Mensajes de Fe y Comunión
F. Wayne Mac Leod
Copyright © 2011 F. Wayne Mac Leod
A menos que se señale lo contrario, todas los versículos bíblicos fueron tomados de la Versión Reina Valera 1960 ® Copyright © 1862, 1909, 1960 por Sociedades Bíblicas Unidas en América Latina.
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Traducción al Español por: Danilo Adrián Rodríguez Pérez. Holguín. Cuba.
Agradecemos a los correctores de prueba y críticos:
Pastor Rev. Ernesto Fernández González
Elizabeth Segura García
Gerardo Segura García
Alejandro Angulo Font
Tabla de Contenidos
- Prólogo
- 1 – 1 Juan 1:1-4 – La Palabra de Vida
- 2 – 1 Juan 1:5-2:6 – Primer obstáculo para la Comunión: El Pecado
- 3 – 1 Juan 2:7-14 – Segundo Obstáculo para la Comunión: Relaciones Rotas
- 4 – 1 Juan 2:15-17 – Tercer Obstáculo para la Comunión: El Amor por el Mundo
- 5 – 1 Juan 2:18-27 – Cuarto Obstáculo para la Comunión: La Negación del Hijo
- 6 – 1 Juan 2:28-3:10 – Primera Prueba de la Fe Verdadera: Justicia
- 7 – 1 Juan 3:11-18 – Segunda Prueba de la Fe Verdadera: Amor
- 8 – 1 Juan 3:19-24 – Tercera Prueba de la Fe Verdadera: El Corazón Renovado
- 9 – 1 Juan 4:1-6 – Cuarta Prueba de la Fe Verdadera: El Espíritu
- 10 – 1 Juan4:7-21 – El Amor de Dios en Mí
- 11 – 1 Juan 5:1-12 – Creer en el Hijo
- 12 – 1 Juan 5:13-21 – Un Pecado de Muerte
- 13 – 2 Juan 1-6 – Andad en Amor
- 14 – 2 Juan 7-13 – Perseverad en la Doctrina
- 15 – 3 Juan 1-14 – Gayo
- 16 – Judas 1-7 – Contended por la Fe
- 17 – Judas 8-16 – ¡Ay de los Impíos!
- 18 – Judas 17-25 – ¡Conservaos!
Prólogo
La epístola de 1 Juan fue escrita para que sepamos que tenemos vida eterna. En ella el apóstol Juan nos habla acerca de los obstáculos que se pueden interponer entre el creyente y el Señor. Juan nos lleva a través de una serie de pruebas para ayudarnos a determinar si somos verdaderos creyentes o no. Él reduce la fe a sus elementos más básicos y nos reta a que profundicemos en nuestras vidas para determinar si nuestra fe es real.
Las epístolas de 2 Juan y 3 Juan son cartas personales, escritas para alentar y bendecir a creyentes que están atravesando dificultades específicas de la vida. Aunque 1 Juan nos enseña cómo debemos vivir en comunión con nuestro hermano y hermana en el Señor, Juan lo de-muestra de manera práctica en 2 Juan y 3 Juan.
Judas fue escrita para tratar el problema específico de los maestros falsos que habían penetrado la iglesia, alegando ser creyentes. Estos individuos estaban engañando y descarriando a los creyentes de aquella iglesia. Judas aconseja a sus lectores que contiendan por la fe y da su indicación en cuanto a cómo vivir la vida cristiana en un mundo colmado de Cristianismo falso.
Este comentario no ha sido escrito para ser leído de una sola sentada. Tome tiempo para leer el pasaje bíblico correspondiente a cada capítulo antes de leer el comentario. Deje que el Señor le hable. Confiese cualquier pecado o falta. Agradézcale cualquier aliento. Este comentario no habrá de sustituir a la Palabra de Dios. Su propósito es traer comprensión, claridad, y aplicación a nuestras vidas actuales. Mi oración es que el Espíritu de Dios haga que estas Escrituras cobren vida ante los ojos del lector y que sus mensajes se escuchen una vez más en nuestros días. Que Dios le bendiga en este estudio.
F. Wayne Mac Leod
1 – LA PALABRA DE VIDA
Lea 1 Juan 1:1-4
Es adecuado que el apóstol Juan comience 1 Juan presentándonos la Palabra de Vida. El comienza dos de sus otros escritos de la misma manera. En su evangelio, da inicio presentándonos el Verbo que “se hizo carne” (Juan 1:1-14), y en el capítulo de apertura de su libro Apocalipsis, él da a conocer a aquel que está en medio de los “siete candeleros” (Ap. 1:9-20).Todas estas son referencias al Señor Jesús. Consideremos brevemente lo que Juan nos dice en esta carta acerca de La Palabra de Vida.
Este Verbo era desde el principio
En este evangelio, Juan nos dice que el mundo fue creado por el Verbo (Juan1:1-3). Jesús, como el Verbo, siempre existió. Él es Dios. A Él debemos nuestras vidas y nuestra existencia. Él tiene el poder de la vida en Sí mismo. Él es el creador, nosotros somos su creación. Él Estaba allí en el comienzo cuando todo entró en existencia. Él es el Dios eterno, sin principio ni fin.
Este Verbo fue oído, visto, contemplado, y palpado
Aunque Él es un Dios santo, el Señor Jesús vino a morar con su creación perdida. Dios es Espíritu y no está limitado a un cuerpo físico como nosotros lo estamos. Sin embargo, la Palabra de Vida asumió nuestras limitaciones. El apóstol Juan fue uno de los pocos privilegiados de verle y escucharle cuando Él caminó la tierra. Juan tocó esta Palabra de Vida con sus propias manos. Noten aquí que Juan tanto le “contempló” cómo le vio. “Contemplar” implica el sentido de “reflexionar”. Es la palabra usada para referirse a alguien que está viendo un espectáculo. Implica un examen cuidadoso. Lo que Juan nos está diciendo aquí es que no existe duda alguna en su mente acerca de la persona del Señor Jesús. Él le ha examinado cuidadosamente y sabe que es verdadero. En los tres primeros versículos de esta carta, Juan expresa su certeza acerca del Señor Jesús por lo menos siete veces:
“Hemos oído” (v. 1)
“Hemos visto con nuestros ojos” (v.1)
“Hemos contemplado” (v.1)
“Nuestras manos han palpado” (v.1)
“La vida fue manifestada” (v.2)
“La hemos visto -la vida-” (v.2)
“Lo que hemos visto y oído también lo anunciamos a vosotros” (v.3)
Resulta difícil dejar de comprender el mensaje. Juan quiere que entendamos que lo que él aquí nos presenta son hechos concretos.
Este Verbo es la Fuente de la Vida Eterna
Aquel que el apóstol describe aquí es la fuente de vida eterna. Juan lo dice de esta manera en su evangelio: “En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres” (Juan1:4). El Verbo vino a ofrecernos vida. Juan no está hablando aquí de vida física, la cual ya teníamos (aunque incluso ésta se la debemos a él). Él aquí habla de vida eterna y espiritual. Esta vida proviene del Padre a través de la persona de la Palabra de Vida. Jesús vino a ofrecernos esta vida eterna.
Llegamos ahora a las razones por las cuales el apóstol Juan se siente obligado a escribirnos acerca del Señor Jesucristo. Él plantea dos razones por las cuales escribió esta carta: comunión y gozo. A continuación exploraremos ambos motivos.
Para que vosotros también tengáis comunión con nosotros (v.3)
En primer lugar, se observa un empuje evangelístico en esta carta. Aunque Juan está escribiendo a creyentes (“Hijitos míos,” 2:1), él está consciente de que no todos los que se hacen llamar Cristianos son realmente salvos. Él quiere que aquellos que aún no han recibido la vida eterna extiendan su mano y la alcancen. Juan tiene también como propósito edificar y alentar a los verdaderos creyentes en su fe, reafirmándoles la veracidad de las declaraciones de Cristo. Él desea ver que estos creyentes comprenden, con mayor convicción, la verdad acerca del Señor Jesús. En lo que sus lectores son edificados en la fe respecto a la persona del Señor Jesús, ellos entrarán en una comunión más profunda con Juan, mientras juntos participan más plenamente en la obra de Dios.
Un rápido vistazo a las tres cartas de Juan (1 Juan, 2 Juan, 3 Juan) nos mostrará que el apóstol Juan está muy preocupado acerca de esta cuestión de la comunión. Él escribe su segunda y tercera cartas para incitar a las personas a que se amen unas a otras y restauren la unidad en la iglesia. En la primera carta, la comunión es tema de suma importancia. Los capítulos 3 y 4 son dedicados al tema del amor mutuo y el amor por Dios. En el versículo 3 del capítulo 1 vemos que la base para esta unidad y comunión está en la persona y obra del Señor Jesús: “Y nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo.” Puede que no siempre estemos de acuerdo en todas las cuestiones de fe y práctica, pero aún siendo así, podemos permanecer en unidad con nuestro hermano y hermana en Cristo. Si hemos aceptado al Señor Jesús como nuestro Señor y Salvador, pertenecemos a la misma familia espiritual. Ese lazo es más fuerte que cualquier diferencia menor que podamos tener, porque la base de nuestra unidad no es ni doctrina ni práctica, sino el Señor Jesús.
Podemos tener comunión unos con otros porque tenemos un Salvador en común. Estamos unidos por medio de nuestro compromiso para con este Salvador. Estamos unidos por nuestro deseo común de agradar y amar a este Salvador. Estamos unidos por nuestra comprensión común de lo que él ha hecho por nosotros. Estamos unidos por nuestro destino común. Nuestra unidad se encuentra en la persona y obra del Señor Jesús. Mientras más conocemos y amamos al Señor Jesús, más desearemos involucrarnos activamente en relaciones espirituales con aquellos que a él pertenecen. El primer propósito de Juan al escribir esta carta es alentar a una mayor comunión en torno a la persona y obra del Señor Jesús.
Para que vuestro gozo sea cumplido (v.4)
Juan también expone una segunda razón de haber escrito esta carta. Juan cuenta acerca del Señor Jesús para que sus lectores puedan llenarse de gozo. ¿De dónde proviene este gozo? Este gozo parte de su conocimiento de la persona y la obra del Señor Jesús. La vida cristiana es una vida de gozo. Juan quiere ver que sus lectores experimentan ese gozo. Es por eso que él les señala al Señor Jesús, quien es la fuente de ese gozo.
Existe cierto debate acerca de la palabra “vuestro” en el versículo 4. Algunos manuscritos griegos importantes sustituyen la palabra “vuestro” por “nuestro”. La NVI así lo refleja al decir: “Estas cosas escribimos nosotros para que nuestro gozo sea completo.” Juan nos acaba de decir que él escribió esta carta para que sus lectores entraran en comunión con él mismo y con el Señor Jesús. Ciertamente hay gran gozo en ver a personas que inician una relación de salvación con el Señor Jesús. Hay gozo en la persona que los presenta al Señor Jesús y gozo en la persona que está entrando en comunión. La razón fundamental de Juan para escribir esta carta es que él y sus lectores pudieran compartir el gozo de conocer a Cristo.
El apóstol da testimonio de lo que ha visto y oído. Su testimonio es poderoso debido a su experiencia personal con el Señor Jesús, la Palabra de Vida, cuando el Señor caminaba la tierra. Juan comparte su experiencia de testigo ocular con gran convicción y entusiasmo. El ofrece el Señor Jesús a sus lectores de todo corazón. Hablar del Señor le produce grande gozo. Su gran deseo es que sus lectores lleguen a conocer esta Palabra de Vida. Podemos percibir su emoción mientras comparte su conocimiento y presenta a la persona del Señor Jesús a sus lectores.
Para Consideración:
* ¿Qué pruebas tenía Juan de que Jesús es quien dice ser?
* ¿Cuál es la base de nuestra unidad como creyentes, según Juan?
* Aunque nunca hayamos visto o palpado al Señor Jesús, ¿podemos decir que le conocemos y que le hemos visto con nuestros ojos espirituales? Explíquese.
* ¿Comparte usted la emoción de Juan de conocer a Jesús? ¿Qué le impide a usted el que quiera compartirlo con otros?
Para Oración:
* Dé gracias a Dios por haber descendido del cielo para hacerse real a nosotros.
* Pídale al Señor que traiga mayor unidad al cuerpo de Cristo hoy.
* Dedique un momento a orar por un hermano en otra iglesia. Dé gracias a Dios porque, aunque no siempre se ponga de acuerdo en ciertas cuestiones, existe un nexo común en Señor Jesús.
* Pídale al Señor que ponga en usted mayor entusiasmo para conocerle.
2 – PRIMER OBSTÁCULO PARA LA COMUNIÓN: EL PECADO
Lea 1 Juan 1:5-2:6
Una de las grandes verdades de la fe cristiana es que usted y yo podemos entrar en una relación cercana e íntima con nuestro creador. Juan nos recuerda en los primeros cuatro versículos de esta carta que aunque el Señor Jesús existía desde el principio, vino a morar con nosotros en la tierra. Juan nos cuenta como él tuvo el privilegio de ver, oír, y tocar a su Señor en la carne. Él se deleita en contarnos acerca de su amistad con el creador. Él escribe su epístola para convocar a sus lectores a que se unan a él en su comunión con Dios “el Padre y con su Hijo, Jesucristo” (1:3).Aunque la comunión con Dios es posible, existen varios obstáculos acerca de los cuales Juan quiere prevenir a sus lectores. Examinaremos estos obstáculos en las próximas meditaciones. Aquí examinaremos el primero de estos obstáculos para la comunión con Dios.
En nuestro pasaje Juan nos recuerda que “Dios es luz, y en él no hay ningunas tinieblas” (v.5) ¿Qué quiere Juan decir con esto? La luz representa santidad y pureza. Las tinieblas, por otra parte, representan el pecado y el mal (vea Salmo 119:105, Juan 1:4-5, Romanos13:11-14). Al expresar que Dios es luz, Juan nos está diciendo que Dios es absolutamente santo y puro. Todo lo que él hace es bueno y perfecto. Él nunca puede ser acusado de pecado. Es imposible para Dios hacer lo malo. Él es la medida de la completa santidad y perfección. Cuando Juan dice que “no hay ningunas tinieblas” en Dios, él incluso descarta la más mínima posibilidad de que en algún momento Dios actúe en contra de sus propias leyes inalterables. Juan nos está diciendo que el carácter de Dios es perfecto. Todo lo que él hizo y hará es perfecto y santo. No hay “ningunas” tinieblas de pecado en él.
Habiendo hecho este planteamiento acerca de la santidad absoluta de Dios, Juan entonces pasa a tratar la aplicación práctica de esta doctrina. Recuerde aquí que Juan está hablando acerca de los obstáculos que se interponen a la comunión con Dios. Puesto que Dios es luz y en él no hay “ningunas tinieblas”, también nosotros debemos andar en luz si aspiramos a una relación genuina con él. En otras palabras, debemos andar en obediencia y santidad si queremos tener comunión con Dios.
Juan llega a decir que si afirmamos tener comunión con Dios pero “no practicamos la verdad” (el andar habitual-mente en pecado), somos mentirosos (v.6). No es posible haber recibido vida eterna de parte de Dios y entonces vivir una vida caracterizada por el pecado. La comunión con Dios solo es posible en el contexto de la obediencia y la santidad. Puesto que Dios es puro, él no puede tener comunión con aquellos que disfrutan la impureza. Dios odia al pecado porque este resulta destructivo para todo aquello que es bueno (Proverbios 15:19, Juan 10:10).
El versículo 7 nos dice que si andamos en luz, también tenemos comunión con nuestros hermanos y hermanas en Cristo. Existe una conexión directa entre nuestra relación con Dios y la relación con nuestros hermanos creyentes. Cuando pecamos contra Dios, no solo rompemos nuestra comunión con él sino también con aquellos que andan en su luz. Nuestra comunión gira en torno a la persona de Cristo. Cuando rompemos la comunión con Cristo, también rompemos la comunión con aquellos que a él pertenecen.
Después de escuchar lo que Juan dice, pudiéramos llegar a la conclusión de que necesitamos ser perfectos para poder tener comunión con Dios y con su pueblo. Sin embargo, Juan aclara que esto no es así. Es cierto que todos somos pecadores (v. 10). Ninguno de nosotros puede afirmar que no ha pecado. Si somos culpables por haber pecado, ¿cómo es entonces posible la comunión con Dios y con nuestros hermanos y hermanas en Cristo? Dice Juan que es posible a través de la persona y obra del Señor Jesús: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad (V. 9).
Como pecadores, podemos ser limpiados por la sangre de nuestro Señor Jesús. Sin embargo, note aquí que para que podamos ser limpiados necesitamos confesar nuestros pecados. Aquellos que viven en las tinieblas son los que han escogido el no reconocer y confesar sus pecados. La continua comunión con Dios y con sus hijos solo es posible si somos lavados y limpiados por la sangre de Cristo. Solo por su sangre es que se puede quitar toda la culpa de nuestro pecado. Los creyentes genuinos viven en una actitud de arrepentimiento por sus actos de rebelión contra las santas leyes de Dios.
En el capítulo 2, Juan nos dice que él escribió está carta para que sus lectores se volvieran de sus pecados y vivieran vidas santas y de obediencia (v.1). El conocimiento de que Dios es un Dios santo debería impulsarnos a vivir vidas santas. ¿Quién, en su sano juicio, desearía ofender al todopoderoso y santo creador del universo? El hacerlo sería en verdad una tontería. No obstante, si pecamos, tenemos un abogado, “uno que le habla al Padre en nuestra defensa. Esa persona es el Señor Jesús. Cuando pecamos, podemos venir inmediatamente a él. Solo él puede limpiarnos de nuestro pecado y restaurar nuestra comunión con la Luz. Ese perdón se ofrece gratuitamente a todos (v.2). Nadie tiene excusas para permanecer culpable. Todos pueden ser perdonados si vienen a él.
¿Cómo podemos saber que estamos en comunión con la Luz? Comunión significa vivir en obediencia y dar la espalda al pecado. No podemos decir que tenemos comunión con Dios si no somos obedientes a su palabra y no vivimos para él. Juan no anda con rodeos aquí. Si decimos que estamos viviendo en comunión con la Luz mas no estamos viviendo en obediencia a su Palabra, estamos mintiendo (v.4).
En cambio, si vivimos en obediencia, el amor de Dios se perfecciona o “se hace completo” en nosotros (v.5). ¿Qué significa que el amor de Dios se perfeccione en nosotros? El amor de Dios se nos demuestra en la persona de Cristo, quien nos ofrece perdón y comunión con el Padre. Cuando ese amor se apropia de nosotros y le permitimos madurar y completar su obra en nosotros, el resultado será una vida de santidad y de obediencia al Señor. Cuando vivimos en obediencia a la Palabra de Dios, sabemos que el amor de Dios está realizando su obra en nuestras vidas. Este amor está madurándonos y formándonos a la perfecta imagen de su hijo, Jesucristo.
Si decimos que vivimos para Cristo, andaremos como Cristo anduvo, en santidad y pureza ante Dios. Si andamos en tinieblas, no podemos tener comunión con la Luz. Cuando pecamos, es solo mediante la confesión de esos pecados al Señor Jesús que la comunión con la Luz puede ser restablecida.
Para consideración:
* ¿Existen pecados que le impidan la comunión con la Luz? ¿Cuáles son en específico?
* ¿Cómo afecta el pecado su relación con Dios? ¿Puede usted tener verdadera comunión con Dios si su corazón no está a bien con él? Explique.
* ¿Es posible tener una buena relación con Dios si sus relaciones con sus hermanos y hermanas en Cristo no son buenas?
Para Oración:
* ¿Le ha estado el Señor revelando algún pecado en particular el cual necesita ser confesado? To-me un momento para confesar ese pecado.
* Dé gracias al Señor por el hecho de que el perdón y la restauración son posibles por medio del Señor Jesús.
* Pídale a Dios que le permita vivir en obediencia a él día tras día. Agradézcale por la comunión que él desea con usted.
3 – SEGUNDO OBSTÁCULO PARA LA COMUNIÓN: RELACIONES ROTAS
Lea 1 Juan2:7-14
Juan nos ha dicho que el primer obstáculo para la comunión con Cristo es el pecado. Él ahora continúa hablándonos acerca del segundo obstáculo. El segundo obstáculo lo constituye una relación rota con un hermano o hermana en Cristo.
Juan comienza diciéndonos que lo que está a punto de decir no es novedad. Siempre ha sido parte del plan de Dios que amemos a otros. Antes de la caída, aunque Adán vivía en el Jardín del Edén en perfecta comunión con su creador, el mismo Dios manifestó que no era bueno que Adán estuviese solo (Génesis 2:18). Dios creó una mujer para ser su compañera. Las personas fueron creadas como seres sociales. Ellas necesitan la compañía de otros seres humanos. Las personas no fueron creadas para ser independientes de otras. Ellas hallan la felicidad al vivir en harmonía con otros individuos.
Cuando Caín mató a Abel, Dios se airó sobremanera (Génesis 4). Él maldijo a Caín y lo mandó al exilio. Él le dijo que cuando labrara la tierra, está ya no daría su fruto para él. Él se convertiría en un vagabundo por el resto de su vida. ¿Por qué le castigó Dios tan severamente? ¿Acaso no fue para mostrarnos cuán seriamente se toma Dios a aquellos que él ha creado a su imagen?
En los días de Noé, Dios le ordenó a Noé que si algún individuo derramaba la sangre de otra persona, la sangre de la parte culpable tenía que ser derramada (Génesis 9:6). En el Antiguo Testamento, el homicidio era castiga-do con la muerte. Desde el mismo comienzo de la creación fue la voluntad de Dios que la vida humana fuese respetada y honrada (Génesis 2:24). Pasar por alto este principio significaría tener que dar cuentas a Dios (Levítico 19:18).
El Antiguo Testamento contiene muchos ejemplos de lo que Dios esperaba de sus hijos en sus relaciones mutuas. En Levítico 25:42-43, Dios ordenó a sus hijos que nunca vendieran sus hermanos israelitas como esclavos. La persona que maldijera a su padre o madre había de ser ejecutado (Levítico 20:9). El pueblo de Dios había de ser honesto en el trato mutuo respecto a los negocios (Deuteronomio 25:15). Dios le recordó a su pueblo en Deuteronomio 5:21 que ellos no debían codiciar las posesiones de sus prójimos. Si el buey de su prójimo colapsaba en el camino, ellos debían ayudar para que el buey se levantara.
Aunque este principio de amarse y honrarse unos a otros es tan antiguo como la misma creación del hombre, también contiene algo muy nuevo y refrescante (v.8). Juan nos dice aquí que “la veracidad de este principio se observa en él y en usted.” Jesús dio un nuevo significado al concepto de amar a otros. Por su vida en la tierra, él nos dio una nueva visión de este antiguo mandamiento. Él nos mostró en términos prácticos lo que significa amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Como Hijo de Dios, él estuvo dispuesto a dar su vida por nosotros. Por su muerte y resurrección, nuestros pecados pueden ser perdonados. El amor de Dios puede ahora vivir en nuestros corazones perdonados. Con su amor en nuestros corazones, podemos experimentar de nuevo lo que significa amar a nuestro prójimo de una manera que antes no conocíamos.
Juan sabe que este amor está siendo experimentado nuevamente en los corazones de aquellos a quienes él escribe. Él les dice a sus lectores que está seguro de que para ellos “las tinieblas del pecado van pasando” (v. 8). La luz de Cristo resplandece ahora en ellos. Mientras esa luz brilla en sus corazones, ellos experimentarán un nuevo amor por otros. Incluso Juan dice que si ellos afirman andar en luz pero odian a su hermano, ellos aún andan en las tinieblas del pecado (v. 9), y como tal no pueden tener comunión con la Luz.
El apóstol nos dice que si amamos a nuestro hermano, andamos en luz y no tropezaremos. Por otra parte, si no amamos a nuestro hermano o hermana, andamos en tinieblas. Andamos como esos que no saben a dónde van porque están cegados por las tinieblas del pecado. ¡Qué cosa tan horrible es andar en tinieblas! Cuando las personas andan en tinieblas, ellas están asumiendo grandes riesgos. La posibilidad de tropezar con obstáculos es muy alta. Ellos arriesgan lastimarse y lastimar a otros. Sucede del mismo modo con los que no aman a sus hermanos y hermanas. Ellos causan gran daño no solo a sí mismos sino también a aquellos que les rodean. Hay grandes implicaciones en nuestra vida espiritual cuando nos negamos a amar a otros con el amor de Cristo. Echemos una mirada a algunas de estas implicaciones.
En primer lugar, aquellos que no aman a otros se separan ellos mismos de Dios. Jesús nos dice que Dios no aceptará nuestra adoración si no amamos a nuestro hermano: “Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, 24 deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda.” (Mateo 5:23-24).
En segundo lugar, Jesús también nos dice que Dios no perdonará nuestros pecados si no perdonamos a otros con amor por los males que puedan habernos ocasiona-do: “Porque si perdonan a los hombres sus ofensas, su Padre celestial les perdonará también a ustedes; pero si no perdonan a los hombres sus ofensas, tampoco su Padre les perdonará sus ofensas.” (Mateo 6:14). Esto no significa que él no nos acepte como hijos suyos. Lo que necesitamos entender aquí es que no podemos albergar amargura en nuestros corazones en contra de otra persona y aspirar a estar a bien con Dios. Tendremos que responder ante él por cualquier falta de perdón hacia nuestros hermanos.
En tercer lugar, Pedro les recuerda a los maridos que si no aman a sus esposas, Dios no escuchará sus oraciones: “Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo.” (1 Pedro 3:7).
Finalmente, el autor de Proverbios nos dice que si no amamos a nuestro hermano, Dios quitará su bendición de nosotros: “El que cierra su oído al clamor del pobre también clamará, y no se le responderá” (Proverbios 21:13).
Cuando unimos todas estas cosas, podemos ver cuán peligroso es no amar a nuestro hermano o hermana. Si no amamos a otros, Dios no aceptará nuestra adoración, él no perdonará nuestros pecados, no escuchará nuestras oraciones, él quitará su bendición de nuestras vidas. Este es un asunto muy serio. No podemos tener comunión con la Luz si elegimos separarnos de los hijos de la Luz.
El apóstol Juan escribe a sus lectores con la certeza de que ellos lo escucharán. Él les recuerda en los versículos 13-14 que ellos han sido perdonados y que conocen a Dios. Ellos han vencido al maligno, y la Palabra de Dios mora en ellos. Es por eso que con cierta confianza Juan les recuerda que deben continuar como empezaron y perseverar en el amor de unos por otros, a fin de que las tinieblas no los alcancen.
El segundo obstáculo para la comunión con la Luz lo constituye una relación rota con un hermano o hermana en Cristo. Cuán fácil es que una raíz de amargura y odio brote en nuestros corazones. Si no erradicamos esa raíz de inmediato, esta traerá resultados espirituales devastadores para nuestras vidas. Quiera Dios concedernos la gracia de vivir en el amor de unos por otros.
Para consideración:
* ¿Conoce de alguna cosa que se esté interponiendo entre usted y un hermano o hermana en Cristo? ¿Qué tiene que suceder para que esto pueda solucionarse?
* ¿Puede usted recordar algún momento en que no ha estado a bien con un hermano o hermana en Cristo? ¿Qué consecuencias tuvo esto para su vida espiritual?
* ¿Qué diferencia haría para la iglesia si los miembros demostraran entre si este amor de Cristo? ¿Cuáles cree usted que serían los resultados?
Para oración:
* ¿Existe alguien a quien a usted le resulta difícil amar? Pida a Dios que ponga en usted más amor por esta persona.
* Dé gracias a Dios por haberle amado aun cuando usted no lo merecía.
* Pídale al Señor que quebrante cualquier sentimiento de orgullo que impida que los miembros de su iglesia se amen unos a otros como Dios manda.
* Tómese un momento para agradecer al Señor y orar por alguien a quien a usted le resulta difícil amar.
4 – TERCER OBSTÁCULO PARA LA COMUNIÓN: EL AMOR POR EL MUNDO
Lea 1 Juan 2:15-17
Hemos examinado los dos primeros obstáculos para la comunión con el Señor Jesús. Juan nos ha dejado claro que el pecado y las relaciones rotas son grandes estorbos para nuestro andar con el Señor Jesús. Él ahora procede a tratar el tercer obstáculo: El amor por el mundo.
Juan lo expone con absoluta claridad. “Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él” (v. 15). ¿Qué quiere Juan decir con esto? ¿No fue este mismo Juan quien nos dijo en su evangelio: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16)? Si el amor de Dios mora en nosotros, ¿no deberíamos también amar al mundo así como Dios también lo ama?
Para poder comprender lo que Dios nos está diciendo aquí, tenemos que ver la diferencia entre Juan 3:16 y 1 Juan 2:15. La palabra griega traducida como mundo y que se usa en estos dos pasajes es kosmos. Esta palabra tiene diferentes significados. Puede referirse a la tierra y los cielos que conforman el universo físico que observamos a nuestro alrededor. También se usa para hablar acerca de la raza humana. Esta misma palabra tiene también un sentido más figurado o espiritual. Ella designa las cosas que son opuestas a Dios. En este sentido, ser “mundano” es lo opuesto de ser “espiritual.”
Cuando Juan nos dice en Juan 3:16 que Dios amó al mundo, él está usando la palabra kosmos para referirse a la raza humana. Jesús vino a morir por amor a la raza humana. Juan ya lo ha mencionado en 1 Juan 2:2, “Él es la expiación por nuestros pecados, y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.”
Cuando Juan nos dice que no debemos amar al mundo en 1 Juan 2:15, él no está hablando de personas. Él está hablando acerca del mundo en el sentido de aquellas cosas que se oponen a Dios y a su reino. Él se está refiriendo a la filosofía general de todas las épocas que niega a Dios y a su palabra. Él está hablando acerca de la búsqueda incesante del placer y las riquezas en la que tantas personas se ven envueltas.
¡Cuán a menudo nos vemos seducidos por las cosas de este mundo! Este mundo nos ofrece sus posesiones, prestigio, gloria, y placeres a cambio de nuestra comunión con Dios. En el Jardín del Edén el diablo tentó a Eva con el placer de la fruta prohibida y el prestigio de hacerse muy sabia. Mateo 4 cuenta que el diablo tentó al Señor Jesús con el placer de comer pan después de un ayuno de 40 días. Él también le ofreció las posesiones del mundo y el prestigio de autoridad en el mundo si él se postraba y le adoraba. Entonces le ofreció al Señor el elogio del mundo si él se arrojaba desde el pináculo del templo. El diablo también nos tienta a nosotros. El quiere desviar nuestra atención de Dios y dirigirla hacia el mundo. Una rápida mirada a lo que está sucediendo a nuestro alrededor nos muestra que ha tenido mucho éxito. Recientemente vi un cartel que decía: “El que muere con más juguetes es el ganador.” ¿No es esta la filosofía del mundo? En lugar de buscar a Dios, damos prioridad a las cosas de este mundo.
Respecto a las posesiones de este mundo, Pablo le dice a Timoteo en 1 Timoteo 6:10, “Porque el amor al dinero es raíz de todos los males; el cual codiciando algunos, fueron descarriados de la fe y se traspasaron a sí mismos con muchos dolores.” Sí, el amor al dinero y a las posesiones terrenales ha sido la causa de todo mal imaginable. Las personas han recurrido a la inmoralidad sexual, al asesinato, al robo, y a la deshonestidad en la búsqueda de posesiones. Según 1 Timoteo 6:10, algunos han sido descarriados de su fe a causa del amor por las posesiones. ¿Acaso no hemos sentido nosotros la fuerza de esta actitud materialista? Medimos nuestro éxito o fracaso en la vida y los negocios por el número de posesiones. Medimos nuestro valor por las cosas que poseemos en esta vida. Pero todas nuestras posesiones no nos acercan a Dios. De hecho, el amor por estas posesiones nos aleja de él. Nos convertimos en seres autosuficientes y no sentimos nuestra necesidad de Dios.
Además de los bienes materiales. Otra de las tentaciones que este mundo nos ofrece a cambio de la comunión con Dios es la gloria de las personas. En su evangelio (Juan 12:42-43), Juan aborda este problema: “Con todo eso, aun de los gobernantes, muchos creyeron en él; pero a causa de los fariseos no lo confesaban, para no ser expulsados de la sinagoga. Porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios. “Incluso en los días de Jesús, el amor por la gloria proveniente de otros provocó que muchos creyentes rechazaran el reconocer públicamente al Señor Jesús. Ellos no quisieron reconocerle porque deseaban que otros tuviesen una alta opinión de ellos.
El amor por la gloria también nos apagará a nosotros en nuestro andar con el Señor. Jesús voluntariamente padeció por nosotros el abuso y el escarnio de las personas de su tiempo. Él no estaba avergonzado de nosotros. ¿Le rechazaremos por miedo de lo que otros puedan pensar? ¿De cuántas maneras hemos obstaculizado la obra de Dios a causa del amor por la gloria del mundo?
David, un hombre conforme al corazón de Dios, dio la espalda a Jehová por ir tras el placer temporal. Él cometió adulterio con Betsabé, la esposa de uno de sus soldados. Para encubrirlo, David recurrió al asesinato (2 Samuel 11:1-25).
En 3 Juan, Diótrefes dio su espalda al Señor a causa de su necesidad de ser respetado por otros como hombre importante. Él deseaba ser el primero en la iglesia. En los versículos 9-10 de 3 Juan, el apóstol escribe: “Yo he escrito a la iglesia; pero Diótrefes, al cual le gusta tener el primer lugar entre ellos, no nos recibe. Por esta causa, si yo fuere, recordaré las obras que hace parloteando con palabras malignas contra nosotros; y no contento con estas cosas, no recibe a los hermanos, y a los que quieren recibirlos se lo prohíbe, y los expulsa de la iglesia.”
En su deseo de ser el primero, Diótrefes sucumbió ante el pecado del chisme y la calumnia. Se mostró más que dispuesto a mancillar el carácter de otros a fin de presentarse a sí mismo en una mejor luz. En el proceso, puso división entre él mismo y Dios.
En 1 Juan 2:16, el apóstol nos describe los deseos de las personas atrapadas por el amor a las cosas del mundo. Primero nos dice que están llenas de “los deseos de la carne”. Ellos buscan la gratificación de la carne. Esto puede manifestarse como pecado sexual, el consumo de alcohol, drogas, u otros medios. Ellos anhelan los placeres mundanos.
En segundo lugar, las personas que aman al mundo están llenas de los “deseos de los ojos” (v. 16). Este parece ser el pecado del materialismo. Todo lo que ven, desean. No pueden soportar ver a sus vecinos con autos nuevos o casas nuevas. Ellos tienen que tener lo mejor de lo que hay.
En tercer lugar, los que aman al mundo están llenos de la “vanagloria de la vida” (v. 16). La NVI traduce “soberbia de la vida” como “jactarse de lo que tiene y hace.” Las personas que aman al mundo le conceden gran importancia al estatus social. Necesitan jactarse de sus logros y posesiones. Ellos encuentran importancia y sentido en estas cosas y no en Dios.
Juan nos dice que nada de esto viene de Dios. Todo lo que el mundo tiene para ofrecer es, en el mejor de los casos, temporal. No solo son cosas temporales, sino que el amor por estas cosas puede alejarnos del Señor.
Aquí se nos recuerda que el tercer obstáculo para la comunión con el Señor Jesús es el amor por el mundo. ¿Ha caído usted en esta trampa? Su alma nunca encontrará satisfacción en el mundo. Es más, el amor por el mundo lo separará de Cristo. Solo en Dios hay plenitud de gozo.
Para Consideración:
* ¿Se siente usted tentado de amar las cosas de este mundo? ¿Qué es lo que lo tienta en específico?
* ¿Qué es lo que hace al mundo tan atractivo, incluso para el creyente?
* ¿Cuáles la diferencia entre el disfrutar de las cosas buenas que Dios nos ha dado y el verse atrapado en el amor por el mundo?
Para Oración:
* Pídale a Dios que le libre del amor por las cosas de este mundo.
* ¿Conoce usted a alguien cuya búsqueda de las cosas de este mundo le haya separado de Dios? Tome un momento para pedirle a Dios que lo libe-re.
* Dé gracias a Dios por las incontables bendiciones que le ha otorgado. Pídale a Dios que le muestre la diferencia entre el disfrutar de lo que él ha pro-visto y disfrutar tanto de sus bendiciones al ex-tremo de ponerlas por delante de él.
5 – CUARTO OBSTÁCULO PARA LACOMUNIÓN: LA NEGACIÓN DEL HIJO
Lea 1 Juan 2:18-27
Juan nos ha estado enseñando acerca de los obstáculos que nos impiden la comunión con la Luz. El pecado, las relaciones rotas, y el amor al mundo no nos permitirán conocer el gozo de la comunión con el Salvador. A través de las edades estos obstáculos para la comunión han alejado a innumerables personas del Señor Jesús. En los versículos 18-27, Juan nos enseña acerca del cuarto obstáculo: el obstáculo de negar a Cristo.
El apóstol nos recuerda, ante todo, que estamos en el último tiempo. Una señal del último tiempo es la venida del Anticristo. Juan explica con más detalles la venida del Anticristo en el libro del Apocalipsis. En Apocalipsis 13, Juan nos describe a una bestia que sale del mar. Esta bestia recibe su autoridad de parte de Satanás, quien es descrito como un gran dragón. El Anticristo, por la autoridad de Satanás, ejerce su dominio en el mundo por un tiempo. El blasfema el nombre del Señor. Él hace guerra con los santos. Le es dada autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua, y nación. Juan nos dice que él ve a todos los habitantes de la tierra inclinarse y adorar a esta bestia. Solo aquellos cuyos nombres están escritos en el libro de la vida se niegan a adorar al Anticristo.
Esta gran bestia es asistida por otra bestia que hace muchas señales milagrosas. Solo los que tienen cierta marca en la frente o en la mano derecha pueden comprar y vender. La marca es un símbolo de sumisión a la autoridad de la bestia. Este momento en la historia del mundo es descrito como un momento que requiere que los santos ejerzan paciencia, perseverancia, y fe. Ha habido mucha especulación con respecto a la identidad del Anticristo. Él parece representar ciertos poderes que niegan la autoridad de Jesús y que se colocan por encima de Dios.
Juan nos recuerda que mientras esperamos al Anticristo mencionado en el libro del Apocalipsis, ha habido muchos Anticristos que ya han venido. Él nos dice que esta es una señal definitiva de que el fin está cerca. ¿Qué quiere Juan decir cuando nos dice que ha habido muchos Anticristos? ¿Quiénes son estos Anticristos? Exploremos las tres cosas que él nos dice acerca de ellos aquí en nuestro pasaje.
En primer lugar, Juan nos dice que estos Anticristos “salieron de entre nosotros, pero no eran de nosotros” (v. 19). El hecho de que estos individuos salieran de entre ellos nos llevaría a creer que eran hombres y mujeres quienes habían hecho algún tipo de confesión religiosa. En algún momento participaron de la comunión de la iglesia. Por una razón no citada en este versículo, estos individuos abandonaron la comunión. El hecho de haberse ido, dice Juan, demuestra que estas personas realmente nunca pertenecieron a ellos. La inferencia aquí es que si ellos hubieran sido verdaderos creyentes, habrían perseverado en la verdad. Ellos tenían conocimiento de la verdad, pero le dieron la espalda.
Esto produce miedo solo de pensarlo. Muchas personas han conocido individuos con estas características. Por algún motivo abandonaron la comunión de la iglesia y se convirtieron, como Judas, en su peor enemigo. Sus corazones se endurecieron a la verdad. Ellos no quisieron tener nada más que ver con la iglesia. Tal vez fueron zaheridos en la iglesia. Quizás notaron contradicciones en las vidas de los creyentes. No se nos dice por qué estos individuos se marcharon, pero comenzaron a vivir en rebelión contra Dios y su obra. Pasaron a ser instrumentos en las manos de Satanás para blasfemar el nombre de Cristo.
Regresaremos a los versículos 20 y 21 en breve. El versículo 22 nos dice una segunda cosa acerca de estos anticristos: ellos niegan al Padre y al Hijo. Quizás ellos estén presentes en nuestras denominaciones y en nuestros seminarios. Tal vez estén en nuestras iglesias. Lo que los caracteriza es el hecho de que niegan que el Señor Jesús sea el Cristo. “Cristo” significa “el ungido”. Cuando usamos este término, estamos diciendo que Jesús es el Hijo de Dios, el ungido que había de venir como el sacrificio por nuestros pecados. Juan nos dice que cualquiera que rechace al Señor Jesús como el Cristo es un mentiroso y un anticristo. Negamos que Jesús es el Cristo cuando promovemos otra salvación aparte de él.
Ningún cristiano verdadero podría decir que Jesús no es el Cristo. Negar que Jesús sea el ungido que vino a salvarnos de nuestro pecado sería negar la salvación que él vino a ofrecer. No puede haber comunión con Dios hasta que aceptemos al Señor Jesús como el Cristo. Nuestra salvación descansa sólidamente en la verdad de que Cristo Jesús vino al mundo a salvar pecadores. Los anticristos de los que Juan aquí habla predican otro evangelio.
En tercer lugar. Estos anticristos procuran descarriarnos de la verdad acerca de Jesús y su obra (v. 26). En nuestros días hay muchos cultos y sectas que es eso precisamente lo que hacen. Van de casa en casa tratan-do de llevar a las personas a una fe que niega que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios. Estos sujetos son anticristos. Muchos de ellos se presentan en términos muy engañosos. Ellos se las ingenian para apartar de Cristo a muchos. Ellos no conocen al Señor Jesús. Conocerle es saber que él es Dios. Conocerle es doblar la rodilla ante él y someterse a su soberanía. Estos sujetos son instrumentos en las manos de Satanás, apartando de Cristo a las personas. Estos anticristos existían en la iglesia en los días de Juan, también existen hoy en día.
Habiendo advertido a sus lectores acerca de los que niegan que Jesús sea el Cristo, Juan continúa diciendo algo acerca del verdadero creyente. El verdadero creyente tiene una unción del Santísimo y conoce la verdad (v. 20). Juan declara lo mismo en su evangelio: “Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.” (Juan 8:31-32).
No pueden existir dudas acerca de lo que Jesús está diciendo aquí. El verdadero discípulo conoce la verdad. Si el espíritu de Dios mora en nosotros, tendremos una convicción muy definida acerca de la persona del Señor Jesús. Pablo nos dice en 1 Corintios 12:3 que es solo a través del Espíritu de Dios que podemos decir que Jesús es el Señor: “Por eso os hago saber que nadie, hablando por el Espíritu de Dios, dice: “Anatema sea Jesús.” Tampoco nadie puede decir: “Jesús es el Señor”, sino por el Espíritu Santo”. Juan escribe con la certeza de que sus lectores conocen la verdad acerca de Jesús porque el Espíritu de Dios mora en ellos.
Noten en el versículo 27 que el Espíritu Santo, la “unción que habéis recibido” de Cristo, testifica de Jesús. Esto quiere decir que los creyentes no necesitan a nadie que les enseñe que Jesús es el Señor. Sin embargo, el Señor le ha dado a la iglesia maestros y predicadores de la palabra (Efesios 4:11-12). Estos individuos tienen un papel muy importante que jugar en la enseñanza de la verdad. Lo que Juan nos está diciendo aquí es que hay ciertas doctrinas que el verdadero creyente conoce por intuición. Hay ciertas cosas que el Espíritu de Dios revela claramente al creyente. Una de estas doctrinas es que el Señor Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios.
El apóstol Pablo estaba de camino a Damasco para arrestar a creyentes que confesaban que Jesús era Dios (Hechos 9:1-2). Él los iba a llevar de vuelta a Jerusalén donde serían perseguidos o ejecutados. En el camino se encontró con el Señor Jesús. En un instante fue transformado. En el mismo instante en que conoció personal-mente al Señor Jesús, él sabía que era el Cristo. Nunca más volvería a dudar que Jesús fuera el Hijo de Dios quien vino a salvarlo de su pecado. Ningún hombre se sentó con él para enseñarle la doctrina de la deidad de Cristo. El mismo Espíritu de Dios convenció a Pablo de esta vital verdad. Es esto lo que Juan nos dice aquí. Como verdaderos creyentes, no necesitamos que nadie nos diga que Jesús es el Señor. Lo sabemos porque el Espíritu de Dios nos lo ha revelado.
Juan nos reta en el versículo 24 a permanecer en esta doctrina que hemos escuchado del Santo Espíritu de Dios. No debemos dejar que nadie nos aparte de esta doctrina inspirada por el Espíritu acerca del Señor Jesucristo. Juan insta a sus lectores a permanecer en esta doctrina. No hay esperanza en nadie más. Solo Jesús es el Cristo. Aparte de él no hay salvación.
Juan nos está diciendo que debemos guardar con toda diligencia nuestra comprensión acerca de quién es el Señor Jesús. Él nos está diciendo que no debemos tener trato con cualquiera que intente decirnos que Jesús no es el Cristo. Negar que él es el Hijo de Dios sería negar la única esperanza que tenemos. No podemos andar en Luz si negamos que Jesús sea el Hijo de Dios.
Para Consideración:
* ¿Dónde estaríamos hoy si Jesús no fuera el Cris-to?
* ¿Qué opiniones existen en nuestros días acerca de Jesús? ¿Qué pudiéramos hacer para ayudar a las personas a comprender que Jesús es el Cris-to?
* ¿Por qué es imposible andar en comunión con Cristo si lo negamos como el Cristo?
* ¿Existen individuos o grupos en su comunidad que nieguen que Jesús sea el Cristo?
Para Oración:
* Dé gracias a Dios por haber venido a ofrecernos esperanza cuando estábamos perdidos en el pe-cado.
* Dé gracias al Señor por su Santo Espíritu que nos da la certeza de quien es Jesús.
* Agradézcale por haberle revelado a Jesús.
* Tome un momento para pedirle al Señor Jesús que se revele a un amigo o ser querido suyo que aun no le conozca como Señor y Salvador.
6 – PRIMERA PRUEBA DE LA FE VERDADERA: JUSTICIA
Lea 1 Juan 2:28-3:10
El apóstol Juan nos acaba de recordar los cuatro obstáculos para la comunión con el Señor Jesús. Ahora que sabemos lo que puede impedir nuestra comunión con el Señor, movemos nuestra atención hacia otra pregunta importante. ¿Cómo puedo saber si estoy en comunión con Cristo? En los próximos capítulos Juan nos ofrecerá varias pruebas de la fe verdadera. Yo les retaría a que examinaran cuidadosamente estas pruebas. La primera prueba de la fe verdadera es la justicia.
Juan comienza esta sección retando a sus lectores a que continúen en el Señor Jesús para que no sean avergonzados cuando él regrese (v. 28). El apóstol entonces les recuerda en el versículo 29 que cualquiera que es nacido de Dios hace lo que es justo. Solo podemos dejar de sentir vergüenza haciendo lo que es justo. Este es el corazón del verdadero creyente.
En el capítulo 3 Juan continúa recordándonos acerca del gran amor del padre por nosotros (v. 1). Él nos rescató del mundo del pecado y la desesperación. Nos arrebató de las fauces de Satanás y nos hizo hijos suyos. Como hijos de Dios, ya no somos la clase de gente que solíamos ser. Hemos sido transformados. Este cambio ha sido tan radical que el mundo ya no nos conoce (v. 1). Ellos no logran identificarse con lo que está sucediendo en nuestros corazones.
Ya se acerca el día en que el Señor Jesús vendrá. Cuando venga, él nos llevará para estar con él. Los cambios que hemos visto en nuestras vidas aquí en la tierra no pueden ser comparados con lo que seremos en el cielo. Juan nos dice en el versículo 2 que seremos semejantes al Señor Jesús. Cuando venga, el Señor finalmente destruirá el poder del pecado sobre nosotros. Las huestes satánicas serán exterminadas. Nuestra naturaleza vieja no nos estorbará más. Amaremos al Señor de todo corazón. Seremos como él, y le veremos cara a cara. ¡Qué día tan glorioso será ese!
El apóstol Juan nos recuerda en el versículo 3 que los que tienen esta esperanza se purificarán a sí mismos. Si comprendemos el amor del Señor Jesús y tenemos la esperanza de vida eterna, vamos a querer obedecerle y amarle. Si hemos nacido de Dios, su carácter y justicia se podrá apreciar en nuestras vidas. Sentiremos un impulso natural en nuestros corazones de purificarnos para que podamos ser más y más como nuestro maestro.
Juan nos dice que el pecado es la infracción de la ley de Dios (v. 4). Como pecadores, tenemos una tendencia natural de alejarnos de Dios y su ley. Si se nos deja que hagamos nuestra voluntad, no buscamos a Dios y sus caminos. Antes de que conociéramos a Cristo, teníamos patrones de pecado continuo en nuestras vidas. Éramos dominados por el pecado y éramos sus esclavos. Siempre le dimos la espalda a Dios y elegimos vivir para nosotros, ignorando sus exigencias. Éramos de continuo culpables de violar las leyes de Dios.
Cuando el Señor Jesús vino a esta tierra, vino para quitar el dominio del pecado que impedía nuestra relación con Dios (v. 5). Él era el único que podía darnos la victoria sobre el pecado. Nadie más podía vencerlo. Solo él era perfecto. Él es nuestra única esperanza de ser librados del dominio del pecado en nuestras vidas.
Juan nos dice en el versículo 6 que cuando el Señor Jesús vino a morar en nuestros corazones, él cambió nuestra propia naturaleza. Si él está morando en nosotros, no continuaremos viviendo vidas que solo se caracterizan por el pecado: “Todo aquel que permanece en él no continúa pecando”. El Espíritu Santo vino a darnos poder para vivir el tipo de vida que Dios exige de nosotros en su palabra. Esto no quiere decir que nunca caeremos en las trampas del pecado. Todos cedemos ante la tentación. Note aquí que Juan no nos dice que el verdadero creyente nunca peca, más bien nos dice que el verdadero creyente no continúa en pecado habitual. La convicción del Espíritu Santo y el amor por el Señor Jesús impulsarán a los verdaderos creyentes a enfrentar los pecados que aparecen en sus vidas.
Juan nos recuerda el poder que ahora vive en la vida del creyente: “Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo.” (1 Juan 4:4). Puesto que el espíritu de Dios ahora mora en nosotros, tenemos un nuevo poder para vencer al pecado habitual que nos aparta de Dios. Los verdaderos creyentes mostrarán evidencias de ese poder para vivir una vida justa (no una vida perfecta) porque el Espíritu de Dios ahora mora en ellos.
Juan habla de este poder y capacitación en su evangelio. Él compara a los creyentes con ramas en la vid. La savia de la presencia de Dios fluye a través de ellos y da vida, vitalidad, y frutos. El apóstol Pablo también habló de este poder en la vida de los creyentes. Pablo lo dice del siguiente modo en Filipenses 2:13: “Porque Dios es el que produce en vosotros tanto el querer como el hacer, para cumplir su buena voluntad.”
Como creyentes somos vehículos a través de los cuales el poder de Dios puede fluir. Él está vivo y activo en nuestros corazones. Esto se hace evidente en lo que entregamos el control de nuestras vidas al Señor Jesús. Cuando el poder de Dios opera en nosotros, exhibimos vidas de justicia y nuevos deseos de servir y honrar al Señor Jesús en todo lo que hacemos.
Estaba muy claro para Juan que los verdaderos creyentes, en los cuales la presencia del Señor mora, no continuarán pecando de manera habitual y descontrola-da. Necesitamos entender que esto no significa que los creyentes nunca caigan en pecado. Juan nos dice en 1 Juan 1:10, “Pero si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.”
Todos hemos pecado. Todos batallaremos con el pecado hasta el día en que muramos. Juan aquí nos dice que aunque los verdaderos creyentes pueden caer en pecado, ellos no persistirán en el pecado. El pecado inconfeso no puede permanecer en el corazón donde Dios vive. Hay momentos en que el pecado brotará desde los lugares más recónditos de nuestra vieja naturaleza, pero cuando se enfrenta cara a cara con la presencia de Dios en nuestras vidas, es derrotado. Las vidas de los creyentes deben ser vidas de victoria sobre el pecado porque Dios mora en ellos.
Si el pecado reina y continúa dominando su corazón, debe hacerse la pregunta: ¿He experimentado alguna vez la presencia y el poder de Dios en mi vida? Si conocemos la presencia de Dios en nuestras vidas, también obtendremos victoria sobre el pecado.
Juan concluye lo que está diciendo aquí en nuestro pasaje haciendo afirmaciones muy poderosas en los versículos 7 y 8, “Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo, como él es justo. El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo.” La vida de Cristo es una vida de victoria sobre el pecado y el diablo. Cuando el Espíritu de Dios viene a morar en nuestras vidas, él hace algunos cambios radicales. Si hemos entregado el control de nuestras vidas a Dios, no continuaremos en pecado. Si Dios está morando en nosotros, experimentaremos victoria continua sobre el mal. Así como en la vida de Jonás, Dios nos perseguirá hasta que el pecado y la rebelión sean removidos de nuestros corazones y estemos a bien con él otra vez.
Reconocidamente, existen pecados en nuestras vidas de creyentes verdaderos con los cuales nos resulta difícil lidiar. El hecho de que luchemos con pecados persistentes no significa que no pertenezcamos a Cristo. El problema aquí surge al persistir de buena gana en el pecado. Los cristianos genuinos no se sienten a gusto con el pecado en sus vidas. Si vivimos para Cristo, haremos todo lo que esté a nuestro alcance para enfrentar al pecado y vencerlo. Sin embargo, si nos sentimos a gusto en nuestro pecado y obstinadamente persistimos en el sin remordimiento ni vergüenza, deberíamos preguntarnos si el Espíritu de Dios de algún modo mora en nuestros corazones.
La primera prueba de la fe verdadera es la prueba de la justicia. Aquellos que conocen al Señor Jesucristo experimentarán su poder obrando en sus vidas. La presencia y el poder del Espíritu de Dios alejarán al pecado y la rebelión de los corazones de los creyentes y les hará vivir en obediencia y fidelidad.
Para consideración:
* ¿Con qué pecados batalla usted en su vida como creyente?
* ¿Cómo se siente usted cuando cae en pecado?
* ¿Existe evidencia de nueva justicia en su vida?
* ¿Qué cambios ha hecho el Señor en su vida desde que usted le aceptó?
* ¿Cuál es la diferencia entre caer en pecado y persistir en ese pecado?
Para Oración:
* Dé gracias a Dios por enviar su Santo Espíritu a su vida para declararle culpable de su pecado.
* Pídale a Dios que le dé la victoria sobre el pecado específico con el cual batalla usted en este momento.
* Dedique un momento para rendirse más aun al Señor como servidor suyo. Pídale que le haga más consciente del ministerio y la voz del Espíritu Santo, quien le declara culpable de pecado.
7 – SEGUNDA PRUEBA DE LA FE VERDADERA: AMOR
Lea 1 Juan 3:11-18
La pregunta a la que damos consideración en esta sección de la primera carta de Juan es esta: ¿cómo puedo saber si estoy andando en comunión con el Señor Jesús? Juan propone varias pruebas. En la meditación anterior vimos la prueba de la justicia. En esta sección veremos la segunda prueba: la prueba del amor.
Juan nos presenta la segunda prueba en el versículo 10. Aquí él nos dice que el que no “ama a su hermano” no es hijo de Dios. Es importante que comprendamos lo que significa amar a nuestro hermano. A veces el amor es confundido con la sensación afectuosa que experimentamos cuando estamos en la grata compañía de alguien. Juan no nos está diciendo que quiere que experimentemos sentimientos afectuosos hacia todas las personas que conozcamos. Ni siquiera nos está diciendo que debamos disfrutar de la compañía de todos. Existen personas con las cuales nunca nos sentiremos a gusto. Si el amor no es una sensación afectuosa, entonces ¿qué es?
Para explicar lo que quiere decir con “amar”, el apóstol Juan nos pone el ejemplo del Señor Jesús. “En esto hemos conocido el amor”, comienza Juan en el versículo 16. Sabemos que es el amor porque Jesús dio su vida por nosotros. Si queremos amar del modo en que Dios quiere que amemos, necesitamos seguir el ejemplo de Cristo. Amar es dar nuestra vida por otro.
Existen varias maneras de dar la vida por otro. Juan nos pone un ejemplo en el versículo 17. Suponga que tenemos posesiones materiales y vemos un hermano necesitado. ¿Qué sería lo bondadoso a hacer? Lo bondadoso sería compartir nuestras posesiones con él para aliviar su pena. “Dar la vida” por nuestro hermano en esta situación sería sacrificar nuestras posesiones por él, así como Cristo sacrificó su vida por nosotros.
Dar la vida es hacer un sacrificio. El sacrificio que Cristo hizo fue el sacrificio de su vida. Aunque puede que nunca tengamos que morir físicamente por nuestro hermano o hermana, ciertamente seremos llamados a morir de otras maneras. Algunos de nosotros tendremos que morir a nuestro orgullo. Algunos necesitarán echar a un lado sus comodidades. Algunos tendrán que dar de su tiempo y esfuerzo. Algunos tendrán que dar financiera o materialmente. Lo que Juan parece estarnos diciendo aquí es que si amamos a otros, estaremos dispuestos a sacrificarnos a nosotros mismos y a nuestras posesiones por ellos. El amor no son solo palabras. El amor requiere acciones y hechos. El amor requiere el sacrificio de tiempo y recursos.
Este amor necesita ser cultivado. Si usted está casado, sabrá cuán fácil es dejar que el amor se enfríe. ¿Recuerda cuándo comenzó a salir con su esposo o esposa? No había nada que usted no hiciera por él o ella. Usted se esforzaba por hacer que la vida fuese tan placentera como era posible. Eso presuponía hacer uso de su billetera. Significaba irse a la cama tarde para luego tener que madrugar. Requería de una mayor inversión de su tiempo y esfuerzo. Ningún gasto era demasiado grande para usted a causa de su amor. Con el paso del tiempo, las cosas comenzaron a cambiar. Ya usted no estaba dispuesto a hacer esos sacrificios. En lugar de querer dar a su compañero o compañera el mayor bienestar posible, puede que solo le haya usado para hacer su vida más confortable. Su tiempo y esfuerzo comenzaron a ser invertidos en usted mismo. Su amor se desvaneció y ya no encuentra más deleite en dar su vida por su compañero o compañera.
En el versículo 11 Juan nos recuerda que siempre ha sido la voluntad de Dios que nos amemos unos a otros en sacrificio. Este concepto de sacrificarse por otro está arraigado en la propia creación. ¿Cómo fue Eva creada? ¿No fue de la costilla de Adán? Adán tuvo que sacrificar una costilla para que Eva fuera creada. ¿Por qué Dios necesitó su costilla? Él pudo haberla formado del polvo de la tierra como Adán. Pienso que Dios le estaba enseñando algo a Adán. Él le estaba enseñando el concepto de amor de sacrificio. Para que Eva pudiera nacer, se requería de un sacrificio de parte de Adán. Al sacrificarnos, damos vida a otro. Es esto lo que significa amar.
A través de Adán y Eva el pecado entró en la raza humana y las personas perdieron su habilidad de amar como Dios ama. En el versículo 12 se nos recuerda a Caín y Abel. Caín mató a su hermano Abel después de que Dios aceptó la ofrenda de Abel, pero rechazó la de Caín. La adoración de Caín no fue aceptada porque no vino a Dios en un acto de fe (Hebreos 11:4). Caín no era hijo de Dios sino que “pertenecía al maligno”. La verdadera naturaleza de Caín fue revelada en su envidia y odio hacia su justo hermano. La renuencia de Caín de dejar su orgullo en el altar y adorar a Dios con fe lo llevó a matar a su hermano.
Este concepto de morir al ego no es muy popular. Juan nos dice en el versículo 13 que el mundo no será capaz de comprender este concepto de dar la vida por otro. Este principio va en sentido contrario a nuestra sociedad. El apóstol nos advierte que no deberíamos sorprendernos si el mundo piensa que somos dementes y nos rechaza porque no somos como ellos. No es la tendencia natural de las personas el sacrificarse por otros. El verdadero creyente no odia a su hermano: “Todo aquel que odia a su hermano es homicida” (v. 15). De acuerdo con esta Escritura, no necesitamos matar a alguien en el sentido literal de la palabra para ser culpables de homicidio. Para ser culpables de homicidio ante Dios, todo lo que tenemos que hacer es permitir que el odio por otros se anide en nuestros corazones. No podemos vivir en comunión con Dios mientras albergamos este odio. Si no amamos, permanecemos en muerte (v. 14). En otras palabras, los que no aman aún están bajo el juicio y condenación de Dios.
Juan concluye esta sección recordándonos que “Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, porque amamos a los hermanos” (v. 14). Cuando Dios vive en el corazón del creyente, hay amor en ese corazón. El odio, la amargura, y la envidia son desterradas del corazón en el cual habita Dios. Cuando Dios vive y reina en nuestros corazones, su amor por nuestros hermanos y hermanas se hará evidente.
La segunda prueba de la fe verdadera es la prueba del amor. Podemos saber que estamos en comunión con Dios, como hijos suyos, si estamos experimentando en nuestros corazones el amor sacrificado de Cristo hacia otros. Este amor es de un tipo que nunca antes habíamos conocido. No proviene de nosotros como tal. Nunca podríamos amar de manera natural de este modo. Es algo nuevo. Es real. Es Dios en nosotros.
Para Consideración:
* ¿De qué manera cambió su relación con los que le rodean cuando conoció al Señor Jesús? ¿Sintió más amor por ellos?
* ¿Cuál es la diferencia entre su amor humano y el amor que el Señor Jesús pone en su corazón?
* ¿Existen personas a las cuales a usted le resulta difícil amar? ¿Ama Dios a estas personas? ¿Cómo puede usted dejar que Dios les ame a través de usted?
Para Oración:
* ¿Existe en su vida alguien que sea difícil de amar? Pídale al Señor que le ayude a amarle.
* Agradezca al Señor por el nuevo corazón que le ha dado. Dele gracias por el modo en que él ha quitado las tinieblas del odio y las ha reemplazado con la luz y el calor de su amor.
* Tome un momento para orar para que la iglesia de nuestros tiempos pueda experimentar una re-novación de este amor abnegado de unos por otros.
8 – TERCERA PRUEBA DE LA FE VERDADERA: EL CORAZÓN RENOVADO
Lea 1 Juan 3:19-24
La primera epístola de Juan es inmensamente práctica. En ella Juan trata los principios básicos de nuestra fe. Estamos examinando la interrogante: ¿cómo puedo saber que estoy andando en comunión con la Luz, como hijo de Dios? El apóstol ya nos ha dado dos pruebas para la fe verdadera. Juan ahora propone la tercera prueba: la prueba del corazón renovado.
Esta pregunta de si somos verdaderos hijos de Dios y si estamos andando en Luz o no es una pregunta que todos necesitamos hacernos. Si en algo son ustedes como yo, entonces pasan por momentos en sus vidas en que se encuentran absolutamente horrorizados de su propia maldad. Existen momentos en que examinamos la condición de nuestro corazón y nos percatamos de cuán alejados nos encontramos de Dios. Tal parece que mientras más nos acercamos al Señor, más pecadores nos sentimos. Alguien comparó la vida cristiana a un hombre caminando por el bosque en una noche oscura y lluviosa. Él no consigue ver con claridad mientras se dirige a la casa de su amigo al otro lado del bosque. Mientras camina, tropieza con una raíz de árbol viejo y cae en el lodo. Se levanta, limpia de sí la suciedad, y continúa andando. Pronto ve la luz en el portal de su amigo que brilla por entre los árboles en la distancia. Mientras se acerca a la luz, mira sus ropas. Se da cuenta de cuán sucio y enlodado realmente está. Varios minutos pasan y él se encuentra aún más cercano a la luz de la casa de su amigo. Se observa a sí mismo otra vez y ve suciedad de la que no se había percatado antes. Parece como si pudiera ver más suciedad mientras más se acerca a la luz. ¿No es así como sucede en nuestra relación con el Señor? Mientras más nos acercamos a la luz de su santidad, más inmundos y más pecadores nos sentimos.
Hay momentos en nuestras vidas, dice Juan en el versículo 20, en que nuestros corazones nos condenan. A veces miramos a lo profundo de nuestros corazones y vemos la negrura del pecado. Hay veces que la presencia del Señor se oscurece. El Señor parece distante. ¿Cómo podemos “hacer descansar nuestros corazones en su presencia” en momentos así (v. 19)? A la luz de la realidad de un corazón pecador, ¿cómo podemos “saber que pertenecemos a la verdad”? El versículo 20 nos dice que podemos saber que aun somos hijos suyos porque Dios es “mayor que” nuestros corazones pecaminosos “y el conoce todas las cosas.” Veamos en mayor detalle lo que Juan nos está diciendo aquí.
¿Qué hemos estado diciendo acerca del corazón? Hemos estado diciendo que el corazón tiene una tendencia natural de alejarse de Dios. Jeremías, el profeta, nos dice: “Engañoso es el corazón, más que todas las cosas, y sin remedio. ¿Quién lo conocerá?” (Jeremías 17:9).
En otra parte, la Escritura nos dice que en los días de Noé: “Jehovah vio que la maldad del hombre era mucha en la tierra, y que toda tendencia de los pensamientos de su corazón era de continuo sólo al mal” (Génesis 6:5). Esta es la descripción Bíblica de nuestros corazones. Puede que no nos guste lo que la Biblia dice, pero sabemos que es verdad.
A menudo me hago la siguiente pregunta: ¿Qué haría yo si me dejaran hacer lo que mi naturaleza humana me dicta? ¿Qué haría yo si no tuviera las restricciones de la educación, de la ley, o el sentido de tener que mantener una buena reputación? Si no tuviera temor en mi corazón de deshonrar a Dios, ¿dónde estaría yo hoy? ¿Dónde estaría si dejara que mis deseos más bajos gobernaran mi vida? ¿Dónde estaría yo si dejara que mi corazón pecaminoso me dictara la ruta a seguir? Hay momentos en que me infunde temor el responder esta pregunta. Mientras reflexiono en esta pregunta, me veo obligado a reconocer la maldad de mi propio corazón. En medio de todas estas incertidumbres, ¿de qué manera puedo saber que soy hijo de Dios? Cuando mi propio corazón me condena, ¿cómo puedo afirmar que pertenezco al Señor Jesús?
Juan me recuerda que cuando mi corazón me condena, necesito recordar que Dios es más poderoso que mi pecado. Porque pertenezco a Jesús y él mora en mí, estoy teniendo victoria sobre los deseos pecaminosos de mi corazón. Porque Jesús vino a mi corazón, he sido liberado de la esclavitud de tener que hacer lo que mi malvado corazón me dicta que haga. Estoy experimentando un nuevo poder en mi vida. Estoy experimentando victoria sobre el pecado. Estoy descubriendo que el amor de Cristo ha vencido al odio natural y a la amargura que solía reinar en mí. Sí, Dios es mayor que mi corazón pecador. Cuando el enemigo me condena y señala con su dedo la pecaminosidad de mi malvado corazón, puedo decirle que aunque en verdad esta es mi propia naturaleza, ya no soy más su esclavo. Dios me capacita para vivir una vida nueva. Cuando su corazón le condene, ponga sus ojos en aquel que es mayor que su corazón.
En segundo lugar, Juan nos recuerda en el versículo 20 que Dios es omnisciente, que todo lo sabe. Dios conoce nuestros corazones. Él sabe cuán pecadores somos. Él conoce nuestra necesidad de ser fortalecidos y capacita-dos. Él conoce de esas cosas contra las cuales luchamos. Él conoce las áreas en que necesitamos experimentar victoria. Él conoce nuestros corazones mucho mejor de lo que los conocemos nosotros mismos. No solo conoce Dios todo lo que pasa en nuestros corazones, él también sabe lo que hacer al respecto. Él es más poderoso que nuestro pecado.
Dios nos conoce y conoce lo que necesitamos. Él conoce el pecado oculto en nuestras vidas que necesita ser derrotado, y él sabe cómo hacerlo. No existe herida que él no sepa sanar. No existe pecado que él no sepa vencer. Él tiene la respuesta para la necesidad de nuestros corazones en este mismo momento.
El apóstol nos ha dicho que Dios es más poderoso que nuestros corazones. Él también nos ha recordado que Dios sabe cómo sanar las heridas y los pecados de nuestros corazones. Juan pasa a decirnos en el versículo 22 que Dios está dispuesto a darnos todo lo que le pidamos. ¡Qué promesa tan increíble es esta! Tenemos la promesa procedente del mismo Dios de que cuando batallemos con los pecados de nuestros corazones, todo lo que necesitamos hacer es llamarle, y él nos responderá. Sin embargo, es importante que veamos esta afirmación en su contexto.
Juan nos dice que podemos obtener lo que pidamos, pero existe una condición atada a esta promesa. Note que él dice que recibiremos cualquier cosa que pidamos “porque guardamos sus mandamientos y hacemos las cosas que son agradables delante de él” (v. 22). Esta promesa no es para los que están viviendo fuera de Cristo. La promesa es para aquellos cuyos corazones no los condenan.
¿Cómo podemos lograr que nuestro corazón no nos condene? Esto es solo posible cuando le permitimos a Dios que reine en nosotros y domine nuestros corazones pecaminosos. Nuestros corazones no pueden condenar-nos si vivimos en obediencia a los mandamientos de Dios y hacemos lo que a él le agrada. Incluso cuando peco, mi corazón no puede condenarme cuando traigo ese pecado a la cruz de Cristo. En la cruz se encuentra total perdón y purificación.
Es en este contexto que usted y yo podemos pedir cualquier cosa en su nombre, y se nos concederá. Es cuando le permito a aquel que es mayor que mi corazón reinar soberanamente en mi vida, que puedo reclamar esta promesa. Es solo cuando mi corazón ha sido conquistado por el Señor Jesús y he muerto a los deseos pecaminosos de este que puedo conocer el gozo de lo que significa pedir algo en su nombre. Cuando sus deseos son mis deseos y su Espíritu me ha conquistado, entonces puedo pedirle cualquier cosa y me será hecho
¿Cómo podemos saber que estamos andando en comunión con el Señor Jesús? Juan nos pide que hagamos la prueba del corazón. Cuando miramos a lo profundo de nuestras almas, ¿vemos a aquel que es más poderoso que nuestros corazones? ¿Existe evidencia de victoria espiritual? ¿Existen pruebas de que nuestro viejo y engañoso corazón ha sido conquistado? ¿Qué vida es la que ahora pulsa en nuestras venas? ¿Es aun la antigua vida de nuestro corazón pecaminoso, o es la vida nueva de aquel que ha conquistado nuestros corazones? Sabemos que somos cristianos porque nuestros deseos y ambiciones han cambiado. En verdad nuestro corazón ha sido conquistado, y se nos ha dado un nuevo corazón.
Para Consideración:
* ¿Existe evidencia en su vida de un corazón cambiado y renovado?
* ¿Le ha perdonado Dios por sus pecados? ¿Cómo lo sabe?
* ¿Qué cambios en particular se han operado en su corazón y en su vida desde que conoció al Señor Jesús?
* ¿Cuáles son las condiciones para poder pedir y recibir cualquier cosa en su nombre?
* ¿Qué consuelo encontramos en el hecho de que Dios es más poderoso que su corazón?
Para Oración:
* Dé gracias al Señor por la maravillosa manera en que él ha provisto para su perdón.
* Dé gracias a Dios por la evidencia del corazón limpio que le ha dado.
* Dé gracias a Dios porque no existe pecado sobre el cual él no le haya dado victoria.
* Dedique un momento para orar por un amigo o ser querido que nunca haya experimentado este corazón cambiado o renovado.
* ¿Existe algún pecado particular en su vida que aun necesite ser vencido? Pídale al Señor Jesús que le dé la total victoria.
9 – CUARTA PRUEBA DE LA FE VERDADERA: EL ESPÍRITU
Lea 1 Juan 4:1-6
¿Cómo podemos saber si andamos en comunión con la Luz como un verdadero hijo de Dios? Juan nos ha dado la prueba de la justicia, la prueba del amor, y la prueba del corazón. La cuarta prueba es la prueba del espíritu.
Juan nos llama a probar todo espíritu para asegurarnos de que sea de Dios (v. 1). ¿A qué se está refiriendo Juan aquí cuando habla del “espíritu”? La palabra “espíritu” tiene muchos significados en las Escrituras. Puede referirse al aliento que respiramos. En la dimensión espiritual, se refiere al Espíritu Santo o a espíritus malignos. Además de esto, describe la parte del hombre que le otorga la habilidad de pensar y razonar. Más aun, es también la parte del hombre que es capaz de comunicarse con lo sobrenatural.
En nuestro pasaje, Juan se refiere a seis espíritus:
1. El Espíritu de Dios (v. 2)
2. El Espíritu que confiesa a Cristo (v. 2)
3. El Espíritu que no confiesa a Cristo (v. 3)
4. El espíritu del anticristo (v. 3)
5. El espíritu de verdad (v. 6)
6. El espíritu de error (v. 6)
Para comprender lo que Juan está diciendo, necesitamos examinar cada uno de estos espíritus. El “Espíritu de Dios” (v. 2) parece referirse al Espíritu Santo. El “espíritu que confiesa a Cristo” (v. 2) es el corazón de una persona que responde favorablemente al Señor Jesús y sus declaraciones. El “espíritu que no confiesa a Cristo” (v. 2) es el corazón de un individuo que rechaza al Señor Jesús. El “espíritu del anticristo” (v. 3) se refiere al modo de razonar que prevalece en nuestros tiempos y que es inspirado por Satanás, el cual rechaza a Cristo y sus declaraciones. El “espíritu de verdad” (v. 6) se refiere a las enseñanzas de la verdad del modo en que se impar-ten por el Espíritu de Dios. El “espíritu de error” en el versículo 6 se refiere a las enseñanzas del error del modo en que son impartidas por el espíritu del anticristo o Satanás.
Habiendo dicho esto, examinemos lo que Juan nos dice acerca de estos diversos espíritus. Él comienza recordándonos que no todos estos espíritus son buenos. Ejemplos obvios son el “espíritu del anticristo” y el “espíritu de error.” Incluso en los días de Juan había muchos falsos profetas que habían “salido al mundo” (v. 1) Estos falsos profetas eran instrumentos en las manos de Satanás para distraer a las personas de la verdad de la Palabra de Dios.
Si alguna vez usted ha plantado un jardín, sabe del problema que presentan las malas hierbas. Las malas hierbas en el jardín tienden a ahogar a los vegetales y flores. Estas malas hierbas por lo general crecen rápidamente y roban los nutrientes al suelo. Los jardineros saben que si desean tener una buena cosecha de vegetales al final del verano, tendrán que combatir esas malas hierbas. Una de las cosas más importantes que un jardinero necesita saber es reconocer la diferencia entre una planta buena y una mala hierba. Aquí Juan nos está diciendo que el mundo se asemeja mucho a un jardín. Las plantas buenas de la verdad crecen en el mismo suelo que las malas hierbas del error y la mentira. ¿Cómo podemos conocer lo que es de Dios y lo que es del anticristo? Juan nos da algunas instrucciones en este pasaje.
Primeramente, “Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne procede de Dios” (v. 2). ¿Qué significa reconocer que el Señor Jesús “ha venido en carne”? A un nivel muy básico significa que creemos que el Señor Jesús es el Hijo de Dios que vino a vivir como hombre entre nosotros. Él murió por nuestros pecados, resucitó de los muertos, y ahora mora en el cielo con su Padre.
Sin embargo, el reconocer que Cristo “ha venido en la carne” es mucho más que solo creer que Jesús caminó sobre la faz de la tierra. Existen también algunas implicaciones prácticas para nuestras vidas. El Señor Jesús vino para rescatarnos de las fauces de Satanás y del pecado. Él vino porque somos pecadores, condenados a una eternidad sin Dios. Él vino a aplastar la cabeza de Satanás. Reconocer que Jesús vino en la carne a favor nuestro requiere de una respuesta. Reconocer al Señor es reconocer que él murió por mí, por lo cual no existe sacrificio que sea demasiado grande para que haga yo por él. Reconocer a Jesús es someterme y ofrecer mi vida a cambio del maravilloso sacrificio que él hizo por mí. ¿Le acerca el espíritu que mora en usted a una apreciación más profunda de la obra del Señor Jesús en favor suyo? ¿Nos alienta esto a rendirnos por completo a él por este maravilloso sacrificio? Si es así, entonces el espíritu que mora en nosotros es el espíritu de Dios; de lo contrario, es el espíritu del anticristo. (v. 3).
Una segunda manera de probar los espíritus se encuentra en el versículo 4. Juan nos dice que podemos saber si nuestro espíritu es de Dios si hemos vencido al espíritu de este mundo. Como ya hemos visto, este mundo está lleno de mentira y error. El espíritu del anticristo ha penetrado todos los aspectos de la vida. Desde la publicidad y la televisión hasta la educación y el mundo del espectáculo, el espíritu del anticristo se hace evidente. Éste hace promoción a una vida sin Dios. Coloca al hombre en el trono del universo y le declara dios. El espíritu del anticristo nos alienta a que aprovechemos al máximo los placeres y las posesiones de este mundo. Nos invita a deshacernos de las regulaciones morales y hacer lo que nos plazca. Nos dice que la ley de Dios es solo un obstáculo innecesario para vivir una vida plena. Muchos han caído en esta trampa.
Nuestra tendencia natural sería la de sucumbir ante las tentaciones del enemigo. Sin embargo, existe un poder que mora en el corazón del creyente y que es mayor que el espíritu del anticristo. El Espíritu que está dentro del creyente está derrotando al espíritu que está en el mundo. Si estamos experimentando victoria sobre el espíritu de este mundo, sus lujurias y sus tentaciones, entonces podemos estar seguros de que el espíritu que está en nosotros es el Espíritu de Dios. Jesús les recuerda a los Fariseos en el Evangelio según Mateo que un reino dividido contra sí mismo no permanece: “Todo reino dividido contra sí mismo está arruinado. Y ninguna ciudad o casa dividida contra sí misma permanecerá. 26 Y si Satanás echa fuera a Satanás, contra sí mismo está dividido. ¿Cómo, pues, permanecerá en pie su reino?” (Mateo 12:25).
El espíritu de este mundo está en guerra con el Espíritu de Dios. Si descubrimos que el espíritu que mora en nosotros está echando fuera las influencias de este mundo en nuestras vidas, podemos tener la certeza de que el espíritu que está obrando en nosotros es el Espíritu de Dios. Esta es una de las características del Espíritu de Dios. Él nos moldea y nos hace a imagen de Cristo. Cuando el Espíritu Santo mora en nuestros corazones, encontraremos un nuevo conjunto de deseos reinando dentro. El mundo perderá su poder de atracción. Las cosas de Dios tomarán un nuevo significado en nuestras vidas. Cuando el espíritu en nosotros proviene de Dios, obtendremos victoria sobre las cosas del mundo.
En el versículo 6, Juan nos da una tercera manera de probar los espíritus que encontramos en las diferentes personas. Si las personas son hijos de Dios, ellos comprenderán y recibirán la verdad impartida por un ministro de la sana doctrina. Juan dice que “el que conoce a Dios nos oye.” El Espíritu de Dios les permite a los creyentes reconocer la verdad. Los que no conocen a Dios no pueden recibir la doctrina apostólica. Sus oídos están cerrados y la Palabra de Dios no tiene sentido para ellos. Puede que lean la Biblia, pero esta no significa nada para ellos. Aun cuando se les explica la verdad, ellos no son capaces de comprenderla. Los que son del mundo solo entienden las cosas de este mundo.
En cambio, los que son de Dios son capaces de recibir la verdad cuando la escuchan. Antes de que el Espíritu de Dios viviera en nuestros corazones, no éramos capaces de reconocer, oír, o comprenderla sana doctrina. Pero ahora sabemos que Dios es real. Él habla con nosotros en nuestro espíritu. Poseemos un entendimiento de las cosas espirituales del que antes adolecíamos. Nos deleitamos en escucharle cuando nos habla a través de su Palabra. Él nos guía cuando necesitamos saber hacia dónde dirigirnos. Él nos da consuelo cuando estamos desalentados. Él nos declara culpables cuando transitamos por la senda errada. Él se ha acercado a nosotros mucho más de lo que un amigo pudiera acercarse. Nos deleitamos en escucharle. Hoy podemos decir que él es nuestro amigo y nuestro Dios. Así como Moisés, comulgamos con él como de amigo con amigo.
¿Cómo podemos reconocer la diferencia entre el Espíritu de verdad y el espíritu de mentira? ¿Cómo podemos saber cuál es el espíritu que vive en nuestros corazones, nuestra iglesia, nuestra comunidad? Podemos saberlo examinando a ese espíritu a la luz de estas tres preguntas. Primeramente, ¿reconoce nuestro espíritu que Jesús ha venido en la carne y por lo tanto entrega todo a él en humildad? En segundo lugar, ¿está el espíritu en nosotros triunfando sobre el espíritu del anticristo en el mundo? Y en tercer lugar, ¿abre el espíritu en nosotros nuestras mentes a la verdad de una manera más íntima? Es solo a través de las respuestas a estas preguntas que podemos estar seguros que el Espíritu que mora en nosotros es en verdad el Espíritu de Dios.
Podemos saber que andamos en comunión con la Luz, como hijos de Dios, probando al espíritu que mora en nosotros. Si el espíritu que mora en nosotros está en sintonía con el Espíritu de Dios, entonces sabemos que estamos en comunión con la Luz y andando en la verdad.
Para Consideración:
* ¿Cuáles son las pruebas que Juan nos da aquí para confirmar si el espíritu en nosotros es real-mente el Espíritu de Dios o no?
* Dedique un momento a examinar su propio corazón. ¿Qué le revelan estas pruebas con respecto al espíritu que reside en usted?
* Aplique esta misma prueba a su iglesia y a la situación por la que esta está atravesando en estos momentos. ¿Le revela algo esta prueba acerca de su iglesia?
Para Oración:
* Agradezca al Señor por poner su Espíritu en usted.
* Pídale a Dios que le llene más y más de su Santo Espíritu.
* Pídale que eche fuera de su vida cualquier in-fluencia impía proveniente del mundo.
* Dedique un momento para orar por su iglesia, pidiéndole a Dios que eche fuera todo espíritu de anticristo. Ore también en este sentido por su comunidad.
10 – EL AMOR DE DIOS EN MÍ
Lea 1 Juan 4:7-21
Una de las señales más distintivas de la fe verdadera es el amor. Juan habla a menudo acerca del amor y su importancia en la vida del creyente. En el Evangelio según San Juan, él nos recuerda que otros sabrán que somos creyentes por el amor de unos por otros (vea Juan 13:35). En la meditación de hoy él examina la importancia de esta señal de amor en más detalles.
Juan nos recuerda dos veces en estos versículos que Dios es amor (vea los v. 8 y 16). Eso forma la base de su argumento. Juan no está diciendo que Dios es solamente amor. Dios es también omnipotente, omnisciente, y santo. Dios tiene muchas otras características también. ¿Por qué enfatiza Juan el atributo del amor en este pasaje? ¿Es acaso porque Juan percibe al amor como la conexión entre Dios y los hombres? Dios es santo, pero nosotros somos pecadores. Debido a su santidad existe un espacio infinito de por medio entre él y nosotros. Dios es también eterno e infinito, mientras que nosotros somos criaturas dentro de tiempo y espacio. Poseemos un entendimiento muy limitado.
Como hombres y mujeres pecadores, nuestra única conexión con Dios es el amor. Si pudiéramos quitar el amor de la lista de las características de Dios, nos apartaríamos permanentemente de Dios. Su santidad y justicia nos sobrecogerían inevitablemente y nos condenaría por la eternidad. Es solo debido al amor que podemos tener una relación con Dios. Es debido al amor que es posible el perdón.
Desde este punto de partida, Juan continúa para decir-nos que no solo Dios es amor, sino que Él es también la fuente del amor. Donde Dios vive, el amor reina. Cuando Dios vive en nuestros corazones, nuestras vidas son llenas con amor. El reino de Dios es un reino de amor porque Él es amor y la fuente del amor. Si no amamos es porque no conocemos la presencia de Dios en nuestras vidas. Juan nos recuerda en el versículo 12 que aunque ninguno de nosotros ha visto nunca a Dios, podemos conocer su presencia por medio de este amor en nuestros corazones. El amor es la evidencia de la presencia de Dios en nuestras vidas.
Podemos preguntarnos, ¿puede una persona sin Dios amar a otros? Para responder esta pregunta debemos entender lo que Juan quiere decir por “amor.” Para explicar esto, Juan enfoca nuestra atención al Señor Jesús. En el versículo 19 Juan nos dice que solo podemos amar a Dios porque Él nos amó primero a nosotros. ¿Cómo Dios mostró su amor por nosotros? Los versículos 9 y 10 nos dicen que Dios mostró su amor al enviar a Su hijo, el Señor Jesús, a morir por nuestros pecados. Al enviar al Señor Jesús a morir por nosotros, Dios mostró lo que es el amor. Amar a otros es sacrificar nuestra vida por ellos. Amar a otros significa poner el bienestar de ellos por encima de nuestros deseos egoístas. El verdadero amor cristiano no hace distinción entre el amigo y el enemigo. Cristo vino a morir por aquellos que lo despreciaban. Él dio su vida para salvar a sus enemigos.
Volvamos a nuestra pregunta: ¿Puede un hombre o una mujer sin Dios amar a otros? Permítanme responder de manera personal. Al mirar profundamente dentro de mi propio corazón, veo cuan egoísta realmente soy. Cualquier amor que encuentro en mi corazón es naturalmente egoísta. Yo amaría solo para ser amado en compensación. Yo daría solo para poder recibir. Respetaría solo para poder ser respetado. Naturalmente no amaría a mis enemigos. Mis relaciones con los demás estarían, de la mejor manera, en arenas movedizas. Mi amor por los demás sería una cuestión de conveniencia. Les amaría si me convendría y si obrara para mi ventaja.
Cuando veo otro ser humano respondiendo a otros en amor desinteresado, creo que estoy realmente viendo la mano de Dios, porque yo conozco que la naturaleza humana es corrupta. Creo que cuando cualquiera (creyente o no) exhibe amor desinteresado, Dios mismo ha hecho esa provisión. Cualquier evidencia de amor desinteresado en mi sociedad es, creo, una indicación de la presencia misericordiosa de Dios en mi sociedad. Me hago la pregunta: ¿dónde estaríamos si Dios quitara su presencia de nuestro país? Veríamos un incremento de abortos y asesinatos. Veríamos un incremento de falta de respeto por nuestros conciudadanos y sus pertenencias. Aumentarían las violaciones y la violencia sexual. Habría un creciente sentido del egoísmo. La cifra de divorcio escalaría más alto. Se cuestionaría el matrimonio en si mismo. Las parejas escogerían vivir juntas en vez de hacer un compromiso de por vida (dejando la puerta abierta en caso que las cosas no funcionen). ¿Es la condición de nuestro país una indicación de que Dios está quitando su presencia de nosotros? Dios es la fuente del amor. Donde Dios no está no hay amor. Incluso el no creyente puede experimentar y demostrar el amor de Dios. Ellos pueden hacer eso, no obstante, debido a la presencia de Dios en su derredor. Por el contrario, su amor sería probablemente muy egoísta y egocéntrico.
Como creyentes podemos tener la certeza del amor de Dios por nosotros porque Él nos ha dado Su Espíritu Santo (versículo 13). ¿Por qué Dios nos dio Su Espíritu Santo? El Espíritu Santo fue dado para señalarnos al Señor Jesús, quien es la demostración visible del amor de Dios por nosotros. Solo podemos conocer y reconocer el amor de Dios por nosotros debido a la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas (vea versículos 13-16). No es hasta que el Espíritu Santo toca a las personas, que ellas pueden entender la grandeza del amor de Dios personalmente. Esto es lo que distingue creyentes de no creyentes. Los creyentes han comprendido el amor de Dios por los pecadores y han abierto sus corazones para recibirlo. Esta es la obra del Espíritu Santo. Juan nos recuerda que al nosotros vivir en amor, vivimos en Dios porque Dios es amor.
Juan nos dice en los versículos 17 y 18 que si en verdad hemos entendido y aceptado el amor de Dios por nosotros, tendremos gran confianza en el día del juicio. Podemos tener confianza, dice Juan, porque somos como él en este mundo (versículo 17). ¿En qué manera puede decirse que soy como Cristo en este mundo? Cuando acepté al Señor Jesús, él vino a mi vida a reinar. Su amor transformó mi vida. Estoy experimentando su reino de amor en mi corazón. Ahora me veo amando a otros como Cristo los ama. Cuando veo la manera que mi corazón ha sido transformado por el amor de Cristo, tengo gran confianza al mirar al día del juicio. Yo sé que le pertenezco. Yo sé que él vive en mí.
Juan continúa diciéndonos que “el amor echa fuera el temor” (versículo 18) El amor de Cristo nos ha dado perdón de todos nuestros pecados: pasados, presentes, y futuros. Por amor él no dudó en morir en la cruz por nosotros. Su amor es mayor que el mayor de nuestros pecados. Su amor nos ha dado acceso completo al trono de Dios. No hay nada más que sea necesario hacer. Su amor lo ha hecho todo. No necesitamos buscar su aprobación porque en amor hemos sido aceptados como somos. Podemos acercarnos a un Dios santo y justo sin dudar o temer porque en amor somos aceptados. ¿Nos rechazará aquel que murió en la cruz por nosotros ahora que está sentado en el trono (Apocalipsis 3:21)? Su amor es un amor incondicional. Su amor es un amor que durará por toda la eternidad. Nada nos puede separar de ese amor. Podemos acercarnos a Él abiertamente. Él no nos rechazará.
En conclusión, Juan nos recuerda que si hemos entendido el amor de Dios por nosotros, nosotros en consecuencia amaremos a nuestros hermanos y hermanas (versículos 19-21). Si no amamos a nuestro hermano, no amamos a Dios. Esto no es algo que tengamos que cultivar en nuestra propia fuerza. El resultado natural del reino de Cristo en nuestros corazones será un amor sobreabundante por nuestros hermanos y hermanas.
¿Hemos estado experimentando este amor en nuestras vidas? ¿Nos ha capacitado el Espíritu de Dios para entender y aceptar el amor de Dios por nosotros? ¿Han sido nuestras vidas transformadas por este amor? ¿Estamos experimentando un verdadero reino de amor en nuestros corazones? Que el Espíritu de Dios nos de este entendimiento del amor de Dios. Que ese amor invada nuestras almas y las llene hasta rebosar. Que sobreabunde en nuestros para todos aquellos que conozcamos. Esta es la manera que podemos saber que le pertenecemos a Él: el amor de Dios reina en nosotros.
Para Consideración:
* ¿Qué cambios ha obrado el Señor Jesús en sus relaciones con aquéllos alrededor suyo ahora que usted le ha aceptado como su Señor y Salvador?
* ¿Hay evidencia de este amor en su corazón hacia aquéllos alrededor suyo? ¿Qué afecta la expresión de Su amor en tu corazón hacia los demás?
Para Oración:
* ¿Hay personas en su vida a las que usted tiene dificultades para amar? Pídale al Señor que le permita experimentar su amor por ellos.
* Agradezca al Señor por su amor incondicional e inmerecido por usted.
* Pídale al Señor que le perdone por no siempre amar a aquéllos a su alrededor.
11 – CREER EN EL HIJO
Lea 1 Juan 5:1-12
Juan nos dice aquí que si creemos en Cristo somos nacidos de Dios. ¿Qué quiere decir ser nacidos de Dios? Todos nosotros hemos tenido un nacimiento físico. Esto no necesita que se explique. Sin embargo, Juan nos está diciendo, que también hay un segundo nacimiento. En el Evangelio de Juan 1:12-13, Juan nos dice que a aquellos que aceptan al Señor Jesús les es dado el derecho a ser hechos hijos de Dios. La implicación aquí es que no todos son hijos de Dios. Nos convertimos en hijos de Dios al aceptar al Señor Jesús. Más adelante en Juan 3, Jesús le dice a un hombre llamado Nicodemo que le es necesario nacer de nuevo para poder ver el reino de Dios. Su nacimiento físico no era suficiente. Escuche lo que Jesús le dice a Nicodemo en Juan 3:5-6:
“Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. 6 Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.”
Jesús aclara en este pasaje que hay dos nacimientos. Hay, antes de todo, el nacimiento por agua. El nacimiento por agua es una referencia a nuestro nacimiento físico y al agua que es expulsada en el momento del nacimiento. Jesús nos dice en segundo lugar, sin embargo, que también hay un nacimiento espiritual. En este pasaje Jesús le dice a Nicodemo que si él quiere ir al cielo, él necesita experimentar este nacimiento espiritual. Nuestro nacimiento físico nos trae al mundo físico. Nuestro nacimiento espiritual nos hace hijos de Dios. El cielo solo es para los que han renacido espiritualmente.
¿Cómo podemos saber que hemos experimentado este nuevo nacimiento? Juan nos dice aquí en Juan 5:1-5 que hay al menos cuatro demostraciones de este nuevo nacimiento. Examinémoslas brevemente.
Creer que Jesús es el Cristo (versículo 1)
La primera indicación que hemos experimentado este renacimiento espiritual es el hecho que creemos que Jesús es el Cristo (versículo 1). El término “Cristo” significa “el ungido.” Cuando creemos que Jesús es el Cristo, creemos que él es el que Dios envió a morir por nuestros pecados. Creer que Jesús es el Cristo es aferrarse a Cristo como nuestra única esperanza de ser aceptados por Dios el Padre. Eso significa que no esperamos que haya nada que podamos hacer aparte de la obra de Cristo para lograr hacer más probable que Dios nos acepte. Nuestra única esperanza de salvación está en el Señor Jesús y su obra en la cruz por nosotros. Él es el único que Dios envió para nuestra salvación y su obra es suficiente.
Amor por sus hijos (versículo 1)
En segundo lugar, si hemos nacido de nuevo y en verdad amamos al Padre, experimentaremos un amor por Sus hijos (versículo 1). Juan ha repetido frecuentemente esto en esta epístola. Debido a que Dios es amor y él vive en nosotros, nosotros también amamos. En particular encontramos un gran amor en nuestros corazones por nuestros hermanos hijos de Dios. Cuando el Espíritu de Dios viene a vivir en nuestros corazones, él hace que amemos lo que Dios ama. Si el Espíritu de Dios está en nosotros, entonces amaremos a los hijos de Dios.
Guardar sus mandamientos (versículos 2-3)
En tercer lugar, si somos hijos de Dios, guardaremos sus mandamientos (versículos 2-3). La obediencia significa morir a nuestras propias formas de hacer las cosas. Esto significa poner a un lado nuestros propios intereses por amor al Señor. La obediencia no es una carga para los verdaderos creyentes. Nos debemos regocijar en rendir nuestra voluntad a los mandamientos del Señor. Nos debe dar gran gozo dejar a un lado nuestros propios intereses para servir a los intereses de Dios.
Vencer al mundo (versículos 4-5)
En cuarto lugar, si somos nacidos de Dios, venceremos al mundo. Juan ha enfatizado esto con frecuencia en esta epístola. Él nos dice en el capítulo 3 que nadie que vive en Cristo continuará en pecado (vea 1Juan 3:6). En 1 Juan 4:4 él nos recuerda que el que está en nosotros es mayor que el que esta en el mundo. Si en verdad somos nacidos de Dios, estaremos viviendo en victoria sobre el pecado y el mundo. La oscuridad del pecado será echada fuera por la luz de Cristo en nuestros corazones.
El versículo 4 nos dice que esta victoria sobre el mundo viene por la fe. De acuerdo al versículo 5, esta fe es en la persona del Señor Jesús, el Hijo de Dios. En otras palabras, no podemos experimentar victoria por nosotros mismos. ¿Cuántas veces hemos tratado de vivir la vida cristiana en nuestras propias fuerzas? Quizás nos hemos comprometido a pasar más tiempo en oración. Quizás nos dijimos que íbamos a dejar cierto pecado en nuestras vidas. Por un tiempo las cosas parecían estar yendo bien, pero nuestra victoria duró poco. Nuestro motor espiritual se quedó sin combustible. Solo hasta ahí podremos llegar en nuestra propia fuerza. Juan está diciendo aquí que si queremos vencer al mundo, entonces la victoria solo es posible por la fe en nuestro Señor Jesús. Solo Él puede vencer el mundo. Nosotros no podemos hacerlo por nosotros mismos. Solo Él puede darnos la fuerza necesaria. Por fe podemos confiar que Él lo hará.
Los versículos 6-11 nos hablan acerca de la persona del Señor Jesús, a través de quien podemos vencer el mundo. Ellos nos recuerdan que Jesús “vino mediante agua y sangre.” Esto no es fácil de entender. La palabra “vino” puede significar hacer una aparición o mostrarse a sí mismo. Lo que Juan parece estar diciendo es que Jesús se reveló a si mismo al mundo por medio del agua y la sangre. ¿Cómo debemos entender los términos “agua” y “sangre” en este pasaje?
Hay cierta confusión entre comentaristas respecto al significado de la palabra “agua.” Algunos ven aquí una referencia al agua del bautismo. Jesús se reveló a si mismo al mundo por medio de su bautismo. Fue después de su bautismo por Juan el Bautista que Cristo comenzó su ministerio público. Fue aquí que el Espíritu de Dios descendió sobre Él. Las personas presentes aquel día escucharon la voz del Padre declarando a Cristo como Su Hijo amado. El bautismo de Cristo fue una declaración pública al mundo que Él era en verdad el Hijo de Dios.
Otros comentaristas ven en la palabra “agua” una referencia al nacimiento físico de Cristo. Juan 3:5 nos dice que debemos ser nacidos del agua y del Espíritu. En el momento del nacimiento, se expulsa “agua” y el bebé nace. Si esta es la interpretación de este versículo, entonces Jesús, el Hijo de Dios, se reveló a si mismo al mundo mediante su nacimiento físico. Él tomó carne física, fue puesto en el vientre de María, y nació entre nosotros por nacimiento natural.
Juan nos recuerda que Cristo se reveló a si mismo a nosotros no solo al tomar carne humana (por agua) sino también por medio de “sangre.” La mayoría de los comentaristas están de acuerdo que el término “sangre” aquí se refiere a la muerte de Cristo en la cruz por nuestros pecados. Aunque nunca hayamos visto a Cristo físicamente, Él se ha revelado a nosotros por medio de la cruz. La muerte de Cristo reveló a Dios a más personas que el nacimiento de Cristo. Incontables números de hombres y mujeres de todas las naciones han encontrado a Dios a través de la cruz de Cristo. Jesús dijo a sus discípulos en una ocasión que cuando Él fuera levantado (en la cruz) Él atraería a todos los hombres a Él mismo (Juan 12:32).
La obra del Señor Jesucristo es central a todo lo que creemos. Nuestra esperanza está sólidamente fijada en la obra terminada de la cruz. ¿Cómo podemos estar seguros, sin embargo, que la obra de Cristo es suficiente para nuestra necesidad? Juan nos recuerda tres testigos de la persona y obra del Señor Jesús. Veamos breve-mente a estos tres testigos.
Juan nos dice en los versículos 7 y 8 que estos testigos son “el Espíritu, el agua y la sangre.” Poe el Espíritu Juan parece referirse al Espíritu Santo quien testifica a la persona y la obra del Señor Jesús al llenarlo y al demostrar el poder de Dios en su vida a través de grandes señales y maravillas. Ese mismo Espíritu Santo, sin embargo, también llena nuestros corazones y nos reafirma que las afirmaciones del Señor Jesús son reales y verdaderas. Aquellos en quienes el Espíritu de Dios mora saben que Jesús es el Hijo de Dios que vino a salvarlos de sus pecados.
El segundo testigo a la persona y obra del Señor Jesús es el “agua.” Ya hemos dicho que el agua representa la vida física de nuestro Señor. Cualquier persona que examine cuidadosamente la vida de nuestro Señor Jesús entenderá que sus afirmaciones son verdaderas. Nunca lo vemos cayendo en pecado. Vemos el carácter de Dios el Padre siendo revelado a nosotros en la persona del Señor Jesús. Vemos demostraciones del amor y la santidad del Padre en la vida física de nuestro Señor aquí en esta tierra. Su compasión, vida sin pecado, y amor desinteresado nos demuestra que Él es todo lo que dijo que era.
Para aquellos que ven el “agua” refiriéndose al bautismo, esto también es un testimonio de la obra y la persona del Señor Jesús. El día que el Señor Jesús fue bautizado, los allí presentes escucharon una voz del cielo declarando que Él era el Hijo de Dios. Ellos vieron al Espíritu Santo descendiendo sobre Él como paloma. Esto fue una confirmación clara de que Jesús era en verdad quien dijo que era y que su obra era la obra del Padre.
El tercer testigo a la persona y obra del Señor Jesús es la “sangre.” Esto entendemos que es su muerte en la cruz por nuestros pecados. Su muerte cumplió perfectamente todas las profecías del Antiguo Testamento. Esa misma muerte fue mostrada aprobada por Dios por medio de la resurrección. A través de esta muerte, las vidas de innumerables personas han sido cambiadas. Todos estos testigos están en perfecta armonía. ¿Qué otra prueba necesitamos?
Hay otro testigo a la verdad de las afirmaciones de Cristo. Si somos creyentes, tenemos este testimonio o testigo en nuestros corazones. El Espíritu de Dios en nosotros nos asegura de la verdad de las afirmaciones de Cristo. Esa seguridad interna no es otra cosa que Dios mismo confirmando a nuestros corazones que el Señor Jesús es en verdad todo lo que afirmó ser. Mientras que podamos tener razones para dudar del testimonio de nuestros semejantes humanos, no podemos dudar del testimonio de Dios mismo.
Juan nos dice que es imposible rechazar las afirmaciones de Cristo. Así hacerlo, sin embargo, es llamar a Dios mentiroso. Cuando el Señor Jesús afirma ser el Hijo de Dios y nosotros nos negamos a creerle, le llamamos mentiroso. La vida eterna se puede encontrar solo en el Señor Jesús. Rechazarlo y rechazar sus afirmaciones es rechazar la misma vida. Nadie que rechaza a Cristo heredará el reino de Dios.
En resumen, Juan les está diciendo a sus lectores que aquellos que son nacidos de Dios creen en el Señor Jesucristo. Esta creencia no está basada solamente en un escrutinio de las afirmaciones de Cristo sino también en las experiencias prácticas de sus vidas. Ellas son personas en quienes abunda su amor. Ellas están venciendo al mundo y sus tentaciones por el poder obrando en sus vidas. Ellas ven en la vida y muerte de Cristo la prueba de que Él es exactamente quien afirmó ser. Ellas son personas quienes tienen una convicción dada por el Espíritu de que Jesús es el Cristo. Ellas se aferran a Él como su única esperanza de vida eterna. Ellas conocen su presencia en sus vidas. No hay dudas que Jesús es todo lo que dijo que era. Si no creemos en Jesús y en sus afirmaciones, dice Juan, no tenemos base para asumir que somos hijos de Dios. Todo el que es nacido de Dios cree que Jesús es el Cristo.
Para Consideración:
* ¿Qué evidencia hay en su vida que usted ha experimentado el nuevo nacimiento?
* Tome un momento para examinar las pruebas de Juan aquí en este capítulo acerca de la persona y obra del Señor Jesús. ¿Puede haber alguna duda sobre el señor Jesús y sobre lo que Él vino a cumplir?
* ¿Es posible para una persona no creer el las afirmaciones del Señor Jesús y ser cristiano?
Para Oración:
* Agradézcale al Señor por la seguridad que Él nos da acerca de la persona y obra de Su Hijo.
* Pídale que revele estas verdades a sus amigos y seres amados quienes no lo han aceptado aún como el Cristo.
* Pídale que quite cualquier duda que usted pudiera tener en su corazón acerca de Él y de sus afirmaciones.
12 – UN PECADO DE MUERTE
Lea 1 Juan 5:13-21
Hemos llegado al final de la epístola de 1 de Juan. El apóstol nos recuerda aquí en el versículo 13 del propósito de su carta. Él ha escrito su carta para que podamos saber que tenemos vida eterna. En esta primera epístola, Juan nos ha descrito lo que significa ser un verdadero creyente. Él nos ha ofrecido una serie de pruebas para ayudarnos a determinar si nuestra fe es real. Su epístola nos hace mirar profundamente en nuestras almas. Nos ha hecho hacernos la pregunta: ¿Soy en verdad cristiano? Confío que le haya confirmado en su fe.
Juan nos da una promesa aquí en esta conclusión. Él nos dice que podemos acercarnos a Dios con confianza. Podemos pedir cualquier cosa que esté de acuerdo a su voluntad y Él nos escuchará. Podemos estar seguros que si el Señor ha puesto una carga en nuestros corazones para conocerle, Él responderá nuestras oraciones cuando le llamemos. Podemos estar seguros que cuando le pedimos a Dios que nos de la victoria sobre nuestros pecados, Él nos escuchará y responderá nuestras oraciones.
Acerquémonos a Él con confianza y reclamemos su promesa. Si sabemos que lo que pedimos es conforme a su voluntad, podemos estar seguros que nos ha escuchado. Si sabemos que nos ha escuchado, sabemos que Él responderá nuestras oraciones. Nos queda a nosotros simplemente esperar en Él y rendirnos a su dirección.
Esta promesa de Dios de escuchar nuestras oraciones también se aplica a nuestras oraciones por nuestros hermanos y hermanas en Cristo (ver versículo 16). Cuando vemos a otros cometer pecados que no llevan a muerte, debemos orar para que Dios les de vida. Debemos pedirle a Dios que los libere de las cadenas del pecado y de la muerte. Debemos pedirle a Dios que restaure sus vidas espirituales para que una vez más conozcan el gozo de la salvación.
Dios va a oír nuestras oraciones por la liberación de nuestro hermano y hermana, dice Juan. Hay tremendo poder en la oración. Necesitamos hacer de la condición espiritual de nuestros hermanos y hermanas un asunto de oración constante. Como iglesia necesitamos unir nuestras oraciones por los hermanos creyentes que han caído en pecado. Dios ha prometido que Él va a oírnos y restaurar al descarriado.
Noten, sin embargo, que Juan nos dice que “hay un pecado que es de muerte” (versículo 16). Él nos dice que no podemos pedir con seguridad que dios va a liberar una persona que ha cometido tal pecado. ¿Cuál es este pecado? Escuchen lo que Dios le dijo al profeta Jeremías en Jeremías 14:11-12: “Me dijo Jehová: No ruegues por este pueblo para bien. Cuando ayunen, yo no oiré su clamor, y cuando ofrezcan holocausto y ofrenda no lo aceptaré, sino que los consumiré con espada, con hambre y con pestilencia.”
El Señor dijo lo mismo en Jeremías 7:16, “Tú, pues, no ores por este pueblo, ni levantes por ellos clamor ni oración, ni me ruegues; porque no te oiré.” El Señor está aquí hablando acerca del pueblo de Israel. Ellos le habían dado las espaldas a Dios. Ellos se habían negado a escuchar a sus profetas. Dios les había dado todas las oportunidades para que escucharan y se arrepintieran, pero ellos se habían negado. Dios ahora dio su sentencia de juicio sobre ellos. Ellos tendrían que morir debido a sus pecados. No resultaría orar por ellos porque ahora el juicio de Dios era definitivo.
En el Nuevo Testamento, tenemos varios ejemplos de “un pecado de muerte.” En Hechos 5 Ananías y Safira mintieron al Espíritu Santo acerca de donar dinero que habían recibido de la venta de su propiedad. Debido a sus pecados, ellos cayeron muertos por mano del Señor. En lo que ellos se vieron envueltos era desobediencia intencional al Señor. Aunque ellos conocían lo que era correcto, ellos escogieron rebelarse contra Dios. Ellos no se arrepentían y Dios los juzgó con la muerte física.
En 1 Corintios 11:30 leemos que había ciertos individuos que vinieron a la mesa del Señor de manera indigna. Obviamente, ellos no estaban dispuestos a confesar sus pecados, y de todos modos ellos vinieron en el nombre del Señor a participar en la Cena del Señor. Pablo le recordaba a la iglesia que esta era la razón por la que muchos miembros de la iglesia en Corinto estaban enfermos y algunos incluso habían muerto.
Pablo le dijo a la iglesia en Corinto en 1 Corintios 5:5 que había entre ellos un cierto individuo que estaba viviendo en pecado sexual. Pablo le dijo a la iglesia que ellos debían sacar a esa persona de la iglesia y entregarlo a Satanás para que su carne fuera destruida pero su alma salvada.
¿Qué ocurre cuando un creyente es entregado a Satanás? Considere lo que le ocurrió a Job. Satanás tomó todo lo que poseía. Él le ocasionó gran dolor y sufrimiento. Job perdió su familia y amigos. Al final él se sentó en medio de ceniza y tomaba un tiesto para rascarse con él. Si no hubiera sido que Dios tenía un plan con su siervo, Satanás lo hubiera matado. ¿Cuál fue el resultado de esta entrega a Satanás? Dejemos que Job mismo nos diga: “De oídas te había oído; Mas ahora mis ojos te ven.” (Job 42:5). A través de esta dura prueba Job se había acercado más al Señor.
Algo similar ocurrió en la vida del gran rey Nabucodonosor de Babilonia. Él era un rey muy orgulloso y jactancioso. Debido a su orgullo, Dios lo entregó a Satanás. El rey perdió su mente y deambuló en los campos con los animales salvajes. ¿Qué logró esta entrega a Satanás? Nabucodonosor nos dice.
“Más al fin del tiempo yo Nabucodonosor alcé mis ojos al cielo, y mi razón me fue devuelta; y bendije al Altísimo, y alabé y glorifiqué al que vive para siempre, cuyo dominio es sempiterno, y su reino por todas las edades. Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada; y él hace según su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, y le diga: ¿Qué haces? En el mismo tiempo mi razón me fue devuelta, y la majestad de mi reino, mi dignidad y mi grandeza volvieron a mí, y mis gobernadores y mis consejeros me buscaron; y fui restablecido en mi reino, y mayor grandeza me fue añadida. Ahora yo Nabucodonosor alabo, engrandezco y glorifico al Rey del cielo, porque todas sus obras son verdaderas, y sus caminos justos; y él puede humillar a los que andan con soberbia.” (Daniel 4:34)
Lo que Juan nos está diciendo en nuestro pasaje es que hay momentos cuando, debido a la dureza del corazón del individuo, el Señor sentenciará a esa persona al más severo de los castigos. Hay aquellos que morirán debido a sus pecados. Hay otros que retornarán al Señor o dejarán de blasfemar Su nombre después de ser afligidos con enfermedad o dolencia de algún modo. En tales casos, orar en contra de lo que Dios está haciendo es orar en contra su plan para renovar a esas personas.
¿Qué se logra con la muerte de individuos debido a sus pecados? En el caso de Ananías y Safira, la iglesia en pleno temió al Señor (Hechos 5:5). Hay algo acerca de ver el juicio de Dios de manera tan visible que trae a la iglesia entera al arrepentimiento y al temor de Dios. La muerte de la parte ofensora también detiene a los ofensores de caer más profundo en la rebelión y llevarse a otros junto con ellos. Algún pecado se quita y la iglesia continúa su avance.
Juan nos dice que las personas que pertenecen a Dios no continuarán en pecado, sino que Dios los mantendrá seguros para que el malvado no los dañe (versículo 18). Esto no quiere decir que el enemigo no puede tocarnos. Ya hemos visto ilustraciones de cómo el enemigo puede incluso ser usado por Dios para lograr Su gloria en las vidas de sus hijos. Lo que necesitamos entender, sin embargo, es que mientras que Satanás está buscando devorarnos, él no puede hacernos nada que Dios, nuestro amoroso Padre celestial, no permita. Ni siquiera el enemigo más poderoso puede hacer que los verdaderos creyentes se aparten del Señor Jesús. Aunque Satanás pudiera devorar sus mentes y cuerpos, él no puede tocar sus almas.
Juan nos recuerda que el Hijo de Dios vino a darnos entendimiento “para conocer al que es verdadero” (versículo 20). La verdad sobre Dios se encuentra en la persona y obra del Señor Jesús. Las personas que son culpables del pecado de muerte son culpables de uno de dos delitos: ya sea que ellos perseveran en el pecado a pesar de las advertencias de Dios o ellos dan sus espaldas a las afirmaciones de Jesucristo.
Lo que Juan parece estarnos diciendo aquí es que mientras que es una experiencia normal para el creyente vivir en justicia y verdad, hay aquellos que dan sus espaldas a estos principios. Es posible para el creyente apartarse de la verdad. Es posible para los corazones de los creyentes endurecerse tanto que ya no escuchan más la voz de su amo llamándolos a regresar a Él. Estos individuos son como las ramas en el tronco en Juan 15 que no producen fruto. Ellos son cortados y echados en el fuego. No estamos diciendo aquí que ellos pierden su salvación. Estamos diciendo, no obstante, que ellos cometen pecados que hacen que el Señor termine con sus vidas físicas. Ellos son cortados para que terminen su blasfemia. Ellos son cortados para que no continúen en su rebelión. Esto es un acto de gracia de parte de Dios. Hay momentos en los cuales las enfermedades y la muerte física es preferible antes que continuar en rebelión. Hay veces cuando Dios disciplina con la muerte física para preservar la pureza de Su iglesia.
Es algo serio continuar en pecado. El escritor del libro a los Hebreos lo dice de esta manera: “Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados,” (Hebreos 10:26). Me parece que este pecado de muerte es el pecado de la rebelión voluntaria y continua contra Dios. Es el pecado de aquéllos que conocen el camino de la verdad pero se apartan de él. Es el pecado acerca del cual Pedro nos advierte en 2 Pedro 2:20-22:
“Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el primero. Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado. Pero les ha acontecido lo del verdadero proverbio: El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno.”
Mientras que Dios va a preservar a los Suyos, nadie puede vivir en rebelión voluntaria contra Dios y esperar que Dios no los juzgue. Aquéllos que conocen la verdad pero se rebelan contra ella son más responsables ante Dios que aquéllos que nunca conocieron la verdad. Es una cosa actuar en ignorancia de la verdad y otra completamente diferente actuar en rebelión contra la verdad conocida.
Juan concluye su epístola diciéndonos que debemos guardarnos de los ídolos (versículo 21). Un ídolo es cualquier cosa tome el lugar de Dios en nuestras vidas. Nada debe tomar el lugar de Dios. Nuestras vidas deben estar completamente rendidas a Él. Nuestros corazones deben ser guardados celosamente para Él y solo para Él. Él debe reinar supremo en nuestros corazones y mentes. Todo lo demás debe ser quitado. Él debe ser todo. Él debe ser el enfoque central de nuestros pensamientos y deseos. Este es el secreto de andar victoriosamente en la Luz.
Para Consideración:
* ¿Ha visto usted algún caso de Dios juzgando el pecado en la vida de uno de sus hijos a través de pruebas, tragedia, o incluso la muerte?
* ¿Cómo puede usted diferenciar si una persona ha sido culpable de un pecado de muerte?
* ¿Cómo puede la muerte de un creyente en rebeldía cumplir la gloria de Dios en la iglesia?
* ¿Cuál es la diferencia entre Dios permitiéndonos morir debido a nuestra rebelión y la cuestión de perder nuestra salvación? ¿Es posible que Dios destruya nuestros cuerpos y todavía nos ame?
Para Oración:
* ¿Conoce usted a una persona alejándose del Señor en rebeldía voluntaria? Tome un momento para orar que el Señor traiga a esa persona de vuelta a Sí mismo.
* Pídale al Señor que le proteja de la rebelión voluntaria contra su Palabra. Pídale que mantenga tu corazón blando ante él.
* Agradezca al Señor porque tenemos todo lo que necesitamos para vivir una vida victoriosa en Cristo.
13 – ANDAD EN AMOR
Lea 2 Juan 1-6
Juan se presenta en esta segunda epístola como “el anciano” (versículo 1). Él tiende a no mencionar su nombre en ninguna de sus cartas. Obviamente, él es tan bien conocido que no necesita mencionar su nombre. Su interés aquí, sin embargo, no es enfocarse en si mismo. Él escribe esta segunda carta como un anciano en una capacidad oficial. La carta está dirigida a la “señora elegida o la “señora escogida”. No conocemos la identidad exacta de esta señora. Algunos comentaristas ven a esta persona como una señora real conocida por Juan, el apóstol. Otros comentaristas creen que Juan está escribiendo a una iglesia específica refiriéndose a ella como una señora elegida.
La referencia a sus hijos es una referencia a sus miembros. Por el contexto entendemos que Juan le está hablando a un grupo de creyentes. En los versículos 4-6 él los reta a andar en amor unos a otros. En los versículos 7-11 él les da algunas instrucciones de cómo lidiar con los falsos maestros que están en medio de ellos. Esto puede implicar que él le está escribiendo a una iglesia.
Antes de ofrecer su primer reto, Juan les recuerda a sus lectores de cuanto ellos son amados. Su amor por ellos es “en la verdad” (versículo 1). ¿Qué quiere decir amar en la verdad? Simplemente pudiera significar que él les ama sin hipocresía. Él les ama sinceramente. En el versículo 2, sin embargo, entendemos que esta verdad vive en el corazón del creyente. ¿Pudiera la verdad sobre la cual se habla aquí referirse al mensaje y la persona de Cristo? ¿Está Juan diciéndoles a sus lectores que él les ama en Cristo? Su amor por ellos no es amor mundano; es el amor de Cristo en él.
No solamente es este grupo de creyentes amados por Juan el apóstol, ellos también son amados por “todos los que han conocido la verdad” (versículo 1). Juan está diciendo que todos los creyentes, quienes han conocido la verdad del Señor Jesucristo, están unidos en lazos de amor. Debido a la verdad que Jesús vive en nosotros, amamos a los hermanos, así como Él nos ama a nosotros. Noten que Juan dice en el versículo 2 que esta verdad estará con nosotros para siempre. Jesús nunca nos abandonará. Podemos estar seguros de su constante presencia.
Juan ofrece algunas palabras de ánimo en nuestro pasaje. Él nos dice que la gracia, misericordia, y paz de Dios el Padre y de Jesús el Hijo estarán con nosotros en verdad y amor. La gracia de Dios es su favor no ganado hacia aquéllos que no lo merecen. Su misericordia se refiere a su amor y paciencia con nosotros. La paz es el resultado de conocer que toda hostilidad entre Dios y los creyentes ha sido derribada y que Dios cuida de los Suyos en cada situación que ellos enfrentan en la vida. Todo esto es nuestro como creyentes. Noten que Juan nos dice que esas cosas son nuestras en verdad y amor. Quiere decir, que ellas han venido a nosotros por medio de la verdad acerca de Jesucristo y debido a su gran amor por nosotros.
Después de animar a los creyentes, Juan continúa hacia el primer reto de su carta. Él es muy positivo en su enfoque. Él les dice que le da gran gozo conocer que algunos de los hijos en este cuerpo están “andando en la verdad” (versículo 4). Juan pudo haber dicho esto en otra forma. Él pudo haber expresado su dolor que no todos los hijos están andando en la verdad. Quizás esto nos dice algo acerca de Juan. Él es una persona muy amorosa y compasiva. Él parece ser capaz de enfocarse en lo bueno. Al decir esto, sin embargo, Juan no ignora la realidad de su presente situación. Él les recuerda a sus lectores que ellos deben andar en amor.
Noten aquí como Juan se incluye en este reto a estos creyentes. Él usa la palabra “nosotros” en el versículo 6: “Y este es el amor, que andemos según sus mandamientos.” El apóstol, de una manera muy compasiva, les ha recordado a sus lectores que cuánto ellos son amados por Dios. Él ahora continúa diciéndoles que ellos, quienes son tan grandemente amados por Dios, necesitan amar a Dios de vuelta. Este amor por Dios se verá expresado de dos maneras en sus vidas.
Primero, si el amor de Dios está en ellos, ellos se amarán unos a otros. Juan había dicho en su primera epístola que las personas que dicen que aman a Dios y no aman a sus semejantes son mentirosas. Si Dios mora en sus corazones, sus corazones estarán llenos de amor por las personas alrededor. Juan desea ver a estos creyentes crecer en su entendimiento de este amor. Él quiere ver una mayor expresión de amor por los demás en sus vidas.
Segundo, si el amor de Dios está en ellos, ellos andarán en obediencia a sus mandamientos. Él les dice aquí que si ellos aman a Dios, ellos le obedecerán. La desobediencia a la Palabra de Dios prueba solo una cosa: una falta de amor por Dios. Las personas pueden medir cuánto ellos aman a Dios por cuánto ellos le obedecen. Aquéllos que aman a Dios no tendrán en cuenta el costo de la obediencia. Para agradar a su Señor y Salvador, ellos con disposición voluntaria entregarán sus vidas, las posesiones mundanas, reputaciones, y todo lo demás. Jesús ocupa el primer lugar en sus vidas.
El reto de Juan a la señora elegida y a sus hijos es que ellos anden en amor. Obviamente, había un problema con las relaciones en el contexto de esta asamblea. Ellos podrían saber si están andando en amor por cuánto ellos se aman unos a otros y cuan obedientes ellos son a la Palabra de Dios. Este mismo reto habla a cada uno de nosotros hoy. ¿Se caracterizan nuestras iglesias hoy por este amor? ¿Se expresa este amor en nuestras relaciones unos con otros y en nuestra obediencia a Dios y a Su Palabra? Al tomar un momento para reflexionar sobre lo que hemos visto en este pasaje, permitámosle al Señor destacar alguna área específica en nuestras vidas que necesitan ser señaladas.
Para Consideración:
* ¿Estás andando en amor? ¿Ves evidencia de amor por tu hermano y hermana en tu vida?
* Toma nota de cuán amable es el apóstol Juan aquí en esta epístola. ¿Cuán amable eres tú? ¿Hay algo que puedas aprender de la forma del apóstol en este pasaje?
* ¿Qué costo estás dispuesto a pagar por la obediencia al Señor Jesús?
* ¿Cómo demuestra tu obediencia cuánto amas a Dios?
Para Oración:
* ¿Hay alguien que se te hace difícil amar? Pídele al Señor que te ayude a amarles de la manera que Él les ama.
* Pídele al Señor que te de el mismo espíritu de amabilidad que Él le dio al apóstol Juan.
* Agradécele por su amabilidad hacia ti cuando caes en pecado.
* Pídele a Dios que te ayude a vivir en una obediencia más profunda a Él y a Su Palabra.
14 – PERSEVERAD EN LA DOCTRINA
Lea 2 Juan 7-13
En la primera parte de esta epístola, Juan reta a la señora elegida a andar en amor. Ahora él continúa al segundo reto. Él comienza al recordarle que hay muchos engañadores en el mundo. Obviamente, estos engañadores están siendo una amenaza a la armonía de esta asamblea. Juan plantea que los engañadores se pueden reconocer si ellos no confiesan que Jesús ha venido en carne. Examinemos este planteamiento en mayor detalle.
En su primera epístola el apóstol habla sobre aquellos que no confiesan que Jesús ha venido en carne (vea 1 Juan 4:2-3). ¿Qué significa esto? En la superficie quiere decir reconocer que como Hijo de Dios, Jesús tomó la forma de hombre y vivió en la tierra. Sin embargo, hay mucho más en confesar que “Jesús ha venido en carne” (versículo 7). Satanás reconoce el hecho histórico de la presencia humana de Cristo en la tierra. La persona que en verdad confiesa a Cristo “como venido en carne” también aceptará la razón por la que vino. Él vino para liberarnos de nuestros pecados. Él vino para darnos victoria sobre Satanás y la muerte. Creer que Jesús vino en carne es confesarlo como nuestra única esperanza de victoria sobre el pecado y Satanás. Por encima de todo esto está nuestra respuesta personal a estas verdades históricas y teológicas. Aquéllos que completamente confiesan a Cristo les entregan sus vidas a Él como Señor. Ningún sacrificio es demasiado grande para ofrecerle a Cristo por lo que Él logró en la cruz. Aquéllos que confiesan que Jesús ha venido en carne les ofrecen a Él sus cuerpos, mentes, y almas. Se comprometen a Él y aceptan el sacrificio que Él ofreció para el perdón de sus pecados. Juan advierte a sus lectores que aquéllos que no confiesan a Jesús de esta manera son engañado-res. Él llega a decir que esas personas son anticristos.
Hay una segunda característica de los engañadores. En el versículo 9 Juan nos dice que “Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios.” Es importante decir aquí que no todos los cristianos tendrán las mismas creencias. Ellos pudieran diferir en cuanto lo que enseña la Biblia acerca de asuntos menores. Juan está diciendo aquí, sin embargo, que en cuanto a la persona y obra de Cristo, no puede haber disputa. Los verdaderos creyentes confesarán que el Señor Jesús es el Hijo de Dios que tomó la forma de hombre y habitó entre nosotros. Él vivió una vida perfecta en la tierra y murió como un sacrificio perfecto por nuestros pecados. Él resucitó victoriosamente de la tumba y ahora reina con el Padre en el cielo. Él regresará para llevarse a todos los que lo han aceptado y así estar con Él por la eternidad. Su obra solamente es la única esperanza de vida eterna. Cuidaos de aquéllos que se extravían de esta doctrina—son engañadores. Reconocemos a los engañadores por su doctrina de Cristo.
Nuestra única fe se centra en la persona y obra del Señor Jesús. Mientras existen muchas doctrinas que pueden dividirnos como creyentes, en cuanto a la persona y obra del Señor Jesús, estamos perfectamente en armonía.
Después de decirnos cómo podemos reconocer a los engañadores, Juan ahora continúa para advertirnos acerca de lo que esos engañadores pueden hacer. En el versículo 8 él nos dice que ellos pueden hacernos perder nuestros galardones. Hay recompensas ofrecidas a aquéllos que son fieles hasta el final. Los vencedores en las iglesias en Apocalipsis 2 y 3 se les prometen un galardón por su fidelidad. Pablo habla de esta recompensa en 1 Corintios 3:11-15:
“Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. Si permaneciere la obra de alguno que sobre-edificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego.”
Pablo nos recuerda aquí de la recompensa que les espera a aquéllos quienes sirven fielmente al Señor. Habrá algunos, sin embargo, cuyas obras no sobrevivirán el fuego del juicio de Dios. Ellos sufrirán pérdida del galardón pero serán salvos, “aunque así como por fuego.” (1 Corintios 3:15). No conocemos la naturaleza de estas recompensas. Sea suficiente decir que perder este galardón es algo horrible. Tienen tal naturaleza que nadie debe decir, “mientras llegue al cielo, no me interesa si obtengo un galardón o no.” Lo que Juan le está diciendo a la señora elegida en esta epístola es que esos engañadores y falsos maestros pueden extraviar a hombres y mujeres de la fe y causarles perder galardones en el cielo. Este es el poder que yace en las manos de esos engañadores malvados. Ellos pueden destruir el andar espiritual de una persona. Ellos pueden extraviarlos y causarles que se aparten del camino de la verdad.
¿Cómo debemos lidiar con estos engañadores? Juan nos dice que no debemos ni darles la bienvenida ni compartir sus obras malvadas (versículos 10-11). Estos individuos son tan peligrosos que Juan advierte a sus lectores que si ellos llegan a sus casas, no deben ofrecerles hospitalidad. Hay por lo menos tres interpretaciones de este versículo.
En primer lugar, hay quienes toman este versículo con el significado que si los falsos profetas vienen tocando a sus puertas, se nos prohíbe en las escrituras permitirles la entrada en nuestros hogares. Permitirles a falsos profetas entrar en nuestros hogares significaría exponer a los miembros de nuestra familia a sus falsas doctrinas. Les daríamos el derecho de expandir su falsa doctrina bajo nuestros techos. Juan dice que no debemos hacer esto.
En segundo lugar, algunos comentaristas ven aquí una referencia a los medios usados por los falsos profetas para apoyarse a si mismos. El falso profeta dependía de la buena voluntad de los individuos en las ciudades en las cuales ellos trabajaban para alimentarse y alojarse. ¿Está diciendo Juan a sus lectores que ellos deben negarse a alimentar y alojar a estos falsos profetas? Hacer esto es animarles en sus ministerios. De esto entendemos que Dios no quiere que su pueblo apoye las obras de aquéllos quienes no predican la verdad acerca de Cristo.
En tercer lugar, otros comentaristas nos recuerdan que las iglesias de los primeros tiempos se reunían en las casas de varios de sus miembros. Ellos creen que Juan les está diciendo aquí que la iglesia no debe permitirle a los falsos profetas entrar en sus asambleas y predicar falsedad.
Lo que es importante para nosotros notar aquí es que Juan nos está mandando a ser cautelosos en nuestra manera de lidiar con los falsos maestros. Él está definitivamente exhortándonos a separarnos de aquéllos que no enseñan la verdad de Cristo. Él nos está diciendo que no debemos apoyarlos en su trabajo. No debemos permitirles que expandan sus mentiras en nuestros hogares o en nuestras iglesias. Debemos cerrar las puertas y negarles la entrada para que ellos no causen a nuestros hermanos o hermanas caer y perder sus recompensas por el servicio fiel al Señor Jesús.
Juan ahora concluye su carta al recordarles a sus lectores que él desea ir a verlos personalmente. Él se asegura que su presencia traiga gran gozo tanto a ellos como a él mismo. Esto es una indicación de cuánto él les ama. No solamente son ellos amados por Juan, sino que ellos son amados por sus hermanos y hermanas en el área donde Juan está actualmente adorando. Esos creyentes también mandan sus saludos.
Para Consideración:
* ¿Hay falsos maestros en su comunidad? Basado en lo que has aprendido en este capítulo, ¿por qué considerarías estos individuos como falsos maestros?
* ¿Hay alguna diferencia entre ser amigos de maestros de falsa doctrina con el propósito de ganarlos para el Señor y en permitirles entrada en sus hogares para influir en usted y en sus creencias? ¿Cómo encontraría un equilibrio?
* ¿Qué le enseña este pasaje acerca de las precauciones que usted necesita tomar para que los falsos maestros no le engañen?
Para Oración:
* ¿Conoce usted a personas que han caído atrapadas en falsa doctrina? Tome un momento para orar para que el Señor los rescate.
* Pídale a Dios que nos proteja de las arremetidas del enemigo para diluir la clara doctrina de la Escritura en cuanto a la persona y obra del Señor Jesús.
* Pídale a Dios que exponga las falsedades de cualquier falso maestro en su iglesia.
15 – GAYO
Lea 3 Juan 1-14
Esta tercera carta de Juan está dirigida a un hombre con el nombre de Gayo. Gayo es un ejemplo vivo de todo lo que Juan nos ha estado enseñando en sus primeras dos cartas.
Gayo es un amigo amado del apóstol Juan. Parece que Gayo no se encuentra en su mejor estado de salud física. Juan lo elogia en el versículo 2 por su salud espiritual y ora para que su salud física sea tan buena como su salud espiritual. Nos preocupamos al estar sobrepeso y fuera de forma físicamente. ¿Cuánto énfasis, sin embargo, ponemos en nuestra salud espiritual? Gayo tiene una pobre salud física pero es espiritualmente fuerte.
La segunda cosa que descubrimos acerca de Gayo es que él persevera fielmente en “andar en la verdad” (versículo 3). Andar en la verdad involucra mucho más que simplemente creer en la verdad. “Andar” es poner los pies en la verdad que creemos. Es posible creer la verdad y no andar en ella. Gayo no solamente cree en la verdad, él también la vive en su experiencia personal. Lo que él cree en el Señor Jesús se ha convertido en parte de su vida cotidiana. Influye en cada decisión que toma. Influye en cómo trata a los otros. Gobierna lo que dice y lo que hace. Dios no requiere menos de nosotros. Como un apóstol de Cristo, Juan tiene gran gozo en su corazón al ver el compromiso de Gayo a la verdad de Cristo.
Juan prosigue al mensaje central de su carta a Gayo. Él elogia a Gayo por su fidelidad en ofrecer hospitalidad a los santos. Parece que Gayo ha estado haciendo todo lo que puede para ayudar a los misioneros visitantes que pasan por la zona. Juan lo exhorta en el versículo 8 a perseverar en este ministerio. Se necesita de toda clase de personas para avanzar la obra de Dios. Hay algunos que van y hay otros que dan. Dios ha escogido a Gayo para ser un “dador.”
Su apoyo ha significado mucho para estos misioneros viajeros. Algunos de estos misioneros han compartido con Juan cuánto ha significado Gayo para ellos. Juan nos dice en el versículo 7 que estos siervos de Dios salieron por amor del “Nombre” (el Señor Jesús). Ellos dependían completamente del apoyo de creyentes como Gayo. Juan lo anima a continuar su buena obra “para que cooperemos con la verdad.” (Versículo 8).
Existe un problema en la iglesia de Gayo el cual hace a veces difícil que Gayo ofreciera hospitalidad a los santos. Hay un individuo en su iglesia que se opone a su ministerio. El nombre de este hombre es Diótrefes. A Diótrefes “le gusta tener el primer lugar” en la iglesia (versículo 9). Él se resiente por cualquier persona o cualquier cosa que haga quitar la atención de su persona. Él no quisiera tener nada que ver con los apóstoles o estos misioneros de paso. Él propaga rumores maliciosos acerca de los apóstoles y de los obreros cristianos de su tiempo para destruir sus reputaciones. Él se niega a darles la bienvenida a predicadores viajeros en el área. Diótrefes se atreve incluso a expulsar de la iglesia a aquéllos que acogen a esos predicadores viajeros (versículo 10). Él es un hombre controlador y manipulador.
Diótrefes es también un hombre muy amargado y orgulloso. Él es un obstáculo para la obra del evangelio. Su único interés real es él mismo. Diótrefes es realmente un instrumento de Satanás para destruir la obra de Dios en esa iglesia. Juan le dice a Gayo que él personalmente tratará con Diótrefes. ¿Es debido a Diótrefes que Gayo está perdiendo coraje en su ministerio de la hospitalidad? Juan parece estar escribiendo esta carta para animar a Gayo a continuar en su buena obra a pesar de los esfuerzos de Diótrefes para detenerlo.
¿Estás desanimado como Gayo? Debido a la oposición, te sientes como para renunciar. Te preguntas si vale la pena continuar. Quizás te preguntes si la oposición es una señal del Señor que tienes que abandonar el ministerio y buscar alguna otra cosa. La carta de Juan a Gayo puede ser una exhortación para ti en esos momentos. Unida a esta palabra de Juan están las voces de Pablo y de Pedro: “No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe.” (Gálatas 6:9-10); “Y vosotros, hermanos, no os canséis de hacer bien.” (2 Tesalonicenses 3:13); “Porque esta es la voluntad de Dios: que haciendo bien, hagáis callar la ignorancia de los hombres insensatos;” (1 Pedro 2:15).
Me gusta pensar en Gayo como un querido y fiel siervo de Dios que necesita ánimo. Juan es el instrumento de Dios para llevar la palabra de exhortación a un hermano de ministerio desanimado. Que la palabra de Juan sea una exhortación para usted hoy también.
Juan nos da un ejemplo a seguir. Vemos aquí que Juan practica lo que predica. No solo él enseña acerca de la importancia de amar a los demás—él lo vive. Cuando él ve un hermano en necesidad, él toma su pluma y le escribe una carta de ánimo.
Juan le recuerda a Gayo que él no debe seguir el ejemplo malvado de Diótrefes. De acuerdo a Juan, Diótrefes no conoce en verdad a Dios. Si él conociera a Dios, él estaría haciendo “lo bueno” (versículo 11).
Juan concluye su carta encomendando a Gayo a un hombre llamado Demetrio. Él le dice a Gayo que todos dan buen testimonio de Demetrio y que él vive de acuerdo a la verdad. ¿Por qué Juan menciona a Demetrio en este momento? Algunos comentaristas creen que Demetrio es el que le entrega a Gayo esta carta de 3 Juan. Otros sienten que Diótrefes había calumniado a Demetrio y que Gayo necesita seguridad en cuanto a él. Si bien no sabemos por qué Juan lo menciona en este punto, descubrimos que Gayo no está solo. En Demetrio él puede encontrar un verdadero creyente con quien él puede tener compañerismo.
Juan le recuerda a Gayo que él espera ir a verlo personalmente y hablarle de frente. Él le envía saludos de otros creyentes y le pide a Gayo que salude a sus amigos en persona por nombres.
Esta carta es un ejemplo práctico de cómo el apóstol Juan pone en práctica lo que él enseña acerca de amar a los otros. Nos recuerda que la obediencia al Señor a veces requiere sufrimiento. Hay momentos en los que encontraremos oposición. Nos necesitamos unos a otros en el cuerpo de Cristo. El ministerio de Gayo es una fuente real de gozo y de ánimo para el apóstol Juan, y en pago él desea ser de ánimo para su hermano de ministerio. Juntos ellos se edifican en la fe. Que esto sea una realidad en nosotros hoy.
Para Consideración:
* ¿Hay individuos alrededor suyo que necesitan ser animados en sus ministerios? ¿Qué puede usted hacer de manera práctica para se de ánimo para ellos?
* ¿Ha usted conocido personas como Diótrefes? ¿Se ha encontrado usted en la situación de Diótrefes, haciéndose orgulloso y celoso de los de-más cuyos ministerios parecen ser más importantes que el suyo? ¿Cuál es la razón real para este sentimiento?
* ¿Qué nos dice este pasaje acerca de la necesidad de los unos por los otros?
Para Oración:
* Agradezca a Dios por el ministerio de alguien en su iglesia quien ha sido una bendición real detrás del escenario público.
* ¿Conoce usted de alguien que se siente oprimido y desanimado en el ministerio? Tome un momento para orar que Dios levante y anime a esa persona.
* Agradezca a Dios por el apoyo y la exhortación que Él le ha dado a través de amigos y hermanos creyentes en Cristo.
16 – CONTENDED POR LA FE
Lea Judas 1-7
Al comenzar su carta, Judas se presenta a sus lectores. Él simplemente se llama “siervo de Jesucristo, y hermano de Santiago” (versículo 1). Los comentaristas creen que el Santiago mencionado aquí es el hermano de Jesús. Esto haría a Judas el hermano del Señor Jesucristo. Mientras que él se pudo haber identificado a si mismo como el hermano de Jesús, Judas evita este reconocimiento. Jesús fue mucho más que un hermano para Judas—él fue su Salvador. Judas se vio a si mismo como un siervo humilde de su Señor.
Judas escribe su carta para aquéllos que son “llamados, santificados en Dios Padre, y guardados en Jesucristo” (versículo 1). Es importante para nosotros considerar lo que Judas está diciendo aquí. Su carta se dirige a creyentes en general. Él define a un creyente de tres formas. El creyente, dice Judas, es alguien que es “llamado.” Este llamado es mucho más que simplemente escuchar el mensaje de salvación. La mano de Dios está con aquéllos que Él ha llamado para traerlos personal-mente a conocerlo a través del Señor Jesucristo. Dios tiene un propósito y un plan para las vidas de aquellos quien Él llama. Ellos son llamados a salvación, y también ellos son llamados al servicio. El Señor, en su gran cuidado, entrena y equipa aquéllos quien él llama desde el momento de su concepción para que ellos sean útiles como sus siervos en las tareas a las cuales Él los ha llamado (Gálatas 1:15-16). La mano de Dios está sobre aquéllos que él llama incluso antes de que ellos estén conscientes de ese llamado.
Noten que no solo es el creyente “llamado” sino también “amado” por el Padre. Tan grande fue el amor del Padre por sus hijos que Él voluntariamente envió a Su Hijo a morir por ellos para que fuesen perdonados de sus pecados y traídos a comunión con Él. No hay mayor amor que este. El creyente es uno que ha sido amado por Dios y por quien el Señor Jesús murió.
Más allá de esto, sin embargo, Judas nos dice que el Señor Jesús guarda al verdadero creyente. Pablo nos recuerda en Romanos 8 que nada puede separar a los creyentes del amor del Señor Jesús. Los verdaderos creyentes son eternamente guardados en la salvación que el Señor Jesús les da. La herencia eterna nunca puede set quitada de los hijos de Dios. El Señor Jesús los guardará seguros. Hay una seguridad maravillosa aquí en esta idea. ¿Cuántas veces hemos caído? ¿Cuántas veces le hemos fallado a nuestro Señor? A pesar de esos fracasos y defectos, el Señor Jesús nos guarda. Él no nos dejará ni nos abandonará.
El deseo de Judas por sus lectores es que la misericordia, la paz y el amor de Dios sean de ellos. Es su deseo que los creyentes experimenten cada día un sentido renovado de la misericordia (favor inmerecido) de Dios. La misericordia de Dios es en verdad una experiencia diaria para aquéllos que creen. Ninguno de nosotros realmente merece su favor, aún así su misericordia se renueva para nosotros cada mañana que nos levantamos de la cama (Lamentaciones 3:22-23). Él nos baña diariamente con gracia y favor inmerecido.
La paz y el amor de Dios, también, pueden ser nuestra experiencia diaria. El deseo de Judas es que sus lectores experimenten esta paz y amor en abundancia. Una cosa es segura: ninguno de nosotros hemos experimentado el límite de su amor y paz. Hay más amor y paz en Dios que lo que pudiéramos algún día experimentar en esta vida. Es el deseo de Judas que sus lectores sean des-bordados con la misericordia, paz y el amor de Dios. Nuestro Dios es un Dios extravagante. Miren a la creación a nuestro derredor. Considere por un momento la vastedad del universo que Él ha creado para nuestro disfrute. Dios no distribuye su misericordia, su paz y amor en forma racionada. El único límite es cuánto estamos dispuestos a aceptar.
Judas originalmente quería escribir a estos creyentes acerca de la salvación común que ellos compartían (versículo 3). Tal carta hubiera sido edificante y positiva. Lo que él había escuchado sobre ellos, sin embargo, cambió el tono de su carta. En vez de escribirles acerca de la común salvación que tenían en el Señor Jesús, él les escribe para retarles a contender por la fe que había sido entregada a ellos. La razón para esto es que ciertos individuos habían entrado encubiertamente entre ellos y habían pervertido la verdad. Noten lo que dice Judas sobre estos hombres.
Primero, su condenación había sido escrita mucho antes. Tenemos muchos ejemplos de esto en los versículos 5-7. Él les recuerda de cómo incluso los ángeles del cielo, que se apartaron de su propósito original, fueron condenados eternamente. Él también les recuerda lo que aconteció en las ciudades de Sodoma y Gomorra cuando le dieron la espalda al Señor Dios. Judas compara los falsos maestros que están ahora molestando a sus lectores con los ángeles caídos y con los habitantes de Sodoma y Gomorra. Su condenación sería similar. Esta es una afirmación fuerte. Judas ve realmente a estos falsos maestros como enemigos de Dios.
Segundo, Noten que estos individuos han “entrado encubiertamente entre” los creyentes (versículo 4). Nuestro enemigo Satanás es muy sutil. Es su deseo penetrar en las filas de los creyentes con sus mentiras. Él no anuncia públicamente su intención. Él se infiltra con la intención de destruir. Necesitamos estar siempre alertas. Satanás no se detendrá por nada. Él es muy atrevido. Él entrará encubiertamente en nuestras reuniones de oración o en los cultos de la iglesia. Él busca acceso a nuestros comités de la iglesia. Él puede incluso usar a aquéllos que se paran detrás de los púlpitos. Aquéllos que él usa parecen personas comunes. Ellos pueden incluso pasar como personas muy espirituales. Necesitamos mucho discernimiento en este asunto.
¿Cómo podemos reconocer a estos falsos maestros? Judas nos dice que ellos son impíos (versículo 4). Esta impiedad puede verse de dos maneras. Primero, puede verse en la manera en que viven. El versículo 4 nos dice que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios. Mientras que estos individuos predican el mensaje del amor y el perdón de Dios, ellos no viven una vida en santidad. Los verdaderos siervos de Dios tendrán estilos de vida que reflejan el carácter de Dios. Los falsos maestros enfatizan el amor y el perdón y la gracia de Dios y luego usan su enseñanza como una excusa para vivir en sus concupiscencias. Ellos viven en rebelión y hacen lo que se les antoja. Debemos tener cuidado de los que predican el evangelio de Jesucristo pero en sus vidas no reflejan Su carácter. Podemos discernir a los falsos maestros por sus estilos de vidas impíos.
Segundo, Judas nos dice que estos falsos maestros “niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo.” (Versículo 4). Debemos rechazar a los que no aceptan que Jesús es el único Señor. Debemos rechazar a aquéllos que doblan sus rodillas ante cualquier otro dios y no ante Jesucristo solamente. Estos falsos maestros no lo aceptan como el único soberano. Ellos no doblan sus rodillas ante él solamente como su Rey. Ellos no le obedecen a Él solamente. Ellos no se apartan de cualquier otra cosa para servirle como su único verdadero Rey y Señor. Ellos no le dan la potestad de ser su único dueño. Ellos pueden mostrarse como estando abiertos a otras religiones y tener el favor de muchos en la comunidad, pero para hacer esto ellos deben negar que hay solamente un camino a la salvación—a través del señor Jesús solamente. ¿Cuál es el destino de estos falsos maestros? Judas les recuerda a los creyentes de varios incidentes en las Escrituras que revelan lo que ocurrirá a estos falsos maestros y profetas.
Judas les recuerda a sus lectores cómo Dios, después de liberar a su pueblo de la tierra de Egipto, destruyó a los que le dieron la espalda en el desierto. ¿Crees que si Dios destruyó a su propio pueblo en el desierto, él le perdonaría la vida a estos falsos maestros y profetas? Su destino es el mismo que el destino del pueblo de Dios que le dio la espalda en los días de Moisés. Ellos también perecerán por su pecado.
En el versículo 6 Judas les da a sus lectores otro ejemplo. Aquí él les recuerda de los ángeles del cielo que le dan la espalda a Dios. Él habla aquí de Satanás y de sus espíritus malvados quienes abandonaron su propia morada por medio del orgullo y la arrogancia. Estos ángeles fueron guardados bajo oscuridad. Ellos están atados en esa oscuridad con cadenas hasta el día del juicio final. Esto no quiere decir que los demonios están inactivos. Pedro nos dice que Satanás “como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar.” (1 Pedro 5:8). Diferente a las personas, Satanás y sus demonios nunca se arrepentirán, ni se pueden arrepentir. Cristo murió por la raza humana. Él no murió por Satanás y sus ángeles. Su destino está sellado. Ellos viven en el presente en la oscuridad de la separación de Dios sin oportunidad de venir a la luz de la verdad. Satanás y sus demonios serán lanzados al lago de fuego donde serán castigados eternamente por su rebelión contra Dios (Apocalipsis 20:15). Si Dios castigó a los ángeles caídos en tal manera, ¿no castigará también a los que pervierten la verdad del evangelio y buscan extraviar a las personas de la verdad de Su Palabra?
El ejemplo final que Judas nos da aquí es el ejemplo de Sodoma y Gomorra. Las personas en estas ciudades se entregaron a la inmoralidad sexual y a la perversión. Ellos no tuvieron en cuenta el estándar de santidad y verdad de Dios (vea el versículo 4). Ellos no se preocupan por vivir la vida que Dios espera de ellos. Judas dice que recuerden lo que ocurrió en Sodoma y Gomorra. Si Dios destruyó ciudades enteras debido a su inmoralidad y perversión, ¿vacilará para destruir a aquéllos que desvían a su pueblo y se niegan a vivir de acuerdo a su estándar santo?
Todos estos ejemplos sirven de advertencias para nosotros hoy también. Los falsos maestros entre los lectores primarios de Judas estaban en peligro de caer bajo el severo juicio de Dios. Ellos sufrirían las consecuencias de sus acciones. Los creyentes no debían permitir ser engañados por estos falsos profetas y maestros que rechazaban al Señor Jesús y se negaban a vivir de acuerdo con el estándar de su Palabra.
Es una responsabilidad asombrosa ser un siervo del Señor Jesús y presentarlo al mundo. Aquéllos de nosotros que han sido llamados al ministerio deben vivir vidas dignas de su llamado. Debemos ser cuidadosos para lograr hacer a Jesucristo la figura central de nuestra enseñanza y predicación. También debemos ser cuidadosos para vivir las vidas que Dios requiere de nosotros en su Palabra. No solo debemos ser fieles a la verdad de la Palabra inspirada de Dios sino también nuestras vidas deben estar en armonía con los estándares de esa Palabra.
Para Consideración:
* ¿Hay evidencias de esos falsos maestros y profe-tas en las iglesias de nuestra tierra hoy?
* ¿Cómo podemos reconocer a un falso maestro?
* ¿Qué verdades debemos defender en nuestras iglesias hoy?
* ¿Hay evidencia de los intentos de Satanás para infiltrarse en la obra de Dios que usted realiza hoy? ¿Qué tipo de errores él ha estado tratando de comunicar?
Para Oración:
* Tome un momento para orar por aquéllos que se paran en los púlpitos de nuestra tierra pero que no conocen a Jesucristo como su único Salvador y Señor.
* Ore para que Dios abra los ojos de aquéllos que escuchan a estos falsos maestros de manera que los que están siendo extraviados vengan a la clara enseñanza de la verdad.
* Ore para que podamos ver un avivamiento de vidas santas entre aquéllos que profesan el nombre del Señor Jesús.
17 – ¡AY DE LOS IMPÍOS!
Lea Judas 8-16
En la última meditación Judas llamó a sus lectores a contender por la fe debido a los falsos maestros y profetas que estaban alrededor de ellos. Aquí en esta sección el prosigue para hablar contra las maldades de estos hombres impíos. Consideremos en mayor detalle en esta sección lo que Judas tiene que decir acerca de estos falsos maestros.
Mancillan la carne (versículo 8)
Judas describe a los falsos maestros que se han infiltrado dentro de la iglesia como “soñadores.” Los sueños en las Escrituras eran con frecuencia dados por Dios a sus profetas como un medio de comunicar su voluntad para su pueblo (Números 12:6; Mateo 1:20). ¿Estos hombres de quienes Judas está hablando dicen ser voceros de Dios? ¿Dicen ellos tener revelaciones de Dios a través de sueños para su pueblo? Noten aquí que mientras ellos dicen tener revelaciones de Dios, sus estilos de vidas no se corresponden con las afirmaciones que hacen. Mientras que ellos dicen ser voceros de Dios, ellos mancillan su propia carne. En el versículo 4 Judas nos recuerda que ellos son inmorales en sus vidas. Dicen ser representantes de Dios, pero viven inmoralmente. Estos son soñadores que mancillan sus propios cuerpos. Ellos no pueden ser confiables. El hecho que ellos viven vidas inmorales prueba que no son de Dios.
Rechazan la autoridad (Versículo 8)
Una segunda cosa a notar acerca de estos falsos maestros y profetas es que ellos no aceptan la autoridad. Ellos no quieren que nadie les diga lo que pueden o no pueden hacer. Ellos no le dan cuentas a nadie. Ellos viven de la manera que se les antoja y se molestan con cualquiera que reta sus vidas o sus doctrinas. Si fueran verdaderos siervos de Dios, estos individuos se someterían a la autoridad establecida en el cuerpo de Cristo. Sin embargo, ellos no escuchan a nadie excepto a ellos mismos.
Blasfeman de las potestades superiores (versículos 8-9)
No solo estos falsos maestros rechazan la autoridad de la iglesia, sino que también blasfeman de los seres celestiales. ¿Quiénes son estos seres celestiales? El contexto habla de ángeles y demonios (vea el versículo 9). Judas da un ejemplo de lo que él quiere decir en el versículo 9. Aquí usa un ejemplo de cómo Miguel, el arcángel, disputaba con el diablo sobre el cuerpo de Moisés. Este es el único lugar en las Escrituras donde se habla de este incidente. Una historia de este incidente se puede encontrar en un libro antiguo llamado La Asunción de Moisés. Aquí en esta historia al ángel Miguel le fue dado la responsabilidad de enterrar el cuerpo de Moisés. Cuando él tomó el cuerpo para enterrarlo, se le acercó el diablo acusando a Moisés de ser un asesino. Moisés había en verdad asesinado a egipcio cuando se encontraba en Egipto. El diablo reclamó el cuerpo de Moisés para él. Miguel no contraatacó o blasfemó al diablo sino simplemente dejó el asunto para que el Señor lo resolviera de la manera que Él decidiera. Mientras que esta historia no debe ser considerada en el mismo nivel de las Escrituras, Judas decide usarla como un ejemplo para comunicar la verdad de lo que él nos está enseñando en este pasaje.
Mientras que Miguel rechazó blasfemar al diablo, estos falsos profetas hablan blasfemias acerca de los seres celestiales. No se nos dice lo que ellos dicen. ¿Pudiera ser que ellos dudan de la existencia de ángeles y demonios? ¿Sienten ellos que están por encima de mostrarles respeto? Simplemente no sabemos.
Judas entiende la realidad de los seres espirituales. Su poder es real. Considere por un momento lo que el diablo le hizo a Job. Recuerde cómo Jesús liberó a personas de la opresión de fuerzas demoníacas. Muchas de estas personas estaban sujetos a ataduras físicas, emocionales y espirituales a estos espíritus malvados (Marcos 9:25; Lucas 13:11). Mientras que entendemos el poder de Dios para darnos victoria, también necesitamos entender que estos seres no son juguetes para jugar o abusar verbalmente. Hacer eso es jugar con fuego. Los falsos maestros de los que Judas habla aquí entienden muy poco del peligro de la batalla espiritual que se libra alrededor de ellos. Ellos creen que tienen autoridad para decir y hacer cualquier cosa que deseen, incluso calumniar ignorantemente y descaradamente las fuerzas superiores.
Blasfeman de cuantas cosas no conocen (versículo 10)
Judas continúa diciendo que los falsos maestros que han entrado encubiertamente dentro de ellos son individuos que blasfeman de cuantas cosas ellos no conocen. Hemos visto que ellos entienden muy poco acerca de las fuerzas espirituales a su alrededor, y por eso ellos las insultan. Supongo que todos hemos conocido individuos cuya respuesta a lo que no conocen o entienden es hablar mal de ello. Existen aquéllos que critican a otros creyentes y a sus estilos de adoración o sus dones espirituales. Debido a que no están cómodos con algo, ellos lo condenan. Esos individuos son, en su mayoría, personas amargadas e iracundas.
Judas no suaviza el asunto aquí. Los falsos maestros que están expandidos entre sus lectores son “como animales irracionales.” Dicen ser voceros de Dios, pero su dios no es mayor que sus propias ideas de él. Ellos rechazan aceptar cualquier cosa que no entiendan.
Siguen el camino de Caín (versículo 11)
Estas personas, dice Judas, “han seguido el camino de Caín.” Génesis narra la historia de Caín matando a su hermano Abel cuando Dios rechazó su ofrenda y aceptó la de Abel. Caín mató a su hermano por ira y celos. Él no pudo soportar pensar que Dios aceptaría a su hermano y no a él. Estos falsos maestros son individuos similarmente egocéntricos cuyo único deseo es recibir la alabanza y la adoración de los otros. Ellos intencionalmente hieren a otros para elevarse a si mismos. Ellos han tomado el camino pecaminoso de Caín.
Se lanzan en el error de Balaam (versículo 11)
En 2 Pedro 2:15 se nos dice que Balaam amaba el premio financiero de los impíos. Mientras él se negó a maldecir a los hijos de Israel (Números 23-24), Apocalipsis 2:14 nos dice que él elaboró un plan para tentar a los hijos de Israel a pecar al comer alimento sacrificado a los ídolos y a cometer inmoralidad sexual (vea Números 25:1-2). Lo que entendemos de esto es que los falsos maestros y profetas están guiando al pueblo de Dios a la inmoralidad sexual y a la idolatría. Ellos hacen esto para su propia ganancia. Son individuos inmorales y corruptos, y persuaden a otros a seguir sus malvados senderos.
Perecen en la contradicción de Coré (versículo 11)
Judas también compara a estos falsos maestros con Coré. En Números 16 Coré guió una rebelión contra la autoridad de Moisés y Aarón. Dios lo juzgó a él y a sus seguidores: la tierra se abrió y se los tragó vivos. Estos falsos maestros como Coré, se rebelan contra la autoridad de Dios y están tratando de imponer su voluntad en el cuerpo de Cristo. Ellos tendrán el mismo final—juicio divino.
Manchas en vuestros ágapes (versículo 12)
Loa ágapes del Nuevo Testamento eran comidas que los creyentes compartían juntos. Durante estas comidas ellos también compartirían la comunión en la Cena del Señor. Está claro por esto que estos falsos maestros y profetas estaban tomando lugar en estas comidas. Ellos están en la iglesia pero son enemigos de la iglesia. Ellos participan en estos ágapes y en la mesa del Señor, pero no viven para el Señor. De acuerdo con Judas, su presencia en estas comidas es una mancha, una mancha en la iglesia desde la perspectiva de Dios. Ellos son una intrusión poco grata en estas comidas. Ellos no deberían estar allí porque ellos no están en comunión con el Señor ni con su pueblo. Noten, sin embargo, que estas personas malvadas no tienen el mínimo problema en estar en la mesa del Señor. Ellos no sienten culpa por sus estilos de vida. Ellos no tienen conciencia. Ellos resisten la convicción del Espíritu Santo.
Pastores que se apacientan a si mismos (versículo 12)
El término “pastores” en las Escrituras se usa con frecuencia en conexión con líderes espirituales que tienen una responsabilidad hacia el cuerpo de Cristo. Estos falsos maestros son llamados pastores. Mientras que ellos puedan haberse visto a si mismos como pastores del rebaño, ellos están en el ministerio solo por lo que pueden obtener de él para si mismos. Ellos usan el rebaño para sus propios fines ambiciosos. Ellos no contribuyen nada al bienestar espiritual del pueblo de Dios sino que se llevan todo lo que ellos puedan sacar de ellos.
Nubes sin agua (versículo 12)
Como las nubes sin agua, estos individuos hacen grandes promesas pero no cumplen ninguna. Llevadas de acá para allá por los vientos de celos y orgullo, ellos no ofrecen lluvia refrescante al pueblo de Dios; en vez, ellos los dejan secos y áridos. Ellos predican un falso evangelio que lleva a la muerte.
Árboles otoñales sin fruto (versículo 12)
Ellos son como árboles otoñales sin fruto. El árbol de otoño es un árbol que debe ser rico en frutos. Estos falsos maestros tienen una apariencia externa de autenticidad, pero no generan frutos espirituales en sus ministerios. Ellos no tienen nada de valor espiritual que ofrecerle al pueblo de Dios. Prometen un banquete, pero traen una hambruna.
Fieras ondas del mar, que espuman su propia vergüenza (versículo 13)
Judas compara estos falsos maestros con fieras ondas del mar, que espuman su propia vergüenza. Al romperse en la orilla, la espuma de su vergüenza y maldad salpica sobre todos aquellos que están cerca. Estas personas malvadas ni siquiera son personas agradables con quienes compartir. Su arrogancia y vergüenza salpica a todos a los que le hablan.
Estrellas errantes, reservadas para la oscuridad de las tinieblas (versículo 13)
Judas también los compara con estrellas errantes o fugaces. Ellos prometen dirección pero están desorienta-dos. Están cayendo en su condenación. Su luz se está apagando. Están destinados para las más oscuras tinieblas donde morarán por siempre. Estarán separados eternamente de la luz de la presencia de Dios.
Murmuran y son querellosos (versículo 16)
En el versículo 16 Judas les recuerda a los creyentes que estos maestros son murmuradores y querellosos quienes no pueden encontrar nada bueno que decir de nada. Son personas iracundas y amargadas. Nada nunca es lo suficientemente bueno. Nada nunca es de la manera que ellos quieren. Nadie nunca hace nada bien. El fruto espiritual de la benignidad no es parte de sus vidas.
Se alaban a si mismos y adulan para su propia ganancia (versículo 16)
Ellos sobresalen alardeando sobre ellos mismos. Para su propio provecho, ellos les dicen a las personas lo que ellos quieren escuchar y viven para satisfacer sus deseos pecaminosos. Como ya hemos dicho, ellos son personas egocéntricas y egoístas.
Condenados (versículos 14-15)
Judas no suaviza las cosas cuando se trata de hablar contra estos falsos maestros. En los versículos 14 y 15 él les recuerda a sus lectores del juicio venidero. Enoc profetizó acerca de estos individuos. Esta profecía no está recogida en las páginas de la Palabra inspirada, pero de acuerdo a Judas es sin embargo verdadera. El Señor va a venir con sus miles de ángeles a juzgar los actos impíos y las palabras habladas en su contra. Esto, dice Judas, es el destino de estos falsos maestros y profetas que han llegado a su congregación.
Para Consideración:
* ¿Has conocido a personas como las descritas aquí en esta sección de la Escritura? ¿Qué los trae a la iglesia?
* ¿Te has visto a ti mismo siendo crítico de cosas que no conoces? ¿Es eso correcto? ¿Por qué es esto una tentación real para nosotros? ¿Cuál es la solución?
* Judas compara a estos individuos con árboles otoñales sin frutos. ¿Hay evidencia de frutos en tu vida? Explique.
* ¿Por qué es importante para nosotros estar dispuestos a someternos a la autoridad del cuerpo de Cristo?
Para Oración:
* Pídele a Dios que produzca el fruto de justicia en tu vida.
* Pídele a Dios que derrame dones de discernimiento espiritual en su iglesia para poder discernir quienes son de Dios y quienes son de Satanás.
* Agradécele a Dios que a pesar de las flaquezas él todavía avanza su obra. Agradécele porque Él es soberano sobre todos nuestros defectos.
* Pídele a Dios que traiga a estos falsos maestros a un conocimiento de la verdad del Evangelio.
18 – ¡CONSERVAOS!
Lea Judas 17-25
Judas ha estado advirtiendo a sus lectores acerca de los falsos maestros en su derredor. No todos en la iglesia son verdaderamente genuinos cristianos. Algunos individuos se han infiltrado secretamente en la congregación y están extraviando a muchos en el error y la inmoralidad.
Lo mismo está ocurriendo en nuestros días. Satanás continúa infiltrándose en la iglesia con aquéllos que buscan pervertir la verdad de Jesús y su Palabra. ¿Cómo vivimos en luz de la batalla ante nosotros? En esta sección Judas hace muchas sugerencias para los creyentes que quieren permanecer en la fe que ha siso pasada a ellos.
Recuerden lo que los apóstoles os decían (versículo 17)
Si vamos a contender por la fe y se todo lo que el Señor nos llama a ser, necesitamos recordar lo que los apóstoles nos decían. Ellos profetizaron que en el postrer tiempo habrá burladores. Estos individuos seguirían sus propios deseos impíos. El primer paso para conquistar al enemigo es reconocer su presencia. Satanás es un maestro de disfraces. Desde su primera aparición en el Jardín del Edén, él siempre ha buscado esconder su verdadera identidad. Él vino a Eva disfrazado de serpiente. En el libro de los Hechos él envió a Ananías con una gran suma de dinero para apoyar la obra del evangelio. Aquí en Judas vemos que él secretamente se infiltró en las filas de los creyentes al enviar a falsos maestros y profetas (vea versículo 4). Cuando entendemos que el enemigo es muy sutil y que hará cualquier cosa para distraernos del evangelio, seremos más cautelosos acerca de lo que aceptamos. La primera cosa que necesitamos entender es que ha sido predicho que habrá burladores y falsos maestros buscando infiltrarse en la iglesia de Dios. Tenga cuidado porque ellos existen. El enemigo está buscando destruir la iglesia. Tenga presente que él tiene la iglesia en la mira. Cuando entendemos que el enemigo no está observando, nos pondremos nuestra armadura (Efesios 6:11-18). Cuando estamos conscientes de su presencia, andaremos con extrema precaución. No podemos ser ingenuos y aceptar todo lo que escuchamos. Debemos vivir nuestras vidas con el entendimiento que el enemigo está pisando nuestros talones, buscando devorarnos en cualquier momento. Tenemos que ser especialmente cuidadosos en estos postreros días.
Edificaos sobre vuestra fe (versículo 20)
A la luz del hecho que el enemigo busca destruir la iglesia, Judas reta sus lectores a edificarse en su santísima fe. La batalla ante ellos no es para débiles. Satanás es un adversario poderoso. Si vamos a luchar contra él, tendremos que ser fortalecidos en nuestra fe. Nunca seremos fortalecidos en nuestra santísima fe a menos que pasemos mucho tiempo en la Palabra de Dios y con el pueblo de Dios. Nuestros tiempos devocionales con el Señor deben ser una prioridad en nuestras vidas. Debemos conocer al Señor y Su Palabra si vamos a reconocer al enemigo y sus tácticas.
Esto puede significar deshacernos de otras influencias en nuestras vidas que nos alejan del Señor y Su Palabra. Si queremos ganar esta batalla ante nosotros, debemos fortalecernos en el Señor.
Orar en el Espíritu Santo (versículo 20)
Importante también es nuestra vida de oración. Noten, sin embargo, que no es simplemente cualquier oración de la que Judas habla aquí. Él nos reta a orar en el Espíritu Santo. ¿Qué es esta oración en el Espíritu? Algunos interpretarían esto como orar en lenguas. El problema con esta interpretación, sin embargo, es que no todos los creyentes tienen el don de lenguas (1 Corintios 12:30). Mientras que esto puede ser parte de lo que Judas está diciendo aquí, ciertamente no puede ser limitado a este tipo de oración.
Es bien fácil para nosotros como creyentes venir a Dios con nuestras propias ideas sobre las cuales orar. Necesitamos, sin embargo, aprender el arte de orar bajo la dirección y guía del Espíritu de Dios. Qué diferente es cuando nuestras oraciones están motivadas e inspiradas por el Espíritu Santo. Nuestras propias oraciones natura-les son apagadas y secas. Las oraciones en el Espíritu, por el contrario, son apasionadas y llenas de vida. El Espíritu ora a través de nosotros. Él toca y motiva nuestros corazones y nos carga con aquellas cosas que cargan el corazón de Dios (Romanos 8:26-27; Santiago 1:5; Juan 16:13-14). Debemos aprender el arte de orar en el Espíritu si vamos a vencer en esta batalla por la verdad.
Conservaos en el amor de Dios (versículo 21)
Luego, Judas nos dice que debemos conservarnos en el amor del Señor. Mientras que es cierto que nada puede separarnos del amor del Señor, nuestra experiencia de ese amor puede ser nublada por el pecado. Es muy posible para nosotros perder nuestro “primer amor” (Apocalipsis 2:4). Si queremos guardarnos en el amor del Señor, no podemos permitir que ese amor se marchite. Incluso después de muchos años de vivir para el Señor, el apóstol Pablo todavía se maravillaba del increíble amor del Señor Jesús por el pecador. El amor del Señor Jesús debe ser más y más real para nosotros. ¿Te maravillas del amor de Dios por ti hoy más que en el día que lo aceptaste como tu Salvador? Nunca dejes de maravillarte de su amor por ti. Permítele rodearte más y más con sus brazos de amor. No permitas que las pruebas y tribulaciones de esta vida te hagan dudar de cuánto él te ama. Si el enemigo puede hacerte dudar del amor del Señor, tú estarás más abierto al resto de sus tentaciones. Conservaos en el amor del Señor.
Espera la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna (versículo 21)
Nos damos cuenta que ninguno de nosotros ha terminado la carrera que tenemos por delante. Mientras que nuestro destino es el cielo y la vida eterna, el sendero a la vida eterna nos puede llevar a través de muchos valles y ríos profundos. No importa cuan empinado o cuan profundo dentro del valle, sabemos que el Señor Jesús ha prometido traernos a esta vida eterna. Él nunca nos dejará. Él nunca nos abandonará. Debemos confiar en Él. Nada puede arrebatar esto de nosotros. Que la seguridad de su misericordia y bondad nos anime en los tiempos de dificultad y prueba.
Sea misericordioso con aquéllos que dudan (versículo 22)
De la manera que el Señor Jesús ha prometido su misericordia (favor inmerecido), haga que esto sea evidente en nuestras vidas para los otros, particularmente a aquéllos que son débiles en la fe. Vencer al enemigo no es para soldados solitarios. Estamos en esto como un equipo. Alcance a los que dudan para fortalecerlos y animarlos en la fe. Ellos nos necesitan y nosotros les necesitamos.
Arrebata a otros del fuego (versículo 23)
Hay otros que están deambulando peligrosamente fuera del redil. Algunos de ellos están viviendo en rebelión contra su Salvador. Otros han caído inadvertidamente en el error que los llevará a la ruina espiritual. Debemos alcanzar a estas personas y advertirles y hacer todo lo que podemos para retornarlos al camino correcto. La próxima vez pudiéramos ser nosotros los que necesitemos ser arrebatados del fuego.
Tened misericordia con temor (versículo 23)
Al alcanzar a otros en el nombre de Cristo, muestre misericordia con temor. ¿Cuál es el temor del que Judas habla aquí? ¿Pudiera ser una profunda reverencia a Dios? ¿Nos está diciendo Judas que testifiquemos con un profundo temor de Dios en nuestras vidas? ¿Nos está él diciendo que nuestra motivación debe ser el honor de nuestro todopoderoso y soberano Dios? Nuestro interés para honrarle es tal que arriesgaríamos cualquier cosa para testificarle a aquéllos que están transitando un camino que no le da honor al nombre del Señor Jesús. Si queremos ganar la batalla y contender por nuestra fe, debemos tener un corazón que tema a Dios y sinceramente desee Su honor.
Aborreced la ropa contaminada por su carne (versículo 23)
No solo debemos tener un intenso temor y reverencia por nuestro Dios, sino que también necesitamos cultivar un aborrecimiento por la corrupción de este mundo. No podemos vivir para el Señor si no aborrecemos las cosas que Él aborrece. No podemos servir a dos amos. Nuestro amor por el pecado y por las cosas de este mundo solo nos obstaculizará en nuestro andar con el Señor. Debemos ver las cosas como Dios las ve. Debemos aprender a amar las cosas que Dios ama y a aborrecer lo que Él aborrece. El pecado se debe convertir en una abominación para nosotros, y debemos detestar la misma aparición del pecado. Este aborrecimiento por el pecado y la corrupción solo puede venir al permitirle al Espíritu de Dios que se mueva y ministre nuestras vidas. Solo puede venir cuando crecemos en nuestra santísima fe al pasar tiempo con nuestro Salvador y permitirle a Su Espíritu que cambie nuestras vidas.
Recuerde que Él es poderoso para guardarte sin caída (versículo 24)
En conclusión, Judas nos recuerda que nuestro Salvador es ampliamente capaz de guardarnos sin caída. Es cierto que el enemigo es muy poderoso, pero nuestro Salvador es incluso más fuerte. Él es capaz de guardarnos si confiamos en Él. No tenemos que caer. Él nos sostendrá si confiamos en Él. Él es mayor que cualquier tentación o prueba que el enemigo pueda poner en nuestro camino.
Judas nos recuerda que Jesús nos presentará sin mancha ante la gloriosa presencia del Padre. ¿Cómo es esto posible? Solo es posible por el perdón que Él provee. Aunque nos quedemos cortos de su estándar para nosotros, podemos venir a Él y ser perdonados de nuestros pecados. Debido al perdón del Señor Jesús, podemos estar ante Dios sin mancha. Note aquí que es un gran placer para el Señor Jesús hacer esto por nosotros. Él nos presenta sin mancha ante el Padre con gran alegría. El Señor se deleita en nada más que en el perdón de nuestros pecados. Hay gran gozo en el cielo por el perdón de incluso un solo pecador (Lucas 15:7). Cuando caemos, debemos venir a Él por perdón. Él se deleita en perdonarnos a todos los que fallamos. Qué cosa tan maravillosa es saber que Él está dispuesto a perdonarnos cuando venimos a Él.
Judas concluye esta carta con una nota de alabanza y de agradecimiento al Señor Jesús. A la luz de la victoria que es nuestra en Cristo, esta es una manera muy apropiada de terminar esta carta: “al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y potencia, ahora y por todos los siglos” (versículo 25). Debido a lo que el Señor Jesús ha hecho, gloria, majestad, imperio y potencia se levanta al Dios trino desde este mundo. Jesús nos ha revelado a Dios. A través de toda la eternidad, gracias al Señor Jesús, labios humanos cantarán su alabanza y glorificarán su nombre.
Para Consideración:
* ¿Qué reto particularmente encuentras en esta sección de la Escritura? ¿Hay algo que necesitas poner en práctica en tu vida? Repase lo que Ju-das nos dice acerca de conservarnos en la fe y extraiga algunas verdades que necesites aplicar más completamente en tu vida.
* ¿Qué exhortación encuentras aquí para ayudarte a enfrentar los obstáculos en tu vida espiritual?
* ¿La vida espiritual será fácil? ¿Cuáles son algunos de los obstáculos que puedes esperar enfrentar? ¿Qué dice Judas aquí que te ayudará a lidiar con esos obstáculos?
Para Oración:
* Tome un momento para alabar al Señor por la victoria que Él te promete en este pasaje.
* ¿Conoces a alguien que se ha apartado de la fe? Pídele al Señor que te muestre si hay algo que puedas hacer por esta persona para ayudar a arrebatarlo del fuego.
* Pídele a Dios que te de una más profunda carga para que su honor sea revelado en este mundo. Pídele que te perdone por las veces que has dejado de actuar cuando su nombre y su Palabra están siendo deshonrada.
* Escoja uno de los principios que Judas ha mencionado en este pasaje y pídale al Señor que te ayude a aplicarlo a tu vida de una manera más profunda.