PRINCIPIOS DE VICTORIA Y PERSEVERANCIA
F. Wayne Mac Leod
LOS HECHOS
Copyright © 2010 by F. WAYNE MAC LEOD
A menos que se indique una versión diferente, los pasajes bíblicos fueron tomados de la versión Reina Valera 1960 (RVR 60).
Traducido por Yaíma Gutiérrez y David Gomero, Traducciones NaKar
Tabla de Contenidos
- Prefacio
- 1 – Hechos 1:1-11 – La promesa del Espíritu
- 2 – Hechos 1:12-26 – Preparación para el Espíritu
- 3 – Hechos 2:1-13 – La venida del Espíritu Santo
- 4 – Hechos 2:14-21 – El cumplimiento de la profecía
- 5 – Hechos 2:22-41 – Este Jesús
- 6 – Hechos 2:42-47 – La iglesia primitiva
- 7 – Hechos 3:1-10 – Una mano extendida
- 8 – Hechos 3:11-26 – Presentando al que sana
- 9 – Hechos 4:1-23 – Ante el Sanedrín
- 10 – Hechos 4:23-31 – Fuerzas renovadas
- 11 – Hechos 4:32-5:11 – Ananías y Safira
- 12 – Hechos 5:12-42 – Denuedo santo
- 13 – Hechos 6:1-7 – Los primeros diáconos
- 14 – Hechos 6:8-8:3 – Esteban
- 15 – Hechos 8:4-25 – Simón y los samaritanos
- 16 – Hechos 8:26-40 – El eunuco etíope
- 17 – Hechos 9:1-31 – La conversión de Saulo
- 18 – Hechos 9:32-43 – Eneas y Tabita
- 19 – Hechos 10:1-29 – Tradiciones rotas
- 20 – Hechos 10:30-48 – La conversión de Cornelio
- 21 – Hechos 11:1-30 – La iglesia de Antioquía
- 22 – Hechos 12:1-25 – Más persecuciones
- 23 – Hechos 13:1-12 – El primer viaje misionero de Pablo Primera parte: llamado y ministerio en Chipre
- 24 – Hechos 13:13-52 – Primer viaje misionero de Pablo Segunda parte: Antioquía de Pisidia
- 25 – Hechos 14:1-28 – El primer viaje misionero de Pablo Tercera parte: Iconio, Listra y Derbe
- 26 – Hechos 15:1-35 – El Concilio de Jerusalén
- 27 – Hechos 15:36-41 – Segundo viaje misionero de Pablo Primera parte: El viaje comienza
- 28 – Hechos 16:1-10 – Segundo viaje misionero de Pablo – Segunda parte: Timoteo y el llamado a Macedonia
- 29 – Hechos 16:11-40 – Segundo viaje misionero de Pablo – Tercera parte: Filipos
- 30 – Hechos 17:1-15 – Segundo viaje misionero de Pablo – Cuarta parte: Tesalónica y Berea
- 31 – Hechos 17:16-34 – Segundo viaje misionero de Pablo – Quinta parte: Atenas
- 32 – Hechos 18:1-23 – Segundo viaje misionero de Pablo – Sexta parte: Corinto
- 33 – Hechos 18:24-19:20 – El tercer viaje misionero de Pablo – Primera parte: Apolos y los discípulos de Juan
- 34 – Hechos 19:21-41 – Tercer viaje misionero de Pablo – Segunda parte: Demetrio
- 35 – Hechos 20:1-38 – Tercer viaje misionero de Pablo – Tercera parte: Macedonia y Mileto
- 36 – Hechos 21:1-36 – Jerusalén
- 37 – Hechos 21:37-22:29 – El juicio de Pablo Primera parte: Su defensa ante la multitud
- 38 – Hechos 22:30-23:35 – El juicio de Pablo Segunda parte: Su defensa ante el Sanedrín
- 39 – Hechos 24:1-27 – El juicio de Pablo Tercera parte: Su defensa ante Félix
- 40 – Hechos 25:1-22 – El juicio de Pablo Cuarta parte: Su defensa ante Festo
- 41 – Hechos 25:23-26:32 – El juicio de Pablo Quinta parte: Su defensa ante Agripa
- 42 – Hechos 27:1-44 – Viaje a Roma
- 43 – Hechos 28:1-31 – Malta y Roma
PREFACIO
A medida que he ido trabajando en el libro de Los Hechos de los Apóstoles en estos últimos meses, me he percatado de que a lo largo de este libro fluye una inmensa gama de temas. Uno de esos temas es el conflicto entre el reino de Dios y el reino de Satanás. A partir del primer capítulo hasta el final del libro parece estar teniendo lugar una gran batalla espiritual. Satanás está haciendo todo lo que pueda para destruir la obra que el Espíritu Santo de Dios ha comenzado. Sin embargo, usted descubrirá a través del mismo el poder de un Dios soberano que puede usar hasta el pecado humano y las tácticas del maligno para llevar a cabo Sus propósitos grandes y absolutos.
La intención de esta obra es hacer que el libro de Los Hechos de los Apóstoles sea asequible al lector promedio. Me gustaría animarlo a que tome de su tiempo para que lo estudie. Puede usar este comentario como una guía devocional para sus tiempos con el Señor. Quizás lo quiera usar también como una guía de estudio para trabajar con un grupo más grande. Cada capítulo concluye con algunas preguntas a considerar y algunas sugerencias para la oración. Tome tiempo para pensar y orar acerca de estos temas. Asegúrese de leer el pasaje bíblico correspondiente para cada capítulo. Recuerde que este libro es tan solo una guía; confío en que también será de bendición. Que Dios le bendiga a medida que lo va leyendo.
F. Wayne Mac Leod
1 – LA PROMESA DEL ESPÍRITU
Lectura: Hechos 1:1-11
Por lo general se está de acuerdo en que Lucas, quien es el autor del Evangelio según San Lucas, es también el autor del libro de Los Hechos de los Apóstoles. Ambos escritos estaban dirigidos a Teófilo. Algunos piensan que Teófilo era alguien contemporáneo con los apóstoles. El nombre de Teófilo proviene de dos palabras griegas: theos, que significa “Dios”, y philos, que significa “amor”. Al combinar estas dos palabras griegas, tenemos como resultado que significa “que ama a Dios”. Esto ha conllevado a que algunos piensen que Lucas estaba escribiendo a todos los que aman a Dios, y no tan solo a un individuo en específico.
Lucas menciona en el versículo 1 que él había escrito otro libro en el cual contaba acerca de lo que Jesús hizo y enseñó hasta que fue tomado al cielo. El libro al que se refería era el Evangelio de Lucas. En Los Hechos, su segundo libro, Lucas cuenta la historia de cómo la iglesia en sus primeros tiempos llevó al mundo el mensaje de Jesucristo.
Lucas comenzó su segundo libro con la certidumbre acerca de la resurrección de Cristo (versículo 3). Esto constituyó el fundamento para su libro. Si Jesús no hubiese resucitado, nunca hubiésemos tenido el libro de Los Hechos. Jesús se le había aparecido a los apóstoles y les había demostrado por medio de muchas pruebas convincentes de que estaba vivo. ¿Cómo hizo esto el Señor? Estaba la prueba de la tumba vacía. Cuando los apóstoles se llegaron a la tumba, el cuerpo del Señor no se encontraba en aquel lugar; había resucitado. Además, luego de Su muerte se les apareció cuando se encontraban en el aposento alto. Aunque las puertas se encontraban cerradas, el Señor entró en aquella habitación y se les apareció a los discípulos. Una de las veces en que se les apareció, le mostró a Tomás los huecos de Sus manos y de Su costado. En otra ocasión, comió con siete de ellos después de haberlos ayudado a pescar 153 grandes peces de manera milagrosa. Después de Su resurrección, el Señor les ministró por cuarenta días y les hablaba acerca del Reino de Dios. En sus mentes no quedaba duda alguna de que aquel Jesús, a quien habían crucificado, también había resucitado de los muertos.
Habiéndonos Lucas asegurado acerca de la realidad de la resurrección, ahora nos dice acerca de la promesa del Espíritu Santo. Alguien ha dicho que bien se le puede llamar a este libro Los Hechos del Espíritu Santo. Hemos dicho anteriormente que este libro no se hubiese escrito si no hubiese tenido lugar la resurrección de nuestro Señor Jesús, ni tampoco se hubiese escrito a no ser por el ministerio llevado a cabo por el Espíritu Santo en las vidas de los apóstoles. Necesitamos examinar lo que Lucas aquí nos dice acerca del Espíritu Santo.
Cuando Jesús se les apareció a los discípulos después de haber resucitado, les dijo que no se fuesen de Jerusalén hasta que no hubiesen recibido la promesa del Espíritu Santo (versículo 4). ¿Por qué Jesús les dio esta orden a Sus discípulos? Aunque no se nos dice de manera particular, es obvio que Sus discípulos no tenían todavía un entendimiento completo de la obra de Cristo. También se encontraban sin poder alguno para testificar acerca del Evangelio. Sin el ministerio del Espíritu Santo en Sus vidas, estos hombres hubiesen causado más daño que bien a la causa de Cristo.
Aquí es importante destacar que estos discípulos tuvieron tres años de preparación personal con el Señor mismo. Ningún seminario le podía brindar tal experiencia y preparación para el ministerio. El simplemente verle ejecutar Sus milagros hubiese sido algo que cambiaría la vida de cualquiera. Habían visto al Cristo resucitado; conocían la verdad acerca de Jesús. Humanamente hablando, si alguna vez hubo un grupo de hombres listos para lanzarse a la obra de evangelismo, fueron estos hombres. Sin embargo, vemos que aquí Jesús les dice que se queden en casa, porque sin el ministerio y poder de parte del Espíritu Santo, se encontraban destinados al fracaso. En esto encontramos una lección importante para nosotros.
Parece que esta conversación acerca de la venida del Espíritu Santo despertó un interés en las mentes de los discípulos. Ellos le preguntaron a Jesús si era en ese punto que Él restauraría el reino de Israel (v. 6). Israel había permanecido bajo dominio extranjero desde que había sido llevada cautiva por los asirios y babilonios. Israel había sido gobernado por asirios, babilonios, persas, griegos, y ahora se encontraba gobernada por los romanos. Los judíos anhelaban el día en que fuesen liberados del dominio extranjero. No soportaban que nadie de afuera les dijese lo que podían y lo que no podían hacer en su propio país. Cuando Jesús les habló acerca de la venida del Espíritu Santo a Sus discípulos, hubo la esperanza de que este Espíritu restableciese a Israel como nación independiente. Era confuso el entendimiento que tenían acerca del ministerio del Espíritu Santo que se les avecinaba.
Jesús les aclara a los discípulos en qué consistiría el ministerio del Espíritu Santo. Les dice que cuando viniera sobre ellos el Espíritu Santo, le serían testigos en Jerusalén, Judea, Samaria, y hasta lo último de la tierra (v.8). Este versículo es muy importante en relación con el ministerio del Espíritu Santo. El ministerio del Espíritu Santo es proporcionarle poder al creyente para que presente a Cristo al mundo. Esto era lo que Jesús le había dicho anteriormente a Sus discípulos: “Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí. Y vosotros daréis testimonio también, porque habéis estado conmigo desde el principio” (Juan 15: 26-27). Este es el deseo del Espíritu Santo, llevar a todo hombre y mujer hacia la persona del Señor Jesús. Todo lo que el Espíritu hace tiene esto como objetivo. Cuando el Espíritu Santo ministra por medio nuestro, es para que el Señor Jesús sea glorificado y sea presentado al mundo de manera clara. Esto era lo que acontecería en las vidas de los discípulos cuando el Espíritu Santo viniese sobre ellos.
¿Desea saber si el Espíritu se encuentra presente en un ministerio en particular? ¿Desea saber si el Espíritu de Dios está obrando en su vida? La prueba se encuentra en Hechos 1:8. Cualquier ministerio respaldado por el Espíritu Santo va a dirigir a todos hacia el Señor Jesús. Una vida llena del Espíritu es una vida enfocada en Jesucristo.
Dichas todas estas cosas, el Señor Jesús fue alzado al cielo en presencia de Sus discípulos. Fue llevado en una nube y, mientras los discípulos contemplaban sorprendidos, dos ángeles les recordaron que el día vendría cuando el Señor iba a regresar de la misma manera en que le habían visto partir (v.11). Mateo 24:30 nos dice: “Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria”.
El apóstol Juan también nos dice que el Señor regresará en una nube: “He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él. Sí, amén” (Apocalipsis 1:7).
Jesús partió en una nube y un día regresará en una nube. ¡Qué día ese! Le veremos cara a cara. Mientras tanto, hay mucho trabajo por hacer. La Biblia nos dice que no todos van a estar contentos y felices con el regreso del Señor Jesús. Porque para aquellos que le rechazaron, ese día será un día horrible. Fue por esta razón que el Espíritu Santo nos fue dado. Él nos usará para conducir a todo el mundo hacia el Salvador. Él nos usará para preparar a hombres y a mujeres a enfrentar el día en el que todos nos presentaremos delante del Señor y daremos cuenta de nuestras vidas. Todavía quedan muchas almas por ganar antes de que llegue ese día. El Señor Jesucristo desafió a Sus discípulos a que saliesen en el poder del Espíritu Santo y fuesen Sus testigos. Ese desafío es para nosotros también.
Para meditar:
* ¿Por qué se hace tan importante que entendamos el ministerio del Espíritu Santo?
* ¿Cuál es la diferencia entre un ministerio motivado por la capacidad y la sabiduría humanas, y otro motivado y movido por el poder del Espíritu Santo?
* Este pasaje nos conduce a creer que la obra del Espíritu Santo era esencial si los apóstoles que-rían lograr algo para el Señor. ¿También es api-cable este principio para nosotros hoy?
* ¿Cómo puedes determinar si tu ministerio se encuentra dirigido y dotado de poder por medio del Espíritu Santo?
Para orar:
* Ore al Señor para que le ayude a ser más sensible a la obra y dirección del Espíritu Santo en su vida.
* Pídale que le perdone por las veces en que pensó que le podía servir a partir de sus propias fuerzas y conocimiento.
* Agradézcale al Señor por conocerle como su salvador. Agradézcale por el ministerio del Espíritu Santo, que le reveló a usted la persona del Señor Jesús.
* Tome un momento para orar y pedirle al Señor que le use para ser testigo Suyo de una manera particular.
2 – PREPARACIÓN PARA EL ESPÍRITU
Lectura: Hechos 1:12-26
Una de las últimas instrucciones que los discípulos recibieron del Señor Jesús era que permanecieran en Jerusalén hasta que hubiesen recibido la promesa del Espíritu Santo. Sin dudas los discípulos tenían muchas interrogantes acerca del suceso que se les aproximaba. ¿Cómo sabrían que el Espíritu Santo había venido a ellos? ¿Cuándo acontecería esto? El Señor no les había dado respuestas para estas preguntas. Todo lo que les había dicho era que sucedería en Jerusalén, y que debían esperar en esa ciudad hasta que fuese cumplida la promesa. Fue en obediencia a estas instrucciones que los discípulos regresaron a Jerusalén después de haber presenciado la ascensión del Señor en el Monte de los Olivos.
Observemos aquí cómo fue que permanecieron durante ese tiempo mientras esperaban la manifestación del Espíritu Santo. El versículo 14 nos dice que estaban siempre unánimes en oración con las mujeres y los hermanos de Jesús. La historia de los avivamientos nos muestra que la venida del Espíritu de Dios en poder se encuentra asociada a la oración ferviente del pueblo de Dios. En esto no hay excepciones. Antes de derramar Su Espíritu sobre Su pueblo, Dios los mueve a la oración. No se nos dice por qué oraban; sin embargo, podemos estar seguros de que sus oraciones eran oraciones de confesión y de búsqueda en cuanto a la dirección del Señor.
Nótese también que estos discípulos no solamente se estaban consagrados a la oración, sino que también leían y meditaban en la Palabra de Dios (versículos del 15 al 16). Se encontraban en un punto de sus vidas en el cual necesitaban ser guiados y alentados. Mientras oraban y trataban de encontrar sentido a lo que les había acontecido en las últimas semanas, el Señor les llamó la atención acerca de dos pasajes específicos del Antiguo Testamento. El primero se encontraba en los Salmos: “Sea desolado su campamento, y nadie habite en sus tiendas” (Salmo 69:25, LBLA).
Es importante que recordemos el contexto de este versículo en este capítulo de Los Hechos. El Señor Jesús acababa de ser crucificado. Los discípulos no podían evitar ver cuán injusta había sido tal crucifixión. Ellos sabían que si su Señor había sido crucificado, ellos también peligraban. No se les podía alejar de sus mentes la reciente traición de Judas. Esta traición les era como una daga que les había traspasado el corazón. En su desconsuelo, viene a sus mentes el Salmo 69. Estos creyentes neotestamentarios podían identificarse personalmente con el salmista a causa de sus circunstancias. El Salmo 69 les hablaba directamente a ellos. Lucas tan solo cita parte del salmo. El versículo 25 de este salmo necesita verse desde un contexto mucho más amplio.
Sálvame, oh Dios, Porque las aguas han entrado hasta el alma… Se han aumentado más que los cabellos de mi cabeza los que me aborrecen sin causa; Se han hecho poderosos mis enemigos, los que me destruyen sin tener por qué. ¿Y he de pagar lo que no robé?…Porque por amor de ti he sufrido afrenta; confusión ha cubierto mi rostro. Extraño he sido para mis hermanos, y desconocido para los hijos de mi madre… Hablaban contra mí los que se sentaban a la puerta, y me zaherían en sus canciones los bebedores… Tú sabes mi afrenta, mi confusión y mi oprobio; delante de ti están todos mis adversarios. El escarnio ha quebrantado mi corazón, y estoy acongojado. Esperé quien se compadeciese de mí, y no lo hubo; y consoladores, y ninguno hallé. Me pusieron además hiel por comida, y en mi sed me dieron a beber vinagre… Derrama sobre ellos tu ira, y el furor de tu enojo los alcance. Sea su palacio asolado; en sus tiendas no haya morador (Salmo 69:1, 4, 7-8, 12, 19-21, 24-25).
Es fácil ver cómo se relaciona este salmo con los discípulos. Al igual que el salmista, los discípulos de Jesús tenían muchos enemigos. Muchas veces estos enemigos eran miembros de sus propias familias (como era el caso de Judas). La gente se reía de ellos y de su fe. Casi que podemos escuchar a sus enemigos preguntándoles qué sería de su fe ahora que su Señor había sido crucificado. Cuando los discípulos meditaban en este salmo, su atención debió haber sido dirigida hacia el versículo 21. Aquí el salmista mencionaba que le había dado a beber vinagre. Los discípulos debieron haber visto en esto una referencia al Señor Jesús y de cómo los soldados le habían dado vinagre a beber cuando se encontraba en la cruz. También les debió haber parecido de particular interés el versículo 25, en donde el salmista hablaba acerca de la tienda vacía de su enemigo. Lo único que tenían que hacer era mirar alrededor y ver que el lugar de Judas en la mesa estaba vacío. No cabe duda que al meditar los discípulos en este pasaje de las Escrituras, fueron alentados. Su Dios tenía el control. Los sucesos ocurridos en las semanas anteriores habían sido predichos hacía ya tiempo.
El segundo pasaje que el Señor dio a los discípulos durante este tiempo provenía de otro salmo: “Sean pocos sus días, y que otro tome su cargo” (Salmo 109:8, LBLA). Mientras meditaban en este versículo, el Señor les habló acerca de Judas. Sus días habían sido pocos, habían sido acortados por causa de un trágico suicidio. De particular importancia resulta la segunda parte de este versículo, que dice: “Tome otro su cargo”. Por medio de este pasaje de las Escrituras, el Señor les reveló que tenían que encontrar otra persona que reemplazase a Judas.
A medida que estos primeros creyentes esperaban el derramamiento del Espíritu Santo, se consagraban a la búsqueda de Dios por medio del estudio de Su Palabra. Por Su Palabra, el Señor les pudo brindar aliento en medio de su dolor y dirección en medio de su confusión. Habiéndose Pedro percatado de la dirección de parte de Dios, se levantó y les desafió a que obedecieran lo que el Señor les estaba diciendo. En seguida se establecieron planes para poder encontrar un sucesor para Judas. Cuando Dios hablaba, ellos escuchaban. La primera iglesia, al prepararse para la venida del Espíritu de Dios, se consagró a la obediencia inmediata y absoluta de la voluntad revelada de Dios.
¿Cuántas veces nos ha hablado Dios por medio de Su Palabra? Escuchamos Su voz y tomamos nota en nuestra mente de que algún día tendremos que hacer algo al respecto. Mientras tanto, Satanás tiene éxito cuando logra que pospongamos nuestra obediencia para otro día. El Espíritu de Dios se contrita con nuestra desobediencia.
Existían ciertos requisitos que debía cumplir aquel que sería el sucesor de Judas (versículos 21-22). El candidato tenía que haber sido testigo ocular del bautismo, resurrección, y ascensión del Señor. También debía de haber permanecido con los discípulos todo el tiempo en que Jesús ministró entre ellos. En otras palabras, este individuo tenía que haber tenido una experiencia personal con el Señor. No bastaba con tan solo tener conocimiento acerca del Señor por medio de una tercera persona. ¿No debería ser este también un requisito en nuestros días para cada líder de la iglesia? Aunque ninguno de nosotros pueda decir que ha visto al Señor de manera física, ¿no es lógico que se pida que cada líder de la iglesia tenga la experiencia de haber conocido personalmente al Señor Jesús en su corazón? Los apóstoles rehusaban que alguien que no hubiese tenido una experiencia directa con el Señor fuese candidato para el cargo de apóstol.
Notemos cómo estos creyentes escogieron el sustituto de Judas. Primero, buscaron entre ellos para ver quiénes calificaban para el ministerio, y encontraron a dos de ellos. En segundo lugar, debido a que la última palabra la tenía el Señor, reconocieron que debían poner este asunto en oración. Le pidieron al Señor a que escogiera por ellos. Entonces, confiando en la soberanía de Dios, echaron suertes (v. 26). No dejaron que este asunto fuera resultado del azar. La oración precedió el momento de echar suerte. Ellos creyeron sinceramente que el Señor tenía en mente a un hombre en particular que sería el sucesor de Judas. Ellos mismos decidieron no tener parte en la decisión final. Sus preferencias no importaban. Esto no era una competencia de quién era el más popular. El Señor mismo era quien decidiría. Estaban dispuestos a aceptar Su decisión, cualquiera que fuese.
¿Cuántas veces nos vemos atrapados en nuestras propias ideas y preferencias? ¿Estamos dispuestos a que sea el Señor quien decida sobre nuestras vidas? Mientras estos primeros creyentes esperaban el derramamiento del Espíritu Santo, estaban dispuestos a morir a sus propios razonamientos, para que de esta manera se pudiese llevar a cabo la voluntad del Señor. Así esperaban que Dios respondiese su oración y que les mostrase la persona que había escogido para que tomara el lugar de Judas. Esperaban que la suerte cayera sobre el hombre a quien Dios había escogido. Cuando la suerte hubo caído sobre Matías, le recibieron en el ministerio de los apóstoles con la confianza de que había sido él a quien Dios había escogido.
¿Qué tiene que ver todo esto con nosotros en el presente? Al prepararse para la venida del Espíritu Santo, la iglesia primitiva se dedicó a la oración, la meditación y a la obediencia inmediata de la voluntad revelada de Dios. Al escoger el sucesor de Judas, estos creyentes esperaban que Dios les revelase Su voluntad. Entonces decidieron que fuese Él quién escogiese, por lo que dejaron a un lado sus propias preferencias. Fue dentro de este contexto en que el Espíritu de Dios cayó sobre ellos con poder.
¡Cuánto necesitamos seguir sus ejemplos en nuestros días! ¿Será posible que la presencia del Espíritu Santo no se evidencie en medio nuestro porque no seguimos el ejemplo de la iglesia de los primeros tiempos? ¿Estamos dispuestos a consagrarnos a buscar del Señor en oración y obediencia de Su Palabra? ¿Estamos dispuestos a dejar a un lado nuestras propias ideas y esperar que Dios sea quien nos revele Su voluntad? Dios nos ayude a seguir el ejemplo de esta iglesia primitiva.
Para meditar:
* Considere las características de la iglesia primitiva tal y como se describen en este pasaje. ¿Cómo encajan con las de su iglesia? ¿Cómo encajan con usted en lo personal?
* ¿Existen aspectos de su vida en los que necesita ser obediente? ¿Cuáles son? ¿Qué le impide a usted ser obediente en este momento?
* ¿Se ha encontrado usted alguna vez dudando del Señor? ¿Cuál es el desafío que le hace este pasaje a usted hoy?
* ¿Necesita ver un nuevo mover del Espíritu de Dios en su vida o en su iglesia? ¿Qué es lo que necesita hacer mientras espera?
Para orar:
* Mientras considera las características de los primeros discípulos en este pasaje, pídale al Señor que le muestre si le ha fallado de alguna manera al seguir el ejemplo de ellos.
* Pídale al Señor que le perdone por las veces que no ha sido obediente. Pídale que le dé el valor y la fuerza que necesita para ser obediente.
* Pídale al Señor que le dé paciencia mientras es-pera en Él.
* Consagre a su iglesia local a buscar del Señor en oración. Ore para que cada una de las características que hemos examinado en este pasaje se pongan de manifiesto también en su iglesia.
* Pídale al Señor que le llene más y más de Su Espíritu para que pueda ser un mejor testigo Suyo.
3 – LA VENIDA DEL ESPÍRITU SANTO
Lectura: Hechos 2:1-13
Era el día en que se celebraba el festival judío del Pentecostés. De todas partes venían judíos a Jerusalén para celebrar este día especial. Los seguidores de Jesús se habían reunido por separado. Mientras estaban reunidos, el Espíritu Santo vino a ellos. Aquí podemos notar que ellos escucharon Su venida. La Biblia nos dice que escucharon el sonido como de un viento recio. Había algo extraño en aquel viento. Lucas nos dice que venía del cielo y que llenaba la casa donde estaban reunidos los discípulos. A pesar de que este viento era violento, los discípulos sabían que venía del cielo. Estaban conscientes de que Dios estaba haciendo algo en medio de ellos.
Estos creyentes también vieron lenguas de fuego (v. 3). Mientras observaban, estas lenguas se empezaron a separar y a “asentarse” en cada uno de los presentes en aquel cuarto. Aunque la experiencia fue grupal, también lo fue muy personal. Cada creyente fue llenado individualmente con la presencia del Espíritu Santo. Esto no puede pasar sin ser destacado. Puede que usted sea parte de una iglesia donde el Espíritu de Dios se esté moviendo, pero eso no es suficiente. Usted debe experimentar ser llenado personalmente.
Miremos el resultado de ser llenos del Espíritu Santo. El versículo 4 nos dice que hablaron en otras lenguas según el Espíritu les daba. La frase “según el Espíritu les daba” es significativa. Esta frase nos enseña que este hablar en lenguas sólo fue posible por obra del Espíritu Santo en sus vidas. Lo que ocurrió ese día fue de naturaleza espiritual; fue el resultado directo del ministerio del Espíritu Santo en las vidas de estos creyentes.
Aunque a veces se dice que ese día todos los presentes hablaron en lenguas, tal idea no se encuentra clara en el pasaje. Aunque todos fueron llenos del Espíritu Santo, ellos sólo hablaron según el Espíritu les daba que hablasen.
Tal parece, según el versículo 6, que cuando el Espíritu llegó a ellos ese día, las cosas se tornaron un poco ruidosas. Gente de por los alrededores se juntaron para ver qué era lo que estaba pasando. Antes de este acontecimiento, parece que no se notaba la presencia de ellos. Cuando los vecinos llegaron, escucharon “las maravillas de Dios” en su propio idioma (versículo 11). Los versículos 9 y 10 nos dan un listado de los diferentes idiomas que se hablaron ese día. Al parecer el Espíritu Santo les dio la capacidad a estos creyentes de proclamar las maravillas de Dios en el idioma de aquellos que habían venido a Jerusalén para el Pentecostés. Este don sirvió de impulso para el evangelismo. Les fue dado para que los no creyentes pudiesen escuchar el mensaje de salvación en sus propios idiomas.
Algunos cristianos en la actualidad entienden que este pasaje dice que Dios le dio el don de interpretación a los inconversos que estaban escuchando. Este razonamiento presenta varios problemas. El pasaje no menciona que a los no creyentes les fue dado el don de interpretar las lenguas que allí se hablaban. Más bien se nos dice que estos escucharon tales palabras en sus propias lenguas. El don fue dado a creyentes, no a inconversos. El pasaje deja bien claro que los creyentes sí hablaron en otras lenguas, y que lo pudieron hacer porque les había sido dado por el Espíritu Santo.
El don de lenguas que aparece en Hechos 2 parece ser diferente al mencionado por Pablo en 1ª de Corintios 14. El don del que habla Hechos 2 parece ser la capacidad de comunicar la Palabra de Dios en un idioma conocido. No se requería de interpretación de estas lenguas por parte de los inconversos para que entendiesen. El don de 1ª de Corintios era diferente. Pablo dijo que aquellos que usaban ese don no hablaban a las personas, sino a Dios. Pablo también dijo que nadie puede entender este tipo de lenguas sin un intérprete: “Porque el que habla en lenguas no habla a los hombres, sino a Dios; pues nadie le entiende, aunque por el Espíritu habla misterios” (1 Corintios 14:2).
El don de lenguas en 1ª de Corintios 14 era para la edificación del individuo que tuviese el don y, en circunstancias especiales, también para la iglesia. En Hechos 2 el don constituyó un impulso evangelístico y fue claramente dado para presentar el Evangelio a aquellos que habían venido a Jerusalén para el Pentecostés.
En Hechos 1:8, Jesús había prometido a Sus discípulos que el Espíritu Santo vendría a ellos para capacitarles para que fuesen sus testigos. Esto es exactamente lo que estaba pasando en Hechos 2. El Espíritu Santo vino a los seguidores de Cristo e inmediatamente comenzaron a hablar sin miedo acerca del mensaje del Evangelio.
Observemos cómo respondieron las personas. Algunos estaban sorprendidos con lo que escuchaban. Parte de este asombro puede haber sido en parte porque escuchaban el mensaje del Evangelio en su propia lengua. Sin embargo, también se encontraban atónitos por escucharles proclamar con tanto valor acerca de las maravillas de Dios. Reconocieron que aquello era producto de un poder sobrenatural y se decían: “¿Qué quiere decir esto?” (v.12). Este primer grupo no entendía. Necesitaban entender primero para que entonces pudieran realmente creer.
El segundo grupo se burló de los creyentes. Estos no veían la mano de Dios obrando en lo que estaba ocurriendo en aquel día. Le atribuían tales manifestaciones a la embriaguez. Dichos individuos le estaban dando la espalda a la obra que el Espíritu Santo estaba haciendo en medio de ellos.
Sin embargo, en aquellos en quienes el Espíritu cayó sabían la trascendencia de lo que estaba sucediendo. Sabían que les estaba llenando de poder. Me pregunto cuál hubiese sido mi reacción si yo hubiese estado dentro de la multitud en aquel día. Realmente hay tres tipos de personas representadas en ese pasaje de las Escrituras. En primer lugar están aquellos que se paran desde lejos y comienzan a hacerse preguntas. Los segundos son aquellos que no quieren tener nada que ver con lo que contemplan y se burlan de la obra del Espíritu de Dios. Y los terceros son los que tienen una experiencia directa con la llenura y el poder del Espíritu.
La experiencia de esta llenura y este poder por parte del Espíritu Santo también puede y debe ser nuestra. Pablo nos dice en Romanos: “Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo” (Romanos 8:9, NVI). Aquí Pablo nos dice que la llenura del Espíritu es la experiencia normal de los cristianos. ¿Existe alguna evidencia de que Dios está obrando en nuestras vidas? El mismo Espíritu que vino a la iglesia primitiva desea darnos poder hoy. Sin Él no podemos hacer nada de valor espiritual que pueda perdurar.
También nosotros hemos puesto a un lado al Espíritu Santo muchas veces. Tememos lo que Él pueda hacer en nuestras vidas. ¿No es hora ya que dejemos de huir del Espíritu de Dios? ¿No es hora ya de que nos rindamos a lo que Él quiere hacer en nosotros? Sin el poder del Espíritu Santo, estamos destinados a vivir una fe muerta y endeble. Tan solo en Su Espíritu hay poder.
Para meditar:
* ¿Qué evidencia hay en su vida de que usted está lleno del Espíritu Santo?
* ¿Qué les sucedió a los creyentes en el día del Pentecostés cuando el Espíritu Santo vino a ellos? ¿Existe alguna evidencia de esto en su vida?
* ¿Qué teme al rendirse por completo a la obra y ministerio del Espíritu Santo?
Para orar:
* Pídale al Señor que lo llene con Su Espíritu para que de esta manera se pueda manifestar en su vida Su valor y poder.
* Pídale a Dios que le revele si hay algo que esté interrumpiendo la obra del Espíritu en su vida.
* Agradézcale al Señor por haber prometido Su Santo Espíritu a todos los que le pertenecen.
4 – EL CUMPLIMIENTO DE LA PROFECÍA
Lectura: Hechos 2:14-21
El apóstol Pedro aparece como si hubiese sido el líder entre los apóstoles. Cuando vio la confusión de los judíos respecto a lo que estaba aconteciendo, se levantó y se dirigió a la multitud. Les explicó que aquellos sucesos no eran de proveniencia humana. Los apóstoles no estaban borrachos, como algunos insinuaban, porque todavía era muy temprano en la mañana. Lo que estaban viendo era el cumplimiento de la profecía de Joel.
Veamos la profecía de Joel a la luz de lo que estaba sucediendo en el capítulo 2 de Los Hechos. Joel nos dice que en los postreros días Dios derramaría Su Espíritu sobre toda carne. En las Escrituras, la expresión “últimos días” se refiere al tiempo después de la venida del Mesías. En la actualidad estamos viviendo en los últimos días. Lo que Joel nos está diciendo es que en los días después de la aparición del Mesías, el Espíritu de Dios sería derramado sobre la gente.
Notemos que dice que el derramamiento del Espíritu de Dios sería sobre toda carne (género humano, NVI), (v.17). En otras palabras, el derramamiento del Espíritu de Dios no solamente sería sobre aquellos de nacionalidad judía, sino sobre todas las naciones. Esto es lo que estaban experimentando los discípulos en Hechos, capítulo 2. Ellos estaban proclamando “las maravillas de Dios” en el idioma de muchas naciones. Personas de diversas nacionalidades estaban escuchando por primera vez el mensaje de salvación en su propia lengua. Con la venida del Mesías, el mensaje del evangelio sería presentado a todo el mundo en el poder del Espíritu Santo.
Joel también profetizó que el Espíritu Santo no haría acepción de personas, que sería derramado sobre sus hijos y sus hijas, así como en sus sirvientes (ver versículos 17 y 18). El don del Espíritu Santo sería para todos, sin tener en cuenta su nacionalidad o estatus social.
La venida del Espíritu Santo, de acuerdo con el profeta Joel, estaría acompañada de grandes señales. Estas señales pueden dividirse en dos tipos. En primer lugar, tenemos las señales de profecía, visiones, y sueños. Esto no era nada nuevo para los judíos. Ellos sabían que había algunos que habían sido dotados por Dios con el don de profecía. Además, tenían gran consideración por los escritos de los profetas del Antiguo Testamento. Los sueños y las visiones constituían una buena parte de la cultura del Antiguo Testamento. José y Jacob tuvieron sueños de parte de Dios; Isaías, Jeremías y Daniel tuvieron visiones que Dios les dio.
Sin embargo, en la profecía de Joel, la persona corriente tendría la experiencia de estos sueños, visiones y profecías. No era tan solo para los líderes religiosos el experimentar dichos sueños y visiones, sino también para el hombre y la mujer comunes. Hijos e hijas judíos profetizarían; los ancianos tendrían sueños de parte de Dios; los jóvenes tendrían visiones, hasta incluso los sirvientes de las casas profetizarían al igual que los profetas del Antiguo Testamento. El Espíritu Santo vendría sobre la persona ordinaria al igual que había venido sobre los líderes religiosos del Antiguo Testamento. El menor de sus siervos se levantaría y daría palabra de parte del Señor bajo la inspiración del Espíritu de Dios. Esto era algo nuevo para ellos.
Joel también predijo señales en el cielo y en la tierra (v.19). Él mismo profetizó que en los días después de la venida del Mesías, la tierra vería sangre, fuego y vapor de humo. El sol se tornaría en tinieblas y la luna en sangre antes de que viniese el día final del Señor. Uno sólo tiene que mirar el libro de Apocalipsis para ver que esto es exactamente lo que el apóstol Juan predijo que sucedería antes del regreso del Señor Jesús. Los días del fin no serán días placenteros. De hecho, la tierra verá mucha sangre y mucha violencia. El fuego destruirá la tierra; el mismo sol se destruirá. Estas señales están todavía por aparecer.
Mientras tanto, el Espíritu Santo ha sido derramado sobre la persona común, y por medio de hombres y mujeres ordinarios como usted y como yo, el mensaje de salvación está yendo hasta los confines de la tierra. Joel nos recuerda que cualquiera que invoque el nombre del Señor será salvo. No tenemos que perecer. Las primeras señales serán señales de advertencia. Las segundas señales serán señales de juicio. Hoy Dios nos habla como le habló a la gente reunida en Jerusalén esperando el Pentecostés. Mañana, la sangre, el fuego y el humo pueden estar sobre nosotros. ¿Estaremos preparados? La profecía de Joel ya ha comenzado a ver su cumplimiento. No pasará mucho tiempo antes que se vea su cumplimiento en el juicio de esta tierra.
En el día del Pentecostés, Pedro recordó a la gente allí reunida delante de él que la venida del Espíritu Santo era tan solo el comienzo del cumplimiento de la gran profecía de Joel. Él les desafió a que se prepararan para el día final del Señor. Su única esperanza yacía en el Señor mismo. Sólo invocando Su nombre podrían ser salvos de la ira venidera. Las personas que se reunían en Jerusalén para aquel día eran muy religiosas. De hecho, habían venido a Jerusalén a adorar a Dios. Sin embrago, fue a estas personas que Pedro dio su mensaje de renovación y esperanza. Quizás usted también pueda ser una persona religiosa como lo eran esos judíos. Usted necesita también escuchar este mensaje. Tu religión no te salvará en el día en que se manifieste el Señor. Solamente aquellos que hayan invocado al Señor serán salvos.
Para meditar:
* ¿Cuáles evidencias hay de la obra del Espíritu Santo en medio nuestro?
* ¿Estaremos viviendo en los últimos días? ¿Qué evidencia tenemos de esto?
* ¿Qué significa esto de invocar el nombre del Señor?
Para orar:
* Agradézcale al Señor por Su Espíritu.
* Pídale perdón por las veces que no fue receptivo a la obra del Espíritu de Dios en su vida.
* Pídale a Dios que tenga total control sobre su vida por medio del ministerio del Espíritu Santo en su corazón.
5 – ESTE JESÚS
Lectura: Hechos 2:22-41
Hemos visto ya que el ministerio del Espíritu es el de conducir a todos hacia la persona de Cristo (1:8). Esto es exactamente lo que estaba pasando en este pasaje. Después de haber sido llenado con el Espíritu Santo, el apóstol Pedro se levantó para dirigirse a la multitud. El enfoque de su mensaje estaba centrado en la persona de Jesucristo. Examinemos en detalle lo que tuvo que decir Pedro acerca de Jesús en su sermón.
Jesús era un hombre aprobado por Dios (versículo 22)
Pedro dijo a quienes le escuchaban que Jesús era un hombre “aprobado por Dios” por los milagros, las señales y las maravillas que hacía entre ellos. Vemos que Pedro está diciendo a sus oyentes que los milagros de Jesús tuvieron un propósito en particular. Estos milagros demostraban sin duda alguna que el Señor Jesús había sido enviado por el Padre. Escuche lo que el mismo Jesús dijo: “Mas yo tengo mayor testimonio que el de Juan; porque las obras que el Padre me dio para que cumpliese, las mismas obras que yo hago, dan testimonio de mí, que el Padre me ha enviado” (Juan 5:36). Otra vez Jesús dijo a la gente que no quería creer en Él: “Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis. Mas si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre” (Juan 10:37-38).
Nuestro Señor obró milagros para probar que Él ministraba en el poder del Dios mismo. No había otra explicación para los grandes milagros que Jesús hacía. He aquí un hombre que tenía el poder de dar órdenes a la misma naturaleza; he aquí un hombre que tuvo el poder de sanar a los enfermos y resucitar a los muertos. Todo el poder de Dios estaba a Su disposición. Cualquier persona de mente abierta que hubiese observado los milagros de Jesús hubiera reconocido que la mano de Dios estaba sobre Él. No podría haber dudas en la mente de nadie que viese y leyese acerca del ministerio de Jesús de que Él fue aprobado por Dios y ministrado en Su poder.
Fue entregado para que se cumpliese el propósito de Dios (versículo 23)
Hubiera sido fácil para los que estaban presentes preguntarle a Pedro que si Jesús era realmente aprobado por Dios, entonces por qué había sufrido una muerte tan cruel. Pedro continuó diciendo que aún hasta la muerte de Jesús estaba dentro de los propósitos soberanos de Dios. Aunque hombres malvados clavaron al Señor Jesús en la cruz, Dios, en Su gran plan soberano, escogió esa atrocidad humana para traer la salvación a Su pueblo. ¿Alguna vez le ha pasado algo trágico? Cobre aliento por medio de este versículo. Dios puede usar lo que parece ser una gran tragedia para lograr mucho bien en Su vida.
Dios le levantó de los muertos (versículo 24)
Aunque aparentemente la cruz constituía una gran victoria para los enemigos del Señor Jesucristo, en realidad era todo lo contrario. Después de la cruz vino la resurrección. Pedro le recuerda a la multitud que la tumba no pudo retener al Señor. Él rompió las cadenas de la muerte. Entonces Pedro lleva su audiencia al libro de los Salmos para probar que lo que estaba diciendo acerca del Señor había sido profetizado mucho antes de que sucediese. Así mismo les hace recordar el Salmo 16:8-11, en donde David dijo que “el Santo” no vería corrupción. El cuerpo de Jesús no se descompuso (Salmo 16:10). Después de tres días, Jesús había resucitado de entre los muertos. Todos los que escuchaban a Pedro habían oído acerca de esto. El hecho de que la muerte no pudo retenerle demuestra que Él era Dios. Observemos el ánimo que cobra el salmista a partir del hecho de que la muerte no podía retener al Santo. Se cita a David diciendo esto porque el Señor siempre estaba delante de él, por lo tanto él no caería (versículo 25). Él afirmaba esto porque Dios no puede ver corrupción, y eso le daba gran seguridad.
Nuestros amigos y amados un día partirán; no siempre podrán estar con nosotros. No es así el caso de Dios. El Dios eterno siempre permanecerá; siempre estará con nosotros y por nosotros. Nada nos puede hacer caer mientras Dios exista. Él siempre está delante de nosotros como un Dios que ha vencido la muerte y el mal.
Además, se hizo referencia a lo dicho por el salmista porque si el Santo no vería corrupción, su cuerpo “descansaría en esperanza” (versículo 26). Porque Dios vive, él también podría vivir. El hecho de que Dios haya vencido la muerte significa que en Él también podemos vencerla. Nuestra esperanza está en Él. Dios no permitiría que Su Santo viera corrupción. Aunque esta era una profecía acerca del Señor Jesucristo, el salmista tomó aliento personal en la esperanza de que un día él también sería resucitado de los muertos.
Hay gran esperanza para el creyente. Si la muerte no pudo retener al Salvador, tampoco retendrá a aquellos que están el Él. Este pensamiento hizo que el salmista estallara de alegría; tenía todas las razones para estar contento. Su corazón se regocijaba en el conocimiento de que un día él también sería lleno de alegría en la misma presencia del Señor. La muerte no sería su fin; vería a Dios y se regocijaría en Su presencia.
Pedro recordó a su audiencia que el cumplimento de esta profecía se encontraba solamente en Jesucristo (versículos del 29 al 31). El mismo David había muerto. Su cuerpo estaba en la tumba; se había descompuesto; por lo tanto, él no sería aquel cuyo cuerpo no vería corrupción. Esto sólo se podía decir respecto al Señor Jesús. Su cuerpo ya no estaba en la tumba, y los que escuchaban a Pedro sabían bien esto. Pedro y los discípulos presentes en ese día eran testigos del hecho de que Jesús estaba vivo. Lo habían visto con sus propios ojos.
Él fue exaltado a la diestra de Dios (versículo 33)
Jesús no solamente había resucitado de los muertos, sino que también, según Pedro, había sido exaltado por Dios (versículo 33). Este Jesús que fue crucificado es Señor y Cristo. Aunque Él era Señor antes de venir a esta tierra, Su muerte en la cruz estableció Su Señorío oficialmente. Su muerte y Su resurrección eran los sellos oficiales de Su señorío sobre el pecado la muerte y Satanás. Como Señor, Él está sentado ahora a la diestra del Padre. La diestra significa comunión y favor. Jesús está sentado a la diestra del Padre porque es voluntad del Padre exaltarle.
Pedro hace mención de otra profecía de David dentro de este contexto: “Así dijo el Señor a mi Señor: «Siéntate a mi derecha hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies»” (Salmo 110:1, NVI). En esta profecía de David, Pedro vio claramente una referencia a la exaltación de Cristo. Aquí Dios Padre le habla a Dios Hijo. El Padre llama a Su hijo y le dice que se siente a Su diestra. Le promete al Hijo que a todos sus enemigos los pondría por estrado de Sus pies. Dios Padre estaba diciendo que pondría a todos los enemigos de Cristo bajo Sus pies; los haría sujetarse a Él. Cristo sería Señor sobre Sus más grandes enemigos. Él sería el Señor de todo.
El mensaje de Pedro era muy sencillo. Jesús fue aprobado por Dios; murió de acuerdo a los propósitos particulares de Dios; resucitó de los muertos y fue glorificado a la diestra del Padre. Cuando la multitud escuchó el mensaje, quedaron tan conmovidos que gritaron: “Varones hermanos, ¿qué haremos?” (v. 37). ¿Qué estaban diciendo? Habían escuchado una clara presentación del mensaje del evangelio; el Espíritu Santo de Dios se estaba moviendo en medio de ellos; sabían que necesitaban responder al mensaje de Pedro. El Espíritu Santo los estaba llamando a que respondieran. Se habían dado cuenta de su culpabilidad al rechazar y crucificar al Señor Jesucristo. Sabían que eran pecadores; fue por esa razón que gritaron: “¿Qué haremos?”.
Pedro no vaciló en decirles lo que tenían que hacer. Primero, tenían que arrepentirse (v. 38). El arrepentimiento requiere dos pasos. El primero es reconocer el pecado y confesarlo a Dios. El segundo es volverse del pecado y no practicarlo más. Lo que Pedro estaba diciendo a los judíos era que tenían que reconocer su culpa, confesarla y volverse de sus malos caminos.
Lo segundo que debían hacer era bautizarse en el nombre del Señor Jesús. ¿Qué significa el bautismo? El bautismo es un símbolo de nuestra identificación con Cristo. Estos judíos no solamente debían arrepentirse, sino que también debían consagrarse a vivir y servir para el Señor. Su bautismo público les identificaba con Jesús. No debían avergonzarse de llamárseles por Su nombre. Debían profesarle públicamente como su Señor.
Pedro continuó explicando el resultado del arrepentimiento e identificación con Cristo. En primer lugar, si los que le escuchaban se arrepentían de sus pecados y le entregaban sus vidas al Señor, serían perdonados. No importa cuán grandes sean nuestros pecados; si los confesamos, podemos ser perdonados. Quizás entre los individuos de aquel día había hombres y mujeres que habían gritado: “¡Crucifícale! ¡Crucifícale!”, cuando Pilato les preguntó qué querían que hiciera con aquel Jesús (Juan 19:6, 19). Ellos sabían que habían crucificado al Señor Jesús. Pedro les estaba brindando esperanza. Podían ser perdonados a pesar de la naturaleza horrible de su pecado.
La segunda promesa consistía en que si confesaban sus pecados y le entregaban sus vidas a Cristo, recibirían al Espíritu Santo. El Espíritu Santo los llevaría a la verdad y les daría poder para servir a Cristo. Él los convencería de su pecado y los convertiría en todo lo que Dios quería que fuesen. Jesús no los dejaría que se valieran por sí solos.
Pedro les recordó que las promesas de perdón y del don del Espíritu Santo no sólo eran para ellos, sino para todos aquellos a quienes el Señor llamara. Si sus hijos o “todos los que están lejos” escuchaban el llamado del Señor, se arrepentían de sus pecados y le entregaban su vida a Él, también podrían conocer Su perdón y el poder del Espíritu Santo en Sus vidas (v.39). Esta buena nueva era para todas las personas.
Cuando la gente hubo escuchado aquellas palabras, quedaron convencidos en sus corazones. Tres mil individuos fueron bautizados ese día. Dios comenzaba una gran obra en medio de ellos. Lo que más llama la atención en este pasaje es la simplicidad del mensaje y el poder con que fue expuesto. Aunque las palabras fueron sencillas, estaban llenas del poder del Espíritu Santo. Estoy seguro de que Pedro y los creyentes presentes ese día estaban sorprendidos de lo que veían delante de ellos. Estaban presenciando el cumplimiento de la maravillosa promesa de la venida del Espíritu Santo para darle poder a la iglesia. Esta experiencia era totalmente nueva para ellos. Tan solo comenzaban a entender el increíble poder que tenían a su disposición para hacer frente al enemigo.
Para meditar:
* ¿Qué aprendemos aquí acerca de la persona de Jesucristo?
* ¿Qué tenía el mensaje de Pedro que tocó tan poderosamente las vidas de los presentes aquel día?
* ¿Vemos este tipo de predicación en la actualidad?
* ¿Conoces algo de este poder en tu vida y en tu ministerio? ¿Cuál es la diferencia entre ministrar en la carne y ministrar en el Espíritu?
Para orar:
* Repase lo que dice Pedro acerca de la persona de Jesús. Dedique un momento para agradecer a Jesús por lo que Él es.
* Pídale al Señor que levante hoy en día predicadores como Pedro, que prediquen con el poder del Espíritu Santo y no con el de la sabiduría humana.
* Ore para que su pastor y los líderes de la iglesia sean revestidos de este poder.
6 – LA IGLESIA PRIMITIVA
Lectura: Hechos 2:42-47
El sermón de Pedro en el día de Pentecostés tocó la vida de muchos. A causa de la poderosa predicación en el Espíritu Santo por parte de los apóstoles, tres mil personas fueron añadidas a la iglesia. No estaban fingiendo estos primeros creyentes; no estaban atrapados por la emoción del momento. Su conversión era genuina. Sus vidas fueron cambiadas dramáticamente. Una mirada rápida a este pasaje nos revela la naturaleza del cambio que tuvo lugar en la iglesia a causa de lo que el Espíritu de Dios hizo el día de Pentecostés.
Perseveraban en la doctrina de los apóstoles
Todo era nuevo para estos tres mil creyentes. Como bebés en Cristo, necesitaban instrucción en los caminos del Señor. Este pasaje nos dice que los seguidores de Cristo perseveraban en las enseñanzas de los apóstoles. Consideremos esto en detalle.
En primer lugar, esta perseverancia implicaba que dedicaban tiempo para escuchar lo que los apóstoles tenían que decir. Uno nunca persevera en una enseñanza en particular sin haber antes tomado el tiempo para examinar dicha enseñanza. Estas personas pasaban muchas horas bajo la instrucción de los apóstoles. Descubriremos que muchos de esos creyentes se instruían diariamente en la Palabra de Dios.
La perseverancia en la enseñanza de los apóstoles implicaba más que simple instrucción. Estos creyentes también estaban consagrados a vivir esa enseñanza en sus vidas cotidianas. La palabra perseverancia está muy relacionada con la devoción y la aplicación diligente. Ellos ponían en práctica lo que los apóstoles les enseñaban. He aquí una iglesia que se comprometía no solamente al estudio de la Palabra de Dios, sino también a Su aplicación diaria.
Perseveraban en la comunión
Los discípulos en la iglesia primitiva estaban consagrados a la comunión. Su consagración no sólo era para con Dios, sino también para con sus hermanos y hermanas en Cristo. La palabra “comunión” en griego se refiere a asociación. Vemos en estos versículos cómo funcionaba por sí sola esta asociación con sus hermanos y hermanas: “Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno” (versículos 44-45).
Existe cierta confusión en cuanto al significado de la frase “todos los que habían creído estaban juntos”. Podemos sacar de aquí que estas personas vivían juntas en alguna forma de comunidad. También podemos verlo en el sentido de que los creyentes eran de un mismo sentir los unos para con los otros. Lo que sí está claro es que cuando los discípulos hablaban de “compartir”, no se referían a contarle a su hermano o hermana en Cristo acerca de las noticias más recientes. Para estos creyentes la comunión implicaba la disposición de vender lo que poseían para proveer para un hermano o hermana con una mayor necesidad. No consideraban lo que tenían como suyo solo. Todo lo que tenían estaba dedicado al Señor y a Sus seguidores igual que ellos. No existe nada que indique que esta práctica era obligatoria dentro de la comunidad. El contexto implica que ellos cedían voluntariamente sus posesiones entre ellos. A causa de lo que pasó en el Pentecostés, hubo un cambio radical en las prioridades de estos nuevos discípulos.
Esto se convierte en un desafío para nosotros hoy en día. No necesitamos venderlo todo y dárselo a la iglesia, pero sí debemos examinarnos a la luz de lo que estamos viendo en la iglesia primitiva. A estos hermanos no les pesaba darle al Señor todo lo que tenían. ¿Cuál debe ser nuestra respuesta cuando veamos a algún hermano pasando necesidad? Debemos admirar la entrega que tenían estas personas entre sí. Esta es una evidencia clara de la obra del Espíritu de Dios en medio de ellos.
Pablo dijo a los filipenses: “Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros. Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús” (Filipenses 2:3-5). ¿Describe esto su relación con el cuerpo de Cristo? ¿Está usted, como esta iglesia primitiva, dispuesto a poner los intereses de otros por encima de los suyos?
Perseveraban en el partimiento del pan
Aquí es muy probable que el “partimiento del pan” se refiriera a la Cena del Señor. El versículo 46 parece unir el partimiento del pan con la práctica de comer juntos en las casas. Hay evidencias en las Escrituras que nos llevarían a pensar que la cena del Señor formaba parte de una comida de mayor envergadura. Pablo reprendió a los creyentes en Corintio por estar abusando de esta comida: “Cuando, pues, os reunís vosotros, esto no es comer la cena del Señor. Porque al comer, cada uno se adelanta a tomar su propia cena; y uno tiene hambre, y otro se embriaga” (1 Corintios 11:20-21). Partiendo de esto se hace evidente que el “partimiento del pan” pertenecía al contexto de una comida colectiva en Corinto.
Fue en el contexto de una comida colectiva que Jesús instituyó la Cena del Señor junto a Sus discípulos. Es muy probable que la iglesia primitiva continuara esta práctica de celebrar la Cena del Señor en momentos en que se participaba de comidas colectivas. Lo que resulta más importante para nosotros no es ver la manera en la que los primeros creyentes practicaban la Cena del Señor, sino que la iglesia se había dedicado a recordar de esta manera la muerte y resurrección del Señor.
La Cena del Señor nos da la oportunidad de recordar lo que el Señor ha hecho por nosotros. Necesitamos ser personas que siempre tengamos delante de nuestros ojos Su muerte y Su resurrección. Este tiempo debe ser un tiempo para la reflexión personal (1 Corintios 11: 27-28). Estos discípulos de la iglesia primitiva hacían habitualmente un inventario espiritual de sus vidas durante esta celebración. ¿Estarían ellos viviendo de una manera digna del Señor Jesús? ¿Mantendrían una relación correcta con Él como su Salvador? ¿Tendrían una relación correcta con sus hermanos y hermanas en Cristo? ¿Habría algo que se estuviese interponiendo en la relación de ellos con su Dios? Estas preguntas debieron haber sido las que se hacían a sí mismos cada vez que se unían para el partimiento del pan.
Todos necesitamos estos tiempos de reflexión. El Señor nos ha dado la Santa Cena como un medio mediante el cual podemos reflexionar sobre estos asuntos tan vitales. En nuestra era, donde se vive corriendo de aquí para allá, no solemos tomar tiempo para hacer un inventario espiritual de nuestras vidas. La Cena del Señor nos provee de este tiempo. Esto no es algo que se debe hacer de prisa. Este tiempo puede ser muy significativo para nosotros. La iglesia primitiva estaba dedicada a practicar la Santa Cena y a la reflexión espiritual que se requería a la luz de la muerte y resurrección del Señor Jesús.
Perseveraban en la oración
También vemos que esta primera iglesia se dedicaba a la oración. ¿Qué es la oración? La oración es comunión con Dios (Salmo 62:8, la tenía muchas dimensiones. En primer lugar, la oración nos provee la forma de expresar nuestra gratitud y adoración a Dios (Mateo 11:25). Esto es lo que está sucediendo en el versículo 47. Además, por medio de la oración conocemos nuestra necesidad de Dios y de Su poder (Salmo 34:6). Llevamos nuestras cargas y peticiones ante É, sabiendo que solamente Él puede responder nuestras necesidades. Por medio de la oración, la iglesia primitiva confesaba sus faltas y reconocía la necesidad de Dios ante estas. Además de esto, la oración nos sirve como medio de escuchar la voz de Dios. Cuando nos sentamos a solas con Él, Su Espíritu habla a nuestro espíritu (Hechos 13:2-3). También somos consolados y alentados por medio de la oración. Allí había un grupo de discípulos que se dedicaban a la oración en sus muchas dimensiones. De esta manera también se dedicaban a expresar adoración y acción de gracias a Dios. Por medio de la oración reconocían la necesidad de Su intervención en sus vidas. Por la oración aquietaban sus corazones para escuchar lo que Dios tenía que decirles.
Vemos en esta sección los cuatros aspectos que abarcaba la devoción de la iglesia primitiva: la doctrina de los apóstoles, la comunión, el partimiento del pan y la oración. ¿Cuál fue el resultado que trajo a la iglesia primitiva llevar a cabo tal devoción? Es evidente que llevó un fruto maravilloso.
Evidencia poderosa de la presencia del Espíritu Santo
En esta iglesia hubo una evidencia muy poderosa de la obra del Espíritu Santo. El versículo 43 nos dice que todos estaban llenos de asombro (NVI). Había un sentido de la presencia del Señor en medio de ellos. La gente se quedaba asombrada con lo que el Señor estaba haciendo. Los seguidores de Cristo estaban conscientes de que lo que estaba sucediendo en esos días era algo sobrenatural. Dios se estaba moviendo en medio de ellos. Hasta los inconversos a su alrededor habrían visto las poderosas demostraciones del Espíritu Santo. El resultado fue que la iglesia “tenía el favor de todo el pueblo” (v. 47).
Además de esto, muchas señales y milagros estaban teniendo lugar por medio de la mano de los apóstoles como prueba de la obra del Espíritu Santo en medio de ellos. Ya hemos visto en el versículo 22 de este capítulo que el Señor Jesús fue aprobado ante el mundo por medio de señales milagrosas. A los apóstoles también les fue dado este poder. El propósito de estos milagros y señales era demostrarle al mundo que verdaderamente estos hombres venían de parte de Dios. Lo que estaba sucediendo por aquellos días no tenía otra explicación.
Otra evidencia más del mover del Espíritu de Dios entre ellos era el hecho de que los discípulos se encontraban todos los días en el templo (versículo 46). No se contentaban con un “Cristianismo Dominical”. Tanta era su hambre por la Palabra de Dios, que todos los días se les encontraba en presencia del pueblo de Dios escuchando Su Palabra y adorando a su Señor. Esto tenía prioridad antes que otras cosas. No había nada que quisieran más que estar con el pueblo de Dios. La única explicación que tenía todo esto era que el Espíritu Santo de Dios se estaba moviendo con poder de avivamiento entre ellos.
Observe también que estos creyentes comían juntos con alegría y con sencillez de corazón. Es interesante analizar la palabra griega que se usa aquí. La palabra que aquí se usa para denotar sencillez significa “suave” o “llano”. En este contexto significa que no había asperezas en las relaciones que había entre ellos. Eran de un mismo pensar. No tenían una doble personalidad al relacionarse entre ellos. ¿Cuántas veces hemos anhelado encontrar una iglesia así? Los problemas entre los cristianos abundan. Una de las mayores evidencias del mover del Espíritu Santo en la primera iglesia fue la sanidad de las relaciones. Donde hay sanidad en las relaciones personales, hay alegría de corazón. Esta era la experiencia de los primeros discípulos.
El Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos
Al mirar muchos inconversos lo que el Señor estaba haciendo con las vidas de aquellas personas, quedaban impactados por la evidencia del poder de Dios (versículo 47). Estos seguidores de Cristo disfrutaban el favor de todo el pueblo. No se les podía señalar con el dedo respecto a nada malo que hubiesen hecho. Los incrédulos se quedaban sin argumentos ante la demostración tan práctica del poder de Dios. Uno a uno los inconversos quedaban rendidos por el testimonio de la iglesia y el mover del Espíritu Santo. Las personas eran añadidas a la iglesia cada día que pasaba.
El Espíritu Santo se movía con poder en medio de esta gente. ¡Cuánto deseamos verlo moverse de esta manera en nuestras vidas! Que Dios nos conceda el privilegio de ser testigos de esto en el presente.
Para meditar:
* ¿Cómo se compara nuestra iglesia moderna con la iglesia de Pentecostés? Ejemplifique.
* Resuma las características de esta iglesia primitiva. ¿Cómo se compara usted de manera personal con estos primeros cristianos?
* ¿Cómo explicaría usted lo sucedido en la iglesia primitiva? ¿Qué tendría que cambiar en nosotros para que pudiéramos ver lo mismo en nuestros días?
Para orar:
* Pídale al Señor que nos cambie hoy para que podamos experimentar algo de lo que Dios hizo en la iglesia primitiva.
* ¿Tiene en su vida relaciones que se han roto? Pídale al Señor que traiga sanidad a esas relaciones.
* Pídale a Dios que aumente su devoción por Su Palabra, por la oración, por la comunión con otros creyentes y por recordar lo que Cristo ha hecho por usted.
7 – UNA MANO EXTENDIDA
Lectura: Hechos 3:1-10
Ya hemos visto que era costumbre de la iglesia de los primeros tiempos reunirse de manera diaria en el templo. En una de esas ocasiones en que Pedro y Juan iban de camino al templo, se encontraron con un cojo que estaba en la puerta. Parece que a este hombre lo ponían allí todos los días para que pudiese pedir dinero. ¿Podría ser que los creyentes se cruzaran con él todos los días cuando iban al templo? En esta ocasión, en el momento en que Pedro y Juan pasaban, el mendigo les pide dinero. Ambos discípulos miraron directamente a aquel hombre. Pedro le dice que a pesar de no tener plata ni oro, sí tenía algo de mucho más valor. Habiendo dicho eso, le dice al cojo que camine en el nombre de Jesús (versículo 6).
Entonces vemos que Pedro extiende su mano hacia aquel hombre (v.7). Esto no se debe pasar por alto; aquí tenemos una lección de mucho valor para nosotros. Pedro le acababa de ordenar a aquel hombre que se levantara y que caminara en el nombre de Jesús. Con aquello debió haber sido suficiente. El Señor podría haber sanado a aquel sin ninguna otra acción de parte de Pedro. Sin embargo, es interesante ver que este hombre no fue sanado hasta que Pedro lo tomó de la mano y le ayudó a ponerse de pie.
¿Qué hubiese sucedido si Pedro no le hubiese extendido su mano? Solamente podríamos especular. ¿Simplemente se habría reído de Pedro? ¿Hubiera dejado que su lógica le dijera que Pedro estaba loco? La experiencia de este mendigo cojo le decía que no le era posible ponerse en pie. ¿Para qué intentarlo? Él sabía cuál sería el resultado. Si le hubiese sido posible levantarse y caminar, seguramente no hubiese estado pidiendo limosnas a la puerta del templo. Quizás Pedro, dándose cuenta de lo que pasaba por la mente de este hombre, le extendió su mano y comenzó a levantarlo para que se apoyara en sus pies.
Con la ayuda de Pedro, este hombre comenzó a usar sus músculos. Quizás su fe comenzaba a agitarse en su interior. ¿Podría ser cierto esto? ¿Dios le sanaría en verdad? Para sorpresa del mendigo, sentía que de sus pies y tobillos salía fuerza. Se levantó. Fue sanado. Este no era un milagro cualquiera. De Pedro no haberlo tomado por la mano y comenzado a ayudarle a ponerse en pie, ¿por cuánto tiempo hubiere permanecido sentado en aquel lugar?
Todavía hay mucha gente como este mendigo. Quizás lo que necesitan es salvación. Por muchos años han escuchado la verdad, pero nunca han respondido. Al igual que este incapacitado, ellos están teniendo la necesidad de que alguien les extienda la mano. Quizás su mano sea lo único que haga falta para romper las cadenas que les atan.
No cabe duda de que el poder de Cristo es suficiente para sanar y para liberar, pero hay ocasiones en los cuales la sanidad no ocurre hasta que extendemos nuestras manos a la persona necesitada. Quizás lo único que haga falta es que usted invite a alguien a que asista a algún estudio bíblico o a un culto de oración. Quizás alguien necesite ver a algún creyente extendiendo su mano de una manera muy práctica para ministrar una necesidad en particular. Quizás es simplemente ir donde está la persona y hablarle de la fe que está en usted. Una cosa es segura, muchas personas no responderán hasta que no vean la mano suya extendida. Esto no disminuye en ninguna manera el poder que Dios tiene para sanar; simplemente sucede que Dios ha escogido trabajar en unión con nosotros en la tarea de alcanzar este mundo con el mensaje del evangelio.
Quisiera decir algo más respecto a esta mano extendida. Al extender esa mano, Pedro tuvo que creer sinceramente lo que decía. Muchas veces no extendemos la mano porque tenemos miedo de que no vaya a servir de nada. ¿Qué provecho hubiese tenido para Pedro al extender su mano si no hubiese creído que al hacerlo así el Señor traería sanidad a este hombre? Así como Pedro, sabemos también que Dios en verdad puede obrar en las vidas de aquellas personas a quienes extendemos nuestras manos.
Démonos cuenta del resultado de la mano extendida de Pedro. Aún cuando estaba siendo ayudado a ponerse de pie, aquel hombre, que había sido cojo de nacimiento, experimentó el poder de Dios obrando en su vida. Saltó, anduvo por sí solo; sabía que Dios le había tocado. Entró con los discípulos al templo para adorar a Dios. Estaba tan lleno de alabanza que no podía contenerse. Allí mismo, en el templo, comenzó a saltar de gozo y a gritar alabanzas a Dios (versículo 8). A él no le importaba lo que otros pudieran pensar; sus ojos estaban puestos en el Dios que lo había sanado.
Los que se encontraban en el templo aquel día reconocieron que él era el que había estado sentado a la puerta del templo. Estos quedaron sorprendidos ante el poder de Dios. ¡Qué día debió haber sido aquel! Los creyentes que se habían reunido para adorar ahora tenían más razones para alabar a Dios. Dios mismo se les había mostrado ese día por medio de aquel mendigo cojo. Todo había sucedido porque Pedro había extendido su mano en fe. ¿Qué sucedería si hoy le extendieses tu mano a alguien?
Para meditar:
* ¿Qué está haciendo tu iglesia hoy en día para “extender una mano” a aquellos que en tu comunidad están necesitados? ¿Qué estás haciendo en lo personal?
* ¿Qué se pudiera hacer en tu comunidad para extender tu mano a alguien en necesidad?
Para orar:
* Pídale al Señor que le dé alguien a quien le pueda extender su mano. Pídale que le muestre lo que puede hacer para acercar a esa persona más a Cristo.
* Agradézcale al Señor por haber escogido obrar por medio de individuos como usted y como yo.
8 – PRESENTANDO AL QUE SANA
Lectura: Hechos 3:11-26
El cojo que se sentaba a la puerta del templo acababa de ser sanado. Esto había causado gran conmoción entre los que se habían reunido aquel día para adorar. Habían visto al hombre fuera del templo pidiendo dinero, y quizás algunos le habían tirado algunas monedas mientras entraban. De todas las direcciones venía gente para ver por sí mismos lo que había sucedido.
Cuando llegaban, veían al mendigo agarrado de Pedro y Juan. ¿Por qué se agarraba de los apóstoles? Ciertamente no porque su sanidad había sido incompleta. Vemos en el versículo 8 que él era completamente capaz de caminar y saltar por sí solo, y en el versículo 16 Pedro nos dice que este hombre había sido sanado completamente. También es evidente por el asombro de todos los allí presentes que este hombre había sido sanado en su totalidad. Por lo tanto, parece indicar que la razón por la cual este hombre tenía agarrado a Pedro y a Juan era a causa del profundo agradecimiento que sentía por lo que habían hecho por él.
Pedro no podía dejar pasar por alto esta oportunidad. Es evidente que ya tenía la atención de la multitud. El versículo 12 nos dice que la gente se quedó mirando a Pedro y a Juan como si ellos fuesen súper humanos en naturaleza. Parecía como si la multitud esperase que hablasen.
Pedro comenzó su discurso diciendo que no debían sorprenderse realmente ante lo sucedido. Les recordó que el poder que ejerció este milagro no se encontraba en ellos, porque eran simplemente hombres, sino que se encontraba en Jesucristo. Ellos eran simplemente canales por medio de los cuales ese poder podía fluir. Hay dos cosas aquí que son dignas de mencionar.
En primer lugar está la expectativa de los apóstoles. Ellos ciertamente esperaban que el poder del Señor Jesús fluyera a través de ellos. ¿No era esto lo que el Señor había prometido antes que fuese tomado al cielo? A los apóstoles no les sorprendió que el Señor hubiese permanecido fiel a Su promesa.
En segundo lugar, observemos la humildad y la integridad de los apóstoles. Pedro no vaciló en decirles a todos la verdad acerca de ese milagro. El poder para sanar a este mendigo cojo provenía de Dios y solamente de Él. Pedro se dio cuenta de que él nunca hubiese podido sanar a este hombre por su propia cuenta. Toda la gloria acerca de este milagro pertenecía al Señor.
Antes de continuar con este pasaje, consideremos lo que hemos estado hablando de una manera más detallada. ¿Esperas que el poder del Señor fluya dentro de ti? ¿Esperas que el Señor haga algo grande por medio de ti? ¿Te sorprende ver que el Espíritu Santo obra a través de ti para tocar la vida de alguien? Si somos honestos con nosotros mismos, muchos tenemos que admitir que no tenemos grandes expectativas para nuestras vidas, ni que podemos impactar en lo espiritual a aquellos que nos rodean. Sin embargo, cuando entendamos que el poder que mora en nosotros es el mismísimo poder de Dios, entonces viviremos nuestras vidas esperando grandes cosas de Él.
Cuando vemos al Señor obrando en nuestras vidas, ¿cuál es nuestra reacción? ¿No es humano tratar de tomar algo de esa gloria para nosotros? Nos gusta pensar que de alguna manera nosotros también tuvimos nuestra parte. Sin embargo, esa no fue la actitud de Pedro. Debemos admirar la humildad de este hombre que alejó de sí la atención de los presentes y la puso en el Señor.
Encontrar un equilibrio entre la expectativa y la humildad no siempre es fácil, pero es ahí donde debemos vivir. No nos debe sorprender que Dios haga algo grande en nuestras vidas, pero siempre debemos ser honestos y reconocer la fuente de ese poder. Pedro quitó sobre sí la atención que le tenía prestada la gente y la colocó en el lugar correcto, donde pertenecía. Veamos lo que Pedro le dijo a los espectadores acerca del Señor Jesús en los versículos 13-15.
Él fue glorificado por Dios (v.13)
Quizás algunos de estos espectadores haya sido uno de los responsables de que mandaran a crucificar a Jesús. Pilato quería que lo liberaran, pero la multitud había insistido en que se le crucificara. Los judíos habían renegado de Jesús ante el mundo. Después de una horrenda muerte en la cruz, el Señor se levantó de los muertos, y se le dio un lugar de honor a la diestra de Dios. Su poder acababa de ser demostrado en la vida del mendigo que se encontraba parado frente a ellos. Nadie podía negar que había ocurrido un milagro.
Él es el Santo y el Justo (v.14)
Pedro dijo a quienes le escuchaban que Jesús era el Santo y el Justo. Esta referencia del Santo y el Justo es una referencia clara del Mesías. Romanos 3:10 nos dice que no hay ni uno solo que sea justo. Ninguno ha llegado a la medida de justicia que Dios ha establecido. Existe sólo una persona que bien merece este título; solamente el Señor Jesucristo cumple con el estándar de justicia que Dios establece. Solo Él es el Santo y el Justo. Los judíos presentes aquel día habrían visto en este título una referencia al Mesías. Pedro les estaba diciendo que habían crucificado al Mesías. Pedro estaba allí mostrando verdadera valentía. Él no podía saber cómo reaccionaría la gente ante tal afirmación.
Él es el Autor de la vida (v. 15)
Pedro afirmaba que Jesús es el autor de la vida. Él es el autor de la vida espiritual y también el autor de la vida física. El apóstol Juan nos dice que todas las cosas fueron hechas por Él (Juan 1:3). Esto nos recuerda claramente que Jesús es Dios. El autor de la vida estaba dispuesto a poner su vida para que nosotros pudiéramos tener vida para toda una eternidad. No era sorpresa para Pedro que el Autor de la vida pudiese traer sanidad a las piernas de un cojo.
Pedro entonces aplicó su mensaje a las necesidades de la audiencia. Por una parte, les afirmaba que ellos habían actuado en ignorancia en la muerte del Señor Jesús (v.16) y por otra, les decía que se arrepintieran del pecado de rebeldía y que se volvieran a Dios. Él también les recordaba que su rebeldía en contra del Santo había sido profetizada mucho tiempo atrás, y les señalaba las profecías acerca de los padecimientos del Mesías. Al hacerlo así, les recordaba que ellos eran los causantes de Su sufrimiento. Si se arrepentían y se volvían a Dios, todavía podían ser partícipes de tiempos de sanidad y refrigerio (v.19). ¡Qué hermoso ejemplo de la gracia de nuestro Señor Jesucristo! A aquellos que eran responsables de Su sufrimiento y Su muerte se les brindaba ahora total perdón.
Lo próximo que hizo Pedro fue recordarles que Jesús venía otra vez. Para ese tiempo, Él restauraría todas las cosas al Padre (v.21). Satanás ha hecho mucho daño en este mundo. Él ha hecho que muchos se alejen de Dios. Sin embargo, el tiempo ya viene cuando el Señor Jesús destruirá todas sus obras (Hebreos 2:14-15; 1 Juan 3:8). La sanidad del cojo era tan solo una pequeña muestra del poder del Señor Jesús para romper las cadenas de las tinieblas.
Pedro también les advirtió de los peligros que corrían si rechazaban esta maravillosa ofrecimiento de perdón. Moisés había profetizado la venida del Señor Jesús y había dado esta advertencia: “Y toda alma que no oiga a aquel profeta, será desarraigada del pueblo” (v.23). La separación eterna de Dios era el destino de todos los que rechazaran esta dádiva.
Pedro dijo a todos los presentes en aquel día que no tenían excusa alguna ante Dios (v. 24-26). Dios no había escatimado esfuerzo alguno para decirle a Su pueblo acerca de Su gran plan de salvación. Una y otra vez había hablado a Su pueblo por medio de profetas, y ahora había hablado por medio de Su Hijo. Pedro le pedía encarecidamente a quienes le oían que se entregaran al Señor Jesús.
Ahora es el tiempo para hacer las cosas bien. Cuando el Señor Jesús regrese, ya será demasiado tarde. El milagro de este capítulo nos ayuda a enfocarnos en el Señor Jesús; nos demuestra que está vivo y que Sus promesas son ciertas.
Para meditar:
* Considere cómo Pedro aprovechó la oportunidad para compartir a Cristo. ¿Cómo podemos prepararnos para aprovechar las oportunidades que se nos presenten para compartir de Cristo?
* ¿Por qué usted considera que estamos conformes con la mediocridad en nuestras vidas cristianas?
* ¿Por qué nos resulta tan difícil creer que Dios puede y hará grandes cosas por medio nuestro?
* ¿Qué nos enseña este capítulo acerca de la humildad?
Para orar:
* Pídale al Señor Jesús que le revele de manera más abundante Su poder en su vida.
* Pídale que le enseñe a darle siempre la gloria a Él por lo que está haciendo por medio de su ministerio.
* Pídale que le dé victoria sobre el orgullo y la falsa humildad, que le roban la gloria que pertenece al Señor y nos privan de lanzarnos con valor a hacer grandes cosas para Él.
9 – ANTE EL SANEDRÍN
Lectura: Hechos: 4:1-23
Hemos estado examinando la sanidad del mendigo cojo. Vimos que este milagro le había dado la oportunidad a Pedro de predicar el evangelio a quienes se habían reunido aquella tarde en el templo. Pero no habíamos visto todavía el impacto que este milagro había causado en la ciudad de Jerusalén.
Entre los que se encontraban escuchando a Pedro ese día, había algunos líderes religiosos. Los saduceos en particular no estaban muy conformes con lo que Pedro decía acerca de la resurrección del Señor Jesús. Mateo 22:23 nos narra cómo los saduceos no creían en la resurrección de los muertos. Entonces decidieron prender a Pedro y a Juan, y ponerlos en la cárcel.
Lo que es más importante a notar es el impacto que tuvo el mensaje de Pedro. El versículo 4 nos dice que muchas personas creyeron. Aquel día el número de creyente creció a cinco mil. Entendemos a partir de Hechos 2:41 que el número de discípulos antes de este acontecimiento era de unos tres mil. Sin embargo, no debemos suponer que eran dos mil los que se habían entregado al Señor a causa de la sanidad del hombre cojo. Partiendo de Hechos 2:47, pensamos que, desde el Pentecostés, todos los días se añadían almas a la iglesia. Aunque no sabemos con certeza el número de los que habían aceptado al Señor en ese día, sí sabemos que era una cifra significativa. ¿Quién se hubiera imaginado que el mendigo sentado a la entrada del templo sería el instrumento que Dios usaría para traer tantas personas a Su reino? Este milagro causó gran impacto en la ciudad de Jerusalén.
Los líderes judíos estaban bien persuadidos de cuán grande era el impacto causado por los apóstoles en aquella gente. En tan corto espacio de tiempo, sus seguidores habían crecido de tan solo unos cientos a unos cinco mil. Esto significaba una seria amenaza para los líderes judíos. Algo tenía que hacerse para detener la propagación del Cristianismo. Al día siguiente, todos los líderes religiosos importantes se reunieron para discutir el asunto. Pedro y Juan fueron traídos ante ellos y se les pidió que dieran cuenta de sus acciones.
Pedro y Juan estaban conscientes de la seriedad de la situación. No había pasado mucho tiempo en que mientras ellos calentaban sus manos ante un fuego, este mismo concilio interrogaba a Jesús. Este mismo grupo había condenado a Jesús a la muerte, y ciertamente no vacilarían en dictar contra Sus apóstoles la misma sentencia.
¿No era irónico el hecho de que Pedro estuviera en el mismo lugar que su maestro estuvo? La última vez que había visto este concilio fue cuando el Señor Jesús estuvo delante de ellos. Para ese tiempo él ya había negado a su Señor tres veces. ¿Le pasaría esto por su mente cuando estuvo parado allí en aquel día? ¿Cómo respondería esta vez? ¿Se aflojaría ante la presión como lo había hecho la vez pasada?
Pedro, lleno del Espíritu Santo, se paró valientemente delante del concilio y sin vergüenza alguna confesó su lealtad al Señor Jesús (v.8). Les dijo que fue con el poder y en el nombre del Señor Jesús que aquel cojo había sido sanado. Les dijo que el Señor Jesús había resucitado de los muertos y que Él era la piedra principal sobre la cual se erguía la salvación. Les dijo con coraje que no había salvación en otro que en Jesús, a quienes ellos habían crucificado. Al hablarles así, les estaba diciendo que estaban perdidos y sin esperanza. Estas fueron palabras dichas con valor. Esta vez Pedro estaba lleno del Espíritu de Dios. Ya no estaba avergonzado; el Espíritu Santo había alejado toda vergüenza y temor.
El versículo 13 nos dice que los líderes judíos estaban maravillados ante la valentía de Pedro y de Juan. A pesar de que eran hombres ordinarios y sin ningún tipo de educación, había algo en ellos que los hacía diferentes. Los líderes podían ver que Pedro y Juan habían estado con Jesús.
Por mucho que este concilio quería negar lo que había acontecido, no podían. Aún hasta estos enemigos podían notar la diferencia marcada en las vidas de los apóstoles. Veían al Señor Jesús en ellos. El versículo 14 nos dice que los líderes judíos se quedaron sin habla ante los apóstoles y el hombre que había sido curado. La evidencia era innegable.
Los líderes judíos quisieron entonces discutir el asunto en privado, así que sacaron a los apóstoles de aquel lugar. Los miembros del Sanedrín sabían que no podían negar el milagro y habían oído a los apóstoles explicar la fuente de donde provenía su poder. Mientras discutían el asunto, su gran preocupación era evitar que tantas gentes como fuese posible se convirtiera en cristianos (v.17). A los líderes judíos les preocupaba más su tradición que la verdad misma. Entonces decidieron advertirles a los apóstoles que no enseñaran nada más acerca de Jesús.
Pedro no se sintió amenazado por lo que le dijeron. Les respondió claramente que él seguiría predicando lo que Dios había puesto en su corazón (v.19-20). No retrocedería. Pedro experimentó lo que el profeta Jeremías sintió cuando trató de dejar hablar en el nombre del Señor: “No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre; no obstante, había en mi corazón como un fuego ardiente metido en mis huesos; traté de sufrirlo, y no pude” (Jeremías 20:9). El Espíritu de Dios había impulsado a Pedro a predicar del Señor. Le era imposible dejar de hablar de Jesús. Predicar en Su nombre no era una opción ni un esfuerzo para Pedro y los apóstoles; era el resultado natural de una vida llena del Espíritu de Dios.
¿Cuántas veces hemos tenido que animarnos para hablar en el nombre del Señor Jesús? ¿Cuántas veces hemos tenido que obligarnos a pasar tiempo en oración? Parece que nuestra experiencia como cristianos es la de estar constantemente empujándonos a nosotros mismos para hacer la voluntad de Dios. ¿Por qué batallamos tanto con nuestra fe cristiana? ¿Será porque hemos contristado al Espíritu Santo?
Como individuos llenos del Espíritu Santo, es natural para nosotros disfrutar la presencia de Dios. El pasar tiempo con el Señor no debe ser nunca una tarea más. El Espíritu de Dios llena nuestros corazones con un deseo de Dios y de Su palabra. Él nos guiará a buscar de Dios apasionadamente. Bajo Su dirección, nuestras almas nunca se sentirán satisfechas con la experiencia que se tiene con Dios en el presente. Experimentaremos un hambre constantemente de Dios. Hay que admitir que no siempre dejamos que el Espíritu de Dios obre de esta manera en nuestras vidas. Ha habido momentos en los que Le hemos contristado e impedido su obra en nosotros. Sin embargo, si se lo permitimos, el Espíritu de Dios nos llenará de más deseo de Dios y nos impulsará para servirle con valor.
¿Por qué experimentamos tantas dificultades en nuestro andar cristiano? ¿No será porque estamos tratando de vivir la vida cristiana con nuestras propias fuerzas? Hemos estado buscando un amor y un deseo por Dios a partir de nuestra vieja naturaleza – esto nunca funcionará. La vieja naturaleza no quiere tener nada que ver con Dios. ¿Quiere tener una experiencia como la de los apóstoles, que no podían evitar hablar de Dios? Probablemente lo más grande que pueda hacer es dejar de intentar buscar esa fuerza en usted mismo. La disposición y el poder para vivir la vida cristiana no se encuentra en nosotros. Solamente cuando el Espíritu de Dios se mueva en nosotros, encontraremos gran deleite y poder al hacer la voluntad de Dios.
Después de haber amenazado a los apóstoles, los líderes le soltaron sin castigo alguno por temor a la reacción del pueblo. ¡Qué contraste encontramos aquí entre los líderes judíos y los apóstoles! Los líderes judíos no podían hacer nada por temor a lo que la gente pensara. Por otra parte, a los apóstoles no les importaba lo que la gente pensara. Lo único que podemos hacer es sentir pena por los líderes judíos, que se encontraban atrapados en sus tradiciones y en el miedo a la gente. No puedo evitar pensar que quizás alguien que esté leyendo este libro pueda estar en la misma situación. Quizás no pueda crecer en su andar con Dios porque se encuentra atrapado como lo estaban estos líderes judíos. Quizás su tradición o el miedo a lo que otros puedan pensar lo han cegado a la verdad y lo han privado de crecer en su relación con el Señor. ¡Que el Señor rompa esas cadenas hoy!
Para meditar:
* ¿Experimenta usted valentía para las cosas del Señor? ¿Qué lo detiene?
* ¿Cuánto de su vida cristiana está dependiendo de su propia fuerza? ¿Cuántas de sus luchas en la vida cristiana son a causa de querer hacer la obra que le pertenece al Espíritu?
Para orar:
* Confiese las veces que ha intentado vivir la vida cristiana con su propia fuerza.
* Pídale al Señor que le ayude a morir al yo y a dejar que el Espíritu viva la vida de Cristo en usted.
* Pídale que le dé el denuedo de los apóstoles.
10 – FUERZAS RENOVADAS
Lectura: Hechos 4:23-31
Pedro y Juan acababan de ser liberados de la prisión después de una fuerte advertencia por parte del Sanedrín (el concilio judío). Después de su liberación, decidieron reunirse con la iglesia y compartir lo que había sucedido. Quizás había dos razones fundamentales por las cuales visitar la iglesia en esta ocasión.
En primer lugar, los apóstoles sabían que la iglesia estaría muy preocupada por ellos, pues el Señor había muerto en manos del Sanedrín. Podemos estar seguros de que se levantaron muchas oraciones por Pedro y por Juan mientras se encontraban en prisión y se reunían con el concilio. Los apóstoles querían reafirmar a sus amigos que Dios había sido fiel y que sus oraciones habían sido contestadas. Esto sería de gran aliento para la iglesia.
La segunda razón por la cual los apóstoles habrían regresado a la iglesia probablemente sería para su propio ánimo en lo personal. Ellos acababan de pasar por un tiempo de prueba bien difícil. Necesitaban reagruparse y reflexionar acerca de lo sucedido. Compartir con sus hermanos en la fe les debió haber sido muy edificante.
Los apóstoles le informaron a la iglesia lo que les había dicho el principal de los sacerdotes y ancianos, y de cómo se les había ordenado no hablar ni enseñar en el nombre del Señor Jesús (v.23). La iglesia debió haberse preocupado por la reacción que tendrían los líderes judíos. Los apóstoles sabían lo que les podía suceder si hacían caso omiso a la advertencia.
Sólo podemos imaginar cuál habrá sido el matiz de esta reunión. La iglesia en general había experimentado uno de sus mejores momentos. Estos discípulos vivían juntos y compartían todo lo que tenían; además, veían la obra del Espíritu Santo en medio de ellos. En poco tiempo habían crecido de ciento veinte miembros a más de cinco mil. Cada nuevo creyente estaba colmado de la emoción que se experimenta con la nueva fe en el Señor. Se vivían momentos emocionantes, y ahora estos creyentes tenían que enfrentar la percepción de que su fe iba a lidiar con una fuerte oposición. Las cosas no les iban a ser del todo fáciles. ¿Cómo afectaría su estado de ánimo el pensar que podrían perder sus propias vidas?
Toda esta situación hizo que los creyentes acudieran a sus rodillas en oración. Miremos cómo se dirigían a Dios. Venían ante Él reconociéndole como el Dios soberano (v.24). ¿Qué es la soberanía de Dios? Es la característica de Dios que le da derecho absoluto, autoridad absoluta y control absoluto sobre toda Su creación. Estos creyentes vinieron ante un Dios que tenía el control absoluto de la situación en la cual se encontraban. Él era el Dios que hizo los cielos, la tierra y todo lo que en ellos hay. ¿Podrían derrotarlos tan solo un grupo de líderes judíos si tenían al Creador del universo de su lado?
Todo el proceso mental era bien sencillo. Si Dios estaba de su lado, ¿de qué tendrían que preocuparse? ¿No tendría el Creador de todo el universo la fortaleza o la sabiduría de cuidarlos en estas circunstancias? Parece tan simple, y sin embargo tantas veces obviamos esa realidad. ¿Cuántas veces nos hemos preocupado casi hasta desmayar en situaciones en las cuales nuestra vida ni siquiera está en riesgo? Tenemos que admirar la fe tan sencilla de estos primeros seguidores de Cristo.
Mientras los creyentes oraban, les fueron recordadas las palabras de David en el Salmo 2:1-2. Aquí él lamentaba el hecho que las naciones y los gobernantes de su época se oponían a las cosas de Dios. Ellos se amotinaban, maquinaban y en vano se levantaban contra el Señor; nada había cambiado para el tiempo de los apóstoles. La iglesia primitiva había experimentado lo que David había experimentado por parte de los enemigos de Dios. La iglesia se formó en un tiempo cuando los funcionarios religiosos y seculares no respetaban las cosas de Dios. Estos discípulos vivieron en una época en la que sus líderes religiosos abiertamente le dieron la espalda al Señor Jesús y a Su Palabra. Habían visto a Poncio Pilato y al pueblo de Israel conspirar en contra del Señor. Estos creyentes habían visto a los enemigos de Dios colgar en una cruz y ver morir al Salvador del mundo. La iglesia entendía la naturaleza espiritual de la batalla.
Dese cuenta de la confianza que cobraron los discípulos basados en que el Señor tenía el control (v.28). Se habían percatado de que el Dios soberano, que había creado el universo, también controlaba su destino. Todas las cosas estaban en Sus manos. Este control se extendía incluso en las decisiones malvadas de las personas que habían asesinado al Señor Jesús. Dios había usado su amargura y su odio para llevar a cabo la salvación de Su pueblo. Dios usó la muerte del Señor Jesús en manos de hombres malos para cumplir Sus propósitos. Dios podía tornar lo malo en bueno. ¡Qué gran consuelo resultó ser esto para los creyentes que se encontraban en aquella situación! Rechazaban todo desaliento; mientras el Dios del universo estuviera sentado en Su trono, habría esperanza.
No sé cuál pueda ser su situación, pero sí sé que hay consuelo al inclinarse ante el Dios soberano. No hay nada demasiado difícil para Él. Él hará que todas las cosas obren para Su gloria y para bien suyo. No hay razón por la cual desesperarnos.
Luego de haber reconocido que el Dios soberano estaba en el asunto, los creyentes le pidieron fortaleza (v.29). Percátese de que ellos no le pidieron a Dios que les cambiara la situación; la aceptaron como si viniese del Dios soberano. Más bien pidieron valor para enfrentar la oposición.
En esto hay una lección muy importante. Como cristianos, tenemos la tendencia de orar para que se nos quiten los problemas y no para que tengamos valentía para enfrentarlos. Temo que nuestro grave error está en la persistencia de nuestra parte de pedirle a Dios que nos quite esos obstáculos. Dios nos envía pruebas para nuestro propio bien. Un breve análisis de la iglesia primitiva muestra que la tribulación trajo crecimiento y vitalidad al cuerpo de Cristo. Solamente cuando aceptemos lo que el Dios soberano permite que venga a nuestro camino, será entonces que experimentaremos el crecimiento y la vitalidad para los cuales fue permitido. Estos discípulos del primer siglo se sometieron al cuidado del Dios soberano. Aunque no entendiesen la razón que había detrás de las tribulaciones, las aceptaban como si viniesen del Señor y se consagraban a aprender lo que Dios quería que aprendieran.
Los discípulos le pidieron a Dios no sólo el valor para seguir predicando, sino también poder para demostrar la realidad de Cristo a través de las señales y milagros (v.30). Además, acababan de ver cómo la sanidad del cojo había causado que muchos hombres y mujeres se entregaran al Salvador. Ellos no buscaban poder para sí; más bien anhelaban la realidad de un Cristo vivo en medio de ellos. Querían que otros supieran que Jesús había resucitado de entre los muertos. Querían ver la poderosa obra del Espíritu de Dios. Querían que se manifestaran los dones espirituales.
No hace falta mucho para satisfacernos. ¿Dónde están aquellos que anhelen un mover real del Espíritu Santo de Dios en medio nuestro? ¿Dónde están aquellos que busquen la realidad de Dios de manera tal que oren como lo hacía la iglesia primitiva?
Dios no se tardó en responder estas peticiones hechas por esta iglesia. Cuando estos discípulos terminaron de orar, el Espíritu Santo se derramó sobre ellos, siendo saturados de la valentía que habían pedido. En medio de su tribulación experimentaban la gran bendición de Dios.
¿Qué prueba está usted enfrentando en la actualidad? La fortaleza y la valentía que les dio a estos primeros cristianos puede ser suya también. ¿Rechazará las pruebas que Dios ha permitido vengan a su camino? ¿No le permitirá enseñarle lo que Él quiere que usted aprenda por medio de ellas? Nada impedirá que Dios esté a su lado en medio del la prueba.
Para meditar:
* ¿Se encuentra en estos momentos enfrentando alguna prueba en particular? ¿Qué consuelo usted cobra a partir del hecho que Dios es un Dios soberano?
* Considere algunas de esas pruebas que usted ha atravesado en su vida. ¿Cómo ha usado Dios esas pruebas para moldearlo más a Su imagen?
Para orar:
* Dedique un tiempo para agradecerle al Señor por Su soberanía en medio de su prueba. Pídale valor para enfrentar la prueba directamente.
* Agradézcale por lo que Él logrará en su vida por medio de estas pruebas.
* ¿Conoce a alguien más que esté atravesando pruebas en estos momentos? Ore para que Dios le bendiga en medio de su tribulación.
* La iglesia primitiva clamó para que se le concediese una mayor manifestación de la presencia del Espíritu y el poder del Señor. Pídale a Dios que lo use de una manera más profunda para que usted pueda ser una clara demostración de Su carácter y poder.
11 – ANANÍAS Y SAFIRA
Lectura: Hechos 4: 32-5:11
Usted puede estar seguro de una cosa: cuando el Espíritu de Dios está obrando, también el maligno lo está. La historia de Ananías y Safira nos hace recordar que la iglesia primitiva también tenía problemas.
Hechos 4:32-37 nos da una antesala a la historia de Ananías y Safira. La evidencia de la presencia del Espíritu en las vidas de los primeros creyentes se manifestaba en su amor y cuidado práctico por los demás. El versículo 32 nos dice que la iglesia era de un corazón y un alma. ¿Qué quiere decir ser de un corazón y un alma? Este pasaje nos da la respuesta. Los miembros de la iglesia compartían lo que tenían. Se vendían tierras, casas y posesiones, y el dinero se donaba para la iglesia. Este dinero se distribuía entre los hermanos que tuviesen necesidades específicas. Vemos un ejemplo de esto en el caso de Bernabé en los versículos 36 y 37.
Cuando el Espíritu Santo llegó a los creyentes, hizo que algunos reorganizaran sus prioridades en la vida. Algunos de estos individuos poseían grandes riquezas. Tener estas posesiones usualmente significaba mucho respeto e influencia en la comunidad. Sin embargo, cuando el Espíritu Santo vino sobre ellos, algo sucedió: sus prioridades cambiaron radicalmente. Ya no vivían para el momento. La acumulación de riquezas materiales perdía su atracción ante el conocimiento de Cristo. Tan profunda era su experiencia con Cristo que el placer de acumular riquezas había perdido su encanto. Sin embargo, más allá de esto estaba el hecho de que el Espíritu de Cristo estaba cambiando su enfoque. Antes que sucediese esto, ellos vivían enfocados en sí mismos. En otras palabras, la vida giraba alrededor de sus necesidades personales. Sus pensamientos eran para sí, para su propio bien y comodidad. Cuando el Espíritu de Dios vino a ellos, empezaron a ser más como Cristo. Dejaron de enfocarse en sí mismos para enfocarse en los demás. El Espíritu Santo abrió sus ojos para que prestaran atención a las necesidades de los que les rodeaban. El amor de Cristo en sus corazones los impulsaba a sacrificar sus propios intereses por el bienestar de sus hermanos. Esto trajo como resultado que se ministrara a los necesitados.
No solamente se satisfacía las necesidades materiales, sino también las espirituales. En el versículo 33 descubrimos que los apóstoles continuaban predicando la resurrección de Cristo con gran poder. La gracia (favor no merecido) de Dios reposaba sobre ellos a medida que ministraban. A menudo pensamos en el ministerio del Espíritu de Dios como si solamente fuese espiritual en naturaleza, pero aquí le vemos guiando a individuos a ministrar las necesidades materiales del pueblo. La iglesia primitiva, bajo la dirección del Espíritu Santo, ministraba tanto las necesidades materiales como las espirituales. Este es el corazón de Jesús en Su ministerio en la tierra. Él ministraba a todas las personas, tanto en lo material como en lo espiritual.
Es dentro de este contexto que conocemos a una pareja con los nombres de Ananías y Safira (5:1). El ministerio de la iglesia primitiva había tocado a Ananías y a Safira. Ellos habían visto al Espíritu de Dios moviéndose en las vidas de los miembros de la iglesia. Esta pareja veía como los creyentes vendían sus casas y la tierra, y como traían el dinero a donde los apóstoles para distribuirlo entre los pobres. Esto tocó la vida de Ananías y Safira tan profundamente que decidieron vender una propiedad que tenían y darles el dinero a los apóstoles para que lo distribuyeran. Sin embargo, el problema consistía en que no estaban seguros si daban o no el valor completo de la propiedad. Mientras se ponían de acuerdo, decidieron vender la propiedad, quedarse con una parte para ellos y dar el resto a los apóstoles diciendo que habían dado todo lo que les había costado.
Cuando esta pareja trajo el dinero a los apóstoles, el Señor le reveló a Pedro que Ananías estaba mintiendo al Espíritu Santo al quedarse con una porción (v.3). Cuando Pedro lo confrontó en esto, Ananías cayó muerto al suelo, y un joven que estaba allí envolvió el cuerpo y lo enterró. Tres horas después llegó Safira, y Pedro le preguntó si la cantidad que había dado su esposo era el precio por el cual habían vendido la heredad. Ella le mintió a Pedro diciéndole que sí. Habiendo dicho esto, también cayó muerta. El joven que había enterrado a su esposo regresó para enterrarla a ella.
¿Cuál era el pecado de Ananías y Safira? ¿Sería que se habían quedado con una parte del dinero para ellos? Este no parece ser el caso. En el versículo 4, Pedro reconoció que la propiedad en verdad pertenecía a Ananías. Incluso, después de la venta, el dinero era de él. Pedro le dijo que podía haber hecho lo que hubiese querido con el dinero. Esto nos lleva a pensar que hubiera sido del todo aceptable que Ananías y Safira ofreciesen a la iglesia una porción del valor de la propiedad y que se hubiesen quedado con el resto. Pero, ¿cuál fue el pecado que les causó la muerte?
El versículo 3 nos dice que Satanás estaba detrás del pecado de Ananías y Safira. Satanás ya había usado al Sanedrín en su intento de desalentar la iglesia en su marcha. Pero las amenazas del Sanedrín no habían desanimado a la iglesia. Satanás necesitaba otra manera de detener la obra del Espíritu. Según Pedro, Satanás había llenado el corazón de Ananías y había hecho que mintiese al Espíritu Santo. Ananías y Safira se habían rendido ante Satanás y sus impulsos. Se habían convertido en instrumentos para atacar la obra del Espíritu de Dios en la vida de la iglesia primitiva. Satanás sabía que si podía infiltrar la iglesia con tan solo una pareja que viviese una mentira, entonces podría contristar el Espíritu de Dios y disminuir el progreso de la iglesia. Dios le revela esto a Pedro para que tratase el asunto de inmediato.
¿En qué mintió esta pareja al Espíritu Santo? En los versículos 4 y 8 se hace obvio que Ananías y Safira habían intentado engañar a la iglesia para que pensara en que habían dado todo, cuando en verdad se habían quedado con una parte. Como habíamos dicho antes, el pecado no estaba en el hecho que se hubiesen quedado con una parte del dinero. Su pecado tenía dos aristas: le hicieron caso a Satanás y le mintieron a la iglesia. Eran culpables delante de Dios por ambas cosas. Lo que hicieron se podría comparar con el pecado de Acán en Josué 7, que escondió en su tienda lo que había robado de la ciudad de Jericó. Dios rehusó darle la victoria a Israel contra el pueblo de Hai a causa del pecado escondido de Acán. Ananías y Safira le habían mentido abiertamente a la iglesia en presencia del Espíritu Santo. Por lo tanto, eran culpables de blasfemia.
Mintiéndoles al Espíritu Santo y a los apóstoles, Ananías y Safira le estaban dando entrada a Satanás en la iglesia. La obra de Dios progresa a medida que la gente reconoce su pecado y vuelven sus corazones a Dios. El Espíritu de Dios se estaba moviendo en la vida de Su pueblo en aquellos días. Si Ananías y Safira se hubieran salido con la suya, la bendición de Dios hubiera sido quitada de la iglesia, como sucedió en los días de Acán. Al igual que a Judas, Satanás llenó el corazón de Ananías y Safira, y los enviaba a sembrar la semilla del pecado en medio de la floreciente iglesia primitiva. Pedro reconoció la acción de Ananías y Safira como un ataque satánico a la obra de Dios. Así como Judas, esta pareja había consentido voluntariamente a ser instrumentos de Satanás. Habían estado dispuestos a infiltrar la iglesia con engaño y mentiras. Esto tenía que tomarse con seriedad. Había que tratar esta situación inmediatamente antes que destruyera la obra que Dios había hecho en medio de ellos.
¿Qué tiene esto que enseñarnos a todos? ¿Acaso este pasaje no nos desafía a mantenernos velando? Satanás es el maestro en lo que a engaño se refiere. En este pasaje, envió a una pareja con una gran suma como regalo para la obra de Dios. Este mismo regalo hubiese sido el desmoronamiento de la iglesia. Satanás se puede infiltrar en la obra de Dios por medio de cosas de buena apariencia. ¡Cuánto necesitamos el discernimiento que tenía Pedro! Me pregunto en cuántos ministerios Satanás se debe haber infiltrado en nuestros días. El enemigo conoce cuáles son las necesidades más urgentes que tenemos, y no lo pensará dos veces para enviarnos una respuesta muy bien envuelta para esas necesidades, si con eso puede desviarnos de la obra que estamos haciendo. Que Dios nos dé discernimiento para reconocer cuándo esto se esté atravesando en nuestro camino.
Para meditar:
* Piense por un momento en la reorganización de prioridades y en el cambio de enfoque que tuvo lugar en la iglesia primitiva. ¿Lo vemos así en nuestras iglesias?
* ¿Es posible que el pecado de Ananías y Safira se repita en nuestros días? ¿Qué razones equivocadas pueden motivar a la gente a que contribuya para la obra de Dios?
* ¿Cómo podemos reconocer y tratar con gente como Ananías y Safira que se encuentren en nuestras iglesias?
Para orar:
* Pídale al Señor que le ayude a pensar como Él piensa con respecto a Sus prioridades para su vida.
* Ore por sus líderes espirituales, para que tengan el discernimiento de Pedro para tratar con personas como Ananías y Safira.
* Agradézcale a Dios que aunque el enemigo se encuentre activo, en Cristo somos más que vencedores.
12 – DENUEDO SANTO
Lectura: Hechos 5:12-42
Vemos que Pedro y Juan acaban de salir de la cárcel (cap. 4). El Sanedrín, el mismo que los había prendido, les hizo una fuerte advertencia. No debían predicar más en el nombre del Señor Jesucristo. Esta advertencia no debía tomarse a la ligera, puesto que este mismo concilio había sido el que había procesado a Jesús y lo había enviado ante Pilato para Su crucifixión. Para muchos, esta única advertencia hubiese sido suficiente. Tan solo pensar que podrían perder sus vidas por no obedecer lo ordenado por este concilio pudo haberlos hecho retirarse al silencio. Sin embargo, esta no fue la respuesta de los apóstoles. Tenían un ministerio que cumplir, y el concilio judío no les sería obstáculo. Prefirieron arriesgar sus vidas ante la muerte y la persecución, en vez de darle las espaldas al ministerio que el Señor les había dado.
La oración de la iglesia en el capítulo 4 incluía dos aspectos: los discípulos habían orado por un incremento en ellos de la evidencia del ministerio del Espíritu Santo, y por denuedo para hacer frente a la oposición que se avecinaba. Ambas peticiones fueron contestadas.
Mayor evidencia del ministerio del Espíritu Santo
A pesar de que algunos judíos temían asociarse con los seguidores de Cristo a causa del Sanedrín, existían evidencias claras de la obra de Dios en medio de la iglesia. ¿De qué otra forma podría explicarse la unidad y el crecimiento que experimentaban? Alguien que mirara desde afuera podía darse cuenta de una verdadera demostración del amor de Cristo en acción. Aunque los líderes judíos no los aceptaran, estos primeros creyentes eran muy respetados por la comunidad. Dios estaba en medio de ellos con poder, y como resultado de esto, la gente creía más y más en el Señor.
El versículo 12 nos cuenta que los apóstoles hacían muchos milagros y señales. Fue exactamente por esto que la iglesia había orado: “…extiende tu mano para que se hagan sanidades y señales y prodigios mediante el nombre de tu santo Hijo Jesús” (4:30). Muchos hombres y mujeres traían a sus enfermos y los ponían en las calles en camas y lechos, con la esperanza de que cuando Pedro pasara, quizás su sombra los sanara. (No hay nada en este pasaje que señale que la sombra de Pedro sanara a alguno, pero sí nos da una idea de lo que pensaban las multitudes). Los enfermos y aquellos poseídos por espíritus malignos eran traídos a los apóstoles, y todos recibían sanidad y liberación. Era evidente la presencia del Espíritu; por supuesto, Dios había contestado las oraciones de los creyentes de que estas señales y prodigios fueran hechas en medio de ellos.
Denuedo para enfrentar la oposición
La otra petición que habían elevado los discípulos era que se les concediese valor para predicar la Palabra en medio de la oposición que se les venía encima. En este capítulo vemos muy claramente la respuesta de Dios a esta petición. Estos creyentes continuaron reuniéndose en el templo (v.12). No les hubiera sido muy difícil esconderse, pero no querían hacerlo; tenían un mensaje que proclamar, y mucha gente necesitaba escuchar la verdad. Siguieron reuniéndose y predicando las buenas nuevas del Reino con valentía. El resultado de esto fue que muchos conocieron al Señor (v.14).
Este denuedo santo conllevó al arresto de los apóstoles. El versículo 17 nos dice que los saduceos estaban celosos. No soportaban ver que las multitudes los abandonaban para seguir a los apóstoles. El Sanedrín echó en la cárcel a los apóstoles para ser enjuiciados. Durante la noche, un ángel del Señor se les apareció en la celda donde estaban, les abrió las puertas y los sacó de la prisión sin que los guardias se despertasen. Después de haberles dado la libertad, el ángel les ordenó que regresaran al templo y que predicaran el mensaje de la vida nueva en Cristo.
¿Cuál hubiese sido tu respuesta al ángel? Los apósteles estaban en prisión por predicar el evangelio, así que hubiera sido bastante razonable abandonar la ciudad de Jerusalén y predicar en alguna otra parte lejos de la oposición, pero regresar al templo donde habían sido primeramente arrestados era harina de otro costal. Regresar al templo significaba agitar los aires de venganza de parte de los líderes religiosos. Sin embargo, al amanecer los apóstoles se encontraban en el templo predicando las buenas nuevas de Jesús. ¿De dónde sacaron tanto coraje? ¿No era este el resultado de la petición hecha por la iglesia: “Y ahora, Señor, mira sus amenazas, y concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra” (4:29)? No hay duda de que el Señor también había respondido esta oración.
Cuando por la mañana se reunió el Sanedrín, mandaron a buscar a los apóstoles a la cárcel. Cuando los guardias regresaron con la noticia de que los apóstoles no se encontraban allí, los hombres del concilio se quedaron perplejos. Lo que los dejó más perplejos aún fue el hecho de que todo estaba cerrado y que los guardias estaban en sus puestos. No había forma alguna de que estos hombres hubiesen escapado. En el momento en que estos hombres trataban de hallar la respuesta a esto, alguien vino con la noticia de que los apóstoles estaban en el templo enseñando a la gente. Enseguida se envió un grupo de guardias para que los trajeran ante el concilio. Los guardias no hicieron uso de la fuerza por temor a la reacción del pueblo.
El Sanedrín recordó a los apóstoles la advertencia que le habían hecho de que no enseñasen más en el nombre de Jesús. Sin dar rodeos, Pedro les dijo que tenían que obedecer a Dios antes que a los hombres (v.29). En otras palabras, los apóstoles no tenían intención de hacerle caso al Sanedrín. Pedro también les dijo que eran culpables de haber matado al Hijo de Dios, colgándolo de un madero como si fuese un criminal cualquiera. Pedro también les dijo, con palabras bien claras, que a pesar de que ellos habían matado a Jesús, Dios le había resucitado de los muertos y le había hecho Príncipe y Salvador; que Jesús se encontraba sentado a la diestra de Dios. Los apóstoles eran “testigos de estas cosas”, como también lo era el Espíritu Santo que moraba en ellos (v.32). Una vez más, vemos evidencias del denuedo santo en la vida de los apóstoles. No se amedrentaron ante sus acusadores.
La respuesta del concilio era muy predecible. Estaban furiosos. Querían matar a los apóstoles. Esta valentía santa había traído consigo mucha oposición. Notemos, sin embargo, que el Señor, quien había llenado de valor a los apóstoles, también los había rodeado con Su mano protectora. Un fariseo llamado Gamaliel se puso de pie en el Sanedrín. El versículo 34 nos narra que este era un hombre muy respetado y venerado por el pueblo. Él mismo pidió que sacaran a los apóstoles de aquel lugar mientras hablaba con el concilio.
Gamaliel advirtió al concilio con respecto a sus intenciones de matar a los apóstoles. Les recordó situaciones similares que habían acontecido en su pasado reciente. Les refirió la historia de dos revolucionarios judíos. El primero de estos hombres, uno llamado Teudas, vino diciendo grandes cosas de sí mismo y de sus habilidades. Llegó a reunir un grupo de como cuatrocientos hombres. El mismo terminó muerto, sus seguidores fueron dispersados, y todo aquel asunto se desvaneció. El segundo de estos hombres era Judas el galileo. Éste guió a un grupo de hombres en una revuelta política, le mataron también, y sus seguidores fueron esparcidos. Sus esfuerzos se desvanecieron de igual manera.
El consejo de Gamaliel para el concilio fue que dejaran en paz a los apóstoles. En este movimiento había algo diferente. Se asemejaba a los demás movimientos en que también tenían un líder, una gran multitud de seguidores, y en que a su líder lo mataban. Sin embargo, lo que marcaba la diferencia era que la muerte de su líder no había apagado su ardor. Más bien, este movimiento crecía en número e influencia en Jerusalén. Habían ocurrido cosas en él que no tenían explicación. Gamaliel temía que si este movimiento era de Dios, cometerían un error al matar a los discípulos. Creyó que era sabio dejar aquel asunto en las manos de Dios. Creía que si aquello no provenía de Dios, se desvanecería tal y como había sucedido con los otros movimientos que había mencionado.
El discurso de Gamaliel persuadió al Sanedrín a que no matasen a los apóstoles. En cambio, lo que hicieron fue azotarles y ordenarles que no predicasen en el nombre de Jesús (v. 40). Una vez más, Dios había permanecido fiel a los apóstoles. Aquel día salieron del Sanedrín regocijándose por la bondad de Dios. Se regocijaban por el hecho de haber sido dignos de sufrir por causa del nombre de Jesús. Para ellos fue un privilegio haberse mantenido fiel a su Señor. Ese día el gozo del Espíritu Santo fue derramado sobre ellos abundantemente. En medio de las tribulaciones experimentaban un gozo desmesurado. Era como si la sonrisa de la aprobación de Dios estuviese sobre ellos a causa de su fidelidad. No habían contristado al Espíritu Santo por causa del miedo ni por la desobediencia.
A pesar de que por segunda vez les fue advertido que no hablaran en el nombre del Señor Jesús, los apóstoles se reunían todos los días en los atrios del templo y en casas en Jerusalén, enseñando que Jesús era el Cristo. Nada los haría desistir de seguir proclamando con valentía el evangelio de su Señor. ¿Habría sido respondida la oración de doble propósito que la iglesia había levantado en Hechos 4:29-30? No cabe la menor duda de que Dios había respondido esa oración. Se hacía muy evidente la obra del Espíritu de Dios. La valentía de los apóstoles era el resultado de Su obrar en sus vidas.
¿Experimentamos esta valentía santa en nuestras vidas? Nunca encontraremos este tipo de valor en nosotros mismos. Este valor proviene del Espíritu Santo de Dios y nada más. No es propio de nuestra naturaleza humana. Solamente puede ser nuestro a medida que muramos a nosotros mismos y dejemos que el Espíritu de Dios llene nuestras vidas y nuestros corazones. En donde quiera que reine el Espíritu de Dios, habrá denuedo para el Señor y habrá también evidencias poderosas de Su presencia. ¡Que sea esta nuestra experiencia!
Para meditar:
* ¿Alguna vez se ha visto avergonzado del evangelio? ¿Qué le impide que hable a otros con denuedo?
* ¿Cuál es la diferencia entre hablar con denuedo y ser agobiante?
* ¿Qué evidencia hay de la presencia del Espíritu Santo en tu vida?
Para orar:
* Pida perdón por las veces que se ha avergonzado del evangelio.
* Pídale al Señor que le dé ese denuedo por Él y Su Palabra.
* Pídale al Señor que lo use por medio de Su Espíritu Santo para ser un instrumento de Su poder en este mundo decadente.
13 – LOS PRIMEROS DIÁCONOS
Lectura: Hechos 6:1-7
A medida que estudiamos el libro de Los Hechos, hay dos temas paralelos que resaltan continuamente. El primer tema está relacionado con la obra poderosa del Espíritu de Dios en las vidas de Su pueblo; y el segundo, el constante ataque del enemigo contra la iglesia. Hemos visto hasta este punto cómo el enemigo ha querido desalentar a la iglesia usando el Sanedrín para amenazar y aprisionar a los apóstoles. Esto, en cambio, hizo que la iglesia orase por más valor. Después, Satanás trató de infiltrarse con la mentira en la iglesia por medio de Ananías y Safira. Pedro reconoció de inmediato el engaño y Dios hizo que esta pareja muriera antes que pudieran hacer cualquier daño a la iglesia. En este pasaje veremos otro intento por parte de Satanás de destruir el trabajo de la iglesia.
La obra de Dios progresaba de manera rápida en Jerusalén. El versículo 1 nos relata que el número de discípulos iba en constante crecimiento. Más y más individuos conocían al Señor Jesús como su Salvador. Este rápido crecimiento puso presión sobre los líderes de la iglesia. Con el incremento en el número (ahora con mucho más de cinco mil), vino también el incremento en el trabajo a la hora de distribuir los alimentos a los necesitados. He aquí una puerta abierta para que Satanás interrumpiera la obra del Espíritu.
El incremento de la carga de trabajo significaba que los apóstoles tenían que sacar más cantidad de tiempo para ayudar en este asunto de la distribución de los alimentos. Aunque este era un asunto muy importante, hacía que los apóstoles se alejaran de su llamado principal, que era la predicación de la Palabra. Llenándoles su tiempo con muchas otras buenas actividades, Satanás podría distraer a los apóstoles de la tarea a la cual Dios los había llamado. ¿Cuántas veces ha usado Satanás esta táctica en nuestros días? ¿Cuántos pastores se han involucrado activamente en muchas actividades de la iglesia que no encuentran el tiempo para desarrollar los dones que Dios les ha dado? No se sorprenda de que Satanás le llene su agenda de cosas muy buenas y necesarias que le distraigan de su verdadero llamado.
Observemos aquí que los apóstoles no se dejaron caer en la trampa. En el versículo 2 le recuerdan a la iglesia que no estaba bien que ellos abandonasen el ministerio de la Palabra para ocuparse en servir la mesas. No estaban diciendo que servir las mesas no era algo digno de ellos. Lo que querían decir era que Dios les había dado un llamado en específico. Dios les había dado el don de ministrar con la predicación de la Palabra de Dios. Tenían que responder ante Dios por el uso de sus dones. Estaría errado de su parte si se desviaban hacia otro ministerio.
Este principio se nos hace muy importante para nosotros hoy. Sobran las oportunidades que tenemos para servir al Señor. Simplemente no tenemos los recursos, dones y fuerza suficientes para satisfacer las necesidades de todo aquel que nos salga al camino. ¿Cuántas veces hemos visto a individuos que han abarcado tanto, que al final no pueden hacer bien ningún trabajo? ¡Cómo se debe deleitar Satanás en logros que tiene sobre las vidas de estas personas! Los ha inutilizado para la obra del reino de Dios. ¡Cómo necesitamos personas que entiendan el llamado de Dios en sus vidas! Los hombres y mujeres que están dispuestos a no desviarse del ministerio al cual Dios los ha llamado saben cuándo decir no por el bien del reino de Dios.
Veamos que Satanás no solamente buscaba obstaculizar la obra distrayendo a los apóstoles, sino que también buscaba crear división en la iglesia. Los primeros miembros de la iglesia pertenecían a dos tipos. Estaban los judíos de origen hebreo y los judíos de origen greciano. Hoy en día todavía no se ha podido entender a cabalidad la diferencia que había entre estos judíos. Quizás la diferencia sólo era la geográfica; los judíos hebraicos habrían sido aquellos que habían nacido en Israel, mientras que los judíos grecianos eran los nacidos fuera de Israel. Sin embargo, el problema que hay con esta distinción es el hecho que Pablo era proveniente de Tarso (fuera de Israel) y él se consideraba judío de judíos. Él era tan judío como cualquier judío nacido en Israel. Quizás pudo también haber sido la diferencia de idioma y cultura. Debió haber muchos judíos en ese punto de la historia que no hablaran hebreo. Aunque observaban las tradiciones de sus padres, no habían mantenido su idioma, estaban influenciados por la cultura griega y por la lengua griegas.
Tal parece por la historia que estos judíos grecianos no estaban considerados dentro del mismo nivel que los judíos hebraicos. Estos últimos se veían a sí mismos como puros judíos; se habían resistido ante la influencia de las odiadas culturas extranjeras, y habían mantenido el idioma y la cultura de Abraham, Isaac y Jacob. Para ellos, los judíos grecianos pertenecían a una clase más baja. Satanás, conociendo la tensión que existía entre estos dos grupos, decidió usarla para sacar su propia ventaja. Todo parece indicar que los judíos hebraicos estaban suministrando comida a los de su grupo, y que los otros judíos estaban siendo pasados por alto en la distribución diaria de los alimentos.
Se hace importante que nos deshagamos de todo equipaje que haya pertenecido a la vida pecaminosa del pasado. ¿Cuántas veces asuntos de nuestro pasado han regresado para atormentarnos como cristianos? Aquí descubrimos que la iglesia naciente necesitaba limpiarse de prejuicios y del orgullo. Todos los creyentes han venido a ser uno en Cristo. No debían existir más las distinciones sociales, como la de los judíos grecianos o los hebraicos, pero estas personas todavía arrastraban sus antiguos prejuicios. Satanás conocía esta debilidad y decidió usarla para infiltrar la iglesia con disensión y luchas internas. A Satanás le encantaría hacer lo mismo con la iglesia del presente. De hecho, ha tenido éxito en muchas ocasiones echando a pelear cristianos contra cristianos. Asuntos como los doctrinales, los relacionados con la libertad cristiana, los relacionados con las tradiciones de nuestras iglesias y las preferencias personales tienden a dividirnos como creyentes. Nuestro enemigo sabe que si logra mantenernos pelando entre nosotros mismos, no le seremos útiles para nada a Dios, y que la obra de alcanzar este mundo nunca podrá ser lograda. La bendición de Dios nos será quitada, y al final dejaremos de ser útiles para Dios y para Su reino. Las tácticas de Satanás no han cambiado con el paso del tiempo. ¿Por qué habría de cambiar sus tácticas si la iglesia sigue cayendo con los viejos trucos?
Los apóstoles sabían que se debía hacer algo para resolver este problema. No podían permitir que Satanás tomara la delantera. Al percatarse de que el ministerio de distribución de alimentos los alejaría de su llamado, los apóstoles recomendaron a la iglesia a que escogiese a siete hombres de entre ellos para que se ocuparan de esta responsabilidad. Estos hombres se convertirían en los primeros diáconos de la iglesia primitiva. Su papel era servir de manera práctica a la iglesia.
Notemos que a pesar de que estos hombres se encargarían de servir a la iglesia en asuntos prácticos, no se obviaba el hecho de que debían ser hombres espirituales. Estos candidatos necesitaban estar llenos del Espíritu Santo. ¿Cómo podía saber la iglesia si alguien era una persona llena del Espíritu Santo? Hasta este punto de nuestro estudio de Los Hechos, hemos visto varios aspectos que indican esto.
En primer lugar, Jesús les dijo a los discípulos en Hechos 1:8 que cuando el Espíritu Santo viniera sobre ellos, iban a ser Sus testigos. Ésta es la primera prueba. ¿Quiere usted saber si una persona está llena del Espíritu Santo? ¿Pregúntese usted mismo que tipo de testimonio está dando esa persona acerca de Jesús? ¿Resaltará en un grupo la vida de esa persona como un testimonio de Jesús?
En segundo lugar, vemos en el libro de Los Hechos que cuando el Espíritu Santo vino a la iglesia, las prioridades comenzaron a cambiar radicalmente. Los que estaban llenos del Espíritu Santo habían dejado de ser egocéntricos para comenzar a preocuparse por los intereses de los demás. Experimentaban un amor sobrenatural hacia sus hermanos en Cristo. Estaban dispuestos a vender lo que poseían con tal de ayudar a algún hermano necesitado. Ya no les interesaba acumular riquezas para sí. ¿Desea saber si una persona está llena del Espíritu Santo? Observe la manera en que este hermano trata a sus hermanos en Cristo. Mire cómo esta persona maneja los recursos. ¿Se ve que muestra interés por los demás? ¿Se evidencia el amor de Cristo?
En tercer lugar, nos damos cuenta en el libro de Los Hechos que aquellos que estaban llenos del Espíritu Santo mostraban denuedo en el nombre de Jesús. En la meditación pasada vimos que los apóstoles no temían a lo que la gente pudiera hacerles o decirles. Ellos se levantaban en el nombre de Jesús y arriesgaban sus propias vidas por Su causa. Les interesaba más ser obedientes al llamado de Cristo que ocuparse de su propia reputación. Si su obediencia requería dar sus vidas por el Señor, entonces estaban dispuestos a aceptarlo. ¿Desea saber si una persona está llena del Espíritu Santo? Pregúntese si esta persona está dispuesta a arriesgarlo todo por obediencia a Jesucristo. ¿Estaría esta persona dispuesta a abandonarlo todo por causa de Cristo, sacrificando así el orgullo y la reputación para ser más obediente?
Cuándo los apóstoles le pidieron a la iglesia que escogiese hombres que se supiese que estaban llenos del Espíritu Santo, en realidad lo que estaban pidiendo era que la iglesia escogiese a hombres que habían mostrado en sus vidas las cualidades antes mencionadas. Démonos cuenta de que la iglesia no buscó hombres que con el tiempo pudieran mostrar estas características. Estas características ya debían estar presentes en sus vidas.
El diácono no debía ser tan solo alguien que estuviese lleno del Espíritu Santo, sino que estuviese lleno de sabiduría también. Existe una diferencia entre sabiduría y conocimiento. El conocimiento está relacionado con la información. La sabiduría se relaciona con la aplicación de ese conocimiento a la vida real. ¿Cuál era el papel de estos diáconos? ¿No era tratar con los asuntos prácticos y básicos de la iglesia primitiva? ¿No se hace que estos hombres no necesitarían solamente el conocimiento de la verdad, sino también la aplicación de esa verdad en los asuntos prácticos de la vida de la iglesia? Entre tanto los apóstoles se enfocaban en el ministerio espiritual de la Palabra, los diáconos llevarían adelante la iglesia en la aplicación práctica de la Palabra en el quehacer diario de la iglesia.
Siete hombres fueron escogidos. Estos fueron ordenados al ministerio por la imposición de manos por parte de los apóstoles. Todo esto trajo como resultado que la Palabra de Dios se propagase. La obra de Dios continuaba a pesar de los esfuerzos por parte de Satanás por detenerla. Hasta un gran número de sacerdotes en particular llegaron a conocer al Señor.
Los esfuerzos de Satanás fueron echados por la borda porque el pueblo de Dios buscó primero la voluntad de Dios en la vida de la iglesia. Los apóstoles no querían ser desviados del llamado que Dios les había dado. Enseguida trataron de resolver el problema de los judíos grecianos.
Ellos pudieron haber escogido ignorar tales controversias, pero no permitieron que prejuicios del pasado se interpusieran en su responsabilidad ante Dios. Satanás estaba amarrado de pies y manos ante una iglesia como esta.
Para meditar:
* ¿Cuáles son los dones que el Señor le ha dado? ¿Cómo los está usando para Su gloria? ¿Cuáles son las cosas que lo distraen a la hora de usar sus dones?
* ¿Qué tipo de asuntos pueden dividir hoy a los cristianos? ¿Cómo tratamos estas diferencias en nuestra iglesia?
* ¿Cuáles eran las cualidades de los que se incorporaron al servicio del diaconado en la iglesia primitiva? ¿Es usted un líder espiritual? ¿Posee usted estos requisitos?
Para orar:
* Pídale al Señor que ayude a su iglesia a lidiar con las diferencias existentes entre los miembros.
* Ore por el liderazgo espiritual de su iglesia. Pídale al Señor que le dé sabiduría para tratar los numerosos asuntos que surgen dentro de la vida de la iglesia.
* Pídale al Señor que le dé un liderazgo espiritual que demuestre las cualidades que se han enumerado en este capítulo.
14 – ESTEBAN
Lectura: Hechos 6:8-8:3
Hasta ahora hemos visto por lo menos tres intentos de Satanás por destruir la obra del Espíritu de Dios en la iglesia primitiva. En el capítulo 4, éste trataba de desalentar la iglesia con las amenazas del Sanedrín. Cuando esto no le dio resultado, trató de introducirse en la iglesia con el engaño y las mentiras de Ananías y Safira. Una vez más sus esfuerzos fueron entorpecidos. Al principio de este capítulo, vemos cómo una disputa entre los judíos grecianos y los judíos nacidos en Israel pudo haber sido desastrosa para la vida de la iglesia primitiva. Cuando estos esfuerzos no le dieron resultado, entonces comenzó a tomar medidas más drásticas. En este capítulo veremos cómo acudió a las mentiras flagrantes y la persecución abierta.
Esteban era uno de esos siete diáconos escogidos por la iglesia primitiva. Él era un hombre que mostraba evidencia del poder de Dios en su vida. Dios estaba haciendo muchas señales milagrosas en su vida. El versículo 10 indica que también tenía un ministerio poderoso de predicación que conmovió a cierto grupo de judíos en Jerusalén. La sinagoga de los libertos (Esclavos libertados, DHH) se ofendió por lo que Esteban estaba enseñando. Ellos lo desafiaron, pero no podían sostenerse ante la sabiduría del Espíritu Santo que moraba en él. Al ver que no llegaban a ninguna parte en su debate con Esteban, decidieron cambiar sus tácticas. En secreto persuadieron a algunos para que dijesen que habían oído a Esteban blasfemar contra Moisés y Dios. Ninguna de estas acusaciones era cierta; sin embargo, provocó que él fuese llevado ante el Sanedrín. Los falsos testigos decían que Esteban no cesaba de hablar en contra del lugar santo (el templo), y en contra de la ley de Dios. Llegaron tan lejos que se atrevieron a decir que predicaba que Jesús destruiría el templo y que cambiaría las tradiciones de Moisés.
Los presentes del Sanedrín en aquel día notaron que algo pasaba con Esteban mientras se decían aquellas mentiras en su contra; su rostro era como el de un ángel (6:15). Por mi parte nunca he visto un ángel, pero creo que lo que la gente veía aquel día era un resplandor de gozo y paz. Quizás vieron algo parecido a lo que el pueblo de Israel vio cuando Moisés regresaba de la cima del monte; su rostro brillaba con la gloria de Dios (Éx. 34:29-30). De aquí se hace evidente que Esteban no estaba preocupado con lo que estaba sucediendo. Estaba envuelto por la presencia de Dios. El gozo y la paz de Dios llenaban su corazón. Quizás Dios le estaba haciendo saber que pronto estaría en el cielo. Quizás Esteban vio al Señor mismo llamándole a Su lado. En ocasiones he escuchado a algunas personas decir que no creen que puedan tener el coraje de convertirse en mártires como lo fueron otros en el pasado por defender la causa de Cristo. Esteban, en el momento en el que lo necesitó, recibió poder de parte de Dios para hacer aquello a lo cual lo había llamado. Dentro de poco pondría su vida, y no vaciló ni un momento en hacerlo porque el Espíritu de Dios lo había llenado del gozo del Señor. Él era fuerte en el Espíritu de Dios.
Cuando se le preguntó a Esteban si los cargos que se le imputaban eran ciertos, prefirió no responder. No estaba interesado en defenderse. ¿Sería que sabía que su final había llegado? Prefirió predicarles el evangelio. Examinemos lo que dijo al Sanedrín.
Esteban comenzó a hablar acerca de Abraham (7:2-8). Recordó a la audiencia de aquel lugar que Dios había llamado a su antepasado desde Harán para que fuese a una tierra que le mostraría. Abraham dejó su tierra para obedecer el llamado de Dios. Dios le prometió la tierra de Canaán para sus descendientes (luego llamada Israel). Abraham no vio el cumplimiento de esta promesa, pero Dios fue fiel a Su palabra. Dios entró en un pacto con Abraham y sus descendientes prometiéndoles ser su Dios y ellos Su pueblo.
Durante el tiempo de Jacob, José fue vendido como esclavo y llevado a Egipto a causa de los celos que sentían sus hermanos, los patriarcas (7:9). Dios no abandonó a José en su prueba, sino que demostró ser fiel e hizo que José se ganase el favor del Faraón de Egipto. José se convirtió en el segundo al mando en toda la nación de Egipto. En ese tiempo una gran hambre azotó la tierra de Canaán, y Dios usó a José para proteger a Su pueblo. Allí, en Egipto, bajo el liderazgo de José, el pueblo con el que Dios había hecho pacto estaba siendo bien cuidado. Dios una vez más demostró fidelidad a Su pueblo.
En tierra de Egipto, el pueblo de Dios crecía rápidamente en número. Esto provocó a celos al nuevo faraón. Éste oprimía al pueblo del pacto y los trataba con crueldad. Muchos varones primogénitos fueron lanzados al río acabados de nacer. Una vez más, Dios demostró ser fiel a Su pueblo. Él puso Su mano sobre un pequeño llamado Moisés (7:20). Moisés fue criado por la hija de faraón y llegó a convertirse en alguien muy poderoso en la tierra de Egipto, educado en toda la sabiduría de la tierra. Cuando Moisés cumplió la edad de cuarenta años, vio a un egipcio maltratando a un israelita. Dios usó este incidente para llevar a Moisés a su misión. Dios llevó a Moisés al desierto de Madián y por cuarenta años lo preparó para su llamado. Cuando llegó el tiempo señalado, Dios le habló a Moisés por medio de una zarza ardiente y le dijo que regresara a la tierra de Egipto. Por medio de este hombre, Dios libró a Su pueblo de los crueles opresores. Una vez más, Dios había sido fiel al pacto que había establecido con Su pueblo.
Ya en el desierto, Dios revela Su ley a Moisés. Fue allí que Dios organizó a Su pueblo como nación. Allí en el desierto les dio el tabernáculo y les instruyó en Sus santos caminos.
Sin embargo, a pesar de ser el pueblo de Dios, le dieron la espalda, a pesar de todo lo que Él había hecho por ellos. Allí en el desierto se inclinaron ante un becerro de oro, confeccionado por Aarón, el hermano de Moisés. El sermón de Esteban nos cuenta que los hijos de Dios se inclinaron y adoraron ante los cuerpos celestes (las estrellas, el sol y la luna) y ante los dioses paganos de Moloc y Renfán (7:42-43).
A pesar de estos pecados cometidos en el desierto, el Señor su Dios siguió siéndoles fiel. Bajo los reinados de David y Salomón, el pueblo de Dios alcanzó su más alto poder y riqueza. El templo que Salomón construyó era una estructura enorme y hermosa. No fue construida para que Dios habitara en ella, porque como escribió Isaías, Dios no puede ser confinado a un edificio físico hecho por manos humanas (7:49-50). Este templo era una señal de las grandes bendiciones de Dios por medio de Su pacto, pero Él era mayor que el templo.
En los tiempos de los profetas, Dios envió un profeta tras otro para hacer volver a Su pueblo de sus pecados, pero no quisieron escuchar. Como dijo Esteban: “¿A cuál de los profetas no persiguieron vuestros padres? Y mataron a los que anunciaron de antemano la venida del Justo, de quien vosotros ahora habéis sido entregadores y matadores” (7:52).
¿Qué nos dice todo esto acerca del pueblo de Dios? Dios había sido muy fiel con ellos; sin embargo, ellos no querían tener nada que ver con Dios. El pueblo de Dios tuvo una larga historia en darle las espaldas a la ley que Moisés le había dado y a los profetas que Dios había enviado. El pueblo de Israel quería vivir su propia vida y hacer las cosas a su manera. No amaban a Dios; no tenían ningún deseo de mantenerse fieles al pacto que habían hecho.
El discurso de Esteban fue poderoso. No se defendió de las acusaciones que le habían hecho los falsos testigos. Simplemente les recordó su propia historia registrada en la Palabra de Dios, y lo hizo con valentía santa. No temió perder su vida.
La respuesta del Sanedrín era predecible. “Se enfurecían en sus corazones, y crujían los dientes contra él” (7:54). Esteban miró hacia el cielo y vio al Señor Jesús a la diestra de Dios. Les dijo lo que veía en su visión, pero ellos taparon sus oídos porque no querían oír lo que él tenía que decir. Entonces le sacaron fuera de la ciudad y le apedrearon. Aún cuando le apedreaban, el amor de Dios brotaba de él al igual que las sangre de sus venas. Su última petición fue: “Señor, no les tomes en cuenta este pecado” (7:60), y con esas palabras, murió. Ni siquiera en su muerte guardó un pensamiento amargo en contra de sus acusadores. Aunque Satanás había tenido éxito en que se hubiese dado muerte a este siervo de Dios, Satanás perdió la batalla. Esteban fue a su maestro como un santo victorioso. Satanás asestó un duro golpe, pero Esteban resistió hasta el final. Una vez más, los esfuerzos de Satanás fueron obstruidos. Dios había demostrado ser más poderoso que Satanás.
Uno de los hombres presentes ese día era el llamado Saulo, quien más adelante se convertiría en el apóstol Pablo (8:1). Al inicio iba a demostrar ser uno de los más grandes enemigos de la iglesia primitiva. A partir de ese día, se inició una gran persecución en toda región. Pablo comenzaría a ir casa por casa arrastrando los creyentes a la prisión. La iglesia se vio obligada a esparcirse para evitar la persecución. Sin embargo, esto sólo serviría para esparcir las buenas nuevas al resto del mundo. En todo esto Dios, había demostrado ser fiel a Sus promesas.
Para meditar:
* ¿Qué nos enseña este capítulo acerca de la paciencia de Dios con Su pueblo?
* Considere la disposición de Esteban de perdonar a aquellos que lo mataban. ¿Tiene usted algo en contra de algún hermano o hermana? ¿Qué necesita hacer para arreglar las cosas?
* ¿Cómo cobra usted aliento a partir del ejemplo de Esteban?
* ¿Puede haber victoria incluso hasta en la muerte?
Para orar:
* Pídale al Señor que le ayude a perseverar hasta el final, como Esteban.
* Pídale que sane sus relaciones con sus hermanos y hermanas en Cristo.
* Pídale al Señor que le dé la valentía de Esteban.
* Dele gracias al Señor porque Él es vencedor sobre el pecado y Satanás.
15 – SIMÓN Y LOS SAMARITANOS
Lectura: Hechos 8:4-25
La persecución se había desatado en Jerusalén. La iglesia estaba esparcida. Aunque, según las apariencias, esto se consideraba algo trágico, su efecto fue uno positivo. Dios usó a los creyentes que se habían esparcido para propagar el mensaje de salvación más allá de los muros de la ciudad de Jerusalén. Estos creyentes proclamaban a Cristo a donde quiera que fueran.
Nos encontramos con Esteban en los dos últimos capítulos; ahora nos encontramos con un segundo diácono de la iglesia primitiva llamado Felipe. Al igual que Esteban, Felipe también estaba lleno del poder del Espíritu Santo. A causa de la persecución, Felipe se trasladó a la región de Samaria. Allí comenzó predicar el mensaje de salvación. En aquellos días, los judíos odiaban a los samaritanos. Felipe debió haber conocido esas animosidades, pero nada de eso le impidió que predicase el mensaje de salvación en Samaria.
Samaria no era un lugar muy fácil para ministrar. Muchas persona estaban poseídas por demonios; otros sufrían aflicciones físicas. Los samaritanos al escuchar a Felipe predicar, y al ver las señales que hacía, le prestaron mucha atención. Lo recibieron como un mensajero de Dios. Felipe demostró tener poder sobre los espíritus inmundos porque los echaba fuera de aquellos a quienes poseían. Felipe sanaba en el nombre de Jesús a todos los que se llegaban a él. Ningunas de estas cosas eran propias de Felipe, sino que eran evidencias del poder del Espíritu de Dios obrando en él. El resultado del ministerio de Felipe fue que muchos fueron liberados de espíritus y sanados de sus enfermedades. Su ministerio trajo gran gozo a los corazones de los samaritanos (v. 8).
Un ejemplo de alguien poseído por un demonio, algo muy común en Samaria, fue el caso de uno llamado Simón. Su poder como mago era tal que la gente estaba sorprendida con las cosas que podía hacer. Simón era una persona orgullosa y se jactaba de sus poderes en el mundo demoníaco. En cuanto a magia se refiere, se le tenía en un lugar muy excelso. Personas de toda clase dentro de la sociedad samaritana le prestaban atención. Teniendo en cuenta el versículo 10, podemos pensar que la gente de Samaria lo consideraba un dios. Veían su poder como si fuese algo divino. Lo llamaban “el gran poder”. A causa de sus artes mágicas, tenía un gran grupo de seguidores. Todo esto nos decía mucho de la ciudad de Samaria y de las ataduras en que vivía.
En Samaria, Felipe se encontró con Simón y sus seguidores. Simón y sus seguidores fueron tan impactados por la predicación de Felipe que creyeron y fueron bautizados como seguidores de Jesús. El versículo 13 nos dice que el mismo Simón creyó y fue bautizado en nombre del Señor Jesucristo. A Simón le llamaban mucho la atención los milagros poderosos que Felipe hacía. Él seguía a Felipe a donde quiera que iba.
Pronto llegó palabra a Jerusalén que el Señor estaba haciendo la obra entre los samaritanos. Pedro y Juan fueron a ver lo que estaba sucediendo. Cuando los apóstoles llegaron, notaron que el Espíritu Santo no había venido todavía sobre estos individuos. Según el versículo 16, habían sido bautizados solamente en el nombre de Jesús. Este versículo es difícil de entender. Parece decirnos que a pesar de que habían recibido el bautismo en agua, no habían sido bautizados por el Espíritu Santo. Aunque habían creído en el Señor Jesús, no habían recibido el Espíritu. Al igual que los discípulos en el Pentecostés, habían creído, pero no habían recibido poder por medio del Espíritu. Estos nuevos creyentes lo recibieron cuando Pedro y Juan impusieron sus manos sobre ellos. ¿Cómo podemos entender lo que estaba pasando aquí? ¿Por qué el Espíritu Santo no había sido dado a estos creyentes?
Algunos piensan que la respuesta yace en el hecho que estas personas necesitaban que los apóstoles impusieran sus manos sobre ellos antes que pudieran recibir al Espíritu Santo. Sin embargo, cuando el Espíritu Santo vino en el Pentecostés, nadie impuso las manos a esos creyentes, y aún así, todos fueron llenados (2:4). Otros piensan que algo faltaba en la fe de los samaritanos, algo que les impedía recibir al Espíritu Santo. Sin embargo, el pasaje no da prueba de esto. No se registra nada que indique que los apóstoles buscaban arreglar algún aspecto carente en la fe de los samaritanos. De hecho, es extraño que si Felipe mismo era alguien lleno del Espíritu Santo, que podía echar fuera demonios y sanar a los enfermos, no fuese capaz de orar para que el Espíritu Santo llenase a estos individuos que hacía poco habían venido a la fe.
Esto nos conduce a suponer que debió haber habido una razón muy especial por la cual el Espíritu Santo no había venido sobre estos creyentes samaritanos hasta que los apóstoles llegaron a donde ellos estaban. Necesitamos recordar que los judíos odiaban a los samaritanos. Para muchos de la iglesia primitiva, la salvación era sólo para los judíos. Ellos no podían ver que Dios podía interesarse en los samaritanos. ¿Quién hubiera creído que los samaritanos pudieran recibir de igual manera el Espíritu Santo? Dios envió a Pedro y a Juan, los principales líderes de la iglesia primitiva, para que fuesen testigos de la venida del Espíritu Santo sobre otro grupo de personas. ¿Qué hubiera sucedido si el Espíritu Santo hubiese venido sobre los samaritanos sin Pedro y Juan haber estado allí? ¿Habría aceptado la iglesia en Jerusalén a los samaritanos como hermanos en Cristo? Lo más probable es que los samaritanos todavía hubiesen sido rechazados. Sin embargo, cuando los samaritanos recibieron el Espíritu Santo por la imposición de manos por parte de Pedro y Juan, la iglesia tuvo que darse cuanta de que la salvación también era para los samaritanos. Quizás esta fue la forma en que Dios estableció unidad en la iglesia.
Simón se quedó perplejo al ver cómo el Espíritu Santo vino sobre estos samaritanos cuando los apóstoles impusieron sus manos sobre ellos. Simón estaba tan desesperado por tener ese poder que a cambio ofreció dinero a los apóstoles. Pero Pedro le dijo: “Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero” (v. 20). Le dijo a Simón que estaba aprisionado por el pecado y que su corazón estaba lleno de amargura. Simón no podía tener parte en su ministerio porque no estaba bien con Dios. Pedro usó palabras bien claras porque vio algo malvado en este hombre.
El deseo de Simón era controlar al Espíritu Santo. Él quería usar ese poder para su propio beneficio. Simón era como muchos de nosotros, que queremos ser capaces de orar y ver de inmediato a Dios obrar. Queremos ver que los demonios huyan cuando lo ordenamos. Esta actitud de querer controlar el poder de Dios para nuestros propósitos es algo pecaminoso. No nos toca a nosotros controlar el poder de Dios. Más bien nos toca a nosotros someternos a ese poder y dejarlo que nos controle. Dios hace lo que quiere, cuando quiere y como quiere. Simón no entendía esto.
El versículo 13 nos dice que Simón había creído y había sido bautizado. Sin embargo, tomando en cuenta lo que Pedro nos dice, Simón no había sido realmente salvado de su pecado. Su aceptación del mensaje estaba basada solamente en lo que había visto a Felipe hacer. Simón se sentía atraído por las señales y prodigios, y quería poder hacerlos también, aunque nunca le había rendido su corazón a Cristo.
Pedro nos hace creer que Simón y su dinero perecerían por pensar que podía comprar el don del Espíritu Santo. Simón necesitaba arrepentirse de su maldad. ¿Qué había tan malvado en desear pagar para tener el don del Espíritu? En primer lugar, esto denigraba al Espíritu de Dios. Simón estaba tratando al Espíritu Santo como un objeto que podía ser comprado o vendido. Estaba siendo muy irrespetuoso por esto. En segundo lugar, quería usar al Espíritu Santo para darse a promover. Si tenía este don, la gente ciertamente lo tendría en cuenta. Todo este asunto demostraba que Simón no había cambiado. Su corazón era todavía el corazón egoísta y avaro que siempre había sido. Solamente pensó en él y en sus propios intereses. Fue por esta razón que Pedro le dijo que necesitaba orar para que Dios lo perdonara (v. 22). Entonces Simón le pidió a Pedro que orara por él, pero aquí no hay evidencias de que este hombre estuviese verdaderamente arrepentido. Sin embargo, sí estaba preocupado por el juicio que le vendría.
Cuando los apóstoles hubieron terminado su trabajo en la región de Samaria, regresaron a Jerusalén. En su camino de regreso, llegaron a muchas ciudades samaritanas para predicar el evangelio. Entendieron que el evangelio no era sólo para los judíos, sino también para los samaritanos. Esto les había sido demostrado de manera bien clara por la manera en que el Espíritu Santo estaba obrando en aquella región.
Para meditar:
* ¿Qué prejuicios existen hoy en la iglesia? ¿Existen personas a las que no estemos alcanzando verdaderamente?
* ¿Qué había en Simón que nos muestra que él no era un verdadero creyente? ¿Hay personas en la iglesia hoy que están en la misma condición que Simón?
* ¿Qué evidencia hay en su vida de que el poder del Espíritu Santo le haya sido dado, como a los creyentes de este capítulo?
* ¿Alguna vez usted se ha visto usando los dones que Dios le ha dado para buscar su propia gloria? ¿Por qué está mal eso?
Para orar:
* Agradézcale al Señor que no tiene prejuicios como los tenemos nosotros.
* Piense en un grupo que haya sido ignorado por la iglesia en la actualidad. Póngalos en las manos de Dios.
* Pídale al Señor que le abra a una obra más poderosa del Espíritu Santo en usted. Pídale que le perdone por querer hacer Su obra con sus propias fuerzas.
16 – EL EUNUCO ETÍOPE
Lectura: Hechos 8:26-40
En la pasada meditación vimos cómo fue que la iglesia naciente predicó el evangelio primero en la región de Samaria. Esto era el cumplimiento de la promesa de Jesús en Hechos 1:8, donde les dijo a Sus discípulos que cuando el Espíritu Santo viniera sobre ellos, les serían testigos en Jerusalén, Judea, Samaria y hasta lo último de la tierra. En este pasaje vemos cómo el evangelio se trasladó a África por la conversión de un etíope.
El Señor estaba bendiciendo abundantemente el ministerio de Felipe en la región de Samaria. El Espíritu Santo había venido sobre los samaritanos. Muchos de ellos habían creído. Felipe estaba en medio de un avivamiento. Había mucho trabajo que hacer.
Sin embargo, fue dentro de este contexto que Felipe escuchó la voz de un ángel llamándolo a que saliera de Samaria y siguiera el camino del desierto, que iba de Jerusalén a Gaza. La distancia de Samaria a Jerusalén era de unas cuarenta millas (sesenta y cuatro kilómetros) aproximadamente, y de Jerusalén a Gaza eran otras cincuenta millas (ochenta kilómetros). No se nos dice si Felipe discrepó con el ángel en cuanto a si era prudente dejar atrás a esos nuevos convertidos. Felipe los dejó en las manos del Señor y partió en obediencia a la palabra que el Señor le había dado. Tampoco tenemos registrado que el ángel le explicara a Felipe la razón por la cual debía salir del avivamiento que había en Samaria. Felipe tuvo que moverse en fe, sin saber lo que el Señor tenía para él.
A medida que Felipe viajaba, se encontró con un eunuco etíope, que era un hombre muy importante a cargo de los tesoros de Candace, reina de los etíopes. Aunque este hombre era de Etiopía, estaba muy abierto a aprender de las costumbres de los judíos. Había estado en Jerusalén y regresaba ahora a casa.
El Espíritu le dijo a Felipe que se acercara y se mantuviera cerca del carro. Cuando Felipe hizo esto, escuchó que el hombre leía del libro de Isaías el profeta. Felipe le preguntó si entendía lo que leía. El hombre respondió: “¿Y cómo podré, si alguno no me enseñare?” (v.31), e invitó a Felipe a que subiese al carro y se sentase con él.
El etíope leía el pasaje de Isaías 53: 7-8. Este pasaje habla acerca del Señor Jesús y de cómo fue llevado como oveja al matadero sin protestar, aceptando su destino. En su juicio, privaron de justicia al Señor del universo. Lo mataron, sin dejar descendientes que llevaran Su nombre. El etíope no sabía a quién se refería el profeta. Entonces interrogó a Felipe respecto a este asunto.
Notemos cómo todo estaba bien concertado. Con esfuerzo humano nunca se hubiera podido hacer de esta manera. ¡Cuán importante era para Felipe estar sintonizado con la dirección del Espíritu Santo! De principio a fin, todo este suceso fue dirigido por el Espíritu. ¿No es este el secreto para alcanzar el mundo para Cristo? ¿Cuántas veces no hemos tratado de hacer las cosas por nuestras propias fuerzas y sabiduría para al final fracasar? El ministerio de Felipe era exitoso porque desde el principio hasta el fin, Dios había estado con él.
La invitación del etíope a que se subiera al carro le dio a Felipe una excelente oportunidad de compartir las buenas nuevas acerca del Señor Jesús. Es obvio que lo que Felipe dijo causó un fuerte impacto en el etíope, el cual, en ese mismo momento, le entregó su vida a Jesús. Cuando se acercaron a un lugar junto al camino que tenía agua, el etíope le preguntó de inmediato a Felipe si podía ser bautizado. Su bautismo fue un símbolo de su identificación con el Señor Jesús, a quien quería seguir.
La versión Reina Valera del 60’ (pero no la Nueva Versión Internacional) registra que Felipe le dice al etíope que si creía con todo su corazón, podía ser bautizado. Entonces el eunuco le ratificó a Felipe que él sí creía que Jesucristo era el Hijo de Dios (v. 37, RVR60). El etíope detuvo el carro, y él y Felipe se adentraron al agua. Allí, en el desierto, Felipe bautizó a este nuevo creyente.
La Biblia nos cuenta que cuando ambos hombres salieron del agua, el Espíritu de Dios arrebató a Felipe y el eunuco no lo vio más (v.39). ¿Qué le había sucedido exactamente a Felipe? La palabra griega indica que el Espíritu Santo asió a Felipe y se lo llevó lejos a la fuerza. No hubo resistencia por parte de Felipe, y no se nos dice con exactitud cómo fue que ocurrió esto. ¿Desapareció simplemente? ¿Lo obligó el Espíritu Santo a irse? Hay pasajes en los evangelios que dicen que el Señor Jesús desapareció de la presencia de sus enemigos cuando en ocasiones le querían agarrar para matarlo (Juan 8:59; Lucas 4:28-30). Quizás fue esto mismo lo que le pasó a Felipe. Lo próximo que sabemos de Felipe es que apareció en Azoto, a unas veinte millas (treinta y cinco kilómetros aproximadamente) al norte de Gaza, en donde continuó anunciando el evangelio.
¿Qué tiene que ver este pasaje con nosotros? Vemos en este pasaje que los caminos del Señor son muy diferentes a los nuestros. Si por Felipe hubiese sido, se hubiera quedado en Samaria trabajando con los nuevos convertidos. Este ministerio hubiese sido legítimo, pero Dios tenía planes diferentes. La sabiduría humana no es siempre lo que hace falta para avanzar el Reino de Dios. Es muy importante para nosotros que estemos en sintonía con Dios y Su voluntad. Nuestras estrategias humanas, por muy importantes que sean, deben estar sujetas al plan de Dios, que es mucho más grande. Al igual que Felipe, debemos estar dispuestos a dejar todo y seguir hacia donde el Señor nos lleve.
Notemos la importancia que Dios le da a la salvación de una sola alma. Felipe estaba influyendo toda una comunidad de creyentes en la región de Samaria. Se encontraba en medio de un avivamiento. Sin embargo, Dios no lo pensó dos veces para sacarlo de Samaria para que compartiera las buenas nuevas con un solo hombre que iba de regreso a su casa desde Jerusalén. En ese preciso momento, el etíope eunuco estaba necesitado de que alguien le explicara el pasaje de la Escritura. Felipe fue el hombre que Dios envió para hacerlo. Dios escuchó el clamor de este hombre. Dios conoce el secreto del corazón de los hombres. Él escuchó el clamor del corazón del etíope. Dios sabía que estaba listo para ser cosechado. Felipe nunca hubiera sabido esto, a no ser que el Espíritu Santo se lo mostrara.
Quizás usted diga: “¿Quién soy yo para que Dios se interese por mí?”. Quizás usted se sienta como el etíope solitario que regresaba a su casa desde Jerusalén. Una voz confundida y solitaria clamaba a Dios en el desierto. Dios escuchó el clamor y envió la ayuda. Él hará lo mismo por usted. Cada alma es preciosa para el Señor.
Notemos también que en este pasaje el Espíritu de Dios se fue por encima de toda barrera social, cultural y espiritual que existía entre estos dos hombres. Aunque este etíope era un oficial de alto rango en el gobierno, recibió a Felipe en su carroza y le abrió su corazón a lo que este extraño tenía que decir. Este hombre era como una fruta madura lista para ser cosechada, porque Dios había estado obrando en su corazón antes que Felipe llegara. Las circunstancias eran perfectas. El resultado estaba garantizado. Todo lo que Felipe hizo fue compartir la Palabra y el etíope aceptó al Señor. ¿Cuántas veces hemos batallado tratando de convencer a alguien de que tiene necesidad de Dios? El Espíritu de Dios rompió con todo obstáculo en este encuentro con el etíope. Si Dios nos llama a hacer un trabajo, podemos estar seguros de que irá delante de nosotros preparándonos el camino.
Cuando la obra hubo terminado, Felipe fue sacado de escena. No se quedó en aquel lugar para seguir conversando con el etíope. Había otro trabajo que tenía que hacerse. Dios los trasladó a su próxima responsabilidad. Había otras almas que estaban por ser ganadas para el Señor. El llamado de Felipe era el de predicar las buenas nuevas. Otros edificarían en la obra que él ya había empezado. Él tenía que moverse en obediencia a la voluntad de Dios. ¡Qué podamos distinguir, igual que Felipe, la voz de Dios y Su dirección de otras tantas voces que escuchamos a nuestro alrededor! Sólo podemos esperar las verdaderas bendiciones si caminamos en obediencia.
Para meditar:
* A partir de lo que hemos visto en esta meditación, ¿por qué es importante ser sensibles a la dirección del Espíritu Santo en nuestras vidas y ministerios?
* ¿Cómo puede usted establecer la diferencia entre sus ideas y la dirección del Espíritu Santo?
* ¿Cuántas veces nos vemos atrapados en nuestras propias visiones y agendas? ¿Cómo encontramos el equilibrio entre usar el razonamiento que Dios nos ha dado y escuchar la dirección del Espíritu Santo?
Para orar:
* Agradézcale al Señor que Él sabe lo que es mejor para nosotros. Pídale que le enseñe a ser sensible a Su dirección.
* Dele gracias porque se interesa por aquellos individuos que claman a Él desde lugares desiertos.
* ¿Conoce a alguien que esté atravesando por un desierto en su vida? Pídale al Señor que se llegue a esa persona, como lo hizo con el etíope.
17 – LA CONVERSIÓN DE SAULO
Lectura: Hechos 9:1-31
En Hechos 8 vimos cómo la iglesia de Jerusalén llegó a estar bajo la pesada mano de la persecución. Cuando martirizaron a Esteban, la iglesia se esparció. Unas de las figuras claves de esta persecución era un hombre llamado Saulo.
El versículo uno nos cuenta que Saulo respiraba amenazas y muerte contra la iglesia. La palabra “respirar” también puede significar “inclinado a” o “animado por”. Estas son palabras poderosas que indican la inmensa hostilidad que Saulo tenía hacia la iglesia en ese tiempo. Sus sentimientos eran violentos y se encontraba inclinado a destruir a los discípulos y su fe.
La hostilidad de Saulo hacia los creyentes era tan grande que ya no se contentaba con eliminar el movimiento sólo en Jerusalén, sino que quería evitar que se siguiera esparciendo. Entonces, con una carta del sumo sacerdote, Saulo fue a la región de Damasco con el propósito de buscar a aquellos que pertenecían al “Camino” (v. 2). Su intención era sacar a esos cristianos de donde estuviesen y traerlos de vuelta a Jerusalén prisioneros. En realidad Saulo estaba peleando una batalla perdida. ¿Cómo podría detener al Espíritu de Dios?
Satanás nunca quiere admitir su derrota. Aunque sepa que nunca podrá derrotar los propósitos del Dios soberano, nunca ceja en su esfuerzo. Aunque pelea una batalla que la tiene perdida, la peleará hasta al final.
Los sentimientos de Saulo estaban llenos de odio y amargura. Su propósito era barrer con la causa de Cristo. Fue aquí que el Señor se encontró con él. Usted no tiene que ser bueno para encontrarse con el Señor. El Señor nos busca en el lugar en donde estemos, ya sea en nuestros pecados y rebeliones, allí nos busca. Esto fue lo que le pasó a Saulo. En medio de su rebelión, cuando ni siquiera estaba buscando a Jesús, Jesús sí lo estaba buscando a él.
El Señor mismo se le reveló a Saulo en forma de una luz resplandeciente y de una voz que descendía del cielo. El impacto de la luz fue tan fuerte que hizo que Saulo cayese a tierra. Entonces escuchó una voz del cielo que le hablaba y le preguntaba: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” (v.4). Saulo no sabía quién le estaba hablando, pero cuando se dirigió a Él, lo hizo llamándolo Señor. Saulo sabía que este ser que le hablaba era digno de su respeto y adoración. La voz se identificó diciendo: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues” (v.5).
Al perseguir la iglesia, Saulo estaba persiguiendo al Señor mismo. Mateo 25:40 nos dice: “Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis”. Existe una conexión entre el Señor Jesús y los Suyos. Lo que hacemos para el pueblo de Dios, lo hacemos para Dios mismo. ¡Qué diferencia marcaríamos en nuestro trato con otros cristianos si entendiésemos este principio! Cuando insulto a un hermano en Cristo, estoy insultando al Señor. Saulo tenía que darse cuenta de que estaba luchando contra el mismo Dios.
Al Señor le importa lo que me sucede. Él conoce mi dolor. Aquellos que me insultan y persiguen tendrán que responder ante el Señor por lo que han hecho. No merezco Su gran cuidado y atención para conmigo; sin embargo, la realidad es que Él se interesa muchísimo por mí, y cuando alguien me toca, toca a la “niña de los ojos” del Señor (Zacarías 2:8).
El Señor le dijo a Saulo que fuera a una ciudad en donde se le diría qué hacer. Cuando se incorporó, no podía ver. Este perseguidor de la iglesia estaba haciendo todo lo que podía para destruir la obra que el Espíritu Santo había comenzado. Saulo había sido un instrumento en las manos de Satanás, pero ahora este enemigo de la iglesia había quedado ciego e inutilizado. Saulo se vio obligado a doblar sus rodillas ante Aquel a quién perseguía.
¡A qué Dios tan poderoso y soberano servimos! No importa cuán cruel y áspero se muestre el enemigo, nuestro Dios lo puede vencer. Él es mayor que cualquier enemigo que se levante en nuestra contra.
Los compañeros de viaje de Saulo lo tomaron por los brazos y lo llevaron a la ciudad. Tanto le impactó el encuentro que tuvo, que se quedó tres días inmerso en su ceguera sin comer nada. Durante esos tres días, el Señor le habló a Saulo. Tomando en cuenta el versículo 12, entendemos que tuvo una visión durante ese tiempo acerca de un hombre que vendría a él y lo sanaría de su ceguera. Podemos imaginar que esos días debieron haber sido muy intensos para Saulo. Sin dudas, pensó muchísimo acerca de lo que le había sucedido y de su rebelión contra Jesús. Probablemente Saulo derramara algunas lágrimas por el pecado cometido en contra de la iglesia de Cristo.
En la ciudad de Damasco había un hombre llamado Ananías. El Señor le habló y le dijo que fuese a la casa en donde Saulo se estaba quedando y que colocara sus manos sobre él para que fuese sanado y lleno del Espíritu Santo. Ananías había escuchado acerca de este hombre llamado Saulo. Había escuchado que había venido a arrestar a quienes habían creído en el nombre de Jesús. También había oído acerca de lo que Saulo le había hecho a los santos en Jerusalén, y no estaba seguro de si debía ir a verlo, así que cuestionó al Señor en este asunto.
El Señor le reveló a Ananías que este hombre, quien había sido perseguidor de la iglesia, iba a ser un instrumento para llevar el evangelio al mundo gentil. Saulo sufriría mucho por causa del evangelio. Solo podemos imaginarnos cuán impactante resultaría esto para Ananías. Dios puede usar a cualquiera para cumplir Sus propósitos. ¡Cuántas veces tenemos nuestras propias ideas de lo que Dios hará o de cómo lo hará! ¿Quién iba a pensar que Dios quebrantaría a Saulo y lo convertiría en un creyente?
En obediencia al Señor, Ananías puso sus manos sobre Saulo. Inmediatamente, algo parecido a escamas cayeron de los ojos de Saulo y éste recobró su vista. Cuando se levantó, fue bautizado como señal de su nueva relación y compromiso con el Señor, Aquél a quien una vez perseguía.
No había pasado mucho tiempo antes que Saulo comenzara a predicar en las sinagogas acerca de su nueva fe. Con valentía decía a todos los que escuchaban que Jesús era el Cristo, el Hijo de Dios. El versículo 22 nos dice que Saulo iba cobrando fuerzas cada vez más. Notemos aquí que aunque estaba lleno del Espíritu Santo, seguía fortaleciéndose. Aún aquellos que se encuentran llenos del Espíritu Santo, necesitan fortalecerse en su capacidad para ser instrumentos del poder de Dios. El testimonio de Saulo dejaba perplejo a la gente de Damasco, quienes sabían que había venido a perseguir la iglesia.
Resulta interesante comparar la experiencia de Saulo siendo fortalecido por el Espíritu Santo, con la experiencia de Pedro. Tanto Pedro como Saulo conocían del poder que les había dado el Espíritu Santo. El primer mensaje de Pedro, trajo consigo que más de dos mil almas fuesen añadidas a la iglesia. Por otra parte, el primer mensaje de Saulo no tuvo el mismo impacto. ¿Qué nos dice esto acerca del ministerio del Espíritu Santo? ¿Acaso no nos dice que no se puede meter en una caja al Espíritu Santo? Él obra según crea conveniente en la vida de cada individuo.
Aunque los primeros mensajes de Saulo no ganaron inicialmente a miles de almas para el Señor, no obstante sí impactaron la ciudad de Damasco. Los judíos decidieron que este hombre debía morir. Acordaron que debían buscar una forma para matarle antes que persuadiera a muchos a que se hicieran seguidores de Cristo. El cazador se convirtió en cazado. Día y noche vigilaban las puertas de la ciudad con la esperanza de capturarle cuando se fuese. Al conocer de su plan, los creyentes de Damasco bajaron a Saulo en una canasta para que pudiese escapar y regresar a Jerusalén.
Ya en Jerusalén, Saulo trata de unirse a los creyentes, pero éstos le tenían miedo. Él era muy bien conocido en Jerusalén por su persecución a la iglesia. Les fue bien difícil a los creyentes de allí creer que Saulo había venido a la fe en Cristo. Es muy posible que hasta creyeran que él se las estaba arreglando para infiltrarse en su comunidad. Estos tiempos fueron muy difíciles para Saulo; no lo aceptaban los judíos ni los cristianos. No tenía a dónde ir.
Fue Bernabé quien vino a la ayuda de Saulo en este momento de tribulación. Bernabé estaba dispuesto a correr el riesgo de que la conversión de Pablo fuese genuina. Llevó entonces a Saulo a dónde los apóstoles, a quienes les contó cómo había llegado a conocer al Señor y de cómo tuvo la valentía de testificar en Damasco. Como resultado, la iglesia en Jerusalén le aceptó finalmente.
Durante un tiempo Saulo se movió con libertad dentro de la ciudad. Inclusive llegó hasta debatir con los judíos griegos acerca del Señor Jesús. Esto hizo que estos judíos griegos trataran de quitarle la vida. Los creyentes vinieron a su rescate y le enviaron a la región de Tarso. No volvemos a saber más de Saulo sino hasta el capítulo 13 del libro de Los Hechos. No se nos cuenta qué hizo Saulo en Tarso, pero no lo lanzaron a que inmediatamente comenzara un ministerio. Al igual que a Moisés, había que darle tiempo a Saulo para que desarrollara su vida espiritual.
No es fácil atravesar un tiempo de silencio como lo hizo Saulo. Después de haber descubierto este increíble poder, fue lanzado al desierto, donde tuvo que esperar en Dios. Aquí sería hecho más humilde y estaría mejor equipado antes que le fuese dado su misterio. Al igual que Moisés, Saulo tenía que aprender algunas lecciones en el desierto.
El pasaje continúa diciéndonos que con la ausencia de Saulo, la iglesia disfrutó de un tiempo de paz relativa. A partir de este versículo parecería que la principal figura de la persecución había sido Saulo mismo. Él había sido el instrumento de Satanás para destruir la obra que Dios estaba haciendo. Una vez más, los esfuerzos de Satanás fueron boicoteados cuando Dios le quitó el hombre clave y lo trajo al conocimiento salvador del Señor Jesucristo. Una vez más, el Señor ganó la batalla.
Para meditar:
* ¿Por qué usted supone que hay ciertas personas a las cuales nunca pensamos testificarles ni orar por ellas? ¿Qué desafío nos lanza esta meditación en cuanto a esto?
* Tome un momento para considerar cómo usted trata a los demás creyentes. Según esta meditación, ¿qué conexión hay entre su relación con ellos y su relación con Dios?
* ¿Cuáles son las luchas que ahora enfrenta? ¿Qué le dice esta porción de las Escrituras acerca de la capacidad que tiene Dios de tratar con ese problema?
Para orar:
* Agradézcale al Señor que Él es más grande que su peor enemigo.
* ¿Alguna vez ha estado orando por alguien por mucho tiempo? Agradézcale al Señor por lo que hizo en la vida de Saulo. Pídale que haga lo mismo en la vida de su amigo.
18 – ENEAS Y TABITA
Lectura: Hechos 9:32-43
Después de una breve descripción de la conversión de Saulo y sus primeros días como creyente, el libro de Hechos retorna al énfasis dado a las actividades del apóstol Pedro. Tomando en cuenta el versículo 8:1, se nos hace pensar que los apóstoles permanecieron en Jerusalén durante el tiempo de la persecución. En Hechos 8:14, llegamos a conocer que Pedro fue a Samaria para ver lo que Dios estaba haciendo por medio de Felipe. Después de su tiempo en Samaria, Pedro regresa a Jerusalén (8:25). Según lo que nos dice el versículo 9:32, entendemos que Pedro viajó por todo el país visitando a los santos que habían sido esparcidos a causa de la persecución.
No se nos dice el propósito de estas visitas; sin embargo, podemos suponer que las visitas de Pedro tenían un doble propósito. Estas visitas habrían servido como fuente de aliento a los creyentes ya esparcidos y separados de entre sí a causa de la persecución. Por medio de estas visitas, Pedro habría tenido la oportunidad de traer aliento y esperanza. Quizás algunos de estos creyentes habrían tenido algún pariente en la cárcel por causa de su fe. Es evidente que estas personas estaban necesitando aliento para su fe. En segundo lugar, estas visitas habrían servido para mantener la pureza de la iglesia. Los creyentes esparcidos no necesitaban solamente ser alentados, sino también que se les enseñase la verdad del evangelio. Estas visitas apostólicas le habrían dado a Pedro la oportunidad de instruir a los discípulos esparcidos en los caminos de la verdad. Este ministerio era vital para la pureza doctrinal de la iglesia.
En este pasaje se registran dos paradas de Pedro. La primera fue en el pueblo de Lida. Este pueblo se encontraba localizado a unas veinticinco millas (cuarenta kilómetros) al occidente de Jerusalén. Estando en Lida, Pedro conoce a un hombre llamado Eneas, que había estado paralítico por ocho años. Pedro tuvo compasión de este hombre y le dijo: “Eneas, Jesucristo te sana; levántate, y haz tu cama” (v.34). Inmediatamente el hombre se levantó y fue sanado.
Es importante que notemos lo que Pedro le había dicho a Eneas. Le dijo que Jesucristo lo sanaba. Pedro no quería ningún tipo de confusión en cuanto este asunto. Pedro no quería la gloria para sí mismo; él se veía tan solo como un simple instrumento mediante el cual el poder del Señor Jesús podía fluir.
En esto hay una lección importante para todos nosotros. ¿Cuántas veces hemos sentido el cosquilleo del orgullo cuando el Señor nos ha usado para lograr algo para Su reino? Hay momentos en los que hemos comenzado a pensar que la obra del Señor realmente depende de nosotros.
Hay dos principios que debemos aprender de este ejemplo de Pedro. El primer principio es que necesitamos esperar que el Señor obre por medio nuestro. Pedro no estaba sorprendido de que el Señor en verdad hubiese sanado a Eneas. Debemos vivir esperando que el Señor nos use para tocar a otros. Aunque no debemos obligar a Dios a que haga lo que queramos, sí podemos ser instrumentos a través de los cuales Él haga lo que quiera hacer.
El segundo principio es el de la humildad. Pedro le dio toda la gloria a Dios. Sabía que no era por él que Eneas había sido sanado. Toda la gloria había sido dada al Señor Jesús. Fue Jesús quien lo había sanado (v.34). Pedro encontró el equilibrio entre la espera y la humildad.
Observemos el resultado de este milagro. La gente de esa región vio lo que había sucedido y se convirtieron al Señor. ¿Qué hubiese sucedido si Pedro no hubiese estado bien claro en señalar que había sido el Señor Jesús quien había sanado a este hombre? ¿Hubiese seguido la multitud a Jesús o a Pedro? ¡Cuán peligroso es tomarse la gloria para uno mismo, y por ende ir en contra del Señor!
Después de Lida Pedro viajó a Jope. Jope se encontraba a menos de doce millas (veinte kilómetros) de Lida. Los creyentes de esa región habían invitado a Pedro para que viniese a ellos. Cierta muchacha llamada Tabita había muerto. Ella había tenido un ministerio bien impresionante en la región de Jope, y era bien conocida por sus buenas obras y por ayudar a los pobres. El versículo 39 nos da a entender que hacía ropas para las viudas y los pobres. Era alguien bien conocida y apreciada por la comunidad. Cuando cayó enferma y murió, todo el pueblo se entristeció.
Es interesante notar que a pesar de que el cuerpo de Tabita había sido lavado y preparado para el funeral, los creyentes le seguían diciendo a Pedro que fuese a ellos pronto. Existía la expectativa de que el Señor pudiera usar a Pedro para resucitar a la muerta. Estos creyentes pensaban que el ministerio de Tabita era todavía necesario. Cuando Pedro llegó, el pueblo se había reunido para pagar sus últimos respetos. Las viudas estaban llorando y le mostraron a Pedro las ropas que Tabita hacía para ellos. Entonces Pedro hizo que todos salieran de la habitación. Cuando estuvo solo, se arrodilló y oró. Entonces, volviéndose a donde estaba Tabita, le dijo: “Tabita, levántate” (v.40).
¿Cuál fue la oración de Pedro? No se nos dice. Sin embargo, notemos que cuando hubo terminado de orar, simplemente le ordenó a Tabita que se levantara. Había confianza en su voz. Esto me hace pensar que la oración de Pedro tenía algo que ver con buscar la voluntad del Señor para la vida de Tabita. Por medio de la oración, Pedro preparó su propio corazón y buscó la dirección de Dios. Cuando hubo tenido la seguridad de la voluntad de Dios, simplemente se paró y le mandó que se levantara. ¿Cuántas veces nos apresuramos a hacer las cosas sin buscar la voluntad de Dios? Lo primero que hizo Pedro fue pasar tiempo buscando la voluntad de Dios, y fue sólo entonces que con valentía dio el paso para cumplir esa voluntad. Tabita abrió sus ojos y se sentó. Pedro la tomó de la mano y la trajo a donde estaban los otros. Mucha gente creyó en el Señor a causa de este gran milagro.
¿Ha habido momentos en su vida en los cuales se ha quedado sin esperanza? Si hubo un momento para quedarse sin esperanza, fue cuando el doctor había declarado que Tabita estaba muerta. Ya no se podía hacer nada por ella en ese momento. Quizás su iglesia esté muerta espiritualmente. Quizás tenga un hijo o una hija que se encuentren espiritualmente muertos y se les haga imposible confiar en el Señor. Quizás se trate de una situación que esté viviendo en la que parezca que ya no hay esperanza. Aquí vemos que Dios puede llegar hasta el mismo lugar donde esté la mortandad de nuestras situaciones, y traer esperanza y sanidad. No se desespere cuando pida. Dios es el Dios de lo imposible.
Para meditar:
* Piense en la proclamación de Pedro: “Jesucristo te sana”. ¿Piensa usted que esa es la voluntad de Dios para todas las situaciones? ¿Por qué piensa que Pedro podía decirle esto con toda seguridad a Eneas y a Tabita?
* ¿Cómo sabemos cuándo Dios ha respondido con un no a nuestras oraciones? ¿Cuándo debemos seguir confiando en Dios para una respuesta específica?
* ¿Cuántas veces ha cometido usted el error de apresurase a lo que Dios va a hacer y de no buscar primero Su dirección y Su consejo en oración o en las decisiones diarias?
Para orar:
* ¿Existe algo en lo cual usted ya haya perdido las esperanzas? Recuerde cómo Pedro oró teniendo todos los pronósticos en contra. Hoy encomiende nuevamente estas cosas al Señor.
* Agradézcale al Señor que no hay nada demasiado difícil para Él.
* Tome un momento para considerar el ministerio que hoy Dios le ha dado. ¿Cuál es el corazón de Dios para su ministerio? ¿Marcha según le guía Él, o simplemente hace lo que cree mejor? Tome un momento para orar para que Dios le guíe y le dé dirección en su ministerio.
19 – TRADICIONES ROTAS
Lectura: Hechos 10:1-29
En este capítulo nos encontramos con un centurión llamado Cornelio, que era oficial del ejército romano y normalmente estaba a cargo de un grupo de cien soldados. Éste era un hombre muy importante en la sociedad. Cornelio estaba vinculado a la compañía que se conocía como la Italiana.
El pasaje nos dice que Cornelio y su familia eran personas “temerosas de Dios”. Es necesario que notemos que existe una diferencia entre ser alguien que teme a Dios y un verdadero cristiano. Cornelio y su familia temían o reverenciaban a Dios, pero todavía no se habían convertido en verdaderos creyentes. Es importante que hagamos tal distinción. Muchas personas van a la iglesia y hacen lo que es correcto, incluso hasta oran y leen la Biblia. Sin embargo, esto no quiere decir que sean cristianos. Cornelio y su familia eran personas devotas a su religión. Cornelio oraba con regularidad a Dios el Señor y daba para los pobres. En el versículo 3 vemos que incluso el Señor le habla en una visión. Es sorprendente ver cuán cerca podemos estar del Señor sin realmente conocerle. Jesús nos dice en Mateo 7 que algunos inclusive profetizarán, harán señales y milagros, y hasta llegarán a echar fuera demonios en el nombre del Señor y aún no pertenecerle a Él: “Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mateo 7:22-23).
Un día a las tres de la tarde, Cornelio tuvo una visión; en esa visión vio un ángel y se atemorizó. El ángel le dijo que Dios había escuchado sus oraciones y visto sus dádivas a los pobres. Cornelio y su familia habían agradado a Dios. El ángel le dijo que mandara a buscar a Simón Pedro (versículo 5).
Necesitamos darnos cuenta de algunos detalles en estos versículos. ¿Por qué Dios le envió este ángel a Cornelio? He aquí un hombre que en verdad estaba buscando a Dios. Al igual que el eunuco que Felipe se encontró en el camino del desierto, este hombre se encontraba listo para recibir al Señor Jesús. El ángel le apareció a Cornelio porque su corazón había sido preparado. Él estaba en busca de la verdad.
Observemos que el ángel le dijo a Cornelio que contactara al apóstol Pedro. ¿Por qué le pediría el ángel que se pusiera en contacto con Pedro? Si Cornelio necesitaba escuchar el mensaje de salvación por medio del Señor Jesús y Su obra, ¿por qué no se lo pudo haber dicho el ángel? ¿Por qué tendría que molestarse a Pedro? Estos versículos nos muestran algo que tiene que ver con los propósitos de Dios. Dios no les ha concedido a los ángeles que prediquen el evangelio. Él nos ha dado este ministerio a usted y a mí. Los ángeles nos pueden ayudar o guiar, pero si el ser humano ha de escuchar el evangelio, nos toca a nosotros hablarle. Fue por esta razón que el ángel le dijo a Cornelio que llamara a Pedro.
Cuando se fue el ángel, Cornelio mandó a buscar a dos de sus siervos y a un soldado. Les explicó todo y los envió a Jope para que buscaran a Pedro. Mientras estos hombres iban camino a Jope, Dios estaba preparando a Pedro para lo que iba a suceder. Pedro había subido a la azotea para orar mientras se le preparaba algo de comer. Mientras oraba, cayó en trance y tuvo una visión que consistía en una gran sábana que descendía del cielo. Dentro de la sábana Pedro podía ver toda clase de animales, reptiles y aves. Con sólo mirar a estos animales, Pedro sintió repulsión. Eran animales inmundos. Pedro entonces escuchó una voz que decía: “Levántate, Pedro, mata y come” (v.13). Él le respondió: “Señor, no; porque ninguna cosa común o inmunda he comido jamás” (v.14). La voz entonces le dijo: “Lo que Dios limpió, no lo llames tú común” (v.15). Claramente Pedro se hallaba confundido, él sabía lo que la ley de Moisés decía acerca de este asunto.
Esta sábana se le apareció a Pedro un total de tres veces. Cada vez la voz repetía lo mismo. Que esta visión se repitiera tres veces pudo sencillamente haberle servido a Pedro para que llegara a entender lo que se le quería decir. Sin embargo, es interesante notar que mientras Pedro estaba tratando de que entender la visión, el Espíritu de Dios le dijo que tres hombres se encontraban abajo esperando por él. ¿Existe alguna conexión entre la repetición tres veces de esta visión y los tres gentiles que abajo esperaban por él? Lo que Dios le estaba diciendo a Pedro era que los gentiles ya no eran inmundos. Pedro escuchó a estos hombres y regresó con ellos a la casa de su amo. Dios estaba preparando a Pedro para la tarea que le tenía por delante. Dios se había adelantado a estos tres hombres para ir preparando a Pedro para su llegada. Esto es lo emocionante que tiene la obra de compartir el evangelio. Aunque Dios espera que vayamos, Él no nos abandona para que nos las arreglemos por nuestra cuenta; Él va delante de nosotros para preparar los corazones.
En obediencia a lo que le decía el Espíritu Santo, Pedro descendió para encontrarse con estos hombres. Ellos le informaron que venían de parte de Cornelio y le contaron acerca del ángel que se le había aparecido en visión a Cornelio. Pedro recibió a aquellos hombres como sus huéspedes.
Al otro día Pedro y algunos de los creyentes de la región de Jope partieron junto con los criados de Cornelio. Cuando llegaron a Cesarea, encontraron que Cornelio había reunido a sus amigos y familiares para escuchar lo que Pedro tenía que decir. Cuando Pedro entró en la casa, Cornelio cayó a sus pies en reverencia. Para Cornelio, Pedro era un hombre enviado por Dios. Pedro le recordó que era sólo un simple hombre y que no quería ni esperaba ningún tipo de reverencia. Pedro le pidió a Cornelio que se pusiera de pie.
Entrando en la casa Pedro, no demoró en recordarle a Cornelio que era contra la ley de Moisés que un judío entrase en casa de un gentil. Pedro estuvo dispuesto a entrar sólo porque Dios le había hablado en una visión respecto a este asunto. Dios le había mostrado por medio de esta visión que no debía llamar inmunda ni sucia a ninguna persona.
Sin embargo, sólo podemos imaginarnos cuán difícil habrá sido para Pedro romper con la tradición en la que había crecido para entrar a un hogar gentil. ¿Alguna vez se ha encontrado en la situación de Pedro? Quizás usted haya crecido bajo cierta tradición, pero Dios le esté mostrando algo distinto. He conocido a personas que preferirían morir antes de cambiar su tradición, que aunque incluso saben lo que Dios les está diciendo, se rehúsan a escuchar. Pedro podría haberse rehusado a entrar a un hogar gentil. Es muy probable que este haya sido el primer hogar de ese tipo en que entrase. El Señor tenía un propósito con él del otro lado de la puerta. Nunca vería el cumplimiento de ese propósito hasta que no hiciese a un lado su tradición y atravesase la puerta de esa casa gentil. ¿Podría ser que usted se encuentre en esta misma situación hoy? ¿Se encuentra parado al umbral de una oportunidad o de alguna bendición? Lo único que está frenando esa bendición es el hecho de que usted no está dispuesto a romper con un pecado en particular o alguna tradición. Quizás Dios le esté hablando en este momento. Quizás usted pueda verse en el lugar de Pedro. ¡Qué Dios le conceda la victoria hoy!
Para meditar:
* ¿Qué tipo de barreras o tradiciones pueden frenarnos hoy de cumplir la voluntad de Dios hoy?
* ¿Existe alguien hoy que usted necesite hablarle del Señor?
* ¿Hay personas con las que necesita reconciliarse hoy? ¿Quiénes son esas personas?
* ¿Qué nos enseña esta porción de las Escrituras acerca del escuchar de Dios en la labor de evangelismo?
* ¿Qué aliento recibe al saber que Dios siempre va delante de usted?
Para orar:
* Pídale perdón al Señor por las veces que usted ha rehusado pasar por las puertas de una oportunidad para compartir su fe.
* Pídale al Señor que le ayude a tratar con esas personas que usted considera inmundos. Pídale que lo ayude a sanar esas relaciones, y a que las cosas se arreglen.
* Pídale al Señor que le enseñe a escuchar la voz de Su dirección en su vida.
20 – LA CONVERSIÓN DE CORNELIO
Lectura: Hechos 10:30-48
Pedro se encontraba delante de Cornelio y su familia. Dios le había dejado claro a él que tenía un propósito con su presencia en ese hogar gentil. Sin embargo, todavía no estaba claro lo que Dios quería que él hiciese. Pedro le había preguntado a Cornelio por qué lo había llamado.
Cornelio le explicó que un hombre con vestiduras resplandecientes se le había aparecido y le había dicho que mandara a buscar a Pedro. Aunque Cornelio no estaba seguro de por qué debería llamar a Pedro, sí creía que Pedro tenía un mensaje de parte de Dios, y por lo tanto reunió a toda su familia y a sus amigos más íntimos para que lo escucharan.
¿Qué iba a decir Pedro? ¿Qué mensaje quería Dios que Pedro diera a estos gentiles? Dios había estado tratando con Pedro respecto a este asunto. Pedro parecía conocer aquello que esa gente estaba necesitando. Él sabía en lo profundo de su corazón que Dios le estaba pidiendo que les contase acerca de la salvación que el Señor Jesús había venido a ofrecer.
Hasta este punto Pedro había creído que los judíos eran el único pueblo escogido por Dios, y que la salvación era para los judíos. Dios había estado tratando con él sobre este asunto. Al principio, Pedro y Juan habían visto pruebas irrefutables de que el Espíritu Santo había venido a los samaritanos (Hechos 8). Dios también le había mostrado a Pedro en una visión en casa de Simón que los gentiles ya no debían considerarse como inmundos (Hechos 10:9-15). Esto era algo radical, pues iba en contra de todo lo que Pedro hasta ahora había concebido. Iba en contra de sus tradiciones y su crianza. Pedro debió haber meditado mucho cuando viajaba a la casa de Cornelio, acerca de la visión que había tenido en Jope, y lo que anteriormente Dios le había mostrado con los samaritanos. Él tuvo un gran sentido de dirección de parte del Señor en cuanto a ir y a hablarles a este gentil y a su familia acerca de la salvación. Pedro sabía en su corazón que la salvación era para todos sin importar la nacionalidad.
El mensaje de Pedro parece haber sido ido al grano y sin rodeos. Esta sección de Las Escrituras presenta el mensaje sencillo del Evangelio. Analicemos este mensaje con mayor detalle.
Paz con Dios por medio del Señor Jesucristo (v.36)
¿Cuál es el mensaje del evangelio? Es un mensaje de paz con Dios por medio de la obra del Señor Jesús. Todos somos culpables delante de Dios. Por ser pecadores, estamos bajo Su juicio. Esto es algo terrible. Merecemos la ira de Dios, pero Jesús vino a reconciliarnos con Dios. Él vino a darnos paz con Dios.
Jesús vino para ofrecer libertad del poder del diablo (v.38)
Todos estábamos atrapados por el maligno, que nos mantenía en una tiniebla espiritual. No podíamos liberarnos de sus garras por nuestros propios medios. Nos había clavado sus dientes en la nuca y nos arrastraba hacia el infierno. Estábamos atados por el pecado y sus efectos malvados en nuestros cuerpos y almas. No había nada que pudiéramos hacer. Solamente Jesús tenía el poder de liberarnos de Satanás y de su poder. Él vino a darnos libertad.
Jesús murió en la cruz del Calvario (v.39)
¿De qué manera Jesús nos libertó del poder del maligno? Tomando nuestro lugar en la cruz del Calvario. Estábamos condenados por Dios. Debíamos haber muerto, pero Jesús tomó nuestro lugar. Él tomó el pecado suyo y el mío, lo puso sobre Sus hombros y pagó el castigo que nos correspondía. Ahora Satanás no tiene autoridad ni poder sobre nosotros. Aquellos que confían en la muerte de Cristo están libres del castigo y de las ataduras del pecado.
Jesús se levantó de los muertos (v.40)
Jesús no permaneció en la tumba. Él no tan solo pagó el precio de nuestro pecado, sino que también conquistó la tumba. Su resurrección era prueba de que Dios aceptaba Su ofrenda. Jesús vive hoy, y porque Él vive, tenemos en Él esperanza.
Jesús es el juez de los vivos y de los muertos (v.42)
Al ser el Salvador que vive, es ahora nuestro juez. Respondemos ante Él por lo que hacemos con la paz con Dios que nos ofrece. Todos debemos presentarnos ante Él para responder por nuestras decisiones personales. Rechazar Su oferta de salvación significa perecer sin esperanza.
Todos los que se vuelvan a Jesús pueden tener perdón de pecados (v.43)
Mientras que por una parte rechazar a Jesús resulta en muerte eterna, recibirle y aceptarle lo que nos brinda gratuitamente resulta en perdón de nuestros pecados. No podemos hacer nada para merecer dicho perdón. Es un regalo ofrecido para que todos lo acepten. Todo lo que tenemos que hacer es recibir lo que Jesús nos ofrece.
Esto es, en breves palabras, el mensaje que el apóstol Pedro compartió con los gentiles que se habían reunido en aquel día. Mientras Pedro hablaba, el Espíritu Santo vino sobre estos gentiles. Los creyentes judíos que habían venido con Pedro desde Jope quedaron atónitos cuando vieron a aquellos gentiles hablando en lenguas y alabando a Dios. Esta era una señal muy clara de que a los creyentes gentiles se les había dado el mismo Espíritu que a los creyentes judíos.
Al ver que Dios había aceptado a los gentiles y que había puesto Su Espíritu dentro de ellos, Pedro sabía que nadie tenía el derecho de rechazarles como hermanos en Cristo. Les sugirió que fuesen bautizados con agua como una señal de su identificación con el Señor Jesús y de su herencia junto a los judíos de la salvación.
Aunque los judíos no se hubiesen mostrado prestos a aceptar a creyentes gentiles, era evidente que el Señor los había aceptado. Para la mente judía, los gentiles no eran dignos del mensaje de salvación. Sin embargo, el Señor está mucho más dispuesto que nosotros a aceptar la gente. Se pudieran evitar muchos conflictos si solamente nos diéramos cuenta de esta realidad. ¿Podemos rechazar a alguien que el Señor ha aceptado?
Para meditar:
* ¿Podría presentarle el mensaje de salvación de manera sencilla al que te lo pida? Vuelva a meditar en la presentación que hizo Pedro del evangelio. ¿Cuáles son los elementos básicos de su presentación?
* ¿Qué le consuela a partir del hecho que el Señor acepta todas las razas y nacionalidades?
* ¿Hay personas a las cuales le cueste trabajo amar o aceptar? ¿Ama el Señor a estos individuos? ¿Cuál debería ser su respuesta hacia ellos?
Para orar:
* Pídale al Señor que le dé una oportunidad de presentar el mensaje de salvación a alguien durante esta semana.
* Pídale al Señor que abra su corazón ante cualquier prejuicio que usted tenga. Pídale que le ayude a amar y aceptar a aquellos a quién Él ama sin importar la raza, práctica o estatus social.
* Pídale a Dios que le conceda la gracia de estar dispuesto a dar el paso y a aceptar Sus caminos, tal y como lo hizo Pedro.
21 – LA IGLESIA DE ANTIOQUÍA
Lectura: Hechos 11:1-30
Para el tiempo en que Pedro llegó a Jerusalén, la noticia acerca de la conversión de los gentiles le había precedido. No todos recibieron esa noticia con gozo. Los creyentes judíos todavía batallaban con sus antiguos prejuicios. No podían entender cómo los gentiles podían recibir la misma salvación que los judíos. Después de todo, ¿no eran los judíos el pueblo escogido por Dios? Los gentiles nunca habían observado la ley de Moisés. ¿Cómo podrían entonces ser considerados iguales que los judíos?
Aquellos a quienes no había agradado la noticia criticaron a Pedro por haber violado la ley de Moisés. Habían escuchado que él había entrado al hogar de un gentil y que había comido con él. Entonces se le pidió a Pedro que diera razón de sus actos ante los cristianos judíos de Jerusalén.
Pedro explicó a sus acusadores lo que había acontecido en Cesárea. Les contó que cuando se encontraba en Jope, tuvo una visión en donde veía una gran sábana descendiendo del cielo y que contenía todo tipo de animales inmundos. Les dijo que había escuchado la voz de Dios que le decía: “Lo que Dios limpió, no lo llames tú común” (v.9). También les contó que tres hombres se le aparecieron en casa de Simón el curtidor con una historia acerca de un ángel que se le había aparecido a su amo y que le había dicho que buscara a Pedro. Les explicó que el Señor le había dicho que fuese con aquellos hombres, lo cual así hizo llevando consigo seis hermanos. Cuando llegó al hogar gentil, Cornelio le contó acerca del ángel que le había mandado a que buscara a Pedro. Pedro siguió explicando a sus acusadores que el Espíritu Santo había venido sobre estos gentiles cuando escucharon el mensaje de salvación, de la misma manera que había venido sobre los judíos el día del Pentecostés. Los creyentes que habían venido con Pedro desde Jope testificaron de lo que Dios había hecho en las vidas de esos gentiles. No podemos dejar de escuchar estos detalles sin percatarnos de que el Señor estaba en medio de estos sucesos.
Después de haber explicado todo esto a sus acusadores, Pedro les dijo que había aceptado a estos gentiles como sus hermanos en la fe. ¿Cómo podría Pedro dejar de aceptar a aquellos a quienes el Señor había aceptado y le había dado el mismo don del Espíritu Santo, al igual que a los judíos? La señal que los gentiles pertenecían a Dios fue el hecho de haber sido bautizados con el Espíritu de Dios.
¿Quiénes son los cristianos? Son personas que han recibido una nueva vida por medio del Espíritu de Dios, que ha venido a vivir dentro de ellos. Esto sólo es posible porque estos individuos han sido perdonados y limpiados por la sangre de Cristo. Pedro y los creyentes de Jope vieron de primera mano la evidencia de que el Espíritu Santo había venido a habitar en las vidas de aquellos gentiles, y por lo tanto, había llegado a creer sin ninguna duda que el oponerse a la salvación de los gentiles era oponerse a Dios mismo (v.17).
¿Qué podrían decir los cristianos judíos de Jerusalén a todo esto? Tenían que reconocer que Dios había puesto Su Espíritu en las vidas de los incircuncisos. Rechazar la comunión con ellos sería rechazar la obra de Dios. Las objeciones que presentaron fueron apaciguadas por la explicación de Pedro, y sus corazones se llenaron de gratitud y alabanzas a Dios porque se había extendido inclusive a los gentiles con los dones de arrepentimiento y salvación.
Este tipo de mentalidad en cuanto a que la salvación era exclusivamente para los judíos no sólo se hallaba en la ciudad de Jerusalén, sino también entre aquellos que habían sido esparcidos durante la persecución en el tiempo de Esteban. Estos creyentes habían viajado a lugares tan lejanos como Fenicia, Chipre y Antioquia de Siria. Fenicia estaba localizada en las inmediaciones del noreste de Palestina. Antioquía se encontraba a unas trescientas millas (quinientos kilómetros) al norte de Jerusalén. Chipre era una isla que se encontraba a unas doscientas cincuenta millas (cuatrocientos kilómetros) al noroeste de Jerusalén, en el Mar Mediterráneo. Los creyentes que habían quedado dispersos a causa de la persecución predicaron las buenas nuevas en aquellas regiones. Sin embargo, lo que es importante que notemos es que habían predicado el evangelio tan solo a los judíos (v.19).
Fueron entonces algunos hombres de Chipre y Cirene (Norte de África) que yendo a Antioquía predicaron las buenas nuevas a los griegos. El resultado de esta temprana actividad misionera fue que muchos creyeron. Este fue el comienzo de lo que luego llegó a ser una iglesia muy influyente. El evangelio se esparciría hacia el mundo gentil desde esta iglesia. Fue de Antioquía que fueron llamados los más prominentes misioneros de aquellos días. ¿No es irónico que los nombres de los que comenzaron aquella iglesia ni siquiera son mencionados en este pasaje? Sin embargo, estos hombres fueron figuras claves en el movimiento misionero de la iglesia primitiva. Fueron gente que se atrevió a salir de su propia tierra para predicar el evangelio a gentiles de habla griega. Éstos fueron hombres que se arriesgaron a recibir la desaprobación de sus hermanos y hermanas judíos cristianos para tratar de que los gentiles escucharan la salvación que se les había ofrecido en Jesucristo. Creían que Dios tenía un lugar en Su corazón tanto para los griegos como para los judíos. Aunque sus nombres no se trasmitieron a medida que pasó el tiempo, su impacto sigue llegando hasta nuestros días.
Tan grande fue la obra de Dios en la ciudad de Antioquía, que los apóstoles llegaron a escuchar de ello en Jerusalén (v.22). Enviaron entonces a Bernabé para que viera qué estaba sucediendo. Cuando Bernabé llegó a Antioquía, vio la clara evidencia del mover del Espíritu de Dios. Alentó a los creyentes en su andar con el Señor. Muchos llegaron a conocer a Cristo por medio del ministerio de Bernabé en Antioquía.
Enseguida Bernabé sintió la necesidad de buscar ayuda. Recordó que Saulo se encontraba en Tarso, a unas ciento veinte millas de distancia (doscientos kilómetros). Bernabé viajó a Antioquía para traer a Saulo, y por un año Bernabé y Pablo trabajaron juntos en aquel lugar. Durante este tiempo a los nuevos convertidos se les enseñaba la Palabra de Dios. La iglesia creció tanto en número como en madurez bajo su ministerio. Fue allí en Antioquía que los creyentes recibieron por primera vez el nombre de “cristianos” (seguidores de Cristo), (v.26).
Durante esos días unos profetas llegaron a Antioquía desde Jerusalén. Uno de estos profetas se llamaba Agabo. Éste profetizó que vendría una gran hambruna por todo el imperio romano. Esta hambruna sucedió bajo el reinado de Claudio. Observe la respuesta de los creyentes de Antioquía. Se sintieron comprometidos a hacer algo respecto a aquella necesidad. Cada uno de ellos dio según pudo para que de esta manera sus hermanos no padecieran necesidad. Cuando la ofrenda se hubo reunido, estos creyentes en Antioquía enviaron a sus propios pastores para que la llevaran y se las entregaran a los ancianos de Judea. Observemos que los gentiles no tenían problema alguno a la hora de aceptar y servir a sus hermanos en Cristo que eran judíos.
Aquí vemos que el Espíritu de Dios estaba obrando en la vida de esta iglesia en Antioquía. Al igual que los primeros judíos creyentes de Jerusalén, aquellos creyentes gentiles tenían un corazón inclinado hacia aquellos que se encontraban pasando necesidad. Estuvieron dispuestos a sacrificar sus propias comodidades para proveer para sus compañeros de la fe. El pasaje indica que esto no fue una decisión que se les impuso, ellos dieron “conforme a lo que tenían… a los hermanos que habitaban en Judea” (v.29). Los discípulos en Antioquía demostraron ser de un mismo pensar en dicho esfuerzo. Saulo y Bernabé les habían ministrado; ya era hora de que ellos también ministraran a otros. No tengo ninguna duda de que estos cristianos sirios se gozaron muchísimo al poder alcanzar a sus compañeros creyentes que estaban necesitados. Esta es una señal de una iglesia que está madurando.
Los creyentes en Antioquía que se encontraban bajo el ministerio de Bernabé y Saulo comenzaban a entender que Dios los había unido no sólo para alentarse mutuamente en la fe, sino también para ministrar a los necesitados. He aquí una iglesia que reconoció su misión. Estos discípulos se dieron cuenta de que todo lo que Dios les había dado era para ser usado para Su gloria. Aunque ellos mismos también pudieron haber sufrido las consecuencias de la hambruna, se preocuparon por sus hermanos que se encontraban en otros lugares. Era esta visión hacia fuera la que los mantendría vivos. Una iglesia que no sea capaz de ver más allá de sus cuatro paredes ciertamente morirá.
Hay algo más que vale la pena mencionar respecto a esta iglesia en Antioquía. De lo que se puede recoger, esta era una iglesia compuesta por judíos y gentiles, ambos trabajando unidos en armonía. Todas las barreras habían sido rotas y todos los discípulos se aceptaban entre sí como hermanos en Cristo. El Espíritu de Dios se estaba moviendo en aquella iglesia. ¿Sería esto en parte porque habían sido capaces de poner a un lado sus prejuicios?
Estamos viviendo en una era donde verdaderos creyentes están separados por incontables barreras denominacionales y doctrinales. Muchas veces ni siquiera nos percatamos de los problemas que padecen otros hermanos fuera de las puertas de nuestra iglesia. La iglesia de Antioquía tiene mucho que enseñarnos acerca del interés que se debe tener por aquellos que se encuentran fuera de nuestras cuatro paredes. Tiene mucho que enseñarnos acerca del amor y la aceptación de las diferencias de cada uno. Esta fue una iglesia que cobró importancia en el envío de misioneros. ¡Qué Dios nos conceda iglesias como la de Antioquía!
Para meditar:
* ¿Cómo usted reconoce que una obra es verdaderamente de Dios?
* ¿Hasta qué punto su iglesia tiene una visión que alcanza a los que están afuera de sus cuatro paredes? ¿Qué se puede hacer para mejorar esto?
* ¿Qué barreras separan a los verdaderos creyentes de hoy?
Para orar:
* Pídale al Señor que rompa cualquier barrera que cause divisiones en el cuerpo de Cristo.
* Pídale al Señor que lo ayude a poner más sus ojos en las necesidades de aquellos a su alrededor, y menos en usted mismo.
* Pídale al Señor que abra las puertas para que su iglesia alcance a muchos de manera fresca y renovada.
22 – MÁS PERSECUCIONES
Lectura: Hechos 12:1-25
Durante los días de Herodes, la iglesia sufrió otra ola de persecución. Ya estos discípulos habían sido esparcidos por una persecución que se había desatado en Jerusalén después de la lapidación de Esteban. El capítulo 12 registra la unión de líderes políticos con el empeño de obstaculizar la obra de la iglesia. Detrás de todo esto estaba, por supuesto, la mano de Satanás, quien no se contentaba con ver cómo el pueblo de Dios progresaba en su santa causa.
Esta nueva ola comenzó cuando Herodes comenzó a arrestar a algunos cristianos. El versículo uno nos dice que su intención era maltratarles. Parte de la persecución incluyó la muerte de Jacobo, el hermano de Juan. Jacobo era uno de los doce discípulos. Había estado cerca de Jesús y había constituido una figura influyente en la vida de la iglesia primitiva. Él fue el primero de los apóstoles que fue martirizado a causa de su fe. Nos podemos imaginar cómo esto debió haber afectado a la iglesia.
Los judíos estaban eufóricos con la muerte de Jacobo. Herodes, queriendo agradar a los judíos, prendió a Pedro y lo puso en la cárcel bajo una guardia severa constituida por cuatro grupos de cuatro soldados cada uno (v.4). Sólo podemos preguntarnos por qué era necesario que Herodes le pusiera una guardia a Pedro de 16 soldados. ¿Lo hizo acaso pensando en que la iglesia lo iba a sacar a la fuerza? ¿Habría escuchado de cómo los apóstoles se habían escapado de la prisión cuando el ángel de Dios les abrió las puertas y los liberó? (Hechos 5:19). No hay dudas de que estaba en juego la vida de Pedro. Debía ser llevado a juicio después de la Pascua judía.
La iglesia no intentó sacar a Pedro de la cárcel a la fuerza, sino que llevó su problema delante de Dios. El versículo 5 nos dice que la iglesia oraba fervientemente a Dios a favor de Pedro. Pasó el tiempo, y la fecha del juicio se acercaba. Pronto llegó la noche antes del juicio. ¿Irá Dios a hacer algo? La fe de la iglesia estaba siendo estirada. ¿Qué debían hacer estos creyentes? ¿Era este un caso en el cual era mejor que tomasen el asunto en sus propias manos? ¿En verdad Dios escuchaba las oraciones de Su pueblo?
El versículo 6 nos dice que la misma noche antes del juicio, Pedro se encontraba durmiendo entre dos soldados y se encontraba atado a ellos con dos cadenas. Centinelas mantenían guardia sobre la entrada. No había posibilidades de que Pedro escapara. El asunto parecía sin solución, sin esperanzas.
En medio de esta situación desesperanzadora apareció un ángel de Dios. El ángel le dijo a Pedro que se levantara, que se pusiera sus sandalias, su manto, y que le siguiera. Yo no sé usted, pero yo habría tenido serias dudas acerca de lo que el ángel estaba diciendo. ¿Cómo sería posible de que Pedro siguiera al ángel teniendo dos guardias amarrado a sus brazos, las puertas de la prisión bien cerradas, y los guardias armados mirando cada movimiento que hacía? El mismo Pedro pasó trabajo para creer lo que realmente estaba pasando. El versículo 9 nos dice que Pedro pensó que estaba teniendo una visión.
Pedro se puso en pie al obedecer la voz del ángel, y las cadenas que le ataban a los guardias cayeron de sus muñecas. Pedro y el ángel pasaron la primera y la segunda guardia, y luego, las puertas de hierro que daban a la ciudad se abrieron por sí solas, permitiéndoles salir. El ángel le llevó hasta pasar una calle y entonces le dejó. No fue hasta ese punto que Pedro se dio cuenta de que lo que le había sucedido no había sido una visión. Era cierto que había escapado. No se nos dice cuánto tiempo estuvo en la calle.
Dios había frustrado los planes de Herodes y de los judíos. Este debió haber sido un momento muy especial para Pedro. No cabe duda de que estaba sorprendido de la gracia de parte de Dios al librarle de la mano del enemigo. Herodes y sus dieciséis soldados no eran suficientes para retener a Pedro en contra de la voluntad de Dios. Los creyentes habían logrado más por medio de la oración que lo que hubieran podido lograr por medio de la fuerza física.
¡Qué poderosa lección tenemos en esta historia! ¿Cuántas veces queremos tomar un asunto y resolverlo con nuestras propias manos? ¿Cuántos de nosotros hubiésemos elaborado planes ingeniosos para ver como sacábamos a Pedro de la cárcel? Otros hubiesen desistido y afirmarían que era la voluntad de Dios que Pedro muriese. Esperar en Dios nunca resulta fácil; sin embargo, más se puede lograr cuando se ora y se espera en el Señor, que cuando se usa la fortaleza y la sabiduría humanas.
Habiendo vuelto en sí, Pedro decidió ir a la casa de María, en donde se habían reunido para orar (v.12). Cuando llegó, tocó a la puerta, y una muchacha que servía fue a responder. Cuando reconoció su voz, corrió adentro para decirles a los otros que Pedro se encontraba en la puerta. Estaba tan emocionada que no había abierto la puerta para dejarle entrar.
Hay algunos detalles importantes que no quisiéramos pasar por alto en esta historia. Primero, el versículo 6 nos dice que era la noche antes del juicio de Pedro. No sabemos qué hora era exactamente, pero Pedro se encontraba durmiendo. Hace algún tiempo atrás tuve el privilegio de pasar un mes en Haití. Muchas veces no había electricidad en la ciudad en donde me estaba quedando. A causa de esto, las reuniones se hacían mientras todavía había luz. Sin embargo, el versículo 12 nos dice que aunque era de noche, los creyentes se habían reunido para orar. Cuando Pedro llegó a la casa de María, a esa hora en particular, los creyentes se encontraban en medio de un culto de oración. ¿Cuánto tiempo llevaba de comenzada esa reunión? No se nos dice. Lo que sí es claro es que no se habían rendido de interceder ante el trono celestial por la vida de Pedro. Mientras oraban, el Señor envió Su ángel.
El segundo aspecto que queremos notar aquí es que la muchacha no abrió la puerta inmediatamente a Pedro. Usted recordará que este era un tiempo de persecución. No era sabio abrir la puerta al primero que apareciera. Saulo había sacado a creyentes de sus propias casas para meterlos en prisión. Los creyentes estaban obligados a vivir escondidos.
Es interesante escuchar la respuesta de los creyentes ante el anuncio de Rode, la muchacha que servía. “Estás loca”—le dijeron (v.15). Aún cuando ella les insistía, no querían creer. Le dijeron que debía haber sido el ángel de Pedro. Sólo podemos admirar la fe de esta joven sirvienta. Cuando los otros discípulos no querían creer que Dios les había respondido las oraciones, ella se mantenía firme.
Hay algo de humor aquí en este versículo 16. Mientras los discípulos se ponían de acuerdo acerca de quién era el que estaba a la puerta, Pedro seguía tocando. Al fin, a alguien se le ocurrió que era mejor ir a abrir la puerta para ver si en verdad era Pedro o no. Cuando abrieron la puerta y vieron que era Pedro, quedaron asombrados.
Pedro no se quedó mucho tiempo con ellos, pero sí les contó de cómo el Señor había respondido las oraciones de ellos. Nos podemos imaginar solamente cómo debió haberse fortalecido la fe de aquellos creyentes al escuchar el testimonio de Pedro. ¿Pasaron la noche en acción de gracias y alabando? Tampoco lo sabemos, pero una cosa es cierta, con tanta emoción, no tendrían tiempo para dormir aquella noche.
Es interesante observar que la única referencia que luego encontramos acerca de Pedro está en el capítulo 15 del libro de Los Hechos, en donde está presente en el concilio de Jerusalén. El relato bíblico de Pedro termina bruscamente con la descripción de este rescate milagroso. Desaparece detrás del escenario.
A la mañana siguiente en la prisión romana, la situación se encontraba muy tensa. La mañana trajo consigo gran confusión. Herodes hizo una búsqueda exhaustiva para ver si hallaba a Pedro, pero no pudo encontrarle. Ordenó entonces la ejecución de todos los guardias. La ley enfatizaba que debían pagar con sus vidas si un prisionero escapaba.
En cuanto a Herodes, los versículos finales del capítulo 12 nos dicen cómo terminó su vida. Herodes había salido de Judea a la ciudad de Cesarea, y parece que tenía problemas con los habitantes de Tiro y Sidón. Estas ciudades eran importantes puertos fenicios. Tiro y Sidón dependían del apoyo de Herodes para su comercio y el suministro de alimentos. Después de haber logrado el apoyo de Blasto, quien era un sirviente personal y de confianza de Herodes, algunos de los habitantes de aquellas dos ciudades decidieron reunirse con Herodes en Cesarea para resolver sus diferencias.
En el día señalado, apareció Herodes con sus vestiduras reales ante el pueblo que se había reunido. Se sentó en el trono y les dio un discurso. A medida que la gente le escuchaba, le gritaban: “¡Voz de un dios y no de un hombre es ésta!” (v.21, LBLA).
Ya habíamos visto que Herodes había intentado agradar a la multitud arrestando al apóstol Pedro. Herodes parece haber sido un hombre que dependía mucho de la aprobación de sus súbditos. Se deleitaba muchísimo cuando le halagaban y le veneraban. En esta ocasión su corazón se llenó de orgullo. Se regocijó al escuchar que la gente le alababa. No podía reconocer que todo lo que poseía provenía de Dios. Herodes tomó para sí toda la gloria y, al hacerlo, blasfemaba con ello el nombre de Dios. Cuando estaba aún disfrutando de tal adoración y halagos, un ángel del Señor le hirió y murió. Dios les hizo ver claramente a la gente de Tiro, Sidón y Cesarea que Herodes estaba muy lejos de ser un dios. Delante de todos aquellos súbditos, cayó con un dolor severo. Fue humillado ante todos los que le adoraban como un dios.
El versículo 23 nos dice que fue comido por los gusanos y murió. Podemos tener confianza en el diagnóstico de Lucas, ya que él era medico. Algunos comentaristas ven aquí una infección de lombrices intestinales o de tenias. Algunas de estas lombrices pueden crecer hasta un largo de dieciséis pulgadas (cuarenta centímetros). Se alimentan de los fluidos intestinales. Si obstruyen los intestinos, pueden causar dolores severos, vomitar gusanos y hasta la muerte. El final de Herodes no fue nada agradable.
Con la muerte de Herodes, la palabra de Dios continuó propagándose. Nada podía detener el mover del Espíritu de Dios. Satanás había atacado a la iglesia, pero una vez más su principal arma fue destruida. Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?
Para meditar:
* ¿Cuándo sabemos que necesitamos esperar en el Señor y cuándo necesitamos salir valientemente en fe?
* ¿Alguna vez se ha sorprendido cuando Dios en verdad ha respondido su oración? ¿Por qué nos sorprendemos al ver estas respuestas?
* ¿Qué aprendemos de la muerte de Herodes acerca de lo que Dios piensa del orgullo?
* ¿Qué aprendemos aquí acerca de la consagración que tenía la iglesia primitiva en cuanto a la oración?
Para orar:
* ¿Ha estado orando a Dios por alguna petición en particular que no ha sido respondida todavía? Tome aliento de este pasaje y vuelva a traer la petición delante de Dios.
* ¿Le ha librado el Señor de alguna “prisión” en su vida? Tome tiempo para agradecerle por este milagro.
* Agradézcale a Dios porque Él es mayor que cualquier enemigo que Satanás traiga contra usted.
* Pídale al Señor que aumente su fe a la luz de lo que ha aprendido en este capítulo.
23 – EL PRIMER VIAJE MISIONERO DE PABLO – PRIMERA PARTE: LLAMADO Y MINISTERIO EN CHIPRE
Lectura: Hechos 13:1-12
En la última meditación vimos cómo Pedro fue milagrosamente rescatado de la mano de Herodes, quien procuraba matarle. En este capítulo el enfoque cambia de Pedro a Pablo. (En el versículo 9 de este capítulo se da a conocer a Saulo como Pablo. Para evitar confusión, nos referiremos a él como Pablo durante todo este pasaje.) De lo que queda del libro de Los Hechos, trazaremos los sucesos de la vida de Pablo y sus viajes misioneros.
El ministerio de Pablo comenzó en la ciudad de Antioquía (9:26). Pablo y Bernabé habían estado sirviendo en esta ciudad por al menos un año. La iglesia creció grandemente durante su ministerio en aquel lugar. Creció en número, madurez e influencia en el mundo cristiano. Con el tiempo, Dios le dio a la iglesia muchos maestros y profetas dotados. En el versículo uno tenemos los nombres de cinco de esos hombres que se encontraban involucrados en el ministerio de la iglesia en Antioquía.
Quizás fue el hecho que hubiese tantos buenos maestros y profetas en este mismo lugar lo que causó que el liderazgo se preguntara cuál debería ser su próximo paso como iglesia. ¿Estaba bien que una sola iglesia tuviese tantos maestros y profetas, mientras había ciudades enteras que ni siquiera habían escuchado el mensaje del evangelio? ¿Habría en sus mentes preguntas como estas cuando ayunaban y oraban al Señor para buscar Su voluntad (v.2)? Lo que se refleja de manera clara en este pasaje es que cuando buscaron con mente abierta la voluntad del Señor, el Señor les dijo que apartaran a Bernabé y a Pablo para otra obra que tenía reservada para ellos.
Observe aquí que la decisión de enviar a Pablo y a Bernabé se tomó bajo oración. He aquí una iglesia llena de creyentes que entendían que Dios tenía un propósito y un plan para ellos. No tomaron el asunto en sus propias manos, sino que decidieron tomar la decisión bajo oración. Era la voluntad del Señor que la iglesia de Antioquía enviase a Pablo y a Bernabé a la cosecha en un campo de almas. Esta iglesia había crecido grandemente, y era tiempo de compartir ese crecimiento con otros. Una iglesia puede tener muchísimas reuniones de comisiones y departamentos y aún no tener muchas de oración. Una iglesia puede tener muchos debates, pero escuchar poco de lo que Dios quiere decirles. Antioquía, sin embargo, era una iglesia que escuchaba de Dios. Hoy también necesitamos recobrar esta visión.
¿Alguna vez ha tenido una planta sembrada en una maceta o en un tiesto? Quizás haya tenido alguna que haya permanecido en la misma maceta durante años y haya crecido con fuerza. Sin embargo, después de pasar algún tiempo, comenzó a darse cuenta de que su crecimiento se detuvo. El problema consistía en que la maceta se le hacía pequeña. Las raíces no tenían a dónde ir. La planta había alcanzado su máximo potencial dentro de ese recipiente. Si no se tomaban medidas, la planta se atrofiaría. Para poder desarrollarla, la planta debía ser trasplantada a una maceta más grande o, mejor aún, dividida en partes y sembrada en varias macetas. Era esto lo que estaba aconteciendo en la iglesia de Antioquía. Los maestros y profetas se habían incrementado en número. Se encontraban apretados al querer cada uno llevar a cabo el ministerio. Había llegado el tiempo para considerar dividir la planta y comenzar nuevas obras.
He estado en iglesias donde ha habido una sobreabundancia de líderes espirituales. Hay algunas iglesias en donde tendría que poner su nombre en una lista de espera para esperar que le llegue su turno para que pueda usar su don. Y al mismo tiempo hay lugares en donde la Palabra de Dios no se enseña ni se predica. La iglesia en Antioquía llegó a darse cuenta de que algo se tenía que hacer para solucionar tal desigualdad.
Observemos en este pasaje que el Señor escogió enviar a Pablo y a Bernabé. El Señor tomó a dos de sus principales líderes. La iglesia no cuestionó la voluntad de Dios en este asunto. ¡Cuántas veces nos quedamos con lo mejor! Cuando se refiere a las misiones, tenemos la tendencia a dar lo que sobra. Pero aquí Dios toma la crema de la crema. La iglesia en Antioquía le debía mucho al liderazgo de Pablo y Bernabé. Dejarlos ir implicaba una gran pérdida. ¿Cuán importante es para usted la misión de alcanzar el mundo? Si usted hubiese estado en Antioquía y hubiese crecido bajo el ministerio de estos dos grandes hombres de Dios, ¿cómo se habrá sentido si Dios decidía llevárselos? ¿No nos dice todo esto cuán importante son para Dios las misiones y el evangelismo?
No se cuestionó la voluntad de Dios respecto a Pablo y Bernabé. Inmediatamente los líderes les impusieron las manos y los apartaron para el ministerio (v.3). Después de un tiempo de ayuno y oración, Bernabé y Pablo fueron enviados. Estoy seguro de que la iglesia estaba deseosa de ver lo que Dios haría con ellos. No cabe duda de que se respiraba expectación al verlos partir. La iglesia los apoyaría en oración a medida que ellos ministraran. A través de estos dos hombres, muchos otros llegarían al conocimiento del Señor Jesús como su Salvador personal.
Pablo y Bernabé salieron de Antioquía y viajaron al sur, a la ciudad portuaria de Seleucia. Allí tomaron una embarcación y zarparon para la isla de Chipre. Desembarcaron entonces en una ciudad llamada Salamina. En aquella ciudad había varias sinagogas judías. Descubrimos que Juan Marcos (posiblemente pariente de Bernabé según Colosenses 4:10) estaba con ellos en esta ocasión. Los tres hombres fueron inmediatamente a las sinagogas a predicar la Palabra de Dios a los judíos. No se nos dice cuál fue la respuesta de estos judíos a su mensaje.
Desde la ciudad de Salamina atravesaron toda la isla de Chipre predicando la Palabra de Dios. En el versículo 6 se nos dice que viajaron hasta Pafos, que se encontraba ubicada al otro lado de la isla de Chipre, aproximadamente a unas noventa millas (ciento cincuenta kilómetros) de Salamina. En aquel lugar conocieron a un judío que era hechicero y falso profeta llamado Barjesús. La palabra bar, cuando va delante de un nombre, significa “hijo de”. Debido a que la palabra griega para Jesús y Josué es la misma, este hombre era el hijo de un hombre llamado Jesús o Josué. Barjesús era ayudante o diputado del procónsul romano Sergio Paulo. El procónsul era un oficial del gobierno romano a cargo de los asuntos militares y administrativos.
Sergio Paulo quería escuchar lo que Pablo y Bernabé tenían que decir, pero Satanás no dejaría que este hombre llegara a conocer al Señor así de fácil. Satanás tenía al hombre que necesitaba para oponerse a que se le predicase el evangelio a Sergio Paulo. Barjesús, a quien también le llamaban Elimas (que significa “hechicero”), hacía lo que podía para que Sergio Paulo no recibiese el mensaje del evangelio. Según Pablo, Elimas era hijo del diablo (v.10). En este caso en particular Satanás estaba usando a Elimas para que se opusiese a la predicación de las buenas nuevas. Pablo lo reprendió abiertamente llamándolo enemigo de todo lo recto.
Este pasaje presenta un choque entre el reino de Dios y el reino de Satanás. Pablo se volvió a Elimas y lo acusó de pervertir los caminos del Señor. Pablo le dijo que quedaría ciego a causa de su oposición a la predicación de las buenas nuevas de Jesús. Inmediatamente Barjesús quedó envuelto en tinieblas. Se quedó buscando a alguien que le diese la mano para conducirlo. Todos los esfuerzos de parte de Satanás por medio de Barjesús para obstaculizar la Palabra de Dios fueron paralizados. En realidad Dios estaba usando a Barjesús para que Sergio Paulo quedara convencido de la verdad del mensaje que Bernabé y Pablo predicaban. Al ver lo que le sucedió a este hechicero, Sergio Paulo creyó en el Señor Jesucristo. Había sido testigo de una demostración visible del poder de Cristo en acción, y esto lo condujo a la fe.
En Chipre hubo evidencias de la oposición satánica a la predicación del evangelio, pero el Señor demostró ser más poderoso que la oposición. Dios hasta usó un hechicero para propagar Su reino. El Dios que llamó a Bernabé y a Pablo no los abandonó en su ministerio, sino que también fue con ellos. Aunque Satanás mismo se les opuso en Chipre, obtuvieron la victoria en el nombre del Señor.
Para meditar:
* ¿Cómo demuestra este pasaje la pasión de Dios por las misiones y el evangelismo?
* ¿Qué tipo de sacrificio estaría usted dispuesto a hacer para que la causa del evangelio alcance a aquellos que nunca lo han escuchado todavía?
* ¿Qué nos enseña este pasaje acerca de la importancia de escuchar a Dios?
* ¿Qué aliento recibe usted a partir del hecho que Dios estaba con Pablo y Bernabé en sus viajes? ¿Abandonará Dios a aquellos que ha llamado?
Para orar:
* Agradézcale al Señor que Satanás está derrotado en el nombre de Jesús, y que ninguna fuerza que se levante en contra nuestra prevalecerá.
* Tome un tiempo para orar por algún lugar en donde el evangelio no se esté predicando en el presente.
* Agradézcale al Señor por los líderes espirituales que le ha dado.
* Tome un momento para orar por aquellos que Dios ha enviado de su iglesia para servirle en otros ámbitos.
* Agradézcale al Señor que cuando nos llama, Él también nos capacita y marcha junto a nosotros en ese llamado.
24 – PRIMER VIAJE MISIONERO DE PABLO – SEGUNDA PARTE: ANTIOQUÍA DE PISIDIA
Lectura: Hechos 13:13-52
Pablo, Bernabé y Juan Marcos acababan de atravesar la isla de Chipre predicando el evangelio. A pesar de la oposición satánica, la obra marchaba hacia delante. Sergio Paulo, un oficial romano, había creído en el Señor. Tan solo esto había hecho que su estancia en Chipre hubiese valido la pena. Entonces desde la ciudad portuaria de Pafos, los misioneros zarparon hacia Perge en la provincia romana de Panfilia. Perge se encontraba aproximadamente a unas ciento ochenta millas (doscientos ochenta kilómetros) al norte de Pafos.
En su llegada a Perge, Juan Marcos le abandonó para regresar a Jerusalén. No se nos dice por qué Juan Marcos se fue. Tomando en cuenta Hechos 15, pensamos que a Pablo le costó aceptar su partida. Cuando Pablo y Bernabé decidieron ir a su segundo viaje misionero, Pablo no quiso llevar a Juan Marcos consigo por haberlos abandonado en Perge. Consideraremos esto con más detalles en otro punto en lo adelante. Además de este incidente, no se registra ninguna otra cosa de lo sucedido en Perge.
Pablo y Bernabé continuaron su viaje hacia el norte desde Perge hasta la ciudad de Antioquía, en la región de Pisidia. Esta no se debe confundir con Antioquía de Siria, que fue el punto de comienzo de este viaje misionero. Como era su costumbre, durante el día de reposo, el sábado, Pablo y Bernabé fueron a la sinagoga. Aunque a veces consideremos la religión del Antiguo Testamento como algo bastante formal, observemos la libertad y la espontaneidad descrita en este pasaje. Después de leer la Ley y los Profetas, los principales de la sinagoga pidieron a Pablo y a Bernabé si les gustaría compartir algo con aquellos que se habían reunido para adorar. Pablo aprovechó esta oportunidad para predicar el mensaje del evangelio. Lo que sigue es un resumen del mensaje de Pablo para aquellos que se encontraban aquel día reunidos en la sinagoga.
Pablo se identificó con los presentes al relatar la historia de la nación judía. Les recordó cómo habían sido escogidos por Dios para que fuesen Su pueblo. Dios los prosperó durante su tiempo de exilio en Egipto, y los libertó con grandes demostraciones de poder mediante el ministerio de Moisés. Durante cuarenta años Dios soportó las constantes quejas de parte del pueblo cuando caminaba por el desierto. Bajo el ministerio de Josué, Dios derrotó a siete naciones diferentes que habitaban la región de Canaán y le dio esa tierra a Su pueblo. Según Pablo, estos acontecimientos sucedieron durante un período de cuatrocientos cincuenta años.
Cuando el pueblo de Dios se hubo asentado en Canaán, los jueces gobernaron hasta el tiempo de Samuel. Durante los días de Samuel, el pueblo de Dios pidió un rey. Dios le dio un rey que se llamaba Saúl, quien reinó por cuarenta años. Después de ese tiempo, Dios lo quitó de su trono y puso a David, un hombre conforme al corazón de Dios (v.22). David, a diferencia de Saúl, sirvió a Dios con todo su corazón.
Después de esta breve historia de la nación de Israel, Pablo habló de la familia de David. Pablo entonces le comunica a los presentes que de la familia de este gran rey, Dios trajo a Israel a Jesús, el Salvador prometido. Juan el bautista había precedido a este Salvador, predicando un mensaje de arrepentimiento. Muchas personas fueron tocadas por el mensaje de Juan. Él no era el que vendría, sino el que anunció Su venida. Juan dijo al pueblo que después de él vendría uno cuyas sandalias él ni siquiera era digno de desatar. Este era el Salvador, el Señor Jesucristo.
Jerusalén rechazó a Jesús como su Salvador. Aunque Jesús era inocente, el pueblo de Jerusalén y sus gobernantes hicieron que Pilato lo crucificara. Lo colocaron en una tumba y la sellaron. Sin embargo, Jesús no permaneció en la tumba; Dios le levantó de entre los muertos. Muchas personas llegaron a verlo durante un espacio de muchos días. Estas personas servían como testigos ante los judíos de que Jesús estaba vivo.
Entonces Pablo cita tres pasajes del Antiguo Testamento para respaldar lo que acababa de decir. Primero, les recordó a quienes le escuchaban acerca del salmo segundo: “Mi hijo eres tú; yo te engendré hoy” (Salmo 2:7). Hay que admitir que se hace difícil ver la relación entre este versículo y lo que Pablo le dijo a aquella gente ese día. Se puede entender mejor lo que aquí dice a la luz de lo que nos escribe en Romanos 1:2-4: “…el evangelio de Dios, que él había prometido antes por sus profetas en las santas Escrituras, acerca de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que era del linaje de David según la carne, que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos”.
Pablo recordó a los romanos que aunque Jesús era el Hijo de Dios desde el principio, Dios declaró esa relación con poder cuando le resucitó de los muertos. En otras palabras, Jesucristo, al conquistar la muerte, demostró al mundo que Él era el hijo de Dios. La muerte no pudo retenerlo porque también había conquistado al pecado. La resurrección era el sello de aprobación de parte de Dios sobre la obra hecha por el Señor Jesús. Dios declaró con orgullo que Jesús era su Hijo obediente y fiel, la imagen misma de Su naturaleza. Aunque Jesús era de la descendencia humana de David, Él era mucho más que eso. Dios mismo dijo de Jesús: “Mi hijo eres tú, yo te he engendrado hoy”. Pablo parece estar queriendo trasmitir la aprobación del Padre sobre la obra de Cristo y la victoria que obtuvo en la tierra. En segundo lugar, Pablo continuó haciendo uso de un pasaje que se encuentra en el libro de Isaías para continuar respaldando su enseñanza acerca de la resurrección. Isaías 55:3 dice: “Inclinad vuestro oído, y venid a mí; oíd, y vivirá vuestra alma; y haré con vosotros pacto eterno, las misericordias firmes a David”. Este versículo nos habla de un pacto eterno que Dios haría con Su pueblo. Este era el pacto de amor fiel que le había prometido a David. ¿Cómo le fue demostrado el amor fiel al pueblo de Dios? En el contexto del pasaje que se cita, Isaías hablaba acerca del perdón de pecados, el gozo, la paz y la prosperidad (55:7, 12-13).Todas estas cosas prometió Dios a David y a sus descendientes. La pregunta que aquí nos tenemos que hacer es: ¿cómo llegaron estas promesas hasta nosotros? Vinieron por medio de la obra hecha por el Señor Jesucristo como descendiente de David. Todas las promesas del pacto que fueron dadas a David, como se lee en Isaías 55:7-13 (perdón, gozo, paz, prosperidad), se cumplen en el Señor Jesús por medio de Su obra en la cruz y por medio de Su resurrección.
El tercer pasaje del Antiguo Testamento que cita Pablo proviene del libro de los Salmos, y nos dice que el Santo no sería abandonado en el sepulcro, ni vería corrupción: “No dejarás que mi vida termine en el sepulcro; no permitirás que sufra corrupción tu siervo fiel” (Salmo 16:10, NVI). El concepto del Mesías yendo a la tumba era incomprensible para el judío común. El salmista nos dice que el Santo no sería abandonado en el sepulcro. Este principio implica que tendría que ir a la tumba, porque sólo van a la tumba los que mueren. Pablo les estaba mostrando que la única manera de entender este pasaje era viéndolo a la luz de la muerte del Señor Jesús, quien murió y resucitó. Esto demostró que había una resurrección. También demostró que el Señor Jesús era el Santo, porque nadie más había muerto y había resucitado de los muertos sin que su cuerpo se corrompiese.
En el versículo 41, la oración de Pablo por aquellas personas fue que la profecía de Habacuc 1:5 no se cumpliese en sus vidas. En este versículo, Habacuc hablaba a las personas que se burlaban de la Palabra de Dios. Les dijo que el Señor haría algo en medio de ellos que no creerían ni aunque se lo dijesen. Dentro del contexto de esta profecía en Habacuc, vemos que Dios iba a enviar a los babilonios para juzgar a Su pueblo. El enemigo caería sobre el pueblo de Dios como buitres y destruiría sus ciudades fortificadas. A causa de su incredulidad, el pueblo de Dios sufriría la disciplina de una manera que nunca antes habían visto. Pablo les estaba diciendo a los que le escuchaban que si rechazaban al Mesías, su eterno rey davídico, también sufrirían la experiencia de la pesada mano del juicio Dios.
Observe el efecto de este mensaje en las vidas de los presentes. El versículo 42 nos dice que cuando Bernabé y Pablo salían de la sinagoga, fueron invitados a que regresaran el siguiente día de reposo para que siguieran hablando del tema. Muchos de los que le habían escuchado a Pablo le siguieron cuando él salía del templo, con el propósito de averiguar más acerca de Jesús. Durante esa semana las personas comenzaron a hablar entre ellas acerca del mensaje de Pablo. El versículo 44 nos dice que casi toda la ciudad se reunió para escucharle. Era obvio que el Espíritu de Dios estaba obrando en aquella ciudad.
En este libro de Los Hechos hemos visto que cuando Dios comienza una obra, Satanás no se encuentra muy lejos de allí. Una vez más Satanás buscó un instrumento mediante el cual pudiera hacer su obra. En Chipre había usado a un hechicero; aquí decidió usar los líderes judíos. Al ver que la multitud escuchaba a Pablo, estos líderes se llenaron de celos y entonces empezaron a hablar mal de Pablo y de su mensaje. Su intención era la de hacerlo quedar mal ante la gente, para que de esta manera la gente rechazara lo que decía.
Pablo no discutió con estos judíos; sin embargo, les dijo que debido a que no querían aceptar la Palabra de Dios, la llevaría a los gentiles. Pablo les recordó que en eso se cumplía la profecía de Isaías que decía: “Poco es para mí que tú seas mi siervo para levantar las tribus de Jacob, y para que restaures el remanente de Israel; también te di por luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta lo postrero de la tierra” (Isaías 49:6).
Cuando los gentiles allí presentes oyeron esta noticia, se regocijaron, y una gran cantidad de ellos creyó. Observemos que fueron aquellos “ordenados para vida eterna” quienes creyeron (v.48). Ninguno de nosotros jamás vendría al Señor de manera natural por nuestra libre voluntad. Antes de venir al Señor Jesús, el Espíritu de Dios debe obrar en nuestras vidas. Dios debe tocarnos antes que nosotros le toquemos a Él. Y esto era lo que estaba sucediendo allí. Dios había hablado a ciertos corazones, estaba llamando a individuos hacia Él; estos individuos oyeron Su voz y respondieron.
A pesar de la oposición por parte de los judíos, el mensaje de salvación se esparcía por toda la región. Dios seguía llevando Su reino hacia delante. Una vez más se agitaban los celos de los líderes judíos. Estos incitaron contra Pablo y Bernabé a ciertas mujeres temerosas de Dios y a hombres reconocidos de la ciudad. Notemos que a estas mujeres se les llamó mujeres “piadosas” (v.50). Esto no quiere decir que habían aceptado a Jesús en sus vidas. Estas mujeres eran religiosas, pero no habían aceptado la verdad del evangelio. Estas mujeres “piadosas” y los hombres que conformaban el liderazgo judío tuvieron éxito poniendo al pueblo en contra de Pablo y Bernabé. Esto fue una señal para los misioneros que debían trasladarse hacia otra ciudad. Sin embargo, dejaban atrás en Antioquia de Pisidia a un grupo de creyentes llenos de gozo y del Espíritu Santo. A pesar de la oposición que enfrentaron los apóstoles, Dios había logrado todo lo que se había propuesto hacer por medio de ellos. Una vez más, Satanás fracasaba en sus esfuerzos de que el evangelio llegara a aquellos que estaban ordenados para vida eterna.
Para meditar:
* ¿Qué tácticas ha estado usando Satanás para evitar que su iglesia crezca?
* ¿Qué evidencia hay en su iglesia de la victoria del Señor a pesar de los intentos del enemigo de frustrar los planes de Dios?
Para orar:
* Agradezca al Señor porque Su obra avanza a pesar de que Satanás se esfuerza en destruirla.
* Pídale a Dios que le dé el valor de aquellos apóstoles para permanecer firme a pesar de la oposición.
* Dedique unos minutos para orar por los obreros cristianos que se encuentran en estos momentos enfrentando oposición por predicar las buenas nuevas del evangelio.
25 – EL PRIMER VIAJE MISIONERO DE PABLO – TERCERA PARTE: ICONIO, LISTRA Y DERBE
Lectura: Hechos 14:1-28
Veíamos en la última meditación cómo Pablo y Bernabé habían sido expulsados de la ciudad de Antioquía de Pisidia por un grupo de judíos celosos que habían incitado a la ciudad en contra de ellos. Sin embargo, su estancia en la ciudad había sido fructífera. Durante su ministerio en Antioquía de Pisidia habían visto la conversión de un grupo de gentiles. Dios les había dado la victoria a pesar de los obstáculos que les habían puesto en el camino. Pablo y Bernabé continuaron su viaje a otras ciudades.
Iconio
Desde Pisidia de Antioquía, los apóstoles viajaron al sureste hacia el pueblo de Iconio (una distancia de aproximadamente setenta millas (ciento quince kilómetros). Estando allí, Pablo y Bernabé fueron a la sinagoga. Una vez más se les dio la oportunidad de hablar con aquellos que se habían reunido para adorar. La Biblia dice que hablaron con tal eficacia que muchos gentiles y judíos creyeron. La pregunta que aquí cabe es por qué los gentiles estaban en la sinagoga. Lo más probable es que estos gentiles que se hayan convertido al judaísmo.
Una vez más vemos el choque entre el reino de Dios y el de Satanás. Satanás no cedería pacíficamente su dominio sobre Iconio. Adondequiera que Pablo y Bernabé habían estado en el trayecto de este viaje misioner, había habido oposición al mensaje del evangelio. En Chipre fue Barjesús quien se les opuso; en Antioquía habían sido los judíos celosos los que comenzaron una persecución contra ellos, y en Iconio la oposición vino de parte de los judíos que no habían creído. Estos judíos excitaron a los gentiles y envenenaron sus mentes en contra de Pablo y Bernabé. No estamos seguros de qué decían los incrédulos acerca de los apóstoles, pero podemos estar seguros de que la intención era destruir su reputación y sembrar la duda en lo que predicaban. No nos debe sorprender que el enemigo acuda a la mentira y la calumnia en contra de la obra de Dios. Satanás es el padre de toda mentira (Juan 8:44).
Estas oposiciones no hicieron desistir a los misioneros. Ellos continuaban predicando el evangelio con valentía. El Señor mismo estaba con ellos a medida que perseveraban en este ministerio en Iconio. El Señor demostraba Su presencia a los habitantes de aquella ciudad haciendo muchas señales y milagros por medio de Pablo y Bernabé (v.3). Era difícil negar estos milagros. El resultado fue que la ciudad quedó dividida. Algunos creían en el evangelio, mientras que otros lo rechazaban. Es claro que la ciudad sentía el impacto de la Palabra del Señor. No tengo dudas de que durante ese tiempo el tema de conversación de toda la ciudad era la enseñanza de Pablo y Bernabé. Había evidencias de la presencia del Espíritu Santo. Las personas eran cambiadas por el mensaje de salvación.
Al ver el impacto del evangelio en la ciudad, los judíos que se les oponían decidieron intensificar la oposición tramando planes para que fuesen apedreados. Pablo y Bernabé supieron de esto y decidieron que era tiempo de marcharse. A pesar de que el enemigo se oponía a la obra del evangelio en Iconio, el reino de Dios seguía avanzando. Pablo y Bernabé habían dejado atrás a otro grupo de cristianos recién convertidos. A su vez, estos individuos alcanzarían a otros. Desde Iconio, Pablo y Bernabé viajaron veinte millas (unos treinta kilómetros) hacia la ciudad de Listra, en donde continuaron predicando las buenas nuevas del evangelio.
Listra
Fue en Listra que Pablo y Bernabé experimentarían la más fuerte oposición de su primer viaje misionero. Todo comenzó cuando se encontraron con un hombre cojo de nacimiento. Éste había escuchado hablar a Pablo. Cuando él lo miró, vio que tenía la fe para ser sanado. Hablando directamente al hombre, Pablo le dijo que se pusiera de pie. El hombre dio un salto y comenzó a caminar (v.10). Es difícil imaginarse las emociones que debieron correr por la mente de este hombre cuando se puso de pie y caminó por primera vez en su vida.
La multitud se quedó asombrada con lo que vieron. Nunca en sus vidas habían visto cosa igual. Entonces comenzaron a gritar: “Dioses bajo la semejanza de hombres han descendido a nosotros” (v.11). A Bernabé lo llamaron Júpiter (Zeus) y a Pablo, Mercurio (Hermes), porque era el que daba la palabra. Una breve mirada a estos dioses le dará a entender la religión de los habitantes de Listra.
Zeus era el principal de los dioses griegos. Sus padres eran Cronos y Rea. Como el principal de los dioses, él gobernaba el cielo; sus hermanos gobernaban el submundo y el mar. Como gobernador del cielo, era el dios del clima y la fertilidad. En historias que de él se cuenta sobre los muchos hijos que tuvo por medio de diferentes mujeres (tanto diosas como humanas). A veces usaba trucos para ocultar sus infidelidades a su esposa. Era considerado por los griegos como un dios de poder que premiaba tanto el bien como el mal.
Hermes era uno de los hijos de Zeus; era el dios de los viajeros y los ladrones. Debido a su elocuencia se convirtió en el mensajero de los dioses. Era un dios muy tramposo y el responsable de conducir almas al infierno.
Fue dentro de este trasfondo religioso que se predicó el mensaje del evangelio. La sanidad del cojo hizo pensar a la gente que Zeus y Hermes les habían visitado en persona. El sacerdote de Zeus trajo toros y guirnaldas para ofrecer sacrificios a Pablo y a Bernabé. Al ver esto, los apóstoles rasgaron sus ropas en señal de luto y le pidieron a la gente que dejaran de ofrecer sacrificios. Los apóstoles declararon que eran sólo simples hombres y desafiaron al pueblo de Listra a que se volvieran de su falsa religión al Señor Jesús, el Dios verdadero, quien derramó Su bondad sobre ellos al darles la lluvia y las cosechas. Según los griegos, Zeus era el dios del clima y de la fertilidad y quien les proveía las cosechas en su estación. Pero Pablo les estaba diciendo que era su Dios quien les proveía todas estas cosas. Pablo parece haber estado culturalmente consciente de sus creencias religiosas y usó este conocimiento para hablar acerca del verdadero Dios. Sin embargo, a Pablo y Bernabé se les hizo prácticamente imposible impedir que les ofrecieran sacrificios (v.18).
La respuesta al evangelio en Listra fue muy diferente a la de Iconio. El enemigo en Listra tuvo mucho éxito a la hora de crear confusión y desviar la atención de la gente de la verdad de Jesús. Inmediatamente después de este suceso, llegaron judíos provenientes de Antioquía e Iconio. Su intención era clara. No querían que Pablo y Bernabé siguieran predicando el evangelio. Cuando llegaron estos judíos a Listra, encontraron toda la ciudad alborotada. Entonces pusieron a la gente en contra de Pablo y Bernabé, y como resultado de esto, Pablo fue apedreado, arrastrado fuera de la ciudad y dado por muerto.
Sin embargo, es interesante percatarse de que ciertos discípulos se reunieron alrededor de Pablo, y él se levantó y regresó a la ciudad. Este versículo no puede pasar de manera inadvertida. Éste dice que el tiempo que estuvieron Pablo y Bernabé en Listra produjo frutos.
¿Quiénes eran estos discípulos? ¿Eran personas que habían creído el mensaje de Pablo? Cuando pablo y Bernabé salieron de Listra, dejaron otro grupo de creyentes. Aunque los apóstoles sufrieron muchísimo en Listra, la Palabra del Señor había salido adelante, y moradores de aquella ciudad vinieron al conocimiento de Cristo.
Derbe
Al día siguiente, después de haber sido apedreado y dejado por muerto, Pablo viajó junto a Bernabé cuarenta millas (setenta kilómetros) al sureste hacia la ciudad de Derbe. Allí Pablo siguió predicando las buenas nuevas de Cristo. Lo más sorprendente es que después que hubo predicado en Derbe, regresó a Listra, en donde había sido apedreado, para fortalecer a los creyentes que había dejado allí. De Listra regresó a Iconio y a Antioquía confirmando y exhortando a los nuevos creyentes a que perseveraran en los caminos del Señor. Les recordó que no les sería fácil seguir al Señor. Las marcas que Pablo llevaba en su cuerpo daban testimonio de esa realidad.
Antes de volver a casa, Pablo y Bernabé designaron ancianos en cada iglesia que habían establecido. Estos ancianos entendían lo difícil que era el ministerio. Ellos habían visto a Pablo sufrir por predicar el evangelio. También sabían que se arriesgaban a sufrir por la causa de Cristo. Pablo no se disculpó por esto, simplemente les dijo que perseveraran. Entonces con oración y ayuno, Pablo y Bernabé encomendaron a todos estos nuevos creyentes y a sus líderes al cuidado de Dios.
Desde Antioquía de Pisidia, Pablo y Bernabé viajaron al sur unas ciento veinte millas (doscientos kilómetros) hacia los pueblos de Perge y Atalía. Perge era la ciudad portuaria donde Juan Marcos los había abandonado. Atalía se encontraba localizada a unas treinta millas (cincuenta kilómetros) al oeste de Perge. Desde Atalía navegaron aproximadamente trescientos treinta millas (quinientos treinta kilómetros) de regreso a Antioquía de Siria, desde donde su viaje había comenzado.
De regreso en Antioquía, informaron acerca de las cosas que el Señor había hecho en su viaje misionero. Pudieron compartir de cómo Dios abrió una gran puerta para que los gentiles llegaran al conocimiento de Cristo. Pablo y Bernabé se quedaron un buen tiempo en Antioquía. Durante los meses anteriores estos dos hombres habían viajado más de mil trescientas millas (dos mil cien kilómetros). Les habían insultado verbal y físicamente porque predicaban el evangelio de Cristo. En este viaje habían visto al Señor obrar en maneras milagrosas. No sabemos cuántas iglesias se plantaron durante este viaje, pero sí se registran grupos de creyentes en Antioquía de Pisidia (13:48-52), Iconio (14:1), Listra (14:20) y Derbe (14:21). Aunque no se nos dice que se formara una iglesia en Chipre, sí sabemos que por lo menos un hombre en esa isla recibió la fe en Cristo (13:12). ¿Fue exitoso este viaje misionero? Debido a este solo viaje se fundaron por lo menos cuatro nuevas iglesias, en las que se dejaron establecidos un cuerpo de ancianos. Muchos individuos (tanto judíos como gentiles) llegaron a conocer al Señor como su Salvador. No sé cuántos misioneros en nuestros días podrían gloriarse en el Señor de este resultado en tan solo un viaje misionero. Aunque la oposición había sido grande, Dios demostró ser más grande.
Para meditar:
* Considere por un momento la disposición de Pablo de sufrir por la causa de Cristo. ¿Qué cree usted haya sido el motor impulsor detrás de este hombre?
* ¿Por qué supone usted que Pablo no se sintió desalentado hasta el punto de rendirse en este trabajo tan fuerte?
* ¿En qué estaría dispuesto a sufrir por la causa de Cristo?
* ¿Qué ha sufrido usted por predicar el evangelio?
Para orar:
* Tome un momento para orar por un misionero o un obrero cristiano en particular. Pídale al Señor que mantenga a esta persona fiel en medio de las pruebas y las dificultades.
* Pídale al Señor que le dé más valor en lo que se refiere a testificar de Él.
* Comprométase de nuevo a servir al Señor sin importar el precio.
26 – EL CONCILIO DE JERUSALÉN
Lectura: Hechos 15:1-35
En las últimas tres meditaciones hemos visto cómo Satanás estaba involucrado activamente en el proceso de obstaculizar el ministerio del Evangelio. Pablo y Bernabé sufrieron grandemente ante la oposición del enemigo, pero la gracia de Dios los había sostenido durante su viaje misionero. Los problemas no cesaron cuando regresaron a Antioquía de Siria. Satanás continuaba en sus esfuerzos para destruir la obra de Dios. El conflicto entre el reino de Dios y el reino de Satanás nunca cesa. Debemos estar alertas constantemente en cuanto a sus tácticas. Nada lo detiene en su inútil esfuerzo para destruir por completo la obra de Dios.
El ataque del enemigo llegó a Antioquía en forma de maestros judíos que enseñaban que a menos que un hombre se circuncidara según la costumbre de Moisés, no podía ser salvo. La enseñanza que trajeron causó un gran revuelo entre los creyentes en Antioquía. Los obligaba a hacerse un número de preguntas. ¿Podía un gentil incircunciso ser cristiano? ¿Cuál era el lugar de la ley de Moisés en la vida del creyente? ¿Era un creyente gentil inferior a un creyente judío? Es fácil percibir cuáles serían los resultados que esto trajo a la iglesia. Satanás estaba sembrando la semilla de la división doctrinal y del orgullo. ¿Cuán fácil hubiese sido dividir la iglesia de Antioquía al poner un creyente contra el otro? Esto habría destruido el impacto que tendría la iglesia con la obra de Cristo. Satanás sabía cuán estratégica era la iglesia de Antioquía para alcanzar al mundo. Él buscaba destruir la obra haciendo que los miembros de esta iglesia se dividiesen.
En cuanto a falsos maestros se trataba, Pablo y Bernabé no eran muy condescendientes. El versículo 2 nos dice que sostuvieron una fuerte discusión con ellos, pero el asunto no quedó resuelto. La gente tomó partido en el debate y no se ponía de acuerdo. La iglesia decidió enviar a Pablo y a Bernabé a Jerusalén para que se reunieran con los apóstoles y discutieran el asunto. Ambos tendrían que viajar más de ciento ochenta millas (trescientos kilómetros) hasta Jerusalén para encontrar una solución a este problema. Esto nos muestra el impacto que habían tenido aquellos falsos maestros en la iglesia de Antioquía.
A medida que viajaban a Jerusalén, Pablo y Bernabé se encontraron con otros creyentes de las regiones de Fenicia y Samaria, y los apóstoles compartían con ellos de cómo el Señor había abierto una puerta para los gentiles. La noticia de que el evangelio se esparcía trajo gran gozo a los corazones de aquellos creyentes. Al llegar a Jerusalén, Pablo y Bernabé también informaron a la iglesia lo que Dios había hecho por medio de ellos.
En la iglesia de Jerusalén había creyentes que pertenecían a la secta de los fariseos. Aunque aquellos creyentes habían aceptado al Señor cómo su Salvador, creían que todavía era necesario que el cristiano guardase toda la ley de Moisés. Era obvio que la salvación de los gentiles por medio del ministerio de Pedro, Pablo, y Bernabé había causado problemas teológicos para la iglesia judía. Existía mucha confusión sobre este asunto. Los apóstoles y los ancianos se reunieron para discutir acerca de la cuestión. Aquel asunto no era fácil para ellos. El versículo 7 nos da a entender que estuvieron discutiendo sobre esto por un buen rato. Nos da la impresión de que en un principio no se podían poner de acuerdo. Estos judíos habían crecido con la Ley. Fue por medio de ella que Dios se había revelado a Israel. Había castigos estrictos para quienes no quisiesen guardar la Ley. ¿Se podrían deshacer de ella así de sencillo ahora que eran creyentes en Cristo?
En parte fueron los testimonios de Pedro, Pablo y Bernabé los que dieron la anhelada respuesta al concilio de la iglesia. Pedro se puso en pie ante la asamblea y habló acerca de la salvación entre los gentiles, de la cual había sido testigo. Entonces volvió a contar la historia de la familia de Cornelio y de cómo el Espíritu de Dios vino sobre ellos en presencia de él. Esto sólo podía significar una cosa en la mente de Pedro. Quería decir que el Señor había aceptado a los gentiles tal y como eran, aunque no habían practicado la ley de Moisés. El Espíritu de Dios había sido dado tanto para los que practicaban la Ley como para quienes no la practicaban. La conclusión que obtuvo de aquello era que una persona no tenía que vivir bajo la Ley para recibir al Espíritu Santo. Dios no hacía distinción entre el judío que estaba bajo la Ley y el gentil que era sin ley. Por lo tanto, la conclusión de Pedro era que si Dios no puso restricciones ni requisitos a los gentiles antes de darles Su Espíritu, entonces la iglesia no debía poner ninguna restricción sobre ellos. La salvación era por gracia, y no por medio de la observación de la Ley.
Pedro nos está diciendo aquí que Dios nos acepta tal y como somos. La salvación es por gracia. Es un don dado a los que no lo merecen. La salvación no tiene nada que ver con la manera en vivimos nuestras vidas. No tiene nada que ver con cómo nos vestimos o cómo lucimos. No tiene nada que ver con el color de nuestra piel ni nuestra raza. No tiene nada que ver con cuántas veces vamos a la iglesia; no tiene nada que ver con lo que hayamos hecho para el Señor o cómo hayamos tratado a nuestro prójimo. De hecho, la salvación no tiene nada que ver con nosotros. Cuando se trata de salvación, Dios no tiene en cuenta nuestro carácter ni nuestros logros. Podemos vivir como un judío piadoso o como un gentil pagano, y aún así esto no afectará si Dios nos salva o no. Dios derramará Su Espíritu en cualquiera que Él desee. No hay nada que podamos hacer para hacernos más aceptos delante de Dios. Dependemos totalmente de Su gracia y Su misericordia.
Esta declaración era muy radical para Pedro hacerla ante un grupo de creyentes judíos. En efecto les estaba diciendo que la Ley de Moisés no les podía salvar. Notemos en el versículo 12 que toda la asamblea calló. Entonces Pablo y Bernabé hablaron al concilio acerca de sus experiencias y de cómo Dios había traído la fe a los gentiles por medio de señales y maravillas.
En este silencio puedo percatarme del mover del Espíritu de Dios. Como es natural, este tema era un asunto decisivo que podía haber dividido la asamblea. Humanamente hablando, la reunión pudo haberse convertido en una discusión física y llena de ira. (Quizás usted haya estado en algunas reuniones como estas de la iglesia). Los temperamentos se hubiesen acalorado a medida que la gente se iba molestando. Algunos hubieran salido con un espíritu amargado, mientras que otros hubieran hecho mención de las tradiciones de sus padres, diciendo que lo que era suficiente bueno para Abraham, era suficiente bueno para ellos. Y aún otros hubiesen amenazado con abandonar la iglesia si se rompía la tradición. Pero nada de esto aconteció. En cambio, hubo un espíritu de unidad que es de envidiar por cada reunión de la iglesia en general. Lo único que podemos asegurar de todo esto es que el Espíritu de Dios se estaba moviendo en medio de todos ellos a medida que tomaban esta decisión tan importante.
Luego, Jacobo se puso de pie con una palabra de parte del Señor (v.13). Citó Amós 9:11-12, donde Dios habló por medio del profeta Amós para decirle a Su pueblo que un día reconstruiría el tabernáculo de David que estaba caído (símbolo del pueblo de Dios). En ese día, tanto judíos como gentiles buscarían al Señor. Jacobo confirmaba a partir de las Escrituras lo que Pedro y Pablo habían estado experimentando en su ministerio misionero. Jacobo entonces hizo la moción de que no se les impusiera el yugo de la Ley a los gentiles. Al recomendar esto, estaba diciendo que ya no era necesario que los gentiles viviesen bajo la Ley de Moisés para salvarse y glorificar a Dios en sus vidas.
Esta recomendación no estaba inmune de problemas. ¿Y qué pasaba con aquellos judíos creyentes que seguían guardando la Ley de Moisés? ¿Cómo podrían reunirse en una misma iglesia con gentiles que no sentían la necesidad de guardar dicha Ley? ¿No crearía esto confusión? ¿No crearía esto un obstáculo para aquellos que sentían aún obligación de practicar la Ley de Dios? Para remediar esto, Jacobo sugirió que se tomasen ciertas medidas. En primer lugar, recomendaron que los creyentes gentiles se abstuvieran de comer lo sacrificado a los ídolos, de comer carne de animales que hubiese muerto por estrangulación, y de comer sangre.
Más adelante Pablo, en su primera carta a los corintios, les escribe que aunque no hay nada malo en comer de estas cosas, esto podía ser piedra de tropiezo para otra persona. Pablo instruyó así: “De todo lo que se vende en la carnicería, comed, sin preguntar nada por motivos de conciencia; porque del Señor es la tierra y su plenitud. Si algún incrédulo os invita, y queréis ir, de todo lo que se os ponga delante comed, sin preguntar nada por motivos de conciencia. Mas si alguien os dijere: Esto fue sacrificado a los ídolos; no lo comáis, por causa de aquel que lo declaró, y por motivos de conciencia; porque del Señor es la tierra y su plenitud. La conciencia, digo, no la tuya, sino la del otro. Pues ¿por qué se ha de juzgar mi libertad por la conciencia de otro?” (1ª Corintios 10:25-29).
Los gentiles debían ser exhortados a que no comiesen ciertas cosas para que de esta manera no fuesen piedra de tropiezo a los judíos creyentes. Los gentiles debían hacer esto por respeto a sus hermanos y hermanas, y no porque se les requería que lo hicieran así para agradar al Señor.
La segunda recomendación de Jacobo era que los gentiles se abstuvieran de inmoralidad sexual. Necesitamos recordar que los gentiles que venían al Señor en los tiempos de Pablo y Bernabé tenían un trasfondo inmoral. Los dioses griegos que adoraban eran en sí mismos culpables de inmoralidad. Ya hemos mencionado el caso de Zeus, su principal dios, quien tuvo varios hijos de diferentes mujeres (tanto humanas como diosas). Zeus usaba el engaño y la trampa para esconder de su esposa sus infidelidades. Los estándares por los que estos gentiles solían vivir distaban muchísimo de los que brinda la Palabra de Dios. Jacobo mencionó esto porque tenía conocimiento del trasfondo cultural de los gentiles. Les desafió a que fuesen obedientes a la Palabra de Dios con respecto a las normas morales.
El versículo 21 apoya la idea que la razón por la cual estas cosas fueron mencionadas en particular por parte de Jacobo fue por causa de los creyentes judíos que se encontraban entre ellos, y no porque el concilio quisiese poner a los gentiles bajo la Ley. Todavía se seguía leyendo a Moisés en las sinagogas cada sábado. Los gentiles tenían que ser cuidadosos con los judíos en cuanto a los asuntos que tuvieran que ver con la ley mosaica y no buscar problemas abiertamente. Los gentiles debían refrenarse de comer ciertas cosas, no por la ley, sino por un sentido de respeto a sus hermanos en la fe.
Las recomendaciones de Jacobo fueron aprobadas. El versículo 22 nos dice que toda la iglesia decidió enviar hombres a Antioquía junto a Pablo y Bernabé para que anunciasen la decisión del concilio. Observemos que el versículo dice que toda la iglesia decidió esto. Había armonía en el asunto. Esto no era algo que se quedaba fuera del ministerio del Espíritu de Dios.
Se escogió entonces a Judas y a Silas para que fuesen con Pablo y Bernabé a Antioquía para que entregasen la carta escrita por los apóstoles y los ancianos explicando la decisión del concilio. El versículo 28 nos es de particular interés. La carta decía que había parecido bien al Espíritu Santo que los apóstoles y los ancianos no pusiesen una carga sobre los gentiles. El concilio reconocía la presencia del ministerio del Espíritu Santo durante la reunión. La resolución final era resultado de este ministerio. En tres maneras se les había confirmado al concilio de que esta era la decisión de Dios.
Primero, la decisión estaba basada en las experiencias de Pedro, Pablo y Bernabé, las puertas se estaban abriendo, y el Espíritu de Dios se estaba derramando. Grandes cosas estaban sucediendo entre los gentiles. Milagros, señales y maravillas eran la evidencia. Estas cosas no podrían ser explicadas de otra manera que no fuese la del mover del Espíritu Santo. Estas experiencias hicieron ver a los ancianos y a los apóstoles que Dios estaba en el proceso de hacer algo maravilloso.
Segundo, el concilio no basó su decisión solamente en el testimonio y las experiencias de Pedro, Pablo y Bernabé. Jacobo llevó al concilio a la Palabra de Dios. Jacobo mostró por las Escrituras que lo que estaba sucediendo había sido profetizado por el profeta Amós. La Palabra de Dios respaldaba las experiencias que se habían informado. Si las Escrituras hubiesen contradicho las experiencias de Pedro, Pablo y Bernabé, la conclusión del concilio nunca hubiese sido tomada. La Escritura misma testificaba de la validez de las experiencias entre los gentiles.
En tercer lugar, estaba la confirmación de la presencia del Espíritu Santo en medio de ellos. En toda esta reunión había un verdadero sentido de Su ministerio y dirección. La armonía que se experimentó en aquel día era una señal de Su presencia. La experiencia de la presencia de Dios era tal que los líderes pudieron decir al terminar el encuentro que les había parecido bien al Espíritu Santo no poner ninguna carga sobre los gentiles. Esta decisión no provenía del hombre; todos sabían que esto era lo que quería el Espíritu de Dios.
La iglesia en Antioquía se regocijó cuando se les leyó la carta (v.31). La presencia del Espíritu era evidente en la iglesia de Antioquía cuando manejó esta decisión final. No se recoge que hubo divisiones ni amargura; no se dice de que alguien dijera: “Ustedes ven; yo se los dije”. Todo lo que se nos dice es que la iglesia se regocijó al conocer que los gentiles eran aceptos delante de Dios sin que tuvieran que cumplir la Ley. Silas y Judas se quedaron allí por un tiempo para animar la iglesia de Antioquía en la fe, y luego regresaron a Jerusalén. Pablo y Bernabé se quedaron en Antioquía enseñando y predicando la Palabra de Dios.
Una vez más, vemos que el ataque del enemigo se trastorna. Este ataque hubiese puesto a creyente contra creyente, hubiese hecho que toda la iglesia cayese en el error doctrinal. En cambio, la iglesia en Antioquía se convirtió en un ejemplo para todos nosotros. Aquí tanto judíos como gentiles servían juntos. No siempre veían las cosas igual y tenían sus desacuerdos a causa de los trasfondos diferentes que tenían. Estas eran las condiciones ideales para Satanás causar división y discordia. Sin embargo, el Espíritu de Dios trajo armonía y respeto de los unos para con los otros. ¿Desea saber si el Espíritu de Dios se está moviendo en su iglesia? Pregúntese si los creyentes se aman y respetan entre sí aun en sus diferencias.
Para meditar:
* ¿Se encuentra en estos momentos enfrentando una decisión difícil en su vida? ¿Qué nos enseña este pasaje acerca de cómo saber la voluntad de Dios?
* ¿Podemos hoy en día seguir viviendo bajo la Ley? Explique.
* ¿Cuál es la diferencia entre vivir bajo la Ley y vivir bajo la gracia?
* ¿Qué aprendemos aquí acerca de cómo Satanás trata de dividirnos como creyentes?
Para orar:
* Alabe al Señor porque lo acepta a usted tal y como es.
* Ore para que el espíritu de unidad y armonía que se experimentó en la iglesia de Jerusalén en este pasaje sea la experiencia de su iglesia local.
* Pídale al Señor que le ayude a poner a un lado sus preferencias personales y sus prejuicios. Pídale que lo haga estar dispuesto a aceptar Su voluntad y propósito cuando sean claramente revelados.
27 – SEGUNDO VIAJE MISIONERO DE PABLO – PRIMERA PARTE: EL VIAJE COMIENZA
Lectura: Hechos 15:36-41
Pablo y Bernabé habían estado en Antioquía por algún tiempo. Pablo decidió que era tiempo para ellos de regresar a las ciudades que habían visitado en su primer viaje misionero para ver cómo les estaba yendo. A medida que leemos las cartas de Pablo en el Nuevo Testamento, podemos apreciar que se muestra constantemente interesado en cómo les va a sus convertidos. Cuando no los podía visitar personalmente, dedicaba tiempo para escribirles. Ningún otro apóstol escribió tantas cartas a sus convertidos como lo hizo el apóstol Pablo. En sus cartas a las diferentes iglesias, les mencionaba el hecho d que les tenía constantemente en sus pensamientos. Quería verlos crecer en su fe. Le preocupaba mucho que esos nuevos creyentes se apartaran del Señor o que fuesen engañados por falsos maestros. Su corazón rebozaba con esa preocupación paternal acerca de la condición espiritual de los creyentes que se encontraban en las iglesias que había establecido.
Bernabé, como pueden recordar, era un alentador por excelencia. Cuando todos en Jerusalén no habían querido aceptar al nuevo convertido Saulo (Pablo), Bernabé había venido a ayudarle (9:27). Bernabé había presentado a Pablo a los apóstoles y les había explicado cómo se había convertido a Cristo. Bernabé había ido a Tarso para llevarse a Pablo para que le ayudara en el trabajo en Antioquía (11:25). Bernabé había permanecido fielmente al lado de Pablo cuando juntos padecieron las persecuciones de su primer viaje misionero (13:14). Había permanecido junto a Pablo cuando defendían sus acciones ante el Concilio en Jerusalén. Bernabé había estado con Pablo desde el principio. Juntos formaban lo que parece haber sido un equipo misionero perfecto.
Bernabé estuvo de acuerdo con Pablo en que había que regresar a visitar las iglesias que habían establecido. Bernabé le sugirió que llevasen en ese viaje con ellos a Juan Marcos. Como puede recordar, Juan Marcos había salido con Pablo y Bernabé en su primer viaje misionero, pero los abandonó (13:13). La cuestión de si Juan Marcos debía unírseles en el viaje o no causó un verdadero conflicto entre los dos misioneros. Mientras que Bernabé quería darle una segunda oportunidad a Juan Marcos, Pablo no lo quería llevar porque no había demostrado su fidelidad en el viaje anterior. Pablo y Bernabé sencillamente no podían ponerse de acuerdo en este asunto. El debate fue tan fuerte que decidieron separarse y cada uno tomar por su lado. Bernabé se llevaría consigo a Juan Marcos, y Pablo, a Silas.
Se ha debatido mucho en cuanto a quién tenía la razón en este asunto. Sin embargo, este no era un asunto tan simple. Probablemente una de las lecciones más importantes que debamos aprender en la vida cristiana es que en muchas ocasiones existe más de una respuesta a una pregunta en específico. Como creyentes, no siempre estaremos de acuerdo en todos los temas; sin embargo, esto no significa que una persona esté en lo correcto y la otra errada. Aunque no podemos decir lo que pasaba por las mentes de Pablo y Bernabé, vamos a tratar de analizar este caso desde la perspectiva de cada uno de estos dos misioneros.
Como habíamos mencionado, Bernabé era un confortador. Su corazón debió haberle dolido al pensar por lo que Juan Marcos estaría pasando. Juan Marcos había desertado del equipo en su primer viaje misionero, pero eso no lo descalificaba de su servicio misionero. Había perdón en Cristo. Quizás él estaba mejor preparado para este segundo viaje. Quizás la última vez él simplemente no sabía qué le esperaba. Parece que Bernabé estaba seguro de que con algo de ánimo, Juan Marcos podía convertirse en un compañero valiosísimo. Él necesitaba una segunda oportunidad en la que pudiera participar en un viaje misionero hasta el final. Si no se le daba esa segunda oportunidad, quizás hubiera seguido en la vida sintiéndose derrotado. Dar este viaje le daría el impulso que necesitaba, aumentaría su confianza en lo que Dios podía hacer por medio de él. Bernabé debió haber sentido que esto era algo necesario para el crecimiento en Cristo de Juan Marcos.
Por otra parte, Pablo veía las cosas desde una perspectiva diferente. Sabía bien las dificultades que le esperaban en el viaje que se estaba por dar. En su primer viaje misionero, le habían apedreado y dejado por muerto en las afueras de la ciudad de Listra. A todas partes que él y Bernabé habían ido, la persecución les salía al encuentro. La intención de Pablo era regresar a las iglesias que habían comenzado. Las personas de esas ciudades le conocían; su vida y las de sus compañeros peligraban al regresar a ellas. Este no era un lugar para Juan Marcos, quien los había abandonado justamente antes que las cosas se hubiesen puesto difíciles. Pablo no estaba diciendo que Juan Marcos nunca podría ser útil en el servicio al Señor. Pablo sencillamente sentía que este no era su viaje. Sin duda alguna, Juan Marcos sería de gran ayuda en otra parte. Quizás hasta en un momento más adelante se le podría unir, pero no inmediatamente después que había desertado. Juan Marcos necesitaba tiempo para madurar. Un segundo fracaso le podría resultar de mucho peso para él, y hasta le podría desalentar aún más.
¿De qué lado se hubiera puesto usted en este asunto? Esta división entre Pablo y Bernabé no era un asunto nada sencillo; ambos hombres tenía razones de peso que exponer.
Me pregunto cómo habrá sido para estos misioneros ministrar después de haberse separado. ¿Qué estaría pasando por la mente de Juan Marcos? ¿Cuáles serían sus sentimientos hacia Pablo y su áspera actitud hacia él? ¿Habría servido esto para colocar una barrera entre ellos como hermanos? ¿Qué estaba sintiendo Bernabé? Después de haber pasado tanto por causa de Pablo, ¿por qué no haría él lo mismo por Juan Marcos? ¿Cómo se sentiría Pablo en aquella situación? ¿Le costaba mucho aceptar la decisión de Bernabé? ¿Cuál era la relación que existía entre ambos hasta aquel momento? Estas preguntas siguen sin ser contestadas. Ciertamente fue un comienzo incómodo para su segundo viaje misionero.
Satanás debió haber sentido mucho regocijo al ver tal división. Sin embargo, es importante saber que el Señor Dios es soberano en estas situaciones. A pesar de lo que aparentemente está sucediendo, Dios sigue trabajando en Sus propósitos. Él hasta usa el pecado de otras personas para al final lograr Sus propósitos. Observe lo que aquí acontece, en vez de un equipo de tres personas saliendo a un viaje misionero, ahora tenemos dos equipos. De esta manera, los misioneros cubrían más territorio y alcanzarían a más personas.
Un segundo aspecto a notar es que Dios sabía qué tipo de tensión habría existido entre Pablo y Juan Marcos. Por una parte, Juan Marcos necesitaba ánimo y madurar en su fe, y Pablo no era el hombre indicado para ese trabajo. Juan Marcos necesitaba pasar tiempo con Bernabé. Aunque no se nos cuenta qué aconteció en el viaje misionero de Bernabé y Juan Marcos, es interesante notar que más adelante Pablo cambiaría de opinión acerca de Juan Marcos. En Colosenses 4:10, le pidió a los colosenses que recibieran a este hermano. En 2 Timoteo 4:11 Pablo, en su soledad, manda a buscar a Juan Marcos porque le resultaba de mucha ayuda para el ministerio. Es obvio que Bernabé tuvo un impacto positivo en la vida de Juan Marcos, quien floreció y llegó a ser muy útil para las iglesias que recién se establecían.
Quizás usted se ha encontrado en situaciones similares. Quizás haya caído de bruces. Quiero decirle que hay esperanza para usted. Juan Marcos se levantó, perseveró y se convirtió en una figura muy importante en la vida de la iglesia primitiva. Quizás usted necesite seguir su ejemplo. Quizás usted conozca a alguien que haya caído. ¿Será que Dios le está llamando a ser un Bernabé para esa persona?
Finalmente vemos que Dios usó este conflicto para traer a otra persona al ministerio de las misiones. Silas partió con Pablo en su segundo viaje misionero. Al igual que Juan Marcos, Silas no volvería a ser el mismo después de este tiempo de servicio. Regresaría a casa siendo un hombre de Dios aún más grande y se convertiría en un instrumento útil en las manos de Dios. Aunque el equipo de Pablo y Bernabé había sido muy eficaz, había llegado la hora de tomar caminos diferentes y de pasar la visión a otros. Dios usó este conflicto para redoblar la fuerza misionera y extender la visión misionera de la iglesia.
Dios usó este desacuerdo entre Pablo y Bernabé para cumplir Sus propósitos. Él continúa haciendo lo mismo en nuestros días. Yo no sé por lo que usted ha pasado en la vida, pero sí sé que Dios es soberano sobre todos sus problemas y sufrimientos. Él los ha permitido y los usa para lograr algo bueno. En ocasiones sólo el tiempo dirá las cosas buenas que Dios ha logrado por medio del sufrimiento. Confía en Él en medio de estas dificultades. Él sabe lo que hace.
Para meditar:
* ¿Cuántas diferencias de opinión existen hoy en día entre creyentes sinceros? ¿Las está usando Dios para traer gloria a Su nombre? Explique.
* ¿Qué le enseña esta meditación acerca de las diferencias que existen entre usted y un hermano o hermana en Cristo?
* ¿Ha tenido usted algún problema o dificultad que Dios haya usado para traer un gran bien a su vida? Explique.
Para orar:
* Alabe hoy a Dios porque usará su sufrimiento del presente para lograr grandes cosas para Su gloria.
* Pídale a Dios que le ayude a respetar las decisiones legítimas de sus hermanos en Cristo, aunque difieran de su manera de pensar.
* Dedique un momento para orar por hermanos de otra iglesia. Pídale a Dios que expanda su visión y su evangelismo.
28 – SEGUNDO VIAJE MISIONERO DE PABLO – SEGUNDA PARTE: TIMOTEO Y EL LLAMADO A MACEDONIA
Lectura: Hechos 16:1-10
Habiéndose separado de Bernabé, Pablo partió junto a Silas en su segundo viaje misionero. Según el capítulo 15, Bernabé y Juan Marcos zarparon para la isla de Chipre, siguiendo la misma ruta que habían tomado en su primer viaje misionero. Pablo y Silas viajaron por tierra, en dirección opuesta. Viajaron hacia el norte a través de la región de Siria y Cilicia, y llegaron a las ciudades de Derbe y Listra, en donde Pablo había plantado iglesias en su primer viaje. No sabemos nada de lo que pasó en estas ciudades; sin embargo, podemos suponer que Pablo pasaría tiempo con los creyentes, fortaleciéndoles y animándoles a que continuasen en el Señor.
Fue en Listra que Pablo conoció a un joven llamado Timoteo, cuya madre era una judía creyente y cuyo padre era griego. No se nos dice si su padre era creyente. En escritos posteriores Pablo hablaría muy bien de la madre y la abuela de Timoteo: “Trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también” (2 Ti. 1:5).
La madre y la abuela de Timoteo debieron haberlo alentado en su fe. Pablo estaba tan impresionado con el joven que quería llevárselo en su viaje misionero. No sabemos la edad de Timoteo cuando llegó a donde Pablo. Cuando más adelante Pablo le escribe, le dice que no deje que nadie tuviera en poco su juventud: “Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza” (1 Ti. 4:12).
Esto indica que, cuando se conocieron, Timoteo era bien joven. A pesar de su juventud, Pablo vio algo en él que resaltaba. Este era el comienzo de un compañerismo para toda la vida. Más adelante, Pablo consideraría a Timoteo como su hijo en la fe. Tenía mucha confianza en él como hombre de Dios; a éste dejaría en Éfeso como pastor de una iglesia recién establecida, aunque con problemas.
En el capítulo 15, Pablo se había negado a llevar a Juan Marcos en su viaje misionero. Por esto no debemos deducir la idea de que Pablo no estaba interesado en discipular nuevos convertidos. Este pasaje indica lo contrario. Probablemente, lo que debemos entender de esto es que el discipulado es un asunto bien complejo. Todos tenemos personalidades diferentes. Hay personas a las que yo puedo discipular y ministrar a causa de mi personalidad y manera de pensar, pero hay otras personas con las cuales mis métodos no tendrían mucho efecto. Necesitan que sea otro. Juan Marcos necesitaba a Bernabé. Timoteo necesitaba a Pablo. Aun el Señor Jesús tenía tres discípulos a quienes ministraba de manera más íntima que a los demás. El cuerpo de Cristo tiene la característica de que todos nos necesitamos. Una persona no puede hacer todo el trabajo. Cada uno tiene diferentes áreas de ministerio. Hay personas a las que les puedes llegar más, simplemente por la manera en la cual Dios te creó.
El versículo 3 nos dice que Pablo quería que Timoteo fuese circuncidado. Esto parece ser contrario a la decisión que se había tomado en el concilio en Jerusalén, que había determinado que no era necesario que los creyentes gentiles fuesen circuncidados. ¿Por qué entonces Pablo pensó que era necesario circuncidar a Timoteo? Esto se hizo para que Timoteo tuviese aceptación por parte de los judíos, y para permitirle el acceso a las sinagogas en donde Pablo y Silas predicarían. Si Timoteo quería ser eficaz en su ministerio con Pablo, entonces necesitaba poder entrar a las sinagogas con él para así predicar. Tal parece que la decisión de Pablo fue motivada porque le era práctico; los gentiles no tendrían ningún problema en particular con que Timoteo fuese circuncidado, pero para los judíos no hubiese sido fácil aceptar el mensaje de un gentil incircunciso. Así que, para no poner piedra de tropiezo delante de aquellos que escucharían el mensaje, se circuncidó a Timoteo.
Resulta interesante ver que mientras Pablo, Silas y Timoteo viajaban de pueblo en pueblo, hablaban de la decisión que había tomado el concilio de Jerusalén, el cual establecía que la salvación era tanto para los judíos como para los gentiles. Había salvación aparte de la Ley de Moisés. Un individuo no necesitaba ser circuncidado para ser salvo. Pablo predicaba un mensaje de libertad de la ley, y aún así Pablo insistía en la circuncisión de Timoteo. ¿Te parece esto algo hipócrita? Lo que necesitamos entender en esto es que la circuncisión de Timoteo no era motivada tanto por la ley como por la compasión hacia aquellos a quienes habrían de ministrar. Entre tanto que Pablo entendía la libertad personal que tenía respecto a la ley, no quería que esa libertad fuese un impedimento para presentar el evangelio. Pablo estaba dispuesto a practicar la ley por compasión a aquellos que todavía estaban bajo la ley, para así alcanzarlos con el mensaje del evangelio. Su lema era: “Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos” (1ª Corintios 9:22).
Aunque el apóstol Pablo era intransigente en sus convicciones personales, se negaba a que cosas secundarias se interpusieran en el camino hacia alcanzar el mundo con el mensaje del evangelio. Nosotros también tenemos nuestras zonas de comodidad. También nos gusta que las cosas se hagan de cierta manera. Dios es mucho mayor que nuestras convicciones personales. A Él no lo limitan nuestras tradiciones ni nuestras estructuras de fe. Él obra de maneras que nunca podríamos imaginar. Pablo estaba dispuesto a ser ensanchado. Estaba dispuesto a dejar que el Señor hiciera las cosas de maneras con las cuales él no se sentía muy cómodo. Él nunca transigió en su doctrina; no cambiaba su posición respecto a la verdad. Sin embargo, Pablo estaba dispuesto a salir de sus zonas de comodidad.
¿Cuántas veces se frena el progreso del evangelio simplemente porque no nos sentimos cómodos con el método? Jesús mismo parecía poco ortodoxo en Su enfoque. Él hacía que los religiosos se retorcieran al escucharle; les ensanchaba sus fronteras. Estoy convencido de que si Jesús o el apóstol Pablo estuvieran hoy aquí, muchas iglesias lo echarían a un lado por sus métodos. Bueno sería si aprendiésemos la lección que Pablo nos enseña en este pasaje. Observe el resultado del método de Pablo. Las iglesias eran afirmadas, y crecían en fe y en número. Crecían porque Cristo era exaltado por encima de todas las tradiciones y las preferencias personales.
Mientras Pablo y sus dos compañeros iban ministrando, viajaban por toda la región de Frigia y Galacia. El Señor les tenía una ruta bien definida por la que tenían que tomar. El versículo 6 nos dice que el Espíritu Santo no les permitió ir a la región de Asia. En el versículo 7, el Espíritu también le impidió que fuesen a la región de Bitinia. Viendo que no se les permitía ir a Asia, que quedaba al sur, ni a Bitinia, hacia el norte, y habiendo venido del este, los tres hombres tenían una sola dirección que tomar: el oeste. Entonces viajaron al oeste tanto como pudieron, sin tomar ninguna embarcación, y llegaron hasta el pueblo costero de Troas. Estando allí, el Espíritu de Dios le reveló a Pablo la dirección que necesitaban tomar. En una visión que Pablo tuvo aquella noche, vio a un hombre de Macedonia que le llamaba para que fuera a donde estaba y les ayudase. Al ver esta visión, Pablo inmediatamente supo que el Señor estaba llamando el equipo misionero a Macedonia.
Los versículos 6-10 nos dan una idea de la dirección por parte del Espíritu Santo en este viaje misionero. Notemos que hubo momentos en que trataron de ir a ciertos lugares, pero el Espíritu de Dios se lo impedía. Ellos tenían iniciativas, pero eran sensibles al hecho que Dios pudiera tener otros planes. Esto no quiere decir que estaba mal que ellos tuviesen iniciativa. Todo lo que ellos hacían estaba bañado por la oración. Sus decisiones diarias las encomendaban al Señor, esperando que fuese Él quien cerrara o abriera las puertas según Su voluntad. Cuando decidían moverse hacia alguna dirección, y el Espíritu del Señor se los impedía, se detenían en el rumbo que iban y se daban la vuelta. Vemos que aquí hay una reciprocidad entre el razonamiento y la voluntad humana con la aún más grande voluntad de Dios.
Lo que aprendemos de este pasaje es cuán importante es para nosotros permitir que Dios sea el Señor de nuestras vidas. A veces esto significa que dejemos a un lado nuestras preferencias personales. A veces significa ceder en asuntos menos relevantes para permitirle a Dios que obre en maneras que nunca imaginamos. Otras veces significa que le dejemos que cambie nuestros planes. Sin embargo, como quiera que sea, significa que nos sometamos a Su manera de hacer las cosas y que esperemos que Él tome parte en nuestras vidas a medida que ministramos o que planifiquemos para el ministerio.
Para meditar:
* ¿En qué áreas debemos ser intransigentes? ¿Qué considera como asuntos de menor relevancia?
* ¿Habremos interrumpido la obra del Espíritu de Dios por no permitirle que tome parte en asuntos de menor relevancia? Explique.
* ¿Qué nos enseña este pasaje acerca de la dirección del Señor en nuestras vidas?
Para orar:
* Pídale al Señor que le dé hoy un “Timoteo” a quien ministrar.
* Pídale a Dios que le capacite para poder estar en mayor sintonía con Su Espíritu, aun cuando esto signifique ser probado en sus zonas de comodidad.
* Agradézcale al Señor que no nos ha dejado que ministremos por nuestra propia cuenta, sino que va delante nuestro para guiarnos y capacitarnos.
* Pídale al Señor que le ayude a tener Sus prioridades. Pídale que le perdone por las veces que ha dejado que sus asuntos personales se interpongan en el camino del progreso del evangelio.
29 – SEGUNDO VIAJE MISIONERO DE PABLO – TERCERA PARTE: FILIPOS
Lectura: Hechos 16:11-40
Después de haber recibido una palabra clara de parte del Señor, los misioneros abordaron un barco y partieron hacia la isla de Samotracia, a unas sesenta millas (noventa y cinco kilómetros) de Troas. Al día siguiente zarparon hacia Neápolis, a una distancia de aproximadamente setenta millas (ciento doce kilómetros). Desde Neápolis viajaron hacia Filipos, una ciudad vecina. El versículo 12 nos indica que Filipos era una colonia romana y la ciudad principal del distrito de Macedonia. Dios tenía un plan maravilloso para esta ciudad tan concurrida y de tanta influencia.
En el día de reposo, Pablo y sus compañeros salieron fuera de la ciudad a un río en donde iban a encontrar un lugar de oración. A causa de esto, se hace obvio que la comunidad judía de Filipos no era lo suficientemente grande para haber establecido una sinagoga. El pequeño grupo de judíos había encontrado un lugar tranquilo junto al río en donde podía ofrecer sus oraciones en su día sagrado. Pabló oyó de este lugar y salió a buscarlo; cuando llegó, encontró allí a un grupo de mujeres reunidas para orar. Una de ellas se llamaba Lidia. Ella no era original de Filipos, sino de Tiatira, una ciudad famosa por sus telas de púrpura. Lidia había llegado probablemente a Filipos por motivos de su negocio. El versículo 14 nos hace entender que ella adoraba a Dios. Debemos entender que aunque ella adoraba al Dios verdadero, no era cristiana.
Cuando ella escuchaba al apóstol Pablo, el Señor abrió su corazón, y ella recibió la Palabra. Observemos que es el Señor quien abre los corazones. El acto de salvar un alma es un milagro. Esto requiere una intervención directa de parte de Dios en la vida del pecador perdido. Esto lleva consigo darle vista a los espiritualmente ciegos y vida nueva a los espiritualmente muertos. No hay milagro más grande que la salvación de un alma. Dios nos está llamando a cada uno de nosotros a que hagamos esta obra. Lo más emocionante de todo esto es que no depende de nosotros. Lo único que tenemos que hacer es dejarnos usar por Dios mientras Él hace el resto. Pablo compartió el mensaje; Dios abrió el corazón.
El versículo 15 nos dice que Lidia y toda su casa fueron bautizados. ¿Regresó ella a su casa y compartió el mensaje con otros miembros de su familia? Esto habría sido muy natural. En el versículo 40 vemos que antes de salir de la región de Filipo, Pablo y Silas se reunieron con los “hermanos” en casa de Lidia. El término “hermanos” se usa en el libro de Los Hechos para referirse a aquellos que aceptaban al Señor Jesús. Esto parecería indicar que el testimonio de Lidia y la predicación de Pablo sí tuvieron su efecto en los miembros de esta familia y en la comunidad. La familia de Lidia se comprometió a seguir al Señor Jesús y se identificó con Él en el bautismo. La casa de Lidia se convirtió en el centro de operaciones para el trabajo de Pablo en Filipos.
Pablo continuó yendo al lugar de reunión en las afueras de la ciudad. En una ocasión se encuentra con una muchacha esclava que estaba poseída por un demonio que le ayudaba a predecir el futuro. Sus dueños podían usar este poder para sacar sus propias ganancias. La muchacha seguía al apóstol y a sus colaboradores, y les gritaba: “Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, quienes os anuncian el camino de salvación” (v.17). Nuestra primera impresión ante esto podría ser la de dar gloria a Dios. Aquí estaba esta muchacha llamando a la gente para que escucharan la predicación del apóstol. Por lo tanto, es de sorprendernos al ver que Pablo se da la vuelta y reprende al demonio dentro de ella. Parece que lo que hablaba no era del Señor, sino de parte del diablo. Aquí hay una advertencia importante para nosotros. Escuchemos lo que Jesús nos dice en Mateo 7: 22-23: “Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad”.
Vemos entonces que es posible profetizar, echar fuera demonios y hacer milagros, y aún así no pertenecer al Señor Jesucristo. Al decir esto no queremos incluir a aquellos verdaderos profetas que vienen en el nombre del Señor. Sin embargo, necesitamos probar los espíritus para ver si realmente pertenecen a Dios. Lo que la joven esclava decía era real, pero no venía de parte de Dios. No se dejen engañar, Satanás usará todos los medios posibles para colocar individuos dentro de la iglesia que no conozcan al Señor. Una vez que estén dentro, pueden causar el daño que él quiere.
Pablo sabía que las cosas no eran siempre lo que aparentaban. El demonio abandonó a la joven cuando fue reprendido en el nombre de Jesucristo. Sus dueños no agradecieron lo que Pablo había hecho. Al ver que se había ido la esperanza de su ganancia, prendieron a Pablo y a Silas, y lo llevaron a la plaza para que enfrentaran las autoridades. Los acusaban de alborotar la ciudad y de enseñar costumbres que no eran lícitas a los ciudadanos romanos. La multitud se les unió en las acusaciones y decidieron golpear a Pablo y a Silas. Después de azotarlos severamente, fueron lanzados a prisión y los pusieron en el cepo.
Observemos cómo Pablo y Silas pasaron tiempo en la prisión, orando y cantando himnos. Continuaron así hasta la media noche. Cuando se encontraban adorando, hubo un gran terremoto y la prisión se estremeció. Las puertas se abrieron y las cadenas se soltaron. Aquí se nos da un ejemplo poderoso. Pablo y Silas pudieron haberse sentido derrotados; después de todo se encontraban en prisión, y su futuro no aparentaba ser bueno. Ellos pudieron haberle echado la culpa a Dios y haber dudado de Su bondad por lo que acababa de acontecer en sus vidas. En cambio, se regocijaron y reconocieron que Sus planes y propósitos son perfectos. Entonces le adoraron con himnos, confesando Su bondad y cuán digno es hasta pasando por aquellos momentos tan duros.
¿Siente usted la opresión del enemigo? ¿Está desalentado? ¿Le ha jugado la vida una mala pasada? Quizás necesita aprender la lección que Pablo y Silas aprendieron aquella noche. ¿Podría ser que en medio de su sufrimiento dude de la bondad de Dios? ¿Podría ser que se encuentre viviendo en derrota por haber negado que su prueba sea un regalo del Dios soberano para su bien? Quizás hoy necesite aprender a alabar al Señor en medio de su prueba. Dios siempre tiene en Su corazón lo mejor para usted. Agradézcale hoy por eso. Tantas veces quedamos prisioneros de nuestras propias actitudes. Hace poco tuve la oportunidad de predicar en un servicio que se dio en un pueblo algo distante. El líder de alabanza era completamente ciego. Cuando le miraba dirigir, me sorprendió su actitud llena de alegría y júbilo. He visto personas que se amargan y se llenan de ira a causa de algo menos que la ceguera física. Mi amigo ciego había aprendido a alabar al Señor en medio de su problema. Aunque se encontraba incapacitado físicamente, estaba espiritualmente libre de la amargura, la ira y el rencor. Creo que era libre porque había aprendido a confiar y a alabar al Señor sin importar la situación en que se encontrara. La adoración y la ira no pueden ir juntas de la mano. Podemos escoger estar molestos o adorar y confiar en el Señor. Lo que decidamos va a determinar si vivimos libres en Cristo o prisioneros de nuestras actitudes erradas.
El carcelero, al ver que las puertas de la prisión estaban abiertas, decidió quitarse la vida. La costumbre romana era que si un prisionero escapaba durante la vigilancia de cierto carcelero, este debía ser sentenciado a muerte. Los carceleros respondían con sus vidas por los prisioneros. Antes que este hombre se suicidara, Pablo lo llama. El carcelero corrió hacia dentro de la prisión y vio que todos los prisioneros se encontraban allí todavía. Temblando se arrodilló ante Pablo y le preguntó qué necesitaba hacer para ser salvo.
¿Por qué este carcelero inconverso hizo tal pregunta? Puede que esto tenga que ver con la muchacha esclava que día tras día decía a voces: “Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, quienes os anuncian el camino de salvación” (v.17). No hay dudas de que este carcelero había oído acerca de lo que la muchacha decía. ¿Se habría preguntado este carcelero en su corazón si lo que la muchacha decía era cierto? Ciertamente ella tenía la capacidad de ver las cosas que otros no veían. Es obvio que el carcelero estaba abierto al mensaje del evangelio. ¿Qué estaría pensando mientras Pablo y Silas cantaban alabanzas a Dios? ¿Le habría impresionado esto?
El ver que los prisioneros no habían escapado fue la gota que colmó la copa para este carcelero de Filipos. Era como si Dios le estuviera hablando directamente. Este hombre estaba a punto de quitarse la vida cuando Dios hace que Pablo lo llame en el momento correcto. Este guarda de la prisión corrió hacia donde estaban los discípulos; era un hombre quebrantado. Dios se encuentra con él en ese mismo momento. El carcelero cayó temblando ante sus prisioneros como alguien que había sido tocado por su ejemplo. Una cosa es cierta: él vio a estos misioneros como mensajeros de Dios, que habían venido a traer el mensaje de salvación. Lo que la joven esclava había dicho era verdad.
Pablo le dijo al carcelero que creyera en Jesucristo si quería ser salvo. Recuerde que la razón por la que Pablo se encontraba en prisión era por predicar ese mismo mensaje. El carcelero sabía que creer en Jesucristo no sería cosa fácil en Filipos; sin embargo, lo que había visto en aquellos apóstoles lo convenció de que valía la pena creer en el Señor Jesús. El Espíritu de Dios había estado obrando en él.
Pablo le dijo al carcelero que la salvación estaba solamente en Jesucristo, y que la salvación no era tan solo para él, sino para toda su casa también. Del versículo 32 podemos deducir que Pablo dedicó tiempo para explicar el evangelio a los demás miembros de la casa del carcelero. El resultado de la predicación de Pablo, según el versículo, 34, fue que toda la familia llegó a creer en Dios. Después de haberse ocupado de las heridas de Pablo y Silas, el carcelero y su familia fueron bautizados. Aquel carcelero filipense se regocijó grandemente aquella noche porque él y toda su familia habían llegado a creer en Dios.
A la mañana siguiente los magistrados enviaron a decir a los guardias que soltaran a Pablo y a Silas. (No sabemos lo que le sucedió a Timoteo). Pablo se negó a marcharse e informó a los oficiales de que, a causa de ser ciudadano romano, el tratamiento hacia su persona había sido ilegal. Exigía que viniese una escolta oficial para que los soltasen (v.37, NVI). ¿Por qué Pablo no estaba contento con el simple hecho de que lo iban a dejar libre? ¿Por qué creía necesario buscar esta escolta y que le dieran una disculpa oficial? Sólo podemos conjeturar cuál era el motivo de Pablo. Posiblemente parte de la respuesta yace en el hecho que toda la ciudad estaba revuelta. Sólo podemos imaginar qué hubiese sucedido si a Pablo y a Silas los hubiesen puesto en la calle sin una escolta. Lo más probable es que los hubieran linchado. La escolta les brindaría cierta medida de protección para llegar a la casa de Lidia. Cuando la multitud viera la escolta romana, lo pensarían dos veces para atacar a los misioneros.
A Pablo y sus compañeros se les puso la escolta. Entonces los romanos, al comprender que solamente los podrían proteger por un tiempo, les pidieron que salieran de la ciudad. Después de haber regresado a la casa de Lidia y haber alentado a los nuevos convertidos, Pablo y sus compañeros salieron de Filipos y continuaron su viaje misionero. Sin embargo, dejaban atrás un pequeño grupo de creyentes que posiblemente se reunirían en casa de Lidia. Pablo escribiría más adelante a esta iglesia en su epístola a los Filipenses.
En esta carta a los filipenses Pablo reconocía que estos creyentes habían pasado por dificultades (Filipenses 1: 27-30). También había un problema de división entre estos creyentes en Filipos (Filipenses 2:1-4; 4:1). Estaban enfrentando falsos maestros que los querían desviar (Filipenses 3:2-4). Sin embargo, a pesar de estas dificultades, esta iglesia permanecía fiel. Era la única iglesia que enviaría ayuda financiera a Pablo en sus primeros días de su carrera misionera (Filipenses 4: 14-15). A pesar de las dificultades y de haber comenzado desde abajo, esta iglesia crecería hacia la madurez e influenciaría al mundo por causa del evangelio.
Para meditar:
* ¿Cómo podemos discernir quién es verdaderamente un siervo de Dios si incluso los incrédulos pueden hacer milagros y profetizar en el nombre de Jesús?
* ¿Por qué usted supone que Pablo y Silas cantaban alabanzas en la prisión?
* La alabanza también puede liberarnos de nuestras “prisiones”. ¿Qué tienen la alabanza y la adoración que nos pueden liberar?
* Observe cómo Dios usó aun el tratamiento áspero y el encarcelamiento para lograr un gran bien en Filipos. ¿Qué le dice esto a usted de sus problemas y sus luchas?
* Agradézcale al Señor por la forma en que nos conduce y va delante de nosotros en el ministerio al que nos ha llamado.
Para orar:
* Hemos visto en esta sesión la importancia de alabar. Dedique un tiempo para alabar al Señor por quien Él es y por lo que ha hecho.
* Agradézcale al Señor porque Él hace que todas las cosas obren para la gloria de Su nombre. Comprométase hoy mismo a confiar en Él en medio de su prueba.
* Aquí vemos cómo el Señor estuvo dispuesto a usar a Pablo y a sus compañeros. Dele gracias porque Él va delante de nosotros cuando ministramos en Su nombre.
30 – SEGUNDO VIAJE MISIONERO DE PABLO – CUARTA PARTE: TESALÓNICA Y BEREA
Lectura: Hechos 17:1-15
Tesalónica
Después de salir de la ciudad de Filipos, Pablo y sus compañeros viajaron hacia el oeste unas cien millas (ciento sesenta kilómetros) a la ciudad de Tesalónica. Aquí en Tesalónica, a diferencia de Filipos, había una sinagoga judía. Como era su costumbre, Pablo se llegó a la sinagoga para hablar con los presentes acerca del mensaje del evangelio. Por tres semanas Pablo estuvo yendo a la sinagoga y razonaba con los judíos tesalonicenses apuntándoles hacia el Señor Jesús y mostrándoles a partir de las Escrituras que el Mesías tenía que morir y resucitar de los muertos.
El resultado de su predicación fue que ciertos judíos quedaron convencidos de que Jesús era en realidad el Mesías. También muchos gentiles se volvieron al Señor, así como un gran número de mujeres prominentes. Se desconoce la identidad de estas mujeres nobles. Era mujeres muy acaudaladas o cuyos maridos eran líderes de la comunidad. De cualquier forma, la predicación del evangelio estaba teniendo su efecto en Tesalónica. Fue a partir de estos humildes comienzos que surgió la iglesia de allí. Pablo luego escribiría dos epístolas a esta iglesia. Por estas cartas, sabemos que esta iglesia se convirtió en un modelo para todas las iglesias en la región de Macedonia (1 Tesalonicenses 1:7). Estos creyentes eran conocidos por el amor que se tenían entre ellos (1 Tesalonicenses 4:9). Al igual que los creyentes en Filipos, también tuvieron que sufrir por la causa de Cristo. Pablo les escribió alentándoles en su sufrimiento en la segunda epístola (2 Tesalonicenses 1:4; 2:14-15).
Parece que el establecimiento de iglesias fue algo de gran prioridad en el ministerio del apóstol Pablo, aunque parece que no tuvo que usar una estrategia muy complicada. Él compartía el mensaje del evangelio e instruía a los nuevos convertidos en el camino de Cristo. Entonces los dejaba para que se encargaran de llevar a cabo la obra del evangelio por sí mismos. Pablo se mantuvo en contacto con ellos por medio de cartas y visitas. Ellos estaban muy a menudo en su mente y en sus oraciones. Pablo aprovechaba cada oportunidad para obtener noticias de estas iglesias. En otras ocasiones, les enviaba alguien para que les ministrara o les ayudara en alguna dificultad en particular. Aunque no se encontraba con ellos, los cuidaba a distancia.
Los celos de los judíos en Tesalónica fueron incitados al ver que tantas personas se habían convertido al Cristianismo por medio de la predicación de Pablo. Estos judíos reunieron algunos personajes conflictivos de la ciudad que tenían un mal carácter y los motivaron para que comenzaran un alboroto, y luego se apresuraron a ir hacia la casa de Jasón, en donde Pablo se estaba quedando para sacarlo ante la turba airada. Sólo podemos imaginar lo que le hubiese sucedido a Pablo si lo hubiesen encontrado. Obviamente, la mano del Señor estaba con él y lo protegió de esta airada muchedumbre. Al ver que Pablo no se encontraba allí, los judíos vieron que Jasón se encontraba con otros creyentes, y los sacaron ante los magistrados de la ciudad. Los judíos acusaron a Jasón de acoger a Pablo y a sus colaboradores que, según los judíos, eran alborotadores y desafiaban las leyes de César. Estos judíos seguían acusando a los cristianos de traición diciendo que ellos le rendían fidelidad a otro rey con el nombre de Jesús. Estas declaraciones lanzaron a toda la multitud en un gran alboroto. Se les pidió a Jasón y a sus amigos que pagaran una fianza, probablemente para asegurar a las autoridades que no causarían más disturbios públicos de esa naturaleza. La vida no era fácil para aquellos nuevos convertidos, pero perseveraron, y aquella iglesia de Tesalónica llegó a ser un modelo para otras iglesias en Macedonia.
Berea
A causa de esta oposición, Pablo y Silas salieron de noche de Tesalónica, cuando no podían ser vistos, y fueron hasta el pueblo de Berea, localizado a cuarenta y cinco millas (setenta kilómetros) hacia el suroeste de Tesalónica. Al encontrar la sinagoga de Berea, comenzaron a predicar el mensaje del evangelio de Jesucristo. Aquí descubrimos que los de Berea eran de más noble carácter que los de Tesalónica, porque recibieron el mensaje con gran entusiasmo y examinaban las Escrituras para asegurarse de que lo que Pablo decía era verdad. El resultado de esto fue que muchos judíos y griegos de Berea creyeron en el evangelio. ¿Qué había en los de Berea que los hizo más abiertos al mensaje del evangelio? No lo sabemos realmente. Más adelante, Pablo iría a Atenas, en donde se decía que a los ciudadanos les gustaba escuchar nuevas doctrinas. Ellos también estuvieron abiertos a escuchar nuevas ideas, pero no tan abiertos como para recibirlas. Sin embargo, en Berea Pablo y sus acompañantes descubrieron que había corazones abiertos. Estos estaban interesados en conocer la verdad, a diferencia de los atenienses, cuya autoridad era su propia mente; la autoridad para los de Berea eran las Escrituras. Cuando Pablo los llevó a las Escrituras, entonces ellos estuvieron dispuestos a escucharle. Luego, cuando vieron que lo que Pablo les decía provenía directamente de las Escrituras, entonces estuvieron dispuestos a creer.
Esto es todo un desafío para nosotros en la actualidad. ¿Cuántas veces hemos prestado atención a nuestro propio razonamiento y no a las Escrituras? ¿Cuántas veces nuestras tradiciones y preferencias personales nos han privado de que escudriñemos las Escrituras por nosotros mismos? ¿Cuántas veces hemos pecado en poner nuestras propias ideas antes que Las Escrituras? Muchas veces justificamos nuestras acciones basados en la razón, y no en las enseñanzas de las Escrituras. Los de Berea son un ejemplo que debemos seguir. Diariamente examinaban las Escrituras para ver si lo que oían era cierto. Las Escrituras eran su única autoridad para su vida y práctica.
Cuando los tesalonicenses supieron que Pablo estaba predicando la Palabra de Dios en Berea, enseguida fueron para buscarles problemas. Los tesalonicenses tuvieron éxito en alborotar la multitud en contra de Pablo en particular. Al saber que la vida de Pablo peligraba, los creyentes lo llevaron hasta la costa, y desde allí viajó al sur hasta la ciudad de Atenas. Silas y Timoteo permanecieron en Berea. Era obvio que no los consideraban una amenaza como al apóstol Pablo. Pablo solía poner la cosa tensa. Era agresivo en su enfoque. A él no le importaba lo que la gente pensara de él. No se nos dice qué hacían Timoteo y Silas en Berea, ni cuánto tiempo se quedaron. Pero podemos estar seguros de que aprovecharon la oportunidad para afirmar en la fe a los hermanos de aquel lugar. Antes de salir para Atenas, Pablo había dejado instrucciones a Silas y a Timoteo de que se le unieran tan pronto como pudieran. Alcanzarían a Pablo en la ciudad de Corinto.
Hasta ahora, desde la llegada a Macedonia, Pablo había sido obligado a abandonar Filipos, Tesalónica y Berea a causa de la oposición que levantaban en su contra. Dios no le prometió a Pablo que las cosas le iban a ser fáciles; más bien él era objeto de la oposición por parte de Satanás. Sin embargo, a pesar de esta oposición, la Palabra del Señor avanzaba. Se plantaron tres iglesias nuevas. Aunque no sabemos del grupo de Berea, sí tenemos registrado en las Escrituras el crecimiento y la vitalidad tanto de la iglesia de Filipos como de la de Tesalónica. Dios se movía con poder por medio de Pablo. Nunca, ni una sola vez, vimos que Pablo perdió la esperanza ni se desalentó. Él es un ejemplo para todos nosotros. Salió adelante con valentía, arriesgando su reputación y su vida por causa del evangelio. Se negaba a darse por vencido. Sus energías parecían que no agotarse. Él era un instrumento especial en las manos de Dios. Que Dios nos desafíe por medio de su vida a movernos en el poder de ese mismo Espíritu.
Para meditar:
* Pablo se mantenía en contacto con sus convertidos. ¿Cuán buenos somos hoy en el seguimiento y discipulado que le damos a los nuevos convertidos?
* ¿Hay evidencia que muestre que muchos cristianos, a diferencia de los de Berea, confían hoy en la sabiduría humana más que en la autoridad de la Palabra de Dios? Explique.
* ¿Qué se interpone en el camino para que aceptemos completamente la enseñanza de la Palabra de Dios?
* ¿Cuán dispuesto estaría para sufrir lo que Pablo sufrió por la causa de Cristo?
Para orar:
* Pídale al Señor que hoy le conceda la gracia de dejar que Su palabra sea su única autoridad en la vida.
* Pídale a Dios que le ayude a convertirse en un ejemplo que otros sigan.
* Pídale fortaleza y valor al Señor para pelear por Él.
31 – SEGUNDO VIAJE MISIONERO DE PABLO – QUINTA PARTE: ATENAS
Lectura: Hechos 17:16-34
En la última lección vimos cómo los judíos de Tesalónica habían conspirado contra Pablo para obligarlo a dejar la ciudad de Berea. Pablo salió de Berea y viajó a la ciudad de Atenas, a unas doscientas millas (trescientos veinte kilómetros) al sur. El versículo 15 nos dice que Pablo envió palabra a Timoteo y a Silas de que se le uniesen tan pronto como fuese posible.
Mientras Pablo esperaba en Atenas por la llegada de ellos, llegó a sentirse incómodo al ver todos los ídolos de la ciudad. Los griegos tenían un buen número de ellos. Los atenienses eran gente muy religiosa, pero no conocían la verdad acerca del Señor Jesucristo. Como era su costumbre, Pablo razonaba con los judíos en la sinagoga hablándoles acerca de Cristo. También tenía la oportunidad de hablar cada día en la plaza de la ciudad, así que usaba cada una que tuviese para compartir con los atenienses el mensaje de salvación en Jesucristo. No había pasado mucho tiempo cuando Pablo atrajo a un grupo de estoicos y epicúreos. Nos es útil examinar estas dos filosofías. Tanto el Epicureísmo como el Estoicismo fueron fundadas cerca de trescientos años antes del nacimiento de Cristo. El enfoque central del Epicureísmo era la búsqueda de la felicidad y la satisfacción en la vida. Los epicúreos promovían el disfrute de las cosas buenas de la vida y perseguían la tranquilidad de la vida y de la mente. Para el epicúreo, los dioses no estaban interesados en el quehacer de las personas en la tierra. Con la muerte, el alma descansaba tranquila en eterna paz. Por otra parte, los estoicos pensaban que las personas necesitaban ser liberadas de la pasión y la emoción. También creían en la importancia de la quietud del alma. Los estoicos estaban inclinados a aceptar cualquier cosa que les viniera en el camino como algo que fuese la voluntad divina de los dioses.
Los estoicos y los epicúreos escuchaban a Pablo hablar, pero no estaban convencidos de lo que decía. Otros de los que escuchaban decían que anunciaba a cierto dios extranjero y querían escuchar más. Pablo fue llevado a un encuentro en el Areópago, el más alto concilio legal de la ciudad de Atenas. Estando allí, Pablo tuvo la oportunidad de compartir el mensaje del evangelio con los más prominentes líderes de la ciudad. Observemos (en el versículo 21) que los atenienses eran muy abiertos a escuchar nuevas ideas y filosofías. Parece ser que les fascinaban las nuevas ideas.
Pablo se puso frente al concilio y comenzó su discurso. Reconoció que los atenienses eran gente muy religiosa. Se había percatado de esto por el gran número de ídolos que había visto en la ciudad. Les habló acerca de un ídolo en particular que le había llamado la atención. Este ídolo estaba dedicado al dios desconocido. Pablo usó esto como trampolín para hablar a los atenienses acerca de Jesucristo. Ahora examinaremos lo que Pablo les dijo acerca de su Dios.
Él hizo el mundo (v.24)
El Dios de Pablo es el Creador del mundo. Esta declaración entró en conflicto con las creencias religiosas de los atenienses, pero Pablo no vaciló en proclamar la verdad, aunque entrara en conflicto con la opinión y las ideas culturales de quienes le escuchaban.
Él es el Señor del cielo y de la tierra (v.24)
El Dios de Pablo no tan solo creó los cielos y la tierra, sino que también es Señor sobre todo lo creado. No hay quien pueda tomar Su autoridad. En la religión griega era bastante posible que un dios creara el mundo y no tuviera el control del mundo que creó. No pasa así con el Dios verdadero, quien reina con supremacía sobre toda Su creación.
No vive en templos (v.24)
El Dios a quien Pablo servía no vive en templos. Él es mucho más grande que eso. Ningún templo lo puede retener. Él está presente en todas partes.
No es servido por la mano humana (v.25, NVI)
Muchos de los dioses de las naciones necesitan la ayuda humana para lograr sus propósitos. No pasa así con el Dios de Israel. Él no necesita a los humanos. No hay nada que usted ni yo le podamos dar a Dios sin que Él nos lo haya dado primero. No le podemos añadir nada al poder ni al carácter de Dios. Él está completo en Sí mismo. No depende de nosotros.
Da vida a todos los hombres (v.25)
Dependemos totalmente de este Dios para vivir y respirar. Le debemos todo. Si no fuese por Él, no tendríamos nada.
Creó a toda nación (v.26, NVI)
Cada nación sobre la faz de la tierra existe gracias a Dios. Todo poder y riqueza han venido de Él y de nadie más. Esto es una indicación de cuán grandioso y asombroso es.
Él determina los tiempos para las naciones (v.26)
Este Dios determina los tiempos para las naciones. Es decir, Él determina cuánto tiempo sobrevivirán las naciones y cuando caerán. Por muy grandes y poderosas que sean estas naciones, Dios gobierna por sobre todas ellas. Así como Él ha fijado el día de nuestra muerte, así también ha determinado el nacimiento y la caída de las naciones a nuestro alrededor.
Él determina los lugares en que van a vivir (v.26)
Pablo nos ha dicho que Dios determina el nacimiento y la caída de las naciones. Él también determina el lugar exacto donde han de habitar. Esto puede que sea difícil de entender para nosotros cuando hemos visto cómo naciones han peleado con métodos cruentos y horribles para obtener territorio. Algunas veces es por la ambición y las luchas internas que sus territorios son agrandados. Aunque los humanos piensen que es por medio de su propia fuerza y sabiduría por las que han obtenido territorio, detrás de todo esto está un Dios soberano. Nada podría suceder a no ser por Él. Los propósitos de Dios están siendo llevados a cabo en la historia de estas naciones.
Él quiere que los hombres le conozcamos (v.27)
Este gran y soberano Dios quiere entrar en una relación personal con Su creación. Dios quiere que las personas vayan a Él. Esto nos es difícil de entender. ¿Por qué un Dios tan grande y maravilloso querría relacionarse conmigo y con usted? Aunque nunca lo entendamos, esto es exactamente lo que Pablo nos está diciendo aquí.
Somos descendientes de Él (vs. 28 –29)
Somos descendencia de Dios. Él es nuestro Padre, y nosotros somos Sus hijos. El Dios del universo ha puesto el sello de Su imagen en nuestras vidas. Nos ha creado para que entremos a una relación personal con Él, quien se deleita en compartir Su herencia con nosotros. El Dios de Pablo es un Dios muy personal.
Él manda a todos las personas a que se arrepientan (v.30)
Este Dios maravilloso y grandioso manda a todos los hombres a que se arrepientan. En el pasado Él dejó que la gente permaneciera en sus tinieblas; los atenienses eran un ejemplo de ello. El interés principal de Dios era la nación de Israel. Pero por medio de Cristo ha extendido Su oferta a todas las personas en todas partes. Cada tribu y cada nación de la tierra es llamada al arrepentimiento y a inclinarse ante este único Dios verdadero.
Él ha establecido un día en el que juzgará a todo el mundo (v.31)
Dios ha fijado un día para el juicio. Envió a Su Hijo Jesús a la tierra para ofrecernos el perdón de pecados. Jesús murió en lugar nuestro para que ese perdón pudiese ser posible, y se levantó de entre los muertos en presencia de muchos testigos como prueba de que Dios había aceptado Su sacrificio. El día viene cuando todos los que rechacen al Señor Jesucristo serán juzgados y tendrán que responder ante Dios.
Observemos la respuesta al mensaje de Pablo; algunos no podían entender la doctrina de Pablo acerca de la resurrección de los muertos. Los epicúreos pensaban que la muerte era un dormir tranquilo y en paz. No querían creer que su dormir sería interrumpido. Otros se burlaban rechazando lo que Pablo decía. Sin embargo, otros permanecían abiertos y querían seguir escuchando más en otra ocasión. Sin embargo, pocos aceptaban el mensaje y creían en el nombre del Señor Jesús. Entre los que creyeron, había un miembro del Areópago, una mujer llamada Damaris, entre otros.
Lo que era sorprendente acerca de la estancia de Pablo en Atenas era que sus ciudadanos estaban bien abiertos a escuchar lo que Pablo tenía que decir. No fue apedreado ni lo sacaron a la fuerza de la ciudad. Sin embargo, a pesar de esto, esta ciudad era la más dura para el mensaje del evangelio. Aunque los atenienses estaban dispuestos a escuchar, en su mayoría, eran indiferentes a lo que Pablo decía. Su intelectualismo les cerraba las puertas al mensaje del evangelio. No le era necesario a Satanás enardecer a la multitud en contra de Pablo. Aquí en Atenas usaba simplemente a los intelectuales del lugar y las filosofías paganas para tirar por tierra las palabras de Pablo. Sin embargo, la realidad del asunto es que los humanos no determinan lo que es verdadero. El hecho que estos griegos no entendieran lo que Pablo les decía no cambiaba la realidad de que era la verdad, y de que un día tendrían que responder ante Dios por su rechazo. Puede que usted no entienda a Dios ni Su Palabra, pero aún así es verdadera. Los atenienses incrédulos perecerían en su intelectualismo religioso.
¡Cuánto necesita hoy nuestra sociedad escuchar este mensaje! Muchas personas usan sus emociones para determinar lo que está bien y lo que está mal. Cuántas veces hemos visto a las personas rechazar la verdad de la Palabra de Dios por argumentos ingeniosos basados en la razón humana. Este fue el fracaso de los atenienses.
Para meditar:
* ¿Qué aprende de esta lección acerca de la inmensa soberanía de Dios? ¿Qué aliento saca de esto?
* ¡Qué gran problema constituye hoy el intelectualismo! ¿Acaso evita que la gente acepte la verdad? Explique.
* ¿Qué se necesita para llegar al intelectual que se resiste a la verdad de la Palabra de Dios?
* ¿Qué aprendemos aquí acerca de la naturaleza personal de Dios?
Para orar:
* Glorifique a Dios por Su soberanía. Agradézcale porque Él tiene el control absoluto de cada situación en la vida.
* Glorifique a Dios que a pesar de que Él es soberano, aún así quiere tener una relación personal con nosotros.
* ¿Tiene usted un amigo o ser querido que se burla, al igual que los atenienses, de la fe en Cristo? Tome un momento para orar por él o ella.
32 – SEGUNDO VIAJE MISIONERO DE PABLO – SEXTA PARTE: CORINTO
Lectura: Hechos 18:1-23
El apóstol Pablo viajó hacia el oeste desde Atenas, a la ciudad de Corinto. Allí conoció a un judío llamado Aquila, proveniente de la región del Ponto en Italia. Aquila y su esposa Priscila habían salido de Italia a causa de una declaración de parte de Claudio el gobernador, que obligaba a todos los judíos a salir de Roma. Esta pareja había dejado su casa y negocio para buscar una nueva vida como hacedores de tiendas en la ciudad de Corinto. Debido a que Pablo también era hacedor de tiendas, se quedó y trabajó con ellos. No se nos dice hasta este momento si eran creyentes o no. ¿Será que llegaron a conocer al Señor por medio del ministerio de Pablo?
Cada Sabbat Pablo iba a la sinagoga para persuadir a los que venían a adorar, de que Jesús era su Mesías. Cuando Silas y Timoteo llegaron de Macedonia para encontrarse con él, tal y como les había pedido, Pablo se dedicó por entero a predicar las buenas nuevas de Cristo. Cabe entonces la pregunta: ¿Qué hubo con la llegada de Silas y Timoteo que le permitió a Pablo dejar de hacer tiendas para dedicarse a la predicación? Para responder esto, necesitamos dar una mirada a dos de las cartas personales de Pablo. En 2 Corintios 11:9 leemos lo siguiente: “Y cuando estaba entre vosotros y tuve necesidad, a ninguno fui carga, pues lo que me faltaba, lo suplieron los hermanos que vinieron de Macedonia”. En Filipenses 4:15 dice: “Y sabéis también vosotros, oh filipenses, que al principio de la predicación del evangelio, cuando partí de Macedonia, ninguna iglesia participó conmigo en razón de dar y recibir, sino vosotros solos”.
A partir de estos versículos conocemos que cuando Silas y Timoteo llegaron a Corinto, trajeron consigo un regalo de dinero enviado por las iglesias de Macedonia para Pablo. Este regalo le permitió a Pablo dedicarse a tiempo completo a la predicación del evangelio. Aquí vemos cómo el Señor proveía para Pablo. A veces el Señor hacía que Pablo trabajase con sus propias manos para que satisficiera sus propias necesidades básicas. En otras ocasiones Dios movía a las iglesias para que le dieran ayuda financiera. Aquí vemos que el caminar en fe de Pablo no siempre fue un asunto de sentarse y recostarse a esperar que Dios proveyera. A veces la provisión de Dios venía en forma de trabajo físico que tenía que hacer personalmente.
No tardó mucho tiempo en que los judíos de Corinto se ofendieran a causa de la predicación del evangelio y arremetieran contra Pablo. Al ver su respuesta, Pablo “se sacudió sus ropas” en señal de protesta en contra de ellos y se concentró en el trabajo con los gentiles de la región (v.6). Salió entonces de la sinagoga y se fue a casa de un gentil llamado Tito Justo.
El tiempo de Pablo en Corinto fue fructífero. Crispo, el principal de la sinagoga, creyó en el Señor, y con él toda su familia. Muchos corintios llegaron a conocer al Señor y se bautizaron como señal de su identificación con el Señor Jesús.
A los judíos no les era de agrado el crecimiento que tenía la iglesia de Corinto. A Pablo pudo haberle preocupado un poco su hostilidad, pero Dios le dio palabra y le animó a que perseverara en su ministerio en Corinto. Dios le prometió que lo protegería para que no le hicieran daño. Todavía le quedaba mucho trabajo por hacer en aquella ciudad. Después de recibir aliento, Pablo se quedó un año y medio enseñando la Palabra de Dios.
Aunque Dios le había prometido a Pablo protección, no le había prometido que no habría problemas. Los judíos atacaron a Pablo y le trajeron ante la corte romana. Le acusaban de “persuadir a los hombres a honrar a Dios contra la ley” (v.13). Galión, el procónsul, escuchó las acusaciones que tenían los judíos en contra de Pablo; luego los echó del tribunal y dijo que el asunto no le incumbía a la ley romana; también les dijo que juzgaran el caso por sí mismos.
La decisión de Galión no agradó a la gente, así que prendieron a Sóstenes, un principal de la sinagoga, y lo golpearon frente al tribunal. Galión no mostraba interés alguno. ¿Por qué los judíos se volverían a Sóstenes, un principal de la sinagoga, cuando las acusaciones eran en contra de Pablo? ¿Sería que Sóstenes, al igual que Crispo, el otro principal de la sinagoga que se menciona en el versículo 8, simpatizaba con Pablo y su mensaje? 1 Corintios 1:1 nos dice que la carta les fue escrita a los corintios por Pablo y
Sóstenes. Pude ser que los judíos atacaran a Sóstenes porque lo vieron como un traidor a su causa.
Después de esto Pablo se quedó un tiempo en Corinto; luego partió hacia Siria, acompañado por sus amigos Aquila y Priscila. Pablo se rapó la cabeza a causa de un voto que había hecho. Esto puede haber sido un voto nazareo. Números 6 nos dice que un individuo podía hacer un voto especial de separación para el Señor. Aquellos que tomaban este voto en particular no debían cortarse el cabello, beber vino ni acercarse a un cuerpo muerto (Números 6:3-6). Tanto Sansón como Samuel habían hecho estos votos en tiempos del Antiguo Testamento (Jueces 13:7; 16:17 y 1 Samuel 1:11). Cuando el voto se cumplía, aquellos que lo habían tomado se rapaban la cabeza y traían su cabello al templo en Jerusalén, en donde sería quemado ante el Señor (Números 6:18).
Es interesante observar que cuando Pablo llegó a Jerusalén después de su tercer viaje misionero, la iglesia le animó a que se uniera junto a otros creyentes en el rito de purificación que también tenía en cuenta el rapado de la cabeza (Hechos 21:24). Esto nos conlleva a creer que Pablo no se oponía a que se tomasen estos votos del Antiguo Testamento.
Pablo y sus compañeros viajaron desde Corinto hasta Éfeso. También aquí Pablo llegó hasta la sinagoga para debatir con los judíos. Éstos le pidieron que se quedara con ellos por un tiempo, pero Pablo no quiso, y les dijo que esperaba regresar en otra ocasión para visitarlos. Estaba apresurado por llegar a casa. Quizás esto tenía que ver con su voto.
Desde Éfeso Pablo viajó a Cesarea, justo al norte de Jerusalén. El versículo 22 nos dice que subió a visitar la iglesia. Es muy probable que esto se refiera a la iglesia en Jerusalén. Muy a menudo en las Escrituras se habla de la gente “subiendo” a Jerusalén. Esto tiene que ver con el hecho que Jerusalén se encuentra ubicada en una colina. Es posible que mientras se encontraba en Jerusalén, cumpliese su voto al Señor. Entonces, regresa desde Jerusalén a Antioquía, el punto de partida de su segundo viaje misionero. Esto finaliza entonces su segundo viaje misionero. No se nos dice si Timoteo y Silas regresaron con Pablo en este viaje. Es posible que se hayan quedado atrás continuando la obra en ausencia de Pablo.
Durante el curso de este segundo viaje misionero, mucha gente fue tocada por el evangelio. Pablo volvió a visitar a los creyentes que había conocido en su primer viaje misionero junto a Bernabé. Se plantaron iglesias en Filipos, Tesalónica, y Corinto. También se registra un número de creyentes en las ciudades de Berea y Éfeso. Durante el transcurso de este viaje, Pablo fue puesto en la cárcel de Filipo, lo llevaron ante el tribunal en Corinto y fue echado de las ciudades de Berea y Tesalónica. A pesar de estas inconveniencias, la obra de Dios progresaba. La mano protectora del Señor estaba sobre Pablo y le guardaba de todo daño. Dios también había provisto financieramente durante toda esta misión.
Para meditar:
* ¿Ejercía Pablo su fe en Dios cuando trabajaba como hacedor de tiendas para sufragar sus gastos?
* ¿Qué evidencias hay de la bendición de Dios en este segundo viaje misionero de Pablo? ¿Qué evidencias ve en su iglesia de la bendición de Dios?
* ¿Pablo se oponía a las leyes del Antiguo Testamento? ¿Qué evidencias vemos de esto en este capítulo?
Para orar:
* Agradézcale al Señor por la manera en que le provee para sus necesidades básicas.
* Pídale al Señor que levante a personas en nuestros días que sean como Pablo.
* Pídale a Dios que le aclare el llamado que tiene para su vida.
* Pídale a Dios que le dé la perseverancia y la disciplina que tenía Pablo.
33 – EL TERCER VIAJE MISIONERO DE PABLO – PRIMERA PARTE: APOLOS Y LOS DISCÍPULOS DE JUAN
Lectura: Hechos 18:24-19:20
El apóstol Pablo había concluido su segundo viaje misionero. A medida que salía de las ciudades en donde había establecido iglesias, el Señor levantaba a otras personas para que ayudaran en la predicación de la Palabra de Dios. Uno de estos individuos era un hombre muy piadoso llamado Apolos, quien demostraba tener un verdadero conocimiento de la Palabra de Dios y que podía predicar con autoridad y fervor. Mientras Apolos aprendía acerca de quién era Jesús, el pasaje en cuestión nos dice que sólo conocía el bautismo del de Juan. Esto parece haber sido un verdadero obstáculo en su ministerio.
Cuando Aquila y Priscila escucharon a Apolos hablar en Éfeso, vieron el potencial que tenía este hombre para el ministerio del evangelio. También observaron que había aspectos que no había entendido, por lo que le tomaron aparte y le explicaron con más exactitud el camino de Dios. Los versículos 27 y 28 nos dicen que cuando Apolos salió de Éfeso para dirigirse a su próxima predicación, resultó muy útil a los hermanos que le conocieron. Ahora tenía un nuevo poder en su predicación y podía probar por las Escrituras que Jesús era el Cristo.
¿Qué fue lo que Aquila y Priscila le dijeron a Apolos que marcó una diferencia tan grande en su vida? El pasaje no lo menciona. Sin embargo, el versículo 25 dice que él tan solo conocía el bautismo de Juan. Cuando Pablo llegó a la ciudad de Éfeso en su tercer viaje misionero, conoció a algunos discípulos de Juan el Bautista (19:1). Tal parece que estos discípulos tenían el mismo problema de Apolos. Pablo les preguntó si habían recibido el Espíritu Santo cuando creyeron. Ellos le respondieron que nunca habían escuchado acerca del Espíritu Santo.
Al igual que Apolos, los discípulos no habían entendido completamente. No hay dudas de que eran personas que habían creído en el Señor Jesucristo. Su maestro Juan estaba bien claro de esto. Él predicaba que Jesús era el Cordero de Dios, que había venido quitar el pecado del mundo (Juan 1:29). Aunque estos individuos parecían entender estos hechos, nunca habían experimentado la obra del Espíritu Santo en sus vidas. Tenían las creencias bastante correctas pero, al igual que Apolos, no tenían el verdadero poder.
No se nos dice lo que Pablo habla con estos discípulos; sin embargo, lo que sí sabemos es que Pablo les habló acerca de Jesús, a quien proclamaba Juan el Bautista. El resultado de la enseñanza de Pablo fue que estos discípulos volvieron sus corazones y sus vidas a Jesús, y se identificaron con Él en el bautismo. Cuando Pablo puso sus manos sobre ellos, también recibieron el Espíritu Santo y mostraron evidencias de Su presencia hablando en lenguas y profetizando. ¿Sería este el mismo problema de Apolos? Conocía del Señor, pero todavía le faltaba entendimiento acerca del poder del Espíritu Santo en su vida. Ninguno de estos hombres sería el mismo después de experimentar la realidad de la obra del Espíritu Santo en sus vidas.
La vida y el poder del Espíritu Santo marcaron una diferencia total en las vidas de estos individuos. Apolos conocía y predicaba la verdad acerca de Cristo, pero no entendía la necesidad del Espíritu Santo. Los discípulos de Juan el Bautista trataban de servir al Señor con sus propias fuerzas y sabiduría. La obra para la cual el Señor nos ha llamado no puede llevarse a cabo con esfuerzo ni sabiduría humanos. Es indispensable la obra del Espíritu Santo, que llena de poder nuestras vidas. Él quiere llenarnos de poder y ungirnos en el ministerio, pero muchas veces no hemos podido entender la necesidad que tenemos de Él. ¿Será que nosotros también estamos necesitando, al igual que Apolos y los discípulos de Juan el Bautista, experimentar una obra fresca del Espíritu Santo en nuestras vidas y ministerios?
Después de hablar con estos discípulos, Pablo fue a la sinagoga de Éfeso. Por tres meses estuvo hablando con denuedo en el nombre del Señor Jesucristo. A pesar de que Pablo era un hombre lleno del Espíritu de Dios, había personas que permanecían endurecidos. Sus corazones eran indiferentes a las enseñanzas claras y poderosas de la Palabra de Dios. Algunas de estas personas ridiculizaban el mensaje de Pablo públicamente. Debido a que rechazaban su mensaje, Pablo decide salir de la sinagoga para ir a un salón de enseñanza que había en el pueblo. Allí se reunía diariamente con todos aquellos que querían escuchar. Permaneció en Éfeso por espacio de dos años, enseñando y predicando de la Palabra de Dios.
Durante esos dos años, la ciudad de Éfeso fue testigo de una demostración bien visible del poder del Espíritu de Dios. Extraordinarios milagros ocurrían mientras el Espíritu de Dios se movía a través de la vida de Pablo. Tan poderoso era aquel mover, que hasta los pañuelos y las ropas que tocaba eran llevados a los enfermos, y estos sanaban. Las personas quedaban sanas físicamente de sus enfermedades en el nombre del Señor Jesús; los demonios eran echados fuera de aquellos a quienes poseían; por medio de estas poderosas señales, Dios confirmaba Su presencia y la verdad del mensaje que Pablo predicaba. Éfeso estaba siendo impactada grandemente por el poder de Dios obrando en la vida del apóstol Pablo.
Necesitamos entender que este pasaje no tiene la intención de convertirse en un manual de cómo Dios quiere obrar hoy en nosotros. Dios puede sanar de la manera que Él escoja. No se registra que hubo personas que tocaron a Jesús con paños para luego usarlos para sanar a otros. Así es como Dios obró en Pablo. En la vida de Jesús, obró de otra manera. No debemos tratar de imitar lo que Dios hace en otros. Lo que es importante es que obedezcamos Su dirección y que permanezcamos bajo la autoridad de Su Palabra.
Algunos judíos, que eran exorcistas ambulantes, estaban impresionados con lo que estaban viendo a su alrededor. Al observar a Pablo echar fuera demonios, estos exorcistas decidieron que iban a hacer lo mismo. Iban a invocar el nombre del Señor Jesús sobre aquellos que estuviesen poseídos por espíritus malignos, ordenándoles que salieran en el nombre del Señor Jesús a quien Pablo predicaba. Es difícil imaginarse a los judíos, quienes eran enemigos acérrimos de los cristianos, invocar en algún momento el nombre de Jesús, pero no podían negar las evidencias que les rodeaban. Aunque estas personas no estaban dispuestas a rendir sus vidas al Señor Jesús, estaban obligadas a reconocer que en Su nombre había un gran poder. Es sorprendente cuán cerca podemos acercarnos al Señor Jesús sin aceptarle nunca. Estos judíos reconocían que el nombre de Jesús era un nombre poderoso. Veían lo que sucedía cuando se mencionaba Su nombre. Ellos hasta ministraron en Su nombre, pero nunca doblaron sus rodillas ante Él.
Observemos lo que sucede a los exorcistas que estaban usando el nombre del Señor Jesús. El versículo 15 nos dice que un día le hablaron a un demonio y le ordenaron que saliera en el nombre de Jesús; el hombre poseído saltó sobre los siete exorcistas y les dio una paliza que tuvieron que salir de la casa golpeados, desnudos y sangrando.
Mateo 7:22-23 nos dice que en los últimos días habrá aquellos que nunca conocieron al Señor, pero que echaron fuera demonios en Su nombre. Por lo tanto, no debemos suponer que la razón por la que estos individuos fracasaron fue porque no conocían al Señor (aunque podemos presentar un poderoso argumento en cuanto a esto). Lo que necesitamos aprender de este pasaje es que el nombre del Señor Jesús no es una fórmula mágica que podamos decir de memoria para obtener lo que nuestros corazones deseen. Se debe respetar y honrar el nombre del Señor. El ministerio de la guerra espiritual no es algo que se deba tomar a la ligera.
Observe la respuesta de los habitantes de Éfeso ante lo acontecido a estos siete judíos exorcistas. Un gran temor sobrevino a todos los habitantes de la ciudad, y era “magnificado” el nombre del Señor (v.17). Sabían que el único poder que era mayor que el de los espíritus malignos era el de Dios.
Dios usó el fracaso de los siete hijos de Esceva para hacer una gran obra en la ciudad. Muchas personas llegaron a aceptar al Señor Jesús porque les sorprendía el poder malvado de los demonios y mucho más, el poder superior del Señor Jesús. Muchos que practicaban la hechicería trajeron sus libros de magia y los quemaron todos juntos en presencia de muchos. Esto era la manifestación de un gran avivamiento en la ciudad de Éfeso. Se estimó que el valor de los materiales demoníacos que se quemaron aquel día en la ciudad era de 50 mil dracmas. Un dracma era el equivalente a un día de trabajo. El valor de las cosas quemadas equivalía a 160 años de trabajo. En otras palabras, para pagar el valor del material quemado ese día, haría falta el trabajo de tres personas laborando seis días a la semana por un período de 53 años. Realmente Dios estaba obrando en la ciudad de Éfeso.
Vemos en esta sección que había cierta carencia de poder en algunos de los primeros discípulos que ministraban en Éfeso. Pablo, Aquila y Priscila fueron usados por Dios para indicar a los creyentes acerca del poder del Espíritu Santo. Por medio del apóstol Pablo, Dios mostró a los efesios lo que Su Espíritu podía hacer. El avivamiento tuvo gran efecto sobre la ciudad. Todos sus habitantes estaban atónitos por las cosas de Dios y la evidencia de Su presencia. Muchas personas doblaban rodillas ante el Señor por primera vez. Para otros, significaba descubrir y encarar sus pecados. Al quemar todos aquellos libros demoníacos, vemos en esta ciudad una demostración muy poderosa de victoria sobre el enemigo. Lo que comenzó en la vida de Apolos y los discípulos de Juan el Bautista, se esparció sobre el resto de la comunidad. Que el Espíritu Santo haga esa obra también en nosotros.
Para meditar:
* Compare la fe carente de poder de los discípulos de Juan con lo que ellos vieron hacer a Dios en el ministerio del apóstol Pablo. ¿Cómo se compara la iglesia de hoy con esos dos ejemplos?
* ¿Por qué hoy no vemos ese poder?
* ¿Cuál es la diferencia entre servir al Señor con nuestra propia fuerza y servir al Señor con el poder de Su Espíritu Santo?
* ¿Cuál es el papel que desempeña el Espíritu Santo hoy en día?
Para orar:
* Ore para que Dios lleve a cabo un avivamiento en su pueblo.
* Pídale que le muestre qué le está faltando a su fe.
* Pídale a Dios que lo perdone por creer que le puede servir sin la ayuda del Espíritu Santo.
* Pídale a Dios que le enseñe a escuchar y a seguir la dirección del Espíritu Santo.
34 – TERCER VIAJE MISIONERO DE PABLO – SEGUNDA PARTE: DEMETRIO
Lectura: Hechos 19:21-41
En la última meditación vimos cómo Dios había estado ministrando a través del apóstol Pablo en Éfeso y cómo estaba llevando a cabo un gran avivamiento. Los versículos 21 y 22 nos dicen que después de salir de Éfeso, Pablo iría a Jerusalén regresando por Macedonia y Acacia, donde había ministrado en su segundo viaje misionero. Timoteo y Erasto le acompañarían en este viaje por Macedonia. Los versículos 23 hasta el final del capítulo parecen transportarnos en el tiempo a los sucesos que rodearon la salida de Pablo de Éfeso. Démosle una mirada más detallada a dichos sucesos.
Cómo ya hemos visto, el Señor había ministrado poderosamente en Éfeso. La ciudad había experimentado la quema en público de los libros demoníacos. Las cosas estaban cambiando radicalmente para bien. Sin embargo, este cambio no contaba con la aprobación de todos los ciudadanos de Éfeso. En particular, un hombre llamado Demetrio no estaba de acuerdo con Pablo ni le gustaba su influencia. Demetrio se ganaba la vida haciendo templos en miniatura de la diosa Diana (para los griegos, Artemisa). Sin embargo, desde la llegada de Pablo a Éfeso, la venta de estos artículos religiosos había disminuido. Las personas ya no estaban adorando a Diana como lo hacían antes. Los artesanos estaba perdiendo dinero, y Demetrio pensó algo tenía que hacerse. Entonces, llamó a los artesanos y a los que tenían relación con el oficio, y los reunió para debatir el problema que se les había presentado.
Demetrio les hizo ver a sus colegas de oficio de cuánto habían disminuido sus negocios desde la llegada de Pablo. Les dijo que Pablo enseñaba que los dioses que ellos tallaban no eran dioses en lo absoluto. Demetrio dejó bien claro que todos ellos estaban en peligro de perder sus negocios si no se hacía algo con Pablo. Demetrio también recurrió al orgullo religioso diciéndole a sus colegas que el nombre de Diana sería desacreditado y que la misma sería despojada de su “divina majestad” (v. 27, NVI). Éfeso era conocida por su templo en honor a la diosa Diana. Según Demetrio, ese templo sería menospreciado.
Demetrio tuvo éxito tratando de irritar a aquellos artesanos. Éstos comenzaron a gritar con gran furia: “¡Grande es Diana de los efesios!” (v.28). Desde ese pequeño grupo, se esparció la protesta por toda la ciudad y se formó un gran alboroto. La multitud prendió a Gayo y a Aristarco, que eran de los que acompañaban a Pablo en el viaje, y los trajeron al teatro. No se nos dice qué intenciones tenía la furiosa multitud hacia ellos.
En el versículo 22 leemos que Timoteo y Erasto eran ayudantes de Pablo que le asistían en este viaje misionero. El versículo 29 nos dice que Gayo y Aristarco también eran compañeros de viaje de Pablo. Es interesante ver cómo se expande este grupo. En el primer viaje misionero, Pablo y Bernabé parecen viajar solos; en el segundo se registra que viajaban juntos Pablo, Timoteo y Silas. Ahora, en este tercer viaje, tenemos que Pablo viaja junto con otros cuatro misioneros. Tal parece que más y más personas se involucraban en el trabajo misionero.
La multitud había llevado por la fuerza a Aristarco y a Gayo hasta el teatro. Pablo quería ir al teatro y hablar a la multitud, pero los creyentes de aquel lugar le impidieron que hiciera tal cosa. Es muy probable que lo hicieran para preservar la vida de Pablo. Hasta incluso unos oficiales de la ciudad que eran amigos de Pablo le rogaron que no fuese hasta el teatro. Su presencia sólo serviría para empeorar la situación. Hay momentos en los que lo único que podemos hacer es poner nuestra situación en las manos del Señor y dejarlas allí. A veces querer involucrarnos empeora las cosas.
La multitud que se había reunido estaba en un estado de total confusión. Algunos gritaban una cosa, y otros, otra. El versículo 32 nos hace ver que algunos ni sabían por qué estaban allí. Los judíos empujaron hacia el frente a un hombre que se llamaba Alejandro y le gritaron algunas instrucciones. Haciendo él señal con la mano para pedir silencio, y estando a punto de hablar, la multitud se dio cuenta que era judío y comenzó a gritar: “¡Grande es Diana de los efesios!” (v. 34). Y así continuaron por espacio de dos horas.
Se da lugar para que surja una pregunta: ¿Por qué los judíos empujaron a Alejandro hacia el frente? El versículo 33 nos dice que el mismo iba a hacer defensa a favor de su pueblo, los judíos. ¿Por qué los judíos necesitaban que alguien saliera en su defensa? La multitud se había reunido para protestar en contra de Pablo y su mensaje. Los judíos habrían estado muy dispuestos a unirse a esta protesta. A ellos no les desagradaba Pablo menos que lo que le desagradaba a los devotos de Diana. Parece ser que entre los adoradores de Diana había cierta confusión en cuanto a la diferencia entre un judío y un cristiano. Es muy probable que los efesios vieran a los judíos y los cristianos como una misma cosa. Hubiera sido fácil para los paganos confundir a estos dos grupos. Pablo hablaba en las sinagogas; había hablado acerca de las Escrituras y del Mesías judíos. Además, los adoradores de Diana sabían que los judíos también rechazaban el inclinarse ante su diosa, y a esta altura tenían resentimiento en contra de quienes no la adoraran.
La próxima persona que se para delante de la multitud fue el escribano. Por lo menos él pudo aquietar la multitud. Les recordó que nadie podía negar que Éfeso era el gran guardián del templo de Diana y de su imagen, de las cuales creían que habían caído del cielo. Nadie les podía arrancar eso sus vidas. Sin embargo, su indignación no les sirvió de nada. Este hombre animó a los artesanos del pueblo a que fuesen por los canales pertinentes. Ellos tenían la libertad de llevar este asunto a los tribunales. Tal y como lo habían hecho, la multitud había traído a Gayo y a Aristarco a juicio aunque no habían cometido ningún delito y, bajo la ley romana, la ciudad entera era culpable de sedición. Si el disturbio no cesaba, la ciudad tendría que dar cuentas a los oficiales romanos por dichas actividades. Y debido a que todos temían a las autoridades romanas, decidieron tomar el consejo del escribano. Con esto, la multitud se esparció y cada cual se fue a su casa.
Aquí vemos cómo Dios protegió a Su pueblo. Aristarco y Gayo pudieron haber sufrido graves daños, pero Dios los protegió. Pablo mismo pudo haber muerto, pero el Señor mantuvo a Pablo lejos de la multitud enardecida. Dios no había terminado todavía con Pablo. Como Dios soberano, guardaría a Pablo de tal manera que nadie le podría causar daño antes que su ministerio hubiese terminado. No había ningún lugar más seguro para Pablo que estar en la voluntad de Dios. Aunque todo a su alrededor pareciera que se estaba cayendo a pedazos, dentro del círculo de la voluntad de Dios había una paz y una seguridad absolutas. Esto debe alentarnos en nuestro andar con el Señor.
Hay un segundo detalle del que debemos percatarnos en todo este suceso. Pablo quería ir al teatro. Obviamente, sus intenciones eran las de calmar la situación y proteger a sus compañeros de viaje. Pablo no quería sentarse con los brazos cruzados a ver cómo la multitud hería o hasta incluso mataba a sus amigos. Sin embargo, el asunto es que la presencia de Pablo podía precipitar la muerte de sus compañeros al hacer que la multitud se enfureciera más aún. Los discípulos del lugar sabían esto y le aconsejaron que se mantuviera alejado del teatro. Pablo siguió su consejo. El Señor demostró que era lo suficientemente grande para manejar la situación sin Pablo. De hecho, los caminos de Dios son perfectos.
Hay momentos en los que usted y yo tenemos que sentarnos y dar nuestros problemas al Señor. A veces no hay nada en lo absoluto que se pueda hacer. En tales situaciones, podemos estar seguros de algo. Dios es lo suficientemente grande para encargarse de nuestros problemas por Sí solo. Él puede lograr Sus propósitos de manera perfecta sin nuestra ayuda. Pablo se dio cuenta del valor que tenía el consejo que le daban sus amigos. Él tenía la humildad de someterse y admitir que su plan no era bueno. Sin embargo, toda esta situación le sirvió a Pablo para ver que ya era hora de que siguiera adelante. Dios le había mostrado Su plan a Pablo con claridad.
Aunque esta situación tenía todas las posibilidades de convertirse en una tragedia, Dios obró de manera que todo saliera bien. Él puede hacer lo mismo por nosotros en medio de las dificultades que nos encontremos atravesando en estos momentos. Sus caminos son perfectos. Aunque haya ocasiones en que sienta que no hay salida, Dios es lo suficientemente inmenso para hacer que todo salga bien. Él no le desamparará.
Para meditar:
* ¿Alguna vez ha pensado que necesita tomar el control de las situaciones de la vida? ¿Por qué se hace tan difícil soltar las riendas y dejar que sea Dios el que se encargue de estas?
* ¿Cómo sabemos que debemos dejar de controlar una situación y ponerla en las manos de Dios, en vez de tratar de encargarnos de ella por nuestra propia cuenta?
* ¿Qué aprendemos aquí acerca de la protección que Dios da a Sus siervos escogidos?
* ¿Está Dios obligado a usar solamente a los creyentes para lograr Sus propósitos? ¿A quién usó Dios para dispersar la multitud y rescatar a Su gente? ¿Qué nos enseña esto acerca de las personas que Dios puede usar?
Para orar:
* Dé gracias a Dios que Él es lo suficientemente grande para ocuparse de cada necesidad que usted tenga.
* Pídale que calme su corazón y que le capacite para descansar en Él.
* Agradézcale al Señor por Su protección para con su vida.
* Agradézcale que Él puede usar hasta incrédulos para lograr Sus propósitos.
* Pídale a Dios que le dé valor y coraje para enfrentar las pruebas que hayan venido a su vida.
35 – TERCER VIAJE MISIONERO DE PABLO – TERCERA PARTE: MACEDONIA Y MILETO
Lectura: Hechos 20:1-38
Después del alboroto de Éfeso, Pablo pasó tiempo exhortando a los creyentes de aquel lugar, y luego partió a la colonia romana de Macedonia. Pablo viajó por Macedonia exhortando a los creyentes a medida que avanzaba, hasta que llegó a Grecia, y estando allí, se quedó por un espacio de tres meses. Sus intenciones eran zarpar desde Grecia hasta Antioquía en Siria. Sin embargo, estos planes cambiaron al descubrir que se planeaba algo en su contra, por lo que Pablo en cambio decidió viajar por tierra atravesando Macedonia.
Cuando viajaba por Macedonia le acompañaban por lo menos siete hombres: Sópater, de la ciudad de Berea; Aristarco y Segundo, de Tesalónica; Gayo, de Derbe; Timoteo, de Listra, y Tíquico y Trófimo, de la provincia de Asia. Estos hombres fueron por tierra hasta Troas, mientras que Pablo permaneció en Filipos para la fiesta de los panes sin levadura. Entonces Pablo salió de Filipos hasta Troas, en donde se encontró con ellos. El versículo 5 nos hace pensar que Pablo no fue solo a Troas, lo indica que en este grupo de misioneros había más de siete. Es muy posible que Pablo haya estado acompañado por Lucas, el escritor del libro de Los Hechos. Todo el equipo permaneció en Troas una semana.
Mientras el equipo misionero se encontraba en Troas, los creyentes se reunían para partir el pan. Existe mucha evidencia en las Escrituras de que la cena del Señor se observaba de manera semanal en la iglesia primitiva. Veamos que estos creyentes se reunían el primer día de la semana, no el séptimo. Aquí tenemos evidencia bíblica de que los creyentes se reunían los domingos para adorar, y no así en el sábado judío. Aunque no se nos dice la hora de reunión, el contexto indica que pudo haber sido al comenzar la noche (al ver que Pablo hablaba hasta la medianoche). Esto también concuerda con el contexto histórico. El primer día de la semana era un día de trabajo al igual que los otros. No fue hasta el reinado del Emperador Constantino que el domingo sería reconocido como un día para observancia religiosa. Es muy probable que estos primeros creyentes trabajasen los domingos durante el día y se reuniesen durante la noche del domingo.
Sentado en una ventana de aquel lugar, había un hombre llamado Eutico. Como es obvio, las cosas en la iglesia primitiva eran algo informales. Muy pocos en nuestros días tendrían la libertad de sentarse en una ventana de nuestras iglesias modernas para escuchar al predicador. Mientras Pablo hablaba, Eutico cayó en un profundo sueño y se cayó de la ventana hasta el suelo. Cuando bajaron para recogerle, vieron que estaba muerto. Pablo se echó sobre el hombre y lo abrazó. Eutico había recobrado la vida. Entonces todos regresaron al aposento alto en donde estaban reunidos, partieron el pan, confraternizaron y escucharon a Pablo hablar hasta el alba. Cuando amaneció, Pablo se marchó. Sólo podemos admirar la devoción de este grupo de creyentes que estaban dispuestos a quedarse toda la noche para escuchar la Palabra de Dios.
Desde Troas, los compañeros de Pablo abordaron un barco y partieron rumbo al sur hasta Asón. Pablo decidió ir por tierra desde Troas y encontrarse con ellos en Asón. No se nos cuenta por qué Pablo no quiso abordar el barco en ese momento. Sin embargo, podemos estar seguros de que estos momentos de soledad fueron pasados en comunión con el Señor. Cuando Pablo se encontró en Asón con sus compañeros de viaje, abordó el barco y zarpó para Mileto después de una serie de breves escalas.
Debido a que Pablo estaba apurado en llegar a Jerusalén para el Pentecostés, decidió no detenerse en Éfeso. En lugar de esto, lo que decidió hacer fue detenerse en la ciudad portuaria de Mileto y llamar a los ancianos de la iglesia de Éfeso para que viniesen y se reuniesen allí con él. Cuando los ancianos llegaron, Pablo les recordó acerca del servicio fiel que por años les brindó en la ciudad de Éfeso. Pablo también habló a los ancianos acerca de sus planes de ir a Jerusalén. Les reveló su incertidumbre acerca de ese viaje a Jerusalén. El Espíritu Santo le había anunciado que le esperaban pruebas y encarcelamientos en aquella ciudad. Sin embargo, la convicción de Pablo en cuanto a que debía ir a Jerusalén era más fuerte que su temor a lo que le pudieran hacer los judíos allí. También anunció a los ancianos que probablemente esta sería la última vez que lo vieran. Sin embargo, los dejaba con una conciencia limpia. Le había predicado fielmente el evangelio y era inocente de su sangre. No había dejado nada por decir de todo lo que debía ser dicho. Me pregunto si pudiéramos hoy decir lo mismo. ¿Estamos libres de la sangre de las personas? ¿Cuántas veces hemos dejado de decir aquello que debía ser dicho por causa del evangelio? Al Pablo dejar a los efesios, tenía una conciencia limpia delante de Dios. Había hecho todo lo que el Señor le había pedido que hiciera. ¡Si tan solo pudiéramos vivir con una conciencia como ésta!
En los versículos 28-31, Pablo encomienda a los ancianos de Éfeso. Primero, los desafía a velar cual pastores el rebaño que Dios les había dado a su cuidado. En el versículo 28 les recuerda a esos líderes que su comisión era divina. El Espíritu Santo mismo había dotado y llamado a estos hombres en particular para que fuesen líderes y pastores del pueblo de Dios en Éfeso. Pablo advirtió a aquellos líderes que el día venía en que lobos tratarían de infiltrarse en el rebaño para apartar al pueblo de la verdad de la Palabra de Dios. Apocalipsis 2:1-7 nos recuerda que los efesios sí enfrentaron en realidad a estos lobos. Los nicolaítas se infiltraron en su comunidad enseñando falsas doctrinas. Además, hubo en medio de ellos falsos maestros que se autoproclamaban apóstoles. La profecía de Pablo se cumplió.
Pablo les dio a estos ancianos su propio ejemplo a seguir. Cuando estuvo con ellos, nunca cesó de velar por ellos y de cuidarles en sus necesidades. Día y noche les amonestaba con las lágrimas corriéndole por sus mejillas. Le pidió a los ancianos que hicieran lo mismo. ¡Cuán grande desafío es este para los ancianos y diáconos de nuestras iglesias del presente! Si es usted anciano o diácono, ¿tiene usted un corazón quebrantado para el pueblo de Dios? La tarea que Dios le ha confiado no puede tomarse a la ligera.
En segundo lugar, Pablo encomendaba estos ancianos a Dios y a Su Palabra. Esta Palabra los podría edificar y darle herencia entre todos los santificados. Esto quería decir que estos ancianos debían ser hombres de la Palabra. Era la Palabra de Dios la que los guiaría e indicaría la manera en la que debían vivir. Al seguir cuidadosamente los principios de la Palabra de Dios, podrían llegar a ser todo lo que Dios quería que fuesen. A medida que servían a la iglesia, debían ser guiados por los principios de esta Palabra. Sólo obedeciendo esta Palabra, la iglesia de Éfeso podría convertirse en lo que Dios quería que fuesen. Pablo desafió a estos ancianos a que fuesen primero, y ante todo, hombres de la Palabra.
Finalmente, Pablo les advierte a estos ancianos que no cayeran en la tentación de ver sus ministerios como un medio de obtener ganancias materiales y financieras. Pablo les recordó cómo él mismo había vivido entre ellos. Nunca codició lo que otros tenían. No había buscado en ellos ninguna remuneración financiera por medio de su ministerio. Pablo había trabajado arduamente para proveer para sus necesidades básicas. Había hecho esto para mostrar a la iglesia que era más bienaventurado dar que recibir. Si estos ancianos iban a ser lo que Dios quería fuesen, tendrían que estar dispuestos a ejercer su ministerio de maneras en que tendrían que sacrificarse.
En sus escritos, Pablo nos dice que el obrero es digno de su salario, que no está mal ganarse la vida a partir del evangelio (1 Timoteo 5:17; 1 Corintios 9:11-14). Sin embargo, lo que está diciendo en este pasaje es que esa nunca debe ser la motivación que haya detrás del ministerio. En nuestros días no es extraño ver pastores aceptando o rechazando una posición puramente por prestigio o consideraciones financieras. Aunque estos obreros cristianos necesitaban provisión para sus vidas, el dinero nunca debía ser la motivación detrás de su ministerio.
Aunque el dinero es el enfoque principal de este pasaje en particular, existen otras tentaciones que el anciano o el pastor pueden enfrentar. Es posible que se pueda desear el llegar a ser pastor o anciano para ganar respeto. Existen muchas razones por las que una persona pueda buscar ocupar un cargo dentro de la iglesia. Pablo desafió a los ancianos de Éfeso a que no buscaran las posiciones por motivos egoístas. La única razón para el ministerio debe ser que Dios sea glorificado.
Después de haber encomendado a los líderes, Pablo se arrodilló junto con ellos y oró. Es muy probable que se hayan encomendado entre ellos al cuidado del Señor. Esta despedida era difícil en lo particular porque sabían que algunos de ellos nunca verían otra vez a Pablo. De ahora en adelante le quedaba poco a la libertad de Pablo. Su próximo viaje misionero sería en cadenas. Él valientemente enfrentó este prospecto, sabiendo que era la voluntad de Dios para él. Me pregunto si tendríamos la misma valentía.
Para meditar:
* ¿Podría usted decir que ha vivido en este último año con una conciencia limpia? ¿Habrá cosas que dejó de decir o hacer?
* Considere el triple desafío que Pablo dejó a los ancianos efesios. De este pasaje, ¿qué resalta para usted en lo particular este desafío?
* ¿Cuál es la principal motivación en su ministerio personal?
* ¿Estaría dispuesto a servir al Señor aun si esto significara persecuciones y dificultades serias?
Para orar:
* Confiese cualquier falta que le haya impedido vivir con una conciencia limpia delante de Dios.
* Pídale al Señor que le ayude a vivir con una clara conciencia ante Él.
* Ore por el liderazgo espiritual de su iglesia usando el triple desafío de Pablo como guía.
36 – JERUSALÉN
Lectura: Hechos 21:1-36
No era fácil para Pablo y sus compañeros desprenderse para siempre de los ancianos de Éfeso. Esta partida resultaba muy difícil. Desde Mileto, en donde se habían reunido con los ancianos, el equipo misionero de Pablo zarpó hacia el sur pasando por las ciudades de Cos, Rodas y Pátara. Desde Pátara abordaron un barco que se dirigía hacia Fenicia. El barco zarpó pasando cerca de Chipre y llegó a la ciudad portuaria de Tiro.
En Tiro, Pablo y sus acompañantes se encontraron con algunos creyentes, con quienes se quedaron por siete días. Durante este tiempo aquellos creyentes advirtieron a Pablo que no fuera a Jerusalén. El versículo 4 dice que fue “por medio del Espíritu” que se le advirtió que no subiese a Jerusalén. Sin embargo, el versículo 5 nos dice que Pablo fue de todos modos. Esto nos hace pensar si Pablo estaba siendo obediente. Queda claro que sabía que su tiempo estaba llegando a su fin. El Espíritu de Dios le había revelado que el camino a Jerusalén estaba lleno de muchas pruebas y dificultades. Esta Palabra del Señor le fue confirmada en Tiro. Los creyentes de aquel lugar tenían la clara impresión de que el Señor les estaba diciendo que Pablo sufriría en Jerusalén. Habiendo recibido esta palabra de parte del Señor, los creyentes, no queriendo perder a Pablo, se propusieron quitarle la idea de ir a Jerusalén. Pablo, por su parte, no le tenía miedo a las dificultades que encontraría. Él sintió que el Señor mismo lo estaba guiando para que fuera a Jerusalén, por lo que no quiso que le quitaran la idea de lo que él pensaba era la voluntad del Señor.
En esta situación vemos el peligro de tratar de interpretar una palabra de profecía. A los creyentes les resultaba fácil pensar que, por el hecho que el Señor les había revelado que a Pablo le esperaban muchos peligros en Jerusalén, el Señor no quería que Pablo fuera. Sin embargo, esta no era la interpretación correcta de aquella palabra profética. El Señor sí quería que Pablo pasase por todos aquellos obstáculos. Dios simplemente le estaba confirmando a Pablo que habría dificultades esperando por él.
Pablo y sus compañeros se despidieron de los creyentes después de un tiempo de oración en la playa. Desde Tiro viajaron a Tolemaida, en donde saludaron a los cristianos locales y se quedaron todo un día. Al día siguiente llegaron a Cesarea, en donde se hospedaron en casa de Felipe el evangelista, quien había sido uno de los siete diáconos escogidos por la iglesia de Jerusalén. El mismo tenía cuatro hijas solteras que tenían el don de profecía.
Mientras Pablo se encontraba en Cesarea, un profeta llamado Agabo llegó de la región de Judea. Éste, tomando el cinturón de Pablo y con él atándose las manos y los pies, le dijo a Pablo que esto le sucedería en Jerusalén. Agabo advirtió a Pablo que sería entregado a los gentiles. Cuando los creyentes hubieron escuchado estas palabras, procuraban desalentar a Pablo en cuanto a su ida a Jerusalén. Este era el segundo grupo de creyentes que había recibido esta palabra de parte del Señor. Pablo mismo la había recibido. No había dudas de que esto era algo definitivo por parte de Dios. Una vez más Pablo, rehusó ceder a los deseos de los creyentes. Les hizo saber que él no solamente estaba dispuesto a sufrir, sino también a morir por el nombre de Jesús. Cuando vieron que no podían disuadirlo de aquel asunto, lo dejaron a la voluntad de Dios y le enviaron a Jerusalén acompañado por varios hermanos. Todos se quedaron en casa de un creyente llamado Mnasón, uno de los primeros convertidos proveniente de la región de Chipre.
Cuando pensamos en las veces que se le repite esta advertencia a Pablo acerca de los peligros que le esperaban en Jerusalén, no podemos evitar ver que el Señor quería que Pablo supiese lo que estaba a punto de suceder. ¿Habrá sido que el Señor quería preparar a Pablo para la siguiente etapa de su vida? ¿Por qué Dios le diría estas cosas a Pablo? Ciertamente no se las decía para que Pablo huyera de las luchas que se le avecinaban. El Señor se lo hacía saber para prepararlo. Cuando finalmente llegaron estas pruebas, no tomaron a Pablo por sorpresa. Debido a que Dios se lo había mostrado tan claramente, Pablo debe haber visto estas pruebas como la obra perfecta de Dios para Sus propósitos con su vida. Sus sufrimientos lo habrían edificado en la fe en vez de desalentarle.
El cumplimiento de esta profecía no tardó mucho. Cuando Pablo llegó a Jerusalén, los hermanos le recibieron calurosamente. Se reunió con Jacobo, el líder de la iglesia en Jerusalén, y con otros ancianos. Los ancianos le dieron la oportunidad de que compartiera con ellos las grandes cosas que Dios estaba haciendo entre los gentiles. Esto era una gran noticia para la iglesia en Jerusalén, pero trajo a relucir un asunto que necesitaba tratarse con prontitud. La iglesia le informó a Pablo que no todos estaban contentos con su ministerio. Había millares de judíos que propagaban historias de que Pablo enseñaba a los gentiles que se apartaran de la ley y de Moisés. Esta situación tenía todo el potencial para convertirse en algo muy peligroso. La iglesia sintió que algo debía hacerse de inmediato para calmar a estos judíos desesperados.
En Jerusalén había cuatro hombres que habían hecho votos al Señor. Era bastante posible que este voto fuese el voto judío nazareo. Las personas que tomaban este voto de separación no se cortaban el pelo, no comían ni bebían nada proveniente de la vid, ni podían tocar nada que estuviese muerto. Cuando el tiempo del voto llegaba a su fin, iban al templo y se rasuraban la cabeza. El pelo era ofrecido al Señor como sacrificio. Entonces pasaban por un período de purificación después del cual quedarían libres del voto. La iglesia exhortó a Pablo a que participara en esta ceremonia. Le pidieron que pagara el gasto de estos cuatro hombres como una señal de que lo que esparcía de él por parte de los judíos no tenía fundamento alguno. Pablo estuvo de acuerdo con el plan, y al día siguiente fue con los hombres al templo para comenzar el período de purificación.
Lo que había sido elaborado para que fuese un medio de reconciliación entre Pablo y los judíos realmente sirvió para ampliar las diferencias entre ellos. Cuando los días de la purificación casi terminaban, algunos judíos de Asia entraron al templo y vieron a Pablo con aquellos cuatro hombres. Éstos propagaron la historia de que Pablo había entrado al templo con gentiles y que, por lo tanto, había deshonrado la casa de Dios. Según la ley judía, esto merecía la pena más estricta. Si se encontraba a Pablo culpable de cometer ese delito, sería condenado a muerte. Aunque esa historia había sido infundada, sirvió para alborotar la población judía que ya odiaba a Pablo. Los judíos fueron al templo y sacaron a Pablo arrastrándole. Mientras intentaban matarle, llegó la noticia al comandante del batallón romano. Éste inmediatamente envió soldados para que detuvieran los disturbios y restauraran el orden. Pablo escapó por muy poco de la muerte. Entonces le amarraron con cadenas y lo llevaron custodiado por soldados romanos.
Cuando el centurión preguntó a la multitud por qué querían matar a Pablo, algunos gritaban una cosa y otros gritaban otra. El centurión no podía saber cuál era la verdad. Entonces decidió llevarse a Pablo y meterlo en el cuartel. Esto no agradó a la multitud. La Biblia nos dice que se pusieron tan violentos, que cuando Pablo alcanzó las gradas, tuvo que ser cargado por los soldados para evitar que le golpease la multitud. La turba siguió a Pablo pidiendo a gritos que le matasen.
Las cosas no iban a ser tan fáciles para el apóstol Pablo. Sin embargo, no se daba por vencido. Estaba dispuesto a enfrentar la falsedad y los gritos iracundos de la multitud. Estaba dispuesto a ser atado, golpeado y hasta que lo matasen por causa del Señor Jesús. Tuvo todas las oportunidades para evitar lo que estaba sucediendo. Los creyentes le había avisado y exhortado a que evitara las pruebas y luchas que de seguro le esperaban en Jerusalén. Pero Pablo escogió enfrentar directamente lo que el Señor tenía para él. Pablo no se enfocaría en otra cosa. Quería la voluntad perfecta de Dios para su vida, y estaba dispuesto a pagar el precio.
Para meditar:
* ¿Alguna vez se ha encontrado tomando el “camino fácil” en vez de enfrentarlo todo directamente? Dé algunos ejemplos de esto.
* En este pasaje Pablo escogió no escuchar el consejo de la iglesia. ¿Qué nos dice esto acerca de discernir la voluntad de Dios? ¿Qué papel juega el consejo de otros a la hora de entender la voluntad de Dios?
Para orar:
* Pídale al Señor que le dé valor para enfrentar las pruebas.
* Pídale a Dios que le dé discernimiento para conocer Su dirección, y poder distinguir Su voz de las otras voces que le rodean.
* Dé gracias a Dios por la manera en que le ha prometido que estará con usted en medio de las pruebas. Agradézcale por un momento específico de su vida en el que usted experimentó la presencia de Su mano en un momento de dificultad.
37 – EL JUICIO DE PABLO – PRIMERA PARTE: SU DEFENSA ANTE LA MULTITUD
Lectura: Hechos 21:37-22:29
Pablo comenzaba lo que llegaría ser una defensa bien extensa de su ministerio. Los capítulos que quedan de Los Hechos registran a Pablo defendiéndose por lo menos seis veces: ante las personas en Jerusalén, ante el Sanedrín, ante Félix, ante Festo, ante Agripa y, al final, ante el mismo César. Veamos la primera de estas defensas. Aquí se encontraba Pablo ante la multitud furiosa en Jerusalén.
Pablo acababa de ser arrestado. Los soldados tuvieron que levantarlo para protegerlo de la multitud que trataba de matarle. Parecía que la ciudad completa estaba en su contra. A pesar del desaliento, Pablo quería dirigirse a la muchedumbre. Le preguntó al centurión si podía decir algunas palabras al pueblo. El centurión se quedó muy sorprendido de que Pablo conociera el idioma griego, porque pensaba que era un terrorista egipcio que, algún tiempo antes que estos sucesos, había dirigido cuatro mil terroristas más en una revuelta (ver versículo 38).
Al percatarse de que Pablo no era un revolucionario egipcio, el centurión le dio permiso para que hablase. No cabe duda de que el centurión estaba interesado en lo que Pablo tenía que alegar en su defensa, y que, por lo menos, de esta manera podría entender los sucesos que acontecían en aquel día. Ni siquiera la gente en la multitud estaba de acuerdo con lo que Pablo estaba diciendo.
Después de haber recibido permiso para hablar, Pablo se paró en las gradas e hizo señal para que la multitud hiciera silencio. Después de haberle hablado en griego al centurión, Pablo habló en arameo a los judíos reunidos delante de él en ese día. Lo que resulta de particular interés es que Pablo en esta defensa no menciona nada respecto al malentendido que había comenzado la revuelta. La conmoción había comenzado a causa de un malentendido acerca de por qué Pablo se encontraba en el templo. Si yo hubiese sido Pablo, probablemente le hubiese dado más énfasis al hecho que todo aquello era una interpretación errada de los hechos. Probablemente le hubiera dicho a la multitud que yo no estaba en contra de la ley de Moisés, como ellos decían. Pablo no parecía interesado en hablar acerca de eso. Su principal preocupación en esta ocasión era compartir con la multitud el testimonio de su salvación en el Señor Jesucristo.
Pablo comenzó su discurso informándole al gentío acerca de su pasado. Les dijo que él era un judío nacido en Tarso, pero criado en Jerusalén. Él había estudiado bajo las enseñanzas de uno de los maestros judíos más grandes e influyentes de sus días, un hombre llamado Gamaliel. Respecto su celo por la ley de Moisés, Pablo les recordó que él había llegado al extremo de perseguir a los cristianos, arrojándoles en las cárceles y procurando sus muertes. Les recordó que el sumo sacerdote y el concilio judío podían testificar del hecho que había recibido cartas de permiso para ir a Damasco y encontrar a los seguidores de Jesús para traerlos de vuelta a Jerusalén y ser sentenciados. Pablo había sido el principal de todo el movimiento judío que quería exterminar a los cristianos de la faz de la tierra.
Pablo siguió explicando de cómo, cuando iba en camino hacia Damasco, una luz intensa le resplandeció desde el cielo y lo derribó a tierra. Allí escuchó una voz que le dijo: “¡Saulo!, ¡Saulo! ¿Por qué me persigues?” (v.7). Pablo no sabía quién le hablaba, por lo que le pidió que se identificara. La voz le respondió: “Yo soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues” (v.8). Los que acompañaban a Pablo aquel día en el camino a Damasco habían sido testigos de la luz, aunque no entendieron lo que la voz decía.
Pablo dijo a la multitud que después de ese encuentro no volvió a ser el mismo. Su encuentro con el Señor Jesús había cambiado su vida radicalmente y para siempre. Pablo le preguntó al Señor ese día: “¿Qué debo hacer?”. El Señor le dijo que entrara a la ciudad y que esperara instrucciones. Los compañeros de Pablo lo llevaron de la mano hasta Damasco porque había quedado totalmente ciego por la intensidad de la luz. El Señor Jesús lo había conquistado.
Mientras Pablo esperaba en Damasco, un hombre llamado Ananías vino para verle. Ananías era muy devoto a guardar la ley. Pablo enfatizó que Ananías era respetado por todos los judíos del lugar. Posiblemente hasta esta gente de Jerusalén haya escuchado hablar de él. Fue por medio de Ananías que Pablo recibió la vista. Ananías había recibido palabra de parte del Señor para Pablo y le dijo que Dios lo había escogido para ser testigo de las cosas que había visto y oído.
¿Cuáles eran estas cosas? Ananías se refería al encuentro de Pablo con el Señor Jesús. No había dudas en la mente de Pablo de que el Señor Jesús estaba vivo. Dios lo había llamado para que diera testimonio de esa realidad. Ananías le pidió a Pablo que se identificara con Cristo dando el paso de ser bautizado como Su seguidor para que sus pecados fuesen perdonados al invocar Su nombre.
¡Qué hermosa imagen tenemos aquí! Pablo era culpable ante Dios por perseguir la iglesia. Por su causa, muchos creyentes habían perdido sus vidas, y otros habían sido maltratados o puestos en la cárcel. A pesar de los horribles errores de Pablo, Dios le ofreció perdón en nombre del Justo a quien él perseguía. No importa cuál haya sido nuestro pasado; hay perdón en el nombre de Jesucristo.
Pablo continuó contándole la historia a la multitud. Había salido de Damasco y regresado a Jerusalén. En una visión, Dios le revela que tenía que salir de Jerusalén porque los judíos no aceptarían su mensaje. Debía ir a los gentiles y proclamar el mensaje de perdón de pecados por medio del Señor Jesús.
En este breve testimonio, el apóstol Pablo había explicado cómo había llegado a conocer al Señor Jesús, y cómo Él lo había llamado al ministerio. Su conciencia estaba limpia delante de Dios: había sido obediente al llamado de Dios para su vida. La multitud escuchó su testimonio hasta que dijo que Dios lo había enviado a los gentiles. En ese momento la ira de la muchedumbre se encendió de nuevo. “¡Quita de la tierra a tal hombre!”—gritaban (v.22). Haciendo esto comenzaron a lanzar polvo al aire y a quitarse sus mantos. Obviamente, estas eran señales de rechazo hacia Pablo y su mensaje.
Al ver lo que estaba sucediendo, el centurión ordena que Pablo sea llevado al cuartel, sea azotado, interrogado, para de esta manera saber por qué la gente le gritaba así a ese hombre. Cuando preparaban a Pablo para ser azotado, le preguntó si era legal para ellos azotar a un ciudadano romano. Cuando el centurión supo que Pablo era ciudadano romano de nacimiento, se alarmó mucho. No tenía el derecho de golpear a un ciudadano romano sin haberle hecho un juicio primero, por esta razón Pablo se libró del castigo atroz.
Aunque los corazones de la gente en Jerusalén no hubiesen cambiado, Dios le había dado la oportunidad a Pablo de que proclamase a Cristo ante aquellos que buscaban matarle. El interés principal de Pablo no era tanto defenderse, sino el de presentar a Cristo y el ministerio que Dios le había dado. La presencia de Dios había estado con Pablo en esta prueba. La multitud había tratado de matarlo, pero había fracasado en el intento. El centurión del ejército había intentado azotarle, pero al conocer que era ciudadano romano, se refrenó de hacerlo. Estoy convencido de que Pablo estaba muy consciente de la presencia de Dios en ese momento de su vida. Estoy seguro de que su corazón estaba lleno de la paz de Dios, sabiendo que nada le podía suceder que Dios no lo tuviera en Sus planes. En medio de este momento tan difícil en su vida, lo que hizo Pablo fue encomendarse al cuidado del Señor. Sabía que no tenía necesidad de encargarse del asunto por su propia cuenta. No habló en su propia defensa. Dios era Su defensor. Pablo confiaba en Dios del todo. Que sea esta nuestra experiencia a medida que enfrentemos obstáculos que se presenten en nuestro camino.
Para meditar:
* ¿Ha habido momentos en los que se ha sentido obligado a defender su honor en contra de falsas acusaciones? ¿Cuándo es necesario levantarnos para defendernos? ¿Cuándo dejamos el asunto en manos de Dios?
* Pablo no estaba preocupado por lo que la gente pensara de él. Le interesaba más predicar el evangelio. Explique cómo el deseo de quedar bien ante otros puede resultar una trampa para nuestro ministerio.
* ¿Qué aliento le brinda el hecho que el Señor Jesús nos quiere usar como testigos ante aquellos que nos rodean?
* ¿Qué nos enseña este pasaje acerca de la protección del Señor en medio de las pruebas y la persecución?
Para orar:
* Agradézcale al Señor que a pesar de que otros no entiendan nuestros motivos, el Señor conoce nuestras intenciones.
* Pídale al Señor que le ayude a liberarse de lo que los demás piensen de usted.
* Pídale al Señor que le dé más valor para defender su causa, como lo hizo el apóstol Pablo.
* Agradézcale al Señor por Su protección para su vida.
38 – EL JUICIO DE PABLO – SEGUNDA PARTE: SU DEFENSA ANTE EL SANEDRÍN
Lectura: Hechos 22:30-23:35
Pablo se paró ante la muchedumbre y ofreció su defensa. El centurión no sabía todavía cuál era el delito de Pablo, pero sabía que el delito era de índole religiosa. Por lo tanto, este oficial romano mandó a reunir a los principales sacerdotes y a los que representaban el concilio judío. Aunque los asuntos relacionados con la religión judía no le eran directamente de su incumbencia al comandante, la intensidad del odio hacia Pablo era tal que exigía una explicación.
Cuando el Sanedrín y los principales sacerdotes se habían reunido, Pablo fue traído ante ellos, y se le pidió que presentase defensa. Enseguida Pablo se metió en problemas al decir que tenía una buena consciencia delante de Dios. El principal de los sacerdotes no podía creer que Pablo dijera algo así, pues él había estado ministrando a los gentiles como si tuviesen igual posición que los judíos ante Dios. Pablo había sido acusado de entrar gentiles al templo y hasta de decir que el Mesías había venido. ¿Cómo sería posible que tuviese una conciencia limpia delante de Dios? El sacerdote principal ordenó entonces que golpearan a Pablo en la boca por sus palabras blasfemas y llenas de orgullo. Era obvio que este concilio ya estaba predispuesto con Pablo.
Sin saber que era el sumo sacerdote quien había ordenado golpearle, Pablo habló en su contra. Le dijo al sumo sacerdote que era un hipócrita. Cuando alguien del grupo le dijo a Pablo que a quien había hablado era al sumo sacerdote, Pablo admitió que había cometido un error. En este asunto vemos su humildad. No tenía miedo de confesar que estaba equivocado.
En esto tenemos nosotros un desafío. Cuán cuidadosos necesitamos ser a la hora de criticar aquellos a quienes Dios ha colocado en autoridad sobre nosotros. Es cierto que puede que no estemos de acuerdo con lo que están haciendo, pero Dios nos ordena a que seamos respetuosos con ellos a causa de su posición. Pablo reconoció su pecado (ver Éxodo 22:28) y lo confesó. ¿Cuántas veces hemos sido culpables por hablar en contra de nuestros líderes religiosos o políticos? Que Dios nos ayude a respetar a Sus siervos escogidos.
Pablo sabía que el sanedrín estaba compuesto tanto de fariseos como de saduceos. Los saduceos no creían en la resurrección de los muertos ni en seres como ángeles y espíritus. Los fariseos, por su parte, creían en ambas cosas. Pablo continuó su defensa ante este grupo heterogéneo. Les informó que él era fariseo y que se le acusaba acerca de su esperanza en la resurrección de los muertos. Esa declaración hizo que todo el concilio irrumpiera en desorden. Esto puso a los saduceos en contra de los fariseos en su disputa de antaño concerniente a la resurrección. Los fariseos se mantenían firmes a su creencia en la resurrección de los muertos y decían: “No hayamos nada malo en este hombre… y, ¿si un espíritu o un ángel le ha hablado?” (v.9). Esta declaración no le caía muy bien a los saduceos, y la disputa entraba en calor. El centurión, que había estado escuchando lo que sucedía, se dio cuenta de que Pablo iba a ser despedazado si permanecía en aquel lugar, por lo que ordenó que se le llevara de regreso al cuartel.
La presencia del Señor se hacía evidente una vez más en el asunto. Dios había protegido a Pablo del mismo concilio que había ordenado la sentencia de muerte para nuestro Señor. Dios defendió a Pablo al hacer que sus enemigos entraran en un estado de confusión.
Después de todo esto, el Señor se le apareció a Pablo diciéndole que fuera valiente porque iría a testificar a Roma, tal y como había testificado en Jerusalén. Tenemos la impresión inconfundible de que el Señor estaba complacido con Pablo y su fidelidad para testificar de Su nombre.
A la mañana siguiente, teniendo en cuenta que el sanedrín había fracasado respecto a Pablo, algunos de los judíos formaron un grupo y se juramentaron que no comerían ni beberían hasta que no hubiesen dado muerte a Pablo. Había cerca de cuarenta hombres involucrados en este juramento, quienes llevaron su plan a los principales sacerdotes y ancianos, y les pidieron que hicieran petición al centurión de permitir que el sanedrín se reuniera otra vez con Pablo con el pretexto de buscar más información. Este grupo planeó esconderse y esperar por Pablo para matarle antes que llegara al Sanedrín. Tan solo nos podemos imaginar el estado espiritual de estos líderes religiosos, que llegaron a involucrarse en un complot de asesinato como este.
Lo que el concilio no sabía era que Dios mismo estaba protegiendo a Pablo. Por la providencia divina, el sobrino de Pablo escuchó de este complot e inmediatamente fue a decírselo a Pablo. Éste le pidió a uno de los centuriones que llevaran al muchacho a donde estaba el tribuno. Después de escuchar al muchacho, el tribuno le pidió que se marchase y que no le dijera nada a nadie de ese asunto.
El comandante llamó a dos centuriones y les dijo que prepararan un destacamento de doscientos soldados, setenta jinetes y doscientos lanceros para que salieran esa noche a Cesarea con Pablo, para llevarle directamente ante el gobernador Félix. El tribuno entregó una carta a los soldados para Félix, en la que explicaba que los judíos estaban tratando de matar a Pablo cuando llegaron sus tropas y lo rescataron. La carta también decía que el tribuno no había podido descubrir por qué los judíos acusaban a Pablo, por lo que le llevó al sanedrín. Sin embargo, este concilio no presentó ningún cargo ni tampoco el tribuno halló alguno por el cual Pablo mereciera la muerte o el encarcelamiento. Cuando el tribuno descubrió que se planeaba un complot en contra de Pablo, decidió enviarle directamente ante Félix para que le juzgase.
Los soldados tomaron a Pablo aquella misma noche y lo llevaron a Antípatris. Al día siguiente llegaron a Cesarea. Después de entregar a Pablo y la carta a Félix, los soldados regresaron a Jerusalén. Félix puso a Pablo en prisión, esperando que llegaran sus acusadores.
No podemos dejar de quedar totalmente sorprendidos con la forma en que Dios protege aquí la vida de Pablo de aquellos que querían quitársela. Dios puso un vallado alrededor de él para que el enemigo no pudiera entrar. Dios estaba haciendo que el enemigo quedara confundido. Pabló debió haber sonreído para sí al ver que los planes del enemigo se derrumbaban una vez tras otra. ¡Qué ánimo podemos cobrar de la terrible experiencia de Pablo! Dios no había terminado con Pablo. No había nada que sus enemigos pudieran hacerle. Su destino era ir a Roma, tal y como Dios se lo había prometido. Dios tenía la soberanía completa sobre esta prueba. ¿Cuál es hoy su prueba? Dios también es soberano sobre el problema suyo. Dios se encontraba entretejiendo Su voluntad perfecta por medio de los enemigos de Pablo. Dios también hará esto en su vida.
Para meditar:
* ¿Qué nos enseña este pasaje acerca de cómo Dios vela por Su pueblo?
* ¿De qué maneras Dios mostró en este pasaje Su soberanía sobre los enemigos de Pablo? ¿Qué aliento toma usted de esto?
Para orar:
* Pídale al Señor que le perdone por las veces en que ha dudado de Su cuidado hacia usted.
* Pídale que vele por usted ahora mismo, en ese problema que tiene.
39 – EL JUICIO DE PABLO – TERCERA PARTE: SU DEFENSA ANTE FÉLIX
Lectura: Hechos 24:1-27
Pablo se encontraba bajo custodia mientras esperaba que vinieran de Jerusalén quienes le acusaban. Estos no tardaron mucho en llegar. Ananías, el sumo sacerdote, junto a otros ancianos y un abogado llamado Tértulo llegaron a Cesarea después de pasados cinco días. Esta delegación vino para traer sus cargos contra Pablo. Tértulo presentó el caso al gobernador Félix.
Observe cómo Tértulo comienza su argumento. Él se tomó un tiempo para halagar a Félix por su excelente liderazgo. Le recordó cómo los judíos habían disfrutado de un período de paz bajo su gobierno; además le elogió y le agradeció por sus tantas reformas. Estas palabras de Tértulo eran pura adulación, porque el gobernador Félix era un líder muy cruel y brutal.
Después de haber elogiado falsamente a Félix, Tértulo llegó al asunto en cuestión. Acusó a Pablo de ser un alborotador, de provocar disturbios, de ser uno de los cabecillas de la secta de los nazarenos (uno de los nombres que le decían a los cristianos), y de profanar el templo. Si estas acusaciones hubiesen sido ciertas y se hubiesen podido probar, Pablo habría estado en serios problemas. Los judíos que habían venido con Tertulio se le unieron, apoyándole en sus acusaciones.
Como era costumbre, a Pablo se le dio la oportunidad de hablar en su propia defensa. Él no se tomó el trabajo de dar falsos elogios y se alegraba de poder defenderse ante Félix, quien había sido gobernador por varios años y quien tendría cierto entendimiento de las costumbres judías. Félix también habría visto la tensión entre judíos y cristianos. Este conocimiento le ayudaría a entender por qué los judíos estaban tan molestos.
Pablo le contó a Félix que doce días antes había ido al templo a adorar. Mientras se encontraba allí, los judíos no lo encontraron discutiendo con nadie, ni alborotando a la multitud de la sinagoga ni a los de la ciudad. Le dijo a Félix que sus acusadores no tenían ninguna prueba de las acusaciones que habían traído en su contra. Sin embargo, había una que Pablo no negaría: en verdad era miembro de los del Camino (o de los nazarenos, como les llamaban). Pablo no negaría que era seguidor del Señor Jesús y que creía lo que los profetas del Antiguo Testamento habían predicho acerca del Mesías que había de venir. Pablo mencionó la esperanza de resurrección, tanto de justos como de injustos, y que por lo tanto procuraba vivir con una conciencia limpia ante Dios y los hombres. En esta breve declaración Pablo le decía a Félix que el Señor Jesús era el Mesías del que profetizaban las Escrituras del Antiguo Testamento. También le dijo que Jesús vendría de nuevo a juzgar al mundo, y que todos debían estar preparados para Su regreso. Pablo no se avergonzaba de su esperanza en Cristo. Ese momento lo supo aprovechar para compartir su esperanza en Cristo con Félix de una manera tranquila y sencilla.
A partir de esta breve presentación del evangelio, Pablo declara que había estado ausente de Jerusalén por doce años y que había regresado para traer limosnas (regalos) para los pobres (posiblemente regalos que había recibido de las iglesias para los pobres en Jerusalén). En 1 Corintios 16:1-4 leemos acerca de estos regalos. Pablo también había venido a traer algunas ofrendas personales para el Señor. Cuando sus acusadores le habían encontrado presentando sus ofrendas en el atrio del templo, no había ninguna multitud ni le habían encontrado causando ningún alboroto. Pablo admitió que por causa de él había tenido lugar un desorden público en Jerusalén. En Hechos 21:27-36 leemos al respecto. En ese momento, judíos de Asia vieron a Pablo en el templo y comenzaron a propagar falsos rumores de que Pablo había llevado gentiles al templo. Sin embargo, estos judíos de Asia no se encontraban presentes antes Félix ese día. Pablo también les recordó a los presentes que ya le habían juzgado acerca de ese mismo asunto en Jerusalén, y que el sanedrín no le había podido acusar de ningún delito. Creer en la resurrección de los muertos no era un crimen en la ley romana ni en la judía.
Habiendo escuchado la defensa de Pablo, Félix suspendió los procedimientos, diciendo que cuando Lisias, el tribuno, viniese, entonces tomaría una decisión. Lisias había sido el tribuno que había enviado a Pablo a Cesarea (vea Hechos 23:12-30). Entonces Félix puso a Pablo bajo custodia, pero se les permitió a sus amigos visitarle y ocuparse de sus necesidades.
Varios días después, Félix vino con su esposa judía llamada Drusila para ver a Pablo. Entonces lo escucharon hablar de su fe en el Señor Jesús. Cuando Pablo compartió con Félix acerca de la justicia, el dominio propio y el juicio, éste sintió temor. Como ya lo habíamos mencionado, Félix era un líder cruel y brutal. Al escuchar a Pablo, se percató de que un día daría cuentas ante Dios por sus acciones. En lugar de arrepentirse, Félix cerró sus oídos y le dijo a Pablo que no quería escuchar más, y que lo mandaría a buscar cuando fuese conveniente. Aunque Félix mandó a buscar a Pablo varias veces (ver v. 26), sus motivos eran muy cuestionables. Esperaba que Pablo lo sobornara, lo nos muestra que él sabía que Pablo era inocente. No había nada que pudiera encontrar en Pablo como para que se mereciera alguna sentencia; sin embargo, lo mantenía en prisión, esperando obtener algo de él.
Es importante que notemos aquí que Félix, aunque convencido por el mensaje de Pablo, escogió darle la espalda al asunto. ¿Cuántas personas se han encontrado en una situación similar? Quizás al leer esta meditación usted se encuentre en el lugar de Félix. Quizás haya ciertos asuntos en su vida de los cuales el Señor le ha estado hablando. Él le está pidiendo que haga las cosas como deben ser, pero usted no está listo. Al igual que Félix, dice que volverá a escucharlo cuando sea oportuno. No se dice en ninguna parte que Félix haya tomado en serio el mensaje de Pablo. Quizás al principio sí quería escuchar lo que Pablo tenía que decir, pero cuando vio que el mensaje demandaba que tenía que lidiar con su pecado, no quiso escuchar más. Por fuera parecía que estaba muy interesado. A menudo llamaba a Pablo para que hablase con él, pero en su interior lo hacía por los motivos equivocados. Estaba buscando que le sobornase. Hoy en día hay personas como estas, quienes se mantienen asistiendo a la iglesia y a las reuniones de oración, pero en su corazón han decidido ignorar el mensaje. Por dentro el pecado se los está comiendo. Quizás esto podría estar describiendo su vida.
Pablo permanecería en prisión durante dos años, y otro gobernador reemplazaría a Félix. Muy bien pudiéramos preguntarnos acerca del propósito de este encarcelamiento. ¿Por qué tendría el gran apóstol Pablo que permanecer en prisión sin haber hecho nada malo? Dios estaba cumpliendo Su propósito en la vida de Pablo y en la iglesia primitiva. Pablo descubrió que a causa de su encarcelamiento, las iglesias estaban teniendo más denuedo en la predicación de la Palabra. Escuchemos lo que escribió a los filipenses: “Quiero que sepáis, hermanos, que las cosas que me han sucedido, han redundado más bien para el progreso del evangelio, de tal manera que mis prisiones se han hecho patentes en Cristo en todo el pretorio, y a todos los demás. Y la mayoría de los hermanos, cobrando ánimo en el Señor con mis prisiones, se atreven mucho más a hablar la palabra sin temor” (Filipenses 1:12–14).
Recordemos que durante este tiempo de prisión, Pablo escribió muchas de sus cartas. Dichas cartas formarían una parte significativa del Nuevo Testamento. Todavía hoy en día nos estamos beneficiando de estas cartas escritas desde la prisión. Durante todo este tiempo, Pablo ya no podía moverse de una ciudad a la otra. Se encontraba confinado a cuatro paredes, con su ministerio limitado y con abundante tiempo para pasarlo con el Señor. No dudo de que durante este tiempo, la vida de oración del apóstol haya crecido. Tenía tiempo para escuchar lo que el Señor tenía que decirle. Su ministerio, aunque limitado físicamente, se encontraba fortalecido espiritualmente. ¿Habría escrito Pablo tanto de no haber estado encarcelado? En todas estas pruebas, Dios estaba llevando a cabo Sus propósitos. Pablo no podía haber entendido el impacto que tendrían sus cartas en todo el mundo. Creo que no sabía que usted y yo seríamos impactados en nuestra generación a causa de su encarcelamiento. Creo que él no sabía cuántas personas vendrían al Señor al leer las cartas que escribió desde su celda. Lo que parece tener cara de derrota puede ser en sí una victoria maravillosa. Los caminos de Dios no son nuestros caminos. La lección que hay aquí para nosotros es que Dios es soberano en nuestras pruebas. Él cumple Sus propósitos por medio nuestro. Usted puede que no entienda ahora su dolor, pero puede estar seguro de que Dios lo usará para traer gloria a Su nombre. En Su corazón Él tiene lo mejor para usted.
Para meditar:
* ¿Le ha estado hablando Dios a usted como le habló a Félix acerca de un algún asunto en el cual usted haya sido desobediente? Busque el poder de Dios para que pueda hacer lo que es correcto.
* ¿Ha visto cómo Dios ha usado las pruebas de su vida para bien? Explique.
Para orar:
* Pídale al Señor que le revele cualquier pecado con el cual Él quiera que usted trate hoy.
* Agradézcale por alguna prueba en particular que haya usado en su vida para acercarlo más a Él.
* Pídale que le ayude a confiar en Él en las pruebas que ahora está enfrentando. Agradézcale porque Él promete que todas las cosas ayudan a bien.
40 – EL JUICIO DE PABLO – CUARTA PARTE: SU DEFENSA ANTE FESTO
Lectura: Hechos 25:1-22
Festo tomó el cargo de Félix como gobernador de Judea y enseguida vino para Jerusalén. Mientras estaba en Jerusalén, los sacerdotes y líderes principales le presentaron su caso contra Pablo. Posiblemente aprovechándose de que Festo era nuevo en este cargo, los judíos le exigieron fuertemente que transfiriera a Pablo a Jerusalén. Notemos cómo el versículo dos nos dice que le pidieron a Festo que hiciera esto a manera de favor para ellos como judíos. Se nos deja con la idea de que existía cierta motivación política detrás de estas palabras. Entre los judíos y los romanos existía tensión, aún en el mejor de los tiempos. Si Festo podía lograr el favor de los judíos, ciertamente esto le haría lucir bien ante sus superiores romanos. Notemos que el único interés de los judíos no era que se juzgara a Pablo, sino que se le diera muerte. Planeaban hacerle una emboscada apenas llegara a Jerusalén.
Festo no cayó en la trampa de los líderes religiosos judíos. Les dijo que si querían juzgar a Pablo, debían ir a Cesarea, en donde se reuniría con ellos y llamaría a Pablo para que compareciese ante ellos. Cuando Festo regresó a Cesarea, convocó a la corte. Pablo fue llevado ante sus acusadores. Los judíos le acusaban de muchos graves crímenes. Sin embargo, el problema de ellos consistía en que no le podían probar ninguno de los delitos por los cuales le acusaban.
Una vez más, se le pidió a Pablo que se defendiera ante sus acusadores. Su defensa parece haber sido bastante sencilla. Negó haber cometido algún delito contra la ley de los judíos o contra el templo. También se declaró inocente de cualquier delito contra el César.
Festo no tenía razón alguna por la cual condenar a Pablo. Sin embargo, deseando hacer un favor a los judíos, Festo le pregunta a Pablo si estaba dispuesto a ir a Jerusalén a comparecer ante él bajo los cargos que se le imputaban. Después de dos años de encarcelamiento, habría sido lógico que Pablo intentase probar su inocencia por cualquier medio posible. Sin embargo, él conocía el odio y el engaño que había en estos judíos. Pablo le dijo a Festo que estaba dispuesto a recibir el castigo de cualquier delito que él hubiese cometido; sin embargo, él no había hecho nada en contra de los judíos. Ya tres veces lo habían intentado condenar sin éxito alguno. Pablo sabía que los judíos no se detendrían ante nada hasta que no lograsen su muerte. Él decidió entonces ser juzgado por la corte romana, y por lo tanto apeló al César como la corte suprema de apelación.
Como ciudadano romano, Pablo tenía el derecho de apelar al César. El hecho que los judíos hubiesen decidido acusar falsamente a Pablo de serias ofensas políticas (Hechos 24:5), obró a favor de Pablo. Solamente se enviaban a César aquellos casos considerados de gran importancia. Festo podía levantar los cargos en contra de Pablo y dejarlo libre, o permitir que fuese a Roma para ser enjuiciado ante el César. Aunque sabemos que el caso de Pablo no merecía la atención del César, la índole de las falsas acusaciones por parte de los judíos forzaba la mano de Festo. Una vez más vemos cómo Dios, en Su inmensa soberanía, llevó a cabo Sus propósitos en la vida de Pablo. Aún las falsas acusaciones de los judíos fueron usadas por Dios para llevar a Pablo hasta Roma.
Unos días después de la decisión de Festo de enviar a Pablo ante el César, el rey Agripa y su hermana Berenice llegaron a Cesarea para rendir sus debidos respetos al nuevo gobernador. (Agripa había sido nombrado rey de la región romana de Calsis por el emperador Claudio). Festo tuvo la oportunidad de debatir con Agripa el caso de Pablo. Festo explicó que las acusaciones habían llegado al punto de una disputa religiosa acerca de la persona de Cristo, de quien Pablo decía que estaba vivo. También le dijo a Agripa que Pablo había pedido ser enviado al César. Agripa se sintió intrigado por el juicio y preguntó si podía escuchar a Pablo. Festo estuvo de acuerdo en traerle a Pablo al día siguiente.
A pesar del hecho que el juicio del apóstol Pablo llevaba ya más de dos años en proceso, Dios seguía obrando en su vida. El tiempo de Dios no es el nuestro. Hay momentos en los que nos afanamos y cuestionamos los caminos del Señor. Sería razonable que hasta el apóstol Pablo se hubiera preguntado qué era lo que Dios estaba haciendo en su vida. Pablo ya había pasado por cuatro juicios, y ahora Agripa quería escuchar su caso. Quizás piense que le están lanzando un obstáculo tras otro en su camino, pero Dios está llevando a cabo Sus propósitos, como lo estaba haciendo en Pablo. Sométase al tiempo de Dios. Él logrará acometer todo lo que está en Su mano para hacer. Déjelo obrar, al final Él logrará que todo haya obrado para bien.
Para meditar:
* ¿Por qué es tan difícil esperar en el Señor?
* ¿Qué promesas da Dios a los que esperan en Él?
* ¿Hay cosas en su vida por las que ahora tiene que esperar? ¿Existe alguna razón para dudar que el Señor no hará lo correcto en Su debido tiempo?
Para orar:
* Pídale al Señor que le dé paciencia para esperar en Él y en Su tiempo.
* Agradézcale por Su soberanía y porque tiene todas las cosas bajo control.
* ¿Conoce a personas que hayan enfrentado un obstáculo tras otro en sus vidas? Pídale a Dios que los ministre en medio de sus pruebas.
* Agradézcale al Señor porque al final Él vencerá todo obstáculo.
41 – EL JUICIO DE PABLO – QUINTA PARTE: SU DEFENSA ANTE AGRIPA
Lectura: Hechos 25:23-26:32
Esta era la quinta vez que el apóstol Pablo comparecía ante un tribunal por los delitos que no había cometido. Había sido mantenido como prisionero por más de dos años, y aun así no había sido encontrado culpable de ningún crimen. En su quinta defensa, Pablo comparecería ante Agripa. El rey asistió a la corte con gran pompa, vestido con sus atuendos reales y acompañado por su hermana Berenice. También junto a él le acompañaban los más altos oficiales y los principales líderes de la ciudad de Cesarea. Si Agripa estaba tratando de impresionar, sin duda alguna lo había logrado.
Cuando cada uno se encontraba en su lugar, Pablo fue traído, bajo la orden del gobernador Festo. Éste le contó al rey cómo las comunidades judías de Jerusalén y Cesarea le habían pedido que ejecutara a aquel hombre; sin embargo, Festo no había encontrado culpa alguna en él que lo hiciera merecedor de la pena de muerte. Debido a que Pablo había hecho apelación al César, Festo se veía obligado a enviarlo a Roma. El problema era que Festo no tenía ninguna acusación que pronunciar en contra de Pablo; por lo tanto, Festo había traído al apóstol ante Agripa con la esperanza de que pudiera encontrar algún cargo en su contra para que el César lo juzgara.
Después de los comentarios de presentación por parte de Festo, Agripa miró a Pablo y le dio permiso para que hablara en su propia defensa. Pablo comenzó diciendo que era muy privilegiado por encontrarse delante de él. Pablo sabía que Agripa estaba bien familiarizado con las costumbres y creencias de los judíos. Pablo entonces procedió a compartir la historia de su conversión con el rey Agripa. Pablo le contó cómo creció siendo un judío muy estricto y que tenía esperanza en la resurrección de los muertos. Era a causa de esta esperanza que los judíos le acusaban. Pablo alegaba que Jesús era el Mesías y que había resucitado de los muertos. Los judíos no rechazaban esto solamente, sino que buscaban incansablemente matar a todo aquel que proclamase esta doctrina.
Pablo siguió diciendo que en un tiempo de su vida, él fue como uno de esos judíos en cuanto a su oposición en contra de la persona de Jesús. Con la autoridad del principal de los sacerdotes, Pablo se había convertido en el líder de la oposición en contra de la propagación del Cristianismo. Llegó a lanzar a muchos cristianos a la cárcel y era responsable de que hubiesen ejecutado a muchos por causa de su fe. Había viajado de sinagoga en sinagoga sacando y arrastrando a los cristianos para castigarlos por su fe. Además, le contó a Agripa que hasta había intentado obligar a los cristianos a blasfemar el nombre de Jesús. Esta persecución Pablo la había propagado hacia otros países. El testimonio de Pablo ante Agripa arrojó gran luz de la intensidad del odio que Pablo había sentido hacia los cristianos. Por eso, a Pablo no le sorprendía que ahora los judíos sintiesen tanta ira en contra de él. Él lo había experimentado en su propia vida antes de venir a Cristo.
No hay nadie en la Biblia que hable más de la gracia que el apóstol Pablo. No es difícil entender por qué el tema de la gracia tenía un lugar tan importante en el corazón de Pablo. ¿Sería posible que el Señor lo pudiera perdonar por sus pecados? Después de haber hecho todo lo que hizo en contra de la obra del Señor Jesús, ¿podría ser alguna vez aceptado por Dios? La emocionante verdad es que en Cristo hay perdón absoluto. La sangre de Jesucristo cubrió todos los pecados de Pablo. Ninguno de sus delitos sería levantado en su contra en el día del juicio. Esto no es otra cosa que no sea la gracia.
Pablo continuó su testimonio contándole a Agripa que en una de sus campañas en contra de los seguidores de Jesús, se encontraba en el camino a Damasco, cuando de repente una luz brillante del cielo los alumbró. Tanto él como sus compañeros cayeron a tierra. Pablo escuchó una voz que le hablaba desde de aquella luz. La voz decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces contra el aguijón” (v.14). El aguijón era una vara larga con la punta afilada, usada para hacer que el buey tomara la dirección correcta. La idea que tenemos aquí es que el Señor había estado obrando en la vida de Pablo mucho antes de su conversión. Desde muy temprano en su vida, Pablo había estado luchando contra Dios. Llegó el tiempo para él de dejar de pelear y de someterse al llamado del Espíritu de Dios.
Pablo no sabía realmente quién le estaba hablando desde la luz y le pidió a la voz que se identificara. La voz le respondió: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues” (v.15). Jesús le dijo entonces que se pusiera en pie, que tenía un propósito para su vida: ser Su testigo. Pablo sería embajador de Cristo para llevar la luz a los gentiles. Por medio de su ministerio, muchos serían liberados del poder del enemigo y recibirían perdón de sus pecados por medio del Señor Jesucristo. Esto no sería una tarea fácil. Pablo sería perseguido tanto por gentiles como por judíos. Sin embargo, el Señor Jesús le prometió que lo protegería de sus enemigos.
Pablo tornó su atención al rey Agripa: “Rey Agripa, no fui desobediente a la voz que vino del cielo” (v. 19). Entonces le contó cómo desde aquel entonces le había rendido su corazón para compartir el mensaje de arrepentimiento y perdón por medio del Señor Jesucristo. Era por causa de este mensaje que los judíos lo odiaban. Lo querían matar por su fe en el Señor Jesucristo. Sin embargo, Dios lo había protegido, tal y como se lo había prometido. Su mensaje no contradecía las enseñanzas de las Escrituras judías. De hecho, las Escrituras mismas enseñaban que el Mesías sufriría, moriría y sería levantado de los muertos. También enseñaban que el Mesías proclamaría la luz tanto a los judíos como a los gentiles.
Fue en este punto que Festo intervino y le dijo a Pablo que era un loco. No está claro por qué Festo pensó de esa manera. ¿Sería a causa de la historia de Pablo, que hablaba de una luz desde el cielo? ¿Sería por la forma en que Pablo había arriesgado su vida para presentar el mensaje de salvación? ¿Era simplemente por causa de un rechazo general a la fe judía y la cristiana? No se nos dice como tal.
Pablo tenía más esperanzas en que el rey Agripa entendiese, mientras que Festo estaba imbuido en su religión romana. Agripa tenía cierto entendimiento de la religión judía. Pablo sabía que Agripa estaba más familiarizado con la fe judía que Festo. Pablo sabía que Agripa creía en los profetas y que había escuchado acerca del ministerio de Jesús. En las palabras de Pablo, se podía sentir una sutil petición; le estaba pidiendo a Agripa que aceptara las claras enseñanzas de los profetas en los cuales él alegaba creer. Sin embargo, al igual que Festo, Agripa no se encontraba listo para aceptar el mensaje de Pablo. “Por poco me persuades a ser cristiano”— fue la respuesta que le dio a Pablo (v.28). Parece ser que Agripa entendió el deseo de Pablo de verlo aceptar al Señor Jesús. Pablo, sin sentirse avergonzado, le respondió a Agripa que ese era su deseo, y no sólo para el rey, sino para todos los que se encontraban presentes en aquel tribunal, que aceptaran al Señor como él lo había hecho. Aunque Pablo era el único que estaba encadenado, conocía una libertad que nadie más en aquel lugar conocía. Una vez más, aquí tenemos una breve mirada del corazón de Pablo por los perdidos.
Cuando Pablo terminó de hablar, Agripa se puso en pie y se marchó con todos los que habían venido a escuchar la defensa de Pablo. Cuando se marchaba, dijo: “Este hombre no ha hecho nada que merezca la muerte o la cárcel… podría ser puesto en libertad si no hubiese apelado al César” (versículos 31-32).
En el camino a Damasco, Pablo había recibido su comisión de parte del Señor, y así lo hizo, sin vergüenza alguna, cuando compartía su testimonio. Pablo lo había entregado todo para la obra del Señor. Dios lo había llamado, y él había obedecido. Este era su testimonio. Cuando Pablo miraba al pasado, sabía que había corrido la buena carrera. Se mantuvo frente al tribunal sin sentirse avergonzado. El día viene en el cual estaremos frente al Señor para darle cuentas por nuestra vida y nuestros ministerios. ¿Podremos mirar atrás y no avergonzarnos, al igual que Pablo?
Para meditar:
* Observe cómo siempre Pablo se sentía impulsado a ser obediente a su llamado. ¿Qué supone usted que mantuvo viva esta visión?
* ¿Qué es aquello que tiende a disminuir nuestro sentido del llamado de Dios en nuestras vidas?
* ¿Hay algo en su vida que le produce vergüenza? ¿Qué le dice este pasaje acerca del perdón de Dios?
* Note con cuánta libertad Pablo compartió su fe en Cristo. ¿Lo hace usted con esta misma libertad?
Para orar:
* Alabe al Señor por la valentía de Pablo. Pídale al Señor que le dé ese tipo de valentía.
* Agradézcale al Señor por Su perdón. Si hay alguna cosa por la cual usted está necesitando perdón, pídale al Señor que le perdone ahora mismo.
* Ore por sus líderes espirituales. Pídale al Señor que les ayude a mantener vivo su llamado espiritual.
42 – VIAJE A ROMA
Lectura: Hechos 27:1-44
Después de más de dos años de espera, llegó el día en que se determinó que el apóstol Pablo fuese a Roma. Pablo, junto con otros prisioneros, fueron entregados a un centurión llamado Julio. Abordaron entonces un barco adramiteno que iba rumbo a varios puertos de la costa de Asia. En el versículo dos, leemos que Aristarco estaba con Pablo cuando zarpaba. Según Hechos 19:29, Aristarco era uno de los compañeros de viaje de Pablo en su tercer viaje misionero. Esto significaba que el Señor le había provisto por lo menos con un cristiano que le acompañase en el viaje. El uso de “nosotros” y de “nos” indica que puede que haya habido otros creyentes viajando junto a Pablo.
El primer día de viaje los llevó al puerto de Sidón, aproximadamente a unas ochenta millas (ciento treinta kilómetros) desde Cesarea. Una vez allí, Julio permitió que Pablo pasara tiempo con algunos amigos, quienes le proveyeron para las necesidades básicas del viaje. Debemos recordar que en aquellos tiempos, los prisioneros no eran cuidados como sucede hoy en día en algunos países. Dios estaba con Pablo en este viaje y había permitido que hallase favor con el centurión. Dios también estaba proveyendo para las necesidades de Pablo por medio de los creyentes a lo largo del camino.
Desde Sidón, el grupo de Pablo tomó rumbo a la mar una vez más, en esta ocasión pasando cerca de la isla de Chipre, la primera parada de Pablo en su primer viaje misionero. Sin dudas, Pablo pensó en los creyentes de la isla a medida que pasaba cerca de ella. Este grupo de tripulantes desembarcó luego en el puerto de Mira, a unas trescientas cincuenta millas (quinientos setenta kilómetros) al oeste de Sidón. Desde allí, tomaron otro barco que se dirigía a Italia.
La marcha hacia Italia era muy lenta a causa de los fuertes vientos. Con mucha dificultad llegaron a Gnido, a una distancia de aproximadamente ciento cincuenta millas (doscientos cuarenta kilómetros). A causa de los vientos, los marineros tuvieron que cambiar rumbo hacia el sur, llegando finalmente a un lugar llamado Buenos Puertos, a unas ciento noventa millas (trescientos kilómetros) al suroeste de Gnido. Los vientos habían causado que perdieran mucho tiempo, y ya se hacía tarde en la temporada. Por lo que zarpar se hacía cada vez más peligroso.
Pablo sabía que si continuaban su viaje, al final terminarían en un desastre. Advirtió a la tripulación que se perdería el barco, la carga que llevaban y posiblemente hasta las vidas si continuaban viaje, pero el centurión, teniendo en cuenta que Buenos Puertos no era un lugar adecuado para que la nave pasara el invierno, decidió prestar atención a la idea del piloto de continuar viaje hasta el puerto de Fenice, que se encontraba a menos de sesenta millas (cerca de cien kilómetros) de allí. El piloto convenció al centurión de que podrían alcanzar este puerto sin dificultades, y el mismo prometía ser un lugar más seguro para que el barco pasara el invierno.
Cuando los vientos cambiaron, el grupo partió para Fenice. Apenas se encontraban en alta mar, cuando de repente un viento huracanado arremetió contra el barco y lo arrastró a mar abierto. Un viaje que los tripulantes pensaron que tan solo tomaría pocas horas, terminó en una pesadilla de catorce días en mar abierto. ¿No nos enseña esto una lección muy valiosa? Pablo recibió una palabra de parte de Dios y advirtió a la tripulación que era mejor quedarse en la región de Buenos Puertos, pero el centurión y el piloto pensaron que ellos conocían mejor del asunto; de esta manera rechazaron la palabra de parte de Dios y se dejaron llevar por su propia prudencia. ¿Cuántos de nosotros no somos así? ¿Cuántas veces hemos terminado en mar abierto porque hemos decidido ignorar la Palabra de Dios? A veces somos como el centurión y el piloto, pensamos que estamos a punto de llegar a una meta, que podemos arreglárnoslas solos; sin embargo, cuando zarpamos, los vientos del pecado nos atrapan y nos arrastran hasta sacarnos de nuestro rumbo.
En la tormenta, estando cerca de una isla llamada Clauda, el barco casi pierde el esquife (bote usado para llegar a tierra, como salvavidas u otros usos); entonces, con miedo a que el barco se destrozara, la tripulación trató de amarrarlo para reforzarlo. Más adelante, también temiendo encallar con los bancos de arena, tiraron el ancla con la esperanza de que encontraran fondo y así evitar seguir siendo arrastrados. No quedaba otra opción, sino dejar que el barco siguiera a la deriva. Al tercer día, en un intento de aligerar el barco, lanzaron por la borda la carga y los aparejos del barco. Todas las esperanzas de llegar a salvo de ese viaje se habían desvanecido. El único deseo de los que iban en el barco era salir vivos de aquella horrible experiencia. En los días que siguieron, no vieron indicios del sol ni las estrellas, y al ser esta la única manera de que pudiesen saber su ubicación, se encontraban totalmente perdidos en el mar y resignados a que todos iban a morir. Pasaron días sin que nadie probara bocado.
Fue en medio de esta situación de desesperación que un ángel del Señor se le apareció a Pablo y le dijo que él se presentaría ante el César. Dios iba a salvar las vidas de todos los que se encontraban a bordo de aquel barco. Pablo les dijo a todos que fueran valientes, porque él estaba confiado en que todo sucedería exactamente como el ángel le había dicho.
Después de catorce días en el mar, los navegantes sintieron que se acercaban a tierra. Cuando midieron la profundidad del agua, descubrieron que así era. Su mayor temor era que se arremetieran contra los arrecifes y ser lanzados a la violencia de las olas. Los de la tripulación lanzaron cuatro anclas y rogaron que nada les pasara.
Al darse cuenta de la seriedad de la situación, los marineros trataron de abandonar el barco y bajaron el bote salvavidas para intentar escapar. Sin embargo, Pablo les dijo a los soldados que si aquellos hombres no se quedaban en el barco, entonces no se salvarían. Los soldados cortaron las sogas que sostenían el bote y lo dejaron caer en el mar. Pablo animó a todos a que comieran y les recordó la promesa de Dios de que todos se salvarían. Pablo dio gracias por la comida, y todos comieron. Parece que esto les levantó el espíritu. Después que todos hubieron comido, dejaron caer al mar lo que les sobraba de grano para aligerar el peso del barco. Había 276 personas a bordo de aquel barco.
Cuando amaneció, los tripulantes avistaron tierra y una bahía que tenía playa. Decidieron entonces llevar el barco hasta la bahía, y para esto cortaron las anclas, dejándolas caer al mar, aflojaron los remos que guiaban al barco y luego alzaron la vela delantera. Esto hizo que el barco saliera con ímpetu hacia la playa. Sin embargo, cuando el barco encalló en un banco de arena, la parte delantera quedó atascada y la de atrás fue destrozada por las olas.
En ese momento los soldados planearon matar a los prisioneros porque temían ser ejecutados si alguno escapaba. Pero Pablo había dejado tal impresión en el centurión, que éste quería salvarle la vida y evitó que los soldados llevaran a cabo su plan. Entonces el centurión ordenó a los que supieran nadar que fueran hasta la orilla, y los que no, que se agarraran de tablas y de pedazos del barco. De esta manera, todos llegaron a salvo a la orilla, tal y como Pablo había dicho.
Hemos visto cómo el centurión y el piloto de la nave habían ignorado la palabra dada por el Señor por medio de Pablo en Buenos Puertos. A causa de esto, el barco había sido llevado al mar abierto y sus terrores. Hoy en día hay muchos como estos marineros, que han ignorado la Palabra de Dios y están a la deriva en alta mar, experimentando el horror del pecado. Sin embargo, lo que es importante que notemos aquí es que este no es el fin de la historia. El horror era palpable; la tripulación había perdido la carga, y toda esperanza de sacar provecho de aquel viaje era nula. Sin embargo, Dios no los había abandonado. Todavía en Él había esperanza. No era demasiado tarde.
Los marineros eran culpables por ignorar el sabio consejo. El rumbo y sus formas de vida habían sido cambiados radicalmente, pero por la gracia de Dios, ninguno de ellos perdió la vida. Dios les ofreció esperanza por medio de Pablo. Dios está haciendo lo mismo con nosotros en el presente. Nos ofrece la esperanza, nos brinda el perdón, aún cuando hemos cometido graves errores y le hemos desobedecido. Los marineros casi pasan por alto esa esperanza cuando por segunda ocasión intentaron tomar el asunto por su propia cuenta y escapar en un bote salvavidas. No sea como ellos. Deje que Dios haga lo que quiere hacer. Solamente en la obediencia está la victoria.
Para meditar:
* ¿Qué usted supone que hubiese sucedido si el piloto y el centurión le hubiesen prestado atención a Pablo desde el principio? ¿Cuán diferentes hubiesen sido las cosas?
* ¿Nos da Dios la libertad de tomar malas decisiones? ¿Qué sucede cuando las tomamos? ¿Puede Dios usar aun las malas decisiones para lograr nuestro bien y glorificarse?
* ¿Su rumbo y forma de vida han sido cambiados por malas decisiones que ha tomado? ¿Cómo ha usado esto Dios en su vida?
Para orar:
* Agradézcale al Señor por no haberle dejado abandonado en su pecado y rebelión.
* Agradézcale al Señor por estar dispuesto a venir en su ayuda, aun cuando no se la merezca.
* Pídale a Dios que le ayude a prestar toda la atención a Su Palabra, para que no caiga en el mismo error de los marineros de este capítulo.
* ¿Conoce a alguien que viva hoy en rebeldía? Dedique tiempo para orar por esa persona.
43 – MALTA Y ROMA
Lectura: Hechos 28:1-31
Una vez que Pablo y todos los prisioneros se encontraban en la orilla, supieron que la isla en que habían naufragado era la de Malta. Esta isla se hallaba aproximadamente a unas quinientas sesenta millas (novecientos kilómetros) de Buenos Puertos, desde donde habían salido hacía ya catorce días. Malta se encontraba ubicada justo al sur de Italia. En realidad no se encontraban tan fuera de curso. En la severa tormenta, el Señor había estado dirigiendo el barco hacia Roma.
La gracia de Dios también se muestra en la manera en que los habitantes de la isla trataron a Pablo y a los otros náufragos que con él estaban. Éstos prepararon una fogata y los acogieron. Cuando Pablo estaba apilando madera en el fuego, salió una víbora huyéndole al calor y se le colgó de la mano. Al ver esto, los nativos reconocieron que la serpiente era venenosa, y como eran supersticiosos, pensaron que Pablo se merecía ese juicio de parte de los dioses porque ser un asesino. Sin embargo, Pablo se sacudió la serpiente de sus manos, lanzándola al fuego y sin sufrir efectos secundarios. Cuando los nativos vieron esto, se quedaron asombrados y enseguida cambiaron de parecer. Después de haber pensado que Pablo era un criminal, ahora lo veían como un dios. En realidad sabemos que era la mano de Dios protegiendo a Pablo de todo daño. Esta lección objetiva sirvió para mostrar el poder del Dios de Pablo a aquellas personas, y prepararlos para escuchar el mensaje de salvación por medio del apóstol. No hubieran escuchado a un hombre al que consideraran asesino. Sin embargo, escucharían a alguien de quien pensaban era un dios.
Es muy posible que este incidente sirviera para abrir la puerta para que Pablo conociese al principal de aquella isla, un hombre llamado Publio, quien les dio la bienvenida a su casa y les brindó su hospitalidad. Cuando Pablo supo que el padre de Publio estaba en cama enfermo, con fiebre y disentería, salió a verlo. Al Pablo poner sus manos sobre el padre de Publio, este quedó sano de su enfermedad. Al ver lo que había sucedido por medio de las manos de Pablo, individuos provenientes de todos los rincones de la isla comenzaron a llegar para recibir sanidad. Los habitantes, a cambio, les ofrecieron de muchas maneras honores a los prisioneros y a los soldados, y hasta les proveyeron de todo lo que necesitaban para que continuasen el viaje a Roma.
Sólo nos podemos preguntar lo que los soldados y los prisioneros estaban pensando cuando vieron la mano de Dios obrar por medio de la vida del apóstol Pablo. No podían borrar tan fácilmente de sus mentes aquellos sucesos. No sabemos si alguno llegó a aceptar al Señor Jesús, pero sí sabemos que conocer al apóstol Pablo debió haber dejado un profundo impacto en sus vidas.
El grupo que iba junto a Pablo permaneció en la isla por tres meses. Después de ese tiempo, el centurión embarcó a los prisioneros y partió a Siracusa, unas noventa millas (ciento cincuenta kilómetros) al noreste. De Siracusa, zarparon hacia el norte, unas ochenta millas (ciento veinte kilómetros), hasta la ciudad de Regio. Al día siguiente, a causa del viento favorable, continuaron viaje hasta la ciudad de Puteoli, a unas doscientas millas (trescientos treinta kilómetros) al noroeste de Regio. Puteoli se encontraba aproximadamente a unas cien millas (ciento setenta kilómetros) al sur de la ciudad de Roma. Pablo pasó una semana en Puteoli con algunos cristianos de la ciudad. Los creyentes de aquel lugar, que habían escuchado que Pablo estaba a punto de llegar, vinieron para encontrarse con el apóstol. El versículo quince nos dice sirvió de gran aliento para Pablo el ver que los creyentes salían para recibirlo.
Pablo fue llevado a Roma desde Puteoli. En Roma, se le otorgó el privilegio de vivir aparte siendo tan solo vigilado por un soldado. A Pablo también se le otorgó la libertad de predicar. Tan solo tres días después de su llegada, Pablo convocó a una reunión con los principales de los judíos, a quienes les contó que aunque no había cometido ningún crimen, había sido entregado a las autoridades romanas. Los romanos habían examinado su caso y lo habían encontrado inocente. Ellos querían soltarle, pero los judíos se opusieron. Por lo tanto, tuvo que apelar al César y ahora se encontraba esperando juicio.
Los judíos de Roma no habían escuchado acerca de aquel asunto. Sin embargo, tenían mucha curiosidad y querían escuchar acerca de lo que Pablo creía, porque ya habían escuchado mucho acerca de los seguidores de Jesús. Se hicieron los arreglos para el encuentro, y una buena concurrencia asistió al lugar en donde Pablo se estaba quedando. Desde la mañana hasta por la tarde, Pablo les habló acerca de las cosas del reino de Dios, tratando de convencerlos acerca del Señor Jesús por medio de la ley de Moisés y los profetas. Muchos llegaron a creer en el Señor Jesús a causa de este debate, pero otros se rehusaban a creer. Lo difícil para los judíos de Roma fue cuando Pablo les citó el pasaje de Isaías 6: 9-10. En este pasaje, Dios le dijo a Isaías que fuese a un pueblo que no escucharía Sus palabras, un pueblo cuyo corazón estaría endurecido, y cuyos ojos y oídos estarían cerrados. Los judíos sabían que Pablo se estaba refiriendo a ellos cuando citaba este pasaje. Cuando Pablo les dijo que Dios estaba ofreciendo salvación a los gentiles, ya fue demasiado para los judíos y muchos de ellos se retiraron.
Por dos años Pablo se quedó en Roma en una casa alquilada, y le predicaba el evangelio a todos los que a él venían. No se le prohibió predicar el evangelio durante esos dos años. El hecho que fuese prisionero de Roma constituía una seguridad para Pablo; Roma misma le había otorgado libertad para que predicase el evangelio, no había nada que sus enemigos le pudieran hacer.
Es imposible leer la historia del arresto de Pablo y sus juicios sin ver la mano de un Dios soberano llevando a cabo Sus propósitos. Una vez tras otra, Pablo quedaba protegido en medio de sus sufrimientos. La mano de la gracia y la protección de Dios se encontraban sobre la vida de Pablo. Dios no lo dejó abandonado en medio de sus luchas, sino que obró por medio de las pruebas que puso en su vida para glorificarse en ellas. Dios hará lo mismo en su vida. Aunque la vida de Pablo estuvo llena de dificultades, la gracia de Dios era más grande que cualquiera de las pruebas que Pablo tuvo que soportar. Mientras Dios tuviese un ministerio para Pablo, sus enemigos no podían detenerle. Pablo no temía a los obstáculos que viniesen a su camino, sino que los enfrentó con valor y dejó que Dios cumpliera Sus propósitos por medio de ellos. En la actualidad necesitamos seguir el ejemplo de Pablo. Fue en medio de los obstáculos que el poder de Dios se hizo más evidente en su vida. Que Dios nos conceda la gracia necesaria para enfrentar nuestras luchas, como lo hizo el apóstol Pablo. Al igual que él, también encontraremos que la gracia de Dios es suficiente para cada prueba.
Para meditar:
* Aun siendo un náufrago, Pablo obró muchos milagros. ¿Cómo obraron esos milagros a favor de la proclamación del evangelio a los habitantes de la isla?
* ¿Cómo usó Dios las cadenas de Pablo para la extensión del evangelio?
* ¿Cómo ha usado Dios sus luchas a favor del evangelio?
Para orar:
* ¿Qué pruebas está enfrentando en este momento? Pídale al Señor que las use para glorificar Su nombre.
* Agradézcale a Dios por las lecciones que le ha enseñado por medio de sus pruebas.
* Pídale al Señor que le dé la paciencia que necesita para esperar en Él y estar confiado en medio de esas pruebas.