Una Mirada Devocional a la Narración de Juan de la Vida y Muerte del Señor Jesús
F. Wayne Mac Leod
Juan
Copyright © 2017 by F. Wayne Mac Leod
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Las escrituras marcadas KJV son de la Versión King James de la Biblia.
Gracias especiales a los lectores de prueba y revisores sin los cuales habría sido más difícil leer este libro.
Traducción al Español por Danilo Rodríguez Pérez. Holguín, Cuba.
Tabla de Contenido
- Prefacio
- Introducción al evangelio de Juan
- Capítulo 1 – Juan1:1-5; 9-14 – El Verbo
- Capítulo 2 – Juan 1:6-8; 15-34 – Un Hombre Enviado por Dios
- Capítulo 3 – Juan 1:35-51 – Los Primeros Discípulos de Jesús
- Capítulo 4 – Juan 2:1-11 – Las Bodas de Caná
- Capítulo 5 – Juan 2:12-25 – La Purificación del Templo
- Capítulo 6 – Juan 3:1-10 – Nacer de Nuevo
- Capítulo 7 – Juan 3:11-21 – El Levantamiento del Hijo del Hombre
- Capítulo 8 – Juan 3:22-36 – Jesus contra Juan
- Capítulo 9 – Juan 4:1-42 – La Mujer Samaritana
- Capítulo 10 – Juan 4:43-54 – El Hijo del Oficial del Rey
- Capítulo 11 – Juan 5:1-15 – La Curacíon del Inválido
- Capítulo 12 – Juan 5:16-30 – De tal Padre, tal Hijo
- Capítulo 13 – Juan 5:31-47 – Los Cinco Testigos
- Capítulo 14 – Juan 6:1-15 – La Alimentación de Los Cinco Mil
- Capítulo 15 – Juan 6:16-21 – El Milagro en el Lago
- Capítulo 16 – Juan 6:22-45 – Traídos por el Padre
- Capítulo 17 – Juan 6:46-71 – El Pan de Vida
- Capítulo 18 – Juan 7:1-24 – ¿Quién es Jesús? – Parte 1
- Capítulo 19 – Juan 7:25-52 – ¿Quién es Jesús? – Parte 2
- Capítulo 20 – Juan 8:1-11 – La Mujer Adúltera
- Capítulo 21 – Juan 8:12-30 – Jesús, La Luz del Mundo
- Capítulo 22 – Juan 8:31-32 – El Verdadero Discípulo
- Capítulo 23 – Juan 8:33-59 – ¿Hijo o Esclavo?
- Capítulo 24 – Juan 9:1-7 – Ve a Lavarte
- Capítulo 25 – Juan 9:8-38 – Vista Espiritual
- Capítulo 26 – Juan 9:39-41 – Ceguera Causada por Ellos Mismos
- Capítulo 27 – Juan 10:1-21 – El Buen Pastor
- Capítulo 28 – Juan 10:22-42 – Ovejas Escogidas
- Capítulo 29 – Juan 11:1-16 – Andar en Luz
- Capítulo 30 – Juan 11:17-57 – La Resurrección de Lázaro
- Capítulo 31 – Juan 12:1-11 – El Sacrificio de María
- Capítulo 32 – Juan 12:12-19 – Entrada en Jerusalén
- Capítulo 33 – Juan 12:20-36 – Vidas Sometidas
- Capítulo 34 – Juan 12:37-50 – Enceguecidos por Dios
- Capítulo 35 – Juan 13:1-17 – Jesús Lava los Pies de los Discípulos
- Capítulo 36 – Juan 13:18-38 – Traicionado
- Capítulo 37 – Juan 14:1-6 – Yo Soy el Camino
- Capítulo 38 – Juan 14:7-31 – Muéstranos al Padre
- Capítulo 39 – Juan 15:1-8 – La Vid y los Pampanos
- Capítulo 40 – Juan 15:9-17 – Permanezcan en mi Amor
- Capítulo 41 – Juan 15:18-16:4 – Seguir al Maestro
- Capítulo 42 – Juan 16:5-16 – El Triple Ministerio del Espíritu Santo
- Capítulo 43 – Juan 16:17-33 – Hablar en Proverbios
- Capítulo 44 – Juan 17:1-5 – Padre Glorifica a Tu Hijo
- Capítulo 45 – Juan 17:6-19 – La Oración de Jesús por sus Discípulos
- Capítulo 46 – Juan 17:20-26 – Jesús ora por Nosotros
- Capítulo 47 – Juan 18:1-11 – Guarda tu Espada
- Capítulo 48 – Juan 18:12-27 – La Negación de Pedro
- Capítulo 49 – Juan 18:28-19:22 – Pilato y la Crucifixión de Cristo
- Capítulo 50 – Juan 19:23-36 – Para que se Cumpliese la Escritura
- Capítulo 51 – Juan 19:20-31 – La Tumba Vacía
- Capítulo 52 – Juan 21:1-14 – El Camino de Dios, El Camino del Hombre
- Capítulo 53 – Juan 21:15-25 – Candidatos Improbables
Prólogo
El Apóstol Juan fue el discípulo que Jesús amó. Su evangelio hace constar que él amó entrañablemente al Señor también. Juan tenía una opinión muy alta de Jesús. Él le dijo a sus lectores, que su razón para escribir este evangelio era para que pudieran creer que Jesús era el Hijo de Dios y que al creer, tuvieran vida en Su nombre. Juan cuidadosamente escogió acontecimientos de la vida de Cristo con este propósito en mente. Nadie seriamente puede leer este evangelio, sin llegar a la misma conclusión que Juan: Jesús es ciertamente el Cristo, el Hijo de Dios.
Es mi deseo que los lectores de esta guía devocional vean al Señor Jesús tal como Juan Le vio. Esto es lo qué Juan habría querido que nosotros viéramos. Si usted no conoce al Señor Jesús, quizás usted Le conocerá en las páginas del evangelio de Juan. Si usted Le conoce a Él, mi oración es que este comentario le permita conocerle mejor.
Le alentaría a tomarse tiempo para leer este libro. Lea una meditación al día. Lea el pasaje de la Sagrada Escritura asociado con cada capítulo. Ore sobre cada meditación. Pídale al Señor que le ayude a ver lo qué Él le haría ver. Comprométase a obedecer lo que el Señor le revele a usted de Su Palabra. Oro, para que este libro ayude al evangelio de Juan a cobrar vida para usted y a llevar un impacto en su caminar con el Señor Jesús y su ministerio para Él.
– F. Wayne Mac Leod
Introducción al Evangelio de Juan
Autor:
Juan fue hijo de Zebedeo y hermano de Santiago (Mateo 10:2). Ambos niños crecieron como pescadores en una familia que tenía suficiente dinero para contratar sirvientes (Marcos 1:20). Jesús conoció a Juan y su hermano cuando estaban preparando sus redes para pescar. Él los invitó a seguirle, y los dos, Juan y su hermano Santiago abandonaron sus redes para convertirse en Sus discípulos (Mateo 4:21).
Juan se convertiría en uno de los discípulos más íntimos de Jesús, conocido como “el discípulo que Jesús amó” (vea Juan 13:23; 21:7; 21:20). Él es a menudo nombrado con Pedro y Santiago en presencia de Jesús (vea Marcos 5:37). Como uno de los discípulos más íntimos de Jesús, él tuvo el privilegio de estar con Jesús en algunos momentos muy especiales. Él estaba con Él, cuando Él se transfiguró en la montaña en Mateo 17:1. Él estuvo entre los pocos que Jesús invitó a orar con Él en el Huerto de Getsemaní antes de Su crucifixión. Él fue uno de los primeros en recibir la noticia de la resurrección (Juan 20:2) y vio a Jesús cuando Él apareció por el Lago de Tiberías después de Su resurrección (Juan 21:1-3). Él era conocido por su intensidad y su fervor, y por esto, él y su hermano Santiago eran conocidos como los “hijos del Trueno” (Marcos 3:17).
Después de la muerte del Señor Jesús, Juan trabajó con el apóstol Pedro (Hechos 3:1; 4:13) y probablemente se convirtió en líder en la iglesia de Jerusalén. Después, él sería desterrado a la Isla de Patmos, donde el Señor Jesús le habló en una poderosa visión. Él registró esa visión en otro libro, el libro de Apocalipsis.
Trasfondo:
El mundo en el cual el apóstol Juan vivió, fue un mundo que había rechazado al Señor Jesús. Al principio de su ministerio como apóstol, había sólo alrededor de 120 creyentes (Hechos 1:15). La misión que Jesús había dado a los apóstoles era predicar el Evangelio a partir de Jerusalén y hasta los confines del mundo (Hechos 1:8). La carga de Juan, al escribir este libro, era cumplir con esa comisión y mostrar el mundo que Jesucristo era el Hijo de Dios venido para salvar a Su pueblo de sus pecados. Todo lo escrito en su libro tiene esto como su meta. Él quería que las personas vieran a Jesús como Dios y Salvador y experimentaran vida en Su nombre (vea Juan 20:30-31).
La importancia del Libro para Hoy:
Mientras Mateo, Marcos y Lucas son muy parecidos, Juan considera la vida de Jesús desde un ángulo ligeramente diferente. Su cercanía a Jesús añade un toque personal. El libro claramente revela a Jesús como el Hijo de Dios existiendo desde el principio del tiempo con Dios el Padre y el Espíritu. Juan muestra que Jesús es el cumplimiento de la profecía del Antiguo Testamento para la salvación del mundo. Probablemente ningún otro pasaje nos haya enseñado más de lo que significa ser nacido de nuevo, que la descripción de Juan del encuentro de Jesús con Nicodemo en Juan 3. El evangelio de Juan también tiene mucho que enseñarnos acerca de vivir en la nueva vida que Jesús ha dado. Él se ocupa de una variedad de temas incluyendo el costo del discipulado, el perdón, la humildad, el amor y lo qué significa ser un discípulo verdadero. Juan hace esto al compartir historias acerca de su propio encuentro personal con Jesús y Su enseñanza. Él escribe en una manera que es lo suficientemente sencilla para que el nuevo creyente comprenda, sin embargo, desafiante incluso para los más maduros. El libro ha sido usado frecuentemente en el evangelismo y discipulado de nuevos creyentes.
Capítulo 1 – El Verbo
Lea Juan 1:1–5; 9–14
Antes de hacer cualquier otra cosa, Juan les hace saber a sus lectores exactamente cuáles son sus propósitos al escribir. Este evangelio trata del Señor Jesucristo. En la época de Juan había muchas opiniones circulando acerca de nuestro Señor. Algunas personas le aceptaron como el Hijo de Dios. Otros le rechazaron como un impostor. Juan escribe a fin de que todos puedan saber la identidad verdadera del Señor Jesús. En los versículos inaugurales, él nos dice lo que él personalmente cree acerca de su Señor y nos da una declaración resumida de todo su libro.
En estos versículos inaugurales, el apóstol nos inicia en el Verbo. Un examen rápido de lo que Juan nos enseña acerca del Verbo eliminará cualquier duda en nuestras mentes concerniente a la identidad de esta persona. El Verbo no es otra cosa, sino nuestro Señor Jesucristo. Una “palabra” es la expresión de la mente y el corazón. La expresión de la mente y el corazón de Dios recibieron personalidad en Jesucristo. Examinemos lo qué el apóstol Juan nos cuenta sobre la expresión del corazón y la mente de Dios revelado en su Hijo, el Señor Jesús.
Jesús fue al principio
Juan empieza: “En el principio era el Verbo,”. El Señor Jesús existía cuando nada más existía. Él estaba allí aún antes de que el mundo comenzara. Él no tuvo comienzo. Como seres humanos encontramos difícil comprender cómo algo no podría tener comienzo. A diferencia de nosotros, el Señor Jesús siempre existió. Es verdad que Él vino a esta tierra en forma de hombre. Él vivió entre nosotros y murió en la cruz. Juan nos está diciendo aquí, sin embargo que el Señor Jesús existía aún antes de que Él viniera a esta tierra como un bebé pequeño en un pesebre. Él existía antes de que el mundo se formara.
Jesús es Dios
Juan nos dice que el Señor Jesús estaba con Dios desde el principio. Fíjese también que él nos dice que Jesús era Dios. No había dudas en la mente de Juan en lo que se refiere a la deidad del Señor Jesús. Ésta era una creencia que era ampliamente discutida en la época de Juan. No hay dudas aquí, en cuanto a lo que Juan creía de este asunto. Fíjese que Juan habló de Jesús como separado de Dios, pero completamente uno con Dios. Él estaba con Dios y sin embargo Él era Dios. De esto tenemos por entendido que mientras el Señor Jesús tiene Su propia identidad como el Hijo de Dios, Él es todavía uno con Dios en todos los aspectos.
Sin Jesús nada existiría
Juan nos recuerda que todas las cosas fueron hechas a través de Jesús, el Verbo (versículo 3). Toda la creación le debe su existencia al Señor Jesucristo. Usualmente no le atribuimos la Creación del mundo al Señor Jesús. La tendencia normal es ver a Dios el Padre como el creador del mundo. Juan nos está diciendo aquí que el Señor Jesús como Dios es también el Creador del mundo.
En Jesús hay vida
Juan procede a decirnos que en Jesús había vida (versículo 4). Ya hemos visto que le debemos nuestra existencia física al Señor Jesús que fue uno con el Padre en la creación. Esto es sólo parte de la vida que Jesús nos ofrece. Él también nos ofrece vida espiritual. Usted puede tener todo lo que el mundo ofrece y aún así puede estar vacío y estéril por dentro. Jesús es también la fuente de la vida espiritual. A través de Su obra en la cruz, el Señor Jesús nos ofrece nueva vida. Él viene a poner Su Espíritu Santo en nosotros, permitiéndonos entrar en una relación personal con Dios. Sin esta vida estaríamos perdidos en nuestro pecado y separados por siempre de Dios y de Su bendición. Jesús vino a ofrecernos nueva vida espiritual. Solamente en Él podemos conocer esta vida en abundancia.
Jesús ofrece Su luz a los seres humanos
La vida que Jesús ofrece es comparada con una luz (versículo 4). Sin la luz de Cristo en nosotros, nos quedamos en la oscuridad del pecado. No entenderíamos que estábamos sin Dios y condenados a una eternidad de oscuridad. Cuando Jesús nos da Su vida, ganamos nueva comprensión. Su Espíritu Santo abre nuestros ojos a la realidad de los asuntos espirituales. La vida que Él ofrece es vida eterna. Es una vida de perdón y de paz con Dios. Su vida en nosotros nos transforma radicalmente en todos los aspectos. Ya nunca más somos los mismos. Llegamos a ser más y más como el Señor Jesús.
El hombre rechazó la luz de Jesús
Lo que es muy triste con respecto a esta luz es que aunque el Señor Jesús brilló en la oscuridad, el mundo Le dio la espalda (versículo 5). De niño, recuerdo voltear rocas y observar a los insectos correr en busca de refugio en la oscuridad. Parecía que les gustaba vivir en la oscuridad. La luz les molestaba. Ésta es la imagen que Juan pinta para nosotros. Cristo vino e hizo brillar Su luz en nosotros y corrimos como esos insectos al refugio de la oscuridad. Incluso hoy los hombres están huyendo de esa luz. Están ajenos a la vastedad y la belleza de la vida en la luz de Cristo.
El Señor Jesús llegó personalmente a este mundo y vivió entre nosotros (versículo 10). El mundo no Le reconoció. Las personas no Le aceptaron, o pusieron su confianza en Él. Cada aliento que respiraron, cada latido de sus corazones fue un recordatorio de cuánto dependían de Él como su Creador, sin embargo no Lo pudieron encontrar en sus corazones para confiar en Él. Su propio pueblo no Le recibió. Él vino como judío. Él se crió como judío. La gente de Su propia ciudad natal, Sus hermanos inicialmente no creían en Él.
Aunque la mayoría de las personas Le rechazaron, hubo otros que Le recibieron y creyeron en Su nombre (versículo 12). A estos individuos Él les dio el derecho de convertirse en hijos de Dios. Fíjese que convertirse en hijo de Dios, es un derecho que se les da solamente a aquellos que reciben y creen en el Señor Jesucristo. No todo el mundo es hijo de Dios. No nos convertimos en hijo de Dios al nacer en este mundo. Debemos convertirnos en hijo de Dios al recibir y creer en el Señor Jesucristo. El versículo 13 nos dice que convertirse en hijo de Dios no tiene nada que ver con carne y sangre. No tiene nada que ver con la decisión de un marido y su mujer de tener un niño. El apóstol Juan nos dice que hay un nacimiento físico por medio del cual entramos a este mundo. Hay también un nacimiento espiritual por el cual entramos en el reino de los cielos. Podemos experimentar este nuevo nacimiento al recibir y creer en Jesús, el Verbo. Esto es todo lo que hace falta para convertirse en hijo de Dios y recibir la nueva vida que Jesús vino a ofrecer. Crea que Jesús es quién Él dice que Él es y reciba la vida y el perdón que Él ofrece. Esto es algo que usted puede hacer ahora mismo. ¿Por qué vivir más tiempo en la oscuridad? Hoy al creer y recibir esta vida, usted puede ser liberado de la oscuridad.
Juan concluyó esta sección manifestando que el Señor Jesús tomó la forma de hombre (versículo 14). Él vivió entre nosotros. Esos que Le vieron presenciaron la gloria de Dios. Él vino del Padre. Él estaba lleno de gracia y verdad. La gracia es el favor inmerecido de Dios hacia un pecador. El Señor Jesús está lleno de gracia. Él quiere perdonar sus pecados. Él quiere llevarle a Su lado. Él quiere que usted conozca y experimente la luz de Dios. Fíjese que Jesús está también lleno de verdad. Esto quiere decir que usted puede poner su confianza completa en Él. Él es de toda confianza. Él nunca fallará. Lo que Él dice llegará a pasar.
No hay duda en la mente de Juan en cuanto a la identidad del Señor Jesús. Él es Dios, el Creador y el Sustentador de la vida. Él es nuestra esperanza de vida eterna. Él le ofrece esta vida eterna a usted hoy. Él está lleno de gracia y verdad. No sólo Él quiere perdonarle, sino que usted puede confiar en Él para lograr todo lo que Él dijo que haría. Es mi oración, que los que lean este comentario pongan toda su completa confianza en este Verbo de Dios. Solamente Él es digno de nuestra confianza.
Para Considerar:
• ¿Cuáles son las ideas en conflicto acerca de Jesús en nuestra época?
• ¿Qué nos enseña Juan aquí acerca del Señor Jesús?
• ¿Por qué vino el Señor Jesús a esta tierra?
• ¿Es usted hijo de Dios hoy? ¿Cómo puede saber usted esto?
Para Orar:
• Agradézcale al Señor por venir a la tierra a revelarnos la luz de Dios.
• ¿Ha recibido usted el perdón de pecados? ¿Tiene usted esta vida espiritual que el Señor Jesús vino a ofrecer? Si no, tome un momento ahora mismo para pedirle que le perdone y ponga Su nueva vida en usted.
• ¿Tiene usted amigos o seres queridos que aún no han aceptado esta vida que Cristo les vino a ofrecer? Tome un momento para orar por ellos.
Capítulo 2 – Un Hombre Enviado por Dios
Lea Juan 1:6–8; 15–34
Ya hemos conocido al Señor Jesucristo. Juan ahora quiere presentarnos al hombre llamado por Dios para presentar a nuestro Señor en el mundo. Su nombre es Juan Bautista. No se le debe confundir con el escritor de este libro.
Juan Bautista fue enviado por Dios para ser testigo de la luz (versículo 6). El versículo 5 nos dice que Jesús fue la luz que brilló en la oscuridad. Se nos dice que Juan Bautista testificó para que los hombres creyeran en el Señor Jesús (versículo 7). Sería a través del testimonio de Juan Bautista que los hombres llegarían a un conocimiento salvífico del Señor Jesús. Nosotros también hemos sido llamados a ser testigos de la luz. Como Juan Bautista, somos los instrumentos a través de los cuales los hombres vendrán a conocer al Señor Jesús.
El apóstol Juan quiso hacer constar que Juan Bautista no era la luz (versículo 8). Hubo momentos en los que los judíos se preguntaron, si él era el Mesías. Juan Bautista fue cuidadoso de no quitarle la gloria al Señor. Él estaba consciente de su papel como testigo simple e indigno. Él no dudó en hablar de la grandeza del Señor Jesús. Él les dijo a los que llegaron a él, que él no era incluso digno de desatar las sandalias del Señor (versículo 27). Juan Bautista sabía quién él era. Él era un simple pecador que Jesús había tocado y había perdonado. Él no era nada especial en sí mismo. Su propósito en la vida era señalarle el Señor Jesús a otros.
No todo el mundo comprendió el ministerio de Juan Bautista. En una ocasión, los judíos enviaron a los sacerdotes y levitas a interrogarle acerca de su ministerio y mensaje. Le preguntaron quién era él. Había opiniones circulando en la comunidad de que él podría ser el Cristo o un profeta. Algunos incluso creyeron que él era el profeta Elías resucitado de los muertos (versículo 21). Juan estaba seguro de quién era él. Él era una simple voz que clamaba en el desierto, preparándole el camino al Señor. Él se vio como el cumplimiento de la profecía de Isaías:
Voz que clama en el desierto: “Preparad camino a Jehová; enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios. Todo valle sea alzado, y bájese todo monte y collado; y lo torcido se enderece, y lo áspero se allane. Y se manifestará la gloria de Jehová, y toda carne juntamente la verá; porque la boca de Jehová ha hablado.” (Isaías 40:3-5)
Isaías profetizó de un tiempo cuando la gloria del Señor sería revelada en esta tierra. Sin embargo antes de que esa gloria fuera revelada, una voz del desierto clamaría para anunciar Su llegada. Juan fue esa voz. Él comprendió su lugar y llamado. Él entendió que él era el cumplimiento de esta profecía. Su llamado era anunciar la llegada de la gloria del Señor. Esa gloria tenía que ser encontrada en la presencia del Señor Jesús, el Hijo de Dios en esta tierra.
Los fariseos le preguntaron a Juan por qué él bautizaba, si él no era el Mesías (versículo 24–25). El bautismo se veía como una iniciación en una fe determinada. Los fariseos interpretaron lo que Juan estaba haciendo como reunir discípulos para sí mismo. La concepción era que los que se bautizaban, se convertían en seguidores del que los bautizaba. En el versículo 31 Juan Bautista les dijo a los fariseos que él bautizaba a fin de que Jesucristo fuera revelado a Israel. Él no bautizaba para ganar adeptos para sí mismo, sino señalar a las personas la obra que el Señor Jesús haría. Examinaremos el bautismo de Juan Bautista más detalladamente en otro pasaje. Fíjese en los siguientes versículos, lo que Juan le dijo a Israel sobre el Señor Jesús.
El que viene después de mí, es antes de mí; (versículo 15)
Ya hemos visto cómo Juan Bautista les dijo a los judíos que Jesús era más grande que él. Juan Bautista reconoció a Jesús como Dios. Jesús sobrepasó a Juan, según el versículo 15, porque Jesús era antes de Juan. Si bien Juan era mayor que Jesús, él sabía que Jesús existía desde el principio. Juan se vio como un siervo humilde de Jesús, el Dios eterno.
Porque de su plenitud tomamos todos y gracia sobre gracia. (versículo 16)
Juan Bautista les recordó a sus oyentes que habían recibido gracia sobre gracia de Jesús. Como el creador del mundo, el Señor Jesús les había bendecido en abundancia. No hay nada que tengamos que no venga de Su mano. No sólo somos bendecidos físicamente por el Señor Jesús, sino que nosotros también hemos recibido muchas bendiciones espirituales de Su mano. Qué Señor tan maravilloso tenemos. Cómo necesitamos inclinarnos en acción de gracias a Él, por todo lo que Él ha hecho por nosotros. Hemos recibido de Él gracia sobre gracia
La gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo (versículo 17)
En el versículo 17 el apóstol Juan les recordó a sus oyentes que aunque la Ley era buena, nunca podría salvar sus almas. Solamente les demostraba que ellos eran pecadores que necesitaban una constante purificación. En el Señor Jesús, sin embargo las personas recibían gracia. Él vino a ofrecernos perdón completo y purificación de una vez para siempre. Él vino a conducirnos directamente a la presencia de Dios. Él vino a darnos aceptación con Dios. Él vino a perdonarnos de nuestros pecados pasados, presentes y futuros. Él es la fuente de la gracia abundante.
No sólo es Jesús la fuente de la gracia, Él es también la fuente de la verdad. Hay mucho debate en nuestro día sobre la verdad. Hay muchas opiniones acerca de Dios y cómo podemos llegar al cielo. Mientras las opiniones varían, hay sólo una fuente de la verdad. Jesús es esa fuente. Si usted quiere conocer la verdad, usted tiene que venir a Jesús. No nos atrevamos a escuchar a ningún otro.
Él es el Cordero de Dios (versículo 29)
¡Según Juan Bautista, Jesús era “el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!” (versículo 29). En el Antiguo Testamento los corderos eran sacrificados por los pecados del pueblo de Dios. Jesús se convirtió en el sacrificio por nuestros pecados. Él fue un sacrificio perfecto. Su sacrificio fue uno de una vez para siempre. Él murió una vez y pagó por todos los pecados que alguna vez cometeremos. No hay más necesidad de un sacrificio por el pecado. Nuestro Señor Jesucristo, como el cordero sacrificial pagó totalmente el precio.
Él es Hijo de Dios (verso 32–34)
Juan Bautista declaró a Jesús como el escogido de Dios. Juan vio al Espíritu de Dios caer sobre Él. El Señor le había dado esto a Juan como una señal: “Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo.” (versículo 33). Juan vio al Espíritu de Dios venir sobre nuestro Señor en cumplimiento de esta palabra. No había duda en su mente de que Jesús era el Hijo de Dios.
Juan bautizó a los que llegaban a él para señalarles al que los bautizaría con el Espíritu Santo. Su bautismo era una anticipación de lo que iba a venir. Él bautizó a las personas en anticipación al reinado del Mesías. Un individuo bautizado por el bautismo de Juan daba su espalda al pecado y se sometía al reinado venidero del Mesías. ¿Qué tal usted? ¿Se ha sometido usted mismo al reinado del Señor Jesucristo? ¿Le ha reconocido usted como Señor de todo? ¿Ha caído usted a Sus pies y se ha rendido a Su Señorío? ¿Ha llegado usted a Él como su única esperanza de vida eterna? ¿Está su vida total y completamente dedicada al Señor Jesús?
Para Considerar:
• El deseo de San Juan Bautista aquí era que el Señor Jesús recibiera toda la gloria. ¿Es éste el deseo de su corazón?
• ¿Qué nos enseña Juan Bautista aquí acerca del Señor Jesús?
• Juan Bautista estaba consciente de su llamado como siervo de Dios. ¿Cuál es la llamada de Dios en su vida?
• ¿Qué es lo que usted admira de la relación de Juan con el Señor?
Para Orar:
• Pídale a Dios que le dé una mayor comprensión del ministerio y la persona del Señor Jesús.
• Pídale a Dios que le ayude a comprender el ministerio que Él le ha dado a usted personalmente. Pídale que le ayude a permanecer leal a ese ministerio para Su gloria.
• Pídale al Señor que le dé un corazón como Juan –lleno de devoción y amor para el Señor Jesús.
Capítulo 3 – Los Primeros Discípulos de Jesús
Lea Juan 1:35–51
En la última meditación descubrimos que Juan Bautista se sintió llamado a dar testimonio de la Luz a fin de que todos pudieran creer. Él fue un instrumento en las manos de Dios para la difusión de las buenas nuevas acerca del Señor Jesucristo. Dios atraería hombres y mujeres a sí mismo a través de Juan Bautista. En esta sección vemos que Juan no fue el único en ser llamado para tal ministerio.
En una ocasión, cuando Juan le estaba hablando a sus seguidores, él vio al Señor Jesús pasando cerca. “Miren,” dijo, “el Cordero de Dios” (versículo 35). Cuando los discípulos de Juan le oyeron decir esto, dejaron su bando y siguieron a Jesús. ¿Ha tenido usted alguna vez alguien que dejó su iglesia para irse a otra? ¿Cuál fue su respuesta? A menudo cuando esto ocurre, hay un espíritu de celos y rencor. ¿Cómo se sintió Juan cuando sus discípulos le dejaron para seguir al Señor? Luego una parte de los discípulos de Juan Bautista se fijaron que las personas dejaban su grupo para seguir a Jesús. Trajeron este asunto a la atención de Juan. Juan respondió, “Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe.” (Juan 3:30 NVI). Juan no estaba en lo más mínimo preocupado, porque él estuviera perdiendo seguidores a favor del Señor Jesús. Aquí en el capítulo 1, Juan señaló a sus discípulos Jesús y les observó partir. Él se regocijó que siguieran al Señor. Juan no estaba interesado en competir con su Señor. Él quería que Jesús recibiera toda la atención y el foco.
Cuando dos de los discípulos de Juan conocieron al Señor, Le preguntaron donde Él vivía. Puede ser que quisieran pasar tiempo con Él y escuchar Su enseñanza. Sin dudas que tenían un montón de preguntas que incluso Juan no podría contestar. Su maestro anterior les había dicho que este hombre, Jesús era el Mesías, pero tenían que descubrir esto por ellos mismos. Querían sentarse y escuchar lo que Jesús tenía que decir. Necesitaban ver por sí mismos.
Jesús les invitó a quedarse con Él. La Biblia nos dice que pasaron el día con Él. Del versículo 39 entendemos que era la décima hora del día cuando se fueron con Jesús. La décima hora del día se trataba de las cuatro de la tarde. Sólo podemos imaginarnos la suerte de preguntas que estos hombres tenían para El Señor.
Si bien no sabemos el tema de la conversación, sí sabemos el resultado. El versículo 40 nos dice que uno de los discípulos era un hombre de nombre Andrés. La primera cosa que Andrés hizo, fue decirle a su hermano Simón que habían encontrado al Mesías. Evidentemente, la opinión de Andrés ya no estaba basada en lo que Juan Bautista le había dicho. Andrés ahora se había formado su propia opinión acerca del Señor Jesús. Usted puede sentir una cierta emoción en este versículo: “Hemos encontrado al Mesías,” dijo Andrés. No hay duda en su mente. Él no dice, “pienso que hemos encontrado al Mesías” o “Simón, ven y conoce a este hombre. Me estaba preguntando si Él posiblemente pudiera ser el Mesías.” Andrés estaba decidido. No había dudas de la identidad de Jesús.
Juan Bautista señaló a Andrés el Señor. Andrés a su vez señaló a Simón el Señor. Estoy seguro que Simón también si tenía muchas preguntas cuando él vino a conocer a Jesús. A veces pensamos que necesitamos contestar todas las objeciones que alguien pudiera tener antes de conducirle al Señor. Andrés no parecía tener todas las respuestas cuando por primera vez llegó a Jesús. Estoy seguro de que fue lo mismo con Simón. Encontraron sus respuestas sólo cuando llegaron al Señor. Vinieron con todas sus preguntas y sus dudas y encontraron sus respuestas en Jesús.
Cuando Jesús conoció a Simón, Él cambió su nombre. Jesús le dijo que él ya no sería conocido como “Simón.” Él sería llamado “Cephas,” en el idioma arameo, o “Pedro,” en el idioma griego. Ambos nombres significan “piedra.” En tiempos bíblicos un nombre representaba el carácter del individuo. No se nos dice como era Pedro antes de que él conociera al Señor Jesús. Después de su encuentro con el Señor Jesús, sin embargo él se convertiría en Pedro, es decir, piedra.
¿Cuál era el significado de este nombre? ¿Le nombró Jesús “piedra” por lo que él soportaría por la causa de Cristo? Pedro hablaba mucho acerca de sufrir en sus cartas. También puede ser posible que Jesús cambiara el nombre de Simón para representar algo en lo que él se convertiría para la iglesia. Pedro se convertiría en uno de los fundadores de la iglesia primitiva. Él sería usado por Dios en capacidad misionera para establecer a los creyentes. Él se convertiría en una figura muy influyente en la iglesia del período del Nuevo Testamento. Su enseñanza acerca de Jesús y su ministerio serían una primera piedra en la cual la iglesia primitiva se construiría. Lo que es claro es que el Señor Jesús sabía que Pedro sería una parte importante de la obra que Él iba a hacer en esta tierra.
El Señor tenía un propósito para Pedro. Era sólo al llegar a Jesús que este propósito podría cumplirse. Andrés jugó un papel vital en ese plan global de Dios. Él presentó a Pedro al Señor. Usted nunca sabe qué llegará a ser de los individuos a los que usted presenta al Señor Jesús. Cada uno de nosotros tenemos un papel particular que jugar en la expansión del reino de Dios.
Al día siguiente Jesús partió para Galilea. Allí él encontró a un hombre por el nombre de Felipe. Jesús invitó a Felipe a seguirle. No se nos dice cuánto tiempo Felipe siguió al Señor. Como Juan y Andrés, Felipe no podía guardarse para sí mismo lo que él vio en Jesús. Él le habló a un amigo llamado Natanael y le dijo que se habían encontrado a la persona de la cual Moisés habló – Jesús de Nazaret. Había un deseo incontenible natural de parte de estos individuos por compartir las buenas noticias de Jesús con otros. Como Juan Bautista, ellos entendieron que su experiencia con El Señor no estaba destinada a guardársela para ellos. Parecían incapaces de guardársela para ellos mismos. Tenían que compartirla con otros.
Cuando Natanael oyó que Jesús era de Nazaret, él se negó a creer lo qué Felipe le dijo. Él tenía ciertos prejuicios en contra de este pueblo. “¿De Nazaret puede salir algo bueno?” le preguntó Natanael a Felipe (versículo 46). ¿Ha conocido usted alguna vez personas como esta? Usted intenta compartir al Señor con ellos, pero están tan llenos con sus propios conceptos preconcebidos que no pueden oír lo qué usted está diciendo. Puede que hayan conocido a algunos cristianos hipócritas a través de los años. Puede que sientan que este “asunto de Jesús” es para enclenques. Puede que hayan sido apagados por un cristiano poco cariñoso, que les predicó de sus malos caminos sin vivir la vida de Cristo ante ellos.
Felipe no se desenfocó de su testimonio por causa de los prejuicios de Natanael. “Ven y ve,” le dijo a Natanael. Eso fue todo lo que él dijo. Él no intentó ocuparse de todas las objeciones de Natanael. Él no trató de resolver todos sus problemas antes de traerlo al Señor. Todo lo que Felipe dijo fue: “Ven y ve.” Por alguna razón extraña Natanael aceptó la oferta de Felipe y fue con él para conocer a Jesús. A veces eso es todo lo que se requiere. Usted no tiene que contestar todas las objeciones. Usted simplemente tiene que señalar Jesús a las personas. Él hará el resto.
Lo que Jesús tenía que decirle a Natanael hizo pedazos todo su prejuicio. Jesús le dijo a Natanael: “Aquí hay un israelita verdadero, en quien no hay engaño” (versículo 47). Lo que Jesús estaba diciendo era algo como esto: “Natanael, no hay nada hipócrita en ti. Tú dices lo que tú piensas. Tú no crees en mí. Tú estás viniendo a mí con todas tus dudas y tus prejuicios. Sé todo acerca de ellos.” Natanael le preguntó a Jesús: “¿De dónde me conoces?” Natanael estaba sorprendido por el acercamiento directo de Jesús. Jesús respondió: “Te vi mientras estabas todavía bajo la higuera antes de que Felipe te llamara.”
Natanael estaba en shock. No sabemos lo que él estaba haciendo bajo esa higuera. ¿Había estado orando? ¿Había estado haciendo algo incorrecto? No se nos dice. Éste era un asunto muy personal entre Natanael y Jesús. Lo que es importante notar es que Jesús conocía todo de Natanael. Jesús conocía los pensamientos de su mente. Él conocía cada movimiento suyo. Los prejuicios de Natanael fueron desbaratados. Este hombre Jesús tiene que ser el Mesías. Natanael declaró, “Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel”.’ Jesús le dijo a Natanael, “Verás cosas mayores que estas.” Natanael vio a Jesús por sí mismo. Jesús conocía a Natanael en su necesidad particular. Natanael ahora quedó absolutamente convencido de que Él era el Mesías.
Jesús le dijo a Natanael en el versículo 51 que él vería a los ángeles de Dios ascendiendo y descendiendo sobre el Hijo del Hombre. El significado de este versículo es discutido entre los comentaristas. Lo podemos interpretar literalmente. Pudo haber habido una ocasión, no registrada para nosotros en los evangelios, cuando Natanael en verdad vio a los ángeles ministrando al Señor de tal manera. Es también posible entender este verso en un sentido figurativo. La apertura de los cielos y los ángeles como mensajeros de Dios ascendiendo y descendiendo, podría claramente ser la forma de Cristo decir a Natanael que Él le revelaría muchos otros asuntos. Cristo le abriría su comprensión a las cosas de Dios de una manera que él nunca antes hubiera entendido. Lo que es claro en este pasaje es que El Señor le prometió a Natanael, que Él no había terminado con él. Natanael tenía un montón de preguntas sin responder. A su tiempo El Señor le daría respuestas. La salvación de Natanael fue sólo el comienzo de lo que Dios quería hacer con él.
¿Qué tiene este pasaje que decirnos hoy? Nos recuerda nuestra responsabilidad de compartir las buenas noticias del Señor Jesucristo con otros. Cada uno de estos hombres recibió una invitación para seguir al Señor Jesucristo. Natanael vino con muchas dudas. Simón y Andrés vinieron con preguntas sin responder. Los que los condujeron al Señor no pudieron contestar todas sus preguntas. Puede que no tengamos las respuestas a las objeciones que las personas tienen contra Jesús. Esto nunca debería impedirnos señalarles al Señor, Él que solamente pueden contestar sus preguntas.
Quizás usted haya estado postergando venir al Señor por sus muchas preguntas sin responder. El solo hecho que usted no venga al único que le puede dar una respuesta, quiere decir que usted nunca encontrará las respuestas que usted necesita. Sólo Jesús tiene las respuestas a sus objeciones. Venga a Él con todas sus objeciones y sus preguntas sin responder. Deje que Él le ministre y provea las respuestas que usted necesita.
Para Considerar:
• ¿Necesitamos tener todas las respuestas antes de señalarle a alguien al Señor Jesús? ¿Qué nos enseña este pasaje?
• ¿Usted tiene necesidad de compartir a Cristo con los que están alrededor suyo? Si no, ¿qué supone usted que es lo que le está deteniendo para compartir a Cristo con sus amigos y sus conocidos?
Para Orar:
• Pídale a Dios que le muestre lo que le impide a usted compartir a Cristo con otros.
• Tome un momento para orar por los amigos o los seres queridos que están actualmente necesitados del Señor. Pídale a Dios que se revele a ellos.
• Pídale a Dios que abra una oportunidad para que usted comparta con alguien la esperanza que usted tiene en Cristo.
Capítulo 4 – Las Bodas de Caná
Lea Juan 2:1–11
El escenario era una boda en Caná de Galilea. El tiempo era tres días después del llamado de Natanael. Jesús, Sus discípulos y Su madre habían sido invitados a la boda. Fue aquí donde Jesús realizó Su primer milagro público.
Un problema surgió durante la boda. El maestresala se quedó sin vino. ¿Ha invitado usted alguna vez alguien a su casa a una comida y se le ha acabado? Usted puede imaginarse la vergüenza de esta situación. Invitar personas a un banquete y no servirles habría sido un tremendo insulto. El honor de la familia estaba en juego. Esto no sería olvidado muy fácilmente. El maestresala estaba en una situación ciertamente difícil. María la madre de Jesús, vino a Jesús con el problema.
¿Por qué vino María a Jesús? Creo que ella vino, porque ella creyó que Él podría hacer algo con respecto a este bochornoso dilema. Pudo haber sido que esta situación sucediera por una mala planificación. Alguien no había calculado correctamente la cantidad necesaria de vino. Pudo haber sido que se quedaron sin vino porque las personas estaban bebiendo demasiado. ¿Se ha encontrado usted alguna vez en dificultades por causa de una mala decisión? Usted vaciló en ir al Señor porque usted hizo tremendo desastre. María vino a Jesús porque ella tenía confianza, por eso Le trae este problema.
María tiene mucho que enseñarnos aquí. ¿Tiene usted la audacia de María hoy? ¿Vendrá usted humildemente al Señor con sus fracasos y penas y Le pedirá que le sane y que sane a los que usted ha lastimado? María tuvo la audacia de venir a Jesús.
La respuesta inicial de Jesús a María es enigmática. La Versión King James nos dice que Jesús respondió diciendo: “¿Qué tienes conmigo mujer? Aún no ha venido mi hora. (2:4). ¿Cómo debemos comprender semejante respuesta, aparentemente áspera de nuestro Señor a Su madre? Necesitamos entender que el término “mujer” aquí es un apelativo cariñoso. La Nueva Versión Internacional de la Biblia traduce esto por las palabras “estimada mujer.” Lo que Jesús está diciendo es algo como esto: “Estimada mujer, ¿por qué me pregunta usted acerca de eso? No es aún el tiempo de que yo le revele al mundo mi poder.”
Ha orado usted alguna vez al Señor por algo y ha recibido la respuesta: “¿No es aún el tiempo?” ¿Qué hace usted cuando El Señor le da esta respuesta? María se vuelve a los sirvientes y les dice que hagan cualquier cosa que Jesús les pida que hagan. Hay una nota de expectación en las palabras de María. Aunque El Señor aún no había contestado su oración, ella no se desalentó. Ella sabía que Él había escuchado su solicitud. Su fe no fue desbaratada. Ella dejó su petición con Jesús, esperando que Él en Su tiempo la contestara.
¿Fue a causa de la fe de María que El Señor eligió contestar? No sabemos. Sin embargo lo que nosotros sabemos, es que cuando María salió, Jesús llamó a los sirvientes para que llenaran seis tinajas con agua. Él no les explicó por qué tenían que hacer esto. Cada una de estas tinajas podría contener de veinte a treinta galones de agua (setenta y cinco a ciento quince litros). Se habría requerido algún tiempo para llenarlas.
Cuando las tinajas estuvieron llenas, Jesús les dijo a los sirvientes que sacaran agua de las tinajas y se la dieran al maestresala del banquete. ¿Se ha preguntado usted alguna vez, lo que tiene que haber estado pasando por las mentes de estos sirvientes, cuando trajeron esta agua al maestresala? Acababan de llenar las tinajas de agua. Jesús les estaba pidiendo a ellos que llevaran el agua al maestresala. ¿Les habría él agradecido a los sirvientes que le trajeran agua como solución a su problema? ¿Cuál sería su respuesta hacia los sirvientes por este chiste cruel a costa suya?
María les había dicho que hicieran cualquier cosa que El Señor les hubiera ordenado, por lo tanto los sirvientes obedecieron. Llevaron el agua al maestresala. Se había transformado en vino. Cuando el maestresala del banquete saboreó el vino, él se dio cuenta de que era mucho mejor que el vino que sus invitados habían estado bebiendo. María no se desalentó cuando El Señor le dijo que no era el momento correcto. Ella esperó en Él. Su espera demostró que valió la pena. No se desaliente si Dios no contesta su oración de inmediato. Continúe confiando y esperando. En su tiempo, El Señor contestará.
La Biblia nos dice que el maestresala del banquete no sabía de dónde venía el vino. Él supuso que el novio lo había sacado de una reserva secreta que había escondido. “Todo hombre sirve primero el buen vino y cuando ya han bebido mucho, entonces el inferior; mas tú has reservado el buen vino hasta ahora,” le dijo al novio (versículo 10). Parece que solamente María, los sirvientes y los discípulos eran completamente conscientes de lo que había ocurrido aquel día.
No sólo Jesús contestó la oración de María, Él excedió sus expectativas. Ellos ahora tenían todo el vino que necesitaban. La calidad del vino también era superior al vino que tenían al principio. Qué Dios tan maravilloso al que le servimos. Mientras el hombre había fallado, Jesús lo resolvió todo para bien. No sólo Él lo resolvió todo, sino que los resultados sobrepasaron sus sueños más inimaginables. Esta historia nos enseña algo de la gracia y la compasión de nuestro Señor. Él está dispuesto a hacer mucho más de lo que usted puede pedir o pensar. Él nos muestra aquí que Él se deleita con recoger los pedazos quebrados y recomponerlos otra vez.
El versículo 11 nos dice que Sus discípulos creyeron en Él ese día por este milagro. Aunque los discípulos ya creían en El Señor, este milagro les confirmó que Él en realidad era el Hijo de Dios. Su fe fue fortalecida por lo qué habían visto en ese milagro. No sólo la situación fue vuelta a la normalidad otra vez, sino que Jesús recibió la gloria y la alabanza.
¿Ha fracasado usted en su vida? ¿Ha sido ese fracaso una vergüenza para usted? Esta historia debería alentarle a correr al Señor. No dude en llegar a Él hoy y decirle su fracaso. No dude en pedirle que lo arregle por usted. Él se deleita en arreglar las cosas. Él está dispuesto a hacer más de lo que usted alguna vez podría suponerse.
Para Considerar:
• ¿Ha fracasado usted alguna vez en su caminar con El Señor? ¿Cuál fue ese fracaso? ¿Ha llevado usted alguna vez este asunto al Señor para sanarlo?
• ¿Qué nos enseña este pasaje acerca de la compasión del Señor Jesús?
• ¿Qué aprende usted acerca de la oración a través de la petición de María?
• ¿Contesta El Señor en la manera en que pensamos que Él debería contestar nuestras oraciones? Explique.
Para Orar:
• Pídale al Señor que le perdone por sus fracasos en la vida. Pídale que le sane a usted y a los que usted lastimó por el dolor causado por este fracaso.
• Agradezca al Señor que Él es un Dios de tremenda gracia y compasión.
• Pídale al Señor que le dé mayor fe y confianza en Él. Agradézcale que Él contesta nuestras oraciones en Su tiempo y a la manera de Él.
Capítulo 5 – La Purificación del Templo
Lea Juan 2:12–25
De Caná de Galilea, Jesús fue a Capernaum y eventualmente a Jerusalén para la Pascua. La Pascua era una celebración anual de la liberación de los judíos del cautiverio de Egipto. Traía a los judíos de los alrededores a Jerusalén. Venían a ofrecerle sacrificios al Señor y agradecerle por la liberación de Su pueblo.
Por causa de la distancia que había que recorrer, algunas personas elegían comprar los animales requeridos para el sacrificio al llegar a Jerusalén, en vez de llevar a los animales con ellas en el largo viaje. Para comprar sus animales sacrificiales la gente necesitaba cambiar el dinero de ellos a la moneda local. Por esta razón el templo se llenaba de cambistas de dinero y comerciantes de ganado, ovejas y palomas. Estos cambistas de dinero y estos comerciantes eran una parte importante de la celebración de la Pascua.
Usted puede imaginarse la escena delante del Señor Jesús cuando Él arribó al templo en Jerusalén. Cuándo Él entró en el templo, Él vio el patio lleno de ganado, ovejas y palomas. Quizás Él observó a los comerciantes intentando promover el negocio al clamar a los transeúntes. Los cambistas de dinero habían establecido sus mesas y ellos también estaban haciendo negocio. Jesús no estaba satisfecho con lo que veía. La Biblia nos dice que Él hizo un látigo con cuerdas que encontró en el patio y comenzó a expulsar al ganado, las ovejas y las palomas. Él volcó las mesas de los cambistas de dinero, echando a volar su dinero por todo el piso. En todas partes había una confusión multitudinaria a medida que el ganado, las ovejas y las palomas corrían de un lado a otro, tratando de encontrar vías de escape. Los comerciantes probablemente salieron en persecución de sus animales. Los cambistas de dinero probablemente gateaban para recoger el dinero que había estado en las mesas que el Señor había volcado. Mientras recogían el dinero, quizás tenían que evitar ser pisoteados por el ganado y los comerciantes que corrían tras ellos para traerlos de regreso a sus rediles. Por encima de todo esto, estaba la voz enojada del Señor gritándole a los comerciantes y los cambistas de dinero diciendo: “¡Quitad de aquí esto y no hagáis de la casa de mi Padre casa de mercado!” (versículo 16).
¿Cómo explicamos la actitud de Jesús en este pasaje? Mateo 21:13 nos puede ayudar a comprender por qué estaba Jesús tan enojado aquel día: “’Está escrito, Él les dijo, “Mi casa, casa de oración será llamada; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.”
¿Qué vio Jesús cuando llegó al templo aquel día? Él presenció la comercialización de una festividad religiosa. Los comerciantes habían venido a la celebración de la Pascua para ganar dinero. La Pascua había perdido su significado. Ya no era un tiempo para la celebración de la liberación de Egipto. Era un tiempo para ganar dinero a expensas de sus hermanos. El hecho que Jesús les acusó de robo en Mateo 21:13 parece sugerir que estaban haciendo una ganancia irrazonable de sus compatriotas judíos.
Cuán fácil es mirar con un ojo acusador a estos hombres de negocios en el templo. Sin embargo la realidad del asunto es que como creyentes, podemos ser culpables del mismo pecado. La preocupación de Jesús aquí no era simplemente el dinero. Cuando Él miró por encima de la multitud reunida allí ese día, Él vio que las personas habían venido con una variedad de motivos e intenciones. Su enfoque no estaba en Dios. Estaban allí por lo que podrían conseguir para sí mismos. A veces vamos a la iglesia simplemente por la tradición. A veces vamos a encontrarnos con amigos. A veces por sentido de culpabilidad. Afligió al Señor Jesús que los corazones de los presentes no estaban apasionados al pensar en cuánto les debían a Dios. A pesar de Su provisión maravillosa para ellos, no podían encontrarla en sus corazones para adorarle y alabarle. No estaban impulsados por una pasión por Dios, sino por su propia avaricia.
Cuándo los discípulos observaron al Señor aquel día, recordaron lo que el Salmista dijo: “El celo por tu casa me consume.” Al purificar el templo el Señor Jesús cumplió con la profecía del Salmo 69:9. El Señor Jesús está preocupado por lo que ocurre detrás de las paredes de nuestras iglesias. Él está preocupado por la hipocresía. En ninguna otra parte de los evangelios vemos al Señor Jesús reaccionar con tal ira. Una rápida mirada a los evangelios revela que mientras el Señor Jesús mostraba una gran paciencia con el pecador, Él hablaba duramente a los hipócritas religiosos. La hipocresía era algo que enfurecía al Señor.
Los líderes judíos presentes Le preguntaron a Jesús con qué autoridad Él estaba haciendo estas cosas. Pidieron una señal para probar Su autoridad. Andaban buscando Sus credenciales. Si Él venía de Dios, Él podría probar esto demostrando el poder de Dios en alguna forma clara. Jesús les dijo que Él destruiría el templo y lo reconstruiría otra vez en tres días.
Los judíos pensaron que Jesús estaba refiriéndose al verdadero edificio del templo. Ésta ciertamente sería una hazaña impresionante. Le recordaron que se requirió cuarenta y seis años para construir el templo. Sin embargo Jesús no estaba refiriéndose al templo físico. Él estaba hablando de Su propio cuerpo. Su cuerpo sería entregado a la muerte. Gentes malvadas lo destruirían, pero Él resucitaría de entre los muertos en tres días. Su crucifixión y Su resurrección serían el milagro que probaría Su autoridad. Sólo el Mesías prometido podría lograr esto.
Por los muchos milagros que Él realizó mientras estuvo en Jerusalén, Jesús también les demostró a estos líderes que a Él le había sido dada autoridad por el Padre. Muchos hombres y mujeres creyeron en Él por los milagros que Le vieron hacer. El versículo 24 nos dice que aunque estos individuos creyeran en Él por los milagros, Jesús no se fiaba de ellos. Confiarse uno mismo a alguien es colocar a esa persona en su confianza. ¿Por qué Jesús no se revelaría a Sí Mismo completamente a los que creyeron en Él? Estas personas estaban preparadas a seguirle siempre y cuando Jesús les sanara a los enfermos y alimentara a los hambrientos. Creyeron en Él como un taumaturgo, pero no como su Salvador. Jesús conocía sus corazones. Él sabía que como los cambistas de dinero y los comerciantes en el templo, la gente también estaba solamente preocupada por sí misma y en conseguir todo lo que pudieran sacar de Él.
Esta actitud retuvo al Señor de revelarse a Sí Mismo a la gente de ese tiempo. Tal vez es tiempo de examinar nuestras vidas y razones. Tal vez es tiempo para que nosotros escudriñemos nuestros corazones para ver si hay cualquier cosa, que le cierra el paso a Jesús para confiarse Él mismo más completamente a nosotros.
Para Considerar:
• ¿Ha habido móviles, temas o actitudes que el Señor ha estado revelándole en esta meditación que no traen gloria a Su nombre? ¿Cuáles son?
• ¿Se ha confiado Jesús a usted? ¿Qué significa que Jesús se confía a nosotros?
• ¿Cuáles eran las actitudes de los que servían en el templo aquel día? ¿Cuál era la actitud de la gente? ¿Ha luchado usted alguna vez con estas mismas actitudes?
Para Orar:
• ¿Pídale al Señor que le muestre si hay algunos obstáculos cerrando el paso a la intimidad con Él hoy?
• Pídale a Dios que revele sus intenciones y móviles verdaderos al servirle.
• Agradezca al Señor que Él nos es fiel aún cuando no Le somos fieles a Él.
Capítulo 6 – Nacido de Nuevo
Lea Juan 3:1–10
La expresión “nacido de nuevo” ha venido a significar una cosa muy distinta de la que estaba destinada a significar. La sociedad secular ha asimilado la expresión y la ha usado para su conveniencia. La expresión se origina de una discusión entre un fariseo llamado Nicodemo y el Señor Jesús. Es una de las más importantes expresiones de todas las doctrinas de la Biblia. En esta meditación examinaremos lo qué significa nacer de nuevo.
Después de la purificación del templo Jesús se quedó en la ciudad de Jerusalén. Juan 2:23 nos dice que Él realizó muchos milagros en Jerusalén durante esos días. Muchas personas creyeron en Él por estos milagros. Una de estas personas era un hombre de nombre Nicodemo. Nos enteramos de algunas cosas importantes acerca de Nicodemo en Juan 3:1–2.
Primero, Nicodemo era fariseo. Los fariseos eran antes que nada los líderes religiosos del momento. Tenían una influencia poderosa en la gente. Se caracterizaban por su práctica rigurosa de la Ley de Moisés. Para impedir la violación de las preciosas leyes de Moisés, añadieron una parte de sus propias leyes menores. Nicodemo, como hombre de los fariseos, era un observador muy cuidadoso de las leyes de Moisés. Él era un hombre “religioso”.
En segundo lugar, fijémonos que Nicodemo vino a Jesús (versículo 2). Él obviamente tenía preguntas que necesitaban ser contestadas. Él vino a Jesús para encontrar esas respuestas. Él había visto a Jesús realizar Sus maravillosos milagros. Él no tenía ninguna duda que Jesús venía de Dios. Él quería saber más.
En tercer lugar, fijémonos que Nicodemo vino a Jesús por la noche. Sabemos que la actitud de los fariseos hacia Jesús no era buena. Los fariseos querían deshacerse de Jesús. En Juan 9 expulsaron a un ciego de la sinagoga porque él creyó que Jesús venía de Dios. Nicodemo arriesgó mucho al asociarse con el Señor Jesús. Si se descubriera que él vino a Jesús, él arriesgaba su posición como hombre respetado entre los fariseos. ¿Debería ir él a Jesús con sus preguntas y arriesgarse a ser capturado? Su necesidad de respuestas fue tan fuerte que él corrió este riesgo. Sin embargo él fue por la noche cuando había menos oportunidad de ser descubierto.
Cuarto, Nicodemo le dijo a Jesús que él sabía que Él venía de Dios. Los milagros que él había visto hacer a Jesús le habían convencido de esto.
Nicodemo era un hombre que vivía una vida ejemplar. Él amaba y observaba muy cuidadosamente la Ley de Moisés. Él era también un hombre que tenía un ardiente deseo de aprender más acerca del Señor Jesús. Él arriesgaba su posición como hombre respetado de la comunidad al venir a sentarse a los pies de Jesús. Nicodemo también creía que Jesús venía de Dios. Él no podía cerrar su mente a los hechos que él vio. Él permitió que los milagros de Jesús hablaran a su corazón. ¿Qué más podría pedir usted en los creyentes, sino que sean personas que amen y obedezcan la Palabra de Dios, quieran profundamente estar en la presencia del Señor y se aferren fuertemente a la convicción de que Jesús es de verdad un “maestro venido de Dios” (versículo 2)?
Note qué Jesús le dijo a Nicodemo cuando Él le vio venir: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.” (versículo 3). ¿Cómo se habría sentido usted si fuera Nicodemo? Nicodemo había sentido todo el tiempo que él entraría en el reino de los cielos por su buena vida y sus creencias. Jesús le estaba diciendo algo diferente. Jesús le estaba diciendo que a menos que “él naciera de nuevo “, él nunca vería ese reino de Dios.
Nicodemo no podía comprender lo qué Jesús le estaba diciendo. Él sintió que Jesús estaba refiriéndose a un nacimiento físico. Él le preguntó a Jesús cómo podría nacer de nuevo ahora que él era viejo. En respuesta a esto, Jesús le dijo a Nicodemo que a menos que un hombre naciera de agua y del Espíritu, no podría entrar en el reino de Dios.
Un niño no nacido vive en el fluido del vientre de la madre. Cuando el tiempo es el correcto, ese fluido es expulsado y el niño nace. Una señal segura de que el niño está listo para nacer es “romper aguas.” Nacer “del agua” se refiere al nacimiento físico. Jesús no se detuvo aquí. Él le dijo a Nicodemo que este nacimiento físico no era suficiente. “El que no naciere de agua y del Espíritu,” dijo Jesús, no puede entrar en el reino de Dios (versículo 5, énfasis añadido). Jesús le estaba diciendo a Nicodemo que hay más de un nacimiento. Hay un nacimiento físico que nos coloca en este mundo (nacido de agua) y hay también un nacimiento espiritual que nos coloca en el reino de Dios (nacido del Espíritu).
Continuemos con la ilustración del parto para comprender lo qué Jesús estaba diciendo aquí. Antes del momento de la concepción el vientre de la madre es improductivo. La vida comienza en ese vientre improductivo cuando el esperma fertiliza el huevo. La mujer no es capaz de producir vida por sí misma. Su huevo debe ser fertilizado por el esperma del hombre. Cuando el huevo es fertilizado, la nueva vida comienza y la madre durante el período de nueve meses experimenta cambios físicos y emocionales a medida que la nueva vida crece en ella.
El nacimiento espiritual es de muchas formas como este nacimiento físico. El alma de un individuo como el vientre de la mujer es árida y estéril. Para que la nueva vida espiritual comience tiene que ser plantada en el alma por Dios. Esto es lo que sucede en el momento de nuestro nacimiento espiritual. El Espíritu de Dios coloca Su propia vida dentro de nuestras almas. Una vez implantada en nosotros por nuestra deseosa aceptación de ella, esta nueva vida comienza a crecer dentro de nosotros. Rápidamente vemos los resultados en nuestras vidas. La nueva naturaleza necesita ser alimentada. Produce en nosotros un deseo por las cosas de Dios. Nuestras vidas cambian. Nos hacemos conscientes de una nueva vida y un nuevo apetito dentro de nosotros. Las cosas que solíamos disfrutar ya no las deseamos. Tenemos un hambre insaciable ahora por las cosas de Dios.
“Lo que es nacido de la carne, carne es,” dijo Jesús, “y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es” (versículo 6). Su nacimiento físico no le introducirá en el reino de Dios. Por su nacimiento físico usted se convierte en hijo de esta tierra. Por su nacimiento espiritual usted se convierte en hijo de Dios. Si usted quiere ver el reino de los Cielos, usted tiene que nacer de nuevo.
¿Cómo puede una persona nacer de nuevo? Ésta es la obra del Espíritu de Dios. Como el viento, el Espíritu sopla donde Él quiere. Como el viento, los movimientos del Espíritu son impredecibles. Sin embargo cuando Él sopla en su alma, aunque usted no Le vea, usted conoce Su presencia.
Mi mujer y yo vivimos por varios años en las islas de Mauricio y Reunión en el Océano Indico. Cuando supimos que un ciclón se estaba acercando, trajimos todo adentro. Cerramos todas las contraventanas y nos encerramos nosotros mismos en la casa hasta que el ciclón hubo pasado. No nos atrevimos a abrir las contraventanas hasta que estuvimos seguros de que la tormenta se había terminado. A menudo tratamos al Espíritu de Dios así. Cuando el Espíritu de Dios hable a su corazón, no cierre las contraventanas de su corazón. Abra su corazón y que Él sople en su vida. Que Él barra lo que no Le honra. Deje que Él cambie las cosas que necesitan ser cambiadas. A veces abrir nuestras vidas al Señor Jesús es una cosa que asusta. Nos da miedo lo que ocurrirá. Sin embargo, a menos que el Espíritu de Dios sople en su corazón y plante Su vida en su alma, usted nunca verá el reino de Dios. Si la vida del Espíritu de Dios no está viviendo en usted, usted no le pertenece a Dios. Pablo nos dice en Romanos 8:9 que si no tenemos el Espíritu de Dios viviendo en nosotros, no pertenecemos al Señor Jesús. ¿Vive el Espíritu de Dios en usted? ¿Ha experimentado usted este nacimiento espiritual?
¿Cómo puede decir usted si ha experimentado este nuevo nacimiento? Una vez usted estuvo muerto a los asuntos espirituales, pero ahora usted está consciente de la vida de Cristo en usted. Antes usted no tenía hambre de Cristo, pero ahora usted no puede saciarse suficientemente de Él. Los cambios se harán evidentes no sólo para usted mismo, sino que también lo serán para todos los que están alrededor de usted.
Nicodemo como líder del pueblo de Dios, nunca había nacido de nuevo. Él estaba tratando de señalarles el cielo a los demás, cuando él mismo no iba allí. ¿Ha experimentado usted este nuevo nacimiento? Sólo esos que han nacido en la familia de Dios por este nacimiento espiritual son los hijos de Dios. Tan religioso como era Nicodemo sin un nacimiento espiritual, él no vería el reino de Dios. ¿Qué tal usted? ¿Ha nacido usted en la familia de Dios?
Para Considerar:
• ¿De qué cosas dependen las personas en su intento de llegar al cielo?
• ¿Qué es el nuevo nacimiento? ¿Por qué es el nuevo nacimiento necesario?
• ¿Ha experimentado usted alguna vez este nuevo nacimiento? ¿Qué evidencia hay de este nuevo nacimiento en su vida?
Para Orar:
• Si usted nunca ha experimentado este nuevo nacimiento, pídale al Señor ahora mismo que plante Su vida en su alma. Busque el consejo de un cristiano “nacido de nuevo”.
• Si usted conoce la realidad de este nuevo nacimiento, tome un momento para agradecer al Señor por lo que Él ha estado haciendo en su vida.
• Tome un momento para orar por personas que usted sabe que como Nicodemo han estado intentando llegar al cielo por su propia fuerza. Pídale a Dios que les revele la enseñanza clara de Cristo en el nuevo nacimiento. Pídale a Dios que le dé una oportunidad para señalarles este nuevo nacimiento.
Capítulo 7 – El Levantamiento del Hijo del Hombre
Lea Juan 3:11–21
La conversación con Nicodemo continúa en este pasaje. Jesús le había explicado a Nicodemo la importancia de nacer de nuevo. Nicodemo como líder espiritual, no comprendió lo qué Jesús le estaba diciendo. Él nunca había experimentado este nuevo nacimiento.
Esta sección comienza con la declaración de Jesús a Nicodemo: “De cierto, de cierto te digo, que lo que sabemos hablamos y lo que hemos visto, testificamos; y no recibís nuestro testimonio.” (versículo 11). ¿Qué estaba Jesús diciendo aquí en este verso?
¿A quién se estaba refiriendo Jesús cuando Él utilizó la palabra “nosotros” en este pasaje? Algunos proponen que “nosotros” son Jesús y Sus discípulos. Sin embargo el problema es que en este momento, los discípulos mismos no tenían un conocimiento claro de lo que Jesús enseñaba. Esto ha conducido a otros a proponer que el “nosotros” de este pasaje es Jesús y los profetas que habían profetizado acerca de Él. Sin embargo en el contexto de este pasaje, descubrimos que el Señor Jesús recién ha estado hablando del Espíritu Santo, quién como el viento sopla donde Él desea (versículo 8). Puede ser más probable que Jesús le esté diciendo a Nicodemo que ambos, Él y el Espíritu Santo habían venido a dar testimonio de las cosas divinas que habían visto. ¿Quién más, sino el Señor Jesús y el Espíritu Santo de Dios podrían dar testimonio de las “cosas que habían visto y oído”?
Jesús le dijo a Nicodemo que aunque Él y el Espíritu Santo les habían brindado testimonio a los líderes espirituales de Israel de lo que habían visto y habían oído, se rehusaban a oír. Dios había hablado, pero no reconocían Su voz. Nicodemo y sus compañeros de trabajo eran los líderes de Israel. Representaban la elite del pueblo de Dios, aún así no podían escuchar.
Nicodemo era ciego a las cosas espirituales de Dios. Jesús le había hablado en lenguaje terrenal simple. Él había usado la ilustración del nacimiento y el viento para explicarle a Nicodemo lo que significaba nacer de nuevo y entrar el reino de los cielos. Nicodemo a pesar de estas ilustraciones, no podía comprender lo qué Jesús estaba diciendo. Jesús estaba diciendo algo como esto: Si no puedes comprender estas cosas cuando yo las ilustro en los términos terrenales, ¿cómo podrías entender posiblemente, si te hablara en un nivel espiritual más profundo? “Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre que está en el cielo” (versículo 13). Solamente Él te puede explicar estas cosas. Solamente Él tiene total entendimiento de las cosas de Dios. Tú no puedes comprender estos asuntos porque tú eres de este mundo.
Para explicar más completamente a Nicodemo lo que significaba entrar en el reino de los cielos, Jesús usó otra ilustración. Él ya había usado la ilustración del nacimiento físico y el viento, pero Nicodemo no había entendido. Él entonces usó una ilustración espiritual. Él le dio una ilustración de las Escrituras del Antiguo Testamento: “Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” (versículos 14–15).
Esta ilustración provenía de Números 21:4–9. El pueblo de Dios estaba en el desierto. Se estaba aburriendo del maná que habían estado comiendo todos los días. Se les estaba acabando el agua. Hablaron contra Moisés y Dios. En Su ira, el Señor envió serpientes venenosas a su campamento. Estas serpientes mordieron a la gente y muchos de ellos murieron. Las personas que quedaban clamaron a Moisés para que les ayudara. Confesaron su pecado e imploraron: “Ruega a Jehová que quite de nosotros estas serpientes” (Números 21:7). Moisés oró al Señor. El Señor le dijo que fabricara una serpiente de bronce y la colocara en una asta. Cualquiera que mirara la serpiente sería sanado. Jesús le recordó a Nicodemo esta historia. Como la serpiente de la época de Moisés, Jesús sería levantado para que todos Le vieran. Solamente los que miraran a Él y creyeran serían sanados de su pecado.
Hay muchas personas que creen que el Señor Jesús murió en la cruz. Satanás mismo no duda de este hecho histórico. No fue suficiente que las gentes en los días de Moisés reconocieran que había una serpiente de bronce colgando de una asta. Tenían que creer que su única esperanza de curarse debía encontrase en mirar a esa serpiente de bronce. Tuvieron que venir a esa serpiente con un corazón arrepentido, reconociendo que ellos habían blasfemado el nombre del Señor. Necesitaban darse cuenta de que sin esta provisión de Dios, morirían del veneno en sus venas.
Es así cómo necesitamos venir a la cruz. No es suficiente reconocer que la cruz fue un hecho histórico que tuvo lugar muchos años atrás. Necesitamos venir a la cruz como la gente de la época de Moisés vino al asta. Sin la cruz nosotros también moriremos en nuestro pecado. No hay otra forma de salvarnos del veneno del pecado que circula en nuestras venas. Solamente Jesús por Su muerte y Su sangre nos puede salvar de la ira de Dios. Necesitamos mirar hacia la cruz como si nuestras meras vidas dependieran de ella.
Juan 3:16 es el versículo mejor conocido de la Biblia entera. Dios demuestra tanto Su amor como Su justicia en este versículo. Él prueba que Él es justo en castigar la maldad. Él prueba que Él es amor al tomar ese castigo para Sí Mismo. Él envió a Su Hijo a morir en nuestro lugar. La muerte del Señor Jesús satisfizo la justicia de Dios. Todo lo que queda para nosotros es colocar nuestra confianza en la muerte que Él murió. Usted debe reconocer que el Señor Jesús murió por usted personalmente. La muerte del Señor Jesús no salva a todo el mundo. Sólo salva a los que creen. Usted debe reclamar Su muerte como la suya. Cuando usted esté delante del tribunal de Cristo en el último día, su entrada en el reino de los cielos se basará en el hecho de que el Señor Jesús personalmente pagó por su pecado. ¿Se aferra usted a la cruz del Señor Jesús como su única esperanza de vida eterna? ¿Usted reconoce que Jesús necesitó morir por usted? ¿Usted entiende que Él murió por usted personalmente? Su salvación está completamente pagada. Todo lo que queda es que usted ahora acepte lo que Él ha hecho en beneficio suyo.
Fíjese aquí en los versículos 15 y 16 que Jesús claramente nos dice que los que creen en Él y Su obra tienen vida eterna. No es algo que tendrán algún día. Ya la tienen. Jesús no vino a condenar al mundo. Él vino a ofrecer perdón y vida. Sin embargo negarse a creer en Él, es perecer. Si usted no ha colocado su seguridad absoluta y confianza en Él, usted ya está condenado. El veneno del pecado fluye aun ahora a través de nuestras venas. Hay sólo una cura para este pecado. Únicamente el Señor Jesús por Su obra en la cruz ha provisto los medios de escape. Sólo mirándole a Él, puede usted ser sanado.
El versículo 19 nos recuerda que aunque Dios envió a su Hijo al mundo para salvar el mundo, el mundo Le rechazó. Él vino a ofrecerles Su luz, pero las personas escogieron las tinieblas. Como un insecto bajo una piedra volcada corre en busca de la protección de la oscuridad, huimos de Él y de Su oferta de salvación. Qué insulto para el Hijo de Dios. Él vino a liberarnos de la condenación del pecado. Él vino a recibir sobre Sí Mismo el castigo por nuestro pecado, pero le dimos nuestras espaldas a Él y a Su oferta.
Jesús concluyó Su conversación con Nicodemo manifestando que los que hacen el mal odian la luz y no vendrán a ella para que sus obras no sean reprendidas. Los que viven en el pecado son esclavos del pecado. No quieren renunciar a su pecado. No quieren venir al Señor Jesús porque aman su maldad. Estas personas perecerán porque se niegan a venir a la luz y descubrir quiénes son realmente. Su orgullo los destruirá. Prefirieron vivir en la oscuridad que venir a la luz y enfrentar la verdad de su pecado.
Sin embargo los que viven en la verdad, son muy diferentes (vea versículo 21). No sólo vienen a la luz, sino que la luz de Dios mora en ellos. Esta luz produce fruto en sus vidas. Conocen el poder de la luz de Dios obrando en ellos. Conocen Su presencia en su diario caminar. ¿Ha sido ésta su experiencia?
La cruz del Señor Jesús es nuestra única esperanza de vida eterna. Nunca es fácil hacer que la luz exponga nuestro pecado. Muchas personas han elegido huir de esta luz. Estas personas todavía viven en la oscuridad. Si usted quiere conocer la verdad, usted primero debe dejar que la luz le revele quién es usted en realidad. Deje de huir del Señor. Deje que Su luz brille en usted. Deje que Su Palabra revele los móviles ocultos de su corazón. El Hijo del Hombre, levantado en esa abominable cruz, es nuestra única esperanza de salvación eterna. Mírele a Él y viva.
Para Considerar:
• ¿Por qué es tan difícil para las personas reconocer su necesidad de un Salvador?
• ¿Las personas pueden creer que Jesús murió en la cruz sin jamás confiar en la obra de Jesús en esa cruz para su vida eterna?
• ¿Ha mirado usted al Señor Jesús como su única esperanza de vida eterna? Si no, ¿qué le impide colocar su total y completa confianza en Él?
Para Orar:
• Tome un momento para darle al Señor las gracias por Su provisión para su salvación.
• ¿Tiene usted amigos o seres queridos que nunca han aceptado la provisión del Señor para su salvación? Tome un momento ahora mismo para orar por ellos.
Capítulo 8 – Jesús contra Juan
Lea Juan 3:22–36
¿Ha experimentado usted alguna vez un poquito de celos, cuando usted vio cómo el Señor estaba bendiciendo a otra persona? Si somos honestos con nosotros mismos, tenemos que admitir que los celos son algo con lo que todos nosotros tenemos que tratar. Juan 3:22–36 nos da mucho para reflexionar, cuando se trata del asunto de los celos.
Después de Su conversación con Nicodemo, Jesús abandonó Jerusalén y fue a la tierra de Judea. El versículo 22 nos dice que Jesús pasó tiempo aquí con Sus discípulos. Las personas venían a Él para ser bautizadas. (Juan 4:2 declara que Jesús mismo no bautizaba a nadie sino Sus discípulos hacían el trabajo.) Juan Bautista también estaba bautizando a las personas en esa misma área general (versículo 23).
Es importante notar que Juan tenía un ministerio muy exitoso. La Sagrada Escritura nos dice que las personas “constantemente estaban llegando a ser bautizadas por Juan” (versículo 23). Juan veía cosas estupendas ocurriendo en su ministerio. Su ministerio era bendecido por Dios. Estos eran tiempos emocionantes para Juan y sus discípulos.
Sin embargo el ministerio de Juan no estaba exento de sus dificultades. En una ocasión se desarrolló una discusión entre los discípulos de Juan y los judíos (versículo 25). La discusión giraba en torno al asunto de la purificación o el lavamiento ceremonial. No se nos dice que fue lo que causó esta discusión. Sin embargo parece por el contexto, que el asunto que inició este debate fue el bautismo de Juan. Según las leyes del Antiguo Testamento, si los judíos se contaminaban a sí mismos de algún modo, ofrecían un sacrificio por el perdón y entonces o se bañaban en agua o eran ceremonialmente rociados para purificarse ellos mismos de sus impurezas (Números 19). Puede ser que los judíos estuvieran confundiendo el bautismo de Juan con la ceremonia judía de purificación. Si bien no sabemos los detalles de este debate, si entendemos que se estaban oponiendo al ministerio de Juan. Podemos estar seguros que si Dios está bendiciendo nuestro ministerio habrá oposición. En este caso los opositores vinieron de las personas religiosas de la región. Puede ser que estos líderes judíos le tuvieran envidia al número de personas que estaba viniendo a ser bautizadas por Juan.
Mientras Juan y los líderes judíos estaban debatiendo el asunto de la purificación, una parte de los discípulos de Juan vinieron a él con otro problema. Había llegado a su atención que el Señor Jesús estaba en el área y las personas iban a Él para ser bautizadas. Esto en gran medida les preocupó a los discípulos de Juan. Veían esto como una amenaza.
¿Ha tenido usted alguna vez alguien que deja su iglesia para ir a otra? ¿Cómo se siente usted cuando alguien más puede ministrar donde usted falló? Los discípulos de Juan estaban celosos. Ellos resentían cualquier cosa que dividiera su grupo de seguidores y le impidiera crecer. Las personas les dejaban para seguir a Jesús. Puede que se preguntaran cómo podrían recuperar a estas personas.
Mientras la reacción de los discípulos de Juan era una reacción de celos y competencia, es importante presenciar la respuesta del mismo Juan. La Sagrada Escritura nos dice cuatro cosas en los versículos 27–30 que nos ayudarán cuando tratemos con el sentimiento de celos en nuestras vidas.
Juan primero les dijo a sus discípulos que “No puede un hombre recibir nada, si no le fuere dado del cielo” (versículo 27). Juan reconoció aquí que todas las cosas vienen de Dios. Incluso este problema que percibían con el que estaban tratando ahora venía del cielo. Juan estaba encantado de aceptar cualquier cosa que el Señor estuviera haciendo en su vida.
Cuando usted esté tentado por los celos al ver lo que Dios está haciendo con otra persona, considere que es Dios el que ha bendecido a estos individuos. Cuando usted sienta que debería ver un fruto mayor en su vida y su ministerio, recuerde que usted sólo puede ser tan fructífero como Dios le deja ser. Juan había aprendido a aceptar los propósitos de Dios para su vida. ¿Cuán a menudo hemos establecido nuestras propias metas y programas? Nos frustramos cuando no vemos que las cosas están ocurriendo de la manera que queremos. ¿Cuánta bendición y productividad hemos perdido porque nunca hemos aprendido a contentarnos con lo qué hemos recibido de Dios? ¿Puede usted contentarse sólo con ser lo qué Dios tenía en mente que usted sea? Los celos son a menudo el resultado de intentar ser algo diferente de lo que Dios ha querido que nosotros seamos.
En segundo lugar, note en el versículo 28 que Juan les recordó a sus discípulos que él no era el Cristo, sino que fue enviado delante de Él para anunciar Su llegada. Él se sintió llamado a ser siervo de Cristo. Él comprendió su papel. Cada uno de nosotros tenemos un papel que jugar. Cada uno de nosotros tenemos un ministerio. Juan sabía cuál era su sitio y estaba encantado de hacer lo que el Señor le había llamado a hacer. Él no era el Cristo. Él era Su mensajero. Juan quiso ser el mejor mensajero que pudo ser para Jesús. Él estaba feliz en este papel. Qué tan fácil es considerar los ministerios y dones de otros y querer lo que tienen. Dios nos llama a contentarnos con nuestro propio llamado particular en la vida. Si nuestro llamado es humilde o grande, necesitamos aprender a contentarnos con lo que Dios ha escogido para nosotros.
En tercer lugar, Juan compartió con sus discípulos un ejemplo de la vida diaria para explicarles cómo se sentía acerca de que el Señor Jesús recibiera la gloria. Él usó un ejemplo de un novio y su padrino. ¿Ha sido usted alguna vez el padrino de la boda de un amigo? ¿Cuáles son sus pensamientos en ese momento? ¿No explota su corazón de gozo y felicidad? Éste es su día. Todos los ojos están enfocados en el novio y la novia. Nadie parece notar al padrino. Nadie viene a felicitar al padrino por haber sido seleccionado para estar parado al lado del novio. Toda la atención está en el novio. Como el padrino, usted no se sentiría de otro modo. El padrino no siente celos de la felicidad del novio. Él siente sólo gozo en su corazón por su amigo en el día de su boda.
Ésta fue la experiencia de Juan. Él había sido enviado delante del Señor para prepararle el camino. Como el padrino, él esperó la llegada del novio. Cuando el Señor Jesús apareció, Juan experimentó sólo alegría y satisfacción. Sí, todos los ojos se apartaron de Juan y se enfocaron en el Señor, pero eso fue cómo debería ser. Juan no lo habría sentido de otra forma. Su corazón se desbordaba de alegría pues éste era el día del Señor.
Cuarto, Juan les recordó a sus discípulos que él necesitaba “menguar” a fin de que el Señor Jesús pudiera “crecer más” (versículo 30). Juan comprendía que su ministerio era señalar el Señor Jesús a las personas. Juan quería que las personas vieran a Jesús. Que insulto es para el Señor Jesús cuando tomamos para nosotros mismos la gloria que Él correctamente merece. Como Juan, tenemos que ser siervos que dirigen toda la gloria al Señor. Cuando Juan aceptó su llamado de Dios, él se comprometió a elevar el nombre del Señor Jesús. Él voluntariamente murió a sí mismo y su propia gloria. Como siervos de Cristo nuestro papel es señalarle Él a las personas. Éste es nuestro propósito. También debe ser nuestro deleite.
Juan concluyó su discusión con sus discípulos en los versículos 31–36 diciéndoles quién Jesús era realmente. “El que de arriba viene, es sobre todos;” dijo Juan (versículo 31). Jesús es del cielo. Él tiene autoridad sobre todas las cosas. Él es el Rey de reyes. Él controla todas las cosas. “Y lo que vio y oyó, esto testifica” (versículo 32). Lo que Jesús habló, Él lo habló por experiencia personal. Nadie más podría hablar como Él habló. Nadie más había experimentado el cielo y conocía el propósito y el plan del Padre como Él. Jesús hablaba las palabras de Dios. Él dio al Espíritu Santo sin medida (versículo 34). El Padre ama a Jesús, el Hijo y le ha dado Su total autoridad (versículo 35). Jesús actúa en todas las cosas en nombre del Padre. El cuidado y control del universo están en sus manos. Creer en Él es tener vida eterna. Rechazarle es caer bajo el juicio y la ira del Padre (versículo 36).
¿Hay algún asombro por qué San Juan Bautista no experimentó celos al pensar que los discípulos del Señor Jesús estaban bautizando a más personas que él? El problema con los discípulos de Juan fue que realmente no comprendían, quién era Jesús. Comprender quién es Jesús es inclinarse voluntariamente en sumisión a Él. Comprender quién es Él, es decir con todo su corazón: “Él tiene que crecer; yo tengo que menguar.” Que Dios nos pueda dar la actitud de Juan.
Para Considerar:
• Tome un momento para considerar la última vez que usted experimentó celos. ¿Qué le enseña el ejemplo de Juan acerca de la causa real de estos celos?
• Considere los principios aprendidos aquí en esta meditación. ¿Qué principio particular encuentra usted útil en su lucha con los celos?
• ¿Qué tiene que decirle este pasaje a usted acerca de la actitud que usted debe tener cuando las cosas no parecen ir la manera en que a usted le gustaría?
Para Orar:
• Pídale al Señor que le perdone por los celos que experimentó en su vida.
• Pídale que le ayude a contentarse con su papel para usted.
• Tome un momento para darle al Señor las gracias por el ministerio y los dones de otra persona (en particular alguien cuyo ministerio y dones usted tiende a envidiar).
Capítulo 9 – La Mujer Samaritana
Lea Juan 4:1–42
¿Qué clase de persona puede utilizar el Señor? Usted no necesita una educación teologal para ser usado por Dios. Usted no necesita muchos años de experiencia. El Señor puede utilizarle tal como es usted. La historia de la mujer samaritana es un ejemplo muy bello de esto.
Los discípulos de Jesús estaban bautizando a los que venían a ellos en la región de Judea. Los fariseos oyeron lo qué Jesús estaba haciendo. En el capítulo 3 vimos cómo los fariseos habían atacado el ministerio de Juan Bautista. Este tipo de encuentro no fue ni útil ni deseable. Jesús decidió evitar el contacto con los fariseos y así es que Él abandonó la región.
El Señor decidió ir a Galilea. La ruta más directa a Galilea era a través de Samaria. Los judíos no viajaban a través de la región de Samaria por su odio a los samaritanos. Los judíos de la época de Jesús elegían en lugar de eso tomar una ruta más larga que bordeaba esta región. En el versículo 4 leemos que Jesús tuvo que pasar por Samaria”. Dios obviamente tenía un plan para esta región.
Nuestro Señor vino a un pueblo en Samaria llamado Sicar (versículo 5). El pueblo de Sicar estaba junto a una parcela que Jacob le había dado a su hijo José. El pozo de Jacob estaba en esa región. Este pozo tenía gran valor histórico.
Jesús se sentó por el pozo a descansar mientras los discípulos entraban en el pueblo a comprar comida. Era alrededor del mediodía cuando Jesús arribó al pozo. Una mujer vino al pozo mientras Jesús estaba descansando. Es importante notar varias cosas acerca de esta persona.
Primero, ella era una mujer. Según la etiqueta judía, no era correcto para un hombre hablarle a una mujer en público. Hablándole a esta mujer El Señor estaba rompiendo una tradición cultural. Cuando los discípulos regresaron del pueblo, estaban sorprendidos de presenciar a su maestro hablándole a una mujer (vea versículo 27).
Lo segundo que deberíamos notar es que esta mujer era una samaritana. Del versículo 9 entendemos que los judíos no trataban con los samaritanos. Ya hemos mencionado que el judío promedio escogía caminar la distancia adicional alrededor de la región de Samaria, en vez de entrar en contacto con una de estas personas despreciadas. Jesús no tuvo este mismo sentimiento hacia los samaritanos.
En tercer lugar, esta mujer había tenido cinco maridos y estaba actualmente viviendo con un hombre que no era su marido (ver los versículos 16–18). Esto nos dice algo de la mujer. ¿Qué les había ocurrido a sus cinco maridos? Aún cuando la Biblia no nos dice, sería demasiado increíble creer que todos ellos habían muerto. El hecho de que ella estaba viviendo con un hombre con el que no estaba casada sugiere que esta mujer no era una mujer moral. Sería más probable suponer que esta mujer había estado divorciada varias veces. Ella obviamente tenía problemas para conservar una relación.
Aquí ante Jesús estaba una mujer atribulada. Ella había pasado por cinco maridos. Ella no se había comprometido a casarse con el hombre con quien estaba viviendo. ¿Ella se sentía sola? ¿Se sentía rechazada? ¿Estaba confundida? ¿Se sentía insegura? Sólo podemos adivinar.
Jesús empezó Su conversación con la mujer pidiéndole agua. La mujer samaritana estaba sorprendida al ver que Jesús hablara con ella. Ella le expresó esto (versículo 9). Al hacer esto, ella Le recordó la brecha entre los judíos y los samaritanos.
El Señor respondió diciéndole que si ella en realidad supiera quién era Él, ella sería la que estuviera pidiéndole agua. Él también tenía agua para darle. Sin embargo Su agua era agua viva. La suposición aquí era que el agua que Él le daría era mejor que el agua que ella sacaría del pozo de Jacob (vea versículo 10).
La mujer pareció ofendida con esta sugerencia. ¿Es posible que ella viera esto como un insulto contra su raza? Lo que es claro es que ella se ofendió con lo que Jesús le dijo. “¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob que nos dio este pozo?” preguntó (versículo 12).
El Señor le explicó la diferencia entre el agua que Jacob daba y el agua que Él daría. “El agua que doy. . .se convertirá en.… una fuente de agua que salte para vida eterna,” dijo Jesús (versículo 14). Él estaba refiriéndose a la salvación que Él tenía que ofrecer. La salvación es como agua viva. Sin agua moriríamos. Sin agua sólo puede haber esterilidad e infructuosidad. La salvación que El Señor nos ofrece, como agua, apaga el alma sedienta y trae vida y productividad. Quienquiera que beba del agua de la salvación que El Señor ofrece nunca tendrá sed otra vez. Estarán satisfechos.
¿Ha sentido usted alguna vez esta sed en su alma? ¿Usted alguna vez ha sentido que usted estaba insatisfecho en la vida? ¿Ha perdido la vida su significado? ¿Su vida es como un desierto árido? Lo que usted necesita es el agua viva de la salvación. El agua espiritual que El Señor da, apagará la sed de su alma como ninguna otra cosa. Sólo esta agua viva satisfará su alma. Venga ahora y beba profundamente. Es gratis.
La mujer samaritana no comprendió lo qué Jesús estaba diciendo. “Dame. . . esa agua para que no tenga. . .ni venga aquí a sacarla,” respondió (versículo 15). Ella estaba todavía pensando en el agua física. Ella aún no había comprendido al Señor.
Para ayudarla a entender, Jesús le pidió que llamara a su marido. Aquí era donde le estaba doliendo. “No tengo marido,” ella le dijo al Señor (versículo 17). “Tienes razón,” dijo Jesús, “. . . cinco maridos has tenido y el que ahora tienes no es tu marido (versículos 17-18). Ella no podía esconderse del Señor. Al traer este asunto a la mujer, Jesús le estaba haciendo consciente de su necesidad del agua viva que Él tenía que ofrecer. Esta agua sanaría las heridas en su vida. ¿Había estado intentando esconder sus heridas teniendo relaciones con los hombres en su vida? El agua que Jesús le propuso a ella sanaría la soledad, el vacío y la inseguridad que ella sentía. Jesús conocía su necesidad. Él le indicó su necesidad para ayudarla a comprender lo qué Él le estaba proponiendo.
Esta declaración de Jesús conmocionó a la mujer. Ella entendió ahora, que Él no era un mero judío. Aquí ante ella estaba un profeta. La única manera en que este hombre pudo haber sabido estas cosas acerca de ella, era si Dios se las revelara a Él.
Al haber entendido que Jesús era un profeta, la mujer intentó distraer la atención de ella misma hacia las diferencias entre los judíos y los samaritanos. Ella sacó a relucir el muy antiguo debate entre los dos grupos referente a donde Dios quiso que Su pueblo Le adorara.
Jesús no se dejó atrapar por esta distracción. Él explicó que se estaba acercando el tiempo cuando la geografía ya no sería una preocupación en el culto. Dios estaba preocupado más por la actitud del corazón que el lugar de adoración. Jesús le dijo que los verdaderos adoradores se preocupan por adorar a Dios “en espíritu y en verdad” (versículo 24).
Hay muchas personas que le dan el asentimiento intelectual a las verdades del Señor. Disfrutan de la teología, pero su espíritu no es movido. La verdadera adoración ocurre cuando nuestros espíritus se comunican con el Espíritu de Dios. La verdadera adoración viene de un corazón que ha sido movido por el Espíritu de Dios. La verdadera adoración es conducida por el Espíritu y alimentada con la verdad de la Palabra de Dios. Ella toca nuestros corazones y almas y nos atrae a la misma presencia de Dios.
La mujer samaritana, aunque tocada por la sabiduría de la respuesta del Señor, no aceptó lo que Él le dijo. Ella manifestó que cuando el Mesías viniera, él explicaría estas cosas. “Yo soy, el que habla contigo,” dijo Jesús (versículo 26). Esta declaración tiene que haber causado un gran impacto emocional a la mujer. Había algo acerca de lo que Jesús dijo que sin embargo rompió cada onza de resistencia que ella tenía. Ella había estado peleándose con Él todo este tiempo, pero cuando ella oyó lo qué Jesús dijo, ella dejó caer sus jarras de agua y entró corriendo al pueblo. Ella les dijo a sus amigos que vinieran y vieran a alguien que muy posiblemente podría ser el Mesías. La gente del pueblo queriendo ver por ellos mismos lo que la mujer estaba hablando, fueron al pozo donde Jesús estaba descansando (versículo 30).
Mientras tanto, los discípulos regresaron de su viaje de compras a la ciudad. Cuando Le ofrecieron al Señor algo de comer, Él les dijo que Él tenía una comida de la que ellos no sabían (versículo 32). Esto dejó perplejos a los discípulos. No comprendían de lo que estaba hablando Jesús. Como la mujer samaritana, pensaron que Él estaba hablando en el sentido físico. Sin embargo Jesús estaba refiriéndose a la comida espiritual. Su comida era hacer la voluntad de Su Padre. Él acababa de tener una oportunidad de testificar a la mujer samaritana. Esto había satisfecho Su alma.
¿Ha conocido usted alguna vez la satisfacción de servir al Señor? Qué delicia es poder servirle. No hay nada más satisfactorio que saber que usted ha sido usado por el Señor en la vida de otra persona. Servir al Señor trae bendición. No hay cristiano tan famélico como el cristiano que no conoce la bendición de servirle al Señor.
Jesús entendió que Su encuentro con la mujer era sólo el comienzo de algo grande. Él les dijo a los discípulos que había que recoger una gran cosecha. No habían trabajado por ella, pero cosecharían lo que habían sembrado otras personas. En un tiempo simplemente corto estarían regocijándose (vea los versículos 35–38). Los discípulos no comprendían lo qué Jesús estaba diciendo.
La cosecha de la que Jesús hablaba vino rápidamente. En un plazo de algunos momentos después del regreso de los discípulos del pueblo, el pozo de Jacob estaba rodeado de buscadores samaritanos. Venían con muchas preguntas. Vinieron porque la mujer samaritana los había invitado a venir. Escuchaban fijamente lo que Jesús les estaba diciendo. El Espíritu de Dios se movió entre ellos y creyeron en Jesús (versículo 39). Ya no creían con motivo de la mujer samaritana. Creyeron por lo qué Jesús les había dicho. Le invitaron a quedarse con ellos. Durante dos días Jesús y sus discípulos permanecieron en Samaria, predicando y enseñando la Palabra de Dios (versículo 40). Ese día experimentaron uno de los primeros avivamientos del Nuevo Testamento.
¿Cómo comenzó este avivamiento? Comenzó cuando una mujer samaritana fue confrontada por la verdad acerca de Jesús y sus caminos pecaminosos. Ella no tuvo tiempo de tratar y confesar sus pecados. Ella fue a sus amigos, tal como era ella y les dijo lo que ella había oído. Dios estupendamente conmovió muchas vidas a través de esta mujer.
Dios puede utilizar a cualquiera que Él escoja. Él no necesita a un hombre o una mujer de gran capacidad y habilidad. Dios puede lograr tanto a través de alguien como la sencilla mujer samaritana como lo puede hacer por medio de un maestro o predicador culto de la Palabra. Dios le puede utilizar tal como usted es. ¿No se entregará usted a Él y le dejará utilizarle? Usted se sorprenderá de lo que Él hará.
Para Considerar:
• ¿Hay personas en su comunidad como esta mujer samaritana (solitarias, no amadas, no deseadas)? ¿Usted estaría dispuesto a alcanzarles?
• ¿Hay alguna forma en la cual la iglesia de nuestra época se ha vuelto igual a los judíos de la época de Jesús (prejuiciada, orgullosa, etcétera.)?
• ¿Qué nos enseña este pasaje de la Sagrada Escritura acerca de la clase de personas que Dios puede utilizar?
Para Orar:
• ¿Le recuerda la mujer samaritana a alguien en su comunidad? Tome un momento para orar por un “samaritano de la actualidad.”
• Pídale a Dios que le dé la humildad de Jesús para establecer contacto con esos que no son preciosos a los ojos de este mundo.
• Agradezca al Señor que Él le puede utilizar tal como usted es.
Capítulo 10 – El Hijo del Oficial del Rey
Lea Juan 4:43–54
Jesús había pasado dos días en la región de Samaria. Un gran avivamiento había estallado en aquel territorio. Uno sólo puede imaginarse la emoción que estaba en el aire. Los discípulos se habrían animado al ver lo que estaba sucediendo. Su fe habría sido fortalecida cuando vieron a los samaritanos venir a la fe personal en el Señor. También sus prejuicios habrían sido confrontados al ver que Dios en verdad tenía un plan misericordioso para este grupo de gente que era tan odiado por los judíos.
De Samaria el Señor se trasladó a la región de Galilea. Éste había sido Su destino original según Juan 4:3. El versículo 44 indica que Él originalmente había dejado Judea porque la gente en Su propia tierra no Le aceptaban como un profeta (vea también Mateo 13:54-58). Qué respuesta tan diferente había recibido de los samaritanos cuando Él se detuvo allí en su camino a Galilea. Abiertamente Le aceptaron y muchos creyeron en Su nombre.
El versículo 45 nos dice que los galileos también dieron la bienvenida a Jesús. Parece que Le habían visto hacer muchos milagros en la Fiesta de la Pascua en Jerusalén. Su fama estaba propagándose. Del versículo 46 entendemos que Jesús y Sus discípulos fueron a Caná en Galilea donde Jesús había convertido el agua en vino. A unas dieciséis millas (veinticinco kilómetros) en el pueblo de Capernaum vivía un oficial del rey cuyo hijo estaba enfermo y a punto de morir. Este oficial había escuchado de Jesús y Sus milagros. Cuando él oyó que Jesús estaba en el área, decidió hablarle personalmente de su hijo.
El oficial se acercó a Jesús y Le pidió que viniera a su casa para sanar a su hijo. Él le explicó a Jesús que su hijo estaba punto de morir. La respuesta de Jesús fue sorprendente: “Si no viereis señales y prodigios, no creeréis.” (versículo 48). ¿Estaba aquí Jesús dirigiéndole la palabra al oficial del rey? Este no parecería ser el caso. El noble llegó a Jesús con una verdadera carga en su corazón. Él desesperadamente quería ver sano a su hijo. Jesús era su última esperanza. ¿A quién le estaba hablando Jesús cuando dijo: “Si no viereis señales y prodigios. . . no creeréis?” Puede ser que Jesús dijera esto por los galileos que estaban alrededor de Él y estaban esperando divertirse con otro milagro. Usted recordará del versículo 45 que la razón por la que los galileos fueron tan rápidos en aceptar a Jesús fue a causa de los milagros y señales que Le habían visto realizar en Jerusalén.
Qué emocionante habría sido para la multitud oír la petición del noble. Habían escuchado de los milagros de Jesús. Es posible que muchos de ellos Le hubieran seguido con la esperanza de presenciar a este poder en acción. Aquí estaba la ocasión ideal para ellos para presenciar uno de estos milagros. Jesús conocía la actitud de la gente. Él no estaba a punto de hacer un milagro simplemente para divertir a la multitud. Él los reprendió por su incredulidad y la actitud de sus corazones. Cuando Jesús le estaba dirigiendo la palabra a la multitud, el oficial Le interrumpió diciendo: “Señor, desciende antes que mi hijo muera” (versículo 49). Jesús no tenía prisa. Él tenía todo bajo control. Él le dijo al oficial que se fuera a casa porque su hijo viviría (versículo 50).
El Señor no fue a la casa del oficial del rey. Si Él hubiera ido a su casa la multitud Le habría seguido. Habrían estado allí simplemente para presenciar Su poder en acción y divertirse con Su milagro. Jesús no estaba interesado en hacer un gran espectáculo de Su poder. Él sanó al niño desde lejos. La multitud no vería este milagro. Por su incredulidad Jesús se rehusó a mostrarles Su poder. No verían el poder de Dios en acción ese día. Estaban interesados en los milagros, pero no en la persona de Cristo y el bienestar de este jovencito que estaba muriendo.
En cuanto al oficial del rey, cuando Jesús le dijo que regresara a casa, él lo hizo así, creyendo que El Señor había oído su petición y sanaría a su hijo. No hubo espectáculo vistoso de poder. No hubo rayo del cielo. Jesús incluso no fue a su casa. Este milagro ocurriría en una forma silenciosa y privada.
Cuando el oficial del rey regresó a casa, su criado vino a encontrarle con las noticias de que su hijo estaba bien. Cuando él preguntó a qué hora su hijo fue curado, él descubrió que fue a la hora exacta en que Jesús le dijo que regresara a la casa.
Los caminos de Dios no son nuestros caminos. No sabemos lo qué el noble esperaba cuando él fue a visitar a Jesús. Él quería que Jesús viniera con él. Jesús no hizo esto. La multitud muy probablemente estaba esperando ansiosamente presenciar un verdadero despliegue del poder de Jesús. Otra vez Jesús les decepcionó. A Jesús le importaban más las personas que las exhibiciones de poder.
Hay algo más de esta historia que necesitamos comprender. Aún cuando Jesús no hizo las cosas de la manera que esperaba el oficial del rey, el hombre regresó a casa creyendo en su corazón que él había sido escuchado. ¿Pudiera ser que usted también, como este noble ya tenga la respuesta a su oración? Cuán tonto habría sido para el oficial continuar suplicándole a Jesús que viniera a su casa para sanar a su hijo cuando su oración ya había sido contestada. Todo lo que se requería era dar un paso al frente en obediencia. Todo lo que el noble tuvo fue la palabra de Jesús de irse a casa porque su hijo viviría. ¿Qué más necesitaba? Hay personas hoy que están esperando un rayo del cielo antes de venir al Señor o dar un paso al frente en obediencia. ¿Ha escuchado usted Su suave voz? Eso es todo lo que usted necesita. Como el oficial del rey, simplemente de el paso al frente en obediencia y confíe en el Señor para llevarle.
Para Considerar:
• ¿Qué tipo de cosas cree usted que obstaculizan la poderosa obra del Señor hoy?
• ¿Por qué nos enfocamos en señales y milagros? ¿Por qué es difícil simplemente aceptar a Dios en Su Palabra?
• ¿Es posible que usted ya tenga la respuesta a una oración que usted ha estado trayendo ante el Señor? ¿Pudiera ser que usted haya sido ciego a la respuesta a su oración porque usted ha estado esperando una respuesta diferente?
Para Orar:
• Pídale a Dios que le perdone por exigir que Él responda sus oraciones a la manera de usted.
• Ríndase a la voluntad de Dios. Pídale que le ayude a aceptar los planes que Él tiene para usted, si bien puede que no sean los mismos que los suyos.
• Agradézcale a Dios que Él está preocupado por nuestras necesidades prácticas y contestará a Su manera y en Su tiempo.
Capítulo 11 – La Curación del Inválido
Lea Juan 5:1–15
El escenario es la ciudad de Jerusalén en Judea. Jesús había venido a Jerusalén para una fiesta judía especial. Esta ciudad abrigaba a Sus máximos enemigos, pero Jesús no dejó que esto Le obstaculizara. En esta ocasión nuestro Señor fue a un estanque localizado cerca de una de las puertas de la ciudad. Los enfermos e inválidos se reunían alrededor de este estanque. Creían que sus aguas tenían poder de sanar. Se creía que el ángel del Señor bajaba del cielo para agitar las aguas y la primera persona que se metía en el estanque después de que las aguas se agitaban sería sanada (versículo 4 KJV).
Entre los reunidos en el estanque estaba un hombre que había estado enfermo treinta y ocho años. El versículo 14 puede indicar que esta enfermedad era el resultado del pecado que este hombre había cometido. No deberíamos dar por sentado por esto, que toda enfermedad es el resultado de algún pecado que hemos cometido. Hay muchos otros pasajes de la Sagrada Escritura que indicarían que esto no es el caso (Juan 9:3; Job 1:8; Lucas 13:2, 3). En este caso particular, sin embargo parece haber una conexión entre el pecado de este hombre y la enfermedad que él estaba experimentando.
Cuando Jesús vio al hombre yaciendo allí, se acercó a él y le preguntó si él quería ser sano (versículo 6). El hombre le dijo a Jesús que no había nadie para ayudarle a entrar en la piscina cuando el agua se agitara. Él estaba solo en la vida. ¿Dónde estaban sus amigos y su familia? No estaban allí para él en su momento de necesidad. Le habían abandonado para que se las arreglara por sí mismo. El Señor fue movido a compadecerse de él. Él le dijo que se levantara y caminara (versículo 8).
Cuando Jesús habló, algo comenzó a ocurrir. El hombre sintió fuerza entrando en su cuerpo. Las piernas que habían estado lisiadas durante estos últimos treinta y ocho años se llenaron de nueva fuerza y vitalidad. De inmediato el hombre se paró, tomó su lecho y se fue. Cuán abrumado él ha debido haber estado al experimentar este milagro.
Es importante fijarse que el día en el cual sucedió este milagro era el sábado judío. Cuando los judíos vieron al hombre llevando su lecho en el sábado judío, le recordaron que la Ley prohibía transportar carga en ese día. El profeta Jeremías dejo claro esto:
“Así ha dicho Jehová: Guardaos por vuestra vida de llevar carga en el día de reposo y de meterla por las puertas de Jerusalén”. (Jeremías 17:21).
El hombre que acababa de ser curado estaba violando directamente la Ley de Moisés según los líderes religiosos. Cuando le preguntaron por qué llevaba su lecho, el inválido les dijo a los líderes religiosos que la persona que le había sanado, le dijo que recogiera su lecho y se fuera.
¿Por qué incitaría Jesús a alguien a desobedecer la Ley? ¿No podría Jesús haber esperado algunas horas más antes de sanar a este hombre? ¿No podría este hombre dejar su lecho en la piscina y regresar a buscarlo cuando el sábado judío se terminara? ¿No se podría haber quedado algunas horas más en el estanque de manera que no fuera culpable de violar la Ley del sábado? Para los judíos, Jesús era culpable de violar el sábado judío. No olvidaban esto. Esta no sería la última vez que acusarían a Jesús de violar esta ley. Esto se convertiría en uno de los choques principales entre los fariseos y Jesús. Jesús obviamente no tenía el mismo estándar para el sábado judío que los fariseos de Su época. En el ministerio de Jesús la compasión y la caridad siempre pasaron por encima de la adhesión estricta e insensible a las leyes.
Los fariseos querían el nombre de la persona que había sanado al hombre inválido. Él no conocía el nombre de Jesús. Él había estado tan emocionado con su sanación que no se había fijado en el sanador. Qué historia tan triste es esta. Aquí ante nosotros está un hombre que había estado inválido por treinta y ocho años. Un perfecto desconocido vino y le sanó. En su emoción él incluso no se había tomado el tiempo de preguntarle a este desconocido, quién era Él.
¡Qué gran Dios al que servimos! Todo lo que tenemos viene de Su mano. Seamos cristianos o gente no cristiana, le debemos a este gran Dios nuestras vidas, nuestras posesiones y nuestras familias. ¿Conoce usted a este Dios? ¿Con que frecuencia le ha bendecido? Quizás Él le haya sanado como sanó al cojo en esta historia. Quizás Él le haya rescatado de una situación muy difícil en la vida. Quizás Él le haya salvado de sus pecados. Las preguntas que le hago hoy son éstas: ¿Quién es este hombre que le hizo caminar otra vez? ¿Conoce usted a este Dios que le bendice ricamente? No le estoy preguntando si usted sabe de él. El inválido sabía que Jesús le sanó, pero él no conocía a Jesús. ¿Tiene usted un conocimiento de primera mano de este Dios que le ha bendecido?
Jesús visitó al hombre curado en el templo (versículo 14). Aquí Jesús le recordó de su pecado. Jesús le dijo al hombre que dejará de pecar para que no le ocurriera algo peor. Los que han sido tocados por El Señor no pueden de manera despreocupada continuar en el pecado. Es importante notar la advertencia del Señor al hombre curado. Jesús le dijo que si él continuara pecando, después de haber sido tocado por El Señor, algo peor le ocurriría. ¿Que podría ser peor que estar lisiado por treinta y ocho años?
Éste es un reto para nosotros hoy. Si El Señor ha tocado su vida y usted continúa viviendo en el pecado, este pasaje es para usted. Escuche lo que el apóstol Pedro nos dice en este sentido:
“Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el primero. Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado. ‘’ (2 Pedro 2:20–21).
El reto de este pasaje es real. Si el Señor Jesús ha tocado nuestras vidas, no podemos seguir viviendo como una vez lo hicimos. Debemos entregarnos a Él. Los que han sido tocados por Jesús, experimentan un cambio real en sus vidas. Deben apartarse del pecado y le deben buscar. Ésta era una lección que el hombre curado necesitaba aprender. Es también una lección importante para nosotros.
Para Considerar:
• ¿En qué forma ha tocado el Señor Jesús su vida? ¿Dé algunos ejemplos de las cosas que Él ha hecho por usted?
• ¿Cuál ha sido su respuesta a las cosas que el Señor ha hecho por usted?
• ¿Ha sido culpable usted alguna vez de la dura observancia de la Ley y ha descuidado mostrarle compasión y amor a los que le rodean?
• ¿Cuál es la diferencia entre conocer del Señor Jesús y conocerle personalmente?
Para Orar:
• Dele al Señor las gracias por las muchas cosas que Él ha hecho para usted.
• Pídale que le ayude a nunca más regresar a la vieja manera de vivir, ahora que Él le ha tocado.
• Agradézcale por Su gran paciencia con usted, cuando usted no alcanzaba Su estándar.
Capítulo 12 – De tal Padre, tal Hijo
Lea Juan 5:16–30
El contexto es una discusión sobre el sábado judío. Jesús había sanado a un hombre que había estado inválido por treinta y ocho años. Los judíos Le desafiaron en esto porque Él había sanado al hombre en el sábado judío y lo había alentado a llevar su lecho. Para los judíos esto era una violación directa de la Ley de Moisés. En este pasaje Jesús se defiende en contra de las acusaciones de los judíos.
La defensa de Jesús se basa en el hecho de que Él hizo sólo lo qué Su Padre celestial haría. “Mi Padre hasta ahora trabaja y yo trabajo.” (versículo 17). Jesús les estaba recordando a los fariseos, que Dios no cesó en sus actividades en el sábado judío. Él continuaba sanando y proveyendo a Su creación.
Esta declaración no les agradó a los líderes judíos. Aunque no podían discutir el hecho de que el Padre nunca dejaba de trabajar, estaban ofendidos por lo qué Jesús estaba diciendo. Para el judío Jesús estaba reclamando tener una autoridad igual que la del Padre. Él estaba diciendo que porque el Padre trabajaba, Él también tenía el derecho de trabajar en el sábado judío. Esto era una blasfemia para la mentalidad judía. Dios tenía el derecho de hacer como a Él le pareciera mejor. Sin embargo las personas tenían que someterse al Padre y Su Ley. Los judíos no podían aceptar lo qué Jesús estaba diciendo. Se sintieron tan conmovidos con esto que querían matarle (versículo 18). Conociendo sus pensamientos, Jesús les explicó a los judíos la relación que Él tenía con Su Padre.
Jesús empezó por decirles a los fariseos que Él no podía hacer nada por sí mismo (versículo 19). Él sólo podía hacer lo que Él veía hacer al Padre. Jesús les estaba diciendo que Él nunca actuaba independientemente del Padre. La unión entre el Padre y el Hijo de Dios era tal que estaban en perfecto acuerdo entre sí en todas las cosas. El Hijo sólo hacía lo que complacía al Padre.
Luego, Jesús explicó que el Padre amaba al Hijo y Le mostraba todo lo que Él hacía. La relación entre el Padre y el Hijo era tal que el Padre Eterno Le revelaba a Su Hijo todo lo que Él quería que hiciera. Ya hemos visto un ejemplo de esto en la sanación del hombre del estanque. Jesús no sanó al hombre porque Él pensó que sería hacer una cosa buena. Él le sanó porque el Padre Le había revelado que era Su deseo liberar a este hombre. Había otros en el estanque aquel día que no fueron sanados. Dios el Padre Le había revelado Sus propósitos a Su Hijo Jesús para este hombre particular. La razón por la que el Padre Le reveló Su corazón al Hijo fue porque Él Le amaba y se deleitaba en compartir Su corazón con Él.
¿No es el deleite del Padre revelar Su corazón a nosotros también? Si escucho atentamente, Él irá al frente y me guiará también. A menudo Le he oído incitándome. Esa incitación me condujo al campo de la misión. También me condujo a casa para ministrar en mi propia ciudad natal. Este ministerio de escribir es por causa de escuchar al Padre. ¿Por qué le debiera incluso importar a Dios revelarme Su propósito? Como en el caso de Su Hijo, es por amor a mí. Qué privilegio es tener un Dios que me ama de este modo y quiere que yo sea parte de Su gran propósito para este mundo.
Jesús les dijo a los judíos que la sanación del hombre en el estanque era sólo un pequeño ejemplo de las obras que el Padre se complacía hacer (versículos 21-22). Presenciarían incluso mayores obras que estas. Jesús les dio dos ejemplos de estas obras mayores.
Primero, Él les dijo que exactamente como el Padre tenía el poder de resucitar a los muertos y darle la vida a quienquiera que Él quiera, así también Él le había dado el mismo poder al Hijo. El Hijo de Dios también le da la vida a quienquiera que Él desea. El Señor Jesús tiene el poder del Padre de resucitar a los muertos. Él tiene el poder de darle la vida eterna a quienquiera que Él quiere (versículo 21).
En segundo lugar, Jesús les dijo a los líderes religiosos que el Padre Le ha confiado todo juicio al Hijo (versículo 22). El destino de la humanidad está en las manos de Jesús. El Padre acepta sin lugar a dudas la sentencia del Hijo y condena a los que el Hijo condena. A los que el Hijo de Dios concede absolución y perdón están absueltos y perdonados por el Padre.
Sólo podemos imaginarnos la respuesta de los judíos que estaban ese día delante de Jesús. Le habían estado condenando porque Le vieron como un infractor de la ley del sábado judío. Ahora Jesús estaba afirmando que Él era igual a Dios y que el destino de ellos dependía de Él. Esto no habría sido fácil de aceptar para los judíos.
Jesús procedió a decirles a los judíos que el que no honra al Hijo, no honra al Padre que Le envió. Hay tal relación íntima entre el Padre y el Hijo que deshonrar al uno es deshonrar al otro. Toda la gloria que damos al Padre también debemos darla al Hijo. Usted no puede rechazar al Hijo de Dios y honrar al Padre. Volverle la espalda a Cristo es volverle la espalda a Dios el Padre. El Hijo de Dios no es menos que el Padre. Toda la gloria que el Padre recibe, el Hijo es también digno de recibirla.
El versículo 24 nos dice que escuchar y creer en el Señor Jesús es tener vida eterna. Éste es el poder que el Padre Le ha dado. No podemos tomar a la ligera al Señor Jesús. Se está acercando el día cuando Él gritará con una voz fuerte a los muertos (versículo 25). En el nombre del Padre, el Señor Jesús ha recibido la autoridad para juzgar a todos los hombres (versículos 26-27). En el día del juicio, los muertos se levantarán de sus tumbas. Los que han obrado bien se levantarán a la vida (versículo 29). ¿Qué significa hacer el bien? La recompensa de los que hacen el bien es la resurrección de sus cuerpos y la vida eterna con Cristo (versículo 29). Jesús ya manifestó que sólo los que creen en Él y oyen Su voz recibirán esta vida eterna (versículo 24). Hacer el bien, en este contexto, es creer en el Señor Jesucristo y oír y obedecer Su Palabra.
Por otra parte, los que han hecho el mal se levantarán para condenación (versículo 29). Hacer el bien es creer en el Señor Jesús y obedecer Su Palabra. Hacer el mal es rechazar al Señor Jesús y vivir a nuestro antojo. Mientras la vida eterna es la recompensa de los que hacen bien, la condenación eterna es la recompensa de los que hacen maldad. El Padre apoyó la decisión del Hijo de condenar a todos los que Le rechazaron. En esto ellos estaban en perfecta armonía.
Aún cuando Él vivía y se movía en esta tierra, Jesús estaba en constante comunión con Su Padre. ¿Si el Señor Jesús necesitaba estar en constante comunión con el Padre, cuanto más nosotros? ¿Cuánto de lo que hacemos se basa en nuestra propia comprensión de qué debería hacerse? Como Jesús servía a Su Padre, Él voluntariamente murió a Su propia voluntad. Él se rindió perfectamente a la voluntad de Su Padre. Él buscaba estar en constante comunión con Dios. Él sanaba a hombres y mujeres cuando Él sentía la dirección y la incitación del Padre. Él hablaba las cosas que el Padre colocaba en Su corazón. Él juzgará del mismo modo que el Padre Le conduce a juzgar. Hay armonía perfecta entre Jesús y el Padre. Nosotros también debemos aprender a conocer al Padre de este modo.
¿Ha aceptado usted al Señor Jesús? ¿Ha doblado usted la rodilla a Él como el Hijo de Dios igual al Padre en voluntad, poder y gloria? Volverle la espalda a Jesús es volverle la espalda a Dios el Padre. Es mi deseo que cada lector de este libro doble su rodilla ante el Señor Jesús y Le acepte como Señor y Salvador. Ésta solamente es nuestra garantía de vida eterna.
Para Considerar:
• ¿Qué aprendemos aquí en este pasaje acerca de la relación entre el Señor Jesús y el Padre?
• ¿Está escuchando usted al Señor? ¿Cómo nos guía Dios hoy? ¿Cuán importante es que conozcamos Su conducción y dirección? ¿Cuán importante era para el Señor Jesús?
• ¿Le ha hablado El Señor acerca de un área de su vida donde usted no Le está escuchando? ¿Qué es en particular? ¿Cuál necesita ser su respuesta?
Para Orar:
• Pídale a Dios que le perdone por las veces que usted no ha tomado tiempo para escuchar Su voz.
• Dele al Señor Jesús las gracias por el hecho de que aunque Él es igual al Padre, Él se hizo hombre y vivió entre nosotros.
• Dele al Señor las gracias por el hecho de que Él todavía quiere conducirnos y dirigirnos como Sus hijos. Pídale que abra sus oídos cada vez más a Su conducción.
Capítulo 13 – Los Cinco Testigos
Lea Juan 5:31–47
Jesús había sanado a un hombre que había estado discapacitado por treinta y ocho años. Él le dijo que recogiera su lecho en el sábado judío y se lo llevara. Los fariseos acusaron a Jesús de desobedecer la ley del sábado judío. Para el judío éste era un delito punible con la muerte. En nuestra última meditación, en defensa de Sí Mismo y de sus acciones Jesús les contó a los judíos de Su relación con el Padre. Aquí Él invocó a cinco testigos para apoyar Su defensa ante Sus acusadores Judíos. Según la ley de la época, la palabra de una persona no era suficiente en un tribunal (versículo 31). Una persona necesitaba tener un testigo para validar el testimonio. Jesús invocaba a cinco testigos para validar Su carácter y deidad.
El primer testigo para validar el carácter y la deidad de Cristo fue Juan Bautista (versículos 32–35). Jesús alabó a Juan por dar un testimonio verdadero y fiel (versículo 32). ¿Qué decía Juan Bautista del Señor Jesús? Él les dijo a sus seguidores que Jesús era el “Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (1:29). No puede haber duda en lo que se refiere a la enseñanza de Juan Bautista con respecto a la persona de Cristo. Jesús era el que tenía que venir del Padre a quitar nuestro pecado.
Juan 5:35 nos dice que durante un rato los judíos disfrutaron oír lo que Juan estaba predicando. Él predicaba acerca de la llegada del Mesías y desafiaba a sus oyentes que se prepararan para Su llegada. Sin embargo cuando los judíos conocieron a Jesús, se desilusionaron. Habían esperado otro tipo de Mesías. Esperaban a un líder político, no un líder espiritual manso. Le dieron sus espaldas y rechazaron el testimonio de Juan Bautista.
Jesús invocó a Su segundo testigo (versículo 36). Su propio trabajo testificaba que Él procedía de Dios. Sus milagros eran prueba de que Él estaba lleno del poder de Dios. Cuando Nicodemo vino a Jesús, él reconoció que Jesús venía de Dios por los milagros que él Le había visto hacer (3:2). Mientras estaba hablando a los fariseos, Jesús les desafió a que creyeran en Él por las obras que él hacía:
“Más si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí y yo en el Padre” (10:38).
¿Qué más podría explicar el poder milagroso de nuestro Señor Jesús aparte del hecho que el Padre estaba obrando en Él? Los judíos se negaban a creer estas obras. A pesar de la prueba que les rodeaba, cerraban sus ojos y bloqueaban sus oídos. Se negaban a ver lo obvio.
Jesús después invocó a Su tercer testigo (versículos 37–38). Él invocó al mismo Padre. ¿Qué mayor testigo pudiera haber? Dios el Padre daba testimonio de la verdad del Hijo. Cuando Jesús fue bautizado, el Padre habló en una voz audible para los que presenciaban Su bautismo.
“Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él.
Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia. ‘’ (Mateo 3:16–17).
En Juan 1:32-34 leemos que este incidente fue una señal definitiva del Padre de que Jesús era el Hijo de Dios:
“También dio Juan testimonio, diciendo: Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y permaneció sobre él. Y yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, aquél me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo. Y yo le vi, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.’”
El Padre testificó que Jesús era Su Hijo amado. Solamente el testimonio del Padre, si usted rechaza al resto de los testigos, es suficiente para probar que Jesús es el Hijo de Dios, el Salvador del mundo. Los judíos se rehusaron a oír incluso a la voz de Dios el Padre. ¿No nos muestra esto qué tan duro puede ser el corazón humano?
Jesús invocó a Su cuarto testigo (versículos 39-40). Él invocó a las Sagradas Escrituras. Los judíos tenían en alta estima las Sagradas Escrituras. Usted no tiene que leer mucho en las Sagradas Escrituras para darse cuenta de que el tema central es Cristo mismo. Página tras página le señala al pecador el Salvador. Jesús es el cumplimiento de la Sagrada Escritura. Los judíos estudiaban cuidadosamente las Sagradas Escrituras. Conocían suficiente de las Sagradas Escrituras para decirle a Jesús que Él había infringido la ley del sábado judío, pero habían fallado en el tema central. Veían sólo lo que querían ver e ignoraban el resto. Solamente estas Escrituras han convencido a muchas personas de que Jesús es el Hijo de Dios. Sin embargo los judíos de la época de Jesús no pudieron ver esto.
Antes de invocar a Su testigo final, el Señor Jesús nos dice algo de los judíos de Su época. Él nos da dos razones por las qué los líderes judíos rechazaban a cada testigo de Su deidad. Él nos dice primero, que los líderes judíos aunque sirvieran a Dios, no tenían el amor de Dios en sus corazones (versículo 42). En segundo lugar, Jesús nos dice que a los judíos les encantaba la alabanza de las personas más que la alabanza de Dios (versículos 41–44). La alabanza de las personas puede conducir rápidamente a nuestra caída. Muchos ministros del evangelio se han desviado de la verdad de la Palabra de Dios porque como los fariseos les gustaba la alabanza de las personas. Estaban dispuestos a comprometer la verdad para hacer que otros piensen más altamente de ellos. La razón por la que los líderes judíos rechazaron todos los testigos de Cristo, fue porque no tenían el amor de Dios en sus corazones. Estaban comprometidos a buscar la alabanza de las personas.
Jesús invocó a Su último testigo. Él invocó a Moisés (versículos 45–47). Los judíos tenían una profunda admiración por Moisés como su padre espiritual. La razón por la que habían acusado a Jesús de violar el sábado judío era por su respeto a la Ley de Moisés. Jesús les dijo que cuando les llegara el tiempo de ser juzgados, Moisés los juzgaría. La misma persona que afirmaban seguir los declararía culpable. Jesús les recordó que Moisés creyó en el Mesías. Moisés se habría inclinado en sumisión a Él como el Mesías. Sus leyes señalaban la necesidad del Mesías, pero los judíos no aceptaban las enseñanzas de su propio padre espiritual. Volvieron sus espaldas a Moisés.
Sea usted el juez. Jesús ha invocado Sus testigos. Todos los cinco testigos son unánimes. Todos ellos declaran que Él es el Hijo de Dios. ¿Será usted como los judíos de la época de Jesús y volverá su espalda a Él o usted aceptará los hechos que se plantean aquí? ¿Cuál es su veredicto?
Para Considerar:
• ¿Qué prueba hay que Jesús es el Hijo de Dios? ¿Qué prueba hay en su propia vida?
• ¿Por qué usted supone que tantas personas rechazan al Señor Jesús?
• ¿Qué enceguece nuestros ojos ahora a las cosas de Dios hoy?
• ¿Qué cegó sus ojos al Señor? ¿Qué se necesitó para que el Señor se hiciera real para usted?
Para Orar:
• ¿Conoce usted personas que han rechazado la realidad de Cristo en sus vidas? Tome un momento para orar que el Señor se revele a ellos de tal modo que no puedan negarlo.
• ¿Conoce usted al Señor Jesús como su Salvador personal? Agradézcale que Él se reveló a usted.
• Agradezca al Señor Jesús el Hijo de Dios que Él voluntariamente vino a esta tierra para morir por nuestro pecado.
Capítulo 14 – La Alimentación de Los Cinco Mil
Lea Juan 6:1–15
Había pasado algún tiempo desde Su último encuentro con los fariseos en Jerusalén. Jesús estaba ahora en el lado más remoto del mar de Galilea. Un gran número de personas se había reunido alrededor de Él y Sus discípulos. La multitud estaba siguiendo a Jesús porque habían presenciado Sus milagros. Los que seguían a Jesús ese día no eran verdaderos creyentes. Estaban interesados más en Sus milagros de lo que estaban en Él como el Salvador.
Posiblemente cansado de este tipo de seguidor, el Señor Jesús decidió ir a la montaña con Sus discípulos. El versículo 3 nos conduce a creer que Él no se llevó a la multitud con Él. Éste era un momento privado con Sus discípulos. Él se sentó con ellos en la falda de una montaña. No se nos dice lo que hicieron en esa montaña. Quizás el Señor pasó tiempo enseñándoles y preparándoles para lo que estaba a punto de suceder. Lo que es seguro, es que necesitaban apartarse de la muchedumbre y pasar tiempo juntos. Esto no es menos importante hoy. Cuán importante es para nosotros también tomar tiempo para apartarnos del acuciante gentío para pasar tiempo a solas con el Señor.
Del versículo 4 nos enteramos que se aproximaba la fiesta judía de la Pascua. ¿Por qué se siente Juan compelido a decirnos esto? Es muy probable que el enorme gentío que había estado siguiendo a Jesús aquel día hubiera venido para la celebración de la Pascua. Si éste es el caso, esta multitud estaba probablemente compuesta de judíos de muchos lugares diferentes.
El gentío encontró a Jesús en la falda de una montaña. Cuando Él les vio, Jesús sintió compasión por ellos (versículo 5). Él sabía que habían estado algún tiempo sin comida. Él se volvió a Felipe para preguntarle donde podría comprar pan para que este gentío comiera.
La respuesta de Felipe es comprensible: “¡El sueldo de ocho meses no compraría bastante pan para que cada uno coma algo!” (versículo 7). ¿Dónde conseguirían los discípulos esta cantidad de dinero? Habían dejado todo para seguir al Señor. Felipe no comprendía lo que el Señor estaba tratando de decir. Aprendemos del versículo 6 que Jesús le dijo esto a Felipe para probarle. Ha habido momentos en los que El Señor me ha probado similarmente. Tal vez usted también ha sido puesto a prueba en su vida. El Señor a veces nos pondrá ante una situación imposible para ver si recurriremos a Él en busca de la solución.
Andrés ha debido haber oído sin intención la conversación de Jesús con Felipe. Él se acercó a Jesús para decirle que había un niñito con cinco barras de pan y dos peces. Eso es todo lo que ellos pudieron encontrar. ¿Había preguntado él entre la gente para saber si alguien había traído comida? Si bastantes personas hubieran traído comida, podrían compartir esa comida con los otros. Puede que hubiera bastante para que cada persona se comiera algo ligero. Su búsqueda no reveló nada, sino estas cinco barras de pan y dos peces. ¿Qué era esto comparado al número de personas que se necesitaba alimentar?
Es interesante presenciar la respuesta de estos dos discípulos. Cuando Jesús les preguntó donde conseguirían bastante comida para alimentar al gentío, miraron hacia ellos mismos. Felipe miró cuánto dinero tenían. Andrés miró hacia la gente alrededor de él. Ninguno de estos hombres miró a Jesús. Qué tan fácil es caer en la misma trampa. Jesús era el único que le podría suministrar la respuesta a este problema, pero a nadie se le ocurrió mirar hacia Él o preguntarle.
Jesús hizo que la gente se sentara sobre el pasto. La Biblia nos dice que había presente cinco mil hombres. También sabemos que había un niñito porque él le dio su almuerzo al Señor Jesús. Es muy probable que hubiera también muchos otros niños así como también mujeres presentes. Cuando este gran gentío estuvo sentado, el Señor tomó las cinco barras de pan y los dos peces, las rompió y les dio a los discípulos para que distribuyeran a la multitud.
No se nos dice como ocurrió este milagro. Estoy suponiendo que cuando el Señor les dio la canasta para distribuir entre la multitud, contenía sólo lo que Él la había puesto de los cinco barras de pan y dos peces. La comida parecía multiplicarse a medida que pasaba de persona a persona.
Es importante que nos fijemos en el versículo 11. La Biblia nos dice que cada persona tomó tanto pan y pez como quisieron. Esto no es algo que usted haga cuando usted sabe que hay un escaso suministro de comida. Sin embargo Jesús les animó a que tomaran todo lo que quisieran. Ellos no tenían que preocuparse si alcanzaría para la persona que estaba al lado de ellos. No habría escasez. En lo que se refiere al suministro del Padre celestial, usted nunca necesita temer que usted no tenga bastante. La gracia de Dios es ilimitada. Usted nunca puede agotar Sus suministros.
Hay momentos en los que dudamos en venir al Señor. Nos da miedo traerle nuestras peticiones. Es como si no quisiéramos molestarle con nuestras pequeñas peticiones. A veces oramos como si la gracia de Dios estuviera siendo racionada, como si sólo las peticiones más urgentes fueran concedidas. Este verso nos desafía a que traigamos cada petición al Señor. No piense usted que alguna vez se pueda agotar Su gracia. Él tiene bastante gracia para cada petición y abundancia de sobra para el resto del mundo también. Venga atrevidamente a Él en oración. No dude en meter su mano en la canasta y tomar tanto como su corazón desee. Si usted pasa hambre no es por escasez de pan – es porque usted no tomó lo que el Señor le estaba ofreciendo.
La Biblia nos dice que toda persona presente comió todo lo que quiso comer. Como si fuera para enfatizar que no hubo límite a la gracia de Dios, Jesús les pidió a Sus discípulos que recogieran lo que quedó. ¡Fíjese que sobró más que cuando empezaron! Esto nos enseña algo más acerca de la gracia de Dios. Entre más usted toma, más se multiplica.
¿Cuál fue la respuesta de la gente a este milagro? Entendieron que Jesús no era una persona común. Creyeron que Él era el profeta que debía venir (versículo 14). Quisieron hacerle rey. ¡Qué clase de rey sería Él! Aquí había un rey que podría garantizar que no hubiera más hambre. Aquí había un rey que podría garantizar que no hubiera más dolencia y enfermedad. Ésta era la especie de rey que querían. Él resolvería todos sus problemas.
El tiempo se está acercando cuando Jesús reinará como rey en un reino donde no habrá más hambre, más enfermedad o muerte. Éste sin embargo no era el tiempo. Jesús decidió dejar al gentío. Él subió a una montaña para pasar algún tiempo a solas con Su Padre. Le ha debido haber lastimado presenciar la reacción de la muchedumbre. Estaban sólo pensando en ellos mismos y cómo podrían beneficiarse al tener a Jesús como su rey.
La cosa estupenda acerca del Señor Jesús es que usted puede llegar a Él con todos sus problemas. Como Dios de compasión y misericordia, Él es capaz y está dispuesto a sanarle de sus heridas y atender sus necesidades. Recuerde sin embargo que aunque Él esté lleno de gracia y compasión, Él no es ningún objeto que pueda usarse para atender cada antojo suyo. Era así cómo la multitud veía a Jesús. Jesús no tenía nada que ver con esto. Qué injusticia le hizo el gentío a nuestro Señor ese día. A ello no les importaba Él nada. Les importaba sólo lo que podían conseguir de Él. Por esta razón el Señor los dejó. ¿Qué es Jesús para usted hoy? ¿Es Él su Señor o es Él su siervo?
Para Considerar:
• ¿Usted tiene tiempo a solas con El Señor? ¿Por qué es este tiempo importante para usted?
• ¿Se encuentra usted mirando a otros por ayuda cuando usted debería estar mirando a Jesús? ¿De qué depende usted en sus tiempos de dificultades?
• ¿Por qué es tan difícil para nosotros sacar profundamente de la canasta de la gracia del Señor? ¿Por qué como cristianos estamos contentos con tan poco?
• ¿Qué estaba buscando el gentío en la época de Jesús? ¿Por qué usted piensa que el Señor Jesús se apartó de ellos?
Para Orar:
• Pídale al Señor que le perdone por las veces que usted no miró hacia Él en busca de ayuda.
• Pídale a Dios que aumente su fe y confianza en Él. Dele las gracias por las veces que Él le pone en situaciones imposibles para mostrarle Su gracia y provisión.
• ¿Hay una situación particular en su vida que necesita ser colocada en las manos del Señor? Tome un momento ahora mismo para transferirle este asunto al Señor.
• Agradezca al Señor que Él puede y se deleita en proveer.
Capítulo 15 – El Milagro en el Lago
Lea Juan 6:16–21
Jesús había alimentado más de cinco mil personas con cinco barras de pan y dos pescados pequeños. El gentío respondió intentando hacerle rey por la fuerza. Cuando era de noche Jesús les dijo a Sus discípulos que cruzaran el lago para ir a la región de Capernaum. Jesús se retiró a las montañas por Sí Mismo. Los discípulos partieron sin Jesús. No se daban cuenta cuánto necesitaban al Señor cuando partieron esa noche para lo que debería haber sido un cruce de rutina del lago. Jesús sabía lo que iba a ocurrir y probablemente los envió delante para enseñarles una lección importante.
Era tarde en el día cuando los discípulos emprendieron el viaje a través del lago. Cuando salieron de viaje en el lago surgió una gran tormenta. Las aguas se volvieron violentas. Marcos 6:48 nos dice que los discípulos estaban “remando con gran fatiga, porque el viento les era contrario.” Los discípulos estaban en medio del lago. No podían regresar. Estaba oscureciendo más a cada minuto y pronto no podían ver adónde iban. Habían tenido un día lleno de trabajo. Estaban cansados. Juan nos dice que habían remado unas tres millas (cinco o seis kilómetros) en esta tormenta. Tal vez como los discípulos usted también se ha fatigado. Usted en realidad no sabe lo que su futuro le depara. Usted parece estar haciendo un gran esfuerzo con los remos simplemente para lograr llegar cada día. Tal vez la parte del problema es que usted también como los discípulos, ha dejado atrás a Jesús. Ahora usted se encuentra intentando pasar a través de la tormenta en su propia fuerza, pero usted no está teniendo éxito. Quizás usted pueda identificarse con los discípulos en el lago.
Fue en este punto que estos discípulos cansados y agotados miraron hacia arriba en la tormenta y vieron una figura acercándose sobre el agua. No podían distinguir lo qué era. Estaban aterrorizados. Marcos nos dice que pensaron que era un fantasma (Marcos 6:49). La apariencia de esta figura sólo parecía complicar las cosas en este punto para los discípulos.
Sintiendo su miedo, el Señor Jesús los llamó a voces: “Soy yo;” (versículo 20). Qué alivio fue para los discípulos oír la voz del Señor. Aunque se asombraron en gran medida al verle caminando sobre el agua, Le recibieron muy gustosamente a bordo de su bote.
Según Marcos 6:48, Jesús encontró a los discípulos en el lago en la cuarta vigilia de la noche. Esto habría sido alrededor de las tres de la mañana. No tenemos forma de decir cuánto tiempo los discípulos habían estado luchando contra esa tormenta. Parecería que habían estado combatiéndola durante algún tiempo. Habían remado cerca de tres millas en el lago cuando el Señor se reunión con ellos. Alrededor de las tres de la mañana ciertamente habrían estado contentos de verle. No en vano el verso 21 nos dice que ellos “estaban dispuestos a hacerlo pasar al bote.”
Cuando invitaron a Jesús a entrar a su bote, su lucha se acabó. Llegaron inmediatamente a su deseado destino. Esto no fue menos que un milagro. Hay muchas personas como los discípulos en el mar de la vida. Una tormenta está rabiando en sus almas. Están combatiendo las olas y el viento en la oscuridad, incapaces de ver su destino. Se fatigan. En cualquier momento, la tormenta se llevará su nave al fondo del lago donde perecerán por siempre.
¿Se siente usted como los discípulos? ¿Usted tiene la impresión de que está caminando en círculos en su vida espiritual sin dirección? ¿Usted tiene la impresión de que usted está remando con fatiga y no llegando a ninguna parte espiritualmente? ¿Pudiera ser que la solución a su problema, sea la misma solución que descubrieron los discípulos? ¿Pudiera ser que usted ha dejado atrás al Señor? Cuán fácil es para el enemigo engañarnos a pensar que podemos vivir la vida cristiana en nuestra propia fuerza. Nos llenamos de actividad cristiana. Llenamos nuestros horarios haciendo buenas cosas. Remamos con fatiga, pero nos encontramos cansados y secos. Demasiados cristianos están tratando de vivir la vida cristiana por cuenta de ellos. De la misma manera que tenemos que invitar al Señor Jesús a entrar en nuestros corazones para la salvación, así también tenemos que invitarle a guiarnos y fortalecernos a cada paso del camino.
Cuando los discípulos invitaron al Señor a entrar en el bote, su lucha se acabó. El Señor Jesús les dio victoria sobre la tormenta. Jesús fue la respuesta para el problema de los discípulos. Tengo la seguridad de que Él es la respuesta para su problema también.
Para Considerar:
• ¿Cuánto de su vida cristiana la ha vivido en su propia fuerza? ¿Qué le enseña este pasaje acerca de su necesidad del Señor Jesús?
• ¿Por qué es tan difícil para nosotros admitir que necesitamos la guía del Señor y la fortaleza sobre el principio básico de paso a paso?
• ¿Qué ánimo recibe usted de esta historia? ¿Qué le enseña este incidente acerca de la clase de relación que Dios quiere con usted hoy?
Para Orar:
• Pídale al Señor que le ayude a comprender lo qué significa permitirle tomar el control de su vida.
• Agradézcale que a pesar de que usted frecuentemente Le haya dejado atrás, Él ha venido a menudo a rescatarle.
Capítulo 16 – Traídos por el Padre
Lea Juan 6:22–45
Los discípulos habían cruzado el lago después de la alimentación de los cinco mil. El gentío se quedó allí durante la noche. La siguiente mañana cuando no pudieron encontrar a Jesús, salieron en busca de Él. Al encontrar algunos botes cerca, salieron rumbo al otro lado del lago.
El gentío estaba algo confundido cuando Le encontraron al otro lado del lago. Sabían que Él no había cruzado al otro lado en el bote con Sus discípulos. Le interrogaron acerca de cómo había cruzado hasta el otro lado. Jesús pareció evitar su pregunta. No estaban listos para oír la respuesta.
Jesús realizó Sus milagros para ayudar a la gente a ver que Él era el Hijo de Dios. Estos milagros deberían haberles inducido a arrodillarse ante el Ungido de Dios. Sin embargo al presenciar el poder del Señor, la gente inmediatamente comenzó a pensar cómo lo podrían controlar para sus propios fines. Buscaban a Jesús porque Él llenó sus barrigas, no porque Él probó que Él era Hijo de Dios. ¿Por qué buscan las personas a Jesús hoy? Es algo maravilloso presenciar el poder de Dios siendo demostrado en señales y prodigios. Sin embargo estas señales no son un fin en ellas mismas. Deberían traernos a un caminar más profundo con El Señor.
Conociendo la mente de la multitud, Jesús les desafió a que buscaran la comida que a vida eterna permanece. En Juan 4:34 Jesús les dijo a Sus discípulos que Su comida era hacer la voluntad del que le envió. La única preocupación que el populacho tenía, era el momento presente.
Jesús desafió a la muchedumbre a que apartara su vista de sus barrigas por un momento y mirara a sus almas. ¿De qué les aprovecharía si llenaran sus barrigas y perdieran sus almas (Marcos 8:36)? Todos sus esfuerzos y sus pensamientos giraban alrededor de sus necesidades físicas presentes. “Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece,” Jesús les dijo (versículo 27). Jesús procedió a recordarles que solamente Él les podría dar este pan. El pan del que Jesús estaba hablando aquí no era pan físico que sólo satisfaría el hambre de sus barrigas. Él estaba refiriéndose a la salvación que Él vino a ofrecer, la cual les traería vida eterna y satisfaría su necesidad espiritual por siempre.
La muchedumbre no comprendió lo qué Jesús les estaba diciendo. “¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios?” preguntaron (versículo 28). “Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado,” fue la respuesta de Jesús. Éste es todo el trabajo que Dios requiere de alguien que quiere obtener el pan que Él ofrece. Cree en el Señor Jesucristo y descubrirás cómo puede satisfacer Él tu corazón y tu alma. No hay nada complicado acerca de la salvación. Cree y serás salvo. Confía en Cristo y tu destino está asegurado. Coloca tu confianza completa en la obra de Él y eres liberado de la ira de Dios.
El gentío no estaba convencido de lo que El Señor les estaba diciendo. “¿Qué señal, pues, haces tú, para que veamos y te creamos? ¿Qué obra haces?” les preguntaron a Jesús (versículo 30). Como queriendo sugerir un posible milagro, la gente Le recordó a Jesús de cómo comieron sus antepasados maná en el desierto. En realidad Le estaban pidiendo que les diera de comer a fin de que pudieran llenar sus barrigas. ¿No estaban ellos probando, por esta declaración, lo qué Jesús había estado diciendo desde el principio? Estaban sólo preocupados por sus necesidades físicas. En realidad estaban diciendo: “Aliméntanos y te seguiremos.”
Otra vez Jesús buscó apartar sus ojos de la esfera física y dirigirlos a la esfera espiritual. Él les dijo que el pan que Él tenía que ofrecerles no era como el pan que Moisés dio a su pueblo en el desierto. “Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo,” les dijo Jesús (versículo 33). Jesús habló de Sí Mismo como ese pan que le da vida al mundo. Él vino a fin de que nuestra hambre espiritual pudiera ser satisfecha. Él vino a darnos vida.
“Señor, danos siempre este pan,” dijo el gentío (versículo 34). Todavía no comprendían lo qué Jesús estaba diciendo. Sin embargo, estaban dispuestos a tomar, cualquier cosa que Él estuviera ofreciendo, “Yo soy el pan de vida,” dijo Jesús (versículo 35). “Él que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás.” Jesús le dijo a la mujer samaritana lo mismo:
“Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.” (4:13–14).
Qué promesa el Señor Jesús le estaba haciendo a la multitud aquel día. Él les ofrecía satisfacción completa para sus almas. Él les ofrecía vida eterna. El Señor Jesús le está ofreciendo lo mismo a usted ahora mismo. Todo lo que se requiere es que usted crea lo que Él dice y Le tome Su Palabra.
Lo triste de esta historia es que los judíos no podían creer. Aunque habían visto al Señor Jesús con sus mismísimos ojos y oído Su mensaje, no podían creer lo que Él les estaba diciendo. Los milagros que Él realizó no eran suficientes para ellos. Estaban todavía ciegos al Señor y a Su salvación. No podían entender.
Mientras Él reflexionaba en la incredulidad de los judíos, Jesús les recordó que era la voluntad del Padre que todo el que Le viera y creyera tuviera vida eterna (versículo 40). Si vinieran a Él, Él no los echaría fuera (versículo 37). Él los conservaría hasta el fin (versículo 39). A pesar de estas excelentes promesas, los judíos volvieron sus espaldas a Jesús. Ellos no podían comprender Su afirmación de ser el Pan del cielo (versículo 41). Conocían a Sus padres (versículo 42). Le habían visto crecer. No podían aceptar que Él fuera más que un gran taumaturgo que podría proveer a sus necesidades físicas.
¿Por qué no podían creer los judíos en el Señor Jesús? Con toda las pruebas que tuvieron, ¿no era obvio que Él tenía que ser quién Él afirmaba ser? Jesús nos dice por qué no podían creer. Él nos dice en el verso 44 que la única manera en que podrían venir a Él era si el Padre los trajera. En el verso 45 Jesús nos dice que es sólo los que oyen al Padre y son enseñados por Él los que vendrán a Él. Si usted y yo alguna vamos a ir a Cristo y experimentamos la salvación que Él ofrece, tres cosas tienen que ocurrir. Primero, necesitamos oír la voz del Padre. En segundo lugar, necesitamos que el Padre nos enseñe. En tercer lugar, necesitamos que el Padre nos lleve a Cristo.
¿Quién de entre nosotros puede decir que vino al Señor por sí mismo? Dejados a nosotros mismos, continuaríamos en nuestro pecado. No fue hasta que el Espíritu Santo de Dios nos habló, que nos hizo comprender la verdad de la Palabra y nos atrajo al Señor Jesús que comprendimos las afirmaciones de Cristo y Le aceptamos como Señor y Salvador. Nuestra salvación es toda de Dios. De no ser por el Padre tocándonos por Su Espíritu Santo, enseñándonos Su propósito y atrayéndonos a Cristo, hoy todavía estaríamos en la oscuridad. El problema con los judíos aquel día fue que no habían experimentado este toque de Dios.
¿Qué nos enseña todo esto? Nos enseña que la primera cosa que necesitamos hacer para alcanzar a nuestros amigos y nuestros vecinos para el evangelio, es arrodillarnos y orar. Dios trabajará en nosotros y a través de nosotros para hacerles entender. Aunque seamos los instrumentos, es solamente por Su poder que ellos pueden ser atraídos al Señor Jesús. Cómo necesitamos agradecerle hoy que Él tocara nuestras vidas y nos llevara a Sí Mismo. De no ser por Él, todavía fuéramos como los judíos de la época de Jesús – viviendo en la incredulidad.
Para Considerar:
• ¿Ha aceptado usted al Señor Jesús como su Salvador y Señor personal? ¿Hay prueba de Su vida en usted? ¿Cuál es esta prueba?
• Jesús habla de Sí Mismo como el Pan que da vida. ¿Qué quiere decir Él con esto? ¿Cómo es Su salvación como el pan?
• ¿Qué aprendemos en este pasaje acerca del papel de Dios en nuestra salvación?
• Si usted ha aceptado al Señor Jesús como su Salvador, recuerde hasta el día de su experiencia de conversión. ¿Qué prueba hay del Padre trayéndole a usted a sí mismo?
Para Orar:
• Si usted nunca ha saboreado el pan de salvación que el Señor Jesús ofrece en este pasaje, tome un momento para pedirle al Señor que le enseñe lo qué es.
• Confiese sus pecados al Señor y extiéndase en fe por Su regalo de perdón y salvación.
• ¿Conoce usted a alguien que como los judíos de la época de Jesús, no puede ver quién realmente es Jesús? Tome un momento para orar que El Señor le dé a esta persona ojos para ver la verdad.
Capítulo 17 – El Pan de Vida
Lea Juan 6:46–71
Jesús había estado hablando con la multitud que Le había seguido a la otra orilla del lago. Él les dijo que Él era el pan que había bajado del cielo. Éste no era la clase de pan que andaban buscando. Habían esperado otro tipo de Mesías. La enseñanza del Señor Jesús acerca de ser el pan de vida le provocó muchas dificultades a la muchedumbre. En este pasaje miraremos a lo qué Jesús tenía que decir acerca del pan de vida.
Jesús empezó Su enseñanza sobre el pan de la vida manifestando que quienquiera que comiera de este pan tendría vida eterna. Jesús hizo constar que Él era el pan de vida (versículo 48). Lo que Jesús estaba diciendo aquí era, que si usted quiere vida eterna, usted tiene que comer de Él. Esto merece una cuidadosa consideración. ¿Qué significa comer de Cristo? Del versículo 52 vemos que los judíos tenían un verdadero problema para comprender lo qué Jesús les estaba diciendo. “¿Cómo nos puede dar este hombre a comer su carne?” se preguntaban (versículo 52). Hay algunas cosas que nos ayudarán a comprender lo que quiso decir Jesús con esta declaración.
Primero, cuando comemos nuestra comida, nos hacemos uno con nuestra comida. La comida que comemos es asimilada dentro de nuestros cuerpos y reducida a componentes más simples para regenerar y fortalecer nuestros cuerpos. En otras palabras, la frase “usted es lo que usted come” es literalmente cierta. A medida que ocurre el proceso de digestión y la comida se reduce a componentes más simples, con el tiempo esta comida se abre paso hasta cada tejido y fibra de nuestro ser. Lo que Jesús nos está diciendo es que esto es lo que Él quiere ser en nosotros. Él no quiere ser alguien en quien pensamos solamente el domingo en la iglesia o cuando nos metemos en problemas. Él quiere pasar a formar parte de cada célula y cada fibra en nosotros. Él quiere ser parte de cada decisión, cada meta o cada ambición en la vida. Él quiere convertirse en una parte tan nuestra que ya no Le podamos distinguir de nosotros mismos.
En segundo lugar, la comida que comemos es nuestra fuente de vida y energía. Sin esa comida pereceríamos. Nuestra vida depende de esta comida. Creo que Jesús nos está llamando a llegar a la comprensión aquí, de que sin Él puede no podemos hacer nada. Somos absolutamente dependientes de Él para nuestra vida y aliento. Él nos llama a extraer nuestra fuerza, nuestra sabiduría y nuestra energía de Él. Jesús nos está diciendo aquí que Él quiere ser nuestra vida y nuestra fuerza en todo lo que hacemos. Qué privilegio es esto.
Aún cuando es verdad que tenemos que comer para vivir, comer es una de las pocas cosas que hacemos para sobrevivir que nos da gran placer. Comer no es un ritual aburrido. Comer es una de las experiencias más agradables de vida. Tan agradable es la experiencia que a menudo invitamos a otros a participar con nosotros en ella. No hay nada más maravilloso en la vida que deleitarse en el Señor Jesús. Él es la fuente de tremenda alegría y felicidad. En Él hay cumplimiento y satisfacción desmedida.
Cuando Jesús nos dice que tenemos que comer Su carne, Él está hablando simbólicamente. Él nos está invitando a participar de una de las experiencias más agradables de la vida. Es una experiencia que usted querrá compartir con otros. Él nos está invitando a hacerle parte de nuestras vidas y nuestros pensamientos. Él nos está invitando a aceptarle y dejarlo entrar a nuestras vidas a purificar y fortalecer. Solamente Él puede satisfacer y puede colmar nuestras almas hasta rebosar.
Habiendo dicho esto, nosotros ahora tenemos que regresar a lo que Jesús nos está diciendo sobre deleitarnos en Él. Él nos dice en este pasaje que los que se deleitan en Él tendrán vida eterna. Jesús repitió esto cinco veces en esta breve porción de las Sagradas Escrituras (ver los versículos 50, 51, 54, 57, 58). Evidentemente, Él estaba tratando de dejar sentado este argumento en la muchedumbre. Jesús estaba haciendo aquí una importante declaración. Él nos está diciendo que la única manera de tener vida eterna, es comer del pan de vida. Solamente este pan puede darnos vida eterna. No tiene importancia cuántas buenas cosas usted haya hecho en esta vida o cuántas veces a la semana usted va a la iglesia. Si usted no ha comido del pan de vida (el Señor Jesús) usted perecerá en sus pecados. Cuando usted esté parado delante de las puertas del cielo, la única cosa que Dios va a buscar es si el Señor Jesús está en usted o no. Él solamente es su garantía de vida eterna.
El versículo 53 nos dice muy claramente que si queremos tener vida en nosotros, tenemos que “comer la carne del Hijo del Hombre.” Fíjese que hay un requisito aquí de por vida. No todo el mundo tiene esta vida en ellos. Son solamente los que comen la carne del Hijo de Dios son los que tienen esta vida. En otras palabras, si usted quiere vida, usted necesita aceptar al Señor Jesús y permitirle entrar en su corazón y vida. Usted necesita poner su total dependencia y confianza en Él como su fuente de vida. Sólo los que hacen eso pueden conocer Su vida en ellos.
Todos nosotros sabemos cómo es tener hambre. También hemos experimentado el cambio que hace una buena comida en un cuerpo hambriento. De un modo parecido, cuando usted acepta al Señor Jesús dentro de su corazón, usted también experimentará una sensación muy concreta de nueva vida en usted. Cristo traerá un cambio radical a su vida. Usted conocerá Su poder y Su presencia fluyendo a través de usted. Su vigor se convierte en el vigor de usted, Sus deseos en los deseos suyos. Sus metas son las metas de usted. Sus ambiciones son las ambiciones de usted. Usted es uno en propósito, esfuerzo y voluntad.
La promesa del Señor Jesús para los que tienen Su vida en ellos es, que Él los resucitará en el último día (versículo 54). Otra vez note la condición ligada a esta promesa. Usted tiene que comer del Señor Jesús. Él tiene que ser parte de usted. Su vida debe estar fluyendo a través de usted. La promesa de resucitar para gloria en el último día no es para todo el mundo. Sólo los que tienen la vida de Cristo en ellos, pueden conocer esta vida eterna y pueden resucitar en ese día.
Lo que Jesús ofrece aquí es tan real como lo podría ser alguna vez cualquier comida física. Él nos dice que Su carne es comida verdadera. No deberíamos ver esto en el sentido físico. Lo que Jesús nos está diciendo es que Su carne es comida espiritual, pero es tan verdadera como cualquier comida que usted jamás comerá aquí en la tierra. Hay una verdadera satisfacción que proviene de comer de este pan de vida. Hay vida realmente espiritual que se ofrece a todo el que quiera comer. Hay una eternidad real que está siendo preparada para los que han saboreado el pan de vida. Ésta no es una historia de ensueño o ningún ideal irreal. Ésta es vida misma.
Una de las cosas acerca de comer el pan de la vida, es que tiene efectos permanentes en nuestras vidas. Antes de comer del pan de vida, dese cuenta que la decisión que está a punto de hacer tiene implicaciones permanentes. Cuando usted come de este pan, usted está rindiéndose completamente al Señor Jesús. Una vez que usted haya comido su comida física, será digerida por su cuerpo y pasará a formar parte de quién usted es. Es de la misma manera con el pan de vida. Una vez que usted haya aceptado al Señor Jesús dentro de su vida, no hay marcha atrás. La decisión que usted hace de permitirle entrar en su corazón es una decisión “por siempre”. Jesús dijo: “El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece y yo en él.” (versículo 56). Él viene para quedarse. ¿Es esto lo que usted quiere? No habrá marcha atrás una vez que usted coma del pan de vida. Usted será cambiado para siempre.
Ya que Cristo derivaba Su vida del Padre, Él le ofrece esa misma vida a usted hoy (versículo 57). Él le está ofreciendo hoy el derecho a conectarse a Su vida y hacerla suya. Usted puede vivir porque Él tiene vida y es el autor de la vida. Esa vida es eterna. Él le ofrece esto a todo el que se rinda a Él completamente hoy.
¿Cuál fue la respuesta de los que seguían a Jesús aquel día? Lo que Jesús dijo fue ofensivo para algunos. Cuestionaron cómo podría Jesús hacer tales afirmaciones. Conociendo sus pensamientos Jesús profetizó que se estaba aproximando el día cuando Le verían ascendiendo al cielo, regresando a Su Padre (versículo 62). Él también les aseguró que las palabras que Él habló eran del Espíritu y contenían vida. Estas palabras no eran palabras comunes, estaban dotadas de poder por Dios y contenían el secreto de la vida eterna. Las gentes que escuchaban a Jesús aquel día no podían ver el poder de estas palabras porque el Espíritu de Dios no estaba en ellos. Sólo los que tenían el Espíritu de Dios en ellos podrían entender y podrían aceptar las palabras que Jesús hablaba. A menos que el Padre los trajera y les diera entendimiento, estas personas nunca podrían aceptar Sus palabras (versículo 65).
Después de oír lo qué Jesús dijo, muchos en la multitud abandonaron a Jesús para nunca más regresar. Esto no asombró a Jesús. Usted puede ser partidario de Cristo y no un creyente verdadero. Estas personas seguían a Jesús dondequiera que Él iba. Le oyeron predicar y presenciaron Sus milagros. Estuvieron asociados con el Señor Jesús, pero nunca habían comido el pan de vida. Jesús no se había convertido en su vida. No conocían nada de lo que es que Jesús viva en ellos. Cuando Jesús vio a la multitud irse aquel día, Él se viró hacia Sus doce discípulos y les preguntó si ellos también se iban a ir. Respondieron: “Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.” (versículo 69). Sin embargo Jesús sabía que incluso entre los doce había uno que no era un verdadero creyente. Judas un día Le traicionaría. Entre los seguidores más íntimos de Jesús estaba uno que nunca había comido del pan de vida.
¿Qué tal usted? ¿Es usted un creyente verdadero? Un creyente verdadero es uno que ha comido el pan de vida. Un creyente verdadero es mucho más que un simple seguidor. Alguien puede dejarse llevar por la corriente. Sin embargo un creyente verdadero es uno con ese pan porque él o ella han comido el pan de vida. Los deseos y las voluntades de los creyentes verdaderos están en armonía con el Señor Jesús. Conocen un vigor que no es de ellos. La vida de Cristo fluye a través de ellos. Esa vida los transforma. Ser cristiano es más que un conjunto de reglas y normas. Es más que la iglesia y una Biblia. Ser cristiano es hacer que el Dios del universo venga a vivir en su alma. Es hacer que la vida de Dios fluya a través de sus venas. Es experimentar el poder y la presencia de Cristo en su vida, transformando su corazón y su voluntad. ¿Ha sido ésta su experiencia? No sea solamente un seguidor. Tenga la seguridad de que usted ha comido del pan de vida.
Para Considerar:
• ¿Ha comido usted del pan de vida? ¿Qué prueba hay allí de esta nueva vida en usted hoy?
• ¿Qué significa comer del pan de vida?
• ¿Cuál es la diferencia entre ser un seguidor de Cristo y una persona que ha comido del pan de vida?
Para Orar:
• Dele al Señor las gracias por la prueba de Su vida en usted.
• Si usted no conoce esta vida de Cristo en usted hoy, tome un momento para pedirle a Él que le revele la verdad de este pasaje a usted.
• ¿Conoce usted alguien que es sólo seguidor de Cristo? Tome un momento para orarle a Dios se revele a Sí Mismo en una forma más clara a esta persona.
Capítulo 18 – ¿Quién es Jesús? – Parte 1
Lea Juan 7:1–24
¿Quién es Jesús? Esta ha sido una de las preguntas más discutidas del mundo. Era discutida entre los líderes judíos en los días que Cristo caminaba sobre la tierra. Pilato se hizo la pregunta en su propio corazón antes de que crucificara a nuestro Señor. Los apóstoles contestaron esta pregunta muchas veces a todo lo largo de su ministerio. En nuestros días continúa la discusión. En seminarios teológicos y universidades a todo lo largo de nuestras naciones, la pregunta de quién es Jesús, se está discutiendo todavía. En las dos meditaciones siguientes examinaremos las ideas de la gente de la época de Jesús referente a Su identidad.
Se estaba acercando el tiempo para la Fiesta de los Tabernáculos. Jesús se había estado manteniendo fuera de la región de Judea porque los judíos estaban tratando matarle. Con la aproximación de la Fiesta judía de los Tabernáculos, Jesús se vio forzado a dejar Galilea y hacer el viaje a Judea.
Mientras se preparaban para la fiesta religiosa, los hermanos de Jesús vinieron a Él con una sugerencia. Le dijeron a Jesús que este banquete sería el tiempo ideal para que Él se diera a conocer. Las personas se reunirían en Jerusalén de muchas partes del mundo judío. Sería el tiempo ideal para que Él mostrara Su poder y ganara un mayor grupo de seguidores. “Porque ninguno que procura darse a conocer hace algo en secreto. Si estas cosas haces, manifiéstate al mundo.” Le dijeron (versículo 4).
Sólo podemos preguntarnos lo que los hermanos de Jesús pensaban de Él y Su ministerio. El versículo 5 nos dice que no creían en Él. ¿Es usted el único cristiano en su familia? Jesús sabe lo que es no tener el apoyo espiritual de los miembros de su familia. Sus hermanos veían a Jesús como un personaje público. Le veían como un promotor de nueva verdad. Le vieron como una persona que hacía buenas obras. Le veían como un taumaturgo. Aún cuando Sus hermanos tenían respeto por lo que El Señor hacía, no creían que Él era el Hijo de Dios.
Esta actitud ha continuado hasta nuestros días. Hay muchas personas que ven al Señor Jesús del mismo modo. Le ven como un “hacedor de buenas obras.” Le ven como un gran maestro. Le ven como un hombre cuya enseñanza necesita ser respetada. Sin embargo esto es hasta donde ellos están dispuestos a ir. Para estas personas, la Cristiandad es una filosofía de la vida. Es un estilo de vida. Respetan las enseñanzas y el ejemplo de Jesús y ven estos como muy digno de elogio. Le siguen porque creen en Sus ideales.
Cuando Sus hermanos plantearon el asunto de que el Señor Jesús fuera a Jerusalén para darse a conocer, Jesús les recordó el odio de los judíos hacia Él (versículos 6–7). Sus hermanos podrían ir a Jerusalén sin miedo. No eran odiados. Sin embargo en cuanto a Jesús, Él predicaba en contra de la hipocresía que Él veía a Su alrededor. Él se expresaba públicamente contra la maldad de Su época. Los judíos Le odiaban por lo que Él decía de ellos. Le odiaban porque Él amenazaba sus reputaciones. Querían matarle. Jesús alentó a Sus hermanos a ir a Jerusalén sin Él. No era el momento para Él ir.
Jesús no estaba interesado en buscar el tipo de seguidores que Sus hermanos pensaban que Él debería tener. Él sabía que Él podría hacer algunos milagros y habría un grupo de seguidores detrás de Él. Sin embargo estas personas Le abandonarían en el momento que Él les hablara de su pecado. Cuán fácil es en nuestros días estar interesado en un Jesús que protege, conforta y cura, pero no en un Jesús que nos invita a entrar a la auto negación y la muerte al ego. Jesús les recordaría a Sus discípulos después en su ministerio, que los que quisieran seguirle primero tendrían que tomar su cruz. Él les dijo que no había otra manera de seguirle. Este tipo de Jesús era más difícil de aceptar.
Jesús fue a Jerusalén en secreto. Los judíos Le andaban buscando. El gentío también andaba buscando a Jesús. Había gran división en ese gentío sobre quién era Él. Algunos sentían como los hermanos de Jesús, que Él era un buen hombre cuya enseñanza tenía que ser respetada (versículo 12). Sus milagros les habían mostrado que Él estaba caminando cerca de Dios. Otros Le rechazaban completamente.
Esos que Le rechazaban se atrevieron a decir que Él era un engañador. Habían oído Su enseñanza. Habían presenciado Sus milagros. Sin embargo, creían que nuestro Señor era un impostor. Se negaban a atribuirle Sus milagros al poder de Dios. Se negaban a aceptar Su enseñanza. Para ellos Jesús estaba engañando a las personas para Sus propios fines.
En nuestros días los medios noticiosos han reportado casos de líderes religiosos que han sido expuestos como engañadores. Vinieron en el nombre de la verdad. Vinieron con el poder de hacer señales y prodigios. Son hombres y mujeres de autoridad y habilidad increíble. Tuvieron éxito en reunir grandes grupos de seguidores, pero eran engañadores. Así era cómo los judíos veían a nuestro Señor.
A mitad de la fiesta, el Señor Jesús comenzó a enseñar en el templo. Cuando los judíos Le oyeron, estaban asombrados de Su conocimiento. Se preguntaban cómo era que un hombre sin ninguna educación formal teológica y bíblica pudiera saber tanto. A esta pregunta el Señor contestó: “Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió.” (versículo 16). Jesús procedió a decirles a Sus oyentes que la única manera en que podrían asegurarse de que lo qué Él estaba enseñando era la verdad, era si estaban viviendo en la voluntad de Dios (versículo 17). Cualquiera de una mente abierta que buscara hacer la voluntad del Padre sabría que Jesús estaba enseñando la verdad. Si usted no conoce la verdad, usted no la puede juzgar. Si usted nunca ha experimentado la verdad de Dios en su propia vida, ¿cómo usted puede decir que los que la han experimentado están errados? Esto era una verdadera bofetada en la cara de los fariseos. Jesús les estaba diciendo que nunca habían experimentado la verdad. Porque estaban viviendo en el error, no tenían forma de juzgar si lo que Él estaba diciendo era cierto.
Posiblemente pensando en lo que Sus hermanos Le habían dicho (versículo 4), Jesús les recordó a los líderes que Él no vino para buscar la alabanza de los hombres, sino para hacer la voluntad del Padre (versículo 18). Había aquellos que Le habían estado acusando de buscar un grupo de seguidores para Su propia gloria. ¿Era Jesús un hombre obsesionado con Su propia gloria y Su propio honor? ¿Era Él un hombre que vivía Su vida en busca de la alabanza de los hombres? Había algunos que sentían que ésta era Su motivación. Sin embargo una simple mirada a la vida de nuestro Señor, desmentiría a estas personas. En toda la Sagrada Escritura nunca vemos a Jesús pensando en Sí Mismo. Él siempre está atendiendo a otros. Él sanaba y expulsaba a demonios recordándoles a las personas que no les dijeran a otros lo que Él había hecho. Cuando las personas vinieron a hacerle rey, Él se alejó de ellas. Cuando Sus hermanos Le dijeron que Él necesitaba hacer más de Sus obras en público para que la gente Le viera, Él se negó a escucharles. Satanás un día le dijo a nuestro Señor que si Él sólo se postrara ante él, él le daría los reinos del mundo – Jesús se negó.
Jesús sabía que los fariseos estaban enojados con Él porque Él había sanado a un hombre en el sábado judío (vea Juan 5). Le veían como un infractor de la Ley. Estaban tratando de poner en duda Su ministerio. Jesús les desafió en este asunto. Él les recordó de cómo estaban dispuestos a circuncidar a un hombre en el sábado judío, pero se negaban a permitir sanación física. Él les desafió por esta falta de compasión. Porque Él había exhibido compasión en el sábado judío hacia un hombre que había sido un inválido durante treinta y ocho años, trataban de matarle. Jesús les mostró su hipocresía. Estaban más preocupados por sus tradiciones de lo que estaban por las personas. Alegaban que Él actúo mal porque Él sanó a un hombre en el sábado judío, pero no tenían ningún problema en cometer un asesinato para deshacerse de Jesús. Había una inconsistencia triste aquí.
Lo qué Jesús dijo a los fariseos los hirió profundamente. Lo acusaron de estar poseído por un demonio (versículo 20). Para el fariseo, Jesús estaba proponiendo otra religión. Él era un enemigo de sus costumbres y prácticas religiosas. Le odiaban a Él y a lo que Él representaba. Le acusaron de ser un fanático inspirado por Satanás y un radical poseído por un demonio que buscaba hacer trizas todo lo que les había sido transmitido a ellos de sus antepasados espirituales.
¿En la época de Jesús que pensaban la gente de él? Hemos visto al menos cuatro propuestas diferentes en esta sección de la Sagrada Escritura. Cómo duele a aquéllos de nosotros que hemos aceptado al Señor Jesús como el Hijo de Dios, presenciar estas respuestas a nuestro Salvador. Les aseguro que el Señor Jesús no es ninguna de las cosas dichas arriba. El apóstol Juan, cuando Él escribió este libro, estaba consciente de la confusión con respecto a la identidad de Jesús. Su propósito al escribir su evangelio fue aclarar esta confusión: “Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en Su nombre.” (20:31). Confío que a medida que continuamos en este estudio del evangelio de Juan, usted también encontrará una respuesta para esta importantísima pregunta a la identidad del Señor Jesús.
Para Considerar:
• ¿Qué opiniones ha escuchado usted del Señor Jesús en nuestra época?
• ¿Por qué es tan difícil para las personas aceptar al Señor Jesús como el Hijo de Dios?
• ¿Hay pruebas en su iglesia de personas que quieren la comodidad y seguridad de conocer a Jesús, pero no quieren oírle hablarles acerca de su pecado?
• ¿Cuál es la diferencia entre las tradiciones de nuestras iglesias y el Señor Jesús? ¿Se ha encontrado usted alguna vez buscando estas apariencias externas más que buscando al Señor?
Para Orar:
• Si usted no está seguro de lo que usted piensa acerca del Señor Jesús hoy, pídale a Dios que se le revele a usted durante las próximas meditaciones en este libro.
• ¿Hay alguien entre sus conocidos que no conoce al Señor Jesús como el Hijo de Dios? Ore para que Dios se revele a Sí Mismo a esta persona.
• Si usted conoce al Señor Jesús hoy, agradézcale que Él se ha dado a conocer a usted.
Capítulo 19 – ¿Quién es Jesús? – Parte 2
Lea el 7:25–52 Juan
El debate sobre la identidad de Jesús continuaba. Jesús estaba hablando con los fariseos, mientras el gentío miraba. El gentío no comprendía por qué sus líderes espirituales que querían matar a Jesús, ahora hablaban tan libremente con Él. Algunos incluso se preguntaban si los fariseos habrían venido a aceptarlo como el Cristo. Uno de los problemas para el gentío era que ellos sabían dónde había nacido Jesús. No podían imaginarse que Él pudiera ser diferente a ellos en nada porque conocían Su familia y Su ciudad natal. Algunos habían visto crecer a Jesús. Para ellos esto era prueba de que Jesús no había venido de Dios.
Conociendo sus pensamientos, Jesús les recordó que si bien Él había nacido entre ellos, Él había sido enviado de arriba (versículos 28-29). Él les recordó que no Le podían reconocer como el Mesías, porque no conocían al que Le envió. Esta declaración enojó al gentío. Intentaron prenderle. Fueron insultados por lo que Él les estaba diciendo. Ellos se consideraban a sí mismos personas religiosas que servían a Dios. Jesús les estaba diciendo que sólo estaban engañándose. Sin embargo el gentío no podía hacerle daño a Jesús, “porque aún no había llegado Su hora.” (versículo 30). Qué esperanza tan maravillosa tenemos aquí. Dios nos protege hasta que nuestra misión haya sido cumplida. Podemos dar el paso al frente con toda audacia, porque Dios está con nosotros y nos capacitará para lograr ese propósito para el cual Él nos ha llamado.
Entre la multitud aquel día estaban ciertos individuos, que sí creían que Jesús era el Hijo de Dios (versículo 30). Los milagros que habían visto hacer a Jesús, eran prueba suficiente para ellos de que Él era el Cristo. Conociendo que ciertas personas entre la multitud estaban siendo persuadidas por la enseñanza y las obras de Jesús, los fariseos y principales sacerdotes enviaron a los guardias del templo a arrestarle (versículo 32).
En el versículo 34 Jesús le dijo a la multitud que Él sólo estaría con ellos un corto tiempo. Él les dijo que Él se vería obligado a salir e iría a un lugar donde no podrían encontrarle. Jesús estaba refiriéndose a Su muerte y ascensión al Padre. Los judíos presentes aquel día no entendían. Algunos pensaban que Él iba a dejarlos e ir a otro lugar para enseñar (versículos 35–36).
Los guardias del templo que habían sido enviados a arrestar a Jesús, Le seguían, esperando el momento ideal para prenderle. Dado que Le seguían, Le oyeron hablar a las multitudes. Los guardias escucharon atentamente lo que Jesús estaba diciendo. Aún cuando ellos muy probablemente estaban escuchando con la intención de encontrar error en Su enseñanza y una ocasión para arrestarle, presenciaron Su efecto en las personas.
En una ocasión, El Señor le dijo a la multitud que si que alguien tenía sed, podían venir a Él y podían beber (versículo 37). Él les dijo que si creyeran en Él, fluirían de ellas ríos de agua viva. Estas aguas vivas por siempre apagarían su sed espiritual. Juan nos dice que Jesús estaba refiriéndose al Espíritu Santo cuando Él habló de esta agua viva (versículo 39).
La multitud se conmovió con estas palabras. Algunos creyeron que Jesús era un verdadero profeta de Dios. Otro dijo que Él era mucho más que un profeta – Él era el Mesías, el Cristo (versículo 41). Todavía otros permanecían endurecidos y querían prenderle. En cuanto a los guardias del templo enviados para arrestar a Jesús, lo que oyeron decir al Señor los conmovió también. El versículo 45 nos dice que regresaron con las manos vacías a los fariseos y principales sacerdotes. “¿Por qué no Le trajeron?” inquirieron los líderes (versículo 45). “Nadie jamás habló de la manera en que este hombre lo hace,” fue la respuesta (versículo 46).
Los guardias del templo habían sido enviados a arrestar al Señor Jesús. Sin embargo cuando escucharon lo que Él enseñaba, fueron tan conmovidos que no podían ponerle la mano encima. Las palabras de Cristo fueron tan poderosas que escogieron desobedecer a sus superiores y sufrir las consecuencias en vez de tocar al Señor Jesús y ser culpables ante Dios.
En su orgullo los fariseos les recordaron a los guardias del templo que eran sólo las masas ignorantes del pueblo las que creían en Jesús (versículos 48-49). Sin embargo ellos como los maestros de la Ley, no habían sido engañados. Mientras ellos hablaban con los guardias, Nicodemo les interrumpió. Nicodemo, como los guardias del templo, se había tomado el tiempo de escuchar a Jesús (vea Juan 3). Él les habló a sus compañeros fariseos. Él les dijo que serían sabios en no juzgar a Jesús hasta que primero hubieran examinado lo que Él predicaba y lo que Él había estado haciendo. A esto contestaron: ¿Eres tú también galileo?” (versículo 52). Al decir esto estaban insultándole. Para ellos nada de ningún valor podría venir de Galilea. Los fariseos juzgaban a Jesús en base a donde Él había nacido y no en base a Su enseñanza y la prueba de Su unción. Cerraban sus mentes a cualquier cosa que no querían oír.
El consejo de Nicodemo es muy buen consejo para nosotros hoy. No vuelva sus espaldas al Señor Jesús hasta que usted haya examinado cuidadosamente Sus afirmaciones. No Le rechace hasta que usted haya mirado Sus obras. Entre el gentío aquel día estaban algunas pocas personas que habían abierto sus ojos y oídos y examinado los hechos. Llegaron a la conclusión de que Jesús era todo lo que Él afirmaba que Él era.
Los guardias del templo, una parte del gentío y Nicodemo habiéndose tomado el tiempo para oír Sus afirmaciones y ver Sus obras, reconocieron y confesaron que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios. Por lo que respecta a los fariseos y al resto de la multitud, bloquearon sus oídos y cerraron sus ojos a Sus milagros. Eligieron escuchar sus tradiciones y la voz de sus propios corazones pecaminosos.
¿Qué hay de usted? ¿Quién es Jesús? Si usted quiere contestar esta pregunta, usted tiene que abrir sus oídos y ojos para oír y ver la prueba alrededor de usted. No sea como los fariseos. Abra su corazón y su mente. Deje a la Palabra de Dios hablarle. Deje al Espíritu Santo convencerle. Mire a la prueba que se le presenta. Sólo entonces usted podrá contestar esta importantísima pregunta.
Para Considerar:
• ¿Qué impidió a los fariseos escuchar los reclamos del Señor Jesús?
• ¿Por qué usted supone que los fariseos y el gentío se negaron a aceptar la prueba que se les presentaba en la enseñanza y los milagros del Señor Jesús?
• ¿Qué prueba hay hoy para el hecho de que Jesús es todo lo que Él reclama que Él es?
Para Orar:
• ¿Tiene usted un amigo que está endurecido a la prueba de Cristo y Su salvación? Tome un momento para orarle a Dios que suavicen su corazón los hechos presentados a ellos en la Palabra de Dios.
• ¿Cómo se reveló Jesús a usted? Agradézcale que Él le dio ojos para ver y oídos para oír la prueba y aceptar lo que Él dijo en Su Palabra.
Capítulo 20 – La Mujer Adúltera
Lea Juan 8:1–11
Era el amanecer en la gran ciudad de Jerusalén. Jesús había bajado del Monte de los Olivos al patio del templo. Las personas se reunían alrededor para oírle enseñar. Habían oído mucho de Su enseñanza. Su fama se había propagado por toda la tierra. En esta mañana específica la enseñanza de Jesús fue interrumpida cuando un grupo de fariseos y maestros de la Ley irrumpieron en la escena. Estaban empujando a una mujer delante de ellos mientras se acercaban. Los presentes desviaron su atención de Jesús a lo que estaba ocurriendo delante de ellos. El grupo se abrió camino hacia donde Jesús estaba enseñando. La mujer fue empujada delante del gentío. Los ojos se enfocaron en la mujer. Uno en el grupo habló: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. Y Moisés en la Ley nos mandó apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices?” (versículos 4–5).
El hecho era que no habían traído a esta mujer a Jesús para pedirle Su consejo. Conocían lo que declaraba la Ley de Moisés; después de todo, éstos eran los expertos en la Ley. Trajeron a esta mujer a Jesús porque andaban buscando recursos para acusarle. ¿Qué les diría Jesús? ¿Sugeriría Él que la perdonaran? Si Él lo hiciera, lo podrían acusar de infringir la Ley de Moisés. ¿Sugeriría Jesús que siguieran la letra de la Ley y apedrearan a la mujer? Si Él lo hiciera, podrían quebrar la opinión que el gentío tenía de Él. El gentío veía en Jesús un amigo de pecadores. Él había predicado acerca de la vida y el amor. Le veían como un hombre de compasión y sanación. Verle aprobar la sentencia de muerte en esta mujer habría desbaratado su imagen de Él. Sin embargo más que esto si Él eligiera perdonarla Él sería acusado de blasfemia porque nadie podía perdonar el pecado en lugar de Dios.
Uno de los problemas que los fariseos tenían con Jesús era que Él según ellos, había infringido la ley del sábado judío. Si Él elegía condenar a esta mujer como declaraba la Ley de Moisés, sin dudas no habrían perdido el tiempo en acusarlo de inconsistencia. ¿Por qué cumpliría la Ley de Moisés en cuanto al adulterio y no cumpliría la ley del sábado judío? Los fariseos y los maestros de la Ley no eran del todo honestos en la razón por la que Le estaban trayendo esta mujer a Él. La estaban utilizando para llegar a Jesús.
Jesús sabía que los líderes judíos estaban sólo tratando de probarle. En respuesta Él se inclinó y escribió en el suelo. ¿Por qué escribió Jesús en el suelo? Esto ha dejado perplejos a los comentaristas. Hay varias respuestas posibles a esta pregunta.
Una posible respuesta es que el Señor Jesús simplemente no quiso contestarles. La Versión King James de la Biblia añade: “Como si Él no los oyera” (versículo 6). Él comprendió su razón para traerle esta mujer. No estaban buscando Su consejo; andaban buscando una oportunidad para matarle.
Otra posible respuesta es que Jesús estaba escribiendo algo muy específico en el terreno. Quizás Él estuviera escribiendo un pasaje de la Sagrada Escritura. Tal vez Él estaba poniendo por escrito una parte de los pecados de los acusadores de ella. Jesús veía su hipocresía. Tal vez en Su escrito Él les estaba recordando de su propia culpabilidad ante Dios. Cada ojo habría estado mirando lo que Él estaba escribiendo.
También puede ser que El Señor estaba en oración. ¿Estaba Él pidiendo la sabiduría de Su Padre? ¿Estaba Él esperando en Su Padre para hablar? No se nos dice.
Los líderes judíos Le presionaban por una respuesta. Finalmente, Jesús se puso de pie y dijo: “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella.” (versículo 7). Entonces Jesús se inclinó hacia el suelo y continuó escribiendo sobre el suelo. Él les devolvió la pelota a su cancha. Mientras Él escribía en silencio, pareció que el Espíritu Santo empezó Su trabajo. El momento era tenso. Los fariseos y los maestros de la Ley razonaban entre ellos. ¿Qué harían? Si lanzaban la piedra, estaban diciéndole a toda la gente alrededor de ellos que estaban sin pecado. Sabían que no podían decir esto. Decir esto significaba perder el respeto de la gente. Uno por uno comenzó a irse hasta que Jesús se quedó solo con la mujer.
La única persona presente aquel día que pudo haber lanzado la primera piedra era Jesús mismo. Solamente Él estaba sin pecado. ¿Cuál sería Su juicio? Jesús dejó de escribir sobre el suelo. “Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó?” Él preguntó (versículo 10). “Ninguno, Señor” fue la respuesta (versículo 11). Jesús respondió: “Ni yo te condeno; . . . “vete y no peques más.” (versículo 11).
Ese día la vida de esa mujer fue salvada. Si hubiera sido dejada a los fariseos, la habrían apedreado. Jesús no es como nuestros seres humanos semejantes. Él está dispuesto a perdonar. Los fariseos la habían traído a la única persona que podía haber perdonado sus pecados. Esta mujer culpable encontró perdón en el Señor Jesús. Cuando ella dejó a Jesús aquel día, ella conocía su culpabilidad. Los fariseos públicamente la habían humillado. Su vida en esa comunidad nunca más sería igual. Ella sería tildada de adúltera. Cuando las personas la miraran de ahora en adelante, la verían de un modo diferente. Estaba el asunto de si ella podría continuar viviendo en la comunidad. Aun cuando habría sido muy difícil que las personas la perdonaran y olvidaran, el Señor Jesús por otra parte, ya había hecho eso.
Es importante darse cuenta de que mientras el Señor Jesús perdonó a la mujer de su pecado, Él le dijo que ella no debía regresar a este pecado otra vez. El perdón llegó con una obligación. Ella tenía a partir de ese momento en adelante que guardar su corazón a fin de que no cayera en el mismo pecado. Esto necesariamente no sería fácil. Si, no debemos regresar a nuestro pecado. Dios espera que nosotros ahora vivamos en la victoria que Él da.
Hoy los brazos de este mismo Jesús están abiertos para recibirle y también perdonarle de sus pecados. No tiene importancia lo que usted haya hecho. No hay pecado demasiado grande para que el Señor lo perdone. Como esta mujer, usted morirá en sus pecados a menos que Cristo le perdone. Él solamente le puede perdonar. Venga al Señor Jesús hoy para ser perdonado.
Para Considerar:
• ¿Qué nos enseña este pasaje acerca del perdón?
• ¿Hay alguien que le ha agraviado? ¿Qué desafío trae este capítulo para usted?
• ¿Hay pecados a los que usted ha regresado? Quizás usted haya venido muchas veces al Señor por perdón, pero todavía continúa cayendo en este pecado. ¿Cuál es este pecado particular?
Para Orar:
• Pídale a Dios que le ayude a perdonar a los que le han ofendido.
• Agradezca a Dios que Él le ha perdonado tan completamente que nunca más esos pecados serán retenidos en contra de usted.
• Pídale al Señor que le dé victoria completa sobre esos pecados en los que usted parece continuar cayendo.
Capítulo 21 – Jesús, La Luz del Mundo
Lea Juan 8:12–30
En Juan 8:12 el Señor Jesús hizo la afirmación de ser la luz del mundo. “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.”
Los fariseos estaban presentes cuando Jesús hizo esta declaración. Le rebatieron en lo relacionado con eso. Adujeron que lo que Jesús decía no era válido porque Él hablaba por Sí Mismo. Él no tenía testigo que respaldara lo que Él estaba diciendo. A menos que Él tuviera un testigo, nadie podría aceptar lo que Él estaba diciendo como verdad.
En respuesta a esta objeción, Jesús les recordó a los fariseos que incluso sí Él hablara en Su propio favor, Su testimonio era todavía válido (versículo 14). Él conocía la verdad. Él sabía de dónde Él había venido. Los fariseos no Le conocían, ni sabían de dónde Él procedía. Era la palabra de ellos contra la Suya y no sabían nada acerca de Él.
En el versículo 15 Jesús les recordó a los fariseos que le estaban juzgando por estándares humanos. Le estaban pidiendo un testigo humano de Su divinidad. No había nadie en la tierra que pudiera calificar como testigo de este hecho, porque nadie en la tierra había visto a Jesús con el Padre antes de la creación del mundo. Nadie había visto a Jesús en Su gloria antes de que Él viniera a la tierra. Nadie había visto al Espíritu de Dios colocar al Señor Jesús en el vientre de María. Nadie estaba calificado para actuar en este sentido como testigo de Jesús.
Sin embargo Jesús les recordó a los fariseos, que a Él no le faltaba testigo. Dios el Padre actuaba como Su testigo (versículo 16). El testimonio de dos personas conforme a la Ley era válido. Jesús era un testigo y Su Padre era el otro. El Padre dio testimonio del Hijo mediante Su declaración en el bautismo de Juan. En aquel día, cuando el Espíritu Santo de Dios cayó sobre Jesús, los presentes oyeron una voz del cielo decir: “Tú eres mi Hijo amado; en Ti tengo complacencia.” (Lucas 3:22). ¿Qué mayor testigo podía haber, que el testigo del Creador del universo que no puede mentir?
Sin embargo más allá de este ejemplo, había también el testimonio de las obras que el Padre hacía a través del Hijo. Jesús claramente nos dice que Él no hacía nada por Su propia cuenta, sino que Él sólo hacía lo que el Padre Le decía que hiciera (5:19). Las obras que Él hacía eran una señal de que el Padre estaba en Él (14:10–11).
Esto no era suficientemente bueno para los fariseos. “¿Dónde está tu Padre??” Le preguntaron (versículo 19). “Ni a mí me conocéis, ni a mi Padre,” respondió Jesús. “Si a mí me conocieseis, también a mi Padre conoceríais.” (versículo 19). La única manera de conocer al Padre era a través del Hijo de Dios. Al rechazar al Hijo de Dios, los fariseos nunca verían al Padre.
Jesús procedió a decirles a los presentes que Él se iba a un lugar donde no Le podrían encontrar (versículo 21). Él se iba a ver a Su Padre. Los fariseos Le buscarían, pero nunca podrían encontrarle por su incredulidad. Morirían en sus pecados y quedarían eternamente separados de Dios. Eran de este mundo. Nunca habían nacido de nuevo en el reino de Dios. Habían rechazado al Hijo de Dios como la luz del mundo. No podían ver porque estaban todavía en la oscuridad de su pecado y rechazaban la luz que Dios había puesto en medio de ellos.
Note cómo ha cambiado la escena. Fueron los judíos los que habían venido a acusar a Jesús. Ellos eran ahora los que estaban siendo acusados. “Muchas cosas tengo que decir y juzgar de vosotros” dijo Jesús (versículo 26). Un día estarían delante del Padre de toda la creación y darían razón del rechazo de Su Hijo.
Los fariseos no entendían nada de lo que Jesús les estaba diciendo. Jesús les dijo que se estaba acercando el tiempo cuando sabrían que lo que Él les estaba diciendo era verdad. “Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces conoceréis que yo soy,” Jesús les dijo (versículo 28). Este levantamiento del Hijo del Hombre se refería a Su crucifixión. La crucifixión de Cristo le probaría al mundo que Él era el Hijo de Dios. A través de Su muerte y resurrección, Jesús demostraría a todos que Él era el conquistador de la muerte. Por Su muerte, Él vencería a Satanás y el poder del pecado. A través de Su muerte, los hombres en el mundo entero llegarían a comprender que eran pecadores y encontrarían el perdón de esos pecados en Su nombre.
La escena era como un juzgado. Jesús era el acusado. Los fariseos eran los acusadores. La gente era el jurado. Los acusadores afirmaban que Jesús no tenía testigos y por eso Su testimonio era inválido. Jesús respondió recordándoles que no habían suministrado ninguna prueba para desmentirle. Por lo que respecta al reclamo de ellos de que Él no tenía testigos, estaban equivocados. Jesús invocó a Su Padre, el Creador y el Sustentador de toda la vida. Su Padre actuaba a Su lado como testigo para validar el testimonio de Su Hijo.
A medida que ha pasado el tiempo, incontables hombres y mujeres en todas partes del mundo han sido impactados por la muerte, obra y palabras del Señor Jesús. Las multitudes han dado testimonio sobre el hecho de que fue este Cristo el que los liberó del poder de las tinieblas. Las vidas han cambiado radicalmente a través del poder de Su cruz.
Incluso mientras Él hablaba, la gente estaba llegando a su veredicto. El versículo 30 nos dice que los hombres y las mujeres estaban poniendo su confianza en Él. Emitieron sus votos a favor del Señor Jesús.
Los fariseos habían esperado que ellos pudieran poner en duda al Señor Jesús. Sus acusaciones sólo vinieron a llevar a los hombres y las mujeres a Él. Ellos, los acusadores, ahora eran los acusados delante de Él. Se está acercando el día cuando todos nosotros tendremos que responderle a Dios por lo que hemos hecho con Su Hijo. Usted ha oído el juicio. ¿Cuál será su decisión? ¿Usted abrirá su corazón y dejará Su luz brillar en usted o usted como los fariseos continuará viviendo en la oscuridad del pecado?
Para Considerar:
• ¿Por qué es tan difícil para algunas personas aceptar hoy al Señor Jesús?
• ¿Qué prueba hay de que el Señor Jesús es todo lo que Él afirma ser?
• ¿Cómo sabe usted personalmente que el Señor Jesús es quién Él dice que Él es?
• ¿Qué prueba hay de la luz de Cristo en su vida?
• ¿Cuál es la diferencia entre vivir en las tinieblas del pecado y vivir en la luz de Cristo?
Para Orar:
• Pídale al Señor que le revele algunas áreas de oscuridad en su vida. Confiese estos pecados y ríndase a su luz.
• Agradezca al Señor que Él se ha revelado a usted como la luz del mundo.
• Agradézcale que por Su obra en la cruz, usted puede estar de pie confiadamente delante del Padre perdonado de todo su pecado.
Capítulo 22 – El Verdadero Discípulo
Lea Juan 8:31–32
¿Qué es un discípulo? ¿Cuáles son las señales del verdadero discipulado? En estos dos versos pequeños, Jesús nos da tres características del verdadero discípulo.
Primero, Jesús nos dice que el discípulo verdadero es uno que se adhiere a Su enseñanza: “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos;” (versículo31). Si su corazón tiene pocas ganas de adherirse y obedecer la Palabra de Dios, entonces usted no puede estar seguro de ser un hijo de Dios. Note la palabra “continuar” (KJV) o adherirse a (NIV). Estas palabras le dan a entender perseverancia. Entrañan que la persona haciendo el “asimiento” encontrará dificultad. Nos recuerdan que no todo será fácil en la vida cristiana. Sin embargo el creyente verdadero, es obediente, incluso si significa lucha o muerte. Juan nos recuerda esta verdad importante en cada una de las cartas a las siete iglesias en el libro de Apocalipsis. Considere estos pasajes, por ejemplo:
Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios. (Apocalipsis2:7)
El que venciere, no sufrirá daño de la segunda muerte. (Revelación 2:11)
Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios. (Revelación 3:12)
Los creyentes verdaderos, según estos versos, son aquellos cuyo máximo deseo es vivir en la obediencia a la enseñanza del Señor Jesús. Voluntariamente sufrirán, si fuera necesario, para complacer a su Señor y andar en Sus caminos.
Hay algo en aceptar a Jesús como nuestro Señor y nuestro Salvador que cambia nuestras vidas. El Espíritu Santo tiene un impacto radical en las vidas de los creyentes. Él renueva corazones. Él da un nuevo deseo de obedecer al Señor y vivir para Él. A veces esto traerá sufrimiento, pero los creyentes soportan pacientemente, aunque a veces pueden vacilar. Los discípulos verdaderos de Jesucristo quieren seguir a su amo, cueste lo que cueste. Los discípulos verdaderos voluntariamente se niegan a sí mismos para Cristo. El máximo deseo de los creyentes verdaderos es ser hallados fieles al Señor Jesús y a Sus propósitos para sus vidas.
Una prueba clara de discipulado verdadero es que el corazón de una persona ha sido renovado y hay un deseo real de servir y seguir al Señor Jesús. El discípulo verdadero continuará adhiriéndose a la Palabra de Cristo sin importar el costo. Un discípulo sufrirá, si fuera necesario, en vez de serle infiel a su Salvador. Usted puede reconocer a un discípulo verdadero por la obediencia a la Palabra del Señor.
Una segunda prueba es que el discípulo verdadero es uno que conoce la verdad (versículo 31). Jesús les dijo a los líderes judíos que no aceptaban Su Palabra, porque no conocían al Padre. Sólo los que habían elegido hacer la voluntad del Padre sabrían que lo que Él enseñaba era de Dios: “El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios o si yo hablo por mi propia cuenta.” (7:17).
El discípulo verdadero tiene una seguridad natural de la verdad de la Palabra de Dios. Esto proviene del hecho de que el Espíritu Santo vive en el creyente. El Espíritu nos confirma la Palabra de Dios. El apóstol Pablo, en camino a Damasco, fue confrontado por el Cristo viviente. Después de su confrontación con Cristo, el sistema de creencias de Pablo cambió radicalmente. Contra lo que él anteriormente peleaba, ahora se convirtió en una pasión en su vida. Él no tenía más duda respecto a Jesús y a Su enseñanza. El Espíritu de Dios, quien había venido a vivir en el corazón de Pablo, le confirmó la verdad de las enseñanzas de Jesús. Lo mismo le ocurre a todo el que viene al Señor Jesús. Uno de los ministerios del Espíritu de Dios es convencernos de las enseñanzas del Señor Jesús. Cualquiera que tenga este Espíritu reconocerá la verdad de la Palabra de Dios.
Juan 10:27 nos recuerda que las ovejas verdaderas reconocen la voz del Buen Pastor. Se escaparán de la voz de otro pastor. Ser un discípulo verdadero es poder reconocer la voz del Maestro. Es poder distinguir Su voz de la de otros. Esto no quiere decir, que como creyentes nunca tendremos diferencias de opinión con respecto a la interpretación de la Palabra de Dios. Sin embargo hay en cada uno de nosotros una convicción profunda de la verdad de las palabras de la Sagrada Escritura y creencia en la persona y obra de Cristo. Hay un nivel de intimidad que existe entre Jesús y Sus ovejas. Hay comunión y camaradería entre ellos. El discípulo verdadero conoce que las palabras que Jesús habló son verdaderas y dignas de confianza completa. Esta seguridad es el resultado del trabajo del Espíritu Santo en sus vidas.
Finalmente, el creyente verdadero ha sido liberado por la verdad: “y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.” (versículo 32). La verdad tiene un impacto profundo en la vida del creyente. Esta verdad ha puesto en libertad al creyente. Hay varias formas en las cuales esta libertad es evidente.
Primero, los creyentes han sido liberados de la ira de Dios por la verdad. Hubo un tiempo cuando estaban separados de Dios. Un día se enfrentaron con la verdad de que el Señor Jesús murió en la cruz por sus pecados. Supieron cómo podrían ser perdonados. Supieron cómo murió el Señor Jesús a fin de que pudieran entrar a la presencia de un Dios Santo. La realidad de esta verdad cambió sus vidas. Cuando aceptaron esta verdad y dieron el paso al frente en fe, fueron perdonados y traídos a una relación correcta con el Padre. Fueron absueltos de su condenación y se les dio un nuevo destino y esperanza.
En segundo lugar, los creyentes han sido liberados de una búsqueda interminable de significado y propósito. Encontraron su identidad verdadera en la verdad de Cristo. En las páginas de la Sagrada Escritura se les presentó al Único que podría llenar el vacío de sus almas. Aquí en esta verdad finalmente llegaron al fin de su búsqueda. Jesús fue la respuesta que habían estado buscando.
En tercer lugar, los discípulos verdaderos han sido liberados del poder del pecado en sus vidas. En las páginas de la Sagrada Escritura, descubren cómo pueden superar el pecado. Se enteran de que el Espíritu Santo de Dios vive en ellos. Comprenden que ya no tienen que ser derrotados por Satanás. Cuando son atacados por las mentiras de Satanás, desenvainan la espada de la Palabra de su vaina y enfrentan estas mentiras con la cabeza en alto. Aprenden de esta verdad lo que es correcto y aceptable para Dios el Padre. Esta Palabra se ha vuelto consuelo en medio del desánimo y una guía en medio de la tentación. Al caminar en la verdad de esta Palabra, viven en victoria sobre el enemigo. Han sido absueltos del poder del pecado.
El discípulo verdadero, según Jesús, tiene tres características: continúa (persevera) según las palabras de Cristo, reconoce y acepta la verdad de la Palabra de Dios y es liberado por esta verdad del poder del pecado y la maldad. ¿Es usted un discípulo verdadero?
Para Considerar:
• ¿Cómo Satanás ha estado tratando de distraerle a usted o su sociedad de la verdad de la Palabra de Dios?
• Nuestro enemigo ha gastado mucho tiempo y esfuerzo al oponerse a la Palabra de Dios. ¿Qué nos dice esto sobre su importancia para derrotar al enemigo?
• ¿Cómo le ha liberado la Palabra de Dios?
• Tome un momento para revisar las tres características del creyente verdadero según como han sido delineadas en esta sección. ¿Ve usted prueba de estas características en su propia vida?
Para Orar:
• ¿Recuerda usted cuando usted llegó al conocimiento de la verdad de la Palabra de Dios? Agradezca al Señor que Él le dio comprensión de la verdad.
• Pídale al Señor que le revele las áreas de su vida donde usted ha creído las mentiras del enemigo. Pídale que le dé gracia para rendirse a lo que usted sabe que es verdadero en las Sagradas Escrituras.
• Pídale al Señor que le revele cualquier área de su vida donde usted no está caminando en la verdad de Su Palabra. Pida fuerza para obedecer.
Capítulo 23 – ¿Hijo o Esclavo?
Lea Juan 8:33–59
Jesús les había recordado a los líderes judíos que la verdad que Él les enseñaba los libertaría (versículos 31–32). Los judíos no sabían por qué necesitaban ser liberados. Eran descendientes de Abraham. No se veían como esclavos de nadie. ¿Hay muchas personas en nuestros días como estos judíos? Se aferran a su educación o su afiliación a la iglesia. No ven que son pecadores en necesidad de un Salvador. Sinceramente creen que nacer en una familia cristiana o ir a una Iglesia Cristiana es todo lo que se necesita para llegar al cielo.
Para ayudarles a los líderes judíos a saber por qué que necesitaban ser liberados, Jesús les recordó que quienquiera que cometiera pecado era esclavo de pecado (versículo 34). No hay ni uno de nosotros que no haya cometido pecado. Todos nosotros hemos sido manchados por el pecado y sus efectos en nuestras vidas. Imagínese que hay una enfermedad contagiosa alcanzando a todos. Todo el que entra en contacto con esa enfermedad se infectará. Así es el pecado. Todo el que entra en contacto con él es contagiado por su veneno. No les abandonará hasta que encuentren la solución en el Señor Jesús.
Jesús les explicó a los líderes judíos la diferencia entre un esclavo y un hijo. A diferencia de un hijo o una hija, el esclavo no tenía un sitio en la familia del amo. El esclavo podía haber estado asociado con la familia del amo y podía haber estado muy involucrado en la vida de esa familia, pero no heredaría las bendiciones de los miembros de la familia.
Si usted no ha sido perdonado de su pecado, usted no es parte de la familia de Dios. Usted puede estar alrededor de cristianos y puede estar ocupado en actividades cristianas y aún así, puede no ser un miembro de la familia. Hay muchos que creen que heredarán las bendiciones eternas del Padre, pero nunca se han convertido en Sus hijos. Hay muchos que le sirven a la familia de Dios, que en realidad no tienen parte en ella.
Juan 1:12 nos recuerda que sólo los que han recibido al Señor Jesucristo y creen en Su nombre recibirán el derecho convertirse en hijos de Dios. Sólo Jesús puede liberarnos de la esclavitud del pecado. Los judíos que escuchaban a Jesús aquel día afirmaban ser hijos de Abraham y por consiguiente hijos de Dios. No podían comprender por qué Jesús les diría que necesitaban ser liberados. Ellos servían al Señor como esclavos y siervos, pero no heredarían las bendiciones del Padre. Eran sirvientes, pero no eran hijos.
Jesús sabía que los judíos estaban listos a matarle porque desechaban Su enseñanza (versículo 37). Para Jesús solamente estos dos hechos demostraban que no eran Sus discípulos y por eso no eran parte de la familia de Dios. Si fueran hijos y verdaderos discípulos de Dios, habrían sabido que lo que Él estaba diciendo era verdad (ver los versículos 31–32). “Si fueseis hijos de Abraham”, dijo Jesús, “las obras de Abraham haríais”. (versículo 39). Si fueran verdaderamente parte de la familia de Dios, no estarían peleando contra Jesús y buscando matarle.
Los judíos presentes aquel día les dijeron a Jesús que Dios era el único Padre que ellos tenían (versículo 41). “Si vuestro padre fuese Dios, ciertamente me amaríais, para. . .. pues no he venido de mí mismo, sino que Él me envió,” contestó Jesús (versículo 42). Jesús procedió a explicarles que la razón porque no podían comprender lo que Él quería decir, era porque nunca habían nacido en la familia de Dios. Él les dijo que eran como su padre verdadero, el diablo (versículo 44).
Como su padre el diablo, eligieron rechazar la verdad a favor de una mentira. Satanás es el padre de mentiras. Él odia la verdad. Los judíos de la época de Jesús Le volvieron sus espaldas. Dios les habló, pero rechazaron Su Palabra. Como su padre el diablo que era un asesino desde el principio, ellos también querían matar al Hijo de Dios. La mentira de su padre y sangre asesina fluían a través de sus venas. Toda la evidencia probaba que Jesús era exactamente quién Él decía que Él era. Sin embargo los judíos no podían creer la verdad. Si le pertenecieran a Dios habrían creído la verdad, pero por el contrario creyeron las mentiras que su padre el diablo les hablaba.
La enseñanza de Jesús ocasionó bastante alboroto entre los judíos aquel día. Le respondieron llamándole samaritano (versículo 48). Los judíos odiaban a los samaritanos. Le estaban llamando samaritano para insultarle. Para el judío, el samaritano era la clase más baja de vida humana. Era así cómo percibían a nuestro Señor. Sin embargo llamar samaritano a nuestro Señor, no era suficiente. También le dijeron que Él estaba endemoniado. Para estos individuos, Jesús era peor que un samaritano. Él era un samaritano poseído por un demonio del infierno.
“Yo no tengo demonio,” Jesús respondió (versículo 49). Él les recordó a los líderes judíos que el juicio se estaba acercando. Sólo los que guardaran Sus mandamientos serían liberados de esa muerte (versículo 51). Por muerte Él quería decir una separación eterna de Dios. Él les estaba diciendo a estas personas, que el día se estaba acercando cuando serían juzgadas por su negativa a aceptar al Señor Jesús con una separación eterna de Dios. A pesar de estas palabras, los judíos insistieron en no creer. Para estos líderes, Jesús les estaba diciendo que Él era mayor que su padre Abraham. Esto era algo que no podían manejar. “¿Quién te haces a ti mismo?” Le preguntaron insultantemente (versículo 53).
Jesús les recordó a los judíos que Él no estaba buscando glorificarse a Sí Mismo (versículo 54). Su Padre celestial Le levantaría oportunamente. Él les dijo que Abraham padre de ellos, deseó ver este mismo día (versículo 56). Dios le había comunicado a Abraham que un día el Mesías vendría. A Abraham se le pidió incluso ofrecer a su propio hijo como sacrificio en el altar, tal como Dios ofrecería Su Hijo (vea Génesis 22).
Jesús habló como si él conociera a Abraham. “’¡Aún no tienes cincuenta años, ‘ los judíos Le dijeron, ‘ ¿y has visto a Abraham?!’” Para los judíos, ninguna de las cosas que Jesús estaba diciendo tenía sentido. “Antes que Abraham fuese, yo soy,” respondió Jesús (versículo 58). Dios había usado esta expresión en Éxodo 3:14 cuando Él se llamó a Sí Mismo “Yo soy.” Jesús se identificó a Sí Mismo como Dios al usar esta expresión. Eso era más de lo que los judíos podían enfrentar. Recogieron piedras para matar a Jesús. Sin embargo Jesús se escapó de ellos y se fue.
Al rechazar a Jesús, rechazaban a Su Padre. Al rechazar a Dios, probaban que no eran Sus hijos. Eran todavía esclavos del pecado. Creían la mentira de Satanás de que porque eran hijos de Abraham, eran automáticamente hijos de Dios. Satanás continúa hoy esparciendo esta mentira. Él les dice a los individuos que porque crecieron en una familia cristiana, son parte de la familia de Dios. Él les dice que porque pertenecen a una iglesia, también les pertenecen a Dios. El les dice que porque fueron bautizados, son hijos de Dios.
Los esclavos le sirven a la familia, pero no pertenecen a ella. No heredarán la riqueza de la familia porque no están conectados a esa familia por sangre. ¿Usted forma parte de la familia de Dios? La sangre de Cristo es su única esperanza. Aunque sea ahora esclavo, usted puede convertirse en pariente consanguíneo. Sólo la sangre de Cristo le puede limpiar y puede cambiar su estatus. Deje que Su sangre le cubra hoy. Permítale que le cambie y hágase Su hijo.
Para Considerar:
• ¿Es usted esclavo o es usted hijo de Cristo? ¿Qué evidencia hay de esto en su vida?
• ¿Hay mentiras del enemigo que usted ha estado oyendo y creyendo? ¿Cuáles son?
• ¿Qué pruebas hay de que las personas todavía creen las mentiras de Satanás en nuestros días? ¿Cuáles son las mentiras que nuestra sociedad cree?
Para Orar:
• Pídale a Dios que abra su mente a las mentiras del enemigo cuando se cruzan en su camino.
• ¿Ha sido usted adoptado en la familia de Dios? Tome un momento para agradecer al Señor que Él le adoptó como esclavo y le hizo Su hijo.
• Dele al Señor las gracias por las bendiciones de ser hijo de Dios. Nombre sus bendiciones y dele al Señor las gracias por ellas.
Capítulo 24 – Ve a Lavarte
Lea Juan 9:1–7
En una ocasión Jesús y Sus discípulos vieron a un hombre ciego de nacimiento. Cuando iban pasando al lado del hombre, los discípulos Le hicieron una pregunta a Jesús: “Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego?” (versículo 2). Esta declaración revela algo de la creencia de los discípulos. Sentían que Dios le estaba castigando ya sea a este hombre o a su familia para algún pecado secreto, personal.
Hay momentos en los que la enfermedad es el resultado de pecado personal en nuestras vidas. En 1 Corintios 11, Pablo cuestionó la iglesia en Corinto acerca de sus actitudes en la práctica de la Cena del Señor. Algunos estaban participando de una manera indigna. Como consecuencia, muchos integrantes de la iglesia estaban débiles y enfermos. La indicación aquí es que estaban enfermos e incluso de muerte, porque no estaban respetando al Señor y Su mesa. Sin embargo en el ejemplo delante de nosotros en Juan 9, Jesús les dijo a Sus discípulos que este no era el caso con este hombre. Ni este hombre ni sus padres eran culpables de pecado. Él era ciego a fin de que el poder de Dios pudiera ser revelado en su vida.
El Dios que permitió esta ceguera, tenía una razón para eso. Nada en absoluto es sin un propósito. Usted no puede comprender por qué Dios permitió que le pasara algo. Esté seguro de que si bien usted no la puede ver ahora, hay una razón para cualquier cosa que Dios permite. Él resolverá lo que sea que usted sufra, para su bien y la gloria de Él.
En este caso, Dios quiso mostrar Su gloria en la vida de este hombre mediante la sanidad física. Como Jeremías el profeta y Juan Bautista, el ciego había sido elegido antes del nacimiento para una tarea particular. Durante cuarenta años el profeta Jeremías trabajó bajo tremendos obstáculos. Él vio hombre tras hombre rechazarle a él y a su mensaje. El ciego ante nosotros nunca había visto. Sin embargo su papel no fue menos importante. Su sanación impactaría a muchas personas. A través de él, hombres y mujeres llegarían a ver el poder de Dios. A veces las tareas para las cuales El Señor nos llama son muy difíciles. Para algunos significará rechazo. Para otros significará sufrimiento físico. Dios le quitó la vista a este hombre. ¿Qué estaría usted dispuesto a dar a fin de que la gloria de Dios se revelara en usted?
Jesús les recordó a Sus discípulos, que Él tenía que hacer la obra del que Le envió mientras todavía fuera de día, porque la noche se estaba acercando cuando nadie podría trabajar (versículo 4). Él procedió a decirles que Él era la luz del mundo. Jesús les estaba diciendo a los discípulos que el tiempo se les estaba acabando. Él necesitaba hacer las obras de Su Padre, mientras Él todavía estuviera en esta tierra. El tiempo se estaba acercando cuando la luz sería quitada. Jesús la luz del mundo los dejaría. Mientras Él estaba aquí, había todavía mucho trabajo por hacer. La sanación de este ciego era una de las obras que el Padre le había dado hacer.
Es importante que entendamos que Jesús sólo hacía, lo que el Padre le decía que hiciera. Él sabía que era la voluntad del Padre sanar a este hombre. Entendemos esto por la manera en que Jesús les dijo a los discípulos, que la enfermedad de este hombre no era el resultado del pecado, sino para que la gloria del Padre pudiera ser revelada.
Lo que es importante que nos percatemos, es que el Señor Jesús no actuaba por Su propia cuenta. Él sólo hacía lo qué el Padre Le conducía a hacer. Cuán importante es para nosotros seguir el ejemplo del Señor Jesús aquí. Aquéllos de nosotros que estamos en el ministerio sabemos cuán fácil es para nosotros hacer las cosas a nuestra manera. ¿Cuánto más habríamos avanzado hoy si sólo empezáramos cada día buscando la voluntad del Padre antes de avanzar?
Habiéndoles dicho a los discípulos que era la voluntad del Padre que este hombre fuera sanado, ‘’el Señor escupió en el suelo hizo algo de barro con la saliva y la puso en los ojos del hombre” (versículo 6). No se nos dice por qué Jesús hizo esto. Cuando el noble llegó a Jesús para pedirle que sanara a su hijo, Jesús ni siquiera fue con Él para ver a su hijo (vea a Juan 4). Jesús sanó a su hijo desde lejos. No era necesario que El Señor tocara físicamente a un individuo para curarlo.
Este encuentro nos enseña que El Señor no siempre trabaja con todos nosotros del mismo modo. Jesús sanó al hijo del noble desde lejos. Él sanó a este hombre aplicando barro en sus ojos. Él resucitó a Lázaro de los muertos llamándole a voces. Él sanó a los lisiados y los enfermos tocándoles. Por simplemente tocar el borde del manto de Jesús, una señora fue curada. Jesús trata con cada uno de nosotros de una forma individual. Usted no es otro artículo en la línea de montaje. Él le conoce por su nombre y Él trata con usted individualmente y personalmente.
Aunque Jesús pusiera barro en los ojos de este ciego, el hombre no fue curado inmediatamente. Esto no fue porque Jesús hubiera fallado. No toda sanación es instantánea. Todo estaba listo para la sanación. Dios había escogido al hombre para curarle. El Señor Jesús le había tocado. El barro cicatrizante estaba en sus ojos, pero él no estaba aún curado. ¿Cuál era el problema? El problema era que Jesús le había dicho que fuera a lavarse al estanque de Siloé. Aún cuando todo estaba listo, nada ocurriría hasta que el hombre diera el paso al frente en fe y se lavara en el estanque de Siloé.
El acto de lavarse en el estanque, era un acto de fe. En los días del profeta Elías, un hombre de nombre de Naamán llegó a él para que le curase de su lepra (2 Reyes 5). Elías le dijo que fuera y se lavara en el río Jordán siete veces y se curaría. Naamán se insultó. Él regresaba a casa cuando su criado le convenció de que él debería hacer exactamente lo que el profeta le dijo. Naamán se tragó el orgullo y fue al río a lavarse. Cuando él salió del agua la séptima vez, Naamán estaba curado tal como Elías le había dicho. Antes de que su sanación pudiera ocurrir, Naamán tuvo que rendirse al Dios de Israel y hacer lo que Él dijo. Él pudo haberse alejado de su sanación. Habría sido fácil que el ciego dijera, “¿De qué sirve? Si no soy curado ahora no seré curado solamente porque me lave mi cara?” Él pudo haberse marchado dando media vuelta y pudo haber rehusado la sanación que El Señor quería darle.
¿Cuántas personas están simplemente a un paso de su sanación hoy? He oído a las personas decir: “Si Dios quisiera darme victoria, Él lo haría sin que yo tuviera que ir a nadie más?” “Si Dios quisiera salvarme, Él podría salvarme sin que yo tuviera jamás que poner el pie dentro de esa iglesia.” “Si Dios quisiera atraerme más cerca, Él lo haría sin que yo jamás tuviera que ir a esa conferencia.” Todas estas cosas son ciertas en ellas mismas, ¿pero es así cómo quiere el Señor hacerlo con usted? ¿Pudiera ser que el medio por el cual Dios quiere curarle o renovarle es haciéndole humillarse e ir a alguien más? Jesús podía haber sanado a ese ciego aquel día sin que él tuviera que ir al estanque de Siloé– pero Él no lo hizo. ¿Cómo quiere él tratar con usted? No estorbe lo que quiere Dios hacer en su vida siendo terco y rehusando hacer lo qué Dios le está diciendo que haga. Si Dios quiere que usted vaya al estanque, entonces vaya al estanque. Si Dios quiere que usted se humille, entonces humíllese. No endurezca su corazón.
No tenemos que continuar en nuestra ceguera cuando se ha hecho todo para nuestra sanación. Como el ciego, de ese paso de fe y experimente todo lo que Dios tiene para usted.
Para Considerar:
• ¿Por qué usted supone que Dios quiere que nosotros a veces demos un paso de fe antes de liberar su bendición?
• Tome un momento para considerar las cosas importantes que Dios ha hecho en su vida. ¿Hubo alguna forma, en que usted también tuvo que dar el paso al frente en fe, antes de experimentar esa victoria?
• ¿Trabaja Dios en cada persona de la misma manera? ¿Qué nos enseña esta sección de la Sagrada Escritura, acerca de la forma de Dios de tratar con cada uno de nosotros?
• ¿Ha habido momentos en su vida cuando usted no ha dado un paso necesario de fe? ¿Cuál fue el resultado?
Para Orar:
• Pídale a Dios que le perdone por las veces cuando usted se alejó de lo que Él le estaba pidiendo que hiciera.
• Pídale a Dios que le haga estar dispuesto a hacer las cosas a la manera de Él y no a su manera.
• Agradezca al Señor por la manera en que Él nos trata individualmente. Agradézcale que Él conoce a cada uno de nosotros personalmente y tratará con nosotros en una forma muy personal.
Capítulo 25 – Vista Espiritual
Lea Juan 9:8–38
Jesús había sanado a un hombre ciego de nacimiento. Aunque él hubiera sido curado físicamente, estaba todavía la pregunta de su vista espiritual. Jesús aún no había terminado con este hombre.
Cuando sus vecinos vieron que el hombre había sido curado, no sabían qué pensar. “¿No es éste el que se sentaba y mendigaba?” preguntaban (versículo 8). Algunos creían que era él. Los otros creían que era otra persona. No habían esperado que este hombre viera otra vez. Su problema no era que no le reconocieran; era su incredulidad en el milagro.
El gentío le pidió al hombre curado, que explicara lo que le había ocurrido. Él les aseguró que él era el mendigo ciego que todos ellos conocían. “¿Cómo fueron entonces abiertos tus ojos?” preguntaron (versículo 10). Él les dijo cómo el Señor Jesús había ungido sus ojos con barro y le había dicho que fuera y a lavarse en la piscina de Siloé. Cuando él obedeció, él fue curado de su ceguera.
¿“Donde está este hombre?” preguntaron (versículo 12). “No sé” fue su respuesta. Esta conversación entre la gente y el mendigo fue importante. El hombre ciego de nacimiento conocía muy poco de Jesús. Para él Jesús era simplemente el hombre que le había sanado. Él no sabía Su nombre o donde Él vivía.
La gente llevó al hombre curado a los líderes judíos, para ver lo que tenían que decir. Ellos también le preguntaron como él había sido sanado. “Él puso barro en mis ojos. . . Y me lavé, y ahora veo” les dijo (versículo 15). Porque este milagro había sucedido en el sábado judío, los líderes judíos estaban divididos. Algunos decían que porque Él sanaba en el sábado judío, no era posible que Jesús pudiera ser de Dios. No podían creer que alguien de Dios rompiera su interpretación de la ley del sábado judío. Los otros afirmaban que ningún pecador posiblemente podría hacer lo que hizo Jesús, si él no viniera de Dios. Se volvieron al hombre ciego de nacimiento y le preguntaron su opinión. Esto lo puso en una posición muy delicada. Con seguridad iba a ofender a alguien.
Todo el mundo esperaba su respuesta. “Él es un profeta” dijo el hombre (versículo 17). Su respuesta mostraba que él aún no había llegado completamente a comprender quién era Jesús. Sin embargo él creía que el poder de Dios era evidente en Jesús. Por esta razón él le llamó a Jesús profeta.
Los líderes comenzaron a dudar, si el hombre ante ellos alguna vez había sido ciego (versículo 18). No estaban seguros de lo que pensaban de este milagro y andaban buscando la manera de restarle importancia. Los líderes mandaron a buscar a los padres del hombre curado. Cuando llegaron, los líderes les preguntaron si éste era su hijo que había nacido ciego. Los padres les aseguraron a los líderes judíos que él era ciertamente su hijo y que él había sido ciego de nacimiento. Sin embargo cuando les preguntaron cómo él había sido curado, los padres se negaron a contestar. No querían enredarse en una discusión sobre la persona de Jesús. Los fariseos ya habían dejado claro que al que reconociera a Jesús como el Cristo, se le expulsaría de la sinagoga (versículo 22). Sus padres no querían que ocurriera esto.
Otra vez, los líderes llamaron al hombre para interrogarle otra vez. Esta vez su enfoque fue más directo. “’Da la gloria a Dios, ‘ dijeron. Sabemos que este hombre es pecador, (versículo 24). El hombre curado contestó: “Si él es pecador o no, no sé. Una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo.” Su mente no estaba clara acerca de la identidad de Jesús, pero él si sabía que Jesús había hecho algo en su vida. Muchas veces no tendremos todas las respuestas. ¿Quién entre nosotros puede, en realidad, explicar la obra de Dios? ¿Puede explicar usted cómo o por qué Dios hace lo qué Él hace? Aún cuando no podamos explicarles a otros por qué Dios hace lo que Él hace, ciertamente les podemos decir lo que Él ha hecho en nosotros y cómo Él ha cambiado nuestras vidas. Esto es lo que el hombre curado estaba haciendo.
Descontentos con la respuesta, los judíos continuaban su interrogación. Le preguntaron otra vez cómo él había sido curado (versículo 26). La paciencia del hombre curado se estaba acabando. “Se los he dicho ya y usted no escucharon. ¿Por qué quieren oírlo otra vez? ¿Quieren ser ustedes discípulos suyos, también?” Esa declaración hirió a los judíos profundamente. Se ofendieron por esto y respondieron enfurecidos. Le lanzaron insultos (versículo 28). Entonces dijeron: “¡Tú eres Su discípulo; pero nosotros, discípulos de Moisés somos. Nosotros sabemos que Dios ha hablado a Moisés; pero respecto a ése, no sabemos de dónde es.’’
Con estas palabras, los líderes judíos se separaban ellos mismos de lo que Jesús había logrado al restaurar la vista del mendigo ciego. Los judíos mostraban gran fervor por lo que creían ser la verdad, pero ninguna compasión por el hombre que había sido curado. No podían gozarse de su vista recién recibida, porque estaban demasiado ocupados defendiendo su concepto de la verdad.
El hombre curado confrontó a los fariseos: “Pues esto es lo maravilloso, que vosotros no sepáis de dónde es y a mí me abrió los ojos.” (versículo 30). Él procedió a decirles a los fariseos: “sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguno es temeroso de Dios y hace Su voluntad, a ése oye Dios”. Esto nos dice que el hombre curado veía a Jesús no sólo como profeta, sino también como una persona piadosa que estaba haciendo la voluntad del Padre. El Padre contestaba las oraciones de Jesús, porque Él estaba haciendo Su voluntad. Para el hombre ciego de nacimiento, la única manera para explicar el milagro que él acababa de experimentar, era que Jesús estaba haciendo la voluntad de Dios, el Padre celestial. “Si éste no viniera de Dios, nada podría hacer” les dijo (versículo 33).
Cuando oyeron esto, los fariseos respondieron: “! Tú naciste del todo en pecado, ¿y nos enseñas a nosotros?!” (versículo 34). Los fariseos creían lo que los discípulos de Jesús habían creído (versículo 2). Creían que la ceguera de este hombre era el resultado de algún pecado personal en su vida. Sentían que Dios le estaba castigando por ese pecado. ¿Cómo podría un despreciable pecador como él, incluso intentar enseñarles alguna cosa? No había nada que él les pudiera enseñar. Sus mentes estaban cerradas. Estaban tan enojados con él que lo echaron de la sinagoga. Él era un marginado a partir de ese día.
Cuando Jesús oyó que el hombre curado había sido echado de la sinagoga, él hizo un esfuerzo especial para verle. “¿Crees tú en el Hijo del Hombre?” Jesús preguntó (versículo 35). “¿quién es él, señor”? respondió el hombre. Él en realidad no sabía. “Pues le has visto y el que habla contigo, él es,” contestó Jesús (versículo 37). Esas palabras dieron en el blanco. “Señor, creo,” dijo el hombre y se postró y adoró a Jesús. Algo ocurrió en ese momento. Invisible al ojo humano, la mano de Dios estaba tocando los ojos espirituales de este hombre y le estaba dando vista espiritual.
Ahora él comprendía quién era Jesús. Él le había defendido ante los fariseos, pero no había sabido quién era Él en realidad. Él había sido expulsado de la sinagoga y había sufrido por el nombre del Señor Jesús sin conocerlo como Señor y Salvador. Al conocer a Jesús aquel día, el propósito completo de Dios se logró en su vida – la sanación física y espiritual.
¿Y usted? ¿Usted ha estado sirviéndole a Jesús sin realmente conocerle? Quizás usted haya salido en defensa de Él en el trabajo o en la escuela. Quizás usted haya sufrido por su postura en asuntos religiosos o espirituales. ¿Sin embargo está usted como el hombre anteriormente ciego, sirviéndole a una persona que usted en realidad no conoce? ¿Cómo el hombre que nació ciego, se ha postrado usted en adoración y sometido en humilde sumisión al Señor Jesús? ¿Le ha reconocido usted finalmente como Señor y Salvador, el Hijo de Dios? No pase la vida sirviéndole a un Dios que usted no conoce. Qué diferencia hizo en la vida de este hombre entender quien Jesús era realmente. Él continuaría sirviéndole y defendiendo su nombre, pero ahora su servicio tomaría un nuevo significado.
Este mendigo ciego ganó una vista que les faltó a los líderes religiosos de su día. Con toda su educación y su experiencia, no tuvieron lo que este hombre tuvo. Él vio a Jesús como el Hijo de Dios, mientras los fariseos Le rechazaron. Este hombre viviría por la eternidad en presencia del Jesús que lo había sanado. Los fariseos perecerían y pasarían una eternidad separada de Dios. Los fariseos, con todas sus tradiciones religiosas y sus doctrinas, no vieron lo que este hombre vio ese día.
Para Considerar:
• ¿Qué necesitó el ciego para llegar a conocer al Señor? ¿Era su sanidad física suficiente como para llevarlo a una comprensión de quién realmente era Jesús? ¿Cuál era la relación entre su sanación física y su definitiva salvación?
• ¿Cuál era la diferencia entre la relación del ciego con Jesús antes de conocerle en el templo y después de conocerle?
• ¿Puede recordar usted el día que usted conoció al Señor Jesús y Le aceptó como su Señor y su Salvador? ¿Qué diferencia hizo eso en su vida? ¿De qué manera diferente usted vio las cosas?
• ¿Qué significa ser curado de la ceguera espiritual ¿Hay prueba de ceguera espiritual alrededor de nosotros hoy?
Para Orar:
• ¿Conoce usted a que alguien que, como el hombre curado, defiende la causa de Jesús sin realmente conocerle? Pídale al Señor que se revele a este individuo en una forma especial.
• Agradezca al Señor que Él le sanó su ceguera espiritual y se mostró El mismo como Señor y Salvador.
Capítulo 26 – Ceguera Causada por Ellos Mismos
Lea Juan 9:39–41
La discusión de Jesús con el hombre ciego de nacimiento estaba llegando al final. Los fariseos habían estado presentes durante esta interacción. Lucharon con lo qué Jesús estaba diciendo. Él estaba afirmando ser el Hijo del Hombre (versículo 35). Para el fariseo esto era blasfemia.
Aquí en esta siguiente sección, Jesús les dijo a los presentes por qué Él había venido a la tierra: “Para juicio he venido yo a este mundo; para que los que no ven, vean, y los que ven, sean cegados.” Necesitamos tomar un momento para examinar lo que quiso decir Jesús con esta declaración.
No tenemos ningún problema en comprender el hecho de que Jesús vino a darle la vista espiritual a los que estaban perdidos en sus pecados. Jesús le había dado esta vista espiritual al hombre ciego de nacimiento. Este hombre había estado viviendo en la oscuridad espiritual. Él no había conocido al Señor Jesús y el medio de salvación. Cuando Jesús abrió sus ojos espirituales, el hombre comprendió por primera vez que Jesús era el Cristo, el Hijo de Dios que había venido a salvarlo de su pecado. La luz brilló en su interior. El hombre curado fue iluminado para ver su necesidad de Jesús y la salvación que Él ofrecía. El hombre abrió su corazón y se rindió al trabajo del Espíritu Santo de Dios. Ese día su vida cambió.
¿Qué quiso decir Jesús cuando les dijo a sus oyentes que Él también había venido para que “los que ven sean cegados” (versículo 39)? En la historia de la curación del mendigo ciego, los fariseos se jactaban de que ellos eran los que tenían profundo entendimiento espiritual. Eran los maestros de la Ley. Eran los iluminados. Miraban con desprecio al ciego, afirmando que él no sabía nada (versículo 34). No creían que este mendigo tuviera ninguna cosa que enseñarles. Ni creían que Jesús tuviera que enseñarles ninguna cosa. Éstos eran los individuos que serían enceguecidos.
En la historia ante nosotros, vemos un ejemplo de lo que Jesús estaba comunicando. Al ciego se le hizo ver la realidad de Jesús en su vida. A los que afirmaban ver les fue revelado lo que realmente eran– ciegos espirituales. Incluso este mendigo sencillo podía ver más allá de la supuesta sabiduría de los fariseos. Jesús expuso su ceguera espiritual al mundo.
Los fariseos, tan ciegos como eran, inmediatamente se dieron cuenta de lo que Jesús estaba diciendo. “¿Acaso nosotros somos también ciegos?’’ preguntaron (versículo 40). Jesús respondió: “Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; mas ahora, porque decís: Vemos, vuestro pecado permanece.” (versículo 41). Examinemos las palabras de Jesús más detalladamente.
Jesús les dijo a los fariseos que si que fueran ciegos, no serían culpables de pecado. Esto quiere decir que si nunca hubieran oído el mensaje del evangelio, ¿no serían responsabilizados por su pecado? Esto apenas puede ser el caso. Si esto fuera el caso, Jesús nunca habría necesitado morir por nuestros pecados. Si quedándose en su ceguera el mundo pudiera ser inocente ante Dios, sería más conveniente que nosotros abandonemos el llamado de Dios y dejemos el mundo en la oscuridad. Sin embargo éste no es el llamado de Dios. Jesús vino a revelar la verdad. Él vino a predicar las buenas noticias de salvación.
Para comprender lo qué Jesús nos está diciendo aquí, debemos interpretar este verso a la luz del resto de la Sagrada Escritura. En Romanos 1:18–21 leemos:
‘’Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad; porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos y su necio corazón fue entenebrecido.’’
Pablo nos dice aquí que Dios se ha revelado a Sí Mismo a todas las personas. Aunque los hombres nunca puedan haber oído el nombre de Jesús, el carácter de Dios es obvio en la creación. A través de la creación comprendemos el poder y la naturaleza de Dios. La única manera en que podemos ser ciegos a Dios, es si voluntariamente volvemos nuestras espaldas a la abrumadora evidencia a nuestro alrededor. Dios nos da cada aliento que respiramos. Cada latido de nuestros corazones es un recordatorio de que Dios existe. Toda la creación grita que Dios está vivo. Dios nos ha creado a Su propia imagen. Cada uno de nosotros tenemos un alma que puede compartir armoniosamente con Dios. Por nuestra mera naturaleza, deseamos ardientemente un significado espiritual. Nuestro ser entero clama a Dios. La ceguera espiritual es el resultado de volver nuestras espaldas al conocimiento que Dios nos da. Nadie será condenado sin razón. Estamos condenados, porque como los fariseos desechamos toda la prueba que está nuestro alrededor.
Los fariseos y los judíos de la época de Jesús rechazaron la prueba que Dios les había dado. Afirmaban conocer la verdad, pero volvieron sus espaldas al Señor Jesús. Sentían que tenían un camino mejor. Dios había hablado en alta voz. Los fariseos veían la evidencia a su alrededor. El Señor Jesús había sanado al ciego. Oyeron al Señor Jesús hablarles. También tenían el testimonio de las Escrituras que estudiaban. A pesar de toda esta videncia, los fariseos volvieron sus espaldas al Señor Jesús. Vieron al Mesías, pero le rechazaron. Si Dios nunca les hubiera hablado a través de la creación, su naturaleza interna, las Sagradas Escrituras y toda una multitud de otros medios, quizás legítimamente pudieran afirmar ser ciegos. Este no era el caso. Estaban sin excusa porque Dios claramente se había revelado a ellos.
La realidad del asunto es que todos nosotros estamos sin excusa para rechazar a Jesús. Hay prueba abundante para probar que Jesús es como Él afirmaba ser. Nadie jamás podrá declararse inocente delante de Él. Es imposible no ver la evidencia de Dios. No somos condenados porque Dios nunca se nos haya revelado. Somos condenados, porque después de ver la evidencia, la rechazamos.
Jesús vino para que los que no podían ver fueran curados y se les diera nueva vista. Él vino para que los que afirmaban ver y estaban guiando mal a otros fueran desenmascarados por su maldad.
Para Considerar:
• ¿Qué evidencia hay de la realidad de un Dios personal alrededor nuestro hoy?
• ¿Puede afirmar alguien alguna vez verdaderamente ser espiritualmente ciego a la presencia de un Dios personal en este mundo?
• ¿Cómo se reveló Dios a usted personalmente?
Para Orar:
• Agradezca al Señor por la manera en que Él se le haya revelado a usted en Su Palabra y en la creación.
• ¿Tiene usted amigos que han estado resistiendo al Señor? Tome un momento para pedirle al Señor que abra los ojos de ellos a la realidad de un Dios personal.
Capítulo 27 – El Buen Pastor
Lea Juan 10:1–21
En Juan 10 el Señor Jesús se comparó a un pastor. A través de esta ilustración Él enseñó algunas verdades muy espirituales importantes acerca de Sí Mismo y nuestra relación con Él.
Jesús empezó declarando, que el que no entra en el redil de las ovejas por la puerta es ladrón y salteador (versículo 1). El redil de las ovejas es un lugar de seguridad y refugio para las ovejas. Jesús parece estar usando el redil para ilustrar muchos aspectos diferentes de la salvación. En el versículo 1 vemos que las ovejas deben entrar en este redil a través de un determinado portón. El versículo 7 nos dice que Jesús es la puerta para el redil de la salvación. Si usted quiere experimentar la seguridad y el refugio de la salvación, usted necesitará entrar por medio del Señor Jesús. Hay muchas maneras en que las personas intentan entrar en este redil. Algunos prueban yendo a la iglesia. Otros prueban con las buenas obras. Creen que si van bastantes veces a la iglesia o hacen bastantes buenas obras, entonces Dios los aceptará. Jesús nos está diciendo que cualquiera que trata de salvarse del juicio por cualquiera de estos recursos, es lo mismo que un ladrón o un salteador. No son bienvenidos en el corral. Son impostores. No son creyentes verdaderos. El creyente verdadero entrará por la puerta. El creyente verdadero es uno que entiende, que el único camino para entrar en la salvación de Dios es a través de la obra del Señor Jesucristo.
En los tiempos bíblicos los pastores traían a sus ovejas a un redil central por la noche. Estos pastores contrataban a una persona para estar de guardia en la puerta toda la noche. Cuando los pastores llegaban temprano por la mañana para llevar sus ovejas al pasto, las ovejas de todos los pastores estaban mezcladas. Para separar a las ovejas, los pastores simplemente llamaban a sus ovejas. Las ovejas reconocían la voz de su propio pastor. Cuando oían su voz, estas ovejas se abrían paso hasta el sonido de aquella voz y eran conducidas a pastar. Las ovejas no escuchaban la voz de un desconocido. Se escapaban de cualquier otro pastor que intentara llamarlas. Respondían sólo a la voz de su propio pastor.
Esto es un verdadero reto para nosotros como creyentes que hemos experimentado la maravillosa salvación de Dios. Hay muchas voces a nuestro alrededor. Estas voces nos llaman a experimentar la vida en su plenitud. Nos tientan a apartarnos justamente por un momento de los principios de la Palabra de Dios. Los que verdaderamente les pertenecen al Buen Pastor huirán de estas voces. Siguen sólo una voz – la voz del Señor Jesús.
Fíjese que hay una relación íntima entre el pastor y las ovejas. El pastor puede reconocer a cada oveja. Un buen pastor conoce de nombre a cada oveja en la manada. Aún cuando Jesús está interesado en Su iglesia como un todo, Él está interesado en particular en nosotros como individuos. Él conoce nuestros nombres. Él conoce el número de cabellos en nuestras cabezas (Mateo 10:30). Él sabe cuándo las cosas no nos están yendo bien. Él sabe cuando estamos sufriendo y Le importa profundamente.
Hemos visto cómo Jesús se comparó al portón (versículo 7). Sin embargo Jesús le advirtió a Su audiencia, que había muchas personas que afirmaban tener otro camino de salvación. Jesús fue claro aquí: “Todos los que antes de mí vinieron, ladrones son y salteadores” (versículo 8). Estos individuos no pertenecían al corral. Estaban tratando de extraviar a las ovejas. Incluso en los días cuando el Señor Jesús caminaba sobre esta tierra, eran evidentes esos “ladrones y salteadores”. Jesús a menudo entró en conflicto con los fariseos, quienes se erigían en pastores del pueblo de Dios. En realidad estaban induciendo al error a las personas apartándolas del verdadero pastor. Incluso en nuestros días puede haber falsos pastores en medio de nosotros. Jesús es el único pastor verdadero. Solamente Él puede cuidarnos y nos puede proveer la salvación plena de Dios. Jesús nos recuerda que a Sus ovejas no las engañarán fácilmente. Reconocerán a estos falsos pastores. El Espíritu de Dios les revelará esto cuando examinen la verdad de la Sagrada Escritura.
En el verso 9 vemos todavía otro aspecto que ofrece la salvación del Señor. Fíjese que el pastor saca a sus ovejas a ricos pastos. No sólo Jesús nos conduce al redil de salvación, Él también nos conduce desde ese lugar a pastos de vida abundante (vea versículo 10). El Señor tiene mucho más en reserva para nosotros que simplemente una experiencia de salvación. La salvación es simplemente el comienzo. Imagínese a las ovejas contentándose con permanecer todo el día en el corral de ovejas. El gozo que se estarían perdiendo. Los pastos de vida abundante están rebosando con pasto fresco y aguas refrescantes. El Buen Pastor quiere conducir a Su pueblo de ese lugar de salvación a la alegría del servicio y la comunión con Él. Hay más en un matrimonio que simplemente la boda. La salvación, como la boda, nos lleva a una relación maravillosa. Ahora que hemos experimentado esa relación con el Señor Jesús, debemos trasladarnos de allí a las nuevas alturas de comunión y servicio.
De buen grado, se requiere una cierta cantidad de coraje para salir del corral, pero el Señor ha prometido guiarnos. Si estamos dispuestos a seguir al pastor en este territorio desconocido, Él eventualmente nos conducirá a refrescantes pastos y corrientes tranquilas.
Fíjese en este pasaje que hay cosas que caracterizan la relación entre las ovejas y el pastor. Primero, las ovejas pueden distinguir la voz de su pastor de todas los demás voces (versículo 3). El Espíritu de Dios que mora dentro de los corazones de los creyentes, les permite conocer la voz de Cristo en medio de una multitud de voces mundanas que buscan que se les escuchen.
En segundo lugar, el pastor va delante de sus ovejas y las guía (versículo 3). Aún cuando puede haber muchas luchas y dificultades para nosotros, como creyentes podemos estar seguros que el pastor, que va delante de nosotros, nos resguardará del peligro. Podemos salir con confianza porque el Buen Pastor ha ido delante de nosotros para mantener alejado al enemigo.
En tercer lugar, las ovejas no escucharán la voz de otro (versículo 5). Aún cuando haya muchas tentaciones a lo largo del camino, las ovejas tienen en mente un único sendero. Sólo escucharán el sonido familiar de la voz de su pastor. Huyen de la voz de otro pastor. Esto debe caracterizar nuestra relación con el Buen Pastor hoy. Deberíamos poder reconocer Su voz y solamente seguirle a Él. Deberíamos poder volver nuestras espaldas a las otras voces clamando que les presten atención. Nosotros también necesitamos tener una mente de un único sendero.
Tan profunda e intensa es la devoción del pastor por sus ovejas que él voluntariamente daría su vida por ellas (versículo 11). Un falso pastor no daría voluntariamente su vida por las ovejas. Si un lobo entrara en el corral, el asalariado huiría, dejando a las ovejas en peligro. Sin embargo El Buen Pastor, voluntariamente da Su vida para salvar incluso una de estas ovejas.
¿No es sorprendente que un pastor tuviera tal devoción por sus ovejas? Es difícil imaginarse que un ser humano muriera para salvar la vida de un solo animal. Cuánto más allá de nuestra comprensión es que el Señor Jesús, el Hijo de Dios, ¿diera su vida por usted y por mí? ¿Por qué moriría un Dios santo por personas pecaminosas? Éste es un misterio que nunca podremos comprender completamente.
Como el Buen Pastor, Jesús conoce a todas sus ovejas (versículo 14). Había otras ovejas que todavía no encontraban su camino al redil. Estas ovejas eran de diversas tribus y naciones. Somos una parte de esas ovejas de las que Jesús habló ese día. Jesús las conocía a todas ellas. Él también las llamaría a salir y ellas también oirían Su voz y Le seguirían.
Jesús voluntariamente dio Su vida por Sus ovejas en la cruz. Nadie Le quitó Su vida. Los líderes religiosos del día pensaban que tenían autoridad para quitarle la vida al Señor Jesús. Éste no era el caso. Jesús ofreció Su vida libremente por usted y por mí (versículo 18). Él hizo esto en obediencia a la orden y el propósito de Su Padre.
Cuando los judíos oyeron lo qué Jesús les estaba diciendo, estaban divididos en su opinión de Él. Algunos alegaban que Él tenía un demonio y que Él había perdido la razón. Intentaron desalentar a otros a escuchar Su enseñanza (versículo 20). Hubo otros en el gentío aquel día que no estaban tan seguros de que Él estuviera poseído por un demonio. Se preguntaban cómo podía un demonio en verdad hacer ver al ciego. Si bien necesariamente no Le aceptaban como el Hijo de Dios, por lo menos estaban abriendo sus ojos y sus oídos a los hechos que se les estaban presentando.
Para Considerar:
• ¿Qué nos enseña este pasaje acerca de que Jesús es el único camino de salvación? ¿En qué formas intentan las personas en nuestros días merecer la salvación?
• ¿Es la salvación un fin en sí? ¿Qué espera Dios de nosotros ahora que hemos llegado a Él?
• ¿Cómo podemos distinguir la voz del Señor de las voces que demandan nuestra atención cada día?
• Si el Buen Pastor está dispuesto a dar la vida por las ovejas, ¿cuál es nuestra obligación en la camaradería en el redil de la salvación?
Para Orar:
• Tome un momento para orar por los “ladrones” y “los salteadores que han entrado en la iglesia en la actualidad. Pídale a Dios que los traiga a Sí Mismo o los quite de sus posiciones de autoridad.
• Pídale a Dios que le dé una más profunda comprensión de Su voz y conducción.
• Pídale a Dios que le conduzca a pastos más ricos de abundante vida.
• Agradézcale a Dios que Él le trajo al redil. Agradézcale que Él estuvo dispuesto a dar Su vida por usted como Su oveja.
Capítulo 28 – Ovejas Escogidas
Lea Juan 10:22–42
Era la celebración de la Fiesta de la Dedicación. Esta fiesta conmemoraba la rededicación del templo después de muchos años de abandono. Esta celebración es conocida hoy por los judíos como Hanukkah. Se celebra alrededor de la época de Navidad. Jesús estaba en Jerusalén durante esta fiesta.
En esta ocasión, los judíos emplazaron a Jesús: “Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente.” (versículo 24). Estaban buscando razones para acusarle. “Se los he dicho, y no creen; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí,” respondió Jesús (versículo 25). Aunque habían visto estos milagros, los judíos los rechazaban como señal de aprobación de Dios en la vida y ministerio de Jesús. Jesús les dijo a estos líderes que le habían rechazado, que no creían porque no eran sus ovejas (versículo 26). Él regresa a la ilustración del pastor llamando a las ovejas en su redil. Al oír la llamada del pastor, las ovejas vienen inmediatamente para seguir a su pastor. Los que le pertenecen a Cristo oirán Su voz y Le seguirán. Los líderes judíos no podían reconocer Su voz, porque no pertenecían a Él.
Ésta es una doctrina difícil de aceptar para muchas personas. A todos nosotros nos gustaría creer que somos hijos de Dios. Esto no es así. Desde el mismísimo principio del tiempo, Dios siempre ha tenido un pueblo escogido. Él escogió a los israelitas de entre todas los demás naciones en la tierra para ser su pueblo. Él se reveló a ellos y oyeron Su voz. Él también tiene un pueblo hoy. Los que Le pertenecen oirán Su voz y Le aceptarán como su Señor y su Salvador. Él vino por ellos. Él los llama por su nombre. Responden porque han recibido la capacidad de reconocer Su voz. Si no fuera por el hecho de que el Espíritu de Dios abrió mis oídos y me dio entendimiento, nunca habría podido comprender el mensaje maravilloso del Evangelio. Le debo mi salvación completamente a Dios y a Su gracia por darme oídos para escuchar y una mente para entender.
Los judíos de la época de Jesús habían oído al Señor hablarles. Presenciaron Sus milagros. Oyeron Su enseñanza, pero volvieron sus espaldas a Él. La presencia de Cristo en medio de ellos no pudo suavizar sus corazones. Quizá es necesario que se nos recuerde, que ésta también sería nuestra condición si el Señor Jesús no hubiera quitado nuestro viejo corazón de piedra y lo hubiera reemplazado con un nuevo corazón de carne.
Dios podría salvar a cada ser humano en la tierra – pero Él no hace. El infierno es una realidad. Millones de individuos un día se encontrarán envueltos en sus llamas. ¿Por qué me he librado de estas llamas, mientras mi vecino no? ¿Es porque soy mejor que mi vecino? ¿Es porque soy más inteligente? ¿Es porque tengo una inclinación más natural hacia las cosas de Dios? No soy diferente a mi vecino. Me he librado de las llamas del infierno sólo porque el Señor Jesús extendió Su mano, tocó mi vida y perdonó mi pecado. ¿Por qué Él eligió tocarme y salvarme y no a mi vecino?, quizás nunca lo sepa. Sólo le puedo agradecer que Él lo hiciera y orar para que Él haga lo mismo con mi vecino.
Porque soy la oveja del Señor, he oído Su voz. Estoy también seguro en Él. Él me ha dado vida eterna. Nadie puede quitarme esa vida (versículo 28). Mi pastor es mayor que cualquier problema o cualquier obstáculo que alguna vez haya de encontrar. Él es mayor que cualquier demonio del infierno o cualquier tentación que alguna vez enfrentaré en mi vida. Él es incluso mayor que mi propia naturaleza propensa al pecado. Él puede anular mis propias decisiones personales cuando no son de mi interés espiritual. Él es un buen pastor. Él no permitirá que mi enemigo me venza. Jesús conservará hasta el final a todos los que el Padre Le dio (versículo 28). Los dos, Él y el Padre tenían el mismo sentir en este asunto.
Cuando los líderes judíos oyeron lo qué Jesús dijo, tomaron piedras para apedrearle. Él había afirmado ser uno con el Padre. Él afirmó ser Dios. “Muchas buenas obras os he mostrado de mi Padre; ¿por cuál de ellas me apedreáis?” Jesús preguntó (versículo 32). “Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces Dios. (versículo 33).
En respuesta a sus acusaciones, Jesús llamó su atención al Salmo 82:6. En este Salmo, Asaf, hablando a los líderes políticos de la época, los llamó “dioses. “Eran dioses porque ejercían dominio y autoridad sobre la tierra. Aunque fueran meros hombres, el escritor de este Salmo bajo la inspiración de Dios, les llamó “dioses.” Jesús sabía que los judíos tenían admiración por las Sagradas Escrituras. La observación que Jesús estaba haciendo era ésta: ¿Si el Salmista, bajo la inspiración de Dios, llama a los meros hombres, “dioses,” cuanto más el mismo enviado de Dios tiene el derecho de llamarse Hijo de Dios?
Antes de dejarlos, Jesús les señaló a los líderes otra vez Sus milagros. Él les recordó que los milagros eran prueba de que Él era de Dios. Sólo Dios podría hacer las cosas que Jesús hizo. Aunque oyeron Su razonamiento y vieron Sus milagros, los judíos todavía rechazaban al Señor Jesús. Intentaron prenderle, pero Él se escapó de ellos.
Posiblemente por su incredulidad, Jesús los dejó y fue al otro lado del río Jordán. Aquí la gente creyó en Su nombre. Qué contraste tenemos en estos dos grupos de gente. Un grupo no podía creer en Él. El otro grupo no podía evitar creer en Él. Ninguna cantidad de razonamiento o ningún milagro jamás convencerían a los líderes judíos de que Jesús era el Hijo de Dios. Excepto por la gracia de Dios, usted y yo seríamos así como esos judíos. Si usted conoce al Señor hoy, agradézcale que Él le ha dado oídos para escuchar y una mente a entender.
Para Considerar:
• ¿Cómo usted vino a conocer al Señor Jesús? ¿Qué prueba hubo de que éste fue el trabajo del Señor?
• ¿Qué fue lo que le convenció de que Jesús era todo lo que Él dijo Él era?
• ¿Qué tipo de relación existe entre el pastor y sus ovejas aquí en este pasaje? ¿Qué consuelo recibe usted de esto?
Para Orar:
• Agradezca al Señor que Él se reveló a usted.
• Pídale al Espíritu Santo que continúe Su trabajo de convencer a las personas de la verdad en nuestra época.
• Pídale a Dios que abra los corazones de sus seres queridos a fin de que puedan oír y comprender lo que Él está diciendo.
Capítulo 29 – Andar en Luz
Lea Juan 11:1–16
Cuando Jesús ministraba al otro lado del Jordán, Le llegó la noticia de que Lázaro estaba enfermo. Lázaro tenía dos hermanas de nombres María y Martha. María se volvió conocida por verter un frasco de perfume sobre los pies de Jesús y limpiarle los pies con sus cabellos (Juan 12).
María y Martha enviaron a buscar a Jesús diciéndole: “Señor, he aquí el que amas está enfermo. (versículo 3). Esta declaración dice algo de la relación entre Lázaro y Jesús. Mientras esta es la primera vez que leemos acerca de Lázaro, es obvio que él conocía muy bien a Jesús. Jesús amaba a Lázaro. Tenían una relación íntima. Fíjese que María y Martha no sintieron obligación de mencionar el nombre de Lázaro. Simplemente le llamaron “el que amas.” Eso fue suficiente. No hizo falta ningún nombre. María y Martha se acercaron a Jesús en base a esto. Creyeron que Jesús se encargaría de Lázaro, simplemente porque Él le amaba.
En Juan 9:3 Jesús les había dicho a Sus discípulos que el ciego estaba ciego para poder exhibir la gloria de Dios en su vida. Jesús repitió este pensamiento en el versículo 4 de este capítulo: “Oyéndolo Jesús, dijo: Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.’’ (versículo 4).
Hay un problema que inmediatamente surge en este verso. Jesús les dijo a Sus discípulos que la enfermedad de Lázaro no terminaría en muerte. Sin embargo a medida que la historia se desarrolla, nosotros vemos que Lázaro murió. ¿Cómo reconciliamos lo qué Jesús dijo aquí con lo que realmente ocurrió? Es claro que Lázaro sí murió. No sólo murió sino que fue envuelto en ropas mortuorias y fue puesto en la tumba. Sin embargo la muerte de Lázaro no estaba destinada a ser permanente. Dios aún no había terminado con él. No era la intención de Dios llevarle a casa a estar con él en aquel entonces. Dios quiso levantarle de los muertos para demostrar a los que escucharan acerca de eso, que Su Hijo tenía poder sobre la muerte.
Fíjese en el versículo 5 que si bien Jesús amaba a esta familia, Él se quedó dos días más antes de visitarlos. Estos dos días fueron críticos para Lázaro. Él murió mientras el Señor aguardaba al otro lado del Jordán. Jesús sabía que esto ocurriría. Aunque Jesús los amara, Él dejó a esta familia experimentar el dolor de la muerte.
Jesús estaba mirando al cuadro más grande. Él estaba viendo que la gloria de Dios se revelaría a través de esta familia. Él vio cómo esta tragedia uniría a la familia más íntimamente entre ellos y con su Padre celestial. El dolor es algunas veces un ingrediente necesario en el verdadero amor. En su angustia no dude del amor del Padre celestial por usted. Él ve lo que usted no ve. Él ve el cuadro más grande. Él resolverá todas las cosas para bien. Él tiene en mente su interés.
Después de de dos días el Señor les dijo a Sus discípulos que iban a regresar a Judea. Los discípulos Lo alentaron a cambiar de opinión. Le recordaron que muy recientemente los judíos habían intentado apedrearle en Judea. Escuche la respuesta de Jesús a los discípulos: “¿No tiene el día doce horas? El que anda de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo; pero el que anda de noche, tropieza, porque no hay luz en él.” (versículos 9–10).
¿Qué estaba Jesús diciendo a Sus discípulos? Primero, necesitamos ver que Dios ha asignado una cierta cantidad de tiempo para que cada uno de nosotros Le sirva. Jesús ya le había dicho a Sus discípulos: “Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar.” (Juan 9:4). Hay un tiempo dado a cada uno de nosotros para llevar a cabo la voluntad de Dios. Este tiempo, como el día, llegará un día a su fin. Nuestras vidas serán interrumpidas bruscamente por la muerte o la enfermedad y nuestros días de trabajo se terminarán.
En segundo lugar, Jesús les estaba diciendo a Sus discípulos que si que Él caminaba en la luz, Él no necesitaba temer los obstáculos a lo largo del camino. El lugar más seguro para estar, está en la luz de la voluntad y el propósito del Padre. Jesús les dijo a Sus discípulos aquí que con tal de que Él estuviera haciendo la voluntad del Padre, Él no tenía nada que temer. Es más seguro estar en la voluntad del Padre, aunque la aflicción y la persecución nos rodeen, que estar en la calma engañosa de nuestra voluntad. Jesús no necesitaba temer a los judíos porque era la voluntad del Padre que Él fuera a Judea. Con tal de que Él estuviera caminando a la luz de la voluntad del Padre, Él estaría a salvo. ¿Estamos usando el tiempo que el Señor nos ha dado para caminar a la luz de Su voluntad? Que el Señor nos encuentre caminado a la luz y realizando Sus propósitos en el tiempo que Él nos ha asignado.
Jesús no dudó en entrar en el centro de la hostilidad. Él sabía que Él estaría a salvo con tal de que Él caminara a la luz de la voluntad de Su Padre. Nadie podría quitarle Su vida antes de Su tiempo. Él alentó a los discípulos a seguirle. Había bendiciones esperándoles. Sólo conocerían estas bendiciones cuando dieran el paso al frente en fe.
Para aclarar la razón por la que Él iba a Judea, Jesús les dijo a sus discípulos: “Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle.” (versículo 11). Los discípulos realmente no comprendían lo qué Jesús les estaba diciendo. Pensaban que Él estaba hablando del sueño literal. Habían oído que Lázaro estaba enfermo. Consideraban que si él estuviera enfermo, sería mejor para él descansar. No había propósito en arriesgar sus vidas para despertarle de un sueño que definitivamente le ayudaría a mejorarse. Jesús no estaba hablando del sueño literal. Él aclaró las cosas a sus discípulos al decirles explícitamente que Lázaro estaba muerto (versículo 14).
Fíjese lo qué Jesús dijo acerca de la muerte de Lázaro: “y me alegro por vosotros, de no haber estado allí, para que creáis” (versículo 15). La gloria de Dios sería revelada en esta situación. La muerte de este santo estaba en el plan perfecto de Dios. Un Dios misericordioso y soberano estaba desplegando Sus propósitos para el bien de Su pueblo.
En vista de que Jesús había tomado la decisión de ir a Judea, Tomas dijo: “Vamos también nosotros, para que muramos con él.” (versículo 16). Su actitud era fatalista. Si debemos morir, debemos morir. Si éste es nuestro destino en la vida, debemos hacer frente a la situación. Él fracasó en ver el despliegue de los propósitos de Dios en esta situación.
El destino nos dice que los acontecimientos se desarrollan sin una razón específica. La Biblia nos dice que detrás de cada acontecimiento en la vida, está un Dios soberano y personal. El Creador hábilmente ha planificado y utilizará todo lo que le ocurra a cada uno de nosotros. Nada pasa por casualidad. Hasta la muerte de Lázaro tenía un propósito. A medida que enfrentamos las pruebas y las tribulaciones de la vida, recordemos que no es el destino el que determina nuestro rumbo– es un Dios soberano y amoroso.
Mientras es aún el día, mientras todavía tenemos tiempo, comprometámonos a caminar y aceptar completamente la voluntad del Padre para nuestras vidas. Aunque no entendamos completamente ahora por qué las cosas ocurren, podemos estar seguros de que mientras caminemos a la luz de la voluntad perfecta del Padre, estaremos seguros.
Para Considerar:
• ¿Ha tenido usted momentos cuando usted vio al Señor tomar lo qué parecía una trágica circunstancia y convertirla en algo bueno?
• Ha resistido usted alguna vez la voluntad del Padre porque, como los discípulos, ¿a usted le dio miedo lo qué está por delante? ¿Qué tiene que decir este pasaje acerca de esto?
• ¿Cuál es la voluntad del Padre para su vida? ¿Qué dones y talentos le ha dado Él? ¿Qué carga ha puesto Él en su corazón? ¿Está siendo fiel en esto?
Para Orar:
• Dele al Señor las gracias por la seguridad que tenemos en Él.
• Pídale al Señor coraje para enfrentar oposición a medida que camina en Su voluntad.
• Pídale al Señor que le ayude a usar el tiempo que Él le ha dado para realizar Su propósito.
• Agradezca al Señor que Él es un Dios soberano que resuelve todas las cosas para nuestro bien y Su gloria.
Capítulo 30 – La Resurrección de Lázaro
Lea Juan 11:17–57
Jesús acababa de llegar a Betania. Le habían pedido que viniera por la enfermedad de Su estimado amigo Lázaro. Jesús había atrasado Su partida por dos días. Para cuando Él llegó a Betania, Lázaro había estado en la tumba durante cuatro días. María y Martha, sus hermanas, llevaban luto. Muchas personas habían venido a confortarlas.
Cuando Martha oyó que el Señor Jesús había llegado, ella salió corriendo a encontrarle. Martha era una persona de acción. En Juan 12 la encontramos ocupada sirviendo a su Señor, mientras María y Lázaro se sentaban a Sus pies escuchándole enseñar. Si había que hacer un trabajo, Martha era la indicada para hacerlo. María, por otra parte, se quedó con la gente que había venido a consolarla. Cuando Martha vio al Señor Jesús, ella le dijo: “Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto. Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará.” (versículo 21–22).
¿Qué está diciendo realmente Martha aquí? ¿Hay, en estas palabras, una reprensión moderada dirigida hacia Jesús? ¿Por qué había permitido Jesús que su hermano muriera? ¿Por qué Jesús tardó tanto tiempo en venir? No hay duda de que ella tenía un montón de preguntas en su mente. Sin embargo fíjese, que aunque Lázaro había muerto, Martha todavía confiaba en Jesús: “Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará” (versículo 22).
Jesús le dijo a Martha que su hermano se levantaría otra vez (versículo 23). Martha estaba de acuerdo con Jesús: “Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero.” (versículo 24). Ella creyó que Jesús estaba tratando de consolarla recordándole que el día llegaría cuando ella vería a Lázaro otra vez en el cielo.
Esto no era lo qué Jesús le estaba diciendo a Martha. Él le recordó que Él tenía el poder de la vida en Sus manos: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto? (versículo 25–26).
Martha creía que Jesús era el Cristo. Ella sabía que Él tenía, como el Hijo de Dios, el poder de la vida en Sus manos. Sin embargo ella no entendía lo que Jesús realmente le estaba diciendo. Ella no esperaba que Jesús en verdad resucitara a Lázaro de los muertos en aquel momento. Su creencia era maravillosa. Ella creía que Jesús es el Cristo. Ella creía que Él tenía el poder de la vida. Ella creía que Él amaba a Lázaro. Ella creía que Dios le daría a Jesús cualquier cosa que Él pidiera. El problema era que ella en realidad no esperase que Él hiciera algo en ese mismísimo momento. A menudo me he encontrado en ese lugar.
Jesús llamó a María. Cuando María llegó, sus palabras iniciales para Jesús fueron similares a las de Martha: “Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano.” (versículo 32). Cuando ella dijo esto, su pena era obvia. Note la respuesta de Jesús entonces, al verla llorando y a los judíos que la acompañaban, también llorando, se estremeció en espíritu y se conmovió” (versículo 33). “Jesús lloró” (versículo 35).
¿Por qué lloró Jesús? Obviamente no era para la misma razón que María. María lloró por Lázaro. Ella no le vería otra vez hasta la resurrección. Jesús sabía que ella vería a su hermano vivito y coleando en un abrir y cerrar de ojos. Jesús no lloró por Lázaro. ¿Podría ser que Él llorase por María y su pena? Aún cuando el Señor la había dejado pasar por esta aflicción al demorar Su llegada, Él todavía palpaba su dolor. Aún cuando iba a haber un final feliz a todo este dolor, de todas formas Jesús estaba profundamente conmovido y estremecido en espíritu. Jesús sentía lo qué ella sentía. Él se identificó con su dolor y su pena. Él sentía la agonía de los efectos del pecado en la tierra. Cualquier cosa que usted enfrenta hoy, Jesús también siente ese dolor con usted.
Hasta los judíos que habían venido a consolar a la familia fueron conmovidos por la pena de Jesús. Sin embargo ellos también tenían preguntas de por qué Jesús no había venido más pronto. Se preguntaban por qué Él no podía haber salvado a este hombre de morir, cuando Él había abierto los ojos al ciego en Jerusalén.
Cuando se acabó todo el protocolo, Jesús llevó a la gente a la tumba. Él ordenó que quitaran la piedra. Martha objetó. Luego de cuatro días de descomposición, el cuerpo de Lázaro no habría sido algo agradable de ver. Habría habido un horrible olor. Martha estaba horrorizada al pensar en ver que quitaran la piedra. Sin embargo Jesús le recordó, que si ella creyera, ella vería la gloria de Dios. Ella se retractó de su objeción y confió en Él.
Tal parece ser que muchos de nosotros tenemos áreas de nuestras vidas que silenciamos a fin de que nadie pueda entrar. Detrás de estas puertas hay un olor apestoso de pecado. Cuando la piedra es quitada, el olor desagradable de pensamientos impuros, actitudes y acciones salen como una bala. El Señor está en frente de esa piedra hoy y ordena que la quiten. Como Martha, objetamos. No queremos que nadie vea lo que está detrás de esa piedra. Como pudiera ser nuestra la victoria, si tan solamente quitáramos la piedra y dejáramos a Jesús tratar con la corrupción detrás de ella. ¿Qué le impide hoy quitar esa piedra y darle a Jesús total acceso a su corazón y vida?
Con la piedra quitada, el Señor llamó a gran voz a Lázaro. Cada ojo estaba enfocado al lugar donde el cuerpo yacía. Una figura apareció en el portal. Estaba atada de pies a cabeza en ropas mortuorias. Sólo podemos imaginarnos como el impacto repercutió en toda la multitud aquel día. Jesús mandó que le quitaran las ropas mortuorias. Cuando se las quitaron, Lázaro estaba delante de ellos. Él estaba completamente vivo. Él había resucitado de entre los muertos.
¿Cuál fue la respuesta de la gente que estaba alrededor de la tumba aquel día? El versículo 45 nos dice que muchos creyeron en Él y pusieron su fe en el Señor Jesús. Sin embargo una parte de los fariseos fue a sus líderes y les dio cuenta de lo que había sucedido. Es difícil imaginarse la respuesta de los judíos: “Si le dejamos así, todos creerán en él; y vendrán los romanos, y destruirán nuestro lugar santo y nuestra nación.” (versículo 48).
Los líderes religiosos estaban preocupados por dos cosas. Primero, estaban preocupados de que las personas creyeran en el Señor Jesús. Para los fariseos, Jesús estaba poseído por un demonio. No querían que las personas Le siguieran. Incluso el milagro de resucitar a Lázaro no pudo convencerles que Jesús era el Hijo de Dios. Su segunda preocupación era que perderían su nación. La relación entre los judíos y los romanos era delicada. Las autoridades romanas rápidamente actuarían contra cualquier cosa que oliera a rebelión. En Juan 6:15 vemos que la gente quiso hacer rey a Jesús. Si vieran en Jesús su esperanza de libertad política de las cadenas de Roma e intentaran hacerle rey, Roma respondería inmediatamente. Se arriesgaban a perder su nación.
Cuando debatieron este asunto entre ellos, el sumo sacerdote, un hombre de nombre Caifás se expresó públicamente: “¡Vosotros no sabéis nada; ¡ni pensáis que nos conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca!” (versículos 49–50).
¿Qué estaba Caifás diciendo aquí? Él estaba diciendo que la respuesta para este dilema era realmente simple. Jesús iba a tener que morir. Si Jesús no moría, entonces toda la nación se arriesgaba a ser ocupada por Roma. Jesús tenía que morir para salvar la nación. De lo que él no se daba cuenta en el momento, era que esta declaración era profética. Jesús tenía que morir para salvar la nación. Sin embargo la muerte de Jesús era su salvación espiritual, no su salvación política. A partir de ese día los judíos decidieron que Jesús tenía que morir. Se impartieron ordenes de que si alguien Le encontraba, tenía que informárselo a los líderes para poder arrestar a Jesús (versículo 57). Después de estos acontecimientos, el Señor Jesús se retiró y fue a la región de Efraín con Sus discípulos.
Siempre habrá quienes vuelvan sus espaldas al Señor Jesús. Los corazones de los fariseos estaban endurecidos a la causa de Cristo. Se negaban a quitar la piedra de incredulidad y rebelión de sus corazones. Morirían en su incredulidad. Sin embargo los que se rindieron a Él y a lo que vieron en Él, nunca serían los mismos.
Para Considerar:
• ¿Qué hizo falta para suavizar su corazón a las cosas de Dios?
• ¿Hay una “piedra” que es necesario quitar en su vida? ¿Cuál es?
• ¿Qué le enseña este pasaje acerca de confiar en el Señor cuando las cosas no resultan como usted planifica?
• ¿Qué aprendemos de este pasaje acerca de la dureza del corazón humano?
Para Orar:
• Pídale a Dios que quite las “piedras” de su corazón.
• Pídale a Dios que le perdone por las veces que usted fracasó en confiar en su plan.
• Dele a Dios las gracias por las muchas veces que Él resolvió las cosas para bien en su vida.
Capítulo 31 – El Sacrificio de María
Lea Juan 12:1–11
Había pasado algún tiempo desde que Jesús había resucitado a Lázaro de los muertos. Él ahora había regresado a Betania donde vivía Lázaro. Una cena especial fue dada en honor de Jesús. Los discípulos de Jesús estaban también invitados.
Hubo muchas razones por las que se dio tal banquete en honor de nuestro Señor. Jesús era un amigo íntimo de la familia. Vemos esto desde Juan 11:3 donde se refieren a Lázaro como uno que Jesús amaba. También Jesús había resucitado a Lázaro de los muertos. María y Martha habían perdido a Lázaro, pero Jesús se los había devuelto. Por ese día estaban eternamente endeudados. Sin embargo más allá de estas razones obvias, había una razón incluso más importante por la que María, Martha y Lázaro daban un banquete en honor de Jesús: Él les había probado, sin ninguna sombra de duda que Él era Hijo de Dios.
Jesús es a menudo descrito como el amigo de los pobres y necesitados. Este es ciertamente el caso. Él mostraba gran compasión hacia los que no tenían las necesidades básicas de la vida. Sin embargo Jesús encontró en Lázaro un amigo rico. Aquí había una familia que podía darse el lujo de atender a Jesús. Esta es una de las unas pocas veces en el evangelio de Juan donde están atendiendo a Jesús. Hasta Jesús necesitó ser atendido. Aquí estaba la familia que justamente podía hacerlo.
El ejemplo de la familia de Lázaro es un reto a nosotros. Jesús nos cuestiona en Mateo 10:8: “de gracia recibisteis, dad de gracia.” Cuánto Jesús dio para el mundo y sin embargo qué poco Él recibió a cambio. Puede que haya individuos como este en su círculo. Estos sirvientes constantemente están dando de su tiempo, esfuerzos y recursos. Puede que el Señor le hiciera atenderlos.
Martha como se esperaba, estaba ocupada sirviéndole al Señor en preparar la comida. Lázaro se sentó a la mesa con Jesús. Durante la comida, María sacó un frasco de perfume. Éste era un perfume muy caro. El nardo no existía en Israel. Tenía que ser importado al país. El valor del contenido del frasco fue estimado en el sueldo de un año. El hecho de que ella contaba con los medios para comprar tal perfume es una indicación de la riqueza de la familia.
Tan rica como era, María se agachó frente a nuestro Señor. Ella rompió el sello del frasco de perfume y vertió el contenido sobre los pies de Jesús. Con todo el mundo en el cuarto observando, esta mujer adinerada secó los pies de su Señor con sus mismísimos cabellos
Hay detalles importantes que no queremos perder en esta escena. Primero, la tarea de lavar pies era dejada a los sirvientes de la casa. Sería inapropiado que el amo de la casa se agachara y lavara los pies de Él o sus invitados. El segundo detalle que necesitamos ver aquí es que María usó sus cabellos para secar los pies del Señor. Los cabellos de una mujer eran objeto de gran orgullo. Recuerde lo que el apóstol Pablo dijo a los Corintios:
“La naturaleza misma ¿no os enseña que al varón le es deshonroso dejarse crecer el cabello? Por el contrario, a la mujer dejarse crecer el cabello le es honroso; porque en lugar de velo le es dado el cabello.” (1 Corintios 11:14–15).
Cuando María limpió el polvo de los pies de su Salvador con sus cabellos, ella le mostró lo que ella sentía por Él. Ella era indigna de lavarle los pies en la forma acostumbrada. Sus pies merecían lo mejor que ella tenía. Ella los lavó con su perfume más fino y sus cabellos. Su acción nos muestra que si creía verdaderamente que Él es Hijo de Dios.
Para los espectadores, este acto de devoción era algo excesivo. Judas, en particular, sintió que el dinero pudo haber sido usado más sabiamente al vender el perfume y darle los ingresos a los pobres. Jesús no estaba de acuerdo. En el versículo 7 Jesús le dijo a Judas que este perfume había sido guardado para el propósito específico de ungirle para su entierro. Es difícil decir si María tenía alguna comprensión del hecho de que El Señor pronto sería crucificado. Su acción sin embargo simbolizaba lo que pronto sucedería. El Señor sería traicionado, entregado a sus enemigos y crucificado. La acción de María marcó el inicio del fin. Desconocido para los discípulos alrededor de esa mesa, simplemente poco más de una semana a partir de entonces, El Señor sería crucificado. Éste era un tiempo muy emotivo para Jesús. La unción Le recordó que estaba muy cerca el fin.
Mientras Jesús estaba preocupado por los pobres, nadie veía inapropiado ungir el cuerpo de un amigo íntimo para la muerte. Su acción era aceptable no sólo porque era ofrecida como un sacrificio para el Hijo de Dios, sino también porque ella estaba preparando a Jesús para Su muerte. El ejemplo de María no nos da el derecho de ser extravagantes en el uso de nuestros recursos y negar las necesidades de los pobres a nuestro alrededor. Sin embargo sí nos desafía a no darnos prisa en juzgar a otros, cuando no comprendemos sus motivos.
Hay un último comentario que hay que hacer respecto a este pasaje. En los versículos 9-11 vemos que muchas personas comenzaron a venir a la casa de Lázaro. Venían no sólo a ver a Jesús, sino también para ver a Lázaro a quien Jesús había resucitado de los muertos. La resurrección de Lázaro tuvo un efecto profundo en la población. Muchas personas creyeron en Jesús por este milagro. Lázaro era la prueba viviente de que Jesús era el Hijo de Dios. Esto no les complació a los líderes judíos. Comenzaron a hacer planes para matar a Lázaro.
Vivir para el Señor Jesús es a menudo muy costoso. Hemos visto lo qué significó para María seguir al Señor Jesús. Nosotros ahora vemos lo qué significó para Lázaro. Cada día la vida de Lázaro estaría en peligro. Como nosotros ya hemos manifestado, su vida era prueba viva de la verdad de los reclamos de Jesús. ¿Qué tal la vida de usted? ¿Es su vida un testimonio viviente de la verdad de los reclamos de Jesús? Si lo es, usted también arriesga mucho por amor a Él. El enemigo tiene los ojos puestos en las personas como Lázaro.
¿Qué le cuesta ser cristiano? Algunas personas están simplemente en ello por los beneficios. Toman tanto como pueden conseguir, pero pueden dar poco a cambio. Este pasaje es un reto para esa actitud. María dio lo mejor de ella. Lázaro arriesgaba su vida. ¿Qué significará para usted?
Para Considerar:
• ¿Qué sacrificios ha hecho usted al hacerse cristiano?
• ¿Qué sacrificios está usted dispuesto a hacer para traer gloria al nombre del Señor Jesús?
• ¿Qué lecciones prácticas aprendemos aquí de juzgar las acciones de otros?
• ¿Es su vida una demostración práctica del hecho de que Jesús es el Hijo de Dios?
Para Orar:
• Pídale a Dios que le haga menos crítico de las acciones y las actitudes de otros.
• Ofrézcase y todo lo que usted tiene al Señor. Pídale que le haga estar dispuesto a sacrificar todo por Su gloria.
• Pídale al Señor que le perdone por las veces que usted no Le ha dado lo mejor de usted.
Capítulo 32 – Entrada en Jerusalén
Lea Juan 12:12–19
La celebración de la Pascua se estaba acercando. Jesús sabía que ésta sería la última vez que Él participaría en esta gran celebración. La Pascua miraba retrospectivamente en el tiempo, cuando la sangre de los corderos fue colocada en los dinteles de las casas de los hijos de Israel en la tierra de Egipto (Éxodo 12). Cuando el ángel de la muerte veía esta sangre, pasaba por encima de sus casas y perdonaba a sus hijos masculinos primogénitos. Cualquier casa que no tuviera la sangre rociada en los dinteles de la puerta, perdía su hijo primogénito. La Pascua también era un recuerdo de cómo Dios salvó a Su pueblo del cautiverio de Egipto esa misma noche.
Jesús sabía que Él pronto se convertiría en el cordero pascual. Su sangre sería derramada para la liberación de Su pueblo del cautiverio del pecado. María de Betania acababa de ungir a Jesús en preparación para esta muerte. Uno sólo puede imaginarse los pensamientos que estaban atravesando por la mente de nuestro Señor mientras Él pasaba a través de la gran ciudad de Jerusalén ese día.
Cuando el gentío oyó que el Señor estaba en camino hacia Jerusalén, recogieron ramas de palmas y recubrieron el camino que Jesús recorrería. A medida que Él pasaba, agitaban las palmas para honrarle y clamaban: “¡Hosanna! ¡Bendito es el que viene en el nombre del Señor! ¡Bendito es el Rey de Israel!” (versículo 13).
Es importante examinar esta declaración más detalladamente. El gentío gritaba, “hosanna,” que quiere decir “salva ahora.” Lo que el populacho gritaba ese día era, “Sálvanos ahora.” ¿De qué pensaban que necesitaban salvarse? Evidentemente, no creían que era de sus pecados. Es más probable que estuvieran pidiendo salvación política. Estaban sometidos a Roma. Querían libertad. Jesús había probado que Él podía hacer grandes milagros. Creían que Él podía salvarlos de la opresión de Roma.
Fíjese que en esta declaración ellos creían que Jesús era el rey de Israel. Después de la alimentación de los cinco mil, el populacho quiso hacer a Jesús rey, pero Él no tenía nada que ver con eso. El mesías que el gentío andaba buscando, era un mesías político.
Fíjese en la respuesta de Jesús a los gritos de la multitud. Él encontró a un burro, lo montó y lo cabalgó el resto del camino en la ciudad. ¿Cuál era la conexión entre el griterío de la multitud y esta acción de Jesús?
El gentío Le afirmaba que Él era un gran rey, que los salvaría de sus enemigos romanos. El gentío le trató como habrían tratado a un rey victorioso regresando de la guerra. Le recubrieron el camino agitando ramas de palmas como símbolos de victoria.
Cristo pudo haber montado a un caballo de combate aquel día, pero no lo hizo. Él eligió montar en un burro. Un burro es un animal usado en época de paz. El burro era usado en el comercio para transportar mercancías de un sitio a otro. Nadie jamás montaría en un burro para atacar al enemigo. Juan se apresura a decirnos que lo que Jesús hizo ese día, fue en cumplimiento de la profecía de Zacarías 9:9–10:
¡Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna. Y de Efraín destruiré los carros y los caballos de Jerusalén y los arcos de guerra serán quebrados; y hablará paz a las naciones y su señorío será de mar a mar y desde el río hasta los fines de la tierra!
En tanto que Juan sólo cita la primera parte de esta profecía de Zacarías, es importante que consideremos la segunda parte también. Zacarías nos dice que el rey de Israel vendría cabalgando un burro. Cuando él viniera, él vendría a proclamar paz. El caballo de combate, carroza y el arco serían quitados de Jerusalén. Este rey establecería la paz con las naciones y su dominio sería hasta los confines del mundo. Jesús entró cabalgando a Jerusalén en un animal de paz. La multitud pedía sangre. Jesús hizo constar que Él estaba buscando paz y no derramamiento de sangre. Él no era el tipo de rey que andaban buscando.
Los discípulos no comprendían lo que estaba haciendo Jesús. Sin embargo después cuando viniera el Espíritu Santo, Él les recordaría lo que había ocurrido ese día. Sólo entonces comprenderían el significado de las acciones del Señor aquel día.
Los versículos 17 y 18 tienen también mucha importancia. Nos dicen la razón por la que muchas personas habían venido a ver a Jesús aquel día. Habían escuchado de la resurrección de Lázaro, y venían a ver al que le había dado vida.
Me gustaría ser más como Lázaro. Me gustaría que mi vida fuera una demostración tan increíble del poder de Dios para cambiar una vida, que las personas recubrieran los caminos para conocer al Salvador que hizo esta obra en mí. Quiero que la obra de Cristo en mí sea de tal naturaleza que las personas sepan que no soy yo, sino el poder de Cristo. Hay poder en una vida transformada. Lázaro fue un testimonio vital para el poder de Dios. Las personas no temieron a Lázaro. Temieron a un Dios que podría hacer semejante trabajo en él.
¿Describe esto su vida? ¿Ven las personas a Dios en usted? ¿Ven el poder de una vida transformada? ¿Recubrirían las calles para conocer al hombre que ha hecho semejante cambio radical en su vida?
Jesús entró en Jerusalén aquel día cabalgando sobre un burro. Su propósito no era ser un gobernante político. Él no vino a rescatar a Su pueblo de la dominación del gobierno romano. Él vino a ofrecer paz. Él vino a transformar vidas por el poder de Dios. Él vino a dar vida. Él vino a ponernos en libertad del cautiverio y el poder de la maldad. Su reinado era un reinado sobre los corazones y las vidas de hombres y mujeres.
Para Considerar:
• ¿Qué evidencia hay en su vida del reinado y el poder del Señor Jesús?
• ¿Qué le impide ser un mayor testigo del poder y el amor de Dios?
• ¿Cuánto de Dios ven las personas hoy en su vida?
• ¿Qué ideas falsas tienen las personas hoy de la salvación que Cristo vino a ofrecer?
Para Orar:
• Pídale a Dios que le convierta en una demostración más poderosa de Su poder y Su amor.
• Agradézcale que Él vino a ofrecer paz con Dios.
• Agradezca al Señor que Él quiere utilizarle para demostrar Su carácter y poder.
Capítulo 33 – Vidas Sometidas
Lea Juan 12:20–36
Había griegos entre los que se alineaban al borde de la carretera para ver a Jesús, cuando Él entrara en la ciudad de Jerusalén. Estos griegos habían venido a adorar en la fiesta. Se acercaron a Felipe para preguntarle si sería posible conocer a Jesús. Felipe le habló de esto a Andrés. Andrés a su vez se acercó a Jesús para ver si a Él le gustaría conocer a los griegos. La respuesta de Jesús es algo desconcertante: “Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado. De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto.” (versículos 23–24).
Cuando Andrés vino al Señor con la petición de los griegos de verle, Jesús inmediatamente pensó acerca de Su muerte. ¿Qué había en esta petición que indujo al Señor a hablar de Su muerte? Para contestar esta pregunta tenemos que entender que los judíos eran el pueblo escogido de Dios. No se había abierto aún la puerta para el mundo gentil. La salvación llegó a los judíos primero (Romanos 1:16). Durante Su ministerio El Señor no dejó la región de Palestina. Él trabajó solamente entre los judíos. La única manera en que los griegos podrían ver a Jesús sería a través de Su muerte. La muerte de Jesús les abriría la puerta a los gentiles para que vinieran a Él y fueran perdonados.
Para ilustrar de lo que Él estaba hablando, el Señor Jesús usó la ilustración de un grano de trigo “si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto.” (versículo 24). En este punto en la historia, Dios estaba sólo trabajando con una semilla – la semilla de Abraham, la nación de Israel. La muerte de Cristo cambiaría eso. Con la muerte de Cristo (que era de la semilla de Abraham), esa semilla sería multiplicada. Las promesas de Dios ya no estarían centradas en una nación. La puerta para cada semilla y nación sería abierta. Ahora hay europeos, canadienses, africanos, americanos y semillas asiáticas entre el pueblo escogido de Dios. La muerte de nuestro Señor Jesús nos abrió la puerta a usted y a mí para pasar a formar parte Su familia.
Los griegos que se acercaron a Felipe sólo querían hablar con Jesús; pero Jesús usó este incidente para enseñar una lección importante acerca de Su muerte. Cuando Él muriera, la invitación saldría a los griegos y a cada nación en la tierra. Se estaba acercando pronto el día cuando la salvación de Dios se extendería todas las tribus y nacionalidades.
Jesús entonces aplicó este principio de la semilla que muere a las vidas de todos Sus seguidores (versículo 25). Él dijo: “El que ama su vida, la perderá;” Si usted valora su vida tanto que usted se rehúsa a entregarla al Señor, usted con toda seguridad se marchitará espiritualmente. Sin embargo si usted rinde su voluntad al Señor y Le deja llevar el control, usted tendrá nuevo propósito y producirá mucho fruto. El principio es simple. Si usted conserva su vida, la perderá. Si usted entrega su vida al Señor, usted la encontrará.
Jesús nos recuerda que rendir nuestras vidas a Él no es siempre fácil. Él nos dice en el versículo 26 que quienquiera que quiera servirle, tiene que seguirle. Recuerde que Jesús iba a la cruz cuando Él dijo esto. Si usted y yo queremos servirle al Señor Jesús, tenemos que estar dispuestos a seguirle a la cruz. No debemos echarnos atrás. Ir a la cruz es perder todo lo que valoramos. Es entregar todo lo que nosotros tenemos al Señor Jesús y Su causa.
Note la promesa para los que están dispuestos a seguir al Señor de este modo: “Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará.” (versículo 26). Si estamos dispuestos a servirle al Señor siguiéndole a la cruz, moraremos con Él. El cielo es la recompensa para los que perseveran hasta el final. Allí en el cielo, el Padre Mismo honrará a los que continuaron sirviéndole a Cristo, a pesar de las dificultades. Saber que el Padre nos honrará y que moraremos eternamente con el Hijo, es toda la motivación que deberíamos necesitar.
Es reconfortante saber que el Señor Jesús puede identificarse con nuestro miedo de entregarnos totalmente. En el versículo 27 El Señor luchó con Su próxima muerte. Su corazón estaba agitado. “¿Qué diré?” preguntó el Señor Jesús, cuando miró adelante a Su próxima muerte. ¿Oraría Él: “Padre, ¿sálvame de esta hora”? (versículo 27). ¿Qué pediría usted, si usted estuviera mirando a la cara de una horrible muerte? Jesús no suplicó que el Padre Le quitara esta prueba. Él sabía que Él había venido por este mismo propósito. En lugar de eso Él eligió orar: “¡Padre, glorifica Tu nombre!” (versículo 28). Éste era el corazón del Señor Jesús. Él quería glorificar el nombre de Su Padre. Sus ojos no estaban en Sí Mismo, sino en el Padre y el propósito del Padre. Qué ejemplo es esto para nosotros.
La oración de Jesús complació al Padre: Lo he glorificado y Lo glorificaré otra vez.
“(versículo 28).” La vida del Señor Jesús había traído gloria al nombre del Padre. La muerte del Señor Le traería esa misma gloria.
El gentío oyó la voz de Dios aquel día. Estaban divididos acerca de lo que oyeron. Algunos dijeron que era sólo un trueno. Otros creyeron que un ángel Le había hablado. Jesús les dijo que era para el beneficio de ellos, que el Padre había hablado. Fue una confirmación del Padre que lo que Jesús estaba a punto de hacer, tan horrible como parecía ser, complacía al Padre.
En los versículos 31-32 se nos dice lo que realizaría la muerte de Cristo. Primero, Su muerte juzgaría al mundo. Su muerte sentenciaba a los que no creían en Él a la eterna condenación y eterna separación de Dios. En segundo lugar, Su muerte desterraba al príncipe del mundo. Satanás fue derrotado el día que el Señor Jesús murió. El camino estaba abierto para que los pecadores vinieran a Dios y Satanás ya nunca más podría bloquear ese sendero. Satanás no podría hacer nada para detener la difusión del evangelio y sus resultados inevitables en las vidas de hombres y mujeres al llegar a la fe en el Salvador. El tercer resultado de la muerte de Cristo, era que toda la humanidad sería atraída por el Salvador. Desde la crucifixión el evangelio de Cristo se ha propagado por todo el mundo. Hombres y mujeres de cada nación han sido atraídos por la cruz de nuestro Señor Jesús y han sido salvados de la condenación del infierno. La muerte de Cristo fue un momento crucial en la historia del mundo. La simiente de Abraham, que murió en la cruz del calvario, trajo vida a cada nación.
Toda esta conversación acerca de la muerte de Cristo causó algunas dudas en las mentes del gentío que se agolpaba al borde de la carretera. Esto no era lo que ellos habían anticipado. Habían oído que el Mesías viviría por siempre. Habían anticipado que Él permanecería con ellos y los salvaría de las manos de los romanos. Ahora que Él estaba hablando de muerte, comenzaron a preguntarse si Él en realidad era el Mesías. Conociendo sus dudas, Jesús les recordó a la multitud que Él iba sólo a estar con ellos un poco más. Él les retó a que recurrieran a Él como la luz antes de que fuera demasiado tarde (versículos 35-36). Mientras Él estuvo en medio de ellos, Jesús le indicó el camino de salvación a la multitud. Pronto Él moriría y ya no estaría con ellos. Ahora era la hora para que ellos recurrieran a Él y caminaran en el sendero de la salvación. Esa oportunidad podría no venir otra vez.
Para Considerar:
• ¿Qué le impide dar su todo hoy al Señor Jesús?
• ¿Ha experimentado usted la vida que proviene de la muerte al ego? ¿Qué bendiciones ha recibido usted del Señor como resultado de rendirse a Él y a Su voluntad para su vida?
• ¿Se ha encontrado usted alguna vez pidiéndole al Señor que le quite sus luchas? ¿Qué aprendemos de la oración de Jesús aquí acerca de sufrir? ¿Qué logró el sufrimiento de Cristo?
Para Orar:
• Agradezca al Señor que a través de Su muerte, Él abrió la puerta para que nosotros vengamos al Padre y seamos perdonados por nuestros pecados.
• Pídale al Señor que le ayude voluntariamente a entregar todo a Él.
• Pídale a Dios que le dé valor para enfrentar las pruebas que vienen a su camino. Pídale que glorifique Su nombre en usted a través de las pruebas que Él le permita enfrentar.
Capítulo 34 – Enceguecidos por Dios
Lea Juan 12:37–50
Cualquiera cuya mente estuviera abierta para examinar objetivamente lo que ellos vieron en los milagros de Jesús, tendría que llegar a la conclusión de que Él no era un hombre común. El poder de Jesús llegó mucho más allá del poder de un simple hombre. La reciente resurrección de Lázaro de los muertos probó sin lugar a dudas, que el Señor Jesús tenía a Su disposición el poder de la vida misma.
Juan 12:37 nos dice que si bien habían visto estos grandes milagros, la mayor parte de la gente de la época de Jesús se negaba a creer en Él. Parece increíble que Jesús, el Hijo de Dios, pudiera haber caminado en medio de ellos, les pudiera haber mostrado Su poder y Su gloría y sin embargo se negaron a creer. ¿Cómo pudieron haber sido tan ciegos?
Para explicar esta ceguera, Juan les citó a Isaías al profeta: “Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio? ¿Y a quién se ha revelado el brazo del Señor?” (versículo 38). Usted casi puede sentir la frustración del profeta en estos términos. El rechazo de las cosas de Dios no es un problema reciente. Los hombres desde el tiempo de Adán han vuelto sus espaldas al Señor. ¿Por qué es esto? Juan nos da una respuesta en el verso 40, cuando continúa citando de Isaías:
“Cegó los ojos de ellos, y endureció su corazón; Para que no vean con los
ojos, y entiendan con el corazón,
Y se conviertan y yo los sane.”
Isaías nos dice que el Señor cegó sus ojos y endureció sus corazones, así es que no podían ver. Necesitamos examinar este difícil versículo más detalladamente.
La cita de Juan de Isaías venía en el contexto de la llamada de Isaías para el ministerio profético. Dios avisó a Isaías aquí de la respuesta de la gente a su ministerio:
“Y dijo: Anda, y di a este pueblo: Oíd bien, y no entendáis; ved por cierto, mas no comprendáis. Engruesa el corazón de este pueblo, y agrava sus oídos, y ciega sus ojos, para que no vea con sus ojos, ni oiga con sus oídos, ni su corazón entienda, ni se convierta, y haya para él sanidad. (” Isaías 6:9–10).
A primera vista parece que El Señor estaba llamando al profeta a ir Su pueblo para endurecer sus corazones. Sin embargo necesitamos entender, que El Señor ve lo que no podemos ver. Él ve el fin desde el principio. Él envió a Isaías a predicar un mensaje de arrepentimiento a Su pueblo. Él envió a Isaías a proclamar Su Palabra a un pueblo que se había desviado lejos de la verdad. Dios quería que ellos regresaran a Él. Por eso fue qué Él envió a Isaías. Sin embargo Dios sabía cuál sería el resultado de la predicación de Isaías. Él sabía que las gentes les volverían sus espaldas. Él sabía que rechazarían el mensaje de su profeta. Él sabía que la gente endurecería sus corazones. Aunque Él supiera por adelantado cuál sería su respuesta, Él todavía les dio una oportunidad para arrepentirse al enviar a Su siervo.
Cuando Dios le dijo a Isaías que fuera y endureciera los corazones de la gente, agravara sus oídos y cerrara sus ojos, Él estaba hablando como alguien que sabía cuál sería el resultado de la predicación de Isaías. Dios nos envía a todas las personas sin tener en cuenta que respondan favorablemente o no a nuestro mensaje. Dios conoce a los que responderán y que a los que se negarán, pero Él todavía nos envía a todos ellos.
No todo el mundo endureció su corazón. Hubo una cierta cantidad que sí creyó en Jesús. Sin embargo fíjese que no confesaron su fe en Él, porque temían a los judíos (versículo 42). No quisieron enfrentar la posibilidad de ser expulsados de la sinagoga y convertirse en una deshonra pública, “pues les gustaba la alabanza de los hombres más que la alabanza de Dios” (versículo 43). Este problema no fue único para la gente de Jerusalén en el día de Jesús – todavía hoy luchamos con Él.
Juan concluye esta sección con una reafirmación de la naturaleza divina de Jesús. Él nos recuerda que es imposible creer solamente en Jesús. Creer en Jesús es también creer en el que Le envió (versículos 44-45). Juan nos dice que verdaderamente no podemos creer en Jesús, si también no creemos en Su Padre. Mirar a Jesús es ver al Padre en Él. Jesús es la representación perfecta del Padre. Todo lo que Él hizo y dijo reflejó el carácter de Su Padre. Por esto es qué Jesús podía decir en Juan 14:9: “El que me ha visto a mí ha visto al Padre.”
La unión entre Jesús y el Padre es tal que las palabras que el Señor Jesús habló son las palabras del mismo Padre. Rechazar las palabras de Cristo es rechazar las palabras del Padre y buscarse juicio (versículos 48-50). Porque las palabras que Jesús habló eran las palabras del Padre celestial, las tenemos que tomar en serio. Las tenemos que escuchar y las tenemos que obedecer. Estas palabras traen vida o condenación. Los judíos de la época de Jesús endurecieron tanto sus corazones, que ya no podían oír lo qué Dios tenía que decirles. Al rechazar las palabras que Jesús habló, también rechazaron al Padre. Los que oyeron a Jesús aquel día fracasaron en entender esta verdad. Sellaron su veredicto. Ellos habían endurecido sus corazones y habían rechazado al Hijo de Dios.
Para Considerar:
• ¿Se ha encontrado usted alguna vez resistiendo la Palabra de Dios y Su voluntad para su vida? ¿Adónde le condujo eso?
• ¿Qué cosa causa esta resistencia al propósito de Dios en su vida? ¿Qué se interpone entre usted y la voluntad de Dios?
• ¿Se ha encontrado usted alguna vez dudando de las promesas de la Palabra de Dios? ¿Qué le impide dar el paso al frente audazmente en esas promesas?
Para Orar:
• Pídale a Dios que le dé un corazón que sea suave a Su Palabra.
• ¿Usted ha estado resistiendo la llamada de Dios en su vida? Tome un momento para confesar su pecado y rendirse ahora mismo a Su voluntad.
• ¿Tiene usted un amigo o seres queridos que han estado resistiendo al Señor? Pídale al Señor que suavice hoy sus corazones.
Capítulo 35 – Jesús Lava los Pies de los Discípulos
Lea Juan 13:1–17
Faltaba justamente poco antes de la Pascua. Desconocido para los discípulos, esta era la última vez que celebrarían esta fiesta con Jesús. Pronto Él sería arrestado y entregado para ser crucificado. Jesús y Sus discípulos estaban reunidos para una comida. Cuando la comida se acabó, el Señor Jesús tomó una toalla y una palangana y arrodillándose ante los discípulos, procedió a lavarles los pies.
Hay dos hechos importantes mencionados en los versículos 2-4 que nos ayudan a comprender el impacto completo de lo que estaba ocurriendo ese día. El primero de estos hechos tiene que ver con Judas Iscariote. El versículo 2 nos dice que el diablo ya le había puesto en el corazón de Judas traicionar al Señor. Si bien este hecho estaba escondido para los otros discípulos, no estaba oculto para nuestro Señor. Él sabía que Judas Le traicionaría. Jesús se inclinó para lavar los pies de Su traidor. Es fácil hacer el bien a los que nos hacen bien. No es tan fácil hacer el bien a nuestros enemigos. Esto es lo que estaba haciendo Jesús aquí.
El segundo hecho importante para nuestra consideración, se encuentra en el versículo 3. Este verso nos dice que Jesús sabía que el Padre había puesto todas las cosas en Sus manos. Él sabía que Él había venido de Dios e iba a Dios. ¿Qué nos dice esto? Nos dice que el Señor Jesús es Dios. Dios el Padre había colocado todas las cosas en Sus manos. El destino del mundo fue colocado sobre los hombros del Señor Jesús. El Padre depositó total confianza en Él. La persona que se inclinó delante de los discípulos, era el Señor de todo. Él mantiene nuestro destino en Sus manos. No hay ninguno más grande que Él. Los reyes de la tierra se doblegarán ante Él. La tierra tiembla en Su presencia (Romanos 14:11; Salmo 114:7). Este gran Dios de gloria se inclinó para lavar los pies polvorientos de Sus criaturas.
Simón Pedro percibió algo de esta paradoja. Cuando El Señor se acercó a él y se arrodilló a lavarle los pies, Pedro no quiso tener nada que ver con eso. ¿Fue porque Pedro tenía demasiado respeto por su amo? ¿Sentía que estaba por debajo de la dignidad de su Señor arrodillarse para lavar sus pies? La respuesta de Jesús a Pedro fue asombrosa: “Si no te lavare, no tendrás parte conmigo.” (versículo 8). Jesús, en su estilo típico, hablaba de cosas espirituales. El lavado de los pies era un símbolo del lavado que tiene que ocurrir en la vida de todos los creyentes.
Lo que el Señor le estaba diciendo a Pedro aquel día, era algo como esto, “Pedro si no me dejas humillarme por ti, no puedes ser parte de mí. Es necesario que me humille a fin de que tú puedas volverte limpio. Es necesario que muera a fin de que tú puedas ser perdonado de tus pecados. Si no te limpio de tus pecados, tú no puedes ser mi hijo. Si no te lavo, no tendrás parte conmigo.”
¡“¡Señor, no sólo mis pies, sino también las manos y la cabeza!” (versículo 9). Si Pedro iba a hacer algo, lo iba a hacer con todo su corazón. (Esto a menudo metió a Pedro en problemas.) Jesús le contestó a Pedro: “El que está lavado no necesita sino lavarse los pies” (versículo 10).
Imagínese a un individuo que después de darse un baño, fuera a la casa de su amigo caminando por las calles polvorientas de Jerusalén. Cuando él llega, se da cuenta que sus pies están sucios. ¿Debería bañarse otra vez por tener los pies polvorientos? No, todo lo que se requería, era que él se lavara los pies y él estaría limpio otra vez.
Parece haber un significado espiritual oculto en esta declaración de Jesús. Él les dijo a Sus discípulos que estaban todos limpios, excepto uno de ellos que Le traicionaría (versículos 10-11). La limpieza a la que Jesús estaba refiriéndose aquí, era la purificación de sus almas. Todos excepto Judas creían en Jesús y querían caminar en Su luz. Pedro como los otros discípulos había sido lavado por Cristo. Sus pecados habían sido perdonados y su salvación asegurada.
Como creyentes que habían sido lavados en la sangre del Cordero de Dios, estos discípulos todavía vivían en un mundo pecaminoso. A medida que caminaran sobre el suelo polvoriento, pecaminoso de esta tierra, se volverían sucios. A menudo requerirían un lavado de pies espiritual. Usted y yo sabemos cuánto somos influenciados por las cosas de este mundo. Ninguno de nosotros puede caminar a través de esta vida sin ser manchados por la inmoralidad y suciedad de este mundo. Luchamos contra tentaciones. No estamos a la altura del estándar que el Señor ha diseñado para nosotros. Como un viajero cansado en las vías polvorientas de Jerusalén, nosotros también tenemos que convertir en un hábito venir al Señor para un lavado de pies espiritual. Tenemos que traerle nuestros pecados y deficiencias y hacer que Él nos purifique regularmente.
Jesús le estaba diciendo a Pedro que él ya había sido perdonado. Él estaba limpio. Su relación con el Señor estaba establecida. Sin embargo Jesús le recordó que él tendría que regresar a Él regularmente en busca de más purificación y perdón. ¿Pudiera ser que Jesús estuviera pensando cómo le negaría Pedro en el momento de su prueba? Dios no le abandonaría en ese día. Sin embargo Pedro tendría que venir a Cristo en busca de perdón y purificación después de negarle.
Nuestro baño espiritual es una experiencia de una vez para siempre. Recibimos al Señor y somos purificados de nuestro pecado. Conocemos el perdón de Dios. Esto no quiere decir que nunca caigamos en pecado otra vez. Necesitaremos venir diariamente para un lavado de pies espiritual. Tenemos que aprender a vivir en la purificación que El Señor provee. El hecho que hemos pecado no quiere decir que hayamos perdido nuestra salvación. Cuando fracasamos, tenemos que regresar a Jesús en busca de perdón y restauración.
Después de haber lavado los pies de ellos, Jesús alentó a Sus discípulos a seguir su ejemplo (versículo 15). Jesús necesariamente no estaba instituyendo la costumbre del lavado de pies en la iglesia (aunque nos podría hacer bien experimentar semejante ceremonia). Hay muchas maneras de lavarse los pies unos a otros. Definitivamente, lavar los pies unos a otros es servirnos a unos a otros como Cristo nos sirvió. Es perdonarnos unos a otros como Cristo nos ha perdonado. Fíjese que Jesús no les estaba diciendo a Sus discípulos que sería agradable para ellos servirse unos a otros y servir las necesidades mutuas. Él les estaba diciendo que, si querían seguirle, tendrían que servirse mutuamente de este modo.
Si el amo del universo se inclinó para lavar los pies de Sus discípulos, nosotros también tenemos que estar dispuestos a servirles a nuestros hermanos en su necesidad. “Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis.” (versículo 17).
Para Considerar:
• ¿Es posible vivir la vida cristiana sin pecar?
• ¿Hay algunos pecados que usted necesita confesarle al Señor hoy?
• Fíjese cuan dispuesto Jesús estuvo a lavar los pies de Sus discípulos. ¿Qué le obstaculiza acercarse a Él hoy con su necesidad de purificación?
• ¿Usted está dispuesto a lavar los pies de un “Judas” en su vida? ¿Tiene usted personas que han estado buscando hacerle daño? ¿Cómo los puede bendecir usted hoy?
• ¿Hay individuos a los que usted necesita alcanzar en nombre de Cristo como Jesús hizo aquel día? ¿Quiénes son? ¿Qué le haría Cristo hacer para ellos?
Para Orar:
• Pídale al Señor que le revele cualquier pecado oculto que usted necesita confesar. Venga a Él para un lavado de pies espiritual.
• Dele al Señor las gracias por la purificación que Él provee para todos sus pecados.
• Pídale a Dios que abra sus ojos para las necesidades alrededor de usted. Pídale que le dé más de la actitud de Cristo demostrada en este pasaje.
Capítulo 36 – Traicionado
Lea Juan 13:18–38
¿Se ha escandalizado usted alguna vez por la noticia de que usted ha sido traicionado por alguien que usted ama? La traición nunca es fácil. Cuando viene de alguien que está próximo a usted, es muy difícil. Jesús había seleccionado con mucho cuidado Sus doce discípulos. Ellos habían vivido y habían trabajado hombro a hombro por casi tres años. Se habían formado relaciones entre ellos. Se habían reído juntos y habían llorado juntos. Eran un verdadero equipo. En esta ocasión particular Jesús y Sus doce discípulos estaban juntos. Tras la comida, Jesús había tomado una toalla y había lavado los pies de los discípulos. Cuando Él terminó, Él hizo un anuncio espantoso: “El que come pan conmigo, levantó contra mí su calcañar.” (versículo 18).
Sólo podemos imaginarnos la sacudida de esas palabras. ¿Qué significa “levantar el calcañar contra alguien? Esta frase puede ser una referencia a un caballo que levanta su calcañar para patear. Levantar el calcañar de uno significa buscar hacer daño. Lo que Jesús estaba diciendo aquí, era que había alguien en el cuarto que era un traidor. Fíjese que el calcañar no estaba siendo levantado en contra de los discípulos. Jesús era el foco de su atención.
Lo que hizo esta declaración aun más impresionante, fue que Jesús les dijo a Sus discípulos que la persona que levantaría su calcañar, comía pan con ellos. Comemos pan con personas en quien confiamos. Esto haría el acto de traición aun más horrendo. La persona que traicionó a Jesús era un amigo.
En el versículo 19 Juan nos dice que Jesús quiso que Sus discípulos supieran de este acto de traición antes de que ocurriera, así es que “Desde ahora os lo digo antes que suceda, para que cuando suceda, creáis que yo soy.” El “yo” en este pasaje era el Mesías que tenía que venir a salvarlos de sus pecados. Jesús iba a morir pronto. Los discípulos serían desafiados en su fe en Su muerte. Jesús quería que Sus discípulos supieran anticipadamente que Él sería traicionado y sería conducido a la cruz del calvario, a fin de que no perdieran las esperanzas cuando Él fuera crucificado.
Aún cuando sería muy difícil entender para los discípulos la muerte del Señor Jesús, eventualmente llegarían a entender la esperanza que traía esta muerte. Estos mismos discípulos irían a los confines de la tierra con el mensaje de Cristo, el Mesías crucificado y resucitado. Jesús prometió que los que les aceptaran y aceptaran el mensaje de ellos, también Le aceptaban a Él (versículo 20). Mientras que el diablo quería que la traición obstaculizara la causa del Reino, en vez de esto Su muerte se convertiría en su mensaje central. Los hombres y las mujeres de todas las épocas, serían liberados del poder de la maldad a través de este poderoso mensaje de salvación.
El verso 21 nos dice que el pensamiento de esta traición y muerte atribulo a Jesús. “De cierto, de cierto os digo, que uno de vosotros me va a entregar,” les dijo. Él sabía esto desde el principio, pero no lo hacía más fácil cuando el día se acercaba. Los discípulos no sabían qué pensar. Miraban alrededor del cuarto preguntándose de quién Él estaba hablando. Simón Pedro le pidió a “el discípulo que Jesús amaba” (Juan), que le preguntará a Jesús el nombre de este traidor (versículos 23-24). Jesús les dijo que era el mismo a quien Él le ofreciera el pan mojado en el plato (versículo 26).
En los tiempos bíblicos comer con utensilios era relativamente desconocido. A menudo se traía la comida a la mesa en un tazón. El pan era servido con la comida y se lo sumergía comúnmente en el plato de caldo o carne. Cuando el anfitrión sumergía el pan en el plato y se le ofrecía a un invitado, él estaba mostrando un favor especial a ese invitado. Jesús le mostró este favor a Judas, a pesar del hecho que él en poco tiempo Le traicionaría. Jesús trató a Judas con respeto y honor.
Jesús sumergió el pan en el plato y lo ofreció a Judas. ¿Había oído Judas lo qué Jesús había acabado de decir acerca del traidor que comería el pan sumergido en el plato? Si él oyó lo qué Jesús dijo, al aceptar este pan, él estaba aceptando su papel de traidor. De Juan 13:2 es que comprendemos que el diablo ya había puesto en el corazón de Judas traicionar al Señor. Sin embargo cuando Judas tomó el pan, Satanás entró en él (versículo 27). Judas, al aceptar este gesto de amistad, aceptó convertirse en el instrumento de Satanás para traicionar al Señor. Ésta fue una elección consciente de parte de Judas. Satanás entró en él, sólo cuando él voluntariamente se había convertido en su instrumento.
Fíjese que después que Satanás entró en él, Judas no pudo quedarse en la presencia de Jesús. El pasaje nos dice que Judas salió. Él ya no se encontraba a gusto con Jesús y los discípulos. La luz no tiene compañerismo con la oscuridad (vea 2 Corintios 6:14). Satanás no tiene compañerismo con Cristo. Hacer una elección consciente de traicionar al Señor es cortarse completamente del compañerismo con Él. Los discípulos no comprendieron por qué salió Judas. Pensaban que él tenía que encargarse de algún negocio.
Al saber que las ruedas estaban ahora en marcha para Su traición y crucifixión, el Señor les dijo a Sus discípulos: “Ahora es glorificado el Hijo del Hombre” (versículo 31). La glorificación del Señor Jesús vendría por medio de Su muerte y resurrección. Él les recordó a Sus discípulos aquí que Él no estaría con ellos mucho más tiempo. Esto habría sido difícil de entender para los discípulos.
Antes de que Él los dejara, el Señor Jesús les dijo a Sus discípulos que Su gran deseo para ellos era que se amaran unos a otros (versículo 34). Él les recordó que el mundo sabría que eran Sus discípulos si se amaran. El Señor recientemente había estado hablando en este pasaje de cómo amaba a Sus discípulos. Él estaba listo para ir a la cruz por ellos. Éste es el ejemplo que Él nos da a nosotros. ¿Podemos amarnos tanto unos a otros? ¿Estamos dispuestos a morir nosotros mismos por causa de nuestros seres queridos y de los enemigos? Jesús les estaba recordando a Sus discípulos que, si se amaran de este modo, le probarían al mundo que el amor de Dios vivía en ellos y que eran de verdad Sus discípulos.
Hay una verdad importante en esta nueva orden. Juan más tarde amplificaría en su primera epístola lo qué Jesús dijo aquí. Escuche lo que Juan escribió después:
“Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en muerte. Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él. En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos.
Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad.” (1 Juan 3:14–18)
La prueba de que somos hijos de Dios, está en el amor de Dios que habita nuestros corazones.
Cuando Pedro escuchó lo que el Señor les estaba diciendo ese día, él se entristeció en su corazón. Él no estaba listo para que el Señor muriera. Él le dijo al Señor que él estaba dispuesto a seguirle dondequiera que Él fuera. Él estaba incluso dispuesto para dar su vida por Él. “¿Tu vida pondrás por mí? De cierto, de cierto te digo: No cantará el gallo sin que me hayas negado tres veces. (versículo 38). Esto habría sido muy difícil para que Pedro lo comprendiera.
La negación de Pedro nos induce a reflexionar muy profundamente en nuestra propia relación con Cristo. El apóstol Pablo nos dice que es una cosa peligrosa estimar demasiado nuestra fuerza para permanecer firme al Señor: Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga.” (1 Corintios 10:12).
Pedro se sentía seguro de su relación con el Señor, pero fracasó. Una cadena es solamente tan fuerte como su eslabón más débil. Usted puede ser fuerte en muchas áreas de su vida, pero usted tiene un punto débil. Cuando Satanás hale con toda su fuerza en la cadena de su consagración espiritual al Señor Jesús, realmente no importa cuán fuertes son los demás eslabones. Un solo eslabón débil puede hacer que su cadena se rompa. Usted no puede permitirse el lujo ni siquiera de tener un punto débil en su cadena.
Judas decidió conscientemente traicionar a nuestro Señor. Pedro cayó por un eslabón débil en su cadena. Ambos hombres eran discípulos. Los dos cayeron. Esto nos recuerda que nosotros también necesitamos estar en guardia. Pedro, ya viejo, volviendo la mirada atrás sobre su vida (y posiblemente pensando acerca de su propia negación del Señor) trae este reto a nosotros:
“Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar;” (1 Pedro 5:8).
Podemos llegar a confiarnos tanto en nuestra relación con el Señor que bajamos nuestra guardia. Siempre en estado de alerta. La batalla no se ha terminado todavía.
Para Considerar:
• ¿Ha habido momentos en su vida cuando usted se ha ado cuenta repentinamente de sus debilidades?
• ¿Cuáles son algunos de los eslabones débiles en la cadena de su compromiso con el Señor Jesús?
• ¿Qué hace falta para permanecer fuerte y fiel en su caminar con Dios?
Para Orar:
• ¿Alguien que usted ha amado le traicionó alguna vez? Pídale al Señor que sane la herida de esta traición.
• Pídale a Dios que le muestre los eslabones débiles en la cadena de su compromiso con Él. Pídale que fortalezca esos eslabones débiles.
• Pídale al Señor que le ayude a darse cuenta cuánto usted en realidad le necesita, si usted va a poder conquistar al enemigo.
• ¿Conoce usted a algunas personas que han caído en su caminar con el Señor? Pídale al Señor que los atienda y los traiga de regreso a Sí Mismo. Pídale que le muestre si hay alguna cosa que Él le haría hacer para atenderlos.
Capítulo 37 – Yo Soy el Camino
Lea Juan 14:1–6
No sería difícil para nosotros imaginarnos cómo era la atmósfera en el cuarto. Jesús acababa de decirles a los discípulos que uno de ellos Le traicionaría. Este grupo pequeño había trabajado hombro a hombro por tres años. Habían aprendido a convivir y respetarse mutuamente durante este tiempo. Descubrir que uno de ellos traicionaría al Señor Jesús era difícil de creer. Traicionar a Jesús era traicionar las amistades que habían sido construidas durante estos últimos años recientes.
Los discípulos habían sido asombrados por esta declaración profética de Jesús (13:22). En su orgullo Pedro le dijo a Jesús que él estaba dispuesto a dar su vida por Él (13:37). Sin embargo Jesús le dijo a Pedro, que él Le negaría tres veces. No hay dudas que a Pedro le habría costado mucho trabajo imaginarse esto.
Añadido a toda esta conversación acerca de la traición y la negación, Jesús les había dicho a Sus discípulos que iba a morir (13:36). Los discípulos amaban a su maestro. Habían dejado todo para seguirle. Sus vidas por tres años habían girado en torno al Señor Jesús. No eran nada sin Él. Esta plática de muerte habría sido inquietante considerarla para ellos.
Jesús sintió la atmósfera de esa tarde: “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí.” (versículo 1). Los discípulos estaban a punto de perder a alguien al que habían dado sus vidas para servirle. Jesús sentía sus miedos y su dolor y les desafió a que pusieran su confianza y su seguridad en Dios. No importa cuán sombría la situación pudiera llegar a ser, el Dios todopoderoso era todavía digno de su confianza. Nada de lo que estaba a punto de suceder estaba fuera de su control. Judas les decepcionaría. Pedro les decepcionaría. Sin embargo Dios siempre los apoyaría. Dios les demostraría que Él es fiel en sus pruebas. Qué consuelo debiera ser esto para nosotros también.
Jesús continuaba alentando a Sus discípulos diciéndoles por qué Él iba a dejarles. Él les dijo que Él iba a preparar un lugar para ellos (versículo 2). “Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.” (versículo 3). Él sólo se iría por ahora. Él prometió regresar para llevarlos a estar con Él. Había un brillante futuro esperándolos.
Tomas, en particular, parecía confundido: Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino?” (versículo 5). Para esto, Jesús contestó: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.” (versículo 6). En esta declaración, Jesús le dijo a Tomas dónde él iba y cómo llegar allí. Él le dijo primero que él iba al Padre (“nadie viene al Padre”). En segundo lugar, Jesús le dijo a Tomas que Él era el camino al Padre.
Consideremos esta declaración de Jesús un poco más detalladamente. ¿Cómo puedo llegar al cielo a través de Jesús?
La única cosa que nos impide entrar al cielo es nuestro pecado. La única manera en que usted o yo puedo ser salvado de la condenación de Dios, es siendo perdonado de nuestro pecado. Dios no sería justo si Él ignorara el pecado. Un juez que perdonara el delito porque él no tenía corazón para condenar a un delincuente, no sería un buen juez. El pecado tiene que ser castigado. Al delincuente no se le puede permitir que deambule por las calles sin pagar por sus delitos. Jesús eligió tomar el castigo por nuestro pecado en Sí Mismo. Él murió a favor nuestro. Él pagó la deuda que debíamos pagar, pero que no podíamos pagar. Por causa de Cristo, nuestra deuda está pagada y podemos ser perdonados. Simplemente necesitamos abrir nuestros corazones y recibir lo que el Señor ofrece tan ricamente. El camino al cielo está abierto para los que aceptan el pago de Cristo por los pecados de ellos. Mientras los discípulos luchaban con este concepto en aquel entonces, su verdad radicalmente les impactaría sus vidas y sus ministerios.
La verdad es increíblemente simple. Jesús es el camino al Padre. Él murió para pagar el castigo y quitar la deuda del pecado que le debíamos al Padre. Porque nuestra deuda está pagada nosotros ahora podemos experimentar perdón y purificación. La barrera del pecado está eliminada. Todo lo que necesitamos hacer ahora es venir a Jesús y aceptar lo que Él ha hecho por nosotros. No puede haber nada más simple. No puede haber nada más vitalmente transformador.
Para Considerar:
• ¿En qué cosas confían las personas para llegar al cielo? ¿Qué nos cuenta este pasaje sobre la insensatez de confiar en estas cosas?
• ¿Cómo es Jesús el camino al Padre?
• ¿Qué les dijo Jesús a Sus discípulos que hicieran en sus miedos y dolores? ¿Cómo se aplica esto a nosotros hoy? ¿Cuál es su dolor? ¿Cómo puede aplicar usted esta verdad a su vida hoy?
Para Orar:
• Agradezca al Señor que Él lo ha hecho todo para su salvación.
• ¿Conoce usted a personas que están confiando en algo más que la obra terminada de Cristo para su salvación? Pídale al Señor que les indique el camino.
• Agradezca al Señor que usted puede venir a Él en su dolor. Agradézcale que Él está dispuesto a alcanzarle en estos tiempos.
Capítulo 38 – Muéstranos al Padre
Lea Juan 14:7–31
En Juan 14:7 Jesús dijo a Sus discípulos que si Le conocieran, conocerían también al Padre. Él se atrevió a decir que en verdad habían visto al Padre. ¿Qué quería decir Jesús con esto? El Señor Jesús era la imagen exacta del Padre. Cuando los discípulos miraron a Jesús y vieron Su compasión para los perdidos, veían la compasión del Padre en Él. Cuando escuchaban Su sabiduría, oían la sabiduría de Dios, pues las palabras que Él hablaba eran las palabras del Padre. Cuando le veían sanar a los enfermos o resucitar a los muertos, veían el poder del Padre en acción en Él. Al comprender el carácter y poder de Jesús, comprendemos el carácter y el poder del Padre, pues son uno. El cuerpo humano de Cristo engañó a muchos, pero Jesús era el Hijo de Dios.
Felipe no comprendía lo que el Señor Jesús estaba diciendo: “Señor, muéstranos al Padre y eso será suficiente para nosotros” (versículo 8). ¿Qué estaba diciendo realmente Felipe? Había habido mucha plática teologal en aquellos tiempos acerca de la persona del Señor Jesús. Jesús a menudo les había dicho que Él y el Padre eran uno. Esto no era fácil de comprender para los discípulos. Tal vez en un sentido Felipe estaba diciendo algo así como esto, “Señor toda esta plática está bien, pero lo que nosotros en realidad necesitamos es una demostración práctica. Muéstranos al Padre y comprenderemos lo que estás hablando.”
Había un tono de desilusión en la voz del Señor cuando Él respondió a la solicitud de Felipe: “¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?” (versículo 9).
Felipe realmente no conocía a Jesús. Si él hubiera comprendido lo que el Señor estaba diciendo ese día, él nunca habría pedido ver al Padre. Al ver a Jesús, Felipe también había visto al Padre. Jesús procedió a explicar más extensamente lo que Él quería decir. Él le recordó a Felipe que el Padre estaba en el Hijo y el Hijo estaba en el Padre. Las palabras que Felipe oía al Hijo hablar eran las palabras del Padre. Las obras milagrosas que el Hijo hacía no eran Sus propias obras – eran las obras del Padre que vivía en Él. Cuando Felipe veía estas obras, él veía el poder de Dios en la obra de la persona de nuestro Señor Jesús.
Jesús les dijo a Sus discípulos que este mismo poder podría ser evidente en sus vidas también. Si tuvieran fe en Él, podrían hacer incluso obras mayores que las que Él hizo. Podrían pedir cualquier cosa en Su nombre y sería hecha para ellos. Estos mismos discípulos experimentarían la verdad de lo que Jesús les estaba diciendo. Cuando fueran capacitados por el Espíritu de Dios, ellos también verían el poder del Padre en sus vidas.
En ese poder sanaban a los enfermos. El mensaje del evangelio se esparcía en el poder de estos discípulos hasta los confines de la tierra. Las personas de cada nación vendrían a conocer y amar al Señor Jesús. Todo esto era una demostración del poder del Padre obrando en sus vidas.
Podemos conocer la presencia y el poder del Padre obrando en nuestras vidas y nuestro ministerio. Jesús prometió en los versículos 16-17 que Él enviaría al Consolador. Este Consolador, según Jesús, era el Espíritu de verdad. Aunque Jesús tenía que abandonar sus discípulos para ir al Padre, Él no les dejaría impotentes. El Consolador moraría en ellos y les enseñaría todo lo que ellos necesitaban saber (versículo 26). El Consolador les recordaría todo lo que El Señor les había enseñado. Ésta promesa de Cristo es también para nosotros.
¿Cómo podemos conocer este poder en nuestras vidas? Jesús nos da la respuesta en el versículo 23: “El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él (versículo 23).”
El secreto para conocer el poder de Dios obrando en nuestras vidas es amar al Señor y vivir en la obediencia a Su Palabra. La promesa aquí es que si amamos a Cristo y vivimos en la obediencia a Su Palabra, el Señor Jesús vendrá, por medio de Su Espíritu y hará Su morada en nosotros. Si queremos ser llenados con el Espíritu de Dios y conocer el poder de Su presencia en nuestras vidas, necesitamos ocuparnos de los obstáculos que se interponen en el camino. La desobediencia y la falta de amor por Dios sólo obstaculizarán el trabajo del Espíritu de Dios a través de nosotros. Tenemos que ajustar nuestros corazones para amar Dios y obedecerle sin importar lo que cueste.
¿Ha visto usted alguna vez un río bloqueado por una rama? A medida que la basura flota río abajo es atrapada en la rama. Pronto el curso del río varía y se interrumpe el flujo del agua. ¿Cómo se puede restablecer el flujo? La única manera para restaurar el flujo normal del río es quitar los obstáculos. La desobediencia, como esta rama, es un impedimento para el libre fluir del poder de Dios en nuestras vidas. Si queremos conocer la llenura y el incremento del poder del Espíritu de Dios en nuestras vidas, necesitamos aprender a ser obedientes.
No solamente Jesús les prometió a Sus discípulos el poder del Espíritu Santo, sino que también prometió Su paz en sus vidas. Los discípulos estaban realmente atribulados en aquel entonces. La paz que el Señor les daría no dependería de circunstancias externas. Se podría experimentar esta paz en medio de la agitación. Es una paz que viene de saber de que estamos a bien con Dios. Es una paz que viene de la presencia de Dios en nuestras vidas. Nada puede frustrar los planes y los propósitos de un Dios omnipotente. La preocupación y el miedo son desconocidos para Dios. Cuando Su Espíritu vive en nosotros, nosotros también experimentamos esta paz. Proviene de conocer a Dios y saber que Él está en perfecto control de todos los acontecimientos y las circunstancias de la vida. Cuando somos uno con Dios y Su Espíritu vive en nosotros, conocemos esta paz.
Jesús les recordó a los discípulos que si le amaran, se alegrarían de que Él se iba para ir a Su Padre (versículo 28). ¿Quién entre nosotros no se deleitaría con ir para estar con nuestro Padre celestial amoroso? Jesús estaba abandonando a este mundo de pecado e yendo para estar en la presencia de Su Padre. Esto era motivo para regocijarse.
Jesús les dijo a Sus discípulos que Su Padre era mayor que Él (versículo 28). Ésta es una declaración difícil de entender. Si el Hijo de Dios era la imagen perfecta del Padre y ellos eran uno, ¿cómo podía ser que el Padre fuera mayor que Él? Necesitamos comprender esta declaración de Jesús examinando el contexto de este capítulo. Jesús estaba a punto de morir. En el versículo 31, Jesús les dijo a Sus discípulos que Él hacía exactamente lo que el Padre le pedía que Él que hiciera. Cristo voluntariamente se sometía a hacer la voluntad del Padre. Él voluntariamente aceptaba Su muerte venidera. Era en este sentido que el Padre era mayor que el Hijo. El Hijo de Dios, aunque igual al Padre, se humilló para hacer la voluntad del Padre. Temporalmente Él se convirtió en el siervo del Padre para lograr el gran plan de redención para la humanidad.
Jesús les advirtió a Sus discípulos que venía el gobernante del mundo (versículo 30). Satanás estaba a punto de realizar el plan de matar a Jesús. Sin embargo Jesús les recordó a Sus discípulos que Satanás no tenía nada en Él. Satanás no le podría mantener en la tumba. Los propósitos de Cristo se realizarían incluso en la muerte. Dios predominaría sobre las malvadas artimañas del diablo para efectuar la redención.
Los discípulos de Jesús se entristecieron aquel día, cuando descubrieron que Jesús iba a dejarlos para estar con Su Padre. Jesús trató de alentarlos en este pasaje. Él prometió que Él les enviaría al Espíritu Santo y los llenaría de la paz de Dios. También conocerían el poder de Dios en sus vidas. Harían las obras que Jesús había hecho e incluso mayores obras. Él les prometió que aunque encontraran pruebas y obstáculos en el camino, Satanás no podría estorbar el propósito y el plan de Dios para sus vidas.
Qué maravillosas promesas les fueron ofrecidas a los discípulas aquel día. Paz, poder y la victoria sobre Satanás eran todas suyas. Estas mismas promesas se nos ofrecen a nosotros también. ¿Hemos experimentado la realidad de estas promesas?
Para Considerar:
• ¿Cuánto del poder y la paz del Señor Jesús se está demostrando en su vida ahora mismo?
• ¿Qué obstaculiza el fluir del poder de Dios y la paz en su vida hoy?
• ¿Hasta qué punto su vida obedece al carácter de Dios?
• ¿Qué ánimo recibe usted en este pasaje referente a su lucha con Satanás?
Para Orar:
• Pídale a Dios que le haga un instrumento de Su poder y paz.
• Pídale a Dios que le revele los obstáculos que en su vida le impiden ser todo lo que Él le ha llamado a ser. Pídale que le perdone y le haga libre para servir en Su poder y en Su paz.
• Agradezca al Señor que Él es más grande que cualquier obstáculo o prueba en la vida. Agradézcale que Él ha prometido victoria sobre Satanás y sus demonios.
Capítulo 39 – La Vid y los Pampanos
Lea Juan 15:1–8
En Juan 15 Jesús presenta un cuadro de una vid y sus ramas. En este cuadro, Jesús es la vid. Somos las ramas conectadas al Señor Jesús como la vid. Dios el Padre es el jardinero. Consideremos esta descripción y veamos qué tiene que enseñarnos acerca de nuestra relación con el Señor Jesús.
Dios el Padre, como el jardinero, tiene una preocupación profunda por las ramas de la vid que son Su pueblo. Como cualquier buen jardinero, Él cuidadosamente examina estas ramas. Él quita las ramas que no llevan fruto porque son sólo un obstáculo para el resto de las ramas en la vid. Él poda las ramas productivas y provechosas a fin de que produzcan más fruto. El deseo profundo del jardinero celestial es que cada rama en la vid produzca mucho fruto. Él quiere verles alcanzar su total potencialidad.
Mientras que esta imagen es perfectamente comprensible en el mundo de la jardinería, es más difícil aceptarla en el mundo espiritual. La misma naturaleza de las personas exige que sean podadas de vez en cuando. Tenemos una tendencia natural a echar retoños en las direcciones equivocadas. Tenemos una inclinación natural a volvernos perezosos y poco provechosos por nuestro pecado. Todos estamos inclinados a aceptar la mediocridad en nuestras vidas espirituales. Vivir como Dios requiere, exige esfuerzo, sacrificio y dolor. Como las ramas, si se las deja solas, tendemos a volvernos estériles e improductivos para El Señor. Es necesario que el Señor pode el pecado que es la causa de esta infructuosidad.
La poda no es algo fácil para la mayor parte de nosotros. Al podarnos Dios está eliminando cualquier obstáculo que nos impida producir todo el fruto que Él desea que nosotros produzcamos. Recuerdo un tiempo en mi vida cuando Dios empezó este proceso de poda. Él tuvo que romper mi orgullo que me hacía creer que en cierta forma, podría realizar el trabajo que Él me llamaba a hacer en mi propia fuerza. Él me despojó de mi salud por un período de meses. Él quitó mucho de mi ministerio. Él parecía retirarse de mí durante un tiempo en mi caminar espiritual y quedé sintiéndome desvalido. Éste no fue un tiempo fácil. Estas épocas de poda tienen por objeto permitirnos producir incluso más fruto. Después de la poda podemos esperar un tiempo de productividad. Es el corazón del Padre que produzcamos fruto. Él hará lo que haga falta para permitirnos ser provechosos.
Fíjese que la vid tiene muchas ramas que no dan frutos (versículo 2). Todos nosotros hemos visto vides o árboles con ramas muertas. En el mundo físico, esta ilustración no causa ningún problema. Sin embargo el problema llega, cuando tratamos de comprender el significado espiritual más profundo de esta parábola.
Hay quienes creen que porque estas ramas infructíferas son parte de la vid, son creyentes que han roto la comunión con Dios y han muerto espiritualmente. Porque están muertos, son cortados de la vid. Ya no son parte de Cristo. Creen que este verso sugiere que es posible, por medio de nuestra rebelión, perder nuestra salvación. Sin embargo, esta interpretación parece ir en contra del resto de la enseñanza de la Sagrada Escritura.
La segunda sugerencia es que las ramas improductivas en la vid representan a personas que aunque son parte de la iglesia visible, realmente no le pertenecen al Señor Jesús. Hay muchos individuos asistiendo a iglesias en todas nuestras naciones que verdaderamente no le pertenecen al Señor Jesús. Exteriormente parecen ser parte de la vid, pero no tienen una relación interna con El Señor. Podemos decir quiénes son estos individuos por el hecho de que son improductivos en sus vidas espirituales. No producen fruto porque no tienen vida espiritual en ellos. Se está acercando el día cuando se mostrará quiénes son verdaderamente estos individuos. Serán cortados porque no le pertenecen a Cristo.
La sugerencia final con relación a la identidad de estas ramas muertas es que representan a los cristianos verdaderos que han perdido su comunión con El Señor por la dureza de sus corazones. Son cortados, no de su salvación sino más bien de una íntima comunión con El Señor. Se han vuelto inútiles para el Señor y Sus propósitos. Son virtualmente indistinguibles del resto del mundo.
Cuando Israel le volvió su espalda al Señor, Él lo envió al exilio. Dios hizo esto porque la poda normal no fue suficiente. Israel necesitaba ser purificado por fuego. El apóstol Pablo habló del fuego que los cristianos improductivos un día enfrentarían.
Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego. (1 Corintios 3:12–15)
Los individuos que afrontan el fuego del juicio de Dios aquí son hijos de Dios. Se salvarán “pero sólo como alguien que escapa de las llamas.”
Ezequiel el profeta también utilizó la ilustración de la vid (Ezequiel 15). Él describió a los israelitas como una vid inútil que fue sacada del fuego. El fuego descrito en Juan 15 necesariamente no representa el fuego del infierno. Estas ramas enfrentan el fuego del juicio de Dios. Aunque sean Sus hijos, son juzgados por su pecado y su infructuosidad.
Lo que necesitamos ver aquí es el deseo del Padre de que produzcamos fruto en nuestras vidas. Le enfurece que los creyentes no estén aprovechando la vida de la vid para producir mucho fruto. Es asunto de la vid producir fruto. Esto nos conduce a una pregunta de suma importancia: ¿Cómo puedo producir este fruto? Jesús nos da la respuesta en los próximos versos.
Primero, si queremos llevar fruto, tenemos que permitir que el Señor nos pode. En el versículo 3 el Señor les dijo a Sus discípulos que estaban limpios por medio de la palabra que Él les había hablado. Perdemos el significado de este verso en la traducción. La palabra griega usada para traducir la palabra “podar” en el versículo 2 también puede querer decir “para limpiar.” Podar es limpiar. Cuando el jardinero poda su vid, él está limpiando la vid de todas las ramas muertas y estériles. El Señor les dijo a Sus discípulos que fueron podados por medio de la Palabra. El Señor nos poda por medio de la Sagrada Escritura. Su Palabra nos muestra el pecado en nuestras vidas. Su Palabra nos da dirección en la vida. La Palabra de Dios, como espada, a menudo corta profundamente las áreas íntimas de nuestras vidas y revela el pecado y la rebelión que acecha en las sombras. Si queremos ser fecundos para el Señor Jesús, tenemos que permitirle podar el pecado de nuestras vidas por medio de la espada de la Palabra de Dios. No podemos esperar ser fructíferos si estamos viviendo en desobediencia a la Palabra de Dios. Necesitamos permitirle a la Palabra dirigirnos y guiarnos.
En segundo lugar, si queremos ser productivos para el Señor Jesús tenemos que aprender como permanecer en Él (versículo 4). La tentación para cada cristiano es desviarse de la vid. Nuestro orgullo natural nos induce a apresurarnos delante del Señor y tratar de hacer todo lo que podemos en nuestra propia fuerza. Permanecer en El Señor es vivir en obediencia a Su Palabra. Es mantener comunión con Él. Es dejar que la savia de Su Palabra y Su Espíritu fluyan a través de nosotros. Es ser como Moisés, quien se rehusó a avanzar a menos que la presencia del Señor fuera con él (vea Éxodo 33:15–16). Permanecer en Él es buscar Su sabiduría y Su capacitación. El poder de la productividad en el servicio no está en nuestra propia fuerza; está en la presencia del Espíritu Santo fluyendo a través de nosotros. Tenemos que permanecer conectados a la fuente de nuestra fuerza y nuestra capacitación. Nada nos debe separar de Él. Si queremos ser fecundos, debemos permanecer conectados a la vid. Tenemos que resistir cada tentación de hacernos cargo de nuestros propios asuntos. Nuestra fuerza se encuentra en esa vid, el Señor Jesús, Su Palabra y Su Espíritu.
Jesús nos advierte que podemos no hacer nada de valor espiritual duradero fuera de permanecer en Él (versículo 5). Cuando Jesús nos dice que no podemos hacer nada fuera de permanecer en Él, Él nos está diciendo que le debemos todo a Él. En un nivel muy básico Él nos está diciendo que somos absolutamente dependientes de Él para cada aliento que tomamos y cada esfuerzo que hacemos. Sin embargo en otro nivel Él nos está diciendo que si queremos realizar Su obra, tenemos que hacerla por medio de permanecer en Él. Tenemos que aprender a escucharle a Él y a Su conducción. Tenemos que hacer uso de Su fuerza y Su capacitación. Tenemos que rendirnos al ministerio de Su Espíritu en nosotros. No se puede producir ningún fruto espiritual duradero por medio de los esfuerzos de la carne. Si queremos ser útiles para el reino de Dios tenemos que aprender a extraer todo lo que necesitamos de la vid.
Fíjese aquí en la promesa del Señor Jesús para los que permanecen en Él. Él nos dice que podemos pedirle cualquier cosa y Él la hará (versículo 7). La persona que permanece en Cristo es una que busca la gloria de Cristo. El máximo deseo de este individuo es que el Señor Jesús sea honrado. Esta persona se ha rendido completamente al Señor para ser un instrumento de Sus propósitos. Es en el contexto de permanecer en Cristo que le podemos pedir cualquier cosa a Él. Hay momentos en los que nos separamos nosotros mismos de la vid y pedimos cosas fuera de Su voluntad. La promesa aquí es para los que se quedan en la vid. Cuando el deseo sincero de nuestro corazón es hacer la voluntad del Señor en cada área de nuestras vidas y nosotros hemos rendido todo lo nuestro, todo para este propósito, podemos esperar que Dios contestará nuestras oraciones. Es la voluntad del Padre que llevemos mucho fruto. Cuando le pedimos a Él que nos conceda fruto espiritual para Su gloria, podemos esperar que Él lo hará.
La pregunta que usted necesita hacerse es ésta: ¿Está permaneciendo en el Señor? ¿Conoce usted el poder de Su presencia en su vida? ¿Ha estado Él podándole con el fin de producir más fruto? Tal vez como cristiano usted ha estado reprimiéndose y negando al Señor acceso a ciertas áreas de su vida. El resultado es que usted está volviéndose espiritualmente improductivo en su vida. Si usted quiere ser espiritualmente saludable, tendrá que permitirle al Señor podar la madera muerta en su vida. Usted tendrá que aprender a permanecer en Él y dejar que Él le llene de Su sagrada presencia capacitadora. No se apresure delante de Él. No resista lo que Él quiere hacer en usted. Ríndase a Él. Búsquele en todo lo que usted hace. No vaya adelante sin Él. Aprenda el arte de permanecer en Él.
Para Considerar:
• ¿Hay algunas áreas de su vida que usted sabe necesitan ser podadas? ¿Cuáles son?
• ¿La Palabra de Dios ha estado podándole? ¿En los últimos días que le ha estado diciendo Dios a través de Su Palabra?
• ¿Cómo puede diferenciar si usted está viviendo y trabajando en su propia fuerza o en la fuerza del Señor?
• ¿Qué representa permanecer en el Señor Jesús y Su Palabra?
Para Orar:
• Rinda su vida de nuevo al Señor Jesús. Dígale que usted quiere que Él tenga control completo de cada parte de su vida.
• Pídale al Señor que le perdone por las veces que usted ha intentado vivir esta vida en su propia fuerza. Pídale que le enseñe lo que significa permitirle obrar y fluir a través de usted.
• Pídale que le enseñe lo qué significa permanecer en Él y no correr delante de Él.
Capítulo 40 – Permanezcan en mi Amor
Lea Juan 15:9–17
Jesús les había estado diciendo a Sus discípulos que tenían que permanecer en la vid para que pudieran producir fruto. Separados de Él, nada podrían hacer. Aquí en este pasaje Él habló de Su amor por ellos y los llamó a permanecer en Su amor.
¿Cómo permanecemos en el amor del Señor? Jesús contestó esta pregunta en Juan 14:23:
El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él.
Él dijo lo mismo en Juan 15:10:
Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en Su amor.
Hay una conexión muy fuerte entre permanecer en el amor de Cristo y obedecer Sus mandamientos. Esto nos conduce a hacer la pregunta: ¿Qué hay con la obediencia que prueba nuestro amor al Señor? Hay dos argumentos que me gustaría observar.
Primero, la obediencia prueba que estamos en comunión con Cristo. Usted no puede obedecer lo que usted no comprende u oye. La obediencia prueba que hemos entrado en una relación íntima con nuestro maestro y que estamos oyendo y escuchando Su voz. La desobediencia, por otra parte, muestra que nuestra relación con el Señor ha sido quebrada. Muestra que estamos escuchando voces que no son las de Él.
En segundo lugar, la obediencia requiere sacrificio. Si tengo que ser obediente al Señor, se requerirá que muera al yo y ponga Su voluntad antes que la mía. Éste es un acto de amor. Si usted ama a alguien, usted sacrificará su tiempo y recursos por ellos. Cuando soy obediente al Señor, pruebo que estoy dispuesto a poner a un lado mis propias ideas y mis propios deseos. La desobediencia, por otra parte, es prueba de que amo mis posesiones o mis ambiciones en la vida más que al que me salvó. La medida de mi amor por otro es cuánto estoy dispuesto a negarme mí mismo o sacrificar mis posesiones por ese individuo.
La obediencia a la Palabra del Señor nos capacita a permanecer en el amor de Dios. Necesitamos entender que el amor del Señor Jesús por nosotros nunca cambia. Él ama al inconstante tanto como ama al creyente fiel. La historia del hijo pródigo demuestra esto (vea Lucas 15). Aún cuando el amor de Cristo por nosotros nunca cambiará, nuestra experiencia de ese amor varía. Usted puede vivir en ese amor y puede deleitarse con él diariamente o usted puede alejarse de él. Usted puede elegir entrar corriendo a Sus brazos amorosos y sentir el calor y seguridad de Su presencia o usted puede contenerse y puede esquivar Su amor.
Cuando Jesús nos dice a nosotros que permanezcamos en Su amor, Él nos muestra el deseo de Su corazón. Él se deleita en amarnos. Él quiere estar en constante comunión con nosotros. Se regocija Su corazón en abrazarnos y hablarnos. Rompe Su corazón cuando Él nos ve alejarnos de su amor.
Permanecer en Su amor es quedarnos en ese lugar de comunión. Es estar en un lugar donde podemos oír su voz. Allí en ese lugar el Señor se nos revela. Allí en ese lugar el Señor se derrama en nosotros. Allí experimentamos Su poder. Allí él nos enseña acerca de Él mismo y Su propósito. Es un lugar de intimidad y tremenda alegría. Allí nos sentimos entrañables, seguros y amados. Allí estamos capacitados, reconfortados y limpiados.
Fíjese en el versículo 11 que la razón por la que Jesús nos dice estas cosas, es a fin de que nuestra alegría pudiera ser completa. Si tenemos que experimentar la alegría del Señor, sólo será en el contexto de permanecer en Su amor a través de la obediencia. Los que viven en la desobediencia no pueden experimentar esta alegría. La alegría sólo llega cuando estamos en comunión con el Salvador. El pecado rompe esa comunión. Permanecer en el amor del Señor es quedarse en la comunión con Él. Los que viven en este lugar de íntima comunión con su Señor conocerán Su alegría en sus corazones.
Estrechamente relacionado con el amor a Dios, está nuestro amor de los unos por los otros. Su mandamiento para nosotros aquí es que nos amemos como Él nos amó. Amar de este modo es seguir el ejemplo de Cristo que no dudó en morir por nosotros. Jesús llega al extremo de decir que la máxima expresión de amor por el prójimo de uno, es que una persona dé su vida (versículo 13). El resultado natural de permanecer en el amor del Señor es que nos encontraremos amando a nuestros prójimos como Jesús nos ama.
Jesús les dijo a Sus discípulos que aunque eran sus siervos, Él les consideró ser Sus amigos (versículo 15). Jesús tenía todo el derecho de ver a Sus discípulos como siervos, pero Él les trató como amigos. La diferencia entre un criado y un amigo tiene que ver con la relación que existe entre ellos. También tiene que ver con la disposición de ambas partes para sacrificarse el uno para el otro. Jesús no dudó en compartir todo lo que el Padre le había dado con Sus discípulos. Él se abrió a Sus discípulos como un amigo con un amigo. Él tampoco dudó en dar Su vida por Sus discípulos en un acto de amoroso sacrificio.
Algunas personas hacen énfasis en que los creyentes son sólo siervos de Dios. Ven la relación como la de un siervo que obedece a un amo sin preguntar. Para ellos Dios es grande y santo y a veces muy distanciado. Aún cuando son siervos fieles, estos individuos a menudo no han llegado al gozo de la comunión con El Señor. Como Martha, están muy ocupados en el servicio, pero pierden el gozo del compañerismo.
Otros enfatizan su amistad con Dios. Estos individuos parecen disfrutar de la intimidad con Dios. Conocen el gozo del compañerismo y el compartir. Sin embargo, ellos a veces pueden no llegar a comprender la grandeza y la santidad de Dios. En cierta forma, necesitamos encontrar un equilibrio saludable entre ser siervo y amigo de Dios.
Jesús esperaba que Sus discípulos llevaran fruto que permaneciera (versículo 16). Para capacitarles a realizar esta tarea, el Señor Jesús prometió que el Padre les daría todo lo que ellos pidieran en Su nombre. Tenían la autoridad completa del Padre para hacer la tarea a la que habían sido llamados. Si les faltara cualquier cosa, simplemente la podrían pedir al Padre en el nombre de Cristo y se la darían. Los almacenes se abrirían y Sus riquezas serían puestas a la disposición de Sus amigos, de modo que no hubiera barreras en la ejecución de su llamado. Dios ha prometido que el trabajo para el cual Él nos ha llamado, nunca sufrirá por falta de recursos.
En medio de esta discusión sobre dar frutos y pedir cualquier cosa en nombre de Cristo, está esta declaración simple del verso 17: “Ámense unos a otros.” A primera vista, da la apariencia de estar fuera de lugar. En realidad, es la misma esencia de llevar fruto para El Señor. Si usted no permanece en el amor de Cristo, usted no podrá amar a su hermano como usted debe. Si usted no ama a su hermano, usted nunca podrá influenciarlos para El Señor.
Muy a menudo conseguimos la carreta antes que el caballo. Ponemos el énfasis en llevar fruto y tendemos a olvidar permanecer en el amor. Permanecer en el amor de Cristo es el poder detrás de nuestro servicio para El Señor. Si queremos influenciar a la gente para la causa de Cristo y llevar fruto que dure una eternidad, entonces necesitamos pasar mucho tiempo delante del Señor, pidiéndole que derrame Su amor en nuestros corazones por nuestros hermanos. Necesitamos pasar mucho tiempo delante del Señor escuchándole y pidiendo Su capacitación para vivir en completa obediencia a Su voluntad. Nada nos debe impedir amar al Señor con todos nuestros corazones, almas y mentes. Cuando Le amamos y lo dejamos derramar Su amor en nuestros corazones, los resultados serán intimidad y capacitación más profunda.
¿Quiere ser efectivo en el servicio al Señor Jesús? Permanezca en el amor del Señor. Deje a Su amor llenar su corazón. No deje que la desobediencia destruya su comunión con Él. Es sólo cuando permanecemos en la comunión que el amor trae que podemos ser útiles para nuestro Amo y Amigo.
Para Considerar:
• ¿Usted ha estado permaneciendo en el amor del Señor? ¿Cómo ha afectado esto su vida?
• ¿Qué le dice este pasaje del deseo de Dios de que usted permanezca en Su amor? ¿Qué le dice de la relación que Él quiere tener con usted?
• Considere la enseñanza de Jesús aquí referente al papel de siervo y amigo. ¿Quién es Jesús para usted hoy?
• ¿Por qué es importante permanecer en el amor del Señor? ¿Es posible desviarse de la experiencia de ese amor? ¿Cuál es el resultado?
Para Orar:
• Dele al Señor las gracias por Su deseo de tener comunión íntima con usted.
• Pídale al Señor que le acerque a Él. Pídale que le muestre cualquier cosa que le impediría acercarse a Él.
• ¿Hay alguien a quien usted tiene problemas para amar? Pídale al Señor que le dé un amor más profundo por esa persona.
Capítulo 41 – Seguir al Maestro
Lea Juan 15:18–16:4
Jesús les había estado hablando a Sus discípulos acerca de permanecer en Su amor. Permanecer en el amor del Señor requeriría que vivan en obediencia a Su Palabra. Mientras permanecieran en Su amor, serían testigos poderosos en un mundo perdido. Sin embargo Jesús les recordó, que el mundo muy probablemente los odiaría. Serían rechazados por pertenecer a Jesús.
La vida de Cristo en nosotros es como luz para una criatura de la noche. Vuelvo a mi ilustración de los insectos que encontré bajo la piedra cuando era niño. Cuando les dio la luz, la tendencia natural de estos insectos fue correr en busca de la protección de la oscuridad. La vida de Cristo reta al mundo incrédulo. Nuestra pureza de vida confronta la inmoralidad de la actualidad. La Palabra de Dios, en la cual se basa nuestras vidas, es una amenaza a una sociedad donde las personas hacen lo que está justo delante de sus propios ojos. Amar al Señor Jesús es obedecerle y salir en defensa de Su Palabra. Cuando usted y yo defendemos la Palabra de Dios, inevitablemente encontraremos oposición.
Jesús les recordó a Sus discípulos que si fueran como el mundo, el mundo los amaría como suyos. Dios los había llamado a salir del mundo (versículo 19). Ellos ahora le pertenecían al Señor Jesús. Como los que le pertenecían al Señor, ya no correrían detrás de las cosas del mundo como lo hacían anteriormente. Sus afectos estaban puestos ahora en las cosas de Dios. Sus ambiciones ya no eran por las cosas que perecen, sino por las cosas del cielo. Las prioridades habían cambiado. El Señor Jesús ahora significaba más para ellos que cualquier cosa que este mundo alguna vez les podría ofrecer. Este cambio desconcierta al mundo. El mundo no puede comprender el cambio que se lleva a cabo en la vida del que llega a conocer la salvación de Cristo. El mundo ya no puede identificarse con el creyente.
Si el mundo rechazó a Cristo, también nos rechazará. Si persiguieron al Señor Jesús, nos perseguirán también. El mundo hará esto porque no conoce al Padre (versículo 21). Nunca ha experimentado Su amor y perdón. No conoce la realidad de Su presencia.
Esto no disculpa al mundo. Dios se ha revelado a Sí Mismo a cada individuo de manera que todos están sin excusa. El Señor Jesús vino a la tierra para revelar al Padre, pero los hombres Le rechazaron. Toda la creación habla de un creador a quien adeudamos nuestra existencia. La Biblia nos dice que fuimos creados a la imagen y naturaleza de Dios. Porque fuimos creados a Su imagen, nuestro ser entero clama por Él. No podemos estar satisfechos en nuestra existencia sin Dios. Sin embargo la humanidad ha tratado de encontrar satisfacción en las cosas de este mundo.
Los versículos 22-24 son difíciles de entender. Jesús nos dice que si Él no les hubiera hablado a estos individuos y no hubiera realizado milagros ante sus ojos, no serían culpables de pecado. Esta declaración merece cuidadosa consideración. Dios ha hecho todo para revelarse a Sí Mismo a la humanidad. Si esto no fuera así, entonces no habría base para la condenación. El apóstol Pablo nos dice en Romanos 4:15:
Pues la ley produce ira; pero donde no hay ley, tampoco hay transgresión.
Donde no hay ley, no puede haber ejecución de esa ley. Donde no hay obligación, no puede haber sanción penal por no satisfacer esa obligación. Si Dios no nos hubiera dado su Ley y no hubiera puesto la responsabilidad en nosotros de seguirle y honrarle, entonces no existiría una razón verdadera para castigarnos. Sin embargo Dios nos ha escogido y nos ha llamado a ser Su pueblo. Estamos bajo una obligación con Él. Él nos ha alcanzado. Él ha dado Su vida por nosotros en la cruz. Él nos ha llamado a ser Sus hijos y a vivir con Él por siempre. Esto nos pone bajo una verdadera obligación. Con un gran privilegio viene una gran obligación. Como los que han sido llamados por Dios, somos responsables ante Él. Somos considerados responsables por nuestro pecado y nuestra desobediencia.
En los versículos 26–27 Jesús les dijo a Sus discípulos que cuando el Espíritu Santo viniera sobre ellos, tenían que unirse a los otros testigos que Dios había dejado para testificar de Su amor y perdón. La Palabra de Dios, Su imagen en el corazón humano, la creación natural, el Espíritu Santo y la vida y el ministerio del Señor Jesús son suficientes testigos para condenar a alguien que rechaza sus voces. Dios nos llama a usted y a mí a unirnos a este equipo sorprendente de testigos para proclamar al Señor Jesús como Salvador y Señor.
Jesús les recordó a Sus discípulos que el riesgo de ser Sus testigos no sería fácil (16:1–4). Serían públicamente avergonzados al ser expulsados de las sinagogas. Algunos de ellos tendrían que morir para que el mensaje de salvación pudiera salir al mundo.
Si usted hoy le conoce como su Señor y su Salvador, usted se siente llamado a ser Su testigo. Usted ha sido escogido por Dios para brillar para Él en un mundo oscuro y pecaminoso. No se avergüence de la verdad. Deje que esa luz resplandezca brillantemente. Usted es parte del plan global de Dios para revelar a Cristo a los hombres que no Le conocen. Esto puede conducir a la oposición, pero la exhortación de estos pasajes es permanecer firmes como seguidores orgullosos del Maestro.
Estamos, como los que conocen la verdad, bajo una tremenda obligación. Dios no ha escatimado en gastos para revelarse a nosotros. Que Le podamos ser fieles.
Para Considerar:
• ¿Ha sufrido usted alguna vez por salir en defensa del Señor Jesús? ¿Podría explicar?
• ¿Qué es lo que le induce a estar asustado o avergonzado hoy para defender al Señor?
• ¿Cómo se reveló el Señor Jesús a usted?
• ¿Cuál es nuestra obligación hacia Dios como los que han llegado a conocerle?
• ¿Cómo Dios ha estado revelándose a este mundo? ¿Bajo qué obligación pone esto al mundo?
Para Orar:
• Pídale a Dios que le dé más intrepidez para apoyarle.
• Tome un momento para orar por un amigo o ser querido que todavía está resistiendo la verdad de la Palabra de Dios.
• Pídale a Dios que le muestre más claramente su papel como testigo del Señor Jesús.
• Tome un momento para agradecer al Señor por la manera en que Él no se ha reservado nada para revelarse a Sí Mismo a la humanidad.
Capítulo 42 – El Triple Ministerio del Espíritu Santo
Lea Juan 16:5–16
Después de que Jesús primero les hubo dicho a Sus discípulos que Él iba a dejarles, Pedro le preguntó adonde Él iba (13:36). Después, Tomas también Le había preguntado al Señor donde Él iba (14:5). Sin embargo en esta ocasión cuando Jesús repitió este mismo pensamiento, nadie se atrevió a preguntarle adonde Él iba. Quizás estaban llegando a aceptar lo que Él estaba diciendo. Sin embargo del versículo 6, entendemos que al oír otra vez que Jesús los estaba dejando, los discípulos se llenaron de tristeza. Esto tenía sentido, considerando el hecho de que los discípulos habían dejado todo para seguir a Jesús. Por tres años le habían dado sus vidas. Habían crecido para amarle y depender de Él. Jesús tuvo un impacto profundo en sus vidas. Sus vidas fueron cambiadas para siempre.
Percibiendo su pena, El Señor les dijo que era bueno que Él se fuera. A menos que Él saliera, el Espíritu Santo no podría venir a ellos. La única manera en que el Espíritu Santo podría venir a ellos era por medio de la muerte y la resurrección de nuestro Señor Jesús. El Espíritu de Dios vendría a vivir en las vidas de los perdonados y limpiados por el trabajo sacrificial del Señor Jesús. El Espíritu Santo continuaría el trabajo que el Señor Jesús había empezado en sus vidas. El Consolador vendría a convencer a los hombres de pecado, justicia y juicio (versículo 8). Examinemos este triple ministerio del Espíritu Santo en detalle.
Primero, el Espíritu Santo nos convence de pecado. El versículo 9 nos dice que esto es necesario porque las personas no creen en el Señor Jesús. Hemos visto cuan frecuentemente hombres y mujeres volvieron sus espaldas a Jesús. Aunque Él hizo muchos grandes milagros, no podían ver que Él era el Hijo de Dios que había venido a salvarlos de sus pecados. Sus ojos estaban cegados a su necesidad de Cristo. Incluso no creían que fueran pecadores. El Espíritu Santo fue enviado para hacer posible que los hombres pudieran ver su necesidad de un Salvador. Él vino a convencer a las personas de pecado. Él vino a hacerles ver que el único medio posible de perdón para ellos era a través de la cruz del Señor Jesús.
¿Vive el Espíritu de Dios en su corazón? Si Él vive usted será convencido de pecado. Si usted no cree que es pecador, usted nunca verá su necesidad de un Salvador. A medida que he crecido en mi comprensión de la obra y el ministerio del Espíritu Santo, he llegado a darme cuenta que soy un pecador mucho mayor de que lo que pensé que era. Hay momentos en los que me he preguntado cuántos más pecados el Espíritu de Dios podría encontrar escondidos en los recovecos interiores de mi vida. Si usted está siendo convencido de pecado, anímese. Esta es una de las evidencias claras de la presencia del Espíritu Santo en su vida. ¿Quiere usted saber si una determinada obra es inspirada y está siendo bendecida por el Espíritu Santo? Sométala a la primera prueba. ¿Trae este trabajo o este ministerio a las personas a una toma de conciencia y un arrepentimiento de pecado? Éste es el primer ministerio del Espíritu Santo.
El segundo gran ministerio del Espíritu Santo, según Jesús, es convencer a los hombres de justicia. El versículo 10 nos dice por qué era necesario que el Espíritu Santo ejerciera este ministerio. El Señor Jesús iba al Padre y ya no estaría con los discípulos. Él les había enseñado lo que significaba vivir para el Padre. Él los había instruido en las formas de justicia. Ahora que Él se iba, los discípulos necesitarían un maestro. Es por esto por qué vino el Espíritu Santo. Él vino a instruir a los creyentes durante la ausencia física del Señor Jesús. El Señor ya les había dicho a Sus discípulos que el Espíritu Santo les haría recordar las cosas que Él les había enseñado (14:26).
En el versículo 7, el Espíritu Santo es llamado “el Consejero.” Un consejero es uno que nos instruye en la manera en que deberíamos andar. Éste es el trabajo del Espíritu Santo. Cuando el Espíritu Santo viene a vivir en nuestros corazones, Él trae nueva comprensión de la Palabra de Dios. Él abre nuestras mentes para la verdad de la Palabra y la voluntad de Dios. Él trae a nuestras vidas hambre por la verdad. Él nos conduce a hacer lo que le agrada al Señor Jesús. Nos encontramos queriendo experimentar esta verdad en nuestras vidas. Éste es el ministerio del Espíritu Santo. Él viene a mostrarnos lo correcto. Él viene a apasionar nuestros corazones para andar en busca de la voluntad y el propósito de Dios. Él llega a ser nuestro Consejero en la justicia.
¿Quiere usted saber si el Espíritu Santo está viviendo en su vida? ¿Tiene hambre de la Palabra de Dios? ¿La Biblia cobra vida para usted? ¿Se encuentra usted viviendo en obediencia a los principios de la Palabra de Dios? Cualquier obra que es inspirada por el Espíritu Santo hace que los hombres vivan vidas justas y piadosas. Es el ministerio del Espíritu Santo enseñarnos e instruirnos en los caminos de la verdad y la justicia.
El tercer ministerio del Espíritu Santo es convencer al mundo de juicio. El versículo 11 nos da la razón para este ministerio. Él convence al mundo de juicio, “porque el gobernante del mundo ahora está condenado.”
¿Quién es el gobernante del mundo? Este título es aplicado a Satanás (Juan 12:31; 14:30, Efesios 2:2; 6:12). Juan 8:44 nos dice que Satanás es el padre de mentiras y el engaño. Antes de la muerte de Cristo, las naciones enteras estaban perdidas en el pecado. Incluso entre las personas escogidas de Dios, muchos no creyeron. Satanás los había cegado a la verdad acerca del Señor Jesús. Sin embargo con la muerte de Cristo las cosas cambiaron. Cuando Cristo venció a Satanás en la cruz, el Espíritu de Dios empezó a moverse a través de la faz de la tierra, como nunca antes. El mensaje de salvación a través de Jesucristo se esparció de nación a nación. Las personas por todo el mundo han venido a ver la verdad. El engaño de Satanás está siendo revelado. Satanás ha sido juzgado. La cruz del calvario le ha derrotado.
Es el ministerio del Espíritu Santo convencer al mundo del juicio del gobernante del mundo. Cristo ha vencido a Satanás. Su poder y su autoridad han sido aplastados. Cristo reina con supremacía. Tal como Satanás ha sido juzgado, así lo serán sus seguidores. El Espíritu Santo viene a traer la convicción del señorío de Cristo sobre Satanás, el mundo, el pecado y la muerte.
¿Quiere usted saber si el Espíritu Santo está viviendo en su corazón? ¿Usted reconoce que Jesús es Señor? ¿Usted se postra ante Él qué ha vencido a todos los enemigos suyos? ¿Se desborda su corazón en alabanza y adoración porque Jesús es Señor de todo? ¿Vive usted en la realidad de la derrota de Satanás? Cualquier obra inspirada por el Espíritu Santo traerá convicción a los corazones de hombres y mujeres de que Jesús es Señor. Los inspirará a vivir en la victoria que Él ha traído sobre el gobernante del mundo. Los que han sido convencidos del juicio de Satanás viven en la victoria que trae ese conocimiento. ¿Es ésta su experiencia? ¿Por qué vive en la derrota cuando el enemigo ya ha sido conquistado?
El triple ministerio del Espíritu Santo es convencernos de nuestro pecado, enseñarnos lo qué significa vivir con justicia y reasegurarnos del señorío absoluto de Cristo. ¿Vive el Espíritu Santo en su corazón? Si Él vive, usted a menudo le oirá hablarle de su pecado. No le aflija negándose a oír Su voz. Si el Espíritu Santo vive en su corazón, habrá prueba de justicia en su vida. Ya que Él le enseña con la Palabra, su vida ya no será la misma. Usted cambiará desde el interior a medida que Él le instruye en el camino de la justicia. Si el Espíritu Santo mora dentro, usted será reconfortado en las pruebas de la vida del señorío absoluto de Cristo. Esto traerá consuelo a su alma. Él le recordará que su enemigo ha sido juzgado y no tiene poder definitivo sobre usted. Usted puede descansar en la seguridad de que El Señor ha triunfado. Éste es el ministerio del Espíritu Santo.
Había mucho más que el Señor Jesús quería enseñar a Sus discípulos, pero Él le dejó esto al Espíritu Santo. Él les recordó a Sus discípulos que el Espíritu Santo hablaría en Su nombre y traería gloria al Señor Jesús al darles a conocer a Cristo y Su voluntad.
Para Considerar:
• ¿Qué prueba hay de la presencia y el poder del Espíritu Santo en su vida? ¿Hay áreas de su vida donde usted necesita ver una obra más profunda de Su Espíritu? ¿Cuáles son?
• ¿Puede ver usted evidencia de la presencia y el poder del Espíritu Santo en la vida de su iglesia?
• ¿Cuál es el papel del Espíritu Santo hoy según este pasaje?
Para Orar:
• Agradezca al Señor que Él ha dejado su Espíritu Santo para instruirle y guiarle.
• Pídale al Señor que le sensibilice más al obrar del Espíritu Santo en su vida.
• Pídale al Espíritu Santo que se derrame Él mismo en Su iglesia en convicción de pecado, instrucción en la justicia y la seguridad del señorío de Cristo.
Capítulo 43 – Hablar en Proverbios
Lea Juan 16:17–33
Jesús les había estado diciendo a Sus discípulos que Él iba a dejarles e ir a Su Padre. Sin embargo Él les recordó que Él no los dejaría huérfanos. Él enviaría al Espíritu Santo a ser Su Consejero y Consolador. Los discípulos estaban confundidos. No comprendían lo qué Jesús les estaba diciendo. Se preguntaban el uno al otro acerca del significado de Sus palabras. Su discurso era a menudo difícil de entender.
Jesús sabía que los discípulos no podían comprender lo que Él estaba diciendo referente a dejarles. Él ofreció otra explicación:
De cierto, de cierto os digo, que vosotros lloraréis y lamentaréis y el mundo se alegrará; pero aunque vosotros estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en gozo. La mujer cuando da a luz, tiene dolor, porque ha llegado su hora; pero después que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de que haya nacido un hombre en el mundo. (versículos 20–21).
La explicación de Jesús a la declaración simple de Su partida parecía solamente complicar el asunto para los discípulos. Me habría gustado ver la mirada en las caras de estos hombres a medida que Jesús daba esta explicación. Estaban más confundidos de lo que habían estado al principio. Jesús sabía lo que Él había hecho. En el versículo 25 Él les dijo a los discípulos que Él hablaba figuradamente. Jesús sabía que Sus palabras no se podían entender fácilmente. Sin embargo Él les recordó que se estaba aproximando el día cuando Él ya no tendría que hablarles de este modo; en lugar de ello, Él les hablaría explícitamente.
¿Por qué Jesús no hablaba abiertamente a Sus discípulos en este punto? ¿Por qué se sentía obligado a hablarles figuradamente, en parábolas y proverbios? Según Marcos 4:33-34, ésta era su costumbre:
Con muchas parábolas como estas les hablaba la palabra, conforme a lo que podían oír. Y sin parábolas no les hablaba; aunque a Sus discípulos en particular les declaraba todo.
En una oportunidad, los discípulos le habían preguntado al Señor por qué Él se había adaptado a este estilo de enseñanza: “¿Por qué les hablas a la gente en parábolas?” Jesús contestó: “Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado.” (Mateo 13:10–11). Jesús sabía que el género humano sin el Espíritu de Dios, nunca podría comprender las cosas de Dios. El apóstol Pablo habló de esto en 1 Corintios 1:18:
Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios.
Las mentes seculares no pueden entender los asuntos espirituales. Por esto es que el mundo, bajo la dominación de Satanás, ha rechazado a Dios. La mente natural posiblemente no puede comprender las cosas de Dios:
Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. (1 Corintios 2:14).
En este momento, los discípulos aún no habían recibido al Espíritu Santo. Jesús les había dicho que cuando el Espíritu Santo viniera, Él les haría recordar lo que Él les había dicho en parábolas (vea a Juan 14:26). Aún cuando los discípulos habían aprendido mucho bajo el ministerio del Señor Jesús, aprenderían aun más cuando Él les enviara al Espíritu Santo. Jesús revelaba la verdad, pero el Espíritu Santo traería comprensión de aquella verdad revelada.
Jesús les hablaba a los discípulos en términos terrenales, porque no estaban aún en condición de recibir las verdades más profundas. Podían entender que Él iba a dejarlos, pero no podían comprender las implicaciones de Su partida. Sabían lo qué significaba para Jesús morir, pero no podían comprender la razón detrás de Su muerte. Como niñitos, no estaban listos para explicaciones más profundas. Él usaba ilustraciones simples de cosas terrenales de todos los días para que pudieran comprender los principios.
En el versículo 20 Jesús dijo a Sus discípulos que llorarían y llevarían luto mientras que el resto del mundo se regocijaría. Jesús estaba refiriéndose en este verso a Su muerte. La muerte del Señor Jesús era una fuente de gran gozo para los líderes judíos. Veían a Jesús como una amenaza. No Le querían en presencia de ellos. Los discípulos, por otra parte, sentirían gran dolor en la muerte de su Señor. Perderían a un estimado amigo y estimado maestro. Sin embargo Jesús les recordó que su luto se convertiría en gozo. El Señor Jesús resucitaría de los muertos. La muerte no tendría victoria definitiva sobre Él. Porque Él conquistaría la muerte, Sus seguidores tendrían la esperanza de victoria sobre la muerte. También estarían seguros de que el pecado que había traído muerte para el género humano sería también conquistado. Ésta era una razón para gran regocijo. Como una madre que da a luz a un niño, hay gran dolor en el proceso relativo al parto, pero cuando el niño nace el dolor se convierte en regocijo. Los discípulos gemirían bajo el peso de la muerte de Cristo, pero su dolor rápidamente se convertiría en un gozo que nadie jamás les podría quitar. Su Señor conquistaría la muerte. Él conquistaría a Satanás. Ellos también vencerían en Su nombre. Vivirían con Él por siempre porque Él había superado la muerte.
En los versículos 25-28 el Señor les dijo a Sus discípulos explícitamente que Él iba a Su Padre. Esto es lo que Él quería decir cuando Él les dijo que dentro de un rato ya no le verían. Note el resultado del regreso de Jesús al Padre y Su victoria sobre el pecado y la muerte: “En aquel día pediréis en mi nombre; y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros” (versículo 26). La muerte de Cristo restauraría el compañerismo entre el Padre y Sus hijos – nosotros ahora tenemos acceso directo a Dios. Podemos acercarnos al Padre directamente por lo que el Señor Jesús ha hecho. Que gozo es saber que podemos ser aceptados por el Padre por la obra de Su Hijo a favor nuestro.
Estos comentarios parecían aclarar algo la confusión de los discípulos. Fueron confirmados en su fe con relación al Señor Jesús y el hecho de que Él venía de Dios. Declaraban que Jesús no necesitaba preguntarle nada a nadie porque Él ya conocía sus necesidades antes de que pidieran (versículo 30). Le veían como Dios omnisciente. ¿Hicieron esta declaración porque Jesús había comprendido su confusión? (versículo 18)? No le habían contado sobre su confusión y sin embargo Él sabía que no entendían. Él conocía sus corazones y mentes. Él sabía lo qué les atribulaba aún antes de que Le hubieran contado sobre eso. Esto les confirmó Su deidad.
Los discípulos Le dijeron a Jesús que creían que Él había salido de Dios (versículo 30). Tan admirable como era esta declaración, sería puesta a prueba. Esta convicción de que Jesús era el Hijo de Dios les causaría a los discípulos muchos problemas. En muy poco tiempo, los judíos vendrían y arrestarían a Jesús y los discípulos Le abandonarían. Éste sería sólo el comienzo de sus problemas. Tendrían que soportar mucho por la causa del Señor Jesús y su creencia de que Él era Hijo de Dios. Sin embargo Jesús les confirmó que no tenían que temer, pues eran de Él y Él había vencido el mundo (versículo 33).
Qué diferencia haría en las vidas de estos discípulos cuando el Espíritu Santo viniera a asentarse sobre cada uno de ellos” en Pentecostés (Hechos 2:3). Él les traería a ellos una comprensión de la verdad que nunca antes habían experimentado. Usted no puede leer las cartas de los apóstoles sin ser impactado por su seguridad absoluta de la verdad que Jesús les había enseñado. Estos mismos discípulos estaban delante del Señor aquel día necesitando que les dieran la comida con cuchara porque no podían entender la implicación de la verdad que Jesús les enseñaba. Después predicarían esa misma verdad con tal convicción y profundidad de entendimiento que desconcertaría las mentes de los que los oían. Estos discípulos estarían dispuestos a morir por lo qué el Señor les había enseñado. Éste fue el trabajo poderoso del Espíritu Santo que Jesús les enviaría.
Para Considerar:
• Mire retrospectivamente hacia los días antes de que usted viniera a conocer al Señor Jesús como su Salvador y conociera el morar de Su Espíritu Santo. ¿Qué comprendía usted de la Palabra de Dios? ¿Qué diferencia ha hecho el Espíritu Santo en su comprensión de las cosas espirituales?
• ¿Qué le enseña este pasaje acerca del ministerio del Espíritu Santo en las vidas de los discípulos? ¿Cómo se aplica esto a usted hoy?
Para Orar:
• Dele al Señor las gracias por el regalo de Su Espíritu Santo para ayudarle a entender Su Palabra y Su voluntad.
• Agradézcale que Él comprende sus necesidades aún antes de que usted las comparta con Él.
• Pídale a Dios que le dé un amor creciente por Su Palabra. Pídale que le ayude a estar firmemente de pie sobre ella.
• Pídale al Señor que le ayude a entender y experimentar a una magnitud incluso mayor el ministerio de consejería y enseñanza del Espíritu Santo en su vida.
Capítulo 44 – Padre Glorifica a Tu Hijo
Lea Juan 17:1–5
El tiempo para que Jesús muriera se estaba acercando rápidamente. En simplemente algunas breves horas, Él sería arrestado y enjuiciado. Él sabía que le quedaba poco tiempo. ¿Cómo pasaría usted sus últimas horas de vida? Jesús pasó el tiempo en oración con Su Padre. En las próximas meditaciones examinaremos la oración de Jesús. En esta primera sección de oración de Jesús, Él oró por Sí Mismo.
Cuando Jesús comenzó a orar, Él levantó Sus ojos al cielo. ¿Dónde está Dios? ¿No está Él presente en todas partes? ¿Por qué alzó Jesús Sus ojos hacia el cielo? Ésta parece ser una costumbre judía. En Ezequiel 1:25–28 el profeta que Ezequiel miró hacia arriba para ver la gloria del que está sentado en el trono. En el Salmo 121:1–2 el Salmista nos dice que él levantaba sus ojos a las colinas hacia El Señor para buscar Su ayuda. En los días de Moisés se vio a Dios como descendiendo sobre el Monte Sinaí (Éxodo 19:11). Cuando el velo del templo se rasgó en dos, se desgarró de arriba a abajo, es decir, de Dios hacia el hombre (Mateo 27:51). En la mente judía, el cielo estaba encima y era donde Dios vivía. Esto no quiere decir que se puede confinar a Dios a un lugar. Se sabe que Él está presente en todas partes.
Jesús le pidió al Padre que glorificara al Hijo (versículo 1). ¿Qué significa glorificar a alguien? Glorificar a un individuo es darle honor a ese individuo o hacer que se haga evidente el valor de esa persona. Fíjese la razón por la que Jesús quería ser glorificado. Él quería ser glorificado para poder dar gloria al Padre. ¿Podemos orar hoy esta oración de Jesús? Mi primera reacción es que ésta es una oración que sólo nuestro Señor Jesús podía haber orado. Como creyentes, nos sentimos incómodos con la idea de recibir gloria.
Cuando Jesús pidió al Padre que Le glorificara, ¿qué estaba pidiendo? ¿No estaba Él pidiendo que los propósitos y el poder del Padre fueran revelados en su vida? Cuando se demuestra el poder de Dios en nuestras vidas, las personas se darán cuenta. Cuando el Espíritu de Dios trabaja poderosamente en nuestras vidas, seremos una bendición a los que nos rodean. La verdad es que cuando el Señor Jesús se glorifica a Sí Mismo en nosotros, participamos en esa gloria. Nos convertimos en el instrumento en el cual esa gloria brilla. Nunca debiéramos avergonzarnos de ser todo lo que El Señor quiere que seamos. ¿Deberíamos tener miedo de orar que el Padre haga evidente Su gloria en nuestras vidas? ¿Deberíamos tener miedo de orar que nuestras vidas sean llenadas de la gloria de Dios? El apóstol Pablo corría la carrera cristiana como alguien que buscaba el premio (Filipenses 3:14). Él quería recibir el aplauso al final de la carrera. Él quería oír al Padre decirle, “bien hecho”. Si perseveramos hasta el final, seremos honrados por el Padre. Que gozo será saber que el Padre está complacido con nosotros. Qué gozo será recibir nuestras recompensas. Que satisfacción traerá a nuestras almas saber que nuestras vidas tuvieron importancia para la gloria de Dios.
Al haber dicho esto, necesitamos tener cuidado de seguir el ejemplo de nuestro Señor Jesús. ¿Por qué quería ser Él glorificado? Él quería ser glorificado para el Padre. Si no corremos a ganar, el Padre no recibirá la gloria. Si nuestras vidas no sobresalen en la multitud como diferentes, entonces el Padre no recibe la alabanza. Si nuestros dones no se están usando al máximo, entonces no honramos a Dios como debiéramos. Dios es honrado en nosotros cuando hacemos brillar Su gloria en la oscuridad de este mundo pecaminoso. La razón por la que corremos la carrera para ganar, no es por la gloria recibiremos nosotros mismos, sino por la gloria que traerá a nuestro Padre celestial. Nuestro valor se hace constar cuando nuestras vidas brillan con la gloria de Dios. El propósito para el cual fuimos creados es glorificar a Dios. Es en glorificarnos (haciendo evidente nuestro valor como Sus siervos) que Dios es glorificado en el mundo.
Jesús quería que la gloria del Padre fuera evidente en Su vida. Él se esforzó por ser todo lo que Él podría ser para el Padre, de manera que a través de Su vida el Padre fuera glorificado. Nuestro pasaje nos dice que Jesús traería gloria al Padre dándole vida eterna a los que el Padre Le había dado. Estos individuos a su vez honrarían a Dios y Le alabarían por la eternidad. La tarea del Señor Jesús era presentarle Dios a los que el Padre Le había dado y abrirles la puerta para ser glorificados por el Padre.
Jesús entonces oró que Él recibiera la gloria que Él tenía con el Padre antes de que el mundo comenzara (versículo 5). ¿Qué nos dice esta solicitud sobre Jesús? Nos dice que Él estaba con Dios antes de que el mundo comenzara. Nos dice que Él compartía la gloria de Dios. Nos recuerda del gran costo de nuestra redención. Jesús, el Hijo de Dios, estaba con Dios antes de que el mundo comenzara compartiendo la gloria del Padre. Él dejó la gloria del cielo para ser crucificado por la humanidad. Por treinta años Él hizo a un lado esa gloria. Sin embargo ahora, Jesús iba a regresar al Padre y compartir otra vez la gloria que Él una vez conoció.
El Padre levantaría a Su Hijo y Le daría un nombre que fuera mayor que cualquier otro nombre. El Señor Jesús sería exaltado. Él había por Su muerte y resurrección llevado a cabo la obra más grande de todos los tiempos, la redención del género humano de las manos de Satanás. De ese punto en adelante, cuando la humanidad mirara al Jesucristo glorificado, le sería recordado el gran plan redentor de Dios. Por la eternidad exaltarían y alabarían al Padre por la obra del Hijo.
El honor que el Señor Jesús recibió trajo gloria al Padre. Dios fue glorificado con motivo de la fidelidad de Jesús hasta el fin. Su vida gloriosa señaló a las personas el Padre. Fue Su máximo deseo que la gloria de Su Padre fuera demostrada en Su vida. Él recibió gloria a fin de que el Padre, a cambio, fuera glorificado.
¿Qué hay de nosotros? ¿Permitiremos que el poder y la capacitación del Espíritu de Dios nos cambien y conviertan en criaturas nuevas y gloriosas? ¿Estaremos dispuestos a dar un paso al frente en esa gloria y hacer valer nuestras vidas al atraer a los hombres al Padre?
Déjeme ejemplificar este punto por medio de una ilustración simple. Nuestras vidas son como un tubo circular que encuentra su fuente en Dios, que se extiende y penetra en el mundo y entonces regresa a Dios. A medida que la vida de Dios corre por el tubo, el tubo mismo brilla con la gloria de esa vida. Sin embargo lo que sucede con el tubo, es que no es un envase. No se reserva la gloria para sí mismo. La gloria fluye a través del tubo, pero siempre regresa a la fuente. Esto es lo qué Dios nos está llamando a ser. Somos los instrumentos a través de los cuales se demostrará Su gloria en el mundo. Participamos en Su gloria y cuando Él fluye a través de nosotros, pero no nos reservamos nada de esa gloria para nosotros. Oramos, por consiguiente, que Dios nos glorifique a fin de que podamos participar en esa gloria y podamos traer honor a Su nombre.
Para Considerar:
• ¿Hasta qué punto es evidente la gloria del Padre en su vida? ¿Cómo se evidencia en usted?
• ¿Qué obstáculos están entre usted y la gloria del Padre que se está revelando en usted?
• ¿Por qué es tan difícil para nosotros aceptar el hecho de que Dios quiere glorificarnos a fin de que podamos a su vez glorificarle?
• ¿Es posible vivir en humildad y experimentar la gloria de Dios fluyendo a través de nosotros? ¿Cómo nos mantenemos humildes mientras Dios trabaja en nosotros y a través de nosotros?
Para Orar:
• Ore que la gloria del Padre sea revelada en usted a fin de que el Padre sea glorificado a través de usted.
• Pídale al Señor que le perdone por no revelar la gloria del Padre como usted debería.
• Tome un momento para orar que su iglesia local experimente esta gloria del Padre.
• Pídale a Dios que le mantenga humilde a medida que usted demuestra la gloria del Padre en el mundo.
Capítulo 45 – La Oración de Jesús por sus Discípulos
Lea Juan 17:6–19
Miraremos ahora la segunda parte de la oración de Jesús al Padre. El foco de Jesús en esta segunda sección de Su oración era Sus doce discípulos. Para nuestros propósitos dividiremos Su oración en dos partes: ¿Quiénes eran estos discípulos? ¿Y por qué oró Jesús por Sus discípulos?
¿Quiénes Eran Estos Discípulos?
Nuestro Señor tiene muchas cosas que decirnos aquí acerca de Sus discípulos. Primero, Él nos dice que habían sido dados a Jesús por el Padre (versículo 6). Jesús estaba aquí hablando de los doce discípulos en particular. Estos hombres habían sido elegidos, aún antes de que nacieran para el ministerio para el cual el Padre los había llamado. Estos hombres tenían un sentido muy definitivo del llamado de Dios. Estaban en el ministerio porque habían recibido una comisión de Él. El profeta Jeremías también tuvo esta experiencia. El Señor le dijo que aún antes de que él naciera, él había sido llamado a ser un profeta para las naciones (Jeremías 1:5).
En segundo lugar, los discípulos habían obedecido a la Palabra (versículo 6). Dios los había escogido para un ministerio particular, pero eso no era suficiente. Había otro requisito que era necesario aquí. Estos hombres habían obedecido la Palabra de Dios. No sólo fueron llamados sino que fueron también obedientes. Se requieren ambas características en un siervo de Dios. No hay nada que nos descalifique más del servicio que la desobediencia.
En tercer lugar, Sus discípulos sabían con seguridad quién era Jesús (versículos 7–8). Aún cuando pudieron haber tenido algunas dudas al principio, no se podía decir esto de ellos ahora. En la mayoría de los casos, con excepción de Judas, estos hombres sentían que estaban listos para mantenerse firmes y morir por el nombre del Señor Jesús. Creían que Él es el Hijo de Dios.
Cuarto, glorificaron al Señor Jesús (versículo 10). Estos discípulos tenían una nueva meta en la vida. Querían, más que nada, dar gloria al nombre del Señor Jesús. Por sus vidas y palabras, difundían el mensaje del señorío de Jesucristo sobre el pecado, Satanás y la muerte. Estos hombres vivirían y morirían por la gloria de su Señor. No estaban en el ministerio por ellos mismos. Estaban en él para glorificar al Señor Jesús.
Quinto, por su posición, eran odiados por el mundo (versículo 14). Habían sido rescatados del pecado y traídos a una nueva relación con el Señor Jesús. Su lealtad ya no era hacia el mundo, sino para su nuevo Señor. Sus ambiciones y sus metas en la vida fueron radicalmente transformadas por este nuevo poder operando en ellos. El mundo no podría identificarse con ellos. Porque a menudo estarían en oposición al mundo, serían odiados por el mundo.
Finalmente, habían sido enviados al mundo (versículo 18). Aunque extranjeros para el mundo, fueron llamados a entrar en el mundo con el mensaje del evangelio del Señor Jesús. Fueron seleccionados para ser embajadores del Señor Jesús para un mundo necesitado. Éstos eran individuos que tenían una carga por los perdidos. Ellos harían mucho por la iglesia de Cristo, pero no fueron enviados solamente a la iglesia. Fueron también enviados para alcanzar a los que nunca habían oído el mensaje del evangelio.
¿Por qué Oró Jesús para Sus Discípulos?
Consideremos la segunda parte de la oración de Jesús por Sus discípulos. Primero, Jesús oró que Su Padre los protegiera (versículo 11–12). Como ya hemos mencionado, estos discípulos ya no eran del mundo. El mundo los odiaba. Tendrían que enfrentar mucha oposición del mundo. Jesús pidió a su Padre que pusiera Su mano protectora sobre Sus discípulos para que pudieran llevar a cabo las tareas a las que Él les había llamado. Era la voluntad del Señor Jesús que ninguno de ellos se perdiera. Era Su deseo que estos hombres fueran preservados por el poder de Dios, hasta que hubieran cumplido con su mandato celestial en la tierra.
Aunque estos discípulos no fueran del mundo, el mundo era todavía una verdadera tentación. La oración de Jesús fue también que estos discípulos fueran protegidos o guardados de la influencia del mundo. Ésta es una tentación para cada siervo de Dios. Solamente porque somos discípulos del Señor, no quiere decir que ya no sintamos como el mundo nos hala. Jesús oró para que Sus discípulos fueran victoriosos sobre el mundo y sus tentaciones.
En segundo lugar, Jesús oró para que fueran uno, del mismo modo que Él y el Padre eran uno (versículo 11). Me parece que esta “unidad” es doble. Tenían que ser uno con el Padre y Cristo, del mismo modo que el Padre y Cristo eran uno en naturaleza y propósito. Nada debía separar a los discípulos de su relación con el Padre y Su Hijo.
Esta “unidad” era también para ser expresada en su relación entre ellos. En Juan 13:35 Jesús les dijo a Sus discípulos: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.” Hay una conexión íntima entre la unidad del cuerpo de Cristo y su efectividad en el trabajo del ministerio. Cuando hay unidad en el cuerpo, hay también victoria en el servicio. Donde reina la desunión, sólo podemos esperar fracaso. Jesús oró para que sus discípulos pudieran ser uno con Él y uno entre ellos para que nada estorbara su ministerio.
En tercer lugar, Jesús oró para que Sus discípulos tuvieran su gozo cumplido en ellos mismos (versículo 13). La vida cristiana es una vida gozosa. En Cristo hay plenitud de gozo. Era el deseo del Señor Jesús que Sus discípulos experimentaran esa plenitud. Serían odiados por el mundo. El mundo pensaría que estaba haciendo un servicio a Dios al matarlos. Algunos de ellos conocerían dolor real en sus vidas. Sin embargo en medio de toda esta agonía, la alegría del Señor se desbordaría en sus corazones.
Demasiado a menudo perdemos el gozo del Señor en nuestro ministerio y servicio. Fue el deseo del Señor Jesús que Su gozo llene los corazones de los discípulos y los lleven a través de las dificultades del ministerio y del servicio. Alguien una vez describió “agotamiento total” como perder toda la “diversión” en el ministerio. Aún cuando el ministerio no siempre pueda ser “diversión,” esta descripción de agotamiento total es más verdadera que lo que podríamos querer admitir. El agotamiento total es cuando hemos perdido la emoción y el gozo del servicio. Ya no nos levantamos en la mañana con gozo en nuestros corazones por las oportunidades de servir al Señor. La oración de Jesús fue que Sus laboriosos siervos experimentaran un gozo completo. Fíjese que Jesús oró por “un gozo completo”. ¿Tiene usted gozo en el servicio como siervo de Dios? Creo que Jesús está intercediendo por usted ahora mismo. Él le está suplicando al Padre que le de gozo en Su servicio.
Cuarto, Jesús oró para que Sus discípulos fueran guardados del maligno (versículo 15). Jesús sabía que Sus discípulos serían blancos para las flechas del enemigo. Estos discípulos tomarían posiciones en la primera línea a medida que el ejército de Dios invadiera el mundo con el mensaje de salvación. Satanás sabía que si Él pudiera destruir a estos líderes, entonces él también haría estragos en el campamento. Estos discípulos, así como también estos líderes piadosamente cristianos en nuestro día, serían el foco principal de ataque de Satanás. Jesús ya había orado para que el Padre los amparara del mundo que les odiaba. Él ahora oró por su protección en contra del enemigo espiritual que los asaltaría.
Finalmente, Jesús oró para que fueran santificados por la verdad (versículos 17-19). Ser santificado es estar consagrado a Dios o ser apartado para Él. Estos discípulos serían santificados por medio de la Palabra de Dios. La Palabra que Jesús les había dado tenía el poder para transformar vidas. Esta Palabra tenía la virtud de revelar el pecado y corregir la conducta. Esta Palabra los podría traer más cerca de Dios. La oración de Jesús por Sus discípulos es que fueran hombres de la Palabra. Él oró para que se convirtieran en hombres que estuvieran comprometidos al estudio y observación de Su Palabra revelada.
La oración de Jesús por Sus discípulos es un verdadero reto para nosotros como creyentes. Nos enseña cómo podemos más eficazmente orar por los siervos de Dios hoy. Nos enseña que la batalla delante de nosotros por la expansión del reino de Dios es de verdad una batalla espiritual. No puede ser ganada sin oración. Que podamos estar dispuestos a emprender la batalla por la justicia, la verdad y la salvación de las almas hoy.
Para Considerar:
• Tome un momento para repasar cómo oró Jesús por Sus discípulos. ¿Qué le revela esto a usted acerca de la naturaleza de la batalla hoy?
• ¿Qué nos enseña este pasaje sobre cómo orar por nuestros líderes cristianos?
• Según este pasaje, ¿cuáles son las tentaciones que tendremos que enfrentar como líderes cristianos?
• ¿Cuáles son algunos de los obstáculos para sentir gozo en el servicio por Cristo?
Para Orar:
• Tome un momento para orar por su pastor o los líderes cristianos. Pídale para las peticiones particulares que Jesús pidió para Sus discípulos.
• Pídale al Señor que traiga unidad a Su cuerpo.
• Agradezca al Señor que Él prometió protegerle y guardarle.
• Pídale al Señor que le dé plenitud de gozo en su servicio para Él.
Capítulo 46 – Jesús ora por Nosotros
Lea Juan 17:20–26
Jesús ha orado por Sí Mismo y Sus discípulos. Él ahora centró Su atención en los que creerían en Él por el ministerio de Sus discípulos. ¿Quiénes son estas personas? Son todos los que a lo largo de los años han aceptado al Señor Jesús como su Señor y su Salvador. Son personas como usted y como yo que creen en el Señor Jesucristo, porque Su Palabra pasó a nosotros a través de Sus discípulos. Hay tres peticiones principales que Jesús hizo al Padre para nosotros en esta oración. Estas peticiones nos muestran el deseo de Su corazón para nosotros como los creyentes en Su nombre.
El número uno en lista de oración del El Señor para nosotros es que nosotros “podamos ser uno” (versículo 21). Ésta puede parecer ser una petición extraña a poner primero en la lista, pero si la examinamos con detenimiento, veremos cuán importante es esta petición realmente. Fíjese en la razón por la que el Señor Jesús trae esta petición al Padre. El versículo 23 nos dice que sería por este medio que el mundo sabría que el Padre envió al Hijo de Dios y que Él amó a los Suyos del mismo modo que el Padre Le amó. Esto merece cuidadosa consideración.
¿Ha pensado usted alguna vez acerca de su relación con su hermano en Cristo como una prueba al mundo de que el Padre envió al Hijo a morir en la cruz del calvario por los pecadores? Esto parece ser lo que el Señor estaba diciendo aquí. Cuando usted ama a sus hermanos con el amor del Señor, usted prueba que el amor de Cristo está en usted. La única explicación para el amor de Dios demostrado entre creyentes, es el hecho que Dios vive en ellos. La única manera en que este amor de Dios puede habitar el corazón de un creyente, es que el obstáculo del pecado haya sido eliminado a través del trabajo del Señor Jesús en la cruz. Al amar a sus hermanos con el amor de Cristo, usted está demostrándoles que usted ha tenido victoria sobre el pecado y el yo a través de Cristo que murió en la cruz para liberarle.
Cuando usted no vive en armonía con sus hermanos en El Señor, usted causa deshonra al nombre de nuestro Dios. ¿Ha tenido usted alguna vez la experiencia de llevar a sus niños a visitar a alguien que usted no conocía muy bien? Puede que usted se sintiera algo incómodo cuando usted arribó a la casa. Antes de entrar a la casa de ellos, usted compartió algunas palabras de últimos minutos con sus hijos. Usted los alentó a portarse bien y a no discutir entre ellos. ¿Por qué es importante para usted que sus hijos se lleven bien? Es importante porque su comportamiento se refleja en ustedes como padres. Si usted alguna vez ha salido de la casa de alguien después de haber resuelto varios pleitos entre sus hijos pequeños, usted probablemente se sintió avergonzado y alterado. Asimismo, nuestro comportamiento como hijos de Dios se refleja en Dios. Nuestro comportamiento puede causar que Su nombre sea blasfemado por los que no Le conocen. Jesús oró, por lo tanto, por la unidad del cuerpo de Cristo a fin de que el mundo supiera que el amor de Dios está siendo perfeccionado en nosotros.
Esta unidad por la que Jesús oró no fue sólo una unidad entre hermanos, sino también una unidad con el Padre. Lo que Jesús estaba pidiendo aquí, era que estuviéramos unidos con Él de tal manera que Su amor fluyera a través de nosotros hacia nuestros hermanos. Cuando las personas ven el amor de Dios demostrado en nuestras vidas, están viendo en realidad la obra que Cristo está haciendo en nosotros. Aunque no siempre pueden darse cuenta de eso, están viendo prueba de que Jesús si vive en los corazones de los que Le aceptan.
La segunda petición del Señor Jesús fue que los que creyeran en Él moraran con Él y contemplaran Su gloria (versículo 24). No es la voluntad del Señor Jesús que ninguno de nosotros se pierda en el camino. Él oró para que todos los que creyeran en Él, vivieran con Él por siempre.
Hay muchas tentaciones en las vidas de los creyentes. A menudo tomamos el sendero equivocado cuando el enemigo tiene éxito en desviarnos del propósito del Señor. Jesús sabía que no sería fácil vivir para Él. Sin embargo que consuelo es saber que Él nos apoya en la oración. Él suplica al Padre por nosotros en nuestra debilidad. Él dirige peticiones al Padre cuando estamos siendo apartados con engaños del sendero de la verdad. No es Su deseo que ninguno se pierda. Él quiere que cada una de Sus ovejas viva con Él por siempre en el cielo y contemple Su gloria. Su ministerio actual es uno de intercesión por nosotros. El apóstol Pablo nos recuerda esto en Romanos 8:34:
“¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.”
Cristo no le salvó y le dejó para valerse por sí mismo. Es Su gran preocupación que usted crezca en gracia y conocimiento. Él conoce sus tentaciones y su dolor. Él continúa dirigiéndole peticiones al Padre a favor suyo por fortaleza y sabiduría. Él quiere que usted more con Él por siempre. Sus oraciones le conducirán en forma segura a casa.
La tercera súplica a Dios a favor nuestro, no es tanto una petición como fue una promesa. Jesús se comprometió a continuar revelándonos al Padre para que el amor que el Padre tuvo por Jesús estuviera en nosotros (versículo 26). En otras palabras, Cristo prometió revelarnos a Dios el Padre de tal manera que conociéramos Su amor en una manera que aumente cada vez más. Fíjese también que Él prometió que Él estaría en nosotros. La inquietud de Cristo aquí es que experimentemos el amor maravilloso del Padre. Este amor nos fortalecería y nos alentaría en nuestro caminar espiritual y nos daría victoria sobre las tentaciones del enemigo. La vida cristiana no estaba hecha para vivirla aislados. Dios promete amarnos y caminar con nosotros a medida que tratamos de honrarle en nuestro servicio y vidas diarias.
La oración de Jesús para nosotros fue que estuviéramos tan unidos en nuestro amor los unos por los otros para que el mundo conozca que Jesús está verdaderamente entre nosotros. Él también oró para que fuéramos guardados a través de las pruebas de esta vida y habitáramos en Su gloriosa presencia por siempre. Finalmente Él hizo un compromiso con nosotros de que Él continuaría obrando en nosotros, revelando el amor de Su Padre. Qué maravilloso ánimo es saber que Cristo está todavía obrando en nosotros. Sin embargo que reto es dejarle realizar Su obra en nosotros.
Para Considerar:
• ¿Hay alguien al que usted le cuesta amar? ¿Qué le separa de esta persona? ¿Cómo afecta esto a su testimonio para el Señor Jesús?
• ¿Qué estímulo usted recibe del hecho de que el Señor Jesús está orando por usted hoy?
• ¿El carácter y la persona del Padre se están volviendo más reales para usted? ¿Le ama usted más que antes?
• ¿Qué prueba hay de que el Señor Jesús continúa obrando en usted?
Para Orar:
• Pídale a Dios que sane las relaciones rotas en su vida
• Dele a Dios las gracias por Su deseo de verle perseverar en su relación con Él. Dele al Señor las gracias por Su oración por usted en cuanto a ello.
• Pídale al Señor que le revele a usted al Padre en una medida incluso mayor.
Capítulo 47 – Guarda tu Espada
Lea Juan 18:1–11
Después de terminar Su oración, Jesús llevó a Sus discípulos a un olivar al otro lado del valle de Cedrón. Judas no estaba con Jesús y Sus discípulos a esta hora. Judas los había dejado el día que Jesús había lavado los pies de ellos. Ahora él estaba buscando medios para traicionar a Jesús. Aunque Judas no estuviera con los discípulos en esta ocasión, él sabía adónde fueron, pues a menudo habían ido a este olivar. Era obviamente un lugar de retiro para ellos.
En esta ocasión, la calma apacible del olivar fue rota cuando Judas llegó guiando una compañía de soldados, alguaciles y fariseos. Los soldados habían traído armas, linternas, y antorchas. Jesús les preguntó a quién buscaban. “A Jesús de Nazaret, “respondieron (versículo 5). “Yo soy,” dijo Jesús (versículo 6). Esas dos palabras simples reverberaron a través del huerto de los olivos. La multitud de soldados entrenados y los alguaciles retrocedieron al sonido de Su voz y cayeron al suelo (versículo 6).
¿Por qué estos hombres cayeron al suelo? Una explicación podría ser que estaban sorprendidos de encontrar a Jesús; sin embargo esto no encajaría en el contexto. Habían venido completamente esperando encontrar al Señor Jesús en el olivar, así es que no se habrían sorprendidos de encontrarle allí. Es verdad que Jesús no hizo ningún esfuerzo para esconderse de ellos. Él se acercó a ellos y les dijo quién Él era. De buen grado esto los habría cogido por sorpresa. La respuesta natural del perseguido es esconderse para no darse a conocer al enemigo. Aunque sin dudas fueron sorprendidos por Su planteamiento, esto necesariamente no los habría hecho retroceder y caerse al suelo. Entre este grupo estaban soldados entrenados que estaban acostumbrados a enfrentar al enemigo. Un solo hombre no sería percibido como una gran amenaza para este grupo de soldados armados.
¿De qué otra manera podemos explicar el hecho de que esta multitud se cayó al suelo al sonido de esas dos palabras: “¿Yo soy”? ¿Es posible que lo qué sucedió aquel día fuera de una naturaleza sobrenatural? Este momento era un momento crucial en la historia. Éste era el clímax de la gran batalla entre Dios y Satanás. Jesús se estaba ofreciendo a convertirse en el cordero sacrificial por nuestros pecados. Estos hombres parados ante el Señor Jesús estaban a punto de realizar el crimen más abominable del mundo.
Ante ellos estaba el Hijo de Dios. Fue por Su aliento que el mundo llegó a existir (Juan 1:1–3). Por el mismo aliento era que los enfermos eran sanados. Cuando Él habló, la naturaleza escuchó y la peor de las tormentas se calmó (Marcos 4:39). Al sonido de Su voz, se les devolvía la vida a los muertos (Juan 11:43). Cuando Jesús habló ese día, había poder en Sus palabras. Los hombres presentes sintieron aquel poder. Al sonido de Su voz fueron derribados al suelo. Este no era un hombre común con el que estaban tratando. Él les mostró aquel día que Él los podía haber destruido con una palabra simple, porque Él era Dios.
¡Qué clase de escena fue! La multitud enojada yacía indefensa en el suelo en un montón enredado de cuerpos humanos. Quedaron tan aturdidos por lo que había ocurrido que Jesús tuvo que preguntar otra vez. “¿A quién buscan?” (versículo 7). No puede haber dudas de quien era él que tenía el control ese día. El Señor Jesús estaba instrumentando los acontecimientos de este encuentro. A medida que la multitud se desenredaba y se ponía de pie, ellos dijeron a Jesús que habían venido a buscarle.
Es importante fijarse en la respuesta de Pedro a lo que estaba ocurriendo. Pedro en cierta forma no veía la mano de Dios en esta situación. Él decidió que él necesitaba ayudar a Jesús. Al desenvainar la espada, él cortó la oreja de uno de los hombres presentes. Es muy probable que él hubiera peleado a muerte por defender a su Señor. Sin embargo de lo que Pedro no se daba cuenta, era que El Señor no le necesitaba. “Guarda tu espada,” dijo Jesús. “la copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?” (versículo 11).
¿Se ha encontrado usted alguna vez en el lugar de Pedro? Todo alrededor parece estar cayéndose a pedazos. El enemigo está avanzando amenazadoramente sobre usted. Usted pierde su agarre. Las cosas no están resultando como usted había esperado, así es que usted se hace cargo de los asuntos por usted mismo. Usted desenvaina su espada y empieza a hacer batalla. Puede que sus intenciones sean como las de Pedro. Usted quiere ayudar al Señor. Con su espada desenvainada en mano, usted está encargándose de las cosas de la mejor forma que usted conoce, peleando con toda la fuerza que usted puede reunir. Puede que usted necesite escuchar lo que El Señor le dijo a Pedro: “Guarda tu espada.” Jesús le estaba diciendo a Pedro algo como esto, “Esta batalla no es para ti. Es mi batalla; déjame manejarla. Guarda tu espada.”
Pedro realmente no había comprendido lo que había ocurrido cuando El Señor pronunció esas dos poderosas palabras: “Yo Soy.” Pedro no había entendido que El Señor no necesitaba sus esfuerzos humanos fútiles. Las palabras “Yo Soy” son palabras poderosas. Lo que Jesús quiso decir con estas dos palabras fue, “Yo Soy el Mesías que ustedes buscan. Soy el Hijo de Dios. Soy su creador omnipotente y amoroso. Soy su Salvador.”
Esta situación estaba en las manos del amo del universo. No había nada que Pedro pudiera hacer para mejorar las cosas. Su exabrupto de emoción humana sólo había empeorado las cosas. Él había cortado totalmente el oído del criado del sumo sacerdote. Un pariente de este hombre más tarde reconocería a Pedro, (versículo 26) induciendo a Pedro a negar que alguna vez había estado con Jesús.
Me parece que la gran lección de estos versículos, es una de confianza en el Señor Jesús. Cuando somos enfrentados con oposición, todos nosotros tenemos una tendencia a desenvainar nuestras espadas y tomar el asunto en nuestras propias manos. No me entienda mal. No estoy diciendo que debamos cruzarnos de brazos y no hacer nada. Sin embargo la acción de Pedro fue totalmente auto motivada. Él no había buscado la voluntad del Señor en este asunto. Él respondió por la pura razón humana y la emoción en su propia fuerza. Servimos a un Dios soberano. Él está en control absoluto. Él elige utilizarnos a Su manera y en Su tiempo. Somos sus instrumentos. Sin embargo hay una diferencia entre dar el paso al frente en Su autoridad cuando nos llama y desenvainar nuestras espadas como lo hizo Pedro.
Pedro peleaba contra el propósito de Dios aquel día. Él peleaba contra la crucifixión de Jesús. Esta crucifixión era la razón por la que Jesús había venido a la tierra. Era por la salvación de nuestras almas que Él tenía que morir. Pedro resistía con la espada en mano, peleando para que Jesús no tuviera que morir. Él no veía el propósito de Dios en lo que estaba ocurriendo. Los propósitos de Dios están a menudo disfrazados de tragedia o lucha.
Que El Señor haga que cada uno de nosotros examinemos nuestras propias vidas a la luz de la respuesta de Pedro al arresto de Jesús. Puede que algunos de nosotros necesitemos guardar nuestras espadas. Pedro no vio que la situación ya estaba en buenas manos. Al salir en su propia fuerza, Pedro sólo estaba interponiéndose en el camino. ¿Pudiera ser que El Señor nos esté llamando a apartarnos y dejarle hacer Su trabajo?
Para Considerar:
• ¿Hay situaciones en su vida que parecen estar fuera de control? ¿Cuáles son?
• ¿Dónde está Jesús en estas situaciones? ¿Es él Señor de esta situación?
• ¿Pudiera ser que tratando de asumir el control de su situación, usted en realidad se esté interponiendo en el camino?
Para Orar:
• Agradezca al Señor que Él está en control de este universo y de todo lo que ocurre.
• Comprométase de nuevo con Él y Su cuidado amoroso. Entregue sus problemas a Él ahora mismo.
• Pídale que le perdone por interponerse en el camino al tratar de resolver sus dificultades por usted mismo.
• Agradézcale que Él resuelve todas las cosas para su bien.
• Pídale al Señor sabiduría y guía a medida que usted enfrenta las luchas y las pruebas de la vida. Ore que se haga Su voluntad y que usted camine en armonía con Su propósito en esta lucha.
Capítulo 48 – La Negación de Pedro
Lea Juan 18:12–27
La multitud había venido al olivar con armas para arrestar a Jesús. Con ellos vino una compañía de soldados y alguaciles. Habían estado esperando problemas, pero aparte del arrebato de cólera de Pedro por emoción, no hubo oposición. Jesús fue arrestado y llevado a Anás el suegro de Caifás, sumo sacerdote.
¿Por qué trajeron los judíos Jesús a Anás y no a Caifás, el sumo sacerdote? Lucas 3:2 puede arrojar alguna luz en este asunto:
“y siendo sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.”
En este verso vemos que ambos hombres eran sumos sacerdotes en aquel momento. Puede ser que esto reflejara algo de los tiempos en que los judíos estaban viviendo. ¿Caifás podía haber sido el sacerdote reconocido por el gobierno romano, mientras que Anás era reconocido por los judíos? De todos modos tenemos a dos sumos sacerdotes en Jerusalén en este momento. Es solamente en este contexto que podemos comprender este capítulo.
Los soldados llevaron Jesús a Anás (versículo 13). Puesto que Jesús estaba siendo conducido a Anás, dos de Sus discípulos seguían a distancia para ver que qué ocurriría a su Señor. Uno de esos discípulos era Pedro. El segundo discípulo permanece anónimo. Puede ser que este discípulo fuera Juan, el escritor de este evangelio. Los soldados hicieron pasar a Jesús al patio del sumo sacerdote. Esto significaba que los dos discípulos no habrían podido ver lo que estaba ocurriendo con Jesús. Al discípulo anónimo, porque él conocía al sumo sacerdote, se le dio permiso para entrar en el patio. Sin embargo Pedro tuvo que permanecer afuera.
Posiblemente por su influencia, el “discípulo no nombrado” pudo hablarle a la portera y ella dejó entrar a Pedro. Sin embargo cuando la criada vio a Pedro, ella le reconoció como uno de los discípulos de Jesús. Pedro negó rotundamente esto y entró en el patio (versículo 17). Él se unió a un grupo que estaba parado alrededor de un fuego y escuchó el proceso judicial.
Mientras Pedro estaba parado cerca del fuego, él oyó al sumo sacerdote interrogar a Jesús. Le interrogaban acerca de Sus enseñanzas y de Sus discípulos. Sin dudas los oídos de Pedro se avivaron cuando comenzaron a hacer preguntas acerca de los discípulos de Jesús. Jesús no cooperaba con el sumo sacerdote. Él le dijo a Anás que le preguntara a los que le habían oído enseñar. Jesús no tenía doctrinas secretas. Él había predicado y había enseñado abiertamente en el templo. Muchas personas Le habían oído predicar. No había necesidad de interrogarle en este asunto. Lo que Él le dijo al sumo sacerdote fue interpretado como una falta de respeto. Un alguacil próximo a Jesús Le abofeteo. Esta acción fue ilegal y Jesús retó al alguacil que Le golpeó (versículo 23).
Después de que Anás estuvo satisfecho de que él había obtenido todo lo que él pudo sacar de Jesús, él Le envió a su yerno Caifás. Anás puede no haber tenido autoridad para condenar a Jesús de ningún delito digno de muerte. Juan no describe para nosotros lo que aconteció cuando Jesús estuvo delante de Caifás.
Lo que es importante que nosotros notemos aquí es lo que está sucediendo con Pedro mientras estaban desarrollándose estos procedimientos con Jesús. En cierto sentido, estaban ocurriendo dos juicios simultáneamente. Mientras estaban juzgando al Señor, Pedro tenía que enfrentar su propio juicio personal. Mientras Pedro estaba parado alrededor del fuego calentándose, uno de los individuos presentes lo acusó de ser uno de los discípulos de Jesús. Por segunda vez Pedro negó su asociación con Cristo.
Entre los que estaban parados alrededor del fuego estaba un pariente del hombre al que Pedro le había cortado la oreja en el olivar. Este individuo había estado con la multitud cuando habían arrestado a Jesús. Él reconoció a Pedro ser uno de los discípulos de Jesús. Otra vez, le preguntaron a Pedro de su asociación con El Señor. Por tercera vez él negó tener que ver alguna cosa con Jesús. Fue entonces que el gallo cantó (versículo 27).
Para entender esto más cabalmente, necesitamos revisar Juan 13. Fue aquí que Jesús lavó los pies de los discípulos. Durante esa comida nocturna Jesús les dijo a los discípulos que Judas Le traicionaría, aunque de buen grado no comprendieron lo que Él estaba diciendo (Juan 13:20-29). Él también les recordó que Él iba a morir. La oposición más fuerte a esta declaración vino de los labios de Pedro. Esa noche Pedro atrevidamente proclamó que él estaba dispuesto a dar su vida por su Señor (13:37). Sin embargo Jesús profetizó que Pedro Le negaría tres veces antes de que el gallo cantara.
Cuando la multitud había venido a arrestar a Jesús, solamente Pedro resistió. Él desenvainó su espada y se mantuvo firme en defensa de su Señor. Él habría dado su vida si Jesús no le hubiera detenido y dicho que guardara su espada. Aún cuando Pedro se mantuvo firme ante una compañía de soldados armados, él falló miserablemente delante de la portera y la gente que se calentaba alrededor del fuego. ¿Por qué negó Pedro a Cristo ante la portera y los que estaban alrededor del fuego cuando él pareció tan atrevido otras veces? Sólo podemos especular en cuanto a una posible respuesta. ¿Fue porque su fe había recibido una paliza? El Señor Jesús estaba en manos del enemigo y parecía que el enemigo iba a hacerle ejecutar. La fe de Pedro estaba siendo puesta a prueba.
Quizá Pedro falló porque le habían quitado su estructura de apoyo. Él sentía que ya no podría apoyarse en su amo como él había hecho en el pasado. Le habían quitado a Jesús. Sus compañeros discípulos habían escapado. ¿Se sentía él desvalido y solo? Aún cuando nunca tendremos las respuestas a estas preguntas, hay lecciones importantes que nosotros debemos aprender de esta historia de Pedro.
Primero, realmente no sabemos cómo responderíamos si despedazaran nuestras estructuras de apoyo. Es fácil sentirse seguro de sí mismo cuando las cosas van viento en popa y cuando los amigos nos rodean. ¿Sin embargo cómo responderíamos, si como a Pedro, nos quitaran todo aquello en lo que confiábamos? ¿También nosotros comenzaríamos a desmoronarnos?
Segundo, esta historia nos recuerda que somos todos pecadores que necesitan desesperadamente la constante capacitación del Salvador. Pedro era el más sobresaliente de todos los discípulos. Él fue el que estuvo dispuesto a resistir a toda una compañía de soldados para defender a su Señor. Sin embargo fue Pedro, quien primero cayó. El fuerte puede caer tan rápidamente como el débil.
Finalmente, es importante que nos demos cuenta de que la cadena de nuestro compromiso con Dios es sólo tan fuerte como su eslabón más débil. Como Pedro, usted puede presentarse a otros como un cristiano muy fuerte y devoto. Sin embargo usted sabe que en su vida hay un eslabón débil. Cuando Satanás comienza a tirar fuertemente en la cadena de su compromiso con Dios, no tiene importancia cuan fuertes sean los demás eslabones. Su cadena se quebrará en el punto de su eslabón más débil. Para David y Salomón el punto débil fue las mujeres en sus vidas. Para Judas fue el amor al dinero. ¿Cuál es el punto débil en su vida?
Pude haber estado parado alrededor de ese fuego; pude haber estado mirando a los ojos de aquella criada; pude haber caído tan fácilmente como Pedro. No puedo afirmar ser mejor o más fuerte que el apóstol Pedro. Mi cadena también tiene sus eslabones débiles. Estoy constantemente necesitado de la presencia capacitadora del Espíritu de Dios en mi vida. Si venzo, sólo será por la fortaleza de Dios. No me atrevo a confiar en mí mismo. Necesito Su capacitación cada momento de cada día. Sin Él seguramente caería. El hombre que tan atrevidamente desenvainó su espada para defender a su Señor en nuestra última meditación se dio cuenta de que su fortaleza humana y su sabiduría no eran suficientes. Ésta fue una poderosa lección que Pedro no olvidaría pronto. Que podamos nosotros como Pedro aprender lo endeble de nuestra propia carne. Que esa conciencia nos pueda inducir a depender más completamente en la fortaleza y la sabiduría que nuestro Señor tanto se deleita en dar a quienes Le buscan.
Para Considerar:
• ¿Se ha encontrado usted alguna vez en una situación dónde usted también tuvo miedo de salir en defensa del Señor? ¿Qué fue lo que le impidió salir en defensa de Él?
• ¿Qué clase de estructura de apoyo tiene usted? ¿Qué pasara si como a Pedro, su estructura de apoyo (amigos cristianos, iglesia, etcétera) le fuera quitada?
• ¿Cuáles son algunos de los eslabones débiles en su cadena de compromiso con Jesús? ¿Qué haría falta para que usted cayera en esa área de su vida?
Para Orar:
• Pídale al Señor que le perdone por pensar que usted puede vivir esta vida cristiana en su propia fortaleza.
• Pídale al Señor que le revele sus “eslabones débiles.” Pídale que le proteja y le fortalezca en estas áreas de su vida.
Capítulo 49 – Pilato y la Crucifixión de Cristo
Lea Juan 18:28–19:22
Pedro había negado al Señor. Los otros discípulos habían escapado. Anás y Caifás los sumos sacerdotes habían interrogado a Jesús. Él fue entonces conducido a Pilato el gobernador romano. Del versículo 31 sabemos que los judíos no tenían derecho de ejecutar a una persona y por consiguiente, necesitaban que el gobierno romano hiciera esto en lugar de ellos.
Hay una paradoja interesante en este pasaje. La Biblia nos dice que porque la Pascua estaba cerca, los judíos se negaron a entrar en el palacio del gobernador. Si entraban en la casa de un gentil antes de la Pascua, su ley les exigía pasar siete días de purificación. Aunque no entraron en el palacio por miedo de la impureza, fueron culpables de una profanación incluso mayor – estaban a punto de participar del asesinato del Hijo de Dios.
Porque no entraron en su palacio, Pilato estuvo obligado a salir al encuentro de ellos. Él los interrogó acerca de Jesús: ¿Qué acusación traéis contra este hombre? (versículo 29). Su respuesta fue imprecisa: “Si éste no fuera malhechor, no te lo habríamos entregado,” (versículo 30). ¿Qué tenía que hacer Pilato con tal declaración? Los judíos no tenían aquí ninguna acusación. ¿Habían esperado que Pilato aprobara la pena de muerte sin examinar el caso? ¿Habían esperado que Pilato estuviera de acuerdo con el veredicto simplemente para complacerles? Aún cuando es verdad que Pilato eventualmente se inclinaría a sus deseos, él se negó a hacer esto en este momento. “Tomadle vosotros y juzgadle según vuestra ley,” fue su respuesta.
Para conseguir un cuadro más nítido de esta escena completa, recopilaremos alguna información del juicio ante Pilato de los otros escritores del evangelio. De Lucas 23:1–2 entendemos que los judíos al darse cuenta de que esta línea de razonamiento no les estaba llevando a ninguna parte, comenzaron a acusar a Jesús de delitos políticos. Estas acusaciones conseguirían la atención de Pilato. Él les había dicho que juzgaran a Jesús según su propia ley. Obviamente, él había sospechado que sus acusaciones eran de una naturaleza religiosa. Sin embargo cuando acusaron a Jesús de afirmar ser rey de los judíos, éste era un asunto que Pilato no podría ignorar. Él entró a Jesús al palacio para interrogarle más. ¿Eres tú el Rey de los judíos?” preguntó Pilato (versículo 33). Jesús le dijo a Pilato que aunque Él era rey, Su reino no era de este mundo. Su reino era un reino divino. Él le recordó a Pilato que Él no vino por razones políticas, sino más bien para proclamar la verdad. Su reino consistía de los que creían la verdad que Él les enseñaba. Al oír esto, Pilato entendió que Jesús no planteaba una amenaza política para la ocupación romana de Israel. Este problema era como sospechaba de naturaleza religiosa. Él no encontró base para una acusación en contra de Jesús. Él salió a los judíos para informarles de su decisión: “Yo no hallo en él ningún delito,” concluyó (versículo 38).
Pilato sabía que los judíos no se contentarían con su veredicto. Era su costumbre soltar a un delincuente en la época de la Pascua. En un intento por complacer a los judíos y por fin solucionar este problema de qué hacer con Jesús, Pilato decidió que les daría a los judíos una elección. Él escogió a un hombre de nombre Barrabás para pararse al lado de Jesús frente la gente. Barrabás era un conocido revolucionario. Él había estado preso por insurrección y asesinato (Lucas 23:19). Ésta fue una maniobra política muy sagaz de parte de Pilato. Él sabía que la muchedumbre no estaría feliz con su negativa de condenar a Jesús. ¿Cómo podría mantener a la gente contenta y no condenar a Jesús al que consideraba inocente? Al traer a un conocido al escenario con Jesús, Pilato le echo encima la decisión a la gente. No hay dudas en mi mente de que Pilato tomó esta acción para liberar a Jesús y salvarse de tener que hacer una decisión impopular. Toda la situación le salió al revés a Pilato. La gente demandó la liberación de Barrabás. Para nosotros que amamos al Señor, esta decisión es difícil de comprender. Los judíos eligieron soltar a un conocido asesino en vez del Señor Jesús que había curado a sus enfermos y les había ofrecido la vida eterna.
Porque su intento de soltar al Señor había salido al revés, Pilato se vio forzado a encontrar otros medios para tratar con este problema. Él llevó otra vez a Jesús al palacio. Él le ordenó a sus soldados que Le azotaran (19:1). Juan nos dice que cuando los soldados golpeaban a nuestro Señor, Le vistieron de túnicas reales, pusieron una corona de espinas en Su cabeza y se inclinaron burlonamente delante de Él. Mateo 27:30 nos dice que los soldados también escupieron al Señor Jesús y Le golpearon en la cabeza “una y otra vez.” La agonía que nuestro Señor sintió cuando Le golpeaban con esa vara aumentaba por causa de la corona de espinas que Le habían colocado en su cabeza. Cada golpe de la vara, empujaba las espinas más profundamente en Su cráneo. Usted no puede leer este pasaje de la Sagrada Escritura sin ver al diablo en toda su furia estallando de ira contra nuestro Señor a través de estos soldados. Éste no era el procedimiento normal romano. Jesús no había sido condenado. No tenían derecho de azotarle. Ésta era crueldad ilegal en su peor forma.
No puedo leer este pasaje sin preguntarme por qué Dios permitió que esto ocurriera. Éste no era un simple hombre al que estaban golpeando. Este era el Hijo de Dios, el Creador del universo. Cada onza de energía que se necesitada para golpear al Señor sobre la cabeza con esa vara venía de Dios. Cada aliento que tomaban para pronunciar una palabra blasfema en contra de nuestro Señor venía de su Creador. ¿Cómo es posible que simples hombres pudieran insultar tan cruelmente y golpear al mismo Hijo de Dios sin que Dios el Padre estallara de ira en venganza? En los días de Moisés, cuando Dios descendió sobre la montaña, incluso el más pequeño de los animales que se atreviera a poner un pie en ella, tenía que ser destruido. Aquí tenemos soldados que torturaban al Hijo de Dios sin la intervención de Dios. La única explicación para esto, es el amor de Dios por usted y por mí. Por esto es que Dios permitió que estas cosas ocurrieran. Él lo hizo por nosotros.
Después de esta cruel paliza, Pilato sacó a Jesús otra vez y Le presentó a la gente. Creo que era su esperanza que la gente al ver de qué mala manera el Señor había sido golpeado, habría quedado satisfecha. Cuando él presentó Jesús a la muchedumbre en Su estado magullado, Pilato les dijo otra vez que él no hallaba absolutamente ningún delito en Él.
No hubo compasión de la muchedumbre. Incluso este cruel castigo no fue suficiente. No serían felices hasta que Jesús estuviera muerto. “¡Crucifícale! ¡Crucifícale!” gritaron. “Tomadle vosotros, y crucificadle; porque yo no hallo delito en Él.” (19:6). Los judíos sabían que no tenían derecho legal para matar a un hombre sin la aprobación de las autoridades romanas. Le dijeron a Pilato que su ley declaraba que Él tenía que morir porque Él afirmó ser el Hijo de Dios.
Cuando Pilato oyó esto, él tuvo miedo (versículo 8). No se nos dice por qué Pilato tuvo miedo. ¿Era él un hombre religioso? ¿Estaba él comenzando a preguntarse quién era Jesús realmente? No hay dudas que Pilato había oído lo qué Jesús había estado haciendo en Jerusalén. Abundaban las historias de los milagros que Él había realizado. Él hizo entrar a Jesús al palacio para hacerle más preguntas. “¿De dónde eres tú?” Pilato Le preguntó a Jesús (versículo 9). Jesús guardó silencio. ¿No sabes que tengo autoridad para crucificarte y que tengo autoridad para soltarte? “Le interrogó Pilato. Sin embargo Jesús le recordó que él no tenía poder, sino el que le fue otorgado por Su Padre. Pilato no estaba en control de esta situación. Qué ánimo es esto hoy para nosotros. Dios está en control incluso de la peor de las situaciones que enfrentamos. El resultado de esta conversación con Jesús fue que Pilato buscó liberarle aun más (versículo 12).
A pesar de los intentos de Pilato para liberar a Jesús, los judíos continuaron demandándole Su crucifixión. Comenzaron a acusar a Pilato de delitos políticos. Le dijeron a Pilato que él no podía ser amigo de César, porque Jesús afirmó ser rey en contra de César. Esto colocó a Pilato en una situación muy delicada. Por un lado, Pilato podía hacer lo que él sabía en su corazón que era correcto y podía soltar a Jesús a pesar de los gritos de la multitud. Por otra parte, él podría pervertir la justicia para complacer y aquietar a la multitud y salvar su reputación y título. ¿Cuál sería su decisión?
Pilato sacó a Jesús a los judíos por última vez. “Aquí está su rey,” dijo. Al decir esto, Pilato le está diciendo a la multitud que él no veía amenaza en que Jesús afirmara ser rey. La multitud respondió: “¡¡Fuera, fuera, crucifícale!!” (versículo 15). “¿Crucificaré a su rey?” Pilato preguntó. ¿Fue esto un último intento endeble para liberar a Jesús? “No tenemos más rey que César,” contestó la multitud. Pilato conocía la hipocresía de esta declaración. Los judíos resentían la presencia romana en Israel.
Finalmente, Pilato entregó a Jesús a la voluntad de los judíos para que Le crucificaran. Los soldados romanos tomaron a Jesús y Lo trajeron al Lugar de la Calavera (Gólgota) donde Le clavaron a la cruz y con dos delincuentes a Su lado. Pilato hizo un letrero y lo fijó a la cruz. El letreo decía: “JESUS NAZARENO, REY DE LOS JUDIOS” (versículo 19). El letrero fue escrito en latín, arameo y griego, así que todos lo podían leer. Cuando los líderes judíos leyeron este letrero, vinieron a Pilato y le pidieron que cambiara la redacción. Querían que dijera: “Este hombre afirmó ser rey de los judíos.” Pilato rechazó su petición. “Lo que he escrito, he escrito,” les dijo (versículo 22). ¿Lo creyó el mismo? No sabemos. Sobre la cabeza de nuestro Señor estaba la razón verdadera por la que murió. Estaba escrito para que todos lo vieran. Él murió porque Él era el rey de los judíos que vino a liberarlos del cautiverio del pecado.
Usted no puede leer este pasaje de la Sagrada Escritura sin que le impacten los intentos de Pilato para librar a Jesús. No hay dudas que Pilato sabía que Jesús era inocente. ¿Por qué entonces crucificó al Señor? Él hizo eso por la presión que los judíos pusieron en él. Él sabía la verdad, pero no actuó conforme a ella.
Saber la verdad no es suficiente. A menos que usted actúe conforme a esa verdad, nunca le salvará. Si usted sabe en su consciencia que el Señor Jesús vino a salvar pecadores y que Él es el Hijo de Dios, entonces hoy usted tiene que aceptar Su perdón y Le debe entregar su vida. Es demasiado fácil caer en el error de Pilato. Saber la verdad no es suficiente, usted también tiene que comprometerse a vivir en esa verdad sin importar el costo.
Para Considerar:
• ¿Se ha encontrado usted alguna vez en una situación similar a la de Pilato? Usted estuvo siendo llamado para defender al Señor Jesús, ¿pero su deseo de complacer a la multitud se interpuso en el camino?
• ¿Qué cosas se interponen en el camino para que usted sea hoy un mayor testigo para el Señor Jesús?
• ¿Cuál es la diferencia entre conocer la verdad y actuar conforme a esa verdad?
Para Orar:
• Tome un momento para agradecer al Señor Jesús por lo que Él soportó por usted en la cruz del calvario.
• Pídale al Señor que le dé coraje para defenderle en estos días.
• Ore por creyentes en posiciones de autoridad en nuestro país. Pídale a Dios que les dé coraje para permanecer firmes a Él y los principios de Su Palabra.
Capítulo 50 – Para que se Cumpliese la Escritura
Lea Juan 19:23–36
Nunca es fácil comprender el sufrimiento y la muerte. Lo que hace este pasaje aun más difícil de comprender, es que este sufrimiento y esta muerte sucedieron en la vida del inmaculado Hijo de Dios. Vimos que en la última meditación Pilato había declarado que Jesús era inocente. Él no merecía morir. En este pasaje, si hay una cosa que el apóstol Juan quiere que nosotros comprendamos, es que mientras nuestro Señor sufría, Dios tenía todavía el control. Estos acontecimientos ocurrieron para que la Palabra de Dios profetizada mucho tiempo antes, se cumpliera. Juan comparte con nosotros cuatro incidentes que sucedieron en la cruz que prueban más allá de sombra de duda que Dios estaba obrando a través de este mal para cumplir Su gran plan general.
La Repartición de las Ropas de Jesús
El primero de estos sucesos se relaciona con lo que sucedió con las ropas de Jesús. Es importante que veamos el cuadro aquí. Los soldados habían clavado a nuestro Señor en una cruz. A medida que Le clavaban en la cruz, Lo despojaron de Sus ropas. Esto añadió a Su humillación. Parece que había cuatro soldados al pie de la cruz aquel día (versículo 23). Tomaron las ropas de nuestro Señor y las dividieron entre ellos. Cuando examinaron Su túnica y vieron que tenía valor, decidieron echar a suertes sobre ella.
Imagínese por un instante que usted es María la madre de Jesús o unos de los discípulos de pie alrededor de la cruz. Cuando usted mira lo que los soldados Le han hecho a Jesús, usted está horrorizado. Usted sabe que Su juicio fue un juicio falso. Usted sabe que Él no había hecho nada digno de esta muerte. Los pensamientos de injusticia corren a través de su mente. Usted es dolorosamente consciente de que usted está perdiendo a un amigo íntimo y Salvador por el odio y los celos de los líderes judíos. Usted mira Su cuerpo mientras cuelga desnudo y sufriendo en esa cruel cruz. Usted ve las marcas del látigo y la sangre ahora secándose en Su carne. Usted ve las magulladuras en Su cabeza donde los soldados romanos repetidamente Le habían golpeado con una vara. Usted está muy consciente de Su dolor. Su corazón grita: “Dios mío, ¿por qué estás permitiendo que esto pase?”
Mientras estos pensamientos corren a través de su mente, su atención es dirigida a un grupito de soldados al pie de la cruz. Parecen inconscientes a la agonía de Cristo en esa cruz. En presencia suya están dividiendo Sus ropas entre ellos. Para ellos ésta es una oportunidad para enriquecerse. Recién han echado a suertes y uno de ellos salta de alegría porque él acaba de ganar la túnica de Jesús. Usted inmediatamente comienza a pensar, ¿“Cómo pueden ser tan insensibles? ¿No son conscientes del sufrimiento alrededor de ellos? ¿Cómo pueden repartir las ropas de Jesús justamente en frente de los dolientes?”
El egoísmo de los soldados romanos fue real. Juan fue especialmente sensible al dolor de este incidente. Él estaba al pie de la cruz cuando estos acontecimientos estaban sucediendo. ¿Cómo nos ayuda Juan a tratar con el dolor de este acontecimiento? Él nos recuerda que este acontecimiento entero había sido previsto por los profetas muchos años antes de su suceso. El Salmo 22:18 nos dice: “Repartieron entre sí mis vestidos,
Y sobre mi ropa echaron suertes.” El Salmista profetizó la insensibilidad de los soldados. Muchos años antes de estos acontecimientos, Dios predijo que estas cosas ocurrirían.
Fíjese cómo el Señor se responsabilizó por Sus amigos en Su dolor. Jesús vio a Su madre y al discípulo que Él amaba (Juan), estando parados al pie de la cruz. Él se dio cuenta en particular del dolor de Su madre en ese momento. Al ver el dolor de ella, Jesús le dijo a Juan que se ocupara de ella como de su propia madre (versículos 26-27). Es posible que María estuviera viuda en ese momento. De ese momento en adelante Juan se ocupó de María.
Beber Vinagre
El segundo acontecimiento de importancia en este pasaje se relaciona con los soldados que le ofrecieron a Jesús beber vinagre. Nuestro Señor estaba muy sediento por Su sufrimiento en la cruz. Él pidió beber algo. Los soldados sumergieron una esponja en vinagre y la levantaron al Señor en un hisopo. Juan nos recuerda que incluso esta acción simple había sido predicha mucho antes de que hubiera ocurrido: “Me pusieron además hiel por comida,
Y en mi sed me dieron a beber vinagre.” (Salmo 69:21). Cuando Jesús acabó de tomar la bebida, Él exclamó: “Consumado es,” y Él inclinó Su cabeza y murió. (versículo 30).
El Rompimiento de los Huesos de Jesús
La tercera profecía cumplida en la cruz se relaciona con lo que aconteció después de que Jesús murió. Ya que el sábado judío estaba acercándose, los judíos querían que bajaran los cuerpos. Para acelerar la muerte de un delincuente en la cruz, los romanos le rompían las piernas. La única manera en que un hombre crucificado podía llenarse sus pulmones de aire, era mover su cuerpo usando sus piernas. Sin embargo cuando le partían sus piernas, ya no le era posible respirar bien. Esto aceleraba su muerte. Las piernas de los delincuentes a cada lado de nuestro Señor fueron quebradas. Sin embargo cuando los soldados vinieron a Jesús, en vista de que Él ya estaba muerto, escogieron no fracturarle las piernas.
Juan nos recuerda como en Éxodo 12:46 se ordenaba que no rompieran los huesos de los corderos sacrificados en la Pascua. Los corderos de la Pascua eran los corderos inmolados para conmemorar el escape de Israel del cautiverio de Egipto. La sangre de estos corderos colocada en los dinteles de la puerta de sus casas, protegió a los judíos del ángel de la muerte que atravesó Egipto para matar al hijo primogénito de cada familia. Jesús se convirtió en nuestro Cordero de Pascua. Él fue sacrificado para que los que están cubiertos por Su sangre, sean salvados del juicio final de Dios. Reviste importancia, por consiguiente, que los huesos del Señor Jesús no fueron quebrados. Esto también estaba en el control de Dios.
Perforando el Costado de Jesús
En lugar de romper los huesos de nuestro Señor, los soldados perforaron Su costado. Cuando perforaron Su costado, una mezcla de agua y sangre salió a chorros de la herida (versículo 34). Es importante darse cuenta de que Jesús murió antes que los que estaban crucificados a Su lado. Ésta puede ser una indicación de la intensidad del sufrimiento que Él había soportado hasta ese punto a través de las palizas que Él había recibido.
El profeta Zacarías claramente profetiza la perforación del costado de Jesús en Zacarías 12:10:
“Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu de gracia y de oración; y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por el primogénito.”
Jesús es el cumplimiento perfecto de esta profecía dada tanto tiempo antes de que Él muriera.
El dolor que nuestro Señor resistió había sido predicho hasta el detalle más pequeño. No hubo nada que Él sufriera de lo cual Dios no estuviera enterado y no hubiera predicho con bastante anticipación. Nada toma a Dios por sorpresa. Cada prueba en nuestras vidas ha sido calculada en Su plan global.
Para Considerar:
• ¿Qué ánimo usted recibe del hecho que todo el sufrimiento de Jesús estaba predicho mucho antes de que ocurriera?
• ¿Recuerda usted cuando el sufrimiento suyo condujo a tremendo crecimiento y victoria al final? Explique.
• ¿El hecho de que Dios sabe acerca del sufrimiento que soportaremos significa que Él es el autor de ese sufrimiento?
Para Orar:
• Agradezca al Señor que Él conoce todo acerca de su sufrimiento y dolor.
• Pídale a Dios que le perdone para las veces que usted falló en entender Su cuidado por usted en el sufrimiento.
• • ¿Sufre usted ahora mismo? Comprométase de nuevo en las manos del Señor. Agradézcale que Él sabía que usted enfrentaría este dolor y Él se ocupará de usted y lo resolverá todo para el bien de usted.
Capítulo 51 – La Tumba Vacía
Lea Juan 19:38–20:31
Después de que Jesús había sido crucificado, José de Arimatea fue a Pilato a pedir Su cuerpo. Marcos 15:43 nos dice que José formaba parte del concilio judío que había condenado a muerte a Jesús. Sin embargo nos enteramos por Lucas 23:50–51 de que él no había consentido en su decisión, porque él era un hombre recto. Pilato le concedió permiso para tomar el cuerpo de Jesús. Acompañado por Nicodemo, José bajó el cuerpo de Cristo y lo preparó para el entierro. Nicodemo que acompañó a José, era el hombre que había venido a Jesús en Juan 3 y más tarde defendió a Jesús ante sus compañeros fariseos en Juan 7:50-51. Cuando el cuerpo de Cristo fue preparado, José y Nicodemo lo colocaron en una tumba en un jardín cercano (19:41-42).
Jesús no se quedó en esa tumba. Él resucitó de entre los muertos. La muerte no Le podía retener. Encontramos a tres individuos aquí en este pasaje. Cada uno de ellos respondió diferentemente a la resurrección de su Señor. Tomemos un momento este pasaje para examinar la respuesta de estos individuos al encontrar la tumba vacía.
María Magdalena
En el primer día de la semana, muy temprano en la mañana, María Magdalena fue al sitio de la tumba (20:1). Evidentemente, su alma estaba atribulada. Ella quería ver dónde habían puesto al Señor. Sin embargo más allá de estas razones naturales, Dios la estaba dirigiendo a la tumba. Sin ella saberlo en el momento, Dios la había llamado a anunciar la resurrección de Cristo.
Cuando ella se acercó a la tumba, ella se fijó que la piedra estaba quitada. Aunque Jesús les había dicho a Sus seguidores que Él resucitaría de entre los muertos, María no había entendido. ¿Por qué habría sido quitada esa piedra? Para María la única explicación era que los judíos habían robado el cuerpo de Cristo.
Este descubrimiento angustió a María. Ella regresó corriendo con la noticia de que se habían llevado el cuerpo de Cristo. Ella había hecho una conclusión muy lógica con base en lo que ella había visto, pero ella estaba equivocada. Incluso hoy hay muchos, como María, que tratan de explicar la resurrección milagrosa de nuestro Señor. Abundan las teorías en lo que se refiere a por qué la tumba estaba vacía. Satanás se dio cuenta de que si él pudiera explicar la resurrección de Cristo, el resultado sería una Cristiandad sin esperanza. Si Cristo está todavía muerto, entonces vana es nuestra fe (1 Corintios 15:17).
El gran éxito acerca de esta historia de María Magdalena es que Dios no la dejó en su desesperación. María regresó a la tumba con algunos de los discípulos. Consideraremos después sus respuestas. Cuando estos discípulos dejaron la tumba vacía, María se quedó y lloró. Algo la hizo mirar adentro. Allí dentro de la tumba ella vio a dos ángeles. “Mujer, ¿por qué estás llorando?” le preguntaron a María (versículo 13). “Se han llevado a mi Señor,” fue su respuesta. Al decir esto, María se dio cuenta de otra presencia cerca de ella. Ella se viró y vio a Jesús, pero no Le reconoció. Ella pensó que Él era el jardinero. “Señor, si tú te Lo has llevado, dime dónde Lo has puesto y yo Lo llevaré,” dijo (versículo 15). Su deseo era que el Señor Jesús tuviera un entierro correcto. Su amor por Él era tal que ella no podría soportar el pensamiento de que Su cuerpo fuera tirado en una tumba sin marcar.
Presenciando su angustia, Jesús clamó su nombre. “María,” dijo. Había algo en aquella voz. No había voz como ella. Ella alzó la vista y reconoció a Jesús de inmediato. Ella lanzó sus brazos alrededor de Él. Ella se había equivocado. Jesús estaba vivo. Cuando ella Le vio, desapareció cada onza de duda.
María fue llevada de la desesperación a la esperanza a través de su encuentro personal con el Señor resucitado. Nuestro mundo escéptico necesita este encuentro personal con Jesús. Conocemos que está vivo, porque nosotros también como María Le hemos conocido. Él clamó nuestro nombre también y reconocimos Su voz. Nosotros ahora tenemos esperanza. Nuestra fe no es en vano. Jesús está vivo. Sabemos esto porque Le hemos conocido personalmente.
Jesús le dijo a María que ella no debía quedarse con esta noticia. Ella debía ir y decirles a Sus discípulos. Esa orden no ha cambiado. Si usted sabe que Jesús está vivo hoy, usted también debe ir y decirles las buenas noticias a otros.
Pedro y el Discípulo No Nombrado
Cuando María Magdalena primero hubo ido a los discípulos para decirles que alguien se había llevado el cuerpo del Señor de la tumba, dos de ellos inmediatamente habían salido con destino a la tumba (20:1-3). Pedro era uno de esos discípulos. No se nombra al otro. Mientras el discípulo no nombrado llegó primero, él esperó a la llegada de Pedro antes de entrar en la tumba. Cuando Pedro entró él vio las ropas mortuorias, pero Jesús no estaba allí. El versículo 8 nos dice que cuando Pedro vio las ropas, él creyó. Él creyó que El Señor había resucitado y estaba vivo.
La respuesta de Pedro fue muy diferente a la de María. Aunque él aún no había visto al Señor Jesús, él creyó que Él había resucitado. ¿Qué lo hizo creer? El pasaje nos dice que todavía no comprendían de la Sagrada Escritura que Jesús debía resucitar de los muertos (versículo 9). Jesús a menudo les había enseñado que Él resucitaría de entre los muertos. Aunque Pedro no comprendía como todas estas cosas encajaban dentro del contexto de las Escrituras, él creyó que lo que él estaba viendo era un cumplimiento de la profecía. Él no entendía, pero él creyó. María tuvo un encuentro muy dramático con el Señor Jesús. Todo lo que Pedro tuvo fue las palabras que Jesús habló cuando Él estaba con ellos.
No todo el mundo tiene un encuentro dramático con El Señor como lo hizo María. Para algunos de nosotros, todo lo que tendremos son las palabras que Jesús habló registradas para nosotros en las Sagradas Escrituras. Algunos llegan a la fe en Cristo a través de las experiencias místicas y dramáticas como la que tuvo María. Otros llegan a Él por un examen simple y tranquilo de su Palabra.
Tomás
Jesús se apareció ante Sus discípulos al poco tiempo de Su resurrección (versículo 19). Los discípulos estaban reunidos detrás de puertas cerradas cuando Jesús se les apareció. No se nos dice por qué las puertas estaban cerradas. Al haber matado al Señor Jesús, los judíos no habrían estado contentos en dejar tranquilos a Sus discípulos. Los discípulos habrían sido objeto de ataques y persecución de los judíos que habían matado a su Señor. Quizás este es el por qué se encontraban detrás de puertas cerradas.
Cuando Jesús se apareció ante Sus discípulos aquel día, Él les comisionó que fueran y les dijeran a los otros las buenas noticias (versículo 21). Aunque en este momento temían por sus vidas, se estaba acercando el tiempo cuando abrirían esas puertas y atrevidamente proclamarían la verdad acerca de Cristo. Para que esto ocurriera, necesitarían la presencia y capacitación del Espíritu Santo. La muerte de Jesús había pavimentado el camino para ser perdonados y ser habitados por el Espíritu Santo. Con el poder del Espíritu santo, saldrían con el mensaje del evangelio. A medida que salieran en el poder del Espíritu Santo, tendrían a su disposición el poder de perdón de pecados (versículo 23). Esto no es decir que podían perdonar los pecados por ellos mismos. El Espíritu Santo que moraba dentro de ellos los utilizaría para convencer al mundo de pecado. Ya que iban en el nombre de Jesús y en el poder de Su Espíritu con el mensaje de perdón a través de Cristo, hombres y mujeres serían perdonados de sus pecados y llegarían a la nueva vida. Los que rechazaran Su mensaje y la oferta que traían serían condenados. Había autoridad y poder increíble en el trabajo para el cual estaban siendo llamados.
Tomas no estaba con los discípulos aquel día. Cuando él regresó, los discípulos le dijeron que habían visto al Señor. Juan no nos dice cuántos discípulos estaban presentes en el cuarto aquel día. Tomás, a pesar de los muchos testigos que le rodeaban, no creía. “Si no viere en Sus manos la señal de los clavos y metiere mi dedo en el lugar de los clavos y metiere mi mano en Su costado, no creeré.” dijo (versículo 25).
Una semana después, el Señor regresó a los discípulos. Esta vez Tomás estaba con ellos. Jesús le habló a Tomás: “Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.” (versículo 27). Fue sólo cuando Tomás encontró al Señor por sí mismo que él creyó. “Señor mío y Dios mío,” él lloró. No habría dudas ahora para Tomás.
Hay muchas personas hoy como Tomás. Estos individuos se rodean ellos mismos de cristianos, pero todavía tienen un montón de dudas. El Señor se puede revelar a Sí Mismo a estos individuos a fin de que nunca duden otra vez.
El apóstol Juan nos recuerda en el versículo 30 que mientras hay muchos más milagros que Jesús hizo, él específicamente escogió estos milagros a fin de que los que leen este evangelio creyeran en el Señor Jesús y tuvieran vida eterna. Tomás necesitaba poner sus manos en el costado de Jesús para creer. Juan se dio cuenta de que habría muchas personas, como Tomás, que no creerían a menos que presenciaran el milagro del Señor resucitado ante ellos. Juan llenó su libro de historias de milagros de Jesús. Todos los que abrirán sus ojos podrán ver evidencia en estos milagros de que “Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios” (versículo 31).
La prueba está delante de usted también. ¿Será usted como María y la tratará de explicar? ¿Será usted como Tomás y se rodeará a usted mismo de creyentes, pero estará lleno de dudas? Será usted como el discípulo que entró en la tumba y al ver la prueba, ¿creyó? Todo el mundo tiene que hacer una elección. Alabado sea Dios que cada uno de estos individuos eventualmente llegó a creer en Cristo. Las circunstancias pueden ser diferentes. Lo que es importante, no es cómo usted viene a creer, sino que usted eventualmente venga a creer en Cristo y “creyendo pueda tener vida en Su nombre” (versículo 31).
Para Considerar:
• ¿Cómo usted vino a creer en el Señor Jesús? ¿Qué fue lo que le convenció de la realidad de Sus afirmaciones?
• Fíjese cómo responde el Señor a cada uno de los individuos en este pasaje en una forma diferente. Considere cómo el Señor se ha revelado a usted, sus amigos y sus seres queridos. ¿Qué nos enseña esto acerca de Dios?
Para Orar:
• ¿Conoce usted de alguien que cuestiona la realidad de las afirmaciones de Jesús? Tome un momento para orarle al Señor que se revele a esta persona como Él hizo con Tomás en una forma que no deje lugar a dudas.
• Agradezca al Señor que a pesar de nuestra falta de fe Él todavía se nos revela.
• Agradezca a Dios que Él nos responde como individuos, cada uno con nuestros defectos y necesidades diferentes.
Capítulo 52 – El Camino de Dios, El Camino del Hombre
Lea Juan 21:1–14
Jesús ya no ministraba con Sus discípulos. Él sólo se reunía con ellos ocasionalmente. En la ausencia de Jesús, los discípulos estaban realmente confundidos acerca de lo que tenían que hacer con sus vidas. En esta ocasión, Pedro y otros seis discípulos decidieron ir de pesca. Se metieron en un bote y pescaron toda la noche sin capturar nada. En las horas tempranas de la mañana, oyeron una voz llamándoles: “¿Hijitos, ¿tenéis algo de comer? “No,” contestaron (versículo 5). “Echad la red a la derecha de la barca y hallaréis,” fue la respuesta (versículo 6). Este consejo no tenía sentido. Sin embargo había algo en esa voz que les hizo escuchar. Prepararon su red y la echaron al agua del lado derecho del bote. Inmediatamente su red estaba llena de peces demasiados numerosos para meterla incluso dentro del bote.
Estos discípulos se sabían todos los trucos del oficio de pescar. No tenían necesidad de que nadie les explicara cómo pescar. Cuidadosamente habían escogido el lugar para anclar su bote. Habían lanzado su red con la habilidad de pescadores experimentados. Hicieron lo qué cualquier buen pescador haría, pero no habían atrapado ningún pez.
Muy a menudo, corremos delante del Señor. Estamos confiados en nuestras capacidades para manejar asuntos. Como los discípulos, conocemos todos los trucos del oficio. Tenemos la impresión de que no necesitamos que nadie nos diga lo que tenemos que hacer. Nos echamos por la calle del medio con nuestros proyectos y programas, sin tomar tiempo para buscar al Señor. Nos sentamos en nuestro bote con nuestras redes colgando sobre el lado, pero no capturamos nada. Nuestros horarios están llenos, pero nuestras vidas son estériles.
Sin embargo que distinto es cuando nosotros aprendemos a escuchar al Señor y seguir Su conducción. Nuestras redes desbordan de bendición. Esto no quiere decir que descartemos nuestra experiencia, educación y talentos. Fíjese aquí que en esta historia el Señor utilizó las habilidades de los discípulos como pescadores. Sus habilidades fueron ampliadas al máximo cuando manejaron la multitud de peces que el Señor puso en sus redes.
De la misma manera El Señor quiere usar sus dones, educación y su personalidad. Él quiere ampliar estas habilidades al máximo. Como el amo de la cosecha, Él envía a Sus trabajadores a hacer lo que Él les ha equipado a hacer. Él le pide a uno que espere y a otro que actúe inmediatamente. Él sabe exactamente lo que Él está haciendo. Sin embargo algunas veces tomamos los asuntos en nuestras propias manos. No escuchamos al amo de la cosecha. Hacemos las cosas a nuestra manera. El resultado es gran confusión en el campo de la cosecha. Cada trabajador parece estar trabajando independientemente. Cuánto más habríamos adelantado, si solamente estuviéramos dispuestos a dejarle dirigir.
Juan vio el significado de este milagro. Él inmediatamente reconoció que era el Señor hablándoles desde la costa. Cuando Pedro oyó esto, dejó la red, se lanzó al agua y nadó a la costa. Él dejó que los otros discípulos pelearan con los peces. La Biblia nos dice que atraparon 153 grandes de peces aquel día (versículo 11). Lo que incluso les asombró más fue el hecho de que aunque la red se había estirado más allá de sus límites, no se hubiera desgarrado. Esa red hizo más de lo que era capaz físicamente de hacer. De la misma manera, Dios nos provee a nosotros de la fortaleza y la capacidad necesaria de hacer lo que Él nos llama. Usted puede, como esta red, estirarse más allá de sus capacidades humanas, pero Dios no le dejará rasgarse. Su fortaleza y la capacitación corresponderán a su prueba.
Este pasaje nos enseña la importancia de oír la voz del Señor. Nos recuerda de cuan frecuentemente hemos hecho cosas a nuestra manera y en nuestro propio poder. Promete grandes bendiciones para los que escuchen la voz del que clama desde la costa. Nos recuerda que El Señor está en el asunto de usar nuestras fuerzas y talentos para lograr Su gran plan global. Él nos estirará más allá de nuestras capacidades, pero siempre nos proveerá de la fuerza necesaria para la tarea.
Para Considerar:
• ¿Está escuchando la voz del Señor? ¿Cuál es la diferencia entre hacer las cosas en su propia sabiduría humana y esperar en el Señor y obedecer Su conducción?
• Tome un momento para examinar dónde está usted hoy. ¿Está seguro de que está en la voluntad y el propósito del Señor?
• ¿Cuánto de lo que usted hace en el transcurso del día está basado en su propia sabiduría y talentos y cuanto está basado en buscar al Señor y Su voluntad?
• ¿Cómo nos comunica Dios Su voluntad hoy?
Para Orar:
• Pídale a Dios que le perdone por las veces que usted no ha buscado Su voluntad cada día.
• Pídale al Señor que le ayude a oír, entender y seguir Su conducción cada día.
• Tome un momento para orar por sus líderes espirituales. Pídale a Dios que les enseñe a escuchar Su voz y a no depender de su propia fuerza y su propia sabiduría.
• Dele al Señor las gracias por la forma maravillosa que Él guía. Agradézcale que Él hará mucho más que lo que jamás podríamos imaginarnos, si simplemente caminamos en obediencia a Él y Su propósito para nuestras vidas.
Capítulo 53 – Candidatos Improbables
Lea Juan 21:15–25
Después de una captura muy exitosa, los discípulos ahora estaban trayendo su bote a la costa. Jesús les había dicho que lanzaran su red del lado derecho del bote. Cuando ellos hubieron obedecido, su red se llenó de peces. Al entender que estaba Jesús en la costa, Pedro saltó fuera del bote y se apresuró a ir a encontrarse con Él. Él dejó que los otros discípulos remolcaran su gran pesca.
Después de un desayuno de pan y pez, el Señor Jesús fijó Su atención en Pedro. “Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos? Hay confusión en lo que se refiere a lo que Jesús quiso decir con esta declaración. ¿Le pregunta Jesús a Pedro si él Le amaba más de lo que los otros discípulos Le amaban? Pedro tenía una tendencia a compararse con otros. Escuche lo que él una vez le dijo a Jesús: “Aunque todos se escandalicen de Ti, yo nunca me escandalizaré.” (Mateo 26:33). Pedro se colocó a sí mismo por encima de los otros discípulos en este pasaje. ¿Estaba Jesús pidiéndole a Pedro que reexaminara su declaración ahora que él Le había negado tres veces? ¿Cómo podría Pedro sentirse de esa declaración ahora que él había fallado tan miserablemente?
También puede ser posible que El Señor le estuviera preguntando a Pedro, si él Le quería más de lo que él quería su anterior ocupación de pescador. Esparcido alrededor de ellos estaba su equipo de pesca. ¿Estaba Jesús preguntándole a Pedro si él estaba dispuesto a dejar su pesca para seguirle? Puede que esto llevara de regreso a Pedro aproximadamente tres años atrás, cuando Jesús lo llamó a dejar sus redes de pescar para convertirse en Su discípulo. Tal vez después de negar a Jesús tres veces, Pedro estaba preguntándose si él posiblemente le podría utilizar ahora. Estaba Jesús con esta declaración, ¿renovando Su llamado a Pedro? ¿Estaba Jesús extendiendo un segundo llamado a Pedro para que dejara todo por seguirle? Pedro le reaseguró al Señor que él si Le amaba (versículo 15). No deberíamos tomar estas palabras a la ligera. Pedro ya confiadamente Le había dicho estas palabras al Señor, pero desde entonces él había caído. Jesús le dio una oportunidad aquí de renovar su compromiso con Él. Pedro lo hizo, pero esta vez lo hizo eso con la comprensión de que podía caer.
Puede que Jesús le estuviera preguntando a Pedro si él Le amaba más que los otros discípulos presentes ese día. Pedro se había jactado de que aunque cada discípulo negara a Jesús, él nunca Le negaría. Su experiencia durante las pocas semanas le había mostrado que él también podía caer y que su amor por Jesús no era tan fuerte como él pensaba que era.
Al oír la respuesta de Pedro, Jesús le dijo que alimentara Sus corderos. La prueba del amor de Pedro por su Señor sería su amor por los que Le pertenecían. Lo que Jesús le estaba diciendo a Pedro aquel día era que si Pedro Le amara, a él le importarían los hijos del Señor. Esto no sería fácil para Pedro. Pedro era más líder y visionario que pastor. Justo esa mañana cuando él reconoció que era El Señor en la costa, él había dejado atrás a sus compañeros discípulos para que se defendieran por ellos mismos. Si Pedro fuera del tipo pastoral, él se habría quedado con los otros para ayudarlos con su carga.
Pedro tenía una tendencia real a hacer las cosas a la manera de él. Él era el portavoz autoproclamado para el resto de los discípulos. Él tenía un montón de bordes ásperos en su vida espiritual. No era fácil para él aguantarse su lengua. Él a menudo actuaba sin pensar. A veces él se veía como que era mejor que los otros. A veces él tenía celos (vea versículos 21–23). Él tenía una tremenda confianza en sí mismo y en su modo de hacer las cosas. Él se lanzaba a las cosas sin pensar en los otros. ¿Es este el tipo de persona que usted querría para pastor? No sería fácil para este hombre atender a las necesidades de las ovejas. Se necesitaba que ocurriera mucha humillación.
Tres veces, Jesús le preguntó a Pedro si él Le amaba. Tres veces, Pedro Le dijo al Señor que sí. Tres veces, Jesús le recordó que él tenía que ocuparse de Sus ovejas. ¿Le pidió Jesús a Pedro que Le reconfirmara su amor por Él tres veces, porque Le había negado tres veces? Lo que es importante que nosotros nos fijemos aquí es que mientras Pedro había negado al Señor, él no fue abandonado por Dios. Él había caído de plano sobre su cara. Él tenía muchísimo que aprender, pero Jesús le estaba dando una segunda oportunidad.
A veces el Señor utiliza a las personas más improbables. Sería tan fácil que nosotros condenemos a Pedro con todas sus fallas de personalidad, pero Dios le había escogido y no le dejaría ir. Esto nos enseña a no ser tan enjuiciadores con respecto a nuestros líderes espirituales. Ellos pueden no ser perfectos, pero son llamados por Dios. Los tenemos que aceptar como los instrumentos de Dios para cumplir Sus propósitos.
Jesús le recordó a que Pedro que la responsabilidad que Él le estaba dando no sería fácil de manejar.
Cuando eras más joven, te ceñías, e ibas a donde querías; mas cuando ya seas viejo, extenderás tus manos y te ceñirá otro y te llevará a donde no quieras. (versículo 18).
Pedro descubriría que él ya no tenía el control de su vida. Otros decidirían lo que él haría y donde él iría. Otra vez, necesitamos que nos recuerden cuán difícil eso sería para Pedro. A Pedro le gustaba hacer las cosas a su manera. Estaba llegando el día cuando todo eso cambiaría. Dios no había terminado el trabajo que él estaba haciendo en la vida de Pedro. En los años venideros, Pedro sería moldeado por las circunstancias que Dios enviaría a su camino. Dios le modelaría en una vasija de honor. Él lo despojaría de su control sobre sus propias circunstancias y le moldearía a través de esto.
Dios sabe lo qué hace falta que pase en cada una de nuestras vidas. En el caso del apóstol Pablo, Dios lo dejó en manos de una enfermedad física para humillarle (2 Corintios 12:8–10). Aquí en el caso de Pedro, Dios lo despojaría de su autoconfianza a través de las circunstancias que él enfrentaría en la vida. Los problemas y las dificultades que llegan a nuestro camino son los métodos de Dios para transformarnos en las personas que Él quiere que seamos.
Fíjese la respuesta de Pedro a la palabra profética del Señor. Pedro miró a Juan y preguntó: Señor, ¿y qué de éste?” (versículo 21). ¿Por qué estaba Pedro tan preocupado por Juan? ¿Se sentía él otra vez compelido a compararse con los otros discípulos? ¿Estaba hablando por celos? Jesús había predicho que el futuro de Pedro sería difícil. Él sería forzado a hacer cosas que él no quería hacer. El pasaje nos dice que Jesús había dicho estas cosas para indicar el tipo de muerte que Pedro sufriría. A Pedro le acababan de recordar sus defectos. Profundo en el interior, Pedro tenía que saber lo qué ocurriría con Juan. Juan era el discípulo que Jesús amaba. ¿Sería su vida más fácil que la de Pedro?
Jesús no le dio a Pedro la satisfacción de una respuesta: “Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú.” Jesús respondió (versículo 22). Jesús le estaba diciendo a Pedro aquí que no tenía importancia lo que Él hiciera con Juan. El propósito de Dios para Juan era diferente a su propósito para Pedro.
Muchos de nosotros, como Pedro, tenemos una tendencia a medir nuestra espiritualidad y nuestro éxito en el ministerio comparándonos con otros. El propósito de Dios para nosotros no es Su propósito para otro. Tenemos que aprender a estar contentos en lo que El Señor nos llama a hacer.
Por lo que Jesús dijo ese día acerca de Juan, se difundió la noticia de que Juan no moriría. Sin embargo Juan nos recuerda, que esto no fue lo que Jesús quiso decir. Él estaba simplemente usando esto, como un ejemplo con el propósito de desafiar a Pedro con su actitud orgullosa.
Juan también nos recuerda que hubo muchas otras cosas que Jesús hizo que no están escritas (versículo 25). Lo que él escribió para nosotros aquí es sólo una muestra de las tremendas obras de nuestro Señor. Sin embargo todos estos milagros fueron escogidos por Juan para ayudarnos a comprender quién es Jesús, a fin de que pudiéramos llegar a la fe en Él.
Mientras cierro el capítulo final de este libro, quiero recordarle que El Señor a veces escoge a las personas más improbables. Aquí delante de nosotros en este pasaje está un hombre con el nombre de Pedro. Él estaba lejos de ser perfecto. Él le había fallado a su Señor en muchos casos. Él tenía que vencer muchos obstáculos personales. Sin embargo Dios puso Su mano en él y eligió obrar a través de él. Puede que usted sea como Pedro hoy. Su pasado no es muy glorioso. Usted tiene que vencer muchos obstáculos personales y espirituales en su caminar con el Señor. ¿No es bueno saber que El Señor está todavía dispuesto a utilizarle? Déjele tomarle y formarle como hizo con Pedro. Rinda su vida a Él. Comprométase a buscarle y a permitir que Su Palabra le de forma. Él le utilizará más allá de sus máximas expectativas.
Para Considerar:
• ¿Cuáles son algunos de los bordes ásperos en su vida?
• La prueba del amor de Pedro por el Señor se vería en su devoción por el “rebaño.” ¿Cuál es la prueba de su amor por el Señor?
• ¿Usted alguna vez, como Pedro, ha fallado en su relación con El Señor? ¿Qué le enseña este pasaje acerca de ser rehabilitado?
• ¿Cuál es la conexión aquí entre amar a Dios y amar a sus hijos?
Para Orar:
• Agradezca al Señor que Él está dispuesto a utilizarle como usted es.
• Pídale al Señor en particular que trate con las áreas en su vida espiritual que necesitan ser mejoradas.
• Pídale al Señor que le perdone por las veces usted Le ha fallado a Él y los que Él ama.