Un Comentario Devocional sobre la Carta de pablo a Los Romanos
F. Wayne Mac Leod
Copyright © 2010 por F. Wayne Mac Leod
Revisado Enero 2010
Todos los derechos reservados. Ninguna porción de este libro puede ser reproducido o trasmitido en forma alguna o por medio alguno sin el permiso por escrito de parte del autor.
Todas las referencias bíblicas, a menos que se indique otra versión, fueron tomadas de la Santa Biblia, Reina Valera. © 1960 por la Sociedad Bíblica Internacional.
Traducción al Español: Danilo Adrián Rodríguez Pérez
Tabla de Contenidos
- Prólogo
- 1 – Romanos 1:1-7 – INTRODUCCIÓN
- 2 – Romanos 1:8-12 – La Impartición de un Don
- 3 – Romanos 1:13-17 – La Justicia por Fe
- 4 – Romanos 1:18-32 – La Revelación de la Ira
- 5 – Romanos 2:1-4 – Juzgar a Otros
- 6 – Romanos 2:5-10 – Justas Recompensas
- 7 – Romanos 2:11-29 – La Circuncisión del Corazón
- 8 – Romanos 3:1-8 – El Valor de Ser Judío
- 9 – Romanos 3:9-31 – La Justicia Aparte de la Ley
- 10 – Romanos 4:1-12 – Abraham, David y la Salvación por la Fe
- 11 – Romanos 4:13-25 – Por la Fe, Abraham
- 12 – Romanos 5:1-5 – La Esperanza de la Gloria de Dios
- 13 – Romanos 5:6-11 – Cuando Éramos Débiles
- 14 – Romanos 5:12-21 – Un Hombre
- 15 – Romanos 6:1-14 – ¿Pecaremos? – Parte 1
- 16 – Romanos 6:15-23 – ¿Pecaremos? – Parte 2
- 17 – Romanos 7:1-6 – Muertos a la Ley
- 18 – Romanos 7:7-13 – ¿La ley es pecado?
- 19 – Romanos 7:14-25 – La Lucha Interior
- 20 – Romanos 8:1-4 – Ninguna Condenación
- 21 – Romanos 8:5-15 – La Mente Controlada por el Espíritu
- 22 – Romanos 8:16-25 – Las Aflicciones del Tiempo Presente
- 23 – Romanos 8:26-39 – En Todas Estas Cosas
- 24 – Romanos 9:1-13 – El Verdadero Israel
- 25 – Romanos 9:14-33 – Objeciones a las Doctrinas de Pablo
- 26 – Romanos 10:1-11 – La Justicia Por la Fe
- 27 – Romanos 10:12-21 – Ninguna Diferencia
- 28 – Romanos 11:1-12 – ¿Ha Desechado Dios a Su Pueblo?
- 29 – Romanos 11:13-24 – ¿Algún Motivo para Jactarse?
- 30 – Romanos 11:25-36 – La Esperanza de Israel
- 31 – Romanos 12:1-2 – Entregados y Transformados
- 32 – Romanos 12:3-8 – Un Cuerpo, Muchos Dones
- 33 – Romanos 12:9-21 – Viviendo en Armonía con el Cuerpo
- 34 – Romanos 13:1-7 – Someterse a la Autoridad
- 35 – Romanos 13:8-10 – Ninguna Deuda Excepto Amar
- 36 – Romanos 13:11-14 – ¡Despierte!
- 37 – Romanos 14:1-12 – Juzgar
- 38 – Romanos 14:13-23 – Piedras de Tropiezo
- 39 – Romanos 15:1-7 – Perseverando en la Unidad
- 40 – Romanos 15:8-21 – El Ministerio de Pablo a los Gentiles
- 41 – Romanos 15:23-33 – Oren por mí
- 42 – Romanos 16:1-27 – Saludos Finales
PRÓLOGO
El libro de Romanos es una declaración poderosa sobre la vida cristiana. El apóstol Pablo nos lleva en un viaje espiritual. Él comienza con el plan de Dios desde la eternidad para alcanzar a un pueblo y llamarlos a Él. Él nos lleva a través del valle del pecado y del legalismo hasta las montañas de la justicia por la fe. Él nos muestra la desesperación de nuestra situación bajo el pecado y la ley. Él nos dirige al plan de Dios de salvación desde sus raíces en el Judaísmo hasta su expansión a los confines de la tierra.
Pablo no se detiene allí. Él prosigue entonces a la experiencia personal de esa nueva vida en Cristo. Nos enseña cómo distinguir entre las obras de la carne pecaminosa y la obra del Espíritu en nosotros. Pablo nos recuerda que la vida en Cristo puede llevarnos a sufrir en este mundo, sin embargo, él nos lleva a la esperanza maravillosa del perdón a través de Cristo y la eternidad en Su presencia.
En la última sección del libro, Pablo nos exhorta a entregarnos completamente al Señor como sus siervos. Él nos desafía a no tomar este viaje de fe estando solos, de la manera que existen muchos viajeros que andan a nuestro lado con dones y ministerios por ellos mismos. Él nos desafía a vivir en armonía con ellos y nos enseña no sólo los beneficios de viajar juntos sino también la manera en que esto es posible en un mundo de pecado.
En este libro, Pablo bellamente resume la vida cristiana con sus luchas y bendiciones. Nosotros encontramos en ella principios importantes para el crecimiento y la madurez en nuestro andar con Cristo. Este comentario no es para leerlo de prisa. Tome el tiempo necesario para considerar las enseñanzas del apóstol. Asegúrese de leer los pasajes bíblicos citados al principio de cada capítulo. Ore acorde a las lecciones aprendidas. Pida al Espíritu Santo que use este comentario como una herramienta para traerlo más cerca de Cristo.
Hay muchos escritores más calificados que yo para asir las profundidades de la teología en este libro tan importante de la Biblia. Mi deseo sincero es que aquéllos que lean este simple comentario sean atraídos más cerca del Salvador. Esto es lo que Pablo habría deseado. Que Dios les bendiga al estudiar la carta de Pablo a los Romanos.
F. Wayne Mac Leod
1 – INTRODUCCIÓN
Lea Romanos 1:1-7
Pablo escribió originalmente esta carta para la iglesia en Roma. No es seguro cómo o cuándo la fe llegó a Roma, pero cuando Pablo oyó hablar de estos creyentes y de la obra del Espíritu Santo en esa región, él decidió escribirles. Su propósito era darles alguna guía clara y enseñarles los elementos esenciales de la fe cristiana para que ellos pudieran ocuparse bien de sus luchas particulares en su andar con el Señor.
Noten cómo Pablo se presenta a sus lectores. Él dice tres cosas sobre sí mismo en este versículo de apertura. Primero, él se llama siervo de Jesucristo. La Biblia NAS usa la palabra “siervo”, y la palabra griega también puede usarse para hablar de un esclavo. La idea es que la vida de Pablo ya no era suya propia. Él la había dedicado a los propósitos de su Amo. Él había sido comprado por el Señor Jesús y ya no se pertenecía a él mismo. Su corazón y su vida eran del Señor para hacer cualquier cosa que quisiera. Así es cómo él se veía ahora. Su identidad completa estaba atada al propósito y al plan del Señor Jesús.
Segundo, noten cómo Pablo describe el propósito del Señor para su vida. Dios, en su gracia, lo había llamado a ser un apóstol. Como un apóstol, era el propósito de Dios para él establecer la iglesia y ponerla sobre el fundamento de la verdad. Para que esto ocurriera, era necesario que Pablo fuera dotado y equipado por el Espíritu Santo de una manera muy especial. Con el poder del Espíritu Santo, Dios lo usaría para edificar Su iglesia y establecerla en una base firme. Pablo aceptó el propósito de Dios para su vida y se entregó completamente a él.
Finalmente, Pablo les dijo a sus lectores que él había sido apartado para el Evangelio de Dios. El Evangelio es las buenas noticias sobre el Señor Jesús y Su obra. Éste era el enfoque del mensaje de Pablo y su ministerio. Su mensaje era sobre Jesús y Su obra. Su ministerio era llevar a las personas a Jesús.
En los versículos 2 a 6, Pablo toma tiempo para explicar de qué se trataba este Evangelio que él predicaba. Demos un vistazo a lo que el apóstol nos dice sobre el Evangelio en estos versículos.
Primero, el Evangelio fue prometido de antemano (versículo 2). El enfoque de todo el Antiguo Testamento es mostrarnos cuánto necesitamos de un Salvador. Al proseguir en las páginas del Antiguo Testamento, vemos el fracaso de Adán y Eva para vivir en armonía con Dios y Su propósito. Ellos cayeron en pecado y trajeron ese pecado a toda la raza humana. Dios dio sus leyes a través de Moisés, pero Su pueblo fue incapaz de cumplir esas leyes. Él envió a jueces y a reyes que los guiaran, pero ellos se rebelaron y se apartaron. Sus profetas les advirtieron de las consecuencias de la desobediencia, pero Israel se rehusó a escuchar.
El pueblo de Dios no pudo cumplir la norma que Dios había puesto para ellos. A pesar de todo su intento, ellos fueron incapaces de vivir en victoria sobre sus naturalezas pecadoras. Ellos estuvieron separados de un Dios santo. A lo largo de las páginas del Antiguo Testamento, Dios prometió a un Mesías que liberaría a su pueblo y los restauraría a una relación correcta. El Antiguo Testamento guiaba al pueblo de Dios hacia el Señor Jesús quién vendría un día como nuestro Salvador a rescatarnos delos efectos terribles del pecado y sus consecuencias en nuestras vidas. El Evangelio no es nuevo. El Evangelio que Pablo predicó fue prometido mucho tiempo antes de que fuera revelado a nosotros en Cristo.
El mensaje del Evangelio comienza con la verdad que Jesús es el Hijo de Dios. Esto es vital para nuestra comprensión del Evangelio. Como el Hijo de Dios, Jesús era sin pecado. Sólo un sacrificio perfecto podría pagar por nuestros pecados. El hecho que Jesús era el Hijo de Dios también demuestra cuánto Dios nos amó. Él estuvo dispuesto a entregar a su propio Hijo para morir por nosotros y así pagar el precio para que nosotros pudiéramos ser restaurados a una relación correcta con Él.
Pablo continúa diciendo que Jesús asumió la naturaleza humana y se hizo un descendiente de David. Él dejó la gloria del cielo para hacerse un humilde siervo. Como un ser humano, él se identificó con nuestras debilidades. Él sufrió lo que nosotros sufrimos. Él sintió lo que nosotros sentimos. Él vivió en esta tierra como un hombre y nos demostró la vida que Dios requiere de todos los que vienen a Él.
Pablo también nos dice que Jesús vivió su vida llena del poder del Espíritu Santo. Aunque los hombres lo crucificaron y murió en una cruz cruel, Él fue declarado ser el Hijo de Dios por medio de su resurrección de los muertos. Su resurrección demostró que Dios aceptó su sacrificio en lugar nuestro. Él venció la muerte levantándose a la vida. Jesús llevó nuestros pecados a la cruz. Él nunca podría haber entrado en la presencia de Dios con estos pecados. Jesús los tomó y los destruyó. Él destruyó su poder. Después de tratar con nuestros pecados, Él volvió a su Padre siendo triunfante.
El mensaje maravilloso del Evangelio es que nosotros podemos compartir la victoria de Cristo sobre el pecado. Pablo fue llamado como un ministro de este mensaje del evangelio para que él pudiera llamar al mundo fuera de la oscuridad y del desespero a la fe y la victoria sobre el pecado a través de la obra del Señor Jesús.
Debido a que Jesús ha conquistado el pecado, nosotros también podemos conquistarlo. Ya no es necesario que el pecado nos separe de un Dios Santo. Podemos conocer la victoria absoluta sobre este enemigo mortal. Hay esperanza y vida en el Señor Jesús.
Noten en el versículo 6 que aquéllos a quienes Pablo les escribió fueron llamados a pertenecer a Jesús. Al igual que Pablo, ellos habían sido rescatados de su enemigo cruel. Ahora ellos tenían un nuevo Amo y Rey. Ellos eran ahora siervos de Cristo.
Pablo les escribe esta carta a los santos en Roma. Él tiene varias cosas que decir acerca de estos santos en el versículo 7. Él nos dice primero que Dios les amó. Qué manera tan alentadora de empezar su carta. El Dios de este universo envió a su Hijo para que muriera por estos creyentes en Roma de manera que ellos pudieran ser librados de las consecuencias del pecado y pudieran tener vida eterna en Su presencia.
Segundo, el apóstol nos dice que los romanos fueron llamados a ser santos. Un santo es alguien que ha sido apartado para el Señor y Su servicio. No sólo los romanos habían sido perdonados de su pecado, ellos habían sido apartados para un propósito especial en el reino de Dios.
Cuando él concluye su introducción a los Romanos, Pablo bendice a los santos en Roma con la gracia (favor inmerecido) y la paz de Dios. Fue la gracia de Dios lo que los trajo al Reino de Dios y les hizo Sus hijos. Pablo deseaba ver a los creyentes en Roma continuar viviendo y andando en esa gracia.
Debido a la obra del Señor Jesús, ahora los romanos experimentaban también la maravillosa paz con Dios. Pablo quería que ellos continuaran viviendo en esa paz con Dios al andar en creciente victoria sobre su pecado.
¿Usted ha experimentado esta paz maravillosa que viene de conocer el perdón de pecados? ¿Usted ha sido apartado como los romanos para el propósito de Dios? ¿Usted está andando en la victoria que Cristo vino a ofrecer? Que nosotros, quienes hemos sido rescatados de nuestro pecado, seamos seguidores fieles de nuestro nuevo Amo y Rey.
Para Consideración:
* En este pasaje Pablo habla sobre ser siervo del Señor Jesús. ¿Usted puede decir que es un verdadero siervo de Cristo? ¿Existe algo que usted necesita entregarle a Él hoy?
* ¿Qué consuelo usted encuentra en el hecho que Jesús, como el Hijo de Dios, se hizo hombre y se identificó con nosotros?
* ¿Ha usted aceptado lo que el Señor Jesús ha hecho por usted? ¿Qué diferencia eso ha representado en su vida?
* Pablo tenía un sentido muy claro de su llamado. ¿Cuál es el llamado de Dios en su vida?
* ¿Qué nos dice Pablo aquí sobre los elementos claves del mensaje del Evangelio?
Para Oración:
* Tome un momento para rendir su vida de nuevo al Señor Jesús. Pídale que le muestre si hay algo que usted no ha rendido aún a él.
* Agradézcale al Señor que Él vino como el Hijo de Dios a romper el poder del pecado en su vida.
* Pídale a Dios que le aclare Su llamado para su vida.
* Pídale al Señor que abra puertas de oportunidades para compartir el mensaje maravilloso del Evangelio con otros.
2 – LA IMPARTICIÓN DE UN DON
Lea Romanos 1:8-12
Habiéndose presentado a la iglesia en Roma y compartido con ellos su sentido del llamado, Pablo ahora agradece a Dios y expresa su deseo de visitarlos. Noten en el versículo 8 lo que Pablo tiene que decir acerca de los creyentes en Roma. Él agradece a Dios porque su fe en Jesucristo se ha conocido a lo largo del mundo entero. Esto dice algo muy importante sobre estos creyentes. Ellos tenían una fe maravillosa en el Señor Jesús. Su fe era conocida a lo largo del mundo. Las personas estaban tan conmovidas por su fe que ellos les contaron al respecto a otros. ¡Eso es un testimonio poderoso!
Es importante que nosotros entendamos que esta iglesia estaba localizada en un área que era hostil a la Cristiandad en este momento. Ser un seguidor de Jesús no era fácil. Quizás fue su fe en medio de estas circunstancias lo que los separó. Pablo los alaba por su fe.
Pablo les recuerda a los creyentes romanos de sus oraciones por ellos (versículo 9). Él les dijo que él constantemente oraba por ellos. Cuán alentador esto habría sido para estas personas, quienes, nunca habían conocido a Pablo.
Era la oración y el deseo del apóstol Pablo que Dios abriera una puerta para que él visitara Roma (versículo 10). Es importante notar que mientras era su deseo el visitarlos, él dejó este asunto en las manos de Dios. Él deseaba venir a visitarlos “por la voluntad de Dios”. Él deseaba visitarlos en el tiempo de Dios y de acuerdo al propósito de Dios y sólo si Dios lo permitiera. Pablo sometió su voluntad al propósito mayor de Dios. Él no intentó forzar la puerta que se abriera sino que oró acerca de los deseos que Dios había puesto en su corazón.
Noten la razón por la que Pablo deseaba ver a los creyentes romanos (versículo 11). Él deseaba comunicarles algún don espiritual para que ellos fueran confirmados.
Ya hemos visto que la iglesia romana era conocida por su fe. Las personas alrededor del mundo estaban hablando sobre ellos. Pablo, sin embargo, vio oportunidad para el crecimiento. Su deseo era que los creyentes crecieran cada vez más en su fe. La palabra “don” aquí es la palabra griega carisma. Se usa en el Nuevo Testamento para hablar de los dones espirituales del Espíritu Santo. Parece que Pablo deseaba que los creyentes en Roma fueran equipados con todos los dones necesarios para perseverar en su fe y para ministrar en poder. Él se regocijaba en su fidelidad pero clamaba a Dios para que ellos pudieran ser todo lo que el Señor quería que ellos fueran. Qué importante es para nosotros entender estos dos aspectos de nuestro andar con Dios. Hay muchos que son fieles a la verdad del Evangelio pero experimentan poco poder para el ministerio. Hay otros que parecen tener el poder para ministrar pero ceden a la tentación o en la dificultad. Es el deseo de Dios que seamos fieles y fructíferos.
Pablo estaba agradecido por el crecimiento de los creyentes en Roma. Él alabó al Señor por el hecho que su fe era conocida a lo largo del mundo pero él no estaba satisfecho en permitirles quedarse en esa condición. Lo que ellos habían experimentado era simplemente una porción de lo que Dios deseaba hacer en y a través de ellos. Él deseaba verles desarrollar en creyentes maduros. Pablo desafió a los romanos a esforzarse por conocer al Señor y su poder de una manera aun mayor.
También es interesante que Pablo sintiera la necesidad de estar físicamente presente con estos creyentes para comunicarles este don espiritual. Hay algunas razones para esto. Primero, cuando Pablo le escribió después a Timoteo, él le recordó que avivara el fuego del don de Dios que él había recibido por la impartición de sus manos (vea 2 Timoteo 1:6).
En el contexto del Nuevo Testamento, los creyentes entendían que cuando sus líderes espirituales imponían las manos sobre ellos, ocurría una transacción espiritual. Cuando Jesús impuso sus manos sobre los enfermos, ellos eran sanados. Cuando los apóstoles imponían las manos sobre creyentes individuales, Dios contestaba sus oraciones, y su pueblo era liberado y capacitado de una manera mayor. No había nada mágico sobre esto, ni tampoco era la única manera que Dios podía capacitar y sanar a Su pueblo. Para Pablo, sin embargo, la práctica de imponer manos no era una práctica vacía. Había una expectativa que Dios se movería a través de este medio. Poder era dado, había sanidad, y fortalezas eran derribadas cuando los creyentes imponían sus manos unos sobre otros y oraban.
Había otra razón por la que Pablo deseaba estar con los creyentes y comunicarles algún don espiritual. El deseo de Pablo era instruir a estos creyentes en las verdades más profundas de la fe. Él deseaba poder contestar sus preguntas y orar por sus necesidades específicas para que los obstáculos a la bendición y la capacitación de Dios fueran rotos.
No sólo era la intención de Pablo orar personalmente por la iglesia romana sino también para instruirlos. Juntos, ellos compartirían su fe mutua. Juntos ellos crecerían. Tan importante como era que Pablo orara por los creyentes romanos, esas oraciones no podrían reemplazar el estar personalmente con ellos y compartir con ellos cara a cara. No hay duda que habría muchas preguntas mientras la iglesia desarrollaba los dones que Dios les daría. En nuestros días, hemos visto a muchos evangelistas o predicadores viajeros ministrar y dejar a los creyentes que descubran las cosas por ellos mismos. Pablo no deseaba hacer esto. Él deseaba darle continuidad a aquéllos que habían sido alcanzados por su ministerio.
Para Consideración:
* Los creyentes romanos eran conocidos por su fe. ¿Hasta qué punto usted es conocido por su andar con Dios y su fe en Él?
* ¿Qué aprendemos en este pasaje sobre la importancia de la fidelidad y el fortalecimiento en el ministerio? ¿Cómo estas dos cosas difieren?
* Tome un momento para considerar la fidelidad y la capacitación. ¿Está usted en falta de alguno de éstos?
* ¿Qué don espiritual Dios le ha dado a usted para el servicio? ¿Cómo ha estado usted usándolo?
* ¿Ha estado usted satisfecho con su condición en su andar espiritual? ¿Pablo desea que los romanos estén satisfechos con su condición espiritualmente?
Para Oración:
* Pídale a Dios que le muestre los dones espirituales que él le ha dado. Pídale que le haga no sólo fiel sino también fructífero.
* Pídele a Dios que aumente su intrepidez para testificar a la comunidad donde usted vive.
3 – LA JUSTICIA POR FE
Lea Romanos 1:13-17
El deseo de Pablo era estar con los creyentes romanos. En el versículo 13, él les dice que a pesar de sus esfuerzos por verlos, él había sido obstaculizado por una u otra razón. Él no había renunciado a la esperanza. Él estaba orando que Dios finalmente abriera una oportunidad para que él visitara Roma (versículo 10).
Pablo estaba haciendo planes pero Dios estaba cambiando esos planes y estaba impidiendo su visita a Roma. A pesar de esto, Pablo continuó orando que Dios abriera una puerta para él ir. Había profundamente en su corazón un deseo de ver a estos creyentes, un deseo que indudablemente vino del Señor. Es similar a Moisés, que, cuando él tenía cuarenta años, quiso liberar al pueblo de Israel de su esclavitud en Egipto. En cambio, Dios lo llevó al desierto de Madián. No fue hasta que Moisés tuvo 80 años que Dios le permitiría ver el cumplimiento de su deseo.
Pablo no se quejó sobre la frustración de sus planes, pero él tampoco dejó de orar. Él continuó trayendo su petición a Dios.
Aunque es importante que hagamos planes, todos nuestros planes deben estar sometidos al Señor para su aprobación y en Su tiempo. Nuestro tiempo no es igual que el tiempo de Dios. Cuán fácil es refunfuñar y quejarse porque Dios no parece permitirnos ver el cumplimiento de nuestros planes cuando pensamos que Él debe hacerlo. Pablo rindió sus planes a Dios y confió en Él para abrir la puerta en el momento correcto.
Simplemente porque Dios no contesta en seguida no significa que Él no contestará. Si Dios ha puesto una carga particular en nuestro corazón, debemos continuar orando y buscar Su voluntad aunque obstáculos parezcan ser puestos en nuestro camino. Nosotros debemos continuar orando y pacientemente esperar en Dios.
Noten la razón por la que Pablo deseaba ver a los creyentes romanos. Él deseaba tener una cosecha entre ellos de la manera que la tuvo entre otros Gentiles. El plan de Pablo para visitar a los romanos no era para cumplir ningún propósito propio egoísta. Él deseaba ver a Dios moverse con poder en la iglesia de Roma.
Noten que Pablo sentía una deuda ante Dios tanto por los griegos como por los no griegos, por los sabios así como por los no sabios. La palabra “deuda” en la Nueva Versión Internacional significa estar atado por el deber o ser un deudor. Pablo estaba en deuda debido a lo que Dios había hecho por él al salvarlo y mostrarle la verdad. Estaba en deuda debido al llamado de Dios en su vida a ser un apóstol de los Gentiles. Con nuestros dones y el llamado viene una deuda. ¿Qué don Dios le ha dado a usted como creyente? ¿Qué Él le ha llamado a hacer? Usted también está en deuda ante Dios.
Pablo tomó su llamado y sus dones en serio. Su deseo era llevar fruto. Pablo era un hombre de pasión, llevado por el amor a Dios y por un sentido del deber y obligación. Era su deseo ver una cosecha por amor al reino de Dios en Roma.
Pablo no estaba avergonzado del Evangelio que se le había confiado a él (versículo 16). Él quiso llevar las buenas nuevas de Jesús el Salvador a todos los que escucharían. Cuán fácil es recogerse en las sombras cuando el Evangelio es rechazado o se burlan de nosotros y somos considerados necios por nuestra creencia.
Pablo no estaba avergonzado del Evangelio porque era el poder de Dios para la salvación de judíos y gentiles. Noten cómo Pablo describió el Evangelio como el poder de Dios para salvación. Este simple mensaje podría romper las fortalezas del enemigo. Satanás, el padre de mentiras, fue derrotado por el poder de este mensaje. Su prisión de mentiras y engaño fue abierta y sus cautivos fueron liberados por la verdad de ese mensaje.
Las buenas nuevas sobre Jesús y su obra es la verdad que nuestro mundo necesita escuchar. El enemigo odia el mensaje del Evangelio. Él no quiere que las personas sepan que ellos pueden ser liberados del poder del pecado y de la maldad en sus vidas.
Cuando una persona se aparta de las mentiras del enemigo y acepta la verdad del Evangelio, algo maravilloso pasa. Su vida cambia. El Evangelio no es sólo palabras. El Evangelio es poder: poder para cambiar, poder para sanar, poder para renovar y dar nueva vida. Pablo había visto vidas cambiadas por el poder del Evangelio. ¿Cómo podría él estar avergonzado de algo que era tan maravilloso y poderoso?
Escuche lo que Pablo les dijo a los romanos sobre el Evangelio en el versículo 17. El Evangelio reveló la justicia de Dios que se revela por fe. Necesitamos considerar esta declaración importante de Pablo.
A lo largo de la historia de la iglesia, ha habido muchos que han intentado merecer el favor de Dios por medio de sus propios esfuerzos. Pablo le dice a los romanos que la justicia revelada en el Evangelio no se revela por el esfuerzo humano. Él dice dos cosas sobre la justicia revelada en el Evangelio.
Primero, esta justicia es de Dios. Esto significa que no es de origen humano o el resultado de esfuerzos humanos para agradar a Dios. La justicia revelada en el Evangelio es la justicia de Dios.
El segundo punto que Pablo presenta es que esta justicia se recibe por fe. En otras palabras, la justicia de Dios es dada a aquéllos que creen por fe. Nosotros nunca podríamos ser justos en nuestros propios esfuerzos. Isaías describe nuestra justicia como “trapos de inmundicia” en Isaías 64:6. Si vamos a ser justos ante Dios será solo porque lo hemos recibido como un don de Dios. La justicia del Evangelio no tiene nada que ver con cómo vivimos o servimos a Dios. No tiene nada que ver en absoluto con nosotros. Es una declaración de Dios que nosotros estamos en una posición correcta con Él. Es un regalo de Dios recibido por fe en la obra de Su Hijo.
Lo que comienza por fe también se nutre y madura en la fe. Pablo les dijo a los romanos que aquéllos que son declarados justos por Dios continuarán viviendo por fe. En otras palabras, desde el momento que abrimos nuestros corazones para recibir el regalo de justicia hasta el día que morimos, nuestras vidas deben vivirse por fe y confianza en Dios y en lo que Él está haciendo.
Toda nuestra confianza debe estar en Él. Lo que comenzó por fe debe acabar por fe. No nos atrevamos a confiar en nuestros propios esfuerzos para llegar al cielo. Nosotros no nos atrevemos a confiar en nuestros propios esfuerzos para vivir para el Señor. La justicia que Pablo presenta aquí es un regalo gratis dado por Dios. La buena vida que vivimos ahora en Él es la obra del Espíritu Santo en nosotros. Desde el principio al fines la obra de Dios en nosotros.
Para Consideración:
* ¿Qué nos enseña este pasaje acerca de someter nuestros planes al Señor?
* ¿Qué don o llamado ha puesto el Señor en su vida? ¿Qué deuda siente usted hacia Él debido a ese llamado y capacitación?
* ¿Se ha sentido alguna vez avergonzado del Evangelio? ¿Qué nos dice Pablo sobre esto aquí?
* ¿Qué es la justicia? ¿Cómo se recibe?
* Cuando Pablo nos dice que debemos vivir por fe de principio a fin, ¿qué quiere él decir? ¿Cuán fácil es aceptar a Jesús por fe e intentar vivir nuestras vidas cristianas por nuestros propios esfuerzos?
Para Oración:
* Agradézcale al Señor que él ha provisto un medio para que tengamos una posición correcta con el Padre.
* Pídale a Dios que le dé la gracia para someter todos sus planes a Él.
* Pídale al Señor que lo haga más sensible a la guía y dirección del Espíritu Santo en su vida.
* Agradézcale al Señor por el poder del mensaje del Evangelio para transformar su vida.
* Agradézcale al Señor por la manera que Él le ha dado el don de la justicia.
4 – LA REVELACIÓN DE LA IRA
Lea Romanos 1:18-32
No todos están dispuestos a aceptar la verdad maravillosa del Evangelio. El Señor Jesús vino a la tierra para abrirnos la puerta para entrar en la presencia de Su Padre. Muchas personas, sin embargo, escogen continuar en el camino del pecado y rechazan la salvación del Señor.
Debido a que Dios es santo, el pecado aflige su corazón. La evidencia de cuánto el Padre no puede tolerar el pecado se ve en cómo Él fue compelido a darle la espalda a Su propio Hijo cuando él llevó nuestro pecado a la cruz. Dios no aceptará el pecado. Él lo juzgará y a todos los que se aferran a él. Aquí en este pasaje, Pablo explica que la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen la verdad.
Lo que es significativo acerca de esta declaración es que el apóstol Pablo nos dice que la ira de Dios ya está siendo revelada contra la impiedad. Mientras que es verdad que habrá un gran último juicio del pecado y la maldad, Dios ya está juzgando el pecado. Así como nosotros podemos hoy experimentar el gozo y la paz del cielo en nuestros corazones, también podemos experimentar el terror y la oscuridad del infierno cuando continuamos en el pecado y la rebelión. Muchos viven cada día en la realidad de esta oscuridad en sus vidas. Relaciones rotas, ira, amargura, y otras cosas tales nos dan un vistazo del infierno. Nuestras sociedades están rotas y bajo la condenación de Dios. El resultado del pecado es evidente en nuestros hospitales y cárceles. La enfermedad, dolencias y crímenes de todas clases son el resultado de los más grandes efectos del pecado en este mundo. Nosotros ya estamos experimentando la ira de Dios contra el pecado. Ésta debe ser una advertencia para nosotros sobre la ira mayor a ser revelada.
Pablo se apresura en recordarnos que nadie tiene excusa. Dios se revela a sí mismo y a su propósito de manera general a través de la naturaleza. Las cosas invisibles de Dios son evidentes en la creación (versículo 20). Nadie que haya visto la furia de una gran tormenta o los poderosos vientos de un tornado puede dudar del poder de Dios. Nadie que haya observado seriamente el orden natural del mundo en el que vivimos puede dudar de la sabiduría de Su Creador. La belleza de la flor más pequeña nos muestra su delicado cuidado. La naturaleza revela la ira, la sabiduría, y el amor de Dios. Cuando vemos la ira de este Dios asombroso en la naturaleza, ¿no debe esto desafiarnos a respetarlo a Él y a Su poder? Cuando vemos la belleza de la naturaleza alrededor nuestro y la manera en que Dios da color incluso a la flor más pequeña, ¿no debemos alabar al Artista Celestial que lo ha coloreado? ¿Quién en su correcto juicio desacataría al Dios que se muestra en la ira de la tormenta o en la furia de las olas que chocan contra la orilla?
Pablo les recordó a los romanos, sin embargo, que había muchas personas que, a pesar de lo que ellos habían visto en la naturaleza, todavía se negaban a glorificar a Su Creador. Aquéllos que hacen esto, según Pablo son necios (versículo 21).
Irónicamente, estos individuos que ignoran a Dios y viven en el pecado consideran que ellos son sabios. La mente mundana y secular no entiende la sabiduría de Dios. Grandes universidades en todo el mundo están llenas con mentes “brillantes” que se burlan de la idea de la existencia de Dios. Ellos menosprecian la enseñanza de las Escrituras. Ellos consideran los caminos de Dios como tontos. Estas personas desechan la gloria de Dios para adorar la especulación humana sin valor (versículo 23). Ellos rechazan al Dios del universo y crean un dios propio. En los días de Pablo, estos dioses aparecían en forma de ídolos tallados para parecerse a hombres, pájaros, o reptiles. Las personas se postraban ante estos ídolos y los adoraban. La sabiduría misma mostraba que estos objetos no eran dignos de adoración. La sabiduría mostraba que ellos eran impotentes. Pero Satanás había cegado las mentes de estas personas de la misma manera que lo hace hoy.
Hoy nuestros dioses creados pueden ser diferentes. Los hombres y mujeres se postran para adorar a los dioses del placer, la riqueza, y la razón. Estos dioses son tan impotentes como los dioses de madera y piedra que se adoraban en los días de Pablo. Ellos no pueden proveer una solución al problema del pecado.
Debido a que estos individuos le dieron la espalda a Dios, Dios los entregó a sus deseos pecaminosos (versículo 24). Al entregarlos, Dios quitó lo que los retenía. Nosotros vemos evidencias de esto incluso hoy en día al ver a hombres y mujeres actuar de acuerdo a los deseos malvados de su corazón. Asesinato, inmoralidad, codicia, y lujuria son los frutos de la mente y corazón pecaminosos. Nuestras prisiones están llenas con aquéllos que se han entregado a sus deseos malvados. ¿Dónde estaríamos si Dios no nos protegiera de nuestros propios deseos pecaminosos? Todos nosotros conocemos los pensamientos malvados y los deseos de nuestros corazones. Es una cosa espantosa ser entregados a nuestros deseos malvados.
Cuando las personas son entregadas a sus propios deseos malvados, ¿cuál es el resultado? ¿Qué ocurre cuando Dios deja de retenernos? Pablo nos dice que en sus días, estas personas se entregaron a la impureza sexual. Ellos degradaron y deshonraron sus propios cuerpos. Ellos se entregaron a sus propias pasiones vergonzosas (versículo 26). La homosexualidad y otras perversiones sexuales fueron el resultado. Hombres se quemaban de pasión por hombres y mujeres por mujeres. Ellos cometieron actos indecentes unos con otros.
La inmoralidad sexual fue sólo parte del horrible pecado que resultó del hecho que Dios retirara Su presencia. Los hombres y las mujeres estaban llenos de muchos otros tipos de maldades. La codicia, envidia, asesinato, disputa, engaño, malicia, chisme, y calumnia también fueron el resultado de que Dios retirara Su restricción.
Fundamentalmente, cuando ellos fueron entregados a su libertad, ellos se volvieron personas que aborrecían a Dios. Ellos se hicieron insolentes, arrogantes, y jactanciosos. Los hijos desobedecieron a sus padres y no había respeto por la autoridad. Nació una generación entera de personas insensatas, infieles, sin corazón, y crueles. Pablo nos dice que ellos incluso inventaron nuevas maneras de hacer el mal.
El mundo del cual Pablo habló era un mundo de terrible maldad. Estaba lleno de inmoralidad, asesinato y engaño. Sus habitantes eran egoístas, ávidos, y resentidos. Ellos habían apartado sus corazones de Dios y el resultado fue devastador. No solamente ellos practicaban la maldad, sino que ellos también animaban y aprobaban a aquéllos que así lo hacían. El juicio de Dios ya estaba sobre ellos, visto en que su sociedad estaba sufriendo las consecuencias de sus malos caminos. Ellos vivieron en un infierno en la tierra y tenían sólo el terrible juicio de un Dios santo y un lago de fuego que les esperaba.
Nosotros vemos en estola pecaminosidad humana en los días de Pablo. Hay suficiente evidencia de ese mismo corazón también en nosotros. Nosotros sabemos de cuanta maldad también somos capaces. Si no fuera por la obra de Cristo en nosotros, también estuviéramos viviendo bajo Su juicio. Cuán agradecidos debemos estar que Jesús vino a darnos una nueva manera de vivir.
Para Consideración:
* ¿Qué evidencia hay de Dios en el universo? ¿Qué aprendemos sobre Él a través de Su creación?
* ¿Qué evidencia hay de que Dios ha entregado su sociedad a malos caminos de las personas? ¿Cuál es el resultado?
* ¿Usted ve evidencia de su naturaleza pecaminosa? ¿Cuáles son esas evidencias? ¿Cómo el Señor Jesús le ha cambiado?
* ¿Qué nos enseña Pablo sobre la ira de Dios? ¿Por qué es tan difícil para los hombres y las mujeres aceptar a un Dios de ira?
Para Oración:
* Agradézcale al Señor por lo que Él le revela a usted sobre Él mismo en la naturaleza.
* Pídale a Dios que abra los corazones y las mentes de aquéllos a su alrededor a la realidad de quien Él es. Pídale que rompa su resistencia a la verdad.
* Agradézcale al Señor porque Él juzgará el pecado y la maldad.
* ¿Conoce usted a alguien que nunca ha aceptado al Señor Jesús y Su obra? Pídale al Señor que los perdone y que abra su corazón a Su salvación.
* Agradézcale al Señor por el nuevo corazón que Él le ha dado.
5 – JUZGAR A OTROS
Lea Romanos 2:1-4
En el capítulo anterior, Pablo afirma que nadie tiene excusa para no honrar a Dios en sus vidas. La naturaleza misma habla poderosamente de Dios y sus requisitos para que nadie alegara tener excusa.
Pablo ahora cambia su atención a la persona “religiosa” que afirma honrar a Dios. Es muy fácil para la persona “religiosa” juzgar a aquéllos que viven una vida de rebelión contra Dios. El mundo en el que vivimos no ve la necesidad de honrar a Dios en su estilo de vida. ¿Cuán a menudo hemos escuchado a los impíos jactarse de su inmoralidad? ¿Cuán a menudo en la comunidad comercial es la deshonestidad aceptada como normal? Nuestra televisión, cine, y entretenimiento comunican y animan un estilo de vida inmoral. El mundo no sólo alardea sobre su maldad, también lo anima.
Como iglesia nosotros condenamos estas prácticas. Desde nuestros púlpitos nosotros rechazamos la maldad del sistema mundial y su mentalidad. Es a los “espirituales” que Pablo ahora les habla. Aquéllos a quienes Pablo les habla se precipitaban en enjuiciar a aquéllos que vivían en rebelión abierta contra Dios y Sus propósitos. Pablo nos recuerda, sin embargo, que de cualquier cosa que nosotros juzgamos a otra persona seremos por lo mismo también juzgados. ¿Cuán fácil es condenar a nuestro vecino que está viviendo con una mujer fuera del matrimonio o a una persona sorprendida en adulterio, aun sin mirar en nuestros propios corazones? Jesús enseñó que un hombre no tenía que tocar a una mujer para ser culpable de inmoralidad. Él enseñó que era posible cometer adulterio en los corazones. Usted no tiene que matar a un hombre o a una mujer para ser culpable de homicidio; usted podría hacer eso en su mente al desearles que mueran.
Yo recuerdo hablar hace algún tiempo con un amigo mío que estaba diciéndome sobre un sueño que él había tenido una noche. En ese sueño él se encontró estando con otra mujer. Él se despertó y se arrepintió y clamó a Dios por perdón. Yo estuve impresionado por esto. Qué fácil es justificar nuestros pensamientos y sueños. Jesús nos dice que si nosotros los permitimos en nuestros corazones y mentes somos culpables. Nosotros miramos la televisión y permitimos que la inmoralidad, la codicia, y la venganza crezcan en nosotros. Nos sentimos airados y lujuriosos pero lo justificamos porque decimos que no es real. Jesús nos dice que necesitamos limpiar nuestros corazones y mentes de estos terribles pensamientos. Nuestros cuerpos y mentes son los templos del Espíritu Santo. Cuando permitimos el adulterio en nuestras mentes, corrompemos el templo. Cuando permitimos el homicidio y la ira en nuestros corazones y pensamientos, contristamos al Espíritu Santo.
Qué fácil es juzgar a otros porque hacen lo que nosotros sólo pensamos en hacer. Pablo les dijo a los romanos que el momento en que ellos juzgan a alguien, ellos se exponen a ser juzgados por Dios en esa misma área. Dios ve las inconsistencias de nuestro corazón. Si juzgamos a otros, sería mejor que nos aseguráramos que no seamos culpables del mismo pecado.
Jesús ilustró esto cuando él contó una historia sobre un hombre que le debía una cantidad grande de dinero a un rey (vea Mateo 18:23-35). El hombre que debía el dinero le rogaba al rey que perdonara su deuda. El rey tuvo piedad de él y le perdonó su deuda. Este mismo hombre salió y encontró a un sirviente que le debía sólo un poco de dinero. Cuando el sirviente no le pudo pagar, él lo hizo echar en prisión. Cuando el rey oyó esto, él echó al hombre que él había perdonado en prisión hasta que él pudiera reembolsar su deuda. Cuando el hombre que había sido perdonado de su deuda juzgó a su sirviente, él se expuso al juicio del rey.
No tenemos derecho de juzgar a alguien cuando somos culpables del mismo pecado en nuestro corazón. Jesús vino y acusó a los Fariseos porque ellos juzgaban a sus hermanos y hermanas cuando ellos mismos no eran mejores. Nosotros que juzgamos necesitamos recordar que nosotros mismos también seremos juzgados. No debemos sentarnos en juicio contra alguien a menos que estemos listos para ser juzgados por Dios. Recuerde que Dios ve profundo en el corazón.
En el versículo 2, Pablo les recuerda a los romanos que el juicio de Dios está basado en la verdad. Él ve más allá de la hipocresía y las máscaras que llevamos. Nosotros podremos ser capaces de esconder nuestro pecado de otros, pero Dios no se engaña, Él conoce la verdad. Él expondrá nuestra verdadera naturaleza.
Cuando nos hacemos jueces y acusadores de nuestro hermano o hermana, Pablo nos recuerda que estamos mostrando desprecio por la bondad, la tolerancia, y la paciencia de Dios. Si no fuera por estas características de Dios, ¿dónde estaríamos hoy? ¿No somos todos culpables ante Él? ¿No nos quedamos todos sin llegar a la altura de Sus demandas? Dios demuestra su bondad, paciencia, y tolerancia hacia nosotros. Cuando juzgamos a un hermano o hermana en un área dónde Dios está demostrando paciencia y bondad hacia nosotros, estamos tomando el lugar de Dios. Nosotros mostramos desprecio por la paciencia de Dios. Nosotros cuestionamos la tolerancia de Dios y nos creemos capaces de juzgar a nuestro hermano. En realidad, estamos diciendo que Dios está equivocado en mostrar paciencia con estos individuos. Nos volvemos jueces y acusadores, posiciones que le pertenecen exclusivamente a Dios.
Cuando tomamos las bondades ofrecidas a nosotros y pagamos a otros con amargura y juicio, nos burlamos de Su bondad. Imagine darle un regalo a alguien y verlo usándolo en contra suya. Esto es lo que hacemos cuando juzgamos a otros. El pecador perdonado ahora condena a su hermano y hermana. A quien se le ha mostrado misericordia no muestra misericordia para su hermano. Ésta es una cuestión seria que rápidamente traerá la ira de Dios sobre nosotros.
Hay una lección importante para nosotros aquí. En lugar de juzgar a otros en el cuerpo de Cristo, necesitamos bendecirnos y animarnos unos a otros. Antes de condenar a otros, necesitamos mirar nuestros propios corazones y vidas. Nosotros quienes hemos sido librados del juicio de Dios, debemos aprender a mostrar paciencia, bondad, y misericordia hacia aquéllos que han caído de la misma manera en que nosotros lo hemos hecho.
Para Consideración:
* ¿Ha usted alguna vez juzgado a otros? ¿Qué nos enseña Pablo sobre esto en este pasaje?
* ¿Cuál es la diferencia entre juzgar a otros y advertirles del peligro del camino que están tomando?
* ¿Qué nos enseña este pasaje sobre la importancia de mirar profundo en nuestros propios corazones antes de juzgar a otros?
Para Oración:
* Pídale al Señor que abra su corazón a la realidad de Su bondad hacia usted.
* Agradézcale porque Él está dispuesto a perdonarlo. Agradézcale que Él muestra gran bondad y tolerancia hacia usted en su pecado y rebelión.
* Pídale a Dios que le dé paciencia y tolerancia hacia su hermano y hermana que ha caído.
6 – JUSTAS RECOMPENSAS
Lea Romanos 2:5-10
En la última sección, Pablo les recordó a los romanos que cuando ellos juzgaban a otros ellos se exponían para ser juzgados por Dios. Pablo continúa con este tema sobre el juicio en esta próxima sección del capítulo. Una parte vital del Evangelio que Pablo predicaba tenía que ver con el juicio. Era vital que los romanos entendieran este mensaje. Hasta que ellos entendieran el juicio de Dios por el pecado y la maldad, ellos nunca podrían entender la gracia y la salvación de Dios.
El apóstol empieza hablándole a aquéllos que eran duros y no arrepentidos en el corazón. Ellos estaban resistiéndose a Dios y Su propósito. Él les recuerda a estos individuos que ellos estaban atesorando ira contra ellos. Aunque ellos no estaban viendo el juicio de Dios en el presente, ellos no debían ser engañados por esto. El Día del Juicio estaba llegando para ellos.
Hay muchas personas que viven una vida de rebelión y pecado. Debido a que Dios no los juzga inmediatamente, ellos se ponen más intrépidos en su rebelión. Ellos piensan que se han escapado con su pecado. Éste no es el caso. El juicio se está acumulando en el cielo contra ellos. Con cada pecado, ellos le agregan a su culpa. El día vendrá cuando ellos estarán ante un Dios santo para dar cuenta de sus vidas.
Escuche lo que Jesús dice sobre esto en el Evangelio de Mateo:
“Más yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado.”(Mateo 12:36-37).
Por cada palabra que nosotros decimos descuidadamente tendremos que dar cuenta en el Día del Juicio. Pablo les recuerda al duro y no arrepentido que con cada hecho, palabra, o acción de rebelión, ellos atesoraban más ira contra ellos. Así como nosotros podemos atesorar tesoros en el cielo (Mateo 6:19-20) así también aquéllos que rechazan la verdad pueden atesorar ira y juicio.
Pablo continúa en el versículo 6 diciéndole a los romanos que Dios premiará a cada persona según lo que él o ella haya hecho (versículo 6). Hay premios o castigos para la fidelidad y la desobediencia. Dios no está ciego a nuestra rebelión. Él también es consciente de nuestros esfuerzos y sacrificios para su reino. Aquéllos que perseveran en hacer lo bueno, quienes buscan gloria, honor, e inmortalidad, recibirán la vida eterna de Dios (versículo 7). Aquéllos que buscándose a sí mismos desechan la verdad, y siguen el mal, sin embargo, tendrán que enfrentar su ira y enojo (versículo 8). Hay algunos detalles importantes que necesitamos examinar aquí.
Noten en el versículo 7 que se trata de aquéllos que perseveran en hacer lo bueno y buscan el honor y la inmortalidad los que recibirán la vida eterna. Si no tomáramos la Escritura en su contexto mayor podríamos asumir de esto que es posible obrar nuestro camino al cielo haciendo lo bueno. No debemos ver esto aquí. Pablo ya les dijo a los romanos que solamente el Evangelio era el poder de Dios para la salvación de todos los que creen (versículo 16).
¿Qué quiere decir Pablo cuándo él nos dice que aquéllos que perseveran en hacer lo bueno heredarán la vida eterna? Mientras que la salvación es a través de creer en el Señor Jesucristo y confiar en Su obra, la prueba de la verdadera creencia se encuentra en nuestras acciones. Aquéllos que de verdad creen demostrarán esto en sus vidas.
Jesús les dijo a sus discípulos que si ellos iban a ser sus seguidores, ellos tenían que tomar su cruz y seguirlo (Marcos 8:34). El apóstol Santiago nos recuerda que la fe sin obras es muerta (Santiago 2:20). Estas obras no son para merecer la salvación sino el fruto de la salvación. Vivir en obediencia para la gloria y honor de Dios es el anhelo del corazón de aquéllos que creen. Sus corazones han sido cambiados. Ellos demuestran por sus buenas obras y la vida cambiada que su fe es real.
Pablo quiso dejar bien claro que aquéllos que están centrados en sí mismos y rechazan la verdad sufrirían la ira de Dios. Habrá tribulación y angustia para todos los que hacen lo malo (versículo 9). Esta tribulación y juicio caería primero sobre el judío pero también sobre el Gentil. El mensaje vino primero a los judíos. Ellos fueron los primeros en rechazarlo. Ellos también serán los primeros en responder por su rechazo. Los Gentiles, sin embargo, no fueron mejores. Ellos también le dieron la espalda al Evangelio. Ellos habían visto el trato de Dios con la nación judía y aun así rechazaron al Salvador. Ellos también tendrán que responder por sus acciones.
El Evangelio que Pablo predicaba rayo hablaba de un juicio venidero para el pecado y la rebelión. Pablo no escondió este aspecto del Evangelio. No es una parte del Evangelio que las personas quieren escuchar hoy, pero sí una que todavía debe predicarse.
Para Consideración:
* ¿Qué cambio ocurrió en su vida desde que usted aceptó al Señor Jesús como su Salvador?
* La verdadera fe es evidenciada por hechos, pensamientos y actitudes. ¿Usted está de acuerdo con esta afirmación?
* ¿Por qué es tan importante que nosotros entendamos que Dios juzgará el pecado? ¿Por qué esta doctrina se ha menospreciado en nuestros días?
Para Oración:
* Pídale al Señor que le ayude a demostrar, por medio de sus acciones, la fe que usted tiene en su corazón.
* Agradézcale al Señor por la manera en que Él le ha dado un corazón que busca el honor y la gloria del Señor.
* Agradézcale al Señor que todo el juicio acumulado contra usted fue limpiado por la sangre de Cristo cuando usted aceptó Su obra por usted.
* ¿Conoce usted a alguien que todavía está atado en el pecado? Pídale a Dios que se revele a sí mismo para ellos hoy.
7 – LA CIRCUNCISIÓN DEL CORAZÓN
Lea Romanos 2:11-29
Pablo ha estado hablando en los primeros dos capítulos de Romanos acerca del juicio que está por venir. En los días de Pablo había una gran división entre los judíos y los Gentiles. Los judíos eran el pueblo escogido de Dios. Dios le mostró a Su pueblo, sin embargo, que Él también tenía un corazón para los Gentiles.
Hubo aquéllos que creyeron que porque eran de nacionalidad judía ellos estaban exentos de mucho del juicio de Dios. Esto puede parecer bastante radical, pero necesitamos entender que esta misma mentalidad también existe hoy en día. ¿Ha conocido usted a personas que son de la opinión que si ellos pertenecen a una buena iglesia y hacen muchas buenas obras, ellos de algún modo serían librados en el día del juicio de Dios? Estos individuos creen que Dios equilibrará lo bueno con lo malo y mientras que haya más bueno que malo en sus vidas, ellos estarán seguros. Ellos dependen de sus buenas obras o de su iglesia para protegerlos en el Día del Juicio. Pablo se dirige este problema aquí.
Él empieza diciéndole a los romanos que Dios no muestra favoritismo. En este contexto, Él habla acerca de los judíos y los Gentiles. Pablo les dijo a los romanos en el versículo 12:
“Porque todos los que sin ley han pecado, sin ley también perecerán; y todos los que bajo la ley han pecado, por la ley serán juzgados;”
Eran los judíos los que vivían bajo la Ley. Los Gentiles vivían aparte de la ley de Dios. Judíos y Gentiles, sin embargo, serían juzgados. Hay algo muy importante que nosotros necesitamos ver aquí en este pasaje. Usted puede no haber sido criado en una iglesia cristiana, usted puede que nunca haya oído hablar del Señor Jesús, pero aun así usted va a ser juzgado como los Gentiles que nunca habían oído de la Ley de Dios. Aquéllos que pecan sin la ley aun perecerán según Pablo. Incluso aquéllos que nunca han oído hablar de los requisitos de Dios perecerán porque todos estamos necesitados de un Salvador.
Pablo les dijo a los romanos que la creación misma testifica del poder, la misericordia, y la gracia del Creador. Testifica de la existencia y el carácter de Dios. Hay mucho más en este universo que lo que hemos visto. Nuestros telescopios y microscopios siguen sondeando las profundidades de esta creación maravillosa. La complejidad es tan grande que nunca hemos podido entender completamente ni siquiera los elementos más sencillos. Cualquiera que cuidadosamente estudie esta creación debe llegar a la conclusión que hay alguien mucho mayor que el hombre quien lo organizó todo en su sitio. Este Creador es digno de nuestra adoración y alabanza. Él no se encuentra en las rocas, piedras e ídolos de los hombres. Él es mucho mayor que éstos. Él no se encuentra en el sol, la luna, o las estrellas. Él es su Creador. La belleza y el poder de esta creación testifican del carácter de este Dios. Él es santo y todo poderoso y aun así muy personal y amoroso. Estos hechos por sí solos deben mantenernos alejados de la idolatría y deben hacernos doblar las rodillas ante Él como nuestro Dios Creador. Agregue a esto que todos hemos sido hechos a su imagen, que Él nos ha dado un sentido de sus leyes en nuestro corazón. Es obvio que Dios puede justamente hacernos responsables por la luz que nos ha sido dada. Aunque nunca hayamos oído las Escrituras todavía tenemos el testimonio de nuestros propios corazones, la creación y el testimonio de Su Espíritu Santo. Esto es suficiente para juzgarnos. Estamos sin excusa.
Si, por otro lado, hemos escuchado las buenas nuevas y se nos han enseñado las Escrituras, nuestra responsabilidad es aun mayor. Dios nos tendrá por responsables de vivir en obediencia a lo que Él nos ha revelado a en Su Palabra.
Pablo nos recuerda en el versículo 13 que no son aquéllos que han escuchado la ley los que son considerados justos sino aquéllos que la ponen en práctica. Esta declaración era un desafío particular a aquéllos que tenían la ley. Los judíos del tiempo de Pablo alardeaban que ellos eran las personas escogidas de Dios. Ellos vivían bajo la enseñanza de la Ley de Moisés pero ellos no vivían como el pueblo de Dios. Una vez más es importante que entendamos que esto también es verdad acerca de la iglesia de nuestros días. Nosotros no siempre vemos las cosas como Dios las ve. Qué fácil es ponerse un disfraz bueno y aparentar ser santo y justo ante los hombres.
La inmoralidad, la deshonestidad, y el materialismo han todos sido descubiertos debajo de la superficie de la iglesia de nuestro día. La verdad es que, podemos alardear del hecho que somos líderes o miembros fieles de la iglesia, pero Dios conoce la verdad. En última instancia, no es lo que pensamos o lo que nos nombramos lo que importa, sino aquello que Dios sabe que es la verdad.
En el versículo 14, Pablo les recordó a los romanos que había personas que nunca habían sido enseñadas sobre la Ley de Dios y aun así vivían de acuerdo con sus principios. Según Pablo, estos individuos mostraban que la ley de Dios estaba escrita en sus corazones. Ellos sabían lo que era correcto porque ellos fueron creados a la imagen de Dios.
Dios no sólo ha demostrado que Él existe en la creación, Él también nos ha hablado en nuestro ser interno. Él nos ha creado con un alma que clama tener comunión con Él. Él nos ha dado una conciencia que entiende algo de sus requisitos. Pablo nos recuerda en el versículo 15 que nuestros propios pensamientos a veces nos acusan y a veces nos defienden. En otras palabras, cuando hacemos algo malo, hay algo en nuestros corazones que nos dice que hemos mal obrado. Cuando herimos a alguien, en lo más profundo de nosotros sentimos la acusación de nuestra conciencia. Los investigadores policíacos entienden este concepto cuando ellos aplican la prueba del detector de mentiras. Cuando una persona miente, algo físicamente ocurre dentro de él. Esto es medido por el detector de mentiras. Esto prueba que incluso el impío tiene una conciencia que es molestada cuando ellos hacen algo malo. La misma cosa es cierta cuando hacemos algo bueno. Hay un gozo una satisfacción que parecen subir incluso dentro del incrédulo cuando él o ella hacen un acto de bondad o extienden su mano para ayudar a alguien necesitado. Lo que Pablo nos está diciendo es que Dios ha mostrado Su presencia en nuestro ser. Él ha puesto una conciencia en nosotros. Podemos ignorar esa conciencia, pero viviremos con la culpa y la vergüenza por así hacerlo.
El día está llegando cuando Dios juzgará a cada hombre según la luz que él ha recibido. Aquéllos que tienen la ley serán juzgados por cómo ellos respondieron a la ley. Aquéllos que no tienen la ley serán juzgados por la evidencia que Dios ha puesto en la creación y en sus almas. Todos, sin embargo, serán juzgados.
En los versículos del 17 al 23 Pablo vuelca su atención a los judíos (pero también a todos nosotros que tenemos la Escritura). Él nos recuerda de cuán orgullosos podemos volvernos. Es fácil presumir sobre el hecho que conocemos la Palabra de Dios y tenemos una relación con Dios. Quizás usted se ha sentado durante mucho tiempo recibiendo instrucción de la Palabra y ha conocido la verdad de Dios. Usted puede incluso ser capaz de enseñar a otros. Usted se ve como una guía para aquéllos que están ciegos a la Palabra de Dios. Usted es capaz de llevarlos a la luz de la verdad por medio de su enseñanza y predicación. Mientras que es una cosa muy buena enseñar la verdad a otros, es más importante que vivamos esa verdad en nuestras vidas diarias.
Es fácil predicar pero es mucho más difícil vivir lo que predicamos. Hubo por el tiempo de Pablo aquéllos que hablaban en contra de robar y del adulterio y que ellos mismos habían caído en esos pecados. Ellos predicaban y enseñaban la Palabra de Dios correctamente pero no vivían Su verdad en sus vidas. Dios no fue engañado por sus palabras. Él miró en sus corazones y los juzgó por su hipocresía.
Estos pecados de hipocresía también están siendo expuestos en nuestros días. Los pecados de predicadores y maestros de la Palabra de Dios están siendo revelados. Evangelistas respetados y líderes de la iglesia caen en pecado. Ellos han predicado mensajes maravillosos y muchos han sido tocados por sus palabras pero ellos no están viviendo esa verdad en sus propios corazones. Cuando estas cosas son expuestas, ellos traen grande deshonra al nombre del Señor. El nombre de Dios es blasfemado cuando aquéllos que enseñan no viven lo que ellos enseñan.
Hablándoles a los judíos de su día, que alardeaban que ellos estaban circuncidados como judíos, Pablo les explicó que su circuncisión sólo valor limitado. La circuncisión era una señal que significaba que un individuo pertenecía a la familia de Dios. Hay valor e importancia en el hecho que se pertenezca al cuerpo de Cristo, pero Dios no está mirando a estas señales externas. Él está mirando profundo en nuestros corazones y nos juzga según lo que Él ve.
El verdadero creyente, según Pablo, no es ninguno que haya sido circuncidado o que pertenece a una cierta iglesia, sino uno que vive en obediencia a los principios de la Palabra de Dios.
Lo que era importante, para Pablo en el versículo 29, no era una señal externa sino una señal interna. No es la circuncisión de la carne la que cuenta sino la circuncisión del corazón. Cuando el corazón es circuncidado, las viejas maneras de la carne son cortadas. La persona cuyo corazón ha sido circuncidado ha tratado con su pecado y anda a la luz de la verdad.
Pablo requiere sinceridad. Él requiere una circuncisión radical del corazón. Todos los deseos de la carne deben ser cortados. Todos los pensamientos de ira y lujuria deben ser eliminados. El hecho que Dios requiere una circuncisión del corazón es importante. Cuando Dios habla del corazón Él habla del mismo centro de quienes somos. Es el lugar de nuestras pasiones y emociones y actitudes. Debemos ser puros en el mismo centro de nuestro ser. Cuando el corazón es circuncidado es tierno para las cosas de Dios. Es fácil ser religioso externamente, pero Dios está buscando a aquéllos que lo escuchan y le obedecen de corazón. El verdadero creyente es uno que cree desde su corazón y quien demuestra la autenticidad de su creencia por medio de la obediencia fiel a la Palabra de Dios.
Para Consideración:
* ¿En qué tipo de cosas las personas en nuestros días dependen para ser librados del juicio de Dios? ¿Qué aprendemos aquí sobre la necedad de confiar en estas cosas?
* ¿Cómo difiere la manera en la que Dios nos mira de cómo nosotros nos miramos a nosotros mismos?
* ¿Es posible engañarnos a nosotros mismos en pensar que todo está bien entre Dios y nosotros cuando en realidad no es así?
* ¿Qué aprendemos en esta sección sobre cómo Dios se ha revelado a nosotros en la creación y en nuestra conciencia?
* ¿Qué significa circuncidar nuestros corazones? ¿Ha tomado esto lugar en su vida?
Para Oración:
* Agradécele al Señor que Él se ha revelado a través de la naturaleza, de nuestra conciencia, y Su Palabra. .
* Pídele al Señor que abra tu corazón para permitirle mirarlo y revelar cualquier pecado oculto o actitudes malas.
* Tome un momento para orar para que Dios lo ayude a verdaderamente vivir lo que usted cree.
8 – EL VALOR DE SER JUDÍO
Lea Romanos 3:1-8
Pablo les ha estado recordando a los romanos que Dios no juzga en base a la nacionalidad. Él les dijo en la última sección que era mejor ser un Gentil quién hizo lo que es correcto que un judío que rechazó la verdad.
Poniendo esto en términos contemporáneos podríamos decir: La membresía de la iglesia o el bautismo no nos concederán ningún favor con Dios si no vivimos según Su propósito en nuestros corazones. La posición, la membresía de la iglesia o el estado de la comunidad no marcan una diferencia para Dios. Lo que Él busca es un corazón que esté bien para con Él.
Siendo esto el caso, la pregunta que Pablo hace en esta próxima sección es: ¿Qué ventaja hay en ser un judío si no garantiza ningún favor especial con Dios? Si Dios salvó a aquéllos que no siguieron la Ley de Moisés, entonces qué ventaja hay en estar circuncidado Pablo se refiere a estos asuntos en esta próxima sección.
Para el apóstol Pablo, había grandes ventajas en ser judío. Primero, él les dijo a sus lectores en el versículo 2 que al judío se le habían confiado las palabras de Dios. Fue a través de la nación judía que Dios reveló Su propósito para Su Creación. A través de ellos Él se presentó al mundo. Los profetas del Antiguo Testamento hablaron de un Mesías que vendría a liberar a su pueblo. Dios usó a los creyentes judíos en el Nuevo Testamento para compartir las buenas nuevas del Evangelio con el mundo de su tiempo. Cuán endeudados estamos con la nación judía por las Escrituras del Antiguo y Nuevo Testamentos. Ninguna otra nación en la tierra ha sido usada tan poderosamente para revelar los propósitos de Dios como la nación judía. Qué honor haber recibido tal responsabilidad y privilegio. No podría haber ningún honor mayor en el mundo que ser elegido por el Rey de reyes para servirlo y ser su vocero al mundo.
No todos los judíos apreciaron el privilegio y la responsabilidad de ser siervos de Dios. De hecho, como nación ellos fueron infieles a Dios y resistieron Su propósito. En lugar de servir a su Dios ellos se rebelaron contra Él.
Pablo les recuerda a los romanos, sin embargo, en los versículos 3 y 4 que la infidelidad de los judíos no impidió que Dios lograra Sus propósitos. Él usó a este pueblo rebelde para lograr Sus propósitos para la salvación del mundo.
Cuando yo examino mi propia vida, me asusto de ver cuánto tiempo me ha tomado aprender las lecciones que Dios ha querido enseñarme. ¿Cuán a menudo ha triunfado mi orgullo? Cuán lento yo he sido para obedecer. ¿Cómo es posible que Dios pudiera avanzar Su reino y asegurar la victoria con soldados como usted y yo en Su ejército? Pablo nos asegura en el versículo 4 que el reino de Dios es avanzado sólo debido a la fidelidad de Dios. Aun cuando nosotros fallamos Dios permanece fiel a sus promesas. A pesar de nuestras debilidades y flaquezas, los propósitos de Dios se cumplirán. Él no fallará. Él usará nuestra debilidad para lograr Su propósito. Él usará nuestros fracasos para traer gloria a Su nombre. Él usará nuestras flaquezas para derrumbar las fortalezas del enemigo. Ésta es la cosa increíble sobre el Reino de Dios. Avanza a pesar de nuestras limitaciones y fracasos. La nación de Israel es un ejemplo perfecto de esto. El Antiguo Testamento está de uno y otro ejemplo del fracaso de Israel, aun así a través de esta nación el mundo ha llegado a conocer al Salvador y el Reino de Dios se extendió.
Esto plantea otra pregunta para Pablo y sus lectores. Pablo plantea esta pregunta en el versículo 5:
“Y si nuestra injusticia hace resaltar la justicia de Dios, ¿qué diremos? ¿Será injusto Dios que da castigo?”
Pablo está preguntando qué derecho tiene un Dios soberano – quién puede usar nuestras debilidades para lograr Su gloria y extender Su reino – para juzgarnos cuando fallamos. Si todo resulta bien al final, ¿no debe estar Dios satisfecho y no juzgarnos?
Para Pablo, era inimaginable que Dios no juzgara a la humanidad por su pecado. En el versículo 6, él nos dice que si Dios no juzgara el pecado en Su propio pueblo, cómo podría Él juzgarlo en el mundo. Y si Dios no juzgara el pecado en el mundo, ¿qué tipo de Dios Él sería?
Pablo sabía que Dios juzgaría todo el pecado e infidelidad. Pero él también sabía que Dios podía usar los malos propósitos del hombre para bien. El hecho que Él puede usar nuestros fracasos no significa que no debemos ser castigados. Imagine que su hijo actúa irresponsablemente y deliberadamente rompe algo en su casa. Usted puede arreglar ese objeto, pero eso no significa que el niño no debe ser castigado por su o sus acciones. ¿No necesita el niño o la niña responder por lo que él o ella ha hecho?
Dios actúa en misericordia y bondad arreglando las cosas que nosotros rompemos y sanando a aquéllos que nosotros herimos. Él va, sin embargo, a llamarnos a responder por nuestras acciones. El hecho que algo es arreglado no elimina el castigo que la persona que lo rompió merece. Dios está dispuesto a arreglar lo que nosotros rompemos. Él está dispuesto a sanar lo que nosotros hemos dañado, pero Él no mostrará injusticia ignorando nuestro pecado y maldad.
Cuando nosotros examinamos esta sección de Romanos, se nos recuerda que el Reino de Dios está avanzado a pesar de nuestra debilidad e infidelidad. Está avanzado a través de individuos débiles y frágiles, no tanto porque ellos son fuertes y fieles sino porque Dios es fiel a Sus propósitos y planes. Qué privilegio es para nosotros ser instrumentos en las manos de tal Dios compasivo, misericordioso y fiel.
Para Consideración:
* Considere por un momento el privilegio que usted tiene de ser siervo de Dios. Usted aprecia totalmente este privilegio?
* ¿Qué estímulo usted encuentra en el hecho de que incluso cuando nosotros somos infieles Dios permanece fiel?
* ¿Ha Dios usado su fracaso para lograr algo bueno? Explique.
* ¿Se ha encontrado usted intentando excusar sus acciones pecadoras diciéndose que Dios lo resolverá todo de todas maneras? ¿Qué aprendemos de este pasaje sobre este tipo de pensar?
Para Oración:
* Pídale al Señor que le ayude a entender el privilegio que usted tiene como su siervo.
* Agradézcale al Señor por las maneras en que Él lo usa a usted a pesar de sus limitaciones y fracasos.
* Pídale al Señor que examine tu corazón para que le muestre dónde usted le ha fallado. Tome un momento para confesarle estas cosas a Él.
* Agradézcale al Señor por Su fidelidad en su vida.
9 – LA JUSTICIA APARTE DE LA LEY
Lea Romanos 3.9-31
En la última meditación Pablo contestó la pregunta: “¿Qué valor hay en ser un judío?” Él les recordó a los romanos que a los judíos se les había confiado la Palabra de Dios. Dios los usó a ellos para comunicar Sus propósitos al mundo.
En esta próxima sección del capítulo 3 Pablo prosigue a otra pregunta importante: Si a los judíos se les confió la Palabra de Dios, ¿quiere eso decir que ellos eran mejores que los demás? Ésta era ciertamente la mentalidad de los judíos de ese tiempo. Los judíos eran el pueblo escogido de Dios. No se les permitía a los Gentiles entrar en el templo. Los Gentiles eran considerados indignos de la salvación.
Pablo les recuerda a sus lectores que mientras que ser judío era un privilegio maravilloso, no hacía a ninguno mejor que un Gentil. De hecho, tanto el judío y como el Gentil estaban bajo pecado y el juicio de Dios. En este punto tanto el judío y como el Gentil estaban en el mismo nivel.
Para reforzar esto, Pablo cita una serie de pasajes del Antiguo Testamento. Recuerde aquí que su enfoque es mostrarle al judío que simplemente estaba bajo pecado igual que el Gentil. Pablo cita de las Escrituras judías para demostrar su punto. Esto da peso a su argumento debido a que los judíos veneraban las Escrituras.
Pablo comienza con dos pasajes, Salmo 14:1-3 y Salmo 53:1-3. Aquí el Salmista nos dice que no hay nadie justo. De hecho, nadie era entendido de Dios y Su camino o incluso que buscara a Dios.
Ésta es nuestra condición sin Dios. Si fuera por nosotros, no buscaríamos a Dios. Sin el Espíritu de Dios no habría forma que nosotros pudiéramos entender las cosas de Dios o vivir conforme a Sus caminos. Ninguno de nosotros es puro ante Dios. Los judíos y Gentiles de igual manera son pecadores separados de Dios.
Pablo prosigue de esta declaración de apertura a una demostración de esta depravación en la vida real. Él cita del Salmo 5:9 y Salmo 140:3 con respecto a las maldades de la naturaleza humana. La maldad del corazón del hombre se revela en nuestras bocas por las palabras que hablamos. Pablo les recuerda a los romanos del engaño, maledicencia y amargura que sale de la boca humana. Las palabras que hablamos reflejan la condición de nuestro corazón. Como dice el Salmista en el Salmo 10:7, “Llena está su boca de maldición, y de engaños y fraude.” Todos hemos hablado cosas que han herido a otros. Todos hemos dicho palabras amargas y airadas. Estas palabras vienen de adentro y nos muestran la verdadera condición de nuestro corazón.
No sólo hay evidencia de la naturaleza pecaminosa en la boca sino también se ve en los pies. Pablo cita Isaías 59:7,8 donde Isaías le recuerda a su pueblo que sus pies se apresuraban para derramar sangre. Destrucción y quebrantamiento había en sus caminos. Ellos no conocieron camino de paz (versículo 17). Estas palabras proféticas fueron habladas a los judíos que decían ser hijos de Dios, pero como Gentiles, entendemos que tenemos el mismo corazón.
Pablo concluye su serie de citas del Antiguo Testamento en el versículo 18 con una cita del Salmo 36:1 donde el salmista les recordó a sus lectores que no había temor de Dios delante de sus ojos. ¿Tenemos nosotros que mirar muy lejos en nuestros días para ver la misma falta de respeto y reverencia hacia Dios?
Pablo cita estos versículos para mostrarnos algo sobre la naturaleza humana. Yo me he preguntado a menudo: “¿Qué tipo de persona yo sería si yo continuamente me entregara a los deseos de mi carne? ¿Qué tipo de persona yo sería si no tuviera temor de Dios en mi corazón y no me preocupara por las consecuencias de mis acciones pecaminosas? “La respuesta a esa pregunta es aterradora. Yo tengo la misma naturaleza que el peor delincuente y malicioso criminal. Existe el potencial dentro de mí para lograr el más terrible de crímenes. Fuera de Cristo, no tendría esperanza.
La escritura deja claro que nuestra carne es pecaminosa. Judío o Gentil, pastor o drogadicto, todos nosotros compartimos esta naturaleza común de pecado.
No sólo se demuestra claramente el pecado a través de nuestra naturaleza carnal, también se revela a nosotros por la Ley de Dios. La Ley de Dios nos enseña sus requisitos. Cuando nosotros examinamos los requisitos de la Ley de Dios vemos cuán lejos de su norma nos hemos quedado. Nuestras bocas jactanciosas se silencian. La Ley de Dios nos muestra nuestra culpa. No hay una sola persona en esta tierra que pueda decir que él o ella han alcanzado la norma que Dios ha puesto para nosotros en Su Palabra. Escuche lo que Pablo les dijo a los romanos en el versículo 20:
“Ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado.”
Noten lo que Pablo dice aquí en este pasaje. Nadie puede cumplir la ley perfectamente. Esto significa que somos culpables ante Dios. Aun cuando pudiéramos cumplir la ley perfectamente, nosotros nacimos pecadores y todo lo que nosotros hacemos está manchado por el pecado. Yo he comparado a menudo nuestra naturaleza pecadora con un vaso de agua envenenada. El agua envenenada no es aceptable a Dios. Usted puede poner azúcar en esa agua, o si usted tiene cristales de sabor o sirope usted puede hacer que tenga buen sabor, pero usted no puede quitar el veneno. Es por ello que nadie puede ser declarado justo por medio de la ley.
Lo que Pablo nos está diciendo aquí es que tanto judío como Gentil padecen de un mismo problema. Los dos son culpables de pecado. El judío tiene la ley pero la ley no puede hacer lo justo ante Dios. De igual modo, hay muchos Gentiles que confían en sus buenas obras para ser salvos, pero ellos sólo están agregando cristales con sabor al agua envenenada. Tanto judío como Gentil son pecadores y están bajo el juicio de Dios.
Esto nos trae a otra pregunta muy importante. Si nosotros somos culpables ante un Dios santo y no podemos ser salvos por la ley o por cualquier esfuerzo propio, ¿cómo podemos salvarnos? Pablo contesta esta pregunta en el versículo 21. Aquí él habla sobre una justicia que viene de Dios aparte de la Ley. Él nos recuerda que esta idea no es suya, sino algo revelado en los profetas y en la Ley. La justicia no viene a nosotros por ningún esfuerzo de nuestra parte. Viene a través de la fe en Jesucristo y su obra. Es un regalo de Dios a todos los que creen sean judíos o Gentiles.
Dios el Padre ofreció a su Hijo como un sacrificio para nosotros. Pablo llama a este sacrificio un sacrificio de propiciación (versículo 25). La propiciación es el medio por el que un pecador culpable, incapaz de acercarse a un Dios santo, es hecho uno con el Dios que él ha ofendido. Pablo nos dice que esto ocurre a través de la fe en la sangre de Cristo (versículo 25). La sangre de Cristo se refiere claramente a la obra de Cristo en la cruz.
Todos éramos culpables ante Dios. La Ley de Dios mostró a los judíos que ellos no podían lograr cumplir la norma que Dios había puesto para ellos. Nuestra naturaleza humana también dio evidencia del hecho que nosotros somos pecadores separados de Dios.
Jesús murió en la cruz como un sacrificio perfecto, cumpliendo los requisitos legales de justicia. Él pagó nuestra penalidad satisfaciendo la justicia de Dios y abriendo la puerta para nuestro perdón completo.
Pablo concluye esta sección recordándole a los romanos que cuando se trata de la salvación no había absolutamente lugar para jactarse. ¿Quién puede jactarse de no haber cumplido la norma de Dios? Toda jactancia debe estar en Cristo y en lo que Él ha hecho en nosotros.
Usted puede haber crecido en un hogar cristiano y puede haber asistido a la Escuela Bíblica o usted puede haber vivido una vida de pecado y maldad. Ninguna de estas cosas importa. Hay sólo un camino a Dios, Jesucristo. Sin Él no hay perdón de pecado.
Pablo concluye con una última pregunta. Si nosotros somos declarados justos ante Dios a través de la obra de Jesús, ¿entonces la ley es inútil? Pablo contesta esto diciéndoles a los romanos que aquéllos que conocen el perdón de Dios guardarán la Ley de Dios. Aquéllos de nosotros que conocemos el perdón del Señor Jesús experimentamos un cambio en nuestras vidas. Es nuestro gozo andar en obediencia a Dios y sus caminos. Es nuestro deseo agradar y honrarlo a Él en nuestras vidas.
Cuando se trata de la pregunta de la salvación, todos estamos en el mismo nivel. Ser un judío era un privilegio maravilloso pero no garantizaba la salvación. Cuando se trata de la salvación, todos nosotros le debemos todo al Señor. Hay nada de que podamos jactarnos. Dios declara justos a aquéllos que vienen a su Hijo y confían en su obra. Él perdona su pecado y los restaura a una relación con Él.
Para Consideración:
* ¿Qué evidencia hay de pecado en su vida? ¿Cómo se revela su naturaleza pecaminosa en usted?
* Pablo presenta una justicia aquí que es aparte de la ley. ¿Qué quiere él decir por esto?
* ¿Cuál es la justicia que viene de Dios? ¿Cómo recibimos esta justicia?
* ¿Cuál es la diferencia entre ser declarado justo en base a la obra de Cristo y buscar ser justo en nuestro propio mérito para merecer la salvación?
* ¿Por qué Jesús necesitó morir en la cruz?
Para Oración:
* Si usted nunca ha abierto su corazón para recibir el perdón y la nueva vida que Cristo quiere darle, tome un momento ahora mismo para así hacerlo.
* Agradézcale al Señor por el hecho que Él demostró su amor por usted muriendo en la cruz.
* Agradézcale al Señor por una salvación que es dada como un regalo y no tiene nada que ver con nosotros.
10 – ABRAHAM, DAVID Y LA SALVACIÓN POR LA FE
Lea Romanos 4:1-12
En la última sección, Pablo abrió las páginas del Antiguo Testamento para mostrar que tanto el judío como el Gentil estaban igual bajo pecado y en necesidad de salvación. Pablo les dijo a los romanos que había una justicia que viene de Dios por la fe en la obra del Señor Jesús (Romanos 3:22). Para muchos de los judíos ésta era una idea extraña. Pablo quiso mostrarles a sus lectores, sin embargo, que ésta no era una nueva doctrina extraña sino una que estaba enraizada en la fe de la nación judía desde su principio.
Al continuar en esta próxima sección Pablo instruye a los romanos sobre Abraham, el padre de los judíos. Pablo les recuerda a sus lectores sobre lo que Abraham descubrió con respecto a la salvación. Él les muestra en el versículo 2 que si Abraham hubiera sido declarado justo ante Dios como resultado de sus obras, entonces él habría tenido algo de que gloriarse. En el versículo 3, sin embargo, Pablo cita a Génesis 15:6. Hablando de la justicia de Abraham el pasaje dice: “Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia.”
El pasaje es muy claro. Abraham no era justo ante Dios en base a su buena vida u obra sino en base a su creencia en la promesa de Dios.
En el versículo 4 Pablo explica la diferencia entre obras y un regalo. Si un hombre trabaja para algo, su patrón está obligado a darle su salario. Un regalo, sin embargo, es muy diferente. Un regalo no se da por obligación sino por un deseo de bendecir al destinatario. Así es con la salvación. Nosotros no trabajamos para la salvación como si Dios estuviera obligado a dárnosla. Simplemente es dada a nosotros por el gran amor de Dios. Nuestra responsabilidad es simplemente confiar en Dios (versículo 5). La salvación no es trabajar y esforzarse para agradar a un perfecto y santo Dios. No es intentar vivir una vida perfecta para que Él esté obligado a premiarnos y darnos entrada en el cielo. Lo que Pablo nos está diciendo es que la salvación es un regalo. Y si la salvación es un regalo, entonces no podemos trabajar para lograrla o ganarla de forma alguna. Imagine darle un regalo a un amigo que insiste en pagarle por él. El momento en que él le paga, su regalo deja de ser un regalo.
Hay muchas personas que intentan pagar por su salvación mediante buenas obras o esfuerzos de algún tipo, pero Pablo demuestra que, incluso en el libro de Génesis, el propio Abraham fue enseñado que la salvación no es otorgada en base a lo que él hizo, sino confiando y recibiendo lo que Dios estaba ofreciendo.
Abraham no fue el único en aprender esta lección. David también habló sobre una salvación que era aparte de las obras. Él habló de una relación correcta con Dios que era dada como un regalo a los hombres desmerecedores y pecadores. Pablo cita del Salmo 32:1-2:
“Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad,”
David está diciéndoles a sus lectores que el Señor está dispuesto a perdonar sus transgresiones para nunca más contar su pecado contra ellos. Ésta es una promesa maravillosa. David pinta un cuadro de un hombre que está manchado por el pecado. Él no ha alcanzado la norma que Dios ha puesto en su Palabra Santa. Cuando miramos a este hombre manchado con el pecado y la maldad, vemos la mano de Dios alcanzándolo y cubriendo su pecado. Escuchamos la declaración de Dios que los pecados de este hombre nunca contarán en su contra. La persona culpable es perdonada. Éste es un puro acto de gracia, misericordia y compasión de parte de Dios. El pecador desmerecedor es perdonado. David reconoció que ninguno de nosotros alcanza a llegar a la norma de Dios pero Dios estaba dispuesto a perdonar.
Pablo habla en el versículo 9 sobre la bienaventuranza de ser perdonado mencionada por David. Él les pregunta a sus lectores: ¿Es, pues, esta bienaventuranza solamente para los judíos circuncidados? ¿Dios no perdona también al incircunciso Gentil que nunca ha vivido en la obediencia a la ley de Dios? Para responder a esto, Pablo les recuerda a los judíos que cuando Dios le dijo a Abraham que su fe había sido contada por justicia, Él lo hizo antes de que Abraham fuera circuncidado. Esto fue muy significativo para Pablo. Lo que esto dijo es que un hombre puede estar bien ante Dios sin estar circuncidado. La circuncisión era sólo un sello y una señal de la justicia que Abraham ya había recibido, no un medio a la justicia. De manera similar, nosotros no tenemos que arreglarlo todo antes de que podamos ser aceptados por Dios.
Si usted se encuentra intentando hacer las cosas lo suficientemente bien para recibir la salvación del Señor, entonces usted no entiende la naturaleza de un regalo. Usted no puede ganarse un regalo. Usted no puede hacer nada para pagarlo o prepararse para recibirlo. Usted simplemente tiene que recibirlo. No insulte al Señor intentando pagar por lo por que Él ya ha pagado por completo. No rechace su oferta porque usted quiere ser lo suficientemente bueno para pagar por ella.
Abraham recibió el regalo de Dios simplemente creyendo. Él no tuvo que ser circuncidado o trabajar por ello en absoluto. David habla de un Dios que está dispuesto a cubrir todos nuestros pecados. Ambos hombres nos recuerdan que Dios quiere perdonar y cubrir nuestros pecados. Nosotros apenas necesitamos permitirle hacerlo.
Abraham, Pablo nos dice, es el padre de todos los creyentes no circuncidados (versículo 11). Los judíos afirmaban que Abraham era su padre, pero él también es el padre de los creyentes Gentiles porque él recibió una salvación que estaba aparte de la ley antes de que él fuera circuncidado. Él llama tanto al judío como al Gentil a caminar en sus pasos y a buscar una justicia que viene como un regalo a través de la fe.
Para Consideración:
* ¿Qué aprendemos aquí sobre la enseñanza de la salvación por la fe aparte de la ley en el Antiguo Testamento?
* ¿Cómo fue salvo Abraham?
* ¿Cómo las personas intentan merecer su salvación hoy?
* ¿Qué aprendemos sobre la enseñanza de David acerca del perdón de Dios para salvación por la fe aparte de las obras?
* ¿Cómo es Abraham el padre de los creyentes incircuncisos? ¿Por qué es importante que Abraham fue contado por justo antes de que él fuera circuncidado?
Para Oración:
* Agradézcale al Señor que Él ofrece la salvación como un regalo que no puede ganarse.
* ¿Conoce usted a alguien que encuentra difícil aceptar el hecho que la salvación es un regalo gratis? Tome un momento para orar por esas personas. Pídale a Dios que le dé una oportunidad para compartir estas verdades con ellos.
11 – POR LA FE, ABRAHAM
Lea Romanos 4:13-25
Pablo ha estado hablando sobre el hecho que la salvación es por la fe y no por la obediencia a la ley. En la última meditación vimos cómo él llevó a sus lectores de vuelta al Antiguo Testamento para demostrar que Abraham y David enseñaron una salvación por fe aparte de la ley. Él continúa el mismo tema en esta sección.
En el versículo 13 ofrece un recordatorio que no fue por medio de la ley sino por la fe que Abraham y sus descendientes recibieron la promesa de ser “heredero del mundo.”
Dios prometió a Abraham que él le haría ser padre de muchas naciones y que todas las naciones en la tierra serían benditas a través de él (vea Génesis 17:3-8). Esta promesa era algo que Abraham posiblemente no podría entender en su integridad. No había ningún razonamiento humano que podría explicar cómo esto ocurriría. Abraham, de hecho, no vio el cumplimiento de esa promesa antes de que él muriera. Aun así, a través de este hombre nació la nación de Israel. El Señor Jesús como su descendiente no sólo traería la salvación a los judíos sino al mundo entero. Personas de toda nación se han vuelto parte de la familia del pueblo de Dios. Todo esto comenzó como una promesa creída por fe. Dios logró sus propósitos en este sentido, no a través de la ley, sino por la fe. La fe logró lo que la ley del Antiguo Testamento nunca podría haber hecho.
Pablo prosigue a recordarnos en el versículo 14 que si pudiéramos salvarnos por medio de la ley entonces esta promesa de un Salvador sería sin valor. Si nosotros pudiéramos salvarnos y ser declarados justos por medio de la ley, entonces la muerte de Jesús no habría sido algo necesario. La ley nos mostró nuestro pecado y nuestra culpa ante Dios. La ley no puede darnos vida; sólo puede mostrarnos nuestra necesidad. La ley puede guiarnos pero no puede capacitarnos para que guardemos sus normas. Como resultado, todo lo que puede traer es condenación. Esta es la razón por la que se necesitaba otra manera. Esta manera es la manera de la fe.
La fe que Abraham demostró en la promesa de Dios de darle un hijo y hacerle el padre de muchas naciones es la fe que necesitamos. La promesa viene a nosotros así como vino a Abraham.
La promesa de una justicia que viene por fe es recibida por fe así como la promesa dada a Abraham. Todo lo que usted tiene que hacer es abrir su corazón y creer lo que dice Dios. Pablo nos recuerda que debido a que la promesa viene por la fe es una demostración de la gracia de Dios y de un favor inmerecido.
Debido a que la promesa de un Salvador y la salvación que Él ofrece no vienen por medio de obedecer la ley, no sólo se garantiza para aquéllos que han vivido bajo la ley sino también a aquéllos que nunca han oído de la ley. En otras palabras, esta justicia está disponible tanto al religioso como al pagano. Está disponible para aquéllos que han intentado su mejor esfuerzo para honrar a Dios así como para aquéllos que han vivido una vida de rebelión.
Abraham es presentado como el padre de todas las naciones. Él es el padre de los judíos que estaban bajo la ley, pero debido a que él era que un hombre de fe y Dios le contó esta fe como justicia antes de que él incluso viviera bajo la ley, él es también el padre de todas las otras naciones.
Noten en el versículo 17 que Pablo describe a Dios como el Dios “el cual da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen.” En el contexto de este capítulo, Pablo está refiriéndose a Abraham, Sara, y a su hijo Isaac. Sara era una mujer vieja cuando ella tuvo a Isaac. Su edad de tener hijos había pasado. Cuando el ángel le dijo a Sara que ella tendría un hijo de nuevo, ella se rio en escepticismo. Ella falló en entender que Dios era un Dios que da vida a los muertos. Pero Dios puso vida en su útero muerto y le dio un hijo.
Dios también “llama las cosas que no son, como si fuesen.”(Versículo 17). Esto es exactamente lo que ocurrió en la vida de Abraham y Sara. Sara dijo que ella no podría tener un hijo. La ciencia y la medicina estaban de acuerdo con Sara. Dios demostró que Sara, la ciencia, y la medicina estaban equivocados. Él le dio un hijo cuando era imposible para ella tener uno. Dios llamó lo que era imposible, posible.
Éste es el Dios que nosotros servimos. Él es un Dios que da vida a lo que está muerto y hace que lo imposible acontezca. ¿Está muerto su matrimonio? Dios puede traerlo de nuevo a la vida. ¿Usted siente que un hijo ha vagado tan lejos de Dios que es imposible que pueda regresar? Dios puede restaurar a ese hijo. Dios puede hacer que ocurra lo imposible.
Abraham entendió por fe que Dios podía traer vida de la muerte. Él entendió que Dios era un Dios delo imposible. A pesar que las cosas no tenían ningún sentido para él, Abraham creyó. Noten en el versículo 18 que Abraham creyó contra esperanza. En otras palabras, todo en él le decía que era imposible y aun así él creyó que Dios podía hacerlo. El versículo 19 nos dice que Abraham tuvo que enfrentar el hecho que su cuerpo y el de su esposa estaban ya como muertos, aun así sin debilitarse en su fe él creyó que Dios haría lo imposible. Él creyó que si Dios le había prometido un hijo, entonces nada podría impedir que sucediera. Nada tenía sentido pero él sabía que Dios sería fiel a su palabra. Abraham estaba plenamente convencido que Dios era poderoso para hacer todo lo que había prometido (versículo 21). Su fe no estaba puesta en él sino en el Dios que trajo vida de la muerte e hizo lo que era imposible. Dios contó la fe de Abraham como justicia (versículo 22).
Pablo resalta la frase “le fue contada” (versículo 23). Él nos dice claramente que estas palabras no eran exclusivamente para Abraham. Cuando Dios acreditó justicia a Abraham por la fe, Él hizo eso para demostrarnos a todos nosotros que así es como Él quiere proceder en nuestras vidas también. Pablo deja claro que Dios nos acreditará justicia de la misma manera a nosotros quienes creemos en el que levantó de los muertos a Jesús (versículo 24).
Abraham fue contado por justo porque él creyó en la promesa que Dios traería vida del útero muerto de su esposa. Dios acreditará esa misma justicia a aquéllos que creen en su Hijo quien se levantó de los muertos para su salvación.
Lo que Pablo nos está diciendo es que nosotros es que esta oferta de salvación y justicia se recibe creyendo que Jesús cargó nuestros pecados, murió en la cruz, y resucitó victorioso después de pagar la penalidad. Ya no hay nada más que hacer. Todo lo que Abraham podía hacer era creer. Él y su esposa ya no tenían el potencial para tener hijos. Él no podía hacer que ocurriera. Si la promesa de Dios iba a ser cumplida tendría que ser Dios mismo el que lo hiciera de principio a fin. Cuando se trata de nuestra salvación, todo lo que nosotros podemos hacer es creer en lo que el Señor ha hecho y ha prometido. Él ha hecho la obra de asegurar nuestro perdón de parte de su Padre. Todo lo que nos resta es ahora creer y recibir de Él lo que Él ha hecho. La salvación no se amerita por la observancia de la ley. Se recibe como un regalo por la fe en un Dios que lo ha hecho todo. Ésta, según Pablo, era una de las grandes lecciones que la vida de Abraham enseñaba.
Para Consideración:
* ¿Qué aprendemos en este pasaje sobre la fe de Abraham?
* ¿Hay algunas cosas “imposibles” en su vida hoy? ¿Cuáles son? ¿Qué le dice este capítulo a usted sobre esas situaciones imposibles?
* ¿Cómo se le acreditó a Abraham la posición de justo? ¿Podía la observancia de la ley haberlo salvado?
* Si no había salvación por medio de la observancia de la ley, ¿por qué fue dada la ley?
* ¿Cómo es la vida de Abraham un ejemplo de la salvación por fe?
Para Oración:
* Agradécele al Señor porque Él lo ha hecho todo para nuestra salvación.
* Agradécele que Él está dispuesto a declarar justo a todos los que vengan a Él por fe, a través de la obra terminada de Su Hijo.
* Ponga esas situaciones imposibles que usted enfrenta en las manos del Señor. Confíe en que Él hará lo que es correcto.
* ¿Conoce usted a personas que todavía están intentando merecer su salvación? Tome un momento para orar de modo que Dios les muestre la verdad que la salvación es un regalo recibido por fe.
12 – LA ESPERANZA DE LA GLORIA DE DIOS
Lea Romanos 5:1-5
El énfasis de los primeros capítulos del libro de Romanos está en el regalo de justicia por la fe en Jesucristo. ¿Cuál es el resultado de esta justicia en la vida del creyente?
Pablo nos dice en el versículo 1 que ya que hemos sido justificados por la fe, tenemos ahora paz con Dios por medio del Señor Jesús. La justificación es una declaración legal de estar bien con Dios. La obra del Señor Jesús quita todas las barreras entre Dios y el creyente. Mi pecado es quitado de mí y nunca más estará contra mí. No importa cuán terrible y pecaminoso haya sido mi pasado o cuántas veces yo haya fallado, si yo soy justificado, soy tratado como si yo nunca hubiera pecado.
Esta justificación es por fe y no por alguna cosa que hayamos hecho. Pablo ya ha hecho suficiente énfasis para mostrarnos que nuestra salvación no es por obras sino que es un regalo de Dios. Ser justificado no tiene nada que ver con cuanto intentamos servir y obedecer al Señor. Es el regalo de Dios a todos los que reciben Su perdón y favor por la fe en la obra del Señor Jesús. El resultado de esto es paz con Dios.
Pablo nos recuerda en el versículo 2 que a través de la fe en Jesús nosotros ahora tenemos entrada a la gracia de Dios. Antes de la obra del Señor Jesús estábamos bajo la ira divina de Dios. La obra de Jesús en la cruz, sin embargo, abrió el tesoro de la gracia de Dios para nosotros. El pecado ya no separa más de esa bendición maravillosa a aquéllos que confían en Cristo. El momento en que recibimos al Señor Jesús, el almacén del perdón, la intimidad, y la paz se abrió extensamente para nuestro disfrute. Ésta es nuestra herencia como hijos del Rey.
Noten en el versículo 2 que no tenemos que esperar hasta llegar al cielo para recibir gracia y bendición. Pablo les recuerda a los creyentes en Roma que ellos ya estaban en esa gracia. Nosotros podemos ahora experimentar las bendiciones de Dios. Su paz, perdón, provisión, y guía son todas nuestras ahora.
Debido a esta justificación por fe podemos también regocijarnos en la esperanza de la gloria de Dios (versículo 2). Nosotros sabemos que el día vendrá cuando Cristo finalmente vencerá el pecado, la muerte, y al diablo. Aquéllos que conozcan Su vida en ellos entrarán en Su presencia y vivirán para siempre en Su gloria. Qué esperanza maravillosa tenemos. Esta esperanza es porque Dios nos ha declarado ser suyos a través de la obra de su hijo.
Ser declarados justos y estar bien ante Dios no significa que no tengamos que sufrir en esta vida. El sufrimiento y las tribulaciones son normales para el creyente. Pablo nos dice en el versículo 3, sin embargo, que el que ha sido justificado y está en paz con Dios puede ahora regocijarse en sus tribulaciones y sufrimientos. Él puede hacer esto porque él sabe que el sufrimiento produce paciencia, la cual es la habilidad de permanecer bajo presión sin perder la esperanza.
La paciencia es necesaria para producir carácter en nosotros. Sería maravilloso si nosotros pudiéramos desarrollar el carácter sin tener que enfrentar tribulaciones y sufrimientos en la vida, pero así no es cómo funcionan las cosas en el Reino de Dios. Es el corazón de Dios desarrollar nuestro carácter y hacernos más como el Señor Jesús. A veces la manera en que Dios desarrolla nuestro carácter es a través de las tribulaciones y sufrimientos que enfrentamos. Moisés tuvo que pasar cuarenta años en el desierto de Madián para ser humillado de manera que Dios pudiera usarlo. Job tuvo que perder todo lo que él tenía – su familia, su propiedad, su salud – para ser transformado en el hombre que Dios quería que fuera. Toma tiempo para que el metal pueda ser refinado en el fuego. Toma tiempo para que el pan pueda ser cocinado en un horno. Toma tiempo para que los frutos puedan madurar en el árbol y para que las verduras puedan estar listas para recoger en el huerto. Los mismos principios son aplicables a nuestra vida espiritual. Dios produce la paciencia en nosotros para que a través de esta paciencia nuestro carácter pueda desarrollarse.
Las batallas y las pruebas, si continúan, pueden disminuir nuestra esperanza y pueden causarnos dudar. A veces, cuando el sufrimiento se prolonga, nosotros empezamos a perder la esperanza de ver la luz en la vida al final del túnel. Pablo nos dice aquí, sin embargo, que mientras la paciencia produce el carácter, el carácter produce la esperanza. Cuando perseveramos en la disciplina del Señor, somos formados cada vez más en Su imagen. Cuando el carácter de Jesús es desarrollado en nosotros también se desarrolla nuestra esperanza. Cuando nuestro carácter es transformado, aprendemos a confiar en lo que el Padre está haciendo. Al ser moldeados a Su imagen, más confiados estamos en Su Palabra y en Sus promesas. Entendemos más las profundidades de Su amor por nosotros. Sabemos que no importa lo que ocurra, estamos confiados en Él.
Pablo nos asegura que la esperanza que tenemos no nos defraudará (versículo 5). Dios derrama Su amor en los corazones de aquéllos que Él justifica. Aquéllos que conocen este amor en sus corazones, enfrentan sus pruebas y sufrimientos con seguridad y confianza en Dios.
¿Cuál es el resultado de la obra justificativa de Dios en nuestras vidas? Tenemos paz con Dios. Todas las barreras han sido quitadas. Nosotros tenemos entrada a Su gracia maravillosa y una esperanza que nunca nos avergonzará. Dios derrama Su amor en nuestros corazones a través de Su Espíritu Santo quien Él también da a todos los que creen. Estos regalos son demasiado maravillosos para que nosotros podamos entender pero ellos también son el resultado de la obra de Cristo y de la declaración de Dios de estar justificados ante Él a través de la obra de Su Hijo.
Para Consideración:
* ¿Qué significa ser justificado?
* ¿Cuáles son los beneficios dados a aquéllos que son justificados por la fe en Jesucristo?
* ¿Por qué es necesario perseverar bajo la disciplina de Dios en nuestras vidas? ¿Qué produce esta paciencia en nosotros?
* ¿Cómo Dios ha derramado Su amor en su corazón?
Para Oración
* Agradécele al Señor porque podemos ahora experimentar algunas de las bendiciones del cielo.
* Pídale a Dios que le dé gracia para perseverar de modo que Él pueda producir el carácter de Cristo en usted.
* Pídale a Dios que lo perdone por las veces que usted ha refunfuñado y se ha quejado cuando Él estaba produciendo el carácter de Jesús en usted.
* Agradécele al Señor por la esperanza maravillosa que usted ahora tiene como resultado de Su obra en su vida.
13 – CUANDO ÉRAMOSDÉBILES
Lea Romanos 5:6-11
En Romanos 5:6-11, Pablo aun da otro argumento poderoso para una salvación que viene como un regalo a través del favor inmerecido de Dios. Él nos recuerda que fue cuando éramos débiles y enemigos de Dios que Jesús vino a salvarnos. Es importante que nosotros consideremos esto en mayor detalle.
Pablo nos recuerda en el versículo 6 que Jesús vino en el tiempo correcto. Él vino cuando nosotros éramos débiles. Es importante que entendamos lo que Pablo está diciendo aquí. Él está diciéndonos que nosotros éramos impotentes en cuanto a salvarnos a nosotros mismos. La ley había estado operante durante muchos años, pero nadie podría salvarse observando esa ley. Si algo es claro es que la ley mostró que nosotros nunca podríamos alcanzar la medida de la norma que Dios había puesto para nosotros. La ley nos condenó. Nosotros éramos culpables ante Dios y merecedores de la muerte. Nosotros estábamos ahogándonos en un gran mar de pecado cuando el Señor Jesús nos extendió la mano para ofrecernos salvación. Él vino para llevar nuestro castigo sobre Él.
También es importante que veamos que Cristo murió por nosotros cuando éramos pecadores. Él murió cuando estábamos necesitados. Él no murió por las personas que podrían salvarse a sí mismas. Su obra fue un acto de misericordia y de gracia hacia aquéllos que eran enemigos de Dios y de todo lo que Él representaba.
En la historia de humanidad ha habido aquéllos que de buena gana murieron por un amigo o un ser amado. Esto, sin embargo, es raro en nuestro mundo. ¿Pero quién moriría por un enemigo o por un delincuente empedernido? ¿Se imagina a alguien muriendo en lugar del hombre que asesinó a su propio hijo? ¿Se imagina a una mujer que escoge morir en lugar del hombre que la violó? Esto es esencialmente lo que Jesús hizo. Él murió por nosotros cuando nosotros éramos sus enemigos. Nosotros resistimos las cosas de Dios. Nuestra naturaleza carnal era totalmente incompatible con la naturaleza del Espíritu. Profundamente en esa naturaleza carnal estaban las semillas de todo tipo de maldad y pecado. No fue por las personas buenas que Jesús murió.
La mayor expresión del amor de Dios fue demostrada a aquéllos que eran sus enemigos. Dios extendió la mano, no al justo, sino a los pecadores para traerlos a Él. Al morir por nosotros cuando éramos pecadores, Cristo nos mostró que no teníamos que merecer la salvación que Él ofrecía. Él nos mostró que aun como pecadores rebeldes, Él nos amó suficiente para morir por nosotros y declararnos justos ante Su Padre.
La sangre de Jesús aseguró nuestra posición correcta con Dios. Nosotros merecíamos pagar la penalidad por nuestro pecado pero Dios, por Su abundante misericordia, a través de Su Hijo, la pagó por nosotros.
Pablo nos recuerda en el versículo 9 que el que pagó la penalidad por nosotros también nos salvará y nos librará de la ira que se revelará. Si, como sus enemigos, somos reconciliados con Dios por medio de la muerte de Jesús, ¿no podríamos tener la seguridad que Él nos guardará ahora que somos Sus hijos? Si Él nos rescató siendo enemigos y rebeldes, ¿no nos cuidará ahora que somos parte de Su familia? No tenemos ninguna razón para dudarlo. En esto podemos regocijarnos y podemos tener gran confianza.
Hay varias lecciones importantes que necesitamos aprender de esta verdad. La primera es que ninguno de nosotros puede merecer nuestra salvación. Jesús vino a morir por pecadores que no podrían alcanzar la norma que Dios había puesto. Él murió porque no había ninguna manera que nosotros pudiéramos merecer nuestra salvación. Él murió por nosotros en nuestra indignidad. Él hizo eso porque Él nos amó aun siendo nosotros pecadores. Nosotros debemos venir a Él tal como somos. Él ha demostrado que Él nos ama al asumir nuestra penalidad. Nosotros nunca seremos suficientemente buenos. Simplemente debemos venir, confesando que no podemos, reconociendo que a menos que Él nos perdone y nos reconcilie con Dios estamos perdidos sin esperanza.
La segunda cosa que necesitamos aprender es que aquéllos que conocen este perdón pueden vivir en confianza. Si Él nos amó cuándo éramos rebeldes y viviendo en pecado, Él ciertamente no nos desamparará ahora que hemos sido adoptados como hijos. Todos hemos fallado en nuestro andar cristiano. Todos nosotros luchamos con la carne. Todos nosotros tropezamos y caemos. El enemigo viene a menudo a decirnos que si hemos tropezado, somos indignos del amor de Dios. Él intenta hacernos creer que Dios nos dará la espalda si no estamos viviendo perfectamente. La verdad de este asunto es que nosotros no tuvimos que ser perfectos para que el Señor Jesús muriera por nosotros y no tenemos que ser perfectos para que Él nos ame como hijos suyos. Debemos estar seguros en Su cuidado y provisión. Él no nos abandonará ahora que somos suyos. En esto podemos tener gran causa de regocijo.
Para Consideración:
* ¿Cómo demuestra la muerte de Cristo en la cruz que la salvación es un regalo y que no es merecida?
* ¿Qué confianza nos da nuestra justificación para estar de pie ante Dios?
* ¿Qué confianza debemos tener como creyentes al saber que Jesús estaba dispuesto a morir por nosotros cuando éramos pecadores? ¿Él nos guardará ahora que somos Sus hijos?
Para Oración:
* Agradézcale al Señor que Él nos amó aun siendo pecadores rebeldes.
* Agradézcale que Él nos ama incluso cuando nosotros fallamos como creyentes.
* Si usted nunca ha experimentado el perdón del Señor, venga ahora mismo a Él y confiese su pecado. Pídale que lo perdone y lo declare justo ante él.
14 – UN HOMBRE
Lea Romanos 5:12-21
En esta sección, Pablo nos muestra cómo el pecado entró en el mundo y se volvió un problema mayor para nosotros como seres humanos. Él también nos muestra cómo el Señor Jesús vino a la tierra para resolver este problema y ofrecernos vida eterna.
Pablo comienza recordando que el pecado entró en el mundo a través de un hombre. En el mismo principio del tiempo, Dios creó al hombre y a la mujer y los puso en el Jardín de Edén para cuidarlo. Dios puso un árbol en el Jardín y les prohibió a Adán y a Eva comer de su fruto. Él les dijo que si ellos comían de su fruto ellos morirían.
Dios puso una prueba delante de Adán y Eva. Al hacer esto Él les concedió libre albedrío y la habilidad de escoger amarlo o desobedecer. Dios quería que esa decisión fuera una decisión voluntaria de sus corazones.
Adán y Eva escogieron comer del árbol prohibido. El efecto de ese primer pecado fue evidente inmediatamente. La intimidad de Adán y Eva con Dios y entre ellos mismos se había roto. Había, sin embargo, otras implicaciones de este pecado.
En el versículo 12 leemos que la muerte vino como consecuencia del pecado. La muerte acerca de la cual hablamos aquí es física y espiritual. Adán volvería al polvo del que él fue creado. Peor que esto, sin embargo, su pecado ahora lo separó de Dios.
Es importante notar en este versículo que el pecado de Adán y Eva no los afectaron a ellos solamente. El versículo 12 nos dice que la muerte pasó a toda la humanidad porque todos pecaron. Noten aquí que incluso antes que sus descendientes nacieran, ellos fueron declarados ser pecadores. Todo ser humano en la línea de Adán nacería en pecado. El pecado de Adán afectó a todo descendiente después de él.
Pablo les recuerda a sus lectores en el versículo 13 que el pecado estuvo en el mundo incluso antes que fuera dada la Ley de Dios. Mientras que el pecado existió antes de que se diera la ley a Moisés, las personas realmente no entendieron la magnitud de su pecado sin ella. La ley, sin embargo, reveló lo que Dios había esperado desde el principio. Las personas ahora tenían una norma con la cual compararse. El resultado no fue favorable. La ley se volvió en un espejo que revela la gran distancia en la que la humanidad se había apartado de Dios.
Incluso aquéllos que vivieron antes que la Ley de Dios fuera dada estaban bajo la condenación de muerte (versículo 14). Esta muerte y separación de Dios estaban en efecto aunque no había ninguna ley escrita que romper. Aunque nunca hayamos oído hablar de los requisitos de Dios, aun así somos culpables. El pecado nos separa a todos de Dios y nos pone bajo Su juicio. Imagine a un hombre o a una mujer decir: “Yo no puedo tener cáncer porque nunca he escuchado hablar de tal cosa.” Así es con respecto al pecado y muerte. Puede que no entendamos nuestra situación o que seamos ignorantes de ella, pero eso no significa no vaya a destruirnos.
Las personas que vivieron desde el tiempo de Adán hasta Moisés no tuvieron el conocimiento que llegó por medio de la Ley, pero ellos estaban aún bajo la maldición del pecado.
Hay hombres y mujeres alrededor del mundo que no entienden lo que Dios tiene que decir acerca del pecado pero ellos están aun separados de Dios y bajo Su juicio.
Pablo les dijo a los romanos en el versículo 14 que Adán era figura del que había de venir. Él explica lo que él quiere decir con esto contrastando lo que le ocurrió a la humanidad a través del pecado de Adán con lo que sucede a través del Señor Jesús. En el versículo 15, él les dijo a los romanos que el Señor Jesús vino para tratar con el pecado que llegó por medio de Adán. Todos murieron como resultado del pecado que vino por Adán. La gracia del Señor Jesús, sin embargo, fluye a muchos. Adán trajo la muerte, Jesús trajo la gracia. Debido al pecado de Adán, el mundo entero fue puesto bajo el juicio de Dios. Por otro lado, a través de la muerte del Señor Jesús podemos ser justificados con Dios (versículo 16).
Mientras Adán trajo la muerte a todos nosotros, aquéllos que reciben la provisión de Dios a través del Señor Jesús recibirán el don de la justicia (versículo 17). El pecado de Adán resultó en la condenación del mundo entero, pero la obra de Cristo trae justificación y vida a todos los que vienen a Él. A través de la desobediencia de uno muchos fueron constituidos pecadores; a través de la obediencia de Jesús muchos pueden reconciliarse con Dios.
Hay un remedio para el pecado y la separación de Dios. El Señor Jesús vino a pagar el precio para que todos aquéllos que creen en Él puedan ser declarados justos.
La realidad triste es que muchas personas no entienden que están bajo pecado y juicio. Yo he conocido individuos que me recuerdan que ellos no mienten, engañan, roban, o cometen adulterio. Ellos aman sus prójimos, van a la iglesia y son buenos ciudadanos de su país. Estos individuos no piensan que son pecadores. Es por esto que el Señor dio su ley a través de Moisés. En el versículo 20, Pablo nos recuerda que la ley se introdujo para que el pecado abundase. Lo que él quiere decir con esto es que Dios dio la ley para mostrarnos cuan lejanos estamos de Su norma. La ley actúa como un espejo y nos muestra quiénes realmente somos. Nos da evidencia de una naturaleza pecaminosa.
Pablo concluye en los versículos 20 y 21 diciéndonos que cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia de Dios. Jesús ofrece Su gracia y perdón a todos los que vienen a Él reconociendo su pecado. Adán abrió la puerta y el pecado vino. El pecado saqueó el planeta entero. No hubo nadie que no fuera afectado por él. El pecado iba a llevarnos a todos a la muerte y a la separación eterna de Dios. Pero hay esperanza. El Señor Jesús murió por nuestro perdón. El pecado vino por un hombre pero a través de Jesús fue destruido.
Para Consideración:
* ¿Cuál fue el resultado de que Adán abriera la puerta al pecado? ¿Qué evidencia hay de nuestra naturaleza pecaminosa en el mundo hoy?
* ¿Ha conocido a individuos que no creen que son pecadores? ¿Qué tiene que decir este pasaje sobre esto?
* ¿Qué rol jugó la ley?
* ¿Cómo es que Jesús resuelve el problema del pecado?
Para Oración:
* Tome un momento para agradecerle al Señor por haber venido a ofrecernos una solución al problema del pecado.
* Agradézcale al Señor que usted ha sido librado de la condenación del pecado.
* Tome un momento para orar por un amigo que no entiende todavía que él o ella está bajo la condenación de Dios.
15 – ¿PECAREMOS? – PARTE 1
Lea Romanos 6:1-14
Pablo ha estado mostrando que la salvación era por gracia por medio de la fe en la obra del Señor Jesucristo y no el resultado de la obediencia a la ley. Él también da un recordatorio que el Señor es mayor que nuestro pecado. Él demostró esto en el capítulo 3 mostrando cómo Dios usó a la nación pecadora de Israel para lograr Sus propósitos.
Esta enseñanza plantea dos tipos de preguntas que Pablo aborda en este pasaje. El primer tipo se relaciona con nuestra conducta. Si ya no estamos bajo la ley, ¿tenemos excusa para pecar? Si el perdón de nuestro pecado demuestra cuán amoroso y misericordioso es Dios, ¿entonces por qué no pecamos incluso más para que el mundo pueda ver cuán perdonador y amoroso es el Dios que tenemos?
El segundo tipo de preguntas se relaciona con nuestra responsabilidad a la ley. Si ya no estamos bajo la ley, ¿significa entonces que ya no tenemos que cumplirla? ¿Podemos hacer cualquier cosa que queramos porque ya no estamos bajo la ley?
Pablo se dirige a la primera pregunta en el versículo 1, “¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? “Consideremos esta pregunta en detalle. Dios demostró su amor para con nosotros cuando éramos pecadores. Él extendió Su mano hacia nosotros y perdonó nuestros pecados. Él envió a Su único Hijo que se muriera en la cruz para demostrar Su gracia maravillosa y Su perdón. Si la gracia de Dios es vista en el perdón de nuestro pecado, ¿no tendría sentido, entonces, continuar pecando y permitirle a Dios que demuestre cuánta gracia Él realmente tiene para nosotros?
Pablo contesta esta pregunta en el versículo 2 con un rotundo “¡No! “Él les dijo a los romanos que como creyentes ellos habían muerto al pecado y que ellos ya no podían vivir más en él. Él les recordó que todos los que han sido bautizados en Cristo fueron bautizados en Su muerte. Ellos fueron enterrados con Él a través del bautismo para que así como Jesús resucitó de los muertos ellos también pudieran resucitar.
Hay dos cosas que necesitamos considerar en estos versículos. Primero, Pablo nos dice que como creyentes hemos muerto al pecado. Cuando el Señor Jesús fue a la cruz Él tomó nuestro pecado sobre Él. Al aceptar la obra del Señor Jesús por nosotros, aceptamos la muerte de nuestro pecado en la cruz con Él. Esos pecados y la vieja manera de vivir están ahora muertos para aquéllos que aceptan la obra de Cristo.
La segunda cosa que necesitamos ver es que nuestro bautismo es un símbolo de esta muerte al pecado. Pablo les dijo a los creyentes romanos que ellos fueron bautizados en la muerte de Cristo. Creyentes de diferentes persuasiones practican diferentes formas de bautismo. Para aquéllos que practican la inmersión, el simbolismo está muy claro. El candidato se lleva al agua y se sumerge o entierra bajo el agua. Éste es un recordatorio que el individual bautizándose se identifica con la muerte de Cristo por él o ella. La persona siendo bautizada, sin embargo, no permanece enterrada bajo el agua. Él o ella son levantados de nuevo como un símbolo de la nueva vida que ellos reciben en Cristo.
En el bautismo, nosotros estamos unidos con Cristo en Su muerte y nos identificamos con la nueva posición que Él nos ha dado con el Padre. En el Antiguo Testamento cuando un hombre se divorciaba de su esposa, él no tenía ningún derecho de retornar a ella. Así es como es en cuanto al pecado. Aquéllos que declaran su obediencia a Cristo se han divorciado o han muerto al pecado y no tienen derecho de volver a él.
Considere un segundo ejemplo. Imagine a una pareja que decide vender su casa. El día llega cuando ellos encuentran a un comprador y la transacción legal es hecha. A partir de ese día, ellos no tienen ningún derecho légala la casa. La casa continúa en pie pero ya no le pertenece a ellos. Entrar en esa casa sin invitación sería ilegalmente.
Así es como es ahora en nuestra relación con Cristo. Nosotros hemos firmado nuestra obediencia al Señor Jesús. Ya no tenemos ningún derecho para retornar a nuestros viejos caminos.
Pablo nos recuerda que nuestro viejo hombre ha sido crucificado con Cristo, (versículo 6), para que ya no fuéramos esclavos de él. Nuestro contrato con el pecado y con el viejo hombre ha sido anulado. Así como la muerte trae fin a un matrimonio, nuestra muerte con Cristo trae fin a nuestro contrato con el pecado y nos obliga a Cristo como nuestro nuevo Amo. El compromiso del creyente es ahora a su Señor.
En los versículos 8-10, Pablo les recordó a los romanos que si ellos morían con Cristo, ellos también resucitarían con Él a la vida. Cuando Cristo murió y resucitó de los muertos, Él les demostró a todos que Él había vencido el poder de la muerte. Él demostrado que Él era su amo. Si Él ha conquistado el poder de la muerte, entonces la muerte no tiene poder sobre Él. Debido a que Jesús conquistó la muerte, nosotros que les pertenecemos a Él también la conquistaremos en Su nombre. Como creyentes e hijos de Dios, nosotros también tenemos victoria sobre la muerte y la esperanza de la resurrección para estar por siempre con nuestro Señor.
Noten que Pablo nos dice que Cristo murió al pecado “una vez por todas.” En otras palabras, Él murió una vez por todo pecado, y por todos los que vendrían a Él. Su muerte conquistó el poder de todo pecado para siempre. Esto plantea una pregunta importante. Si Jesús murió para conquistar el pecado, ¿por qué todavía vemos evidencia de pecado en nuestro día?
Es cierto que Jesús murió para derrotar al pecado. También es verdad que todavía vemos pecado alrededor de nosotros en nuestro día. ¿Cómo reconciliamos estas dos declaraciones aparentemente contradictorias? Cuando el Señor Jesús murió, todo el poder legal que el pecado tenía sobre nosotros fue roto. Fuimos librados de su condenación. Aunque todavía pecamos en este mundo, la cruz de Cristo cubre esos pecados para que ellos ya no nos alejen de Dios.
Hay muchas enfermedades que fueron una vez fatales. Hoy nosotros hemos descubierto las curas para esas enfermedades para que las personas ya no tengan que morir por ellas. Una sencilla aguja o pastilla pueden remediar lo que era fatal. A pesar que hemos conquistado muchas enfermedades fatales a lo largo del curso de la historia, las personas todavía padecen de esas enfermedades. La diferencia es que aunque todavía podemos enfermarnos, hay una solución. El poder de esas enfermedades ha sido roto.
Así es con el pecado. El Señor Jesús nos dio la cura para el pecado. Su muerte ha conquistado el poder del pecado. Ya no tenemos que enfrentar una eternidad sin Dios debido a nuestro pecado. El pecado todavía está alrededor de nosotros pero su poder ha sido roto en la cruz.
Si hay una cura para el pecado, ¿por qué alguien continuaría viviendo en él? ¿Por qué habría una persona que ha recibido la vida desear regresar a la muerte? Si hemos visto la luz ¿por qué querríamos retornar a la oscuridad? Si somos saludables ¿por qué querríamos enfermarnos de nuevo? No sólo ya no tenemos el derecho para volver al pecado, sino que sería tonto incluso considerarlo.
Pablo nos desafía a no permitir que el pecado reine más en nuestros cuerpos. Nosotros no tenemos que permitirle reinar en nosotros porque Jesús nos ha traído la cura. Nosotros no tenemos que escuchar a los deseos malvados de la vieja naturaleza carnal. Ya no somos esclavos del pecado. Noten sin embargo, que hay una decisión que nosotros necesitamos hacer. Nosotros necesitamos escoger la vida de Cristo y apartarnos de los caminos pecaminosos. Nosotros debemos decidir no permitir que el pecado reine en nuestros cuerpos. Cuando el pecado viene, debemos conquistarlo y echarlo fuera. No debemos permitir más que nuestros cuerpos sean usados como instrumentos para el pecado y la maldad. En cambio, debemos ofrecernos completamente y totalmente al Señor Jesús.
Aquéllos que han aceptado la obra de Cristo deben apartarse del pecado. Así como un esposo se compromete a serle fiel a su esposa, así el creyente debe ahora entender su compromiso con Dios. Habrá tentaciones en el camino, pero esas tentaciones deben resistirse. Debemos considerarnos muertos al pecado pero vivos a Dios. Aquéllos que dicen, “Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde,” sólo demuestran que no entienden lo que la gracia de Dios ha logrado.
Para Consideración:
* ¿Qué significa morir al pecado? ¿Significa que nosotros ya no pecamos?
* ¿Cómo es el bautismo un símbolo de lo que ocurre cuando venimos al Señor Jesús?
* Si Cristo vino a derrotar el pecado, ¿por qué todavía vemos evidencia de él en nuestro día?
* ¿Cuál es nuestra obligación con Cristo ahora que hemos “muerto con él?”
* ¿Está usted viviendo como uno que tiene un compromiso con Señor Jesús?
Para Oración:
* Agradézcale a Dios por la manera que Él ha provisto una cura para el pecado.
* Pídale al Señor que le ayude a serle fiel a Él y a Sus propósitos.
* Pídale a Dios que le muestre cualquier área de su vida que necesita ser más totalmente entregada a Él.
16 – ¿PECAREMOS? – PARTE 2
Lea Romanos 6:15-23
Pablo ha estado tratando con algunas objeciones a su enseñanza sobre la salvación por gracia a través de la fe en el Señor Jesús. En la última meditación veíamos la primera de estas objeciones, principalmente, que si nuestro pecado demuestra la gracia y el perdón de Dios, entonces ¿no tendríamos una excusa para pecar de modo que el mundo pueda ver aun más la gracia de Dios?
La segunda objeción a la enseñanza de Pablo la vemos en el versículo 15 y será el tema central de este capítulo. Pablo ha estado enseñando que ya no estamos bajo la ley sino bajo la gracia. Hubo aquéllos que objetaron la enseñanza de Pablo diciendo que si nosotros apartamos la Ley de Dios, las personas podrían vivir de la manera que quisieran.
Pablo contesta a esta objeción en el versículo 16 diciéndoles a sus lectores que cuando ellos se ofrecen para ser esclavos de alguien, se requería de ellos que obedecieran a ese amo. Pablo les recordó que ellos solían ser esclavos del pecado y estaban separados de Dios. Ahora, sin embargo, ellos habían escogido “de corazón” abrazar un nuevo estilo de vida basado en la enseñanza que ellos habían recibido (versículo 17). Esa enseñanza era lo que Pablo había estado explicándoles sobre el camino de la justicia por fe.
Noten en el versículo 18 que esta enseñanza los liberó del poder del pecado. Cuando ellos entendieron por qué Jesús vino y la oferta que Él le estaba haciendo a ellos, ellos aceptaron esta enseñanza de corazón. Ellos se entregaron a Jesús y se ofrecieron a Él para ser siervos de la justicia.
Pablo ilustra esto en “términos humanos” recordándole a su público acerca de cómo ellos ofrecían sus cuerpos como esclavos a la impureza, y a la siempre creciente maldad. Habiendo vivido en inmoralidad y en gran maldad, ellos entendían lo que Pablo les estaba hablando. Sus cuerpos habían sido dedicados al placer y a los deseos pecaminosos. Pablo les dice que de la manera que ellos habían ofrecido sus cuerpos a tal pecado y maldad, ahora ellos debían ofrecerlos a Dios y a la justicia. Como esclavos del pecado, ellos no sabían nada sobre la justicia de Cristo. Ellos no estaban regidos por la Palabra de Dios o por la guía del Espíritu Santo (versículo 20). Jesús, sin embargo, los compró legalmente de su viejo amo de pecado al precio de su vida. Él los compró para Él. Ellos eran ahora Sus esclavos.
Pablo les pidió a los romanos que consideraran el fruto que ellos tuvieron de vivir como esclavos del pecado (versículo 21). Ellos habrían estado avergonzados al mirar atrás en sus vidas bajo el cruel capataz del pecado. Ellos habían llenado sus vidas de placer y de inmoralidad pero quedaron vacíos, secos, y avergonzados de sus vidas. No había esperanza en esta vida de pecado y maldad.
¡Qué diferencia tan grande estaban ellos experimentando ahora como siervos de Cristo! Los beneficios de vivir en Cristo y bajo el Su señorío no podrían compararse a lo que ellos habían experimentado bajo la atadura y la esclavitud del pecado. Ellos tenían ahora una garantía de la vida eterna en la presencia de Cristo. Día a día ellos estaban volviéndose cada vez más como el Señor Jesús en sus acciones y pensamientos. Había significado y propósito en la vida. ¿Por qué ellos desearían retornar a su amo anterior?
Aquéllos que han venido al Señor y se han convertido en sus siervos han visto la diferencia entre vivir como esclavos del pecado y vivir para Cristo. Ellos han entendido la atadura de vivir en pecado. Ellos también han visto el gozo de ser siervos de Cristo. No hay comparación.
Pablo concluye su argumento en el versículo 23 con una razón final muy convincente para apartarse del pecado y la maldad, “Porque la paga del pecado es muerte, más la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.” El argumento aquí es este: Si no estamos bajo la ley ¿quiere decir que podemos pecar? Pablo deja muy claro que el pecado lleva a la muerte. El camino del Señor Jesús, sin embargo, lleva a la vida eterna. ¿Por qué habría aquéllos que han sido liberados de la esclavitud del pecado y la maldad desear retornar a este amo cruel cuyo único fruto era la muerte y la separación eterna de Dios?
Cuando venimos al Señor Jesús somos liberados de la esclavitud del pecado y nos hacemos hijos de la justicia. Somos siervos de Cristo. Volver al pecado sería negar nuestro compromiso con Cristo quien nos ha libertado. Ponernos bajo el señorío del pecado sería malentender lo que tenemos en el Señor Jesús. Debido a la gran obra que Él ha hecho por nosotros, debe ser nuestro deleite obedecer a Cristo y regocijarnos en las bendiciones maravillosas de la obediencia a Él. Aquéllos que dicen que la doctrina de la salvación por gracia lleva al pecado nunca han verdaderamente experimentado el gozo maravilloso de la salvación por gracia.
Para Consideración:
* ¿En qué manera se podría decir que usted era un esclavo del pecado?
* ¿Usted recuerda el día cuando usted aceptó al Señor Jesús como su Salvador? ¿Usted se ofreció a Él para servirle ese día? ¿Qué implica esto en el vivir de todos los días?
* ¿Qué diferencia usted vio en su vida cuando usted se hizo siervo de Cristo?
* Si usted ya no está bajo la ley ¿quiere eso decir que usted puede hacer como usted guste? Explique.
* ¿Cuáles son los frutos de la obediencia a Cristo?
Para Oración:
* Agradézcale al Señor que Él lo liberó de la esclavitud del pecado.
* Pídale que abra su corazón para entender las implicaciones de ser ahora esclavo de la justicia.
* Agradézcale que Él es un amo bueno y fiel contrario a nuestro amo anterior.
* Pídale al Señor que le haga un siervo más dispuesto de la justicia.
* Pídale que lo perdone por las veces que usted no lo ha servido fielmente.
17 – MUERTOS A LA LEY
Lea Romanos 7:1-6
En esta próxima sección de su carta a los romanos, Pablo habla sobre cómo aquéllos que están vivos para Cristo han sido liberados de la Ley. Para enfatizar su punto, Pablo les recordó a los romanos que la ley sólo tenía autoridad sobre una persona viva. Pablo ilustra esto usando el ejemplo del matrimonio.
La ley judía obligaba a una mujer a su marido mientras tanto él viviera. Si el marido moría, ella estaba liberada de él y libre para casarse con otro hombre. La muerte liberaba a los cónyuges de sus obligaciones uno para con el otro.
Pablo explica en el versículo 3 que si una mujer se casa con otro hombre mientras su marido estaba aún vivo, ella era consideraba como una adúltera. Si su marido muere, sin embargo, esta mujer estaba libre para casarse con otro hombre sin ninguna otra obligación con su primer marido. Ella no pecaba casándose con otro hombre si su primer marido estuviera muerto.
La idea que Pablo está expresando aquí es esta: Cuando el Señor Jesús murió en la cruz, nosotros morimos con Él a la ley. Aquéllos que han muerto con Cristo no tienen ninguna obligación a la ley. Jesús pagó la penalidad por nuestro pecado y nos liberó de nuestra obligación y deuda a la ley. Nosotros ahora somos libres para seguir otro régimen, el régimen de la justicia por la fe en Cristo aparte de la ley. Pablo les recordó a los romanos que ellos estaban controlados por su naturaleza pecaminosa. Todo tipo de pasiones malvadas brotaban de esa naturaleza de maldad. Nosotros estamos constantemente en guerra con ellas. La vieja naturaleza estalla en enojo, lujuria, codicia, y envidia que resultan tanto en la muerte espiritual como física.
Noten en el versículo 5 que Pablo les dijo a los romanos que sus pasiones pecaminosas eran suscitadas por la ley. En otras palabras, la Ley de Dios le mostró al pueblo de Dios lo que era pecaminoso y expuso la maldad que controlaba sus corazones, pero no podía domar ese mal.
Pablo les dijo a los romanos en el versículo 6 que al morir al régimen de la ley ellos eran libres para seguir un nuevo régimen, el régimen del Espíritu. Pablo describiría este nuevo régimen más adelante en su carta.
Lo que es importante que nosotros entendamos de este pasaje es que algo ocurrió cuando el Señor Jesús murió. La paga por nuestro pecado era la muerte. Jesús murió en nuestro lugar. Esto significa que legalmente yo morí con Él. Con mi muerte, yo fui liberado de mis obligaciones al régimen de la ley. Yo no estoy ahora legalmente obligado a la ley sino a un nuevo régimen. El régimen que Pablo describe como “el régimen nuevo del Espíritu.” (Romanos 7:6). Nosotros examinaremos este “régimen nuevo del Espíritu” después en más detalle en este comentario.
Para Consideración:
* ¿Qué significa morir al régimen de la ley?
* ¿Cómo Pablo usa la ilustración del matrimonio para mostrar que somos libres del viejo régimen de la ley?
* ¿Cómo morimos nosotros con Jesús en la cruz? ¿Cuál es la implicación de nuestra muerte con Cristo?
Para Oración:
* Agradézcale al Señor que Él tomó nuestra penalidad sobre Él cuando Él murió en la cruz.
* Agradézcale al Señor porque nosotros morimos con Él en la cruz.
* Pídale al Señor que le ayude a entender lo que quiere decir ahora vivir en el “régimen nuevo del Espíritu.”
18 – ¿LA LEY ES PECADO?
Lea Romanos 7:7-13
En la última meditación vimos que hemos muerto al viejo régimen de la ley. A través de esa ley nadie es declarado justo. A través de Cristo hay un nuevo régimen. Su muerte pavimentó el camino para el perdón de pecado y al ministerio del Espíritu Santo. Aquéllos que aceptan al Señor Jesús como su Salvador y reciben el Espíritu Santo conocen esta nueva naturaleza en ellos. Nosotros ya no vivimos bajo la ley sino bajo la dirección y el ministerio del Espíritu de Cristo el cual nos está recreando a la imagen de Cristo. Sólo podemos imaginar la dificultad de esta enseñanza para los judíos de ese tiempo. Ellos vivían para la ley y por la ley. Cualquier enseñanza que pareciera anular la ley habría sido herejía.
Lo que es importante que entendamos es que la ley no ha sido abolida. Aunque ya no estamos bajo ella, si somos sensibles a la guía del Espíritu de Cristo y su Palabra nos encontraremos no sólo viviendo según los principios de la ley sino haciéndolo a un nivel más alto. La ley es buena para ayudarnos a cambiar nuestras acciones y conductas externas. El Espíritu de Dios, sin embargo, obra para cambiar nuestros corazones desde dentro.
Esta enseñanza de Pablo tiene el potencial de llevar a algunos a asumir que la ley es pecado. Es decir, que la ley era contraria al propósito de Dios en la salvación y la santidad. Pablo trata con este problema comenzando en el versículo 7.
La pregunta de si la ley es pecado es contestada con un muy definido “En ninguna manera.” En el versículo 7 Pablo nos recuerda que la ley tenía su propósito. Nos enseñó sobre el pecado. Si no hubiera sido por la ley nunca hubiéramos sabido qué era el pecado. Pablo usa un ejemplo de la codicia para explicar esto. Todos hemos deseado lo que otros tienen al punto de no estar contentos con lo que tenemos. Muchas personas creen que es natural que nos sintamos de esta manera. Cuando la ley nos dice, sin embargo, que no debemos codiciar, nosotros venimos a comprender que este deseo de tener lo que otros tienen es en realidad contrario a la voluntad y propósito de Dios. Es pecado. ¿Cómo hubiéramos sabido que esto es pecado si la ley no nos dijera? Por consiguiente, la ley no es pecado.
Continuando, Pablo nos dice en el versículo 8 que sin la ley el pecado está muerto. Esto merece un poco de consideración. Dónde no hay ley contra codiciar ¿cómo es que alguien puede ser culpable de codiciar? Si no hubiera ley contra el asesinato, ¿cómo pudiéramos condenar al asesino? Si hay leyes que violar, ¿cómo podemos hacer a las personas responsables y castigarlos por sus acciones? Si hay ley no puede haber ningún castigo.
Aun así Pablo nos dice que el pecado tomó ventaja de la oportunidad proporcionada por la ley para producir en nosotros todo tipo de deseo codicioso. Lo que nosotros necesitamos entender de esto es que el pecado aliméntala rebelión y el orgullo. Cuando el pecado ve la ley se rebela. El pecado no se somete a la ley de Dios ni a Sus propósitos. Se levanta audazmente en rebelión para hacer lo suyo propio. El pecado no acepta que le digan qué hacer. No se someterá a la autoridad. Cuando el pecado vio la ley se rebeló y produjo todo tipo de deseo malvado imaginable en la carne. Empezó en el Jardín del Edén. Allí, el pecado se opuso a la ley de Dios. Dios había advertido contra comer del árbol en el centro del jardín, pero el pecado incitó a Adán y a Eva para rebelarse contra esta ley y ellos se rindieron a su impulso. El resultado fue la muerte. En cuanto a nosotros, el pecado continúa tentando y llevándonos contra los propósitos de un Dios soberano y santo. Todos sentimos la presión para rebelarse.
Pablo luego nos dice que una vez vivíamos sin la ley (versículo 9). La mejor manera de entender esta declaración es verlo a la luz de cómo la mayoría de las personas se ven a ellos mismos. La mayoría cree que son personas buenas, no como viles pecadores. Ellos hacen lo que quieren sin ninguna restricción. En su ignorancia de la ley, ellos viven en una libertad torcida. Entonces un día el Espíritu de Dios los atrapa y les muestra sus requisitos a través de Su Palabra. Cuando ellos se ven en el espejo de la Palabra, ellos comprenden que no alcanzan la norma que Dios ha puesto. Cuando son enfrentados con la Palabra de Dios y la realidad de sus requisitos, ellos simplemente vienen a comprender cuan esclavizados realmente están. Ellos comprenden de repente que están separados de Dios, bajo Su juicio, y que no tienen esperanza. Es por ello que Pablo nos dice que los mandamientos, que se supone que traigan vida, en verdad traen muerte. Ellos iluminan nuestro estado deplorable. Una vez que esto es hecho, encontramos que nuestra única esperanza está en la gracia de Dios.
El pecado, dice Pablo, toma las oportunidades proporcionadas por la ley para destruirnos. Al revelar nuestro pecado, demuestra nuestra depravación. Parece, aquí, que Pablo vino a comprender el poder del pecado en su propio corazón. El pecado parecía controlarlo a él. Él no podía evitar pecar. Los mandamientos eran claros pero antes a su conversión, él no tenía la habilidad de obedecerlos. El pecado tenía control de él y lo llevó a la desobediencia y la rebelión. Sin Cristo, él no tenía ninguna posible esperanza de cumplir la ley.
Yo he encontrado que esto es real en mi propia vida. La ley es ciertamente santa y buena, sin embargo, produjo muerte en mí. Produjo muerte en el sentido que me hizo comprender que yo era incapaz de alcanzar la norma de Dios. Me dejó totalmente desvalido. Me obligó a que comprendiera que si yo iba a ser salvo de mi pecado, tendría que haber otra manera. La ley apartó mi atención fuera de mi mismo y de mis propios esfuerzos porque me mostró que yo nunca conseguiría el cielo si dependiera de mí. La ley me llevó cara a cara con mis limitaciones para que yo pudiera volverme a Cristo como mi única esperanza.
La realidad del asunto es que si no fuera por la ley yo nunca habría sabido que yo era pecador en necesidad de un Salvador. La ley me mostró quién yo realmente era. Actuó como un espejo para mostrarme mi mugre y suciedad. Pero eso era todo lo que era, sólo un espejo. Todos sabemos que un espejo puede mostrarnos la suciedad en nuestra cara pero no puede limpiar la suciedad. Limpiarla requiere jabón y agua. Esto es lo que Cristo proporciona. La ley nos mostró nuestra suciedad, Cristo vino a ser el jabón que nos limpiaría de esa suciedad. Si nos detenemos frente al espejo de la ley, nos quedamos sin la limpieza. Sólo Jesús puede limpiar nuestras almas mugrosas.
Muy a menudo predicamos un mensaje de salvación que omite el pecado. El problema con esto es que a menos que nosotros veamos nuestra necesidad de un Salvador, no apreciaremos totalmente la salvación. Hay muchas personas que parecen desear lo que el Señor Jesús ofrece pero parecen no aceptar el hecho que ellos son pecadores. ¿Cómo puede ser esto? Si ellos no son pecadores, ¿por qué ellos querrían algo que ver con Cristo? Si ellos no están sucios, ¿por qué tomarían una ducha? Hay ninguna otra manera de venir a Él sin reconocer nuestro pecado y necesidad. Alaba a Dios porque la ley nos muestra nuestro pecado de manera que pudiéramos ser llevados al Salvador.
Para Consideración:
* ¿Cuál era el propósito de la ley según Pablo?
* ¿Por qué no puede la ley salvarnos?
* ¿Por qué necesitamos al Señor Jesús para ser salvos?
* ¿Por qué es importante que entendemos nuestro pecado antes de venir a Cristo?
Para Oración:
* Agradézcale al Señor por mostrarle que, a pesar del hecho que usted es un pecador, Él le ha ofrecido una manera de escape a través del Señor Jesús.
* Pídale al Señor que le abra la mente cada vez más a la imposibilidad de vivir la vida cristiana en su propia fuerza.
* Agradézcale al Señor que Él ha puesto su Espíritu Santo en usted para permitirle vivir la vida que Él requiere de usted.
19 – LA LUCHA INTERIOR
Lea Romanos 7:14-25
La ley fue dada para mostrarnos nuestra necesidad de un Salvador. Era como un espejo que nos mostraba quienes realmente éramos pero era incapaz de limpiar la suciedad del pecado de nosotros. Para eso necesitamos a un Salvador.
Pablo dice que la ley era buena. Logró lo que fue diseñada para lograr. Reveló el pecado. A través de la ley Pablo se comprendió a sí mismo. Él se vio como el pecador que realmente era. De hecho, en el versículo 14 él les dijo a los romanos que su carne era vendida al pecado. En otras palabras, su carne era controlada por el pecado. Él era su esclavo.
Es difícil imaginar al gran apóstol Pablo luchando con el pecado carnal, pero él es muy honesto con nosotros aquí. Él nos dice que él no hacía las cosas que él quería hacer y que se encontraba haciendo las cosas que él no quería hacer. Para Pablo, parecía haber dos cosas contradictorias ocurriendo en su vida. Él tenía un deseo de hacer lo que era correcto pero se encontraba haciendo lo contrario. Había dos naturalezas luchando en él. La carne era incapaz de agradar a Dios, pero el Espíritu, por otro lado, se deleitaba en Dios y buscaba honrar a Dios en todo.
¿Quién entre nosotros no se ha visto en la misma lucha que Pablo? Nosotros hablamos esas cosas que sabemos que no debemos hablar. Reaccionamos ante situaciones desagradables en maneras que no son apropiadas. Sabemos que estas cosas son malas, pero nos encontramos haciéndolas de todas formas. Al mismo tiempo, hay una parte de nosotros que aborrece el pecado y desea agradar al Señor.
Pablo les recordó a los romanos en el versículo 16 que su deseo de hacer lo que era correcto era evidencia que la ley era buena. En otras palabras, ellos reconocieron en ellos mismos que la norma de Dios (establecida por la ley) era correcta y santa. Les afligía en sus corazones que ellos no podían cumplir esa norma simplemente por el hecho de saber que era correcta.
Hay un lado de nosotros que ama a Dios y quiere obedecer su ley. Por otro lado, hay algo en nosotros que parece rebelarse y sólo quiere agradar a la carne. Ésta era la lucha que el apóstol que Pablo sentía en su vida.
Pablo explica este conflicto en el versículo 17. Él nos dice que no era él quién complacía la carne, sino el pecado que vivía en él. Es importante que tomemos un momento para considerar lo que Pablo nos está diciendo aquí.
Cuando Jesús murió en la cruz, Él no sólo nos perdonó, él también nos cambió y nos dio un nuevo corazón. Escribiéndole a los corintios en 2Corintios 5:17 Pablo lo dice de esta manera:
“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.”
Jesús no sólo vino a perdonarnos sino que también Él plantó una nueva vida en nosotros. Aquéllos que pertenecen al Señor Jesús han experimentado esta vida con sus nuevos deseos y propósito. Venir a Cristo y experimentar esta nueva vida, sin embargo, no significa que nunca más pecaremos. De hecho, la nueva naturaleza trae un conflicto a la vida del creyente. La carne clama por satisfacción pero la nueva vida desea vivir para Cristo y andar en sus propósitos. Ésta es la tensión que Pablo sentía en su vida. Es una tensión que todo creyente también sentirá. Noten lo que Pablo nos dice en este pasaje.
Primero, él reconoció las dos naturalezas que batallaban dentro de él. Si nosotros queremos experimentar la victoria en nuestro andar espiritual, nosotros también, tendremos que ser capaces de distinguir entre los deseos de la carne y la guía del Espíritu. Yo he oído a creyentes justificar sus acciones pecadoras sobre la base que se sentían bien o les parecía natural a su carne. Pablo nos está diciendo aquí que la carne y el Espíritu están en guerra dentro de nosotros. Si vamos a seguir a Cristo y andar en victoria, necesitamos distinguir lo que es de la carne y lo que es del Espíritu.
Segundo, noten en el versículo 18 que Pablo les dijo a los romanos que no había nada bueno en su naturaleza pecaminosa. Al decir esto, Pablo nos muestra lo que él piensa acerca de la naturaleza carnal. Más que esto, él está renunciando a esa naturaleza pecaminosa como maligna. Si vamos a andar en victoria necesitamos reconocer esta naturaleza como maligna también. Nosotros necesitamos apartarnos de ella y negarnos a rendirnos a sus impulsos y deseos.
También noten en el versículo 20 que Pablo hace a una clara distinción entre su naturaleza carnal y la nueva persona que él era en Cristo.
“Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí.” (Romanos 7:20)
Pablo se vio como una nueva persona con una nueva lealtad. Él ya no vivió más como esclavo a los impulsos y deseos de su naturaleza pecaminosa. Él se identificó ahora con lo que Cristo estaba haciendo en él por medio del Espíritu Santo. Su verdadera identidad no era más con la vieja naturaleza pecaminosa sino con la persona de Cristo y con lo que Él estaba haciendo.
La vieja naturaleza de Pablo todavía estaba viva pero él ya no estaba sometido a ella. Ahora que el Señor Jesús lo había perdonado y cambiado, él se identificaba con esta nueva naturaleza y escogió andar en ella.
En su carne, Pablo se veía haciendo las cosas que él no quería hacer. Su carne le obstaculizaba para hacer las cosas que él sabía que necesitaba hacer. Él aprendió que no podía confiar en su carne. Él no podía contar con ella para honrar a Dios. Estaba totalmente corrompida. No podía ser reparada, reprogramada, mejorada, o redimida. Tenía que ser crucificada, y tenía que morir.
Pablo estaba consciente del mal dentro de él. Aunque él quería hacer lo que era correcto, la naturaleza carnal, pecaminosa, hacía guerra contra él y contra su deseo de agradar a Dios. ¿No hemos todos sentido esta lucha interior? Luchamos con nuestros pensamientos y actitudes. Luchamos con hacer lo que es correcto. Para todos nosotros, la batalla que Pablo describe es muy real. Nosotros nos podemos identificar con su batalla.
En el versículo 24 vemos que con frecuencia Pablo se sentía agobiado por esta batalla interna. Él clama, “¿quién me librará de este cuerpo de muerte?” Su corazón anhelaba la victoria. Él quería ver la carne perecer. Él quería ver la victoria del Señor sobre estos impulsos pecaminosos pero ¿cómo era posible esta victoria?
Pablo contesta esta pregunta recordándonos que su esperanza estaba en el Señor Jesús (versículo 25). El Señor quien lo perdonó y puso Su vida en él también podía darle victoria sobre la carne pecaminosa.
El día viene cuando seremos completamente liberados del pecado y de la naturaleza pecaminosa. Un día la naturaleza pecaminosa será destruirá y la batalla habrá terminado. Lo que necesitamos entender, sin embargo, es que hay también la posibilidad de la victoria en el presente a través del Señor Jesús. Es posible para nosotros vencer en Su fuerza. Mientras la batalla continúa hay apoyo y fortaleza en el Señor Jesús. Escribiéndoles a los creyentes en Corinto en 1 Corintios 10:13 Pablo dijo:
“No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar.”
Como creyentes experimentamos un conflicto interno. La carne lucha contra el Espíritu y contra el nuevo corazón que Dios nos ha dado. Si vamos a experimentar victoria en nuestro andar espiritual, debemos aprender a distinguir entre la carne y el Espíritu. Debemos renunciar a la carne y debemos confiar en el poder del Señor para ayudarnos a andar en victoria.
Para Consideración:
* ¿Ha sentido usted la batalla interna que Pablo describe en esta sección? Dé un ejemplo de un tiempo cuando esta batalla fue evidente en su vida.
* ¿Cómo podemos distinguir entre lo que viene de la carne y lo que viene del Espíritu?
* ¿Cuáles son las características de la naturaleza pecaminosa?
* ¿Por qué el creyente todavía lucha con el pecado y las tentaciones?
* ¿Qué significa morir a la naturaleza pecaminosa?
Para Oración:
* Pídale al Señor que le ayude a distinguir entre la carne y el Espíritu.
* Pídale al Señor que le dé gracia para superar los pecados particulares de la carne con los que usted lucha hoy.
* Pídale al Señor que le muestre cada vez más lo que significa morir a la naturaleza pecaminosa.
* Agradézcale al Señor por el nuevo corazón que Él le ha dado para seguirle y honrarlo a Él.
20 – NINGUNA CONDENACIÓN
Lea Romanos 8:1-4
Nosotros vimos en el capítulo 7 que la Ley fue dada para mostrarnos nuestra necesidad de un Salvador. También aprendimos acerca de la batalla en la vida de cada creyente, cómo la carne lucha contra el Espíritu y lo que Dios quiere lograr en nosotros. Pablo estaba muy consciente de esta batalla en su vida. Él clamó al final del capítulo 7, “¿quién me librará de este cuerpo de muerte? “Él contesta su propia pregunta diciéndonos que solo el Señor Jesús podría rescatarlo y podría darle la victoria.
Pablo comienza el capítulo 8 con la declaración que no hay ninguna condenación para aquéllos que están en Cristo Jesús. Noten que esta libertad de la condenación sólo es para aquéllos que están “en” Cristo Jesús. Es importante que entendamos lo que Pablo quiere decir aquí.
El pecado es lo que nos separa de un Dios santo. El Señor Jesús vino a esta tierra para perdonarnos y limpiarnos de modo que pudiéramos estar en una relación correcta con el Padre. Estar en Cristo Jesús es estar en una relación correcta con el Padre a través del perdón de nuestro pecado.
Estar en Cristo, sin embargo, es más que ser perdonados. Estar en Cristo tiene que ver también con el hecho que Su Espíritu vive dentro de nosotros. Nosotros tenemos Su corazón y Su vida fluyendo en nosotros. No somos las personas que solíamos ser. Es ahora nuestro deseo andar con Él. Nuestros deseos son Sus deseos. Su corazón es nuestro corazón. En realidad nosotros nos hemos vuelto uno con Él en espíritu. Esto es algo que Cristo hace por nosotros pero también es algo que el Espíritu Santo nos da un deseo para mantener.
Pablo nos está diciendo que no hay ninguna condenación para aquéllos que están “en” Cristo. No hay ninguna condenación porque la barrera del pecado ha sido quitada y hemos sido cambiados. Qué pensamiento tan maravilloso es éste. Aquéllos que están en Cristo son liberados de la realidad del infierno y de la separación eterna de Dios. Toda condenación ha desaparecido.
Ahora a través del Señor Jesús, la ley del Espíritu nos ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Noten que Pablo habla de dos leyes en este versículo. La primera ley es la ley del pecado y de la muerte. Ésta es la ley que le fue dada a Moisés. Se describe como la ley del pecado y de la muerte porque nos mostró quiénes realmente éramos. Actuó como un espejo para mostrarnos nuestra condición pero no podría cambiar nuestras vidas ni podría limpiarnos de nuestro pecado. Esta ley nos condenó. Ninguno de nosotros podría cumplir sus requisitos y como resultado quedamos siendo culpables ante Dios y bajo su condenación.
La segunda ley que Pablo menciona en este pasaje es la ley del Espíritu. Esta es la primera vez que este término es usado en el libro de Romanos. Esta ley se refiere a la obra del Espíritu Santo conformándonos a la imagen de Cristo. Esta ley es muy diferente de la ley del pecado y de la muerte porque el Espíritu cambia nuestras actitudes y hábitos y nos lleva en victoria.
Cuando usted abrió su corazón al Señor Jesús algo radical ocurrió en su vida. Hubo un nuevo deseo por la Palabra de Dios. Los viejos hábitos pecaminosos de la carne perdieron su atracción. El Espíritu de Dios le cambió en el interior. Antes de esto usted había intentado cambiar esos hábitos pecaminosos pero se había visto emprendiendo una batalla ya perdida.
Pablo deja claro en el versículo 3 que la ley era impotente para cambiarnos debido a nuestra naturaleza pecadora (versículo 3). La ley nos mostró qué hacer pero no podíamos obedecerla. Fuimos puestos ante una norma imposible para que viéramos la necesidad de otra solución.
Lo que era imposible que lograra la ley, el Señor Jesús lo hizo con su muerte en la cruz. A través de esa muerte, hubo perdón de pecados y el Espíritu Santo tuvo acceso a las vidas de aquéllos que recibieron el regalo de Cristo. La vieja naturaleza fue condenada y una nueva vida fue dada a través del Espíritu Santo que mora en el creyente.
A través de esta obra de Cristo todos los requisitos de la ley del pecado y de la muerte han sido cumplidos. Nuestra penalidad ha sido pagada. El creyente ya no tiene ahora ninguna obligación con esta ley vieja. Hemos sido liberados de la ley vieja del pecado y de la muerte. En cambio hemos sido puestos bajo una nueva ley, “la ley del Espíritu de vida”. Esta es la ley bajo la cual está ahora el creyente.
La ley del Espíritu de vida es diferente a la ley vieja. Pablo habla acerca de esta ley en el versículo 4 como “vivir conforme al Espíritu.” El Espíritu de Dios nos fue dado para ser nuestra guía y capacitador. Como creyentes debemos aprender a rendirnos a la obra y el ministerio del Espíritu Santo en nosotros. Él nos guiará a la verdad de la Palabra de Dios. Él nos guiará a la victoria sobre los pecados de nuestra carne. Él nos capacitará en el servicio. Él nos hará más como Cristo.
¿Ser liberado de la ley del pecado y de la muerte significa que ya no tengo que obedecer la enseñanza de la Escritura? ¡De ninguna manera! Aquéllos que conocen el ministerio del Espíritu Santo en sus vidas encontrarán rápidamente que Él los guiará a un entendimiento más profundo de la verdad de la Palabra de Dios y a la obediencia de ella.
El creyente ha sido liberado de la ley del pecado y de la muerte la cual solo lleva a condenación. En cambio, a él le ha sido dado un nuevo régimen de vida, el régimen del Espíritu de vida. Cuando los creyentes se rinden a la obra del Espíritu de Dios, ellos son guiados a una vida de obediencia y apreciación más profunda de la verdad. Nosotros necesitamos ser personas que están en sintonía con el Espíritu Santo.
Para Consideración:
* ¿Qué significa estar “en” Cristo Jesús?
* ¿Cómo puede usted decir si usted está “en” Cristo Jesús?
* ¿Cuál es la diferencia entre la ley del pecado y de la muerte y la ley del Espíritu de vida?
* ¿Cómo el Señor Jesús nos liberó de la obligación de la ley del pecado y de la muerte?
* ¿Qué significa seguir la ley del Espíritu de vida?
Para Oración:
* Agradézcale al Señor que no hay ninguna condenación para los que están en Cristo Jesús.
* Agradézcale al Señor que Él lo ha puesto bajo una nueva ley. Agradézcale que ahora hay victoria bajo la ley del Espíritu de vida.
* Pídale al Señor que le ayude a estar más en sintonía con el ministerio del Espíritu Santo en su vida.
21 – LA MENTE CONTROLADA POR EL ESPÍRITU
Lea Romanos 8:5-15
Pablo ha estado enfatizando que el creyente tiene dos naturalezas. Nosotros nacemos con una naturaleza carnal de pecado. Cuando aceptamos el perdón del Señor Jesús y le abrimos nuestros corazones, Él nos da una nueva naturaleza. Pablo toma tiempo en esta próxima sección para mostrarnos la diferencia entre estas dos naturalezas.
Él empieza recordándonos que aquéllos que viven según la naturaleza pecaminosa tienen sus mentes puestas en lo que esa naturaleza desea, mientras que aquéllos que viven en el Espíritu tienen sus mentes puestas en lo que el Espíritu de Dios desea (versículo 5).
Lo que necesitamos ver aquí es que nosotros podemos vivir según los deseos pecaminosos de la carne o podemos escoger vivir según la guía y dirección del Espíritu. Todo lo que hacemos en el curso de un día fluye de la carne o del Espíritu. Cuando tomamos decisiones sobre lo que hacemos, necesitamos hacernos la pregunta: ¿Cuál naturaleza estoy siguiendo? Como creyentes nuestra obediencia es ahora al Espíritu. En Juan 4:34 Jesús les dijo a sus discípulos: “Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra.” Jesús nos da como creyentes un ejemplo a seguir. Él hizo su propósito en la vida hacer la voluntad del Padre y hacer lo que Él le había llamado a hacer.
Dios ha puesto ese mismo corazón dentro de sus hijos. Aquéllos que pertenecen ahora al Señor Jesús tienen un deseo puesto en ellos de honrarlo con sus vidas. Como dijo Pablo en el versículo 5, “pero los que son del Espíritu, piensan en las cosas del Espíritu”.
Pablo explica en el versículo 6 que la mente del hombre pecador es muerte pero la mente controlada por el Espíritu es vida y paz. En otras palabras, la mente pecadora y sus impulsos y deseos sólo llevarán a la separación de Dios. Cuando somos controlados por el Espíritu, sin embargo, somos llevados a la plenitud de vida y paz. Nosotros tenemos paz en nuestras mentes porque sabemos que estamos en paz con Dios. Nosotros tenemos plenitud de vida porque estamos viviendo bajo Su bendición.
En el versículo 7, Pablo explica más profundamente que la mente pecadora es hostil contra Dios y Sus propósitos. Pablo está diciéndonos que la mente pecadora no puede someterse a la voluntad y propósito de Dios. Es contraria a Dios y Sus propósitos. De hecho, Pablo usa una palabra fuerte aquí para hablar de la relación entre la mente pecadora y las cosas de Dios. Él usa la palabra “hostil” para mostrarnos que la mente pecadora es claramente una enemiga de los propósitos de Dios.
Noten en el versículo 7 que Pablo les dijo a los romanos que la mente pecadora no se somete ni puede someterse a la ley de Dios. Esto nos dice algo importante acerca de la naturaleza pecaminosa. No se somete a Dios porque no puede someterse a Él. En otras palabras, la naturaleza pecaminosa es incapaz de rendirse a Dios. Es completamente malvada y es enemiga de Dios y de Sus propósitos. Es imposible para la carne doblarla rodilla al Señor Jesús. Todo lo que sale de esa naturaleza es malvado. Si queremos honrar al Señor debemos aprender a vivir por el Espíritu. Sólo cuando nos rendimos al ministerio del Espíritu Santo podemos adorar y honrar al Señor como Él desea. Pablo nos dice claramente en el versículo 8 que los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.
Como creyentes no debemos ser controlados por la naturaleza pecaminosa sino por el Espíritu. Cada creyente ha recibido el Espíritu de Dios. Pablo deja claro que si el Espíritu de Dios no vive en nosotros ni siquiera le pertenecemos al Señor Jesús (versículo 9). Puede que no siempre vivamos según el Espíritu, pero Él debe ser parte de nuestras vidas si vamos a llamarnos cristianos. Es la vida del Espíritu de Cristo en nosotros lo que nos distingue de los incrédulos.
Noten en el versículo 10 las implicaciones de tener la vida del Señor Jesús en nosotros. Pablo les dijo a los romanos que si la vida de Cristo está en nosotros, nuestros cuerpos están muertos debido al pecado pero nuestro espíritu está vivo debido a la justicia. Hay varias cosas que necesitamos entender aquí.
Primero, según Pablo, los creyentes ya no deben ser controlados por la carne sino por el Espíritu. Esto no significa que todos los cristianos son controlados por el Espíritu todo el tiempo. Es posible para un cristiano todavía ser controlado por algunos elementos de la naturaleza pecaminosa. Escuchen lo que Pablo les dijo a los corintios:
“De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. Os di a beber leche, y no vianda; porque aún no erais capaces, ni sois capaces todavía, porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres?” (1Cor. 3:1-3).
Noten que aunque Pablo se dirigió a estos corintios como hermanos, él les dijo que ellos todavía eran mundanos. Aunque ellos eran creyentes, ellos nunca habían aprendido a vivir en el Espíritu. Ellos todavía están actuando como incrédulos. Ellos son infantes en la fe. Ellos necesitaron madurar, y una señal segura de la madurez es que la persona está siendo controlada cada vez más por el Espíritu de Cristo.
El Espíritu de Dios mora en todos los creyentes pero no todos los creyentes han llegado a un punto en sus vidas donde sus mentes y corazones son controlados por Él. Según Pablo en el versículo 10, el creyente necesita aprender a ver su cuerpo y a la naturaleza pecaminosa como muertos. Es decir, ellos deben vivir como si estuvieran muertos. Ellos ya no deben escuchar a los deseos e impulsos de la carne y a la mente pecaminosa. En cambio, ellos deben escuchar al Espíritu de Dios y ofrecer su obediencia completa a Él.
La meta del creyente es que él o ella estén llenos del Espíritu de Cristo en cada área de la vida. Esto significa invitarlo a cada decisión y a cada acción, sin guardar nada fuera de Su control y guía. Ninguno de nosotros ha llegado totalmente a este punto, pero todos nosotros necesitamos dirigirnos en esta dirección.
Considere lo que Pablo nos está diciendo aquí. La vieja naturaleza pecaminosa con sus pensamientos y deseos sólo lleva a muerte y a separación de Dios. Por otro lado, la mente controlada por el Espíritu nos lleva a vida y paz. ¿Cómo debemos invertir nuestro esfuerzo y tiempo? ¿Debemos invertir en algo que va a perecer o debemos invertir en vida y paz? Qué tonto sería invertir todo nuestro esfuerzo tratando de agradar la carne cuando sabemos que sólo perecerá y nos dejará vacíos. En cambio, Pablo desafía al creyente a que considere esta carne ya muerta y a que viva según la guía y dirección del Espíritu Santo.
En el versículo 11 vemos la gran esperanza que tenemos cuando crucificamos la carne y vivimos cada vez más en sumisión al Espíritu. Pablo les dice a los romanos que el Espíritu que levantó de los muertos a Jesús también vivificará nuestros cuerpos mortales. Nosotros no tenemos ninguna obligación a la naturaleza carnal porque viene el día cuando el Señor Jesús nos dará un nuevo cuerpo, uno que le agradará y le honrará. Este cuerpo con todos sus deseos perecerá pero tenemos una promesa de Dios que Él nos dará uno aun mayor. En ese nuevo cuerpo, libre del pecado y la maldad, viviremos con Dios y nos deleitaremos para siempre en Su presencia. Tendremos un nuevo espíritu y un nuevo cuerpo, ambos no corrompidos por la carne.
Pablo les dijo a los romanos en el versículo 14 que los que son guiados por el Espíritu son hijos de Dios. La señal que somos hijos de Dios es que estamos siendo guiados por Su Espíritu. Si somos hijos de Dios nos encontraremos muriendo a la naturaleza carnal y viviendo según el Espíritu. Si el Espíritu Santo mora en nosotros habrá una diferencia notable en nuestras vidas. Nosotros tendremos nuevos deseos e impulsos. Nosotros sabremos que somos hijos de Dios porque estamos tomando las características de nuestro Padre celestial. Es verdad que hay creyentes que viven como los incrédulos y son guiados por su naturaleza carnal, pero ¿cómo pueden ellos estar seguros de su relación con Dios si ellos viven en desobediencia a Él? Pablo nos está diciendo que nuestra seguridad de salvación viene de la presencia del Espíritu Santo y de la nueva vida que Él ha puesto en nosotros.
El apóstol Pablo concluye en el versículo 15 diciéndonos que no hemos recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que hemos recibido el espíritu de adopción. Como hijos e hijas clamamos “¡Abba, Padre!”. Hay intimidad en estas palabras. La palabra “Abba” es un término que un niño usaría para hablarle a su “papá.” Cuando el Espíritu de Dios viene a vivir en nuestros corazones, Él rompe todas las barreras entre Dios y nosotros, ahora estamos ante Dios como hijos. Estamos ante Dios sin condenación. Todo temor de acercarnos a Él se ha ido. Venimos a Él como hijos favorecidos. Tenemos una nueva seguridad en nuestra relación con Él a través del ministerio del Espíritu Santo en nosotros. Podemos confiar en la guía de nuestro amoroso Padre celestial. Podemos confiar que Él desea nuestro bien.
Hay dos naturalezas en guerra dentro de nosotros. Pablo desafía al creyente a vivir según el Espíritu y morir a la naturaleza carnal. El secreto de la madurez en la vida cristiana tiene que ver con rendirse al Espíritu de Dios y morir a la carne.
Para Consideración:
* ¿Cómo podemos reconocer la diferencia entre la carne y el Espíritu en nuestras vidas?
* ¿Qué significa para seguir al Espíritu?
* ¿Qué evidencia hay de la presencia del Espíritu de Cristo en su vida? ¿Qué diferencia Él ha hecho?
* ¿Cómo es que esta evidencia del Espíritu de Dios nos asegura que somos hijos de Dios?
* ¿Es posible para un creyente vivir según los deseos de la naturaleza pecaminosa? ¿Hay áreas de su vida donde usted está siendo controlado por la naturaleza pecaminosa?
Para Oración:
* Agradézcale al Señor por la manera que Él ha puesto Su Espíritu Santo en su vida para guiarle y hacerle más como Cristo.
* Pídale al Señor que le ayude a distinguir más claramente entre lo que viene de la carne y lo que viene del Espíritu.
* Agradézcale al Señor que usted puede venir a Él como su amoroso Padre celestial.
* ¿Hay áreas de su vida donde usted está siendo controlado por la carne? Confiese esto al Señor y pídale que le dé victoria en estas áreas.
22 – LAS AFLICCIONES DEL TIEMPO PRESENTE
Lea Romanos 8:16-25
Como creyentes, somos llamados a vivir en el Espíritu y a no alimentar la naturaleza carnal. La realidad es que al hacerlo así no siempre seremos aceptados. Vivir bajo la guía del Espíritu no garantiza una vida libre de problemas. De hecho, podemos esperar enfrentar sufrimiento y pruebas. Ningún soldado se une al ejército esperando que todo sea fácil. Tampoco nosotros debemos esperar tener una vida fácil si somos serios en nuestro andar con Dios. En esta sección, Pablo les habla a los romanos sobre esta lucha y los sufrimientos que ellos podrían esperar en su andar con el Señor Jesús.
Él empieza en el versículo 16 recordándoles a los romanos que el Espíritu de Dios testifica a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Hay momentos en que resulta muy difícil explicar cómo sabemos que estamos en una relación correcta con el Señor Jesús. El Señor nos comunica su amor para asegurarnos de nuestra relación segura con Él. No es algo que los otros puedan oír porque hay una conexión única entre el Señor Jesús y sus hijos. Él habla a nuestros corazones en cierto modo que sólo aquéllos en una relación íntima pueden entender. Es importante para Él que nosotros estemos seguros de nuestra relación con Él. Esto es especialmente cierto si vamos a sufrir por nuestra fe.
Pablo continúa recordándonos que si somos entonces hijos de Dios también somos coherederos con Cristo. Dios nos bendice con una abundancia de bendiciones espirituales simplemente porque le pertenecemos a Él. Como sus hijos conocemos el perdón de nuestro pecado, el compañerismo de Su Espíritu, su provisión y devoción. Nosotros también tenemos la esperanza de la eternidad en el cielo y la realidad presente de Su poder que nos capacita.
Esta herencia abundante viene con un precio. Mientras que heredamos la riqueza de nuestro Señor, también heredamos su sufrimiento. También compartiremos sus padecimientos. Aquéllos que viven una vida guiada por el Espíritu en esta tierra, sufrirán así como su Señor sufrió. Ellos serán rechazados a veces. Ellos enfrentarán persecución y serán mal interpretados. Estos sufrimientos son inevitables en un mundo pecador. Si escogemos vivir como Cristo vivió, también tendremos que prepararnos para sufrir como Él sufrió.
Pablo nos recuerda, sin embargo, en el versículo 18 que los sufrimientos presentes son nada comparados a la gloria que se revelará en el tiempo venidero. El creyente será rechazado. Algunos de nosotros sufriremos abuso y persecución. Otros darán sus vidas por la causa de su Señor. Ante nosotros, sin embargo, yace nuestra herencia gloriosa. Ellos pueden tomar nuestras vidas pero ellos nunca podrán tomar nuestra herencia. Ellos pueden destruir nuestro cuerpo, pero ellos no pueden destruir nuestra alma. Nosotros entraremos en la presencia del Señor Jesús que nos espera con los brazos abiertos. Allí estaremos seguros y confiados. Allí, en Su presencia, nada nos dañará; conoceremos Su gozo y Su paz por siempre. ¿Qué son los sufrimientos de este mundo comparados con el gozo y las bendiciones que tenemos en Cristo? ¿Qué son las pruebas que enfrentamos ahora comparadas con el gozo del mundo venidero?
Noten en el versículo 19 que Pablo les dijo a los romanos que vendría un día cuando los hijos de Dios serán revelados al mundo entero. Pablo les dijo que toda la creación anhela ese momento. Es en este día cuando los hijos de Dios serán levantados de los muertos y se irán para estar con su Señor. El mundo los verá. El mundo sabrá que ellos son del Señor, porque Él los honrará delante del mundo.
En el versículo 20, Pablo les recordó a los romanos que toda la creación estaba afectada por el pecado y sus efectos. Toda la creación fue sujetada a vanidad debido al pecado. Cuando Adán y Eva le abrieron la puerta al pecado en el Jardín de Edén, la creación fue sumergida en la maldición del pecado. El proceso de envejecimiento comenzó. Las cosas empezaron a deteriorarse y a destruirse. La enfermedad y las dolencias entraron. Los terremotos y las tragedias físicas se hicieron comunes. La muerte entró en el mundo.
El día viene, sin embargo, cuando la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción (versículo 21). Un día tendrá la libertad que nosotros tenemos como hijos de Dios. En ese día, se romperá el poder del pecado y la creación será libertada para ser todo lo que fue diseñada para ser.
Pablo compara lo que está ocurriendo en la creación con los dolores de parto. La creación gime con dolor y sufriendo, esperando el día cuando dará luz a la nueva vida. Nosotros nunca hemos visto un mundo donde el pecado ya no está presente, pero en ese mundo no habrá sufrimiento o enfermedad. Toda aflicción y muerte será olvidada. La armonía, gozo, paz, y alabanza reinarán al encontrarse la creación libre de la maldición. Qué mundo tan glorioso será.
Nosotros, los hijos de Dios, gemimos de la misma manera. Nosotros hemos recibido el Espíritu Santo como un sello de la aprobación de Dios, pero en nuestros cuerpos nosotros gemimos y luchamos. Nosotros luchamos con el pecado que nos rodea y se levanta en nuestra carne. Nosotros sufrimos los efectos de las dolencias y las enfermedades. Nosotros sentimos fatiga y cansancio. Nuestros cuerpos están limitados, débiles, y frágiles. Se nos hace difícil honrar al Señor en estos cuerpos frágiles. En lo profundo de nosotros, anhelamos el día cuando todo esto haya terminado. Anhelamos el día cuando nuestra adopción como hijos de Dios será completa y tengamos nuestros cuerpos redimidos libres del pecado y sus efectos. Anhelamos el día cuando todo sufrimiento se haya ido. En ese día, y en nuestros nuevos cuerpos, adoraremos y serviremos a nuestro Señor sin obstáculos.
Ésta es la esperanza que tenemos como creyentes. Tenemos la convicción que un día toda la creación será redimida y libertada de los efectos del pecado y la maldad. Nuestro enemigo, Satanás, será derrotado. El poder del pecado y de la muerte será conquistado. Nosotros también experimentaremos esta redención maravillosa en nuestros cuerpos físicos. Esperamos pacientemente que esta promesa sea cumplida.
Lo que Pablo está diciendo es que necesitamos comprender que como hijos de Dios que vivimos en este mundo presente, tendremos que enfrentar la realidad del pecado. Nosotros no seremos inmunes al sufrimiento. Jesús tuvo que sufrir por nosotros y nosotros a cambio tendremos que sufrir por Él. Nuestra esperanza, sin embargo, está en la promesa de Dios que un día el pecado será conquistado. Sabemos que si compartimos en su sufrimiento aquí debajo, también compartiremos en Su gloria. Este cuerpo es temporal. El sufrimiento que enfrentamos en este cuerpo es sólo durante un tiempo. No pierda la esperanza. Confíe en su promesa. Cuando pasemos por este fuego estaremos con Él en gloria.
Para Consideración:
* ¿Qué evidencia hay de los efectos del pecado en esta tierra?
* ¿Qué evidencia de los efectos del pecado usted ve en su propio cuerpo?
* ¿Cuál es la esperanza que Pablo nos da en este pasaje?
* ¿Cómo usted ha tenido que sufrir en este mundo?
* ¿Cómo lo que Pablo nos dice aquí nos da valor para perseverar a través de nuestras pruebas?
Para Oración:
* Agradécele al Señor que viene el día cuando Él finalmente vencerá el pecado y todos sus efectos.
* Pídale al Señor que le dé valor para perseverar hasta el fin.
* Agradézcale al Señor que, como creyentes, tenemos una esperanza que es mayor que todo el dolor y el sufriendo que vemos aquí en esta vida.
23 – EN TODAS ESTAS COSAS
Lea Romanos 8:26-39
En la primera parte del capítulo 8, el apóstol Pablo le recordó a los romanos que incluso los hijos de Dios tendrían que sufrir en esta vida. Toda la creación gime y anhela el día cuando el Señor volverá para liberarla de la opresión del pecado. Nosotros también, como hijos del Señor, también anhelamos el día cuando nuestros cuerpos terrenales sean cambiados por cuerpos redimidos y celestiales. Mientras tanto, todos tenemos que enfrentar las consecuencias del pecado y la maldad en el mundo.
Mientras enfrentamos muchas pruebas y sufrimientos en esta vida, recibimos un ánimo muy poderoso en esta última sección del capítulo 8. Consideremos la exhortación que Pablo ofrece a los creyentes que son guiados por el Espíritu y que sufren así como su Amo.
¿Usted ha experimentado alguna vez en su vida momentos en que se le hace difícil orar? Personalmente, yo he tenido que enfrentar esos momentos. Yo he tenido tiempos en mi vida cuando mis emociones estaban un poco alicaídas, tiempos cuando yo no sentía nada. Cuando mi andar con el Señor y mi vida de oración sufren, yo encuentro gran ánimo en el versículo 26. En mi debilidad, el Espíritu me ayuda e intercede por mí. Cuando me parece imposible orar porque la carga es muy grande, el Espíritu Santo viene a mi ayuda y ora por mí. Cuando yo vengo a Dios incluso sin comprender mis propias necesidades, el Espíritu de Dios ora por mí. Qué consuelo es saber que en los momentos cuando las cargas pesan tanto sobre nosotros que ni siquiera podemos orar, el Espíritu de Dios clama al Padre por nosotros. Nosotros no estamos sin el apoyo de la oración en los momentos de prueba y confusión.
Noten en particular que el Espíritu ora por nosotros con gemidos que las palabras no pueden expresar. Algunas personas interpretan esto como un idioma especial del Espíritu. Noten, sin embargo, que Pablo nos dice que el Espíritu está gimiendo, no está hablando. Cuando el dolor es pesado en nuestras almas, nosotros expresamos el dolor gimiendo. Yo creo que el gemir del Espíritu se relaciona estrechamente con el dolor que nosotros sentimos. El Espíritu conoce nuestro dolor y gime con nosotros. Dios no es un Dios insensible. El Espíritu de Dios siente la confusión y el pesar de nuestros corazones. Él conoce el rechazo y el abandono que nosotros sufrimos. Él gime con nosotros debido a nuestra carga pesada. Él le expresa ese pesar al Padre por nosotros. Cuando él ora, no es una oración insensible. Él ora sintiendo nuestro dolor y sufrimiento.
Pablo nos dice en el versículo 27 que el que escudriña el corazón conoce la intención del Espíritu cuando él intercede por nosotros. Esto también debe ser de gran consuelo para nosotros. A menudo no sabemos cómo orar. A veces las palabras apenas no vienen. A veces todo lo que podemos hacer es gemir y clamar ante el Señor por el dolor que sentimos. El Espíritu de Dios nos acompaña en nuestra situación. Él ora por nosotros, y Dios el Padre escucha el lamento del Espíritu por nosotros y entiende perfectamente lo que nuestras palabras no pueden expresar. Tenemos la seguridad que cuando el Espíritu de Dios ora por nosotros, Él lo hace como un intercesor que conoce perfectamente lo que nosotros estamos sintiendo y también conoce cuál es el propósito de Dios para nosotros.
No sólo tenemos las oraciones del Espíritu Santo para apoyarnos en nuestro sufrimiento y las pruebas sino que también tenemos la promesa del Padre que Él “hará que todas las cosas obren a bien para aquéllos que aman a Dios, los cuales son llamados según su propósito” (Rom. 8:28). La frase “todas las cosas” es significativa. En el contexto de este capítulo, Pablo ha estado hablando sobre los sufrimientos que nosotros tenemos que soportar. Es importante que tomemos el versículo 28 dentro de este contexto. Parte de “todas las cosas” que Pablo se refiere aquí es el sufriendo y el dolor. Si usted ama al Señor y es su hijo, Él promete que incluso las pruebas por las que usted pasa serán usadas para algo bueno en su vida. No hay ninguna causa para la desesperación. Usted puede no verlo en ese momento, pero Dios usará lo que usted está enfrentando para lograr algo bueno en su vida. A veces lo mejor surge de las circunstancias más duras. De nuevo, éste es un gran consuelo para nosotros en nuestro sufrimiento y dolor.
En el versículo 29, Pablo cambia a la base teológica por la que él ha estado hablándonos en esta sección. Él nos recuerda que aquéllos a quienes Dios antes conoció, “los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo.” Mucho antes de que incluso naciéramos, Dios nos conoció. Él supo los planes que Él tenía para nosotros como Sus hijos y Él orquestó las circunstancias de nuestra vida y las situaciones que nosotros enfrentamos para formarnos a la imagen de Su Hijo, Jesucristo.
Noten en el versículo 30 que Dios llamó a aquéllos que Él predestinó. Dios tenía un propósito y un plan para nuestras vidas. Yo alabo al Señor porque Dios tiene un propósito para mi vida. Mi vida tiene un significado y yo tengo un papel que jugar en el plan global de Dios para este mundo.
¿Cómo puedo conocer el plan de Dios para mi vida? Pablo nos dice que Dios llama a aquéllos que él predestina. Cuando es el tiempo correcto de Dios, Él nos revela Su propósito. Él le hablará a nuestro corazón a través del ministerio de Su Espíritu. Él traerá circunstancias en nuestras vidas que nos mostrarán Su propósito claramente para nuestras vidas.
Una cosa es conocer el propósito de Dios, pero otra cosa es ver el cumplimiento de ese propósito en nuestras vidas. Noten, sin embargo, que cuando Dios llama a una persona Él también la justifica. Ser justificado significa recibir una relación correcta con Dios. El Dios que también llama nos da una posición correcta con el Padre. Cristo me justifica para cumplir con el llamado de Dios, el cual empezó antes de que yo naciera. Él perdona mis pecados, me adopta como su propio hijo y me hace heredero de todas las bendiciones y recursos del Padre. Yo soy capacitado a través de la obra justificadora de Jesucristo para cumplir los propósitos de Dios para mi vida.
El versículo 30 nos recuerda que aquéllos a los que Dios justifica, Él también glorifica. Aunque estamos en una relación correcta con Dios a través de la obra justificadora de Cristo, todavía tenemos que luchar con la naturaleza pecaminosa. El día viene, sin embargo, cuando todo esto habrá terminado. El día viene cuando nos libraremos completamente de esta vieja naturaleza y entraremos en la presencia del Señor Jesús en el cielo. Él nos dará un nuevo y glorioso cuerpo libre del pecado y la maldad.
Lo que Pablo nos está diciendo es que el Dios que tiene un propósito para nuestras vidas cumplirá ese propósito hasta el final. Él nos llama, nos justifica con el padre, y finalmente nos libra de la esclavitud de la carne pecadora. Él completará lo que Él ha estado haciendo en nosotros. Él no dejará medio hecho el trabajo. Él nos refinará y nos formará en las personas que Él nos ha llamado a ser. Ésta es Su promesa para nosotros. Todas las pruebas, problemas, y luchas que enfrentamos tienen un papel que jugar para ayudarnos a ser más como Cristo.
Pablo le recuerda a los romanos en el versículo 31 que si Dios es por ellos nadie podría estar en pie contra ellos y los podría conquistar. Muchas personas pueden estar contra nosotros, pero finalmente ellos no pueden derrotarnos. Ellos pueden causarnos dolor. Ellos pueden incluso quitarnos la vida, pero ellos no podrán destruir lo que Dios está haciendo ni la esperanza que nosotros tenemos en Él.
¿Quién me puede acusar y me condena si Dios me ha aceptado? (verso 33). No hay ninguna corte superior que puede anular la decisión del Dios Omnipotente. Si yo soy inocente ante Él y declarado inocente, nadie puede condenarme. El único humano que incluso tiene el derecho para condenar es el Señor Jesús (verso 34). A Él solo se le ha dado el poder para juzgar. Noten, sin embargo, que Jesús ha escogido no condenar. Ahora mismo Él está a la diestra del Padre intercediendo por nosotros y suplicando por nuestro caso. Si el único que puede condenarnos está ante el Padre suplicando por nosotros, entonces no tenemos ninguna razón para temer la condenación. Nosotros podemos estar seguros que debido a que Jesús está de nuestro lado, no tenemos ninguna razón para preocuparnos.
Pablo le recordó a los romanos en el versículo 32 que el Padre les amó tanto que no escatimó a Su propio Hijo para librarlos de Su ira. Él le permitió sufrir y morir una muerte terrible en una cruz para que ellos no fueran condenados al castigo eterno. Si Él hizo esto de buena gana, ¿no nos cuidará en nuestras pruebas? Si él nos amó lo suficiente para permitir que Su Hijo muriese por nosotros, ¿no proveerá Él para nuestras necesidades ahora que nosotros Sus hijos?
No hay nada que pueda separarnos del amor de Cristo (versículo 35). Las tribulaciones, angustias, persecuciones, ni el hambre, podrán nunca separarnos de Su amor. Nosotros podemos enfrentar el peligro, y el dolor. Nosotros podemos tener incluso que morir (versículo 36) pero incluso en esa muerte seremos más que vencedores. La muerte para nosotros no es sino un pasaje a algo mayor. No hay demonio en el infierno que pueda despojarnos de nuestra ciudadanía en el cielo o de nuestra esperanza de la vida eterna. No hay ningún poder que haya existido o que vaya a existir que pueda separarnos del amor del Señor Jesús. Podemos estar absolutamente seguros, como Sus hijos, de su amor constante y fiel. Nosotros podemos estar seguros de esto porque Él ha demostrado Su gran amor por nosotros a través de la muerte de Su Hijo.
Aunque podemos enfrentar persecución y luchas en esta vida, tenemos la promesa de la Palabra de Dios que el Espíritu de Dios orará por nosotros cuando no podamos orar por nosotros mismos. El Padre hará que todas las cosas obren para nuestro bien. El Señor Jesús promete completar la obra que Él ha comenzado en nosotros e interceder ante el Padre. El Dios trino defiende firmemente a Sus hijos. Si el Dios trino, Padre, Hijo, y Espíritu Santo, nos defiende firmemente, podemos estar seguros que nada que el enemigo haga tendrá éxito. Podremos tener luchas y pruebas, pero venceremos en Cristo.
Para Consideración:
* ¿Se ha encontrado usted en una situación en la que sintió que el problema era tan severo que usted ni siquiera podía orar? ¿Qué consuelo encuentra usted en este pasaje?
* ¿Qué pruebas particulares usted está enfrentando hoy? ¿Qué le dice a usted este pasaje en su sufrimiento?
* A la luz de estos versículos, ¿puede estar usted seguro de tener un lugar en el cielo en la presencia de Dios? ¿Puede el enemigo arrebatarle su salvación?
Para Oración:
* Agradézcale al Señor por las promesas increíbles que encontramos en este pasaje.
* Agradézcale al Señor que Él no nos abandonará en nuestras luchas.
* Pídale al Señor que lo perdone por las veces cuando usted ha dudado de Sus promesas.
* Pídale al Señor que le dé gracia para salir audazmente en Su nombre a lograr los propósitos que Él tiene para su vida.
24 – EL VERDADERO ISRAEL
Lea Romanos 9:1-13
En esta próxima sección del libro de Romanos, el apóstol Pablo nos habla sobre su amor por el pueblo de Israel. Se considera a menudo que Pablo es el apóstol de los Gentiles, pero esto no disminuyó su amor por su propio pueblo. Noten lo que él les dice a sus lectores en su declaración introductoria.
Los versículos 1 y 2 hablan de su gran angustia por el pueblo de Israel. Parece que había algunos que dudaban de su amor por los judíos. La enseñanza de Pablo sobre la justicia por la fe y la libertad de la ley era probablemente una de las razones por las que las personas cuestionaban su compromiso y amor por su propio pueblo. Noten cómo Pablo se expresa en los versículos 1 y 2.
“Verdad digo en Cristo, no miento, y mi conciencia me da testimonio en el Espíritu Santo, que tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón.”
Parece bastante claro por esta declaración que Pablo entendía lo que las personas estaban diciendo sobre él. Mientras que otros pueden haber dudado de su compromiso por la nación judía, Pablo sabía en su corazón “el continuo dolor” que él sentía por ellos. Nosotros no siempre seremos comprendidos. Las personas incluso pueden pensar mal de nosotros en esta vida. Pablo encontró consuelo en el hecho que el Señor conocía la verdad.
Noten la magnitud de la angustia de Pablo por los judíos. Él les dijo a los romanos que él deseaba que él pudiera ser cortado de la salvación por amor de su pueblo. En otras palabras, él estaba dispuesto a sufrir la condenación eterna sial así hacerlo, su pueblo pudiera salvarse de su pecado y rebelión.
Pablo reconoció que la nación judía era una nación muy especial. Ellos eran los hijos de Dios.
Él había escogido revelar Su gloria a ellos y a través de ellos al mundo. El Señor entró en una relación especial de pacto con los judíos. Él les dio Su ley y Sus promesas. A través de su raza, se podría rastrear a los grandes padres de la fe, Abraham, Isaac, y Jacob. El mismo Señor Jesús, nació en su medio como uno de ellos. Ningún otro pueblo tuvo tal honor dado a ellos. Los judíos tenían un lugar especial en el corazón de Dios.
Los judíos fueron los instrumentos a través de los cuales se revelaron el propósito y el plan de Dios al mundo, pero ellos mismos no habían aceptado ese propósito. Jesús vino a la nación judía pero la nación lo rechazó. Ellos se alejaron del propósito de Dios y rechazaron la salvación que Él vino a ofrecer. Por ello es que el corazón de Pablo estaba deshecho. Él habría estado dispuesto a dar su propia vida si esto trajera la salvación a su pueblo. Aunque esto era imposible, nos muestra la profundidad de sus sentimientos por su propio pueblo.
La carga de Pablo era muy real. ¿Qué carga el Señor ha puesto en su corazón? Usted puede no compartir la misma carga que el apóstol Pablo, pero seguramente hay una carga que el Señor le ha dado. Donde no hay carga, el pueblo de Dios es débil en el servicio. La carga de Pablo lo empujó a hacer y a soportar cosas que otros nunca habrían soportado. Su carga le ayudó a perseverar cuando otros alrededor de él se rindieron. Los más grandes actos de servicio vienen de corazones que han recibido carga de parte de Dios. Dios nos ha dotado de maneras diferentes. Para algunos, Dios ha dado una carga para edificar el cuerpo a través de la exhortación y la enseñanza. Otros tienen carga por el perdido y por verles entrar en el Reino de Dios. Quizás usted no siente la carga en su corazón hoy. Quizás es hora de buscar al Señor y preguntarle acerca de Su propósito para su vida y ministerio.
La declaración de apertura de Pablo plantea una pregunta importante. ¿Por qué Dios escogería una nación que lo rechazaría? ¿Cómo podría una nación ver el poder de Dios demostrado tan claramente a través de ellos y aun así rechazar al Señor? ¿Cómo podría una nación recibir la Palabra de Dios y no ser influenciada por ella? ¿Había fallado el propósito de Dios para Su pueblo?
Para contestar esta pregunta, Pablo le recordó a los romanos que no todos los que eran descendientes de Abraham eran el verdadero Israel (versículo 7). Para demostrar esta declaración, Pablo muestra a sus lectores cómo Dios había prometido que sólo a través de Isaac Él levantaría un pueblo.
Abraham tuvo muchos hijos. En Génesis 16:15-16 vemos que él tuvo un hijo a través de Agar con el nombre de Ismael. En Génesis 25:1-2 leemos sobre sus hijos a través de su esposa Cetura:
“Abraham tomó otra mujer, cuyo nombre era Cetura, la cual le dio a luz a Zimram, Jocsán, Medán, Madián, Isbac y Súa.”
Aunque Abraham tuvo muchos hijos, Dios escogió traer la bendición sólo a través de uno de ellos. No todos los hijos de Abraham eran parte del verdadero Israel. Sólo Isaac tendría ese honor. Era posible rastrear el linaje de una persona hasta Abraham y aun así no ser parte de su bendición.
Isaac fue un hijo nacido a través de una promesa hecha a sus padres. Él nació de una manera milagrosa para Abraham y Sara cuando ellos estaban bien pasados del tiempo de ser padres. Dios escogió bendecirlo incluso antes de que él naciera.
Este punto era muy importante para Pablo. Mostró que el verdadero pueblo de Dios no era aquéllos que eran descendientes naturales de Abraham sino aquéllos que habían sido escogidos por Dios. Solo uno de los hijos de Abraham era escogido de Dios para ser Su instrumento. Los descendientes de Ismael crecerían aparte de Dios y de sus bendiciones. Isaac era un hijo de Dios no porque él nació de Abraham sino porque Dios lo había escogido específicamente para Su propósito.
Nosotros encontramos evidencia de este mismo principio en las vidas de los descendientes de Isaac. A través de su esposa Rebeca, Isaac tuvo hijos gemelos, Jacob y Esaú. Pablo nos dice en el versículo 11 que incluso antes de que estos gemelos nacieran y tuvieran oportunidad de hacer ni bien ni mal, Dios tenía un propósito para ellos. Él le dijo a Rebeca que el hijo mayor, Esaú serviría al hijo menor. En otras palabras, la bendición de Dios caería sobre el hijo menor Jacob. Él sería el que iba a engendrar al pueblo escogido de Dios.
Noten en los versículos 11 y 12 que Pablo aclara que la bendición y elección de Dios no tenía nada que ver con el estilo de vida de Jacob y de Esaú. La elección de Dios fue hecha antes que estos hijos incluso pudieran demostrar si ellos lo servirían o no. Para Pablo, esto demostraba que la elección de Dios a quien Él bendeciría no tenía nada que ver con las elecciones de las personas o con sus estilos de vida. No tenía nada que ver con cuan bien la persona lo serviría o cuan útil esa persona sería para Su reino.
El versículo 13 nos dice que Dios amó a Jacob pero él aborreció a Esaú. En otras palabras, Dios escogió abrir su corazón y bendiciones a Jacob y no a Esaú. Al decirnos que Él aborreció a Esaú, Dios está diciéndonos que Él escogió derramar su favor en Jacob.
Cuando usted escogió a un marido o una esposa, usted escogió dejar atrás a todos los otros. No es que usted aborrezca a cada otro hombre o mujer sino que usted piensa establecer una relación especial con su pareja. Usted apartó a esa persona en su corazón. Usted se comprometió con ella y derramó su favor y bendición en ella. Nadie lo consideraría injusto porque usted escogió comprometerse exclusivamente con esa persona. Esto es similar a lo que Dios hizo con Jacob. Él escogió entrar en una relación de pacto con él y sus hijos.
Nosotros vemos en este pasaje que Dios está levantando a un pueblo. Pablo deja bien claro que la elección de Dios a las personas no está basada en sus méritos o posición. Un niño era escogido y otro no era. Un niño era bendecido y el otro no era. Dios bendice a aquéllos que Él escoge bendecir.
Nosotros también necesitamos entender que la decisión de Dios para bendecir no estaba basada en si la persona lo servía bien o no. Jacob fue escogido para ser bendecido incluso antes de que él naciera, antes de que él pudiera demostrar su fe u obediencia. Incluso el apóstol Pablo vivió en rebelión hasta que Dios tocó su vida. Dios no escogió al apóstol porque Pablo lo amó y lo sirvió bien. Pablo odiaba al Señor Jesús y buscaba perseguir la iglesia, pero Dios lo escogió y cambió su corazón.
Usted podría nacer en un hogar cristiano y aun así podría perecer en su pecado. Nuestra salvación depende completamente del favor de Dios quien incluso nos extiende la mano cuando somos pecadores viviendo en rebelión. ¿Por qué Dios escoge a una persona por encima de otra? No pienso que ninguno de nosotros realmente puede contestar esta pregunta. Nosotros podemos estar seguros de una cosa, sin embargo. Su elección es hecha por amor. Por qué Él me ama y escoge derramar Su favor en mí siempre será un misterio, pero yo escojo regocijarme en Su favor y deleitarme en Sus bendiciones.
Para Consideración:
* ¿Qué carga el Señor ha puesto en su corazón por el Reino de Dios?
* ¿Fueron todos los que nacieron de padres judíos parte del verdadero Israel”? Explique. ¿Quién es el verdadero Israel?
* ¿La elección de Dios de una persona por encima de otra depende de nuestra habilidad o estilo de vida? ¿Por qué Dios escogió a una persona por encima de otra?
* ¿Qué nos enseña este pasaje sobre la salvación por obras? ¿Somos salvos porque somos buenos o merecemos Su salvación o es un acto de gracia de Su parte?
Para Oración:
* Pídale al Señor que aumente su carga por el Reino de Dios. Pídale que le muestre cuál es Su propósito particular para usted.
* Agradézcale al Señor por el hecho que Él lo ha escogido particularmente y lo ha perdonado de sus pecados.
* Agradézcale que aunque usted no merecía Su perdón y bendición, Él lo tocó de todas maneras.
25 – OBJECIONES A LAS DOCTRINAS DE PABLO
Lea Romanos 9:14-33
En la última meditación, vimos que no todos los que descienden de Abraham fueron hijos de Dios. Pablo demostró que aunque Abraham tuvo muchos hijos, Dios sólo escogió uno de ellos para ser el hijo de la promesa. Lo mismo fue así para Isaac. Dios escogió a su hijo Jacob para engendrar a Su pueblo y rechazó a Esaú incluso antes de que los niños nacieran. Él escogió a Jacob antes de que él pudiera demostrar fe u obras para merecer cualquier bendición. Ésta, según Pablo, era evidencia clara que ser un hijo de Dios estaba solamente basado en la elección de Dios y no en ningún mérito personal.
Esta doctrina no fue recibida bien. Hubo varias objeciones a la enseñanza de Pablo. Consideraremos tres de estas objeciones en este capítulo.
¿Dios es injusto?
La primera objeción fue de aquéllos que dijeron que la enseñanza de Pablo hacía a Dios parecer injusto (versículo 14). Consideremos esto por un momento. ¿Por qué Dios escogería a Isaac y no a los otros hijos de Abraham? ¿Por qué Dios escogería a Jacob y no a Esaú? ¿Es justo que Dios de su bendición a una persona y la refrene de otra?
Pablo nos recuerda que cuando Moisés le pidió al Señor que le mostrara Su gloria, el Señor respondió diciendo que él tenía misericordia y compasión de quienes Él quería (Ex. 33:19). Dios no estaba obligado a demostrar misericordia y compasión a nadie. Ninguno de nosotros merece Su favor. Si Dios hiciera lo que fuera justo todos pereceríamos porque todos nos quedamos cortos al intentar llegar a su norma. Dios no estaría siendo injusto si Él perdona los pecados de algunos y no de otros. Él está siendo compasivo.
Cuando yo visité Haití hace algún tiempo, yo vi todo tipo de necesidades físicas. Al caminar por las calles, las personas pedían dinero o algo para comer. Imagine que por de la bondad de mi corazón, yo escogiera dar algo de comida a uno de estos individuos. ¿Estaría yo siendo injusto porque yo no les di la misma cantidad de comida a todos? De ninguna manera. Yo no tengo que dar algo a todos para que mi acción sea considerada compasiva y misericordiosa. Si yo escojo ayudar a una persona y no a otro, yo estoy siendo misericordioso con esa persona. Cuando yo escojo ser misericordioso con alguien, es un acto de bondad no de injusticia. No podemos acusar a Dios de ser injusto porque Él escoge mostrar compasión a ciertas personas.
Pablo continúa recordándole a los romanos en el versículo 16 que la salvación y la bendición de Dios no dependen del deseo o esfuerzo del hombre sino de la misericordia de Dios. Si nuestra salvación dependiera de nuestros esfuerzos personales, entonces sería posible acusar a Dios de injusticia si Él no nos concede lo que merecemos por esas obras. La justicia exigiría que todos nosotros muriéramos por nuestros pecados. La elección de Dios para perdonar a algunos a través de la obra de Su Hijo no es injusta, es compasiva.
¿Nos Castiga Dios Por Hacer Su Voluntad?
En el versículo 17, Pablo usa un ejemplo de la historia de Su pueblo para mostrar que Dios escoge a algunas personas para ser objetos de Su bendición y a otros para ser objetos de Su ira. Faraón fue el instrumento escogido de Dios para mostrar Su poder a la nación Israelita. Dios permitió que el corazón de Faraón se endureciera para cumplir Su promesa a los judíos y revelarles Su gloria. Por los días cuando Israel estaba en Egipto, Faraón se negó a permitirles marcharse. Dios envió a Moisés que le hablara pero el rey continuó resistiéndose. A través de Moisés, Dios entonces empezó a destruir la nación de Egipto. Al así hacerlo, Dios reveló Su poder sobre la nación de Egipto. Él humilló a Faraón y juzgó su nación, liberando a Su pueblo de la esclavitud. Finalmente la nación fue destruida y nunca subiría de nuevo a una posición de poder. Dios escogió a Faraón y su nación para un propósito. Él los escogió para ser objetos de Su ira para que Su pueblo pudiera ver Su gloria y poder de una nueva manera. Esto lleva a otra objeción a la doctrina de Pablo.
¿Si Dios levantó a un hombre como Faraón para ser objeto de Su ira, entonces cómo él pudiera ser justamente castigado si él simplemente estaba haciendo la voluntad de Dios? ¿Si él no podía resistirse a la voluntad de Dios, entonces cómo él pudiera ser culpable de pecado?
Para responder a esto, Pablo nos dice en el versículo 20 que Dios, como el Creador y Señor, tiene el derecho de hacer lo que le plazca con su creación. Él usa la ilustración de un alfarero que crea una pieza de alfarería en su rueda. El alfarero puede formar el trozo de arcilla en su rueda para cualquier cosa que él desee. Él puede escoger hacer una pieza de alfarería para un uso importante y noble y otra para uso común. Del mismo trozo de arcilla, el alfarero tiene el derecho de hacer un recipiente para la basura y otro para ser mostrado en un museo de arte. El trozo de arcilla no tiene ninguna voz en cómo es formado. El artista tiene el derecho de hacer lo que le plazca.
Dios muestra a menudo paciencia con los objetos que Él ha formado para ira para que a través de ellos, Él pueda revelar Su gloria. Nosotros vemos esto en Faraón. Dios lo usaría como un instrumento de ira. Dios permitió que el corazón de Faraón se endureciera. Él le permitió oprimir a Su pueblo. Dios pudo destruirlo más pronto, pero Él escogió no hacerlo así. ¿Por qué Él mostró paciencia con Faraón y no lo juzgó antes? Pablo nos dice que Él lo hizo para demostrarles a los hijos de Israel las riquezas de Su gloria. Faraón, como instrumento de ira, tuvo un propósito.
Oseas les dijo a los israelitas que Dios llamaría pueblo al que no era Su pueblo (versículo 25). Dios extendería la mano a pecadores no merecedores y los haría vasijas de honra.
Por otro lado, Pablo les recordó a los romanos que Isaías enseñó que sólo algunos de la nación de Israel serían salvos.
“Si fuere el número de los hijos de Israel como la arena del mar, tan sólo el remanente será salvo” (versículo 27).
Isaías nos dice que si el Señor no hubiera tocado a Israel, hubiera sido destruida como Sodoma y Gomorra.
¿Qué está Pablo tratando de decir aquí? Él está diciéndoles a los romanos que Dios hace lo que le place. Él escoge a Gentiles y los hace instrumentos de bendición. Él hace de Israelitas instrumentos de ira. Él escoge bendecir a quien Él desea.
Volviendo a la pregunta original, Pablo pregunta: ¿Cómo puede Dios culparnos? La respuesta bastante simple es que Él nos culpa porque estamos en nuestro pecado. Él culpó a los Israelitas a través de Isaías porque ellos habían rechazado a su Señor. Él juzgó a Faraón porque él oprimió al pueblo de Dios y se resistió a Su voluntad. Los judíos y los Gentiles por igual son culpables ante Dios y merecedores de Su ira.
Nosotros no podemos culpar a Dios por juzgar al pecado. El hombre trajo el mal a este mundo. Dios puede tomar a un hombre malo y usarlo para lograr Su propósito mayor, pero Él aun así juzga al pecado.
Imagine que un esposo cae en el pecado de adulterio. Después de un período de tiempo, él comprende lo que él le está haciendo a su esposa y familia. Él se arrepiente y aprende una lección muy poderosa. Él cambia su estilo de vida y se vuelve un esposo amoroso. Al final su matrimonio es más fuerte. ¿Debe el pecado de este hombre ser excusado porque él se volvió un esposo bueno a través de él? ¿No es él todavía culpable de pecado aunque Dios usó esta situación para enseñarle una lección? Dios puede cambiar el mal que nosotros hacemos en algo bueno, pero Él todavía nos hace responder por nuestras acciones. Dios puede usar nuestro pecado para demostrar Su gloria o enseñarnos lecciones, pero la justicia demanda que el pecado sea aun castigado.
¿No Cuentan las Obras Para Algo?
Pablo se dirige a esta pregunta en esta última sección del capítulo 9. Pablo les había dicho a los romanos que sólo un remanente de Israel se salvaría aunque ellos observaran la Ley de Moisés. La práctica fiel de estos rituales no garantizaba la salvación. Esto era muy difícil de comprender para los judíos. ¿Cómo podrían los Gentiles que no buscaban a Dios ser salvos cuando los judíos, que observaban la ley, eran culpables? ¿No contaban sus obras para algo?
Pablo aclara que los judíos no se salvarían porque, aunque ellos observaban sus leyes y celebraciones, ellos no lo hacían por fe. Todas estas tradiciones y leyes apuntaban al Señor Jesús pero los judíos fallaron en verlo como el cumplimiento de la Ley. Jesús era una piedra de tropiezo para ellos. Él vino a Jerusalén (Sión, versículo 33) y vivió entre ellos pero ellos no pusieron su confianza en él. Los judíos se perderían a pesar de todas sus buenas obras porque ellos no miraron a Cristo para su salvación. Sus buenas obras no contarían para nada en cuanto a su salvación.
No se engañe en simplemente creer que porque Dios lo está usando a usted, usted es su hijo. Dios usó a Faraón pero Faraón se resistió a Dios hasta el fin. Dios usó sus malas acciones para algo bueno, pero también lo juzgó porque él era malo. Lo que es importante no es si usted está siendo usado por Dios sino si nosotros hemos sido perdonados de nuestro pecado. Esto era algo que los judíos no entendieron. Ellos observaron la ley que Dios les dio, pero rechazaron al Señor Jesús. La observancia de la ley no era suficiente. Sólo Jesús podía salvar. Esta es la razón por la que los Gentiles que no tenían la Ley de Moisés se podrían ser salvos.
Al escoger a algunas personas para recibir Su bendición, Dios estaba mostrando compasión y misericordia. Si Él nos diera lo que la justicia demanda, todos seríamos juzgados y condenados. Por misericordia Él extiende la mano y rescata a algunos y demuestra Su gran amor por ellos.
Dios puede usar a aquéllos que nunca han venido a Él. Él puede permitirles practicar su maldad durante un tiempo y usar eso para enseñar a Su pueblo, pero él aun así juzgará su pecado.
Nuestra salvación depende completamente de Dios y Su favor. Pablo deja bien claro que nuestros esfuerzos humanos no cuentan para nada. Muchos en Israel que observaron la Ley de Dios perecieron mientras que los Gentiles que no hicieron ningún esfuerzo por agradar a Dios recibieron Su favor.
Si hay una cosa que este capítulo nos enseña es nuestra dependencia absoluta en Dios y Su favor para nuestra salvación.
Para Consideración:
* ¿Es Dios injusto porque Él muestra misericordia en algunos y no en otros?
* ¿Qué aprendemos sobre el derecho de Dios sobre nosotros como su creación?
* ¿Qué nos dice Pablo acerca de por qué Dios permite que el pecado continúe durante un tiempo?
* ¿Cuál es la diferencia entre ser usados por Dios y ser salvos de nuestro pecado? ¿Puede usted ser usado sin haber sido salvo de su pecado?
* ¿Qué nos enseña Pablo aquí sobre el rol de las “obras” en cuanto a la salvación? ¿De qué depende nuestra salvación según Pablo en esta sección?
Para Oración:
* Pídale al Señor que lo perdone por las veces que usted se ha quejado de las cosas que Él ha estado haciendo en su vida.
* Si Él le ha abierto sus ojos a la verdad, tome un momento para agradecerle por el favor que Él le ha hecho al abrir su corazón y vida a Él.
* Agradézcale al Señor que aunque no siempre entendemos Su propósito, Él hace lo que es correcto.
* Agradézcale al Señor porque Él ha escogido revelarse a usted.
26 – LA JUSTICIA POR LA FE
Lea Romanos 10:1-11
Pablo tenía una pasión real por los hijos de Israel. Aquí en el capítulo 10, él nos recuerda que su más grande deseo era que ellos fueran salvos. Aunque ellos eran el pueblo escogido de Dios, no todos ellos eran destinados para la vida eterna. La mayoría había rechazado al Señor Jesús como el Mesías, el Prometido que había venido a salvarlos de sus pecados. Aunque ellos tenían mucho celo de Dios, su celo no estaba basado en el conocimiento de la verdad.
Los judíos eran muy celosos acerca de la práctica de su fe. Ellos observaban los sacrificios y fiestas que Dios les había dado a través de Moisés. Ellos eran fieles diezmando y en las tradiciones de sus padres. Ninguna de estas cosas, sin embargo, podría garantizar su salvación. Su actividad religiosa no los trajo más cerca de Dios. En el Evangelio de Juan, nosotros nos encontramos con Nicodemo, un Fariseo que vivió una vida muy buena y experto en la ley de Dios, pero Jesús le dijo que a menos que él naciera de nuevo, él no vería el Reino de Dios. De todas las personas en el Nuevo Testamento, los Fariseos eran los observadores más religiosos y fieles de la Ley de Moisés. A pesar de su observancia cuidadosa de la ley, sin embargo, Jesús les habló más severamente a ellos que a cualquier otro grupo de su tiempo.
Pablo nos dice que aunque los judíos eran muy celosos de su fe, su celo no estaba basado en el conocimiento. ¿Qué conocimiento les faltaba que los alejaba de la salvación de Dios? Pablo nos dice en el versículo 3 que los judíos ignoraron la justicia de Dios a través de Cristo, y en cambio ellos buscaron establecer su propia justicia. Al hacer esto, ellos no se sometieron a Dios ni a la justicia que Él quiso darles.
Ésta es una declaración muy importante. Los judíos fallaron porque ellos dieron sus espaldas a la promesa de Dios para salvación. Ellos creyeron que si ellos se aferraran a sus tradiciones y rituales, Dios los aceptaría. Aunque yo he usado esta ilustración en otra meditación, permítame usarla de nuevo. Imagine que ante usted hay una taza de agua envenenada. Si usted supiera que estaba envenenada, ¿usted bebería esa agua? Claro que no. Imagine que usted ve que alguien pone un poco de azúcar en el agua. ¿Ahora usted la bebería? Por supuesto que no. Aunque el agua sabe mejor, todavía tiene el veneno en ella. El azúcar no quita el veneno del agua. Esto es lo que los judíos no vieron. Sus vidas, como las nuestras, estaban envenenadas con el pecado. Ellos hicieron buenas obras y eran muy religiosos, pero ellos no podían cambiar el hecho que ellos eran pecadores ante Dios. El azúcar de los rituales religiosos no puede cambiar la naturaleza pecadora que nos condena ante Dios.
Lo que los judíos del tiempo de Pablo necesitaban era perdón y una posición correcta ante Dios. Esto es lo que ellos no entendieron. Pablo les dijo a los romanos en el versículo 3 que los judíos ignoraron “la justicia de Dios” y estaban procurando establecer su propia justicia. Ellos tenían mucho celo en la práctica de su fe, pero su celo no los hizo acercarse más a Dios.
Pablo dejó bien claro a sus lectores en el versículo 4 que Cristo es el fin de la ley para todo aquel que cree. La ley nunca podía salvar a nadie. Sólo Jesús podía. Es por ello que los Gentiles compartieron la herencia de la promesa de Abraham con los judíos creyentes. Los judíos que confiaron en la Ley de Moisés para llevarlos al cielo nunca lo lograron porque la ley nunca fue dada para llevar a nadie al cielo. Fue dada para mostrarles su necesidad de un Salvador.
En los versículos del 5 al 8, Pablo compara la justicia que es por la Ley con la justicia que es por la fe. Moisés describió la justicia de la Ley diciendo que el hombre que hiciera estas cosas viviría en ellas (Levítico 18:5). En otras palabras, aquéllos que están bajo la ley tienen que vivir según su norma. Fallar en cualquier punto es ser culpable de pecado. La paga del pecado es muerte (vea Romanos 6:23). ¿Quién podría cumplir esta norma?
Al contrario de la justicia que es por la ley, la justicia que es por la fe dice:
“¿Quién subirá al cielo? (esto es, para traer abajo a Cristo); o, ¿quién descenderá al abismo? (esto es, para hacer subir a Cristo de entre los muertos).”(Romanos 10:7).
La ley puso a los judíos bajo una norma imposible. El cuadro que Pablo describe en este versículo es de alguien clamando por ayuda en su condición de perdido. Note el lamento: “¿Quién subirá al cielo? (esto es, para traer abajo a Cristo)” Éste es el lamento de un alma que reconoce su necesidad. Éste es el lamento de un alma condenada que comprende que no cumple con la norma de Dios y necesita a alguien para salvarla. ¿Quién puede traer a Cristo a nosotros? Clama porque Él es nuestra única ayuda.
Pablo les recuerda a sus lectores en el versículo 8 que Cristo no está lejos o imposible de alcanzar. Él estaba, de hecho, muy cerca de ellos, anhelando venir a su ayuda. Según Pablo, la justicia que es por la fe dice, “Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón.”(Rom. 10:8). Dice que el Señor Jesús está muy cerca. Él toca a la puerta de nuestro corazón. Nosotros no tenemos que procurar llegar al cielo para encontrarlo porque Él ha venido a la tierra para encontrarnos.
En el versículo 9, Pablo les dice los romanos que todo lo que ellos necesitaban hacer era reconocer y confesar que Jesús es el Señor y creer en su corazón que Dios le levantó delos muertos y ellos serían salvos.
Pablo les dice dos cosas a los romanos aquí. Primero, él les dice que la salvación requiere confesar a Jesús como Señor. Esto significa un cambio de obediencia. Si Jesús es Señor, entonces nosotros debemos estar dispuestos a someternos a Su señorío en nuestras vidas.
Segundo, la salvación requiere creer en nuestros corazones que Jesús se levantó de los muertos. Para entender lo que Pablo está diciendo aquí, necesitamos entender por qué el Señor Jesús tuvo que morir. Él murió por nuestros pecados. Él murió para que la multa de nuestros pecados pudiera ser pagada por completo. Él murió para que nosotros pudiéramos ser perdonados. Él no permaneció en la tumba. El Señor Jesús se levantó en victoria sobre nuestro pecado.
Pablo resume lo que él ha estado enseñando en el versículo 10. Es a través de la creencia en nuestro corazón, que somos justificados o declarados en una posición correcta con Dios. Esta creencia es una creencia de lo que el Señor ha hecho por nosotros. Su obra solo nos da una posición correcta con el Padre. Aquéllos que vienen a Cristo deben creer que Él murió por sus pecados y se levantó en victoria sobre de ellos. Aquéllos que vienen a Cristo para salvación, sin embargo, también deben confesar con su boca que Él es Señor. Esta confesión es una declaración de su sumisión a Él y a Sus propósitos.
La justicia que viene por la ley exigía la obediencia perfecta. Todos los que no la lograron son culpables y merecedores de la muerte y de la separación eterna de Dios. La justicia que viene por la fe demanda creer en un Salvador perfecto y confesarlo como Señor.
Para Consideración:
* ¿Qué nos enseña este pasaje sobre la posibilidad de merecer la salvación por el esfuerzo humano?
* ¿Qué es la salvación que viene por la fe?
* ¿Cómo recibimos la salvación que viene por la fe?
* ¿Es posible para nosotros ser muy celosos del Señor y aun así no ser salvos?
Para Oración:
* ¿Conoce usted a alguien que está intentando merecer su salvación por obras? Tome un momento para orar que ellos puedan comprender que la salvación es un regalo gratis.
* Pídale al Señor que le dé denuedo al proclamarlo como su Señor y Salvador.
* Pídale al Señor que le ayude a rendirse a Su señorío en su vida.
27 – NINGUNA DIFERENCIA
Lea Romanos 10:12-21
Para los judíos del tiempo de Pablo, los Gentiles eran indignos de la salvación. Los judíos se veían como el pueblo escogido de Dios porque Él les había dado la Ley y los profetas. Por eso era muy difícil para ellos creer que un Gentil podría estar en una relación correcta con Dios.
Pablo les dice a sus lectores en esta sección de Romanos que no había ninguna diferencia entre el judío y el Gentil en cuanto a la salvación. El Señor estaba dispuesto a recibir a cualquiera que viniera a Él por fe, sin tener en cuenta raza, cultura, o posición social. Todo aquel que invocare el nombre del Señor, sería salvo. (Versículo 13).
Hay muchas personas que invocan el nombre del Señor. Las iglesias están llenas de personas que “invocan” al Señor de una manera u otra. Muchas personas lo invocan cuando ellos están en problemas y se olvidan de Él por el resto del tiempo. Es importante que entendamos lo que Pablo quiere decir que cuando él usa la palabra, “invocar.”
En el contexto, Pablo ha estado hablando sobre la salvación. Por consiguiente, invocar al Señor tiene que ver con buscar Su salvación. Si vamos a invocar de verdad al Señor en este sentido tenemos que entender nuestra necesidad de Él en primer lugar. Nosotros no invocamos a alguien que no necesitamos. Pablo está hablando aquí sobre individuos que entienden que son pecadores sin esperanza de salvación aparte de la obra del Señor Jesús. Por eso es que ellos invocan al Señor. Ellos lo invocan porque comprenden que Él es la única esperanza que ellos tienen. Aquéllos que invocan al Señor entienden su necesidad y están listos para abrir sus corazones para recibir la respuesta que el Señor quiere dar. El Señor escucha ese tipo de lamento. Él extenderá la mano, dice Pablo, y los salvará.
También es importante comprender que antes de que una persona pueda invocar al Señor, ellos necesitan creer en Él (versículo 14). Esta invocación es un clamor de fe. Para invocar de verdad, una persona necesita creer en la obra del Señor Jesús y por qué Él vino. Él vino porque no había ninguna otra manera para que nosotros fuéramos salvos. Él vino porque nosotros éramos pecadores separados de un Dios santo. Si vamos a invocar a Dios para salvación, necesitamos creer que Él es el único que puede satisfacer nuestra necesidad. ¿Por qué alguien invocaría si no creyera que Él pueda ayudar?
Pablo les recordó a los romanos en el versículo 14 que el tipo de creencia requerida para invocar al Señor surge por medio de la predicación de la Palabra. Nadie puede creer en algo de lo que nunca han oído hablar. Si las personas van a invocar a Dios para salvación, ellos necesitan primero escuchar el mensaje del Evangelio por medio de sus siervos. Sólo cuando las personas escuchan la Palabra pueden responder en creencia e invocar al Señor.
El apóstol continuó recordándoles a los romanos en el versículo 15 que sólo aquéllos que son enviados pueden predicar. Nosotros necesitamos entender varias cosas sobre esta declaración de Pablo.
Primero, aquéllos que predican el mensaje de la salvación necesitan ser instrumentos de Dios, dotados y enviados por Él para este propósito. Hay muchos que se paran detrás de púlpitos o van de puerta en puerta que no son enviados por Dios. Incluso, en el tiempo de Pablo había muchos falsos profetas que predicaban otro evangelio. Aquéllos que predican necesitan ser Su pueblo que conocen la verdad y van bajo la unción de Dios, guiando y llamando.
Segundo, aquéllos que van, sobre todo aquéllos llamados al ministerio a tiempo completo, necesitan no sólo ser enviados con la bendición de Dios sino también de sus personas. Ellos necesitan iglesias que los representen y apoyen para que ellos puedan ir. Ellos necesitan que otros reconozcan el llamado de Dios en sus vidas.
Pablo cita a Isaías, en el versículo 15, diciendo, “¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!” Hay algo muy hermoso sobre alguien que tiene suficiente compasión y amor en su corazón para dejar atrás todo para compartir el amor del Señor Jesús con aquéllos que nunca lo han escuchado. Aquéllos que van de esta manera son preciosos a los ojos del Señor. Ellos también necesitan ser preciosos a nuestros ojos. Esto significará que sus personas estén dispuestas a invertir tiempo y recursos en ellos y en su llamado.
Compartir la Palabra de Dios no siempre es una tarea fácil. Isaías entendió la dificultad de este ministerio. El mensaje de los profetas no siempre fue bien recibido. Muchos profetas fueron asesinados porque aquéllos a quienes fueron enviados los rechazaron a ellos y a su mensaje. En un momento dado en su ministerio, Isaías clamó, “¿Señor quién ha creído nuestro mensaje?” Él comprendió el rechazo. Nosotros necesitamos recordar que las personas pueden reaccionar desfavorablemente a la Palabra de Dios. A veces seremos perseguidos debido al mensaje que hablamos. La realidad del asunto, sin embargo, es que “la fe viene por medio de escuchar el mensaje.” (Versículo 17). Una persona no puede creer en algo de lo que nunca ha oído hablar. La única manera en que las personas pueden oír el mensaje es que alguien se lo predique.
Pablo nos recuerda en el versículo 18 que cuando la palabra de Dios llegó a Israel, no fue aceptada. Su rechazo a este mensaje no significó que Dios había terminado con Su pueblo. Pablo nos dice que Moisés sabía que Dios provocaría a Israel a celos con una nación insensata (versículo 19). El día vendría cuando Israel anhelaría las bendiciones que Dios derramaría sobre los Gentiles.
Dios se reveló a aquéllos que ni siquiera lo buscaban (versículo 20). Dios derramó Su Espíritu sobre los Gentiles. Él les extendió la mano y los bendijo y los trajo a Su reino. Mientras que los Gentiles abrieron su corazón a las cosas de Dios, su propio pueblo lo rechazó. Dios le ofreció Su mano, pero ellos se negaron a aceptar las buenas noticias del Evangelio. Dios, sin embargo, no ha rechazado a Su pueblo completamente.
La salvación no está limitada a ningún pueblo. Dios bendecirá a todo aquél que de verdad lo invoque por fe. Si las personas van a creer, primero necesitan oír. Si las personas van a oír, necesitamos dejar las comodidades de nuestras propias casas e ir. No todos aceptarán el mensaje que nosotros traemos, pero aquéllos que lo reciben, creen e invoquen al Señor Jesús serán salvos.
Para Consideración:
* ¿Qué significa invocar al Señor?
* ¿Qué aprendemos aquí acerca de la importancia de compartir la Palabra de Dios?
* ¿Qué nos dice este pasaje acerca de las necesidades de aquéllos que nunca han oído el Evangelio?
* ¿Qué aprendemos en este pasaje acerca de las dificultades asociadas con compartir el Evangelio?
* ¿Qué responsabilidad tiene usted en compartir este mensaje?
Para Oración:
* Agradézcale al Señor por la manera en que Él lo alcanzó a usted con Su salvación.
* Pídale al Señor que le muestre más claramente cómo Él quiere que usted alcance con la Palabra a aquéllos que nunca la han oído.
* Pídale al Señor que le abra puertas para compartir el evangelio con alguien hoy.
* Pídale al Señor que le dé fuerza para enfrentar las pruebas y el rechazo que vendrán inevitablemente cuando usted comparte Su Palabra.
28 – ¿HA DESECHADO DIOS A SU PUEBLO?
Lea Romanos 11:1-12
Pablo ha estado recordándoles a sus lectores que en Cristo no hay ninguna diferencia entre el judío y el gentil. Todos los que invoquen el nombre del Señor pueden ser salvos. En la última sección del capítulo 10, él nos dijo que aunque la oferta de salvación fue dada primero a los judíos, ellos la habían rechazado. El rechazo del Mesías planteó algunas preguntas muy importantes. ¿Había Dios ahora terminado con Su pueblo? ¿Había Él ahora centrado su atención completamente a las naciones Gentiles?
Pablo contesta esta pregunta con un muy definitivo “En ninguna manera.” Él usa su propia situación para ilustrar su punto. Pablo era judío, descendiente de Abraham de la tribu de Benjamín. Como Israelita, él había experimentado la riqueza de su herencia judía, pero Dios también lo había salvado de su pecado a través del Señor Jesús. Él era prueba viviente que Dios no había rechazado a Su pueblo completamente.
Aunque Israel había matado a sus profetas, Dios nunca los rechazó completamente. Pablo les recuerda a sus lectores acerca del profeta Elías en el versículo 3. En un momento dado en su ministerio, el profeta clamó a Dios, “Señor, a tus profetas han dado muerte, y tus altares han derribado; y sólo yo he quedado, y procuran matarme.”
El Señor consoló a Elías diciéndole que Él se había reservado a siete mil personas que nunca habían doblado la rodilla a los dioses paganos. Dios había reservado a siete mil judíos y los había protegido en un tiempo desesperado y malo. Él los apartó del mal que los rodeaba. Una vez más, ésta era evidencia para Pablo que Dios tenía Su mano en un número de sus personas. Dios todavía tenía un remanente de judíos escogidos y reservados por gracia (versículo 5)
Pablo nos dice en el versículo 7 que lo que Israel buscaba seriamente no lo había alcanzado (versículo 7). Ellos buscaban al Mesías, pero sólo unos pocos lo hallaron. Noten que Israel buscaba al Mesías “seriamente.” Ellos lo buscaban, pero no lo reconocieron cuando Él vino. Ellos esperaban que Él entrara de una manera muy diferente. Ellos esperaban que Él se viera diferente.
Pablo nos dice que los Israelitas fueron endurecidos y recibieron un espíritu de estupor para que ellos no pudieran ver. David clama a Dios contra su propio pueblo diciendo:
“Sea vuelto su convite en trampa y en red, En tropezadero y en retribución; Sean oscurecidos sus ojos para que no vean, Y agóbiales la espalda para siempre.”(Versículos 9-10).
Éstas son palabras difíciles, pero deben ser una advertencia para nosotros. Los judíos se enorgullecían de ser el pueblo de Dios, pero ellos rechazaron al Mesías. Ellos tropezaron con su propia salvación. Ellos negaron y rechazaron a los profetas y Dios los entregó a sus propios corazones pecadores.
¿Tropezaron ellos sin oportunidad de recuperación? Pablo dice de nuevo enfáticamente “¡De ninguna manera! “Él nos dice que todavía hay esperanza para el pueblo de Dios. De hecho, debido a su pecado y rechazo, la salvación vino a los Gentiles. Si su pecado y rechazo significó que Dios volcó Su atención al mundo y trajo a innumerables individuos a Su salvación, imagine lo que pasará cuando el Señor los traiga a Él. Si Dios puede usar la nación judía, tan pecadora como era, para traer Su salvación al mundo, imagine lo que Él pueda hacer si ellos se volvieran a Él. Dios no ha rechazado a Su pueblo. Él todavía tiene un plan para ellos.
Dios no abandona a los suyos. Él pone sus manos en nosotros y nos guarda. Si no fuera por Él, ¿dónde estaríamos hoy? Nosotros le debemos todo a Él. Si Dios hubiera abandonado a la nación judía, ¿qué esperanza tendríamos? Debemos estar seguros, entonces, que Dios no nos abandonará porque Él no ha abandonado a los judíos.
Para Consideración:
* ¿Qué nos enseña este pasaje acerca del plan del Señor para la nación judía?
* ¿Qué aprendemos aquí sobre cómo Dios nos guarda del pecado y la maldad?
* ¿Ha visto usted al Señor guardarlo del pecado? Explique.
* ¿Qué consuelo usted recibe del hecho que Dios no ha abandonado a los judíos? ¿Qué seguridad esto le da?
Para Oración:
* Agradézcale al Señor por la manera que Él lo ha guardado del pecado y la maldad.
* Agradézcale que a pesar de que usted no siempre ha sido fiel, Él aun así lo ha usado.
* Pídale al Señor que abra su corazón a Él y a Sus propósitos. Pídale que lo use de una manera mayor.
29 – ¿ALGÚN MOTIVO PARA JACTARSE?
Lea Romanos 11:13-24
Pablo ha estado hablando sobre el hecho que no hay ninguna diferencia entre los judíos y Gentiles en cuanto a la salvación. Mientras que los judíos habían mayormente rechazado a Jesús como Salvador, Dios no los había rechazado a ellos completamente.
Para los judíos del tiempo de Pablo resultaba muy difícil aceptar el hecho que un Gentil podría ser recibido por Dios en el mismo nivel que un judío. El hecho que los Gentiles aceptaron la salvación que los judíos habían rechazado llevó a algunos a creer que ellos eran mejores que los judíos. Esta mentalidad se ha transmitido a través de las generaciones. La historia de la nación judía demuestra que ellos han sufrido tremendamente a manos de muchas naciones cristianas.
Pablo, aunque él se aferraba fuertemente a sus raíces judías, fue llamado a ser un misionero a los Gentiles. Él estaba orgulloso del ministerio que el Señor le había dado. Esto no vino sin costo personal. Sus propios hermanos y hermanas judíos no sentían que él debía estar predicándole a los Gentiles. Ellos sentían que él se había corrompido al asociarse con ellos. En ocasiones, él fue rechazado y golpeado debido a su disposición para aceptar los Gentiles como compañeros iguales en el Evangelio. A pesar de este rechazo, Pablo nos dice en el versículo 13 que él veía gran fruto en su ministerio. Él no estaba avergonzado de su llamado a los Gentiles. Él sufrió de buena gana el rechazo y abuso de hermanos y hermanas judíos por causa de los Gentiles.
Una de las razones por las que Pablo estaba tan dispuesto a aceptar la persecución de sus hermanos por razón de ministrar a los Gentiles era que él quería que los judíos fueran provocados acelo de lo que Dios estaba haciendo entre ellos. Aunque él era un apóstol a los Gentiles, él nunca se olvidó de su propio pueblo. Él quería que los judíos vieran lo que Dios podría hacer en los Gentiles para que ellos se avivaran en sus propios corazones y lo aceptaran también (versículo 14).
El resultado del ministerio de Pablo fue que el Espíritu de Dios fue derramado en personas de diferentes naciones y muchos aceptaron la salvación de Dios. Fue debido a que los judíos rechazaron el evangelio que el Espíritu de Dios se empezó a mover entre las naciones. Pablo desafía a sus lectores a considerar que si el rechazo de los judíos al Evangelio trajo tantos Gentiles al Reino de Dios, ¿que Dios podría hacer a través de ellos cuando ellos aceptaran a Jesús y Su salvación? Noten en el versículo 15 que Pablo dice “¿qué será su admisión?” Él usa aquí la palabra “será”. Pablo tenía un sentido muy claro que Dios iba a hacer una obra poderosa en la vida de la nación judía. Él creía que el día llegaría cuando habría un gran vuelco hacia el Señor Jesús, y él esperaba que sucedieran cosas grandes y poderosas a través de los judíos cuando ellos finalmente se volvieran a Cristo.
Pablo se dirigió a los Gentiles que creían que porque ellos habían aceptado al Señor ellos eran mejores que los judíos (versículo 16). Él usa dos ilustraciones para mostrarles la necedad de su creencia.
Él ilustra esta primera con una ilustración del pan. Él les recuerda que si la masa que se usa para hacer el pan es buena, entonces el pan también será bueno. Si, por otro lado, la masa no es buena, entonces el pan no será bueno tampoco.
La segunda ilustración que Pablo usó fue sobre un árbol. Si un árbol no tiene una buena estructura de la raíz, las ramas serán débiles y el árbol no llevará buen fruto.
¿Qué está Pablo diciendo en estas ilustraciones? Él está diciéndoles a los Gentiles que sus raíces estaban en la fe judía. El Dios de los judíos también era su Dios. El Señor escogió darles el Mesías a través de la nación judía. Abraham, Isaac, y Jacob, los padres de la nación judía, también eran sus padres espirituales. Las Escrituras del Antiguo Testamento eran también las Escrituras del judío y del cristiano. Las raíces del cristianismo están firmemente ancladas en el Judaísmo. Si no hubiera sido por la nación judía, la salvación de los Gentiles nunca habría ocurrido. Los Gentiles les debían todo a sus hermanos judíos.
Pablo ilustra esto más detalladamente recordándoles a los Gentiles que ellos habían sido injertados a un árbol judío. Ellos eran ramas silvestres sostenidas y alimentadas por raíces judías. Las Escrituras del Judaísmo les daban esperanza. Los profetas de la nación judía les dieron advertencias y bendiciones. El Dios del Judaísmo los aceptó y les hizo sus hijos. ¿Cómo podían estas ramas silvestres, sostenidas por raíces judías, pensar que eran mejores que la propia raíz? Era inconcebible para Pablo que los Gentiles trataran a los judíos como inferiores.
Pablo reconoció que muchas ramas judías estaban desgajadas para que ramas Gentiles pudieran ser puestas en su lugar. Él sabía que Dios le había dado la espalda a Su pueblo durante un tiempo debido a su rechazo a Su Hijo. Esto, sin embargo, no les daba ninguna razón a los Gentiles para jactarse por encima de los judíos. Si algo, les daba gran razón para temer.
Pablo advierte a los Gentiles que si Dios cortara a Su propio pueblo a quien Él amó y bendijo más que a cualquier otro, entonces Él ciertamente no dudaría en hacer lo mismo con los extranjeros. En lugar de jactarse, ellos necesitaban aprender la lección que Dios estaba enseñándoles a través de Su pueblo. Ellos necesitaban temer a Dios y vivir en obediencia para que no Él no se aparte de ellos también.
En el versículo 22, Pablo desafía a los Gentiles a considerar la bondad y la austeridad de Dios. Él había juzgado a aquéllos que lo rechazaron. Él había castigado el pecado y la maldad. Al mismo tiempo, sin embargo, Él es también un Dios de gran bondad y compasión para aquéllos que perseveran en la fe. El Espíritu de Dios se estaba moviendo poderosamente entre los Gentiles, trayéndolos en Su reino. Tenemos la impresión, sin embargo, que si ellos le dieran la espalda a Dios como lo habían hecho los judíos y afligían Su Espíritu, Él también apartaría Su Espíritu de ellos dejándolos en su pecado y maldad.
En el versículo 23 Pablo les dijo a sus lectores que si los judíos no persistieran en la incredulidad, Dios los recibiría de nuevo. Si nosotros fuimos aceptados como extranjeros en la familia de Dios, ¿cuánto más Dios se deleitará en recibir a Su propio pueblo?
Lo que Pablo está diciéndonos aquí es que no hay motivo para jactarnos por encima de nuestros hermanos y hermanas judíos. Nosotros les debemos mucho a ellos. Ellos nos trajeron un Salvador. Ellos nos dieron las Escrituras. Nosotros también necesitamos aprender la lección que Dios está enseñándonos a través de ellos. Nosotros necesitamos aprender que como ramas silvestres, podemos contristar al Espíritu de manera que Él también se aparte de nosotros. Pablo está hablando aquí sobre la obra del Espíritu en la vida de una nación. Él no está implicando que nosotros pudiéramos perder nuestra salvación. Lo que él está diciendo, sin embargo, es que nosotros podemos contristar al Espíritu de manera que Él aparte Su presencia. Que cosa tan terrible que el Espíritu de Dios sea contristado en una nación y el Señor retire Su gracia y bendición. La nación se sumerge en la oscuridad de su pecado. Los crímenes y la violencia aumentan. El materialismo y la inmoralidad dominan la cultura. La corrupción, deshonestidad, y el orgullo toman el control. La salvación es escasa. Los corazones se endurecen. La Palabra de Dios parece no echar raíz en los corazones y vidas de las personas. Qué importante es para nosotros como nación guardar nuestros corazones abiertos a lo que el Espíritu de Dios está diciendo para que no seamos también cortados de Su ministerio en nuestra tierra.
Para Consideración:
* ¿Qué vemos aquí en este pasaje sobre el corazón de Pablo por los judíos?
* ¿Qué hemos recibido de nuestros hermanos y hermanas judíos?
* ¿Qué lección necesitamos aprender de los judíos sobre ser cortados del ministerio del Espíritu Santo de Dios?
* ¿Cómo podemos hoy contristar al Espíritu Santo como nación? ¿Qué esperaría usted ver en una nación que está contristando al Espíritu Santo?
* ¿Cómo podemos contristar al Espíritu Santo en nuestras vidas personales? ¿Cuál es el resultado?
Para Oración:
* Pídale al Señor que lo perdone por las veces que usted ha contristado al Espíritu Santo en su vida.
* Pídale al Señor que sea paciente con su nación y que continúe Su obra en medio de ella.
* Pídale al Señor que se mueva en la nación judía, para traerlos a Él.
* Pídale al Señor que le muestre cualquier manera que usted ha estado contristando al Espíritu Santo en su vida. Pídale que le dé gracia para arrepentirse.
30 – LA ESPERANZA DE ISRAEL
Lea Romanos 11:25-36
Pablo ha estado recordándoles a los Gentiles lo que ellos les deben a los judíos. A través de ellos Dios trajo al Salvador del mundo. A través de ellos Él dio las Escrituras. Debido a su rechazo, el Espíritu del Señor se volvió a ellos.
En el versículo 25, Pablo continuó diciendo que la nación judía había realmente experimentado un endurecimiento en parte hasta que hubiera entrado la plenitud de los gentiles. Esto nos lleva a creer que, en el plan y propósito de Dios, hay aún una gran obra por hacerse en la vida de la nación judía. Dios no se ha olvidado de aquéllos a quienes Él llamó a ser originalmente Su pueblo. Por el momento, el Espíritu de Dios se está moviendo entre las naciones Gentiles, pero el día vendrá cuando ese mismo Espíritu volverá y se moverá entre los judíos. Cuando aquéllos a quienes Dios ha llamado delos Gentiles hayan alcanzado su plenitud, entonces el Señor restaurará Su propio pueblo a Él mismo. Se entiende que esto no será hecho aparte del Señor Jesús. Hay sólo un camino a Dios y es a través del Señor Jesús. Cuando Dios se mueva entre los judíos, habrá finalmente un reconocimiento de Él como su Mesías. ¡Qué día tan maravilloso será!
Noten que Pablo les dijo a los romanos en el versículo 26 que todo Israel será salvo. Necesitamos examinar esta frase en más detalle. Citando de Isaías, Pablo les recordó a sus lectores que de Jerusalén vendría un Libertador que apartaría al pueblo de su pecado y haría un pacto especial con ellos. Los profetas del Antiguo Testamento se afligían por el pecado y la rebelión del pueblo de Dios, así que esta noticia trajo esperanza en medio de la gran oscuridad.
Lo que es significativo sobre este pasaje es que Pablo nos dice que “todo” Israel será salvo. ¿Qué quiere él decir con esta pequeña palabra “todo”? ¿Significa esto que todo judío será salvo? Éste no puede posiblemente ser el caso porque muchos judíos ya han rechazado al Señor Jesús. Para entender este pasaje es importante que lo veamos en el contexto de lo que Pablo nos dice anteriormente en su carta.
Recuerde que en Romanos 9:6 Pablo dijo que no todos los que eran descendientes de Abraham eran verdaderos Israelitas. El verdadero Israel consistía en aquéllos que amaban al Señor y lo adoraban en espíritu y en verdad. No importa las circunstancias, Dios siempre tuvo un remanente de Israel que de verdad le perteneció a Él. Dios aceptó a Jacob pero rechazó a Esaú. Dios aceptó a Isaac pero rechazó a Ismael. Cuando Pablo nos dice que todo Israel será salvo, él no está refiriéndose a cada hombre, mujer y niño nacido de padres judíos. Él está refiriéndose a aquéllos que pertenecen al “verdadero Israel”, el pueblo escogido de Dios.
En este momento presente Dios ha estado uniendo los Gentiles a la raíz judía (vea Romanos 11:17). Estos Gentiles son ahora parte del verdadero Israel. El número no estará completo, sin embargo, hasta que aquéllos que Dios ha escogido de la nación de Israel también sean incluidos. Pablo está diciéndonos que Dios hará una obra final entre la nación judía para completar el número de las personas que formarán parte de su cuerpo. Entonces “todo” el pueblo escogido de Dios será salvo.
Pablo les dijo a los romanos en el versículo 28 que, en cuanto al Evangelio, los judíos eran en el presente sus enemigos, pero que todavía son amados por Dios. Dios todavía tenía un plan para ellos. En el tiempo de Pablo, muchos de los judíos rechazaron el mensaje del Evangelio. Algunos, incluso Pablo, fueron abiertamente hostiles a los cristianos. Muchos cristianos fueron asesinados y perseguidos por los judíos en los primeros días de la iglesia. A pesar de esto, sin embargo, Dios no se ha olvidado de ellos como pueblo. Él todavía tiene un plan para su salvación. Él todavía los ama.
Parte de la razón para esto es que el llamado de Dios es irrevocable (versículo 29). Dios había llamado a la nación judía para ser Su pueblo. Él les había hecho las promesas a sus padres y Él no se retractaría de esas promesas. Los judíos lo provocaron a ira muchas veces, pero Dios demostró gran paciencia con ellos y continuó amándolos. Él no los abandonará para siempre. Él será fiel a Su palabra y Su promesa para ellos como nación.
Así como los Gentiles estaban viviendo una vez en oscuridad y desobediencia al Señor, así ahora los judíos están viviendo en esa misma desobediencia y oscuridad. Desde la venida del Señor Jesús, la nación judía ha sido lanzada en oscuridad por su rechazo del Mesías. Pablo nos recuerda que así como Dios abrió la puerta para los Gentiles, así Él abrirá la puerta de nuevo a los judíos para recibir misericordia y salvación.
En el propósito global de Dios, Él nos permite a veces estar atados en la oscuridad por un tiempo para que Él pueda mostrarnos Su misericordia y compasión. De hecho, nosotros nunca entenderíamos totalmente la misericordia y el perdón de Dios si no fuera por nuestro pecado y rebelión. Jesús nos recuerda en el Evangelio de Lucas que aquéllos que lo aman más son aquéllos que han sido perdonados más (Lucas 7:47).
Pablo también nos dice que Dios a veces debe revelarnos la magnitud de nuestro pecado y rebelión antes de mostrarnos la profundidad de Su amor, misericordia, y compasión (versículo 32). Ha habido tiempos en mi vida cuando yo he estado abrumado por mi pecado y mis limitaciones. Han existido tiempos prolongados cuando Dios parecía estar lejos. Parecía que yo estaba sumergido en oscuridad y yo sentía que Dios ya no estaba moviéndose en o a través de mí. El hecho del asunto es que nosotros nunca realmente apreciaremos la Tierra Prometida hasta que tengamos que enfrentar el desierto.
Los caminos de Dios son mucho más profundos que los nuestros (versículos 33). Nosotros nunca podremos asir Su propósito y plan totalmente. Hace algún tiempo yo me encontré a un individuo que empezó a hablarme sobre la doctrina de la trinidad. Él no podría entender cómo Dios podía ser un Dios y aun así ser Padre, Hijo, y Espíritu Santo al mismo tiempo. Él sentía que como él no podía entender esta doctrina entonces no podría ser verdad. Yo le respondí diciendo: “Yo me alegro tanto que hay cosas sobre Dios que yo no puedo entender, porque si yo pudiera entender a Dios y podría encasillarlo en mi pequeño cerebro, Él no sería muy grande.” Habrá siempre cosas sobre Dios que nosotros no entenderemos. A veces nosotros tenemos que simplemente confiar en Dios a pesar de nuestra confusión.
Hay momentos que pensamos que necesitamos decirle a Dios qué hacer. Nosotros nos enfadamos con Él cuando Él no hace las cosas de la manera que nos gustaría. Nosotros pensamos que quizá Él es el que no nos entiende en lugar de ser al revés. Pablo nos recuerda que ninguno de nosotros puede aconsejar a Dios. Una vez más, necesitamos confiar en Él cuando no vemos el cuadro total.
Pablo nos recuerda que el Señor es la fuente de todas las cosas. Nosotros le debemos cada aliento que tomamos. Sin Él nada podría existir. Él lo puso todo en su lugar y lo sostiene. No hay nada que podamos darle a Dios que Él no nos lo haya dado primero. Él es un Dios asombroso que merece nuestra alabanza y adoración. Puede que nunca podamos entender Sus propósitos, pero podemos confiar en ellos completamente.
Dios cumplirá Sus propósitos en la historia del mundo sin importar lo que pueda venir. Sus caminos pueden ser muy superiores que nosotros, pero ellos son perfectos y podemos poner nuestra confianza plena en lo que Él está haciendo. Quizá usted siente que está viviendo en oscuridad como la nación judía. Anímese, Dios no lo ha abandonado. Él usará las pruebas y la oscuridad que usted está enfrentando para traerlo más cerca. Él no lo desamparará. Aunque usted no entienda Sus caminos, usted puede confiar en Él.
Para Consideración:
* ¿Qué Pablo nos enseña aquí sobre el propósito y el plan de Dios para la nación judía?
* ¿Cómo Dios le ha revelado a usted su propia pecaminosidad? ¿Cómo esto le ha ayudado a que usted entienda Su gracia más totalmente?
* ¿Usted tiene que entender a Dios para aceptarlo? ¿Usted tiene que entender Su propósito y plan antes de confiar en Él?
* ¿Qué nos enseña este pasaje acerca de los tiempos de pruebas y oscuridad espiritual que a veces enfrentamos?
Para Oración:
* Pídale al Señor que lo perdone por las muchas veces que usted ha fallado en confiar en Él debido a que usted no entendía Su propósito.
* Agradézcale al Señor por permitirle nacer en un tiempo cuando el Espíritu de Dios se está moviendo entre las naciones Gentiles como la suya. Agradézcale por el privilegio que Él le ha dado de conocerlo personalmente.
* Pídale al Señor que renueve su temor de quién Él es y de lo que Él está haciendo en este mundo.
* Agradézcale al Señor porque Él siempre será fiel a Sus promesas y porque Él es completamente digno de confianza.
* Agradézcale porque Él no se olvida de los que le pertenecen.
31 – ENTREGADOS Y TRANSFORMADOS
Lea Romanos 12:1, 2
Pablo ha empleado la mayoría de su tiempo en esta carta describiendo la obra del Señor Jesús para nuestra salvación. Aunque nosotros éramos extranjeros y enemigos del Señor, Él nos extendió Su mano y nos salvó de nuestro pecado. Él nos liberó de la condenación ofreciendo su propia vida en la cruz. Él puso Su Espíritu en nosotros para ser nuestra guía y consejero. Pablo trae dos desafíos a todos los que han experimentado esta obra de Cristo en sus vidas en Romanos 12:1-2.
Presentar Sus Cuerpos como Sacrificios Vivos
El primer desafío es presentar nuestros cuerpos como sacrificios vivos a Dios. ¿Qué significa presentar nuestros cuerpos como sacrificios? Si vamos a ofrecer nuestros cuerpos como sacrificios vivos a Dios, tendremos que morir a las ideas y deseos que tenemos para nosotros mismos. El momento en que nos ofrecemos al Señor le damos el derecho a nuestras vidas. Nosotros somos ahora suyos para hacer de nosotros cuanto le plazca. Él pudiera enviarnos al campo misionero. Él pudiera permitirnos atravesar por un tiempo de enfermedad que nos probará y nos refinará. Cuando sacrificamos nuestros cuerpos al Señor, ellos ya no nos pertenecen. Nosotros entregamos todos los derechos al Señor. Él es ahora Señor de nuestras vidas y nosotros estamos bajo Su Señorío.
Según el apóstol Pablo, es racional para nosotros hacer esto. Hacer cualquiera cosa menos sería deshonrar al Señor Jesús quien se entregó por nosotros. Noten en el versículo 1 cómo Pablo nos dice que ofrecernos de esta manera es un acto de adoración. Cada vez que decidimos morir a nuestros propios intereses y hacer lo que Dios requiere, nosotros lo honramos a Él. Cuando nos apartamos de la inmoralidad porque deshonraría al Señor, le hemos ofrecido nuestra adoración. Como conserjes de estos cuerpos, nosotros glorificamos al Señor guardando nuestros cuerpos puros y santos.
No Conformarse al Mundo
El segundo desafío que Pablo trae en el versículo 2 es no conformarse al modelo de este mundo sino “ser transformados por medio de la renovación de nuestro entendimiento.” El primer reto tiene que ver con el cuerpo; el segundo tiene que ver con nuestra mente. Nosotros debemos ofrecer nuestros cuerpos al Señor y guardarlos puros y santos. Nosotros debemos hacer algo similar con nuestra mente.
Aquí en el versículo 2 Pablo nos desafía a no conformarnos al modelo de este mundo. Con esto él quiere decir a la filosofía de este mundo. En otras palabras, no debemos permitirnos pensar como los incrédulos de nuestro alrededor. Tome un momento para considerar cómo este mundo piensa. Mientras estoy escribiendo este comentario, a menudo me encuentro en una cafetería cercana. Las cafeterías donde yo vivo son lugares dónde las personas vienen a hablar y a compartir sus ideas. No toma mucho tiempo darse cuenta de lo que es importante para las personas que se reúnen allí. Ellos hablan de sus fiestas y de cuánto alcohol ellos beben. Ellos hablan de sus relaciones inmorales y de sus familias rotas. Ellos hablan de vengarse de aquéllos que los han ofendido. Ellos se deleitan en las cosas de este mundo y no quieren tener nada que ver con el Señor Jesús. Yo recuerdo en una ocasión a un hombre enfadado que entró en la cafetería perturbado porque un pastor se le había acercado y le había hablado sobre el Señor Jesús. Él les dijo allí a todos que él casi golpea al pastor por compartir a Cristo con él. Así es como el mundo piensa.
Pablo nos dice que el pensamiento del mundo es contrario al pensamiento de Dios. Nosotros no debemos permitir que el mundo guie nuestro pensamiento. Debemos comprender que nuestras mentes le pertenecen al Señor Jesús y que debemos protegerlas dela maldad que existe alrededor nuestro. Nosotros no debemos permitir que la suciedad de este mundo entre en las mentes que han sido consagradas a Dios. Nuestras mentes son tanto el templo de Dios como nuestros cuerpos.
Es mucho más fácil de esconder los pecados de la mente. Usted puede estar enfadado con un hermano o hermana y puede no mostrarlo. Usted puede codiciar a alguien en su iglesia y no permitir que nadie lo vea. Usted puede tener pensamientos malos y nadie saberlo. Pero usted debe comprender que Dios sí lo sabe. Si usted es serio sobre cuidar del cuerpo y de la mente que usted le ha ofrecido a Dios, usted tomará precauciones para que nada impuro entre para corromper su mente y cuerpo.
¿Cómo es posible para nosotros evitar que nuestra mente sea influenciada y corrompida por las cosas de nuestro alrededor? Aunque es verdad que nosotros necesitamos mantenernos lejos de esos lugares y cosas dónde nuestras mentes pueden ser tentadas, ésta es sólo una solución parcial. Nosotros no necesitamos ver la pornografía para imaginarla en nuestros corazones. La carne pecaminosa por si sola es suficientemente capaz de imaginar las cosas malas.
Pablo nos dice que si nosotros queremos evitar que nuestras mentes sean conformadas a este mundo, nosotros necesitamos más que la disciplina. Nosotros necesitamos ser transformados por medio de la renovación de nuestras mentes.
¿Cómo son nuestras mentes transformadas? Ellas se transforman de dos maneras. Primero, ellas se transforman al morir a nuestras propias ideas y al rendirse a la guía y obra del Espíritu Santo. Es el Espíritu Santo quien nos da la mente de Cristo. Él ha venido para transformarnos y renovarnos. Nosotros debemos rendirnos a Su obra en nosotros. Nosotros debemos aprender a oír Su voz y a escuchar Su mensaje. Nosotros debemos apartarnos de las cosas que Él nos declara culpable. Él nos entrenará en la rectitud. Él nos mostrará lo que es santo. Ser transformados por medio de la renovación de nuestra mente es rendirnos a la obra santificadora del Espíritu Santo.
La segunda cosa que necesitamos hacer para transformar nuestras mentes es saturarnos de la Palabra de Dios. Si queremos que nuestras mentes sean transformadas, necesitamos entender lo que Dios requiere, y eso está contenido en las Escrituras del Antiguo y Nuevo Testamentos.
Si usted ha tomado el tiempo para revisar este comentario, usted está en camino a tener su mente transformada. Al usted continuar leyendo la Palabra de Dios, créala y ríndase a ella. Al usted hacer esto y poner esta Palabra a prueba al obedecerla, usted comprobará que es verdadera. Usted empezará a ver cuán superficial y sin sentido es realmente la manera del mundo. Usted empezará a apreciar los propósitos de Dios de una nueva manera.
El reto para aquéllos que han experimentado la salvación del Señor es ofrecer tanto el cuerpo como la mente al Señor. Guárdelo puro para el uso del Señor, y permítale al Espíritu Santo transformar su mente y traerla en sumisión a Sus propósitos. Aunque el Señor ha perdonado nuestro pecado y nos ha dado una posición correcta con el Padre, todavía hay una gran obra que hacer en nosotros. Cuando nos entregamos a Él, cuerpo y mente, Él nos transformará y nos renovará y nos traerá más cerca de Él.
Para Consideración:
* ¿Cuál es nuestro sacrificio racional a la luz de la misericordia de Dios hacia nosotros?
* ¿Qué significa ofrecer nuestros cuerpos a Dios? ¿Ha estado usted haciendo esto?
* ¿Cómo pueden nuestras mentes ser transformadas?
* ¿Con cuál pecado usted lucha? ¿Cuál es el reto de este pasaje para usted hoy?
* ¿Está su mente siendo renovada por el Señor Jesús? ¿Hay todavía elementos de mundanalidad en su pensamiento?
Para Oración:
* Pídale al Señor que le ayude a ser buen mayordomo del cuerpo y la mente que Él le ha dado.
* ¿Ha usted entregado su cuerpo y mente por entero al Señor? Si no, tome un momento ahora mismo para ofrecerse a Él para Su uso.
* Pídale al Señor que renueve su mente completamente. Pídale que quite cualquier pensamiento y actitudes que no le dé gloria a Su nombre.
32 – UN CUERPO, MUCHOS DONES
Lea Romanos 12:3-8
Dios acepta tanto al judío como al Gentil. No importa a qué raza o cultura pertenecemos, en Cristo, todos somos parte del mismo cuerpo. Habiendo aclarado esto, Pablo procede a decirles a sus lectores que ellos nunca deben tener más alto concepto de ellos mismos que el que deben tener. En cambio, él los animó a pensar de ellos mismos con “cordura”. La idea aquí es que ellos debían ser honestos con ellos mismos acerca de quienes ellos realmente eran. Noten particularmente en el versículo 3 que debemos hacer esto conforme a la medida de fe que Dios nos ha dado. Tomemos un momento para examinar lo que Pablo quiere decir.
Pablo está diciéndonos aquí que no debemos pensar más favorablemente de nosotros que lo que debamos. Esto significa que necesitamos entender que nosotros todos somos pecadores en necesidad de un Salvador. Debemos comprender que Dios no nos escogió porque éramos dignos de su atención. Incluso el gran apóstol Pablo se vio como el peor de los pecadores (1 Timoteo 1:15).
Jesús, como el Hijo perfecto de Dios, de buena gana se inclinó para lavar los pies de sus discípulos (Juan 13:5). Él entregó su vida por aquéllos que eran sus enemigos.
Debido a que tantos problemas en la vida cristiana surgen por querer exaltarnos a nosotros mismos por encima de nuestros hermanos y hermanas, es importante que entendamos lo que Pablo está diciéndonos en este pasaje. Nosotros somos siervos indignos de un Dios que nos ama y que envió a Su Hijo a que muriera por nosotros. Esta verdad no sólo debe impactar la manera en que nosotros nos vemos sino también la manera en que tratamos a nuestros hermanos y hermanas en Cristo.
Aunque es importante que no nos creamos ser más importantes que lo que realmente somos, también es importante no ir al otro extremo. Existen algunos que están tan atrapados en su indignidad que no ven de ninguna manera cómo el Señor pudiera usarlos. Estos individuos nunca dan un paso de fe porque se sienten muy indignos. Ellos viven sus vidas sin impactar a aquéllos a su alrededor o sin recibir el amor del Padre. Noten que Pablo nos dice que debemos pensar en nosotros conforme a la medida de fe que Dios nos ha dado. Lo que Pablo está diciéndonos con esto es que necesitamos entender quiénes somos en Dios y lo que Él nos ha llamado a hacer.
¿Cuál es el llamado de Dios en su vida? ¿Qué dones espirituales Él le ha dado a usted? ¿Qué carga Él ha puesto en su corazón? ¿Cuánta fe Dios le ha dado para salir y hacer algo en cuanto a esa carga? Aunque nunca debemos pensar que somos mejores que lo que realmente somos, tampoco debemos pensar que somos menos que lo que Dios nos ha hecho.
La falsa humildad se niega a aceptar el rol que Dios ha dado, mientras que la persona verdaderamente humilde se ve de la manera en que Dios la ve, ni menos ni más. Aquéllos que son verdaderamente humildes aceptan su llamado y no permitirán que nada los detenga de ser obedientes o de llegar a ser todo lo que Dios desea que sean. Ellos piensan de ellos mismos conforme a la medida de fe que Dios les ha dado. Ellos se ven como Dios los ve, hijos amados que son instrumentos escogidos del Amo, llamados y equipados para un propósito especial en este mundo.
Pablo continúa en el versículo 4 recordando que, de la manera que el cuerpo tiene muchas partes diferentes, así también es la iglesia. Cada miembro es vital para el propósito de Dios. La mano no tiene la misma función que el pie o la pierna. El ojo hace una cosa y la oreja hace otra. Cada parte del cuerpo tiene un papel diferente pero cada parte es importante. Así es en el cuerpo de Cristo. No todos tenemos la misma función. Nuestros dones y personalidades son muy diferentes.
Lo que es vital en cuanto a los dones es que todos deben funcionar juntos en armonía para lograr lo que Dios desea que ellos logren. El pie pertenece al cuerpo y su propósito es ayudar al cuerpo a funcionar como debe. El pie no se pertenece a sí mismo sino al cuerpo. Imagine si cada pie decidiera ir en una dirección diferente del resto del cuerpo. ¿Cuál sería el resultado? Esto puede ser cómico de imaginar, pero ¿con qué frecuencia los miembros del cuerpo de Cristo buscan ir en direcciones opuestas? El resultado es caos en la iglesia.
Nosotros necesitamos comprender que Dios nos ha dado a cada uno de nosotros una función específica. Cada uno de nosotros puede ministrar a diferentes necesidades en el cuerpo. Nuestros dones no deben ser usados para nuestros propios motivos egoístas sino para el bienestar del cuerpo entero. Nuestros dones le pertenecen al Señor Jesús y, como tal, deben usarse para la armonía y el beneficio del cuerpo entero.
Pablo nos recuerda en el versículo 6 que el Señor nos llama a usar nuestros dones conforme a la medida de nuestra fe. Por ejemplo, si una persona tiene el don de profecía, él debe usar ese don conforme a la medida de fe que Dios le ha dado. ¿Qué Dios le está llamando a hacer? ¿Puede usted confiar en Él para hacer lo que Él le ha llamado a hacer? ¿Está usted dispuesto a salir confiando que el que lo llamó puede equiparlo y proporcionarle todo lo que usted necesita para lograr Su propósito?
Pablo usa el ejemplo de un profeta en el versículo 6. Dios puede poner un mensaje específico en el corazón de su siervo, pero ese mensaje no servirá ningún propósito a menos que el profeta salga por fe a hablar esa palabra.
El mismo principio se aplica a los otros dones. Si Dios ha puesto una carga en su corazón de servir a las necesidades prácticas del cuerpo en una manera particular, sea fiel. No permita que el desaliento o lo que otros digan le eviten hacer lo que Dios ha puesto en su corazón para hacer. Confíe en Su dirección por fe y persevere. Si Dios lo ha llamado para la exhortación, siga Su dirección y salga por fe a bendecir a su pueblo. Si usted ha sido llamado para enseñar, estudie y enseñe en la manera que Dios abra su mente. Si Dios quiere que usted dé, confíe en que Él proveerá para que usted pueda dar generosamente para las necesidades del cuerpo de Cristo. Si usted es un líder, hace su trabajo diligentemente, confiando en Él para la sabiduría y la dirección que usted necesita. Si usted tiene dones de misericordia, ministre con un corazón alegre cuando Él le revele las necesidades. Comprométase a hacer lo que Dios le ha dotado para hacer. Confíe en su guía y observe lo que Dios hace.
Aquí en esta sección, Pablo nos dice que no debemos creer más de nosotros que lo que debemos. Debemos aprender a estar satisfechos con los dones que Dios nos ha dado. Si usted no es un predicador dotado, no se preocupe por ello. Aprenda cuál es su don y haga eso con todo su corazón. No piense que porque usted tiene el don de la misericordia, usted es menos que quien enseña. Acéptese para lo que Dios le hizo y haga lo mejor de ello.
Para Consideración:
* ¿Qué significa no tener más alto concepto de nosotros mismos que el que debemos tener?
* ¿Se ha encontrado usted alguna vez pensando que Dios no pudiera usarlo? ¿Qué nos enseña Pablo aquí sobre esa actitud?
* ¿Qué don espiritual Dios le ha dado? ¿Cómo usted está usándolo?
* ¿Se ha visto usted usando los dones que Dios le ha dado para sus propios propósitos? ¿Qué aprendemos aquí sobre el propósito de los dones? ¿A quién le pertenecen estos dones?
Para Oración:
* Pídale al Señor que aumente su fe en el área de sus dones.
* Pídale al Señor que le muestre nuevas maneras de usar los dones que Él le ha dado.
* Agradézcale al Señor por la manera que Él quiere usarnos en el servicio del reino.
* Pídale al Señor que aumente su fe para que pueda ser más útil para Él y para el cuerpo.
33 – VIVIENDO EN ARMONÍA CON EL CUERPO
Lea Romanos 12:9-21
En la última sección, Pablo nos recordó que todos somos parte del cuerpo de Cristo. Como tal, nuestros dones deben ser usados para el beneficio de la iglesia. Nosotros ya no nos pertenecemos a nosotros solamente. Ahora somos parte de una gran familia de hermanos y hermanas en Cristo. Como en cualquier familia, puede haber a menudo dificultades para llevarse bien. Cada uno de nosotros es diferente. Nosotros venimos al cuerpo con dones, cargas, y personalidades diferentes. Cuando obran en armonía, grandes cosas pueden lograrse para el Reino de Dios. La realidad del asunto, sin embargo, es que no siempre obramos bien juntos. Pablo reconoció este problema y en esta próxima sección ofrece una serie de retos al cuerpo de Cristo para ayudarles a obrar en una armonía mayor.
El primer desafío de Pablo a la iglesia es que nuestro amor sea sincero (versículo 9). Hay un mundo de diferencia entre lo que hacemos por fuera y lo que pensamos en el interior. Es posible actuar como si amamos a nuestros hermanos y hermanas y aun tener amargura hacia ellos en nuestro corazón. Pablo nos desafía a mirar en nuestros corazones para estar seguros que nuestro amor por los otros es genuino. Todos hemos visto a iglesias donde todo parece estar bien externamente. Estas iglesias están llenas con actividades y las personas parecen estar llevándose bien. Cuando termina la jornada, sin embargo, ellos se critican unos a los otros o se quejan del pastor. Su amor no es sincero. Pablo nos desafía a examinarnos para estar seguros que lo que demostramos por fuera provenga de nuestro corazón. Es bastante fácil actuar amorosamente hacia un hermano o hermana pero estar amargados hacia ellos en lo profundo. Podemos actuar amablemente hacia alguien y aun necesitar perdonarlos. Pablo nos desafía a amar con sinceridad y con toda honestidad del corazón.
Hay una conexión entre el amor sincero y el segundo desafío de Pablo en el versículo 9. Él nos dice que debemos aborrecer lo malo. Si nuestro amor del uno por el otro es genuino, nosotros no estaremos criticando a las personas detrás de sus espaldas. Seremos la misma persona detrás de sus espaldas como delante de ellos. El chisme, la deshonestidad, y la inmoralidad desaparecerán porque nos amamos con amor genuino. Nosotros nos aferraremos a esas cosas delos otros que son buenas y santas. Nosotros nos bendeciremos y nos animaremos debido a nuestro amor sincero. Nosotros aborreceremos lo malo y buscaremos lo bueno de cada miembro del cuerpo.
Este amor sincero por los demás también nos hace estar comprometidos unos con otros. Tratamos a los hermanos creyentes como parte de nuestra propia familia. Estar comprometidos a ellos significa que estaremos con ellos aun en los momentos difíciles. Nosotros nos comprometemos a ellos y les servimos como si ellos fueran nuestra muy propia carne y sangre. Cuando ellos están en dolor, nosotros extendemos la mano en amor para aliviar ese dolor. Cuando ellos están luchando, los bendecimos y los animamos. Nosotros no los dejamos o los abandonamos.
Pablo continúa en el versículo 10 diciéndole a los romanos que ellos debían honrarse unos a otros por encima de ellos mismos. Honrar es darle gran valor a alguien, es respetar, o atesorar a la persona. En otras palabras, ellos debían valorar a los demás por encima de ellos mismos. Ellos debían sacrificarse de buena gana por las necesidades de su hermano o hermana. Éste es el ejemplo que tenemos en el Señor Jesús cuando él entregó su vida por nosotros.
Pablo continuó en el versículo 11 animando a los romanos a que nunca les faltare diligencia por servir al Señor. Cuán fácil es, a la luz de las dificultades, que nos falte celo espiritual. Habrá muchas pruebas y luchas cuando buscamos servirnos unos a otros y extender el Reino de Dios. No todos nos aceptarán. A veces experimentaremos crítica y rechazo. Pablo nos reta, a la luz de estas dificultades, a que estemos gozosos en la esperanza. En otras palabras, debemos poner nuestros corazones en las grandes promesas que Dios nos ha dado. En medio de las ardientes pruebas, debemos recordar que Dios nos ha prometido victoria por siempre en Su presencia. Él promete recompensarnos por nuestro servicio fiel. Estaremos con Él por siempre. Estas promesas deben llenarnos de gran gozo. Nunca debemos permitir que nuestras pruebas presentes nos roben la gozosa esperanza que tenemos en Cristo y en Sus promesas. En nuestras pruebas, debemos recordar a Cristo y Sus propósitos maravillosos.
Pablo animó a los romanos a ser pacientes en medio de sus pruebas. Ser paciente es permanecer esperanzado bajo el peso de la aflicción. El apóstol desafía a los romanos a seguir perseverando. Ellos deben traer su dolor y sus pruebas al Señor en oración (versículo 12). Aquí ellos encontrarían dirección y fortaleza. A través de la oración nosotros abrimos el almacén de las bendiciones de Dios en medio de las pruebas.
Pablo les recordó a los romanos en el versículo 13 que ellos debían compartir con el pueblo de Dios que estaba en necesidad y ofrecer hospitalidad. Nosotros tenemos un ejemplo maravilloso de esto en el libro de Hechos (Hechos 2:42-47). La comunidad cristiana compartió entre si sus posesiones. Ellos estaban consagrados unos a otros porque ellos pertenecían a la misma familia. Cuando un miembro sufría todos sufrían. Ellos no siempre tenían mucho pero compartían lo que tenían. Pablo nos recuerda aquí que debemos apoyarnos unos a otros en tiempos de necesidad al proveer lo que algún hermano o hermana necesite y practicando la hospitalidad.
Servir a Cristo no siempre será fácil. Habrá tiempos cuando seremos rechazados y perseguidos. El desafío de Pablo es bendecir a aquéllos que nos persiguen o nos maldicen. Es fácil hablar contra aquéllos que nos persiguen. Pablo nos desafía a resistir esa tentación y en cambio a bendecir a estas personas.
Cuando amamos sinceramente podemos regocijarnos con los demás. Cuando un hermano o hermana es bendecida por Dios, no nos ponemos celosos, en cambio compartimos genuinamente en su alegría. Pablo nos desafía a apartar nuestro orgullo y celos y a regocijarnos con nuestros hermanos y hermanas cuando ellos reciben bendiciones de Dios.
Noten que él también nos dice que lloremos con aquéllos que lloran (versículo 15). ¿Se ha usted regocijado cuando aquéllos que lo han perseguido o han hecho su vida difícil pasan por una prueba? Cuan fácil es para nosotros regocijarnos en secreto en nuestro corazón porque sentimos que ellos se merecían lo que obtuvieron. Nosotros nunca debemos estar contentos al ver a un hermano o hermana en dolor. Debemos sentir su dolor con ellos.
En el cuerpo de Cristo nunca debe haber ninguna división en base a la posición social. Nosotros debemos estar dispuestos a asociarnos con creyentes de posición baja en la sociedad. Estas personas pueden no venir del mismo trasfondo, pero ellos también son parte del cuerpo de Cristo. Dios los ha puesto en la iglesia por una razón. Ellos tienen un papel que desempeñar y nosotros necesitamos aprender a trabajar en armonía con ellos y con los dones que Dios les ha dado. Cada creyente debe ser tratado como una persona de valor. Si no lo hacemos, el cuerpo entero sufrirá.
No siempre seremos tratados con respeto y honor en el cuerpo de Cristo. Habrá momentos cuando las personas, actuando en la carne, dirán cosas falsas sobre nosotros o harán cosas que nos hieren. Pablo nos dice, sin embargo, que no debemos devolver mal por mal. En cambio, debemos hacer lo que es correcto a los ojos de todos. En otras palabras, debemos devolver bien por mal. Cuando alguien lo hiera, haga lo que es correcto. Responda a aquéllos que lo hieran con el amor de Cristo. Perdone y bendiga a aquéllos que buscan hacerle mal.
Tenemos que admitir que hay algunas personas en la iglesia que son muy difíciles para convivir. Puede que ellos no nos persigan, pero pueden causar mucha frustración. A veces estas personas no viven según el Espíritu. A veces ellos se niegan a cambiar sus caminos y las actitudes pecaminosas. A veces la reconciliación es imposible debido a la dureza del corazón o a las diferencias de opinión. Pablo nos dice que si es posible debemos esforzarnos para estar en paz con todos. Noten que él dice, “si es posible” en el versículo 18. El apóstol reconoce que a veces las relaciones son difíciles. Aunque no siempre sea posible encontrar la paz, siempre debemos esforzarnos por lograrla.
Pablo nos advierte, en el versículo 19 contra buscar venganza. En cambio, debemos amarnos unos a otros y bendecirnos y dejarle la justicia a Dios. Dios juzgará y pagará como Él decida (versículo 19). Nosotros podemos desear la justicia instantánea. Nosotros podemos desear ver a las personas pagar por lo que ellos nos han hecho. Pablo, sin embargo, nos dice que es nuestra responsabilidad bendecirnos unos a otros. Dios se encargará del juicio. Si nuestro enemigo tiene hambre debemos alimentarlo. Si tiene sed debemos darle algo para beber. Nuestra responsabilidad es amar. No debemos buscar venganza.
Pablo nos dice en el versículo 20 que al hacer esto estamos amontonando ascuas de fuego sobre la cabeza de nuestro enemigo. Algunas personas interpretan esto como que al amar, perdonar, y escoger no tomar venganza, hacemos que nuestro enemigo se avergüence de lo que él ha hecho. Esto podría ser parte de lo que Pablo está hablando aquí. Recuerde, sin embargo, que en los tiempos de la Biblia cuando el fuego se apagaba en una casa era necesario ir al vecino para conseguir carbones ardientes para reiniciar el fuego. Digamos, entonces, que un vecino que ha sido muy duro con usted llega a su puerta con necesidad de carbones para su fuego. Sería muy fácil rechazarlo debido a las veces que él ha dificultado su vida. Pablo nos dice que en lugar de rechazarlo, nosotros debemos amontonar ascuas ardientes sobre su cabeza. Los objetos pesados, en los tiempos de la Biblia, se llevaban sobre la cabeza. Pablo usa la idea de amontonar ascuas sobre la cabeza de nuestro enemigo como un símbolo de bendecir. No le dé simplemente un solo carbón. Bendígalo abundantemente. Amontone bendición sobre él. Despídalo con todo el carbón que él pueda cargar como un símbolo de su devoción y amor por él en su necesidad.
Pablo concluye su declaración sobre amontonar ascuas ardientes sobre la cabeza de nuestro enemigo recordándole a los romanos que ellos no debían ser vencidos por el mal sino en cambio vencer el mal con el bien. En otras palabras, no permita que las cosas malas que sus vecinos le hagan a usted influyan en cómo usted extiende la mano para bendecirlos. Cuando ellos le hagan el mal, responda con bien. Cuando ellos hablen mal de usted, hable bien de ellos.
Vivir en comunidad no siempre es fácil. Pablo nos da algunas pautas básicas aquí para vivir en armonía dentro del cuerpo de Cristo. El desafío es aprender a poner estos principios en práctica en nuestras vidas.
Para Consideración:
* ¿Alguna vez ha usted tenido que tratar con una persona difícil en el cuerpo de Cristo? ¿Cuál fue su respuesta?
* ¿Qué nos enseña Pablo aquí sobre valorarnos unos a otros? ¿Hay personas que usted encuentra difícil valorar?
* ¿Qué aprendemos en este capítulo acerca de cuánto nos necesitamos unos a otros?
* ¿Dónde encontramos fuerza para responder en amor a aquéllos que nos persiguen?
* ¿Hay algún hermano o hermana necesitado alrededor de usted? ¿Qué puede usted hacer para ayudarle?
Para Oración:
* Tome un momento para examinar lo sobre que Pablo nos dice en este pasaje acerca de cómo debemos vivir en el cuerpo de Cristo. Pídale al Señor que le muestre las áreas de debilidad en su propia vida.
* Pídale al Señor que le ayude a bendecir a aquéllos que le hieran. Pídale que le ayude a perdonar.
* Pídale al Señor que le abra sus ojos a las necesidades del cuerpo y que lo haga estar dispuesto a extender la mano a esas necesidades.
* ¿Hay personas que le han hecho las cosas difíciles para usted? Pídale al Señor que los bendiga y que le muestre a usted si hay alguna manera que Él pueda usarlo a usted para animarlos.
34 – SOMETERSE A LA AUTORIDAD
Lea Romanos 13:1-7
En esta próxima sección de su carta, el apóstol Pablo cambia su atención del cuerpo de Cristo a la relación del creyente con las autoridades gubernamentales. Nosotros debemos recordar que, en este momento de la historia de la iglesia, el gobierno no toleraba la fe cristiana. Los cristianos estaban siendo perseguidos alrededor del Imperio romano por negarse a adorar los dioses romanos. Las autoridades romanas eran a menudo bastante crueles. Someterse a tal autoridad habría sido sumamente difícil para los creyentes.
Pablo comienza diciéndoles a sus lectores que todo creyente debe someterse a las autoridades gobernantes. Él explica que la razón para esto es que ningún poder político existe salvo que haya sido establecido por Dios. Esto habría sido difícil de entender para algunos. La realidad del asunto es, sin embargo, que sólo es por el permiso de Dios que algún poder o autoridad existe. Dios puede ciertamente quitar cualquier autoridad que él decida. Esto fue a menudo lo ocurrido en la historia de Israel. Dios con frecuencia quitó a líderes políticos y espirituales de su posición cuando ellos lo rechazaron a Él y a Su propósito. El hecho que Dios no los ha quitado es una indicación que Él tiene un propósito para ellos.
La otra verdad que nosotros necesitamos entender es que no importa cuán malas o crueles sean estas autoridades, Dios puede usarlas para lograr Sus propósitos en la tierra. Nosotros vemos esto en la vida de muchos de los reyes en el Antiguo Testamento. Faraón fue levantado como el enemigo del pueblo de Dios. Dios luego lo derrotó para demostrar Su poder y compasión por Israel.
En los días de Daniel, Dios puso en poder a Nabucodonosor. A pesar del hecho que era un líder cruel, Dios lo usó para enseñarle una lección a Su pueblo. Él fue el instrumento de Dios para castigar a los judíos, sacándolos de la tierra, y mostrándoles su pecado.
Dios puede derrotar cualquier poder que se oponga a Sus propósitos. Él también puede usar cualquier poder que Él escoja para Su gloria. Nosotros necesitamos tener mucho cuidado al oponernos a la autoridad gubernamental. Pablo nos ordena que las respetemos como los instrumentos que Dios ha establecido para lograr Sus propósitos globales.
En el versículo 2, Pablo llega a decir que quién se rebela contra la autoridad que Dios ha establecido se rebela contra Dios. Dios está detrás de las autoridades que Él ha establecido. Desobedecerlas es desobedecer al Señor que les dio su autoridad. Cuando desobedecemos las autoridades que Dios ha puesto por encima de nosotros, traemos juicio sobre nosotros tanto de las autoridades que Dios ha puesto encima de nosotros como de Dios mismo.
Dios ha dado autoridad a gobernantes para castigar a aquéllos que desobedecen la ley de la tierra (versículo 3). Si vivimos según las leyes de la tierra, no tenemos nada que temer. Al contrario, si nosotros no las respetamos, vivimos en el temor del castigo. Si queremos ser libres de este temor, necesitamos respetar y obedecer las autoridades que existen. Al así hacerlo, seremos reconocidos y honrados como buenos ciudadanos.
Los gobernantes que Dios pone por encima de nosotros son Sus servidores. Ellos han sido puestos por Dios para proveer armonía y justicia a la sociedad. Pablo nos dice que el gobernante es servidor de Dios y un agente de Su ira para castigar al malhechor. Si nosotros los desobedecemos, sufriremos los efectos de su espada. Dios les da este derecho y privilegio a las autoridades de nuestra tierra.
Es importante que nosotros entendamos que las autoridades sobre las que Pablo está hablando no son necesariamente creyentes. Dios puede usar quienquiera que Él desea para lograr Su propósito. Él no se limita a los creyentes. Es por esta razón que nosotros necesitamos tener cuidado en honrar a aquéllos en autoridad por encima de nosotros aunque ellos no amen el Señor. Deshonrarlos a ellos es rechazar a las personas que Dios ha escogido para lograr Su propósito en nuestra tierra.
Pablo nos dice que nosotros necesitamos someternos a las autoridades que Dios ha establecido por encima de nosotros por dos razones (versículo 5). La primera razón es por causa del castigo que recibiremos si no sometemos. El Señor les ha dado autoridad a los gobernantes de nuestra tierra para castigar a cualquiera que no los obedece y respeta. Nuestro Dios respalda firmemente a aquéllos que Él pone en autoridad. Cuando ellos castigan, ellos lo hacen con la autoridad de Dios.
La segunda razón por la que nosotros necesitamos someternos es debido a la conciencia. Lo que Pablo está diciéndonos aquí es que si nosotros pertenecemos de verdad al Señor Jesús y Su Espíritu Santo está viviendo en nosotros, sabremos la convicción del Espíritu Santo en nuestros corazones cuando no nos sometemos a la voluntad y propósito de Dios. Nuestra conciencia nos molestará porque ningún creyente puede verdaderamente vivir en desobediencia al Señor y estar contento en su corazón.
Prácticamente, esto significa que nosotros también debemos pagar de buena gana nuestros impuestos. Si Dios ha dado esta autoridad a los gobernantes para gobernar la tierra, Él también espera que sus necesidades sean satisfechas para lograr ese propósito. Nosotros debemos respetar a los gobernantes de la tierra al pagar nuestros impuestos (versículo 6). Pablo desafía a los creyentes a ser fieles en pagar cualquier cosa que ellos deban. Si nosotros debemos impuestos, debemos pagar esos impuestos. Si nosotros debemos respeto, nosotros debemos ofrecer respeto a quien es debido.
Es verdad que hay momentos cuando nos preguntamos si aquéllos que están en poder realmente merecen nuestro respeto y honor. Hay gobernantes que emplean mal la autoridad que Dios les ha dado, pero esto no cambia las órdenes de Pablo en este pasaje. Nosotros debemos aprender a respetar y honrar a aquéllos que Dios ha puesto por encima de nosotros. Puede que no entendamos lo que Dios está haciendo. Puede que no entendamos cómo Él logrará Su gloria a través de estos individuos, pero aun así debemos honrarlos como quienes Dios ha permitido gobernar.
Vemos un ejemplo poderoso de esto en la vida de David en el Antiguo Testamento. David había sido ungido como rey a una edad temprana pero había esperado pacientemente por Dios para establecer su trono. Saúl, celoso del propósito de Dios para David y temeroso de su propio trono, sin embargo, persiguió a David para capturarlo y matarlo. A pesar de esto, David escogió honrar a Saúl. A menudo se refirió a él como el ungido de Dios. Aunque lo que Saúl estaba haciendo no demostraba que él estaba conectado con Dios, David se negó a hablar contra él o a levantar su espada contra él. Él confió en Dios para tratar con el asunto. Éste es el desafío que Pablo les da a los romanos. Éste es el desafío que Pablo nos da a nosotros. Debemos ser ciudadanos respetuosos y honrados, honrando a Dios y respetando a aquéllos que Él pone en autoridad por encima de nosotros.
Para Consideración:
* ¿Qué aprendemos en este pasaje sobre el tipo de personas que Dios puede usar?
* ¿Se ha encontrado usted alguna vez hablando contra los gobernantes de su tierra o de su iglesia? ¿Qué nos enseña este pasaje sobre esto?
* Tome un momento para examinar su actitud hacia aquéllos en autoridad por encima de usted. ¿Tiene usted la actitud que Dios desea que tenga?
* ¿Cómo puede la desobediencia a las autoridades de nuestra tierra dañar nuestro testimonio como creyentes?
Para Oración:
* Pídale al Señor que lo perdone por las veces que usted no ha honrado a aquéllos que Él ha puesto en autoridad por encima de usted.
* Tome un momento para orar que Dios le revele cualquier mala actitud o palabras negativas dirigidas hacia aquéllos en autoridad.
* Ore por aquéllos que Dios ha puesto en autoridad por encima de usted. Pídale a Dios que les dé sabiduría e integridad de corazón.
35 – NINGUNA DEUDA EXCEPTO AMAR
Lea Romanos 13:8-10
En la última sección del capítulo 13, Pablo lanza un desafío acerca de la importancia de pagar lo que se debe a las autoridades gobernantes. No debe existir ninguna deuda excepto la de amarnos unos a otros. Si le debemos algo a alguien debemos asegurarnos de pagarlo. En algunas sociedades es casi imposible vivir sin pedir dinero prestado al banco. Pablo no está diciéndonos que nosotros nunca debemos pedir dinero prestado sino que debemos cumplir con nuestras obligaciones. Cuando se requiere que pidamos prestado de alguien por necesidad, necesitamos pagarles en el momento convenido. Debemos ser fieles a nuestros acuerdos y negocios con nuestro prójimo.
La excepción a esta regla es el amor. En cuanto al amor, estamos siempre en deuda unos con otros. En otras palabras, siempre debemos mostrarnos amor unos a los otros. Debemos constantemente estar buscando nuevas maneras de extender la mano por amor. El Señor Jesús nos tocó por amor para que nosotros hiciéramos lo mismo por nuestro hermano y hermana. Nunca debemos ver nuestra deuda de amor como totalmente pagada. De hecho, ¿cómo pudiéramos nosotros pagarle al Señor por el amor que Él nos ha mostrado?
Pablo nos recuerda en el versículo 8 que si nosotros amamos a nuestro prójimo, cumplimos la ley. Cuando amamos nuestro prójimo seremos honestos con ellos. Nosotros buscaremos su bienestar, y pondremos sus necesidades por encima de las nuestras. Nosotros haremos naturalmente cualquier cosa que la ley requiera. No necesitaremos la ley para decirnos qué hacer porque lo hacemos automáticamente por amor.
Pablo nos da un ejemplo en el versículo 9. Él nos habla del mandamiento con respecto al adulterio, homicidio, hurto, y codicia. Todos estos mandamientos pueden resumirse en el mandamiento, “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” Si usted en verdad ama a su prójimo usted no comprometerá adulterio. Su corazón se consagrará a ella solamente. Si usted ama a alguien usted no robará de ellos o codiciará lo que ellos tienen. En cambio, usted estará contento por ellos. Al amar, usted cumple la ley de Dios.
La deuda que siempre tendremos es la deuda de amar a nuestro Dios y a nuestros hermanos y hermanas. Que Dios nos dé gracia para amar como debemos.
Para Consideración:
* ¿Por qué el amor es el cumplimiento de la ley?
* Si usted dice que ama a alguien pero no lo demuestra en sus acciones, ¿puede usted en verdad decir que le ama?
* Tome un momento para examinar sus relaciones con aquéllos alrededor de usted. ¿Usted realmente ama a sus hermanos y hermanas en Cristo? ¿Cómo lo evidencia en sus acciones?
* Pídale a Dios que le enseñe cómo ser más amoroso.
Para Oración:
* Pídale al Señor que le dé gracia para amar a aquéllos que le resultan difíciles de amar.
* Agradézcale al Señor que Él nos mostró lo que es el verdadero amor al morir por nosotros en la cruz.
* Pídale al Señor que le ayude a tener más amor en su corazón por aquéllos a su alrededor.
36 – ¡DESPIERTE!
Lea Romanos 13:11-14
En los días de Pablo había señales obvias de la existencia de una gran batalla espiritual por doquier. El pecado y la maldad abundaban al Satanás asolar la tierra. Todo esto apuntaba al hecho que el día cuando el Señor Jesús volvería para juzgar la tierra y restaurar Su reino estaba acercándose. Los esfuerzos de Satanás se estaban intensificando y el retorno del Señor estaba acercándose cada día más. Conociendo esto, había razón para estar alerta.
Como creyentes hoy, necesitamos entender que nosotros, también, estamos en guerra, no podemos permitirnos el lujo de bajar la guardia. Debemos prestar estrecha atención a lo que está ocurriendo alrededor de nosotros. El enemigo es muy real. Sus esfuerzos son evidentes. Dios está buscando a personas que estén firmes y lo resistan. Nosotros necesitamos estar listos a pelear la buena batalla por causa del reino y la gloria de nuestro Señor. Pablo nos da instrucción precisa acerca de cómo debemos vivir a la luz de nuestra gran batalla.
Pablo empieza diciéndoles a sus lectores que es hora de levantarse del sueño. El hecho que Pablo llama a los creyentes a despertarse es una indicación de que ellos se habían dormido. En un esfuerzo de motivarlos a la acción, él les recuerda que cada día que ellos viven es un día más cerca del regreso del Señor.
Cuán fácil es para nosotros dormirnos. Cuando estamos dormidos no estamos conscientes del peligro alrededor nuestro. Permitimos que las cosas fallen espiritualmente. Empezamos a caer en las cosas del mundo. Nuestra vida de oración empieza a sufrir. No pasamos el tiempo que debemos en la Palabra de Dios. Nos descubrimos poniéndonos espiritualmente perezosos. Las necesidades del mundo alrededor ya no parecen afectarnos. Dejamos de predicar y de ministrar a las necesidades de los demás. Necesitamos considerar la advertencia de Pablo. Necesitamos despertar, ponernos nuestra armadura, y preparamos para el regreso de Cristo.
Pablo continúa recordándole a los romanos en el versículo 12 que la noche está avanzada y el día se acerca. La noche parece referirse a la oscuridad de esta era presente. En la actualidad, el pecado y la maldad abundan. La oscuridad y maldad nos rodean. Pronto, sin embargo, la luz del día vendrá. Jesús volverá para liberarnos de esta oscuridad. El día de nuestra salvación está acercándose cada día más. Nosotros no sabemos cuándo el Señor Jesús vendrá pero necesitamos despertar y estar listos para Él.
A la luz de esta verdad, Pablo nos desafía a desechar las obras de la oscuridad y a vestirnos las armas de la luz. El Señor regresará en cualquier momento. Las malas obras de la carne necesitan ser desechadas. Nuestras relaciones rotas necesitan ser enmendadas. Nuestros corazones necesitan ser entregados a la voluntad de Dios. Pablo les dijo a los romanos que ellos debían comportarse honestamente como de día (versículo 13). En otras palabras, nosotros debemos vivir como personas que no tienen nada de qué avergonzarse.
En particular, esto significa que debemos vivir vidas morales y puras. No debemos caer en los pecados sexuales de este mundo (orgías y embriaguez, inmoralidad y perversiones). No debemos caer en pecados que dividen y destruyen (disensión y celos). Ésta es la manera del mundo. El creyente, sin embargo, debe ser diferente. Él debe respetar y honrar a su prójimo. Él debe guiado por amor. Él debe vivir de tal manera que si el Señor fuera a venir, él no estaría avergonzado.
Finalmente, en el versículo 14, Pablo desafía a sus lectores a vestirse del Señor Jesús en lugar de pensar sobre cómo satisfacer los deseos de la naturaleza pecaminosa. Todos nosotros entendemos los deseos de la naturaleza pecaminosa, cómo la naturaleza pecaminosa es atraída por las cosas del mundo. Nosotros sabemos que existe una batalla dentro de nosotros. La carne anhela y codicia las cosas del mundo, mientras que el Espíritu busca las cosas de Dios. No nos atrevamos a dormir. Nosotros constantemente debemos batallar contra la carne y las tentaciones del mundo.
El día viene cuando esta batalla habrá terminado, pero hasta entonces, no nos atrevamos a dormir. Debemos entender nuestros tiempos. Debemos entender las tácticas engañosas de nuestro enemigo. No debemos olvidar que el Señor regresará. Cuando Él vuelva, que nos encuentre alertas, peleando la batalla contra la carne y resistiéndonos a los enemigos de la cruz.
Para Consideración:
* ¿Qué tipos de oscuridad usted ve alrededor de usted hoy?
* ¿Cuáles son las tentaciones con las que usted lucha en su vida?
* ¿Qué significa estar espiritualmente alerta?
* ¿Hay alguna manera en la que usted ha estado durmiendo espiritualmente? Explique.
* ¿Cómo saber que el Señor volverá en cualquier momento cambia la manera en la que usted vive?
* ¿Tendría usted algo de que avergonzarse si el Señor Jesús regresara hoy?
Para Oración:
* Pídale al Señor que le revele cualquier forma en la que usted ha estado espiritualmente dormido.
* Agradézcale al Señor porque Él tiene planes maravillosos para usted como Su hijo y un día Él regresará y lo llevará a estar para siempre con Él.
* Pídale al Señor que abra sus ojos a las necesidades de otros alrededor de usted.
* Pídale al Señor que le dé victoria en las áreas de tentación en su vida. Entréguese de nuevo a Él en estas áreas.
37 – JUZGAR
Lea Romanos 14:1-12
En el transcurso de este estudio hemos examinado la enseñanza de Pablo acerca del cuerpo de Cristo y los diferentes dones que existen en el cuerpo. Aquéllos que han sido creyentes por algún tiempo también han aprendido que hay muchas personalidades diferentes entre el pueblo de Dios. Aquello de lo cual una persona tiene libertad para hacer, otra persona puede encontrar ofensivo. Nosotros no siempre tenemos las mismas prácticas de adoración o los mismos puntos de vista sobre temas doctrinales. Hay una variedad real en el cuerpo de Cristo, y estas diferencias causan a menudo problemas reales. Esto puede ser dañino para la expansión del Reino de Dios. En esta próxima sección, Pablo ofrece algunas sugerencias prácticas para tratar con las diferencias en el cuerpo de Cristo.
Acepte al Hermano más Débil sin Juzgar
El apóstol comienza recordándonos que necesitamos aceptar a la persona cuya fe es débil sin juzgar en los asuntos disputables. Hay varias cosas importantes que necesitamos ver en esta declaración.
Primero, debemos aceptar a aquél cuya fe es débil. ¿Cómo es una persona cuya fe es débil? Puede todavía estar viviendo en pecado. Puede no tener una doctrina sólida. Su lenguaje puede todavía ser ofensivo para los creyentes más maduros. Puede que tenga problemas con los miembros del cuerpo de Cristo. Puede tener mucho celo pero carece de suficiente conocimiento para comprender que está causando más daño que bienestar.
Nosotros necesitamos entender que hay una diferencia entre alguien que tiene una fe débil y alguien que vive en rebelión. Él que está viviendo en rebelión conoce lo suficiente pero no quiere cambiar. No importa lo que se le diga, él se niega a escuchar y a cambiar. La persona con una fe débil es bastante diferente. Él no entiende la verdad totalmente. Él no ha aprendido a confiar en el Espíritu de Dios todavía pero ha estado deseoso de escuchar y aprender.
Una mirada rápida a la palabra “aceptar” en el idioma griego nos muestra que aceptar a alguien es darle entrada. Es tomar a alguien como compañero y demostrar bondad hacia ellos. Aquéllos que son débiles en la fe necesitan un amigo que trabaje pacientemente con ellos y los anime en su andar con el Señor. Es nuestro deber atenderlos y guiarlos a la madurez. ¿Qué le ocurriría a aquéllos que son débiles en la fe si todos los abandonan? El desafío aquí es andar al lado de aquéllos que son débiles. Es hacerse amigos de ellos y animarlos a perseverar y a crecer en su andar con el Señor. No importa nuestra condición en nuestro andar con el Señor, necesitamos de otros para venir junto a nosotros a animarnos y bendecirnos en nuestro andar.
Hay otro asunto que necesitamos examinar del versículo 1. Pablo nos dice que debemos aceptar a estos hermanos más débiles sin contender sobre opiniones. Hay algunos creyentes que piensan que todos necesitan ver las cosas a su manera. Ellos no pueden ver que hay cuestiones que pueden ser aceptables para una persona pero, por causa de la conciencia, no es aceptable para otra. Ellos creen que todos deben creer la misma cosa y deben practicar las mismas cosas y adorar de la misma manera. Ellos no tienen espacio para diferencias o variedad en el cuerpo de Cristo. Pablo nos dice, sin embargo, que debemos aceptarnos sin juzgar. Nosotros debemos aceptar las diferencias que existen en el cuerpo de Cristo.
Noten en el versículo 1 que estas diferencias están en las “opiniones”. Hay ciertamente algunos asuntos muy importantes en los que no podemos transigir. Pablo no está hablando sobre estos asuntos. Pablo explica lo que él quiere decir por “opiniones” en el versículo 2.
Primero, él da un ejemplo de cómo la fe de un hombre le permitirá comer de todo. Otro hombre, sin embargo, puede comer sólo verduras. Pablo nos dice que el que tiene la libertad para comer de todo no debe menospreciar al hombre que sólo come verduras. Lo contrario también es verdad. El que sólo come verduras no debe juzgar al que come de todo. La razón es porque Dios ha aceptado a ambos de estos hombres y sus decisiones. Si Dios ha aceptado su decisión sobre lo que ellos comen, ¿quiénes somos nosotros para no admitir la decisión de Dios?
Pablo continúa diciéndole a los romanos que ellos no podían juzgar al criado de otra persona. Imagine que su vecino viniera un día y golpeara a su criado porque no le gustó que hiciera lo que usted le había dicho que hiciera. ¿No se molestaría usted legítimamente con su vecino? La realidad del asunto es que el criado sólo responde a su propio amo. Él estará de pie orgulloso o caerá de vergüenza ante él solamente. Lo que Pablo parece estar diciéndoles a los romanos es que ellos son todos siervos de Dios y que responden sólo a Él. Si mi hermano es un siervo de Dios ¿quién soy yo para condenarlo por hacer lo que el Señor ha puesto en su corazón para hacer?
Es a menudo difícil para nosotros aceptar el hecho que hay diferencias en el cuerpo de Cristo. Nos gusta pensar que todos necesitan actuar como nosotros o creer las mismas cosas que nosotros creemos. La realidad es muy diferente. Pablo nos recuerda en el versículo 5 que un hombre puede considerar un día específico como sagrado mientras que otro hombre considera que todos los días son lo mismo. No es importante que todos estemos de acuerdo en esto. Lo que es importante es que estemos convencidos totalmente en nuestra propia mente y estemos dispuestos a responder exclusivamente a Dios.
Podemos diferir en los problemas menores, pero debemos aprender a aceptar estas diferencias y a no juzgarnos. Debemos reconocer que el cuerpo de Cristo es muy diverso. Tenemos personalidades diferentes y métodos diferentes, pero adoramos al mismo Señor. Yo he visto a Dios bendecir a iglesias carismáticas y a no carismáticas. Yo he visto a Dios bendecir a iglesias legalistas y a aquéllas que permiten más libertad. ¿Realmente pensamos que Dios no acepta a nuestro hermano o hermana simplemente porque ellos no hacen las cosas exactamente como nosotros?
En lugar de juzgarnos unos a otros, necesitamos enfocarnos en madurar más en nuestras propias vidas. Pablo nos dice muy claramente que ninguno de nosotros debe vivir para sí mismo. Necesitamos vivir nuestras vidas no para agradarnos a nosotros mismos sino para servir al Señor. En vida y muerte nuestro deseo debe ser buscar al Señor y agradarle en todo lo que hacemos.
Nosotros no tendremos que dar cuenta por las acciones de nuestro hermano, pero cada uno de nosotros tendrá que comparecer ante el Señor en el Día del Juicio (versículo 10). No es nuestra responsabilidad juzgar a nuestro hermano o hermana. De hecho, cuando juzgamos a nuestro hermano o hermana intentamos tomar el lugar de Dios. Es muy importante, entonces, que aprendemos a aceptarnos con todas nuestras diferencias.
Qué lugar tan diferente sería la iglesia si reconociéramos estas diferencias y nos aceptáramos a pesar de ellas. Todos hemos con demasiada frecuencia tomado el lugar de Dios y juzgado a nuestros hermanos y hermanas. En nuestro orgullo hemos creído que tenemos todas las respuestas. No hemos visto que Dios ha aceptado la ofrenda de nuestro hermano aunque es diferente de la nuestra. Nos hemos resentido por el hecho que Dios ha escogido bendecir a aquéllos cuya creencia en un área doctrinal no fundamental es diferente de la nuestra. Nosotros hemos condenado a aquéllos que Dios ha bendecido y honrado.
Este pasaje es un desafío real para nosotros como creyentes. Condena nuestro orgullo y celos. Nos llama a buscar profundamente dentro de nuestros corazones para ver si hemos tomado el lugar de Dios y hemos juzgado a nuestros hermanos o hermanas. Nos llama a abrir nuestros corazones a aquéllos que son diferentes y a aceptarlos como hermanos y hermanas en el cuerpo de Cristo.
Para Consideración:
* ¿Ha usted conocido a hermanos o hermanas “más débiles”? ¿Cuál ha sido su respuesta a ellos?
* ¿Qué diferencias existen entre los creyentes en su iglesia?
* ¿Cómo distinguimos entre una diferencia que es “de opiniones” y un asunto que no podemos sacrificar?
* ¿Puede Dios aceptar a dos individuos cuyas prácticas son bien diferentes? Explique.
* ¿Qué significa para nosotros aceptarnos unos a otros en el cuerpo de Cristo?
Para Oración:
* Pídale al Señor que le dé una aceptación mayor para hermanos y hermanas que son sinceros que difieren de usted.
* Pídale al Señor que traiga una unidad mayor en el cuerpo de Cristo en su pueblo.
* Tome un momento para orar por un hermano o hermana con la cual usted tiene dificultades en el presente. Pídale a Dios que abra su corazón para recibirlos en amor.
38 – PIEDRAS DE TROPIEZO
Lea Romanos 14:13-23
Pablo ha estado hablando en esta parte de su carta sobre el cuerpo de Cristo y cómo nosotros debemos respetarnos y amarnos unos a otros dentro de ese cuerpo. Él nos ha recordado acerca de los diferentes dones que tenemos como creyentes. Él nos ha mostrado que nosotros nos necesitamos unos a otros y que debemos aprender a vivir con las diferencias que inevitablemente surgirán cuando trabajamos juntos por causa del reino. Ahora Pablo nos recuerda la importancia de respetar las diferencias de cada uno al no poner piedra de tropiezo frente a un hermano o hermana.
Pablo empieza diciéndoles a los creyentes que ellos necesitaban dejar de enjuiciarse unos a otros. No era su papel o responsabilidad juzgar los motivos e intenciones de sus hermanos creyentes. Imagine que su niño pequeño viene a casa de la escuela con un dibujo que él ha creado para usted. El dibujo no es perfecto pero fue hecho con amor. Como padre usted acepta este regalo imperfecto debido a la actitud del niño al hacerlo. Imagine que otra persona comienza a criticar el regalo delante de su niño, haciéndole sentirse que el regalo que él le había dado sólo por amor no era aceptable. ¿Cómo le haría sentir esto a usted como padre? Como Padre celestial, a Dios no le agrada cuando nosotros juzgamos lo que nuestro hermano o la hermana le da por amor.
Pablo continúa en el versículo 13 diciendo que en lugar de juzgar, nosotros necesitamos decidir no poner piedra de tropiezo delante de los hermanos creyentes. Un tropiezo es algo que puede causar a nuestro hermano o hermana ser ofendido o lo puede desanimar en su andar con Dios. Nuestras palabras pueden ser piedras de tropiezo cuando ellas desaniman. Nuestras acciones pueden ser piedras de tropiezo si ellas causan a un hermano o hermana cuestionar la fe.
Noten cómo Pablo nos dice que nosotros nunca debemos decidir hacer algo que causaría a un hermano o hermana tropezar en su andar con Dios. Todo lo que hacemos debe ser con la intención de animar a nuestro hermano o hermana en su fe.
Pablo toma un momento para darnos algunos ejemplos. Era la creencia de Pablo que no había ninguna comida que fuera inmunda en sí misma. Esto era difícil de aceptar para los judíos que seguían las leyes dietéticas del Antiguo Testamento. Pablo sentía que desde la venida de Cristo estas leyes dietéticas ya no estaban vigentes, pero él fue cuidadoso en cómo él trató a aquéllos que discrepaban.
Mientras que Pablo tenía la libertad para comer cualquier alimento que él deseaba, él dijo en el versículo 14 que si un creyente consideraba que cierta comida era inmunda, entonces era inmunda y por consiguiente inmoral para consumir. Pablo está, en esencia diciendo que ciertas regulaciones pueden ser necesarias para una persona y no para otra. Esta verdad debe tratarse muy cuidadosamente. Hay principios claros que se aplican a todos los hombres y mujeres de fe. La ley moral de Dios no cambia. Siempre es malo cometer adulterio, asesinar y robar. Hay otras cuestiones en el andar cristiano, sin embargo, que no son en blanco y negro. Un creyente tiene la libertad de comer cierta comida mientras que otro no la tiene. No es ni bueno ni malo comer esta comida. Todo depende de la actitud del corazón.
Lo que necesitamos recordar es que si nuestro hermano es contristado porque nosotros comemos cierto tipo de comidas, entonces no estamos actuando en amor si lo comemos delante de él (versículo 15). Imagine que su hermano es un ex-alcohólico. Si usted lo invita a su casa para una comida y le ofrece un vaso de vino, ¿está usted respetándolo en su problema? ¿No está usted poniendo una piedra de tropiezo delante de él? ¿Pudiera su acción hacerle retornar a su alcoholismo? Es mucho mejor dejar nuestra libertad a un lado que guiar a un hermano al pecado.
Pablo aclara en el versículo 17 que el Reino de Dios no se trata dela comida o de la bebida sino de la justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Consideremos esta declaración en mayor detalle.
Hay muchos creyentes que viven como si el Reino de Dios se tratara de reglas y regulaciones. Ellos creen que si usted es un cristiano, usted necesita seguir una serie de reglas prescritas. Usted puede necesitar ir a la iglesia todas las semanas y diezmar el diez por ciento de su ingreso. Ellos pueden creer que usted no debe ir a un teatro o disfrutar de algunos tipos de música. Para estos creyentes, la fe es una serie de reglas y regulaciones. Ellos sienten que son agradables a Dios cuando obedecen todas estas reglas. Pablo nos dice, sin embargo, que esto no es principalmente de lo que se trata el Reino de Dios.
Según Pablo, el Reino de Dios es primariamente sobre la justicia. Esto significa tener una relación correcta con Dios a través de la obra del Señor Jesús. Esto es lo que el Señor Jesús vino a lograr. Pablo ha hablado con muchos detalles sobre esto en su carta.
El Reino de Dios no solo es la justicia de Cristo en nosotros, también paz. La paz a la que se refiere es ante todo una paz con Dios debido al perdón que Jesús trajo. También es tener paz en nuestros propios corazones porque tenemos a Dios ahora como nuestro Padre celestial. También es tener paz con nuestros hermanos y hermanas. El Espíritu de Dios, que vive en nosotros, nos capacita a vivir en paz y armonía con los demás. Las relaciones son importantes en el Reino de Dios. Sin paz con Dios y paz con nuestro prójimo no podemos extender el Reino de Dios como se necesita hacer.
Noten también que el Reino de Dios es gozo en el Espíritu Santo. El gozo es un elemento importante en nuestro andar cristiano. Hay mucho para estar gozosos. Jesús nos dijo que Él vino a traernos vida abundante (Juan 10:10) y que el Espíritu Santo sería una fuente que salta dentro de nosotros (Juan 4:14). Él vino para poner Su gozo en nuestro corazón y para darnos satisfacción completa en Él. Nosotros encontramos el verdadero gozo. Este gozo debe verse en nuestra adoración, en nuestras relaciones con los demás, y en cómo lidiamos con las pruebas que vienen a nuestro camino.
Pablo nos recuerda en el versículo 18 que el que sirve a Cristo en justicia, paz y gozo no sólo agrada a Dios sino que también es aprobado por los hombres. Dios se regocija en ver a los creyentes en paz y con gozo en sus corazones. Él se regocija en ver a los creyentes que sirven teniendo una relación correcta con Él. No solamente se regocija Dios, sino que el mundo alrededor de nosotros admira nuestra justicia, gozo y paz. Ellos pueden no aceptar nuestras creencias, pero ellos no pueden evitar hablar favorablemente sobre nuestras vidas.
En el versículo 19 Pablo desafía a los creyentes a esforzarse en hacer cualquier cosa que contribuya a la paz y a la mutua edificación. Esto significa tomar en cuenta a nuestro hermano y hermana en todo lo que hacemos. No vivimos nuestras vidas en aislamiento. Esto requerirá esfuerzo de nuestra parte. Nuestra meta y propósito deben ser vivir en paz con nuestro hermano y hermana en Cristo y hacer todo lo que podamos para animarlos en la fe.
Debemos tener cuidado de no destruir la obra de Dios por causa de nuestra libertad. Mientras que, según Pablo, toda comida era limpia, si lo que él comía causaba que un hermano o hermana tuviera algún problema, él pecaba al comer esta comida delante de ellos porque no era sensible a su creencia.
Hay momentos cuando es sabio no expresar lo que creemos acerca de los asuntos secundarios. ¿Por qué alardear sobre nuestra libertad de hacer o comer algo si al hacerlo causamos un problema para otro creyente? Esto no es ser hipócrita; es ser sensible a las necesidades de otros. Ser hipócrita es querer que una persona piense algo de nosotros que no es verdad. Ser sensible es estar dispuestos a dejar nuestras libertades por causa del reino.
Pablo concluye esta sección recordándonos que la fe debe ser el principio que nos guíe en todos los asuntos. Si usted duda y cuestiona si lo que usted hace es correcto, entonces no lo haga. Practique sólo lo que usted está convencido en su corazón que debe hacer. Practique aquello que es de edificación para el Reino de Dios.
Para Consideración:
* ¿Qué tipo de cosas puede ser piedra de tropiezo para los creyentes en su cultura?
* ¿Cuál es la diferencia entre ser sensible hacia los demás y ser hipócrita?
* ¿Qué libertades tiene usted que su hermano o hermana no tiene? ¿Qué libertad tiene su hermano que usted no tiene?
* ¿Qué nos dice Pablo que es el principio guía para todo lo que nosotros hacemos?
* ¿Puede usted verdaderamente decir que todo lo que usted hace lo hace en fe?
* ¿Hay algo que usted hace que podría ser una piedra de tropiezo para un hermano o hermana en Cristo? Explique.
Para Oración:
* Agradezca al Señor por la libertad que Él nos ha dado, y por las diferencias que existen en el cuerpo de Cristo.
* Pídale al Señor que le dé una tolerancia mayor por las diferencias que existen en el cuerpo de Cristo.
* Pídale al Señor que le ayude a ser más sensible hacia aquéllos alrededor de usted que no ven las cosas de la manera que usted lo hace.
* Pídale al Señor que le muestre si hay algo en su vida que causa un problema para alguien más. Pídale que le dé sabiduría para saber tratar con esto.
39 – PERSEVERANDO EN LA UNIDAD
Lea Romanos 15:1-7
La primera parte de la carta de Pablo a los romanos habló sobre la salvación que nos trajo al cuerpo de Cristo. Mucho de la última parte del libro se dedica a la idea de cómo vivir dentro de ese cuerpo. Como hijos de Dios hemos recibido diferentes dones para usarlos en animarnos unos a otros. Nosotros también tenemos discordancias sobre cómo estos dones deben usarse y sobre las libertades que disfrutamos en Cristo. A pesar de esto, Pablo nos dice que debemos esforzarnos por ser uno.
La unidad no significa que todos tenemos las mismas creencias, ni tampoco significa que tenemos la libertad de practicar las mismas cosas. Nuestros ministerios difieren. La manera que vivimos nuestra vida cristiana difiere. Esto no significa que creemos lo que queremos y vivimos cómo deseamos, porque hay algunos principios básicos a los que todos debemos adherirnos. Todos debemos creer en el Señor Jesús y Su obra por nosotros. Todos debemos aceptar Su oferta de salvación y debemos nacer de nuevo en la familia de Dios. Todos debemos someternos al Señorío y la autoridad de Su Palabra. Aunque tenemos diferencias como personas en Cristo, tenemos una relación común con Cristo y un deseo común de honrarlo y glorificarlo en todo lo que hacemos. Nuestra unidad está en Cristo y en lo que Él ha hecho por nosotros. En los versículos que siguen, Pablo nos habla sobre cómo podemos guardar esta unidad en el cuerpo de Cristo.
Soportar las flaquezas de los débiles (versículo 1)
Primero, Pablo anima a los fuertes en el versículo 1 a soportar las flaquezas de los débiles. El creyente nuevo o débil a menudo tiene muchos detalles con los cuales debe trabajar. Él puede tener no una comprensión clara de la verdad. Su entusiasmo puede sobrepasar su madurez. Él todavía puede tener hábitos pecaminosos que superar. A veces nosotros esperamos que todo cambie de un momento a otro y somos rápidos para juzgar en lugar de demostrar compasión y paciencia. Incluso los creyentes maduros tienen áreas de debilidad. Algunas personas necesitan años para superar sus batallas. En lugar de ser rápidos para juzgar, debemos animarnos en amor. Juzgar y acusar no logran nada. Sólo empeora las cosas. Dios nos llama a soportar las flaquezas de los demás así como Él soporta las nuestras.
La palabra “soportar” en el idioma griego quiere decir “apoyar, tolerar, o llevar.” La idea es que nosotros debemos dejar espacio para el fracaso de los demás. Nosotros debemos reconocer que ningún cristiano es perfecto y que mientras nos esforzamos por lograr la perfección, nos aceptemos unos a otros en nuestros fracasos. Con demasiada frecuencia estamos buscando la perfección cuando necesitamos aceptar a las personas como son y animarlas en su crecimiento.
Quizá usted ha visitado iglesias que no toleran la imperfección. Estas iglesias son rápidas en juzgar, ellas tienen pautas rígidas para la creencia y la práctica, y son rápidas en disciplinar cuando perciben que las cosas no son como deben ser. No enjuicie. La exhortación y la tolerancia son muy poco vistas. El resultado es a menudo un cuerpo de creyentes desanimados. Lo mismo ocurre en nuestras familias. Si siempre estamos encontrando faltas en nuestra esposa o hijos, pronto romperemos su espíritu y los desanimaremos. Ellos pueden incluso renunciar a intentar porque ellos nunca pueden alcanzar la norma de perfección que estamos forzándolos a lograr. En lugar de juzgar estas imperfecciones, Pablo nos dice que debemos ser pacientes y tolerarlos.
Necesitamos entender que las “flaquezas” y “fracasos” de las que Pablo habla en el versículo 1 no son iguales a la rebelión y la desobediencia. Ninguno de nosotros llegamos a alcanzar la norma que Dios ha puesto. Todos tenemos momentos cuando fallamos y caemos. Cuando nos ocurre eso, nosotros nos levantamos, confesamos nuestro pecado, y buscamos la fuerza del Señor para vencer. Hay, sin embargo, aquéllos que aman su pecado, y quiénes no están dispuestos a tratar con las debilidades en sus vidas. Ellos justifican lo que hacen admitiendo que tienen una debilidad, pero no están dispuestos a superarla. Esto es desobediencia y rebelión voluntaria.
No siempre es fácil distinguir entre la desobediencia voluntaria y las flaquezas de las que Pablo habla aquí. Parte de la diferencia, sin embargo, es visible en la actitud de la persona. ¿La persona demuestra verdadero arrepentimiento cuando comprende que ha caído? ¿La persona hace los cambios necesarios para asegurarse que no pasará de nuevo? La clave para distinguir entre los dos es no juzgar con prontitud. Nuestra meta es no condenar, es ver la victoria por encima del pecado y la madurez en Cristo. Si queremos experimentar la unidad en el cuerpo necesitaremos entender que tendremos que ser pacientes unos con otros en nuestras debilidades.
Deje de agradarse a sí mismo (versículos 1-5)
Pablo trae un segundo principio a nuestra atención en el versículo 1. Aquí él nos dice que si queremos experimentar la unidad en el cuerpo de Cristo tenemos que dejar de buscar agradarnos a nosotros mismos. En cambio, debemos comprometernos a agradarnos unos a otros. Qué fácil es vivir con sólo nuestros propios intereses en mente; sólo pensar en nosotros mismos. Creemos que nuestra posición doctrinal es la posición correcta y esperamos que todos estén de acuerdo con nosotros. Creemos que las personas simplemente deben vivir como nosotros y deben ver las cosas a nuestra manera.
Pablo nos llama a seguir el ejemplo del Señor Jesús y a sacrificar voluntariamente nuestros propios intereses por los intereses de nuestros prójimos. Pablo nos muestra en el versículo 3 que el Señor Jesús no vino a agradarse a sí mismo. Él gastó su vida ministrando a aquéllos alrededor de él, no buscando su propia comodidad y sueños. Él vivió en obediencia al Padre. Él vivió para otros. Él se negó a sí mismo por nosotros y por nuestras necesidades. Él a menudo no dormía, no tenía casa, ni privacidad, ni dinero, ni amigos, y ninguna comodidad. Él usó todo lo que recibió para ministrar y bendecir a otros.
Jesús nos dio un ejemplo del ministerio a seguir. Él soportó los insultos y el sufriendo para que nosotros viéramos su ejemplo y lo siguiéramos. No es fácil vivir nuestras vidas para agradar a otros. No es fácil negarse a sí mismo, pero Pablo nos anima a que perseveremos porque esto es lo que Cristo hizo por nosotros.
Vivir esta vida de sacrificio por otros no será fácil. Pablo nos recuerda que tenemos esperanza en las Escrituras y los ejemplos de hombres y mujeres que han ido ante nosotros.
Dios te dará Paciencia y Consolación (versículo 5)
Si dejamos de agradarnos a nosotros mismos ¿cómo atenderemos a nuestras propias necesidades? Si damos sacrificialmente todo el tiempo ¿quién cuidará de nosotros? ¿Cómo podemos continuar en este estilo de vida sin extinguirnos? Pablo contesta esta pregunta en el versículo 5. Él nos dice que Dios nos dará paciencia y consolación. Cuando usted necesita fuerza para extender la mano, Dios la proveerá. Cuando usted necesita a alguien para consolarlo cuando usted se sacrifica por otros, Dios le traerá el consuelo que usted necesita. Debido a que Dios está al cuidado de nosotros, podemos enfocarnos en los otros.
Si queremos la unidad en el cuerpo de Cristo, no sólo debemos ser pacientes y tolerar nuestras flaquezas, también debemos buscar vivir nuestras vidas para agradar a los demás. Debemos ver las necesidades de los demás como más importantes que las nuestras. Dios promete darnos la fuerza y el ánimo necesario para continuar si confiamos en Él. Imagine qué diferencia haría esta enseñanza en la iglesia de Cristo hoy. Estos principios sencillos pueden transformar una iglesia, un matrimonio, y una nación.
Busque Glorificar a Dios (versículo 6)
Primariamente, la meta del cuerpo de Cristo es tener un corazón y boca para alabar y glorificar al Señor Jesús (versículo 6). ¿Cómo podemos glorificar al Señor Jesús como un cuerpo si estamos ocupados en juzgar y condenándonos en lugar de tolerarnos unos a otros? ¿Cómo podemos alabar y glorificar al Señor como un cuerpo si estamos ocupados en vivir para nosotros mismos e ignorando las necesidades de Sus hijos? Hay una conexión directa entre nuestra relación en el cuerpo de Cristo y la manera que el cuerpo glorifica al Señor Jesús. Un cuerpo que no está unido no glorifica al Señor Jesús.
Acéptense unos a otros (versículo 7)
Finalmente, Pablo concluye esta sección con una declaración poderosa: “Por tanto, recibíos los unos a los otros, como también Cristo nos recibió, para gloria de Dios.” (Versículo 7). Noten la conexión entre dar alabanza a Dios y aceptarnos entre sí. Somos llamados a aceptarnos unos a otros para que Dios pueda ser alabado. Cuando amamos a nuestros hermanos y hermanas en Cristo, glorificamos al Padre. Noten que nosotros debemos aceptarnos unos a otros así como el Señor Jesús nos acepta. Él nos aceptó cuando estábamos en nuestro pecado (Romanos 5:8). Él entregó Su vida por nosotros. Así es cómo el Señor Jesús nos trató. Él nos aceptó con todas nuestras imperfecciones y flaquezas. ¿Cómo podemos nosotros, quiénes hemos sido aceptados de esta manera, negarnos a aceptar a nuestro hermano en Cristo?
Para Consideración:
* ¿Cuál es la diferencia entre el pecado voluntario y caer debido a una debilidad en nuestra carne? ¿Cómo podemos distinguir entre estos dos pecados?
* ¿Se han encontrado alguna vez siendo impacientes con un hermano o hermana en Cristo? ¿Cuál es la diferencia entre tolerar pacientemente a un hermano y juzgarlo?
* ¿Cuáles son algunas maneras prácticas que usted puede tolerar la debilidad de un hermano? ¿Tolerar a un hermano quiere decir pasar por alto su pecado?
* ¿Hasta qué punto usted ha vivido para usted mismo? ¿Cómo puede usted ministrar más a otros?
* ¿Cuáles son las promesas de Dios para aquéllos que perseveran en el servicio a otros (versículo 5)? ¿Cómo estas promesas nos liberan para ministrar sacrificialmente?
* ¿Cómo el Señor Jesús lo aceptó a usted? ¿Qué nos enseña esto sobre cómo nosotros necesitamos aceptarnos unos a otros?
Para Oración:
* Pídale al Señor que le dé más paciencia con su hermano o hermana en Cristo.
* Agradézcale al Señor que Él vivió Su vida con nosotros en Su mente.
* Agradézcale al Señor por la promesa de ánimo y capacitación cuando vivimos sacrificialmente para Él.
* Pídale al Señor que le muestre si hay alguien quien usted no está tolerando hoy. Pídale que le dé fuerza para tolerar sus debilidades y bendecirlos.
* Pídale perdón por las veces que le ha fallado al Señor en las áreas que hemos discutido en este capítulo.
40 – EL MINISTERIO DE PABLO A LOS GENTILES
Lea Romanos 15:8-21
En esta sección del libro de Romanos, Pablo se dedica a hablar sobre su visión particular del ministerio. Éste es un pasaje muy personal. En él, Pablo comparte su carga y llamado a los Gentiles. Esto a menudo le trajo conflicto a Pablo con el mundo judío y fue la fuente de mucho de su sufrimiento.
La gran fuerza de Pablo y su motivación se originaron en Cristo. Él nos recuerda que el Señor Jesús se hizo siervo de los judíos para cumplir las promesas que Dios había dado a través de los profetas. Noten, sin embargo, en el versículo 9 que Jesús vino a través de los judíos para que los Gentiles también pudieran glorificar a Dios. Pablo estaba convencido que Jesús no sólo vino para los judíos sino también para los Gentiles. Él fue el Salvador de ambas razas. Él vino para que todas las naciones de la tierra pudieran conocer la verdad de Dios y se pudieran salvar.
Ésta no era solamente la opinión de Pablo, sino que él respalda esta idea con las Escrituras judías. Él cita un pasaje del Antiguo Testamento en 2 Samuel 22donde David, después de ser liberado de sus enemigos, escribe “Por tanto, yo te confesaré entre los gentiles,
Y cantaré a tu nombre. “Por qué habría David, bajo la inspiración del Espíritu Santo, sentirse obligado a alabar a Dios entre los Gentiles paganos? Él hace esto porque él conocía que los Gentiles también oirían hablar de la gracia maravillosa del Señor de Israel. Era el deseo de Dios que los Gentiles llegaran a entender la gracia y la misericordia de Dios.
Pablo también cita de Deuteronomio 32:43, “Alegraos, gentiles, con su pueblo.” De nuevo, inspirado por el Espíritu de Dios, el escritor de este pasaje del Antiguo Testamento invita a las naciones Gentiles a venir y a alabar al Señor junto con los judíos. Está claro que Dios quería que Su gracia y misericordia se extendieran a los Gentiles y no exclusivamente a la nación judía.
Pablo continúa apoyando la idea que Dios quería alcanzar a las naciones Gentiles citando más pasajes del Antiguo Testamento. En el versículo 11, él cita del Salmo 117:1, “Alabad al Señor todos los gentiles, Y magnificadle todos los pueblos.” En el versículo 12, él cita a Isaías 11:10, “Estará la raíz de Isaí, Y el que se levantará a regir los gentiles; Los gentiles esperarán en él.”
Este último versículo necesita explicación. Isaías deja bien claro que una “raíz de Isaí” se levantaría y gobernaría a las naciones. Isaí fue el padre de David quien fue el rey escogido de Dios y antepasado del Mesías, Jesús. Los judíos estaban esperando la venida del Mesías durante siglos. Note, sin embargo, lo que Isaías nos dice sobre el Mesías. Él nos dice que el Mesías no sólo reinaría sobre Israel sino sobre el mundo entero. En particular, Isaías nos dice que los Gentiles pondrían su esperanza en Él. Éste es un ejemplo maravilloso del corazón de Dios por los Gentiles. Dios quería que Su salvación se extendiera al mundo entero. Él deseaba que los judíos y los Gentiles vinieran a Él y se salvaran.
Lo que está muy claro de esto es que Pablo había investigado las Escrituras con respecto al ministerio que Dios le había dado. Él conocía que este ministerio era del Señor y él sabía que era el deseo de Dios alcanzar a los Gentiles. Él tenía el apoyo de las Escrituras para su ministerio. Él podría salir audazmente y confiadamente en su llamado.
En el versículo 13, encontramos que la oración de Pablo por sus lectores era que el Dios de esperanza los llene de gozo y paz al ellos confiar en Él. Él quería que ellos fueran llenos de esperanza así como él estaba lleno de esperanza por la salvación delos Gentiles. Noten que es la oración de Pablo que sus lectores fueran llenos. Sólo cuando una persona es llena completamente es que puede ministrar con éxito. Por mucho tiempo de mi vida yo ministraba sin esta llenura. Yo me sentía roto y vacío. Yo dilo que tenía y luego escapé. Yo escapé porque no estaba buscando la constante llenura de Dios en mi vida. Sólo cuando somos llenos del Espíritu Santo, Su amor, Su fuerza, y la esperanza que Él da, podemos nosotros ministrar en poder. Ésta es la oración de Pablo por sus lectores. Él está orando para que ellos no sólo fueran llenos de esperanza por el poder del Espíritu Santo, sino que ellos desbordaran con esperanza. Era por esta llenura que ellos podrían ministrar a otros.
Del versículo 14 notamos que Pablo está convencido que sus lectores estaban llenos de bondad y llenos de todo conocimiento para amonestarse unos a otros. No les faltaba nada para ministrar efectivamente el Evangelio de Cristo. En esta carta, Pablo les habla muy audazmente sobre varios asuntos. Él les recordó acerca de su salvación aparte de la ley. Él los desafió en el uso de sus dones. Él les animó a mantener la unidad del cuerpo. Él les enseñó que la salvación no era sólo para el judío sino también para el Gentil. Ahora él les ordena que sean llenos del poder del Espíritu cuando ellos ministren en el nombre de Cristo.
En el versículo 16, Pablo les dijo a los romanos que él se sentía obligado a los Gentiles. Él había sido llamado por Dios para ser su apóstol. Su sentir era ver a los Gentiles convertirse en una ofrenda aceptable a Dios, santificados por el Espíritu Santo. Pablo estaba agradecido a Dios por este llamado (versículo 17). Aunque la idea que la salvación era para los Gentiles era fuertemente opuesta por los judíos, Pablo no estaba avergonzado de lo que él había sido llamado a hacer. Él amaba a los Gentiles y estaba dispuesto a sacrificar su vida por ellos. Él alaba a Dios en el versículo 18 por lo que Él había hecho a través de él en su ministerio a los Gentiles. Noten cómo él no toma ningún crédito por el éxito de su ministerio. Él fue llamado por Dios a ministrar al mundo Gentil. Él fue lleno con el Espíritu para lograr ese ministerio. Dios demostró Su poder a través de grandes señales y prodigios (versículo 19). Dios lo fortaleció, y proveyó los recursos necesarios para que él pudiera viajar y predicar en Jerusalén, Ilírico, y en muchos otros lugares donde vivían Gentiles. Dios le permitió llevar el Evangelio a nuevos territorios para alcanzar a aquéllos que nunca habían oído (versículo 21). Le agradó a Dios darle éxito. Dios mereció toda la gloria.
Hay algo maravilloso en cuanto a conocer el llamado de Dios para nuestras vidas. Aunque Pablo tuvo a menudo dificultades y batallas en su llamado, su corazón inundaba con alabanza a Dios por ello. Desde su nacimiento, Pablo había sido formado y dotado para este ministerio particular. Durante muchos años, él se resistió a Dios. Ahora que él estaba viviendo en obediencia, la paz y el gozo inundaron su corazón. Los problemas aumentaron y su vida estaba a menudo en peligro, pero él estaba en el lugar donde Dios quería que estuviera y él estaba satisfecho. ¿Está usted donde Dios desea que usted esté? ¿Conoce usted esta paz maravillosa y el gozo del servicio en el lugar donde Dios lo está llamando?
En este pasaje, vemos el deseo de Dios para todo el mundo. Él no es el Dios de los judíos solamente sino el Dios de todas las naciones y pueblos. Nosotros también vemos cómo Pablo tenía una convicción profunda en su corazón sobre el ministerio a que Dios lo había llamado. Él conoció su llamado. Él fue lleno con el Espíritu de Dios y compartió de esa llenura con todos los que Dios envió a su camino. Su ministerio no siempre fue reconocido, pero él no renunció a la esperanza. Él salió audazmente y vio al Espíritu de Dios obrar en poder. Cuando él reflexionaba acerca de su vida y ministerio, Pablo estaba asombrado de lo que Dios había hecho a través de él. Su corazón se desbordaba con gozo por el hecho que Dios le había hecho su siervo.
La realidad emocionante es que nosotros, también, somos instrumentos a través de los cuales el Espíritu de Dios obra. Cuando nos disponemos en obediencia al llamado que Dios ha puesto en nuestras vidas, podemos esperar que Su Espíritu se mueva a través de nosotros. Busque conocer su llamado y audazmente salga por él. No se desanime por aquéllos que no aceptan su ministerio. Permítale al Espíritu de Dios que fluya desde usted. Asómbrese y permítale al Espíritu que le use. Esté satisfecho de ser un instrumento. Vea lo que Él hace y glorifíquelo por ello.
Para Consideración:
* ¿Cuál es el llamado de Dios para su vida?
* ¿Se ha encontrado alguna vez dudando del llamado de Dios en su vida? ¿Qué le hace dudar de su llamado?
* ¿Se ha encontrado usted alguna vez ministrando en su propia fuerza humana? ¿Qué aprendemos aquí sobre cómo Pablo ministró?
* ¿Cuán real es la tentación de tomar la gloria para nosotros cuándo Dios bendice? ¿Qué aprendemos de Pablo en este pasaje?
* ¿Tiene usted paz en su corazón en el trabajo que usted está haciendo ahora? ¿Es ahí donde Dios quiere que usted esté?
Para Oración:
* Pídale al Señor que le dé una convicción profunda de su llamado.
* Pídale al Señor que lo perdone por las veces que usted ha dudado de su llamado y no ha salido en fe.
* Agradézcale al Señor porque todo lo que usted ha logrado en el ministerio han sido debido a Su obra en su vida.
* Pídale al Señor que lo llene hasta desbordar para que usted pueda ministrar a aquéllos que él pone en su camino
41 – OREN POR MÍ
Lea Romanos 15:23-33
Al acercarse Pablo al final de esta epístola, él comparte sus planes para el futuro. Él hace esto para que los creyentes en Roma supieran de su amor por ellos y de sus planes para visitarlos en cuanto el Señor abriera la puerta. Él también les pide que oren por él cuando él viaje.
Pablo les dice a sus lectores en el versículo 23 que él había completado su trabajo en las regiones dónde él había estado trabajando. Aunque todavía habría habido trabajo por hacer en estas regiones, Dios estaba guiando a Pablo a otras cosas. Vemos en el versículo 20 que parte de la razón por la que Pablo continuó su camino era su deseo de predicar donde Cristo no había sido todavía conocido.
Pablo predicaba el Evangelio en una región y entonces dejaba la tarea de extender el evangelio a aquéllos que habían venido a conocer al Señor bajo su ministerio. Él establecía un grupo central de creyentes y entonces los animaba a que ellos continuaran la obra del Evangelio. Ésta era su visión del ministerio. Él predicaría donde Cristo no era conocido, establecería una comunidad pequeña de creyentes, para entonces proseguir, dejándoles a ellos la continuidad de la obra. Pablo conocía su llamado y era fiel a ello. Pablo podría quedarse donde él estaba y ministrar allí a los nuevos creyentes, pero eso no era lo que Dios le había llamado a hacer.
Viendo que él había llevado a cabo lo que Dios lo había llamado a hacer, Pablo decidió seguir ahora adelante. Había sido su deseo visitar a Roma durante muchos años (versículo 23), pero la oportunidad nunca se había presentado. Ahora, sin embargo, esa oportunidad estaba ante él. Él planeó ir a visitarlos cuando él fue a España. Su deseo era hacerles ayudarlo en su viaje. No se nos dice qué tipo de ayuda Pablo estaba deseando de los romanos. Noten, sin embargo, que era el deseo de Pablo pasar tiempo con ellos y disfrutar de su compañía. Cuando yo he viajado en el ministerio que el Señor me ha dado, yo he sido bendecido por muchos creyentes que yo he conocido en mis viajes. Estos creyentes de diferentes países han sido una rica fuente de estímulo y bendición para mí. Pablo, estoy seguro, habría ansiado la bendición que él recibiría de estos creyentes romanos.
Aunque era la intención del apóstol visitar la iglesia en Roma, su plan inmediato era ir a Jerusalén. Su tarea era entregar una contribución a los santos en esa ciudad. Leemos sobre esta contribución en Hechos 24:17. Los santos en Macedonia y Acaya habían dado algún dinero para los santos pobres en Jerusalén. Pablo tuvo el privilegio de entregar este dinero a los pobres en nombre de los creyentes de Macedonia y Acaya. Es maravilloso ver cómo los creyentes en esta región no sólo estaban interesados en sus propias necesidades sino también en las necesidades de los creyentes que ellos nunca habían conocido. Ésta es una señal de madurez y piedad y también debe servirnos como ejemplo.
Pablo nos dice en el versículo 27 que aunque el dinero que él llevó a Jerusalén fue dado con un corazón puro, los Gentiles se lo debían a los creyentes judíos en Jerusalén. Estos creyentes Gentiles habían recibido el más grande beneficio de todos de parte de los cristianos en Jerusalén. A través de ellos habían recibido el mensaje del Evangelio. Ahora en su necesidad, los Gentiles podrían ministrar a los judíos ayudándolos en sus necesidades físicas. Pablo planeaba visitar a los creyentes en Roma después que él se asegurara que los creyentes en Jerusalén hubieran recibido este regalo (versículo 28).
Nosotros solo podemos imaginar lo que este regalo habría significado para los creyentes judíos en Jerusalén. Ellos estaban siendo ministrados por los creyentes Gentiles. Estos Gentiles les amaban. En Cristo la división entre el judío y el Gentil se había derrumbado.
Pablo les dijo a los creyentes romanos que cuando él viniera a ellos él vendría “con abundancia de la bendición del evangelio de Cristo ” (versículo 29). Lo que nosotros necesitamos entender aquí es que Pablo había tenido en su corazón durante muchos años ir a visitar a los creyentes en Roma, pero la puerta no se había abierto para él. Pablo estaba seguro, sin embargo, que el día estaba llegando cuando Dios abriría esa puerta totalmente y concedería Su bendición plena en su viaje para ver a los creyentes en Roma. Lo que Pablo no comprendía era que aunque Dios concedería de hecho Su bendición, no sería de la manera que él pensaba. Pablo iría a Roma como un prisionero. Allí en Roma, Pablo tendría la oportunidad de compartir el Evangelio con muchos oficiales romanos. Él tendría la oportunidad de escribir cartas a varias iglesias, cartas que en el futuro estarían en las páginas de la Biblia que nosotros leemos hoy. Innumerables almas han sido tocadas por los escritos de Pablo desde su celda de prisión en Roma. Aunque pueda no haber sido lo que él esperaba, ciertamente sucedió en la bendición de Cristo.
Pablo les pidió a los creyentes en Roma que lo apoyaran en oración. Él les pide que oren para que él fuera rescatado de los incrédulos en la región de Judea. Desde entonces, Dios estaba mostrándole a Pablo que no le iría bien allí porque había individuos que no aprobaban su ministerio. Pablo les pidió a los romanos que oraran para que él estuviera seguro en ese tiempo. Él también les pidió que ellos oraran para que su ministerio en Jerusalén fuera una bendición a los creyentes.
La petición final de Pablo en esta sección fue que los romanos oraran para que él pudiera visitarlos por la voluntad de Dios y que pudiera ser un tiempo refrescante. Noten en particular que él quería visitarlos por la voluntad de Dios. Él quería ir en el tiempo de Dios. Él quería ir bajo la guía y dirección de Dios. Él quería ser refrescado espiritualmente por estos creyentes y él quería refrescarlos a ellos. Noten que Pablo necesitaba ser refrescado por otros en su ministerio. Creyentes de diferentes regiones lo apoyaban, oraban por él, lo escuchaban, lo animaban, y lo fortalecían en su ministerio. Nosotros, quiénes también estamos en el ministerio, necesitamos no sólo reconocer nuestra necesidad que otros oren con nosotros sino también que nos refresquen en nuestros momentos de necesidad. No estamos diseñados para ministrar solos. Necesitamos reconocer la necesidad de las personas en el ministerio de ser refrescados.
Nosotros aprendemos muchas cosas sobre Pablo de este pasaje. Él conocía el llamado de Dios para su vida y se negó a distraerse de ello. Él también quiso ir a Roma para ministrar allí pero esperó años por la bendición plena del Señor. Él no abrió la puerta antes de tiempo. Él reconoció su necesidad de la oración. Él no se apoyó en su experiencia y dones sino que compartió sus peticiones con sus hermanos de oración. Su ministerio no tuvo éxito debido a su experiencia sino porque estaba sumergido en oración. Pablo hizo planes pero los sometió al Señor. Las cosas no siempre resultaron como él esperaba. Él fue a Roma como un prisionero no como un misionero libre. Él confió en Dios, sabiendo que Sus caminos son perfectos. Finalmente, Pablo tomó el tiempo para ser refrescado visitando a aquéllos que lo apoyaban en el ministerio. Pablo era un hombre importante en la iglesia primitiva pero él nunca perdió de vista cuánto él necesitaba de los demás.
Que Dios nos de la visión de cuanto necesitamos aplicar estos principios a nuestras propias vidas y ministerios.
Para Consideración:
* ¿Cuál es el llamado específico de Dios para su vida? ¿Ha estado usted distraído de ese llamado?
* ¿Cómo ha sido usted refrescado por otros en su ministerio o en su andar cristiano? ¿Quién existe en su vida a quien usted puede ir para ser refrescado y animado?
* ¿Tiene usted personas que lo apoyan en oración, a usted y a su ministerio y su andar espiritual? ¿Quiénes son ellos?
* ¿Qué aprendemos en este pasaje sobre cómo el propósito de Dios es a veces diferente del nuestro?
* ¿Cuán fácil es esperar por el tiempo de Dios? ¿Por qué es importante?
Para Oración:
* Agradézcale al Señor por la manera que él quiere usarnos en el ministerio.
* Agradézcale al Señor por aquéllos que lo han refrescado en su andar espiritual y ministerio.
* Pídale al Señor que lo mantenga enfocado en Su propósito. Pídale que lo guarde de estar distraído.
* Pídale al Señor que le permita ser de ánimo y refrigerio a otros en el ministerio. Pídale que le muestre lo que usted puede hacer para animar a otros esta semana.
42 – SALUDOS FINALES
Lea Romanos 16:1-27
En esta última sección del libro de Romanos, Pablo toma tiempo para enviar sus saludos personales a varios individuos que él conoció en la iglesia. Al hacer esto, Pablo nos demuestra su amor y preocupación no sólo por la iglesia como un todo sino por creyentes individuales.
Él comienza recomendando a Febe de la iglesia de Cencrea. Cencrea estaba localizada en la región oriental de Corinto. Pablo había ministrado en Corinto durante algún tiempo y probablemente la había conocido allí durante su ministerio. Febe era sierva o diaconisa de la iglesia de Cencrea. Parece que ella iba de camino a Roma. Pablo habla favorablemente de ella y le pide a la iglesia que la acepte como lo harían con cualquier siervo del Señor. Él les pide que le den toda la ayuda que ella necesite para hacer la obra que el Señor la había llamado a hacer. Es como si Pablo le estuviera pidiendo a la iglesia en Roma que cuidara de ella porque ella había sido una tremenda ayuda para él personalmente (versículo 2). Él esperaba que ella, a cambio, fuera una bendición para la iglesia en Roma.
Luego, Pablo envía sus saludos a Priscila y Aquila quienes eran sus colaboradores en el Señor. Leímos primeramente sobre este equipo de esposos en Hechos 18:18. Pablo estaba particularmente agradecido a ellos porque ellos habían arriesgado sus vidas por él. Aquila y Priscilla estaban ahora ministrando en Roma y la iglesia se estaba reuniendo en su casa (versículo 5).
Pablo saluda a muchos otros creyentes con quienes él había tenido contacto durante el curso de su ministerio. Él saluda a Epeneto quien fue el primer convertido al Señor Jesús en la provincia de Asia. Él saluda a María quien estaba trabajando muy duro por la iglesia romana (versículo 6). Él envía sus saludos a Andrónico y a Junias quienes no sólo eran sus parientes sino también habían estado en prisión con él. Según Pablo, Andrónico y Junias eran muy estimados a los ojos de todos los apóstoles. Ellos habían aceptado al Señor incluso antes de Pablo (versículo 7). También envía saludos a Amplias quien Pablo amaba en el Señor, y a Urbano, colaborador en el trabajo de Pablo. Pablo recuerda a Estatuís quien era un estimado amigo (versículo 9) y a Apeles quien, según Pablo, era aprobado en Cristo. Pablo le pidió a la iglesia que saludara a los de la casa de Aristóbulo así como a Herodión quienes eran parientes de Pablo. También envió saludos a la casa de Narciso y a Trifena, a Trifosa, y a Pérsidaquienes eran mujeres trabajadoras para el Señor. Pablo envía saludos a Rufo y a su madre la cual él también consideraba como una madre para él. Otros son saludados en los versículos 14 y 15, y todos estos individuos son llamados por nombre. Esto da una calidad personal a la carta en la manera que Pablo nos muestra su inquietud por sus compañeros.
Pablo animó a los creyentes en Roma a que se saludaran con ósculo santo. Cuando yo vivía en la isla de Reunión en el Océano Indico, era de costumbre darle la mano a un extranjero o a un extraño. Por otro lado, si saludábamos a un miembro de la familia o a un amigo, la costumbre era besarlos en ambas mejillas. Los cristianos adoptaron esta práctica de besarse en ambas mejillas porque ellos pertenecían a la misma familia espiritual. El saludo les recordaba su unión en Cristo. Esto es el tipo de saludo al que Pablo se refiere aquí. Representaba su unión en la familia de Dios.
En el versículo 16, Pablo les envía saludos de parte de todas las iglesias de Cristo. Él habla en su nombre y comparte su amor por la iglesia en Roma. Aunque ellos nunca se habían conocido, el amor de Cristo los unía. Quizás usted ha sentido esta unidad con creyentes que usted nunca ha conocido. A menudo, hay veces cuando yo conozco a un creyente e inmediatamente me doy cuenta del parentesco que surge de nuestra unión en Cristo.
En el versículo 17, Pablo le ruega a la iglesia que tenga cuidado con aquéllos que causan división entre ellos. El enemigo conoce el poder de la unidad en el cuerpo de Cristo. Él no escatima ningún esfuerzo para destruir esa unidad porque una iglesia dividida es una iglesia que es incapaz de ministrar. Estas divisiones llegan en forma de conflictos de personalidad, diferencias doctrinales, y preferencias de adoración. Pablo desafía a los creyentes en Roma a apartarse de las personas que causan tal división en el cuerpo. Estos individuos no sólo destruyen la unidad del cuerpo sino también impiden que la iglesia crezca en lo que necesita crecer.
Pablo nos enseña que las personas que causan divisiones no están abiertas a lo que el Señor está haciendo. Ellos quieren las cosas hechas a su manera. Ellos presentan su visión como la única manera. Cuando Jesús sanó a personas, Él lo hizo de maneras diferentes. Él quería que nosotros confiáramos en Él y no en métodos o tradiciones. Las personas que causan divisiones, por otro lado, se sirven a sí mismos y a sus propios intereses. Ellos se preocupan más por sus tradiciones que por la guía del Señor y la unidad del cuerpo de Cristo. Pablo retó a la iglesia en Roma a tener cuidado con tales personas.
Pablo estaba consciente de las cosas buenas que se decían sobre la iglesia en Roma (versículo 19). Aunque la iglesia era obediente a la verdad, Pablo quería que ellos aprendieran a ser sabios en cuanto a lo que era bueno. Es ciertamente posible ser obediente sin ser sabio al hacer lo bueno, pero a menudo es difícil distinguir entre los dos. Los apóstoles estuvieron con frecuencia tentados a involucrarse en ministerios a los que ellos no habían sido específicamente llamados. No todas las oportunidades están dentro de la voluntad de Dios para nosotros, así que debemos usar la verdadera sabiduría para discernir el propósito específico y la voluntad de Dios para nuestras vidas cada día.
Pablo también desafía a los creyentes en Roma ser ingenuos con respecto al mal. En otras palabras, en cuanto al pecado, ellos debían apartarse para buscar el Señor y sus caminos. Ellos debían huir del mal en todas sus manifestaciones.
Pablo les dijo a los romanos que el Dios de paz aplastaría a Satanás bajo sus pies. Éste es un pasaje difícil de interpretar pero parece relacionarse al hecho que estos creyentes vivían en Roma. Roma era el centro de gobierno y de actividad religiosa para un imperio que no permitía la práctica del cristianismo abiertamente. En el poder de Satanás, oprimía y cruelmente perseguía a los creyentes. Pablo profetiza que el día estaba llegando cuando este enemigo sería aplastado (versículo 20).
Pablo envía saludos de Timoteo que era colaborador con él. Él también envía saludos de Lucio, Jasón y Sosipater sus parientes.
En el versículo 22, descubrimos que Pablo no escribió esta carta de su propia mano. Fue Tercio quien escribió la carta mientras Pablo la dictaba. Tercio toma un momento en el versículo 22 para enviar sus saludos personales a la iglesia. Otros saludos aparecen en el versículo 23 de Gayo cuya hospitalidad Pablo estaba disfrutando. Erasto, director de obras públicas de la ciudad y un hermano con el nombre de Cuarto también saludan la iglesia en Roma.
Pablo concluye su carta con una bendición final. Él encomienda la iglesia al Señor Jesucristo quien solamente podría guardarlos y edificarlos en la fe. Noten que ellos serían edificados en su fe por el Evangelio que había estado oculto durante muchos años. Las buenas nuevas del Evangelio, aunque anteriormente oculto, fueron ahora reveladas a ellos. Pablo quería que la iglesia en Roma fuera edificada en este Evangelio. Él quería que ellos entendieran y vivieran en la realidad de su verdad, para que su luz resplandeciera para la gloria de Dios. Él quería que ellos perseveraran en la verdad del Evangelio para que ellos estuvieran firmes ante Dios en el día del juicio como un pueblo santo. Él quería que ellos compartieran el Evangelio con todas las naciones de la tierra para que muchos vinieran al conocimiento de Cristo. Este desafío todavía es vigente para nosotros hoy.
Para Consideración:
* ¿Qué nos revela este capítulo sobre el sentir del apóstol Pablo por los creyentes individuales?
* ¿Qué aprendemos de la manera que Pablo trabajó con otros en el ministerio? ¿Qué esto enseña esto acerca de intentar ministrar solos?
* ¿Qué nos enseña este pasaje sobre la importancia de la unidad en el cuerpo de Cristo?
Para Oración:
* ¿Conoce usted a personas enfrentando problemas al amar en el cuerpo de Cristo? Pídale al Señor que abra su corazón a ellos.
* Tome un momento para orar por aquéllos que tienden a ser divisivos en el cuerpo de Cristo. Ore que Dios les dé amor por sus hermanos y hermanas.
* Pídale al Señor que le ayude a vivir cada vez más en la verdad del Evangelio. Pídale que le dé una oportunidad de compartirlo con aquéllos alrededor de usted.