Una Mirada Devocional al Libro de Génesis.
F. Wayne Mac Leod
Copyright © 2021 by F. Wayne Mac Leod
Publicado por Light To My Path Book Distribution 153 Atlantic Street, Sydney Mines, Nova Scotia, CANADA B1V 1Y5
Todos los derechos reservados. No puede reproducirse ni transmitirse parte alguna de este libro sin el previo consentimiento por escrito de su autor.
Todas las citas bíblicas, a menos que se indique otra versión, han sido tomadas de la Biblia Reina Valera Revisada (1960) (RVR60).
Especial agradecimiento a los revisores y correctores del texto, Diane MacLeod y Suzanne St. Amour, sin los cuáles este libro hubiera sido mucho más difícil de leer.
Traducción al español: Dailys Camejo y David Gomero (Traducciones NaKar)
Tabla de Contenidos
- CAPÍTULO 1 – Génesis 1:1-31 – LOS PRIMEROS SEIS DÍAS
CAPÍTULO 2 – Génesis 2:1-25 – EVA Y EL HUERTO DEL EDÉN
CAPÍTULO 3 – Génesis 3:1-21 – LA CAÍDA
CAPÍTULO 4 – Génesis 4:1-26 – EL PRIMER ASESINATO
CAPÍTULO 5 – Génesis 5:1-32 – DESDE ADÁN HASTA NOÉ
CAPÍTULO 6 – Génesis 6:1-22 – EL ARCA DE NOÉ
CAPÍTULO 7 – Génesis 7:1-8:22 – EL DILUVIO
CAPÍTULO 8 – Génesis 9:1-29 – LA TIERRA SE VUELVE A POBLAR
CAPÍTULO 9 – Génesis 10:1-11:32 – DESDE NOÉ HASTA ABRAM
CAPÍTULO 10 – Génesis 12:1-20 – ABRAM VA HACIA EGIPTO
CAPÍTULO 11 – Génesis 13:1-18 – ABRAM Y LOT SE SEPARAN
CAPÍTULO 12 – Génesis 14:1-24 – ABRAM VA A LA GUERRA
CAPÍTULO 13 – Génesis 15:1-21 – DIOS HACE PACTO CON ABRAM
CAPÍTULO 14 – Génesis 16:1-16 – AGAR E ISMAEL
CAPÍTULO 15 – Génesis 17:1-27 – Génesis LA CIRCUNCISIÓN
CAPÍTULO 16 – Génesis 18:1-33 – ABRAHAM RECIBE VISITA
CAPÍTULO 17 – Génesis 19:1-38 – LOT ESCAPA DE SODOMA
CAPÍTULO 18 – Génesis 20:1-18 – SARA Y ABIMELEC
CAPÍTULO 19 – Génesis 21:1-34 – ISAAC E ISMAEL TOMAN CAMINOS DIFERENTES
CAPÍTULO 20 – Génesis 22:1-24 – ABRAHAM ES PROBADO
CAPÍTULO 21 – Génesis 23:1-20 – LA MUERTE DE SARA
CAPÍTULO 22 – Génesis 24:1-67 – ABRAHAM ENCUENTRA ESPOSA PARA ISAAC
CAPÍTULO 23 – Génesis 25:1-34 – LOS DESCENDIENTES DE ABRAHAM
CAPÍTULO 24 – Génesis 26:1-34 – LOS POZOS DE ISAAC
CAPÍTULO 25 – Génesis 27:1-46 – ISAAC BENDICE A SUS HIJOS
CAPÍTULO 26 – Génesis 28:1-22 – DIOS LE HABLA A JACOB
CAPÍTULO 27 – Génesis 29:1-35 – JACOB SE CASA
CAPÍTULO 28 – Génesis 30:1-24 – UNA BENDICIÓN INMERECIDA
CAPÍTULO 29 – Génesis 30:25-43 – JACOB SE VUELVE RICO
CAPÍTULO 30 – Génesis 31:1-55 – EL CONFLICTO ENTRE LABÁN Y JACOB
CAPÍTULO 31 – Génesis 32:1-33:20 – JACOB LLEGA A LA TIERRA
CAPÍTULO 32 – Génesis 34:1-31 – LA VIOLACIÓN DE DINA, LA HIJA DE JACOB
CAPÍTULO 33 – Génesis 35:1-29 – LA FAMILIA QUE DIOS USÓ
CAPÍTULO 34 – Génesis 36:1-43 – LA FAMILIA DE ESAÚ
CAPÍTULO 35 – Génesis 37:1-36 – JOSÉ ES VENDIDO COMO ESCLAVO
CAPÍTULO 36 – Génesis 38:1-30 – JUDÁ Y TAMAR
CAPÍTULO 37 – Génesis 39:1-23 – JOSÉ ES ACUSADO FALSAMENTE
CAPÍTULO 38 – Génesis 40:1-41:57 – JOSÉ, EL INTÉRPRETE DE SUEÑOS
CAPÍTULO 39 – Génesis 42:1-38 – JOSÉ SE ENCUENTRA CON SUS HERMANOS
CAPÍTULO 40 – Génesis 43:1-44:34 – LA FAMILIA DE JOSÉ REGRESA A EGIPTO
CAPÍTULO 41 – Génesis 45:1-28 – JOSÉ REVELA SU IDENTIDAD
CAPÍTULO 42 – Génesis 46:1-34 – ISRAEL SE ESTABLECE EN EGIPTO
CAPÍTULO 43 – Génesis 47:1-31 – EGIPTO PROSPERA
CAPÍTULO 44 – Génesis 48:1-49:33 – JACOB BENDICE A SUS HIJOS
CAPÍTULO 45 – Génesis 50:1-26 – LA MUERTE DE JOSÉ
CAPÍTULO 1 – LOS PRIMEROS SEIS DÍAS
Leamos Génesis 1:1-31
Antes de que todo comenzara, ya Dios existía. Probablemente esta sea una de las cosas más difíciles de entender para la mente humana. Dios nunca tuvo un comienzo, Él siempre existió. No podemos entender esto porque cada uno de nosotros tiene que nacer y morir. Dios es eterno. Nunca hubo ni habrá jamás un momento en que Él no exista.
Hay cosas acerca de Dios que simplemente no podemos entender. He conocido personas que me han dicho que no pueden aceptar ciertas cosas acerca de Dios porque no logran entenderlas; y yo sencillamente les he respondido: “Me alegro de que haya cosas sobre Dios que no entiendo, porque si yo pudiera entender todo de Él, entonces Dios no sería superior a mi propia mente”. Dios es superior a mí y a mi entendimiento. No sé cómo es que Dios no puede tener un comienzo, pero reconozco que mi mente es pequeña comparada con la mente de Dios. Los caminos de Dios van más allá de mi capacidad para entenderlos. Yo sirvo a un Dios eterno que siempre ha existido. Él es un Dios maravilloso y poderoso.
El versículo 1 nos dice que Dios creó los cielos y la tierra. Todo lo que hoy conocemos procede de Dios, y esto me dice algo más acerca de Él. Y es que Dios no solo es un Dios eterno, sino también un Dios creador y poderoso. Nuestros telescopios y microscopios nos muestran lo inmenso y complejo que es el universo creado. El Dios que creó este universo es un Dios poderoso y creativo, cuya mente es inmensamente superior a la nuestra. Analicemos por un momento el hecho de que estamos sentados leyendo este libro. ¿Cómo es posible esto? Pensemos en la manera en que funcionan nuestros ojos. Observemos cómo todos nuestros músculos trabajan en armonía para sostener este libro y leerlo. Pensemos cómo nuestra mente les da sentido a las palabras de esta página, y las aplica a la vida real. Todo eso es posible debido a nuestro maravilloso Dios Creador.
Observemos que la tierra, cuando fue creada inicialmente, estaba desordenada y vacía según se describe en el versículo 2. Ésta parecía estar llena de agua, y las tinieblas cubrían toda la superficie del abismo. Probablemente “el abismo” se refiere al gran océano de aguas que cubría todo. Esta masa desordenada, vacía y oscura no estaba completa. Faltaba mucho por hacer para que la tierra tomara la forma que hoy conocemos.
Hay algo más que necesitamos entender acerca de esta masa desordenada y vacía. Aunque ésta no se encontraba completa, había esperanza, porque en el versículo 2 el Espíritu de Dios rondaba sobre la faz de las aguas. En los versículos siguientes vemos lo que el Espíritu de Dios estaba haciendo mientras se movía sobre la superficie de esta masa sin forma llamada tierra.
En el versículo 3 Dios dijo: “Sea la luz”. Eso fue todo. Al sonido de Su voz, la luz apareció. Sus palabras fueron suficientes para hacer que la luz existiera. Veamos en el versículo 4 que cuando Dios vio la luz, se sintió satisfecho. Él vio que era buena. La imagen que obtenemos aquí es la de un gran artista contemplando Su obra con profunda satisfacción.
En el versículo 4 Dios separó la luz de las tinieblas; y llamó a la luz “Día” y a las tinieblas las llamó “Noche”. Recordemos que todavía el sol no había sido creado, por lo que un “día” no era como lo conocemos hoy. Sin embargo, observemos en el versículo 5 que las tinieblas y la luz estaban separadas de tal manera que propiciaron que existiera la tarde y la mañana. Esto nos dice que la tierra, según existía en ese entonces, debe haber rotado para que una parte estuviera en oscuridad mientras que la otra parte estaba en la luz. Esta transición de la oscuridad a la luz era la medida de un día completo. Con la creación de la luz y las tinieblas, el primer día llegaba a su fin.
En el segundo día de la creación Dios ordenó a las aguas que se separaran por medio de una “expansión” (v. 6). Esta expansión era el cielo. Ahora tenemos las aguas sobre la tierra, y el cielo arriba con un espacio de por medio donde se podía sustentar la vida. Así terminaba el segundo día.
Al tercer día Dios ordenó que apareciera la tierra seca. Recordemos que hasta este momento solo tenemos agua sobre la superficie del planeta. Cuando Dios habló, apareció la tierra seca (v. 10). Ya el planeta estaba tomando la forma con la que estamos familiarizados hoy. En este día de la creación tenemos ya la tierra seca separando los océanos y los mares del planeta. Solo nos resta imaginar cómo hubiera sido ver la creación tomando forma.
La tierra seca, en sus inicios, estaba árida y vacía. Entonces mandó Dios que la tierra produjera vegetación. En particular, Él ordenó que la superficie de la tierra produjera plantas que dieran semillas y árboles de diferentes tipos (v. 11). El suelo seco ahora comenzaba a producir vegetación. La vegetación que crecía sobre la tierra producía semillas que caerían al suelo y que continuarían esparciéndose sobre el planeta (v. 12). Al final del tercer día, ya la tierra estaba produciendo vegetación.
En el cuarto día Dios creó las lumbreras en el cielo. Anteriormente, la luz y las tinieblas sobre la tierra no provenían del sol, como conocemos hoy. Fue en el cuarto día que Dios creó el sol y la luna. Percatémonos que el sol y la luna debían separar las estaciones, los días y los años (v. 14). El versículo 16 nos dice que Dios hizo dos grandes lumbreras. La lumbrera mayor para que señoreara en el día y la lumbrera menor para que señoreara en la noche (v. 16). Obviamente, esto se refiere al sol y a la luna. Con la rotación de la tierra estas dos lumbreras propiciarían el día y la noche (v. 18). Observemos nuevamente en el versículo 18 que a Dios le agradó lo que había hecho. Todo era exactamente como Él quería. Dios se deleitó en gran manera en la obra que había hecho. Al final del cuarto día, el sol, la luna y las estrellas estaban colocados en el cielo, alumbrando la tierra y delimitando los días y las estaciones.
Al quinto día Dios ordenó la vida en la tierra y en el cielo. Grandes criaturas marinas aparecieron en los océanos, y aves comenzaron a volar en el cielo (vv. 20-21). Percatémonos en el versículo 21 que había varios tipos de aves y de criaturas marinas. Este pasaje no da cabida a la enseñanza de la evolución. La vida no evolucionó de un organismo a otro, sino que Dios creó una maravillosa variedad de aves y peces. En el versículo 22 Dios mandó a esas criaturas a fructificar y a multiplicarse sobre la tierra. Ellas debían llenar las aguas, los cielos y la tierra. Al final del quinto día ya había aves en el aire y peces en el mar.
Al sexto día Dios ordenó a la tierra que produjera varias clases de seres vivientes (v. 24); y una increíble variedad de animales salvajes, ganados e insectos apareció en la tierra (v. 25). Nuevamente vio Dios que era bueno. Toda Su creación era perfecta.
Por último, en el sexto día Dios hizo al hombre. Percatémonos de dos cosas respecto a la creación del hombre.
En primer lugar, Dios creó al hombre a Su imagen y semejanza. Solamente los seres humanos fueron creados a imagen y semejanza de Dios. Esto no se refiere a la naturaleza física; fuimos creados como Dios en lo que respecta a que también tenemos una naturaleza espiritual. Esto quiere decir que los seres humanos podemos comunicarnos con Dios. Fuimos creados como seres espirituales, diferentes de los animales, para que podamos relacionarnos con nuestro Creador.
En segundo lugar, Dios puso al hombre a cargo de toda Su creación. Al hombre se le dio la responsabilidad de cuidar la creación de Dios. Él señorearía sobre los peces, las aves y el resto de los animales (v. 26).
El versículo 27 nos dice que Dios los creó varón y hembra, los bendijo y los mandó a llenar la tierra y a señorearla.
El versículo 29 nos enseña que Dios les dio al hombre y a su esposa plantas que producían semilla y fruto para que comieran. Y el versículo 30 nos dice que Dios también les dio a los animales plantas y árboles de la tierra como alimento. Dios no había dispuesto todavía que los hombres y los animales comieran carne; esto sería más tarde, pero por ahora, parece que los humanos y los animales eran vegetarianos y solo comían plantas. Esto significaba que no había derramamiento de sangre. No habían matado a ningún animal para comer. De lo contrario, tampoco hubiera sido posible que éstos se multiplicaran y llenaran la tierra como Dios quería.
Al final del sexto día ya el hombre y la mujer habían sido creados a la imagen de Dios, y estaban llamados a multiplicarse y a señorear sobre la tierra. Ellos vivían en armonía con los animales del planeta, y se alimentaban de las plantas. Dios miró Su creación y vio que era “buena en gran manera”. Todo era exactamente como Él quería que fuera, y le agradó mucho.
Para Meditar:
¿Qué nos enseña este capítulo sobre Dios y Su carácter?
¿Qué aliento encontramos en el hecho de que Dios es mayor que nosotros, y que posiblemente no podamos entender todos Sus caminos?
¿Qué evidencia encontramos en este capítulo de que Dios se deleitó grandemente en Su creación? ¿Qué cree usted que Dios siente cuando no cuidamos de la creación en la cual Él se deleitó tanto?
¿Por qué el hombre y la mujer fueron creados diferentes de los animales?
¿Qué significa ser creados a la imagen y semejanza de Dios? ¿Qué privilegio y al mismo tiempo responsabilidad nos da esto como seres humanos? ¿Acaso podemos encontrar satisfacción fuera de una relación espiritual con Dios?
¿Cuán fieles hemos sido nosotros al gobernar la tierra que Dios nos encomendó?
Para Orar:
Démosle gracias a Dios por Su maravillosa creación. Tomemos un momento para agradecerle por algo de la naturaleza en particular.
Agradezcamos a Dios porque Él es mayor que nosotros. Dediquemos un tiempo para adorarle como el poderoso y gran Dios que es.
Demos gracias al Señor porque nos creó a Su imagen, con la capacidad de comunicarnos con Él. Pidamos a Dios que nos ayude a acercarnos más a Él.
Oremos a Dios que nos ayude a demostrar la realidad de Su imagen en nuestras vidas.
CAPÍTULO 2 – EVA Y EL HUERTO DEL EDÉN
Leamos Génesis 2:1-25
En seis días Dios creó al mundo, y Su creación le agradó en gran manera. El séptimo día ya Dios había completado toda Su obra.
Observemos que el versículo 2 nos dice que en el día séptimo Dios reposó de toda Su obra. La obra de la creación duró seis días, pero Dios quería que existiera un ciclo de siete días. El séptimo día se apartaría como un día santo, un día de reposo y descanso. Este sería el día en que Su pueblo cesaría de toda labor para recordar a su Creador. A partir de ahí podemos ver que el deseo de Dios era que Su pueblo experimentara una relación con Él.
Los versículos del 2-6 nos llevan de vuelta a la creación, esta vez con más detalles acerca de la vegetación que cubría la tierra. Como ya vimos en el capítulo 1, cuando la tierra fue creada al principio no tenía vegetación. A partir del versículo 5 es que nos da la idea de que la tierra estaba lista para producir dicha vegetación, pero necesitaba la lluvia para que las semillas crecieran. Observemos también que el versículo 5 nos dice que no había hombre que labrara el suelo para que estas plantas pudieran crecer. Las mismas crecerían a medida que fueran cultivadas y regadas. Para hacer posible que las plantas crecieran, el Señor creó los arroyos, riachuelos y ríos que atravesaban el terreno e irrigaban la tierra. Además, Dios quería que el hombre y la mujer desempeñaran su rol en el cultivo de la tierra para fomentar su productividad.
En el versículo 7 vemos que Dios formó al hombre “del polvo de la tierra”. Cuando Dios “sopló en su nariz aliento de vida”, el hombre se convirtió en un ser viviente. La vida provenía del aliento de Dios. En ningún lugar dice que Dios soplara en la nariz de los animales para darles vida. Al soplar aliento en el hombre, Dios hizo algo especial. Él no solo le dio el tipo de vida que tenían los animales que le rodeaban, sino que también le dio al hombre vida espiritual. El hombre sería diferente a los animales en el aspecto de que sería capaz de tener una relación especial y personal con Dios.
Dios colocó al hombre en un huerto en la región de Edén (v. 8). En los versículos del 9-14 se nos da a conocer algo sobre este huerto. En él crecían todo tipo de árboles que producían buenos frutos. Pero en el medio del huerto había dos árboles especiales. El primero se llamaba El Árbol de Vida, y el segundo, El árbol de la Ciencia del Bien y del Mal (v. 9).
Desde el Edén fluía un río que regaba el huerto. Era un río grande que se dividía en otros cuatro ríos. Los nombres de estos ríos eran: Pisón, Gihón, Hidekel (Tigris, LBLA) y el Éufrates (vv. 11, 13-14). El río Pisón atravesaba la tierra de Havila, la cual era rica en oro, bedelio y ónice (vv. 11-12). El nombre de estos ríos nos lleva a creer que el huerto del Edén estaba situado en algún lugar del país que hoy conocemos como Irak.
El versículo 15 nos dice que Dios le dio al hombre la responsabilidad de cuidar del huerto. Me resulta particularmente interesante que en un mundo perfecto aún hubiera trabajo por hacer. El huerto todavía necesitaba ser cuidado por el hombre. Yo creo que esto nos dice algo sobre el cielo; y es que incluso allá tendremos responsabilidades y trabajo que hacer.
El trabajo y las responsabilidades nos dan propósito en la vida. Es maravilloso saber que cuando Dios nos puso en esta tierra, lo hizo con un propósito. Él quiere usarnos de manera particular. Nacimos con un propósito, y encontraremos nuestra máxima satisfacción en el cumplimiento del propósito de Dios para nuestras vidas.
Esta no era la única exigencia que Dios tenía para el hombre en el Huerto del Edén. Ya vimos que el Señor colocó dos árboles especiales en medio del huerto. Él le dijo a Adán que podía comer libremente de todos los árboles del huerto, excepto del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal (vv. 16-17). Dios le dejó claro a Adán que, si comía de este árbol, moriría (v. 17).
Nos resta preguntarnos por qué Dios pondría un árbol en el huerto que pudiera causarle la muerte al hombre. ¿No es de sorprender que en un mundo perfecto hubiera un árbol tan venenoso, al punto de que si una persona lo comía, moría? Este árbol tenía un propósito muy especial dentro del plan de Dios. Dios pudo haber creado al hombre y haberlo mantenido alejado del pecado; pero en cambio, lo creó con la libertad de escoger entre el bien y el mal. Dios pudo haber obligado al hombre a amarlo, pero realmente el amor forzado no es amor en lo absoluto. El verdadero amor se da libremente. Ninguna relación obligada puede prosperar. Dios le dio a Adán la oportunidad de optar libremente por la obediencia. Al colocar el Árbol de la ciencia del bien y del mal en el huerto, Dios le dio al hombre una libre elección. El amor y la devoción del hombre hacia Dios no serían obligados, sino que serían una elección consciente por parte suya.
El Señor Jesús nos da hoy la posibilidad de escoger. No nos obliga a decidirnos por Él. Cada día nos enfrentamos con la elección de servir a Dios o de caminar lejos de Él. Dios quiere que esta decisión provenga de un corazón que le ame y que esté consagrado a Él. Adán podía elegir comer del árbol de la ciencia del bien y del mal, u obedecer a Dios. Esta elección pondría a prueba su amor. Hoy nosotros también tenemos una elección que hacer. Muchos esperamos que Dios nos obligue a obedecer, pero la obediencia forzada no es verdadera obediencia. Dios nos da la posibilidad de elegir, como lo hizo con el primer hombre. Depende de nosotros escoger libremente obedecer.
Hasta este punto, todo lo que Dios creó era bueno; sin embargo, el versículo 18 nos dice que había algo que no lo era. En este versículo Dios vio que no era bueno que el hombre estuviera solo. Adán no encontró una compañía apropiada en los animales. Lo extraordinario de este pasaje es que, aunque el hombre estaba viviendo en una perfecta comunión con su Creador, aún Dios decía que no era bueno para él que estuviera solo.
No debemos suponer debido a esto que Dios no era suficiente para Adán y sus necesidades. El compañerismo de Adán con Dios era maravilloso y libre de pecado. Estoy convencido de que él había encontrado gran satisfacción en la comunión con su Creador, pero Dios aún decía que no era suficiente. Dios había creado al hombre con la necesidad del compañerismo humano. Podemos tener una maravillosa comunión con Dios que nos satisfaga, pero aun así necesitamos a los otros seres humanos.
El hombre nunca encontrará su máximo significado y propósito en la vida apartado de Dios. Sin embargo, en Su maravilloso propósito creativo, Dios diseñó a los seres humanos como criaturas sociales que se necesiten unos a otros. Él escogió darnos dones que nos complementan mutuamente. Apartados unos de otros nunca llegaremos a ser todo lo que Dios quiere que seamos. Dios usa a nuestros hermanos en Cristo para ministrarnos y desafiarnos en nuestra relación con Él. Aunque Adán vivía en un mundo perfecto y en una perfecta relación con su Dios, aun así, necesitaba de la compañía humana. Dios decidió que haría una compañía idónea para él (v. 18).
En el versículo 19 Dios trajo ante el hombre a todos los animales que había formado para que los nombrara. Adán fue presentado ante ellos, pero se dio cuenta que él mismo no tenía compañía idónea para sus necesidades. Esto debe haber provocado en el interior de Adán una sensación de soledad. Debe haberle dolido percatarse de su propia necesidad.
Ha habido momentos en mi vida en que Dios me ha mostrado mi necesidad. En ocasiones, antes de Dios moverse con poder en nuestras vidas, Él hace que atravesemos un valle para enseñarnos nuestra necesidad. Dios le mostró a Adán cuánto él necesitaba el compañerismo. Adán pudo haberse percatado por primera vez de que no tenía pareja, al ver a cada uno de estos animales pasar frente a él con la suya. Su corazón debe haber clamado a Dios por esa compañía. Dios nos mostrará nuestra necesidad antes de satisfacerla.
Observemos cómo Dios creó a la mujer. En el versículo 21, el Señor provocó un sueño profundo en Adán; tomó una de sus costillas, formó una compañía idónea para él y se la trajo. Percatémonos que la mujer vino del hombre. Ella debe su existencia a Dios, pero también al hombre, porque Dios la creó de sus costillas. Adán estaba consciente del hecho de que ella provenía de él. En el versículo 23 él dijo: “Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada”.
Hay un detalle importante que debemos tener en cuenta aquí, y es que Adán se percató inmediatamente de que esta mujer era su compañía idónea porque era igual que él, “hueso de sus huesos y carne de su carne”. Entre este hombre y esta mujer había una conexión que no existía en ningún otro lugar. Ningún animal ni ninguna otra criatura compartían semejante conexión de intimidad.
Percatémonos que esta intimidad entre el hombre y la mujer era parte del propósito de Dios desde el principio. El versículo 24 nos dice que el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne. Observemos que este principio de “una sola carne” está en el contexto del matrimonio entre un hombre y su esposa. Aunque existe una intimidad que podemos experimentar con otros seres humanos, este principio de una sola carne se encuentra solamente en el matrimonio. La exclusiva conexión sexual, emocional y espiritual que es parte del matrimonio era el deseo de Dios para Adán y Eva, y también para su descendencia. Dios creó la relación sexual. Observemos que el versículo 25 nos dice que el hombre y su mujer estaban desnudos, pero no se avergonzaban. Ellos fueron creados uno para el otro; fueron creados para complementarse mutuamente. Adán y su esposa Eva serían compañeros en el más amplio sentido de la palabra.
Para Meditar:
¿Por qué cree usted que Dios creó un día de descanso? ¿Cumple usted con este principio de tener un día de descanso? ¿Por qué nos resulta tan difícil tomar tiempo para descansar?
Aún en un mundo perfecto, el hombre tenía la responsabilidad de cultivar y cuidar del Huerto del Edén. ¿Qué consuelo encontramos en el hecho de que Dios tiene un propósito y un plan para nuestras vidas? ¿Cuál es ese plan?
¿Por qué Dios le dio al hombre la opción de desobedecerle?
¿Qué aprendemos en este relato acerca de la necesidad de compañerismo que tenemos con otros seres humanos? ¿Acaso podemos realmente llegar a ser todo lo que Dios quiere que seamos sin mantener el compañerismo con otros creyentes?
Dios le reveló a Adán su necesidad antes de satisfacerla. ¿Qué necesidad específica Dios nos ha estado revelando?
Para Orar:
Pidamos a Dios que nos ayude a dedicar más tiempo para meditar en Él, en Su obra y en Sus propósitos. Pidámosle que nos ayude a aprender a descansar.
Demos gracias al Señor por el libre albedrío que nos ha dado. Detengámonos a meditar si todavía tenemos algunas elecciones que necesitamos hacer para vivir en obediencia a Él y a Su propósito.
Agradezcamos al Señor que Él tiene un propósito para nuestras vidas. Pidámosle que nos ayude a caminar más de a lleno en ese propósito.
¿Está usted en conflicto con su hermano en Cristo? Tome un momento para pedirle a Dios que lo perdone y le dé gracia para restaurar su relación.
Agradezcamos al Señor por la manera en que ha puesto a nuestro lado personas que nos acompañan y nos son de bendición en nuestro caminar con Él.
¿Cuáles necesidades Dios nos ha estado revelando? Pidamos al Señor que nos ayude a ver lo que Él nos está diciendo acerca de nuestras necesidades. Démosle gracias porque Él puede proveer completamente esas necesidades.
CAPÍTULO 3 – LA CAÍDA
Leamos Génesis 3:1-21
El primer hombre y la primera mujer vivían en un mundo libre de pecado y maldad. Sin embargo, Dios les dio a estos primeros seres humanos la opción de escoger vivir en obediencia, o desobedecer y alejarse de la bendición de Dios.
Al comienzo del capítulo 3 de Génesis se nos presenta a la serpiente. Hay dos cosas que debemos considerar sobre la serpiente. En primer lugar, notemos que era más astuta que cualquiera de los animales salvajes que el Señor había creado. Cuando nosotros decimos que una persona es astuta, estamos queriendo decir que dicha persona es capaz de engañar por medio de artimañas y trampas.
En segundo lugar, veamos que la serpiente le habló a la mujer. Nuevamente aquí hay algo muy extraño. Por supuesto que los animales tenían su manera de comunicarse entre sí, pero no de esta forma. En la actualidad ninguna serpiente puede hablar. Sin embargo, en Apocalipsis 12:9 y 20:2 vemos lo que había detrás de este hecho de que la serpiente hablara. En los dos pasajes se dice que Satanás es una serpiente. A partir de aquí podemos inferir que ese día Satanás estaba detrás de las palabras de la serpiente. Él la estaba usando para tentar a la mujer a desobedecer a Dios.
Veamos algo sobre la tentación en el versículo 1. Satanás le preguntó a la mujer: “¿Conque Dios os ha dicho: ¿No comáis de todo árbol del huerto?”. El primer intento de Satanás fue provocar que la mujer cuestionara lo que Dios había dicho. Es significativo que la táctica de Satanás es poner en duda la palabra de Dios. Él no ha cambiado su táctica. Satanás conoce la importancia de la palabra de Dios, por lo que planta la semilla de la duda en los corazones de los hombres, llevándonos a dudar si realmente la Biblia es la Palabra de Dios. Su plan ha tenido mucho éxito, y muchos han negado a la Biblia como la Palabra de autoridad que viene de parte de Dios para todos los tiempos y culturas. Una vez que comenzamos a cuestionar las Escrituras, Satanás puede llevarnos a caer en cualquier error.
En el versículo 2 vemos que la mujer estaba bastante segura de lo que Dios había dicho. Ella le dijo con toda claridad a la serpiente (Satanás) que Dios les había dado permiso para comer de todo árbol del huerto, pero no podían comer ni tocar el árbol que estaba en el medio del jardín (vv. 2-3). Observemos la certeza de Eva en estos versículos. Ella no tenía dudas sobre lo que el Señor había dicho ni de Su propósito respecto al árbol.
Habiendo fracasado en su intento de hacer que la mujer dudara si Dios realmente le había dado ese mandato, entonces Satanás llevó su tentación al próximo nivel. Esta vez Satanás, de manera atrevida, declara: “No moriréis” (v. 4). Aquí él se declara abiertamente contra Dios. Él rebasó los límites cuando le dijo a la mujer que Dios sabía que si ella comía del árbol serían abiertos sus ojos, y serían como Dios, sabiendo el bien y el mal (v. 5). Y era verdad que Eva sabría el bien y el mal, sin embargo, había algo de engaño en eso que Satanás estaba diciendo. Él no habló sobre las consecuencias que traería conocer el mal, sino que se lo ocultó a Eva. Probablemente una de las mayores tácticas de Satanás es mezclar la verdad con la mentira. Al tentarnos, él pone suficiente verdad en lo que dice para llevarnos a creerlo.
Muchas personas han sido engañadas con estas medias verdades de Satanás. Él habla con un lenguaje religioso y mezcla sus tentaciones con elementos de verdad. Esta obra de Satanás aun se evidencia en la actualidad. Él manipula y distorsiona la verdad para lograr sus propósitos.
Satanás engañó a Eva con estas medias verdades, y ella comió del fruto del árbol y también le dio a Adán. Al comer del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, sus ojos fueron abiertos como dijo Satanás. Recordemos que el hombre y la mujer vivían en un mundo que no estaba afectado por el pecado ni la maldad. Ellos no sabían nada sobre la desobediencia, ni acerca de la maldición o el castigo de Dios sobre esa desobediencia. Pero al comer del árbol prohibido, los ojos de Eva se abrieron al pecado, a la maldad y al castigo de Dios; y esto era lo que el Señor quería evitarle. Él quería que ella viviera bajo Su bendición, pero Satanás quería abrir los ojos de Eva a la maldad. Satanás la llevó a creer que se estaba perdiendo de algo al no conocer el pecado y la maldad.
Los padres podemos entender bien lo que está sucediendo aquí. En este mundo hay muchas cosas terribles, y como padres, queremos librar a nuestros hijos de estas cosas. Lo hacemos para protegerlos. No todo conocimiento y experiencia son buenos para nuestros hijos. Tal parece que Satanás le estaba diciendo a la mujer que ella se estaba perdiendo de algo al no conocer ni experimentar la maldad; sin embargo, la realidad del asunto es que este conocimiento y experiencia solo le causarían daño.
En la actualidad se nos enseña que todo conocimiento es bueno, pero esto es una mentira del enemigo. Hay conocimientos que nos dañarán. Algunas veces necesitamos dar la espalda y rechazar lo que escuchamos a nuestro alrededor. Habrá ocasiones en que tendremos que parar de escuchar un chisme o de leer un libro que promueve la maldad. Tener una mente abierta no significa que necesitamos aceptar o alimentarnos de cosas que dañen nuestra relación con Dios, a nuestros seres queridos o a nosotros mismos. No todo conocimiento es saludable, decente o bueno.
La mujer escuchó a Satanás y cayó en la tentación por medio de sus palabras. Ella se detuvo a mirar el fruto del árbol que estaba en medio del huerto. Observemos lo que descubrió respecto al mismo. Eva vio que el fruto lucía delicioso, que era agradable a los ojos y que le daría sabiduría. Detengámonos a examinar esto con más detalles.
En primer lugar, el fruto lucía delicioso y agradable a los ojos. ¿Podemos percatarnos que el pecado puede ser agradable a la carne y muy atractivo? He escuchado a personas que justifican su pecado diciendo que simplemente sentían que estaba correcto. Nosotros tenemos la tendencia a creer que si algo parece bueno y se siente bien, entonces no puede estar mal; pero esto es una mentira del enemigo. Si algo es pecaminoso o no, no se determina por la manera en que luce o se siente, sino por la Palabra de Dios. Algo podría considerarse bueno, pero si la Palabra de Dios dice que está mal, entonces está mal. La Palabra de Dios es lo único que mide lo que está bien y lo que está mal.
Observemos también que la mujer vio que el fruto podía darle sabiduría. Ya hicimos alusión a esto. Eva pensaba que todo conocimiento y experiencia eran buenos. Pero no es así. Algunos son dañinos. Llenar nuestras mentes con filosofías, ideas y pensamientos pecaminosos y malvados no nos benefician a nosotros como creyentes. Estas cosas solo nos causarán heridas. Nuevamente necesitamos tener discernimiento en relación a lo que dejamos entrar a nuestras mentes y corazones, no sea que nos afecten de una manera negativa.
Satanás tentó a Eva con su astucia y palabras engañosas. Ella tomó la fruta del árbol y comió; y le dio también a su marido que estaba con ella, y él también comió.
El versículo 6 nos dice que la mujer le dio el fruto a su marido que estaba con ella (LBLA, NTV). No está claro si esto significa que el hombre estaba a su lado mientras ella hablaba con la serpiente. Esto no se nos indica, puesto que la conversación completa parecía ser solamente entre Satanás y la mujer. Puede ser que el pasaje simplemente diga que ella le dio el fruto a su esposo, con quien tenía una relación.
Observemos lo que sucedió cuando comieron del fruto prohibido. En el versículo 7 nos enseña que sus ojos fueron abiertos y se dieron cuenta de que estaban desnudos, por lo que cosieron hojas de higuera para cubrirse. Por primera vez experimentaron la vergüenza. Ellos habían estado juntos todo este tiempo sin sentir vergüenza. Habían perdido la inocencia. Un profundo sentido de culpa los embargaba. Este sentido de culpa era tal que de manera natural sintieron la necesidad de esconderse. La culpa creó una barrera entre el hombre y su mujer.
Esta culpa y esta vergüenza no solo afectaron al hombre y a su esposa, sino que crearon una gran barrera entre ellos y su Dios. Ahora una nube oscura y horrible se interponía en su relación con Él. Algo que era tan maravilloso se había convertido en algo temible. Cuando el hombre y su mujer oyeron a Dios que se paseaba por el huerto, se escondieron entre los árboles. Y cuando Dios les preguntó por qué lo hacían, ellos le dijeron que sintieron miedo y vergüenza (vv. 8-10).
Cuando Dios les preguntó si habían comido del árbol prohibido, el hombre respondió que su esposa le había dado de la fruta del árbol, y él comió. Percatémonos que Adán no aceptó la culpa completamente. Es verdad que Eva le dio la fruta, pero él se la comió. ¡Con cuánta facilidad justificamos nuestros pecados! Pensamos que, si de cierta forma tenemos una buena razón para ello, entonces somos menos culpables. Pero este no es el caso. Adán era tan culpable del pecado de comer la fruta prohibida como lo era Eva, y ambos sufrirían las consecuencias de sus acciones.
Mientras que Adán por una parte le echaba la culpa a Eva, ella a su vez le decía a Dios que la serpiente la había engañado. Es verdad que Eva había sido engañada, pero ella también conocía el mandato de Dios, y desobedeció. Ella era culpable, aun cuando había sido engañosamente inducida a comer el fruto.
Adán y Eva trataron de explicarle a Dios su pecado, pero seguían siendo culpables y sufrirían las consecuencias. Puede que hayamos sido tentados y engañados, puede que nos encontremos pasando por un momento de debilidad, pero el hecho de caer en el pecado nos hace culpables delante de Dios. Al final podemos venir ante Dios con las excusas que queramos, pero el pecado permanece ahí y debe ser confrontado.
En ese momento hubo un cambio radical en la tierra. La maldición de Dios cayó sobre la serpiente, el hombre, su mujer y sobre la tierra misma.
En el versículo 14 el Señor le habló a la serpiente. Le dijo que por lo que había hecho, de todas las criaturas de la tierra, ella sería la más maldita. Se arrastraría sobre su pecho y comería polvo todos los días de su vida. Esto no quiere decir que la serpiente solo come polvo; pero debido a que se arrastra en la tierra, ella comería bastante polvo. Este era su castigo por ser un instrumento de engaño.
En el versículo 15 Dios se dirigió a Satanás, quien estaba tras la voz de la serpiente. Dios le dijo a Satanás que haría de la mujer su enemiga. Vendría el día cuando la simiente de esta mujer aplastaría su cabeza, y en el proceso Satanás heriría su calcañar (v. 15). Sin embargo, la obra de esta simiente destruiría a Satanás y su poder.
El Señor Jesús sería esa simiente. Él aplastaría la cabeza de Satanás venciéndolo completamente. Sin embargo, esta derrota de Satanás tendría un costo. Éste lograría herir el calcañar de Jesús al enviarlo a la cruz. Pero, aunque Jesús fue herido, Él aplastaría a Satanás, dejándolo sin poder y sin derecho legal sobre los hijos de Dios. La muerte de Cristo pagaría completamente la demanda de justicia.
Ahora la atención recae sobre la mujer. Ella también sufriría las consecuencias de su pecado. El versículo 16 recoge dos maldiciones particulares que cayeron sobre ella. La primera era que sus dolores de parto aumentarían considerablemente. Hasta este momento, no había nada que le causara dolor a la mujer, pero ahora bajo la maldición del pecado, esto sería diferente. Ella traería a sus hijos al mundo con gran dolor. Este dolor y sufrimiento ahora serían parte de algo tan maravilloso como es dar a luz a un nuevo niño.
El versículo 16 nos dice que otro resultado de la caída fue que los deseos de la mujer serían para su marido, y él la gobernaría. La capacidad compasiva que la mujer tiene por naturaleza, a menudo no sería recompensada. Ella anhelaría y desearía a su esposo, pero él no siempre le respondería como ella necesitaba que le respondiera. En lugar de responder con un amor compasivo hacia la mujer, el hombre, quien también estaba afectado por el pecado, ahora respondería con arrogancia y crueldad. El pecado pondría una barrera entre ellos. El hombre a menudo usaría mal su autoridad, y trataría a la mujer ásperamente.
La capacidad del hombre de ser el líder que Dios quería que fuera se había afectado por el pecado. Ahora, en lugar de cuidar de su esposa, Adán y sus descendientes procurarían dominar o controlar. Eva sufriría las consecuencias del pecado al experimentar dolor al parir a sus hijos y al ser gobernada por un esposo pecador que ya no podía gobernar a la manera que originalmente Dios deseaba.
Ahora Dios se enfocaba en Adán. Él también había sido culpable por comer la fruta del árbol, y sufriría las consecuencias del pecado. Su culpa radicaba en haber obedecido a su mujer (v. 17). Debido a que él decidió escuchar a su mujer antes que a Dios, la tierra que fue llamado a trabajar sería maldita. Ahora trabajaría duro para proveer alimentos para él y su familia. La tierra que trabajaba produciría espinos y cardos (v. 18). Labraría la tierra para obtener su alimento, y al final, moriría y volvería a la tierra de la cual fue creado (v. 19).
La entrada del pecado en el mundo provocó muchos cambios. Ahora la tierra batallaba para producir sus frutos; por primera vez hubo dolor y sufrimiento; las relaciones se pusieron tensas; el miedo y la vergüenza embargaron las vidas de esta primera pareja y entorpecieron su relación con Dios. En vez de salir al encuentro de Dios, ellos, temerosos de Su presencia, se escondieron de Él. Este mundo era un mundo muy diferente.
Los versículos 20 y 21 son muy importantes para poder entender a Dios y Su relación con Adán y Eva. Observemos que Dios hizo ropas de piel de animal para Adán y Eva, y los vistió. Un animal tuvo que morir para cubrir la vergüenza de Adán y su mujer.
Lo que me resulta de particular interés en esto es el deseo que Dios tuvo de vestir a Adán y a Eva. Él entendía la vergüenza de ellos. Él sabía lo bochornoso que les resultaba estar desnudos, y por eso hizo algo al respecto. No había ningún motivo apremiante para que Dios lo hiciera, excepto su amor y compasión. Él quería cubrir su vergüenza, y todavía quiere hacerlo por nosotros hoy. Dios envió a Su único Hijo a morir para que nuestra vergüenza pudiera ser cubierta. Él es un Dios de una compasión tremenda, incluso por aquellos que se apartan de Él.
Para concluir nuestro breve análisis de este pasaje necesitamos ver otro efecto del pecado en el mundo. En el versículo 22 Dios, percatándose de que el hombre y la mujer ahora tenían conocimiento del bien y del mal, decidió bloquear su acceso al Árbol de la Vida.
El Árbol de la Vida apareció para darles vida a Adán y a Eva. Veamos que este árbol tenía el poder de dar vida eterna. Aunque entendemos que el árbol no tiene poder fuera de Dios, parece que este era el medio que Dios había escogido para renovar a los seres humanos e impartirles vida. Es interesante que nos percatemos que el libro de Apocalipsis habla sobre este Árbol de la vida y su poder sanador. A los que pertenecen a Cristo, un día se les dará derecho a comer nuevamente de este árbol, y experimentarán la vida eterna y la sanidad que el mismo provee (ver Apocalipsis 2:7; 22:2, 14,19).
Como parte del castigo, Dios desterró a Adán y a Eva privándolos del Árbol de la Vida. Esto significaba que ya ellos no vivirían en esta tierra para siempre, sino que morirían. La vida de Adán y Eva en esta tierra estaba limitada, y ahora ellos enfrentarían la muerte. Dios, en Su gracia, obstruyó el camino al Árbol de la Vida estorbando el paso de los pecadores, y así limitar su maldad.
Adán y Eva fueron desterrados del Huerto del Edén y del Árbol de la Vida que estaba plantado allí (v. 23). Dios puso querubines con una espada encendida para guardar el camino hacia el árbol de la vida, con el fin de que ni Adán ni Eva ni ninguna otra persona pudieran comer nuevamente de ese árbol hasta hacerlo en el reino de los cielos (v. 24).
Para Meditar:
¿Qué aprendemos aquí sobre el tipo de cosas que Satanás puede usar para cumplir sus propósitos?
¿Por qué suponemos que Satanás no se reveló personalmente a Eva, sino que eligió disfrazarse?
¿Qué nos enseña este pasaje respecto a la importancia de la Palabra de Dios? ¿Qué sucede cuando le damos la espalda a la Palabra o distorsionamos su significado?
¿De qué manera Satanás tergiversó lo que Dios le había dicho a Eva? ¿Aún procura hacerlo en nuestros días?
¿Es bueno todo conocimiento? ¿Qué tipo de conocimiento es dañino?
¿Podemos realmente justificar el pecado? ¿Puede acaso alguna excusa hacernos menos culpables delante de Dios? ¿Qué tipo de excusas usamos en la actualidad?
¿Qué promesa se nos muestra en este capítulo acerca de la derrota de Satanás?
¿Cómo el pecado afectó la capacidad de liderazgo del hombre? ¿De qué manera nuestro liderazgo ha sido personalmente afectado por el pecado?
¿Qué aprendemos aquí sobre la compasión de Dios hacia los pecadores? ¿Qué nos dice esto sobre nuestra actitud hacia aquellos que han caído en pecado?
¿Qué significa el Árbol de la Vida? ¿Por qué Dios obstruyó nuestro acceso a ese árbol?
Para orar:
Pidamos al Señor que nos ayude a respetar y obedecer Su Palabra. Agradezcámosle que nos ha dado Su Palabra de forma escrita.
Oremos a Dios que nos ayude a estar más conscientes de las tácticas de Satanás, y pidámosle que nos proteja de sus engaños.
Agradezcamos al Señor por el ministerio del Espíritu Santo que nos ayuda a interpretar correctamente la Palabra de Dios.
Pidamos a Dios que quite todas las excusas que le hemos dado para justificar nuestros pecados. Agradezcámosle Su gran compasión por los pecadores.
Roguemos a Dios que nos ayude a poner Su Palabra siempre en primer lugar para así llegar a ser los líderes que Él nos ha llamado a ser.
Pidámosle que nos perdone por las veces que nos hemos alejado de Sus caminos para hacer las cosas a nuestro modo.
Roguemos al Señor que nos dé más compasión y misericordia por aquellos que han caído.
CAPÍTULO 4 – EL PRIMER ASESINATO
Leamos Génesis 4:1-26
En Génesis 4 se mencionan a los tres hijos de Adán y Eva. El primero se llamaba Caín. Una nota especial en la Biblia Nueva Versión Internacional nos dice que el nombre de “Caín” suena como la palabra hebrea traducida como “traído” o “adquirido”. Nosotros solo podemos imaginar cómo habría sido para Adán y Eva ver este primer milagro del nacimiento humano. Aunque “traído” con mucho dolor, Caín aún seguía siendo un maravilloso regalo de Dios para Adán y Eva.
Observemos en el versículo 1 que Eva reconocía que ella había dado a luz este hijo “con la ayuda del Señor” (LBLA). Esto parece indicar que ella tuvo dificultades en el parto. Eva reconocía que el Señor le había dado fortaleza para parir a este maravilloso niño. Esta frase también puede revelarnos que Eva sabía que este niño era verdaderamente un milagro de Dios. Fue Dios quién le dio vida en el vientre y lo hizo crecer. Aunque el pecado había entrado en el mundo, Eva aun podía reconocer a Dios en el nacimiento de su hijo.
¡Qué imagen tan maravillosa se nos presenta aquí! Eva había desobedecido al Señor. Su desobediencia traería consecuencias devastadoras para todo el mundo. Dios maldijo la tierra; ahora todos los hombres nacerían siendo pecadores necesitados de un Salvador. Pero en este versículo vemos que Dios no había abandonado a Eva. A ella se le dio el regalo de un maravilloso hijo. Una vida nacía de ella. Este pequeño niño era una señal del favor de Dios, a pesar de su desobediencia. Ella tendría que pagar las consecuencias, pero Dios no la había abandonado.
Un tiempo después Adán y Eva tuvieron un segundo hijo al cual llamaron Abel (v. 2). Caín y Abel escogieron caminos diferentes para sus vidas. Abel cuidaba ovejas mientras que Caín labraba la tierra.
Los versículos 3 y 4 nos dicen que con el transcurso del tiempo Caín y Abel trajeron ofrendas al Señor. Caín ofrendó al Señor el fruto de la tierra, mientras que Abel trajo la grosura de las primicias de sus ovejas.
No se nos dice cómo estos chicos entendieron el concepto de sacrificio y ofrenda, pero ambos trajeron ofrendas legítimas al Señor. En Números 15:18-19 Dios les dio a los israelitas regulaciones para ofrendar el fruto de la tierra. En Levíticos 3:3 leemos las regulaciones de Dios en cuanto a la ofrenda de las grosuras del sacrificio animal.
Lo sorprendente de este pasaje es que Dios aceptó la ofrenda de Abel, pero rechazó la de Caín (vv. 4-5). Nos preguntamos qué tendría la ofrenda de Caín que hizo que Dios la rechazara. Hebreos 11:4 nos lo aclara cuando dice:
Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín, por lo cual alcanzó testimonio de que era justo, dando Dios testimonio de sus ofrendas; y muerto, aún habla por ella.
Hay dos detalles importantes en este texto de Hebreos 11:4. Primero, observemos que el pasaje nos dice que fue “por la fe” que Abel ofreció más excelente sacrificio que Caín. La ofrenda de Abel fue traída al Señor “por la fe”. Podemos venir a Dios de muchas maneras. Podemos venir como los fariseos del Nuevo Testamento, para ser vistos por el pueblo. No todos los que vienen a adorar al Señor lo hacen “por la fe”. Adorar a Dios “por la fe” implica que la persona que está adorando crea verdaderamente en Dios. Dicha persona es aquella cuya mente y corazón están enfocados en el Señor, y vienen a Él con motivos sinceros. La persona que viene por fe cree verdaderamente que Dios está presente en la adoración. Esta persona trae su ofrenda con un corazón lleno de gratitud. Cuando Abel trajo su ofrenda, lo hizo con un corazón sincero lleno de fe; pero este no fue el caso de Caín.
En segundo lugar, veamos que en Hebreos 11:4 se describe a Abel como un hombre “justo”. Abel vino a Dios como alguien que vivía según los mandamientos divinos. Los motivos, intenciones, acciones y actitudes de Abel estaban a tono con Dios.
Dios aceptó la ofrenda de Abel no porque era mejor que la de Caín, sino porque provenía de un hombre de fe justo. Esto nos enseña algo muy importante acerca de la adoración. Si queremos que nuestra adoración sea aceptada, ésta debe salir de un sincero corazón lleno de fe, mediante una vida que esté en sintonía con Dios y Sus caminos.
No tenemos que ir muy lejos para ver la actitud del corazón de Caín. Observemos en el versículo 5 que cuando Caín vio que Dios no recibió su ofrenda, se enojó (LBLA).
Dios conocía el corazón de Caín y le habló directamente acerca de ello. En el versículo 6 (LBLA) el Señor le preguntó por qué se había enojado; y le dijo que si hacía el bien sería aceptado (v. 7, LBLA). Aquí Dios no menciona la ofrenda de Caín. Él le dijo que si hacía el bien sería aceptado. En otras palabras, el problema no era con la ofrenda, sino con el mismo Caín. Dios vio la amargura y la actitud del corazón de Caín, y por eso rechazó su ofrenda.
Dios continuó recordándole a Caín que “el pecado estaba a la puerta” (v. 7); y le advirtió sobre su actitud de celo y enojo. Él le dijo que Satanás tenía sus ojos sobre él, y si no hacía algo pronto al respecto, el pecado lo dominaría. Caín había sido advertido y ahora tenía una decisión que tomar. ¿Escucharía a Dios y dominaría este pecado, o permitiría que esta actitud pecaminosa lo dominara a él?
No se nos dice cuánto tiempo pasó entre la advertencia del versículo 7 y lo que sucedió en el 8. Sin embargo, durante ese tiempo, una gran batalla espiritual tuvo lugar. Caín había escuchado la voz de Dios, pero también había escuchado la voz de la maldad que hablaba en su interior.
Mientras Caín y Abel estaban en el campo, Caín atacó a su hermano y lo mató (v. 8). Lo que sucedió en ese instante fue el resultado de esta gran batalla espiritual en el corazón de Caín. El pecado y la maldad habían vencido, y el resultado fue el primer asesinato de la historia.
Esa batalla en el corazón de Caín se perdió porque él cedió a la voz del pecado. Él escuchó a Satanás y sus tentaciones; y mientras más escuchaba, más difícil se le hacía resistir. La advertencia de Dios se desvaneció aún más, y al final, todo lo que él pudo escuchar fue la estridente voz de la maldad diciéndole que golpeara y destruyera a su hermano. Él flaqueó ante esa voz y golpeó con furia a su hermano.
Nada de esto era secreto para Dios. En el versículo 9 Dios llamó a Caín para pedirle cuenta de sus acciones. “¿Dónde está Abel tu hermano?”, le preguntó Dios. No era que Dios no sabía dónde estaba Abel. Él le preguntaba para que Caín confesara lo que había hecho. Percatémonos de que Caín se rehusó a confesar su pecado. Él le dijo a Dios que no sabía dónde estaba su hermano; y para justificarse llegó aún más lejos al decir que él no era responsable por su hermano.
No obstante, Dios le dijo a Caín que la sangre de su hermano clamaba a Él desde la tierra. Era como una gran sirena sonando fuerte para que todos oyeran. Esto no podía ocultarse de Dios.
Dios le recordó a Caín que el pecado no podía esconderse de Él; y también le dijo en el versículo 11 que tendría que sufrir las consecuencias de sus acciones. A partir de aquí, Caín estuvo bajo maldición y fue despatriado de su tierra y de su familia (v. 11). Según el versículo 12, Dios maldijo aún más la tierra que él trabajaba, por lo que ésta ya no le daría más su cosecha. Él andaría errante de un lugar a otro tratando de proveer alimentos para su familia desde una tierra que no daría una abundante cosecha.
Caín sintió el rigor de esta disciplina, y en el versículo 13 le dijo al Señor que su castigo era muy grande para ser soportado. Y es que no solo había sido despatriado de la tierra que el Señor le había dado a él y a su familia, sino que también estaba atemorizado de que alguien lo encontrara y por venganza lo matara. En esta declaración vislumbramos el nuevo mundo que resultó de la caída en el pecado. El miedo llenó la mente y el corazón de Caín al punto que temía por su vida. Este era un mundo muy diferente al que sus padres conocieron al principio.
Sin embargo, en el versículo 15 vemos la compasión y la misericordia de Dios sobre Caín el pecador. Dios le prometió que si alguien lo mataba, dicha persona sería castigada siete veces más. Esto quiere decir que Dios castigaría severamente a aquel que matara a Caín. Esta noticia se expandiría rápidamente por la tierra para que todo el que conociera a Caín temiera esta venganza de Dios y se cohibiera de hacerle daño.
Percatémonos también en el versículo 15 que el Señor puso una marca sobre Caín para que nadie al encontrarlo lo matara. No se nos dice cuál fue esa marca, pero podemos suponer que fue algún tipo de marca física que se notara claramente en el cuerpo de Caín. La noticia decía que el hombre que tuviera dicha marca estaba protegido de Dios. Ahora, hasta los que nunca habían conocido a Caín, lo reconocerían por esta marca y temerían dañarlo. En todo esto vemos la misericordia y la compasión de Dios sobre la vida de un pecador. Dios aún lo ama y lo protege a pesar de su terrible pecado.
Caín fue echado de la presencia del Señor, y vivió en la tierra de Nod, al oriente del Edén. Caín viviría el resto de su vida lejos de la bendición de Dios. Aunque Dios lo protegía, él no viviría en Su presencia. Estaría separado de la obra de Dios en la vida de su familia. Él conoció a Dios, se comunicó con Él y creció en una familia que amaba a Dios, pero ahora estaría separado de Su presencia para siempre. ¡Qué cosa tan triste, y cuán real para tantas familias de nuestros días!
Veamos que Caín tuvo un hijo llamado Enoc (v. 17). Él edificó una ciudad y le puso el nombre de su hijo. Caín experimentó algo de prosperidad, pero vivía lejos de Dios.
Los versículos del 18-24 trazan la descendencia de Caín. Enoc, el hijo de Caín, tuvo un hijo llamado Irad; e Irad engendró a Mehujael, Mehujael engendró a Metusael y Metusael engendró a Lamec (v. 18).
Lamec tuvo dos esposas, Ada y Zila (v. 19). Su esposa Ada dio a luz a Jabal. Los descendientes de Jabal criaban ganados (v. 20); y éste tuvo un hermano llamado Jubal, cuyos descendientes eran músicos y tocaban el arpa y la flauta (v. 21).
Zila, la segunda esposa de Lamec, le dio un hijo llamado Tubalcaín. Él y su descendencia forjaban todo tipo de herramientas de bronce y de hierro; y la hija de Lamec fue Naama (v. 22)
Todo esto nos dice que la descendencia de Caín se distinguía por ser granjeros, músicos y artesanos, pero ellos no conocían al Señor ni caminaban con Él.
Entre los descendientes de Caín, alrededor de cinco generaciones después de él, se distingue de manera particular un hombre llamado Lamec. Él había matado a un hombre porque éste lo había herido; y hablando a sus esposas Ada y Zila, Lamec se jactaba diciendo: “Si siete veces será vengado Caín, Lamec en verdad setenta veces siete lo será”. Esta declaración es importante por un par de razones.
En primer lugar, a partir de esta expresión de Lamec vemos que el castigo de Dios sobre aquella persona que dañara a Caín o a su descendencia no se había olvidado. Durante cinco generaciones la gente recordó lo que Dios había dicho acerca de Caín.
Sin embargo, observemos también la arrogancia de Lamec en esta declaración. Él dijo que Dios solo vengaría a Caín siete veces, pero si alguien lo dañaba a él sufriría setenta veces siete por su insulto. Esta no es la actitud de una persona piadosa, sino la de un hombre que no conoce a Dios. A partir de aquí aprendemos que los descendientes de Caín, aunque prósperos, estaban más y más extraviados de Dios. Los descendientes de Caín no conocían a Dios; estaban separados de Él y de Sus caminos.
En el versículo 25 vemos que Dios les dio otro hijo a Adán y a Eva, y ellos lo llamaron Set. Eva le puso ese nombre porque Dios le había concedido otro hijo (NVI) en lugar de Abel, a quien había perdido. El nombre de Set suena como la palabra hebrea “concedido”. Podemos sentir el dolor en el corazón de Eva mientras pensaba en el hijo que había perdido.
Cuando Set creció también tuvo un hijo y lo llamó Enós (v. 26). Percatémonos de algo en particular acerca de Enós y su descendencia. Ellos invocaron el nombre del Señor; y esto contrasta con los descendientes de Caín, quienes no conocieron a Dios ni lo buscaron. Dios se acercó a los descendientes de Set. Éstos vivieron bajo la sombra de las bendiciones y la presencia de Dios, y el Señor obraría por medio de ellos de una manera muy especial.
En esta sola familia vemos dos linajes. El primero es el linaje de Caín, quien, por rehusarse a dominar el pecado, guió a su descendencia lejos de Dios y de Su presencia. Por otro lado, ahora tenemos la línea de Set, cuya descendencia vivió bajo la especial bendición y presencia de Dios. Los descendientes de Caín se destacaban como grandes granjeros, músicos y artesanos, pero no conocían a Dios. Sin embargo, los descendientes de Set invocaban el nombre del Señor, y a través de ellos Dios llevaría a cabo Su gran propósito para la humanidad. ¿Bajo cuál linaje nos conducimos hoy?
Para Meditar:
¿De qué manera el pecado de Adán y Eva cambió el mundo en que vivían?
¿Por qué Dios rechazó el sacrificio de Caín? ¿Qué fue lo que Dios aceptó del sacrificio de Abel? ¿Qué nos enseña esto sobre la fe y la importancia de la obediencia en la adoración?
Describa la batalla espiritual que tuvo lugar en la mente y en el alma de Caín ¿Cuál fue el resultado de la misma?
¿Cuál fue el castigo de Caín? ¿De qué manera Dios mostró misericordia y compasión por Caín, incluso al castigarlo? ¿Qué nos enseña esto sobre el trato que debemos tener con nuestros hermanos en Cristo que han caído en pecado?
Haga una comparación entre los descendientes de Caín y los descendientes de Set. ¿Qué distinguía a los descendientes de Caín, y qué a los de Set?
Para Orar:
Pidamos a Dios que nos ayude a adorarle viviendo en justicia con una actitud de fe.
¿Con qué pecado en particular estamos batallando? Pidamos a Dios que nos dé gracia para dominar ese pecado.
Agradezcamos al Señor por la manera en que mostró compasión y misericordia por Caín, aún mientras lo disciplinaba. Pidamos a Dios que nos dé gracia para mostrar compasión y misericordia por aquellos que han pecado.
Roguemos a Dios que nos ayude a vivir como los descendientes de Set, invocando el nombre del Señor. Tomemos un momento para orar por aquellos que han seguido la línea de Caín. Pidamos a Dios que los acerque a Él.
CAPÍTULO 5 – DESDE ADÁN HASTA NOÉ
Leamos Génesis 5:1-32
En el capítulo 4 trazamos el linaje de Adán hasta Caín. Ahora en el capítulo 5 trazaremos el linaje de Adán por medio de su hijo Set. Debemos percatarnos que el Señor escogió llevar a cabo Su propósito por medio del linaje de Set. Caín le había dado la espalda a Dios al matar a su hermano Abel, y había sido echado de la presencia del Señor (Gn. 4:14). Entonces Dios se enfocó en los descendientes de Set quienes, según Génesis 4:26, habían comenzado a invocar Su nombre.
El linaje de Adán comienza en el versículo 1 cuando Dios lo creó en el Huerto del Edén. Debemos recordar que él fue creado “a la imagen de Dios”. No por eso debemos suponer que Dios tiene un cuerpo físico como el hombre. La semejanza de la que habla aquí tiene más que ver con su naturaleza espiritual. El hombre y la mujer fueron creados por Dios como seres espirituales, con la capacidad de comunicarse con Dios. Según el apóstol Pablo en 1 Corintios 6:19, este cuerpo físico y terrenal que tenemos es templo del Espíritu Santo. Esto nos distingue claramente de los animales y de todas las demás criaturas. Adán y Eva fueron creados para tener comunión con Dios. Ellos tenían la capacidad de amar y de conocer a Dios que no tenía ninguna otra criatura en el Huerto; y encontrarían su verdadero propósito en la vida al disfrutar la comunión con su Creador.
Percatémonos también que Dios los creó varón y hembra, y los bendijo en el versículo 22. Nuevamente esto nos dice algo acerca del propósito de Dios. Dios no solo creó al hombre y a la mujer con la capacidad espiritual de conocerle y disfrutarle, sino que también los creó con la capacidad de conocerse y amarse mutuamente, como pareja. Fuimos creados como seres espirituales, pero también como seres sociales con una necesidad del uno por el otro. La unión entre el hombre y su mujer proviene de Dios y es de naturaleza santa.
Los versículos desde el 6 hasta el 32 trazan la línea familiar desde Adán hasta Noé. Permítanme resumir estos versículos en forma de tabla.
Observemos que el versículo 23 nos dice que Enoc vivió 365 años y que “desapareció, porque le llevó Dios” (v. 24). Hebreos 11:5 nos ayuda a interpretar este versículo. Allí leemos concerniente a Enoc:
Por la fe Enoc fue traspuesto para no ver muerte, y no fue hallado, porque lo traspuso Dios; y antes que fuese traspuesto, tuvo testimonio de haber agradado a Dios.
A partir de aquí entendemos que Enoc no murió. Él vivió 365 años en esta tierra, y Dios se lo llevó con Él sin experimentar la muerte que nosotros conocemos. Su vida fue una vida excepcional. En Judas 1:14-15 leemos una profecía de Enoc:
De éstos también profetizó Enoc, séptimo desde Adán, diciendo: He aquí, vino el Señor con sus santas decenas de millares, para hacer juicio contra todos, y dejar convictos a todos los impíos de todas sus obras impías que han hecho impíamente, y de todas las cosas duras que los pecadores impíos han hablado contra él.
La profecía revela algo de la frustración de Enoc por la maldad y los actos impíos que él veía en su tiempo. Él se pronunció en contra de estos impíos.
Lamec, el hijo de Matusalén, a la edad de 182 años tuvo un hijo llamado Noé. Lamec le puso ese nombre porque él decía que éste los aliviará de sus obras y del trabajo de sus manos, a causa de la tierra que Jehová maldijo. La palabra Noé suena como la palabra hebrea “alivio”.
El versículo 29 nos dice algo sobre la condición en que se encontraba la tierra cuando Noé nació. Lamec se quejaba porque la tierra había sido maldecida por Dios y no producía la cosecha que debía. Los habitantes de la Tierra estaban experimentando el castigo de Dios en la tierra que labraban. Solo era con ardua labor y trabajo forzoso que la tierra producía su cosecha. Hay una conexión entre el pecado y la productividad de la tierra. Esta conexión parece fluir por todo el Antiguo Testamento. El profeta Oseas habló de la misma cuando profetizó en Oseas 4:2-3:
Perjurar, mentir, matar, hurtar y adulterar prevalecen, y homicidio tras homicidio se suceden. Por lo cual se enlutará la tierra, y se extenuará todo morador de ella, con las bestias del campo y las aves del cielo; y aun los peces del mar morirán.
Según Oseas, la tierra estaba de luto a causa de la maldición y los homicidios que la llenaban. La maldición del pecado sobre la tierra era tal, que causaba que ésta llevara luto, y que los animales, las aves y los peces murieran. El mundo en los días de Noé estaba lleno de pecado. El castigo que vino sobre ese pecado estaba devastando la tierra.
Cuando Noé tenía 500 años tuvo tres hijos, y los llamó Sem, Cam y Jafet (v. 32). Dios tenía un propósito especial para esta familia, y los usaría para traer juicio sobre la tierra por sus pecados.
Desde los días de Adán hasta los días de Noé, no hubo nadie en el linaje de Set, excepto Enoc, que se distinguiera de manera particular como seguidor de Dios. La maldición del pecado en la tierra era tal que los hombres trabajaban duramente para hacer que el cultivo creciera. El problema del pecado no se había erradicado de la tierra. La tierra y sus habitantes gemían bajo su peso. Incluso el linaje que Dios había escogido para obrar había caído en pecado. Sin embargo, por medio de esa línea nacería Noé, y él sería instrumento de Dios para traer alivio temporal a esta tierra maldita por el pecado.
Para Meditar:
¿Qué significó para Adán y Eva ser creados a la imagen de Dios?
¿Cuál era el promedio de vida de los seres humanos durante el período comprendido entre Adán y Noé? ¿Por qué se acortó?
¿Por qué Enoc es renombrado hasta este momento de la historia? ¿Qué le pasó?
¿Qué aprendemos en este pasaje sobre las condiciones en que se encontraba la tierra en los días de Noé? ¿Qué nos dice esto sobre el problema del pecado?
Para Orar:
Tomemos un momento para agradecer al Señor que Él nos creó a Su imagen, con la capacidad de amar y experimentar a Dios.
Demos gracias al Señor por el ejemplo de Enoc, quien vivió una vida santa en una tierra llena de pecado. Pidamos a Dios que nos ayude a seguir su ejemplo.
Agradezcamos a Dios que el problema del pecado fue tratado mediante el sacrificio de Su único Hijo a favor nuestro
CAPÍTULO 6 – EL ARCA DE NOÉ
Leamos Génesis 6:1-22
En la época en que Noé nació, la tierra había sido maldecida a causa del pecado. En el capítulo 6 se observa la evidencia de la maldad sobre la tierra.
En los versículos 1 y 2 se registra la manera en que la tierra comenzó a poblarse. Según se multiplicaban, el versículo 2 nos dice que los “hijos de Dios” vieron que las “hijas de los hombres” eran hermosas y se casaban con la que quisieran. Detengámonos a analizar esta declaración.
La clave para entender estos versículos se encuentra en la interpretación de las frases “hijos de Dios” e “hijas de los hombres”. Algunos han interpretado que cuando se habla de “hijos de Dios” se refiere a algunos ángeles o seres demoníacos. Hay un problema significativo con esta interpretación. La idea de que los ángeles o seres demoníacos son criaturas sexuales no se encuentra en las Escrituras. Incluso si las relaciones sexuales se permitieran entre un ángel o demonio y un ser humano, seguramente aquellos que lo hicieran no se llamarían “hijos de Dios”.
En lo que va de este estudio ya hemos analizado dos líneas en la raza humana. Existía la línea de Caín quien le había dado la espalda a Dios, y la línea de Set que invocaba el nombre de Dios y le adoraba. Esta distinción que plasman los primeros capítulos de Génesis es importante. Los descendientes de Set muy bien pueden representar a los “hijos de Dios”. Ellos eran pueblo escogido por Dios. Y, por otro lado, las “hijas de los hombres” probablemente podían representar a los descendientes de Caín, quienes habían escogido apartarse de Dios.
Lo que podemos ver en este pasaje es que los descendientes de Set se estaban casando con los descendientes de Caín. Aunque ellos sabían que estas mujeres no seguían los caminos de Dios, aun así, las escogieron para casarse con ellas porque su hermosura los atrajo; y esto desagradó al Señor.
A partir de esto podemos ver que el deseo de Dios es que los creyentes encuentren cónyuges que amen al Señor y deseen seguirle. Estos descendientes de Set estaban poniendo en riesgo su fe al casarse con las paganas hijas de Caín. La fe de los descendientes de Set estaba débil y muchos de ellos se extraviaron de los caminos de Dios y se volvieron a los caminos impíos de Caín.
Cuando Dios observó esta situación, se angustió. Los descendientes de Caín estaban bajo la maldición de Dios por su desobediencia. Y ahora hasta los descendientes de Set se habían casado con mujeres paganas. Vemos el impacto del pecado en la tierra. El corazón humano fue muy fácilmente engañado para alejarlo de Dios y de Sus propósitos. Ese día Dios dijo: “No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre” (Gn. 6:3). Dios había sido muy paciente con Su creación. Él había detenido Su juicio, pero llegaría el día en que castigaría la maldad.
Aunque Dios es un Dios muy paciente, también es justo. Llegará el momento en que Él juzgará el pecado. Observemos en el versículo 3 que parte de este juicio vino al acortarse el promedio de vida. Hasta la fecha los hombres y las mujeres vivían más de 900 años. Ahora Dios lo redujo a 120 años. Dios no iba a permitir que los seres humanos corrompidos continuaran viviendo durante 900 años.
El versículo 4 nos enseña acerca de un grupo de personas conocidas como “gigantes” o “nefilim”. La palabra que se usa aquí es una palabra que se refiere a matones o tiranos. Esta palabra hebrea viene de otra palabra que significa “dividirse”, “desprenderse” o ser “desechado”. Ellos eran un pueblo que se habían apartado de Dios y de Sus caminos, y vivían una vida de maldad y rebelión. Estas personas pueden haber provenido del matrimonio endogámico entre los descendientes de Caín y los descendientes de Abel. En otras palabras, el resultado de casarse con los descendientes paganos de Caín fue que la fe de los descendientes de Set fue puesta en peligro, y los hijos que resultaron fueron tiranos perversos que vivieron una vida de rebelión contra Dios.
Deberíamos percatarnos que los hijos nacidos de este grupo de personas eran conocidos como héroes y valientes de su tiempo. Según esto no deberíamos pensar que el hecho de que fueran héroes o personas respetadas era algo bueno. Pensemos por un momento en los hombres y mujeres que nosotros exaltamos en nuestros días: estrellas de cine, glorias deportivas y artistas. Muchos de ellos son individuos bien respetados, pero no caminan con Dios. El hecho de que estas personas eran héroes bien respetados en su época nos dice algo acerca de la condición de la tierra. La gente de esos días no tenía las prioridades de Dios. Ellos no veían las cosas como Dios las ve. Exaltaban como héroes a hombres y mujeres que estaban lejos de Dios. Exaltaban a “los caídos”, admirándolos y dándoles un lugar de honor en sus mentes y corazones. Me temo que a menudo nosotros como creyentes podemos ser culpables de ese mismo pecado. Nuevamente esto nos dice algo respecto a la condición espiritual de la tierra. Ellos exaltaban a hombres y mujeres que no servían ni amaban a Dios, y los elevaban a la posición de héroes.
Cuando Dios miró la maldad de la tierra en los días de Noé, vio que todo “designio de los pensamientos” de su creación era “de continuo solamente el mal” (v. 5). Otra vez esto nos muestra la extensión del pecado sobre la tierra; el cual ahora influía de continuo en cada pensamiento de los hombres y de las mujeres. Ellos eran incapaces de vivir fuera de la influencia del pecado y la maldad. Todos sus pensamientos y acciones estaban influenciados de una manera u otra por el pecado. Lo que Dios había creado ahora estaba lleno de maldad. Su corazón se lamentó por haber hecho hombre en la tierra (v. 6). Estos seres humanos fueron creados a la imagen de Dios para tener comunión con Él, pero ellos se habían alejado mucho de Su propósito, y esa comunión con su Creador ya no era posible.
El pecado había traído consecuencias devastadoras sobre la tierra: quebrantó la comunión con Dios, acortó el promedio de vida de los hombres, distorsionó su manera de pensar y maldijo la tierra. El corazón de Dios se afligió por las cosas que vio, y decidió castigar la tierra y destruir a todos los que le dieron la espalda.
De toda la creación de Dios, solo hubo un hombre que halló favor ante los ojos de su Creador. Este hombre era Noé. El versículo 9 nos dice que él era un hombre justo que anduvo de manera intachable entre la gente de su tiempo. Él caminó con Dios en medio de una generación que le había dado la espalda. Noé le agradó a Dios, por lo que el Señor decidió librarlo a él y a su familia del juicio que caería sobre la tierra.
En el versículo 13 Dios le dijo a Noé que pondría fin a todas las personas de la tierra porque la habían llenado de violencia. Solo podemos imaginar lo que Noé sintió cuando escuchó estas palabras de parte de Dios.
Dios le dijo a Noé que hiciera un arca de madera de gofer (ciprés). Debía hacerle habitaciones y pintarlas con una sustancia abetunada (brea) por dentro y por fuera para que fuera impermeable (v. 14). El arca debía tener 450 pies de longitud (140 metros), 75 pies de ancho (23 metros) y 45 pies de alto (13.5 metros). Debía tener un techo que protegiera de la lluvia a sus ocupantes y una puerta lateral (v. 16). Tendría tres pisos; uno más bajo, uno en el medio y la cubierta superior.
Dios le dijo a Noé que iba a traer un gran diluvio sobre la tierra. El juicio sobre la tierra sería severo. Solamente los que estuvieran en el arca sobrevivirían. Esta es una imagen maravillosa de la salvación que Jesús nos brindaría en el Nuevo Testamento. Aquellos que están en Cristo y confían en Su obra, como las personas del arca, serán salvos de la terrible ira de Dios que ha de venir.
Observemos en los versículos 19 y 20 que entre tanto se completaba la destrucción de la tierra, Dios le pidió a Noé que trajera al arca una pareja de todas las criaturas vivientes de la tierra para salvarlas. Él también debía proveer alimentos para él y su familia. Debemos percatarnos que no fue hasta el diluvio que Dios les dio animales a los seres humanos para alimentarse (ver Génesis 9:2-3). Noé trajo al arca las frutas y vegetales que había recogido de la tierra antes que lloviera. También trajo el alimento que los animales necesitaban durante el tiempo que estuvieran en el arca. Esto debió ser una gran tarea, pero según el versículo 22, Noé hizo exactamente lo que Dios le mandó.
En este capítulo vimos los efectos del pecado en la tierra; y como resultado de este pecado, Dios iba a destruir la tierra y sus habitantes. Dios es un Dios justo que siempre va a confrontar el pecado.
La triste realidad de este capítulo es que, aunque Dios destruyó la tierra con su juicio, el pecado sobreviviría al diluvio y continuaría devastando la tierra. El diluvio limitaría el pecado por un tiempo, pero no era la solución final. Solo Jesús traería la solución definitiva al asunto del pecado.
Para Meditar:
¿Cómo podríamos describir la condición de la fe que había en la tierra en los días de Noé? ¿De qué manera las personas de los días de Noé ponían en riesgo su fe?
¿Qué nos enseña este pasaje acerca de la paciencia de Dios para con los pecadores?
¿Quiénes eran los gigantes mencionados en este capítulo? ¿Qué nos dice sobre la condición de la fe en la tierra el hecho de que estos gigantes eran respetados y tenidos por héroes? ¿Es posible que en la actualidad nosotros también exaltemos y honremos a personas que están lejos de Dios? Ponga algunos ejemplos.
¿Resolvería el juicio del diluvio el problema del pecado? ¿Qué nos narra la historia sobre la necesidad de una mayor solución en la persona de Jesús?
Para Orar:
Pidamos al Señor que nos dé gracia para vivir nuestra vida espiritual sin ponerla en riesgo en medio de un mundo pecaminoso.
Agradezcamos al Señor por Su paciencia para con Su pueblo a pesar de su pecado. No obstante, démosle gracias también porque Él juzgará el pecado y la maldad.
Pidamos al Señor que abra los corazones de las personas de nuestra comunidad a su necesidad antes que Dios también los juzgue.
Agradezcamos al Señor que Él proveyó una solución definitiva para el problema del pecado en la persona del Señor Jesús.
CAPÍTULO 7 – EL DILUVIO
Leamos Génesis 7:1-8:22
En el capítulo anterior vimos que Dios le dijo a Noé que construyera un arca. Noé obedeció y abasteció el arca con todos los alimentos necesarios para el viaje que emprenderían.
Al comienzo del capítulo 7 Dios ordena a Noé que meta a su familia dentro del arca. Observemos en el versículo 1 que a él se le había dado ese privilegio porque sobre la tierra solamente él y su familia eran justos. A partir de aquí deberíamos entender que Noé adoraba a Dios y procuraba andar en Sus caminos. Dios premió esta fidelidad protegiéndolo a él y a su familia.
Es importante que observemos que, aunque al principio el linaje de Set buscaba al Señor, ellos también se desviaron. Cuando Dios juzgó a la tierra en esos días, las únicas personas que quedaban en la línea de Set que adoraban a Dios eran Noé y su familia. Y esto nos muestra justamente cuánto había impactado el pecado en la tierra.
Según Génesis 7:2-3, Noé debía entrar al arca 7 parejas de todo tipo de ave y animal limpio. Esto era para preservar sus especies en la tierra. La hipótesis es que en ese tiempo ya Noé entendía la diferencia entre animales limpios e inmundos. Hay dos cosas que deberíamos puntualizar al respecto.
La primera, cuando Dios creó al mundo todo era bueno; pero ahora con la entrada del pecado vemos animales limpios e inmundos. La segunda cosa que debemos notar es que esta distinción entre animales limpios e inmundos fue hecha mucho antes de que Dios revelara estas cosas a Moisés y él las escribiera. Dios le había comunicado Su voluntad a Su pueblo incluso antes de darle la Ley a Moisés.
En Génesis 7:4 Dios le dijo a Noé y a su familia que entraran al arca siete días antes de que comenzara a llover. Esta lluvia caería por cuarenta días y cuarenta noches, destruyendo todo ser viviente fuera del arca.
Noé tenía seiscientos años cuando vino el diluvio (7:6). En ese momento Noé y su esposa, juntamente con sus hijos y sus esposas, entraron en el arca para escapar de la devastación que el diluvio causaría (7:7). También entraron al arca parejas de animales limpios e inmundos, así como de aves; justamente como el Señor lo mandó (7:8-9). Dentro de siete días llegó el diluvio, tal y como Dios lo había prometido (7:10). Fue en el año seiscientos de la vida de Noé, a los diecisiete días del mes segundo que vino la lluvia (7:11).
Dentro del arca, Noé, su familia y los animales estaban a salvo. Dios los preservó a lo largo de este terrible juicio. Según Génesis 7:16, Dios les cerró la puerta para librarlos del juicio que caería sobre la tierra. Solo nos resta imaginar lo que Noé y su familia habrían pensado mientras permanecían en esa arca. Solamente ellos habían sido librados del juicio. Quizás comenzaron a reflexionar en sus propias vidas, preguntándose por qué Dios los libró a ellos. En esos días deben haber tenido una gran mezcla de emociones. Por un lado, estaban tristes por el severo juicio de Dios sobre la tierra y la inmensa pérdida de vidas humanas y animales. Pero por otro lado estaban sorprendidos por la protección que por la gracia de Dios habían recibido.
Esta historia debe llevarnos a pensar. ¿Por qué Dios nos permite venir al conocimiento de Su Hijo Jesús y de la salvación que Él ofrece mientras nuestros amigos y vecinos perecen en el pecado? Nosotros también deberíamos estar humillados y maravillados ante la gracia de Dios, la cual nos llama y nos protege del juicio.
De acuerdo a Génesis 7:17, durante 40 días estuvo lloviendo sobre la tierra. El nivel del agua subió y alzó el arca hasta la superficie de la tierra donde flotaría (7:17-18). El agua subió tanto que cubrió veinte pies (casi 7 metros) por encima a la montaña más alta. El resultado fue devastador. Génesis 7:21-22 nos dice que todo ser viviente que se movía sobre la tierra, murió. El único remanente con vida se encontraba en el arca (7:23). El agua cubrió la tierra durante ciento cincuenta días. Nunca antes la tierra había experimentado un juicio tan terrible de parte de Dios.
Después de esos días de juicio, Dios se acordó de Noé y de su familia, y envió un viento para secar las aguas y restaurar la tierra. A los diecisiete días del séptimo mes (cinco meces después que comenzó el diluvio) el arca reposó sobre el monte de Ararat (8:4). El primer día del mes décimo (cuatro meses y medio más tarde) se comenzaron a ver las cimas de los otros montes (8:5).
Cuarenta días después Noé abrió las ventanas del arca y envió un cuervo. Mientras éste no pudo encontrar un lugar para posarse, estuvo yendo y viniendo al arca. Cuando ya el cuervo no regresó, entonces Noé envió una paloma. La paloma no pudo encontrar lugar para caminar sobre la superficie de la tierra, así que regresó al arca (8:9).
Hay algunas preguntas en cuanto a por qué Noé enviaría estas dos aves en particular. El cuervo es un ave que se come los cuerpos de animales muertos. Noé sabía que la tierra estaría llena de tales cadáveres, y que el cuervo habría tenido bastante para comer. El mismo estaría contento de quedarse en la tierra desolada mientras hubiera animales muertos para comer. Por el contrario, a las palomas no les gustan los cuerpos muertos, sino que buscan frutas. Al enviar a la paloma, Noé pudo determinar si había vegetación en la tierra. El cuervo no regresó, pero la paloma sí. Por ese medio Noé supo que en ese momento la tierra no había producido sus frutos todavía, y que él y su familia aún no podían sustentarse.
Después de otros siete días más Noé soltó la paloma nuevamente. Esta vez la paloma regresó por la tarde con una rama de olivo fresco (8:11). Por esto Noé pudo saber que las aguas habían disminuido y los árboles estaban comenzando a retoñar.
Después de otros siete días, Noé volvió a soltar la paloma, y esta vez no regresó al arca. Por eso Noé pudo saber que la superficie de la tierra se había secado lo suficiente y que había la vegetación necesaria para que la paloma sobreviviera.
Casi 11 meses después del diluvio, Noé quitó la cubierta del arca y pudo ver la superficie de la tierra. Ahí pudo comprobar por sí mismo que estaba seca (8:13).
Durante dos meses más Noé y su familia esperaron dentro del arca hasta el día en que Dios le dijera a Noé que podían salir. Ese día, Noé y los suyos salieron del arca con todos los animales y las aves. Estas criaturas ahora estaban libres para multiplicarse y llenar la tierra (8:17-19).
Una de las primeras cosas que Noé hizo cuando él y su familia salieron del arca, fue construir un altar al Señor. Allí en el altar, él ofreció sacrifico al Señor de algunos de los animales limpios y de las aves limpias (8:20). Estos animales fueron ofrecidos como un sacrificio de acción de gracias por la gracia y la protección de Dios durante todo ese año que pasaron en el arca; y Dios se agradó de ese sacrificio.
En Génesis 8:21-22 Dios les hizo una doble promesa a Noé y a su familia. Primeramente, Dios le prometió que nunca más maldeciría la tierra destruyendo todo como lo había hecho por medio del diluvio. Aunque el corazón de las personas continuaba siendo malo, Dios también prometió sustentar la tierra con un ciclo de días y estaciones.
Observemos dos detalles importantes en esta promesa de Dios. En primer lugar, esto nos dice que Dios quitó de la tierra todo el peso de la maldición, y trajo cierto grado de alivio para los descendientes de Noé. Ellos continuarían viviendo sobre la tierra y ésta les produciría su cosecha.
El segundo detalle que vemos es que, aunque el juicio de Dios sobre la tierra fue muy severo, éste no limpió al mundo del pecado y la maldad. Dios sabía que la inclinación del corazón humano no había cambiado. El pecado seguía siendo el problema que siempre había sido; y no tardaría mucho para que creciera nuevamente en el suelo pecaminoso de los corazones humanos. El diluvio juzgó al pecado, pero no fue la respuesta al problema del pecado.
A pesar de este pecado, el corazón de Dios rebozaba de compasión por la humanidad. A Dios no le complacía juzgar a Su creación; y les prometió a los descendientes de Noé que nunca más destruiría a todo ser viviente de la manera en que lo había hecho.
No debemos interpretar con esto que Dios nunca juzgará el pecado. Podemos estar seguros de que Él juzgará el pecado y la maldad. Vendrá el día cuando este mundo será completamente destruido por fuego (ver 2 Pedro 3:10). Sin embargo, hasta ese día del juicio final, el Señor ejercita Su gran paciencia. El pecado nuevamente crece y se incrementa en la tierra, pero el Señor pacientemente espera que los últimos creyentes entren a la seguridad de Su reino, antes que Él desate Su juicio final y destruya el pecado para siempre.
Para Meditar:
¿Qué evidencia encontramos en estos versículos de que Dios le comunicó a Noé Sus requisitos en cuanto al aspecto religioso y a los sacrificios? ¿Qué sabía Noé sobre la ley de Dios y Sus requisitos?
¿Cuánto tiempo estuvieron Noé y su familia en el arca?
¿Qué promesa le hizo Dios a la gente de los días de Noé después del diluvio? ¿Acaso significa esto que Dios ya no juzgará más el pecado?
¿El juicio de Dios por medio del diluvio trató el problema del pecado? ¿Qué hacía falta para erradicar el problema del pecado sobre la tierra?
Para Orar:
Agradezcamos al Señor porque a través de Su Palabra Él nos comunica lo que quiere.
¿Estamos seguros de la salvación del Señor? Tomemos un momento para agradecerle que Él nos rescató de las consecuencias del pecado. Démosle gracias por Su perdón.
Agradezcamos a Dios que, aunque Su paciencia es infinita, Él seguirá juzgando el pecado. Démosle gracias por el ministerio del Señor Jesús que solucionó completamente el problema del pecado en nuestras vidas.
CAPÍTULO 8 – LA TIERRA SE VUELVE A POBLAR
Leamos Génesis 9:1-29
Las aguas del diluvio se habían retirado de la tierra. Noé y su familia salieron del arca y se asentaron en un mundo muy diferente. Las únicas personas sobre la tierra eran los de la familia de Noé. Toda carne humana había muerto en el diluvio, por tanto, fue por medio de los descendientes de Noé que la tierra se volvió a poblar. En el versículo 1 Dios bendijo a Noé y a su familia para que fructificaran, se multiplicaran y llenaran la tierra.
Los seres humanos que vivieron antes del diluvio habían herido tanto el corazón de Dios que Él envió este juicio para destruirlos. ¿Qué evitaría que los descendientes de Noé cayeran en el mismo pecado? El diluvio no trató el problema del pecado; éste simplemente redujo el número de pecadores. Al bendecir a los descendientes de Noé, Dios estaba mostrando misericordia hacia la raza humana pecadora.
El mundo al cual los descendientes de Noé habían regresado ya no era igual al que estaba antes del diluvio. En el versículo 2 leemos que ahora los animales les temían a los humanos. En Génesis 2:19 el Señor había traído todos los animales ante Adán para que él les pusiera nombre. Estos mismos animales vinieron con Noé en el arca. Sin embargo, ahora su actitud hacia los seres humanos cambiaría. Aunque una vez habían vivido juntos pacíficamente, ahora vivirían como enemigos.
En el versículo 2 Dios reafirmó el dominio del hombre sobre los animales, las aves y los peces. El hecho de darle a la raza humana este dominio demuestra la gracia de Dios. Él les estaba encargando el cuidado de la tierra. Esto era tanto un privilegio como a la vez una tremenda responsabilidad.
Observemos también en el versículo 3 que ahora Dios les daba a los hombres animales de la tierra para alimentarse. Anterior a esto, solo la vegetación se consideraba como alimento.
En el versículo 4 Dios le dijo a Noé y a sus descendientes que, aunque se les permitía comer carne, no debían comer sangre. Levítico 17:14 nos dice que había una razón especial para esto.
Porque la vida de toda carne es su sangre; por tanto, he dicho a los hijos de Israel: No comeréis la sangre de ninguna carne, porque la vida de toda carne es su sangre; cualquiera que la comiere será cortado.
Al no permitirle a Noé y a sus descendientes comer sangre, Dios les estaba enseñando a respetar la vida. Aunque ahora podían matar a los animales para comérselos, su sangre debía regresar a la tierra. Es decir, debían derramarla sobre la tierra.
En el versículo 5 Dios le dijo a Noé y a sus descendientes que tomar la vida de otro ser humano era un crimen castigado con la muerte. La vida humana era sagrada para Dios. El hecho de que Dios tuvo que hacer esta declaración nos muestra que en los días de Noé el pecado todavía era una realidad sobre la tierra.
Este era el mundo mediante el cual Dios llevaría a cabo Sus propósitos. El reino de Dios se expandiría por medio de personas imperfectas en circunstancias imperfectas. Los discípulos que Jesús escogió estaban lejos de la perfección. Cada uno de ellos tenía sus debilidades. Los grandes hombres de las Escrituras a veces caían en pecados graves. Aunque debemos tratar el pecado en el cuerpo de Cristo, necesitamos darnos cuenta de que a menudo tendremos que trabajar con personas que no son perfectas y que se encuentran en diferentes grados de madurez. Dios expandiría Su reino en un mundo imperfecto, y para hacerlo usaría personas imperfectas.
En los versículos del 8 al 17 leemos cómo Dios decidió hacer un pacto con Noé y sus descendientes. Dios les prometió que nunca más exterminaría toda vida con aguas de diluvio (v. 11). Habría diluvios en la tierra, pero nunca más un diluvio cubriría toda la tierra para destruir todo ser viviente, como lo hizo en los días de Noé.
Dios selló este pacto con una señal. Al igual que el esposo y la esposa sellan sus votos matrimoniales al entregarse un anillo, o al hacerse mutuamente sus promesas, así también Dios le dio a la humanidad una señal especial para recordarles Su promesa. Dios puso un arcoíris en el cielo como un recordatorio de Su promesa de que no volvería a destruir la tierra mediante las aguas de un diluvio. Cada vez que aparecía un arcoíris en el cielo, Dios estaba recordando la promesa que hizo a la tierra y a sus habitantes (vv. 14-17).
El arcoíris nos recuerda la paciencia de Dios con los pecadores. Tomemos un momento para analizar la condición de esta tierra. Meditemos en la forma en la que los seres humanos han dado la espalda a Dios y a Su Palabra. Algunos han enfrentado a Dios en rebelión. La injusticia y la inmoralidad nos rodean por todas partes. Este es un mundo lleno de guerra, impiedad y hasta de odio por Dios y Sus caminos. Podemos ver cómo se persiguen y asesinan a creyentes verdaderos por defender la verdad. Vemos el arcoíris en el cielo y nos recuerda la gran paciencia de Dios. El arcoíris debe motivar nuestros corazones a la alabanza y a la acción de gracias por un Dios que es paciente, amoroso y lleno de gracia. Debería llevarnos a reconocer que estamos hiriendo el corazón de un Dios santo y todopoderoso. El arcoíris nos recuerda que aún hay tiempo para arrepentirnos y estar bien delante de Dios.
Los versículos del 20 al 27 nos recuerdan que incluso Noé, el hombre que halló favor delante Dios antes que el diluvio sucediera, también fue afectado por el pecado al igual que los demás. Vemos que Noé plantó una viña; y en cierta ocasión, él estaba bebiendo vino de esta viña y se embriagó (v. 21). En su estado de embriaguez, Noé entró a su tienda mostrándose desnudo; y aunque él no tenía la mente clara cuando esto sucedió, fue culpable de un acto de indecencia.
Percatémonos de la reacción de los hijos de Noé ante la condición de embriaguez de su padre. Su hijo Cam entró a la tienda, y cuando vio a su padre acostado allí desnudo, salió y les dijo a sus dos hermanos lo que había visto (v. 22). Debemos entender que Cam tenía dos opciones. La primera era cubrir inmediatamente la desnudez de su padre y mantener el asunto en silencio. Y la segunda opción era salir y decir lo que había visto, dañando así la reputación de su padre y avergonzándolo. Cam escogió no solo dejar a su padre en su vergüenza, sino también decirles a otros lo que había visto.
¿Qué hace usted cuando ve que alguien cae en pecado? ¿Cuántos creyentes actúan sin compasión ante un hermano en la fe que ha caído? ¿Cuán a menudo murmuramos y destruimos la reputación de nuestro hermano o hermana en Cristo, tal y como lo hizo Cam?
Observemos la reacción de Sem y Jafet cuando supieron la condición de su padre. Ellos juntos tomaron la ropa, la pusieron sobre sus propios hombros, y caminando de espalda cubrieron su desnudez. Al caminar de esta manera, no podían ver la desnudez de su padre. A ellos no les interesaba ver la desnudez de su padre borracho, ni tampoco querían que otros lo vieran en esa condición. Su preocupación era lograr que él pasara ese tiempo con la menor vergüenza y humillación posible. Haciendo esto, mostraron gran respeto y compasión por su padre en su momento de fallo y debilidad.
Nosotros también deberíamos tener la misma actitud de Sem y Jafet. Necesitamos tener como prioridad ayudar y ministrar a los que han caído. Debería ser nuestra meta ayudar a nuestros hermanos caídos a salir de sus problemas con la menor vergüenza posible. Sem y Jafet nos dan un ejemplo claro a seguir. Hasta los creyentes caídos deben ser tratados con respeto y dignidad.
Cuando Noé despertó y descubrió lo que había sucedido, se enojó por lo que Cam había hecho. Ese día él maldijo a Cam y a su descendencia, los cananeos (v. 25). Llegaría el día en que los israelitas tomarían la tierra de los cananeos descendientes de Cam. Por medio de Josué Dios conquistaría a los cananeos y establecería Su propio pueblo en la tierra de ellos.
Levítico 18:2-3 nos indica que Cam (los cananeos) caminaban lejos de Dios y seguían prácticas pecaminosas. En este pasaje Dios advierte a Su pueblo que no sigan sus costumbres.
Habla a los hijos de Israel y diles que yo soy Jehovah, vuestro Dios. No haréis como hacen en la tierra de Egipto, en la cual habéis habitado. Tampoco haréis como hacen en la tierra de Canaán a la cual os llevo. No seguiréis sus costumbres. (Lv. 18:2-3, RVA)
En cuanto a Sem y Jafet, Noé los bendijo por la compasión que mostraron en su momento de necesidad. En el versículo 26 él le dijo a Sem que Canaán (los descendientes de Cam) se convertiría en su siervo; y le dijo a su hijo Jafet que Dios extendería su territorio (NVI). Él no llegaría a ser tan grande como Sem, pero viviría en sus tiendas. Esto pude significar que habría una buena relación entre los descendientes de Sem y de Jafet. Sin embargo, los descendientes de Cam serían siervos de Jafet y de su descendencia. Dios honró a Sem y a Jafet por la forma en que trataron a su padre en su momento de necesidad.
Noé vivió otros 350 años después del diluvio y murió a la edad de 950 años.
Para Meditar:
¿Qué cambios sucedieron en la tierra después del diluvio? ¿Qué evidencia tenemos de que el peca-do aún estaba firmemente arraigado en la tierra después del diluvio?
¿Qué nos enseña este pasaje acerca de la importancia de mostrar respeto por la vida humana? ¿De qué manera podemos irrespetar la vida de los seres humanos?
¿Podemos esperar perfección en la iglesia de hoy en día? ¿Cuán importante es que aprendamos a trabajar con las imperfecciones de nuestros hermanos en Cristo?
¿Cuál es la diferencia entre las imperfecciones y los pecados deliberados y la rebelión?
¿Qué nos enseña el arcoíris respecto a la gracia y la paciencia de Dios para con los pecadores?
¿Qué nos enseñan Cam, Sem y Jafet acerca de cómo debemos tratar el pecado en la vida de nuestros hermanos y hermanas en Cristo?
Para Orar:
Pidamos a Dios que le dé a nuestra sociedad mayor respeto por la vida humana.
Roguemos al Señor que nos ayude a tener mayor paciencia a medida que trabajamos con personas que no llenan nuestras expectativas. Agradezcamos al Señor por ser paciente con nosotros cuan-do fallamos.
Pidamos a Dios que nos muestre cómo podemos ministrar a nuestros hermanos que han caído en el pecado.
CAPÍTULO 9 – DESDE NOÉ HASTA ABRAM
Leamos Génesis 10:1-11:32
Génesis 10 y 11 establecen un puente desde Noé hasta Abram, el próximo personaje bíblico significativo. Comenzamos con una lista de los descendientes de los hijos de Noé: Sem, Cam y Jafet.
Jafet
Los descendientes de Jafet son los primeros que se mencionan en el capítulo 10. El versículo 2 enumera a siete hijos de Jafet, ellos son Gomer, Magog, Madai, Javán, Tubal, Mesec y Tiras. El capítulo 10 solo traza la línea de dos de estos siete hijos. El linaje de Gomer se traza en el versículo 3 y los descendientes de Javán en el versículo 4. Los descendientes de Jafet se difundieron por diferentes regiones y desarrollaron sus propios idiomas (v. 5).
Cam
El versículo 6 nombra cuatro hijos de Cam, ellos son Cus, Mizraim, Fut y Canaán.
Los descendientes de Cus se detallan en el versículo 7. Sus hijos fueron Seba, Havila, Sabta, Raama y Sabteca. Se menciona de manera especial a Raama y a Cus. Raama vino a ser el padre de Seba y Dedán; y Cus, el padre de Nimrod (v. 8)
Nimrod llegaría a ser un guerrero poderoso y un famoso cazador (vv. 8-9). Él construiría un poderoso reino para él y sus descendientes. Los nombres de algunos de los grandes centros que él estableció fueron Babel, Erec, Acad y Calne (v. 10). Él también fue a la región de Asiria donde construyó otras grandes ciudades tales como Nínive, Rehobot, Cala y Resén (vv. 11-12). Debemos percatarnos de que estas naciones que Nimrod establecería se convertirían en enemigas de Israel.
Mizraim, el segundo hijo de Cam, se convertiría en el padre de los ludeos, los anameos, los lehabitas, los naftuhítas, los patruseos, los casluhítas y los caftoritas. Los más significativos aquí son los casluhítas, de donde provienen los filisteos. Estos filisteos también llegarían a ser grandes enemigos del pueblo de Dios.
El último hijo de Cam que se menciona es Canaán. Éste se convertiría en el padre de Sidón, de Het, del jebuseo, del amorreo, del gergeseo, del heveo, del araceo, del sineo, del arvadeo, del zemareo y del hamateo. Al final Dios le entregaría el territorio de estos cananeos a la nación de Israel.
Recordemos que Noé maldijo a Cam por la forma en que lo trató cuando se embriagó con el vino. En la lista de los descendientes de Cam se encuentran los peores enemigos de Israel. Estas naciones les causarían grandes problemas a Israel, pero Dios los derrotaría entregándolos en las manos de esta nación escogida. Los descendientes de Cam le darían la espalda a Dios y no le servirían más.
Sem
En el versículo 21 se menciona a Sem, el hijo de Noé; y en el versículo 22 se enumeran a sus cinco hijos (Elam, Asur, Arfaxad, Lud y Aram)
La línea de Aram se traza en el versículo 23, destacándose de manera especial en los versículos 24 al 30 al hijo de Sem llamado Arfaxad. El nieto de Arfaxad se llamaba Heber (v. 24), el cual tuvo dos hijos llamados Peleg y Joctán (v. 25). Los descendientes de Joctán se mencionan en los versículos del 26 al 29.
En Génesis 10:32 leemos que estos descendientes de Noé se esparcieron por toda la tierra; y el capítulo 11 nos dice los detalles de cómo sucedió esto.
En Génesis 11:1 vemos que después del diluvio toda la tierra tenía un solo idioma, y todos se asentaron en una llanura llamada Sinar (v. 2). Allí en la llanura de Sinar, los descendientes de Noé decidieron construir una gran ciudad, en la cual decidieron construir una torre que llegara hasta el cielo (v. 4). Génesis 11:4 nos dice claramente la razón para hacer esta torre. La primera razón era para hacerse de un nombre. Ellos querían que la gente viera las grandes cosas que ellos podían hacer; y que al mirarlos quedaran impresionados. La segunda razón por la que decidieron hacer esta gran torre era para no ser esparcidos por toda la tierra. No está claro por qué la construcción de la torre impediría que las personas fueran esparcidas sobre la tierra. Puede ser, en parte, porque esta torre tenía un significado religioso. Puede haber sido construida como un templo. Lo que el versículo 4 sí deja claro es que esa torre iba a llegar al cielo. Si la torre se construía como un templo, mantendría al pueblo unido bajo esta nueva religión común. Esto también nos muestra con cuánta facilidad las personas se descarriaban de Dios y de Sus propósitos.
Cuando Dios vio lo que estaba sucediendo, se enojó. Estas personas se habían descarriado en pecado y en rebelión contra Dios al igual que las que vivieron antes del diluvio. Si se dejaban sin castigar, no habría existido límite para el mal que ellos iban a hacer sobre la tierra (v. 6). Dios decidió detener sus planes perversos, y determinó confundir sus lenguas para que no se entendieran entre sí (v. 7).
No se nos dice claramente cómo sucedió esto. Sin embargo, lo que sí está claro en este pasaje es que la gente no podía entender el idioma de cada cual. Esto trajo como consecuencia que tuvieran que parar la obra, y las personas se vieran obligadas a buscar a otros con su mismo idioma. Entonces se fueron de Sinar para diferentes lugares de la región y establecieron sus propias comunidades. La región donde sucedió toda esta confusión fue llamada Babel, la cual suena como la palabra hebrea “confusión”.
Este incidente nos muestra con cuánta facilidad se pueden cambiar nuestros planes. En un instante, el gran plan de los descendientes de Noé cambió. Dios tiene el control de todos los eventos de la historia. Él puede deshacer el propósito de los seres humanos para llevar a cabo Su más grande propósito.
El resto del capítulo 11 continúa trazando el linaje de Sem hasta llegar a un hombre llamado Abram, para el cual Dios tenía grandes planes y propósitos.
Sem tenía 100 años cuando engendró a Arfaxad, y viviría 500 años más para engendrar otros hijos e hijas (v. 11). En los versículos siguientes se trazan los descendientes de Sem. Observe de manera particular la edad a la que murieron cada uno de ellos.
El promedio de vida de los descendientes de Sem fue reducido de manera radical de 600 años a 119 años en el espacio de ocho generaciones. Esto es una evidencia de los efectos del pecado y de la falta de la bendición de Dios por causa del pecado.
Nacor tuvo un hijo llamado Taré; y Taré se convertiría en el padre de Abram, Nacor y Harán (v. 26). Harán, el hijo de Taré engendró un hijo llamado Lot (v. 27); pero murió antes que su padre (v. 28) por lo que Taré crió a su nieto Lot.
Abram y Nacor, los otros dos hijos de Taré, se casaron. Abram se casó con Sarai y Nacor se casó con una mujer llamada Milca (v. 29). Pero Sarai, la esposa de Abram no podía tener hijos (v. 30).
Taré tomó consigo a Abram, a Sarai y a su nieto Lot y se fue de Ur que era el lugar donde estaban viviendo. Su intención era viajar hasta Canaán; sin embargo, nunca llegó allá. En cambio, se estableció con su familia en la región de Harán, donde murió a los 205 años.
Estos dos capítulos trazan la línea familiar desde Noé hasta Abram. Dios tenía un propósito especial para Abram, el descendiente de Sem.
Para Meditar:
¿Qué grandes naciones provienen de los descendientes de Cam? ¿Cómo se cumple la profecía que Noé hizo en Génesis 9:24-25 acerca de Cam?
Percatémonos que en una misma familia hay hijos que se desvían de Dios y otros que buscan de Dios. ¿Acaso nacer en una familia cristiana garantiza que seamos cristianos?
¿Por qué motivo Dios se enojó con aquellos que estaban construyendo una ciudad y una torre en la llanura de Sinar? ¿Cómo advierte esto a nuestra propia sociedad?
¿De qué manera Dios destruyó los planes de las personas que estaban construyendo la ciudad y la torre-templo de Babel? ¿Continúa Dios interrumpiendo nuestros planes en la actualidad?
Parece ser que la mano de Dios estaba sobre los descendientes de Sem de una manera particular. ¿Cómo ha estado la mano de Dios sobre nuestra familia?
Para Orar:
Agradezcamos al Señor por Su soberanía sobre los eventos de esta vida.
Si usted tiene hijos, tome un momento para pedir-le al Señor que bendiga a cada uno de ellos, y que los traiga a un nivel de compromiso con Él.
Pidamos a Dios que nos perdone por las veces en que hemos estado más interesados en hacernos de un nombre que en honrarlo y obedecerle.
Demos gracias al Señor por la manera en que Su mano ha estado sobre nosotros y sobre nuestras familias.
CAPÍTULO 10 – ABRAM VA HACIA EGIPTO
Leamos Génesis 12:1-20
Después de la muerte de su hermano, Abram salió de Ur con su padre Taré para la región de Canaán. Ellos pudieron viajar hasta Harán, donde se establecieron hasta que Taré murió (Gn. 11:31-32).
Después de la muerte de Taré, Dios le ordenó a Abram y a su familia que salieran de Harán. No se nos dice cuánto tiempo Abram permaneció en Harán. El hecho de que a Abram se le dijo que dejara su pueblo nos dice que algunos de los que salieron de Ur con Taré permanecían en Harán. Por ejemplo, Nacor, el hermano de Abram, probablemente permaneció en Harán con su familia. Esta partida debe haber sido muy difícil para Abram y Sarai. Ellos no solo estaban dejando la tierra donde se habían asentado, sino también a sus familias.
Observemos que Dios no le dijo a Abram para dónde Él quería que fuera. Él solo le revelaría esto a medida que comenzara el viaje. Por ahora, Abram debía dar el primer paso y empacar sus cosas. A menudo en mi vida he querido ver el cuadro completo antes de obedecer. Hay algo en nosotros que necesita entender a dónde nos dirigimos y cómo nos van a salir las cosas. En este momento Dios no le da a Abram los detalles de Su plan. De hecho, Dios no le revela a Abram nada más de lo que necesitaba saber. Él debía confiar en que Dios lo iba a guiar a medida que obedeciera.
Aunque Dios no le revela todos los detalles de Su propósito a Abram, Él sí le revela que la obediencia le traería bendiciones. En el versículo 2 Dios prometió que haría de Abram y de su esposa Sarai una gran nación. Dios no solo bendeciría a Abram y a los descendientes de Sarai, sino que también bendeciría a todo aquel que los honrara y los bendijera; y su maldición caería sobre cualquiera que los maldijera o los deshonrara. Pero aún más sorprendente que estas dos primeras promesas era la tercera promesa de Dios; que todos los pueblos de la tierra serían bendecidos a través de ellos (v. 3).
Solo podemos imaginar lo que Abram y Sarai sintieron cuando escucharon esta triple promesa de Dios. Ellos dos eran personas comunes. ¿Por qué Dios los honraría de esa manera? Abram nunca se consideró en ninguna manera ser líder o guerrero. Sarai no podía tener hijos. ¿Cómo Dios podía usarlos? ¿Por qué los escogía?
Dios usa a las personas según le place. Su elección no se basa en nuestras habilidades. Él escogió usar a Pablo, quien estaba persiguiendo la iglesia; escogió a Jonás quien solo quería huir de Su llamado; escogió a Moisés, quien le dijo a Dios que él no era el hombre a quien buscaba. Sin embargo, cuando Dios llama también capacita. Dios iba a preparar a Abram, así como preparó a Pablo, a Jonás y a Moisés.
Abram, en obediencia a Dios, a la edad de setenta y cinco años salió de Harán con su esposa y con su sobrino Lot (v. 4). Observemos en el versículo 5 que Abram, Sarai y Lot tomaron todas sus posesiones, probablemente incluyendo un número de sirvientes, y se encaminaron a la tierra de Canaán.
No se nos dice por qué escogieron ir a Canaán. No obstante, lo que sí sabemos es que Taré, el padre de Abram, antes de que muriera en Harán, quería ir a Canaán (ver Génesis 11:31). De todos modos, Dios estaba guiando a Abram según viajaba. Abram llegó hasta Siquem, y allí, debajo de un árbol, el Señor le apareció nuevamente (vv. 6-7) y le dijo que le daría a su descendencia la tierra a la cual se dirigía. Para Abram esto fue algo un poco difícil de entender porque los cananeos ya estaban asentados allí. Pero no parece haber cuestionado el propósito de Dios; en lugar de eso construyó un altar y adoró al Dios que se le había aparecido para darle esta promesa.
Aunque Dios le apareció a Abram en Siquem, no era Su plan que Abram se quedara allí. Aquí hay una lección importante. A menudo hemos sido bendecidos por Dios en cierta área de nuestras vidas. Nuestro deseo es permanecer justo donde nos encontramos y nunca irnos de ese lugar. Quizás Dios nos ha dado un ministerio exitoso; tal vez nos ha revelado algo acerca de nosotros mismos; pero estamos tentados a no querer irnos de ese lugar. Dios bendijo a Abram en Siquem, pero no le dio instrucciones de que se quedara allí. Nunca debemos distraernos tanto con la bendición al punto de que no seamos capaces de oír la voz de Dios diciéndonos que avancemos.
Abram viajó desde Siquem hacia el monte del oriente, y allí, en la región llamada Betel armó su tienda (v. 8), y una vez más edificó altar al Señor. Esto nos muestra algo acerca de Abram. Él estaba muy consciente de la presencia de Dios, y tenía un corazón adorador y agradecido.
Abram no se estableció en Betel. Dios continuó guiándolo hacia el sur (v. 9). No todo fue fácil para Abram en ese viaje. A medida que avanzaba una gran hambruna azotó la tierra. El versículo 10 nos dice que esta hambruna era muy grande y obligó a Abram a buscar refugio en la tierra de Egipto. Es difícil decir lo que Abram estaba sintiendo en esos días. Dios le prometió bendición, pero solo había hambre. Se estaba haciendo difícil encontrar alimento para su rebaño. ¿Dónde estaban las bendiciones que Dios le había prometido a Abram?
Habrá momentos de confusión cuando caminamos en obediencia al Señor. Algunas veces el enemigo nos lanzará obstáculos en nuestro camino; y en ocasiones el Señor permitirá esos obstáculos para probarnos y prepararnos. Existen algunos debates sobre la manera en que Abram manejó esta hambruna. No se nos dice que él buscara al Señor para saber qué hacer o a dónde ir. ¿Realmente quería Dios que Abram fuera a Egipto a pedir ayuda en este tiempo de necesidad? No estamos seguros.
Lo que sí está claro en los versículos del 11 al 13 es que algunas veces Abram fue tentado a tomar los asuntos en sus propias manos. Cuando ellos venían hacia Egipto, Abram tuvo miedo de que los egipcios vieran a Sarai su esposa, la tomaran para ellos y lo mataran a él (v. 12). Él pensó que para guardar su vida necesitaba ocultar la identidad de ella. Entonces le dijo a Sarai que dijera que era su hermana. El argumento era este: si ellos pensaban que Abram era hermano de Sarai, lo tratarían bien por causa de ella. Aquí Abram no confió en el Señor sino en su propio razonamiento. Abram no era un hombre perfecto. Él necesitaba aprender algunas lecciones importantes sobre la confianza en el Señor.
Cuando los egipcios vieron que Sarai era una mujer muy hermosa, la elogiaron ante el Faraón y se la quitaron a Abram para llevarla al palacio del Faraón (v. 15).
Hay algo más que debemos ver acerca de Abram. Él también tenía la tendencia de ser egoísta. Su preocupación por entrar a Egipto era para salvar su fortuna y también su propia vida. Sin embargo, por lo que no parece estar muy preocupado era por lo que le sucedería a Sarai su esposa si el Faraón la llevaba a ser parte del harén. Esto también era algo que Dios necesitaba trabajar en la vida de Abram. Abram debía aprender a confiar en Dios, pero también debía aprender a morir a sí mismo y a su egocentrismo.
Faraón creyó que Sarai era hermana de Abram, y lo trató bien por causa de ella. Le dieron ovejas, vacas, asnos, siervos, criadas, asnas y camellos. Abram se enriqueció por medio de esta gran mentira (v. 16).
Mientras Abram se volvía rico, el Señor maldecía a los egipcios. Dios le produjo varias enfermedades al faraón y a su casa por causa de Sarai (v. 17). Aunque Abram no protegió a Sarai, Dios sí lo hizo. Él no la iba a dejar en manos del faraón de Egipto. Dios tenía otro plan para Abram y su esposa Sarai. Él había prometido que por medio de ellos haría una gran nación; y esto no podía suceder si Sarai era la concubina del Faraón.
Cuando Faraón analizó lo que le estaba sucediendo a él y a su casa, se dio cuenta que esta maldición había caído sobre él desde que trajo a Sarai a su harén. Muy pronto descubrió que Sarai y Abram estaban casados, por lo que confrontó a Abram al respecto, le regresó a Sarai y le dijo que se fuera de su país (vv. 19-20).
Solo nos resta imaginar lo que sucedió entre Sarai y Abram después de este evento. ¿Cómo se debe haber sentido Sarai en cuanto a que Abram, con el fin de salvar su vida, permitió que otro hombre la tomara? A pesar de este fallo, Dios los protegió a los dos, y usó ese tiempo que Abram y Sarai estuvieron en Egipto para enseñarles algunas lecciones de valor. Dios tenía un plan para sus vidas y los protegería y los guardaría hasta cumplir ese propósito. Abram tenía sus faltas, pero era el hombre que Dios había escogido.
Para Meditar:
¿Qué aprendemos acerca de dar un paso aun cuando no tenemos todos los detalles? ¿Alguna vez se ha negado usted a dar un paso de obediencia porque no conoce el resultado final? Diga un ejemplo.
¿Por qué suponemos que Dios escogió bendecir a Abram?
¿Es posible que estemos tan distraídos con nuestras bendiciones que no logremos ser obedientes?
¿Piensa usted que Abram hizo bien en ir a Egipto? ¿Por qué sí, o por qué no?
¿Qué defectos personales Abram necesitaba tratar en su vida? ¿Qué cosas Dios nos ha revelado respecto a nosotros mismos?
¿Qué aprendemos aquí sobre la manera en que Dios usa las circunstancias que enfrentamos en nuestra vida para enseñarnos? ¿Qué lecciones usted piensa que Abram y Sarai aprendieron en Egipto?
Para Orar:
Pidamos al Señor que nos dé gracia para obedecer aun cuando no podemos ver lo que tenemos por delante.
Agradezcamos al Señor por la manera en que Él ha escogido usarnos y bendecirnos a pesar de nuestras fallas.
Roguemos a Dios que nos revele cualquier defecto personal en nuestras vidas. Pidámosle que nos dé fortaleza y gracia para tratar con estas cosas.
Oremos a Dios que abra nuestros ojos a las lecciones que Él quiere enseñarnos en medio de las diferentes circunstancias que enfrentamos en la vida.
CAPÍTULO 11 – ABRAM Y LOT SE SEPARAN
Leamos Génesis 13:1-18
Abram y Sarai habían estado en Egipto donde Sarai había sido llevada al harén del Faraón. Dios protegió a Sarai durante ese tiempo, pero maldijo la casa del Faraón. Cuando Faraón descubrió que Sarai era la esposa de Abram, se la regresó y les dijo que se fueran de su país.
Durante ese tiempo en Egipto, Abram había recibido muchos regalos de parte del faraón. Y cuando salió de Egipto con su esposa y su sobrino Lot, Abram se llevó todo con él (v. 1). El versículo 2 nos dice que Abram era un hombre muy rico en ganado, plata y oro.
Abram y su familia viajaron desde Egipto hacia el Negev y de ahí a Betel (ver Génesis 12:8-11). En Betel, él construyó un altar y nuevamente invocó el nombre del Señor (v. 4). En Egipto Abram había mentido y engañado al faraón; había acumulado grandes riquezas debido a ese engaño y le había faltado el respeto a su esposa al permitir que ella llegara a ser parte del harén de Faraón. Pero ahora en Betel, Abram invoca nuevamente el nombre del Señor. Dios tiene una manera de hacernos regresar al camino correcto. Él no iba a desechar a Abram.
Observemos a partir de los versículos 5 y 6 que las riquezas de Abram y Lot eran tan grandes que la tierra no era suficiente para ambos. Los pastores del ganado de Abram y los pastores del ganado de Lot comenzaron a pelear entre sí (v. 7). El versículo 7 nos dice que los cananeos también estaban viviendo en la tierra en ese tiempo, por lo que no había suficiente terreno para que todos los animales pastaran.
Tenía que hacerse algo al respecto. En el versículo 8 Abram le planteó el problema a Lot, su sobrino. “No haya ahora altercado entre nosotros dos, entre mis pastores y los tuyos, porque somos hermanos”, le dijo. Abram le sugirió a Lot que se separaran; y en el versículo 9 le dijo: “Yo te ruego que te apartes de mí. Si fueres a la mano izquierda, yo iré a la derecha; y si tú a la derecha, yo iré a la izquierda”. Al decir esto, Abram estaba reconociendo que era momento de que Lot se independizara. De aquí en adelante, Abram y Lot ya no vivirían juntos, ahora tendrían dos vidas separadas.
A Lot le gustó la idea de tener su independencia. El versículo 10 nos dice que Lot alzó sus ojos y vio que la llanura del Jordán estaba bien regada y que parecía un huerto. A él le gustó la tierra y la escogió para sí (v. 11). Lot y Abram se dividieron, y Lot se mudó con todo su ganado a la llanura del Jordán.
Aunque el terreno de la llanura del Jordán era muy fértil, éste también era un lugar muy malvado. Lot plantaría su campamento en la región de Sodoma (v. 12). Los hom-bres de la ciudad eran hombres malvados, quienes según el versículo 13 eran “pecadores contra Jehová en gran manera”. Lot debe haber sabido algo acerca de la pecaminosidad de esa región, y al escogerla, estaba alejándose del Señor. Al tomar la decisión de vivir en Sodoma, Lot iba a colocar a su familia en un ambiente muy malvado. Ellos pagarían un alto precio por esta decisión.
¡Cuán importante es que tengamos en cuenta los asuntos espirituales en las decisiones que tomamos! Nos resulta muy fácil tomar decisiones como lo hizo Lot. A él solo le preocupaba la prosperidad de su familia, no su vida espiritual.
Después de estos acontecimientos, el Señor le habló nuevamente a Abram (v. 14) y le dijo que alzara sus ojos y mirara al norte, al sur, al oriente y al occidente. “Toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre” (v. 15), le dijo Dios. Lot había tomado la mejor tierra aparentemente, pero Dios no estaba allí. Abram tenía la bendición de Dios, y eso marcaba toda la diferencia.
En el versículo 16 Dios le prometió a Abram aumentar su descendencia a tal punto que serían como el polvo de la tierra, nadie podría contarlos. Dios invitó a Abram a caminar por todo lo largo y ancho de la tierra, porque iba a ser suya (v. 17).
Abram nunca vería el día en que sus descendientes recibieran la tierra, pero lo vio por fe. Observemos la respuesta de Abram a la promesa de Dios. En el versículo 18 él se trasladó hacia Hebrón, donde construyó un altar al Señor. Él hizo esto en agradecimiento a Dios por Su promesa.
La separación de Abram y Lot es significativa. El deseo de Dios era bendecir a Abram y a su familia, pero los caminos de Lot lo conducirían a una dirección diferente. Dios separó a Lot de la familia de Abram para que Su plan no fuera estorbado. Hay cosas que Dios necesita separar de nosotros antes de llevar a cabo Su propósito en nuestras vidas.
Abram tenía que llegar a un punto donde Dios pudiera desarrollar Su propósito divino en su vida. Faraón tuvo que regresarle a su esposa; él tuvo que salir de Egipto y retornar a la tierra que Dios le había prometido; Lot y sus sirvientes tuvieron que separarse de él. Dios estaba obrando en la vida de Abram. El Señor fue separando de él todas las distracciones y los obstáculos que estorbaban Su propósito. Dios hará lo mismo en nosotros si tenemos un corazón dispuesto.
Para Meditar:
¿Qué obstáculos había en la vida de Abram que se interponían en el camino del plan de Dios? ¿Qué obstáculos hay en nuestras vidas que se interponen en el camino del plan de Dios?
¿Cómo Dios trajo de vuelta a Abram de acuerdo con Su plan?
Lot escogió vivir en las riquezas de la llanura del Jordán sin tener en cuenta el ambiente espiritual de esa región. ¿Cuán importante es considerar el impacto espiritual que tienen las decisiones que tomamos? ¿De qué manera nuestras decisiones del pasado han afectado nuestra vida espiritual y la de nuestra familia?
Para Orar:
Agradezcamos al Señor que Él está dispuesto a traernos de vuelta a Sus caminos cuando nos descarriamos.
Pidamos al Señor que nos revele cualquier obstáculo en nuestra vida que obstruya Su plan. Pidámosle que los elimine.
Oremos a Dios que nos ayude a tener en cuenta el impacto espiritual de cada decisión que tomamos.
CAPÍTULO 12 – ABRAM VA A LA GUERRA
Leamos Génesis 14:1-24
Al comenzar el capítulo 14 de Génesis logramos ver un poco de la situación política del mundo de Abram. Vea-mos cómo los reyes se aliaron para fortalecerse y levantarse contra sus enemigos comunes. Leemos cómo los reyes de Sinar, de Elasar, de Elam, y de Goim juntaron sus fuerzas e hicieron guerra contra los reyes de Sodoma, de Gomorra, contra Sinab rey de Adma, contra Semeber rey de Zeboim, y contra el rey de Bela (v. 2).
Durante doce años las naciones de Sodoma, Gomorra, Adma, Zeboim y Bela se habían mantenido sometidos a Quedorlaomer rey de Elam. Finalmente, en el año decimotercero, ellos formaron esta alianza y se rebelaron contra la autoridad del rey (v. 4). Esto puede haber sido en parte, la razón por la que el rey Quedorlaomer también fortaleció sus fuerzas haciendo él mismo una alianza.
El versículo 3 nos dice que los reyes de Sodoma, Gomorra, Adma, Zeboim y Bela juntaron sus fuerzas en el Valle de Sidim, listos para pelear contra Quedorlaomer y sus fuerzas. El ejército de Quedorlaomer era poderoso. Los versículos del 5 al 7 nos narran que sus fuerzas ya habían derrotado a los refaítas, a los zuzitas, a los emitas, a los horeos, y a los amalecitas. Cuando el rey de Sodoma y las otras cuatro naciones se rebelaron contra Quedor-laomer y sus fuerzas, estaban corriendo un gran riesgo.
Cuando ocurrió la batalla, los reyes de Sodoma y Gomorra fueron avasallados por el gran ejército de Quedor-laomer y escaparon hacia el valle de Sidim (v. 10). Este valle estaba lleno de pozos de asfalto. Cuando ellos escaparon por el valle, algunos de sus hombres cayeron en este asfalto mientras que otros huyeron al monte. Ellos no tenían oportunidad contra el ejército más poderoso de Quedorlaomer.
Quedorlaomer y sus hombres saquearon las ciudades de Sodoma y Gomorra tomando sus provisiones de alimento (v. 11). El ejército de Quedorlaomer también se llevó a Lot y a sus posesiones.
Alguien que escapó de la ciudad de Sodoma vino huyen-do hasta donde estaba Abram y le dijo lo que había sucedido (v. 13). Cuando Abram lo oyó, se dispuso a hacer todo lo posible para ayudar a su sobrino. Llamó a sus 318 hombres entrenados y se fueron a perseguir a Quedorlaomer (v. 14). Durante la noche, Abram dividió su ejército de 318 hombres y atacó. Dios le dio la victoria, y el ejército de Quedorlaomer huyó de Abram (v. 15). Entonces Abram rescató a Lot y le regresó los bienes que le habían quitado en Sodoma (v. 16).
Analicemos lo que Abram hizo ese día. Veamos la pecaminosidad que había en Sodoma. Génesis 13:13 nos dice que los hombres de Sodoma eran malvados y que pecaban contra Dios en gran manera. Ciertamente lo que les había pasado a ellos, era en parte, un juicio de Dios por su pecado. Analicemos también a Lot y su decisión de llevar a su familia a vivir en esta ciudad pecaminosa. La decisión de Lot no era una decisión guiada por Dios. Abram pudo haber dicho: “Ellos se merecían lo que les pasó”, pero no lo hizo.
Hace algún tiempo escuché una historia sobre una joven soltera proveniente de una familia cristiana, la cual un día llegó a la casa diciendo que estaba embarazada. Los padres reaccionaron de una manera muy severa contra esta noticia, y le dijeron que su hogar era un hogar cristiano y que ella ya no era bienvenida allí. Durante años la relación de estos padres con su hija se tornó muy tensa. Abram vio cuando Lot tomó esta mala decisión de vivir en la ciudad de Sodoma. Lot terminó en esa situación porque tomó una mala decisión. ¿Qué debemos hacer cuando alguien a nuestro alrededor se encuentra en problemas por haber tomado una mala decisión?
Abram nos muestra claramente lo que debemos hacer. Él tomó a sus 318 hombres y lo arriesgó todo para traer de vuelta a su sobrino. En Mateo 18:12, Jesús narró la historia de una oveja que se alejó del rebaño y se extravió. Veamos lo que Jesús les dijo a Sus discípulos acerca de la respuesta del pastor hacia esa oveja perdida.
¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y se descarría una de ellas, ¿no deja las noventa y nueve y va por los montes a buscar la que se había descarriado?
Ese día Abram arriesgó todo para rescatar a Lot. No era momento de decir: “Te lo dije”. No era momento de juzgar o condenar. Lot estaba en problemas, y Abram iba a hacer todo lo que estuviera a su alcance para ayudarlo. Todo lo que tenía eran 318 hombres contra un ejército poderoso, pero Abram decidió morir en el intento antes que no hacer nada. ¿Tiene usted a algún ser amado desviado del camino de Dios? Abram es un ejemplo a seguir. Él no descansaría hasta haber hecho todo lo posible por rescatar a su sobrino; y Dios bendijo ese esfuerzo y le dio la victoria.
Cuando Abram regresó de derrotar a Quedorlaomer, fue recibido por el rey de Sodoma (v. 17) y por Melquisedec, rey de Salem (v. 18). Analicemos la conversación que tuvo lugar entre Abram y Melquisedec.
Melquisedec era el rey de Salem. La mayoría de los comentaristas coinciden en que esta es una forma abreviada de la palabra Jerusalén, la cual hasta este momento no pertenecía al pueblo de Dios. Observemos además en el versículo 18 que Melquisedec no solo era rey, sino que también era sacerdote del Dios Altísimo. Es difícil saber cuánto Melquisedec conocía al Dios Altísimo, o cuál era su función como sacerdote. Esto puede indicarnos que Dios estaba obrando no solo en el linaje de Abram, sino que también estaba revelando Sus propósitos en otros lugares.
Cuando Melquisedec salió al encuentro de Abram le trajo pan y vino. Abram y sus hombres probablemente estaban bien cansados y hambrientos por la batalla; por lo que estos alimentos eran bienvenidos. Observemos también que Melquisedec bendijo a Abram en el nombre del Dios Altísimo, Creador de los cielos y de la tierra (v. 19). Él también alabó al Dios de Abram, quien le había dado tan maravillosa victoria sobre sus enemigos (v. 20). Abram respondió a esta hospitalidad ofreciéndole a Melquisedec el diezmo de todo lo que tenía. Abram le ofreció al rey Melquisedec (creyente como él) este regalo como señal de gratitud por su hospitalidad y bendición.
La segunda persona que salió al encuentro de Abram cuando éste regresó de la batalla fue el rey de Sodoma. Él le dijo a Abram que regresara a su pueblo y guardara los bienes para él y sus hombres (v. 21); pero él se negó a tomar estos bienes debido al juramento que había hecho al Señor, probablemente antes de entrar a la batalla (v. 22). Abram había jurado a Dios que no se quedaría con nada que le perteneciera a Sodoma, no fuera que ellos dijeran que ellos lo habían enriquecido (v. 23). Solo nos resta preguntarnos si Abram había aprendido la lección del tiempo que pasó en Egipto, donde había recibido muchos regalos del faraón producto de su engaño (ver Génesis 12:11-16). Abram quería que Dios fuera la fuente de sus bendiciones. Él quería que todos supieran que lo que él había recibido no era por sus propios esfuerzos, sino como resultado de la mano de Dios en su vida; de este modo, Dios recibiría la honra. Abram le regresó todo al rey de Sodoma. Lo único que le pidió fue lo que comieron sus hombres y una parte para que ellos se lo llevaran (v. 24).
Para Meditar:
¿Cuál es la respuesta de Abram ante la captura de Lot? ¿Qué nos enseña esto acerca de cómo tratar a las personas que se han extraviado de Dios o han fallado?
Abram corrió un gran riesgo al ir tras Lot. ¿Qué riesgos estamos dispuestos a correr en la actualidad para rescatar a alguien?
¿Qué fue lo que motivó a Abram a rescatar a Lot? ¿Acaso estaba él interesado en obtener algún beneficio personal?
Abram juró no obtener ningún beneficio de esa batalla, no fuera que las personas dijeran que él se había enriquecido de alguien más que no fuera Dios. ¿Cómo Dios ha provisto para nosotros? Aunque todas las cosas provienen de Dios, ¿es posible que las personas tengan más de lo que Dios quiere que tengan?
Para Orar:
Pidamos a Dios que nos ayude a mostrarle a aquellos que han caído la compasión que Abram mostró.
Agradezcamos al Señor por la forma en que Él voluntariamente sacrificó Su vida para rescatar-nos.
Roguemos a Dios que nos ayude a confiar en Él antes que buscar nuestros propios intereses.
CAPÍTULO 13 – DIOS HACE PACTO CON ABRAM
Leamos Génesis 15:1-21
Abram había rescatado a su sobrino Lot de las manos del rey Quedorlaomer. Nos resta preguntarnos qué pensaría Abram sobre el hecho de derrotar a esta alianza de cuatro reyes con solo 318 hombres. Puede ser que ahora que él comenzaba a pensar lo que acababa de hacer, se preguntara qué implicaciones podría tener. ¿Acaso regresaría este poderoso ejército? ¿Buscarían la revancha por esta humillante derrota? No estamos seguros lo que Abram pensaba en ese momento. Sin embargo, lo que sí sabemos es que el Señor le apareció en una visión alentándolo en ese momento de una manera muy especial: “No temas, Abram; yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande” (v. 1).
¡Qué bendición serían esas palabras para Abram! Sin embargo, había algo que lo tenía perplejo. Él y Sarai no habían podido tener hijos. Abram pensaba en la gran promesa que Dios le hizo de bendecirle, pero se preguntaba cómo se lograría todo esto finalmente. ¿Quién recibiría esta bendición de Dios cuando él muriera? Él no tenía un hijo a quién pudiera pasar esta gran herencia (v. 2). La persona que podía heredar su propiedad era uno de sus sirvientes, un hombre llamado Eliezer, de Damasco (vv. 2-3).
Ese día, Dios le reafirmó a Abram que Eliezer de Damasco no sería su heredero. Dios le dijo que él tendría un hijo para heredar estas grandes bendiciones que le había prometido (v. 4). Dios llevó a Abram afuera y le dijo que mirara las estrellas del cielo y las contara. Esta era una tarea imposible. Entonces, Dios le dijo a Abram que su descendencia sería como las estrellas del cielo. Sería tan numerosa que no podría contarla (v. 5). Era una promesa increíble para un hombre que no tenía hijos. Sin embargo, de alguna manera, esto motivó la fe de Abram y él creyó lo que Dios le dijo ese día. Dios vio esa fe y le agradó (v. 6).
Observemos también en el versículo 7 que Dios le dijo a Abram que su pueblo tendría una tierra propia. Hasta ahora Abram estaba viviendo en una tierra que no era suya. Pero vendría el día en que la tierra sobre la cual entonces caminaba le sería dada a sus descendientes.
Era difícil para Abram imaginar que sus descendientes serían dueños de esta tierra. En el versículo 8 él dijo: “Señor Jehová, ¿en qué conoceré que la he de heredar?” Esta pregunta es bastante sorprendente en vista de los eventos que justamente habían sucedido. En el capítulo anterior Abram derrotó una alianza de cuatro poderosos reyes, solo con 318 hombres. Sin embargo, aquí necesitaba que Dios le confirmara que esta promesa de la tierra realmente tendría lugar.
Me impresiona bastante ver que Abram, el hombre de Dios, es aún humano y lucha por entender cómo Dios puede cumplir lo que promete. Como seres humanos, nuestro entendimiento es limitado. No tenemos manera de entender la mente de Dios; y es ahí donde la fe entra en acción. No podemos entender a Dios, pero no tenemos que entenderlo para creer lo que dice. Podemos dar el paso de obediencia aun cuando no entendemos. Esto es lo que distingue a las personas de fe de las demás. Las personas de fe no necesitan entenderlo todo, simplemente confían en lo que Dios dice.
Dios no le explicó a Abram la manera en que iba a cumplir esta promesa. En cambio, le pidió hacer algo lo cual nos parece bastante raro. En el versículo 9, Dios le dijo que le trajera una becerra, una cabra y un carnero; y cada uno de estos animales serían de tres años. También le pidió una tórtola y un palomino; y Abram obedeció y trajo los animales.
Dios mandó a Abram que partiera los animales por la mitad y que pusiera cada mitad una en frente de otra; sin embargo, no le dijo que cortara las aves. Los animales muertos se quedaron en la tierra hasta la puesta del sol. Las aves de rapiña descendían para comer esta carne, mas Abram las espantaba (v. 11).
A la caída del sol, Abram estaba cansado y se durmió; y mientras dormía “el temor de una grande oscuridad” cayó sobre él. No se nos dice qué era dicha oscuridad, pero fue después de esto que el Señor le habló nuevamente a Abram.
Un día Moisés le pidió a Dios que le mostrara Su gloria (Éx. 33.18). Dios le dijo que nadie podía ver Su rostro y vivir. No obstante, Dios escondió a Moisés en la grieta de una roca y lo cubrió con Su mano cuando pasó por allí para que Moisés pudiera ver una pequeña porción de Su gloria (Éx. 33:18-23). Es posible que esta densa oscuridad fuera para esconder la gloria de Dios cuando Él vino a confirmar Su promesa a Abram en aquel día.
Dios le habló a Abram en un sueño. Cuando él dormía, Dios le reveló lo que le depararía el futuro a él y a su familia. El Señor le dijo a Abram que él y sus descendientes serían extranjeros en tierra ajena (v. 13). Vendría el día en que ellos serían esclavizados y maltratados; y esto duraría por un período de cuatrocientos años. Esta profecía se cumplió cuando el pueblo de Dios descendió a Egipto en los días de José. Ellos permanecerían en Egipto como esclavos durante cuatrocientos años.
Dios le prometió a Abram que después de cuatrocientos años, Él castigaría la nación que los había esclavizado (Egipto) y la familia de Abram sería liberada de su cautiverio. Dios también le prometió que cuando ellos salieran de esa tierra, saldrían con grandes posesiones. El libro de Éxodo narra cómo Israel saqueó a los egipcios cuando se fueron (Éx. 3:22).
Abram moriría en paz, ya hecho un anciano (v. 15). Él no llegaría a ver este problema en Egipto.
Dios le dijo a Abram que pasarían cuatro generaciones antes de que sus descendientes regresaran a la tierra de Canaán, donde él vivía actualmente. Observemos que Dios le dijo a Abram que el pecado de los amorreos que aún moraban sobre la tierra no había llegado a su grado más alto. Sin embargo, vendría el día cuando Dios ya no toleraría más su pecado y los juzgaría dándoles su tierra a los descendientes de Abram.
Esa noche cuando el sol se puso y cayó la oscuridad, Abram vio algo parecido a un horno humeando y una antorcha de fuego entre los animales muertos (v. 17). A medida que el horno y la antorcha pasaban entre los animales divididos, Abram escuchó la promesa de Dios para él. Dios prometió que daría a sus descendientes la tierra desde el río de Egipto (el río Nilo) hasta el río Éufrates.
Es importante que comprendamos el simbolismo del horno y la antorcha que aparecieron en medio de los animales muertos. Los animales que Abram trajo al Señor ese día, tuvieron que morir. Sus cadáveres fueron divididos y colocados uno en frente del otro. La presencia del Señor apareció en el horno encendido y en la antorcha. Mientras el Señor pasaba en medio de estos anima-les muertos, Él estaba jurando por Su vida de que cumpliría Su promesa. En realidad, Dios le estaba diciendo a Abram “Que quede como uno de estos animales muertos si no cumplo la promesa que te hago hoy”.
Dios le dio a Abram un atisbo del futuro. Él le mostró que, aunque esta promesa no se consumaría en el tiempo en que Abram viviría, ciertamente la cumpliría. Al principio las cosas se complicarían para la familia de Abram, pero Dios los liberaría y les daría lo que había prometido. Los eventos de la cautividad de Israel en Egipto fueron profetizados mucho antes de que sucedieran, y eran parte del plan completo de Dios. No perdamos la esperanza. Ahora mismo las cosas pueden parecer adversas, pero el propósito de Dios con certeza se cumplirá.
Para Meditar:
¿Entendía Abram cómo Dios cumpliría Su propósito? ¿Acaso nosotros podemos entender realmente los designios de Dios?
¿Qué papel juega la fe en la vida de Abram en este capítulo?
¿Qué nos enseña este pasaje acerca de la serie-dad de Dios al cumplir Sus promesas?
¿Podemos confiar en Dios en la actualidad? ¿Es-tamos dispuestos a salir en fe, aun cuando no en-tendamos lo que el Señor está haciendo?
¿Alguna vez nos hemos preguntado por qué cuando Dios promete bendecirnos las cosas parecen tornarse peor? ¿Qué aprendemos en este capítulo acerca de las promesas de Dios?
Para Orar:
Demos gracias a Dios porque Sus caminos son más altos que nuestros caminos; y que, aunque posiblemente no lo entendamos, Él es capaz de hacer mucho más de lo que nosotros alguna vez pudiéramos imaginar.
Pidamos a Dios que aumente nuestra fe y nuestra confianza en Él y en Sus promesas.
Agradezcamos al Señor porque las pruebas de esta vida no entorpecerán Sus promesas de ser fiel a nosotros como Su pueblo.
CAPÍTULO 14 – AGAR E ISMAEL
Leamos Génesis 16:1-16
En el capítulo anterior, Dios le prometió a Abram que sus descendientes serían tan numerosos como las estrellas del cielo. Él le dejaría su herencia a un hijo propio. El tiempo había pasado y Sarai aún no había concebido; y para esa fecha Abram tenía aproximadamente 85 u 86 años (Gn. 16:16). No sería hasta después de otros catorce o quince años que Dios cumpliría Su promesa a Abram (Gn. 17.17).
No tener ningún hijo era algo muy difícil para Sarai, quien probablemente se sentía avergonzada y abandonada por Dios. Aunque Abram creía en la promesa de que Dios le daría un hijo, a Sarai le costaba creer que la maldición bajo la cual estaba alguna vez se rompería. Ella había perdido las esperanzas.
Sarai tenía una criada doméstica egipcia llamada Agar. Entonces ella decidió darle Agar a Abram. Su intención era que Abram tuviera un hijo con su sierva. El hijo nacido de la sierva de Sarai se convertiría en su hijo legal y heredaría las propiedades de la familia. Parece ser que esta era la costumbre de aquellos días.
Observemos en el versículo 2 que Sarai culpó a Dios por su esterilidad. Ella pensaba que Dios le había dado la espalda. Creía que dependía de ella hacer algo respecto a la necesidad que Abram tenía de un heredero. Ella tomó el asunto en sus propias manos, sin esperar que Dios cumpliera Su promesa. Y Abram estuvo de acuerdo con la propuesta de Sarai.
Diez años después de regresar de Egipto, Abram tomó a Agar, la sierva de Sarai, y durmió con ella (v. 3). Como resultado de esta relación Agar salió embarazada.
El versículo 4 nos dice que cuando Agar supo que estaba embarazada, comenzó a menospreciar a su ama Sarai. Probablemente hubiera celo entre las dos mujeres. Ahora Agar se consideraba más que una sirvienta, ella era esposa de Abram justo igual que Sarai. Sin embargo, más que eso, ella le iba a dar a Abram un heredero, algo que Sarai no podía hacer.
La tensión entre Agar y Sarai llegó a ser tan frustrante para Sarai, que ella fue donde Abram, y explotando de frustración le dijo en el versículo 5:
¡Tú tienes la culpa de mi afrenta! Yo puse a mi esclava en tus brazos, y ahora que se ve embarazada me mira con desprecio. ¡Que el Señor juzgue entre tú y yo! (Gn. 16:5, NVI)
En respuesta, Abram puso a Agar en manos de Sarai para que hiciera como bien le placiera. Ahora con el permiso de Abram, Sarai maltrataba a Agar. El trato abusivo de Sarai con Agar era tan intenso que esta última se vio obligada a huir de la casa de Abram.
Percatémonos de lo que está sucediendo en este pasaje. Sarai no creyó la promesa de Dios. Tomando el asunto en sus propias manos solo logró empeorar las cosas. Ahora, ella misma se encontraba sumergida en el enojo y la amargura. Agar se vio obligada a huir para su seguro-dad. Abram no hizo nada para detener este maltrato contra Agar. No hizo nada para ayudar a Sarai en su frustración y en su batalla de fe. He aquí una familia en pugna. Sin embargo, esta es la familia que Dios había decidido bendecir.
La atención se desvía hacia Agar. En el versículo 7 la encontramos en el desierto. Ella no tenía a donde ir. Estaba esperando un hijo y se sentía abandonada por Dios y por su familia. Ella se sentó sola al lado de una fuente de agua en el desierto, sin ningún sitio a donde ir y preguntándose qué sería de ella y de su hijo.
Y fue allí en ese desierto que Dios se encontró con Agar. Él le preguntó de dónde venía y hacia dónde iba; y Agar le dijo que estaba huyendo de Sarai (v. 8).
El ángel del Señor le dijo que regresara a su ama y se sometiera a ella (v. 9). Esto no habría de ser fácil para Agar. Ella tenía varias preocupaciones respecto a regresar a Sarai, y probablemente temía por su vida y por la vida del hijo que llevaba en su vientre.
Algunas veces Dios nos pide que hagamos cosas que nos resultan muy difíciles. Pero, aunque estas cosas sean difíciles, hay un propósito en ellas. Para darle confianza a Agar, el ángel del Señor le hizo varias promesas en los versículos del 10 al 12.
En el versículo 10 le prometió que aumentaría su descendencia tanto que serían demasiados para ser contados. Agar no era judía, ella era una sierva egipcia, pero con todo y eso Dios escogió bendecirla.
El ángel le dijo a Agar en el versículo 11 que el niño que nacería sería varón; y le pondría por nombre Ismael, que significa “Dios oye”. Esto le recordaría a Agar que Dios la había escuchado en su miseria y abandono.
El hijo que Agar tendría sería un hombre fiero. Él pelearía contra todos, haría muchos enemigos y viviría en hostilidad hacia sus hermanos (v. 12). En este caso, los hermanos de Ismael, los israelitas, serían los descendientes de Abram por medio de Sarai. Nos resta preguntarnos si Agar sentiría en lo profundo algún tipo de consuelo por el hecho de que este hijo le causara problemas a cualquier descendiente de Sarai.
Este encuentro con el Dios de Abram impactó a Agar. Como mujer egipcia, ella debe haber tenido su propia fe, pero este encuentro con el Dios de Abram fue un momento muy especial para ella. Agar lo llamó: “El Dios que me ve” (v. 13, NVI). Y a la fuente de agua donde conoció al Señor la llamó Beer-lajai-roi, lo que literalmente significa “Pozo del Viviente-que-me-ve”.
En obediencia a la palabra del Señor, Agar regresó a Sarai. Ella dio a luz un hijo y lo llamó Ismael, como el Señor le había dicho (v. 15). Abram era de ochenta y seis años cuando Agar dio a luz a Ismael (v. 16).
Ismael sería bendecido por Dios, pero él no era el hijo que Dios le prometió a Abram y a Sarai. Ese hijo aún no había nacido.
Para Meditar:
¿Qué aprendemos aquí sobre los tiempos de Dios? ¿Acaso Dios obra según nuestro tiempo?
¿Alguna vez hemos sido tentados a tomar los asuntos en nuestras manos en vez de confiar en Dios y esperar en Su tiempo? Pongamos ejemplos.
Describamos la condición de la familia de Abram con relación a la tensión que existía entre Sarai y Agar. Como líder espiritual que era Abram, ¿cuál fue su respuesta ante esto? ¿Cómo debería haber respondido?
¿Cómo nos alienta el hecho de que Dios vio a Agar en el desierto y se acercó a ella en su necesidad?
Dios le pidió a Agar que regresara a lo que ella consideraba una situación muy difícil. Ella estuvo dispuesta a regresar y a confiar en que Dios la cuidaría. ¿Estamos dispuestos nosotros a confiar en el Señor en cuanto a lo que nos está llamando a hacer hoy?
Para Orar:
Pidamos al Señor que nos dé más paciencia para esperar en él y en Su tiempo.
Tomemos un momento para orar por nuestra familia. Oremos particularmente por cualquier asunto con el que nuestra familia pueda estar luchando hoy.
Demos gracias al Señor porque Él conoce nuestras frustraciones y nuestro dolor. Agradezcamos que Él viene a nuestro encuentro en medio de esas situaciones, como lo hizo con Agar.
Pidamos al Señor nos dé gracia para hacer cualquier cosa que Él nos pida, aún si nos resulta difícil.
CAPÍTULO 15 – LA CIRCUNCISIÓN
Leamos Génesis 17:1-27
Habían pasado muchos años desde que Dios le dio a Abram y a Sarai la promesa de un hijo. Abram tenía noventa y nueve años de edad. En el versículo 1 y 2 Dios le dijo a Abram que ahora Él iba a cumplir esta promesa.
Observemos en el versículo 1 que Dios se describe a sí mismo como “Dios Todopoderoso”. Es decir, Él es el Dios para quien no hay nada imposible. Abram debe haberse preguntado cómo Dios iba a cumplir Su promesa, porque desde la perspectiva humana, no parecía haber esperanza. Incluso cuando Sarai era joven no pudo tener hijos, y ahora que era anciana parecía imposible; pero Dios era un Dios Todopoderoso.
Percatémonos además en el versículo 1 que Dios le pidió a Abram que caminara delante de él y que fuera perfecto. Dios le iba a cumplir Su promesa a Abram, pero esto requería que él viviera y se condujera en Sus caminos. Con la promesa vino una obligación.
En estos versículos, Dios confirmó Su promesa a Abram. Muchos años habían pasado y no había evidencia clara del cumplimiento de la promesa de Dios. Estas palabras de consuelo impactaron en Abram, y en el versículo 3 vemos cómo él postró su rostro ante Dios y le adoró.
Ese día Dios le recordó a Abram que Él lo haría padre de muchas naciones. Como señal de esta promesa, Dios cambió su nombre de Abram a Abraham. Abram significa “padre enaltecido”; sin embargo, el nombre de Abraham significa “padre de muchos”. A partir de aquí Abram sería conocido como Abraham, el padre de muchos.
Dios le dijo a Abraham en el versículo 6 que muchos reyes y naciones saldrían de sus descendientes. Le prometió que Su pacto con él sería de generación a generación como un pacto perpetuo a todos sus descendientes. Dios prometió ser el Dios de sus descendientes.
Solo podemos imaginar lo que Abraham sintió cuando Dios compartió Su plan para él ese día. ¿Quién era él para que él y sus descendientes recibieran tan maravillosa promesa de parte de Dios? El corazón de Abraham debe haber estado sorprendido, lleno de gratitud y acción de gracias. Él debe haberse sentido privilegiado al pensar que Dios le honraría a él y a su descendencia de esta manera. En el versículo 8, Dios le recuerda a Abraham que les daría toda la tierra de Canaán a sus descendientes.
En vista de esta gran promesa, Dios esperaba que Abraham y sus descendientes guardaran Su pacto (v. 9). Dios le pidió a Abraham que simbolizara esta relación por medio de la circuncisión de cada niño varón de su entorno (vv. 10-11). Esta señal física mostraría que ellos pertenecían a Dios. Cada varón de entre ellos sería circuncidado a la edad de ocho días de nacido. Esto incluía a los nacidos como descendientes de Abraham y a los nacidos como extranjeros que servían entre ellos. Inclusive, aquellos que no eran descendientes de Abraham debían ser circuncidados porque vivían entre el pueblo de Dios (vv. 13-14).
No debía haber ningún varón incircunciso viviendo entre el pueblo de Dios, ya sea que fueran descendientes de Abraham o no. El varón que no se hubiera circuncidado debía ser cortado del pueblo de Dios y desterrado (v. 14). Cada hombre que vivía con el pueblo de Dios debía someterse a este requisito, ya sea que fueran judíos o extranjeros. Los requisitos de Dios eran claros en cuanto esto.
Dios también le habló a Abraham sobre su esposa Sarai. Él le dijo que ya ella no se llamaría más Sarai, sino Sara. Ambos nombres parecen significar “princesa”, pero al cambiarlo Dios estaba preparándola para un nuevo período en su vida.
Dios le recordó a Abraham nuevamente que le daría un hijo a Sara, y que la bendeciría a tal punto que ella llegaría a ser madre de muchas naciones. De su linaje saldrían reyes. Al oír esto, Abraham se postró, sin embargo, al mismo tiempo se rio para sus adentros diciendo: “¿A hombre de cien años ha de nacer hijo? ¿Y Sara, ya de noventa años, ha de concebir?” (v. 17). Abraham no entendía cómo Dios podía cumplir Su promesa de esta manera. Físicamente Sara era demasiado vieja para dar a luz un hijo.
En el versículo 18, Abraham se atrevió a hacerle a Dios una sugerencia. “¡Concédele a Ismael vivir bajo tu bendición!” (NVI), le dijo a Dios. Abraham hubiera estado muy conforme con dejar que Ismael fuera su heredero. Esto tendría más sentido para él que esperar que su esposa en su vejez pudiera dar a luz un hijo. Dios estaba dispuesto a bendecir a Ismael, pero Él tenía un propósito mayor para Abraham y Sara. Dios quería que el descendiente de Sara fuera el heredero de las promesas y las riquezas de Abraham. En el versículo 19 Dios le dejó claro a Abraham que él tendría un hijo por medio de Sara, que se llamaría Isaac; y este hijo sería el heredero prometido.
Dios bendeciría a Ismael (v. 20). Ismael fructificaría y se multiplicaría. Sería el padre de doce gobernantes, y llegaría a ser una gran nación. Sin embargo, habiendo dicho esto, Dios le recordó a Abraham que Él no establecería su pacto con Ismael, sino con el hijo de Sara quien nacería dentro de un año (v. 21).
Hay una lección importante para nosotros en esta historia. A Abraham le hubiera gustado que Dios bendijera a Ismael. Realmente él no esperaba que Dios le diera un hijo por medio de Sara, eso parecía imposible. Sin embargo, al principio de este capítulo, Dios se presentó como el Dios Todopoderoso. No había nada que fuera imposible para Él. Cuando yo reflexiono en esto, me pregunto cuán a menudo nos contentamos con cosas que son tan inferiores a la voluntad de Dios. ¿Cuán a menudo hemos carecido de fe para creer que Dios puede hacer lo imposible? ¿Con qué frecuencia nos hemos conformado con algo mucho más pequeño que lo que Dios realmente quiere darnos?
Abraham le creía a Dios de manera general, pero tenía problemas para creer las especificidades de esa promesa. Él adoró a Dios por Su promesa de darle un hijo, pero se rio cuando Dios le dijo que el hijo sería por medio de Sara. Nuevamente Abraham parecía que le ponía límites a Dios y Su poder.
A pesar de su problema de incredulidad respecto a las especificidades de la promesa, Abraham no perdió tiempo para circuncidar a su hijo Ismael y a los que habían nacido en su casa. También circuncidó a los siervos extranjeros que había adquirido (v. 27). Abraham tenía noventa y nueve años cuando fue circuncidado e Ismael trece (v. 24). Aunque él no podía entender la promesa de Dios, decidió ser obediente a lo que Dios claramente había ordenado. En nuestras vidas también habrá momentos como éstos. No siempre entenderemos los caminos de Dios, pero debemos aprender a caminar en obediencia, aun cuando el camino que tenemos por delante nos parezca incierto.
Para Meditar:
¿Alguna vez hemos estado en una situación donde hemos necesitado que Dios nos confirme lo que nos ha prometido? ¿Qué dice de Dios el he-cho de que Él dispuso tiempo para confirmar la promesa que ya le había dado a Abraham?
Los varones que vivían en Israel fueron circuncidados, ya sea que fueran descendientes de Abraham o extranjeros contratados como sirvientes. Hasta Ismael, que no era el hijo del pacto que Dios hizo con Abraham e Isaac, fue circuncidado. ¿Acaso espera Dios que incluso los no creyentes sigan Su ley?
¿Qué aprendemos aquí acerca de la incredulidad de Abraham al verlo limitando el poder de Dios? ¿Alguna vez ha sido usted culpable de limitar a Dios? Explique.
Para Orar:
Agradezcamos a Dios por la manera en que Él una y otra vez nos confirma Sus propósitos. Démosle gracias por Sus tantas promesas. demos gracias porque Él entiende nuestras debilidades y nuestra falta de fe.
Agradezcamos al Señor porque Él nos ha alcanzado y ha tocado nuestras vidas de una manera personal, así como por Sus bendiciones en nuestras vidas.
Dediquemos un momento para pensar en nuestra sociedad. ¿Cumple ésta con la ley de Dios? Oremos que el Señor obre en las vidas y corazones hasta de los no creyentes para que ellos respeten Su ley por el bien de la sociedad.
Roguemos a Dios que nos perdone por las veces en que, en nuestra mente, lo limitamos a Él y a Su propósito. Pidámosle que aumente nuestra fe y nuestra confianza en Él y en Sus propósitos.
CAPÍTULO 16 – ABRAHAM RECIBE VISITA
Leamos Génesis 18:1-33
Al comenzar el capítulo 18 vemos que el Señor le apare-ce a Abraham mientras éste se encontraba cerca del encinar de Mamre, sentado a la entrada de su tienda. El Señor le apareció a Abraham de una manera extraña. El versículo 2 nos dice que cuando Abraham alzó la vista vio a tres hombres sentados a su lado. No se nos dice quiénes eran estos hombres, pero deben haber sido ángeles enviados para comunicar la voluntad de Dios.
Cuando Abraham vio estos hombres corrió hacia ellos, se postró en tierra y les pidió que entraran a su casa para que se refrescaran. La hospitalidad era un aspecto importante de la cultura de Abraham.
Los hombres aceptaron la oferta de Abraham, el cual fue y le dijo a Sara que preparara algo de pan para sus visitantes (v. 6). Luego corrió al rebaño y seleccionó un becerro de primera calidad y se lo dio a su criado para que lo preparara (v. 7). Y trayendo mantequilla, leche y el becerro que habían preparado, puso esos alimentos delante de sus invitados (v. 8).
A medida que avanzaba la conversación, los visitantes le preguntaron a Abraham: “¿Dónde está Sara tu mujer?” (v. 9). Cuando Abraham les dijo que estaba en la tienda, el Señor le habló por medio de estos hombres y le dijo que para esa misma fecha del próximo año Sara tendría un hijo.
Sara estaba escuchando a la entrada de la tienda; y cuando oyó lo que los hombres dijeron, se rio para sus adentros diciendo: “¿Después que he envejecido tendré deleite, siendo también mi señor ya viejo?” (v. 12). Sara no creyó el mensaje que el Señor dio por medio de estos hombres.
Dios sabía lo que Sara estaba pensando; y hablando a Abraham le preguntó (probablemente por medio de los hombres): “¿Por qué se ha reído Sara diciendo: ¿Será cierto que he de dar a luz siendo ya vieja?” (v. 13). Dios le recordó a Abraham que no había nada que fuera imposible para Él. A pesar de la incredulidad de Sara, Dios prometió regresar y darle un hijo.
Observemos que la bendición que Dios le dio a Sara no tenía nada que ver con la magnitud de la fe que ella tenía. Aunque la fe es importante, Dios no se limita por nuestra falta de fe. Es verdad que a menudo nos perdemos muchas bendiciones debido a nuestra incredulidad, pero Dios puede obrar, ya sea que tengamos fe o no.
Cuando Dios preguntó sobre la risa de Sara, ella tuvo miedo. No sabemos con exactitud la razón por la que tuvo miedo. Quizás no quería que la gente pensara que ella no creía que Dios podía hacer lo imposible. Quizás sintió miedo de que Dios la juzgara por su incredulidad, y por eso mintió y dijo: “No me reí” (v. 15).
Sara no pudo esconder su risa de Dios. Ese día el Señor sacó a la luz la incredulidad de Sara: “No es así, sino que te has reído” (v. 15). Solo nos resta imaginar cómo sería para Sara no solo ser confrontada ese día por su incredulidad, sino también por su deshonestidad. En los meses siguientes, cuando Sara cargara a su hijo, ella recordaría constantemente que Dios había sido misericordioso con ella a pesar de su incredulidad.
Después de estos eventos, los hombres se levantaron para irse. Lo que Abraham no sabía era que ellos iban camino a Sodoma (donde vivían su sobrino Lot y su familia) para anunciar el juicio de Dios a causa de su maldad. Cuando los hombres se fueron, Dios preguntó: “¿Encubriré yo a Abraham lo que voy a hacer?” (v. 17).
Lo que Dios iba a hacer respecto a Sodoma realmente no afectaba Su plan para Abraham. Abraham llegaría a ser una gran nación, y todas las naciones de la tierra serían benditas por medio de él (v. 18). Dios lo había escogido a él y a su descendencia para levantar una familia que anduviera en Sus caminos e hiciera lo justo y recto delante del Señor. Abraham sería protegido del mal que iba a caer sobre Sodoma. Dios no necesitaba decirle a Abraham lo que le iba a hacer a esta ciudad. Sin embargo, en el versículo 20, Dios decidió contarle Sus planes a Abraham. Esto nos revela algo acerca de Dios y Su relación con este hombre.
Ese día Dios le dijo a Abraham que el pecado de Sodoma y Gomorra era tan grande que Él iba a juzgarlos (vv. 20-21). Cuando los visitantes de Abraham se fueron para Sodoma, Abraham permaneció en la presencia de Dios. Su corazón estaba atribulado por la noticia que había escuchado. “¿Destruirás también al justo con el impío?”, le preguntó a Dios (v. 23). “Quizá haya cincuenta justos dentro de la ciudad: ¿destruirás también y no perdonarás al lugar por amor a los cincuenta justos que estén dentro de él?” (v. 24). El Señor escuchó la oración de Abraham, y acordó que, si hallaba cincuenta justos en la ciudad, la perdonaría por amor a ellos (v. 26).
Abraham presionó a Dios un poco más, y continuó pidiéndoles que perdonara la ciudad si en ella se encontraban personas piadosas. Finalmente, Dios estuvo de acuerdo con que incluso, por amor a diez justos, Él perdonaría toda la ciudad de Sodoma.
Al reflexionar en esta intercesión de Abraham por Sodoma y su familia, percatémonos del papel de los justos en la ciudad. Era por causa de los justos que la ciudad sería perdonada. Nos resta preguntarnos qué les sucedería a nuestras ciudades si no fuera por los justos que viven en ellas que buscan a Dios y a Su propósito.
Observemos el clamor que salía del corazón de Abraham por esta malvada ciudad y por su familia que vivía allí. ¿Tiene usted este tipo de carga al orar por las ciudades y la gente que está perdida en su pecado?
Dios estuvo dispuesto a escuchar a Abraham. Aunque sabemos que al final Sodoma sería destruida, vemos que Dios estuvo dispuesto a escuchar la petición de misericordia que Abraham le hizo. Esto debe animarnos a perseverar cuando intercedemos por nuestras ciudades y países.
Cuando comenzamos este capítulo, vimos la incredulidad de Sara ante la capacidad de Dios de darle un hijo. Ella les mintió a los hombres de Dios respecto a su risa ante el mensaje profético que ellos traían. Pero Dios la bendijo a pesar de su incredulidad. Al concluir este capítulo vemos la incredulidad de las personas de Sodoma y Gomorra, quienes vivían en pecado y rebelión contra Dios. Ellos serían destruidos por su pecado. Sara halló gracia en su incredulidad; pero Sodoma fue destruida.
La diferencia entre Sara y Sodoma tiene que ver con la gracia de Dios. La incredulidad y la mentira de Sara procedían del mismo tipo de corazón que se evidenciaba en Sodoma. Su corazón era pecaminoso, y sus palabras y actitudes revelaban ese corazón impío. Sara fue bendecida a pesar de su incredulidad porque Dios fue misericordioso con ella.
¡Cuánto debemos agradecer hoy al Señor que Él es un Dios perdonador! No obstante, debemos darle gracias de manera particular porque Él escogió perdonarnos y usarnos a pesar de nuestras debilidades y falta de fe.
Para Meditar:
Observemos la hospitalidad de Abraham en este capítulo. ¿Les mostramos nosotros hospitalidad a los necesitados que nos rodean?
¿Por qué Sara fue bendecida a pesar de su incredulidad y deshonestidad, y en cambio Sodoma fue destruida? ¿Qué nos dice esto sobre la gracia de Dios en nuestras vidas?
¿Limita nuestra incredulidad a Dios? ¿Acaso nuestra incredulidad afecta la capacidad de Dios para obrar en las vidas humanas?
Dios le reveló a Abraham el plan que tenía para Sodoma. ¿Qué nos dice esto sobre Dios y el tipo de relación que Él quiere tener con Su pueblo?
¿Qué aprendemos acerca de la carga de Abraham por su familia y por la ciudad de Sodoma? ¿Cómo es tu carga por los perdidos?
Para Orar:
Agradezcamos a Dios porque está dispuesto a perdonarnos a pesar de nuestro pecado y nuestra incredulidad.
Pidamos a Dios que nos dé un corazón mucho más compasivo para con los que están perdidos en el pecado. Tomemos un momento para orar a favor de aquellos que no conocen al Señor, tal y como lo hizo Abraham.
Pidamos a Dios que nos ayude a vivir una vida santa delante de aquellos con los que estemos en contacto en esta semana.
Pidamos al Señor que nos dé mayor fe para creer que Él puede y está dispuesto a hacer cosas imposibles a través de nosotros.
CAPÍTULO 17 – LOT ESCAPA DE SODOMA
Leamos Génesis 19:1-38
Los ángeles que habían venido a anunciarle a Sara que le nacería un hijo, ahora dejaron a Abraham y se fueron directamente a Sodoma para advertir a esta ciudad sobre el juicio de Dios. Abraham le había pedido a Dios que no destruyera a Sodoma si encontraba allí a diez justos, pero esos diez justos no pudieron ser hallados. En este capítulo logramos ver un poco de la condición moral de la ciudad de Sodoma.
Cuando los ángeles llegaron a Sodoma, Lot estaba sentado a la puerta de la ciudad (v. 1). Algo a tener en cuenta es que a menudo los líderes de una ciudad se sentaban a la puerta de la misma para discutir importan-tes asuntos de negocio. Es posible que Lot hubiera llegado a ser líder de la ciudad.
Cuando Lot vio a los hombres entrando a la ciudad, se levantó y salió a su encuentro. Se postró con su rostro en tierra como señal de respeto y los invitó a entrar a su casa para que se refrescaran (v. 2).
Los dos ángeles al principio rechazaron su oferta diciendo que ellos podían pasar la noche en la calle (v. 2), pero Lot insistió que en lugar de eso entraran a su casa. Observemos en el versículo 3 que Lot insistió tan fuertemente que finalmente ellos aceptaron su oferta. Conociendo algo sobre la ciudad, probablemente Lot sabía que las calles de la misma no eran un lugar seguro para que estos hombres se quedaran.
Cuando los visitantes llegaron a su casa, Lot había preparado comida para ellos, y comieron. A medida que avanzaba la noche, los hombres de Sodoma rodearon la casa de Lot. El versículo 4 nos dice que todo el pueblo vino; y habiendo rodeado la casa, llamaron a Lot en el versículo 5:
¿Dónde están los hombres que vinieron a pasar la noche en tu casa? ¡Échalos afuera! ¡Queremos acostarnos con ellos! (NVI).
Esto nos muestra el ambiente moral de la ciudad de Sodoma. Estos hombres no sabían que los visitantes que estaban en casa de Lot eran ángeles de Dios que venían a anunciar su destrucción.
Pero más impactante aún que la petición de estos hombres, fue la respuesta de Lot. En el versículo 6 Lot salió al encuentro de ellos y cerró la puerta tras sí. Él les imploró a estos hombres que no hicieran tal maldad (v. 7). En vez de violar a sus invitados, él les ofreció a sus dos hijas vírgenes, y les dijo que las enviaría afuera para que pudieran hacer con ellas lo que quisieran (v. 8). ¿Qué tipo de padre ofrecería a sus hijas jóvenes a una multitud de hombres enojados para que las violaran y abusaran durante toda la noche? Nuevamente esto refleja la condición moral y espiritual de Lot. Hasta Lot había sido gravemente afectado por el declive moral de Sodoma.
Los hombres no tenían nada que hacer con la oferta de Lot, e insistieron: “¡Hazte a un lado!” (LBLA). Ellos lo acusaban de estar actuando como juez, y lo amenazaron de tratarlo peor que a sus visitantes. Después de esto, siguieron presionando e intentaron derribar la puerta para llegar hasta los invitados de Lot (v. 9). Los ángeles que visitaban a Lot lo agarraron y lo entraron a la casa, cerrando la puerta detrás (v. 10). También hirieron con ceguera a los hombres para que no pudieran encontrar la puerta. Lot no estaba bien con Dios, pero fue protegido. Es bastante probable que Dios honrara a Lot debido a su relación con su tío y por la oración intercesora de Abraham.
Ese día los ángeles le dijeron a Lot la razón por la cual habían venido a la ciudad. Habían venido a destruirla debido a su pecado. Ellos le dijeron a Lot que reuniera a su familia y salieran inmediatamente de la ciudad (v. 12).
Lot tomó este aviso en serio, e inmediatamente les dijo a los hombres que estaban comprometidos en matrimonio con sus hijas que salieran rápido de la ciudad porque Dios estaba a punto de destruirla. Sus yernos pensaron que Lot estaba bromeando y no lo tomaron en serio (v. 14), por lo que no se fueron de la ciudad.
Al rayar el alba los ángeles instaron a Lot a que se apurara. “Levántate, toma tu mujer, y tus dos hijas que se hallan aquí, para que no perezcas en el castigo de la ciudad”, le dijeron en el versículo 15. Lot titubeó. No se nos dice la razón de esta vacilación. Él había venido a esta tierra porque era próspera; y justo en un corto intervalo de tiempo, Lot iba a perder su casa, su ganado, sus yernos y todo lo que había acumulado durante esos últimos años. Cuando los ángeles vieron su indecisión, lo agarraron por la mano a él, a su esposa y a sus dos hijas, y los llevaron a salvo fuera de la ciudad. Tan fuerte era la atracción por la ciudad que, si no hubiera sido que estos ángeles literalmente los sacaron a la fuerza, Lot, su esposa y sus dos hijas hubieran perecido bajo el juicio de Dios.
Tan pronto como Lot y su familia estuvieron a salvo fuera de la ciudad, uno de los ángeles les dijo que huyeran por sus vidas. Él les dijo que no miraran hacia atrás ni se detuvieran en ningún lugar hasta que hubieran llegado a las montañas (v. 17).
Lot temía que no lograra llegar a las montañas antes de que el juicio de Dios cayera, y en el versículo 20 les suplicó a los ángeles que lo dejaran escapar a una ciudad pequeña llamada Zoar que estaba más cerca. Allí él y su familia podían encontrar refugio. Entonces el ángel estuvo de acuerdo en no destruir esa ciudad pequeña y le concedió el permiso a Lot para escapar allá con su familia.
Observemos en el versículo 22 que el ángel le dijo a Lot que escapara a la ciudad rápidamente porque él no podía hacer nada hasta que él y su familia estuvieran a salvo. Era el deseo de Dios que Lot y su familia fueran guarda-dos.
El versículo 23 nos dice que en el momento en que Lot llegó a Zoar el sol salía sobre la tierra. Entonces Dios hizo llover azufre encendido sobre Sodoma y Gomorra (v. 24). Ambas ciudades y todo dentro de ella fue destruido. Toda criatura viviente pereció, así como la vegetación. No quedó nada (v. 25).
Cuando ellos estaban huyendo, la esposa de Lot miró atrás hacia la ciudad de Sodoma, y se convirtió en una estatua de sal. No sabemos con certeza cómo sucedió esto. Mi interés no es tanto en cómo sucedió esto, sino en por qué la esposa de Lot fue herida, y la lección que esto nos enseña.
Necesitamos entender que el ángel que mandó a irse a Lot y a su familia, les dijo claramente en el versículo 17 que debían escapar sin mirar atrás. Al mirar atrás, la esposa de Lot desobedeció este claro mandamiento del ángel. Sin embargo, yo personalmente creo que el pecado de la esposa de Lot no fue solo el pecado de curiosear y ver lo que estaba pasando. Yo creo que aquí estaba sucediendo algo más complejo. Pienso que la esposa de Lot estaba mirando atrás no solo con curiosidad sino también con anhelo. Ella miró atrás como quien deseaba regresar. Ella no quería dejar todo por detrás, sino que anhelaba regresar a Sodoma; y fue por esta razón que Dios la hirió. Dios la había liberado. Él la había sacado de la ciudad y había guardado su vida, pero ella miró atrás con anhelo. Al voltearse a Sodoma, ella estaba dándole la espalda a la gracia de Dios, y por eso pereció.
¡Qué imagen tan triste se nos muestra aquí! ¿No es esta una imagen que también todos nosotros vemos muy a menudo en nuestros días? ¿Con qué frecuencia le hemos dado la espalda a Dios y a Su gracia? ¿Cuán a menudo nos resentimos o nos quejamos respecto a lo que Dios ha hecho o permite en nuestras vidas? Los que conocemos la salvación del Señor debemos poner nuestra atención en Cristo y nunca volver atrás. Con todo y eso, ¡con cuánta frecuencia nosotros, que ya hemos sido salvados del pecado, hemos mirado atrás anhelándolo nuevamente! ¡Qué ofensa es todo esto para Cristo que sacrificó Su vida por nosotros y nos liberó de la paga del pecado y sus consecuencias!
Temprano en la mañana, cuando Abraham se levantó, salió y miró en dirección a Sodoma. A medida que miraba la llanura, vio un humo denso que salía de la tierra como el humo de un gran horno (v. 28). Abraham entendió que Dios no había encontrado ni diez justos en la ciudad. Sin embargo, lo que él no sabía era que Dios había librado a su sobrino (v. 29).
Lot y sus dos hijas tenían miedo de permanecer en la ciudad de Zoar, así que se fueron a las montañas donde los ángeles originalmente les habían dicho que fueran. Allí encontraron una cueva donde se instalaron (v. 30). Solo podemos imaginar cómo sería la vida de Lot y sus dos hijas en esa cueva. Ellos habían perdido todo excepto sus vidas. Lot había perdido a su esposa; las dos hijas habían perdido a sus futuros esposos. Esa cueva debe haber sido un lugar de dolor para ellos y también un lugar de gran confusión. Ellos comenzaron a preguntarse qué les reservaría el futuro.
Un día las dos muchachas estaban conversando sobre su futuro. Ellas se percataron de que su padre estaba envejeciendo y no había hombre con el cual pudieran casarse (v. 31). Con el objetivo de continuar la línea familiar, decidieron emborrachar a su padre y dormir con él (v.32).
Esa noche, la hija mayor tuvo relaciones sexuales con su padre. Lot no se enteró de lo que había pasado (v. 33). La próxima noche hicieron lo mismo y la hija más joven durmió con su padre. Nuevamente Lot estuvo inconsciente de lo que había hecho (v. 35). Ambas hijas de Lot concibieron de su padre (v. 36).
El hijo que nació de la hija mayor se llamó Moab y se convirtió en el padre de los moabitas. Una de las mujeres moabitas más famosas de la Biblia fue Ruth. David sería uno de sus descendientes. Al final, Jesús nacería de este linaje.
El hijo nacido de la hija menor se llamó Ben-ammi. Éste sería el padre de los amonitas (v. 38).
De estas dos hijas de Lot nacerían dos grandes naciones. Ninguna de estas naciones invocaría al Dios de Abraham como su Dios. Cuando el pueblo de Dios tomó la tierra de los Cananeos, Dios les dio órdenes especiales en cuanto a los moabitas y los amonitas. En Deuteronomio 2:16-19 leemos:
Y aconteció que después que murieron todos los hombres de guerra de entre el pueblo, Jehová me habló, diciendo: Tú pasarás hoy el territorio de Moab, a Ar. Y cuando te acerques a los hijos de Amón, no los molestes, ni contiendas con ellos; porque no te daré posesión de la tierra de los hijos de Amón, pues a los hijos de Lot la he dado por heredad.
Años más tarde, Dios aun recordaba la oración de Abraham por su sobrino y sus descendientes. Él mandó a Su pueblo que no los molestaran ni tomaran su tierra. En esto no solo vemos el poder de la oración, sino la gracia maravillosa de Dios al bendecir a Lot y a sus hijas, aun siendo impíos.
Para Meditar:
¿Qué evidencia encontramos en Génesis 19 sobre el pecado de Sodoma? ¿Fueron Lot, su esposa y sus hijas afectados por este pecado? Explique.
Observemos la indecisión de Lot de dejar la ciudad. ¿Qué cosas dudaríamos en dejar atrás por causa del Señor?
¿Cuál fue el pecado de la esposa de Lot que le trajo tan severo juicio de parte de Dios?
¿Cómo Dios respondió a la oración de Abraham a favor de Lot y sus descendientes?
Para Orar:
¿Qué evidencia de pecado vemos hoy en nuestra sociedad? Tomemos un momento para pedir que Dios destruya ese pecado.
Oremos al Señor que nos ayude a no mirar atrás, sino a proseguir hacia adelante en Su promesa y bendición.
Pidamos al Señor que quite de nuestros corazones la atracción por el pecado. Roguémosle que nos perdone por las veces en que hemos sido tentados a mirar atrás como lo hizo la esposa de Lot.
CAPÍTULO 18 – SARA Y ABIMELEC
Leamos Génesis 20:1-18
Después de los eventos que tuvieron lugar en Sodoma, Abraham se mudó al sur de la región de Neguev, y vivió entre Cades y Shur. También habitó por algún tiempo en la ciudad de Gerar (v. 1).
Observemos en el versículo 2 que en Gerar Abraham le dijo al rey Abimelec que Sara era su hermana. La preocupación de Abraham era protegerse él y sus pertenencias. Si el rey de esa región descubría que Sara era su esposa, probablemente lo mataban y se quedaban con ella. Si, por el contrario, ellos creían que ella era su hermana, Abraham sería tratado bien por causa de ella.
En esto hay tres cosas respecto a Abraham que necesitamos analizar. Primero, vemos que él está dispuesto a permitir que otro hombre tome a su esposa con tal de protegerse a sí mismo y a sus propiedades.
Segundo, vemos su falta de confianza en Dios. Él se sintió obligado a tomar el asunto en sus propias manos para proteger lo que Dios le había dado. Abraham era un gran hombre de Dios, pero aún batallaba con su fe.
Por último, observemos que Abraham luchaba por aprender las lecciones del pasado. Ya él había tenido que atravesar una situación similar en Génesis 12 cuando le dijo al rey de Egipto que Sara era su hermana. Dios maldijo a Faraón, y Abraham fue obligado a irse del país. Y ahora Abraham hace lo mismo con el rey Abimelec.
La decisión de Abraham de decirle a la gente que Sara era su hermana provocó en Gerar los mismos resultados que en Egipto. El rey Abimelec tomó a Sara y la llevó a ser parte de su harén.
Debemos percatarnos que, aunque este plan fue idea de Abraham, Sara prosiguió con él. No tenemos registro de que ella le dijera a Abimelec que era la esposa de Abraham. Así que ella tampoco era inocente en este asunto.
Lo llamativo de esta historia es que, aunque Abraham y Sara parecían tener falta de fe y confianza en el Señor, Dios los seguía protegiendo. Dios tenía un propósito para Abraham y Sara, y a pesar de sus fallas, Él cumpliría Su propósito en ellos. ¡Qué maravilloso es saber que finalmente nuestros errores no estorbarán la obra de un Dios Soberano! Esto no es una excusa para pecar, sino un consuelo, al saber que Dios es mayor que nuestras faltas.
Mientras Sara estaba con Abimelec, una noche Dios se le reveló en sueño (v. 3). “He aquí, muerto eres, a causa de la mujer que has tomado, la cual es casada con marido”, le dijo Dios. Estas deben haber sido palabras chocantes para Abimelec. Abraham le había mentido en cuanto a Sara. Abimelec no había sido deshonesto al tomar a Sara; él no sabía que era la esposa de Abraham.
A nosotros también nos puede resultar sorprendente las palabras de Dios, pues le dice a un hombre que no está consciente de su pecado que es hombre muerto. Pero es que desconocer su pecado no lo hacía inocente. Podemos ser culpables delante Dios y no saberlo. Podemos ser culpables delante de Dios y aún tener nobles intenciones. Esta era la situación de Abimelec. La lección aquí es muy poderosa.
Hay muchas personas en este mundo que están bajo el juicio de Dios, pero no lo saben. Ellos no entienden que son pecadores, separados de un Dios Santo. Viven sus vidas en la ignorancia, sin saber cuál es su destino sin Dios. No tenemos que saber que somos pecadores para serlo. No tenemos que estar rebelándonos de forma intencionada para estar separados de Dios y bajo Su juicio. Mucha gente de las que están bajo el juicio de Dios son personas que llevan una buena vida, tratando de dar lo mejor de sí y de hacer lo correcto. Al igual que Abimelec, ellos desconocen que el juicio muy pronto llegará.
Percatémonos de la respuesta de Abimelec a estas impactantes palabras de Dios.
Señor, ¿acaso vas a matar al inocente? Como Abraham me dijo que ella era su hermana, y ella me lo confirmó, yo hice todo esto de buena fe y sin mala intención. (vv. 4-5, NVI)
Abimelec le imploró a Dios sobre la base de que él no sabía que había pecado, y que había actuado de buena fe.
Dios sabía que Abimelec había actuado sin saber que estaba haciendo mal, y, de hecho, lo había librado de tocar a Sara (v. 6). Aunque Dios había librado a Abimelec de tocar a Sara, él aún estaba viviendo bajo Su juicio. En el versículo 7 Dios le dijo que, si él no mandaba de vuelta a Sara, él y toda su familia morirían. He aquí un hombre que había actuado sin saber que estaba haciendo mal. Él aún no había dormido con Sara, pero ya el juicio de Dios estaba sobre él, y necesitaba enmendar las cosas.
Dios le dijo a Abimelec en sueños que Abraham debía orar por él para que este juicio fuera alejado de su familia (v. 7). Cuando Abimelec despertó, llamó a sus oficiales y les dijo sobre el sueño (v. 8). Esto provocó que tuvieran gran temor. Abimelec llamó a Abraham ante su presencia y le preguntó por qué lo había engañado. “Lo que no debiste hacer has hecho conmigo”, le dijo (v. 9). Abimelec exigía saber por qué Abraham había puesto en riesgo a toda su nación al mentirle sobre su esposa (v. 10).
¿Podemos percatamos de que los creyentes pueden ser responsables del juicio de los no creyentes? La mentira de Abraham causó que Abimelec llevara a Sara a su harén, trayendo como consecuencia el juicio de Dios sobre toda la nación. El profeta Jonás huyó del llamado que Dios le hizo de ir a Nínive. Él abordó un barco lleno de marineros incrédulos y se escapó a Tarsis. Dios envió una tormenta y el barco corría el riesgo de hundirse. Los marineros estaban aterrados cuando se dieron cuenta de que sus vidas estaban en peligro. Todo esto sucedió porque Jonás, el hombre de Dios, le había dado la espalda a Él. Todo un barco lleno de marineros se encontraba bajo el juicio de Dios debido a la rebelión de Jonás. Por nuestras acciones y actitudes podemos acarrear el juicio de Dios, no solo sobre nosotros mismos sino también sobre las personas que nos rodean.
Observemos lo que Abraham le respondió a Abimelec: “Ciertamente no hay temor de Dios en este lugar, y me matarán por causa de mi mujer” (v. 11). Él le echó la culpa a la impiedad de la ciudad de Gerar y a su rey. Sin embargo, al decir esto, puede que no se diera cuenta de que le estaba mostrando a estos no creyentes que él no creía que Dios era lo suficientemente grande como para cuidarlo a él y a su familia.
Y Abraham no solo le echó la culpa de sus acciones al ateísmo del pueblo, sino que también justificó esas acciones en el versículo 12 al decir que Sara realmente era su media hermana. Aunque había parte de verdad en lo que Abraham le dijo a Abimelec, sus palabras tenían el propósito de despistar. En el versículo 13, Abraham le dijo a Abimelec que al decirle al pueblo que ella era su hermana, Sara lo protegía de cualquier daño y demostraba su amor por él.
Al responder la pregunta de Abimelec, Abraham se refirió al ateísmo de la ciudad, justificó sus acciones y le dijo a Abimelec de la gran devoción de su esposa hacia él. Sin embargo, en ningún lugar vemos que Abraham admitiera su mal obrar. Una nación completa estaba bajo el juicio de Dios debido al engaño de Abraham, pero parece que él no veía esto al punto admitir que había hecho lo malo.
Aunque al parecer Abraham no admitía ningún error, este no era el caso de Abimelec. Abimelec le trajo a Abraham ovejas, vacas, siervos y siervas. También le regresó a Sara intacta (v. 14). Él le dijo a Abraham que podía vivir en cualquier parte que quisiera de su tierra (v. 15). En el versículo 15, él le habló directamente a Sara y le dijo que le había dado a su “hermano” mil monedas de plata (alrededor de 25 libras u 11.4 kilogramos) para cubrir su ofensa contra ella. Abimelec reconoció su pecado y se disculpó con Sara públicamente delante de toda su nación. Él le había pedido disculpas incluso a pesar de no haberla tocado.
Es impactante la actitud de Abimelec en comparación con la actitud de Abraham. Abraham era culpable por mentir y permitir que su esposa fuera tomada por otro hombre; y cuando fue confrontado con su pecado, buscó justificaciones. Abimelec actuó de buena fe, sin saber que había tomado la mujer de otro hombre. A pesar de no haberla tocado, le pidió disculpas a Sara públicamente, la regresó a su esposo sin daño alguno, le pagó a Abraham mil talentos de plata además de ovejas, vacas y siervos; y le dio permiso de vivir en cualquier parte de la tierra que él quisiera. Parece que Abimelec había entendido algo sobre el pecado y el juicio, que aún el gran patriarca Abraham no había entendido.
Ese día Abraham oró a Dios por Abimelec y Dios sanó a su esposa y a sus siervas para que pudieran tener hijos nuevamente (v. 17). A nosotros nos resta preguntarnos cuánto tiempo Sara había estado en poder de Abimelec que se había hecho evidente que su esposa y siervas ya no podían tener hijos.
Para Meditar:
Abraham no parecía haber aprendido de su fallo anterior en Egipto y repitió el mismo engaño. ¿Alguna vez hemos repetido nosotros los pecados del pasado? ¿Por qué es tan difícil aprender de nuestros errores del pasado?
¿Qué aprendemos en este capítulo sobre el carácter de Abraham y su caminar con Dios?
¿Fueron los propósitos de Dios para Abraham echados por tierra debido a sus fallos y errores?
¿Es posible pecar actuando de buena fe? ¿Cuál es la única manera en que podemos saber lo que es pecaminoso?
Compare la respuesta de Abimelec al pecado con la respuesta de Abraham. ¿Cuál es la diferencia? ¿Cómo respondemos nosotros cuando somos confrontados con nuestro pecado?
Para Orar:
Pidamos al Señor que nos ayude a aprender de nuestros pecados y errores del pasado.
Agradezcamos al Señor que, aunque a menudo le fallamos, Él nos ha guardado y protegido.
Pidamos a Dios que nos ayude a guardar nuestras palabras, acciones y actitudes para que no hagamos que otros caigan en pecado.
Roguemos a Dios que nos dé gracia para aceptar cuando estamos equivocados.
CAPÍTULO 19 – ISAAC E ISMAEL TOMAN CAMINOS DIFERENTES
Leamos Génesis 21:1-34
Después de muchos años de Dios haberle hecho la promesa a Sara, le dio un hijo. Sara salió embarazada en su vejez y dio a luz un hijo a Abraham (v. 2). Abraham lo llamó Isaac, justo como el Señor le había dicho. Es interesante que notemos que el nombre de Isaac significa “risa”. Este nombre probablemente les recordaba a Abraham y a Sara la forma en que reaccionaron ante la noticia de que tendrían un hijo en su vejez. El nombre también se refiere al hecho de que, en su avanzada edad, experimentarían risa y regocijo ante el poder de Dios que trajo vida de un vientre estéril.
Cuando Isaac cumplió ocho días de nacido, Abraham lo circuncidó como Dios había mandado. Ya para ese tiempo Abraham tenía cien años (v. 5).
La respuesta de Sara ante este nacimiento milagroso fue la de admirarse ante Dios y Sus hechos poderosos. Ella dijo, “Dios me ha hecho reír, y cualquiera que lo oyere, se reirá conmigo”. Este niño le traería gran gozo en su vejez. Todos se regocijaban con ella ante tan maravilloso milagro de Dios en su vida. “¿Quién dijera a Abraham que Sara habría de dar de mamar a hijos?”, dijo (v. 7).
Aunque circundaba un gozo tremendo sobre el nacimiento de Isaac, este nacimiento también acarrearía problemas significativos. Cuando Agar dio a luz a Ismael, Sara la maltrató al punto de que ella tuvo que escapar. Este celo antiguo había sido aplacado por un tiempo, pero realmente nunca olvidado, y ahora con el nacimiento de Isaac, salía a flote.
El día que Isaac fue destetado, Abraham hizo un gran banquete; posiblemente para celebrar este hecho crucial en la vida de su hijo (v. 8). Cuando la familia se reunió para la celebración, Sara se dio cuenta de que Ismael se estaba burlando de Isaac (v. 9). Abraham tenía ochenta y seis años cuando nació Ismael; lo cual significa que en ese momento ya el niño habría cumplido sus 14 años. Sara tomó este asunto muy seriamente y se enojó con Ismael por burlarse de Isaac.
En respuesta a este incidente, Sara se acercó a Abraham y le dijo que echara a Agar y a su hijo Ismael. “…el hijo de esta sierva no ha de heredar con Isaac mi hijo”, le dijo ella (v. 10).
Percatémonos de que Sara llamó a Agar “esta sierva”. Esto indica lo que Sara sentía respecto a Agar. Probablemente Sara era una mujer muy hermosa. Al menos dos reyes la habían llevado a su harén. Aunque Sara era muy hermosa por fuera, había un defecto grave en su vida. Por dentro, ella estaba llena de dudas y de un celo amargo. ¡Cuán importante es que tratemos aquellos rasgos desagradables que hay en el interior de nuestras vidas! Esta amargura espiritual de Sara hacia Agar estaba presente desde que Ismael nació. Era un espíritu al cual Sara no había podido vencer todavía.
Abraham estaba angustiado por el celo y el odio que veía en su esposa. Pero lo que lo afligía de manera particular era el hecho de que se trataba de su hijo Ismael y de su madre, a quienes Abraham amaba (v. 11).
Dios conocía el dolor que Abraham estaba sintiendo, pero Él tenía un propósito con todo esto. En el versículo 12 Dios le dijo que no le pareciera grave lo referente al muchacho y su madre; que él debía escuchar a Sara y enviar lejos a Agar y a su hijo. Dios le prometió que bendeciría a Ismael y a Agar cuando se fueran (v. 13).
Aunque la actitud de Sara no tenía excusa, Dios usó sus palabras llenas de enojo y resentimiento para cumplir un propósito mayor. Dios no se limita a usar solamente aquellas actitudes y acciones correctas. Aunque Sara tendría que responder ante Dios por su espíritu resentido y enojado, Dios aún usaría esto para cumplir un propósito mayor.
Al otro día temprano en la mañana, Abraham tomó agua y alimento, se lo dio a Agar y la despachó a ella y a su hijo (v. 14). Al dejar a Abraham, ella anduvo errante en el desierto de Beerseba. Mientras vagaba en el desierto se le agotó el agua que había traído consigo. Ya sin agua, Agar puso a su hijo bajo un arbusto y se apartó a una pequeña distancia para no oír su sollozo ni verlo morir (v. 16). Solo podemos imaginar cuán difícil debe haber sido todo esto para Agar. Ella veía a su hijo de catorce años morir literalmente ante sus ojos y no podía hacer nada al respecto. Cuando Agar se sentó allá, sola en el desierto, comenzó a llorar (LBLA). Ella había perdido su hogar; no sabía a dónde ir; su hijo estaba muriendo, y solo era cuestión de tiempo que ella también muriera.
Dios oyó el llanto de Ismael y respondió. Ese día Dios visitó a Agar en su miseria. Él le dijo que no tuviera temor, y le prometió levantar de ese niño una gran nación (v. 18).
Cuando Agar se sentó allí, Dios abrió los ojos de ella para que viera una fuente de agua que había al frente (v. 19). Nos da la impresión de que esta fuente había estado allí todo el tiempo, pero Agar simplemente no había podido verla. En Su soberanía, Dios trajo a Agar hasta este mismo lugar. Cuando ella vio la fuente, fue y llenó el odre de agua y le dio de beber a Ismael.
El versículo 20 nos dice que Dios estaba con Ismael a medida que crecía en el desierto. Él se volvió tirador de arco, y Agar al final encontró esposa para él. Observemos en el versículo 21 que Agar, quien era egipcia, encontró esposa de su propio pueblo para Ismael.
En esto vemos cómo Dios bendijo a Ismael y a Agar. Él cuidó de ellos en el desierto y proveyó esposa para Ismael. Ahora Agar vería la descendencia de su hijo, y recordaría la promesa del Dios de Abraham de bendecir a Ismael y hacer de él una gran nación.
Todo el enfoque del capítulo 21 cambia en el versículo 22. Aquí leemos acerca de un pacto entre Abimelec y Abraham. Deberíamos recordar que Abimelec, rey de Gerar, le dio permiso a Abraham para vivir en su territorio (ver Gn. 20:14-15). Este fue el rey que en el capítulo 20 había llevado a Sara a ser parte de su harén.
Ahora Abimelec veía cómo Dios estaba bendiciendo a Abraham (v. 22). Puede que hubiera sentido temor de lo que podría pasar cuando Abraham se volviera más poderoso. Entonces Abimelec le pidió a Abraham que le jurara que nunca haría tratos en falso con él ni con sus hijos ni con sus descendientes (v. 23). Deberíamos percatarnos de que Abimelec conocía a Abraham como alguien que no siempre decía la verdad. Abraham le había mentido sobre su relación con Sara, y esta mentira trajo el juicio de Dios sobre la familia de Abimelec. Aquí en el versículo 23, el rey ahora le pedía a Abraham que prometiera que nunca más haría falsos tratos con él. Le pidió que estuviera de acuerdo en mantener relaciones amistosas y honestas con él y sus descendientes.
Abimelec le recordó a Abraham todo lo bondadoso que había sido con él en todo el tiempo que había estado en su tierra (v. 23). Le pidió a Abraham que le mostrara a él y a sus descendientes esa misma bondad a medida que Dios los bendecía y les hacía crecer en número y fuerza. Y Abraham juró hacer todo esto (v. 24).
Aunque Abraham estuvo de acuerdo en que Abimelec le había mostrado compasión, él le habló sobre un pozo de agua que los siervos del rey le habían quitado (v. 25). Abimelec le aseguró a Abraham que él no había escuchado sobre ese problema. En el versículo 27 Abraham le trajo ovejas y vacas a Abimelec, y los dos hicieron un trato. Entonces Abraham apartó siete corderas del rebaño (v. 28); y cuando Abimelec le preguntó qué significaba eso, Abraham le pidió que aceptara estas corderas como testimonio de que él había cavado ese pozo. De esa manera se selló el pacto entre los dos hombres, y el asunto concerniente a propiedades se hizo oficial. El lugar donde los dos hombres juraron este pacto se llamó Beerseba, lo que significa “pozo de siete” o “pozo del juramento”. Después de hacer este trato, Abimelec y sus oficiales volvieron a casa (v. 32). Abraham plantó en Beerseba un árbol de tamarisco e invocó el nombre del Señor. Obviamente este era un momento especial para Abraham.
Según el versículo 24, Abraham se iba a quedar en esta tierra por mucho tiempo. La mano de Dios estaba sobre Abraham. Dios le había prometido bendecirlo y hacer de él una gran nación, pero por el momento no era dueño de ninguna tierra. Él vivía como extranjero en la tierra de alguien más. Dios había cumplido Su promesa de darle un hijo. Cuando fuera el tiempo correcto, también cumpliría Su promesa de darle una tierra.
Para Meditar:
¿Qué significa el nombre “Isaac”? ¿Qué significa-do tenía ese nombre para Abraham y Sara?
¿Qué aprendemos en este pasaje acerca del carácter interior de Sara?
¿Cómo Dios usó los celos y la amargura de Sara para cumplir Su propósito?
¿Cómo Dios se reveló ante Agar e Ismael en el desierto? ¿Se nos ha revelado Dios en algún momento difícil de nuestra vida? Explique.
¿Cómo era el testimonio de Abraham delante de Abimelec? ¿Qué piensan las personas de nosotros cuando nos ven?
Para Orar:
Pidamos al Señor que nos muestre nuestro interior. Pidámosle que nos revele cualquier enojo, resentimiento o celo que necesitemos vencer.
Agradezcamos al Señor que Él es mayor que nuestras faltas y pecados, y que Él nos bendice a pesar de nuestras imperfecciones.
¿Está usted enfrentando alguna batalla difícil en su vida? Agradezca al Señor que Él está dispuesto a venir a su encuentro en medio de su batalla, justo como lo hizo con Agar e Ismael.
CAPÍTULO 20 – ABRAHAM ES PROBADO
Leamos Génesis 22:1-24
Ahora el tiempo había pasado e Isaac había crecido. Aunque no se nos dice cuántos años tenía Isaac en ese momento, este pasaje nos da algunos indicios. Ya aquí era lo suficientemente grande como para caminar y llevar una carga en sus espaldas. Cuando Abraham fue a hacer el sacrificio, puso la leña en la espalda de Isaac para que él la llevara (v. 6). Isaac también era lo suficientemente grande como para razonar. Vemos en el versículo 7 que cuando iban juntos a hacer el sacrificio, Isaac le preguntó a su padre acerca del cordero. Ya él había visto antes varios sacrificios, y se percató de que no tenían un cordero para este sacrificio en particular. Parece ser que para ese tiempo Isaac era un jovencito.
Génesis 22 comienza diciéndonos que Dios probó a Abraham. La palabra que se usa para probar en este pasaje pudiera traducirse como la palabra demostrar. Es importante que dediquemos un momento a analizar esto. Demostrar es verificar la confiabilidad o pureza de un objeto. Para hacerlo, se pone al objeto bajo estrés para estar seguros de que el mismo funciona para lo que fue diseñado. Esto es lo que Dios estaba haciendo con Abraham.
Aunque ya Dios conoce cuál será el resultado, Él a menudo nos prueba por nuestro propio bien. El resultado de cada prueba nos muestra muchas cosas sobre nosotros mismos. Dios desea que reconozcamos nuestras debilidades, y que seamos desafiados y motivados a hacer las cosas mucho mejor.
La prueba que Dios le dio a Abraham no fue fácil. Dios le dijo que llevara a su hijo Isaac, su único hijo, a la región de Moriah, y que lo ofreciera allí en sacrificio.
Observemos que el Señor dijo en el versículo 2 que Isaac era el único hijo de Abraham. Aunque Ismael también era hijo de Abraham, Dios le había dicho que enviara lejos a Agar y a Ismael. Esto era algo muy difícil de hacer para Abraham, pero él estuvo dispuesto a obedecer al Señor. Ismael ya no estaba con su padre y puede que éste nunca más lo volviera a ver. Isaac era todo lo que le quedaba.
Observemos también en el versículo 2 que Dios sabía que Abraham amaba a Isaac. “Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas”, le dijo Dios. Lo que el Señor le estaba pidiendo a Abraham que hiciera era algo muy doloroso para él debido a su amor por su único hijo.
Dios llamó a Abraham para que fuera a la región de Moriah donde debía ofrecer a su único hijo como sacrificio en un monte que Él le mostraría. 2 Crónicas 3:1 arroja algunas aclaraciones importantes sobre la localización del Monte Moriah:
Comenzó Salomón a edificar la casa de Jehová en Jerusalén, en el monte Moriah, que había sido mostrado a David su padre, en el lugar que David había preparado en la era de Ornán jebuseo.
Según 2 Crónicas 3:1, el Monte Moriah estaba en Jerusalén, donde sería construido el templo de Salomón.
Por último, percatémonos de que Isaac debía ser sacrificado en forma de holocausto. Existían muchos tipos de ofrendas y sacrificios en el Antiguo Testamento. Sin embargo, el holocausto era el sacrificio que se hacía por los pecados.
La imagen aquí es muy similar a lo que el Señor Jesús haría por nosotros. El Padre tomaría a Su único Hijo amado, al Señor Jesús, y lo enviaría a una montaña en Jerusalén donde colgaría de una cruz como sacrificio y ofrenda por el pecado. La historia de Abraham e Isaac en realidad es una imagen de la obra de Jesús. Esto nos ayuda a entender la razón por la que Dios le haría tal petición a Abraham. Por medio de su acción Dios le estaba proclamando al mundo que vendría el día cuando, en la montaña de Jerusalén, se efectuaría el sacrificio de un hijo único por el pecado del mundo.
Fue temprano en la mañana que Abraham ensilló su asno y tomó a Isaac y a dos de sus sirvientes. Después de cortar suficiente leña para el holocausto salieron para la región de Moriah (v. 3). El viaje le llevó cerca de tres días; y al tercer día Abraham vio la montaña de lejos (v. 4). Entonces les dijo a sus siervos que se quedaran con el asno, que él e Isaac irían a la montaña a adorar a Dios y regresarían a ellos (v. 5).
Observemos que Abraham les dijo a sus siervos que ellos irían a adorar y volverían. Aquí Abraham habla en plural. Él tenía la seguridad de que ambos regresarían juntos de la montaña. En Hebreos 11:19 (NVI) el escritor elogia a Abraham por esta fe, cuando dice:
Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos.
Él sabía que Dios le estaba pidiendo que tomara a Isaac y lo ofreciera como sacrificio, pero también sabía que Dios le había prometido descendientes a través de este mismo hijo. Él creía que Dios lo resucitaría de la muerte y le daría esos descendientes.
El hecho de que Abraham creyera en la resurrección de su hijo, es algo importante. Abraham estaba llevando a su hijo a ser sacrificado, pero él sabía que este no era el fin. Él subió a la montaña sabiendo que su Dios era más grande que la muerte, y que su hijo resucitaría. ¿No fue así que Jesús fue a la cruz, sabiendo que la muerte no podía retenerlo?
Abraham colocó sobre la espalda de Isaac la leña para el holocausto, y llevó él el fuego y el cuchillo hacia la montaña. Una vez más no podemos perdernos la imagen de un hijo único cargando el madero sobre el cual sería sacrificado en la montaña. Esto es exactamente lo que Jesús hizo por nosotros cuando cargó Su propia cruz hacia el Calvario.
Mientras viajaban hacia la montaña, Isaac le habló a su padre en el versículo 7 y le dijo: “Padre mío… he aquí el fuego y la leña; mas ¿dónde está el cordero para el holocausto?”. Nunca antes un humano había sido sacrificado sobre un altar para el Dios de Israel. A diferencia del Señor Jesús, Isaac no sabía que él iba a ser el sacrificio. “Dios se proveerá de cordero para el holocausto, hijo mío”, le dijo Abraham.
Es interesante la respuesta de Abraham a la pregunta de Isaac. Es difícil saber a partir de esta respuesta lo que Abraham creía. Muchos comentaristas piensan que cuando Abraham dijo esas palabras estaba hablando proféticamente. Aquellos que creen esto piensan que este comentario de Abraham acerca de Dios proveyendo un cordero, era una referencia directa al Señor Jesús, quien vendría como el cordero del sacrificio por nuestros pecados. También puede ser que Abraham simplemente creyera que Dios los ayudaría a encontrar un cordero para reemplazar a Isaac en el altar.
Cuando ellos llegaron al lugar donde Dios quería que hicieran el sacrificio, Abraham construyó el altar y le acomodó encima la leña. Entonces ató a su hijo y lo acostó sobre la leña (v. 9); y tomando su cuchillo, extendió su mano para matarlo (v. 10).
Debemos entender que en su corazón ya Abraham había matado a su hijo. Incluso antes de levantar el cuchillo, Abraham había decidido ser obediente. El versículo 12 lo deja bien claro cuando Dios dice:
…ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único.
Dios vio la actitud del corazón de Abraham, y vio que ya en su corazón él le había entregado a su único hijo.
Antes de que Abraham enterrara el cuchillo, un ángel del Señor lo detuvo y le dijo que no extendiera la mano sobre el muchacho. Entonces Abraham alzó sus ojos y vio un carnero trabado por sus cuernos en un matorral. Esta era la provisión de Dios para el sacrificio. Abraham tomó el cordero y lo puso sobre el altar como el sacrificio en lugar de su hijo. (v. 13). Y Abraham llamó el nombre de ese lugar: “Jehová proveerá” (v. 14).
Después del sacrificio, el ángel del Señor llamó nuevamente a Abraham desde el cielo (v. 15). Dios le dijo a Abraham que debido a que él no había dudado en ofrecer a su único hijo, lo bendeciría y le daría una descendencia tan numerosa como las estrellas del cielo y como la arena que está en la orilla del mar. Dios le prometió que su descendencia vencería a sus enemigos (v. 17), y que por medio de su simiente serían benditas todas las naciones de la tierra (v. 18). La disposición que tuvo Abraham de sacrificar a su hijo, trajo bendición al mundo. De manera similar, la disposición del Padre de sacrificar a Su hijo Jesús traería al mundo entero la bendición por medio del perdón de pecados.
Abraham regresó con su hijo a donde estaban sus siervos; y juntos partieron para Beerseba donde Abraham y su familia permanecerían (v. 19).
Tiempo después de estos sucesos, Abraham recibió noticias de su hermano, quien en aquel tiempo vivía lejos de él. El mensaje que recibió fue que Milca, la esposa de su hermano Nacor, había tenido ocho hijos. Sus nombres se encuentran registrados en los versículos 21 y 22. Nacor también tuvo otros cuatro hijos con Reúma, su concubina (v. 24).
Es interesante la referencia que se hace en el versículo 23 a la hija que tuvo Betuel, el hijo de Nacor. Su nombre era Rebeca; la cual, más adelante, llegaría a ser la esposa de Isaac. Por medio de esta pareja Dios cumpliría Su promesa a Abraham.
Para Meditar
¿Con qué propósito Dios nos prueba? ¿Alguna vez ha sido usted probado? ¿Qué le ha revelado dicha prueba acerca de usted y de Dios?
¿Qué nos enseña esta historia sobre Jesús y lo que Él hizo por nosotros en la cruz?
¿Qué ejemplo nos da Abraham sobre la obediencia a toda costa?
Percatémonos que Abraham fue bendecido por su obediencia a Dios. ¿Dios siempre bendice la obediencia?
Para Orar:
Pidamos a Dios que nos dé gracia para aceptar Su prueba en nuestras vidas. Pidámosle que nos ayude a aprender las lecciones que Él quiere que aprendamos por medio de las pruebas que Él nos pone en el camino.
Demos gracias al Señor por lo que hizo en la cruz.
Pidámosle al Señor que nos ayude a estar dispuestos a obedecerle sin importar el costo.
Dediquemos un momento para agradecer al Se-ñor por las bendiciones que nos ha dado. Seamos específicos.
CAPÍTULO 21 – LA MUERTE DE SARA
Leamos Génesis 23:1-20
Sara vivió ciento veintisiete años. Dios le dio unos cuan-tos años con su hijo Isaac. Cuando Sara murió, Isaac todavía no se había casado. Ella nunca conoció a la mujer por medio de la cual Dios cumpliría Su promesa. De alguna manera, Sara hubiera sido un verdadero consuelo y aliento para Rebeca, la esposa de Isaac; pues, según Génesis 25:21, Rebeca tampoco podía tener hijos.
Sara murió en Quiriat-arba (Hebrón), en la tierra de Canaán. Su muerte le causó gran dolor a Abraham, el cual lloró sobre ella (v. 2). Después de los días de duelo, Abraham se levantó y fue a hablar con los hititas (los hijos de Het, RVR 60) para pedirles que le vendieran una parte de la propiedad con el fin de usarla como sepultura (v. 4). Recordemos que Abraham estaba viviendo en una tierra que no era suya. Él no tenía ninguna propiedad para enterrar a su esposa. La respuesta de los hititas nos muestra algo sobre la reputación que Abraham tenía. En el versículo 6 ellos dicen:
Óyenos, señor nuestro; eres un príncipe de Dios entre nosotros; en lo mejor de nuestros sepulcros sepulta a tu muerta; ninguno de nosotros te negará su sepulcro, ni te impedirá que entierres tu muerta.
Observemos que ellos lo llamaron “Señor”, lo cual era una señal de respeto. Obviamente estos hombres también miraban a Abraham como un gran líder. Percatémonos además que ellos lo consideraban un príncipe de Dios, y percibían la evidente bendición de Dios sobre su vida. Ninguno de ellos dudaría en darles la mejor de sus tumbas. Abraham era respetado y honrado por los hititas. Conmovido por este gesto y por la dignidad con la que lo trataron, Abraham se inclinó delante de los líderes hititas, mostrándoles gratitud por su bondad en este tiempo de necesidad para él (v. 7).
Abraham pidió una parcela de tierra en particular. La tierra que pertenecía a un hombre llamado Efrón, el hijo de Zohar (v. 8). Él estaba interesado particularmente en la cueva de Macpela que estaba en esa propiedad (v. 9).
Veamos en el versículo 9 que, aunque los hititas le ofrecieron la tierra, él insistió en pagar un precio justo por ella. Abraham no les estaba pidiendo ningún favor a los hititas, sino que él pagaría sin importar el costo de la propiedad.
Aquí hay un principio importante que debemos entender. Abraham podía haberse aprovechado del hecho de que los hititas lo respetaban. Ellos estaban dispuestos a darle la parcela simplemente porque lo respetaban. Pero Abraham se rehusó a aprovecharse de ellos, e insistió en pagar un precio justo, si Efrón estaba dispuesto a vender-la.
Los cristianos siempre esperan algo de los otros cristianos. A veces los creyentes pueden esperar favores, o incluso, los exigen de los otros cristianos. En ocasiones esto ha sido el origen de grandes conflictos. Muchos años atrás conocí a un tenedor de libros cristiano que había dejado de trabajar para organizaciones cristianas, simplemente porque muchos de ellos esperaban que les ofreciera sus servicios gratuitamente como muestra de su amor por Cristo. Abraham sabía que una manera segura de destruir una buena relación era aprovecharse de la hospitalidad y la bondad de sus propietarios hititas.
El dueño de la tumba, Efrón el hitita, estaba sentando entre el pueblo que se había reunido ante Abraham ese día. En el versículo 11 él le ofreció a Abraham que le daría la tumba y la heredad que él había pedido. Abraham le dijo que pagaría el precio justo por ella (v. 12-13). Entonces, delante de los líderes a la puerta de la ciudad, Efrón le dijo a Abraham el valor de la propiedad que él quería comprar (v. 15). Abraham estuvo de acuerdo con el precio, y pesó cuatrocientos siclos de plata (v. 16). Los líderes de la ciudad fueron testigos de este acuerdo y le entregaron a Abraham el título de la propiedad (v. 17-18).
Esta transacción era una transacción legal, atestiguada por los líderes de la comunidad. No quedaba ningún tipo de duda en cuanto a quién era el dueño de la propiedad; y los que estaban presentes fueron testigos de que el trato fue justo. Ambas partes del acuerdo estuvieron conformes.
Fue en esta tumba que Abraham sepultó a su esposa Sara (v. 19). Esta pequeña propiedad era solo el comienzo del cumplimiento de la promesa que Dios le había hecho a Abraham de darle toda la tierra de Canaán.
Para Meditar:
Abraham no tenía propiedades suyas, sino que vivía en una tierra que le pertenecía a otra persona. ¿Cómo se asemeja esto a la vida de los creyentes? ¿Dónde está nuestro verdadero hogar?
¿Qué reputación tenía Abraham entre los hititas? ¿Cómo es tu reputación delante de los no creyentes?
Abraham no tenía intención de aprovecharse de la bondad de los hititas. ¿Qué problemas puede causar que los creyentes tomen ventaja los unos de los otros?
Para Orar:
Demos gracias al Señor porque, aunque peregrinamos en esta vida como extranjeros, tenemos la promesa de un futuro hogar celestial.
Pidamos a Dios que nos ayude a mantener buenas relaciones con nuestros amigos y vecinos, tal y como Abraham hizo con los hititas.
CAPÍTULO 22 – ABRAHAM ENCUENTRA ESPOSA PARA ISAAC
Leamos Génesis 24:1-67
Sara recién había muerto, y Abraham ahora era un hombre viejo. Él no sabía cuántos años le quedaban por vivir; y a estas alturas, su mayor preocupación era ver que su hijo Isaac encontrara la esposa correcta. Abraham no quería que Isaac se casara con una mujer cananea. Dios había prometido grandes cosas a través de Isaac y su descendencia. Abraham quería que los dos, su hijo y su esposa, tuvieran una correcta relación con Dios para que Sus promesas no tuvieran estorbo en lo absoluto.
Con esto en mente, Abraham llamó a su sirviente principal. Le pidió que pusiera su mano debajo de su muslo (como era la costumbre) y le hizo jurar por el Dios de los cielos y de la tierra que no tomaría esposa para su hijo de entre las cananeas paganas que vivían por allí (v. 3). Abraham le hizo jurar que regresaría a la tierra donde vivían sus parientes para buscar allí esposa para su hijo (v. 4).
El símbolo de colocar la mano debajo del muslo es un algo difícil de entender. Por lo general, se creía que la mano se colocaba ahí porque estaba situado cerca del órgano reproductivo de Abraham. La mano se colocaba ahí porque este era el órgano que había sido circuncidado, y a través del cual Dios cumpliría Su promesa de darle a Abraham muchos descendientes. Al colocar la mano debajo del muslo, el sirviente en realidad estaba recordando que la promesa que hacía estaba relacionada con las generaciones futuras de Abraham y con las promesas actuales hechas a todos los que fueran circuncidados.
El siervo de Abraham tenía algunas preguntas sobre esta tarea que se le había encomendado. “Quizá la mujer no querrá venir en los de mí a esta tierra. ¿Volveré, pues, tu hijo a la tierra de donde saliste?”, le preguntó a Abraham en el versículo 5. El sirviente parecía entender que Abraham no quería que su hijo se casara con una cananea incrédula. También sabía que no sería fácil encontrar una mujer que estuviera dispuesta a dejar su país para casarse con un hombre al que no conocía. El siervo de Abraham quería saber si él debía traer a Isaac a la tierra de sus padres, en caso de que no pudiera encontrar una mujer dispuesta a mudarse de su tierra.
La respuesta de Abraham es muy importante. En el versículo 6 le dijo, “Guárdate que no vuelvas a mi hijo allá”. Abraham fue bastante claro al respecto. Dios había prometido darles la tierra de los cananeos a sus descendientes. Isaac debía vivir en la tierra de los cananeos, porque un día toda esta tierra le pertenecería a él y a sus hijos. Abraham estaba seguro de que Dios le enviaría un ángel para preparar el camino y poder encontrar esposa para Isaac.
Dios le dijo a Abraham que pasarían cuatro generaciones antes de que él y sus descendientes heredaran la tierra de Canaán (ver Génesis 15:13-16). Aunque esto no sucedería de inmediato, para Abraham era importante que su pueblo viviera en la tierra aguardando el cumplimiento de la promesa. Abraham quería que sus descendientes vivieran con la expectativa de que vendría el día en que ellos heredarían la tierra. Él quería que ellos echaran raíces en esa tierra a medida que esperaban, confiando en que las promesas de Dios se cumplirían. Él no quería ver a su pueblo disperso; quería que estuvieran preparados para recibir lo que Dios les había prometido. Nosotros siempre debemos movernos en la misma dirección de las promesas de Dios. Abraham le dijo a su siervo que, si la mujer no quería regresar a la tierra de Canaán, él quedaría libre del juramento que le había hecho en ese momento (v. 8). Por ningún motivo el sirviente sacaría a Isaac de la tierra que Dios le había prometido a él y a sus descendientes. El siervo de Abraham estuvo de acuerdo con las condiciones de su promesa, y juró ante su señor (v. 9).
El criado no perdió tiempo en salir de viaje. Tomó diez camellos de Abraham, los cargó de todo tipo de bienes de su señor y emprendió su camino a la ciudad donde vivía Nacor, el hermano de Abraham (v. 10).
Cuando llegó, hizo arrodillar sus camellos para que descansaran cerca de un pozo de agua a las afueras de la ciudad. Esa era la hora en que las mujeres de la comunidad venían al pozo para sacar agua y llevarlas a sus hogares (v. 11).
Ahora el problema del sirviente era encontrar la esposa correcta para Isaac. ¿Cómo debía tomar tan importante decisión? Debido a que él era un hombre de Dios, creía que el Señor lo guiaría a la mujer correcta; y mientras esperaba al lado del pozo, oraba al Señor pidiéndole Su dirección. El siervo de Abraham nos da a todos nosotros un importante ejemplo a seguir. Él nos desafía a buscar a Dios en lugar de confiar en nuestro propio razonamiento.
El siervo de Abraham le pidió a Dios una señal. Él oró a Dios para que le concediera éxito en su viaje, mostrándole misericordia a Abraham al darle la esposa correcta para su hijo (v. 12). Él le pidió a Dios que trajera hasta el pozo a la futura esposa de Isaac, y que le confirmara que ésta era la mujer correcta por medio de una petición que le haría a ella. Él le pediría a la muchacha algo de beber. Si ella no solo le daba de beber a él, sino que también les daba a los diez camellos, entonces él sabría que esta era la mujer que Dios había escogido para Isaac. Solo nos resta imaginar cuánta agua beberían diez camellos sedientos luego de un largo viaje. La prueba no solo tenía la intención de confirmar la voluntad de Dios respecto a elección de la esposa de Isaac, sino que también nos revela algo sobre la muchacha. Esto nos dice de su compasión, hospitalidad, y que era una mujer muy trabajadora.
Aun antes de que terminara de orar, llegó una joven llamada Rebeca con un cántaro sobre su hombro. Ésta era hija de Betuel, el hijo de Nacor el hermano de Abraham (v. 15). Ella era una mujer muy hermosa y virgen (v. 16); y había venido al pozo a llenar su cántaro.
Cuando el sirviente de Abraham la vio, corrió a su encuentro y le pidió agua de su cántaro (v. 17). Rebeca, con mucha disposición, le dio agua de beber (18); y al ver sus camellos, le dijo que sacaría agua para ellos también. Observemos en el versículo 19 que ella le dijo que sacaría agua para sus camellos hasta que ellos acabaran de beber. El siervo se paró a mirar a Rebeca corriendo de un lado al otro, desde el pozo hasta el lugar donde los camellos iban a tomar agua. Todo ese tiempo él la observó sin decir una palabra para ver si esta era la respuesta a su oración (v. 21).
Cuando los camellos terminaron de beber, el siervo de Abraham le dio un pendiente de oro (que pesaba alrededor de 1/5 de una onza, o 5.5 gramos) y dos brazaletes de oro (que pesaban 4 onzas o 110 gramos). Entonces le preguntó a Rebeca de quién era hija, y si había lugar en su casa para él pasar la noche (v. 23).
Rebeca le dijo que era hija de Betuel, quien era hijo de Nacor (v. 24). Esta noticia le confirmó al siervo de Abraham que Dios ciertamente lo había guiado a la persona correcta. Rebeca le dijo al sirviente que ellos le ofrecerían hospitalidad y también bastante paja para que sus camellos comieran (v.25). Cuando el siervo oyó estas cosas, su corazón se conmovió; entonces se postró en tierra y adoró al Señor, quien le había dado éxito en su misión (vv. 26-27).
Rebeca corrió a su casa a decirle a sus padres acerca del sirviente que había conocido en el pozo (v. 28). En respuesta, Labán, el hermano de Rebeca, corrió a conocerlo y a traerlo a la casa para que pasara la noche.
Les trajeron a los camellos paja y forraje, y los sirvientes trajeron agua y lavaron los pies del siervo, como era la costumbre (v. 32). También le sirvieron a él alimentos para que comiera (v. 33); sin embargo, el siervo de Abraham les dijo a sus anfitriones que él no comería hasta que les explicara la razón de su viaje. Cuando los hombres se reunieron para escuchar, él les dijo que era siervo de Abraham (v.34). Les contó cuánto Dios había bendecido a Abraham con grandes fortunas, ovejas, vacas, plata, oro, siervos, camellos y asnos (v. 35). También compartió con ellos cómo la esposa de Abraham, siendo vieja, había dado a luz un hijo; y ese hijo heredaría todo lo que Abraham tenía (v. 36).
A medida que él continuaba la historia, explicaba cómo Abraham lo había hecho jurar que encontraría una esposa para su hijo que fuera de su parentela (vv. 37-38). La única condición era que la mujer debía estar dispuesta a regresar con él a la tierra que Dios le había prometido a Abraham y a sus descendientes (vv. 39-41).
El siervo de Abraham continuó diciéndoles a sus anfitriones sobre la oración que hizo cuando llegó al pozo de agua. Él les contó cómo Rebeca había llegado al pozo y le había dado agua a él y a sus camellos, tal y como él había orado (vv. 42-46).
Cuando terminó la historia, el siervo les preguntó a los anfitriones si ellos permitirían que Rebeca se casara con Isaac (v. 49). Cuando Betuel (el padre de Rebeca) y Labán (su hermano) oyeron la historia, se dieron cuenta de que esto era de parte del Señor (v. 50). Ellos con mucho gusto le entregaron a Rebeca al siervo para que fuera la esposa de Isaac (v. 51).
Cuando el siervo de Abraham oyó esto, otra vez se postró y adoró a Dios (v. 52). Entonces, sacó las joyas de oro y plata, y los vestidos, y se los dio a Rebeca. También les dio regalos costosos a su hermano y a su madre. Solo después que sucedieron estas cosas, el sirviente se sentó a comer con los otros hombres. La comida era una gran celebración por lo que Dios había hecho, y por el compromiso de Rebeca con Isaac.
Cuando el criado se levantó a la mañana siguiente, pidió que lo enviaran de camino. Él no quería retrasar su regreso a casa con Rebeca. Su hermano y su madre pidieron que dejara a la muchacha diez días más con ellos. Sin embargo, el siervo de Abraham, no quería que lo detuvieran; él quería volver a su señor lo más pronto posible (v. 56).
La familia decidió dejar que Rebeca tomara la decisión (v. 57); y cuando le preguntaron a ella si estaba dispuesta a irse, ella respondió que sí (v. 58). De esta forma despidieron a Rebeca, y también le proveyeron de una sirvienta para que cuidara de ella (v. 59).
A medida que Rebeca se despedía, ellos la bendijeron diciendo:
Hermana nuestra, sé madre de millares de millares, y posean tus descendientes la puerta de sus enemigos (v. 60).
Una tarde, Isaac había salido al campo a meditar cuando alzó los ojos y vio los camellos que se acercaban (v. 63). Al mismo tiempo Rebeca miró y vio a Isaac de lejos. Entonces bajándose del camello le preguntó al criado quién era él, y de inmediato se cubrió con su velo expresando modestia y sumisión (v. 65).
El criado le contó a Isaac todo lo que había sucedido, y cómo Dios lo había guiado en el camino. Luego Isaac se casó con Rebeca. Él la amó, y ella le sirvió de consuelo después de la muerte de su madre (v. 67).
Dios estaba muy al control de las circunstancias de esta historia. Él guió claramente al siervo de Abraham hasta la mujer correcta para Isaac. Y hay algo más que es evidente en esta historia, y es que Abraham y su siervo pusieron toda su confianza en Dios y en Su dirección. Al hacer esto, también se estaban comprometiendo a ser firmes y constantes en cuanto a lo que ellos entendían que era el propósito de Dios para sus vidas y la vida de su nación. Esta combinación de confianza en Dios y de compromiso firme a Su propósito fue lo que hizo posible la victoria. Sería bueno que siguiéramos sus pasos.
Para Meditar:
¿Qué nos enseña este pasaje sobre confiar en la dirección del Señor y no en nuestro propio razonamiento? ¿Cuán importante es que tengamos en cuenta al Señor en las decisiones que tomamos?
Percatémonos de cuántas veces el siervo de Abraham se postró y adoró a Dios por haberlo guiado y dirigido. ¿Tenemos nosotros una actitud de adoración y agradecimiento delante de Dios por Su dirección en nuestras vidas?
¿Qué nos dice sobre el carácter de Rebeca la disposición que ella tuvo de dar de beber a los camellos de Abraham?
El criado de Abraham no estuvo dispuesto a retardarse en el cumplimiento de la misión que su amo le había dado. ¿Hemos sido distraídos nosotros a la hora de hacer la obra que Dios nos ha llamado a hacer?
Para Orar:
¿Son nuestros cónyuges creyentes? Tomemos un momento para pedirle a Dios que nos mantenga unidos en nuestro compromiso de honrarlo.
Agradezcamos a Dios por Sus promesas. Pidámosle que nos ayude a vivir siempre expectantes de su cumplimiento.
Roguemos a Dios que despierte en nosotros un corazón adorador y agradecido por todo lo que Él ha hecho por nosotros.
Pidamos al Señor que quite aquellas distracciones que nos impiden hacer todo lo que Él nos ha llamado a hacer.
CAPÍTULO 23 – LOS DESCENDIENTES DE ABRAHAM
Leamos Génesis 25:1-34
Después de la muerte de Sara, Abraham se volvió a casar. El versículo 1 nos dice que tomó por esposa a una mujer llamada Cetura, la cual engendró seis hijos (Zimram, Jocsán, Medán, Madián, Isbac y Súa). El capítulo traza brevemente la línea de solo dos de estos hijos.
En el versículo 3 leemos que Jocsán, el hijo de Abraham, se convirtió en el padre de Seba y Dedán. Los descendientes de Dedán fueron los asureos, los letuseos y los leumeos. Madián, el otro hijo de Abraham, tuvo cinco hijos cuyos nombres se registran en el versículo 4.
Aunque Abraham le dejó a Isaac todo lo que tenía, también les hizo regalos a sus otros hijos. Sin embargo, observemos en el versículo 6 que él decidió enviarlos lejos de su hijo Isaac. Abraham sabía que la promesa de Dios se cumpliría por medio de Isaac, y quería asegurarse de que nada pondría en riesgo esa promesa.
Abraham murió a la edad de 175 años (vv. 7-8). Isaac e Ismael lo enterraron en la tumba que él había adquirido para sepultar a Sara, su esposa (vv. 9-10). Después de la muerte de Abraham, la bendición de Dios se derramó sobre su hijo Isaac. La mano de Dios estaba sobre Isaac como había estado sobre su padre Abraham.
Antes de trazar la historia de Isaac, los versículos del 12-18 se enfocan en Ismael, el hijo que tuvo Abraham con su sirvienta egipcia Agar. A Ismael también lo habían enviado lejos cuando tenía catorce años. Su madre Agar encontró una esposa egipcia para él.
Ismael tuvo doce hijos. Este era el cumplimiento de la promesa que Dios le había hecho a su madre en Génesis 17:20.
Los nombres de los doce hijos de Ismael se registran en los versículos del 13 al 15. Observemos en el versículo 16 que estos hijos se convertirían en príncipes, y tendrían sus propias villas y campamentos.
Ismael viviría ciento treinta y siete años (v. 17). Sus descendientes se asentaron cerca de la frontera de Egipto (v. 18), y siempre hubo hostilidad en sus corazones para con sus hermanos israelitas. Esto también era el cumplimiento de la promesa de Dios para Agar, la madre de Ismael, en Génesis 16:12.
Y él será hombre fiero; su mano será contra todos, y la mano de todos contra él, y delante de todos sus hermanos habitará.
Ahora la atención vuelve hacia Isaac. Se nos dice que la bendición de Dios estaba sobre la vida de Isaac, pero su esposa Rebeca no podía tener hijos. Esto fue así hasta que Isaac oró al respecto y Rebeca pudo concebir.
Es significativo que Isaac orara a Dios sobre este asunto. Las promesas de Dios dependían de esta oración. Estoy seguro que Isaac batalló con Dios obre este asunto, y sus oraciones desataron la bendición de Dios. Hay veces cuando Dios quiere darnos la victoria, pero para que esa victoria se haga realidad, necesitamos perseverar, orar y confiar sin claudicar. Tal vez ahora mismo usted se encuentra en esa situación. Usted sabe que Dios lo ha llamado para un propósito, pero no está viendo que ese propósito se cumple. Este pasaje nos desafía a buscar a Dios y a orar sin perder la esperanza. Dios será fiel a Sus promesas como mismo lo fue con Isaac y Rebeca.
Rebeca concibió en respuesta a la oración de Isaac, y el versículo 22 nos dice que Dios les dio gemelos. Desde el comienzo, ya había algo extraño sobre estos gemelos. Ellos “luchaban dentro de ella”. Es decir, parecía que peleaban en el vientre de su madre. Rebeca estaba perpleja ante esto y trajo este asunto al Señor preguntándole qué estaba sucediendo.
El Señor le dijo que dentro de su vientre estaban creciendo dos naciones. Una sería más fuerte que la otra, pero la mayor serviría a la menor (v. 23). Parece que una batalla espiritual se manifestaba con furia en la vida de estos dos chicos, incluso desde antes de nacer.
Los gemelos que Rebeca e Isaac tendrían serían muy diferentes. El primero sería rubio y velludo, y ellos lo llamarían Esaú, que significa “velludo” (v. 25). El segundo niño saldría del vientre agarrado del calcañar de su hermano; y ellos lo llamarían Jacob, que literalmente significa “el agarra el talón”.
Observemos en el versículo 26 que Isaac tenía sesenta años cuando Rebeca dio a luz a estos niños. El versículo 20 nos dice que Isaac tenía cuarenta años cuando se casó con Rebeca, lo cual significa que estuvieron casados durante veinte años antes de que pudieran tener un hijo.
Esaú y Jacob eran de carácter muy diferentes. Esaú era un hombre de campo y llegó a ser un cazador muy hábil. Por otro lado, Jacob era quieto y prefería quedarse en casa (v. 27). Isaac prefería a Esaú porque tenían en común el gusto por la caza de animales salvajes. Sin embargo, Rebeca amaba a Jacob de una manera particular (v. 28).
Un día, cuando Esaú estaba cazando, Jacob estaba en la casa haciendo un guiso. Esaú llegó de la cacería muy hambriento y le pidió a Jacob que le diera del guiso que estaba haciendo. Observemos que el guiso era de color rojo. El versículo 30 nos dice que también fue llamado su nombre Edóm; por lo que los descendientes de Esaú serían llamados edomitas. La palabra “Edóm” literalmente significa “rojo”.
Jacob le exigió a Esaú que le vendiera su primogenitura a cambio del guiso (v. 31). Como hijo primogénito, Esaú tenía derechos especiales. Él heredaría una porción especial de las posesiones de su padre. Obviamente, Jacob ya le había dado vueltas al asunto, y ahora demandaba que Esaú le diera estos derechos a cambio de un plato de comida.
En ese momento Esaú estaba tan hambriento que realmente no le importó lo que sucediera con su primogenitura. “He aquí yo me voy a morir”, le dijo a su hermano, “¿para qué, pues, me servirá la primogenitura?” (v. 32). Antes de Jacob darle la comida a su hermano, lo hizo jurar que le daría todos sus derechos como hijo primogénito (vv. 33-34).
Jacob se aprovechó de su hermano Esaú en un momento de debilidad. Esaú despreció sus derechos y los vendió por un poco de guiso. Sin embargo, en esto se cumpliría la promesa que Dios hizo a Rebeca de que el mayor serviría al menor (Gn. 25:23). La bendición que pasó de Abraham a Isaac, ahora pasaría a su hijo Jacob.
Aquí observamos algo del carácter de Jacob. Él estuvo dispuesto a sacar ventaja de su hermano en un momento de necesidad. Él no era un hombre perfecto. Incluso, llegaría a ser conocido como un engañador, pero aún así era el hombre por medio del cual las bendiciones de Dios fluirían hasta los confines de la tierra.
Para Meditar:
¿Cuántos hijos tuvo Abraham en total con Sara, Agar y Cetura, sus tres esposas? De todos esos hijos, ¿a cuántos escogió Dios para llevar a cabo la promesa que le hizo a Abraham? ¿Acaso nacer en una familia cristiana significa que seremos personas cristianas?
¿Cuántos años llevaban casados Isaac y Rebeca sin tener hijos? ¿Qué fue lo que rompió esa maldición y permitió que Rebeca concibiera?
¿Quiénes fueron los descendientes de Esaú? ¿Cómo fue que ellos recibieron su nombre?
¿De qué forma Dios pasó Su promesa a Jacob? ¿Cómo nos consuela el hecho de que el Señor puede usar, incluso, la pecaminosidad del ser humano para cumplir Su propósito?
¿Qué nos enseña este pasaje sobre el poder de la oración?
Para Orar:
Demos gracias al Señor por la manera en que puso Su mano sobre nosotros y nos trajo hacia Él.
Demos gracias a Dios porque Él cumple Sus promesas. ¿Cuáles son algunas de las promesas que ya son nuestras y que hoy podemos pedirle a Dios que nos las dé?
¿Estamos en espera de que Dios cumpla Su promesa en nosotros? Pidámosle que nos dé paciencia mientras esperamos.
Agradezcamos al Señor que Él está dispuesto a usarnos, aun cuando le hemos fallado.
Démosle gracias al Señor por la manera en que Él contesta nuestras oraciones. ¿Hay algo por lo cual necesitamos orar con mayor constancia?
CAPÍTULO 24 – LOS POZOS DE ISAAC
Leamos Génesis 26:1-34
Al comenzar el capítulo 26 vemos que había una hambruna en la tierra. Esta hambruna se comparaba a la que hubo en los días de Abraham (Gn. 12:10); y cuando esto sucedió, Abraham llevó a su familia a Egipto. En el caso de Isaac, éste descendió a Gerar, ubicado en la tierra de los filisteos. En ese tiempo el rey era Abimelec. No debemos confundir a este hombre con el rey Abimelec que Abraham conoció muchos años antes de este evento. Probablemente este rey Abimelec era un hijo o nieto que cargaba el mismo nombre del rey que Abraham había conocido.
El Señor le apareció a Isaac y le dijo que no descendiera a Egipto, sino que viviera donde Él le iba a decir (v. 2). En ese tiempo de hambre, Isaac no estaba confiando en su propio razonamiento; más bien, esperaba en el Señor y seguía Su dirección. Dios le dijo a Isaac que se quedara en la tierra de los filisteos (v. 3) y le prometió bendecirle. Ese día, Dios reafirmó la promesa que le había hecho a Abraham. Él le dijo a Isaac como le dijo a su padre, que le daría una descendencia tan numerosa “como las estrellas del cielo”, y que ellos poseerían la tierra en la que ahora vivían como extranjeros (v. 4). Entonces, en obediencia al Señor, Isaac se estableció en la región de Gerar.
En el versículo 7 vemos que los hombres de Gerar le preguntaron a Isaac acerca de su esposa Rebeca. Entonces él, temiendo por su vida, pensó que si les decía que ella era su esposa, lo matarían y se la llevarían. Isaac les mintió y les dijo que Rebeca era su hermana (v. 7), tal y como lo hizo su padre antes de que él naciera.
Isaac repitió el error de su padre. Probablemente él había oído que su padre había estado en una situación similar, y tomó eso como modelo. ¡Cuán importante es que nosotros como padres y como modelos de los roles que desempeñamos, demostremos un comportamiento cristiano en todo lo que hagamos! No sabemos quién tomará nuestro ejemplo como modelo para sus propias vidas.
Sin embargo, un día el rey Abimelec vio desde su ventana a Isaac acariciando a Rebeca. Entonces entendió que ella no era su hermana sino su esposa (v. 8). Viendo esto, Abimelec confrontó a Isaac con su mentira (v. 9), y le exigió que le dijera por qué había sido deshonesto con él y con sus hombres. Isaac le dijo que él tuvo miedo de perder la vida. Abimelec le recordó a Isaac que uno de sus hombres pudo haber tomado a su esposa para dormir con ella, y esto podría haber traído la ira de Dios sobre su pueblo.
Si Isaac tomó a su padre como ejemplo, es probable que Abimelec hiciera lo mismo. En los días de Abraham, Dios trajo maldición sobre toda la familia real cuando llevaron a Sara al palacio. Es probable que Abimelec hubiera escuchado la historia y la tomara como una advertencia. Isaac repitió el pecado de su padre, pero Abimelec aprendió del pecado del suyo.
Ese día el rey Abimelec dio órdenes de que si alguien molestaba a la esposa de Isaac, moriría. Esta fue la manera en que Dios protegió a Rebeca, pues sería por medio de ella que Él cumpliría Su promesa.
Lo que es impresionante en esta historia es que fue un rey pagano quien confrontó con su pecado a Isaac, el hijo de la promesa. El simple hecho de que somos hijos de Dios no quiere decir que siempre hacemos lo correcto. A menudo esa amonestación y reprimenda procede de los no creyentes que están observando lo que hacemos.
Observemos que después que Isaac fue confrontado con su pecado y el asunto fue resuelto, la bendición de Dios vino sobre él. El versículo 12 nos dice que Isaac sembró la tierra, y que el mismo año cosechó cien veces lo que plantó. Dios también lo bendijo con muchas ovejas, vacas y sirvientes; y se enriqueció tanto que las personas de la región comenzaron a envidiarlo (v. 14).
Debido a los celos y a la envidia, los filisteos cegaron los pozos que los siervos de Abraham habían cavado muchos años atrás cuando vivían en la región (v. 15). Entonces, para evitar más conflictos, Abimelec le dijo a Isaac que se apartara de ellos (v. 16). Isaac estuvo de acuerdo y se mudó con su familia y su ganado al valle de Gerar (v. 17). Aunque este incidente parece trágico, puede que haber sido el plan de Dios para separar a Su pueblo de los filisteos paganos.
En el valle de Gerar, Isaac volvió a abrir los pozos que los filisteos habían cegado después que su padre Abraham había muerto (v. 18). Ellos también cavaron nuevos pozos y encontraron agua fresca (v. 19). La bendición de Dios continuaba sobre Isaac.
Cuando los pastores de Gerar descubrieron que Isaac había abierto los pozos y encontrado agua fresca, comenzaron a reñir con él, reclamando que el agua les pertenecía (v. 20). La disputa fue tan severa que el pozo de agua fresca que había originado tal pelea se llamó Esek, que significa “disputa”.
Debido a esta riña por el agua y el pozo, Isaac y sus siervos de mudaron nuevamente y cavaron otro pozo. Los filisteos también pelearon con él por eso, y este segundo pozo se llamó Sitna, que significa “oposición”.
Debido a la oposición y a las peleas, Isaac se vio obligado a mudarse de un lugar a otro. En el versículo 22 leemos que él salió del pozo de Sitna para otro lugar, y nuevamente cavó un pozo. Esta vez no hubo disputa ni oposición, así que llamó a este pozo Rehobot, que significa “lugares amplios”, porque finalmente el Señor les había dado un lugar donde estar.
Observemos que Isaac se dio cuenta de que era el Señor quien le había dado ese lugar. La manera en que Dios los guió fue por medio de la hostilidad y los celos de los filisteos. Dios simplemente cerró cada puerta y permitió que los filisteos se opusieran a Isaac hasta que él estuviera donde el Señor quería. Algunas veces las puertas cerradas y las pruebas que enfrentamos, en realidad son parte de la dirección de Dios. Entender esto nos ayudará a aceptar más las cosas que el Señor permite que lleguen a nuestras vidas.
En el versículo 23 vemos que Isaac se mudó a Beerseba. Y fue allí en Beerseba que el Señor le dijo a Isaac que no tuviera temor, porque Él estaría acompañándolo y bendiciéndolo; y su familia continuaría multiplicándose en la tierra. Estas palabras debieron haber sido una fuente de consuelo para Isaac. Él había pasado por mucha riña y oposición en la tierra de los filisteos. Es muy probable que se preguntara cuándo el problema con los pozos y las peleas escalarían al punto de convertirse en algo más grave. Seguro que temía por su vida y por la vida de los miembros de su familia. Dios vino a él en medio de su preocupación y lo consoló en su momento de necesidad.
En respuesta, Isaac construyó un altar de adoración y dio gracias al Señor. También armó allí su tienda y cavó un pozo, obviamente al decidir quedarse en la región por algún tiempo (v. 25).
Mientras Isaac estaba en Beerseba, Abimelec vino a visitarlo con su consejero personal y con el capitán de su ejército. Un poco preocupado Isaac le preguntó: “¿Por qué venís a mí, pues que me habéis aborrecido, y me echasteis de entre vosotros?”. Abimelec le dijo que él se había percatado de que Dios lo había bendecido abundantemente; y le dijo que había venido a hacer un pacto de paz (vv. 28-29).
Abimelec tenía cierto temor de Dios en su corazón. Él no quería que Isaac fuera su enemigo; y sabía que el Dios de Isaac era poderoso. El hecho de que Abimelec, un rey poderoso en ese tiempo, viera a Isaac como una amenaza potencial, nos da una reseña de la bendición de Dios sobre la vida de Isaac.
Entonces Isaac preparó un banquete para los hombres, y comieron juntos (v. 30). Él les ofreció su hospitalidad esa noche, y muy temprano a la mañana siguiente, los hombres juraron unos a otros un pacto de paz delante de Isaac, y los despidió (v. 31).
Y fue ese mismo día que los siervos de Isaac vinieron con la noticia de que habían encontrado una fuente de agua (v. 32). Ellos llamaron ese pozo Seba, que significa “juramento”. Este pozo sería un recordatorio del juramento que Isaac y Abimelec hicieron ese día.
Los versículos 34-38 hablan brevemente sobre Esaú, el hijo de Isaac, y el rumbo que tomó su vida. Cuando Esaú tenía cuarenta años, se casó con una mujer llamada Judit, hija de un heteo, y además se casó con Basemat, la hija de Elón, otro heteo. Ambas esposas fueron causa de dolor para Isaac y Rebeca (v. 35).
Aquí es importante que observemos que, aunque Isaac era el hijo de la promesa, su vida no siempre fue fácil. Él no tenía una tierra propia; vagaba de un lugar a otro; no le caía bien a la gente de la región, quienes estaban celosos de sus riquezas. Ellos peleaban con él y le hacían la vida difícil. En su vida de padres, también vieron cómo su hijo Esaú se casó con mujeres paganas. La promesa no se cumpliría fácilmente, pero Dios le continuaba recordando a Isaac que Él sería fiel a Su palabra. Mientras tanto, Isaac perseveraba por medio de las luchas, y continuaba confiando en el Señor. ¿Estamos enfrentando pruebas y dificultades en nuestras vidas? ¿Hemos estado pasando de una prueba a otra, como Isaac? Dios no nos ha abandonado. Su promesa permanece.
Para Meditar:
Durante la hambruna, el Señor le apareció a Isaac y le dijo que esperara en Él y fuera a donde Él lo iba a guiar. ¿Fue siempre fácil para Isaac seguir la dirección del Señor? ¿Qué nos dice esto sobre la manera en que Dios nos guía hoy?
¿Qué dificultades estamos enfrentando en la actualidad? ¿Alguna vez hemos sido tentados a no confiar en la dirección del Señor? ¿Alguna vez hemos dudado del Señor y Su propósito cuando las cosas se han tornado difíciles?
¿De qué manera Isaac siguió el ejemplo de su padre en cuanto a su esposa Rebeca? ¿Qué nos dice esto sobre la importancia de ser un buen ejemplo a modelar?
Dios protegió a Rebeca, incluso cuando Isaac había mentido sobre ella. ¿Alguna vez hemos tomado malas decisiones? ¿Nos protegerá y nos guardará el Señor, incluso habiendo fallado?
Para Orar:
Pidamos a Dios que nos ayude a confiar en Su dirección y no en nuestra propia sabiduría y fortaleza. Pidámosle que nos perdone por las veces en que nos hemos adelantado a Su voluntad.
Oremos a Dios que nos ayude a ser un buen modelo a seguir para aquellos que nos rodean.
Pidamos al Señor que nos dé fe y paciencia cuando las personas se oponen a lo que Dios está haciendo en nosotros.
Demos gracias al Señor porque Él nos guarda y nos protege, aun cuando cometemos errores tontos.
CAPÍTULO 25 – ISAAC BENDICE A SUS HIJOS
Leamos Génesis 27:1-46
Ya Isaac era un anciano. Aunque su mente parecía estar bastante clara, parece que había perdido algo de sus otros sentidos, en particular, su visión. Isaac sabía que la hora de su muerte estaba cerca; no obstante, antes de morir quería bendecir a sus hijos.
No siempre apreciamos la trascendencia de lo que son las bendiciones en las Escrituras. En ese tiempo la bendición de un padre se tomaba muy en serio. Se entendía que la bendición de un padre determinaría, hasta cierto punto, el futuro de su hijo. Dios mismo tomaba muy en serio estas bendiciones, y en esta situación en particular, Él actuó de manera tal, que las palabras de Isaac reflejaran Su propósito divino para sus hijos.
En esta ocasión Isaac llamó a su hijo Esaú. Cuando Esaú llegó, le pidió que le trajera algo de lo que él cazaba y que se lo preparara para comer. Cuando él terminara de comer, lo bendeciría.
Rebeca estaba presente cuando Isaac hizo este pedido. Después que Esaú se fue con su arco y sus flechas para encontrar alguna caza para su padre, Rebeca corrió adonde estaba Jacob y le dijo que ella había logrado escuchar a Isaac decirle a Esaú que lo iba a bendecir (v. 6).
Decidida a sacar ventaja de la situación, Rebeca le dijo a Jacob que le trajera del rebaño dos cabritos escogidos. Entonces ella los preparó para Isaac. Ella le dijo a Jacob que debía llevarle esa comida a su padre haciéndose pasar por Esaú para que pudiera recibir la bendición de su hermano (v. 10).
Aquí hay varios aspectos que quiero puntualizar sobre Rebeca y su plan. Primero, el plan de Rebeca muestra su falta de respeto por su esposo y su liderazgo. Ella estuvo dispuesta a engañarlo, y se aprovechó de su vejez, de su ceguera y de su incapacidad para sentir el sabor de los alimentos. A ella no le interesaba ni él ni sus deseos, sino ella misma.
El segundo aspecto que quiero puntualizar tiene que ver con el respeto de Rebeca por su hijo Esaú. Es verdad que Jacob recibiría el castigo por haberle robado la bendición a su hermano, pero la realidad del asunto es que si no hubiera sido por las malas intenciones de su madre, él no lo hubiera hecho. La idea de robar la bendición de Esaú fue de Rebeca. Nuevamente esto nos muestra algo de su carácter como madre. Ella estuvo dispuesta a robar la bendición de su hijo para satisfacer sus propios deseos.
Por último, analicemos el ejemplo que Rebeca le estaba dando a su hijo Jacob. Ella le enseñó a robar y a mentir. También destruyó la frágil relación que ya existía entre él y su hermano, y puso su vida en riesgo.
Observemos en el versículo 11 cómo Jacob se opone al plan de su madre. Jacob no se imaginaba cómo este plan podría funcionar. Esaú era velludo y él era lampiño. Si su padre lo tocaba, iba a descubrir que estaban tratando de engañarlo, y en cambio lo iba a maldecir (v. 12). Pero Rebeca estaba dispuesta a aprovechar la oportunidad. “Hijo mío, sea sobre mí tu maldición; solamente obedece a mi voz y ve y tráemelos”, le dijo a Jacob en el versículo 13.
Incitado por el malvado plan de su madre, Jacob fue al rebaño y regresó con los dos cabritos (v. 14). Rebeca los preparó, y tomó las mejores ropas de Esaú y las puso sobre Jacob (v. 15). Ella cubrió sus manos con las pieles de los cabritos por si acaso Isaac tocaba a Jacob, pensara que estaba tocando a Esaú. También puso pieles sobre su cuello (v. 16). Rebeca le dio la comida a Jacob, y él fue a ver a su padre (vv. 17-18).
Cuando Jacob llegó a la tienda de su padre, lo llamó; y cuando su padre preguntó quién era, Jacob dijo:
Yo soy Esaú tu primogénito; he hecho como me dijiste: levántate ahora, y siéntate, y come de mi caza, para que me bendigas. (Gn. 27:19)
Isaac se sorprendió de que su hijo Esaú hubiera podido cazar y preparar un animal tan rápido. Esto levantó sus sospechas. Jacob, haciéndose pasar por su hermano le respondió: “El Señor tu Dios me ayudó” (v. 20, NVI). Isaac seguía sospechando, por lo que le pidió a su hijo que se acercara para tocarlo (v. 21).
Jacob se acercó e Isaac sintió su piel. “La voz es la voz de Jacob, pero las manos, las manos de Esaú”, dijo (v. 22). Y aún sospechoso, le preguntó categóricamente a Jacob en el versículo 24 (LBLA): “¿Eres en verdad mi hijo Esaú?” “Yo soy”, le mintió Jacob añadiéndole al engaño.
Entonces al sentirse seguro, Isaac le pidió a su hijo que le trajera el animal que había preparado para comerlo y luego bendecirlo (v. 25). Cuando Isaac terminó de comer le pidió a su hijo que lo besara (v. 26); y cuando Jacob lo hizo, Isaac olió sus vestidos. Esta era la última prueba para asegurarse de que la persona que estaba frente a él, realmente era Esaú. El olor de la ropa de Esaú convenció a Isaac. “Mira, el olor de mi hijo, como el olor del campo que Jehová ha bendecido”, dijo en el versículo 27.
Al estar convencido de que la persona que estaba ante él era Esaú, Isaac procedió a bendecirlo. En el versículo 28 lo bendijo con rocío del cielo, con las grosuras de la tierra, con abundancia de trigo y de mosto. En otras palabras, lo bendijo con riqueza y prosperidad. En el versículo 29 también lo bendijo con paz y poder sobre las naciones. “Sírvante pueblos, y naciones se inclinen a ti”. Observemos también que en el versículo 29 Isaac le dijo a Jacob que él sería señor de sus hermanos, y ellos se inclinarían ante él. Isaac entonces maldijo a cualquiera que maldijera a su hijo, y bendijo a todos los que lo bendijeran. Jacob se fue de la presencia de su padre con la bendición de prosperidad y poder sobre sus hermanos y sobre todas las naciones.
Jacob apenas se había ido cuando su hermano Esaú regresó de cazar para preparar la comida de su padre (v. 30). Después de prepararla, Esaú fue a ver a su padre (v. 31).
Oyendo la voz de su hijo, Isaac le preguntó quién era. “Yo soy tu hijo, tu primogénito, Esaú”, le respondió. Cuando Isaac escuchó la voz de su hijo, afloraron todas sus sospechas y se dio cuenta de lo que había sucedido (v. 33). Él le dijo a Esaú que acababa de darle la bendición a su hermano y ya no se la podía quitar.
Percatémonos en el versículo 33 de la reacción de Isaac al descubrir que le había dado la bendición de Esaú a Jacob. Dice que “se estremeció Isaac grandemente”. Isaac debe haber estado enojado ante el engaño de su hijo. Jacob había mostrado gran falta de respeto por su padre. Solo nos resta preguntarnos qué le provocó todo esto a la relación de Jacob con su padre. De seguro esto levantó una barrera entre ellos.
La reacción de Esaú ante esta noticia fue clamar con una muy grande y muy amarga exclamación (v. 34). Él también estaba profundamente herido. Su bendición había sido robada por medio del engaño de su hermano Jacob. “Bendíceme también a mí, padre mío”, exclamó en el versículo 35.
Isaac sabía que ya no podía quitarle la bendición a Jacob. “Vino tu hermano con engaño, y tomó tu bendición”, le dijo a su hijo en el versículo 35.
La amargura de Esaú se evidencia en lo que dijo sobre su hermano en el versículo 36:
Bien llamaron su nombre Jacob, pues ya me ha suplantado dos veces: se apoderó de mi primogenitura, y he aquí ahora ha tomado mi bendición.
El nombre de Jacob significa “engañador”. Esta acción de Jacob también provocó una gran barrera entre él y su hermano.
Esaú le rogó a su padre que lo bendijera (v. 36). Entonces Isaac le dijo a su hijo Esaú que ya él había puesto a Jacob por señor sobre él, y lo había bendecido con gran prosperidad (v. 37).
Cuando su hijo continuó llorando y suplicándole que lo bendijera, Isaac finalmente lo bendijo. Él le dijo a Esaú que habitaría lejos de las riquezas de la tierra, y del rocío que cae del cielo. En otras palabras, su vida no sería fácil, y tendría que luchar para proveer para sus necesidades (v. 39, NVI). Él tendría que vivir dependiendo de su espada y siendo siervo de su hermano (v. 40, NVI). Sin embargo, llegaría el día en que se libraría de esa opresión.
La vida de Esaú sería difícil. Toda la bendición sería para su hermano Jacob, y esto era más de lo que Esaú podía soportar. En el versículo 41 él prometió que cuando su padre muriera, mataría a Jacob. Observemos que la preocupación de Esaú era por su padre y no por su madre. Él no sentía la necesidad de esperar a que su madre muriera para matar a su hermano. No parecía preocuparle que su madre viera la muerte de su hijo favorito. Esto puede indicarnos que Esaú le había perdido el respeto a su madre a causa de este incidente.
Cuando Rebeca oyó que Esaú intentaba matar a Jacob, supo que Jacob no podía quedarse en la región. Ella le dijo que huyera a casa de su hermano Labán en Harán y que se quedara allí hasta que el enojo en la familia se hubiera apaciguado (vv. 43-44). Entonces, enviaría por él cuando fuera seguro regresar (v. 45).
Observemos las palabras de Rebeca en el versículo 45: “¿Por qué seré privada de vosotros ambos en un día?”. Esto indica que ella creía que había perdido a su hijo Esaú. Puede ser que después de este suceso, Esaú le diera la espalda a su madre. Las acciones de ella y las de Jacob habían separado a la familia.
Con el objetivo de obtener el permiso de Isaac para enviar a Jacob a casa de su hermano, Rebeca le dijo que su vida no valdría la pena si su hijo Jacob tomaba esposa de entre las hititas paganas que vivían en los alrededores. Ella le pidió permiso para enviar a Jacob a casa de su hermano para que allí encontrara esposa. En realidad, ella estaba tratando de proteger a su hijo de su hermano Esaú; y también parece que ella estaba cubriendo su propio pecado y engaño. Isaac, probablemente enojado con su hijo y dándose cuenta del gran odio que había entre Jacob y Esaú, dio permiso para que Jacob se fuera.
No podemos leer este capítulo sin ver cómo el engaño de Rebeca destruyó a toda la familia. Su falta de respeto por su esposo y por su hijo Esaú impactaría durante mucho tiempo sus vidas y las vidas de las generaciones futuras. Esto nos muestra cuán fácil es que un matrimonio comience a distanciarse. Rebeca no tuvo en cuenta las consecuencias de sus acciones. Ella sabía lo que quería, e hizo todo lo posible por lograrlo ignorando las consecuencias.
Aunque los individuos de esta historia actuaron pecaminosamente, Dios estuvo dispuesto a usar el desastre que causaron para cumplir su propósito a través del mismo. Él le dio a Jacob una esposa y lo bendijo en la tierra de su exilio. Por medio de esta familia destruida Dios cumpliría Su maravilloso propósito en el mundo.
Para Meditar:
¿Qué aprendemos acerca de la importancia de la bendición y la maldición en el Antiguo Testamento? ¿Cree usted que las bendiciones o las maldiciones pronunciadas en la actualidad tienen algún impacto sobre nuestras vidas?
¿De qué manera Rebeca muestra falta de respeto por su esposo en medio de su debilidad? ¿Respetamos nosotros a nuestros cónyuges? ¿Es posible que nos perdamos el respeto mutuo dentro del matrimonio?
¿Cómo Jacob mostró falta de respeto por su padre y por su hermano? ¿Hemos mostrado nosotros falta de respeto por alguien en nuestras vidas? ¿Qué querría Dios que hiciéramos al respecto?
Jacob y Rebeca actuaron sin medir las consecuencias. ¿Qué provocó esto en su familia?
Dios usó a una familia disfuncional para llevar a cabo Su maravilloso propósito en el mundo. ¿Cómo nos alienta a nosotros esta realidad? ¿Qué nos dice esto sobre el tipo de personas que Dios puede usar?
Para Orar:
Pidamos al Señor que nos perdone por cualquier falta de respeto que le hayamos mostrado a nuestro cónyuge.
Jacob actuó guiándose por el consejo de su madre. ¿Alguna vez hemos instado a alguien a pecar? Pidamos al Señor que nos perdone por cualquier mal ejemplo o consejo que hayamos podido darle a otra persona.
¿Existen personas en nuestras vidas a las que hemos engañado y faltado el respeto? Confesémoslo al Señor, y pidámosle que nos dé gracia para hacer las cosas correctamente.
Agradezcamos al Señor que Él puede usarnos incluso cuando hemos fallado. Pidámosle que nos perdone por las veces en que hemos desechado a personas que Él quiere usar.
CAPÍTULO 26 – DIOS LE HABLA A JACOB
Leamos Génesis 28:1-22
Al Rebeca decirle a Isaac que a ella no le agradaban las mujeres de aquella región, estaba buscando su bendición para mandar a su hijo Jacob a Padan-aram a buscar esposa de entre los parientes de su hermano. Llamando a Jacob a su lado, Isaac le concedió su bendición antes de que partiera.
En el versículo 1 leemos que Isaac le ordenó a Jacob que no se casara con una mujer cananea. En cambio, debía tomar esposa de la casa de Labán, el hermano de su madre, en Padan-aram. Dios iba a destruir a los cananeos y le iba a dar esa tierra a Su pueblo. También debemos percatarnos de que la región de los cananeos con frecuencia era una fuente de tentación para el pueblo de Dios. Las esposas extranjeras tentaban al pueblo de Dios a que se apartara de Él. Isaac desafió a su hijo a que se separara de estos extranjeros y caminara con el Señor.
Isaac también oró que Dios bendijera a Jacob con muchos descendientes, y le pidió que la bendición dada a su padre Abraham también pasara sobre su hijo (vv. 3-4). Observemos que Isaac asoció la bendición de Jacob con Abraham. Isaac se había percatado de que, aunque Jacob lo había engañado para obtener esta bendición, en realidad era la voluntad de Dios que fuera el linaje de Jacob y no el de Esaú el que viera el cumplimiento de la promesa que Dios le hizo a Abraham. Habiendo recibido la bendición de su padre, Jacob emprendió su camino hacia Padan-aram (v. 5).
Cuando Esaú escucho cuán desagradables eran las mujeres cananeas para sus padres, decidió casarse con Mahalat, la hija de Ismael, el hijo de Abraham. Algunos ven esto como un acto de rebeldía, pero no necesariamente es el caso. Isaac le dijo a Jacob que tomara esposa de entre las hijas de su tío por parte de madre. Esaú escoge hacer lo mismo al tomar esposa de entre las hijas de su tío por parte de padre. Puede ser que él lo hiciera para ganar el favor de sus padres en un tiempo tan difícil para su vida.
Jacob dejó su hogar en Beerseba y partió hacia la casa de su tío en la región de Harán (v. 10). Después de viajar por algún tiempo decidió pasar la noche en cierto lugar. Tomó una piedra y la puso debajo de su cabeza como almohada y se durmió (v. 11).
Cuando Jacob se durmió, soñó que veía una escalera que llegaba desde la tierra hasta el cielo. Vio ángeles de Dios que subían y descendían por ella (moviéndose desde el cielo hasta la tierra), y vio al Señor por encima de la escalera que le hablaba desde los cielos.
Dios se le presentó como el Dios de Abraham su padre, y como el Dios de Isaac. En el versículo 13, el Señor le prometió a Jacob que le daría la tierra sobre la cual estaba durmiendo.
Dios también le prometió que aumentaría su descendencia. Ellos se extenderían al occidente, al oriente, al norte y al sur hasta llenar la tierra. Serían como el polvo de la tierra, demasiado numeroso para contarlo (v. 14). Los descendientes de Jacob serían una bendición para todos los pueblos de la tierra. A partir de este hombre lleno de defectos, Dios bendeciría la nación de Israel; y a través de esta nación vendría el Mesías a rescatarnos del pecado. Él era un eslabón vital en el propósito de Dios para el mundo.
Por último, Dios le prometió a Jacob que cuidaría de él y de sus descendientes por dondequiera que fueran. Aunque en ese momento él se dirigía a un exilio, el Señor le prometió que lo regresaría a la tierra de sus padres (v. 15).
Solo nos resta imaginar cuán alentador habría sido este sueño para Jacob. Las circunstancias bajo las cuales había dejado su casa eran difíciles. Él había engañado a su padre y había robado la bendición de su hermano. Éste último había jurado matarlo. ¿Cuántas preguntas rondarían la mente de Jacob cuando iba de camino a Padan-aram? ¿Se sentiría desanimado? ¿Estaría viviendo bajo vergüenza por lo que había hecho? ¿Se preguntaría qué le esperaría ahora en esta tierra extranjera?
Dios visitó a Jacob en su confusión, le habló y le prometió ricas bendiciones. Jacob era indigno; era un engañador; no había hecho las cosas correctamente, pero Dios no lo había abandonado. Allí, en su sueño, Jacob no solo escuchó la voz de Dios, sino que vio a los ángeles de Dios ascendiendo y descendiendo trayéndole bendición y apoyo celestial.
Por muy indigno que fuera, aún Dios lo iba a bendecir. Aun así, por muy indigno que fuera, Dios se deleitaba en él. Dios había comisionado a los ángeles del cielo para que lo cuidaran. Ellos iban y venían del cielo a la tierra cuidando de Jacob y sus necesidades. Y estos ángeles nos cuidan a nosotros también. Dios conoce nuestras confusiones y nuestra falta de mérito. Aunque a menudo le fallamos y nos apartamos de Sus caminos, Él nos busca, nos perdona y nos usa para llevar a cabo Su propósito.
Cuando Jacob se despertó de su sueño, se dio cuenta de que Dios lo había visitado. Su corazón se llenó de temor y asombro al pensar que Dios había estado presente en ese lugar. ¡Cuán imponente es este lugar! Esto no es más que la casa de Dios, y esta es la puerta del cielo” (LBLA), dijo en el versículo 17.
Temprano en la mañana, Jacob tomó la piedra que había usado como almohada, la alzó como pilar y derramó aceite sobre ella para consagrarla (v. 18). Esto serviría para que no se le olvidara la presencia y la promesa de Dios en ese lugar.
Jacob llamó a ese lugar Betel, que literalmente significa “casa de Dios”. Ese día él juró que si Dios lo cuidaba como había prometido, de manera tal que regresara a salvo a esa tierra, entonces ese pilar que él había levantado se convertiría en casa de Dios. También le daría el diezmo de todo lo que tuviera. Jacob cumplió su juramento en Génesis 35:3.
No podemos subestimar este encuentro con Dios. Aquí en Betel, Jacob había tenido un encuentro personal con el Dios de Abraham. Si él iba a ser el líder que Dios quería que fuera, ese encuentro personal era vital. Ese día él oyó a Dios de primera mano, y Éste le dio Sus promesas de manera personal. Él lo oyó de Dios mismo. Esto debe haber sido una experiencia transformadora. Jacob se iría de ese lugar con una promesa en su corazón y con un compromiso con un Dios muy real y personal. Cada líder cristiano necesita experimentar a semejante Dios.
Para Meditar:
Dios llevó a cabo Su propósito a pesar del engaño de Jacob. Él no lo abandonó, incluso cuando falló. ¿Cuánto consuelo encontramos en el hecho de que Dios puede convertir nuestras faltas y defectos en cosas buenas?
¿Por qué Dios no quería que Su pueblo se casara con mujeres cananeas? ¿Cuán importante es que encontremos una pareja que ame al Señor?
Jacob tuvo una visión de ángeles yendo y viniendo del cielo a la tierra para ayudarlo. ¿Cree usted que los ángeles de Dios hacen lo mismo por nosotros en la actualidad?
Dios visitó a Jacob en el momento en que huía para proteger su vida por causa de su engaño y falta de respeto. ¿Abandona Dios a Sus hijos cuando caen? ¿Qué consuelo encontramos en esto en medio de nuestra situación actual?
Para Orar:
Agradezcamos al Señor que Él está dispuesto a bendecirnos incluso cuando no somos dignos de Su bendición.
Demos gracias al Señor por la manera en que, a Su orden, Sus ángeles nos protegen.
Agradezcamos al Señor porque no nos abandona cuando le fallamos.
Demos gracias a Dios porque Él puede usar incluso nuestros errores para llevar a cabo cosas buenas en nuestras vidas.
CAPÍTULO 27 – JACOB SE CASA
Leamos Génesis 29:1-35
Jacob continuó su camino a la región de Harán, donde vivía su tío Labán. Dios se le presentó en el camino y le prometió que lo bendeciría a él y a sus descendientes. Luego Jacob llegó a un lugar donde vio un pozo en el campo con tres rebaños de ovejas que yacían cerca de él; y había una gran piedra puesta en la boca del pozo.
Obviamente el agua era escasa y este era el único pozo de la región, por lo que los pastores de varios rebaños lo usaban. Seguramente todos ellos se habían puesto de acuerdo para usarlo y cuidarlo. Esta grande y pesada piedra puede haber sido colocada sobre el pozo para protegerlo de otros que quisieran robar el agua, la cual escaseaba. El versículo 3 nos dice que solo cuando todos los rebaños se reunían, los pastores rodaban la piedra del pozo para darle de beber a sus ovejas. Tan pronto se les daba agua a las ovejas, esta pesada piedra volvía a su lugar.
Cuando Jacob llegó al pozo se encontró con los pastores que habían reunido sus ovejas para darles de beber; y les preguntó de dónde venían y si ellos conocían a Labán, su tío (v. 4).
Cuando Jacob preguntó cómo se encontraba Labán, los pastores le dijeron que él estaba bien, y que su hija Raquel vendría al pozo ese día con las ovejas (v. 6). Jacob no conocía la costumbre de los pastores de esperar hasta que todos los rebaños hubieran llegado para comenzar a darles de beber a sus ovejas. Mientras hablaba con los pastores, el sol arreciaba, y les preguntó por qué no les daban de beber a sus ovejas y las regresaban al pasto (v. 7). Entonces los pastores le explicaron a Jacob que su costumbre era darles agua solo cuando se hubieran reunido todos los rebaños (v. 8). Mientras ellos hablaban, llegó Raquel con las ovejas de su padre (v. 9).
Cuando Jacob vio a Raquel, se acercó al pozo, rodó la piedra y dio agua a sus ovejas. En este versículo no se nos indica que los pastores lo ayudaron. Obviamente esta piedra era muy pesada, y si Jacob la quitó él solo, los pastores deben haberlo notado. Al darle de beber a las ovejas de Raquel, Jacob se estaba identificando con ella de una manera particular. Esta era su forma de presentarse.
El versículo 11 nos dice que cuando Jacob les dio agua a las ovejas de Raquel, comenzó a llorar en voz alta. La experiencia de conocer a Raquel y llegar a la tierra natal de su madre, fue algo muy conmovedor para Jacob. Entonces, acercándose a Raquel, la besó y le dijo que eran parientes (v. 12). Al escuchar esto, Raquel corrió y le dijo a su padre Labán que el hijo de su hermana había llegado a la región.
Cuando Labán lo oyó, se apresuró para encontrarse con Jacob, y abrazándolo y besándolo le pidió que se quedara en su casa (vv. 13-14). Después de un mes de Jacob estar allí, Labán le ofreció trabajo. Y Jacob aceptó trabajar para Labán durante siete años si le daba a Raquel como esposa (v. 18); con lo cual Labán estuvo de acuerdo (v. 19).
Los versículos del 16 al 17 nos dicen que Raquel era la hija menor de Labán, y que la hija mayor era Lea. El versículo 17 relata que Lea tenía ojos “delicados”. La palabra que se usó para describir los ojos de Lea literalmente significa “tierno”. Algunos ven en esto una referencia al hecho de que sus ojos eran muy hermosos. Aunque puede que Lea tuviera sus ojos hermosos, Raquel era hermosa completa. Y Jacob se sintió atraído por Raquel y su hermosura.
Jacob sirvió durante siete años para tener a Raquel como su esposa. Sin embargo, su amor por ella era tan fuerte, que estos siete años le parecieron como unos pocos días. Él sentía que ella merecía cada minuto de su trabajo.
Cuando pasaron los siete años, Jacob le pidió a Labán la mano de Raquel en matrimonio (v. 21). Labán hizo un gran banquete e invitó a las personas de la región para que disfrutaran de la celebración del matrimonio (v. 22).
Cuando llegó la noche, en vez de entregarle su hija Raquel a Jacob, le dio a Lea y a su sirvienta Zilpa. Esa noche Jacob durmió con Lea pensando que era Raquel; y solo por la mañana fue que descubrió el engaño de Labán.
Jacob se enojó con Labán y le preguntó por qué lo había engañado (v. 25). Entonces Labán le respondió que no era la costumbre que la hija menor se casara antes que la mayor (v. 26), y le propuso a Jacob que terminara la tradicional semana nupcial con Lea, y entonces le daría también a Raquel. Sin embargo, el requisito de Labán era que Jacob trabajara otros siete años más por Raquel (v. 27). Después que terminó la semana nupcial, Labán le dio a Raquel y a su sierva Bilha (vv. 28-29). Jacob trabajaría durante siete años más para cubrir su deuda con Labán por Raquel (v. 30).
Jacob amaba a Raquel más que a Lea (v. 30). A pesar del engaño, Dios aún esperaba que Jacob amara y velara por Lea y sus necesidades. De hecho, el versículo 31 nos dice que Dios puso especial atención en el hecho de que Lea era menospreciada. Entonces Dios abrió el vientre de Lea y cerró el vientre de Raquel para que no pudiera tener hijos. Aquí hay dos lecciones importantes para nosotros.
Primero, Dios muestra un corazón compasivo para quienes han sido desechados. Él siente su dolor, y desea hacerse presente en sus necesidades. Dios bendijo a Lea con un vientre fértil. Para una mujer de ese tiempo, la posibilidad de tener hijos era una señal evidente de la bendición de Dios. El Señor le estaba mostrando a Lea que Él la tenía en cuenta y que se preocupaba por la necesidad que ella tenía de ser amada por su esposo.
La segunda lección importante que encontramos aquí es que Dios espera que nosotros actuemos de la mejor manera en las situaciones en que nos encontramos. Es verdad que Jacob había sido engañado, pero esto no le quitaba la obligación que tenía para con Lea. Quizás usted diga, “Realmente yo no sabía cómo iba a ser mi esposa cuando me casé con ella”. Dios aún esperaba que Jacob amara a Lea, incluso aunque había sido engañado para que se casara con ella. En la vida hay muchas situaciones que no nos gustan. Algunas veces nos suceden cosas inesperadas. ¿Qué espera Dios de nosotros cuando nos pasan esas cosas? Él espera que actuemos de la mejor manera y que confiemos en Él.
Observemos en el versículo 32 que Lea concibió y dio a luz un niño al cual llamó Rubén. Lea le puso este nombre a su hijo por una razón muy especial. El nombre Rubén suena como la palabra hebrea que se usa para decir “ha mirado Jehová mi aflicción”. El versículo 32 nos dice que Lea le puso ese nombre porque creía que el Señor había visto la aflicción que ella experimentaba al no ser amada. Su gran deseo era que ahora por medio de este hijo, su esposo Jacob aprendiera a amarla (v. 32). En este texto nosotros podemos sentir el dolor de Lea. Ella estaba experimentando una gran aflicción por su falta de amor.
Lea dio a luz un segundo niño al cual llamó Simeón. El nombre Simeón significa “Dios oye”; y ella lo llamó así porque creía que Dios había oído que era menospreciada, y le había dado ese hijo para consolarla. Es obvio que Rubén, el primer hijo que ella le dio a Jacob, no había logrado cambiar su sentir hacia ella y por lo tanto todavía no la amaba. Dios había oído que ella era menospreciada y la consoló con un segundo hijo.
En el versículo 34 Lea tuvo un tercer hijo y lo llamó Leví. Este nombre suena como la palabra hebrea que se usa para “unido”. Lea lo llamó Leví diciendo “Ahora esta vez se unirá mi marido conmigo, porque le he dado a luz tres hijos”. Una vez más vemos evidencia del profundo deseo de Lea. Ella estaba esperanzada de que al darle a Jacob un tercer hijo, de cierta forma ganaría su corazón.
El cuarto hijo que tuvo Lea fue Judá. Este nombre suena como la palabra hebrea para “alabar”. Ya sea que Jacob la amara o no, finalmente Lea se dio cuenta de que el Señor no la había abandonado. Su mano de bendición estaba sobre ella, y por eso le agradecería y lo alabaría.
Al final este es el punto al que todos nosotros necesitamos llegar. Jacob, el esposo de Lea, la había decepcionado grandemente. Ella no se sentía amada ni respetada. Durante años ella anheló su atención y su afecto, pero no pudo encontrarlo. Los ojos de su marido eran para otra mujer. A través de este tiempo Lea experimentó la bendición del Señor. Ella vio que Dios le dio cuatro hijos; sabía que el Señor la veía en su dolor; y aunque las cosas no cambiaron en su esposo, finalmente ella pudo alabar al Señor por Sus bondades.
Este mundo está lleno de desilusiones. Las personas nos engañan y nos decepcionan. Sin embargo, en medio de todas estas decepciones, la mano del Señor está obrando con poder. En momentos así, Él nos llama a confiar y a poner nuestros ojos en Él. Dios nos dará la fortaleza para aceptar las cosas que no podemos cambiar. Si abrimos nuestros ojos veremos Sus grandes bendiciones, incluso en medio de nuestras pruebas y sufrimientos. Esta fue la experiencia de Lea.
Para Meditar:
¿Alguna vez las personas nos han decepcionado? ¿Cómo nos consuela el hecho de que Dios veía el dolor y el sufrimiento de Lea?
Lea experimentó grandiosas bendiciones en medio de su dolor. Dios la bendijo con cuatro hijos. ¿Cómo nos ha bendecido el Señor en medio de nuestro sufrimiento?
En este capítulo aprendemos que Dios espera que actuemos de la mejor manera en medio de las situaciones en que nos encontremos. ¿Lo hemos estado haciendo?
Para Orar:
Pidamos al Señor que abra nuestros ojos para ver Sus bendiciones en medio de nuestras pruebas.
Pidamos a Dios que nos enseñe a actuar de la mejor manera en nuestra situación actual.
Agradezcamos al Señor porque Él ve nuestro dolor y conoce todo al respecto.
Oremos al Señor que nos ayude a confiar más en Él cuando atravesamos las pruebas que llegan a nuestras vidas.
CAPÍTULO 28 – UNA BENDICIÓN INMERECIDA
Leamos Génesis 30:1-24
Una de las cosas más sorprendentes del Señor es que él usa a personas ordinarias para llevar a cabo Su glorioso plan. Las personas que Dios usa están muy lejos de ser perfectas. Hasta los grandes hombres de Dios tienen sus faltas. Esto se evidencia claramente en la historia de Jacob y su familia.
Hemos visto que Jacob fue engañado en su día de bodas. Su suegro le dio como esposa a Lea, su hija mayor, en vez de darle a Raquel. Jacob amó a Raquel más que a Lea; y Dios vio que Lea era menospreciada y la bendijo con cuatro hijos.
Cuando Raquel vio que no podía tener hijos, se puso celosa de su hermana Lea. Su lucha con la esterilidad, especialmente viendo que su hermana ya había tenido cuatro hijos, era demasiada carga para ella. Observemos en el versículo 1 cómo ella culpa a Jacob de su problema. “Dame hijos, o si no, me muero”, le decía.
Obviamente, el problema no era de Jacob; ya él era padre de cuatro hijos con Lea. ¡Cuán fácil es, en medio de nuestro dolor, echarles la culpa a otros! Raquel no sabía a dónde ir; y en medio de su frustración arremetió contra su esposo.
Hay algo particularmente interesante en este pasaje, y es que Raquel no buscó a Dios en su tiempo de necesidad. Ella culpaba a su esposo y le exigía que le diera un hijo. Percatémonos en el versículo 2 cómo Jacob se enojó con Raquel. “¿Soy yo acaso Dios, que te impidió el fruto de tu vientre?”, le dijo. Veamos que Jacob dirige la atención de Raquel hacia Dios. Él le recordó que solo Dios podía darle un hijo.
Raquel no parecía escuchar a Jacob; y en vez de volverse a Dios, tomó el asunto en sus propias manos al decidir darle a Jacob su sierva Bilha para poder tener un hijo por medio de ella. El hijo que Bilha le daría a Jacob le pertenecería a Raquel. Y Jacob estuvo de acuerdo con la disposición de Raquel. Tal vez, él quería complacerla. Quizás él veía su dolor y sus celos, y esta era la manera más fácil para resolver las cosas entre ellos.
Bilha dio a luz un hijo para Jacob y Raquel; y Raquel lo llamó Dan. Este nombre significa “juzgar”. La palabra “juzgar” es una palabra fuerte. En realidad, lo que Raquel estaba diciendo era que Dios había tomado su causa y había hecho justicia. Ella se veía en una batalla con su hermana. El nombre de su hijo era el resultado de sus intensos celos contra su hermana, quien ya le había dado a Jacob cuatro hijos.
En los versículos 7-8 vemos que Bilha tuvo un segundo hijo de Jacob, el cual fue llamado Neftalí. Este nombre significa “mi lucha”. Raquel lo llamó así porque ella decía, “Con luchas de Dios he contendido con mi hermana, y he vencido” (v. 8). Aquí se evidencia muy bien el resentimiento entre Raquel y Lea.
Lea también estaba bien involucrada en esta batalla con su hermana porque había dejado de tener hijos. Entonces Lea le dio a Jacob su sierva Zilpa como esposa (v. 9) para que pudiera tener hijos con ella.
Jacob estaba en el medio de este tremendo conflicto entre sus esposas. Ahora, ni Raquel ni Lea parecían ser capaces de dejar su situación en las manos del Señor. Ellas estaban metidas en una batalla acérrima una contra la otra, con Jacob atrapado en el medio.
Jacob no parecía hacer nada para detener esta pelea. Él tomó a Zilpa la sirvienta de Lea y durmió con ella; y ella le dio un hijo, Gad (v. 10). Esa palabra viene de la palabra hebrea que significa “invadir” o “vencer”. La versión en inglés The King James (KJV) expresa que Lea llamó a su hijo Gad porque ella decía que venía una tropa. Otras traducciones interpretan que la palabra significa “buena fortuna” (LBLA, NBLH, NTV, RVA). Imaginemos una ciudad asediada. A medida que los habitantes de esa ciudad consideran qué hacer, se difunden por la ciudad las noticias de que soldados amigos vienen a su rescate. Estas son buenas noticias. Finalmente, las cosas parecen tomar su rumbo. Este era el sentir de Lea en ese momento. Ella se había estado sintiendo atacada por su hermana, pero ahora por medio del nacimiento de Gad, las cosas al fin tomarían su rumbo.
En el versículo 12, Zilpa, la sirvienta de Lea, da a luz un segundo hijo al cual Lea llamó Aser, que significa “dichoso”. Lo que es impresionante acerca de este nombre es la razón por la cual Lea se sentía feliz. “Las mujeres me dirán dichosa”, dijo. Ella no se enfocó en su hijo, sino que su preocupación era qué pensarían de ella las otras mujeres. Lea creía que las demás mujeres pensarían que ella estaba siendo bendecida por Dios debido a que había tenido muchos hijos.
La pelea entre Raquel y Lea muy pronto se extendería hasta sus hijos. Durante la cosecha de trigo, Rubén, el hijo mayor de Lea, salió al campo y encontró algunas plantas de mandrágoras. Él trajo estas plantas a la casa para dárselas a su madre. En ese tiempo era común la creencia de que si la mujer se comía la raíz de la mandrágora, ésta la ayudaría a salir embarazada.
Rubén era el hijo mayor de Lea. No estamos seguros cuántos años él tendría para esa fecha. Ahora Lea tenía seis hijos. Esto significa que Rubén tenía por lo menos seis años o más. Aquí necesitamos hacernos una pregunta importante. ¿Por qué Rubén le trajo estas plantas de mandrágoras a su madre? ¿Acaso él creía que esta planta ayudaría a su madre a tener otro hijo? De ser así, ¿estaba él consciente de la tremenda lucha que estaba librándose entre su madre y Raquel? ¿Estaba él ayudando a su madre a salir embarazada? Siendo ese el caso, tenemos evidencia de que la batalla entre Raquel y Lea ahora estaba afectando a sus hijos.
Cuando Raquel oyó que Rubén le había dado a su madre las mandrágoras, le pidió algunas a Lea (v. 14). Lea le respondió:
¿Es poco que hayas tomado mi marido, sino que también te has de llevar las mandrágoras de mi hijo? (v. 15)
Lea acusaba a Raquel de haberle quitado a su esposo. Ella le echaba la culpa a su hermana de la falta de amor de su esposo. Sin embargo, Raquel le dijo a Lea que estaba de acuerdo a que Jacob durmiera con ella esa noche si a cambio le daba las plantas. Y Lea aceptó. Es muy probable que ya Lea hubiera comido de la planta, y esperaba que esa noche pudiera salir embarazada.
Cuando Jacob llegó del campo por la tarde, Lea salió a recibirlo. Ella le contó lo que había sucedido y cómo lo había “alquilado” por medio de las mandrágoras de Rubén (v. 16). Y Jacob durmió con Lea esa noche.
Observemos que el versículo 17 nos dice que “oyó Dios a Lea; y concibió…”. Esto es muy impactante teniendo en cuenta la manera en que Lea pensaba. Lea creía que las mandrágoras la habían hecho concebir; sin embargo, la realidad del asunto es que fue Dios quién lo hizo. Él escuchó a Lea y abrió su vientre.
Percatémonos en el versículo 18 que Lea llamó a su hijo Isacar, que significa “recompensa”. Lea creía que Dios la estaba recompensando por darle su sierva Zilpa a Jacob. Lea pensaba que ella debió haber hecho algo correcto para que Dios la bendijera. Pero simplemente este no era el caso. Ella le dio su sierva Zilpa a Jacob por celos. En vez de confiar en que el Señor le proveería un hijo, Lea tomó el asunto en sus propias manos.
¿Alguna vez hemos conocido personas que piensan así? Ellos creen que Dios los ha bendecido porque deben haber hecho algo bueno. En realidad, están diciendo que Dios aprueba sus caminos pecaminosos, y que Su bendición en sus vidas es una prueba de esto. La realidad es que Dios nos bendice simplemente porque nos ama. En algunas ocasiones yo no he estado de acuerdo con las cosas que mis hijos hacen, pero no he dejado de cuidarlos. Es posible que mis hijos piensen que, porque aún cuido de ellos, debo estar de acuerdo con lo que hacen, pero no es así. Dios le da vida hasta al peor de los pecadores. Él no nos abandona cuando le damos la espalda, pero esto no significa que está de acuerdo con nuestro proceder. Lea supuso que Dios debía estar recompensándola por sus celos cuando le dio un hijo. Dios la bendijo porque la amaba, no porque concordara con sus acciones.
En el versículo 19 Lea volvió a concebir, y dio a luz a su sexto hijo, al cual llamó Zabulón, que significa “favorecer, honrar”. Nuevamente observemos el enfoque del versículo 20. Lea lo llamó Zabulón (honrar) no porque su hijo sería honrado, sino ella. Lea creía que, por haberle dado seis hijos a Jacob, finalmente él la trataría con honor como su esposa que era. Una vez más esto nos muestra que Lea se enfocaba en sí misma.
Un tiempo después Lea dio a luz una hija; y ésta se llamó Dina. En Génesis 34 leemos cómo Dina fue violada por Siquem, el heveo, causando esto que sus hermanos masacraran a los habitantes de toda la ciudad.
Dios también se acordó de Raquel. En los versículos 22-23 dice que él abrió su vientre y le dio otro hijo. Ella lo nombró José, que significa “que el Señor añada”. Raquel le puso este nombre cuando dijo, “Añádame Jehová otro hijo”.
¿No es llamativo que Raquel llamara a su hijo José? En vez de estar contenta con el hijo que Dios le había dado, ella anhela otro. Al igual que Lea, su atención no parecía estar en Dios, contentándose con lo que Él le daba. Más bien ella parecía estar atrapada en esta constante pelea con su hermana.
Analicemos a la familia de Jacob por un momento. Sus doce hijos llegarían a ser los patriarcas de las doce tribus de Israel. Jacob fue un hombre respetado en Israel, aunque su familia era un desastre. Sus esposas parecían estar en una lucha constante entre sí. Ellas mostraban falta de fe y confianza en Dios. Los hijos de Jacob llevaban nombres que testificaban del celo y la amargura de sus esposas, además de la incapacidad que él tenía para resolver el conflicto. La nación de Israel y sus doce tribus nacieron en medio de conflicto. Aunque la situación de la familia de Jacob dejaba mucho que desear, hay algo absolutamente seguro por encima de todo esto. Dios bendecía su familia. Ellos no merecían esta bendición; sin embargo, a pesar de sus fallos e imperfecciones, eran objeto de la atención y del gran amor de Dios. Como pueblo de Dios, nosotros también somos el objeto de ese gran amor.
Para Meditar:
Describamos cómo era la relación entre las esposas de Jacob. ¿Cómo habría sido vivir en esta familia?
Observemos cómo Raquel le echó la culpa a Jacob de no darle hijos. ¿Ha culpado usted a otras personas por sus propias faltas y pecados? Explique.
Las esposas de Jacob parecían tomar el asunto en sus propias manos al confiar en que sus siervas y las mandrágoras le darían hijos. Ellas no eran capaces de mantener su enfoque en Dios. ¿Tenemos nosotros problemas de confianza en Dios?
Los hijos de Jacob llevaron en los nombres que recibieron las marcas del conflicto entre sus madres. ¿De qué manera nuestros hijos llevan las marcas de nuestras faltas y pecados?
Lea creía que Dios la bendecía porque había hecho algo bueno ¿Por qué nos bendice Dios?
Para Orar:
¿Estamos viviendo en una relación tensa? Pidamos a Dios que nos ayude a dar lo mejor de nosotros en esa relación.
Pidamos al Señor que escudriñe nuestros corazones y nos perdone por las veces en que hemos culpado a otros por nuestros propios problemas.
Demos gracias al Señor porque Él está dispuesto a bendecirnos, aun cuando no merecemos tal bendición.
Agradezcamos al Señor por la manera en que Él nos ha usado a pesar de nuestras faltas e imperfecciones.
Tomemos un momento para orar por nuestra familia. Roguemos a Dios que sane nuestras heridas y aumente el amor y la aceptación en nuestra familia.
CAPÍTULO 29 – JACOB SE VUELVE RICO
Leamos Génesis 30:25-43
En la sección anterior del capítulo 30, pudimos ver algo sobre la vida de la familia de Jacob y la batalla en la que se encontraban sus esposas. Según avanzamos hasta la parte final de este capítulo vemos que Dios continuaba bendiciendo a Jacob y a su familia a pesar de sus tantas faltas.
La familia de Jacob iba creciendo. Ya él había vivido en Harán por muchos años. Y fue después del nacimiento de José que Jacob decidió que era hora de dejar a Labán y regresar a la tierra de sus padres. Jacob sabía que Dios le había prometido la tierra de Canaán. Su futuro no estaba en Harán.
En el versículo 25, él se acercó a Labán y le pidió permiso para tomar a su familia y regresar a su tierra natal. Labán no quería perder a Jacob ni a sus hijas. Jacob había trabajado duro para él durante todos esos años. Observemos en el versículo 27 (NVI) que Labán había descubierto por medio de la adivinación (artes de magia) que él había sido bendecido debido a la presencia de Jacob, y no quería perder esa bendición. ¿Cuánto bendecimos con nuestra presencia a las personas que nos rodean?
Debido a que Labán no quería perder a Jacob, le ofreció pagarle lo que él le pidiera por tal de que se quedara y trabajara para él (v. 28). Entonces Jacob pensó en ello por un momento y tuvo un plan.
En el versículo 29 Jacob le recordó a Labán la manera en que había cuidado de su ganado. Cuando Jacob llegó a la región, Labán solo tenía un pequeño rebaño, el cuál creció grandemente bajo el cuidado de Jacob. Dios aumento las riquezas de Labán a causa de Jacob. Entonces éste le dijo a Labán que ahora él necesitaba hacer algo para sí mismo y para su propia familia (v. 30).
Jacob pidió permiso para irse usando las ovejas de Labán, y de tomar para sí algunas de las que estaban manchadas, salpicadas y de color oscuro (v. 32). Jacob le dijo a Labán que cualquiera de sus cabras u ovejas que no estuvieran manchadas, salpicadas o de color oscuro serían consideradas como robadas (v. 33). Labán estuvo de acuerdo. Como la mayoría de las ovejas y cabras eran de un solo color, esta petición probablemente no había sido tan incómoda para él. Sin embargo, esto hizo que Jacob tuviera sus propias ovejas. Hasta aquí él solo había cuidado del rebaño de Labán, pero ahora también cuidaría de su propio rebaño. Este fue el primer paso para independizarse de Labán.
Ese día, Jacob fue al rebaño de Labán y sacó todas las ovejas que estaban manchadas o salpicadas de color oscuro. Él puso a sus hijos a cargo de estos animales; e hizo que entre sus ovejas manchadas y salpicadas y las ovejas de Labán que tenían un solo color, hubiera tres días de camino de separación. Los hijos de Jacob cuidaron del nuevo rebaño de la familia mientras que Jacob continuaba atendiendo las ovejas de Labán.
Mientras Jacob atendía al rebaño de Labán, tomó varas verdes de álamo, de avellano y de castaño, y las peló de tal manera que quedaron unas franjas blancas que bajaban a lo largo de la rama (v. 37). Él colocó estas ramas en los bebederos para que estuvieran justamente frente al rebaño cuando éste viniera a beber. Cuando los animales estaban en celo, se apareaban en frente de estas ramas; y los borregos que nacían salían listados, pintados y salpicados (v. 39). Entonces Jacob los separaba para él. No se puede precisar qué beneficio tenían estas ramas que hacían que las crías nacieran con listas y manchas. Sin embargo, es interesante que observemos en Génesis 31:9-12 que Jacob había soñado que Dios le daba ovejas manchadas como pago por todos los sufrimientos que Labán le había causado.
Así quitó Dios el ganado de vuestro padre, y me lo dio a mí. Y sucedió que al tiempo que las ovejas estaban en celo, alcé yo mis ojos y vi en sueños, y he aquí los machos que cubrían a las hembras eran listados, pintados y abigarrados. Y me dijo el ángel de Dios en sueños: Jacob. Y yo dije: Heme aquí. Y él dijo: Alza ahora tus ojos, y verás que todos los machos que cubren a las hembras son listados, pintados y abigarrados; porque yo he visto todo lo que Labán te ha hecho.
Lo que sí está claro es que el Señor bendijo a Jacob y le dio estos animales. Es posible que el Señor también le dijera a Jacob que pusiera estas ramas en el agua como un medio para cumplirle Su promesa.
Observemos en el versículo 41 que cada vez que las hembras más fuertes estaban en celo, Jacob colocaba las ramas rayadas frente a ellas (41). Pero no lo hacía así con las hembras más débiles (v. 42). El resultado era que los animales más fuertes se apareaban y producían crías fuertes que salían manchadas y salpicadas. Y fue de esta forma que Jacob aumentó su rebaño. El versículo 43 nos dice que “se enriqueció el varón muchísimo, y tuvo muchas ovejas, y siervas y siervos, y camellos y asnos”.
Aunque Jacob quería dejar a Labán, Dios no había terminado lo que quería hacer en él. Mientras Jacob esperaba el momento correcto, el Señor lo preparaba proveyéndole grandes riquezas en ovejas y ganado. Algunas veces lo que parece ser una demora o un obstáculo, en realidad es la manera de Dios protegernos o prepararnos para lo próximo que nos quiere dar.
Para Meditar:
¿Cree usted que en este pasaje Jacob estaba siendo un engañador? ¿Aumentó él sus riquezas debido al fraude, o fue Dios quien lo bendijo con estas riquezas?
¿Qué aprendemos sobre el tiempo de Dios? ¿Cómo Dios preparó a Jacob en este pasaje para el momento de dejar a Labán?
¿Alguna vez hemos tenido que esperar el tiempo de Dios? ¿De qué manera Dios usó ese tiempo para prepararnos o equiparnos mejor para lo que teníamos por delante?
Para Orar:
Demos gracias al Señor porque Él ve el mal que nos han hecho, y en Su tiempo nos recompensará por nuestra fidelidad.
Pidamos al Señor que nos ayude a esperar en Su tiempo.
Demos gracias a Dios porque Su tiempo es perfecto. Pidámosle que nos ayude a confiar en Él mientras esperamos en Él.
Dediquemos un momento para agradecer al Señor por Sus bendiciones en nuestras vidas.
CAPÍTULO 30 – EL CONFLICTO ENTRE LABÁN Y JACOB
Leamos Génesis 31:1-55
En el transcurso del tiempo, Dios bendijo a Jacob con grandes riquezas, y esto no pasó desapercibido. Llegó el momento en que los hijos de Labán comenzaron a quejarse de Jacob y las riquezas que ganaba a expensas de Labán (v. 1). Jacob también notaba que la actitud de su suegro hacia él estaba cambiando (v. 2). Puede ser que Labán pensara que Jacob se estaba aprovechando de él. Esta creciente tensión haría más difícil la estancia de Jacob en la tierra.
Y fue en ese momento que Dios le habló a Jacob y le dijo que volviera a la tierra de sus padres (v. 3). Dios le prometió a Jacob que iría con él cuando partiera. Observemos que Dios no solo guiaba a Jacob cuando hablaba con él, sino también a través de las circunstancias que enfrentaba. El resentimiento de Labán y de sus hijos hacia Jacob también era parte del plan de Dios para mostrarle que este era el momento para irse de la región.
Jacob les habló a sus esposas acerca de la mudanza, y les dijo que la actitud de Labán hacia él había cambiado. Él les recordó que, aunque la actitud de Labán estaba cambiando, el Dios de sus padres nunca lo desampararía. Jacob había trabajado duro para su padre, pero Labán había cambiado su salario diez veces. A pesar de que Labán se esforzaba en estafarlo, Dios continuaba bendiciéndolo para que su rebaño creciera (vv. 8-9).
Jacob les dijo a sus esposas sobre el sueño que tuvo, en el cual el Señor le habló. Él había visto el rebaño en tiempo de apareamiento. Los machos pintados, mancha-dos y listados cubrían a las hembras del rebaño. En el sueño, un ángel del Señor le dijo a Jacob que Él había visto lo que Labán le había hecho (v. 12). Jacob entendió que el Señor le estaba diciendo que su rebaño manchado crecería porque Labán lo había engañado. Dios lo recompensaría por su fiel servicio a Labán.
El Señor también le recordó a Jacob el juramento que le había hecho en Betel cuando vino por primera vez a la tierra de Harán. Allí en Betel, Jacob tuvo una visión de una escalera que llegaba hasta el cielo; con ángeles que bajaban y subía. Jacob le prometió a Dios que, si Él prosperaba su viaje, construiría un altar en ese lugar y le adoraría (Gn. 28:1112). Dios le dijo que este era el tiempo de irse y cumplir ese juramento (v. 13).
Cuando Raquel y Lea se dieron cuenta de que lo que Jacob decía era verdad, estuvieron de acuerdo con él sobre marcharse de allí.
¿Tenemos acaso parte o heredad en la casa de nuestro padre? ¿No nos tiene ya como por extrañas, pues que nos vendió, y aun se ha comido del todo nuestro precio? Porque toda la riqueza que Dios ha quitado a nuestro padre, nuestra es y de nuestros hijos; ahora, pues, haz todo lo que Dios te ha dicho. (Gn. 31:14-16)
Raquel y Lea se habían percatado de que ahora su padre se había distanciado de ellas. Su padre no solo los había estado engañando, sino que también los había estado tratando como a extraños. Ellas no se sentían apegadas a la tierra de Labán. Ahora estaban listas para irse con Jacob.
Observemos que Dios estaba preparando el camino para que Jacob se marchara. Antes de esto, Jacob y su familia no estaban listos. Su familia no tenía suficiente riqueza para sostenerse en un viaje semejante. Sus esposas no estaban listas para irse, ni Labán estaba listo para dejarlas ir. Cuando llegó el tiempo de Dios, el Señor preparó el camino. Ahora todo estaba en su sitio. Jacob subió a sus hijos y a sus esposas en los camellos; y llevó a su ganado delante de él. Empacó los bienes que había acumulado y partió para la tierra de Canaán (v. 18).
Veamos en el versículo 19 que antes de irse, Raquel robó los ídolos de su padre. Esto nos revela algo importante. Nos muestra que Labán y su familia adoraban a otros dioses. Ellos no estaban consagrados al Dios de Abraham. También nos muestra que la misma Raquel honraba a los dioses de su padre Labán. Obviamente, ella los robó porque quería tenerlos consigo durante el viaje y en su nuevo hogar.
El versículo 20 nos dice que cuando Jacob y su familia se fueron, lo hicieron en secreto, sin decirle nada a Labán. Cruzaron el rio Éufrates y se dirigieron al monte de Galaad (v. 21). Después de pasados tres días fue que Labán descubrió que Jacob y su familia se habían marchado de la región (v. 22). Luego de siete días de persecución, Labán alcanzó a Jacob en Galaad (v. 23). No tenemos claro cuáles eran las intenciones de Labán en ese momento, pero cuando él perseguía a Jacob, Dios se le apareció en un sueño y le advirtió que no hablara ni en bien ni en mal sobre Jacob y su familia (v. 24, LBLA). Esto puede indicar que Labán estaba bien enojado con Jacob y con sus hijas.
Cuando Labán se encontró con Jacob, le preguntó que por qué lo había engañado, llevándose a sus hijas como prisioneras de guerra (v. 26). Tal parece que él acusaba a Jacob de llevarse a sus hijas por la fuerza. Él le dijo a su yerno que debía haberle dicho que se iba para poder despedirlos con alegría y cantares (v. 27). Y lo acusaba de hacer las cosas de una manera alocada (v. 28).
Labán le recordó a Jacob que él tenía el poder para hacerle mal, pero Dios le había advertido que no le hiciera ni le dijera nada, ni en bien ni en mal. No podemos saber lo que Labán hubiera hecho si Dios no le hubiera advertido en sueños. Labán respetaba a Dios lo suficiente como para cohibirse de hacerle daño a Jacob. Sin embargo, lo acusó de robarle sus dioses (v. 30).
Jacob le respondió diciéndole a Labán que ellos se habían marchado en secreto porque temían que él tomara a sus hijas por la fuerza. Pero en relación a los dioses de su casa, Jacob no sabía nada. Él desafió a Labán a que buscara en su campamento a ver si encontraba algo que le perteneciera. Jacob no sabía que Raquel había tomado esos dioses (v. 32).
Labán revisó la tienda de Jacob, la tienda de Lea y las tiendas de sus dos siervas, pero no encontró nada (v. 33). Cuando entró a la tienda de Raquel, la encontró a ella sentada sobre la montura de un camello. Sin que él supiera, Raquel había escondido los ídolos debajo de la montura. Cuando su padre procuraba buscar por algún otro lado, Raquel le dijo que ella no se podía parar porque estaba con la costumbre de las mujeres (v. 35). En aquellos días, cualquier lugar sobre el cual se sentara una mujer mientras estaba en su período menstrual, se consideraba inmundo (ver Levítico 15:20).
Labán no quiso buscar en la montura por lo que Raquel le dijo. Ciertamente, él no esperaba que Raquel hubiera profanado de ese modo los ídolos de su casa, por lo que se fue de la tienda.
Cuando Labán regresó con las manos vacías, Jacob se enojó con él; y le preguntó en presencia de la familia cuál era su transgresión para que lo persiguiera como a un criminal (v. 36). Entonces le pidió a Labán que le mostrara evidencia de que él le había robado (v. 37).
Jacob le recordó a Labán que él había estado con él durante veinte años (v. 38); y durante ese tiempo, sus ovejas habían estado muy bien cuidadas. También le recordó cómo había trabajado catorce años por sus esposas y otros seis por su ganado. Durante ese tiempo, Labán le había cambiado el salario diez veces (v. 41). Si Dios no hubiera estado con él, Jacob habría salido de allí con las manos vacías (v. 42).
Labán justificó sus acciones diciéndole a Jacob que las mujeres eran sus hijas, y sus hijos eran sus nietos. E incluso, hasta las ovejas eras sus ovejas. Él reclamaba que todo lo que Jacob tenía le pertenecía. Al decir esto, Labán no reconocía que Jacob había trabajado duro para pagar por estas esposas y por las ovejas.
En el versículo 43 Labán le dijo a Jacob que no había nada que él pudiera hacer para regresarse a estas mujeres, a sus hijos y al ganado. Puede que él se estuviera refiriéndose al sueño en el cuál se le había advertido que no tocara a Jacob. Labán se dio cuenta de que Dios le había quitado todas esas cosas y se las había dado a Jacob.
Labán propuso hacer un pacto entre los dos (v. 44). Entonces Jacob tomó una piedra y la levantó como señal. Les dijo a sus hermanos que reunieran piedras y las amontonaran, y cuando lo hicieron, se sentaron sobre ellas y comieron juntos (v. 46). Labán llamó ese lugar Jegar Sahaduta, lo cual en arameo significa “montículo del testimonio”; y Jacob lo llamó Galaad, que significa lo mismo, pero en hebreo (v. 47). El lugar donde ellos amontonaron las piedras también se llamó Mizpa, que significa “atalaya”, porque Labán les había dicho que Dios velaría por ellos cuando se apartaran el uno del otro (v. 49).
Ese día, Labán le dijo a Jacob que ese montón de piedras era testigo entre ellos (v. 48). El Señor juzgaría a Jacob si maltrataba a sus hijas o si tomaba otras mujeres además de ellas (v. 50). Labán esperaba que Jacob dedicara su vida a cuidar de sus hijas solamente.
Ese pilar era testigo entre ellos. Allí prometieron nunca pasar de ese majano con la intención de dañarse uno al otro. Entonces Jacob ofreció sacrificio al Señor, y como gesto de buena amistad, invitó a sus hermanos a comer y a pasar la noche con ellos (v. 54).
Por la mañana Labán se levantó, besó a sus hijas y nietos, los bendijo y regresó a su hogar (v. 55). Con esto, Jacob y su familia estaban oficialmente autorizados a irse a la tierra de Canaán, donde Dios los establecería y los haría una gran nación.
Para Meditar:
Analicemos el celo que surgió en los corazones de los hijos de Labán. ¿Alguna vez nos hemos sentido celosos porque Dios haya escogido bendecir a alguien más?
¿Qué aprendemos acerca del tiempo de Dios? ¿Qué evidencia tenemos de que ya era el momento de que Jacob y su familia se fueran? ¿Cuán importante es que esperemos en el tiempo de Dios?
Analicemos el ejemplo de Jacob, quien trabajó duro, aun sin que se le agradeciera. ¿Alguna vez se ha sentido usted menospreciado y abusado? ¿Qué nos enseña el ejemplo de Jacob?
Pensemos en Raquel. ¿Qué aprendemos en este capítulo acerca de su fe? ¿Qué aprendemos sobre su honestidad? ¿Qué nos dice esto sobre su carácter?
Dios bendijo a Jacob a pesar del hecho de que Raquel había robado dioses paganos y los había traído a Su campamento. ¿Qué nos dice esto sobre la paciencia y la misericordia de Dios?
Para Orar:
¿Alguna vez nos hemos sentido celosos de que Dios bendiga la vida de otras personas? Pidámosle que nos perdone y nos ayude a regocijarnos en lo que el Señor está haciendo en sus vidas.
Roguemos a Dios que nos ayude a estar dispuestos a esperar en Él y en Su tiempo para nuestras vidas y ministerios.
Pidamos a Dios que nos dé más del carácter de Jacob, quien estuvo dispuesto a trabajar duro, aun cuando fue menospreciado. Démosle gracias a Dios porque Él ve nuestra fidelidad aun cuando otros no la ven.
Demos gracias al Señor porque Él nos sigue bendiciendo incluso cuando no cumplimos con Sus estándares.
CAPÍTULO 31 – JACOB LLEGA A LA TIERRA
Leamos Génesis 32:1-33:20
Jacob, en obediencia a la palabra del Señor, dejó a Labán y se encaminó hacia su tierra natal. Dios le había prometido estar con él. Debemos recordar que cuando Jacob se fue de su tierra natal alrededor de veinte años atrás, su hermano Esaú había prometido matarlo por robar su bendición. Jacob tenía esto presente en su viaje de regreso.
El versículo 1 del capítulo 32 nos dice que cuando Jacob comenzó su viaje, los ángeles de Dios le salieron al encuentro. Este encuentro fue tan impactante para Jacob, que él decidió llamar aquel lugar Mahanaim, que literalmente significa “dos campamentos”. Él le puso ese nombre porque dijo: “Campamento de Dios es este”. Muchos años antes de este encuentro con los ángeles de Dios, Jacob había tenido una visión donde veía ángeles que subían y bajaban una escalera que llegaba hasta el cielo. Dios le mostró por medio de esa visión que los ángeles cuidarían de él. Y aquí, en el versículo 2, vemos el cumplimiento de esa promesa. La visita de estos ángeles debió haber sido un verdadero estímulo para Jacob después de su encuentro con Labán en el capítulo anterior.
Sabiendo que la presencia de Dios estaba con él, Jacob envió a sus mensajeros delante para que se encontraran con su hermano Esaú y le dijeran de su llegada. Esto fue un acto de valentía de parte de Jacob, en vista de que Esaú había jurado matarlo (ver Génesis 27:41).
Jacob les dio instrucciones a sus siervos en Génesis 32:4-5 de decirle a Esaú que todos estos años él lo había pasado con Labán. Dios lo había prosperado con vacas, asnos, ovejas y siervos; y ahora él le informaba a Esaú de su presencia esperando hallar favor ante sus ojos. Dios había llamado a Jacob a regresar a su tierra natal; sin embargo, si él obedecía y se quedaba en esa tierra, iba a tener que arreglar las cosas con su hermano. El regreso a Canaán tenía sus riesgos. No obstante, Dios le había prometido que lo protegería; y él confiaba en esta promesa a medida que procuraba entenderse con su hermano.
Quizás alguna vez nos hayamos encontrado en una situación similar. Pero antes de hacer lo que Dios nos ha llamado, necesitamos tratar con nuestros pecados. Esto es lo que Dios le está pidiendo a Jacob que haga. Él había robado la bendición de su hermano por medio del engaño; y ahora estaba enfrentando a la persona a la que había ofendido buscando la reconciliación.
Cuando los mensajeros de Jacob regresaron, le dijeron que Esaú venía a su encuentro con cuatrocientos soldados (Gn. 32:6). Esta noticia preocupó a Jacob. Él pensó lo peor. ¿Por qué Esaú vendría a su encuentro con cuatrocientos soldados? ¿Iría a cumplir su promesa de matarlo? Génesis 32:7 nos dice que Jacob tuvo gran temor, y se angustió ante esta noticia.
Creyendo que Esaú venía con intenciones hostiles, Jacob dividió a su familia en dos grupos; e hizo lo mismo con el ganado, las ovejas y los camellos. La intención de Jacob era proteger a su familia. Si Esaú atacaba a un grupo, el otro podía huir para salvar sus vidas (32:8).
Observemos que Jacob también oró. Esto nos dice algo respecto a su relación con Dios. Hubiera sido fácil para Jacob tomar el asunto en sus manos sin buscar la dirección de Dios. Muchos hombres y mujeres antes y después de él habían hecho eso exactamente. Sin embargo, Jacob sabía que necesitaba a Dios. Veamos su oración en Génesis 32:9-12.
Jacob comenzó su oración recordándole a Dios que Él lo había llamado a esta tierra. Y no solo que Dios lo había llamado, sino que también le había prometido que lo prosperaría. Jacob reclamaba esas promesas y sostenía que Dios era fiel a Su palabra.
Observemos también que Jacob admitía que no era digno de la bondad ni de la misericordia de Dios. Cuando él cruzó el río Jordán y fue a vivir con Labán, no tenía nada más que su cayado. Dios lo había bendecido y le había dado grandes riquezas. Él reconocía la maravillosa gracia y misericordia de Dios en su vida; sabía que no era digno de ninguna de las bendiciones de Dios. Jacob le recordaba al Señor Su promesa de que sus descendientes serían tan numerosos como la arena del mar (32:12).
Esta oración es importante porque nos muestra la misericordia y la compasión de Dios hacia los pecadores indignos. Jacob era indigno. Él había engañado a su hermano provocando que éste se airara muchísimo con él. Jacob le había robado a su hermano su bendición y su primogenitura. Sin embargo, al mismo tiempo sabía que tenía el llamado de Dios en su vida. Aquí en esta oración, él tuvo el coraje de buscar la misericordia de Dios para cumplir su llamado. ¿Quién de nosotros no se ha encontrado en una situación similar? Aunque no merecemos la misericordia de Dios, hemos sido llamados por Dios para ser instrumento Suyo en este mundo. Quiera Dios que tengamos el coraje de pedirle que nos fortalezca y nos bendiga para cumplir ese llamado.
Esa noche Jacob buscó al Señor y Su favor, y al próximo día seleccionó los regalos para su hermano. Jacob apartó doscientas cabras, veinte machos cabríos, doscientas ovejas, veinte carneros, treinta camellas paridas con sus crías, cuarenta vacas, diez novillos, veinte asnas y diez borricos (32:14-15). Su regalo mostraba que él sabía que era culpable y que trataba sinceramente de hacer las paces.
Jacob envió a sus siervos delante con las instrucciones, y les dijo que dejaran un espacio entre las manadas (32:16). Le dijo al siervo que iba en la delantera, que cuando se encontrara con Esaú y éste le preguntara acerca de los animales, le respondiera que pertenecían a Jacob, pero que él se los enviaba a Esaú como regalo (32:17-18). También debía decirle a Esaú que Jacob venía detrás.
Entonces Jacob instruyó al segundo y al tercer siervo para que dijeran lo mismo. Su intención era apaciguar a Esaú con sus regalos, con la esperanza de que lo recibiera favorablemente (32:20).
Cuando los siervos salieron con los regalos para encontrarse con Esaú, Jacob pasó la noche en el campamento (32:21). Esa noche Jacob se levantó, tomó a sus dos esposas y a sus siervas, así como a sus once hijos, y los envió a que cruzaran el vado de Jaboc. También envió sus posesiones. Jacob permanecería solo en el otro lado del arroyo.
Génesis 32:24 nos dice que un hombre luchó con Jacob hasta el amanecer. El hombre no podía vencer a Jacob, pero en el transcurso de la pelea, le tocó en el encaje de su muslo y lo hirió (32:25).
A pesar de estar herido, Jacob continuó peleando hasta el punto de que el hombre gritó: “Déjame, porque raya el alba”. Sin embargo, Jacob se rehusó a dejarlo ir, insistiéndole que lo bendijera antes de marcharse (32:26).
El hombre le preguntó a Jacob su nombre, y Jacob le dijo. Entonces le dijo que de ahora en adelante su nombre sería Israel; porque había luchado con Dios y con los hombres, y había vencido (32:28). El nombre Israel significa literalmente “el que lucha con Dios”. Esto demostraría ser cierto respecto a la nación que saldría de Jacob.
Cuando Jacob le preguntó al hombre su nombre, éste no le dijo, más le preguntó: “¿Por qué me preguntas por mi nombre?”. Entonces bendijo a Jacob y se fue.
Jacob se dio cuenta de que había estado peleando con un ángel de Dios. Entonces llamó aquel lugar Peniel, que significa “cara de Dios”, porque dijo “Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma”.
Cuando salió el sol esa mañana, Jacob estaba cojeando por su herida en la cadera (32:31). Desde entonces, los israelitas se niegan a comer del tendón que se contrajo, el cual está en el encaje del muslo, como un recordatorio de lo que le pasó a Israel (Jacob) (32:32).
Básicamente esta es una imagen de la batalla de Jacob con Dios. Observemos en este pasaje que Jacob estaba tratando de resolver el problema que tenía con su hermano dándole ovejas y ganado. También había organizado a su familia de tal modo que pudieran escapar si Esaú atacaba. Esto era lógico desde la perspectiva humana. Sin embargo, la realidad del asunto era que Dios le había prometido que lo protegería y haría de él una gran nación. Aun así, Jacob tomó el asunto en sus propias manos, y le costó creer lo que Dios le había prometido.
El pasaje nos revela que Jacob venció a Dios. ¿Cómo es posible que venciera a Dios? Observemos que el ángel simplemente tocó la cadera de Jacob y lo hirió. Esto nos muestra con cuánta facilidad Dios hubiera vencido a Jacob; sin embargo, no era su intención. Dios quiso que Jacob ganara esta batalla. Nunca la intención del ángel fue vencer a Jacob, sino darle la victoria. Él quería que Jacob venciera los obstáculos que le impedían dar el siguiente paso en el plan de Dios. Al luchar con Dios en estos aspectos, Jacob sería fortalecido y preparado para lo que venía por delante.
Por último, veamos que la verdadera batalla que Jacob luchó fue la batalla espiritual. Definitivamente, su batalla no era con su hermano, sino con Dios, en oración. Él nunca obtendría la victoria mediante la fortaleza y la sabiduría humana, sino más bien en sumisión a Dios y a Su propósito.
En el capítulo 33 vemos el resultado de esta batalla con Dios. Jacob alzó sus ojos y vio a Esaú que venía con su ejército de cuatrocientos hombres (33:1). Él repartió a sus hijos entre Lea, Raquel y sus siervas. Puso al frente a las siervas con sus hijos, después a Lea con sus hijos, y finalmente a Raquel y a José en la parte de atrás (33:2). Esto parece mostrarnos algo respecto a su relación con sus esposas. Raquel era la más protegida. Si Esaú decidía atacar, ella tendría mayor oportunidad de escapar. Jacob fue al frente de sus esposas para recibir a su hermano; y a medida que Esaú se acercaba, Jacob se inclinó en tierra siete veces (33:3). Esto era un acto de humildad que mostraba respeto y sumisión ante su hermano.
Cuando Esaú vio a Jacob, corrió a su encuentro y se abrazaron, se echó sobre su cuello, le besó y lloraron (33:4). En la mente de Jacob esta debe haber sido una clara respuesta a sus oraciones y a su batalla con Dios.
Cuando Esaú alzó sus ojos y vio a las mujeres y a los niños que venían hacia él, le preguntó a Jacob sobre ellos. Jacob le dijo que esos eran los hijos que Dios le había dado. Percatémonos en Génesis 33:5 que Jacob se llamó siervo de Esaú.
Cada criada doméstica vino con sus hijos y se inclinaron ante Esaú como señal de respeto. Entonces se acercó Lea con sus hijos y se inclinó; y por último Raquel hizo lo mismo (33:7). Toda la familia tuvo cuidado de mostrarle gran respeto a Esaú.
Luego Esaú le preguntó por los animales que había encontrado en el camino. Jacob le dijo que eran un regalo para él con el fin de poder hallar gracia ante sus ojos. Esaú le dijo que él no tenía necesidad de estos animales, y le propuso devolvérselos (33:9). Sin embargo, Jacob se rehusó a aceptarlos de vuelta; y le dijo a Esaú que, al ver su rostro, era como si hubiera visto el rostro de Dios, pues él lo había recibido favorablemente. En otras palabras, la respuesta de Esaú hacia él era obra de Dios. Jacob vio la mano de Dios en la manera en que Esaú lo recibió. Solamente eso merecía el costo de todos esos animales. Al oír esto, Esaú aceptó el regalo (33:11).
Esaú se ofreció a acompañar a Jacob y a su familia hacia la casa. Jacob no quiso aceptar su oferta y le dijo que los niños eran muy jóvenes y no iban a poder aguantar ese largo viaje. También debía cuidar los animales, porque algunos de ellos estaban amamantando a sus crías. Él no podía fatigarlas para que no murieran. Él le dijo a Esaú que se adelantara, que él iría a un paso más lento, y que se encontrarían en Seir (33:14). Sin embargo, cuando Esaú se fue con sus hombres, Jacob se fue para Sucot.
En Sucot, Jacob construyó una casa para él y cabañas para sus ganados. El nombre de Sucot literalmente significa “cabañas”. Finalmente, Jacob acamparía a la vista de la ciudad de Siquem. En esa región compró una parte de la propiedad por unas cien piezas de plata, y allí se estableció con su familia (33:19). Edificó un altar y lo llamó El-Elohe-Israel, que significa “poderoso es el Dios de Israel”. Esto fue en reconocimiento a las maravillosas bendiciones de Dios, y por Su protección cuando él regresaba a la tierra de Canaán.
Para Meditar:
Aunque Jacob había sido llamado por Dios para regresar a su tierra natal, primero necesitaba resolver sus relaciones rotas con su hermano. ¿Existen cosas que necesitamos resolver antes de poder cumplir el propósito de Dios para nuestras vidas?
Observemos en estos capítulos cómo el Señor usó a Sus ángeles para animar y fortalecer a Jacob en sus momentos de necesidad. ¿Nos fortaece y nos anima Dios en la actualidad por medio de Sus ángeles?
La batalla de Jacob no era tanto con su hermano como de oración con Dios. ¿Cuán importante es la oración en nuestros ministerios y vida personal?
¿Alguna vez hemos sentido que no merecemos las bendiciones de Dios? Jacob, aunque indigno, continuaba recibiendo las bendiciones del Señor. ¿Qué nos dice esto sobre la misericordia de Dios?
¿Nos hemos conformado con muy poco en nuestra vida espiritual? ¿Qué nos enseña la batalla de Jacob con Dios acerca de insistirle al Señor que nos dé la victoria sobre las cosas que nos parecen imposible?
Para Orar:
Pidamos al Señor que nos dé valor para enfrentar esos pecados que nos impiden cumplir el ministerio que Él tiene para nosotros.
Demos gracias al Señor que, aunque somos indignos de Su tierna misericordia, de todas formas, Él está dispuesto a derramarlas sobre nosotros.
Roguemos al Señor que nos perdone por las veces en que no hemos estado dispuestos a seguir batallando para obtener las bendiciones en nuestras vidas y ministerios.
Cuando Jacob finalmente terminó su viaje, edificó un altar para adorar al Señor. ¿Tenemos nosotros hoy motivos para agradecerle al Señor? Detengámonos un momento para meditar en las bendiciones que Dios nos ha dado, y para agradecerle por ellas.
CAPÍTULO 32 – LA VIOLACIÓN DE DINA, LA HIJA DE JACOB
Leamos Génesis 34:1-31
Jacob tenía una hija con su esposa Lea que se llamaba Dina (Gn. 30:21). En el versículo 1 leemos que Dina salió a visitar a las mujeres de la región. No se nos dice por qué Dina quería visitar a las mujeres de aquel lugar. Puede ser que, como cualquier joven de nuestros días, ella buscara hacer amigos y sentirse aceptada.
Un día, un joven llamado Siquem la vio. Éste era hijo de Hamor, el gobernador heveo. Entonces Siquem violó a Dina (v. 2), pero se sintió atraído por la muchacha y se enamoró de ella. Luego, decidió que quería casarse con ella, por lo que le dijo a su padre que se la diera por esposa (v. 4).
No se nos dice cuánto tiempo había pasado desde que Siquem violó a Dina hasta que se acercó a su padre para pedirla como esposa. Sin embargo, el versículo 26 nos da a entender que después que Dina fue violada por Siquem, permaneció en la casa de él sin regresar a su familia. El versículo 3 (LBLA) nos dice que Siquem le habló tiernamente, obviamente, procurando calmar su dolor y ganar su corazón.
Hamor, el padre de Siquem vino a visitar a Jacob. Él le trajo la noticia y le pidió a Dina como esposa para su hijo. Jacob retardó su decisión hasta que sus hijos volvieron de trabajar en el campo (v. 5). Cuando ellos regresaron, Hamor estaba hablando con Jacob; y cuando oyeron lo que le había sucedido a su hermana, se llenaron de gran tristeza y enojo (v. 7).
Hamor entendió su enojo y trató de calmarlos diciéndoles que Siquem amaba a Dina y quería casarse con ella (v. 8). Él propuso que se emparentaran con su pueblo y tomaran a sus mujeres como esposas (v. 9). También les dijo que ellos podían vivir en la tierra, negociar en ella y comprar propiedades (v. 10).
Siquem también estaba presente en esa ocasión y le suplicó a Jacob que le diera a Dina por esposa. Él le dijo que le daría cualquier cosa que él pidiera a cambio de tenerla como esposa (vv. 11-12).
Ya Dios le había dicho a Su pueblo que no se casaran con las mujeres cananeas, para que no fueran tentados y no se alejaran de Él ni de Sus propósitos. Observemos en el versículo 13 que los hijos de Jacob le hablaron a Siquem sobre este requisito. Ellos le dijeron a Siquem que, según sus costumbres y cultura, era abominación darle su hermana a un hombre incircunciso (v. 14). Ellos solo permitirían que Dina se casara con él, si él y todos sus hombres aceptaban circuncidarse al igual que ellos (v. 15). Si no cumplían con este requisito, no tomarían a su hermana, y se irían (v. 17). Lo que Siquem no veía era el propósito malvado que tenían los hijos de Jacob de destruirlo a él y a su pueblo.
La propuesta le pareció buena a Siquem (v. 18). Él no perdió tiempo en regresar a su tierra para hablar con los hombres de la ciudad (v. 19). Observemos que Siquem estuvo bien dispuesto a someterse a la circuncisión porque “la hija de Jacob le había agradado”. Esto es importante. Hay un sin número de razones por la que las personas vienen a la iglesia o se bautizan. Siquem no se sometió a la circuncisión por su devoción al Dios de Israel, él lo hizo para ganar una esposa. Y lo mismo se aplica hoy en día. Muchas veces las personas se unen a la iglesia o se someten al bautismo cristiano porque quieren obtener algo para su beneficio.
Según el versículo 20, Hamor y su hijo Siquem fueron hasta la puerta de la ciudad y les hablaron a los hombres de allí. La puerta de la ciudad era el lugar donde los líderes de la ciudad se reunían para discutir los asuntos concernientes a la misma. Hamor y Siquem les recordaron a los hombres que había suficiente tierra para ambas naciones. También les dijeron que ellos podrían casarse con las hijas de Israel, y que sus rebaños y propiedades vendrían a ser suyas. Todos ellos necesitaban circuncidarse. El pueblo de Hamor tendría mucho que ganar, pues Jacob y sus hijos eran muy ricos. El pueblo de Hamor vio cuánto podían beneficiarse uniéndose a Israel, y aceptaron circuncidarse (v. 24).
Tres días después, cuando todos los hombres de la ciudad todavía estaban adoloridos y sanando de sus heridas, Simeón y Leví tomaron sus espadas y atacaron la ciudad. Ellos mataron a todos los varones, incluyendo a Hamor y a Siquem, y tomaron a Dina y la llevaron de regreso a casa (v. 26). Pero antes de irse, Simeón y Leví desvistieron a los muertos y saquearon la ciudad (v. 27). También tomaron las ovejas, vacas y asnos que pertenecían al pueblo de Siquem y se los llevaron junto con sus mujeres y niños (vv. 28-29). Toda la ciudad fue devastada por medio del engaño de los hijos de Jacob.
Jacob se enojó cuando oyó lo que Simeón y Leví habían hecho; y en el versículo 30 les dijo:
Me habéis turbado con hacerme abominable a los moradores de esta tierra, el cananeo y el ferezeo; y teniendo yo pocos hombres, se juntarán contra mí y me atacarán, y seré destruido yo y mi casa.
Ahora Jacob temía por su vida debido a lo que habían hecho sus hijos. Él tenía miedo de que las ciudades vecinas oyeran lo que había pasado y juntaran sus ejércitos para atacarlos. Sin embargo, los hijos de Jacob no se arrepintieron. Ellos insistieron en que Siquem no había obrado bien al tratar a su hermana como a una ramera.
En este pasaje vemos el engaño de los hijos de Jacob. No obstante, observemos también que ellos no buscaron la dirección de Dios en este asunto de la violación de Dina; sino que actuaron con venganza, enojo y amargura de corazón. Justificaron sus acciones diciendo que Siquem había maltratado a su hermana; sin embargo, sus mismas acciones no fueron mejores que el crimen cometido por Siquem. Los hombres de la ciudad fueron masacrados por Simeón y Leví. El pueblo de Dios no demostró perdón, sino solamente enojo, legalismo y una justificación farisaica para la matanza de toda una ciudad.
Vivimos en un mundo pecaminoso. Incluso a los creyentes y a sus hijos les suceden cosas terribles. La pregunta que debemos hacernos a partir de este pasaje es, ¿qué hacemos cuando nos pasan cosas malas? ¿Vamos al Señor y confiamos en que Él obra a nuestro favor, o reaccionamos con amargura y con una actitud rencorosa? Incontables creyentes hoy están viviendo con espíritu de amargura y rencor debido a algo que les ha pasado a ellos o a sus familias. Como en el caso de los hijos de Jacob, su actitud, y las palabras y las acciones que ésta produce, a menudo provocan más daño que la herida inicial. La violación de su hermana trajo consigo que toda una ciudad fuera masacrada. Solo nos resta preguntarnos quién cometió mayor pecado ante los ojos de Dios, ¿Siquem o los hijos de Jacob?
A menos que sometamos cuidadosamente nuestras actitudes a Dios y nos rindamos ante Él, nosotros también seremos culpables de pecado. Probablemente no haya mayor testimonio para el mundo que el testimonio de un creyente que, al ser lastimado o tratado injustamente, responde con una actitud como la de Cristo. Dios permita que aprendamos la lección de este capítulo, y nos dé gracia para responder con una actitud como la de Cristo cuando nos sucedan cosas malas.
Para Meditar:
Analicemos cómo Dina fue tentada a ir a visitar a las mujeres no creyentes de las naciones aledañas. ¿Alguna vez el mundo le ha tentado a usted de esta manera?
Pensemos en cómo los hijos de Jacob engañaron a Siquem y a Hamor. El engaño era un rasgo del carácter de Jacob. ¿Cuánto de nuestro carácter han heredado nuestros hijos? ¿Nos vemos reflejados en nuestros hijos o en quienes nos rodean?
¿Cuál fue la reacción de los hijos de Jacob ante la noticia acerca de su hermana? ¿Cuál debió ser su reacción? ¿Alguna vez alguien nos ha herido? ¿Cómo hemos reaccionado?
El pecado del pueblo de Dios fue tan malo como el pecado que se cometió contra ellos, y, aun así, ellos justificaron sus acciones. ¿Es posible que nuestra reacción ante una ofensa sea peor que el pecado cometido en contra nuestra?
¿Pueden los creyentes tratar de justificar sus pecados diciendo que fueron hechos por una causa justa?
Siquem y Hamor estuvieron más que dispuestos a someterse a la circuncisión para obtener riquezas. ¿Por qué algunas personas se hacen “cristianos” en la actualidad?
Para Orar:
Tomemos un momento para orar por los jóvenes de nuestra localidad, quienes, al igual que Dina, son tentados por las atracciones de un mundo incrédulo. Pidamos a Dios que los proteja.
Roguemos al Señor que nos ayude a ser un ejemplo digno de imitar para nuestros hijos.
Pidamos a Dios que examine nuestros corazones y nos muestre cualquier actitud incorrecta que pudiéramos tener para con aquellos que nos han herido u ofendido.
Roguemos a Dios que nos perdone por justificar nuestros pecados como lo hicieron en este pasaje Simeón y Leví.
CAPÍTULO 33 – LA FAMILIA QUE DIOS USÓ
Leamos Génesis 35:1-29
En el capítulo 34 vimos cómo Simeón y Leví masacraron a los habitantes de Siquem después que éstos violaron a Dina, la hermana de ellos. Esto provocó que su padre tuviera miedo de quedarse en la región, y hablando a sus hijos en Génesis 34:30 les dijo:
Me habéis turbado con hacerme abominable a los moradores de esta tierra, el cananeo y el ferezeo; y teniendo yo pocos hombres, se juntarán contra mí y me atacarán, y seré destruido yo y mi casa.
Fue en este contexto que el Señor le habló a Jacob y le dijo que se fuera de la región y se estableciera en Betel. En Betel fue que Jacob tuvo un encuentro con Dios mientras huía de su hermano Esaú (ver Génesis 28:10-17). Fue allí que él tuvo la visión de una escalera que llegaba hasta el cielo, con ángeles que subían y bajaban desde el cielo hasta la tierra. Jacob le prometió a Dios que si Él le daba éxito en su viaje, le construiría un altar en ese lugar.
Observemos que cuando se preparaban para mudarse a Betel, Jacob le dijo a su familia que se deshicieran de los dioses ajenos que llevaban con ellos, y que se purificaran (v. 2). Para Jacob, Betel era un lugar muy sagrado. El Dios que él había conocido allí, lo había bendecido abundantemente. Y debido a este respeto por Dios, Jacob le pide a su familia que trate con su pecado.
Aunque estaba bien que Jacob tratara los pecados de su familia a medida que se preparaban para ir a Betel, éstos debieron tratarse mucho tiempo antes. El hecho de que Jacob le pidió a su familia que se deshicieran de sus ídolos nos muestra que él sabía al respecto y hasta ese día no había hecho nada.
En respuesta a la petición de Jacob, la familia le dio todos sus ídolos y los aretes que estaban en sus orejas (v. 4). Es significativa la referencia que hace a los aretes que estaban en sus orejas. La mención de los aretes en este contexto implica que éstos tenían un significado religioso. Debido a que los trajeron junto con los ídolos, estos aretes pueden haber sido parte de una superstición pagana. Es impresionante ver esta práctica en la familia de Jacob. Ellos no confiaban completamente en Dios, sino que además de esto confiaban en sus dioses paganos. Su fe en Dios estaba en riesgo. Sin embargo, la familia de Jacob lo escuchó y le entregó sus objetos de religión pagana. Jacob tomó estos artículos y los enterró debajo de una encina en Siquem.
Veamos el resultado de tratar con estos dioses ajenos (v. 5). Cuando partieron para Betl, el terror de Dios cayó sobre las ciudades vecinas de tal manera que ninguna los persiguió. Recordemos que Simeón y Leví habían masacrado a los habitantes de Siquem. Las personas de esa región estaban muy enojadas por eso, y tenían sed de venganza. Sin embargo, Dios los protegió, y el terror invadió las mentes y corazones de las personas de esa región. Jacob y su familia llegaron a salvo a Betel bajo la protección y la bendición de Dios (v. 6).
La gracia del Señor se evidencia de manera poderosa en estos versículos. Jacob era un mentiroso. Simeón y Leví habían masacrado a los habitantes de Siquem. Raquel había robado los ídolos de la casa de su padre. Se aprecia claramente que la familia estaba adorando dioses ajenos. Pero a pesar de estos hechos, Dios continuaba bendiciendo a Jacob y a su familia. Lo libró de la ira de su hermano Esaú, y ahora lo protegía de la ira de los habitantes de la tierra a la cual Simeón y Leví habían manchado de sangre salvajemente. Jacob no merecía esta maravillosa misericordia de parte de Dios, pero, aun así, Dios lo bendijo. Cuando Jacob y su familia llegaron a Betel, él cumplió su promesa al Señor y le edificó allí un altar (v. 7).
Mientras tanto, en la región de Betel, Débora, la nodriza de Jacob, había muerto. Ella fue sepultada al pie de Betel, debajo de una encina, la cual fue llamada Alón-bacut, que significa “roble del llanto”.
En el versículo 9, el Señor se le apareció a Jacob y lo bendijo. Observemos en los versículos del 10 al 12 las promesas de Dios para Jacob.
En el versículo 10, Dios comienza diciéndole a Jacob que su nombre sería Israel. El nombre Jacob significa “el que se agarra del talón” y el nombre Israel significa “el que lucha con Dios”.
Dios le prometió a Jacob que los multiplicaría y que haría de ellos una gran nación (v. 11). De su linaje nacerían reyes. Dios también le prometió que les daría la tierra que le había jurado a su abuelo Abraham (v. 12). Aunque ya Dios le había hecho estas promesas a Jacob, ahora se las estaba recordando una vez más.
Jacob construyó en Betel un monumento como señal; y derramó sobre el pilar libación y aceite para dedicarlo al Señor (v. 14). El lugar donde Dios se encontró con Jacob era localmente conocido como Luz (v. 6), pero Jacob lo llamó Betel que significa “casa de Dios”.
Jacob y su familia se mudaron de la región de Betel. Cuando ellos estaban en la región de Efrata (llamada más tarde Belén), Raquel murió mientras daba a luz. Antes de morir ella llamó a su hijo Benoni. Este nombre significa “hijo de mi tristeza”, como referencia a toda la tristeza que le había ocasionado el darlo a luz. Sin embargo, su padre le puso otro nombre, Benjamín, que quiere decir “hijo de la diestra”; lo cual significaba que su padre tenía un favor particular hacia él (v. 18). Raquel fue enterrada en Efrata (Belén), donde Jacob erigió un pilar sobre su sepultura para honrarla (vv. 19-20).
Jacob y su familia se mudaron de Belén hasta Migdaledar (v. 21). Y mientras aún vivían en esa región, Rubén durmió con Bilha, la concubina de su padre (v. 22). Comentando sobre 1 Reyes 2:22 Las Notas de la Nueva Biblia de Estudio Internacional dicen:
Tomar posesión del harén real era ampliamente valorado, significando el derecho de sucesión del trono.
(Notas sobre 1 Reyes 2:22, NIV Study Bible Notes, Grand Rapids, MI. Zondervan, 2004)
Rubén era el primogénito de Jacob nacido de su esposa Lea. Al dormir con la concubina de su padre, parece que Rubén estaba declarándole algo a su familia. Él estaba reclamando su derecho como hijo primogénito. Sin embargo, sus acciones se volvieron en su contra. En 1 Crónicas 5:1 leemos:
Los hijos de Rubén primogénito de Israel (porque él era el primogénito, mas como violó el lecho de su padre, sus derechos de primogenitura fueron dados a los hijos de José, hijo de Israel, y no fue contado por primogénito.
Por dormir con la concubina de su padre, Rubén perdió su estatus de primogénito. Este privilegio le sería dado a los hijos de José.
En total Jacob tuvo doce hijos. Lea le dio seis; Raquel, su favorita, le dio dos; y los otros niños nacieron de las sirvientas de Lea y de Raquel. Jacob enterraría a su padre Isaac de 180 años en Mamre. La extensa familia de Jacob y la edad con la que Isaac murió, eran una clara indicación de la bendición de Dios sobre esta familia.
En este capítulo vemos cómo Dios reafirmó Su promesa de bendecir a Jacob y hacer de él una gran nación. La familia de Jacob estaba muy lejos de ser perfecta. Jacob era un mentiroso y un engañador; su esposa Raquel era una ladrona y adoraba ídolos. Lea y Raquel vivían en constante celo y resentimiento una hacia la otra. Simeón y Leví eran unos asesinos hipócritas. Rubén era un adúltero que durmió con la concubina de su propio padre. La familia adoraba ídolos. Pero a pesar de estas horribles realidades, Dios escogió usarlos y bendecirlos. El capítulo trata sobre la paciencia y la misericordia de Dios al tratar con hombres y mujeres que tan fácilmente se alejan de Él.
Para Meditar:
¿Qué pecados conocemos en la familia de Jacob? ¿Qué nos da a entender el hecho de que Dios bendijo esta familia?
Dios llamó a Jacob para encontrarse con él en Betel. Esto provocó que Jacob tratara con el pe-cado de su familia. ¿Por qué suponemos que hasta este momento Jacob no había confrontado es-tos pecados? ¿Qué pecados particulares necesitamos confrontar?
Dios renovó Su promesa a Jacob en este capítulo. ¿Cuáles promesas de Dios cobran significado para nosotros hoy?
¿Son merecidas las bendiciones de Dios? ¿Acaso Dios nos bendice porque merecemos Sus bendiciones? ¿Por qué lo hace?
Para Orar:
Tomemos un momento para pedirle a Dios que nos enseñe cualquier cosa de nuestras vidas que lo deshonre.
Pidamos a Dios que nos dé la victoria sobre cualquier pecado particular en nuestras vidas. Oremos que nos dé la victoria para que podamos caminar en verdad y santidad.
¿Cuáles promesas de Dios han tenido un significado particular para nosotros? Démosle gracias al Señor porque, aunque a menudo le fallamos, Él continúa bendiciéndonos.
CAPÍTULO 34 – LA FAMILIA DE ESAÚ
Leamos Génesis 36:1-43
En el transcurso de los últimos capítulos hemos visto cómo el Señor bendijo a Jacob y a su familia a pesar de sus tantas faltas. En el capítulo 36 leemos acerca de Esaú, su familia y la tierra que el Señor le había dado.
El capítulo 36 de Génesis comienza enumerando a las esposas de Esaú. Observemos que aquí también se refieren a él como Edom. Génesis 25:30 nos dice por qué Esaú recibió ese nombre. En una ocasión, después de regresar de cazar, Esaú estaba muy hambriento; y viendo que su hermano Jacob tenía una olla de guiso, le dijo:
Te ruego que me des a comer de ese guiso rojo, pues estoy muy cansado. Por tanto fue llamado su nombre Edom.
Jacob estuvo de acuerdo a darle el guiso a cambio de su primogenitura. El nombre Edom significa “rojo”. El guiso que Jacob le dio a su hermano a cambio de su primogenitura era de color rojo. Y debido a lo que significó este evento en la vida de Esaú, también se llamó Edom o “Rojo”.
Mientras que Jacob fue a Harán, a casa de la familia de su madre a buscar esposa, Esaú tomó esposas de entre las mujeres cananeas de la región. Esaú tenía tres esposas. La primera se llamaba Ada (v. 2), la segunda era Aholibama y la tercera era Basemat hija de Ismael, su tío (v. 3). Estas tres esposas le dieron a Esaú cinco hijos (Elifaz, Reuel, Jeús, Jaalam y Coré).
Es interesante que notemos en el versículo 6 que Esaú tomó a su familia y se mudó muy lejos de su hermano Jacob, quien ahora vivía en la misma región. Se dice que era porque tenía demasiadas posesiones para permanecer juntos. La tierra no era lo suficientemente grande como para sostener el ganado de ambos hermanos (v. 7). Esto nos dice que Esaú también era muy rico. Dios también lo había bendecido. Esaú se convertiría en el padre del pueblo de los edomitas, quienes habitaron en la región de Seir (v. 9).
Los versículos del 10 al 14 trazan el linaje de Esaú por medio de sus hijos Elifaz y Reuel. A partir de esta lista de nombres vemos que el Señor había bendecido a Esaú con cinco hijos y al menos diez nietos. Estos hijos fueron una bendición de Dios, y aseguraron que su linaje continuaría durante las generaciones venideras.
Los versículos del 15 al 19 enumeran los nombres de los descendientes de Esaú, los cuales eran jefes entre su pueblo. Veamos en estos versículos que los hijos de Esaú eran líderes respetados en su comunidad. Estos versículos relatan que los descendientes de Esaú se convertirían en líderes importantes y respetados, y de gran influencia entre su pueblo.
En el versículo 20 la atención cambia hacia las personas que vivían con ellos en la región. La tierra de Seir obtuvo su nombre debido a Seir horeo, quien vivía en la región. Seir tenía siete hijos cuyos nombres se relacionan en los versículos 20-21. Y todos los hijos de Seir eran los líderes principales.
Lotán, el hijo de Seir tuvo dos hijos (Hori y Hemam). Veamos en el versículo 22 que se menciona de manera especial a la hermana de Lotán, la cual se llamaba Timna. Es interesante observar en el versículo 12, que Elifaz el hijo de Esaú tenía una concubina llamada Timna con la cual tuvo un hijo. Es posible que Elifaz tomara a la hermana de Lotán como concubina. Si fuera así, entonces esa es la conexión que hay entre Esaú y Seir.
El linaje de Seir por medio de sus hijos Sobal y Zibeón se traza en los versículos del 23 al 28. Un descendiente llamado Aná fue conocido por descubrir manantiales en el desierto cuando estaba apacentando los asnos de su padre (v. 24). Aná tenía una hija llamada Aholibama; y el versículo 2 nos dice que una de las esposas de Esaú era Aholibama, la hija de Aná.
A partir de estos versículos entendemos que los descendientes de Seir y los descendientes de Esaú vivían juntos en la tierra y se emparentaron entre sí. Esaú y Jacob habían tomado dos caminos muy diferentes. Esaú vivía entre el pueblo de Seir, adoptando sus costumbres y tomando a sus hijas como esposas. Por otro lado, Jacob seguía al Dios de sus padres.
Varios reyes reinaron en la región de Edom. Esto fue antes de que Dios le diera la tierra a Israel. Los versículos 32-39 mencionan la serie de reyes que gobernaron en esa región.
Hadar se casó con una mujer llamada Mehetabel, la hija de Matred, obviamente una persona distinguida en ese tiempo (v. 39).
El capítulo 36 concluye con la lista de los once nombres de los descendientes de Esaú, quienes en ese tiempo fueron jefes en Edom. Los descendientes de Esaú eran personas de influencia, pero se casaron entre parientes con los del pueblo de Seir, y caminaron lejos del Dios de sus padres.
Los dos hijos de Isaac siguieron caminos diferentes. Nosotros también hemos visto esto en nuestras familias. Un hijo escoge caminar con Dios, y el otro hijo se contenta viviendo alejado del Señor. Esaú, con todas sus bendiciones, se estaba perdiendo lo más importante de su vida, una relación con Dios. Su familia vivía una vida normal, y experimentaban prosperidad en la tierra que el Señor les había dado. Eran respetados y tenían muchos líderes importantes dentro de su familia, pero no conocían ni seguían al Dios de Israel.
La familia de Jacob fue llamada a vivir una vida extraordinaria bajo la dirección de Dios. ¿Somos nosotros como Esaú, que nos conformamos con vivir en el mundo sin preocuparnos por las cosas de Dios? ¿O somos como Jacob, personas indignas, pero dispuestas a entrar en una relación con nuestro Creador y ser instrumentos Suyos para expandir Su reino en este mundo?
Para Meditar:
¿Por qué Esaú llegó a ser conocido como Edom? ¿Cuáles decisiones necias hemos tomado en nuestra vida?
¿Qué evidencia encontramos en este pasaje acerca de la bendición de Dios sobre la vida de Esaú y su familia? ¿Acaso bendice Dios únicamente a los que le aman y le siguen?
Esaú y su familia parecían conformarse con las cosas de este mundo. ¿Conocemos nosotros individuos que son así?
Observemos en este capítulo que los descendientes de Esaú son parte de los descendientes de Seir, como si fueran una familia. ¿Somos nosotros y nuestras familias diferentes de las otras familias que no conocen al Señor ni siguen Sus caminos?
Para Orar:
Tomemos un momento para agradecerle al Señor por el hecho de que Sus bendiciones se derraman no solo sobre los creyentes, sino también sobre aquellos que no lo conocen.
Pidamos al Señor que ministre a aquellos que nosotros conocemos que se contentan con vivir una vida sin Dios.
Dediquemos un momento para agradecer a Dios porque Él ha abierto nuestros ojos a las cosas espirituales. Pidámosle que nos ayude a caminar más plenamente con Él.
CAPÍTULO 35 – JOSÉ ES VENDIDO COMO ESCLAVO
Leamos Génesis 37:1-36
Ya vimos el celo que existía entre Lea y Raquel, las esposas de Jacob. Esa misma fricción existía entre sus hijos. Parece que Jacob propició todo eso al mostrar favoritismo hacia José y Benjamín, los hijos de Raquel. Esto provocó que los otros hermanos se sintieran resentidos, particularmente con José.
Cuando comenzamos la historia de José, ya él era un joven de diecisiete años. En una ocasión él estaba atendiendo las ovejas de su padre con sus hermanos. El versículo 2 nos lleva a creer que algo pasó mientras ellos atendían sus rebaños. José fue a casa de su padre y le llevó “malos informes” (LBLA) sobre sus hermanos. Como podemos imaginar, a sus hermanos no le agradó esto y lo guardaron en su contra. Llegaría el día en que ellos se vengarían de él.
El versículo 3 nos revela que Jacob amaba a José más que a cualquiera de sus otros hijos; y como señal de ese amor especial por él, Jacob le había hecho una túnica adornada de manera exuberante. Esto provocó que los hermanos de José se pusieran celosos. Ellos no podían hablarle pacíficamente (v. 4).
Todo parece indicar que Jacob no fue muy sabio en la relación con sus hijos. Él mostraba abiertamente su afecto por José, lo cual motivó el celo en sus hermanos. José también parecía deleitarse en contarle a su padre historias sobre las malas acciones de sus hermanos.
En el versículo 5 José tuvo un sueño; y cuando se lo contó a sus hermanos, éstos lo odiaron aún más. José les contó que en su sueño ellos estaban atando manojos en medio del campo; y el manojo de José se levantaba y estaba derecho, pero los manojos de sus hermanos se inclinaban delante del suyo.
Podemos imaginar perfectamente la reacción de sus hermanos ante este sueño: “¿Reinarás tú sobre nosotros?”, dijeron ellos en el versículo 8. Ellos no podían imaginarse inclinándose ante él.
Algunas cosas es mejor no decirlas. Es verdad que el Señor le dio este sueño a José; y también es verdad que el mismo sucedería. Sin embargo, compartir este sueño con sus hermanos solo provocó que lo odiaran más. Se puede decir la verdad, y a la vez no tener sabiduría respecto a cuándo o a quién decir dicha verdad. José debió tener mayor discernimiento en cuanto a esto.
José tuvo otro sueño en el versículo 9, y nuevamente se lo contó a sus hermanos. Seguramente él debió haber visto la reacción de ellos cuando les compartió el primer sueño; sin embargo, esto no lo detuvo de compartirles este segundo sueño.
En este segundo sueño, José veía el sol, la luna y once estrellas que se inclinaban ante él (v. 9). Cuando José le contó el sueño a su padre, él lo reprendió diciendo: “¿Qué sueño es este que soñaste? ¿Acaso vendremos yo y tu madre y tus hermanos a postrarnos en tierra ante ti?”.
Jacob consideraba que el sol y la luna se referían a él y a su esposa, y que las once estrellas representaban a sus once hijos. Mientras los hermanos de José se pusieron muy celosos, Jacob meditaba en este sueño (v. 11). Obviamente, él se preguntaba qué le estaba diciendo Dios a José, y cómo sucedería todo eso.
Es en el contexto de todo este odio y celo que Jacob envió a su hijo José a visitar a sus hermanos que estaban atendiendo las ovejas cerca de Siquem (vv. 12-13). Jacob quería saber cómo estaban sus hijos, y envió a José a que les trajera noticias.
José fue primeramente a Siquem, y de ahí a Dotán donde encontró a sus hermanos apacentando a sus ovejas. Cuando sus hermanos vieron a José de lejos, para nada se alegraron; y su primera reacción fue matarlo (v. 18). Observemos sus palabras en el versículo 19. Ellos se dijeron uno a otro: “He aquí viene el soñador”. Obviamente habían recordado los sueños de José. Estos sueños eran una fuente de gran resentimiento para ellos, por lo que decidieron arrojarlo en una cisterna y decir que un animal salvaje lo había devorado (v. 20). Entonces dijeron “…y veremos qué será de sus sueños”.
En cierta manera, ellos creían que podían cambiar el curso de la vida de su hermano José. Creían que podían destruir el propósito de Dios revelado en esos sueños. Ellos no tenían manera de saber que lo único que estaban logrando era hacer que esos sueños se cumplieran.
Cuando Rubén, el hermano mayor, oyó lo que estaban planeando hacer, trató de salvar a José persuadiendo a sus hermanos de que no lo mataran (v. 21). La intención de Rubén era rescatar a José y mandarlo de regreso a su padre (v. 22).
Cuando José llegó y saludó a sus hermanos, ellos le quitaron la túnica que su padre le había dado y lo arroja-ron en una cisterna (v. 24). Este versículo nos dice que la cisterna no tenía agua.
Percatémonos de la mano de Dios obrando en la vida de José. Dios usó a Rubén para convencer a sus hermanos de no matarlo. Es muy probable que en este momento José no viera la protección de Dios. Lo único que veía era el odio de sus hermanos, y con seguridad esperaba la muerte. Ciertamente él no veía que lo que le estaba sucediendo era el cumplimiento de los sueños que Dios le había dado. A menudo, los caminos de Dios nos parecen muy extraños.
Cuando los hermanos de José se sentaron a comer, alzaron los ojos y vieron una caravana de ismaelitas que venía de la región de Galaad, e iba camino a Egipto para vender sus bienes (v. 25). Cuando Judá vio esta caravana, tuvo una idea. Él sugirió vender a José como esclavo; y les recordó a sus hermanos que no tendrían ningún provecho con matar a José. Al venderlo, ellos evitarían ser culpados de asesinarlo, y al mismo tiempo le sacarían ganancia (vv. 26-27). Sus hermanos vieron que era una buena idea, y acordaron vender a José por veinte piezas de plata (v. 28). Entonces, los comerciantes ismaelitas llevaron a José a Egipto.
Una vez más es importante que veamos la mano de Dios en lo que estaba sucediendo ese día. Era el propósito de Dios que José fuera a Egipto. Ni José ni sus hermanos tenían idea de que Dios estaba obrando en esta situación para cumplir Sus propósitos. Nuevamente vemos que Dios obra por caminos desconocidos. Dios usó los celos y el enojo de los hermanos de José para colocarlo en el lugar donde Él quería que estuviera.
Obviamente, Rubén no estaba con sus hermanos cuando tomaron la decisión de vender a José como esclavo. Cuando él volvió a la cisterna y vio que su hermano no estaba allí, se entristeció mucho. El versículo 29 nos dice que rasgó sus vestidos en señal de duelo, y volvió a donde sus hermanos para expresarle su profundo dolor por lo que había pasado.
Los hermanos de José necesitaban una historia que contarle a su padre cuando regresaran a casa. Entonces decidieron matar un cabrito y teñir la túnica con la sangre (v. 31). Entonces cogieron la túnica ensangrentada de José, se la llevaron a su padre y le dijeron que la habían encontrado así (v. 32). Cuando Jacob reconoció la túnica, dio por sentado que un animal feroz había atacado y devorado a su hijo (v. 33). Entonces, él rasgó su ropa y se vistió con ropas de saco para guardar luto por José. Su dolor duró muchos días (v. 34). Sus hijos e hijas procuraban consolarlo, pero él rechazaba su consuelo diciendo que iría enlutado por su hijo hasta la tumba (v. 35). Solo nos resta preguntarnos cómo se sentirían los hermanos al ver el dolor que le habían causado a su padre.
En cuanto a José, lo llevaron a Egipto y lo vendieron a un hombre llamado Potifar que era capitán de la guardia, uno de los oficiales de Faraón. (v. 36). Hasta ese momento, José no podía saber lo que Dios iba a hacer a través de él en esta tierra extranjera.
Para Meditar:
¿De qué manera Jacob y José motivaron el odio y el celo en los otros miembros de la familia? ¿Podían ellos haber hecho las cosas de una manera diferente? ¿Qué nos enseña esto acerca de la necesidad de tener sabiduría a la hora de tratar con las personas?
¿Será siempre correcto expresar las verdades que Dios nos ha dado? ¿Acaso existe un tiempo para callar?
¿Qué aprendemos en este pasaje sobre los ce-los? ¿A dónde condujeron los celos a los herma-nos de José?
¿Cómo se evidencia en este capítulo la protección y la dirección de Dios en la vida de José?
¿Qué aprendemos aquí sobre la forma en que Dios obra? ¿Qué personas y circunstancias Dios usó en este capítulo para cumplir Su propósito?
Para Orar:
Pidamos al Señor que nos dé sabiduría para saber cuándo hablar y cuándo callar.
Pidamos a Dios que nos muestre si hay algo que estamos haciendo que le causa problemas a las personas que nos rodean. Pidámosle sabiduría y fortaleza para hacer los cambios necesarios.
Agradezcamos al Señor por Su protección y dirección en nuestras vidas.
Demos gracias a Dios porque Él usa todo lo que nos sucede para Su gloria y para nuestro bien. Pi-dámosle que nos ayude a aprender a descansar más en Él en medio de nuestra situación actual.
CAPÍTULO 36 – JUDÁ Y TAMAR
Leamos Génesis 38:1-30
Después que José fue vendido como esclavo, su her-mano Judá dejó al resto de sus hermanos y se fue a vivir con Hira, del pueblo de Adulam (v. 1). Mientras estuvo allá, conoció a la hija de un hombre llamado Súa, y se casó con ella (v. 2). Los versículos del 3 al 5 nos dicen que Judá tuvo tres hijos con la hija de Súa (Er, Onán y Sela).
Con el tiempo, Judá encontró esposa para su primer hijo Er; su nombre era Tamar (v. 6). Er fue un hijo malvado, y el versículo 7 nos dice que el Señor le quitó la vida.
Cuando Judá vio que su hijo Er había muerto sin descendencia, dio la esposa de Er a su segundo hijo Onán (v. 8). Esta era una práctica común en los tiempos del Antiguo Testamento. De hecho, la ley de Moisés exigía que un hermano engendrara hijos para su hermano muerto, en caso de que este último no tuviera hijos.
Cuando hermanos habitaren juntos, y muriere al-uno de ellos, y no tuviere hijo, la mujer del muerto no se casará fuera con hombre extraño; su cuñado se llegará a ella, y la tomará por su mujer, y hará con ella parentesco. Y el primogénito que ella diere a luz sucederá en el nombre de su hermano muerto, para que el nombre de éste no sea borrado de Israel. (Dt. 25:5-6)
La idea aquí era que el hermano le diera a su cuñada un hijo para su hermano muerto. El hijo que nacería de esa unión llevaría el nombre del hermano que había muerto y heredaría sus posesiones. Esta ley aseguraba que la familia del hermano muerto no se extinguiera.
Onán entendía que el hijo que le naciera de esa unión no le pertenecía. Por eso, cuando él se acostaba con la esposa de su hermano, derramaba su semen en la tierra para evitar que Tamar saliera embarazada. Al hacer esto Onán irrespetaba a su hermano y pasaba por alto las claras enseñanzas de la ley de Dios; por eso el Señor se enojó con él a punto tal que también le quitó la vida (v. 10).
Los dos primeros hijos de Judá no tuvieron descendientes. Obviamente esto afligía a Judá. Con él, el linaje de la familia estaba en riesgo de llegar a su fin. El único hijo que quedaba era el menor.
Recaía sobre Sela la responsabilidad de darle a Tamar un hijo para su hermano. Sin embargo, Judá tuvo miedo de darle su hijo Sela a Tamar, temiendo que también muriera (v. 11). En su lugar, decidió enviar a Tamar de regreso a casa de su padre. También le dijo que su hijo Sela era demasiado joven para engendrar, y que ella debía esperar en casa de su padre hasta que su hijo Sela creciera lo suficiente. Sin embargo, el versículo 11 nos lleva a creer que, probablemente, Judá no tenía ninguna intención de darle su hijo a Tamar. El versículo 14 nos dice que finalmente Tamar se había percatado de esto, ya que Judá aún no le había dado a Sela por esposo, incluso después de haber crecido.
Después de un largo tiempo, finalmente la esposa de Judá murió (v. 12). Luego de recuperarse de su dolor, Judá fue a visitar a los hombres con quienes trasquilaba sus ovejas en Timnat; y se llevó con él a su amigo Hira.
Tamar oyó que Judá había venido a Timnat a trasquilar sus ovejas (v. 13). Y cuando ella se enteró de eso, se disfrazó y se sentó a la entrada de Enaim junto al camino de Timnat (v. 14). Cuando Judá pasó por la entrada, se percató de que Tamar estaba sentada allí, y creyó que era una prostituta porque había cubierto su rostro. Él no la reconoció.
Pensando que Tamar era una prostituta, Judá se acercó y le pidió que se acostara con él; pero Tamar le preguntó qué le daría a cambio. Entonces Judá le prometió que le enviaría un cabrito de su rebaño (v. 17). Tamar le pidió a Judá su sello, su cordón y su báculo como garantía de que él le enviaría el cabrito prometido (v. 18). El sello probablemente colgaba alrededor del cuello en un cordón, y se usaba para firmar documentos oficiales. Judá aceptó darle estos objetos hasta que él pudiera enviarle el cabrito. Con esa condición, Judá durmió con Tamar, y ella salió embarazada de su suegro (v. 18).
Cumpliendo su palabra, Judá le envió a Tamar el cabrito por medio de su amigo para así recuperar su sello, su cordón y su báculo. Cuando su amigo llegó a la entrada de la ciudad, no logró encontrarla (v. 20). Él les preguntó a algunos hombres que vivían allí dónde podía encontrar a la ramera que se paraba junto al camino. Ellos le dijeron que allí no había ninguna ramera (v. 21).
El amigo de Judá regresó y le contó lo que había descubierto (v. 22). Entonces Judá decidió dejar que ella se quedara con su sello y su báculo. Él no quería ser abochornado por continuar indagando. Él mismo se consoló diciendo que le había enviado el cabrito, pero que no pudieron encontrarla (v. 23).
Tres meses después, a Judá le informaron que su nuera Tamar había fornicado y ahora estaba embarazada (v. 24). Entonces, Judá, enojado, decidió que la quemaran por su pecado.
Cuando trajeron a Tamar para castigarla, ella le mostró a Judá el sello y el báculo, y le dijo que ella estaba embarazada del dueño de esos objetos (v. 25). Inmediatamente Judá los reconoció y supo que él era el padre de ese niño. Entonces Judá dijo: “Más justa es ella que yo, por cuanto no la he dado a Sela mi hijo” (v. 26); y entonces decidió dejarla vivir.
Tamar iba a dar a luz a dos gemelos; y cuando estaba en el proceso de parto, uno de ellos sacó su mano. Entonces la partera tomó y ató a su mano un hilo de grana para mostrar que éste era el primogénito. Sin embargo, el niño volvió a meter la mano y su hermano nació primero. Cuando la partera vio esto, dijo: “¡Qué brecha te has abierto!” (v. 29). Por esa razón lo llamaron Fares, lo cual significa literalmente “brecha”. Su hermano se llamó Zara, que significa “rojo”, debido al color del hilo con que le ataron su muñeca. Debemos notar que Mateo 1:3 nombra a Fares en la genealogía de Jesús.
Lo más llamativo de este pasaje es ver cómo el pueblo de Dios ignoraba la ley de Dios. Los dos hijos de Judá fueron culpables ante el Señor. El mismo Judá se rehusó a obedecer la ley de Dios en cuanto a Tamar. Y también es impactante verlo llegarse a una prostituta. Este no es precisamente el comportamiento que se espera de un hombre escogido por Dios. Nuevamente vemos el tipo de personas que Dios usó. Ciertamente ellos no eran perfectos, pero fueron escogidos. También percatémonos que los hijos de Judá murieron en manos del Señor debido a sus pecados. Sin embargo, Dios, en Su misericordia, libró a Judá, aunque era tan culpable como sus hijos.
Para Meditar:
Analicemos el juicio de Dios sobre Er y Onán, y Su misericordia hacia Judá y Tamar. ¿Acaso la misericordia de Dios hacia algunos significa que Él es injusto?
Veamos el egoísmo, el engaño y la inmoralidad de los individuos de este capítulo. Analicemos también que los hijos de Judá y su nuera Tamar fue-ron ancestros del Señor Jesús. ¿Qué nos dice es-to sobre la voluntad de Dios de asociarse con los pecadores?
La reacción de Judá al descubrir que Tamar esta-ba embarazada, fue que debían quemarla, no obstante, su propio pecado era peores. ¿Cuán fácil es estar prestos a juzgar los pecados de los otros, y no poder ver los nuestros?
Para Orar:
Agradezcamos al Señor que Él es un Dios que muestra misericordia y bondad hacia aquellas personas que no las merecen. Demos gracias por su misericordia en nuestras vidas.
¿Hay pecados ocultos en nuestras vidas? Tomemos un momento para confesarlos y pedirle a Dios que nos dé gracia para vencerlos.
Oremos a Dios que nos ayude a juzgar menos a los otros.
Démosle gracias al Señor porque Él está dispuesto a perdonar nuestros pecados. Agradezcámosle por usarnos a pesar de ser indignos.
CAPÍTULO 37 – JOSÉ ES ACUSADO FALSAMENTE
Leamos Génesis 39:1-23
Los caminos de Dios a menudo distan mucho de los nuestros. Algunas veces lo que consideramos como una terrible injusticia o tragedia, Dios lo usa para nuestro bien. Dios no nos abandona en nuestros momentos de necesidad. Incluso cuando las cosas parecen ir mal, Dios está allí guiándonos y bendiciéndonos. Esto lo podemos ver claramente en la historia de José, en Génesis 39.
Los celosos hermanos de José lo habían vendido como esclavo. Los comerciantes ismaelitas lo habían llevado a Egipto y lo habían vendido a Potifar, uno de los oficiales del Faraón (v. 1).
Pensemos por un momento lo que habría pasado José en esos días. Debió tener muchas preguntas rondando su mente. ¿Por qué Dios permitió que sus hermanos lo vendieran como esclavo? ¿Por qué fue apartado de su tierra natal? ¿Qué futuro tendría en un país extranjero? ¿Acaso volvería a ver a su familia alguna vez? Sin embargo, observemos que el versículo 2 nos aclara que Dios estaba con José. Esto es muy importante.
Percatémonos también en el versículo 2 que, Dios no solo estaba con José, sino que José prosperaba en todo lo que hacía. En medio de sus dificultades, José llegó a ser un testigo poderoso de las bendiciones y la gracia de Dios. A medida que José servía en la casa de Potifar, la presencia del Señor se evidenciaba en su vida; y su amo se percató de ello. Potifar colocó a José en un lugar de suma confianza, poniendo bajo su cuidado todo cuánto tenía. Él sabía que podía confiar en José. Él sabía que en sus manos todo estaría bien.
¿Qué tipo de testimonio damos cuando nos encontramos en una situación difícil en la vida? ¿Acaso las personas que nos rodean ven en nosotros lo que vieron en José cuando nos hallamos en problemas y todo parece desmoronarse? ¿Ven ellos la presencia de Dios en nuestras vidas? ¿Nos ven como personas que confiamos en Dios aún en medio de nuestras circunstancias? ¿Acaso ven ellos a alguien que es fiel a su Dios a pesar de los problemas y las pruebas?
El versículo 5 nos dice que desde que Potifar puso a José a cargo de su casa, el Señor lo bendijo. No se nos dice cómo las bendiciones de Dios se evidenciaron en la familia de Potifar. Sin embargo, lo que sí está claro es que José servía fielmente a su amo, y el Señor bendijo abundantemente sus esfuerzos.
José era un esclavo en la casa de Potifar. Sus hermanos, a causa de los celos, lo habían vendido como esclavo. Él no escogió trabajar para Potifar. Potifar lo compró y se convirtió en su dueño. Pero esto no parece afectar la actitud de José. Aunque sus circunstancias no eran las ideales, José se comprometió a dar lo mejor de sí en esta situación. Él servía a su amo con todo su corazón, y hacía todo lo posible por hacerlo prosperar a él y a su familia. ¿Qué tipo de ejemplo estamos dando nosotros en nuestro lugar de trabajo? Puede ser que nuestro jefe no siempre sea justo. Puede ser que las condiciones de trabajo no sean las más ideales. José es un ejemplo a seguir. Él servía con todo su corazón, confiaba en Dios en medio de su situación, y procuraba honrarlo en todo lo que hacía para Potifar.
Percatémonos que Potifar confiaba en José completamente. En el versículo 6 leemos que él no se preocupaba por nada, excepto por el alimento que se comía. Él le entregó a José todo el cuidado de su casa. Potifar llegó a ver en José a un individuo en quien podía tener confianza absoluta. Una vez más vemos el poderoso testimonio que daba José a favor del Señor.
En los versículos 6 y 7, el carácter de José es puesto a prueba. José era apuesto y de hermoso parecer. Y esto es algo que no pasó desapercibido para la esposa de Potifar. Con el tiempo, ella comenzó a desearlo; y en una ocasión, le pidió que durmiera con ella (v. 7), más José no quiso (v. 8).
Veamos en el versículo 9 que José se rehusó a dormir con la esposa de su amo por dos razones. En primer lugar, se rehusó por respeto a su patrón. Él le respondió a la esposa de Potifar: “Mi patrón no me ha negado nada, excepto meterme con usted, que es su esposa” (NVI). José honró a su amo en esto. En segundo lugar, José se rehusó a dormir con ella por respeto a Dios. “¿Cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?”, le dijo. José sabía que, al dormir con la esposa de su amo, no solo estaría irrespetando a su amo terrenal, sino que también estaría pecando contra Dios.
La esposa de Potifar hablaba con José “cada día”, pero él continuaba resistiendo las tentaciones de parte de ella. Esto nos muestra algo sobre la fuerza de carácter de José. Cuando muchos otros hombres hubieran caído, José se mantuvo fiel a su amo y a su Dios.
Un día, José estaba en la casa atendiendo sus deberes. El versículo 11 nos cuenta que ninguno de los sirvientes de la casa estaba presente en ese momento. No se nos dice por qué no había ningún sirviente en la casa. Solo nos resta preguntarnos si era algo planeado. La esposa de Potifar se acercó a José y lo agarró por la ropa insistiéndole que durmiera con ella. Pero él, zafándose, dejó su ropa y salió corriendo de la casa (v. 12).
Observemos que José no se quedó allí para hablar con ella o convencerla de que esta no era una buena idea. El versículo 12 nos dice que él literalmente salió corriendo de la casa. Él conocía su debilidad como hombre; sabía que podía caer en la tentación. Por eso decidió que la mejor manera de proceder era escapar de la situación lo más pronto posible. Mientras más tiempo permaneciera allí, más segura era la caída. Él dejó sus responsabilidades y su ropa, y huyó.
Cuando la esposa de Potifar vio que José no quería nada con ella, se enojó mucho. Llamó a sus sirvientes y les dijo que José había tratado de dormir con ella (v. 14); y que había gritado pidiendo ayuda y por eso José huyó dejan-do su ropa (v. 15). Ella dejó la ropa de José a su lado hasta que su esposo llegara a casa (v. 16), y cuando él llegó, le dijo la misma mentira (vv. 17-18).
Potifar se enojó mucho al oír la historia de su esposa (v. 19), y lanzó a José a la prisión. Percatémonos de que la prisión donde pusieron a José era el lugar a donde confinaban a los presos del rey (v. 20). Los que estaban en esta prisión eran culpables de crímenes muy serios. Debió ser una prisión de alta seguridad.
La presencia de Dios no se alejó de José mientras estuvo en la prisión. Dios fue bondadoso con él y le concedió gracia ante los ojos del jefe de la cárcel. Llegó el momento en que el carcelero puso a José a cargo de los otros presos. A él le fue otorgada la absoluta responsabilidad de todo lo que se hacía en la prisión (v. 22). El carcelero confió completamente en José, y al igual que Potifar, no se preocupaba por nada de lo que le había encomendado hacer.
Observemos que, aunque las circunstancias no eran las más favorables, José continuaba confiando en el Señor, y hacía todo lo posible para dar lo mejor de sí en tal situación. Él no se amargó; en cambio, trabajó duro para ser una bendición dondequiera que se encontrara. Dios bendijo esto y le dio éxito en todo lo que emprendió.
Para Meditar:
¿Alguna vez hemos sido tratados injustamente? ¿Cuál ha sido nuestra reacción? ¿Qué nos enseña José al respecto?
¿Qué tipo de ejemplo hemos dado en nuestra actual situación laboral?
¿Qué ve la gente en nosotros cuando atravesamos tiempos difíciles? José fue vendido como es-clavo y llevado a una prisión por un crimen que no cometió. ¿Cuál fue su actitud? ¿Tenemos nosotros una actitud similar en medio de las situaciones difíciles?
¿Estamos haciendo de todo corazón el trabajo que Dios nos ha llamado a hacer? ¿Tenemos actitudes que necesitamos cambiar?
¿Qué aprendemos de José en este pasaje referente a cómo tratar con nuestras tentaciones?
Para Orar:
Pidamos a Dios que nos perdone por las veces que no hemos logrado aceptar las situaciones que Él ha permitido que lleguen a nuestras vidas. Pi-dámosle que nos ayude a aprender a actuar de la mejor manera en todo lo que Él permite que suceda en nuestras vidas.
Pidamos a Dios que nos permita tener una actitud como la de Cristo cuando enfrentamos pruebas y dificultades.
Oremos al Señor que nos dé la fortaleza que tuvo José para resistir las tentaciones que se nos presentan.
Roguemos al Señor que abra nuestros ojos para percibir Su presencia y Sus bendiciones en tiempos de adversidades. Démosle gracias porque Él nunca nos abandona.
CAPÍTULO 38 – JOSÉ, EL INTÉRPRETE DE SUEÑOS
Leamos Génesis 40:1-41:57
José estaba en la cárcel por un crimen que no había cometido. Sin embargo, allí en la prisión se le dio una posición de gran responsabilidad, y Dios lo bendijo en todo lo que emprendió. José era un administrador talento-so a pesar de que sus condiciones de trabajo no eran las más ideales. Él comenzó como esclavo de Potifar, y ahora servía como administrador de una prisión. Lo más notable aquí es que José usaba los dones que Dios le había dado en cualquier lugar donde se encontrara. Él usaba sus dones para glorificar a Dios, aún en las situaciones más difíciles. Pero lo que José no sabía era que Dios lo estaba preparando para algo mayor.
En Mateo 25, Jesús dijo una parábola sobre un hombre que dejó sus propiedades en manos de sus sirvientes y se fue de viaje. Cuando regresó, el amo le habló a uno de sus siervos fieles y le dijo:
Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. (Mt. 25:21)
Ciertamente esto se cumplió en la vida de José. Él había sido fiel como sirviente en la casa de Potifar, incluso cuando fue tentado por la esposa de éste. También demostró ser fiel en la prisión, aunque había sido acusado injustamente. Ahora era tiempo de que Dios le diera una responsabilidad mayor.
Cuando comenzamos el capítulo 40 vemos que el copero del rey y el panadero habían ofendido a su rey (v. 1). No se registra la naturaleza de esta ofensa, pero el Faraón estaba muy enojado con ellos y los lanzó a la prisión (vv. 2-3). El capitán de la guardia le asignó estos dos prisioneros a José (v. 4). Es interesante que nos percatemos que, según Génesis 37:36, Potifar era el capitán de la guardia. ¿Será que él seguía confiando en José y en sus habilidades?
En el transcurso del tiempo, cada uno de los dos prisioneros que fueron asignados a José tuvo un sueño en la misma noche (40:5). Cuando José vino a verlos en la mañana, vio que estaban tristes (40:6); y cuando les preguntó qué les pasaba, ellos le dijeron que esa noche ambos habían tenido un sueño. Ellos creían que estos sueños tenían la intención de comunicarles algo, pero no había nadie que los interpretara (40:8). Entonces José les recordó a los hombres que todas las interpretaciones le pertenecen a Dios; y les pidió que le contaran sus sueños (40:9).
El jefe de los coperos fue el primero que le dijo su sueño a José. En su sueño él veía una vid que tenía tres ramas, las cuales retoñaban y florecían, y sus racimos de uvas se maduraban rápidamente. En su sueño, el copero veía que él tenía en su mano la copa de Faraón; y exprimía las uvas en la copa de Faraón, y se la daba.
Dios le dio a José la interpretación de este sueño. En Génesis 40:12-13, él explicó que las tres ramas representaban tres días. José le dijo al copero que dentro de tres días el Faraón lo restituiría a su posición; y él volvería a servirle al Faraón su vino.
José estaba tan seguro de esta interpretación, que le pidió al copero que cuando saliera de allí se acordara de él ante el Faraón (40:14). José le dijo al copero que él había sido sacado de su tierra natal por la fuerza, y lo habían puesto en la prisión por un crimen que no había cometido (40:15).
Cuando el panadero oyó que José había interpretado el sueño del copero, le contó el suyo. En su sueño, él tenía tres canastas de pan sobre su cabeza. Él se percató que la canasta más alta tenía toda clase de manjares de pastelería para Faraón; pero las aves se las comían de la canasta mientras él la llevaba sobre su cabeza.
Una vez más el Señor le dio a José la interpretación del sueño del panadero. José le dijo que las tres canastas representaban tres días. Dentro de tres días el Faraón cortaría la cabeza del panadero y lo colgaría de un árbol donde los pájaros lo despedazarían.
Tres días a partir de esa fecha, sería el cumpleaños del Faraón. Cuando llegó el día de su cumpleaños, el Faraón dio un gran banquete para todos sus oficiales. Él restituyó al jefe de los coperos a su cargo, pero colgó al jefe de los panaderos, tal y como José lo había dicho. Sin embargo, Génesis 40:23 nos dice que el jefe de los coperos se olvidó de José.
Dos años pasaron hasta que el mismo Faraón tuvo un sueño. En su sueño, él estaba parado junto al río Nilo. Mientras miraba, siete vacas gordas salían del río y apacentaban en el prado. Después de esto, otras siete vacas salían del río. Éstas eran feas y flacas; y se comían a las siete vacas gordas que ya estaba apacentando cerca del río. Entonces Faraón despertó de su sueño.
Pero el rey se volvió a dormir y tuvo un segundo sueño. En éste él veía siete espigas muy saludables, de las cuales brotaban otras siete espigas. Sin embargo, estas otras eran menudas y estaban quemadas por el viento, y devoraban a las siete espigas saludables. Y una vez más el Faraón despertó de su sueño.
Estos sueños preocuparon a Faraón, y en la mañana siguiente llamó a todos sus magos y sabios. Él les contó sus sueños, pero ninguno pudo interpretarlos (41:8).
El copero, quien tenía acceso personal al Faraón, oyó lo que estaba pasando y recordó cómo José había interpretado su sueño; y le habló a Faraón sobre José y sus habilidades (41:9-13).
Entonces, Faraón decidió llamar a José. Y después que José se afeitó y se cambió la ropa, se presentó ante el Faraón (41:14). El Faraón le dijo que había escuchado que él podía interpretar sueños. Pero José corrigió al Faraón y le dijo que él no podía interpretar ningún sueño, que solo Dios podía hacerlo. Él le aseguró a Faraón que Dios le daría la interpretación que él necesitaba (41:16).
Es importante que nos percatemos que José tenía un claro sentido de su necesidad de Dios. ¡Con cuánta facilidad nos atribuimos el mérito por los dones que Dios nos da! Rápidamente damos por sentado que Dios nos necesita a nosotros, en vez de nosotros necesitarlo a Él. José no estaba engañado. Él conocía la fuente de su fortaleza y sabiduría, y le daba la gloria a Dios.
En Génesis 41:17-24, Faraón le contó los dos sueños a José. También le dijo que ninguno de sus magos y sabios había podido interpretarlos. Dios le dio a José la interpretación de los sueños del Faraón. José le dijo que ambos sueños tenían la misma interpretación, y que Dios le estaba diciendo a Faraón lo que iba a hacer (41:25).
José le explicó que las siete vacas hermosas y las siete espigas hermosas representaban siete años de abundancia. Y las siete vacas feas y las siete espigas marchitas representaban siete años de hambruna (41:26-27). Dios le estaba diciendo al Faraón que a Egipto vendrían siete años de abundancia, seguidos de siete años de una terrible hambruna que devastaría la tierra (41:30). En esos años, el hambre sería tan intensa que los años de abundancia serían olvidados. José le dijo a Faraón que el Señor le dio este sueño de dos maneras para mostrarle que Él estaba firmemente decidido a hacer estas cosas en Egipto (41:32).
Observemos en el versículo 33 que José continuó aconsejándole al Faraón lo que debía hacer. Él le sugirió que buscara a un hombre sabio y lo pusiera a cargo de la región. También debía designar gobernadores sobre el país para que durante esos siete años de abundancia, tomaran una quinta parte de la cosecha de Egipto y la guardaran con el fin de prepararse para los años de hambre (41:33-36).
Faraón escuchó los consejos de José y le parecieron bien; por lo tanto, decidió designarlo para que cuidara de estos asuntos. Él reconocía que el Espíritu de Dios estaba en él (41:38), y no veía a nadie más calificado para este trabajo (41:39). El Faraón puso a José a cargo de su palacio, y exigió que todos se sometieran a sus órdenes. Él llegó a ser el segundo al mando después del Faraón (41:40). Faraón le dio a José su anillo de sellar (firmar), lo vistió con ropas de lino fino y puso un collar de oro en su cuello (41:42). José, como el segundo al mando, se subió en un carruaje, y los hombres que iban en los carros delante de él gritaban: “¡Doblad la rodilla!”. El Faraón le dijo a José que, aunque él seguía siendo la autoridad, nadie podía hacer nada sin la aprobación de José (41:44). Y ese día, cambió el nombre de José por Zafnat-panea; y le dio por mujer a Asenat.
Había llegado el momento en que José sería honrado. En un instante, él paso de la prisión al palacio real. Él había sido fiel a Dios en los momentos difíciles, y ahora Dios le daba un puesto de verdadera autoridad en la tierra. José tenía treinta años cuando fue presentado para servir al Faraón, rey de Egipto (41:46). Génesis 41:47-48 nos dice que durante esos años de abundancia, José reunió alimento y lo almacenó. Y era tanto alimento almacenado que tuvieron que parar de registrarlo (41:49).
Durante estos años de abundancia, Dios bendijo a José con dos hijos de su esposa Asenat. El primogénito se llamó Manasés. Este nombre suena como la palabra hebrea “olvidar”. José llamó así a su hijo debido a que Dios le había hecho olvidar todos sus problemas y toda la casa de su padre. Esto nos muestra lo que estaba en la mente de José durante todos estos años. José nunca olvidó sus problemas ni el hecho de que era un extranjero en la tierra de Egipto. Aunque él sirvió a Dios fielmente como esclavo y como prisionero, nunca olvidó su pasado ni las injusticias que le hicieron. Sin embargo, nunca dejó que esto estorbara su servicio a Dios. José fue fiel a pesar de no entender el propósito de Dios, y a pesar de sentir el dolor de ser separado de su familia y de su tierra natal.
José llamó a su segundo hijo Efraín, lo cual significa literalmente “fructífero”. Génesis 41:52 relata que él le puso ese nombre porque Dios lo había hecho fructificar en la tierra de su aflicción. Su corazón estaba con su familia en Canaán. Él extrañaba a su familia y deseaba estar con ellos, pero este no era el propósito de Dios para él en ese momento.
Lo que es importante observar aquí es que podemos ser fieles a Dios aun sintiendo dolor en nuestro corazón. José extrañaba a su familia y a su tierra natal, pero eso no le impidió ser fiel a su Dios en la tierra de su exilio. La fidelidad a Dios muchas veces tendrá un gran costo. Podemos extrañar a nuestros seres amados. Podemos tener muchas interrogantes sobre por qué Dios nos ha puesto en cierto lugar. José tenía preguntas y aflicciones, pero aún en medio de ellas fue fiel al Señor, y Dios lo bendijo por eso.
Tal y como José lo predijo, los siete años de hambre golpearon a Egipto (41:53-54). Las naciones aledañas sufrían enormemente debido a que no habían hecho provisión para estos años. Sin embargo, Egipto tenía alimento para este tiempo debido a la sabiduría que Dios le había dado a José.
Cuando las personas de la región comenzaron a sentir los efectos de la hambruna, vinieron al Faraón a pedirle alimentos. El Faraón les dijo que hablaran con José e hicieran lo que él les dijera. Él tenía plena confianza en la capacidad de José ante este tiempo tan difícil. Entonces José abrió los almacenes y les vendió el grano a los egipcios. También de otros países venía gente hasta Egipto para comprar granos. La sabiduría que Dios le dio a José no solo salvaría de una muerte segura a Egipto, sino también a personas de muchas naciones.
Para Meditar:
¿Qué aprendemos de José en cuanto a ser fieles, aunque las situaciones no sean las ideales? ¿Hemos sido fieles en el lugar donde Dios nos ha puesto?
Observemos cómo José le dio el mérito a Dios por la interpretación de los sueños. ¿Le damos nosotros el mérito a Dios por los dones que nos ha dado?
José permaneció en la prisión durante dos años después que interpretó el sueño del copero. El tiempo de Dios no es el mismo que el nuestro. ¿Qué nos enseña esto sobre la necesidad de paciencia y confianza? ¿Somos pacientes? ¿Acaso esperar en Dios nos ha llevado a perder nuestra confianza en Él?
Según el Faraón en Génesis 41:38-39, ¿cuál era la fuente de la fortaleza y la sabiduría de José? ¿Pueden las personas en la actualidad ver eso mismo en nosotros?
Aunque José fue fiel a Dios como esclavo, como prisionero y como líder en la tierra de su exilio, él aún extrañaba a su familia. ¿Acaso ser fiel a Dios significa que siempre estaremos felices con nuestras situaciones en la vida?
Para Orar:
Pidamos a Dios que nos dé gracia para ser fiel en medio de cualquier situación en la que Él nos coloque. Pidámosle que nos ayude a honrarlo en nuestra situación actual.
Roguemos a Dios que nos perdone por las veces en que no le hemos dado la gloria en nuestras vi-das y ministerios. Pidámosle que nos perdone por las veces en que nos hemos apropiado de ese mérito.
Roguemos al Señor que nos dé más paciencia y confianza para esperar en Su tiempo para nuestras vidas.
Oremos al Señor que nos ayude a estar siempre conscientes de cuál es la fuente de nuestra fortaleza. Pidámosle que nos dé gracia para esperar en Él, confiar en Él y obedecerle a Él.
Demos gracias al Señor porque Él promete estar con nosotros, aunque las circunstancias no siempre sean las ideales.
CAPÍTULO 39 – JOSÉ SE ENCUENTRA CON SUS HERMANOS
Leamos Génesis 42:1-38
La hambruna que golpeó a Egipto durante los días de José también afectó a las naciones vecinas. Cuando éstas descubrieron que en Egipto había alimentos, personas de diferentes naciones vinieron a ver a José para comprar comida. En la tierra de Canaán, la familia de José también sufría. Cuando Jacob, el padre de José, se enteró de que había comida en Egipto, decidió enviar a sus hijos a comprar granos (vv. 1-2). Sin embargo, Jacob no envió a su hijo Benjamín con los otros diez hermanos porque temía que le fuera a pasar algo malo (v. 4).
Cuando los hermanos de José llegaron a Egipto, se inclinaron ante él porque era el gobernador de aquella región. Ellos no reconocieron a su hermano, ni tampoco esperaban que él se encontrara en tal posición. Debemos percatarnos que esta reverencia era el cumplimiento parcial del sueño de José en Génesis 37:7.
Aunque sus hermanos no lo reconocieron, José sí los reconoció a ellos. El versículo 7 nos dice que él fingió ser un desconocido y les habló ásperamente.
Solo nos resta preguntarnos acerca de este comportamiento de José. ¿Por qué no les reveló a sus hermanos su verdadera identidad? ¿Por qué les habló ásperamente? El pasaje no nos dice el motivo.
En el transcurso de este estudio hemos visto a José como un hombre de carácter increíble, quien siempre actuó de la mejor manera en medio de sus situaciones. Cuando lo vendieron como esclavo, sirvió a Potifar con todo su corazón. Cuando fue acusado falsamente, sirvió en la prisión y se ganó el respeto y la admiración de los oficiales. José no parecía ser un individuo que guardara rencor. Él confiaba en Dios para todo. Sabiendo esto sobre José, podemos llegar a la conclusión de que esa forma áspera de hablarles a sus hermanos no fue debido al enojo. Él había visto la mano de Dios en su vida allí en Egipto. También recordó el sueño en el que Dios le mostraba que sus hermanos un día se inclinarían ante él. José sabía que él estaba dentro del propósito y la voluntad de Dios; por tanto, debió tener otra razón para hablar-les ásperamente a sus hermanos.
José no estaba preparado para revelar su identidad a sus hermanos. Probablemente, él tenía en su mente muchas preguntas sin respuestas acerca de lo que le había pasado, y el motivo por el cual ellos lo habían vendido como esclavo. Tampoco estaba seguro cuál sería la opinión de sus hermanos respecto a él. ¿Acaso aun lo odiaban? ¿Estarían arrepentidos por lo que le habían hecho? ¿Habrían cambiado? Estas eran preguntas obvias que rondarían su mente. Probablemente José sabía que si él revelaba su verdadera identidad, nunca encontraría las respuestas a sus preguntas.
Observemos en el versículo 9 que José acusó a sus hermanos de ser espías. Esta acusación le dio pie a José para preguntarles acerca de sus familias y sus intenciones. Cuando los acusó de espías, sus hermanos inmediatamente le dijeron que ellos eran hombres honestos que venían a Egipto con la única intención de comprar alimentos (vv. 10-11). Cuando José insistió en que ellos eran espías, sus hermanos se abrieron aún más, y le dijeron que ellos provenían de una familia de doce hermanos, y todos de un mismo padre. Le contaron que su hermano menor se había quedado con su padre en Canaán; y también le dijeron que tenían otro hermano que “ya no existía” (LBLA), refiriéndose a José.
Sus palabras le brindaron a José mucha información. Éstas mostraban que su padre aún estaba vivo; que su hermano menor, Benjamín, estaba bien; y que su familia aún vivía en Canaán.
José continuaba insistiendo en que sus hermanos eran espías, y exigió que probaran lo que decían trayendo a su hermano menor para verlo (v. 15). Él permitió que uno de ellos regresara a Canaán a buscar a su hermano menor, mientras que el resto se quedaría bajo custodia (vv. 15-16). Con estas palabras, José puso a sus hermanos en la cárcel por tres días.
Los hermanos de José lo habían vendido como esclavo; lo habían sacado por la fuerza de su tierra natal; y a él solo le restaba preguntarse cómo había reaccionado su padre ante la noticia de su desaparición. Durante tres días, los hermanos de José se preguntaban si alguna vez volverían a su tierra. Ellos tuvieron tiempo para reflexionar en lo que se siente ser arrancado de su familia por la fuerza; nunca más verían a sus hijos, a sus esposas ni a su padre. Ellos también se preguntarían cómo afectaría a su padre su desaparición.
Muy a menudo no somos capaces de poder ver en los demás las consecuencias de nuestros pecados. De vez en cuando el Señor abre nuestros ojos para que veamos el impacto de nuestras acciones. Esto es lo que estaba pasando en este pasaje. José puso a sus hermanos en una situación donde ellos se vieron obligados a ver lo que le habían hecho.
Cuando pasaron los tres días, José volvió a donde estaban sus hermanos. Les dijo que en vez de mantener-los a todos en la cárcel, solo dejaría a uno de ellos. El resto volvería a casa con los granos para alimentar a sus familias (v. 19). No obstante, les dijo que si no traían a su hermano menor, morirían (v. 20). Al decir esto, estaba diciendo dos cosas. Primero, que había colocado en las manos de ellos la vida del que se quedaba en la prisión. Estos hermanos habían vendido a José como esclavo a Egipto. ¿Le harían lo mismo al hermano que quedaba en la prisión, o harían todo lo posible por regresarlo a casa? Segundo, al retener a uno de ellos como prisionero, José garantizaba que sus hermanos volvieran.
Cuando los hermanos oyeron la propuesta de José, comenzaron a hablar entre ellos. Veamos la dirección de su conversación en el versículo 21.
Verdaderamente hemos pecado contra nuestro hermano, pues vimos la angustia de su alma cuando nos rogaba, y no le escuchamos; por eso ha venido sobre nosotros esta angustia.
Los hermanos de José conectaron su situación actual con lo que le habían hecho a José al venderlo como esclavo. Ellos creían que Dios los estaba juzgando por lo que habían hecho. Los tres días en la cárcel habían sido tiempo suficiente para pensar, y Dios los estaba convenciendo de su pecado.
En el versículo 22, Rubén les recordó cómo él les había dicho que no pecaran contra José, pero ellos no escucharon. Él les dijo que ahora tenían que responder ante Dios por sus acciones. Durante años este pecado había estado oculto. Pero ahora era el momento de sacarlo a la luz y confrontarlo. Ellos no podían avanzar hasta que este asunto no fuera confesado y revelado.
Puede ser que nos encontremos en una situación similar. Tal vez tengamos pecados ocultos que nunca hemos confesado. Hay veces en que Dios nos hará recordar esos pecados, y traerá circunstancias a nuestras vidas que nos convenzan de ellos. Él hace esto para que podamos tener la victoria sobre dichos pecados. Aunque esta historia se trata de José, no estamos captando la esencia de la misma si no somos capaces de ver lo que Dios está haciendo en la vida de los hermanos de José. Dios estaba preparando a toda la nación para el próximo paso de su historia, pero antes de ellos dar ese próximo paso, debían tratar con este terrible secreto oculto.
José estaba presente cuando sus hermanos hablaban entre sí. Hasta este momento, José no había hablado con ellos en su propio idioma. Él había usado un intérprete en todas sus conversaciones. Sus hermanos no se percata-ron de que José podía entender todo lo que ellos estaban diciendo (v. 23).
Cuando José oyó a sus hermanos, se conmovió profundamente. Sus emociones comenzaron a brotar y sabía que iba a llorar. Para encubrir su identidad, José se fue corriendo de allí y buscó un lugar para llorar. Él entendía el dolor que sus hermanos estaban sintiendo, y se con-movió profundamente por ellos. Cuando José finalmente regresó, tomó a Simeón y lo ató delante de sus ojos. Él sería quien se quedaría en Egipto mientras sus hermanos regresaban a Canaán.
En el versículo 25, José dio órdenes a sus sirvientes de llenar de trigo los sacos de sus hermanos. También les dijo que pusieran de vuelta en los bolsos el dinero de cada uno, y que les dieran provisiones para su viaje de regreso a casa. En esto no debemos ver nada de engaño por parte de José. Él simplemente no quería tomar el dinero de sus hermanos para alimentar a su propia familia. También hizo todo lo posible por proveerles confort en su regreso a casa. Esto es un acto de bondad de parte suya hacia sus hermanos, quienes lo habían vendido como esclavo.
En su viaje de regreso, los hermanos de José se detuvieron por la noche. Uno de ellos abrió su saco de granos para tomar algo de alimento para sus asnos y descubrió su dinero en el bolso (v. 27). La noticia del dinero en el bolso fue chocante para el resto de los hermanos. “¿Qué es esto que nos ha hecho Dios?”, dijeron. Probablemente ellos creían que si José descubría que se habían llevado el dinero consigo, la vida de su hermano Simeón estaría en riesgo y serían considerados espías.
Cuando volvieron a la casa, le contaron a su padre Jacob lo que había sucedido (v. 29). Ellos le dijeron cómo el hombre que gobernaba Egipto les había hablado asperamente y los había tratado como a espías (v. 30). Cuando ellos le explicaron que eran una familia de doce hijos, y que el menor se había quedado en la casa con su padre, el hombre insistió en que probaran la verdad de sus palabras llevándole a su hermano menor para verlo. Y para estar seguro de que ellos lo harían, él tomó a Simeón como prisionero hasta su regreso. Solamente cuando ellos lo hubieran demostrado, él les dará el permiso para negociar con él (v. 34). Percatémonos que aunque Dios había estado tratando con los hermanos respecto a su pecado de vender a José como esclavo, ellos no le mencionaron nada a su padre. El pecado permanecía en secreto.
Cuando los hermanos estaban vaciando sus sacos de grano, cada uno de ellos descubrió que su dinero estaba escondido en los sacos. Al ver esto, se atemorizaron (v. 35). Jacob creía que nunca más volvería a ver a su hijo Simeón, por lo que acusó a los hermanos de despojarlo de sus hijos: “Me habéis privado de mis hijos; José ya no existe, y Simeón ya no existe, y os queréis llevar a Benjamín; todas estas cosas son contra mí” (v. 36).
Rubén se dio cuenta de la indecisión de Jacob de dejar ir a Benjamín a Egipto con ellos. También se percató de que la única manera de sobrevivir como familia era regresando a Egipto. Él le dijo a su padre que les entrega-ría a sus dos hijos para que los matara si no le traía a Benjamín de regreso (v. 37). Sin embargo, Jacob no quiso nada de eso. Él no podía soportar la idea de perder a Benjamín; por lo que les dijo que si algo malo le pasaba a Benjamín, él sufriría hasta el momento de ir a la tumba (v. 38). Lo que Jacob no se daba cuenta era que al entregar a su hijo Benjamín en las manos de Dios, José también volvería a él.
Probablemente el mayor desafío de este capítulo sea mirar más allá de José y sus acciones, y ver lo que Dios estaba haciendo. Dios estaba preparando a su pueblo para algo mejor. Él estaba trayendo convicción de pecado, a tal punto que Jacob y sus hijos pudieran tener la victoria, y experimentaran la provisión y la bendición de Dios en las próximas etapas de sus vidas como pueblo.
Para Meditar:
¿Cómo se cumplieron en este pasaje los sueños de José?
¿Cree usted que en este texto José estaba siendo malo con sus hermanos? ¿Qué evidencia existe de la compasión y la bondad de José hacia sus hermanos?
¿Cómo Dios usó las acciones de José para traer convicción de pecado a los corazones de sus hermanos?
¿Alguna vez Dios ha abierto nuestros ojos para ver las implicaciones de nuestros pecados? Explique.
¿Existen pecados en nuestras vidas que Dios nos ha estado revelando? ¿Cuáles son?
Dios les habló a los hermanos de José sobre su pecado. Ellos no podían avanzar hacia la próxima fase del plan de Dios en sus vidas hasta que no confrontaran su pecado contra José. ¿Acaso nuestros pecados detienen el progreso de nuestra vida espiritual?
Percatémonos de que Jacob no estaba dispuesto a dejar ir a Benjamín. ¿Existen cosas en nuestras vidas que aún no estamos dispuestos a confiarle a Dios?
Para Orar:
Pidamos al Señor que nos dé gracia para amar a aquellos que nos han maltratado.
Demos gracias al Señor por la manera en que Él nos convence de pecado. Pidámosle que nos dé gracia para arrepentirnos de los pecados que Él trae a nuestras mentes.
Tomemos un momento para pedirle a Dios que sane a aquellas personas a las que hemos herido con nuestros pecados.
Pidamos a Dios que nos revele cualquier pecado que nos impide avanzar en Su propósito y plan para nuestras vidas.
Roguemos a Dios que nos dé gracia para rendirlo todo a Él. Dediquemos un tiempo para poner en Sus manos todas aquellas cosas que más atesoramos en la vida. Démosle gracias porque Él tendrá cuidado de ellas.
CAPÍTULO 40 – LA FAMILIA DE JOSÉ REGRESA A EGIPTO
Leamos Génesis 43:1-44:34
La familia de José regresó de Egipto con provisiones. Pero a medida que el hambre continuaba devastando la tierra, sus provisiones nuevamente se escaseaban. Cuando ya se habían comido todo el trigo, Jacob (Israel) les dijo a sus hijos que regresaran a Egipto a comprar más (43:2).
Es interesante que nos percatemos que los hermanos no regresaron de inmediato a buscar a Simeón que estaba prisionero en Egipto. Ellos esperaron a que todas sus provisiones se acabaran. Esto pudo haber sido porque su padre se rehusaba a dejar que Benjamín fuera con ellos. También pudo haber sido debido a lo largo del viaje. Cualquiera que fuera la razón, Simeón permaneció durante todo este tiempo en el calabozo de una prisión egipcia, esperando que ellos regresaran.
Judá le recordó a su padre que José les había advertido que, si no regresaban con su hermano menor, los iba a considerar espías. También le dijo a su padre que solo irían a Egipto si él enviaba a Benjamín con ellos; pues sabían el riesgo que corrían sus vidas si regresaban sin él.
Las palabras de Judá molestaron a Jacob. “¿Por qué me hicisteis tanto mal, declarando al varón que teníais otro hermano?”, le preguntó en el versículo 6. Los hermanos le dijeron a su padre que el hombre que habían visto en Egipto les preguntó expresamente por su familia, y ellos respondieron honestamente. No tenían manera de saber que él les pediría que llevaran a Benjamín (43:7).
Judá le dijo a su padre que si él enviaba a Benjamín con ellos, él se responsabilizaba personalmente por su hermano menor. Si algo le pasaba, él cargaría con la culpa por el resto de su vida (43:9). Le recordó a su padre que si él hubiera permitido que Benjamín fuera y no se hubieran detenido, ya ellos hubieran ido y regresado de Egipto dos veces (43:10). Tal parece que Judá estaba bastante frustrado con su padre respecto a este asunto.
Cuando Israel (Jacob) se dio cuenta de que realmente no tenía opción, dio el permiso para que llevaran a Benjamín. También envió algunos de los mejores productos de la tierra como regalo para el hombre con quien habían hablado en Egipto. Ellos llevaron, bálsamo, miel, aromas, mirra, nueces y almendras. Israel les dio instrucciones a sus hijos de que tomaran una doble cantidad de monedas de plata, porque ellos debían pagar por el trigo que habían recibido anteriormente cuando sus monedas aparecieron en sus sacos (43:12). Él los animó a regresar lo más pronto posible. Su oración era que Dios tuviera misericordia de ellos delante de aquel hombre que habían conocido en Egipto, para que él les dejara regresar a casa con Benjamín. Los hermanos de José hicieron como su padre les había dicho, y sin demora partieron para Egipto (43:15).
Cuando José vio a Benjamín con ellos, les dio instrucciones a sus sirvientes que prepararan comida, porque sus hermanos debían comer con él al medio día (43:16). Los hermanos fueron llevados a casa de José.
Los hermanos de José se asustaron cuando les pidieron que fueran a la casa de José. Ellos creían que él los iba a convertir en esclavos, ya que habían regresado a Canaán sin pagar sus provisiones (43:18). Cuando llegaron a la casa, le hablaron al mayordomo que los recibió. Ellos le explicaron cómo habían descubierto el dinero dentro de sus bolsas; y le dijeron que habían venido a pagar el dinero que debían (43:21-22). El sirviente de José les dijo que no se preocuparan por el dinero: “…no temáis; vuestro Dios y el Dios de vuestro padre os dio el tesoro en vuestros costales; yo recibí vuestro dinero” (43:23). Solo podemos imaginar la confusión que estos hermanos estarían sintiendo en ese momento. Y cuando apenas se estaban recuperando de la noticia de que José había recibido su dinero, el mayordomo les trajo a Simeón.
El siervo de José les dio agua para que lavaran sus pies, y proveyó comida para sus asnos (43:24). También les informó que debían comer con José a medio día; y nuevamente la confusión debió ser muy grande. A medida que se preparaban, sus hermanos sacaban sus regalos para presentarlos ante José (43:25). Cuando José llegó a su casa para el almuerzo, los hermanos le presentaron sus regalos y se postraron en tierra delante de él; y una vez más se cumplía el sueño de José.
José les preguntó a sus hermanos cómo estaban, y también les preguntó sobre su padre, y si aún estaba vivo (43:27). Ellos respondieron sus preguntas, y nuevamente lo honraron inclinándose ante él. El hecho de que José se acordara de lo que ellos le habían dicho sobre su familia, debe haberlos impactado. Además de esto, estaban desconcertados debido a que habían sido invitados a una comida en casa de José.
Cuando José vio a su hermano Benjamín, les preguntó si éste era el hermano menor. Cuando ellos le dijeron que sí, José dijo: “Dios tenga misericordia de ti, hijo mío” (43:29). José se conmovió tanto al ver a su hermano que supo que iba a llorar; y como no quería hacerlo en frente de sus hermanos, corrió al cuarto buscando un lugar privado para hacerlo (43:30).
Después que José lavó su rostro, regresó y pidió que sirvieran la comida (43:31). José comió solo, y los hermanos comieron en otra mesa; pues era la costumbre de la época que los egipcios no comían junto con los hebreos (43:22). Los hermanos de José fueron ubicados en una mesa al frente de él, y los sentaron por orden de edad, de mayor a menor. Esto los dejó atónitos, y se preguntaban cómo podía él conocer sus edades (43:33). Cuando sirvieron las porciones, a Benjamín le dieron cinco veces más que al resto de los hermanos, pero todos festejaron libremente (43:34).
No sabemos exactamente por qué José le dio a Benjamín cinco veces más comida que a los otros hermanos. Es posible que José buscara ver la reacción de ellos. A él lo odiaron porque su padre lo trataba con especial favor. Y José sabía que su padre también había estado tratando a Benjamín de una manera especial. ¿Acaso querría él ver si los hermanos reaccionaban negativamente al ver que Benjamín era tratado de esa manera? Recordemos que José estaba hablando por medio de un intérprete. Ellos no sabían que él podía entenderlos. José podía escuchar sus palabras desde su mesa. Probablemente ellos habrían estado dispuestos a hablar libremente creyendo que él no podía entenderlos. De esta manera, José vería si había algún cambio en su actitud.
Cuando terminó la comida, José ordenó a sus sirvientes que llenaran los sacos de los hermanos con toda la comida que ellos pudieran llevar (44:1). También debían regresar con el dinero de cada uno puesto en la boca de sus costales. José también les dio instrucciones a sus hombres que pusieran su copa de plata en el bolso del hermano menor (44:2). Los sirvientes hicieron como José mandó; y en la mañana siguiente, los hombres fueron enviados de camino a casa.
Los hermanos de José no iban muy lejos de la ciudad cuando José le dijo a su mayordomo que fuera tras ellos. Le dijo que cuando los alcanzara debía preguntarles por qué habían pagado el bien que se les había hecho toman-do la copa que José usaba para su adivinación (44:5).
Debemos percatarnos de que José nunca usó esta copa para adivinar. Él buscaba la dirección del Dios de Israel en todo lo que hacía. José dijo eso para ocultar su verdadera identidad, y darle un valor especial a esa copa.
El mayordomo hizo como José le pidió, y alcanzó a sus hermanos. Ellos no podían creer que estaban siendo acusados de semejante crimen. Más bien le recordaron al mayordomo cómo ellos habían devuelto el dinero que le debían a José de la primera vez que compraron trigo (44:8); y le sugirieron al mayordomo que buscara en sus bolsos. Si encontraba la copa en alguno de sus costales, entonces la persona en cuyo costal fuera encontrada la copa, moriría; y el resto se convertiría en esclavos de José (44:9). El mayordomo aceptó la propuesta, excepto que todos ellos podrían volver a casa menos la persona en cuya bolsa se encontrara la copa. Solamente esa persona se convertiría en esclava de José (44:10).
Cuando derribaron los costales a la tierra, el mayordomo buscó desde el costal del hermano mayor hasta el del menor; y la copa de José apareció en el saco de Benjamín (44:12). Cuando los hermanos vieron esto, rasgaron sus vestidos en señal de duelo, pusieron la carga sobre sus asnos y volvieron a la ciudad (44:13).
José aún estaba en su casa cuando los hermanos volvieron a la ciudad. Ellos se acercaron a él y se postra-ron a sus pies (44:14). José les preguntó por qué habían hecho esto. Les dijo que él tenía el poder para descubrir todo eso por arte de magia (44:15). Ellos le respondieron que eran inocentes, pero que no tenían manera de probar su inocencia. Estaban en sus manos (44:16).
José les dijo que él solo quería a aquel en cuyo saco fue hallada la copa. Solamente él sería su esclavo, y los demás regresarían a su padre (44:17).
Los hermanos de José ahora se encontraban en medio de una situación muy interesante. Una vez más se encontraban en un escenario donde veían llevar como esclavo al hijo favorito de su padre. ¿Qué harían esta vez? ¿Le harían a Benjamín lo mismo que le hicieron a José? ¿Acaso se irían y dejarían a Benjamín como esclavo, o harían todo lo posible por protegerlo de la misma suerte que corrió su hermano José? José debe haber estado muy interesado en ver cuál sería la reacción de sus hermanos.
Entonces habló Judá. Él le recordó a José cómo Israel, su padre, amaba a Benjamín de una manera especial (44:20). Judá le explicó a José cuán difícil fue para su padre dejar ir a Benjamín. El amor de su padre por este muchacho era tal, que él moriría si ellos no regresaban con él (44:22). También le recordó a José que la única razón por la que su padre dejó ir a Benjamín con ellos, era porque José les había dicho que a menos que su hermano menor no viniera, ellos nunca más lo volverían a ver (44:23-26). Judá le rogó a José que dejara volver a Benjamín a casa de su padre, explicándole que él personalmente le había garantizado la seguridad del mucha-cho. Y le sugirió que José lo tomara a él como esclavo en lugar de Benjamín (44:33).
Los hermanos de José estaban siendo probados. Podemos estar seguros de que José estaba observando atentamente su reacción. Sin embargo, es importante que ahora no nos enfoquemos demasiado en José. Éste era simplemente un instrumento en las manos de Dios. Lo importante aquí es lo que Dios estaba haciendo en la vida de estos hermanos.
Dios había estado probando a los hermanos de José. Ellos estaban siendo confrontados con su pecado de vender a José como esclavo. Ahora estaban en una situación donde podían repetir ese mismo pecado y salvar sus vidas a costa de Benjamín, o podían hacer lo correcto y luchar por la vida de su hermano. Ellos decidieron hacer lo correcto.
Para Meditar:
Analicemos lo difícil que fue para Israel dejar ir a Benjamín, aun cuando era para salvar al resto de su familia. ¿Existen cosas a las que nos resulta difícil dejar ir?
¿Cómo se supone que se sintieron los hermanos de José con su hospitalidad? ¿Qué nos enseña la hospitalidad y la generosidad de José con sus hermanos en cuanto a su actitud hacia ellos, a pe-sar de que ellos lo habían vendido como esclavo? ¿Somos nosotros bondadosos con aquellos que nos han herido?
¿Cree usted que los hermanos de José vencieron sus celos? ¿Existe alguna evidencia en este pasa-je de que ellos habían cambiado su actitud?
Para Orar:
Pidamos al Señor que nos dé gracia para dejar ir cualquier cosa que estemos reteniendo demasiado.
Agradezcamos al Señor porque Él nos bendice, aun cuando no lo merecemos.
Los hermanos de José estaban confundidos sobre lo que estaba sucediendo, pero Dios estaba obrando de una manera muy especial para llevar a cabo Su propósito. Demos gracias al Señor por-que todas nuestras circunstancias están bajo Su control y Señorío. Démosle gracias porque Él hará que todas las cosas sean para nuestro bien y para Su gloria.
¿Estamos atravesando alguna prueba espiritual en nuestras vidas hoy? Pidamos al Señor que nos dé gracia para tomar las decisiones correctas, de tal modo que seamos fortalecidos en medio de esos tiempos.
CAPÍTULO 41 – JOSÉ REVELA SU IDENTIDAD
Leamos Génesis 45:1-28
Cuando sus hermanos emprendieron su viaje de regreso a Canaán, José envió a su sirviente que les preguntara por qué habían robado su copa de plata. Y cuando buscaron en sus bolsas, encontraron la copa en el costal de Benjamín. Los hermanos regresaron a Egipto. Ellos estaban muy desconcertados con este asunto, especialmente cuando descubrieron que Benjamín sería tomado como esclavo. Judá salió en defensa de Benjamín y le rogó a José que lo dejara tomar el lugar de su hermano menor, para que su padre no fuera a la tumba cargado de tristeza.
Todas estas discusiones conmovieron profundamente a José. El versículo 1 nos dice que ya no podía controlar más sus emociones. El versículo 2 relata que José lloró a gritos, de tal manera que la casa de Faraón lo oyó. Él les dijo a todos sus siervos que se fueran de la habitación, y se quedaron solamente José y sus hermanos. Cuando todos se fueron, José se dio a conocer a sus hermanos. “Yo soy José; ¿vive aún mi padre?”, les preguntó en el versículo 3.
José había prosperado grandemente en Egipto, pero sentía el dolor de la separación de su familia. Ese día cuando él lloró, expresó años de dolor. También eran lágrimas de alegría. José estaba de vuelta con sus hermanos. Él sabía que Dios había estado preparándolo para este momento. Él sabía que la mano de Dios estaba en estos sucesos, y le sorprendía que Dios decidiera usarlo a él para cumplir Sus propósitos.
Los hermanos de José no podían responderle, pues estaban atemorizados como resultado de su revelación. Ellos sabían lo que le habían hecho. Recordaban cómo lo habían vendido como esclavo. Recordaban cómo no podían hablarle pacíficamente cuando vivían con él (Gn. 37:4). También sabían el poder que José tenía en Egipto. Él tenía la autoridad de tratarlos ásperamente y devolver-les todo el mal que ellos le habían hecho. El versículo 3 nos dice que estaban turbados ante su presencia.
José comprendió su miedo y les dijo que se acercaran (v. 4). Y cuando lo hicieron, él les recordó cómo ellos lo habían vendido a Egipto como esclavo. José les dijo a sus hermanos que no se entristecieran ni se enojaran por haberlo vendido; que Dios había permitido que esto sucediera para que muchas vidas fueran salvadas.
José continuó explicando que la hambruna que estaban experimentando duraría otros cinco años (v. 6). Dios lo había enviado delante para salvar sus vidas (v. 7). Él les aclaró a sus hermanos que fue Dios quien lo envió a Egipto. El Señor también lo había bendecido y le había dado una posición de honor y autoridad en la tierra, para que de esta manera él pudiera salvar a su nación en este tiempo de necesidad (v. 8).
Hay una serie de cosas que necesitamos ver en estos versículos. Observemos que José no muestra rencor hacia sus hermanos. Es cierto que ellos le habían hecho algo terrible. Habían actuado movidos por el odio y los celos, pero ¿cómo podía José estar enojado y amargado con sus hermanos, cuando Dios usó la situación para cumplir un propósito tan maravilloso en su vida?
Quizás alguno de nosotros hayamos sufrido en mano de otras personas. Sus acciones pueden habernos herido profundamente. Sin embargo, Dios puede usar todo lo que nos pasa para nuestro bien. Cuando estemos tenta-dos a enojarnos debido a las circunstancias, pidamos al Señor que nos muestre lo que Él ha estado haciendo en nuestras vidas a través de esas circunstancias. En vez de amargarnos, dejemos que nuestros corazones se llenen de agradecimiento a Dios por lo que Él está haciendo en nosotros y a través de nosotros.
También percatémonos de que Dios iba delante de José. Él preparó a los individuos a quienes José iba a conocer y que luego le dieron esa posición de autoridad. Dios le proveyó a José todo lo que necesitaba para ser el libertador que fue llamado a ser. Cuando Dios llama, también capacita. Sus métodos pueden parecernos extraños, pero Él sabe lo que hace. A medida que nos rendimos a Su obra, veremos Su propósito cumplirse en nuestras vidas.
En el versículo 9, José les dijo a sus hermanos que fueran rápido donde su padre y le dijeran que Dios lo había hecho señor de todo Egipto. También debían invitarlo a que fuera a Egipto con ellos. Él les dijo a sus hermanos que podían vivir en la región de Gosén con sus hijos, sus ganados y sus vacas. También les recordó que vendrían otros cinco años de hambre. Si ellos se quedaban en Canaán, estarían desprovistos y necesitados (v. 11). José los instó a que se apuraran (v. 13). Cuando José terminó de hablar, se echó sobre el cuello de su hermano Benjamín y lloró (v. 14). También besó a cada uno de sus hermanos (v. 15). Y después cada uno de ellos habló con él libremente.
Faraón escuchó que los hermanos de José habían llegado a Egipto (v. 16). Y cuando lo oyó, le dijo a José que cargara sus animales y volviera a Canaán para que trajera a su padre y a su familia a Egipto. Él le prometió que les daría las mejores tierras. Con este gesto podemos ver cuánto Faraón respetaba a José. Aunque el resto del mundo sufría terriblemente por esta hambruna, Faraón estaba prosperando debido a la administración de José.
Faraón le ofreció algunos de sus carros para traer a la familia de José de regreso de Canaán. Él le dijo a José y a su familia que les daría lo mejor de Egipto (v. 20). Solo nos resta imaginar la reacción de los hermanos de José ante esta noticia. ¡Cuán indignos se deben haber sentido! Ellos habían actuado de manera muy pecaminosa cuando vendieron a José como esclavo y engañaron a su padre. Pero ahora Dios los estaba bendiciendo con lo mejor de la tierra de Egipto. Esta es una verdadera imagen de la gracia de Dios. Él se deleita en bendecirnos aun cuando no merecemos tal bendición.
José les dio a sus hermanos algunos de los carros de Faraón, y les proveyó todo lo que necesitaban para el viaje (v. 21). También le dio a cada uno ropas nuevas. Sin embargo, a Benjamín le dio trescientas piezas de plata (siete libras y media, o 3.5 Kg.), y cinco mudas de vestidos (v. 22). Según el versículo 23, José envió diez asnos cargados con lo mejor de Egipto, y diez asnas cargadas de trigo, pan y comida para su padre (v. 23).
Observemos en el versículo 24 que José despidió a sus hermanos diciéndoles que no pelearan en el camino. Esto es significativo. El hecho de ver a José nuevamente, les debe haber suscitado algunos recuerdos de lo que habían hecho. Muy fácilmente podían haber comenzado a culparse unos a otros de lo que había pasado ese día. José sabía que esto sucedería, y los desafió a que dejaran el pasado atrás. Ya ellos no podían cambiar lo sucedido. No podrían sanar las heridas del pasado mientras se mantuvieran culpando unos a otros, y sacan-do a relucir todas esas cosas. Escuchemos lo que nos dice Miqueas acerca de cómo Dios trata con nuestros pecados.
El volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados (Miq. 7:19)
Cuando echamos algo en lo profundo del mar, esperamos no volverlo a ver. Así es como Dios trata con nuestros pecados. Él los arroja bien lejos y no los recuerda más. Jeremías lo confirma cuando dice:
Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado”. (Jer. 31:34)
Si Dios decide olvidar nuestros pecados, nosotros tam-bién deberíamos estar dispuestos a olvidar las ofensas que otros nos han hecho, y los pecados de los cuáles ya Dios nos ha perdonado. José había perdonado a sus hermanos. Sin embargo, ahora el problema era que cada uno de sus hermanos necesitaba perdonarse individualmente y mutuamente. Los hermanos de José habían sido confrontados con su pecado. Este pecado necesitaba ser expuesto si es que querían vivir en armonía con José en Egipto. No obstante, ahora que habían sacado a la luz el pecado, necesitaban aceptar el perdón. Pero al acusarse mutuamente y usar este pecado uno en contra del otro, los hermanos de José no experimentarían el perdón ni la sanidad que ellos necesitaban. Una vez que tratamos el pecado, debemos alejarnos de él y resistir la tentación de sacarlo a relucir nuevamente. Si Dios lo echó en lo más profundo del mar, nosotros debemos dejarlo allí.
Cuando los hermanos de José llegaron a Canaán, le dijeron a su padre que José aún estaba vivo. Ellos le explicaron que él era gobernador en Egipto. Sin embargo, Jacob se negaba a creerles (v. 26). Cuando ellos le dijeron lo que José había dicho, y le mostraron los carros y los regalos que él les envió, Jacob se animó (v. 27). Él se convenció de que José estaba vivo y decidió ir con ellos a Egipto para ver a su hijo antes de morir (v. 28).
Para Meditar:
¿Cómo se sintieron los hermanos de José al ser confrontados por aquel a quien ellos habían ofendido? ¿Acaso es fácil confrontar a las personas a las que hemos herido u ofendido?
¿Piensa usted que José perdonó completamente a sus hermanos por lo que hicieron en su contra? ¿Hay personas en nuestras vidas a las que necesitamos perdonar?
José vio cómo Dios usó las terribles acciones de sus hermanos para bien de su vida. ¿Cómo Dios ha usado para nuestro bien las cosas malas que nos han sucedido?
¿Cómo cree usted que se sintieron los hermanos de José cuando vieron que él les dio abundantes provisiones para el viaje? ¿De qué manera tratamos a quienes nos han ofendido?
¿Alguna vez hemos sido tentados a usar los pe-cados pasados en contra de algún hermano o hermana?
Para Orar:
Pidamos a Dios que nos dé valor para enfrentar a quienes hemos ofendido con el fin de arreglar las cosas.
Pidamos al Señor que nos dé valor para perdonar a quienes nos han ofendido, y nunca más hacer relucir esos pecados.
Demos gracias al Señor porque, aunque no merecemos Su perdón, Él aún derrama sobre nosotros Sus bendiciones.
CAPÍTULO 42 – ISRAEL SE ESTABLECE EN EGIPTO
Leamos Génesis 46:1-34
Los hermanos de José regresaron de Egipto con noticias acerca de él. Cuando Israel, el padre de José, oyó que su hijo aún estaba vivo, decidió irse para Egipto para poder verlo antes de morir.
Israel empacó sus pertenencias y emprendió su viaje a Egipto. Durante el camino, se detuvo en Beerseba, y allí ofreció sacrificios al Señor. No sabemos con claridad por qué escogió este lugar para adorar a Dios; pero lo que sí sabemos es que Abraham había adorado en Beerseba (ver Génesis 21:33), al igual que Isaac, el padre de Israel (ver Génesis 26:23-25). Aunque puede que no sepamos la razón por la cual escogió a Beerseba, Israel tenía un verdadero motivo para adorar y alabar al Señor. Su hijo José, a quien él creía muerto, estaba vivo.
Mientras todavía Israel estaba en Beerseba, el Señor le habló. En el versículo 3 Dios le recordó que Él era el Dios de su padre Isaac. También le dijo que no tuviera miedo de ir a Egipto porque haría de él una gran nación. Dios le prometió a Israel que José, su propio hijo, estaría a su lado cuando él muriera (v. 4). Hay tres detalles importan-tes en este texto que debemos entender.
En primer lugar, observemos que Dios había decidido no revelarle a Israel que su hijo José estaba vivo. Este es el primer registro que tenemos de Dios hablándole a Israel acerca de su hijo. Él le dijo que José estaría con él cuando muriera. ¿Por qué Dios no le reveló antes a Israel que José estaba vivo? Obviamente que Él veía el dolor tan tremendo que Israel sufría pensando que su hijo estaba muerto. Hay algunas cosas que Dios decide ocultarnos. El Señor permitió que él atravesara por este período de luto. José no fue el único que fue probado, sino que Dios también estaba obrando en la vida de Israel, su padre.
¿Hubiera estado dispuesto Israel a dejar que su hijo José fuera a Egipto? José era su hijo favorito y no hubiera querido que se alejara de su lado. Dios le quitó a su hijo para cumplir Sus propósitos. Esto hirió enormemente a Israel; pero para poder salvar a la nación, su hijo tenía que ser sacrificado. Él no hizo esto voluntariamente, sino que Dios se lo quitó sin su aprobación. En ocasiones nosotros también tendremos que hacer tales sacrificios.
El segundo detalle que necesitamos puntualizar es que probablemente el corazón de Israel estaba preocupado por la tierra que dejaba atrás cuando viajara a Egipto. Dios le había prometido esa tierra a él y a sus padres. Sin embargo, antes de Israel poder heredar la tierra que Dios le había prometido, debía estar dispuesto a renunciar a ella. Si hubiera dependido de él, probablemente nunca hubiera abandonado la tierra que Dios prometió a sus antecesores. En ocasiones, parece como que retrocedemos o perdemos territorio, pero los caminos de Dios son muy diferentes a los nuestros. Lo importante es que confiemos en Él y que andemos en obediencia.
Por último, percatémonos que Dios le prometió a Israel que haría de su familia una gran nación en la tierra de Egipto, y que los llevaría de vuelta a la tierra que les había prometido a sus padres. Sabemos que Egipto era un lugar muy difícil para el pueblo de Dios. Sin embargo, por este medio Dios haría una obra poderosa. Él usaría las batallas de Su pueblo para fortalecerlos y multiplicarlos. Cuando ellos salieran de Egipto, estarían listos para convertirse en la nación que Dios esperaba que fueran. Muchos de nosotros preferiríamos ser entrenados por Dios sin tener que atravesar pruebas y sufrimientos. Sin embargo, estas pruebas son la manera de Dios preparar-nos para un servicio mayor. Dios prometió estar con Israel en Egipto. También prometió convertirlos en una gran nación durante este tiempo. Necesitamos aprender a confiar en Dios en medio de nuestras batallas, porque Él ciertamente las usa para nuestro bien y para Su gloria.
Con esas palabras de aliento del Señor resonándole en sus oídos, Israel salió de Beerseba con su familia y todo su ganado a la tierra de Egipto (vv. 5-7).
Los versículos del 8 al 27 registran los nombres de las personas que se fueron con Israel hacia Egipto. Estos nombres están enumerados de acuerdo a sus madres. En total fueron sesenta y seis personas que salieron de Canaán para ir a Egipto; sin embargo, en estos versículos se mencionan setenta nombres. Para llegar al número 66 tenemos que darnos cuenta que la lista de nombres que se menciona en este capítulo incluye dos hijos que habían muerto en Canaán (v. 12) y dos hijos de José que ya estaban en Egipto (v. 20).
Cuando iban llegando a la tierra de Egipto, Israel envió a su hijo Judá al frente para que los guiara a la tierra de Gosén. José preparó su carruaje, y salió al encuentro de su padre (v. 29). Entonces, Israel abrazó a José y lloró por largo tiempo. Obviamente, este encuentro fue muy conmovedor. En el versículo 30, él le dijo a José que ahora que había visto a su hijo vivo, ya estaba listo para morir. La idea es que ahora que había visto a José, podía morir en paz. Obviamente, él había estado atormentado por el hecho de que había perdido a su hijo.
José les dijo a sus hermanos que iría a ver al Faraón para decirle sobre su llegada (v. 31); y le mencionaría el hecho de que ellos eran pastores y que habían traído sus rebaños. Él les dijo que cuando ellos se encontraran con el Faraón y él les preguntaran sobre su ocupación, debían decirle que ellos atendían el ganado. Entonces Faraón les daría permiso para asentarse en la tierra de Gosén. José conocía la cultura de Egipto, y sabía que los pastores de ovejas eran personas insignificantes y detestables antes los ojos de los egipcios. José sabía que cuando el Faraón descubriera que sus hermanos eran pastores de ovejas, los mandaría para una región rural de Gosén, donde estarían lejos de la ciudad.
Cuando el pueblo de Dios llegó a Egipto, estuvieron separados del resto de la población. Ellos eran considera-dos de bajo nivel social, y las personas no se relacionaban con ellos. Pero todo esto estaba dentro del plan de Dios. Él no quería que Su pueblo se mezclara con la población egipcia. Habrían vivido con el resto de la población, la tentación habría sido seguir sus costumbres y casarse con ellos. Dios había prometido hacer de la familia de Israel una gran nación. Pero para que esto sucediera, ellos no podían debilitarse casándose con los egipcios y adoptando su cultura. Ellos debían separarse de la sociedad egipcia para poder llegar a ser el pueblo que Dios quería que fueran.
Para Meditar:
¿Cómo cree usted que fue para Israel (Jacob) perder a su hijo José? ¿Cree usted que él le hubiera entregado voluntariamente su hijo a Dios para que lo llevara a Egipto? ¿Qué sacrificios Dios nos ha llamado a hacer?
¿Cómo debe haber sido para Israel dejar la tierra que Dios le había prometido a sus padres? ¿Alguna vez ha tenido que confiar en el Señor en momentos en que las cosas no parecen tener sentido? Explique.
Cuando Israel y su familia llegaron, se separaron del resto de la sociedad egipcia. Debido a que eran pastores de ovejas, la gente no se relacionaba muy bien con ellos. ¿Cómo esto los beneficia-ría? ¿De qué manera Dios usaría esta situación para fortalecer a Su pueblo?
Para Orar:
Pidamos a Dios que nos ayude a estar dispuestos a poner todo lo que tenemos a Su disposición.
Demos gracias al Señor porque, aunque Sus caminos son muy diferentes a los nuestros, Él sabe lo que hace, y hará todas las cosas según Su propósito y para nuestro bien.
Tomemos un momento para analizar algunas de las batallas que estamos enfrentando en la vida. Agradezcamos al Señor que Él puede usar esas luchas para llevar a cabo Su plan.
CAPÍTULO 43 – EGIPTO PROSPERA
Leamos Génesis 47:1-31
La familia de José había llegado a Egipto tras su invita-cien. Después de saludarlos, José decidió informarle al Faraón que su familia ahora estaba en la región con todas sus propiedades. José tomó a cinco de sus hermanos y se los presentó al Faraón (v. 2)
Faraón les preguntó a los hermanos de José acerca de su ocupación, y ellos respondieron tal y como José les había dicho (ver Génesis 46:33-34). Ellos le dijeron a Faraón que eran pastores de ovejas, así como lo fueron sus padres (v. 3). También le explicaron que habían venido a vivir a esta región porque en la tierra de Canaán el hambre era muy grave y sus ovejas ya no tenían pasto. Por eso, le pidieron permiso a Faraón para establecerse en la tierra de Gosén (v. 4).
Faraón permitió que la familia de José viviera en la tierra de Gosén; incluso le dijo a José que si alguno de sus hermanos tenía capacidades especiales, los pusiera a cargo de sus ganados (v. 6). Faraón respetaba tanto a José, que estaba dispuesto a darle la mejor de sus tierras y a poner su propio ganado en mano de sus hermanos.
Entonces, José le presentó su padre al Faraón. Observemos en el versículo 7 que Jacob bendijo a Faraón. Debemos recordar que las bendiciones de estos hombres de Dios eran tomadas muy en serio. Para Faraón esto era más que un simple saludo o un “gracias”. Jacob en realidad estaba orando para que la bendición de Dios cayera sobre este poderoso gobernador.
Cuando el Faraón le preguntó la edad a Jacob, él respondió que tenía ciento treinta años. Observemos en el versículo 9 que él le dijo a Faraón que sus años eran pocos y no se igualaban a los años que vivieron sus padres. En Génesis 6:3 leemos que debido a que Dios se enojó con Su pueblo, les dijo que su promedio de vida se reduciría a ciento veinte años.
Y dijo Jehová: No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne; mas serán sus días ciento veinte años.
Ya Jacob había llegado a ciento treinta años; y aún con esa edad fue capaz de hacer ese largo viaje a Egipto. Jacob viviría ciento cuarenta y siete años y luego moriría. Faraón pudo entender muy bien que la larga vida de Jacob era una señal de las ricas bendiciones de parte Dios sobre él.
José estableció a su familia en la tierra de Gosén; y también les proveyó todo el alimento y todas las provisiones que ellos necesitaban (v. 12). Mientras la hambruna arreciaba en la tierra de Canaán, Dios proveía abundantemente para Su pueblo en Egipto.
Egipto y Canaán decayeron grandemente debido a la hambruna. Durante ese tiempo, José continuaba vendiendo alimentos, y todo el dinero de la venta se lo traía al Faraón (v. 14); por lo que el Faraón comenzó a enriquecerse cada vez más.
Finalmente, a los egipcios se les acabó el dinero. Y cuando esto sucedió, José le dijo al pueblo que le vende-ría los alimentos a cambio de su ganado (v. 16). Entonces comenzaron a traerle a José caballos, ovejas, ganado y asnos, y se lo cambiaban por alimento.
Sin embargo, al año siguiente los egipcios ya se habían quedado sin ganado. No tenían nada para cambiar por alimento, excepto sus cuerpos y sus tierras (v. 18). Una vez más el pueblo le suplicó a José que los comprara a ellos y a sus tierras a cambio de comida (v. 19). Entonces José aceptó, y compró sus tierras para el Faraón. Toda la tierra de Egipto, de un extremo a otro, fue reducida a esclavitud (v. 21, NVI). Todo le pertenecía al Faraón, y ellos le servían a cambio de alimentos. La única tierra que no se compró para el Faraón fue la de los sacerdotes (v. 22).
Cuando a la gente ya no le quedaba nada, José les dio semillas para que plantaran la tierra en la cual vivían. Ellos plantarían sus semillas y le darían al Faraón un quinto de toda la cosecha que la tierra produjera, y se quedarían con la cuarta-quinta parte para sus propias necesidades (vv. 23-24). El pueblo aceptó de buena gana, y le agradeció a José por salvar sus vidas (v. 25). Entonces se estableció la ley en Egipto de que un quinto de todo lo que la tierra produjera le pertenecería al Faraón (v. 26).
Aunque el pueblo de Egipto estaba sufriendo enormemente, el versículo 27 nos dice que los israelitas “se aumentaron, y se multiplicaron en gran manera”. Dios bendijo ricamente a su pueblo en medio de esta terrible hambruna. Todos los pueblos vecinos se redujeron a la esclavitud y a la pobreza, pero el pueblo de Dios era bendecido y crecían en riqueza y en número. El favor de Dios reposaba sobre ellos. Jacob pasó diecisiete años en la tierra de Egipto, y llegó a vivir ciento cuarenta y siete años.
Percatémonos en el versículo 29, que cuando llegó momento de morir, Jacob llamó a José y lo hizo prometerle que no lo enterraría en la tierra de Egipto. En cambio, le pidió que tomara su cuerpo y lo enterrara con sus padres en la tierra de Canaán (vv. 29-30). Y José se lo prometió.
El deseo de Jacob de ser enterrado en Canaán nos muestra que, aunque fue bendecido en Egipto, él sabía que Dios le había prometido a él y a sus padres la tierra de Canaán. Él sabía que llegaría el día en que su pueblo se iría de Egipto y se establecería en Canaán.
Jacob y sus descendientes evidenciaron la bendición de Dios sobre sus vidas en Egipto. Les hubiera sido fácil llegar a acomodarse en esta bendición de tal manera, que podrían olvidarse de la promesa que Dios le había hecho a su nación en la tierra de Canaán. Nosotros a veces nos llegamos a acomodar tanto en nuestras bendiciones que olvidamos el llamado de Dios para nuestras vidas. Jacob nunca olvidó la promesa de Dios para su familia. Él se rehusó a ser enterrado en Egipto porque sabía, por fe, que la tierra que Dios le había prometido a su familia era la tierra de Canaán; y aunque él no vería el cumplimiento de esta promesa en su vida, seguía creyéndole a Dios.
Cuando José le prometió a su padre que no lo enterraría en la tierra de Egipto, Jacob se inclinó sobre la cabecera de su cama y adoró a Dios (v. 31, LBLA). El hecho de que él se inclinara en la cabecera de su cama para adorar nos muestra que sus fuerzas físicas estaban disminuyendo.
¡Cuánto me gustaría haber estado allí ese día para escuchar a Jacob adorar a su Señor! ¿Cuál sería el motivo de su adoración? Solo nos resta imaginarlo. ¿Alabaría al Señor por la manera en que Dios había provisto para ellos en Egipto? ¿Agradecería al Señor, por fe, por la tierra de Canaán que un día sería suya? ¿Alaba-ría a Dios por su larga y próspera vida? Sencillamente no lo sabemos. Sin embargo, lo que sí sabemos es que el corazón de Jacob rebozaba de alabanzas a Dios a medida que su vida en esta tierra llegaba a su fin. Que sea esa nuestra actitud también, tanto en la vida como en la muerte.
Para Meditar:
Faraón recibió a la familia de José en Egipto. ¿Qué nos dice esto sobre la confianza y los sentimientos de Faraón hacia José?
Hagamos una comparación de lo que estaba pasando en Egipto con lo que estaba pasando en Gosén cuando el pueblo de Dios vivía allí. ¿Qué evidencia existe de la bendición de Dios sobre la vida de Su pueblo?
Jacob prosperó en Egipto. ¿Cuál es el peligro de la prosperidad? ¿De qué manera la prosperidad puede desvirtuarnos del llamado de Dios en nuez-tras vidas?
Para Orar:
Pidamos a Dios que nos haga personas dignas de confianza.
Tomemos un momento para agradecer al Señor por sus ricas bendiciones en nuestras vidas. Mencionemos algunas de ellas de manera particular.
Pidamos a Dios que nos ayude a no distraernos con las cosas de este mundo. Pidámosle que nos muestre Su plan para nuestras vidas, y que nos ayude a conducirnos en él.
CAPÍTULO 44 – JACOB BENDICE A SUS HIJOS
Leamos Génesis 48:1-49:33
Ya Jacob era un anciano y su salud estaba fallando. Cuando José se enteró de que su padre estaba enfermo, llevó consigo a sus dos hijos, Manasés y Efraín, para ir a verlo (48:1). Jacob reunió fuerzas y se sentó en su cama para ver a su hijo y a sus nietos.
Sabiendo que el tiempo de su muerte muy pronto se acercaba, Jacob le recordó a José la manera en que Dios le apareció en Canaán para bendecirlo. Él le contó cómo Dios le prometió hacerlo crecer y multiplicar su descendencia. También el Señor le dijo que le daría la tierra de Canaán como heredad perpetua a él y a sus descendientes. Al decirle esto a José, le estaba recordando que Egipto no era su hogar permanente, y que el propósito de Dios se cumpliría en la tierra de Canaán. Para Jacob era muy importante que José tuviera esto presente. Nos resulta muy fácil llegar a acomodarnos en el lugar donde nos encontramos. Jacob no quería que su descendencia se quedara en Egipto para siempre. Era el plan de Dios que tuvieran su propia tierra.
En Génesis 48:5, Jacob le dijo a José que sus dos hijos nacidos en Egipto ahora serían suyos. Esto significaba que Manasés y Efraín, los hijos de José, tendrían todos los derechos y privilegios de los hijos de Jacob. Por esta razón no existe la tribu de José. Sus dos hijos tomaron el lugar de José.
Al hacer esto, Jacob estaba asegurando que no hubiera división en la familia. Con su muerte, fácilmente los hijos de Jacob podían hacer a un lado a José y a sus hijos. Pero al adoptar a Manasés y a Efraín como suyos, Jacob estaba oficialmente aceptándolos en su familia. Ellos no eran egipcios, sino que serían conocidos como israelitas e hijos de Jacob.
Jacob les pidió a los hijos de José que se acercaran para poder bendecirlos (48:9). Entonces José los trajo, y Jacob los besó y los abrazó (48:10). Este fue un momento muy conmovedor para Jacob. Observemos en Génesis 48:11 que él le dijo a José que no esperaba que volvería a ver su rostro, pero que Dios le había permitido ver también su descendencia. Entonces José se inclinó ante su padre con su rostro en tierra en señal de respeto y admiración (48:12).
Génesis 48:13 nos dice que José tomó a sus dos hijos y los colocó delante de su padre para que recibieran su bendición. Como Efraín era el menor, fue colocado a la izquierda, y su hermano mayor, Manasés, fue colocado a la derecha.
Cuando Jacob extendió su mano para bendecir a los hijos de José, puso su mano derecha sobre la cabeza de Efraín, a pesar de que era el menor (48:14). Entonces cruzó sus brazos y puso su mano izquierda sobre Manasés que era el hijo mayor. Y bendijo Jacob a José invocando a Dios quien había sido su pastor (LBLA), y al Ángel de Dios que lo había libertado en muchas ocasiones. Le pidió que perpetuara en ellos el nombre de sus padres, y que Dios los multiplicara en gran manera sobre la tierra (48:14-16).
Cuando José vio que su padre había colocado su mano derecha sobre Efraín, el menor, agarró la mano de su padre y la movió hacia la cabeza de Manasés. Él le explicó que Manasés era el primogénito, y le pidió que pusiera su derecha sobre él, en lugar de Efraín (48:18).
Jacob le dijo a su hijo José que él sabía que Manasés era el hijo mayor. Su descendencia sería grande y numerosa. Sin embargo, Efraín, su hermano menor, sería más grande que él. Jacob le dijo a José que la bendición de estos dos hijos sería tan grande, que sus hermanos pronunciarían bendiciones diciendo: “Hágate Dios como a Efraín y como a Manasés” (48:20).
Cuando terminó de bendecir a los hijos de José, Jacob le dio la parcela de tierra que tomó de los amorreos con su espada y su arco (48:22). El texto en la Nueva Versión Internacional dice que Jacob le dio “Siquén”, palabra hebrea que significa cuneta o cordillera. Esto ha conllevado a que algunos comentaristas se pregunten si la porción de tierra que se le dio a José fue la región de Siquem, la cual sus hijos habían tomado por la fuerza después que violaron a su hermana Dina (ver Génesis. 34).
Después que Jacob le habló a José de manera personal y bendijo a sus dos hijos, entonces llamó al resto de sus hijos. Él quería hablarles respecto a lo que les sucedería en los próximos días (49:1).
Al primer hijo a quien habló fue a Rubén (49:3-4). Como primogénito, Rubén ocupaba un especial lugar de honor. Él era la primera señal de la bendición de Dios sobre la vida de Jacob, señal de su fortaleza, de honor y de poder. En aquellos días, tener un hijo era una muestra de la bendición de Dios sobre la vida de la madre y del padre.
Sin embargo, observemos que Jacob describió a Rubén diciendo que era impetuoso como las aguas. Él le dijo que no sería el principal por profanar la cama de su padre (49:4, LBLA). En Génesis 35:22 se registra que Rubén durmió con Bilha, la esposa de su padre. Él pagaría las consecuencias por el resto de su vida.
A los próximos hijos que Jacob habló fue a Simeón y a Leví (49:5-7). Él los describió como hombres cuya espada eran “armas de iniquidad”. Él no le aconsejaba a nadie que escuchara el consejo de ellos, porque en su furor mataron hombres y desjarretaron sus toros. Probablemente esto sea una referencia a lo que Simeón y Leví le hicieron a los habitantes de Siquem después que violaron a su hermana Dina (Gn. 34). Jacob maldijo su furor y su ira cruel. Serían dispersados como pueblo entre las naciones.
Las palabras de Jacob para Judá fueron más positivas (49:8-12). Los hermanos de Judá lo alabarían. Su mano estaría en el cuello de sus enemigos. En otras palabras, Dios le daría la victoria sobre sus enemigos. Tendría un lugar de prominencia entre sus hermanos, quienes se inclinarían a él para rendirle respeto (v. 8). Jacob describió a Judá como un gran león. En estas palabras hay un sentido de poder. Los enemigos de Judá no querrían despertar su ira (v. 9). Judá sería un gran líder entre sus hermanos. El versículo 10 nos dice que no será quitado el cetro de Judá, ni el legislador de entre sus pies hasta que venga aquel a quien pertenecía.
La bendición de Judá es muy importante. Se nos dice que Judá gobernaría en medio de su pueblo hasta que pasara su liderazgo a aquel a quien le pertenecía por derecho. De Judá vendría el gran rey David, quien sería uno de los más grandes reyes que la nación hubiera conocido jamás. Sin embargo, de esta tribu vendría uno que sería mayor que David. El Señor Jesús sería descendiente de este linaje para ser por siempre rey. La profecía es que el Mesías nacería de la tribu de Judá. Este era el honor más grande que una tribu podía tener.
Jacob le dijo a Judá que él llegaría a prosperar y a enriquecerse. Él tendría tanta abundancia de vino y de fruta, que incluso ataría a sus pollinos y a sus asnas a la vid y a las ramas de los árboles frutales, y los dejaría comer libremente. Ellos lavarían sus ropas en el vino y en el jugo de la uva (v. 11). Los ojos de Judá serían oscurecidos por beber tanto vino, y sus dientes emblanquecidos, por la abundancia de leche (v. 12).
Jacob le dijo al siguiente hijo, Zabulón, que habitaría en puertos de mar y se convertiría en refugio para naves. Sus fronteras se extenderían hasta la región de Sidón (49:13).
Isacar se describe como “asno fuerte que se recuesta entre los apriscos”. Observemos que aunque Isacar era fuerte, tenía una carga que llevar. Sin embargo, él aceptó voluntariamente su carga, y dio lo mejor de sí en su situación. El versículo 15 nos dice que cuando él vio cuán placentero era su lugar de descanso, estuvo dispuesto a bajar su hombro para llevar la carga y someterse al trabajo forzado. Las cosas no serían fáciles para Isacar, pero él daría lo mejor de sí en esta situación.
Jacob le dijo a su hijo Dan que él proveería justicia para su pueblo; y lo compara como una serpiente junto al camino, que muerde los talones del caballo para que éste se levante y haga caer hacia atrás al jinete (v. 17). Dan sería pequeño pero poderoso. En el versículo 18 Jacob clama por la salvación de Dios. Al hacerlo, le está mostrando a Dan que su fortaleza no radica en él mismo sino en el Dios de sus padres.
Jacob profetizo que vendría el día en que Gad sería atacado por salteadores, pero él los atacaría por la espalda. El hecho de que Gad atacara a sus enemigos por la espalda nos muestra que ellos estarían huyendo de él. O sea, Gad triunfaría.
Aser tendrá abundancia de pan, y dará a otras comidas dignas de reyes (49:20, NTV). Él prosperaría, y no solo tendría suficiente para él, sino también para compartir con otros.
A Neftalí se le compara con una gacela libre, que tiene hermosos cervatillos (49:21, NVI). Parece ser que ellos vivirían en paz y tranquilidad, y se multiplicarían como tribu.
En Génesis 49:22-26 Jacob se dirige a su hijo José. José era una rama fructífera cuyas ramas se extendían sobre los muros. Los arqueros lo atacaron y lo asaetearon con hostilidad, pero él permaneció firme e ileso. Probablemente esta sea una referencia a lo que los hermanos de José le hicieron cuando lo vendieron como esclavo. José permaneció a salvo porque el Señor estaba con él ayudándole y bendiciéndole con bendiciones de los cielos de arriba, con bendiciones del abismo que está abajo y con bendiciones de los pechos y del vientre (vv. 24-25). José era un príncipe entre sus hermanos. Jacob le dijo que las grandes bendiciones de sus padres vendrían sobre él (v. 26).
Por último, Jacob le habló a Benjamín, su hijo menor. Benjamín era como un lobo que sale en la mañana a devorar a su presa y que regresaría a repartir sus despojos. Benjamín sería poderoso, y su tribu sería bendecida con la provisión de Dios.
Hablándole a todos sus hijos, Jacob les dijo que cuando él muriera no debían enterrarlo en Egipto. Él quería que su cuerpo fuera sepultado en la tumba que Abraham le había comprado a Efrón el heteo (49:30). Era en esa parcela de tierra que Abraham y su esposa Sara estaban enterrados. Isaac y Rebeca, los padres de Jacob, tam-bién estaban enterrados allí, al igual que Lea la esposa de Jacob (49:31). Una vez que bendijo a todos sus hijos y explicó sus últimos deseos, Jacob se acostó en su cama y murió (49:33).
Para Meditar:
En estos dos capítulos, en diferentes ocasiones, vemos a Jacob hablando sobre Canaán como la tierra que Dios le prometió a él y a sus descendientes. Egipto era solo un lugar donde Israel viviría temporalmente. ¿Por qué nos resulta tan fácil llegar a enfocarnos en las cosas de esta tierra, al punto de que no logramos vivir con nuestros ojos puestos en el cielo?
Jacob adoptó a los dos hijos de José, Efraín y Manasés. ¿Por qué esto era tan importante? ¿Cómo garantizaba esto que los hijos de José, aunque habían nacido en Egipto, fueran considerados parte de la nación de Israel?
¿Qué aprendemos en esta sección sobre la capacidad profética de Jacob? ¿Cómo él usó las habilidades que Dios le dio para consolar, fortalecer y animar a sus hijos? ¿Se sigue necesitando este don en nuestros días?
Observemos que Rubén, Simeón y Leví cargaron la culpa y las consecuencias de sus pecados. ¿Acaso perdonar significa que no acarreemos las consecuencias de nuestros pecados?
Para Orar:
Pidamos al Señor que nos ayude a considerar esta tierra como nuestro hogar temporal. Pidámosle que nos ayude a poner nuestros ojos en el cielo y a vivir con nuestra meta puesta allí.
Pidamos a Dios que quite de nuestras vidas las cosas que nos distraen y obstaculizan Su propósito.
Demos gracias al Señor por la manera en que Él conoce nuestro futuro, y porque nada lo toma por sorpresa.
Pidamos al Señor que nos perdone por los peca-dos del pasado. Oremos que sane las heridas provocadas por nuestros pecados, y que nos dé gracia para vivir con las consecuencias de nuestras acciones.
CAPÍTULO 45 – LA MUERTE DE JOSÉ
Leamos Génesis 50:1-26
Cuando José oyó que su padre había muerto, se tiró sobre él, lo besó y lloró sobre él (v. 1). Entonces mandó directamente a sus médicos a que prepararan el cuerpo de su padre y lo embalsamaran, como era la costumbre egipcia. Debemos percatarnos de que José le había prometido a su padre que lo enterraría en la tierra de Canaán. El tiempo requerido para obtener este permiso, y hacer el viaje significaba que el cuerpo tendría que preservarse de alguna manera. El versículo 3 nos dice que el proceso de embalsamamiento demoraba cuarenta días, pero los egipcios lloraron al padre de José setenta días. Esto nos muestra algo respecto a lo que ellos sentían hacia José como el poderoso líder de Egipto que era.
Cuando pasaron los días de luto, José se acercó a la corte del Faraón y le pidió permiso para salir de Egipto con el propósito de enterrar a su padre. Él les dijo que su padre le había hecho jurar que lo enterraría en la tumba que había cavado en Canaán (v. 5). José le prometió a Faraón que él enterraría a su padre y regresaría a Egipto para retomar sus responsabilidades. Entonces Faraón le dio permiso.
Es interesante notar que el tiempo de José en Egipto no había llegado a su fin. Él retornaría con su familia a Canaán para enterrar a su padre, pero no se quedaría allá. Aunque la voluntad de Dios era que su familia regresara a Canaán, este no era el momento. En nuestro caminar con Dios, el tiempo es de vital importancia. Es posible que estemos en el lugar correcto, pero en el tiempo equivocado. También podemos decir palabras correctas en un momento inoportuno. José sabía que el Señor quería que su familia estuviera en Canaán, pero también entendía que este no era el tiempo de Dios. José no había terminado en Egipto la obra que Dios le había dado.
Alrededor de dos meses y medio después de la muerte de Jacob, José salió de Egipto acompañado por los oficiales del Faraón, los jerarcas y sus hermanos. Ellos dejaron a sus hijos y a sus rebaños en Gosén (v. 8). El versículo 9 nos dice que un gran escuadrón de personas salió con carruajes y con gente de a caballo. Jacob sería enterrado con una gran ceremonia.
Cuando llegaron hasta la era de Atad, cerca del Jordán, se quedaron allí pasando siete días de luto por Jacob, llorando “con grande y muy triste lamentación” (v. 10). Cuando los cananeos que vivían en la región vieron y escucharon lo que sucedía, dijeron: “Llanto grande es este de los egipcios”. Y llamarón aquel lugar Abel-mizraim, que significa “llanto de Egipto”.
Jacob fue enterrado en la cueva del campo de Macpela, cerca de Mamre. Abraham le había comprado esta propiedad a Efrón el heteo (v. 13). Y después que enterraron a Jacob, José y todos los que lo habían acompañado regresaron a Egipto (v. 14).
Después de la muerte de su padre, los hermanos de José comenzaron a temer lo que él les pudiera hacer. Mientras su padre vivía, ellos se sentían seguros de que José no les iba a hacer nada. Pero ahora que Jacob había muerto, temían que José procurara vengarse de lo que ellos le habían hecho al venderlo como esclavo (v. 15). Ellos decidieron decirle a José que su padre les había dado instrucciones antes de morir. Le dijeron que su padre le pedía que perdonara a sus hermanos por haber pecado contra él; y le pidieron perdón a José. A mi entender, esta es la primera vez que los hermanos de José verdaderamente buscaban su perdón.
El pecado de los hermanos de José había estado pendiente durante muchos años. Mientras su padre vivía, ellos se sentían protegidos, pero su relación con José era tensa. Ellos le temían porque él tenía poder para hacerles daño. Cuando Dios se llevó a su padre y ellos se vieron desprotegidos, tuvieron que verse de frente con José. Esto los aterraba. Ellos no sabían en qué lugar los tenía José. Quizás alguno de nosotros se haya encontrado en una situación similar. Es bastante fácil escondernos detrás de nuestros negocios o de otras personas, y no tratar los problemas que tenemos. Los esposos y las esposas ocupan su tiempo en sus programaciones. Los obreros cristianos pueden mantenerse ocupados en sus servicios. Todo el tiempo existen conflictos que nunca se resuelven. ¡Cuán importante es que tratemos los asuntos que nos separan unos de otros! Dios estaba haciendo una obra profunda en las vidas de los hermanos de José. Él los despojó de su protección para que ellos se vieran obligados a tratar su pecado.
Cuando José oyó sus palabras, su corazón se quebrantó y lloró frente a ellos. Observemos en el versículo 18 que los hermanos de José se postraron delante de él y le dijeron que serían sus esclavos. Ellos reconocían que lo habían herido profundamente. Realmente merecían ser castigados por su crimen contra él.
José no les guardó rencor a sus hermanos; sino que les dijo que no tuvieran miedo (v. 19). Él había percibido que la intención de ellos cuando lo vendieron a Egipto era hacerle daño. Él no minimizó su pecado; sin embargo, José también se percató de que Dios había llevado a cabo algo muy bueno por medio de esta situación. Muchas vidas se salvaron a raíz de lo que le pasó a José. Él les confirmó a sus hermanos que continuaría proveyéndoles a ellos y a sus familias (v. 21).
Dios puede tomar lo malo que nos han hecho y usarlo para nuestro bien. Esto no significa que él sea el autor del pecado. No significa que aquellos que pecan contra nosotros sean guiados por Dios para hacer lo que hacen. Todos nosotros tendremos que dar cuenta de nuestras acciones. Como padres, a menudo nos toca arreglar lo que nuestros hijos han roto. También podemos usar los fracasos de nuestros hijos para enseñarles lecciones para su propio bien. Pues esto es lo que Dios hace. Él usa nuestros fracasos para enseñarnos lecciones. ¿Con qué frecuencia ha tenido Dios que arreglar lo que nosotros hemos roto, o ha tenido que limpiar nuestro desorden? Esto no es excusa para que pequemos; sin embargo, es reconfortante saber que Dios es mayor que nuestros fracasos y pecados.
José vivió ciento diez años (v. 22). Él vería la tercera generación de los hijos de Efraín. Cargaría sobre su rodilla a su bisnieto, el nieto de Manasés (v. 23). No obstante, se acercaba el día de la muerte de José. Él les dijo a sus hermanos que aunque iba a morir, Dios vendría en su ayuda. También les dijo que Dios los sacaría de Egipto para llevarlos a la tierra de Canaán, la cual había prometido a sus padres (v. 24). Le pidió a su familia que le jurara que cuando se fueran de Egipto se llevarían sus huesos (v. 25). José fue embalsamado y colocado en un ataúd en Egipto hasta el día en que sus huesos fueran llevados y enterrados en Canaán.
Para Meditar:
¿Qué aprendemos del funeral de Jacob? ¿Qué nos enseña esto sobre lo mucho que Egipto res-petaba a José y lo que él había hecho por ellos?
¿Qué nos enseña este pasaje sobre la importancia de esperar el tiempo de Dios? ¿Alguna vez hemos estado nosotros tentados a adelantarnos a Dios?
Los hermanos de José se escondieron detrás de su padre, y no trataron las barreras que existían entre ellos y José. ¿Alguna vez nos hemos escondido detrás de algo y no tratamos los asuntos reales entre nosotros y alguna otra persona?
¿Qué aprendemos en este pasaje sobre cómo Dios puede usar cualquier cosa que nos pase para cumplir Su propósito? ¿Confiamos nosotros en el Señor en medio de las cosas que nos pasan en la vida?
Para Orar:
Pidamos al Señor que nos ayude a ser más como José, un ejemplo cristiano en medio del sufrimiento y la pérdida.
Pidamos a Dios que abra nuestros ojos para poder ver la manera en que Él ha usado las cosas que nos han sucedido para nuestro bien y para Su gloria.
Roguemos a Dios que nos perdone por adelantar-nos a Él. Pidámosle que nos dé más paciencia para esperar en Su tiempo para nuestras vidas.
Tomemos un momento para analizar nuestras relaciones con otros. Oremos que Dios nos revele cualquier relación que necesita sanidad. Pidámosle sabiduría para saber cómo arreglar las cosas.
Demos gracias al Señor porque Él puede usar cualquier cosa que nos pase para nuestro bien y para Su gloria.