Una Mirada Devocional a la Manera en que Dios Guio a Israel por el Desierto
F. Wayne Mac Leod
Copyright © 2011 by F. Wayne Mac Leod
Publicado por Light To My Path Book Distribution 153 Atlantic Street, Sydney Mines, Nova Scotia, CANADA B1V 1Y5
Todos los derechos reservados. No puede reproducirse ni transmitirse parte alguna de este libro sin el previo consentimiento por escrito de su autor.
Todas las citas bíblicas, a menos que se indique otra versión, han sido tomadas de la Biblia Reina Valera Revisada (1960) (RVR60).
Especial agradecimiento a los revisores y correctores del texto, Diane MacLeod y Suzanne St. Amour, sin los cuáles este libro hubiera sido mucho más difícil de leer.
Traducción al español: Dailys Camejo y David Gomero (Traducciones NaKar)
Tabla de Contenidos
- Introducción al Libro de Números
1 – Números 1:1-54 – El Primer Censo
2 – Números 2:1-34 – La Distribución de los Campamentos de Israel
3 – Números 3:1-51 – Los Sacerdotes y los Levitas
4 – Números 4:1-49 – El Censo de los Levitas
5 – Números 5:1-31 – Pureza en el Campamento
6 – Números 6:1-27 – El Voto Nazareo
7 – Números 7:1-89 – La Dedicación del Altar
8 – Números 8:1-26 – La Dedicación de los Levitas
9 – Números 9:1-23 – La Pascua y la Dirección de Dios
10 – Números 10:1-36 – Partiendo de Sinaí
11 – Números 11:1-35 – Israel Se Queja
12 – Números 12:1-16 – María y Aarón Murmuran contra Moisés
13 – Números 13:1-33 – Perspectivas Diferentes
14 – Números 14:1-45 – Demasiado Tarde para Obedecer
15 – Números 15:1-41 – Ofrendas, Pecados y Adornos
16 – Números 16:1-50 – Una Lección que Nunca Aprendieron
17 – Números 17:1-18:32 – La Confirmación de Aarón como Sacerdote
18 – Números 19:1-22 – El Agua de la Purificación
19 – Números 20:1-22 – Problemas en el Desierto
20 – Números 21:1-35 – La Conquista del Este del Jordán
21 – Números 22:1-41 – Balac y Balaam
22 – Números 23:1-24:25 – Las Profecías de Balaam
23 – Números 25:1-26:65 – Pecado, Juicio y Bendición
24 – Números 27:1-22 – Moisés se Prepara para su Muerte
25 – Números 28:1-29:40 – Las Ofrendas de Israel
26 – Números 30:1-16 – Los Votos
27 – Números 31:1-54 – La Derrota de los Madianitas
28 – Números 32:1-42 – La Tierra Repartida a Gad y a Rubén
29 – Números 33:1-56 – El Camino a la Tierra Prometida
30 – Números 34:1-35:34 – La Repartición de la Tierra de Canaán
31 – Números 36:1-13 – El Problema de las Hijas de Zelofehad
INTRODUCCIÓN AL LIBRO DE NÚMEROS
Autor:
Tradicionalmente se considera que Moisés es el autor del libro de Números. Aunque el libro no lo declara abiertamente, la frase: “Habló Jehová a Moisés” aparece alrededor de setenta veces en Números, indicando que la esencia del libro provino de las conversaciones entre Moisés y Dios. Números 33:2 también constituye una fuerte evidencia de que Moisés es el autor cuando declara:
Moisés escribió sus salidas conforme a sus jorna-das por mandato de Jehová. Estas, pues, son sus jornadas con arreglo a sus salidas.
En este versículo no solo vemos el mandato que Dios le dio a Moisés de escribir referente al viaje del pueblo de Israel por el desierto, sino que también se evidencia que Moisés obedeció ese mandato dejándolo todo por escrito. Aunque ciertamente existe la posibilidad de que Moisés tuviera un asistente que lo ayudara a escribir el material, el contenido de este libro proviene de Moisés, quien registró fielmente lo que Dios le había dado.
Trasfondo:
Es probable que el nombre del libro se deba a todos los censos que se registran en él. El capítulo 1 comienza con el censo de las personas que habían salido de Egipto. El capítulo 2 enumera a las personas según cada tribu. Los capítulos 3 y 4 registran el número de levitas al servicio del Señor. Y por último, el capítulo 26 contiene el censo de la cantidad de personas que estaban listas para entrar a la tierra de Canaán treinta y ocho años más tarde.
El libro de Números comienza en el segundo año después que Israel fue liberada de la cautividad en Egipto (1:1). Éste registra la peregrinación de Israel en el desierto, y lo que Dios exigió de ellos en ese tiempo. El libro no solo nos da la idea del número de personas que estaban en la nación en ese momento, sino también de su carácter. Se describe a Israel como un pueblo descontento e inconforme con el propósito de Dios. El libro termina con el pueblo de Dios acampando junto al Río Jordán, listo para entrar a la tierra que Dios había prometido a sus padres.
Este libro, de principio a fin, nos da una panorámica de los requisitos de Dios para Su pueblo, así como de la manera en que el Señor continuaba acompañándoles, proveyéndoles y velando por sus necesidades, a pesar de que a menudo le fallaban.
Importancia del Libro en la Actualidad
El libro de Números tiene mucho que enseñarnos acerca de Dios. La manera en que distribuyó el campamento israelita nos muestra que Él es un Dios de orden, que tiene un propósito para cada uno de Sus hijos. Al percatarnos de la dimensión de la nación por medio de los censos que se registran en el libro, percibimos los innumerables recursos de Dios a medida que proveía alimentos y sustento para cada israelita. Vemos Su justicia a la hora de castigar a quienes se rebelan contra Él y contra Sus líderes escogidos. El libro nos permite entender mejor la misericordia de Dios cuando lo vemos soportar pacientemente la continua murmuración de Su pueblo. Su protección se evidencia en la victoria sobre Balaam y el rey Balac, quien quería maldecir a Israel. Comprendemos más acerca de Su poder cuando lo vemos usar a Israel para vencer a naciones mejor entrenadas para la guerra que ellos. Dios demostró gran favor y generosidad al sacar a naciones de su territorio para darle la tierra a Su pueblo. También les proveyó una vía de perdón e intimidad con Él por medio de los sacrificios y los votos que les ordenó; mostrándole así a Su pueblo el maravilloso amor que tenía por ellos a pesar de que no lo merecían.
El favor de Dios reposó sobre un pueblo murmurador y desobediente. Él sacó a Israel de la tierra de su cautividad y los trajo a través del desierto hasta los límites de la tierra que había prometido a sus padres. A menudo Israel escogía alejarse de los propósitos de Dios. Ellos sufrirían las consecuencias de su desobediencia, y muchos de ellos morirían en el desierto sin ver la tierra prometida; pero aun así Dios seguía siendo fiel a Su palabra.
En este libro podemos vernos reflejados a nosotros mismos. En demasiadas ocasiones no logramos alcanzar los estándares de Dios, pero Él no nos abandona. Algunas veces, al igual que Israel, por nuestra desobediencia hemos perdido oportunidades y bendiciones, pero Dios continúa obrando en nosotros, acercándonos cada día más a Él y a Su propósito para nuestras vidas. El libro de Números habla sobre oportunidades perdidas, sobre las consecuencias del pecado y sobre el juicio; pero también nos habla sobre un Dios de misericordia que demuestra ser fiel incluso cuando le fallamos.
1 – EL PRIMER CENSO
Leamos Números 1:1-54
El libro de Números le da continuidad a la historia de Dios guiando a Su pueblo en el viaje desde Egipto hacia la tierra prometida. En el comienzo del libro el Señor le habla a Moisés. El versículo 1 nos brinda algunos detalles importantes acerca de la cronología de los eventos que se relatan en el libro. Los israelitas estaban acampando en el desierto de Sinaí cuando iban de camino a la tierra que Dios les había prometido a sus padres. Ya iban por el segundo año de un viaje que les tomaría cuarenta años para llegar a su fin.
Observemos en el versículo 1 que Moisés estaba en el tabernáculo de reunión cuando el Señor le habló. Moisés tenía un papel muy importante que desempeñar al guiar al pueblo a la tierra prometida, y a menudo él venía al tabernáculo para escuchar a Dios. Moisés no confiaba en su propia sabiduría. Era en este lugar, a solas con Dios, que Moisés encontraría la sabiduría y la dirección que necesitaba para guiar al pueblo.
En esta ocasión, el Señor le dijo a Moisés que Él quería que tomara un censo de la comunidad israelita, “con la cuenta de los nombres, todos los varones por sus cabezas” (v. 2). Moisés y su hermano Aarón debían contar a todos los hombres de Israel de veinte años para arriba que pudieran salir a la guerra (v. 3). Esto revela el propósito del censo, el cual debía determinar cuántos hombres estaban aptos para pelear por Israel. Cada hombre saludable mayor de veinte años era un candidato para ingresar al ejército. Debemos percatarnos de que estos hombres no tenían opción. Ellos debían servir a su país y estar preparados para sacrificar sus vidas por su pueblo.
¿Por qué cosas estamos dispuestos a sacrificarnos en la actualidad? Se esperaba que estos hombres estuvieran listos para servir al Señor llevando a cabo el propósito de Dios para Su pueblo. Vendrían tiempos difíciles para el pueblo de Dios, y se requería que estos hombres se mantuvieran firmes contra el enemigo a la hora de proteger sus familias y llevar al pueblo de Dios al lugar que Él había preparado para ellos. Dios busca hombres y mujeres que hagan lo mismo en las batallas espirituales que tenemos por delante.
Moisés no podía hacer este censo solo. En los versículos 4-15 Dios le dijo que debía ayudarlo un varón de cada tribu de Israel, el jefe de familia. La siguiente tabla muestra a quién Dios escogió de cada tribu para que ayudara a Moisés en este censo.
Todos estos hombres escogidos por Dios para ayudar a Moisés eran representantes de las tribus de sus padres y jefes de las familias de Israel (v. 16, RVA).
El censo se hizo el día primero del mes segundo (v. 18). En ese momento se convocó a toda la comunidad; y a medida que venían, estos hombres escogidos les preguntaban los detalles de su familia (el nombre de la tribu, del clan y de la familia). Ellos debían informar al jefe de la tribu cuántos hombres mayores de veinte años había en su familia. Estos nombres fueron alistados uno por uno. Los versículos del 20 al 46 nos brindan los resultados de este censo. La siguiente tabla resume esta estadística.
Todos estos hombres tenían veinte años o más, y esta-ban en buen estado físico para servir en el ejército de Israel.
Observemos en el versículo 47 que la tribu de Leví no se contó junto a las demás. Los levitas quedaron excluidos de esta misión militar. En su lugar, ellos debían trabajar con los sacerdotes, y tenían varias responsabilidades en el cuidado del tabernáculo y sus enseres. Ellos no debían dejar sus responsabilidades para ir a la batalla. En tiempos de guerra no se podía descuidar la adoración al Señor.
¡Con cuánta facilidad descuidamos nuestras responsabilidades espirituales cuando estamos ocupados o cuando enfrentamos las batallas de la vida! Los levitas debían mantener la adoración a Dios en todo tiempo. Este era un asunto que nunca debía descuidarse. Ellos fueron excluidos de los deberes militares para que cuidaran las cosas del Señor. En realidad, esta tarea era tan importante como la que desempeñarían los que fueran a la batalla. A lo largo de la historia de Israel vemos que cuando descuidaban los deberes espirituales y la adoración a Dios, sus enemigos los derrotaban. La función de mantener el tabernáculo y la adoración a Dios era vital si Israel quería ser un pueblo victorioso. Y este mismo principio se aplica en nuestros días. No debemos descuidar nuestro andar espiritual ni nuestro tiempo con Dios. Si queremos ser todo lo que Dios quiere que seamos, la obediencia y la adoración son esenciales.
Para Meditar:
* En este pasaje vemos cómo Moisés pasaba tiempo con el Señor buscando Su sabiduría y Su dirección para guiar al pueblo. ¿Cuán importante es nuestro tiempo con Dios? ¿Encontramos en esos momentos Su dirección y guía para nuestras vidas y ministerios?
* Dios escogió hombres que ayudaran a Moisés a realizar un censo. ¿Quiénes son los que nos acompañan en nuestro servicio al Señor?
* Los hombres de Israel debían estar preparados para sacrificar sus vidas por su país y por el propósito de Dios. ¿Por qué cosas estamos dispuestos a sacrificar nuestras vidas hoy?
* En este pasaje apreciamos la importancia de no descuidar nuestras responsabilidades espirituales. ¿Qué cosas estorban nuestro tiempo con Dios? ¿Alguna vez hemos estado tan ocupados que pareciera que no tenemos tiempo para Dios? ¿Cuál ha sido el resultado?
Para Orar:
* Demos gracias al Señor porque Él desea darnos sabiduría y dirección para nuestras vidas y ministerios.
* Tomemos un momento para agradecer al Señor por las personas que Él ha puesto en nuestro camino que nos ayudan y nos animan.
* Pidamos al Señor que nos ayude a pasar el tiempo que sea necesario con Él, adorándole y buscando Su sabiduría. Roguémosle que nos ayude a no descuidar ese tiempo.
* Pidamos perdón al Señor por las veces en que no hemos logrado ver la importancia de nuestro tiempo con Él. Pidámosle que nos perdone cuando no hemos buscado Su voluntad en las situaciones que enfrentamos en la vida.
2 – LA DISTRIBUCIÓN DE LOS CAMPAMENTOS DE ISRAEL
Leamos Números 2:1-34
¿Alguna vez nos hemos preguntado si Dios tiene un propósito especial con nuestras actividades diarias? ¿Está Él interesando en nuestras labores cotidianas? En el capítulo dos aprendemos acerca de la especial distribución de las tribus, y cómo éstas debían acampar según atravesaban el desierto. Dios tenía un lugar especial para que cada familia acampara. Aunque puede ser que los detalles de esta distribución no sean de particular interés para un lector moderno, éstos nos muestran que Dios se preocupa incluso por los detalles aparentemente pequeños de nuestras vidas.
En los versículos 1 y 2, el Señor les dijo a Moisés y a Aarón que Él quería que los israelitas acamparan alrededor del tabernáculo de reunión. En otras palabras, el tabernáculo debía ser el centro de su campamento. No podía pasarse por alto la importancia de esto. Dios deseaba ser el centro de la vida de Israel; y no espera nada menos en nuestros días.
Observemos en el versículo 2 que, aunque los israelitas debían acampar alrededor del tabernáculo de reunión, ellos debían guardar “cierta distancia” (LBLA). Debemos entender que el tabernáculo era santo, y que el pueblo de Dios debía tenerlo en alta estima. El pueblo de Israel no era perfecto. A menudo ellos eran culpables de quejarse en contra de Dios o de desobedecer Sus mandatos. El pueblo de Dios debía acampar a cierta distancia del tabernáculo para que de esa manera no lo profanaran con su maldad. Había una distancia entre Israel y su Dios. Los pecados de Israel le impidieron estar en la presencia de Dios, pero Su misericordia los mantuvo alrededor de ella.
Observemos también en el versículo 2 que Dios quería que cada familia se identificara con una bandera familiar. Esto implicaba que cada familia patriarcal tenía una bandera que los representaba. Las familias acamparían juntas bajo esa enseña.
En los versículos del 3 al 4 Dios le mandó a Moisés que ubicara a cada tribu en un lugar específico alrededor del tabernáculo. La distribución de las tribus se muestra en la siguiente tabla.
Observemos que los levitas debían vivir próximos a tres lados del tabernáculo. Según Levíticos 3:38, Moisés y Aarón vivían delante del tabernáculo de reunión, al oriente.
Percatémonos también cómo el Señor proveyó para la organización del campamento. Parece ser que las doce tribus estaban organizadas dentro de los cuatro campamentos. Cada campamento tenía un líder, y de tres tribus, una era escogida para ser la tribu principal.
Esta distribución de las tribus sería particularmente útil cuando el pueblo de Dios se moviera de un lugar a otro en el desierto. Dios designó un orden particular para que las tribus salieran cuando Él las llamara a moverse hacia otro lugar. Cuando el Señor guiara a Su pueblo para que se prepararan y se mudaran hacia otro lugar, el campamento del este guiado por Judá (Judá, Isacar y Zabulón) sería el primero en salir (2:9). El campamento del sur guiado por Rubén (Rubén, Simeón y Gad) le seguiría (2:16). Entonces la tribu de Leví le seguiría llevando el tabernáculo y todos sus enseres. Luego seguiría detrás de los levitas el campamento del occidente guiado por Efraín (Efraín, Manasés y Benjamín) (2:24). Y el último campamento en salir sería el campamento del norte guiado por Dan (Dan, Aser y Neftalí) (2:31). A medida que ellos se trasladaran, cada tribu llevaría una bandera para identificarse.
El resultado del censo mostraba que el total de hombres mayores de veinte años que estaban aptos para la guerra ascendía a 603 550. Aquí no se incluían aquellos hombres que fueran demasiados ancianos para pelear, ni las mujeres ni los niños ni los levitas (v. 33). Podemos suponer con certeza que al menos dos millones de personas viajaban por el desierto con sus animales y suministros. Era muy importante que estuvieran organizados para que el traslado de un lugar a otro fuera menos pesado.
Dios había planificado cuidadosamente todos los detalles concernientes a la manera en que el pueblo de Israel debía acampar en el desierto, el orden en que debían viajar y quiénes serían sus líderes. Los israelitas debían seguir con mucho cuidado estas instrucciones, y lo hicieron todo como Dios se lo ordenó a Moisés (v. 34).
Este capítulo nos muestra que Dios se preocupa por nuestro diario vivir. Él tiene un propósito para nosotros. Él es un Dios de orden, y es importante que tengamos en cuenta Su presencia y Su propósito en todo lo que hacemos, tal y como lo hizo el pueblo de Israel en este capítulo.
Para Meditar:
* ¿Qué nos enseña este capítulo acerca de Dios y Sus propósitos? ¿Tiene Dios planes y propósitos para nuestras vidas?
* Cada familia y tribu de Israel tenía su propio campamento. ¿Estamos nosotros situados en el lugar que Dios ha diseñado para nuestras vidas?
* El tabernáculo debía estar en el centro del campamento de Israel. ¿Cuán importante es que la adoración y la obediencia a Dios sean el centro de nuestras vidas?
Para Orar:
* Pidamos a Dios que nos muestre si estamos en el lugar donde Él quiere que estemos. Pidámosle que nos muestre si estamos haciendo lo que Él nos ha llamado a hacer.
* Demos gracias al Señor porque Él tiene un plan y un propósito para nuestras vidas.
* Oremos al Señor que nos ayude a hacer que la adoración y la obediencia a Él sean esenciales en nuestras vidas.
* Demos gracias a Dios por todos los hermanos que nos rodean, los cuales tienen un rol que desempeñar en la extensión del reino de Dios.
3 – LOS SACERDOTES Y LOS LEVITAS
Leamos Números 3:1-51
Ya vimos que el tabernáculo estaba ubicado en medio del campamento de Israel. La adoración y la obediencia al Señor debían ser el centro de las vidas del pueblo de Dios. La obra del tabernáculo fue realizada por los sacerdotes y los levitas. El capítulo 3 nos presenta a estos hombres tan importantes.
Dios escogió a Aarón el hermano de Moisés y a sus hijos Nadab, Abiú, Eleazar e Itamar para que sirvieran como sacerdotes. Sin embargo, el versículo 4 nos recuerda que Nadab y Abiú murieron cuando ofrecieron fuego extraño delante de Jehová. Según Levítico 10:1-2, descendió fuego del Señor y los consumió. Como sacerdote de Dios, Aarón sabía lo que era tener hijos rebeldes que se extraviaran del Señor y Sus caminos. Los otros dos hijos que le quedaron a Aarón, Eleazar e Itamar, servirían con él como sacerdotes.
Aunque Aarón y sus hijos servían como sacerdotes, los descendientes de Leví los ayudaban. Los versículos del 6 al 9 nos dicen que la tribu de Leví asistía a Aarón y a sus hijos en muchas de las tareas del tabernáculo. Esto incluía el cuidado de los utensilios del tabernáculo de reunión (v. 8) y otras labores de servicio que analizaremos más adelante en este capítulo. Aunque los levitas ayudaban a Aarón y a sus hijos, ellos no podían acercarse al interior del tabernáculo, de lo contrario morirían como los hijos de Aarón, Nadab y Abiú (v. 4). Esta tarea solo les correspondía a los sacerdotes. Cada persona sabía el lugar y la función que Dios le había dado.
Los versículos del 11 al 13 nos revelan por qué Dios escogió a los levitas para que sirvieran en el tabernáculo. Según el versículo 12, esta elección de Dios se remontaba a los días en que los israelitas estaban en Egipto. En ese tiempo, el Señor se movió sobre la tierra de Egipto destruyendo a todos los primogénitos varones. Solamente se salvaron de esta terrible devastación aquellas familias que habían pintado los dinteles de sus puertas con la sangre de un cordero. Esta historia se registra en Éxodo 12. En vez de matar a los primogénitos de cada israelita, Dios pidió que en su lugar los descendientes de Leví fueran apartados para servirle a Él. Observemos a partir del versículo 13 que hasta los primogénitos de cada animal debían pertenecer al Señor debido a que Él libró a sus primogénitos por medio de la sangre que estaba pintada en sus dinteles.
El Señor mandó a Moisés que contara a los levitas según las casas de sus padres y por familias. Aunque el censo de los otros hombres israelitas era para mayores de veinte años (preparados para la guerra), en este censo debían incluirse todos los varones descendientes de la tribu de Leví de un mes para arriba (v. 15).
Leví tenía tres hijos llamados Gersón, Coat y Merari. De los descendientes de estos tres hijos de Leví salieron varios clanes. Un clan se puede definir como un grupo de familias emparentadas. Los versículos del 18 al 20 nos brindan los nombres de varios de estos clanes y familias.
Observemos en los versículos del 21 al 37 que Dios tenía una función especial para cada clan. Él también le dijo a Moisés que cada clan debía establecer sus campamentos. Los versículos del 21 al 37 se pueden resumir en la tabla siguiente:
Los versículos del 21 al 37 nos dicen que había un total de 22 300 levitas varones consagrados al servicio del tabernáculo. Aunque muchos de ellos eran demasiado jóvenes para servir (ya que el censo incluía a los varones desde un mes de nacidos hacia arriba), esto nos da una idea del número de levitas activos que estaban involucrados diariamente en el cuidado del tabernáculo.
Aarón y sus hijos acamparon al oriente, en frente de la entrada principal, cerca de Moisés. Ellos servían como sacerdotes. El versículo 38 nos aclara que estos sacerdotes tenían una responsabilidad especial delante de Dios en nombre de los israelitas. Ellos eran responsables del cuidado general del santuario. Cualquiera que se atreviera a acercarse al interior del santuario, moriría. Algo que estos versículos dejan bastante claro es que la obra de Dios debía hacerse de una manera particular por quienes habían sido llamado por Dios para ese propósito.
Después que los levitas fueron contados, Dios le dijo a Moisés que contara a los primogénitos varones israelitas mayores de un mes, y que hiciera una lista con sus nombres (v. 40). Por cada niño israelita primogénito debía haber un levita que lo representara en el servicio al Señor. Observemos también que el primogénito de todo el ganado debía ser contado, y que debía haber un animal en el rebaño de los levitas por cada primogénito del rebaño de Israel (v. 41).
Moisés obedeció y descubrió que había 22 273 primogénitos israelitas (v. 43) en comparación con 22 000 levitas en el servicio del Señor (ver versículo 39). Esto significaba que 273 primogénitos israelitas no estaban representados por levitas. El Señor le dijo a Moisés que debía recolectar cinco siclos por cada uno de los 273 primogénitos restantes de Israel. Este dinero se le debía entregar al Señor y a Su servicio para cubrir al primogénito que no había sido representado por un levita (vv. 49-51).
Dios demandaba precisión. Cada primogénito debía tener hasta su última deuda con Dios cubierta. Se requería una ofrenda especial por aquellos que no fueron cubiertos por algún levita en el servicio del Señor. No podía faltar ninguno. Es importante que tengamos en cuenta esta precisión de parte de Dios. Él se preocupó por cada individuo. Ningún pecador sería ignorado; ningún justo sería olvidado. Él ve cada pecado, cada actitud pecaminosa, y exige que se pague para cubrir cada uno de ellos.
Para Meditar:
* En el campamento de Israel, cada levita tenía una función especial que cumplir. De hecho, ellos hasta podían morir si decidían hacer algo que Dios había reservado para otra persona. ¿Tiene Dios en la actualidad alguna función específica para que nosotros cumplamos en Su reino? ¿Ya hemos descubierto qué quiere Dios que hagamos?
* Los hijos de Aarón murieron porque ofrecieron fuego extraño delante del Señor. ¿Tiene Dios en la actualidad principios de acuerdo a los cuales tenemos que vivir? ¿Cuáles son algunos de esos principios?
* Los hijos de Aarón se rebelaron contra el Señor, pero aun así Dios lo escogió para que fuera el Sumo Sacerdote. ¿Se rebelan contra Dios los hijos de los líderes cristianos en nuestros días? ¿Puede Dios continuar usando a un líder cuyo hijo no le sigue a Él?
* Cada primogénito necesitaba ser representado, ya fuera por un levita en el servicio del Señor o por una ofrenda dada a Dios. ¿Qué nos dice esto respecto al interés de Dios por cada persona? ¿Cuida Dios de nosotros de una manera particular?
Para Orar:
* Pidamos al Señor que nos ayude a ver la importancia de la adoración y la obediencia. Pidámosle que nos ayude a mantenerlo cada día como el centro de nuestras vidas.
* Pidamos al Señor que nos muestre Su propósito para nuestras vidas en particular. Roguemos que nos ayude a ser obedientes a ese propósito.
* Tomemos un momento para orar por las familias de los líderes cristianos. Pidamos a Dios que toque la vida de sus hijos para que puedan caminar con Él.
* Demos gracias al Señor porque Él se preocupa por cada individuo. Agradezcámosle que Él se interesa en nosotros de manera personal.
4 – EL CENSO DE LOS LEVITAS
Leamos Números 4:1-49
Los descendientes de Leví tenían la responsabilidad de ayudar como sirvientes de los sacerdotes en la obra del tabernáculo. Los tres hijos de Leví, Coat, Gersón y Merari, eran cabezas de familia; y sus descendientes fueron escogidos por Dios para diversas funciones en la obra del tabernáculo. En este capítulo Dios mandó a Moisés y a Aarón a hacer el censo de los levitas. Ellos debían contar a todos los hombres levitas entre treinta y cincuenta años que estuvieran aptos para servir en el tabernáculo.
Parece que el propósito del censo era organizar e instruir a cada familia concerniente a sus responsabilidades cuando el campamento del Señor tuviera que moverse de un lugar a otro. Esto aseguraría que no hubiera confusión y que los artículos del tabernáculo fueran tratados con respeto y dignidad.
Los Coatitas
Los descendientes de Coat fueron los primeros en ser contados (v. 2). El versículo 15 nos dice que su responsabilidad era llevar de un lugar a otro los utensilios sagrados del tabernáculo. En el versículo 15 y en el 20 Dios les advertía a los coatitas que, si ellos tocaban estos artículos o tan siquiera los miraban, morirían. Esto era un claro recordatorio de la inmensa responsabilidad que Dios les había dado como Sus siervos que eran. Los sacerdotes debían envolver cuidadosamente cada utensilio para que los coatitas pudieran llevarlos sin tener que tocarlos realmente.
Aarón y sus hijos debían desarmar el velo en frente del lugar santísimo y usarlo para envolver el arca y su cubierta. Ellos debían cubrirlo con pieles de tejones y un paño todo de azul. Cuando el arca y su cubierta fueran envueltas, los sacerdotes debían poner varas grandes en el lugar que había sido designado para cargar el arca. De esta manera los coatitas podían llevar el arca sin verla e incluso sin tocarla.
La próxima pieza del mobiliario que se preparaba era la mesa del pan (la mesa de la proposición). Los sacerdotes debían cubrirla con un paño azul, y pondrían sobre ésta las vajillas, las copas y los tazones. Observemos que el pan debía permanecer sobre la mesa mientras la misma era transportada (v. 7). Usarían un paño carmesí para cubrir la mesa y sus artículos, y encima de eso los sacerdotes debían poner pieles de tejones. Entonces las varas debían ponerse en su lugar para que la mesa pudiera llevarse sin tocarla y sin ser vista.
Lo próximo que los sacerdotes cubrían con un paño azul era el candelero del alumbrado y todos sus accesorios (v. 9). Éste se ponía encima de algún tipo de parihuela (v. 10) y se cubría con pieles de tejones. De esta manera los coatitas debían llevar el candelero del alumbrado y sus accesorios.
El altar de oro que se usaba para el incienso también debía cubrirse con un paño azul y pieles de tejones (v. 11). Las varas se pondrían en su sitio, y los coatitas podrían cargar el altar sin tocarlo y ni siquiera verlo. Todos los demás utensilios usados para ministrar en el santuario debían cubrirse con un paño azul y con pieles de tejones, y debían ser colocados sobre parihuelas para que los coatitas los transportaran (v. 12).
El altar de bronce que era más grande y que se usaba para los sacrificios estaba cubierto con un paño de púrpura (v. 13). Todos los instrumentos que se usaban en el altar debían colocarse cuidadosamente encima del mismo (las paletas, los garfios, los braseros y los tazones). Éstos debían cubrirse con pieles de tejones; y al igual que con los otros artículos, debían colocarse las varas en su lugar para que los coatitas pudieran cargar el altar.
Eleazar, el hijo de Aarón, debía encargarse del aceite del alumbrado, el incienso aromático, la ofrenda continua y el aceite de la unción. Él debía supervisar todo lo que ocurriera con estos utensilios santos. Los coatitas serían responsables directos ante él.
Moisés y Aarón debían advertir a los coatitas de sus responsabilidades delante del Señor con respecto a estos santos utensilios. Si ellos se atrevían a acercárseles o a tocarlos, morirían. Si se atrevían incluso a mirar los artículos que estaban cubiertos con los paños y las pieles, morirían. Todos estos utensilios debían llevarse con gran dignidad y respeto.
¡Cuán importante es que en la actualidad nosotros también llevemos el nombre del Señor con respeto y dignidad! Somos templo del Espíritu Santo. El Señor nos ha consagrado para ser representantes de Su nombre. Debemos respetar el nombre que representamos.
Los Gersonitas
La próxima familia que sería censada era la familia de Gersón. Moisés y Aarón debían contar la cantidad de hombres que tenían entre treinta y cincuenta años (vv. 21-22). Los gersonitas tenían la responsabilidad de llevar las cortinas del tabernáculo y sus cubiertas (vv. 25-26). Itamar, el hijo de Aarón, era quien debía supervisar este trabajo, así que ellos estaban directamente subordinados a él (v. 28).
Los Meraritas
Los meraritas, descendientes de Merari el hijo de Aarón, también serían contados. Su obligación era llevar las tablas, las barras, las columnas y las basas que sostenían el tabernáculo. Ellos estaban bajo la dirección de Itamar, el hijo de Aarón (vv. 29-33).
Moisés y Aarón, con la ayuda de la comunidad de líderes, contaron a los levitas por familia. La siguiente tabla nos muestra el resultado.
Hay un par de detalles importantes que necesitamos ver en este pasaje. Primeramente, observemos cómo Dios exigió que Su pueblo tratara con respeto Sus cosas santas. Los coatitas, en particular, tenían el extraordinario privilegio de cargar los artículos santos, pero ellos no debían tomar a la ligera sus responsabilidades. Dios era un Dios santo, y como tal debían respetarlo. Tocar o incluso mirar los artículos que ellos transportaban de un lugar a otro era una ofensa que se castigaba con la muerte. El Señor sigue siendo un Dios santo. Él aun demanda respeto. Deshonrarlo es un asunto grave. El día en que comencemos a perder de vista la santidad y la majestad de Dios, haríamos bien en analizar nuevamente las enseñanzas de este pasaje.
Percatémonos también que el Señor es un Dios de orden. Cada familia levita tenía una responsabilidad específica, y eran dadas por Dios. Ellos estaban bajo la responsabilidad de los sacerdotes y tenían que rendirles cuentas por sus acciones. De manera similar, nosotros debemos trabajar unidos como cuerpo de Cristo. Cada persona tiene un rol especial que desempeñar, y deben rendirse cuentas unos a otros por el bien del cuerpo como un todo. De esta manera honramos a Dios.
Para Meditar:
* ¿Qué nos enseña este pasaje sobre tratar con respeto las cosas de Dios? ¿Cómo podemos mostrar respeto por Dios, por Sus siervos y por Sus propósitos?
* ¿Qué nos enseña este pasaje sobre la manera en que Dios nos ha dado a cada uno diferentes responsabilidades, y cómo nos ha llamado para trabajar juntos para Su gloria? ¿Qué función Él quiere que desempeñemos?
* Dios colocó a los levitas bajo la responsabilidad de los sacerdotes. ¿Cuán importante es para nosotros como cuerpo de Cristo rendirnos cuentas unos a otros? ¿Qué sucede si decidimos no hacerlo?
Para Orar:
* Demos gracias al Señor por los líderes espirituales que nos ha dado. Pidamos a Dios que los guíe y los dirija para Su gloria.
* Oremos a Dios que nos muestre Su propósito particular para nuestras vidas. Pidámosle que nos ayude a ser fieles a ese propósito.
* Roguemos a Dios que nos ayude a saber cómo trabajar de manera más efectiva con nuestros hermanos para la expansión de Su reino.
* Agradezcamos al Señor que Él es un Dios de orden.
5 – PUREZA EN EL CAMPAMENTO
Leamos Números 5:1-31
En la primera parte de este libro vimos cómo el Señor organizó el campamento de Israel. A medida que nos adentramos en el capítulo 5 vemos que el orden no es suficiente. Dios también esperaba que el campamento fuera puro y sin contaminación. Es bueno que la asamblea local de creyentes esté bien organizada con cada persona consciente de sus responsabilidades, pero Dios también espera que aquellos que le sirven estén bien delante de Él y vivan vidas que sean compatibles con Su santidad.
Inmundicia Ceremonial
En los versículos 1 y 2 el Señor mandó a Moisés a sacar del campamento a todos los que tuvieran enfermedades infecciosas en la piel o secreción de su cuerpo. Lo mismo se aplicaba a cualquiera que fuera ceremonialmente inmundo debido a que hubiera tocado a un cuerpo muerto. Estos individuos debían vivir fuera del campamento según fuera su nivel de impureza para que no contaminaran el campamento donde Dios había escogido habitar (v. 3).
Percatémonos que, aunque Dios está en todas partes, Su presencia se evidenciaba de manera particular en el campamento de Israel. Él escogió revelarse a Sí mismo de una manera especial dentro del campamento. Dios nos dará a conocer Su presencia de maneras especiales. Debido a que la presencia de Dios era evidente en medio de los israelitas, ellos necesitaban tener muchísimo cuidado para no ofenderlo. Debían respetarlo y eliminar cualquier cosa que fuera ofensiva a Su carácter. El lugar donde Dios habitaba debía ser santo. El pueblo de Dios debía conducirse respetando y honrando Su nombre. Nada impuro o perverso se permitía en Su presencia. De manera similar, nosotros, los que ahora somos hijos de Dios, necesitamos tener gran cuidado de no ofender a Su Espíritu Santo, quien está presente en nuestras vidas y ministerios. El deseo de Dios es habitar con nosotros, pero debemos caminar en pureza y santidad delante de Él si queremos que Él se sienta bienvenido en medio nuestro.
Relaciones Personales
La purificación del campamento requería que sacaran a cualquiera que estuviera ceremonialmente impuro, pero esto no era en lo único que debían enfocarse si querían mantener el campamento puro. Dios también esperaba que se tratara cualquier relación rota entre Sus hijos. Observemos lo que Dios dice en el versículo 6:
Habla a los hijos de Israel: “El hombre o la mujer que cometa cualquiera de los pecados de la humanidad, actuando pérfidamente contra el SEÑOR, esa persona es culpable. (Nm. 5:6, LBLA)
Es particularmente importante que veamos a partir de este versículo que cuando de alguna manera herimos a un hermano o hermana, estamos pecando contra el Señor. Él nos pide cuenta por cualquier pecado que cometamos contra nuestros hermanos.
Observemos que Dios exigía dos cosas de aquellos que hubieran pecado contra su hermano. El primer requerimiento se encuentra en el versículo 7. La persona que pecara contra otra debía confesar el pecado que había cometido. Esto significaba que debía admitir lo que había hecho. En algunos casos esto requeriría mencionar el pecado delante de la persona que había ofendido. No podemos confesar algo verdaderamente y al mismo tiempo esconderlo. La verdadera confesión requiere honestidad y consciencia de pecado. O sea, reconocer que hemos ofendido a alguien en un área en particular y admitir nuestra culpa delante de esa persona.
Los versículos del 7 al 10 nos indican que la confesión no era suficiente. Tenía que hacerse algo para que el daño fuera reparado. En otras palabras, la persona que había ofendido a la otra necesitaba arreglar las cosas. Debemos reconocer que hay veces en que es imposible reparar el daño que nuestros pecados han causado. Sin embargo, la realidad del asunto era que el Señor exigía que se tomaran medidas con ese propósito. La persona culpable debía pagar por lo que había hecho. En este caso, la parte culpable debía calcular cuánto daño había ocasionado, pagar por ese daño y añadir sobre ello la quinta parte (v. 7). En caso de que la persona ofendida muriera y no tuviera parientes que recibieran la indemnización, se le daba al Señor esa contribución la cual le pertenecería a los sacerdotes (v. 8). Observemos que el individuo que había pecado contra el otro, no solo debía pagar por lo que había hecho, sino que también debía traer un carnero al Señor para cubrir su ofensa (v. 8). La indemnización no solo iba dirigida a la persona ofendida sino también al Señor.
Para que el campamento fuera puro delante del Señor, entonces debían confesarse los pecados cometidos contra el prójimo y repararse las relaciones rotas. Al hacer esto, el pueblo de Dios continuaría caminando en pureza, y la presencia de Dios no sería ofendida.
Los Matrimonios
La tercera área que debía atenderse en el campamento de Israel tenía que ver con las relaciones maritales. Los versículos del 12 al 13 hablan sobre la sospecha de infidelidad de la esposa con otro hombre. En la ilustración que estos versículos muestran, el esposo sospecha que su esposa ha sido infiel, pero no existen testigos para probarlo. La tensión en el matrimonio era obvia y el problema necesitaba resolverse. Percatémonos de que el asunto no trataba solamente sobre la infidelidad, lo cual obviamente era un pecado, sino también sobre la confianza entre los cónyuges.
Dios desea que el hombre y su esposa anden en armonía, confianza y respeto mutuo. Si el campamento de Israel debía ser puro, entonces los esposos y las esposas debían caminar en fidelidad y vivir confiando uno en el otro, como Dios desea. Esto nos muestra no solo cuánto Dios valora el matrimonio, sino también la importancia que Él le da a la armonía entre los cónyuges. Para que el campamento sea puro, las relaciones entre el esposo y la esposa deben fortalecerse.
En los versículos del 14-31 el Señor le muestra a Moisés lo que el sacerdote debía hacer en caso de que un esposo sospechara que su esposa es infiel. El ritual involucraba una serie de pasos. Cuando un esposo sospechaba que su esposa le era infiel, éste no debía permitir que esto continuara. El versículo 15 nos dice que él debía llevar a su esposa ante el sacerdote para que el asunto fuera resuelto. La intención de Dios era que los esposos y las esposas trataran los conflictos que existieran entre ellos. Cualquier asunto sin resolver en su relación debía ser solucionado entre ellos. Pero si estos asuntos no podían resolverse, entonces ellos debían venir ante el sacerdote quien los ayudaría a solucionarlos. ¡Con cuánta facilidad permitimos que los problemas se nos interpongan como parejas! Este versículo nos desafía a tratar cualquier cosa que se nos interponga.
Cuando el esposo llevara a su esposa ante el sacerdote, debía entregar una ofrenda. Era el esposo quien debía llevar la ofrenda en nombre de su esposa. Su preocupación era por su esposa y por la pureza de ella delante de Dios. Según el versículo 15, la ofrenda no debía tener ni aceite ni incienso encima porque era una ofrenda traída al Señor producto de los celos y de una posible infidelidad.
La mujer debía ponerse delante del Señor (v. 16). Esto no podía tomarse a la ligera. Al pararse en la presencia del Señor, ella estaría consciente de que Él sería su juez. Él sabía todo acerca de ella y nada le era oculto.
Cuando la mujer se colocaba ante la presencia del Señor, el sacerdote ponía agua santa (posiblemente de la palangana que estaba en el atrio exterior que se usaba para lavar) en un vaso de barro. Él entonces recogía polvo del suelo del tabernáculo y lo echaba en el agua. No sabemos con claridad por qué debía echar en el vaso este polvo del suelo del tabernáculo.
El sacerdote se acercaría a la mujer y soltaría su cabello para que cayera sobre sus hombros y espalda (v. 18). Muchas mujeres pasan bastante tiempo arreglando su cabello. De hecho, en los tiempos bíblicos el cabello de la mujer era un símbolo de honra. Aquí en esta situación, la mujer se presentaría ante Dios con humildad. Su cabello no estaría elegantemente arreglado, sino que caería despeinado como símbolo de su humildad ante Dios.
Cuando la mujer estuviera en la presencia del Señor, el sacerdote pondría en las manos de ella la ofrenda memorial del cereal. Con esta ofrenda en sus manos, el sacerdote colocaría a la mujer bajo juramento ante Dios (v. 19). El juramento declaraba que si ella había sido fiel a su esposo, entonces no le pasaría nada. Sin embargo, si ella había sido infiel al acostarse con otro hombre, entonces su pueblo la maldeciría y la denunciaría; y el agua que ella se debía tomar le haría hinchar su vientre y caer su muslo. La mujer debía estar de acuerdo con esta maldición diciendo “Amén. Que así sea”.
El sacerdote entonces escribiría las palabras de la maldición en un rollo y las lavaría con las aguas mezcladas con el polvo del suelo del tabernáculo (v. 23). Al lavar las palabras de la maldición con el agua, el sacerdote en realidad estaba colocando la maldición en el agua que la mujer bebería.
Entonces el sacerdote quitaría la ofrenda de las manos de la mujer, la mecería delante del Señor y la ofrecería delante del altar como sacrificio por el pecado (vv. 25-26). A la mujer le daban el agua para que la bebiera. El versículo 24 nos dice que esta agua entraría en ella para amargar (si había sido infiel). Sin embargo, si no era culpable, el Señor la protegería y sería libre de toda culpa. El versículo 28 nos dice que ella podría tener hijos si fuera libre de culpa. Esto puede ser debido a que el Señor la bendeciría por su fidelidad, y las relaciones se normalizarían entre ella y su esposo.
Observemos un último aspecto en el versículo 31. Si la mujer era hallada culpable, ella sufriría las consecuencias de su pecado, pero su esposo sería inocente. Desde el comienzo de los tiempos la gente ha tratado de echarle a otros la culpa de sus acciones. Adán lo hizo en el Huerto del Edén cuando le dijo a Dios que su esposa le había dado del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal. No se nos dice por qué la mujer le había sido infiel a su esposo. Puede ser que él no la cuidara ni atendiera sus necesidades como debería. Sin embargo, lo que sí está claro es que la posible negligencia del esposo no justificó la infidelidad de la esposa. El principio es el mismo para los hombres. No podemos justificar nuestras acciones culpando a alguien más. Dios nos llama a ser responsables de nuestros propios pecados.
La pureza en el campamento de Israel requería que el pueblo de Dios se abstuviera de pecar. También demandaba que las relaciones entre amigos y seres amados fueran sanas y basadas en la confianza.
Para Meditar:
* ¿Qué aprendemos aquí acerca de que Dios espera que nosotros caminemos en pureza delante de Él?
* ¿De qué manera nuestros pecados contra otros afectan nuestra relación con Dios?
* ¿Cuáles son los dos pasos que se requieren en este pasaje para restaurar las relaciones con nuestros hermanos en Cristo?
* ¿Cuán importante es que tratemos nuestros problemas conyugales? ¿Qué espera Dios de nosotros como cónyuges según este pasaje?
* ¿Alguna vez hemos culpado a alguien más por nuestras acciones pecaminosas? ¿Qué nos enseña este pasaje al respecto?
Para Orar:
* Pidamos al Señor que nos muestre si hay algo en nosotros que ofenda Su presencia en nuestras vidas. Confesemos ese pecado y pidámosle que nos dé completa victoria sobre él.
* Oremos a Dios que nos perdone por las veces en que hemos ofendido a nuestros hermanos en Cristo.
* Pidamos al Señor que nos ayude a confesarle nuestros pecados a ese hermano o hermana, y que nos muestre qué debemos hacer para compensarlos por las cosas que hicimos.
* Tomemos un momento para pedirle al Señor que nos revele cualquier asunto en nuestro matrimonio o en otra relación significativa que deba ser resuelto. Oremos a Dios que nos muestre cómo esos problemas pueden resolverse a fin de que nuestro matrimonio honre Su nombre.
* Pidamos perdón por las veces en que hemos tratado de justificar nuestros pecados echándole la culpa a otros.
* Agradezcamos a Dios porque Él es Santo. Pidámosle que nos dé gracia para andar en pureza y santidad delante de Él.
6 EL VOTO NAZAREO
Leamos Números 6:1-27
Hay ocasiones en la vida del creyente en que éste se siente obligado a acercarse más al Señor por un período de tiempo. Esto puede ser con el propósito de buscar una mayor intimidad con Dios, o de buscar Su favor o sabiduría divina acerca de una situación particular en la vida. El Antiguo Testamento proveyó un medio por el cual el pueblo de Dios podía acercarse más a Él con este propósito. Era un voto especial de separación que se podía hacer por un período de tiempo. Aunque este voto se hacía de manera voluntaria y el individuo podía ajustar el momento del voto y su duración, existían ciertos requisitos a tener en cuenta. A la persona que tomaba tales votos se le llamaba nazareo.
Observemos en el versículo 1 que el voto nazareo podía ser hecho ya fuera por un hombre o por una mujer. El versículo 2 se refiere al voto nazareo como “un voto de separación”. Esto implica que durante este período el individuo se separaría de ciertas cosas con el propósito de buscar del Señor.
Los versículos del 3 al 8 nos dicen que los nazareos debían abstenerse de tres cosas mientras durara el voto.
En primer lugar, el nazareo debía abstenerse de tomar vino o cualquier bebida fermentada. Éstos no debían beber vinagre de vino ni jugo de uvas, y tampoco podían comer uvas ni pasas (NVI). El nazareo debía abstenerse de cualquier cosa que proviniera de la vid. El fruto de la vid era una bendición maravillosa para el pueblo de Dios. Solo podemos imaginar cómo habría sido probar las uvas cuando vagaban por el desierto. El vino se usaba en las celebraciones junto a familiares y amigos. Los nazareos sacrificaban todos estos lujos cuando volteaban su atención a Dios.
El segundo requisito de Dios para los que estaban bajo el voto nazareo era que no podían pasar navaja sobre su cabeza (v. 5). Esto significaba que su cabello crecería. Este cabello largo los identificaba como nazareos. Mientras ellos estuvieran bajo su voto, sus cabezas estarían cubiertas con este cabello largo.
El tercer requisito que Dios tenía para los nazareos era que nunca podían acercarse a una persona muerta. Acercarse a un cuerpo muerto los haría ceremonialmente impuros. Esta regla se aplicaba hasta cuando una familia cercana al nazareo moría (vv. 6-8). Su obligación para con Dios en ese tiempo era más importante que su obligación con su propia familia.
Si alguien moría súbitamente en presencia de alguno de los que estuvieran bajo tal voto, el versículo 9 nos dice que su cabeza sería contaminada. Esto nos muestra que el cabello largo era el símbolo de su voto. En una situación como esta, el nazareo debía pasar por la ceremonia de purificación de siete días; y el séptimo día, el individuo debía afeitar su cabeza. Al octavo día debía traerle al sacerdote dos tórtolas o dos palominos que serían ofrecidos al Señor como ofrenda por el pecado (v. 11). Entonces el sacerdote consagraría al nazareo nuevamente para que siguiera su voto con el sacrificio de un cordero de un año como ofrenda de expiación por la culpa (v. 12). Entonces el nazareo quedaba limpio de su impureza y podía comenzar el voto una vez más. El tiempo anterior a la profanación debido al cuerpo muerto no se podía contar como un tiempo de voto al Señor.
Cuando terminara el período del voto, el nazareo debía traer ofrendas al sacerdote en la entrada del tabernáculo, las cuáles debían incluir lo siguiente:
* Un cordero de un año sin tacha para el holocausto.
* Una cordera de un año sin defecto para la expiación.
* Un carnero sin defecto por ofrenda de paz
* Ofrenda de Granos (NTV)
* Ofrenda de Líquidos (NTV)
* Un canastillo de tortas sin levadura, de flor de harina amasadas con aceite, y hojaldres sin levadura untadas con aceite.
Los versículos 16 y 17 nos dicen que el sacerdote presentaría estas ofrendas a Señor. El nazareo tendría que cortar su cabello y ponerlo en el fuego, ofreciéndolo al Señor (v. 18). El sacerdote colocaría la espaldilla cocida del carnero, una torta y una hojaldre en manos del nazareo, y los mecería delante del Señor como muestra de que se los entregaba a Él. Solamente cuando esta ceremonia llegaba a su fin, el nazareo podía beber vino y volver a su estilo de vida normal (v. 20). Aunque el voto fuese voluntario, aun así, Dios esperaba que los nazareos fueran fieles a sus promesas y actuaran conforme a los requisitos que Él les ordenaba (v. 21).
El capítulo 6 concluye con la bendición que Dios les dio a los sacerdotes para que las dijeran al pueblo en momentos especiales. Esta bendición comunica el deseo de Dios para Su pueblo.
Observemos que la bendición contiene tres declaraciones separadas.
Jehová te bendiga, y te guarde
Al decir esta bendición sobre el pueblo de Dios, los sacerdotes en realidad estaban orando que el Señor bendijera a Su pueblo con todas las cosas buenas. Percatémonos también que los sacerdotes debían pedir al Señor que guardara a Su pueblo. Dios los guardaría de daños. Él los protegería y los guardaría como Suyos que eran, rodeándolos con Su cuidado y provisión.
Jehová haga resplandecer Su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia.
La segunda parte de la bendición pide a Dios que haga resplandecer Su rostro sobre Su pueblo. Cuando el rostro del Señor resplandece sobre alguien, en realidad le está mostrando Su favor a esa persona. La petición consiste en que el Señor sea misericordioso, bondadoso y compasivo con Su pueblo, y que los haga prosperar en sus caminos.
Jehová alce sobre ti Su rostro, y ponga en ti paz
Por último, la bendición pide que Dios alce Su rostro sobre Su pueblo y le dé paz. Cuando el Señor alza Su rostro sobre alguien, está poniendo Su atención en él. Está viendo sus necesidades y extendiéndoles Su mano. Lo contrario de alzar el rostro sobre alguien es darle la espalda. Cuando Dios alza Su rostro o se vuelve hacia Su pueblo, Él está acercándose a ellos y supliendo sus necesidades. Está fortaleciéndolos en frente de sus enemigos. Con el rostro de Dios alzado sobre ellos, el pueblo de Dios no tendría nada que temer. Ellos podrían vivir en paz.
Observemos a partir de estos versículos que Dios desea bendecir a Su pueblo. Él quiere proveer para sus necesidades y mostrarles Su favor. Él desea cuidar de ellos en presencia de sus enemigos, y darles paz.
Este capítulo nos muestra cómo Dios quería bendecir y favorecer a Su pueblo. Él también proveyó una manera para que Su pueblo se acercara más a Él por medio del voto nazareo. Él es un Dios muy personal, que se deleita en la comunión con Su pueblo.
Para Meditar:
* ¿Alguna vez hemos sentido la necesidad de apartar un tiempo para estar con el Señor de una manera especial? ¿Qué fue lo que nos trajo hasta ese punto en nuestras vidas?
* El Señor proveyó un medio mediante el cual Su pueblo podía voluntariamente consagrar un tiempo para buscar de Él de una manera especial. ¿Qué nos dice esto sobre el deseo de Dios de tener una mayor comunión con nosotros?
* ¿Qué nos enseña la bendición que Dios le dio a Aarón acerca de lo que Él desea para nosotros?
Para Orar:
* Agradezcamos al Señor porque Él se complace en acercarse a nosotros.
* Pidamos al Señor que nos fortalezca en nuestra relación con Él. Oremos que nos muestre lo que podemos hacer para fortalecer esa relación.
* Tomemos un momento para agradecer al Señor por la manera en que nos ha bendecido en nuestras vidas.
* Démosle gracias por las veces que Él ha alzado sobre nosotros Su rostro y nos ha librado de daños espirituales, emocionales y físicos.
* Pidamos al Señor que continúe guardándonos a medida que enfrentamos las dificultades que tendremos en la vida.
7 – LA DEDICACIÓN DEL ALTAR
Leamos Números 7:1-89
Después que instalaron el tabernáculo, Moisés ungió y consagró el altar y todos sus utensilios. Para celebrar esta ocasión, los jefes de familia de Israel trajeron regalos al Señor. A partir del versículo 2 entendemos que cada tribu dio un buey, y cada dos tribus dieron un carro cargado de ofrendas. Todos estos regalos eran traídos a Moisés en el tabernáculo (v. 3)
Al Señor le agradaron los regalos que le trajeron, y le dijo a Moisés que los aceptara para la obra del tabernáculo. Él debía dividir esos regalos entre los levitas, conforme lo requería su ministerio (vv. 4-5).
Moisés dividió los regalos entre las familias levitas de la siguiente manera:
Observemos que cada familia levita recibió una cantidad diferente. Esto era debido a las responsabilidades que tenía en el tabernáculo. El versículo 9 nos dice que los coatitas no recibieron ningún regalo porque su responsabilidad era llevar las cosas santas sobre sus hombros, y por eso sus responsabilidades no necesitaban estas ofrendas del pueblo. Cada uno de nosotros tiene una responsabilidad diferente delante de Dios. Dios nos da lo que necesitamos para llevar a cabo las responsabilidades que nos ha dado.
Los versículos del 10 al 88 nos describen todo lo que sucedió cuando el altar para los sacrificios fue dedicado al Señor. La dedicación duró doce días, y cada día el líder de una tribu de Israel traía una ofrenda al Señor y la presentaba delante del altar (vv. 10-11). Los versículos del 10 al 88 se pueden resumir en la siguiente tabla:
Percatémonos de que cada tribu trajo su ofrenda en días diferentes. La ofrenda era traída por el líder de la tribu. Cada tribu trajo la misma ofrenda. Los versículos del 84 al 88 contabilizan el número total de regalos traídos para la dedicación del altar en esos doce días. Estos versículos se pueden resumir de la siguiente manera:
En esos doce días fueron sacrificados en el altar del tabernáculo 252 animales. Estas ofrendas eran por los pecados del pueblo, y expresaban su adoración y agradecimiento a Dios por Su perdón y misericordia para con ellos.
Es importante que nos percatemos de la importancia del altar en la vida de los creyentes del Antiguo Testamento. La dedicación del altar tomó doce días e involucró un número significativo de sacrificios. Era por medio de este altar que los pecados serían purificados y el pueblo volvería a una correcta relación con Dios. Incluso este altar apuntaba hacia el sacrificio mayor que haría el perfecto Cordero de Dios, el Señor Jesús, quien moriría por nuestros pecados en la cruz del Calvario, poniéndole fin de una vez y por todas a los sacrificios posteriores que se harían por los pecados.
Observemos cómo concluye el versículo 89 del capítulo. Moisés entraba al tabernáculo y escuchaba al Señor hablarle de entre dos querubines tallados sobre la tapa del arca del testimonio. La presencia de Dios descendía al tabernáculo. Lo que hacía que este tabernáculo fuera especial no eran los sacrificios ni el servicio que allí se hacía, sino la presencia del Señor que hablaba a Su pueblo a través de Moisés de entre los querubines que estaban sobre el arca del testimonio. En medio de un capítulo que cuenta el número de ovejas y cabras que se ofrecieron a Dios, y pesa la cantidad de oro y plata que entregaron, es vivificante ver que el mismo termina enfocando nuestra atención a lo más importante, el Señor y Su presencia en medio de Su pueblo. Que ese sea el enfoque de nuestro ministerio también.
Para Meditar:
* Cada tribu de Israel debía contribuir a la obra del Señor y a la dedicación del altar. ¿Qué nos dice esto sobre la importancia de nuestra contribución a la obra del Señor en la actualidad? ¿Cómo hemos contribuido nosotros a la expansión del reino de Dios?
* Cada familia levita debía dar una cantidad diferente de la ofrenda contribuida por el pueblo de Dios. Dios le daba a cada uno según su necesidad. ¿Qué nos dice esto sobre el deseo de Dios de proveer todo lo que necesitamos para llevar a cabo el propósito que tiene para nosotros? ¿Cómo Dios ha provisto para nuestras necesidades?
* La dedicación del altar tomó doce días y requería un número significativo de sacrificio animal. ¿Qué nos dice esto acerca de la importancia del altar para Israel?
* El capítulo termina declarando cómo Dios revelaba Su presencia en el tabernáculo entre las alas de los ángeles tallados en el arca del testimonio. ¿Cuán fácil es para nosotros quedar atrapados en el hábito de contar a las personas y las ofrendas? ¿Qué nos enseña la conclusión de este capítulo respecto a las cosas que realmente importan?
Para Orar:
* Pidamos al Señor que nos muestre lo que Él quiere que aportemos para la obra de Su reino.
* Demos gracias al Señor porque Él está dispuesto a proveer todo lo que necesitamos para el ministerio y para la vida que Él nos ha llamado a vivir.
* Tomemos un momento para agradecer al Señor que Él vino a ser el sacrificio final por los pecados. Agradezcamos que Su sacrificio pagó por todos nuestros pecados.
* Roguemos a Dios que nos perdone por las veces en que nuestro ministerio se ha enfocado en los números y no en el Señor ni en Su presencia.
8 – LA DEDICACIÓN DE LOS LEVITAS
Leamos Números 8:1-26
En el comienzo del capítulo 8 el Señor le está hablando a Moisés y dándole las instrucciones respecto al candelero del lugar santo del tabernáculo. Moisés debía instruir a su hermano Aarón para asegurarse de colocar las lámparas de tal manera que alumbraran lo que estaba en frente del candelero (v. 2). Necesitamos recordar que el lugar santo donde los candeleros estaban situados contenía un altar de incienso y la mesa en que estaba colocado el pan. El lugar santo estaba muy oscuro porque no tenía ventanas, y las densas cortinas impedían que entrara la luz exterior. La única luz que había en el lugar santo provenía de las lámparas, las cuales debían mantenerse encendidas todo el tiempo. Aarón debía ser muy cuidadoso en cuanto a la manera en que colocaría las lámparas en el candelero.
Aarón colocó las luces en el candelero de tal manera que le dieran la mejor iluminación posible al lugar santo. El candelero sobre el cual las luces brillaban estaba hecho de una pieza de oro labrado a martillo con flores labradas a martillo (v. 4).
Es interesante notar que este capítulo comienza con un comentario acerca de la importancia de que las lámparas en el candelero brillaran con el mayor resplandor posible en el lugar santo. El capítulo continúa hablando acerca de los levitas, quienes era representantes de Dios en la adoración en el tabernáculo. Así como las lámparas debían brillar con gran resplandor en la presencia del Señor en el lugar santo, los levitas también debían brillar pura y luminosamente para el Señor a quien representa-ban.
Si los levitas querían brillar luminosamente para el Señor y ser Sus verdaderos siervos en el tabernáculo, ellos necesitaban consagrarse al Señor y a Sus propósitos de una manera especial. En este capítulo, Dios le da instrucciones a Moisés concerniente a Sus requerimientos para la dedicación de los levitas al servicio del Señor.
Todos los levitas que servían debían hacer una ceremonia de purificación (expiación) (v. 6). Debían pasar varias cosas para que esto sucediera. Observemos en el versículo 7 que ellos debían ser rociados con “el agua de la expiación”. Levítico 19:1-10 habla sobre el agua que se usaba para la purificación. Debían sacrificar un novillo. Los sacerdotes colocarían sobre el sacrificio madera de cedro, hisopo e hilo escarlata, y quemarían todo para el Señor. Entonces recogerían las cenizas, las pondrían en agua y las usarían para rociar al pueblo. Los levitas debían rociarse con esta agua que representaba el sacrificio hecho por sus pecados.
Cuando los levitas hubieran sido rociados con el agua, debían afeitar todo su cuerpo y lavar sus ropas. Observemos en el versículo 7 que estos levitas debían purificarse ellos mismos (LBLA). Lo que es interesante aquí es que el agua de la purificación ya había sido rociada sobre ellos, pero aun así se requería que se lavaran y se purificaran ellos mismos. Esto es una imagen de nuestra salvación. El Señor Jesús murió y nuestros pecados fueron perdonados por medio de Su obra en la cruz, pero aun así nosotros debemos vivir cada día en victoria sobre nuestros pecados. Debemos purificarnos y disciplinarnos nosotros mismos para vivir en la realidad de lo que Él ha hecho. Al lavarse y afeitar sus cuerpos, los sacerdotes estaban aceptando vivir en lo que Dios había hecho al limpiarlos con el agua de la purificación.
En el versículo 8 le trajeron al Señor dos novillos con su ofrenda de cereal (LBLA). Los levitas vinieron y se pararon en frente del tabernáculo y el pueblo de Israel se colocó alrededor de ellos (v. 9). Los que se reunieron pusieron sus manos sobre los levitas en la presencia del Señor. Aarón los presentó al señor como ofrenda mecida (LBLA). La ofrenda mecida se traía al Señor y se mecía delante de Él como recordatorio de que eso le pertenecía. Al poner sus manos sobre los levitas, el pueblo los reconocía como sus representantes.
Los levitas entonces pusieron sus manos sobre las cabezas de los novillos que habían sido traídos. Uno de los novillos sería sacrificado al Señor como expiación. Al poner sus manos sobre las cabezas de estos novillos, los levitas estaban reconociendo que estos animales serían sacrificados por ellos y a causa de sus pecados.
La importancia de la ceremonia de dedicación de los levitas radicaba en lo que simbolizaba. Estos levitas eran rociados por el agua de la purificación y apartados para Dios y Su servicio. Como Sus siervos, ellos debían limpiarse delante de Dios, caminar en Su perdón y representar bien a Su pueblo.
Hablándole al pueblo en los versículos del 15 al 19, el Señor les recordaba cómo Él había escogido la tribu de Leví para que los representara. Cuando Israel estaba en Egipto, el Señor aniquiló a todo primogénito de la tierra. Solo se libraron los que tenían los dinteles de sus puertas pintados con la sangre del cordero. En ese tiempo, Dios proclamó para Sí a cada primogénito israelita, tanto hombre como animal (v. 17). Sin embargo, en vez de tomar al primogénito de cada familia, Dios decidió tener una tribu que los representara. Los levitas fueron escogidos como Sus siervos en lugar del primogénito de cada familia. Su rol era muy importante. Ellos debían ayudar a los sacerdotes en sus responsabilidades diarias en el tabernáculo y hacer expiación por el pueblo. En otras palabras, debían hacer los sacrificios necesarios para aplacar la santa y justa ira de Dios contra el pecado de Su pueblo.
Veamos en el versículo 19 que los sacerdotes, asistidos por los levitas, eran los únicos que podían acercarse al lugar santo y desempeñar las tareas que Dios requería para la purificación de los pecados de Su pueblo. Cualquier otro que se atreviera a realizar estas tareas sagradas o a acercarse al Lugar Santo, traería plaga sobre la nación.
Moisés y los levitas hicieron todo lo que Dios les había mandado. Los levitas se purificaron, lavaron sus ropas, y Moisés los presentó delante del Señor y ofreció los sacrificios requeridos por sus pecados. Solo cuando los levitas fueran ceremonialmente limpios y dedicados al servicio del Señor podrían comenzar su obra en el tabernáculo. Ellos comenzarían a trabajar a la edad de veinticinco años, y servirían hasta los cincuenta años. Cuando el levita cumpliera cincuenta años debía retirarse del servicio. Durante su jubilación, ellos podían asistir a sus hermanos, pero no podían tener responsabilidades (v. 26). Ellos debían estar dispuestos a delegar la responsabilidad a la próxima generación para llevar adelante la gloria de Dios.
Para Meditar:
* ¿Qué aprendemos en este capítulo sobre nuestra responsabilidad de ser una luz para el Señor?
* Los levitas debían ser ceremonialmente limpios a medida que servían a Dios en el tabernáculo. ¿Qué importancia tiene que nosotros, como siervos de Dios, andemos en pureza? ¿Qué sucede cuando los siervos de Dios no andan en obediencia y fidelidad?
* ¿Qué función nos ha dado Dios en Su reino? ¿Hemos sido fieles a lo que Él nos ha llamado a hacer? ¿Hemos estado sirviéndole con una conciencia limpia y pura?
Para Orar:
* Pidamos al Señor que nos ayude a brillar con gran resplandor para Él. Pidámosle que nos perdone por las veces que no hemos dado el testimonio que deberíamos haber dado.
* Oremos al Señor que nos muestre qué función quiere que desempeñemos. Pidámosle que nos ayude a ser fieles en ese rol.
* Demos gracias a Dios porque Él ha provisto una vía para que nosotros seamos perdonados y purificados de nuestros pecados.
* Tomemos un momento para orar por nuestros líderes espirituales. Oremos al Señor que los fortalezca y los ayude a ser siervos fieles para Su gloria.
9 – LA PASCUA Y LA DIRECCIÓN DE DIOS
Leamos Números 9:1-23
Al comenzar el capítulo 9 descubrimos que ya este era el segundo año de la salida del pueblo de Israel de la tierra de Egipto. En ese tiempo el Señor le habló a Moisés y le dijo que el pueblo debía celebrar la Pascua. Según recordaremos, la Pascua traía a la memoria el escape de Egipto, y cómo el ángel del Señor había “pasado” por la tierra de Egipto y había eliminado a los primogénitos de cada hogar. Los primogénitos de los israelitas fueron librados al tener pintados los dinteles de sus puertas con la sangre de un cordero. Ese juicio provocó que el Faraón le diera permiso a los israelitas para que se fueran de Egipto. La Pascua era la celebración de la bondad y la compasión de Dios para con Su pueblo al liberarlos de su esclavitud. Dios le recordó a Moisés que Su pueblo debía ser cuidadoso de celebrar esta Pascua exactamente como Él lo había mandado, en el crepúsculo del día 14 de ese mes.
Dios sabe con cuánta facilidad olvidamos Su bondad en nuestras vidas. La Pascua era un recordatorio de lo que el Señor había hecho por Su pueblo. Ésta los llevaba a recordar su obligación para con Dios por lo que Él había hecho por ellos. Dios le dio a Su pueblo un tiempo especial dentro de su año calendario para que hicieran un alto y recordaran a su Dios y Sus bondades. También es bueno para nosotros detener nuestras labores por un momento y recordar a Dios y Su obra en nuestras vidas. Esos momentos nos ayudan a reenfocar nuestras prioridades y recordar a quién servimos y por qué lo hacemos.
Según los versículos 4 y 5 vemos que el día 14 del primer mes Israel detuvo sus actividades normales y dedicó un tiempo en el Desierto de Sinaí para celebrar la Pascua en conmemoración de la bondad y la compasión de Dios.
Pero en el versículo 6 vemos que surgió un problema. Algunas personas no estaban ceremonialmente puras debido a que habían tenido contacto con cadáveres. Ellos querían traer sus ofrendas al Señor, pero no podían a causa de esa impureza. Estos individuos vinieron a Moisés para ver qué debían hacer (vv. 6-7).
Moisés les respondió que esperaran hasta que él consultara al Señor para ver lo que Él decía respecto a su problema. Es importante que nos percatemos lo que Moisés está haciendo aquí. Él está buscando la voluntad del Señor para esta situación. Él pudo haber tomado su propia decisión basado en lo que Él pensaba que glorificaría al Señor, pero no lo hizo. Él quería conocer el deseo de Dios. Se toman demasiadas decisiones basadas en la sabiduría humana y no según la clara enseñanza de la Palabra de Dios ni bajo la dirección de Su Espíritu. Aquí Moisés nos deja un poderoso ejemplo. Él quería conocer cuál era la voluntad de Dios para esta situación, y por eso pasó tiempo con el Señor buscando Su voluntad.
Dios honró la decisión de Moisés de buscarlo en cuanto a este asunto y le respondió su oración. El Señor le dijo que cuando un israelita estuviera inmundo o estuviera lejos de viaje en el momento de la Pascua, éste debía celebrarla el día 14 del segundo mes (es decir, un mes después). Ellos debían hacer todo como Dios lo exigía. Debían comer el cordero con panes sin levadura y hierbas amargas. Ningún hueso sería quebrado ni dejarían nada para la mañana siguiente (vv. 11-12).
Observemos que, aunque Dios hizo provisión para que aquellos que estaban inmundos celebraran la Pascua en una fecha posterior, Su pueblo debía tener cuidado de no olvidar esta celebración. Si una persona no celebraba la Pascua en el tiempo establecido, sería cortado de entre el pueblo de Dios y sería culpable de grave pecado (v. 13). Dios no nos deja desprovistos en nuestras debilidades y obligaciones, pero nosotros debemos estar seguros que estas debilidades y obligaciones terrenales no nos proveen una excusa para ignorar nuestras obligaciones espirituales.
Observemos también en el versículo 14 que a los extranjeros que vivían en Israel y que querían celebrar la Pascua, también se les permitía, con la condición de que lo hicieran de acuerdo a las reglas y regulaciones que Dios le había dado a Moisés. No se permitía celebrar la Pascua de otra manera. Esto era particularmente importante para los extranjeros, quienes podían estar tentados a añadirle a la celebración su propio trasfondo cultural y otro significado que no era el que se pretendía originalmente.
Lo que podemos apreciar de esto es que el Señor quería que la celebración de la Pascua se mantuviera pura e inmaculada. Dios sabía que Su pueblo podía estar tentado a descuidar la celebración de este importante día. Él también sabía que ellos estarían tentados a añadirle o restarle valor al propósito de ese día. Por esta razón demandó que la misma se celebrara exactamente en el tiempo y en la manera en que Él lo prescribió. Solo nos resta preguntarnos si nosotros alguna vez hemos sido culpables de añadirle o restarle valor a la Palabra de Dios y a Su propósito para Su reino. ¿Acaso hemos buscado la voluntad de Dios y hemos hecho exactamente lo que Él desea, como lo hizo Moisés, o hemos buscado llevar adelante Su reino a nuestra manera y para nuestros propios propósitos? Moisés tuvo mucho cuidado de hacer exactamente lo que Dios mandó. Del mismo modo, la Palabra de Dios también puede ser nuestra guía para todo. Debemos ser siempre intransigentes en cuanto a esto y tener cuidado de no seguir nuestra propia sabiduría.
En el versículo 15 la presencia del Señor descendió y cubrió el tabernáculo. Su presencia se reveló en forma de una gran nube llameante (vv. 15-16). Cuando Dios quería que Su pueblo moviera su campamento para otro lugar, Él alzaba la nube y el pueblo la seguía (v. 17). El pueblo de Dios permanecía dondequiera que la nube estuviera, ya fuera por un período de tiempo prolongado o solo por unos pocos días (vv. 18-23).
En estos versículos hay algunas verdades importantes que debemos entender. El pueblo de Dios seguía Su dirección. Observemos que Dios no se quedaba en un solo lugar. Algunas veces Su presencia permanecía en un lugar por unos pocos días y otras veces por un período de tiempo largo. En el transcurso de mi vida Dios me ha guiado por lugares diferentes y me ha dado diferentes oportunidades de servirle. Nos resulta muy fácil limitarnos a una cosa y creer que eso es lo que Dios quiere que hagamos siempre, pero algunas veces Dios tiene diferentes propósitos para nosotros. Durante un tiempo Él puede usarnos de una manera y luego movernos a algo completamente diferente. Necesitamos estar siempre preparados para cualquier cosa que Dios nos guíe a hacer.
Percatémonos también que el pueblo de Dios no tenía el control de su futuro. Me resulta interesante ver cómo muchos obreros cristianos se trazan sus metas y planes para el ministerio, y esperan que Dios se someta a su programa humano. Esto no fue lo que sucedió con el pueblo de Israel. Ellos se sometían al propósito y al plan de Dios. No se establecían planes, solamente escuchaban a Dios y seguían Su dirección. Cuando Dios se movía, ellos se movían con Él. Cuando Dios se detenía, ellos también se detenían. Debemos entender que más que cualquier otra cosa, necesitamos personas que pongan a un lado sus planes y simplemente sigan la dirección del Señor.
Algunas veces no somos capaces de movernos cuando Dios se mueve. Hay iglesias que continúan existiendo incluso cuando la presencia del Señor ya no está. Hay obreros cristianos que se aferran a perseverar en el ministerio cuando la presencia de Dios ya se ha movido hacia otro lugar. Estos ministerios a menudo carecen de poder. Se sostienen con la visión y la fortaleza humanas, pero no se encuentran bajo la bendición directa del Señor ni bajo Su presencia. Dios está llamando a un pueblo que siga Su dirección. Está buscando un pueblo que ponga a un lado sus propias metas y programas y busque Su presencia y Su voluntad. Haríamos bien si examináramos nuestras vidas y ministerios a la luz de las enseñanzas de este pasaje.
Para Meditar:
* ¿Qué era la Pascua? ¿Qué cosa celebraba?
* ¿Cuán importante es que hagamos un alto y tomemos tiempo para recordar las bondades de Dios?
* Dios esperaba que Su pueblo siguiera Sus propósitos exactamente como Él lo había ordenado. ¿Con qué frecuencia somos tentados a ceder en nuestra vida espiritual? ¿Cuán a menudo hacemos las cosas por nuestra propia sabiduría sin seguir las claras enseñanzas de la Palabra de Dios?
* ¿Qué aprendemos aquí sobre la importancia de seguir la dirección de Dios?
Para Orar:
* Tomemos un momento para considera la bondad y la compasión del Señor en nuestras vidas. Agradezcámosle por lo que ha hecho en nosotros.
* Pidamos al Señor que nos ayude a poner a un lado nuestros propios planes y metas. Roguémosle que nos ayude a seguir Su dirección. Pidamos a Dios que nos perdone por las veces en que no hemos sido prestos para seguir Su dirección.
* Dediquemos un momento ahora para pedirle al Señor que nos muestre Su propósito para nuestras vidas y ministerios. Pidámosle que nos muestre si estamos en el lugar donde Él quiere que estemos, y bajo Su dirección y Su presencia.
10 – PARTIENDO DE SINAÍ
Leamos Números 10:1-36
En el capítulo anterior vimos cómo la presencia del Señor descendía en forma de una nube llameante que cubría el tabernáculo. Mientras la presencia de Dios estaba sobre el tabernáculo, el pueblo permanecía en el lugar en el que estuvieran. Cuando la presencia de Dios se movía, ellos se movían con ella.
El Señor le mandó a Moisés que tuviera hechas dos trompetas de plata para hacerle saber al pueblo cuándo era el momento de moverse (v. 1). Si las dos trompetas sonaban, el pueblo debía reunirse en frente del tabernáculo para recibir instrucciones (v. 3). Pero si solamente tocaba una, solo se reunirían los líderes (los jefes de las tribus) (v. 4, NVI).
Cuando el pueblo había empacado y estaba listo para partir, tocaba la trompeta la primera vez. Cuando ellos escuchaban esta trompeta, las tribus que acampaban al oriente debían salir. Cuando la trompeta tocaba la segunda vez, los campamentos del sur debían seguir (vv. 5-6). Debemos percatarnos a partir del versículo 7 que había diferentes tipos de toques de trompeta. El llamado para dejar el campamento era diferente al llamado para reunirse en frente del tabernáculo.
El versículo 8 nos dice que los hijos de Aarón debían tocar las trompetas. Y no solo debían hacerlo cuando era el momento de que el pueblo dejara el campamento, sino que según el versículo 9, ellos también debían tocar las trompetas para llamar al pueblo a la guerra. Observemos de manera particular en el versículo 9 que cuando los sacerdotes tocaban el sonido de batalla, el Señor recordaría a Su pueblo y los rescataría de sus enemigos. El versículo 10 nos dice que los sacerdotes también tocarían las trompetas para reunir al pueblo a regocijarse en los momentos alegres.
Es interesante resaltar la función que Dios les dio a los sacerdotes en estos versículos. Ellos debían ayudar al pueblo a conocer la dirección de Dios. Cuando la presencia del Señor se levantaba del tabernáculo y se movía hacia otro lugar, los sacerdotes debían tocar las trompetas. Ellos debían guiar al pueblo de Dios hacia Su voluntad y propósito. Esto significaba buscar el propósito de Dios y esperar siempre Su dirección. La función de los sacerdotes era discernir hacia dónde Dios estaba guiando a Su pueblo y llamarlos a seguir esa voluntad.
En segundo lugar, los sacerdotes debían discernir el deseo de Dios referente a los enemigos que les rodeaban. Cuando llegaba el momento de empuñar las armas contra el enemigo, los sacerdotes debían tocar las trompetas. Cuando el enemigo estaba atacando, los sacerdotes debían advertir al pueblo. En la actualidad el pueblo de Dios tiene muchos enemigos. Los siervos de Dios necesitan estar siempre en vela de esos enemigos. Los pastores y obreros cristianos necesitan ser personas que estén listos para tocar la trompeta cuando el enemigo venga a dañar o a debilitar la fe.
Por último, observemos que los sacerdotes debían tocar las trompetas para llamar al pueblo a adorar y a regocijarse. Ellos debían convocarlos a adorar a Dios. Debían animarles a glorificar Su nombre y a regocijarse en Él. Como cristianos de estos tiempos, nuestro propósito es guiar al pueblo a celebrar y a rendir culto al Señor, quien es digno de toda alabanza y adoración.
El versículo 11 nos dice que el día veinte del mes segundo (dos años después de la salida de Egipto), la nube se alzó del tabernáculo. El pueblo de Dios partió del Desierto de Sinaí y siguió la nube hasta que ésta se detuvo en el Desierto de Parán. Este desierto se encontraba a 160 kilómetros (100 millas) más o menos al norte del Desierto de Sinaí.
Los versículos del 14 al 28 describen la manera en la que el pueblo de Dios partió del Desierto de Sinaí. Cada tribu conocía su lugar y el momento de partir. Todo estaba ordenado. La siguiente tabla resume los versículos del 14 al 28, y muestra cómo el campamento de Israel partió de Sinaí hacia el Desierto de Parán.
Cuando Moisés preparaba para partir de la región de Sinaí, habló con su suegro Hobab, quien era madianita. Puede ser que él estuviera viendo algo fuera de lugar en todos los preparativos debido a que no era israelita. Sin embargo, Moisés le aseguró que si venía con ellos sería tratado bien y prosperaría. Moisés le recordó a su suegro que Dios había prometido cosas buenas para Su pueblo, y que él podía ser parte de esas bendiciones (v. 29).
Hobab no quiso ir con Moisés y los israelitas. El escogió regresar a su propia tierra y vivir en las afueras por el resto de sus días junto a su pueblo (v. 30). Moisés no aceptó su respuesta y le suplicó que no los dejara. Observemos cómo Moisés le dijo a Hobab en el versículo 31 que debido a que él era madianita, podía mostrarle al pueblo de Dios dónde acampar. Obviamente, Hobab tenía la experiencia de vivir en el desierto que Moisés sentía que necesitaba. Él le prometió nuevamente que si venía con ellos, disfrutaría de todas las cosas buenas que el Señor le había prometido a Su pueblo (v. 32). Es difícil saber si esto muestra algo de falta de confianza por parte de Moisés para guiar al pueblo por el desierto. Ciertamente Dios guiaría y dirigiría a Moisés, incluso sin la experiencia de Hobab, pero Moisés sentía que en este viaje él necesita la experiencia de otro ser humano.
La dirección y la guía de Dios en nuestras vidas no significa que nunca tendremos que escuchar el consejo o la advertencia de aquellos que tienen más experiencia que nosotros. Moisés seguiría la dirección del Señor, pero también escucharía la voz de la experiencia de su suegro.
Guiados por Dios, el pueblo partió del monte Sinaí y viajó durante tres días. El arca del pacto iba delante de ellos y la nube del Señor los cubría guiándolos durante todo el camino (v. 34). Observemos en el versículo 33 que era el arca del pacto la que iba delante de ellos “buscándoles lugar de descanso”. No sería Hobab, el suegro de Moisés quien los guiaría con su experiencia, sino Dios mismo.
Cada vez que el pueblo de Dios se levantaba por la mañana para seguir la nube y el arca de Dios, Moisés oraba:
Levántate, oh Jehová, y sean dispersados tus enemigos, y huyan de tu presencia los que te aborrecen. (v. 35)
Él oraba que el Señor fuera delante de ellos protegiéndolos de cualquier enemigo que pudieran encontrar en el camino. Y cuando descansaban Moisés oraba:
Vuelve, oh Jehová, a los millares de millares de Israel. (v. 36)
Al hacer esta oración, Moisés estaba pidiéndole a Dios que viniera y estuviera en su presencia, protegiéndolos y guardándolos mientras ellos esperaban en Él para dar el próximo paso. La confianza de Moisés descansaba en el Señor. Él conocía los peligros que le aguardaban, y sentía que él no era suficiente para proteger y guiar al pueblo por sí solo. Sin embargo, también sabía que el Señor era lo suficientemente grande para cuidar de él y de todo el pueblo que estaba bajo su responsabilidad.
El Señor a menudo nos llamará a hacer algo que no está al alcance de nuestra sabiduría y nuestros recursos. Sin embargo, Él no nos deja a nuestra suerte, sino que provee todo lo que necesitamos para hacer Su voluntad y Su propósito. Moisés conocía lo inmensa que era la tarea que tenía por delante, pero también sabía que Dios proveería todo lo que él necesitaba. Él vivía en total dependencia de Dios para desempeñar la tarea a la cual había sido llamado.
Para Meditar:
* Este capítulo nos muestra la manera en que el campamento de Israel estaba ordenado, y cómo cada tribu sabía su lugar y su momento de partir. ¿Cuán importante es que el cuerpo de Cristo esté ordenado de esta misma manera? ¿Qué pasa cuando en una iglesia no existe orden?
* ¿Qué nos enseña este capítulo acerca de la función de los sacerdotes? Si somos líderes espirituales, tomemos un momento para analizar si estamos siguiendo el ejemplo dado en este capítulo.
* ¿Cómo Moisés veía la función de su suegro? ¿Nos ha dado Dios personas que nos animan y nos ayudan a lo largo del camino? ¿Cuál es la diferencia entre aceptar el aliento y el consejo que da un hermano, y confiar en ellos y no en Dios? ¿Cómo podemos encontrar el equilibrio entre aceptar el consejo de un hermano o hermana y confiar en la dirección de Dios?
* Cuando Moisés partió de Sinaí él estaba completamente consciente de su incapacidad para guiar al pueblo con su propia fuerza. ¿Nos ha traído Dios hasta un punto donde reconocemos que nuestras propias fuerzas y recursos son insuficientes para realizar la tarea?
Para Orar:
* Pidamos al Señor que nos muestre nuestro lugar y función en el cuerpo de Cristo. Démosle gracias porque Él tiene un propósito particular para nuestras vidas.
* Tomemos un momento para orar por nuestros líderes espirituales, que ellos sean capaces de guiar a quienes están bajo su cuidado en la búsqueda de la voluntad de Dios, advirtiéndoles de los peligros que tienen por delante y animándolos a ser fieles adoradores de Dios.
* Demos gracias al Señor por aquellos que han estado animándonos y apoyándonos.
* Pidamos al Señor que aumente nuestra fe y nuestra confianza en Él. Roguémosle que nos dé fe para confiar en Él a la hora de hacer aquello que parece imposible hacer por medio de la sabiduría y la fortaleza humanas.
11 – ISRAEL SE QUEJA
Leamos Números 11:1-35
A medida que el pueblo de Israel cruzaba el desierto, el Señor proveía para sus necesidades diarias. Sin embargo, esto no quiere decir que no tuvieron dificultades a lo largo del camino. El desierto no era un lugar de abundancia. El pueblo de Dios vivía en tiendas y no disfrutaba los lujos que tenían otras naciones. Ellos tampoco sabían en qué momento la nube se movería y tendrían que levantar su tienda y seguir la dirección del Señor.
Ciertamente la vida cristiana no siempre será fácil. Dios puede sacarnos de nuestra zona de confort y llevarnos a un momento de tensión nunca antes experimentado. El gran confort que tenemos en estos tiempos es que el Señor nunca nos dejará y siempre proveerá todo lo que necesitamos para llevar a cabo aquello que nos ha llamado a hacer.
Sin embargo, a este punto de la vida de Israel ellos no veían las cosas desde la perspectiva divina. Ellos experimentaron las adversidades del desierto y no les gustaron. De hecho, en el versículo 1 leemos que ellos comenzaron a quejarse de sus dificultades delante del Señor. Dios se enojó tanto que hizo descender fuego y quemó uno de los extremos del campamento (v. 1). Las personas atemorizadas clamaron a Moisés. Entonces él oró al Señor y el fuego se detuvo.
Hay varias cosas que debemos entender a partir de este versículo. Primero, debemos darnos cuenta de que el Señor es Dios. Esto significa que Él tiene el derecho de hacer lo que le plazca. Nosotros no tenemos ningún derecho de murmurar ni de quejarnos de Sus propósitos como si Él nos debiera algo. El solo hecho de que estamos vivos y que Él no nos ha destruido debido a nuestro pecado, es una muestra de Su gran misericordia y compasión. ¿Con qué derecho nos quejamos porque Él no nos ha hecho la vida más fácil?
El pueblo de Dios había perdido de vista lo que ya Dios había hecho por ellos. Él los había liberado de la esclavitud de Egipto y de las crueldades a las que aquella nación los sometía. Él abrió los corazones y las manos del pueblo de Egipto para bendecirlos con muchas riquezas cuando abandonaron la región. Les dio la victoria sobre el ejército del Faraón. Abrió el mar para que ellos pudieran pasar por tierra seca. Dios había colocado Su presencia entre ellos y guiaba de manera personal cada paso que daban a través del desierto. Les proveía alimentos cada día para que no pasaran hambre. Pero ahora Israel se quejaba porque su vida no era más fácil. Y al quejarse contra Dios, no lograban apreciar lo que ya Él había hecho.
Al quejarse, Israel no era capaz de reconocer que Dios deseaba para ellos lo mejor. Él conocía a Su pueblo mejor que ellos mismos. Los amaba y había demostrado Su amor por ellos de una manera evidente. Pero Su pueblo no entendía ese amor. Ellos creían que Dios no los amaba porque no les daba más. De hecho, ellos le daban más importancia a su confort que a Dios y a Sus propósitos. En lugar de confiar en Dios y adorarlo por Su cuidado y provisión, ellos entregaban sus corazones al placer y a las comodidades de este mundo. Estas cosas enojaron a Dios y por tanto envió Su fuego como advertencia.
Observemos en el versículo 3 que el lugar a donde Dios envió Su fuego contra el campamento se llamó Tabera. La palabra en sí significa “incendio”. Este nombre sería un recordatorio para el pueblo de lo que Dios hizo cuando ellos se quejaron contra Él.
Hay lecciones difíciles de aprender. Vemos en el versículo 4 que el pueblo de Dios continuaba anhelando mucho más. Ellos habían estado comiendo maná todos los días y ya se estaban cansando. Deseaban ardientemente otra comida. Observemos en el versículo 4 la palabra “llorar”. Esta es una palabra fuerte. El pueblo de Dios lloraba por otra comida; clamaban por carne para comer. Ellos se acordaban del pescado que habían disfrutado en Egipto, así como de los pepinos, melones, los puerros, las cebollas y los ajos (v. 5). Pero ahora todo lo que tenían para comer era maná.
El maná que Dios les proveía debía ser recogido, molido y cocinado en una caldera, o hecho tortas. El versículo 8 nos dice que su sabor era como sabor de aceite nuevo; y debía recogerse cada mañana.
Según nos dice el versículo 10, Moisés escuchó que las familias del pueblo lloraban “cada una” a la entrada de su tienda (NVI). Toda la nación estaba insatisfecha con la provisión del Señor. Y no es que ésta era insuficiente para comer, sino que ellos no tenían el tipo de cosas que querían comer. Como una sola voz elevaron su clamor de descontento hacia Dios, anhelando los días en que eran esclavos de Egipto y tenían lo que querían comer. Su perspectiva era muy superficial. No veían nada más que su apetito actual. No podían ver lo que Dios estaba planeando para ellos. No podían enfocarse en las promesas divinas ni en lo que Dios estaba haciendo a través de ellos. En lo único que podían pensar era en sus estómagos.
Dios se enojó “en gran manera” por lo que vio en el campamento de Israel (v. 10). Moisés también se disgustó. Él comprendía la santidad y la justicia de Dios. Él sabía que Dios podía exterminar a Su pueblo en un instante. Observemos lo que Moisés le dijo a Dios en los versículos del 12 al 15.
12Acaso concebí yo a todo este pueblo? ¿Fui yo quien lo dio a luz para que me dijeras: “Llévalo en tu seno, como la nodriza lleva al niño de pecho, a la tierra que yo juré a sus padres”? 13¿De dónde he de conseguir carne para dar a todo este pueblo? Porque claman a mí, diciendo: “Danos carne para que comamos.” 14Yo solo no puedo llevar a todo este pueblo, porque es mucha carga para mí. 15Y si así me vas a tratar, te ruego que me mates si he hallado gracia ante tus ojos, y no me permitas ver mi desventura. (LBLA)
¿Qué hizo Moisés en respuesta a la queja de su pueblo? ¡También se quejó! En los versículos del 12 al 15 él cuestionó a Dios respecto a por qué le había traído semejante problema y le había dado una carga tan pesada de llevar. Moisés cuestionó la sabiduría de Dios al escogerlo a él para llevar a la nación hacia la tierra que había prometido a sus padres. Cuestionó si Dios era capaz de proveerles carne para que el pueblo comiera. Él literalmente le dijo a Dios que si lo iba a tratar así, él renunciaba, prefería morir.
Toda la nación estaba confundida. Tanto los líderes como los miembros de cada familia, todos estaban inconformes con Dios y Sus propósitos.
Veamos cómo Dios respondió a la queja de Moisés y del pueblo. En el versículo 16 Él mandó a Moisés que trajera setenta ancianos de Israel al tabernáculo. Dios se encontraría con ellos y pondría el Espíritu que estaba en Moisés sobre estos líderes también para que ellos pudieran ayudarlo a llevar la carga. Dios aceptó la queja de Moisés e hizo algo al respecto. Moisés había estado llevando una carga pesada. Pero ahora Dios proveyó para él setenta hombres empoderados con el Espíritu Santo para que lo ayudaran.
Con respecto al pueblo, Dios le dijo a Moisés que al día siguiente Él les proveería la carne que ellos querían. Dios había escuchado su queja. Él les daría lo que ellos anhelaban, y no solo para uno o dos días, sino para un mes entero (vv. 19-20). Ellos tendrían más carne que la que alguna vez hubieran querido. De hecho, comerían esa carne hasta que la aborrecieran tanto como aborrecieron al maná. Dios usaría esta abundancia de carne para enseñarle a Su pueblo una lección muy importante.
¿Acaso alguna vez hemos anhelado algo que al final, al obtenerlo, nos hemos decepcionado? Una de las mayores lecciones que necesitamos aprender como creyentes es el contentamiento. Dios quería mostrarle a Su pueblo que las cosas terrenales no nos brindan una verdadera satisfacción. Ellos creían que si tenían carne entonces las cosas les irían mejor. Dios les estaba mostrando que ellos podían hastiarse de comer carne como mismo se cansaron de comer maná. En lugar de quejarse y anhelar algo más, ellos debían aprender a contentarse con lo que Dios les había dado. El secreto no radicaba en tener más, sino en estar satisfecho con lo que tenían.
Cuando Moisés escuchó a Dios decir que Su pueblo comería carne durante un mes, cuestionó a Dios. Él no alcanzaba a imaginar dónde podrían encontrar carne para suplirle a 600 000 hombres (así como mujeres y niños) durante todo un mes. Él le recordó a Dios que ni aun degollando todas sus ovejas y bueyes sería suficiente. Él no podía ni siquiera imaginarse atrapando esa cantidad de peces en el mar. Moisés estaba tratando de entender las cosas desde la perspectiva humana. Pero desde el punto de vista humano, lo que Dios estaba indicando era imposible.
Es bastante probable que Moisés tuviera miedo de ir a donde el pueblo a comunicarle lo que Dios había dicho. Él temía porque sabía que el pueblo estaba enojado. Quizás temía a la reacción de la gente. ¿Pensarían acaso que Moisés se estaba burlando de ellos? ¿Qué sucedería si Dios no proveía toda la carne que había prometido? ¿Qué le haría la gente? A estas alturas de su vida, Moisés carece de fe. Parece que se sentía cansado y abrumado con las responsabilidades que Dios le había dado.
Sin embargo, en el versículo 23 el Señor le recuerda a Moisés que Su mano no se había acortado. En otras palabras, Él había sido capaz de responderle hasta ese momento. Estaba plenamente capacitado para satisfacer las necesidades de Su pueblo. Él haría todo lo que dijo que haría. No había nada que fuera imposible para Él. Dios le dijo a Moisés que él vería que lo que había dicho se cumpliría.
Con esta seguridad de parte de Dios, Moisés fue al pueblo y le dijo lo que el Señor había dicho. También trajo a los setenta ancianos ante el Señor en el tabernáculo, como Dios había mandado. El Espíritu del Señor descendió y les habló. Ese día el Espíritu vino sobre los setenta ancianos de una manera muy especial para equiparlos para el ministerio que Dios les había dado. El versículo 25 nos dice que cuando el Espíritu de Dios vino sobre ellos, comenzaron a profetizar. Observemos que esto fue un evento único. Ellos profetizaron el día en que el Espíritu vino sobre ellos, pero nunca más lo volvieron a hacer. El pasaje no explica la naturaleza de esta profecía. Obviamente, las palabras que dijeron eran palabras especiales dadas por el Espíritu de Dios. Deben haber sido palabras de alabanza y acción de gracias al Señor a medida que sus corazones eran tocados y movidos por el Espíritu de Dios. Estas palabras deben haber surgido en forma de cantos de alabanza entonados al Señor en adoración de manera espontánea. Aunque el Espíritu de Dios reposaba sobre ellos para el ministerio, esta manera particular de profetizar no se repetiría en sus vidas.
Veamos también en el versículo 26 que dos de los setenta hombres decidieron no presentarse ante el Señor en el tabernáculo. No se nos dice el motivo por el cual ellos no se juntaron con los otros. Sin embargo, Eldad y Medad estaban entre los escogidos por Dios para guiar al pueblo. Aunque ellos no se presentaron en el tabernáculo junto con los demás, el Espíritu de Dios cayó sobre ellos allí en el lugar donde se encontraban. Ellos también comenzaron a profetizar al igual que los otros.
Un joven se percató de lo que le había sucedido a Eldad y Medad y corrió a decírselo a Moisés. A partir de esto entendemos que lo que estaba sucediendo ese día era algo inusual. Este joven no sabía qué hacer cuando vio a Eldad y Medad reaccionando como lo hacían. Cuando Josué, el asistente de Moisés, escuchó lo que aquel joven decía, le pidió a Moisés que les impidiera profetizar (v. 28). Josué estaba molesto con lo que estaba sucediendo ese día.
Moisés entendía que lo que estaba pasando venía de parte del Señor. Y le dijo a Josué que él deseaba que todas las personas de Israel pudieran experimentar lo que estos hombres experimentaban ese día. No siempre entenderemos los caminos de Dios. A veces nos encontramos como Josué, oponiéndonos a los propósitos de Dios. Sin embargo, Moisés tuvo suficiente discernimiento para darse cuenta que estos eventos tan extraños venían verdaderamente de parte del Señor.
Respecto a la carne que Dios prometió, ese día el Señor envió un viento que trajo una gran cantidad de codornices desde el mar hasta el campamento. El versículo 31 nos dice que fueron tantas las codornices que el viento trajo al campamento, que fueron amontonadas una encima de otra a una altura de casi dos codos y en una distancia de un día de camino en cada dirección del campamento. Los israelitas pasaron todo el día y la noche recogiendo estas codornices, las prepararon y las esparcieron a lo largo del campamento (posiblemente para secarlas). Observemos en el versículo 32 que ningún israelita recogió menos de diez montones de codornices (10 homeres: 500 galones o 2200 litros). Esta era una cantidad fenomenal de codornices reunidas de una sola vez, y les era suficiente para comer durante un mes.
Observemos en el versículo 33 que, aunque Dios proveyó para el pueblo el alimento que ellos anhelaban, antes de que se comieran todas las codornices una plaga golpeó el campamento y muchos murieron. Probablemente esta plaga fue el resultado de la gran cantidad de codornices en el campamento. Posiblemente estas codornices traían enfermedades. Puede ser que la carne se descompusiera y creara bacterias. Pero lo que el versículo 34 nos deja bien claro es que muchas personas murieron debido a la plaga que se desató por las codornices. Los israelitas llamaron aquel lugar Kibrot-hataava, que literalmente significa “tumbas de los codiciosos”.
Esto nos enseña que muy a menudo las cosas que en nuestra carnalidad codiciamos pueden destruirnos. ¡Cuántas personas, codiciando las cosas de este mundo, han caído y han perdido su rumbo! Esta historia se repite en nuestros días cuando hasta el pueblo de Dios pone sus ojos en las cosas que Dios no ha provisto. Insatisfechos con la provisión de Dios, estos individuos procuran complacerse y sentirse realizados con las cosas de este mundo, para al final solo destruirse. Que Dios nos ayude a ver que Sus caminos son los correctos y los mejores para nosotros. Que podamos aprender a contentarnos con lo que Dios nos da, entendiendo que hay un propósito en lo que Él hace.
Para Meditar:
* ¿Qué batallas hemos tenido que enfrentar en nuestra vida cristiana? ¿Cómo hemos reacciona-do ante estas luchas?
* ¿Por qué el quejarnos muestra nuestra falta de confianza en Dios y en Sus propósitos? ¿Alguna vez nos hemos quejado respecto a los propósitos de Dios para nuestras vidas?
* ¿De qué manera Moisés demostró falta de fe en este capítulo? ¿Alguna vez nos hemos encontrado en una situación aparentemente imposible? ¿Cómo reaccionamos?
* ¿Cómo Dios equipó a los 70 ancianos en este capítulo? ¿Qué importancia tiene la presencia del Espíritu Santo en el ministerio cristiano?
* ¿De qué manera Josué se opuso a lo que Dios estaba haciendo en este capítulo? ¿Alguna vez nosotros nos hemos opuesto a los propósitos de Dios debido a que no los hemos entendido?
* ¿Qué aprendemos en este capítulo acerca de la importancia del contentamiento?
Para Orar:
* Demos gracias a Dios porque Él conoce lo que es mejor para nosotros, y nos provee todo lo que necesitamos para llevar a cabo Su propósito.
* Pidamos al Señor que nos perdone por las veces en que nos hemos quejado de Su propósito para nuestras vidas.
* Pidamos al Señor que nos enseñe a contentarnos más con Su provisión.
* Agradezcamos a Dios que nos ha dado a Su Espíritu Santo para guiarnos y empoderarnos en nuestros ministerios y en nuestras vidas.
* Pidamos al Señor que aumente nuestra fe para no rendirnos cuando las cosas se tornen difíciles.
12 – MARÍA Y AARÓN MURMURAN CONTRA MOISÉS
Leamos Números 12
Ciertamente el ministerio que el Señor le dio a Moisés no era un ministerio fácil. La gente no siempre lo respetaba como líder del pueblo de Dios. En el capítulo 12 leemos sobre una ocasión donde el hermano y la hermana de Moisés murmuraron contra él.
Observemos la acusación de María y Aarón en el versículo 1. Ellos se quejaban debido a la esposa “cusita” de Moisés. La región de Cus estaba localizada justo al sur de Egipto, y generalmente se le vincula al país de Etiopía. Aunque el nombre de la esposa de Moisés no se menciona, el problema debe haber sido el hecho de que ella era extranjera. El deseo de Dios era que Su pueblo se casara con gente de su misma fe para que no se vieran influenciados por los dioses de las naciones extranjeras. Sin embargo, por otro lado, el Señor proveyó para que las mujeres extranjeras se casaran con israelitas y fueran parte de la nación de Israel. Analicemos las palabras de Deuteronomio 21:10-13 en cuanto a este asunto:
10 Cuando salieres a la guerra contra tus enemigos, y Jehová tu Dios los entregare en tu mano, y tomares de ellos cautivos, 11 y vieres entre los cautivos a alguna mujer hermosa, y la codiciares, y la tomares para ti por mujer, 12 la meterás en tu casa; y ella rapará su cabeza, y cortará sus uñas, 13y se quitará el vestido de su cautiverio, y se quedará en tu casa; y llorará a su padre y a su madre un mes entero; y después podrás llegarte a ella, y tú serás su marido, y ella será tu mujer.
Hay algo interesante aquí y es que, aunque ellos usaban como excusa el hecho de que Moisés se había casado con una mujer cusita, en realidad parece que ellos se estaban quejando de algo más. Veamos en el versículo 2 de qué se estaban quejando:
“¿Solamente por Moisés ha hablado Jehová? ¿No ha hablado también por nosotros?”
Parece que María y Aarón estaban celosos porque Moisés captaba toda la atención. El pueblo venía a Moisés y buscaban la voluntad del Señor. María y Aarón parecían estar al margen. Ellos sentían que eran tan buenos como su hermano, y estaban resentidos por el hecho de que solo él parecía tener mucho poder y autoridad en la nación. Ellos pensaban que también merecían algo de atención.
Al parecer Aarón y María entendían que no luciría muy espiritual si ellos se quejaban de que Dios le hablaba a Moisés más que a ellos. Si ellos expresaban su queja de esta manera, sería bastante obvio que estaban celosos, y no les iría bien. Entonces comenzaron a buscar un motivo para acusar a Moisés y destruirlo. Ellos se aprovecharon del hecho de que él se había casado con una mujer cusita y lo usaron en su contra. No estamos seguros cuán lejos llegaron sus palabras. Sin embargo, obviamente sus intenciones no eran las de glorificar a Dios, sino las de dañar la reputación de Moisés ante los ojos del pueblo.
Observemos en el versículo 3 que Moisés era un hombre muy manso. De hecho, el versículo nos dice que más que todos los hombres que había sobre la tierra. Esto nos lleva a creer que Moisés no procuró desquitarse ni defenderse ante los ojos de sus hermanos. Sin embargo, Dios escuchó lo que María y Aarón habían dicho y les mandó que se reunieran con Él en el tabernáculo. Cuando se reunieron allí, la presencia del Señor descendió en la columna de nube y se puso en la puerta del tabernáculo como para cuidar de que nadie se acercara. Ya Moisés había experimentado esto antes, pero probablemente esta era una experiencia nueva para Aarón y para María. Quizás esto los asustó mucho.
Cuando la presencia del Señor descendió sobre el tabernáculo, Dios llamó a María y a Aarón a que avanzaran. Obviamente, ellos debían acercarse a Su presencia donde Dios les hablaría. Esta era su queja en el versículo 2. Ahora Dios iba a darles lo que ellos querían, les iba a hablar.
En el versículo del 6 al 8 se registran las palabras que Dios les dijo a María y a Aarón en presencia de Moisés. Observemos que Dios les recuerda que Su manera usual de hablarle a los profetas era por medio de sueños y visiones. Era a través de estos sueños y visiones que Él revelaba Sus propósitos. A menudo estos sueños y visiones debían ser interpretados para que tuvieran sentido.
Sin embargo, con Moisés era diferente. Dios le hablaba a Moisés cara a cara. Percatémonos en el versículo 7 que Dios les recordó a María y a Aarón que Moisés era fiel en Su casa. En otras palabras, él vivía en obediencia y caminaba con Dios. El Señor no lo condenaba por su esposa cusita. Dios había escogido hablar con él cara a cara; y no le hablaba en enigmas que necesitaran interpretación. Él le hablaba de forma clara y explícita, como un hombre lo haría con su amigo. Y Dios hizo esto aun cuando Moisés estaba casado con una cusita.
Este evento debe haberles causado a María y a Aarón temor de hablar contra Moisés como siervo de Dios. El señor lo había escogido a él de entre su pueblo. Ellos no estaban murmurando simplemente contra Moisés, sino también contra la decisión de Dios de usarlo.
¿Cuán a menudo murmuramos contra otras personas? Quizás ellos pertenecen a otra iglesia y tienen una manera diferente de interpretar las Escrituras. Quizás su trasfondo no es el más ideal. Los siervos de Dios no son iguales. Ellos vienen de diferentes trasfondos y posiciones teológicas. La iglesia primitiva tenía problema para aceptar a Pablo debido a su trayectoria en contra de los cristianos. Algunos pueden haber tenido problemas con Pedro predicando el sermón del Pentecostés porque él había negado al Señor tres veces. ¡Con cuánta facilidad juzgamos a los demás! A menudo lo hacemos no porque nos preocupe la gloria de Dios, sino porque queremos mostrar una buena apariencia. Dios le habló con claridad a María y a Aarón respecto a su pecado.
El versículo 9 nos dice que la ira de Jehová se “encendió” contra María y a Aarón, y se fue. No nos queda claro lo que el versículo 9 quiere decir cuando expresa que el Señor se fue. Puede ser simplemente que Su presencia se fue del tabernáculo. Por otro lado, puede haber sido una manera de expresar que retiraba Su bendición por un tiempo debido a la malvada actitud de ellos hacia Moisés.
En el caso de María, vemos que cuando la nube se apartó del tabernáculo, ella estaba leprosa. La lepra en la Biblia puede referirse a cualquier enfermedad de la piel. En este caso, la piel de María estaba blanca como la nieve. Esto quería decir que ella estaba inmunda y debía separarse del resto de la comunidad a un lugar donde viviría en aislamiento. Claramente esto era juicio de Dios en contra de ella por su murmuración y por sus palabras iracundas en contra de Moisés.
No sabemos bien por qué Aarón no recibió el mismo juicio. Sin embargo, es interesante que nos percatemos del orden en que sus nombres aparecen en este capítulo y en el resto de las Escrituras. En el versículo 4 y 5 el nombre de Aarón se menciona primero. Y así sucede en Miqueas 6:4:
Porque yo te hice subir de la tierra de Egipto, y de la casa de servidumbre te redimí; y envié delante de ti a Moisés, a Aarón y a María.
La única vez en las Escrituras donde el nombre de María se menciona primero es en Número 12:1. Quizás haya algo significativo aquí. Esto nos lleva a pensar que la razón es que María fue la primera que inició la crítica hacia Moisés y que Aarón simplemente la siguió. Si este fue el caso, entonces esto explica por qué María fue castigada y Aarón se libró sin daño alguno.
Observemos en el versículo 11 que, aunque María fue la única a quien Dios juzgó, Aarón también reconoció su parte de la culpa. En el versículo, él le suplicó a Moisés que no les cargara este pecado en el cual habían obrado neciamente (LBLA). Aarón no se justificó de este pecado, aun cuando pudo no haber sido él el promotor. Él le rogó a Moisés que hiciera algo por María y su condición. Al venir donde Moisés, Aarón estaba reconociendo su posición delante de Dios, y que había pecado contra él al seguir a María en su murmuración.
Moisés clamó a Dios por su hermana. Él no le guardó rencor. No quería verla sufrir por las cosas que ella había dicho en contra de él y de su esposa, sino que le rogó a Dios que la sanara. Dios escuchó a Moisés, pero exigió que María fuera castigada por sus palabras malintencionadas.
Dios le recordó a Moisés en el versículo 14 que si el padre de María hubiera escupido en su rostro, ella quedaría en vergüenza durante siete días según la ley judaica. Sin embargo, lo que ella había hecho la hacía más inmunda que si alguien le hubiera escupido el rostro. Dios exigió que fuera echada del campamento por siete días debido a su maldad. Después de esos siete días ella regresaría a su familia y Dios la sanaría de su lepra. Según el versículo 15, el pueblo no se movería del campamento hasta que María hubiera completado sus siete días de castigo. Aquí hay tres cosas que necesitamos analizar.
En primer lugar, Dios no dejó a María atrás. El pueblo se mantuvo en su lugar todo el tiempo que María estuviera confinada. El versículo 16 nos dice que tan pronto como María se restableció, el Señor los movió hacia otra región. Dios no rechazó a María ni a su posición como profetiza de la comunidad. No la quitó de la comunidad ni de su ministerio por causa de su pecado. Ella necesitaba aprender la lección, pero Dios aún tenía un propósito y una función para ella dentro de la comunidad. ¿Con cuánta frecuencia rechazamos a las personas que caen cuando Dios aún tiene un propósito para ellos? Dios no la abandonó ni la rechazó.
En segundo lugar, observemos cómo Dios usó esta situación para enseñarle al pueblo una lección. De alguna manera, toda la comunidad se detuvo debido al pecado de María. Durante esos siete días toda la nación de Israel se vio obligada a ver lo que Dios le había hecho a la hermana de Moisés por murmurar contra el líder escogido por Dios. La situación sería una advertencia para toda la nación con respecto a cualquiera que murmurara contra el líder escogido por Dios.
Por último, veamos que la comunidad no podía avanzar hasta que el pecado de María fuera tratado. Dios detuvo a toda la comunidad hasta que el juicio de María se terminara. Debido a su impureza, ella tendría que traer sacrificios delante del Señor, y Aarón los ofrecería. Entonces ella tendría que estar ceremonialmente purificada de nuevo antes de ser restaurada a la comunidad del pueblo de Dios. Solamente cuando ella volviera a estar purificada, la comunidad podría moverse del lugar donde estaba hacia la próxima región que Dios tenía para ellos (ver versículo 16). Solo nos resta preguntarnos qué hay en nuestras vidas que esté deteniendo el progreso de nuestros hermanos y hermanas en Cristo.
Para Meditar:
* ¿Tenían María y Aarón una queja legítima contra Moisés por casarse con una extranjera?
* ¿Cuál era la verdadera razón de la queja de María y Aarón?
* ¿La opinión que Dios tiene de las personas difiere de la nuestra? ¿Usa Él a personas que según nosotros son indignas de su posición?
* ¿Qué evidencia tenemos de que María pudo haber sido la promotora de la murmuración en contra de Moisés?
* ¿Cómo Dios mostró misericordia y compasión de María?
* ¿Cuál fue el efecto que el pecado de María provocó sobre toda la nación?
Para Orar:
* Pidamos a Dios que nos libere de cualquier tipo de celo o envidia.
* Tomemos un momento para meditar en las personas que nos rodean y en los ministerios que Dios les ha dado. Agradezcamos al Señor por las diferentes maneras en que Él usa a nuestros líderes y amigos para la expansión de Su reino.
* Pidamos al Señor que nos ayude a estar conformes con la función que nos ha dado.
* Pidamos a Dios que nos permita aceptar mejor a las personas que nos rodean.
* Pidamos a Dios que nos muestre si de alguna manera hemos estado deteniendo el progreso de la comunidad del pueblo de Dios. Roguémosle que nos muestre qué podemos hacer para solucionar las cosas.
13 – PERSPECTIVAS DIFERENTES
Leamos Números 13:1-33
En el capítulo anterior vimos cómo el Señor castigó a María y a Aarón por murmurar contra Moisés. Después de estos eventos, el Señor guio a Su pueblo hacia el norte, al desierto de Parán.
Cuando ellos llegaron al desierto de Parán, el Señor le dijo a Moisés que enviara hombres a explorar la tierra de Canaán. Él debía enviar líderes de cada tribu. Según el versículo 2, Dios tenía la intención de mostrarles a estos líderes la tierra que les estaba dando. A medida que recorrieran la tierra, ellos veían las maravillosas bendiciones que Dios les iba a dar. Esto debe haber sido un verdadero aliciente para un pueblo que había estado vagando a través del desierto viviendo del maná. ¡Cuánto consuelo deben haber sentido estos líderes al pensar que este iba a ser su nuevo hogar! Esto debe haber conmovido su fe y debe haber provocado que de sus corazones brotaran alabanzas y un profundo agradecimiento a Dios por Su gracia y generosidad.
En obediencia al mandato del Señor, Moisés escogió hombres de cada tribu para que exploraran la tierra. La siguiente tabla enlista los nombres de los líderes por tribu, quienes fueron escogidos para explorar la tierra de Canaán.
Moisés les dio a estos líderes un mandato especial cuando los envió a explorar la tierra. Él les dijo que subieran al Neguev y al monte, y vieran cómo eran la tierra y la gente. Moisés quería saber si había muchas personas en la tierra y si eran fuertes. También les pidió que vieran cómo lucían sus ciudades. ¿Vivían en ciudades fortificadas? ¿Era fértil la tierra y tenía árboles la región? Observemos en el versículo 20 que Moisés también les pidió a estos hombres que le trajeran del fruto de la tierra.
Aunque el pasaje no nos dice la razón por la cual Moisés dio estos mandatos específicos; entendemos que como líder de la nación él tenía algunas preocupaciones muy particulares. Como cualquier buen líder, probablemente quería saber a qué se enfrentaba. Parece que él estaba preocupado por el tipo de obstáculo que tendrían que enfrentar mientras entraban a la tierra en obediencia al Señor. Probablemente al pedir del fruto de la tierra, estaba indicando que él anhelaba tener productos frescos para comer, ya que él y su pueblo solo habían estado comiendo maná durante todo el tiempo que estuvieron en el desierto.
En el versículo 21, los hombres salieron a la orden del Señor. Cuando llegaron a cierto valle de la región, cortaron un racimo de uvas, el cual necesitó dos hombres para llevarlo. También le trajeron granadas e higos. Ellos llamaron a ese valle Escol, lo cual significa literalmente “racimo”, en referencia al gran racimo de uvas que encontraron allí. En total pasaron 40 días explorando la tierra antes de regresar al campamento israelita.
Los hombres trajeron su informe a Moisés y al campamento de Israel, mostrándoles el fruto que habían traído (v. 26). Ellos informaron que la tierra fluía leche y miel (v. 27). En otras palabras, esta era una tierra de abundancia. Sin embargo, observemos también según Números 13:28 que ellos informaron que el pueblo era fuerte y sus ciudades grandes y fortificadas. Ellos encontraron en la región muchas naciones diferentes. Los amalequitas vivían en el Neguev, los heteos, los jebuseos y los amorreos vivían en la región montañosa, y los cananeos habitaban junto al mar (13:28-29, LBLA). También notificaron que vieron a los hijos de Anac en la región (v. 28). Desde Números 13:33 los descendientes de Anac también fueron llamados gigantes (nefileos, La Biblia Textual, BTX). Ya leímos acerca de los nefileos en Génesis 6:4:
Había gigantes en la tierra en aquellos días, y también después que se llegaron los hijos de Dios a las hijas de los hombres, y les engendraron hijos. Estos fueron los valientes que desde la antigüedad fueron varones de renombre.
Génesis 6:4 describe a estos hombres como “los valientes” y “varones de renombre”. En otras palabras, ellos provenían de un gran linaje de guerreros temerarios y poderosos. Los líderes que regresaron de explorar la tierra de Canaán se describieron como “langostas” comparados con estos poderosos hombres (v. 33). Es decir, eran pequeños e insignificantes delante de ellos.
Obviamente lo que los líderes informaron estaba comenzando a desanimar al pueblo. El Señor le había prometido esta tierra a Israel, pero el reporte de ciudades fortificadas con poderosos hombres de guerra muy superiores a ellos en fortaleza estaba llevando al pueblo a preguntarse si acaso sería posible conquistar esta tierra. Parece que Caleb, el representante de Judá, vio lo que estaba sucediendo e hizo callar a los otros líderes. Él les dijo que su opinión era que deberían subir y tomar posesión de la tierra. Él estaba seguro de que Dios se las daría (v. 30).
Caleb vio lo mismo que los otros líderes vieron, pero su confianza estaba puesta en el Señor y en Su promesa. Él creía que Dios les daría esta tierra. Sabía que habría obstáculos que vencer, pero él creyó lo que Dios había prometido y estaba dispuesto a dar el paso de fe. Sin embargo, los demás líderes no vieron las cosas de esa manera. Ellos veían un ejército enemigo que era más poderoso que su ejército; veían ciudades fortificadas que estaban bien protegidas; veían a los descendientes de Anac, quienes eran guerreros famosos y poderosos. Ellos creían que serían devorados por la gente de la tierra si intentaban tomarla. Observemos en el versículo 32 que ellos “dieron un mal informe” (LBLA) a los israelitas acerca de la tierra, desanimándolos incluso de intentar asentarse en ella.
No podemos leer este pasaje sin darnos cuenta de la diferencia de perspectiva. Caleb vio los mismos obstáculos que vieron los otros líderes, pero él se enfocó en la promesa de Dios. El Señor les había prometido esta tierra, y a pesar de los obstáculos, Caleb sabía que Dios sería fiel a Su palabra. Él estaba dispuesto a enfrentarse a los más grandes enemigos porque creía que lo que Dios decía era verdad. Los otros líderes conocían la promesa de Dios concerniente a la tierra prometida, pero se enfocaron en su propia sabiduría, experiencia y entendimiento más que en la promesa de Dios. Ellos no estaban dispuestos a arriesgarlo todo por la promesa de Dios.
Como creyentes de hoy en día, tenemos dos caminos por delante: el camino de la fe en la promesa de Dios y el camino de la sabiduría, de la razón y de la experiencia humanas. ¿Cuál camino tomaremos? Las promesas de Dios no siempre llegarán fácilmente. Habrá obstáculos que vencer y enemigos con quienes luchar. Algunas veces el camino de la fe no tendrá sentido para nuestras mentes humanas. A medida que analizamos la imagen que aquí tenemos, vemos un pueblo que se rehusó a aferrarse a la promesa de Dios porque tuvo miedo. Delante de ellos había una tierra llena de las más ricas bendiciones que ellos jamás habían experimentado. Dios se las estaba ofreciendo, pero ellos no las tomaron. Les dieron la espalda a esas bendiciones porque no estuvieron dispuestos a correr el riesgo de confiar en la Palabra de Dios. ¿Lo correremos nosotros?
Para Meditar:
* ¿Qué fue lo que encontraron los líderes en la tierra de Canaán? ¿Cuáles eran las bendiciones? ¿Cuáles eran los obstáculos?
* ¿Por qué la perspectiva de Caleb era diferente a la de los otros líderes?
* ¿Vienen las promesas de Dios exentas de luchas? ¿Cuáles son algunos de los obstáculos que hemos tenido que vencer para ver las promesas de Dios cumplidas en nuestras vidas?
* ¿Alguna vez hemos confiado en nuestra sabiduría y experiencia humanas más que en las promesas de Dios? ¿Por qué el ministerio sufre cuando éste se basa en la sabiduría y experiencia humanas?
Para Orar:
* Agradezcamos al Señor por Sus promesas. Démosle gracias porque Él siempre es fiel a esas promesas.
* Pidamos al Señor que nos dé más de la perspectiva de Caleb. Oremos a Dios que nos ayude a confiar en Él y en Su Palabra más que en nuestra propia sabiduría.
* Dediquemos un momento a orar por nuestros líderes espirituales. Roguemos al Señor que los ayude a ser más como Caleb, líderes que confíen en Sus promesas divinas.
* Pidamos al Señor que nos muestre si hay algún aspecto en el que necesitamos ser más como Caleb respecto a nuestros ministerios o vida cristiana. Roguemos a Dios que nos ayude a confiar más en Su dirección y en Sus promesas.
14 – DEMASIADO TARDE PARA OBEDECER
Leamos Números 14:1-45
En el capítulo 13 vimos cómo los líderes de las doce tribus regresaron de explorar la tierra de Canaán. Ellos habían visto las bendiciones de la tierra, pero también habían visto al poderoso ejército enemigo y sus ciudades fortificadas. Mientras Caleb quería ir a la tierra y conquistarla, los otros líderes se rehusaron y desanimaron al pueblo.
Observemos la respuesta del pueblo cuando escuchó el informe de sus líderes. El versículo 1 nos dice que ellos lloraron y se quejaron contra Moisés y Aarón, diciendo que preferían haber muerto en Egipto. Cuestionaron el porqué el Señor los había sacado de Egipto solo para dejarlos morir a espada de un enemigo más poderoso que luego tomaría a sus esposas e hijos como presa (v. 3). De hecho, hasta hablaron en el versículo 4 acerca de escoger a otro líder que los llevara de vuelta a Egipto.
Toda esta murmuración contra Moisés y Aarón viene en el contexto del capítulo 12 donde Dios hirió a María con lepra por murmurar contra Moisés. Aunque ya el pueblo había visto lo que le paso a María, ellos no habían aprendido la lección. Y la culpa no solo la tenía el pueblo, sino también los líderes que los desanimaron debido a su falta de fe en la promesa de Dios de darles la tierra prometida.
Solo nos resta imaginar cómo esto habría insultado a Dios, quien los liberó de la esclavitud de Egipto y les prometió que tendría su propia tierra. Ellos se negaban a tomar la tierra, prefiriendo en su lugar regresar al lugar de servidumbre. ¿Cuántas veces se repite esto en nuestros días? ¿Con cuánta frecuencia vemos a aquellos que han sido liberados de la esclavitud del pecado, codiciarlo secretamente otra vez? Y esta tentación la vemos en nuestros propios corazones.
Cuando Moisés y Aarón escucharon lo que el pueblo decía, se postraron sobre sus rostros delante de ellos. Obviamente, ellos le estaban suplicando a Dios que los perdonara por su actitud. Josué y Caleb, quienes habían explorado la tierra con los otros líderes, rompieron sus vestidos en señal de lamento. Ellos le recordaron al pueblo que la tierra que habían explorado era una tierra rica llena de bendiciones. Ellos sabían que si el Señor se agradaba de ellos, se las daría; por lo que le rogaron al pueblo que no se rebelaran contra el Señor. La tierra sería de ellos porque Dios estaba con ellos, y se las daría como había prometido.
A pesar de su súplica, el pueblo se rehusó a escuchar a Moisés, a Aarón, a Caleb y a Josué. De hecho, “toda la congregación” habló de apedrearlos. Observemos el uso de la frase “toda la congregación”. Esto implica que el pueblo en general había acordado que ya no quería que estos hombres de Dios fuesen sus líderes. Ellos querían ir en otra dirección. Ya no estaban contentos con el Señor y Sus propósitos, más bien querían hacer las cosas a su modo. El hecho de que ellos hablaron realmente de apedrear a estos hombres nos muestra cuán fuerte era lo que sentían.
Nos da la impresión de que si no hubiera sido por el hecho de que Dios descendió en medio de ellos, el pueblo hubiera seguido con su plan de apedrear a Moisés, a Aarón, a Caleb y a Josué. Sin embargo, mientras ellos aún hablaban, la gloria de Dios apareció en el tabernáculo a la vista de toda la nación. La presencia de Dios ese día ciertamente le pondría fin a la discusión.
Ese día el Señor le habló a Moisés y le preguntó:
¿Hasta cuándo esta gente me seguirá menospreciando? ¿Hasta cuándo se negarán a creer en mí, a pesar de todas las maravillas que he hecho entre ellos? 12 Voy a enviarles una plaga que los destruya, pero de ti haré un pueblo más grande y fuerte que ellos. (Nm. 14:11-12, NVI)
El Señor le dijo tres cosas a Moisés ese día. En primer lugar, le dijo que el pueblo lo estaba menospreciando (v. 11). La palabra que se usa aquí es una palabra fuerte que también puede ser traducida como “provocando”, “despreciando” o “blasfemando”. En otras palabras, al rehusarse a confiar en la promesa de Dios, rechazando lo que Él había hecho por ellos y tratando de matar a Sus siervos, ellos estaban provocando al Señor y blasfemando Su carácter y propósito para sus vidas. Este era el delito más grave que un judío podía cometer, y merecía la muerte.
En segundo lugar, Dios acusó a Su pueblo de rehusarse a creer todas las señales que Él había hecho en medio de ellos. Esto no es lo mismo que no creer porque nunca hubieran tenido evidencia. Este no era el caso para el pueblo de Israel en los días de Moisés. Ellos habían visto demostraciones milagrosas del amor y el poder de Dios. Él proveyó para todas sus necesidades; habían sido testigos de la destrucción de la nación de Egipto en manos de Dios; vieron la caída del ejército egipcio cuando Dios los ahogó en el mar. Dios había provisto para ellos y habían vencido a cada enemigo que se les presentaba en su camino. La gente de esos días no tenía excusa. Su incredulidad no se basaba en la falta de conocimiento, sino en la voluntaria decisión de no creer.
Por último, observemos cuáles son las intenciones de Dios. En el versículo 12 Él le dijo a Moisés que iba a enviar una plaga para destruir al pueblo, y que haría otra nación a partir de sus descendientes que sería más grande y fuerte. Esto nos muestra justamente cuán enojado estaba Dios con Su pueblo. Él quería destruirlos por completo.
Cuando Moisés escuchó las intenciones de Dios en el versículo 12, clamó a Dios por la nación. Él le recordó al Señor lo que los egipcios dirían cuando escucharan lo que le había sucedido al pueblo de Dios en el desierto. La gente diría que el Señor no pudo meter al pueblo en la tierra que les había prometido y por eso los mató en el desierto (vv. 14-16). Parece que lo que le preocupaba a Moisés aquí era lo que las personas de las otras naciones pensaran acerca del Señor. En esto él demuestra un verdadero corazón misionero, deseando que cada nación viera y conociera la gloria de Dios.
Por causa del nombre de Dios, Moisés le ruega a Él que demuestre Su gran poder perdonando la rebelión de Su pueblo. Observemos la conexión entre perdón y poder (vv. 17-18). Se requiere mucho más poder o fuerza de carácter para perdonar que para castigar. Moisés le ruega a Dios que demuestre esa fuerza de carácter y perdone a Su pueblo tal y como lo había hecho tantas veces desde su salida de Egipto (v. 19).
Dios oyó la petición de Moisés ese día y perdonó a Su pueblo por tentarlo “diez veces” (v. 20). Aquí no deberíamos necesariamente ver que Dios estaba contando la cantidad de veces que Su pueblo lo había tentado. La mayoría de los comentarios concuerdan con que la referencia a “diez veces” simplemente se debe a la manera de Dios decir que Su pueblo lo había tentado muchas veces. Aunque Dios perdonaría a Su pueblo y se abstendría de enviar la plaga que había dicho, ellos pagarían por su maldad y rebelión. En el versículo 22 Dios le dijo a Moisés que ninguna persona de las que vio Sus milagros y señales en Egipto vería la tierra prometida. Toda persona mayor de veinte años moriría en el desierto (vv. 28-29) con excepción de Caleb, según el versículo 24 y 30, debido a que él quería seguir al Señor en la conquista de la tierra. También se hizo excepción con Josué en el versículo 30. Dios no le daría la tierra a aquellos que lo menospreciaron (v. 23). Por el contrario, se la daría a los hijos de Israel israelitas que habían nacido durante su travesía por el desierto (v. 31).
Israel viviría en el desierto durante cuarenta años. Sus hijos sufrirían la infidelidad de sus padres al rechazar la tierra que Dios les ofrecía (vv. 31 y 33). Observemos en el versículo 34 que su castigo era pasar un año en el desierto por cada día que sus líderes pasaron explorando la tierra que Dios les había prometido. Durante ese tiempo, toda persona mayor de veinte años moriría. Solo entonces Dios los libraría y heredarían la tierra.
Observemos también que el pecado de los padres tuvo un impacto en la vida de sus hijos. Debido a que los padres rechazaron la tierra prometida, los hijos tuvieron que vivir en el desierto. Nuestros pecados no solo nos afectan a nosotros. Nuestros hijos y aquellos que nos rodean también sufrirán las consecuencias de nuestra infidelidad.
En lo que respecta a los líderes que desanimaron al pueblo, los versículos del 36 al 38 nos dicen que el Señor los hirió con una plaga. Con excepción de Caleb y Josué, todos los demás líderes murieron debido a esa plaga. Dios responsabilizó a estos líderes por guiar mal a Su pueblo.
Cuando el pueblo oyó el juicio de Dios se puso a “llorar amargamente” (NVI). Ellos vieron el precio que tuvieron que pagar por su rebelión. A la mañana siguiente confesaron que habían pecado y decidieron subir y tomar la tierra (vv. 39-40). Sin embargo, observemos que Moisés les dijo que ya era demasiado tarde. Debido a que ellos habían rechazado al Señor, Dios no iría con ellos. Moisés les advirtió que si lo intentaban serían masacrados (v. 43). Pero el pueblo no escuchó a Moisés. Cuando los amalecitas y los cananeos los vieron en su tierra, los atacaron y los derrotaron, e Israel huyó vergonzosamente.
Ya no había vuelta atrás. Aunque Israel trató de enmendar las cosas, su sentencia ya estaba pronunciada. Ellos trataron de obedecer, pero era demasiado tarde porque ya el daño estaba hecho. La presencia de Dios los había dejado. ¡Qué imagen tan triste tenemos aquí! Habían perdido la oportunidad de la victoria, y aunque la vieron, ahora no podían tenerla.
Por rebelarse y negarse a obedecer cuando Dios los llamó, Israel perdió el derecho a la bendición y a la oportunidad que tenían delante. Esto es una advertencia para todos nosotros también. Este pasaje nos desafía a ser fieles al Señor cuando Él nos llama. Hay oportunidades que nunca volverán. Dios es un Dios perdonador, pero tenemos mucho que perder por nuestra infidelidad.
En el versículo 25, Dios mandó a Moisés a llevar al pueblo de regreso desde los límites de la tierra de Canaán hasta el desierto donde debían viajar por la ruta del Mar Rojo. Allí vagarían los próximos cuarenta años.
Para Meditar:
* ¿Nos hemos visto alguna vez murmurando y quejándonos de nuestros líderes espirituales o de las situaciones que Dios ha permitido en nuestras vidas? ¿Por qué es tan grave el asunto de murmurar y quejarse de los propósitos de Dios?
* Moisés intercedió por su pueblo y Dios los salvó de la plaga que había dicho que les mandaría. ¿Qué nos enseña esto acerca de la importancia de la oración?
* ¿Acaso el perdón significa que no tendremos que sufrir las consecuencias de nuestro pecado?
* ¿Cuáles fueron las consecuencias que trajo el pecado del pueblo Dios sobre sus hijos? ¿De qué manera nuestros pecados afectan a nuestros hijos y a los que nos rodean?
* El pueblo de Dios perdió la oportunidad de entrar a la tierra prometida. ¿Habremos perdido nosotros oportunidades en nuestras vidas?
Para Orar:
* Pidamos al Señor que nos ayude a aceptar las circunstancias que Él nos pone en nuestro camino sin murmurar ni quejarnos.
* Tomemos un momento para interceder y orar por aquellos que se encuentran bajo el juicio de Dios. Pidamos a Dios que abra sus ojos a la verdad antes de que sea demasiado tarde.
* Agradezcamos al Señor que Él está dispuesto a perdonarnos por nuestros pecados.
* Roguemos al Señor que nos ayude a obedecerle cuando Él nos llama para que no perdamos oportunidades de servicio. Pidámosle que nos dé gracia para caminar con Él fielmente.
15 – OFRENDAS, PECADOS Y ADORNOS
Números 15:1-41
El pueblo de Dios se había rehusado a entrar a la tierra que Dios le había dado como herencia. Ellos no confiaban en que el Señor los protegería y los fortalecería. Como consecuencia de esto, todos los mayores de veinte años morirían en el desierto y nunca verían la tierra de Canaán. Sin embargo, Dios les daría la tierra a los hijos de ellos.
A medida que comenzamos observemos que el Señor esperaba que cuando los hijos de Israel entraran a la tierra prometida, le adoraran de la manera en que se les había instruido. El Señor le dijo a Moisés que los israelitas debían traer una ofrenda de grano y una ofrenda de libación (ofrenda líquida, NTV) con cada sacrificio quemado que ellos le presentaran a Dios. En los versículos del 3 al 12 el Señor describe lo que Él esperaba de cada ofrenda traída. La siguiente tabla resume estos versículos:
Percatémonos que mientras más grande era el animal, más ofrenda de grano y de libación se requería. Dios aclara muy bien en los versículos del 13 al 16 que todo israelita de nacimiento, así como todo extranjero que viviera con ellos debía presentar al Señor estas ofrendas de granos y de libación junto con sus sacrificios. Las leyes sobre las ofrendas debían aplicarse a ambos, a los israelitas nativos y a los extranjeros que vivían con ellos.
Es interesante que nos percatemos de que Dios aceptaba la ofrenda del extranjero que vivía en Israel que verdaderamente quisiera adorarlo. El corazón de Dios siempre ha estado abierto para todo el mundo. Él siempre ha aceptado a las personas de todas las nacionalidades que vengan a Él con un corazón sincero.
Además de estas ofendas regulares de grano y de libación, el Señor también esperaba que cuando los israelitas entraran a la tierra prometida hicieran una torta con la primera harina molida sobre la era y se la presentaran a Él (vv. 17-21). Esta ofrenda era para reconocer el hecho de que el Señor era el proveedor de la cosecha. Se le ofrecía a Dios como acción de gracias por Su provisión misericordiosa.
Dios sabía que Su pueblo pecaría contra Él, y en Su justicia y misericordia, proveyó un medio por el cual esos pecados pudieran ser perdonados. Pecar contra el Dios santo era un asunto grave y merecía la muerte. Pero en vez de tomar la vida de la persona que pecaba, Dios permitía que un animal fuera sacrificado en su lugar. En los versículos del 22 al 27, Dios establece Sus requisitos para los sacrificios hechos por los pecados por yerro (inadvertidos, NVI o involuntarios, NTV).
Observemos en los versículos del 22 al 27 que el Señor habla sobre sacrificios por pecados “inadvertidos” (NVI). Y éstos se distinguen de los pecados “deliberados” (NVI) que mencionan los versículos 30 y 31. Los pecados inadvertidos o involuntarios eran aquellos que se cometían sin que la persona estuviera consciente de haber pecado. Por ejemplo, un israelita podía haber tocado algo inmundo sin saberlo. Un pecado inadvertido también se podía cometer debido a la falta de conocimiento. Puede ser que un individuo no tuviera suficiente conocimiento de los requisitos de Dios como para saber que estaba pecando. Los pecados inadvertidos también podían cometerse accidentalmente o por alguna circunstancia. Imaginemos que un judío está trabajando con un hacha y que la cabeza del hacha se le desprende golpeando a otro hombre y matándolo. Él es culpable por matar a su hermano, pero no era su intención hacerlo. Él es culpable de un pecado inadvertido o involuntario. La debilidad humana también podría causar que un individuo cometiera un pecado inadvertido. Quizás por enfermedad un hombre no es capaz de cumplir con sus obligaciones. Esto también se cataloga como un pecado inadvertido o involuntario.
Lo que es importante que entendamos es que el pecado no tiene que ser intencional para ser pecado. Hasta los pecados inadvertidos deben confesarse ante Dios y necesitan perdón.
Observemos en los versículos del 22 al 27 que los requisitos de Dios varían según la persona o las personas que cometían el pecado. Había un requisito para los pecados de una comunidad completa y otro requisito para los individuales. La siguiente tabla resume los requisitos de Dios según se establecen en este pasaje.
Aunque existían sacrificios por el perdón de los pecados inadvertidos, los pecados intencionales tenían un tratamiento diferente. Los versículos 30 y 31 nos dicen que cualquiera que pecara intencionalmente (con desafío, LBLA), debía ser cortado de entre su pueblo. Los pecados intencionales eran aquellos que se cometían voluntariamente y en rebelión contra Dios, con pleno conocimiento del pecado. No había sacrificio para alguien que cometiera un pecado intencional. Dicha persona sería cortada de entre el pueblo de Dios.
En los versículos del 32 al 36 tenemos un ejemplo de pecado intencional. Los israelitas encontraron a un hombre recogiendo leña el día de reposo. Ellos lo aprisionaron hasta que Moisés consultara al Señor para ver qué hacer con él. Dios le dijo a Moisés en el versículo 35 que ese hombre tenía que morir. Tenían que echarlo fuera del campamento y apedrearlo hasta que muriera. Esto es un ejemplo claro de un hombre que, conociendo los mandatos de Dios en cuanto al día de reposo, escogió ignorarlos y voluntariamente desafió a Dios y a Sus propósitos para ese día. No había sacrificio para su pecado. Este hombre tenía que morir por desafiar a Dios de manera voluntaria.
El capítulo 15 concluye con una declaración acerca de las prendas de vestir que los israelitas debían usar. Dios le dijo a Moisés en el versículo 38 que los israelitas debían hacerle flecos de cordón azul a sus vestidos (LBLA). Es significativo que estos flecos debieran ser de color azul. Para envolver el arca del pacto cuando se transportaba de un lugar a otro se usaba una tela azul (Nm. 4:6). Las cortinas que separaban el lugar santo del lugar santísimo debían ser de tela azul completamente (Éx. 26:31-33). El manto del efod sacerdotal debía hacerse todo de azul (Éx. 28:31). Parece ser que el color azul se usaba para las cosas santas de Dios.
Percatémonos que el propósito de los flecos azules que colgaban de sus vestidos era que el pueblo de Israel recordara los mandamientos de Dios y no se prostituyera al ir tras los impulsos de su corazón (v. 39, NVI). Estos adornos azules en sus vestidos les recordaban que ellos eran un pueblo apartado para Dios. Cuando salieran para su rutina diaria y fueran tentados a comprometer su fe, estos flecos azules colgando de sus vestidos les recordarían que ellos pertenecían a Dios y debían seguir Sus mandamientos y ordenanzas.
Dios esperaba que Su pueblo caminara en obediencia. Él proveyó perdón para esas ocasiones en que la debilidad humana y las circunstancias los hicieran caer. Dios los desafió a usar adornos de flecos en sus vestidos para recordarse a sí mismos su obligación para con Su ley divina. Pero también exigió el castigo más severo para aquellos que lo ignoraban y lo desafiaban voluntariamente. Cuando el pueblo de Dios salió de las fronteras de Canaán para vagar por cuarenta años en el desierto, Dios les recordó nuevamente Su demanda de obediencia y las consecuencias de la desobediencia. Sin embargo, también les recordó que a través de los sacrificios que Él había provisto, ellos podían ser perdonados y restaurados a Él.
Para meditar:
* Dios tenía requisitos específicos sobre cómo Su pueblo debía traer sus ofrendas. ¿Cuán importante es que sigamos hoy los requisitos de Dios según los establece en la Biblia? ¿Cuán fácil nos resulta hacer lo que mejor nos parece e ignorar las claras enseñanzas de las Escrituras?
* ¿Cuál es la diferencia entre los pecados inadvertidos o involuntarios y los pecados intencionales? Demos algunos ejemplos de cada uno.
* ¿Una persona es culpable de pecado a pesar de que lo que hizo no fue de manera intencional?
* ¿Por qué el pueblo de Israel usaba flecos o adornos en sus vestidos? ¿Qué podemos hacer nosotros para recordarnos el deber que tenemos para con Dios?
Para Orar:
* Pidamos al Señor que nos ayude a seguir los requisitos de Su Palabra. Pidámosle que nos perdone por las veces en que hemos escogido ignorar Su Palabra para beneficio propio.
* Roguemos al Señor que nos libre de pecar intencionalmente y de desobedecerle de manera voluntaria.
* Demos gracias al Señor que nos ha escogido para que le pertenezcamos. Pidámosle que nos recuerde nuestra obligación para con Él y Su palabra en nuestro diario vivir.
16 – UNA LECCIÓN QUE NUNCA APRENDIERON
Leamos Números 16:1-50
Uno de los mayores pecados que el pueblo de Dios cometió en el desierto fue quejarse y murmurar contra Dios y Sus propósitos. Moisés y Aarón, como representantes de Dios, a menudo se convertían en el blanco de esta murmuración. Según recordaremos, Dios juzgó a María por este pecado cuando murmuró contra su hermano Moisés en Números 12. Aunque los israelitas vieron el juicio de Dios sobre María, ellos no pararon de repetir ese mismo pecado.
En Números 16 leemos acerca de cómo un hombre llamado Coré se levantó contra Moisés. En el versículo 1 descubrimos que Coré era un levita de la familia de Coat. Como coatita, él era responsable de transportar los artículos santos (el candelero, el arca del testimonio, los altares, etc.) cuando los israelitas mudaban el campamento. Coré, con la ayuda de otros dos (Datán y Abiram) obtuvieron el apoyo de 250 líderes de la comunidad, varones de renombre (v. 2). Junto a estos hombres se acercaron a Moisés y desafiaron su autoridad.
Veamos sus argumentos en el versículo 3:
¡Basta ya de vosotros! Porque toda la congregación, todos ellos son santos, y en medio de ellos está Jehová; ¿por qué, pues, os levantáis vosotros sobre la congregación de Jehová?
El argumento es de naturaleza teológica, aunque puede haber tenido más de celo que de teología. Coré argumentaba que ninguna persona debía considerarse más santa que otra. Todos en la comunidad le pertenecían a Dios y tenían la misma posición unos respecto a otros. Ellos rechazaban la idea de que un hombre tuviera tanto poder, y creían que todos los que pertenecían a Dios debían tener los mismos privilegios que Moisés.
Cuando Moisés escuchó su queja, se postró sobre su rostro (v. 4). El pasaje no nos dice por qué hizo esto. Sin embargo, Moisés sabía lo que Dios pensaba respecto a este tipo de murmuración, y puede que hubiera estado pidiéndole al Señor que librara a estos individuos del juicio.
Moisés le dijo a Coré y a sus seguidores que llevaría ese asunto al Señor para saber cuál era Su decisión. A la mañana siguiente, ellos debían traer incensarios, y poner en ellos fuego e incienso y presentarse delante del Señor. Necesitamos entender que la ofrenda de incienso era una tarea que solo los sacerdotes debían realizar. Coré y sus seguidores creían que tenían derecho a ser sacerdotes delante del Señor, y por eso Moisés los desafió a ver cuál sería la respuesta del Señor si ellos asumían esta responsabilidad.
Sin embargo, veamos en el versículo 7 que Moisés advirtió a Coré y a los otros levitas que estaban con él que ellos habían ido demasiado lejos (NVI). Dios había separado a los levitas del resto de la comunidad y les había dado una tarea particular en el tabernáculo. Sin embargo, estos hombres no estaban contentos con su función y también querían ser sacerdotes (v. 10). Moisés les recordó en el versículo 11 que su murmuración era contra el Señor y Su voluntad para sus vidas.
Coré y sus seguidores querían ser sacerdotes. Esta era la posición más alta en Israel. Era una posición de respeto y honor dentro de la comunidad. Estos levitas querían posición y respeto más de lo que querían la voluntad de Dios para sus vidas. Y esto es una tentación común. A menudo nuestros deseos y ambiciones en la vida chocan con los propósitos de Dios. Podemos engañarnos a nosotros mismos al creer que lo que queremos es para la gloria de Dios. Coré justificó sus acciones declarando que todas las personas escogidas por Dios eran santas y tenían el privilegio de servirle como sacerdotes. Él colocó su teología personal y sus ambiciones por encima del llamado y el propósito de Dios.
Moisés entendió que esta revuelta no provenía solo de Coré sino también de Datán y Abiram, ciudadanos normales de Israel; y en el versículo 12 los convocó para hablar sobre este asunto. Datán y Abiram se negaron a venir delante de Moisés. Observemos su respuesta en los versículos 13 y 14:
13¿Es poco que nos hayas hecho venir de una tierra que destila leche y miel, para hacernos morir en el desierto, sino que también te enseñorees de nosotros imperiosamente? 14Ni tampoco nos has metido tú en tierra que fluya leche y miel, ni nos has dado heredades de tierras y viñas. ¿Sacarás los ojos de estos hombres? No subiremos.
Datán y Abiram habían rechazado abiertamente a Moisés y su liderazgo. En estos dos versículos ellos lo acusaban de sacarlos de una tierra que destila leche y miel para llevarlos al desierto y matarlos. Lo acusaban de “enseñorearse” sobre ellos y de no haber sido capaz de llevarlos a la tierra de Canaán. Ante sus ojos, Moisés era un fracaso como líder y ellos ya no tenían nada que hacer con él. Ellos no podían ver su propio pecado. Fue por rechazar a Dios que no se les entregó la tierra de Canaán. Ellos escogieron culpar a sus líderes por su propio pecado y rebelión.
Cuando Moisés escuchó la respuesta de Datán y Abiram a su llamado se enojó mucho con ellos. Ellos se opusieron a él y a la posición de liderazgo que el Señor le había dado. El versículo 15 nos dice que Moisés se enojó con ellos y le pidió al Señor que no aceptara su ofrenda. Si el Señor no aceptaba su ofrenda, entonces no habría perdón para ellos. En realidad, Moisés estaba sentenciando a estos dos hombres a morir sin el perdón de Dios.
Percatémonos también en el versículo 15 que Moisés le recordó al Señor que él ni siquiera había tomado un asno de estos hombres, ni les había hecho mal alguno. Moisés tenía limpia su conciencia delante de Dios respecto a su liderazgo. Él sabía delante de Dios que había guiado a su pueblo con honestidad y sacrificio, y dejó todo el juicio en las manos del Señor.
Aunque Datán y Abiram se negaron a presentarse delante de Moisés, Coré y sus seguidores no tuvieron ningún problema en hacerlo. Ellos vinieron al tabernáculo con sus incensarios en la mano; prepararon su incienso y pusieron fuego en los incensarios y se colocaron junto a Moisés y Aarón a la entrada del tabernáculo. Alrededor de 250 hombres se presentaron con sus incensarios encendidos delante del Señor (vv. 17-18).
Cuando Coré y sus seguidores se pusieron a la entrada del tabernáculo de reunión, la gloria del Señor apareció sobre el pueblo. Dios les habló a Moisés y Aarón y les dijo que se separaran del pueblo porque iba a consumirlos (v. 21). Cuando Moisés oyó esto, se postró sobre su rostro y le imploró al Señor que perdonara a la nación. Él le recordó que el pecado era solo de Coré y sus seguidores y no de la nación completa (v. 22). Aunque en un sentido, fue Coré quien guio esta revuelta contra Moisés, el corazón de la nación tampoco estaba puro. Dios vio la actitud de la nación completa. Este pueblo tenía el mismo sentir de Coré, y a menudo murmuraban y se quejaban contra Moisés y Aarón (ver Éxodo 15:24; 16:2; 17:3; Números 14:2; 14:27; 14:36).
Aunque toda la nación era culpable, Dios escuchó a Moisés. En el versículo 24, el Señor le dijo a Moisés que hiciera que el pueblo se apartara de la tienda de Coré, Datán y Abiram. Moisés fue al lugar donde estas familias estaban acampando y les dijo a todos que se separaran de ellos. Cuando lo hicieron, Datán y Abiram salieron de sus tiendas y se pararon allí con sus esposas e hijos, separados del resto del pueblo de Israel (v. 27).
Entonces Moisés hizo una declaración profética delante de todo el pueblo diciendo:
28 Y dijo Moisés: En esto conoceréis que Jehová me ha enviado para que hiciese todas estas cosas, y que no las hice de mi propia voluntad. 29 Si como mueren todos los hombres murieren éstos, o si ellos al ser visitados siguen la suerte de todos los hombres, Jehová no me envió. 30 Mas si Jehová hiciere algo nuevo, y la tierra abriere su boca y los tragare con todas sus cosas, y descendieren vivos al Seol, entonces conoceréis que estos hombres irritaron a Jehová. (Nm. 16:28-30)
El versículo 31 nos dice que tan pronto como Moisés hizo esta declaración la tierra se abrió por debajo de las tiendas de Coré, Datán y Abiram, y las personas cayeron vivas dentro de ese hueco con todas sus posesiones. El grito de los que cayeron dentro de esta gran grieta creó pánico por todo el campamento. Muchas personas huyeron de la escena creyendo que ellos también serían tragados vivos (v. 34). Cuando todas estas familias fueron tragadas, la tierra se cerró encima de ellos sellando su destino para siempre (v. 33).
Mientras esto sucedía en las tiendas de Coré, Datán y Abiram, los doscientos cincuenta hombres aún permanecían con sus incensarios en la mano delante del tabernáculo; y el Señor los juzgó también. El versículo 35 nos dice que descendió fuego del Señor y los consumió a todos.
Para que recordaran lo que había sucedido ese día, el Señor le pidió a Moisés que hiciera que el sacerdote Eleazar recogiera los incensarios “de en medio de la hoguera” y esparciera las brasas a cierta distancia de la tienda. Entonces, él debía elaborar de los incensarios láminas a martillo (NTV), y usar esas láminas para cubrir el altar. Los versículos 38 y 40 nos dicen que estas láminas que cubrían el altar debían ser como una señal para el pueblo de que nadie, excepto los descendientes de Aarón, debían ofrecer incienso encendido delante del Señor. Si lo hacían, serían castigados y sufrirían el mismo destino de Coré y sus seguidores.
En esta historia hay algo particularmente llamativo, y es la respuesta del pueblo ante lo que había sucedido ese día. El versículo nos dice que la comunidad se quejó y murmuró contra Moisés diciendo: “Vosotros habéis dado muerte al pueblo de Jehová”. Tal vez hubiéramos pensado que ese incidente les había enseñado una lección, pero no fue así. Ellos seguían quejándose y murmurando contra los siervos de Dios. Hay algunas lecciones que nunca se aprenden. Si el Señor no hubiera abierto nuestros ojos, nosotros también seguramente seríamos como esas personas.
El versículo 42 nos da a entender que todo el pueblo de Dios se reunió a manifestar su descontento con Moisés y Aarón. No se nos dice cuál era su intención al reunirse. Ya había sucedido que en otras ocasiones habían hablado de apedrear a Moisés (ver Éxodo 17:4; Números 14:10). Cualquiera que hubiera sido su intención en ese momento, la gloria de Dios lo interrumpió. Una gran nube apareció repentinamente sobre el tabernáculo, y el Señor le dijo a Moisés que se apartara del pueblo porque iba a consumirlos (v. 45).
Cuando el Señor le habló a Moisés, él y Aarón postraron sus rostros en tierra, probablemente angustiados de dolor y clamando a Dios a favor de su pueblo. Pero parece que el juicio de Dios comenzó a caer inmediatamente sobre la nación desatando una gran plaga (LBLA). Moisés le dijo a Aarón que tomara su incensario, le pusiera incienso y fuego e hiciera expiación por el pueblo. Aquí la intención era aplacar la ira de Dios sobre la nación. Observemos en el versículo 47 que Aarón corrió hacia el medio de la congregación con su incensario intentando cubrir los pecados del pueblo y procurando el perdón de Dios. El versículo 48 nos dice que Aarón se colocó entre los vivos y los muertos y la mortandad se detuvo por medio del incienso que él ofreció al Señor. Sin embargo, antes de que la plaga se detuviera y la ira de Dios se hubiera aplacado, ya habían muerto delante del Señor 14 700 personas (v. 49). Si no hubiera sido por Moisés y Aarón, quienes procuraron el favor de Dios para este pueblo rebelde y murmurador, muchas más personas habrían muerto. Solo nos resta preguntarnos a cuántas personas Dios libra debido a nuestras oraciones a favor de ellos.
Para Meditar:
* ¿Qué nos enseña este capítulo acerca de respetar a las personas que el Señor ha puesto como líderes por encima de nosotros? ¿Alguna vez hemos sido culpables de murmurar o quejarnos de nuestros líderes espirituales?
* ¿Estamos conformes con la función que Dios nos ha dado y con las circunstancias que Él nos permite vivir en el presente?
* ¿Continúa Dios llamando personas para que le sirvan de manera particular? ¿Estamos nosotros hoy en el lugar donde Dios quiere que estemos? ¿Cómo podemos conocer la voluntad de Dios para nuestras vidas?
* ¿Alguna vez hemos sentido celos por el ministerio que Dios le ha dado a alguien más?
* ¿Existen lecciones que nos ha costado aprender? ¿Cuáles son?
* Aarón se colocó entre “los muertos y los vivos” procurando salvar a su pueblo. ¿Hay personas por quienes necesitamos orar y buscar a Dios? ¿Quiénes son?
Para Orar:
* Pidamos al Señor que nos dé la capacidad de honrar a quienes Él ha puesto como nuestra autoridad.
* Pidamos al Señor que nos muestre Su propósito para nuestras vidas. Oremos que nos ayude a ser fieles y a conformarnos con ese propósito.
* Dediquemos un momento para orar por alguien que actualmente se encuentra bajo el juicio de Dios. Roguemos a Dios que perdone a esa persona y la restaure.
17 – LA CONFIRMACIÓN DE AARÓN COMO SACERDOTE
Leamos Números 17:1-18:32
En este momento, en la nación de Israel existía mucha insatisfacción con los líderes que Dios le había dado a Su pueblo. María había murmurado contra Moisés (capítulo 12). Coré y sus seguidores se habían rebelado contra Moisés y Aarón, provocando que la ira de Dios destruyera sus familias (capítulo 16). Además, en la parte final de Números 16 leemos acerca de cómo la nación completa fue castigada por murmurar contra Moisés y Aarón como líderes.
Solo nos resta imaginarnos cómo sería para Moisés y Aarón, como líderes del pueblo de Dios, tener a tantas personas insatisfechas con su liderazgo. Ciertamente, si yo estuviera en su situación, estaría preguntándole al Señor si realmente me encontraba en el lugar donde Él quería que estuviera. En esas ocasiones, como líderes a menudo necesitamos que el Señor confirme Su propósito para nuestras vidas y ministerios. Es interesante que observemos en Números 17 que el Señor le habla directamente a esta necesidad que Aarón y los líderes tenían.
Al comenzar el capítulo 17 vemos que Dios le habló a Moisés y le pidió que les dijera a los líderes de cada tribu que buscaran una vara para cada uno y escribieran sus nombres en ella. Ellos debían traer estas varas al tabernáculo y colocarlas en frente del arca del testimonio en la presencia de Dios. El Señor miraría estas varas y haría que la que le perteneciera a la persona a quien Él había escogido como sacerdote, floreciera. Observemos que el propósito de esta demostración era terminar con las constantes murmuraciones que los israelitas hacían en contra de Moisés y Aarón (17:5).
A Dios le interesaba lo que la gente estaba diciendo sobre Moisés y Aarón, y quería que toda esa murmuración terminara. Él quería confirmarlos en su llamado ante los ojos de la nación. ¡Solo nos resta imaginar qué alentador debió haber sido esto para Moisés y Aarón en este momento de sus vidas!
En obediencia al Señor, cada líder de las doce tribus trajo una vara y la colocó delante del Señor en el tabernáculo. Estas varas se dejaron en la presencia del Señor durante toda la noche.
Al día siguiente, Moisés entró al tabernáculo a examinar las varas, y se percató de que la vara que representaba a la tribu de Leví no solo había retoñado, sino que también había echado flores y almendras. No había lugar a dudas de que esto era un milagro de Dios. Observemos que el Señor hizo mucho más que hacer florecer la vara. Él fue más allá de lo que se necesitaba para comunicarle al pueblo Su propósito para esta familia. No podía haber ninguna duda de que Aarón debía ser el representante de Dios delante del pueblo.
La vara de Aarón es una imagen de lo que el Señor quiere hacer a través de cada persona que Él llama. Él quiere colocar Su vida en ellos para que puedan florecer y producir fruto para gloria de Su nombre.
Dios le dijo a Moisés que pusiera la vara de Aarón en frente del arca del testimonio con el fin de que sirviera por señal para todo aquel que se quejara o murmurara en contra de Aarón y su posición de liderazgo. Observemos en Números 17:10 que el castigo por continuar murmurando contra los siervos escogidos por Dios era la muerte. Quejarse y murmurar contra los siervos que Dios había escogido era oponerse a Dios mismo.
Veamos cuál fue la respuesta de los israelitas a esta poderosa señal en Números 17:12-13:
12 Entonces los hijos de Israel hablaron a Moisés, diciendo: He aquí nosotros somos muertos, perdidos somos, todos nosotros somos perdidos. 13 Cualquiera que se acercare, el que viniere al tabernáculo de Jehová, morirá. ¿Acabaremos por perecer todos?
Lo que ellos presenciaron ese día los impresionó de una manera poderosa. Ellos se dieron cuenta de que habían estado equivocados y que Aarón ciertamente era un siervo escogido por Dios.
Quedaba claro que Dios había escogido a Aarón y a sus hijos para que fueran Sus representantes. El llamado de Dios traía consigo privilegios y obligaciones. En Números 18, el Señor le habló a Aarón y a sus hijos acerca de esos privilegios y obligaciones. Observemos en este capítulo, en los versículos del 1 al 7, que Aarón y sus hijos tenían una doble obligación.
Cuidar de las Cosas Santas
En Números 18:1 el Señor le recordó a Aarón y a sus hijos que, como representantes Suyos, debían llevar la responsabilidad de cualquier pecado contra el tabernáculo o el sacerdocio. Ellos tenían la obligación dada por Dios de velar que el tabernáculo, sus utensilios y sus siervos fueran honrados por el pueblo de Dios, y que los propósitos de Dios fueran cumplidos por medio de ellos. Dios les pediría cuentas por cualquier pecado contra Sus cosas santas. Los levitas debían ayudar a Aarón y a sus hijos en el ministerio (18:2, 4). Sin embargo, los levitas nunca debían acercarse a los utensilios del lugar santo ni del lugar santísimo, de lo contrario, morirían. Ese privilegio solo estaba reservado para Aarón y sus hijos.
Dios nos llama a tomar en serio el nombre del Señor y Su Palabra. Él le dio a Aarón y a sus hijos la responsabilidad de cuidar de las cosas santas. Ellos eran responsables por los pecados que se cometieran contra todo lo que Dios había consagrado para Su nombre.
En la actualidad, nosotros también estamos llamados a honrar las cosas de Dios. ¿Cuán a menudo hemos visto que nuestras iglesias desprecian o ignoran Su Palabra? ¿Cuán a menudo el nombre de Dios ha sido blasfemado en palabras o en hechos? ¿Cuán a menudo se ha contristado al Espíritu Santo en medio nuestro? ¿Acaso no nos ha llamado Dios en el presente a defender estas cosas santas también? Todo aquel que ha sido llamado por Dios a ministrar en Su nombre haría bien en honrar estas cosas santas.
Ministrar al Pueblo
Dios le recordó a Aarón y a sus hijos en Números 18:5 que ellos también eran responsables por la obra del santuario y el altar para que la ira de Dios no cayera sobre los israelitas. Claramente, esto incluía los sacrificios que se hacían a favor del pueblo por el perdón de pecados. Como sacerdotes, ellos se encontraban entre Dios y el pecador pueblo de Israel. Su función era asegurarse de que el pueblo de Israel estuviera caminando en perdón y pureza delante del Señor. Esto sigue siendo un rol importantísimo para los líderes espirituales de nuestros días. ¿Cuál es nuestra obligación como líderes espirituales delante del pueblo al cual servimos? ¿Acaso no es el de ayudarlos a conducirse en el perdón de los pecados? ¿No es el de enseñar y preparar al pueblo de Dios para que anden en victoria y rectitud? Aarón y sus hijos eran responsables de cuidar las cosas santas de Dios y de ministrar al pueblo para que vivieran experimentando la victoria y el perdón de Dios.
Por su servicio, Aarón y los levitas recibirían una porción de las ofrendas que el pueblo de Dios traía. Sus necesidades serían provistas por medio del pueblo al cual servían. En los versículos del 8 al 32 Dios le dice a Aarón con qué ofrendas él y los levitas podían quedarse para ellos y para las necesidades de sus familias. A continuación se presenta una tabla resumen de las ofrendas que Aarón y los levitas tomaban para sus necesidades personales.
Los sacerdotes estaban bien provistos por medio de las dádivas del pueblo de Dios. Sin embargo, observemos en Números 18:30-32, que Dios esperaba que Sus siervos, los sacerdotes, también fueran generosos en sus dádivas. Dios demandaba que ellos dieran una porción de todo el diezmo que recibían. El Señor deja claro que ellos debían presentar “lo mejor” de sus diezmos al Señor. De hecho, Dios les dice a los sacerdotes que si ellos no le presentaban “la mejor parte” de sus diezmos, serían culpables de contaminar las cosas santas de Dios y morirían (18:32).
La tribu de Leví no recibiría ninguna tierra como herencia. Ellos debían estar conformes con servir al Señor como Sus sacerdotes y consagrarse a este trabajo solamente. A medida que ellos se consagraran al trabajo del tabernáculo, Dios proveería para todas sus necesidades por medio de las dádivas de Su pueblo. A cualquier otro israelita que se acercara al tabernáculo a servir al Señor como un levita, Dios lo mataría.
Dios tiene un plan para la adoración de Su nombre. Él ha llamado a ciertas personas a que sean Sus siervos, los ha honrado, y espera que aquellos a quienes estos hombres ministran también le honren. El llamado sacerdotal era un llamado serio y requería que dedicaran completamente sus vidas, pero Dios los capacitaría y proveería para cada una de sus necesidades a medida que le sirvieran fielmente.
Para Meditar:
* En este pasaje el Señor confirma Su llamado a Aarón, a sus hijos y a los levitas. ¿Alguna vez hemos necesitado que Dios confirme nuestro llamado debido a dificultades u obstáculos que se nos han presentado en el camino? ¿Cómo Dios nos confirmó en nuestro llamado y ministerio?
* ¿Por qué era importante que el Señor confirmara a Aarón y a los levitas en su llamado delante del pueblo? ¿Cuán importante es que respetemos a los que son llamados por Dios para ser nuestros líderes?
* Los sacerdotes y los levitas tenían la responsabilidad de cuidar de las cosas santas de Dios. ¿Están siendo despreciadas en la actualidad las cosas santas de Dios? Abundemos.
* Los sacerdotes y los levitas fueron llamados por Dios para ayudar a las personas de su nación a caminar en el perdón de Dios y en victoria sobre sus pecados. ¿Conocemos individuos que no disfrutan de estas cosas? ¿Qué podemos hacer para ayudarlos?
* Dios proveía para las necesidades de Sus siervos por medio de Su pueblo. ¿Están siendo bien atendidas las necesidades de nuestros líderes espirituales? ¿Qué sacrificios necesitamos hacer para que las necesidades de nuestros líderes espirituales sean suplidas?
Para Orar:
* Pidamos al Señor que nos muestre de manera clara Su plan para nuestras vidas y ministerios.
* Demos gracias al Señor por nuestros líderes espirituales. Pidámosle que nos muestre cómo podemos honrarles más. Oremos a Dios que nos muestre si hay algo que podamos hacer para proveer para sus necesidades.
* Pidamos al Señor que nos ayude a caminar en victoria sobre el pecado y las tentaciones que llegan a nuestras vidas.
* Oremos al Señor que nos enseñe a cómo darle “lo mejor” de todo lo que tenemos.
18 – EL AGUA DE LA PURIFICACIÓN
Leamos Números 19:1-22
En el Antiguo Testamento era muy importante que un individuo permaneciera ceremonialmente limpio delante del Señor. Se podía estar inmundo por diferentes motivos, pero Números 19 trata con la inmundicia causada por tocar un cuerpo muerto. Cuando una persona tocaba un cadáver, se le exigía que siguiera los métodos establecidos por Dios para volverse a purificar. En este capítulo descubrimos que una persona inmunda podía ser restaurada al ser rociada con un agua especial.
El agua de la purificación era una mezcla de agua, sangre, cenizas y escarlata. En los versículos del 1 al 10, el Señor les dio instrucciones a Moisés y a Aarón sobre cómo debían confeccionar esta agua purificadora. Debían sacar del campamento a una vaca de piel rojiza, sin defecto, y que nunca haya llevado yugo, y degollarla en presencia del sacerdote (vv. 2-3, NVI). Observemos que la vaca tenía que ser roja. El pasaje no nos dice por qué tenía que ser de este color.
Percatémonos además que el animal no debía ser sacrificado en los atrios del tabernáculo, sino fuera del campamento. Esta vaca debía ser usada para la purificación de aquellos que estaban inmundos y a quienes normalmente se les prohibiría tener acceso al tabernáculo debido a su inmundicia. Es interesante que observemos que el Señor Jesús vino a identificarse con nosotros como pecadores. Él dejó las glorias del tabernáculo celestial para ser sacrificado por nosotros sobre una cruz en este mundo pecaminoso. Él se identificó con nosotros al ir “fuera del campamento” hacia el lugar donde sería crucificado por nuestras inmundicias. Esta novilla, sacrificada fuera del campamento, en ciertos aspectos es una imagen de lo que el Señor Jesús hizo por nosotros.
Cuando la vaca hubiera sido sacrificada, Eleazar, el sacerdote, debía untar sus dedos con la sangre y rociarla siete veces en dirección a la tienda de reunión (LBLA) (tabernáculo). Aunque el sacrificio tenía lugar fuera del campamento, seguía siendo un sacrificio santo, y la sangre se derramaba en dirección al tabernáculo como expresión de ofrenda al Señor. De manera similar, aunque Jesús fue crucificado en las afueras de la ciudad de Jerusalén, en el lugar donde mataban a los criminales inmundos, Su sacrificio fue agradable al Padre, quien lo aceptó por los pecados de Su pueblo.
Observemos también que la novilla debía estar completamente quemada. Normalmente, la sangre de los animales sacrificados sobre el altar se derramaba en la base del mismo. El cuero, la carne y el estiércol se extraían del cuerpo antes que éste fuera quemado en la presencia del Señor. Pero este no era el caso. El versículo 5 nos dice que el animal entero se quemaba con su sangre, carne, cuero y estiércol. Posiblemente esta era la razón por la que el sacrificio no podía realizarse en el tabernáculo.
Mientras quemaban al animal, el sacerdote ponía en el fuego algo de madera de cedro, hisopo y escarlata; y esto se mezclaría con las cenizas que caían en la tierra. Es interesante que nos percatemos de lo que Dios exigía para la purificación de las enfermedades de la piel en Levíticos 14:1-4:
El SEÑOR habló a Moisés, diciendo: 2 Esta será la ley del leproso en los días de su purificación. Será llevado al sacerdote, 3 y el sacerdote saldrá fuera del campamento. El sacerdote lo examinará, y si la infección ha sido sanada en el leproso, 4 el sacerdote mandará tomar dos avecillas vivas y limpias, madera de cedro, un cordón escarlata e hisopo para el que ha de ser purificado. (LBLA)
Percatémonos de que usaron madera de cedro, cordón de escarlata e hisopo. Es obvio a partir de este pasaje que las cenizas de la vaca mezcladas con el cedro, el cordón de escarlata y el hisopo se usaban para la purificación de personas inmundas.
Cuando ya el sacrificio había sido realizado, el sacerdote y el hombre que quemó la vaca debían lavar sus ropas y bañarse con agua para quitar cualquier impureza. Ellos permanecerían ceremonialmente inmundos hasta la noche, y por tanto, no podían realizar ninguna otra de sus tareas hasta el próximo día (vv. 7-8).
Entonces, otro hombre que estuviera ceremonialmente limpio reuniría las cenizas después que el animal hubiera sido quemado por completo. Estas cenizas debían ser colocadas en un lugar ceremonialmente limpio fuera del campamento, y debían guardarse para usarlas en el agua de la purificación. Cuando el hombre que había recogido las cenizas hubiera completado su tarea, debía lavarse él y sus ropas, y al igual que los otros hombres, era considerado inmundo hasta la noche (v. 10).
Números 19 se enfoca en la purificación ceremonial de una persona que tuvo contacto con un cuerpo muerto. Incluso hasta tener contacto indirecto con un cuerpo muerto hacía a la persona inmunda. Por ejemplo, si una persona moría en una tienda y alguien iba a la tienda, ésta se consideraba inmunda por entrar al lugar donde había muerto una persona (v. 14). La ley de Dios declaraba que hasta el contenido de una vasija abierta en la habitación donde moría una persona, era inmunda (v. 15). La persona que tocara a un cuerpo muerto, ya sea que hubiera muerto por causa natural o en una batalla, era inmunda.
Cualquiera que tocara hueso humano o el sepulcro donde una persona muerta estuviera enterrada, debía separarse de toda la comunidad de Israel durante siete días (vv. 11,16). Al tercer día de la separación, el individuo debía purificarse con el agua de la purificación (la mezcla de las cenizas de la vaca roja y agua); y debía hacer lo mismo al séptimo día (v. 12). Sin esta agua purificadora, la persona no se limpiaría. De hecho, si no usaba esta agua especial para purificarse, sería cortado de la nación de Israel (v. 13).
El versículo 17 nos enseña que las cenizas de la vaca roja se colocaban en un recipiente y se les vertía agua fresca. Alguien que estuviera ceremonialmente limpio tomaría una rama de hisopo, la mojaría en el agua y rociaría la tienda, sus utensilios y a toda persona que viviera allí. También debía rociar al individuo que se hubiera contaminado con el cuerpo muerto (vv. 17-18). La persona inmunda debía ser rociada de esta manera al tercer y al séptimo día de su aislamiento. Cuando hubiera terminado el séptimo día de este período, el individuo afectado debía lavar sus ropas y esperar hasta la noche para poder ser ceremonialmente limpio nuevamente. La persona que rociaba la tienda y la persona inmunda quedaban inmundos hasta la noche.
Lo que es importante que observemos aquí es que Dios había provisto un medio para la purificación de un individuo que se hubiera contaminado al tocar un cuerpo muerto. Se sacrificaba un animal fuera del campamento para cubrir esta contaminación. Debido a que existía provisión para purificarse de esta contaminación, Dios esperaba que Su pueblo hiciera uso de esta ventaja para vivir vidas puras e inmaculadas delante de Él.
Hay muchas cosas que pueden contaminarnos hoy en día. Podemos decir palabras hirientes que contaminan nuestras bocas. Podemos tener pensamientos pecaminosos que contaminan nuestra mente. Podemos hacer cosas malas que contaminan nuestras manos. Podemos mirar cosas que contaminan nuestros ojos. Pero ya existe provisión para estas inmundicias. El Señor Jesús murió fuera del campamento, y su sangre es suficiente para purificarnos de las diarias contaminaciones de la vida. ¡Cuán importante es que procuremos diariamente la purificación que Él provee! Todos los días necesitamos confiar en Su sacrificio para cubrir nuestras ofensas. Es por medio de Su sangre que podemos caminar cada día en pureza y santidad delante del Padre, purificados de toda contaminación y pecado.
Para Meditar:
* ¿Por qué la vaca roja que se sacrificó en este capítulo representa una imagen de Jesús y Su obra a favor nuestro?
* ¿Qué tipo de cosas nos contaminan en la actualidad?
* ¿Cuán importante era para los hijos de Israel aprovechar la provisión que Dios había hecho para su purificación?
* ¿Conocemos personas que le han dado la espalda al perdón del Señor? ¿Qué es lo que les impide aceptar la purificación que el Señor ofrece?
Para Orar:
* Demos gracias al Señor por el hecho de que Él ha provisto para nuestra purificación.
* Pidamos al Señor que nos ayude a vivir diariamente en Su perdón y purificación.
* Dediquemos unos instantes para orar por alguien que aún no ha aceptado el perdón que el Señor Jesús ofrece. Roguemos a Dios que abra sus corazones para recibir Su perdón y purificación.
19 – PROBLEMAS EN EL DESIERTO
Leamos Números 20:1-2
Hay momentos en nuestras vidas cuando parece que todo nos va mal; y algunas veces todas estas cosas nos llegan a la misma vez. Números 20 habla de un momento semejante en la vida de Moisés. Aun siendo un siervo escogido de Dios, no estaba exento de sufrir penas y dolores en la vida.
Números 20 comienza con la triste noticia de la muerte de María. María era la hermana de Moisés y una líder muy importante en Israel. Este debió haber sido un momento muy triste para ambos hermanos, Moisés y Aarón.
Cuando María murió, la nación estaba en el desierto de Zin en la región de Cades. El versículo 2 nos dice que no había agua en esa región y que la comunidad “se rebeló contra Moisés y Aarón” (v. 2, NTV). Esto debe haber empeorado su dolor por lo sucedido con María.
Observemos en el versículo 3 que el pueblo “contendió” con Moisés (LBLA). Ellos estaban enojados con él por guiarlos a una región donde no había agua. De hecho, ellos le dijeron a Moisés que preferían estar muertos al igual que sus hermanos, que estar en este lugar carente de agua. La referencia a sus hermanos muertos probablemente tenga correspondencia con la rebelión de Coré, Datán y Abiram en Números 16. Después que Coré y sus seguidores se rebelaron contra Moisés, el Señor abrió la tierra y se los tragó vivos. El pueblo que vino a Moisés ese día estaba desafiando abiertamente a Dios. Ellos se rebelaron contra el liderazgo de Moisés al igual que sus hermanos que habían muertos a mano del Señor, la única diferencia es que a éstos no les importaba si morían o no. De hecho, ellos casi desafiaron a Dios a que les quitara la vida porque detestaban sus circunstancias y no les gustaba a dónde Él los había guiado.
Veamos en los versículos 4 y 5 que el pueblo cuestionó por qué Moisés los había sacado de Egipto solamente para morir en el desierto. Ellos describían el lugar a donde Dios los había guiado como un “terrible lugar” (v. 5, NTV). Este era un lugar donde no había granos ni higos ni uvas ni granadas, y por supuesto, no había agua para beber. Ellos odiaban este lugar.
Después de la muerte de María, la murmuración y la rebelión del pueblo había sido un problema particularmente para Moisés. Como usualmente hacía, Moisés acudió al Señor a buscar Su sabiduría. ¿Qué sería de nosotros si no pudiéramos, al igual que Moisés, ir al Señor en busca de sabiduría? Observemos que cuando Moisés acudió al Señor, Él le apareció y le dijo lo que tenía que hacer (v. 6). Nosotros también, en demasiadas ocasiones, tratamos de llevar nuestras cargas solos. Tratamos de resolver las cosas con nuestra propia sabiduría. Moisés sabía que su sabiduría no era suficiente y decidió ir al Señor. Dios vino a su encuentro y lo consoló. Él hará lo mismo por nosotros si esperamos en Él y buscamos Su sabiduría.
La solución al problema que el pueblo estaba enfrentando realmente era bastante simple, pero no era una solución que jamás hubiera descubierto con su sabiduría humana. El Señor le dijo a Moisés que tomara su vara y convocara al pueblo delante de cierta roca. Moisés debía hablarle a la roca en frente de toda la congregación, y Dios le prometió que cuando lo hiciera, brotaría agua de la roca y proveería toda la que el pueblo y sus bestias pudieran tomar.
En obediencia al Señor, Moisés convocó al pueblo a reunirse delante de la roca en Meribá. Cuando todos se reunieron, Moisés se dirigió a ellos y les dijo: “¡Escuchen, rebeldes! ¿Acaso tenemos que sacarles agua de esta roca?” Observemos dos cosas acerca de estas palabras de Moisés en el versículo 10.
En primer lugar, Moisés llama al pueblo “rebeldes”. Él estaba enojado con el pueblo por su rebelión contra Dios. El pueblo no quería el plan de Dios para sus vidas. Ellos estaban vagando en el desierto porque se habían negado a tomar la tierra que Dios les había prometido. Estaban murmurando contra los líderes que Dios les había dado. Anhelaban regresar a la tierra de Egipto. Y estas cosas enojaron a Moisés, por eso se refirió a su pueblo como rebeldes contra Dios.
Observemos en segundo lugar que Moisés le preguntó al pueblo si él tenía que sacarles agua de la roca para que bebieran. Al decir esto, parece que Moisés le está recordando al pueblo que al Dios a quien ellos servían era completamente capaz de proveer para sus necesidades. Cada día les había dado maná; los había liberado de sus enemigos; y ahora podía, incluso, hasta sacar suficiente agua de una roca para saciar la sed de todas las personas y animales de la nación entera. Dios era el Dios de lo imposible. Nada era demasiado difícil para Él. Moisés iba a mostrarle a su pueblo justamente lo que Dios podía hacer.
En el versículo 11, Moisés levantó su brazo y golpeó la roca dos veces con su vara, y el agua brotó. Toda la comunidad y sus animales bebieron. Esto era una gran bendición para toda la nación, pero al golpear la roca en vez de hablarle, Moisés había desobedecido el mandato directo del Señor. Esto enojó a Dios, y Moisés y Aarón sufrieron las consecuencias de su desobediencia. Dios les dijo en el versículo 12 que debido a que no confiaron en Él lo suficiente como para tratarlo como santo ante los ojos de los hijos de Israel, ellos no entrarían la nación a la tierra prometida (LBLA).
Solo nos resta imaginar lo que esto debe haber sido para Moisés y Aarón. Ellos morirían en el desierto sin nunca pisar la tierra que Dios le había prometido a Su pueblo. No verían a su pueblo establecerse en la tierra de Canaán. Terminarían sus días guiando al pueblo de Dios en el desierto. Todo lo que queremos nosotros es poder ver el fruto de nuestro trabajo. Imaginemos que trabajamos toda nuestra vida para nunca ver nuestros sueños cumplidos. Imaginemos lo que significa trabajar durante cuarenta años en un proyecto y no verlo terminado. Imaginemos saber que pasaremos todo nuestro ministerio en un árido desierto. Esto es lo que el Señor le estaba diciendo a Moisés que le sucedería por no haberlo honrado ese día delante del pueblo.
Hasta ahora en este capítulo hemos visto cómo Moisés había perdido a su hermana, había lidiado con la rebelión de la nación completa contra su liderazgo, y ahora Dios le decía que pasaría el resto de sus días en el árido desierto, y que nunca entraría físicamente a la tierra que Dios había prometido a sus padres. Esto habría hecho que cualquier persona normal se diera por vencido y se marchara. Pero Moisés no hizo esto. Él continuó sirviendo fielmente a pesar de estas grandes aflicciones.
Los problemas de Moisés no terminaron aquí. En los versículos del 14 al 21, él le envió un mensaje al rey de Edom pidiéndole permiso para que su pueblo pasara por medio de su territorio. Le prometió al rey que simplemente pasarían por la tierra pero que no beberían agua de sus pozos ni irían por sus viñales (v. 17). Su intención era sencillamente atravesar la tierra. Moisés también le recordó al rey cuán difíciles habían sido las cosas para ellos en Egipto, pero que el Señor había enviado un ángel para liberarlos (v. 15).
El rey de Edom le respondió a Moisés ásperamente diciéndole que si él pasaba por su tierra, los atacaría con su ejército (v. 18, NVI). Cuando Israel escuchó esta respuesta, le dijeron al rey de Edom que si sus animales bebían agua de su tierra, ellos pagarían por ello. Ellos solo querían pasar por en medio de su tierra, nada más (v. 19). Los edomitas nuevamente se negaron a dejar pasar a los israelitas por en medio de su tierra. Esta vez, para asegurarse de que los israelitas entendieran que hablaban en serio, enviaron contra ellos su poderoso ejército, obligando a Israel a desviarse y bordear su territorio (v. 21).
Es interesante observar aquí que el Dios que sacó agua de la roca se rehusó a darles favor ante los edomitas o la victoria sobre su ejército. Aunque Moisés y los israelitas querían pasar por medio de este territorio, el Señor tenía un plan diferente. Hay veces cuando tomamos nuestras propias decisiones y esperamos que el Señor bendiga eso que hemos decidido. No cabe dudas que el Señor podía haberle dado a los israelitas la victoria sobre los edomitas. Él podía haber vencido milagrosamente al poderoso ejército de Edom, y haber demostrado Su fuerza y Su misericordia para con Su pueblo. Pero este no era Su propósito. Los edomitas incrédulos mirarían al pueblo de Dios retirarse y adentrarse en el desierto. Hay veces en que tendremos que retirarnos.
Moisés guio a su pueblo descontento hasta el desierto. Esto sería un gran desafío para él, pues ya se habían estado quejando de su liderazgo, y esto ciertamente no facilitaría las cosas.
La congregación partió de Cades, dirigiéndose rumbo al este hacia el monte de Hor (v. 22). Cuando llegaron al monte de Hor, el Señor le habló a Moisés y a Aarón. Ese día les dijo que Aarón moriría. Veamos que la razón por la cual Aarón moriría era debido a su participación en lo que había sucedido en Meribá cuando Moisés golpeó la roca dos veces (v. 24). Ellos tenían que llevar a Eleazar el hijo de Aarón y subirlo al monte de Hor. Entonces Moisés debía tomar las vestiduras sacerdotales de Aarón y ponérselas a Eleazar, quien tomaría el lugar de su padre en el servicio del Señor (v. 26).
Moisés obedeció al Señor y los tres hombres subieron al monte a la vista de todo el pueblo. Allí Moisés le puso las vestiduras sacerdotales a Eleazar, y Aarón murió. Parece ser que ellos dejaron a Aarón en la montaña, y Moisés y Eleazar regresaron solos. Cuando el pueblo de Israel oyó que Aarón había muerto, ellos hicieron luto por él durante treinta días (v. 29).
Pensemos en lo que Moisés tuvo que pasar en esos días. Había perdido a su hermana. Mientras hacía duelo por la muerte de su hermana, toda la comunidad de Israel se rebeló contra él diciéndole que preferían que Dios los matara a continuar bajo su liderazgo. Y encima de eso, Dios le dijo a Moisés que no lo dejaría entrar a la tierra prometida, sino que el resto de su ministerio sería en el desierto acompañado de un pueblo murmurador. Esto fue debido a que Moisés no fue capaz de honrar a Dios delante del pueblo. Si alguna vez hemos experimentamos un fracaso en público sabemos cuán humillante esto puede ser. El rey de Edom se negó a brindarles ayuda y aliento, más bien se levantó contra ellos obligando al pueblo de Israel a desviarse hacia el desierto. Moisés fue obligado a marcharse en lo que pudo haber parecido una derrota. Ahora, además de esto, el Señor toma a Aarón, su hermano, su fiel compañero de ministerio de tantos años. Estos fueron días difíciles para Moisés. Otros, por mucho menos se habrían rendido. Sin embargo, Moisés continuó caminando fielmente y humillado delante de su Dios. Él es un poderoso ejemplo para nosotros en medio de las pruebas que enfrentamos en nuestros días.
Para Meditar:
* Analicemos en este pasaje cómo el pueblo respondió a las dificultades que enfrentaron. Comparemos la reacción de ellos con la de Moisés. ¿Cuál es la diferencia?
* Moisés fue culpable de no seguir completamente las instrucciones del Señor. Esto hizo que Dios se rehusara a permitirle entrar a la tierra prometida. ¿Qué nos enseña esto acerca de la importancia de caminar en completa obediencia al Señor?
* A pesar de la desobediencia de Moisés, el Señor aún proveyó agua para Su pueblo. ¿Qué nos dice esto sobre la misericordia y la compasión del Señor?
* ¿Nos ha prometido Dios que todo siempre va a ser fácil? ¿Cómo reaccionamos cuando las cosas se tornan difíciles? ¿De qué manera el ejemplo de Moisés nos alienta?
* ¿Alguna vez nos hemos encontrado pidiéndole a Dios que bendiga nuestros planes y programas en vez de pedirle que nos guíe en los Suyos? Abundemos.
Para Orar:
* Pidamos al Señor que nos ayude a caminar fielmente con Él, aun cuando las cosas se tornen difíciles.
* Confesemos al Señor las veces en que no siempre lo hemos escuchado y hemos decidido caminar por nuestra propia cuenta. Pidámosle que nos ayude a conducirnos en completa obediencia.
* Demos gracias a Dios que a pesar de que a menudo le fallamos, Él nos continúa bendiciendo independientemente de las consecuencias de nuestro pecado.
20 – LA CONQUISTA DEL ESTE DEL JORDÁN
Leamos Números 21:1-35
La noticia de la presencia de Israel en el desierto se esparció. Los pueblos de la región los veían como una amenaza y tomaron acción en su contra. En el versículo 1 tenemos un ejemplo de esto. Cuando el rey de Arad oyó que Israel estaba en su región, los atacó y pudo capturar a algunos de ellos.
Este ataque hizo que el pueblo clamara al Señor. Ese día, ellos hicieron voto a Dios diciéndole que si Él les daba la victoria sobre Arad y su gente, ellos destruirían completamente sus ciudades. Dios escuchó su clamor y les dio la victoria que ellos buscaban. Israel fue fiel a su promesa y destruyo al pueblo y a sus ciudades. El lugar donde Israel ganó esta batalla sería conocido como Horma, que significa “destrucción”.
Resulta interesante percatarnos que el ataque de Arad provocó que el pueblo de Dios buscara de Él. Ese día Dios se deleitó en mostrar Su poder por medio de Su pueblo y en darles la victoria. Algunas veces Dios necesita dejar que los problemas vengan a nuestro camino para que entonces le busquemos a Él y Su victoria. El pueblo de Israel tuvo evidencia del poder de Dios obrando. Esto solo era un anticipo de las grandes cosas que Él continuaría haciendo en ellos.
Después de la victoria sobre el rey Arad, el Señor guio a Su pueblo por la ruta del Mar Rojo. Percatémonos que era el propósito de Dios que Israel viajara alrededor de Edom (v. 4). Dios le dio a Su pueblo la victoria sobre Arad, pero no quería que ellos pelearan con los edomitas. No podemos dar por sentado que conocemos los propósitos de Dios. Necesitamos buscar Su dirección para cada nueva situación en la que nos encontremos.
Veamos también en los versículos 4 y 5 que los israelitas “se impacientaron por el camino” (NVI). Esta impaciencia se manifestó en su murmuración en contra de Moisés. Hay algo significativo que debemos observar, y es que no solo era importante que el pueblo buscara a Dios en cada situación en la que se encontraran en su camino por el desierto, sino que también era importante que ellos esperaran el tiempo de Dios. Aquí en este versículo vemos que el pueblo de Dios estaba siguiendo al Señor, pero no estaban contentos con el tiempo en que Él había dispuesto todo. ¡Con cuánta facilidad nosotros también caemos en esa misma trampa!
A medida que nos disponemos a caminar con el Señor, debemos tener cuidado de no solo seguir Su dirección, sino también someternos a Su tiempo. Aunque Israel iba en la dirección que el Señor quería, ellos fallaron porque no estuvieron dispuestos a esperar en Él ni en Su tiempo. Muchos siervos de Dios se impacientan con el tiempo del Señor, y fracasan en experimentar la plenitud de Sus bendiciones. A menudo esa impaciencia les llevará a salirse del propósito de Dios y a buscar su propia solución.
Como vimos en el contexto de este capítulo, la impaciencia de Israel les causó que se enojaran con el Señor y con Moisés, Su siervo. En el versículo 5, ellos murmuraron contra Dios y expresaron su descontento al hablar en contra de Dios y de Moisés diciendo:
¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para que muramos en este desierto? Pues no hay pan ni agua, y nuestra alma tiene fastidio de este pan tan liviano.
Israel debía haber sabido bien lo que era murmurar contra el Señor y Sus siervos. Ellos habían visto en ocasiones anteriores el juicio del Señor contra este pecado en particular. Sin embargo, su impaciencia los llevó a ignorar ese juicio. En su impaciencia ellos descuidadamente arriesgaron sus vidas.
En respuesta a la murmuración del pueblo, el Señor envió serpientes venenosas al campamento. Estas serpientes mordieron al pueblo y muchos de ellos murieron. Viendo lo que sucedía, ellos clamaron a Dios confesando su pecado y suplicándole que alejara a las serpientes. Es significativo que el pueblo se percatara de que la presencia de estas serpientes en realidad era un castigo por su pecado. Al menos se dieron cuenta de que estaban siendo castigados. Ellos sabían que estas serpientes venían de parte del Señor.
Moisés oró al Señor por el pueblo, y el Señor le dijo lo que tenía que hacer. Él mandó a Moisés a hacer una serpiente de bronce y ponerla sobre un asta. Cualquiera que hubiera sido mordido y mirara ese asta, viviría (vv. 8-9). Resulta interesante que estas serpientes representaban el juicio de Dios sobre Su pueblo. Una serpiente, como símbolo del juicio de Dios, sería alzada sobre un asta para que cualquiera que la mirara fuera sanado y viviera. En realidad, esta es una imagen maravillosa de lo que Jesús hizo por nosotros. Él llevó nuestro juicio; fue levantado en un asta (cruz) cargando nuestros pecados; y murió para que cualquiera que pusiera sus ojos en Él pudiera ser salvo. En Juan 3:14-15, Jesús comparó su crucifixión a la serpiente que Moisés alzó ese día en el desierto.
14 Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, 15 para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
Aunque muchos murieron producto de estas serpientes, aquellos que la miraron en el asta fueron sanados y experimentaron el perdón del Señor.
Dios guio a Su pueblo desde ese lugar hacia el norte. Ellos acamparon en Obot, en Ijeabarim, y en el valle de Zered a medida que avanzaban rumbo al norte hacia el territorio de los moabitas y de los amorreos, al sudeste de la tierra que Dios les había prometido. Un registro de esta ruta se encuentra en el libro llamado El Libro de las Batallas de Jehová (v. 14). Aunque este libro no era parte de las Escrituras que Israel poseía, obviamente era una fuente de información confiable sobre esta historia.
Desde el valle de Zered, Dios guio a Su pueblo a la región de Beer, donde les proveyó agua para beber (v. 16). Parece ser que Israel estaba bien contento por haber encontrado agua, y por eso cantaron una canción relacionada con eso. Observemos que la canción dice en el versículo 18 que los príncipes y los señores cavaron este pozo con sus báculos. No tenemos ninguna indicación clara referente a por qué este pozo fue cavado con báculos, pero esto puede indicarnos cuán fácil fue encontrar agua en esa región. Los que excavaron no tuvieron que usar palas, sino que pudieron encontrar el agua cerca de la superficie descubriéndolas con sus cetros. Ciertamente esta era una verdadera bendición de parte del Señor.
Desde la región de Beer, los israelitas continuaron viajando rumbo al norte a través del desierto y las regiones de Matana y Nahaliel hasta finalmente llegar a Bamot, en el valle de Moab. De ahí ellos podían ver la cumbre del monte Pisga al oriente del rio Jordán al otro lado de la ciudad de Jericó (vv. 19-20). Ellos ahora se estaban aproximando a la región de los amorreos que estaban bajo el liderazgo del rey Sehón.
Cuando llegaron a la región de los amorreos, Israel envió mensajeros a su rey pidiéndole permiso para atravesar por su país. Ellos prometieron que no tocarían ni comerían nada de los campos o viñas de su país a medida que atravesaran, ni beberían agua de ningún pozo. Solamente pasarían por su país por el camino real (vv. 21-22).
Cuando el rey Sehón oyó que Israel quería pasar por medio de su territorio, reunió a su ejército y salió contra ellos (v. 23). La batalla se libró en la región de Jahaza. Ese día, el Señor le dio la victoria a Israel; ellos vencieron a Sehón y a su ejército y tomaron el control del territorio desde el río Arnón hasta el río Jaboc (una parcela de tierra de alrededor 80 kilómetros o 50 millas de norte a sur en el lado este del río Jordán). Israel capturó a todas las ciudades de los amorreos y a sus aldeas vecinas. Mataron al rey Sehón y ocuparon la ciudad de Hesbón donde él vivía.
Debemos percatarnos de que Sehón había peleado contra la nación de Moab (al sur) y había logrado tomar esta parcela de tierra para su propio pueblo (ver versículo 26). Se escribió un poema sobre la victoria de Sehón contra el rey de Moab, el cual se registra en los versículos 27-30.
Venid a Hesbón,
Edifíquese y repárese la ciudad de Sehón.
Porque fuego salió de Hesbón,
Y llama de la ciudad de Sehón,
Y consumió a Ar de Moab,
A los señores de las alturas de Arnón.
¡Ay de ti, Moab!
Pereciste, pueblo de Quemos.
Fueron puestos sus hijos en huida,
Y sus hijas en cautividad,
Por Sehón rey de los amorreos
Mas devastamos el reino de ellos;
Pereció Hesbón hasta Dibón,
Y destruimos hasta Nofa y Medeba.
Este poema se escribió en honor al rey Sehón y su gran victoria sobre Moab; y habla de cómo Sehón salió como un gran fuego y consumió a Moab, destruyendo al pueblo que adoraba al dios Quemos. Él llevó cautivo a sus hijos e hijas, y derrocó al rey de Moab derribando cualquier resistencia y tomando sus tierras. Fue a este gran rey, de quien se escribieron canciones, que Israel venció ese día. Dios no les dio la victoria sobre un rey insignificante, sino sobre uno que ya había demostrado su poder en esa región.
Dios también le dio la victoria a Israel sobre los amorreos que vivían en la región de Jazer (v. 32). Ellos continuaron por el norte rumbo a la región de Basán. Y cuando Og, el rey de Basán, oyó que Israel estaba marchando hacia su tierra, también envió su ejército contra ellos alcanzándolos en la región de Edrei (v. 33).
Dios le prometió a Moisés que le daría a Israel la victoria sobre Og y su ejército. Israel debía hacerle a Og lo que le había hecho a Sehón, debía destruirlo completamente (v. 34). Al destruir completamente a este pueblo, ya ellos dejarían de ser una tentación para Israel. El versículo 35 nos dice que Israel obedeció al Señor en este asunto, y derrocó al ejército de Og sin dejar ningún sobreviviente. Entonces ellos tomaron posesión de su tierra extendiendo el territorio que ellos controlaban posiblemente otros 80 kilómetros (50 millas) hacia el norte por el lado este del río Jordán.
Para Meditar:
* En este capítulo vemos cómo el Señor le dio a Su pueblo la victoria sobre tres naciones (Arad, los amorreos y Basán). Era la voluntad de Dios que en las tres ocasiones los israelitas destruyeran completamente a estas naciones. ¿Por qué creemos que era tan importante para Israel destruir completamente a sus enemigos?
* ¿Cuán importante es que procuremos la victoria total sobre el pecado y sus fortalezas en nuestras vidas? ¿Está dispuesto el Señor a darnos más vitoria que la que ahora mismo ya tenemos?
* En este pasaje aprendemos que no solo es importante que sigamos la dirección del Señor, sino también que aprendamos a esperar en Su tiempo. ¿Alguna vez nos hemos impacientado a medida que esperamos en el Señor? ¿A qué estamos tentados cuando nos impacientamos?
* ¿Por qué decimos que la serpiente de bronce que Moisés colocó sobre el asta es un símbolo del Señor Jesús y Su obra?
Para Orar
* Pidamos al Señor que nos muestre si existen áreas de nuestras vidas en las que necesitamos experimentar mayor victoria. Pidámosle que nos dé esa victoria.
* Oremos al Señor que nos dé más paciencia a medida que esperamos en Su tiempo para nuestras vidas.
* Demos gracias al Señor por llevar nuestro castigo e ir a la cruz para que pudiéramos ser perdonados y sanados de las consecuencias del pecado.
21 – BALAC Y BALAAM
Leamos Números 22:1-41
Los israelitas continuaron su viaje por el lado este del río Jordán donde acamparon en los campos de Moab junto al Jordán, frente a Jericó (v. 1). Su presencia no pasó desapercibida para Balac el rey de Moab. Él había visto cómo Israel había vencido a los amorreos, y tenía miedo. Debemos recordar que Sehón el rey de los amorreos había vencido a Moab y había tomado sus tierras. Ahora que Israel había vencido a Sehón, Balac tenía miedo. De hecho, en el versículo 3 vemos que toda la nación de Moab tuvo gran temor por la presencia de Israel en medio de ellos. Ellos temían que Israel fuera a lamerlos como un buey lame el pasto. Sabían que no serían capaces de enfrentarse a los israelitas, y tenían miedo de perder sus tierras y sus vidas. A causa de esto el pueblo de Moab expresó este miedo a sus líderes (v. 4).
El Rey Balac creía que no podía pelear contra los Israelitas y vencer. Él había visto cómo ellos habían destruido a sus enemigos, los amorreos, y no querían involucrarse en la batalla. Por lo tanto, decidió tomar otro camino. Envió mensajeros a un profeta pagano llamado Balaam que vivía en la región de Petor. Él les indicó a sus mensajeros que le dijeran a Balaam que un pueblo había salido de Egipto y se habían establecido cerca de ellos. Él quería que Balaam viniera y maldijera al pueblo porque éste era demasiado poderoso para vencerlo. El versículo 6 nos dice que el motivo detrás de esta maldición sobre el pueblo de Israel, era para tomar ventaja sobre ellos y así Balac podría sacarlos del país. Balac muestra su confianza en los poderes espirituales de Balaam cuando le dice: “pues yo sé que el que tú bendigas será bendito, y el que tú maldigas será maldito”.
Todo parece indicar que Balaam era un profeta reconocido y respetado en la región. Como profeta o como hombre santo, probablemente había sido contratado para bendecir o maldecir a muchas personas. Obviamente había ganado una gran reputación por su habilidad.
Observemos en el versículo 7 que los ancianos de Moab y de la región de Madián fueron a buscar a Balaam y llevaron consigo “el precio de la adivinación” (LBLA). Aquí debemos percatarnos de dos cosas. En primer lugar, Balaam ganaba dinero por bendecir o maldecir personas. En segundo lugar, el término “adivinación” nos muestra la naturaleza de lo que Balaam hacía. En todo el Antiguo Testamento esa palabra está conectada a la brujería, hechicería o magia. De hecho, en Levíticos 19:26, Dios dio órdenes estrictas de no practicar la adivinación. Por tanto, a partir de esto vemos que Balaam ganaba dinero practicando algo que Dios había prohibido en Su ley.
Cuando los mensajeros llegaron y le dieron el mensaje del rey Balac, Balaam les dijo que lo consultaría con el Señor, regresando luego con la respuesta (v. 8). Aunque era muy probable que Balaam consultara a muchos otros dioses en su carrera como adivinador, es interesante que nos percatemos que él decidió consultar al Dios de la nación a la que iba a maldecir antes de responderle a los mensajeros del rey Balac.
Aunque Balaam no era un verdadero profeta del Señor, Dios se le apareció. Ciertamente Dios se preocupaba por Su pueblo y por lo que el rey Balac intentaba hacerles. Cuando el Señor se le apareció a Balaam le pregunto quiénes eran estos hombres que habían venido a visitarle (v. 9, NTV). Balaam les explicó que Balac le había pedido que maldijera a los israelitas para poder sacarlos (v. 11). Dios le dijo a Balaam que él no debía ir con los mensajeros de Balac ni maldecir a Israel. Balaam escuchó al Señor y a la mañana siguiente les dijo a los mensajeros de Balac que él no volvería con ellos a donde el rey (v. 13). Entonces los hombres regresaron al rey Balac con la respuesta de Balaam (v. 14).
A Balac no le gustó la negativa de Balaam, y envió nuevamente a un grupo más distinguido de príncipes y líderes a verlo. Estos distinguidos mensajeros le mostraron a Balaam cuán importante era que él regresara con ellos a ver al rey. La seguridad de la nación de Moab estaba en peligro. El rey Balac le mandó a decir a Balaam que no permitiera que nada le impidiera ir a verle (NTV), y le prometió que le pagaría muy bien por sus servicios (vv. 15-17). Con esa declaración el rey Balac se estaba enfrentando a Dios, pues fue el Señor quien le dijo a Balaam que no regresara. El rey literalmente le estaba diciendo a Balaam que ignorara la palabra del Señor y fuera de todas formas.
Veamos la respuesta de Balaam a esta importante delegación que le habían enviado. En el versículo 18 él le dijo que incluso si el rey Balac le diera su palacio repleto de plata y oro, él no haría absolutamente nada en contra de la voluntad del Señor. Él les pidió a los mensajeros que se quedarán allí esa noche hasta que él volviera a consultar al Señor (v. 19).
Esa noche, el Señor le apareció nuevamente a Balaam. Esta vez Dios le dijo que él debía ir con ellos, pero debía tener cuidado de solamente hacer lo que el Señor le dijera que hiciera. Observemos las palabras del Señor aquí. “Ya que estos hombres han venido a llamarte, ve con ellos” (NVI). Esto nos da la impresión que fue debido a la insistencia del rey Balac que Dios le permitió a Balaam ir. Hay veces en que Dios nos dará lo que le pedimos con insistencia. Le dio a Israel un rey terrenal cuando Dios mismo quería ser su propio Rey. Él lo hizo después que insistieron en que necesitaban tener un rey como el resto de las naciones. El Señor le permitió a Su pueblo que lo rechazara como Rey, y les dio lo que le pidieron, pero Israel pagó el precio de su rebelión. Ahora el rey Balac recibiría lo que pedía, pero las cosas no le saldrían como él esperaba.
Por la mañana, Balaam ensilló su asna y fue con los mensajeros de Moab (v. 21). Sin embargo, observemos en el versículo 22 que el Señor estaba muy enojado porque él iba, y le envió un ángel para que le impidiera el paso (NTV). Solo nos resta preguntarnos por qué el Señor se enojó. Pero una cosa es cierta, aunque Dios dejó que Balaam fuera, a Él no le agradaba la razón por la cual el rey Balac lo había llamado. Dios le dificultó el camino a Balaam y a los sirvientes del rey mientras regresaban. El Señor envió un ángel para “impedirles el paso” (NTV). Dios no hizo esto porque cambió de opinión, sino porque quería enseñarle a Balaam una lección.
Balaam iba montado en su asna, y el ángel del Señor se paró en el camino con una espada en su mano. Cuando el asna vio el ángel, se salió del camino y se fue por el campo. Balaam no vio al ángel y se enojó porque el asna se había desviado del camino. Entonces la azotó para hacerla volver al camino (v. 23).
Luego el ángel se movió de ese lugar hacia un camino estrecho entre dos viñas con paredes a ambos lados. Cuando Balaam y su asna continuaron la ruta, llegaron a este segundo lugar donde el ángel del Señor se les presentó. Nuevamente Balaam no vio al ángel, pero el asna sí. Esta vez, para esquivar al ángel del Señor, el asna se pegó a la pared apretando el pie de Balaam, quien nuevamente se enojó con el asna y la azotó (vv. 24-25).
Como hizo la primera vez, el ángel del Señor se movió otra vez de lugar yéndose más lejos. Esta vez el ángel se paró en un lugar muy estrecho donde no había espacio para que el asna saliera del camino o lo bordeara (v. 26). Cuando Balaam y el asna llegaron a esa tercera ubicación, el asna vio que no había espacio para pasar alrededor del ángel, así que se echó en el camino y se negó a avanzar. Nuevamente Balaam no vio al ángel del Señor y se enojó mucho con el asna, y por tercera vez la azotó con su vara.
Es interesante destacar que Balaam, aun siendo profeta y adivino, no vio al ángel. Y también es interesante que veamos que él no interpretó el hecho de que el asna se apartaba del camino y ahora se negaba a avanzar. Como adivino, él interpretaba eventos y sucesos extraños, pero aquí, por alguna razón, sus ojos estaban cerrados y no podía ver ningún significado en lo que el asna estaba haciendo.
En el versículo 28 Dios esclareció las cosas para Balaam al abrir la boca de su asna para que ésta le hablara. El asna le preguntó a Balaam que por qué le había azotado estas tres veces. Balaam le dijo que era por haberse burlado de él, y que si hubiera tenido una espada, la habría mataría (v. 29). El versículo 21 nos dice que Balaam estaba viajando con los príncipes de Moab. También iban sirvientes con él. Puede ser que Balaam estuviera bastante avergonzado delante de estos importantes oficiales por el comportamiento de su asna.
En el versículo 30 el asna le preguntó a Balaam si alguna vez ella se había comportado de esa manera. Balaam sabía que su asna usualmente tenía un buen comportamiento y le respondió diciendo, “No”. Esta era una oportunidad para que Balaam pensara: ¿Por qué el asna había estado actuando de manera tan extraña? ¿Qué significaba todo esto en medio de su viaje hacia Moab?
Según Balaam reflexionaba en estas cosas, el Señor abrió sus ojos y él pudo ver al ángel del Señor parado en el camino con su espada en la mano. Cuando lo vio, cayó postrado delante él (v. 31).
Cuando Balaam se postró en la tierra, el ángel del Señor le habló y le preguntó por qué había azotado a su asna esas tres veces. El ángel le dijo a Balaam que él le había impedido el paso porque su camino era “perverso”. El ángel continuó diciéndole a Balaam que en realidad el asna le había salvado la vida, porque si ella se hubiera acercado al ángel, él lo hubiera matado. Cuando Balaam escuchó eso, confesó que había pecado debido a que no sabía que el ángel había estado en el camino impidiéndole el paso. Él le dijo al ángel que si no le agradaba su camino, regresaría inmediatamente a su casa (v. 34).
Hay algunos detalles importantes que necesitamos considerar en estos versículos. Observemos que el ángel le impidió el paso a Balaam (NTV). Según el versículo 20, Balaam había salido con el permiso y la dirección del Señor. Dios le dijo que fuera con los príncipes de Moab. En el versículo 18 Balaam les había dejado bien claro a estos hombres que él no iría con ellos a menos que el Señor le dijera claramente que esto era lo que debía hacer. Incluso en el versículo 34, cuando sus ojos fueron abiertos para ver al ángel impidiéndole el paso, él le dijo al Señor que estaba dispuesto a regresar a casa sin ir a ver al rey Balac si esto era lo que Él quería que hiciera. Sin embargo, el ángel del Señor le dijo a Balaam que él debía continuar su camino, pero tenía que hablar solamente lo que Dios le dijera. Esto nos da a entender que Balaam estaba siguiendo lo que él creía que era la voluntad del Señor al ir a ver al rey Balac. La pregunta que surge es, ¿entonces por qué el ángel le impidió el paso?
Algunas personas refieren que fue porque Balaam era ambicioso o porque él quería maldecir a los israelitas en secreto. No parece ser así ya que Balaam había rechazado claramente a los mensajeros que vinieron la primera vez; y le dijo al segundo grupo que incluso si el rey le ofrecía su palacio lleno de oro y plata, él no iría a menos que Dios le dijera que fuera. Después del encuentro con el ángel, Balaam parecía estar bien dispuesto a regresar a su casa y a no seguir a los líderes de Moab. Esto indica que él quería hacer lo que Dios le dijo que hiciera, y no que iba en rebeldía a Moab por causa de algún deseo secreto de maldecir al pueblo de Dios.
La oposición del ángel del Señor y el incidente del asna parecen ser la manera que Dios usó para recordarle y advertirle a Balaam del peligroso camino en el que se encontraba. El rey Balac lo estaba esperando para hacerle frente a Dios y a Su pueblo. Balac le ofrecía a Balaam grandes riquezas y prosperidad si él maldecía a los israelitas. Balaam tendría un lugar de honor en Moab si obedecía al rey y lograban sacar a Israel del territorio. Él enfrentaba una gran tentación. Pero si caía en esas tentaciones, enfrentaría la ira del ángel del Señor que se le había opuesto.
Algunas veces Dios nos llama a situaciones peligrosas. Esta es la naturaleza de la batalla espiritual. Hay ocasiones en que tendremos que enfrentarnos a fuertes tentaciones en la vida. En esos momentos, tendremos que fortalecernos y aferrarnos al Señor y a Su Palabra. Algunas veces tendremos que pisar el territorio de Satanás, y enfrentaremos su oposición y sus tentaciones. Balaam iba hacia territorio enemigo. Podemos estar seguros de que Satanás conocía muy bien los deseos del rey Balac de maldecir al pueblo de Israel, y haría todo lo posible por propiciarlo.
Muchos han fallado en momentos de tentación y dificultad. Vemos a David parado en el balcón de su palacio mirando a Betsabé y codiciándola. Vemos a Pedro negando a Jesús delante de aquel grupo que se calentaba al fuego, mientras el Señor experimentaba Su prueba. Estos hombres enfrentaron serias tentaciones, y al caer en ellas deshonraron a Su Señor. Dios estaba enviando a Balaam al centro de una gran batalla espiritual, y las tentaciones serían tremendas. Dios no envió a Su ángel para evitar que Balaam fuera a Moab, sino para advertirle la gravedad que implicaba el no hacer y decir exactamente lo que Dios le dijera.
El Rey Balac se puso muy feliz al escuchar que Balaam había accedido a venir a verle. De hecho, estaba tan feliz de verle que salió a su encuentro. Este no era el comportamiento normal de un rey. Generalmente la persona invitada se encontraría con el rey bajo sus propios términos. Balac no esperó que Balaam llegara; sino que salió a recibirle personalmente a los límites de su territorio.
Observemos que Balac le pregunta a Balaam sobre por qué se demoró tanto en venir y por qué se había negado la primera vez. Eso parece indicar que el rey Balac estaba muy preocupado por la presencia de Israel. También percatémonos que Balac le recuerda a Balaam que él podía recompensarlo por su trabajo. Balaam recibiría una muy rica recompensa por su servicio de maldecir al pueblo de Israel. Para muchos ceder sería una tentación, pero Balaam le dejó bien claro al rey que él solo podía hablar lo que el Señor pusiera en su boca (v. 38).
Ese día, Balac sacrificó bueyes y ovejas, y le dio de comer a Balaam y a todos los que habían viajado con él. Obviamente, ellos vendrían hambrientos del viaje. A la mañana siguiente, Balac llevó a Balaam a la región de Bamot-baal de donde podía divisar parte de la nación de Israel acampando a la distancia (vv. 40-41). La prueba de si Balaam obedecería o no al Señor estaba a punto de suceder.
Para Meditar:
* Observemos el temor que Moab le tuvo al pueblo de Israel cuando se percató que el favor de Dios estaba con ellos. ¿Ven las personas hoy en día el favor de Dios sobre nosotros? ¿Existe evidencia de que Dios está con nosotros?
* Balaam buscó la voluntad del Señor antes de ir con los mensajeros de Moab. ¿Buscamos nosotros la voluntad de Dios en lo que hacemos? ¿Cuán fácil nos resulta realizar aquello en lo que mejor nos desempeñamos sin buscar la voluntad del Señor?
* ¿Desobedeció Balaam al Señor al ir con los mensajeros del rey Balac? ¿Por qué el ángel del Señor se le opuso a Balaam?
* ¿Qué tentaciones enfrentamos nosotros en nuestras vidas y ministerios?
Para Orar:
* Agradezcamos al Señor porque nos ama y ha perdonado nuestros pecados. Pidámosle que nos capacite para mostrar Su amor y Su poder por medio de nuestras vidas.
* ¿Estamos en el lugar donde Dios quiere que estemos? Pidamos al Señor que nos muestre Su claro propósito para nuestras vidas. Pidámosle que nos ayude a caminar fielmente en ese propósito.
* Roguemos al Señor que nos muestre las áreas en las que hemos estado en peligro de ceder en nuestro caminar con Él y en nuestros ministerios. Pidámosle que nos dé la victoria sobre las tentaciones que enfrentamos para que podamos ser siervos fieles.
22 – LAS PROFECÍAS DE BALAAM
Leamos Números 23:1—24:25
Ahora Balaam estaba con Balac el rey de Moab. Él había sido invitado a maldecir al pueblo de Israel. La esperanza de Balac era que, si Balaam maldecía a Israel, él podría sacarlos de su país.
En Números 22:41, el Rey Balac llevó a Balaam a la región de Bamot-baal. Este nombre literalmente significa “los lugares altos de Baal”. Balac llevó a Balaam a un lugar obviamente conocido por su adoración al dios Baal.
Cuando ellos llegaron a Bamot-baal, Balaam le pidió al rey Balac que le construyera siete altares y le preparara un becerro y un carnero para cada altar. Cuando se ofrecían sacrificios en adoración a Dios, éstos debían ser hechos solamente por el sacerdote. El sacrificio ofrecido aquí no estaba en concordancia con la ley de Moisés, pero probablemente estaba indicado para ganar algo del favor de Dios.
Una vez que se ofrecieron los becerros y los carneros al Señor, Balaam le dijo al rey Balac que se quedara al lado del holocausto mientras él iba a encontrarse con el Señor. Él le dijo al rey que le diría cualquier cosa que el Dios de Israel le revelara. Entonces Balaam dejó al rey y se fue a una colina sin vegetación para ver lo que Dios tenía que decirle (v. 3, NTV).
Entonces Dios se le presentó a Balaam; y en el versículo 4, éste le dijo al Señor que había preparado siete altares para Él, y en cada uno le había ofrecido un becerro y un carnero. Aunque no existe registro de que Dios le dijera algo respecto a esa ofrenda, Él le dio a Balaam un mensaje para el rey (v. 5).
Cuando Balaam regresó al rey, quien lo estaba esperando con sus oficiales al lado del altar, abrió su boca y habló lo que el Señor le había dicho, lo cual se registra en los versículos del 7 al 10. En estos versículos, Balaam habla de cómo el rey Balac lo había traído desde su lugar en Aram para maldecir al pueblo de Israel. Ese día Balaam le dijo al rey Balac y a sus oficiales que él no podía maldecir a quienes Dios no había maldecido (v. 8). De hecho, Dios bendijo a Israel en número y le daría un fin glorioso. Balaam solamente deseaba que su vida terminara con la bendición que el pueblo de Dios experimentaría (v. 10).
Obviamente, estas no eran palabras que el rey Balac y sus oficiales querían oír. Balac se enojó con Balaam y le dijo que lo había traído desde Moab para maldecir a sus enemigos, pero lo que había hecho era solamente bendecirlo. Sin embargo, Balaam le recordó al rey que él solo podía decir lo que el Señor le dijera.
El rey Balac decidió llevar a Balaam a otro lugar donde solo podría ver a una parte de la nación de Israel. Él lo llevó al campo de Zofim, a la cumbre de Pisga. Allí ellos construyeron otros siete altares y ofrecieron un becerro y un carnero en cada uno de ellos, como antes (vv. 13-14).
Al igual que la primera vez, Balaam le dijo al rey y a sus oficiales que se quedaran al lado del altar mientras él iba a encontrarse con el Señor. Por segunda vez, Dios le dio a Balaam un mensaje para que lo llevara al rey. Cuando Balaam regresó, Balac estaba ansioso por escuchar lo que el Señor le había dicho esta vez.
La respuesta de Balaam la encontramos en los versículos del 18-24. En estos versículos, Balaam le dijo al rey Balac que Dios no miente ni cambia de parecer (v. 18, NVI). Él había recibido la orden de bendecir a Israel y nadie podía cambiarlo (v. 20). A Israel no le iría mal, pues su Dios estaba con ellos (v. 21, NTV). Él los había sacado de Egipto y los había hecho tan fuertes como el búfalo (v. 22). La brujería no podría contra ellos (v. 23). De hecho, por ser el pueblo de Dios, sería como un león que se levanta y sigue su presa hasta devorarla completamente (v. 24).
Una vez más Balac se siente frustrado a causa de Balaam. Sin embargo, éste permanece firme y le recuerda al rey que él solo hablaba lo que el Señor le había dicho (v. 26).
El rey Balac no estaba dispuesto a rendirse, y decidió que llevaría a Balaam a un tercer lugar ubicado en la cumbre del monte Peor que miraba hacia el desierto (v. 28). Obviamente, el rey creía que si él lograba las circunstancias correctas, Dios le daría a Balaam otro mensaje. Él esperaba que al ver el desierto Balaam se inspirara a maldecir a Israel.
Por tercera vez se construyeron siete altares, y otros siete becerros y carneros fueron ofrecidos en ellos (vv. 29-30). Sin embargo, esta vez, Balaam no se apartó para consultar al Señor. Observemos en Números 24:1 que él no acudió a la brujería como había hecho las veces anteriores cuando le hablaba al Señor. No se nos dice qué hacía Balaam o cuál era la naturaleza de esa brujería, pero es sorprendente que Dios pareciera pasar por alto esas cosas para comunicarle Su mensaje.
Esta vez Balaam volvió su rostro hacia el desierto y las tribus de Israel que acampaban allí. Mientras las miraba, el Espíritu de Dios vino sobre él, y le habló a Balac por tercera vez. Él le recordó al rey Balac que como profeta, él podía ver claramente el propósito del Señor para Su pueblo (vv. 3-4). Ellos eran un pueblo hermoso bendecido por Dios que se extenderían como valle fértil y como jardines junto al río plantados por el Señor (vv. 5-6, LBLA). Su rey sería mayor que el rey Agag (un reconocido rey amalecita que era muy poderoso), y la nación de Israel sería exaltada (v. 7). El Dios de Israel los había sacado de Egipto y les había dado la fuerza de un búfalo. Ellos devorarían naciones, desmenuzando sus huesos y traspasándolos con sus saetas (v. 8). Balaam comparó a Israel con un león dormido. Cualquiera que se atreviera a despertar a un león así sufriría las consecuencias. Los que bendijeran a Israel serían benditos, y los que lo maldijeran ellos mismos serían malditos (v. 9).
Cuando el rey Balac escuchó estas palabras de Balaam, se enojó mucho con él, y batiendo sus manos de ira le recordó a Balaam que él le había pedido que maldijera a su enemigo, pero él lo había bendecido tres veces. Le dijo que se fuera, recordándole que el Señor lo había privado de recibir la rica recompensa que le iba a dar por maldecir a Israel. No obstante, Balaam le recordó al rey que ya él les había dicho a sus mensajeros que aunque el rey le ofreciera su palacio lleno de oro y plata, no se pronunciaría en contra del mandato del Señor. Que él solo podía hablar lo que Dios le había dado (23:12-13). Sin embargo, antes de irse de la presencia del rey, Balaam le profetizó lo que los israelitas le harían en los próximos días. Esta profecía también tenía un mensaje para varias naciones de esa región. Veamos lo que dice según se registra en los versículos del 15 al 24.
Profecía acerca de Moab (24:15-17)
En los versículos del 15 al 17, Balaam le habló al rey Balac y le dijo lo que le sucedería a su nación en el futuro. Él comenzó recordándole al rey que como profeta, él veía estas cosas con claridad (vv. 15-16, NTV). Percatémonos en el versículo 17 que la profecía se cumpliría en un tiempo futuro. Llegaría el momento en que una “estrella” o “cetro” saldría de Jacob (Israel) y aplastaría las sienes de Moab y el cráneo de todos los hijos de Set (NVI) (se cree que sea un líder moabita). En otras palabras, un gran líder saldría de Israel y conquistaría la nación de Moab. En toda la historia de Israel en el Antiguo Testamento habría guerra entre Israel y Moab. Sin embargo, Dios prometió que Su pueblo un día los vencería.
Profecía acerca de Edom (24:18-19)
Refiriéndose a la nación de Edom (los descendientes de Esaú), Balaam profetizó que serían conquistados mientras Israel continuaría fortaleciéndose. De Israel saldría un líder que destruiría a los sobrevivientes de su ciudad. En 2 Samuel 8:14 leemos que finalmente el rey David sometería a Edom.
13Así ganó David fama. Cuando regresaba de derrotar a los sirios, destrozó a dieciocho mil edomitas en el Valle de la Sal. 14Y puso guarnición en Edom; por todo Edom puso guarnición, y todos los edomitas fueron siervos de David. Y Jehová dio la victoria a David por dondequiera que fue.
Profecía sobre Amalec (24:20)
En el versículo 20 Balaam habló acerca de Amalec el líder de los amalecitas, y le dijo que aunque él había ocupado una posición importante entre las naciones, al final perecería. Esta nación había atacado al pueblo de Dios cuando vagaba por el desierto. Los amalecitas serían un enemigo constante para Israel en una gran parte del Antiguo Testamento. 1 Samuel 14:47-48 relata cómo Saúl peleó y venció a los amalecitas. Luego vemos que el rey David también peleó contra ellos. Sin embargo, no sería hasta el reinado de Ezequías que los amalecitas serían completamente destruidos (ver 1 Crónicas 4:41-43), justo como Balaam había profetizado.
Profecía sobre los ceneos (24:21-22)
Balaam profetizó en Números 24:21-22 acerca de los ceneos, y les dijo que aunque su habitación era segura y vivían en rocas, Assur los llevaría cautivos. Assur era hijo de Sem, cuyos descendientes se conocerían como los asirios. Estos asirios vencerían a los ceneos y los llevarían cautivos con ellos a su nación.
Profecía sobre Asiria (24:23-24)
La última profecía que Balaam pronunció fue acerca de los asirios que capturaron a los ceneos. Él profetizó que llegaría el día en que vendrían naves de Quitim (localizado en el mar Mediterráneo en la región de Grecia e Italia). Estas naves someterían a Asiria (a los asirios), así que ellos también serían destruidos. Históricamente, los griegos y los romanos conquistarían a los asirios. Sin embargo, observemos que esas naciones que destruyeron a Asiria (los griegos y los romanos) también perecerían (v. 24).
La profecía de Balaam predecía la ruina de muchas naciones; y se cumplirían tal y como las predijo. Cuando Balaam terminó de hablar, se fue de la presencia del rey Balac y regresó a su casa. Él no recibió pago por sus servicios, pero había proclamado fielmente la verdad que Dios le había dado.
Para Meditar:
* ¿Qué evidencia encontramos en estos capítulos de que Balaam no estaba familiarizado con las leyes de Dios? ¿Cómo Dios lo usó a pesar de su falta de conocimiento y sus costumbres paganas?
* ¿Se limita Dios a usar solamente a personas cuyas vidas están en consonancia con Sus propósitos?
* ¿Qué riesgos corrió Balaam al decirle al rey Balac solamente la verdad del mensaje de Dios? ¿Qué sacrificó él por hablar la verdad? ¿Estamos dispuestos nosotros a correr tales riesgos y hacer los mismos sacrificios?
* ¿Qué nos enseñan las profecías de Balaam acerca de cómo Dios ve y cuida de Su pueblo? ¿Caminaban siempre los israelitas en obediencia al Señor? ¿Cómo podríamos describir sus vidas espirituales en ese momento? ¿Qué nos enseña eso acerca de la fidelidad de Dios a pesar de nuestra infidelidad?
Para Orar:
* Agradezcamos al Señor que Él está dispuesto a usarnos incluso cuando no somos perfectos.
* Pidamos al Señor que nos dé más valor para hablar Su verdad y vivirla en nuestras vidas, aun cuando nos cueste hacerlo.
* Demos gracias al Señor por Su maravilloso propósito y protección. Démosle gracias por Su misericordia y porque Él continúa siendo fiel a nosotros incluso cuando le fallamos.
23 – PECADO, JUICIO Y BENDICIÓN
Leamos Números 25:1— 26:65
Dios había prometido grandes bendiciones para Su pueblo por medio de Balaam. Ellos llegarían a ser una nación poderosa. Balaam ya había visto la bendición de Dios sobre los israelitas. Es importante que reconozcamos que, aunque ciertamente la bendición de Dios estaba sobre Su pueblo, ellos se encontraban muy lejos de ser perfectos. Después de la descripción gloriosa que da Balaam sobre Israel, en el capítulo 25 llegamos a ver con profundidad cuál era la realidad de esa nación.
Mientras se encontraban en la región de Sitim, los hombres israelitas se involucraron sexual e inmoralmente con las mujeres moabitas. Dichas mujeres los invitaban a ofrecer sacrificios a sus dioses; y como resultado de esto, el pueblo de Dios le daba la espalda al Dios verdadero para comer comida sacrificada a ídolos. Resulta interesante analizar lo que dice Apocalipsis 2:14 en cuanto a esto. Al hablarle a la Iglesias de Pérgamo el Señor Jesús dijo:
Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que tienes ahí a los que retienen la doctrina de Balaam, que enseñaba a Balac a poner tropiezo ante los hijos de Israel, a comer de cosas sacrificadas a los ídolos, y a cometer fornicación.
Hay dos detalles que debemos tener en cuenta en este pasaje de Apocalipsis. En primer lugar, percatémonos que Números no nos revela todo el cuadro de lo que hizo Balaam. Él no era un hombre honesto como hemos podido observar en su historia en Números 23 y 24. Apocalipsis 2:14 nos dice que él enseñó al rey Balac a engañar a los israelitas para que pecaran al comer alimentos sacrificados a los ídolos y a que cometieran inmoralidades sexuales. Lo que estaba sucediendo en Israel ahora era el fruto de los esfuerzos de Balaam.
Observemos, en segundo lugar, que Israel, quien había sido bendecido por Dios y acerca de quien Balaam profetizó un futuro glorioso, no era digno de tal bendición. A menudo caían en pecado y rebelión contra Dios, por lo tanto, no se merecían Sus bendiciones sobre sus vidas. Pero a pesar de sus imperfecciones, Dios tenía un maravilloso plan para ellos. Él sería fiel a sus promesas aun cuando ellos les fueran infieles.
Aunque la bendición de Dios estaba sobre la nación, el pecado de ellos y su rebelión habían provocado Su ira. Dios los juzgaría severamente por volverse de adorarlo a Él para adorar a Baal-peor. En el versículo 4 Dios le dice a Moisés que matara a los líderes que le habían dado la espalda y que expusiera sus cadáveres ante la nación a plena luz del día (v. 4). Aquellos líderes estaban haciendo que el pueblo se apartara de Dios, y exponer sus cuerpos delante de ellos les recordaría el pecado en que habían incurrido y el juicio de Dios por ello. En el versículo 9 también vemos que el Señor les envió una plaga, y aunque los líderes estaban muriendo a espada, también el pueblo moría por causa de esta plaga. Este mismo versículo nos dice que la plaga mató a unas 24,000 personas hasta que se detuvo.
Este gran juicio de parte de Dios hizo que el pueblo acudiera a sus rodillas. En el versículo 6 vemos que se reunieron a la entrada del tabernáculo y lloraron. Mientras se lamentaban por el juicio de Dios a causa del pecado, un israelita llamado Zimri tomó una mujer madianita y la llevó para su tienda (probablemente para tener relaciones sexuales con ella). El contexto nos dice que él hizo esto delante de Moisés y todos los que se habían reunido aquel día. Zimri era el jefe de una familia de la tribu de Simeón (v. 14). Era un líder importante de la nación, y como tal debía estar junto al pueblo de Dios buscando el perdón, pero decidió desafiar abiertamente al Señor. La mujer madianita que estaba con él se llamaba Cozbi, y era la hija de un jefe tribal madianita. Ella también era una persona de influencia.
Cuando Finees, hijo de Eleazar el sacerdote, vio lo que acontecía con Zimri y Cozbi, los siguió hasta la tienda. Fue allí entonces que con una lanza atravesó los cuerpos de Zimri y Cozbi matando a ambos (v. 7). Esta acción detuvo la plaga que había caído contra Israel y apaciguó la ira de Dios (vv. 8-9). Deberíamos tener en cuenta que matar a estas dos personas no era un asunto tan sencillo. Finees estaba matando a un líder tribal de Israel y a otro de Madián. Él desconocía las consecuencias que esto traería, pero sí sabía que ellos estaban desafiando abiertamente al Señor y eso tenía que cesar.
A Dios le agradó la actitud de Finees al ver cuánto celo tenía por la gloria de Dios y por eso le prometió que sobre él y su familia habría siempre paz. Verdaderamente, las acciones de Finees salvaron la nación de una gran destrucción. Quién sabe cuánta más gente hubiera muerto si este hombre no hubiese actuado a favor de la gloria de Dios en este asunto.
Una cosa es lamentarse por el juicio de Dios y otra muy diferente es hacer algo al respecto. Mientras Israel estaba lamentándose, en el campamento continuaban rampantes el pecado y la inmoralidad, lo cual alejaba la presencia de Dios y fomentaba Su ira continuamente. Algo tenía que hacerse para detener el pecado. Finees no solo se lamentó por la maldad que había en el campamento, sino que tomó acción para detenerla. Hay ocasiones en las que necesitamos hacer más que tan solo arrepentirnos y lamentarnos acerca de la condición de nuestra nación. A veces Dios nos llama a hacer algo para detener aquello que entristece Su corazón.
No se sabe cómo reaccionó contra Finees el padre de Cozbi, quien era un jefe tribal de Madián. Sin embargo, resulta interesante observar que Dios le dijo a Moisés que Israel tenía que tratar a los madianitas como enemigos y aniquilarlos. Ellos habían engañado a Israel y los habían extraviado hacia el pecado (vv. 16-18). Israel tenía que cortar por completo todo tipo de vínculo con los madianitas, tratarlos como a enemigos y destruirlos porque los habían estado apartando de su Dios.
Después que la plaga se detuvo, el Señor le pidió a Moisés y al sacerdote Eleazar que hicieran un censo de todas las familias israelitas. Ellos debían contar a todos los que tuvieran 20 años y más (26:1-4). Este era ahora el segundo censo que Moisés hacía. El primero fue en Números 1 cuando el pueblo comenzaba el viaje. Observemos lo que este segundo censo revelaba.
De manera general, el número de hombres de veinte años y más había disminuido en 1, 820 durante los años que estuvieron en el desierto. Mucho de esto tenía que ver con el juicio de Dios sobre ellos por causa de su pecado y su rebelión.
El censo de los hombres de veinte años y más era para saber cuántos hombres había disponibles para pelear por Israel. Dios iba a llevar a Su pueblo para que cruzara el Jordán hacia la tierra que les había prometido, por lo que se hizo un censo de estos hombres a los que se preparó para las batallas que estaban por venir. Dios le dijo a Moisés en los versículos del 52 al 56 que cuando llevara al pueblo a través del Jordán para conquistar la tierra de Canaán, el territorio sería repartido a cada tribu según este censo. Las tribus más numerosas recibirían una porción mayor de tierra y las más pequeñas, una porción menor.
Los Levitas fueron contados separados del resto del pueblo porque no iban a ser parte del ejército. Ellos se dedicarían al servicio del Señor en el tabernáculo. Cuando se hizo el censo de los levitas se contó a cada varón de un mes de edad en adelante (contrario al censo hecho a las otras tribus que era de 20 años en adelante). El número total de los levitas contados en esa ocasión fue de 23,000 (v. 62).
Uno de los castigos que Dios le impuso a Su pueblo fue que nadie mayor de veinte años vería la tierra que Él le había prometido a sus padres (ver Números 14:20-23). Cuando se terminó el censo se descubrió que ninguno de los que fueron contados en el primer censo estaba vivo excepto Josué y Caleb. Todo se había cumplido como Dios había dicho, y ahora estaba preparando a Su pueblo para que heredase la tierra.
Algo que resulta particularmente interesante en estos dos últimos capítulos es que nos recuerdan la verdadera naturaleza que tenía el pueblo al cual Dios iba a bendecir con aquella tierra. Ellos eran igual que sus padres, quienes habían pecado contra Dios y muerto en el desierto. Ellos habían caído en idolatría e inmoralidad sexual. También eran tentados fácilmente a alejarse de Dios y Sus principios. Pero a pesar de sus errores, Dios iba a hacer una obra maravillosa en medio de ellos. Él los bendeciría a pesar de que no merecían tal bendición.
Para Meditar:
* Descubrimos cómo Balaam le enseñó al rey Balac a engañar al pueblo de Israel para que cayera en inmoralidades sexuales e idolatría. ¿Es esto un problema en los creyentes de hoy en día? ¿Cómo es la idolatría de nuestros tiempos?
* ¿Cómo castigó Dios a Su pueblo en este capítulo por el pecado que cometieron? ¿Acaso este castigo significaba que Él había abandonado a Su pueblo y las promesas que les había hecho como nación?
* ¿Nos castiga Dios en el presente por nuestros pecados? ¿Hay evidencia de esto en nuestra sociedad?
* ¿Acaso las bendiciones de Dios dependen de cuán dignos seamos de recibirlas? ¿Hemos experimentado la bendición de Dios en medio de nuestra condición indigna?
Para Orar:
* Pidamos al Señor que nos proteja de la inmoralidad y la idolatría en cualquiera de sus formas.
* Demos gracias a Dios por no olvidarse de sus promesas cuando nos castiga por nuestro pecado.
* Demos gracias al Señor porque Sus bendiciones no dependen de cuán dignos seamos para recibirlas.
* Agradezcamos a Dios que, a pesar de nuestros fracasos, Él todavía nos puede usar.
* Pidamos al Señor que nos ayude a aprender las lecciones que nos quiere enseñar por medio de Su disciplina y castigo a causa de nuestro pecado.
24 – MOISÉS SE PREPARA PARA SU MUERTE
Leamos Números 27:1-22
En Números 20:12, el Señor le dijo a Moisés que él no sería quien dirigiría al pueblo para que entrara en la tierra que les había prometido a sus padres. Ya se encontraba muy cerca el tiempo en que Dios introduciría a Su pueblo en aquella tierra. Pero antes de que esto sucediera había algunas cosas más que Moisés debía hacer.
En Números 27, las hijas de Zelofehad vinieron a Moisés con un problema en particular el cual necesitaban les fuera resuelto. Las hijas de Zelofehad eran de la tribu de Manasés (v. 1). Sus nombres eran Maala, Noa, Hogla, Milca y Tirsa. Observemos en el versículo 2 que el sacerdote Eleazar y todos los demás líderes se encontra-ban presentes aquel día en que ellas vinieron a Moisés con su problema.
En el versículo 3 aquellas mujeres explican cómo su padre había muerto en el desierto. Aunque él no había estado entre los seguidores de Coré que se rebelaron contra Moisés, él sufrió un destino similar a causa de su propio pecado contra Dios. Cuando él murió no había dejado ningún heredero varón. En los tiempos del Antiguo Testamento la herencia pasaba a los hijos varones del padre. Las hijas no recibían herencia. Eso quería decir que la propiedad de su padre le sería entregada al pariente más cercano. El nombre de su padre no sería recordado en la tierra y sus hijas se quedarían sin nada.
En el versículo 4 las hijas de Zelofehad le pidieron a Moisés que les permitiera tener alguna propiedad en la tierra, no solamente para perpetuar el nombre de su padre sino para que no se les sacara de sus hogares y su tierra.
En los tiempos veterotestamentarios era de mucha importancia que el linaje familiar continuara. Cada familia era importante, y era algo terrible que una familia muriera sin descendientes. El nombre de esa familia continuaba por medio de los hijos varones y por medio de la propiedad que tenían a nombre de la familia. Aunque no había ningún hijo varón que llevara el nombre de Zelofehad, el deseo de sus hijas era que el nombre de su padre se perpetuara por medio de esa propiedad.
En el versículo 5 vemos que Moisés trajo este caso delante del Señor, quien le dijo que aquellas mujeres estaban en lo cierto en cuanto a lo que decían. Ellas debían recibir la propiedad de su padre como herencia (v. 7). Ese día Dios le dio a Moisés una ley sobre la transferencia de herencia para los casos cuando el padre moría sin tener hijo varón.
Dios le dijo que si un hombre moría en esta condición, su herencia pasaría a nombre de las hijas (v. 8). En caso de que no hubiera hijas habría que aplicar las siguientes leyes:
* Si el hombre no tenía hijo varón la herencia pasaría hacia la hija (v. 8)
* Si el hombre no tenía ni hijos ni hijas, entonces la herencia pasaría a los hermanos de este hombre (v. 9)
* Si el hombre no tenía hermanos. Entonces la herencia pasaba a sus tíos (v. 10)
* Si el hombre no tenía tíos la herencia pasaría al pariente más cercano de su clan (verse 11)
Solo podemos imaginar cuanta alegría debió haber causado esto en aquellas mujeres. Dios había visto la necesidad de ellas y les respondió su petición. Ellas eran importantes ante Sus ojos, al igual que lo era también su familia. No es menos cierto que su padre había perecido por causa de su pecado contra Dios, pero el Señor no las había olvidado. Dios les proveyó para sus necesidades por medio de Moisés, así como lo hizo para todas aquellas mujeres que vinieran después de ellas en igual situación.
Las hijas de Zelofehad constituyen un ejemplo que debemos seguir. Ellas vinieron delante del Señor y delante de Moisés con su necesidad. Ellas pudieron haberse conformado simplemente con la manera en que estaban las cosas, pero no lo hicieron. Querían ver un cambio y por eso vinieron delante de Moisés y los líderes de su comunidad y presentaron su caso. Ellas no protestaron ni se sublevaron, simplemente presentaron su caso y Dios les respondió.
Debemos entender que esta ley concerniente al derecho de las hijas no era algo que Dios había pasado por alto. Dios lo sabe todo y se interesa por cada persona en la sociedad y por sus necesidades. Sin embargo, Él también espera que desempeñemos el papel que nos toca. Él no dio esta ley para proteger los derechos de estas mujeres hasta que ellas vinieron ante Él y le presentaron su caso. Santiago 4:2 dice que a veces no tenemos porque no pedimos. Hay cosas que Dios quiere darnos, pero no lo hará hasta que vengamos a Él y se lo pidamos. Hay cosas que Dios quiere hacer, pero no las hará hasta que nosotros demos el paso de fe. Dios obra de esta manera en algunas ocasiones. Al igual que estas mujeres, tenemos el privilegio de dar pasos de fe y observar la manera en que Dios responde. ¡Que Dios permita que haya muchos más creyentes en este tiempo como las hijas de Zelofehad!
Luego, en el versículo 12, Dios le dijo a Moisés que subiera al monte de Abarim desde donde podría ver la tierra prometida, y que luego de verla se “reuniría con su pueblo”. En otras palabras, era la hora de morir. Moisés no entraría al pueblo a la tierra prometida porque había desobedecido a Dios en Meriba, en el desierto de Zin (ver Números 20).
Vemos que Moisés no presentó objeción alguna por su muerte inminente. Sin embargo, observemos en el versículo 16 cuál era su gran preocupación. Él le pide al Señor que designe a un hombre para que esté sobre toda la nación y la conduzca cual pastor. Moisés había pasado los últimos cuarenta años pastoreando a este pueblo; él conocía el corazón de ellos, sabía que ellos se apartarían del Señor y Sus estatutos. Pedirle al Señor que le diera un pastor a su pueblo constituía una gran petición. Le estaba pidiendo a alguien que pudiera mantener al pueblo en el camino correcto y que los ministrara en sus sufrimientos. Esta tarea era una que tan solo se podía llevar a cabo bajo el poder del Espíritu de Dios. Era muy importante para la salud espiritual de la nación que Dios les proveyera un líder de ese calibre.
Dios le responde esa oración a Moisés y le dice que tomara y apartara a Josué. Observemos en el versículo 18 que el Espíritu de Dios estaba sobre Josué. Moisés tenía que ponerlo delante del sacerdote Eleazar y delante de toda la nación. Él debía imponer sobre él sus manos y traspasarle algo de su autoridad. Esto era algo que debía hacer delante de toda la nación para que todo el pueblo viera que había sido el Señor quien lo había escogido para guiar al pueblo, y que la autoridad de Dios estaba sobre él. Para asegurarle al pueblo de que Josué era el líder que Dios había escogido para ellos, Eleazar debía consultarlo por el juicio del Urim delante del Señor.
En Éxodo 28:30 leemos acerca del Urim y Tumim
Y pondrás en el pectoral del juicio Urim y Tumim, para que estén sobre el corazón de Aarón cuando entre delante de Jehová; y llevará siempre Aarón el juicio de los hijos de Israel sobre su corazón delante de Jehová.
El Urim y el Tumim probablemente eran dos piedras usadas por los sacerdotes del Antiguo Testamento. Éxodo 28 nos dice dos cosas respecto a estas piedras. En primer lugar, éstas iban puestas sobre el pectoral que usaban Aarón y sus hijos. En segundo lugar, este era un medio usado por los israelitas para la toma de decisiones. No se sabe bien de qué manera eran usadas estas piedras, pero la práctica era algo parecido a echar suertes (ver Levítico 16:8-10; Hechos 1:26). El pueblo judío creía que el Señor era un Dios soberano que tenía el control de todas las cosas. Ellos creían que cuando se echaban suertes o se usaban las piedras de Urim y Tumim, era el Señor quien determinaba el resultado. Esta práctica se evidencia claramente en Proverbios 16:33:
La suerte se echa en el regazo; mas de Jehová es la decisión de ella.
Dios le dice a Moisés en el versículo 21 que el sacerdote Eleazar determinaría la voluntad del Señor por medio del Urim en presencia del pueblo. Por medio del uso del Urim el pueblo sabría que la decisión provenía de parte de Dios y que no era decisión humana. Fue de esta manera que Josué fue escogido para ser el sucesor de Moisés. Él sería quien guiaría al pueblo para que entrara a la tierra que Dios les había prometido a sus ancestros (v. 21). Moisés entonces impuso sus manos sobre Josué delante de todo el pueblo y lo comisionó para que fuese su sucesor.
Observemos que Dios tenía un propósito para cada persona. No era Su voluntad que Moisés introdujera al pueblo en la tierra prometida. Moisés los llevaría hasta la misma frontera y luego le entregaría el resto a Josué. Podemos imaginar cuán difícil debió haber sido esto para Moisés quien había guiado al pueblo durante más de cuarenta años. Hay ocasiones en las que queremos ir más allá de lo que Dios quiere que vayamos. Moisés preparó al pueblo para llegar hasta la tierra, pero sería Josué quien los introduciría en ella. ¿Estamos conformes con tan solo ser un eslabón en la cadena? ¿Estamos listos para dejar que Dios use a otra persona para que coseche lo que nosotros plantamos? ¿En cuántas ocasiones la obra de Dios se ha visto entorpecida por personas que no estuvieron dispuestas a bajar de donde estaban y dejar que Dios usara a alguien más?
Moisés necesitaba ser lo suficientemente humilde para dejar que Dios usara a Josué para que cosechara lo que él había cuidado tan diligentemente en el desierto. Él necesitaba aprender a conformarse con hacer aquello para lo cual Dios lo había llamado. Ahora que Moisés estaba terminando la obra a la cual Dios lo había llamado, Éste lo llevaría para que estuviese con Él. ¡Dios permita que terminemos aquello para lo cual nos ha llamado antes de que Él nos llame a Su presencia!
Para Meditar:
* ¿Cuál fue el problema que llevaron delante de Moisés las hijas de Zelofehad? ¿Por qué suponemos que Dios esperó a que ellas viniesen a Él con su problema para entonces hacer algo al respecto? ¿Hay cosas que Dios quiere hacer pero que espera hasta que se lo pidamos o demos el paso de fe?
* ¿Qué nos enseña la ley que Dios le dio a Moisés en este capítulo acerca de la importancia que Él le da a al individuo (incluso habiendo ya pecado)? ¿Cómo tratamos a quienes nos rodean y han fallado?
* ¿Por qué era importante que Dios confirmara públicamente el liderazgo de Josué?
* ¿Cuán importante es que entendamos el papel que Dios nos ha dado en esta vida? ¿Alguna vez hemos estado tentados a ir más allá de aquello para lo cual Dios nos ha llamado?
* ¿Estamos dispuestos a entregarle a otro la cosecha de lo que hemos plantado? ¿Tenemos la humildad suficiente para dejar que Dios escoja a quien Él quiera para que termine la obra que comenzó por medio nuestro?
Para Orar:
* Pidamos al Señor que nos dé el coraje que tuvieron las hijas de Zelofehad en este capítulo. ¿Cuándo es que simplemente hacemos lo que siempre se ha hecho y cuando es que buscamos un cambio?
* Demos gracias al Señor por aquellos que ha puesto sobre nosotros como autoridad. Tomemos un momento para orar y pedirle al Señor que los bendiga y les dé sabiduría en la tarea para la cual los ha llamado.
* Pidamos al Señor que nos ayude a entender de manera más clara el papel que tiene para cada uno de nosotros. Pidámosle que nos dé humildad para conformarnos con ese rol. Pidamos a Dios que nos dé la gracia para entregar a otros nuestras responsabilidades cuando la necesidad lo requiera.
25 – LAS OFRENDAS DE ISRAEL
Leamos Números 28:1-29:40
Al pueblo de Israel se le pidió que ofreciera sacrificios al Señor de manera regular. La razón para estos sacrificios era por los pecados del pueblo y por la gratitud a Dios por Su perdón y compasión hacia ellos. Aunque una persona podía ofrecer sacrificios en cualquier momento, había sacrificios especiales que se debían ofrecer en épocas específicas del año. En Números 28 y 29 tenemos un resumen de los sacrificios y ofrendas que Dios les exigía al pueblo durante el año. Resumo estas ofrendas en esta tabla:
De esta lista de sacrificios y ofrendas hay varias cosas que podemos aprender.
En primer lugar, observemos que cada día (mañana y tarde) se necesitaban hacer sacrificios para el pueblo de Dios. Esto era algo que debía hacerse de forma regular para apaciguar la ira de Dios causada por el pecado. El pueblo de Dios necesitaba ser limpiado y purificado diariamente de sus pecados. Aunque el Señor Jesús ha eliminado el requisito de los sacrificios de animales, todavía estamos necesitando ser purificados diariamente de nuestros pecados. Su sangre cubre todos nuestros pecados y nos mantiene limpios todos los días delante del Padre.
En segundo lugar, percatémonos que estos sacrificios eran un requisito de Dios para con Su pueblo. El sacrificio es un tema común tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Cada día hacían falta sacrificios. En el Nuevo Testamento, aunque no haga falta que se ofrezcan sacrificios de animales de nuestra parte, Dios nos pide aún que tomemos nuestra cruz cada día para seguirle. Para esto se requiere del sacrificio de nuestro tiempo, esfuerzo y ambiciones. ¿Estamos listos para hacer esos sacrificios diariamente? En el Antiguo Testamento, Dios los exigía a Su pueblo, en el presente, nos exige que rindamos nuestras vidas a Él cada día.
Observemos finalmente que había ocasiones especiales en la vida de Israel en las que se les llamaba a recordar la bondad de Dios para con ellos. La Pascua era una conmemoración de la liberación que experimentaron en Egipto cuando eran esclavos y de la protección de Dios sobre sus vidas. Otras celebraciones eran con el objetivo de dar gracias a Dios por la abundancia de las cosechas. Dios llamaba a Su pueblo a recordar con gratitud y acción de gracias lo que Él había hecho por ellos. La gratitud de ellos hacia Dios se observaba en los sacrificios y ofrendas que le llevaban a cambio. Ya sea por medio de una ofrenda de granos de la primera parte de las cosechas, o por medio de una ofrenda voluntaria por algún otro motivo, Dios se deleitaba en recibir esas muestras de gratitud de parte de Su pueblo.
Para Meditar:
* ¿Estamos confiando en la obra que el Señor Jesús hizo en la cruz para el perdón de nuestros pecados? ¿Hemos venido a Él para recibir el perdón de nuestros pecados? ¿Por qué Su obra terminó con los sacrificios de los animales?
* ¿Entiende la iglesia de nuestros tiempos el concepto de sacrificio (no del sacrificio de animales sino de nuestras vidas)? ¿Qué sacrificios estamos haciendo por la causa del Señor y Su reino?
* ¿Por qué estamos agradecidos al Señor en este día? Tomemos un momento para meditar en la bondad del Señor sobre nuestras vidas. ¿Qué podemos hacer para demostrarle nuestra gratitud por Su bondad?
Para Orar:
* Demos gracias al Señor por Su sacrificio en la cruz por nosotros. Démosle gracias porque Su sacrificio cubre todos nuestros pecados.
* Pidamos al Señor que nos perdone y nos limpie por los pecados que hemos cometidos en el presente. Pidámosle que nos ayude a vivir en Su perdón y Su pureza.
* Pidamos al Señor que nos muestre si hay algún sacrificio que podamos hacer por Su reino.
* Tomemos un momento para expresar al Señor nuestra gratitud por las cosas buenas que ha hecho por nosotros.
26 – LOS VOTOS
Leamos Números 30:1-16
Había muchas razones por las que una persona en Israel podía hacer un voto ante el Señor. Tenemos el caso de Jefté en Jueces 11:30-31, quien prometió que si el Señor le daba la victoria sobre los amonitas, él sacrificaría cualquier cosa que saliere de la puerta de su casa a su regreso. Ana también hizo votos al prometer que si el Señor le daba un hijo, ella se lo devolvería para que le sirviera todos los días de su vida (ver 1 Samuel 1:10-11). Incluso el apóstol Pablo hizo votos en Hechos 18:18.
Un voto es una promesa o un compromiso que se hace. Dios esperaba que quienes hacían compromisos y promesas a Él, cumplieran sus palabras a la hora de cumplir los votos. Esto había quedado claro en Deuteronomio 23:21-23:
21 Cuando haces voto a Jehová tu Dios, no tardes en pagarlo; porque ciertamente lo demandará Jehová tu Dios de ti, y sería pecado en ti. 22 Mas cuando te abstengas de prometer, no habrá en ti pecado. 23 Pero lo que hubiere salido de tus labios, lo guardarás y lo cumplirás, conforme lo prometiste a Jehová tu Dios, pagando la ofrenda voluntaria que prometiste con tu boca.
No había ninguna obligación en hacer un voto al Señor. Los votos, por lo general, eran hechos libremente por individuos que querían expresar su gratitud a Dios de manera práctica. Sin embargo, quienes hacían una promesa al Señor se colocaban bajo la obligación de cumplir ese voto.
En el capítulo 30 de Números el Señor le habla a Moisés acerca de los votos. Según el versículo 1 vemos que el Señor esperaba que cuando alguien le hacía un voto, esa persona debía mantener su palabra. El Señor tomaba muy en serio lo que alguien le prometía.
Antes de continuar debemos analizar esto de manera breve, en nuestros días seguimos haciéndole promesas al Señor. La más común son los votos matrimoniales que decimos delante del Señor y Su pueblo. Prometemos amar, honrar y cuidar a nuestro cónyuge hasta que la muerte nos separe. ¿Con cuánta seriedad hemos dicho estos votos? ¿Acaso amamos a nuestro cónyuge con hechos y no tan solo de palabras? ¿Lo estamos honrando con nuestras palabras y acciones? Recordemos que los votos matrimoniales los hicimos delante del Señor y Él los toma muy en serio.
Los votos matrimoniales no son los únicos que hacemos delante del Señor. A aquellos creyentes que practicamos el bautismo, ¿se nos olvidó ya la promesa que hicimos de caminar con el Señor y de servirle? O cuando nos unimos a la membresía de la iglesia, ¿recordamos el compromiso que hicimos de ser fieles con nuestros dones y recursos? ¿Qué tal con las promesas que le hicimos al Señor en la quietud de nuestros hogares? Ha habido momentos en mi vida en los que me he ofrecido nuevamente al Señor para servirle con todo mi corazón y seguirle a dondequiera que me guíe. Dios espera que seamos fieles a nuestras palabras. Él escucha nuestras promesas y espera que cumplamos lo prometido. En Números 30:1 Él deja bien claro que cuando le hagamos una promesa nos estamos obligando a nosotros mismos a hacer lo que dijimos.
Hay momentos en los que le hemos hecho promesas al Señor sin pensarlo antes. A veces nuestra inmadurez o falta de experiencia en la vida nos hará prometer cosas que no son razonables. En la ley el Señor proveyó soluciones para este tipo de votos.
La invalidación de los votos de los hijos (vv. 3-5)
Tengamos en cuenta, por ejemplo, el caso de una joven soltera que estuviera viviendo con sus padres, y que por lo tanto todavía se encontraba bajo la responsabilidad de su padre. Cualquier voto que ella hiciera al Señor tenía que ser aprobado primero por su padre antes de hacerla responsable de dicho voto. Si ella hacía un voto y el padre lo escuchaba y lo mantenía en pie, ella estaba obligada a cumplir lo que había prometido delante del Señor. Si, por otra parte, el padre escuchaba cuál era su voto y no lo aprobaba, ella quedaba libre de cualquier obligación de cumplir lo que había prometido. En este caso el padre estaba actuando como guardián de su hija y velaba por sus intereses. Él era el responsable del bienestar de su hija delante del Señor y como tal tenía la autoridad de invalidar cualquier voto que ella hiciera que no fuera para bien de ella.
En este tiempo tenemos que hacer esto a menudo por nuestros hijos. Dios espera que velemos por los intereses de ellos. A veces nuestros hijos se comprometen con cosas que no son lo mejor para ellos. A veces, como padres tenemos que dar el paso al frente e intervenir para invalidar las decisiones de nuestros hijos porque sabemos que éstas no le van a hacer bien. Dios nos da este derecho y esta obligación como padres por el bien de nuestros hijos.
Invalidando los votos de la recién casada (vv. 6-8)
Lo que se aplicaba en cuanto a la obligación de un padre en los versículos del 3 al 5, también era aplicable para un esposo. El esposo tenía la obligación delante de Dios de cuidar y proveer para su esposa. Si un hombre se casaba con una muchacha que había hecho votos antes de casarse, él tenía el derecho de cancelar esos votos para que ella ya no fuera responsable de su cumplimiento. Por otra parte, si él no objetaba en nada, la joven esposa tenía la obligación de cumplir sus promesas delante del Señor.
La idea aquí es que la esposa podía haber hecho votos que pudieran obstaculizar la relación de ellos como pareja. Era obligación del esposo resolver cualquier cosa que pudiera ir en contra de su matrimonio.
¿Acaso estamos los esposos hoy en día haciendo todo lo posible para asegurar que nada se interponga en el matrimonio y que éste sea lo que Dios quiere que sea? El deseo de Dios es que tomemos muy seriamente el papel de esposos y que tengamos relaciones matrimoniales bien fuertes.
Los votos de una mujer divorciada o de una viuda (v. 9)
Observemos que en el versículo 9 se nos dice que los votos de una viuda o una mujer divorciada eran obligatorios. Es decir, ellas eran responsables por sus acciones y sus promesas. Es importante que nos percatemos que Dios tomaba en serio el voto de las mujeres. Ellas tenían tanto derecho al igual que los hombres de hacer votos, y eran responsables por ello ante Dios.
Los votos de una mujer casada (vv. 10-15)
En la parte final del capítulo 30 Dios le habla a Moisés acerca de los votos hechos por una mujer casada que viviera con su marido. Si una mujer hacía un voto y su esposo lo escuchaba y no lo prohibía, su voto quedaba firme y ella estaba en la obligación de cumplirlo. Por otra parte, si él lo escuchaba y lo prohibía, el voto se cancelaba y ella dejaba de ser responsable de cumplirlo. El versículo 13 deja claro que al esposo se le otorgaba el derecho de confirmar o cancelar cualquier voto que hiciera su esposa.
El esposo era responsable por el bienestar de su esposa y su familia. Parte de esa responsabilidad estaba en el derecho que tenía de cancelar cualquier voto que considerara no era beneficioso para ella o la familia. El esposo tendría que responder ante Dios por su familia. Con esta responsabilidad también venía el derecho de tomar o cancelar decisiones hechas por su familia que fueran en detrimento del bienestar de todos. Se esperaba que la familia se sujetara a su liderazgo y que a la vez él buscara honrar a Dios.
El esposo necesitaba actuar inmediatamente cada vez que consideraba que se había hecho un voto que perjudicaba a su esposa y a su familia. Si él se quedaba callado era que estaba confirmando el voto hecho por su esposa. Si luego él decidía cancelar el voto, él sería el responsable de la culpa por romper el voto. (vv. 14-15)
Es importante señalar aquí que cada vez que un esposo confirmaba el voto de su esposa, él estaba entrando en ese mismo voto junto con ella. Él sencillamente no podría culparla a ella si no cumplía con su voto. Cuando él confirmaba el voto se estaba obligando a sí mismo a velar por su cumplimiento. Era como si él también estuviese firmando un acuerdo haciéndose responsable legalmente de cualquier incapacidad de cumplir con los términos.
¡Con cuánta facilidad le prometemos a Dios que haremos algo y luego no lo cumplimos a cabalidad! Dios espera que cumplamos todas las promesas que hagamos, y nos hará responsables por ello.
Otro detalle importante que podemos ver en este capítulo es la obligación y la responsabilidad del padre o esposo hacia su familia. Dios espera que los hombres tomen en serio su función como esposos y padres. Dios les ha dado la autoridad de intervenir cuando consideren que algo pueda perjudicar la familia, y por lo tanto también deben tomar en serio su papel de proveedores y guardianes de ella. El objetivo del Señor era que los hombres fueran líderes espirituales que se preocuparan por el bienestar de sus familias. También esperaba que ellos intervinieran cuando algo no era de la manera debida.
Dios está buscando padres que se interesen en las decisiones que sus hijos toman y traten con aquello que no está bien. Él está buscando esposos que harán todo lo posible para que nada se interponga en el camino de una buena relación con sus esposas. ¡Cuán fácil es para un hombre dejarle a su esposa el cuidado de la familia! Sin embargo, Dios ha llamado a los padres y los esposos a desempeñar con seriedad sus funciones dentro de la familia y a cuidar de sus esposas e hijos. Él los hará responsables por cualquier problema que surja al respecto. Ellos tendrán que responder a Dios por la condición de sus familias.
Para Orar:
* ¿Le hemos hecho alguna vez al Señor algún voto o promesa? ¿Cuál ha sido esa promesa? ¿Hemos sido fieles a lo que hemos prometido?
* ¿Alguna vez nuestros hijos han tomado decisiones equivocadas o se han comprometido con algo erróneamente? ¿Cuál es nuestra obligación hacia ellos?
* ¿Habrá algo en nuestros matrimonios que no honre al Señor o a nuestro cónyuge? ¿Qué necesitamos hacer respecto a estas cosas?
* ¿Qué aprendimos aquí acerca de la obligación de un padre o un esposo hacia la familia?
Para Orar:
* Pidamos al Señor que nos perdone por los votos o promesas que no hemos cumplido. Oremos que nos muestre qué debemos hacer.
* Tomemos un momento para orar por nuestros hijos y las decisiones y compromisos que han hecho. Pidamos al Señor que nos muestre cómo podemos ayudarlos a caminar más cerca de Él.
* Oremos al Señor para que quite cualquier obstáculo de nuestro matrimonio que no le brinde gloria ni honor.
* Pidamos al Señor que nos dé hombres que sean los padres y los esposos que Dios quiere que sean.
27 – LA DERROTA DE LOS MADIANITAS
Leamos Números 31:1-54
Al comenzar el capítulo 31, el Señor le habla a Moisés y le dice que una de sus últimas tareas antes de morir era vengarse de los madianitas por lo que le habían hecho a Su pueblo (v. 1). En este contexto es muy importante entender lo que los madianitas le habían hecho a Israel.
En Números 22:4-7 leemos cómo Balac contrató a Balaam para que maldijera al pueblo de Israel. Aunque Balac era rey de los moabitas, el pasaje nos dice que los madianitas unieron fuerzas con ellos en su esfuerzo de maldecir al pueblo de Dios. Entonces, Madián envió sus ancianos junto con los ancianos de Moab a Balaam.
Fueron los ancianos de Moab y los ancianos de Madián con las dádivas de adivinación en su mano, y llegaron a Balaam y le dijeron las palabras de Balac. (Números 22:7)
Cuando llegamos a Números 25 descubrimos que los israelitas habían caído en el pecado de la idolatría y la inmoralidad sexual con mujeres moabitas. Dios les juzgó por su pecado al enviarles una plaga que llegaría a destruir unas 24 mil personas. Mientras el pueblo se reunía delante del Señor en el tabernáculo para pedir perdón por este pecado, Zimri, el líder de los simeonitas metió en su tienda a una mujer madianita para tener relaciones sexuales con ella. Él hizo aquello delante de quienes se estaban arrepintiendo de ese mismo pecado (ver Números 25:6-9). Con esto podemos ver que los madianitas eran una gran tentación para el pueblo de Dios. Ellos los estaban alejando de Dios y de lo que Él les pedía por medio de Sus leyes; y, además, los estaban desviando hacia la idolatría y la inmoralidad sexual. El celo y la ira de Dios ardió tanto que ordenó a Su pueblo que trataran a los madianitas como enemigos suyos.
16 Y Jehová habló a Moisés, diciendo: 17 Hostigad a los madianitas, y heridlos, 18 por cuanto ellos os afligieron a vosotros con sus ardides con que os han engañado en lo tocante a Baal-peor, y en lo tocante a Cozbi hija del príncipe de Madián, su hermana, la cual fue muerta el día de la mortandad por causa de Baal-peor. (Números 25:16-18)
Está claro a partir de estos versículos que la razón por la cual los madianitas debía ser destruidos era porque estaban descarriando al pueblo de Dios con sus malos caminos. Dios quería deshacerse de esta tentación para Su pueblo.
En obediencia al mandamiento del Señor, Moisés ordenó a los hombres israelitas que se reunieran para ir a la guerra contra los madianitas. De cada tribu debían ir mil hombres para luchar contra ellos (12 mil hombres en total). También con ellos estaba Finees, el hijo del sacerdote Eleazar. Él tomó consigo las trompetas que darían la señal de ataque y algunos artículos del tabernáculo (vv. 5-6). La presencia de los sacerdotes en la batalla le serviría al pueblo para recordar que aquella batalla era de índole espiritual. Ellos estaban peleando para sacar el mal de en medio de ellos.
Tan solo podemos imaginar cómo habría sido para los hombres de Israel pelear contra este enemigo. Sus mujeres los habían tentado y algunos habían adorado los dioses de los madianitas. Ahora el Señor los estaba llamando a oponerse firmemente contra esta gran tentación. Hay ocasiones en las que tenemos que ser muy severos al tratar el pecado y las tentaciones. Quizás, al leer esto, el Señor nos esté hablando acerca de un pecado específico de nuestras vidas. Él ahora nos está pidiendo, tal y como lo hizo con aquellos hombres de Israel en los tiempos de Moisés, que nos mantengamos firmes contra las tentaciones y que cortemos todo tipo de vínculo con ellas. Esto no debió haber sido nada fácil para los hombres de Israel que estaban siendo fuertemente tentados por aquellas mujeres madianitas y por sus dioses.
El versículo 7 nos dice que los israelitas pelearon contra Madián y mataron a todos sus hombres. Incluidos entre ellos había cinco reyes de Madián. Aquí vemos que Balaam también murió a espada en esa ocasión (v. 8). Su muerte parece indicar que, aunque él se había rehusado a maldecir al pueblo de Dios delante del rey Balac, no era inocente. El versículo 16 nos dice que él aconsejó a los enemigos de Israel sobre cómo volverlos contra su Dios y así traer la maldición de Él sobre ellos. Por eso, Dios lo juzgó por su maldad y también murió como ellos.
En este pasaje resulta muy impactante cómo los soldados tomaron cautivas a las mujeres madianitas y a sus hijos. Quemaron todas sus ciudades y sus campos, tomaron todas sus riquezas y regresaron con toda las mujeres y los niños (vv. 9-12). Tenemos que recordar que habían sido las mujeres quienes habían sido una tentación para los hombres de Israel. Eran éstas con quienes ellos habían cometido inmoralidades sexuales, y quienes los estaban desviando de Dios y conduciéndolos a la adoración de ídolos. El ejército de Israel salió a combatir contra los madianitas, tomaron todo su territorio y destruyeron a todos sus hombres, pero retornaron al campamento sin lidiar con la causa fundamental de la tentación.
¿Cómo habría sido para Moisés salir a saludar al ejército que retornaba y tener que encontrarse con que ellos traían consigo a todas las mujeres? El versículo 14 nos dice que cuando Moisés vio esto se molestó, y les pregunto: “¿Por qué habéis dejado con vida a todas las mujeres?” (v. 16). Observemos que él les recuerda a estos hombres que aquellas mujeres habían seguido el consejo de Balaam y habían sido el medio que usaron para alejar a Israel de Dios. En el versículo 17 Moisés ordenó que ejecutaran a todos los niños varones junto con las mujeres que habían tenido relaciones sexuales. Solo quedarían con vida las vírgenes (v. 18). Es muy probable que estas mujeres tuvieran que pasar por algún tipo de ceremonia especial antes de ser aceptadas como israelitas y que se les permitiera casarse. Deuteronomio 21:10-13 describe lo que estas mujeres madianitas tendrían que hacer antes de ser aceptadas como parte de la nación de Israel:
10 Cuando salieres a la guerra contra tus enemigos, y Jehová tu Dios los entregare en tu mano, y tomares de ellos cautivos, 11 y vieres entre los cautivos a alguna mujer hermosa, y la codiciares, y la tomares para ti por mujer, 12 la meterás en tu casa; y ella rapará su cabeza, y cortará sus uñas, 13 y se quitará el vestido de su cautiverio, y se quedará en tu casa; y llorará a su padre y a su madre un mes entero; y después podrás llegarte a ella, y tú serás su marido, y ella será tu mujer.
En realidad, estas jóvenes estarían renunciando a su antigua nación y a sus costumbres para ser aceptadas en la nación de Israel. Como tal, se les exigía que siguieran los caminos del Señor y renunciaran a sus antiguos dioses.
Cuando los hombres regresaron de la batalla, Moisés ordenó que todo aquel que hubiese matado a alguien en la batalla, o que incluso hubiese tocado a alguien que hubiese matado a otra persona, se quedara fuera del campamento de Israel por un período de siete días. Ellos debían purificarse de acuerdo a la ley. Esto debía hacerse esparciéndose ellos un agua especial durante el tercer y séptimo día (ver Números 19:11-13). Toda vestimenta o cualquier otra cosa hecha de cuero, pelo de cabra o madera también tenía que ser purificada (vv. 19-20). El oro, plata, bronce, hierro, estaño, plomo o cualquier cosa que pudiera resistir el fuego tenía que ser pasado por éste y luego purificado con el agua de la purificación. Todo lo que no soportara ser pasado por fuego tenía que ser lavado por completo con agua (vv. 21-23). Nada podía entrar al campamento sin ser purificado primero. Al séptimo día los hombres debían lavar sus ropas, y era entonces cuando ellos podían regresar a sus casas para estar con sus familias (v. 24). Todo esto nos muestra lo que Dios le exigía a Su pueblo. Ellos tenían que estar puros y limpios delante de Él sin que hubiera nada que lo ofendiera. ¡Qué contraste este el que vemos aquí entre los requisitos de Dios para la purificación de los soldados que regresaban de la batalla y la imagen de aquellos hombres que regresaban con todas las mujeres que los habían hecho descarriarse!
Los versículos 25 y 26 indican cómo se repartió el botín que se trajo de la batalla. Ellos tuvieron que contar el número de personas y animales que se trajo. La mitad del botín se repartiría entre los soldados que pelearon en la batalla y la otra mitad sería para el resto de la comunidad. El Señor también recibiría una porción de cada mitad. De la mitad que fue para los soldados, el Señor pidió 1 de cada 500, ya fuese persona, ganado, oveja, cabra u algún otro animal (v. 28). Esta parte tenía que ser entregada al sacerdote Eleazar (v. 29). De la mitad que fue para la comunidad, el Señor pedía 1 cada 50, ya fuese persona, ganado, oveja, cabra u algún otro animal. Esto se les entregaba a los levitas (v. 30). La siguiente tabla resume la manera en que se dividió el botín según los versículos del 32 al 47.
Observemos en el versículo 48 que los oficiales que estaban a cargo del ejército habían contado a los soldados bajo su mando y vieron que no faltaba ninguno de ellos. Esto debió haber sido una difícil labor pues requería que cada uno contara los 1200 hombres que habían ido con ellos a la batalla. Por lo general, los censos se hacían por orden del Señor solamente. El Señor castigó severamente a David por hacer un censo, como lo registra en 1 Crónicas 21. Esto puede haber sido porque Dios quería que el pueblo aprendiera a confiar en Él por las victorias que les daba y no en el número de soldados que tenían.
Cuando los oficiales descubrieron que no faltaba ninguno de sus soldados y que ninguno había muerto, sucedieron dos cosas. Primero, ellos se percataron de que la victoria les había sido dada de manera milagrosa por el Señor, quien había protegido a sus hombres de una manera maravillosa. Segundo, parece que llegaron a sentirse culpables por haber pensado que el número de ellos tuvo algo que ver con su victoria. A causa de esto, decidieron traer otra ofrenda al Señor, probablemente una ofrenda de gratitud, pero también hicieron expiación por el pecado de confiar en ellos mismos y de tomar la gloria que le pertenecía a Dios. Por eso vinieron con artículos de oro que habían adquirido del botín, y los entregaron al Señor (vv. 49-50). Moisés y el sacerdote Eleazar aceptaron esa ofrenda. El peso total de la ofrenda fue de 16, 700 siclos de oro (420 libras o 190 kilogramos).
Este capítulo nos muestra que hay momentos en los que debemos ser severos con el pecado. Dios espera que quienes le sirvan caminen en pureza tanto en sus vidas como en sus mentes. Aquí se nos desafía a examinar nuestras vidas y a quitar cualquier impureza que se interponga en nuestro caminar con Dios.
Para Meditar:
* ¿Cuál fue el pecado de los madianitas que hizo que Dios ordenara su destrucción?
* ¿Qué trajeron consigo los hombres israelitas cuando regresaron de la batalla? ¿Cuál fue la reacción de Moisés ante esto? ¿Cuáles son aquellas cosas que todavía nos resultan una tentación? ¿Cómo querría el Señor que tratáramos esas tentaciones?
* Durante siete días después de haber regresado de la batalla, los soldados se purificaron a sí mismos y a todo lo que habían traído con ellos. ¿Qué nos dice esto acerca de la importancia de caminar en pureza delante del Señor?
* El pueblo, como acto de gratitud, le ofreció al Señor una porción de lo que Dios les había dado. ¿Cómo le expresamos al Señor nuestra gratitud por las victorias que nos ha dado?
Para Orar:
* Pidamos al Señor que nos dé el valor para actuar en contra de las tentaciones que nos atacan hoy en día.
* Pidamos al Señor que nos dé la gracia de desear Su voluntad para nuestras vidas.
* Roguemos al Señor que nos ayude a caminar en pureza cada día delante de Él.
* Tomemos un momento para agradecerle al Señor por las victorias que nos ha dado. Oremos que nos ayude a ser más agradecidos por esas victorias.
28 – LA TIERRA REPARTIDA A GAD Y A RUBÉN
Leamos Números 32:1-42
El pueblo de Israel se encontraba al este del río Jordán. Ellos habían conquistado el reino de Sehón, rey amorreo, el reino de Og, rey de Basán, y habían demostrado superioridad ante Balac moabita. Gracias al poder de Dios, Israel había tomado posesión de la región oriental del Jordán haciendo que todas las naciones de alrededor les temieran. Cuando Rubén y Gad vieron que aquella tierra era muy buena, decidieron que era la que querían como su porción.
En los versículos del 1 al 5 vemos que ellos se acercaron a Moisés, a los sacerdotes y a los otros líderes de la comunidad y les pidieron que se les diera por posesión un grupo de ciudades que se encontraban de ese lado del Jordán. Vemos en el versículo 5 que les pidieron a Moisés y a los líderes que no los hicieran cruzar el Jordán. En esta declaración hay algunos detalles importantes que necesitamos ver.
Recordemos que antes de que el pueblo de Dios se pudiera asentar en la tierra que se encontraba al occidente del Jordán (la tierra que se les había prometido), ellos tenían que vencer a los habitantes de aquel lugar. Antes de que Israel pudiera heredar la tierra que Dios les había prometido, habría grandes batallas y la perdida de muchas vidas. Al pedir la herencia en el lado oriental del río Jordán, Gad y Rubén también pudieran haber estado evitando las batallas que tendrían que enfrentar del otro lado del río. Ya ellos habían peleado y vencido a sus enemigos en ese lado del río y simplemente querían asentarse y vivir en paz. La petición que ellos hacen muestra que se encontraban conformes con lo que ya habían conquistado. También muestra que no les interesaban sus hermanos, quienes todavía no habían recibido ninguna porción de la tierra.
Cuando Moisés escuchó la petición de los gaditas y los rubenitas se molestó mucho con ellos. En los versículos del 6 al 7 él desafía su actitud egoísta al decirles:
¿Irán vuestros hermanos a la guerra, y vosotros os quedaréis aquí? ¿Y por qué desanimáis a los hijos de Israel, para que no pasen a la tierra que les ha dado Jehová?
En realidad, Rubén y Gad estaban desalentando al pueblo de Dios con su actitud egoísta. Y no solamente eso, ellos también los estaban alentando a que se conformaran con menos de lo que Dios tenía para ellos. En otras palabras, esto era lo que ellos estaban diciendo: “¿Por qué cruzar y arriesgar nuestras vidas cuando podemos tener lo que ya hemos conquistado de este lado del Jordán?” ¿Cuántas veces nos hemos conformado con menos de lo que es el propósito de Dios para nuestras vidas? Al igual que los gaditas y los rubenitas, nos conformamos con el lugar en que nos encontramos en nuestra relación con Dios. Nos quedamos donde estamos y dejamos de crecer, y nuestras vidas dejan de producir nuevos frutos. Si queremos llegar a ser todo lo que Dios quiere que seamos, habrá batallas que pelear. Muchas personas no están dispuestas a enfrentar estas batallas y se conforman con la situación en la que están. Éstos, en el pasaje, encontraron un lugar cómodo camino a la tierra prometida y se asentaron allí. Y allí se quedarían.
Moisés reprende esta actitud y les recuerda a los gaditas y rubenitas que este fue el pecado de sus padres quienes habían explorado la tierra de Canaán y desalentaron al pueblo para que no la tomaran (Números 13). Debido a que el pueblo rehusó entrar a la tierra, la ira de Dios ardió contra ellos y les dijo que ninguno que tuviera más de veinte años de edad, excepto Caleb y Josué, entraría a la tierra que Dios les había prometido a sus padres (vv. 10-11). Como resultado de este pecado el pueblo de Dios tuvo que vagar por cuarenta años en el desierto (v. 12). Moisés les habló duro en ese día a los rubenitas y los gaditas llamándoles “prole de hombres pecadores”. También les dijo que ellos estaban repitiendo el pecado de sus padres; y les advirtió en el versículo 15 que si los israelitas le daban la espalda a los propósitos de Dios por causa de la proposición que ellos habían hecho, Dios los iba a dejar en el desierto hasta que fuesen destruidos.
Estas eran palabras muy serias. Gad y Rubén no se habían percatado por completo de las implicaciones que traerían sus acciones. Ellos quizás tan solo querían asentarse y vivir en paz. Habían vagado por cuarenta años en el desierto y ahora estaban en una tierra que era buena para sus rebaños. Ellos quizás habían visto aquella tierra como la bendición del Señor. Estaban pensando en ellos y no en el resto del pueblo. Sus acciones pudieron haber significado la destrucción de toda la nación. Resulta que nuestras acciones también pueden tener un profundo efecto en aquellos que nos rodea.
Rubén y Gad limpiaron su imagen al modificar su petición luego de escuchar lo que les había dicho Moisés. En el versículo 16 ellos le dijeron que construirían corrales para su ganado y ciudades para sus mujeres e hijos en aquel lado del Jordán, pero que estaban dispuestos a tomar las armas y pelear para que sus hermanos también pudieran poseer la tierra del otro lado de aquel río. Sin embargo, pidieron que dejaran a sus mujeres e hijos quedarse de aquel lado del Jordán a vivir en ciudades fortificadas para protegerlos de sus enemigos hasta que regresaran de conquistar a Canaán con sus hermanos. Le prometieron a Moisés que no regresarían a casa a donde estaban sus esposas e hijos hasta que cada tribu hubiese recibido su heredad (vv. 18-19).
Moisés le dijo a los gaditas y a los rubenitas en los versículos del 20 al 22 que su petición les sería otorgada tan solo si cumplían la condición de tomar las armas para ir a la batalla con las otras tribus que cruzarían el Jordán para conquistar la tierra. Observemos en el versículo 22 que esa era su “obligación” para con el Señor y sus hermanos. ¡Cuán fácil nos puede resultar ver cualquier cosa que hagamos por nuestros hermanos como algo extra que hacemos por lo bueno que somos! Entonces esperamos que ellos a cambio se sientan en deuda con nosotros por causa de nuestra bondad hacia ellos. Sin embargo, lo que aquí vemos desafía nuestra actitud. Moisés les estaba diciendo a los rubenitas y a los gaditas que ellos tenían obligación con sus hermanos. Ninguno de nosotros ha de vivir para uno mismo ni para su comodidad solamente. Dios nos ha dado dones para que los usemos para el bien de nuestros hermanos. Si amamos a Dios también amamos a Sus hijos.
Moisés les estaba dejando bien claro a estos hombres que si no ayudaban a sus hermanos a conquistar la tierra, ellos estarían pecando contra el Señor y Dios los juzgaría (v. 23). Moisés le dijo a Rubén y a Gad que podían construir sus ciudades y los corrales para su ganado, pero les advirtió de manera clara que tenían que hacer lo que le prometieron en cuanto a la ayuda que les darían a sus hermanos (24).
Rubén y Gad le dieron entonces su palabra a Moisés de que mientras sus esposas e hijos estuviesen viviendo del lado este del Jordán, cada hombre de ellos pelearía con sus hermanos para conquistar la tierra de Canaán. Rubén y Gad corrían cierto riesgo con esto. Ellos estaban dejando a sus familias sin ningún soldado que las protegiera mientras estuvieran lejos. Sin embargo, ellos las estaban confiando en las manos del Señor para que determinase lo que quisiera.
Moisés sabía que él no vería la tierra que Dios había prometido a Su pueblo y que no viviría para ver que Gad y Rubén cumpliesen su promesa. Sabiendo esto, le dio órdenes al sacerdote Eleazar y a Josué su sucesor. Les dijo que, si Rubén y Gad cumplían lo prometido en aquel día, les entregasen las tierras de Galaad (al este del Jordán), tal y como ellos lo habían pedido. Si ellos no cumplían su promesa, tendrían que vivir con el resto de sus hermanos en la tierra de Canaán (vv. 29-30). En aquel día Rubén y Gad, delante del Señor, Moisés, Eleazar, Josué y los líderes de Israel, prometieron cruzar el río Jordán y pelear con sus hermanos. Bajo la condición de que cumpliesen su promesa, Moisés les dio a Gad, a Rubén y a Manasés el reino de Sihón, rey de los amorreos, y el reino de Og, rey de Basán. Esta sería su herencia (v. 33). La siguiente tabla refleja las ciudades que cada tribu construyó para sus familias en el lado este del río Jordán.
Para Meditar:
* ¿Nos hemos conformado alguna vez con menos de lo que es el propósito de Dios para nuestras vidas? ¿Tiene Dios algo superior para nuestros ministerios y vida personal?
* ¿De qué manera nuestras actitudes o nuestras acciones pueden desalentar a otros en su andar con Dios?
* ¿Cuáles son nuestras obligaciones para con nuestros hermanos? ¿Hemos estado viviendo nuestras vidas para nosotros solamente? ¿Cuáles son nuestras preocupaciones por nuestros hermanos?
Para Orar:
* Pidamos al Señor que nos ayude a no conformarnos con menos de aquello que es Su voluntad y propósito para nuestras vidas.
* Pidamos al Señor que nos ayude a ser un buen ejemplo para nuestros hermanos. Oremos para que abra más nuestros ojos a las necesidades de ellos.
* Pidamos a Dios que nos dé la fe para dar el paso hacia aquellas cosas superiores que Él tiene para nuestras vidas y ministerios.
29 – EL CAMINO A LA TIERRA PROMETIDA
Leamos Números 33:1-56
Números 33 traza la ruta de los hijos de Israel durante los cuarenta años que vagaron por el desierto. Varios de estos lugares son desconocidos en el presente, por lo que la ruta exacta que ellos tomaron es objeto de debate. Sin embargo, para el Señor fue importante registrar los nombres de estos lugares. En este capítulo se mencionan 42 localidades. Aunque no queremos hacer énfasis en lo que a este número se refiere, es interesante ver que este número se repite en diferentes partes de las Escrituras.
Mateo agrupa los ancestros del Señor Jesús en tres grupos de 14 nombres cada uno. Esto hace un total de 42 nombres que aparecen enumerados como ancestros del Señor Jesús (ver Mateo 1:1-17). Es interesante observar también que a la bestia de Apocalipsis 13 se le da 42 meses para hacer guerra contra los santos (ver Apocalipsis 13:5-8). Mi propósito con esto no es decir que existe una conexión entre estos pasajes, pues la Biblia en sí no los conecta. Solo que es interesante ver que el número 42 se menciona varias veces en las Escrituras.
Los versículos 1 y 2 nos dan la introducción en cuanto al contenido del capítulo. Aquí el autor nos narra las diferentes etapas del viaje de Israel desde Egipto bajo el liderazgo de Moisés y Aarón. En el versículo 2 se ve claramente que el Señor le había ordenado a Moisés a registrar las etapas de este viaje. Esto significa que esta lista fue inspirada por Dios, quien guio a Moisés a escribirla para memoria del pueblo de Dios.
Es importante que también recordemos la manera en que Dios nos ha guiado en nuestras vidas. Nunca debemos olvidar de dónde hemos venido y cómo Él nos ha guiado. Es muy fácil olvidar las lecciones que hemos aprendido en cada etapa de nuestras vidas. El propósito de Dios en registrar estos detalles era que Su pueblo no olvidara el tiempo que pasaron en el desierto.
El tiempo en el desierto era un tiempo que al pueblo de Dios le hubiese gustado olvidar. No fue un tiempo para nada fácil. A menudo protestaron y murmuraron acerca de los propósitos de Dios para ellos. Allí había recuerdos de rebelión contra Dios y Sus siervos. Estando en el desierto fue que ellos construyeron un becerro de oro ante el cual se inclinaron. También habían cometido inmoralidades y adorado a Baal. Le habían fallado a Dios al no querer entrar en la tierra prometida. Algunos de ellos habían perdido sus vidas a causa de las plagas, el fuego o en la ocasión en que la tierra se abrió y se tragó vivos a muchos.
Aunque habían cometido muchos errores en el desierto, el pueblo de Dios también había experimentado grandes bendiciones. Ellos habían visto a Dios proveer agua y comida todos los días. Él les había dado victorias milagrosas sobre sus enemigos y los había guiado día tras día por medio de la columna de fuego. Por medio de Moisés les había entregado Su ley y los había organizado como una nación. Estos días de vagar por el desierto fueron muy importantes para el pueblo de Dios.
La intención de Dios era que Su pueblo recordara tanto sus victorias como sus fracasos. Él no quería que ellos olvidaran las lecciones aprendidas en el desierto. Al escribir los nombres de cada lugar donde acampaban, Dios guio a Moisés a mantener un registro para Su pueblo de estos tiempos importantes de sus vidas. Permítanme resumir estos detalles de los versículos del 3 al 56 por medio de una tabla.
Mientras los israelitas estaban en las llanuras de Moab, al otro lado del Jordán de la tierra prometida, el Señor le habló a Moisés y le dijo lo que Él quería de aquellos que cruzaran el río para heredar la tierra. En los versículos del 52 al 55, Dios le dijo a Su pueblo que ellos tenían que hacer tres cosas cuando cruzaran el Jordán.
En primer lugar, tenían que sacar a los moradores de aquel lugar, destruir sus imágenes, ídolos y demoler todos los lugares altos (lugares donde se adoraban a sus dioses paganos). No debían mostrar ningún tipo de clemencia. Los paganos vivían allí tenían que ser sacados de la tierra, y todo lo que quedara de sus religiones paganas tenía que ser destruido. Dios le aclara en el versículo 55 que si no sacaban a los habitantes de aquel lugar, éstos serían como constantes espinas en sus costados. Observemos en el versículo 56 cuán serio hablaba Dios en cuanto a este asunto. Él le dijo a Su pueblo que si no hacían eso, les haría a ellos lo que planeaba hacerles a aquellas naciones. Es decir, los sacaría de allí y los destruiría como nación. Dios espera que nosotros, como nación Suya, renunciemos al pecado en nuestras vidas y al de nuestra sociedad.
En segundo lugar, Dios le dijo a Su pueblo que cuando entraran a la tierra tenían que tomar posesión de ella y asentarse allí (v. 53). Poseerla significaba tomar control y ser responsables de ella. Sacar y destruir los ídolos de esos pueblos era tan solo el primer paso. Dios también esperaba que Su pueblo hiciera todo eso. Ellos debían someterse por completo al Señor y Sus leyes. De igual manera, el Señor nos llama a que hagamos que nuestras vidas queden sujetas a Él y a Sus propósitos y planes. Esto significará rendirse a Él cada día; significará abandonar nuestros pensamientos y actitudes malvados y traerlos al Señor en sujeción. Esto constituye una batalla constante para el creyente.
Finalmente, el pueblo de Dios tenía que distribuir la tierra por lotes según sus clanes. Cada tribu debía recibir una porción de tierra según su tamaño (v. 54). Dios le está pidiendo a Su pueblo que comparta sus victorias los unos con los otros. Cada persona debía tener lo que necesitaba para su familia; ninguna debía tenerlo todo. ¿Qué nos ha dado el Señor? ¿Nos ha bendecido con dones espirituales? Pues esos dones no son para nosotros nada más; de hecho, hay otros en el cuerpo de Cristo que necesitan que los pongamos en práctica para el beneficio de ellos. ¿Hay algún hermano o hermana con necesidad? Dios nos está llamando a compartir con ellos lo que nos ha dado para que también ellos tengan suficiente. El pueblo de Dios tenía que asegurarse de que todos tuviesen lo que necesitaban. Esto significaba que tenían que dejar de tener una mentalidad egoísta y que debían comenzar a pensar en los demás. Cuando Dios les diera la victoria, ellos debían compartir los frutos de esa victoria con todos sus hermanos para que cada uno tuviese lo que necesitaba.
Para meditar:
* Tomemos un momento para meditar en la senda que Dios nos ha trazado. ¿Qué lecciones nos ha enseñado Dios en nuestras vidas?
* ¿Hay algo en nuestra vida que todavía necesita ser conquistado? ¿Hay pecados a los cuales necesitamos renunciar? ¿Cuáles son?
* ¿Estamos viviendo cada día en victoria? ¿Estamos “tomando posesión” de nuestras actitudes y acciones y nos estamos sometiendo a la voluntad del Señor?
* ¿Estamos compartiendo con otros las bendiciones que Dios nos ha dado?
Para Orar:
* Agradezcamos al Señor por las tantas lecciones que nos ha estado enseñando en nuestras vidas. Démosle gracias por la senda que nos ha puesto por delante.
* Pidamos a Dios que nos dé el valor y la fortaleza para conquistar cualquier cosa que haya en nuestras vidas y que no traiga honor a Su nombre.
* Pidamos a Dios que nos muestre cómo podemos usar lo que nos ha dado para poder bendecir a otros.
30 – LA REPARTICIÓN DE LA TIERRA DE CANAÁN
Leamos Números 34:1—35:34
La nación de Israel se estaba preparando ahora para entrar a la tierra que el Señor le había prometido a sus ancestros. Moisés estaba preparando al pueblo para los meses de conflicto que estaban a punto de comenzar. Aquí en Números 34 y 35 él les dice acerca de las fronteras que Dios les había puesto y lo que Dios estaba dispuesto a darles. Es importante que veamos que Dios tenía un lugar para Su pueblo. Ellos debían tomar lo que Él les había dado y poseer la tierra, pero debían conformarse con los límites que él les había puesto. Del mismo modo, es importante que busquemos al Señor en cuanto a lo que tiene para nosotros y que poseamos ese territorio con contentamiento y obediencia. A veces queremos lo que Dios no nos ha dado, y a veces no hemos poseído realmente lo que Él ya nos dio. Depende de nosotros buscar el propósito de Dios y aprender a ser todo lo que Él quiere que seamos dentro de los límites que ha puesto para nosotros.
Observemos cómo Dios describe con gran detalle los límites de Israel en los versículos del 3 al 12. Los detalles aquí nos muestran que Dios sabía exactamente lo que quería darle a Su pueblo. En la siguiente tabla resumo esos límites:
La tierra que se describe en la tabla anterior debía de asignarse a nueve tribus y media. Las otras dos tribus y media (Rubén, Gad y media tribu de Manasés) recibirían su herencia del lado este del río Jordán, tal como se había acordado (vv. 13-15).
Entonces Moisés designó al profeta Eleazar y a Josué para que se asegurasen de que la tierra se repartiera justamente entre las nueve tribus y media. Ellos recibirían la ayuda de un líder de cada tribu (vv. 16-19). A continuación, brindamos un listado donde aparecen los líderes designados por cada tribu para que asistieran a Josué y a Eleazar en la división de la tierra:
Estos hombres trabajarían en conjunto para asegurarse de que cada tribu tuviese el territorio que necesitaba.
En cuanto a los levitas, ellos no recibieron heredad en la tierra como las otras tribus. En cambio, se les entregaron ciudades por todo Israel con tierra para apacentar sus ganados y rebaños (35:1-3). Observemos en Números 35:4 que el Señor puso un límite a la cantidad de tierra que los levitas podían tener. La tierra para pasto alrededor de cada ciudad se podía extender 500 metros desde el muro de la ciudad por cada lado, dándole así mil metros de tierra para pasto. La mejor manera de entender esto es por medio de esta ilustración:
En total, a los levitas se le debían entregar cuarenta y ocho ciudades en todo el territorio de Israel. Mientras más grande era la tribu, más ciudades tenía que entregar a los levitas dentro de su territorio (35:8). De esas cuarenta y ocho ciudades, seis debían tomarse como ciudades de refugio (35:6). Tres de estas ciudades debían estar al oriente del Jordán y tres en Canaán (35:14).
El propósito de esas ciudades de refugio era el de proteger a los individuos que pecaran de manera no intencionada. Si un Israelita, o alguien que viviera en Israel, mataba accidentalmente a otra persona, podía huir hasta que se le hiciera un juicio hacia uno de estos poblados en donde sería protegido de cualquiera que quisiera vengar la muerte causada (35:12).
Las ciudades de refugio no eran con la intención de proteger asesinos o a quienes habían golpeado a alguien para matarlo intencionalmente. Los versículos del 16 al 25 hacen distinción entre un asesino y alguien que mató accidentalmente. Si alguien golpeaba a otra persona con un objeto de hierro, una piedra o un pedazo de madera y esa persona moría, la persona era culpable de asesinato y alguien lo mataría para vengar la muerte (35:16-18). Es muy probable que los que quisieran vengarse fueran los parientes. Era algo sabido que si alguien golpeaba a otro con un objeto de ese tipo la intención era de lastimarlo gravemente o de matarlo. Si la persona moría a causa del golpe, la pena era la muerte.
Otro ejemplo de asesinato sería si alguien empujaba a otra persona, le lanzaba algo de manera intencional o lo golpeaba con el puño al punto de matarlo. En este caso el individuo era culpable de asesinato y como tal era castigado con la muerte (35:20-21). Una vez más vemos que la intención de matar o dañar a la persona era muy obvia.
No todas las muertes eran causadas de manera intencional. Imaginemos a dos jóvenes que jugaban juntos y que uno empujaba al otro sin la intención de hacerle daño, y que a causa de esto ese otro joven muriera. También podía darse el caso de que alguien le lanzara algo a otra persona sin intención de matarlo, pero accidentalmente el objeto lanzado le causaba la muerte a esa persona. Otro caso podía ser que alguien dejaba caer una piedra sin saber que había alguien debajo y esa piedra la golpeaba. En estos casos las muertes eran accidentales. No había ningún odio ni intención de hacer daño.
Cuando se llevaba a juicio algún caso y la muerte se juzgaba como accidental, la persona culpable tenía que protegerse de cualquiera que quisiera vengar la sangre de la persona que había muerto. Para proteger a estos individuos se les enviaba a alguna ciudad de refugio en donde permanecería hasta la muerte del sumo sacerdote (35:25). Si en algún momento esa persona abandonaba la ciudad de refugio y el vengador lo mataba fuera de la ciudad, éste último no sería culpable de homicidio. La única protección que tenía aquel que hubiera matado a otro accidentalmente era permanecer en la ciudad de refugio hasta la muerte del sumo sacerdote. Era entonces cuando solamente él podía regresar a su propiedad.
El homicidio era castigado con la muerte, pero solo cuando había más de un testigo que demostrara la culpabilidad del asesino (35:30). Nadie debía ser castigado con la muerte por homicidio si tan solo había una persona como testigo.
Cuando alguien era declarado culpable de asesinato, él o ella debían morir. El pueblo de Dios no debía aceptar nunca ningún rescate para librar al asesino de su muerte (35:31). Incluso, cuando se juzgaba que la muerte fue causada accidentalmente, la persona no podía pagar para regresar a su propia tierra. Esa persona debía permanecer en la ciudad de refugio hasta la muerte del sumo sacerdote. Dios le dejó bien claro a Su pueblo que el dinero no podía corromper las decisiones que ellos tomaran. Ellos debían hacer lo que fuese correcto y nunca dejarse persuadir por causa de ganancias personales.
Observemos en Números 35:33-34 que la causa por la que Dios exigía el castigo por asesinato era porque derramar sangre contaminaba la tierra. La única manera de purificarla otra vez era por medio de la sangre de la persona que había matado a la otra. La tierra que el Señor le estaba dando a Su pueblo debía permanecer pura. No debían contaminarla, y si se contaminaba por causa de un homicidio, ellos tenían que purificarla castigando al asesino. Somos responsables de mantener la pureza de lo que Dios nos da.
Para Meditar:
* ¿A qué nos ha llamado Dios? ¿Cuáles son los límites que nos ha puesto? ¿Estamos conformes con esos límites?
* ¿Cuán importante es que conozcamos los límites que Dios le ha puesto a nuestros ministerios? ¿Hemos tratado alguna vez de ir más allá de lo que Dios nos ha pedido que hagamos?
* ¿De qué manera muestra la protección y la misericordia de Dios para quienes hubiesen matado a alguien de manera accidental el establecimiento por parte de Él de ciudades de refugio?
* Aunque quienes mataban a otra persona accidentalmente eran protegidos de quienes pudieran buscar venganza, ellos seguían siendo culpables y tenían que permanecer en las ciudades de refugio. ¿Acaso tenemos que sufrir las consecuencias aun cuando pecar no era nuestra intención?
* ¿Por qué el dinero corrompe el juicio? ¿Qué nos dice Dios acerca de no dejar que el dinero nos impida hacer lo correcto?
Para Orar:
* Pidamos al Señor que no enseñe a estar conformes con el propósito de Él para nuestras vidas y ministerios. Pidámosle perdón por las veces que tratamos de ir más allá de Su propósito.
* Demos gracias a Dios por protegernos incluso cuando no alcanzamos sus expectativas.
* Pidamos al Señor que nos dé el valor para enfrentar las consecuencias de nuestros pecados, hayan sido intencionales o no.
* Pidamos a Dios que nos aleje de la influencia que tienen las cosas de este mundo que tratan de alejarnos del camino que Él ha trazado para nosotros.
31 – EL PROBLEMA DE LAS HIJAS DE ZELOFEHAD
Leamos Números 36:1-13
En Números 27, las hijas de Zelofehad, descendientes de Maquir, hijo de Manasés, vinieron a Moisés con un problema. El padre de ellas había muerto sin haber dejado un hijo varón que heredase su tierra. Hasta ese entonces las herencias habían sido entregadas solamente a los descendientes varones. Esto significaba que la tierra de su padre les sería quitada y entregada a otra persona. Cuando Moisés consultó al Señor acerca de esto, el Señor le dijo que cuando un hombre muriera sin tener hijos varones, la herencia sería pasada a sus hijas (Números 27:8).
En el capítulo 36 de Números, los principales líderes del clan de Galaad vinieron a Moisés con un problema que tenía que ver con la ley que le daba la herencia a una hija cuando su padre no había dejado hijos varones. El problema tenía que ver particularmente con las hijas de Zelofehad. El problema trataba con la suposición de que si las hijas se casaban con hombres de otra tribu, los hijos que nacieran de esa unión pertenecerían a la tribu de sus padres. Estos hijos, pertenecientes ahora a otra tribu, heredarían la tierra de su madre. Esto quería decir que la tierra pasaría de la tribu de la madre a la de los padres por medio de esos hijos. Es decir, el territorio repartido por Dios a esa tribu les sería quitado por medio del matrimonio.
Moisés llevó este asunto al Señor, el cual le contestó que en ese caso las hijas de Zelofehad eran libres de casarse con quienes quisieran siempre y cuando lo hicieran dentro del clan tribal de su padre. Toda hija que heredara la tierra de su padre debía casarse con alguien de su tribu para que la tierra permaneciera en posesión de esa tribu. Ninguna herencia debía pasarse de una tribu a otra (vv. 6-9). En este caso, las hijas de Zelofehad se casaron con sus primos por el lado paterno y la herencia permaneció en la tribu de Manasés (vv. 10-12).
Hay varios detalles que debemos examinar en este corto capítulo. En primer lugar, observemos que los líderes trajeron su problema ante el Señor. Por supuesto, Dios estaba al tanto de este problema antes que los líderes lo trajeran a Él. Como Dios soberano y omnisciente, nada lo toma a Él por sorpresa. Es imposible pensar que el Dios que formó el mundo fuera incapaz de ver este problema.
Tendremos que venir regularmente a Dios en busca de dirección para los diferentes problemas que se nos presenten cada día. Así como Dios le dio mana día tras día a los hijos de Israel, así también Él proveerá lo que necesitemos para cada día. Ese día los líderes vinieron ante Moisés en busca de sabiduría y dirección de parte de Dios para el problema que estaban enfrentando, y Dios tenía la respuesta que ellos necesitaban. Debemos hacer un hábito el venir a Él de manera regular en busca de dirección y solución para los problemas que tenemos que enfrentar a diario.
Observemos en el versículo 6 que Dios le dice a Moisés que las hijas de Zelofehad era libres de casarse con quien quisieran, pero dentro del clan al cual pertenecía su padre. Dios les dio libertad a estas mujeres de escoger dentro de esos límites. Ellos podían escoger cualquier hombre con el que se desearan casar, sin embargo, esto tenía sus restricciones. En este caso, el esposo con el que se casaran tenía que pertenecer al clan del padre de ellas. En esto vemos que Dios nos da libertad para que escojamos y tomemos decisiones, y Él va a bendecir esas decisiones siempre y cuando estén dentro de los límites que nos ha dado en Su Palabra.
Las hijas de Zelofehad habían recibido la herencia de su padre y como tal eran responsables ante Dios por esa herencia. Esto significaba para ellas que tendrían que hacer ciertos sacrificios. No se podían casar con nadie que no fuera de la tribu a la que pertenecían. Ellas no podían permitir que se perdiera la herencia que les había dejado su padre. Con cada bendición viene también una obligación y responsabilidad. Cada nuevo hijo trae nuevas responsabilidades. Una bendición mayor en nuestro ministerio significa que tenemos una mayor obligación ante Dios. Se nos demandará algunos sacrificios. En el caso de las hijas de Zelofehad, ellas eran responsables ante Dios de su herencia y necesitaban hacer todo lo posible para mantenerla dentro de la línea familiar. Esto significaba que tenían que sacrificar el privilegio de casarse con alguien fuera de su clan familiar.
Finalmente observemos que la porción de tierra dada por Dios a cada tribu no podía traspasarse a nadie más. Ésta le pertenecía solamente a esa tribu. De igual manera, lo que Dios nos ha dado es para nosotros y para nadie más. Él nos ha preparado de manera específica para el ministerio al cual nos ha llamado. Nadie más puede hacer lo que Dios nos ha llamado a hacer. Él nos ha puesto donde estamos. Nos ha dado dones para propósitos específicos. Dios nos ha hecho la persona que somos por una razón. Él tiene un propósito y un lugar para cada uno de nosotros. Esto no es algo que podamos dárselo a otra persona para que lo haga. Dios espera que seamos fieles con lo que nos ha llamado a hacer.
El capítulo termina en el versículo 13 con estas palabras:
Estos son los mandamientos y los estatutos que mandó Jehová por medio de Moisés a los hijos de Israel en los campos de Moab, junto al Jordán, frente a Jericó.
Estos serían los últimos mandamientos que Dios le daría a Moisés para el pueblo. Dios le dijo que no le permitiría entrar a la tierra. Él moriría antes que el pueblo entrara a Canaán. Dios también le puso un límite a Moisés. Él había llegado al borde de ese límite y ahora el ministerio debía pasarse a otra persona. Moisés había cumplido con lo que Dios le había asignado. Él había terminado su trabajo. Solo nos resta orar para que podamos ser tan fieles como Moisés a la hora de hacer lo que Dios nos ha llamado a hacer.
Para Meditar:
* ¿Por qué se perdería por medio del matrimonio con hombres de otras tribus la tierra que se le había dado a las hijas de Zelofehad?
* Los hombres de la familia de Galaad vinieron a Moisés con un problema relacionado con lo que él había dictaminado en cuanto al asunto concerniente a las hijas de Zelofehad. ¿Qué nos enseña esto en cuanto a la manera en que Dios nos revela Sus propósitos? ¿Por qué suponemos que Dios revela Sus propósitos por partes?
* Las hijas de Zelofehad tenían la libertad de casarse dentro de ciertos límites. ¿Cuál es la libertad que Dios nos ha dado? ¿Cuáles son los límites de esa libertad?
* ¿Cuáles fueron los sacrificios que tuvieron que hacer debido a la herencia que recibieron? ¿Qué sacrificios Dios espera que hagamos por causa del llamado que ha dado a nuestras vidas?
Para Orar:
* Pidamos a Dios que nos ayude a serle fiel a Su llamado en nuestras vidas. Pidámosle que nos muestre claramente qué es aquello que nos ha dado para que hagamos.
* Pidamos a Dios que nos ayude a caminar dentro de los límites que nos ha establecido y según las enseñanzas de Su Palabra.
* Pidamos a Dios que nos dé la gracia para poder hacer los sacrificios necesarios en nuestras vidas y de esa manera poder cumplir Su llamado y Su propósito.
* Agradezcamos al Señor por el ejemplo de Moisés en este libro. Pidamos a Dios que nos ayude a ser fieles a Su propósito para nuestras vidas tal y como lo fue Moisés.