Una Mirada Devocional al Éxodo de Israel desde Egipto y su Organización en el Monte Sinaí
F. Wayne Mac Leod
Copyright © 2010 by F. Wayne Mac Leod
Revisado en Abril 2016
Publicado por Light To My Path Book Distribution
153 Atlantic St., Sydney Mines, N.S. Canada B1V1Y5
Todos los derechos reservados. No puede reproducirse ni transmitirse parte alguna de este libro sin el previo consentimiento por escrito de su autor.
Todas las citas bíblicas, a menos que se indique otra versión, han sido tomadas de la Biblia Reina Valera Revisada (1960) (RVR60).
Un agradecimiento especial a los correctores del texto sin los cuales este libro hubiese sido más difícil de leer: Diane Mac Leod, Pat Schmidt
Tabla de Contenidos
- Introducción a Éxodo
- 1 – Éxodo Israel esclavizado
- 2 – ÉxodoLos primeros años de la vida de Moisés
- 3 – Éxodo El llamado de Moisés
- 4 – Éxodo Moisés y Aarón salen para Egipto
- 5 – Éxodo La situación tan solo empeora
- 6 – Éxodo Las credenciales de Moisés y Aarón
- 7 – Éxodo La intransigencia de Moisés
- 8 – Éxodo Faraón continúa resistiendo a Dios
- 9 – Éxodo Las plagas continúan
- 10 – Éxodo El anuncio de la última plaga
- 11 – Éxodo La Pascua
- 12 – Éxodo Israel comienza su viaje
- 13 – Éxodo Aprendiendo a confiar
- 14 – Éxodo Un cántico de liberación
- 15 – Éxodo Otra prueba, otra respuesta
- 16 – Éxodo La escasez de agua y el ataque del enemigo
- 17 – Éxodo El sabio consejo de Jetro
- 18 – Éxodo El Señor visita el Monte Sinaí
- 19 – Éxodo Los Diez Mandamientos
- 20 – Éxodo El respeto a la vida
- 21 – Éxodo El respeto de la propiedad ajena
- 22 – Éxodo Obligaciones morales y espirituales
- 23 – Éxodo Justicia, verdad e imparcialidad
- 24 – Éxodo Las ofrendas y los días especiales
- 25 – Éxodo Entrando a la presencia de Dios
- 26 – Éxodo El mobiliario del tabernáculo
- 27 – Éxodo El tabernáculo
- 28 – Éxodo El atrio del tabernáculo
- 29 – Éxodo El atuendo sacerdotal
- 30 – Éxodo El servicio de ordenación de los sacerdotes
- 31 – Éxodo La responsabilidad de los sacerdotes
- 32 – Éxodo Palabras finales en el monte
- 33 – Éxodo El becerro de oro
- 34 – Éxodo La presencia de Dios
- 35 – Éxodo Dios proclama su nombre
- 36 – Éxodo Nuevas tablas y un pacto renovado
- 37 – Éxodo Una ofrenda para el tabernáculo
- 38 – Éxodo El trabajo en el tabernáculo comienza
- 39 – Éxodo La terminación del tabernáculo
- 40 – Éxodo La preparación del tabernáculo
INTRODUCCIÓN A ÉXODO
Autor:
La tradición le atribuye a Moisés la autoría de este libro, y hay un número de factores que apoyan esto. Según los detalles que se recogen en este libro, se hace obvio que el autor debía estar muy familiarizado con la huida de Israel desde Egipto y su tiempo en el desierto. Los eventos precisos que se encuentran registrados en el relato nos conducen a entender que la persona que escribió el libro estaba con Israel durante ese tiempo y que escribía a partir de su experiencia personal.
Además de esto, Dios le ordenó a Moisés que escribiera los sucesos que tenían lugar durante la huida de Israel. Veamos lo que Dios le dice a Moisés en Éxodo 17:14 después que los amalecitas atacaran a Israel:
Y Jehová dijo a Moisés: Escribe esto para memoria en un libro, y di a Josué que raeré del todo la memoria de Amalec de debajo del cielo.
Dios también le ordenó a Moisés que escribiera las leyes que le estaba dando:
Y Jehová dijo a Moisés: Escribe tú estas palabras; porque conforme a estas palabras he hecho pacto contigo y con Israel. (Éxodo 34:27)
Deuteronomio 31:24-25 nos dice que Moisés obedeció lo que le dijo el Señor, y escribió las palabras de la ley “hasta concluirse”.
Y cuando acabó Moisés de escribir las palabras de esta ley en un libro hasta concluirse, dio órdenes Moisés a los levitas que llevaban el arca del pacto de Jehová.
Jesús, al citar los mandamientos registrados en el libro de Éxodo, dijo en Marcos 7:10:
Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre; y: El que maldiga al padre o a la madre, muera irremisiblemente.
Observemos que, aunque éstos eran mandamientos de Dios, Jesús nos dice que vinieron por medio de Moisés. Todos estos versículos apuntan a Moisés como el autor del libro.
Trasfondo:
Israel había permanecido en Egipto por cerca de 430 años. Durante la última parte de ese tiempo habían sido reducidos a la esclavitud y obligados a servir a Faraón y a su causa. Éxodo nos relata cómo Dios levantó a un hombre llamado Moisés para librar a Su pueblo de la esclavitud y organizarlo para que fueran una nación bajo Dios.
Al pie del monte Sinaí el pueblo de Dios se encontraba dividido en familias (o tribus) y se les había dado un lugar central para la adoración. Se ordenaron también sacerdotes y levitas para que sirviesen como líderes espirituales; y una ley rectora fue escrita para que con los requisitos que Dios les pedía, fuesen una nación bajo Su liderazgo
Importancia del libro para nuestros tiempos:
El rescate de Israel para liberarlo de Egipto es un tema central en gran parte de las Escrituras. A menudo Dios le dice a Su pueblo que recuerden sus raíces en tierra egipcia y lo que Él había hecho para liberarlos.
El libro tiene mucho que enseñarnos acerca de Dios. En él vemos que Dios es fiel a Sus promesas. Él le prometió a Abraham que haría de él una gran nación. Aunque esa promesa estuvo a prueba por unos 430 años, Dios fue fiel a Su palabra. Por amor a Su pueblo, la nación más poderosa de la tierra quedó reducida a nada. Vemos la infinidad de sus recursos al proveer alimentos y provisiones para más de dos millones de israelitas en el desierto. Nos encontramos cara a cara con Su santidad a medida que leemos acerca de su fuerte juicio contra el pecado y contra aquellos que se rebelaron en contra de Sus propósitos. Experimentamos Su majestad en el fuego y en la nube que descendieron sobre la montaña e hicieron temblar la tierra. Nos maravillamos ante Su paciencia ante un pueblo que, de manera tan rápida, cayó en rebelión y desobediencia. Éxodo nos presenta a Dios.
Nos resulta de gran inspiración observar lo que Dios hizo por medio de Moisés y Aarón en este libro. Él tomó a dos hermanos comunes y los usó, a pesar de sus desaciertos, para liberar a Su pueblo. Por medio de estos hombres Dios derrotó el poder de naciones y desafió las leyes de la naturaleza. Por medio de sus oraciones ellos desviaron la ira santa de Dios y desataron la provisión celestial. Este libro nos exhorta a caminar valientemente en el poder del Dios de Moisés.
Éxodo nos da una mayor apreciación de lo que el Señor Jesús vino a lograr. También vemos que, según los requerimientos de Dios, ninguno de nosotros jamás pudiera llegar a la altura de sus normas. Desde que la nación de Israel nació, fue obvia su incapacidad de guardar los requisitos que Dios les pedía. Lo que comenzó en el Sinaí se completaría en el Calvario y se expandiría hacia todo el mundo.
1 – ISRAEL ESCLAVIZADO
Leamos Éxodo 1:1-22
Al comenzar nuestro estudio del libro de Éxodo debemos recordarnos del contexto. El pueblo de Israel había estado viviendo en Egipto. El pueblo de Dios gozaba de un favor especial en la tierra que se encontraba bajo el competente liderazgo de José.
Cuando Israel llegó a Egipto huyendo de la hambruna de Canaán, su número era alrededor de setenta personas. Los versículos del 1-5 nos dan los nombres de los hijos de Israel que eran los líderes de sus familias. Con el tiempo, José y toda aquella generación que había llegado a Egipto murieron (versículo 6). Sin embargo, la bendición de Dios permaneció sobre la nación y aumentó su número. Observemos en el versículo 7 que ellos “fructificaron y se multiplicaron, y fueron aumentados y fortalecidos en extremo, y se llenó de ellos la tierra”. Esta era una evidencia clara de la bendición de Dios sobre sus vidas.
El comentario de Jamieson, Fausset y Brown nos dice que a los 60 años de la muerte de José hubo una revolución en la tierra de Egipto:
Alrededor de unos sesenta años de la muerte de José tuvo lugar una revolución por medio de la cual la antigua dinastía fue derrocada, y el alto y bajo Egipto se unieron en un reino. (Jamieson, Robert; Fausset, A.R.; Brown, David, Commentary Critical and Explanatory on the Whole Bible [Comentario Crítico y Explicativo de Toda la Biblia], Laridian, 1871, Electronic edition) Comments on Exodus 1:8 [Cometario de Éxodo 1:8])
Este fue un periodo bien agitado para la nación de Egipto. El nuevo rey que había llegado al poder por medio de aquella revolución no estaba familiarizado con la gran obra que había hecho José en la nación (versículo 8). Cuando el nuevo rey llegó al poder se percató de la presencia de los israelitas, y debido a que este era un tiempo de tensión política, quería hacer todo lo que estuviese a su alcance para asegurar su posición y la estabilidad de su gobierno. Él vio a los israelitas como una amenaza para él y su gobierno.
Por temor a que los israelitas se sublevaran contra ellos y unieran fuerzas con sus enemigos, el rey colocó capataces sobre ellos (v. 11, LBLA). Observemos también en el versículo 10 que él temía que ellos salieran del país. Necesitamos recordar que la promesa de Dios para Israel era que ellos tendrían su propia tierra. Satanás conocía esto y haría todo lo posible para impedir el propósito de Dios.
El nuevo rey pensó que lo mejor para él, en medio de aquel tiempo tan convulso, era hacer de los israelitas sus esclavos. Entonces le puso capataces, y los obligó a construir las ciudades de Pitón y Ramesés, las cuales usó para almacenar las riquezas de la nación (v.11). Esto fue un cambio radical para el pueblo de Dios que había disfrutado de bienestar y prosperidad en los días de José. Es muy probable que muchos se preguntaran por qué Dios había permitido que esto les sucediera.
Observemos en el versículo 12 que, a pesar de los tiempos tan terribles que estaban pasando, Dios continuaba bendiciendo a Su pueblo. Mientras más los oprimían los egipcios, más se multiplicaban. Esto nos enseña algo muy importante. A veces, nuestro mayor crecimiento ocurre bajo opresión y dificultades. En verdad esto ha sido algo que he experimentado en mi propia vida. Dios va a permitir que ocurran problemas y sufrimientos para que podamos acercarnos más a él. En medio de nuestro dolor y nuestro sufrimiento Él nos otorga bendiciones especiales, y por medio de esos obstáculos que permite en nuestro camino salimos refinados y más fuertes.
Percatémonos en el versículo 12 de la reacción de los egipcios ante las bendiciones de Dios sobre Su pueblo. Ellos llegaron a temerle a los israelitas. La palabra “temer” pudiera traducirse aquí también como “alarmarse” o “perturbarse”. En otras palabras, las bendiciones del Señor sobre los israelitas perturbaron a los egipcios y los alarmaron. Ellos no estaban seguros de cómo manejar lo que Dios estaba haciendo en la vida de Su pueblo; y comenzaban a percatarse de que no estaban tratando con un pueblo cualquiera. En las vidas de los israelitas había un poder obrando que hacía que los egipcios tuvieran miedo. ¿Ven las personas en este tiempo que hay un poder obrando en nuestras vidas? ¿Existe evidencia de que la fortaleza y la bendición de Dios están presentes, aun en los tiempos difíciles?
La única manera que los egipcios conocían para tratar a los israelitas era aumentando la opresión. Ellos les hicieron la vida más difícil aún, y los obligaron a trabajar más arduamente haciendo ladrillos y trabajos forzosos en las cosechas (v. 14).
Estos esfuerzos para oprimir a los israelitas no les dio resultado. Éstos continuaron multiplicándose, por lo que el rey decidió que necesitaba hacer algo aún más drástico para disminuir el crecimiento de la población israelita. Les ordenó a las parteras que mataran a todos los niños varones que naciesen de las madres israelitas (v. 16).
Aunque las parteras habían escuchado el decreto del rey, temían más a Dios que lo que temían al rey, y por lo tanto dejaron que los niños viviesen (v. 17). Aquellas parteras conocían el poder de Dios y tomaron una decisión. Ellas prefirieron arriesgar sus propias vidas desobedeciendo a Faraón antes que arriesgarse a experimentar la ira del Dios de Israel. Aunque Dios espera de nosotros que obedezcamos a las autoridades que ha puesto sobre nosotros, hay ocasiones en los que esas autoridades nos piden que hagamos cosas que son contrarias a la Palabra de Dios y Sus propósitos. En ese caso, debemos seguir el ejemplo de aquellas parteras y escoger lo que Dios nos dice por encima de lo que dicen nuestros gobernantes.
Cuando el rey vio que le seguían naciendo niños varones a los israelitas, cuestionó a las parteras. A esto ellas respondieron que las mujeres hebreas (israelitas) eran más fuertes que las egipcias y que daban a luz antes que ellas llegaran a ayudarlas (v. 19).
Podemos ver en el versículo 20 que el Señor fue bondadoso con las parteras porque tuvieron temor de Él y no obedecieron la orden del rey. Dios las bendijo con sus propias familias (v. 21). A pesar de los esfuerzos del rey para aniquilarlos, el pueblo de Israel siguió aumentando en número. Dios estaba demostrando que era más poderoso que el rey de Egipto.
Faraón intensificó sus esfuerzos en cuanto al problema que tenía con los israelitas, y la amenaza que constituían para su pueblo egipcio. En el versículo 25 vemos que le ordenó a su pueblo que lanzaran al río Nilo a todos los niños varones de Israel. Es difícil imaginarse a un gobierno que dé permiso para que su gente arrebate a un niño de los brazos de su madre y lo mate ante la vista de todos. Aquellos eran días muy tenebrosos en Egipto. Detrás de esto vemos la mano de Satanás azotando al pueblo de Dios y tratando de destruirlo y oprimirlo.
A menudo tratamos este pasaje desde la perspectiva de la opresión y la persecución. Sin embargo, este no es el enfoque central. Este capítulo trata de la bendición de Dios. Vemos que, a pesar de los esfuerzos de un rey cruel de oprimir al pueblo de Dios, el Señor continuaba bendiciéndoles y protegiéndoles. Mientras más fuerte arremetía el Faraón en contra del pueblo de Dios, más ellos se multiplicaban. Mientras más los oprimía Faraón, más Dios les bendecía. Sí, estos eran tiempos difíciles para el pueblo de Dios, pero también eran tiempos en los que Él se les acercaba y les revelaba Su presencia. La bendición de Dios era tan evidente en ellos, que los egipcios les temían.
Este capítulo es muy importante por lo que nos enseña acerca de Dios y Su deseo de bendecirnos y de acercarse a Su pueblo. A menudo estamos tan atrapados con los problemas de la vida, que no podemos ver la mano de Dios bendiciéndonos. Dios estaba bendiciendo mucho a Israel durante aquel tiempo. Estoy convencido de que el enemigo estaba más consciente de eso que el propio pueblo de Dios. De hecho, los egipcios estaban temerosos debido a lo que Dios estaba haciendo en la vida de Su pueblo. No permitamos que los problemas de la vida nos impidan ver las bendiciones que Dios nos da. Detengámonos por un momento a considerar la evidencia de Su mano sobre nosotros; agradezcámosle que, a pesar de las luchas que hemos tenido que enfrentar en la vida, Él siempre ha estado ahí para bendecirnos y protegernos.
Para Meditar:
*¿Están exentos los cristianos de ser perseguidos y oprimidos en este mundo pecaminoso? ¿Ha sufrido usted por ser cristiano? Explique.
*¿Ha perdido de vista alguna vez las bendiciones de Dios? Explique.
*Mientras más los egipcios oprimían a los israelitas, más aumentaba su número. ¿De qué manera los problemas que hemos tenido que enfrentar en la vida nos han ayudaron a crecer espiritualmente?
*Los egipcios se preocuparon y alarmaron al ver lo que Dios estaba haciendo en la vida de Su pueblo. ¿Mostramos la suficiente evidencia de la bendición de Dios en nuestras vidas, de tal manera que los enemigos de Dios se puedan percatar de ello?
*¿Estamos enfrentando pruebas por estos días? ¿Nos está bendiciendo Dios a la vez? ¿Qué está haciendo Dios a través de las pruebas que enfrentamos en nuestras vidas?
Para orar:
*Pidamos perdón al Señor por las veces en que no fuimos capaces de ver Su mano de bendición en medio de las pruebas y las dificultades. Oremos para que abra nuestros ojos con el fin de que podamos ver Sus bendiciones.
*Agradezcamos al Señor por usar las tribulaciones de la vida para fortalecernos y acercarnos más a Él.
*Agradezcamos al Señor que no importa lo que nos pase, Él es más grande que el esfuerzo del enemigo por aplastarnos.
2 – LOS PRIMEROS AÑOS DE LA VIDA DE MOISÉS
Leamos Éxodo 2:1-25
Vimos en el capítulo anterior que el nuevo rey de Egipto, temiendo que el pueblo de Israel se volviera contra él, les puso capataces crueles y los obligó a trabajar como esclavos. Debido a que ellos seguían prosperando, les ordenó a las parteras asesinar a los bebés varones que nacieran. Debido a que ellas temían al Señor, no obedecieron las órdenes del rey. Finalmente, debido a su frustración, Faraón le ordenó a su pueblo que lanzaran al río Nilo a todos los niños israelitas varones.
En Éxodo 2:1 leemos acerca de una joven levita que dio a luz a un hijo varón. Por miedo a lo que pudiera pasar con él, ella lo mantuvo escondido tres meses. Sin embargo, llegó el tiempo en que ya no podía seguir ocultándolo. Si alguien lo descubría, se lo quitarían para lanzarlo al río Nilo. Es difícil imaginar el tipo de crueldad que arrebataría a un niño de los brazos de su amorosa madre para lanzarlo al río a que se ahogara. Esos fueron los días en que nació Moisés.
Cuando aquella joven madre se percató de que ya no podía esconder más a su hijo en su casa, revistió una canasta con brea y asfalto para impermeabilizarla. Luego colocó al niño en la canasta y se ocultó entre los junquillos de la orilla del río. Es difícil decir lo que ella estaría pensando en ese momento. Ella sabía que solo sería cuestión de tiempo que su hijo fuera lanzado al río. Al colocarlo en el río, ella reconocía que aquel era su destino. Al construirle una cesta, ella estaba mostrando cuánto lo amaba y cuánto deseaba que viviera. El versículo 4 nos dice que la hermana de Moisés permaneció a lo lejos para ver qué iba a suceder con el niño.
Mientras Moisés estaba en el río, la hija de Faraón fue allí a bañarse (v. 5). Mientras se bañaba, ella logró ver la cesta entre los junquillos, y les pidió a sus criados que se la alcanzaran. Cuando los sirvientes abrieron la cesta encontraron al pequeño dentro. El niño lloraba, y a pesar de que sabía que era hebreo, la hija de Faraón sintió compasión de él.
Mirando de lejos, la hermana de Moisés vio lo que había sucedido. Entonces corrió a donde estaba la hija de Faraón y le preguntó si quería que ella le encontrara una mujer hebrea que se lo criara (v.7). La hija de Faraón estuvo de acuerdo, le entregó el niño a la hermana de Moisés y le dijo que encontrara a alguien que se lo criara. Ella incluso estuvo de acuerdo en pagarle a esa mujer por sus servicios. Fue de esta manera que Moisés fue regresado a su propia madre, quien lo crió en nombre de la hija de Faraón. Aquí vemos la maravillosa mano de Dios protegiendo a esta joven vida.
En esta historia hay algunos detalles que necesitamos ver. En primer lugar, percatémonos primeramente de que Dios hizo lo que parecía imposible para la madre de Moisés. Ni remotamente ella hubiera soñado que su hijo sería protegido de aquella manera. Ella nunca hubiera podido planear tal liberación. Solo Dios podía hacer algo así. Él es el Dios de lo imposible.
Observemos también el papel que desempeñaba la hermana de Moisés en esta historia. Mientras la madre de Moisés se lo encomendaba al Señor y se marchaba, su hermana miraba a los lejos para ver qué sucedería. Ya ella se encontraba lista en el momento en que la hija de faraón encontró la cesta; y a la vez tomó la iniciativa de hablarle a la hija de Faraón para buscar a alguien que se lo criara. Es cierto que Dios tenía un plan maravilloso para la madre de Moisés, pero el papel de la hermana también fue de vital importancia. Nos quedamos con la incógnita de qué hubiera sucedido de no haber ella estado presente en el momento exacto. ¿Quién hubiera criado a Moisés? ¿Su vida hubiera tomado un rumbo diferente? Aunque no tenemos las respuestas para estas preguntas, sí sabemos que lo que hizo la hermana de Moisés es un ejemplo para nosotros. Ella esperó desde lejos a ver qué sucedería, y estuvo lista para ser usada por Dios. ¿Lo estamos nosotros?
La hermana y la madre de Moisés desempeñaron diferentes funciones. Su hermana no hubiese hecho lo que hizo si su madre no hubiera estado primero dispuesta a soltar a su hijo y a marcharse. A una le tocó rendirse y marcharse, a la otra quedarse y permanecer disponible. Un rol era tan importante como el otro; y el uno no hubiese podido llevarse a cabo sin el otro. Lo más importante para cada una de ellas era hacer lo que Dios le había puesto en su corazón que hiciesen.
La hija de Faraón no se olvidó de Moisés. Cuando Moisés ya fue más grande lo buscó y lo crió como su hijo. Fue ella la que le puso el nombre de Moisés. El nombre de Moisés suena como la palabra hebrea que se usa para decir “sacar”.
Moisés crecería en el hogar de la hija de Faraón con todos los privilegios de abundancia, educación, y comodidad, mientras sus hermanos vivían bajo la cruel opresión del pueblo que lo estaba criando.
Observemos que Dios también le había designado a la hija de Faraón una función que debía desempeñar. ¿Por qué se interesaría ella en un bebé hebreo abandonado en el río? ¿Por qué se acordaría ella de él y le tendría tanta compasión hasta el punto de adoptarlo como a su propio hijo? Todo esto sucedió porque Dios le había puesto esa carga en su corazón. Ella no sabía que estaba criando al niño que luego llegaría a ser el instrumento que Dios usaría para liberar a Su pueblo.
Cuando Moisés ya era grande, salió a ver qué estaba sucediendo con su pueblo. Él se percató de las aflicciones de éste. También vio cómo un egipcio golpeaba a un esclavo hebreo (v. 11). Lo que Moisés vio ese día le molestó muchísimo. Él miró a su alrededor para ver si había alguien observando, y entonces atacó y mató al egipcio por estar maltratando al esclavo. Luego enterró su cuerpo en la arena (v. 12). Hechos 7:23-25 nos dice que las intenciones de Moisés eran las de ser el libertador de su pueblo.
23 Cuando hubo cumplido la edad de cuarenta años, le vino al corazón el visitar a sus hermanos, los hijos de Israel. 24 Y al ver a uno que era maltratado, lo defendió, e hiriendo al egipcio, vengó al oprimido. 25 Pero él pensaba que sus hermanos comprendían que Dios les daría libertad por mano suya; mas ellos no lo habían entendido así.
A partir de esto entendemos que Dios también había puesto en el corazón de Moisés una carga por su pueblo. Su corazón seguía siendo hebreo a pesar de haber sido criado entre los lujos de Egipto. Desde muy temprana edad Moisés sintió el llamado de Dios para ser el libertador de Su pueblo.
El versículo 13 nos cuenta que al día siguiente Moisés regresó y vio a dos hebreos peleando. Entonces se les acercó y les preguntó qué sucedía y por qué peleaban entre ellos. Moisés no se esperaba la respuesta que recibiría. Uno de ellos se volvió a Moisés y le dijo:
¿Quién te ha puesto a ti por príncipe y juez sobre nosotros? ¿Piensas matarme como mataste al egipcio? (Éxodo 2:14)
La respuesta que le dio aquel hombre le mostró a Moisés que todo el campamento de los hebreos sabía lo que él había hecho al matar al egipcio. No pasaría mucho tiempo en que Faraón se enteraría de lo que había hecho. Esto significaba que Moisés iba a estar en serios problemas. Sin embargo, más que eso, la respuesta de aquel hebreo indicaba que no tenía respeto por Moisés y su liderazgo. Cuando aquel hombre le preguntó, “¿Quién te ha puesto a ti por príncipe y juez sobre nosotros?”, estaba haciendo una afirmación. Él le estaba diciendo a Moisés que él lo consideraba su enemigo y que no estaba dispuesto a someterse a su liderazgo.
Moisés tenía carga en su corazón por su pueblo. Quería ser su libertador. Él se encontraba en una posición en la que podía hacer algo desde el punto de vista humano, pero esa puerta se le cerró en su propia cara. El pueblo hebreo (su propio pueblo) no estaba listo para su liderazgo.
Cuando Faraón escuchó lo que había sucedido, trató de matar a Moisés, y éste se vio obligado a huir de Egipto. Se fue a vivir a la tierra de Madián, a cientos de millas al oriente, en medio del desierto.
Solo nos resta imaginar lo que Moisés estaba pensando cuando atravesaba el desierto hacia la tierra de Madián. En su corazón estaba el liberar a su pueblo, pero Dios le había cerrado las puertas. ¿Hemos experimentado alguna vez la muerte de una visión? Es muy probable que Moisés se sintiera decepcionado y confundido. Hasta este punto Moisés había confiado en su propia sabiduría y en sus propias fuerzas. Él creía que podía liberar al pueblo por medio de su influencia y su posición. Los caminos de Dios son muy diferentes a los nuestros. Él no estaba buscando la fuerza, la influencia ni la sabiduría humanas. Su plan era mucho más grande que cualquier cosa que Moisés hubiera imaginado o hecho con sus propias fuerzas.
Lo que menos se imaginaba Moisés cuando se encontraba cruzando el desierto de Madián era que Dios en verdad lo estaba preparando para liberar a Su pueblo. El día llegaría en que Dios lo llamaría a guiar a Su pueblo a través de ese mismo desierto que ahora estaba cruzando. Dios no le explicó esto a Moisés, como casi nunca nos explica a nosotros las razones por la cuales estamos atravesando dificultades. Sin embargo, podemos estar seguros que en Su sabiduría no hay situación que Dios no use para enseñarnos y prepararnos en vista a sus más grandes propósitos. Muy a menudo protestamos por las cosas que nos acontecen; sin embargo, en vez de quejarnos, necesitamos ver que Dios está usando cada circunstancia para llevar acabo Sus propósitos.
Al llegar a Madián, Moisés se sentó al lado de un pozo. En ese momento, siete hijas de un sacerdote de aquella región salían a buscar agua al pozo. Mientras ellas llenaban sus vasijas con agua vinieron unos pastores y comenzaron a echarlas del lugar. Al ver esto, Moisés vino al rescate y les dio de beber a sus rebaños (vv. 16-17). Esta es la segunda vez que vemos a Moisés luchando contra la injusticia. Todo parecía indicar que Moisés se inclinaba siempre hacia lo que era justo; y aunque esta pasión por la justicia necesitaba ser domada, esto era algo que Dios iba a usar en su vida.
Cuando las muchachas regresaron a casa de su padre Reuel le contaron lo que había sucedido, y éste invitó a Moisés a que comiera en su casa. Más adelante Reuel le daría a Moisés a su hija Séfora como esposa (v. 21). Séfora le dio un hijo a Moisés, y le pusieron por nombre Gersón, porque era extranjero en la tierra de Madián. El nombre Gersón se pronuncia en hebreo como la palabra que se usa para decir “extranjero allí”. Moisés sabía que aquella no era su tierra.
El rey de Egipto murió mientras Moisés vivía en Madián, e Israel seguía sumida en el sufrimiento de su esclavitud. Ellos clamaron a Dios para que los ayudara. Dios escuchó su clamor y recordó las promesas que le había hecho a Abraham, a Isaac y a Jacob. El versículo 25 nos dice que Dios miró a los Israelitas y los tuvo en cuenta (LBLA, NVI). Ahora tan solo sería cuestión de tiempo en que Dios se moviera a favor de ellos. Moisés jugaría aquí un importante papel a la hora de ministrar al pueblo de Dios.
El tiempo de Dios no es nuestro tiempo. Incluso, mientras los hijos de Israel gemían a Dios, Éste se encontraba preparando a Su siervo para que fuese su libertador. Cuando llegara el tiempo de Dios, Él llamaría a Moisés y lo enviaría de vuelta a su pueblo. Aunque en aquel momento presente Moisés no podía ver ni entender este propósito, Dios tenía el control total de la situación. Él estaba obrando para llevar a cabo sus propósitos en respuesta a las oraciones de Su pueblo en Egipto.
Para Meditar:
*¿Qué evidencia tenemos en este pasaje de que Dios estaba protegiendo la vida de Moisés?
*¿Qué aprendemos de los caminos de Dios? ¿Cuán diferentes son nuestros caminos de los de Dios? ¿Por qué sentimos la necesidad de confiar en nuestra propia sabiduría en vez de esperar en Dios?
*La hermana de Moisés esperó y vigiló para ver qué sucedería con su hermanito, y estuvo lista para ser usada en cualquier momento. ¿Estamos preparados y a la vez vigilando las oportunidades para ser usados por Dios?
*La madre de Moisés cedió a su hijo y se marchó confiando en que el Señor obraría. ¿Hay algo hoy que necesitamos cederle al Señor?
*¿Qué nos dice que Moisés estaba confiando aquí en su propias fuerzas y sabiduría? ¿Confiamos a veces en nuestras propias fuerzas y sabiduría para hacer la obra de Dios?
*Dios le dio a Moisés la experiencia de vivir y viajar a lo largo del desierto. Moisés no sabía que Dios usaría esto más adelante en su vida. ¿De qué manera Dios ha usado nuestras experiencias pasadas para llevar a cabo Su propósito en nosotros?
Para Orar:
*Pidamos perdón al Señor por las veces que no confiamos en Él en medio de las circunstancias que vinieron a nuestras vidas.
*Pidamos al Señor que nos guarde de quejarnos cuando enfrentemos el desierto en nuestras vidas. Agradezcámosle por lo que nos está enseñando en medio de esos momentos.
*¿Nos encontramos atravesando pruebas en el presente? Oremos al Señor para que nos ayude a estar más preparados para esperar en Él y para confiar en Sus propósitos. Demos gracias porque Sus propósitos van mucho más allá de lo que pudiéramos imaginarnos.
*Pidamos a Dios que nos dé un corazón como el de Moisés, inclinado hacia la justicia. Oremos pidiendo perdón por las veces que hemos visto que ha sucedido algo y no hemos hecho nada al respecto.
3 – EL LLAMADO DE MOISÉS
Leer Éxodo 3:1-22
Moisés se encontraba viviendo en la tierra de Madián con su suegro Jetro. Observemos en Éxodo 2:28 que Jetro también es llamado Reuel. No se sabe bien por qué se le identifica con estos dos nombres, pero estamos hablando aquí de la misma persona.
Vemos que Moisés se encargaba de cuidar las ovejas de su suegro. Esta era una labor que los egipcios despreciaban muchísimo. Un ejemplo claro de esto lo encontramos en la historia de José, en Génesis 46.
33 Y cuando Faraón os llamare y dijere: ¿Cuál es vuestro oficio? 34 entonces diréis: Hombres de ganadería han sido tus siervos desde nuestra juventud hasta ahora, nosotros y nuestros padres; a fin de que moréis en la tierra de Gosén, porque para los egipcios es abominación todo pastor de ovejas. (Génesis 46:33-34)
Moisés había sido educado con aquella cultura. Sin embargo, ahora se encontraba siendo un pastor de ovejas despreciado en vez de ser un príncipe en Egipto. Esto también era parte de la preparación que Dios le estaba dando a su vida. Moisés sería llamado a pastorear a toda una nación y a guiarlos a través del desierto hacia la tierra prometida. Él también necesitaba humillarse si quería ser usado por Dios para liberar a Su pueblo.
En una ocasión, Moisés se encontraba pastoreando las ovejas de su suegro en una región distante del desierto; y llegó hasta la región de Horeb ante el monte de Dios. Muchos comentaristas creen que este monte de Dios se refiere al monte Sinaí donde Dios le hablaría a Moisés más adelante. Fue aquí en el desierto, pastoreando ovejas, en donde Moisés tendría un encuentro con Dios. Para este tiempo ya Moisés había sido humillado en gran manera y había sido despojado de toda confianza que tenía en sí mismo. La visión que tenía para su pueblo parecía haber quedado muy atrás en el pasado.
Mientras cuidaba de las ovejas de su suegro, Moisés vio un arbusto que parecía estar en llamas (v. 2). Sin embargo, el fuego no consumía al arbusto a pesar de las llamas. Esto le intrigó a Moisés, el cual decidió ir a ver qué pasaba (v. 3).
Al acercarse escuchó una voz que le hablaba desde el arbusto. La voz lo llamó por su nombre: “¡Moisés, Moisés!” Moisés, al escuchar la voz, respondió: “Heme aquí” (v. 4).
La voz entonces le advirtió a Moisés que no se acercara más, y que tenía que quitarse las sandalias de sus pies porque el lugar sobre el que estaba parado era lugar santo. Era santo porque la presencia de Dios estaba allí. En aquella cultura, quitarse las sandalias era una manera de mostrar respeto por la persona que se tenía delante.
En aquella voz Dios se presentó a Moisés como el Dios de su padre, el Dios de Abraham, Isaac y Jacob. Moisés creció en el hogar de la hija de Faraón; y no tenemos ninguna referencia de hombres presentes en la primera etapa de su vida. Las personas que marcaron la vida de Moisés fueron todas mujeres. Su madre, su hermana y la hija de Faraón aparecen como quienes lo criaron. Dios se le presenta a Moisés como el Dios de su padre Abraham. Esto es algo significativo, porque identifica a Moisés con un linaje familiar. Aunque Moisés fue criado como un egipcio, aquí se le identifica con sus verdaderas raíces hebreas. Dios lo veía como un israelita, un descendiente de Abraham, Isaac y Jacob. Debemos recordar que Moisés había sido rechazado por su propia gente (los hebreos) antes de salir de Egipto (ver Éxodo 2:14). También había sido rechazado por los egipcios que le criaron.
Moisés era un extranjero en Madián, sin identidad alguna. Cuando aquel día Dios le habló le hizo recordar sus raíces. Él le mostró que era un israelita y que debía vivir como tal. Es muy fácil pasar esto por alto en la vida de Moisés. Al no tener raíces, Moisés andaría de un lugar a otro sin propósito alguno. Aquel día Dios le devolvió sus raíces; y desde entonces, Moisés viviría como un israelita con un propósito definido. Aunque el camino estaría lleno de obstáculos, al final Moisés se convertiría en uno de los líderes más respetados de Israel.
Cuando Dios se le reveló a Moisés, éste escondió su rostro porque tenía miedo. Este fue un encuentro grandioso, el cual era muy difícil que Moisés pudiera olvidar. Dios se le revela a Moisés como una voz que salía de un arbusto en llamas, y solo podemos especular en cuanto al por qué Dios se le revelaría a Moisés de esta manera. Hay dos aspectos que debemos entender en cuanto a esta ilustración.
En primer lugar, vemos en las Escrituras que a menudo se compara a Dios con el fuego, como un símbolo de santidad y juicio. El fuego en el arbusto representaba a Dios en su santidad y justicia.
En segundo lugar, no había nada más común y ordinario que un arbusto. En muchas maneras Moisés era igual que aquel arbusto. Él era tan solo una persona común que no tenía nada especial que ofrecer. Es cierto que él había sido un principie en Egipto, pero en Madián era tan solo un simple pastor de ovejas. ¿Sería que Dios le estaba mostrando a Moisés lo que Él quería hacer con su vida? ¿Le estaría mostrando a Moisés que Él quería ser como ese fuego en la vida de él? El poder de Dios vendría sobre una persona común, pero no lo consumiría. Él sería un instrumento en las manos de Dios para llevar a cabo Sus propósitos. Cuando estaba en Egipto, Moisés confiaba en su propia fuerza y sabiduría. Pero Dios le estaba mostrando un mejor camino. Dios sería un fuego en él.
Observemos en el versículo 7 que Dios había visto la desgracia de Su pueblo en Egipto, y había escuchado sus oraciones pidiendo ayuda. Dios estaba pendiente a su sufrimiento (v. 7). En respuesta, Dios llamó a Moisés para que regresara a Egipto a liberar a Su pueblo (v. 10). En el versículo 8 le dice a Moisés que él rescataría a Su pueblo y lo traería a su propia tierra. Esa tierra que le daría sería una tierra de leche y miel. Eso quería decir que era una tierra fructífera con todo lo que necesitaban para prosperar. Observemos también que la tierra en ese momento les pertenecía a los cananeos, heteos, amorreos, ferezeos, heveos y jebuseos. Dios tomaría esta tierra de estas naciones y se las daría a Su pueblo. Como Dios soberano que es, todo le pertenece, y tiene el derecho a hacer con ello como estime conveniente.
Observemos la respuesta que Moisés le dio al Señor ese día: “Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel?” (v. 11). Moisés se veía a sí mismo como un arbusto común. Él no se veía como algo especial. Todo sentido de orgullo con respecto a su propia capacidad había sido barrido de su vida después de años viviendo en la tierra de Madián. Moisés pensaba que no tenía nada que ofrecer. Él no había entendido el fuego del poder y la autoridad de Dios en él, sino que seguía mirándose a sí mismo. Todavía tenía mucho que aprender. ¡Cuán fácil es para nosotros ver las cosas de esa misma manera! Nos miramos y vemos nuestras incapacidades. Vemos nuestra falta de poder y de experiencia. Sin embargo, necesitamos mirar más allá de nosotros mismos, al fuego del Espíritu de Dios que arde en nuestro interior. Con ese fuego en nosotros nada es imposible.
En el versículo 12 Dios le dice a Moisés que a pesar de sus debilidades Él estaría con él. En otras palabras, Dios sería para él como aquel fuego en el arbusto. Dios le dice a Moisés que el día llegaría en que él y Su pueblo le adorarían en el monte donde ahora estaban hablando.
Moisés todavía no estaba muy convencido de que él era la persona que liberaría al pueblo de Dios. Cuando salió de Egipto, los israelitas lo habían rechazado como su líder. Su experiencia pasada le decía que ellos no estaban listos para aceptarlo a él ni a su autoridad. Si él quería ir a hacer lo que Dios le estaba pidiendo que hiciera, necesitaba hacerlo con una autoridad superior a la suya. Moisés entonces le pregunta a Dios que quién debería decirles que lo envió (v. 13).
Dios le dice a Moisés que le dijera al pueblo que “YO SOY” lo había enviado. ¿Cómo podemos describir a Dios? No podemos compararle con cualquier ser humano u objeto. Él va más allá de cualquier descripción. Él debe ser la referencia de toda comparación. Él es el que siempre ha sido y siempre será. Él es la fuente a la cual todo debe su existencia. Él es la autoridad máxima ante la cual todo debe rendirse e inclinarse. Éste era quien estaba enviando a Moisés. No podía haber una autoridad mayor. Rechazar a Moisés era rechazar al Dios que lo había enviado. En caso de que esto no le quedara bien claro a Su pueblo, en el versículo 15 Dios deja las cosas más claras aún. Él le dice a Moisés que debía decirle al pueblo que el Dios de sus padres, el Dios de Abraham, Isaac y Jacob lo había enviado.
Dios le dice a Moisés que fuera a donde los ancianos de Israel y les dijera que el Dios de sus padres se le había aparecido, y que había visto lo que Egipto le había estado haciendo a Su pueblo. Moisés también debía decirles que Dios los sacaría de Egipto y les daría su propia tierra (versículos del 16-17)
Dios le prometió a Moisés que los ancianos de Israel le escucharían (v. 18). Esta puede que haya sido una de las preocupaciones de Moisés debido a que muchos años atrás, estando en Egipto, había experimentado el rechazo. Dios le dice a Moisés que él y los ancianos tenían que ir a donde el rey de Egipto y pedirle que los dejara dar un viaje de tres días al desierto para ofrecer sacrificios al Señor su Dios (v. 18). Dios también le explicó a Moisés que el rey no los iba a escuchar a menos que una mano fuerte lo obligara (v. 19). Dios extendería Su mano y golpearía a Egipto con muchas señales milagrosas. El rey solamente los dejaría marchar después de esto (v. 20).
Moisés encontraría oposición; sin embargo, esta oposición al final lograría el bien supremo de Dios. Dios le revelaría Su poder tanto a Su pueblo como a la población de Egipto. Todos verían que fue la mano poderosa de Dios la que libró a Israel.
Dios le prometió a Moisés que llegaría el día en que Su pueblo hallaría “gracia en los ojos de los egipcios” (v. 21). Israel no saldría de Egipto con las manos vacías; los egipcios les proveerían todo lo que ellos necesitaban para el viaje (artículos del hogar, plata, oro y ropa).
La obra a la cual Dios había llamado a Moisés no sería nada fácil. De hecho, sería algo imposible de lograr con las fuerzas y sabiduría humanas. A menos que fuera empoderado y capacitado por Dios, Moisés no tenía esperanza alguna de tener éxito en esta misión. Él era tan solo un arbusto ordinario delante del rey más poderoso de la tierra. Sin embargo, ese arbusto común iba a estar lleno del fuego de Dios. Grandes cosas sucederían por medio de Su autoridad y Su poder; y el pueblo de Dios sería liberado.
Al igual que Moisés, nosotros somos vasijas comunes y ordinarias. Sin embargo, Dios nos ha llamado, nos ha ungido y nos ha empoderado. Por medio de personas comunes como nosotros, Dios hace cosas imposibles. ¿Confiaremos en Él y daremos el paso adelante con una fe obediente? Nos sorprenderemos con lo que Él hará por medio nuestro.
Para Meditar:
*¿De qué manera Moisés perdió su orgullo en el desierto? ¿Hemos pasado por circunstancias que han hecho que seamos personas menos orgullosas?
*Dios se reveló a Moisés por medio de un arbusto en llamas. ¿Qué creemos que representaba este arbusto? ¿De qué manera se aplicó esto a la vida de Moisés? ¿Cómo se aplica a nuestras vidas?
*Dios le prometió a Moisés que iría con él y que le daría el poder para hacer la obra a la cual lo había llamado. ¿Nos promete Dios eso también a nosotros en estos tiempos? ¿Estamos dispuestos a actuar en obediencia?
*¿Hemos experimentado alguna vez el empoderamiento de parte de Dios en nuestras vidas y ministerios?
*Aunque Dios le dio el poder para llevarla a cabo, la tarea a la que había sido llamado Moisés no sería nada fácil. ¿Por qué creemos que Dios permite que pasemos por pruebas mientras nos capacita?
Para Orar:
*Pidamos a Dios que nos despoje de todo orgullo y de cualquier cosa en nuestras vidas que impida que seamos usados por Él.
*Demos gracias al Señor porque Él quiere ser un fuego que nos llena de poder. Pidámosle que arda con más fervor en nuestras vidas.
*Pidamos perdón al Señor por las veces que intentamos servirle con nuestras propias fuerzas, y no confiamos en el poder de Su presencia en nosotros.
*Demos gracias que Él es el Dios de lo imposible.
4 – MOISÉS Y AARÓN SALEN PARA EGIPTO
Leer Éxodo 4:1-31
En el capítulo 3 vimos cómo Dios llamó a Moisés para que regresara a su pueblo que estaba en Egipto. Dios prometió ser un fuego en él que le permitiría llevar a cabo el ministerio al cual había sido llamado. Moisés no estaba convencido de ser el hombre idóneo para ese trabajo. Su experiencia pasada le había mostrado que el pueblo de Israel no aceptaría inmediatamente su autoridad. Vemos en el versículo 1 que Moisés cuestionó a Dios: “He aquí que ellos no me creerán, ni oirán mi voz; porque dirán: No te ha aparecido Jehová”.
Dios le acababa de hablar a Moisés por medio de la zarza ardiente; se le había revelado como el Dios de sus padres. Moisés sabía que este Dios era un Dios poderoso que había hecho grandes cosas, y aun así cuestionaba si Él podría usarlo o no. ¿Cuántas veces hemos caído en esta misma trampa? Sabemos que Dios es poderoso y que ha usado a muchas personas en el pasado, pero cuestionamos si alguna vez nos podrá usar a nosotros. Nuestra expectativa de que Dios pueda usar a otros es alta, pero nuestra fe para creer que nos usará a menudo disminuye.
Dios no se molestó con Moisés por sus dudas. La experiencia de Moisés con Dios hasta este punto había sido muy limitada. Dios es paciente con él y lo asiste en la duda; por eso para ayudarlo, le dio tres señales.
En los versículos del 2 al 5 Dios le dijo a Moisés que tirara su vara al suelo. Moisés obedeció, y cuando lo hizo, la vara se convirtió en una serpiente. Moisés se asustó y huyó de ella (v. 2). Entonces Dios le dijo a Moisés que se acercara y tomara la serpiente por la cola. Aquí hay dos cosas que necesitamos ver. La primera es que Moisés le tuvo miedo a la serpiente, pero Dios le estaba pidiendo que enfrentara su temor. Al pedirle que tomara la serpiente por la cola, Dios le estaba pidiendo a Moisés que confiara en Él. Esta no era tan solo una señal para Israel sino también para Moisés. Éste tenía miedo de enfrentar la gran serpiente de Egipto. Dios le estaba mostrando que tenía que enfrentar ese miedo y tomarlo por la cola. Dios haría grandes milagros por medio de Moisés si este enfrentaba sus miedos y confiaba en Él.
¿Y nosotros qué? ¿Estamos dispuestos hoy a enfrentar nuestros temores? ¿Estamos dispuestos a confiar en que el Señor hará su maravillosa obra en nosotros? ¿Nos atreveremos a tomar el miedo por la cola, confiando en que el Señor nos protegerá y nos guardará?
Cuando Moisés tomó la serpiente, ésta se convirtió nuevamente en una vara. Dios le dijo que le daba esta señal para que cuando el pueblo de Israel la viera, creyere que el Señor se le había aparecido (v. 5).
Dios le dio a Moisés una segunda señal. En el versículo 6 le dijo que metiera su mano en su seno, y Moisés obedeció. Sin embargo, cuando sacó su mano ésta estaba leprosa. Entonces Dios le dijo que la volviera a meter en su seno, y cuando lo hizo, la mano quedó sana (v. 7). Por medio de esto Dios le estaba mostrando a Moisés y a su pueblo que Él podía purificar lo que era inmundo. Al igual que la mano que estaba dentro del seno de Moisés, el pueblo de Dios estaba sumido en la contaminación de la esclavitud de Egipto, y Dios podía librarlos y restaurarlos completamente. Dios ciertamente podía hacer con Su pueblo lo que hizo con la mano de Moisés.
En el versículo 8 Dios le dijo a Moisés que le estaba dando estas señales para que el pueblo pudiera creer. Si ellos no creían con la primera señal, creerían cuando les mostrara la segunda. Sin embargo, si no creían en ninguna de las dos, Dios todavía les daría una tercera. Sin embargo, Moisés tuvo que tomar esta señal por fe. Dios le dijo que tenía que sacar agua del Nilo y verterla sobre la tierra. Cuando él hiciera esto, el agua se convertiría en sangre al caer al suelo (v. 9). Esta tercera señal era una señal de juicio sobre Egipto. Al derramar sangre sobre el suelo, Moisés le estaría declarando al pueblo de que Dios iba a derramar Su ira sobre aquella nación por la sangre de Su pueblo que ellos habían derramado.
Estas eran señales muy poderosas, y revelaban el poder de Dios y Sus propósitos por medio de Moisés. A pesar de aquellas señales, Moisés todavía seguía batallando con el llamado de Dios sobre su vida. Él seguía teniendo la mirada puesta en sí mismo y no en el poder de Dios que estaba en él. En el versículo 10 él le dijo a Dios que era tardo para hablar y torpe de lengua. Es difícil discernir si Moisés estaba diciendo que él tenía una incapacidad natural para hablar en público o si se estaba refiriendo al idioma de Egipto. Aunque Moisés había crecido en Egipto, es muy probable que llevara más de 40 años sin usar ese idioma. Es muy probable que en esos 40 años en Madián tampoco hubiese usado el idioma hebreo. De seguro se sentiría muy incómodo teniendo que ministrar en idiomas que hacía tiempo no usaba.
Dios le recordó a Moisés que Él es el Dios que creó la boca. Él dio la audición, la vista y la capacidad para hablar. Él le prometió que abriría su boca y que lo ayudaría a hablar. Tenemos evidencia de que Dios hizo exactamente eso. En Hechos 7:22 leemos que Moisés era poderoso en sus palabras.
Y fue enseñado Moisés en toda la sabiduría de los egipcios; y era poderoso en sus palabras y obras.
Esto nos muestra que Dios hizo algo poderoso en Moisés. Le dio la capacidad de comunicarse poderosamente en los idiomas de Egipto e Israel. Cuando Dios llama también nos equipa para hacer aquello para lo cual nos ha llamado. El único obstáculo sería nuestra disposición de confiar en Él.
A pesar de las palabras de Dios, Moisés seguía sin convencerse de que él era el hombre para aquella tarea. No solo se había quedado sin ningún tipo de confianza en sí mismo, sino que también le costaba poner su confianza en Dios. A él le resultaba muy difícil aceptar el hecho de que Dios lo usaría de la manera en que decía. Él le rogaba a Dios que enviara a otro. La visión que él tenía para su pueblo había muerto hacía ya muchos años. Moisés nunca pensó que regresaría a su gente, pues lo había rechazado a él y a su ministerio. También Egipto lo había rechazado. Él ya se había acomodado a la vida sencilla de Madián; y vemos que le pide a Dios que envíe a otra persona (v. 13).
En el versículo 14 Dios se enojó con Moisés. Ya le había dado tres señales; y le había prometido que estaría con él y que le daría las palabras para que hablase; pero Moisés todavía no podía aceptar su llamado. A pesar de su ira, Dios escuchó la objeción de Moisés y decidió enviar a su hermano Aarón con él. Es interesante ver que Dios no puso objeción al pedido de Moisés de que alguien estuviera con él en el ministerio. Lo que vemos es que Dios sí puso objeción ante la negación de Moisés de aceptar Su llamado. En el versículo 14 Dios le dijo que ya Aarón venía en camino para encontrarse con él. Esto nos conduce a creer que siempre fue la intención de Dios de que Aarón acompañara a Moisés. En Marcos 6 vemos que cuando Jesús envió a sus discípulos los envió en parejas.
Después llamó a los doce, y comenzó a enviarlos de dos en dos; y les dio autoridad sobre los espíritus inmundos. (Marcos 6:7)
Esto era lo que Él estaba haciendo con Moisés; le estaba dando un compañero para que estuviese con él. No debemos pensar que Aarón le acompañó porque Moisés se rehusó a ir solo. Todo parece indicar que desde el principio era la intención de Dios que Moisés tuviese el apoyo de su hermano.
Dios no estaba llamando solamente a Moisés, sino que también se estaba moviendo en la vida de su hermano Aarón. Éste creció bajo las dificultades de Egipto, y sufrió las injusticias de la esclavitud. Esta esclavitud se había endurecido, y sabemos por Éxodo 2:23 que los israelitas en su agonía comenzaron a clamar a Dios. Vemos también en Éxodo 4:14, que de alguna manera Aarón se había escapado de Egipto y ahora se encontraba buscando a Moisés. Hechos 7:30 nos dice que Moisés había pasado 40 años en el desierto de Madián. Esto significa que es muy probable que Moisés y Aarón no se hubieran visto en todos esos años.
¿Por qué buscaba Aarón a Moisés? ¿Era porque creía que Dios tenía un llamado para su vida? ¿Era porque creía que Dios quería liberar a Su pueblo y Moisés era el hombre para hacerlo? ¿Buscaba él a Moisés porque creía que él era la respuesta a las oraciones de su pueblo en servidumbre? En el versículo 14 Dios le recordó a Moisés que Aarón podía hablar bien. En otras palabras, él había vivido esos 40 años en Egipto y hablaba con fluidez tanto el idioma egipcio como el hebreo. Aarón sería la boca de Moisés, y hablaría en nombre de su hermano al pueblo y a los líderes egipcios. Dios le hablaría a Moisés, y Aarón debía compartir Sus palabras con el pueblo.
No debemos subestimar la trascendencia de este encuentro entre Moisés y Aarón. Esta era una señal muy personal para Moisés de que él era el hombre que Dios había llamado para la tarea de liberar a Su pueblo. La posibilidad de que Aarón creyera que Moisés era el hombre de Dios para aquel tiempo pudo haber sido una confirmación real para Moisés. En realidad, el hecho de que Aarón hubiera venido en su búsqueda, le habría mostrado a Moisés que él creía en él. ¡Cuán importante es para nosotros tener personas que crean en nuestro ministerio y llamado! Ha habido muchas ocasiones en el ministerio en que estas personas me han animado y me han ayudado a seguir adelante.
Con estas palabras de Dios sonando en los oídos de Moisés, éste no tenía otra opción que obedecer. Tomando su vara en la mano regresó a donde su suegro y le pidió permiso para regresar con su familia a Egipto para ver si su pueblo seguía con vida (v. 18). Vemos que Moisés no le dio detalles de su misión a su suegro, sin embargo, éste le dio su bendición para el viaje.
En el versículo 19 Dios le aseguró a Moisés que todos aquellos que procuraban matarlo habían muerto. Esto también debió haberle servido a Moisés como confirmación. Al recibir esto de parte de Dios, Moisés tomó a su esposa e hijos, los puso sobre un asno y partió de regreso a Egipto. Observemos en el versículo 20 que también tomó la vara de Dios. Esta vara era algo muy importante, pues era una señal de autoridad y poder de parte de Dios. Con ella Moisés haría disímiles milagros.
Después que Moisés reunió a su familia y comenzó su viaje, dos cosas importantes sucedieron. En primer lugar, el Señor le reveló a Moisés algo de la dificultad que tendría por delante. En los versículos 21 al 23 le dijo que el corazón de faraón se endurecería a lo que él le iba a decir, y que no iba a dejar ir al pueblo. Solo podemos imaginar lo que Moisés pensó al escuchar aquellas palabras. ¿Para qué tendría que ir a Egipto si Faraón no iba a dejar que su pueblo saliera? En aquel momento Dios no le reveló a Moisés todos los detalles de Su propósito; simplemente le recordó que la tarea no sería fácil. Él le dijo a Moisés que mataría al primogénito de Faraón. Una vez más solo podemos imaginar lo que sentiría Moisés ante aquellas palabras. ¿Cuál sería la reacción de Faraón ante la muerte de su primogénito? ¿Respondería con ira? ¿Pondría esto en peligro su vida y la de su familia? Es muy probable que mientras regresaba a Egipto, en el corazón de Moisés hubiese muchas preguntas sin respuestas.
El segundo suceso significativo que tuvo lugar mientras Moisés regresaba a Egipto lo encontramos en el versículo 24 en donde leemos: “Y aconteció en el camino, que en una posada Jehová le salió [a Moisés] al encuentro, y quiso matarlo”. Estas son palabras perturbadoras. ¿Qué estaba sucediendo aquí?
Aunque no tenemos todos los detalles de lo sucedido aquel día, algunos comentaristas creen que Moisés había caído con una enfermedad que pudo haberlo matado. Es posible que, al percatarse de lo grave de la enfermedad de Moisés, su esposa tomara un cuchillo afilado y circuncidara a su hijo. Ella entonces lanzó el prepucio a los pies de Moisés y lo llamó esposo de sangre.
Necesitamos detenernos por un momento para reflexionar sobre estos versículos. Si no hubiese sido por la acción de su esposa, Moisés hubiese muerto. La circuncisión del hijo de Moisés parece haberle salvado la vida. Dios le estaba mostrando a través de esto que necesitaba vivir de cierta manera a partir de ahora. Él tenía que vivir como un israelita, y sus hijos tenían que ser criados como tal. Moisés no había circuncidado a su hijo como lo requería la ley de Dios por medio de Abraham. Si Moisés iba a ministrar a su pueblo, entonces necesitaba seguir la ley de Dios y ser un ejemplo a seguir para ellos. Sin embargo, Dios también le estaba mostrando a Moisés que lo aceptaba completamente como uno de Su pueblo. Al salir de la tierra de Madián, le estaba dando la espalda a su antigua forma de vida, y ahora se estaba identificando con el pueblo de Dios. Él nunca más regresaría a esa antigua manera de vivir. Él y su familia se convertirían en israelitas y seguirían al Dios de Israel.
Mientras Moisés se dirigía con su familia a Egipto, Dios estaba guiando a Aarón hacia él. Ellos se encontraron en el Monte de Dios (probablemente el monte Sinaí) donde el Señor había llamado a Moisés. Solo nos podemos imaginar cuán feliz debió haber sido aquel encuentro. Ambos se saludaron con un beso (27), y Moisés le explicó a Aarón lo que Dios le había estado diciendo, y cómo le había dado señales milagrosas para hacerlas delante de Su pueblo en Egipto. El pasaje no nos cuenta sobre la reacción de Aarón, pero podemos imaginar que él debió haber estado muy contento al escuchar que Dios había estado llamando a Moisés para que regresara a su pueblo.
Moisés y Aarón regresaron juntos a Egipto y reunieron a todos los ancianos de Israel. Cuando Moisés le mostró al pueblo todas las señales que Dios le había dado que hiciese, el pueblo creyó. Ellos respondieron postrándose en adoración al Señor por haber escuchado su clamor y haber enviado a Sus siervos para que los libertaran.
Para Meditar:
*En este pasaje vemos que Moisés se enfocó en sus debilidades y no en el poder de Dios que tenía a su disposición. ¿Hemos sido alguna vez culpables de hacer lo mismo? ¿Cuál es el poder que tenemos a nuestra disposición hoy para llevar a cabo nuestro ministerio y nuestro caminar con Dios?
*¿Cuán significativa es la señal de la serpiente? ¿Hay miedos en nuestras vidas que tengamos que enfrentar?
*Dios le dio a Moisés un compañero de ministerio. ¿Cuán importante es para nosotros hoy que trabajemos con otras personas? ¿Le ha dado Dios algún compañero en el ministerio?
*¿Por qué le dio Dios a Moisés señales milagrosas para que le mostrara a Su pueblo? ¿Son éstas necesarias hoy en día?
*¿De qué manera Dios usó la enfermedad de Moisés para enseñarle una lección? ¿Usa Dios todavía en nuestros días las enfermedades y las tragedias para lograr Sus propósitos en nuestras vidas? Argumente
Para Orar:
*Pidamos al Señor que nos ayude a aceptar Su llamado en nuestras vidas sin cuestionamientos. Pidámosle que nos ayude a confiar en Él y en Sus propósitos.
*¿Cuáles son los temores que tenemos que confrontar en nuestras vidas? Pidamos al Señor que nos ayude a enfrentar esos temores en Su nombre.
*Tomemos un momento para agradecerle al Señor que, a pesar de nuestros fallos, Él no se rinde con nosotros. Agradezcámosle por querer usarnos para Su gloria.
*Demos gracias a Dios por las personas que ha puesto en nuestro camino para que estén junto a nosotros en el ministerio.
*Oremos a Dios para que nos ayude a confiar en Su poder y no en nuestras propias fuerzas. Démosle gracias por querer empoderarnos y usarnos para Su gloria.
5 – LA SITUACIÓN TAN SOLO EMPEORA
Leer Éxodo 5:1-6:1
A menudo Dios obra de maneras que nos resultan extrañas. A veces, lo que parece ser una tragedia es usado por Dios para llevar a cabo Su maravilloso plan en nuestras vidas. El sendero a la victoria a veces atraviesa el valle de las pruebas y las vicisitudes. En este capítulo, Moisés y Aarón tuvieron que pasar por esa senda.
La respuesta inicial de los israelitas fue muy favorable para Moisés y Aarón. Ellos creyeron que Dios los había enviado, y lo adoraron por la liberación que les había prometido. Esto debió servir de mucho aliento para Moisés y su hermano. Sin embargo, recordemos que ya Dios le había dicho a Moisés cuál sería la reacción que tendría el Faraón. Veamos qué fue lo que le dijo en Éxodo 3:18-20:
18 Y oirán tu voz; e irás tú, y los ancianos de Israel, al rey de Egipto, y le diréis: Jehová el Dios de los hebreos nos ha encontrado; por tanto, nosotros iremos ahora camino de tres días por el desierto, para que ofrezcamos sacrificios a Jehová nuestro Dios. 19 Mas yo sé que el rey de Egipto no os dejará ir sino por mano fuerte. 20 Pero yo extenderé mi mano, y heriré a Egipto con todas mis maravillas que haré en él, y entonces os dejará ir.
Cuando Moisés y Aarón fueron a Faraón, ellos sabían que él no los escucharía. Como es obvio, esto no hizo que el rechazo fuera más llevadero.
Moisés y Aarón aparecieron delante de faraón y le pidieron permiso para llevar al pueblo de Israel al desierto y realizar una celebración. Solo podemos imaginar con qué valentía debieron haber hecho aquella petición. El pueblo de Dios había sido tratado como esclavo por años. Para el Faraón, el único propósito que tenían los israelitas era que le sirvieran a su causa. El rey temía a los israelitas, y había mandado a matar a los niños varones ordenándole a su pueblo que lanzaran al río Nilo a todo niño pequeño que fuera varón. No parecía muy probable que Faraón les fuera a dar a sus esclavos unas “vacaciones” en el desierto. Aunque Dios sabía cuál sería la respuesta de Faraón, aun así, envió a Moisés para hablar con él.
Una vez más vemos que los caminos de Dios no son nuestros caminos. No todo al que le hablemos aceptará nuestro mensaje. La reacción de Faraón era predecible, “¿Quién es Jehová, para que yo oiga su voz y deje ir a Israel? Yo no conozco a Jehová, ni tampoco dejaré ir a Israel” (v. 2).
Moisés le dijo a Faraón que el Dios de ellos los había visitado y les había ordenado que hicieran ese viaje. Nuevamente le pidió permiso para que su pueblo diera ese viaje de tres días al desierto para ofrecer sacrificios al Señor. Sin embargo, esta vez le advirtió al rey sobre las consecuencias de no dejarlos ir. Moisés le dijo a Faraón que si no dejaba que su pueblo diera ese viaje de tres días al desierto, el Señor golpearía su tierra con plagas y espada (v. 3).
Esta declaración de parte de Moisés era muy valiente. Sin embargo, la advertencia no persuadió al rey para dejarlos ir. De hecho, le dijo a Moisés que él estaba desvirtuando al pueblo de sus labores (vv. 4-5). A Faraón no le importaba el pueblo de Israel, solo le importaban sus propios intereses. Los israelitas eran esclavos cuyo único propósito en la mente de Faraón era construir su reino; y una vez más, se opuso a que el pueblo saliera.
Cuando Moisés y Aarón salieron de la presencia de Faraón en aquel día, este último dio órdenes a sus capataces y a los que estaban a cargo de los esclavos de que no les suplieran más la paja que ellos necesitaban para hacer ladrillos. El pueblo tenía que buscar la paja que utilizarían y producir la misma cantidad de ladrillos que producían antes (vv. 6-8). Él los acusó de ser perezosos y querer evadir el trabajo (v. 8).
La intención de Faraón era hacer que el pueblo estuviese más ocupado aún, y así no tuvieran tiempo de escuchar a Moisés y a Aarón. Observemos en el versículo 9 que Faraón pensó que las palabras de Moisés eran mentiras. Él no creyó que Moisés era un verdadero profeta, y rechazó a su Dios.
Como resultado de las órdenes de Faraón, el pueblo se esparció por toda la región en busca de paja (v. 12). Casi siempre la paja se componía de los rastrojos que quedaban atrás después de las cosechas. El hecho de que los israelitas estuviesen esparcidos recogiendo rastrojos es una señal de cuán desesperados estaban. Ellos buscaban cualquier cosa que hiciera falta para cumplir con su cuota. Visitaban campos que ya habían sido cultivados para reunir todo lo que le pudiera servir como paja. Pero a pesar de sus esfuerzos no podían cumplir con las cuotas diarias que les imponía Faraón. Entonces los cuadrilleros azotaban a los capataces israelitas debido a que el pueblo no cumplía con su cuota de ladrillos (v. 14). La vida para el pueblo de Dios se tornaba más difícil.
Aquí estamos con la incógnita de por qué Dios permitía que el pueblo pasara más trabajo. En vez de aliviar su carga, Dios permitía que ésta se hiciera insoportable. Una vez más vemos que nuestros caminos no son como los caminos de Dios. Dios tenía un propósito con este dolor y sufrimiento. Él iba a liberar a Su pueblo, pero esta liberación llegaría por medio de gran tribulación. Había lecciones qué aprender, y el pueblo de Dios necesitaba estar preparado para lo que tenía por delante. El camino hacia la Tierra Prometida sería difícil. Ellos necesitaban aprender a confiar en Dios de nuevas maneras. También necesitaban entender cuán grande y poderoso era su Dios, si querían embarcarse en el viaje hacia la libertad.
Antes de usarnos en formas más sublimes Dios ha de prepararnos. Y esto era lo que estaba sucediendo aquí. Dios estaba preparando a Su pueblo para lo que tenían por delante. ¿Nos encontramos enfrentado pruebas en nuestras vidas como creyentes? Tengamos la certeza de que Dios tiene el control y nos está preparando para algo mayor.
Los capataces israelitas no entendían por qué Faraón estaba exigiendo cosas tan imposibles para su pueblo. Ellos entonces fueron a donde estaba él para preguntarle por qué los estaba tratando de aquella manera. Le dijeron que no les era posible cumplir con las cuotas si tenían que buscar su propia paja. A Faraón no le gustaron para nada sus “excusas”. Les dijo que él consideraba que la única razón por la que estaban pidiendo tiempo para ir al desierto para ofrecer sacrificios a su Dios, era para trabajar menos. Les dijo a los capataces que él consideraba al pueblo unos holgazanes, y les ordenó que volvieran a trabajar y a cumplir su cuota (vv. 17-18).
La respuesta que le dio Faraón a los capataces les ayudó a entender por qué les había hecho aquellas demandas tan irrazonables. Moisés y Aarón eran los responsables de aquel castigo. También supieron que estaban en serios problemas porque sabían que no había manera de cumplir con la cuota de ladrillos que Faraón les había exigido (v. 19).
Al salir de la presencia de Faraón, los capataces se encontraron con Moisés y Aarón que los estaban esperando (v. 20, LBLA). No se nos dice para qué Moisés y Aarón los querían ver. Cuando los capataces se encontraron con ellos dos les dijeron: “…nos habéis hecho abominables delante de Faraón y de sus siervos, poniéndoles la espada en la mano para que nos maten” (v. 21).
Solo podemos imaginar cuán difícil debió haber sido esto para ellos dos. Moisés, en particular, ya había experimentado este mismo rechazo en el pasado. Una cosa era haber sido rechazado por faraón, y otra muy diferente ser acusado de ponerle la espada en su mano para que matara a su propio pueblo. Esto debió haber sido muy desalentador para Moisés y Aarón. Su propia gente los había rechazado.
Para Moisés en particular, el sufrimiento a causa del rechazo era algo bien difícil. En los versículos del 22 al 23 él clamó al Señor:
Señor, ¿por qué afliges a este pueblo? ¿Para qué me enviaste? 23Porque desde que yo vine a Faraón para hablarle en tu nombre, ha afligido a este pueblo; y tú no has librado a tu pueblo.
Una cosa es experimentar uno mismo el fracaso a nivel personal; pero cuando este fracaso afecta a otras personas, se hace aún más difícil de soportar. Moisés sabía que lo que decían los israelitas era cierto. Su presencia les había causado más angustia aún. Las cosas habían empeorado desde el momento en que llegó. Él no le tenía respuesta alguna al pueblo, y se había quedado con la duda acerca de cuál sería el plan de Dios. Su clamor a Dios fue un clamor en busca de respuestas. Moisés estaba haciendo preguntas difíciles. ¿Por qué has hecho esto Señor? ¿Por qué me enviste a este pueblo para empeorar las cosas? ¿Por qué no veo el fruto de mi esfuerzo? ¿No hubiera sido mejor que me hubiera quedado en Madián?
¿Quién entre nosotros no ha hecho preguntas similares a estas? ¿Hemos cuestionado alguna vez el propósito de Dios para nuestras vidas y ministerios? Aquí Moisés se encontraba obedeciendo al Señor; estaba haciendo exactamente lo que el Señor le había pedido que hiciera. Aunque en ese momento él no podía ver el resultado de su esfuerzo, Dios seguía con Su plan en todo lo que estaba sucediendo.
Quiero concluir este capítulo con el primer versículo de capítulo 6. En Éxodo 6:1 Dios escuchó el clamor de Moisés y le respondió:
(6:1) Jehová respondió a Moisés: Ahora verás lo que yo haré a Faraón; porque con mano fuerte los dejará ir, y con mano fuerte los echará de su tierra.
Dios le dijo a Moisés que él iba a hacer algo grande. Dijo que iba a extender Su mano y hacer que Faraón dejara ir a Su pueblo. Estas palabras de parte de Dios debieron haber sido de gran aliento para Moisés. Dios haría que Su plan funcionara y usaría a Moisés para liberar a Su pueblo. Él iba a hacer todo esto por medio de su gran poder, y usaría a Moisés como Su instrumento a pesar de sus indecisiones.
¿Estamos experimentando pruebas y luchas en nuestro ministerio hoy en día? Levantemos pues nuestros ojos y miremos al gran Dios de Moisés. Él no ha terminado aún. Su obra acaba de comenzar. Esperemos en Él y en Su tiempo; y le veremos vencer con gran poder y gloria.
Para Meditar:
*¿Responderá la gente siempre de manera favorable a nuestro mensaje? ¿Por qué creemos que Dios nos envía a personas que no nos van a escuchar?
*¿Por qué creemos que Dios permitió que las cosas se les pusieran más difíciles a Su pueblo? ¿Qué lecciones aprendió Su pueblo en aquella ocasión? ¿Cuáles son las lecciones que Dios nos ha enseñado en tiempos de pruebas y dificultades?
*¿Cuál fue la respuesta de Moisés a los capataces israelitas? ¿Hemos cuestionado alguna vez los planes de Dios para nuestras vidas y ministerios? Abundemos.
*¿Podemos siempre entender a plenitud los caminos de Dios? ¿Qué papel desempeña la fe en momentos así?
Para Orar:
*Oremos al Señor pidiéndole que nos ayude a ser fieles aun cuando no vemos el fruto de nuestro trabajo.
*Demos gracias al Señor por enseñarnos lecciones valiosas en tiempos de pruebas y dificultades. Pidámosle al Señor que nos ayude a ser fieles a Su llamado en tiempos como esos.
*Agradezcamos al Señor de que, aunque no entendamos Sus caminos, Él sigue siendo Señor. Démosle gracias porque Él sigue teniendo el control.
6 – LAS CREDENCIALES DE MOISÉS Y AARÓN
Leer Éxodo 6:1-30
En el capítulo anterior vimos lo que sucedió cuando Moisés y Aarón le hablaron a Faraón. Su reacción fue la de aumentar aún más la carga del pueblo de Dios. Faraón les obligó a que buscaran su propia paja para que hicieran los ladrillos sin reducirles la cuota diaria que tenían que cumplir. Esto resultaba ser una cosa muy terrible para el pueblo de Israel. Como resultado de eso, ellos se volvieron en contra de Moisés y Aarón. Cuando Moisés le habló de esto a Dios, Él le respondió en Éxodo 6:1 diciéndole que Él iba a moverse poderosamente y revelar Su mano poderosa. Dios le dijo a Moisés que Faraón echaría a Israel de su país.
En el versículo 3 Dios le recuerda a Moisés que Él era Jehová Dios. Este nombre era tan santo que los judíos no se atrevían ni siquiera a pronunciarlo. Observemos en el versículo 3 que Dios le dice a Moisés que Él se les había revelado a sus padres como Dios Omnipotente, pero que nunca se había dado a conocer como Señor (Jehová). Es difícil saber con exactitud qué le estaba diciendo Dios a Moisés en esa ocasión, pero queda claro de que Dios estaba a punto de revelarse de una nueva manera. Para sus ancestros Él había sido un Dios Omnipotente y distante, pero ahora sería conocido por Su nombre. Cuando Moisés se alistaba para esta gran aventura le prometió que se le revelaría a él y a Su pueblo de una nueva manera. Él le hablaría a Moisés como a un amigo; y éste llegaría a ver a Dios y a conocerle como nunca antes ninguno de sus ancestros lo había conocido.
¿Quién es Dios hoy para nosotros? ¿Necesitamos una visión fresca de Él para la tarea a la cual nos ha llamado? Dios se nos revela de maneras diferentes en diferentes momentos de nuestras vidas. A veces en nuestro desaliento necesitamos verle como nuestro gran consolador. Es en tiempos de gran necesidad que obtenemos una visión fresca de Él como nuestro proveedor y nuestra seguridad. Cuando no entendemos lo que está haciendo, podemos verle como nuestro consejero, guía y pastor. Nunca vamos a entender plenamente a Dios y Sus caminos, pero siempre se nos revelará como Dios sobre toda circunstancia y situación que enfrentemos. Él incluso permite que atravesemos circunstancias en la vida para revelarse de una manera fresca y nueva a nosotros. ¿Cuál situación estamos enfrentado en el presente? ¿Qué quiere Dios enseñarnos acerca de Él en medio de esa situación?
Dios no solo le dijo a Moisés que se le revelaría de una manera más profunda, sino que también le recordó el pacto que había hecho con sus padres. Les había prometido darle la tierra de Canaán (versículo 4). Dios siempre cumple sus promesas. Mientras Moisés se adentraba en este gran viaje, mantenía la seguridad de la promesa de que Dios nunca le fallaría. Ni Faraón ni ningún otro enemigo podía impedir lo que Dios había prometido.
Observemos también lo que Dios le dijo a Moisés en el versículo 5. Dios vio lo que los egipcios le estaban haciendo a Su pueblo y escuchó su clamor. Su corazón de compasión y justicia se movió a favor de ellos, y se propuso sacar a Su pueblo de la esclavitud y revelárseles como un Dios justo y compasivo (vv. 6-7). Moisés podía confiar en el carácter de Dios. Éste le traería justicia a Su pueblo y le mostraría amor, misericordia y compasión. Moisés sabía que este era el carácter de Dios. El enemigo no prevalecería porque Dios había visto la miseria de Su pueblo y se había compadecido de ellos. El mal nunca triunfaría porque Dios es un Dios de Justicia.
Dios le dio a Moisés una triple seguridad. En primer lugar, le dijo que se iba a revelar de una nueva manera cuando diera el paso de obediencia. En segundo lugar, tenía las promesas de Dios que nunca fallan. Y finalmente, tenía el conocimiento del carácter compasivo y justo de Dios. Él nunca se olvidaría de Su pueblo ni dejaría que el mal los venciera.
En el versículo 9 Moisés les dice a los israelitas lo que Dios les había prometido, pero ellos se rehusaron a escuchar a causa de la opresión en la que estaban. Ellos no confiaban en Moisés ni en su liderazgo. Esta falta de confianza hería a Moisés. Cuando en el versículo 11 Dios le dice por segunda vez que vaya donde faraón, Moisés estaba vacilante. Observemos su respuesta en el versículo 12:
Y respondió Moisés delante de Jehová: He aquí, los hijos de Israel no me escuchan; ¿cómo, pues, me escuchará Faraón, siendo yo torpe de labios?
La reacción del pueblo había desalentado a Moisés. Este pasaje nos demuestra cómo nuestra respuesta puede afectar a otra persona. Yo he sido testigo de personas que se han decepcionado, y cuyo servicio a Dios se ha obstaculizado por las respuestas que han recibido por parte de otros creyentes. Aunque él tenía las promesas de Dios de que lo respaldaría, Moisés aún vacilaba por no tener el respaldo ni la motivación de su gente. Todos necesitamos apoyo, aliento y que la gente crea en nosotros y en el ministerio al cual Dios nos ha llamado.
Aunque su pueblo no lo apoyaba, Dios seguía esperando que Moisés fuera a donde estaba Faraón. Puede que nuestros amigos y seres queridos no nos apoyen; puede que no tengamos la confianza de aquellos a quienes Dios nos ha llamado a ministrar; pero el llamado de Dios sigue todavía en pie. Depende de nosotros ser obedientes y dejar las cosas en las manos de Dios.
Los versículos del 14 al 30 nos muestran la línea familiar de Moisés y Aarón. En los versículos del 14 al 15 se mencionan brevemente los linajes de Rubén y Simeón, posiblemente por ser mayores que Leví. Sin embargo, estos versículos se enfocan en el linaje de la tribu de Leví, de la cual Moisés y Aarón eran parte.
El siguiente cuadro describe la línea familiar de Leví. Observemos que el enfoque de esta línea es Coat, el hijo de Leví. Los nombres que se mencionan en este listado fueron seleccionados cuidadosamente.
Los versículos del 26 al 27 parecen mostrarnos la trascendencia de esta genealogía; y se menciona específicamente a Moisés y Aarón. La frase que dice “este es aquel Aarón y aquel Moisés” se repite dos veces en estos versículos mostrándonos que el propósito de esta genealogía era trazar el linaje de Moisés y Aarón como descendientes de Leví.
A medida que concluimos este capítulo, observemos que Moisés no calificó para la tarea de ser el libertador de Israel por nada especial que hubiese habido en él o porque provenía de una familia importante. El versículo 30 deja bien claro que Moisés cuestionó a Dios diciendo: “He aquí, yo soy torpe de labios; ¿cómo, pues, me ha de oír Faraón?” Aunque él provenía de un linaje familiar tan importante, la fe de Moisés era débil y él sabía que no tenía ninguna capacidad natural que lo hiciera apto para la tarea. Todas sus cualidades estaban en Dios y en Su decisión de usarlo.
¡Con qué rapidez juzgamos a las personas sobre la base de sus capacidades humanas o procedencia familiar! Dios no ve a las personas desde esa perspectiva. Él incluso usará al más débil de entre nosotros para lograr grandes propósitos.
Para Meditar
*¿Cómo Dios se nos está revelando? ¿Qué parte de Su naturaleza nos está mostrando hoy en medio de nuestras diferentes situaciones?
*¿Cuáles promesas de Dios nos traen esperanza y aliento en la situación que atravesamos en este momento de nuestras vidas?
*¿Qué conocemos del carácter de Dios? ¿Por qué conocer el carácter de Dios nos brinda consuelo y fortaleza en medio de las tribulaciones?
*¿Por qué la manera en que las personas reaccionan ante nosotros puede afectarnos o alentarnos en nuestro ministerio? ¿Alguna vez hemos sentido que nuestro ministerio se obstaculiza debido a la manera en que las personas reaccionan ante nosotros?
Para Orar:
*Pidámosle a Dios que abra nuestros ojos para que podamos verle de una nueva manera. Pidámosle que nos enseñe más acerca de Sí mismo a través de las situaciones que estemos atravesando en estos momentos.
*Demos gracias al Señor por Sus maravillosas promesas que nos dan consuelo y esperanza. Tomemos un momento para agradecerle por una promesa en particular.
*Demos gracias al Señor por Él ser como es, y porque eso nos reafirma en tiempos difíciles.
*Pidamos a Dios que nos dé el valor para obedecer incluso cuando la gente no responde positivamente a nuestro ministerio. Oremos pidiéndole ayuda para que podamos ser de bendición y aliento para otros en sus ministerios.
*Demos gracias al Señor porque Él no necesita que seamos fuertes o capaces para poder usarnos. Demos gracias porque nos usa tal como somos y nos trasforma en las personas que Él quiere que seamos.
7 – LA INTRANSIGENCIA DE MOISÉS
Leer Éxodo 7:1-8:32
En el capítulo anterior vimos cómo Dios le prometió a Moisés revelársele de una nueva manera. Él le prometió que le daría poder y que le proveería si obedecía Su llamado. Esto no nos debe hacer pensar que las cosas iban a ser fáciles. El poder que Dios nos da y Su presencia no quitan las pruebas y las dificultades que atravesamos en el ministerio. Quienes conocen Su presencia y Su poder también deben estar preparados para enfrentar al enemigo. A medida que examinamos la historia de Moisés veremos que él tuvo que enfrentar gran oposición al tratar de vivir en obediencia al plan de Dios para su vida.
Al principio del capítulo 7 Dios le ordenó a Moisés que fuera a donde Faraón. Observemos que Dios le dijo que le haría como dios ante Faraón, y que Aarón sería su profeta. En otras palabras, Dios le daría a Moisés poderes especiales para hacer grandes milagros. Moisés escucharía lo que Dios le diría y le comunicaría a su hermano Aarón lo que había escuchado. Entonces Aarón le diría estas palabras a Faraón. Es interesante ver que Moisés no parecía tener libertad para hablar. Podía ser que todavía estuviera lidiando con su incapacidad de comunicarse bien en el idioma que hacía años no hablaba.
En el versículo 3 Dios le dijo a Moisés que endurecería el corazón de Faraón para que no lo escuchara. Esto nos conlleva a una importante pregunta. ¿Por qué Dios enviaría a Moisés y a Aarón a donde Faraón para endurecer el corazón de éste de manera que no escuchara lo que ellos le decían? La razón de esto la encontramos en los versículos del 4 al 5. Dios le dijo a Moisés que Él haría grandes milagros y señales en Egipto. El propósito de Dios no era solo el de liberar a Su pueblo, sino el de mostrar Su gran poder. Endurecer el corazón de Faraón le daba a Dios la oportunidad de mostrarle a los egipcios de que Él era un Dios grande y poderoso. Por medio de Su poder Él juzgaría a la nación de Egipto y la castigaría por el mal que le habían causado a Israel. Él también, por medio de esos milagros, le revelaría Su gracia y poder a Su pueblo.
Recordemos que generaciones enteras de israelitas habían vivido en la esclavitud. Hacía muchos años que no veían a Dios moverse con poder. Ellos necesitaban ver a Dios de una manera nueva. Necesitaban ver Su poder a medida que se preparaban para el viaje. Necesitaban también ver Su justicia y Su misericordia. El endurecimiento del corazón de Faraón tenía un propósito: revelar a Dios y Su carácter a Su pueblo y a los egipcios de una manera nueva y poderosa. Al final, los egipcios sabrían que el Dios de Israel era el Dios verdadero (v. 5).
Hasta en medio del endurecimiento del corazón de Faraón, Dios estaba en control. Él usaría el rechazo de Moisés y Aarón para cumplir Sus propósitos. El mundo vería Su poder y Su justicia. El pueblo de Dios cobraría aliento y estaría preparado para enfrentar el viaje de regreso a la tierra que Él les había prometido. Con esta seguridad de su parte, Moisés, a la edad de ochenta años, y Aarón a la de 83, fueron a hablar con Faraón en nombre de su pueblo.
Tal y como Dios dijo, Faraón no escucharía las palabras de ellos. Dios le dijo a Aarón que lanzara su vara al suelo, y cuando lo hizo, ésta se convirtió en una serpiente, demostrando que habían recibido poder de parte de Dios y que venían en Su autoridad (vv. 8-10). Cuando Faraón vio el milagro, llamó a sus sabios, hechiceros y magos. Éstos lanzaron sus varas al suelo y también se convirtieron en serpientes. Sin embargo, lo que resulta interesante observar es que la vara (serpiente) de Aarón devoró las otras varas. Esto le mostraba a Faraón quién tenía mayor poder. A pesar de esta señal Faraón se rehusó a escuchar a Moisés y a Aarón.
En el versículo 14 el Señor le dijo a Moisés que regresara a donde Faraón. Observemos que tuvo que esperarle en la orilla del río Nilo cuando él salía a buscar agua. Moisés tenía que llevar su vara (aquella que se había convertido en serpiente). Cuando se encontrara con Faraón debía decirle que el Dios de los hebreos lo había enviado. En estos versículos hay tres detalles importantes que necesitamos ver.
En primer lugar, vemos que Moisés es enviado por Dios y fue a donde Faraón en obediencia a Su dirección. ¡Cuán fácil es para nosotros tomar las cosas por nuestras propias manos! Tenemos una visión y hacemos todo lo que esté a nuestro alcance para hacer que suceda. Dios estaba guiando a Moisés en lo que estaba haciendo en este pasaje; él fue porque el Dios todo poderoso lo estaba guiando.
Observemos, en segundo lugar, que Moisés tenía que llevar con él su vara. La vara que Dios le había dado no era una vara cualquiera. Esta era símbolo del poder y la autoridad que Dios le había dado. Se menciona de manera especial el hecho de que esta vara era misma que se había convertido en serpiente cuando fue tirada al suelo. Moisés tenía que tomar la vara del poder de Dios para ir delante de Faraón. En el presente, recibimos el poder de Dios por medio del Espíritu Santo. Cuando damos el paso de obediencia, no debemos solamente hacerlo bajo la dirección de Dios, sino también por medio de Su poder capacitador.
Ese día Dios le dio instrucciones a Moisés. Él tenía que ir y esperar a Faraón en un lugar específico y a una hora específica. Moisés necesitaba ser sensible a la dirección de Dios para cada situación. Dios fue muy específico. Él le dijo a Moisés el lugar específico en donde Faraón iría por agua. También le dijo la hora a la que debería ir. Estos detalles eran importantes; sin embargo, ¡cuántas veces nosotros confiamos más en nuestra propia sabiduría que en la dirección y la guía del Espíritu Santo! Moisés necesitaba ser sensible a la dirección de parte de Dios.
Finalmente, Moisés tenía que decirle a Faraón que él venía de parte del Dios de los hebreos. Era importante que Faraón supiera quién era el que enviaba a Moisés. ¡Cuán fácil nos resultar ir por la vida sin nunca hacerle saber a las personas que somos creyentes! Podemos ser amistosos con nuestros vecinos y amarles como a Dios le gustaría que lo hiciéramos, pero, ¿saben ellos que somos seguidores de Jesús? ¿Nos avergüenza que la gente sepa que somos cristianos? Cuando Moisés fuera, debía identificarse como el siervo de Dios, llamado por Dios, guiado por Dios y empoderado por Dios para hablarle a Faraón.
Moisés le dijo al rey que era la voluntad de Dios que Su pueblo saliera al desierto para adorar. Le recordó a Faraón que a pesar de la señal anterior que se le había dado, él se había negado a escuchar (v. 16). Moisés le dijo a Faraón que Dios le daría otra señal. Dios le dijo entonces a Moisés que golpeara el agua del Nilo para que se convirtiera en sangre. Los peces del río morirían y el agua hedería a causa de los peces muertos. Los egipcios no podrían tomar de aquella agua. Dios le dijo luego a Moisés que extendiera su vara para que toda el agua de la tierra se volviera sangre. El agua de los arroyos, estanques y todos los depósitos de agua, tanto en los vasos de madera como de pierda se convertirían en sangre (v. 19). El versículo 21 nos dice que hubo sangre por toda la tierra. Los egipcios no tenían agua para beber. Solo podemos imaginar el impacto que esto tendría sobre todos en aquel país. Lo que este mundo ofrece es como esa agua convertida en sangre, no puede satisfacer la verdadera sed que hay en el corazón humano. Solamente por medio de la obediencia a Dios y la sujeción a Él y a Sus propósitos es que podemos experimentar la verdadera satisfacción en nuestros corazones.
Algo que resulta particularmente extraño en este pasaje es que cuando Faraón llamó a los magos, ellos también pudieron convertir el agua en sangre, y debido a eso, Faraón regresó a su palacio rechazando las palabras de Moisés. El versículo 24 nos dice que tuvieron que cavar pozos para poder sacar agua potable. Todo parece indicar que solo las aguas superficiales se vieron afectadas. Esto prosiguió por siete días (v. 25).
En el capítulo 8 Dios llama nuevamente a Moisés para que hable con Faraón. Aunque Moisés fue obediente al Señor y a Su dirección, el Faraón seguía rehusándose a escuchar. La obediencia a Dios no siempre garantiza el éxito desde nuestro punto de vista humano.
Hace algún tiempo atrás yo me encontraba escribiendo en una cafetería cercana a mi casa. Después de dos horas y media ya me encontraba terminando un capítulo cuando mi computadora colapsó. Perdí todo el trabajo que había hecho durante esas horas. Mi primera reacción fue: “Señor, ¿por qué pasó esto?” Mientras oraba por esto, el Señor habló a mi corazón diciendo: “Wayne, ¿has sido obediente?” Reflexioné en esto por un momento y me di cuenta de que Dios me había llamado a escribir, y eso era exactamente lo que estaba haciendo. No tenía nada que mostrar del trabajo que había hecho por la mañana, pero por lo menos podía llegar a casa sabiendo que estaba haciendo aquello a lo cual el Señor me había llamado. Aquel pensamiento cambió mi actitud. Aquella mañana regresé a casa con un sentimiento de victoria. Había hecho lo que Dios me había llamado a hacer.
El rechazo que experimentó Moisés no fue en vano; por medio de éste Dios revelaría Su poder tanto a los egipcios como a Su pueblo. Sin embargo, lo que debemos entender es que los caminos de Dios no son como nuestros caminos; lo que quizás percibamos como un fracaso puede ser en realidad una gran victoria. Lo que es importante para nosotros no es enfocarnos en el resultado, sino en ser obedientes al llamado de Dios en nuestras vidas.
La desobediencia de Faraón tendría su precio. Moisés le dijo en Éxodo 8:2 que, si se rehusaba a obedecer, todo el país quedaría lleno de ranas. Estas ranas estarían en el palacio, en los cuartos, en las camas, en los hornos y hasta en los recipientes donde se amasaba el pan de los egipcios. Solo podemos imaginarnos cuán difícil habría sido tener a estos animales inmundos por todas partes. Mientras Moisés hablaba con Faraón, Aarón extendió su mano sobre las aguas y las ranas salieron y cubrieron toda la tierra (v. 6).
En el versículo 6 observamos que fue Aarón quien tomó la vara de Dios y la extendió sobre las aguas. Esto nos muestra que el poder de hacer milagros no le pertenecía a Moisés, sino a Dios. La vara que ellos llevaban era un símbolo del poder de Dios que estaba en ellos dos. ¡Con cuánta facilidad pensamos que si no fuera por nosotros Dios no tendría forma de lograr Sus propósitos! Este pasaje nos muestra que Dios puede usar a cualquier persona según Él lo estime conveniente. Aarón también podía usar la vara del poder de Dios. Esto no era algo limitado solo a Moisés. No deberíamos poner nuestra confianza en nosotros mismos, sino en nuestro Dios y Señor y en Su poder que nos capacita.
Observemos una vez más que los magos de Faraón pudieron replicar el mismo milagro con sus artes secretas (8:5). Es importante que veamos que la presencia de milagros no garantiza que provengan de Dios. Hasta este momento, los magos que no conocían ni servían al Dios de los hebreos habían sido capaces de hacer todos los milagros que Moisés había hecho. Tenemos que tener cuidado de no ser engañados con los milagros y señales que se hacen por medio del poder de Satanás. Él también puede hacer “milagros”. Podemos estar seguro de que él hará todo lo posible para poder engañar de esta manera. Faraón no estaba dispuesto a volverse al Dios de los hebreos entre tanto sus magos pudieran repetir los mismos milagros.
Teniendo en cuenta lo que dice Éxodo 8:8, entendemos que la plaga de las ranas sí impactaron a Faraón. Él hizo llamar a Moisés y a Aarón para que oraran a su Dios y les quitara las plagas de las ranas. Él incluso les prometió que dejaría que el pueblo saliera a ofrecer sacrificios a su Dios. Entonces, para que Faraón entendiese bien de que esto era de parte de Dios, Moisés le pidió que escogiera el momento en el que él debería orar. Dios haría que la plaga cesara en aquella misma hora. De esta manera, Faraón y todo el pueblo sabrían que Jehová Dios había hecho esto en respuesta a la oración. Éxodo 8:12-14 nos dice que cuando Moisés clamó al Señor, las ranas murieron en las casas, los patios y los campos a lo largo de todo el país. Entonces las recogieron todas y las amontonaron. El versículo 14 nos dice que había fetidez por toda la región a causa de la descomposición de las ranas muertas.
Cuando Faraón vio que la plaga de las ranas se había terminado, endureció nuevamente su corazón. Esta vez no cumplió con la palabra que le había dado a Moisés, y nuevamente se rehusó a dejar salir al pueblo. Esto nos dice algo del carácter de Faraón: él no era un hombre de palabra.
Luego de que Faraón no quisiese cumplir su palabra, el Señor le habló nuevamente a Moisés y le dijo que alzara su vara y golpeara la tierra para que salieran piojos del polvo. Estos insectos estarían sobre toda la tierra y afligirían tanto a los animales como a las personas. Observemos en el versículo 18 que cuando los magos egipcios trataron de repetir esto, no pudieron. Cuando ellos vieron que no podían reproducir el milagro que Moisés había hecho, le dijeron a Faraón que era el “dedo de Dios” el que había hecho esto. Aunque los magos estaban convencidos de que se trataba de la mano de Dios, el corazón de Faraón seguía endurecido.
En realidad, Faraón estaba asumiendo una posición en contra de Dios. En nuestros días hay mucha gente así. Incluso, cuando saben qué es lo correcto, ellos se rehúsan a obedecer. De manera consciente le muestran su puño a Dios y lo desafían. Aun sabiendo que no pueden ganar, siguen defendiendo su pecado y su estilo de vida impío. Ésta también es la actitud de Satanás; él sabe que está derrotado, pero se rehúsa a rendirse.
En Éxodo 8:20 Dios le dijo nuevamente a Moisés que fuera a ver a Faraón en la mañana cuando éste fuera al río. Él debía pedirle nuevamente que dejara ir a su pueblo, de lo contrario, Dios enviaría una plaga de moscas sobre toda la tierra. Observemos en Éxodo 8:22-23 que Dios trataría con Su pueblo de manera diferente en la tierra de Gosén. Ellos no tendrían esta plaga de moscas en aquella parte de la tierra. Esto le mostraría a Faraón y a su gente que el favor de Dios estaba sobre los hebreos.
Éxodo 8:24 nos dice que la tierra estaba corrompida a causa de las moscas. Una vez más Faraón mandó a buscar a Moisés y a Aarón. Cuando ellos llegaron les dijo que podían ofrecer sacrificios a su Dios, pero que tenían que hacerlo en la tierra de Egipto. Moisés fue intransigente. Él le dijo a Faraón que los sacrificios que ellos harían serían detestables para los egipcios, y que necesitaban dar un viaje de tres días al desierto para hacer sus sacrificios tal y como el Señor les ordenaba. ¡Qué fácil hubiera sido aceptar una victoria parcial! Moisés podía haber hecho los sacrificios en aquella tierra; él pudo haber decidido hacer estos sacrificios de manera que no ofendieran a los egipcios. Sin embargo, hacer esto sería ir en contra de la voluntad de Dios. Moisés no aceptaría nada más que no fuese obedecer completamente el mandato de Dios.
Es muy fácil para nosotros en estos tiempos conformarnos con victorias parciales. Se suaviza el mensaje de Dios para que no resulte ofensivo a los no creyentes. Entonces somos transigentes en nuestros estilos de vida para que sean más aceptables a las mentes mundanas de nuestros colegas, amigos o compañeros de trabajo. Dios nos está llamando a la obediencia absoluta. Vemos que Moisés no aceptaría una respuesta parcial de parte de Faraón.
Moisés le dijo a Faraón que cuando saliera de su presencia oraría a Dios para pedirle que quitara la plaga de las moscas (Éxodo 8:29). Él le advirtió que no lo engañara nuevamente retractándose de su palabra. Tan pronto como Moisés salió, oró para que las moscas abandonaran aquella tierra; sin embargo, una vez más Faraón endureció su corazón y se rehusó a dejar salir al pueblo.
A Moisés y a Aarón les fue difícil caminar en obediencia al llamado de Dios en sus vidas. Su ministerio no era para nada fácil. Ellos contendieron con Faraón quien quería verlos transigir y aceptar algo que era menor que el propósito de Dios. Ellos perseveraron en el llamado de Dios, y a pesar de los tantos reveses evidentes, verían la victoria a medida que caminaban en obediencia a Dios.
Para Meditar:
*¿Qué logró la dureza del corazón de Faraón en la vida del pueblo de Dios? ¿Cómo usó Él esto para revelar Su gloria?
*¿Por qué creemos que el pueblo de Dios necesitaba ver Su poder? ¿Por qué esto les ayudaría en su huida de Egipto y en el desierto que enfrentarían?
*¿Qué aprendemos en este pasaje acerca de la importancia de seguir la dirección de Dios y de caminar en Su poder? ¿Hemos tratado alguna vez de servirle a Dios basados en nuestras propias fuerzas y sabiduría? ¿Cuál ha sido el resultado?
*¿Son siempre las maravillas y los milagros una seguridad de la presencia de Dios? ¿Qué aprendemos en este pasaje acerca de la capacidad de los magos de duplicar las señales que Moisés hizo ante Faraón?
*La fidelidad se demuestra más en la obediencia que en el éxito. ¿Coincidimos con esta afirmación? ¿Era esto así en la vida de Moisés?
*Moisés mantenía su intransigencia. ¿Hemos estado alguna vez tentados a comprometer nuestra obediencia a Dios? Abundemos.
Para Orar:
*Agradezcamos a Dios que Él usa hasta las dificultades que se nos atraviesan para llevar a cabo sus propósitos en nuestras vidas.
*Pidamos a Dios que nos ayude a caminar en obediencia a Él y Sus mandamientos. Oremos que nos dé gracia para no comprometernos o conformarnos con algo menos que su perfecta voluntad.
*¿Conocemos a alguien como Faraón cuyo corazón se endurece a las cosas de Dios? Tomemos un momento para pedirle al Señor que quite la dureza de ese corazón.
*Pidámosle a Dios que nos ayude a ser obedientes, incluso cuando parezca que esa obediencia no nos aporta ningún beneficio. Pidamos a Dios que nos ayude a enfocarnos más en ser obedientes que en el fruto que producimos.
8 – FARAÓN CONTINÚA RESISTIENDO A DIOS
Leer Éxodo 9:1-35
Dios le había estado hablando a Faraón por medio de Moisés y Aarón. El corazón del rey se había endurecido a lo que Dios le estaba diciendo. Dios desafió a Faraón para que dejara salir a Su pueblo, pero Faraón se rehusó. Cada vez que Dios enviaba a Moisés y a Aarón a regresar ante Faraón, los enviaba con señales de confirmación. Estas señales demostraban que las palabras que ellos hablaban no eran de ellos sino de Dios. En Éxodos 9-10 Dios seguía demostrando Su poder por medio de las señales que hacía en Egipto. Recordemos que el pueblo de Dios había vivido allí muchos años de esclavitud. Quizás se habían preguntado dónde estaba Dios todo ese tiempo. Es muy probable que no hubiesen visto las maravillas de las que a menudo hablaron sus padres en tiempos pasados. Dios estaba regresando a Su pueblo de una nueva manera. Por medio de las señales que estaba haciendo en aquella nación le estaba mostrando a Su pueblo quién era Él y que no los había olvidado.
Al principio de Éxodo 9, el Señor le dijo a Moisés que regresara a donde estaba Faraón y que le pidiera nuevamente que dejara ir a Su pueblo para que le adoraran en el desierto. En esta ocasión Dios le dijo a Faraón que si seguía reteniendo a Su pueblo iba a enviarle una terrible plaga en el ganado. Esta plaga afectaría sus caballos, burros, camellos, reses y cabras. Sin embargo, observemos que se hace una distinción entre el ganado de Israel y el de Egipto (9:4). Ningún animal de los israelitas moriría. Esto dejaría claro que Dios estaba castigando a Egipto por la dureza del corazón de Faraón.
Tal y como el Señor había dicho, al día siguiente, el ganado de los egipcios había muerto. Cuando Faraón envió a sus hombres para que investigaran lo sucedido, descubrieron que ningún animal de los israelitas había muerto. Solo podemos imaginar las consecuencias devastadoras que esto debió tener en Egipto. Era obvio que la mano del Dios de Israel estaba implicada en ello. Su mano estaba en contra de Egipto. Vemos en Éxodo 9:7 que, a pesar de este golpe obvio sobre la economía del país, el corazón de Faraón no cedía y no dejaba que el pueblo saliera.
Es muy importante que sepamos que las señales y los milagros no son suficientes para convencer a un corazón de aceptar al Señor y a Sus propósitos. Aunque aquellas señales eran obvias para Egipto, el corazón de Faraón seguía endurecido. El corazón humano necesita más que una señal externa, necesita la transformación interna de Dios. El mayor milagro de todos es ablandar el corazón humano para que escuche y reciba la Palabra de Dios.
En Éxodo 9:8-12 vemos que cuando la muerte del ganado de los egipcios no suavizó el corazón de Faraón, Dios le dijo a Moisés que tomara puñados de cenizas de un horno y los lanzara al aire en presencia de Faraón. Cuando Moisés hizo esto, Dios hizo que le salieran llagas en los hombres y los animales que quedaban en la tierra. Hasta los magos que se encontraban con Faraón en aquel momento no podían estar delante de Moisés porque estaban llenos de llagas dolorosas. Esta plaga tocó los cuerpos físicos de la gente de aquel país. Sin embargo, Faraón seguía con su corazón endurecido hacia los propósitos de Dios (Éxodo 9:12).
Observemos lo que está sucediendo en este capítulo. La maldición de Dios estaba cayendo sobre la tierra de Egipto porque Faraón se rehusaba a escuchar la Palabra de Dios. Lo mismo sucede en nuestros días. ¿Cuántas veces la bendición de Dios ha sido quitada de nuestra tierra y de nuestras iglesias porque no hemos querido caminar como Dios manda en obediencia a Su Palabra? Toda la tierra de Egipto fue destruida por una sola razón. No hicieron caso a la Palabra de Dios. Su desobediencia trajo consigo gran maldición sobre esa nación, la muerte de su ganado y ahora sus mismos cuerpos se encontraban afectados. Nos preguntamos cuáles son los efectos que hay sobre nuestras naciones a causa de la desobediencia a Dios.
En Éxodo 9:13 Dios le dijo a Moisés que confrontara a Faraón temprano en la mañana. Moisés tenía que decirle al rey que Dios iba a enviar una plaga sobre él, sus oficiales y sobre toda su gente, para que supieran que sobre la tierra no había Dios como el Dios de Israel (9:14). En ese día Dios le recordaba a Faraón que, aunque Él podía haber enviado una plaga que lo desapareciera a él y a toda su nación de la faz de la tierra, Él había decidido tener misericordia de ellos para que todo el mundo viera Su poder y lo reconociera como el único Dios verdadero. Es interesante ver que Dios escogiera revelarse de esa manera, humillando a la nación más poderosa de la tierra en ese tiempo. Por mucha fuerza y poder que tuvieran, eran muy inferiores a Dios. No podían protegerse de Él ni de Su ira.
Luego Moisés le dijo a Faraón que, al otro día, para aquella misma hora, Dios enviaría una tormenta de granizo que caería sobre toda su tierra. Esta sería la peor tormenta de granizo que la nación sufriría en su historia. Dios le advirtió que se protegiera porque toda persona o animal que no estuviese protegido adecuadamente, moriría (9:19).
Quienes temían a la Palabra de Dios fueron y resguardaron inmediatamente a sus esclavos y al ganado que les quedaba. Sin embargo, quienes ignoraron lo que decía Moisés, dejaron a sus esclavos y a sus ganados al descubierto (9:20-21). Cuando Moisés alzó su mano al cielo, cayó granizo sobre toda la región. El granizo estaba acompañado de truenos y relámpagos que iluminaban toda la tierra (9:23). Esta era la peor tormenta que Egipto hubiese visto, y era una demostración visible de la ira del Dios de Israel. El granizo golpeó fuertemente sobre la tierra despojando a los árboles de sus hojas, devastando todas las cosechas y la vegetación. Observemos que el único lugar donde no cayó granizo fue donde vivían los hijos de Dios, la tierra de Gosén (9:26). El pueblo de Dios se encontraba protegido durante la tormenta.
Cuando Faraón vio toda aquella devastación, mandó a llamar a Moisés y Aarón y confesó que había pecado contra Dios. Les pidió que oraran al Señor para que les quitara aquella tormenta, y les prometió que dejaría ir a su pueblo (9:28).
Moisés le dijo a Faraón que él extendería su mano en oración a Dios cuando saliera de la ciudad. En ese momento los truenos y el granizo cesarían. Sin embargo, Moisés no estaba engañado, él sabía que le quedaba todavía mucho trabajo que hacer antes que el corazón de Faraón y sus oficiales se ablandara (ver Éxodo 9:30). Percatémonos de la referencia que se hace en los versículos del 31 al 32 al hecho de que, aunque el lino y la cebada fueron destruidos, el trigo y el centeno seguían vivos y serían cosechados luego. Esto nos hace pensar que mientras Faraón y sus hombres tuviesen algo con lo cual sobrevivir, ellos insistirían en no tomar en cuenta a Dios y Su propósito. Moisés, sabía que Faraón y sus oficiales se resistirían hasta el final. Hoy en día hay gente así. Parece ser que la única manera en la que el Señor les puede llamar la atención es despojándolos de toda esperanza que este mundo tiene para ofrecerles, y hasta que Él no haga algo así, ellos seguirán resistiéndose.
Tal y como se había prometido, Moisés salió de la ciudad ese día, y extendió sus manos al Señor en oración. Dios entonces detuvo los truenos y el granizo. Tan pronto como Faraón y sus siervos vieron que se había detenido la tormenta, endurecieron una vez más sus corazones, y no dejaron que el pueblo de Israel saliera.
Dios le estaba dando al Faraón y a sus oficiales muchas oportunidades para que se arrepintieran. Este capítulo nos muestra cuan duro puede ser el corazón humano. Faraón y sus siervos se resistirían ante Dios hasta lo último, y al final pagarían las consecuencias de su desobediencia. Sus corazones nunca serían dóciles para las cosas de Dios. Ellos se rindieron porque tuvieron que pasar por todo aquello, pero sus corazones seguían intactos.
Al examinar este pasaje me sorprende ver cómo el Señor me daría un corazón dócil para Su Palabra. Este es el milagro de la gracia. Si no hubiera sido por Su maravillosa y especial obra en mi vida, también hubiera sido como Faraón y sus siervos, y así mismo hubiera perecido en rebelión contra Dios.
¡Qué importante es que entendamos que el éxito en el evangelismo no depende de nosotros sino de Dios! Moisés obedeció el llamado del Señor; mostró grandes señales y milagros en el nombre de Dios, y aun así Faraón permaneció endurecido hasta el final. Nosotros también podemos caminar en el poder del Espíritu de Dios y avanzar en obediencia, pero a menos que Dios toque los corazones de aquellas personas que ministramos, todos nuestros esfuerzos por ganarlos fracasarán. Sólo Dios puede cambiar un corazón.
Para Meditar:
*¿Cuán diferente trata Dios a Su pueblo en comparación con aquellas personas que no pertenecen a Él? ¿Cuáles son las bendiciones de ser un creyente en estos tiempos? ¿Qué tenemos nosotros que no tienen los no creyentes?
*¿Cuál es la conexión que hay en este pasaje entre la desobediencia a Dios y a Su Palabra y las maldiciones sobre la tierra? ¿Sigue siendo esto una realidad en nuestros días? ¿Vivimos bajo maldición porque nuestra nación le ha dado la espalda a Dios y a Sus propósitos? Abundemos.
*¿Con qué propósito Faraón hizo en este capítulo una promesa de que iba a obedecer a Dios? ¿Hay motivaciones que no provienen del corazón?
*¿Qué hace falta para cambiar el corazón humano? ¿Por qué creemos que Dios ablandó nuestros corazones para que recibiéramos Su Palabra y Sus propósitos?
Para Orar:
*Tomemos un momento para agradecerle al Señor por algunas bendiciones específicas que hemos recibido como creyentes.
*Pidamos al Señor que nos ayude a permanecer dóciles a Su Palabra y obedientes a Su propósito en nuestras vidas.
*Agradezcamos al Señor por haber ablandado nuestros corazones a pesar de ser el mismo corazón pecaminoso que tenía Faraón.
*Pidamos a Dios que nos dé un mayor deseo de servirle. Pidamos que nos perdone por las veces que no le hemos escuchado ni hemos seguido Su Palabra.
9 – LAS PLAGAS CONTINÚAN
Leer Éxodo 10:1-29
El juicio de Dios continuaba sobre la tierra de Egipto. Observemos en el versículo 1 que el Señor le dijo a Moisés que Él había endurecido el corazón de Faraón y sus siervos. Este concepto es algo difícil de entender. ¿Por qué Dios endurecería el corazón de alguien y luego lo juzgaría por ello? ¿Tenía Faraón realmente otra opción que no fuera resistirse a Dios y a Sus propósitos si Dios le estaba endureciendo su corazón? Permítanme hacer algunas observaciones al respecto para tratar de aclarar este tema.
En primer lugar, para poder entender lo que Dios está diciendo necesitamos entender el corazón humano. Génesis 6:5 nos muestra la naturaleza del corazón cuando dice:
Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal.
A partir de esto entendemos que el corazón humano, por naturaleza, es malo y se revela contra Dios y Sus propósitos. Observemos qué tenía que decir Jeremías acerca del corazón del hombre:
Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? (Jeremías 17:9)
En otras palabras, no hay nada más engañoso en el mundo que el corazón humano. Veamos en este versículo que el profeta Jeremías veía que el corazón humano no tenía cura.
Jesús nos dice algo acerca de la naturaleza del corazón en Mateo 15:19:
Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias.
El corazón humano ha diseñado todo tipo de mal. Todo mal que este mundo ha conocido ha tenido su raíz en el corazón pecaminoso del hombre.
Después de haber entendido la naturaleza del corazón del hombre, hay otro detalle importante que necesitamos entender en este contexto. El apóstol lo deja claro en Santiago 1:13-14 que Dios no tienta a nadie para que peque:
Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie. sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido.
Quizás nos hayamos encontrado con personas que nos hayan dicho que el Señor los llevó a hacer algo contrario a Su voluntad. Sabemos, según lo que nos dice Santiago, que eso no es posible. Dios nunca nos guiará a hacer algo contrario a Su voluntad. Cuando el Señor fue acusado de hacer milagros por el poder de Satanás, rápidamente Él les dijo a los líderes religiosos que ningún reino dividido contra sí mismo podía permanecer (ver Marcos 3:22-26).
Cualquier interpretación de este pasaje debe comenzar y terminar con estos dos importantes detalles. Primero, que el corazón humano es pecaminoso; y segundo, que Dios es santo y nunca nos tentará para que pequemos. ¿Qué significa para Dios endurecer un corazón? ¿Qué le sucede a la tierra cuando no hay lluvia? ¿Acaso no se endurece y se cuartea? ¿Qué sucede con el corazón humano cuando Dios no derrama Su amor y Su gracia en él? ¿No se endurece y se quiebra también? Lo único que necesita el corazón humano para endurecerse es que Dios retire Su presencia. Parece que eso es lo que el Señor estaba haciendo aquí. Él estaba quitando de Faraón y sus oficiales Su presencia que los restringía, dejándolos a merced de sus inclinaciones naturales. Dios no fue el que hizo que ellos pecaran o se resistieran a Su Palabra. Ellos hicieron esto por voluntad propia, y serían responsables de sus decisiones.
Observemos que Dios usaría la dureza del corazón de Faraón para mostrar Sus señales milagrosas y que el pueblo entendiese Su poder y Su gracia (vv. 1-2). La obra que Dios hacía en esos días demostraba Su poder; y quienes lo vieron, les contarían a sus hijos y a los hijos de sus hijos acerca de la manera maravillosa que el Señor los libró del poder de Faraón.
En el versículo 3 Moisés y Aarón acudieron a Faraón y le preguntan por cuánto tiempo seguiría sin escuchar al Señor y sin dejar que los hebreos se marcharan. En esta ocasión le dijeron que si no dejaba marchar a su pueblo, el Señor enviaría una plaga de langostas sobre la tierra. Ellas devorarían lo que el granizo no había dañado, y serían tan grande como ninguna otra en la historia de la nación. El país había quedado devastado; el ganado y los otros animales habían muerto; el granizo había destruido los campos cultivados; y ahora, las hojas verdes que quedaban en el campo serian devoradas. La nación quedaría vacía y desprovista. Las personas ya comenzaban a morir de hambre. Las enfermedades ya se esparcían por la región. Los cuerpos de animales muertos se descomponían y emitían un olor desagradable. Esta era una tierra en crisis, y muy pronto, mucha más devastación vendría sobre ellos.
Cuando Moisés salió de donde estaban ellos, enseguida los siervos de Faraón le preguntaron que por cuánto tiempo permitiría que Moisés fuera una trampa para ellos. Ellos veían los efectos de las plagas sobre su tierra y su economía; y se habían dado cuenta que no podían oponerse al Dios de los hebreos. Por una parte, perder a los esclavos hebreos sería desastroso, pero por otra, no obedecer al Dios de Moisés pondría fin a su nación. Observemos en el versículo 7 lo que ellos le dijeron a Faraón: “¿Acaso no sabes todavía que Egipto está ya destruido?” Eran ahora los oficiales de Faraón quienes le aconsejaban que dejara que los hebreos fueran a adorar a Su Dios. Al decirle esto, en sus voces se notaba cierto tono de frustración. De esta manera lo desafiaban a él y a la dureza de su corazón.
Luego llamaron nuevamente a Moisés y a Aarón a donde el rey. Éste les dijo que podían ir a adorar a su Señor y Dios. Sin embargo, antes de dejarlos ir le preguntó a Moisés quiénes irían con él (v. 8). Moisés le respondió que tanto el joven como el viejo, así como sus rebaños, todos irían con ellos.
Cuando Faraón escuchó que se llevaba a todos con él, se asustó, y acusó a Moisés de querer engañarlo. En otras palabras, él pensó que Moisés y todos los demás escaparían y nunca más regresarían a Egipto. Por esa razón, le dijo a Moisés que fuera solamente con los hombres a adorar a Dios y que dejara atrás a las mujeres y a los niños. Moisés no aceptó la propuesta de Faraón y saliendo de allí extendió sus manos sobre Egipto. Dios, entonces, envió las langostas de las cuales había advertido a Faraón. Aquellas langostas vinieron con un viento que sopló sobre el país todo el día y toda la noche. Por la mañana, toda la nación estaba repleta de esos insectos. El versículo 15 dice que cubrieron toda la tierra hasta que el suelo se oscureció por completo. Las langostas devoraron la vegetación. Se comieron todo lo que crecía en los árboles. El versículo 15 dice que “no quedó cosa verde en árboles ni en hierba del campo, en toda la tierra de Egipto”. Tan solo podemos imaginar el impacto que esto habría tenido sobre toda aquella nación.
Cuando Faraón vio lo sucedido, rápidamente mandó a buscar a Moisés y a Aarón. Confesó que había pecado contra el Señor y Sus siervos. Entonces les rogó que perdonaran su pecado y que oraran al Señor para que les quitara la plaga aquella. Moisés oró, y el Señor envió un fuerte viento que se llevó las langostas hasta lanzarlas en el mar. No quedó una sola langosta en la nación. Al ver esto Faraón endureció nuevamente su corazón y no dejó que el pueblo saliera (v. 20).
Es importante que analicemos el arrepentimiento de Faraón en este pasaje. No cabe dudas de que Faraón se dio cuenta de que había hecho mal. Él había visto las consecuencias de sus hechos en la devastación que acontecía en su país. Seguramente escuchaba los gritos de desesperación de parte de su pueblo que ciertamente la estaban pasando peor que él. También sabía que el Dios de Moisés le estaba hablando. Él veía el poder de Dios, y sabía que estaba mal hacer caso omiso de los mandatos de Dios por medio de Moisés. Todas aquellas cosas lo hacían sentir mal, y sabía que la única manera para salir de aquel suplicio era arrepintiéndose y arreglando las cosas con Moisés y su Dios. Sin embargo, lo que vemos en Faraón es que apenas cesaba la plaga, regresaba a su antigua posición. A partir de esto sabemos que su confesión no era sincera, sino que sencillamente era el medio que tenía para librarse de sus problemas.
Este tipo de confesiones son prácticas por naturaleza. Aquellos que confiesan, reconocen su error y se dan cuenta de que si no confiesan su pecado y sus errores la situación solo va a empeorar. Lo hacen para que dicha situación mejore y se les haga más fácil, pero en su interior no hay pesar por lo que han hecho ni tienen deseo alguno de cambiar. Esta era la naturaleza de la confesión de Faraón. Desde el momento en que las cosas volvieron a lo normal, él regresó a la misma posición en donde estaba al principio, resistiéndose a los propósitos de Dios y resistiéndose a Su voluntad.
Cuando Faraón endureció su corazón en esta ocasión, el Señor le dijo a Moisés que extendiera su mano hacia el cielo. Entonces unas tinieblas muy densas cubrieron la tierra de Egipto por tres días, y nadie salía de su casa. Otra cosa particularmente interesante fue que mientras las tinieblas cubrían la parte en donde vivían los egipcios, los hebreos tenían luz. Dios estaba estableciendo una clara distinción entre los egipcios y Su Pueblo. Una vez más nos imaginamos cómo eso debió haber causado estragos emocionales en los habitantes del país. Ya no tenían comida, sus animales habían muerto y ahora no había sol. Nunca antes habían pasado por algo así y seguro tenían miedo. Se debieron haberse sentido desamparados ante un poder así. Sus dioses no podían protegerles contra la ira del Dios de los hebreros.
Cuando Faraón volvió a llamar a Moisés en esta ocasión, le dijo que podían tomar consigo a sus mujeres y a los niños, pero que tenían que dejar sus rebaños y su ganado (v. 24). Quizás Faraón quería quedarse con ellos para alimentar a su gente; pero Moisés se rehusó. Él no iba a ceder ante Faraón. Él le dijo al rey que no dejarían ni un solo animal atrás. También le dijo que ellos iban a necesitar esos animales para ofrecer sacrificios al Señor su Dios.
En estos versículos vemos una imagen un poco extraña. Por todas partes el pueblo de Egipto se estaba muriendo de hambre. Habían sido humillados y su tierra devastada. Los meses que le seguirían serían difíciles para ellos. Les tomaría años recuperarse de aquel terrible juicio de parte de Dios. En la tierra de Gosén, el pueblo de Dios vivía en prosperidad con suficientes animales como para sacrificarlos al Señor. Los egipcios estaban muriendo mientras el pueblo de Dios tenía suficiente comida. En vez de pedirle a Su pueblo que compartieran con los egipcios, Dios les pidió que sacrificaran sus animales como ofrenda a Él. En Juan 12 tenemos la historia de la mujer que ungió los pies de Jesús con un perfume muy caro. Observemos la reacción de Judas en Juan 12:4-5 cuando vio lo que se había desperdiciado:
Y dijo uno de sus discípulos, Judas Iscariote hijo de Simón, el que le había de entregar: ¿Por qué no fue este perfume vendido por trescientos denarios, y dado a los pobres?
Aunque el interés de Judas en Juan 12 no era por los pobres sino de que sus bolsillos se llenaran (Juan 12:6), él ciertamente hizo una pregunta importante. ¿Cuál es nuestra obligación con las personas necesitadas que nos rodean? Esto no es fácil de responder. Nuestra responsabilidad es ser sensibles a la dirección del Espíritu. ¿Qué hubiera sucedido si el pueblo de Dios, por la generosidad de sus corazones les hubiera suplido a los egipcios con animales y cosechas para alimentar al pueblo de ellos que se moría de hambre? Ese no era el propósito de Dios para ellos en ese momento. Aunque ciertamente el propósito de Dios es que cuidemos a quienes están en necesidad a nuestro alrededor, también debemos ser sensibles a Su dirección. Jesús defendió a la mujer que derramó sobre Sus pies el perfume cuyo valor era el de todo un año de trabajo y que pudo haberse usado para alimentar a los pobres. Moisés sabía que no era el propósito de Dios ministrar a los egipcios que se encontraban sufriendo en ese momento. Dios tenía otro plan para ellos.
Cuando los apóstoles supieron que las viudas de los judíos griegos estaban siendo desatendidas, vemos en Hechos 6:1 que ellos reunieron al resto de los apóstoles y les dijeron que, aunque la situación necesitaba resolverse, no sería correcto que ellos descuidaran el ministerio de “la palabra de Dios, para servir a las mesas”. Estos apóstoles sabían que Dios tenía otro propósito para ellos. ¡Cuán fácil nos resulta dejar que las cosas buenas nos desvirtúen del plan y el propósito de Dios para nuestras vidas! Moisés conocía el propósito de Dios. él pudo haber dejado alguno de sus animales para Faraón y los egipcios, pero él había dejado bien claro que atrás no quedaría “ni una pezuña” (v. 26). Al igual que Moisés tenemos que ser sensibles a la dirección del Señor en los ministerios que emprendamos.
Faraón endureció su corazón una vez más, y en esta ocasión estaba muy molesto con Moisés, al cual le dijo que saliera de su vista y que nunca más apareciera delante de él; y además le dijo que si lo veía otra vez lo mataría (v. 28). Moisés le contestó que sería tal y como él lo dijo, nunca más aparecería delante de él.
A pesar de su falso arrepentimiento y sus compromisos, Faraón seguía rehusándose a hacer lo que Dios le pedía. Cada oportunidad que se le daba, la rechazaba. Dios ya había terminado de tratar con él. Faraón perecería con su corazón endurecido.
Para Meditar:
*¿Por qué Dios endureció el corazón de Faraón? ¿Quiere decir esto que Dios lo estaba incitando a pecar? Digamos por qué.
*¿Cómo usaría Dios la maldad del corazón de Faraón para lograr el bien de Su pueblo? ¿Qué lecciones estaban aprendiendo ellos mientras las plagas se desataban en la tierra de Egipto?
*¿Cuál es la diferencia entre el falso arrepentimiento y el arrepentimiento que proviene del corazón? ¿Cómo Faraón demuestra que su arrepentimiento no era sincero?
*¿Qué nos enseña este capítulo sobre la importancia de buscar la dirección de Dios en los ministerios que él nos da a emprender? ¿Es posible que nos podamos desviar de nuestro propósito por querer hacer algo bueno?
Para Orar:
*Demos gracias al Señor por ablandar nuestros corazones y por mantenerlo así respecto a Su Palabra.
*Agradezcamos al Señor por poder cambiar el mal que hay en contra nuestra y tornarlo en bien. Tomemos un momento para agradecerle el habernos enseñado a través de las dificultades que enfrentamos en la vida.
*Pidamos al Señor que nos haga más sensibles a Su dirección en los asuntos que emprendamos en la vida. Démosle gracias porque en todo Él tiene un propósito. Pidámosle que nos libere de la falsa culpa cuando se nos presenten necesidades que sabemos Él no nos ha llamado a satisfacer.
10 – EL ANUNCIO DE LA ÚLTIMA PLAGA
Leer Éxodo 11:1-10
Dios le había hablado poderosamente a Faraón. La nación de Egipto había sido devastada, pero aun así Faraón no quería escuchar. En el capítulo 11 Dios lanza la última de las plagas. Esta plaga tocaría muy de cerca a cada hogar y obligaría que la nación se rindiera. De hecho, después de esta plaga específica, Faraón echaría al pueblo hebreo de su tierra.
Observemos en el capítulo 2 que el Señor le dijo a Moisés que cuando Faraón liberara al pueblo, pidieran plata y oro. Dios movería el corazón de los egipcios para que les dieran generosamente. En el versículo 3 se nos dice que Moisés era tenido por gran varón a los ojos de los oficiales del rey. Aunque a ellos no les gustaba lo que estaba aconteciendo en su país, sabían que Moisés era siervo de Dios. Ellos veían el poder de Dios en su vida, y que el Dios de los hebreos estaba con él. Lo respetaban como un hombre de Dios. Lo mismo sucedía con el pueblo hebreo. Después de años de oprimirlos y tratarlos como esclavos, ahora los egipcios veían que su Dios los favorecía. Los hebreos saldrían de aquel país, respetados y envidiados por los egipcios.
En el versículo 4 Dios le reveló Sus planes a Moisés. A media noche Él se movería por todo ese país, y cada primogénito de los egipcios moriría. Aquí vemos que esta plaga no solo afectaría a los seres humanos, sino también al ganado que quedaba en la tierra. Todo lo primogénito de aquel país moriría. Toda la nación estaría llorando a sus primogénitos. Sin embargo, esta plaga no tocaría a los israelitas. Sus hijos estarían a salvo. Todo Egipto sabría que el Señor había hecho distinción entre Su pueblo y los egipcios. Moisés le dijo a Faraón que después de esta plaga final sus siervos y todo el pueblo les rogarían a los israelitas que se fueran de su tierra. Cuando Moisés salió por última vez de la presencia del rey de Egipto, estaba muy enojado. Él percibía la dureza del corazón de Faraón, y sin duda se preguntaba por qué éste había causado tanta devastación a su propio país por causa de esa actitud.
Aquí vemos claramente los efectos de la soberbia y el pecado. El corazón endurecido de Faraón destruyó literalmente a su nación. Él veía lo que le estaba sucediendo a las personas comunes de su tierra y parecía no importarle. Él no se iba a someter a Dios ni a Sus caminos, aunque su nación fuera el precio. Quizás conozcamos personas así, que parecen estar tan atrapadas por el pecado que destruyen sus familias, pierden su trabajo, y al final arruinan su vida por amor al pecado. Nuestra terca resistencia a Dios y a Su voluntad tiene el potencial de destruir a muchas personas a nuestro paso. Faraón es un ejemplo claro de esto. Su nación quedó devastada por no querer rendirse a Dios ni a Sus caminos.
Observemos nuevamente en el versículo 9 que Dios usaría la dureza del corazón de Faraón para mostrar Sus maravillas en la tierra de Egipto. El pueblo de Dios no sería liberado del yugo de Egipto de una manera apacible; más bien sería por medio de una poderosa demostración del poder y la gloria de su Dios.
En ocasiones el Señor permite que caigamos en situaciones que parecen no tener salida, y lo hace para mostrarnos Su poder y Su amor. El pueblo de Dios había sido esclavo en la tierra de Egipto por cuatrocientos años. Muchas generaciones crecieron creyendo que eso era lo que les tocaba en la vida. No sabían nada de lo que era la libertad. Seguro les sería difícil a algunos poder imaginarse que llegarían a tener su propia nación y ser libres de gobernarse ellos mismos. Ya se habían acostumbrado al látigo egipcio y a la crueldad a la que habían sido sometidos por tanto tiempo. Tener su propia tierra o experimentar la libertad de la esclavitud era un pensamiento muy lejano en sus mentes.
Dios irrumpiría en la situación de desesperación de Su pueblo y haría un milagro entre ellos. No creo que muchos de los hebreos hubieran podido imaginar que Dios en verdad haría esto por ellos, aunque habían clamado a Él pidiéndoselo. Quizás nos hayamos encontrado en situaciones como esta. Quizás hayamos estado por muchos años orando al Señor por victoria, pero no hayamos visto todavía la respuesta a esas oraciones. Quizás nos hayamos conformado en nuestras mentes de que tendremos que vivir con ese problema. Lo que vemos en este pasaje es que Dios es el Dios de lo imposible. Él escucha nuestras oraciones y nos responderá a Su tiempo. A veces necesitamos entender la dificultad de nuestra situación antes de llegar a entender el milagro de Dios y Su respuesta. No debemos desmayar, porque Dios es capaz de hacer mucho más de lo que podamos pensar o imaginar. En este punto de la vida de Israel Dios estaba preparando todo para hacer algo que Su pueblo nunca se hubiera podido imaginar. La nación más poderosa de la tierra estaba punto de ser aplastada. Los líderes de aquella nación se inclinarían en respeto a Dios y a Su pueblo, mientras los liberaba de su yugo. El pueblo de Dios saldría de Egipto cargado de oro y plata que los habitantes de aquella nación les darían gratuitamente después de haberlos esclavizado y maltratado durante años. El Dios de Moisés es el mismo Dios de nuestros tiempos.
Para Meditar:
*¿Tiene el pueblo de Dios que enfrentar dificultades en esta tierra? Consideremos el ejemplo del pueblo de Dios en Egipto.
*¿Una vida bendecida y fácil es lo único que indica la manera en que Dios nos ve?
*¿De qué manera nuestro orgullo y nuestro pecado afecta a los demás? ¿De qué manera el orgullo de Faraón afectó su nación?
*¿Por qué creemos que a veces Dios permite que lleguemos a una situación imposible antes de darnos la respuesta de nuestras oraciones?
*¿Hemos estado orando por algo, pero hemos perdido la esperanza de tener la respuesta real? ¿Qué aprendemos aquí acerca de seguir confiando en Dios en cuanto a la respuesta que necesitamos, aun cuando nos parezca que la solución es imposible?
Para Orar:
*Agradezcamos al Señor porque nos ama incluso cuando estamos atravesando pruebas y dificultades en la vida. Pidámosle que abra nuestros ojos en medio de tiempos como esos para poder ver Su cuidado y Su amor.
*Pidamos al Señor que nos perdone por las veces que nuestro orgullo y pecado han afectado a otras personas. Pidamos que sane las heridas que hemos causado en otros. Oremos que nos haga más humildes.
*Agradezcamos al Señor de que aun cuando las situaciones parecen imposibles, Dios todavía puede hacer un milagro.
*Pidamos al Señor que nos dé paciencia mientras esperamos por Su respuesta a nuestras oraciones.
11 – LA PASCUA
Leer Éxodo 12:1-50
La última plaga estaba a punto de ser desatada sobre el pueblo de Egipto. Esta plaga sería mucho más de lo que podrían soportar. Faraón y su pueblo le rogarían a Israel que se fuera de su tierra (Éxodo 10:8). Los hebreos finalmente serían libres después de cuatrocientos años de esclavitud. En el capítulo 12 Dios les da instrucciones a Moisés y a Aarón acerca de cómo mantener vivo este gran suceso en las mentes de Su pueblo.
Observemos en el versículo 2 que Dios le dijo a Moisés y a Aarón que ese mes de la liberación de la esclavitud de Egipto se convertiría en el primer mes de su año. El pueblo de Dios tendría un nuevo comienzo desde ese momento. El calendario de ellos cambiaría para resaltar ese increíble acontecimiento. El mes de su liberación sería ahora el primer mes de su nuevo calendario.
En el versículo 3 Dios les dio instrucciones a Moisés y a Aarón de que le dijeran al pueblo de Israel que en el día diez de ese mes, cada hombre, como cabeza de familia, debía tomar un cordero y cuidarlo hasta el día catorce de ese mismo mes (v. 6). El día catorce del mes tenían que sacrificar al cordero a penas el sol comenzara a ponerse. El cordero escogido debía cumplir con ciertos requisitos. Tenía que ser macho, de un año y sin defecto, podía ser de las ovejas o de las cabras (v. 5).
Si la familia era muy pequeña como para comerlo entero, debía compartirlo con su vecino (v. 4). Ellos debían calcular cuántas personas iban a comer de aquel cordero para que no hubiese sobras (v. 10). El cordero tenía que asarse al fuego y ser comido con hierbas amargas y pan sin levadura. No podía ser hervido en agua ni comido crudo (vv. 8-9). Si quedaba alguna carne después que todos hubiesen comido, debía ser quemada antes que llegase la mañana del otro día.
Dios también les dio instrucciones de que tomaran parte de la sangre del cordero y la esparcieran en los postes y en los dinteles de las puertas en las casas en donde se iba a comer (v. 7). El versículo 11 nos dice que ellos debían comer aquello de manera especial. El manto debía estar ceñido a la cintura, las sandalias puestas, y la vara en la mano. Debían comer también con rapidez. En otras palabras, necesitaban comer sabiendo que en cualquier momento tendrían que salir cuando les avisasen. Solo podemos imaginar la emoción que habría cuando aquellas personas comían sabiendo que el fin de su esclavitud estaba a punto de llegar.
Mientras el pueblo de Dios comía, el Señor pasaría por toda la nación de Egipto y aniquilaría a todo primogénito varón, tanto humano como animal. De esta manera, Dios traería el juicio final sobre aquella nación (v. 12). Solo aquellos hogares con sangre en lo dinteles de sus puertas escaparían de aquella devastación (v. 13).
Dios les dio instrucciones al pueblo de que recordaran aquello por todas las generaciones (v. 14). Aquello se convertiría en un gran festival de celebración por el Señor y la obra que había hecho a favor de Su pueblo. Aquel festival debía durar siete días (v. 15). El versículo 18 nos dice que aquella celebración iba a durar desde el día catorce hasta el veintiuno del mes.
Había tres requisitos que el pueblo de Dios debía cumplir durante aquellos siete días. El primero era que el pan que habían de comer tenía que ser sin levadura. Esto era tan importante para Dios que lo repitió seis veces en los versículos del 15 al 20. De hecho, en el versículo 17, él llamó aquel festival “La Fiesta de los Panes sin Levadura”. El primer día de aquella celebración el pueblo tenía que deshacerse de toda la levadura que hubiese en sus casas. Si alguien comía algo con levadura en aquellos días, sería cortado del pueblo de Dios (v. 15). En otras palabras, serían sacados de la sociedad israelita y tratados como paganos incrédulos. Esta regla se aplicaba a cualquiera que viviera con ellos, ya fuese israelita de nacimiento o extranjero (v. 19). Todos debían celebrar aquellos días sin comer nada que contuviese levadura.
El segundo requisito era que durante aquellos días tenían que asistir a dos grandes reuniones. La primera se celebraría el primer día del festival (v. 16); y la segunda sería el día séptimo y final de la celebración.
El último de los requisitos era que en aquellos días no se haría trabajo alguno en la tierra. El único trabajo permitido era el de preparar los alimentos que cada uno se tenía que comer. Todo el país se paralizaría durante aquellos días mientras cada uno enfocaba su atención en recordar lo que Dios había hecho al librarlos de la opresión de la esclavitud.
Cuando Moisés recibió aquellas instrucciones de parte de Dios, llamó a los ancianos de Israel y les dijo que seleccionaran los animales por familias y sacrificaran el cordero de la Pascua (v. 21). También les dio instrucciones de que tomaran un manojo de hisopo, lo introdujeran en la sangre y pintaran los dinteles y los postes de las puertas de sus casas. Les dijo que nadie debía salir de su casa hasta por la mañana.
Es interesante ver que después de tantos años, el Señor Jesús fue crucificado durante el tiempo de la Pascua. Él sería el cordero sacrificado por nosotros para que pudiéramos ser librados del yugo del pecado.
Moisés le dijo claramente al pueblo que mientras el Señor pasara por aquella tierra para dar aquel golpe a los egipcios, cuando Él viera la sangre en los dinteles y postes de sus puertas pasaría de largo y no permitiría que el heridor matara a sus primogénitos (v. 23). Esto es exactamente lo que el Señor Jesús ha hecho por nosotros. Su sangre nos protege del destructor. Cuando Dios ve que estamos cubiertos por la muerte sacrificial de Su Hijo, Él pasa de largo y nos libra de la ira de Su juicio.
En el versículo 24 Moisés le recordaba al pueblo que la celebración que estaban festejando ese día tenía que ser transmitida de generación a generación. Ellos tenían que enseñar a sus hijos cómo debían observar aquella festividad, y explicarle su significado. Ellos tenían que compartir con sus hijos la historia de la liberación que Dios les dio cuando estaban en Egipto. Cuando el pueblo escuchó las instrucciones que Moisés les dio, los versículos del 27 al 28 nos dicen que ellos respondieron en adoración y obediencia a Dios y a lo que les había mandado.
Era la media noche cuando el Señor pasó por la tierra de Egipto. Él les dio muerte a todos los primogénitos de la nación, desde el hijo de Faraón hasta los que se encontraban encarcelados, y hasta los animales de aquel país. Cuando los egipcios despertaron al otro día descubrieron que sus primogénitos habían muerto. La nación completa se lamentó, y no hubo familia en el país que no fuese afectada por aquella tragedia.
Durante la noche Faraón hizo llamar a Moisés y a Aarón. Él les dijo que se llevaran al pueblo, sus rebaños y sus ganados, y que salieran de aquella tierra a adorar a su Dios, tal y como le habían pedido. Faraón también les pidió que lo bendijeran (v. 32). Él sabía que había sido derrotado.
Observemos en el versículo 33 que el pueblo de Egipto les pidió a los israelitas que salieran del país. Ellos temían que si Israel se quedaba, todo Egipto moriría. Los israelitas tomaron sus masas antes que se le añadiera levadura, las envolvieron en una tela y partieron de aquel lugar. Mientras se iban, le pedían cosas de oro y plata y vestidos a los egipcios, tal y como el Señor les había dicho (ver Éxodo 3:21-22). El Señor bendijo a Su pueblo en aquel día y los egipcios les dieron abundantemente (v. 36). Esto no era necesariamente porque eran bondadosos, sino porque temían por sus vidas y querían hacer todo lo posible por deshacerse de los israelitas.
Los israelitas viajaron hacia el sudeste desde Ramesés a Sucot. Cuando salieron, había un estimado de seiscientos mil hombres más las mujeres y los niños. Debemos recordar que en los días de Moisés, Faraón había hecho una campaña para aniquilar a todos los niños varones de Israel. A partir de esto podemos suponer que si había unos 600 mil hombres, es muy probable que hubiese mayor número de mujeres. También sabemos que Dios había bendecido a la nación de manera tal que “los hijos de Israel fructificaron y se multiplicaron” (Éxodo 1:7). A partir de esto podemos suponer también que había un gran número de niños. Si hacemos un estimado de que había dos hijos por cada hombre y mujer que partió, podríamos decir que aproximadamente entre 2 o 3 millones de personas salieron de Egipto en aquel día. Esta multitud también llevaba consigo una gran cantidad de animales, rebaños y manadas.
El versículo 39 nos dice que ellos hicieron tortas de la masa sin levadura que habían llevado. Estas tortas debieron haberlas cocido en el camino, pues no habían tenido tiempo de preparar comida antes de que se les sacara de Egipto. La respuesta de Dios vino en un instante. Cuando Dios comenzó a obrar las cosas sucedieron rápidamente. Un día eran esclavos en Egipto y al otro día por la mañana ya eran libres. Los versículos del 40 al 41 nos dicen que el pueblo de Dios había permanecido esclavo en Egipto un total de 430 años hasta ese momento. Este era un día muy especial apartado para la liberación del pueblo de Dios. Él tenía el control absoluto y libró a Su pueblo exactamente el día en que cumplían 430 años de esclavitud.
Al terminar este capítulo vemos que Moisés explicó más detalladamente las regulaciones para la celebración de la Pascua. Observemos los requisitos de parte de Dios en los versículos del 43 al 49.
En primer lugar, la comida era solamente para los israelitas. Ningún extranjero podía tomar parte en la celebración de la comida de la Pascua (v. 43). Esto era un asunto muy personal entre Dios y Su pueblo. Los extranjeros no habían experimentado la liberación de parte de Dios como lo habían experimentado los israelitas. La única manera en la que un esclavo extranjero podía comer de la comida pascual era convirtiéndose en judío. Esto significaba que tenían que circuncidarse e identificarse solamente con el Dios de Israel (V. 44). De hecho, el versículo 48 nos dice que el extranjero que quisiera celebrar la Pascua con ellos, tenía que tener circuncidado a todos los varones de su casa. En otras palabras, no solamente tenía él que estar comprometido al servicio a Dios, sino que tenía que dirigir su familia en los caminos del Dios de Israel. Desde ese punto en adelante, él estaría bajo los requisitos de Dios y viviría como uno más del pueblo con todas sus obligaciones. Esa era la única manera que un extranjero podía unirse al pueblo de Dios para la celebración de esta importante comida. Ningún residente temporal u obrero asalariado que no fuese judío circuncidado, podía comer de esa comida Pascual (v. 45).
El Segundo requisito para comer de esa comida especial era que tenía que ser consumida dentro de una casa, no afuera (v. 46). Esto viene del hecho de que las casas tenían los dinteles y los postes de las puertas pintados, y esa era su protección. Al permanecer en las casas, permanecían bajo la protección de la sangre.
En el versículo 46 leemos el tercer requisito, el cual era que los huesos del cordero sacrificado y comido en la Pascua no debían ser quebrantados. Es de gran importancia ver esto, pues cuando el Señor Jesús fue crucificado en la cruz del Calvario como el cordero de la Pascua, los soldados, al ver que ya estaba muerto, no quebraron ninguno de sus huesos en cumplimiento a lo que Dios había estipulado en Éxodo 12:46.
Mas cuando llegaron a Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas. Pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua. Y el que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero; y él sabe que dice verdad, para que vosotros también creáis. Porque estas cosas sucedieron para que se cumpliese la Escritura: No será quebrado hueso suyo. (Juan 19:33-36)
El cuarto requisito era que, según el versículo 47, toda la comunidad del pueblo de Dios tenía que celebrar esta Pascua. Aquí no había ninguna excepción. El pueblo de Dios tenía la obligación delante de Él de celebrar esta comida. Algunas personas se podían sentir indignas de aquella comida; otras, quizás tenían otras cosas que hacer en aquel día. Pero nada de esto importaba. Este era un tiempo en el que ellos debían poner a un lado sus sentimientos y cualquier trabajo para poder recordar lo que hizo Su Señor y Dios.
Dios esperaba que Su pueblo recordara y celebrara su liberación del yugo. Al celebrar esta Pascua, ellos recordarían que habían sido esclavos; recordarían cómo Dios se había acercado a ellos siendo esclavos y los había liberado. Ellos recordarían que ese día la bendición de Dios estuvo sobre ellos. Sin embargo, más que eso, sería el anhelo del día en que el Señor Jesús vendría como el Cordero de la Pascua y los liberaría del yugo del pecado.
Para Meditar:
*¿Por qué creemos que Dios quiso cambiar el calendario judío para que comenzara con la Fiesta de los Panes sin Levadura y la Pascua?
*Analicemos lo que sucedió durante el tiempo de la Pascua. ¿Cómo es que la obra del Señor Jesús está simbolizada por los sucesos que tuvieron lugar durante esa celebración?
*Dios ordenó que Su pueblo tomase siete días libres para que recordaran Su liberación. ¿Por qué es útil detenernos de vez en cuando a tomar tiempo para recordar lo que Dios ha hecho? ¿Cuáles son los beneficios de este tiempo de reflexión?
*En este capítulo vemos que Dios libró a Su pueblo el mismo día en que cumplían 430 años de esclavitud. ¿Qué nos dice esto acerca del tiempo de Dios y el control que Él tiene de las circunstancias en nuestras vidas?
*¿Aceptaba Dios a los extranjeros en el Antiguo Testamento? ¿Qué nos enseña Dios en este pasaje acerca de Su corazón misionero?
Para Orar:
*Agradezcamos a Dios que ha sido nuestra salvación y es nuestra protección del juicio venidero. Démosle gracias porque Su sangre nos asegura la relación con el Padre.
*Pidamos a Dios que nos dé tiempo en el que podamos reflexionar acerca de lo que ha hecho por nosotros. Pensemos en tomar tiempo para adorarle y reflexionar en su bondad.
*Demos gracias a Dios de que Su tiempo es perfecto. Pidamos que nos dé paciencia mientras esperamos Su tiempo.
*Tomemos un tiempo para agradecerle al Señor el habernos aceptado como hijos. Pidamos que nos dé oportunidades para compartir con otros esta aceptación.
12 – ISRAEL COMIENZA SU VIAJE
Leer Éxodo 13:1- 22
El pueblo de Dios había sido librado de 430 años de esclavitud en Egipto. La plaga final consistió en la muerte de todos los varones primogénitos de cada familia egipcia. Solamente los israelitas fueron librados de esta tragedia. Dios le ordenó a Su pueblo que celebrara la Pascua en memoria de los sucesos que tuvieron lugar en aquel momento. Era importante para Dios que Su pueblo recordara lo que Él había hecho por ellos.
El versículo 3 nos dice que el día en que salieron de la esclavitud de Egipto tenía que ser un día especial en su calendario. En ese día no debían comer nada con levadura. Vimos en el capítulo 12 que la razón para esto era porque cuando salieron de Egipto tuvieron que hacerlo rápidamente. No tuvieron tiempo de añadirle levadura a su pan y esperar a que creciera.
Y los egipcios apremiaban al pueblo, dándose prisa a echarlos de la tierra; porque decían: Todos somos muertos. Y llevó el pueblo su masa antes que se leudase, sus masas envueltas en sus sábanas sobre sus hombros (Éxodo 12:33-34).
Cuando el pueblo de Israel celebrara la Pascua comiendo el pan sin levadura, estarían recordando la situación bajo la cual salieron de Egipto. Sin embargo, como sucede con muchos de los símbolos del Antiguo Testamento, en esto había un significado más profundo. El apóstol Pablo, al escribirle a los corintios sobre la Pascua dice:
No es buena vuestra jactancia. ¿No sabéis que un poco de levadura leuda toda la masa? Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois; porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros. Así que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad. (1 Corintios 5:6-8)
En este pasaje Pablo habla de un simbolismo más profundo de la levadura. Él compara la levadura con el pecado de nuestras vidas. En el caso de los corintios, se trataba del pecado de la jactancia, la malicia y la maldad. Sin embargo, observemos qué dice de la levadura en 1 Corintios 5:6: “¿No sabéis que un poco de levadura leuda toda la masa?”. En otras palabras, el pecado tiene la tendencia de controlar rápidamente nuestros pensamientos y nuestras acciones. Podemos esparcirlo de nosotros hacia los que nos rodean, y al final puede afectar a toda una iglesia. Pablo desafía a los corintos a deshacerse de la levadura del pecado porque Cristo, el Cordero de la Pascua, ya había sido sacrificado. En otras palabras, el problema del pecado ya fue tratado por Jesús por medio de Su sacrificio como el Cordero de la Pascua. Debido a que Jesús murió para lidiar con nuestro pecado, necesitamos hacer todo lo que podamos para apartarnos de éste.
Este era el significado más profundo acerca de lo que Dios les pedía concerniente a la levadura durante la Pascua. Durante cada celebración de la Pascua había que sacrificar un cordero, y su sangre debía esparcirse sobre los dinteles y postes de las puertas. Ellos tenían que permanecer dentro de sus hogares bajo la protección de aquella sangre mientras el ángel de la muerte pasaba sobre ellos. Siempre que estuviesen bajo la sangre estarían protegidos. Éste era un símbolo de lo que Jesús haría por ellos al pasar de los años. Él moriría como el cordero pascual para proteger a todos los que aceptaran la obra que Él hizo de cubrir Sus pecados, librándolos del castigo de la muerte y satisfaciendo la ira de un Dios santo. Ellos tenían una obligación hacia el Señor porque Él los había liberado. Ellos tendrían que vivir para Él alejados del pecado. Tendrían que honrarle en todo lo que hicieran. Al no comer nada con levadura durante esta celebración santa, el pueblo de Dios recordaba su obligación de alejarse del pecado y seguir a su Dios. Lo mismo es válido para nuestro presente. Así como Pablo desafiaba a los creyentes en Corinto, así nosotros debemos deshacernos de la vieja levadura del pecado, porque Cristo, el Cordero de la Pascua, ha sido sacrificado.
La Pascua se celebraría cada año, no solo como recordatorio para el pueblo de Dios por lo que Él había hecho, sino por la obligación de ellos hacia Él por haberlos liberado. En los versículos 4-7 el Señor le recuerda a Su pueblo los requisitos de esta celebración. Debían celebrarla en el mes de Abib, el mes en que salieron de Egipto (v. 4-5). La celebración debía durar siete días, y en el último de esos días debían efectuar una reunión especial en honor al Señor (v. 6). Durante esos 7 días debían comer pan sin levadura, no se debía ver levadura en ninguna parte de su territorio (vv. 6-7). Durante la celebración de la Pascua debían decirles a sus hijos lo que el Señor había hecho por ellos al librarlos de la esclavitud en Egipto. De esta manera la próxima generación recordaría la bondad de Dios al darles la libertad.
Veamos en el versículo 9 cómo el Señor le dice a Su pueblo que aquella celebración de la Pascua sería como una señal sobre sus manos y un memorial delante de sus ojos. Algo que se escribe en la mano o en la frente es difícil de olvidar. Dios simplemente les estaba diciendo con esto que al celebrar la Pascua y contarles a sus hijos año tras año, eso se convertiría para ellos en un constante recordatorio de la bondad y la misericordia de Dios, y así nunca se olvidarían.
La Pascua era una de las maneras en que recordarían su liberación, pero no la única. En los versículos del 11 al 16, Dios le dijo a Moisés que le consagraran los primogénitos de cada vientre en Israel. El primero de los nacidos que fuera varón, fuese hombre o animal, pertenecería al Señor (v. 12). Cuando llegaran a la tierra de Canaán, ellos debían entregarle al Señor el primero de los nacidos de cada vientre. Si el primogénito de los animales era inmundo, el dueño tenía que pagar cinco siclos de plata y redimirlo (Números 18:14-16). Si el primogénito de los animales no fuera impuro (buey, oveja, cabra), sería sacrificado al Señor (Números 18:17-19). Si el primogénito fuera un niño varón nacido a una familia de Israel, los padres tendrían que pagar cinco siclos de plata para su rescate (Números 18:14-16). El proceso de rescatar a un hijo se llamaba redención. Cada primogénito varón tenía que ser redimido (v. 13).
Dios tenía una razón por la cual exigir el primogénito varón que saliera de cada vientre. Esto era para recordar a Su pueblo lo que había hecho por ellos en Egipto al preservar sus primogénitos. De generación en generación el pueblo de Dios debía practicar esta tradición en memoria de lo que el Señor había hecho por ellos. Cuando sus hijos les preguntaran de qué se trataba aquella práctica, ellos les responderían contándoles la historia de cómo Dios había eliminado los varones primogénitos de Egipto y los había librado a ellos. Esta práctica les sería como una marca sobre sus manos y frentes, para que el pueblo de Dios no olvidara nunca lo que Él había hecho por ellos.
Es importante resaltar la obligación que tenían los que habían sido libertados de la esclavitud. El primogénito de los hijos había sido salvado de la ira de Dios cuando ésta pasaba sobre la tierra de Egipto. Ese niño ahora pertenecía a Dios. Ellos tendrían que pagar un precio para redimirlo en memoria de lo que Dios había hecho por ellos. De una forma similar, nuestra salvación, aunque es gratuita, nos pone bajo obligación. Ser un creyente tiene un precio. Dios demanda nuestras vidas, nuestra obediencia y nuestra fidelidad. Hay demasiados creyentes que nunca han valorado el costo de seguir al Señor Jesús, el Cordero de la Pascua.
Con estas palabras aún sonando en sus oídos, el pueblo de Israel salió de la tierra de Egipto. Observemos en el versículo 17 que el Señor no los sacó por el camino más corto. Ese camino corto los hubiera llevado a través de territorio filisteo. Dios conocía el corazón de Su pueblo. Si cruzaban por aquel territorio tendrían que enfrentar guerra, y muchos se desalentarían y querrían volver a tierra egipcia. Dios, en cambio, quiso llevarlos por el camino más largo, a través del desierto hacia el Mar Rojo.
Dios podía haberles dado la victoria sobre los filisteos. Y aunque el versículo 18 dice que “… subieron los hijos de Israel de Egipto armados”, Dios sabía que ellos no estaban listos para la batalla. Todavía su fe y su compromiso con el Señor no estaban lo suficientemente fuertes. Ellos necesitaban ser fortalecidos, por tanto, Dios decidió llevarlos a través del desierto para prepararlos y fortalecerlos.
El desierto demostraría ser un lugar bien difícil para el pueblo de Dios, pues allí serían probados. En aquel lugar serían moldeados como nación, y conocerían lo que Dios requeriría de ellos de una nueva manera. Dios se les revelaría y les enseñaría muchas cosas acerca de Sí mismo y Sus propósitos. Sería solo entonces, que ellos estarían listos para la batalla que tenían por delante y para la conquista de la tierra que Él les había prometido a Sus padres.
Quizás algunos de nosotros en este momento seamos como los hijos de Israel, conocemos la maravillosa salvación de Dios; tenemos dones espirituales para ser usados para el Reino; y queremos entrar en la batalla, pero resulta que el Señor no nos ha llamado todavía a la batalla. En cambio, el Señor ha decidido llevarnos por el desierto. Es allí en ese desierto donde nos sentimos solos y nos preguntamos si alguna vez el Señor nos llegará a usar. Allí, nuestra fe es probada día tras día, y nos preguntamos si alguna vez podremos llegar al otro lado del desierto. Que éste capítulo entonces nos sirva de aliento, pues Dios nos está llevando por el desierto por alguna razón. Él nos está preparando para lo que viene, y quiere usarnos, pero necesita refinarnos y capacitarnos para el ministerio que Él ha preparado.
Al salir de Egipto, Moisés tomó consigo los huesos de José para enterrarlos en la tierra que Dios le había prometido. Antes de morir, José le hizo jurar a sus hermanos que llevarían su cuerpo con ellos cuando salieran de Egipto (ver Génesis 50:25-26). Aquí, en estos versículos, vemos el cumplimiento de esa promesa.
Dios guió a Su pueblo por el Camino del Mar Rojo, atravesando el desierto hacia la tierra prometida. Los versículos del 20 al 22 nos dicen cómo fue que los guió. Durante el día iba delante de ellos como una columna de nube. Moisés y el pueblo seguían esa columna a dondequiera que iba. Por la noche la columna se convertía en una columna de fuego que les alumbraba lo suficiente para que pudieran ver. De esta manera ellos podían viajar ya fuese de día o de noche. El versículo 22 nos dice que esa columna nunca dejó de estar delante del pueblo de Dios. Dios nunca los abandonó.
¡Cuán gran aliento resulta esto para nosotros! Puede que no veamos una columna de nube o de fuego delante de nosotros, pero Dios nos sigue prometiendo que nos guiará en cada paso del camino. ¿Estamos dispuestos a seguirle? ¿Iremos a Su paso, o nos adelantaremos a Él? ¿Iremos a donde Él quiere que vayamos, o haremos lo que mejor nos parezca? Dios iría delante de Su pueblo para guiarlos. Él nunca los abandonaría. Ellos podían enfrentar ese viaje con la confianza puesta en el Señor su Dios.
Para Meditar:
*¿Qué nos enseña Pablo acerca del simbolismo de la levadura en la celebración de la Pascua? ¿Qué nos enseña esto en cuanto a nuestra obligación con Cristo, nuestro Cordero sacrificado?
*¿Cuáles son los pecados de los cuales necesitamos deshacernos hoy?
*¿Qué nos enseña este pasaje en cuanto a nuestra obligación de recordar las cosas que Dios ha hecho por nosotros? ¿Hemos estado pasando la memoria de la bondad de Dios a la próxima generación?
*¿Qué nos enseña la ley de los primogénitos en cuanto a las responsabilidades de quienes han sido bendecidos y protegidos por Dios?
*¿Por qué Dios guió a Su pueblo por medio del desierto y no por el camino más corto hacia la tierra prometida? ¿Cuál es nuestro desierto hoy?
*¿Qué consuelo encontramos en el hecho de que la columna nunca abandonó al pueblo de Dios? ¿Estamos hoy siguiendo Su dirección?
Para Orar:
*Pidamos al Señor que nos muestre si hay algún pecado en nuestras vidas al cual debamos confrontar. Pidámosle que nos ayude a percatarnos de la obligación que tenemos hacia Él como nuestro cordero inmolado, para caminar en obediencia y en pureza de corazón.
*Pidamos a Dios que nos ayude a recordar Su bondad en nuestras vidas. Pidámosle que nos dé oportunidades de compartir con otros lo que Él ha hecho por nosotros.
*¿Estamos en el presente atravesando por una experiencia de desierto en nuestras vidas? Pidamos a Dios que nos enseñe las lecciones que Él quiere que aprendamos. Oremos que nos muestre Su propósito y que nos prepare durante ese tiempo. Pidámosle también que nos dé la gracia para aceptar esto con un corazón agradecido.
*Demos gracias al Señor porque Él nunca nos abandona, sino que siempre nos guía por el camino que tiene para nosotros. Oremos que nos ayude a reconocer su dirección y a ser fieles a ella.
13 – APRENDIENDO A CONFIAR
Leer Éxodo 14:1-31
El pueblo de Dios había sido liberado de la esclavitud en Egipto. El Señor no quiso llevarlos por la región de los filisteos, lo cual hubiese sido un camino más corto. En cambio, decidió llevarlos por la ruta más larga a través del desierto. Aunque esa otra ruta sería difícil, sería la manera en que Dios los prepararía y los fortalecería como nación.
Dios había guiado a Su pueblo a la región de Etam, la cual estaba a la entrada del desierto (Éxodo 13:20). En Éxodo 14:2 Dios le habló a Moisés y le dijo que llevara a los israelitas a Pihahirot, el cual se encontraba entre Migdol y el mar hacia Baal-zefón. No se sabe a ciencia cierta en dónde se encontraba ese lugar exactamente.
Observemos en el versículo 2 que los israelitas debían “dar la vuelta”. Esta frase resulta extraña, pues, uno creería que como ellos estaban escapando, hubiesen querido tener la mayor distancia posible entre ellos y los egipcios, pero Dios tenía otro plan. En vez de hacerlos pasar cerca del mar y hacia el desierto, Él los demoró por un tiempo en la región de Egipto. Los versículos 3 y 4 nos dan la razón para esto. Dios le dijo a Moisés que Faraón iba a pensar que los israelitas estaban perdidos y confundidos sin querer aventurarse en el desierto. Dios también le dijo que él endurecería el corazón de Faraón para que los persiguiese. Sin embargo, por medio de esto Dios mostraría Su gran poder y los egipcios sabrían que Él era Dios. He aquí un caso donde el razonamiento humano no era suficiente. Los propósitos de Dios casi nunca tienen sentido para nuestra manera humana de pensar. En vez de alejar a Su pueblo lo más lejos posible, Dios los mantuvo en el territorio y permitió que el ejército egipcio atacara.
Cuando Faraón y sus siervos vieron que los israelitas se habían marchado, cambiaron de parecer. Ellos lamentaron haberlos dejado ir, pues ya no tenían más esclavos que hicieran el trabajo. Faraón hizo que le alistaran su carro, y llevó a su ejército detrás de los israelitas mientras huían. El versículo 7 nos dice que tomó seiscientos de sus mejores carros junto con los otros carros de Egipto. Con la decisión de perseguir a Israel, Faraón desafiaba al Dios de ellos y lo retaba a pelear hasta el final. Los egipcios alcanzaron a los israelitas mientras se encontraban acampando a la orilla del mar cerca de Pi-hahirot (v. 9).
Cuando el pueblo de Israel vio al ejército egipcio que venía, se aterrorizó (v. 10). Observemos en el versículo 10 que ellos clamaron a Dios; sin embargo, su clamor no era de fe y de confianza en el Señor, sino un clamor de derrota. En el versículo 11 le preguntaron a Moisés por qué los había traído a morir al desierto. De hecho, le dijeron que hubieran preferido quedarse en Egipto como esclavos que morir en el desierto (v. 12). Dios los había liberado por medio de milagros maravillosos, pero todavía no entendían cómo Su poder los podía librar en aquella nueva situación. Cuestionaron la protección de Dios y Su devoción a ellos como pueblo. Ellos no pudieron creer las promesas de Dios a sus padres. Llevaban consigo los huesos de José porque él había profetizado que el Señor los libraría y les daría su propia tierra, pero aun así no creían. Dios todavía tenía mucho que enseñarles, y este incidente sería una de esas lecciones.
Solamente Moisés parecía tener la fe de creer que Dios sería fiel a Su Palabra. Moisés le dijo al pueblo que se mantuviera firme y viera la liberación que el Señor les traería en aquel día a ellos (v. 13). También le continuó diciendo que jamás verían de nuevo a aquellos egipcios. Dios pelearía por ellos. No necesitaban hacer nada, lo único que tenían que hacer era permanecer quietos (v. 14).
La quietud de la que habla Moisés aquí es una quietud de confianza y seguridad. Esa quietud evita que tomemos decisiones basados en nuestra propia sabiduría. Evita que salgamos corriendo cuando las cosas se ponen difíciles. Estar quieto es esperar en el Señor y confiar en que Él intervendrá. Es mantenernos firmes a nuestra causa aun cuando se hace más difícil. Es escuchar Su dirección. Cuando las circunstancias se ponen difíciles y el enemigo nos presiona, “hacer nada” y “estar quieto” no es tarea fácil. Todo nuestro ser quiere responder. Nuestros pies quieren correr; nuestros labios, gritar; nuestras manos quieren hacer algo. Aquí Dios le está pidiendo a Su pueblo que esté quieto y observe lo que Él iba a hacer.
Mientras el ejército egipcio avanzaba, Dios le dijo a Moisés que levantara su vara y la extendiera sobre el mar que tenían delante de ellos. Dios le dijo que cuando lo hiciera las aguas se dividirían para que Su pueblo pudiese pasar sobre tierra seca. Es importante que veamos lo que está aconteciendo aquí. Dios ha colocado a Su pueblo en una situación imposible. Si avanzaban hacia un lado se encontraban con el ejército egipcio; si lo hacían hacia el otro, se ahogaban en el mar. Bloqueados por una parte por los egipcios, y por el mar por la otra, no había, literalmente, manera alguna de escapar. ¿Cuántas veces nos hemos encontrado nosotros en situaciones similares en nuestra vida? Desde el punto de vista humano no hay escapatoria alguna; no sabemos hacia dónde ir.
Lo que necesitamos entender durante estos tiempos es que Dios puede hacer un camino de salida en donde, por el momento, no se ve camino alguno. En los muros que nos bloquean el camino, Él coloca puertas para que pasemos. Por un momento vemos que no hay salida, y en tan solo un instante el Señor aparece a través del muro y nos abre una puerta. Esto es exactamente lo que está sucediendo en este pasaje. Dios aparece milagrosamente y provee una salida. Una vez más vemos que la razón humana está muy limitada. Lo que es imposible para nosotros, no lo es para Dios. Confiar en nuestro parecer humano es fracasar. Los caminos de Dios son mucho más grandes que nuestros caminos, y Sus propósitos van más allá de nuestro entendimiento.
Aquí vemos que Dios le dijo a Moisés que Él iba a endurecer el corazón del Faraón para que persiguiera a los israelitas acorralándolos contra el mar, pero que el Señor se iba a glorificar en lo que les iba a suceder (vv. 17-18). Cuando Moisés alzó su mano, el ángel de Dios y la gran columna de nube que habían viajado delante de Israel se movieron hacia la parte posterior de ellos, y permaneció entre ellos y el ejército egipcio. Como resultado de esto, los egipcios no podían avanzar. Del lado de la nube que daba para los egipcios había tinieblas, mientras que del lado de los israelitas la luz brillaba toda la noche (v. 20). El Señor dividió entonces las aguas del mar de manera que había una columna de agua a cada lado del camino, y un sendero de tierra seca en el medio. Durante la noche los israelitas cruzaron rápidamente hacia el otro lado pasando por tierra seca.
Cuando los egipcios vieron que las aguas se habían dividido y que los israelitas habían cruzado hacia el otro lado, se lanzaron a perseguirlos. Fue durante la última vigilia de la noche (probablemente desde las 2 a.m. hasta el amanecer), que el ejército de Faraón se encontraba cruzando el mar. Mientras cruzaban, el Señor lanzó sobre ellos gran confusión. El versículo 25 nos dice que el Señor hizo que las ruedas de los carros se desprendieran, lo cual les causaba gran dificultad para avanzar. Esto hizo que los soldados egipcios entraran en pánico. Se dieron cuenta que el Señor estaba peleando por Israel. Entonces decidieron abandonar su persecución y huir. Ellos decían: “Huyamos de delante de Israel, porque Jehová pelea por ellos contra los egipcios” (v. 25).
Mientras el ejército de Faraón se encontraba en medio del mar en este estado de confusión, el Señor le dijo a Moisés que alzara su mano otra vez para que las paredes de agua cayeran sobre los egipcios. Moisés obedeció, y al amanecer las murallas de agua cayeron sobre el ejército egipcio ahogando a sus soldados. El versículo 28 nos dice que todo el ejército de Faraón, que había seguido a los israelitas a través del mar, pereció. “No quedó de ellos ni uno”.
Sin embargo, los israelitas cruzaron el mar sin problemas. Cuando la luz de la mañana los alumbró, los israelitas vieron los cuerpos de los egipcios en la orilla. Ellos habían visto esa noche una gran demostración del poder de Dios. El resultado de esto fue que “el pueblo temió a Jehová, y creyeron a Jehová y a Moisés su siervo” (v. 31). Dios usó lo que parecía una situación imposible para fortalecer en ellos la fe y la confianza en Él y en Su siervo.
Dios logró Sus propósitos por medio de las dificultades que Su pueblo tuvo que enfrentar ese día. Hay quienes enseñan que no es la voluntad de Dios que tengamos que pasar por situaciones difíciles. La realidad es que Dios condujo a Su pueblo a una situación que sería muy difícil. Dios quería probarlos poniéndolos en medio de una situación imposible y librándolos de ella. Él le estaba enseñando a Su pueblo acerca de Sí mismo y de Su protección en medio de este incidente. Dios nos va a enseñar en medio de las luchas que Él permite que atravesemos mientras estamos quietos y esperamos en Él.
Ese día, la confianza de los israelitas en Su Dios y Señor se fortaleció. Ellos necesitaban confiar en Él a medida que cruzaban el desierto. Observemos también en el versículo 31 que el pueblo también puso su confianza en Moisés como siervo del Señor. Ellos veían que Dios le hablaba, que el poder de Dios estaba en su vida, y se dieron cuenta que él era el líder que Dios les había dado. Dios quería que Su pueblo también pudiera confiar en su líder terrenal. La vida de Moisés demostró claramente que él era un siervo de Dios. Me pregunto si nuestras vidas exhiben el poder y la maravilla de Dios de esta manera.
Para Meditar:
*Parecía que Dios estaba guiando a Su pueblo hacia una situación muy difícil. ¿Es la voluntad de Dios que las cosas siempre nos sean fáciles en la vida?
*¿Qué lecciones aprendió el pueblo de Dios en esta dificultad? ¿Cuáles luchas hemos tenido que enfrentar en la vida? ¿Qué lecciones nos ha enseñado Dios en esos momentos?
*¿Libró Dios a Su pueblo en este pasaje porque ellos tuvieron fe en Él? ¿Cuál fue la actitud de ellos hacia Dios y hacia Moisés antes de cruzar el mar? ¿Qué nos enseña esto acerca de la gracia de Dios?
*¿Por qué la sabiduría humana no era suficiente para la situación que atravesaba Israel? ¿Qué nos enseña esto acerca de la importancia de confiar en Dios y en Su dirección?
Para Orar:
*Demos gracias al Señor porque puede usar las circunstancias que enfrentemos en la vida para enseñarnos muchas lecciones y acercarnos más a Él.
*Demos gracias al Señor porque aun cuando hemos estado viviendo en desobediencia e incredulidad, Él se ha acercado a nosotros para librarnos.
*Pidamos perdón al Señor por las veces que confiamos en nuestra propia sabiduría y en nuestras propias fuerzas para hacer Su obra. Pidámosle que nos ayude a escucharle más.
*Tomemos un momento para agradecerle al Señor por las tantas veces que nos protegió y nos guardó.
*¿Tenemos algún familiar o amigo que, al igual que los egipcios en este pasaje, han rechazado al Señor? Pidamos a Dios que ablande sus corazones con respecto a Él antes de que sea demasiado tarde.
14 – UN CÁNTICO DE LIBERACIÓN
Leer Éxodo 15:1-27
El Señor había librado a Su pueblo del ejército egipcio de una manera maravillosa. Los cuerpos muertos de los soldados que los perseguían daban testimonio de la protección y la gracia del Dios de Israel. Esto había sido un golpe devastador para Egipto; su tierra había sido destruida y su ejército completamente aniquilado. El pueblo de Dios estaba verdaderamente libre de Egipto y su amenaza.
En aquel día Moisés escribió una canción para conmemorar la liberación maravillosa que les había dado el Señor. En el versículo 1 vemos que Moisés y los israelitas cantaron juntos en celebración por la gran obra que Dios había hecho en aquel día. Analicemos brevemente las palabras del cántico de Moisés.
Jehová se ha magnificado grandemente
El cántico de Moisés comienza con una alabanza al Señor. Moisés canta al Señor porque se “ha magnificado grandemente”. Aunque el Señor siempre se ha magnificado grandemente, los sucesos de aquel día sirvieron para recordarle a Israel que Dios era superior a la más grande de las naciones de la tierra. En un instante Él acabó con todo el ejército de Egipto. No había nadie con un poder como éste. Dios echó a la mar los caballos y los jinetes de la poderosa nación de Egipto, y los destruyó. No podían hacer nada ante el Dios de Israel. Nadie podía pararse delante de Él. Él fue exaltado sobre todos los reyes y todos los dioses.
El Señor es nuestra fuerza y nuestra salvación
El cántico de Moisés continúa en el versículo 2 para recordarle al pueblo de Israel que el poder y la fuerza del Señor habían obrado a favor de ellos. “Jehová es mi fortaleza”, cantaba Moisés. Él ha sido “mi salvación”. ¡Qué pensamiento tan grandioso! El poder del magnificado Dios de Israel obra a nuestro favor. Él acudió a Su pueblo en medio de su tiempo de aflicción, y les ministró. El poderoso brazo de Dios se levantó en contra de los enemigos de Israel. Él salvó a Su pueblo. Ese mismo brazo está hoy disponible también para nosotros como pueblo Suyo que somos. No importa cuán difícil pueda parecer la situación, el Señor es nuestra fortaleza y nuestra salvación. Esto es algo que provoca alabanzas y acciones de gracia. En el versículo 2 Moisés alaba a Dios porque Él era la salvación y la fortaleza de Su pueblo. Él era el Dios de sus padres, pero también era el Dios de ellos. Juntos como nación lo exaltarían y le darían el honor debido a Su nombre.
El Señor es un guerrero defensor de Su pueblo
Los versículos del 3 al 5 hacen un recuento de los acontecimientos de aquel día. A Dios se le describe como un guerrero que enfrentó con firmeza al ejército de Egipto. Él echó a la mar los carros de Faraón y a todo su ejército, el cual pereció por completo. El ejército de Faraón no tenía la más mínima oportunidad contra la fuerza del Dios de Israel, el cual se levantó contra ellos como un poderoso guerrero para defender a Su pueblo.
Lo que sucedió aquel día Moisés lo describe como algo “majestuoso” (v. 6). Lo que Dios hizo por su pueblo fue algo majestuoso, glorioso y provocó gran asombro. Este es el tipo de acontecimiento que hace a uno caer de rodillas rostro en tierra en adoración y temor reverente. El enemigo fue aplastado por la diestra de Dios. La majestad y el poder de Dios dejó a Su pueblo completamente asombrado.
Dios es un Dios de justicia y también siente ira
Ese día Israel pudo ver algo más acerca de Dios. El Señor derribó a quienes se le oponían (v. 7); desató el fuego de Su poder el cual consumió a Sus enemigos. Al soplo de Su aliento las aguas se juntaron (v. 8). El enemigo, en su soberbia, se jactaba de que iba a perseguir y capturar al pueblo de Dios, también decía que los devoraría y se saciaría de ellos (v. 9). Dios vio el orgullo en el corazón de ellos y con Su aliento hizo que las aguas les cayeran encima. El enemigo se hundió hasta el fondo del mar como si fuera plomo. Las poderosas aguas de Dios lo destruyeron (v. 10). En este cántico Moisés le recordaba a su pueblo que su Dios era un Dios temible. Todos los que se le opusieran tendrían que enfrentar Su ira. Esto era una manera poderosa de hacer que el pueblo de Israel no olvidara. A este Dios no se le podía pasar por alto.
El pueblo de Israel conoció ese día la maravillosa salvación de Dios. Su mano obró a favor de ellos. Pero también se les recordaba del poder que hay en Su ira. Hay quienes se enfocan tanto en el amor y la liberación de Dios al punto que no pueden ver que Él es un Dios santo y Juez. El pueblo de Dios tenía que entender Su justicia y Su ira. Esta ira iba a arremeter en muchas ocasiones contra Su pueblo durante el curso de su viaje por el desierto. Muchos de ellos perecerían en el desierto a causa de que no respetaron al Señor Su Dios. Él es un Dios de muchísimo amor, pero también castigará a quienes no anden en Sus caminos.
Dios es majestuoso en santidad y asombroso en gloria
En este cántico Moisés describe a Dios como un Dios sin igual. Él es majestuoso en santidad, asombroso en gloria, hacedor de maravillas. Debido a que es un Dios santo los pecadores tiemblan ante Él. Dios defiende la verdad y la justicia y resiste al pecado. Él es la medida de todo lo puro y lo recto. Contemplar Su inmensa gloria provoca gran asombro. No hay Dios como el Dios de Israel. Él alza Su mano y la tierra consume a los otros dioses. El poder de estos dioses es destruido al instante.
El amor de Dios por Su pueblo no falla
¿Quién podrá resistirse ante un Dios tan asombroso como Él? ¿Cómo se podría vivir ante tanto poder, santidad y majestad? ¿No trataríamos constantemente de evitar ofender a este Dios? El poder de Dios, Su santidad y Su ira se combinan con otra característica importante. En el versículo 13 Moisés habla de su “amor inagotable” (NTV). El amor de Dios por Su pueblo es lo que los libra constantemente de temer ante Su presencia. Este Dios santo, justo y recto, ama a Su pueblo. Él los guiará a Su “santa morada” en donde vivirán para siempre bajo Su reino de amor (v. 13). Necesitamos estar muy agradecidos a Dios por Su amor. Ese amor es nuestra protección y seguridad.
Dios juzgará a Sus enemigos
Sin embargo, observemos que no todos van a experimentar el amor que experimentan Sus hijos. El versículo 14 nos recuerda que las naciones (los paganos impíos) temblarán de angustia. Las naciones paganas de Filistea, Edom, Moab y Canaán serían presas del terror, y el miedo las consumiría (vv. 15-16). Estas naciones no conocían el amor de Dios como lo conocía Su pueblo, y estaban bajo Su ira y Su juicio. Ellas perecerían y serían desterradas de Su presencia.
El cántico de Moisés es una manera de recordar el perdón y la misericordia de Dios al aceptarnos como Su pueblo. ¡Qué privilegio tenemos de pertenecer a Él! ¡Qué seguridad hay en conocer Su amor y caminar en Su favor! No entenderemos el privilegio que tenemos hasta que entendamos el destino de quienes están fuera de Su amor. Ellos perecerán y vivirán separados para siempre de Él. Si hoy conocemos al Señor, y Su amor nos cubre, eso es motivo de gran celebración.
Dios protege a Su pueblo hasta el final de la batalla
El versículo 16 continúa diciendo que por el poder del brazo de Dios el enemigo no avanzaría hasta que Su pueblo no hubiere pasado. Aquí se hace referencia a la columna de fuego que mantuvo al ejército egipcio a distancia hasta que el pueblo de Dios hubo pasado a salvo hasta el otro lado del mar. Lo que fue una realidad para el pueblo de Dios en los tiempos de Moisés es una realidad para nosotros en el presente. La mano protectora y amorosa de Dios está sobre Su pueblo. Él los guarda del enemigo hasta que hayan pasado seguros a Su presencia. Dios no nos dejará ni nos desamparará. Si somos hijos Suyos, Él hará lo que tenga que hacer para asegurar nuestra salvación. Esto no significa que no enfrentaremos dificultades en la vida. Tendremos muchas batallas por delante. Cuando Dios guió a Su pueblo por el desierto para llevarlos a la tierra prometida, Él no escogió el camino fácil para ellos. Él quería que por medio de las cosas que iban a pasar ellos aprendieran, así como vemos que Jesús Su hijo aprendería (ver Hebreos 5:8). Aunque en esta vida pasaremos por batallas y sufrimientos, Dios promete guardarnos por medio de Su brazo poderoso hasta que hayamos pasado a salvo hasta el otro lado. No hay que temer.
Dios reinará con Su pueblo por siempre y para siempre
Moisés termina su cántico con un hermoso pensamiento. Dios llevará a Su pueblo a salvo al monte de Su heredad. Moisés describe este monte como el lugar en donde Dios ha hecho Su habitación. Este es un santuario establecido por la mano de Dios (versículo 17). Este es el destino del pueblo de Dios. Lo que más quiere Satanás es quitarnos este privilegio, pero el poder de Dios y Su amor que no falla no dejará que esto suceda. Satanás no es lo suficientemente fuerte como para robarse lo que Dios guarda con tanto celo.
Observemos en el versículo 18 que Moisés concluye recordándole a Su pueblo que el Señor reinará para siempre. No habrá nada que lo pueda derrotar. Él reinará como nuestro fiel y amoroso protector y como rey por toda la eternidad. Viviremos en Su presencia y nadie nunca podrá quitarnos eso.
Cuando Moisés hubo terminado su cántico, su hermana María, quien era profetisa, tomó un pandero y comenzó a cantar y a danzar. Todas las mujeres siguieron su ejemplo y cantaron lo siguiente:
Cantad a Jehová, porque en extremo se ha engrandecido; ha echado en el mar al caballo y al jinete.
Esto debió haber sido una celebración toda llena de júbilo. ¡Cuánto me hubiera gustado haber estado allí en medio de aquella celebración de alabanza inspirada por la poderosa obra de Dios! Este fue un tiempo glorioso de cantos y danzas delante del Señor, y en honor a Su nombre y a la obra que había hecho. Podemos decir sin temor a equivocarnos que en cientos de años no había habido una celebración tan jubilosa en honor al Señor.
Lo que sucedería tres días después de esto sería particularmente impactante. Desde el Mar Rojo, Dios guiaría a Su pueblo al desierto de Shur. Ellos viajaron tres días por el desierto sin encontrar agua. Después de tres días llegaron a Mara en donde encontraron agua, pero estaba tan amarga que no la podían beber. La palabra “marah” literalmente significa “amarga” y el lugar recibió su nombre debido a sus aguas amargas.
Cuando el pueblo vio que las aguas estaban tan amargas, comenzó a murmurar contra Moisés preguntándole qué beberían (v. 24). La canción que hacía tres días habían cantado se les había olvidado rápidamente. Ellos habían cantado acerca del gran Dios que los llevaría hasta la tierra prometida. Cantaron de un Dios de obras maravillosas y poder majestuoso, pero en este momento todo aquello fue tan solo palabras. Ahora, ante la escasez de agua, dudaban del amor y la devoción de Dios.
Esto a veces pasa con nosotros también. Cantamos acerca de un Dios poderoso que guarda, protege y provee para Su pueblo; pero cuando las cosas no salen como esperábamos, entonces desfallecemos. ¿Experimentamos la realidad de lo que cantamos en nuestros himnos y cánticos espirituales? ¿Vivimos la realidad de las doctrinas en las que decimos que creemos? Aquí Dios nos muestra que hay una diferencia entre nuestras palabras y nuestras acciones. Son nuestras acciones las que muestran lo que creemos más que lo que nuestras palabras lo hacen. Al enfrentar la escasez de agua, el pueblo de Israel mostró realmente lo que ellos creían. Ellos creían que Dios les había fallado; que Él no los protegería ni los guardaría.
A pesar de la incredulidad del pueblo, Dios le mostró a Moisés un pedazo de madera. Él le dijo a Moisés que lo tomara y lo arrojara al agua. Cuando Moisés hizo esto las aguas perdieron su amargor (v. 25). En tan solo un momento el Señor les proveyó para sus necesidades. No pudo haber sido más fácil que esto. Lo que parecía imposible para el pueblo de Dios era tan simple como eso, tirar un pedazo de madera al agua. Hasta un pequeño niño pudo haber hecho esto. Desde el punto de vista del pueblo el problema era enorme, pero desde el punto de vista divino era algo pequeño. ¡Si tan solo pudiéramos ver las cosas un poco más desde la perspectiva de Dios!
El versículo 25 nos dice que Dios permitió que esto sucediera para probar al pueblo. Él quería enseñarles una importante lección. En el versículo 26 Él le dice al pueblo que, si tan solo escucharan Su voz e hicieran lo correcto, Él los protegería de cualquiera de las plagas que había traído sobre Egipto. En otras palabras, si ellos querían actuar como incrédulos y caminar en desobediencia a Sus mandamientos y estatutos, entonces Dios los trataría como había tratado a los egipcios.
Observemos la conexión que hay entre obediencia y bendición. La bendición de Dios está sobre aquellos que son obedientes. En ocasiones, cuando Dios quiere bendecir a Su pueblo, permite que pasen por dificultades para probar su compromiso. Mientras atraviesan esas dificultades Dios los prepara para bendiciones futuras. Dios bendice a quienes le son fieles en medio de las dificultades. Por medio del sufrimiento nos va preparando para mayores bendiciones. Observemos que después de Mara, el Señor los condujo hasta Elim en donde acamparon a la sombra de palmeras y con gran abundancia de agua (v. 27). Dios usó el tiempo que pasaron en Mara para fortalecer a Su pueblo y enseñarles más acerca de Su provisión.
Para Meditar:
*¿Qué nos enseña el cántico de Moisés acerca de Dios y Su naturaleza?
*¿Qué nos enseña el cántico de Moisés acerca de la relación de Dios con Su pueblo y Su compromiso con ellos?
*¿Qué demostraron acerca de lo que creían aquellos que adoraron a Dios a orillas del Mar Rojo una vez que se encontraron en Mara?
*¿Cuándo realmente se prueba nuestra fe?
*¿Cuál es la conexión que hay en este pasaje entre la obediencia y la bendición de Dios? ¿Podemos vivir como queramos y aun así esperar que el Señor nos bendiga?
Para Orar:
*Meditemos en las características de Dios que Moisés nos da en su cántico. Tomemos un momento para agradecerle al Señor por estas características.
*Tomemos un momento para pensar en las cosas que Dios ha hecho en nuestras vidas. Démosle gracias por cómo nos ha bendecido. Demos gracias por Sus promesas, por protegernos y por bendecirnos.
*Pidamos perdón al Señor por las veces en que nuestras palabras no reflejaron lo que realmente creemos. Pidámosle que nos ayude a vivir diariamente aquello que decimos que creemos.
*Agradezcamos al Señor porque Él bendice a los que le son fieles. Demos gracias al Señor por las dificultades que ha permitido, las cuales nos prueban y fortalecen para luego recibir mayores bendiciones en nuestras vidas.
15 – OTRA PRUEBA, OTRA RESPUESTA
Leer Éxodo 16:1-36
El pueblo de Dios había estado en la región de Mara donde las aguas eran tan amargas que no las podían beber. Dios sanó aquellas aguas y luego los condujo a Elim, un lugar de ricas bendiciones para Su pueblo. Allí acamparon bajo las palmeras, cerca de doce fuentes de agua. Dios le mostraba a Su pueblo que Él era completamente capaz de satisfacer sus necesidades. Esto era algo importante que debían saber antes de enfrentar la siguiente etapa de su viaje.
En Éxodo 13:1 leemos que los Israelitas salieron de Elim y llegaron al desierto de Sin. Hubiera sido muy bueno haberse quedado en Elim bajo la sombra de las palmeras, pero esa no era la voluntad de Dios para ellos. La vida cristiana no es una vida sin problemas. Alabamos a Dios por los tiempos de refrigerio, pero hemos descubierto que el mayor crecimiento surge en los tiempos de prueba en medio del desierto. El desierto es un lugar infértil; es el lugar en donde tenemos que depender completa y totalmente de nuestra confianza en Dios. No, no es un lugar fácil el desierto. Podemos ver en los versículos del 2 al 3 que los israelitas comenzaron a murmurar contra Moisés y Aarón.
Ojalá hubiéramos muerto por mano de Jehová en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta saciarnos; pues nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud.
El pueblo de Dios miraba con anhelo la tierra de Egipto. Ellos hubiesen deseado morir en la tierra donde tenían suficiente comida. Observemos también cómo acusaban a Moisés y a Aarón por traerlos al desierto para morirse de hambre. Aquí hay varias cosas que necesitamos analizar.
En primer lugar, observemos cuán rápido se les olvidó a los israelitas su agonía en Egipto. Ellos habían sido abusados, golpeados y reducidos a la esclavitud. Sus hijos varones habían sido masacrados por el celoso Faraón de Egipto. Ahora, por causa de sus estómagos, deseaban haberse quedado allá.
Veamos también cuán rápido se les había olvidado la maravillosa protección y provisión que Dios les había dado hasta ahora durante aquel viaje. Dios había separado las aguas del mar para que ellos pudieran pasar por tierra seca. Él había sanado las aguas de Mara para que pudieran beber. ¿Dónde estaba su fe ahora que enfrentaban el desierto? Dios no había cambiado. Él todavía podía proveerles cada cosa que necesitaran.
Mientras atravesaban el desierto, lo único que el pueblo de Dios podía ver era la situación del momento. Ellos no podían ver el propósito general que Dios tenía para el bien de ellos. No podían entender la manera en que el Señor los había estado guiando y cómo les proveería en medio de sus pruebas, para al final llevarlos a la tierra prometida a sus padres.
Esta falta de fe y confianza debió haber contristado muchísimo al Señor. Y aún lo debe contristar mucho cuando nosotros actuamos de la misma manera en medio de las pruebas que Él permite que lleguen a nuestras vidas. Recordemos que era el Señor quien estaba guiando a Su pueblo a través del desierto. Había un propósito con esto. Él quería prepararlos y fortalecerlos por medio de todo lo que iban a enfrentar, pero el pueblo de Dios no quería nada de esto. Ellos murmuraron y protestaron, demostrando una completa falta de fe y confianza en el Señor, quien los guiaba por medio de la nube y la columna de fuego. ¿Y nosotros? ¿Podemos confiar en Él en medio de los tiempos difíciles?
Observemos la reacción de Dios ante las quejas y la falta de fe de la gente. En el versículo 4 Él le dijo a Moisés que haría llover pan del cielo para ellos. Observemos que Él solamente les iba a proveer con suficiente pan para un día a la vez (v. 4). Sin embargo, el séptimo día Él les proveería pan para dos días de manera tal que no tuvieran que recogerlo el día de reposo. El versículo 4 deja bien claro que esto tenía un propósito bien definido. El Señor quería probar a Su pueblo para ver si le obedecían o no.
Imaginemos por un momento la tentación que esto era para el pueblo de Dios. Cuando ellos vieran este alimento que caía al suelo desde el cielo, estarían tentados a recoger y almacenar tanto como pudieran para el futuro. Sin embargo, Dios les estaba proveyendo comida para un día a la vez. Ellos tendrían que confiar en Él diariamente. El Señor quería que ellos estuvieran en ese lugar en el que tendrían que depender totalmente de Él. Cada día tendrían que recurrir a Él y confiar en Él para sus necesidades diarias. No todos están listos para vivir de esa manera. Nos gusta pensar que tenemos el control de nuestro futuro y dependemos de nuestra capacidad de proveer para nuestras propias necesidades. El pueblo de Dios no tenía esos lujos en el desierto. Ellos tendrían que esperar diariamente la provisión que Él les daría. ¡Cuán reconfortante debió haber sido ver la fidelidad de Dios cada día! Dios nunca se olvidó de Su pueblo; Él siempre les proveyó.
La reacción de Dios ante la falta de fe y la murmuración de Su pueblo fue proveerles con comida. ¡Cuán agradecido debemos de estar por la paciencia que Él tiene ante nuestros errores! Aun cuando no tenemos fe y desobedecemos, Él sigue siendo fiel y provee para nuestras necesidades.
Además, es importante que nos percatemos que la fe de Moisés y Aarón también estaba siendo probada. Observemos lo que Moisés le dijo al pueblo en los versículos del 7 al 8:
… ¿qué somos, para que vosotros murmuréis contra nosotros? Dijo también Moisés: Jehová os dará en la tarde carne para comer, y en la mañana pan hasta saciaros; porque Jehová ha oído vuestras murmuraciones con que habéis murmurado contra él; porque nosotros, ¿qué somos? Vuestras murmuraciones no son contra nosotros, sino contra Jehová.
Moisés y Aarón estaban conscientes de que no podían satisfacer las necesidades del pueblo. Ellos no tenían los recursos para proveer los alimentos para saciarles el hambre. Ellos también estaban dependiendo del Señor. Y aunque el pueblo les estaba expresando a ellos dos sus problemas e insatisfacción, en realidad lo que estaban haciendo era murmurar contra el Señor. ¡Cuán fácil es caer en esta trampa! Dios nos provee un trabajo, y protestamos porque la gente con que trabajamos es difícil. Dios nos provee de un esposo o esposa, y protestamos porque no nos gusta cómo hacen las cosas. Aunque muchas veces expresamos nuestras quejas a otras personas, en realidad lo que estamos haciendo es expresar nuestra insatisfacción con lo que Dios hace y la manera en que lo hace. Sus caminos no son nuestros caminos. Las dificultades que experimentemos son para nuestro bien.
En el versículo 9 Dios le dijo a Moisés que juntara a todo el pueblo. Por medio de Aarón Dios les dijo que había escuchado sus murmuraciones y que Él les respondería. Mientras Aarón hablaba en aquel día, los israelitas miraron hacia el desierto y vieron la gloria de Dios en la nube que los estaba guiando. No se nos dice cómo era esa gloria. Sin embargo, podemos tener certeza de que no había duda alguna de que ese día Dios estaba allí presente. Es significativo que la gloria de Dios apareciera en el desierto. A medida que el pueblo se adentraba más en este desierto, podían ver más Su presencia. Dios les estaba mostrando ese día algo muy importante. Sería en el desierto que el pueblo de Dios vería Su gloria y Su provisión. Ellos no debían tenerle miedo al desierto porque Dios estaría con ellos. Él les iba a proveer para cada necesidad y los cuidaría a cada paso del camino.
¡Cuántas veces tratamos de evitar el desierto en nuestras vidas! No nos gustan las dificultades que se nos presentan en el camino y, por lo tanto, preferimos vivir una vida tranquila bajo las palmeras de Elim. Pero esto no era lo que el Señor tenía preparado para Su pueblo. Él quería probarles y fortalecerles. Su propósito era que estos pequeños hijos de la fe crecieran hasta convertirse en poderosos guerreros de Su reino. El desierto era parte de su entrenamiento. Ellos no tenían por qué temer, pues Él les revelaría Su gloria por medio de las dificultades que experimentaran. Lo que era una realidad para los israelitas, también lo es para nosotros. No temamos al desierto. Más bien, hagamos que sea nuestro más profundo deseo aprender las lecciones que Dios quiere enseñarnos en los tiempos difíciles de la vida, para que de esta manera estemos más fortalecidos y mejor preparados para poder servir con excelencia.
Al caer la tarde, las codornices cubrían todo el campamento. El versículo 13 nos dice que por la mañana descendía un rocío que cubría todo el campamento. Cuando dejaba de caer el rocío aparecía como una escarcha en el suelo del desierto. Los israelitas se sorprendieron al ver esto y preguntaron: “¿Qué es esto?” Moisés les dijo que eso era el pan que Dios le daba para que comieran. También les dijo que cada uno podía recoger un gomer (1.7 litros) para cada persona que vivían en su tienda (v. 16). Moisés también les dijo que no debían guardar nada de esta comida hasta el otro día (v. 19).
Los israelitas hicieron como el Señor les había ordenado y reunieron la cantidad que necesitaban según las regulaciones que Dios les había puesto. Sin embargo, hubo personas que guardaron un poco hasta el otro día. Pero lo que guardaron, ya por la mañana estaba lleno de gusanos, y hedía. De esta manera el Señor mantenía al pueblo dependiendo por completo de Él día tras día.
Cada mañana el pueblo recogía del suelo del desierto lo que necesitaban para cada uno. Cuando el sol salía el maná se derretía. Algo particularmente sorprendente era que el sexto día sobre el suelo del desierto había el doble de la cantidad que aparecía los otros días. Al pueblo de Dios se les dio instrucciones de que reunieran en ese día la ración para dos días, para que de esta manera ellos no tuvieran que trabajar el sábado. Ese día el Señor les permitía quedarse con una reserva para el día de reposo. El versículo 24 nos dice que lo que ellos guardaban ese día el Señor lo protegía y no se echaba a perder. También es importante observar que el versículo 26 nos dice que el día de reposo no había maná sobre el suelo. Como es obvio, esto le haría ver muy claramente al pueblo que era el Señor el que estaba proveyendo.
Nuevamente hubo algunos israelitas que no tuvieron en cuenta el mandamiento del Señor y salieron el día de reposo a recoger su comida. Ese día no encontraban nada para recoger. Dios le recordó al pueblo por medio de Moisés que el sábado era un día muy especial, apartado para meditar en el Señor. Ese día ellos no tenían que recoger alimentos. Dios les proveería todo lo que ellos necesitaban antes del sábado para que no les faltara nada ese santo día.
Según el versículo 31, el pueblo llamó a aquel pan, maná. Era blanco y sabía a galletas hechas con miel. Para que Su pueblo pudiera recordar esta provisión, el Señor le ordenó a Moisés que guardara un gomer de maná para que las generaciones futuras pudieran ver cómo el Señor alimentó y proveyó para Su pueblo en el desierto (vv. 32-33). Aarón puso un gomer de maná en una vasija y la colocó en frente del Testimonio. Hebreos 9:4 nos dice que la vasija que contenía maná era de oro y estaba dentro del Arca del Pacto. La referencia a “El Testimonio” es obviamente una referencia al Arca del Pacto que contenía elementos que le recordaban al pueblo de Dios acerca de Su provisión y Su dirección durante este importante tiempo en sus vidas.
Los israelitas comerían maná durante cuarenta años hasta que se asentaran en la tierra de Canaán. Cada día el pueblo de Dios recordaría Su provisión. Dios los mantenía dependientes. Y mantenerse en este estado de dependencia diaria no es nada fácil, pero el tener que depender de Dios nos mantiene enfocados en Él.
Aquí hay un detalle más que necesitamos mencionar en este contexto. Quienes guardaban el maná por la noche para el otro día, descubrían que éste se llenaba de gusanos. Sin embargo, Dios preservaba la porción que se guardaba para el día de reposo. Aquello que era guardado con intenciones egoístas se descomponía rápidamente, pero lo que se usaba según Dios indicaba, era bendecido. La intención de algunos era la de guardar maná. Aunque guardar cosas para mañana no es algo malo, ese no era el propósito en particular para el pueblo de Dios en ese momento. El desierto era un campo de entrenamiento para ellos, y Dios quería enseñarle a Su pueblo cómo podían confiar en Él para sus necesidades diarias. Dios no bendeciría aquello que no le había dicho a Su pueblo que hiciera. Por eso, todo el maná que se guardaba contrario a Sus propósitos se llenaba de gusanos y había que botarlo. ¡Con cuánta facilidad pensamos que podemos hacer lo que queramos con las bendiciones que Dios ha derramado sobre nosotros! Decimos que estas bendiciones son nuestro derecho; sin embargo, Dios nos bendice por una razón. Él espera que usemos para Él lo que nos ha dado, según Su propósito y Su plan. Esto significa que no solamente necesitamos recibir nuestras bendiciones de parte de Él, sino que también debemos buscarle para saber de qué manera Él quiere que usemos las bendiciones que nos ha dado.
Para Meditar:
*Elim era un lugar de bendición para el pueblo de Dios, pero Él los guió desde allí para el desierto. ¿Qué nos enseña esto en cuanto a los propósitos de Dios para nuestras vidas?
*¿Cómo reaccionó el pueblo de Dios ante la experiencia del desierto? ¿Cuántas veces nos hemos visto quejándonos de lo que nos ha tocado vivir y que Dios ha permitido?
*¿Cómo respondió Dios ante las quejas de Su pueblo? ¿Qué nos enseña esto en cuanto a Su paciencia para con nosotros?
*Dios mantuvo a Su pueblo en un lugar de dependencia total. ¿Qué es aquello en lo cual dependemos de Dios diariamente?
*Cuando el pueblo de Dios miró hacia el desierto vio la gloria de Dios. ¿Cómo se nos ha revelado Dios en las pruebas que hemos experimentado?
*¿Qué nos enseña este pasaje en cuanto a usar a la manera de Dios las bendiciones que Él nos ha dado? ¿Hemos estado usando lo que Dios nos ha dado para nosotros o para Su gloria?
Para Orar:
*Demos gracias al Señor porque nos revela Su gloria tanto en los buenos como en los malos tiempos.
*Pidamos a Dios que nos ayude a aceptar más Sus propósitos para nuestras vidas. Pidamos perdón por las veces que nos hemos quejado en cuanto a Sus propósitos.
*Pidamos a Dios que nos ayude a encontrar la manera en que podemos usar los recursos que Él nos ha dado. Démosle gracias por proveer fielmente para nosotros según nuestras necesidades.
*Pidamos a Dios que nos abra los ojos para que podamos ver las lecciones que Él quiere que aprendamos por medio de las dificultades que estamos experimentando.
16 – LA ESCASEZ DE AGUA Y EL ATAQUE DEL ENEMIGO
Leer Éxodo 17:1-16
El desierto de Sin no era un lugar fácil para los hijos de Israel. Allí había una serie de obstáculos y problemas que vencer. Aunque Dios continuaba proveyendo para Su pueblo en el desierto, ellos aprendían con lentitud. Ellos protestaban contra Dios y Sus caminos con cada problema que aparecía.
El versículo 1 nos recuerda que la comunidad israelita se encontraba vagando de un lugar a otro en el desierto “conforme al mandamiento de Jehová”. Es importante que entendamos que los problemas que se encontraban los israelitas no eran el resultado de su desobediencia al Señor. De hecho, el Señor en ocasiones los conducía directamente a estos problemas para mostrarles la grandeza de Su provisión y protección. Cada problema traía consigo una nueva lección y la provisión de Dios. Dios no siempre evita que entremos en dificultades en nuestras vidas. Sin embargo, podemos estar seguros que Él usará esos problemas para enseñarnos y acercarnos más a Él.
En esta ocasión el pueblo de Dios se encontraba acampando en un lugar llamado Refidim. En este lugar el pueblo no tenía agua para beber. Recordemos que el pueblo se encontraba siguiendo la nube y la columna de fuego; fue el Señor el que los condujo directamente a ese lugar. ¿Cuál sería la reacción del pueblo por el Señor haberle guiado a acampar en aquel lugar? ¿Confiarían ellos en Él? ¿Habían aprendido ya a confiar en Él? El versículo 2 nos dice que comenzaron a altercar con Moisés exigiéndoles que les diera agua para beber.
¿Nos hemos visto alguna vez quejándonos por el rumbo que Dios le da a nuestra vida? Él no piensa como pensamos nosotros, y Sus caminos son diferentes a los nuestros; y a veces nos resulta extraño el rumbo por donde nos guía. En ocasiones Él nos guía hasta el mismo centro del problema y la confusión para enseñarnos una lección. Simplemente el hecho de que estemos encontrando dificultades en el camino no significa que no estamos siguiendo la dirección del Señor. Quizás esas dificultades sean aquello que el Señor quiere usar para enseñarnos una importante lección en la vida.
Observemos que cuando el pueblo comenzó a protestar, Moisés les recordó que ellos estaban “tentando al Señor” (v. 2). ¿Cuál sería la reacción de Moisés ante las murmuraciones del pueblo? El pueblo no estaba respetándolo ni a él ni a lo que él había hecho por ellos. ¿Por qué querría Dios seguir ayudando a un pueblo que se quejaba constantemente y se resistía a la dirección que Él le estaba dando a sus vidas? Probar la misericordia y la paciencia de Dios era algo grave.
Aunque el pueblo escuchó lo que Moisés les había dicho, ellos siguieron murmurando. Ellos tenían sed y solamente podían percibir su incomodidad. En el versículo 3 mostraron su falta de confianza en el liderazgo de Moisés, y más importante aún en la dirección que Dios les estaba proporcionando:
¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para matarnos de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros ganados?
El pueblo estaba tan enojado con Moisés que según el versículo 4, ellos estuvieron a punto de apedrearlo. Las cosas no les estaban saliendo como querían. Ellos no podían verlo todo como el Señor lo veía. En su corta visión solo podían ver que les faltaba agua. Ellos no podían ver que Dios era un Dios poderoso. Sus mentes estaban enfocadas en las cosas terrenales. A diferencia de Moisés, ellos no podían confiar en el Señor. Esto nos deja ver el tipo de personas que Moisés había sacado de Egipto. ¿Qué tipo de nación formarían ellos en la tierra que Dios les había prometido? Eran muy terrenales en sus pensamientos y en sus acciones. Su nación no sería muy diferente a las naciones que le rodeaban. El desierto de Sin sería la manera en que Dios los prepararía y los ayudaría para que pudieran ver las cosas desde una perspectiva espiritual. Ellos estaban aprendiendo a confiar en la dirección de Dios en vez de confiar en su propio razonamiento. En vez de confiar en sus propias capacidades estaban aprendiendo a confiar en la provisión de Dios. Todas estas son lecciones que necesitamos aprender. En demasiadas ocasiones nuestras iglesias están funcionando como si fueran negocios terrenales en donde se busca poco la dirección de Dios. Quizás nosotros también necesitemos las lecciones que Dios les estaba tratando de enseñar a Su pueblo en el desierto.
Dios le dijo a Moisés que llevara consigo a los ancianos de Israel, que tomara la vara que Él le había dado y se parara frente a la roca en Horeb. Moisés debía golpear la roca, y de ella saldría agua para que el pueblo pudiera beber. Moisés hizo tal y como Dios le dijo en presencia de los ancianos, quienes fueron testigos de lo sucedido ese día. Moisés llamó el nombre de aquel lugar Masah (que significa testigo) y Meriba (que significa disputa).
Es importante que veamos lo que está sucediendo en este pasaje. El pueblo de Dios había estado murmurando y protestando contra la dirección de Dios. Ellos hasta amenazaron la vida de Moisés, Su siervo. Ellos nos confiaban en el Señor ni en el rumbo que Él le estaba dando a sus vidas. Sus pensamientos y sus acciones eran completamente terrenales, y esta ya no era la primera vez en la que habían murmurado contra Dios. Sin embargo, en estos versículos vemos que las personas pecaminosas y quejumbrosas estaban bebiendo abundantemente del agua de la bendición y la provisión de Dios. Esta es una imagen de la maravillosa paciencia que tiene el Señor con nosotros cuando le fallamos y caemos. ¡Cuán agradecidos debemos estar por la paciencia que Él tiene con nosotros en nuestras debilidades! Cuán agradecidos debemos estar por el hecho de que Él no siempre nos da conforme a lo que merecemos, sino que nos alcanza con Su maravillosa compasión y perdón.
Este no fue el único problema con el que el pueblo de Dios se encontró en aquel lugar. El versículo 8 nos dice que fueron atacados por los amalecitas mientras estaban en Refidim. En aquella ocasión Moisés le dijo a Josué que tomara algunos de los hombres y que se preparara para pelear contra los amalecitas. Moisés se pararía en la colina con la vara de Dios en sus manos.
Es importante que entendamos las razones por las que Moisés se paró en la colina con la vara. Esta última era un símbolo del poder y la autoridad de Dios, también había sido usada como el instrumento mediante el cual Dios desató las plagas en Egipto y separó las aguas del mar para que el pueblo pasara por tierra seca. Hacía poco Moisés la había usado para golpear la roca que serviría como fuente de agua para que el pueblo saciara su sed. Al sostener esa vara, Moisés se estaba afirmando en la autoridad del Señor sobre el enemigo.
Observemos en el versículo 11 que mientras las manos de Moisés estaban en alto sosteniendo la vara de Dios sobre la batalla, los israelitas prevalecían en la lucha contra el enemigo; pero cuando sus manos se cansaban y las bajaba, los amalecitas prevalecían. Era obvio que las manos de Moisés se cansaran en numerosas ocasiones. El pueblo podía ver lo que estaba pasando. Ellos podían ver que el poder para derrotar a los amalecitas no consistía en tener destrezas y fortalezas superiores. Todo dependía de Dios y que la vara se mantuviese en alto. Cuando los hombres que estaban con él se percataron de lo que estaba sucediendo, hicieron que Moisés se sentara sobre una piedra, y Aarón y Hur sostuvieron sus manos, uno por cada lado para que sus manos se mantuvieran en alto hasta que el sol se ocultara. Fue de esta manera que Josué pudo vencer a los amalecitas.
Surge la pregunta de por qué Aarón y Hur no dejaron que Moisés descansara, y ellos mismos levantaron la vara. Obviamente, esto no era lo que quería Dios. Él le había dado esa vara a Moisés, y era Moisés solamente quien podía usarla. Aarón y Hur podían estar a su lado y apoyarle, pero era Moisés el responsable de sostener la vara en alto.
De una manera similar hay dones espirituales y llamados que el Señor nos ha dado en particular. Él quiere usar esos dones de una manera especial en nuestras vidas. Solo nosotros podemos usar los dones que el Señor nos ha dado. A Moisés se le dio una responsabilidad especial, y aunque sus amigos podían ayudarle y apoyarlo, Dios escogió obrar por medio de él en esta situación en particular.
Podemos admirar a Aarón y a Hur por haber reconocido el llamado especial en la vida de Moisés. Ellos no trataron de asumir la función de Moisés ellos mismos. No protestaron porque Dios no los estuviese usando de la manera en que había escogido usar a Moisés. En cambio, ellos se mantuvieron junto a Moisés e hicieron todo lo que tenían a su alcance para fortalecerle de manera que él pudiera hacer aquello para lo cual Dios lo había llamado.
Cuando se terminó la batalla, Dios le pidió a Moisés que escribiera en un rollo lo que había sucedido para que pudiese ser recordado. En particular, en el versículo 14, Dios le dijo a Moisés que Josué tenía que escuchar lo que había sucedido en la colina mientras tenía lugar la batalla. Parece que Josué estaba tan metido de a lleno en ella que no tuvo tiempo de mirar lo que estaba sucediendo en la colina. Dios quería que Él entendiera que la batalla no fue ganada por sus habilidades ni por su fuerza, sino debido a que Moisés estaba por encima de él con la vara de Dios levantada al aire. ¡Cuán fácil olvidamos la fuente de nuestras victorias! ¡Cuán fácil hubiera sido para Josué comenzar a poner su confianza en sí mismo! Nuestras victorias pueden ser nuestras mayores derrotas si perdemos de vista la fuente de donde vienen. ¿Cuántas veces hemos visto siervos de Dios que llegan a poner su confianza en sí mismos, en su sabiduría y en sus experiencias? El momento en que perdemos de vista a Dios como nuestra fuente, comenzamos a caer. Dios quería que Josué entendiera y recordara que su victoria no era resultado de la fuerza humana sino del poder de Dios.
Moisés construyó un altar en memoria de esta maravillosa victoria. En el versículo 15 leemos que él llamó a aquel altar “El Señor es mi Estandarte”. Él lo llamó así porque el Señor había defendido a Su pueblo y les había dado la victoria sobre los amalecitas. El estandarte era el símbolo de que el ejército marchaba hacia la guerra. El estandarte representaba la nación del rey bajo cuya autoridad peleaba el ejército. En este caso, el ejército de Israel peleaba bajo la autoridad y el nombre del Señor. Y así mismo, a donde quiera que vayamos hoy vamos bajo ese estandarte. Ministramos bajo Su autoridad, y en Su nombre abarcamos territorio enemigo. Él es nuestro líder, nuestra fortaleza, nuestra autoridad y nuestro proveedor. El enemigo le teme a quienes pelean bajo este estandarte porque nadie puede prevalecer contra Él.
Para Meditar:
*¿Por qué Dios a veces nos guía hacia momentos difíciles? ¿Cuál era la condición espiritual del pueblo de Dios mientras vagaban en el desierto? ¿Qué necesitaban aprender?
*¿Qué lecciones nos ha enseñado Dios con los tiempos difíciles que hemos atravesado en nuestras vidas?
*¿Hemos murmurado o protestado alguna vez por la manera en que el Señor nos ha estado guiando? Ampliemos la respuesta.
*¿Qué aprendemos en este pasaje acerca de la paciencia del Señor ante Su pueblo murmurador?
*¿Qué aprendemos acerca de los dones y responsabilidades que Dios nos ha dado? ¿Por qué Dios nos ha dado dones de manera exclusiva?
*¿Por qué nos resulta tan fácil confiar en nuestra experiencia, nuestra sabiduría o nuestros dones? ¿Tiene mucho sentido desde el punto de vista humano la manera en que Dios le dio la victoria a Su pueblo? ¿Qué nos enseña esto en cuanto a la importancia que tiene para nosotros buscarle y buscar Su fortaleza en todo lo que hacemos?
Para Orar:
*Demos gracias al Señor porque Él usa las dificultades de nuestras vidas para enseñarnos lecciones importantes.
*Pidamos al Señor que nos ayude a aceptar el plan que Él tiene para nosotros. Pidámosle que nos ayude a no murmurar ni a quejarnos cuando las cosas no salgan como queremos.
*Agradezcamos al Señor por Su paciencia con nosotros cuando le fallemos. Oremos para que nos dé más paciencia por nuestros hermanos cuando ellos son los que nos fallan.
*Demos gracias al Señor por los dones y los ministerios que nos ha dado. Agradezcámosle que esos dones y esa personalidad que nos ha dado a cada uno nos hacen únicos a la hora de calificar para tareas especiales. Oremos a Dios para que nos dé ojos y oídos para ver y escuchar Su dirección.
*Agradezcamos al Señor que Él es la Fuente de nuestra victoria. Pidamos perdón por las veces en que confiamos en nuestra propia sabiduría y capacidad. Pidámosle que nos dé la gracia para seguirle a Él y confiar en Su poder.
17 – EL SABIO CONSEJO DE JETRO
Leer Éxodo 18:1-27
Mi experiencia me dice que Dios recibe más gloria en los tiempos difíciles que en los tiempos en donde todo va bien. Cuando las cosas nos van bien, a menudo nos olvidamos de Dios. Es en los tiempos difíciles cuando nos agarramos más fuertemente de Él. Las personas se percatan cuándo Dios nos conduce a través de momentos difíciles de la vida. Ellos se maravillan de Su provisión y de la fuerza que Él nos provee. Dios estaba usando el desierto, no solo para enseñar a Su pueblo, sino también para demostrar al mundo Su gloria y Su poder.
Esto era lo que estaba sucediendo mientras el pueblo de Dios atravesaba el desierto. La noticia de lo que Dios estaba haciendo por Su pueblo se esparcía, y las naciones veían cómo Dios libraba a Su pueblo de todas sus aflicciones. En este capítulo es de particular importancia que el suegro de Moisés escuchó lo que Dios estaba haciendo por Moisés y su pueblo (v. 1).
Vemos en el versículo 2 que Moisés había enviado a casa a Séfora y a sus dos hijos Gersón y Eliezer. Jetro, el padre de ella, los había acogido y los había cuidado. Éxodo 4:20 nos deja claro que Moisés había llevado consigo a su esposa e hijos a Egipto. No se nos dice por qué Moisés tuvo que enviarlos de regreso en aquella ocasión. ¿Los habrá enviado de vuelta para protegerlos? ¿Sería que Séfora no estaba lista para enfrentar las vicisitudes de Egipto y regresó a su hogar? ¿Habría pasado algo entre ellos? No sabemos la respuesta. Sin embargo, el versículo 5 nos dice que cuando Jetro fue a visitar a Moisés al desierto le trajo a Séfora y a sus dos hijos. Veamos lo que le dijo Jetro a Moisés en el versículo 6:
… Yo tu suegro Jetro vengo a ti, con tu mujer, y sus dos hijos con ella.
El versículo 27 nos dice que después de la visita de Jetro Moisés lo envió de vuelta a su tierra. Aquí no hay referencia de que Séfora y sus dos hijos regresasen con él. Las palabras de Jetro y la referencia de que regresara solo a su casa nos hacen pensar que uno de los propósitos de su visita fue traerle a Moisés de vuelta su esposa y sus dos hijos. ¿Sería que Jetro pensó que el lugar de Séfora era junto a su esposo en aquel momento? Aunque no podemos saber con exactitud, es significativo que Dios tuvo a bien que Séfora regresara a donde estaba su marido para que estuviese a su lado en esta importante etapa de su ministerio. Su nombre casi ni se menciona, pero Dios creyó bueno que su función en la vida de Moisés era lo suficientemente significativa como para traérsela de vuelta para que estuviera a su lado mientras guiaba al pueblo de Israel. La importancia de su función no puede ser pasada por alto.
Cuando Jetro llegó, Moisés le saludó inclinándose ante él y besándolo. Después de los saludos, Moisés le ofreció hospitalidad a su suegro llevándolo con él a su tienda (v. 7). Allí Moisés le contó todo lo que Dios había estado haciendo y cómo había humillado a Egipto. Él compartió con su suegro las luchas que había tenido que enfrentar en el camino y cómo el Señor los había librado.
Jetro “se alegró” al escuchar todo lo bueno que Dios había hecho al rescatar a Su pueblo de la esclavitud en Egipto. Hemos de recordar que Jetro no era israelita. Él no servía al Dios de Israel. Sus dioses eran los dioses de los madianitas, de quienes él era sacerdote. Sin embargo, observemos en el versículo 10 cómo él alabó a Dios a causa de lo que había escuchado. Lo que él vio y escuchó aquel día lo convenció de que Jehová, el Dios de Israel, era mayor que todos los dioses (v. 11). El versículo 12 nos dice que Jetro trajo holocaustos y sacrificios y los ofreció al Señor, Dios de Israel. Después de esta ofrenda, Aarón y los ancianos de Israel se juntaron para comer con Moisés y su suegro en la presencia de Dios. Esta no era una comida cualquiera. El versículo 12 nos dice claramente que comieron ante la presencia del Señor. Esta era una cena sagrada y santa. En ella se celebraba la bondad de Dios y Su provisión para Su pueblo. Jetro, ahora convencido de que el Dios de Israel era el verdadero Dios, celebraba junto con ellos.
Al día siguiente, desde por la mañana hasta por la tarde, la gente venía a ver a Moisés para tratar varios problemas. Moisés buscaba la voluntad del Señor y traía el veredicto acerca del asunto que le traían. Algunas de estas personas tenían que esperar horas para poder ver a Moisés. Cuando Jetro vio lo que estaba sucediendo, él le preguntó a Moisés acerca de aquello, y de por qué se sentaba solo a juzgar al pueblo (v. 14). Moisés le explicó que el pueblo venía a buscar la voluntad del Señor. Él juzgaría sus casos y les informaría acerca de las ordenanzas y leyes de Dios según la situación (v. 16).
Cuando Jetro escuchó la respuesta de Moisés, le dijo que lo que hacía no estaba bien. Él no se refería a que Moisés buscara la voluntad del Señor para el pueblo, sino a la manera en que Moisés estaba lidiando con aquella situación. La tarea que Moisés había asumido era demasiado grande para él. El pueblo se estaba desgastando porque tenían que esperar demasiado tiempo para resolver sus problemas. Jetro evaluó la situación y le ofreció algunos consejos sabios acerca de cómo podía llevar a cabo aquello de manera más eficaz. Jetro le ofreció cuatro puntos a Moisés que le ayudarían a efectuar un mejor trabajo.
Lo primero que él hizo en el versículo 19 fue decirle a Moisés que trajera los problemas del pueblo ante Dios. Jetro le estaba diciendo que tenía una obligación general de seguir buscando a Dios a favor de su pueblo. Esto significaba orar por ellos y escuchar a Dios en cuanto a los problemas específicos que estuvieran enfrentando. Jetro le estaba recordando a Moisés que la solución de los problemas del pueblo no se basaba en la sabiduría humana sino en la voluntad de Dios.
Muchas veces aconsejamos a las personas basándonos en nuestra propia sabiduría y experiencia en vez de buscar la voluntad de Dios para ellos. Jetro le recordaba a Moisés que no debía confiar en su propia sabiduría, sino que debía traer ante el Señor cada situación.
En segundo lugar, Moisés tenía que enseñarle los decretos y las leyes al pueblo (v. 20), enseñándoles así a vivir ante Dios. Al hacer esto, Moisés estaría ayudando al pueblo a tratar por sí mismos ciertas situaciones. Por lo general, el pueblo ignoraba los requisitos que Dios les demandaba. Simplemente ellos no sabían lo que Dios quería que ellos hicieran. A ellos nunca les habían enseñado acerca de los caminos de Dios. Muchos de los problemas que enfrentamos hoy como creyentes son el resultado del desconocimiento de la Palabra de Dios. El consejo de Jetro fue muy sabio. Los líderes cristianos necesitan ser maestros de la Palabra de Dios. En vez de estar tratando de resolver cada problema, Jetro aconsejó a Moisés que enseñara al pueblo para que cuando los problemas surgieran, ellos supieran lo que Dios esperaba de ellos. Entonces menos personas harían largas filas para consultarle, pues ya sabrían qué era lo que Dios quería.
El tercer consejo de Jetro para Moisés fue que él tenía que seleccionar a hombres capaces dentro del pueblo y designarlos como jefes de miles, de cientos, de cincuenta y de diez. Estos individuos actuarían como jueces sobre el pueblo. Observemos que Jetro habla en el versículo 21 de los requisitos que tendrían estos jueces. Tenían que ser hombres temerosos de Dios, confiables y que odiaran las ganancias deshonestas (sobornos). Estos hombres darían sus consejos en los diferentes casos que trajeran delante de ellos basados en los requerimientos que conociesen acerca de la Ley de Dios.
Finalmente, en el versículo 22, Jetro aconsejó a Moisés a que él mismo siguiera siendo juez en los casos más difíciles. Cada vez que hubiera algún problema que necesitara especial atención, los jueces debían transmitir estos casos a Moisés, quien buscaría específicamente el consejo de Dios para estas situaciones.
En el versículo 23 Jetro le dijo que si hacía aquello sería mucho más fácil para el pueblo, y que entonces tendría menos carga porque las estaría compartiendo con otros. Observemos en el versículo 23 que Jetro tuvo mucho cuidado de no dar por sentado que el consejo que le estaba dando a Moisés le resolvería todos sus problemas. Veamos lo que Jetro dice en este versículo:
Si esto hicieres, y Dios te lo mandare, tú podrás sostenerte, y también todo este pueblo irá en paz a su lugar.
Observemos específicamente estas palabras: “Si esto hicieres, y Dios te lo mandare”. Estas palabras son muy significativas. Jetro le estaba ofreciendo su sabiduría humana, pero sabía que había algo más importante que su sabiduría. Jetro reconocía con aquellas palabras que el deseo y el propósito del Señor eran mucho más importantes. Moisés podría seguir el consejo de Jetro, pero si eso no era la voluntad de Dios, Jetro sabía entonces que sus ideas no servirían para nada. Jetro le estaba diciendo que su consejo era válido solamente si era algo que el Señor le ordenaba. Al decir esto, Jetro reconocía que había una autoridad y una sabiduría superiores a la suya; fue por eso que exhortó a Moisés a que buscara a Dios acerca de si lo que él le sugería era el propósito de Dios para él. En este caso, la sabiduría de Jetro provenía de parte de Dios, y Moisés puso en práctica sus palabras por lo que designó a hombres capaces que le ayudaran a juzgar los asuntos que traían ante él.
Percatémonos en el versículo 23 el resultado que tuvo seguir el consejo de Jetro. En primer lugar, el pueblo se encontraba satisfecho. Es decir, ellos podían lidiar mucho mejor con sus problemas, y no tenían que esperar largas horas cada día para que les resolvieran sus conflictos. La situación se les tornaba menos estresante y ellos tenían más paz.
El segundo resultado que traería el consejo de Jetro era que Moisés “podría resistir” (LBLA). La carga de ocuparse de todo el pueblo era mucho más de que lo que Moisés podía abarcar por sí solo. Jetro sabía que Moisés, siendo un simple hombre, estaba limitado a lo que podía hacer. A veces nos da la impresión de que con Dios de nuestro lado podemos hacerlo todo. Consideramos como debilidad el cansarnos y no asumir más y más del ministerio. He conocido a gente como Moisés que se encontraban abrumados de tanta responsabilidad. Yo también he sido como Moisés, asumiendo más y más de lo que he podido manejar. Recordemos que Dios no nos ha llamado a resolver los problemas del mundo por nuestra cuenta. Él nos ha dado personas para que estén con nosotros y nos apoyen en el ministerio al cual Dios nos ha llamado.
Jetro nos recuerda que nos necesitamos los unos a los otros. Él exhortaba a Moisés a que encontrara personas que estuvieran con él ayudándole a llevar a cabo el ministerio al cual Dios lo había llamado. Vemos también que Jetro le llevó a Moisés su esposa e hijos porque creía que ellos también eran importantes para él a la hora de llegar a ser todo aquello que Dios quería que fuese. Que Dios nos conceda la gracia para poder ver cómo el consejo de Jetro necesita aplicarse a nuestras vidas y ministerios.
Para Meditar:
*¿Cómo fue que Dios recibió gloria por medio de las dificultades que Israel tuvo que enfrentar en Egipto y en el desierto? ¿De qué manera ha recibido Dios la gloria a través de las dificultades que hemos atravesado en nuestras vidas?
*¿Qué función desempeñan los esposos y esposas en el ministerio al cual Dios nos ha llamado? ¿Cómo podemos apoyar mejor a nuestros compañeros en sus ministerios o en su andar espiritual?
*¿De qué manera quedó impactado Jetro, siendo un sacerdote madianita, por las historias de lo que había hecho Dios con Su pueblo? ¿Qué historias tenemos para contar?
*¿Qué nos enseña Jetro acerca de la importancia de enseñar la Palabra de Dios hoy en día? ¿De qué manera la buena enseñanza ayuda al pueblo de Dios a lidiar con el conflicto?
*¿Qué nos enseña Jetro acerca de la importancia de encontrar personas que se nos unan en el ministerio para el cual Dios nos ha llamado?
*¿Por qué es importante que no escuchemos tan solo lo que dice la sabiduría humana sino también lo que dicen los mandamientos de Dios?
Para Orar:
*Demos gracias a Dios porque Su gloria a menudo se revela a través de las pruebas que atravesamos en esta vida. Pidamos a Dios que nos revele Su gloria por medio de los problemas que estamos enfrentando ahora.
*Si estamos casados, tomemos un momento para agradecerle al Señor por el apoyo que tenemos en nuestros cónyuges. Pidamos a Dios que nos revele cómo podemos serles de más apoyo a ellos tanto en la vida espiritual como en sus ministerios.
*Pidamos al Señor que nos dé las oportunidades para poder contarles a otros acerca de las bondades de Dios.
*Agradezcamos a Dios por aquellos que ha puesto a nuestro alrededor y nos son de gran ayuda tanto en el ministerio como en la vida espiritual.
*Pidamos a Dios que nos ayude a buscar Su voluntad y Su propósito para nuestras vidas. Pidamos perdón por las ocasiones en que hicimos aquello que tenía sentido desde el punto de vista humano sin considerar la voluntad de Dios al respecto.
18 – EL SEÑOR VISITA EL MONTE SINAÍ
Leer Éxodo 19:1-25
Habían pasado exactamente tres meses desde el mismo día en que los israelitas habían salido de la tierra de Egipto. El Señor los había guiado por el desierto hasta el pie del monte Sinaí. Entonces acamparon allí junto al monte.
En aquel lugar Dios le habló a Moisés y le dio una palabra para Su pueblo. En el versículo, 4 el Señor le recordó a Su pueblo cómo los había sacado de Egipto y cómo Él mismo los había llevado como en alas de águilas. Necesitamos considerar brevemente esta declaración.
Un análisis rápido del pueblo de Dios nos muestra que era un pueblo murmurador y malagradecido. Tenían una fe muy débil. Ya habían considerado apedrear a Moisés, el líder que Dios había puesto sobre ellos (ver Éxodo 17:4). Le dijeron a Moisés que era mejor estar en Egipto que perecer en el desierto (Éxodo 16:3; 17:3). ¿Qué hacía que este pueblo fuese mejor que los egipcios? No estaban agradecidos a Dios por haberlos liberado. Ellos protestaban ante Él y se quejaban por la manera en que los estaba guiando. Pero a pesar de sus constantes fallos y su mala actitud, Dios los seguía amando. Él acabó completamente con la nación de Egipto con tal de liberarlos. Esta es una imagen de la gracia de Dios que alcanza a aquellos que no merecen Su amor y compasión. ¿Por qué escogió Dios a Israel y no a Egipto? La respuesta yace en la elección libre y amorosa de Dios.
El versículo 4 nos dice que Dios llevó a Su pueblo sobre alas de águilas. Lo importante que debemos ver aquí es que Dios no nos llama para dejarnos abandonados a nuestra suerte. Él lleva a quienes llama. En otras palabras, Él suple todas las fuerzas, la sabiduría y las provisiones necesarias. ¡Qué gran bendición esta! Si Dios nos ha salvado y nos ha llamado a ministrar en Su nombre, podemos estar seguro que Él también proveerá todo lo que nos haga falta. Él nos va a llevar hasta el final. No tendremos que enfrentar solos los obstáculos de la vida. Dios estará con nosotros hasta el fin. Una vez más, no podemos pasar por encima de esta enseñanza con rapidez. Permítanme repetir lo que este versículo nos está diciendo. El Dios todopoderoso, creador de este mundo, nos ha querido llevar hasta el final. Por eso, podemos enfrentar cualquier obstáculo con toda confianza y seguridad. En Él seremos victoriosos.
Finalmente, observemos en el versículo 4 que Dios llamó y llevó a Su pueblo con el propósito de traerlo hacia Sí mismo. Su meta era gozar de intimidad con Su pueblo. Los obstáculos que habrían de enfrentar en el camino no eran para dañarlos, sino que estaban designados a acercarlos más a Él. Ese es el gran deseo de Dios. Él desea un pueblo al cual amar y cuidar. El porqué centró Su atención en nosotros es algo que probablemente nunca entendamos. Sin embargo, ¡qué gran privilegio ser objetos del amor de Dios! No puede haber mayor honor que este. Israel era una nación especial, no porque eran mejor que otra nación, sino porque eran objetos de la atención de Dios.
Vemos en el versículo 5 que Dios desafió a Su pueblo a vivir en obediencia a Él. Si ellos obedecían y guardaban completamente Su pacto, entonces serían para Él, entre todas las naciones, Su especial tesoro. Aunque Dios era dueño de todo lo que había en la tierra, esta nación sería para Él un reino especial de sacerdotes. Es importante que nos detengamos a analizar lo que Dios nos está diciendo aquí.
Sería fácil concluir a partir del versículo 5 que el amor de Dios por Su pueblo era un amor condicional. “Si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro”. Sin embargo, necesitamos entender este versículo dentro de este contexto. Dios había liberado a Su pueblo de la esclavitud, no porque ellos se lo merecían, sino porque Él los amaba. Él los había llevado a través del desierto, no porque habían sido obedientes a Él sino por causa de Su gran compasión y misericordia. Dios no ama solamente a quienes le obedecen. Escuchemos lo que dice Pablo en la epístola a los Romanos en el capítulo 5 versículo 8:
Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.
Dios nos amó cuando estábamos en la más baja condición. Nos amó sin nosotros amarle a Él. La historia del hijo pródigo en Lucas 15 es un ejemplo claro de cómo el Señor ama a Sus hijos incluso cuando se alejan de Él. Su amor por nosotros no es condicional.
Sin embargo, tenemos que decir que la obediencia a Dios es fundamental para poder experimentar de una mejor manera la plenitud de Su bendición. El pecado, la desobediencia y la murmuración tan solo logran obstaculizar lo que Dios quiere hacer en nuestras vidas. El que nos rehusemos a recibir de Dios no solo nos daña a nosotros sino también la obra que quiere hacer a través de nosotros. Eso se refleja en nosotros y en nuestro testimonio en el mundo. Si el pueblo de Dios quería tener éxito en su función de real sacerdocio y experimentar la plenitud de la bendición de Dios en esa función, necesitaban entonces comprometerse a caminar fielmente con Él y a seguir Sus caminos. Sí así lo hacían, entonces experimentarían lo que Él tenía reservado para ellos.
Cuando Moisés compartió aquellas palabras, el pueblo reaccionó diciéndole que harían todo lo que les había dicho. Moisés regresó al Señor con aquella respuesta de parte del pueblo (v. 8). Entonces el Señor le dijo a Moisés que descendería en una nube espesa, la cual el pueblo vería y en la que escucharía Su voz hablándole a él. Dios quería que el pueblo viera esto para que pusieran su confianza en Moisés como Su representante (v. 9).
El Señor le dijo a Su pueblo que debían prepararse para cuando eso sucediera. Ellos debían lavar sus ropas (v. 10). Además, pusieron límites alrededor del monte para que la gente se mantuviera a distancia. Cualquiera que tocare la montaña moriría al momento (v. 12). Tampoco ninguna mano podía tocar a la persona que hubiere tocado la montaña (NTV). Había que matarlo desde la distancia, ya sea con piedras o flechas. También había que matar a cualquier animal que pasara el límite puesto alrededor del monte (v. 13). Solo se podían acercar cuando escucharan un toque prolongado de la bocina hecha de cuerno de carnero. Según el versículo 15, también debían abstenerse de tener relaciones sexuales hasta después que el Señor pasara. Con esto no debemos entender que las relaciones sexuales dentro del matrimonio fuesen algo malo. Sin embargo, la ley de Moisés sí declaraba que cuando un hombre y una mujer tuviesen relaciones sexuales, ellos eran inmundos hasta la noche:
Y cuando un hombre yaciere con una mujer y tuviere emisión de semen, ambos se lavarán con agua, y serán inmundos hasta la noche (Levítico 15:18).
Al decirles que se abstuvieran de relaciones sexuales hasta que la presencia del Señor pasare por el monte, Moisés se estaba asegurando de que nadie de su pueblo estuviera ceremonialmente impuro.
A la mañana del tercer día había truenos y relámpagos en el campamento. Una espesa nube cubría la montaña, y el pueblo escuchó el sonido alto de una trompeta. No se nos dice de dónde salía ese sonido. Todo parece indicar que salía de la nube. Cuando el pueblo vio y escuchó esto, tembló de miedo. Entonces Moisés condujo al pueblo al borde de la montaña. Ellos miraron y vieron que el Monte Sinaí estaba cubierto de humo y fuego. Era tan espeso el humo que se le describe como humo saliendo de un horno. La montaña se sacudía violentamente. La trompeta seguía sonando, y su sonido iba cada vez más en aumento. Nos podemos imaginar cuánto miedo sentiría el pueblo de Israel mientras se encontraban al borde de ese monte. Estoy seguro que algunos hubieran querido salir corriendo de allí tan lejos como hubieran podido. Sin embargo, Dios los llamó a permanecer allí en Su temerosa y asombrosa presencia.
En este capítulo vemos un extraño contraste. El capítulo comienza describiendo a un Dios que llamó a Su pueblo de la tierra de Egipto y los había traído sobre alas de águilas. Esta es una imagen de compasión y ternura. Ahora Israel veía aquí otro lado de Dios. Estaban viendo la santidad y la justicia de Dios. Esto los asustaba. A veces se nos hace difícil entender estos diferentes atributos de Dios. Sin embargo, debemos reconocer que Dios es justo y amoroso a la vez. Estos atributos van de la mano. Poder entender la justicia y la santidad de Dios nos debe hacer apreciar aún más Su amor y compasión.
En el versículo 20 Dios le habló a Moisés y lo llamó a la cima de la montaña en donde le dijo que regresara con el pueblo para que les advirtiera de nuevo que no trataran de subir al monte para verle. Cualquiera que hiciera esto, aun si fuere sacerdote, moriría (v. 20).
Parece que Moisés no entendía bien por qué Dios le pedía que regresara a donde el pueblo para advertirles. Él le recordaba a Dios en el versículo 23 que ya le había dicho al pueblo que no se acercara al monte, y que había puesto límites a su alrededor para que no lo hicieran, de lo contrario morirían. Sin embargo, Dios le insistió a Moisés que volviera con ese mensaje, y que cuando regresara, trajera consigo a Aarón.
Es interesante observar que el Señor le dijo a Moisés en varias ocasiones que los sacerdotes no debían traspasar el límite hacia la montaña. El hecho de que Dios le dijera que descendiera y les diera de nuevo Su mensaje es una señal de lo importante que esto era. Parece que el pueblo al pie de la montaña estaba tentado a dos cosas. La primera era a sentir mucho miedo. La tentación de estas personas sería la de salir corriendo en la dirección opuesta, o la de tener tanto miedo que no serían capaces de reaccionar en lo absoluto ante Dios. Aquellos que estaban dentro de esa categoría nunca hubieran imaginado alguna vez que estarían ante un Dios así. Le tenían tanto temor que nunca podrían rendirse ante Él.
La otra tentación sería tomar a Dios a la ligera. Parece que los sacerdotes caían dentro de esta categoría. Ellos eran los representantes de Dios. Ellos querían estar donde estaba Dios. Quizás se preguntaban por qué Moisés podía subir a Su presencia y ellos no. Hoy en día hay gente como ésta. Ellos están prestos a buscar a Dios y Sus propósitos; quieren estar donde está Dios. Ellos quieren dar el paso al frente y hacer todo lo que puedan; sin embargo, en donde siempre fallan es a la hora de escuchar a Dios y vivir en obediencia a Su Palabra. Hay demasiados siervos de Dios que traspasan los límites que Dios les ha dado y hacen las cosas a su manera. Ellos no escuchan a Dios pues les falta ese temor reverente a Él. Ellos no logran rendirse a Sus propósitos y a Sus designios, sino que solo piensan en sí mismos. Estas personas no logran entender la justicia y la santidad de Dios ni tampoco pueden entender la necesidad que tienen de rendirse a Sus propósitos y Sus planes.
El equilibrio no siempre es fácil de encontrar. Dios es un Dios de un amor y compasión enormes, pero también es un Dios santo que siente ira. Algo que es muy importante que aprendamos es a caminar humildemente en sujeción y obediencia a Él.
Para Meditar:
*En este pasaje vemos que Dios llamó a Su pueblo para que saliera de la tierra de Egipto. ¿Acaso Él hizo esto porque Su pueblo se merecía Su amor? ¿Qué aprendemos del amor no merecido de Dios hacia Su pueblo?
*¿Qué quería decir Dios cuando le dijo a Su pueblo que los había traído sobre alas de águilas? ¿De qué manera nos alienta esto en nuestras propias vidas y ministerios?
*¿Cuán importante es para nosotros caminar en fiel obediencia a Dios? ¿De qué manera afecta la desobediencia nuestros ministerios, nuestro llamado y nuestra experiencia de la presencia y las bendiciones de Dios?
*¿Qué aprendemos en este pasaje acerca de la santidad de Dios? ¿Cuál es nuestra respuesta al entender que Dios es un Dios completamente Santo?
Para Orar:
*Agradezcamos al Señor por llamarnos, pero también por “cargarnos” en medio de las dificultades de la vida.
*Demos gracias a Dios porque a pesar de que no merecemos Su amor y compasión, Él nos llama a ser Sus representantes en este mundo.
*Pidamos al Señor que nos dé la gracia para caminar fielmente en obediencia a Su Palabra y a Sus propósitos para nuestra vida.
*Demos gracias al Señor porque Él es un Dios santo y justo. Pidamos que nos libre de salir huyendo de Él por temor. Oremos para que nos ayude a tener una comprensión equilibrada de Su amor y compasión, por una parte, y de Su santa justicia por otra.
19 – LOS DIEZ MANDAMIENTOS
Leer Éxodo 20:1-26
En el capítulo anterior vimos cómo Dios le recordó a Su pueblo que Él los había sacado de la esclavitud en Egipto y los había traído hacia Sí mismo en alas de águila. Les dijo que si obedecían fielmente Sus mandamientos ellos serían Su especial tesoro, un reino de sacerdotes. El pueblo estuvo de acuerdo en seguir al Señor y Sus caminos. En Éxodo 20 el Señor da un resumen de Sus requisitos y le muestra a Su pueblo cómo esperaba que vivieran.
En el versículo 2 Él comienza recordándoles de Su bondad para con ellos. El Señor sacó a Su pueblo de la tierra de Egipto, un lugar en donde habían vivido en esclavitud y opresión. Dios vio su necesidad y los alcanzó con Su compasión para liberarlos. El Señor quería que Su pueblo fuese un reino de sacerdotes, de representantes Suyos en la tierra. Al ser Sus representantes le indicarían al mundo el camino hacia Dios. Entonces, el Señor llamó a Israel a vivir según estándares específicos. Estas normas o estándares Él los brinda de forma resumida en los Diez Mandamientos. Aunque pudiéramos escribir otro libro basado en estos mandamientos, nuestro propósito aquí es sencillamente examinarlos de manera breve.
No tendrás otros dioses
El primer mandamiento en el versículo 3 era que Israel no tuviera otros dioses. El Señor, el Dios de Israel, quería toda la atención de ellos. Quería que dedicaran sus vidas a servirle a Él nada más. Ellos debían rechazar a cualquier otro dios y buscarlo solo a Él. Este mandamiento tiene algo que brinda mucho consuelo. Podemos recordar del capítulo anterior que el Señor los había sacado de la esclavitud de Egipto y los había traído en alas de águila hacia Sí mismo (ver Éxodo 19:4). Dios deseaba un pueblo para Sí. Al igual que un esposo amoroso, Él no deseaba compartir con nadie a Su esposa, la nación de Israel. En realidad, este mandamiento es una declaración del intenso amor de Dios por Su pueblo.
Al ser Sus representantes, el pueblo de Dios debía tener sus mentes enfocadas solamente en Él. Ellos no podían dejar que las cosas del mundo u otros intereses evitaran que ellos sirvieran y amaran a Su Dios. La palabra “delante” nos da aquí un sentido de prioridad. Nuestras familias, nuestro trabajo, nuestros amigos, todos ellos son importantes. Sin embargo, lo que Dios le está diciendo aquí a Su pueblo es que, de todas las cosas buenas de la vida, Él debe estar “delante” de todas ellas. Él debe ser la prioridad en nuestras vidas. Nada de lo que tengamos o hagamos debe ser más importante que Él.
Los ídolos
El segundo mandamiento para el pueblo de Israel era que no debían hacerse ningún ídolo ni ninguna imagen con el sentido de postrarse ante ellos en adoración. Este mandamiento está muy relacionado con el primero, pero habla específicamente de la práctica que tenía el pueblo en aquel entonces de hacer dioses que se pudieran ver. ¿Cómo es posible adorar a un Dios que no se puede ver? ¿Cómo podemos hablarle a un Dios que no responde con una voz que podamos escuchar con nuestros oídos? Sin embargo, Dios quiere que le veamos y lo escuchemos con los ojos de la fe. Dios es mucho más grande que cualquier ídolo humano. Su semejanza no puede ser creada por manos humanas y ni siquiera imaginada por ellos. Él va más allá de toda descripción. El mundo entero es un pequeño reflejo de Su poder y majestad. ¿Qué imagen o qué ídolo pudiera comunicar la profundidad de esa grandeza?
Cuando un adorador crea un ídolo se enfoca más en éste que en aquél a quien representa. El pedazo de madera o de piedra se convierte en un dios y al final ocupa el lugar de la persona que representa. El deseo de Dios era que el pueblo viniera directamente a Él. Nada podía sustituir a Dios. Su pueblo había de adorarlo directamente a Él. Una vez más esto nos muestra el deseo que Dios tenía en Su corazón para con Su pueblo. La puerta para que le ofrecieran sacrificios directamente a Él, estaba abierta. Él aceptaría sus ofrendas y alabanzas.
Hemos de mencionar que un ídolo no tiene que ser necesariamente de madera o de piedra. Podemos ser culpables de sustituir a Dios con otras cosas. Hoy en día, el edificio de la iglesia o las tradiciones pueden sustituir a Dios y convertirse en ídolos. Éstas cosas pueden llegar a convertirse en nuestro enfoque y desvirtuar nuestra atención de Dios. Yo mismo en ocasiones he sido culpable de darle prioridad a mi ministerio antes que a Dios. Hasta nuestras doctrinas pueden convertirse en ídolos, y al final hacer que quitemos nuestro enfoque de Dios. Quizás hayamos estado en iglesias en donde tener la doctrina correcta era más importante que cualquier cosa. Y aunque estas cosas son importantes en sí, también pueden llegar a convertirse en un sustituto de Dios. Cuando comencemos a ver que nuestra fe se basa en una serie de tradiciones, en un ministerio o una serie de creencias, necesitamos preguntarnos si estas cosas se han convertido en algo más importante que Dios mismo. Hasta las cosas buenas se pueden convertir en ídolos si llegan a ser más importantes que Dios.
Observemos que vinculado a ese segundo mandamiento se nos recuerda que Dios es un Dios celoso, “que visita la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que le aborrecen, y hace misericordia a millares, a los que le aman y guardan sus mandamientos” (vv. 5-6). Es muy fácil desviarnos que lo que Dios está tratando de decirnos aquí en estos versículos. Si bien es cierto que nuestro pecado afecta a nuestros hijos, el mayor deseo de Dios es el de bendecir a Su pueblo. Aunque la maldición de Dios permanece tan solo por cuatro generaciones, su amor lo muestra a mil generaciones (NVI). Los números no deben ser nuestro enfoque aquí; porque Dios simplemente está mostrando que poner otras coas delante de Él trae consecuencias, y que la bendición de caminar obedientemente con Él es mil veces mejor.
Yo en lo personal me deleito al saber que Dios me cela y que desea toda mi atención. El porqué el Señor se deleita en mí de tal manera es algo que va más allá de mi comprensión, pero realmente es un privilegio que Él me ame de ese modo.
No usar Su nombre en vano
En el versículo 7 Él le recuerda al pueblo que no debían dar mal uso a Su nombre (NTV). Aquí debemos recordar que cuando se mencionaba un nombre en los tiempos bíblicos, no solamente se estaba mencionando una palabra para identificar a una persona. En el caso de Dios se habla de Su carácter de lo que Su nombre representa. Hay varias maneras en las que podemos usar mal el nombre de Dios y ser irrespetuosos de Su carácter. Una de las maneras en que se puede hacer esto es jurando falsamente en Su nombre. Consideremos Levítico 19:12 en este aspecto:
Y no juraréis falsamente por mi nombre, profanando así el nombre de tu Dios. Yo Jehová.
En el Antiguo Testamento las personas podían jurar en el nombre de Dios para hacer ciertas cosas; algunos hacían estas promesas, pero no las cumplían. Al actuar así estaban haciendo una representación errónea del nombre de Dios, y lo asociaban a Él con la ruptura de las promesas que habían hecho. Esto deshonraba el carácter del Señor quien es un Dios de verdad y santidad.
Otra manera que vemos hoy en día del mal uso del nombre del Señor es en las obscenidades. En el presente, el nombre de Dios se usa como una palabra obscena, y a veces se le asocia con prácticas que el Señor detesta. Todos hemos escuchado cómo se usa el nombre del Señor de esa manera. Una vez más, el nombre del Señor usado así da una representación errada de Él y de Su carácter.
Finalmente, otra manera en la que se le da un mal uso al nombre del Señor es con nuestro estilo de vida como creyentes. Como hijos Suyos que somos también lo representamos a Él y Su nombre a donde quiera que vayamos y en todo lo que hagamos. ¿Qué sucede cuando como creyentes no caminamos en obediencia a Dios? ¿Cuál es la reacción del incrédulo hacia el nombre que representamos? Escuchemos lo que nos dice Pablo cuando escribió sobre este asunto en Romanos 2:21-24:
21 Tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo? Tú que predicas que no se ha de hurtar, ¿hurtas? 22 Tú que dices que no se ha de adulterar, ¿adulteras? Tú que abominas de los ídolos, ¿cometes sacrilegio? 23 Tú que te jactas de la ley, ¿con infracción de la ley deshonras a Dios? 24 Porque como está escrito, el nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles por causa de vosotros.
Observemos que debido a que el pueblo de Dios no estaba viviendo según lo que profesaban que creían, el nombre del Señor estaba siendo blasfemado entre los gentiles. Al nosotros ser llamados por el nombre de Dios, nuestras vidas son un reflejo para los demás del Dios a quien servimos. Es nuestra obligación hacer todo lo que podamos para levantar la honra de ese nombre con nuestras palabras y manera de vivir. Éxodo 20:7 termina recordándonos que Dios castigará a quienes usen mal Su nombre.
El Día de Reposo
El cuarto mandamiento de Dios para Su pueblo tenía que ver con santificar el séptimo día. En realidad, este mandamiento está muy relacionado con los primeros tres. Observemos que la restricción en particular en ese día era que Su pueblo no podía trabajar. Todo trabajo había que hacerlo en los primeros seis días. El séptimo, el pueblo de Dios debía descansar. Dios les recuerda que esto fue lo que Él hizo. Él creó el mundo en seis días y reposó el séptimo. El versículo 11 nos dice que el Señor bendijo el sábado y lo santificó.
¿Por qué el Señor reposó el séptimo día? Ciertamente no fue porque estaba cansado, porque Dios no necesita descansar. El salmista nos dice en el Salmo 121:3-4 que el Señor nunca se duerme ni se adormece.
3 No dará tu pie al resbaladero, ni se dormirá el que te guarda. He aquí, no se adormecerá ni dormirá el que guarda a Israel.
El Señor “reposó” el séptimo día para darnos ejemplo a seguir. En seis días el Señor creó el universo físico, pero el séptimo creó el principio del reposo. Esto nos muestra algo importante. Nos muestra que no fuimos creados solamente para trabajar. Dios nos diseñó para que también necesitáramos tiempo para descansar y renovar fuerzas. El séptimo día era el día de reposo. De hecho, este día era tan importante que Dios lo apartó como santo para Su pueblo. El pueblo de Dios debía respetar este día como un día santo. Y la manera de hacerlo era dejando de trabajar en él.
El concepto de dejar de trabajar era importante para el pueblo de Dios. ¿Cuántas veces, incluso en la actualidad, nos vemos atrapados en nuestro trabajo y no tenemos tiempo para nada más? Entonces nuestras familias y nuestra fe se hacen a un lado a causa de las presiones de trabajo. Algunas personas parecen vivir solo para trabajar. Y puede ser muy fácil para nosotros dejar que nuestro trabajo lo absorba todo. De hecho, para algunos, el trabajo se ha convertido en su dios.
También hay otra cosa que el trabajo hace, y es que nos da un falso sentido de seguridad. Es cuando comenzamos a creer que somos nuestros propios proveedores. El trabajo nos puede dar un sentido de valor. Nos sentimos importantes porque tenemos una buena posición o porque estamos proveyendo para las necesidades de nuestra familia. Encontramos entonces nuestro valor en lo que hacemos y no en cómo Dios nos ve.
Dios vio estas tentaciones y le habló directamente a este asunto. De los siete días, éste rompía el ciclo de trabajo y le daba tiempo al pueblo a que renovara sus fuerzas físicas y también a que reflexionara en lo que es realmente importante en la vida.
Observemos también en estos versículos que se nos dice que este día era el día “del Señor”. En otras palabras, este era un día para enfocarse en el Señor y en Sus propósitos. El Señor le dio este día a Su pueblo por su propio bien. Era un día apartado para descansar y para tener comunión con el Señor y Creador. Mi esposa y yo desde hace ya algún tiempo hemos apartado la mañana del sábado para nosotros dos. Es un tiempo en el que siempre desayunamos juntos y la pasamos conversando. Dios aquí está haciendo lo mismo. Él está apartando un tiempo para pasarlo con Su pueblo y acercarlos más a Él. A menudo vemos este mandamiento más como una ley que debe ser observada, que como un tiempo especial con alguien a quien amamos. El propósito de Dios era que este fuese un día especial para reconectarse con Su pueblo.
Este mandamiento no era con la intención de restringir al pueblo, sino de hacer que se renovaran. Esto se ve claramente en Marcos 2:27 cuando dijo:
También les dijo: El día de reposo fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo.
Lo que Jesús nos está diciendo es que el día de reposo fue diseñado para ser un tiempo de refrigerio y bendición para Su pueblo. Dios conoce que necesitamos descansar física y emocionalmente de la presión del trabajo. Él también sabe que necesitamos pasar tiempo con Él para meditar en Su voluntad y ser renovados espiritualmente. Este día le fue dado al pueblo de Dios por su bien físico, emocional y espiritual.
Honrar al padre y la madre
El quinto mandamiento se traslada de la obligación de Israel hacia su Dios hasta la responsabilidad de ellos hacia los demás. En el versículo 12 Dios les recuerda a Sus hijos que debían honrar al padre y a la madre de ellos. Es muy importante que esta parte comience a este nivel. Un hijo que aprenda a respetar a su padre y a su madre desde muy joven es muy probable que de adulto respete también a los demás. Dios esperaba que Su pueblo instruyera a sus hijos en cuanto al respeto a los padres. En Éxodo 21:15, 17 leemos que el castigo por la falta de respeto a los padres era la muerte:
El que hiriere a su padre o a su madre, morirá. (Éxodo 21:15)
Igualmente el que maldijere a su padre o a su madre, morirá (Éxodo 21:17)
Dios tomaba esto muy en serio, pues su propósito era que la familia estuviese fuertemente unida. Cuando la familia es fuerte, también lo es la comunidad. Lo que sucede en nuestras familias se refleja en la comunidad en la cual vivimos.
El respeto a los padres se ve reflejado de disímiles maneras. Primeramente se ve reflejado en el reconocimiento de la autoridad. Respetar a nuestros padres implica que aceptamos el hecho de que Dios los ha puesto sobre nosotros para nuestro bien. Respetar su autoridad es escuchar lo que tienen que decir y valorar su opinión. Eso cabe tanto para la gente joven como para los adultos que todavía tienen a sus padres vivos. Todavía los padres, aunque sean de edad avanzada, necesitan saber que los respetamos y que valoramos su consejo y sabiduría.
El respeto a los padres también tiene que ver con nuestra preocupación por ellos. Esto se hace cada vez más cierto a medida que nuestros padres van envejeciendo. El hijo que respeta a sus padres harán lo posible para ocuparse de ellos en el tiempo en que lo necesiten. Les mostrarán compasión y bondad.
Observemos que en el versículo 12 este mandamiento viene vinculado a una bendición. Dios le dijo a Su pueblo que debían respetar a sus padres para que pudieran vivir por mucho tiempo en la tierra que les estaba dando. Aquí necesitamos ver cuán importante era para Dios que se honrara a los padres. La calidad de vida de Su pueblo estaría influenciada por este mandamiento. Si querían vivir más tiempo en la tierra que el Señor les daba tenían que honrar a sus padres. ¿Qué sucedería si ellos no guardaban este mandamiento? La tierra misma sufriría. Si no había respeto por los padres, esa forma de actuar se esparciría por toda la comunidad y pronto toda autoridad se vería cuestionada. Las personas harían lo que quisieran sin importarles los demás. La sociedad se fraccionaría y la presencia de Jehová se iría de ellos. Entonces, el enemigo vendría pronto y tomaría posesión de la tierra. Todo esto comenzaría a nivel de la familia.
Los homicidios
No solamente había que tener respeto por los padres sino también por la vida de los seres humanos. El sexto mandamiento dice: “No matarás”. Otras traducciones de la Biblia dicen: “No cometerás homicidio”. La palabra homicidio expresa un poco mejor lo que el Señor le está diciendo a Su pueblo. En realidad, Dios ordenó a que se mataran animales para el sacrificio. Él también ordenó ocasionalmente que se aniquilaran otras naciones. Incluso, en algunos casos, se ordenaba matar a los israelitas que incumplían con Sus mandamientos. Este mandamiento no se refiere tanto a matar como a asesinar. La intención de Dios en este mandamiento es tratar con aquellos que de manera deliberada e injusta le quitan la vida a otro ser humano. Éxodo 21:12-14 provee una vía de escape para el individuo que de manera accidental o inintencionada matara a otro ser humano.
12 El que hiriere a alguno, haciéndole así morir, él morirá. 13 Mas el que no pretendía herirlo, sino que Dios lo puso en sus manos, entonces yo te señalaré lugar al cual ha de huir. 14 Pero si alguno se ensoberbeciere contra su prójimo y lo matare con alevosía, de mi altar lo quitarás para que muera.
Este mandamiento prohíbe que se quite la vida de manera deliberada o intencional a un ser humano por motivos injustos o razones personales. El mandamiento va en contra del asesinato premeditado e intencional de otra persona por razones egoístas. La intención de Dios es que la vida humana sea respetada.
El adulterio
Dios habla en el séptimo mandamiento acerca del matrimonio y prohíbe la práctica del adulterio (v. 14). Dios quería que el esposo y la esposa se fueran fieles mutuamente. Las relaciones sexuales fuera del matrimonio estaban prohibidas. Levítico 20:10 deja claro que quienes cometían adulterio tenían que morir.
Si un hombre cometiere adulterio con la mujer de su prójimo, el adúltero y la adúltera indefectiblemente serán muertos.
Esto muestra cuán serio era este asunto del adulterio ante los ojos de Dios. Ya hemos examinado el mandamiento acerca de honrar a los padres. Aquí Dios habla acerca de honrar al esposo y a la esposa. El deseo de Dios es que la intimidad con nuestro cónyuge crezca y se desarrolle. Dios nos está llamando a estar conformes con el esposo o esposa que nos ha dado. Él nos llama a comprometernos con ese cónyuge para toda la vida, y que rechacemos a cualquier otro para entregarnos solamente al nuestro.
En Mateo 5:27-28 Jesús enseñó que este mandamiento acerca del adulterio no se refería solamente al acto de relación sexual, sino también al ámbito de nuestros pensamientos.
27 Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. 28 Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.
Según Jesús, mirar a una mujer para codiciarla era una forma de cometer adulterio en nuestros corazones. Esto quiere decir que hay que lidiar de inmediato con cualquier pensamiento lujurioso.
Este mandamiento no es tan solo para el bien de cada miembro dentro del matrimonio, sino también para la familia y la sociedad. En donde el matrimonio se quiebra, también la sociedad. Si queremos que nuestra sociedad sea una sociedad sana, debemos tener matrimonios fuertes y saludables, donde cada una de las partes permanezca firme junto al otro aun cuando la situación sea difícil.
No hurtar
En el versículo 15 vemos que el octavo mandamiento prohíbe robar. Esto tiene que ver con tomar lo que no nos pertenece. Este mandamiento nos llama a respetar lo que pertenece a otra persona. Este respeto sano por las posesiones de nuestros prójimos crea un ambiente amoroso y seguro en donde florecen las relaciones. Hace algún tiempo algunos ladrones entraron a mi oficina y me robaron mi computadora e impresora. Esto trajo como resultado que yo pusiera cerraduras en mi oficina y mantuviera bien cerrada las ventanas. Cuando alguien nos roba, enseguida ponemos barreras. Ya dejamos de confiar en los demás y comenzamos a mirarlos con dudas. Esto afecta a toda la sociedad, y es ahí donde florecen las dudas y la falta de confianza, y por eso las relaciones sanas no pueden progresar. Las personas son grandemente afectadas y la sociedad sufre en su totalidad. El deseo de Dios es que nos respetemos mutuamente y vivamos en armonía y confianza.
Los falsos testimonios
No solamente debemos respetar las posesiones de nuestros prójimos, sino que también debemos respetar su reputación. El noveno mandamiento prohíbe que demos falso testimonio contra nuestro prójimo. El mandamiento parece referirse a algún caso llevado a los tribunales en donde alguien se levanta para dar falso testimonio sobre éste ante los jueces que lo analizan. Sin embargo, así como sucede en el ámbito legal, también sucede en la vida diaria. En una sociedad en donde los rumores y los chismes abundan es importante que analicemos este mandamiento. No debemos creer todo lo que oímos ni tampoco debemos divulgarlo.
En muchos casos, las mentiras tienen la intención de dañar la reputación de un hermano o de dar una imagen errónea de él o ella. Esto refleja el corazón del mentiroso. ¿Cómo puede florecer una sociedad cuando sus integrantes están dispuestos a herirse mutuamente con sus palabras? Las palabras pueden hacer tanto daño como lo hace el dolor físico. En algunos casos llegan a hacer muchísimo más daño. Dios nos está llamado a lidiar con estas malas intenciones y con las palabras que hieren y destruyen a nuestros hermanos y hermanas. Él nos está llamando a examinar el motivo de nuestro corazón, el cual puede destruir a un hermano con la maldad y las falsas palabras.
La codicia
El décimo y último mandamiento trata sobre la codicia. La palabra codicia se refiere a desear algo vehementemente. Observemos que el versículo dice que Israel no debía codiciar la casa de su prójimo, ni su esposa, ni sus siervos, ni su buey, ni su asno, ni nada que le perteneciera a él. Puede que no le robemos a nuestro prójimo, pero quizás codiciemos lo que él tiene. Puede que nunca cometamos adulterio con la esposa de nuestro prójimo, pero puede que lleguemos a codiciarla. La codicia es una actitud del corazón y va más allá del acto de robar, cometer adulterio o dar falso testimonio. Codiciar es anhelar algo que no nos pertenece.
No es lo mismo admirar algo que tiene nuestro prójimo, que codiciarlo. Cuando codiciamos, nuestro corazón dice: “Tengo que tener lo que él tiene”. Quizás no actuemos al respecto, pero nuestro corazón no está conforme. Llegamos a anhelar tanto lo de esa persona que nuestro corazón se llena de celos. Esto sucede cuando comenzamos a tener pensamientos lujuriosos acerca de la esposa de nuestro prójimo o llegamos a tener envidia de lo que tiene; es ahí cuando eso comienza a afectar nuestras relaciones con él.
Cuando codiciamos o deseamos de manera pecaminosa algo que no es nuestro, estamos inconformes con la provisión de Dios. Él desea que estemos contentos con lo que nos ha dado. Es muy fácil estar constantemente queriendo tener algo más grande o mejor de lo que se tiene. Pero la provisión de Dios es suficiente, y tenemos que aprender a contentarnos con ella.
Una cosa que es importante destacar es que al Señor no solamente le preocupaba el acto externo sino también la actitud en nuestro interior. Él quería que Su pueblo resolviera las actitudes erradas que había en sus corazones hacia sus hermanos y hermanas. Este décimo mandamiento nos muestra que puede que nunca actuemos según nuestros pensamientos, pero el simple hecho de tener los pensamientos ya es en sí un pecado que necesita ser tratado.
Mientras Dios le daba estos mandamientos a Moisés el pueblo se mantenía a distancia, y desde allí veían los relámpagos y escuchaban los truenos y las trompetas. La montaña había quedado cubierta de humo y tenían miedo (v. 18). Cuando Moisés descendió, le rogaron que no dejara que Dios les hablara, de lo contrario morirían. Esto nos muestra cuánto miedo le tenían a Dios y a Su voz. Moisés les recordó entonces que Dios se les había revelado de esa manera para que entendieran Su santidad y tuvieran miedo de pecar contra Él (v. 20).
Quizás una de las razones por las que vemos tanto pecado en nuestras iglesias y en nuestra sociedad es porque hemos perdido la noción de la santidad y la justicia de Dios. En varias ocasiones he hablado con personas que tan solo ven a Dios como un Dios de amor. Ellos no pueden entender cómo un Dios de amor puede condenar el pecado. Este pasaje nos muestra otro atributo de Dios. Entender Su santidad es caminar en reverencia santa para no ofender Su nombre.
A medida que concluimos este capítulo, vemos cómo Dios le recuerda a Su pueblo que les había hablado desde el cielo (v. 22). Por lo tanto, ellos debían respetarle y no tener otros dioses. Tampoco debían hacerse ídolos de ningún dios; en cambio, sí debían levantar un altar hecho con tierra para adorarle. Si llegaban a levantarle un altar tenía que ser hecho de piedras comunes. No estaba permitido que se usara ningún tipo de piedra decorada o adornada. En cualquier altar que se construyese para adorar a Dios no debía usarse ningún tipo de herramienta (v. 25).
La razón para esto es bien sencilla. Y es que resultaría muy fácil para el pueblo de Dios comenzar a enfocarse en el altar y no en Él. Dios no quería que nada los distrajera pues los altares no son para ser admirados, y era así como Dios quería que fuera.
A Dios no le impresionan los edificios lujosos. De hecho, estos a veces nos pueden desvirtuar. He conocido a creyentes que han estado más enfocados en el edificio de la iglesia que en edificar el reino de Dios. A Dios se le adora mejor desde la sencillez.
En el versículo 26 Dios hace una declaración más. Él les recordaba a quienes le ofrecían sacrificios en el altar que no debían subir usando escalones. Esto quería decir que los altares tendrían que ser lo suficientemente bajos de tal modo que se pudiese tocar la parte de arriba estando al lado de él. Parece que esto era por tres razones. En primer lugar, esto evitaba que las personas le dieran demasiado énfasis a la construcción de altares altos, que tan solo lograrían distraer a la gente de su atención a Dios. En segundo lugar, se hacía para preservar el pudor de tal manera que aquellos que subieran los escalones no se expusieran cuando otros miraran hacia arriba. Dios demandaba sencillez y pudor en la adoración. Cualquier cosa que quitara la atención de Dios tenía que ser eliminada.
Hace algún tiempo asistí a un servicio de adoración vestido de cuello y corbata. Al entrar al templo, la primera persona que me saludó me dijo que estaba vestido muy bien. Antes de que llegara a sentarme, otra persona me saludó e hizo el mismo comentario. Antes de que comenzara el servicio ya tres personas habían mencionado algo acerca de mi ropa. Eso me trastornó un poco. Yo no había venido a la iglesia para que la gente se fijara en mí. Sentí que yo estaba desvirtuando la atención de las personas. Debido a que tan solo me encontraba a 5 minutos de casa, salí de aquel lugar a cambiarme y luego regresé. Lo que estoy diciendo es esto: Debemos tener cuidado de no distraer a otras personas que se encuentran adorando a Dios. Yo sentí que la manera en que me encontraba vestido estaba atrayendo la atención hacia mí, y cualquier cosa que atrajera la atención hacia mí, la desviaba de Dios. Los sacerdotes que caminaran los escalones y se expusieran, ciertamente estarían haciendo que se desviara la atención de Dios. cualquier cosa que cause esto debe evitarse, pues solo Dios debe recibir la gloria.
Para Meditar:
*¿Cabe la posibilidad de que nuestras tradiciones, nuestro servicio a Dios o nuestra posición doctrinal se conviertan en un ídolo en nuestras vidas? ¿Por qué?
*¿De qué manera en nuestros días podemos tomar el nombre del Señor en vano?
*¿Por qué es importante para nosotros aprender a reposar de nuestro trabajo? ¿Por qué el reposo nos da tiempo para reflexionar en lo que es importante?
*¿Por qué los Diez Mandamientos protegen a nuestra sociedad y la mantienen saludable?
*¿Qué significa codiciar? ¿De qué manera este mandamiento nos muestra que Dios no solamente está interesado en nuestras acciones sino también en nuestros pensamientos y actitudes?
*¿Por qué entender adecuadamente la santidad de Dios nos aleja de pecar?
*¿Qué no muestra este pasaje acerca del deseo de Dios de que le adoremos en sencillez y pudor? ¿Cómo nos ayudan la modestia y la sencillez a enfocarnos en Dios?
Para Orar:
*Pidamos a Dios que nos perdone por las veces que hemos hecho que otras cosas sean más importantes que Él en nuestras vidas.
*Pidamos a Dios que nos otorgue de manera regular tiempos de descaso de nuestro trabajo para poder meditar en Él y en Sus propósitos. Pidámosle que nos fortalezca espiritualmente en esos tiempos.
*Tomemos un momento para orar por nuestra sociedad y por la manera en que ésta ha dejado de tener en cuenta los propósitos de Dios, tal y como se reflejan en los Diez Mandamientos. Pidamos a Dios que se mueva en medio de la sociedad para que la restaure hacia Sus propósitos.
*Pidamos a Dios que nos ayude a amarle y a servirle de corazón.
*Pidamos a Dios que se nos revele más en Su santidad. Agradezcámosle por ser un Dios de amor, pero también por ser un Dios santo y justo.
*Oremos a Dios para que nos muestre si hay algo en nuestro servicio de adoración que realmente esté distrayendo a las personas en su adoración a Dios.
20 – EL RESPETO A LA VIDA
Leer Éxodo 21:1-35
En los Diez Mandamientos Dios le estaba dando a Su pueblo un resumen de Su ley. ¿De qué manera se aplican estos mandamientos concernientes al respeto a Dios y a nuestros iguales a las diferentes circunstancias que las personas enfrentan diariamente? En Éxodo 21 Dios le muestra a Su pueblo en términos muy prácticos cómo estos principios se aplicaban a circunstancias muy particulares.
LOS SIERVOS HEBREOS Y LAS MUJERES
Dios comienza en el versículo 2 explicando cómo Su pueblo debía tratar a los siervos que fueran de su misma gente. Si compraban un siervo que fuera de los de Su propio pueblo, éste solo debía servir por seis años. Tenía que ser liberado en el séptimo año. En realidad, esta era una aplicación práctica de la ley del Día de Reposo. Recordemos que el Señor ordenó a Su pueblo a trabajar por seis días y en el séptimo debían descansar de su labor. El mismo principio se aplicaba al hecho de tomar siervos que fuesen de su propio pueblo. El séptimo año era el año de la libertad para los siervos hebreos. Esta ley evitaba que los hebreos se oprimieran entre sí. Ningún siervo hebreo podía ser esclavo de por vida en contra de su voluntad. Recordemos que el pueblo hebreo ya había sido esclavo en la tierra de Egipto. Ellos no debían hacerles a sus conciudadanos lo mismo que les habían hecho a ellos.
Observemos en el versículo 2 que los siervos hebreos no tenían que pagar nada para ser puestos en libertad cuando llegara el séptimo año. Los amos se verían tentados a hacer que sus siervos pagaran por su libertad. La ley de Dios les prohibía a los amos que hicieran esto. El versículo 3 nos dice que si un siervo venía a su amo con su esposa, ella también debía ser liberada junto a su esposo cuando llegare el séptimo año.
La única excepción de esta regla era si el amo le hubiere dado esposa a su siervo y ésta hubiera tenido hijos. En este caso la mujer y los hijos pertenecían al amo y no eran libres para marcharse. La pareja seguiría casada, pero la esposa y los hijos seguirían siendo siervos. Sin embargo, el esposo quedaba libre de toda obligación para con su amo.
Si el siervo no estaba de acuerdo con este arreglo, y escogía quedarse con su esposa e hijos, entonces el amo tenía que llevar el caso ante los jueces de Israel y explicar la situación. Entonces aquel siervo era llevado a donde hubiese una puerta y allí le horadaban una oreja con un punzón (v. 6). Esta marca en su oreja haría que él fuera siervo de su amo para siempre, y de esta manera podía estar con sus hijos y esposa.
En aquel tiempo las mujeres no tenían la misma libertad que los hombres. Observemos en el versículo 7 que si un hombre vendía su hija como esclava, ella no podía salir libre después de los siete años. Ella sería sierva para siempre. Si ella no agradare a su amo, entonces él la tenía que vender de vuelta y no podía vendérsela a un extranjero. Él tenía que recordar que él la había seleccionado personalmente, y que de lo contrario sería él quien estaría rompiendo el acuerdo con ella. Él tenía que mostrar respeto por ella si rompía ese arreglo. Aunque era cierto que la mujer no tenía los mimos derechos que el hombre en aquel tiempo, esta ley la protegía de ser vendida como esclava a personas que no les importase dañarla.
Si alguna sierva le agradaba a su amo y éste la daba como esposa a su hijo, él debía tratarla como a una hija. Si el hijo se casaba con otra mujer, él no debía privar a la primera de la comida, la ropa y todos los privilegios que se merecía como su esposa. Ella no tenía por qué ser mirada con menosprecio por haber sido esclava. Si el hijo no la trataba con el respeto que ella se merecía como su esposa, ella quedaría libre de marcharse sin tener que pagarle ningún dinero a su amo (v. 11).
Observemos nuevamente que el Señor está protegiendo los intereses de la mujer. Ella tenía derecho a comida, ropa y a otros derechos como esposa. Si el esposo no satisfacía esos derechos, ella era libre de irse. Aunque no es mi intención examinar la ley respecto al divorcio, es importante que veamos que, a los ojos de Dios, la mujer era libre de irse en caso de que su esposo la ignorara o la tratara mal. El deseo de Dios era que esta mujer fuera protegida, amada y respetada. En caso de que no fuera así, Él le estaba proveyendo una manera de escape.
Teniendo esto en cuenta vemos que la ley era misericordiosa y compasiva. No estaba diseñada para restringir o herir, sino para respetar y honrar a los siervos.
HERIDAS PERSONALES
El homicidio
En el versículo 12 Dios explica más a fondo Su ley contra el homicidio. El respeto por la raza humana también puede verse en los requisitos que Dios da en cuanto a las heridas personales. En este versículo vemos que si un hombre golpeaba a otro y lo mataba, el tal tenía que morir. Esto parece cruel y rudo, pero la realidad del asunto es que así Dios estaba mostrando el valor de la vida humana. Cualquiera que de manera intencional le quitara la vida a otro tenía que pagar la mayor sentencia posible por esa acción.
Sin embargo, vemos en el versículo 13 que había provisión para quienes mataban a alguien sin haber tenido la intención de hacerlo. Dios les permitía que huyeran a un lugar que Él había apartado para estos casos. Allí iban a estar protegidos de cualquiera que quisiera buscar venganza. Sin embargo, si una persona planeaba matar a alguien, esa persona tenía que ser llevada al altar y allí ser castigada con la muerte a causa de su terrible delito (v. 14). Había que respetar la vida de los otros seres humanos.
Honrando al padre y a la madre
En el versículo 15 se nos habla del mandamiento de honrar a nuestros padres. Dios castigaba fuertemente a los hijos que golpearan a sus padres. Esto implica aquí que estos hijos se acercaban a sus padres con la intención de dañarlos. La ley de Dios estipulaba que cualquiera que matare a otra persona tenía que morir. Aquellos que se acercasen a sus padres con las mismas intenciones, recibían el mismo castigo. Una vez más esto muestra cuán importante era para Dios que los hijos respetaran a sus padres. ¿Qué tipo de sociedad sería esta si los hijos ni siquiera respetaran a quienes los criaron? Posiblemente, en la sociedad no exista otra función tan importante como la de los padres. Dios valora este rol y apoya firmemente a quienes ejercen esta función con seriedad, castigando a cualquier hijo con la muerte si se acercaba a alguno de sus padres con la intención de dañarlos. Observemos en el versículo 17 que el hijo que maldecía a sus padres con sus palabras, tenía que morir. Dios esperaba que a los padres les mostraran el mayor respeto.
Los secuestros
Otro delito que se castigaba con la muerte eran los secuestros. Cualquiera que tomara por la fuerza a cualquier otra persona con la intención de venderla, era castigado con la muerte. En estos casos la vida de la persona secuestrada no necesariamente estaba en peligro de muerte, pero sí veían la vida humana como una forma de hacer dinero. Observemos en el versículo 16 que cualquiera que intentara vender a otra persona, pagaba con la muerte. Queda claro en estos versículos que el secuestrador no tenía que vender a alguien para ser hallado culpable; tan solo con intentarlo era suficiente.
Aquí vemos una vez más el valor de la vida humana. Cuando vemos a las personas como algo a lo cual sacarle beneficio, estamos mostrando falta de respeto por la vida humana. Dios tomaba esto bien en serio y exigía el mayor castigo por algo así. La vida de otro ser humano debía valorarse por lo que era, creada a la imagen de Dios y valorada por Él.
Las heridas físicas en las disputas
Dios sabía que entre Su pueblo habría desacuerdos. Algunas veces esos desacuerdos traerían consigo la violencia física. En los versículos 18 y 19 Él le hace ver a Su pueblo lo que Él exigía en caso de que hubiese personas heridas en un conflicto entre ellos. En el ejemplo que se usa en el versículo 18 leemos de un hombre que golpea a otro con una piedra o con su puño. Aunque el hombre herido no moría, quedaba confinado a una cama. En este caso, el hombre que causara las heridas tenía que pagarle al otro la pérdida que este último sufriría por no poder trabajar hasta que quedase completamente sano. De esta manera, la familia del herido no sufriría por lo que le había sucedido.
Golpear a un esclavo
En aquellos días la esclavitud era una realidad en la sociedad. Aunque los esclavos pertenecían a sus amos, éstos no tenían el derecho de quitarles la vida. Ningún amo tenía el derecho de tratar a su esclavo como un objeto que se podía usar y luego botar. Dios les exigía a los amos que respetaran las vidas de sus esclavos. La ley requería el castigo para aquel amo que, golpeando a su esclavo o esclava, le quitara la vida.
Si el esclavo no moría, el amo no sería castigado, pues el esclavo le pertenecía. El amo tenía el derecho de disciplinar a sus esclavos, pero debía tener presente que a quienes disciplinara con aspereza tendrían que recuperarse, y eso significaría tener más gastos. En parte, ya era un castigo suficiente para el amo el estar dañando su propio negocio.
El hecho de que la esclavitud existía y que Dios hiciera leyes que tuvieran que ver con esto no quiere decir que Él aprobaba esta práctica. De hecho, en 1 Timoteo 1:9-10 Pablo menciona el tráfico de esclavos juntamente con el adulterio, el asesinato del padre o la madre y la mentira:
9 Tengamos en cuenta que la ley no se ha instituido para los justos sino para los desobedientes y rebeldes, para los impíos y pecadores, para los irreverentes y profanos. La ley es para los que maltratan a sus propios padres, para los asesinos, 10 para los adúlteros y los homosexuales, para los traficantes de esclavos, los embusteros y los que juran en falso (NVI).
Algo que tenemos que entender aquí es que Dios es un Dios de una gran paciencia. Consideremos nuestras propias vidas como ejemplo. Dios trata con nosotros por medio de Su gracia y Su misericordia. En nuestras vidas hay muchas cosas que no están como debieran estar. Cuando conocí al Señor, en mi vida había muchas cosas todavía que necesitaban arreglarse. Dios nos da tan solo lo que podemos manejar en ese momento. Cada día Dios obra en nosotros para hacernos más como Cristo. Lo mismo se aplicaba al pueblo de Israel.
Lastimar a una mujer embarazada y a su hijo
En los versículos del 22 al 25 se hace una mención especial del caso de la mujer embarazada y su hijo. El ejemplo mencionado es el de dos hombres peleando, en donde uno de ellos accidentalmente golpea a una mujer embarazada causando que dé a luz de manera prematura. Si la mujer no fuera lastimada gravemente, el que la lastimó debía pagar una multa según dijera el esposo de la mujer y lo permitido por la corte. Observemos que el hombre que lastimaba accidentalmente a la mujer, aunque se le imponía una multa, también estaba protegido por la ley para que de esta manera su castigo no fuera injusto o excesivo.
Si las heridas causadas ya sea a la mujer o a su hijo eran graves, el hombre tenía que pagar vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe. Ese hombre tenía que sufrir lo que la madre o el hijo sufrieran por su causa. La ley protegía tanto al hijo como a la madre.
Esta ley que protegía a la mujer también protegía al hijo que estaba en el vientre. Cuando se estuviese en presencia de una mujer embarazada, había que tener cuidado, no solo por ella, sino también por causa del hijo que llevaba en su vientre. Lastimar a un niño o hacer que naciera prematuramente era un asunto serio ante los ojos de Dios. Esto nos dice que hasta los hijos que todavía se encontraban en el vientre tenían que ser respetados, y estaban protegidos por la ley de Dios. Este versículo habla poderosamente a la práctica del aborto en nuestros días.
Las heridas causadas por animales
La ley también mencionaba el asunto sobre las heridas causadas por animales en las personas. El ejemplo que se usa es el de un buey que embiste a alguien y le causa la muerte. En este caso, había que apedrear al buey hasta matarlo, y luego no podía ser usado para comer (v. 28). El dueño del buey no sería responsable, pero como es obvio perdía su animal.
Sin embargo, si se sabía que el buey era peligroso, y que el dueño había sido advertido al respecto y no lo había asegurado en un corral, entonces el dueño sería responsable. Este hombre podía ser sentenciado a muerte por no haber trancado a su buey, o si los que lo acusaban lo preferían, podían exigir un pago en lugar de su muerte (v. 30).
Observemos que en el versículo 32 nos dice que si un buey acorneare a algún siervo, el dueño del buey tenía que pagar 30 siclos de plata al amo del esclavo, y el buey tenía que ser apedreado. El dueño del buey no sería sentenciado a muerte si el que moría era un esclavo. Aunque, en este tiempo en la historia, un esclavo no tenía los mismos derechos que una persona libre, aun así, tenía valor. Observemos que dice que había que sacrificar al buey. Esto no era solamente para proteger a los demás para que no sufrieran daños, sino también por respeto a la vida del esclavo.
Las heridas causadas a los animales
También la ley de Dios protegía las propiedades personales de Su pueblo. Si alguien mataba o hería el animal de otra persona tenía que pagar por ello. La imagen que se ilustra en el versículo 33 es la de un hombre que cava un pozo en el cual caen el buey o el asno de su prójimo y moría. En este caso, el dueño del pozo tenía que pagar por el animal muerto, y se quedaba con él (v. 34).
En caso de que la herida o la muerte del animal fuere causado por otro animal, el que causaba la herida tenía que ser vendido y el dinero repartido de igual manera entre ambos dueños. Sin embargo, si el dueño del animal que causó la muerte sabía que su animal tenía la tendencia de atacar a otros animales y aun así no lo mantenía encerrado, entonces tenía que darle a su prójimo un nuevo animal, y el muerto sería suyo para hacer como quisiere (v. 36).
Lo que es importante que entendamos aquí es el valor que el Señor le da a la vida. Desde un esclavo, una mujer embarazada, un niño por nacer, hasta el amo de toda una casa con sus criados, toda vida tenía que ser respetada. Cualquier herida causada a la vida de otra persona tenía que pagarla aquel quien la causara. El respeto por la vida y las propiedades de los demás era una piedra angular sobre la cual habría de erguirse la sociedad que ellos habrían de construir. Esa sociedad se destruiría rápidamente sin ese respeto mutuo que debían mantener entre ellos. Estas leyes promovían la armonía entre sus iguales. También le enseñaba al pueblo de Dios que si querían honrarlo necesitarían respetarse entre ellos.
En este capítulo Dios le muestra a Su pueblo la manera en que debían vivir al ser hijos Suyos. El mundo sabría que ellos le pertenecían a Dios por la manera en que ellos se respetaban y valoraban entre sí. Esto es algo que en nuestro tiempo no debemos olvidar.
Para Meditar:
*Aunque en el Antiguo Testamento los esclavos no tenían los mismos derechos que las personas libres, ¿de qué manera muestra la ley de Dios que sus vidas eran valiosas a los ojos de Dios?
*¿De qué manera este capítulo muestra el valor que Dios le otorgaba a la mujer? Tengamos en cuenta al responder, la provisión que hacía la ley en cuanto a la mujer que no recibía sus derechos de esposa y las leyes en cuanto a herir a una mujer embarazada.
*¿Qué nos enseña este pasaje acerca del valor que Dios le da a la vida de un niño que todavía está en el vientre?
*¿Qué aprendemos acerca de la importancia de actuar responsablemente de tal manera que evitemos herir a otro ser humano? ¿De qué manera muestra esto respeto por la vida?
*¿Por qué el respetarnos mutuamente demuestra nuestro amor por Dios?
*¿Por qué afecta nuestro testimonio sobre Dios el que nos faltemos el respeto los unos a los otros?
Para Orar:
*Demos gracias al Señor por la manera en que Él nos valora y valora nuestras vidas.
*Pidámosle al Señor que nos perdone por las veces en que no respetamos a nuestros hermanos en algo que les hayamos dicho o le hayamos hecho.
*Pidamos al Señor que nos ayude a ser más sensibles a las necesidades y las heridas de nuestros hermanos.
*Tomemos un momento para orar por aquellos a los cuales se les hace difícil amar. Pidamos a Dios que nos dé gracia y fuerzas para honrarlos y amarlos como Él quiere que lo hagamos.
21 – EL RESPETO DE LA PROPIEDAD AJENA
Leer Éxodo 22:1-15
En el capítulo anterior el Señor le hacía ver a Su pueblo cuáles eran las obligaciones que ellos tenían de respetar la vida y la propiedad de las demás personas. El capítulo 22 comienza enfocándose en el asunto que tenía que ver con el respeto a la propiedad de otra persona. Observemos cómo Dios ilustra estos requisitos. Cuando Jesús estuvo en la tierra Él hizo lo mismo. Él enseñó en parábolas para que la gente pudiera entender lo que estaba diciendo. La intención de Dios era que Sus leyes se pudieran entender con facilidad. Es por esa razón que al dársela a Moisés la ilustró con ejemplos prácticos.
Comenzamos con el ejemplo de un hombre que se roba un buey o una oveja, la mata y vende la carne. Al matar al animal no había manera de que se le pudiera identificar. Esto quizás era un intento por parte del ladrón de ocultar lo que había hecho para que no lo descubrieran. Sin embargo, al ser descubierto, Dios demandaba que tuviera que pagar cinco bueyes por el que robó, o cuatro ovejas por cada oveja robada.
Si alguien era sorprendido entrando a una propiedad ajena con la intención de robar, y alguien lo golpeaba y como resultado de esto moría, la persona que defendía su propiedad no sería culpable, a menos que sucediera después del amanecer. En otras palabras, si mataban al ladrón siendo de día, el que lo mataba sería culpable por su muerte. Sin embargo, si fuera de noche cuando esto sucediera, el que defendía su propiedad no sería culpable. Aunque esto pudiera parecer extraño, había una razón importante para ello.
La mayoría de los ladrones roban por la noche cuando no se les puede identificar. Ellos también acuden a la violencia con tal de que no se les identifique, lo cual hace que la vida de los dueños de la casa peligre. Si en la lucha por defender la propiedad mataban al ladrón, el dueño no era responsable porque no sabía la identidad del ladrón. Sin embargo, si el dueño descubría al ladrón a la luz del día, él podría identificarlo. En este caso lo que tenía que hacer era llevarlo a juicio para que lo castigaran por ese delito. Así el ladrón tendría un juicio justo. Si aquel dueño de la propiedad podía identificar al ladrón y aun así lo mataba, él era culpable de homicidio.
Cuando se descubría al ladrón y era llevado a juicio, éste tenía que pagar todo lo que había robado. Si no tenía con qué pagar, entonces tenía que ser vendido para pagar por su robo. En otras palabras, tendría que trabajar hasta que le pagara todo a quien le robó.
En caso de que el ladrón se llevara vivo un animal y fuere descubierto en su posesión, tenía que pagar el doble por lo que había tomado, dos ovejas por cada una que hubiera robado, dos asnos por cada asno robado. Es importante notar la diferencia entre el hombre que mató el animal robado para venderlo en el versículo 1 y esta ley en el versículo 3. El que mataba un animal para venderlo tenía que restituirlo cinco veces. Sin embargo, en este caso, debido a que el animal todavía seguía vivo, el castigo era solo que tenía que pagar el doble. Una vez más el motivo o la intención es la que se tiene en cuenta. El primer ladrón estaba esforzándose específicamente para ocultar su obra, y era muy probable que estuviera tratando de sacarle beneficio a eso.
Los versículos del 5 al 6 nos muestran que debemos hacernos responsables de nuestras acciones. En el versículo 5 tenemos el ejemplo del ganado que va a pastar al campo y se pasa para la propiedad de otra persona y allí se alimenta de lo que hay en ese campo y de su viña. La ley establecía que el dueño del ganado era culpable de robo. Tenía que pagarle al dueño de la propiedad lo que el ganado se había comido.
Lo mismo sucedía si alguien encendía un fuego y este se descontrolaba y se pasaba al campo de otra persona. Aquel que había comenzado el fuego tenía que pagarle los daños al dueño del campo afectado. Observemos que la persona que comenzaba el fuego no tenía ninguna mala intención de su parte. Aunque el fuego se había descontrolado, él era responsable por sus acciones. Esta ley le enseñaba al pueblo de Dios que tenían que tener presentes las implicaciones de cada cosa que hacían.
En el versículo 7 se nos da la ilustración de un hombre que está cuidando los bienes de su vecino. Si alguien robaba estos bienes mientras él los cuidaba, y atrapaban al ladrón, éste tenía que pagar el doble de lo robado. Si, por otra parte, no atrapaban al ladrón, el dueño de la casa en donde se guardaban los bienes de su vecino, tenía que comparecer ante los jueces de Israel (v. 8). Éstos tratarían de ver si el que cuidaba los bienes se había apropiado de ellos y examinarían además por qué decía él que era un robo. Había que averiguar bien si el que cuidaba las pertenencias de su prójimo era libre de cualquier sospecha o duda. De este juicio dependería mucho que la relación entre ambos hombres siguiera su curso.
El respeto a la propiedad ajena se extendía incluso a los objetos perdidos. El versículo nos habla de un caso en el que alguien encuentra algo que le pertenece a su prójimo. En este caso, cuando el objeto era encontrado, ambas partes decían que el objeto les pertenecía. Este caso tenía que ir ante los jueces de Israel quienes determinarían quién era el verdadero dueño. La persona que encontrara algo que perteneciera a su prójimo y no se lo devolvía, tenía que pagarlo el doble; por ejemplo, dos bueyes por cada buey encontrado, dos vestidos por cada vestido encontrado. Observemos que, en este caso, la intención del que se encontraba el objeto no era la de devolverlo a su dueño legítimo sino de quedarse con él. Este caso era muy diferente a aquel en el cual alguien encontraba un animal y sin saber quién era su dueño lo guardaba hasta que éste apareciera.
Observemos en el versículo 10 que, si cuando el animal estuviere bajo el cuidado de otra persona, alguien se lo robaba, lo herían o se moría sin que nadie estuviera mirando, aquel que cuidaba el animal tenía que hacer juramento ante el Señor de que no había sido él (v. 11). El dueño debía aceptar eso y no se le imponía castigo alguno.
Sin embargo, si se estimaba que él sí había lastimado o robado el animal intencionalmente, tenía que pagar por esto. En caso de que el animal bajo su cuidado hubiera sido atacado por alguna fiera, él debía llevar los restos del animal como evidencia de lo que había pasado, y así no tendría que pagar.
Veamos la frase del versículo 10 “sin que nadie lo vea” (NVI). Eso es significativo y nos muestra que lo sucedido fue un accidente y no algo hecho intencionalmente. Si el animal fuera herido o robado ante la vista del que lo cuidaba, el asunto sería juzgado de otra manera. En este caso, el cuidador sería culpable debido a que no hizo nada al respecto.
Aunque el dueño del animal esperaba que su prójimo hiciera todo lo posible para proteger lo que le habían dado a cuidar, había algunas cosas que estaban fuera de su control. Lo que le había sucedido al animal mientras estaba bajo el cuidado de su prójimo también podía haberle sucedido a él.
Veamos en el versículo 14 que había diferencia entre cuidar un animal y pedirlo prestado. Si alguien pedía un animal prestado y éste se lastimaba estando bajo su cuidado mientras el dueño no estaba presente, tenía que pagar por los daños. Si el dueño estaba presente, él era responsable por su propio animal, y el que lo había pedido prestado no tenía que pagar. Si el que lo había pedido prestado le pagaba al dueño por usar el animal y éste se lastimaba, entonces el dinero pagado era suficiente para cubrir cualquier gasto en el que incurriera el dueño del animal (v. 15).
Estas leyes nos muestran la manera en que debemos comportarnos y cuidar lo que le pertenece a los demás. Los que tomaban lo ajeno tenían que pagarlo el doble y en ocasiones hasta cinco veces el valor de lo que tomaron. Quienes dañaban la propiedad ajena tenían que reponerlo con sus propios recursos. Había que prestar mucho cuidado de que se le devolviera lo perdido al que realmente le pertenecía. Cualquier duda en cuanto a asuntos de propiedad tenía que ser resuelta por un juez imparcial quien tomaría la decisión en nombre de las partes involucradas.
En este pasaje Dios nos recuerda que si queremos tener una sociedad saludable, necesitamos respetar la propiedad ajena. Esto es una piedra angular para el buen desarrollo de una sociedad sana.
Para Meditar:
*¿Qué aprendemos en esta sección acerca de la necesidad de respetar la propiedad ajena? ¿Por qué no respetar lo que es ajeno dificulta que tengamos una sociedad y relaciones sanas?
*¿Qué aprendemos en este pasaje acerca de la importancia de la intención? ¿Cómo la intención de la persona cambia la manera de ver lo que ha hecho?
*Dios nos muestra claramente en este pasaje que el pueblo no debe tomar la justicia por sus propias manos. El juicio debía emitirse por jueces imparciales. ¿Por qué era esto importante y de qué manera protegía de ser juzgados excesivamente a quienes habían errado?
*Dios espera que asumamos completa responsabilidad por los daños hechos a la propiedad ajena. ¿Alguna vez hemos sido culpables de aprovecharnos de nuestros hermanos y sus propiedades?
*¿Puede causar divisiones entre hermanos dañar la propiedad de alguno? La ley de Dios proveía que estas divisiones se restauraran. ¿De qué manera podemos restaurar cualquier división que exista a causa del daño que hayamos hecho a la propiedad de nuestro prójimo?
Para Orar:
*Pidamos al Señor que nos dé mayor respeto por lo que pertenece a nuestro prójimo.
*Pidamos a Dios que nos dé la gracia para aceptar cualquier pérdida que podamos haber tenido a causa del descuido de otra persona. Pidamos a Dios que nos ayude a perdonar a quienes hayan causado esas pérdidas.
*Si hemos sido responsables por el daño o la pérdida de la propiedad de nuestro prójimo, pidamos al Señor que nos muestre qué podemos hacer para restaurar lo perdido de manera tal que no exista nada entre nosotros y nuestro prójimo que nos cause división.
22 – OBLIGACIONES MORALES Y ESPIRITUALES
Leer Éxodo 22:16-31
Dios enseñaba a Su pueblo mientras vagaban por el desierto. Algunas de las cosas que Dios les enseñaba venían por medio de las circunstancias que enfrentaban. En estas circunstancias Dios se mostraba como su proveedor y su protector. Otras lecciones venían por medio de la ley dada a Moisés. Dios revelaba por medio de estas leyes Su carácter y lo que quería que ellos hicieran, y de esta manera le demostraba a Su pueblo cómo quería Él que vivieran.
En las últimas dos reflexiones hemos visto cómo Dios le exigía a Su pueblo que respetaran la vida y la propiedad ajena. En la última sección de Éxodo 22, Dios enseña a Su pueblo acerca de sus responsabilidades sociales y espirituales.
OBLIGACIONES SOCIALES
Las relaciones sexuales
El versículo 16 comienza con palabras concernientes al carácter moral del pueblo de Dios. Dios quería un pueblo que caminara según los planes que Él tenía para sus vidas. En las Escrituras queda evidente que las relaciones sexuales tenían que quedar reservadas para el matrimonio. En el versículo 16 tenemos el ejemplo de un hombre que seduce a una muchacha virgen que no estaba comprometida para casarse, y duerme con ella. En este caso, además de tomarla como esposa, el hombre tenía que pagar el precio de la dote que el padre pedía. Sin embargo, si el padre se rehusaba a darle su hija, el hombre tenía que pagar el doble del precio.
Observemos que la doncella que fue seducida no estaba comprometida para casarse. Esto quería decir que estaba libre para casarse con el hombre que la había seducido si el padre lo permitía. Si la muchacha hubiera estado comprometida para casarse, entonces se aplicarían normalmente las leyes en cuanto al adulterio.
Al darle al padre la decisión final en este asunto, la mujer estaba siendo protegida de tener que casarse con un mal hombre. Solo pudiéramos imaginar si estas leyes no estuviesen en su lugar. Imaginemos el caso de una joven violada por un hombre al cual ella no le importara nada. En este caso el padre podía discernir si el hombre era adecuado para casarse con su hija y de proveerle una buena vida. Si la mujer quedaba embarazada como resultado de este acto, y el hombre era un hombre que valía la pena, el padre podía asegurar que el hijo de su hija tuviera un padre que se ocupara del niño y lo cuidara.
El versículo 19 deja bien claro que las relaciones sexuales entre personas y animales quedaban absolutamente prohibidas. Cualquiera que practicara una actividad de este tipo tenía que ser castigado con la muerte. Las religiones de aquellos tiempos estaban llenas de dioses que eran mitad hombre mitad animal, y ese tipo de prácticas eran llevadas a cabo en culturas paganas. Dios quería que Su pueblo estuviera separado de esas culturas y fuera diferente de ellas. Parte de esa separación era para que vivieran vidas morales puras, a tono con los propósitos de Dios.
Obligaciones para con los extranjeros, las viudas y los huérfanos
En los versículos del 21 al 27 Dios le habla a Su pueblo acerca de las relaciones de ellos con extranjeros, las viudas, los huérfanos y los necesitados que estuviesen en medio de ellos. En el versículo 21 les recuerda que ellos también fueron extranjeros en la tierra de Egipto, y que por lo tanto sabían lo que significaba ser extranjero en tierra ajena. El pueblo de Dios no debía maltratar a los extranjeros que estuvieran entre ellos. Acerca de esta ley debemos mencionar algunos detalles.
Observemos específicamente que el Señor ordenó a Su pueblo a que no oprimieran a los extranjeros. En otras palabras, ellos no debían despreciar o maltratar a alguien de otra religión o cultura. El extranjero tenía que ser respetado y tratado dignamente.
Aunque se debía tratar con respeto y dignidad a los extranjeros, estaba claro que el pueblo de Dios no podía andar en los caminos de ellos. En varias ocasiones Dios le ordenó al pueblo a separarse de las otras naciones. Los israelitas no debían dar sus hijas en casamiento a los extranjeros para que no se apartaran del Señor su Dios y no siguieran los dioses de otras naciones.
La división entre separación y respeto no siempre es fácil de mantener. Debemos aprender a tratar a los no creyentes con dignidad y respeto sin tener que seguir sus caminos ni llegar a ser como ellos.
La ley protegía a los extranjeros que vivían en la tierra de Israel. Recordemos que Dios tenía un propósito para todo el mundo. Parte de ese propósito era levantar a un pueblo que fuese una luz para las naciones. Por medio de la nación de Israel Dios alcanzaría a todo el mundo con la esperanza de la salvación. Por ahora, parte del cumplimiento de ese propósito era enseñarle al pueblo que respetara y tratara con dignidad a quienes fueran de diferente nacionalidad.
Los extranjeros no eran los únicos que necesitaban especial atención en su sociedad. Entre ellos también estaban las viudas y los huérfanos. La ley de Dios también exigía que se respetaran a esos huérfanos y viudas. Observemos en el versículo 23 que éstos tenían un lugar especial en el corazón de Dios. El versículo nos dice que si estas viudas y estos huérfanos clamaban a Dios porque alguien se estaba aprovechando de ellos, Él oiría su clamor y Su ira sería contra sus opresores. Dios mataría a sus opresores con espada para que sus esposas quedaran viudas y sus hijos huérfanos.
En el versículo 25 también hay disposiciones para los pobres y los más necesitados. En ocasiones estas personas necesitaban pedir dinero prestado para pagar sus cuentas. La ley de Dios declaraba que si un israelita prestaba dinero a una persona necesitada, él no debía cobrar ningún interés por ese dinero. Si se tomaba por prenda el manto (LBLA) o abrigo (NTV) de alguien por alguna promesa que se hubiere hecho, había que devolver el manto antes de que cayera la noche, porque esto pudiera ser lo único que esa persona tuviera para guardarse del frío. Por medio de esta ley Dios enseñaba la importancia de la compasión, y le advertía a Su pueblo que si el necesitado clamaba a Él por estar siendo oprimido, Él escucharía su oración.
OBLIGACIONES ESPIRITUALES
La segunda obligación del pueblo de Dios era con respecto a Él, su Dios. Ellos tenían que comprometerse a seguirlo a Él y a nadie más. Había que quitar todo tipo de adoración pagana de su tierra para que en todo lo que se hiciera se adorara solamente a Dios.
La hechicería
En el versículo 18 Dios le dijo a Su pueblo que no permitieran hechiceras en medio de ellos. La Traducción en Lenguaje Actual dice “todo el que practique la brujería”. Es decir, eso incluye a la persona (hombre o mujer) que practicara la magia negra o consultara demonios. Esta práctica de la brujería era algo tan malo ante los ojos de Dios que Él le ordenó a Su pueblo que mataran a cualquiera que incurriere en estas prácticas.
Lo que necesitamos entender es que a Dios le interesaba el bienestar de Su pueblo. Satanás y sus demonios están en contra de Dios y Sus caminos. Todos los que están atrapados en la brujería invocan el poder de Satanás y sus demonios para que vengan en su ayuda. Satanás es un mentiroso y engañador y quiere destruir todo lo que es bueno y justo. Todos los que estuvieran involucrados en la hechicería y la brujería solo conducirían al pueblo de Dios hacia el error, arrastrándolos hacia la destrucción. Aquí a Dios no solo le interesa Su gloria sino el bien para Su pueblo.
Los sacrificios a otros dioses
Muy vinculado a esto anterior tenemos el mandamiento que se da en el versículo 20. A cualquiera que sacrificara a otro dios tenía que ser destruido. Esta ley parece un poco dura, pero hay que recordar que Dios quería lo mejor para Su pueblo. ¿A qué hombre casado le gustaría compartir su esposa con otro hombre? Dios quería a Su pueblo para Sí. Él no los iba a compartir con nadie más. Estos dioses extranjeros desviarían a Su pueblo y lo alejarían de experimentar la plenitud del maravilloso amor de Dios y Su propósito. Su amor por Su pueblo era tal que Él no iba a dejar que eso sucediera. Él quería su total y completa atención.
El respeto por Dios y Sus siervos
Dios no solamente le exigía a Su pueblo que quitaran de su tierra a todo aquel que practicara la brujería o adorara a otros dioses, sino que también les exigía que lo respetaran a Él en lo que decían y hacían. Estaba prohibido blasfemar al Señor o maldecir a los gobernantes que Él pusiera sobre ellos (v. 28, NVI). Observemos la conexión que hay en el versículo 28 entre blasfemar y maldecir a los gobernantes. La blasfemia tiene que ver con hablar o actuar de una manera que muestre falta de respeto a Dios.
Vemos claramente en el versículo 28 que una de las maneras de mostrar falta de respeto a Dios era maldiciendo a los gobernantes que Él había puesto sobre ellos. Esto sucedía frecuentemente en Israel. Mientras el pueblo de Dios caminaba por el desierto, estaban constantemente protestando acerca de cómo Dios los estaba guiando o acerca de los líderes que les había puesto. De esa manera estaban blasfemando el nombre de Dios.
En vez de estar maldiciendo a Dios ellos tenían que aprender a confiar en Él y en Sus propósitos. Ellos tenían que reconocer que aun cuando las cosas no estaban saliendo como ellos querían o esperaban, Dios tenía el control y quería lo mejor para ellos. Lo opuesto a la blasfemia es la confianza, el respeto y la seguridad en Dios. Esto era algo que Él esperaba de Su pueblo. Ninguna relación puede florecer cuando hay falta de confianza, murmuración o quejas. Si el pueblo de Dios quería disfrutar de una relación plena y satisfactoria con Dios, tenía que aprender a confiar en Él y en Sus propósitos para sus vidas.
La generosidad
Si se quiere que una relación progrese, ambas partes necesitan aprender a dar. Quizás hayamos estado en relaciones donde solo una parte es la que da. Dios bendecía a Su pueblo de manera maravillosa, y Su deseo era derramar sobre ellos todas Sus bendiciones. Sin embargo, Él esperaba que ellos usaran todo lo que les daba para Su gloria. En el versículo 29 Dios le ordenó a Su pueblo que no debían demorar sus ofrendas. Ellos tenían que aprender a ser recíprocos. Tenían que dar generosamente según habían recibido, devolviéndole a Dios del grano de sus cosechas y de los primogénitos de sus hijos, su ganado y sus ovejas. Dios exhortaba a Su pueblo a que dieran generosamente. Esto no era tan solo para satisfacer las necesidades de otras personas en la comunidad, sino como demostración de su amor por Él.
La santidad
Israel tenía que ser una nación santa. A menudo pensamos que la santidad es algo que pertenece al interior. Aunque esto es cierto, la santidad también se refleja en nuestras acciones y en nuestro comportamiento. La ley de Dios enseñaba que Su pueblo tenía que mantenerse santo al rehusarse a comer de un animal que hubiese sido destrozado por una bestia salvaje (v. 31). Esto nos enseña que el pueblo de Dios tenía que mantenerse físicamente limpio y puro por amor y respeto a Él.
En esta sección de las Escrituras, Dios muestra Su preocupación por Su pueblo. Aquí les enseña cómo debían vivir en comunidad y en relación con Él. Como creyentes, también debemos preocuparnos, no solo por nuestra relación con Dios, sino también por nuestra relación con las demás personas que nos rodean.
Para Meditar:
*En este capítulo vimos cómo Dios le enseñaba a Su pueblo por medio de la ley y las circunstancias que tenían que enfrentar diariamente. ¿Qué nos ha enseñado Dios por medio de Su Palabra? ¿Qué lecciones nos ha estado enseñando por medio de las experiencias que hemos tenido en nuestras vidas?
*¿Qué nos enseña este capítulo en cuanto a nuestra obligación para con los necesitados? ¿Quiénes son los necesitados de nuestra comunidad?
*En este capítulo Dios le enseña a Su pueblo que tenían que respetar a los extranjeros. También leemos en varios lugares que ellos tenían que alejarse de la forma de vida de los extranjeros. ¿Cómo encontramos el equilibrio entre respetar a un no creyente y no quedarnos atrapados en sus caminos?
*¿Por qué murmurar y quejarse acerca de los propósitos de Dios dificulta nuestra relación con Él?
*¿Por qué es importante invertir en nuestra relación con Dios y con quienes nos rodean? ¿De qué manera cultiva nuestras relaciones que invirtamos de nosotros mismos y de nuestros recursos? ¿Hemos estado invirtiendo en nuestra relación con Dios y con los demás?
*¿Qué nos enseña este pasaje acerca de la necesidad de conservarnos puros si queremos crecer en intimidad con Dios?
Para Orar:
*Demos gracias al Señor por las lecciones que nos ha estado enseñando recientemente.
*Oremos para que Dios nos muestre las necesidades que hay en nuestra comunidad, y si hay algo que podamos hacer respecto a esas necesidades.
*Pidamos a Dios que nos ayude a ser más puros delante de Él. Pidamos que nos ayude a encontrar el equilibrio entre respetar a aquellos con quienes trabajamos y no quedar atrapados en sus caminos.
*Pidamos a Dios que nos muestre cómo podemos invertir más en nuestra relación con Él y con aquellas personas que nos rodean.
*Demos gracias al Señor por querer en verdad tener una relación más profunda con nosotros.
23 – JUSTICIA, VERDAD E IMPARCIALIDAD
Leer Éxodo 23:1-9
Al principio del capítulo 23 Dios le habla a Su pueblo acerca de la obligación de ellos para con sus conciudadanos. En el versículo 1 Él los desafía a no esparcir los rumores falsos y a no apoyar a los hombres malvados siendo testigos falsos. Esta falsedad es sinónimo de crueldad, maldad y odio. Este tipo de testigo esparce historias con la intención de dañar la reputación de otra persona. A la persona que hace este tipo de cosas no le importa saber si esas historias son ciertas o falsas. Quizás la persona de la cual están hablando mal le está impidiendo lograr algo personal, o quizás quieran vengarse de ella por alguna razón, o tal vez se haga por causa de celos. Cualquiera que fuera la razón, esos falsos rumores son dañinos y afectan a los individuos involucrados.
Proverbios 18:21 nos dice que la lengua tiene el poder de la vida y la muerte.
La muerte y la vida están en poder de la lengua, y el que la ama comerá de sus frutos.
Nuestras palabras pueden causar mucho daño. En el versículo 1, el mandamiento trata acerca de esparcir rumores falsos. Se trata de rumores que no son ciertos o no están corroborados. ¿Cuántas veces hemos escuchado algo acerca de alguien y luego compartimos lo que oímos con un amigo o un ser querido sin habernos tomado el tiempo para verificar si tan siquiera lo que se dice es cierto? Este mandamiento nos advierte en contra de precipitarnos a compartir lo que hemos oído sin examinar completamente la situación.
Observemos también que en el versículo 1 se habla acerca de los que ayudan a los malvados sirviendo de testigos falsos. ¿Por qué alguien querría proteger a un hombre malvado? Quizás había razones para eso. Pudiera ser que el hombre malvado fuera su amigo y el testigo no quería verlo castigado por su delito. Entonces para proteger a su amigo el testigo les mentía a los jueces.
Otra causa para proteger a un hombre malvado pudiera haber sido por temor. Quizás el testigo temía lo que pudiera suceder si él decía la verdad. ¿Qué dirían los amigos del culpable si por él castigaran a su amigo? Quizás el testigo temía por su propia vida y la vida de su familia si llegaba a decir la verdad y el hombre malvado llegara a ser castigado por sus delitos.
El versículo 7 deja bien claro que el pueblo de Dios tenía que estar lejos de todo lo que fueran las falsas acusaciones. Ellos no podían hacer que una persona inocente muriera. Dios sabía quiénes eran los culpables y no iba a dejarlos sin castigo. Aunque ocultaran la verdad de otros seres humanos, nada podía esconderse de Dios. Tanto las personas culpables como los que los protegieron tendrían que enfrentar la ira de Dios por sus hechos.
El pueblo de Dios tenía que ser un pueblo de integridad, que apoyar la verdad y lo que agradaba a Dios. No debían proteger a los impíos, y su amor por la santidad y la justicia tenía que ser mayor que el amor por su propia vida.
En el versículo 2 vemos que otra razón por la cual alguien podía dar falso testimonio era a causa de la presión de la gente. En ocasiones nos da miedo defender solos la verdad. A veces nos preguntamos qué diferencia podría marcar si defendemos la verdad nosotros solos. En el versículo 2 Dios manda a Su pueblo a no dejarse influenciar por la opinión malvada de la mayoría. Ellos no debían pervertir “la justicia tomando partido con la mayoría” (NVI). En otras palabras, ellos tenían que estar dispuestos a ser diferentes. Tenían que hacer lo correcto incluso si todo el mundo estuviera en su contra. Su temor a Dios tenía que ser más fuerte que su temor a la gente.
El mostrar favoritismo era otra manera en que las personas podían pervertir la justicia. El versículo 3 habla acerca del asunto de mostrar demasiada compasión por el pobre que había hecho algo malo. Imaginemos una persona pobre que robara para poder alimentar su familia. Era posible que algún juez lo perdonara debido a sus circunstancias. Sin embargo, al hacer esto, el juez estaba permitiendo que este hombre cometiera un delito contra su conciudadano sin tener que pagar por sus hechos. La ley de Dios era para cada israelita. Los pobres no debían ser eximidos; ellos también tendrían que pagar por sus delitos.
Aunque alguien pudiera eximir a los pobres por sus delitos, había otros que les negaban la justicia (v. 6). Estas personas no veían que los pobres merecieran justicia. Ellos los rechazaban y les negaban los derechos que tenían otras personas con más dinero e influencia. La ley de Dios protegía los derechos que tenían los pobres de que se le hiciera un juicio justo. A nadie se le podía negar la justicia tan solo por ser pobre o necesitado. Dios esperaba que Su pueblo tratara a todos con la dignidad y el respeto que se merecían. Dios no tenía en cuenta lo exterior. Él no juzgaba a una persona por el tipo de casa que tuviera, más bien lo que él miraba era el corazón y valoraba a cada uno por igual. El pueblo de Dios tenía que respetar a todo ser humano. Cada persona en la sociedad, sin importar cuánto dinero o influencia tuviera, tenía que ser tratada con la misma dignidad y respeto.
Otra de las tentaciones en la que podía caer Israel era en la del soborno. Pagar con dinero u otros beneficios para que se mintiera era un delito grave ante los ojos de Dios. Quienes aceptaban sobornos estaban dispuestos a darle la espalda a Dios por dinero o cualquier otro beneficio terrenal. Dios esperaba que Su pueblo rechazara cualquier cosa que pervirtiera la verdad. Ellos debían valorar la verdad y la justicia a tal punto que ninguna recompensa terrenal pudiera desvirtuarlos de la verdad o hacer que la torciera, o que de algún modo pudiera pervertir la justicia.
Teniendo en cuenta estas leyes relacionadas con la justicia y la verdad, Dios continúa hablando en los versículos del 4 al 5 acerca del respeto por la propiedad del prójimo. En capítulos anteriores de este libro examinamos las leyes de Dios contra el robo y el daño a la propiedad ajena. Sin embargo, estos versículos van más allá para referirse a lo que debía suceder en caso de que alguien se encontrara extraviado ya sea el buey o el asno de su enemigo. Percatémonos que estos versículos se refieren al enemigo.
Si alguien del pueblo de Dios se encontraba perdido un buey o un asno perteneciente a su enemigo, ellos tenían que devolvérselo a su dueño. Aquí no hay favoritismo para nadie. Ellos no debían tratar al buey o al asno de su amigo mejor que al del enemigo. Tenían que dejar a un lado los sentimientos personales y hacer lo que era correcto.
El versículo 5 continúa dando otra ilustración acerca del asno perteneciente a un enemigo. Dicho asno había caído debajo de la pesada carga que llevaba. Dios le dice aquí a Su pueblo que cuando vieran esto no debían pasar de largo. Sino que debían ayudar al asno a ponerse de pie o incluso hasta aliviar el peso del burro tomando ellos parte de la carga.
Lo que vemos aquí es que el pueblo de Dios no debía dejar que los sentimientos personales o lo que hubiera sucedido en el pasado se interpusiera en el camino de hacer lo correcto. En otras palabras, debían tratar a sus enemigos como si fuesen sus amigos más queridos. Ellos no debían negarle la ayuda a nadie simplemente porque esa persona le cayera mal.
En el versículo 9 leemos respecto a los extranjeros. Este era otro grupo a los cuales fácilmente se les podía ignorar y negárseles la justicia. Estos extranjeros no seguían los caminos de Dios. Posiblemente se vistieran diferente o tuviesen otras costumbres. Sin embargo, Dios le recuerda a Su pueblo que ellos también fueron extranjeros cuando estaban en Egipto. Ellos sabían lo que era estar oprimidos y ser maltratados. Por lo tanto, no debían maltratar a ningún extranjero que estuviese en su tierra. Ellos tenían que tratarlos con respeto y dignidad sin importar que no fueran como ellos.
Lo que nos deja claro estos versículos es que el pueblo de Dios tenía que ser un pueblo de integridad que defendiera la justicia. Ellos no podían mostrar favoritismo alguno ni dejar de hacer lo correcto por tal de agradar a la opinión pública, por sobornos o sentimientos personales. Ellos tenían que defender la verdad a toda costa.
Para Meditar:
*¿Qué aprendemos en este pasaje acerca de la importancia de las palabras que hablamos? ¿Cuánto daño pueden hacer las palabras que usamos?
*¿Qué nos dice este pasaje acerca de esparcir rumores sin verificar la verdad de esas historias? ¿Hemos sido culpables alguna vez de esto?
*¿Cuán importante es la justicia en este pasaje? ¿Qué precio tenía que estar dispuesto a pagar el pueblo de Dios para que se hiciera justicia en su sociedad? ¿Qué precio estamos dispuestos a pagar?
*¿Qué es el favoritismo? ¿Hay personas que favorezcamos más que a otras? ¿Hay personas en nuestras sociedades a las cuales se les niegue la justicia debido a su raza o posición social?
*¿Qué nos enseña este pasaje acerca de la práctica del soborno? ¿Por qué el soborno pervierte la justicia?
*¿Cómo debemos tratar a nuestros enemigos? ¿Qué nos enseña este pasaje acerca de dejar a un lado nuestros sentimientos personales a la hora de hacer el bien?
Para Orar:
*Pidamos al Señor que nos ayude a cuidar de nuestra lengua para que no llegue a dañar a quienes nos rodean.
*Pidamos a Dios que nos perdone por las veces que hemos esparcido rumores de otra persona que no han sido verificados.
*Pidamos a Dios que nos ayude a no mostrar favoritismo. Pidamos perdón al Señor por las veces que hemos tratado a las personas con menos respeto del que se merecen.
*¿Hay personas que nos odian o nos hacen la vida difícil? Pidamos al Señor que nos ayude a poner a un lado nuestros sentimientos para poder ministrarles cuando llegue el tiempo en que lo necesiten.
*Pidamos a Dios que nos dé más valor para poder defender lo que es justo y correcto. Pidámosle que nos ayude a ver las cosas más desde Su perspectiva.
24 – LAS OFRENDAS Y LOS DÍAS ESPECIALES
Leer Éxodo 23:10-33
El deseo de Dios era que Su pueblo fuera agradecido y recordara Su bondad para con ellos. Por eso, Dios estipuló que se consagraran ciertos días para la reflexión y la gratitud.
La Ley del Reposo
Observemos que la ley del reposo permitía que los campos fueran cosechados por seis años, pero el séptimo había que dejarlos descansar del arado y la siembra. En ese séptimo año, los pobres del lugar, así como los animales salvajes, podían tomar lo que necesitaran de esos campos, viñedos y olivares. Los especialistas en agricultura nos dicen que dejar de trabajar la tierra cada siete años le daba descanso y permitía que ésta pudiera recobrar sus nutrientes y así mantener su productividad.
El séptimo día también había que tenerlo como un día santo. El pueblo de Dios no podía trabajar en ese día, pues era de descanso para el buey, el asno y los esclavos, para que todos éstos pudieran recobrar fuerzas (v. 12).
Dios nos creó con la necesidad de descansar y de recobrar fuerzas. Este principio del reposo es muy importante. En nuestro tiempo hemos elevado el trabajo y el servicio a un punto en donde ignoramos el principio del reposo. Dios creó el mundo en seis días y apartó el séptimo para reposar. Él hizo esto para dejarnos un ejemplo a seguir. Cada semana necesitamos un día para meditar y para renovar nuestros cuerpo, mente y espíritu. De hecho, esto era de tanta importancia para Dios que Él exigía el castigo más severo para cualquiera que decidiera ignorar esta ley.
Para que el pueblo de Dios dejara de descansar la tierra por un año y dejara de trabajar un día de la semana tenía que aprender a confiar en el Señor. ¡Cuán fácil resulta pensar que, cuando nuestro trabajo se acumula, necesitamos seguir trabajando sin tomar el descanso necesario o hacer uso del tiempo para meditar en el Señor! Reposar ese día demandaba que los israelitas confiaran en Dios para la obra que estaba por hacer. Imaginemos cómo sería para ellos no sembrar los campos por todo un año. Esto era todo un ejercicio de fe. Cada siete años Dios le estaba pidiendo a Su pueblo que confiara en la provisión que Él les daría, tal y como lo hizo en el desierto.
Observemos la conexión que había en el versículo 13 entre la ley del reposo y recordar que solo Dios era su Dios. El pueblo de Dios no podía invocar a ningún otro Dios, ni dejar que los nombres de otros dioses salieran de sus labios. No se podía ni siquiera pensar en ellos. El hecho de que este mandamiento viniera en conexión con el día y el año de reposo nos muestra que la ley del reposo fue dada para ayudar al pueblo de Dios a recordarlo a Él y a confiar solo en Él como su Dios y proveedor. Solo Él era digno de sus alabanzas. Solo Él podía proveerles todo lo que necesitaban.
FESTIVALES ANUALES
En el versículo 14 Dios le ordenó a Su pueblo que apartara tres ocasiones al año para que le recordaran y celebraran Su bondad. Más adelante Él explica los requisitos para estas tres celebraciones, pero ahora tan solo lo que hace es presentárselas a Su pueblo.
La Fiesta de los Panes sin Levadura
La primera de estas tres celebraciones es la Fiesta de los Panes sin Levadura. Esto era un tiempo para recordar cómo Dios los libertó de Egipto. En ese día ellos tuvieron que salir tan de prisa que no les dio tiempo esperar que sus panes crecieran con la levadura. Una descripción más amplia de esta celebración la encontramos en Éxodo 12:17-20. Esta celebración tomaría 7 días del mes de Abib (esto serían entre mediados de marzo a abril). Fue durante ese tiempo que el pueblo de Dios salió de Egipto. Dios esperaba que cada persona en Israel trajera delante de Él una ofrenda de acción de gracias. Nadie debía venir delante de Dios con manos vacías. Dios esperaba que Su pueblo demostrara su gratitud, no solamente en sus corazones sino también de manera práctica por medio de sus regalos y ofrendas.
La Fiesta de la Siega (Pentecostés)
La segunda celebración era la Fiesta de la Siega o Pentecostés. Esta se celebraba durante el tiempo en que los cultivos comenzaban a estar listos para la cosecha. En esta ocasión Israel debía traerle a Dios los primeros frutos de la cosecha que habían sembrado como una ofrenda de acción de gracias. Al traerle a Él lo primero de sus cosechas, Israel reconocía que era Dios quien se las había dado y quien aseguraría que llegaran a ser cosechadas en su totalidad.
La Fiesta de la Cosecha
La tercera celebración se llamaba la Fiesta de la Cosecha (v. 16). Ésta tenía lugar cuando la cosecha había sido ya traída de los campos. Esta fiesta celebraba la bondad de Dios al haberles dado una abundante cosecha. En aquellos días el pueblo de Dios le traería sus ofrendas de acción de gracias al Señor.
Estos tres festivales estaban diseñados para que el pueblo de Dios recordara la bondad del Señor para con ellos. El versículo 17 deja claro que todos los hombres de Israel debían estar presentes durante la celebración de estas importantes festividades. Al estar presentes, recordarían que la buena cosecha no fue producto de su labor si no de la provisión de Dios.
Ninguna de las ofrendas que se trajera a estas fiestas (o cualquier otra ofrenda que se trajera durante el año) podía contener levadura (v. 18). El apóstol Pablo al escribir en 1 Corintios 5:8 explica el significado espiritual de la levadura.
Así que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad.
La levadura representaba el pecado y la maldad. Al quitar la levadura de todos sus sacrificios, Israel reconocía que la ofrenda que se le hacía a Dios tenía que ser pura y libre de pecado.
Había otro requisito que Dios pedía para Sus ofrendas. La grasa de las ofrendas de estos festivales no podía guardarse hasta la mañana (v. 18). La grasa pronto se echaría a perder y atraería a todo tipo de insectos inmundos. Era inconcebible que una ofrenda para Dios tuviera infestada y cundida de insectos inmundos. Toda la grasa debía ser quemada como ofrenda a Dios.
Observemos en el versículo 19 cómo Dios prohibía la cocción de un cabrito en la leche de su madre. Parece que esta era una práctica bastante común en las naciones paganas de la época. Lo que hacían era hervir al cabrito en la leche de su madre y rociar el agua sobre los huertos para garantizar así una abundante cosecha. Quienes practicaban esto confiaban en la magia y en la superstición para obtener una buena cosecha. Dios sabía que Su pueblo estaba bien familiarizado con esta práctica y que estaría tentado a seguirla. Por esta razón es que Él prohíbe esto en la tierra de Israel. El deseo de Dios era que Su pueblo lo tuviera en cuenta solo a Él a la hora de esperar una buena cosecha, y que reconociera que la cosecha abundante había sido gracias a Él.
No es difícil que nosotros también podamos caer en este tipo de prácticas. Es muy fácil comenzar a confiar en otro tipo de cosas para poder tener una buena cosecha en el ministerio. Somos culpables de esto cuando confiamos en nuestra educación, nuestros dones o en nuestros programas más que en Dios. Cualquier cosa que quite nuestro enfoque de Dios y de confiar en Él plenamente para tener una abundante cosecha espiritual, cae dentro de esta categoría y está prohibido por las Escrituras.
En los versículos que cierran este capítulo, Dios le recuerda a Su pueblo acerca de las bendiciones que hay para ellos si le siguen a Él y toman Su camino. En el versículo 20 les promete que enviaría un ángel delante de ellos para que los guardara en el camino y los llevara a la tierra que había prometido. Este versículo nos muestra una de las responsabilidades de los ángeles. Ellos tienen que ver con la protección del pueblo de Dios y con ayudarles a progresar en los propósitos de Dios. Josué y Moisés no estaban solos. Invisible a sus ojos estaba el ángel de Dios protegiendo y guardando al pueblo mientras viajaban.
Dios dejaba claro que Su pueblo debía escuchar y obedecer lo que el ángel les dijera. Ellos no debían rebelarse contra él porque el nombre de Dios estaba en él. En otras palabras, el ángel de Dios tenía la autoridad de Dios. No se dice de qué manera ellos escucharían a este ángel, pero sí sabemos con claridad que sería este ángel el que guiaría al pueblo a través del desierto. Quizás una forma de guiarlos sería con la columna de fuego y la nube que irían delante de ellos. Dios les advirtió que este ángel no les perdonaría sus rebeliones. Si miramos más adelante en la historia del pueblo de Israel vemos que en su viaje por el desierto muchos murieron a causa de la murmuración y por no querer seguir la dirección de Dios por medio de este ángel.
En el versículo 22 Dios le prometió a Su pueblo que si escuchaban la voz del ángel, entonces Él sería enemigo de sus enemigos. El ángel del Señor iría delante de ellos llevándolos por la tierra del amorreo, del heteo, del ferezeo, del cananeo, del heveo y del jebuseo. Ninguna de estas naciones podría prevalecer contra Israel. Dios las destruiría a todas ellas (v. 23).
Dios le ordena a Su pueblo en el versículo 24 que no se inclinaran ante los dioses de los pueblos que iban a conquistar ni que siguieran ninguna de sus prácticas. Ellos tenían que demoler las estatuas que esas naciones adoraban. Israel adoraría solamente al Señor su Dios (v. 25). Si ellos le eran fieles, Su bendición estaría sobre el agua y el alimento que consumieren. Él quitaría de ellos toda enfermedad, y ninguna mujer abortaría ni sería infértil en toda su nación. Ellos también vivirían vidas amplias y plenas (v. 26).
A medida que Israel caminara en obediencia y fidelidad a su Dios, sus enemigos le temerían. En el versículo 27 Dios les dice que enviaría terror delante de ellos para confundir a sus enemigos. Él quitaría a estos enemigos del camino de ellos. Observemos que el secreto del éxito de Israel no yacía en la superioridad, en fortaleza o sabiduría, sino en la obediencia al Señor.
Es importante que recordemos esto también en nuestros tiempos. Dios está buscando un pueblo que camine en obediencia a Él y a Su Palabra. Él se deleita en derramar Sus bendiciones sobre quienes caminan en fidelidad a Él. La bendición de Dios no vendría sobre ellos por su propio esfuerzo, sino por vivir en armonía con los propósitos de Dios y caminar en obediencia a Su Palabra. Más que nada se necesitan personas comprometidas a caminar en obediencia absoluta al Señor y a Su dirección. Para esto hace falta pasar tiempo con Él y tiempo en Su Palabra. Se requiere de disciplina y de morir a nosotros mismos y a nuestros planes. Sin embargo, las más ricas y abundantes bendiciones de Dios serán sobre aquellos que anden según los propósitos del Señor.
Observemos en el versículo 29 que Dios no eliminaría a todos los enemigos de ellos en un solo año. Sin embargo, les daría la victoria poco a poco. La razón de esto se da en estos versículos. Dios le dice a Su pueblo que si Él eliminaba a sus enemigos por completo, entonces la tierra quedaría desolada y los animales salvajes la invadirían. En cambio, Dios quiso darle a Su pueblo solamente la tierra que ellos podrían cuidar por sí mismos. Mientras crecieran en número, echaría más enemigos y les daría más tierra.
Dios no me ha dado todavía victoria en mi vida sobre cada fortaleza. Sin embargo, veo que a medida que voy creciendo en Él, me muestra más áreas que Él quiere conquistar. Con el pasar de los años he visto al Señor obrar de maneras maravillosas, dándome más y más victorias sobre mi vida. Él se ha encargado de lidiar con ciertos hábitos y actitudes. Me ha ido mostrando los obstáculos que dificultan mi relación con Él. La batalla para vencer y caminar en victoria no siempre ha sido fácil. En muchas ocasiones el viaje ha sido muy solitario. En otras ocasiones ha habido mucho sufrimiento en mi vida. Sin embargo, de una cosa estoy seguro, yo no hubiese podido lidiar con todas esas cosas a la vez. Era necesario que madurara antes que estuviese listo y dispuesto a lidiar con otros aspectos de mi vida que Dios quería tratar. Sé que hay mucho más que Dios quiere hacer en mi vida. Poco a poco Él ha ido cambiándome y moldeándome a Su imagen. Nadie llega a la madurez espiritual en tan solo un instante. La madurez es tan solo un proceso que dura toda la vida mientras Dios obra en nosotros para moldearnos conforme a Su carácter. Esto era lo que Dios estaba haciendo con Su pueblo mientras atravesaban el desierto.
Dios tenía un plan para Su pueblo. Él les dijo que les daría la tierra desde el Mar Rojo hasta el mar de los filisteos, y desde el desierto hasta el río Éufrates. Él les entregaría en sus manos a los pueblos que habitaban aquella tierra. Sin embargo, cuando entraren, no debían dejarse influenciar por las naciones que habitaban aquel lugar. No debían adorar sus dioses ni seguir los caminos de ellos. Ellos debían mantener la tierra que Dios les daba libre de pecado y prácticas paganas. Esto es lo que Dios espera de parte de nosotros también para este tiempo.
Para Meditar:
*¿Qué aprendemos en este pasaje acerca de la importancia del reposo? ¿Tomamos regularmente tiempos de reposo para reflexionar y renovar nuestro cuerpo, mente y alma?
*¿Qué tipo de dioses tenemos en nuestros tiempos?
*Los festivales y los días especiales del Antiguo Testamento celebraban la bondad de Dios. ¿De qué manera celebramos y recordamos la bondad de Dios en nuestros días?
*La ley del Antiguo Testamento prohibía que se cocinara un cabrito en la leche de su propia madre. Eso era una práctica supersticiosa que tenía lugar entre los paganos de aquella época. Dios no quería que Su pueblo practicara esto porque desvirtuaba la atención que ellos debían dar a Dios como su proveedor. ¿En qué tipo de cosas podemos poner hoy nuestra confianza que hacen que quitemos la vista de nuestro Dios como nuestra fuerza y nuestro proveedor?
*¿Cuál es la conexión que hay en esta sección de las Escrituras entre la obediencia y la bendición? ¿Cuán importante es la obediencia?
*¿Promete Dios traer toda la victoria espiritual de una vez por todas a nuestras vidas? ¿De qué manera nos alienta saber el hecho de que Dios le daría la tierra a Su pueblo “poco a poco”?
Para Orar:
*Pidamos al Señor que nos ayude a tomar tiempo para descansar y renovar nuestro cuerpo, mente y alma. Oremos para que nos muestre cómo hacerlo.
*Tomemos un momento ahora para recordar la bondad de Dios en nuestras vidas. Démosle gracias por Su fidelidad y provisión.
*Pidamos a Dios que nos muestre si hay algo en lo cual estamos confiando más que en Él como nuestra fuerza y nuestra provisión.
*Démosle gracias porque nos está dando victoria tras victoria en nuestro caminar con Él. Oremos pidiéndole que nos ayude a ser más sensibles a Su dirección en los aspectos de nuestras vidas en los que Él quiere obrar.
25 – ENTRANDO A LA PRESENCIA DE DIOS
Leer Éxodo 24:1-18
En los últimos capítulos hemos estado examinando las leyes de Dios y los requisitos de parte de Él. Dios le había mostrado Sus leyes a Moisés y éste las había compartido con el pueblo. En Éxodo 24:1-2 Dios le habla nuevamente a Moisés y le dice: “Sube ante Jehová”. En esta ocasión, el Señor estaba revelando Su presencia en la cima del monte Sinaí, y Dios le estaba diciendo a Moisés que subiera al monte, a Su presencia.
Podemos observar en el versículo 1 que además de Moisés se invitaba a Aarón y a sus hijos Nadab y Abiú, además de otros setenta ancianos de Israel para que fueran con él. Sin embargo, a éstos no les era permitido entrar en la presencia del Señor en la cima de la montaña, sino que debían adorarle “desde lejos”. Solamente Moisés era el que podía entrar a la presencia del Señor. Y al pueblo de Israel no les era permitido tan siquiera acercarse al monte.
Aquí hay dos aspectos a tener en cuenta. En primer lugar, observemos que existe una separación entre Dios y Su pueblo. Dios estaba guiando a Su pueblo por medio del desierto hacia la tierra prometida. Él les proveía para sus necesidades y les protegía para que nadie los dañara. También Dios les daba la victoria sobre sus enemigos. Pero, aunque Dios le mostraba compasión y bondad a Su pueblo, no le permitía acercarse a Él ni ir ante Su presencia. El que así lo intentara moriría. Una cosa es experimentar a Dios obrando en nuestras vidas y otra muy diferente es conocer la intimidad con Él.
Aunque a Aarón, sus hijos y los setenta ancianos se les permitía estar en la montaña, solamente Moisés tenía permiso de entrar en la presencia de Dios. Tenemos que entender que esto no era porque Moisés fuese mejor que su hermano Aarón o los setenta ancianos. Dios no lo llamó a Su presencia porque tuviera una mejor vida. Dios simplemente lo escogió para que fuese Su representante. Moisés era simplemente como todos los demás, con sus virtudes y defectos, pero fue Dios quien lo escogió para que le representara ante el pueblo. A veces nos preguntamos por qué Dios escoge usar a ciertas personas. A veces se puede llegar hasta sentir celos de su posición o de su relación con Dios. Quizás nunca entendamos la manera en que Dios elige o por qué escoge a una persona y no a la otra. Sin embargo, es importante que aceptemos Su elección y respetemos Su decisión.
Antes de ir a la presencia del Señor, Moisés fue ante el pueblo y les explicó las leyes que Dios le había dado hasta entonces. El versículo 3 nos dice que el pueblo estuvo de acuerdo en seguir al Señor y obedecer todo lo que le había dicho por medio de Su siervo Moisés. Éste escribió todas esas leyes para que el pueblo no las olvidara (v. 4).
Temprano en la mañana Moisés construyó un altar al pie de la montaña y preparó doce pilares de piedras que representaban cada una de las tribus de Israel. Escogió entonces a algunos jóvenes para que ofrecieran holocaustos y sacrificaran becerros como ofrenda de paz al Señor. Cuando los sacrificios se terminaron, Moisés reunió la sangre proveniente de las ofrendas poniendo la mitad de ésta en un recipiente y la otra esparciéndola sobre el altar. Luego Moisés tomó el libro del pacto y lo leyó al pueblo. El libro del pacto era probable que fuese lo que Moisés escribiera según el versículo 4. Éste contenía las leyes de Dios y los requisitos dados al pueblo hasta ese punto. Después de escuchar la lectura del libro del pacto, Moisés hizo que el pueblo declarara públicamente su voluntad de obedecer todo lo que el Señor había ordenado.
Cuando el pueblo hubo declarado su voluntad de obedecer las palabras del libro del pacto, Moisés tomó el resto de la sangre y la esparció sobre el pueblo diciendo: “He aquí la sangre del pacto que Jehová ha hecho con vosotros sobre todas estas cosas” (v. 8). Esparcir la sangre sobre el pueblo sellaba el acuerdo entre ellos y el Señor. Ahora estaban unidos legalmente a seguir las instrucciones del Señor según el libro del pacto.
Después de esta importante ceremonia, Moisés, Aarón, Nadab, Abiú y los setenta ancianos subieron al monte. Observemos que en el versículo 10 dice que ellos vieron al Dios de Israel. Es interesante ver la descripción de lo que ellos vieron. Este versículo nos dice que vieron “un embaldosado de zafiro, semejante al cielo cuando está sereno”. Tan solo ver el lugar por donde el Señor pasaba era algo sorprendente para estos hombres. El versículo 11 nos dice que Dios no levantó Su mano contra ellos, y que vivieron para comer y beber. Esto nos muestra algo de la gloria de Dios. ¿Cuán grande es Él que tan solo la senda por donde camina hizo que los ancianos tuvieran temor de morir?
Dios le pide a Moisés en el versículo 12 que se acercara aún más. Allí le daría Él instrucciones escritas en tablas de piedra. La intención de Dios era de que Sus leyes quedaran escritas para que de esa manera fueran recordadas.
Moisés salió de la presencia de los ancianos junto con Josué y se dirigió a subir más aún para encontrarse con Dios. Moisés les dijo a los ancianos que esperaran allí hasta que él regresara. Allí dejó a Aarón y a Ur a cargo de todo (v. 14). El versículo 15 deja bien claro que, aunque Josué salió junto a Moisés para la cima de la montaña, solo este último subiría para entrar a la nube que cubría la cima. La gloria de Dios se asentó en el monte Sinaí y por seis días estuvo envuelta en una gran nube. Fue en el séptimo día que el Señor llamó a Moisés (v. 16).
Cuando los israelitas miraban a la montaña les parecía que estaba en llamas. La gloria de Dios sobre ese monte parecía un fuego consumidor. Moisés entró en esa gloria y permaneció allí por cuarenta días y cuarenta noches (v. 18).
Lo que nos resulta particularmente interesante en este capítulo es cómo Dios se encontraba con cada parte involucrada. El pueblo de Dios se encontró con Él en el ritual y en la Palabra. Para ellos Dios estaba distante. La experiencia de ellos con Él estaba en la provisión del maná, en los sacrificios y en la ley que se les había leído. Como comunidad había decidido seguir al Señor y andar en Sus caminos.
Los ancianos también experimentaron a Dios como el pueblo lo había hecho, pero fueron llamados a la montaña para experimentarlo de una manera más profunda. En la montaña llegaron a ver el lugar por donde Dios pasaba. Ellos se vieron en medio de lo que Dios estaba haciendo y fueron privilegiados en experimentar algo de la presencia de Dios mientras Él caminaba en medio de ellos y se les revelaba un poco más. Lo que ellos experimentaron era más que tan solo los rituales y la ley. Ellos vieron la realidad de Dios y vieron evidencia clara de Su presencia.
Sin embargo, Moisés fue llamado a la presencia de Dios. Él caminó hacia el fuego consumidor y habló con Dios. Dios le reveló a Moisés Su deseo y le mostró Su propósito.
La intimidad que Moisés experimentó con Dios no era algo que él merecía ni algo que él mismo había buscado. En todo caso, Moisés le temía a Su presencia. Acercarse a un fuego consumidor no era algo que pudiera tomarse a la ligera. Era muy probable que Moisés temiera por su vida al igual que los ancianos temieron por las suyas cuando vieron el lugar por donde Dios pasaba. A veces perdemos el sentido de la gloria y la santidad de Dios. Muchas personas piensan que simplemente pueden acercarse a Dios y entrar al fuego consumidor. En realidad, los que han experimentado la gloria de Dios y Su majestad, han descubierto que se trata de una experiencia que va más allá de lo que sus cuerpos y mentes humanos pueden soportar.
En Isaías 6:5 podemos ver cómo Isaías clamó al experimentar la gloria de Dios:
Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos
Para que no pensemos que las cosas han cambiado en el Nuevo Testamento, observemos la respuesta del apóstol Juan cuando vio al Señor en su visión en Apocalipsis 1:17:
Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último…
Nuestro Dios sigue siendo un Dios grandioso y glorioso. No debemos tomar a la ligera Su presencia. No debemos minimizar Su gloria. Moisés entendió el inmenso privilegio que era para él ser invitado a la presencia de un Dios tan santo. Él también conoció la maravillosa protección de Dios quien libró su vida después de haber visto esa gloria.
Este pasaje nos instruye acerca de la gloria, la majestad y la santidad de Dios. Sin embargo, más allá de esto, nos muestra que Dios está dispuesto a revelársenos más profundamente. Él está dispuesto a llevarnos más allá de los ritos y las leyes a una experiencia con Su persona misma. Esto no es algo que podemos tomar a la ligera; es algo grandioso que nos permite entrar de manera más y más profunda a una relación con nuestro Dios Creador y soberano. Él llamó a Moisés, a Aarón y a los setenta ancianos para que estuviesen en Su presencia; ¿estaremos nosotros listos cuando nos llame a experimentar Su presencia más profundamente? ¿Obedeceremos y nos arriesgaremos a dar ese paso hacia la montaña?
Para Meditar:
*En este capítulo el pueblo de Israel experimentó a Dios por medio de los rituales y las palabras del libro del pacto. ¿De qué manera nos revelan a Dios Su Palabra y nuestras celebraciones y tradiciones espirituales?
*Moisés roció la sangre del sacrificio sobre el pueblo para sellar el acuerdo de ellos con Dios de seguir las palabras del libro del pacto. ¿Qué nos dice esto acerca de la importancia que resulta para nosotros ser fieles a la Palabra de Dios?
*¿De qué manera Dios reveló Su presencia a los ancianos de Israel? ¿Hemos estado donde Dios ha caminado? ¿Hemos visto a Dios alguna vez moverse de manera poderosa?
*¿Por qué no debemos tomar a la ligera el entrar a la presencia de Dios? ¿Qué aprendemos en este capítulo acerca de la presencia de Dios?
*Analicemos los diferentes personajes en este relato. ¿Dónde nos encontramos nosotros en nuestro caminar con Dios?
Para Orar:
*Agradezcamos al Señor por la Escrituras que nos ha dado. Démosle gracias por lo que nos ha revelado acerca de Su carácter y propósitos.
*Pidamos al Señor que nos ayude a estudiar las Escrituras para conocerlo más y conocer mejor Sus propósitos para nuestras vidas.
*Tomemos un momento para pedirle a Dios que se mueva en nosotros y en nuestras iglesias. Oremos para que nos revele si hay algo que se está interponiendo en el camino de experimentarlo más aún.
*Agradezcamos al Señor porque Él es un Dios santo y glorioso. Démosle gracias porque nos ha aceptado como hijos y anhela tener una relación con nosotros. Pidámosle que nos ayude a serle más fieles.
26 – EL MOBILIARIO DEL TABERNÁCULO
Leer Éxodo 25:1-38
Hasta este momento en la historia de Israel el pueblo no tenía un lugar central de adoración. El tabernáculo todavía no había sido construido. En la mayoría de los casos, la adoración de Israel a Dios sucedía a nivel de hogar y con la familia cercana o los parientes. La Pascua, por ejemplo, se celebraba pintando los dinteles de las puertas con la sangre del cordero que luego comían juntos con sus familias en sus hogares. También había veces cuando toda la nación se reunía para celebrar, casi siempre al inicio o final de alguna festividad importante.
Cuando Dios le habló a Moisés en la montaña, le reveló que quería un lugar de adoración. En los versículos del 1- 7 Dios le dijo que iba aceptar las ofrendas de oro, plata y bronce que el pueblo le trajera voluntariamente. También aceptaría de ellos tela azul, púrpura y escarlata, lino fino y pelo de cabra y pieles de carnero teñidas de rojo (LBLA). Dios también les pidió que trajeran pieles de marsopa y madera de acacia; aceite para el alumbrado, especias para el aceite de la unción y para el incienso aromático; piedras de ónice y otros tipos de piedras preciosas (LBLA). Todos estos artículos serían usados para construir un tabernáculo donde Dios habitaría entre Su pueblo (v. 8).
Debemos hacer algunas observaciones respecto a estos versículos. Observemos que en el versículo 2 dice que el tabernáculo sería construido a partir de los regalos de quienes dieran de corazón. En otras palabras, el tabernáculo debía ser una construcción de amor y devoción a Dios. El pueblo de Dios al dar para esta construcción debía hacerlo como expresión de su agradecimiento hacia Él.
El segundo aspecto que necesitamos ver es que Dios le dijo a Su pueblo que Él habitaría en ese tabernáculo (v. 8). Aunque ninguna habitación terrenal pudiera ser suficiente para contener a Dios, Su deseo era hacer que Su presencia fuera conocida en medio de ellos. Él escogió revelar Su presencia en ese tabernáculo. Este sería un lugar santo apartado para Dios.
Observemos, en tercer lugar, que el Señor estaba pidiendo ofrendas de los mejores productos que el pueblo de Israel tenía. Él les mandó a que trajeran su oro, plata y bronce. Quería sus telas finas y tejidos teñidos y sus piedras preciosas. Todos estos productos finos eran para ser usados en la construcción del tabernáculo. Esto contrasta directamente con los requisitos que dio para la construcción de un altar en Éxodo 20:24-25.
24 Altar de tierra harás para mí, y sacrificarás sobre él tus holocaustos y tus ofrendas de paz, tus ovejas y tus vacas; en todo lugar donde yo hiciere que esté la memoria de mi nombre, vendré a ti y te bendeciré. 25 Y si me hicieres altar de piedras, no las labres de cantería; porque si alzares herramienta sobre él, lo profanarás.
Cuando Israel fuera a construir un altar debía hacerlo a partir de piedras ordinarias que no hubiesen sido tocadas por herramientas humanas. En contraste a esto, el Señor le ordena a Moisés que construya un tabernáculo con los materiales más finos que había disponibles. Por una parte, vemos la sencillez del altar construido con piedras del campo. Por otra, vemos la belleza y el lujo del tabernáculo con sus piedras preciosas, oro y lino fino. ¿Qué debemos entender con esto? ¿Cómo Dios quiere que le adoremos?
Estos versículos nos muestran que podemos adorar a Dios tanto en la sencillez como en la belleza de lo lujoso. En Lucas 21:1-3 Jesús estaba parado en la entrada del templo observando a las personas que depositaban sus ofrendas. Al ver a una pobre viuda depositar dos pequeñas monedas dijo:
3 Y dijo: En verdad os digo, que esta viuda pobre echó más que todos. 4 Porque todos aquéllos echaron para las ofrendas de Dios de lo que les sobra; mas ésta, de su pobreza echó todo el sustento que tenía.
Jesús no veía como si fuera algo significativo la cantidad que se ofrendaba. Él veía la actitud del corazón de aquella viuda.
Cuando María derramó el perfume caro sobre los pies del Maestro, Judas protestó diciendo que debía haber sido vendido, y el dinero haber sido dado a los pobres. En Juan 12:7-8 Jesús le contestó:
7 Entonces Jesús dijo: Déjala; para el día de mi sepultura ha guardado esto. 8 Porque a los pobres siempre los tendréis con vosotros, mas a mí no siempre me tendréis.
Él aceptó la extravagante ofrenda de María, no solo porque era algo que provenía del corazón, sino porque era el propósito del Padre ungirlo de esa manera.
Dios puede ser adorado en la sencillez de nuestros hogares o en los lujos de grandes edificios. Él merece lo mejor que este mundo puede ofrecer, pero acepta con gran deleite los regalos insignificantes que dan los pobres. La sencillez del altar y la belleza del tabernáculo nos muestran que Dios pude ser adorado en ambos. Lo más importante es la actitud del corazón.
Observemos en el versículo 9 que Dios le ordena a Moisés que tuviera cuidado de seguir las instrucciones para la construcción y la mueblería del tabernáculo. Había que hacer todo exactamente como el Señor había ordenado y de acuerdo al patrón que le mostraría. Aquí no había lugar para la variedad. Todo tenía su lugar y procedimiento adecuados. La adoración que tuviera lugar en el tabernáculo sería estrictamente controlada.
En el capítulo anterior Dios le dijo a Moisés que Israel celebraría tres festivales anuales. En este capítulo Él le da instrucciones acerca de las tres piezas de muebles principales que debía colocar en el tabernáculo.
El Arca del Pacto
La primera pieza de mueble que debía ser colocada en el tabernáculo era un arca de madera de acacia. Esta arca debía medir una longitud de dos codos y medio (3 ¾ pies o 1.1 metros), de ancho y de altura un codo y medio (2 ¼ pies o 0.7 metros). El arca debía de estar cubierta de oro puro por dentro y por fuera, con una cornisa de oro alrededor (v. 11). También debía haber dos anillos (también de oro) de cada lado del arca, dentro de los cuales se insertarían dos varas de acacia revestidas de oro para poder cargarla (vv. 13-14). Nunca debían quitarse esas varas del arca, pues esto evitaba que la gente tocara el arca como tal. Dios le dijo a Moisés que debía poner dentro del arca el testimonio que Él le daría. Todo parece indicar que el “testimonio” son los mandamientos que Dios le daría a Moisés en el monte.
El versículo 17 nos dice que esta arca debía tener un propiciatorio de oro puro, y se les colocaría dos querubines (ángeles) de oro labrados a martillo en cada extremo. Los querubines tenían que estar uno frente al otro, con sus alas extendidas por encima cubriendo el centro del propiciatorio. Luego el propiciatorio debía ser colocado sobre el arca. Dios revelaría Su presencia a Su pueblo en medio de las alas extendidas de los querubines, y les daría Sus mandamientos (v. 22).
Examinemos esta orden de Dios de hacer los querubines para el propiciatorio del arca a la luz de Su mandamiento en Éxodo 20:4-5:
4 No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. 5 No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen
Éxodo 20:4-5 prohíbe estrictamente hacer un ídolo de cualquier forma con el propósito de inclinarse para adorarlo. Nunca fue la intención de Dios de que Su pueblo adorara a estos querubines. Ni tampoco que el pueblo se enfocara más en el tabernáculo con toda su belleza que en Él. Algo se convierte en un ídolo cuando en nuestro corazón lo hacemos como tal. Hay muchas cosas que no son malas en sí, pero que pueden convertirse en ídolos cuando escogemos honrarlas más que a Dios. Nuestro trabajo puede llegar a convertirse en un ídolo cuando lo amamos más que a Dios. He conocido a personas que parecen amar más el edificio de su iglesia que a Dios. El mandamiento de no hacer ídolos con el propósito de adorarlos todavía permanece. Estos querubines no eran ídolos ni su propósito era de que fueran adorados. Dios incentivaba el uso del arte y la creatividad, pero estas cosas no debían nunca desviar la adoración debida a Su nombre.
La Mesa
La segunda pieza era la mesa. Esta mesa tenía que medir dos codos y medio (3 pies o 90 centímetros) de longitud, de un codo su anchura (1½ pie o 50 centímetros), y su altura de codo y medio (2¼ pies o 70 centímetros). Al igual que el arca, ésta debía estar revestida de oro puro, con una cornisa y alrededor de ella un reborde de un palmo (3 pulgadas u 8 centímetros). En cada una de las cuatro esquinas iba un anillo (v. 26), y dos varas de acacia revestidas de oro introducidas en los anillos para poder trasladar la mesa (v. 28). Dios también le ordenó a Moisés que hiciera platos, cucharas, cubiertas y tazones de oro fino para uso en las ofrendas (v. 29). Esta mesa debía tener pan (también llamado el “pan de la presencia” o “proposición”) todo el tiempo.
El Candelero
La tercera pieza de los muebles del tabernáculo era el candelero. Éste debía ser hecho de oro puro, con su base y su caña y seis brazos que salieran de la caña, tres brazos de cada lado (v. 31). Los brazos y la caña del centro debían estar decorados con copas en forma de flor, con capullos y pétalos. En los versículos del 33 al 36 Dios explica exactamente como se debía decorar la caña central y los seis brazos.
Cada uno de los seis brazos que salían de la caña central debía tener tres copas en forma de flor y tres capullos (v. 33). En la caña central del candelero debía haber cuatro copas con forma de flor de almendro y sus manzanas (capullos, NTV) (v. 34). El artista debía esculpir la forma de un capullo debajo de cada uno de los pares de brazos que salían de la caña central (versículo 35). Todo el candelabro tenía que ser hecho de una sola pieza de oro que pesara un talento (75 libras o 34 kilogramos).
La caña central y los seis brazos daban lugar para que se colocaran siete lámparas. Éstas debían ponerse en el candelabro para que brindaran luz al tabernáculo. Todos los accesorios del candelabro tenían que ser de oro puro.
Es interesante poder ver la creatividad de Dios en este candelabro. Las flores y los capullos lo hacían muy decorativo. En este pasaje vemos algo del lado creativo de Dios. Nunca ha sido Su intención que la adoración sea insípida y sin vida. Los objetos que mandó a colocar en el tabernáculo eran hermosos y llenos de simbolismo y significado.
Para Meditar:
*¿Por qué el darle de nuestros dones al Señor es un medio para expresar nuestro amor y devoción? ¿Cómo quiere el Señor que le ofrendemos?
*¿Qué funciones tienen en nuestra adoración a Dios la creatividad y la belleza? ¿De qué manera expresa Dios Su creatividad y Su belleza en las órdenes que dio respecto a los muebles para el tabernáculo?
*¿Necesitamos cosas caras y hermosas para adorar a Dios? ¿Son este tipo de cosas malas como tal? ¿Cuándo algo se convierte en un ídolo?
Para Orar:
*Demos gracias al Señor porque Él es un Dios creativo que se deleita en la belleza.
*Agradezcamos al Señor por Su deseo de que nos deleitemos en la adoración. Démosle gracias porque Él desea que nos entreguemos sin reparos en nuestra adoración a Él.
*Pidamos perdón al Señor por las veces que hemos dejado que otras cosas tomen el lugar que le pertenece a Él en nuestras vidas y en nuestra adoración.
*Pidamos al Señor que nos aumente el deseo de adorarle. Pidamos que nos haga más creativos en nuestra adoración.
27 – EL TABERNÁCULO
Leer Éxodo 26:1-37
En el capítulo anterior examinamos tres piezas que constituyen los muebles del tabernáculo. Ahora examinaremos los planes de Dios para el tabernáculo como tal.
El Techo Interior del Tabernáculo
El techo interior del tabernáculo estaba hecho de diez cortinas de lino torcido azul, púrpura y carmesí de gran calidad. En el versículo 1 vemos que el Señor le pide a Moisés que le ponga imágenes de querubines en las cortinas, hechos por alguien con mucha destreza. Estas imágenes no eran con el objetivo de que fuesen adoradas, sino que era una forma visual de mostrarle al pueblo de Dios que Sus ángeles estaban mirando lo que estuviere sucediendo en el tabernáculo.
Cada una de las cortinas tenía que ser de 28 codos de largo (42 pies o 12.5 metros) y 4 codos de ancho (6 pies o 1.8 metros) con querubines bordados o tejidos sobre ellas. Estas diez cortinas de lino tenían que estar unidas para formar dos piezas más grandes de cinco cortinas cada una (v. 3). Había que fijarle en los extremos de cada una de estas dos piezas de cortinas más grandes, cincuenta lazos de tela azul, y ambas piezas debían unirse por medio de unos broches de oro (vv. 5-6). Esto formaría parte del techo del tabernáculo. Si se entraba al tabernáculo y se miraba hacia arriba, lo que se vería serían estas cortinas tejidas con lino.
El Techo Exterior y los Lados del Tabernáculo
Las otras cortinas que Dios le dijo a Moisés que hiciera eran hechas de pelo de cabra. Él tenía que hacer once cortinas de pelo de cabra, cada una con la medida de 30 codos (45 pies o 13.5 metros) y cuatro codos de ancho (6 pies o 1.8 metros). Éstas también tenían la medida de las cortinas de lino para el techo, pero hechas de piel de cabra, lo que las hacía resistente a las inclemencias del tiempo. Observemos que había once cortinas de pelo de cabra en comparación con las diez cortinas de lino. Al igual que las cortinas de lino, las de piel de cabra estaban hechas de tiras largas y juntadas en dos piezas más grandes. Una de las piezas tendría cinco cortinas unidas y la otra seis. La séptima tira tenía que ser doblada en dos (v. 9). Estas dos grandes cortinas de piel de cabra se unirían igual que las cortinas de lino, por medio de cincuenta lazos y cincuenta broches de bronce. Debido a que esta cortina sería más grande que la de lino, la parte que sobraba debía quedar colgando por la parte de atrás del tabernáculo (v. 12). Además de esto, Moisés debía poner dos cubiertas adicionales hechas para el techo del tabernáculo. La primera cubierta debía ser de piel de carnero teñida de rojo, y la segunda de piel de tejón (v. 14). El techo y los lados del tabernáculo impedían que el interior se mojara.
La Estructura para Sostener el Tabernáculo
Solo podemos imaginar el peso del techo del tabernáculo con las varias capas de material. Todo este peso debía ser sostenido por estructuras hechas de madera de acacia. Las tablas o soportes (NTV) debían medir 10 codos de largo (15 pies o 4.5 metros) y un codo y medio de ancho (2 ½ pies o 0.7 metros). Cada tabla debía tener dos “espigas” o “ranuras” (NVI), probablemente para que una encajase con la otra. Cada uno de estas tablas se unían unas con otras de tal manera que formaban una pared sólida de principio a fin. En total tendrían que ser 50 soportes de madera de acacia de 15 pies de alto (4.5 metros) y 2 ½ pies de ancho (0.7 metros). Esto formaría los lados del tabernáculo. Para cada lado del tabernáculo se usaban veinte tablas, y para la parte de atrás se usaban seis, siendo dobles en las esquinas (vv. 23-24). Cada una de las tablas descansaba en tierra sobre una base de plata.
Estas largas tablas que formaban las paredes del tabernáculo se sostenían en su lugar por quince barras de madera de acacia que se ponían a lo largo y ancho de la tienda. Doce de estas barras se sostenían por anillos de oro por la parte de afuera de la estructura. Esas piezas largas de madera de acacia se insertarían de extremo a extremo a través de los anillos de oro. Al medio de cada tabla se taladraba un agujero para que las últimas tres barras fueran insertadas por estos agujeros en los tres lados del tabernáculo. Esta barra no podía verse porque atravesaba las tablas por el medio. Todas estas barras al igual que las tablas o soportes estaban revestidas de oro (v. 29).
El Velo del Lugar Santísimo
La parte de adentro del tabernáculo era un velo de tela azul, púrpura, carmesí y lino torcido (v. 31). Atados a esta cortina había unos ganchos de oro, y ésta colgaba por medio de unos broches provenientes de cuatro soportes más de madera de acacia revestidos de oro que se sostenían sobre bases de plata (vv. 31-32). Estas cortinas separaban el tabernáculo en dos secciones, el lugar santísimo, el cual contenía el arca del pacto, y el lugar santo en donde estaba la mesa y el candelabro (vv. 33-35).
La Cortina de la Entrada
Había que hacer una última cortina para la entrada de la tienda. Ésta tenía que ser una cortina de azul, púrpura, carmesí y lino torcido. Observemos en el versículo 36 que tenía que ser tejido artísticamente. Ésta colgaba, por medio de broches de bronce y lazos, de cinco soportes más de madera de acacia revestidos de oro (v. 37).
El tabernáculo era una estructura muy sólida diseñada para ser trasladada de un lugar a otro. Aunque era portable también era muy hermoso. A donde quiera que ellos iban, el tabernáculo iba con ellos. Para poder terminar ese tabernáculo debió haber hecho falta una cantidad significativa de trabajo, pero éste constituía un recordatorio físico para el pueblo de Dios de que Él estaba en medio de ellos.
Para Meditar:
*El techo interior del tabernáculo tenía ángeles bordados. ¿Por qué suponemos que Dios quiso que hubiera imágenes de ángeles bordadas en el techo?
*Los planes de Dios para el tabernáculo eran muy específicos. ¿Tiene Dios planes específicos para nuestras vidas? ¿Qué importancia tiene que le busquemos en aquello que Él quiere hacer en y a través de nosotros?
*En el tabernáculo había tejidos finos y oro. ¿Quiere Dios en estos tiempos que todavía le adoremos en edificios grandes y lujosos? ¿Está mal que construyamos hoy en día tales edificios para adorar a Dios?
*¿Por qué creemos que Dios quería que Su pueblo lo adorara en un lugar específico? ¿Por qué tener un lugar central de adoración ayudaría a evitar que el pueblo de Dios vagara de error en error?
Para Orar:
*Agradezcamos al Señor por tener un plan específico para nuestras vidas. Pidámosle que nos enseñe cuál es ese plan.
*Agradezcamos al Señor que podemos adorarle en donde quiera que estemos y que Él está con nosotros dondequiera que vayamos, tal y como lo estuvo para el pueblo de Israel mientras vagaban por el desierto.
*Demos gracias a Dios porque nos ha dado a otros creyentes que pueden animarnos y exhortarnos en nuestro andar con Dios.
28 – EL ATRIO DEL TABERNÁCULO
Leer Éxodo 27:1-21
En el capítulo anterior aprendimos acerca de la construcción del tabernáculo con sus dos habitaciones. Había un atrio (patio) afuera del tabernáculo en donde el pueblo de Dios podía reunirse para hacer sacrificios al Señor. Estos sacrificios se hacían en un altar que se encontraba en ese patio. El capítulo 27 comienza con una descripción de ese altar.
El Altar en el Patio
El altar tenía que ser hecho de madera de acacia. Según el versículo 1 tenía que ser de tres codos de alto (4 ½ pies o 1.3 metros) y cinco codos y medio de largo y ancho (7 ½ pies o 2.3 metros). En cada esquina debía haber un cuerno adherido a ella. Todo el altar con sus cuernos estaba revestido de bronce (v. 2).
Para los sacrificios que se harían en este altar se necesitarían utensilios. Dios le dio indicaciones a Moisés de que hiciera calderos y palas de bronce para quitar las cenizas. También debían usar tazones para la sangre, garfios para la carne y braseros. Estos braseros quizás debieron haber sido usados para cargar brazas encendidas.
Enganchado a la mitad del altar también había un enrejado de bronce con un anillo en cada esquina (vv. 4-5). Este enrejado sostendría el sacrificio que se estuviera haciendo.
A través de los anillos de ambos lados se insertaban varas de acacia revestidas de bronce. Por medio de estas varas se podía llevar el altar de un lugar a otro.
El Atrio
El tabernáculo debía tener un atrio de 100 codos de largo (150 pies o 46 metros) y 5 codos de ancho (75 pies o 23 metros). Éste estaría forrado de cortinas de lino torcido. Las cortinas de lino colgarían de sesenta postes por medio de un sistema de ganchos y anillos. Los postes se sostendrían en bases de bronce y mantenidos en su lugar por cuerdas amarradas a estacas de bronce (v. 19).
El frente del tabernáculo debía dar hacia la salida del sol, hacia el oriente (v. 13). La entrada debía tener una cortina de veinte codos de largo (30 pies o 9 metros). Esta cortina tenía que ser de tejido azul, púrpura y carmesí, hecha por un tejedor experto. Aunque las personas podían entrar al atrio, el tabernáculo estaría fuera del alcance del creyente común.
En los versículos del 20 al 21 Dios le ordenó a Moisés que el pueblo trajera aceite de oliva puro para el candelabro. El versículo 20 nos dice que la luz del candelabro debía mantenerse encendida todo el tiempo. Era responsabilidad de Aarón y sus hijos asegurarse de que la lámpara nunca se apagara. Esta responsabilidad pasaría de generación a generación (v. 21).
En este capítulo hay varios detalles que necesitamos entender. El primero es que, al crear un atrio, Dios estaba invitando a todo Su pueblo a venir a Él. Este patio estaba abierto para todos los israelitas que buscaran a Dios y desearan adorarle.
Sin embargo, observemos que en este atrio había un altar sobre el cual se sacrificaban los animales por los pecados del pueblo de Dios. Cuando el pueblo de Dios entraba al atrio, tenían que ver ese altar el cual les recordaba su pecado. Aunque Dios esperaba que ellos reconocieran su pecado, también les proveyó los medios por los cuales podían recibir el perdón. El altar les mostraba a los israelitas que Dios no se había rendido respecto a ellos. Ellos podían reconocer el perdón de pecados por medio de los sacrificios que se hacían sobre ese altar.
Lo tercero que resulta significativo es que no a todos les estaba permitido entrar al tabernáculo como tal. Este era suelo santo y nadie, excepto los sacerdotes, podía entrar. Como hemos visto, el tabernáculo estaba dividido en dos secciones. En la parte de atrás se encontraba el lugar santísimo, en donde estaba el arca del pacto. Dios quiso revelar Su presencia desde esa arca. Sin embargo, la presencia de Dios se encontraba separada del resto del tabernáculo por una cortina. Fuera de la cortina había un candelabro que alumbraba el camino a la presencia de Dios. Era este candelabro el que había que mantener encendido.
¿Alguna vez hemos tenido que esperar la llegada de alguien a nuestra casa ya tarde en la noche? ¿Qué es lo que uno hace cuando espera a alguien tarde en la noche? ¿Acaso no dejamos una luz encendida para que puedan ver el camino que conduce a la puerta? Al dejarles la luz encendida les estamos diciendo que los estamos esperando y que son bienvenidos a nuestra casa. El Señor también dejaba una luz encendida fuera del lugar santísimo en donde se revelaba Su presencia. La luz le brindaba esperanza al pueblo de Dios, y Él esperaba ese día en el que ellos pudieran entrar a Su presencia. Él los estaba esperando. La luz debía brillar de día y de noche en anticipación al día en el cual la cortina sería abierta y el pueblo de Dios pudiera entrar a Su presencia. Al mantener la lámpara encendida día y noche, Aarón y sus descendientes mantenían viva esa esperanza.
Tanto el altar como la lámpara representan la obra del Señor Jesús a favor nuestro. Él fue sacrificio y luz a la vez para nosotros. Como sacrificio nos trae el perdón de los pecados; y como luz nos muestra el camino hacia la presencia del Padre. El pueblo de Dios lo adoraría por muchos años en una edificación rica en símbolos que mostraban cómo Dios les proveería para ellos y para su salvación.
Para Meditar:
*¿Qué le mostraba el altar al pueblo referente a sí mismos? ¿Por qué era necesario ese altar?
*¿Qué nos enseña el altar acerca de los requisitos que debían tener quienes entraran a la presencia de Dios?
*Aunque el pueblo de Dios podía entrar al atrio, el tabernáculo no estaba a su alcance. ¿Qué nos dice esto acerca de la separación que había entre Dios y Su pueblo?
*¿Por qué el candelabro debía mantenerse siempre encendido? ¿Qué esperanza le brindaba esto al pueblo de Dios?
*¿De qué manera se simboliza el ministerio de Cristo por medio del candelabro y el altar?
Para Orar:
*Pidamos al Señor que nos ayude a estar más dispuesto a reconocer nuestro pecado y a tratarlo. Démosle gracias por habernos provisto de un camino mediante el cual nuestros pecados puedan ser perdonados.
*Agradezcamos al Señor Jesús que Su deseo es que entremos a la presencia del Padre. Démosle gracias porque Él es la luz que brilla esperando que vayamos a la presencia de Su Padre.
*Agradezcamos al Señor Su deseo de que vengamos a Él, y por haber provisto todo lo necesario para que podamos entrar a Su presencia.
29 – EL ATUENDO SACERDOTAL
Leer Éxodo 28:1-43
Moisés se encontraba en la cima del monte escuchando a su Dios y Señor. Allí el Señor le reveló los requisitos necesarios para Su adoración. Hasta aquí hemos visto lo que Dios exigía con respecto a la construcción del tabernáculo. Aquí en este capítulo 28, Dios le está diciendo a Moisés lo que los sacerdotes debían usar mientras le servían en el tabernáculo.
En el versículo 1 Dios le dice a Moisés que Aarón y sus hijos le servirían como sacerdotes. Ellos se convertirían en los primeros sacerdotes oficiales. Para eso Moisés tenía que mandar a hacer ropas especiales para Aarón. El versículo 2 nos dice que esto se hacía para otorgarle honra y dignidad a los sacerdotes. El interés de Dios en esto era que la gente pudiera reconocer y honrar a quienes Él había escogido para ser Sus representantes. Estas ropas debían recordarles a las personas la posición que ocupaban Aarón y sus hijos. Esto no hacía más importante a Aarón, pero sí le recordaba al pueblo el llamado de Dios en su vida.
Lo que tenemos que entender aquí es que Dios aparta a ciertas personas para Sus propósitos. Cuando Él hace algo así, espera que los honremos por el llamado y la unción que tienen. Irrespetar a quienes Dios ha llamado es irrespetar al Dios que los llamó.
El versículo 3 nos dice que los atuendos sacerdotales debían ser confeccionados por expertos quienes había recibido dones y sabiduría de parte de Dios (v. 3). Aunque Aarón y sus hijos habían sido llamados a desempeñar una función de liderazgo espiritual, ellos no eran los únicos a quienes Dios había dotado con dones y unción para llevar a cabo Sus propósitos. Había artistas expertos que también habían recibido una unción especial de parte de Dios para hacer algo tan común como era la confección de las ropas que usarían los sacerdotes. Aunque estos artistas no siempre estaban frente al pueblo como era el caso de Aarón y sus hijos, aun así, tenían un ministerio importante. Y es que Dios llama a algunos a ministerios públicos y a otros a ministerios menos vistos. Ambos casos son importantes para la expansión de Su reino.
El atuendo sacerdotal consistía en el pectoral, el efod, el manto, la túnica bordada, la mitra y el cinturón; todos ellos hechos de tela azul, púrpura y escarlata, y lino fino (vv. 4-5, LBLA). El resto del capítulo describe cada uno de estas partes.
El Efod
El efod parecía ser un atuendo en forma de delantal, sin mangas y hecho de oro, azul, púrpura y escarlata, y lino fino. Observemos en el versículo 6 que dice que debían ser hechos por artistas expertos. En este pasaje no se menciona el nombre de ese artesano. Su trabajo era de suma importancia, sin embargo, no se menciona su nombre. Habrá ocasiones en que tendremos que contentarnos con el anonimato en la obra del ministerio. Debemos estar dispuestos a mantenernos fuera de vista para que el Señor sea el que reciba toda la gloria.
El efod tenía dos hombreras para ajustarlo en su lugar. También tenía un cinto tejido de oro, azul, púrpura, carmesí y lino fino (v. 8). Algo a resaltar eran las dos piedras de ónice atadas a las hombreras. En estas piedras debían grabarse los nombres de los hijos de Israel. Como Israel tenía doce hijos, seis nombres irían en cada piedra; ambas con engastes de oro a su alrededor que parecían cordones y estarían sobre cada hombro (v. 13). Los sacerdotes llevarían escrito sobre sus hombros los nombres de los hijos de Israel.
Hemos visto que las vestiduras de los sacerdotes les brindarían dignidad y respeto. Sin embargo, este atuendo también serviría para otros propósitos, pues le recordaba al sacerdote acerca de su obligación hacia el pueblo. Las piedras de ónice sobre sus hombros le mostraban la responsabilidad que tenía delante de Dios de cuidar de Su pueblo y llevar sus cargas. Hay líderes cristianos de nuestros días que se olvidan que con el honor de su llamado viene también una gran responsabilidad. Algunos líderes quedan atrapados en el honor de su posición y se olvidan de sus responsabilidades de servir a quienes Dios los ha llamado a hacerlo. Estas piedras sobre el efod del sacerdote eran un recordatorio constante sobre su obligación.
El Pectoral
La segunda parte del atuendo era el pectoral. Observemos en el versículo 15 que se le describe como el pectoral del juicio (para impartir justicia, NVI). Se le llamaba así porque contenía dos piedras que se usaban para determinar la voluntad del Señor. En un momento hablaremos de esto.
El pectoral tenía que ser hecho por un artesano especializado, y tenía que ser de oro, de tela azul, púrpura y escarlata y de lino torcido (v. 15). Tenía que ser de forma cuadrada, de un palmo de largo y un palmo de ancho (9 pulgadas o 23 centímetros). Dios requería que fuera doble para darle espesor. Algo que llama la atención son las doce piedras preciosas que debían estar incrustadas en él. Éstas estaban colocadas en cuatro hileras de tres piedras cada una. La primera hilera debía ser de un rubí, un crisólito y una esmeralda (v. 17, NVI). La segunda de una turquesa, un zafiro y un jade (v. 18, NVI). La tercera hilera debía tener un jacinto, un ágata y una amatista (v. 19, NVI). Y la hilera final un topacio, un ónice y un jaspe (v. 20, NVI). Cada una de estas piedras debía estar incrustada en el pectoral engastadas en filigranas de oro y con el nombre grabado de una de las tribus de Israel (v. 20-21).
El pectoral se colocaba con la ayuda de anillos y trenzas de oro fino atados en las cuatro esquinas. Éste quedaba atado a las hombreras y al cinto del efod (vv. 22-28). De esta manera el pectoral quedaba firmemente adherido al efod (v. 28).
Dentro del pectoral había dos piedras llamadas Urim y Tumim. Aunque no se sabe mucho sobre estas piedras, éstas eran usadas para buscar la voluntad del Señor. Cuando hacía falta tomar una decisión, el sacerdote usaba estas piedras para que le ayudaran con la decisión. Dios quiso revelar Su voluntad a Su pueblo por medio de estas piedras. Aunque Él les hablaba a ciertos individuos como fue el caso de Moisés, no siempre se revelaba de esa manera a todo Su pueblo. Dios hablaba de diferentes formas. El sacerdote necesitaba una manera de escuchar a Dios en cuanto a asuntos que no siempre se podían resolver de manera clara por medio de la ley escrita. A veces la ley no les mostraba la voluntad de Dios en un asunto específico. ¿Debería ir el rey a la guerra? ¿Estaba diciendo la verdad la persona que estaba delante de ellos? Estas eran preguntas que necesitaban una revelación específica de parte de Dios. Dios les dio a los sacerdotes la manera de poder escucharlo en cuanto a estos asuntos específicos por medio del Urim y el Tumim.
Todavía en nuestros días necesitamos la dirección clara de parte de Dios en asuntos específicos. Dios nos ha dado al Espíritu Santo para que sea nuestro guía durante este tiempo. Él no nos ayuda solamente a entender la Palabra de Dios escrita, sino que también nos conduce específicamente en cuanto a qué decir o en dónde ministrar. Él nos da sabiduría en cuanto a cómo debemos conducirnos en medio de situaciones específicas en las que nos encontramos a diario. Algo que nos alienta en particular, es que el Señor ha provisto una manera para que podamos conocer de manera clara cuál es Su dirección específica. El versículo 30 nos dice que era por medio de estas piedras que Aarón podría llevar “en el pecho la causa de los israelitas” (NVI).
Siempre existirá la tentación de que los líderes cristianos quieran depender de sus experiencias y entrenamiento para la toma de decisiones. Dios quiere que Sus siervos le presten atención y que lo busquen en cuanto a las diferentes situaciones que se les presentan en el ministerio.
El Manto
El manto del sacerdote tenía que ser de tela azul, con una abertura en el centro para meter la cabeza, y una abertura con un cuello tejido para evitar que se rasgara (v. 32). El borde del manto estaba decorado con granadas hechas con hilo azul, púrpura y carmesí y campanillas de oro. Observemos en el versículo 35 que Aarón debía usar este manto cada vez que entrara al lugar santo, para que no muriera. El sonido de las campanillas se escucharía en el atrio donde el pueblo de Dios se reunía.
Debemos recordar que el lugar santo les estaba prohibido a los israelitas. Solamente se le tenía permitido entrar al sacerdote cuando éste fuera a ofrecer sacrificios al Señor en nombre del pueblo. Aunque el pueblo no podía verle cuando estuviese dentro del lugar santísimo, podían seguir sus movimientos por medio del sonido de las campanillas. El sonido de las campanillas en el lugar santo le indicaba al pueblo que el sacerdote estaba ministrando delante del Señor a favor de ellos.
Dios esperaba que cuando el sacerdote entrara al lugar santo estuviera purificado y usara los atuendos que les había dado. Entrar de otra manera significaba mostrar falta de respeto hacia el Señor, y traía como consecuencia una muerte segura (v. 35). Los sacerdotes debían recordar que aunque ellos tenían el privilegio de entrar al lugar santo, estaban entrando a la presencia de un Dios santo y grandioso. Esto no era algo que debiera tomarse a la ligera.
El Turbante
Los versículos del 36-37 nos hablan del turbante que el sacerdote debía llevar. Había que hacer una placa de oro en la cual se grabaran las palabras: “Santidad a Jehová”, y ésta debía estar sujeta a la parte frontal del turbante por medio de un cordón azul. Observemos que el versículo 38 nos dice que él debía llevar esto puesto cuando cargara con la culpa que había en las ofrendas consagradas, para que fueran aceptables al Señor. Aarón era un pecador al igual que el resto de los israelitas. Él estaba delante de un Dios santo para ofrecer sacrificios por los pecados que él mismo había cometido. ¿Cómo es posible que un sacerdote pecador pudiera presentarse ante un Dios santo? Esto era posible porque Dios lo había escogido y le había provisto el medio por el cual recibir el perdón de los pecados. La inscripción que llevaba en su cabeza era un recordatorio de su llamado y privilegio. Dios aceptaba esta ofrenda y escuchaba sus oraciones.
Aunque Aarón era igual de pecador que el resto de los israelitas, tanto por naturaleza como en hechos, fue alguien escogido por Dios para que fuera Su representante. Él fue llamado, ungido y dotado para ministrar a favor del pueblo. Dios aceptaría sus ofrendas y perdonaría al pueblo. Este era un acto de gracia por parte de Dios. Dios escogió a un hombre para que fuera el representante entre Él y Su pueblo. Él hizo esto porque tenía un propósito para Su pueblo. Cada vez que Aarón se ponía el turbante con la placa de oro era como recordar la increíble gracia de Dios que le permitía tal privilegio. También era una forma de recordar la inmensa obligación que él tenía de vivir a tono con el propósito de Aquel que lo había llamado a ministrar a favor de Su pueblo. Aquellos a quienes Dios llama tienen la especial obligación de vivir vidas santas para el Señor.
La Ropa Interior de los Sacerdotes
El Señor también le dijo a Moisés que proveyera ropa interior para los sacerdotes. Ésta debía ser hecha de lino y cubrirlos desde la cintura hasta los muslos. Aarón y sus hijos debía asegurarse de llevar puestos este atuendo cada vez que se acercaran al tabernáculo. Negarse a hacerlo sería irrespetuoso para Dios y les podía causar la muerte.
Dios no solo se preocupaba por lo que llevaran puesto por fuera sino también por aquello que los demás no podían ver. Esto nos muestra que nada hay oculto para Dios. Hay muchos obreros cristianos que parecen estar bien por fuera, pero sus vidas por dentro carecen de una verdadera santidad. Dios no solo se interesa en lo que otros puedan ver, sino que también le interesa que le seamos fieles a Él en aquellos aspectos de nuestras vidas que otras personas no pueden ver.
Para Meditar:
*Las ropas que debían usar los sacerdotes nos muestran que Dios quería que Su pueblo respetara a quienes había llamado y puesto como líderes espirituales en medio de ellos. ¿Tratamos a nuestros líderes espirituales con el respeto que ellos se merecen? ¿Por qué se merecen nuestro respeto?
*Éxodo 28 nos habla de los artesanos que participaron en la confección de los atuendos sacerdotales. No tenemos mucha información sobre estos artesanos y, por lo general, su función parece estar en el anonimato. ¿Conocemos a personas cuyos ministerios no son conocidos por los demás? ¿Cuán importante es lo que ellos hacen? ¿De qué manera podemos reconocerles por lo que hacen?
*El efod tenía dos piedras con los nombres de los hijos de Israel grabados en ellas. El sacerdote debía llevarla sobre sus hombros. ¿Qué nos dice esto acerca de la obligación del sacerdote hacia el pueblo de Dios?
*¿Qué era el Urim y el Tumim? ¿Qué nos enseña esto acerca de la necesidad que tenemos de buscar dirección específica de parte del Señor en asuntos especiales? ¿Cómo guía el Señor a Su pueblo hoy en día en asuntos de esta índole?
*El turbante que usaban los sacerdotes era un recordatorio de que Dios llamaba y perdonaba a personas comunes y corrientes. ¿Qué nos enseña esto acerca de Su gracia y Su misericordia?
*El hecho de que Dios le diera a Moisés mandamientos especiales concernientes a la ropa interior que llevarían los sacerdotes nos muestra que Él se interesa incluso por aquellas cosas que otros no ven. ¿Cuáles cosas hay ocultas en nuestras vidas y que el Señor quiere que hoy tratemos con ellas?
Para Orar:
*Pidamos al Señor que nos perdone por las veces que no hemos honrado a quienes Él ha llamado y capacitado para el ministerio.
*Tomemos un momento para pensar en aquellos que sirven anónimamente en nuestra comunidad. Agradezcamos al Señor por ellos y oremos para que los bendiga en sus ministerios.
*Pidamos al Señor que les dé dirección y sabiduría a nuestros líderes espirituales a medida que llevan sobre sí la carga de su pueblo.
*Demos gracias al Señor por guiarnos y dirigirnos por medio de Su Espíritu Santo. Pidamos que nos haga más sensibles a Su dirección en nuestras vidas.
*Pidamos al Señor que nos revele cualquier pecado oculto en nuestras vidas que Él quiera tratar. Confesemos ese pecado al Señor y démosle permiso para que trate con éste por completo.
30 – EL SERVICIO DE ORDENACIÓN DE LOS SACERDOTES
Leer Éxodo 29:1-46
En el último capítulo examinamos los requisitos de Dios respecto a cómo Aarón y sus hijos debían vestirse para servir como sacerdotes. Sin embargo, antes de que pudieran ejercer como tal, el Señor les pidió que fueran ordenados o separados de manera especial. En Éxodo 29 Dios le explicó a Moisés lo que necesitaba para esta ordenación.
Observemos en el versículo 1 que estos hombres tenían que ser consagrados o separados para que pudieran servir a Dios como sacerdotes. Este servicio de ordenación era importante. No todos podían ejercer como sacerdotes. Para este propósito Dios apartó a una familia especial. Sin embargo, más allá de esto, cada miembro de esa familia que servía como sacerdote necesitaba pasar por ese proceso de ordenación, si era que iba a funcionar como tal.
Como preparación para este importante servicio de ordenación, Moisés debía buscar un becerro y dos carneros que no tuvieren defecto alguno. También tenía que hacer de harina especial sin levadura, panes y tortas mezcladas con aceite, y hojaldres untados de aceite (v. 2). Estos alimentos debían ser colocados en una cesta y llevados al tabernáculo junto con el becerro y los carneros.
Aarón y sus hijos también debían prepararse para este servicio especial de ordenación. Moisés debía traerlos al tabernáculo y hacer que se lavaran con agua. Luego Aarón debía ponerse la túnica, el manto, el efod, el pectoral, el turbante y la placa de oro con la inscripción “Santidad a Jehová”. Luego Moisés tenía que derramar aceite sobre la cabeza de Aarón para ungirlo (v. 7). Este aceite representaba la unción especial que Dios le había dado a Aarón para que fuera el líder espiritual de Su pueblo.
Los hijos de Aarón debían usar las túnicas y sus mitras. Además, se les ceñían cinturones a ellos y a Aarón en preparación para el servicio de ordenación.
Cuando todos los preparativos estaban listos, llevaban al becerro al frente del tabernáculo. Aarón y sus hijos debían poner sus manos sobre la cabeza del animal al cual degollaban en la presencia del Señor ante la entrada del tabernáculo. El acto de poner las manos sobre la cabeza del becerro identificaba a Aarón y a sus hijos con el sacrificio. En realidad, lo que estaban diciendo era que ellos eran los que merecían morir a causa de sus pecados, pero que el becerro estaba tomando el castigo en su lugar para que se hiciera justicia.
Aunque ellos habían sido llamados por Dios de manera particular, también necesitaban Su perdón como cualquier otro creyente. Los espectadores de esta ceremonia estaban conscientes de lo que los sacerdotes estaban diciendo al poner sus manos sobre la cabeza del becerro. Este era un acto donde se reconocía públicamente que eran indignos. Los mejores líderes son aquellos que son conscientes de su condición humana y sus defectos. Antes de comenzar sus ministerios, estos sacerdotes debían hacer esta confesión pública acerca de su naturaleza pecaminosa y la necesidad del perdón de Dios.
Una vez efectuado el sacrificio, Moisés ponía la sangre sobre los cuernos del altar y la derramaba al pie de éste. La grasa y las partes internas del animal eran quemadas sobre el altar, pero la carne, el cuero y el estiércol eran quemados fuera del campamento. Esta era una ofrenda por los pecados de Aarón y sus hijos. El becerro moría en el lugar de ellos y era quemado sobre el altar. Su olor fragante se elevaba a Dios y Él perdonaba a Sus siervos por sus pecados.
Después de la ofrenda por los pecados, Moisés tomaba el primer carnero. Como sucedía con el becerro, Aarón y sus hijos colocaban sus manos sobre la cabeza del carnero para identificarse con su muerte. Cuando se sacrificaba el carnero, su sangre se esparcía por los lados del altar. Luego se cortaba en diferentes pedazos, y se lavaban las piernas y las partes interiores del animal. El animal completo era quemado sobre el altar como holocausto al Señor. Aunque la ofrenda por el pecado era tan solo para recordarle al pueblo de Dios su necesidad de perdón, esta ofrenda quemada era para recordarle al pueblo su necesidad de rendición y consagración completa al Señor. El animal completo era quemado delante de Dios. No se guardaba nada.
Esta segunda ofrenda le recordaba a Aarón y a sus hijos que ellos debían ofrecerse completamente al Señor y a Su servicio. Todo lo que tenían era del Señor para que Él dispusiera de ello como quisiera. Hay quienes quieren servir al Señor por obtener ganancias personales, pero Dios está buscando hombres y mujeres que estén dispuestos a dejarlo todo sobre el altar y a sacrificarlo todo para Él. Esta segunda ofrenda era un recordatorio poderoso de su obligación para con Dios.
Luego, se sacrificaba también el segundo carnero delante del Señor mientras Aarón y sus hijos ponían sus manos sobre la cabeza del animal. Entonces Moisés tenía que tomar de la sangre y untarla en el lóbulo de la oreja derecha, el pulgar de la mano y pie derechos (vv. 19-20). Es interesante observar esa ley del Señor concerniente a un siervo que quisiera permanecer con su amo después de servirle seis años. En Éxodo 21:5-6 leemos:
5 Y si el siervo dijere: Yo amo a mi señor, a mi mujer y a mis hijos, no saldré libre; 6 entonces su amo lo llevará ante los jueces, y le hará estar junto a la puerta o al poste; y su amo le horadará la oreja con lesna, y será su siervo para siempre.
La marca en la oreja del siervo les mostraba a todos que él había escogido por voluntad propia ser siervo de su amo para toda la vida. Es posible que el sacerdote estuviera haciendo una declaración similar cuando se le untaba sangre en el lóbulo de su oreja derecha. Al untarle sangre en su mano y en su pie, se estaba declarando que a dondequiera que sus pies lo llevaran o cualquier cosa que hicieran sus manos, sería a la luz de su llamado como siervo de Dios. Esto también le hacía recordar acerca de la total consagración que Dios demandaba de él. Al aceptar el símbolo de esta sangre sobre su oreja y sus pulgares derechos, el sacerdote estaba declarándose al servicio del Señor. Dios espera que aquellos a quienes llama a Su servicio se dediquen a Él por completo.
Entonces, después que se les untaba sangre en estos lugares de su cuerpo, Moisés tomaba algo de la sangre del altar y la mezclaba con el aceite de la unción. Luego ésta era rociada sobre las vestiduras del sacerdote como señal de que estaban apartados para Dios y Su servicio (v. 21).
Moisés tomaba la grasa del carnero, los riñones y la pierna derecha, junto con la cesta de panes, tortas y hojaldres que había traído, y se las daba a Aarón y a sus hijos (vv. 22-24). Ellos tomaban estas ofrendas y las mecían delante del Señor en un gesto simbólico de estar entregándoselas a Él. Luego se tomaban esas ofrendas y las colocaban sobre el altar donde eran quemadas en la presencia del Señor. Parte del segundo carnero pertenecía a los sacerdotes como porción por sus servicios. De esta manera los sacerdotes recibían provisión por medio de las ofrendas que el pueblo de Dios llevaba al templo.
Los sacerdotes no debían dar por sentado la provisión de Dios en sus ministerios. Una porción del carnero regresaba a Dios en agradecimiento. Incluso, la porción que les pertenecía por derecho era ofrecida a Dios de manera simbólica en reconocimiento por Su gran bondad para con ellos. Este acto de mecer la ofrenda delante de Dios como un gesto de devolución constituía un recordatorio constante de que ellos habían venido de Él y pertenecían a Él. ¡Cuán diferente sucede con aquellos que piensan que todo lo que tienen es suyo porque se lo ganaron o se lo merecen! Todo lo que los sacerdotes tenían, incluso sus salarios, pertenecía a Dios y por eso se les pedía que fueran fieles a la hora de usar lo que se les había dado.
En el versículo 29 Dios le dijo a Moisés que los atuendos que le estaba haciendo a Aarón tenían que pasar a la siguiente generación. En otras palabras, un hijo de Aarón lo sucedería como sacerdote y usaría los atuendos santos (v. 30). La referencia que aquí se hace al hijo de Aarón usando los atuendos sacerdotales por siete días se refiere a los días que se necesitaban para ordenar a un sacerdote. Esto es muy evidente en el versículo 35:
Así, pues, harás a Aarón y a sus hijos, conforme a todo lo que yo te he mandado; por siete días los consagrarás.
La carne que se le dada a los sacerdotes como su porción debía ser cocinada en un lugar especial. La implicación de esto es que se trataba de un lugar ceremonialmente puro para que los sacerdotes no se contaminaran con nada inmundo. La carne debía comerse a la entrada del tabernáculo con el pan que se había traído para la ordenación. Nadie más podía comer de esta comida porque había sido apartada solamente para los sacerdotes. Tampoco debía quedar nada hasta la mañana próxima, tenían que comer todo lo que se les había apartado para ellos.
La ordenación de Aarón y sus hijos tomaba un total de siete días. Cada día había que sacrificar un becerro como sacrificio por el pecado. Todos esos días el altar tenía que ser purificado rociando sangre sobre él. Era la única manera en que el altar se podía considerar santo. Cualquier cosa que tocara el altar después de eso era considerada como santa (v. 37).
Este concepto de tocar un objeto y considerarlo santo es bastante ajeno a nuestro entendimiento. Sin embargo, hay que recordar que este altar era una medida temporal rica en simbolismo. Era sobre este altar que se hacían los sacrificios por los pecados del pueblo de Dios, y apuntaba hacia un futuro en el cual se haría un sacrificio aun mayor por el pecado. El Mesías (el Señor Jesús) pondría su vida por los pecados del mundo. Quienes tocan y reciben Su sacrificio, reciben perdón por sus pecados y se convierten en personas santas.
Antes que viniera el Señor Jesús, en ese altar se harían ofrendas regulares. Dios le dijo a Moisés estando ese mismo día en la montaña que cada día había que ofrecer dos corderos de un año sobre el altar (uno por la mañana y otro por la tarde). El primer cordero debía ser parte de la ofrenda mezclada con harina, aceite y vino, que era derramada delante del Señor. A esto se le conocía como la ofrenda de libación. El segundo cordero se ofrecía con la misma ofrenda de libación de la mezcla de harina, aceite y vino, pero debía ser acompañada también por una ofrenda de cereales (LBLA) y luego quemada sobre el altar. Observemos en el versículo 41 que esta ofrenda era aceptada por el Señor, y su fragancia se levantaba ante Él como un grato aroma. Esta práctica de ofrecer dos corderos cada día en la entrada del tabernáculo debía pasarse de generación a generación. A cambio, Dios prometía revelar Su gloria en aquel lugar y reunirse allí con Su pueblo para hablarles (v. 43). Él apartaría el tabernáculo, a Aarón y a Sus hijos para que fuesen Sus sacerdotes. Él viviría entre Su pueblo trayéndoles Su bendición. Ellos sabrían que Él era Dios y que habitaba en medio de ellos (vv. 44-46).
Lo que necesitamos observar en este pasaje es que Dios le estaba proveyendo a Su pueblo la manera de encontrarse con Él y conocer Su presencia. Esto era un puro acto de gracia y compasión de Su parte. El pueblo de Dios era un pueblo común y corriente, y a la vez pecador. A menudo se quejaban y protestaban en cuanto a la voluntad de Dios. También pecaban y desobedecían Sus mandamientos. A menudo les faltaba la fe y la confianza en el Señor Su Dios. En Su inmensa misericordia Él proveyó para esto. La desobediencia al Señor era castigada con la muerte. La justicia demandaba el castigo por el pecado y la rebelión. Dios hizo provisión para que cada día se ofreciera un cordero por la mañana y otro por la tarde en lugar de los que habían pecado. El olor de esas ofrendas subiría ante Dios como olor fragante porque se había hecho justicia. Sin embargo, el día siguiente traería nuevos pecados y se requería de más sacrificios para que se pudiera lograr la justicia.
Tan solo podemos permanecer sorprendidos por la maravillosa paciencia de Dios quien, día tras día, aceptaba las ofrendas de Su pueblo por el pecado y la rebelión. ¿Cuántas veces estamos dispuestos a perdonar a una persona antes de cansarnos de ella? Dios soportó pacientemente las faltas, fracasos y rebeliones de Su pueblo día tras día. Se tuvieron que sacrificar innumerables becerros y corderos para que se pudiera hacer justicia. Al final habría una solución definitiva y sublime en la persona del Señor Jesucristo, cuyo sacrificio cubriría los pecados de todos los tiempos (pasados, presente y futuros).
Para meditar:
*Cuando se ordenaban los sacerdotes se llevaba un becerro al patio del tabernáculo y ellos ponían sus manos sobre la cabeza del animal y lo degollaban. ¿Qué simbolizaba este acto?
*Aunque los sacerdotes seguían siendo pecadores, Dios los escogió para Su servicio. No eran perfectos, pero estaban cubiertos por la sangre de los sacrificios. ¿Qué nos dice esto acerca del primer requisito de aquellos que sirven al Señor?
*Cuando se sacrificaba el carnero, se le quemaba por completo como símbolo de total sumisión y rendición. ¿Hasta qué punto estamos hoy dispuestos a rendirnos al Señor?
*La sangre se le untaba al sacerdote en el lóbulo de la oreja derecha como símbolo de estar dispuesto a dedicarse al servicio del Señor. ¿Estamos hoy dispuestos a servir al Señor? Si no es así, ¿qué nos detiene?
*¿Qué nos enseña el altar y sus sacrificios diarios acerca de la paciencia del Señor para con Su pueblo?
*¿Por qué el altar era un símbolo del Señor Jesucristo y Su ministerio hacia nosotros? ¿Por qué Su sacrificio es mejor que los sacrificios ofrecidos en el altar en el tabernáculo?
Para Orar:
*Agradezcamos al Señor que, a pesar de ser pecadores, Él está dispuesto a perdonarnos y a usarnos para la extensión de Su reino.
*Pidamos al Señor que nos muestre si hay algún área de nuestra vida que no le estamos entregando a Él. Oremos pidiéndole que nos ayude a estar completamente rendidos a Él.
*Agradezcamos al Señor por Su paciencia para con nosotros.
*Demos gracias al Señor por sacrificar Su vida para que de esa manera pudiéramos conocer el perdón completo y total de nuestros pecados. Agradezcámosle que nuestra esperanza se basa en que estamos cubiertos por Su sangre y por el perdón que ésta nos brinda.
31 – LA RESPONSABILIDAD DE LOS SACERDOTES
Leer Éxodo 30:1-38
En el capítulo anterior vimos los requisitos de parte de Dios para la ordenación de Aarón y sus hijos al ministerio sacerdotal. Ellos tenían muchas responsabilidades por ser sacerdotes de Dios. Éxodo 30 nos brinda una panorámica de algunos de los deberes que tenían que llevar a cabo como representantes de Dios ante el pueblo.
El Altar del Incienso
En el versículo 1 Dios le ordena a Moisés hacer un altar para quemar incienso. Este altar debía hacerse de madera de acacia, midiendo un codo por cada lado (1 ½ pies o 0.5 metros) y dos codos de alto (3 pies o 0.9 metros). Éste debía estar revestido de oro, con cuernos de oro en las esquinas y una moldura de oro alrededor de todo el altar (NVI) (vv. 2-3). Por cada costado se les colocaron dos anillos, entre los cuales ensartaban varas de madera de acacia revestidas de oro para poder llevar el altar mientras viajaban por el desierto. Este altar debía ser colocado frente a la cortina del lugar santísimo delante del arca del pacto (vv. 5-6).
Era sobre este altar que Aarón debía quemar incienso cada mañana y cada tarde (vv. 7-8). En este altar no se podía ofrecer otra cosa que no fuera incienso, y solo para este propósito se encontraba separado. En el versículo 10 Dios le dijo a Moisés que los sacerdotes debían hacer expiación una vez al año en los cuernos de este altar. Levítico 16:18-19 nos da una mejor comprensión de este procedimiento:
18 Y saldrá al altar que está delante de Jehová, y lo expiará, y tomará de la sangre del becerro y de la sangre del macho cabrío, y la pondrá sobre los cuernos del altar alrededor. 19 Y esparcirá sobre él de la sangre con su dedo siete veces, y lo limpiará, y lo santificará de las inmundicias de los hijos de Israel.
El propósito de este servicio de “expiación” era purificar ceremonialmente el altar de las impurezas de los israelitas. Esto se hacía esparciendo la sangre del animal sacrificado por el pecado sobre los cuernos del altar.
Necesitamos hacer varias observaciones acerca de este altar del incienso. En Apocalipsis 8:3-4 hay una imagen de un ángel del Señor parado delante del altar del incienso:
3 Otro ángel vino entonces y se paró ante el altar, con un incensario de oro; y se le dio mucho incienso para añadirlo a las oraciones de todos los santos, sobre el altar de oro que estaba delante del trono. 4 Y de la mano del ángel subió a la presencia de Dios el humo del incienso con las oraciones de los santos.
En este versículo el incienso se elevaba desde el altar con las oraciones de los santos. Apocalipsis 5:8 brinda una imagen similar:
8 Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero; todos tenían arpas, y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos.
Aquí en Apocalipsis 5:8 el ángel sostiene una copa de incienso la cual se describe como las oraciones de los santos. Teniendo en cuanta estos dos versículos podemos ver la relevancia de este altar. Observemos que estaba colocado fuera del velo del lugar santísimo ante el arca del pacto. Dios revelaba Su presencia en la cubierta del arca del pacto. La imagen dada aquí es la de las oraciones de los santos elevándose delante de la presencia misma de Dios. Sin embargo, observemos en esta imagen que el altar y el arca del pacto donde Dios habitaba, estaba separado por un velo.
El incienso había que ofrecerlo por la mañana y por la tarde. En otras palabras, el pueblo de Dios debía comenzar y terminar su día con este símbolo sobre la oración. ¡Qué privilegio el nuestro poder encomendar cada día al Señor pidiéndole Su dirección y guía, y terminarlo con acción de gracias! Dios quería que Su pueblo estuviese en comunión con Él y por lo tanto les proveyó esta imagen simbólica sobre las oraciones de Su pueblo.
Aquí hay otro aspecto más importante aún que debemos ver. Cada año el altar debía ser purificado con la sangre proveniente de la ofrenda por el pecado. Esto nos muestra en primer lugar que las oraciones ofrecidas sobre ese altar pertenecían a quienes habían pecado. Dios seguía escuchando el clamor de Su pueblo pecador. Él les permitía venir y hablarle. ¿Cuántas veces nos hemos sentido indignos de venir delante del Señor con nuestras oraciones y peticiones? A veces volvemos a caer en el mismo pecado y pensamos que no podemos venir a Él una vez más con el mismo clamor pidiendo Su perdón y ayuda. La imagen que tenemos delante es significativa. El hecho de que el altar tenía que ser purificado cada año “de las inmundicias de los hijos de Israel” (Levítico 16:19) nos muestra que el Señor había hecho provisión para que los pecadores vinieran a Él de manera regular. Podemos venir a Él tal y como somos con nuestros pecados y faltas; y eso es lo espera de nosotros.
Los sacerdotes del Antiguo Testamento debían involucrarse en el ministerio de la ofrenda de incienso el cual simbolizaba las oraciones que los santos hacían a Dios. De igual manera, Dios espera que quienes estén a Su servicio de manera regular le traigan las peticiones y los clamores de aquellos a quienes sirven. El líder espiritual, de manera regular, debe traer a su pueblo y sus necesidades en oración delante del Señor. El enfoque no debe estar en lo que el líder espiritual pueda hacer por el pueblo, sino en lo que Dios puede hacer por Su pueblo a medida que sus líderes espirituales los presenten al Señor en oración.
El Dinero de las Expiaciones
De vez en cuando Dios pedía que se hiciera un censo. Durante ese tiempo se contaban a todos los israelitas. Cuando se hacía el censo, cada persona de veinte años y más (ver versículo 14) debía pagar medio siclo como “rescate por su vida”. Dios tomaba este asunto tan seriamente que le llegó a decir a Moisés que si el pueblo no hacía esto corrían el riesgo de sufrir una plaga. Y así sucedió cuando David hizo el censo de sus guerreros en 2 Samuel 24:15. En ese momento 70 mil personas perecieron a causa de la plaga que cayó sobre Israel.
Observemos que cada persona debía pagar la misma cantidad. El versículo 15 nos dice que el rico no pagaría más ni el pobre menos. Este versículo también nos dice claramente que ese dinero era una ofrenda al Señor por la expiación por sus vidas (LBLA). Los sacerdotes debían recibir este dinero del pueblo y usarlo para el servicio del tabernáculo.
Aquí vemos una vez más algunas implicaciones importantes. Dios espera que demos de nuestro dinero para la obra del reino. Él le dijo a Moisés que si el pueblo no daba para la obra del reino entonces haría que cayera una plaga sobre ellos. Su obra nunca debía verse afectada por la falta de dádivas de Su pueblo.
Observemos aquí que no había excusas a la hora de dar. Dios haría responsables tanto a ricos como a pobres. Debemos admitir que dar medio siclo podía haber sido más difícil para los pobres, pero Dios demandaba que ellos ofrendaran de igual manera. En ocasiones tendremos que dar de manera sacrificial. Quizás tengamos que confiar en el Señor en cuanto a nuestras propias necesidades cuando damos sacrificialmente. El pueblo de Dios debía dar para la obra del reino, y los sacerdotes debían usar ese dinero fiel y sabiamente para ese propósito.
La Fuente de Bronce
En el versículo 18 el Señor le ordenó a Moisés hacer una fuente de bronce, con su base de bronce, para lavar. Esta fuente debía ser colocada en el patio, entre el altar y la entrada del tabernáculo. La fuente debía tener agua. Antes de entrar al tabernáculo para presentar una ofrenda al Señor, los sacerdotes tenían que lavar sus manos y sus pies en la fuente de bronce. Observemos en los versículos 20 y 21 la repetición de la frase “para que no mueran”. Aquí se nos muestra cuán importante era esto para Dios. Él haría morir al sacerdote que entrara al tabernáculo sin primero lavarse.
Esto parece algo muy violento, pero debemos entender el significado de la fuente y lo que representaba. En Hebreos 10:22 el autor desafía a los creyentes del Nuevo Testamento diciéndoles:
22 acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura.
Observemos la referencia que se hace del “agua pura”. Al usar la ilustración de la fuente de agua en el atrio, el escritor de Hebreos hace un llamado al creyente a lavarse con agua pura para que su conciencia culpable estuviera limpia. La única manera en que nuestra conciencia puede estar limpia es a través del perdón que se ofrece por medio de la obra del Señor Jesucristo. Al escribir a los efesios, el apóstol Pablo desafía a los esposos a amar a sus esposas como Cristo amó a la iglesia:
25 Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, 26 para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, 27 a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha. (Efesios 5:25-27)
Observemos en estos versículos lo que el Señor hizo por la iglesia que ama. Él la purificó por medio del lavamiento con agua para presentarla santa y sin mancha. En otras palabras, el lavamiento con agua era un símbolo de la obra que el Señor Jesús hizo en la cruz para nuestro perdón.
Entender este simbolismo debería ayudarnos a entender por qué era tan importante que los sacerdotes se lavaran antes de entrar en la presencia del Señor para ofrecer sacrificios en el altar. La fuente representaba el perdón del Señor y Su purificación. Quienes le servían debían conocer este perdón y esta purificación. ¿Cómo nos sentiríamos si nuestro pastor ni siquiera conociera al Señor? ¿Tuviéramos confianza en un líder espiritual que estuviera viviendo en pecado? Dios quiere que quienes le sirvan lo amen y caminen en Su verdad.
El sacerdote debía caminar en la verdad y vivir en obediencia a la voluntad de Dios para su vida. Esto no quiere decir que el sacerdote era alguien perfecto. El hecho de que tuviera que lavarse constantemente en la fuente, nos muestra la necesidad que tenía de purificarse a menudo.
Quizás seamos siervos de Dios que hayamos fallado. La fuente de agua nos muestra que hay perdón y purificación constantes. Los sacerdotes no eran perfectos y debían venir regularmente a purificarse. Quienes sirven al Señor deben andar en este continuo perdón. Esto significa venir de manera regular a Él para confesar nuestros pecados y arreglar las cosas.
El Aceite de la Unción
En el servicio del tabernáculo debía usarse un aceite especial para la unción. En los versículos del 22 al 33 el Señor le dice a Moisés los ingredientes para este aceite y los requisitos de cómo debía prepararse. Su contenido debía ser de quinientos siclos (12 ½ libras o 6 kilogramos) de mirra líquida, 250 siclos (6 ¼ o 3 kilogramos) de canela aromática, 250 siclos de caña aromática, quinientos siclos de casia, y un hin (cuatro litros) de aceite de oliva. Todos estos ingredientes debían ser mezclados por un perfumista distro en esta práctica. Se trataba de un aceite sagrado usado para ungir el tabernáculo, el arca del pacto, la mesa el candelabro, los altares, la fuente y todos los accesorios. Todo aquello que este aceite tocare sería santo (v. 29).
Aarón y sus hijos también fueron ungidos con ese aceite para que quedaran consagrados para el servicio sacerdotal. El aceite solamente podía hacerse para el uso del tabernáculo. Nadie podía hacerlo por sí solo. Si alguien confeccionaba este aceite para cualquier otro propósito debía ser sacado del pueblo (vv. 32-33).
Es interesante observar lo que dice Pablo en 2 Corintios 1:21-22 acerca de los creyentes en Corinto:
21 Y el que nos confirma con vosotros en Cristo, y el que nos ungió, es Dios, 22 el cual también nos ha sellado, y nos ha dado las arras del Espíritu en nuestros corazones.
Observemos lo que Pablo dice que le sucedió a los corintios cuando vinieron al Señor Jesucristo. Dios los ungió poniendo en ellos Su sello de propiedad y poniendo Su Espíritu en sus corazones. Esto nos muestra algo acerca de lo que simbolizaba esta unción. La unción era un símbolo de propiedad y de la presencia fortalecedora y poderosa del Espíritu Santo. Dios nos aparta al ungirnos con Su Espíritu Santo quien nos da los dones, la autoridad y la sabiduría para hacer Su voluntad. Los sacerdotes del Antiguo Testamento fueron apartados por medio de este aceite para la unción que representaba el ministerio del Espíritu de Dios en sus vidas y Su llamado en ellos.
Es importante destacar que los sacerdotes no eran escogidos por sus habilidades o capacidades, sino porque el Señor los había escogido y había puesto Su Espíritu en ellos. Es fácil para nosotros confiar en nuestra sabiduría y experiencia; sin embargo, quienes servimos al Señor necesitamos tener presente que no es por medio de nuestras habilidades que se logra llevar a cabo la obra del Señor, sino por medio del Espíritu de Dios que se nos ha dado.
El Incienso
Finalmente, en este capítulo, Dios le dice a Moisés cómo tenía que hacer el incienso que se usaba en el altar que estaba en frente del arca del pacto. Este incienso debía ser hecho de especias aromáticas, estacte y uña aromática, gálbano aromático e incienso puro, por cantidades iguales. Todos estos eran ingredientes conocidos para el pueblo de Israel. Observemos que estos ingredientes debían ser mezclados por un fabricante de perfumes (v. 34, NVI). Al incienso había que añadirle también sal (NVI). Al igual que el aceite de la unción, esta mezcla debía considerarse como algo sagrado, y nunca nadie en Israel debía hacerlo con las mismas proporciones para el uso personal, de lo contrario sería expulsado de entre el pueblo (v. 38). La mezcla de incienso se molía hasta que quedaba hecha polvo y se quemaba en frente del lugar santísimo. El sacerdote tenía que supervisar la confección y el uso que se le daba a ese incienso.
Para Meditar:
*¿Qué representa el altar del incienso? ¿Qué nos dice éste acerca de la responsabilidad que tienen aquellos a quienes Dios ha llamado hoy para que sean pastores y líderes espirituales?
*Dios demandaba que cada vez que se hiciera un censo, las personas mayores de veinte años debían aportar dinero para la obra del tabernáculo. ¿Qué nos dice esto de cómo Dios quiere que usemos nuestro dinero? ¿Cuál era el castigo para los que no contribuyeran financieramente a la obra del tabernáculo?
*¿Por qué la fuente de bronce constituye un símbolo de la obra del Señor Jesús?
*Los sacerdotes del Antiguo Testamento tenían que lavarse regularmente en la fuente que estaba delante del tabernáculo. ¿Qué nos dice esto acerca del tipo de personas que Dios está dispuesto a usar para la obra de Su reino?
*¿De qué manera constituía un símbolo del Espíritu Santo el aceite de la unción que usaban los sacerdotes? ¿Por qué es importante que quienes sirven al Señor vean la necesidad que tienen del ministerio del Espíritu Santo?
Para Orar:
*Agradezcamos al Señor que, aunque no lo podemos ver con nuestros ojos, Él nos ha dado el medio a través del cual podemos hablar con Él de manera regular.
*Pidamos a Dios que nos muestre cómo podemos aportar de nuestros recursos para Su reino.
*Agradezcamos al Señor que Él está dispuesto a perdonarnos y limpiarnos de nuestros pecados. Démosle gracias por hacer provisión para nuestras faltas y errores.
*Tomemos un momento para darle gracias a Dios por la obra del Espíritu Santo en nosotros. Pidamos a Dios que nos conceda la gracia para rendirnos aún más a lo que Él quiere hacer en nosotros y a través de nosotros por medio de Su Espíritu Santo.
*Pidamos al Señor que nos ayude a confiar más en la dirección y la obra de Su Espíritu Santo para la expansión de Su reino que en nuestros propios esfuerzos.
32 – PALABRAS FINALES EN EL MONTE
Leer Éxodo 31:1-18
Moisés había estado en la cima del monte Sinaí en la presencia del Señor. En ese monte Dios le explicó lo que demandaba del pueblo y la manera en que debían adorarlo. El Señor tenía otros dos detalles importantes que decirle a Moisés antes de enviarlo de regreso a Su pueblo.
El Llamado de Dios sobre Bezaleel y Aholiab
El primero de estos asuntos tenía que ver con las personas que Dios había escogido para hacer los muebles del tabernáculo. Dios escogió a dos hombres para hacer esta obra. El primero era un hombre llamado Bezaleel, hijo de Uri y nieto de Hur, de la tribu de Judá. Observemos en los versículos del 3 al 5 que Dios lo había llenado del Espíritu con inteligencia y sabiduría para hacer diseños artísticos en oro, plata y bronce. También había sido dotado por parte de Dios para cortar piedras y trabajar con madera.
El nombre del segundo hombre era Aholiab, hijo de Ahisamac de la tribu de Dan. Él sería el ayudante de Bezaleel; y Dios le dio también habilidades como artesano (v. 6).
Estos dos hombres serían los responsables de la construcción y la supervisión de la obra que se haría en el tabernáculo, el arca del testimonio, y los muebles, que incluían la mesa, los altares y la fuente, con todos los utensilios. También se les dio la responsabilidad de hacer las vestiduras que usarían los sacerdotes. El versículo 11 nos dice que ellos también preparaban el aceite de la unción y el incienso que se usaba en el tabernáculo. Esta era una tarea enorme y grandiosa.
En estos versículos hay varios aspectos que me gustaría analizar. Veamos primero que Dios llamó a Bezaleel y Aholiab para confeccionar los muebles del tabernáculo. Ninguno de estos hombres eran sacerdotes, ni servirían como tal, pero aun así Dios los había llamado. Dios no solamente nos llama a pastorear, predicar, evangelizar o enseñar, nos llama a la obra que hacemos diariamente. He aquí el caso de dos hombres llamados por Dios para ser artistas y artesanos. Esa era la manera en que servirían al Señor. Nunca debemos subestimar la importancia que tiene cualquier obra a la cual Dios nos llama.
En segundo lugar, observemos que los dones que Dios les dio a estos hombres eran dones para trabajar con oro, plata, bronce y telas. Sus dones eran de naturaleza práctica. En la iglesia de nuestro tiempo no siempre reconocemos estos dones. Yo soy de los que creen que Dios todavía le da dones de este tipo a Su pueblo. Tengo amigos que son compositores capacitados; otros son diestros en la mecánica. Cada uno de ellos ha sido capacitado por Dios para estas importantes tareas. No siempre reconocemos estos dones en el cuerpo de Cristo; y muchas veces, quienes tienen dones como los de Bezaleel y Aholiab, le restan importancia y ni siquiera los ven como dones que Dios les ha dado.
Permítanme referirme a un último detalle en cuanto a esto. Bezaleel y Aholiab fueron dotados por Dios para hacer ese tipo de labor y artesanía. Él no solo esperaba que ellos aceptaran estos dones, sino también que lo usaran para Su gloria. Así mismo lo espera de nosotros en el presente. No todos vamos a ser predicadores, evangelistas o maestros virtuosos, pero Dios ha separado parte de Su pueblo dándoles dones que son muy prácticos. Su trabajo muchas veces es ignorado y poco valorado, pero es muy importante para la salud de la iglesia en general.
El Día de Reposo
Dios culmina este tiempo con Moisés con unas palabras referentes al día de reposo. Observemos en el versículo 13 que hace uso del plural, “días de reposo”. Debemos recordar que había más de un reposo. Estaba el Sábado como día de reposo (ver versículo 14), estaba el año sabático (Éx. 23:10-12) y el Jubileo (Lv. 25:8-55), el cual ocurría en el séptimo año sabático, es decir, cada 50 años. Dios esperaba que Su pueblo guardara todos los sábados como una señal de su fe en Él (v. 13).
Aunque la frase “días de reposo” parece indicar que Dios quería que Su pueblo observara todas Sus leyes sabáticas, en los versículos del 14-17 Él se enfoca en el día Sábado. Es interesante observar que esta nota tiene lugar en medio del contexto en que Dios llama a Bezaleel y Aholiab para que hicieran los muebles del tabernáculo. Aunque lo que ellos estaban haciendo era un ministerio espiritual, Dios esperaba que ellos cesaran su trabajo el sábado, y que tomaran tiempo para meditar en Él y en Sus propósitos.
Dios le recordó a Moisés que tenían que observar el día de reposo (el Sábado). Cualquiera que desobedeciere esta ley tenía que morir (v. 14). Todo el trabajo que ellos tenían que hacer para el tabernáculo debían hacerlo en seis días y reposar el séptimo día. Lo que se aplicaba a la obra del tabernáculo también se aplicaba a todo Israel. Ninguna obra debía hacerse el sábado, tenía que haber un día para descansar. Y esto era algo que todos los israelitas tendrían que hacer por muchas generaciones venideras.
Observemos en el versículo 17 que ese día debía ser como una señal entre Dios y los israelitas. La razón que Dios da para que ese día fuera observado era porque Él había creado la tierra en seis días y había reposado en el séptimo. Al tener en cuenta la semana de siete días, los israelitas estarían recordando la obra creativa de Dios. Ellos estarían recordando que todo lo que tenían y disfrutaban de la vida fue creado por Dios en seis días. Esto era un recordatorio de Su gracia, Su poder y Su extravagante misericordia hacia ellos. Él era su creador y el creador del mundo que disfrutaban. Ellos celebraban el séptimo día (el día en que la creación fue completada, en recordatorio de su Dios y Su maravilloso don de la vida). Este debía ser un día de acción de gracias y adoración por la gracia y la bondad de su creador.
En el versículo 18 observamos que cuando Dios terminó de hablarle a Moisés acerca de lo que Él demandaba, le dio dos tablas que contenían Sus mandamientos. Nos dice que estas dos tablas habían sido escritas por el dedo mismo de Dios. En otras palabras, Dios escribió estos mandamientos en tablas de piedra con la intención de que los guardaran por generaciones venideras. Él quería que existiese un recordatorio permanente para que Su pueblo no olvidara sus obligaciones hacia Él como su Dios.
Para Meditar:
*¿Qué aprendemos en este pasaje acerca de los tipos de dones que Dios le da a Su pueblo?
*¿Qué tipos de dones y talentos le dio Dios a Bezaleel y Aholiab? ¿Hay personas en nuestras iglesias que poseen dones similares? ¿Por qué son importantes estos dones?
*¿Se ignoran o subvaloran estos dones prácticos en nuestras iglesias? ¿De qué manera se pueden usar más a aquellas personas que han sido dotadas, al igual que Bezaleel y Aholiab, para la expansión del reino?
*¿Cuál fue el propósito del día de reposo? ¿Qué se celebraba en éste?
Para Orar:
*Pidamos al Señor que nos muestre los dones que nos ha dado. Pidámosle que nos muestre la manera en que podamos usarlos para Su gloria.
*Tomemos un momento para pensar en esas personas en nuestras iglesias que tienen dones similares a los de Bezaleel y Aholiab. Agradezcamos a Dios por esas personas, y pidámosle que nos dé la oportunidad para agradecerles por la contribución que hacen para la obra de la iglesia.
*Agradezcamos a Dios por la creación que nos rodea. Démosle gracias porque todo lo que tenemos proviene de Él. Oremos para que nos haga más sensibles a la belleza de Su creación y a la riqueza de Sus bendiciones hacia nosotros.
33 – EL BECERRO DE ORO
Leer Éxodo 32:1-35
Moisés había pasado 40 días en el Monte Sinaí. El pueblo había visto la gloria de Dios manifestarse en la cima de la montaña, y al pasar el tiempo se preguntaban si llegaría el momento en que Moisés descendiera. Entonces se reunieron con Aarón y le preguntaron qué hacer. Es muy probable que hubiesen pensado que Moisés estuviese muerto. Ellos no habían conocido a nadie que entrara en la presencia de Dios y luego siguiera vivo. Ellos habían visto Su gloria desde lejos y habían quedado muy asustados. Entonces, ¿quién podía permanecer por tanto tiempo en la presencia de un Dios tan grandioso?
Aarón le sugirió al pueblo que tomaran sus aretes de oro y los trajeran a él. Es muy probable que los israelitas hubiesen recibido estos aretes como parte de los regalos que los egipcios les dieron cuando salían de Egipto (ver Éxodo 12:35-36). El pueblo le hizo caso a Aarón y les trajeron lo que les pidió. Aarón tomó los aretes y de ellos hizo un ídolo con forma de becerro. Percatémonos que este becerro fue hecho con herramientas. Hacer este ídolo conllevó esfuerzo.
Cuando el pueblo vio el becerro de oro, dijo: “Israel, estos son tus dioses, que te sacaron de la tierra de Egipto”. Ellos no vacilaron para apartarse inmediatamente del Señor. Recordemos que el Señor le había revelado Su presencia al pueblo de maravillosas y poderosas maneras. Él había destruido la tierra de Egipto que estaba llena de ídolos como ese. Él había abierto el mar para que ellos cruzaran por tierra seca, y les había revelado Su gloriosa presencia en la montaña. De hecho, es muy probable que mientras hacían ese ídolo, la presencia de Dios estuviera todavía manifestándose en la cima de la montaña en donde Moisés estaba hablando con Dios. A la sombra de la montaña, y mientras la gloria de Dios estaba siendo revelada, el pueblo le dio abiertamente la espalda.
El Dios que vieron manifestarse en la montaña era un Dios santo y grandioso. Ellos no podían acercarse a Él, quien además les requería que debían tener vidas santas y puras. El pueblo no estaba seguro que quería a un Dios así. Las demandas de una vida de obediencia eran demasiado altas para ellos. En cambio, escogieron hacer su propio dios, uno que no fuera tan grande y les permitiera más libertad para hacer lo que quisieran.
Cuando Aarón vio la actitud que ellos tomaron y el deseo de levantar un altar delante del becerro, les dijo que harían un festival al día siguiente para el Señor. No perdamos de vista que Aarón sigue mencionando al Señor. Aunque hablaba del Señor, el festival que harían al día siguiente no tenía nada que ver con Él. A la mañana siguiente, el pueblo sacrificó holocaustos y trajo ofrendas de paz, pero lo hicieron delante del ídolo. Cuando terminaron esas ofrendas, se sentaron a comer y a beber, y se entregaron al desenfreno (v. 6, NVI). En otras palabras, hicieron una fiesta subida de tono.
Es muy probable que mientras el pueblo hacía fiesta hubiese mucha risa y regocijo. Este era el tipo de –dios que ellos querían, uno que no les exigiera tener una vida santa. Es interesante observar que el pueblo sintió la necesidad de tener un dios. en cada uno de nosotros existe la necesidad de lo espiritual. Esto nos distingue claramente de los animales. Sin embargo, el problema es que también tenemos una naturaleza pecaminosa que nos arrastra hacia el mal. Esto se hace evidente en este pasaje. La gente quiere un dios, pero también se sienten impulsados a seguir la maldad de sus corazones.
Cuando Dios vio lo que estaba sucediendo, le dijo a Moisés que descendiese al pueblo porque se habían corrompido. Le contó a Moisés que habían hecho un ídolo con forma de becerro y que se estaban inclinando ante él diciendo que este era el dios que los había sacado de la tierra de Egipto (vv. 7-8).
Vemos que en los versículos 9 y 10 el Señor le dijo a Moisés que se quitara de en medio (NTV) para poder destruir la nación. En el versículo 10 le dijo que aunque destruiría aquel pueblo que estaba al pie de la montaña, Él levantaría una nación de los descendientes de Moisés para llevar a cabo Sus propósitos.
Cuando Moisés lo oyó decir que destruiría a toda la nación, le rogó a favor de ellos. Él le dijo a Dios que si destruía al pueblo, entonces lo egipcios creerían que los trajo al desierto para matarlos. Ellos no entenderían Su amor y compasión. Moisés le rogó a Dios que se acordara de Su promesa a Abraham, Isaac y Jacob de hacer que sus descendientes fueran tan numerosos como las estrellas del cielo. El versículo 14 nos dice que Dios escuchó a Moisés, le otorgó su petición y no los destruyó.
Antes de continuar con este relato, es importante que entendamos dos detalles que aquí se nos dan. Dios estaba presto para destruir a Su pueblo y es muy probable que así lo hubiese hecho si no hubiera sido por la intercesión de Moisés a favor de ellos. Moisés literalmente le salvo la vida al pueblo al interceder por ellos ante Dios. Esto nos muestra que Dios no está reacio ni indiferente ante nuestras súplicas y deseos. Él podía haber llevado a cabo Sus propósitos luego de destruir a Israel, haciendo una gran nación de los descendientes de Moisés. Pero Dios vio el deseo del corazón de Moisés y dejó al pueblo con vida. Estos versículos debieran influir en nuestra manera de ver a Dios. Moisés era muy libre de venir ante Él con sus deseos. Dios estaba más que dispuesto a escuchar lo que Moisés tenía que decir. Dios puede llevar a cabo Sus planes de diferentes maneras, Sin embargo, a Él también le interesan los deseos de nuestros corazones.
El segundo aspecto que debemos ver aquí, es que Dios no necesitaba a este pueblo en particular para lograr Sus propósitos o cumplir la promesa que le había hecho a Abraham, Isaac y Jacob. Él le dejó bien claro a Moisés que Él podía levantar a toda una generación a partir de su familia para llevar a cabo Sus propósitos. Si somos infieles, Dios puede encontrar a alguien más para que haga la obra. Esta es la lección que Jesús enseñó en la parábola de los talentos en Mateo 25. Cuando el hombre al que le había dado un talento no lo invirtió, le fue quitado y se le entregó a otra persona (ver Mateo 25:28-30). La voluntad de Dios no va a permitir que Sus propósitos encuentren obstáculo por causa de nuestra desobediencia. Él será fiel a Su palabra y cumplirá lo que ha prometido. Si no somos fieles Él les dará la responsabilidad a quienes lo sean. Si no usamos los dones que nos ha dado, ¿qué le impide que nos los quite y se los dé a otra persona que sí los usará?
En el versículo 15 vemos que Moisés salió de la presencia del Señor en la montaña con las dos tablas de piedra en sus manos. Éstas estaban inscritas por el dedo de Dios en ambos lados con los mandamientos (v. 16).
Observemos la referencia que se hace en el versículo 17 respecto a Josué. Parece que Josué había permanecido en la montaña durante este tiempo en que se esperaba por Moisés. Cuando Josué escuchó que el pueblo gritaba, se lo dijo a Moisés pensando que el pueblo era atacado por algún enemigo. Sin embargo, Moisés le dijo que el sonido que escuchaba no era sonido de victoria ni de derrota sino sonido de cantos (v. 18).
Cuando se acercaron al campamento, Moisés vio al ídolo y que el pueblo danzaba. Al ver esto se enfureció y arrojó las tablas al pie del monte quebrándolas en pedazos (v. 19). Luego tomó al becerro de oro, lo quemó y lo molió hasta hacerlo polvo. Luego esparció ese polvo en el agua y lo dio de beber a los israelitas (v. 20). Es interesante comparar lo que Moisés hace aquí con el mandamiento de Dios respecto a la mujer que fuera sospechosa de haber cometido adulterio:
16 Y el sacerdote hará que ella se acerque y se ponga delante de Jehová. 17 Luego tomará el sacerdote del agua santa en un vaso de barro; tomará también el sacerdote del polvo que hubiere en el suelo del tabernáculo, y lo echará en el agua. 18 Y hará el sacerdote estar en pie a la mujer delante de Jehová, y descubrirá la cabeza de la mujer, y pondrá sobre sus manos la ofrenda recordativa, que es la ofrenda de celos; y el sacerdote tendrá en la mano las aguas amargas que acarrean maldición. 19 Y el sacerdote la conjurará y le dirá: Si ninguno ha dormido contigo, y si no te has apartado de tu marido a inmundicia, libre seas de estas aguas amargas que traen maldición; 20 mas si te has descarriado de tu marido y te has amancillado, y ha cohabitado contigo alguno fuera de tu marido 21 (el sacerdote conjurará a la mujer con juramento de maldición, y dirá a la mujer): Jehová te haga maldición y execración en medio de tu pueblo, haciendo Jehová que tu muslo caiga y que tu vientre se hinche; 22 y estas aguas que dan maldición entren en tus entrañas, y hagan hinchar tu vientre y caer tu muslo. Y la mujer dirá: Amén, amén. (Números 5:16-22)
La mujer de la que se sospechaba que hubiese sido infiel tenía que beber agua mezclada con polvo del suelo del tabernáculo. Si la mujer había sido fiel a su marido, nada le acontecería, pero si lo había sido, entonces el agua que había bebido la enfermaría. Puede que Moisés esté haciendo aquí algo similar. Él está colocando al pueblo bajo el juicio de Dios al hacer que bebieran esta agua amarga. Quienes fueran culpables sufrirían las consecuencias de sus acciones, pero quienes habían permanecido fiel estarían a salvo.
Después de haber hecho al pueblo beber el agua amarga, Moisés le habló a Aarón y le preguntó por qué había guiado al pueblo a un pecado como ese (v. 21). Observemos la respuesta de Aarón en los versículos de 22 al 24:
22 Y respondió Aarón: No se enoje mi señor; tú conoces al pueblo, que es inclinado a mal. 23 Porque me dijeron: Haznos dioses que vayan delante de nosotros; porque a este Moisés, el varón que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido. 24 Y yo les respondí: ¿Quién tiene oro? Apartadlo. Y me lo dieron, y lo eché en el fuego, y salió este becerro.
Aarón no acepta su responsabilidad por sus acciones. Le echa la culpa al pueblo de ser inclinado al mal y de pedirle que les hiciera un dios, y culpa a Moisés por tardarse tanto en regresar. Percatémonos de cómo le miente a Moisés al decirle cómo fue que surgió el becerro de oro. Le dijo que había lanzado oro al fuego “y salió este becerro” (v. 24). Sin embargo, el versículo 4 deja bien claro que se usaron herramientas para darle forma de becerro al ídolo. Estos versículos nos muestran varios aspectos del liderazgo espiritual de Aarón. En primer lugar, nos muestran que Aarón había sido muy influenciado por el pueblo para apartarse de Dios. Él no tuvo el valor de defender la verdad y la santidad. En segundo lugar, él no estuvo dispuesto a asumir su propia responsabilidad en lo que había hecho, culpó a otros por lo que pasó y mostró orgullo e indisposición de admitir que se había equivocado. En tercer lugar, estuvo dispuesto a mentir para protegerse a sí mismo y a su reputación delante de Moisés. No se podía confiar en su palabra.
Es importante destacar de nuevo que este mismo Aarón pronto sería ordenado como sacerdote sobre el pueblo de Dios. En esta ocasión había fallado miserablemente. Había demostrado que no era digno para asumir la tarea a la que Dios lo había llamado; pero a pesar de esto, Dios decidió usarlo. Él cometía errores y tenía sus defectos. Si hoy en día hubiera solicitado entrar a una organización misionera quizás no lo hubieran aceptado, pero Dios estaba dispuesto a usarlo para llevar a cabo cosas grandes y maravillosas para la expansión de Su reino.
Al mirar a su alrededor aquel día, Moisés vio que el pueblo estaba desenfrenado. También podemos ver que el testimonio del pueblo de Dios estaba en juego, pues se habían convertido en el hazmerreír de sus enemigos (v. 25, NVI). Ese día Moisés se puso a la entrada del campamento y dijo: “¿Quién está por Jehová? Júntese conmigo. Y se juntaron con él todos los hijos de Leví” (v. 26).
Entonces Moisés les ordenó que pusieran espada a su costado y que salieran por el campamento a matar a sus hermanos y vecinos que se rehusaron a arrepentirse de su comportamiento pecaminoso. Los levitas hicieron como les dijo Moisés, y ese día murieron tres mil personas a mano de ellos. Moisés bendijo a los levitas por su disposición de estar del lado del Señor aun cuando eso significaba darles la espalda a sus hermanos (v. 29). Dios sigue buscando un pueblo así en nuestro tiempo. Él busca a quienes se mantengan firmes en Él a pesar de lo que otros piensen.
El día siguiente Moisés le dijo al pueblo que subiera a la presencia del Señor para ver si Él los perdonaba por su horrible pecado (v. 30). Ese día Moisés clamó al Señor en nombre del pueblo. Le dijo que los perdonara por su pecado, y si no, que borrara su nombre del libro que Dios había escrito. Es probable que estuviese haciendo referencia a la práctica de registrar el nacimiento de un niño escribiendo su nombre en un libro. Al decir que quitara su nombre del libro, le estaba pidiendo a Dios que le quitara la vida. En realidad, lo que Moisés estaba diciendo era algo como esto: “Señor, yo te ofrezco mi propia vida si perdonas a este pueblo”. Moisés estaba dispuesto a darlo todo por causa de aquellos que estaban bajo su cuidado. Él los amaba más que a su propia vida, y estaba dispuesto a entregarla por causa de ellos si eso fuera a servir para traerles perdón.
Moisés es un fuerte contraste delante de Aarón el cual estuvo dispuesto a doblegarse ante los deseos del pueblo. Mientras que Aarón no estuvo dispuesto a asumir la responsabilidad por sus actos, Moisés, por el contrario, estuvo dispuesto a dar su propia vida si eso significaba que el pueblo de Israel iba a recibir perdón.
Dios no quiso tomar la vida de Moisés por el favor del pueblo. En el versículo 33 le dijo que la persona que había pecado sería la que moriría. Dios tenía otro propósito para Moisés. Le dijo que bajara el pueblo de aquel monte y los llevara a la tierra que Él les había prometido. Sin embargo, Dios le recordó que iba a castigar al pueblo por lo que habían hecho. El versículo 35 nos dice que ciertamente Dios castigó al pueblo enviándoles una plaga.
Podemos observar que, a pesar de los ruegos de Moisés a favor del pueblo, aun así, Dios decidió castigarlos. Aunque Dios escucha los deseos de nuestros corazones y eso lo mueve, en este caso, a pesar de que Moisés ofreciera su propia vida, Dios golpeó al pueblo con una plaga. Dios tiene el derecho de responder nuestras oraciones de la manera en que Él escoja.
Para Meditar:
*Observemos cómo en este capítulo el pueblo estuvo presto a apartarse de Dios. ¿Qué tentaciones tenemos en nuestras vidas que hacen que le demos la espalda a Dios?
*El pueblo de Dios tenía problemas al aceptar al Dios verdadero. ¿Qué era lo que no les convenía a ellos de Dios?
*¿Por qué es tan difícil aceptar a un Dios que exige obediencia? ¿Conocemos personas a las que le resulta difícil venir a Dios por el concepto que tienen de Él? Abundemos un poco más en nuestra respuesta.
*En este pasaje vemos cómo Dios escuchó el deseo de Moisés cuando clamó a favor de Su pueblo. ¿Qué nos dice esto acerca de Dios y Su disposición de reconocer nuestros deseos? ¿Dios hace o nos da siempre lo que queremos? ¿Cómo se ilustra esto en este capítulo?
*¿Amenazan nuestras infidelidades las promesas de Dios? ¿Qué aprendemos aquí acerca de la disposición de Dios de quitarles los privilegios que les ha dado a quienes le han sido infiel y dárselos a aquellos que así lo han sido?
*¿Qué nos enseña este capítulo acerca de Aarón y su liderazgo? ¿Cómo contrasta el liderazgo de Aarón con el de Moisés?
Para Orar:
*Pidamos al Señor que nos dé un corazón que sea fiel y esté dispuesto a estar de Su lado sin importar el costo.
*Pidamos a Dios que nos muestre si hay algo en nuestras vidas que nos pudiera impedir serle fiel a Él y a Sus propósitos para nuestras vidas.
*Demos gracias al Señor por Su disposición de tener en cuenta nuestros deseos e intereses. Pidámosle que nos dé la libertad para decirle lo que queremos, pero a la vez que nos dé la disposición de aceptar Sus propósitos cuando nuestros deseos no estén en sintonía con Sus planes.
*Demos gracias al Señor por querer usarnos incluso cuando no hemos demostrado nuestra total fidelidad. Agradezcámosle por demostrarnos esto con el ejemplo de Aarón.
*Oremos para que Dios nos dé un corazón como el de Moisés, que amaba a quienes servía.
34 – LA PRESENCIA DE DIOS
Leer Éxodo 33:1-23
El pueblo había sido infiel. Habían hecho un ídolo de oro con forma de becerro y lo adoraron. Dios se había enojado con ellos y muchos fueron destruidos por esta causa. Sin embargo, Dios desistió de destruirlos a todos a causa de la oración de Moisés.
A pesar de la terrible desobediencia del pueblo, en el versículo 1 Dios le dijo a Moisés y a ellos que salieran del pie de aquella montaña para ir a la tierra que le había prometido a Abraham, Isaac y Jacob. Aunque ellos le habían sido infiel, Dios seguiría siendo fiel a Su palabra y les daría la tierra que les había prometido a sus ancestros. Esto nos dice algo muy importante acerca de Dios; pero esta lección se expresa mejor en las palabras del apóstol Pablo en una de sus cartas a Timoteo:
Si fuéremos infieles, él permanece fiel; él no puede negarse a sí mismo. (2 Timoteo 2:13)
Nuestra infidelidad a Dios no disminuye Su compromiso con nosotros. Podemos caer, pero Él seguirá siéndonos fiel. El pueblo de Dios demostró que no merecía tal misericordia. Vemos que Dios seguía comprometido con ellos de llevarlos a la tierra prometida. Aunque es cierto que Dios disciplina a Sus hijos, aun así, no los abandona. En Isaías 49:16 Dios le dijo a Su pueblo que los tenía esculpidos en la palma de Su mano:
He aquí que en las palmas de las manos te tengo esculpida; delante de mí están siempre tus muros.
Cuando se esculpe algo es para que perdure. Lo que Dios le está diciendo a este pueblo en este pasaje de Isaías es que Él nunca los olvidaría. Y nosotros tenemos esa gran confianza de parte de Dios, y es que todos aquellos que le pertenecen serán guardados por Él. Aunque caigamos o le seamos infieles, Él será fiel en llevarnos a la tierra prometida.
Observemos algo más en el versículo 2 acerca de la promesa de Dios. Dios les dijo a Moisés que enviaría a Su ángel delante de ellos para sacar al cananeo y al amorreo, al heteo, al ferezeo, al heveo y al jebuseo. Esta era una promesa maravillosa para el pueblo de Dios. Aunque ellos habían sido infieles, Dios había hecho esta promesa con respecto al ángel. Este ángel echaría a sus enemigos y los protegería de todo daño hasta que llegaran a su destino final.
Esto también se aplica para nosotros hoy en día. La mano de Dios está sobre Su pueblo para protegerle y guardarle del enemigo. Es cierto que enfrentaremos muchos tiempos difíciles en esta vida, pero eso no quiere decir que Dios no nos está protegiendo. Tan solo podríamos imaginar lo que nos sucedería si la protección de Dios no nos rodeara. Aunque no los podemos ver, Sus ángeles siempre están presentes cuidándonos en nuestro viaje a la tierra que Él nos ha prometido.
Luego, en el versículo 3 el Señor habla de llevarlos a una tierra donde fluía la leche y la miel. Esta mención de “leche y miel” se refiere a una tierra de abundancia. Dios los estaba llevando a una tierra donde todas sus necesidades serían satisfechas. Ellos quedarían satisfechos en la riqueza de Sus bendiciones.
Dios hace una declaración más en el versículo 3. Él le dice a Moisés que, aunque los enviaría a una tierra de abundancia y el ángel iría delante de ellos, Él mismo no iría con ellos. Dios le dejó bien claro a Moisés que la razón de esa decisión era porque el pueblo era pecaminoso y de dura cerviz. Le dijo que si Su presencia iba con ellos Él podría destruirlos por el camino.
Pensemos en lo que hemos visto hasta ahora. Dios le prometió perdón a Su pueblo por su rebelión; les prometió que les daría un ángel que los protegería mientras viajaban; les prometió que les daría una tierra de abundancia; pero también les dijo que guardaría distancia con ellos para no verse en la obligación de destruirlos en el camino. ¿Qué más podía pedir el pueblo de Dios? Tenían el perdón, la protección y la promesa de bendiciones maravillosas. Observemos la respuesta del pueblo en el versículo 4.
El versículo 4 dice que el pueblo se desanimó mucho por aquellas palabras y comenzaron a hacer duelo. Hicieron esto porque Dios les había dicho que ellos eran de dura cerviz (tercos y rebeldes, NTV), y que personalmente no iría con ellos no sea que los destruyera (v. 5). Como señal de duelo, el pueblo se despojó de todas las joyas y ropas finas que llevaban, y esperaron en el Señor (v. 6).
¿Cuánto significa para nosotros la presencia del Señor? ¿Sabríamos si la presencia del Señor no estuviera con nosotros? ¿Estaremos tan conformes con saber que vamos al cielo que hemos perdido de vista lo que significa tener comunión con Dios en este momento? ¿Estamos conformes con caminar con Dios a la distancia? ¿Nos contentamos con las tradiciones, los rituales y las doctrinas? ¿Qué significa la vida cristiana para nosotros? ¿Se trata de iglesia, servicios y estilos de vida? ¿O se trata de tener comunión e intimidad con Dios?
El hecho de que Israel hizo luto cuando Dios les dijo que Su presencia no iría con ellos, nos muestra que ellos entendían algo que era muy importante. Ellos entendían que su vida espiritual era más que ofrendas y sacrificios; se trataba de comunión con Dios y caminar con Él. Mucha gente ha perdido esto de vista y se conforma con la fe que conoce poco de la intimidad con Dios.
Los versículos del 7al 10 nos muestran algo de la relación personal que tenían Dios y Moisés. El versículo 7 nos dice que Moisés tomó una tienda (LBLA, NVI, NTV) y la armó fuera del campamento, a cierta distancia de la gente. A este lugar lo llamó “el tabernáculo de reunión” (RVR60). Él visitaba aquella tienda para pasar tiempo con el Señor. Si alguien necesitaba buscar la voluntad del Señor, iba a aquel lugar y Moisés se reunía con Dios en nombre de ellos.
En el versículo 8 vemos que cada vez que Moisés iba al tabernáculo de reunión, el pueblo se levantaba y se paraba a la entrada de la tienda de cada uno hasta que Moisés entraba a la presencia del Señor. Esta parecía ser una muestra de respeto hacia Moisés y lo que hacía. Cuando Moisés entraba a la tienda, la columna de nube descendía y permanecía en la entraba de la tienda. El pueblo, cuando veía esta demostración de la presencia del Señor, se postraba y adoraba (v. 10). Estando Moisés en la tienda, el Señor le hablaba “cara a cara”, como habla un hombre con su amigo (v. 11). Cuando este tiempo con el Señor se terminaba, Moisés regresaba al campamento. Sin embargo, Josué, su ayudante, se quedaba cuidando la tienda.
En una ocasión Moisés entró al tabernáculo de reunión con algunas preocupaciones. En primer lugar, él sabía que no podía llevar solo al pueblo a la tierra prometida. Él necesitaba ayuda. El Señor no le había revelado todavía quién iba a ser su ayudante. En segundo lugar, aunque Moisés había encontrado un favor especial delante de Dios, él necesitaría Su presencia, más aún en ese momento en que guiaría al pueblo desde el monte Sinaí. Él le rogó a Dios que le enseñara Sus caminos y le siguiera mostrando favor al reunirse con él y darle sabiduría (v. 13). También le recordó a Dios que este era Su pueblo. Moisés era sencillamente el instrumento que Dios había escogido para guiarlos, y no debía tomar esto a la ligera. Él sabía que necesitaría mucha fuerza y sabiduría de parte de Dios para poder permanecer fiel a la tarea a la cual lo estaba llamando.
Esto nos dice algo importante acerca de Moisés. Él no confiaba en su fuerza ni en su sabiduría. Su confianza estaba en que el Señor sería quien lo guiaría hasta el final. He aquí un hombre que había pasado cuarenta días en la presencia de Dios. Esos días le habían enseñado más que cualquier instituto bíblico o seminario pudiera haber hecho. Esos cuarenta días valían más que toda una vida de experiencia y entrenamiento bíblico. Sin embargo, la confianza de Moisés no estaba en su experiencia. Él sabía que para cada nuevo problema necesitaría nuevas fuerzas y sabiduría de parte de Dios. Para cada problema necesitaría una nueva experiencia con Dios. En una época en donde se confía cada vez más en la educación y la experiencia, nos haría bien recordar que la victoria no es para los educados y experimentados, sino para quienes confían en el Señor.
En el versículo 14 el Señor le dijo a Moisés que iría con él y le daría descanso. Esta es una declaración interesante. Veamos que no solamente la presencia de Dios iría con Moisés, sino que también le daría descanso. Pensemos cómo se estaría sintiendo Moisés en ese momento. Él debía sentirse abrumado con tantas responsabilidades que Dios le había dado. Se preguntaba si podría manejar a toda aquella gente. Él acababa de ver cuán desenfrenados estaban mientras adoraban al becerro de oro. Había visto la debilidad del liderazgo de Aarón al dejar que Israel se descarriara en la adoración a un ídolo. ¿Quién sería su asistente? ¿Cómo haría para mantener esa nación fiel a Dios? ¿Cómo manejaría la inmensa cantidad de problemas que a diario le presentaban? Podemos percibir la inquietud de Moisés en ese momento. Sin embargo, Dios le estaba recordando, que en medio de todas esas presiones Él lo acompañaría, le traería tranquilidad a su corazón y le daría paz y descanso. Esto debió haber sido muy reconfortante para Moisés.
Los versículos 15 y 16 son muy importantes. Al escuchar que la presencia de Dios iría con él, Moisés le respondió con estas palabras:
15…Si tu presencia no ha de ir conmigo, no nos saques de aquí. 16 ¿Y en qué se conocerá aquí que he hallado gracia en tus ojos, yo y tu pueblo, sino en que tú andes con nosotros, y que yo y tu pueblo seamos apartados de todos los pueblos que están sobre la faz de la tierra?
Esta es una declaración muy valiente por parte de Moisés, pero a la vez refleja su carácter. Tomemos un momento para considerar lo que está diciendo.
En primer lugar, Moisés le está diciendo que si Su presencia no iba con ellos, él no quería ir a la tierra prometida. ¿En sí, qué está diciendo Moisés? Le está diciendo a Dios que la única manera de poder tener éxito en esa tarea para la cual había sido llamado, era si Dios mismo iba con él. Él no se podía imaginar estar guiando al pueblo sin la presencia de Dios, pues no podía llevar a cabo esa tarea por sí solo. No quería ir si Dios no iba con ellos.
¿Así es nuestro corazón? A veces tenemos una visión de algo que no necesariamente proviene de Dios. He estado en congregaciones en donde parece que la presencia de Dios ha sido quitada, pero la gente seguía bastante conforme estando de esa manera. A veces somos culpables de tratar de hacer progresar algo que ya Dios ha decidido abandonar. Necesitamos a más personas que como Moisés digan: “Señor, si no estás en mi ministerio, entonces no lo quiero. Quiero solamente lo que tú quieres”.
Observemos algo más referente a la declaración de Moisés en el versículo 16. Moisés recalca que la marca distintiva principal del pueblo de Dios era la presencia de Éste. ¿Cuál es la diferencia entre un creyente y un incrédulo? ¿No es acaso la presencia de Dios y Su poder en la vida del creyente? Cuando los incrédulos ven a los cristianos deberían ver la presencia de Dios. Debe haber evidencia clara de que Dios está haciendo algo en nuestras vidas. El no creyente debe percatarse de la diferencia que marca la presencia de Dios en nuestras vidas. Ellos deben ver en nosotros un claro reflejo de Dios, Su carácter y Su poder. Hay algo diferente en el hijo de Dios. La diferencia es Dios mismo. Si la presencia de Dios no es evidente en nuestras vidas, ¿qué nos diferenciará de los no creyentes? ¿Cómo sabrá la gente que pertenecemos a Dios?
Moisés estaba preocupado por dos cosas. Primero, que la presencia de Dios fuese la fuente de su poder, sabiduría y capacidad. Él no dependía de sus fuerzas y su sabiduría, sino que dependía totalmente de Dios para poder hacer aquello para lo cual lo había llamado. En segundo lugar, le interesaba que el pueblo de Israel demostrara que pertenecía a Dios debido a la presencia del Señor en su vida cotidiana. Este debería ser el clamor del corazón de cada líder cristiano, que Dios esté con ellos para darles poder de manera tal que Su pueblo conozca Su presencia y le muestren al mundo que pertenecen a Él.
Dios estuvo de acuerdo con la petición de Moisés. En el versículo 17 dijo que haría lo que Moisés había pedido. Entonces, como si quisiera confirmar esta promesa, le pidió osadamente que le mostrara Su gloria. Parece ser que Moisés no estaría conforme hasta que Dios no confirmara esta promesa con una señal.
Dios estuvo de acuerdo con mostrarle a Moisés algo de Su gloria. Observemos que en el versículo 19 le dice que pasaría Su bien (bondad LBLA, NVI, NTV), por delante de él, y que proclamaría el nombre de Jehová delante de él. En los tiempos bíblicos, el nombre representaba el carácter del individuo. Al decirle a Moisés que proclamaría Su nombre en presencia de él, le estaba diciendo que le mostraría algo de Su carácter. En particular, Dios revelaría Su bondad, Su misericordia y Su compasión (vv. 19 y 20). Sin embargo, Dios le dijo a Moisés que no le mostraría Su rostro porque ningún humano podía ver Su rostro y quedar con vida. En cambio, Dios colocó a Moisés en la grieta de una roca y le dijo que lo cubriría con Su mano hasta que Su presencia hubiese pasado. Cuando quitara Su mano Moisés vería Su espalda (v. 23).
Moisés vería algo de la gloria de Dios, pero particularmente percibiría Su misericordia, la compasión y la bondad. A medida que se desarrollara su ministerio, Moisés tendría muchas oportunidades para ver la aplicación de aquella revelación de misericordia, compasión y bondad de Dios. Moisés necesitaría recordar aquellas características de Dios particularmente cuando tuviese que lidiar con la rebelde nación de Israel.
Hay un detalle más que me gustaría abordar a manera de conclusión. Solo nos resta imaginarnos lo que aprendió Moisés sobre misericordia y compasión ese día. Ningún libro podía enseñarle lecciones tan poderosas. Dios le mostró a Moisés un aspecto de Su persona, y luego lo reveló más aun en las experiencias que le daría con el pueblo por el resto de su vida. Ningún humano pasó tanto tiempo en la presencia de Dios como Moisés. Nadie jamás habló con Dios como él lo hizo. Sin embargo, ni aún Moisés conoció a Dios plenamente. Dios no quiso mostrarle Su rostro. Nunca deja de sorprenderme cómo llegamos a pensar que podemos reducir a Dios a tan solo un grupo de doctrinas. Es cierto que el carácter de Dios se nos revela por lo general en la Biblia, pero estudiar acerca de Dios es muy diferente a conocerlo personalmente. Yo sospecho que nos pasaremos toda una eternidad conociendo a nuestro gran y asombroso Dios. Hay cosas de Dios y Sus caminos que quizás nunca entendamos por completo. Él es demasiado inmenso para poder ser descrito por nuestros libros de teología. Tal y como él le dijo a Isaías:
8 Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. 9 Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos.
Para Meditar:
*¿Nos abandona Dios cuando les somos infieles? ¿Qué nos enseña este pasaje acerca de la fidelidad de Dios hacia nosotros?
*¿Qué aprendemos en este pasaje acerca de la función de los ángeles? ¿Qué papel desempeñó el ángel de Jehová en la vida de Su pueblo?
*Según Moisés, ¿qué distingue al creyente del incrédulo?
*¿Por qué Moisés quería que la presencia de Dios fuera con Él a la tierra prometida?
*¿Nos hemos conformado con servir a Dios sin conocer su presencia real? Abundemos al respecto.
*¿Qué evidencias hay de la presencia de Dios en nuestras vidas, iglesias y ministerios?
*¿Podemos entender plenamente a Dios y Sus caminos? ¿Qué nos ha estado revelando Dios acerca de Su carácter y Sus propósitos?
Para Orar:
*Demos gracias a Dios porque a pesar de que le somos infieles, Él permanece fiel. Démosle gracias por Su perdón y Su misericordia.
*Demos gracias al Señor porque Él envía Sus ángeles para protegernos y guardarnos.
*Pidamos a Dios que nos revele Su presencia en nuestras vidas y ministerios de una manera más profunda. Pidámosle que nos muestre si hay algo que esté impidiendo esto.
*Demos gracias al Señor por ser Él mucho más grande de lo que nuestras mentes puedan alguna vez entender.
*Demos gracias al Señor por querer revelarse a nosotros de una manera personal. Pidámosle que nos dé más carga por conocerlo personalmente.
35 – DIOS PROCLAMA SU NOMBRE
Leer Éxodo 34:1-9
Mientras Moisés estuvo en la montaña, Dios le entregó dos tablas de piedra que Él mismo esculpió. Esas tablas contenían, en forma de resumen, los mandamientos de Dios para Su pueblo. El hecho de que estuviesen escritas en piedras quería decir que tenían el propósito de servir como un recordatorio permanente para Su pueblo de lo que Él quería de ellos. Cuando Dios descendió del monte y vio que el pueblo había abandonado al Señor tan rápidamente para irse a adorar al becerro de oro, lanzó al suelo las tablas de piedra y las quebró en pedazos (Éxodo 32:19).
No se nos dice que Dios haya condenado a Moisés por aquella acción. Aquellas tablas eran sagradas por el hecho de haber sido escritas por el dedo mismo de Dios (Éx. 32:16). Él le había dado aquellas tablas a Moisés para que las salvaguardara y para que le sirvieran a Su pueblo para recordar siempre lo que Él requería de ellos; pero ahora estaban hechas pedazos al pie de la montaña. La rotura de esas tablas escritas por Dios era, de muchas maneras, muy simbólico con respecto a lo que estaba sucediendo en el campamento. El pueblo de Dios había quebrantado Sus mandamientos al pie de aquella montaña.
En el capítulo 34 de Éxodo, Dios llama a Moisés una vez más para que se reuniera con Él en la cima de la montaña. Aquí vemos que Moisés debía llevar a la presencia del Señor otras dos tablas parecidas a las primeras. Dios le dijo que Él escribiría las palabras que estaban en las que se habían roto. Nadie debía ir con Moisés a la montaña. De hecho, no debía verse a ningún animal o ser humano cerca de la montaña mientras Moisés estaba en la presencia de Dios (v. 3). Este era un gran privilegio para Moisés: Dios se reuniría con Él y con nadie más.
Dios iba a reemplazar lo que Moisés había perdido al pie de la montaña. Hay ocasiones en las que nosotros también perdemos algo a causa de nuestras acciones. Quizás pudo haber sido un ministerio o nuestra reputación. Esto nos debe servir de aliento. Dios reemplazó lo que Moisés rompió al pie de la montaña. Pero Dios no nos abandona en tiempos así. Tan solo podemos imaginarnos lo que Moisés debe haber sentido luego de haber quebrantado aquellas tablas impulsado por la ira.
Moisés preparó dos tablas lisas de piedra igual que las que habían sido quebradas, y marchó a la presencia del Señor en la cima del monte Sinaí (v. 4). El versículo 5 nos dice que el Señor descendió en una nube y estuvo con Moisés “proclamando el nombre de Jehová”. La frase “proclamando el nombre de Jehová” no es más que simplemente decirle a Moisés quién era Él. Como ya hemos visto en este comentario, los nombres en los tiempos bíblicos representaban el carácter del individuo. Cuando Dios estuvo en presencia de Moisés proclamando Su nombre, Él en realidad estaba revelando Su carácter. Observemos en el versículo 6 lo que Dios le estaba revelando a Moisés acerca de Sí mismo.
Él primeramente se le revelaba a Moisés como Señor, como Jehová (YHWH). Esta palabra se usaba cuando se trataba solamente de Dios. Nadie más era digno de Su nombre. Él estaba por encima de todos los dioses. No había nadie más grande que Él.
En segundo lugar, Dios se le revela a Moisés como un Dios compasivo y misericordioso. ¡Cuánto aliento nos da saber que el inmenso y grandioso Dios del universo es misericordioso y compasivo! Esta compasión se hace evidente en el hecho de que cuando vio el sufrimiento de Su pueblo cuando estaba siendo oprimido en Egipto, se dispuso a liberarlos. La compasión que sintió por ellos movió Su corazón. ¿Qué hace que el Dios grande y poderoso de este universo se incline a mirar mi situación? ¿Por qué tan siquiera se interesaría en mí? La única explicación es que Él es un Dios de gracia (favor inmerecido) y compasión. Su corazón es sensible para con Su pueblo, y la condición y las situaciones en las que nos encontremos son las que lo mueven a actuar. ¡Cuánta alabanza nuestra se merece por su gran compasión y misericordia!
En tercer lugar, Dios se reveló a Moisés como un Dios lento para la ira. Evidencia de esto lo vemos en la paciencia que tuvo con Su pueblo mientras viajaba con ellos por el desierto. Por todo el camino el pueblo se quejaba y murmuraba. Sin embargo, Dios fue paciente con ellos y siguió proveyéndoles días tras día y librándolos de sus enemigos. Cuando se quejaron de que no tenían agua, Dios les proveyó agua. Cuando se quejaron de no tener carne para comer, Dios les proveyó codornices para que comieran. Su paciencia para con Su pueblo era inmensa. ¿Cuántas veces hemos fallado en nuestro andar con Dios? ¿Cuántas veces ha sido Dios paciente con nosotros? Este Dios inmenso y poderoso es paciente con nosotros incluso cuando le fallamos.
En cuarto lugar, Dios le dijo a Moisés que Él era un Dios grande en amor y fidelidad (NVI). La frase “grande en amor” es significativa, pues nos muestra que Dios rebosa de amor por Su pueblo. Es decir, Su amor por nosotros va más allá de lo que necesitamos o incluso merecemos. Observemos la conexión entre amor y fidelidad (verdad, RVR60). El amor de Dios no está condicionado. En otras palabras, no depende si lo merezcamos o no. Dios nos será fiel seamos dignos o no de esa fidelidad. Aun cuando le somos infieles, Él permanece fiel a nosotros. Él no nos dejará ni nos abandonará. Aquellos que pertenecen a Dios tienen plena seguridad en esto. Quizás hayamos fallado hoy en nuestro andar con Dios; sin embargo, el amor de Dios permanece tan fuerte como siempre.
Finalmente, Dios le dijo a Moisés en aquel día, que Él también era un Dios de justicia, que de ningún modo tendría por inocente al malvado. Veamos que en el versículo 7 le dijo a Moisés que castigaría a los hijos por el pecado de sus padres hasta la tercera y cuarta generación. Debemos tener cuidado de añadir interpretaciones a la hora de leer estos versículos. No debemos suponer en base a esto que Dios castigará a niños inocentes por el pecado de sus padres. Esto queda bien claro en Ezequiel 18:18-20:
18 Su padre, por cuanto hizo agravio, despojó violentamente al hermano, e hizo en medio de su pueblo lo que no es bueno, he aquí que él morirá por su maldad. 19 Y si dijereis: ¿Por qué el hijo no llevará el pecado de su padre? Porque el hijo hizo según el derecho y la justicia, guardó todos mis estatutos y los cumplió, de cierto vivirá. 20 El alma que pecare, esa morirá; el hijo no llevará el pecado del padre, ni el padre llevará el pecado del hijo; la justicia del justo será sobre él, y la impiedad del impío será sobre él.
Este pasaje deja bien claro que el alma que pecare será la culpable delante de Dios. Los hijos no tendrán la culpa del pecado de sus padres.
¿Qué quiere decir el Señor cuando dice que castigará los hijos por el pecado de sus padres hasta la tercera y cuarta generación? La versión Reina Valera 1960 traduce este versículo diciendo “que visita la iniquidad de los padres sobre los hijos”. Esta traducción puede ser muy útil a la hora de entender la intención de Dios en este versículo. Aunque Dios no castigaría a los inocentes, los pecados de los padres “visitarían” a los hijos en generaciones futuras. Pensemos en un momento en un niño al cual el padre alcohólico lo ha maltratado. ¿Qué impacto tendrá esto en la vida de ese niño? ¿Cómo influirá esto en la manera en que criará a sus propios hijos? Lo que sucede a nivel individual también se trasmite a generaciones enteras. ¿Qué sucede cuando toda una generación le da la espalda a Dios? Que no enseñan a sus hijos a amar a Dios ni a honrarlo. Practican el pecado y la infidelidad a Dios. Y como resultado de esto toda la sociedad recibe esa influencia. Generaciones enteras crecen sin conocer al Señor. Y es que nuestros hijos sufren las consecuencias de nuestras acciones en las generaciones venideras. Crecen en una sociedad corrompida y sufren por lo que hemos hecho como padres.
Dios le está diciendo a Moisés que lo que una generación deja atrás influirá directamente en las siguientes generaciones. A pesar de que Dios es un Dios misericordioso y perdonador, Su pueblo tendría que vivir con las consecuencias de sus acciones. Dios no borraría necesariamente el impacto negativo que sus acciones tendrían en las generaciones futuras.
Es muy importante que entendamos bien lo que Dios nos está diciendo en este versículo. ¿Qué herencia les estamos dejando a las siguientes generaciones? Todos somos producto de las generaciones que nos antecedieron. El carácter espiritual y moral de nuestra sociedad ha sido moldeado por esta generación y las que fueron antes. ¿Cuál impacto tendrá esta generación presente para bien o para mal en nuestra sociedad?
Es de destacar la reacción de Moisés al considerar las palabras del Señor. En el versículo 8 su primera reacción fue la de inclinarse y adorar al Señor. ¿Qué más podría hacer? Dios se le había revelado a Moisés como un Dios amoroso, perdonador y justo. Moisés cayó en tierra en adoración y alabanza.
En segundo lugar, observemos que Moisés le rogó a este Dios misericordioso y compasivo que fuera con ellos en su viaje a la tierra que les había prometido. Moisés le ruega a Dios sobre la base de Su amor. Él quiere que Dios esté siempre a su lado, favoreciendo y bendiciendo a Su pueblo. La gracia y la misericordia de Dios lo atraen. Él anhela la presencia de un Dios como ese.
Aunque él anhelaba la presencia de Dios entre los israelitas, Moisés también reconocía que eran un pueblo terco y pecador. En el versículo 9 él clamó a Dios para que perdonara la maldad y el pecado de Su pueblo y los tomara como Su herencia. Esta era una petición osada a favor de un pueblo que había estado adorando un becerro de oro. Ellos le habían dado la espalda a Dios y anhelaban estar de vuelta en Egipto. Además, se quejaban y murmuraban constantemente contra Dios y Sus planes. Ellos, incluso, habían querido matar a Moisés (ver Éxodo 17:4). Por muy malvado que fuera este pueblo, el perdón, la paciencia y la misericordia de Dios eran aun mayor. Moisés clamó a Dios para que tomara a estos hijos rebeldes y los adoptara como Suyos, dándoles una herencia como hijos de Dios.
La gracia de Dios sigue siendo la misma hoy en día. No importa cuán lejos nos hayamos extraviado, la gracia de Dios está ahí para que la recibamos. Muchos se rehúsan a venir al Señor porque piensan que no merecen Su misericordia y compasión. Ellos no pueden percibir que el corazón de Dios anhela y está dispuesto a perdonarnos. No permitamos que nuestra condición de indignos nos impida recibir nuestra herencia.
Para meditar:
*Moisés quebró las tablas de piedra que el Señor le había dado, y Dios las reemplazó. ¿Hemos perdido algo alguna vez por actuar a la ligera? ¿Cómo nos alienta el hecho de que Dios estuvo dispuesto a reemplazar lo que Moisés había roto?
*¿Qué le reveló Dios a Moisés acerca de Sí mismo? ¿Qué aprendemos acerca de Dios en este capítulo?
*¿De qué manera influyen nuestras acciones en las personas que nos rodean y en las generaciones venideras? ¿Qué impacto tendrá nuestra generación ya sea para bien o para mal en las generaciones futuras?
*¿Debemos dejar que nuestra condición indigna nos impida acercarnos al Señor? ¿Por qué?
Para Orar:
*Demos gracias al Señor por estar siempre dispuesto a ministrarnos incluso cuando le fallamos. Démosle gracias porque no nos abandona ni aun cuando le somos infieles. Démosle gracias por Su perdón.
*Tomemos un momento para meditar en las diferentes características de Dios que se revelan aquí en este capítulo. Pasemos un tiempo a solas con Dios en el cual le agradezcamos y le alabemos por todas estas características.
*Pidámosle a Dios que nos perdone por el impacto negativo que hemos dejado en las generaciones más jóvenes. Pidamos que nos ayude a dejar legado espiritual y santo para nuestros hijos.
*Demos gracias al Señor porque, aunque no somos dignos, Sus brazos están abiertos para recibirnos y perdonar nuestros pecados.
36 – NUEVAS TABLAS Y UN PACTO RENOVADO
Leer Éxodo 34:10-35
Dios había llamado a Moisés a Su presencia en la cima del monte Sinaí para reemplazar las tablas que había quebrado. Como en la ocasión anterior, el Señor descendió sobre el monte y le habló a Moisés. Al comienzo de esta próxima sección de Éxodo 34, Dios le explica a Moisés acerca del pacto que iba a hacer con Su pueblo.
Un pacto es un compromiso entre dos partes que poseen un propósito común. En nuestro tiempo, el mejor ejemplo de pacto que tenemos es el del matrimonio. Un pacto requiere el compromiso de cada una de las partes involucradas. Dios comienza el versículo 10 declarando Su compromiso hacia Su pueblo.
La Promesa de Dios
Dios le dijo a Moisés en el versículo 10 que Él iba a hacer maravillas que nunca habían sido hechas en nación alguna. Su pueblo iba a experimentar aquellas maravillas. Los incrédulos alrededor verían estas grandiosas obras hechas por Dios y sabrían lo que Él estaría dispuesto a hacer por Su pueblo. El deseo de Dios era empoderar y bendecir a Su pueblo. Él quería que el mundo supiese que la nación de Israel le pertenecía. Las naciones entonces verían el favor especial de parte de Él sobre Su pueblo y lo que Él estaba dispuesto a hacer por ellos.
No debemos tomar este mandamiento de Dios a la ligera. Él quería mostrarle al mundo lo que Él estaba dispuesto a hacer por Su pueblo. Una mirada rápida al Antiguo Testamento nos muestra algo de las cosas increíbles que Dios hizo. Ya el pueblo de Dios había visto cómo Él había hecho arrodillar a la nación de Egipto para liberarlos del yugo de ellos. Habían visto a Dios proveerle alimento del cielo en forma de maná. Él les había abierto el mar para que cruzaran por tierra seca. Había descendido a la montaña y les había revelado Su gloria. Esto era tan solo el principio de lo que Dios haría a lo largo de la historia de Su pueblo. Obras portentosas, provisiones maravillosas y victorias diarias serían la porción del pueblo de Dios.
Yo creo que ese sigue siendo el deseo de Dios para con Su pueblo hoy. Yo creo que Él sigue queriendo que el mundo conozca lo que Él está dispuesto a hacer por Su pueblo. Él quiere que el mundo sepa que Él no se avergüenza de llamarnos Sus hijos. Sin embargo, la pregunta que tengo en mi mente es esta: ¿Por qué no estamos experimentando la plenitud de lo que Dios quiere hacer en nosotros y a través de nosotros? La respuesta no yace en el deseo de Dios, sino en nuestra voluntad de cumplir nuestra parte del pacto.
La Obligación de Israel
En el versículo 11 Dios les dice claramente que Él echaría al amorreo, al cananeo, al heteo, al ferezeo, al heveo y al jebuseo. El pueblo de Dios conquistaría estas naciones y tomaría sus tierras. Sin embargo, observemos en el versículo 11 que Dios esperaba que Su pueblo le obedeciera. A medida que caminaran en obediencia ellos verían que Dios iba delante de ellos y les daba la victoria. La obediencia a los mandamientos de Dios era vital si querían ver el poder de Dios obrar a su favor. Dios no iba a bendecir su pecado ni sus estilos de vida pecaminosos.
En el versículo 12 Dios les dice claramente que Su pueblo no debía hacer ningún tipo de trato con los habitantes de aquellas tierras. Esas naciones les serían como una trampa y los extraviarían. Dios le exigió a Su pueblo que acabaran con sus altares paganos, que destrozaran sus estatuas y derribaran los postes (NTV) de la diosa Asera, los cuales eran usados para adorar a otros dioses. Dios le recordó a Moisés en el versículo 14 que Él era un Dios celoso. Él no iba a compartir a Su pueblo con otros dioses. Él quería que ellos le dieran toda su atención.
Las prácticas de los no creyentes en la tierra que les iba a dar eran abominación a los ojos de Dios. En el versículo 15 Dios le advirtió a Su pueblo que esas naciones extranjeras se habían prostituido tras otros dioses y les ofrecían sacrificios. Estas naciones iban a invitarlos a que las siguieran en sus prácticas impías. Los hombres de aquellas naciones paganas tratarían de casarse con las hijas de su pueblo y buscarían desviarlas. Dios les dijo que debían resistir esta tentación y que no debían dejar que sus hijos se casaran con los impíos de aquella tierra.
Dios quería que el mundo viera lo que Él haría por Su pueblo, pero Su pueblo también tenía una obligación hacia Dios. Él esperaba de ellos que caminaran en obediencia y que rechazaran a cualquier otro dios. Si había algo que podría impedir la bendición de Dios, sería la negación de Su pueblo a caminar en obediencia y fidelidad a Él. ¿Será que una de las razones por las que no estamos experimentando más el poder y las maravillas de Dios en nuestros días es por no estar caminando en obediencia?
En los versículos del 17 al 28 Dios le recuerda a Moisés lo que Él esperaba de Su pueblo. Los israelitas debían adorarlo a Él nada más. Ellos no debían hacerse ningún ídolo (v. 17). En aquel contexto los ídolos se hacían con manos humanas, pero esto no debe limitarse a aquellas imágenes hechas de madera, metal o piedra. También hay ídolos que se forjan en nuestros corazones. Cualquier cosa que tome el lugar de Dios y nuestra obediencia a Él es un ídolo y debe ser destrozado.
En segundo lugar, Dios esperaba que ellos recordaran con agradecimiento lo que Él había hecho por ellos; y debían hacer esto por medio de los festivales sagrados que les había ordenado. Ellos debían celebrar la Fiesta de los panes sin levadura en memoria de su liberación de Egipto (v. 18). Parte de lo que debían recordar acerca de lo que Dios había hecho por ellos cuando salieron de Egipto era el hecho de redimir de Él el primer fruto de cada vientre. Esto era para recordar que Dios había acabado con los primogénitos en cada hogar egipcio (vv. 19-20). Observemos que en el versículo 20 dice que nadie debía presentarse ante Dios con manos vacías. Todos debían traer sus ofrendas a Dios en agradecimiento por Su bondad.
Otra manera en la que podían recordar lo que Dios había hecho era guardando el Sábado (v. 21). Ellos no debían trabajar el séptimo día porque Dios había creado al mundo en seis días y había reposado el séptimo. Este día séptimo era un día para el descanso y la reflexión en Dios y Su creación. Este era un día apartado para Él para agradecerle y adorarle.
En los versículos 22 y 23 Dios le recordaba a Su pueblo que debían aparecer ante Él para celebrar la fiesta de las semanas con los primeros frutos de sus cosechas. Al final de la cosecha debían celebrar la fiesta de las primicias. El pueblo de Dios debía celebrar la bondad de Dios al librarlos de Egipto (fiesta de los panes sin levadura), el comienzo de la cosecha (la fiesta de las semanas) y el final de la cosecha (la fiesta de las primicias).
Dios esperaba que Su pueblo fuera agradecido. Él quiere que reconozcamos que todo lo que tenemos viene de Él. A veces comenzamos a pensar que Dios nos debe lo que nos da. Pero eso no es así. Dios da como una expresión de Su amor y devoción a nosotros a pesar de que no lo merezcamos. A cambio, Él nos pide que reconozcamos Sus dádivas y que le seamos agradecidos.
Percatémonos de la conexión que hay en el versículo 24 entre la celebración de la bondad de Dios y el hecho de que Él sacaría las naciones que estaban delante de ellos. Dios promete, en este contexto, que Él ensancharía Su territorio y que nadie lo codiciaría ni se los quitaría. Dios ensancharía el territorio de ellos “cuando” subieran tres veces al año para presentarse delante de Él.
Porque yo arrojaré a las naciones de tu presencia, y ensancharé tu territorio; y ninguno codiciará tu tierra, cuando subas para presentarte delante de Jehová tu Dios tres veces en el año.
La conexión que hay entre la celebración de la bondad de Dios por parte de Su pueblo y el ensanchamiento de su territorio por parte de Dios es bastante clara. A Dios le place mostrar Sus maravillas por medio de quienes son agradecidos. ¿Somos un pueblo agradecido o damos por sentado que lo que Dios nos da es nuestro derecho y es Su obligación? ¿Podría ser que parte de la razón por la cual no estamos viendo Sus maravillas de una manera más fehaciente es porque no somos un pueblo agradecido?
Israel, como pueblo agradecido, debía traer sus sacrificios al Señor su Dios. Estos sacrificios debían ser puros y sin contaminación, lo mejor de lo que tenían. El versículo 25 nos dice que ninguno de los sacrificios debía contener levadura (a menudo un símbolo del pecado). No debían dejar que nada de lo sacrificado para la pascua quedara hasta por la mañana. Si dejaban algo, esto se corrompería. El versículo 26 nos dice claramente que el pueblo de Dios debía traer lo mejor de su cosecha. Ellos no debían ofrecerle nada de calidad inferior; Él se merecía lo mejor de ellos.
En el versículo 26 el Señor les dijo a los israelitas que no debían cocinar un corderito en la leche de su madre. A primera vista este comentario parece estar fuera de lugar. ¿Cómo encaja este mandamiento en el contexto de lo que Dios le está diciendo a Su pueblo con respecto al pacto que estaba haciendo con ellos? Todo parece indicar que los pueblos paganos de las tierras que el Señor les estaba entregando a Su pueblo tenían la práctica de cocinar un corderito en la leche de su madre. Esto era algo que hacían como parte de su sistema pagano de creencias para hacer que la tierra fuera fértil. Lo que Dios le está diciendo a Su pueblo es que no hicieran lo que hacían los paganos. Ellos no debían buscar el favor de otros dioses sobre sus cosechas; sino que debían confiar solamente en Dios, en que Él le daría sus cosechas, y, cuando las tuvieran, debían agradecerle por habérselas dado.
El Señor le hizo saber claramente a Moisés que “conforme a estas palabras” Él había hecho pacto con Israel. En otras palabras, este era un acuerdo entre Dios y Su pueblo. Él le mostraría al mundo lo que estaba dispuesto a hacer por Su pueblo. Éste le obedecería fielmente y le recordaría con agradecimiento por lo que había hecho. Moisés escribió lo que Dios le dijo durante los cuarenta días que pasó con Él en la montaña. Los Diez Mandamientos fueron el resultado de la conversación que sostuvo con Dios, y resumía los requisitos que Él demandaba de Su pueblo. El versículo 28 nos dice que durante aquellos cuarenta días Moisés no comió ni bebió. Es obvio que el Señor lo sostuvo durante todo ese tiempo que estuvo en Su presencia.
El tiempo que Moisés pasó con Dios en el Monte Sinaí tuvo un efecto físico sobre él. El versículo 29 nos dice que cuando descendió de la montaña su rostro le brillaba. Moisés desconocía esto, pero cuando Aarón y el pueblo lo vieron sintieron miedo de acercarse (v. 30). Moisés compartió con los líderes lo que Dios le había dicho. Entonces convocó a todo Israel para que escucharan los mandamientos que Dios le había dado en el Monte Sinaí. (vv. 31 y 32).
Después de haberle hablado al pueblo, Moisés puso un velo para que le cubriera su rostro. Cada vez que iba a hablar con Dios se quitaba el velo. Cuando regresaba, la gente veía cómo su rosto brillaba con el resplandor del Señor (v. 35). De esta manera, el Señor le recordaba a Su pueblo que Moisés era verdaderamente Su siervo y que debían escucharle.
Para Meditar:
*Dios prometió a Su pueblo que verían maravillas como nunca antes habían visto. ¿Es este el deseo de Dios para Su pueblo hoy? ¿Qué maravillas ha hecho Dios en nuestras vidas?
*¿Qué esperaba Dios de Su pueblo a cambio de lo que Él haría por ellos?
*¿Cuál es la conexión entre la obediencia a Dios y las bendiciones que Él quiere derramar sobre nosotros?
*¿Cómo debía el pueblo de Dios expresar su agradecimiento a Él por Sus bondades para con ellos? ¿Cuán agradecidos estamos por lo que Dios ha hecho en nuestras vidas? ¿Cómo expresamos nuestro agradecimiento a Dios?
*¿Cuál era la evidencia de que Moisés había estado en la presencia de Dios? ¿Qué evidencia hay en nuestras vidas de que hemos estado en la presencia de Dios y de que Él vive en nosotros?
Para Orar:
*Demos gracias al Señor porque, a pesar de que no lo merecemos, Él quiere hacer cosas grandes y maravillosas para nosotros. Tomemos un momento para meditar en algunas de las cosas que Él ya ha hecho.
*Pidámosle a Dios que nos muestre cualquier cosa que haya en nuestras vidas que esté impidiendo Su bendición.
*Pidamos a Dios que nos haga más agradecidos por las cosas que Él ha hecho por nosotros.
*Pidamos a Dios que haga que Su presencia sea más real en nuestras vidas para que la gente sepa que Él está con nosotros.
37 – UNA OFRENDA PARA EL TABERNÁCULO
Leer Éxodo 35:1-35
Al comenzar el capítulo 35 de Éxodo Moisés le recuerda al pueblo sobre la importancia de santificar el séptimo día. Debían hacer toda su obra en seis días, pero el séptimo día, el Sábado, debían descansar. Observemos en el versículo 2 que este día no era un día de reposo solamente para ellos, sino también sería “día de reposo para Jehová”. La frase “para Jehová” es significativa, y nos muestra que el enfoque del día debía ser el Señor.
Observemos en el versículo 2 que cualquiera que fuere hallado haciendo obra alguna en día de reposo, moriría. Para saber si alguien estaba desobedeciendo este mandamiento de guardar el día de reposo había que definir la palabra “obra”. Esto se convertiría en un problema para los maestros de la ley. Sin embargo, vemos en el versículo 3 que Moisés le dijo al pueblo que encender una luz en la casa siendo día de reposo se castigaba con la muerte. Parece ser que la palabra obra se definía en el sentido más estricto.
A partir de esta declaración sobre el día de reposo, Moisés entonces le dijo al pueblo que trajeran una ofrenda al Señor. Vemos en el versículo 4 que esta ofrenda no era una idea que partía de Moisés, sino que era un mandamiento del Señor. Observemos dos cosas con respecto a esta ofrenda.
En primer lugar, la ofrenda debía proceder de lo que ellos poseían. El Señor nunca nos llama a dar lo que no tenemos. Esto puede parecer algo ridículo a la hora de decirlo, pero la realidad es que podemos ver las necesidades a nuestro alrededor y sentirnos culpables porque no estamos dando más para satisfacer esas necesidades. El enemigo se deleita en avergonzarnos y hacernos sentir derrotados por la culpa. Esto es algo que no proviene de Dios. Dios no nos pide que demos lo que no tenemos para dar. Él tan solo espera que seamos fieles con lo que Él ya nos ha dado.
En segundo lugar, Él espera que demos con disposición. En el versículo 5 se dice que todo el que estuviere dispuesto a dar trajera sus ofrendas al Señor. Lo importante no es la cantidad que demos, sino la actitud del corazón. Dios se deleita más en un pequeño regalo dado con voluntad, que en uno grande dado con mala voluntad. Las ofrendas que el pueblo trajera al Señor debían proceder de un corazón gozoso y agradecido.
Percatémonos en los versículos 5 y 9 cuáles eran las ofrendas que el Señor quería de Su pueblo. Él quería que el pueblo le trajera oro, plata, bronce, azul, púrpura, carmesí y lino fino. También les pidió pelo de cabras, pieles de carneros teñidas de rojo, pieles de tejones, madera de acacia, aceite para el alumbrado, especias para el aceite de la unción y para el incienso aromático, y piedras de ónice y piedras de engaste para el efod y para el pectoral. Todos estos eran artículos que serían usados para la construcción del tabernáculo y para la adoración a Dios tal y como Él le había ordenado a Moisés.
Estos artículos no eran lo único que el pueblo podía traer. El Señor también le pidió a quienes fuesen diestros en sus habilidades que dieran de su tiempo y esfuerzo. Estas personas diestras en su trabajo debían estar involucradas en la construcción del tabernáculo, sus muebles y accesorios (vv. 11-19).
Cuando el pueblo salió de la presencia de Moisés ese día, todos los que estuvieron dispuestos y a quienes el Señor había tocado su corazón, regresaron con ofrendas para la obra del tabernáculo. Observemos dos cosas respecto a quienes ofrendaron (v. 21).
En primer lugar, sus corazones estaban dispuestos. Eso quiere decir que estaban prestos para dar. Tenían un corazón entregado al Señor y Su obra. Ellos querían ver que los propósitos de Dios se cumplieran y querían ser parte de ellos; por lo tanto, estaban prestos a sacrificar lo que tenían para ver que la voluntad de Dios se cumpliera.
En segundo lugar, sus corazones estaban siendo movidos por el Señor. ¿Qué hubiera sucedido si sus corazones se hubieran endurecido? ¿Se hubiera movido Dios de la misma manera? Aquí hablamos de corazones dóciles que estaban listos para escuchar a Dios. Dios les habló a esos corazones y ellos respondieron. Si nuestro corazón está dispuesto, Dios se moverá en él y nos usará para la obra de Su reino.
El tabernáculo se construyó a partir de los regalos voluntarios del pueblo de Dios (v. 22). La palabra “voluntario” se usa cuatro veces entre los versículos 20 y 29. Los israelitas vinieron con sus joyas, sus telas y sus pieles. Trajeron plata, bronce y madera de acacia. Todos estos regalos fueron entregados con gozo en el corazón.
Aquellos que eran diestros en sus oficios brindaron sus destrezas al Señor. También las mujeres hilaron con sus manos los materiales para la confección de manteles para el tabernáculo. Los principales líderes trajeron piedras preciosas para colocarlas sobre el efod y el pectoral, además de especias y aceite de oliva para el alumbrado y para el aceite de la unción, e incienso.
Dios se estaba moviendo entre Su pueblo. No hacía mucho tiempo antes de esto que el pueblo de Dios había estado dando de su oro para hacer un becerro. Dios juzgó a aquellos que lo hicieron y muchos perdieron sus vidas. Todo parece indicar que entre los que quedaron había un pueblo cuyos corazones estaban dispuestos a escuchar a Dios y a obedecer Sus mandamientos. Nosotros tan solo podemos imaginar la emoción de aquellos días en los que Dios movía a Su pueblo para dar y servir.
Sin embargo, resulta interesante observar que la repetición de la frase “se sintieron movidos” (NVI), o la palabra “voluntad” o “voluntaria” (RVR60) u otras semejantes a éstas en otras versiones, implica que hubo quienes no estuvieron dispuestos. Aunque el pasaje no los menciona, podemos pensar que dentro de aquella comunidad hubo algunos que no estaban tan emocionados por lo que estaba pasando como los estaban aquellos cuyos corazones Dios estaba moviendo.
Aunque había muchas personas involucradas en la construcción del tabernáculo, sus muebles y sus accesorios, Dios había puesto Su mano de manera especial en dos personas. El primero de ellos era Bezaleel. Dios había llenado a este hombre con Su Espíritu, dándole destreza y sabiduría en toda clase de arte (v. 31). Esto lo capacitaría para trabajar haciendo diseños artísticos en oro, plata y bronce. El Espíritu de Dios le daría la capacidad de cortar piedras, de hacer trabajos con madera y hacer todo tipo de trabajos artesanales y artísticos (vv. 32-33). El segundo hombre era Aholiab hijo de Ahisamac, de la tribu de Dan. El Espíritu de Dios también lo había dotado como artesano.
Dios no les dio a estos hombres tan solo talentos artísticos, sino que también les dio la capacidad de enseñar a otros (v. 34). Estos dos hombres, llenos de talento y del Espíritu Santo serían usados por Dios para enseñar oficios tales como el trabajo con metales, madera, tejido, bordado y costura. Dios usaría estas destrezas manuales en la construcción del tabernáculo.
El Espíritu de Dios llenó a aquellos hombres con el propósito de darles la capacidad para que fuesen sencillamente artesanos y obreros. La obra de Dios necesita más que pastores y evangelistas. Dios también necesita hombres y mujeres que puedan hacer labores prácticas de diario quehacer. Él está dispuesto a llenarnos con Su Espíritu para hacer esas labores si tenemos un corazón dispuesto. Él no nos está pidiendo que demos aquello que no tenemos ni tampoco nos pide que seamos aquello a lo cual no hemos sido llamados. No todos están llamados a predicar en un púlpito, porque Dios también necesita obreros que estén detrás del escenario. Él también nos llenará para que llevemos a cabo estas funciones. En ocasiones estos roles pasan desapercibidos para muchos, pero no para Dios. Si nuestro corazón está dispuesto, Dios se moverá en él y nos guiará para la gloria de Su nombre.
Para Meditar:
*¿Alguna vez nos hemos sentido culpables porque no hemos tenido algo para dar ante una necesidad en particular? ¿Viene este tipo de culpa de parte de Dios? ¿Nos pide Dios que demos lo que no tenemos para dar?
*¿Cuán importante es la disposición en nuestro servicio a Dios?
*¿Cuál es el vínculo que hay en este capítulo entre los corazones dispuestos y el mover de Dios en esos corazones? ¿Tenemos un corazón dispuesto para Dios?
*¿Por qué Dios nos llena de Su Espíritu? ¿Cuál fue el resultado en las vidas de Bezaleel y Aholiab el haber sido llenos del Espíritu de Dios?
*¿Cuáles son las habilidades que el Señor nos ha dado? ¿Cómo podemos usar esas habilidades para la obra del reino de Dios?
*¿Qué nos está pidiendo Dios que demos para la causa del reino?
Para Orar:
*Pidamos al Señor que quite de nuestras vidas todo tipo de culpa que sea falsa.
*Pidamos al Señor que nos dé un corazón que esté más dispuesto a servir y a dar.
*Agradezcamos al Señor por Su disposición de llenarnos con Su Espíritu para capacitarnos en Su servicio. Pidámosle que nos ayude a ver la manera en que podemos usar, para Su gloria, los dones que nos ha dado.
38 – EL TRABAJO EN EL TABERNÁCULO COMIENZA
Leer Éxodo 36:1-37:29
Moisés había estado recibiendo los regalos que la gente traía para la construcción del tabernáculo. Al comenzar el capítulo 36 vemos que Moisés está llamando a Bezaleel y Aholiab junto a otros hombres capacitados para comenzar la obra que el Señor le había ordenado. Observemos en Éxodo 36:2 que había dos requisitos comunes para quienes eran parte de esa obra.
En primer lugar, el Señor les había dado la capacidad que tenían. Él les había dado diferentes dones a estos individuos en una variedad de habilidades artesanales. La razón por la cual había hecho esto era para usarlos en la expansión de Su reino. Quienes estaban involucrados en la construcción del tabernáculo habían sido equipados de manera especial por Dios para ese propósito.
En segundo lugar, estas personas tenían un corazón dispuesto. Tal como vimos en el capítulo anterior, la disposición es una característica importante. Dios no estaba interesado en usar las personas que no estuvieran dispuestas a ser usadas. Estos individuos estaban completamente capacitados y dispuesto a poner sus dones a disposición de Dios. Hay muchas personas que tienen dones que Dios les ha dado, pero no están dispuestas a dar el paso para ponerlos en uso. Dios, por Su parte, equipa a Su pueblo; a nosotros, por la nuestra, nos toca estar dispuestos.
Hay muchas razones por las cuales no estamos dispuestos a ser usados por Dios. A veces no estamos dispuestos a hacer el sacrificio. La obra de Dios requiere sacrificio. Si queremos servir al señor tendremos que dejar atrás algunas cosas. El Señor demandará de nosotros tiempo y esfuerzo; y esto significará tener que dejar a un lado nuestros intereses. Aquellos que servían al Señor en la construcción del tabernáculo y en la confección de sus muebles dieron abundante tiempo y energía. Esta disposición de los obreros no debe tomarse a la ligera. Ellos eran personas que estaban listas para hacer el sacrificio que se necesitaba. Ellos creían en lo que Dios estaba haciendo y estuvieron dispuestos a dar de su tiempo, esfuerzos y recursos para verlo suceder. Dios se agrada en personas así. Él se deleita en usarlos para la expansión de Su reino.
A veces no estamos dispuestos porque no tenemos la fe para creer que Dios puede realmente usar nuestros dones en algo mayor, o porque estamos buscando algo más grande de lo que Dios nos está pidiendo que hagamos. Aquellos que tienen un corazón dispuesto dejarán que Dios determine la manera en que quiere usar sus dones. Puede ser que Él decida usarlos en grandes cosas, lo cual requerirá de nosotros que demos el paso de fe con valor. Puede que decida usarnos en cosas pequeñas, lo cual requiere que seamos humildes y nos conformemos con pasar desapercibidos. Quienes estén dispuestos a ser usados, estarán felices de escuchar a Dios y hacer lo que Él les pida, ya sea para algo grande o algo pequeño.
Muchos de los israelitas dieron sus ofrendas voluntarias para ser usadas en el tabernáculo, las cuales fueron luego entregadas a los obreros. La gente venía mañana tras mañana con sus regalos (Éxodo 36:3). De hecho, el versículo 4 nos dice que cuando los obreros vieron las ofrendas que habían sido traídas, le dijeron a Moisés que ya tenían más que suficiente para el trabajo. Entonces envió una orden a todo el pueblo de que ya no trajeran más ofrendas (Ex. 36:6-7).
Estos eran días muy emocionantes para Israel. Dios se había movido entre ellos y les había dado un espíritu de disposición. Tanto hombres como mujeres se habían dedicado a usar sus habilidades en la obra del tabernáculo. Otros habían sido movidos por Dios a dar generosamente hasta el punto que hubo recursos más que suficientes para culminar la tarea. Dios se estaba revelando de manera poderosa.
Las Paredes y el Techo
El tabernáculo estaba hecho de diez cortinas de lino fino torcido, y tela azul, púrpura y escarlata, adornadas con imágenes de querubines. Cada una de las diez cortinas medía 28 codos de largo (42 pies o 12.5 metros) por cuatro codos de ancho (6 pies o 1.8 metros). Estas cortinas se juntaban en dos piezas de cinco cortinas cada una (Ex. 36:10). Éstas quedaban juntas por medio de lazos de tela azul y presillas de oro (Éx. 36:11-13). Así quedaría conformado el techo y las paredes del interior del tabernáculo.
También se confeccionó una segunda cortina a partir de once cortinas pequeñas hechas de pelo de cabra y unidas de manera similar. Luego se les unió por el medio usando lazos y presillas. Esto cubriría la parte interior del tabernáculo protegiéndola del clima.
La cubierta final del tabernáculo, que estaba por la parte de afuera y expuesta al clima, estaba hecha de piel de tejones (piel de marsopa (LBLA); piel de delfín (NVI)). El tabernáculo tenía tres cubiertas separadas que aseguraban que sus muebles quedaran protegidos.
La Estructura
Para que el peso de estas tres cubiertas pudiera sostenerse, se construyó una estructura de madera de acacia. Cada tabla o soporte era de diez codos de largo (15 pies o 4.5 metros) y de ancho un codo y medio (2 ¼ pies o 0.7 metros). El lado sur y el lado norte del tabernáculo tenían veinte tablas de soporte cada uno. Cada una de ellas se apoyaba en dos bases de plata. Para el lado del tabernáculo que daba hacia al occidente se colocarían seis tablas. En cada esquina se colocarían dobles buscando fortaleza en la estructura. Estas ocho tablas quedarían apoyadas sobre dieciséis bases de plata, es decir, dos debajo de cada tabla (Éxodo 36:27-30).
Las Barras
Las tablas de la estructura se sujetaban unas con otras por medio de barras (travesaños) hechas de madera de acacia y revestidas de oro. Cada lado tenía cinco barras al igual que la pared trasera. Las barras quedaban insertadas en anillos colocados de extremo a extremo por la parte exterior de la estructura (Éxodo 36:33). La quinta barra quedaba insertada en un agujero que atravesaba las tablas por el centro. Estas barras serían fáciles de quitar, pero harían que las paredes del templo permanecieran firmes en su lugar.
El Velo del Lugar Santísimo
El velo que separaba el Lugar Santísimo del Lugar Santo estaba hecho de tela azul, púrpura y escarlata y lino fino torcido. Éste sería confeccionado por expertos, los cuales les incrustarían figuras de querubines; y colgaría de cuatro pilares por medio de ganchos de oro (Éxodo 36:35-36).
La Entrada del Tabernáculo
La entrada del tabernáculo tenía un velo de tela azul, púrpura y escarlata y de lino fino torcido. El velo estaba colgado por ganchos de cinco pilares cuyas bases eran de bronce (Éxodo 36:37-38).
El Arca del Pacto
Fue Bezaleel quien construyó el Arca del Pacto con madera de acacia, con una medida de dos codos y medio de largo (3 ¾ pies o 1.1 metros) y un codo y medio de ancho por igual de alto (2 ¼ pies o 0.7 metros). La madrera de acacia del arca fue enchapada en oro por dentro y por fuera, y se le hizo una cornisa de oro alrededor. También se le colocó dos anillos de oro a cada costado del arca a través de los cuales se insertarían barras de acacia revestidas en oro para trasladarla de un lugar a otro (Éxodo 37:1-5).
La tapa del arca, conocida como el propiciatorio, fue hecha de oro puro. Esta tapa tenía dos querubines esculpidos sobre ella, uno en cada lado. Estos dos querubines estaban uno frente al otro con sus alas extendidas hacia adelante cubriendo todo el propiciatorio (Éxodo 37:6-9).
La Mesa y sus Utensilios
La mesa medía dos codos de largo (3 pies o 0.9 metros), un codo de ancho (1 pie y medio o 0.5 metros) y un codo y medio de alto (2 ¼ pie o 0.7 metros). Fue construida de madera de acacia y recubierta de oro, y se le hizo un borde con una cornisa. También se le puso cuatro anillos de oro, dos por cada costado, para poder trasladarla de un lado a otro por medio de barras de acacia recubiertas de oro que se insertarían por estos anillos. Los artesanos también hicieron de oro los utensilios que llevaba la mesa los cuales eran platos, cucharas, cubiertos y tazones (Éxodo 37:13-16).
El Candelero
El candelero también era hecho de una sola pieza de oro fino labrado a martillo por un artesano. Tenía una base y un tallo con tres ramas que se extendían por cada lado de la base. Las ramas y el tallo estaban decorados con copas en forma de flor, capullos y flores abiertas en cada pareja (Éxodo 37:17-22). El peso del candelero era de un talento (75 libras o 34 kilogramos).
El Altar del Incienso
Al igual que los otros muebles del tabernáculo, el altar del incienso también estaba hecho de madera de acacia. Medía un codo por sus cuatro lados (1 pie y medio o 0.5 metros) y dos codos de alto (3 pies o 0.9 metros). También tenía cuernos en las esquinas con una cornisa por alrededor del borde del altar. Además, tenía barras de acacia revestidas en oro las cuales se insertaban a través de los anillos de oro que estaban en los costados del altar para que así pudiera ser trasladado de un lugar a otro. El aceite de la unción que se usaba en este altar era confeccionado por perfumistas (Éxodo 37:25-29).
El pueblo de Dios dio de sí mismo para la construcción de este tabernáculo, y la obra avanzaba a medida que ellos daban y servían. No todos tenían las mismas habilidades, pero cada uno hacía su parte. Unos daban, otros servían. Aquí nos sorprende ver cómo por medio de seres humanos como usted y como yo Dios cumplía Sus propósitos. Dios quiere usarnos de maneras prácticas para extender Su reino. ¿Estamos dispuestos a ser usados?
Para Meditar:
*Observemos cómo Dios dotó a las personas de diferentes maneras. No todos estos dones tenían que ver con la predicación, la enseñanza o el evangelismo. Dios también dotó a algunos con capacidades o habilidades artísticas. ¿Cuáles dones nos ha dado Dios? ¿Cuán importantes son hoy en día estas habilidades en la obra del ministerio? ¿Podemos reconocer hoy a quienes tienen esos talentos?
*¿Es suficiente tener los dones? ¿Qué aprendemos aquí acerca de la importancia de tener la voluntad? ¿Qué significa estar dispuestos a ser usados por Dios?
*¿Qué impide que tengamos disposición para ser usados por Dios?
*La obra de Dios progresaba por medio de manos humanas. ¿Hasta qué punto depende la obra de Dios de nuestra disposición a ser usado por Dios en el presente? ¿Puede afectar la obra de Dios el que Su pueblo no esté listo y dispuesto a ser usado?
Para Orar:
*Tomemos un momento para meditar en cómo los dones de Dios están siendo usados hoy en los grupos donde tenemos comunión los unos con los otros ¿Están siendo usados esos dones de manera eficaz a favor del reino de Dios?
*Agradezcamos al Señor por los dones que nos ha dado. Pidámosle que nos ayude a estar más dispuestos a usar esos dones por la causa del reino.
*Agradezcamos al Señor por querer usarnos para la extensión de Su reino sobre esta tierra.
*Pidamos a Dios que avive Su iglesia para que esté dispuesta a sacrificar lo que sea necesario para la obra de Su reino.
39 – LA TERMINACIÓN DEL TABERNÁCULO
Leer Éxodo 38:1-39:43
Éxodo 36 y 37 describe la construcción del tabernáculo con todos sus muebles y accesorios interiores. Los capítulos del 38 al 39 describen los artículos del atrio externo y los atuendos de los sacerdotes.
El Altar del Holocausto
Éxodo 38 comienza con la construcción del altar del holocausto. El mismo estaba construido de madera de acacia y medía tres codos de alto (4 ½ pies o 1.3 metros) y cinco codos de largo y ancho (7 ½ pies o 2.3 metros). En cada esquina tenía un cuerno y estaba revestido de bronce. También se le instaló una rejilla de bronce a la mitad de la altura del altar, debajo del borde (verse 4). Este altar se trasladaba de un lugar a otro por medio de barras de madera de acacia que atravesaban los anillos que estaban por los costados del altar. Todos sus utensilios (calderos, tenazas, tazones, garfios y palas) también eran hechos de bronce. Este altar de bronce se encontraba en el atrio externo del tabernáculo.
La Fuente
La otra pieza de los muebles que estaban en el atrio exterior del tabernáculo era la fuente. Esta fuente o lavamanos estaba llena de agua y era usada por los sacerdotes para lavarse antes de servir al Señor. En Éxodo 38:8 vemos que esta fuente estaba hecha de los espejos de bronce de las mujeres que servían a la entrada del tabernáculo. Es muy probable que estas mujeres sirvieran como porteras; por lo que es importante resaltar aquí que las mujeres también tenían su función en el servicio del tabernáculo.
Las Paredes del Norte y del Sur
El atrio externo que rodeaba al tabernáculo era donde la gente se reunía. Las paredes laterales del atrio tenían 100 codos de largo (150 pies o 46 metros). Éstas estaban hechas de lino fino torcido y colgaban de ganchos y anillas de plata que iban colocados en veinte pilares de bronce situados sobre bases del mismo material (38:8-11). La posición del tabernáculo era tal que sus costados daban para el norte y para el sur.
La Pared Trasera que Daba Hacia el Occidente
El lado que daba hacia el occidente medía cincuenta codos de ancho (75 pies o 23 metros). Éste tenía cortinas que colgaban de ganchos y anillas de plata de diez pilares afirmados en sus bases.
La Pared Frontal que Daba Hacia el Oriente
La pared frontal del atrio siempre estaba hacia el oriente, hacia la salida del sol. Tenía cincuenta codos de ancho (75 pies o 23 metros). Ésta se conformaba por dos juegos de cortinas de 15 codos de longitud (22 ½ pies o 6.9 metros) colgando de ambos lados con una abertura central de 20 codos (30 pies o 9 metros) que sirviera de entrada. Las cortinas estaban hechas de lino fino torcido y estaban adheridas por medio de ganchos y anillas a tres pilares en cada lado de la entrada central.
La Entrada
La entrada al atrio exterior tenía una cortina y estaba hecha de tela azul, púrpura y escarlata, y lino fino torcido. Éxodo 38:18 dice que esta cortina había sido recamada artísticamente; tenía 20 codos de largo (30 pies o 9 metros) y cinco codos de alto (7 ½ pies o 2.3 metros), y, además, cubría toda la entrada. La misma estaba sujeta a cuatro pilares de bronce con bases de bronce que tenían ganchos y anillos de plata (38:19).
Todas las estacas que se hicieron eran de bronce (38:20). Éstas les darían un soporte adicional a las paredes del atrio y asegurarían su estabilidad.
Observemos que en Éxodo 38:21-31 se nos dice que por orden de Moisés se hizo un registro de los materiales usados en la construcción del tabernáculo. Los levitas guardaron este registro bajo la supervisión de Itamar, hijo de Aarón (38:21).
Aquí debajo damos un listado de la cantidad de oro, plata y bronce que se usó para la construcción del tabernáculo:
*29 talentos 730 siclos de oro (cerca de 1 tonelada)
*100 talentos 1,175 siclos de plata (cerca de 3 ¾ toneladas)
*70 talentos 2, 400 siclos de bronce (cerca de 2 ½ toneladas)
Solo podemos imaginar cuánto valdría hoy en día la cantidad de oro, plata y bronce usada en la construcción del tabernáculo. Observemos la combinación de calidad y sencillez que encontramos en la construcción del tabernáculo. La calidad se percibe en el hecho que el tabernáculo fue construido bajo indicaciones muy estrictas y con los materiales más exquisitos. Dios esperaba que no se escatimaran gastos; y pidió que el pueblo diera de lo mejor que tenían para la construcción de este tabernáculo.
También observamos que en la construcción del tabernáculo hay sencillez. Esto se percibe en que no hubo gastos innecesarios; todo lo que había en el tabernáculo tenía una función; todo tenía un lugar y un propósito.
De estos aspectos podemos sacar algunos principios importantes. En primer lugar, Dios se merece lo mejor de lo que tenemos. Y no solo que se lo merece, sino que también nos lo pide. El tabernáculo fue construido de materiales preciosos dados a Dios de buena voluntad. Él nos da lo mejor de Sí. Por ejemplo, Él ofreció a Su Hijo en la cruz por nuestros pecados, y está obrando en nosotros para hacernos lo mejor que podamos ser para Él. Él no escatima nada para hacernos cada vez más a Su imagen. Al igual que este tabernáculo, debemos reflejar Su belleza y Su gloria al mundo. Él, a cambio, espera que le demos lo mejor.
Dicho esto, necesitamos darnos cuenta de que Dios también espera que usemos lo que nos ha dado. ¿Cuántas veces hemos saturado nuestras vidas de cosas que nunca necesitaremos? ¿Cuán a menudo vemos que hay talentos y dones sin usar? Cada artículo en el tabernáculo tenía uso, nada estaba por gusto. Nuestros cuerpos hoy en día son tabernáculos. El Espíritu de Dios vive en nuestros cuerpos. Como tabernáculo de Dios Él espera que saquemos todo aquello que no se utiliza y que hagamos una limpieza general en nuestras vidas. Nuestros cuerpos deben reflejar Su gloria. La sencillez del tabernáculo radicaba en que no estaba abarrotada de artículos inútiles. Todo lo que allí había tenía un propósito, el de glorificar a Dios. ¿Podría ser que no estamos siendo todo lo que Dios quiere que seamos porque quizás haya demasiadas cosas en nuestras vidas que demanden nuestra atención? Dios nos llama a que hagamos de nuestras vidas algo más sencillo quitando aquello que causa estorbo. A veces llegamos a estar tan ocupados que ya no tenemos tiempo para escuchar a Dios o pasar tiempo con Él. Puede que en nuestras vidas existan elementos que desvíen nuestra atención de Dios. Quizás es tiempo de que consideremos nuestras vidas como tabernáculos de Dios y que la limpiemos de cualquier cosa que no le rinda, de una forma u otra, gloria a Él.
En Éxodo 38:22-23 se reconoce a Bezaleel y a Aholiab por asegurarse de que todo fuese hecho según las especificidades que Dios le había dado a Moisés. Ellos recibieron mucha ayuda, pero fueron los responsables delante de Dios para que todo se hiciera conforme a lo que Él había dicho. Aquí se le reconoce por haber hecho un buen trabajo.
Éxodo 39 se centra en los atuendos sacerdotales. Éstos se confeccionaron de lana teñida de púrpura, carmesí y escarlata (39:1, NVI). Examinemos de manera breve y una vez más las diferentes piezas de la vestidura sacerdotal.
El Efod
El efod o delantal que usaba Aarón era de tela azul, púrpura y escarlata y de lino fino torcido. En la tela se le incrustaron láminas delgadas de oro cortadas en hilos. Observemos que este era un trabajo hecho por un artesano especializado (39:3). En otras palabras, era una obra de arte. El efod se sostenía por medio de dos hombreras. También tenía un cinto hecho diestramente del mismo material y con hilos de oro entretejidos en él. “También labraron las piedras de ónice, montadas en engastes de filigrana de oro” (v. 6, LBLA), en las cuales se grabaron los nombres de las doce tribus de Israel (seis nombres en cada piedra). Aarón llevaba sobre sus hombros los nombres del pueblo de Dios cada vez que entraba en la presencia del Señor.
El Pectoral
El pectoral de Aarón también fue confeccionado con mucha destreza por un artesano. Fue “bordado artísticamente, como el efod, con hilo de oro, lana teñida de púrpura, carmesí y escarlata” (NVI). Su forma era cuadrada, y era doble para que fuese más grueso. Se le montaron también cuatro hileras de tres piedras preciosas cada una. “La primera hilera era un rubí, un topacio y una esmeralda; la segunda hilera, una turquesa, un zafiro y un diamante; la tercera hilera, un jacinto, una ágata y una amatista, y la cuarta hilera, un berilo, un ónice y un jaspe” (LBLA). Cada una de estas piedras tenía grabado el nombre de una de las tribus de Israel (39:14). Este pectoral estaba sostenido por unas cadenillas de oro puro tejidas como cordones trenzados de manera que parecían una soga. La cadena de oro estaba atada a un anillo en la esquina superior del pectoral y la hombrera del efod. También por los costados del pectoral y al frente del efod había anillos por donde pasaban las cadenas de oro justo por encima del cinto tejido del efod. Al estar sujeto por encima y por debajo hacía que el pectoral quedara fijo en su lugar para que no se tambaleara cuando el sacerdote ejerciera sus deberes (Éxodo 39:21).
El Manto
El manto del sacerdote estaba confeccionado con tela azul tejida (39:22). Tenía una abertura en el centro reforzada por todo su borde para que no se rasgara cuando el sacerdote metiera su cabeza (39:23). En todo el borde inferior del manto se le incrustaron granadas de lana púrpura, carmesí y escarlata, y de lino fino. Al lado de cada granada había una campanilla de oro. De esta manera, estas campanillas sonarían a dondequiera que se moviera el sacerdote.
Éxodo 39:27-29 nos dice que los sacerdotes también tenían túnicas, mitras, turbantes y ropa interior hechas especialmente de lino fino. Estas piezas de ropa fueron confeccionadas especialmente para los sacerdotes por artesanos especializados. Los sacerdotes debían usar esos atuendos cada vez que vinieran a ministrar en la presencia del Señor. Como recordatorio de su obligación especial hacia Dios, llevaban una placa hecha de oro puro atada al turbante la cual tenía grabadas las palabras “Santidad a Jehová”. Ellos no podían usar esto sin reflejar seriamente su función como líderes espirituales del pueblo de Dios. Ellos debían dar el ejemplo tanto en santidad como pureza delante del pueblo de Dios.
En Éxodo 39:32-43 se nos dice que cuando hubieron terminado todo, trajeron a Moisés las piezas del tabernáculo con todos sus muebles. No faltaba nada. Dice que Moisés inspeccionó la obra y vio que todo estaba exactamente como Dios lo había instruido. Entonces bendijo al pueblo por el trabajo bien hecho.
¿Y qué tal nuestras vidas? El día viene en el que estaremos delante de Dios y nuestra obra será inspeccionada. ¿Encontrará Él que hemos hecho como nos ha pedido? ¿Verá que hemos sido obedientes a Su propósito? Imaginemos qué hubiera sucedido si el pueblo de Dios en aquella ocasión hubiese decidido que no les gustaba el plan de Dios para el tabernáculo, y se hubiese atrevido a añadirle algunos cambios. ¿Le hubiera agradado esto a Dios? ¿Qué hubiese sucedido si ellos hubiesen decidido disminuir el costo remplazando algo del oro por bronce? ¿Hubieran recibido ellos la bendición de Moisés? Dios estaba conforme con el esfuerzo del pueblo porque lo hicieron a la manera que les había dicho. ¡Dios nos conceda la gracia de que podamos hacer lo mismo en nuestros días!
Para Meditar:
*¿Qué aprendemos aquí acerca del valor del tabernáculo? ¿Qué nos enseña el valor del tabernáculo en cuanto al llamado de Dios a que le demos lo mejor de nosotros? ¿Le hemos estado dando a Dios lo mejor que tenemos?
*¿De qué manera el tabernáculo refleja también sencillez? ¿Qué es aquello que estamos acumulando en nuestras vidas que nos desvirtúan de nuestra relación con Dios?
*Al ser creyentes somos tabernáculos de Dios en donde vive Su presencia. ¿De qué manera reflejamos hoy Su gloria? ¿Cómo podemos reflejar más Su gloria?
*El pueblo de Dios construyó el tabernáculo exactamente como Él les pidió. ¿Hemos sido completamente obedientes al Señor en nuestras vidas? ¿Hemos estado haciendo lo que Él nos pide que hagamos?
Para Orar:
*Pidámosle al Señor que nos ayude a darle lo mejor de nosotros. Pidámosle perdón por las veces que no le hemos dado lo que nos pide y lo que Él se merece.
*Pidamos a Dios que nos ayude a sacar cosas que estorban en nuestras vidas. Pidámosle que nos muestre qué es aquello que hace que nos desvirtuemos de Sus planes y Sus propósitos.
*Oremos para que Dios nos ayude a buscar Su voluntad en todo. Oremos para que nos muestre Su propósito de manera más clara, y que nos dé la gracia y la fortaleza para caminar en obediencia.
40 – LA PREPARACIÓN DEL TABERNÁCULO
Leer Éxodo 40:1-38
Todos los artículos para el tabernáculo fueron hechos exactamente con las especificidades que Dios le dio a Moisés. En este capítulo final del libro de Éxodo, el Señor le ordenó a Moisés que preparara el tabernáculo. Observemos en el versículo 2 que también se le llamó el Tabernáculo de Reunión o Tienda de Reunión (NVI). Aquí era donde el Señor se reuniría con Su pueblo. Veamos también que el tabernáculo tenía que prepararse el primer día del primer mes.
En los versículos del 3 al 8 vemos cómo debían organizarse los muebles del tabernáculo. La única pieza que se encontraría en el lugar santísimo era el arca del pacto (o arca del testimonio). Ésta estaba apartada de la vista detrás de un velo (v. 3).
Fuera del lugar santísimo había otra habitación llamada el lugar santo. Era aquí donde iban la mesa, el candelero y el altar del incienso (vv. 4-5). El altar del incienso estaba colocado frente al velo que llevaba al lugar santísimo.
Alrededor del tabernáculo había un gran atrio. Dios le había ordenado a Moisés que en este lugar colocara el altar del holocausto y la fuente que usaban los sacerdotes para lavarse. También le dijo que pusiera agua en la fuente (vv. 6-8).
Moisés obedeció al Señor y preparó todas las habitaciones del tabernáculo y colocó todos sus muebles tal y como el Señor le había ordenado. Cuando ya todo estaba organizado, Dios le dijo a Moisés que consagrara todos los muebles con el aceite especial de la unción que él había preparado. Moisés obedeció y separó todos los objetos para Dios y Su gloria (vv. 9-10).
Aarón y sus hijos fueron traídos delante del tabernáculo. Allí se lavaron con agua y vistieron sus túnicas sagradas. Cuando terminaron, Moisés los ungió como sacerdotes usando el aceite sagrado para la unción. En el versículo 15 observamos que su unción al sacerdocio duraría por las generaciones futuras. En otras palabras, sus hijos seguirían ejerciendo la función de sacerdotes como su padre Aarón, pasando así este rol de padre a hijo.
La preparación del tabernáculo debió haberse tomado algo de tiempo. Las bases debieron ponerse en su lugar, y las estructuras de madera de acacia revestidas de oro debieron haber pesado bastante. Todas esas tablas tuvieron que colocarse en sus bases cada una, y luego las barras que las sostendrían había que insertarlas por fuera y por el centro de toda la estructura. Las tres capas de cortinas (ya en sí muy pesadas) debían colocarse por encima del tabernáculo para formar el techo (vv. 17-19). Podemos estar seguro que para llevar todo esto a cabo hizo falta una buena cantidad de personas y de tiempo.
En el versículo 20 Moisés colocó el Testimonio (las tablas de piedra que contenían los diez mandamientos) dentro del arca del pacto. Se insertaron las barras dentro de los anillos y se le colocó la cubierta con los querubines. Luego se colocó en el lugar santísimo, detrás del velo, el arca con las tablas de piedra (v. 21).
Puso también Moisés pan en el lugar santo. Se colocó, además, el candelero al sur del tabernáculo donde estaría encendido delante del Señor. Luego Moisés quemó incienso en el altar del incienso el cual estaba en frente del velo que conducía al lugar santísimo (vv. 26-27). Luego que estos objetos fueron colocados en su lugar, Moisés puso una cortina al frente del lugar santo (v. 28).
Entonces Moisés ofreció sacrificio sobre el altar del holocausto que se encontraba en el atrio, y trajo también una ofrenda de grano (v. 29, NVI). La fuente donde los sacerdotes lavarían sus manos y pies fue colocada entre el altar del holocausto y la entrada del tabernáculo al lugar santo. Esto era así para que los sacerdotes pudieran lavarse justo antes de entrar a ministrar. El versículo 32 nos dice que los sacerdotes también tenían que lavarse antes de acercarse al altar para ofrecer sacrificio.
Cuando se hizo todo esto, entonces Moisés colocó la cortina que rodeaba el atrio. Todo fue hecho como Moisés había mandado.
Observemos que cuando toda aquella labor terminó, una nube cubrió el tabernáculo y la gloria del Señor vino y lo llenó. Moisés no pudo entrar al tabernáculo a causa de la intensidad de la gloria de Dios que cayó ese día. Recordemos que el Señor había invitado dos veces a Moisés a Su presencia en la cima del monte. Allí Moisés había podido ver algo de la gloria de Dios en la cual permaneció cuarenta días. Sin embargo, ahora la intensidad de la gloria de Dios era tal que ni Moisés podía entrar al tabernáculo.
A Dios le había agradado la obediencia de Su pueblo. Él se deleita en revelar Su presencia a quienes caminan fielmente con Él. El Señor también estaba complacido con el trabajo que habían realizado los artesanos. Él vio sus labores y todo lo que tuvieron que hacer para colocar en su lugar las estructuras pesadas y las cortinas. Él veía la actitud de sus corazones, y estaba complacido.
La gloria de Dios era más intensa de lo que el pueblo de Israel había experimentado hasta ahora. El Dios que se había revelado desde lejos en las nubes sobre el monte, había descendido ahora para habitar con Su pueblo. Esta poderosa presencia en el tabernáculo nos muestra cuánto desea el Señor revelarnos Su gloria. ¿Cuánto de esa gloria hemos visto hoy en la iglesia?
Los versículos del 36 al 38 nos muestran que en aquel tiempo la presencia de Dios era visible a Su pueblo. La nube de la gloria de Dios permanecería sobre el tabernáculo por el día y el fuego por la noche. Mientras la gloria de Dios estaba sobre el tabernáculo ellos permanecían en donde estaban, pero cuando la nube se alzaba, el pueblo empacaba sus cosas y seguían al Señor. El versículo 38 nos deja claro que la nube de la gloria de Dios estaba “a la vista de todo el pueblo de Israel” (NVI).
¿Vemos la gloria de Dios mientras le servimos y le ministramos? ¿Somos conscientes de Su poder y Su dirección? ¿Podemos ver evidencia de Su presencia? Este capítulo nos dice que Israel siempre tenía a la vista de ellos la gloria de Dios. Ellos estaban conscientes de Dios, de Sus maravillosas obras y de Su dirección. ¡Cuánto necesitamos ver esto nuevamente en nuestro tiempo! ¡Cuánto necesitamos iglesias donde esa maravillosa gloria de Dios se revele constantemente! Creo que esa es la voluntad de Dios para con nosotros hoy. Él quiere revelar Su presencia, quiere acercarnos a Él. Su presencia se revela en el contexto de obediencia a Sus mandamientos. Dios vio que el pueblo había hecho tal y como les había pedido, y estaba complacido con Su obediencia. ¿Caminaremos en obediencia para que Su gloria se revele en nosotros?
Para Meditar:
*¿Cuánto esfuerzo habrá hecho falta para la preparación del tabernáculo?
*¿Qué nos enseña la poderosa presencia de Dios descendiendo sobre el tabernáculo acerca del seseo que Él tiene de revelarnos Su presencia?
*¿Cuál es la conexión que hay entre la obediencia del pueblo de Dios a Sus mandamientos y la manifestación de Su gloria en medio de ellos?
*El pueblo de Dos se movía cuando la gloria de Dios se levantaba y se trasladaba. ¿Qué debemos hacer cuando no veamos evidencia de la presencia de Dios en nuestros ministerios?
*¿Qué evidencia hay en nuestros ministerios de la presencia y la gloria de Dios?
Para Orar:
*Pidamos a Dios que nos ayude a caminar en obediencia a Su propósito para nuestras vidas.
*Tomemos un momento para agradecerle al Señor por la manera en que ha estado revelando Su presencia y Su gloria en nuestras vidas y nuestro servicio.
*Pidamos a Dios que nos muestre aquello que esté obstaculizando que Su gloria se manifieste más en nuestras vidas y ministerios.
*Pidamos a Dios que nos haga más sensible a Él y a Su dirección en nuestras vidas, y nos haga más dispuestos a vivir en obediencia.