniones y planes no destruyan la unidad del equipo que Dios ha estado formando. El enemigo había estado tratando de dividir al equipo que Dios estaba formando. Si lo hubiera logrado, habría tenido éxito en obstaculizar la obra que se estaba llevando a cabo.
Para Meditar:
- ¿Hemos tenido oposición en nuestros ministerios? ¿Cómo nos anima este pasaje al ver el progreso de la obra de Dios a pesar de la oposición?
- Tomemos un momento para examinar las cosas que Dios ha permitido que logremos en nuestras vidas y ministerio. ¿Dónde estaríamos hoy sin Dios?
- ¿Qué nos dice este pasaje acerca de cómo Satanás ataca la obra de Dios?
- ¿Hay cosas que Dios está bendiciendo a nuestro alrededor y estamos teniendo problemas para aceptarlas? ¿Cuáles son? ¿Qué nos enseña este pasaje sobre cómo lidiar con estas cosas?
Para Orar:
- Agradezcamos al Señor por la manera en que nos bendice y nos guarda a pesar de los muchos ataques del enemigo para mantenernos frustrados.
- Tómate un momento para examinar lo que has logrado en el ministerio hasta este momento. Agradece al Señor por haberte dado todas estas bendiciones. Confiesa al Señor que sin Él nada de esto sería posible.
- Pidámosle al Señor que nos perdone por las veces que hemos fallado en bendecir lo que Él ha bendecido. Pidámosle que nos dé una mayor apreciación de las muchas maneras en las que Él obra.
4 – Carta al Rey Artajerjes
Leamos Esdras 4:1-24
Una de las cosas que sabemos de nuestro enemigo Satanás es que no ceja en sus intentos de desanimar a los creyentes en la obra que Dios les ha llamado a realizar. En el capítulo anterior, atacó causando descontento en los corazones de los israelitas más ancianos, que no estaban contentos con el tamaño de los cimientos del nuevo templo. En este capítulo vemos que utiliza otro medio para atacar al pueblo de Dios. Esto podría haber sido una fuente de desaliento y desarmonía para el equipo de reconstrucción. Vemos en este capítulo que Satanás también utiliza otro medio para atacar al pueblo de Dios.
Cuando los enemigos de Judá y Benjamín se enteraron de la reconstrucción del templo, se acercaron a ellos con lo que parecía ser un gesto amistoso: se ofrecieron a ayudar. El enemigo puede ser muy sutil en sus ataques. A menudo se presenta como un lobo con piel de cordero. A veces disfraza sus ataques con actos de bondad y amistad.
En Hechos 5, un hombre llamado Ananías y su esposa Safira se presentan ante los apóstoles con un regalo procedente de la venta de una propiedad. Lo que no se veía al ojo humano era que esta pareja había tramado en secreto engañar a la iglesia fingiendo que este regalo era todo el precio de venta de la propiedad. En realidad, se habían quedado con una parte. Estaban introduciendo el engaño en la Iglesia. Dios los fulminó por su deshonestidad. Lo que parecía tan inocente por fuera era el esfuerzo del enemigo por infiltrarse en la iglesia con traición. Vemos que algo similar sucede aquí en la petición de los enemigos de ayudar al pueblo de Dios con el templo.
Observemos en el versículo 2 que los enemigos le dijeron a Zorobabel que ellos también buscaban de Dios. Le dijeron que le habían estado sacrificando durante muchos años. Para entender lo que están diciendo tenemos que mirar a 2 Reyes 17:24-29. En estos versículos, cuando los asirios conquistaron Israel muchos años antes, sacaron de la tierra a todos los trabajadores cualificados y se los llevaron a Asiria. Sólo los pobres y los no cualificados permanecieron en Israel. En 2 Reyes 17:24 vemos que el rey asirio envió a gente de otras tierras conquistadas a vivir en Israel en ausencia de los israelitas derrotados. Estos extranjeros no entendían los caminos del Señor y no le servían. El Señor se enojó con ellos y envió leones para devorarlos. Cuando estas noticias volvieron al rey de Asiria, envió a un sacerdote israelita de vuelta a Israel para enseñar a los extranjeros de allí los caminos del Señor de Israel. Aunque estos colonos aprendieron a sacrificar al Señor Dios de Israel, nunca dejaron de adorar a sus ídolos familiares. En 2 Reyes 17:29 aprendemos que estos extranjeros sacrificaban a Dios pero también a sus propios dioses. Con el tiempo, estos colonos extranjeros se casaron con algunos de los israelitas locales, formando la raza samaritana. Una intensa amargura creció entre los samaritanos y los verdaderos israelitas que consideraban a los samaritanos como impuros porque eran de sangre mezclada y creencias mezcladas (ver Juan 4). Aquí, en este pasaje, eran los samaritanos los que estaban pidiendo ayudar a los exiliados que habían regresado para reconstruir el templo.
Zorobabel escuchó lo que querían los samaritanos, pero se negó a que ayudaran. Es difícil conocer las intenciones de estos enemigos, pero podemos entender por su respuesta a esta negativa que sólo habrían entorpecido la obra. Ya había quienes estaban desanimando a sus hermanos y hermanas en el proyecto del templo (véase el capítulo 3). Añadir a estos samaritanos al equipo sólo habría traído más problemas y división. En este ofrecimiento de ayuda, podemos ver el intento de Satanás de añadir más contiendas entre los miembros del equipo.
Necesitamos el discernimiento del Señor en el trabajo de construir el reino. No todos los que vienen a nosotros ofreciendo ayuda son genuinamente llamados por Dios. El enemigo es muy capaz de inspirar a sus siervos a trabajar con nosotros con la esperanza de crear división en el cuerpo. Tal vez incluso ahora en nuestras iglesias, podemos ver la evidencia de esta infiltración del enemigo.
Al negárseles puestos en el equipo de reconstrucción, los adversarios de Israel se dispusieron a desanimar al pueblo de Dios. El versículo 4 nos dice que decidieron sembrar semillas de miedo entre los que reconstruían el templo. En el versículo 5 encontramos que estos enemigos contrataron consejeros para trabajar en contra del proyecto de reconstrucción. Estos consejeros continuarían sus intentos de frustrar el esfuerzo judío desde el reinado del rey Ciro hasta el reinado del rey Darío. Ciro comenzó su reinado en 559 AC. Darío comenzaría su reinado alrededor del 529 AC. Esto significaba que por aproximadamente treinta años estos consejeros buscarían desanimar y oprimir al pueblo del Señor. Satanás no se rinde fácilmente.
Durante el reinado de Jerjes (el nombre persa de Asuero, 485-465 a.C.), estos consejeros enviaron una queja al rey sobre el pueblo de Judá y Jerusalén (v. 6). Algún tiempo después, escribieron otra carta al rey Carta al Rey Artajerjes de Persia para que detuviera las obras de reconstrucción del templo. El mensaje está registrado para nosotros en los versículos 9 a 16. Obsérvese en el versículo 10 cómo los que escriben la carta apelan a su herencia babilónica. Le recuerdan al rey Artajerjes que habían sido deportados y asentados en la región de Samaria por Asnapar, el hijo de Esar-hadón, el rey de Asiria mencionado en el versículo 2. Al citar este hecho, estos samaritanos le dicen al rey Artajerjes que ellos eran babilonios. Al citar este hecho, estos samaritanos parecen estar recordando al rey que habían sido enviados a Samaria por decreto oficial del rey. Esto puede ser un intento de ganarse el favor y dar credibilidad a su petición.
En su carta, los samaritanos informaban al rey de que los judíos habían regresado a Jerusalén para reconstruir la ciudad que históricamente había sido malvada y rebelde. Los samaritanos afirmaban que si Jerusalén era restaurada, sus habitantes dejarían de pagar impuestos al rey (v. 13). Le dijeron a Artajerjes que le enviaban esta información por su lealtad a él (v. 14); y pidieron que se buscara en los archivos para confirmar sus acusaciones contra Jerusalén.
Estos enemigos sabían que si el rey buscaba, encontraría elementos de verdad en su acusación. Babilonia y Asiria habían sido enemigos de Israel. Los reyes de Israel se habían rebelado contra Babilonia. Tenemos el registro de la rebelión del rey Joacim contra Babilonia en 2 Reyes 24:1. El rey Sedequías también se rebeló contra Babilonia (2 Reyes 24:20). Resulta que pueblo de Dios no siempre aceptó Su voluntad para sus vidas. Israel se había rebelado contra Dios y la disciplina que Él había ejercido en sus vidas. Satanás conoce nuestros fracasos, y no dudará en desenterrarlos y utilizarlos en su provecho.
Al recibir la carta, se hizo una búsqueda en los archivos para determinar si Israel representaba una amenaza para el rey de Persia. El rey respondió con una carta a los enemigos de Israel. En ella se les informaba de que se había hecho una búsqueda y se había descubierto que el pueblo de Israel se había rebelado en el pasado. También se descubrió que Jerusalén había tenido reyes poderosos en el pasado. Como resultado, el rey Artajerjes ordenó que se detuvieran las obras del templo y la reconstrucción de la ciudad hasta nueva orden (v. 21). El rey encargó a los enemigos de Israel que se aseguraran de que no se reconstruyera la «ciudad rebelde» para que los judíos no representaran una amenaza para el rey de Persia.
Tan pronto como los líderes samaritanos leyeron la carta, enviaron noticias de las órdenes del rey a los judíos. Observe en el versículo 23 que los enemigos usaron la fuerza para detener la obra del Señor. Los enemigos de Israel tenían ahora derechos legales para detener la reconstrucción del templo y de la ciudad de Jerusalén. Durante todo el reinado de Artajerjes, la obra cesó. No sería hasta después de su muerte que se haría otro intento de completar la obra.
Lo que tenemos que ver aquí es cómo Satanás trató de obstaculizar la obra de Dios. No debe sorprendernos que él esté haciendo lo mismo hoy. No se detendrá ni hará nada para impedir la obra de Dios. Hemos visto cómo en el capítulo anterior el enemigo dividió a las generaciones, y luego irritó a los vecinos de Israel en su contra. Al utilizar al rey de Persia tuvo éxito, y por un tiempo el trabajo en el templo se detuvo. Parecía que el enemigo había derrotado el propósito de Dios. El pueblo de Dios estaba dividido y desanimado. El enemigo los oprimía. Sin embargo, Dios no había terminado con su pueblo. No le daría la victoria al enemigo. Aunque obstaculizado por un tiempo, el pueblo de Dios aún vería la victoria.
Para Meditar:
- ¿Qué aprendemos aquí acerca de cómo el enemigo busca atacar y derrotar los propósitos de Dios? ¿Hay evidencia de su presencia en el trabajo de nuestras iglesias?
- ¿Cómo puede utilizar el enemigo nuestros fracasos pasados en su intento de derrotarnos?
- ¿Qué nos enseña este pasaje sobre la necesidad de discernimiento en la obra del Reino de Dios?
- ¿Qué aprendemos sobre el poder del enemigo para detener temporalmente la obra de Dios?
Para orar:
- Pidamos al Señor que nos dé mayor discernimiento en la obra para la que nos ha llamado.
- Pide al Señor que abra nuestros ojos y los ojos de los líderes de nuestra iglesia a las formas en que el enemigo está tratando de desalentar la obra de Dios.
- Agradezcamos al Señor que aunque el enemigo pueda tener éxito en detener u obstaculizar la obra de Dios por un tiempo, no puede tener la victoria final. Agradezcamos al Señor que ya ha derrotado a Satanás y que nuestra victoria está asegurada.
5 – EL DESAFÍO DE HAGEO
Leamos Esdras 5:1-17
Las obras del templo habían cesado. Los enemigos del pueblo de Dios habían escrito una carta al rey de Persia, quien respondió deteniendo toda construcción. Si los enemigos se salían con la suya, el templo de Jerusalén nunca sería reconstruido. Esta orden del rey fue un revés para el pueblo de Dios, pero volverían a levantarse.
Los profetas Hageo y Zacarías estaban ministrando en la región en ese momento. Se acercaron al pueblo de Dios y lo desafiaron a retomar la tarea de reconstruir el templo, a pesar de la orden del rey de Persia.
Las Escrituras nos llaman a ser obedientes a las autoridades que nos gobiernan. Sin embargo, hay ocasiones en que los poderes terrenales nos ordenan hacer algo contrario a la voluntad y el propósito de Dios. En esa situación, debemos aprender a obedecer a Dios y aceptar las consecuencias de nuestras acciones. (Esa fue la experiencia de los apóstoles en Hechos 4:19.) En el versículo 1, los profetas recordaron a la nación que Dios estaba por encima de ellos, y era a Él a quien debían obedecer. Era evidente que el Señor había hablado con el rey Ciro de Persia y le había ordenado que enviara a los israelitas de regreso a su tierra para reconstruir el templo. Hageo y Zacarías desafiaron al pueblo a la obediencia. El pueblo necesitaba este desafío en este momento de sus vidas.
El resultado de este desafío fue que Zorobabel y Jesúa se pusieron a trabajar en la casa del Señor. Los profetas de Dios se unieron a ellos. Al tomar esta decisión, los líderes arriesgaron sus vidas. En Esdras 4:23 el trabajo había cesado cuando sus enemigos ejercieron la fuerza para detenerlos, actuando bajo la orden del rey Artajerjes. Zorobabel, Jesúa y los profetas estaban dispuestos a correr el riesgo y siguieron adelante, confiando en su Señor.
No pasó mucho tiempo antes de que Tatnai, el gobernador persa de la región, se enterara de la obra. Entonces se dirigió éste a los israelitas para preguntarles con qué autoridad seguían adelante con la construcción. Tatnai exigió saber los nombres de los que se atrevían a desafiar la orden del rey.
Fue un momento incómodo para el pueblo de Dios. No sabían cuál sería la respuesta de sus enemigos. Nótese, sin embargo, en el versículo 5 que «los ojos de Dios estaban sobre los ancianos de los judíos, y no les hicieron cesar». Un informe de sus actividades, sin embargo, fue enviado a Darío, el nuevo rey de Persia. El aliento que recibimos es que cuando obedecemos al Señor, Él vela por nosotros. Habrá riesgos significativos que tomar a la hora de avanzar el reino de Dios, pero el ojo del Señor está sobre nosotros, y podemos confiar enteramente en Él. No debemos tener miedo.
La carta enviada por el gobernador Tatnai al rey Darío explicaba lo que los judíos estaban haciendo. En la carta, contaba cómo avanzaba la obra de reconstrucción del templo. Cuando los judíos fueron interrogados acerca de esa obra, le informaron que estaban siguiendo las órdenes del rey Ciro, quien los había enviado a Israel con este mismo propósito. Tatnai solicitó la dirección del nuevo rey respecto a la situación.
Hay varias lecciones valiosas en este pasaje. En primer lugar, tenemos que ver lo fácil que es para nosotros ser desalentados por el enemigo. La obra de Dios se detuvo porque el enemigo logró despertar el temor en el pueblo de Dios. Este miedo impidió que el pueblo de Dios obedeciera al Señor.
En segundo lugar, observemos que hay momentos en que el pueblo de Dios necesita ser desafiado a volver al Señor y a Sus propósitos. Hageo y Zacarías fueron instrumentos en las manos de Dios para traer al pueblo de Dios de vuelta al camino correcto. Tal vez hay individuos con los que necesitas hablar hoy que no han sido obedientes al Señor debido a su miedo al enemigo o a lo que podría pasar si continuaran en obediencia. Tal vez puedas ser como Hageo o Zacarías para alguien hoy.
Tercero, la obediencia al Señor no siempre será fácil. Los líderes que regresaron a la obra estaban dando un paso de fe. No sabían cuál sería la respuesta del enemigo, pero estaban dispuestos a arriesgarse. En la vida cristiana no podemos lograr mucho sin que exista el riesgo. Cualquier soldado sabe que cuando pisa el campo de batalla, está corriendo un riesgo. Cada paso que damos para conquistar territorio enemigo es un paso de fe. Debemos estar listos para enfrentar esos riesgos con fe en Dios.
Finalmente, observemos que los ojos del Señor estaban sobre aquellos que estaban dispuestos a tomar el riesgo y caminar en fe. Dios vio cómo el enemigo intentaba desanimar a Su pueblo. A medida que se desarrolla la historia de lo que ocurrió aquel día, veremos que Dios equiparía a Su pueblo para hacer lo que Él les había llamado a hacer. Él hará lo mismo con todos los que den ese paso de obediencia.
Para Meditar:
- ¿Alguna vez hemos estado desanimados en la obra del Señor hasta el punto de no poder continuar por causa del enemigo? ¿Cuál es el desafío de este pasaje para nosotros?
- ¿Hay personas a nuestro alrededor que se han desanimado en su ministerio? ¿Qué quiere Dios que hagamos o les digamos para animarles a vivir en obediencia?
- ¿Cómo ha tratado el enemigo de desanimarnos en nuestro ministerio? ¿Qué consuelo encontramos en este pasaje?
- ¿Hay algo que Dios nos ha llamado a hacer en lo que estamos dudando? ¿Qué nos impide arriesgarnos y avanzar con fe?
Para orar:
- Agradezcamos al Señor que Sus ojos están sobre nosotros para protegernos y guardarnos en nuestro servicio a Él.
- Pidámosle al Señor que nos dé más fe para asumir los riesgos necesarios en el ministerio al que nos ha llamado.
- Agradezcamos al Señor que Él es más grande que cualquier enemigo que pueda venir contra nosotros hoy.
6 – El templo está terminado
Leamos Esdras 6:1-22
Hageo y Zacarías desafiaron al pueblo de Dios a terminar la construcción del templo, y lo hicieron, a pesar de los esfuerzos del enemigo por impedírselo. Los sacerdotes y levitas escucharon el desafío de estos dos profetas y se tomaron la tarea a pecho. Esto dio lugar a que los samaritanos escribieran una carta al rey de Persia pidiéndole su consejo. La esperanza era que el rey les diera la autoridad para detener la obra.
Al recibir la carta, el rey Darío ordenó que se buscara en los archivos si alguna vez hubo un decreto que permitiera a los israelitas reconstruir el templo. Se encontró un pergamino en la ciudadela de Acmeta, en la provincia de Media. En ese pergamino estaba la proclamación del rey Ciro ordenando a los judíos reconstruir el templo. En ese decreto, Ciro había dado las dimensiones del templo y un plan general que los judíos debían seguir en su construcción. En este decreto se establecía claramente que los costos de esta construcción serían pagados por el tesoro real (véase el versículo 4). Los artículos de oro y plata tomados por Nabucodonosor del antiguo templo también debían ser devueltos a Jerusalén.
Cuando el rey Darío vio el decreto, ordenó a Tatnai, el gobernador de la región del otro lado del Éufrates, que se abstuviera de obstaculizar el trabajo en el templo. Darío le dijo al gobernador que no interfiriera con los judíos y su trabajo. Él confirmó el decreto de Ciro y emitió una orden para que se completaran los trabajos de reconstrucción del templo.
El rey Darío también ordenó que los líderes de los enemigos de Israel ayudaran a los judíos en esta construcción. Además, ordenó que los costes de la reconstrucción del templo se pagaran con cargo al tesoro real, tal y como Ciro había decretado anteriormente. Debían entregarse a los judíos toros jóvenes, carneros y corderos machos para holocaustos al Dios de Israel. Los enemigos de Israel también debían proporcionar a los sacerdotes judíos provisiones diarias de trigo, vino y aceite. No debían fallar en este asunto para que los judíos, a su vez, oraran a su Dios para que bendijera al rey y a sus hijos (véase el versículo 10).
Darío estaba tan convencido de este decreto que ordenó que cualquiera que no le obedeciera en este asunto fuera empalado en una viga arrancada de su propia casa, y que la casa fuera derribada y destruida. Darío maldijo a cualquiera que levantara la mano para cambiar algo de su decreto u obstaculizar de alguna manera el trabajo en el templo de Jerusalén. Dios había concedido a su pueblo el favor del rey Darío, como lo había hecho con el rey Ciro.
La noticia de este decreto animó a los judíos, y reanudaron la obra del templo de Dios. El versículo 14 nos dice que Hageo y Zacarías predicaron al pueblo de Israel durante ese tiempo. El pueblo recibió calurosamente la Palabra de Dios y obedeció lo que oía. El entusiasmo y el celo por la obra del templo se renovaron, Dios se movió en medio de ellos y vieron la victoria del Señor.
Es importante que nos percatemos aquí que, durante bastante tiempo, debido al miedo, el pueblo de Dios estuvo paralizado en la obra. Se habían puesto los cimientos, pero el templo seguía sin terminarse. El temor a sus enemigos había paralizado la obra. Dios usó a Hageo y a Zacarías para desafiar a Su pueblo a arriesgarse y avanzar en fe y obediencia.
Los sacerdotes y levitas aceptaron el reto y arriesgaron sus vidas. Dios bendijo ese paso de fe de una manera que Su pueblo nunca podría haber imaginado. No sólo protegió a Su pueblo de sus enemigos, sino que también hizo que éstos pagaran por la realización de la obra. Todo comenzó cuando los sacerdotes se arriesgaron y obedecieron fielmente al Señor. Con ese paso de fe, la bendición de Dios fue desatada sobre Su pueblo.
¿Cuántas veces nos hemos encontrado paralizados por el miedo como lo estaba el pueblo de Israel? La obra del reino sufre cuando no estamos dispuestos a arriesgarlo todo para ser obedientes. A través de Hageo y Zacarías, Dios nos está llamando hoy, y nos desafía a asumir el riesgo de la obediencia, independientemente de las circunstancias. El Señor nos muestra en este capítulo que no tenemos por qué temer. Nuestro Dios puede hacer mucho más de lo que jamás podríamos pedir o pensar. Su reino se expande cuando estamos dispuestos a arriesgarnos y a dar un paso adelante en fe y obediencia.
Dios se movió en aquellos días a través del ministerio de la predicación de Hageo y Zacarías. Cuando el templo fue terminado, el pueblo de Dios celebró un servicio de dedicación en Jerusalén (v. 16). Ese día se sacrificaron cien toros, dos mil carneros y cuatrocientos corderos machos. También sacrificaron doce machos cabríos como ofrenda por el pecado de las doce tribus de Israel. Los sacerdotes y levitas también se instalaron en Jerusalén, según sus divisiones familiares y responsabilidades.
El día catorce del primer mes se celebraba la Pascua. Los sacerdotes y los levitas se purificaban y sacrificaban el cordero pascual. Los israelitas se separaban de sus prácticas impuras y buscaban al Señor. Durante siete días después de la Pascua, celebraban la Fiesta de los Panes sin Levadura, separándose de todo lo que tuviera levadura. En las Escrituras, la levadura es símbolo de pecado. Al observar esta fiesta, el pueblo de Dios simbolizaba su deseo de separarse del pecado en todas sus formas para servir al Señor reconociéndolo como el que los sacó de la esclavitud en Egipto para darles una tierra propia. Sus corazones estaban llenos de alegría porque Dios había hecho que el rey persa los favoreciera.
Sobre todos aquellos a quienes Dios ha bendecido recae una responsabilidad. La fiesta que los israelitas celebraron aquel día fue un recordatorio de que eran un pueblo bendecido por Dios; que cuando caminaron en obediencia a Él y dieron un paso adelante en la fe, Dios hizo cosas maravillosas. Él les abrió puertas que nunca creyeron posibles. ¡Que nosotros también tengamos el valor de dar un paso adelante en fe y obediencia! Todos los que estén dispuestos a arriesgarse se sorprenderán de lo que Dios hará.
Para Meditar
- ¿Qué aprendemos aquí sobre la importancia de obedecer al Señor en cualquier circunstancia?
- ¿Cuál es la promesa en este pasaje para aquellos que voluntariamente dan un paso en la fe?
- ¿Cuál es la responsabilidad de aquellos que han sido bendecidos por Dios como lo fue Israel en aquellos días?
- ¿Hay algo que Dios te ha llamado a hacer que te causa temor? ¿Este temor te impide caminar en obediencia?
Para orar:
- Pidámosle al Señor que nos ayude a ver Su propósito para nuestras vidas. Oremos que nos dé el valor para caminar en obediencia.
- Agradezcamos al Señor por la manera en que nos cuida mientras avanzamos en la fe.
- Agradezcamos al Señor por las bendiciones que nos ha dado hoy. Pidámosle que nos ayude a vivir en obediencia y en acción de gracias.
7 – Llegada de Esdras a Jerusalén
Leamos Esdras 7:1-28
Una de las cosas más confusas del estudio de los reyes de Persia es el hecho de que hay muchos reyes con el mismo nombre. Asuero, Artajerjes y Darío eran nombres comunes entre los reyes de Persia. Además, a veces los nombres de los reyes se escribían en persa y otras en griego. Es vital que entendamos esto si queremos comprender lo que sucede en el libro de Esdras.
El versículo 1 nos dice que fue durante el reinado de Artajerjes, rey de Persia, cuando Esdras dejó Babilonia para ir a Jerusalén. Este Artajerjes no es el mismo Artajerjes que se menciona en el capítulo 4. El Artajerjes que se menciona aquí es el mismo Artajerjes que se menciona en el capítulo 5, el cual reinó entre los años 465-424 a.C.
Los versículos 1-5 nos detallan la línea familiar de Esdras. La genealogía muestra que formaba parte de una línea sacerdotal; y que era un hombre de reputación, proveniente de una familia muy respetada en Israel. Debemos recordar que cuando el pueblo regresó a Israel del exilio, los sacerdotes tenían que probar su sacerdocio mostrando su línea familiar. Esdras no estaba exento de esto, y su línea fue confirmada, y por esta razón estaba calificado para actuar en capacidad de sacerdote para el pueblo de Dios en Israel.
Esdras no sólo provenía de una línea de sacerdotes, sino que era también un maestro bien versado en la Ley de Moisés, como nos muestra el versículo 6. Es decir, estaba calificado de acuerdo a su linaje, pero también porque era conocedor de la Palabra de Dios.
Hay otro detalle importante que debemos ver en el versículo 6 con respecto a Esdras. El rey le había dado todo lo que había pedido porque la mano del Señor estaba sobre él. La unción de Dios estaba sobre Esdras para llevar a cabo la obra para la cual Él lo había llamado. Dios equipa a los que llama.
En el período del Antiguo Testamento, sólo ciertos individuos podían llegar a ser sacerdotes. En aquellos días, el llamado de Dios estaba sobre familias y líneas familiares. Fue por esta razón que la línea familiar necesitaba ser establecida para los sacerdotes que regresaban a Israel. Para ejercer su función, el sacerdote tenía que ser llamado por Dios. En el Nuevo Testamento, Dios llama a las personas al ministerio sin tener en cuenta las líneas familiares. Sin embargo, el llamado al ministerio sigue siendo esencial. Aunque todos estamos llamados a ser siervos de Dios, Él ha llamado a algunos a ministrar a tiempo completo o a ocupar un cargo en la iglesia, y a otros a trabajar en una empresa o como obreros calificados. Pero es crucial que sepamos a qué nos ha llamado Dios y para qué nos ha dotado, y de esa manera poder obedecer ese llamado.
Un llamado no es suficiente en sí mismo. Observemos que Esdras estaba bien versado en la Ley de Moisés, y para que esto fuera así, él tuvo que haber estudiado la Ley y haber entendido su aplicación. Esdras fue entrenado en la verdad de la Palabra de Dios. Uno puede ser llamado a ser pastor pero no estar listo para ejercer ese llamado por no tener un buen conocimiento de la verdad de la Palabra de Dios. Aunque que nuestro llamado es esencial, también necesitamos ser entrenados en la Palabra para que podamos ejercer ese llamado der manera eficaz. ¿Cómo podemos guiar a hombres y mujeres a la verdad de Dios si nosotros mismos no estamos familiarizados con esa verdad? Esdras fue llamado por Dios y conocía ese llamado, pero también fue capacitado en la verdad de la Palabra de Dios.
Hay otro aspecto que no podemos pasar por alto. El llamado y la capacitación son esenciales, pero hay algo más que necesitamos si queremos tener un ministerio efectivo. La mano del Señor estaba sobre Esdras, bendiciendo lo que estaba haciendo. Es muy posible que seamos llamados y entrenados, pero aun así no experimentemos la unción del Señor en nuestros ministerios.
Es muy fácil para nosotros creer que nuestro llamado y entrenamiento son suficientes. Muchas veces, pensamos que porque tenemos la formación, podemos cambiar el mundo. La realidad del asunto es que a menos que Dios toque lo que hacemos, todo nuestro entrenamiento es en vano. Tal vez hayas visto a Dios usar a un simple hombre o mujer que no tenía ningún entrenamiento. Tal vez te has sentido frustrado porque, con todo tu entrenamiento, no pareces tener el impacto que quisieras. A menos que la mano del Señor esté en nuestros ministerios, nunca se logrará nada de verdadera importancia. Esdras es llamado y entrenado, pero más que todo esto, la mano del Señor estaba sobre él bendiciendo el ministerio al que había sido llamado.
Cuando Esdras partió para Jerusalén, lo acompañaba un equipo de israelitas. Entre ellos había sacerdotes, levitas, cantores, porteros y servidores del templo. El viaje duró cuatro meses, y la mano del Señor los bendijo mientras viajaban (v. 9). El versículo 10 nos lleva a creer que había una razón muy especial por la que la mano del Señor estaba sobre Esdras. La mano de Dios estaba sobre él porque se dedicó a estudiar, observar y enseñar las leyes de Dios a Israel. Debemos analizar este versículo con más detalle.
Esdras se dedicó al estudio de la Palabra. Dedicarse a algo requiere disciplina y sacrificio, y Esdras estaba dispuesto a sacrificar otros intereses por conocer la Palabra de Dios. Muchas cosas desvían nuestra atención de las Escrituras. Otras actividades e intereses parecen desplazar nuestro tiempo con Dios. Esdras se dedicó al estudio de la Palabra. Se tomó el tiempo e hizo los sacrificios necesarios.
Esdras no sólo se dedicó al estudio de la Palabra, sino que también se dedicó a la observación de esa Palabra. Hay una diferencia entre estudiar la Palabra y obedecerla. Muchos estudian la Palabra de Dios pero no aplican sus principios a sus vidas. Esdras tomó la Palabra en serio. Cuando descubría una verdad, la ponía en práctica. Dejó que la Ley de Dios desafiara sus caminos. No sólo conocía la verdad, sino que también la vivía.
Esdras también enseñó la Ley de Dios en Israel. Lo que aprendió y practicó lo transmitió a otros para que ellos también tuvieran conocimiento y vivieran en obediencia. Es importante notar que primero estudió y obedeció la Palabra antes de enseñar a otros. ¿Cómo podemos enseñar a otros a vivir lo que nosotros no vivimos?
Fue por estas cualidades que la mano del Señor estaba sobre Esdras. La desobediencia nos alejará de Dios. La ignorancia de Su Palabra nos impedirá entender Sus propósitos. Dios está buscando personas que lo tomen en serio. Él se deleita en revelarse a aquellos que lo aman y viven de acuerdo a Su verdad.
Cuando Esdras regresó a Jerusalén del exilio, volvió con una carta del rey Artajerjes. En esta carta, el rey decretó que cualquier israelita en su reino, que así lo deseara, podría regresar a Jerusalén con Esdras. Este fue el segundo grupo que regresó a Jerusalén. El rey Artajerjes comisionó a Esdras para que regresara a Israel y comprobara que sus habitantes vivían de acuerdo con la Ley de Dios (v. 14). Esdras debía incluso llevar una ofrenda de oro y plata que el rey y sus consejeros habían donado gratuitamente para la obra de Dios en Jerusalén. Es posible que el motivo del rey aquí fuera ver al pueblo de Israel orar al Dios de Israel por él para que su reinado fuera próspero (véase Esdras 6:3-10).
En esta ofrenda se incluían ofrendas voluntarias de diferentes individuos que vivían en Babilonia. El rey dijo a Esdras que se asegurara de comprar toros, carneros y corderos machos, así como ofrendas de grano y bebida, con el dinero donado (v. 17). Esdras debía sacrificar estos animales como ofrenda al Dios de Israel en nombre del rey y de sus consejeros. El dinero sobrante se utilizaría a discreción de los líderes judíos de acuerdo con la voluntad del Señor. Si había más necesidad, Esdras podía sacar del tesoro del rey lo que fuera necesario. Más allá de esto, el rey Artajerjes ordenó a los tesoreros de la región del Trans-Éufrates que proporcionaran todo el apoyo financiero que Esdras necesitara para la obra de Dios, hasta 3,5 toneladas de plata, 600 fanegas de trigo (2,200 litros), 600 galones de aceite de oliva (2,200 litros) y una cantidad ilimitada de sal.
El rey Artajerjes ordenó que se hiciera todo lo posible para que se terminara el templo y se estableciera el culto a Dios en Jerusalén. Artajerjes no quería que la ira del Dios de Israel fuera contra él y su reino. Dios había puesto temor en el corazón de Artajerjes para que respetara al Señor y Dios de Israel. En el versículo 24, vemos que el rey de Persia incluso decretó que el templo y los sirvientes del templo estuvieran exentos de pagar cualquier impuesto al imperio.
Esdras también debía nombrar magistrados y jueces para administrar justicia en la tierra de Israel. Debía seleccionar a aquellos que conocieran la Ley de Dios y sus requisitos. Esdras también fue comisionado para enseñar a cualquiera que no conociera la Ley de Dios. Quien no obedeciera las leyes del Dios de Israel, según Artajerjes debía ser castigado con la muerte, el destierro, la confiscación de bienes, el encarcelamiento o la muerte.
Es bastante asombroso ver cómo Dios se movió en el corazón de este rey persa pagano. Al considerar lo que Dios estaba haciendo ese día Esdras alabó al Señor. Dios lo había favorecido ante los ojos del rey.
Al ver cómo Dios le había concedido tal favor, Esdras se armó de valor y se dispuso a cumplir el propósito de Dios en Jerusalén. Dios bendijo a su pueblo mientras construían el templo. Cuando el templo estuvo terminado, envió a Esdras a enseñar al pueblo Sus caminos. El propósito de Dios era establecer a Su pueblo, guiarlo hacia la verdadera adoración y bendecirlo en Sus caminos.
Para Meditar:
- ¿Qué aprendemos en este pasaje sobre la importancia del llamado, la capacitación y la unción?
- ¿Cuán importante es para nosotros como líderes conocer el llamado, la capacitación y la unción de Dios en nuestras vidas y ministerios?
- ¿Por qué la mano de Dios favoreció a Esdras?
- ¿Cuán importante fue el favor de Dios para Esdras? ¿Dónde habría estado sin la bendición de Dios en su vida y ministerio?
- ¿Qué aprendemos sobre el tipo de persona que Dios utiliza? Compara a Esdras con Artajerjes. ¿Cómo utiliza Dios a cada uno de estos hombres?
Para orar:
- Pidamos al Señor que nos ayude a estar seguro de Su llamado en nuestras vidas.
- Oremos pidiendo al Señor que nos dé una carga más profunda por Su Palabra.
- Agradezcamos al Señor por la manera en que Su mano ha estado sobre nosotros.
- Pidamos a Dios que nos muestre cualquier cosa que nos impida experimentar Su favor en nuestras vidas y ministerios.
8 – El retorno de los exiliados junto a Esdras
Leamos Esdras 8:1-36
Hemos visto cómo el rey Artajerjes encargó a Esdras que regresara a la ciudad de Jerusalén para instruir al pueblo en la Ley de Dios. En aquel tiempo, el rey decretó que todo israelita que quisiera volver a Jerusalén podía hacerlo, y varios israelitas decidieron regresar a su patria con Esdras.
La primera parte del capítulo 8 nos da los nombres de los que fueron con Esdras a Jerusalén durante el reinado del rey Artajerjes. Obsérvese que cada uno de estos individuos está enumerado según su familia. Era importante que cada persona demostrara su condición de israelita. La tarea de construir el reino de Dios pertenecía a Su pueblo. Los que regresaron tenían que demostrar que eran el pueblo del pacto de Dios. Podían demostrarlo trazando sus líneas familiares.
Los que regresaban a Jerusalén se reunieron en un canal que desembocaba en el río Ahava. Acamparon allí durante tres días mientras Esdras comprobaba quién había entre ellos. Esdras descubrió que no había levitas en el grupo. Los levitas tenían la responsabilidad de ministrar en el templo. Esdras no quería regresar sin quienes laboraban en templo.
El rey encargó a Esdras que instruyera al pueblo de Dios en Su ley. Para ello, Esdras necesitaba la ayuda de los levitas. No se sabe con certeza por qué no había levitas entre los que regresaban ese día, pero Esdras tuvo suficiente discernimiento para reconocer que esto era un problema. Reunió a algunos de los principales líderes y los envió a un hombre llamado Iddo, que supervisaba un grupo de sirvientes del templo en la región de Casifia (v. 17). Iddo logró persuadir a algunos levitas para que regresaran con Esdras a Jerusalén.
Es importante que observemos aquí que aunque Iddo influyó para que estos levitas se unieran al grupo de Esdras, éste le da el crédito al Señor. En el versículo 18, dice claramente que fue por la mano misericordiosa de Dios sobre ellos que estos levitas se unieron al grupo que regresaba a Jerusalén. Nosotros podemos hacer nuestros esfuerzos, pero ninguno de ellos tendrá éxito sin la mano de Dios moviéndose a favor nuestro. En total, 38 levitas aceptaron regresar a Jerusalén. Otros 220 servidores del templo, encargados de ayudar a los levitas, también decidieron unirse a los exiliados que regresaban. Todas estas personas fueron registradas por su nombre y se unieron al grupo acampado junto al Canal de Ahava (NTV).
Qué fácil habría sido pasar por alto la ausencia de levitas y sirvientes del templo en ese grupo de exiliados que regresaban. Esdras regresaba para guiar a los siervos de Dios en la obediencia a la Ley, y no podría haberlo hecho solo. Estos levitas y ayudantes del templo eran esenciales para el cumplimiento de su tarea. Para que la obra de Dios avance nos necesitamos unos a otros. En este caso, para Esdras era prioritario asegurarse de que el equipo estuviera completo antes de emprender su misión.
Ahora que Esdras estaba seguro de contar con las personas necesarias para la tarea, las reunió y proclamó un ayuno para humillarse ante Dios y pedir un viaje seguro. Este ayuno recordó al pueblo de Dios que el éxito o el fracaso de su viaje no dependía de ellos mismos, sino de Dios. Habría sido fácil para los israelitas intentar este viaje con su propia sabiduría y habilidad. Al proclamar este ayuno, Esdras les recuerda la fuente de su fuerza y sabiduría. Él puso su mente en Dios como protector y fuente de fortaleza para el viaje. A todos nos vendría bien tomarnos un tiempo antes de cada una de nuestras empresas para recordarnos a nosotros mismos que sólo con el poder del Señor podemos hacer algo de valor duradero.
Esdras no quiso pedir al rey soldados y jinetes que los protegieran en el camino a Jerusalén. Le había dicho al rey que la mano del Señor estaba sobre aquellos que ponían su mirada en Él y Esdras quería demostrárselo al rey confiando en que solo Dios les daría protección durante el viaje. Además, Esdras quería que el pueblo de Dios experimentara la realidad del cuidado y la provisión de Dios mientras viajaban. Habría sido fácil apoyarse en el buen favor del rey para tener seguridad, pero Esdras eligió confiar sólo en Dios.
Tenemos que entender aquí que, aunque Esdras no habría pecado pidiendo al rey soldados y jinetes para acompañarle en su viaje, tenía la dirección de Dios que le permitía rechazar esta oferta (v. 23). Dios quería enseñarle a su pueblo una importante lección de confianza, y este fue el medio para hacerlo.
Dios debe ser nuestra confianza. Es cierto que el Señor usará a otros para lograr Sus propósitos en nuestras vidas, pero nuestra dependencia debe permanecer sólo en Dios. Esdras tenía este tipo de confianza en Dios. Ese día los judíos reunidos ayunaron y oraron al Señor, y Él escuchó su oración y bendijo su viaje.
En el versículo 24 observemos cómo Esdras manejó el dinero que le fue entregado para el templo de Jerusalén: Apartó a doce de los principales sacerdotes y a otros diez; y pesó las ofrendas de plata y oro y los demás artículos. Este grupo de personas pesó 650 talentos de plata (más de 25 toneladas), 100 talentos de objetos de plata (aproximadamente 4 toneladas), 100 talentos de oro, 20 tazones de 1.000 dracmas (unas 20 libras o 10 kilogramos) y objetos finos de bronce pulido. Todos estos artículos fueron pesados en presencia de testigos. Esdras recordó a estos individuos que ellos y estos artículos habían sido consagrados a Dios. Al recordarles acerca de esta consagración, Esdras los estaba llamando a la integridad. Les advirtió que Dios les haría responsables de estos objetos. Esdras también los desafió a guardar los artículos cuidadosamente hasta que fueran pesados en la casa del Señor (v. 29).
Esdras esperaba honestidad absoluta de parte de estos hombres, pero también hizo todo lo posible para que rindieran cuentas. Para ello lo pesó todo y registró su peso. Se esperaba que estos sacerdotes entregaran al templo esa misma cantidad al final del viaje, en presencia de los sacerdotes y levitas de Jerusalén. Esdras confiaba en estos sacerdotes, pero evitó ponerles piedras de tropiezo. Todos podemos caer en la tentación de pecar; y es por eso que hacemos lo posible por no ir a lugares donde sabemos que seremos tentados. Por el bien del cuerpo de Cristo, puede que necesitemos poner salvaguardas similares para evitar cualquier confusión u oportunidad para que el enemigo cause sospechas. Cuando estos líderes llegaron y presentaron la cantidad exacta de oro y plata a los sacerdotes en el templo, nadie podía siquiera preguntarse si habían guardado algo para sí mismos.
Ahora que todo estaba en su lugar, Esdras y los que iban con él partieron para Jerusalén. Partieron el duodécimo día del primer mes. En el camino, Dios los protegió de enemigos y bandidos. Recordemos que llevaban consigo una fortuna en oro, plata y bronce. Cuando llegaron se tomaron tres días para descansar. Al cuarto día, fueron al templo y pesaron la plata y el oro que les habían dado. Todos estos artículos fueron entregados al sacerdote y a los levitas del templo como regalo del rey de Persia y de los israelitas que aún vivían en la región de Babilonia. Después de verificar que no faltaba nada, se volvió a registrar el peso.
Cuando se entregaron estos tesoros, los exiliados que habían regresado del cautiverio con Esdras trajeron holocaustos al Señor. Sacrificaron doce becerros, uno por cada tribu. También se sacrificaron ese día noventa y seis carneros, setenta y siete corderos machos y doce machos cabríos como ofrenda por el pecado. Esto se hizo de acuerdo con el mandato del rey Artajerjes. Las órdenes del rey fueron dadas al gobernador, ordenándole que ofreciera del tesoro todo lo necesario para la obra del Señor.
Al examinar el viaje de Esdras, varias cosas llaman la atención. Esdras era un hombre de tremendo discernimiento. Él analizaba cuidadosamente la voluntad y el propósito de Dios en lo que hacía. Esto lo llevó a reconocer que no había levitas en el grupo que se había reunido para regresar. También reconoció su necesidad de Dios para un viaje seguro. No confió en su propia fuerza y sabiduría, sino que se apoyó totalmente en Dios. Esdras exigió honestidad e integridad absolutas a los que servían con él y buscó la manera de que rindieran cuentas ante Dios y entre sí. No dejó ningún resquicio por el que pudiera entrar el enemigo. Éstas son lecciones valiosas que podemos aprender de su ejemplo.
Para Meditar:
- ¿Por qué era importante que Esdras tuviera levitas en su viaje a Jerusalén? ¿Qué cosas podríamos pasar por alto en la labor de la iglesia en nuestros días?
- ¿Cómo encontró Esdras el equilibrio entre confiar en Dios y recurrir a los servicios de hombres y mujeres de fe para encontrar a los levitas?
- ¿Podemos confiar en las personas y exigirles que den cuenta de lo que hacen? El hecho de que Esdras exigió que se pesara el oro y la plata, ¿significa que no confiaba en sus hombres? ¿Qué importancia tiene la rendición de cuentas, especialmente en asuntos financieros?
- ¿Qué pruebas hay de que la confianza de Esdras estaba en el Señor Dios? ¿Alguna vez nos hemos descubierto confiando en otra persona o en otra cosa? Argumenta.
Para orar:
- Oremos al Señor que nos ayude a ser totalmente honesto y responsable ante los demás.
- Agradezcamos al Señor por Su promesa de estar con nosotros y guiarnos en todas las cosas. Pidámosle perdón por las veces que no siempre hemos confiado en Él.
- Pidamos al Señor que abra nuestros ojos para que podamos ver cómo Su mano ha estado sobre nuestras vidas. Tomemos un momento para alabarle por sus bendiciones.
9 – Los pecados del pueblo
Leamos Esdras 9:1-15
Esdras y el grupo que había venido con él del exilio habían llegado a la ciudad Jerusalén, y no tardó en descubrir que había verdaderos problemas en Israel. El pueblo de Dios ya había caído en pecado.
A partir del versículo 1, descubrimos que el pueblo no se había mantenido separado de los pueblos vecinos. En otras palabras, los israelitas se habían casado con no creyentes. El versículo 2 deja muy claro que habían «mezclado la raza santa con los pueblos que los rodeaban». Los líderes eran los primeros en llevar a cabo esta práctica. Además, los judíos que regresaban habían comenzado a adoptar las prácticas impías de los incrédulos. El pueblo de Dios no estaba permaneciendo fiel al Señor Dios y a Su Palabra. Incluso los sacerdotes eran culpables en este sentido.
Dios deseaba que Su pueblo fuera puro ante Él. En Deuteronomio 7:1-4, el Señor le dijo a Su pueblo que no quería que le dieran sus hijos e hijas a los extranjeros que los rodeaban. Estos extranjeros no seguían al Señor. Sus prácticas eran a menudo contrarias a los propósitos de Dios y alejarían a Su pueblo de Él. Fue por esta razón que el Señor ordenó a Su pueblo casarse sólo entre ellos. El pueblo de Dios, guiado por sus líderes espirituales y políticos, había elegido desobedecer este claro mandato de Dios. Tomaron esposos y esposas extranjeros. Estos cónyuges incrédulos llevaron a los exiliados que regresaban a alejarse de los principios de la Palabra de Dios. Los israelitas incluso comenzaron a adoptar prácticas ajenas a ellos y además malvadas.
Es el deseo de Dios que nos entreguemos enteramente a Él, pues nos quiere para Sí. Nada debe interponerse entre el Señor y nosotros. Debemos guardar celosamente nuestra relación con Él. Debemos vivir y ser pueblo de Dios. Todas las prácticas que no estén de acuerdo con la clara enseñanza de las Escrituras deben ser abandonadas.
Al enterarse de estos matrimonios mixtos, Esdras rasgó su túnica y su manto. En su dolor, se arrancó el pelo de la cabeza y la barba; se sentó horrorizado ante tanta maldad en la tierra. Sólo podemos admirar a un hombre así. Esdras tomaba en serio la Palabra de Dios, y se afligía cuando se desobedecían los mandatos del Señor. Aquí le vemos muy afligido porque su pueblo le había dado la espalda a Dios. Israel no tenía apego a la Palabra de Dios. Se habían vuelto laxos en su fe.
Necesitamos ver más gente como Esdras. ¿Nos afligimos cuando vemos al pueblo de Dios caer en el pecado y abandonar la verdad de la Palabra de Dios? Esdras era un hombre cuyo corazón estaba en sintonía con el corazón de Dios.
Esdras no estaba solo ese día, pues había otros allí que se le unieron en su dolor hasta que llegó el sacrificio de la tarde (v. 4). ¿Qué podían decir? ¿Qué podían hacer ante esta situación? Esperaron en el Señor en busca de guía y dirección. Cuando llegó la hora del sacrificio vespertino, Esdras cayó de rodillas con las ropas rasgadas. Extendió sus manos al Señor Dios en oración y confesión. Su oración refleja algo de su corazón.
Esdras clamó a Dios diciéndole que estaba demasiado avergonzado y deshonrado para levantar su rostro ante Él por los pecados de su pueblo. Dios cargó el corazón de Esdras con el peso del pecado que lo rodeaba, y estaba usándolo para interceder por Su pueblo. Aquellos llamados a interceder a menudo experimentan una profunda carga en la oración. La verdadera intercesión es a menudo difícil. Para que sus intercesores puedan orar más eficazmente, Dios puede poner un gran peso en sus corazones. Esto parece ser lo que le estaba sucediendo a Esdras. Él sentía el dolor de Dios por el pecado en la tierra, y por eso clamó desde un corazón profundamente conmovido.
Esdras reconoció que la culpa del pueblo de Dios se remontaba en el tiempo. Desde los días de sus antepasados hasta ese día, el pueblo de Dios se había apartado de la verdad de Su Palabra. Dios había juzgado a menudo a Israel por sus pecados. El Señor había enviado enemigos para castigar con espada la culpabilidad de Su pueblo; y había entregado la tierra de Israel a sus enemigos y la había llevado al cautiverio. Los enemigos de Israel la saquearon y humillaron. A pesar de todo esto, seguían alejándose de Él. Su corazón seguía siendo perverso e inmutable.
En el versículo 8, Esdras reconoció que sólo por la gracia de Dios su pueblo había regresado a la tierra de Israel. Fue por la mano misericordiosa de Dios que habían terminado el templo y habían sido liberados de su esclavitud en Babilonia. Nótese, sin embargo, en el versículo 8, que fue «por un breve momento» que Dios había sido misericordioso. Al decir esto, Esdras reconoció que así como Dios había despojado de sus bendiciones a sus antepasados a causa del pecado, también podía hacer lo mismo con ellos. Esdras no dio por sentada la gracia de Dios.
Qué importante es que comprendamos esto también en nuestros días. Podemos empezar a sentirnos seguros de las bendiciones de Dios, e incluso, empezamos a sentir a veces que Dios nos debe estas bendiciones. Lo que tenemos que entender es que Dios podría despojarnos de ellas en un instante.
En ese momento Israel estaba experimentando la mano maravillosa de un Dios misericordioso. Él había rescatado a Su pueblo del cautiverio de los reyes de Persia (v. 9). El Señor se había acordado de Su pueblo en su cautiverio y lo había liberado con un propósito. Deseaba que su pueblo lo honrara. Quería restaurarlos a su antigua gloria y a través de ellos difundir la luz de Su verdad. Él los estaba capacitando para reparar lo que su pecado había destruido. Los había rodeado de Su protección y había evitado que sus enemigos les hicieran daño. Los israelitas eran un pueblo con un propósito. Habían sido llamados por Dios para ser sus instrumentos en el mundo. Qué privilegio el suyo como Sus hijos elegidos.
Sin embargo, el pueblo de Dios le había fallado otra vez. A pesar de su maravilloso propósito, le habían dado la espalda. Eligieron ignorar Sus mandamientos y se extraviaron en el error. Vemos en este capítulo que el pueblo de Dios había ignorado Su mandato de no casarse con extranjeros no creyentes en las tierras vecinas. Estos judíos desobedientes habían corrompido su testimonio y cubierto su luz. Dios les había ordenado no casarse con esposas extranjeras e impías. No sólo lo habían hecho, sino que también adoptaron prácticas paganas. Se comportaban igual que sus malvados vecinos. La gloria de Dios ya no estaba en medio de ellos.
En el pasado, los israelitas habían atraído la ira de Dios sobre sí mismos por sus corazones rebeldes. Esdras recordó a su pueblo en el versículo 13 que, aunque Dios los había castigado por su maldad, su castigo había sido menor de lo que su pecado merecía. Dios había sido misericordioso con su pueblo rebelde y no lo había destruido.
Esdras comprendió que Dios no tenía ninguna obligación de perdonar a su pueblo. Dios había intentado a menudo llegar a Su pueblo a través de los profetas y sacerdotes de su tiempo, pero los israelitas se negaban continuamente a escuchar. Dios tenía derecho a condenar a su pueblo pecador por toda la eternidad debido a su santidad. Su pueblo nunca había apreciado plenamente su profundo e intenso odio por el pecado. No habían comprendido la gravedad de su situación.
En sí era el pecado del pueblo de Dios el que los había enviado al exilio. Cuando, por la gracia de Dios, su pueblo pudo regresar a Jerusalén, no tardaron en volver a cegarse ante la realidad del pecado y su efecto en su vida como nación. Dios permita que podamos abrir nuestros ojos a la realidad del pecado y a su horrible naturaleza.
Para meditar:
- El pueblo de Dios se había vuelto ciego a su propia condición espiritual. ¿Hasta qué punto nos hemos vuelto ciegos en nuestros días a la gravedad del pecado en nuestro medio?
- A través de Esdras, se nos recuerda que Dios estaba buscando una raza santa para ser una luz en este mundo. ¿Hemos sido fiel? ¿Ve la gente justicia en nuestras vidas vida?
- ¿Qué aprendemos aquí sobre el don de la intercesión? ¿Hemos sentido alguna vez una intensa necesidad de orar por algo o por alguien?
- ¿Hasta qué punto nos tomamos en serio el pecado en nuestros días?
- ¿Ha sido culpable la Iglesia de nuestros días de comprometer la fe? ¿Qué influencias mundanas vemos en la Iglesia de hoy?
Para orar:
- Pidamos al Señor que abra nuestros ojos a la seriedad del pecado.
- Pidámosle que abra nuestro corazón a la verdad de Su Palabra; y que nos permita aplicar esa verdad en nuestra vida diaria.
- Pidamos a Dios que escudriñe nuestro corazón y nos revele cualquier pecado o área de rebelión. Confesemos este pecado y arreglemos las cosas con Dios.
- Pidamos al Señor que se mueva en nuestras vidas, en la vida de nuestras iglesias y en la vida de nuestra nación para traer convicción de pecado.
10 – La Restauración
Leamos Esdras 10:1-44
Esdras confesó los pecados de su pueblo. Su corazón estaba destrozado por el hecho de que estos israelitas, que habían regresado del exilio, se habían apartado tan rápidamente su Dios y Señor. Estos se habían casado con esposas extranjeras y habían adaptado sus malas prácticas. Esdras confesó los pecados de su pueblo ante Dios y la congregación de Israel, y buscó la voluntad de Dios para arreglar las cosas.
Obsérvese en el versículo 1 la magnitud del dolor de Esdras. Le vemos llorando y postrándose en tierra ante la casa del Señor, y esto lo hacía en presencia de Israel. Debido a estas acciones hombres y mujeres que pensaban igual que él, se sintieron atraídos a ir donde allí, hasta el punto que se llegó a reunir una gran multitud junto a él. Juntos lloraron y se afligieron por sus pecados mientras Dios conmovía los corazones de su pueblo. Si el pueblo de Dios quería ser restaurado, era necesario que se presentaran con esa humildad. Nosotros, antes de que podamos ver nuestra necesidad de una cura, tenemos que comprender la gravedad de nuestro pecado. Antes de actuar con poder para restaurar y renovar a Su pueblo, Dios a menudo comienza por traer una profunda conciencia y convicción de pecado.
Pero una cosa es lamentarse por el pecado, y otra es hacer algo al respecto. Fue un hombre llamado Secanías quien cambió el enfoque de la pena y el luto a hacer las cosas bien. Parecía como si Esdras hubiera estado tan atrapado en el dolor del momento que le era incapaz de ir más allá de ese dolor para hacer algo sobre el mal en la tierra. Por eso Dios utilizó a Secanías para pasar a la siguiente etapa.
Secanías estuvo de acuerdo en que Israel había sido infiel al casarse con mujeres extranjeras. Sin embargo, les recordó que ese no era el fin de la nación. Todavía había esperanza. Secanías reconoció que Dios es un Dios misericordioso y lleno de compasión, y aunque el pecado del pueblo era grande, Dios no lo había abandonado.
Necesitamos encontrar un equilibrio entre el dolor por nuestro pecado y el reconocimiento de la gracia de nuestro Señor para perdonar. Es demasiado fácil en nuestra predicación hacer hincapié en la pecaminosidad humana y descuidar la gracia y la compasión de Cristo. Por otra parte, también es fácil hacer hincapié en el perdón y la compasión de Cristo y no darnos cuenta de lo grave que es nuestro pecado. Por eso es vital que mantengamos un sano equilibrio entre lo terrible del pecado y la gracia y el perdón de Dios. Vemos que en ese momento, Esdras y la nación no habían superado la etapa de duelo.
Entonces Secanías propuso una solución. Sugirió que Israel hiciera un pacto ante el Señor para expulsar a todas las mujeres y niños extranjeros, de acuerdo con la Ley del Señor. Desafió a Esdras y al pueblo a que tuvieran valor, se levantaran y arreglaran las cosas. Esto era precisamente lo que necesitaba el pueblo de Dios. Estaban afligidos por su pecado, pero nadie pensaba en arreglar las cosas con Dios. El enemigo no teme tanto a la confesión como a los que se levantan para arreglar las cosas.
Ha habido muchas veces en mi vida en las que no fui capaz de pasar de la confesión de mi pecado. Confesaba mis pecados ante Dios pero no aceptaba Su gracia y Su perdón. A Satanás le encanta ver a los cristianos permanecer en un sentimiento de derrota; él se deleita en recordarnos cuán pecadores somos; y quiere que permanezcamos en ese sentido de pecaminosidad y fracaso. Mientras vivamos como si estuviéramos derrotados, no somos una amenaza para Satanás. Sin embargo, él teme a los que se dan cuenta de su pecado y se levantan para hacer algo al respecto. Este era el desafío de Secanías.
No importa cuál haya sido nuestro pecado, todavía hay esperanza. No dejemos que Satanás nos diga que estamos derrotado para siempre. No dejemos que nos mantenga abatidos. Confesemos nuestro pecado; tengamos valor y hagamos algo al respecto. Arreglemos las cosas entre cada uno de nosotros y Dios.
Esdras oyó el desafío de Secanías y escuchó su consejo. El tiempo de la confesión había terminado, y había llegado el momento de hacer algo para resolver el problema. Puso Esdras, entonces, a los sacerdotes, levitas y a todo Israel bajo juramento de hacer lo que Secanías había sugerido. Ese día prestaron juramento de hacer lo que fuera necesario para corregir la situación y restablecer una relación correcta con Dios.
Una vez dado este paso, Esdras se retiró de la casa del Señor; y encontrando una habitación donde pudiera tener algo de intimidad y continuó lamentándose y afligiéndose ante Dios. Durante ese tiempo, ayunó y buscó al Señor. Aunque Esdras comprendía la gracia y la compasión de Dios, había sido llamado a orar. Su carga por el pueblo de Israel no le sería quitada hasta que ellos estuvieran en una relación correcta con Dios. El llamado del Señor para ese momento era orar. Dios había llamado a otros a actuar, pero Esdras debía seguir buscando el rostro de Dios. Sin duda, durante ese tiempo Esdras oró para que Dios se moviera en los corazones de su pueblo y guiara a los sacerdotes y levitas. Este era el papel de Esdras.
Mientras Esdras oraba, se emitió una proclama por todo Judá y Jerusalén para que todos los exiliados se reunieran en Jerusalén. Todo aquel que no se presentara en el plazo de tres días perdería sus bienes y sería desterrado del país. Hay que recordar que Esdras tenía la autoridad del rey para castigar a cualquiera que no siguiera la Ley del Señor (Esdras 7:25-26).
Al cabo de tres días, todo Israel llegó a Jerusalén. Mientras estaban reunidos en la plaza ante el templo del Señor, permanecía lloviendo. Estaban incómodos, tenían frío y estaban mojados mientras esperaban oír lo que Esdras tenía que decirles (v. 9). Esdras se levantó ese día y les dijo a los hombres que habían sido infieles al casarse con mujeres extranjeras. Llamó a cada uno de ellos a separarse de sus esposas extranjeras y ser restaurados a Dios. El Señor se movió con poder ese día, y la asamblea fue convencida de su pecado. Con una sola voz aceptaron la propuesta de Esdras, quien vio la respuesta de Dios a sus oraciones.
Se decidió, entonces, que este asunto no podía tratarse en un solo día. El pueblo reunido acordó que cada hombre que se hubiera casado con una mujer extranjera se presentaría a una hora determinada ante los ancianos y jueces de la tierra y trataría el asunto ante ellos. Sólo unos pocos hombres se opusieron a la idea.
Esdras seleccionó a los jefes de familia de cada división de Israel para que se reunieran con él, y juntos se sentaron a investigar cada caso. Al cabo de tres meses, los líderes de Israel ya se habían ocupado de todos los hombres que se habían casado con mujeres extranjeras. En los versículos 18-43 tenemos una lista de los hombres que se encontraban en esa condición. Los sacerdotes decidieron cada caso y se hicieron sacrificios pertinentes por su pecado.
No sólo las mujeres extranjeras debían ser expulsadas, sino también los hijos nacidos de ellas (v. 44). Esto no sería fácil para estas familias. Ser restaurados a una relación correcta con Dios significaba sacrificio para estos individuos y sus familias. Hay momentos en los que Dios nos llama a sacrificar a nuestros seres queridos por Su causa. Jesús deja muy claro en el Evangelio de Mateo que Él debe tener prioridad incluso sobre nuestras familias:
«El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí». (Mateo 10:37)
El llamado a buscar a Dios con todo el corazón se extiende hasta el presente así como sucedió en tiempos de Esdras. Él desafió a su pueblo a hacer las cosas bien con Dios al precio que fuera necesario. Esto no será fácil siempre, pero sí traerá bendiciones siempre.
Para meditar:
- ¿Qué aprendemos aquí sobre el equilibrio entre la confesar y hacer las cosas correctamente?
- ¿Qué papel desempeñaron la oración y la intercesión en esta restauración del pueblo de Dios?
- Esdras y Secanías parecen tener papeles diferentes. ¿Qué importancia tiene para nosotros comprender nuestra función en el cuerpo de Cristo?
- ¿Qué aprendemos aquí sobre el precio de la restauración? ¿A cuánto estaríamos dispuestos a renunciar para ser restaurados a una relación correcta con Dios?
- ¿Qué se interpone hoy entre tú y Dios?
Para orar:
- Pidamos a Dios que escudriñe nuestros corazones y nos revele cualquier pecado que nos esté impidiendo tener una relación más profunda con Él.
- Oremos al Señor para que nos dé la voluntad de sacrificar lo que sea necesario para ser restaurado a Él.
- Pidámosle al Señor que nos ayude a entender nuestro papel en la restauración del pueblo de Dios.
Introducción a Nehemías
Autor:
El autor de este libro es un hombre llamado Nehemías. Esto se hace evidente por la forma en que está escrito el libro. Nehemías escribe sobre sí mismo utilizando a menudo las palabras «yo» y «mi» (véase Nehemías 1:1-2; 2:1-5). Sin embargo, hay secciones del libro que están escritas como si otra persona estuviera contando la historia sobre Nehemías (véase Nehemías 8:9). Esto ha llevado a muchos a creer que, si bien Nehemías fue el autor principal, también hubo otro autor. No hay ninguna indicación en el libro sobre la identidad de este segundo autor. Algunos suponen que fue Esdras.
Trasfondo:
Nehemías era un judío que había sido llevado cautivo y al que se le había asignado un importante papel como copero del rey Artajerjes de Persia durante la época del cautiverio judío. Mientras servía al rey en Susa, Nehemías se enteró del estado de la tierra de Israel. Su corazón estaba conmovido por el estado de la nación, por lo que ayunó y oró para que Dios le devolviera la antigua gloria a su tierra.
El rey Artajerjes permitió que Nehemías regresara a su patria para reconstruirla. Nehemías fue nombrado gobernador de la tierra de Israel y, como tal, supervisaría la reconstrucción de la ciudad y la restauración al culto del Dios de sus padres.
A lo largo de su servicio como gobernador, Nehemías sufrió la oposición de los enemigos de Israel, el desánimo de los israelitas errantes y la frustración de sus superiores. Sin embargo, por la gracia y la fuerza de Dios, perseveraría y vería la restauración de la ciudad de Jerusalén y el culto al Dios de Israel.
Importancia de los libros para hoy:
El ministerio de Nehemías comenzó como una oración a Dios por la restauración de la tierra de Israel. Dios respondió a esa oración enviando a Nehemías. Todo el libro es una respuesta a la oración de Nehemías y nos muestra lo que Dios puede hacer cuando oramos.
Nehemías tuvo que enfrentarse a una oposición considerable en lo que Dios le había llamado a hacer. Motivar a su pueblo, enfrentarse a las calumnias de los enemigos y lidiar con los dictámenes de los que estaban por encima de él fueron cuestiones con las que Nehemías tuvo que lidiar en su papel de gobernador. Tenemos que ver en esto que no todas las respuestas a las oraciones vienen fácilmente. Habrá oposición a lo que Dios quiere hacer a través de nosotros. La victoria llega a través del trabajo duro y la perseverancia. En una época en la que queremos que las cosas sean fáciles y rápidas, necesitamos aprender la lección de paciencia y resistencia que Nehemías tuvo que aprender en este libro.
Nehemías no podía hacer el trabajo solo. Necesitaba el apoyo de mucha gente para llevar a cabo su tarea. Como líder talentoso, Nehemías motivó a su gente y lidió con los problemas que les impedían trabajar en equipo bajo la bendición de Dios. A todos los que están involucrados en el liderazgo les sería de gran utilidad un estudio de las habilidades de liderazgo de Nehemías. Sus principios de liderazgo pueden aplicarse fácilmente hoy en día.
Uno de los principios más significativos del liderazgo de Nehemías fue que como gran líder, Nehemías nunca olvidó la fuente de su llamado, fuerza y sabiduría. Fue un hombre de oración y obediencia a Dios. Su ministerio comenzó en oración y fue apoyado por la oración y la obediencia a la voluntad de Dios. Él dio un paso adelante en fe, confiando en que Dios haría lo que parecía imposible para un simple copero. Sin embargo, la oración, la perseverancia y la obediencia le darían la victoria. La historia de Nehemías es la historia de cómo Dios tomó a un simple copero, le puso una carga en su corazón en cuanto a la necesidad que tenía su patria y lo utilizó para restaurar a toda una nación. Es una historia inspiradora sobre lo que Dios puede hacer hoy en nuestras vidas si lo buscamos.
11 – La oración de Nehemías
Leamos Nehemías 1:1-11
Nehemías vivió en tiempos de Esdras, cuando el pueblo de Dios regresaba del exilio en Babilonia para reconstruir la tierra de Jerusalén. Cuando comienza este libro, Nehemías se encuentra en la ciudadela de Susa, residencia de invierno de los reyes persas. Él allí era un importante sirviente del rey que gobernaba Persia en esos tiempos. Dios había colocado a Nehemías en esta posición de manera soberana con un propósito muy especial.
Mientras Nehemías estaba en Susa, uno de sus hermanos judíos vino a verlo. Este hermano, de nombre Hanani, acababa de regresar de Judá, y Nehemías le preguntó acerca de los judíos que habían sobrevivido al exilio. Hanani le dijo que estos individuos estaban en grandes problemas y desgracia. La muralla de Jerusalén y las puertas quemadas seguían en ruinas. Los exiliados vivían en malas condiciones. El pueblo de Dios, luego de haber disfrutado un tiempo de grandes y maravillosas bendiciones en su tierra, de ser admirados y respetados por todas las naciones de la tierra, había sufrido un gran cambio: Jerusalén estaba en ruinas. Cuando Nehemías reflexionó sobre esto, su corazón se quebrantó. Él no podía soportar la imagen del pueblo de Dios en desgracia y pobreza; y ese día Dios puso una pesada carga en su corazón.
El versículo 4 nos dice que durante días Nehemías no pudo sacarse de la cabeza la imagen de Jerusalén. Lloró, se lamentó y ayunó durante todo ese tiempo. Su oración era ante el «Dios de los cielos», el Dios de Jerusalén. Fue el Señor mismo quien había puesto esta carga en el corazón de Nehemías porque quería usarlo para lograr un gran propósito para Su reino. Donde no hay una carga en el corazón del siervo de Dios, el ministerio al que él o ella ha sido llamado sufrirá. Dios estaba preparando a Nehemías poniendo esa carga en su corazón.
Los versículos del 5 al 11 registran la oración de Nehemías por su pueblo. Esta oración puede dividirse en tres partes. Examinaremos cada parte por separado.
Alabanza (versículo 5)
La oración de Nehemías comienza con una alabanza a Dios. Es vital que recordemos que la razón por la que el corazón de Nehemías se había agobiado era por las condiciones en que vivía su pueblo en Jerusalén. Dios había castigado a Israel por rebelión. Había permitido que el enemigo invadiera su tierra y se llevara a los israelitas al cautiverio. Había permitido que el enemigo destruyera el templo, derribara la muralla de Jerusalén e incendiara todos los edificios importantes.
Aunque no siempre es fácil alabar al Señor en las pruebas y dificultades, Nehemías alabó al Señor como el Dios de los cielos, grande y asombroso. Es probable que Nehemías no entendiera siempre la manera en que Dios obraba. Debió haber sido muy difícil para Nehemías reconocer que Dios es un Dios grande y asombroso cuando todo lo que era de valor y significado para él había sido saqueado y yacía en una pila ardiente de escombros. Nehemías aceptó por fe lo que sabía que era verdad pero que no podía ver en ese momento. Aun así, reconoció al Señor como un Dios asombroso cuyos caminos están más allá de nuestro entendimiento.
Observemos también, en el versículo 5, que Nehemías alabó a un Dios «que cumple… [Su] pacto de amor» (NTV). Recordemos el contexto de esta oración. Para el ojo humano, el hombre había roto ese pacto y Dios le había dado la espalda a Su pueblo. A pesar de lo que Nehemías veía a su alrededor, seguía creyendo que Dios cumpliría Su parte del pacto con su pueblo. Nehemías creía en las promesas de Dios.
Nehemías no se desanimó por lo que vio a su alrededor. Confiaba en Dios para lo imposible. En una época en que su visión humana estaba nublada, Nehemías se aferró a las promesas y a la verdad de la Palabra de Dios. Por lo tanto, tenía motivos para alabar al Señor. Aunque no podía ver la victoria, Nehemías, en fe, alabó a Dios por ella porque confiaba en el carácter de Dios.
Confesión (versículos 6-7)
Después de tomarse el tiempo para alabar al Señor, Nehemías se dedicó a confesar los pecados de su pueblo. Se dio cuenta de que los pecados de Israel y Judá habían traído estas pruebas sobre ellos. Por lo tanto, suplicó a Dios que escuchara su oración de intercesión por su pueblo, a pesar de que eran culpables. Al decir esto, Nehemías reconocía que Dios tiene una enorme compasión, perdón y misericordia. Aunque los pecados de su pueblo eran terribles, Nehemías creía que la bondad y la gracia de su Dios eran aún mayores. Observemos en el versículo 6 cómo se incluye a sí mismo como uno de los que se habían rebelado contra el Señor.
En el versículo 7 vemos cómo él detalla los pecados de su pueblo. Ellos habían actuado con maldad hacia Dios; no habían obedecido Sus mandamientos y leyes; habían apartado sus corazones de Él y habían roto el pacto que habían hecho con Él.
Nehemías aceptaba el castigo que Dios le había impuesto a Su pueblo, y reconocía que lo que habían recibido de parte de la mano de Dios era algo que se merecían. Dios no estaba siendo injusto; en todo caso, Dios había mostrado gran compasión al no destruirlos totalmente como pueblo. Por esa razón Nehemías confesó su culpa y la culpa de todo Israel y aceptó el castigo del Señor como justo y correcto.
Petición (versículos 8-11)
Parece que algunos creyentes no pueden avanzar más allá de su culpa. Tal parece que están viviendo sus vidas creyendo que su destino es vivir fuera de las bendiciones de Dios porque no son dignos de nada más. Aunque Nehemías se dio cuenta de que él y su pueblo merecían la ira y el castigo de Dios, él no se detuvo ahí.
En los versículos 8 y 9 Nehemías le recuerda a Dios las palabras que le dijo a Moisés. Dios le había dicho a Moisés que si Su pueblo era infiel, lo dispersaría entre las naciones (véase Levítico 26:13-33). Sin embargo, Dios también había prometido que si Su pueblo obedecía Sus mandamientos, incluso si eran desterrados al último rincón de la tierra, Él los reuniría y los traería de vuelta a la tierra que había elegido para ellos. En Deuteronomio 30:2-5 podemos ver esta promesa que Dios le hizo a Moisés.
Nehemías no se quedó en una postura de derrota, sino que reclamó la promesa de Dios de restaurar a los israelitas si volvían a su Dios. Nehemías le estaba recordando a Dios que ellos eran Su pueblo elegido, y le suplicó que escuchara la oración que levantaba por su pueblo. Nehemías creía que había llegado el momento de que Dios se moviera de nuevo entre su pueblo y lo restaurara.
El versículo 11 nos muestra algo más acerca de Nehemías. Dios no sólo había conmovido su corazón, sino que también lo movió a estar dispuesto a hacer algo con respecto a la situación en Jerusalén. En el versículo 11, Nehemías oró para que Dios le concediera favor ante los ojos del rey. Como copero del rey, Nehemías tenía acceso frecuente a su presencia. Aquí no se nos dice lo que Nehemías pensaba que tenía que hacer, pero podemos estar seguros de que, como respuesta a su oración, Dios había estado desafiando su corazón para que estuviera disponible.
Lo que necesitamos ver es que cuando Dios pone una carga en nuestros corazones para orar, también puede llamarnos a hacer algo con respecto a esa carga. Es relativamente fácil orar, pero requiere un mayor sacrificio estar dispuesto a dar un paso y hacer algo. Nehemías estaba dispuesto a hacer lo que Dios le pidiera. Le encomendó esto al Señor y esperó Su dirección.
Para meditar:
- ¿Qué pruebas estamos enfrentando hoy? ¿Podemos alabar al Señor en esas pruebas?
- ¿Puede haber una victoria real si no aceptamos con alabanza y acción de gracias lo que Dios ha permitido en nuestro camino? ¿De qué manera la amargura y la ira contra Dios nos obstaculizan en nuestro camino espiritual?
- ¿Qué aprendemos aquí sobre la compasión y la gracia de Dios?
- ¿Es la voluntad de Dios que vivamos derrotados y con un constante sentimiento de culpa? ¿Qué nos enseña Nehemías al respecto?
- ¿Qué relación hay entre la carga de orar y la voluntad de dar un paso al frente?
Para orar:
- Tómate un momento para reconocer que Dios es soberano sobre las pruebas que estás enfrentando en este momento. Démosle gracias porque usará estas pruebas para lograr Su propósito en nuestras vidas.
- Agradezcamos al Señor que a pesar de nuestro pecado y rebelión todavía hay victoria en Él.
- Pidamos al Señor que nos haga estar dispuestos a hacer cualquier cosa a la que Él nos guíe hacer por el bien de las cargas que Él ha puesto en nuestros corazones.
12 – LA PETICIÓN DE NEHEMÍAS
Leamos Nehemías 2:1-20
El corazón de Nehemías estaba agobiado por la necesidad que atravesaba su pueblo en la tierra de Israel. En el capítulo anterior le vimos clamando a Dios para que hiciera algo respecto a esa necesidad; entonces se puso a disposición del Señor y le pidió que abriera el corazón del rey para que favoreciera a su pueblo.
Leemos en Nehemías 1:1 que fue en el mes de Quisleu del año veinte de Artajerjes cuando Nehemías recibió la noticia de la desgracia de Israel. El mes de Quisleu era el noveno mes del año judío. Según Nehemías 2:1, Nehemías no se presentó ante el rey hasta el mes de Nisán. Nisán era el primer mes del año en el calendario judío. Esto quiere decir que Nehemías esperó unos cuatro meses antes de ver la respuesta a su oración.
Aunque habían pasado varios meses desde que Nehemías recibió las noticias sobre Israel, la carga seguía pesando en su corazón. Cuando compareció ante el rey, se sentía deprimido. Al verlo el rey, se dio cuenta de su estado de ánimo y le preguntó por qué estaba tan triste cuando era evidente que no estaba enfermo.
Esta pregunta llenó de temor a Nehemías. Él no nos dice por qué tuvo miedo. Solo nos queda adivinar. En el fondo, Nehemías sabía que había que hacer algo por su pueblo. ¿Quién era él para acercarse al gran rey de Persia, uno de los hombres más poderosos de la tierra, para pedirle que hiciera algo por los judíos? Aunque Nehemías tenía mucho miedo, le dijo al rey que estaba apenado porque la ciudad de sus antepasados yacía en ruinas con las puertas destruidas por el fuego.
Nehemías había hablado con el corazón. El rey le preguntó entonces: «¿Qué cosa pides?». (v. 4). Y Nehemías oró inmediatamente al Señor (v. 4). La oración no pudo haber durado mucho porque el rey esperaba su respuesta. Nehemías necesitaba sabiduría y audacia en su petición. Más que nada, sin embargo, necesitaba que el Señor ablandara el corazón del rey para que respondiera a su petición.
Habiendo encomendado este asunto al Señor, Nehemías le pidió al rey que le concediera licencia de sus responsabilidades para regresar a Judá y reconstruir la ciudad de Jerusalén. Era una petición audaz para un copero. En el versículo 6, el rey preguntó a Nehemías cuánto tiempo le llevaría lograr este objetivo y cuándo volvería a sus responsabilidades. Nehemías fijó un tiempo, y al rey le agradó enviarlo.
Sólo podemos imaginar lo que Nehemías sintió ese día al ver que el Señor respondía a sus oraciones. La batalla espiritual había sido ganada durante los cuatro meses de oración. Nehemías estaba cosechando el fruto de esa oración.
Alentado por la respuesta del rey, Nehemías le pidió aún más al rey Artajerjes. En el versículo 7, le pidió cartas de salvoconducto. También le pidió una carta para Asaf, el guardián del bosque del rey, a fin de obtener madera para hacer vigas para las puertas de la ciudadela junto al templo, la muralla de la ciudad y su propia residencia. El rey accedió de nuevo a su petición.
Nehemías comprendió que la mano del Señor estaba sobre él para este ministerio y que esa era la razón por la que Artajerjes respondía tan favorablemente (v. 8). Dios estaba abriendo puertas para la restauración de la ciudad de Jerusalén. Nehemías no se atribuyó el mérito, sino que dio toda la gloria a Dios. Qué fácil es para nosotros caer en la trampa de creer que, de alguna manera, porque hemos tenido éxito donde otros han fracasado, entonces debemos tener habilidades y capacidades únicas. Nehemías le da el mérito a Dios por haberle dado la victoria. Esta es una lección que todos necesitamos aprender.
Cuando Nehemías estaba listo para regresar a Jerusalén, el rey lo envió con cartas a los gobernadores por cuyo territorio tendría que pasar para que les dieran paso seguro. También acompañaba a Nehemías una pequeña banda de soldados y caballería para protegerlo en el camino.
Cuando Esdras regresó a Jerusalén, decidió no utilizar el ejército del rey para que éste viera que Dios era capaz de proteger a Su pueblo (Esdras 8:22). Nehemías, sin embargo, aceptó la escolta del rey. Ambos hombres hicieron lo que consideraron correcto. Nehemías no pecó al aceptar la escolta del rey. Lo que necesitamos entender aquí es que Dios trabaja con cada uno de nosotros de manera diferente. Su propósito para uno no es el mismo que para otro. Debemos tener cuidado de no juzgarnos unos a otros. Por el contrario, debemos aceptar que Dios obra de manera diferente en cada persona.
Cuando Nehemías llegó a la región de Judá, dos hombres en particular (Sanbalat y Tobías) estaban muy molestos porque había regresado a reconstruir Jerusalén. Estos hombres resultarían ser feroces enemigos de la obra de Dios mientras Nehemías trataba de restaurar la ciudad.
Después de tres días en la ciudad de Jerusalén, Nehemías partió durante la noche con unos pocos hombres. Este pequeño grupo recorrió en silencio la ciudad examinando las murallas. No le contaron a nadie sus planes. Ni siquiera los funcionarios que gobernaban la tierra sabían lo que Nehemías estaba haciendo. Si lo hubieran sabido, muy probablemente habrían causado problemas y tratado de obstaculizar su avance.
Sin embargo, llegó el día en que era hora de compartir su carga. En el versículo 17, Nehemías se dirige al pueblo. Aquí les señala cómo la ciudad, antes gloriosa, estaba ahora en ruinas. Les recordó que ellos, que una vez fueron un pueblo noble, vivían en la desgracia. Los desafió a que se levantaran con él y se pusieran a trabajar para reconstruir la muralla de Jerusalén. También les contó cómo la mano del Señor había estado sobre él concediéndole favor a los ojos del rey Artajerjes. Animado por esta noticia, el pueblo respondió positivamente diciendo: «‘¡Sí, reconstruyamos la muralla!’ Así que comenzaron la buena obra» (v. 18, NTV).
Hay algo bastante triste en estos versículos que es necesario señalar. En aquel momento, en la ciudad de Jerusalén, el pueblo de Dios vivía en ruinas. Se habían conformado con vivir en esta situación. La muralla estaba derruida. Montones de escombros que una vez pertenecieron a estructuras gloriosas ensuciaban las calles, pero el pueblo de Dios no hizo nada. Sólo cuando llegó Nehemías se armaron de valor y comenzaron el proceso de reconstrucción. Lo triste de este cuadro es que, en su mayor parte, el pueblo de Israel había empezado a aceptarlo como algo normal. Se sentían impotentes y abrumados como muchos de nosotros en nuestros días. Las preguntas que debemos hacernos son las siguientes: ¿Hasta qué punto está alejada de la realidad de hoy esta imagen? ¿Nos hemos vuelto complacientes como pueblo de Dios? ¿Hemos permitido que el enemigo destruya lo que Dios nos ha dado? Los matrimonios y las familias cristianas a veces yacen en ruinas. El muro de la verdad está siendo erosionado a medida que el pueblo de Dios permite que más y más del mundo influya en ellos. Los pilares de la moralidad comienzan a inclinarse y a derrumbarse a medida que un líder cristiano tras otro cae en el pecado.
Nehemías desafió a su pueblo a tomar una postura. Les mostró que las cosas no tenían por qué ser así. Las cosas podían ser diferentes. Ellos podían reconstruir los muros. Podían volver a colocar los pilares en su sitio. Una piedra a la vez y el trabajo estaría hecho.
La noticia de la reconstrucción de la muralla de Jerusalén no agradó a los vecinos de Judá. No querían que Israel volviera a su antigua gloria. Mientras el pueblo de Dios viviera con un sentimiento de derrota, no constituía una amenaza. Pero cuando empezaron a darse cuenta de que la victoria podía ser suya, el enemigo empezó a temer. A Satanás le encanta que vivamos derrotados y desanimados. Si estamos abatidos, no representamos ninguna amenaza para él. La realidad del asunto, sin embargo, es que, en el Señor Jesús, podemos vencer a cualquier enemigo que se cruce en nuestro camino. No tenemos que vivir derrotados.
Cuando los enemigos de Israel vieron que habían comenzado los trabajos de reconstrucción del muro, trataron de desanimar a los obreros burlándose de ellos y ridiculizándolos. Estos enemigos incluso acusaron a los judíos de rebelarse contra el rey. Nehemías no se dejó amilanar por las palabras de sus enemigos. Les recordó que con la fuerza del Señor, el pueblo de Dios obtendría la victoria y que el muro sería construido. Los enemigos del pueblo de Dios no tendrían parte en Jerusalén. Serían expulsados, y esta tierra volvería a ser reclamada para el Señor.
¿Qué territorio nos ha arrebatado hoy el enemigo? Tal vez hay personas que estén leyendo este comentario que han experimentado relaciones rotas con su hermano o hermana en Cristo. Tal vez hemos fallado como esposo o esposa. Tal vez hemos caído en pecado y dañado nuestro testimonio para el Señor. El desafío de Nehemías para nosotros hoy es levantarnos y reconstruir los muros. El desafío para nosotros es de enderezar las columnas que se derrumban, de recuperar el territorio que el enemigo nos ha arrebatado. Que Dios despierte nuestros corazones como lo hizo con los corazones de Israel aquel día para que nos levantemos y reclamemos la tierra que hemos perdido a manos del enemigo. En Cristo, podemos tener la victoria.
Para meditar:
- ¿Qué aprendemos aquí sobre la importancia de la oración? ¿Qué importancia tuvo la oración en la vida de Nehemías?
- ¿Qué aprendemos aquí sobre la diferencia entre Esdras y Nehemías? ¿Qué nos enseña esto sobre cómo tratar las diferencias entre creyentes?
- El pueblo de Dios estaba viviendo con un sentido de derrota. ¿Nos hemos encontrado alguna vez en esta situación? ¿Qué aprendemos aquí sobre el propósito de Dios para la victoria?
- ¿Qué muros se han derribado hoy en nuestras vidas? ¿Qué quiere Dios que hagamos con esos muros?
Para orar:
- La oración le dio la victoria a Nehemías. Oremos pidiéndole a Dios que nos ayude a comprender la importancia de la oración en nuestros ministerios y en nuestro caminar con Dios.
- ¿Qué nos ha quitado hoy el enemigo? Tomemos un momento para buscar al Señor al respecto. Oremos para que se nos devuelva lo que el enemigo nos ha robado.
- Pidamos a Dios que reconstruya Su iglesia hoy para que esta sea todo lo que Él quiso que fuera.
- Pidamos a Dios que nos dé el corazón que se necesita para vivir en victoria. Agradezcámosle por el hecho de que esta victoria nuestra es en Él.
13 – Comienzan las reparaciones
Leamos Nehemías 3:1-32
Nehemías había animado al pueblo de Dios que vivía en Jerusalén a seguir adelante y reparar el muro roto de la ciudad. Este esfuerzo requería trabajo en equipo. En el capítulo 3 vemos que el trabajo se dividía por familias. Nehemías registra en este capítulo los nombres de los que trabajaron en las distintas secciones del muro.
Eliasib, el sumo sacerdote, asumió la responsabilidad de reconstruir la Puerta de las Ovejas (v. 1). Estos sacerdotes no pensaron que este trabajo fuera indigno de ellos. Asumieron la tarea con alegría, dando ejemplo a los demás. La Puerta de las Ovejas era la puerta por la que se introducían los sacrificios en la ciudad. Es significativo que los sacerdotes repararan esta puerta. Al terminar esta tarea, los sacerdotes dedicaron esta puerta, y sus puertas fueron colocadas en su lugar.
La reconstrucción de las murallas no estuvo exenta de dificultades. En el versículo 5 leemos acerca de la sección de la muralla reparada por los hombres de Tecoa. Había nobles entre los hombres de Tecoa que se negaban a «trabajar con los supervisores de la construcción» (NTV). Nos da la impresión de que creían que deberían haber estado al mando, y que pensaban que estaban por encima de este tipo de trabajo.
Ha habido momentos en mi ministerio en los que Dios me ha pedido que haga cosas que no quería hacer. Habrá veces en que Dios usará estas tareas para enseñarnos lecciones o para que aprendamos humildad y estemos preparados para un servicio posterior. El orgullo de estos nobles sólo obstaculizó el trabajo de reconstrucción de la muralla. En el trabajo del reino de Dios, nunca debemos tener miedo de ensuciarnos o de meter el hombro. Dios busca personas que hagan lo que Él les pida. Está buscando personas que hagan lo que Él les llame a hacer. Está buscando personas que dejen de lado lo que piensan de sí mismas y pongan su corazón en lo que Él les pida que hagan. En la familia de Dios no hay rangos: todos somos reyes y sacerdotes.
En el trabajo del reino de Dios, siempre habrá lucha y dificultad. Observemos aquí, sin embargo, que el trabajo no se detuvo debido a estos nobles arrogantes. Dios uso a otros para lograr lo que aquellos hombres se negaron a hacer. Hubo otros que estuvieron más que dispuestos a echar una mano. En el versículo 8, encontramos a un orfebre y a un perfumista que ofrecieron sus servicios. Hay que tener en cuenta que, como orfebres y perfumistas, no eran necesariamente expertos en el trabajo duro y pesado que requería la construcción del muro. Sin embargo, no dejaron que esto les detuviera. Aunque este no era el campo en el que estaban más dotados, era un trabajo que había que hacer. Dios a veces nos pone a prueba en nuestro ministerio. A veces nos pedirá que nos adentremos en territorio desconocido. Estos hombres estaban dispuestos a que se les exigiera. Hoy necesitamos más gente como ellos.
Algunas mujeres también participaron en la construcción. En el versículo 12, encontramos a un hombre llamado Salum que reparó una sección del muro con la ayuda de sus hijas. Mientras los nobles de Tecoa se mantenían al margen, negándose arrogantemente a ayudar, las hijas de Salum se pusieron manos a la obra. La recompensa espiritual de estas mujeres sería mucho mayor que la de los nobles de Tecoa. A los ojos de Dios, el estatus y el rango en la sociedad no significan nada. Todos somos iguales ante Él.
Es interesante notar en el versículo 27 que el hecho de que los nobles se negaran a trabajar no desanimó a los hombres de Tecoa que repararon esta segunda sección del muro. Aunque tenían razones para desanimarse, Dios les dio gracia no sólo para hacer su parte, sino aún más. Tal vez haya momentos en los que nos encontremos en una situación similar; que haya personas a nuestro alrededor que se nieguen a hacer su parte. No dejemos que esto nos impida hacer lo que Dios nos llame a hacer. Dejemos que el Señor nos fortalezca y avancemos en obediencia al igual que los hombres de Tecoa.
Cuando el pueblo dispuso sus corazones para hacer el trabajo, el muro fue reparado. Este no era el papel de una sola persona. La reconstrucción del muro requería el esfuerzo de muchos. Significaba que los que participaran tenían que estar dispuestos a dejar de lado sus ideas. Debían ser humildes y aprender a trabajar con los demás. Tenían que estar dispuestos a ensuciarse.
Dios está buscando hoy gente dispuesta a expandir Su reino. ¿Estamos listos para humillarnos y hacer lo que sea necesario? ¿Estamos dispuesto a dejar que el Señor nos use en áreas en las que nunca hemos sido usado antes? ¿Estamos dispuesto a dejar de lado nuestro orgullo para trabajar con otros? ¿Estaremos más preocupados por la expansión del reino y la obediencia al Señor que por nuestras ideas y deseos? Si es así, Dios tiene un papel para nosotros. Él está buscando hombres y mujeres que dejen todo de lado para ser obedientes. Él se deleita en usar este tipo de personas.
Para meditar:
- ¿Qué estímulo y enseñanzas encontramos en el ejemplo de los sacerdotes que dejaron a un lado sus obligaciones habituales para reconstruir el muro?
- ¿Nos hemos negado alguna vez a obedecer a Dios porque pensamos que lo que nos estaba llamando a hacer era indigno de nosotros? ¿Qué aprendemos aquí de los nobles de Tecoa?
- ¿Qué importancia tiene que aprendamos a trabajar en equipo en la obra del Reino?
- ¿Alguna vez hemos sentido que el Señor nos estuviera llamando a dar un paso adelante en un área en la que no nos sentíamos cómodos? ¿Qué nos enseñó Dios a través de esto?
Para orar:
- Comprometámonos a hacer lo que el Señor nos llame a hacer. Pidámosle fuerza para ser obedientes.
- Pidamos perdón al Señor por las veces que antepusimos nuestros intereses y deseos a Su llamado en nuestras vidas.
- Agradezcamos al Señor por el hecho de querer usarnos y expandirnos en el ministerio.
- Pidamos al Señor que nos ayude a trabajar con aquellos que Él ha puesto a nuestro lado en el ministerio. Pidámosle perdón por las veces que hemos sido de desaliento para los que nos rodean.
14 – Trabajando y vigilando
Leamos Nehemías 4:1-23
En la meditación anterior vimos cómo Dios impulsó a Su pueblo a reconstruir la muralla de la ciudad. Este trabajo no estuvo exento de dificultades. En el capítulo 3 de Nehemías vimos cómo los nobles de Tecoa se negaban a colaborar en el trabajo. Sin embargo, la oposición más fuerte a la reconstrucción de la muralla provino de los enemigos de Israel.
Sanbalat era un funcionario de la región. En Nehemías 2:10 leemos que se oponía firmemente a la reconstrucción de la muralla de Jerusalén. Sanbalat se enojó cuando vio el progreso que se estaba haciendo, y decidió en su corazón que haría algo para impedir que se terminara este muro. Por lo tanto comenzó por ridiculizar a los judíos para desanimarlos.
En presencia de sus aliados y el ejército de Samaria, Sanbalat preguntó:
«¿Qué hacen estos débiles judíos? ¿Se les permitirá volver a ofrecer sus sacrificios? ¿Acabarán en un día? ¿Resucitarán de los montones del polvo las piedras que fueron quemadas?». (Nehemías 4:2)
Sanbalat estaba cuestionando la capacidad de los judíos para reconstruir el muro. Lo que tenemos que entender aquí es que los judíos que se habían librado del exilio llevaban mucho tiempo viviendo entre estos escombros. Durante muchos años este muro estuvo en ruinas, y nadie tomó la iniciativa de hacer algo al respecto. Los judíos del lugar habían llegado a aceptar que esa era su suerte en la vida. Sólo cuando Nehemías los desafió, empezaron a creer que este muro podría levantarse de nuevo.
Sanbalat trató de hacer que los judíos dudaran de sus capacidades. Durante mucho tiempo habían vivido en la derrota. No les costaría mucho volver a caer en esa sensación de impotencia. En nuestros días hay muchos creyentes así. Han llegado a aceptar la derrota en ciertas áreas de su vida. No pueden imaginar que su matrimonio roto podría ser reconstruido sobre una base adecuada. No pueden creer que alguna vez puedan tener victoria sobre hábitos pecaminosos. Mientras el Señor nos anima a seguir adelante y vivir en victoria, el enemigo hará todo lo posible para que dudemos que el triunfo puede ser nuestro. Todos hemos sentido las burlas del enemigo.
Sanbalat preguntó: «¿Harán revivir las piedras…? (NBLH)». Lo que Sanbalat no se dio cuenta fue que estos simples judíos tenían a Dios de su lado. Los judíos no podían devolver la vida a las piedras con sus propias fuerzas, pero su Dios sí. El Dios de Israel es el Dios de lo imposible. En Él, siempre hay esperanza y victoria.
Tobías el amonita era otro enemigo que se oponía a la reconstrucción del muro de Jerusalén, y se unió a Sanbalat para burlarse de los judíos.
«Lo que ellos edifican del muro de piedra, si subiere una zorra lo derribará». (4:3)
Tobías tampoco esperaba mucho de los judíos. Decía que aunque construyeran un muro, ese muro no sería estable y se derrumbaría rápidamente.
En realidad esa era la impresión que los judíos le habían dado a sus enemigos. Ellos habían vivido en derrota. Durante setenta años la mayoría de ellos habían estado viviendo en cautiverio en Babilonia, y los que se habían quedado en Jerusalén no habían hecho nada con las ruinas. ¿Qué podría pensar el enemigo si durante setenta años todo lo que había visto era al pueblo de Dios viviendo entre escombros y en cautiverio?
¿Qué tipo de testimonio tiene la iglesia de nuestros días en el mundo? ¿Qué tipo de testimonio tenemos nosotros personalmente? ¿Espera la gente grandes cosas de nosotros a causa del Dios que tenemos? ¿Teme el enemigo cuando ve a un creyente, a causa del poder que está a nuestra disposición como hijos de Dios? ¿Comprendemos el poder que Dios nos ofrece para la victoria en esta vida?
Ante las palabras del enemigo, Nehemías se dirige a Dios y ora de esta manera:
«¡Escucha, Dios nuestro, cómo se burlan de nosotros! Haz que sus ofensas recaigan sobre ellos mismos: entrégalos a sus enemigos; ¡que los lleven en cautiverio! No pases por alto su maldad ni olvides sus pecados, porque insultan a los que reconstruyen (4:4-5, NVI)
Nehemías no buscó defenderse. No luchó contra el enemigo con sus propias fuerzas. En lugar de ello, pidió a Dios que revirtiera estos insultos y entregara al enemigo al cautiverio. Le suplicó a Dios que hiciera justicia. Nehemías deseaba que el enemigo viera la realidad del poder de Dios y tuviera que retractarse de todas las palabras pronunciadas contra el Todopoderoso.
En vez de perder tiempo tratando de defender a su pueblo, Nehemías siguió adelante con la obra. A Satanás le habría encantado ver a Nehemías entablar una discusión con el enemigo. Nehemías decidió no hacerlo. Confió este problema al Señor y continuó con la obra que Dios le había encomendado.
Estas tácticas del enemigo para desanimar al pueblo no funcionaron. La reconstrucción del muro siguió adelante. El versículo 6 nos dice que «el pueblo tuvo ánimo para trabajar», de modo que el muro alcanzó la mitad de su altura. Al ver que sus esfuerzos no impedían la reconstrucción del muro, Sanbalat y Tobías se enfurecieron más aún. Entonces decidieron redoblar sus esfuerzos para obstruir la obra. En el versículo 8, conspiraron juntos para encontrar una manera de luchar contra Jerusalén y provocar problemas.
No está claro cómo llegó la noticia a Nehemías. En el versículo 9, sin embargo, nos enteramos de que Nehemías decidió montar una guardia día y noche para hacer frente a esta amenaza. Mientras trabajaban, también vigilaban al enemigo.
Hay una lección para nosotros en este pasaje. Nuestro enemigo Satanás no ha cejado en sus esfuerzos contra la Iglesia. Continuamente trata de destruir y desanimar al pueblo de Dios en sus esfuerzos por construir su reino. El apóstol Pedro nos dice:
Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar (1 Pedro 5:8)
Debemos seguir promoviendo la causa del Señor en nuestros días; pero a la vez, debemos estar siempre alertas. Bajar la guardia es invitar al enemigo a atacar.
El trabajo físico de reconstruir el templo y el estrés de la presencia constante del enemigo era algo difícil de manejar para los judíos. Por esa razón se dirigieron a Nehemías para informarle que las fuerzas de los obreros estaban agotándose y que había tantos escombros que resultaba imposible reconstruir el muro (4:10). Recordemos que, para levantar el muro, había que retirar muchos escombros. El simple hecho de retirar los escombros era una tarea abrumadora.
Así sucede a menudo en nuestra vida cristiana. No podemos crecer en la vida cristiana hasta que nos ocupemos de los viejos escombros de pensamientos, actitudes y hábitos pecaminosos. Debemos aprender a morir a la carne si queremos vivir la nueva vida del Espíritu. Los viejos pecados necesitan ser confesados y limpiados para que la nueva vida de Cristo pueda crecer. Ha habido momentos en mi vida en los que me he preguntado si esto era posible. Parecía que Dios me estaba mostrando pecado tras pecado que necesitaba ser confesado.
La inmensidad de la tarea de reconstruir el muro alrededor de Jerusalén, combinada con la amenaza diaria del enemigo, parecía ser más de lo que podían manejar. A estos constructores el éxito les parecía muy lejano. Sentían que sus esfuerzos llegaban al límite. En respuesta a esto, Nehemías estacionó más gente en las secciones vulnerables de la muralla. Todos los lugares expuestos fueron cubiertos portando espadas, lanzas y arcos. Al colocar a estas personas en los puntos débiles de la muralla, Nehemías logró dos cosas. En primer lugar, redujo la carga de trabajo de los constructores; pues ahora podían concentrarse en la construcción sin tener que vigilar sus espaldas. En segundo lugar, redujo el miedo de los constructores, permitiéndoles sentirse más seguros. Así podían trabajar de manera más eficaz y con mayor tranquilidad.
Estos trabajadores, ya agotados, necesitaban apoyo, y Nehemías les envió la ayuda que necesitaban. ¿Cuántos pastores y obreros cristianos cansados hay hoy que sienten esa misma necesidad? Llevo suficiente tiempo en la obra cristiana como para darme cuenta de que hay muchos obreros agotados en medio de la cosecha que necesitan apoyo y aliento. Yo mismo he estado a menudo entre ellos. Tal vez alguno de nosotros sea la respuesta a la abrumadora necesidad de estos trabajadores solitarios. Tal vez podamos ser un guardián que vigila y ora por esas áreas vulnerables en la vida de su pastor. Tal vez podamos ser de aliento a un trabajador cansado.
Nehemías, después de enviar guardias a las zonas débiles del muro, se levantó y se dirigió al pueblo. Él comprendió el desánimo que sentían, y conoció el miedo que había en sus corazones cuando el enemigo los amenazaba. Al abordar esas necesidades, Nehemías desafió a su pueblo a recordar la fidelidad de Dios. Les recordó que no tenían motivos para tener miedo. Su Dios era un Dios grande y asombroso. Él lucharía por ellos.
Una vez más, el enemigo no estaba contento de que su complot para atacar al pueblo se hubiera frustrado. El pueblo de Dios estaba siempre en guardia mientras continuaban los trabajos en el muro. El versículo 16 nos dice que la mitad de los judíos trabajaba mientras la otra mitad vigilaba con espada, lanza, arco y armadura. Estaban listos para luchar y para trabajar. Los que llevaban material de construcción hacían su trabajo con una mano y sostenían un arma en la otra. Cada constructor llevaba una espada al costado. También había un hombre apostado con Nehemías listo para tocar la trompeta en caso de ataque enemigo. Ellos sabían que cuando sonara la trompeta, los nobles, los funcionarios y el resto del pueblo se reunirían en el lugar donde sonara, y juntos lucharían y confiarían en Dios para la victoria.
El trabajo continuaba cada día desde las primeras luces de la mañana hasta que salían las estrellas por la noche (v. 21). Durante este tiempo los judíos dormían dentro de la ciudad. No abandonaron ni un momento la ciudad de Jerusalén. De este modo, la ciudad y la muralla estaban protegidas continuamente. El pueblo de Dios se negaba a bajar la guardia. Cuando iban a buscar agua, cogían su espada. Y durante ese tiempo, ni siquiera se quitaban la ropa.
Qué fácil habría sido desanimarse y bajar la guardia. La amenaza del enemigo era real, y el trabajo de reconstrucción, abrumador. Sin embargo, los judíos no dieron al enemigo ninguna oportunidad de atacar. Cada punto débil estaba fortificado con guardias armados.
No podemos pasar por alto la lección que aquí se nos da. Nosotros también necesitamos estar vigilando. Debemos permanecer alertas porque nuestro enemigo no duerme. Él está buscando cualquier oportunidad para lanzar sus dardos. El reino de Dios debe expandirse, pero nosotros también debemos estar muy vigilantes. La gente de los días de Nehemías tuvo éxito porque no sólo trabajaron diligentemente sino que también establecieron una guardia para proteger el trabajo para el cual Dios los estaba fortaleciendo.
Para meditar:
- ¿Nos hemos sentido alguna vez desanimados en el trabajo que Dios nos ha llamado a hacer? ¿Qué estímulo recibimos de parte de Nehemías?
- ¿Ha sido nuestro testimonio tal que los que nos rodean esperan grandes cosas de nosotros porque saben que Dios está de nuestro lado?
- ¿Qué puntos débiles necesitamos fortalecer en nuestra vida?
- ¿Hasta qué punto somos conscientes como Iglesia de la batalla espiritual que se libra a nuestro alrededor?
- ¿Nos hemos conformado con algo mucho menos de lo que Dios tiene para nosotros? Argumentemos.
Para orar:
- Agradezcamos al Señor que podemos confiar en Él en nuestros momentos de dificultad.
- ¿Conocemos a obreros cristianos que se hayan cansado o abrumado por las tareas que tienen ante sí? Pidámosle a Dios que los fortalezca y que envíe a alguien para aliviar su carga.
- Pidamos a Dios que abra nuestros ojos a la realidad de la batalla espiritual que se libra a nuestro alrededor.
- Entreguémosle al Señor nuestros puntos débiles. Pidamos a Dios que nos fortalezca en esas áreas.
15 – Problemas internos
Leamos Nehemías 5:1-19
En el capítulo anterior, vimos cómo el pueblo de Dios se vio acosado por sus enemigos mientras reconstruía la muralla. Por esa razón, tuvieron que colocar guardias alrededor de la muralla para protegerse de un ataque enemigo. Sin embargo, observamos en el capítulo 5 que también surgieron problemas dentro de la ciudad.
En aquellos días, las cosas no eran fáciles para el pueblo de Dios en la ciudad de Jerusalén. Entendemos según el versículo 3 que había hambre en la tierra. Ciertos judíos fueron donde estaba Nehemías y le explicaron acerca de las dificultades para alimentar a sus familias. Necesitaban grano para mantenerse con vida. Otros tuvieron que hipotecar sus campos, viñedos y casas para conseguir el grano necesario para alimentar a los suyos.
Esta falta de alimentos no era el único problema en la tierra. Algunos judíos habían pedido dinero prestado a sus hermanos para pagar los impuestos del rey sobre sus campos y viñedos. Para devolver lo que habían adquirido de ellos, los judíos más pobres tuvieron que someter a sus hijos e hijas a la esclavitud (v. 5). Algunos incluso vendieron sus campos y viñedos para pagar sus deudas. Estaban atravesando graves dificultades económicas.
Cuando Nehemías se enteró de estas cosas, se indignó. Convocó una reunión de los judíos y les habló de este asunto. Lo que más le preocupaba era cómo los judíos ricos se estaban beneficiando de las dificultades de sus hermanos y hermanas más pobres. Los ricos exigían intereses por los préstamos que habían concedido a los pobres. Nehemías recordó a los judíos ricos cómo habían sido liberados de la esclavitud en Babilonia (v. 8), y ahora estaban esclavizando a sus hermanos y hermanas en Jerusalén. Estos judíos ricos no eran mejores que los que los habían llevado al cautiverio hacía muchos años. Hubo un silencio inusual mientras Nehemías hablaba ese día. Los culpables sabían que lo que Nehemías decía era la verdad.
Nehemías también recordó a los judíos su responsabilidad ante Dios de hacer lo correcto y de testificar del carácter de Dios en sus acciones ante los incrédulos. Nehemías dejó claro a sus compañeros judíos que lo que estaban haciendo no honraba a Dios y no representaba correctamente al Señor ante el mundo que los observaba.
Los incrédulos también nos observan hoy. En la época de Nehemías los judíos no estaban dando el testimonio correcto porque estaban maltratando a sus hermanos y hermanas. Los incrédulos veían esto y se formaban una falsa opinión sobre el Dios al que aquéllos servían.
Jesús nos recuerda en el Evangelio de Juan que el mundo sabrá que pertenecemos a Él por la forma en que nos amamos unos a otros en la iglesia.
«En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros» (Juan 13:35)
Este es un reto para nosotros en nuestros días, pues el mundo se formará una opinión sobre el Señor Jesús basándose en la relación que tenemos entre los creyentes.
Nehemías no condenó el préstamo de grano. Lo que sí condenó, sin embargo, fue el escandaloso interés. Este interés era una pesada carga para los judíos más pobres. Debido a esta carga, las familias estaban perdiendo todo lo que tenían.
Nehemías propuso, entonces, que todos los campos, viñedos, olivares y casas fueran devueltos a sus dueños originales. También ordenó a los nobles y gobernantes que devolvieran los intereses que habían cobrado de más a sus hermanos. Nehemías comprendió que no bastaba con que el pueblo de Dios reconociera y dejara de pecar. Había que hacer algo para devolver lo que habían quitado a los israelitas más pobres.
En el Evangelio de Lucas, cuando Zaqueo fue confrontado con su pecado de cobrar más impuestos de los necesarios, le dijo a Jesús que si había engañado a alguien, le devolvería cuatro veces esa cantidad (Lucas 19:8). La Ley de Moisés establecía que los que robaban debían devolver lo que habían tomado más una quinta parte de su valor.
«Di a los hijos de Israel: El hombre o la mujer que cometiere alguno de todos los pecados con que los hombres prevarican contra Jehová y delinquen, aquella persona confesará el pecado que cometió, y compensará enteramente el daño, y añadirá sobre ello la quinta parte, y lo dará a aquel contra quien pecó» (Números 5:6-7).
No basta con confesar que hemos obrado mal. En la medida de lo posible, también tenemos que restituir lo que hemos quitado a quienes hemos ofendido.
Esto es lo que propone Nehemías a su pueblo. Aquel día, el Espíritu de Dios se movió en los corazones de su pueblo. Acordaron restituir lo que habían tomado y no exigir más intereses. Para sellar esta promesa, juraron ante los sacerdotes y ante Dios que honrarían a sus hermanos a partir de ese momento.
Para simbolizar este acuerdo, Nehemías sacudió los pliegues de su túnica diciendo:
«Así sacuda Dios de su casa y de su trabajo a todo hombre que no cumpliere esto, y así sea sacudido y vacío». (Nehemías 5:13)
La sacudida de los pliegues de las vestiduras era un símbolo gráfico. Cuando los pliegues de las vestiduras eran sacudidos, cualquier cosa en esos pliegues era dispersada. Nehemías les dijo que si eran infieles al juramento que habían hecho, Dios sacudiría los pliegues de Su manto, y Su pueblo y todo lo que tuvieran se dispersaría al viento.
Nehemías no se consideraba exento de este juramento. Como gobernador en la tierra de Judá, se negó a comer la comida que se asignaba habitualmente al gobernador. A diferencia de otros gobernadores, facilitó la carga al pueblo de Judá. Nehemías se dedicó a trabajar en el muro. No exigió tierras para sí. Cada día alimentaba a ciento cincuenta judíos. En su mesa comían funcionarios y muchos extranjeros. Cada día se preparaban un buey, seis ovejas y aves de corral para que comieran él y sus sirvientes. Nehemías es muy abierto y rinde cuentas a Dios y a Judá de cómo utilizó sus recursos. Nehemías se dedicó a ser hospitalario y amable en su trato con el pueblo de Judá.
La preocupación de Nehemías consistía en cómo podía usar su posición para ministrar y bendecir al pueblo de Dios. Es por eso que sacrificó voluntariamente sus derechos como gobernador para que otros pudieran tener más recursos. Esta actitud de sacrificio fue un componente crucial en el éxito de su ministerio. Que Dios nos dé más líderes como Nehemías, dispuestos a sacrificar sus derechos y comodidades por el bien de la obra del Señor.
Satanás intentó dividir a los hermanos y hermanas que habitaban la ciudad de Jerusalén. Él sabía que si podía quebrantar su espíritu y hacer que se amargaran y se enfadaran unos con otros, la obra del reino se resentiría. Hoy en día él sigue usando esa misma táctica. Nehemías comprendió la gravedad del problema e hizo lo necesario para restablecer las relaciones. De esta manera, la obra del Señor pudo avanzar.
Para meditar:
- Tomemos un momento para meditar acerca de las relaciones que tenemos hoy en el cuerpo de Cristo. ¿Hay alguna relación rota que necesitemos reparar?
- ¿Qué relación existe entre nuestras relaciones con los hermanos y hermanas en Cristo y nuestro testimonio en el mundo?
- ¿Qué aprendemos aquí sobre la importancia no sólo de confesar nuestros pecados, sino también de hacer las cosas bien?
- ¿Qué aprendemos del ejemplo del liderazgo de Nehemías en este capítulo?
Para orar:
- Pidámosle al Señor que nos muestre si hemos ofendido a algún hermano o hermana. Oremos pidiéndole que nos dé fuerza y sabiduría para arreglar las cosas con esa persona.
- Pidamos al Señor que nos ayude a estar dispuestos a sacrificar nuestros derechos por el bien del cuerpo de Cristo, como hizo Nehemías.
- Agradezcamos al Señor por la manera en que puede usarnos para vencer los ataques del enemigo contra la iglesia.
- Dediquemos un momento para orar y pedirle al Señor que proteja las relaciones en nuestras iglesias. Pidamos que nos enseñe a amar y a bendecir a aquellos que Él pone en nuestro camino.
16 – Ataques personales
Leamos Nehemías 6:1-19
Los trabajos de reconstrucción de la muralla de Jerusalén no habían estado exentos de dificultades. Cada día, los jefes samaritanos amenazaban al pueblo de Dios con burlas y amenazas de violencia física. Los judíos respondían continuando la reconstrucción de la muralla y trabajando con las espadas colgadas a los lados en preparación para un ataque enemigo. Los enemigos del pueblo de Dios habían hecho todo lo posible para desanimarlos en sus esfuerzos por completar la obra del Señor, pero los judíos siguieron adelante. Viendo que sus esfuerzos eran en vano, el enemigo cambió de táctica. En este capítulo, vemos que el enemigo decide atacar a Nehemías personalmente.
Tenemos que darnos cuenta de que los líderes a menudo estarán sujetos al ataque del enemigo. Satanás sabe que cuando el líder cae, el pueblo va inmediatamente después. Los ataques personales contra Nehemías comenzaron cuando Sanbalat, Tobías y Gesem oyeron que el muro había sido terminado excepto las puertas de los portones. Sanbalat y Gesem enviaron un mensaje a Nehemías pidiéndole que se reuniera con ellos en una de las aldeas de la llanura de Ono, en el territorio de Benjamín. Esto significaba que Nehemías habría tenido que abandonar la ciudad de Jerusalén y el trabajo de reconstrucción en ella. El versículo 2 nos dice que detrás de esta invitación se escondía un plan para perjudicar a Nehemías.
Esa invitación le resultó sospechosa a Nehemías. Sin embargo, más que eso, sabía que en su ausencia el trabajo se detendría. Dios lo había llamado a completar esta obra, y él se negaba a abandonarla hasta que el trabajo estuviera terminado. Los enemigos enviaron una invitación cuatro veces a Nehemías, pero cada vez él la rechazaba. Satanás sabe que aunque resistamos sus tentaciones una vez, cuanto más nos siga tentando, más probable es que finalmente cedamos, por eso persevera en sus ataques. Nehemías, sin embargo, resistía su persistente tentación y cada vez devolvía la misma respuesta.
La quinta vez que vino el mensajero, le entregó a Nehemías una carta sin sellar. El hecho de que esta carta no estuviera sellada era significativo. Cuando una carta estaba sellada, su contenido quedaba oculto a todo el mundo excepto al escritor y al lector. Esta carta sin sello, sin embargo, era como una postal que podríamos enviar por correo. Cualquiera podía leer su contenido. Sanbalat estaba advirtiendo a Nehemías que el contenido de esta carta se había hecho público.
En la carta sin sellar, Sanbalat le decía a Nehemías que había oído que los judíos, bajo su liderazgo, estaban tramando una revuelta. Esto algo era infundado. Sanbalat también acusaba a Nehemías de querer convertirse en el rey de los judíos y de haber nombrado ya a profetas para que lo proclamaran rey en Judá. Sanbalat le recordó a Nehemías que este informe llegaría muy pronto al rey de Persia, quien no perdería tiempo en enviar a su ejército a destruir a los judíos. Dicho esto, Sanbalat invitó de nuevo a Nehemías a reunirse con él. La intención de Sanbalat aquí era asustar a Nehemías para que fuera a verlo y así poder hacerle un daño grave.
Esta carta, sin embargo, no amenazaba a Nehemías. Entonces le dijo a Sanbalat que todas estas acusaciones eran sólo imaginaciones de su mente. Nehemías comprendió que la única razón de esta carta era hacer que los judíos temieran y detuvieran el trabajo (v. 9).
Aunque la carta de Sanbalat no había intimidado a Nehemías, éste la tomó muy en serio. En el versículo 9, vemos que acude a Dios para pedirle fuerzas para continuar la obra. Como ser humano, Nehemías sintió intensamente estas amenazas; pero como siervo de Dios, no iba a ceder ante los ataques del enemigo. Clamó a Dios por la fuerza necesaria para completar la tarea y resistir al enemigo.
Lo que vale la pena destacar es que Nehemías acudió a Dios en busca de esa fuerza. El apóstol Santiago nos dice en Santiago 4:2 que no tenemos porque no pedimos. La fuerza de Dios estaba disponible para Nehemías, pero necesitaba pedírsela. ¿Cuántas veces no hemos recibido de Dios porque no se lo pedimos? ¿Qué necesitamos para llevar a cabo la tarea que Dios quiere que hagamos? Dios está dispuesto a darnos todo lo que necesitamos si acudimos a Él y se lo pedimos. Hacerlo requiere humillarnos para reconocer que no tenemos la fuerza que necesitamos.
Un día Nehemías fue a la casa de un profeta llamado Semaías. Éste se había encerrado en su casa; y no nos queda claro el propósito de ese aislamiento. Es posible que lo hiciera con la intención de encontrarse con Dios. Semaías le dijo a Nehemías que había hombres que querían matarlo. Esta palabra era aparentemente correcta. Semaías le dijo entonces a Nehemías que se escondiera en el templo para protegerse.
Nehemías se negó a escuchar el consejo de Semaías. Hay varias razones posibles por las cuales no quería hacerlo. Primero, si Nehemías se encerraba en el templo, estaría admitiendo que su Dios era incapaz de protegerlo. Esto habría enviado un mensaje de miedo y derrota al pueblo bajo su mando. Segundo, si Nehemías se escondía en el templo, tendría que retirarse del trabajo para el que Dios lo había llamado. El pueblo se quedaría sin líder. Nehemías no creía que fuera apropiado huir de la tarea a la que Dios lo había llamado. Necesitaba ser un ejemplo para su pueblo, y estaba dispuesto a morir para lograrlo. Él temía a Dios más que a perder la vida.
Observemos cómo el enemigo le da un giro religioso a esta tentación utilizando a un profeta. Satanás no dudará en esconderse detrás del lenguaje religioso. Tenemos que darnos cuenta de que él usará cualquier método que pueda para lograr sus propósitos. En Hechos 5, Ananías y Safira llegan al templo con un regalo. Según las apariencias externas, esto era algo maravilloso. Sin embargo, lo que el ojo humano no podía ver era que Satanás había puesto en sus corazones la intención de mentir al Espíritu Santo y a la Iglesia. Debemos tener cuidado de no dejarnos engañar por aquellos que utilizan el lenguaje religioso para lograr los propósitos del enemigo. No pasó mucho tiempo antes de que Nehemías se diera cuenta de que el enemigo había contratado a Semaías para engañarlo y desacreditarlo ante el pueblo (versículos 12-13).
Estos ejemplos eran sólo algunos de los ataques personales contra Nehemías en aquellos días. En el versículo 14, Nehemías menciona a otros profetas que trataron de intimidarlo. Se menciona a Noadías en particular. El enemigo estaba utilizando a los religiosos de la época para fines malvados. Nehemías no sólo tenía que ser consciente de los ataques de los enemigos externos, sino también de los internos. Tal vez usted haya experimentado ataques desde el interior de su iglesia. Cualquier pastor conoce la lucha de mantener la unidad y armonía en el cuerpo de Cristo. Satanás hace todo lo posible para atacar desde todos los ángulos.
A pesar de todos los esfuerzos del enemigo, el pueblo de Dios completó el muro en cincuenta y dos días. Cuando sus enemigos vieron que el muro estaba terminado, tuvieron miedo y perdieron la confianza. A pesar de los tremendos obstáculos, el pueblo de Dios había perseverado y logrado lo imposible. El enemigo comprendió que esta obra se había completado con la ayuda de Dios. La terminación de este muro fue una clara señal para el enemigo de que el Señor estaba con Su pueblo. Dios les había dado todo lo que necesitaban para terminar la obra a la que los había llamado.
Las tareas a las que Dios nos ha llamado requerirán a veces mucho esfuerzo y lucha. Puede que tengamos que afrontar nuestra parte de dificultades y dolor. Dios no promete que nunca tendremos luchas, pero sí promete sacarnos adelante en cada una de esas luchas si perseveramos y continuamos en obediencia. Isaías 43:2 es un claro ejemplo de esto:
Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti.
Observemos en los versículos 17 a 19 cómo Tobías trató de socavar la autoridad de Nehemías enviando continuamente cartas a los nobles judíos para entablar buenas relaciones con ellos. Los nobles cayeron en esta trampa y escucharon lo que Tobías decía. Muchos de estos líderes acudieron a Nehemías informándole de todas las buenas acciones de Tobías. Tobías se estaba ganando el favor de los nobles y al mismo tiempo trataba de destruir la reputación y el liderazgo de Nehemías. Tobías era un instrumento en manos de Satanás para socavar la obra del siervo elegido de Dios. Algún día Tobías tendría que responder ante Dios por esto. Los nobles no entendían lo que estaba sucediendo. Aunque Tobías hizo muchas cosas grandes y se ganó el respeto de los nobles del país, en realidad era un instrumento de Satanás. Qué fácil es para nosotros ser engañados. Necesitamos el discernimiento de Dios si queremos ver la expansión de Su reino. Nehemías tuvo ese discernimiento y no falló en el ministerio al que Dios lo había llamado.
Para meditar:
- ¿Qué aprendemos aquí acerca de las tácticas del enemigo para destruir la obra de Dios?
- ¿Cómo trata el enemigo de distraernos de nuestro llamado?
- ¿Qué aprendemos sobre la realidad de las dificultades y las pruebas en la obra de Dios?
- ¿Hemos visto alguna vez pruebas de que Satanás utiliza a personas de la iglesia para obstaculizar la obra de Dios? ¿De qué manera?
- ¿Qué aprendemos en este capítulo sobre la necesidad de discernimiento y fortaleza de parte del Señor?
Para orar:
- Pidamos al Señor que nos dé mayor discernimiento para reconocer la presencia del enemigo y sus ataques.
- Oremos pidiéndole a Dios que traiga un mayor sentido de unidad y armonía al cuerpo de Cristo.
- Pidámosle a perseverancia y fortaleza para afrontar las dificultades que tenemos ante nosotros en este momento.
- Dediquemos un momento a orar por nuestros líderes espirituales. Pidámosle a Dios que los proteja y los guarde. Pidámosle que les dé fuerza y discernimiento para enfrentarse a la oposición del enemigo.
17 – Establecidos en Jerusalén
Leamos Nehemías 7:1-73
La muralla de la ciudad de Jerusalén estaba ya terminada. Nehemías había completado la tarea que el Señor, su Dios, le había encomendado. El camino para completar este muro había sido largo; el cual comenzó con una carga en su corazón cuando aún estaba en el exilio. Dios le había abierto maravillosamente la puerta para regresar a Jerusalén. Con la bendición del rey de Persia, Nehemías regresó a su patria con varios israelitas. Perseveró a través de muchas dificultades y ataques personales para completar la reconstrucción en menos de dos meses. Este no había sido el esfuerzo de Nehemías solo. El pueblo de Dios se había sometido al liderazgo de Nehemías y había perseverado en esta inmensa tarea. Dios bendijo sus esfuerzos, y el trabajo se completó.
Ahora que la obra del muro estaba terminada, Nehemías se dedicó a poner orden en la ciudad. Su primera tarea fue nombrar líderes. Nombró porteros, cantores y levitas para que ministraran y protegieran la ciudad. Nehemías también nombró a su hermano Hanani para supervisar la ciudad de Jerusalén. También nombró a Hananías jefe de la ciudadela. El versículo 2 deja muy claro que la razón por la que nombró a estos hombres fue porque eran hombres íntegros que temían a Dios más que la mayoría de los hombres. Nehemías sabía que podía confiar en ellos para tratar honestamente con el pueblo y guiarlos en los caminos del Señor Dios.
Las prioridades de Nehemías eran las correctas. Su preocupación era que el pueblo de Israel viviera en obediencia al Señor en la ciudad de Jerusalén. Él sabía que éste sería el secreto de su éxito como pueblo. Dios honraría a quienes lo honraran y vivieran en obediencia a sus mandamientos (Deuteronomio 4:40; 28:1-2).
En el versículo 3, Nehemías ordenó que las puertas de la ciudad se cerraran por la noche y permanecieran cerradas hasta que el sol calentara. Debemos recordar que los enemigos de Israel no se contentaban con ver a los israelitas regresar a su patria. Estos enemigos aprovecharían cualquier oportunidad para atacar la ciudad. Las puertas se cerraban cada noche para proteger a la gente dentro de la muralla. Esas puertas permanecerían cerradas hasta que saliera el sol y todos estuvieran fuera de la cama y alertas. De ese modo, si el enemigo atacaba, el pueblo de Dios estaría preparado.
No sólo las puertas debían estar cerradas y protegidas, sino que Nehemías ordenó que los residentes de Jerusalén fueran designados para vigilar una sección de la muralla cerca de sus propias casas. De este modo, la ciudad estaría siempre en guardia y preparada para enfrentarse al enemigo. Jerusalén debía estar en constante estado de alerta.
Necesitamos entender que este mismo principio se aplica a nuestro caminar con el Señor. Si bien aquellos que han aceptado al Señor Jesús están rodeados por el muro de la salvación, esto no significa que podemos bajar la guardia. Nuestro enemigo, Satanás, siempre está buscando una oportunidad para atraparnos. El apóstol Pedro advierte a los cristianos en 1 Pedro 5:8 (NTV):
¡Estén alerta! Cuídense de su gran enemigo, el diablo, porque anda al acecho como un león rugiente, buscando a quién devorar;
Por eso, debemos estar siempre en guardia. Satanás hará todo lo posible para que nos desviemos del camino de la justicia. Nunca debemos bajar la guardia.
En este tiempo, aunque la muralla de la ciudad había sido construida, muchas casas estaban todavía en mal estado. La ciudad era grande, pero sólo vivían en ella unas pocas personas. Había mucho trabajo por hacer. En cierto modo, esto no es muy diferente de nuestro camino con Dios. Para nosotros, la salvación es sólo el principio. Estoy descubriendo que aunque mi salvación es segura, todavía tengo mucho trabajo que hacer en mi vida. Hay áreas de mi vida que necesitan ser reparadas y sanadas. Para crecer en mi fe, necesito poner mi confianza en el Señor. La fe aumentará a medida que aprenda a ser más obediente. El muro de la salvación ha sido completado, y ahora estoy rodeado por el perdón y la gracia de Dios. Pero tengo que trabajar dentro de este muro, reparando y restaurando lo que ha sido derribado por el enemigo. Esto es un proceso que dura toda la vida.
El Señor puso en el corazón de Nehemías registrar a todos los que regresaban del exilio. Es importante que nos percatemos aquí que Nehemías está tomando su dirección de parte de Dios. Él tenía una relación con Dios lo suficientemente fuerte como para que Él pudiera guiarlo de manera específica. En mi caminar con Dios, me encantaría estar en un lugar en el que pudiera conocer más claramente la dirección del Señor en asuntos específicos. Supongo que todos luchamos por entender la voluntad de Dios en un momento dado. Nehemías escuchó al Señor y respondió en obediencia.
Se registraron los nombres de los que habían regresado del cautiverio. Los nobles y el pueblo se reunieron en la ciudad de Jerusalén para este registro. Es interesante comparar esto con lo que Juan escribió en el libro del Apocalipsis. En ese libro, específicamente en el capítulo 20 versículos del 12 al 15, Juan habla de un Libro de la Vida donde están escritos los nombres de los que pertenecen a la Nueva Jerusalén. Todos aquellos cuyos nombres fueron escritos en ese Libro de la Vida tienen acceso a la Jerusalén celestial. Aunque este pasaje no habla de la Nueva Jerusalén, la comparación sigue siendo muy real.
La increíble verdad para nosotros hoy es que si hemos venido al Señor Jesús en busca de perdón y hemos experimentado Su salvación, nuestros nombres están registrados en ese Libro de la Vida. Como la gente en Jerusalén en los días de Nehemías, hemos sido liberados de la tierra de esclavitud, y nuestros nombres están escritos en el registro de los que pertenecen a la ciudad. Nada puede arrebatarnos esa ciudadanía.
Obsérvese en el versículo 61 que algunos individuos no podían demostrar que sus familias eran descendientes de Israel. En el versículo 64 algunos sacerdotes no podían probar su sacerdocio por medio de registros familiares. A estos sacerdotes se les prohibió comer el alimento sagrado o ministrar hasta que se pudiera establecer por medio del Urim y Tumim que ellos eran verdaderos sacerdotes de Dios. El Urim y Tumim eran pequeños objetos llevados por un sacerdote para determinar la voluntad del Señor en situaciones específicas. Es posible que fueran piedras a través de las cuales Dios comunicaba Su voluntad y propósito. Vemos referencias a estos objetos en Éxodo 28:30, Levítico 8:8 y Números 27:21. No se sabe con certeza cómo se utilizaban.
El número de personas que estaban registradas en ese momento era de 42,360. Además de este número había 7,337 sirvientes y 245 cantores. Estos individuos tenían 736 caballos, 245 mulas, 435 camellos y 6,720 asnos. En los versículos del 70 al 72, se nos dice que también se hizo un registro de las contribuciones del gobernador y de los jefes de varias familias. Después de este registro, la gente regresó a sus diferentes ciudades y se estableció.
La preocupación de Nehemías era proporcionar a Israel un liderazgo piadoso y maduro. Por eso eligió a hombres en los que podía confiar para guiar a su pueblo por ese camino de rectitud. Él se dio cuenta de que no bastaba con terminar la muralla; que para que Jerusalén volviera a ser la ciudad que había sido, había mucho trabajo que hacer en la ciudad misma. Mediante el registro del pueblo, se descubrió que había individuos que no podían demostrar su derecho a ser sacerdotes. Estos individuos fueron destituidos de su cargo. La preocupación de Nehemías era la gloria de Dios, e hizo todo lo que estaba a su alcance para facilitar la obediencia a la Palabra del Señor y eliminar todo lo que obstaculizara esa obediencia.
Para meditar:
- ¿Qué aprendemos acerca de la preocupación de Nehemías por la rectitud y la integridad en la tierra?
- ¿Cuál es la conexión entre la obediencia a Dios y la bendición en la tierra?
- ¿Qué aprendemos aquí sobre la importancia de estar siempre en guardia en nuestro caminar con Dios?
- ¿Por qué era importante que aquellos que no podían probar su sacerdocio fueran sacados de su posición? ¿Cuán importante es el llamado de Dios para los líderes cristianos de hoy?
- ¿Qué nos enseña este capítulo sobre el trabajo que hay que hacer en nuestras vidas después de conocer al Señor? ¿Cómo podemos comparar la ciudad de Jerusalén con nuestra propia vida espiritual?
Para orar:
- Roguemos al Señor que restaure la honestidad y la piedad en nuestra tierra. Pidámosle que nos dé líderes espirituales y civiles que sean honestos y vivan vidas rectas.
- Pidámosle a Dios que nos ayude a estar en guardia en nuestro caminar con Él.
- Pidámosle al Señor que nos muestre cualquier cosa en nuestra vida que necesite ser reparada o restaurada a Él. Pidámosle fuerza para hacer lo que sea necesario para obtener la victoria en esa área de nuestra vida.
- Tomemos un momento para agradecer al Señor por el hecho de habernos rodeado con el muro de la salvación. Agradézcanosle que podemos tener completa seguridad de la salvación que ha dado a nuestras vidas.
18 – Un encuentro en la Plaza
Leamos Nehemías 8:1-12
En capítulo anterior, Nehemías eligió líderes para ministrar al pueblo de Jerusalén. Como siervo de Dios, le preocupaba profundamente que su pueblo siguiera los caminos del Señor.
En la primera parte del capítulo 8, el pueblo se reúne en la plaza ante la Puerta de las Aguas. Por el versículo 2, entendemos que ese día era el primero del séptimo mes. En Levítico 23:24 descubrimos que se trataba de una celebración judía especial.
En el mes séptimo, al primero del mes tendréis día de reposo, una conmemoración al son de trompetas, y una santa convocación (Levítico 23:24)
Este día era conocido como la Fiesta de las Trompetas. Se cree que era una celebración del año nuevo civil.
Mientras el pueblo estaba en la plaza, el sacerdote y escriba Esdras sacó el Libro de la Ley de Moisés. Esdras estaba de pie sobre una alta plataforma de madera con varios líderes religiosos a su lado. Cuando abrió el Libro de la Ley, el pueblo se puso en pie en señal de respeto. Esdras leyó el Libro de la Ley desde el amanecer hasta el mediodía. El pueblo escuchaba atentamente.
Dios se movió con poder entre Su pueblo. Esdras los dirigió en la alabanza. El pueblo respondió levantando las manos y gritando «¡Amén! ¡Amén!» Luego se inclinaron con el rostro en tierra y adoraron. Era obvio que el Señor estaba tocando a Su pueblo mientras escuchaban Su Palabra ese día.
Mientras se leía la Palabra, los levitas circulaban entre la gente, explicando el significado de la Palabra para que pudiera ser aplicada. La gente estaba tan conmovida por lo que había oído que muchos de ellos rompieron a llorar ante el Señor. Nehemías los desafió a que dejaran de lamentarse y comieran y bebieran algo. Les recordó que la alegría del Señor era su fortaleza (v. 10).
En respuesta, los levitas se movieron entre la gente afligida y les ayudaron a calmarse. El pueblo escuchó entonces a Nehemías y a Esdras y luego se sentó a comer y a beber. Juntos celebraron con gran alegría porque el Señor les había aclarado Su Palabra.
Hay un par de cosas que debemos observar. Primero, necesitamos ver la exhortación de Nehemías a aquellos que estaban afligidos para que cesaran de su aflicción y se regocijaran en el Señor. Nehemías les dijo que su fortaleza estaba en el gozo del Señor. Debemos examinar esto por un momento.
Los presentes ese día estaban conmovidos y muy probablemente confrontados por las palabras que escucharon del Libro de la Ley. Dios les estaba revelando que no cumplían con Sus requerimientos. Mientras escuchaban lo que Dios les demandaba, el Espíritu Santo los convencía. Entonces se entristecieron al darse cuenta de que no cumplían con los estándares de Dios. Es importante que todos lleguemos a este punto en nuestras vidas.
Sin embargo, Nehemías aconsejó a su pueblo que pasara de la tristeza a la alegría. Él entendía que mientras el pueblo de Dios permaneciera en ese estado de desesperación y quebrantamiento, nunca avanzarían en su caminar con Dios. Satanás sabe que si puede mantener a los creyentes centrados sólo en su pecado, nunca tendrán el valor de levantarse y hacer avanzar el reino. He conocido creyentes (y por muchos años yo fui uno de ellos) que no han entendido la naturaleza del perdón. Viven por años con culpa cuando Dios ha cubierto su pecado y lo ha echado lejos de ellos.
Satanás quiere que seamos derrotados por nuestro pecado. Quiere que creamos que Dios nunca podrá aceptarnos o usarnos. Muchos creyentes son engañados por las mentiras de Satanás y no avanzan en el perdón y la renovación para lograr grandes cosas para el reino.
Nehemías le recordó a su pueblo que había victoria sobre el pecado y que el gozo del Señor era su fortaleza. Este gozo también es nuestra fuerza. Este gozo viene del conocimiento del perdón y la aceptación a los ojos de Dios. No tenemos por qué desanimarnos pues Dios nos ofrece la victoria. Por indignos que seamos, hemos sido elegidos por Dios. Él se deleita en equiparnos y capacitarnos. En Él podemos vencer cualquier tentación que el enemigo nos lance. Satanás teme a los creyentes que comprenden su posición en Cristo. Teme a los que comprenden con gozo que son hijos de un Dios misericordioso y perdonador.
Aunque la senda del gozo atraviesa el valle del dolor, se eleva más allá de ese valle hasta las montañas de la aceptación, el perdón y la capacitación. Más allá de la cruz está la resurrección. Más allá del desierto está la Tierra Prometida. Si bien todos debemos tomar conciencia de nuestro pecado, Dios no quiere que permanezcamos en el valle de la derrota. Nos llama a la experiencia gozosa de la victoria y la gracia.
Hay un punto más que debemos mencionar en este pasaje. Observemos que la razón del gozo en los corazones del pueblo de Dios es porque habían llegado a comprender la verdad de la Palabra de Dios. Aquí había personas que durante muchos años nunca habían comprendido la verdad de la Palabra de Dios. Aquel día, sin embargo, el Señor les aclaró Su Palabra. Salieron de aquella sagrada asamblea con un nuevo aprecio por el maravilloso privilegio de tener las Sagradas Escrituras. La Palabra de Dios los había quebrantado, pero también les había dado una dirección y una guía claras. La Ley les reveló el sentido de la vida y el propósito de Dios para ellos. Antes de esto, la Palabra de Dios les significaba muy poco. En algunos casos, sin duda les había resultado molesta, sobre todo cuando revelaba su pecado. Aquel día, sin embargo, redescubrieron la maravilla de la Palabra viva de Dios.
¿Hemos comprendido el tesoro que debemos tener en la Palabra de Dios? Tal vez necesitamos redescubrir el gozo de esta Palabra, como la gente de los días de Nehemías.
Para meditar:
- ¿Qué pruebas hay aquí de la presencia del Espíritu de Dios en la reunión del pueblo en la plaza junto a la Puerta de las Aguas?
- ¿Cuál fue el resultado de la lectura del Libro de la Ley?
- ¿Qué diferencia hace en nuestra vida el gozo del Señor?
- ¿Qué razón tenemos hoy los creyentes para estar alegres?
- ¿Qué nos dice este pasaje sobre el poder de la Palabra de Dios?
Para orar:
- Demos gracias al Señor por habernos dejado Su Palabra en forma escrita.
- Oremos al Señor pidiendo que nos dé un aprecio más profundo por Su Palabra.
- Agradezcamos al Señor que en Él tenemos perdón y victoria.
- Pidámosle que nos llene de gozo y que este gozo nos sea de gran fortaleza.
19 – Una fiesta olvidada
Leamos Nehemías 8:13-18
Dios había estado haciendo una hermosa obra en la vida de Su pueblo. Muchos habían sido quebrantados por la lectura pública de la Palabra de Dios; y hubo gran regocijo en aquel día. La Palabra de Dios había cobrado vida para ellos.
Al día siguiente, el pueblo se reunió de nuevo para escuchar las palabras de la Ley de Dios. En aquella ocasión, encontraron escrito en la Ley que los israelitas debían vivir en tabernáculos (RVR60, LBLA, BSO, NBLH, BTX) [cabañas (RVA), enramadas (NTV, NVI)] durante la fiesta del séptimo mes. De esto se desprende que la práctica de vivir en enramadas durante la celebración había sido olvidada. Leemos sobre este mandato del Señor a los israelitas en el libro del Levítico:
«En tabernáculos habitaréis siete días; todo natural de Israel habitará en tabernáculos, para que sepan vuestros descendientes que en tabernáculos hice yo habitar a los hijos de Israel cuando los saqué de la tierra de Egipto. Yo Jehová vuestro Dios». (Levítico 23:42-43, NTV)
Este mandato del Señor de vivir en cabañas o enramadas fue dado a través de Moisés. Israel debía practicar la celebración anualmente como recuerdo de cómo vivían sus antepasados cuando atravesaban el desierto camino de la Tierra Prometida. Debemos ver cuán paciente había sido Dios con Su pueblo durante los muchos años que no habían obedecido este mandamiento. Cuán agradecidos debemos estar a Dios que nos soporta pacientemente en nuestras desobediencias y fracasos.
Aquí vemos que el pueblo de Dios estaba viviendo en desobediencia a Su Palabra, pues habían perdido la práctica de celebrar la Fiesta de los tabernáculos. Esta verdad de Su Palabra no se les había enseñado y vivían ignorando sus principios.
Cuando el pueblo escuchó la Ley de Dios de parte de Esdras ese día, determinaron que obedecerían el mandato de Dios. Salieron y trajeron ramas para construir los tabernáculos. Los construían en cualquier lugar que encontraran. Algunos los colocaron en los tejados planos de sus casas. Otros, en los patios. Los que no tenían un lugar donde instalarlas, lo hacían en el patio del templo o en las plazas junto a la Puerta de las Aguas y la Puerta de Efraín.
Obsérvese en el versículo 17 que aquel día hubo gran alegría entre el pueblo de Dios. Había alegría por la obediencia a la Palabra del Señor. Es cierto que había un sacrificio que hacer al dejar la comodidad de sus camas para vivir en una cabaña en el techo de sus casas y en otros lugares. Sin embargo, el pueblo del Señor hizo ese sacrificio con alegría en sus corazones. El privilegio de la obediencia superaba con creces el sacrificio de la comodidad. El sacrificio voluntario siempre traerá alegría a nuestros corazones. Durante los setenta años de exilio, el pueblo de Dios había perdido el privilegio de celebrar esta Fiesta de los Tabernáculos. Cuando fue redescubierta, trajo gran alegría y satisfacción a sus corazones. Durante siete días, los hijos de Israel vivieron en estas enramadas y escucharon a Esdras leer el Libro de la Ley de Dios. Al octavo día, se reunieron en una gran asamblea.
En el versículo 10 Nehemías le recordó al pueblo que el gozo del Señor era su fortaleza. La intención de Dios siempre ha sido que Su pueblo experimente este gozo en celebración y alabanza a Él. Esto es lo que experimentaba el pueblo de la época de Nehemías. Que Dios nos conceda redescubrir el gozo de celebrar Su bondad.
Para meditar:
- ¿Qué aprendemos aquí sobre la paciencia de Dios?
- ¿Qué importancia tiene que recordemos las cosas que Dios ha hecho por nosotros en el pasado? ¿Cómo nos ayuda esto a vivir el presente?
- ¿Qué nos enseña este pasaje sobre el gozo del sacrificio?
- ¿Qué aprendemos sobre la intención de Dios de que vivamos en alegre obediencia?
- ¿Qué relación hay entre obediencia y alegría?
Para orar:
- Agradezcamos al Señor por Su paciencia para con nosotros.
- Pidamos al Señor que nos ayude a redescubrir la alegría en nuestro caminar y en nuestro servicio a Él.
- Tomemos un momento para recordar las cosas buenas que el Señor ha hecho por nosotros. Agradezcámosle por estas cosas.
20 – Un Pueblo rebelde, un Dios fiel
Leamos Nehemías 9:1-38
Los hijos de Israel habían redescubierto la Fiesta de los Tabernáculos (o Fiesta de las Enramadas). Comenzando el decimoquinto día del séptimo mes los israelitas vivían durante siete días en cabañas hechas con ramas recogidas. Debían hacerlo en recuerdo de cómo habían vivido sus antepasados cuando vagaban por el desierto. El día veinticuatro del mes séptimo, el pueblo concluía la Fiesta de los Tabernáculos celebrando una asamblea sagrada con oraciones, lectura de la Ley y confesión de los pecados (véase Levítico 23:34-36).
El día en que concluía esta asamblea sagrada era cuando los israelitas se reunían (v. 1). Se lamentaban por sus pecados ayunando, vistiéndose de cilicio y echándose polvo sobre la cabeza. Como preparación para este día, los israelitas se separaron de todos los extranjeros. Los que se habían casado con mujeres extranjeras se separaron de ellas según el mandato de Dios. Esta era una asamblea para el pueblo de Dios. Ningún incrédulo debía asistir. Los israelitas que se habían casado con esposas extranjeras o habían hecho alianza con extranjeros se pusieron de pie y confesaron su desobediencia.
El Libro de la Ley se leyó ese día mientras el pueblo permanecía de pie ante el Señor. Estuvieron escuchando la lectura de la Ley de Dios durante un cuarto del día, luego pasaron otro cuarto del día confesando sus pecados y alabando a Dios. Fue un día muy hermoso.
Los levitas estaban de pie en las escaleras y clamaban a Dios en voz alta para que todos pudieran oírlos. Alabaron a Dios por ser eterno, sin principio ni fin. Reconocieron que el nombre del Señor, su Dios, era exaltado por encima de toda bendición y alabanza. Los levitas adoraron al Señor porque era el creador de los cielos con todas sus estrellas y de la tierra con todo lo que en ella hay. Le bendijeron como Creador de los mares y de todo lo que hay en ellos. Le confesaron como el creador de todos los ángeles del cielo que alaban Su nombre.
Habiéndole reconocido como Creador de todas las cosas, los levitas adoraron a Dios por Su papel misericordioso en la vida de Su pueblo. Los levitas relataron una breve historia de Israel al pueblo reunido (versículos 7-31). Los levitas recordaron que Dios había elegido a Abram como instrumento suyo. Dios lo sacó de Ur y le dio el nombre de Abraham, que significa «padre de una multitud». Dios hizo un pacto con Abraham prometiendo hacer de él una gran nación. Dios prometió dar a los descendientes de Abraham la tierra de los cananeos, hititas, amorreos, ferezeos, jebuseos y gergeseos. Dios cumplió esa promesa y Abraham y sus descendientes se establecieron en la región de Canaán.
Cuando el pueblo de Dios estaba en Egipto bajo la cruel dominación del Faraón, Dios escuchó su clamor y los liberó. Abrió una puerta a través del Mar Rojo y, mediante muchas señales y prodigios, derrotó a Egipto y se hizo de un nombre glorioso para Sí. El Señor envió a Su pueblo sobre tierra seca a través del mar dividido, liberándolos de Egipto. Los egipcios intentaron seguir a Israel pero se ahogaron cuando las aguas del mar se desplomaron sobre ellos.
Dios guió a Su pueblo a través del desierto utilizando una columna de nube durante el día y una columna de fuego por la noche. En el monte Sinaí, les dio Sus leyes y estatutos. Al seguir esas leyes, el pueblo de Dios honraría a su Dios y sería una luz para las naciones a su alrededor.
Dios no sólo guió a Su pueblo por el desierto, sino que también satisfizo sus necesidades básicas de alimento y agua. Les dio maná del cielo y agua de una roca. Dios guió a Su pueblo a través del desierto hasta la tierra que había prometido a Abraham. El Señor fue fiel a todas Sus promesas. Cuidó de Su pueblo y lo libró de todos sus enemigos.
A pesar de estas maravillosas bendiciones, el pueblo de Dios se volvió orgulloso y no escuchó a Dios ni obedeció sus mandatos. Los israelitas olvidaron rápidamente los hermosos milagros que Dios había realizado en su favor. No estaban contentos con lo que Dios les había dado y nombraron a un líder para que los llevara de vuelta a la tierra de la esclavitud.
Aunque insultado, Dios fue muy misericordioso con ellos. Por amor a Su pueblo, no los abandonó en su rebelión. En el desierto, hicieron un becerro de oro y afirmaron que ese ídolo era el dios que los había sacado de Egipto. Una vez más, a pesar de su blasfemia, Dios mostró gran paciencia con ellos y no los destruyó.
Mientras los levitas seguían orando en voz alta aquel día, ellos alababan al Señor por Su increíble compasión y amor por Su pueblo. Los levitas recordaron que la gracia y la misericordia de Dios se extendieron durante un período de cuarenta años en los que a los israelitas no les faltó de nada. Sus ropas no se desgastaron, ni sus pies se hincharon.
A pesar de su rebelión contra Él, Dios dio a Su pueblo reinos y naciones enteras. Los israelitas se convirtieron en un pueblo fructífero y fueron bendecidos con muchos hijos. Sus descendientes llegaron a ser tan numerosos como las estrellas del cielo. Sus hijos entraron en la tierra que Dios había prometido a Su pueblo. Dios les dio la victoria sobre todos sus enemigos. Tomaron posesión de casas, llenas de muchas cosas maravillosas. Sus pozos ya estaban cavados para ellos. En la tierra prometida abundaban los viñedos, los olivares y los árboles frutales. Los israelitas tenían todo lo que necesitaban para comer. Estaban bien alimentados y disfrutaban de la bondad de Dios en la tierra que les había prometido.
Una vez más, sin embargo, fueron desobedientes a Su Ley. Dios envió a Sus profetas para advertirles, pero ellos los mataron. En Su ira, Dios los entregó a sus enemigos los cuales los oprimieron. En su opresión, clamaron a Dios, y Él escuchó su petición. Envió libertadores para liberarlos.
Sin embargo, tan pronto como descansaron de sus enemigos, volvieron a sus malos caminos. La bendición de Dios volvería a serles retirada. Volvieron a clamar a Dios, y Él escuchó su petición y los liberó. Este ciclo continuó durante muchos años.
Dios les dijo que serían bendecidos sólo por la obediencia a Su Palabra, pero ellos eligieron darle la espalda a Él y a Sus caminos. Se negaron a escucharle, incluso si eso significaba que perecerían en su pecado. Aunque Dios podría haber puesto fin a la nación, eligió ser misericordioso y preservar un remanente a través del cual continuaría obrando.
Mientras los levitas oraban ante el pueblo aquel día, eran conscientes de que Dios les había concedido el favor de regresar a su tierra sólo por Su gracia y misericordia. Como pueblo, se habían rebelado repetidamente contra el Señor. No merecían el favor de Dios. Los israelitas que regresaron del exilio no eran mejores que sus antepasados, que habían dado la espalda a Dios y a Sus caminos. Los levitas confesaron aquel día que Dios era totalmente justo y recto al castigarlos.
Aunque Dios había concedido a Su pueblo el privilegio de regresar a su tierra, seguían siendo súbditos del rey de Persia. Los israelitas se dieron cuenta de que aunque esta tierra debería haber sido completamente suya, sus cosechas seguían yendo al rey de Persia en tributos e impuestos. Los israelitas todavía no estaban donde querían estar, como pueblo de Dios. Un rey extranjero gobernaba sobre ellos y su ganado. Los judíos no se contentaban con regresar a la tierra. Creían que Dios aún tenía más para ellos que lo que estaban experimentando en ese momento. Querían ver una obra de Dios aún mayor. Querían la victoria completa y la liberación del poder del enemigo en su tierra.
Hay aquí una poderosa lección para nosotros. Demasiados de nosotros nos hemos contentado con un cristianismo que es como la ciudad de Jerusalén en ese día. La ciudad estaba todavía en ruinas. Sus habitantes seguían bajo el dominio de un rey extranjero. Hay muchos cristianos que viven así hoy. Se han contentado con vivir en un sentido de derrota. Su caminar con Dios no es lo que debería ser. El enemigo todavía tenía fortalezas en sus vidas, pero ellos habían determinado que eso era normal.
Los judíos de la época de Nehemías decidieron que no se sentarían de manos cruzadas viviendo en la derrota. Ese día decidieron hacer algo con respecto a su situación (v. 38). Juntos hicieron un pacto obligatorio ante Dios de vivir en obediencia a Su Palabra para que una vez más pudieran conocer la plenitud de Su victoria en sus vidas. Comprendieron que la fuente de esta victoria se encontraba en la obediencia. Que Dios nos de cristianos así hoy.
Para meditar:
- ¿Qué aprendemos aquí sobre la compasión y la gracia de Dios?
- ¿Cuál fue el resultado de la desobediencia al Señor en la vida de Su pueblo? ¿Cuál es el resultado en nuestras vidas hoy?
- ¿Fue Dios justo al castigar a Su pueblo por el pecado? Argumentemos.
- ¿Qué desafíos trajeron los levitas al pueblo de aquel tiempo? ¿Se conformaba el pueblo de Dios con vivir derrotado?
- ¿Hemos estado hoy viviendo en derrota como creyentes? ¿Hay victoria en nuestras vidas?
Para orar:
- Agradezcamos al Señor por Su gran fidelidad incluso cuando nos hemos rebelado contra Él.
- Dediquemos un momento para confesar nuestro pecado ante el Señor y aceptar Su perdón.
- Pidámosle al Señor que nos revele cualquier área de derrota espiritual en nuestras vidas. Pidámosle victoria.
- Pidamos a Dios que nos impida conformarnos con vivir en la derrota. Pidámosle que nos ayude a vivir en constante victoria sobre el enemigo y sus ataques.
21 – Un acuerdo a cumplir
Leamos Nehemías 10:1-39
En el capítulo 9, el pueblo de Dios celebró el último día de la Fiesta de los Tabernáculos. Ese día leyeron el Libro de la Ley, alabaron al Señor y confesaron sus pecados. Los levitas llamaron la atención del pueblo sobre el hecho de que sus antepasados le habían dado la espalda a Dios y a Sus propósitos, y les recordaron a los israelitas presentes ese día que la manera en que ellos habían respondido no había sido mejor. Este reconocimiento movió al pueblo a la acción. Juntos acordaron honrar y servir fielmente al Señor. En el capítulo 10, vemos la naturaleza de este acuerdo.
Los versículos 1 a 29 nos dan una lista de las personas que se obligaron a este pacto ante Dios. Encabezan la lista Nehemías y los sacerdotes (versículos 1-8). Le siguen los nombres de los levitas y sus asociados (versículos 9-13). Después de los levitas hay una lista de líderes (versículos 14-27) y finalmente, en el versículo 28, hay una lista del resto del pueblo. Era importante que los que se adhirieran a este acuerdo se separaran de sus vecinos extranjeros. Aquellos que se habían casado con esposas extranjeras o tenían otras asociaciones malsanas con los no creyentes necesitaban romper esos lazos antes de poder entrar en este pacto ante Dios. Entre los que habían quebrantado este mandato de Dios había sacerdotes, levitas, porteros, cantores, sirvientes del templo, así como gente corriente. Algunos líderes espirituales no vivían en armonía con la Ley del Señor, pero seguían sirviendo en el templo. Esto disgustaba al Señor.
Estos hombres con sus esposas e hijos se presentaron ante el Señor y se unieron a sus hermanos y hermanas para comprometerse a un pacto ante Dios. Observemos en el verso 29 que ellos se comprometieron mediante juramento (NTV), haciéndole una promesa a Dios; de la cual, si se apartaban, la maldición de Dios caería sobre ellos. Ellos juraron con sus vidas que cumplirían esa promesa.
Ese día estos individuos se hicieron el compromiso de seguir la Ley de Dios dada a través de Moisés. Prometieron obedecer todas las leyes de Dios y seguir cada mandamiento, reglamento y decreto. Dios movió los corazones de Su pueblo a vivir en absoluta obediencia. Ellos comprendieron lo rebeldes que habían sido sus padres; y vieron claramente en la lectura del Libro de la Ley cómo la desobediencia de sus padres había traído la ira de Dios sobre su nación. Aquel día, el pueblo de Dios decidió hacer las cosas de otra manera.
Cabe destacar la referencia a varios fracasos pasados. En el versículo 30, se hace referencia a la práctica de casarse con esposas extranjeras. En aquellos días, muchos hombres tuvieron que separarse de sus esposas extranjeras, pues se dieron cuenta de que no estaban viviendo en obediencia al Señor en este asunto. Confesaron su pecado e hicieron un voto solemne de nunca casar a sus hijas o hijos con los extranjeros que los rodeaban. Dios deseaba ver un pueblo puro y libre de las prácticas paganas que estos cónyuges extranjeros traerían a sus familias.
El versículo 31 se refiere a la práctica del sábado. Los que estaban presentes con Nehemías ese día prometieron ante Dios que cuando sus vecinos trajeran mercancías o grano para vender en la ciudad en sábado, no lo comprarían. En cambio, honrarían el sábado y lo guardarían como día de culto y descanso.
Además, parte de la ley del sábado era la práctica de dejar descansar la tierra cada séptimo año (Éxodo 23:10-11). En ese año, los israelitas debían cancelar todas las deudas (Deuteronomio 15:1-2). Este pueblo se comprometía a servir al Señor costara lo que costara.
Los que se comprometieron a cumplir este acuerdo consintieron también en dar dinero para la obra del templo de Dios. Prometieron traer un tercio de siclo cada año para el servicio de la casa de Dios. Es interesante señalar que Dios ordenó a Su pueblo en Éxodo 30:11-16 que trajeran medio siclo para el servicio del templo. El pueblo de la época de Nehemías sólo se comprometió a dar un tercio. Esto significa que no daban lo que recomendaba Moisés. Es muy probable que esto se debiera a la pobreza de la época y a sus condiciones de vida.
Obsérvese en el versículo 33 que este dinero se destinaba a la compra del pan que se ponía sobre la mesa, a los diversos sacrificios de animales que tenían lugar durante el año y a otros muchos gastos de la casa del Señor. Luego, para determinar cuándo cada familia debía traer una contribución de leña para quemar en el altar para los sacrificios, los sacerdotes echaron suertes. Esta responsabilidad se repartía entre el pueblo.
En el versículo 35, el pueblo se comprometió a traer las primicias de sus cosechas y árboles frutales como ofrenda al Señor en reconocimiento de Su provisión. También acordaron traer los primogénitos de sus hijos y su ganado a la casa del Señor. Esta práctica se estableció cuando los israelitas salieron de Egipto. Ese día, el Señor mató al primogénito de toda familia que no tuviera la sangre de un cordero rociada en el dintel de la puerta (Éxodo 11:1-8). A partir de ese día, como conmemoración de la Pascua, Dios exigió a Su pueblo que le diera el primogénito desde el vientre materno. Los primogénitos debían ser redimidos a un precio (Éxodo 13:13-15).
En el versículo 37, el pueblo se comprometió a traer al templo las primicias de su harina, grano, árboles frutales, vino y aceite como ofrenda al Señor. Lo que es crucial que notemos aquí es que el Señor exige la primera porción. Muy a menudo, le damos lo que sobra. Antes de usar algo para nosotros, Dios quiere que apartemos Su porción. El desea tener la prioridad en el uso de nuestro dinero y recursos.
La gente de la época de Nehemías hizo el compromiso de dar un tercio de siclo por año para la obra del templo. También dedicaron al Señor las primicias y los primogénitos de sus cosechas, animales y niños; y renovaron su compromiso de dar el diezmo de sus cosechas para la obra del Señor. Los levitas recogían los diezmos en el momento señalado y los depositaban en los almacenes del templo.
Durante el año se hacían otras contribuciones. El pueblo de Dios se comprometió también a traer grano, vino nuevo y aceite a los almacenes del templo según el Señor los guiara. Estas contribuciones estaban por encima de los otros compromisos que hacían al Señor ese día. Prometieron que no descuidarían la casa de Dios.
Podemos ver que el Espíritu de Dios se estaba moviendo entre Su pueblo ese día. Hombres y mujeres fueron tocados por Dios. El resultado de ese mover del Espíritu de Dios fue que Su pueblo se ofreció de nuevo a Él. Se comprometieron a obedecer la ley de Dios y voluntariamente devolvieron al Señor todo lo que Él les había dado. Que Dios nos dé este mismo corazón hoy.
Para meditar:
- ¿Qué aprendemos en este capítulo acerca del deseo del Señor de que le ofrezcamos nuestras posesiones y nos ofrezcamos a nosotros mismos?
- Analicemos los sacrificios que la gente de la época de Nehemías estaba dispuesta a hacer. ¿Qué sacrificio estamos dispuesto a hacer hoy por el reino de Dios?
- ¿Nos habremos desviado de nuestro primer compromiso con Dios? ¿Necesitamos renovar nuestro compromiso con el Señor como lo hizo el pueblo en los días de Nehemías?
Para orar:
- Pidámosle al Señor que abra nuestros corazones para que podamos ver cualquier área en la que hayamos fallado en nuestro compromiso con Él.
- Demos gracias al Señor por las bendiciones que nos ha dado.
- Pidamos al Señor que nos ayude a estar más dispuestos a sacrificar lo que Él nos ha dado por el bien de Su reino.
- Pidamos al Señor que nos perdone por las áreas de nuestras vidas en las que no le hemos sido tan fiel como deberíamos.
- Roguemos a Dios que nos muestre Su voluntad para el uso de los recursos que nos ha dado hoy.
22 – EL PUEBLO SE ASIENTA EN LA TIERRA
Leamos Nehemías 11:1-36
Para que la ciudad de Jerusalén volviera a ser la gran ciudad que había sido, era importante que aumentara su población. Había mucho trabajo que hacer en la reparación de la ciudad. Para ello se necesitaban personas con diversas habilidades y oficios. La cuestión de quiénes se establecerían en Jerusalén era la que tocaba analizar ahora.
Aunque era un honor vivir en la ciudad de Jerusalén, debemos recordar que la tierra y la propiedad estarían limitadas en los confines de la ciudad. También debemos recordar que la ciudad de Jerusalén había sido el foco de los ataques del enemigo; y los habitantes de la ciudad tendrían que comprometerse a defenderla. Durante la construcción de la muralla, los albañiles tuvieron que trabajar con las espadas a sus costados. Los que vivieran en la ciudad tenían que ser valientes y trabajar duro para reconstruirla. No todos estaban dispuestos a hacer esto. Muchos, sin duda, habrían preferido vivir en un pueblo tranquilo y relativamente seguro fuera de la ciudad.
Jerusalén sería el centro del gobierno. Esto significaba que los líderes debían establecerse en la ciudad. Como el templo estaba en la ciudad, los sacerdotes y líderes religiosos también tendrían que vivir en ella.
Las personas que aceptaron voluntariamente quedarse a vivir en la ciudad de Jerusalén fueron elogiadas como israelitas honorables. Se trataba de un gran honor. Se les concedía porque estaban dispuestos a dejar de lado sus propios intereses en beneficio de la nación. El resto del pueblo echó suertes para determinar quién más permanecería en la ciudad para defenderla y construirla. Una décima parte de la población fue elegida para vivir en Jerusalén. El resto se instaló en las ciudades y aldeas periféricas.
El versículo 3 nos dice que algunos de los sacerdotes, levitas y sirvientes del templo vivían en las ciudades de Judá. Probablemente esto era para que estas ciudades pudieran tener líderes religiosos disponibles para ministrar a la gente de allí.
Los versículos 4-6 nos dan la lista de individuos de Judá elegidos para vivir en Jerusalén. En los versículos 7-9 está la lista de descendientes de Benjamín seleccionados por sorteo para vivir en Jerusalén.
Algunos sacerdotes también eligieron vivir en la ciudad. Los nombres de estos sacerdotes se encuentran en los versículos 10 y 11. Estos sacerdotes tenían asociados que los ayudaban en su trabajo. Los nombres de estos asociados se encuentran en los versículos 12-14. En total, 1.192 siervos varones ayudaban a los sacerdotes en sus tareas. Los demás israelitas, sacerdotes y levitas, vivieron en las diversas ciudades de Judá, en sus propiedades ancestrales. Los siervos del Templo que vivían en la región montañosa de Ofel, Ziha y Gispa estaban a cargo de los que vivían en estas ciudades y aldeas.
Uzi, descendiente de Asaf, era el jefe de los levitas de Jerusalén. Los descendientes de Asaf supervisaban a los cantores en la casa del Señor. Asaf escribió varios salmos (véanse los salmos 50 y 73-83). Los cantores del templo eran directamente responsables ante el rey, quien regulaba sus actividades diarias (v. 23).
En el versículo 24, leemos que Petaías era el agente del rey encargado de los asuntos relacionados con el pueblo. En los versículos del 25 al 30 se encuentra una lista de las aldeas donde vivía el pueblo de Judá. Diecisiete ciudades o pueblos se mencionan en estos versículos. En los versículos 31-36 se enumeran quince pueblos donde vivían los descendientes de Benjamín. Algunos levitas de Judá también vivían con la tribu de Benjamín en sus ciudades y pueblos.
Tenemos aquí un claro registro de cómo la gente que regresó del exilio se estableció en la tierra. Había un orden definido en este asunto. Lo más importante para el pueblo era que la ciudad de Jerusalén se convirtiera en un testimonio visible de la gloria de Dios. Todos tenían acceso a un sacerdote que los guiara en el culto al Señor. Cuando este pueblo de Dios se asentó en la tierra, se dio cuenta de que el trabajo de reconstrucción no había hecho más que empezar. Tenían mucho trabajo por delante si querían restaurar la nación de Israel a su antigua gloria.
Para meditar:
- ¿Qué sacrificios hacían los que vivían en Jerusalén? ¿Cuáles eran sus responsabilidades en la ciudad?
- ¿Cuál fue la reacción del pueblo ante quienes se ofrecieron a vivir en la ciudad? ¿Cuál es nuestra responsabilidad hacia quienes se comprometen a servir en nuestro nombre?
- Percatémonos que los sacerdotes y levitas se establecieron en las distintas ciudades y aldeas. ¿Qué nos dice esto sobre la importancia de que las comunidades cuenten con un siervo de Dios en su seno? ¿Por qué era importante?
- ¿Hay ciudades y pueblos en nuestra región que no tengan un ministro del evangelio? ¿Cuál es el desafío de este pasaje al respecto?
Para orar:
- El pueblo de Israel elogió a quienes estaban dispuestos a vivir en la ciudad de Jerusalén como sus siervos para proteger la ciudad y edificarla. ¿Quiénes son nuestros siervos hoy? Dediquemos un momento para presentarlos al Señor.
- ¿Hay ciudades y pueblos en nuestra zona que no tengan un siervo del Señor para ministrarles? Pidamos a Dios que envíe un siervo fiel para compartir con ellos el mensaje del Evangelio y edificarlos en la fe.
- Pidamos al Señor que nos ayude a estar dispuestos a hacer los sacrificios necesarios por Su reino. Agradezcámosle por nuestros líderes espirituales que han sacrificado mucho por el bien del Señor.
23 – Ceremonia junto al Muro
Leamos Nehemías 12:1-47
El capítulo 12 comienza con una lista de sacerdotes y levitas que regresaron del exilio. Cabe señalar aquí que parece haber habido diferentes oleadas de exiliados que regresaron a la tierra de Jerusalén. En el capítulo 7 tenemos una lista del primer grupo que regresó bajo Zorobabel. El registro en el capítulo 12 parece ser selectivo y no incluye los nombres de cada persona que regresó en ese momento. Nótese que Esdras se menciona en el versículo 1. Los versículos del 1 al 7 nos dan una lista de los principales sacerdotes de aquel tiempo.
Los versículos del 8 al 11 enumeran los nombres de los principales levitas. Los levitas eran ayudantes de los sacerdotes en el ministerio del templo. Los levitas y sus ayudantes mencionados en el versículo 8 supervisaban el canto de acción de gracias al Señor.
Los versículos del 12 al 22 nos dan los nombres de los jefes de las familias sacerdotales. Los versículos del 22 al 23 nos indican el lugar y la época en que se registraron los jefes de las familias levitas. Los levitas mencionados en estos versículos tenían la responsabilidad de cantar en el servicio de adoración. Vemos en el versículo 24 que cantaban uno frente al otro. Una sección de músicos respondía a la otra en el canto como lo había prescrito David.
La lista final de este capítulo es la de los porteros principales, que eran responsables de custodiar los almacenes a las puertas del templo. Incluso los porteros eran importantes en la obra del templo. Nadie era insignificante en esta obra. Cada persona tenía un papel específico que desempeñar en el templo, y cada tarea era esencial y necesaria.
En el versículo 27, leemos sobre la dedicación del muro de Jerusalén. El día de la dedicación, los levitas llegaron a Jerusalén. Obviamente, vinieron a ayudar al pueblo a adorar al Señor que les había dado la victoria sobre sus enemigos. Estos levitas dirigían al pueblo en sus cantos y tocaban címbalos, arpas y liras. También trajeron cantores de los alrededores para esta ocasión especial. Estos cantores se habían construido aldeas alrededor de la ciudad de Jerusalén (v. 29).
Los sacerdotes y levitas se purificaron según la Ley de Moisés. Luego purificaron al pueblo, las puertas y la muralla para entregarlos al Señor y a su servicio. Nehemías hizo que los líderes de Judá subieran al muro con dos grandes coros. Cada coro debía caminar sobre el muro en direcciones opuestas. Esdras dirigió uno de los grupos (v. 36). Nehemías siguió al segundo grupo en dirección opuesta. Mientras los coros caminaban por la muralla alrededor de la ciudad, cantaban alabanzas a Dios y tocaban sus instrumentos musicales en su honor. La ciudad estaba rodeada de alabanzas. Mientras caminaban por la muralla, declaraban públicamente que el Señor les había dado la victoria. Lo declararon Señor en la ciudad de Jerusalén.
Los coros se reunieron entonces en el templo y continuaron cantando y tocando sus instrumentos en alabanza a Dios. El versículo 43 nos dice que aquel día también ofrecieron sacrificios al Señor con gran alegría. Tan grande era el sonido de regocijo que la alabanza podía oírse desde muy lejos. Era un día para alabar al Señor. Contra todo pronóstico, habían logrado lo que sus enemigos decían que no podrían lograr. Habían perseverado y superado los obstáculos del enemigo.
Ciertos hombres fueron encargados de los almacenes donde se guardaban las contribuciones, las primicias y los diezmos del pueblo de Dios hasta que fueran necesarios para el servicio del templo. El pueblo de Dios debía traer sus ofrendas a estos almacenes como lo requería la Ley.
En el versículo 45 vemos que los cantores y los porteros debían ser purificados o apartados para el ministerio al que el Señor los había llamado. Debían mantenerse puros en la obra del Señor. Las ofrendas del pueblo de Dios serían usadas para proveer para estos individuos en su servicio para el Señor.
Al examinar este capítulo, vemos el orden que existía en la obra del Señor. Cada persona tenía una responsabilidad de parte de Él. El pueblo de Dios debía asegurarse de proveer para sus trabajadores del templo para que la obra del templo no sufriera. Los trabajadores del templo debían ser puros y santos mientras servían al Señor su Dios. En todo esto, el Señor debía ser glorificado. El templo era un lugar de música, adoración y celebración. Instrumentos y cantantes dirigían fielmente la adoración al Señor y la dedicación del muro. Aquel día hubo gran alegría y celebración. Nosotros también tenemos muchas razones para celebrar al Señor. Nuestra adoración a Él debe ser una celebración de victoria. Debe ser una experiencia gozosa. Él es el Señor y ha vencido toda oposición. Nosotros compartimos esa victoria. Este es un motivo de gran regocijo.
Para meditar:
- ¿Qué papel desempeña la música en el culto del Antiguo Testamento? ¿Qué importancia tiene hoy la música en el culto a nuestro Dios?
- Percatémonos de que Dios quería provisiones abundantes para la obra del templo. ¿Sufre la obra de Dios en nuestros días por falta de finanzas? ¿Qué podemos hacer para aliviar esta situación?
- ¿Qué importancia tenía caminar alrededor del muro, alabando al Señor con música? ¿Es importante que los incrédulos nos reconozcan como pueblo de alabanza? Argumentemos.
- El pueblo de Dios tenía mucho que agradecerle el día en que dedicaron los muros de Jerusalén. ¿Por qué tenemos que estar agradecidos hoy?
Para orar:
- Oremos pidiéndole al Señor que guíe y provea a los líderes de nuestras iglesias. Pidámosle que nos muestre cómo quiere que usemos nuestras finanzas.
- Los siervos del templo necesitaban ser purificados al comenzar su tarea. Pidámosle a Dios que nos mantenga puros y santos como Sus siervos.
- ¿Qué victorias nos ha dado Dios? Tomemos un momento para alabar y agradecer al Señor por esas victorias.
- Pidámosle que nos ayude a nunca avergonzarnos de alabarlo y declarar Su gloria y bondad a todos los que nos rodean.
24 – Limpieza de la Casa
Leamos Nehemías 13:1-31
Es muy probable que los acontecimientos registrados en este capítulo final de Nehemías ocurrieran algún tiempo después de la renovación que tuvo lugar en la tierra durante su primera visita. Nehemías regresó a sus responsabilidades en Persia bajo el rey y, después de algún tiempo, volvió a visitar Jerusalén para ver cómo iban las cosas (véanse los versículos 6-7). Durante el tiempo de su ausencia, el pueblo de Jerusalén había permitido que su situación se deteriorara. No había perseverado en su caminar con Dios y en la obediencia del compromiso que habían hecho con Él. Nehemías estaba muy decepcionado con lo que vio a su regreso a Jerusalén, y se encargó de hacer una limpieza espiritual.
Hay cinco situaciones mencionadas aquí en este capítulo que nos dan una idea de lo que había sucedido en la tierra de Israel con el cursar del tiempo. Examinaremos brevemente cada una de estas situaciones.
Expulsión de los amonitas y moabitas de la Asamblea (versículos 1-3)
En una ocasión, mientras se leía en voz alta el Libro de Moisés, se descubrió que ningún amonita o moabita podía entrar en la asamblea de Dios. La razón de ello se encuentra en Números 22. Allí leemos que cuando los hijos de Israel habían acampado en las llanuras de Moab (después de haber viajado cuarenta años por el desierto y justo antes de entrar en la Tierra Prometida), los moabitas contrataron a Balaam, para maldecir a Israel. Dios tomó este asunto muy en serio y juzgó a Moab prohibiéndoles entrar en Su presencia. El Señor se negó a aceptar su adoración. Amón, el vecino de Moab, también fue incluido en este mandato de Dios. Deuteronomio 23:3-4 nos dice que tanto a los moabitas como a los amonitas se les prohibió el acceso a la congregación de Israel porque se negaron a recibir a Israel con pan y agua a su salida de Egipto y porque contrataron a Balaam para maldecir a Israel (Números 22).
Observemos en el versículo 2 que Dios se negó a permitir que Balaam maldijera a Israel. El Señor incluso convirtió la maldición prevista en una bendición. El pueblo de Moab, sin embargo, seguía siendo responsable ante Dios por sus malas intenciones.
Cuando el pueblo de Israel se enteró de que Dios había prohibido a cualquier moabita o amonita estar en la asamblea de su pueblo, quitaron de en medio a los amonitas y moabitas. También se apartaron de toda persona de ascendencia extranjera. A ningún extranjero se le permitió entrar al lugar de adoración.
Dios desea pureza absoluta en el servicio y la adoración. Esto no quiere decir que las puertas de nuestra iglesia deban estar cerradas a los no creyentes. Lo que necesitamos entender aquí es que en el ministerio del reino, Dios quiere que sirvan aquellos que lo conocen y lo aman. Hay líderes de iglesias en todo el mundo que ni siquiera conocen al Señor. Hay maestros de escuela dominical que no viven en una relación con Dios pero aun así enseñan a los niños. Dios desea que Sus hijos hagan avanzar Su reino. Esta no es la responsabilidad del no creyente. Israel no había sido intransigente en esta área. Entonces Nehemías tuvo que lidiar con este asunto a su regreso a Jerusalén.
Destitución de Tobías (versículos 4-9)
El segundo asunto que Nehemías tuvo que corregir estaba relacionado con el uso de los almacenes del templo. A un sacerdote llamado Eliasib se le había hecho responsable de estos almacenes. Estos estaban destinados a guardar los diezmos, las ofrendas y las primicias ofrecidas por el pueblo para el servicio del Señor.
Parece que Eliasib estaba estrechamente relacionado con Tobías, amonita y enemigo acérrimo de Nehemías (2:10). Tobías hizo mucho por obstaculizar las obras del muro que rodeaba la ciudad (4:7-8), y también se había ganado el favor de los nobles judíos (6:17). Tobías también se había hecho amigo de Eliasib, el sacerdote que le proporcionó un gran almacén en el templo de Dios. Tobías se trasladó a esta habitación y vivía allí cuando Nehemías regresó de Persia. Cuando Nehemías descubrió lo que había hecho el sacerdote Eliasib, se disgustó mucho. Nehemías se habría enojado por varias razones. Primero, Tobías era amonita y no se le debería haber permitido entrar al templo. Segundo, Tobías había sido uno de los mayores enemigos de la construcción del muro de Jerusalén. Tercero, los almacenes estaban destinados a guardar los diezmos, las ofrendas y las primicias. Esta sala debería haberse llenado con las ofrendas del pueblo de Dios para que no se obstaculizara la obra del templo.
Nehemías no perdió el tiempo. Entró en el almacén y echó fuera los enseres domésticos de Tobías. Luego ordenó que se purificaran las habitaciones. Nehemías volvió a colocar los utensilios del templo junto con las ofrendas de grano y el incienso. Restauró esta habitación a su propósito original.
Restauración de las porciones asignadas a los levitas (versículo 10-14)
Nehemías se enteró de que las porciones asignadas a los trabajadores del templo no les habían sido entregadas. El pueblo de Dios no traía sus ofrendas al templo. Esto significaba que los trabajadores del templo tenían que trabajar la tierra para tener lo suficiente para vivir. Como resultado de esto el ministerio del templo se vio afectado.
Nehemías reprendió a los funcionarios de la tierra por esta negligencia. Éstos tuvieron convicción de su pecado y llevaron los diezmos, el grano, el vino nuevo y las ofrendas de aceite a los almacenes. Nehemías puso entonces al sacerdote Selemías, al escriba Sadoc y al levita Pedaías a cargo de los almacenes. También nombró ayudante a Hanán. Lo hizo porque sabía que eran dignos de confianza. Estos hombres eran los encargados de distribuir los suministros a sus hermanos en el servicio del templo.
Restauración del sábado (versículo 15-22)
Nehemías notó que había hombres en Judá que pisaban los lagares en sábado. También traían grano y cargaban burros con uvas, higos y otras cargas. El sábado era un día de descanso ordenado para Israel. El Libro de Moisés prohibía trabajar en ese día. Estos individuos estaban ignorando el mandamiento de Dios.
Nehemías también notó que los mercaderes de Tiro que vivían en Jerusalén traían pescado y otras mercancías a la ciudad y las vendían en sábado al pueblo de Israel. Al ver esto, Nehemías reprendió a los nobles y les recordó cómo sus antepasados atrajeron sobre sí la ira de Dios por hacer lo mismo. Al ignorar la ley de Dios, estaban provocando la justa ira de Dios.
Cuando llegó el comienzo del sábado, Nehemías ordenó que se cerraran las puertas de la ciudad y no se abrieran hasta que terminara el sábado. Colocó hombres en las puertas para que no se pudiera introducir nada en la ciudad ese día. Una o dos veces, los mercaderes vinieron a vender sus mercancías, pero se vieron obligados a pasar la noche fuera de la ciudad. Nehemías advirtió a estos mercaderes que si volvían a venir en sábado, les pondría las manos encima personalmente. Los mercaderes decidieron no venir más en sábado.
La Ley del Sábado era para darle al pueblo de Dios tiempo para enfocar su atención en Él. El pueblo de Dios debía aprender a confiar más en Él. En este día de cada siete, debían abstenerse de trabajar. Un año de cada siete, no debían plantar sus campos. Dios prometió cuidarlos en esos tiempos. Al observar Sus mandamientos, el pueblo de Dios conocería Su bendición sobre sus vidas y lo reconocería como su proveedor.
Renunciando a matrimonios extranjeros (versículos 23-29)
Finalmente, Nehemías notó que había hombres en Judá que se habían casado con esposas extranjeras. También vio que la mitad de sus hijos hablaban un idioma extranjero y ni siquiera sabían hablar el idioma de Judá. Esto perturbó mucho a Nehemías. El idioma y la fe de Israel no se estaban transmitiendo a la siguiente generación. Esto rompió el corazón de Nehemías.
El versículo 25 nos dice que reprendió a estos individuos y los maldijo. A algunos los llevó aparte y los golpeó, arrancándoles el cabello. En la cultura de Israel, cuando un hombre se afeitaba el cabello, se estaba humillando. Nehemías no sólo golpeó a estos individuos para castigarlos por su pecado, sino que también les arrancó el cabello para que se avergonzaran de su maldad. Luego les hizo jurar que nunca darían a sus hijas o hijos para casarse con ningún extranjero. Tampoco debían casarse con mujeres extranjeras. Les recordó que fue por este mismo asunto que Salomón cayó en pecado (1 Reyes 11:4).
Observemos en el versículo 28 que uno de los hijos de Joiada, hijo de Eliasib, el sumo sacerdote, era yerno de Sanbalat el horonita. Sanbalat no sólo era extranjero, sino que también trabajaba con Tobías para obstaculizar la obra del muro. Nehemías expulsó a este joven de Israel. A Nehemías le dolía que incluso los sacerdotes hubieran sido culpables de permitir que sus hijos se casaran con extranjeras. Como sacerdotes, tenían la obligación especial ante Dios de honrar su pacto.
Durante su estancia en Jerusalén, Nehemías restauró la obediencia a las leyes de Dios, eliminó las prácticas detestables de la tierra, purificó a los sacerdotes y colocó a personas en el liderazgo espiritual para asegurar que se cumpliera la Ley de Dios.
Lo que debe sorprendernos aquí es cuán rápidamente el pueblo de Dios se alejó de la verdad de Su Palabra. En muy poco tiempo comenzaron a comprometer su fe. Pronto torcieron la Ley para adaptarla a sus preferencias. Finalmente, se apartaron completamente de los mandamientos del Señor.
Necesitamos alabar al Señor por hombres y mujeres como Nehemías que se preocuparon por la verdad de la Palabra de Dios. El corazón de Nehemías estaba destrozado por el mal que vio en la tierra, y se negó a transigir. No aceptaría nada que no fuera obediencia completa a la Palabra de Dios. Nehemías no temía lo que otros pensaran de él cuando defendía la verdad y la disciplina. Demasiados de nosotros nos hemos vuelto tan ciegos a lo que está sucediendo a nuestro alrededor; apenas notamos el mal en la tierra.
¿Podría ser que estemos necesitando mirar profundamente dentro de nuestros corazones y hacer un inventario espiritual? Quizá nuestras iglesias necesiten experimentar una limpieza espiritual. Nehemías parece duro en este pasaje. Sin embargo, así es como debemos ser cuando se trata del pecado en nuestro medio. Necesitamos más personas como Nehemías que no toleren el pecado, sino que lo desarraiguen para la gloria de Dios y el avance de Su reino, sin importar el costo.
Para meditar:
- ¿Qué aprendemos aquí sobre la importancia de la pureza en el pueblo de Dios?
- ¿Hay mandamientos de Dios que nos cueste trabajo obedecer? ¿Cuáles son?
- ¿Qué aprendemos de Nehemías sobre la gravedad del pecado?
- ¿Qué influencias extrañas han entrado en nuestras vidas hoy en día?
- ¿Hasta qué punto creemos que nos hemos perdido la bendición de Dios porque no nos hemos tomado el pecado tan en serio como deberíamos?
Para orar:
- Pidamos al Señor que nos ayude a transmitir nuestra fe a nuestros hijos. Dediquen un momento a orar por ellos y por su caminar con Dios.
- Pidamos a Dios que revele cualquier cosa en nosotros que no le traiga honor y gloria.
- Pidamos al Señor que nos dé seriedad cuando se trata del pecado. Pidámosle que nos ayude a ver el pecado como lo hizo Nehemías.
- Pídele que nos dé fuerzas para obedecerle cueste lo que cueste.
Introducción a Ester
Autor:
El autor del libro de Ester es desconocido. No hay nada en este libro que pueda dar alguna pista sobre su autoría. Los detalles registrados en el libro, sin embargo, indican que el autor estaba lo suficientemente cerca de los personajes y los acontecimientos como para saber lo que estaba sucediendo. Se supone que el libro fuera escrito por alguien cercano a Ester poco después de que estos acontecimientos tuvieran lugar.
Trasfondo:
Ester es el personaje principal de la historia. Ella había nacido judía con el nombre de Hadasa. Ester 2:7 nos dice que fue criada por su primo Mardoqueo porque no tenía padre ni madre. A ella se le conocería más por el nombre de Ester. Ésta vivió en la época en que los judíos habían regresado a su patria para reconstruir la ciudad de Jerusalén. Por alguna razón, ella y Mardoqueo no regresaron a Israel y prefirieron quedarse en Persia.
Cuando el rey Asuero (Jerjes) se divorció de su esposa, fue en busca de una nueva reina por todo el reino. Fue entonces Ester fue llevada al harén del rey Asuero, y allí encontró el favor del rey, el cual la eligió para ser su esposa. En su calidad de reina, Dios utilizó a Ester para desbaratar un plan de destrucción de la nación judía.
Muchos comentaristas reparan en el hecho de que el nombre de Dios no se menciona en absoluto en este libro. Sin embargo, aunque el nombre del Señor no se menciona, hay poderosas evidencias de Su presencia en el libro.
Importancia de los libros para hoy:
La obra soberana de Dios es evidente en el libro de Ester. Aquí vemos los eventos de la vida de Ester trabajando para lograr el propósito de Dios para su nación aunque hay evidencia de que ella no estaba tan consciente de Él y Sus requerimientos.
No podemos dejar de percatarnos las maneras en que Dios usa las decisiones humanas para cumplir Su voluntad. En este caso, Mardoqueo y Ester decidieron quedarse en Persia, y los oficiales del rey decidieron buscar una esposa para el rey. Luego éste escogió a Ester para ser su esposa. Los que tomaban estas decisiones no sabían que Dios estaba cumpliendo Sus propósitos. Esto debería servirnos de gran consuelo hoy en día, pues Dios está sobre cada decisión humana y cumplirá Sus propósitos.
Ester, una huérfana criada por su primo en una tierra extranjera, es posible que no haya sido bien educada en los caminos de Dios; y pareció caer en circunstancias que no eran favorables en la vida, terminando en el harén de un rey persa. Ella acabaría casándose con un no creyente divorciado (algo que Dios prohibía en su ley). ¿Quién hubiera pensado que el Señor usaría a esta mujer para cumplir sus propósitos? Los caminos de Dios son muy diferentes a los nuestros. Él usa a personas que no esperaríamos que usara. El libro nos da motivos para reflexionar sobre cómo tratamos a los que nos rodean, aquellos que han tomado malas decisiones en la vida y que se han encontrado en circunstancias poco favorables. Dios sigue teniendo un propósito para la vida de ellos.
Dios está por encima de nuestras circunstancias. Él es más grande que los problemas en los que nos encontramos hoy. Él puede usar las decisiones que hemos tomado (¡incluso las malas!) para lograr cosas más grandes de las que podríamos esperar. Ester es la historia de cómo una huérfana judía fue levantada por Dios para salvar a su nación de la destrucción. Es una historia que debería inspirar nuestra fe y animarnos a dar un paso más audaz hacia el propósito que Dios ha establecido para nuestras vidas.
25 – La desobediencia de la reina Vasti
Leamos Ester 1:1-22
Los acontecimientos del libro de Ester tienen lugar mientras el pueblo de Dios estaba en el exilio por su pecado. Los persas eran la potencia mundial dominante, tras haber conquistado a los babilonios. En aquel tiempo, quien se sentaba en el trono era el rey Asuero. El versículo 1 nos da una idea de la extensión de su reinado y poder. Él gobernaba 127 provincias en un territorio que se extendía desde la India hasta la región de Etiopía (Cus).
Fue en el tercer año de su reinado cuando Asuero preparó un banquete para sus nobles y funcionarios. En aquella ocasión estuvieron presentes los jefes militares de Persia y Media y los príncipes de sus provincias. La celebración debía durar seis meses (180 días). Durante ese tiempo, el rey mostró las riquezas de su reino a todos los presentes. Asuero se regodeaba en su orgullo y arrogancia. Mostró abiertamente lo rico y poderoso que era. Sus oficiales estarían impresionados por su rey y su poder. La demostración de poder y riqueza debió haber infundido temor en los corazones de los nobles y los funcionarios. Su rey era como un dios para ellos.
Cuando terminó la larga celebración, Asuero dio un gran banquete que duró siete días en el jardín cerrado de su palacio. El banquete estaba abierto a todos los habitantes de la ciudadela de Susa, fueran ricos o pobres. El jardín fue ricamente decorado para esta celebración con colgaduras de lino blanco y azul. Estas cortinas estaban sujetas a columnas de mármol con cuerdas de lino blanco y anillos de plata (v. 6). El pavimento estaba hecho de pórfido (una roca que contiene formaciones cristalinas y suele ser de color púrpura), mármol, nácar y piedras preciosas. Hermosos divanes de oro y plata estaban esparcidos por todas partes sobre este pavimento.
El vino se servía en abundancia en copas de oro. Cada copa era una obra de arte y no había dos iguales. El rey ordenó que todos los invitados bebieran cuanto quisieran. Podemos imaginarnos la escena de aquel día, cuando los invitados bebieron todo el vino que quisieron. La embriaguez y todo lo que conlleva habría sido muy notable esa semana. La reina Vasti, esposa del rey Asuero, ofreció al mismo tiempo un banquete para las mujeres en un lugar separado.
Al séptimo día, el rey Asuero se encontraba con los ánimos exaltados por el vino. En ese momento, ordenó a siete eunucos que le servían que trajeran ante él a la reina Vasti con su corona real. Él quería mostrar su belleza a los nobles borrachos que estaban presentes. Cuando los sirvientes le comunicaron a Vasti la orden del rey, Vasti se negó a ir.
Aunque no se nos dice por qué la reina Vasti se negó a obedecer la orden del rey, parece bastante evidente que era una mujer respetable que no deseaba desfilar ante una banda de hombres borrachos. Esto no sólo estaba por debajo de su dignidad como mujer, sino también como reina y ejemplo para otras mujeres de la comunidad.
La negativa de Vasti a obedecer las órdenes del rey fue una vergüenza para Asuero. Era el rey más poderoso de la tierra, pero su esposa se negaba a acatar sus órdenes. Esto fue especialmente embarazoso y peligroso porque todos los nobles estaban presentes ese día para presenciar este desafío a su poder. Asuero consultó a expertos en la ley y a sabios que entendían los tiempos y les preguntó qué se debía hacer en un caso así.
Memucán le dijo al rey en el versículo 16 que la reina Vasti había agraviado a todos los nobles y ciudadanos de las provincias del rey. Le recordó al rey Asuero que todas las mujeres de la nación se enterarían de la conducta de la reina, seguirían su ejemplo y les faltarían el respeto a sus maridos. Memucán aconsejó al rey que promulgara un decreto real y lo convirtiera en ley, el cual enunciara que nunca más se permitiera a Vasti entrar en presencia del rey Asuero. Todo lo que pertenecía a la reina Vasti le sería quitado; y su posición habría de ser otorgada a otra persona. Memucán creía que, de este modo, el rey Asuero daría un escarmiento a la reina Vasti para que, cuando las mujeres de la nación vieran lo que le había ocurrido, aprendieran a respetar a sus maridos.
Los presentes en el banquete quedaron complacidos con el consejo de Memucán. Entonces el rey siguió su consejo y despojó a Vasti de su cargo. Se enviaron, además, despachos a todas las provincias para comunicar la noticia de la destitución de Vasti y ordenar que cada hombre fuera el jefe de su casa.
Hay algunos puntos que debemos considerar en este capítulo. En primer lugar, este capítulo nos llama a examinar la cuestión de si Vasti hizo bien con su actitud aquel día. ¿Debía Vasti presentarse ante aquellos hombres borrachos sólo porque su marido se lo estaba pidiendo? ¿Ser líder de una familia significa que el hombre puede pedirle a su esposa que haga lo que él quiera (incluso cuando está bajo la influencia de mucho vino) y que ella está obligada a obedecerle? En esta situación, Vasti no estaba dispuesta a violar sus principios morales. Para ella, exhibirse ante estos nobles lujuriosos y borrachos no sólo estaba por debajo de su dignidad, sino que habría violado un principio superior de moralidad.
En cuestiones de preferencia personal, debemos estar dispuestos a someternos a quienes están por encima de nosotros. Sin embargo, hay ocasiones en las que se nos pide que vayamos en contra de un principio moral o espiritual superior. En estos casos, debemos estar dispuestos a desobedecer y sufrir las consecuencias. El principio general, ya sea en el matrimonio, en el trabajo o en las leyes del país, es que respetemos y obedezcamos a quienes están por encima de nosotros. Sin embargo, si estoy en el trabajo y mi jefe me pide que haga algo inmoral o deshonesto, estoy obligado a obedecer a Dios antes que a mi jefe. Me parece que Vasti hizo lo que era correcto y apropiado en su situación. También estaba dispuesta a sufrir las consecuencias de su desobediencia.
Observemos, en segundo lugar, que a veces incluso los justos sufrirán por hacer lo que es correcto. Debemos estar preparados para esto. Como siervos de Dios, entraremos en conflicto con las normas de este mundo, y necesitamos estar listos para sufrir por hacer lo que es correcto.
Veremos el punto final a medida que avancemos en esta historia de Ester. La destitución de la reina Vasti abriría la puerta para que Ester se convirtiera en reina. A través de Ester, Dios salvaría a la nación de Israel de la destrucción. Lo que necesitamos entender aquí es que Dios usará este evento para lograr Sus propósitos en Israel. Los caminos de Dios son bastante extraños a veces. Dios bendijo la decisión de Vasti. Él necesitaba que ella fuera destituida de su puesto para que Sus objetivos pudieran cumplirse. Examinaremos cómo ocurre esto en el resto de este libro.
Para meditar:
- ¿Qué aprendemos aquí acerca de los caminos de Dios? ¿Cómo utiliza Dios la destitución de la reina Vasti para cumplir Su propósito?
- ¿Qué descubrimos en este capítulo acerca del clima espiritual en los días de Asuero?
- La Biblia deja muy claro que debemos estar sujetos a quienes tienen autoridad sobre nosotros (ver Romanos 13). ¿Qué debemos hacer en una situación en la que las peticiones de quienes tienen autoridad sobre nosotros entran en conflicto con los mandamientos morales y espirituales de Dios?
Para orar:
- Pidámosle al Señor que nos dé la gracia de honrar y obedecer a quienes tienen autoridad sobre nosotros.
- Oremos pidiéndole fuerzas y voluntad para sufrir por hacer lo que es justo.
- Dediquemos un momento para orar por quienes sufren hoy por haber hecho lo correcto.
26 – En busca de una reina
Leamos Ester 2:1-17
En el primer capítulo de este libro de Ester vimos cómo la reina Vasti fue relevada de su cargo de reina. Su marido, el rey Asuero, no sólo estaba bajo la influencia de mucho vino en ese momento, sino que se sintió públicamente avergonzado ante los nobles que habían acudido a sus celebraciones. Cuando el rey Asuero volvió en sí, se dio cuenta de lo que había hecho. El versículo 2 nos dice que los asistentes del rey propusieron que se buscara a una joven y bella virgen para distraer la atención del rey de la reina Vasti. La esperanza era que esto animaría al rey.
Entonces se llevó a cabo una propuesta que consistía en que los comisionados de cada provincia del reino de Asuero trajeran a Susa a las jóvenes vírgenes más hermosas de su provincia para que formaran parte del harén del rey. Entonces las pondrían al cuidado del eunuco del rey, un sirviente llamado Hegai. Éste debía ocuparse de su belleza y prepararlas para el encuentro con el rey. Dada la extensión del reino del rey (desde la India hasta Etiopía), este asunto habría llevado algún tiempo y requerido un esfuerzo considerable.
Los asistentes del rey propusieron que éste examinara a cada una de estas jóvenes vírgenes y eligiera a una de ellas para convertirse en reina en lugar de Vasti. El rey quedó encantado con la propuesta y promulgó el decreto.
En Susa vivía un judío llamado Mardoqueo. Había sido llevado al exilio cuando Nabucodonosor capturó Jerusalén y trajo de vuelta a sus ciudadanos más selectos para que trabajaran para él como siervos. Mardoqueo tenía una prima llamada Hadasa. Esta muchacha había perdido a su padre y a su madre, por lo que él la crió como a su propia hija. Aunque Hadasa era prima de Mardoqueo, es evidente que era mucho más joven.
Hadasa también era conocida como Ester. Hadasa era su nombre judío que significaba «mirto». Ester era su nombre persa que significaba «estrella». Ester, tal y como será conocida a lo largo del resto de este libro, era muy hermosa. Como tal, era una candidata ideal para el harén del rey. Cuando se emitió el decreto, Ester, junto con muchas otras muchachas, fue llevada a la ciudadela y puesta bajo el cuidado de Hegai, el eunuco del rey.
Había algo particularmente agradable en Ester. Se ganó el favor de Hegai. Al ver su belleza y gracia, comenzó de inmediato su tratamiento de belleza. También le dio una dieta especial. Ester recibió siete criadas para atender sus necesidades y fue trasladada al mejor lugar del harén. Obviamente, la mano de Dios estaba sobre ella.
Muchos hombres y mujeres de fe vieron el favor de Dios sobre ellos de esta manera. José lo experimentó durante su estancia en casa de Potifar (Génesis 9:4). Nehemías experimentó el favor de Dios cuando se acercó al rey para pedirle permiso para volver a Jerusalén (Nehemías 2:5). La iglesia primitiva experimentó este favor a los ojos de los incrédulos (Hechos 2:47). Jesús experimentó el favor tanto de Dios como de los hombres (Lucas 2:52). Cuando Dios quiere cumplir Sus propósitos, a veces nos concede el favor de aquellos a quienes nos envía. Ciertamente, este es el caso de Ester.
Cuando Ester partió hacia el harén del rey, Mardoqueo le dijo que no debía revelar su nacionalidad. Admitir que era judía en aquella época la habría puesto en desventaja. Los judíos eran un pueblo conquistado. Eran siervos y no tenían el mismo estatus que los de la región. En el transcurso de esta historia descubriremos que el hecho de que su nacionalidad estuviera oculta la beneficiaría y finalmente traería una gran victoria a los judíos. Dios había previsto todos los detalles. Incluso la ocultación de su identidad sería importante.
Aunque Ester ya no vivía en su casa, Mardoqueo seguía muy preocupado por ella. El versículo 11 nos dice que todos los días caminaba de un lado a otro cerca del patio del harén para averiguar cómo le iba y qué le sucedía. Todo parece indicar que él amaba mucho a Ester y estaba genuinamente preocupado por su situación.
Mientras tanto, Hegai estaba ocupado preparando a las muchachas para ver al rey. Antes de que una muchacha pudiera ver al rey, debía someterse a doce meses de tratamiento de belleza. Durante seis meses, era tratada con el aceite de mirra, muy propicio para suavizar la piel. En los seis meses restantes, se le aplicaban perfumes y cosméticos especiales.
Cuando llegaba el día en que la joven virgen se presentaba ante el rey, a ella se le permitía coger lo que quisiera del harén. Probablemente, lo que este versículo quiere decir es que se le permitía coger cualquier joya o ropa que deseara para causar impresión en el rey. La joven virgen iba a ver al rey por la tarde y se quedaba con él toda la noche. Por la mañana, volvía a otra parte del harén. Al regresar del rey, se ponía bajo la dirección de Saasgaz, otro de los eunucos del rey que supervisaba a todas las concubinas del rey. Estas mujeres debían permanecer bajo el cuidado de Saasgaz y no volverían a ver al rey a menos que éste las llamara por su nombre. Adam Clarke, en sus comentarios sobre Ester 2:14, nos dice que después de esto la concubina nunca sería dada en matrimonio a otro hombre. (Adam Clarke, Comentario bíblico de Adam Clarke: Ester 2:14, Formateado para Palm Bible+ ver.2.47. Bajo licencia GNU GPL). Aunque serían bien atendidas, estas mujeres debían estar reservadas sólo para el rey y sólo se les permitiría entrar en su presencia cuando fueran llamadas por su nombre.
Cuando a Ester le llegó el turno de ver al rey, escuchó atentamente los consejos de Hegai. En el décimo mes del séptimo año del reinado de Asuero, la llevaron a ver al rey. Cuando el rey conoció a Ester, se sintió atraído por ella, la cual se ganó su especial favor y aprobación. Él estaba muy complacido en ponerle la corona real en la cabeza de Ester para que se convirtiera en reina en lugar de la reina Vasti.
En todo esto, vemos la obra de un Dios soberano. Vasti fue destituida de su posición para que Ester pudiera tomar su lugar. Aunque toda la nación estaba involucrada en este proceso, Dios estaba sobre todo. Él llevó a cabo todos los eventos para cumplir Sus propósitos. Ester se convierte en la reina de la nación más poderosa que había en toda la tierra. La mano de Dios se estaba moviendo y concediendo favor a Ester. Ella voluntariamente dio el paso hacia ese favor y pasó a través de las puertas que Dios estaba abriendo para ella. Dios estaba preparando la escena para lograr la salvación de Su pueblo. Incluso antes de que Su pueblo tuviese tal necesidad, Dios preparó una solución. Qué maravilloso es este pensamiento. A través del profeta Isaías, Dios dice:
Y antes que clamen, responderé yo; mientras aún hablan, yo habré oído. (Isaías 65:24)
Dios sabe cuáles serán nuestras necesidades incluso antes de que las tengamos. Él ya ha preparado las soluciones a nuestros problemas futuros. Nuestras oraciones ya tienen respuesta en la mente de Dios. El Señor está arreglando circunstancias y situaciones para que esas oraciones puedan ser contestadas. ¡Cuánto tenemos que agradecerle al Señor por cuidar de nosotros de esta manera!
Para meditar:
- ¿Cómo prepara Dios el camino de Ester para cumplir Sus propósitos? ¿De qué manera nos estimula esto en nuestra propia vida y ministerio?
- ¿A quién usa Dios para cumplir Su propósito de hacer reina a Ester? ¿Estaban conscientes estas personas de que eran instrumentos de Dios para traer la salvación a Su pueblo? ¿Qué nos dice esto acerca de Dios?
- ¿De qué manera nos alienta el hecho de que el Señor ha preparado respuestas a los problemas de Su pueblo, incluso antes de que haya evidencia de estos problemas?
Para orar:
- Oremos dándole gracias al Señor porque es un Dios soberano que hace todas las cosas según Sus propósitos.
- Agradezcámosle por el hecho de que Él sabe lo que estamos necesitando incluso antes de que lo necesitemos. Démosle gracias porque Él está elaborando la solución a los problemas que aún no hemos enfrentado.
- Pidamos a Dios que nos favorezca con aquellos que se interponen entre nosotros y el cumplimiento de Su propósito para nuestra vida.
27 – Amán y Mardoqueo
Leamos Ester 2:18-3:15
Por la gracia de Dios, Ester se había convertido en reina en la tierra de Persia. Sin que ella ni los judíos de entonces lo supieran, Dios estaba preparando el escenario para una terrible declaración que amenazaría con exterminarlos como pueblo en la tierra de Persia.
En el versículo 18, el rey Asuero preparó un gran banquete en honor de su nueva esposa. Reunió a sus nobles y funcionarios y proclamó un día festivo en todas las provincias de su tierra. Se hicieron regalos con liberalidad. Asuero parece haber sido un hombre muy extravagante.
Durante las celebraciones, Mardoqueo estaba sentado ante la puerta del rey. Mientras estaba sentado allí, dos de los oficiales del rey que custodiaban la puerta se enojaron mucho y planearon matar al rey Asuero. Mardoqueo se enteró del complot y se lo contó a la reina Ester, quien lo informó a Asuero y dio crédito a Mardoqueo. Cuando se investigó el informe y se descubrió que era cierto, los dos oficiales fueron ahorcados. El incidente fue registrado en los archivos en presencia del rey. En ese momento, no se hizo nada para recompensar a Mardoqueo, pero todo esto estaba en la mano de Dios. Llegaría el momento en que Mardoqueo sería recompensado, pero todavía no. El tiempo de Dios no es como el nuestro.
Después de este acontecimiento, el rey Asuero honró a un hombre llamado Amán y le dio una posición más alta que a cualquiera de los otros nobles. El rey ordenó que todos honraran a Amán. Dondequiera que fuera, la gente tenía que arrodillarse y presentarle sus respetos. Mardoqueo, sin embargo, se negó a rendirle honores.
Podemos preguntarnos legítimamente por qué Mardoqueo se negó a inclinarse ante Amán. La respuesta puede encontrarse en la orden que el rey dio a su pueblo respecto a Amán. El versículo 2 nos dice que el rey ordenó a su pueblo a «honrar» a Amán. La palabra hebrea aquí es «shachah», que puede significar adorar o reverenciar. Es muy probable que Amán esperara ser adorado como un dios. Si este es el caso, la razón por la que Mardoqueo se negó a inclinarse fue que, como judío, Mardoqueo sólo doblaría la rodilla en adoración al Dios de Israel. Mardoqueo arriesgó voluntariamente su vida para ser obediente al mandato del Señor y Dios de Israel.
La negativa de Mardoqueo a inclinarse y adorar a Amán dejó perplejos a los funcionarios reales en la puerta del rey. Entonces le preguntaron por qué se negaba a obedecer el mandato del rey y arriesgar así su vida. Cada día trataban de persuadirlo para que se inclinara ante Amán, pero Mardoqueo se negaba continuamente.
El versículo 4 nos dice que Mardoqueo reveló a los funcionarios reales que era judío. Esto es importante. ¿Podría ser que la razón por la que Mardoqueo se vio obligado a revelar este hecho fue porque estaba explicando a los funcionarios que, como judío, iba en contra de su fe inclinarse ante cualquiera que no fuera el único Dios verdadero?
Al oír su explicación, los funcionarios fueron a ver a Amán y le contaron lo que Mardoqueo había dicho. Es posible que se preguntaran si le darían clemencia por su fe. Amán se puso furioso cuando oyó que Mardoqueo se negaba a arrodillarse a pesar de los repetidos esfuerzos de los funcionarios por convencerlo de que lo hiciera. Cuando Amán se enteró de que Mardoqueo era judío, decidió matar a todos los judíos del Imperio persa. Esta decisión fue tomada en parte a causa de Mardoqueo, pero no debemos ver esto como la única razón de la decisión de Amán. Amán odiaba a los judíos porque los consideraba un obstáculo para sus aspiraciones de ser honrado como dios.
Cabe señalar aquí que Amán era agagueo (3:1). Agag era un rey amalecita en los días en que Saúl era rey de Israel (1 Samuel 15). Después de un ataque contra los amalecitas, el rey Saúl perdonó a Agag. Esto enfureció a Dios, que había ordenado a Saúl destruir a este pueblo. Dios envió a su profeta Samuel para confrontar a Saúl sobre este asunto. Samuel, él mismo, se convirtió en el instrumento del juicio de Dios y mató a Agag con la espada. Los amalecitas siguieron siendo enemigos de Israel (1 Samuel 30). Amán sería consciente de esta historia, y esto también podría haber sido una motivación para que buscara vengarse de los judíos.
Una vez tomada la decisión, Amán sólo tenía que decidir cuándo y cómo ejecutar su plan para exterminar a los judíos. Para determinarlo, lanzó el pur. Es decir; echó «suertes». No se nos dice cómo se hizo. Podría ser que tiraran un dado o hicieran algo de esta naturaleza para fijar el mes en que su malvado plan se llevaría a cabo. Echar el pur puede incluso haber formado parte de una ceremonia religiosa.
Una vez fijado el mes, Amán fue a ver al rey Asuero y le reveló su plan. Amán habló al rey de un pueblo cuyas ideas y costumbres eran diferentes a las suyas. Le contó a Asuero cómo los judíos se negaban a obedecer las leyes del rey. Esto podría llevarnos a pensar que Mardoqueo no fue el único que se negó a inclinarse ante Amán. Amán aconsejó al rey que le convendría destruir a esa gente.
Amán ocultó su odio a Mardoqueo bajo la apariencia de lealtad al rey. Amán incluso ofreció depositar diez mil talentos de plata en el tesoro real para los hombres que llevaran a cabo este plan y propuso que se emitiera un decreto a tal efecto.
El rey Asuero se quitó el anillo del dedo y se lo dio a Amán. El anillo era un símbolo de autoridad. Se utilizaba para sellar documentos oficiales. Cuando el rey le dio su anillo a Amán, en efecto le estaba dando el derecho de llevar a cabo su malvado complot. Observemos en el versículo 11 que el rey Asuero confió plenamente en Amán. Le dijo que se quedara con su dinero pero que hiciera lo que creyera necesario con los judíos.
Muy poco tiempo se perdió en este asunto. El día trece de ese mismo mes, se reunieron secretarios para redactar el decreto del rey en las diversas lenguas del pueblo. Las órdenes se sellaron con el anillo del rey y se hicieron oficiales.
Entonces se enviaron mensajeros a todas las provincias del rey con la orden de aniquilar a todos los judíos. Ningún judío debía ser perdonado. Jóvenes, ancianos, mujeres y niños pequeños debían ser asesinados. Esto ocurriría en un solo día, el decimotercer día del duodécimo mes. Todo el mundo debía estar preparado para llevar a cabo este terrible acto en ese día y luego saquear todas las posesiones de los judíos asesinados.
Una vez emitido su decreto, Amán y el rey se sentaron a beber. La ciudad de Susa, sin embargo, estaba confundida por esta horrible orden. Detrás había una mente muy malvada, celosa y orgullosa. Sin embargo, controlando todo este mal estaba un Dios soberano que sabía lo que sucedería. Incluso entonces, Dios estaba elaborando Su plan para defender a Su pueblo. Mientras el rey y Amán bebían juntos en celebración, Dios preparaba derrotar todos los propósitos de ellos.
Para meditar:
- ¿Qué aprendemos aquí sobre la valentía de Mardoqueo?
- ¿Nos hemos encontrado alguna vez en una situación en la que nos hayamos sentido tentados a escondernos o a transigir en nuestra fe? ¿Qué desafío nos presenta Mardoqueo?
- ¿Nos hemos encontrado alguna vez en una situación en la que hayamos pensado que las cosas estaban completamente fuera de control y que se había perdido toda esperanza? ¿De qué manera nos motiva el hecho de que, aunque exteriormente las cosas parezcan muy terribles, Dios sigue trabajando entre bastidores?
Para orar:
- Pidamos al Señor que nos dé el valor para mantenernos firmes en nuestro caminar con Él.
- Agradezcámosle por ser Él un Dios soberano que controla el futuro.
- Démosle gracias porque no importa cuán difíciles parezcan las cosas, en Él siempre hay esperanza.
28 – Si perezco, que perezca
Leamos Ester 4:1-17
Ya se había decretado el plan de exterminio de los judíos. Los mensajeros viajaron a los rincones más alejados del imperio persa para dar la orden de que en un día determinado todos los ciudadanos se levantaran para matar a los judíos y saquear sus posesiones.
La noticia de este complot llegó a Mardoqueo. Cuando éste se enteró del plan de Amán, se rasgó las vestiduras, se vistió de cilicio y ceniza en señal de duelo y salió a la ciudad lamentándose amargamente. La carga habría sido particularmente grande para Mardoqueo porque comprendía que era por su negativa a inclinarse ante Amán por lo que este mal les había llegado como nación. Es posible que se preguntara por qué el Señor había permitido que esto sucediera cuando él había sido fiel en guardar Sus mandamientos. Lo que empeoró las cosas fue que sólo pudo llegar hasta la puerta del rey porque a nadie que estuviera vestido de cilicio y ceniza se le permitía entrar. Esto significaba que no tenía acceso ni al rey, para pedirle clemencia, ni a Ester, que podría haber visto al rey en su nombre.
Hubo una respuesta similar en todas partes donde se leyó el decreto. Los judíos de todas las provincias se lamentaron, ayunaron y lloraron con cilicio y ceniza. El pueblo de Dios se volvió hacia Él en este tiempo de angustia. No tenían a quién recurrir sino al Señor, así que ayunaron y buscaron Su misericordia.
Fueron las criadas y los eunucos de Ester quienes vinieron y le hablaron de Mardoqueo. Al enterarse de que Mardoqueo estaba vestido de cilicio, Ester le envió ropa para que se vistiera. Al parecer, ella no sabía qué era lo que preocupaba a Mardoqueo. Mardoqueo rechazó la ropa.
Ester comprendió que algo muy grave perturbaba a Mardoqueo. Llamó a Hatac, uno de los eunucos asignados para atenderla, y le ordenó que hablara con Mardoqueo para averiguar qué le preocupaba. Hatac hizo lo que se le había ordenado y se enteró del complot para matar a los judíos. Mardoqueo entregó a Hatac una copia del decreto que enunciaba la aniquilación de todos ellos. A través de Hatac, Mardoqueo le suplicó a Ester que se acercara al rey para pedirle misericordia y rogarle que salvara a su pueblo. Debemos ver aquí que aunque Mardoqueo no tenía acceso directo a Ester ahora que ella era reina, Dios le abrió una puerta para hablar con ella a través de su sirviente Hatac.
Cuando Ester recibió el informe de Hatac, lo envió de vuelta para recordarle a Mardoqueo que la costumbre de la corte real establecía que a ningún hombre o mujer se le permitía acercarse al rey en su corte interior sin ser primero convocado. Cualquiera que lo hiciera sería condenado a muerte a menos que, en ese momento, el rey le extendiera su cetro y le perdonara la vida. Ester le recordó a Mardoqueo que ella no había sido llamada para ver al rey y que verlo sin ser convocada sería arriesgar su vida.
Ester no estaba segura de lo que debía hacer. Obviamente, estaba sufriendo por su pueblo y por Mardoqueo, pero si el rey no estaba complacido con ella, la matarían y no sería de ningún beneficio para su pueblo. Cuando Mardoqueo escuchó lo que Ester tenía que decir, le dijo que ella no sería perdonada sólo porque estaba en la casa del rey. Mardoqueo le estaba diciendo que su vida también estaba en peligro. Una vez que se descubriera que era judía, el rey se vería obligado a matarla para obedecer su propio decreto. Se acercara o no al rey, su vida corría peligro. Mardoqueo le recordó a Ester que si se quedaba callada en ese momento, Dios podría obtener la liberación de otra fuente, pero ella y su familia iban a perecer. También le añadió que quizás podría haber sido para este mismo propósito que ella se había convertido en reina.
La respuesta de Mardoqueo es muy sabia. Hay varias cosas que debemos notar en su respuesta. Primero, observemos que Mardoqueo le recordó a Ester que ella misma estaba en peligro. Puede ser que Ester ya se hubiera acomodado en su situación, y vivía con una falsa sensación de seguridad. Ella creía que porque era reina, estaría a salvo. Mardoqueo le hizo ver que no era así. Ella estaba en peligro, lo viera o no. Ester no estaba segura si debía arriesgar su vida. Mardoqueo le recordó que si no hacía algo, perecería aunque fuera reina.
Muchas personas viven hoy con falsa seguridad. Creen que porque van a la iglesia o porque aceptaron a Jesús como su Salvador, no tendrán que responder ante Dios por sus acciones. La realidad es que todos tendremos que responder ante Dios en el Día del Juicio Final.
En segundo lugar, observemos que Mardoqueo creía en que habría liberación. Él se dio cuenta de que la situación parecía muy sombría. Él no sabía cómo el Señor iba a liberar a Su pueblo de este complot malvado, pero habló de la liberación que Dios traería a Su pueblo. Mardoqueo creía que Ester podía ser la respuesta a este problema. Le dijo, sin embargo, que si ella no hacía algo, Dios levantaría a alguien más para ser el libertador.
Dios puede usar a cualquiera para cumplir Sus propósitos. Mardoqueo creía que Ester era el instrumento de Dios, pero no puso su fe en ella. Era Dios quien liberaría, no Ester. Si ella se negaba a asumir la responsabilidad, Dios encontraría a alguien más.
Dios nos está preparando para un ministerio en particular. Las circunstancias por las que Él nos ha hecho pasar, y las pruebas que hemos tenido que soportar son todas parte de la preparación para ese ministerio. Sin embargo, no todos aceptan el llamado de Dios. Algunas personas son desobedientes. Algunos tienen mucho miedo. Si no damos el paso adelante, sufriremos pérdidas significativas, y no veremos el fruto que Dios quería para nuestras vidas. Perderemos espiritualmente. Sin embargo, los propósitos de Dios no se verán obstaculizados. Él es completamente capaz de usar a alguien más para lograr esos propósitos.
Mardoqueo le recordó a Ester los propósitos soberanos de Dios. La desafió a mirar lo que el Señor había hecho en el último tiempo. La desafió a hacerse las preguntas: ¿Por qué Dios me ha colocado en este palacio? ¿Por qué me ha dado esta posición? Mardoqueo de alguna manera creía que Dios le había dado a Ester este lugar de honor para que ella pudiera ser Su instrumento en esta hora de necesidad. Por mucho que amara a Ester, Mardoqueo la desafió a arriesgarse e ir a ver al rey.
Las palabras de Mardoqueo hicieron pensar a Ester. Entonces mandó a decirle que reuniera a todos los judíos de Susa y les pidiera que ayunaran tres días por ella, que ella y sus criadas harían lo mismo. Después de tres días, arriesgaría su vida e iría a ver al rey, aunque fuera contra la ley. En el versículo 16, ella se entrega a la voluntad de Dios: «Si perezco, que perezca», dijo. Alentado por esto, Mardoqueo reunió a los judíos de Susa y los convocó a orar y ayunar durante tres días.
Dios necesitaba llevar a Ester al punto en que estuviera dispuesta a arriesgarlo todo. Este es un punto en el que todos necesitamos estar en nuestra relación con Dios. ¿Estamos dispuestos a arriesgarlo todo para lograr lo que Dios nos ha llamado a hacer? Fue relativamente fácil para Ester cuando Dios la llamó a ser reina y vivir en el regazo del lujo. Pero luego Dios la llamó a estar dispuesta a dejar todo eso de lado y arriesgar su vida por Él. ¿Estaríamos dispuestos a ir tan lejos por el bien del Señor y de Su reino?
Para meditar:
- ¿Le suceden cosas malas a la gente buena? ¿Qué evidencia hay aquí para apoyar nuestra respuesta?
- En este capítulo podemos ver a Ester con una falsa sensación de seguridad. ¿A qué falsas seguridades podemos aferrarnos hoy?
- ¿Qué aprendemos aquí sobre la soberanía de Dios a la hora de resolver las circunstancias de la vida? ¿Hay alguna evidencia en nuestras vidas de cómo Dios nos preparó para un ministerio o desafío? Argumentemos.
- ¿Qué importancia tiene que lleguemos a un punto en el que estemos dispuestos a arriesgarlo todo por el Señor?
Para orar:
- Pidámosle al Señor que nos lleve al punto de dejarlo todo por Él.
- Agradezcámosle por ser un Dios soberano que lleva a cabo Sus propósitos y Sus planes para nuestras vidas.
- Oremos pidiéndole que nos haga estar dispuestos a seguirle no sólo en los momentos fáciles, sino también en los difíciles.
29 – Un banquete y una horca
Leamos Ester 5:1-14
Los judíos de Susa habían ayunado y orado durante tres días por invitación de la reina Ester. Al tercer día, ella se acercó al rey para pedir su favor y misericordia para su pueblo. Aunque acercarse al rey sin invitación podía costarle la vida, Ester se arriesgó voluntariamente por el bien de su pueblo.
Al tercer día, Ester se vistió con sus ropas reales y se plantó en el patio interior del palacio, frente al salón del rey. El rey estaba sentado en su trono frente a la entrada cuando ella entró. Este era el momento de la verdad. ¿Tendría el rey misericordia y extendería su cetro u ordenaría que la mataran por desafiar la ley de la corte?
Cuando el rey vio a Ester, se sintió complacido con ella, y para mostrar su favor, extendió su cetro, al cual ella, acercándose, tocó en la punta. Parece que tocar la punta del cetro era una forma de reconocer, recibir y expresar gratitud por el favor y la misericordia del rey. Cuando terminaron las formalidades, el rey Asuero preguntó a Ester qué quería. Le ofreció hasta la mitad de su reino. Es evidente que él comprendía que ella no desafiaría voluntariamente la ley de la corte sin razón alguna.
Aunque Ester podría haber dado a conocer sus peticiones al rey en ese momento, optó por pedirle que acudiera a un gran banquete que estaba preparando para él. También invitó a Amán. El rey Asuero, por lo que hemos visto de él en la primera parte de este libro, parecía disfrutar de los banquetes y las celebraciones. Aceptó encantado la invitación y ordenó que trajeran enseguida a Amán para que pudieran asistir al banquete que Ester les había preparado.
No se sabe por qué Ester no pidió inmediatamente al rey que perdonara la vida a su pueblo. Tal vez sintió que necesitaba prepararlo para esta petición. Tal vez no era el momento oportuno. Parece estar claro que ella no tenía la libertad de parte del Señor para hacerle aquella petición en ese momento. Así que esperó el momento oportuno. Las palabras correctas pronunciadas en el momento equivocado no producirán el resultado deseado. Como representantes del Señor, necesitamos saber lo que el Señor quiere que digamos. Sin embargo, es igualmente importante que esperemos el momento oportuno del Señor para pronunciar esa palabra.
Mientras el rey bebía vino en el banquete de Ester, volvió a preguntarle qué tenía en mente y qué podía darle. De nuevo, le promete hasta la mitad de su reino. Por segunda vez, Ester le pide que vuelva al día siguiente con Amán para otro banquete. Ella prometió hacerle saber su petición en ese momento.
Cuando Amán abandonó el banquete esa noche, estaba encantado. Sin embargo, al pasar por la puerta del rey, vio a Mardoqueo sentado allí. Se dio cuenta de que Mardoqueo seguía negándose a inclinarse ante él. Esto lo enojó mucho. El versículo 10 nos dice que se contuvo y se fue a casa. Amán pudo haber hecho algo en ese momento para que Mardoqueo fuera castigado, pero Dios no permitió que esto sucediera. Dios protegió a Mardoqueo en esta ocasión.
Cuando regresó a casa esa noche, Amán reunió a sus amigos y familiares. Se jactó ante ellos de su enorme riqueza, de sus muchos hijos y de cómo el rey lo había honrado por encima de cualquier otro noble del país. Les contó que Ester lo había invitado a él solo al banquete que había preparado para el rey y que le había pedido que volviera al día siguiente. Amán se sentía importante. Se veía a sí mismo como el hombre más importante del Imperio Persa, junto al rey.
A continuación, Amán dijo a sus amigos y a su esposa que todo esto no le satisfacía mientras Mardoqueo se negara a inclinarse ante él y a reconocer su autoridad y dignidad. Mardoqueo era una espina clavada en su costado. Zeres, la mujer de Amán, y sus amigos sugirieron que Amán construyera una horca de setenta y cinco pies de altura (veintitrés metros). La idea era humillar a Mardoqueo. Una horca tan alta sería visible. La gente podría verlo colgado de esta horca por toda la ciudad. A Amán le gustó la idea, pero no tenía derecho a dictar la sentencia de muerte. Decidió, por tanto, pedir permiso al rey por la mañana para hacer colgar a Mardoqueo de estas horcas por su negativa a honrarle y respetarle como representante del rey. Amán ordenó inmediatamente que se construyera la horca, esperando una respuesta positiva del rey.
En cuanto a Mardoqueo, los problemas parecían ir en aumento. El tiempo se acababa para los judíos. Si Amán se salía con la suya, a Mardoqueo sólo le quedaba un día de vida. El tiempo de Dios no es el mismo que el nuestro. Lo que parecía ser el fin de toda esperanza fue el comienzo del maravilloso plan de liberación de Dios.
Hay varios principios que debemos ver en este pasaje. En primer lugar, la mano de Dios en la vida de Su pueblo. Vemos esto en la manera en que Dios respondió a las oraciones de Su pueblo y le dio a Ester favor ante los ojos del rey. También vemos Su favor sobre Mardoqueo cuando lo protegió de la ira de Amán a la puerta del rey. Dios responde las oraciones. A simple vista, podemos ver los planes malvados de individuos que quieren destruir al pueblo de Dios. Sin embargo, tras bambalinas, el Espíritu de Dios se mueve poderosamente para traer la victoria a Su pueblo. La apariencia exterior nos engaña fácilmente. Dios trabaja silenciosamente entre bastidores para cumplir Su propósito.
En segundo lugar, percatémonos de la importancia de esperar en el tiempo de Dios. Ester no lleva inmediatamente su petición al rey. No era el tiempo de Dios. Amán necesitaba construir horcas. Esas horcas serían la prueba para el rey de sus malas intenciones. También descubriremos en el próximo capítulo que el rey mismo necesitaba estar preparado para la petición de Ester. Hay un momento adecuado para todo. Sólo cuando Amán y el rey hubieran sido adecuadamente preparados por Dios, se le permitiría a Ester compartir su petición. Ester necesitaba estar en sintonía con el tiempo de Dios.
Cuando tenía cuarenta años, Moisés tenía una carga en cuanto su pueblo (Hechos 7:23). Quería que su pueblo lo viera como su libertador (Hechos 7:25). Aunque la voluntad de Dios era utilizar a Moisés para liberar a su pueblo, el momento no era el adecuado. Moisés no estaba preparado para ser utilizado. Dios lo envió al desierto durante cuarenta años. Sólo cuando tenía ochenta años Dios permitió que Moisés regresara a Egipto para liberar a Su pueblo.
El momento oportuno es importante. La palabra correcta o la acción correcta llevada a cabo en el momento equivocado no logrará el propósito de Dios. El Señor puede darnos una carga y poner un mensaje en nuestro corazón, pero también tiene la intención de que esperemos en Su tiempo. Detrás del telón Dios está trabajando para preparar los corazones y las vidas de aquellos a quienes va dirigido ese mensaje. Debemos estar en sintonía con Dios en cuanto a esto.
Para meditar:
- En este capítulo, vemos cómo los enemigos del pueblo de Dios conspiraron contra ellos. Sin embargo, vemos la mano de Dios actuando al mismo tiempo. ¿Qué evidencia hay de que Dios está obrando en la vida de Su pueblo en este capítulo?
- Dediquemos un momento para considerar cómo actúa Dios en nuestras vidas hoy en día.
- ¿Por qué es importante el tiempo correcto en el ministerio del Reino de Dios?
- ¿Alguna vez nos hemos encontrado tan ansiosos por realizar la obra de Dios que no esperamos por Él? ¿Cuál fue el resultado?
- ¿Cómo podemos saber cuándo el tiempo de Dios es el correcto? ¿Tenemos ejemplos personales de un momento incorrecto? ¿Y ejemplos del tiempo correcto?
Para orar:
- Pidamos a Dios que nos ayude a esperar Su tiempo en nuestros ministerios y en nuestras decisiones
- Agradezcamos al Señor que Él contesta las oraciones. Agradezcámosle que lo hace a pesar de todos los esfuerzos del enemigo por derrotarnos.
- Agradezcamos al Señor que nos extiende su mano de gracia, como hizo con Ester. Démosle gracias por el privilegio de ser un siervo elegido en quien Él se deleita.
- Oremos al Señor pidiéndole perdón por las veces que no confiamos en Sus propósitos y nos fijamos más en la apariencia exterior. Pidámosle que nos dé fe para confiar en Él incluso cuando las cosas no parecen ir en la dirección que esperábamos.
30 – Una recompensa a su debido tiempo
Leamos Ester 6:1-14
En la última meditación, vimos cómo Ester invitó al rey y a Amán a un banquete en su honor. En ese banquete, el rey preguntó a Ester qué podía hacer por ella, pero Ester no estaba dispuesta a compartir su petición con el rey. En su lugar, le pidió que volviera a un segundo banquete que estaba preparando para él y Amán. En ese momento, ella le daría su respuesta.
Lo esencial que debemos entender es cómo Dios está trabajando detrás del telón para cumplir Su propósito. Mientras Ester esperaba el momento oportuno para pedirle al rey que salvara a su pueblo, Amán avanzaba en su plan de matar a Mardoqueo. La horca estaba siendo preparada para colgarlo, pero esto finalmente funcionaría en contra de Amán.
Mientras Amán preparaba la horca para Mardoqueo, Dios estaba obrando en la vida del rey. Esa noche, el rey no podía dormir. Ordenó, entonces, que le trajeran el libro de las crónicas de su reinado. Mientras le leían el relato de su reinado, al rey le llamó la atención un incidente registrado en la crónica acerca de Mardoqueo, quien había salvado su vida al desenmascarar un complot de asesinato. En la crónica no constaba que Mardoqueo hubiera recibido ningún honor o reconocimiento por haber desenmascarado el complot. El rey preguntó a sus siervos qué se había hecho para reconocer a Mardoqueo por sus acciones. Sus asistentes le aseguraron que Mardoqueo nunca había sido reconocido ni honrado por su acción.
Una vez más, vemos la importancia del tiempo de Dios en todos los asuntos. Mientras el rey pensaba en lo que debía hacer por Mardoqueo, Amán apareció en la corte. Había venido en ese preciso momento para pedirle al rey permiso para colgar a Mardoqueo de la horca que había preparado. El rey pidió que Amán compareciera ante él. Cuando Amán se acercó, el rey le preguntó: «¿Qué se hará al hombre cuya honra desea el rey?». (v. 6).
Amán nunca podría haberse imaginado que el rey estaba hablando de Mardoqueo cuando hizo esa pregunta. Amán pensó que el rey hablaba de él. Pensando que se trataba de él, Amán le dijo al rey que debía vestir a la persona a la que quería honrar con una de sus vestiduras reales y colocarle sobre un caballo que el rey había montado. A continuación, Amán sugirió que esta persona honrada fuera conducida por las calles de la ciudad por uno de los príncipes más nobles del rey proclamando: «Así se hará al varón cuya honra desea el rey». (v. 9).
El hecho de vestir una de las ropas reales del rey y montar un caballo que el rey había montado era un honor muy alto. En aquella época, ni siquiera las esposas del rey podían acercarse a él sin una invitación especial. El rey estaba diciendo que la persona a la que él privilegiaba de esta manera era digna de gran honor.
Al rey le gustó la sugerencia de Amán, y le sugirió que el mismo condujera el caballo por la ciudad con Mardoqueo sentado en él. Sólo podemos imaginar lo devastador que esto debió haber sido para Amán. Éste había venido a pedir la muerte de Mardoqueo, pero en lugar de eso, se le ordenó honrarlo como no se había honrado a ningún otro hombre. Hacer desfilar así a Mardoqueo por la ciudad habría sido humillante para Amán. Además, se estaba construyendo la horca para colgar al hombre que el rey quería honrar. Esto no le iría bien. Este hecho ponía a Amán en contra del rey porque se descubriría que quería matar al hombre que había salvado la vida del rey.
Después de hacer desfilar así a Mardoqueo por la ciudad, Amán regresó a su casa lleno de angustia, y les contó a su mujer y a sus amigos lo que había sucedido aquel día. Sus consejeros le hicieron una observación fascinante. Le dijeron que, como Mardoqueo era de origen judío, no podría enfrentarse a él. Su ruina estaba asegurada.
Puede haber varias razones por las que los consejeros de Amán hicieron esta afirmación. Puede haber sido porque habían oído hablar del Dios de los judíos. Era un Dios poderoso que luchaba por su pueblo. Amán se estaba enfrentando al Dios de los judíos y, por lo tanto, no podía tener éxito. Más allá de esto, sin embargo, estaba el hecho de que Mardoqueo acababa de ser honrado por encima de Amán. Mardoqueo había alcanzado una posición muy poderosa en el país. Como judío, no se quedaría de brazos cruzados viendo cómo Amán destruía a su pueblo. El complot de Amán para matar a los judíos quedaría al descubierto, y él sería visto como un traidor al rey.
Amán todavía estaba hablando con sus consejeros sobre este asunto cuando llegaron los eunucos del rey para acompañarlo al banquete que Ester había preparado. Esta vez, sin embargo, Amán no estaba tan orgulloso. Debió haber miedo en su corazón. De la noche a la mañana, su posición ante el rey había cambiado. Los alardes arrogantes de Amán se detuvieron en un instante.
Dios obra en Su tiempo. Mientras Ester se demoraba, Dios trabajaba. Pronto sería el momento perfecto para que ella le pidiera al rey que salvara a su pueblo de las manos de Amán. Dos días antes, la respuesta del rey habría sido muy diferente. Ahora, su corazón estaba preparado para concederle a Ester su petición.
Muchas veces, no vemos lo que Dios está haciendo. En un instante, todo puede cambiar. La respuesta al problema que experimentaban los judíos llegó de la noche a la mañana. En un momento estaban desesperados; al momento siguiente se regocijaban en la victoria.
Para meditar:
- ¿Por qué el tiempo es tan crucial en la obra del reino de Dios?
- ¿Qué está haciendo Dios entre bastidores en este pasaje? ¿Podría ser que Dios esté obrando en la solución del problema que estamos enfrentando hoy?
- ¿Estamos enfrentando una prueba que nos parece abrumadora en este momento? ¿Qué nos dice este pasaje sobre lo cerca que podría estar la victoria?
- ¿Qué evidencia hay de que aquel era el momento adecuado para que Ester compartiera su petición?
Para orar:
- Demos gracias al Señor por ser un Dios que responde las oraciones.
- Pidamos al Señor que nos perdone por las veces que hemos dudado de Su provisión y propósito.
- Agradezcamos al Señor por siempre obrar para nuestro bien. Alabémosle porque ya ha escuchado nuestra petición y está trabajando en la solución.
- Pidámosle a Dios que nos ayude a saber esperar en Él y en Su tiempo.
- Pidámosle al Señor que nos perdone por las veces que nos hemos precipitado y hemos tomado los asuntos en nuestras propias manos.
31 – El Complot de Amán se revierte
Leamos Ester 7:1-8:17
Este era el segundo banquete que Ester había preparado para el rey y Amán. Sin embargo, Amán acudió a este segundo banquete con el corazón encogido. El rey acababa de honrar a Mardoqueo, a quien Amán había querido ahorcar.
Mientras el rey y Amán cenaban con Ester, las cosas empeorarían para Amán. Sin que él lo supiera, Ester y Mardoqueo eran parientes. Además, Amán no sabía que Ester era judía. Mientras bebían vino ese día, el rey le preguntó a Ester por tercera vez:
«¿Cuál es tu petición, reina Ester, y te será concedida? ¿Cuál es tu demanda? Aunque sea la mitad del reino, te será otorgada». (Ester 7:2)
Esta vez, Ester le daría al rey su respuesta. Todo estaba preparado. Ante la sorpresa del rey aquella noche, Ester le pidió que le salvara la vida y que perdonara a su pueblo. Le dijo al rey que ella y su pueblo habían sido vendidos a la destrucción, la matanza y la aniquilación. Le dijo que si simplemente hubieran sido vendidos como esclavos, no le habría molestado, pero que no podía soportar ver el exterminio de su pueblo.
Sólo podemos imaginar la reacción de Amán mientras estaba sentado a la mesa del banquete. El miedo y el terror se habrían apoderado de él. No sabía que Ester era de nacionalidad judía. Lo que ella le estaba diciendo al rey causó pavor en el corazón de Amán.
El rey Asuero estaba obviamente perturbado por esta petición. Le preguntó a Ester quién se atrevería a hacer tal cosa. Ester señaló a Amán. Amán se quedó sin habla. Su corazón se llenó de terror mientras miraba al rey.
El rey abandonó el banquete furioso y salió al jardín del palacio. En ese momento, el rey Asuero probablemente se habría sentido traicionado. Amán había sido su servidor de confianza. Lo había elevado por encima de todos los demás siervos del país. Había confiado en él implícitamente. Cuando había venido a pedir permiso para tratar con un pueblo que, según él, se oponía al reinado del rey, Asuero había confiado en él. Muy probablemente, mientras paseaba por su jardín, el rey consideró sus opciones.
Cuando el rey abandonó el banquete, Amán se quedó con Ester. Sabía que su vida corría peligro. Ester estaba recostada en un sofá de la sala del banquete. Justo cuando el rey regresaba del jardín, vio a Amán cayendo sobre el diván en el que estaba reclinada Ester, posiblemente para pedir clemencia. Al rey no le hizo ninguna gracia. Le acusó de estar acosando a la reina. Los sirvientes cubrieron inmediatamente el rostro de Amán. El hecho de cubrir el rostro de Amán era típico de lo que le ocurriría al criminal condenado. Era una forma simbólica de decir que el individuo ya no era digno de mirar la cara del rey. Cubrir el rostro de Amán era su sentencia de muerte.
Fue uno de los eunucos del rey, un hombre llamado Harbona, quien le dijo al rey que Amán había ordenado la construcción de la horca de setenta y cinco pies para colgar a Mardoqueo. Esto fue un insulto aún mayor para el rey. Justo ese día el rey había honrado a Mardoqueo por salvarle la vida. Amán había planeado ahorcar al hombre que había salvado al rey.
El rey ordenó que Amán fuera colgado en la horca que había preparado para Mardoqueo. El enemigo del pueblo de Dios había sido derrotado, pero aún quedaba mucho por hacer para salvar la vida de los judíos. La orden de Amán ya había salido, y no podía ser cambiada. El pueblo de Dios seguía en grave peligro de aniquilación.
Ese mismo día, el rey Asuero entregó a la reina Ester la hacienda de Amán. Esta finca habría valido una fortuna considerable, ya que Amán era el funcionario de más alto rango en el reino.
Ester le dijo al rey que era pariente de Mardoqueo. Cuando el rey oyó esto, ordenó que Mardoqueo fuera llevado a su presencia. Aquel día, el rey se quitó su anillo, símbolo de su autoridad, y se lo dio a Mardoqueo. Ester lo nombró supervisor de los bienes de Amán. Todo lo que pertenecía a Amán fue entregado a Ester y a Mardoqueo. Dios tomó la vida y las riquezas de Amán y se las dio a Su pueblo. Dios había arruinado el plan del enemigo y lo había despojado de su poder.
Ese día, Ester suplicó al rey que pusiera fin al malvado complot de Amán. El rey Asuero escuchó a Ester y le extendió su cetro de oro en señal de su favor. Ester pidió al rey que escribiera una orden anulando la orden de Amán. El rey no pudo hacerlo porque el decreto de Amán era oficial. Había sido sellado con el anillo del rey y no podía ser cambiado ni siquiera por el propio rey. Sin embargo, el rey Asuero dio permiso a Ester y Mardoqueo para que escribieran un decreto diferente, este en nombre de los judíos. El rey les dijo que lo escribieran como mejor les pareciera y que lo sellaran con el anillo del rey, haciéndolo oficial e irrevocable (v. 8). El desafío era que Ester y Mardoqueo escribieran un decreto que protegiera a los judíos pero que no cambiara lo que Amán había decretado.
En el versículo 9, se convocó a los secretarios reales. Se redactó un decreto para los gobernadores y nobles de las 127 provincias que se extendían desde la India hasta Etiopía. Este decreto se tradujo a las lenguas de todas las provincias para que todos pudieran entenderlo. Se redactó en nombre del rey Asuero y se selló con su sello. Entonces se enviaron correos en caballos veloces a cada una de las provincias para llevar el decreto del rey a los gobernadores y nobles.
El decreto concedía a los judíos de cada ciudad el derecho a defenderse. Podían destruir, matar o aniquilar a cualquier fuerza armada de cualquier nacionalidad o provincia que pudiera atacarles a ellos, a sus mujeres o a sus hijos. También se les concedió el derecho a saquear las propiedades de sus enemigos. Este decreto fue promulgado como ley en todas las provincias. La sabiduría de Mardoqueo se ve en este decreto. Sabiendo que no podía cambiar la orden de Amán, Mardoqueo disuadió a los enemigos del pueblo de Dios de atacar.
Mardoqueo salió de la presencia del rey vestido con ropas reales y una gran corona de oro. La ciudad de Susa celebró su ascenso. Especialmente para los judíos, éste era un día de gran alegría, banquete y alabanza. Dios había sido fiel. El malvado complot de Amán había sido revertido.
Lo que es de gran interés para nosotros aquí es que el versículo 17 nos dice que muchas personas de las diversas provincias se hicieron judíos porque el temor de Dios se había apoderado de ellos. Es decir, Dios fortaleció a Su pueblo y aumentó su número.
Anteriormente, Mardoqueo había entregado a Ester a Dios y a Su voluntad para que ella viviera. Mardoqueo la había entregado para ser la esposa del rey, a costa de un gran sacrificio personal. Durante ese tiempo, no podía ver a Ester. Pero Dios bendijo a Ester y a Mardoqueo y los reunió de nuevo. Mardoqueo esperó paciente y obedientemente, y Dios bendijo su fe. Mardoqueo y Ester ahora servían juntos al Señor. Dios recompensa el sacrificio fiel.
Qué bendición es saber que ningún arma forjada contra nosotros prevalecerá (Isaías 54:17). Dios despojará a nuestros enemigos de su espada. Dios es el protector de Su pueblo. Hubo muchas ocasiones en que Israel no comprendió el propósito y el plan de Dios. Sus enemigos parecían prevalecer, pero Dios no dejaría que Su pueblo fuera destruido. Se preocupaba demasiado por ellos. Él es el mismo Dios hoy. Él se preocupa por nosotros y nos protegerá. Mientras esperamos en el Señor y confiamos en Él, nosotros también veremos esta misma victoria en Su tiempo.
Para meditar:
- Una vez más, vemos la importancia del tiempo de Dios en este pasaje. ¿Cómo se evidencia ese tiempo en esta sección?
- ¿Qué armas ha estado usando el enemigo contra nosotros? ¿De qué manera nos alienta este pasaje?
- ¿Qué aprendemos aquí acerca de cómo Dios recompensa a quienes le son fieles?
- ¿A qué lucha nos enfrentamos hoy? ¿Cuáles son las promesas de Dios para nosotros?
Para orar:
- Agradezcamos al Señor por ser nuestro protector.
- Pidámosle que nos ayude a vivir como Ester y Mardoqueo en absoluta obediencia a Su Palabra, propósito y tiempo.
- Agradezcámosle al Señor que Él puede volver la espada del enemigo en su contra.
- Tomemos un momento para meditar acerca de la manera en que el Señor nos ha guiado y bendecido. Agradezcámosle por esas bendiciones.
32 – Purim: Celebración de la victoria
Leamos Ester 9:1-10:3
Las cosas habían cambiado radicalmente para el pueblo de Dios. En poco tiempo, el Señor le había cambiado radicalmente la situación a Amán. Se había promulgado un decreto por el que el pueblo de Dios debía tomar las armas para defenderse de cualquier enemigo que pudiera atacarles.
El día del ataque, los judíos se reunieron en todas las provincias del rey Asuero para defenderse. Ese día, Dios dio la victoria a los judíos. Cuando sus enemigos vinieron a luchar, los judíos los derrotaron. Incluso los nobles, gobernadores y sátrapas de las distintas provincias decidieron ponerse del lado de los judíos porque temían a Mardoqueo, que había llegado a ser muy importante en el país. Él estaba ocupando un puesto prominente en el palacio, y su reputación se había extendido rápidamente por todo el imperio.
El versículo 5 nos dice que los judíos derribaron a sus enemigos con la espada. Sólo en la ciudadela de Susa, los judíos mataron a quinientos hombres. Entre ellos había diez hijos de Amán. Aunque la ley les permitía saquear a sus enemigos, los judíos se negaron a hacerlo.
Cuando el rey supo cuántos hombres habían sido asesinados en Susa aquel día, se preocupó. Interrogó a Ester sobre lo que había sucedido en el resto de su reino. Aunque las cifras le preocupaban, Ester seguía gozando de su favor. A pesar de la pérdida de vidas ese día, el rey le dio permiso a Ester para llevar a cabo su plan. Cuando Ester pidió permiso para que los judíos cumplieran el edicto un día más y para colgar en la horca a los diez hijos de Amán, el rey accedió. Ester y Mardoqueo estaban decididos a acabar con sus enemigos.
En todo esto vemos el tremendo favor del Señor para con los judíos. A partir de ese momento, los ciudadanos del imperio persa no podían dudar de que el rey Asuero protegía a los judíos y los consideraba sus amigos. Con la reina Ester siendo de nacionalidad judía y Mardoqueo en una posición tan alta en el gobierno, la gente habría dudado antes de hablar en contra de los judíos.
Al día siguiente, como había ordenado el rey, los judíos de Susa se reunieron de nuevo y dieron muerte a otros trescientos hombres, para un total de ochocientos muertos en Susa. En otras provincias, otros setenta y cinco mil enemigos yacían muertos a manos de los judíos. El día catorce del mes, los judíos de las provincias celebraron su victoria. En Susa, como se les permitió luchar un día más, celebraron su éxito el día quince del mes.
Mardoqueo registró estos acontecimientos y escribió cartas a los judíos de varias provincias para que recordaran cada año los días catorce y quince del mes de Adar. Cada año debían celebrar esta victoria sobre el enemigo. Los judíos debían celebrar el día con banquetes, alegres celebraciones y haciéndose regalos unos a otros y a los pobres.
La celebración se conoce como Purim. El nombre viene de la palabra «pur». En Ester 3:7 Amán decidió cuándo llevaría a cabo su malvado complot lanzando el «pur». Echar el «pur» significaba echar suertes. La suerte puede haber sido alguna forma de dados que se echaban para determinar la voluntad de los dioses. Purim es la celebración de cómo el Señor anuló la decisión tomada por el «pur». Los judíos de la época de Ester transmitieron esta celebración anual a sus descendientes para recordar lo que el Señor había hecho por Su pueblo.
Dios recompensó a Asuero por el favor que mostró a los judíos. Él creció en riqueza y poder. Mardoqueo también creció en poder en la tierra. El registro de su servicio en Persia fue escrito en los anales de los reyes de Media y Persia. Los judíos lo tenían en alta estima por su trabajo a favor de ellos.
Al final, el Señor venció a los enemigos de Su pueblo. Aunque el pueblo de Dios estaba en el exilio a causa de su pecado, Dios seguía cuidando de él. Hubo momentos en que el pueblo de Dios cuestionó Sus caminos y propósitos. Hubo momentos en que los judíos no podían entender lo que Dios estaba haciendo ni podían ver Su propósito. Pero Dios no los había abandonado en su hora de necesidad.
Me parece tremendamente alentador que todo esto ocurriera mientras Dios castigaba al pueblo de Dios por su rebelión contra Él. Fue en la tierra del exilio donde el Señor salió a su encuentro de una manera tan poderosa. Esto me anima porque veo que Dios me guardará incluso cuando no esté a la altura de Sus normas. Él me ama incluso cuando peco. No me abandonará porque no le haya servido perfectamente. Son muchas las veces en que no cumplo con sus estándares, pero Dios siempre será fiel. ¡Cuán agradecidos debemos estar!
Dios nunca cambiará. Lo que hizo por Su pueblo en los días de Ester, también lo hará por nosotros hoy. Él levanta a aquellos que parecen insignificantes y los convierte en personas de grandísima influencia. Él alcanzó a un pueblo menos que perfecto y lo bendijo. Cuando Ester y Mardoqueo dieron un paso adelante en obediencia y fidelidad, Dios abrió puertas de oportunidad y liberación. Estoy seguro que podemos confiar en que Él hará lo mismo por nosotros hoy.
Para meditar:
- ¿Qué es Purim? ¿Cómo se celebra?
- ¿Qué victorias nos ha dado Dios en nuestras vidas? ¿Cómo le hemos demostrado nuestra gratitud a Dios por estas victorias?
- ¿Hemos cuestionado alguna vez los propósitos y planes de Dios para nuestras vidas? ¿Hemos tenido alguna vez situaciones abrumadoras en nuestras vidas? ¿Qué nos enseña este capítulo sobre Dios y la victoria que nos ofrece?
- ¿Hasta qué punto fue vital el favor de Dios en la vida de Ester y Mardoqueo? ¿Está hoy el favor de Dios sobre Sus hijos? ¿Cómo podríamos experimentar el favor de Dios?
Para orar:
- Agradezcamos al Señor las victorias que nos ha concedido en nuestras vidas.
- Pidamos perdón al Señor por las veces que no hemos confiado en Él y en Su propósito.
- Agradezcamos al Señor por la manera en que se adelanta a nosotros para abrirnos puertas.
- Pidamos a Dios que nos capacite para conocer Sus propósitos y planes para nuestras vidas. Pidámosle que nos dé la fuerza y la capacidad para cumplir ese propósito.
Distribución de libros Lumbrera a mi Camino
Lumbrera a mi Camino (LTMP, por sus siglas en inglés) es un ministerio de escritura, publicación y distribución de libros que llega a los obreros cristianos necesitados de Asia, América Latina y África. Muchos obreros cristianos de países en vías de desarrollo carecen de los recursos necesarios para obtener formación bíblica o adquirir materiales de estudio de la Biblia para sus ministerios y estímulo personal. F. Wayne Mac Leod es miembro de Action International Ministries y ha estado escribiendo libros con el objetivo de distribuirlos gratuitamente o a precio de coste a pastores y obreros cristianos necesitados de todo el mundo.
Hasta la fecha, decenas de miles de libros se están utilizando en la predicación, la enseñanza, la evangelización y el estímulo de los creyentes locales en más de sesenta países. Los libros se han traducido ya a varios idiomas. El objetivo es ponerlos a disposición del mayor número posible de creyentes.
El ministerio de LTMP es un ministerio basado en la fe, y confiamos en el Señor para los recursos necesarios para distribuir los libros para el estímulo y fortalecimiento de los creyentes en todo el mundo. ¿Le gustaría orar para que el Señor abra las puertas para la traducción y posterior distribución de estos libros?