Estudio de la Parábola de Jesús en Lucas 15:3-7
F. Wayne Mac Leod
Copyright © 2009, F. Wayne Mac Leod
Publicaciones Light To My Path [Ministerio de distribución literaria Lumbrera a mi Camino]
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Traducción al español: Traducciones NaKar, Cuba
Todas las citas bíblicas han sido tomadas de la Nueva Versión Internacional, a menos que se indique otra versión.
Índice
- Prefacio
- 1 La Responsabilidad del Pastor
- 2 Una Oveja Perdida
- 3 Dejando a las Noventa y Nueve
- 4 Yendo Tras la Perdida
- 5 Y Cuando la Encuentra
- 6 Gozaos Conmigo
- 7 Regocijo Celestial
Prefacio
Este es un estudio de Lucas 15:3-7. Aunque con frecuencia este pasaje se utiliza con fines evangelísticos, mi propósito es mostrar cómo se aplica al creyente.
La parábola ha llegado a reconocerse como la Parábola de la Oveja Perdida. La palabra “perdido” constituye un término teológico que hoy se utiliza a menudo. Como término teológico, se refiere al no creyente que jamás ha recibido la salvación del Señor Jesús. Decimos que una persona está perdida si nunca se ha convertido a Cristo, pero no estoy utilizando la palabra ‘perdido’ en este sentido.
He conocido a muchos creyentes que se han desviado del amor y del compromiso que una vez conocieron. Para algunos, la vida ha sido cruel, y en consecuencia su fe ha sufrido mucho. Para otros, la iglesia ha sido hiriente, y ellos se encuentran vagando sin rumbo fuera de su comunión. Otros han caído en las tentaciones del mundo, y ha menguado su compromiso con Cristo. Estos creyentes han perdido su camino. Se han desviado de la senda que Dios tenía para ellos. Son ovejas perdidas.
Como buen pastor, Jesús sabía que en este mundo Sus ovejas sufrirían. Las ovejas tienen muchos enemigos. La fe de ellas sería probada severamente. Algunas de las ovejas de Cristo se descarriarían. A otras las herirían, las golpearían y las dejarían tiradas a la vera de la vida.
Esta es una parábola sobre la restauración de las ovejas que se han perdido en el camino y se han desviado del gozo y la comunión que Dios desea para ellas. Esto presenta un desafío para que asumamos en serio el cuidado de nuestros hermanos en la fe que sufren a causa de sus heridas. El día en que Jesús enseñó esta parábola, los fariseos y líderes religiosos se encontraban negando a las personas que tenían a su cargo. A las ovejas no se les enseñaba. No había nadie que las cuidara. Se desviaban de la verdad y caían en los caminos del mundo mientras que los pastores espirituales permanecían allí de brazos cruzados.
De muchas formas la parábola se trata de lo que significa ser un fiel pastor de las ovejas de Dios. Revela lo que hay en el corazón del Señor Jesús por Sus preciosos que se han perdido en el camino. Constituye un llamado a todos los que escuchen su enseñanza de escuchar el corazón de Dios hacia aquellos cuya comunión y gozo en Cristo se han obstaculizado. El ministerio de restaurar las ovejas a la comunión no es algo fácil. Sin embargo, es uno que deleita el corazón de Dios. Estoy convencido de que Su más rica bendición reposa en aquellos que comparten con Él Su interés por la oveja descarriada.
Este no es un manual de instrucciones; eso lo dejo para los pastores más capacitados. Mi propósito es sencillamente abrir la parábola y revelar lo que hay en el corazón de Dios para la iglesia de hoy en día. Es mi oración que este breve estudio revele el corazón de Dios de una manera nueva y fresca. Que a Dios le plazca usarla para que pueda ser restaurada esta oveja descarriada, y para que ella llegue a conocer el deleite de Su abrazo de amor.
F. Wayne Mac Leod
1 – La responsabilidad del Pastor
Él entonces les contó esta parábola: “Supongamos que uno de ustedes tiene cien ovejas… (Lucas 15:3-4)
Lucas 15:3-7 no es tanto acerca de una oveja perdida como acerca de un pastor, y de lo que él hace para hallar a esa oveja. En este contexto Jesús está hablando a los líderes religiosos de aquella época. Ellos lo habían acusado de comer con pecadores y publicanos. Para ellos un líder religioso no tenía el derecho de asociarse con tales personas. Jesús respondió a sus objeciones refiriéndoles esta parábola.
Típicamente esta parábola ha sido utilizada para animar a los cristianos a evangelizar a los no creyentes. Y no cabe duda de que ésta constituye una importante aplicación de este pasaje, pero permítame señalar dos o tres detalles.
En primer lugar, fíjese que las ovejas de las que está hablando Jesús se encontraban al cuidado de un pastor. Al dirigirse a los líderes religiosos de Su época, Jesús dijo: “Supongamos que uno de ustedes tiene cien ovejas…” (versículo 4). Esto implica que las ovejas de las que está hablando forman parte de un rebaño y se encuentran bajo la responsabilidad de un líder espiritual.
En segundo lugar, analice lo que el Señor mismo dijo en cuanto a las ovejas en Mateo 25:31-33:
“Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria, con todos sus ángeles, se sentará en su trono glorioso.
Todas las naciones se reunirán delante de él, y él separará a unos de otros, como separa el pastor las ovejas de las cabras.
Pondrá las ovejas a su derecha, y las cabras a su izquierda.
Note en este pasaje la diferencia entre las ovejas y las cabras. Las ovejas son las que pertenecen al Pastor, nuestro Señor Jesús. Las cabras son los que no creen y le han rechazado a Él. Esto implica que las ovejas de las que habla Jesús no necesariamente son los incrédulos. También pueden ser creyentes, bajo el cuidado de un pastor espiritual, que se hayan perdido en el camino o se hayan desviado de la verdad. De hecho, aquellos pecadores con los que Jesús comía eran muy probablemente judíos que estaban bajo el cuidado de líderes religiosos de su época, pero que estaban siendo rechazados debido a su estilo de vida.
Jesús comienza la parábola con la declaración: “Supongamos que uno de ustedes tiene cien ovejas”. Aquí recuerda a los líderes religiosos de su época que a ellos Dios les había dado la responsabilidad de cuidar de un grupo selecto de seguidores. Ellos debían responder por estas cien ovejas. Como pastores, tenían una obligación para con las ovejas, y esto no era algo que podían tomar a la ligera. Observe los que el Señor dijo a los pastores de Su pueblo en Ezequiel 34:2-6:
“Hijo de hombre, profetiza contra los pastores de Israel; profetiza y adviérteles que así dice el Señor omnipotente: ¡Ay de ustedes, *pastores de Israel, que tan sólo se cuidan a sí mismos! ¿Acaso los pastores no deben cuidar al rebaño?
Ustedes se beben la leche, se visten con la lana, y matan las ovejas más gordas, pero no cuidan del rebaño.
No fortalecen a la oveja débil, no cuidan de la enferma, ni curan a la herida; no van por la descarriada ni buscan a la perdida. Al contrario, tratan al rebaño con crueldad y violencia.
Por eso las ovejas se han dispersado: ¡por falta de pastor! Por eso están a la merced de las fieras salvajes.
Mis ovejas andan descarriadas por montes y colinas, dispersas por toda la tierra, sin que nadie se preocupe por buscarlas.
El Señor Omnipotente acusó a los líderes espirituales de la época de Ezequiel de haber sacado ventaja de las ovejas y de usarlas para su propio beneficio personal. Los pastores no proveían para las ovejas. Las ovejas estaban desalentadas y descarriadas porque no estaban recibiendo el cuidado que necesitaban. Fíjese en Ezequiel 34:6 que aunque estas ovejas andaban dispersas en lugares peligrosos, alejadas del rebaño, “nadie se preocupaba por buscarlas”.
Cuando Dios nos llama a ser pastores, nos llama a un importante ministerio. No es nada fácil. El cuidado de las ovejas constituye un altísimo llamado. Dios nos pedirá cuentas por cada oveja que nos encomiende. De hecho, fíjese lo que dice Jesús (en Marcos 9:42) acerca de los que hacen que Sus pequeñitos se aparten de la verdad:
“Pero si alguien hace pecar a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le ataran al cuello una piedra de molino y lo arrojaran al mar.”
Dios espera que los pastores adviertan a las ovejas del peligro y que las protejan. A Ezequiel e dejó bien claro que, si no advertía en cuanto al peligro a aquellos que estaban a su cargo, la sangre de ellos la demandaría de su mano. Ezequiel iba a ser el responsable de cualquier daño que aconteciese a los individuos a quienes él debía advertir. En Ezequiel 3:18 leemos:
Al malvado: Estás condenado a muerte. Si tú no le hablas al malvado ni le haces ver su mala conducta, para que siga viviendo, ese malvado morirá por causa de su pecado, pero yo te pediré cuentas de su muerte.
Los líderes religiosos de la época de Jesús no estaban haciendo su trabajo. El pueblo de Dios se estaba extraviando y cayendo en pecado. Los líderes espirituales estaban más preocupados por mantener su reputación y progresar en su propia causa, que por cuidar a las ovejas que les habían sido encomendadas. De hecho, el contexto nos dice que los fariseos y líderes religiosos evitaban y rechazaban a los recaudadores de impuestos y a los pecadores porque para ellos era indigno asociarse con tales personas.
Cuando Jesús habla aquí sobre el pastor que tenía cien ovejas, está hablando sobre un líder a quien Dios le ha dado la tremenda responsabilidad de cuidar, ministrar y proveer para las ovejas a él asignadas. De alguna manera, cada uno de nosotros es pastor(a). Dios ha puesto a hombres, mujeres, niños en nuestro camino, y nos ha llamado a cuidar de ellos.
La parábola es para pastores espirituales, pero en última instancia es para todo aquel a quien se le haya dado el cargo y la responsabilidad de cuidar a alguien más. En los siguientes capítulos examinaremos lo que enseña el Señor Jesús acerca de Su corazón y nuestra responsabilidad hacia el hermano(a) que se haya extraviado.
Para su consideración:
- ¿Quiénes son los pastores en esta parábola? ¿Cuál es su obligación?
- ¿Deberíamos ver a las ovejas de esta parábola únicamente como los no creyentes que nunca han aceptado al Señor, o también se aplica a creyentes que se han perdido en el camino? Explique su respuesta.
- Considere la comunidad donde usted vive. ¿Hay en ella creyentes que han dejado de tener comunión en ella? ¿Qué ministerio tiene su iglesia hacia los que se hayan desviado de la verdad o los que se hayan desanimado en su vida cristiana?
- ¿Le ha puesto Dios como responsable por alguien más? ¿Quiénes son las personas a quienes Él le ha llamado a cuidar y a nutrir? ¿Ha sido usted fiel a esa obligación?
Para orar:
- ¿Conoce a alguien que se haya desviado de la verdad o se haya desanimado en su vida cristiana? Dedique un momento para orar por él/ella.
- Pídale a Dios que le muestre quiénes son las personas que Él le ha encomendado. Pídale que le ayude a ser fiel en su cuidado. Pídale que le muestre qué puede hacer usted para ministrarle(s) en su momento de necesidad.
- Dedique un momento para orar por los pastores espirituales de su iglesia. Pídale a Dios que le dé la gracia de cuidar del rebaño que Él le ha confiado.
2 – Una oveja perdida
Supongamos que uno de ustedes tiene cien ovejas y pierde una de ellas. (Lucas 15:4)
Las ovejas son indefensas por naturaleza. Al no poseer la habilidad natural de defenderse, necesitan a alguien que las cuide. Cuando Jesús miró un día a las multitudes que le seguían, las comparó a las desamparadas ovejas que no tienen pastor. Su corazón se conmovió de misericordia, y pidió a Sus discípulos que clamaran al Señor de la mies para que Él enviase obreros a cuidar de esas ovejas. En Mateo 9:36-38 leemos:
Al ver a las multitudes, tuvo compasión de ellas, porque estaban agobiadas y desamparadas, como ovejas sin pastor. “La cosecha es abundante, pero son pocos los obreros –les dijo a sus discípulos–. Pídanle, por tanto, al Señor de la cosecha que envíe obreros a su campo.”
Las ovejas tienen muchos enemigos. El pastor espiritual debe ser consciente de las tentaciones y pruebas que acosan a las ovejas y las hacen errar. Dediquémonos por un momento a considerar algunas de las maneras en que los verdaderos creyentes pueden extraviarse de la senda que Dios ha trazado para ellos.
Error teológico
En primer lugar, las ovejas pueden desviarse desde el punto de vista teológico. Pueden extraviarse de la verdad de la Palabra de Dios para caer en el error. El Señor reprendió a la iglesia en Pérgamo (en Apocalipsis 2:15-16) por haber caído presa de la falsa enseñanza de los nicolaítas:
Toleras así mismo a los que sostienen la doctrina de los nicolaítas. Por lo tanto, ¡arrepiéntete! De otra manera, iré pronto a ti para pelear contra ellos con la espada que sale de mi boca.
El apóstol Pablo reprendió a los creyentes en Galacia por creer a los maestros falsos que promovían el cumplimiento de la ley de Moisés como medio de salvación. En Gálatas 3:1-3 escribió:
¡Gálatas torpes! ¿Quién los ha hechizado a ustedes, ante quienes Jesucristo crucificado ha sido presentado tan claramente? Sólo quiero que me respondan a esto: ¿Recibieron el Espíritu por las obras que demanda la ley, o por la fe con que aceptaron el mensaje? ¿Tan torpes son? Después de haber comenzado con el Espíritu, ¿pretenden ahora perfeccionarse con esfuerzos humanos?
Los fariseos eran líderes de alta estima en su época; sin embargo, al hablarles (en Mateo 23:15), Jesús dijo:
¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas! Recorren tierra y mar para ganar un solo adepto, y cuando lo han logrado lo hacen dos veces más merecedor del infierno que ustedes.
Según Jesús, estos fariseos eran unos hipócritas que estaban haciendo de los convertidos unos “hijos del infierno”. Como buen pastor, Jesús advirtió a Sus discípulos en cuanto a la enseñanza de los fariseos y maestros de la ley (en Mateo 16:5-12). Él no quería que Sus discípulos llegaran a ser presa del error de ellos.
En la actualidad también hay muchas enseñanzas falsas a nuestro alrededor. Aun los verdaderos creyentes pueden ser engañados y caer en estas doctrinas. Estos enemigos teológicos pueden provocar que las ovejas se extravíen durante años en una senda contraria a Dios y a Sus propósitos para la vida de ellos. El pastor fiel debe ser consciente de los enemigos teológicos que procuran distraer a las ovejas, así como debe hacer todo lo que pueda por advertirles y protegerlas de esos errores.
Pecado
Los hijos de Dios pueden no sólo extraviarse desde el punto de vista teológico, sino pueden además caer en pecado. Pablo reprendió a la iglesia en Corinto por no actuar en contra del hombre que había en medio de ellos el cual tenía relaciones sexuales con la esposa de su padre (véase I Corintios 5:1). En II Timoteo 4:10 tenemos el ejemplo del hombre llamado Demas, quien había abandonado a Pablo a causa del amor por las cosas de este mundo. En este mundo existen innumerables tentaciones para el creyente; las ovejas no son inmunes a ellas. Analice brevemente su iglesia. ¿Hay evidencias de creyentes cayendo en pecado? Satanás, nuestro enemigo, es astuto. El mundo y sus caminos son atractivos, y muchas ovejas se salen de la senda de la justicia para caer en el pecado y el mal.
Las ovejas caídas en ocasiones son expulsadas por otras ovejas que ya no quieren seguir asociándose con ellas. A veces están tan avergonzadas por sus fallos, que hasta llegan a sentir que no pueden regresar al redil. Cual ovejas perdidas, se descarrían sin comunión, y tampoco tienen la certeza de que Dios las pueda perdonar, ni de que en Su pueblo las vayan a aceptar de nuevo.
Intimidad con Dios
Las ovejas también se pueden desviar de la intimidad con Dios. La iglesia en Éfeso constituye un claro ejemplo de esto. Observe el desafío que el Señor le lanzó a esta iglesia en Apocalipsis 2:4-5:
Sin embargo, tengo en tu contra que has abandonado tu primer amor. ¡Recuerda de dónde has caído! Arrepiéntete y vuelve a practicar las obras que hacías al principio. Si no te arrepientes, iré y quitaré de su lugar tu candelabro.
La iglesia en Éfeso era poderosa en doctrina y en testimonio, pero estaban perdiendo su amor por Cristo. El Señor los reprendió por eso y les dijo que debían arrepentirse, o de lo contrario Él quitaría el calendabro de ellos de su lugar. ¡Cuán fácil es quedar atrapado en la defensa de la verdad o en la extensión del reino de Dios! Esto no es malo en sí, pero si toma el lugar de la relación personal con Dios, llegamos a ser culpables de idolatría. Podemos adorar la verdad en vez de adorar al Dador de la Verdad. Podemos amar nuestro servicio por el reino más que al Rey de ese reino.
En ocasiones ha habido iglesias enteras extraviadas de su primer amor, que lo han reemplazado por edificios, servicio, tradiciones y doctrinas. Las ovejas de estas iglesias se han ido bien lejos del propósito de Dios. Su ocupación y defensa de la verdad en realidad las han apartado de Cristo. Han perdido la habilidad de regocijarse y deleitarse en Dios, y la han cambiado por el servicio, la verdad y las tradiciones. El salmista también vio esto en el pueblo de su propia época cuando clamó a Dios en el Salmo 85:6—
¿No volverás a darnos nueva vida, para que tu pueblo se alegre en ti?
La pérdida del primer amor (o la capacidad de regocijarse y deleitarse en Dios) constituye un asunto que deben tratar todos los pastores espirituales. Aquellos que hayan perdido esta capacidad, se han desviado a una fe legalista que jamás puede satisfacer el alma. Ellos han de ser restaurados.
Relaciones
También hay otras ovejas que se descarrían y se pierden debido a las relaciones en la iglesia. Pablo exhortó a dos hermanas en la iglesia de Filipos a que solucionaran sus diferencias. En Filipenses 4:2 les dijo:
Ruego a Evodia y también a Síntique que se pongan de acuerdo en el Señor.
¿Quién entre nosotros no ha tenido diferencias de opinión con otro creyente en la iglesia? ¿Cuántas veces esas diferencias han causado división? Hasta los creyentes pueden llegar a ser presa de los prejuicios y del favoritismo dentro de la iglesia. El apóstol Santiago advirtió a la iglesia en cuanto al favoritismo y les recordó que el mismo no contribuía a la armonía del cuerpo de Cristo. Fíjese en la advertencia que se halla en Santiago 2:1-4:
Hermanos míos, la fe que tienen en nuestro glorioso Señor Jesucristo no debe dar lugar a favoritismos. Supongamos que en el lugar donde se reúnen entra un hombre con anillo de oro y ropa elegante, y entra también un pobre desharrapado. Si atienden bien al que lleva ropa elegante y le dicen: “Siéntese usted aquí, en este lugar cómodo”, pero al pobre le dicen: “Quédate ahí de pie” o “Siéntate en el suelo, a mis pies”, ¿acaso no hacen discriminación entre ustedes, juzgando con malas intenciones?
Considere al hombre que ha sido discriminado en esta iglesia de la época de Santiago. Si fue a la iglesia y las personas lo trataron como menos importante que sus hermanos en la fe, ¿cuán cómo cree que ha de haberse sentido? ¿Acaso querría volver? A menudo a Jesús se le criticaba por relacionarse con personas cuyo carácter era cuestionable. La iglesia del Nuevo Testamento batallaba con diferencias culturales. En Hechos 6:1 leemos sobre cómo los judíos hebraicos eran favorecidos por encima de los judíos griegos:
En aquellos días, al aumentar el número de los discípulos, se quejaron los judíos de habla griega contra los de habla aramea de que sus viudas eran desatendidas en la distribución diaria de los alimentos.
Estas diferencias también salen a relucir cuando Jesús visita a la samaritana en el pozo. En Juan 4:9 leemos que los judíos no se asociaban con los samaritanos. El odio entre ambos era tal, que no podían convivir. ¿Con cuánta frecuencia se han desviado los hijos de Dios de Sus propósitos debido a la amargura y a prejuicios hacia creyentes de otras denominaciones, culturas o posiciones sociales?
A veces las diferencias entre creyentes pueden llegar a ser tan graves, que se afecta la comunión. Por ejemplo, en Hechos 15:37-39 leemos sobre el desacuerdo que hubo entre Pablo y Bernabé en cuanto a Juan Marcos.
Resulta que Bernabé quería llevar con ellos a Juan Marcos, pero a Pablo no le pareció prudente llevarlo, porque los había abandonado en Panfilia y no había seguido con ellos en el trabajo. Se produjo entre ellos un conflicto tan serio que acabaron por separarse. Bernabé se llevó a Marcos y se embarcó rumbo a Chipre.
He conocido a creyentes que han permanecido extraviados durante años sin tener una iglesia como familia a la cual pertenecer debido a sufrimientos que han padecido en su propia iglesia. Han llegado al punto de no sentirse bienvenidos en el redil. Estas ovejas han perdido la comunión de la iglesia debido a la ruptura de relaciones. A veces las heridas causadas por otras ovejas son tan profundas, que la recuperación llega a tardar años. El pastor sabio tendrá conciencia de su enemigo, y hará todo lo que esté a su alcance por mantener la armonía y vendar las heridas que tienen estas ovejas que sufren.
Tribulaciones y pruebas
Esta es otra forma en que las ovejas pueden perderse: al pasar por intensas tribulaciones y pruebas. A veces parece que el enemigo arremete con toda su fuerza para destruir. La intensidad de sus ataques puede sacudir a creyentes verdaderos hasta el punto en el que pierdan su perspectiva y su enfoque. Pueden a veces hasta llegar a cuestionar su fe. Juan el Bautista cuestionó al Señor Jesús cuando estaba atravesando por una gran prueba en su vida. En Lucas 7:20 leemos que llegó a cuestionarse que Jesús fuese en verdad el Mesías de quien él había estado predicando:
Cuando se acercaron a Jesús, ellos le dijeron: –Juan el Bautista nos ha enviado a preguntarte: ‘¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?’
Una lectura rápida al libro de Job en el Antiguo Testamento nos muestra que este hombre de Dios llegó a un punto de su vida en el que maldijo el día de su nacimiento. Observe sus comentarios en Job 3:11-14:
“¿Por qué no perecí al momento de nacer? ¿Por qué no morí cuando salí del vientre? ¿Por qué hubo rodillas que me recibieran, y pechos que me amamantaran? Ahora estaría yo descansando en paz; estaría durmiendo tranquilo entre reyes y consejeros de este mundo, que se construyeron monumentos hoy en ruinas. “
Luego de una gran prueba en el Monte Carmelo, el profeta Elías encontró un lugar tranquilo y clamó a Dios en I Reyes 19:3-4:
Elías se asustóy huyó para ponerse a salvo. Cuando llegó a Berseba de Judá, dejó allí a su criado y caminó todo un día por el desierto. Llegó adonde había un arbusto, y se sentó a su sombra con ganas de morirse. “¡Estoy harto, Señor! protestó. Quítame la vida, pues no soy mejor que mis antepasados.”
Este gran hombre de Dios no quería vivir más; ya tenía suficiente. El peso de sus tribulaciones le parecía mayor de lo que podía soportar. Quería alejarse del llamado de Dios para su vida y morir.
Estos hombres sentían el peso de las pruebas y tribulaciones hasta el punto de llegar a cuestionar los propósitos de Dios para sus vidas. Fueron como ovejas perdidas e indefensas, prestas a perder toda esperanza. ¿Cuántos creyentes se encuentran hoy en esta situación? Han sido feroces los ataques del enemigo, que los han dejado heridos, expuestos e indefensos. Están perdidos y cuestionándose qué ha sucedido, además de preguntarse si realmente han podido hacer algo que haya hecho avanzar el reino de Dios.
Falta de atención
Por último, es posible que las ovejas se pierdan debido a la falta de atención. En Mateo 9:36-38 Jesús sintió compasión de las multitudes porque eran como ovejas sin pastor. En aquellos días había en Israel muchos líderes espirituales, pero no estaban haciendo su trabajo. No estaban cuidando las ovejas. Los fariseos evitaban a los pecadores y se negaban a relacionarse con ellos. Por no atender a las ovejas, muchas se estaban descarriando hacia las falsas doctrinas y estilos de vida pecaminosos. Estos pastores no estaban alimentando, fortaleciendo ni cuidando a las ovejas, y la consecuencia fue que muchas se perdieron y se extraviaron irremediablemente en el pecado.
De algo podemos estar seguros: nuestro enemigo está bien ocupado procurando destruir la obra de Dios. Sus esfuerzos están enfocados en la iglesia, y sobre todo en aquellas ovejas que están más expuestas. No se detendrá ante nada en sus esfuerzos por devorarlas, y son muchas las que han caído ante sus ataques.
En esto quiero ser bien claro. No nos estamos refiriendo a perder la salvación. Aunque está garantizada, es bien real la tentación que los creyentes de desvíen hacia las doctrinas falsas, las conductas pecaminosas, o hasta sentirse rechazados por la comunidad de creyentes. Dios está interesado en estas ovejas descarriadas y perdidas. Jesús comenzó esta parábola así: “Supongamos que uno de ustedes tiene cien ovejas y pierde una de ellas”. ¿Reconocemos en nuestro entorno a aquellos creyentes que se han extraviado? ¿Podemos ver su confusión; sentir su dolor? ¿Nos preocupamos por ellos? Es mi oración que este comentario no sólo sirva para abrir nuestros ojos y que podamos ver a quienes se hayan extraviado, sino para que además nos dé un mejor entendimiento de lo que podemos hacer para ministrarles en su necesidad.
Para su consideración:
- ¿Puede un creyente desviarse hacia el error o perderse en el camino? ¿Cómo pueden los verdaderos creyentes extraviarse de la senda que Dios ha trazado para ellos? Ponga algunos ejemplos.
- ¿Se ha sentido alguna vez como si estuviera perdido(a)? ¿Qué lo provocó?
- ¿Es posible llegar a involucrarse tanto en el servicio a Dios y en la defensa de la verdad, que perdamos nuestro primer amor?
- ¿Hay creyentes en su iglesia que hayan perdido? ¿Qué le diría a usted el Señor que hiciera por ellos?
Para orar:
- Agradézcale al Señor que Él nunca le deja ni le desampara, ni siquiera cuando caemos o nos perdemos en el camino.
- Pídale a Él la gracia y la fortaleza para enfrentar las pruebas y las tribulaciones. Pídale que le acerque más a Él mientras esté pasando por ellas.
- Pídale al Señor que le ayude a amar más y a tener una mayor compasión hacia aquellos en su iglesia que se hayan extraviado. Pídale que le muestre qué debe hacer usted para ayudarles a volver a levantarse.
- Dedique un momento para orar por los pastores espirituales de su iglesia. Pídale a Dios que le dé la capacidad de compadecerse y de cuidar de las ovejas perdidas.
- Pídale a Dios el discernimiento para poder reconocer los muchos enemigos que procuran destruir a las ovejas en la actualidad.
3 – Dejando a las noventa y nueve
“¿No deja las noventa y nueve en el campo…” (Lucas 15:4)
Piense por un momento qué sería lo más lógico para un pastor cuando una de las ovejas de su rebaño se extravía o está en peligro? Fíjese en las palabras de Jesús en el versículo 4: “¿No deja las noventa y nueve en el campo…” Dediquémonos a meditar sobre lo que Jesús está diciendo aquí.
Primeramente, analice las palabras: ‘no deja…’. Estas dos palabras implican que lo más natural cuando una oveja se pierde, es que el pastor fiel deje lo que esté haciendo y salga a buscarla. Cuando un pastor pierde a una de sus ovejas, ella se convierte en su prioridad. El corazón del pastor que es fiel se quebranta por esa oveja perdida, porque peligran su vida y su salud. Él hará todo lo que pueda por protegerla y por salvarla.
Fíjese además en las palabras ‘deja las noventa y nueve’. Estas palabras nos demuestran que a veces las demás ovejas han de dejarse a un lado por un momento, para poder cuidar a aquella que necesita atención. Esto no debemos interpretarlo como una falta de atención a las noventa y nueve. En todo caso, el pastor también está preservando la salud de ellas al ir tras la extraviada.
Imagínese que usted se golpee un dedo con un martillo. ¿No sufre todo su cuerpo debido a ese dedo? En I Corintios 12:21-26 el apóstol Pablo deja bien claro que es así como sucede en la iglesia:
El ojo no puede decirle a la mano: “No te necesito”. Ni puede la cabeza decirles a los pies: “No los necesito”. Al contrario, los miembros del cuerpo que parecen más débiles son indispensables, y a los que nos parecen menos honrosos los tratamos con honra especial. Y se les trata con especial modestia a los miembros que nos parecen menos presentables, mientras que los más presentables no requieren trato especial. Así Dios ha dispuesto los miembros de nuestro cuerpo, dando mayor honra a los que menos tenían, a fin de que no haya división en el cuerpo, sino que sus miembros se preocupen por igual unos por otros. Si uno de los miembros sufre, los demás comparten su sufrimiento; y si uno de ellos recibe honor, los demás se alegran con él.
Dios ha colocado a cada persona en el cuerpo con una razón, y hasta cuando el más insignificante de los miembros se extravía, toda la iglesia sufre. Esto significa que el pastor fiel jamás subestimará la importancia de la más débil de su rebaño. Hará todo lo que pueda por restaurar a la descarriada, para que toda la iglesia pueda llegar a ser todo lo que Dios ha querido que fuese. Si el cuerpo ha de estar sano, se le debe dar prioridad al rescate de la perdida. No se debe ignorar ni repudiar a la oveja perdida, sino empeñarse en restaurarla. La salud de la iglesia depende de encontrarla y devolverla a su debido lugar y a su responsabilidad en el cuerpo de Cristo.
Para el pastor sería muy fácil enfocarse en las noventa y nueve ovejas sanas; con ellas resulta más fácil el trabajo que con la que se extravía. Las 99 hacen lo que se supone que deben hacer. Casi siempre es alentador trabajar con ellas, y se mantienen fielmente junto al pastor. A algunos pastores sencillamente no les parece justo abandonar a la mayoría para seguir sólo a una que se ha perdido, y que probablemente ni quiera ser parte del rebaño. Sin embargo, el pastor que es fiel no puede concebir el hecho de dejar ni siquiera a una de ellas en manos enemigas. Su corazón se quebranta por la que se descarría. Y hará todo lo que pueda por ministrarla y traerla de vuelta a la seguridad del redil.
Es bien difícil dejar a las noventa y nueve. Traer de vuelta a la descarriada requiere de un mayor esfuerzo que tratar con el resto, las cuales están bien cómodas y establecidas. Ante el mundo es más glorioso pastorear a las noventa y nueve ovejas fieles, que a una errante y rebelde. Algunos pastores sencillamente no están dispuestos a dejar la comodidad del rebaño para lidiar con las dificultades y peligros que implica ir tras la oveja perdida.
Necesitamos entender aquí que dejar a las noventa y nueve no significó ignorarlas ni dejarlas desprotegidas. En los tiempos bíblicos los pastores no trabajaban en solitario. Cuando el pastor fiel salía en busca de la perdida, dejaba garantizado que sus colaboradores cuidaran del resto. Sus ayudadores podían velar las ovejas en su ausencia.
Fíjese además que el pastor deja a sus ovejas “en el campo” cuando sale buscando la que se perdió. Dejar la mayoría en el campo no implicaba ponerlas en peligro. Aunque había peligros en el campo, éste también proporcionaba evidentes beneficios. El pastor podía ver a cualquier enemigo aproximarse por no tener lugar donde ocultarse, lo cual daba ventaja tanto al pastor como a la oveja. El segundo beneficio del campo era que brindaba a las ovejas muchísimos lugares para deambular y pastar. Las ovejas estarían bien protegidas y abastecidas en el campo. Antes de salir en busca de la extraviada, el pastor fiel garantizaba que a las noventa y nueve no les faltase nada y que estuviesen a salvo.
Aunque las noventa y nueve están siendo cuidadas en el campo, la prioridad del pastor fiel viene a ser salir al encuentro de su oveja perdida. El pastor abandona la comodidad del redil hacia lo desconocido del campo en busca de la que le falta. En el capítulo siguiente examinaremos algunas de las dificultades que se enfrentan en esta búsqueda.
Al considerar las palabras del versículo 4, debemos hacernos algunas preguntas importantes. ¿Tenemos la misma actitud del pastor hacia la perdida, o estamos poniendo todo nuestro empeño en cuidar de las noventa y nueve? ¿Cuál ha sido la respuesta de su iglesia hacia aquellos que se han perdido? ¿Vemos el valor que tiene para la iglesia el que se extravía? ¿Entendemos que la iglesia como un todo sufre, a menos que esa vida sea reintegrada? Cada una de las ovejas es importante y contribuye en algo al bienestar del rebaño. El pastor fiel lo reconoce y hará todo lo que pueda por reintegrar a la oveja perdida por el bien de todo el rebaño. Ahora la que está perdida es su prioridad. Su corazón se quebranta al pensar que yace indefensa, herida y expuesta al enemigo. Que Dios nos dé hoy esta actitud hacia los que se pierden.
Para su consideración:
- ¿Cómo ha tratado su iglesia a los que se han desviado de la verdad o han caído en pecado?
- ¿Hay creyentes en su comunidad que se hayan descarriado? ¿Qué le haría hacer a usted el Señor por ellas?
- ¿Por qué es tan importante que busquemos a la perdida y la restablezcamos? ¿Cuán importante es encontrarla para la salud de la iglesia en su totalidad?
- ¿Por qué resulta una hazaña más gloriosa a los ojos del mundo el hecho de cuidar de las noventa y nueve? ¿Cuáles son los obstáculos que enfrentan los que se enfocan en rescatar a los perdidos?
- ¿Implica el hecho de dejar a las noventa y nueve ignorar sus necesidades? ¿Por qué es beneficioso para las noventa y nueve que se reintegre la extraviada?
- Examine a alguien que se haya apartado del rebaño. ¿Por qué la iglesia necesita a este individuo? ¿Qué dones le ha dado el Señor a esta persona? ¿Cómo afecta a la iglesia que ella se pierda?
Para orar:
- Pídale al Señor que abra sus ojos a las maneras en que los creyentes en su iglesia se han estado desviando. Pídale que le dé una mayor carga por aquellos que estén enfermos y heridos a su alrededor.
- Dedíquese por un momento a orar por alguien que se haya apartado del rebaño. Pídale a Dios que le(s) bendiga y le(s) ayude a ser restituidos a la comunión con Él y con Su pueblo.
- Agradézcale al Señor que cada oveja sea importante para Él, y por el hecho de no rendirse con nosotros cuando caemos o nos descarriamos.
- Pídale a Dios que le perdone por no haber tenido Su mismo interés y compasión por aquellos que sufren y se están perdiendo a su alrededor.
4 – Yendo tras la perdida
Supongamos que uno de ustedes tiene cien ovejas y pierde una de ellas. ¿No deja las noventa y nueve en el campo, y va en busca de la oveja perdida hasta encontrarla? (Lucas 15:4)
En el capítulo anterior vimos lo que siente el corazón del pastor hacia la oveja perdida. A medida que proseguimos analizando el versículo 4, vemos que luego de convertirse en su prioridad la oveja perdida, entonces el pastor deja las noventa y nueve, y va tras ella hasta encontrarla. Debemos analizar en este contexto la forma verbal ‘ir en busca de…’. El hecho de ir implica varias cosas.
Cuando hay un tiempo de orar por los que se han perdido, el contexto implica que ir tras la oveja perdida demanda de acción. El apóstol Santiago anima a sus lectores a poner su fe en acción cuando se tratase de algún hermano(a) que estuviese padeciendo necesidad. También reprendió a los que sencillamente le deseaban bien al hermano, y lo despedían sin hacer nada para ayudarle. En Santiago 2:15-17 dijo:
Supongamos que un hermano o una hermana no tienen con qué vestirse y carecen del alimento diario, y uno de ustedes les dice: “Que les vaya bien; abríguense y coman hasta saciarse”, pero no les da lo necesario para el cuerpo. ¿De qué servirá eso? Así también la fe por sí sola, si no tiene obras, está muerta.
La verdadera compasión va mucho más allá de simpatizar y hablar con alguien. Implica actuar y sacrificarse. El pastor no se contenta con orar y esperar a que todo salga bien. Se compromete a hacer algo. Está dispuesto a hacer los sacrificios necesarios para velar por el restablecimiento de esa oveja.
Ir tras la oveja perdida implica la disposición de ensuciarse. A Jesús se le acusó de ser amigo de publicanos y pecadores. Comía y se relacionaba con ellos. Los líderes religiosos de la época de Jesús tenían problemas reales con esto. En Marcos 2:16 cuestionaron a los discípulos de Jesús en cuanto a los motivos por los cuales se asociaban a los pecadores.
Y los escribas y los fariseos, viéndole comer con los publicanos y con los pecadores, dijeron a los discípulos: ¿Qué es esto, que él come y bebe con los publicanos y pecadores? (RVR60)
Estos líderes no estaban dispuestos a ‘ensuciarse’ relacionándose con aquellos que estaban desviándose de su fe. Sin embargo, la realidad del asunto es que si vamos a alcanzar a los que se han perdido o extraviado, debemos ir hasta donde están para encontrarlos. Si le tememos a ser hallados hablando con “pecadores”, ¿cómo es que podremos alcanzarlos? Jesús se acercaba a los perdidos; comía y se relacionaba con ellos. No participaba en el pecado de ellos, pero no le temía a hacerse Su amigo ni a tocarles.
Lo que más quiere el enemigo es que le tengamos tanto temor al mundo, que no nos atrevamos a ir tras la oveja perdida. Los líderes religiosos de la época de Jesús tenían tanto miedo de dañar su reputación, que preferían ver perecer a las ovejas descarriadas, antes que lanzarse a alcanzarlas.
¿Qué pensarían los creyentes si le vieran a usted dirigirse a la casa de una persona apartada de la fe, que esté viviendo en pecado? ¿Entenderían el deseo suyo de verle recuperado(a), o sentirían que usted está claudicando en su fe? Ir tras la oveja perdida puede significar que los demás nos asocien con publicanos y pecadores. Significa abandonar la comodidad y la seguridad del rebaño para andar por las calles sucias y polvorientas de este mundo con la luz del Evangelio. Esto puede traducirse en rechazo y burla. Puede significar la pérdida de nuestra reputación y llegar a ser malinterpretados. Hay un costo que pagar si vamos tras la oveja perdida.
Nos hemos referido al costo de nuestra reputación. Sin embargo, este no es el único; están los gastos de tiempo, recursos y esfuerzos. El pastor que va tras la extraviada no tiene conocimiento del tiempo que le llevará encontrar a esa oveja. En cambio, fíjese que está comprometido en su búsqueda “hasta encontrarla”.
Cualquiera que haya ministrado a creyentes que sufren o se hayan desviado, sabe que esto es algo que no sucede sólo por un momento. En ocasiones se precisa de años de arduo servicio para que la oveja sane y se recupere. Hay veces en que sentimos que estamos avanzando; entonces el enemigo ataca y nos obliga a volver a donde estábamos antes.
También hay que pagar un profundo costo emocional para alcanzar a los perdidos; en este ministerio hay grandes desalientos. A veces nos preguntamos si realmente estamos avanzando. A veces nos parece que tanto esfuerzo de parte nuestra no está teniendo fruto. Muchas veces los profetas del Antiguo Testamento experimentaban este desaliento cuando los perdidos se negaban a escucharlos y rechazaban sus mensajes. Escuche el lamento de Jeremías y su sufrimiento emocional al ser rechazado en su época (en Jeremías 15:15-18):
Tú comprendes, Señor; ¡acuérdate de mí, y cuídame! ¡Toma venganza de los que me persiguen! Por causa de tu paciencia, no permitas que sea yo arrebatado; mira que por ti sufro injurias. Al encontrarme con tus palabras, yo las devoraba; ellas eran mi gozo y la alegría de mi *corazón, porque yo llevo tu *nombre, Señor, Dios *Todopoderoso. No he formado parte de grupos libertinos, ni me he divertido con ellos; he vivido solo, porque tú estás conmigo y me has llenado de indignación. ¿Por qué no cesa mi dolor? ¿Por qué es incurable mi herida? ¿Por qué se resiste a sanar? ¿Serás para mí un torrente engañoso de aguas no confiables?
El pastor que va tras la oveja perdida hará frente a la furia del enemigo al procurar rescatarla de sus garras. David conocía los peligros a los que se enfrentaban los pastores. Hablando al rey Saúl en I Samuel 17:34-35, dijo:
David le respondió: A mí me toca cuidar el rebaño de mi padre. Cuando un león o un oso viene y se lleva una oveja del rebaño, yo lo persigo y lo golpeo hasta que suelta la presa. Y si el animal me ataca, lo sigo golpeando hasta matarlo.
Cuando vamos tras la oveja perdida, a veces tendremos que hacer frente a todo el ímpetu y la furia del enemigo que la ha atrapado. El león y el oso nunca van a estar dispuestos a soltar la presa sin atacar. El pastor pone en riesgo su propia vida para liberar a la oveja de las garras de leones y osos que las puedan arrebatar de su rebaño. Él la valora tanto, que tendrá la disposición de entregar su misma vida para salvarla. En Juan 10:14-15 Jesús dice que esto es exactamente lo que hizo por nosotros:
“Yo soy el buen pastor; conozco a mis ovejas, y ellas me conocen a mí, así como el Padre me conoce a mí y yo lo conozco a él, y doy mi vida por las ovejas.”
No todos los pastores están dispuestos a tener este compromiso por las ovejas; algunos exigen que ellas sirvan a sus propósitos, pero no fue así como Jesús sirvió. Si hemos de seguirle, debemos estar dispuestos a poner nuestras vidas por las ovejas. Ante Él somos responsables por su bienestar.
Es muy costoso ir tras las ovejas. Los que asumen este ministerio con seriedad están dispuestos a entregar su reputación, recursos, tiempo y aun sus propias vidas. Es tal su devoción hacia la descarriada, que ellos darán todo lo que tienen por verla restablecida. ¿Es este su compromiso como pastor? ¿Es este el compromiso de su iglesia para con los creyentes a su alrededor que se hayan extraviado?
Para su consideración:
- ¿Cuánto cuesta ir tras la descarriada?
- ¿Qué riesgo implica ir tras la oveja perdida? ¿Qué enemigos tendremos que enfrentar para rescatar la descarriada?
- ¿Cómo demuestra el valor que le damos a los perdidos lo que hacemos como iglesia por ellos? ¿Cuánto valoraba el Señor Jesús a las ovejas perdidas y descarriadas? ¿Qué hizo Él para demostrarlo? ¿Qué está haciendo su iglesia para revelar su amor por la descarriada?
Para orar:
- Pídale al Señor que pueda usted tener mayor compasión por los perdidos que están a su alrededor.
- Agradézcale al Señor que le haya demostrado Su amor cuando usted se ha estado alejando de Él.
- Agradézcale al Señor que le haya concedido la gracia de vencer al enemigo.
- Pídale al Señor que le muestre qué puede hacer por los perdidos que haya puesto en su camino.
- Pídale perdón si no ha tenido usted compasión hacia las ovejas extraviadas que haya conocido.
5 – Y cuando la encuentra
Y cuando la encuentra, lleno de alegría la carga en los hombros. (Lucas 15:5)
Fíjese en el versículo 5 cuál es la reacción del pastor al hallar su oveja. En este capítulo quisiera examinar esta frase ‘lleno de alegría la carga en los hombros’.
Cuando encontró a la oveja perdida, el pastor pudo haber respondido de diferentes maneras. Pudo haberse airado. Esta oveja le había ocasionado muchos problemas y gastos al pastor. Cuán fácil le hubiese sido en primera instancia castigar o reprender a la oveja por sus acciones y por los problemas que le había provocado.
El pastor podía también culpar y acusar a la oveja. Podía exponer la falta y señalar cada uno de sus errores. Podía acusarla de no haber sido espiritual, fiel ni sensible. Y aunque hay que admitir que en todas estas cosas hubiese tenido razón, no fue esa la respuesta del pastor al encontrar a su oveja.
Fíjese en la respuesta del pastor en esta parábola. Jesús nos dice que cuando halló a la oveja, con alegría la colocó sobre sus hombros. Su primera respuesta fue regocijarse. ¿Qué nos dice el gozo del pastor en cuanto a su actitud? Nos dice que no le interesaban las dificultades que había tenido que enfrentar; ni siquiera haber tenido que defender en primera instancia la verdad o un estilo de vida consagrado. Aunque todo esto es importante, lo que más le interesaba al pastor era su oveja. Más adelante habría tiempo para examinar aquella situación, así como las razones del desvío de la oveja. No obstante, por el momento estaba concentrado sólo en la oveja.
Fíjese en algo más. El pastor levanta a la oveja y la coloca sobre sus hombros. Aquí hay varios detalles que debemos analizar. En primer lugar, fíjese que el pastor no teme tocar a la oveja. Como ya lo hemos mencionados muchas veces, esta no era la actitud de los líderes religiosos de la época de Jesús; ellos se negaban a asociarse con los pecadores. No se acercaban a ellos ni jamás se les veía en compañía de ellos. Lo vemos claramente en Lucas 7:36-39 cuando una “pecadora” ungió los pies de Jesús. Fíjese en la respuesta de los fariseos a esta mujer que tocó a Jesús:
Uno de los fariseos rogó a Jesús que comiese con él. Y habiendo entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa. Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume; y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume. Cuando vio esto el fariseo que le había convidado, dijo para sí: Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora. (RVR60)
Jesús no temía asociarse con los pecadores ni que lo encontraran en presencia de ellos. El pastor de la parábola de la oveja perdida literalmente la carga y la pone en sus hombros para llevarla. Él identifica su debilidad y se dispone a ministrarla. No le teme a ensuciarse, ni a lo que otros puedan pensar de él al cargar a su oveja extraviada.
Al analizar esta ilustración, surge esta pregunta: ¿Por qué el pastor ha de colocar la oveja sobre sus hombros? Puede haber varias razones.
En primer lugar, la oveja se ha debilitado y puede que no tenga la suficiente fuerza para regresar por su propia cuenta. La fe de la descarriada ha sido atacada. El enemigo ha hecho estragos en su mente y en su espíritu. Ella yace en ese sendero, confundida e indefensa, sin saber qué hacer ni tampoco cómo volver a ser parte del rebaño.
En segundo lugar, la oveja perdida puede que esté paralizada por el temor o la vergüenza. Quizás debido a la incertidumbre de cómo responderán a su regreso el resto de las ovejas. ¿Qué pensarán de ella después de haberse descarriado? ¿Acaso la aceptarán de nuevo? ¿La tratarán de manera diferente? En ocasiones el bochorno y la vergüenza son tan grandes, que imposibilitan el regreso.
En tercer lugar, puede que la oveja haya quedado tan lastimada, que el dolor de regresar se vuelve insoportable. Puede que no esté preparada para lidiar con el resto de las ovejas. Esto se hace patente sobre todo si el sufrimiento que la desvió fue ocasionado por alguno de sus hermanos. Es por esta razón que la oveja puede estar necesitando un tiempo especial en los brazos del pastor, lejos de las demás, hasta que sane y se recupere lo suficiente como para regresar.
Al colocar a la oveja sobre sus hombros, el pastor está demostrando cuidado, preocupación y compasión. Es un acto de amor y devoción hacia la oveja que se ha perdido. El pastor la acerca a él, la carga con ternura, para que no corra el peligro de lastimarse más con las piedras y los baches del camino, hasta que llegue a colocarla de vuelta en el lugar que le corresponde dentro de su familia. Si la oveja es bien pequeñita, el pastor la sostiene en sus brazos. Si se trata de un hermano, entonces colocará su brazo sobre los hombros de él para sostenerlo mientras regresa a casa cojeando. En cada caso se trata de un acto ternura, de amor y de apoyo.
¿Qué tiene que decirnos este pasaje en cuanto a nuestra responsabilidad hacia el creyente que se extravía? ¿Cómo apoyamos y animamos a un hermano(a)? Permítame hacerle aquí algunas sugerencias prácticas.
Abrace al perdido
Cuando el pastor levantó a la oveja y la cargó sobre sus hombros, la acogió y le demostró su aceptación y apoyo. De igual forma, debemos propiciar un ambiente de aliento y de amistad, para cuando el perdido regrese, pueda sentirse parte del rebaño. Hay muchísimas personas que, aunque tienen el deseo de ponerse a cuentas con el Señor, regresan a la iglesia únicamente para que se murmure de ellos, se le critique y se les evite. A veces se les trata como si fuesen inferiores al resto de las ovejas por el hecho de haberse descarriado. Si el creyente (que se ha extraviado en el camino) ha de ser restituido, la iglesia ha de perdonarle y de comprenderle. Aunque jamás hemos de aceptar prácticas y doctrinas pecaminosas, ciertamente sí debemos mostrar paciencia y aceptación hacia nuestros hermanos que procuren genuinamente ser reintegrados en la comunión de la iglesia. Recuerde que en un acto de amor y de ternura, el pastor cargó a su oveja y con gozo la colocó en sus hombros. Él modela un ejemplo a seguir para el resto del rebaño. De igual manera, fíjese en la respuesta del padre en el relato del hijo pródigo. Después de despilfarrar su herencia y de llevar un estilo de vida pecaminoso, el hijo regresó a casa, a su padre.
Así que emprendió el viaje y se fue a su padre. “Todavía estaba lejos cuando su padre lo vio y se compadeció de él; salió corriendo a su encuentro, lo abrazó y lo besó. El joven le dijo: ‘Papá, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no merezco que se me llame tu hijo.’* Pero el padre ordenó a sus siervos: ‘¡Pronto! Traigan la mejor ropa para vestirlo. Pónganle también un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero más gordo y mátenlo para celebrar un banquete. Porque este hijo mío estaba muerto, pero ahora ha vuelto a la vida; se había perdido, pero ya lo hemos encontrado.’ Así que empezaron a hacer fiesta. (Lucas 15:20-24)
Cuando el hijo regresa, su padre no le acusa ni le juzga. Regresa a casa al cálido abrazo de un padre gozoso. Esta es la atmósfera que debemos crear para recibir a la oveja perdida cuando regresa al redil.
Llevar su carga
Fíjese también que cuando el pastor carga a la oveja, eleva literalmente todo el peso de ella sobre sus hombros. Imagínese por un momento qué enorme peso debe haber sido para él al regresar andando por lo escarpado del camino hasta el redil. Sobre su espada llevaba a una oveja sucia y herida. Quizás haya estado sangrando, y esa sangre hasta le haya manchado sus vestidos. ¿Ha tenido que llevar alguna vez la carga de un descarriado? ¿Alguna vez se ha sentado a escuchar de su sufrimiento? El descarriado que sufre en ocasiones ha de tratar con la ira y la amargura hacia otras ovejas. A veces la descarriada también ha herido a otros. Cargar a la extraviada en nuestros hombros significa darle un lugar para que exprese su dolor y trate con él. También significará ayudarle a revisar sus emociones, así como darle consejos y ayudas prácticas, de manera que pueda sanar y ser reintegrada al rebaño.
Reintégrelas a la comunión y al servicio
Cuando el pastor cargó a esa oveja perdida y la colocó sobre sus hombros, tenía una meta en mente. Esta oveja iba a sanar de su herida y a ser reintegrada a la familia. Nuevamente tendría una importante responsabilidad que asumir en la obra del reino. Esto era algo que el pastor tenía bien claro.
Hace algún tiempo tuve el privilegio de predicar en una cárcel en las Filipinas. Ésta en particular era de máxima seguridad, donde se encontraban los peores criminales de ese país. Dios había estado haciendo allí una maravillosa obra, y había cientos de hombres convirtiéndose a Él. De hecho, Dios estaba llamando a algunos a pastorear a sus compañeros de prisión. Me habían pedido que diera una conferencia para 150 obreros cristianos. Todos los participantes eran presos a quienes Dios había llamado a servir a otros dentro de la cárcel y a ministrar en el nombre de Cristo. No pude evitar mi gran asombro ante la extraordinaria gracia de Dios que había alcanzado a tales hombres, y luego les había convocado a servirle. Esto me hace pensar en Pablo, quien persiguió a la iglesia y entonces fue llamado por Dios para ser Su embajador número uno. Me hace pensar en David, que en innumerables ocasiones cayó en adulterio, homicidio y engaños, y aun así fue llamado por Dios para ser el gran rey de Israel. Me hace pensar en Pedro, quien negó tres veces a nuestro Señor, y aun así fue llamado a predicar el primer gran sermón cristiano en Pentecostés, lo cual trajo consigo la salvación de tres mil almas.
Para cada oveja hay esperanza. Dios no abandonará a la descarriada, sino que quiere verla recuperada en el rebaño y colocada nuevamente en un sitio de utilidad para Su reino. El pastor regresa con su oveja perdida en hombros con un propósito: verla restablecida y de nuevo útil en la causa del Maestro. Cada oveja es importante; no serán abandonadas ni las que se pierdan por el camino. El deseo de Dios es traerlas de vuelta al rebaño y usarlas para extender Su reino. Que seamos nosotros capaces de tener esta misma visión para las ovejas perdidas de hoy en día.
Para su consideración:
- ¿Cuáles son algunas de las maneras en que los creyentes responden hacia la oveja que se ha extraviado del rebaño?
- ¿Qué nos enseña el gozo del pastor al encontrar a su oveja en cuánto a lo que el pastor siente por las ovejas?
- ¿Cuál es la diferencia entre defender la doctrina (y la forma de vivir), y amar a las ovejas? ¿Acaso es posible defender estas cosas y no amar a las ovejas?
- ¿Qué implica cargar en hombros a las ovejas? ¿Por qué la oveja perdida necesita que la carguen por un tiempo?
- ¿Qué pasos prácticos puede dar para ayudar a una persona descarriada, a fin de que sea reintegrada al rebaño?
- ¿Cómo trata su iglesia al descarriado(a) que desea ser restaurado(a)?
Para orar:
- Pídale a Dios que le haga sentir lo que hay en el corazón de Cristo hacia aquellos que se hayan desviado de la verdad.
- Pídale a Dios que le muestre qué es lo que puede hacer específicamente para ayudar a restituir a la comunión de la iglesia a aquel que se haya apartado de la fe.
- Dedique un momento para orar por algún hermano(a) que se encuentre pasando por dificultades. Pídale a Dios que se revele a su vida y le restablezca su salud y vitalidad en el cuerpo de Cristo.
- Pídale a Dios que le perdone por cualquier palabra o acción negativas, o de crítica, que puedan haber afectado a alguno de Sus hijos y le hayan impedido ser completamente reintegrados a la comunión de los santos.
6 – Gozaos conmigo
“Al llegar, reúne a sus amigos y vecinos, y les dice: Alégrense conmigo; ya encontré la oveja que se me había perdido.” (Lucas 15:6)
Encontrar a la oveja es sólo una parte del proceso de la restauración. En ocasiones el mayor obstáculo para la descarriada son precisamente las demás ovejas del rebaño. He conocido a muchos individuos que no han sido rehabilitados por el simple hecho de no sentirse seguros en cuanto a la respuesta de la iglesia a su regreso. El pastor sabio será sensible a esto y hará todo lo que pueda para garantizar que la oveja sea plenamente aceptada por el resto del rebaño.
Fíjese lo que ocurre cuando regresa el pastor. El versículo 6 nos dice que él convocó a todos sus amigos y vecinos, y les pidió que se alegraran con él por haber hallado a su oveja perdida. Este versículo es muy importante si hemos de entender lo que significa verdaderamente reintegrar en el rebaño a la oveja perdida.
Esta es la pregunta que debemos hacernos: ¿por qué reúne el pastor a sus amigos y vecinos? Analicemos algunas de las posibles respuestas:
Alégrense conmigo
La primera razón se deriva de la frase: “Gozaos conmigo” (RVR60). El pastor está tan emocionado por haber encontrado a su oveja, que no puede contener el júbilo que está experimentando. Es su deseo celebrar el regreso de su oveja perdida, por lo que invita a sus vecinos a celebrar con él. Esto nos dice algo en cuanto al valor que el pastor le otorga a esa sola oveja.
Recuerde que esa oveja se había descarriado del rebaño. Quizá haya sido por caer en pecado o por enseñanzas falsas. Tal vez haya causado daño al rebaño. Este tipo de oveja a veces constituye una vergüenza para la iglesia. Es más fácil dejarla ir y olvidarla. No obstante, el corazón del pastor se había quebrantado por esta oveja. Él anhelaba verla restituida. A él le regocijó su regreso. Este no era un momento para acusarla ni juzgarla. Hay muchísimas ovejas que regresan únicamente para padecer ante la ira de la iglesia; a ellas se les juzga, se les inculpa, se les disciplina severamente, y se murmura de ellas. En cambio, esa no fue la actitud del pastor; él invitó a todos sus vecinos a una gran celebración al regreso de su amada oveja.
Cuando la descarriada regresa, muchas veces se siente apenada o avergonzada. Se siente indigna de formar parte del rebaño, y le incomoda bastante estar en presencia de otras ovejas “más santas”. Este parece ser el caso del hijo pródigo en Lucas 15:21. Fíjese cómo responde a la amorosa aceptación del padre:
El joven le dijo: ‘Papá, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no merezco que se me llame tu hijo.’*
A pesar de su indignidad, el padre pidió que trajesen el mejor de los terneros y que lo matasen para celebrar el regreso de su hijo. ¿Cuál supone que haya sido la respuesta de este padre ante su hijo? ¿No le reafirmó su afecto y su amor? La gozosa celebración del padre le demostró al hijo que era bien amado. A pesar de lo grave de su pecado y de su rebelión, no fue privado del amor de su padre. Cuando el pastor regresó y pidió a sus vecinos que se reunieran, no sólo estaba demostrando ante todos su amor y su afecto por la oveja, sino que estaba brindándole a esa oveja la seguridad que tanto necesitaba para seguir adelante como miembro del rebaño, plenamente aceptada, con todos los privilegios que ello traía consigo.
¡Cuán fácil resulta cuestionarnos, cuando nos hemos desviado y hemos caído en pecado y rebelión, cómo es que Dios puede seguir amándonos! Este pasaje debería servir para deshacer toda duda. Hay supremo gozo en el cielo cuando un perdido regresa al rebaño. Quizás las personas a su alrededor le condenarán, le juzgarán y le criticarán, pero al Señor le causa regocijo. Él celebra en el cielo su regreso. Él le abraza con deleite. Deje que esta escena le brinde seguridad. Que sea éste un ejemplo para nosotros de cómo tratar con el perdido. El deseo de Dios es perdonar y olvidar. Ésta es la clara enseñanza del Salmo 103:11-12:
Tan grande es su amor por los que le temen como alto es el cielo sobre la tierra. Tan lejos de nosotros echó nuestras transgresiones como lejos del oriente está el occidente.
Ya encontré la oveja que se me había perdido
Existe otra posible razón por la cual el pastor haya llamado a sus vecinos a celebrar el regreso de su oveja, y puede que se encuentre en la frase: “ya encontré la oveja que se me había perdido”. Hay dos cosas que el pastor aclara bien en esta frase. En primer lugar, que la oveja perdida había sido hallada; en segundo, que la oveja era suya.
Esta declaración pública es muy importante por dos motivos. Uno de ellos es que acerca a la perdida; esto constituye una enunciación oficial de perdón, de aceptación y de reafirmación. No deberíamos subestimar la importancia de esta afirmación pública en la vida de los individuos que son miembros de nuestra iglesia. Recuerdo una ocasión en la que estaba predicando en cierta iglesia, y había allí un hombre a quien le desagradó algo que dije. Él salió disparado, lanzó la puerta de la iglesia y juró que haría lo posible por no invitarme jamás a predicar en ese lugar. Cuando los líderes oyeron esto, se reunieron. Todo esto resultó en una carta de reafirmación de parte de ellos, en la cual me aseguraban su respaldo a mi ministerio y a las palabras que yo había hablado. Esta carta me fue de gran aliento, y también me ayudó a afianzar mi relación con esa iglesia. Cuando no estamos seguros de la relación que tenemos con la iglesia, no tenemos la libertad de poder ministrar o comunicarnos con ella como deberíamos. Los pastores que son sabios garantizarán que cuando la oveja haya regresado al rebaño, se le restituya también a plenitud la posición que han de tener dentro de él.
Existe un segundo motivo por el cual es importante que el pastor haga esta declaración. No sólo era importante para la oveja perdida, sino para la iglesia misma. La iglesia necesita entender que la oveja perdida ha sido restablecida. Su restablecimiento no es posible mientras la iglesia aún crea que hay asuntos sin resolver. Al declarar públicamente que la oveja perdida ha sido “encontrada”, el pastor está silenciando cualquier mentira o murmuración que pueda circular a su alrededor. Está afirmando que el asunto ha quedado resuelto y está cerrando el libro para que nada más se añada a él. Esto a su vez abre la puerta para que surja una nueva comunión.
Buscar a la perdida le ha costado mucho al pastor, pero tampoco le va a ser fácil traerla de vuelta a casa. La iglesia no siempre acepta el regreso de estas ovejas perdidas. El pastor tendrá que lidiar con las heridas que la perdida haya causado al resto de las ovejas del rebaño. No siempre será fácil perdonar. Han de ser restituidas también la confianza y la fe. El hecho de declarar a la congregación que la oveja ha sido encontrada implica más que palabras. El pastor sabio también necesitará crear un ambiente de aceptación y de perdón para que la descarriada pueda ser reintegrada. Ello también requerirá lidiar con aquellos que no están dispuestos a perdonar. Él tendrá que hacer lo mejor que pueda para detener las palabras, actitudes o acciones dañinas, las cuales obstaculizan la comunión y la restauración plenas. Restituir a la oveja significa preparar a la iglesia para que la reciba de vuelta. El pastor sabio hará todo lo que pueda para asegurar que el resto del rebaño acepte y abrace a la oveja perdida.
Para su consideración:
- Compare la actitud de este pastor que hemos descrito aquí, con la actitud de su iglesia hacia la oveja perdida que es reintegrada. ¿Acaso tiene su iglesia la misma actitud?
- ¿Por qué es importante que la perdida sea reafirmada en nuestro amor y apoyo hacia ella? ¿Cómo encontramos el equilibrio entre la afirmación y la disciplina?
- ¿Cuál es la responsabilidad del pastor en la preparación de la iglesia para recibir a la oveja perdida? ¿Cuáles son los obstáculos con los cuales ha de lidiar el pastor al respecto?
Para orar:
- Pídale al Señor que quite cualquier actitud de juicio o de crítica que usted pueda tener hacia alguna oveja perdida que quiera regresar a la iglesia.
- Pídale a Dios que le ayude a tener más compasión y amor hacia los perdidos y los creyentes que se hayan descarriado.
- Dedique un tiempo para orar que el Señor ayude a su iglesia a tener una mayor aceptación hacia el perdido.
- Pídale al Señor que le ayude a saber qué es lo que usted puede hacer específicamente por una de Sus ovejas perdidas.
7 – Regocijo celestial
Les digo que así es también en el cielo: habrá más alegría por un solo pecador que se arrepienta, que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse. (Lucas 15:7)
Jesús concluye esta parábola (en el versículo 7) diciendo que en el cielo habrá más regocijo por el pecador que se arrepiente, que por todos los justos que no necesitan arrepentirse. Para entender lo que el Señor está diciendo aquí, primero debemos ver lo que Él siente hacia Su pueblo. Considere por un momento lo que dice el profeta sobre la relación de Dios con Su pueblo en Sofonías 3:17:
Porque el Señor tu Dios está en medio de ti como guerrero victorioso. Se deleitará en ti con gozo, te renovará con su amor, se alegrará por ti con cantos.
El Señor dice aquí por medio de Su siervo algunas cosas sobre la relación que tiene con Su pueblo. Fíjese que habla en calidad de Salvador. Los alcanzó cuando estaban pasando por necesidad y los rescató. Fíjese además en que se deleitó grandemente en ellos, los amó y se regocijó en ellos con cantos. El pueblo de Dios le proporcionó un gozo enorme a Su corazón. Aunque estaban lejos de la perfección, aun así llenaban su corazón con cantos.
En el libro de Isaías, el Señor comparó la relación con Sus hijos con la de una madre hacia su bebé. En Isaías 49:14-16 leemos:
“¿Puede una madre olvidar a su niño de pecho, y dejar de amar al hijo que ha dado a luz? Aun cuando ella lo olvidara, ¡yo no te olvidaré! Grabada te llevo en las palmas de mis manos; tus muros siempre los tengo presentes.”
Es más probable que una madre olvide a su bebé de pecho, que el Señor olvide a Sus hijos. La imagen que se presenta aquí es de pura ternura y compasión. ¿Quién entre nosotros desconoce el inmenso gozo que brinda un bebé recién nacido a su madre? Fíjese también que el Señor ha grabado a Su pueblo en la palma de Sus manos. En otras palabras, los nombres de ellos estarían siempre delante de Él. No los olvidaría jamás.
El Señor también compara la relación que tiene con Su pueblo con la de un novio que recién comienza con su novia. En Isaías 62:5 dice:
Como un joven que se casa con una doncella, así el que te edifica se casará contigo; como un novio que se regocija por su novia, así tu Dios se regocijará por ti.
Aquí una vez más la escena está impregnada de ternura, de intimidad y de un profundo deleite.
El tremendo amor del Señor por Su pueblo jamás cambiará; es un amor eterno. Al reflexionar sobre esto, el profeta Jeremías dijo (Jeremías 31:3):
Hace mucho tiempose me apareció el Señor y me dijo: “Con amor eterno te he amado; por eso te sigo con fidelidad”.
El amor de Dios por Su pueblo no depende de si somos lo suficientemente buenos, ni de si vivimos a la altura de Sus demandas. Él nos ama cuando estamos siendo lo mejor que podemos y también cuando estamos siendo lo peor. Pablo nos recuerda en Romanos 5:7-8 que cuando peor andábamos, Cristo realizó Su mayor acto de amor hacia nosotros.
Difícilmente habrá quien muera por un justo, aunque tal vez haya quien se atreva a morir por una persona buena. Pero Dios demuestra su amor por nosotros en esto: en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros.
Jesús mismo dijo: “Nadie tiene amor más grande que el dar la vida por sus amigos” (Juan 15:13). Sin embargo, Él hizo mucho más que esto; puso Su vida por nosotros cuando aún éramos Sus enemigos.
Al hablar a Sus discípulos en Juan 14:1-3, Jesús dice:
“No se angustien. Confíen en Dios, y confíen también en mí. En el hogar de mi Padre hay muchas viviendas; si no fuera así, ya se lo habría dicho a ustedes. Voy a prepararles un lugar. Y si me voy y se lo preparo, vendré para llevármelos conmigo. Así ustedes estarán donde yo esté.”
Es el deseo del Señor Jesús que estemos con Él por siempre. Hay personas con quienes podemos estar por un tiempo, pero hay sólo unas pocas con las que querríamos estar para siempre. El afecto y el amor de Jesús por nosotros es tal, que quiere que estemos en Su presencia continuamente. Él jamás se cansará de nosotros. Su amor y Su deleite por nosotros jamás ha de opacarse.
¿Qué nos dice esto en cuanto al amor de Dios hacia Su pueblo? Se deleita en nosotros y nos ama con un amor muy por encima de lo que puede fluir el de cualquier madre por su bebé. Él se regocija en nosotros más de lo que un novio pudiera regocijarse en su amada. Él entregó Su vida con sumo gozo y disposición, en la más profunda expresión de devoción y de amor posibles, hacia Su pueblo. Su deseo es estar con nosotros para siempre en una comunión y en una intimidad sin estorbos. Jamás podría haber amor más insondable que éste.
El amor de Dios por Su pueblo es tremendo y poderoso. Sin embargo, lo que Jesús nos está diciendo aquí en Lucas 15:7 es que habrá más alegría en los cielos por un pecador que se arrepienta, que por todos los demás que no necesitan de arrepentimiento. Consideremos esta afirmación por un momento. Imagínese que usted pudiera tomar cada expresión de gozo y de deleite de Dios hacia usted, y que las pudiera acopiar en algún lugar. Ahora imagínese que hiciéramos lo mismo por los noventa y nueve justos de los cuales se habla en esta parábola. ¿Cuán alta llegaría a ser la pila? Ahora imagínese tomando esa enorme montaña de regocijo en amor, y que lo pueda verter sobre esa sola oveja perdida. Esto mismo es lo que está diciendo Jesús aquí en este pasaje. Nos está diciendo que hay más alegría y satisfacción en el cielo por esa sola oveja, que por la noventa y nueve que no precisan de arrepentimiento. Esto no significa que Dios ame menos a los justos. No obstante, sí nos muestra lo que hay en el corazón de Dios por las ovejas perdidas y descarriadas. ¿Cómo se traduce esto para nosotros de forma práctica?
Si queremos alegrar el corazón de Dios, entonces no habrá nada que le brinde mayor gozo que busquemos a la oveja extraviada y la restituyamos al rebaño. Hemos invertido demasiado tiempo ministrando a las noventa y nueve que no necesitan de arrepentimiento. Dios está ciertamente interesado en el crecimiento y la madurez de éstas, pero Su corazón se quebranta por las que se han perdido en el camino. Si hemos de ministrar conforme a Su corazón, necesitaremos abrir nuestros ojos a las necesidades de los perdidos que hay a nuestro alrededor. Dios escucha cuando claman por Su ayuda. Su corazón se despedaza cuando los ve abandonados y olvidados en las laderas de los montes. Sin embargo, se quebranta aún más al ver cómo los pastores han ensordecido al clamor de las almas perdidas.
Fíjese lo que nos dice Jesús en Mateo 25:40:
El Rey les responderá: ‘Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos, aun por el más pequeño, lo hicieron por mí.’
La relación de Jesús con Sus hijos es tan íntima, que cuando hablamos mal, o actuamos injustamente hacia o en contra de incluso el más insignificante de Sus hijos, Él asume que se lo estamos haciendo a Él mismo. Él siente lo que ellos sienten. Las más severas advertencias de las Escrituras tienen que ver con la opresión o el maltrato de Su pueblo. Considere lo que Dios dijo en Éxodo 22:22-24:
“No explotes a las viudas ni a los huérfanos, porque si tú y tu pueblo lo hacen, y ellos me piden ayuda, yo te aseguro que atenderé a su clamor: arderá mi furor y los mataré a ustedes a filo de espada. ¡Y sus mujeres se quedarán viudas, y sus hijos se quedarán huérfanos!”
El castigo por sacar ventaja de una viuda o de un huérfano sería la muerte a filo de espada. Dios escucharía el clamor de Sus hijos y se apresuraría a hacer justicia.
En el Nuevo Testamento tenemos una advertencia similar. Fíjese en lo que dice el Señor Jesús en Marcos 9:42:
“Pero si alguien hace pecar a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le ataran al cuello una piedra de molino y lo arrojaran al mar.”
Dirigiéndose a los pastores de la época de Ezequiel que sacaban provecho de las ovejas, Dios les dice en Ezequiel 34:7-10:
“Por tanto, pastores, escuchen bien la palabra del Señor: Tan cierto como que yo vivo afirma el Señor omnipotente, que por falta de pastor mis ovejas han sido objeto del pillaje y han estado a merced de las fieras salvajes. Mis pastores no se ocupan de mis ovejas; cuidan de sí mismos pero no de mis ovejas. Por tanto, pastores, escuchen la palabra del Señor. Así dice el Señor omnipotente: Yo estoy en contra de mis pastores. Les pediré cuentas de mi rebaño; les quitaré la responsabilidad de apacentar a mis ovejas, y no se apacentarán más a sí mismos. Arrebataré de sus fauces a mis ovejas, para que no les sirvan de alimento.
Dios se levanta con firmeza para defender la causa de las ovejas perdidas. Se opone a quienes las maltratan e ignoran el clamor de ellas. ¿Deleitará usted el corazón de Dios cuidando de las perdidas y descarriadas que haya a su alrededor? ¿Compartirá Su amor y compasión con quienes se hayan extraviado en el camino?
Si usted es una de esas ovejas extraviadas, debe darse cuenta de que Jesús siente su soledad y su dolor; Él ve su confusión. Puede que usted aún no esté preparado(a) para regresar a Él, pero no por eso le abandonará. Él anhela tener intimidad con usted; le espera con paciencia; no le dejará ir. Lea las palabras que Dios pronuncia a una nación rebelde (Oseas 2:5-7). Refiriéndose a Israel como esposa, Dios dice:
Su madre es una prostituta; ¡la que los concibió es una sinvergüenza! Pues dijo: Quiero ir tras mis amantes, que me dan mi pan y mi agua, mi lana y mi lino, mi aceite y mis bebidas. Por eso le cerraré el paso con espinos; la encerraré para que no encuentre el camino. Con ardor perseguirá a sus amantes, y al no encontrarlos dirá: Prefiero volver con mi primer esposo, porque antes me iba mejor que ahora.
Israel iba en busca de otros amantes, pero Dios no la dejaba irse. En el versículo 6 le dijo que “le cerraría el paso con espinos y la encerraría para que no encontrase el camino”. Dios no se iba a rendir con Su pueblo, aunque su rebeldía se estuviese manifestando abiertamente. Él continuaría persiguiéndola hasta recuperarla de vuelta.
Si hoy usted es una “oveja perdida”, entienda que el amor de Dios hacia su persona es tal, que nada puede extinguirlo. Él le perseguirá. Puede que usted esté corriendo para alejarse de Él con todas sus fuerzas, pero si tan solo abre sus ojos, verá que aún está a su lado. Ríndase a Su amor. Ábrale su corazón y permítale que se encargue de cuidarle.
Mi oración a través de este breve estudio tiene dos objetivos. El primero es que nos muestre algo de lo que existe en el corazón de Dios por Sus hijos que se han extraviado. Si es usted la oveja perdida, que le sirva de consuelo. Si está entre las restantes noventa y nueve, tome nota de Su pasión por la más insignificante de Sus ovejas que sufren.
El segundo objetivo es la confianza que tengo en que este estudio abrirá nuestros ojos para poder ver a las ovejas necesitadas que hay a nuestro alrededor, que se encuentran clamando por ayuda y apoyo. Que a Dios le plazca, mediante esta meditación, que cada persona que la lea perciba la importancia de este ministerio de cuidar de la oveja perdida. Que a Él también le plazca como consecuencia de esto el poder ver que muchos salgan a alcanzar, con amor y compasión, a Sus ovejas heridas, solitarias y descarriadas.
Para su consideración:
- ¿Qué nos enseña la Biblia acerca de lo que Dios siente hacia Sus hijos?
- ¿Qué siente Dios hacia la oveja perdida? ¿Acaso nuestro pecado y nuestra rebeldía disminuyen el amor de Dios hacia nosotros?
- ¿Quiénes son las ovejas perdidas en su congregación? ¿Qué más pudiera hacerse para ministrarles?
- Vemos en Mateo 25:40 que Jesús se identifica con el más insignificante de Sus hijos. ¿Qué nos dice esto sobre la importancia de nuestra actitud hacia aquellos que se hayan extraviado por alguna razón?
Para orar:
- Pídale a Dios que le perdone por cualquier falta de compasión que haya mostrado hacia los que se hayan extraviado.
- Dedique un tiempo para orar por alguien que esté sufriendo y necesitando de un pastor que le cuide.
- Pídale a Dios que le haga compadecerse mucho más por las ovejas perdidas. Pídale que abra sus ojos para que pueda verlas, y sus oídos para escuchar el clamor de ellas.
- Agradézcale a Dios porque Su amor permanece en nosotros aun cuando no llegamos a la altura de Sus requerimientos y nos perdemos en el camino.