Una Mirada Devocional a las Epístolas de Santiago, 1ra y 2da Pedro.
F. Wayne Mac Leod
Copyright © 2013 por F. Wayne Mac Leod
Segunda edición: Julio 2013
Publicado anteriormente por Authentic Media, 129 Mobilization Drive, Waynesboro, GA 30830 USA, y 9 Holdom Avenue, Bletchley, Milton Keynes, Bucks, MK1 1QR, UK .
Todos los derechos reservados. No puede reproducirse ni transmitirse parte alguna de este libro sin el previo consentimiento por escrito de su autor.
Todas las citas bíblicas, a menos que se indique otra versión, han sido tomadas de la Biblia Reina Valera Revisada (1960) (RVR60).
Especial agradecimiento a los revisores y correctores del texto, sin los cuáles este libro hubiera sido mucho más difícil de leer.
Traducción al español: Dailys Camejo y David Gomero (Traducciones NaKar)
Tabla de Contenido
- Prefacio
- Introducción a Santiago
- 1 – Santiago 1:1-4 – Gozo en las Pruebas
- 2 – Santiago 1:5-8 – Sabiduría que viene por Fe
- 3 – Santiago 1:9-11 – Gloriándonos en Nuestra Condición
- 4 – Santiago 1:12-18 – La Tentación, el Pecado y la Buena Dádiva
- 5 – Santiago 1:19-25 – El Espejo De La Palabra De Dios
- 6 – Santiago 1:26-27 – La Religión Pura
- 7 – Santiago 2:1-9 – El Pecado del Favoritismo
- 8 – Santiago 2:10-13 – Misericordia y Juicio
- 9 – Santiago 2:14-26 – La Fe y las Obras
- 10 – Santiago 3:1-12 – Domando la Lengua
- 11 – Santiago 3:13-18 – La Sabiduría de lo Alto
- 12 – Santiago 4:1-6 – La Amistad con el Mundo
- 13 – Santiago 4:7-10 – La Exaltación
- 14 – Santiago 4:11-12 – Juzgando al hermano
- 15 – Santiago 4:13-17 – Jactándonos del Mañana
- 16 – Santiago 5:1-6 – Un Mensaje a los Ricos
- 17 – Santiago 5:7-12 – Esperando con Paciencia la Venida del Señor
- 18 – Santiago 5:13-20 – Concluyendo con Exhortaciones
- Introducción a 1 Pedro
- 19 – 1 Pedro 1:1-9 – Una Esperanza Viva
- 20 – 1 Pedro 1:10-16 – Acerca de esta Salvación
- 21 – 1 Pedro 1:17-25 – Cosas Corruptibles
- 22 – 1 Pedro 2:1-8 – Piedras Vivas
- 23 – 1 Pedro 2:9-12 – Extranjeros y Peregrinos
- 24 – 1 Pedro 2:13-25 – Las Relaciones
- 25 – 1 Pedro 3:1-7 – Los Esposos y Las Esposas
- 26 – 1 Pedro 3:8-12 – Viviendo en Armonía
- 27 – 1 Pedro 3:13-17 – Padeciendo por hacer el bien
- 28 – 1 Pedro 3:18-22 – La Obra de Cristo
- 29 – 1 Pedro 4:1-6 – Viviendo en el Espíritu Según Dios
- 30 – 1 Pedro 4:7-11 – El Fin se Acerca
- 31 – 1 Pedro 4:12-19 – Gozándonos en las pruebas
- 32 – 1 Pedro 5:1-4 -= Una Palabra a los Ancianos
- 33 – 1 Pedro 5:5-14 – Una Palabra a los Jóvenes
- Introducción a 2 Pedro
- 34 – 2 Pedro 1:1-4 – Su Poder y Promesas Divinas
- 35 – 2 Pedro 1:5-11 – Añadiendo a la Fe
- 36 – 2 Pedro 1:12-21 – Una Palabra Cierta
- 37 – 2 Pedro 2:1-19 – Falsos Profetas
- 38 – 2 Pedro 2:20-22 – Enredados y Vencidos
- 39 – 2 Pedro 3:1-10 – ¿Dónde está Su advenimiento?
- 40 – 2 Pedro 3:11-18 – ¿Qué Clase de Personas?
PREFACIO
Este es un comentario devocional de las epístolas de Santiago y de Pedro. Su propósito es guiar al lector paso a paso a través de las mismas. Las cartas de Santiago y Pedro son inmensamente prácticas. Ellas nos recuerdan que el sufrimiento y el dolor son muy reales en esta vida, pero nos dirigen a la maravillosa esperanza que tenemos en el Señor Jesús. Santiago nos desafía a hacer real nuestra fe; y nos muestra cómo una fe práctica llega a funcionar en la vida diaria. Pedro nos llama a velar en un mundo donde Satanás anda buscando a quién devorar. En estas epístolas encontramos muchos mensajes prácticos para vivir una vida de victoria.
Al igual que con los otros libros de esta serie de comentarios, yo le desafío a que lea las porciones bíblicas paralelas al comentario. Pídale al Espíritu Santo que guíe y dirija sus reflexiones a medida que lea cada sección del comentario. El objetivo de esta serie es alentar a los cristianos ordinarios en su caminar con el Señor Jesús. Úsela en su tiempo a solas con Dios. Tome una sección a la vez y deje que sea el Señor quien le guíe a medida que avanza en el libro. Mi oración es que usted sea animado y motivado a medida que transite por estas porciones de las Escrituras. Le desafío a que comparta con otros lo que el Señor le enseña a través de Su Palabra. Que Dios le bendiga a medida que lea este libro y permita que su caminar con Él sea enriquecido.
F. Wayne Mac Leod.
INTRODUCCIÓN A SANTIAGO
Sobre el Autor:
Se sostiene ampliamente la idea de que el escritor del libro de Santiago era uno de los apóstoles, el hijo de Alfeo. Poco se conoce sobre Alfeo. Sin embargo, la forma hebrea de su nombre es Cleofas. Muchos creen que Santiago era primo del Señor Jesús. Su madre era “María la esposa de Cleofas”. A menudo ella aparece en las Escrituras junto a María la madre de Jesús y María Magdalena (vea Juan 19:25). Probablemente la madre de Santiago fue uno de los testigos de la resurrección del Señor Jesús (Mt. 28:1). Él había crecido muy cerca del Señor.
Santiago se convertiría en un discípulo de Jesús y en un importante líder de la iglesia primitiva. Parece que él ocupó un papel de liderazgo en la iglesia, presidiendo el Concilio de Jerusalén (Hch. 15:13-19). En Gálatas 2:9 Pablo lo llamó “columna” de la iglesia. Históricamente, parece que Santiago tenía un apodo: “Santiago el menor”, probablemente porque era un hombre pequeño.
Trasfondo:
Hay comentaristas que creen que el libro de Santiago fue escrito desde Jerusalén y dirigido a creyentes que habían sido dispersados a causa de la persecución. Santiago comienza y termina su carta con un mensaje acerca de las pruebas que ellos estaban enfrentando, y anima a los creyentes a cargar su sufrimiento pacientemente, confiando en Dios y caminando en obediencia a Su Palabra. Santiago desafía a sus lectores no solo a creer la verdad que habían recibido, sino a vivirla diariamente. Para Santiago, la fe verdadera no se trataba solamente de palabras, sino también de hechos. Él esperaba que aquellos que decían ser cristianos lo demostraran en su manera de vivir. Él les habla a sus lectores de una manera clara y enérgica sobre un cristianismo práctico que influía en la manera en que ellos se relacionaban con los demás.
La Importancia del Libro en la Actualidad:
El libro de Santiago es importante debido a lo que enseña sobre el cristianismo práctico. Muchas de las batallas de la iglesia primitiva tuvieron que ver con llevar a la gente de una fe “basada en obras” a una fe basada en lo que el Señor Jesús hizo en la cruz para dar la salvación. Santiago quiere que entendamos que, aunque nuestra salvación está basada únicamente en la obra de Jesús en la cruz, aquellos que lo conocen también deben demostrar su fe en la manera en que viven. Santiago desafía a la iglesia de nuestros días a actuar. Él nos recuerda de una manera bien enérgica que nuestra fe no es solo una fe de palabras y doctrinas, sino también una fe de hechos.
1 – GOZO EN LAS PRUEBAS
Lea Santiago 1:1-4
La epístola fue escrita por un hombre llamado Santiago. Existe cierta confusión respecto a su identidad. En el Nuevo Testamento leemos al menos acerca de dos personas importantes con este nombre. El primero es Santiago el hijo de Zebedeo, el cual era uno de los doce apóstoles (Mt. 10:2). Éste era pescador de profesión. El segundo es Santiago el hijo de Alfeo (Mt. 10:3), el cual también era apóstol. Comúnmente se cree que el autor de esta epístola es Santiago el hijo de Alfeo, un pariente del Señor Jesús (Gá. 1:19).
En el versículo 1, el autor simplemente se refería a sí mismo como siervo de Dios y del Señor Jesucristo. Es muy importante que nos percatemos de su humildad. Es muy fácil para nosotros querer que las personas conozcan quiénes somos y qué posición tenemos dentro de la iglesia; pero el autor de esta carta no estaba interesado en esto. Él era simplemente un siervo del Señor Jesucristo, y estaba muy feliz con esta calificación. Nosotros también deberíamos tener esta actitud. No importa la posición que tengamos en la iglesia, somos, en el mejor de los casos, siervos del Señor Jesús. Toda posición en el cuerpo de Cristo es importante. Santiago no estaba interesado en las personas que lo miraban. Su deseo era que ellos vieran a Jesús.
El hecho de que Santiago se presentó como siervo de ambos, de Dios y del Señor Jesucristo, indica que él veía a Jesús igual a Dios. Él era tanto siervo de Dios como del Señor Jesucristo; y nunca pondría estos dos nombres juntos a menos que los viera como iguales. Él mencionó que Jesús es el Cristo. Esto también es importante. El término griego Cristo significa “el ungido”. (En hebreo, el término es Mesías). En este contexto, cuando Santiago se refería a Jesús como el Cristo, estaba diciéndoles a sus lectores que él veía a Jesús como el Ungido de Dios, ungido para un propósito muy especial. Jesús fue ungido para ser el sacrificio por los pecados. Era a través de Su obra que la humanidad sería reconciliada con Dios.
En este versículo inicial Santiago reveló algo sobre sí mismo, pero enfocó la atención al hecho de que el Señor Jesús era el Cristo, el Ungido, el Mesías, igual a Dios en todo. Santiago contaba con el tremendo privilegio de ser siervo de tal asombroso y misericordioso Dios.
Esta carta fue escrita para las doce tribus que estaban dispersas entre las naciones. Algunos comentaristas creen que la razón por la que estos judíos no estaban viviendo en Palestina era debido a la persecución que se desató después de la muerte de Esteban, en Hechos 8. Al referirse a sus lectores como “hermanos míos” (v.2), está claro que Santiago les estaba hablando a los judíos que habían venido al conocimiento salvífico del Señor Jesús. Su propósito en esta carta es animar y fortalecer la fe de sus hermanos en tiempos de pruebas y persecuciones.
En el versículo 2 Santiago desafió a sus lectores a considerar como “sumo gozo” el hecho de enfrentar diversas pruebas. Observe que Santiago les recuerda que en esta vida existirían pruebas de diferentes tipos. Ninguno de nosotros está libre de pruebas. Éstas pueden venir en forma de enfermedades físicas o de persecución por nuestra fe. Muchas veces las pruebas vendrán por medio de otros creyentes y relaciones difíciles dentro del cuerpo de Cristo. Cualquiera que sea la prueba, Santiago nos dice que debemos tenerlas por “sumo gozo” cuando las enfrentemos. Necesitamos analizar esta declaración con más detalle.
Las pruebas, por definición, son difíciles. Algunas veces somos privados de nuestros seres queridos; otras veces las cosas que se dicen acerca de nosotros son inciertas y nos causan mucho daño. Ninguno de nosotros disfruta el dolor que causan las pruebas. El gozo al que Santiago se refiere no se basa en las circunstancias, sino en lo que Dios va a hacer a través de ellas. En el versículo 3 Santiago nos dice por qué debemos considerar estas pruebas como ocasión de gozo, porque sabemos que la prueba de nuestra fe desarrolla la perseverancia y la paciencia. Y esta perseverancia, a su vez, producirá perfección (madurez).
¡Sería maravilloso si pudiéramos tomar algún tipo de vitamina espiritual y despertar en las mañanas siendo maduros espirituales! Esa no es la manera en que funcionan las cosas. La realidad es que madurar lleva tiempo. Entendemos esto en términos de cómo las plantas crecen en nuestros jardines, o la manera en que nuestros hijos crecen y maduran. El mismo principio también se aplica en el mundo espiritual. Incluso, Jesús tuvo que aprender obediencia por medio del sufrimiento (He. 5:8). Si queremos ser maduros espirituales necesitaremos tiempo y paciencia. Las pruebas que llegan a nuestro camino son los medios que el Señor usa para producir el carácter cristiano en nuestras vidas. A través de estas pruebas nuestras prioridades son replanteadas. El pecado es destruido y somos refinados. Justo como los buenos padres deben disciplinar a sus hijos para que maduren, y los educan, así también sucede en nuestra relación con Dios.
Como hijos de Dios, podemos tener la seguridad de que Dios usará cada dolor y prueba en nuestra vida para cumplir Su propósito y acercarnos más a Él. Dios nos está preparando y equipando en todas nuestras batallas para que seamos siervos más fuertes y mejores. Quizás ahora mismo usted está enfrentando una prueba difícil en su vida. Tenga en cuenta que el Señor Jesús la usará para acercarlo más a Él. La prueba en sí misma no es motivo de gozo, pero el gozo viene con el crecimiento espiritual que Dios producirá en usted.
Permítame subrayar otro principio de este pasaje. La perseverancia o la paciencia son necesarias si queremos crecer en Cristo. Perseverar significa mantenerse fiel durante los tiempos difíciles. Es decir, no correr o procurar escapar. ¿Cuántas veces hemos pedido alejar nuestros problemas y pruebas? Las pruebas no son placenteras, pero son una parte necesaria de nuestro crecimiento. No debemos temerles a estas pruebas. Aunque estas adversidades no siempre vienen directamente de parte del Señor, Él las usará para cumplir Su propósito en nuestras vidas. Él tomará todos los dardos del enemigo y los usará para acercarnos más a Él. ¡Qué gozo da saber que el Señor Jesús es más poderoso que cualquier prueba que enfrentemos! Él promete usar cada situación en la que nos encontremos para hacernos más como Él, y para profundizar nuestra intimidad con Él. Confíe hoy en lo que Él está haciendo en medio de sus pruebas.
Para Meditar:
¿Qué nos revela Santiago en su introducción acerca del Señor Jesús?
¿Qué aprendemos de la humildad de Santiago? ¿Cómo nos desafía esto?
¿Cómo es posible experimentar gozo en medio de las pruebas?
¿Qué consuelo encontramos en el hecho de que Dios puede usar cada prueba para acercarnos más a Él?
¿Qué pruebas ha enfrentado usted? ¿Cómo esas pruebas le han acercado al Señor?
Para Orar:
Agradezcamos al Señor que Él es mayor que cualquier prueba que el enemigo pueda lanzar-nos.
Pidamos al Señor que nos dé el tipo de humildad que Santiago demostró en este pasaje.
¿Está usted enfrentando ahora mismo alguna prueba en particular? Pídale al Señor que le dé gozo en medio de esa prueba. Pídale que abra sus ojos para ver lo que Él está llevando a cabo por medio de ella.
2 SABIDURÍA QUE VIENE POR FE
Lea Santiago 1:5-8
Santiago comenzó este libro escribiendo a los creyentes judíos sobre el valor del sufrimiento de ellos. Él los animaba a tener por sumo gozo cuando se encontraran en diversas pruebas, porque Dios usaría esas pruebas para madurarlos espiritualmente y acercarlos más a Él.
Cualquiera que ha pasado por pruebas sabe que se necesita sabiduría durante las circunstancias difíciles. Las pruebas no siempre tienen sentido. Hay veces cuando simplemente no sabemos lo que Dios está haciendo, o lo que Él está tratando de mostrarnos mediante estas pruebas. A medida que la presión aumenta, estamos tentados a caer en el pecado y la rebelión. Es muy fácil desesperarnos y luchar contra lo que el Señor está tratando de hacer. Necesitamos sabiduría para saber lo que Dios está diciendo. Nuestro entendimiento humano de la vida solo nos alejará. Sin el entendimiento divino no podemos discernir el propósito y la mente de Dios en nuestra situación específica.
Santiago les recuerda a sus lectores en el versículo 5 que, si ellos están faltos de sabiduría, deben pedirla a Dios. Es el propósito de Dios capacitarnos y equiparnos. Él está más que dispuesto a darnos la sabiduría que necesitamos para enfrentar nuestras pruebas. La tentación en estos momentos de prueba es tratar de entender y resolver las cosas por nosotros mismos. En lugar de eso, Santiago nos está diciendo que pidamos al Señor entendimiento. Si queremos pedirle a Dios que nos dé Su perspectiva de nuestra situación, tendremos que poner a un lado nuestras ideas y planes. Nuestro propio razonamiento solo nos impedirá escuchar a Dios.
Observemos lo que Santiago nos dice acerca de Dios y cómo Él da Su sabiduría: Él la da abundantemente. Dios no dosifica Su sabiduría como si fuera un poco de suplemento. Cuando le pedimos sabiduría a Dios, podemos estar seguros que Él nos dará toda la que necesitamos para enfrentar nuestras pruebas. Él derramará Su sabiduría en nosotros abundantemente.
Percatémonos también de que Dios da esta sabiduría a todos. En otras palabras, cualquiera que viene a Él puede recibir esta sabiduría. Puede que usted no sea una persona muy inteligente, pero Dios le dará toda la sabiduría que usted necesita para enfrentar las pruebas que vengan a su camino. Puede que usted no sea dueño de nada en este mundo, pero puede tener la sabiduría de Dios. Incluso si usted realmente hizo cosas desastrosas en su vida, aún a usted también se le ofrece esta sabiduría libre y generosamente. Esta sabiduría se le ofrece a cualquiera que venga con toda sinceridad y la pida, sin importar su circunstancia.
Finalmente observemos en el versículo 5 que Dios nos ofrece esta sabiduría sin reproche. Yo me siento bendecido a medida que considero esta verdad. Yo he sido insensato en muchas áreas de mi vida y tengo cantidad de faltas. Hay muchas lecciones que debería haber aprendido, pero no lo hice. Cuando vengo a Dios y busco Su sabiduría para enfrentar las batallas que estoy atravesando, Dios me da esa sabiduría sin reproche. En otras palabras, Él no me condena por haber usado mal esa sabiduría en el pasado; no me reprime por mi falta de sabiduría personal para enfrentar la situación. ¿Qué propósito tendría usar una prueba particular para enseñarme una lección, pero negarme el entendimiento y la sabiduría para ver lo que debo aprender? Cuando usted viene a Dios en busca de sabiduría, Él se la dará sin tener en cuenta sus fallos pasados o defectos personales. Dios se deleita en darnos toda la sabiduría que necesitamos para enfrentar las pruebas que vienen a nuestro camino. Él la dará abundantemente y sin reproche a todo aquel que la pida, a fin de que puedan aprender, y lleguen a ser todo aquello que Dios desea que sean.
Aunque es el deleite del Señor derramar sobre nosotros Su Sabiduría para que enfrentemos esta vida con todas sus dificultades, existe una condición relacionada con recibirla. El versículo 6 nos dice que cuando le pedimos sabiduría a Dios, debemos tener fe y no dudar. En otras palabras, debemos venir a Él con la confianza de que Él ciertamente nos dará la sabiduría que buscamos. La promesa es muy clara. Santiago nos dice explícitamente que si tenemos falta de sabiduría, debemos pedirla a Dios y Él nos la dará. Si no podemos confiar en la clara promesa de Dios de que nos dará sabiduría, ¿cómo podemos confiar en la sabiduría particular que Él nos da para enfrentar nuestras pruebas? Si usted no puede creer que Dios será fiel a Sus promesas, ¿cómo puede quizás confiar en la sabiduría que Él da?
Para recibir la sabiduría de Dios, tenemos que estar dispuestos a obedecer y a confiar en ella. Esta sabiduría nos llegará a través de varias maneras. Algunas veces Dios nos dará un entendimiento más profundo de la verdad de Su Palabra. Otras veces traerá a alguien a nuestro camino que la comparta con nosotros. Otras veces, nos dará esta sabiduría al poner pensamientos en nuestra mente por medio de la obra interna de Su Espíritu. ¿Qué haremos nosotros con la sabiduría que Dios da? ¿Confiaremos en lo que Dios está diciendo? ¿Abrazaremos la verdad que Él está comunicando?
El enemigo de la sabiduría es la duda. Dios nos habla y nos guía, pero nosotros dudamos. Permitimos que nuestro propio entendimiento humano intervenga y provoque que dudemos lo que Dios nos está diciendo. Esto es lo que le pasó a Eva en el Huerto del Edén cuando el enemigo cuestionó lo que Dios le había dicho a ella. Eva escuchó al enemigo, y el resultado fue el pecado y el desastre.
Santiago comparó a aquellos que dudan de la sabiduría de Dios a una onda del mar que es soplada y lanzada por el viento. No hay estabilidad en esta ola, pues es echada de un lugar a otro. Los que dudan de la sabiduría de Dios cuando es revelada por Su Espíritu y Su Palabra están sujetos a las influencias del entendimiento y las emociones humanas. Ellos van de una idea o solución a otra, o pueden paralizarse por la duda y la indecisión.
Dios da sabiduría a los que están dispuestos y listos para recibirla y obedecerla. Dios no le dará sabiduría a aquellos que no confían en Él lo suficiente como para creer. Él no dará Su sabiduría a aquel que no está dispuesto a confiar lo suficiente en lo que Él está diciendo, como para actuar en fe.
Santiago continúa hablando sobre las personas que son de “doble ánimo”. Según Santiago, esto es algo que el Señor aborrece. La persona de doble ánimo es aquella que pide que Dios le dé sabiduría, pero no está dispuesta a obedecerla. Este tipo de persona quiere tener la sabiduría de Dios, pero no lo suficiente como para someter el entendimiento humano. Las personas de doble ánimo batallan con la sabiduría de Dios y con la sabiduría humana. Ellos escuchan la sabiduría divina, pero la voz de la razón humana obstaculiza la obediencia y la completa confianza.
Dios está buscando personas que clamen a Él en busca de sabiduría para enfrentar los obstáculos de la vida. Él está buscando a alguien que no solo busque esta sabiduría, sino también que confíe en lo que Él dice, lo suficiente como para caminar en obediencia. A Dios le place dar Su sabiduría abundantemente a tales personas.
Para Meditar:
¿Cuán importante es tener la sabiduría de Dios en nuestras pruebas? ¿Por qué la sabiduría humana es insuficiente?
¿Qué aprendemos acerca de la manera en que Dios da sabiduría a Su pueblo? ¿Cuál es la condición para recibir sabiduría de parte de Dios?
¿Por qué la duda es enemiga de la sabiduría? ¿Alguna vez ha cuestionado usted la sabiduría y la dirección de Dios?
¿Por qué es tan importante confiar en la sabiduría de Dios? ¿Podemos tener sabiduría sin confianza?
Para Orar:
Agradezcamos al Señor que Él está muy dispuesto a darnos la sabiduría que necesitamos para enfrentar las pruebas que vienen a nuestro camino.
Pidamos al Señor que quite cualquier duda de nuestro corazón y lo llene de absoluta confianza en Él y en Su propósito.
Pidamos al Señor que nos capacite para poner a un lado nuestras propias ideas y para confiar en Él para todo.
3 – GLORIÁNDONOS EN NUESTRA CONDICIÓN
Lea Santiago 1:9-11
Algunas veces nuestras pruebas son producto de no estar conformes con las circunstancias que Dios permite en nuestras vidas. Aquellos que tienen poco quieren más, y los que tienen mucho no son capaces de apreciar lo que tienen. Santiago abordó este asunto en esta próxima sección de su carta.
En el versículo 9 el apóstol le hablaba al “hermano que es de humilde condición”. Esto se refiere al hermano que no tenía mucho en esta vida. Puede que se trate de alguien que haya tenido dificultades para proveer para su familia; o de alguien que haya sido esclavo o un trabajador de bajo salario. Quizás se encontraba incapacitado para trabajar debido a una enfermedad. En el contexto en el cual Santiago escribió, muchos creyentes eran perseguidos a causa de su fe. Podía haber un gran número de razones que causaran que los creyentes vivieran en condiciones humildes.
Santiago decía que este hermano debía gloriarse en su alta posición (LBLA). Observemos que Santiago le está hablando aquí a un “hermano”. Se presupone que se está refiriendo a una persona cristiana. ¿Cómo podía un hermano de humilde condición gloriarse en su exaltación? Obviamente, no se trataba de una alta posición desde el punto de vista humano. Puede que en este mundo él no hubiera tenido el debido respeto y honor, pero sí tenía una alta posición como hijo de Dios. Analicemos esto por un momento.
Muchos creyentes tienen muy poco en este mundo, pero en los cielos se está reservando tesoros para ellos. Puede que tengan una casa simple y en muy malas condiciones que no puedan ni mantener, pero en el Cielo hay una mansión preparada para ellos que nunca necesitarán reparar. Puede que sufran enfermedades en sus cuerpos, pero su Padre celestial los ha invitado a Su presencia donde nunca tendrán dolor o aflicción. Puede que ellos sean rechazados y sufran abusos en esta vida, pero, allá en la presencia de su Salvador, ellos experimentarán el amor y la total aceptación. Puede que esta vida esté llena de angustias y dolor para ellos, pero, en breve, pasarán por las puertas de la ciudad celestial, donde nunca más llorarán. Santiago desafiaba a tales creyentes a recordar justamente cuán ricos ellos eran en realidad. El Señor ha bendecido a todos los creyentes con una herencia celestial que maravillaría, incluso, a los más ricos de este mundo.
Esta exaltación se refiere no solo al futuro. También es algo que todo creyente disfruta ahora mismo. El hermano de humilde condición es un hijo de Dios. Su padre es el Creador y el Señor de todo. Él experimenta la presencia del Espíritu de Dios en su vida y ha sido llamado a representar al Señor de señores. Él vive en el poder de este Dios omnipotente. Está equipado y preparado por Dios para enfrentar al enemigo. Se le ha dado oídos para oír al Señor y ojos para ver la verdad. La mente de ese hermano ha sido renovada por el Espíritu de Dios en él, y este Espíritu está produciendo Su fruto en la vida de este individuo. Todas estas bendiciones y muchas más son suyas ahora mismo. Santiago desafiaba a este hermano, materialmente pobre, a enfocarse en su gloriosa riqueza en Cristo.
Habiendo dicho esto, necesitamos ver todavía una aplicación más de esta verdad. ¿Cuántas veces juzgamos a las personas que nos rodean basados en lo que tienen en este mundo? Podemos ver a un hombre harapiento y juzgarlo como que es menos que el hombre que está a su lado. Esto incluso puede llevarnos a tratarlo diferente. Pero así no es como Dios ve al hombre harapiento. Dios mira el corazón, no lo externo (1 S. 16:7). Las ropas y la cantidad de dinero que tenga en su banco no significan nada para Dios. Este hombre “pobre” puede ser más rico de lo que pensamos debido a su relación con el Señor.
Si usted es un hermano o hermana de humilde condición en la vida, alce sus ojos y mire más allá de las cosas materiales de este mundo. Mire lo que usted tiene en el Señor; la posición que tiene en Él. Mire Sus promesas. Recuerde que usted es un hijo de Dios, y siéntase bendecido y animado por eso. (Ver Colosenses 3:1-4).
En el versículo 10 Santiago desvió su enfoque del hermano de humilde condición hacia uno que era rico. Esto no necesita explicación. Este hermano tenía todo lo que necesitaba en esta vida. Su familia estaba bien provista y él disfrutaba los lujos que este mundo ofrece. Santiago desafiaba a este rico a gloriarse en su humillación. Nuevamente debemos analizar lo que el apóstol quiso decir aquí.
Santiago les recordaba que este hermano adinerado pasaría como la flor de la hierba. Él decía que, aunque la flor es hermosa y fragante por un tiempo, cuando el sol sale brindando el calor abrazador del verano, ésta flor se cae y su belleza se destruye. Así es como el hombre rico debe verse a sí mismo. Él necesita recordar que todo lo que tiene le puede ser quitado en un instante. Él no tiene el control definitivo sobre cuánto va a vivir y cuánto va ser capaz de disfrutar las riquezas que ha acumulado. En un instante, su vida podía extinguirse. Todo el oro y las riquezas que ha acumulado con el tiempo serán consumidos. La vejez llegará rápidamente y le impedirá disfrutar su riqueza. Un día él estará delante del Dios santo; y Dios no se impresionará con todas sus ropas finas y sus cuentas bancarias. Ese día estas cosas no significarán absolutamente nada. Él estará parado justo al lado del hermano de humilde condición, juntos entrarán a la presencia del Señor. Sus riquezas no le comprarán una mejor mansión. Más que todo, esas riquezas pueden haberlo distraído tanto espiritualmente en esta vida que su recompensa celestial puede ser pequeña.
Este hermano rico necesita recordarse a sí mismo quién es él ante Dios. Necesita recordar que por causa de su dinero a él no se le otorga un lugar de honor mayor en el corazón de Dios. Necesita recordar que toda su riqueza perecerá y con el tiempo se desvanecerá. Será despojado de todo lo que acumuló y se presentará desnudo ante Dios el cual juzga los corazones.
Ante Dios, no hay diferencia entre rico o pobre. Dios ve el corazón y mira más allá de las apariencias. Como Sus hijos que somos, necesitamos vernos como Dios nos ve. El hermano de humilde condición está tentado a sentirse insignificante y menospreciado. Este hermano debe recordarse a sí mismo la maravillosa posición que tiene en el Señor Jesús. El hombre rico tiende a tener más alto concepto de sí que el que debe tener. Éste necesita recordar que sus riquezas son pasajeras y no impresionarán a Dios el cual creó al mundo. Nosotros debemos pensar de nosotros mismos como Dios lo hace, ni más ni menos. Dios permita que encontremos este equilibrio.
Para meditar:
¿En qué se regocija un creyente que no tiene nada en esta vida?
¿Por qué los ricos necesitan humillarse?
¿Con cuál de estos individuos puede usted identificarse más? ¿Qué desafío le brinda este pasaje hoy?
¿Cuán importante es que encontremos un criterio balanceado de quiénes somos en Cristo?
¿Qué sucede si tenemos más alto concepto sobre nosotros mismos del que debemos tener?
¿Qué sucede si pensamos de nosotros menos de lo debido?
Para Orar:
Agradezcamos al Señor que Él nos ama tal y como somos. Démosle gracias porque somos Sus hijos.
Agradezcámosle que todo lo que tenemos viene de Él. Tomemos un momento para rendir todas nuestras posesiones al Señor. Pidámosle que use todo lo que nos ha dado para la edificación de Su reino.
4 – LA TENTACIÓN, EL PECADO Y LA BUENA DÁDIVA
Lea Santiago 1:12-18
En este primer capítulo de Santiago hemos estado hablando sobre las pruebas que como creyentes vienen a nuestras vidas. Aunque Dios desea usar estas pruebas para nuestro bien, podemos estar seguros que el enemigo quiere usarlas para distraernos y alejarnos de la verdad y la perfección. Como creyentes estamos llamados a soportar las pruebas con la sabiduría que Dios provee y a dejar que ellas nos acerquen más al Señor. En esta próxima sección de versículos, Santiago les recordaba a sus lectores que hay bendición para los que perseveran en las pruebas.
El Señor Jesús enseñó que hay bendición para aquellos que son perseguidos por Su causa. En Mateo 5:11-12 leemos:
Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.
Dios sabe lo que estamos enfrentando. Nuestra perseverancia en tiempos de prueba por causa de Su nombre no quedará sin recompensa. No siempre vemos la bendición aquí en la tierra, pero podemos estar seguros de que Dios será fiel a Su palabra y nos recompensará en el siglo venidero.
La recompensa para los que perseveran bajo las pruebas no está reservada solo para el cielo. El Señor se acerca a quienes le buscan y están dispuestos a soportar con humildad las pruebas y el sufrimiento por causa de Su nombre. Estas pruebas nos acercarán más a Dios. Tal y como el precioso metal se refina en el horno, nuestras impurezas son quemadas y somos purificados y limpiados por medio de circunstancias abrasadoras. Nosotros no deberíamos temerle a los tiempos difíciles ni a las persecuciones. De hecho, debemos sentirnos alentados porque por medio de ellas el Señor nos acerca más a Él. Hay una bendición inmediata y también una gran recompensa en camino. En esto debemos regocijarnos.
Santiago hablaba en el versículo 12 sobre la corona de la vida que aguarda a los que perseveran en las pruebas. No debemos ver esto necesariamente como una corona literal que usaremos por la eternidad. No se nos dice nada acerca de esta recompensa. Algunos creen que la corona de la vida se refiere a la vida eterna en la presencia de Dios. Otros creen que es una recompensa especial para aquellos que enfrentaron pruebas en la vida y vencieron.
En esta vida existen muchas tentaciones. Las pruebas son diferentes a las tentaciones. Las pruebas vienen de varias formas. Pueden venir en forma de enfermedades o persecución. También pueden venir en forma de rechazo, burlas, o mentiras que se hablen en contra nuestra. Dios estará con nosotros en medio de estas pruebas y las usará para acercarnos más a Él. Por otro lado, las tentaciones son intentos del enemigo o la voz de nuestra propia concupiscencia que tratan de alejarnos de Dios y de Su propósito. Si las pruebas cumplen su objetivo, seremos fortalecidos y estaremos mejor equipados para servir a nuestro Señor. Por otro lado, si las tentaciones cumplen su objetivo, nos llevarán a desobedecer y a caminar lejos de Dios.
Como creyentes, en esta vida enfrentaremos pruebas y también tentaciones. Dios puede usar las pruebas para nuestro bien. También puede incluso enviarnos pruebas que nos purifiquen y nos limpien de nuestro pecado. Sin embargo, Santiago aquí nos recuerda que Dios nunca nos tentará a hacer el mal (v. 13). Dios puede llamarnos a enfrentar luchas y dificultades, pero Él nunca nos pedirá pecar. Si usted se encuentra en una situación donde está siendo tentado a alejarse de Dios y de Su propósito para su vida, usted debe salir de esa situación. Aunque debemos perseverar en las pruebas, debemos huir de la tentación.
Muchos de nosotros no distinguimos entre las pruebas y las tentaciones. Queremos huir de nuestras pruebas y justificar nuestras tentaciones. Cuando huimos de nuestras pruebas no somos entrenados por ellas. Si decimos que Dios nos está tentando, entonces no huimos de nuestra tentación y por ende caemos en el pecado. Lo que Santiago nos dice en este texto es que Dios nunca nos tentará a hacer el mal. Si usted está siendo seducido a hacer el mal, puede estar seguro que lo que usted está enfrentando no viene de parte de Dios, cuyo deseo es que usted viva en pureza de mente, cuerpo y corazón.
Las tentaciones también provienen de nuestra concupiscencia (v. 14). La vieja naturaleza se alimenta del pecado y la maldad. Debemos morir a esa vieja naturaleza (Ro. 8:13). Estamos llamados a huir de sus deseos (2 Ti. 2:22). Santiago nos dice en el versículo 15 que, si escuchamos los malos deseos de la carne, el resultado será el pecado. La carne no busca a Dios ni a Sus caminos. Su deseo es contrario a Dios y a Su propósito.
Si permitimos que esos pensamientos, actitudes y acciones pecaminosos crezcan en nosotros, el resultado será la muerte. Aunque en cierto sentido el pecado causa la muerte física, lo más importante es que también ocurre la muerte espiritual. La muerte espiritual es la separación de Dios. Esto es lo que el pecado hace, nos separará de nuestra comunión con Dios.
Santiago advertía a sus lectores sobre ser engañados. En este contexto, ellos debían ser cuidadosos de no dejarse engañar por la carne al pensar que Dios los tentaba a pecar, o que Dios no juzgaría el pecado. Ellos necesitaban mucho discernimiento para distinguir entre sus pruebas, las cuales Dios usaría para bien, y las tentaciones.
Santiago les recordaba en el versículo 17 que los métodos y los propósitos de Dios para nuestra vida son siempre buenos y perfectos. Esto es un principio importante que debemos recordar. Lo que Dios da siempre es bueno y perfecto, y siempre nos conducirá a la obediencia, pureza y santidad. Esto no significa que lo que Dios hace siempre es fácil. Algunas veces Dios obrará por medio de pruebas difíciles. Sin embargo, lo que Él hace en nosotros siempre nos guiará a una mayor pureza y santidad. Si usted quiere discernir si lo que está enfrentando es de parte de Dios, entonces pregúntese si está madurando en rectitud. ¿Acaso esta prueba produce en usted una vida más santa, y mayor dependencia de Dios; o le alejará de Dios arrastrándolo hacia el pecado y la maldad? Lo que Dios permite siempre nos acercará a Él, siempre será para nuestro bien y servirá para perfeccionarnos en nuestro andar con Él.
En el versículo 17 se nos recuerda que Dios es el Padre de las luces. La luz representa la santidad y la pureza. Debido a que Él es el Padre de las luces, en Él no hay nada de oscuridad. Nunca podría ser acusado de pecar. Todo lo que Dios hace es perfecto y santo. Él nunca cambiará. Podemos contar con Él porque es un Dios santo y perfecto. Podemos aceptar sin duda alguna cualquier cosa que Él permita en nuestras vidas, sabiendo que siempre será para nuestro bien y para Su gloria.
En el versículo 18 Santiago deja claro que este Dios de perfección y de luz nos escogió y nos hizo nacer en Su familia. Este nacimiento al que se refiere aquí es nuestro nacimiento espiritual. Esta dádiva de vida viene como resultado de la elección soberana de Dios. Dios es nuestro Padre, y Él nos ama como Sus hijos escogidos que somos. Él nos cuida y solo busca bendecirnos.
Observemos que ese nacimiento espiritual nos fue dado por medio de la palabra de verdad. La palabra era el evangelio. Fue esta palabra la que habló de un Salvador que vino a perdonar. Cuando aceptamos esa palabra, nacemos en la familia de Dios.
El deseo de Dios es que seamos la primicia de Sus criaturas. La primicia era la primer y mejor cosecha que se le dedicaba a Dios (Éx. 23:19). Eso es lo que somos, el primer fruto espiritual de la obra de Cristo en la cruz, dedicados por entero al Señor. Somos la primera evidencia de la nueva creación de Dios que ha de venir (2 P. 3:10-13).
Lo que necesitamos ver aquí es que el deseo de Dios como nuestro Padre espiritual es cuidar de nosotros y acercarnos más a Él. Él no nos guiará al pecado ni a la maldad. Su deseo es purificarnos. Esa purificación no será fácil, pero siempre traerá bendición. Aunque Dios usará las pruebas para fortalecernos y perfeccionarnos, Él nunca nos tentará a pecar. Debemos aprender a distinguir entre las pruebas que Dios usa y las tentaciones de la carne y el enemigo que nos alejan de Dios.
Para Meditar:
¿Qué bendiciones provienen de las pruebas?
¿Ha experimentado usted de manera personal cómo el Señor puede usar una prueba en su vida para purificarlo y acercarlo más a Él? Explique.
¿Por qué es la perseverancia una prueba de verdadera fe?
¿Cuál es la diferencia entre una prueba y una tentación?
¿Cómo debemos tratar con las pruebas? ¿Cómo debemos tratar con las tentaciones?
Para Orar:
Agradezcamos al Señor porque solo piensa en nuestro bienestar.
Demos gracias a Dios porque, como Padre de luces, no hay oscuridad de pecado ni maldad en Él. Agradezcámosle porque Él es completamente digno de confianza.
Pidamos al Señor que nos dé mayor fortaleza para perseverar en medio de las pruebas.
Pidamos a Dios que nos fortalezca para huir de las tentaciones.
5 – EL ESPEJO DE LA PALABRA DE DIOS
Lea Santiago 1:19-25
En la meditación anterior hablamos sobre la diferencia que existe entre las pruebas y las tentaciones. Santiago desafiaba a sus lectores a soportar las pruebas para que así pudieran madurar en su caminar con el Señor. Por otro lado, las tentaciones son totalmente diferentes. Éstas tienen la intención de alejarnos del Señor y de Sus propósitos. Nosotros debemos huir de las tentaciones.
En el versículo 19, el apóstol les dijo a sus lectores que fueran prontos para oír y tardos para airarse. ¿Cuán a menudo nos airamos con otros sin escuchar siquiera su punto de vista? ¿Podría ser que la persona que parecía ignorarle estuviera atravesando un gran estrés en su casa? ¿Podría ser que usted malinterpretara las intenciones de los otros? ¿Cuántos conflictos podrían evitarse si tan solo tomáramos tiempo para escuchar a nuestros hermanos antes de emitir algún juicio? En vez de enfurecernos, podríamos más bien sentir compasión. En vez de hablar palabras abusivas, podríamos ser más pacientes. A menudo los conflictos se pueden evitar por completo cuando dedicamos tiempo a escuchar.
Santiago escribió en el versículo 20 que la ira del hombre no obra la justicia de Dios. La ira es la raíz de muchos males. Cuando permitimos que la ira produzca frutos en nuestras vidas, muy a menudo los resultados son desastrosos. La ira causa profundas heridas emocionales en las familias y en la iglesia. La ira es algo que necesitamos tratar muy seriamente. Santiago nos dice que podemos lidiar con la ira cuando dedicamos tiempo para oír antes de hablar.
Recordemos que el contexto del libro de Santiago tiene que ver con los cristianos que enfrentaron persecución, pruebas y tentaciones. Podemos comprender cuán fácil sería en estos tiempos enojarse con aquellos que nos hacen la vida difícil. Sin embargo, Santiago nos recuerda que la ira no es el terreno en el cual crecerá el fruto de la justicia de Dios. En lugar de estar enojados por lo que les estaba pasando, Santiago les dijo a sus lectores que debían estar gozosos (1:2), ser pacientes (1:4), sabios (1:5), llenos de fe (1:6) y humildes (1:10). Solo entonces, podría el fruto del Espíritu de Dios volverse evidente y florecer en sus vidas en medio de sus pruebas.
El segundo desafío que Santiago les hizo a sus lectores en esta sección tenía que ver con la inmundicia y la malicia (ver versículo 21). La palabra griega usada para inmundicia se refiere a aquellas cosas que contaminan o hacen impuro. Esto podía referirse a la inmoralidad sexual, pero también a otros asuntos morales como la falta de honestidad o falta de respeto hacia el prójimo. Puede que haya una conexión aquí entre la ira de la que habla Santiago en el versículo 19 y esta inmundicia moral. Cuando estamos airados, podemos responderle a la otra persona de forma inapropiada. En nuestro enojo podemos decir cosas crueles y desagradables. Podemos procurar vengarnos por medio de muchas palabras y acciones impías. Pero así no es como el hombre recto enfrenta las pruebas.
Santiago les dijo a sus lectores que desecharan tal malicia. En cambio, la persona recta debía seguir la pureza y la santidad al escuchar la Palabra de Dios. Observemos en el versículo 21 que Dios ha implantado esta palabra en los corazones de aquellos que le pertenecen. Cuando aceptamos el sacrificio del Señor Jesús por el perdón de nuestros pecados, el Espíritu Santo vino a vivir en nosotros. El Espíritu de Dios nos enseña e instruye en los caminos del Señor. Su ministerio nos transforma, abre nuestros corazones a la verdad y nos capacita para vivir en esa verdad. Santiago desafiaba a sus lectores a escuchar la verdad del Espíritu de Dios y de la Palabra de Dios, y a someterse humildemente a ella. Esto es lo que los guiaría en sus batallas. Ellos debían rechazar la ira, y en cambio escoger la verdad de la Palabra de Dios.
Observemos también en el versículo 21 que Santiago dijo a sus lectores que esta palabra podía salvarlos. Su esperanza estaba basada en la Palabra de Dios. El evangelio les presentaba a Jesús como el Salvador del mundo. Las Escrituras los guiaban a cómo vivir en la salvación que habían experimentado. En vez de ser influenciados por la maldad y la inmundicia moral que los rodeaba, ellos debían hacer de esta Palabra de Dios su guía en las luchas y pruebas que vinieran a su camino.
Una cosa es leer o escuchar la Palabra, y otra cosa es ser obediente. Usted puede saber lo que la Palabra de Dios dice acerca de un tema en particular, pero si no hace lo que ella dice, esa palabra no tendrá ningún efecto en su vida. Esto es algo que debemos tratar muy seriamente. Nuestras iglesias están llenas de personas que conocen la verdad, y aun así, todavía vemos pecado y maldad a nuestro alrededor. La razón es simplemente que escuchamos la Palabra, pero no la tomamos lo suficientemente en serio como para obedecerla. También escuchamos a nuestra sabiduría humana y a nuestros deseos carnales y apartamos la santa Palabra de Dios. Nosotros necesitamos tener las Escrituras como nuestra norma de práctica.
Santiago comparaba a la persona que escucha la Palabra pero que no la hace con un hombre que se mira en el espejo. Él ve la suciedad de su rostro y su cabello despeinado, y luego se va sin hacer nada al respecto. Él sabe cuán sucio está, pero no le importa. El propósito del espejo es mostrarnos cómo lucimos. De una manera similar, cuando miramos las Escrituras, ellas nos enseñan acerca de nosotros mismos y nos muestran el pecado de nuestras vidas. Ellas nos revelan estas cosas acerca de nosotros para que podamos arrepentirnos y cambiar la manera en que nos conducimos.
Muchas personas abren la Biblia y leen lo que dice. Ellos ven el pecado que esta Palabra expone en sus vidas, pero no hacen los cambios necesarios, sino que continúan viviendo igual que siempre. Ellos no toman la Palabra de Dios en serio.
En el versículo 25 Santiago describió a un hombre que miraba atentamente la Palabra de Dios. Obviamente, este hombre estaba estudiando las Escrituras con un propósito bien definido. Él quería entenderse a sí mismo y conocer más del propósito y del plan de Dios para su vida. Su deseo era hacer los cambios necesarios para poder obedecerle completamente.
Hay dos promesas en el versículo 25 para este tipo de persona. La primera es que la obediencia a la Palabra brinda libertad. El pecado y la maldad solo pueden causar esclavitud. Hay individuos que escogen ignorar la Palabra de Dios. Ellos lo hacen en nombre de la libertad, pero el resultado final es la esclavitud. Su concupiscencia los atrapa y los ata. Sus adicciones y placeres los controlan rápidamente. Con el tiempo, estas actividades comienzan a asfixiarlos emocionalmente y los dejan con una profunda sensación de vacío. Nada de lo que este mundo ofrece puede satisfacer y llenar verdaderamente el vacío de un alma sin Dios.
Sin embargo, las personas que escogen ser obedientes a la Palabra de Dios, experimentan una libertad que nunca antes habían conocido. Ellos experimentan la satisfacción de amar y servir al Creador, que es la razón por la que fueron creados. A través del conocimiento de la Palabra, los creyentes son libertados de la esclavitud del pecado y la maldad. Ellos son libres para llegar a ser todo lo que Dios desea que sean. La Palabra de Dios brinda libertad.
La segunda promesa que encontramos en el versículo 25 para los que obedecen la Palabra de Dios es que ellos serán bienaventurados. Dios elige bendecir la obediencia. Esto se evidencia en el Antiguo Testamento. Cuando los hijos de Israel vivieron en obediencia, experimentaron victoria sobre sus enemigos. Pero cuando le dieron la espalda a Dios, ni siquiera sus huertos producían la cosecha que necesitaban. ¡Imagine cómo sería nuestra sociedad si viviéramos en obediencia a la Palabra de Dios! ¡Imagine las bendiciones que vendrían a nuestra nación si tomáramos en serio la Palabra de Dios y la obedeciéramos! Cuando vivimos en desobediencia al Señor, estorbamos Sus bendiciones, pero cuando vivimos en obediencia damos paso a esas bendiciones.
En este capítulo, Santiago habla acerca de la persecución y las pruebas en la vida del creyente. Nosotros no somos inmunes a las pruebas en esta vida. La tendencia natural cuando enfrentamos la injusticia y el abuso de este mundo es enojarnos y resentirnos. Santiago nos dice que esa respuesta nunca glorificará a Dios ni cumplirá el propósito de Dios en nuestra prueba. En lugar de enojarnos, debemos comprometernos a escuchar la dirección del Espíritu de Dios y a caminar en obediencia a la verdad de Su Palabra. Solo entonces podemos experimentar la plenitud de las bendiciones de Dios y Su propósito para nuestras vidas.
Para Meditar:
¿Qué nos enseña Santiago acerca de la importancia de escuchar? ¿Es usted un buen oidor? Explique.
¿Cuál es el fruto de la ira? ¿Cómo se ha evidenciado ese fruto en su vida?
¿Existe evidencia de inmundicia moral y maldad en su sociedad? ¿Cómo ha influenciado esto a la iglesia?
¿Por qué la Palabra de Dios es como un espejo?
¿Cuáles son las bendiciones de obedecer la Palabra de Dios?
¿Qué quiere decir Santiago cuando nos dice que la Palabra de Dios ha sido implantada en nuestros corazones?
¿Qué nos enseña Santiago acerca de la manera en que debemos enfrentar las pruebas que experimentamos en esta vida? ¿Cuál es nuestra tendencia natural? ¿Cuál es el propósito de Dios para nosotros?
Para Orar:
Pidamos a Dios que nos ayude a ser mejores oidores. Pidámosle que nos ayude a hacer de la Palabra de Dios nuestra prioridad en la vida.
Pidámosle a Dios que destruya toda ira que haya en nuestras vidas.
Roguemos al Señor que abra nuestros ojos y oídos para escuchar lo que Él está diciéndonos en Su Palabra. Pidámosle que nos dé un mayor compromiso de caminar en obediencia.
Agradezcamos a Dios porque no nos ha dejado sin dirección.
6 – LA RELIGIÓN PURA
Lea Santiago 1:26-27
Para Santiago, la prueba de una fe sincera radicaba en las acciones. Él dejó bien claro que, si alguna persona se llamaba creyente, entonces debía demostrarlo en su manera de vivir, especialmente en lo referente a su manera de hablar y a sus actos de compasión. Analice-mos brevemente esto con más detalle.
Santiago comenzó diciéndoles a sus lectores que, si alguna persona se consideraba religiosa y no refrenaba su lengua, su religión era vana. La palabra ‘religión’ tiene que ver con las ceremonias y actos públicos de fe. Esta palabra específica aparece solo cuatro veces en el Nuevo Testamento. La primera vez se encuentra en Hechos 26:5 en donde Pablo hablaba acerca de ser miembro de la secta más estricta de su religión anterior. La segunda vez aparece en Colosenses 2:18 donde Pablo hablaba sobre los que rinden culto a los ángeles. Los otros dos usos de esta palabra se encuentran aquí en el pasaje de Santiago. El uso de esta palabra particular puede indicar que Santiago estaba hablándole a personas que hacían demostraciones públicas de religión, pero cuyos corazones no habían sido realmente impactados por el poder del mensaje de salvación. Éstos eran individuos que pensaban que eran devotos a Dios porque se involucraban en todas las celebraciones de su fe. Ellos seguían las tradiciones sin fallar.
Santiago les recordaba a estas personas que se enorgullecían de su obediencia religiosa, que la prueba de su fe no radicaba en lo mucho que cumplieran estas celebraciones públicas, sino en cómo usaran sus lenguas. ¿Qué pensaría usted de una persona que asista fielmente a la iglesia pero que tiene la fama en la comunidad de ser chismosa y calumniadora? ¿Qué pensaría usted de la religión de personas en cuyas palabras usted nunca podría confiar porque siempre hablan con mentiras? ¿De qué servirían todas esas demostraciones públicas de su religión? De todas las personas en el Nuevo Testamento, a quienes el Señor habló más severamente fue a los fariseos. Ellos eran las personas más religiosas de la época, y con todo y eso, a pesar de toda su actividad religiosa, eran hipócritas. Probablemente, los que mayor daño causan a la iglesia de hoy en día, son aquellos que profesan tener fe en el Señor Jesús, pero no viven como Jesús vivió.
Santiago les dijo a sus lectores que una de las claras evidencias de un corazón cambiado está en el uso de la lengua. Jesús dijo en Mateo 12:34, hablando a los fariseos religiosos de la época:
¡Generación de víboras! ¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca.
Lo que Jesús nos está diciendo aquí es que lo que sale de la boca indica lo que hay en el corazón. Cuando nuestro corazón es malvado, las palabras que hablamos son malvadas. Hay veces en mi vida en que he dicho palabras que luego he lamentado. Incluso lo que he dicho me ha sorprendido. Esas palabras vinieron directamente de mi corazón pecaminoso y expusieron el pecado y la maldad que acechaba en lo más profundo de mi interior.
En el versículo 26, Santiago les dijo a sus compañeros creyentes que necesitaban mantener refrenada su lengua. Si usted alguna vez ha montado un burro o un caballo, entenderá lo que significa esta expresión. Las riendas se usan para mostrarle al caballo o al burro la dirección a seguir. Cuando el jinete hala las riendas hacia atrás, el animal sabe que debe aminorar el paso, o incluso detenerse. Al mantener las riendas ajustadas, el jinete puede controlar al caballo de una manera más fácil. Esto es a lo que Santiago se refiere en este texto. La lengua necesita ser controlada para que hable solamente cosas que le agraden al Señor. Esto requiere disciplina y dominio propio, parte del fruto del Espíritu Santo. Si nuestro corazón está verdaderamente a tono con Dios, se demostrará en nuestra manera de hablar.
Santiago tenía un segundo asunto que discutir con sus lectores. Él les dijo a aquellos que eran rigurosos en las celebraciones públicas de fe, que el tipo de religión que Dios aceptaba tenía que ver más con la compasión y el amor que con la estricta observancia de las tradiciones. Jesús les contó la historia de un hombre al cual robaron y dejaron muy mal herido a la orilla del camino. Cuando los religiosos de la época lo vieron, se fueron por el otro lado del camino, temerosos de que pudieran contaminarse por tocar a aquel hombre herido. Sucedió que un despreciado samaritano se detuvo, cuidó del hombre mal herido y proveyó para sus necesidades (Lc. 10:33-34). Santiago estaba diciendo que Dios aceptaría ofrendas como la de este samaritano, pero juzgaría la maldad de los religiosos hipócritas quienes pasaron de largo al ver a este hombre necesitado.
Santiago nos dice que la religión pura tiene que ver con mostrar compasión a los necesitados. Si usted dice que es una persona espiritual, entonces demostrará esto en la manera en que se preocupa y ministra a las personas necesitadas. Santiago hablaba en particular de los huérfanos y las viudas, pero deberíamos ver que a este pequeño listado le falta más. En nuestras comunidades hay muchas otras personas vulnerables que están necesitadas.
¡Cuán fácil nos resulta ocuparnos en las actividades de la iglesia! Según estamos ocupados celebrando nuestra fe, hay gente pereciendo a nuestro alrededor. Si usted dice que es un creyente genuino, entonces debe ministrar como Jesús lo hizo; Su corazón compasivo estará en usted también. Él abrirá sus ojos a las necesidades que le rodean. Usted no se conformará con permanecer en su círculo religioso; ni tendrá miedo de poder “ensuciarse” por alcanzar con compasión a aquellos que están en necesidad. Si el Señor Jesús está reinando en su vida y Su Espíritu Santo le ha llenado, entonces usted demostrará el corazón compasivo de Dios y Su amor con todos aquellos que le rodean. Usted verá sus necesidades y será impulsado por el Espíritu de Dios a actuar en bondad para ministrarles.
En el versículo 27 hay una última prueba de la verdadera religión. Santiago nos dice que los que son verdaderamente religiosos se guardan de contaminarse con el mundo. Este mundo tiene muchas tentaciones. Hay muchas personas que se creen religiosos, pero están atrapados en las cosas de este mundo. Ellos luchan con la codicia, la inmoralidad, la lujuria y el materialismo. Recurren a la falta de honestidad en los negocios, y con mucho gusto estafan a sus clientes. A pesar de esto, estas personas son fieles en las demostraciones públicas de fe. Ellos van a la iglesia y pueden hasta servir en algún área, pero no tienen la victoria sobre el mundo. Santiago nos dice que todas sus demostraciones públicas de fe son vanas. La persona cuya fe es real experimentará una victoria creciente sobre las cosas de este mundo.
Santiago le dijo a su audiencia que no es suficiente conocer la verdad, e incluso involucrarse en las actividades religiosas. Los creyentes genuinos mostrarán su pureza interior al controlar su lengua, ayudar a los necesitados y vivir una vida de victoria creciente sobre el pecado y las tentaciones de este mundo.
Para Meditar:
¿Qué revela nuestra lengua acerca de la condición de nuestro corazón? ¿Alguna vez dijimos algo que luego lamentamos? ¿Qué nos muestra esto acerca de nuestro corazón?
¿Quiénes están necesitados a nuestro alrededor? ¿Cuál es el deseo de Cristo para con estos individuos? ¿Cuál es nuestro deseo para con ellos?
¿En qué medida estamos experimentando victoria sobre este mundo? ¿Sentimos que estamos en constante victoria en nuestras vidas?
¿Por qué es peligroso juzgar la condición espiritual de una persona basados en las veces que asiste a la iglesia o realiza prácticas religiosas? ¿Cuál es la verdadera prueba del carácter espiritual?
Para Orar:
Pidamos al Señor que nos dé un mayor control sobre el uso de nuestra lengua.
Pidamos al Señor que abra más nuestros ojos a las necesidades que nos rodean. Roguémosle que nos dé Su mismo sentir para tratar a las personas que Él pone en nuestro camino.
¿Existe algún pecado particular en nuestras vidas con el que estemos batallando? Pidamos al Señor que nos dé victoria sobre el mismo. Rindámosle esa área de nuestras vidas y pidámosle que destruya nuestra atracción por este pecado.
7 – EL PECADO DEL FAVORITISMO
Lea Santiago 2:1-9
La epístola de Santiago es muy práctica. El apóstol habló muy directamente a los asuntos reales de la iglesia. En esta parte él trató con el problema del favoritismo (LBLA). Antes de enfocarnos en este pasaje, es importante que analicemos qué es el favoritismo.
Cuando Santiago habló sobre el hecho de hacer acepción de personas, se estaba refiriendo a la costumbre de juzgar a las personas sobre la base de sus apariencias. La persona que muestra favoritismo es aquella que mira el tipo de ropa que las personas usan y las evalúa sobre esa base. Al hacer acepción de personas se trata con preferencia a aquéllas que tienen una alta posición en la sociedad o que tienen mucho dinero. Algunas veces la parcialidad se basa en el trasfondo familiar o en el color de la piel. Existen muchas características externas por las cuales se puede juzgar a alguien.
Es importante que distingamos la parcialidad de la conexión natural que sentimos con ciertos individuos. Por ejemplo, hay ciertas personalidades que pueden atraernos. Quizás compartimos intereses comunes con ciertas personas de la iglesia; quizás sentimos un vínculo más estrecho con ciertas personas más que con otras. Hasta Jesús parecía tener a ciertos discípulos más cerca que a otros. Nosotros podemos tener amistades especiales en nuestra iglesia sin ser culpables de parcialidad. El favoritismo es el pecado de juzgar el valor humano de alguien basado en sus apariencias.
Necesitamos entender que hacer acepción de personas o juzgar de antemano a alguien es pecado. Ante Dios, el pobre tiene el mismo valor que el rico. Dios no tiene preferencias a la hora de responder las oraciones, ya sean de hombres pobres o ricos – Él escucha a todos sin importar el estatus social. Cuando juzgamos a las personas por las características externas y les respondemos basados en ese juicio anticipado, no estamos actuando en el Espíritu, sino que conformamos una opinión basados en los estándares del mundo.
Santiago dejó bien claro en el versículo 1 que, como creyentes en el Señor Jesucristo, no debemos hacer acepción de personas. Observemos la conexión entre el hecho de tener fe en el Señor Jesús y el hecho de que no debemos hacer acepción de personas. Como creyentes, sabemos la manera en que el Señor nos ha tratado. Si el Señor fuera a juzgarnos como a menudo juzgamos a otros, ¿dónde estaríamos hoy? Cuando estábamos en nuestra peor condición, el Señor Jesús nos alcanzó con compasión. Recibimos misericordia cuando no la merecíamos. El Señor Jesús alcanza a ambos, a ricos y a pobres. Él alcanza a todos sin importar la apariencia o cuán influyente seamos en la sociedad. Los que hemos recibido semejante gracia, debemos estar dispuestos a mostrarle a otros ese mismo amor y compasión.
Santiago lo ejemplificó en el versículo 2. Aquí el habló de una situación en la cual un hombre viene a reunirse en la iglesia usando anillo de oro en su dedo y ropas espléndidas. Justo detrás de él llega un hombre pobre vestido con viejas ropas andrajosas. Imagínese que la persona que saluda a ambos en la puerta decide tratar al rico con especial favor. Lo lleva hasta el mejor asiento en la iglesia, cerca del frente donde pueda tener un lugar de honor. Pero mirando al hombre pobre le dice que se quede en la puerta trasera o se siente en el piso.
Santiago aclaró muy bien en el versículo 4 que si tratamos a las personas de ese modo estamos emitiendo juicio basados en su valía. Estamos manifestando el mal pensamiento de que las personas ricas y de influencia son más importantes que los que tienen menos. Santiago nos dice que somos culpables de pecado si atendemos al rico y esquivamos al pobre. Los valores de Dios no son iguales a nuestros valores. Dios no mira lo que está por fuera, Él mira el corazón. A todo lo largo de la historia de la iglesia, Dios escogió a aquellos que eran de menos valor a los ojos del mundo, e hizo grandes cosas a través de ellos. Él salvó y usó de una manera grandiosa a aquellos que fueron menospreciados a los ojos de la sociedad.
¡Cuán agradecidos debemos estar al Señor hoy porque Él no basa nuestro valor en la cantidad de dinero que tengamos en el banco, o en nuestra influencia en la sociedad! Cuando Jesús vino a esta tierra, lo hizo como el hijo de un carpintero. Esta era una profesión baja y común en Su sociedad. María y José no tenían nada de riqueza. Jesús nació en Belén, el cual, de muchas maneras, era un pueblo despreciado en Israel. Cuando Jesús comenzó Su ministerio, escogió como discípulos a pescadores y recolectores de impuestos. Perdonó a la mujer que había sido sorprendida en adulterio cuando todos los demás querían matarla. Se acercó a la mujer samaritana cuando ningún judío quería tratarla a causa de su raza. Hay muchos ejemplos de cómo el Señor Jesús alcanzó a los despreciados por la sociedad. Él hizo cosas poderosas por medio de estas personas socialmente marginadas. Estos hombres y mujeres vinieron a ser fuertes en la fe y fueron muy preciosos ante los ojos de Dios.
Santiago les recordaba a sus lectores cómo los ricos los explotaban. Desde el punto de vista humano, era obvio el hecho de que muchas personas ricas tuvieran pensamientos e intenciones malvados. Al mostrar parcialidad hacia los ricos, los creyentes estaban honrando a quienes los explotaban y arrastraban a los tribunales. Muchos de estos ricos blasfemaban el nombre del Señor. Ellos estaban atrapados en el amor al dinero y a las posesiones, y no veían su necesidad de Dios. Aunque la iglesia estaba favoreciendo a quienes los oprimían, ellos estaban oprimiendo a los pobres a quienes Dios honraba. Ellos no veían a las personas como Dios las veía.
El versículo 8 nos recuerda que nosotros hacemos bien si amamos a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Debemos aprender a amar al rico y al pobre tal y como nos amamos a nosotros mismos. Deberíamos preguntarnos: ¿Cómo me gustaría que esta persona me tratara? Según la respuesta entonces deberíamos tratarlos. Sin embargo, si mostramos favoritismo, pecamos y somos culpables de transgredir la ley de Dios (v. 9).
Este pasaje nos desafía a aprender a ver a las personas como el Señor Jesús las ve. Juzgar a otros basados en su apariencia exterior hace que seamos muy superficiales en nuestro pensamiento, y que nos comportemos justo como el mundo lo hace. Esto es un pecado que debe ser confesado ante Dios.
Para Meditar:
¿Cuáles son algunos de los estándares prejuiciosos que usamos en nuestros días para evaluar a las personas?
¿Cuál es la diferencia entre amistad y favoritismo?
¿Cómo Dios nos juzga?
¿Alguna vez ha sido usted culpable de juzgar a las personas basado en su apariencia exterior? Explique.
Para Orar:
Pidamos al Señor que nos haga más conscientes de las veces en que hemos juzgado a las personas basados en su apariencia.
Agradezcamos al Señor por Su amor, y porque no nos juzga teniendo en cuenta nuestro estatus social o cuenta bancaria.
Pidamos a Dios que abra nuestros corazones para percibir cuánto valen aquellos que son despreciados en la sociedad.
Agradezcamos al Señor porque Él nos usa tal y como somos. Presentémonos ante Él con todas nuestras faltas.
8 – MISERICORDIA Y JUICIO
Lea Santiago 2:10-13
Santiago desafía a sus lectores tanto en su relación con Dios, como en su relación con sus prójimos. En la meditación anterior vimos cómo Santiago habló sobre el favoritismo. Él explicó que éste es un pecado ante los ojos de Dios. Para que sus lectores no pensaran que el prejuicio es menos grave que otro pecado, Santiago escribió que el que quebranta algún punto de la ley de Dios, se hace culpable de transgredir toda la ley.
¿Por qué se dice que el que quebranta un punto de la ley es culpable de quebrantar toda la ley? Imagine que usted está cantando en un coro. En ese coro hay un hombre que no afina. No importa cuánto se esfuerza, simplemente no puede cantar en armonía con los otros miembros del coro. ¿Cuál es el resultado? La música se afecta. Lo que las personas oyen no armoniza. Por culpa de un miembro, la música que el coro canta ya no es más placentera a nuestros oídos. Una persona que canta fuera de tono puede arruinar la canción completa. O imagine que usted tiene ante usted un vaso con agua fría sobre la mesa. Si alguien viene a su lado y coloca una simple gota de veneno en esa agua, ¿cuál sería el resultado? Habría que botar toda el agua porque el veneno afecta el vaso completo. Usted no puede separar el veneno del agua. O, ¿alguna vez usted no se ha dado un martillazo en un dedo de la mano o golpeado un dedo de los pies? ¿El efecto solo se limita al área que está herida? ¿Acaso no es afectado el cuerpo completo?
Lo que debemos entender es que el pecado afecta cada parte de nosotros. Cuando le doy la espalda a Dios y caigo en pecado, soy culpable ante Él. Y porque soy culpable merezco ser castigado. La Biblia aclara que la paga del pecado es la muerte. Solo una gota de veneno contamina todo un vaso con agua, así que un simple pecado envenena toda mi vida y es suficiente para separarme de Dios.
Tenemos la tendencia de medir el pecado y categorizarlo según la gravedad; pero Dios no actúa así. Pecado es pecado. Un simple pecado es suficiente para alejarnos de Dios. La santidad de Dios es tal que aún el más mínimo pecado le es abominación. Juan nos dice que Dios es luz y en Él no hay tiniebla alguna (vea 1 Juan 1:5). Esto significa que en Dios no existe el menor indicio de pecado. Aquellos pecados que escasamente consideramos importantes, también son abominación ante Dios y nos alejarán de Él.
Quebrantar una sola ley nos hace infractores de toda la ley. Dios no categoriza cada pecado. Él simplemente nos da su ley como una unidad completa y nos dice que esta es la norma. Él no contará nuestros pecados y los comparará con los de nuestro vecino. Hay una norma y un castigo para todos por igual. La norma es la ley de Dios en toda su totalidad. El castigo por quebrantar cualquier parte de esa ley, es la muerte. Cualquiera que infrinja en algo la ley de Dios es culpable lo suficiente como para sufrir el castigo que es la muerte.
Hay mucha gente que cree que, porque no son tan transgresores como sus prójimos, su castigo será menor. Dios no lo considera así. Si no guardamos completamente la ley, entonces somos culpables. No hay tonos grises aquí. O cumplimos la ley a cabalidad, o somos transgresores sentenciados a la muerte eterna. La norma es bien estricta. La ley debe tomarse como un todo. Quien quebranta incluso un aspecto de ella es tan culpable como el que los quebranta todos.
Esto nos coloca bajo un estándar imposible. Aunque yo pudiera guardar más aspectos de la ley de Dios que alguien más, sigo siendo culpable de quebrantar la ley, y, por tanto, incumplo con Su estándar. Nadie, excepto el Señor Jesús, ha sido capaz de estar a la altura de los estándares que Dios estableció para nosotros en la ley. Cada uno de nosotros ha incumplido de una manera u otra. El resultado de esto es la muerte espiritual y la separación eterna de Dios. La ley de Dios nos muestra que todos éramos pecadores. Si la salvación viniera por guardar la ley, ninguno de nosotros sería salvo. Esta es la razón por la que Jesús vino, para ofrecernos el camino a Dios. Porque somos cubiertos por Su sangre, podemos ser perdonados. Él llevó el castigo por nuestros pecados y murió en nuestro lugar.
Estos versículos nos dicen que nosotros no podemos compararnos con nadie. No podemos mirar el pecado de alguien y decir que es menos importante que otro, porque cualquier pecado es suficiente para alejarnos eternamente de Dios. ¡Cuán importante es que estamos en Cristo y conocemos Su perdón!
En el versículo 12 Santiago desafiaba a sus lectores a vivir como aquellos que van a ser juzgados por la ley de la libertad. Hemos visto justamente que la ley de Dios, como se encuentra en el Antiguo Testamento, nos colocaba bajo un estándar imposible. La ley del Antiguo Testamento nunca podría traernos libertad. aquí Santiago no se refiere a la ley del Antiguo Testamento cuando habla de la ley que brinda libertad. Cuando Jesús vino a esta tierra, Él murió para que la culpa por nuestro pecado pudiera ser pagada. Sin embargo, esto no fue lo único que vino a hacer. Él también vino para que el Espíritu de Dios pudiera vivir en nuestras vidas.
El Espíritu Santo viene a guiarnos a la verdad. Viene a empoderarnos para vivir la vida que Dios demanda. La ley de Dios está escrita en los corazones y las mentes de aquellos que experimentan la presencia del Espíritu de Dios en ellos. Aunque la carne se opone a Dios y a Sus propósitos, los creyentes viven conforme a la dirección y guía del Espíritu de Cristo que vive en ellos. El Espíritu los motiva y los guía para que entiendan la verdad de la Palabra de Dios. Santiago les dijo a los creyentes que le seguían, que hablaran como los que serían juzgados sobre esta base. Ellos serían juzgados sobre la base de su obediencia al Espíritu de Dios en ellos y a la verdad que el Espíritu inspiró.
Santiago hizo una declaración poderosa en el versículo 13. Él dijo que el juicio sería sin misericordia para aquellos que no mostraron misericordia, y que la misericordia triunfa sobre el juicio. Dios ve cómo nosotros tratamos a otros. Él conoce nuestros prejuicios. ¿Cómo pretendemos experimentar Su bendición y misericordia si no estamos dispuestos a extender esa misma bondad a los que nos rodean? Santiago nos recuerda que seremos juzgados por el mismo estándar que usamos para juzgar a otros (ver Mateo 6:12-14; 1 Pedro 3:7).
En el contexto más amplio de estos versículos, Santiago ha estado hablando sobre mostrar favoritismo y juzgar a las personas sobre la base de las apariencias. Algunas veces decidimos escuchar a la carne y no al Espíritu. En esas ocasiones, podemos fácilmente juzgarnos o despreciarnos unos a otros en el cuerpo de Cristo. Estos versículos nos recuerdan que la misericordia es una herramienta más poderosa que el juicio. Yo he visto individuos alejarse del Señor debido al espíritu de censura y crítica de la iglesia. Por otro lado, he visto al amor triunfar y traer victoria sobre el pecado en la vida de los extraviados. La misericordia puede triunfar cuando el juicio falle.
Santiago nos llama en estos versículos a aprender a caminar en la verdad de la Palabra de Dios y en la dirección del Su Espíritu. Debemos hablar y actuar como aquellos que serán juzgados por Dios según la manera en que vivimos bajo la dirección de Su Espíritu Santo en nuestras vidas. ¿Hemos dicho palabras que fueron inspiradas por el Espíritu de Dios, o hemos hablado según la pecaminosidad que brota del corazón humano? ¿Hemos actuado guiados por el Espíritu de Dios o motivados por impulsos y deseos pecaminosos? El Espíritu de Dios viene a guiarnos por caminos que glorifican al Padre y honran Su Palabra. Él nos enseña cómo hablar y actuar unos con otros. Santiago nos dice que la fe verdadera impactará en nuestras relaciones mutuas. Debemos ser sensibles a la ley del Espíritu y a lo que Él nos está llamando a hacer y a decir. Debemos estar seguros que en todas nuestras palabras y acciones seamos guiados y motivados por el Espíritu de Dios y por la verdad de Su Palabra. La fe verdadera es una fe guiada por el Espíritu que impacta nuestras relaciones con quienes interactuamos todos los días.
Para Meditar:
¿Por qué es importante que veamos la ley de Dios como un todo y no como partes individuales?
¿Por qué se dice que, si desobedecemos incluso un aspecto de la ley, somos culpables de desobedecer toda la ley?
¿Cuál es la ley que da libertad? ¿Cuán diferente es ésta respecto a la ley del Antiguo Testamento?
¿Qué quiere decir Santiago cuando dice que la misericordia triunfa sobre el juicio?
¿Existen personas hoy a las cuales usted debe mostrar misericordia? ¿Quiénes son?
¿Por qué el hecho de hablar y actuar como el Espíritu Santo enseña y guía impacta en nuestras relaciones con las personas que nos rodean? ¿Qué diferencia marcaría en las relaciones si todos buscáramos la dirección del Espíritu de Dios?
Para Orar:
Demos gracias al Señor porque vino a pagar la culpa por nuestros pecados.
Pidamos a Dios que nos capacite para percibir mejor la dirección del Espíritu Santo en nuestras vidas. Agradezcámosle que nuestras relaciones serán transformadas como resultado de caminar a tono con Su Espíritu.
Pidamos al Señor que nos capacite para mostrar a otros más misericordia. Roguémosle que nos perdone por las veces que no lo hemos hecho.
Agradezcamos al Señor porque Él ha puesto a Su Espíritu en nosotros para guiarnos de manera muy práctica.
9 – LA FE Y LAS OBRAS
Lea Santiago 2:14-26
Probablemente este sea el pasaje más conocido del libro de Santiago. Él escribe aquí firmemente sobre la conexión entre la fe y las obras. Su preocupación era ver a las personas practicar lo que creían. Es muy fácil decir que tenemos fe, pero demostrar esa fe en la vida real es muy diferente. Analicemos lo que el apóstol Santiago nos tiene que decir en esta porción.
Santiago comienza haciendo una pregunta muy importante en el versículo 14:
“Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle?”
Este pasaje ha causado problemas entre los teólogos. Algunos consideran que Santiago está promoviendo la salvación por obras, sin embargo, esto está muy lejos de la verdad. Santiago creía que la verdadera fe se demostraba en las obras. En otras palabras, si las personas dicen que creen en el Señor Jesús, esto se evidenciará en la manera en que viven.
Imagine que usted conoce a un hombre que se dice ser creyente pero que vive en pecado y sin intenciones de cambiar su estilo de vida. Cuando usted lo escucha hablar no hay evidencia de un corazón cambiado. Su lenguaje, sus acciones y su manera de pensar reflejan un pensamiento mundano. ¿Qué pensaría usted de ese individuo? Si la vida de Cristo no se demuestra en él de una manera visible, entonces no habría razón alguna para preguntarse si es realmente salvo. Lo que Santiago nos está diciendo en este versículo es que la verdadera fe salvadora impactará de manera poderosa y transformará la vida de la persona.
El apóstol Pablo estaba completamente de acuerdo con Santiago sobre este asunto cuando escribió:
“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”. (2 Co. 5:17)
Al igual que Santiago, no había duda en la mente del apóstol Pablo acerca de este asunto. Cuando el Espíritu de Dios viene a vivir en el corazón del creyente, habrá una diferencia radical en la vida de ese individuo. El Espíritu de Dios viene a cambiar y a renovar la mente y el corazón de la persona en la cual habita. Él empodera y prepara a los individuos para cambiar su manera de vivir y de pensar. Para Santiago y para Pablo era inconcebible que alguien proclamara tener la fe salvadora en el Señor Jesús y no experimentara una poderosa transformación. Si la fe que usted profesa tener no ha cambiado su manera de vivir y de pensar, entonces usted tiene razones para cuestionar si ésta es realmente una fe salvadora. Esto era lo que Santiago estaba diciendo en el versículo 14.
Para el apóstol, la verdadera fe era muy práctica. En el versículo 15 él dio un ejemplo de la diferencia entre la fe verdadera y la falsa. Imagine que un hermano o hermana en su comunidad no tiene alimentos o ropa. ¿Qué usted pensaría de la fe de la persona que le desea el bien a este hermano, pero no hace nada respecto a su necesidad, incluso aunque haya tenido los recursos para suplirla?
En nuestros días, pensamos en la fe en términos de creencia solamente. Santiago nos recuerda que esta no es la definición bíblica de la fe. Fe es creencia y acción obrando juntas. Si usted dice que cree en algo y nunca actúa al respecto se engaña a sí mismo. La fe verdadera debe llevarnos a actuar sobre la base de lo que creemos. Si yo creo que Dios proveerá, entonces me moveré en fe y lo dejaré proveer. Si creo que Dios me capacitará, entonces seré obediente en áreas que están más allá de mi capacidad humana. Si creo que Dios me ha llamado a hacer algo, entonces iré a hacer lo que Él me ha llamado a hacer. La fe y las obras van de la mano. La fe sin obras no es una fe real en lo absoluto (ver versículo 17). La prueba de si usted o yo tenemos fe se encuentra en lo que hacemos.
Una de las objeciones a la enseñanza de Santiago se encuentra en el versículo 18. Había quienes decían que algunos tenían fe y otros tenían obras. En otras palabras, existían algunas personas que eran dadas a la fe, y otras que eran dadas al ministerio de servicio. Santiago respondió a esta objeción pidiéndoles a estos individuos que mostraran la verdadera fe sin obras. ¿Es posible para una persona tener fe y no mostrarla por medio de sus acciones? ¿Puede una persona tener una fe verdadera y que esa fe no lo haya movido o cambiado de alguna manera? Santiago creía que era imposible. La verdadera fe salvadora cambia las vidas, nos mueve a actuar y nos motiva para servir y adorar.
La creencia y la fe no tienen valor por sí mismas si no están acompañadas de las obras. El versículo 19 nos recuerda que hasta los demonios del infierno creen en Dios y conocen Su poder. Estos demonios están más conscientes y confiados en ese poder que nosotros mismos. Pero los demonios del infierno serán arrojados al lago de fuego para siempre. Creer en Dios y conocer Su poder les resulta inútil. Si nosotros decimos que creemos que Dios existe y que Él tiene poder para hacer todas las cosas, pero no hacemos nada al respecto, entonces nuestra fe no es mayor que la fe de los demonios del infierno. Ellos creen lo mismo. Nuestra fe carecerá de valor, a menos que la usemos para amar y servir a Dios. Imagine que usted le echa gasolina a su carro y nunca lo maneja. Si usted nunca usa la gasolina en su carro, ésta no cumplirá su propósito. De manera similar. La fe que no se usa no tiene valor, es muerta (v. 20).
En el versículo 21 Santiago ilustró lo que estaba diciendo usando el ejemplo de Abraham. Un día Dios llamó a este hombre a tomar a su único hijo para ofrecerlo como sacrificio sobre un altar. Abraham escuchó al Señor e hizo lo que Él dijo, incluso aunque esto no tenía sentido para él. Dios estaba complacido y le contó esto por justicia. La fe es el combustible que enciende el fuego de la acción. En el caso de Abraham, la fe y las obras actuaron de la mano (v. 22). Cuando la fe hace su obra, ésta naturalmente guiará a la obediencia. Quizás usted ha tratado de encender un fuego que simplemente no quería comenzar. Imagine que usted pone gasolina en esa madera. ¿Qué sucederá entonces? La gasolina encenderá y prenderá el fuego en la madera. Esto es lo que la fe hace. Ella enciende nuestro corazón y mente obstinados y los deja en llamas, listos para la acción. La fe impulsa las obras.
A Dios le agrada esta clase de fe. Cuando Abraham se movió en obediencia a lo que escuchó, Dios se lo contó por justicia (v. 23). En otras palabras, Dios estaba complacido con sus obras; y no solo eso, sino que Dios estaba complacido al punto de llamar a Abraham Su amigo.
Santiago nos recuerda que una persona es justificada ante Dios no solo por la fe, sino también por las obras. Esto no significa que las personas pueden ser salvas por lo que hacen, pero la evidencia de la fe verdadera se ve en las obras y en las vidas transformadas.
Santiago ilustró este aspecto en el versículo 25 con el ejemplo de Rahab, la ramera. Rahab escondió a dos espías hebreos que vinieron a la tierra de Canaán (Jos. 2). Ella creía que Dios iba a darles a los israelitas la victoria sobre su pueblo. Como resultado, decidió proteger a estos individuos, arriesgando su propia vida en el proceso. Ella estaba convencida de que estos espías servían al Dios verdadero. Su fe la llevó a arriesgar su vida y a darle la espalda a su propio pueblo. El poder de la fe es tal que lo arriesgará todo por aquello que cree.
Santiago concluye recordándoles a sus lectores que justo como el cuerpo sin el espíritu está muerto, así también la fe sin obras es muerta. Para Santiago una fe muerta era vana. ¡Cuánto debemos tener en cuenta lo que Santiago nos está diciendo aquí! Él nos está llamando a dejar que la verdadera fe tenga su lugar en nuestras vidas. Cuando abrimos nuestros corazones a la fe verdadera, seremos movidos a la obediencia y a las obras. ¿Qué ha estado poniendo Dios en su corazón? ¿Qué está usted escuchando por fe de parte de Él? Permita que esa fe lo mueva a actuar en obediencia. Avance en confianza y demuestre que su fe es real.
Para Meditar:
¿Cuál es la evidencia de la fe salvadora?
¿Cuál es la diferencia entre lo que los demonios creen acerca de Dios y Su poder, y lo que Abraham creía?
¿Qué nos permite la fe hacer o arriesgar?
¿Qué significaba la fe para Rahab?
¿Cuál es la evidencia de la verdadera fe salvadora en nuestras vidas?
Para Orar:
Pidamos a Dios que nos dé una fe que nos mueva a obedecer sin importar el costo.
Pidamos a Dios que nos muestre qué es lo que impide que demostremos la verdadera fe en nuestras vidas.
Pidamos al Señor que aumente nuestra fe.
Demos gracias a Dios porque Él es digno de nuestra fe y nuestra confianza.
10 – DOMANDO LA LENGUA
Lea Santiago 3:1-12
En el capítulo 3 de su epístola, Santiago retoma el asunto del uso de la lengua (ver 1:19, 26). El apóstol creía firmemente que la fe genuina se evidenciaría de manera muy práctica en la vida de los cristianos. Las palabras que la gente dice son un claro indicador de la condición de su corazón. En este pasaje, Santiago habla del uso de la lengua como una forma de evaluar la verdadera fe.
Santiago inició este capítulo con una breve exhortación a los que usaban su lengua para comunicar la verdad. Santiago les recordaba a los maestros que con el mucho conocimiento viene la mucha responsabilidad. Aquellos que quieren ser maestros necesitan vivir bajo los principios que enseñan. Nuevamente esto muestra la naturaleza práctica de la enseñanza de Santiago. Según el apóstol, aunque la enseñanza es una profesión honorable, era mejor que una persona no enseñara, a que enseñara y no fuera capaz de practicar lo que enseña. Santiago les advertía a los maestros que ellos serían juzgados por Dios de una manera más estricta. Esto no debe atemorizarnos o apartarnos de hacer la voluntad de Dios para nuestras vidas. Sin embargo, los que han sido llamados a esta posición de maestros o predicadores necesitan ministrar con el temor de Dios en sus corazones, y con un profundo y ardiente deseo de hacer la voluntad de Dios viviendo lo que predican.
Esto no quiere decir que los que somos maestros y predicadores debemos ser perfectos. Si la perfección fuera un requisito para ser maestros y predicadores, nadie calificaría. Santiago dejó bien claro en el versículo 2 que todos nosotros tropezamos de muchas maneras en la vida. Ninguno de nosotros puede decir que es perfecto. Nadie ha cumplido con el estándar que Dios estableció para nosotros en Su Palabra.
Todos nosotros necesitamos la misericordia y el perdón que la sangre de Cristo ofrece. Cuando los maestros pequen, necesitan arrepentirse rápidamente y aprender a caminar en el perdón y en la continua obediencia. No deben perseverar en ningún pecado del cual estén conscientes, en su lugar, deben ser restaurados a una relación recta con Dios.
Santiago nos dice que un hombre perfecto es aquel que es capaz de refrenar su cuerpo (v. 2). En el versículo 3 él compara esto al freno que se pone en la boca de un caballo. El freno se pone en la boca del caballo para decirle por dónde ir. Controlamos al caballo mediante este pequeño freno.
En el versículo 4 el apóstol usó la ilustración del timón de un barco. El barco es una embarcación grande que a menudo es llevada de un lado a otro por fuertes vientos y olas. ¿Qué controla la dirección de una gran embarcación? Es un pequeño timón bajo el barco, que cuando se mueve de un lado a otro, lo guiará hacia la dirección que el piloto quiere.
El freno en la boca del caballo o el timón en un barco son justamente partes pequeñas, pero capaces de determinar la dirección de objetos poderosos. El que controla el timón y el freno, controla el curso del barco o la dirección que el caballo tomará. De manera similar, el curso de nuestras vidas y la dirección que éstas tomen depende a menudo de cuánto controlamos nuestros deseos y apetitos.
Santiago pasa de este ejemplo a mostrarnos justamente cuán difícil puede ser controlar el uso de nuestra lengua. El apóstol les recordaba a sus lectores cuán pequeña es la lengua en el cuerpo humano y también el increíble daño que ésta puede causar (v. 5). Aunque la lengua es pequeña, se jacta de grandes cosas. ¿Cuántos hombres y mujeres en la historia se han jactado de su grandes logros y conquistas? Algunos hasta se han llamado a sí mismos dioses. La lengua hace grandes alardes, y las vidas y los destinos de las personas pueden ser moldeados por éstos. La lengua que hace tales alardes será responsable de cometer blasfemia.
Santiago continúa diciendo que incluso un pequeño fuego puede encender todo un bosque. La lengua tiene el poder mortal de un pequeño fuego. Esta pequeña parte del cuerpo puede corromper a la persona completa. Ésta puede dañar mucho al cuerpo de Cristo. La lengua puede destruir nuestro testimonio. Más de un ministerio ha sido destruido por lenguas malvadas de chismes y calumnias.
Santiago fue más allá al decir en el versículo 6 que las llamas destructoras de la lengua provienen del fuego del infierno. Tal vez usted ha experimentado la maldad y la fuerza destructora de una lengua encendida con fuego del infierno. Quizás usted haya sido objeto de maldición y calumnia. O tal vez haya sido la fuente de éstas.
En el versículo 7 Santiago habló de toda clase de animales, aves y reptiles que habían sido domados. Incluso ciertos peces que habían sido domados por humanos. Sin embargo, a todo lo largo de la historia del mundo, nadie ha sido capaz de domar perfectamente la lengua (excepto el Señor Jesús). Nuestras lenguas nos han golpeado en más de una ocasión al hacer su obra de muerte en nuestras vidas. ¿Quién de nosotros puede decir que ha domado y controlado perfectamente su lengua? Según Santiago, la lengua es un “mal que no puede ser refrenado” (v. 8). La maldad crece y se multiplica por la lengua pecadora y carnal. La lengua está llena de un veneno mortal que cuando se suelte, dañará y destruirá.
Esto no quiere decir que la lengua solo puede hablar cosas malas. Santiago estaba bien consciente de que la lengua también puede adorar a Dios. Sin embargo, la misma lengua que alaba a Dios, en otro momento puede maldecir a las personas, quienes han sido hechas a la imagen de Dios. Los domingos cantamos alabanzas al Señor, pero los lunes podríamos criticar y condenar a los compañeros de trabajo. Esto es una clara evidencia de que la lengua no ha sido domada. Santiago luchaba con el hecho de que de una misma boca salían alabanzas a Dios y maldición para aquellos que fueron creados a la imagen de Dios. Para Santiago, esto era como una misma fuente dando agua dulce y salada a la vez. Una higuera no puede producir aceitunas (ver versículo 12). Ni una fuente de agua salada puede producir agua dulce. Para Santiago, la lengua malvada no podía honrar a Dios. Ésta debía ser frenada. Debía ser sujetada y controlada para que no soltara su veneno mortal.
Este capítulo nos advierte sobre el peligro de la lengua. Este pequeño miembro del cuerpo es capaz de males tremendos. Ésta puede causar graves daños al cuerpo de Cristo y es capaz de destruir iglesias completas. Si la descuidamos, soltará su veneno infectando a todo el que entre en contacto con ella. Según Santiago la lengua no podía ser perfectamente controlada en esta vida, pero él quería que los creyentes hicieran su mayor esfuerzo para lograrlo. La lengua hace brotar lo que está en nuestro corazón. Es un reflejo de lo que aún debemos rendir en nuestras vidas. Santiago nos dice que, si nuestros corazones son controlados por Dios, entonces esto se reflejará en la manera en que usemos nuestras lenguas. Si tenemos una fe verdadera, se demostrará en nuestra manera de hablar. El hombre o la mujer de fe se esforzará por controlar su lengua.
Para Meditar:
¿Qué nos dice Santiago sobre la responsabilidad del maestro? ¿Cuán importante es para un maestro vivir lo que enseña?
¿Qué tipo de daño puede causar una lengua desenfrenada? ¿Ha experimentado usted este daño de primera mano? Explique
¿Qué dice nuestra lengua acerca de la condición de nuestro corazón?
¿Cuál es la conexión entre la fe verdadera y el uso de nuestra lengua?
Para Orar:
Pidamos al Señor que nos ayude a controlar nuestra lengua.
Pidamos a Dios que nos perdone por las veces que no hemos controlado nuestra lengua.
Roguemos al Señor que sane los daños que nuestra lengua le haya causado a otros.
Pidamos al Señor que nos dé valentía para pedir perdón a quienes hemos ofendido por un uso indebido de nuestra lengua.
11- LA SABIDURÍA DE LO ALTO
Leamos Santiago 3:13-18
En esta parte del capítulo 3, Santiago expresó preocupación porque los creyentes vivieran por la sabiduría celestial y no por la terrenal. Él desafía a los creyentes a demostrar esta sabiduría celestial mediante una buena conducta (v. 13).
La sabiduría no puede separarse de la conducta. En la mentalidad judía, la sabiduría celestial era el arte de aplicar hábilmente el conocimiento de la vida, de tal manera que Dios recibiera la gloria y el honor debido a Su nombre.
Observemos en los versículos 14 y 15 que Santiago hizo una distinción entre la sabiduría de este mundo y la sabiduría de Dios. Santiago nos dice que la sabiduría del mundo alberga amargura y envidia, y está llena de egoísmo y ambición. Él continuó diciendo que la sabiduría terrenal es animal (“puramente humana”, NVI) y diabólica. Hay algunas cosas importantes que necesitamos ver en estos versículos.
Primero, observemos que existe una sabiduría que aún los no creyentes pueden tener. El no creyente puede ser sabio en cosas de negocios o en las relaciones con sus semejantes. La característica principal de la sabiduría humana, según Santiago, es la contención (ambición personal, LBLA). Aquellos que tienen sabiduría terrenal se preocupan en cómo beneficiarse a sí mismos. Ellos tienen la real habilidad de promover sus propios intereses. Sin embargo, cuando la sabiduría terrenal no lo logra lo que quiere, se vuelve envidiosa y amargada.
El versículo 14 nos recuerda que la sabiduría terrenal también puede guiarnos al orgullo y la arrogancia. Quizás usted haya conocido a personas que han alardeado de sus logros y conquistas en esta vida. Mediante su propia sabiduría, ellos han construido grandes negocios o han sabido gobernar bien. Algunos han construido grandes iglesias y las administran bien. Ellos miran atrás a lo que ha logrado y se enorgullecen y se jactan. Verdaderamente creen que han logrado estas cosas debido a su gran sabiduría.
Lo segundo que debemos ver es que, de acuerdo al versículo 15, la sabiduría terrenal es puramente humana (NVI), y diabólica. En otras palabras, la sabiduría terrenal es un sistema de pensamientos que no toma a Dios en cuenta. La sabiduría terrenal no tiene nada que ver con Dios. Los hombres y las mujeres hicieron y llevaron a cabo sus propios planes sin consultar a Dios o sin considerar Sus propósitos. El diablo se contenta de que esto suceda. Él nos anima a vivir nuestras vidas desde una perspectiva impía. Allá en el Huerto del Edén, Satanás usó la sabiduría humana para convencer a Eva de que comiera del árbol del conocimiento del bien y del mal. Él la convenció hábilmente de los “beneficios” de probar su fruto. Y continúa haciendo esto en la actualidad. Muchos son engañados por su sabiduría impía.
La sabiduría terrenal no solo la encontramos en los no creyentes, sino que también se encuentra en la iglesia de hoy en día. A menudo, nuestras iglesias y organizaciones cristianas funcionan como negocios terrenales. De manera repetida, en las páginas del Antiguo Testamento, los reyes israelitas buscaban al Señor para saber si debían ir a la batalla. Ellos querían conocer la voluntad de Dios. No siempre sucede así en las iglesias. Muchas de ellas se levantan basadas en la sabiduría humana. Lo que sucede es que establecemos nuestras propias metas y planes, y promovemos nuestras propias ideas sin buscar al Señor. Hacemos estas cosas en el nombre del Señor, pero realmente no le hemos consultado ni hemos buscado Su voluntad.
¡Cuán importante es para nosotros que busquemos los caminos de Dios y no dependamos de nuestro propio razonamiento! La sabiduría terrenal impedirá que el reino de Dios progrese. Podemos construir grandes iglesias mediante la sabiduría terrenal; podemos arrastrar mucha gente y complacerles, pero… ¿está el reino de Dios avanzando? ¿Estamos más cerca de Dios? ¿Está Él recibiendo la gloria?
Necesitamos una sabiduría superior para vencer el poder del diablo. Satanás no se siente amenazado con nuestras capacidades y sabiduría terrenales. No obstante, la sabiduría que viene de Dios echa por tierra sus esfuerzos.
De acuerdo al versículo 16, la sabiduría terrenal es por naturaleza ambiciosa y causa confusión (LBLA). La ambición, el engaño y la hipocresía de la sabiduría terrenal, inevitablemente llevarán a la rivalidad y al resentimiento. Cuando las relaciones se deterioran, crece el desorden y la confusión. En este ambiente demoníaco se presenta todo tipo de pecado que podamos imaginar.
En contraste a esta malvada sabiduría terrenal se encuentra la sabiduría que viene de lo alto. La sabiduría celestial es pura (v. 17). Esto significa que está libre de pecado e impureza. En ella no existe la ambición o la amargura. Su único interés está en lo que es justo y no en el beneficio personal. En ella no hay motivos ocultos. Es sincera y desinteresada. Su único deseo es la voluntad de Dios y Su gloria.
Otra característica de la sabiduría celestial es que es pacífica. Mientras que la sabiduría terrenal causa disturbios y malentendidos, la sabiduría celestial crea unidad. El deseo de la sabiduría celestial es animar y considerar a los demás. Esta sabiduría no se enaltece por encima de los otros, sino que, como Jesús, sacrifica voluntariamente su vida para servir en humildad y obediencia.
La sabiduría que viene de Dios también está llena de misericordia, compasión y perdón. No paga mal por mal, sino que muestra misericordia a aquellos que la ofenden. Perdona y olvida, mientras que la sabiduría terrenal conservará una lista de las ofensas que ha sufrido.
La sabiduría que viene de lo alto es imparcial y sincera (NVI). No hace distinción de personas. En otras palabras, no mira las apariencias. Es honesta y sincera en su trato con los demás. Su preocupación es que la verdad y la justicia prevalezcan.
Santiago nos recuerda que el fruto de la sabiduría celestial es la cosecha de la justicia. Si usted quiere que su ministerio tenga importancia para el Señor, necesita esta sabiduría celestial. Si usted quiere vivir una vida que agrade a Dios, entonces no debe confiar en su propio razonamiento. Día a día, necesitamos buscar al Señor y Su propósito. Necesitamos saturarnos de las enseñanzas de la Palabra de Dios. También necesitamos buscar Su dirección en nuestras vidas y ministerios. Para esto, debemos entrar en una comunión más profunda con Dios. Necesitamos morir a nuestras propias ideas y planes, y buscar los del Señor. Debemos confiar en Su dirección más que en nuestro propio entendimiento.
Para Meditar
¿Cuáles son las características de la sabiduría terrenal?
¿Cómo la sabiduría celestial difiere de la terrenal?
¿De dónde viene la sabiduría celestial?
¿Alguna vez se ha encontrado usted tratando de ministrar o vivir por medio de su propia sabiduría terrenal? ¿Qué frutos puede usted esperar de la sabiduría terrenal?
¿Por qué la sabiduría celestial es necesaria para producir una cosecha de justicia?
Para Orar
Pidamos al Señor que nos perdone por las veces en que hemos ignorando la sabiduría celestial y en su lugar hemos escogido hacer las cosas a nuestro modo.
Agradezcamos al Señor que Él está dispuesto a darnos Su sabiduría.
Pidamos a Dios que abra nuestras mentes y corazones más y más a Su propósito. Pidámosle que nos dé sabiduría para este día.
Pidamos al Señor que nos dé mayor deseo para buscarlo a Él y a Su propósito para todas las cosas.
12 – LA AMISTAD CON EL MUNDO
Leamos Santiago 4:1-6
En la meditación anterior Santiago discutió las diferencias entre la sabiduría celestial y la sabiduría de este mundo. Una de las diferencias más notables que observamos entre las dos era que, mientras la sabiduría celestial nos guía a la humildad y a la paz, la sabiduría terrenal nos lleva al orgullo, a la envidia y a la amargura. Al comenzar el capítulo 4, Santiago habla sobre la envidia y la amargura, y cómo éstas se manifiestan en las guerras y en los pleitos.
En el versículo 1 Santiago pregunta sin rodeos: “¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros?”. Obviamente Santiago estaba escribiendo a creyentes que estaban luchando en sus relaciones. Ellos tenían problemas para demostrarse mutuamente su fe de manera práctica. Santiago quiere tocar este asunto.
Habiendo preguntado sobre la causa de las guerras, Santiago procede a responder él mismo esta pregunta. Él les recordaba a sus lectores que estos pleitos venían de sus propias pasiones que combatían en su interior. Estas pasiones venían de su naturaleza carnal. La carne sentía celos y envidia cuando alguien más era bendecido, pues quería tener el primer lugar.
Si estos creyentes hubieran escuchado al Espíritu, habrían estado conformes con lo que ellos tenían. Se habrían regocijado cuando alguien más fuera bendecido. Habrían estado felices por ellos, y habrían hecho su parte para añadirles aún más bendición. Habrían sacrificado sus propios intereses por el bien de sus hermanos en Cristo.
Sin embargo, al escuchar los deseos de la carne, las cosas eran muy diferentes. Cuando la carne no logra lo que quiere, se vuelve celosa, envidiosa y amargada, y peleará para alcanzar lo que quiere. Estos malos deseos comienzan a controlar sus pensamientos y acciones y se vuelven el centro de nuestras vidas. ¿Cómo podemos vencer los malos deseos de la carne? Santiago provee algunos consejos prácticos en este pasaje.
En el versículo 2 Santiago declara que nosotros no tenemos porque no le pedimos a Dios. Aquí hay un principio importante que necesitamos entender. Santiago animaba a los creyentes a que llevaran todos sus deseos ante el Señor. Él no estaba dando a entender que Dios siempre nos daría todo lo que le pidamos, sino que nosotros deberíamos traer nuestras peticiones a Él. Cuando oramos a Dios respecto a los deseos de nuestro corazón, Él puede decir “sí” o puede decir “no”. Lo que importa es que le entreguemos estos deseos buscando Su sabiduría y dirección. Él nos dará todo lo que necesitamos. Dios debe ser la fuente de nuestra bendición. Lo que Él decide no dar, lo aceptamos como Su voluntad. Cuando Él da, le alabamos por Su bendición. De cualquier manera, rendimos nuestros deseos a Él. Si usted quiere tratar con los deseos de su carne, lo primero que debe hacer es traerlos a Dios y aceptar Su voluntad con un corazón obediente y humilde.
La segunda cosa que necesitamos hacer con los deseos que brotan de nuestro interior es examinar nuestros motivos. Santiago les dijo a sus lectores en el versículo 3, que la motivación que había tras estos deseos no siempre era santa. En algunos casos, la motivación es la satisfacción de las pasiones de la carne y no la gloria de Dios. En otras ocasiones, estos deseos son el resultado de un amor adúltero por el mundo.
No debemos confundirnos al pensar que el Señor está en contra de nuestros placeres. Al contrario, Él nos ha dado muchas cosas para que disfrutemos en este mundo. Sin embargo, algunas de estas cosas se vuelven más importantes para nosotros que Dios mismo. Dios debe ocupar el primer lugar en nuestros corazones.
Cuando traemos nuestros deseos a Dios, necesitamos preguntarnos lo siguiente: ¿Es mi motivo agradar y honrar a Dios, o solamente estoy preocupado por mí y mis propios placeres? ¿Estoy dispuesto a sacrificar lo que deseo si Dios me pide que lo haga?
En el versículo 4 Santiago llamó a los creyentes a recordar su relación con Dios. Si usted es creyente, usted ha entrado a una relación con su Señor. Él es su Señor y Salvador. Usted se ha comprometido a serle fiel; le ha dado su vida a Él. Darle la espalda a Dios por las cosas de este mundo es ser culpable de adulterio espiritual. Los deseos que batallan en nuestra carne nunca deben ocupar el lugar de nuestro Señor. Él debe ser lo primero en nuestros corazones.
Santiago también les recordaba a sus lectores que la amistad del mundo es enemistad contra Dios (v. 4). La amistad con el mundo solo hará que dejemos de poner nuestros ojos en el Señor Jesús. Debemos preguntarnos si nuestros deseos causarán que seamos infieles a nuestro compromiso de servir a Cristo como nuestro Señor absoluto. ¿Estos deseos harán que aparte mis ojos de Él como mi verdadero amigo? Tal y como un esposo desea la completa devoción de su esposa, así Dios busca nuestra completa atención y devoción.
Santiago continuó diciendo en el versículo 5 que las Escrituras enseñan que el Espíritu de Dios que vive en los creyentes los anhela celosamente. Es decir, Él está anhelando celosamente nuestra dedicación. ¡Cuán importante es que mantengamos esto presente a medida que luchamos con los deseos de la carne! Ningún esposo está feliz al ver a su esposa desviar su atención hacia otra persona. Dios no está feliz cuando desviamos nuestra atención hacia las cosas de este mundo. Él nos anhela a nosotros y a nuestra atención. Su corazón clama por nosotros con un intenso celo. Cuando usted escuche a su carne clamar por satisfacción, tome un momento y considere el intenso amor de Dios por usted como hijo Suyo que es. Deténgase a recordar que Él murió por usted y por su salvación. El corazón de Dios clama por su amor y devoción. Él lo ama a usted como nunca nadie lo ha amado. Nunca encontrará otro amor como el Suyo. Deje que la realidad de este amor toque su corazón. Cuando usted entienda verdaderamente que el Señor le anhela celosamente, los deseos de la carne perderán algo de su atractivo.
Santiago nos recuerda en el versículo 6 que Dios resiste a los soberbios y da mayor gracia a los humildes. El contexto aquí se refiere a los deseos pecaminosos de la carne. Sabemos que la carne es muy poderosa. Todos nosotros hemos sentido su fuerte influencia en nuestras vidas. Lo que parece que Santiago quiere decir es que, en esas ocasiones, cuando la batalla en nosotros arrecia, Dios está dispuesto a darnos más gracia. Su gracia será suficiente para superar la tentación del momento. Si usted quiere hacer lo correcto, el Señor le dará la gracia necesaria para resistir al diablo y vencer la tentación. Sin embargo, si usted testarudamente persiste en su deseo carnal, está haciendo a un lado al Señor. Dios da Su gracia a los que humildemente quieren recibirla, pero se la retirará a los que con arrogancia rechazan Su propósito.
Santiago nos dice que cuando nos enfrentemos con los malos deseos de la carne, los traigamos a Dios y busquemos Su sabiduría. El apóstol nos desafía a examinar nuestros motivos. ¿Son éstos para la gloria de Dios o para nuestros propios deleites? ¿Acaso estos deseos nos alejarán de Dios, o quitarán nuestra atención de Él y de su intenso amor por nosotros? Santiago prometió que la gracia de Dios se manifestará abundantemente en aquellos que se humillan y buscan a Dios y a Su propósito.
Para Meditar:
¿Cuáles deseos carnales ha tenido usted que enfrentar?
¿Qué principios dio Santiago para ayudarnos a tratar con los deseos carnales?
¿Qué aprendemos acerca del intenso amor de Dios por nosotros?
¿Son pecaminosos todos los deseos? ¿Cuándo sí se vuelven pecaminosos nuestros deseos?
Para Orar:
Pidamos al Señor que nos dé la victoria sobre los deseos pecaminosos de la carne.
Demos gracias a Dios por anhelarnos intensa y celosamente.
Pidamos al Señor que aumente nuestro amor y devoción por Él.
Agradezcámosle por Su promesa de darnos toda la gracia que necesitamos si humildemente le buscamos, y con disposición caminamos en obediencia a Su propósito.
13 – EL ASCENSO
Leamos Santiago 4:7-10
¿Cuál es el camino hacia una vida plena y con sentido para el creyente? En este pasaje Santiago reveló la manera en que podemos encontrar el verdadero gozo y significado en la vida.
Someteos a Dios
Santiago comienza esta parte diciéndoles a sus lectores que, si ellos querían conocer la plenitud de Dios y Su bendición en sus vidas, debían someterse a Él y a Sus propósitos. La palabra “someter” es un término militar que describe cómo los soldados se organizaban bajo el mando de sus oficiales. Sin embargo, debemos notar que esta sumisión era voluntaria. El enemigo sería obligado a someterse, pero los soldados se ofrecían voluntariamente a obedecer las órdenes de sus superiores. Santiago estaba diciéndoles a sus hermanos que ellos necesitaban someterse a Dios voluntariamente.
El mundo mira esto y no entiende cómo es posible darle sentido y propósito a la vida. Son aquellos que quieren permanecer sin Dios y hacer las cosas a su manera, los que se desesperan y buscan en vano algún propósito en este mundo. Solo al rendirnos a Dios podemos descubrir el significado real. Dios nos creó y conoce lo que es mejor para nosotros. El propósito de Sus caminos nunca fue atarnos o restringirnos; por el contrario, nos capacitaron para vivir una vida de plenitud. El sistema corrupto del mundo no puede darnos lo que necesitamos. La sumisión a Dios es nuestra única esperanza para encontrar significado y propósito en la vida.
Resistid al Diablo
Lo próximo que Santiago les dice a sus lectores es que ellos necesitaban resistir al diablo. El deseo de Satanás es provocar que los creyentes duden, nieguen y desobedezcan la Palabra de Dios. Hay una conexión entre someterse a Dios y resistir al diablo. Nosotros resistimos al diablo cuando nos sometemos a Dios y a Sus caminos. Para resistir debemos escuchar al Señor y seguir Sus mandamientos. Al volvernos al Señor le damos la espalda al diablo y a sus engaños.
Resistimos al diablo cuando nos sometemos al Señor en todo. Esto demandará todo lo que tenemos. Requerirá que muramos a todos nuestros deseos y lo procuremos solo a Él. Significará que nos despojemos de todo lo que nos distrae de la pureza y la santidad. La promesa de Santiago es que cuando continuamos resistiendo por medio del sometimiento al Señor, el enemigo huirá de nosotros. El enemigo odia la santidad y la pureza de vida; y no debemos darle ni la más mínima oportunidad en nuestras vidas.
Acercaos a Dios
El tercer desafío de Santiago es que nos acerquemos a Dios. Hay una diferencia entre someternos a Dios y acercarnos a Dios. Un soldado puede someterse a las órdenes de su superior y aun así no ser cercano a ese oficial. Un esclavo puede someterse a su señor, pero aun así permanecer distante. Dios nos está llamando a acercarnos a Él como lo hacemos a un amigo o a quien amamos; Él nos está llamando a la intimidad. Podemos someternos a Dios y aun así no disfrutar de una relación íntima con Él. Existen personas que viven en sumisión a Dios, pero no se deleitan en Él. Dios está buscando personas cuyo corazón anhele acercarse a Él. Está buscando personas cuyo deseo no sea solo obedecer, sino también que estén dispuestas a amarlo con todo su corazón. Cuando experimentamos este nivel de intimidad con Dios, someterse a Él ya no es una obligación; más bien es un placer para los que experimentan esta cercanía. Si queremos experimentar la plenitud de vida, debemos vivir en el contexto de intimidad y amor por Dios.
Limpiad las manos
Limpiar nuestras manos simboliza que hemos estado tratando con los pecados que manchan nuestras vidas. En esta vida todos nosotros hemos hecho cosas de las cuales no nos enorgullecemos. Ninguno de nosotros puede someterse perfectamente a Dios, aun amándolo profundamente. Ninguno de nosotros cumplirá con Su estándar. Santiago nos está diciendo que cuando esto suceda debemos venir a Dios, confesar nuestros pecados, y buscar Su purificación. Solo Cristo puede perdonar esos pecados y hacernos personas limpias de nuevo. No importa cuán pequeño sea ese pecado, traigámoslo al Señor para que nos perdone. Si queremos entender el verdadero significado de la vida, y si queremos vivir vidas plenas, debemos deshacernos de todo pecado que nos aleja de Dios y de Su propósito. Debemos lavar nuestras manos y estar limpios ante Él.
Resulta muy interesante que Santiago no dice que debemos limpiar nuestras manos antes de acercarnos a Dios. La realidad del asunto es que no podemos limpiar nuestras manos hasta que primero no nos hayamos acercado a Dios, quién es el único que puede hacernos limpios. Hay muchos que creen que antes de venir a Dios deben haberlo arreglado todo en sus vidas. Debemos venir a Él primeramente. Él nos limpiará y nos purificará.
Purificad vuestros corazones
No solo necesitamos limpiar nuestras manos mediante la búsqueda del perdón de Dios, sino que también necesitamos purificar nuestros corazones. Una cosa es buscar el perdón por los pecados, y otra es cambiar nuestra actitud respecto a ese pecado. Usted puede arrepentirse de cometer adulterio y no hacerlo más, mientras que, en su corazón, usted continúa secretamente deseándolo. Cuando nuestros corazones son purificados, estamos limpios tanto del acto como del deseo. Dios no solo quiere que paremos de pecar, Él también quiere que paremos de desear el pecado. No nos quedemos a la mitad del camino. Busquemos a Dios para que quite en nuestro corazón el deseo de pecar. Pidámosle que purifique nuestros corazones. Solo cuando estemos libres de estos malos deseos, podremos experimentar la plenitud del propósito de Dios para nuestras vidas.
Afligíos, lamentad y llorad
Afligirse, lamentarse y llorar tiene que ver con el quebrantamiento por el pecado. Aquellos que se afligen y se lamentan reconocen que han ofendido al Dios santo. Puede que no haya gozo ni felicidad en la vida cristiana hasta que aprendamos a tener una aflicción santa sobre el pecado y la maldad.
Existe otro aspecto relacionado con la aflicción y el lamento. Dios no nos llama a una vida fácil. Él nos llama a luchar mientras resistimos al enemigo. Esta batalla no es fácil. Habrá sufrimiento y lucha en la batalla espiritual que tenemos por delante. Dios está buscando personas que estén listos para enfrentar las luchas. Los que están preparados para atravesar aflicciones en la presente batalla, experimentarán bendición y restauración en esta vida y en la venidera. Santiago no estaba llamando a los creyentes a estar sin gozo. Él estaba llamando a que tuvieran un estilo de vida serio. Se trata de un tiempo de guerra. El descanso eterno vendrá, pero por ahora debemos luchar. Solo aquellos que se involucren en esta batalla contra el diablo y la impiedad podrán experimentar la plenitud del propósito de Dios para sus vidas.
Humillaos
El último desafío que Santiago hizo en estos versículos fue el de humillarse ante el Señor. Aquellos que son humildes no se enaltecen sobre Dios, sino que se rinden a Él y a Su voluntad. Ellos reconocerán su culpa, confesarán y se afligirán por su pecado. Ellos rendirán voluntariamente cada deseo o placer egoísta por la causa de su Señor.
En el versículo 10 hay una promesa para aquellos que se humillan, y es que el Señor los exaltará. Ellos serán honrados; experimentarán plenitud de gozo y bendición en su Señor; sus vidas tendrán significado y propósito. Todo esto viene como resultado de rechazar al mundo, resistir al diablo y humillarse ante Dios.
Para Meditar:
¿Qué significa someterse a Dios?
¿Cuál es la conexión entre someterse a Dios y resistir al diablo?
¿Cuál es la diferencia entre someterse a Dios y acercarse a Dios? ¿Qué nos dice esto sobre lo que Dios pide de nosotros?
¿Cuál es la diferencia entre limpiar nuestras manos y purificar nuestros corazones? ¿Existen pecados que ya no practicamos pero que aún deseamos? ¿Es Dios capaz de purificar nuestros corazones de estos deseos?
¿Qué aprendemos aquí sobre las dificultades de la vida cristiana?
¿Qué quiso decir Santiago cuando dijo que Dios nos exaltará? ¿Cuáles son las condiciones para esta exaltación?
¿Ha experimentado usted la plenitud de vida que el Señor quiere ofrecerle? Si no es así, medite en lo que hemos aprendido en esta sección. ¿Qué cosas deben suceder para que experimentemos una mayor plenitud en nuestra vida cristiana?
Para Orar:
Pidamos al Señor que examine nuestro corazón para ver si existe algún área que aún no hemos rendido a Él.
Pidamos a Dios que nos dé gracia para acercarnos más a Él. Roguémosle que nos capacite para crecer en intimidad con Él.
Pidamos al Señor que quite de nuestro corazón cualquier deseo por las cosas impías de este mundo que no nos dejan experimentar la plenitud de vida en Él.
14 – JUZGANDO AL HERMANO
Leamos Santiago 4:11-12
Santiago pasó a hablar de otro asunto muy práctico en el cuerpo de Cristo. En estos próximos dos versículos él habla sobre el hecho de murmurar y juzgar a otros.
Santiago comienza en el versículo 11 diciendo a sus lectores que no murmuren los unos a los otros. Murmurar es hablar mal de alguien con la intención de hacer daño. La idea es que el individuo usa la lengua como un arma para herir a otros. La lengua es capaz de grandes males. Puede destruir la reputación de las personas y llevarlas a la desesperación.
Observemos la conexión que hace Santiago entre hablar mal de alguien y juzgar. Para hablar mal o murmurar de alguien, tenemos que hacer un juicio acerca de esa persona. Murmurar es verbalizar el juicio. Hacemos un juicio acerca de un individuo (ya sea verdadero o falso) y luego le anunciamos ese juicio a otros de tal manera que la persona resulta dañada. Santiago declaró que cuando juzgamos a nuestro hermano, hablamos contra la ley y juzgamos la ley. Esto merita analizarse.
Santiago les recordaba a aquellos que condenaban a sus hermanos por quebrantar la ley de Dios que, al murmurar, ellos mismos estaban quebrantando la ley. Llegaron a ser tan culpables como los infractores a quienes condenaban.
Sin embargo, el problema era mucho peor. Estos individuos despreciaban a sus hermanos. Al igual que los fariseos del Nuevo Testamento, ellos estaban condenando a otros mientras ellos mismos quebrantaban la ley. Se negaban a ver el pecado que estaban cometiendo. Justificaban sus obras diciendo que ellos estaban buscando la gloria de Dios, pero en realidad, estaban actuando con orgullo. Al ignorar su propio pecado mientras condenaban el pecado de otros, estos individuos eran culpables de escoger cuál ley debía ser obedecida y cuál no. Ellos se colocaban por encima de la ley, interpretándola de la manera que mejor les placía. Estos individuos eran como las personas de las que Jesús habló en Mateo 7:3:
“¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?”
Santiago le recordaba a su audiencia en el versículo 12 que solo existe un Dador de la ley y un Juez. Dios dio la ley y juzga a los que la infringen. Solo Él puede juzgar con justicia. Solo Él es perfecto y digno de juzgar a los pecadores. ¿Quién de nosotros debe juzgar los pecados de otros cuando precisamente nosotros mismos somos tan culpables? ¡Cuán fácil nos resulta ser como los individuos de los que Santiago habla aquí! Hablamos públicamente en contra de nuestro hermano porque ha fallado, pero ignoramos todas las áreas de nuestras las que nosotros también hemos fallado. Dios no toma esto a la ligera. Él ve la hipocresía de nuestros corazones y nos juzgará.
Aquí hay otro asunto el cual necesitamos analizar. Si no debemos juzgar a nuestro hermano, entonces ¿cómo es posible algún tipo de disciplina en la iglesia? Permítanme concluir con algunos puntos respecto a la práctica de la disciplina de la iglesia.
Jesús declaró en Mateo 18:1517 que cuando un hermano peca, debemos acercarnos a él personalmente y mostrarle su falta. Si se niega a escuchar, entonces debemos tomar a uno o dos testigos con nosotros. Si aún continúa sin oír, debemos traerlo ante la iglesia. Si no escucha a la iglesia, debemos tratarlo como a un incrédulo. Aquí hay varias cosas que necesitamos observar.
Primero, el individuo culpable es confrontado en privado acerca del pecado. Aquí no hay murmuración, pues la persona que ha sido ofendida simplemente le dice al hermano que ofendió lo que hizo. El propósito es restaurarlo a un correcto caminar con Dios.
Segundo, si el individuo culpable se rehúsa a arrepentirse se llamará a otros testigos. Solo uno o dos testigos se reunirán con la parte que ofendió. Todavía el asunto es privado. Estos testigos fueron traídos no solo para presenciar el rechazo de reconciliación de la persona ofensora, sino también para ser testigos de la actitud del que ha sido ofendido, y confirmar la validez de la acusación u ofensa. Al traer a estos testigos, la parte ofendida permite que también se le examine.
El asunto no debe traerse a la iglesia hasta que estos testigos perciban que es necesario. El asunto se trata en privado y con humildad hasta que se vea que las actitudes de cualquier parte afectarán al cuerpo completo. El objetivo siempre es la armonía y la unidad del cuerpo de Cristo.
No es lo mismo que un individuo desprecie a una persona al juzgarla, a que un individuo procure la unidad del cuerpo al eliminar los obstáculos que estorban esa unidad. Al seguir los principios de Mateo 18, ambas partes involucradas son examinadas por el liderazgo de la iglesia. En este caso no hay murmuración, sino una mansa sumisión al propósito del Señor.
Existen personas que usan estos versículos de Santiago para decir que la iglesia no tiene derecho a decir nada respecto a los individuos que andan en pecado. Ellos dicen que no deberíamos juzgar a nadie. La teoría es que podemos hacer lo que queramos y la iglesia realmente no debe decir nada al respecto. Esto no puede ser así. El pecado debe tratarse en el cuerpo de Cristo, y por naturaleza esto requiere de cierto juicio.
Lo que no podemos juzgar son las intenciones del corazón de nuestro hermano o hermana. Solo Dios puede discernir las intenciones del corazón. Cuando llamamos a un hermano a que se arrepienta de un pecado que está claramente declarado en las Escrituras, no lo estamos juzgando. Solo la Palabra de Dios juzga a las personas. Nosotros simplemente los desafiamos a caminar a la luz de las Escrituras.
Santiago nos llama a ser humildes y sinceros en nuestras relaciones con nuestros hermanos en Cristo. El Señor reprende a los que se levantan como jueces y hablan mal de otros cuando ellos mismos son igualmente culpables de pecado. En cambio, él llama a tener un espíritu de humildad al tratar con un hermano en Cristo que se ha descarriado del camino de la verdad. Aquellos que confrontan a un hermano acerca de su pecado, deben primeramente reconocer que ellos también han fallado. Es nuestra meta animarnos unos a otros para lograr un nivel más profundo de compromiso con Cristo. Al hacer esto, nos desafiamos y estimulamos mutuamente en humildad, como pecadores que buscan caminar como Dios desea.
Para Meditar:
¿Quién es el único digno de ser Juez? ¿De qué manera los juicios de Dios son diferentes a los nuestros?
¿Alguna vez se ha encontrado usted mirando a otros y juzgando sus acciones e intenciones mientras ignora su propio pecado? Explique.
¿Cuál es la diferencia entre juzgar a otros con orgullo y desafiarse mutuamente a andar en los caminos que Dios ha establecido para nosotros? ¿Qué función desempeñan las Escrituras como juez? ¿Qué papel desempeña la humildad?
Para Orar:
Pidamos al Señor que nos perdone por las veces en que hemos juzgado a nuestro hermano sin tener en cuenta nuestro propio pecado.
Pidamos a Dios que nos dé más paciencia con quienes incumplen con Sus normas divinas. Roguémosle que nos dé amor por estos individuos.
Oremos a Dios para que nos ayude a entender la diferencia entre juzgar a otros con orgullo y el deseo sincero de que el hermano en Cristo ande espiritualmente sano.
15 – JACTÁNDONOS DEL MAÑANA
Leamos 4:13-17
En esta epístola Santiago hizo un gran énfasis sobre el uso de la lengua. Él le recordaba a su audiencia en el capítulo tres sobre lo difícil que resulta controlar la lengua, y la destrucción que ésta puede causar. En la meditación pasada, él hablaba sobre la murmuración y el hablar mal los unos de los otros. Aquí, en esta última parte del capítulo 4, él habla sobre otro mal uso de la lengua: la jactancia.
¿Quién entre nosotros no ha hecho planes para el mañana? Aunque esto no es malo, algunas veces no somos capaces de darnos cuenta que el mañana no está en nuestras manos. Santiago escribe aquí sobre individuos que hacían planes para ir a cierta ciudad, permanecer allí un año y hacer negocios. La intención de ellos era hacer mucho dinero. Aunque hacer planes es importante, lo que debemos reconocer es que no sabemos lo que sucederá mañana. La realidad del asunto es que ni siquiera sabemos si mañana estaremos vivos. En el versículo 14 Santiago compara nuestras vidas a una neblina que aparece por un tiempo y luego se desvanece.
Hay muchísimas cosas que damos por sentado en esta vida. Suponemos que viviremos una larga vida llena de salud. Hace algún tiempo un accidente automovilístico me ayudó a entender que no tenemos control sobre nuestras vidas. Nuestras vidas están en las manos de Dios. Nuestra salud o cualquier otra circunstancia pueden cambiar en un instante.
Santiago desafiaba a sus lectores en el versículo 15 a tomar en cuenta al Señor en sus planes. Él los desafiaba a decir: “Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello”. A menudo, nos frustramos o amargamos porque las cosas no salen como queremos. Nos frustramos porque no hemos aceptado completamente el hecho de que Dios es el Señor de cada día y tiene el derecho de hacer con cada día como le plazca. Debemos aprender a aceptar lo que Él pone en nuestro camino.
Hay algo más que necesitamos aprender de este pasaje. Debido a que no somos dueños del mañana, necesitamos buscar a Dios para conocer Su voluntad y propósito para cada día. ¿Cuántas veces planeamos nuestro día como si pudiéramos hacer todo lo que queramos? Si Dios es el Dueño de cada día, entonces necesitamos buscar Su voluntad para cada día. Un siervo procura la voluntad de su señor en todo. No solo incluya al Señor en sus planes, haga de Él el Señor de sus planes. Nosotros no conocemos qué traerá el mañana, pero Él sí. Su propósito es mejor que los nuestros. Debemos aprender a ser personas que busquemos Su voluntad cada día de nuestras vidas.
Hay algo más que me gustaría mencionar en este contexto. Si no tenemos el control de cada día, y no podemos determinar si viviremos o tendremos salud, entonces debemos aprender a agradecer y alabar a Aquel que nos ha dado ese día. Cada día que vivimos y experimentamos la bendición de Dios es un día más en que debemos dar gracias. Dios está en control de nuestras circunstancias. Él derrama sobre nosotros Sus bendiciones, y hace que Sus planes tengan éxito en nosotros. Necesitamos aprender a ser agradecidos. En lugar de jactarnos de lo que haremos y a dónde iremos, necesitamos aprender a someternos a Dios con toda humildad, y a reconocer que todo viene de Él.
Santiago concluye esta parte del versículo 17 con una poderosa advertencia. Él declaró que si una persona sabe hacer lo bueno y no lo hace, le es pecado. Santiago nos ha estado recordando que debemos procurar la voluntad del Señor en nuestros planes cada día. Una cosa es buscar la voluntad del Señor y otra es escuchar esa voluntad y obedecerla. ¿Cuántas veces en el transcurso de la semana hemos sentido el gentil “codazo” del Espíritu de Dios para que hagamos algo? ¿Cuántas veces el Espíritu de Dios ha puesto a alguien en nuestros corazones? ¿Hemos respondido a ello? ¿No hacerlo es pecado? Santiago desafiaba a los creyentes a buscar la voluntad del Señor, a morir a los deseos personales y a rendirse completamente a los propósitos del Señor cada día. No hacerlo es pecado.
No hay lugar para jactarnos de lo que haremos o a dónde iremos. Como creyentes, debemos darnos cuenta de que no tenemos el control sobre los eventos y las circunstancias de la vida. Nos rendimos cada día al Señor, y como Dios soberano, Él tiene el derecho de traer a nuestras vidas cualquier cosa que Él considere apropiada. Dios tiene el derecho de guiarnos o cambiar nuestros planes. Nuestro propósito es someternos humildemente a Él y caminar en obediencia a Su propósito para cada día.
Para Meditar:
¿Realmente podemos jactarnos de algo en nuestras vidas? ¿De dónde provienen todas las bendiciones?
¿Alguna vez Dios le ha quitado algo inesperadamente? ¿Qué nos enseña esto acerca de quién es el que está en control de nuestras vidas?
¿Cómo respondemos a los imprevistos que suceden en nuestro día a día? ¿Qué nos enseñan sobre someternos voluntariamente a Dios?
¿Ha sometido usted su vida cada día al Señor? ¿Existen cosas que aún necesita rendir a Él? ¿Cuáles son?
¿Ha puesto Dios a alguien en su corazón a quien usted necesita ver o hablarle? ¿Ha estado poniendo Dios algo en su corazón que usted necesite rendir o hacer? ¿Ha sido usted obediente?
Para Orar:
Agradezcamos al Señor la manera en que se han desarrollado los eventos de nuestras vidas.
Agradezcamos a Dios que ha prometido que todas las cosas obran para nuestro bien (ver Romanos 8:28).
Pidamos al Señor que nos perdone por las veces en que no le hemos buscado ni a Él ni a Su voluntad. Roguemos que nos perdone por las veces en que hemos sentido amargura o frustración porque ha cambiado nuestros planes.
Demos gracias al Señor por las circunstancias que Él ha traído hoy a nuestro camino.
Pidamos a Dios que nos guarde de estar murmurando y quejándonos por lo que Él permite en nuestras vidas.
16 – UN MENSAJE A LOS RICOS
Leamos Santiago 5:1-6
En el capítulo 5 Santiago gira su atención a los ricos. Estos individuos se destacaban por la manera en que usaban su dinero y sus recursos. No debemos dar por sentado que el dinero y las riquezas sean malos en sí mismos. Sin embargo, estas personas estaban abusando de las riquezas que Dios les había dado. Santiago creía que la fe verdadera impactaba sobre la manera en que una persona usaba su dinero y posesiones.
En el versículo 1 Santiago comienza llamando a los ricos a llorar y a gemir (NTV) por las miserias que les sobrevendrían. El juicio de Dios estaba cayendo. Nuevamente debemos recordar que este juicio no era a causa de sus riquezas, sino por lo que estas riquezas significaban para ellos, y la manera en que las usaban. Hay grandes santos en las Escrituras que fueron bendecidos por Dios en lo material. Salomón y David eran más ricos que cualquier otro rey sobre la tierra, en ese tiempo. Abraham tenía tanto ganado que tuvo que separarse de Lot para tener suficiente pasto (Gn. 13:6). Las riquezas no son malas, pero muy rápido pueden tomar el lugar de Dios, si lo permitimos.
Debemos percatarnos que la verdad de este pasaje respecto a las riquezas materiales también se aplica a las bendiciones de Dios. Aunque no seamos ricos materialmente, todos nosotros hemos sido bendecidos por Dios de una forma u otra. Lo que hacemos con estas bendiciones es de extrema importancia.
En este contexto particular, el juicio viene sobre los ricos por causa de su egoísmo. Sus riquezas se pudrirían y las polillas se comerían sus ropas de lujo. La plata y el oro que ellos acumulaban se llenarían de moho, y ya no tendrían más valor para ellos. Sus riquezas eran temporales y serían destruidas.
Nos puede ser de ayuda recordar que cuando los hijos de Israel viajaron a través del desierto, el Señor proveía maná para que comieran (Éx. 16:4). Este pan llovía del cielo cada mañana. El pueblo de Dios debía tomar solo lo que necesitaban, no más. Todo lo que tomaran de más se echaría a perder y cogería gusanos (Éx. 16:20). Esto significaba que el pueblo de Dios no podía acumular para sí grandes cantidades. Ellos debían confiar en el Señor para la porción de cada día.
Observemos en el versículo 3 que la corrosión de sus riquezas testificaría en contra de los ricos en los días postreros. La descomposición de sus riquezas acumuladas testificaría de su mayordomía infiel. Estas riquezas estaban almacenadas, pero no las usaban para el beneficio del reino de Dios. Santiago advertía que esta ambición también tendría un efecto corrosivo sobre ellos en lo personal –devoraría sus carnes como el fuego.
En este texto hay una lección importante para nosotros. Santiago declaró que las riquezas son como el fuego. Si usted sostiene en su mano algo muy caliente, muy pronto se quemará. Así es como funciona con las riquezas. Dios desea que las riquezas sean usadas e invertidas. Éstas carecerían de valor al ser almacenadas. La tendencia a la ambición y al acaparamiento puede ser muy fuerte. Pablo dijo en 1 Timoteo 6:10:
“Porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores”.
¿Cuántos males no se han cometido por culpa del dinero? Las riquezas son una herramienta poderosa en las manos del enemigo. Por esta razón, no debemos aferrarnos a ellas por mucho tiempo. En vez de eso, debemos invertirlas sabiamente para el avance del reino de Dios.
Observemos lo que les sucedió a los que estaban almacenando riquezas en los días de Santiago. En su amor por las riquezas, estos individuos fallaban en el pago del salario que debían a quienes trabajaban para ellos (v. 4). Los siervos habían segado sus campos y cosechado sus productos, pero no habían recibido su paga. A medida que sus riquezas comenzaban a controlar a estos individuos ambiciosos, ellos no eran capaces de dividir su dinero para pagar con justeza el salario que debían. Como sucede con el alcohólico, estas personas ricas deseaban el dinero cada vez más. Parecía que nunca les era suficiente. Para satisfacer su sed por las riquezas, ellos recurrían a la violencia y a la falta de honestidad.
El llanto de aquellos que eran explotados por los ricos se elevaba hasta Dios. Él oía este clamor por justicia y llamaría a los opresores a rendir cuenta de sus acciones en el Día del Juicio. Estos ricos arrogantes y ambiciosos no habían logrado entender que Dios los había bendecido con recursos para que, a su vez, ellos bendijeran a otros.
Los ricos a quienes Santiago condenaba se habían engordado con los lujos que habían robado y almacenado. No se daban cuenta que su búsqueda de deleites impíos y extravagantes los estaba llevando al Día del Juicio y muerte. Estos ricos malvados eran tan controlados por su ambición, que incluso eran capaces de matar para mantener su estilo de vida. Dios los juzgaría no solo por el mal uso de los recursos que Él les había dado, sino también por lo que ellos les hicieron a otros a medida que buscaban acumular más para sí mismos.
Estas palabras de Santiago nos desafían a analizar seriamente la manera en que usamos lo que Dios nos ha dado. Un día responderemos ante Dios por la manera en que usamos las bendiciones que nos dio. ¿Acaso todas esas bendiciones las acumularemos para que sean enmohecidas, o las invertiremos en el reino de Dios? Dios está mirando cómo usamos lo que Él nos ha dado y un día responderemos ante Él por el uso de cada una de Sus bendiciones.
Para Meditar:
¿Son malas las riquezas?
¿Cómo pueden nuestras bendiciones llevarnos a la maldad?
¿Cuáles bendiciones el Señor le ha dado a usted? ¿Cómo usted ha estado usándolas para Su reino?
¿Por qué pueden nuestras riquezas y bendiciones ser comparadas con el fuego?
¿Cuál es el lugar de satisfacción en la vida? ¿De qué manera el contentamiento nos protege de las asechanzas de las riquezas mundanales?
¿Cómo puede usted invertir mejor lo que Dios le ha dado para el beneficio de Su reino?
Para Orar:
Pidamos al Señor que nos permita percibir las riquezas de Sus bendiciones en nuestras vidas.
Pidamos al Señor que nos ayude a usar lo que Él nos ha dado para el beneficio del reino.
Roguemos a Dios que nos perdone por las veces en que hemos gastado nuestros recursos en placeres egoístas.
17 – ESPERANDO CON PACIENCIA LA VENIDA DEL SEÑOR
Leamos Santiago 5:7-12
En la sección anterior vimos cómo Santiago les hablaba a los ricos que oprimían a los pobres. Él les recordaba que muy pronto vendría el juicio de Dios. En esta sección, Santiago les habla a los que estaban siendo oprimidos. Él les recordaba que vendría el día cuando se les haría justicia.
En el versículo 7 el apóstol los desafiaba a ser pacientes en el sufrimiento. Santiago anima a los hermanos que estaban bajo opresión a que fueran pacientes y esperaran la venida del Señor. Ellos debían permanecer bajo su carga sin rendirse. Esto era posible por la esperanza que ellos tenían en la venida del Señor Jesús, quien traería justicia y rectitud a la tierra.
¡Qué hermosa esperanza es esta! Debido al regreso de Jesús, los creyentes tienen razón para perseverar. Jesús corregirá todo lo que esté mal. Podemos enfrentar las pruebas del presente porque sabemos que cuando Él venga nuestra victoria está asegurada.
Santiago ilustraba su argumento al señalar cómo el labrador espera su fruto. El labrador planta su semilla con fe en que, a su debido tiempo, sus campos producirán un buen fruto. Él espera pacientemente por la primavera y por las lluvias del otoño, esperando que cuando vengan, propicien una abundante cosecha. El labrador trabaja duro y bastante porque sabe que al final tendrá la recompensa: una cosecha para disfrutar. De manera similar, nosotros también encontramos esperanza en la venida del Señor Jesús. Al igual que el labrador, nosotros estamos dispuestos a soportar mucho por la causa del Señor. La convicción de que Él volverá a recompensar a Sus siervos fieles nos da esperanza y fortaleza para perseverar cuando las cosas se tornen difíciles.
Debemos vivir cada día en vista de la venida de nuestro Señor. Necesitamos dejar que la promesa de Su regreso nos dé valor para enfrentar los obstáculos que el enemigo pone en nuestro camino. El Señor Jesús viene a llevarnos con Él a un lugar donde finalmente estaremos libres de pena y sufrimiento. Él viene a conquistar y a vencer el poder del maligno; viene a juzgar; viene a traernos nuestra recompensa. ¡Qué hermosa esperanza tenemos en la promesa de Su venida! Como el buen labrador, mantengamos el terreno de nuestros corazones en buenas condiciones, esperando que Su promesa sea cumplida.
Santiago desafiaba a sus lectores en el versículo 8 a permanecer firmes porque la venida de Cristo se acerca. En otras palabras, ellos debían permanecer obedientes y firmes en la fe. No debían rendirse ni volverse perezosos por la opresión, sino que debían continuar en la batalla.
Jesús les recordaba que el Juez está a la puerta. Él está listo para cruzar esa puerta en cualquier momento. ¿Estaremos nosotros preparados? ¿Qué encontrará el Señor cuando atraviese la puerta? ¿Encontrará el terreno de nuestros corazones listo para Su lluvia refrescante? ¿O nos encontrará dormidos y con el terreno de nuestros corazones desapercibido ante Su regreso?
En el versículo 9 Santiago enfocó a sus lectores en un área particular de sus vidas que necesitaba ser cultivada y preparada para la venida del Señor. Aquí, en particular, él les decía que no se quejaran unos con otros para que no fueran juzgados cuando el Señor viniera. Mientras esperamos por la venida del Señor, debemos convivir con nuestros hermanos y hermanas en Cristo. Al hacerlo, probablemente surjan conflictos y diferencias entre nosotros. Satanás conoce el poder que tienen las relaciones destruidas. Él conoce el daño que pueden provocar las relaciones quebrantadas dentro de la iglesia de hoy en día. Santiago les recuerda a los creyentes que ellos deben poner especial atención a las relaciones dentro del cuerpo de Cristo. A medida que ellos esperaban el regreso del Señor, debían hacer todo lo posible para mantener buenas relaciones los unos con los otros. Debían preparar el terreno de sus corazones para el regreso de Cristo manteniendo buenas relaciones unos con otros, a fin de que la mala hierba del descontento no se encontrara cuando Jesús volviera. Este era especialmente un desafío como consecuencia de la persecución y las batallas que sufrían estos creyentes.
Santiago hace memoria de los profetas del Antiguo Testamento. Estos hombres sufrieron mucho a manos de las personas de su tiempo. Tuvieron que soportar insultos y reproches por parte de los pecadores cuando proclamaban la verdad de la Palabra de Dios. A pesar de la persecución, estos hombres de fe perseveraron hasta el final. Santiago llamaba a sus lectores a ser pacientes y a soportar las adversidades en la voluntad del Señor, al igual que hicieron los profetas. El Señor regresará a juzgar el pecado y la maldad. Ese pecado y esa maldad no solo se encuentran en los corazones de los incrédulos, sino que también se pueden encontrar en nuestros propios corazones. La venida de Cristo nos brinda una gran esperanza, pero también nos recuerda que como hijos de Dios seremos juzgados por nuestras actitudes y acciones pecaminosas. Todo aquel que vive en la esperanza de la venida de Cristo se purificará para estar preparado para ese regreso.
Hay bendición para los que perseveran en las pruebas y en las dificultades (ver versículo 11). Santiago dirigió la atención hacia Job, quien pacientemente soportó perder todo lo que tenía; y por su paciencia, Dios lo bendijo abundantemente. Al final, él recibió de parte de Dios más de lo que tenía al principio. Dios no ignora nuestro sufrimiento y dolor, y nos recompensará si perseveramos y somos fieles a Él.
Esta parte de la epístola revela que los que viven teniendo en cuenta la venida del Señor serán caracterizados por muchas cosas. Primero, tendrán motivo para ser alentados en medio del sufrimiento y las dificultades. Ellos saben que, aunque las cosas presentes puedan ser difíciles, el Señor vendrá para arreglarlas. Ellos tienen esperanza y propósito en la vida; y no se desesperan porque han fijado sus ojos en el Señor, el cual les promete la victoria.
Segundo, quienes viven en vista de la venida del Señor serán fieles y pacientes. Ellos quieren estar preparados para cuando Cristo venga, y quieren ser hallados fieles. Ellos quieren estar limpios y puros cuando se encuentren cara a cara con el Señor. No quieren ser avergonzados, más bien, quieren recibir su recompensa.
Tercero, quienes viven esperando la venida del Señor saben que, aunque puedan sufrir mucho en este mundo, Dios no ignora su sufrimiento. Ellos saben que Dios es compasivo y misericordioso, y tiene un propósito con su aflicción. Viven confiando en la bondad de Dios y esperan que Él los bendiga por su fidelidad.
En el versículo 12 Santiago les dice a sus lectores que ellos no debían hacer juramentos, no fuera que cayeran en condenación. En medio de sus batallas, era muy posible que estos creyentes recurrieran a hacer juramentos. Por ejemplo, un hombre podría prometerle a Dios que haría tal o más cual cosa si Dios lo liberaba de sus pruebas. En Jueces 11:30-40 leemos sobre un hombre llamado Jefté, el cual hizo voto a Dios de que, si le daba la victoria sobre sus enemigos, él sacrificaría a cualquiera que viniera a recibirlo a su regreso. Su propia hija vino a recibirlo cuando volvió, y él se vio obligado a ofrecerla en sacrificio para obedecer este juramento que hizo sin pensar.
¡Cuán fácil es hacer juramentos semejantes a otras personas o a Dios cuando estamos en nuestras luchas! Santiago nos dice que debemos abstenernos de hacer esto. En su lugar, debemos perseverar en integridad y sinceridad de corazón hasta que Dios venga a salvarnos. Cuando dice que nuestro sí sea sí y nuestro no sea no, nos recuerda que debemos ser personas honestas y sinceras, comprometidas a hacer lo correcto sin tener que recurrir a hacer compromisos por medio de negociaciones con Dios o con nuestro prójimo con tal de ser librados de nuestro dolor. En nuestras luchas, debemos comprometernos con Dios y Su propósito. A Su tiempo Él nos librará. Mientras tanto, debemos ser pacientes y aprender lo que Él nos quiere enseñar por medio de nuestra aflicción.
Santiago estaba diciendo en este texto que los que viven en espera de la venida del Señor, viven agradándole y honrándole. Como creyentes debemos vivir cada día con la convicción de que Cristo puede regresar en cualquier momento. Esta esperanza debería motivarnos a vivir paciente y sacrificialmente, aún bajo las circunstancias más difíciles. Esto implica que no hagamos juramentos o tomemos la vía más rápida. También implica que demos nuestros últimos pasos en humildad e integridad delante de nuestros hermanos. Queremos estar preparados para presentarnos ante nuestro Señor cuando Él vuelva. No queremos ser avergonzados cuando estemos ante Su presencia.
Para Meditar:
Si usted supiera que el Señor regresa mañana, ¿qué cambios haría en su vida?
¿Qué diferencia marca vivir cada día con nuestros ojos puestos en la eternidad?
¿Por qué es importante que aprendamos a vivir en armonía con nuestros hermanos en Cristo?
¿Alguna vez ha estado usted tentado a comprometer su fe en medio de su lucha? ¿Por qué es importante que soportemos nuestras luchas con paciencia hasta que el Señor nos libere?
Para Orar:
Pidamos al Señor que nos ayude a vivir cada día esperando Su venida.
Pidamos al Señor que nos perdone por las veces en que no hemos sido capaces de honrarlo por medio de nuestras acciones y actitudes para con nuestros hermanos y hermanas en Cristo.
¿Existe alguna relación personal que necesitemos arreglar? Oremos a Dios que nos ayude a reconciliarnos.
Roguemos al Señor que nos dé paciencia para soportar las pruebas que Él permite que enfrentemos en esta vida. Pidámosle que nos dé gracia para salir de ellas victoriosos para Su gloria.
18 – CONCLUYENDO CON EXHORTACIONES
Leamos Santiago 5:13-20
En esta última sección de la epístola de Santiago, el apóstol ofrece a sus lectores varios desafíos concluyentes.
¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración
Esta primera exhortación que Santiago brindó en esta sección concluyente iba dirigida a aquellos que estaban afligidos o atribulados. Santiago los desafiaba a orar. Orar es lo mejor que podemos hacer cuando enfrentamos los problemas y las dificultades que nos sobrevienen. Cuando oramos, le encomendamos nuestros problemas al Señor y buscamos Su fortaleza y dirección. Esta debe ser nuestra primera respuesta ante las pruebas de la vida. A menudo, Dios quiere enseñarnos por medio de estas dificultades. Necesitamos Su sabiduría para oír lo que Él está tratando de decirnos. Necesitamos Su gracia para ser capaces de perseverar a través de estas pruebas sin pecar. Cuando oramos, nos llenamos de la fortaleza y la sabiduría de Dios para enfrentar nuestras pruebas como Él demanda.
Una vez, un amigo misionero dijo: “No es que no oramos, es que no oramos primero”. En otras palabras, cuando estamos en problemas o dificultades, lo primero que hacemos no es orar. Con mucha frecuencia, todos nosotros nos apresuramos a buscar nuestra propia sabiduría. Aunque Dios no siempre es la primera persona a la que acudimos en medio de nuestras pruebas, Él es quien mejor puede cuidar de nosotros y de nuestros ministerios en los momentos de necesidad. Él puede darnos la sabiduría y la fortaleza que necesitamos para enfrentar los problemas que atravesamos. Siempre encontraremos que Sus brazos están abiertos de par en par para recibirnos. Él anhela ministrarnos en medio de nuestro estrés y aflicción.
¿Está alguno alegre? Cante alabanzas
La vida cristiana no siempre está llena de pruebas, también hay momentos cuando la felicidad y el gozo del Señor sobreabundan en nuestras vidas. En esas ocasiones, Santiago animaba a los creyentes a cantar alabanzas al Señor. Al parecer, la música es una parte muy importante de nuestra naturaleza humana. Ésta es una expresión de nuestro gozo y contentamiento en Cristo. Santiago no reserva este canto solamente para los momentos felices. Ciertamente en nuestras luchas habrá momentos en que el gozo del Señor se manifestará en nosotros, y lo expresaremos con canciones. Lo que el apóstol nos está diciendo es que debemos ser personas dadas a la alabanza. Cuando estamos llenos de gozo debemos aprovechar ese momento y ofrecer nuestra alabanza a Dios, porque Él es digno de ella. Dejemos que Su gozo nos traiga una canción a nuestros corazones; y que esa canción esté dirigida a Él como una acción de gracias por todas Sus bondades. Los cristianos deben regocijarse por medio de la alabanza.
¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos
Cuando nos enfermamos, a menudo a la primera persona que llamamos es al doctor. Esto no está mal necesariamente. Sin embargo, Santiago desafiaba a sus lectores a llamar a los ancianos de la iglesia. Estos ancianos debían orar por los individuos que estaban enfermos y debían ungirlos con aceite en el nombre del Señor Jesús.
Primeramente, observemos que a quien se llamaba era a los líderes de la iglesia. Debía llamárseles por su posición como pastores del rebaño, y también porque eran personas cuyas vidas espirituales debían estar a tono con Dios y Su propósito. Santiago nos está diciendo que la iglesia tiene una obligación para con aquellos que están físicamente enfermos. Los líderes de la iglesia son responsables de cuidar de cada miembro. Cuando un miembro está enfermo, ellos deben actuar.
En segundo lugar, veamos que estos ancianos deben ungir con aceite a la persona enferma. En las Escrituras, a menudo el aceite representa al Espíritu Santo y a Su ministerio. Los reyes eran ungidos con aceite como señal de que el Espíritu de Dios los empoderaba para el ministerio que debían emprender (ver 1 Samuel 16:13). Cuando los ancianos ungen con aceite a un individuo, están reconociendo que en sí mismos no tienen ningún poder para sanar. Toda sanidad proviene del Espíritu de Dios. Al untar el aceite, ellos están encomendándole ese individuo al Señor, así como su proceso de sanidad.
La tercera cosa que debemos observar es que los ancianos debían ungir a ese individuo en el nombre del Señor. Ellos venían con la autoridad del Señor Jesús a encomendarle a Dios la persona enferma. Debido a que venían con la autoridad de Cristo, el enemigo tenía que huir. Ellos venían en representación de Cristo, comisionados para ministrar. No era en nombre de estos ancianos que esa persona sería ungida. Toda sanidad viene de Cristo, de quien ellos eran simplemente representantes.
Observemos en el versículo 15 que Santiago dice que, si alguno hubiera cometido pecados, Dios estaba dispuesto a perdonar esos pecados y a restaurar su salud. En otras palabras, hay algunas enfermedades que son producto del pecado en nuestras vidas. La única manera de ser sanados de este tipo de enfermedad es a través de la confesión y el arrepentimiento de los pecados. En algunas ocasiones, Dios usa las enfermedades como un medio para ganar nuestra atención. Debe entenderse que no todas las enfermedades son resultado del pecado. Por eso es que en este versículo Santiago usó la palabra “si”. En el versículo 16 él desafía a sus lectores a confesar sus ofensas unos a otros, y a orar unos por otros para que puedan ser sanados física y espiritualmente.
Santiago les recordaba a los creyentes en el versículo 16 que la oración del justo es muy eficaz. Las enfermedades podían sanarse por medio de las ardientes oraciones de estos ancianos consagrados. Para ilustrar el poder de la oración, Santiago recordaba a Elías (v. 17). Aunque Elías era solo una persona ordinaria, él oró para que no lloviera y Dios escuchó su oración. Durante tres años y medio no llovió. Más tarde Elías oró nuevamente, y Dios hizo llover sobre la tierra. Las oraciones de Elías son un ejemplo del poder de una oración de fe común y corriente.
Santiago continuó recordando en los versículos 19-20 que, si un hermano se extraviaba de la verdad y alguien le hacía regresar, entonces esa persona estaría salvando al hermano de la muerte. Percatémonos que Santiago habla aquí de un “hermano” que se extravía de la verdad (v. 19). Esto nos lleva a creer que el individuo al cual se refiere era un creyente, conocía la verdad y estaba viviendo en ella antes de extraviarse.
¿De qué muerte sería salvado ese individuo? En 1 Corintios 11:28-30, Pablo habla acerca de personas que venían a la mesa del Señor de manera indigna.
“Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa. Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí. Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen”.
Pablo creía que había personas en Corinto que estaban enfermos y morían a causa de participar en la mesa del Señor sin tratar sus pecados. Dios los estaba castigando. Más que eso, Dios les estaba guardando de caer más y más en el pecado, y también estaba guardando a la iglesia de este terrible mal que estos individuos causarían.
Al restaurar a los extraviados, no solo podríamos estar salvándolos de morir anticipadamente bajo el juicio de Dios, sino que también estaríamos cubriendo multitud de pecados. En otras palabras, aquellos que se descarrían de la verdad pueden provocar mucho daño a la causa de Cristo. Cuando alcanzamos a los creyentes que están en pecado, evitamos que continúen en el camino de maldad, y también salvamos a muchos de seguir su ejemplo impío.
Todos nosotros podemos ser tan tercos al punto de traer el juicio de Dios sobre nuestras vidas. Dios puede usar enfermedades que nos hagan retroceder; pero si eso no nos detiene de nuestro extravío, entonces Él puede incluso hacernos morir. Este es un concepto grave que no deberíamos apresurarnos a descartar. Es una conclusión poderosa para una epístola que desafía a los creyentes no solo a decir que tienen fe sino a practicar dicha fe. Quiera Dios concedernos que tomemos este desafío con seriedad, y sigamos un comportamiento santo que demuestre nuestra fe genuina en el Señor Jesucristo.
Para Meditar:
¿Alguna vez se ha olvidado usted de orar por un problema en particular? ¿Qué dice Santiago al respecto?
¿Qué nos enseña Santiago sobre la conexión entre el pecado y las enfermedades? ¿Son todas las enfermedades producto del pecado?
¿Qué nos enseña Santiago sobre la responsabilidad que tienen los creyentes de cantar alabanzas a Dios? ¿Qué nos dice esto sobre el rol de la música en nuestra relación con Dios?
¿Cuál es la función de los ancianos cuando un creyente de la iglesia se enferma?
Para Orar:
Pidamos al Señor que nos ayude a encomendarle todas las cosas. Démosle gracias porque Él está dispuesto a guiarnos cada día.
Agradezcamos a Dios que nos ama tanto que está dispuesto a hacer cualquier cosa para acercarnos más a Él.
Meditemos en las bendiciones de Dios en nuestras vidas. Tomemos un momento para agradecerle al Señor por ellas.
Pidamos a Dios que nos dé un canto de alabanza para Él.
INTRODUCCIÓN A 1 PEDRO
Sobre el Autor:
El autor de 1 Pedro era un hombre llamado Simón. Sobre su padre conocemos poco, excepto que se llamaba Jonás. Simón fue presentado a Jesús por su hermano Andrés (Jn. 1:40-42). Él estaba casado, pero no sabemos nada sobre su esposa. Parece ser que tenía una casa en Capernaum donde vivía su suegra (Mr. 1:29-30). Era pescador de profesión.
Jesús lo llamó a ser uno de Sus discípulos y cambió su nombre de Simón a Pedro, que significa “piedra” (Jn. 1:41). Pedro, como sería conocido a partir de ese momento, disfrutó de una relación muy especial con Jesús. Él, junto a Santiago y a Juan, a menudo se encontraba a solas con Jesús.
Las Escrituras plasman una imagen de Pedro como un hombre algo valiente, impulsivo y seguro de sí mismo (ver Marcos 14:31). Sin embargo, fue humillado cuando negó tres veces conocer a Jesús. Más tarde, él sería usado en gran manera en la causa del evangelio, según el libro de Hechos, ministrando principalmente a los creyentes de la región de Jerusalén.
Trasfondo:
La primera epístola de Pedro fue dirigida a los creyentes judíos que estaban dispersos a causa de la persecución. Pedro escribe para animarlos en su fe, y les ofrece seguridad en medio de su sufrimiento. Él los dirige hacia el Señor Jesús como su esperanza y confianza, y llama a todo el que ama verdaderamente a Cristo a perseverar en fidelidad a Él. Pedro les recuerda a sus lectores cuál es su posición en el Señor como nación santa, real sacerdocio y pueblo adquirido por Dios (2:9). Como siervos de Dios, Pedro los llama a abstenerse de pecado y a someterse a sus líderes, aun cuando éstos fueran estrictos y crueles. Él ofrece un consejo práctico para los siervos, esposos, esposas, jóvenes y también para los ancianos de la iglesia; y los anima a humillarse bajo la mano de Dios (5:6), echando todas sus ansiedades sobre Él (5:7).
La Importancia del Libro en la actualidad:
En primer lugar, Pedro nos recuerda que incluso los creyentes podemos enfrentar luchas y persecución en este mundo. Pedro les ofrece esperanza a los que se encuentran en luchas, dirigiéndolos a Cristo. Él llama a aquellos que sufren a ser fuertes y fieles, sin nunca poner en riesgo su compromiso de caminar en obediencia. El apóstol nos recuerda que es un privilegio y un honor sufrir por el nombre de Jesús. Él nos llama en esos momentos a echar nuestras ansiedades en Cristo y a confiar en Su propósito. El libro de 1 Pedro brinda consejo divino y consuelo para los momentos de luchas y adversidades.
19 – UNA ESPERANZA VIVA
Leamos 1 Pedro 1:1-9
El apóstol Pedro les escribía a personas que estaban enfrentando pruebas en sus vidas como creyentes. Él buscaba animarlos en la esperanza que habían recibido en Jesucristo. Pedro quería que los creyentes permanecieran firmes en la gracia de Dios y perseveraran como extranjeros que sufrían en un mundo hostil.
Pedro se presentó como apóstol de Jesucristo. Esto establecía su credibilidad. Como apóstol, él había sido llamado por Dios y comisionado a ministrar a las iglesias en representación de Cristo. Lo que Pedro tenía que decir era importante no solo por su posición, sino también porque él hablaba en nombre de Cristo.
Aunque en su vida Pedro no siempre había sido fiel, él fue un instrumento escogido por Dios. Lo que sabemos de los inicios de Pedro es que él tenía la tendencia a hacer declaraciones audaces que luego no podía respaldar. Después de prometer que nunca abandonaría a Jesús, lo negó tres veces. Pedro es un ejemplo para aquellos que han fallado y por la gracia de Dios han sido perdonados. Aunque él nunca olvidaría que negó a Jesús, eso no lo haría sentir vergüenza impidiéndole ministrar en Su nombre. Él experimentó el perdón de Cristo y caminó en él. Dios no lo abandonó, sino que todavía tenía un propósito para su vida. Quizás usted está leyendo esto hoy y puede identificarse con Pedro. Quizás usted también ha fallado en su caminar con Dios, por lo tanto, arrepiéntase y continúe sirviendo a su Señor.
Pedro dirigía su epístola a los elegidos por Dios. La palabra griega significa “los llamados”. Dios, quien deseaba su salvación, había llamado y buscado a estos individuos. Según Pedro en el versículo 1, estos creyentes eran extranjeros en el mundo. Este mundo no era su hogar. Dios había preparado un hogar para ellos en el cielo. Es importante que nosotros también vivamos con esta convicción. ¡Cuán fácil nos resulta vivir para este mundo! Tenemos nuestros planes. Queremos lograr todo tipo de cosas en esta vida. Las palabras de Pedro nos desafían a vivir en la realidad de que somos extranjeros en esta tierra.
Somos extranjeros espirituales en este mundo porque nuestros caminos y pensamientos cristianos no son de esta tierra. Nosotros, los que hemos sido salvados, tenemos la mente de Cristo; somos Sus hijos. La mente del mundo que habita en nosotros va cambiando día a día. Nuestras prioridades están siendo transformadas. El mundo no nos entiende. Nuestros caminos son diferentes. Nuestra esperanza no está puesta en las cosas de esta tierra, sino en lo que Dios nos ha prometido en los cielos. No nos apegamos a las cosas de este mundo porque son pasajeras. Nuestra herencia y tesoro están en el cielo.
Los creyentes a quienes Pedro estaba escribiendo estaban esparcidos por diferentes lugares. Ellos vivían en Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia. Esta carta circularía entre las iglesias de estas provincias romanas, lo que es hoy el país de Turquía. Pedro esperaba que su carta tuviera una amplia distribución.
Observemos lo que nos dice el versículo 2 sobre estos creyentes. Primero, que éstos habían sido elegidos según la presciencia de Dios. La realidad del asunto es que ninguno de nosotros habría aceptado a Jesús de manera natural. En nuestro estado natural, ni siquiera estuviéramos interesados en las cosas de Dios. Sin el entendimiento espiritual, ni siquiera sabríamos que necesitábamos un Salvador.
Si alguno de nosotros fuera a ser salvo de nuestros pecados, solamente Dios lo podría hacer. Él decidió alcanzarnos. Su mano estaba sobre nosotros aún antes de que naciéramos. Él tenía un plan para nuestras vidas cuando aún estábamos en el vientre de nuestra madre; y acomodaría las circunstancias de nuestras vidas para prepararnos para ese propósito. Dios iría tras nosotros, y por medio de Su Espíritu Santo quebrantaría nuestros corazones rebeldes. Por amor, Él nos ofrecería Su salvación y perdón. Si no fuera por Su obra en mi vida y por Su decisión de alcanzarme, yo nunca habría experimentado Su salvación. Le debo mi salvación completamente a Él.
Aunque el Padre eligió alcanzarme, esta obra fue llevada a cabo por y a través del ministerio del Espíritu Santo. Pedro hablaba de la obra de santificación del Espíritu Santo. Esta es la obra del Espíritu de Dios para hacernos más y más como Jesús. Mi vieja naturaleza pecaminosa está siendo cambiada por el ministerio del Espíritu Santo. Esta es la obra continua de Dios en mí. Día a día, estoy siendo transformado a la imagen de Jesús.
Observemos también en el versículo 2 que Dios nos elige y santifica para que vivamos en obediencia a Jesucristo. Percatémonos también que todo esto es posible por la sangre derramada de Jesús. Fue Su muerte en la cruz la que hizo posible todo esto. Su muerte y Su sangre pagaron el precio por nuestro perdón, y nos llevaron a una relación con Dios. Los sacerdotes del Antiguo Testamento rociaban sangre sobre un objeto para purificarlo y apartarlo para un propósito santo. Esto es lo que Jesús hizo. Su sangre nos purifica al perdonarnos, y también nos aparta como Sus hijos para Su gloria.
Según Pedro, todos los creyentes han sido escogidos para salvación por Dios el Padre. El Espíritu Santo los busca, los trae al conocimiento de Cristo y los santifica para que lleguen a ser más como Jesús. El Señor Jesús hizo posible esta obra al ser el puente entre Dios y los hombres por medio de Su muerte como pago por los pecados. Debido a esta obra de Dios, los creyentes somos extranjeros en este mundo –diferentes en términos de carácter y destino.
En el versículo 3 Pedro expresaba su profunda alabanza y agradecimiento a Dios por Su gran misericordia al alcanzarlo y darle un nuevo nacimiento en Su familia. Fue solo la misericordia de Dios la que nos hizo Sus hijos. No merecíamos esta salvación. Nuestros pecados nos habían constituido enemigos de Dios. Nuestro pecado era abominación ante Él. Su misericordia lo llevó a compadecerse de nosotros mientras estábamos en nuestro pecado y rebelión. Él nos dio una nueva esperanza, una esperanza viva. Incluso ahora, experimentamos la realidad de esta esperanza en nosotros. Estamos siendo cambiados y preparados para el día cuando nos presentemos cara a cara ante nuestro Salvador.
Nuestra esperanza está directamente conectada a la resurrección del Señor Jesús (v. 3). Debido a que Jesús resucitó de la muerte, nosotros también podemos tener la esperanza de la resurrección. La muerte era un gran enemigo para nosotros. El Señor venció a la muerte y al pecado, y en Él, nosotros también podemos ser vencedores. Esta vida es temporal y no lo es todo. Hay vida después de la muerte. Sin embargo, más que eso, debido a que hemos sido perdonados por medio de la sangre de Cristo, Dios nos ha prometido una vida superior a cualquier cosa que jamás podamos experimentar en este mundo. Nunca podremos imaginar las increíbles bendiciones que aguardan a los que han sido perdonados de sus pecados. Pablo, citando al profeta Isaías, escribió en 1 Corintios 2:9:
“Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman”.
Lo que Dios nos da como herencia nunca se corromperá, se contaminará o perecerá (v. 4). Cualquier cosa que experimentemos en esta tierra está sujeta a los efectos del pecado. Todas nuestras posesiones se desvanecerán y perecerán con el tiempo. Nuestra salud y belleza un día desaparecerán. Nada en esta tierra es permanente. Pero no sucede así con las bendiciones que Dios nos tiene reservadas en el cielo; allá nada perecerá. Viviremos por siempre en la presencia de Dios. Nada nos quitará lo que Dios nos ha dado. Allá experimentaremos absoluta seguridad.
¡Cuánto consuelo encontramos en esto los que hemos experimentado dolor y pérdida en esta vida! Vemos cómo se desvanecen nuestra salud y fortaleza. Vemos a nuestros seres amados morir. Vemos a los ladrones robar las posesiones que atesoramos. Experimentamos la manera en la que la naturaleza, por medio de las catástrofes naturales, nos despoja de nuestros hogares y artículos de valor. ¿Quién de nosotros no ha experimentado pérdidas semejantes en esta vida? ¡Qué bendición tendremos al experimentar la realidad de los cielos, donde no hay ladrones que puedan robarnos ni desastres que puedan despojarnos de nuestras pertenencias! Allá no habrá muerte que nos quite a nuestros seres amados. Viviremos absolutamente confiados y seguros en la presencia de nuestro Señor y Salvador.
Toda esta herencia está reservada en los cielos para nosotros (v. 4) y aguarda el tiempo en que tomemos posesión de ella (v. 5). Nada puede privar al creyente de esta herencia, y nada puede descalificarlo para recibirla. Dios nos salva y nos mantiene seguros con Su poder, por medio de la fe. Podemos regocijarnos en ello (v. 6).
Pedro desafiaba a los creyentes a regocijarse en esta seguridad y esperanza gloriosa, aun cuando en esta vida sufrían diversas pruebas. Él les recordaba que estas luchas tenían un propósito, habían venido para perfeccionar su fe (v. 7). Justo como el oro necesita pasar por el fuego para quemar las impurezas, así también los creyentes necesitan atravesar el fuego de las pruebas y el sufrimiento para ser purificados del pecado y la rebelión (ver Santiago 1).
Cuando soportamos estas pruebas y les permitimos que purifiquen nuestro carácter y nos hagan más dependientes de Dios, nuestra capacidad de alabar, glorificar y honrar al Señor crece. Cuando el Señor obra Su propósito en nuestras vidas, nuestros corazones se elevan en alabanza; vemos la realidad de Su poder en estas pruebas; obtenemos mayor sentido de Su amor y compasión; nos damos cuenta de que Él nunca nos abandonará. Nuestros corazones se elevan a un nivel más alto de adoración. Dios usa nuestras luchas para prepararnos para el día en que el Señor Jesús volverá y nos llevará con Él. Como la novia se viste y se prepara para el día de su boda, nosotros debemos estar preparados para el día en que el Señor venga a buscarnos para estar con Él para siempre. Estas pruebas y sufrimientos son parte de ese proceso (v. 9).
¡Cuán glorioso será el día cuando el Señor venga a llevarnos con Él! Nunca le hemos visto en la carne. No conocemos Su apariencia. Sin embargo, sabemos que Él viene por nosotros. Con este objetivo soportamos el dolor y el sufrimiento, porque sabemos que nos preparan para nuestro encuentro con Él. Conocer Su regreso nos llena de gran gozo y expectativa. Su regreso es nuestra mayor esperanza.
Para Meditar:
¿Qué esperanza tenemos en el Señor Jesús? ¿Cómo esta esperanza nos anima a perseverar en esta vida?
¿Cuál es el papel que desempeña el Padre en nuestra Salvación? ¿Cuál es el papel del Espíritu Santo y el del Señor Jesús?
¿Cómo Dios ha usado las pruebas en nuestras vidas para acercarnos más a Él?
¿Qué impurezas el Señor ha estado eliminando de nuestras vidas en este último año? ¿Qué evidencia hay de la obra santificadora del Espíritu Santo en nuestras vidas?
Para Orar:
Agradezcamos al Señor por la maravillosa esperanza que Él nos ha dado de una Eternidad con Él. Démosle gracias por la fortaleza y sabiduría que Él nos da para enfrentar las pruebas de esta vida.
Pidamos al Señor que abra nuestros ojos para ver la obra que Su espíritu está haciendo en nuestras vidas.
Agradezcamos a Dios por las pruebas que permite en nuestro camino. Démosle gracias porque lo que Él llevará a cabo por medio de ellas.
Roguemos a Dios que revele cualquier impureza que Él deba eliminar para hacernos más como Cristo.
20 – ACERCA DE ESTA SALVACIÓN
Leamos 1 Pedro 1:10-16
Pedro le ha estado recordando a sus lectores la maravillosa esperanza que tenían en Cristo. Muchos de los lectores de su época enfrentaban pruebas en sus vidas. El apóstol los desafiaba a quitar su atención de estos sufrimientos temporales y a enfocarse en las promesas de Dios.
En el versículo 10 Pedro les recuerda a sus hermanos que los profetas de la antigüedad habían hablado sobre la gracia que vendría. Los profetas hablaron sobre un tiempo en que el Mesías vendría a esta tierra para liberar a Su pueblo de sus pecados y su esclavitud (Is. 53:4-5; Zc. 13:1-2). Estos profetas investigaban atentamente para averiguar sobre esta venida. Ellos querían conocer el tiempo y las circunstancias en las que estas profecías se cumplirían. Pedro quería animar a sus lectores en que, aunque no entendieran todo sobre el proceso de sufrimiento y gloria (justo como lo profetiza el Antiguo Testamento), ellos podían confiar en Dios, quien cumpliría cabalmente todas Sus promesas.
En esta parte Pedro brinda algunos consejos prácticos para enfrentar los sufrimientos presentes, y ofrece cuatro recomendaciones.
Preparen su entendimiento para la acción
Pedro comienza recordándoles a los creyentes que ellos necesitaban preparar su entendimiento para la acción (v. 13, NBLH). La versión Reina Valera Revisada del 60 (RVR 60) dice esta misma frase como “ceñid los lomos de vuestro entendimiento”. Esto señala una práctica cultural de la época. Debido a que los hombres de esa época usaban túnicas, cuando querían correr debían recoger la parte inferior de la misma para que no les estorbara. Pedro estaba diciéndoles a sus lectores que ellos necesitaban eliminar cualquier obstáculo mental o espiritual que les impidiera progresar en el reino de Dios.
Si estos creyentes tuvieran que correr la carrera que tenían por delante, necesitaban recoger cualquier estorbo de pensamientos y actitudes pecaminosos que dificultara su progreso. Debían eliminar cualquier duda respecto a Cristo y Su propósito. Debían disciplinar sus mentes para buscar al Señor y a Su propósito. Debían educar su entendimiento en la Palabra de Dios y quitar las actitudes impías de la carne que pudieran estorbar su progreso. Si queremos vencer en esta vida, debemos consagrar nuestras mentes a Cristo y eliminar de ellas cualquier cosa que solo pudiera causarnos tropezar en el camino que tenemos por delante.
Pudiéramos decir mucho más acerca de preparar nuestras mentes para la obra del reino. Basta decir que necesitamos guardar nuestras mentes de pensamientos y actitudes malvados, y en su lugar, llenarla con el propósito de Dios y Su verdad. Si queremos enfrentar la batalla que tenemos por delante, nuestra mente debe estar a tono con Dios y Su propósito. Pedro desafía a sus lectores a hacer de esto una prioridad en sus vidas.
Tengan dominio propio
El segundo desafío de Pedro para sus lectores era que tuvieran dominio propio (v. 13, NVI). Los que conocen al Salvador y la realidad de Su salvación deben disciplinar sus cuerpos y mentes para que anden en la verdad de esa salvación. La vida cristiana requiere de esfuerzos. Hombres y mujeres de fe a través de las edades han disciplinado sus cuerpos y mentes en la batalla que tienen por delante. El apóstol Pablo habló acerca de esta disciplina y dominio propio en 1 Corintios 9:26-27
“Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado”
Observemos cómo Pablo hablaba aquí acerca de los que corren como a la ventura. Si queremos correr exitosamente la carrera que tenemos por delante, debemos controlar nuestras acciones. Tendremos que pelear contra la carne. Estaremos obligados a remar contra la corriente de este mundo. Todo esto demandará disciplina y dominio propio de parte nuestra. Debemos disciplinarnos nosotros mismos para ser fieles a Cristo sin importar el costo. En este mundo lleno de tentaciones y distracciones, vivir para Dios requiere disciplina y dominio propio. Los creyentes tienen que estar preparados para hacer sacrificios por la causa del reino de Dios. Ellos no podrán sentarse cómodamente mientras disfrutan todos los lujos de esta vida. Dios llama a sacrificar tiempo, energía y recursos. Debemos estar preparados para hacer esos sacrificios a favor del reino de Dios.
Esperen por completo
Nuestro caminar con el Señor a veces se tornará difícil. Nadamos contra la corriente. Seremos incomprendidos. Habrá momentos cuando seremos perseguidos por la causa del Señor y Su propósito. El enemigo nos atacará. Pensemos en Job, el único a quien Dios consideraba más justo que nadie en la tierra. Satanás lo despojó de su familia, riquezas y salud física. No podemos pretender batallar contra el enemigo sin enfrentarlo cara a cara o sin experimentar los golpes de su espada.
Aunque a veces la batalla se tornará intensa, Pedro desafiaba a los creyentes a esperar por completo en la gracia de Dios que será revelada en Cristo (v. 13). Dios nos ha prometido la victoria sobre el pecado, la muerte y el diablo. Él nos ha prometido una eternidad en Su presencia, donde no habrá más sufrimiento, dolor o muerte. Nuestros corazones serán llenos continuamente con el gozo del Señor. Satanás quiere quitar nuestra atención de esta esperanza maravillosa. En esos momentos de pruebas y aflicciones, somos llamados a poner nuestras mentes en la esperanza que tenemos en Cristo. Debemos dejar que esa esperanza nos llene y estimule nuestras almas.
Sean Santos
Por último, Pedro escribió que los creyentes debíamos ser personas santas (v. 14-16). El propósito de la obra de Jesús era limpiarnos de nuestros pecados. El pecado ensuciaba nuestras vidas y eso nos separaba de Dios; pero cuando Jesús vino, nos trajo el perdón de pecados. Fuimos limpios por Su sangre. Necesitamos hacer nuestro mayor esfuerzo para mantener esa pureza. Debemos considerar la vida vieja como crucificada y vivir en la nueva vida que hemos recibido. Ser santos es estar separados para el Señor. Pedro nos llama a separarnos de los deseos mundanos de la carne para vivir completamente para el Señor.
Los creyentes están comprometidos en tiempos de lucha a hacer la voluntad del Padre. Es fácil ceder en estos tiempos de persecución. Pedro, quien sabía lo que era negar a su Señor, desafiaba a los creyentes a mantenerse santos en pensamientos y conducta. Ellos debían guardar esta santidad de vida y pensamiento como soldados de Cristo, sin importar lo que les sucediera. Esta era su meta en la vida a cualquier precio –glorificar a su Señor viviendo como Él demandaba. Esto no siempre sería fácil. Significaría examinar sus palabras, apartarse de sus deseos y actitudes pecaminosos y abstenerse de las obras de la carne. Sin embargo, el compromiso del creyente, ya sea en la calma o en la tormenta, es honrar a su Señor mediante una vida y pensamientos santos.
Hay muchas cosas que necesitamos hacer en vista de la maravillosa salvación que hemos recibido en el Señor, la cual fue profetizada hace tanto tiempo. Debemos preparar nuestro entendimiento para la acción y tener dominio propio. Debemos poner nuestra esperanza en Jesús y no conformarnos a este mundo; en cambio, debemos vivir completamente para Dios como personas santas. Los que experimentan la salvación del Señor tienen la obligación de vivir en esa salvación. Los profetas procuraban entender la verdad de esa salvación que vendría. Los ángeles se maravillaron en ella. Nosotros, los que hemos recibido el cumplimiento de esta promesa tan esperada, tenemos el privilegio de experimentar y demostrar su realidad a este mundo que nos observa.
Para Meditar:
¿Cómo podemos preparar nuestro entendimiento para la batalla espiritual en la que nos encontramos ahora?
¿Qué es el dominio propio? ¿Cómo ha estado usted ejercitando el dominio propio en su vida espiritual? Explique.
¿Cuán fácil resulta ceder en medio de las pruebas? ¿Cuán fácil es ceder en medio de la paz y la prosperidad?
Pedro nos desafía en este texto a ser personas santas. ¿Está usted viviendo en santidad o ha estado usted claudicando?
¿Cuáles tentaciones enfrenta usted en esta vida? ¿Cómo le ayuda a enfrentar esas tentaciones la esperanza que usted tiene en el Señor Jesús?
Para Orar:
Pidamos al Señor que llene nuestros corazones con la realidad de la esperanza que tenemos en Jesús. Pidámosle que nos anime con esta esperanza en medio de nuestras batallas.
Pidamos al Señor que examine nuestros corazones para revelar cualquier pecado que necesita ser tratado. Busquemos Su perdón y caminemos en victoria. Roguemos a Dios que prepare nuestras mentes para la batalla que tenemos por delante.
Pidamos al Señor que nos permita estar dispuestos a sacrificar cualquier cosa que sea necesaria para que Su gloria sea revelada más plenamente en nosotros.
Pidamos a Dios que nos ayude a vivir vidas de santidad sin claudicar. Pidámosle que nos perdone por cualquier transigencia que hayamos hecho.
21 – COSAS CORRUPTIBLES
Leamos 1 Pedro 1:17-25
Pedro ha estado reflexionando en la obra de Jesús por nosotros y nuestra respuesta a Su maravillosa salvación. Él continúa con este tema en la parte final de este primer capítulo.
En el versículo 17 el apóstol les recordaba a sus lectores que debido a que ellos invocaron por Padre a Aquel que juzga la obra de cada persona sin parcialidad, debían vivir sus vidas como peregrinos en este mundo con temor reverente. Analicemos esta frase brevemente.
Observemos, en primer lugar, que Dios juzgará sin hacer acepción de personas. En otras palabras, Él no mostrará favoritismo. Él no le juzgará a usted menos porque sea Su hijo. Tampoco le juzgará más por su color, raza o nacionalidad. Cada hombre, mujer y niño se presentarán ante Él y serán juzgados imparcialmente. Dios no se engaña con las apariencias. Él mira en lo más profundo de los corazones y examina las actitudes y las intenciones. Todos nosotros nos presentaremos ante Él para dar cuentas de cómo vivimos y le servimos en esta tierra. Su juicio será basado en la verdad.
En segundo lugar, Pedro desafiaba a los creyentes en el versículo 17 a vivir como “extranjeros” en este mundo (v. 17). Trabajamos para el reino de Dios y para Su gloria. Nuestros métodos no son de este mundo. No usamos técnicas del mundo para hacer que el evangelio avance. El mundo no nos entiende, ni tampoco entiende nuestras prioridades ni nuestros caminos. Somos regidos por valores y principios del reino. Dios nos juzgará sobre la base de estos valores y no por los estándares del mundo. Esto significa que, como creyentes, necesitamos ser cuidadosos para ministrar y caminar como Dios requiere. Los ministerios pueden construirse sobre estándares humanos, teniendo como motivación metas y deseos humanos. Sin embargo, como creyentes, Dios nos está llamando a ser peregrinos o extranjeros ante los caminos y los deseos del mundo. Dios nos está llamando a tomar nuestro rumbo con Él como nuestro capitán y líder. Muchos ministerios “terrenalmente exitosos” serán juzgados por Dios debido a que no estuvieron basados en Su dirección y guía, sino más bien en planes y motivaciones humanas. Dios no nos juzgará de acuerdo a cuan “grande” o “exitoso” sea nuestro ministerio o servicio, sino sobre la base de si fuimos fieles a Él, a Su dirección y a Su propósito para nuestras vidas.
No solo debemos considerarnos como peregrinos en este mundo, sino que, en tercer lugar, debemos vivir con temor reverente de Dios. Este temor no debe ser visto como terror. No debemos tener miedo de Dios porque ya hemos sido perdonados. Este temor se refiere a un profundo respeto y reverencia a Dios, a Su propósito y a Sus caminos. Nosotros lo honramos en todo lo que hacemos. Entendemos que seremos juzgados por este santo Dios, y por eso vivimos para agradarle. Esto es motivado por nuestro amor y devoción a Dios y por el deseo de que Él sea glorificado en nuestras vidas.
El apóstol Pedro nos recuerda en el versículo 18 que no fue con cosas corruptibles que fuimos redimidos. Dios no usó medios terrenales para rescatarnos del pecado y del diablo. Los métodos de Dios no son los métodos de este mundo. Cuando Él satisfizo la justicia a nuestro favor, no usó ni plata ni oro. Estos tesoros materiales se desvanecerán. La salvación no puede adquirirse por las cosas de este mundo. Hombres y mujeres de todo el mundo han testificado sobre la certeza de esta verdad. Los ricos están tan perdidos en el pecado como los pobres. El dinero y las posesiones no pueden liberar a nadie de la esclavitud del pecado ni de la maldición de la ley.
Jesús no usó métodos terrenales para adquirir nuestra salvación. Él no nos compró con oro ni plata, sino con Su propia vida pura. Esta era la única moneda aceptable para un Dios Santo. Una gota de la sangre de Cristo derramada por nuestros pecados logró lo que todas las riquezas y posesiones de este mundo jamás podría lograr. Ésta era suficiente para rescatarnos del pecado, del diablo y de la muerte.
Permítanme enfatizar nuevamente en este principio. Jesús no usó métodos o medios terrenales para traernos la salvación. Los sistemas del mundo no son suficientes para generar nuestra salvación. De la misma manera, nosotros somos llamados a separarnos de los sistemas terrenales y vivir como peregrinos o extranjeros en la tierra. Debemos servir y ministrar a la manera de Dios. Para este mundo, e incluso para nuestra propia carne, los métodos de Dios no siempre tienen sentido. Sin embargo, nos movemos en fe, confiando en que el propósito de Dios es bueno y producirá el fruto que Él desea.
En el versículo 20 se nos recuerda que el Señor Jesús fue elegido para ser nuestro Salvador antes de que el mundo fuera creado. Aún antes de que el pecado entrara en el mundo, ya se tenía la solución. Jesús fue escogido para venir a la tierra como nuestro Salvador antes del principio de los tiempos.
¡Qué consuelo encontramos en esto! Dios está en control de toda la historia humana. Él ha provisto todo. Nada lo sorprenderá. Puede ser que usted mire su situación actual y se pregunte cómo encontrará la solución. La realidad del asunto es que esta solución ya existe. Dios conoce cuál es su problema, y antes de que usted hubiera nacido, él sabía lo que usted enfrentaría. En Su plan soberano, Él ha provisto todo lo necesario para su victoria. Aunque esta solución aún no le ha sido revelada, espérela con fe. En el tiempo perfecto, Dios se la revelará.
Fue por medio del Señor Jesús, quien fue elegido de antemano, que vinimos a creer en Dios y en Su propósito (v. 20). Todos nosotros estábamos ciegos a las cosas de Dios y a Sus caminos. Estábamos perdidos en nuestro pecado y rebelión. Nuestras mentes no podían entender las verdades espirituales. Pero “en los postreros tiempos” el Señor vino y compró la salvación con Su sangre. (El término ‘postreros tiempos’ se refiere a los tiempos del Mesías, desde Su primera venida hasta Su segunda venida). Nuestra fe y esperanza no estásn puestas en nada de este mundo ni en sus caminos. Nuestra confianza está puesta en Dios y en lo que Él hizo por nosotros a través de Jesucristo. Creemos que seremos resucitados y glorificados como lo fue nuestro Salvador (v. 21).
No merecíamos esta gracia, pero ya que la recibimos, no la retengamos para nosotros mismos. Dios nos dio una nueva vida imperecedera por medio de la Palabra de Dios que vive para siempre (v. 23). Nuestra respuesta a esto, según Pedro, debe ser amarnos unos a otros entrañablemente, con un corazón puro y sincero (v. 22). La palabra “entrañablemente” literalmente significa “más allá de los límites”. Esta es una respuesta apropiada para nuestra gran salvación, y es nuestra obligación para con nuestros semejantes. Nosotros, los que tenemos tal esperanza y que hemos sido perdonados tanto, debemos expandir los límites para demostrar este mismo amor por nuestros hermanos.
Desde el día en que nacimos, comenzamos el proceso de envejecimiento, y todos enfrentaremos la muerte. Las cosas de este mundo son como la hierba o como la flor de la hierba, que hoy está aquí y en la mañana perece (v. 24). La gloria de este mundo es temporal y se marchita. Pedro nos recuerda, sin embargo, que hay algo que permanecerá para siempre. La Palabra de Dios nunca cambiará. Las promesas que Dios nos ha dado y Su propósito resistirán las arenas del tiempo. Esta Palabra es nuestra guía y esperanza en este mundo temporal. Vivimos como extranjeros aquí porque confiamos en esta Palabra. Seremos incomprendidos e incluso objetos de burla debido a nuestro compromiso con esta Palabra. Sin embargo, debe ser nuestro deseo ser fieles a Dios y a Sus caminos. Nuestro deleite debe ser caminar en obediencia sin importar el costo. En esta Palabra, encontramos gran bendición y esperanza.
Para Meditar:
¿En qué sentido somos nosotros extranjeros en este mundo? ¿Qué nos hace particularmente diferentes?
¿Cómo ha cambiado usted desde que el Señor lo salvó?
¿Es posible procurar servir al Señor desde la perspectiva del mundo? ¿Podemos construir grandes ministerios mediante la fortaleza humana? ¿Qué significa servir como extranjero conforme a este mundo?
¿Qué nos dice Pedro sobre nuestra responsabilidad como creyentes para con los otros, en vista de lo que Dios ha hecho por nosotros? ¿Cómo su relación con otros creyentes refleja la esperanza y el amor que usted ha recibido de parte de Dios?
Para Orar:
Agradezcamos al Señor por la manera en que Su salvación nos ha cambiado personalmente.
Pidamos al Señor que nos despoje de la manera de actuar de este mundo. Pidámosle que nos capacite para vivir como extranjeros ante el mundo y sus caminos, y como un seguidor de la Palabra de Dios y de Su Espíritu.
Roguemos al Señor que nos ayude a amar a nuestros hermanos “entrañablemente”. Pidamos a Dios que nos dé mayor carga por ellos y sus necesidades.
Pidamos a Dios que nos dé mayor pasión para hacer las cosas a Su manera. Roguémosle que nos ayude a discernir la diferencia entre los métodos de este mundo y los métodos de Dios.
22 – PIEDRAS VIVAS
Leamos 1 Pedro 2:1-8
Pedro ha estado recordándoles a sus lectores que ellos habían sido comprados por la sangre preciosa del Señor Jesús, y traídos a un reino que nunca perecería. En vista de esta maravillosa verdad, Pedro desafiaba a sus lectores a vivir de cierta manera. Ellos pertenecían al Señor, y como Sus hijos, debían vivir vidas santas.
Pedro nos recuerda las responsabilidades de aquellos que han nacido de nuevo por la gracia de Dios. Él desafía a los creyentes, teniendo en cuenta lo que Dios ha hecho por ellos, a hacer varias cosas.
En primer lugar, percatémonos en el versículo 1 que ellos debían desechar toda malicia. La palabra “malicia” se refiere a una voluntad malvada o al deseo de herir o dañar a alguien. Puede que sea la necesidad de ver a otros sufriendo por lo que nos han hecho. Como hijos del Rey debemos recordar lo que Cristo ha hecho por nosotros. Cuando nosotros éramos enemigos Sus enemigos, Él sacrificó Su vida por nosotros y perdonó nuestro pecado. Nosotros, a quienes se nos ha perdonado tanto, debemos estar dispuestos a poner a un lado los resentimientos y perdonar a otros. No hay lugar en el corazón del creyente para ningún tipo de amargura o venganza. Aunque esta puede ser la manera en que el mundo actúa, nosotros debemos aprender a perdonar como Jesús nos perdonó.
Un segundo aspecto que necesita ser depurado del corazón del creyente, según Pedro, era el engaño y la hipocresía. Los creyentes deben ser honestos en sus relaciones con las personas que les rodean. Los cristianos deben ser confiables, fieles y de carácter sincero. La palabra de un creyente debería ser digna de confianza. Las personas deberían poder descansar en lo que nosotros decimos y saber que eso es confiable. Una vez más la deshonestidad y el engaño son bastante comunes en el mundo. Sin embargo, el creyente es ajeno a esta manera de actuar. Él es leal y su palabra es digna de confianza.
Pedro también desafiaba a los creyentes a desechar toda envidia y difamación (LBLA). La envidia es un deseo celoso de tener lo que nuestro prójimo tiene, en vez de estar contentos con lo que Dios nos ha dado. En lugar de mirar lo que otros tienen, los creyentes debemos aprender a contentarnos con la provisión de Dios para nuestras vidas. La envidia tiene sus raíces en el orgullo, y no puede conformarse a menos que tenga lo que el otro tiene. La envidia y los celos es un terreno fértil en el cual muchos otros pecados pueden crecer. Pedro nos recuerda que como creyentes debemos “alejar” este pecado. La idea es que debemos eliminarlo y arrojarlo de nuestras vidas.
Pedro desafiaba a los creyentes a tomar en serio al pecado. Los cristianos deben ser radicales cuando llega el pecado. Podemos destruir su poder y nunca más permitirle echar raíces en la vida del creyente. Jesucristo murió para liberarnos del poder del pecado. Él puso a Su Espíritu Santo en nosotros para empoderarnos y darnos la victoria sobre la naturaleza pecaminosa. Aquellos que toman en serio esta obra de Cristo, actuarán para librarse de cualquier cosa que no le agrade a su Señor.
Pedro nos dice que los que han experimentado el nuevo nacimiento deberían desear la leche espiritual como lo hace un niño recién nacido (v. 2). La palabra griega traducida como “desear” significa “ansiar en gran manera”. Todos nosotros hemos tenido la experiencia de ver a un bebé recién nacido llorando por la leche. Cuando los recién nacidos tienen hambre, no hay nada más en sus mentes. Sus vidas giran en torno a ese único asunto. Nada más importa. Los creyentes deben tener este tipo de anhelo por la Palabra de Dios.
El Espíritu de Dios pondrá esta hambre en nuestros corazones y mentes. Es por medio de esta Palabra que crecemos en Jesús. Cuando escudriñamos las Escrituras y las obedecemos, llegamos a conocer al Señor y Su propósito. Nuestro deseo por la Palabra no es un simple deseo de conocimiento; sino que es un anhelo por Cristo y por conocerlo de una manera más profunda. La Palabra de Dios es el vehículo que nos conduce al Señor. La relación que comenzó con nuestra salvación crece a medida que nos rendimos a la Palabra de Dios. Debemos desear esta Palabra como un recién nacido desea la leche. Ella nos satisface porque nos apunta a Jesús; nos anima y nos bendice porque nos muestra a Cristo y a Su propósito para nosotros; nos da significado y dirección en la vida a medida que nos orienta y conforta por medio de Sus principios divinos.
Aquellos a quienes Pedro escribía habían llegado a conocer a la Piedra viva (v. 4). Una piedra representa estabilidad y fortaleza. Esto es lo que Jesús es para nosotros. Cuando estamos debilitados, encontramos refugio en Él. Jesús es nuestra roca en medio de las tormentas de la vida. Es nuestra protección de la furia de la ira de Dios contra el pecado. Es el firme fundamento sobre el cual edificamos nuestras vidas.
Esta Piedra fue rechazada por la humanidad. Cuando Jesús vino a esta tierra fue rechazado por Su propio pueblo, aunque era El Escogido de Dios. La mano de Dios estaba sobre Él. Él era especial ante los ojos de Su Padre. Él era la respuesta de Dios al problema del pecado. Todavía en la actualidad las personas le dan la espalda. A pesar de que Él es el único refugio eterno y verdadero, ellos aún lo rechazan. Sin embargo, todo aquel que venga y se refugie en Él, será salvo de la ira de Dios.
Aunque es necesario para Dios juzgar el pecado, Él provee en Cristo una roca como refugio. Aquí la justicia y la misericordia van de la mano. Dios les provee a los pecadores una solución para su problema. Él no se deleita en condenar a nadie al infierno eterno. La justicia de Dios demanda que se pague el castigo por el pecado, pero Su misericordia y Su amor proveen salvación para el culpable. Todo aquel que venga a Cristo, la Piedra viva, tendrá protección y refugio de la justa ira de Dios. No debemos rechazar esta oferta; más bien debemos correr hacia la Roca de protección. Ella es nuestra única esperanza.
Cuando venimos a la Piedra viva, somos transformados. Él pone en nosotros Su Espíritu Santo, el cual comienza a hacernos más y más como Jesús. Nos convertimos en “piedras vivas” (v. 5). Cristo nos toma como piedras vivas y nos usa para edificar Su iglesia. Cada piedra es diferente en cuanto a forma y textura, y cada una es importante. Nuestros dones y personalidades son juntados por Jesús para formar una gran casa espiritual para Su gloria. Nunca debemos intentar ministrar solos. La casa espiritual que el Señor está edificando contiene muchas piedras vivas. Cristo ha diseñado a la iglesia de tal manera que nos necesitamos unos a otros.
Pedro citó en el versículo 6 el texto de Isaías 28:16. Bajo la inspiración del Espíritu Santo, Isaías profetizó que Dios, como el arquitecto, iba a poner una piedra en Sión. Esta piedra sería una piedra angular escogida y muy preciosa, sobre la cual se construiría una maravillosa edificación. La iglesia sería edificada sobre Cristo, quien es la Piedra angular. Por medio de Él, incontables almas se salvarían y se añadirían a esta construcción. Según Pedro, los que pusieron su confianza en Cristo, la Piedra Preciosa, nunca serán avergonzados. Esta Piedra es la única esperanza de la humanidad. Es un privilegio rendirnos al Señor Jesús y a Su propósito. ¡Qué honor tan extraordinario es ser una piedra viva en esta maravillosa edificación espiritual! Gente de cada tribu y nación se está añadiendo a esta magnífica estructura. Dios está edificando Su iglesia a pesar de los esfuerzos que hace el enemigo por impedirlo. Usted y yo somos parte de la obra de Dios si estamos rendidos a Él.
Para nosotros, el Señor Jesús, la Piedra viva, es muy precioso. Él es nuestro refugio y esperanza; nuestro fundamento y estabilidad. Él nos da propósito. Según Pedro, la piedra que fue rechazada vino a ser cabeza del ángulo, que es la última piedra de la construcción. En otras palabras, Jesús es tanto la primera como la última piedra. Para los que rechazan al Señor, esta piedra les es tropiezo y caída. Esto es lo que les sucedió a los líderes religiosos de los días de Jesús. Mientras la masa más humilde venía a Cristo buscando refugio, los líderes espirituales tropezaban sobre Él. Mientras que algunos encontraban salvación, otros solo encontraban juicio y muerte.
Para Meditar:
Pedro desafiaba a los que conocían a Jesús a vivir libres de malicia, engaño, hipocresía, envidia y difamación. ¿Están presente estos pecados en nuestras vidas?
¿De qué manera se puede comparar la Palabra de Dios con la leche?
De acuerdo a Pedro, cada miembro del cuerpo de Cristo es una piedra viva. ¿Cuál es el papel que usted desempeña en el reino de Dios?
¿Qué nos expresa la imagen de Cristo como Piedra viva? ¿De qué manera ha sido Él una piedra para usted?
Para Orar:
Agradezcamos al Señor por Su Palabra y por la manera en que ella nos apunta al Señor Jesús. Pidamos a Dios que aumente en nosotros el deseo por esa Palabra.
Dé gracias al Señor por Sus bendiciones en su vida. Especifique.
Pidamos al Señor que nos ayude a ser lo suficientemente humildes como para entender que necesitamos a las demás personas. Pidámosle que nos ayude a ministrar también a las necesidades de los otros.
Roguemos a Dios que nos revele claramente cuál es nuestro rol en el cuerpo de Cristo.
Agradezcamos a Dios porque Él es nuestra Roca de protección y refugio. También démosle gracias porque en Él podemos estar confiados y seguros.
23 – EXTRANJEROS Y PEREGRINOS
Leamos 1 Pedro 2:9-12
En esta sección Pedro continúa reflejando la posición de privilegio que gozan los creyentes debido a su relación con Jesús. El apóstol desafiaba a sus lectores a vivir como hijos del rey en medio de un mundo en tinieblas.
Según el versículo 9, los creyentes somos pueblo escogido. Esta elección de Dios se evidencia de dos maneras. En primer lugar, Dios en Su misericordia llegó hasta nosotros que éramos Sus enemigos para salvarnos de nuestros pecados. Dios quebrantó nuestro duro corazón y nos hizo rendirnos a Su voluntad. En segundo lugar, Dios no solo nos escogió para salvarnos, sino también para usarnos en la extensión de Su reino. Jesús ha puesto en nosotros Su Espíritu Santo, y nos ha dado dones especiales para que podamos ser usados para la expansión de Su reino en esta tierra.
Pedro continuó diciendo que Dios había hecho a los creyentes real sacerdocio. En el Antiguo Testamento, un sacerdote era aquel que guiaba al pueblo a la presencia de Dios. Él dirigía las personas a Dios, y era el representante elegido por Dios para este mundo. Esto es lo que Dios nos ha llamado a ser. Él nos ha escogido a usted y a mí para ser Sus representantes; nos ha dado el privilegio de guiar a hombres y mujeres ante Su presencia. Nosotros lo representamos en esta tierra, y ministramos en Su nombre a aquellos que nos rodean. ¡Qué honor es ser un representante del Dios Todopoderoso y Creador de este universo!
A continuación, el apóstol declaró que los creyentes son nación santa (ver Éxodo 19:6). No estamos solos en nuestro servicio al Señor Jesús. Dios nos ha colocado en una gran familia. Nos ministramos unos a otros y nos cuidamos mutuamente. Nuestros dones complementan los dones de los hermanos que nos rodean. El propósito de esta nación santa es dar a conocer la excelencia de Dios. Debemos anunciar Sus alabanzas porque Él nos llamó de la oscuridad del pecado a Su luz. Como nación, servimos a nuestro Rey y andamos en Sus caminos. Somos diferentes a las personas de este mundo. Pertenecemos a una nación cuyo fundamento está en los cielos y cuyos principios provienen de Dios. Percatémonos de que esta nación es “santa”. Es decir, apartada por Dios para Su propósito y Su gloria. Es una nación de personas que han sido perdonadas y limpiadas por Dios, y cuyo deseo es honrarlo a Él en todo lo que hace.
En un momento de nuestras vidas estuvimos bajo la ira y el juicio de Dios, pero ahora hemos recibido misericordia (v. 10). Hemos sido perdonados y purificados de nuestros pecados. En otro tiempo no éramos pueblo; estábamos perdidos en nuestros pecados. Pero ahora Dios nos ha aceptado como Su pueblo. ¡Qué privilegio tenemos de ser llamados hijos de Dios! ¡Qué hermoso es ser perdonados y limpiados de todos nuestros pecados! ¡Qué esperanza tan maravillosa tenemos ahora que le pertenecemos a Él!
Observemos cómo Pedro se refiere a los creyentes como extranjeros y peregrinos en este mundo (v. 11). Somos diferentes en nuestra manera de pensar porque Dios ha renovado nuestras mentes. Somos diferentes en nuestras actitudes y acciones porque Dios nos ha dado un nuevo corazón. Nuestras metas en la vida no son las mismas que las de las personas del mundo. El mundo no puede identificarse con nosotros y nuestros caminos. También somos extranjeros en esta tierra porque nuestra ciudadanía está en los cielos (Fil. 3:20).
El hecho de ser peregrinos y extranjeros en este mundo no elimina las tentaciones. Nuestra carne aún pertenece a este mundo. Esa carne necesita ser crucificada todos los días. El enemigo constantemente lanza tentaciones a nuestra carne. Sin embargo, veamos que Pedro no se identificó con la carne. Él se identificó con la nueva persona que Cristo había hecho de él. Así es como debemos considerarnos. Experimentamos la realidad de la carne pecadora en nosotros, pero también experimentamos el poder y la presencia del Espíritu de Dios. En demasiadas ocasiones nos vemos solamente en la carne, y el desafío que Pedro hace en estos versículos es morir a ella. Ya no nos debemos identificar con la vieja naturaleza pecaminosa y sus deseos. Debemos vernos como las nuevas personas que somos en Jesús.
Somos sacerdotes e hijos de Dios, y debemos vivir vidas santas entre la gente pagana que nos rodea (v. 12). Debemos negar los deseos de nuestra vieja naturaleza carnal y alimentar la nueva naturaleza espiritual que habita en nosotros. Debemos agradecer por los cambios que vemos en nuestro carácter, y demostrarles a todos los que nos rodean que nosotros pertenecemos a la nación santa del Dios vivo. El mundo debe ver esta diferencia en nosotros. Esta sección nos desafía a vivir de tal manera que el mundo reconozca a Dios en nosotros, y a glorificar Su nombre. Nuestras vidas deben apuntar al no creyente hacia Jesús y a la obra que Él ha hecho en nosotros.
Para Meditar:
¿Qué significa ser escogidos por Dios? ¿Dónde estaríamos hoy si el Señor Jesús no nos hubiera alcanzado?
¿Qué significa ser real sacerdocio? ¿Cuáles son las responsabilidades del sacerdote?
¿En qué sentido somos peregrinos y extranjeros en este mundo?
Pedro declaró que tenemos la naturaleza de Cristo habitando en nosotros ¿Cómo se evidencia esta realidad en nuestras vidas? ¿Qué produce la naturaleza de Cristo en nosotros? ¿Qué produce la naturaleza carnal?
Para Orar:
Agradezcamos al Señor que nos escogió para salvarnos del pecado.
Demos gracias a Dios por la maravillosa presencia de Cristo que ha puesto en nosotros.
Pidamos al Señor que nos dé la gracia para resistir la carne y sus deseos pecaminosos. Oremos específicamente acerca los deseos pecaminosos contra los cuales batallamos en la actualidad.
Pidamos al Señor que nos capacite para vivir vidas que alaben y glorifiquen Su nombre.
Roguemos a Dios que revele cualquier cosa en nosotros que no lo honre. Pidámosle gracia para sacar eso de nuestras vidas.
24 – LAS RELACIONES
Leamos 1 Pedro 2:13-25
En esta parte final del capítulo 2, Pedro hablaba sobre la importancia de mantener buenas relaciones con todas las personas que nos rodean. Es cierto que somos peregrinos y extranjeros en este mundo. El no creyente no entiende quiénes somos nosotros o cómo pensamos. Nuestros caminos y preceptos pueden ser diferentes de los del mundo, pero debemos hacer nuestro mayor esfuerzo por vivir con los incrédulos con armonía y respeto. Necesitamos recordar que los creyentes a quienes Pedro escribía estaban sufriendo en mano de personas que tenían autoridad sobre ellos. Pedro desafiaba a estos creyentes que sufrían a perseverar y a mantener un buen testimonio de su Salvador ante los ojos de aquellos que los perseguían.
En el versículo 13 Pedro llamaba a sus lectores a someterse a toda autoridad humana. Estas autoridades habían sido instituidas entre los hombres. No eran autoridades espirituales sino seculares. Sin embargo, Dios espera que los creyentes respeten a las autoridades políticas y civiles que gobiernan. Debemos ser ciudadanos modelos. No debemos dar oportunidad alguna para que el nombre del Señor sea blasfemado por causa de nuestras acciones. ¿Qué tipo de testimonio tendríamos si viviéramos en constante desobediencia e irrespeto hacia las autoridades que existen en nuestro país?
La única excepción es cuando dichas autoridades demandan que desobedezcamos la autoridad suprema de Dios. Tenemos un ejemplo claro de esto en el libro de los Hechos. Cuando las autoridades les ordenaron a los apóstoles a no enseñar más en el nombre de Jesús, ellos respondieron diciendo: “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hch. 5:29). Como creyentes, nuestra lealtad a Dios tiene prioridad sobre nuestra obediencia a las autoridades civiles. Cuando el creyente sea forzado a decidir entre obedecer a Dios y obedecer a las autoridades civiles, éste debe obedecer a Dios y estar dispuesto a enfrentar las consecuencias.
Observemos que debemos someternos a estas autoridades por causa del Señor. Esto le añade una dimensión totalmente nueva a este asunto de someterse a las autoridades seculares. Debemos someternos a los reyes y a los gobernantes para que el propósito y el plan de Dios no tengan obstáculos. ¿Cómo nuestra sumisión a las autoridades lleva a cabo el propósito del Señor?
Según el versículo 15, nuestra sumisión hará callar la ignorancia de los hombres insensatos (Ver Lucas 20:20-26). Si somos ciudadanos modelos, los no creyentes nos verán como un ejemplo a seguir. Lo mismo se aplica en el caso de nuestro trabajo. Cuando tenemos cuidado de someternos a los que están por encima de nosotros en nuestros puestos de trabajo, estamos demostrándoles que somos trabajadores confiables, honestos y respetables. Los incrédulos a nuestro alrededor verán que los que siguen a Jesucristo son personas honradas, y que somos gente en la que se pueden confiar. En esto Dios es glorificado y los propósitos de Su reino no son estorbados. No obstante, si somos rebeldes e irrespetuosos, les damos a las personas razones para criticar. La gente ve nuestro mal ejemplo y detesta nuestra fe.
En los días en que Pedro escribió esta carta, los judíos peleaban constantemente con las autoridades romanas que eran quienes gobernaban el territorio. Los judíos no consideraban que debían ser leales a Roma porque se veían solamente por debajo de Dios. Ellos demostraban ser una espina para Roma; y ésta no los miraba favorablemente ni a ellos ni a su Dios, sino que los veía como un pueblo rebelde y hostil que necesitaba ser reprimido. Habría sido fácil para los creyentes que venían de este trasfondo considerar que su única obligación era para con Dios. Pedro los desafiaba a rendirse también a las autoridades gobernantes por causa del Señor.
En el versículo 16 Pedro les dijo a los creyentes que ellos debían vivir como hombres y mujeres libres que servían a Dios. Parece haber un contraste aquí entre ser libres y ser siervos. ¿Podemos ser libres y siervos al mismo tiempo? Un siervo se encentra bajo el control de su amo, y debe obedecer sus ordenanzas. Los siervos no son libres para hacer lo que les plazca. La respuesta a esta pregunta yace en la naturaleza de la libertad a la que Pedro se refería. Esta libertad no era la libertad de hacer lo que nos gusta, sino la libertad de la esclavitud del pecado que Jesús nos ha dado.
Todos nosotros hemos descubierto que la libertad de hacer lo que nos plazca solo conduce a la esclavitud. Si hacemos cualquier cosa que llega a nuestra mente, pronto nos veremos esclavizados por todos los engaños del mundo. Solo en Jesús podemos tener victoria sobre el pecado. Cuando Él nos concede este tipo de victoria, entonces somos libres. No estamos atados a la carne pecaminosa para hacer su voluntad. Ya no estamos ciegos por el mundo que nos rodea ni por las mentiras del enemigo. En cambio, vemos aquello para lo cual fuimos creados. Somos libres para llegar a ser todo lo que Dios desea que seamos. Pedro les dijo a los creyentes que vivieran como quienes han sido liberados del pecado y sus efectos.
El apóstol continuó diciendo que los creyentes no debían usar su libertad como una excusa para el mal. Es maravilloso saber que nuestros pecados son perdonados y que tenemos un lugar en los cielos preparado para nosotros. ¡Cuán reconfortante es saber que ni siquiera Satanás puede quitarnos esa bendición! Sin embargo, hay quienes abusan de esta gracia. En este contexto, los individuos a quienes Pedro les hablaba, creían que porque eran ciudadanos de los cielos no tenían que obedecer a sus líderes terrenales. Pedro les decía que ellos no debían usar su libertad en Cristo como excusa para vivir en rebelión contra las autoridades terrenales que Dios había puesto sobre ellos. Más bien, debían vivir con la convicción de que ellos ciertamente eran ciudadanos de los cielos, pero siervos de Dios en la tierra. Por el hecho de ser Sus siervos, ellos debían obedecerle, y en este caso, eso significaba respetar a sus líderes terrenales (ver Mateo 17:24-27).
Se debía respetar no solo a los líderes sino a todas las personas (v. 17). Pedro mandaba a los cristianos a amar a los hermanos en Cristo, a amar y temer a Dios y a honrar al rey. Cuando el Señor Jesús ministró en la tierra, demostró lo que significaba respetar a todas las personas. Él alcanzó a los pecadores y los amó cuando el resto de la sociedad quería deshacerse de ellos. Él se acercó a los leprosos que nadie quería tocar. Escogió a un cobrador de impuestos para que fuera uno de Sus discípulos. Tocó a prostitutas y mendigos. Él no aceptaba sus pecados, pero respetaba a cada individuo como digno de Su atención y misericordia. Nosotros estamos llamados a hacer lo mismo.
Incluso los criados debían someterse a sus amos (v. 18). Ellos debían servir a aquellos amos con respeto. Pedro no estaba diciendo que la esclavitud era buena. La realidad del asunto era que la esclavitud ya estaba profundamente arraigada en la sociedad de esa época. Aunque los esclavos no tenían derechos en la sociedad, ellos eran iguales a los otros miembros de la iglesia. Sin embargo, Pedro les decía que permanecieran como estaban y que sirvieran a sus amos con todo su corazón. Observemos que la obediencia no era un mandato solo para los criados que tenían buenos amos, sino también para aquellos que tenían amos crueles. Esto no era fácil, pero los criados debían demostrar, incluso bajo circunstancias difíciles, el poder de Dios para amar, perdonar y respetar a sus amos.
Dios no ignoraba lo que les estaba sucediendo a estos esclavos que eran tratados cruelmente. Dios los recompensaría por su fidelidad en medio de las dificultades que enfrentaban. Es relativamente fácil servir bien cuando las cosas son fáciles. Pero es mucho más difícil servir cuando las circunstancias son arbitrarias o injustas. Sin embargo, Pedro les decía a estos criados que, si ellos eran golpeados o juzgados por algo que hubieran hecho mal, no recibirían recompensa de parte de Dios. Su recompensa vendría por vivir fielmente a sus amos.
Lo que necesitamos ver aquí es que hay momentos en que Dios nos llamará a enfrentar pruebas y sufrimientos en este mundo pecaminoso y cruel. Dios no es solo el Dios de los buenos tiempos, sino también el Dios de los malos tiempos. Él necesita a aquellos que le demostrarán a este mundo lo que es alabar a Dios en los tiempos de bendición. Pero además necesita a quienes demostrarán que Su poder, paz y gozo también están presentes en los momentos difíciles de la vida, cuando todo parece desmoronarse. Cuando Jesús enfrentó los insultos de Sus enemigos, Él no les devolvió mal (v. 23). Cuando ellos lo azotaron y lo crucificaron, Él no los amenazó. En su lugar, se encomendó a Dios y dejó que fuera Él quien juzgara. Nosotros tenemos Su ejemplo a seguir.
Cuando en el libro de los Hechos los judíos mataron a Esteban, él tuvo esta misma actitud. Él no procuró vengarse; simplemente alzó su mirada a los cielos y se encomendó a Dios. Aún en su muerte, él honró a Dios y amó a sus acusadores (ver Hechos 7:60).
El Señor Jesús se sometió voluntariamente al propósito de Dios y permitió que Sus enemigos lo mataran. Él no amó Su vida en la tierra más que obedecer a Dios. El resultado fue que se llevó a cabo la gran salvación de Dios. Por medio de las heridas de Cristo y por último Su muerte, nosotros fuimos liberados de las terribles garras del pecado. Antes éramos como ovejas descarriadas destinadas a perecer, pero Jesús, cual pastor amante y tierno, nos trajo de vuelta al Padre. El sufrimiento de Cristo trajo consigo la gloria de Dios y nuestra gran bendición.
Esta sección nos desafía a ser personas que respeten a las autoridades y a todo aquel con quien nos relacionemos. Debemos ser lo suficientemente humildes como para reconocer la autoridad que Dios ha puesto sobre nosotros para ministrar. Debemos someternos a las autoridades para no estorbar el propósito de Dios. Haciendo esto, podemos mostrarle al mundo que el amor de Dios está en nosotros. Respetar no significa que estemos de acuerdo con la otra persona. David no estuvo de acuerdo con Saúl cuando éste último buscaba matarlo, pero David siempre honró a Saúl como rey. David no tomaría la vida de su rey porque sabía que, aunque Saúl estaba actuando en rebelión, él aún era a quien Dios había puesto en autoridad (ver 1 Samuel 26:9-11, 23-24). Nosotros necesitamos tener esta misma actitud. No siempre entendemos los caminos de Dios, pero nos sometemos a Él sabiendo que cuando caminamos en fe y obediencia, Él cumplirá Su propósito para nuestro bien y para Su gloria.
Para Meditar:
¿Se nos hace difícil amar a alguien? ¿En qué nos desafía de este pasaje para el presente?
¿El hecho de que respetemos a alguien significa que tenemos que estar de acuerdo con ellos y con lo que ellos hacen?
¿Por qué es importante que aprendamos a respetar a nuestras autoridades superiores? ¿De qué manera es esto un buen testimonio para el Señor?
¿Qué ejemplo nos dejó Jesús para seguir?
Para Orar:
Pidamos al Señor que nos dé gracia para obedecer a las autoridades. Pidámosle que nos dé gracia para ser un testimonio para Su gloria, incluso en tiempos difíciles.
Pidamos a Dios que nos perdone por cualquier palabra dicha en contra de aquellos que Él ha puesto como autoridad sobre nosotros.
Agradezcamos al Señor por el ejemplo que Él nos dejó de obedecer al Padre, incluso en persecución y muerte. Pidamos a Dios gracia para caminar como Jesús lo hizo.
25 – LOS ESPOSOS Y LAS ESPOSAS
Leamos 1 Pedro 3:1-7
Hemos estado revisando en esta epístola las instrucciones de Pedro sobre nuestras relaciones como creyentes. En la meditación anterior, fuimos desafiados a respetar a nuestros superiores. En esta sección, él dirige la atención a las relaciones entre esposos y esposas.
Las Esposas
Pedro comienza desafiando a las esposas a sujetarse a sus esposos. Observemos la conexión que existe entre este capítulo y el capítulo dos de la epístola. Él les dice a las esposas que deben estar sujetas a sus esposos de la misma manera que todos los creyentes deben estar sujetos a las autoridades superiores. Nuevamente él enfatiza en el hecho de que esto se aplicaba tanto a los esposos no creyentes como a los creyentes. En el capítulo 2 Pedro dejó bien claro que los creyentes debían someterse en el Señor incluso a las autoridades superiores no creyentes. Así también, los criados debían someterse a sus amos no creyentes. Del mismo modo, las esposas cristianas debían estar sujetas a sus esposos, ya fueran cristianos o no.
Es importante que nos percatemos que la lealtad que las esposas cristianas le tienen a Dios tiene prioridad sobre la relación con sus esposos. En Hechos 5:29, los apóstoles no hicieron caso a las órdenes de los oficiales de la ciudad de no enseñar más en el nombre de Jesús. Ellos ignoraron voluntariamente las órdenes de estas autoridades porque las mismas los conducirían a desobedecer el claro mandamiento del Señor. Cuando hay que decidir entre obedecer al esposo u obedecer a Dios, la esposa cristiana obviamente debe escoger obedecer la autoridad suprema del Señor. Sin embargo, en todo lo demás, ella debe someterse voluntariamente.
Pedro le habla particularmente a la esposa cristiana que está casada con un hombre no creyente. El apóstol la desafía a sujetarse a su esposo para que, por medio su espíritu dócil, éste pudiera creer en la Palabra de Dios. ¡Qué testimonio es para un esposo no creyente cuando su esposa lo ama y lo honra! No solamente que él pudiera respetarla por esto, sino que también podría llegar a amar al Señor quien ha hecho de ella la mujer que es.
Es importante que los soldados que están en el ejército obedezcan y se sometan a su comandante. Si no lo hacen, solo habría confusión y caos en el campo de batalla. Lo mismo se aplica a la familia. La esposa debe encargarse de hacer todo lo posible por trabajar en armonía con su esposo. Ella debe ayudarlo y honrarlo como la cabeza de la casa, y al hacerlo, ganará su corazón y posiblemente hasta salve su alma.
En nuestros tiempos, es bastante fácil para las mujeres enfocarse en la belleza exterior. Pedro no estaba en contra de que la esposa se ocupara de sí. Sin embargo, él desafiaba a las mujeres a no poner tanto su corazón en la belleza exterior, sino en la belleza interior de carácter y espíritu. Los peinados ostentosos, los adornos de oro y los vestidos lujosos no son los que hacen bonita a una mujer. La verdadera belleza de la mujer radica en su interior. Su espíritu afable y apacible es más hermoso que cualquier vestido o ropa lujosa. Esta belleza exterior muy pronto se desvanecerá, pero la interior, la belleza de carácter, crecerá con el tiempo. En esto es que la mujer consagrada debe enfocarse. Ella debe buscar del Señor en cuanto a su persona interior. Debe aprender a vivir en obediencia al plan y a los propósitos de Dios. Las imperfecciones internas como el enojo, la amargura y los celos deben ser reemplazadas por la belleza del fruto del Espíritu. Éstas son sus verdaderas joyas.
Permítanme añadir algo más aquí para los esposos. Es importante que veamos a nuestras esposas desde una perspectiva espiritual. ¡Cuán fácil les resulta a los hombres fijarse solamente en la belleza exterior! Debemos mirar más allá de las apariencias para ver y estimular la belleza interior de nuestras esposas. Necesitamos entrenar nuestros ojos para disfrutar la belleza del carácter y los dones de nuestras esposas.
El apóstol desafiaba a las mujeres en todas partes, a seguir el ejemplo de las santas mujeres de la antigüedad que se sujetaban a sus maridos. En el versículo 6 (LBLA) Pedro les decía a las esposas que ellas eran hijas de Sara si hacían el bien y no estaban amedrentadas por ningún temor. Esta exhortación es un tanto difícil de entender. ¿Cómo debemos interpretar esta frase, “sin estar amedrentadas por ningún temor”?
Una posibilidad es que Pedro estuviera hablando acerca del temor a sujetarse. Sujetarse a alguien no siempre es fácil. La sujeción requiere fuerza de carácter y confianza en la persona a quien nos sujetamos. Los soldados en el ejército necesitan poner a un lado el miedo, y confiar en el comandante y en sus órdenes. Ellos deben renunciar voluntariamente al control de sus vidas para hacer la voluntad de sus superiores. Esto es algo que causa temor. ¿Quién de nosotros no ha experimentado cierto temor de someter todo lo que tiene al Señor y a Su control? A menudo los incrédulos no vienen al Señor porque tienen miedo a rendir todo lo que tienen.
De manera similar, Pedro hacía un llamado a las esposas a sujetarse a sus esposos. Cuando ellas se casaron, se entregaron por completo a sus esposos. La mujer, voluntariamente escogió poner a un lado sus ideas de independencia para unir su corazón y su vida a la de su esposo. Aunque esto pudiera causar temor, Pedro desafiaba a la esposa a someterse a su esposo sin estar amedrentadas por ningún temor. Ellas debían confiar en Dios y caminar en fe, y ser de apoyo para su esposo y sus propósitos. Al hacerlo, ellas serían hijas de Sara, quien voluntariamente siguió a su esposo Abraham hacia lo desconocido, dejando la tierra donde nació para seguir la voluntad y el propósito de Dios.
Esposos
Hasta este punto, Pedro les había hablado a las esposas, pero ahora dedica un momento para hablarle a los esposos. Él los desafía en el versículo 7 (LBLA) a ser comprensivos con sus esposas. Ellos debían ver las necesidades y los deseos de sus esposas tan importantes como las suyas. Este principio elimina cualquier sentido de dictadura en el matrimonio. Aunque la esposa debía sujetarse a su esposo, éste debía ser comprensivo con ella y tratarla con el mayor respeto. En todas sus decisiones, él debía tomar en cuenta los intereses y las necesidades de su esposa. Debía procurar el bienestar de su mujer en todo lo que hacía.
Los esposos debían respetar a sus esposas reconociendo que ellas son coherederas de la gracia de la vida. Dios ha escogido tanto a las mujeres como a los hombres para que sean Sus hijos. Sus promesas son para ambos sexos. Su amor es para ambos. Él ofreció a Su Hijo a morir tanto por las mujeres como por los hombres. No hay distinción en cuanto a salvación se refiere. La mujer es heredera del reino de Dios tanto como el hombre. Somos iguales en Cristo. El esposo debe vivir con su esposa, con la certeza de que ella es copartícipe de la gracia. Menospreciarla o abusar de ella sería abusar de un hijo de Dios. Dios juzgará a los esposos crueles. Observemos de manera particular en el versículo 7 que, si el esposo no trata a su esposa con respeto y comprensión, Dios literalmente le dará la espalda y se negará a responder sus oraciones.
Lo que necesitamos ver es que, aunque hay determinados roles en la familia, debe haber respeto mutuo entre el esposo y la esposa. La esposa debe sujetarse a su esposo y servirle de apoyo en todos sus esfuerzos. El esposo debe apoyar a su esposa, ayudándola y animándola en sus necesidades e intereses. Pedro hacía un llamado tanto a las esposas como a los esposos a poner a un lado los intereses de uno por los beneficios del otro.
La esposa debe honrar a su esposo; y el esposo debe honrar a su esposa, sabiendo que, si no lo hace así, sus oraciones no serán escuchadas y será juzgado por Dios. Juntos deben aprender a poner a un lado sus intereses y deseos egoístas por el bien de cada cual. Deben darse felicidad y apoyo uno al otro por la causa del Señor. Según Pedro, este era el propósito de Dios para el matrimonio.
Para Meditar:
¿Cuánto de Jesús ve nuestro cónyuge en nosotros? ¿Estamos demostrando la belleza interior del Señor en nuestras palabras y acciones?
¿Qué significa sujetarse? ¿Acaso significa ser controlados o dominados por alguien?
En caso que estuviéramos casados, ¿compartimos con nuestro cónyuge los propósitos comunes de la vida? ¿Estamos trabajando juntos para alcanzar una meta común, o hemos llegado a tener propósitos divididos?
¿Qué advertencia les da este pasaje a los esposos que no respetan a sus esposas?
Para Orar:
Pidamos al Señor que capacite a las esposas a sujetarse y a apoyar a sus esposos.
Pidamos al Señor que ayude a los esposos a ser más comprensivos y respetuosos con sus esposas.
Dediquemos un momento para pedirle al Señor que nos dé la gracia para ser lo que nuestro cónyuge necesita que seamos.
Oremos que Dios traiga sanidad a los matrimonios de hoy en día. Pidamos a Dios que ministre nuestro matrimonio para que refleje más claramente lo que Dios quiere de nosotros como pareja.
Pidamos a Dios que consolide nuestro matrimonio de una manera más profunda para la gloria de Su nombre.
26 – VIVIENDO EN ARMONÍA
Leamos 1 Pedro 3:8-12
En esta sección de la epístola, Pedro muestra su preocupación en que los creyentes vivan en una correcta relación con aquellos que les rodean. Él desafiaba a sus lectores a respetar a las autoridades seculares que los gobernaban. En la sección anterior vimos cómo él animaba a los esposos y a las esposas en sus relaciones mutuas. Aquí en esta parte del capítulo 3, él da algunas pautas generales que rigen las relaciones dentro del cuerpo de Cristo.
Vivan en Armonía
En el versículo 8 (NVI) Pedro comienza desafiando a los creyentes a vivir en armonía los unos con otros. La palabra que aquí se traduce como armonía significa “ser de un mismo sentir/pensar”. Es importante que entendamos que esto no significa que todos debemos tratar de pensar de la misma manera. Siempre habrá diferencias de opiniones en el cuerpo de Cristo. Un motor está compuesto por muchas piezas diferentes y cada una tiene un propósito. Estas piezas no se parecen ni funcionan de la misma manera. Sin embargo, si queremos que el motor funcione de manera adecuada, todas esas piezas deben funcionar juntas en armonía. Todas las piezas responden a una meta común. En el cuerpo de Cristo esto solo puede ser posible si ponemos a Jesús y a Sus propósitos en primer lugar. No podemos estar procurando nuestra propia voluntad. Todos debemos someternos al Señor. Recordemos que no debemos intentar trabajar de manera independiente. Si queremos ser lo que Dios quiere que seamos, debemos trabajar el uno con el otro. Vivir en armonía significa que debemos considerarnos unos a otros en todo lo que hacemos. El egoísmo y el egocentrismo no tienen cabida en el cuerpo de Cristo.
Sean Compasivos
A continuación Pedro desafiaba a los creyentes a ser compasivos (RVR 60) unos con otros. Ser compasivo es sentir el uno por el otro. La persona que es compasiva siente el dolor y la herida de los otros. Cuando un hermano está atravesando pruebas difíciles, la persona sensible comparte el dolor de la prueba. El individuo compasivo sufre cuando otros lo hacen. Una vez más, la compasión controla nuestro egocentrismo. Una iglesia saludable es aquella donde las personas sienten el dolor de los otros miembros del cuerpo y no se preocupan solamente por sus propios intereses.
Ámense fraternalmente (como hermanos)
Lo próximo que Pedro les dice a sus lectores es que se amen como hermanos (NTV). La palabra “hermanos” indica que ellos pertenecen a la misma familia y como tal, tienen la obligación de protegerse, amarse y alentarse mutuamente. Aunque podemos amar a alguien que no conocemos, el amor fraternal va dirigido exclusivamente a los que son de la misma familia. Aquí se refiere a un compañerismo e intimidad más cercanos.
Sean Misericordiosos
Ser misericordioso es tener un corazón sensible. Es tener piedad de alguien que está en pruebas o necesidades. La palabra Misericordia implica acción. Usted no puede decir que tiene misericordia por alguien si al ver la necesidad no hace nada al respecto. La misericordia, por naturaleza, requiere que alcancemos y ministremos las necesidades que tenemos frente a nosotros. Las personas de corazón sensible sienten profundamente el dolor de sus hermanos, y harán todo lo que puedan para aliviar esa carga.
Sean humildes (NVI)
En la versión Reina Valera Revisada 60, esta palabra ‘humildes’ se traduce como ‘amigables’. En este sentido ser humilde es ser gentil, amigable y cortés. Es tratarse unos a otros con respeto y dignidad. La humildad reconoce que le debe cortesía y bondad en palabras y en hechos a todos sus semejantes. ¡Cuán fácil estallamos de ira! ¡Con cuánta facilidad damos por sentado a aquellas personas que son más cercanas a nosotros! Olvidamos agradecerles; olvidamos honrarles y tratarlos con amabilidad. Ser humilde no es dar todo esto por sentado; es respetar a los que conocemos y tratarlos con dignidad.
Devuelvan bendición por maldición.
Pedro continúa diciendo en el versículo 9 que los creyentes no debían devolver mal por mal ni maldición por maldición. La realidad del asunto es que en esta tierra las relaciones no son perfectas. Algunas veces, actuando según la carne, las personas dicen cosas de las cuáles más tardes se arrepienten. ¿Cuál es el consejo divino para esto? Según Pedro, cuando alguien nos insulta, no debemos devolver el insulto. En su lugar, debemos procurar bendecir a ese que nos insultó o nos ofendió. Dios nos llama a perdonar a los demás y a procurar el bienestar espiritual, aún de nuestros enemigos; y a cambio, Dios nos honrará y nos confortará.
Apártense del mal y hagan el bien
Si deseamos ver días buenos y disfrutar las bendiciones de Dios en nuestras vidas, entonces debemos apartarnos del mal y hacer el bien. Debemos resistir las tentaciones carnales de buscar nuestro propio camino o de vengarnos de alguien que nos ha ofendido. Debemos enérgicamente procurar el bien de los que nos rodean. Debemos aprender a bendecir y a honrar a nuestros semejantes, si queremos ser bendecidos nosotros mismos.
Busquen la Paz
Es posible que hagamos las cosas antes mencionadas y aun así tengamos muchas luchas en nuestras vidas. Existen personas que parecen estar proclives a causar problemas y división en el cuerpo de Cristo. Algunas veces estos individuos necesitarán ser disciplinados. Sin embargo, nuestro objetivo debe ser procurar la paz.
Observemos en el versículo 11 que el apóstol declaraba que los creyentes no solo deben procurar la paz, sino también seguirla. La paz es algo que se debe conservar. Si no buscamos constantemente la paz, ésta muy pronto desaparecerá. En este mundo de pecado, a menudo tendremos que pedir disculpas y a menudo tendremos que perdonar a los que nos han ofendido. Hay muchísimas cosas que pueden interponerse entre las relaciones conyugales o entre los miembros del cuerpo de Cristo. Podemos estar seguros de que el enemigo hará todo lo posible por causar división en el cuerpo de Cristo. En ocasiones, buscar la paz será un proceso difícil. Sin embargo, esto es algo que debemos conseguir y mantener en nuestras relaciones con nuestros hermanos.
Pedro concluye esta exhortación recordándoles a sus lectores que los ojos del Señor están sobre los justos, y Sus oídos atentos a sus oraciones. Sin embargo, Su rostro está contra aquellos que hacen el mal. El Señor ve cómo tratamos a nuestros hermanos. Él sabe las cosas que les hemos dicho y la manera en que hemos actuado con relación a ellos. Deshonrar a nuestro hermano en Cristo es entristecer el corazón de Dios. Aquellos que aman al Señor y han experimentado Su amor en sus vidas procurarán vivir en paz y armonía con su prójimo, y no querrán ser causa de división.
Para Meditar:
¿Tenemos hermanos a los cuáles nos cuesta trabajo respetar y honrar? ¿Qué nos dice este pasaje en lo personal?
¿Sentimos el dolor de nuestro hermano en Cristo? ¿Cómo reaccionamos cuando un hermano está sufriendo o atravesando pruebas duras? ¿Hay alguien a quien podamos ministrar hoy en el nombre de Cristo?
¿Es posible tener diferencias de opiniones y aun así vivir en armonía?
¿Es siempre posible vivir en paz con todas las personas? ¿Cómo debemos responder a los que no quieren estar en paz con nosotros?
¿Tratamos con dignidad y respeto a las personas que nos rodean? ¿Cuál es la relación que hay entre la verdadera humildad y el ser corteses y respetuosos con las personas que están a nuestro alrededor?
Para Orar:
¿Hay personas que nos han herido? Pidamos a Dios que nos muestre cómo podemos bendecirlas.
¿Existen personas con las cuales necesitamos hacer las paces? Pidamos a Dios nos dé fortaleza y gracia para ser humildes.
Pidamos al Señor que nos ayude a tratar con respeto y dignidad a las personas con las cuales nos relacionamos.
Pidamos a Dios que nos dé gracia para poder estar en paz con los que nos rodean. Roguémosle que elimine cualquier cosa que obstaculice esa paz con nuestro hermano.
27 – PADECIENDO POR HACER EL BIEN
Leamos 1 Pedro 3:13-17
En esta carta Pedro nos desafía a vivir de tal manera que las personas no tengan nada malo que decir sobre nosotros. Por lo general, esto nos evitará problemas, pero no es una garantía. Incluso el Señor Jesús tenía personas que hablaban en Su contra. Todos los creyentes en todo el mundo han sufrido por hacer el bien.
Pedro, quien no era ajeno al sufrimiento, entendía que hacer el bien y servir al Señor no garantizaba estar libre de pruebas, pues él mismo había sufrido a causa del reino de Dios. En el versículo 14, Pedro escribió que las bendiciones de Dios estarían sobre aquellos que padecían por hacer el bien.
Observemos en el versículo 14 que Pedro les mandaba a los creyentes a resistir el temor que inevitablemente venía cuando enfrentaban persecución. El temor es una respuesta comprensible, pero a la vez hará que quitemos nuestros ojos del Señor. El miedo nos lleva a olvidarnos que Dios tiene el control de nuestra situación y ve todo lo que nos sucede.
Pedro les recuerda a sus lectores que la única manera en que los creyentes podían resistir el temor era poniendo a Cristo como el Señor de sus corazones. Esto significa que debemos mantener a Cristo como el enfoque de nuestras vidas, y que debemos encomendarnos constantemente a Él como nuestro Dios Soberano. Esto quiere decir que debemos reconocer que Él es el Señor sobre cada situación que viene a nuestro camino. Estamos tentados a ver como que el mal es más poderoso que el bien. Sin embargo, el Señor es mayor que cualquier mal que pueda sucedernos. Él es Señor por encima de todas las pruebas y circunstancias.
Justo antes de que Esteban fuera apedreado, él miró a los cielos y vio la gloria de Dios y al Señor Jesús sentado a la diestra de Dios (Hch. 7:55). Esto hizo que Esteban fuera animado y fortalecido en su prueba. En los momentos de nuestras propias tribulaciones, debemos fijar nuestros ojos en Jesús. Debemos reconocerle como Señor. Él es el soberano Dios del universo. Él es el Señor sobre todas las cosas. Ante Él un día toda rodilla se doblará. No hay nada que esté fuera de Su control. No hay enemigo que pueda derrotarlo. Estamos en Sus manos, y nos rendimos en sumisión a Él y a Su cuidado soberano en nuestros tiempos de necesidad. Reconocerlo como Señor nos capacita para transitar en medio de nuestras pruebas con mayor paz.
Tener a Cristo como Señor es más que reconocer que está en control de todos los sucesos y circunstancias de la vida. También significa vivir en obediencia a Él. Es reconocer que, si Él es el Señor, entonces necesitamos ser Sus siervos obedientes. Es muy fácil ceder en medio de las pruebas. Sin embargo, es en estas pruebas que realmente podemos demostrarle al mundo la realidad de lo que tenemos en Jesús. En los tiempos difíciles, a menudo, el mundo ve a Jesús en nosotros con más claridad. Ellos ven Su poder para vencer. El mundo necesita ver cómo los cristianos enfrentamos las pruebas. Necesita ver a los cristianos enfrentar su sufrimiento con gracia, gozo y fidelidad. Necesita ver el poder de Dios en nosotros para amar y perdonar a los que nos ofenden. El mundo que nos rodea ve la gracia y la misericordia de Dios demostrada en nuestros padecimientos. Esto podía llevarlos a preguntarnos por qué tenemos tal esperanza y confianza aún en medio de nuestras batallas. Pedro desafiaba a los creyentes a estar preparados para presentar la razón de esta esperanza (v. 15). Nuestra obediencia y fidelidad a Cristo en medio de nuestras pruebas es un testimonio poderoso ante el mundo que nos observa de la esperanza y la gracia que Dios provee para aquellos que lo aman y que caminan en fidelidad a Él.
Observemos que existe una manera apropiada de compartir la esperanza. Debemos testificar con mansedumbre y reverencia. Solo el Espíritu de Dios puede llevarnos a ser gentiles y respetuosos con aquellos que nos dañan. David es un ejemplo claro de esto. Él siempre respetó a Saúl como el hombre que Dios había escogido para guiar a Israel. Incluso cuando Saúl procuró matar a David, éste continuó respetándolo como el líder escogido por Dios. Él rehusó hablar mal de Saúl. Sus palabras y acciones respecto a este líder siempre demostraron un profundo respeto, aun cuando a David no siempre le agradaba lo que Saúl le hacía (ver 1 Samuel 26:9-11, 23-24).
En todo lo que hacemos debemos mantener una buena conciencia ante Dios, para que aquellos que murmuran y hablan mal de nosotros, al final sean avergonzados. Ellos serán expuestos por sus mentiras. La gente verá la verdad por la manera en que vivimos y respondemos a los ataques maliciosos. Cuando los gobernantes civiles de los días de Daniel trataron de encontrar motivos para acusarlo respecto a la manera en que manejaba los negocios del reino, ellos no pudieron hacerlo porque él era fiel en su administración (Dn. 6:4-5). Así es como debemos vivir nuestras vidas.
Pedro concluye recordándoles a sus seguidores que es mejor padecer haciendo el bien, si es la voluntad de Dios, que haciendo el mal. Las cosas no siempre serán fáciles para el creyente. Habrá momentos cuando el Señor nos llamará a enfrentar oposición y luchas. A medida que enfrentamos estas pruebas, necesitamos encomendarnos activamente a Cristo como el Señor de nuestras vidas, y necesitamos también continuar caminando en fe y obediencia a Su voluntad. Debemos confiar en Él en medio de nuestras pruebas reconociendo que en Su perfecto tiempo Él nos recompensará.
Para Meditar:
¿Qué nos enseña este pasaje sobre los creyentes que padecen aun cuando están caminando fielmente con el Señor? ¿Acaso la obediencia al Señor es garantía de que nunca sufriremos?
¿A qué le teme el creyente? En vez de amedrentarnos, ¿qué es lo que Dios quiere que hagamos?
¿Qué significa tener a Cristo como el Señor de nuestros corazones? ¿Cómo esto nos prepara para enfrentar las pruebas de la vida?
¿De qué manera Dios usa las pruebas para que sean un instrumento de testimonio? ¿Ha tenido siempre usted un buen testimonio en medio de sus pruebas?
¿Qué dijo Pedro sobre tener respeto hacia nuestros enemigos? ¿Ha sido usted capaz de cumplir con esto en su vida personal?
Para Orar:
Agradezcamos al Señor porque Él es capaz de conducirnos por cada prueba que enfrentamos en la vida. Démosle gracias porque Sus bendiciones están disponibles para nosotros, aún en medio de nuestras pruebas.
Pidamos al Señor que nos ayude a vencer cualquier temor que tengamos en la vida, y en su lugar, que nos ayude a confiar completamente en Él.
¿Está usted enfrentando hoy alguna prueba? Pida al Señor que le capacite para ponerlo como Señor de Su corazón.
Pidamos a Dios nos mantenga fieles y humildes en nuestras pruebas para que seamos buenos testigos de Él ante el mundo.
Roguemos al Señor que nos enseñe a respetar a nuestros enemigos. Agradezcámosle a Dios porque ellos son vasijas que Él usará para moldearnos en nuestro caminar con Él.
28 – LA OBRA DE CRISTO
Leamos 1 Pedro 3:18-22
Pedro desafiaba a los creyentes a que, en medio de las pruebas y dificultades, establecieran a Jesús como Señor de sus corazones. Aquí en esta última sección del capítulo 3, Pedro les recuerda a estos creyentes lo que Jesús había hecho por ellos.
En el versículo 18 (NVI) el apóstol escribió que Jesucristo murió por los pecados una vez por todas. Existen varias maneras de interpretar esta palabra “todas”. En primer lugar, cuando Jesús murió en la cruz, él murió una vez por todos los tiempos. En otras palabras, ya nunca más se necesitará otra muerte. Esta única muerte era suficiente para llevar a cabo todo lo que Dios quería.
En segundo lugar, está el aspecto de que Cristo murió una vez por todos los pecados. Su única muerte cubrió todos los pecados que alguna vez cometimos. Cada pecado está cubierto por esa única muerte de Jesús. Cientos de miles de toros y ovejas fueron sacrificadas en el período veterotestamentario, pero ninguno de ellos pudo cubrir todos los pecados. La muerte de Jesús nos perdonó de todos los pecados.
En tercer lugar, hay otro aspecto relacionado con esta palabra, “todas”. Se trata de que la muerte única de Jesucristo cubrió los pecados de todos (todas las personas) los que vengan a Él. Para todo el que venga a Él hay perdón y purificación.
Observemos también en el versículo 18 que la muerte del Señor Jesús era la muerte del justo por los injustos. Debido a que éramos personas injustas, estábamos bajo la ira de Dios y merecíamos ser castigados. Por otro lado, Cristo era justo. Su naturaleza no era pecaminosa y nunca pecó. Él era el Cordero de Dios perfecto que pagó la culpa por nuestros pecados. En este pasaje vemos el asombroso amor de Jesús por nosotros. Su amor fue tan grande que voluntariamente sacrificó Su vida para pagar la culpa por los pecados que no cometió, para que de esta manera pudiéramos tener una relación con Él.
Pedro continuaba diciéndoles a sus lectores que el Señor Jesús sufrió la muerte en Su carne (cuerpo, NVI), pero la muerte no pudo retenerlo. Debido a que era el Hijo de Dios sin pecado, Jesús resucitó corporalmente de la tumba. Él venció sobre el pecado y la muerte, y Su victoria nos da esperanza.
Percatémonos en el versículo 19 cómo Pedro les dijo a sus lectores que cuando el Espíritu de Dios le dio vida a Cristo, Él fue y les predicó a los espíritus encarcelados que, en otro tiempo, en los días de Noé, habían desobedecido. Este versículo ha causado problemas para muchos comentaristas, y necesita ser analizado brevemente en este contexto.
¿Por qué Pedro mencionó la historia de Noé en este pasaje? Parece que lo hizo para ilustrar lo que Jesús hizo por nosotros en la cruz. En los días de Noé, Dios decidió juzgar el pecado y la rebelión mandando un gran diluvio. El diluvio cubrió la tierra y destruyó a hombres, mujeres, niños y toda criatura viviente, excepto a los que estaban protegidos en el arca. Este fue el gran juicio de
Dios para el pecado.
Nosotros estábamos como esos individuos de los días de Noé, perdidos en el pecado y bajo el juicio de Dios. Y fue en medio de esta situación que el Señor Jesús vino a ofrecer una solución. Él nos proveyó el arca de la salvación. Él mismo era nuestra arca. Solo a través de Él pudimos atravesar las aguas del juicio de Dios. Todos los que permanecieron fuera de Cristo, como aquellos que se quedaron fuera del arca de Noé, serán condenados. Sin embargo, los que se refugiaron en Él ya no deben temer a la condenación del pecado y a la muerte. La victoria sobre el pecado solo se encuentra en Jesús.
Pedro comparaba el agua que la familia de Noé atravesó con las aguas del bautismo. La familia de Noé atravesó a salvo las aguas que condenaron a los que rechazaron la oferta de Dios de entrar en el arca. Ellos pasaron por las aguas a salvo porque estaban protegidos por el arca que era símbolo de Cristo. ¿Y no es de esto de lo que habla el bautismo? El bautismo habla de la obra de Cristo que nos protege de las embravecidas aguas del juicio de Dios.
Pedro usa la historia de Noé para ilustrar más adelante en el versículo 22 la obra de Cristo por nuestra salvación. Al ilustrar a la familia de Noé atravesando el diluvio, él nos recuerda que el Señor Jesús atravesó las aguas de la muerte y las venció. Él resucitó de la muerte y fue a estar nuevamente con Su Padre, donde hoy está sentado a la diestra de Dios. La diestra representa el lugar de honor.
La historia de Noé es una ilustración poderosa de la obra de Cristo por nuestra salvación. En esta historia, Dios comparte el mensaje del evangelio. Él reveló Su enojo contra el pecado y la perdición de aquellos pecadores. Él revela la manera de juzgar el pecado, y hasta dónde puede llegar en su castigo al pecador. Por medio de Noé, Dios también compartió una vía de escape al proveer un arca de refugio. Él dejó claro que la única esperanza para escapar del juicio de Dios era entrando en esa arca. Solo los que entraron en el arca se salvaron del juicio de Dios. Para las personas de los días de Noé, el arca era un símbolo evidente de la obra del Mesías y lo que Él vendría a hacer.
Durante generaciones, las personas estuvieron hablando de lo que había sucedido durante el diluvio. Ellos vieron la santidad de Dios y Su provisión para los que confiaron en Su medio de salvación. Dios compartió el evangelio con aquellas personas de los días de Noé. Él les recordó que el camino de salvación era angosto. Había solo una puerta a través de la cual ellos debían pasar si querían salvarse de Su ira. También había un tiempo límite. El juicio de Dios era muy real y vendría sobre aquellos que habían sido advertidos, pero que se habían negado a hacerle caso a dicha advertencia. El evangelio fue predicado a la gente de los días de Noé por medio del poderoso ejemplo de una familia que confió en la provisión de Dios para su salvación.
Hay algunos que interpretan que el texto de 1 Pedro 3:19 implica que Jesús, literalmente, fue a predicarle a las almas del tiempo de Noé que estaban encarceladas en algún tipo de prisión hasta que pudieran escuchar la predicación del evangelio. El problema con esta interpretación es que no hay nada en el resto de las Escrituras que apoye la idea de que podemos morir siendo no creyentes, y aún después de nuestra muerte tener una segunda oportunidad para escuchar el evangelio y ser salvos.
Veamos también que Pedro dedica tiempo en este contexto del versículo 21 para dar a conocer la ilustración del arca como símbolo de la salvación por medio de Cristo. Él lo hace porque es el medio por el cual el evangelio fue predicado a estos hombres y mujeres que estaban atados en su prisión de pecado y rebelión contra Dios.
Tal como el arca fue la única esperanza para la familia de Noé, así también el Señor Jesús es nuestra única esperanza. Él murió para que nosotros pudiéramos llegar a Dios. Murió para que pudiéramos atravesar a salvo las aguas del juicio de Dios. ¡Qué maravilloso es saber que Su sangre cubre todos nuestros pecados! Podemos acercarnos a Dios sin temor. Podemos enfrentar nuestros sufrimientos sin temor. Incluso, aunque la obediencia de Jesús a Dios resultó en persecución y muerte, Él resucitó de la tumba en una resurrección victoriosa. En Él, como nuestra arca de salvación que es, también nosotros tendremos la experiencia de esa misma victoria.
Para Meditar:
¿Qué quiso decir Pedro cuando dijo que Cristo murió “una vez por todas”? ¿Qué consuelo encontramos en esto?
¿Qué esperanza nos brinda la resurrección de Jesús?
¿De qué manera el arca de Noé nos ilustra la obra del Señor Jesús?
¿Qué simboliza el bautismo? ¿Cómo la historia de Noé nos enseña sobre el bautismo?
¿Cómo Noé y el arca ilustraron la salvación de Dios para la gente de su tiempo? ¿Qué nos enseña esto sobre el deseo de Dios de comunicar Su salvación a todas las generaciones?
Para Orar:
Agradezcamos al Señor porque no vaciló en ofrecerse a Sí mismo cuando aún estábamos en nuestros pecados.
Demos gracias al Señor por la manera en que la historia de Noé y el arca ilustran la vía de salvación que Dios ofrece. Agradezcámosle porque Él transmitió este mensaje a las personas del Antiguo Testamento.
Agradezcamos al Señor por la victoria que ahora tenemos debido a Su obra en la cruz.
Demos gracias a Jesús porque Su obra en la cruz cubrió todos nuestros pecados.
Pidamos a Dios que nos ayude a vivir teniendo en cuenta lo que hizo por nosotros. Pidámosle que nos ayude a caminar con Él fielmente, confiando en Él en medio de todas las pruebas que enfrentemos en la vida.
29 – VIVIENDO EN EL ESPÍRITU SEGÚN DIOS
Leamos 1 Pedro 4:1-6
Pedro ha estado hablando sobre la obra victoriosa de Jesús en relación con el grandioso plan de salvación de Dios. En la última parte del capítulo 3 él declaraba que Jesús murió “una vez por todas”. Y ahora en la primera parte del capítulo 4, el apóstol dedica tiempo para explicar lo que esto significaba para los creyentes, y como resultado, cuál debía ser su respuesta.
Pedro desafiaba a los creyentes en el versículo 1 a prepararse para sufrir como Jesús sufrió. Hay quienes predican un evangelio que promete que si vienen a Jesús todas nuestras penas y sufrimientos terminarán. Sencillamente, esto no es así; más bien, venir a Jesús traerá más pruebas a nuestras vidas. Justo como el Señor Jesús sufrió, así también nosotros tendremos que sufrir. El mundo no nos entenderá ni a nosotros ni a nuestros caminos. Incluso como Satanás arremetió contra Jesús, así mismo hará contra los que siguen al Señor.
Observemos que este sufrimiento es en la carne. Este cuerpo terrenal experimenta los efectos del pecado. No lo llevaremos con nosotros al cielo. Este cuerpo pertenece a esta tierra y en esta tierra perecerá. Nuestros cuerpos terrenales serán transformados para ser semejante al glorioso cuerpo de resurrección de Cristo (ver Filipenses 3:21; 1 Corintios 15:42-54).
Veamos en el versículo 1 que Pedro continuaba explicando que quienes padecían en la carne terminaba con el pecado. Es importante que comprendamos lo que Pedro quiere decir en este pasaje. El apóstol está hablando sobre los que se han preparado para sufrir como Jesús sufrió; ha estado hablando sobre los que habían escogido morir a sí mismo y buscar a Jesús sin importar el costo. Estos individuos habían terminado con el pecado en sus vidas. Habían escogido darle la espalda al pecado y buscar del Señor. Ellos estaban dispuestos a pagar el precio y a sufrir por la causa del evangelio. Este es el punto donde en realidad cada uno de nosotros necesita permanecer en la relación con el Señor Jesús.
Pedro conocía a su audiencia. Él sabía cómo eran ellos antes de conocer al Señor. Habían sido exactamente como todo el mundo, viviendo en embriagueces, inmoralidades, concupiscencias e idolatrías. Las cosas no han cambiado. Escuche a los no creyentes de hoy y usted verá que el versículo 3 aún describe sus vidas. Ellos viven alimentando los deseos pecaminosos de la carne.
Según el versículo 4, los incrédulos encuentran extraño que los creyentes ya no tengan ningún deseo de participar en los perversos caminos del mundo. A menudo los no creyentes se burlan de la conducta piadosa que tienen los cristianos, y se preguntan qué hacen los creyentes para divertirse. Los no cristianos no entienden la plenitud y el gozo de una relación con Cristo, y como resultado, a menudo ridiculizan a los creyentes.
Lo que estos no creyentes no entienden es que el día viene cuando ellos tendrán que dar cuentas de sus vidas a Dios, quien los juzgará por sus pecados (v. 5). Aunque ese juicio puede que no sea inmediato, será definitivo. Un día ellos tendrán que responder ante Dios por su comportamiento impuro y por sus burlas hacia el pueblo de Dios y su manera de actuar.
Es por causa de este juicio que se predica el evangelio. Observemos en el versículo 6 que en el momento en que Pedro escribe la carta, el evangelio se le había predicado incluso a los muertos. Este mensaje se predicó desde el principio, en el Huerto del Edén. Dios le prometió a Adán y a Eva un descendiente que le aplastaría la cabeza a Satanás. Ese descendiente era Jesús, quien vendría a salvar a Su pueblo de sus pecados. Los profetas del Antiguo Testamento dieron detalles del Mesías que vendría para liberar a Su pueblo.
El mensaje del evangelio ha sido predicado desde el principio de los tiempos. Este es el mensaje de un Salvador que vino a morir por nuestros pecados. Los que aceptan este mensaje experimentan el perdón de pecados y la vida eterna en la presencia de su Padre celestial (v. 6). Aunque la vida que Cristo ofrece no siempre es fácil, esta es una vida de victoria y gozo. Pedro desafía a todo aquel que conoce esta salvación de Cristo a caminar fielmente en ella, sabiendo que, aunque pueden sufrir en este cuerpo terrenal, les espera una grandiosa esperanza.
Para Meditar:
¿Estamos dispuestos a enfrentar oposición y sufrimiento por la causa del Señor? ¿Hemos terminado con el pecado?
¿Observan los no creyentes una diferencia en nuestro estilo de vida? ¿Por qué?
¿Qué cambios han tenido lugar en nuestras vidas ahora que hemos conocido al Señor Jesús?
Para Orar:
Agradezcamos al Señor por la manera en que Él tan voluntariamente entregó Su vida por nosotros
Pidamos al Señor que nos ayude a morir más y más a la carne y a sus apetitos pecaminosos.
¿Batalla usted con algún apetito carnal en particular? Dedique un momento para pedirle a Dios la victoria sobre ese pecado.
Agradezcamos al Señor que, a pesar de los sufrimientos presentes en nuestros cuerpos, tenemos una maravillosa esperanza en el día venidero.
30 – EL FIN SE ACERCA
Leamos 1 Pedro 4:7-11
Pedro nos ha estado recordando que ser creyente no siempre será fácil. Como personas que hemos aceptado al Señor Jesús como salvador, debemos esperar que al mundo le cueste trabajo entendernos y entender nuestro modo de actuar. Habrá pruebas y tribulaciones para aquellos que aman al Señor, pero nosotros no debemos perder la esperanza. Debemos mantener nuestros ojos puestos en el Señor y Sus propósitos.
Pedro les recuerda a sus lectores que el fin de todas las cosas se acerca (v. 7). Esto traería aliento al creyente atribulado. Muy pronto se acerca el día en que el Señor volverá; y en ese momento, todas las aflicciones y sufrimientos cesarán. Ese día, el Señor se llevará a Su pueblo para estar con Él para siempre; traerá justicia y la paz reinará. Esta sigue siendo la esperanza de todo el pueblo de Dios. Podemos hacer frente a las dificultades porque sabemos que la batalla es del Señor. La santidad y la justicia prevalecerán.
El hecho de que el fin de todas las cosas se acerca no solo debe animarnos, sino también (según Pedro) recordarnos que más que nunca debemos prepararnos para ese fin. En vista de que el fin se acerca, hay una serie de cosas que debemos hacer.
Sed, pues, sobrios, y velad
Estar sobrios es estar enfocados. Muy a menudo nuestro enfoque se distorsiona. Y es que el mundo con todas sus atracciones comienza a desviar nuestro enfoque del Señor. El fin se acerca, por tanto, necesitamos poner nuestros ojos en la meta que tenemos por delante. Al igual que el atleta, necesitamos mantener nuestro enfoque y visión en la meta. Necesitamos estar listos para la venida del Señor, y también necesitamos velar. Esto significa tener dominio propio y ser disciplinados en nuestras acciones. Debemos guardarnos de las preocupaciones que nos distraen de los propósitos divinos. Necesitamos continuar siendo obedientes y caminar en el propósito de Dios.
Observemos que la razón por la cual debemos ser sobrios y disciplinados es para poder orar. Orar es comunicarse con Dios. Por medio de la oración y de Su Palabra, el Señor nos dirige y nos guía. Cuando las adversidades se acrecientan, también crece nuestra necesidad de pasar tiempo a solas con Dios. En ese tiempo de oración encontraremos sabiduría y gracia para enfrentar las pruebas y luchas que vienen a nuestro camino. A medida que los días del fin se acercan, necesitamos velar teniendo dominio propio, para que de esta manera podamos orar y obtener del Señor toda la sabiduría y la fortaleza que Él nos ofrece.
Tened entre vosotros ferviente amor
El versículo 8 hace énfasis en la importancia de amarse unos a otros. Observe que debe ser un amor ferviente. Lo que necesitamos entender es que el amor es una palabra de acción. Amar es servir y cuidar de otra persona. Amar no es solo un sentimiento afectuoso hacia la persona que nos importa; sino que es un compromiso que se expande y nos lleva a hacer el bien a pesar de haber sido tratados con hostilidad.
Pedro declara que el amor cubre multitud de pecados. Hay algunos individuos que pueden usar este versículo como pretexto para pecar. Pero en él hay dos significados que debemos entender. Primero, el amor nos previene de pecar contra nuestros hermanos. Cuando amamos a otros como el Señor nos ama, no pecaremos contra ellos. Este amor cubre el pecado referente a que nos previene de pecar.
Segundo, el amor también tiene la capacidad de mirar más allá del pecado del hermano o hermana para ver a la verdadera persona que está detrás del pecador exterior. La madre amorosa le extiende la mano a su hijo aun cuando éste se encuentra sucio, porque ella ve al hijo que ama tras esa suciedad exterior. De manera similar, el Señor nos capacita para amar sinceramente y aceptar las fallas y defectos los unos de los otros.
Practiquen la hospitalidad (NVI)
Una manera de demostrar amor ferviente los unos a los otros es siendo hospitalario. La hospitalidad es mucho más que ofrecer alimento a los amigos de la iglesia. Este mandato tiene que ver con el servicio mutuo y la provisión de lo que otros necesitan. Percatémonos de que esta hospitalidad se ofrece sin quejas o murmuraciones. Cuando brindamos lo que tenemos en amor, lo hacemos voluntariamente y con un corazón alegre. Es un gozo y un privilegio servir con un espíritu amoroso a otros que tienen necesidad. Se acerca el día cuando el Señor regresará a llevarnos a vivir con Él para siempre bajo Su eterna hospitalidad. En vista de esto, necesitamos abrir nuestros hogares y nuestros corazones unos a otros.
Usen sus dones para servir a otros.
Cuando nos amamos fervientemente unos a otros, usaremos nuestros dones para servirnos y animarnos mutuamente. Cada don es importante y necesario si queremos extender el reino en estos últimos días. A cada uno de nosotros Dios nos ha dado un don exclusivo, y cada uno es necesario para que el cuerpo de Cristo funcione adecuadamente. Cuando se usan juntos en amor, estos dones ministran de una manera poderosa a las necesidades del cuerpo de Cristo.
Los que tienen el don de hablar deben hacerlo conforme a las palabras de Dios (v. 11). Los profetas de las Escrituras escuchaban a Dios y le transmitían ese mensaje a Su pueblo. Pedro les estaba diciendo a aquellos que tenían estos dones que aprendieran a escuchar a Dios y a compartir Su voluntad. Como el fin se acerca, necesitaremos escuchar más y más del Señor. Él ha decidido usar a los siervos con talento para comunicar Su deseo. Si usted tiene el don de expresarse, el cuerpo lo necesita. Necesitamos escuchar las advertencias y las exhortaciones de parte de Dios. Necesitamos Su dirección. Veamos la importancia de los dones que Dios nos ha dado y compartámoslos con otros en el cuerpo de Cristo, para que así, a través de nosotros, ellos sean animados y guiados por Dios en estos últimos días.
El don de la palabra no es el único don necesario en estos tiempos finales. Hay otros en el cuerpo de Cristo que tienen el don del servicio. Estos individuos son capaces de ver las necesidades a su alrededor y ministrar al cuerpo de manera práctica. Este puede ser un ministerio muy agotador. Servir a otros requiere de la energía, la sabiduría y la capacidad que Dios da. Pedro desafiaba a los creyentes a usar sus dones espirituales para servir al cuerpo de Cristo, a fin de que Dios fuera glorificado. Mientras más cercano está el día del Señor, más nos necesitamos unos a otros.
Estos versículos nos desafían a prepararnos para la venida del Señor enfocándonos en Él, amándonos y sirviéndonos mutuamente en el cuerpo de Cristo. ¡Que Dios nos capacite para estar preparados para la venida del Señor, y para darle honra y gloria en todo lo que hacemos!
Para Meditar:
¿Por qué es importante para nosotros que estemos sobrios y velando? ¿Somos disciplinados y velamos en nuestra vida espiritual?
¿Qué evidencia existe de que el día del Señor se acerca?
¿Cuáles son los dones que Dios nos ha dado? ¿Cómo hemos estado usando estos dones para el Señor y para la iglesia?
¿De qué manera Dios ha estado usando los dones de otros creyentes para traer aliento y fortaleza en nuestras vidas?
Para Orar:
Pidamos al Señor que quite de nuestra vida los obstáculos y las distracciones para que podamos enfocarnos en Él.
Pidamos a Dios que nos dé mayor amor y devoción hacia el cuerpo de Cristo.
Oremos a Dios que nos muestre cómo podemos usar nuestros dones para el beneficio del cuerpo de Cristo.
31 – GOZÁNDONOS EN LAS PRUEBAS
Leamos 1 Pedro 4:12-19
El apóstol Pedro ha dejado bien claro que los que desean servir al Señor sufrirán en esta vida. En la meditación anterior, él les recordaba a sus lectores que el fin de todas las cosas se acercaba; y a causa de esta realidad debían cobrar ánimo. Sin embargo, más que eso, él les decía que ellos debían gozarse cuando sufrieran por la causa de Jesús.
Pedro comienza esta idea en el versículo 12 cuando les dice a sus lectores que ellos no debían sorprenderse cuando sufrieran el fuego de prueba. Hay personas que realmente se sorprenden porque tienen que enfrentar pruebas cuando conocen y aceptan a Jesús como su Salvador. Sería maravilloso si el hecho de aceptar a Jesús significara el fin de todo sufrimiento en la vida, pero la realidad es otra.
Para muchos, la persecución comienza en el momento en que aceptan al Señor. Yo recuerdo a unas adolescentes de la iglesia con quienes trabajaba, que después de aceptar al Señor, inmediatamente enfrentaron oposición por parte de su familia. Para estas chicas aceptar a Jesús como su Salvador fue el comienzo de su sufrimiento. No deberíamos sorprendernos por esto. El mundo no acepta ni entiende los caminos de Dios ni Sus propósitos. Un soldado que está involucrado en la batalla no debe sorprenderse de que el enemigo le dispare. De manera similar, los que nos hemos alistado en el ejército del Señor no deberíamos sorprendernos de que seamos el blanco de los dardos de Satanás. Como creyentes, debemos prepararnos para esta oposición.
No solo debemos estar conscientes de que las pruebas llegarán, sino también que debemos aprender a gozarnos cuando sufrimos por Cristo. Según el versículo 13, la razón por la que debemos gozarnos en las aflicciones por Cristo es para que podamos gozarnos con gran alegría en la revelación de Su gloria. ¿Qué es la revelación de la gloria del Señor? ¿Pudiera estarse refiriendo al regreso de Jesús? Si este es el caso, el creyente que sufre voluntariamente ciertamente se deleitará cuando el Señor aparezca, quien terminará con este sufrimiento y recompensará a Su siervo.
En el versículo 14, Pedro nos da otra razón para gozarnos en el sufrimiento. Aquí él declara que cuando los creyentes son vituperados por causa del nombre de Cristo, ellos saben que la gloria del Señor reposa sobre ellos. En otras palabras, el mundo se burla de nosotros y nos insulta porque no les agrada la presencia de la gloria de Dios que reposa sobre nosotros. Somos ofendidos porque reflejamos esa gloria en nuestras vidas. ¡Qué honroso es ser un instrumento que refleje a Dios y a Su carácter! ¡Cuánto gozo debe traer a nuestros corazones el darnos cuenta de que estamos brillando como luceros en el reino de Dios!
Los versículos 15 y 16 marcan una diferencia entre sufrir por hacer las cosas bien y sufrir como consecuencia de estupideces y pecado. Hay algunos que sufren debido a sus acciones malvadas. Ellos pueden sufrir en manos de la ley o de la sociedad que los rechaza. Este sufrimiento no es por la causa de Cristo. Sufrir por la causa de Cristo es sufrir por hacer lo correcto. Es sufrir por vivir para Él y por seguir Su voluntad y propósito.
Mientras que los que sufren por hacer lo malo merecen las consecuencias de sus acciones, los que sufren por hacer lo bueno sufren injustamente. No tenemos de qué avergonzarnos cuando sufrimos por Cristo. Cuando somos humillados y sufrimos perdidas, debemos recordar que Jesús sintió esa misma humillación y pérdida. Cuando sufrimos por hacer el bien, estamos siguiendo las huellas de Jesús.
En el versículo 17-18 Pedro escribe que Dios juzga a Su propia familia. Él libra a Su familia del pecado mediante el proceso de las pruebas y el sufrimiento en manos de los no creyentes. El Señor está preparando una novia para Él. Si Dios es severo con Su propio pueblo, ¿cómo será el juicio para los que no son de Su familia? Es mejor resistir el intenso proceso de purificación que Dios ha permitido en esta vida para los creyentes, que sufrir el fuego eterno al que Dios condena a los no creyentes el Día del Juicio.
Pedro concluye desafiando a los que están sufriendo por causa del Señor Jesús. Él los desafía a encomendarse a su fiel Creador y a continuar haciendo el bien. Observemos que ellos debían encomendarse al fiel Creador. Hay veces en que no entendemos lo que el Señor está haciendo. Todo lo que podemos hacer en esos momentos es confiar en Él y en Su propósito. Nuestro Dios es un Dios fiel que siempre desea lo mejor para nosotros. Podemos confiar plenamente en Él.
El sufrimiento es una parte necesaria de esta vida terrenal. Como creyentes, tendremos que sufrir tal y como Jesús sufrió antes que nosotros. Sin embargo, deberíamos estar gozosos en esos momentos. No debemos dejar que esos tiempos de sufrimiento nos derriben. En cambio, necesitamos aprender a gozarnos en esos tiempos porque el Espíritu de gloria reposa sobre nosotros, porque cargamos el nombre de Cristo, porque Dios nos está purificando de nuestros pecados y porque tenemos un fiel Creador que desea lo mejor para nosotros.
Para Meditar:
¿Alguna vez ha sufrido usted por hacer lo correcto? Explique.
¿Por qué no debería sorprendernos que suframos en esta vida?
¿Qué razones tenemos para gozarnos en nuestro sufrimiento?
¿Qué cosas Dios lleva a cabo en nosotros por medio del sufrimiento?
¿Cuál es la diferencia entre sufrir por hacer cosas incorrectas y sufrir por el Señor?
Para Orar:
Agradezcamos al Señor que Él es un Dios asombroso que promete siempre estar con nosotros sin importar cuán grandes lleguen a ser las pruebas en esta vida.
Pidamos al Señor que nos ayude a aprender a gozarnos en nuestras pruebas y sufrimientos.
Agradezcamos al Señor por las cosas que Él lleva a cabo en nosotros por medio de las pruebas.
Tomemos un momento para orar por los amigos o seres queridos que no conocen al Señor. Pidámosle a Dios que los salve y los guarde del gran juicio venidero.
32 – UNA PALABRA A LOS ANCIANOS
Leamos 1 Pedro 5:1-4
En este último capítulo de 1 Pedro, el apóstol hace un desafío particular a los ancianos y a los jóvenes. Aquí en la primera parte del capítulo vemos a Pedro desafiando a los ancianos.
Pedro apelaba a los ancianos como anciano también igual que ellos (v. 1). Él se colocaba a su mismo nivel, aunque él era más que un anciano –él también era apóstol. Como anciano igual, Pedro entendía los desafíos de ser líder de una asamblea local.
Observemos que Pedro no solo era anciano igual que ellos, sino que también era testigo de los padecimientos de Cristo. Él vio a Jesús en la cruz; lo vio sufrir y morir. Pedro, personalmente, le añadió a ese sufrimiento el haberle negado tres veces. Sin embargo, el apóstol sabía que él sería participante en la gloria que el Señor revelaría en el tiempo adecuado. Pedro sabía que había negado al Señor, pero también sabía que el Señor lo había perdonado. El apóstol tenía la maravillosa esperanza de una eternidad en la presencia de Dios.
Lo que era una verdad para Pedro también lo es para nosotros hoy. Quizás usted haya caído en pecado y rebelión contra Dios. Quizás hoy usted se pregunta si el Señor alguna vez lo aceptará. Este versículo nos da una grandiosa esperanza. Podemos experimentar el perdón del Señor y la esperanza que Él nos ofrece como hijos Suyos que somos. Pedro experimentó este perdón en su vida. Él tenía su mirada puesta en el regreso de Jesús y en el cumplimiento del propósito del reino de Dios.
En el versículo 2 Pedro desafía a los ancianos a ser pastores de ovejas en quienes Dios pudiera confiar. Es importante que entendamos el uso de la ilustración del pastor. Pedro no comparó al anciano a un rey o a un jefe sino a un pastor. Mientras que los reyes tienen siervos, el pastor es siervo de sus ovejas para ministrar sus necesidades. Esto requiere disciplina y esfuerzo.
El anciano, según Pedro, debía tener voluntad para servir. Servir las necesidades del cuerpo de Cristo debía ser un privilegio para él. No honramos al Señor si le servimos con amargura en nuestros corazones. No glorificamos Su nombre si no servimos con un espíritu dispuesto. El deseo del Señor es que le sirvamos con gozo. Esto no quiere decir que no encontraremos dificultades en nuestro ministerio. Sin embargo, aún en esas dificultades, podemos experimentar la paz y el gozo del Señor en el servicio. Dios quiere que sirvamos con gozo y disposición.
Pedro continuaba diciendo en el versículo 2 que los ancianos no deben servir por ganancias deshonestas sino por ánimo pronto. El anciano debe deleitarse en el trabajo que realiza, al punto de hacerlo sin recompensa financiera. Esto no quiere decir que a los ancianos no se les debe pagar por sus servicios. Las Escrituras nos dicen que el que predica la Palabra debe ser recompensado por su servicio. (1 Ti. 5:17). Sin embargo, el dinero no debería ser la motivación que impulsa el ministerio de los ancianos. Éstos deben servir porque es un deleite hacerlo, y ministran al cuerpo porque el amor de Cristo los obliga.
Hay otro aspecto en el ministerio de los ancianos. Pedro les advierte que ellos no debían señorear sobre las ovejas. Señorear sobre otros significa demandar servicio de parte de ellos. Hemos hablado brevemente de las diferencias entre un pastor y un rey. El pastor sirve al rebaño, y el rey o el señor espera que el rebaño le sirva. El anciano no debe ser como el rey o el señor terrenal que espera ser servido. No debe usar su posición para intimidar o manipular a otros. Yo he estado en iglesias donde los ancianos piensan que tienen el control sobre los miembros de la congregación. En cambio, el anciano debe ser ejemplo para el rebaño. Debe guiar a las ovejas a través de su ejemplo personal. Pedro les recuerda a los ancianos que ellos estaban bajo el Príncipe de los Pastores, el Señor Jesús. El anciano debe recordar que él mismo responderá ante este gran Pastor. Los que cuidan fielmente de sus ovejas recibirán la corona incorruptible de gloria. Es un honor tremendo servir a Jesús siendo el pastor de Sus ovejas, pero debemos hacerlo con gozo, humildad y un corazón de siervo.
Para Meditar:
¿Cuál es la diferencia entre un pastor y un rey?
¿Cuál debería ser la actitud de los ancianos hacia su ministerio?
¿Es usted un anciano o un líder espiritual en su congregación? ¿Es usted un ejemplo a seguir por otros?
¿Son los ancianos de nuestras iglesias ejemplos que podamos admirar y seguir?
¿Qué ministerio particular el Señor nos ha dado? ¿Seremos capaces de ejercitar ese ministerio con gozo en nuestros corazones?
Para Orar:
Pidamos al Señor que bendiga el liderazgo de nuestra iglesia. Pidámosle que los ayude a ser todo lo que Él los ha llamado a ser.
Agradezcamos al Señor que Él es el Gran Pastor que cuidará de nosotros como mismo nosotros cuidamos del rebaño.
Pidamos al Señor que nos ayude a servirle con una actitud correcta. Pidámosle que nos perdone por cualquier actitud errónea que hayamos tenido en nuestro servicio a Él.
33 – UNA PALABRA A LOS JÓVENES
Leamos 1 Pedro 5:5-14
Después de haberse dirigido a los ancianos en los primeros cuatro versículos del capítulo cinco, Pedro concluye la epístola con una palabra a los jóvenes. Pedro no ignoraba a los jóvenes, sino que los veía como una parte importante de la iglesia. Estos jóvenes tenían tremendo potencial, pero también tenían que enfrentar grandes tentaciones. El apóstol dedica un momento para desafiarlos.
Sujétense a los ancianos
Pedro comienza refiriéndose a lo que les había dicho a los ancianos. En la primera parte de este capítulo, Pedro les dijo a los ancianos que no se enseñorearan sobre los que estaban bajo su cuidado. En cambio, debían vivir humildemente con una actitud de siervo. Aquí el apóstol les recuerda a los jóvenes que, si los ancianos tienen una actitud de siervo, ellos también debían vivir con esa misma actitud. Él los desafiaba a sujetarse a los ancianos y a respetarlos por su experiencia y edad. Estos ancianos habían aprendido muchas lecciones en la vida. Una de las tentaciones de la juventud es menospreciar a los ancianos. De generación a generación, las costumbres culturales pueden cambiar. La generación anciana puede ser vista como demasiado tradicional, y no encaja en la sociedad más moderna. Pedro estimulaba a los jóvenes a rechazar esta idea y a respetar a los ancianos que les rodeaban dedicando tiempo para aprender de ellos.
Revístanse de humildad
Los jóvenes deben también revestirse de humildad para tratarse unos a otros. Con la energía de la juventud fluyendo por sus venas, estos jóvenes podrían llegar a ser impacientes y arrogantes; y esto podría llevarlos con gran facilidad a ser competitivos entre ellos. Pedro llamaba a los jóvenes a controlar esta energía y a canalizarla de manera apropiada. Ellos no debían permitir que la energía de su juventud los hiciera hombres soberbios. En su lugar, debían aprender a humillarse y a respetarse unos a otros. Al humillarse debían dar oportunidad a otros para progresar. Esto demandaba que se sometieran a los propósitos del Señor y que esperaran en Su tiempo. Ellos debían dejar que el Señor obrara en ellos con Su mano poderosa, moldeándolos y capacitándolos. En lugar de ellos mismos tratar de promocionarse y buscar sus propios beneficios, debían esperar que fuera Dios quien los diera a conocer y los exaltara en Su tiempo.
Ha habido veces en mi vida en que no he entendido este concepto de humillarme bajo la poderosa mano del Señor. El entusiasmo juvenil no espera por nadie. Yo también he tenido mis buenos golpes por darle con la cabeza a puertas cerradas. Pedro desafiaba a los jóvenes a hacer humildemente todo lo que Dios los ha llamado a hacer. Dios los exaltaría a su debido tiempo a medida que ellos probaran que le eran fieles y que se sujetaban a Su dirección.
Observemos que la mano de Dios es poderosa, esto significa que es capaz de hacer todo lo que se propone. Algunas veces Su mano nos colocará en circunstancias que no nos gustan. Otras veces la presión de Su mano puede parecer que casi nos aplasta, pero debemos humillarnos y aceptar lo que el Señor está haciendo. Dejémosle llevar a cabo la obra de Su poderosa mano. Dejemos que Él nos moldee según lo considere apropiado. Esta es la única manera en que seremos exaltados. Nosotros podemos tratar de exaltarnos nosotros mismos, pero nunca funcionará. Cuando lo hacemos, estamos actuando con orgullo. Solo los que se humillan y dejan que Dios obre, pueden verdaderamente experimentar Su exaltación. Estos jóvenes debían revestirse de humildad y permitirle a Dios obrar Su perfecta voluntad en sus vidas por medio de la sujeción a Él.
Echen toda su ansiedad sobre Él
Hay otro desafío para los jóvenes en el versículo 7. Pedro los llamaba a echar toda su ansiedad sobre el Señor. El apóstol les recordaba que Dios tiene cuidado de nosotros. Estos jóvenes no tenían la ventaja de la experiencia para saber que ciertamente Dios cuidaba de ellos en todas las circunstancias duras de la vida. Los ancianos habían pasado por mucho en la vida, y tenían la ventaja de haber visto al Señor obrando en una dificultad tras otra. Pedro estimulaba a los jóvenes a echar su ansiedad sobre el Señor porque Él cuidaba de ellos. Dios obraría en todas las circunstancias de la vida, y ellos podían confiar plenamente en Él.
Personalmente no deja de sorprenderme cuán a menudo caemos en la trampa de la ansiedad. Ha habido ocasiones en mi vida en que la ansiedad me ha paralizado. ¿Cuál es el remedio para la preocupación? Debemos confiar nuestras preocupaciones al Señor. Debemos encomendarnos confiadamente a Él, y entregar a Su cuidado aquellas cosas que nos causan temor, dejándolas en Sus manos poderosas y capaces. Nuestros asuntos están a salvo bajo Su cuidado amoroso.
Practiquen el dominio propio y manténganse alerta
Pedro exhortaba a los jóvenes a practicar el dominio propio (ser sobrios) y a estar alertas (v. 8, NVI). El dominio propio (o la templanza) es un fruto del Espíritu (Gá. 5:23). Se trata de un don dado por Dios que nos permite disciplinarnos a vivir en obediencia a la Palabra de Dios, aún en tiempos difíciles. Es un deseo dado por el Espíritu de someternos a la voluntad y al propósito de Dios para nuestras vidas sin importar el costo. Esto demandará que muramos a nosotros mismos y a nuestros deseos. Ejercitamos este autocontrol porque sabemos que el enemigo siempre está velando la oportunidad para hacernos caer.
Pedro compara a Satanás con un león vigilante y rugiente que procura devorarnos. Podemos estar seguros que sus ojos están sobre nosotros, esperando la oportunidad para atacarnos. En el momento en que menos lo esperamos, él se lanza. Pedro, quien sabía lo que era caer en pecado, advertía a los jóvenes a estar alertas. Pedro negó al Señor tres veces. Él se había confiado tanto de sí mismo que no buscó la fortaleza de Dios en su momento de debilidad, y salió mal parado. El apóstol hablaba por experiencia propia cuando advertía a los jóvenes a estar alertas en todo tiempo. No debemos subestimar el poder del enemigo.
En el versículo 9 Pedro animaba a los jóvenes a resistir al diablo permaneciendo firmes en la fe. Cuando el enemigo viene a tentarnos, le resistimos estando afirmados en la verdad de la Palabra de Dios. En el Huerto del Edén, Satanás trató de lograr que Eva dudara de la palabra de Dios, y hoy hará lo mismo. Él hará todo lo posible por lograr que quitemos nuestra atención de los principios de las Escrituras. Si llega hacerlo, habrá logrado hacernos caer. Debemos agarrarnos de la palabra de Dios. Cada cosa debe ser evaluada por esa verdad. Ella es el mapa de nuestra vida. Darle la espalda es perder nuestro camino.
No estamos solos en la batalla contra el enemigo. Todas las personas del mundo enfrentan esta misma batalla. Sin embargo, aquí se nos recuerda que Jesús nos perfeccionará después que hayamos padecido por un poco de tiempo. En esta vida tendremos que sufrir. Dios no ha decidido quitar los sufrimientos de este mundo, pero los usa para llevar a cabo en nosotros Su gran propósito. El Señor soberano mantiene todas las cosas bajo su control. A su debido tiempo, Él nos perfeccionará, nos fortalecerá y establecerá (v. 10). Si sufrimos siendo obedientes seremos fortalecidos en nuestro carácter. Queremos llegar a ser fuertes en la fe, pero muy a menudo no queremos enfrentar las pruebas que son diseñadas para fortalecernos. El Dios que permite que enfrentemos estas pruebas también puede ayudarnos a atravesarlas a medida que confiamos en Él.
Pedro termina esta carta diciéndoles a sus lectores que él les había escrito con la ayuda de Silas (Silvano). Él consideraba a Silas un hermano fiel. Pedro también quería animar a los creyentes a que leyeran esta carta en la verdad del evangelio. Él los desafiaba a permanecer firmes en esa verdad que ellos habían oído de él y de los otros apóstoles.
En el versículo 13 se envían saludos de parte de “la iglesia que está en Babilonia”. Hay otras versiones que no especifican que es una iglesia, y debido a eso algunos comentaristas dicen que se refiere a una hermana en el Señor que estaba ministrando en Babilonia. Los saludos también van dirigidos a Marcos, a quien Pedro consideraba como su hijo. Pedro, ahora como un hombre viejo, había tomado a Marcos bajo su abrigo para animarlo y discipularlo.
Pedro termina diciéndoles a los creyentes que se saludaran unos a otros con ósculo de amor (beso de amor fraternal, NVI); y para concluir los bendijo con la paz de Cristo.
Para Meditar:
¿Por qué es importante que respetemos a los ancianos que están entre nosotros?
¿Cuáles son particularmente las tentaciones de los jóvenes?
¿Qué significa humillarse bajo la poderosa mano de Dios? ¿Hacer esto es algo que siempre resulta fácil?
¿Qué ansiedad en particular tiene usted ahora mismo? ¿Puede dejarla en las manos del Señor?
¿Qué significa revestirse de humildad?
¿Alguna vez se ha visto usted tomando los asuntos en sus propias manos? ¿Por qué es importante que nos humillemos bajo la mano de Dios?
Para Orar:
Tomemos un momento para agradecer al Señor por los santos ancianos que han sido parte de nuestras vidas.
Pidamos al Señor que nos perdone por las veces en que hemos tomado las cosas en nuestras propias manos, en vez de dejarlo a Él guiar y cumplir Sus propósitos.
Pidamos al Señor que nos dé el dominio propio como fruto de Su Espíritu para que podamos estar comprometidos a caminar en humilde sujeción a Su propósito y voluntad.
Pidamos al Señor que nos libere de las ansiedades que enfrentamos en la vida ahora mismo, y que nos dé paz.
Agradezcamos al Señor porque él tiene el control de cada prueba que enfrentamos. Démosle gracias porque él usará todas nuestras duras experiencias para llevar a cabo Su propósito en nuestras vidas.
INTRODUCCIÓN A 2 PEDRO
Autor:
El autor de 1 Pedro era un hombre llamado Simón. Sobre su padre conocemos poco, excepto que se llamaba Jonás. Simón fue presentado a Jesús por su hermano Andrés (Jn. 1:40-42). Él estaba casado, pero no sabemos nada sobre su esposa. Parece ser que tenía una casa en Capernaum donde vivía su suegra (Mr. 1:29-30). Era pescador de profesión.
Jesús lo llamó a ser uno de Sus discípulos y cambió su nombre de Simón a Pedro, que significa “piedra” (Jn. 1:41). Pedro, como sería conocido a partir de ese momento, disfrutó de una relación muy especial con Jesús. Él, junto a Santiago y a Juan, a menudo se encontraba a solas con Jesús.
Las Escrituras plasman una imagen de Pedro como un hombre algo valiente, impulsivo y seguro de sí mismo (ver Marcos 14:31). Él fue humillado cuando, durante su prueba, negó tres veces a Jesús. Más tarde, él sería usado en gran manera en la causa del evangelio, según el libro de Hechos, ministrando principalmente a los creyentes de la región de Jerusalén.
Trasfondo:
Pedro escribió su segunda carta cuando estaba llegando al final de su vida (ver 1:13-15). Esta parece ser la clave para comprender el propósito de la carta. Parece que el deseo de Pedro era dejar una advertencia y un desafío para la iglesia de sus días antes de partir con el Señor. Él quería ver a los creyentes de su época viviendo vidas cristianas productivas (1:8), habiendo escapado de la corrupción del mundo (1:4). Él les recuerda que ellos habían sido testigos oculares del Señor Jesús y Su Palabra (1:17-18), y que los profetas habían hablado claramente sobre Jesús como el Mesías que había de venir (1:19-21). Pedro quería que no hubiera dudas en cuanto a la persona del Señor y Sus palabras. Él sabía que después de su muerte vendrían muchos falsos profetas tratando de engañar a sus lectores (2:1-3). Él desafiaba a sus lectores a resistir a estos falsos maestros, y a esperar con corazones preparados y sinceros el regreso de Su Señor. El gran deseo de Pedro en esta carta parece ser que la iglesia continúe en la verdad de las palabras de Cristo, confiando y esperando Su regreso.
La importancia del libro para la actualidad.
Aunque Pedro no entra en detalles sobre la venida de Cristo, su desafío para nosotros es que estemos preparados. Él sabía que habría muchos profetas engañadores en los días previos al regreso del Señor, y desafiaba a sus lectores a caminar fielmente en la verdad. El libro nos recuerda que tenemos una gran esperanza en el regreso de Jesús. Esto nos desafía a vivir vidas expectantes y listas para Su regreso. 2 Pedro también revela el corazón de un viejo apóstol que anhelaba ver la verdad de Dios transmitida a los que lo recordaran después de su muerte. Ese deseo de Pedro en sus últimos años de vida nos habla hasta nuestros días. ¿Qué transmitiremos nosotros a las próximas generaciones?
34 – SU PODER Y PROMESAS DIVINAS
Leamos 2 Pedro 1:1-4
Esta es la segunda carta del apóstol Pedro. Él se presenta como siervo y apóstol de Jesucristo. Pedro no miraba su posición como una posición de autoridad, más bien la miraba como una de servicio al cuerpo. Así es como nosotros necesitamos ver todos nuestros dones y oficios en el cuerpo de Cristo. Somos siervos de Jesucristo quien nos ha llamado a desempeñar un papel especial.
La epístola de Pedro iba dirigida a “los que habéis alcanzado, por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo, una fe”. Hay algunos detalles importantes que debemos analizar aquí. Observemos que la justicia a la cual Pedro se refiere es la justicia de Dios. Las Escrituras dejan claro que todos nosotros somos pecadores, y como pecadores estamos separados de Dios y de Su salvación. Nuestra naturaleza pecaminosa no desea las cosas de Dios. Hasta que el Señor abra nuestros corazones y coloque allí Su Espíritu, ninguno de nosotros jamás entenderá Su plan o aceptará Su salvación. El Espíritu de Dios debe primeramente obrar en nosotros si queremos conocer la salvación de Dios y experimentar los beneficios de la justicia de Cristo obrando a nuestro favor.
La segunda cosa que debemos ver es que la fe es un don otorgado por medio del Señor Jesucristo. Pedro escribió a los que habían “recibido”(NVI) la fe. Quizás usted recuerde el día en que recibió la fe. Durante años usted no podía entender los caminos de Dios; no tenían sentido para usted. Entonces, un día el Espíritu de Dios tocó su corazón y le dio fe para creer. Ese día usted conoció que el Señor Jesús era Dios y que Él tenía un plan para su salvación.
Pedro continuaba diciendo en el versículo 3 que el divino poder de Dios nos había dado todas las cosas que necesitamos para la vida y la piedad, por medio del conocimiento de Cristo, quien nos llamó por Su gloria y excelencia. Nuevamente es importante que analicemos lo que Pedro nos está diciendo aquí.
Percatémonos que Pedro hablaba en tiempo pasado. En otras palabras, nosotros ya tenemos todo lo que necesitamos para la vida y la piedad. Muchos de nosotros no entendemos lo que tenemos en el Señor. Cuando Él murió en la cruz y colocó a Su Espíritu Santo en nosotros, nos equipó completamente para todas las dificultades que nos encontraríamos en la vida. Tenemos todo lo que necesitamos para llegar a ser más como Jesús. Si nos presentamos ante el Señor en el día final habiendo incumplido Su propósito, no será por no haber tenido los recursos a nuestra disposición. Será porque no aprovechamos todo lo que Él nos dio. Satanás tiembla cuando ve que los cristianos llegan a entender quiénes son en el Señor. Él sabe que no puede contra los que confían en la fortaleza y sabiduría de Cristo.
Todo este poder está disponible para nosotros por medio del conocimiento de Jesús. Solo los que pertenecen al Señor tienen ese poder a su disposición. Este poder no está disponible para los no creyentes. Solo los que han confiado en la obra de Jesús y han recibido al Espíritu Santo, tienen este poder y autoridad para la vida y la piedad.
Todo este poder viene a nosotros porque Cristo nos ha llamado por Su gloria y excelencia. Su gloria viene del hecho de que Él es Dios. Como Dios, Él vino a esta tierra para ofrecer Su vida como sacrificio para que pudiéramos ser liberados de la culpa del pecado. Fue solo por su excelencia (perfección) que Su sacrificio fue aceptado. Ningún otro sacrificio sería aceptado. Solo el sacrificio del cordero perfecto expiaría el pecado. Jesús era ese Cordero perfecto y glorioso.
En el versículo 4 observamos que por medio de la gloria y excelencia de Cristo nos han sido dadas preciosas y grandísimas promesas. Muchas de ellas las hemos recibido mediante la Palabra de Dios. Estas promesas son para todos los que pertenecen a Jesús. Como Sus hijos, tenemos todo lo que necesitamos para vivir una vida santa aquí en la tierra. También tenemos Sus promesas que nos consuelan en nuestros momentos de necesidad. Las promesas de las Escrituras nos animan en nuestra relación con Jesús. Veamos la razón por la que Él nos ha dado Sus promesas. El Señor desea hacernos más y más como Él para que podamos participar progresivamente de su naturaleza. Sus promesas pretenden animarnos en nuestro crecimiento espiritual. Es Su deseo prepararnos para huir de la corrupción de este mundo. Esas promesas tienen la intención de darnos valentía y fortaleza cuando tratemos con nuestro propio pecado y con la corrupción de este mundo.
¿Cuántas veces en nuestro caminar con Cristo estas promesas han sido la fuente de nuestra fortaleza y consuelo? ¿Cuántas veces hemos ido a la Palabra de Dios y hemos encontrado en Sus promesas el valor que necesitamos para continuar en nuestra batalla contra el mundo y la carne? ¡Qué privilegio es saber que pertenecemos al Señor Jesús, y que todas Sus promesas son verdaderas! Podemos confiar completamente en Él. El Señor desea hacernos más y más como Él para que podamos huir de la corrupción de este mundo y seamos partícipes de Su gloria y piedad. Él nos ha dado todo lo que necesitamos para madurar en la vida piadosa. ¡Que Dios nos dé gracia para aferrarnos a estas promesas y al poder que están disponibles para nosotros!
Para Meditar:
¿Podremos ser salvos de nuestros pecados basándonos en nuestra propia justicia? ¿Cuál es la justicia de Cristo? ¿Cómo podemos recibir este don de justicia?
Según este pasaje, ¿de dónde viene la fe? ¿Es acaso la fe algo que podamos crear nosotros mismos? ¿Qué implicación tiene esto para nuestras vidas?
¿Cuánto del poder de Cristo hemos sido capaces de incorporar a nuestras vidas? ¿Qué batallas enfrentamos hoy? ¿De qué manera la fortaleza de Cristo nos ayuda en estas pruebas?
¿Cuáles son algunas de las preciosas promesas que el Señor nos ha dado? ¿De qué manera estas promesas nos han animado en nuestra relación con Cristo?
Para Orar:
Agradezcamos al Señor por Sus maravillosas promesas. Dediquemos un momento para considerar Sus promesas respecto a la luchas o pruebas que atravesamos en el presente. Pidámosle que cumpla esas promesas en nosotros.
Agradezcamos al Señor que ya Él nos ha dado todo lo que necesitamos para vivir vidas piadosas. Pidámosle que nos ayude a entender completamente este poder.
Agradezcamos a Dios que, aunque no merecíamos Su regalo de salvación, Él vino a ofrecerlo de cualquier manera.
Dediquemos unos minutos a orar por nuestros seres amados que no entienden la salvación de Dios.
Pidamos al Señor que nos ayude a aprovechar el poder y la fortaleza que Él ha dispuesto para nosotros.
35 – AÑADIENDO A LA FE
Leamos 2 Pedro 1:5-11
En la reflexión anterior vimos cómo Pedro hablaba de la esperanza maravillosa y de las promesas que tenemos en Cristo los creyentes. Aunque no la merecíamos, el Señor Jesús nos la dio como un regalo de fe, mediante el cual vinimos a creer en Él y llegamos a ser hijos de Dios. Como sus hijos que somos, tenemos todo lo que necesitamos para la vida y la piedad. La salvación es solo el comienzo para nosotros. Puede suceder que le pongamos tanto énfasis a la salvación que no seamos capaces de entender que la verdadera obra ya comenzó. Cualquier padre le dirá que, aunque el nacimiento de un niño es maravilloso, tomará muchos años criar a ese niño hasta que llegue a la madurez. De manera similar, los creyentes también requieren de muchos años para madurar en su relación con Cristo.
Es desde este punto de vista que Pedro explicaba que es responsabilidad de los creyentes añadir al don de fe que han recibido. En esta próxima sección, Pedro enumera siete virtudes que el creyente debe añadir a la fe que ha recibido de parte de Jesús. En realidad, estas siete virtudes son fruto de su fe en el Señor. Cuando la fe madure en nosotros, estas siete virtudes se tornarán más evidentes en nuestras vidas.
Virtud
Pedro comenzó diciéndoles a sus lectores que añadieran el fruto de la virtud el don de fe que Dios les dio. Esta virtud se refiere a la pureza moral de pensamientos, acciones y actitudes. No hay hipocresía en la virtud. Las personas que son buenas en este sentido, son completamente sinceras. No dicen una cosa mientras piensan otra. Sus acciones y actitudes están a tono con el carácter de Cristo. Si hubo un grupo en el Nuevo Testamento al que Jesús condenó, fue a los fariseos. Éstos eran religiosos, pero no eran buenos ni sinceros. Jesús los comparó con sepulcros blanqueados, que por fueran estaban limpios y blancos, pero por dentro estaban llenos de inmundicia y muerte (Mt. 23:27). Jesús quiere que Su pueblo sea moralmente puro en sus motivaciones y acciones.
Conocimiento
Necesitamos añadir al cimiento de la fe el ladrillo del conocimiento. El conocimiento al cual se refiere aquí es al conocimiento de Dios, Su propósito y Su Palabra. Sin este conocimiento, podemos muy fácilmente distraernos o caer en el error. Dios quiere que Su pueblo lo busque diligentemente de la forma que ha establecido –por medio de la Palabra que nos ha dado, la Biblia. Una parte vital de la madurez es el conocimiento de la Palabra de Dios.
Dominio propio
El dominio propio es el tercer ladrillo que debemos colocar sobre el cimiento de la fe. El dominio propio está muy relacionado con el conocimiento. El dominio propio (templanza) como fruto del Espíritu, es la disposición que Dios nos da de someternos a ser obedientes a lo que revela la Palabra de Dios y Sus propósitos sin importar el costo. Una cosa es conocer lo que enseña la Palabra de Dios y otra cosa bien diferente es vivir en obediencia. El conocimiento no es suficiente. El dominio propio es la capacidad de aplicar ese conocimiento a la vida real. Dios desea que Sus hijos se disciplinen no solo para aprender sobre Él y Sus caminos, sino también para vivir en esos caminos cada día.
Paciencia
El dominio propio no siempre es fácil. Hay veces cuando tendremos que resistir momentos duros según nos sometemos a la Palabra de Dios y a Sus propósitos para nuestras vidas. La paciencia es la capacidad de permanecer sin rendirnos bajo la presión o la prueba por un período de tiempo prolongado. Los corredores de maratón necesitan tanto resistencia como disciplina para llegar al final de la carrera. Como creyentes, estamos involucrados en un maratón que dura toda la vida. Para muchos de nosotros nuestra carrera puede durar setenta u ochenta años, si Dios nos permite vivir ese tiempo. La carrera termina cuando llegamos a la meta final, ya sea por medio de la muerte o porque nuestro Señor regrese a llevarnos con Él. Dios está buscando a un pueblo que no se rinda, no importa el costo. Esto puede significar atravesar por muchas pruebas y dificultades. Significa cargar la cruz. La batalla puede ser dura y extensa, pero la carrera la ganan los que perseveran hasta el fin.
Piedad
También debemos añadir el ladrillo de la piedad al cimiento de la fe. La piedad tiene que ver con la paciencia y el respeto a Dios y a Sus caminos. La persona piadosa es aquella que hace suyo el carácter del Señor en sus acciones y pensamientos diarios. La gente piadosa demuestra su santidad, cualesquiera que sean las circunstancias que vengan a su camino. Ellos viven y se conducen como Jesús lo hizo.
Afecto Fraternal
A medida que dejamos que Dios purifique la carne y sus deseos malvados, habrá un cambio en nuestras relaciones con las personas que nos rodean. Según vayamos siendo más como Cristo, comenzaremos a responderle a las personas como Jesús lo habría hecho. Cuando nos sometemos humildemente y nuestro orgullo es echado fuera, comenzamos a pensar en los otros y en sus necesidades. Comenzamos a alcanzar a los que nos rodean con las armas de Cristo. Nuestros ojos están atentos a sus necesidades y deseamos alcanzarlos con mansedumbre y compasión. Nunca deberíamos subestimar la importancia del afecto fraternal. Nuestra fe ha de vivirse en comunidad. No debemos vivir solamente para nosotros mismos sino también para los demás. El afecto fraternal alcanza a los que están en necesidad para servirles en el nombre de Jesús. Nuevamente, Pedro nos dice que los que han recibido la fe por medio del Señor Jesús mostrarán bondad hacia sus hermanos. Esto es algo que debemos procurar continuamente para desarrollar nuestra relación con Jesús. El que ama al Señor mostrará bondad hacia sus hermanos en Cristo.
Amor
El amor es la última virtud de esta lista, y no es porque sea la menos importante. El amor es una parte vital de nuestra madurez en Cristo. La realidad del asunto es que, si primeramente no logramos una relación correcta con Dios, no seremos capaces de amar como Dios demanda. Primero debemos aprender a conocer y amar a Dios antes de poder amar a los que nos rodean. Debemos aprender sobre Su amor para que tengamos un modelo a seguir. Debemos dejar que Él elimine el orgullo que impide que seamos bondadosos con nuestros hermanos. Antes de amar a las personas como Cristo los ama, necesitamos tener la mente y el corazón que Él tiene para ellos. El amor genuino llega a medida que somos moldeados a la imagen de Cristo.
Según el versículo 8, este proceso de edificar sobre el cimiento de la fe es un proceso que dura toda la vida. No tendremos todos estos ladrillos en su lugar de la noche a la mañana, ni tendremos rápidamente cada una de estas características en toda su medida. Sin embargo, cuando buscamos del Señor diaria y diligentemente, maduraremos de forma progresiva en estas cualidades. Cada día que pase debemos ir creciendo en virtud, conocimiento, dominio propio, paciencia, piedad, afecto fraternal y amor.
Pedro tenía dos cosas que decir en los versículos 8 y 9 acerca de estos ladrillos. Primero, estos elementos evitarían que los creyentes estuvieran ociosos. Todas estas cualidades divinas son necesarias si queremos llegar a ser todo lo que Dios quiere que seamos. Si omitimos alguna de estas características no lograremos ser productivos para el reino. Podemos tener gran conocimiento, pero, ¿de qué nos sirve ese conocimiento si nos falta el amor o la piedad? Cualquier carencia de éstos pondrá en riesgo nuestro servicio al Señor.
Segundo, Pedro declaraba que los que no perseguían estas virtudes eran ciegos, y habían olvidado la purificación de sus pecados. Los creyentes que no se someten a crecer en las cualidades divinas que Pedro comparte aquí están ciegos a lo que el Señor ha hecho. Él vino a liberarlos de la carne y el diablo. Vino a darles una nueva vida y esperanza. ¿Por qué razón alguien que haya recibido una salvación tan grande volvería a los viejos caminos, cuando hay una nueva y más importante senda que seguir?
En el versículo 10 (LBLA) Pedro desafía a sus lectores a ser más diligentes para hacer firme su llamado y elección. En otras palabras, ellos debían hacer todo lo posible por confirmar que la salvación que ellos creían que tenían era genuina. Ellos podían determinar esto examinando lo que habían construido sobre el cimiento de la fe. ¿Habían construido con los ladrillos que Pedro mencionó en este capítulo? Según examinaran sus vidas y vieran estas cualidades en abundancia, ellos podrían reafirmar que su fe era verdaderamente genuina.
Construir sobre el cimiento de la fe con estos ladrillos protegería a los creyentes de convertirse en personas ociosas en el reino de Dios. El conocimiento les mostraría los requisitos de Dios y los libraría de las mentiras del enemigo. El dominio propio los mantendría obedientes a esa Palabra. La paciencia los haría resistir en medio de las pruebas. El amor los mantendría generosos y compasivos en sus relaciones unos con otros. Si ignoran estas virtudes corren el riesgo de caer en pecado.
Como hemos dicho, no será fácil incorporar estas cualidades en nuestra relación con Dios y con otros. Sin embargo, los que lo hacen recibirán una amplia y generosa entrada en el reino eterno del Señor Jesucristo (v. 11). Y no solo serán protegidos de caer en las trampas de enemigo aquí en la tierra, sino que también verán la sonrisa de la aprobación de Cristo cuando le vean cara a cara.
Para Meditar:
Dediquemos un momento a reconsiderar los diferentes ladrillos que Pedro menciona en este capítulo. ¿Cuál de estos ladrillos necesita ser más evidente en nuestras vidas?
¿Cómo pueden estos ladrillos mantenernos productivos en nuestra peregrinación espiritual?
¿Por qué la evidencia de que existen estos ladrillos en nuestra vidas nos dan seguridad de salvación?
Para Orar:
Pidamos al Señor que nos capacite para crecer más en las virtudes que Pedro enumeró en este texto.
Pidamos al Señor que escudriñe nuestros corazones y nos muestre cuál de estas cualidades necesita ser más evidente en nuestras vidas.
Agradezcamos al Señor por la evidencia de la madurez espiritual que se desarrolla en nuestras vidas.
36 – UNA PALABRA CIERTA
Leamos 2 Pedro 1:12-21
Para el apóstol Pedro era muy importante que sus lectores no solo entendieran la verdad del evangelio de Jesucristo, sino también que vivieran esa verdad en la vida diaria. Ahora, después de haber vivido la vida cristiana por algún tiempo, me he dado cuenta cuán fácil nos resulta olvidar las enseñanzas recibidas. Esto mismo sucede a la hora de aplicar estas verdades a nuestra vida diaria. Una cosa es creer que Dios es un Dios soberano que tendrá cuidado de nosotros en nuestras necesidades. Sin embargo, cuando llegan las pruebas parece que olvidamos que Dios está en control, y nos preocupamos por lo que nos va a suceder. Nuestra confianza en este Dios soberano y amoroso parece desvanecerse. Por esa razón es que constantemente necesitamos recordar las verdades básicas de la Palabra de Dios.
Los individuos a quienes Pedro escribía estaban firmemente establecidos en su andar con Dios y en la comprensión de Su Palabra. Pero por si acaso, Pedro les decía en el versículo 12 que él continuaría recordándoles estas importantes verdades. Hace algún tiempo el Señor comenzó una obra de perfeccionamiento en mi vida. Durante ese período parecía cuestionarlo todo. Un accidente automovilístico dejó algunas dudas sobre mi salud física y luego caí en depresión, provocando esto una verdadera tensión en mi matrimonio. Como resultado de ese accidente, el Señor me había despojado de una gran parte de mi ministerio. Estos fueron momentos muy difíciles para mí y para mi familia. Yo sabía que Dios era un Dios soberano y amoroso, pero en ese período de mi vida, necesitaba recordar una y otra vez esa verdad. Fue muy duro para mí ver la realidad de esta verdad en la situación en que me encontraba.
Pedro tenía como compromiso de vida refrescar la memoria de sus lectores concerniente a estas verdades básicas (v. 13, NVI). Para la mayoría, esta es la tarea de cualquier pastor o maestro del evangelio. Mientras que hay ocasiones en que los nuevos creyentes están escuchando las verdades de las Escrituras por primera vez, la mayoría de los miembros de las iglesias a menudo ya las han escuchado. La realidad es que necesitamos escuchar estas verdades una y otra vez porque las perdemos de vista. Todo el tiempo que Pedro vivió en su habitación pasajera (su cuerpo físico), él continuó refrescando la memoria de los santos con estas verdades básicas.
En el versículo 14 Pedro les dijo a sus lectores que el Señor le había dado a conocer que en breve dejaría esta vida. Sin embargo, hasta que llegara ese momento, Pedro quería continuar refrescando la memoria de los santos. Y no solo quería darles a conocer estas verdades a los santos de su tiempo, sino también quería asegurarse de que después que partiera de este mundo, dejaría memoria de estos principios básicos. No queda claro cómo Pedro lo lograría. Es posible que fuera a través de estas dos epístolas que escribió.
Debe observarse que las verdades sobre las que Pedro escribió en esta epístola no eran fábulas artificiosas (v. 16) Pedro les aseguraba a sus lectores que los hechos presentados habían sido probados y eran verdad. Pedro había sido testigo ocular de la majestad y el poder del Señor Jesús. Él había caminado y hablado con el Señor; se había sentado al lado de Jesús y lo había escuchado predicar y enseñar estas verdades.
En el versículo 17 Pedro les recordaba a sus lectores lo que había sucedido cuando Jesús fue bautizado. El Espíritu de Dios cayó sobre Él y testificó a todos los presentes que ese hombre era el Hijo de Dios. No había duda en la mente del apóstol Pedro de que el Señor Jesús era el Hijo de Dios que vino a salvarnos de nuestros pecados. El Espíritu que descendió sobre Jesús indicaba el especial sello de aprobación del Padre sobre la vida y ministerio del Señor.
En el versículo 18 también se hace referencia a un monte santo. Probablemente se refiere a cuando Jesús llevó con Él a Pedro, Santiago (Jacobo) y a Juan al Monte de la Transfiguración (Mt. 17:2). En esta montaña, el apóstol vio al Señor transfigurado. Su cuerpo terrenal parecía estar cubierto de la gloria de Dios. Esto fue tan evidente que Su apariencia cambió radicalmente. Él brilló con la gloria de Dios. Para Pedro, no había duda de lo que esto significaba. Jesús era el Hijo de Dios, el Mesías que había de venir; la esperanza del mundo.
Toda esta evidencia probaba más allá de cualquier duda que lo que los profetas decían era verdad. Jesús era el cumplimiento de esas profecías. Pedro desafiaba a sus lectores a estar atentos a las palabras de los profetas. Lo que ellos decían sobre el Señor Jesús pasaría exactamente como se predijo. En el versículo 19 Pedro desafiaba a sus lectores a prestar atención a los hechos que él justamente les estaba mostrando.
La verdad sobre Jesús y Su obra era como una antorcha que alumbra en un lugar muy oscuro. Esta verdad no era una fábula artificiosa sino la esperanza del mundo. La verdad sobre Jesús y Su obra conduciría a los creyentes a través de la oscuridad y las dificultades que vendrían a su camino. Al igual que la luz, esta verdad los sostendría hasta el día en que Jesús regresara a llevarlos con Él para siempre. La verdad de Jesús y Su obra nos sostendrán y fortalecerán en medio de las pruebas que tenemos que enfrentar. Esta es una esperanza que brilla en medio de un mundo oscuro.
Pedro declaró en los versículos 20-21 que la verdadera profecía no tenía nada que ver con las ideas o deseos personales del profeta. La verdadera profecía tiene su origen en la voluntad de Dios, y se revela a los profetas por medio de Su Espíritu Santo. Pedro quería asegurarles a sus lectores que las palabras de las Escrituras, e incluso sus propias palabras eran absolutamente confiables. Su verdad nacía de Dios mismo, el cual no puede mentir.
Para Meditar:
¿Cómo Pedro probó aquí la verdad de lo que estaba escribiendo?
¿Cuál es la diferencia entre creer la verdad y vivir esa verdad en la vida diaria? ¿Cuál verdad en particular se nos dificulta poner en práctica?
¿Hay individuos a nuestro alrededor a los que en medio de sus pruebas se les necesita recordar gentilmente la verdad de Dios? ¿Es posible que Dios nos use para animarles haciendo memoria de la verdad de Dios?
Para Orar:
Agradezcamos al Señor el hecho de que nos ha dado Su Palabra para animarnos y guiarnos en esta vida.
Dediquemos un momento para alabar al Señor por Su presencia en nuestras vidas. Démosle gracias porque Él está con nosotros ahora mismo.
Pidamos a Dios que nos perdone por las veces en que no hemos logrado aplicar la verdad de Su Palabra en nuestras situaciones de la vida.
Si usted está enfrentando ahora mismo una prueba, pídale al Señor que abra sus ojos a Su amor y a Su cuidado soberano. Pídale que le dé gracia para confiar en Él y en Sus promesas.
37 – FALSOS PROFETAS
Leamos 2 Pedro 2:1-19
El mensaje de Pedro era sobre Jesús y Su salvación, y tenía que ver con la verdad del plan de Dios para Su pueblo. Era el mismo mensaje que los profetas de la antigüedad habían hablado mediante revelación divina. Sin embargo, Pedro les recordaba a sus lectores que había falsos profetas entre ellos que querían distorsionar el mensaje de salvación en Cristo. Estos falsos maestros trataron encubiertamente de promover mentiras religiosas, y llegaron al punto de negar a Jesús quien los había rescatado. Esta hipocresía traería como consecuencia un pronto juicio.
Hay algunos detalles que necesitamos examinar en estos versículos. Observemos primeramente que estos falsos profetas introdujeron sus doctrinas de manera encubierta. Satanás no siempre se anuncia. Ciertamente, estos líderes falsos no querían que el pueblo los viera como tal. Ellos querían respeto y por eso se dirigían muy sutilmente hacia el corazón y la mente de las personas. Algunas veces las diferencias doctrinales son tan sutiles que pasan desapercibidas. Pedro desafiaba a sus lectores a cuidarse de los maestros que tenían un mensaje diferente al de los apóstoles.
En segundo lugar, observemos que estos falsos maestros se decían ser creyentes, pero llegaron al punto de negar a Jesús, a quien decían adorar. Siempre podemos distinguir a un falso profeta de uno verdadero por lo que él o ella creen concerniente al Señor Jesús. Pedro escribió en el versículo 1 que estas herejías eran destructoras. Y lo eran en el sentido de lo que podían hacerle a la iglesia y al creyente individual. Estas herejías podían distraer al creyente, apartando su atención de la verdad del Señor Jesús. La iglesia podía debilitarse o hasta destruirse mediante estas mentiras. A estos engañadores no se les podía dejar solos haciendo su obra destructora.
Pedro les advertía a sus lectores que estos falsos profetas reunirían a muchos seguidores (v. 2). Muchos serían presa de sus mentiras, las cuales podrían camuflarse con la lógica y la razón. Sus herejías apelaban a la naturaleza pecaminosa, y proclamaban un mensaje agradable, pero falso. Estos falsos creyentes se burlaban de las cosas del Señor y de Su pueblo degradando la verdad. Las prácticas vergonzosas de los falsos profetas traerían desgracia a la iglesia.
Los falsos maestros de los que Pedro hablaba eran avaros. Ellos no servían por amor y compasión por el pueblo, sino que buscaban dinero y reputación. Estaban en el ministerio con el fin de obtener ganancias egoístas y no con el propósito de esparcir la verdad del evangelio.
Pedro continuaba diciendo que estos falsos profetas inventaban historias falsas. Creaban su propia imagen de Dios y Sus propósitos, y guiaban al pueblo hacia un dios imaginario. Sus falsas doctrinas venían de su imaginación y no de la verdad de las Escrituras.
Por su maldad, ya Dios había juzgado a estos inicuos profetas. Su condenación ya estaba preparada y lista para sobrevenirles en cualquier momento. Ellos pensaban que Dios no estaba mirando su maldad. Creían que podían salirse con la suya con lo que estaban haciendo. Sin embargo, el juicio de Dios no dormía; estaba bien despierto y se preparaba para caer sobre ellos en cualquier momento. Ellos estaban destruyendo la fe de muchos, y Dios les pediría cuentas por eso.
En los versículos del 4-10, Pedro puso algunos ejemplos del Antiguo Testamento para mostrar que Dios castiga la maldad. Según el versículo 4, Dios no perdonó a los ángeles malvados cuando pecaron. Esto parece ser una referencia a los demonios que una vez fueron ángeles de Dios. Estos demonios cayeron en pecado y Dios los juzgó. Él los mando al infierno y los aprisionó en la oscuridad hasta el día del juicio. Dios no perdonó a estos ángeles de este terrible juicio, sino que los castigó severamente. Su destino final es real y terrible. Si Dios no perdonó a estos malos espíritus que eran ángeles del cielo, ¿perdonará a los humanos que destruyen la fe de Sus hijos con mentiras y artimañas?
En el versículo 5 Pedro habla acerca de los días de Noé, cuando el Señor decidió destruir al mundo por medio de un diluvio. Noé predicaba la justicia ante Dios, pero el pueblo de sus días se rehusó a escucharlo. Esto trajo como consecuencia el juicio de Dios en forma de un diluvio universal. Solo Noé y su familia se salvaron de esta destrucción. Si Dios no perdonó a Su creación en los días de Noé, ¿vacilará acaso en juzgar a los que predican la impiedad o a quienes niegan a Jesús?
Aunque Dios destruyó a Sodoma y a Gomorra, rescató a Lot, que era un hombre justo (v. 7). A diferencia de otros habitantes de estas ciudades, Lot estaba preocupado por la inmundicia y el desorden que veía en todas partes. Día tras día, su alma se atormentaba por el terrible pecado que presenciaba. Dios vio el corazón de Lot, y cómo le dolía el pecado de su sociedad; y por esta razón, Dios decidió librar a Lot del terrible juicio que envió sobre las ciudades de Sodoma y Gomorra. Él, misericordiosamente, envió a Su ángel para acompañar a Lot fuera de la ciudad antes de que el juicio cayera. Aun cuando el juicio de Dios está determinado a caer sobre los que viven en maldad, Él sabe cómo rescatar a los Suyos. Dios ve sus corazones justos y los guarda. ¡Qué consuelo encontramos en esta verdad los que amamos al Señor y procuramos servirle en un mundo de maldad!
Pedro continuaba describiendo a los falsos maestros como individuos que seguían la carne y andaban en concupiscencia e inmundicia (v. 10). Esta naturaleza carnal es contraria a Dios y a Sus propósitos, y nos separa de Él. Cuando el Espíritu Santo vino a vivir en nuestros corazones, vino a darnos una nueva naturaleza. Como creyentes, experimentamos la realidad de las dos naturalezas viviendo en nosotros: la vieja naturaleza pecaminosa y la nueva naturaleza espiritual de Cristo. A lo largo de las Escrituras estamos llamados a morir a esa vieja naturaleza de la carne y a vivir de acuerdo a la nueva naturaleza del Espíritu (Ro. 8:5-8). Estos falsos maestros no eran guiados por el Espíritu, sino por su naturaleza pecaminosa. Los verdaderos siervos de Dios primeramente deben buscar a Dios y a Sus propósitos, y deben ser guiados por el Espíritu en todo lo que hagan.
Pedro también habló de estos falsos maestros como personas que desprecian la autoridad. Los verdaderos siervos de Dios estarían dispuestos a someterse a las autoridades como si fueran ordenadas por Dios, pero estos profetas no querían que nadie les dijera lo que debían hacer. Eran atrevidos y arrogantes. No podían admitir cuando estaban equivocados, y continuaban en su desobediencia.
Como ejemplo de su arrogancia, estos falsos profetas hasta blasfemaban a los seres celestiales –algo que ni los ángeles en el cielo hacen. La identidad de estos seres celestiales es incierta. Sin embargo, Judas versículo 9 declara que el arcángel Miguel no se atrevió a proferir juicio de maldición contra el diablo durante una disputa. Es verdad que el diablo es malvado y se levanta en contra de Dios y Sus propósitos. No obstante, eso no le daba derecho a Miguel a blasfemar y hablar mal de él. El arcángel se rehusó a maldecirlo, incluso aunque se trataba de Satanás mismo. Sin embargo, estos falsos profetas hablaban mal de todo lo que no entendían. Debemos dejar tales juicios al Señor. Esto no quiere decir que aceptemos lo que el enemigo está haciendo. Debemos pelear por la verdad, pero debemos hacerlo sin usar las mismas tácticas del enemigo. Nunca venceremos a Satanás usando sus tácticas. Solo podemos vencerlo peleando con el fruto del Espíritu y confiando en Dios.
Pedro no tenía una buena opinión de estos falsos maestros. En el versículo 12, él se refería a ellos comparándolos a animales irracionales, nacidos para presa y destrucción. Ellos no tenían ningún valor en el reino de Dios. Todo su propósito era alejar a las personas del Señor y Su verdad. Dios les daría su paga a estos individuos por todo el mal que habían hecho.
La impresión que Pedro tenía de estos falsos profetas no estaba basada solamente en el hecho de que ellos enseñaban el error, sino también en su estilo de vida pecaminoso. Observemos en el versículo 13 (NVI) cómo él los acusaba de ser buscadores de placeres, ya que Su concepto de placer era entregarse a las pasiones desenfrenadas en pleno día. Ellos eran mancha e inmundicia; es decir, eran inmundos, perversos e inadecuados para el ministerio entre la familia de Dios. Ellos vivían para sus placeres malvados mientras se disfrazaban de apariencia de espiritualidad. Sus ojos estaban llenos de adulterio y seducían a los que no estaban establecidos firmemente en su fe y en su relación con Dios. Estos hombres eran enemigos del evangelio.
Pedro decía que estos individuos habían dejado el camino de la verdad para seguir el camino de Balaam, el cual amó el premio de la maldad. Balaam era un falso profeta que estaba contratado por Balac para maldecir al pueblo de Dios (ver Números 22). Las riquezas que él le ofreció lo tentaron a pronunciar maldición sobre el pueblo de Dios. Dios lo reprendió por medio de su asno, el cual demostró ser más obediente al Señor que el mismo Balaam. Pedro comparaba a estos falsos profetas de sus días con Balaam. Las riquezas de este mundo los tentaban a extraviarse de la verdad. Ellos no tenían nada de valor que ofrecer al pueblo de Dios. Eran fuentes sin agua, incapaces de proveer el refrigerio que prometían (v. 17).
Pedro también comparaba a los falsos profetas con nubes empujadas por la tormenta. Ellos estaban obsesionados por sus pasiones carnales y malvadas, y eran sacudidos por las tormentas de estos malos deseos. A estos falsos profetas les esperaba la oscuridad más densa, donde serían severamente castigados por su maldad.
La boca de estos líderes falsos estaba vacía (v. 18). En otras palabras, no tenían nada importante que decir. Ellos pronunciaban discursos arrogantes que apelaban a la concupiscencia de la carne. Eran indiferentes a los principios de la justicia. Estaban motivados solo por los deseos de su carne pecaminosa. El corazón de Pedro estaba particularmente cargado porque estos falsos profetas eran instrumentos en las manos de Satanás, cazando a los nuevos creyentes que habían escapado del error de este mundo. Los falsos maestros prometían libertad, pero ellos mismos eran esclavos del pecado.
Aquí Pedro no está calumniando a estos falsos profetas. Él dice la verdad acerca de ellos con un corazón que busca ardientemente de Dios y Sus propósitos. Él advierte a los creyentes del gran peligro de seguir a estos falsos maestros e incurrir en sus prácticas. Hay intensidad en las palabras de Pedro. Nosotros debemos hacer todo lo que esté a nuestro alcance para evitar que estos falsos maestros destruyan el rebaño de Dios. Pedro es muy enérgico al respecto porque él sabe el daño que estos falsos profetas pueden ocasionar.
Para Meditar:
¿Por qué suponemos que los falsos maestros son siempre capaces de atraer a las personas?
¿Qué es lo que motiva al falso maestro?
¿Según Pedro, cómo reconocemos a un falso maestro? Respondamos en términos de su doctrina y estilo de vida.
¿Qué dice Pedro sobre el juicio de los falsos maestros?
¿Cómo debemos responder a los falsos maestros en nuestros días?
¿Cuál es la diferencia entre calumniar y advertir al pueblo del peligro que representan aquellos que destruyen la obra de la iglesia?
Para Orar:
Pidamos al Señor que nos dé una clara comprensión de la verdad para que no nos descarriemos por las falsas doctrinas.
Pidamos al Señor que proteja a nuestras iglesias de los falsos maestros.
¿Conoce usted personalmente a algún falso maestro? Pidamos al Señor que abra nuestros corazones a la verdad de la Palabra de Dios.
38 – ENREDADOS Y VENCIDOS
Leamos 2 Pedro 2:20-22
Aunque este pasaje realmente pertenece a la sección que analizamos en la meditación anterior, es importante que dediquemos tiempo a tratar con esta parte por separado. Pedro ha estado hablando sobre los falsos profetas y su obra. Estos falsos profetas habían dado la espalda al Señor Jesús y estaban llevando a los nuevos creyentes a descarriarse de la fe.
Observemos que en el versículo 20 Pedro habla sobre un pueblo que había escapado de las contaminaciones del mundo por medio del conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, pero que nuevamente se había enredado en el pecado. Tomemos un momento para analizar esto con más detalle.
Percatémonos que estos individuos habían escapado de las contaminaciones del mundo. La contaminación a la que se refiere aquí es al pecado y a las prácticas impías. El mundo en el cual vivimos es contrario a las cosas de Dios. No conoce a Dios ni quiere conocerlo. Esto nos dice del estilo de vida de estos individuos. Ellos vivían una vida correcta y caminaban a tono con la Palabra de Dios y Sus caminos, rechazando las perversidades del mundo que les rodeaba.
Las personas a las que Pedro se refería también tenían conocimiento de Cristo. Ellos sabían que Él vino a liberarlos de la esclavitud de su pecado. De hecho, Pedro nos dice que por medio de este conocimiento de Cristo es que estos individuos habían escapado de la contaminación del mundo que les rodeaba. Esto no se trataba tan solo de un conocimiento intelectual sobre Jesús, sino que este conocimiento había impactado en su manera de vivir.
Sin embargo, observemos que ellos se habían enredado otra vez en la corrupción del mundo y habían sido vencidos, así que su postrer estado vino a ser peor que el primero. ¿Qué Pedro nos está diciendo con esto? Hay varias cosas que necesitamos decir acerca de este versículo.
Para entender este versículo debemos reconocer que es muy posible que una persona escape de ciertos pecados en la vida a través del poder de Cristo, y que aún no sea verdaderamente un hijo de Dios. Tales individuos pueden tener conocimiento de Cristo y ser sanados o tocados por Él, pero nunca ser verdaderos hijos de Dios. Como la semilla que crece en terreno pedregoso según la parábola de Jesús en Mateo 13, estos individuos crecen durante un tiempo, pero cuando las dificultades y tentaciones llegan a su camino, ellos se debilitan, demostrando que nunca fueron verdaderos hijos de Dios.
Veamos también cómo Pedro declara que los que tenían este conocimiento básico del Señor Jesús y le habían dado la espalda, su postrer estado venía a ser peor que el primero. El apóstol Pablo le dijo a Timoteo que Dios mostró Su misericordia para con él cuando perseguía la iglesia porque él había actuado en ignorancia y en incredulidad.
…habiendo yo sido antes blasfemo, perseguidor e injuriador; mas fui recibido a misericordia porque lo hice por ignorancia, en incredulidad. (1 Ti. 1:13)
Hay algo peor que perseguir a la iglesia y blasfemar el nombre del Señor Jesús, y es hacerlo con el pleno conocimiento de quien es Jesús y Su obra. Pablo no entendía la obra de Dios, al punto en que perseguía a la iglesia. Cuando él conoció a Cristo, las cosas cambiaron de manera radical. Él se postró en tierra humillado y le ofreció toda su vida al Señor. Pecar en ignorancia es bastante malo, pero pecar sabiendo plenamente lo que se está haciendo es aún peor, y por eso se recibirá un juicio mucho más estricto.
Hay personas en la actualidad que conocen el camino de salvación. Estos individuos han experimentado incluso el poder de Dios de una manera u otra. Pueden haber sido sanados de cierta enfermedad, o puede que el Señor les haya permitido experimentar una maravillosa victoria sobre una adicción o un mal hábito. De hecho, algunos de ellos han ministrado en el nombre de Jesús. Veamos lo que Jesús dijo sobre tales personas en Mateo 7:22-23:
Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.
Recordemos que Pedro ha estado hablando en este contexto justamente sobre hombres y mujeres semejantes a estos de los que Jesús habló en Mateo 7. Él hablaba de los falsos profetas que venían en el nombre del Señor. Estos individuos predicaban en Su nombre. Ellos engañaban al pueblo con su buen estilo de vida y palabras sutiles, pero en realidad aún estaban enredados en el pecado y vencidos. Pedro usa un proverbio de su época para referirse a estas personas: “El perro vuelve a su vómito” y “la puerca lavada a revolcarse en el cieno” (v. 22).
Es la naturaleza del puerco ensuciarse y revolcarse en el lodo. Es la naturaleza del perro comerse su propio vómito. Si el pueblo de Dios estuviera verdaderamente atento a estos falsos profetas, tarde o temprano verían el error de sus caminos. A medida que pase el tiempo su verdadera naturaleza sería revelada. Sus propios pecados los enredarían y se revelaría quiénes realmente eran. No todo el que viene en el nombre de Jesús le pertenece realmente. No todo el que ha experimentado el toque de Cristo es Su hijo.
Pedro nos recuerda que el fin para los que tienen conocimiento de Cristo y de Sus caminos pero que se han desviado, es peor que si nunca lo hubieran conocido. Su juicio sería peor que el juicio de los que nunca han invocado a Cristo. Según hay recompensas en el cielo para los fieles, así también, según este pasaje, hay diferentes medidas de castigo para los que han rechazado la salvación que Jesús ofrece.
Para Meditar:
¿Puede un incrédulo experimentar la presencia de Dios y Sus bendiciones? ¿Podemos ministrar en el nombre de Dios sin conocerlo realmente?
¿Cuál es la diferencia entre pecar por ignorancia y pecar deliberadamente?
¿Cómo podemos reconocer a un falso profeta? ¿Es posible que un falso profeta parezca un verdadero creyente?
¿Qué debemos aprender aquí sobre el juicio que ha de venir?
¿Somos verdaderamente hijos de Dios? ¿Cómo podemos saber si realmente le pertenecemos a Jesús? ¿Cuál es la diferencia entre la verdadera salvación y un estilo de vida religioso?
Para Orar:
Agradezcamos al Señor por revelarnos la verdad. Pidámosle que nos dé gracia para vivir cada día en la realidad de esa verdad.
Pidámosle al Señor que nos ayude a tener discernimiento en cuanto a las enseñanzas que escuchamos a nuestro alrededor. Pidámosle que nos ayude a discernir la verdad del error.
¿Hay falsos profetas en nuestra comunidad? Tomemos un momento para pedirle al Señor que les dé conocimiento de la verdad. Oremos a Dios que los atraiga a Él.
39 – ¿DÓNDE ESTÁ SU ADVENIMIENTO?
Leamos 2 Pedro 3:1-10
Pedro advertía a sus lectores sobre la realidad de los falsos profetas y del peligro de descarriarse de la verdad del evangelio. Satanás estaba bien activo en su tarea de distorsionar la verdad de la Palabra de Dios. Pedro estaba preocupado porque sus lectores entendieran la verdad de Dios y resistieran a los falsos maestros que abundaban en sus días. El apóstol quería estimular a sus lectores a tener una mente íntegra (v. 1, NVI), (limpio entendimiento, RVR60). La palabra “íntegra” lleva implícito un sentido de pureza, sinceridad y limpieza de lo impío y del pensamiento mundanal. Esto era lo que el apóstol esperaba de sus lectores. Él quería que su mente fuera pura y con el conocimiento suficiente para evitar a los falsos maestros.
Probablemente hoy más que nunca estamos siendo bombardeados con los conceptos de este mundo. Por medio de la televisión, la internet, la radio, la literatura y muchos otros medios, el mundo busca promover sus ideas. Muchas de ellas son contrarias a las claras enseñanzas de la Palabra de Dios. Hasta los cristianos caen en estos pensamientos incorrectos. Pedro hacía un llamado a conocer la verdad y a permanecer fieles a ella. Él quería que sus lectores distinguieran entre la verdad y el error, y permanecieran ante Dios con mentes y pensamientos puros.
Observemos en el versículo 1 que la intención de Pedro era estimular a sus lectores a tener una mente íntegra. La verdad de la Palabra de Dios siempre será atacada en este mundo inmoral, y habrá ocasiones en que experimentaremos la duda. En este mundo hay muchas cosas que estimulan las actitudes y los pensamientos impíos. En esos momentos, necesitamos volvernos a Dios y confiar en Su Palabra. Tener una mente íntegra es tener una mente enfocada en Dios y en Sus propósitos. Los creyentes deben aprender a poner su mente en estas cosas.
En los versículos 2-3 Pedro dio un ejemplo de una mente impía. Él hablaba de los burladores que cuestionaban las palabras de los profetas y los apóstoles, concerniente a la segunda venida del Señor. Estas personas impías escogieron seguir la maldad y los deseos carnales de su corazón, y no querían creer que el Señor volvería a juzgar su estilo de vida pecaminoso.
Estos individuos ridiculizaban a los verdaderos creyentes por su creencia en el regreso del Señor: “¿Dónde está la promesa de su advenimiento?” (v. 4). Muchos años han pasado desde que se hizo esa promesa y aún el Señor no ha regresado (ver Juan 14:1-3). Muchos creyentes estaban sufriendo persecución en la época de Pedro. Ellos anhelaban ver el regreso del Señor. Los falsos maestros usaban esto para burlarse y convencer a las personas de que el Señor no mantendría Su promesa. Ellos declaraban falsamente que “todas las cosas permanecen así como desde el principio de la creación”. En otras palabras, Dios no estaba particularmente interesado en lo que estaba sucediendo.
Pedro refutó este pensamiento en los versículos del 5-7; y puntualizó que estos falsos maestros ignoraban voluntariamente las enseñanzas del Antiguo Testamento acerca de la creación y el diluvio. Por la palabra de Dios, los cielos y la tierra fueron creados; y por esa misma palabra las aguas de la tierra causaron el diluvio en los días de Noé. Ese diluvio destruyó la vida en la tierra. Y sería por esa misma palabra que los cielos y la tierra serían destruidos por fuego en el Día del Juicio. Aunque esto es algo que no se evidencia de inmediato, el feroz juicio final vendrá. La palabra de Dios que formó a la tierra y causó el diluvió, hará que esto suceda. Por la palabra de Su boca, Dios castigará el pecado de aquellos que le han dado la espalda.
Los burladores de la época de Pedro dudaban de la palabra del Creador porque Él demoraba en cumplirla. Ellos olvidaban que el Señor tiene Su propio plan. El Señor es un Dios eterno. El tiempo no influye en Él. Los años no quitan vigor ni a Él ni a Sus promesas. Él no se cansa. Para el Señor un año es como si fueran mil (v. 8). Nada lo apresura. Él no tiene fechas límites. La eternidad está delante de Él.
¡Cuán diferente es para nosotros, los seres humanos! Somos criaturas sujetas al tiempo, y nuestras vidas giran en torno a él. Vivimos unos pocos años y perecemos. Nos volvemos débiles con la edad. Solo tenemos unos pocos años para llevar a cabo nuestros planes y propósitos. Pero Dios no tiene estas limitaciones. La tardanza de Su venida no significa que no volverá.
Pedro les recordaba a sus lectores en el versículo 9 que el Señor no retarda Su promesa. Puede parecer que se tarda, pero esto es solo debido a nuestro propio concepto del tiempo. ¿Qué son unos pocos años comparados con la eternidad? Son tan pocos que a duras penas podrían contarse.
Lo que es importante que entendamos es que la tardanza de Dios es producto de Su gracia y misericordia. Si Dios regresara ahora mismo, ¿cuántas personas estarían preparadas para Su regreso? Esta demora es para el beneficio de la humanidad. Durante este tiempo el evangelio va avanzando y el reino expandiéndose. Incontables personas son impactadas por ese mensaje, y están aceptando a Jesús. El Señor va a volver, pero no sabemos cuándo. Lo que sí sabemos es que este período de tiempo antes de Su regreso es nuestra última oportunidad para arreglarnos con Dios y recibir perdón por nuestros pecados.
En el versículo 10 Pedro anunciaba que el Señor vendría como un ladrón. Es decir, vendrá cuando menos se le espere. Si usted supiera que el ladrón viene en cierto momento, ¿no cerraría sus puertas y se prepararía para recibirlo? El Señor intencionalmente no nos dijo cuándo viene para que estemos motivados a vivir vidas santas. Él podría venir en cualquier momento. Debemos estar preparados siempre.
El Dios de la creación ha hablado. Él no miente. Su palabra se cumplirá a su debido tiempo. Vendrá el día en que los cielos desaparecerán con un gran estruendo y la tierra será completamente destruida por fuego. Todo lo que el pecado había manchado será destruido. Nada de esta vieja vida permanecerá; solo lo que es puro y santo.
Aunque el Señor demore, Pedro nos asegura que Su promesa se cumplirá. ¡Qué temible será ese día para los que dudaron de la palabra de Dios creador! ¡Ojalá que seamos de las personas que siempre estemos preparadas para Su regreso, viviendo para Él en pensamientos y en hechos!
Para Meditar:
Pedro desafiaba a los creyentes a tener mentes íntegras. ¿Cuáles son los enemigos de la mente íntegra?
¿Qué aprendemos en este pasaje sobre el tiempo de Dios?
¿Qué aprendemos sobre la palabra de Dios? ¿Podemos confiar en esa palabra y en Sus promesas?
¿Por qué el Señor retarda Su venida? (Ver el versículo 9)
¿Estamos preparados en lo personal para el regreso del Señor? ¿Qué cambiaríamos en nuestro estilo de vida si supiéramos que Jesús viene mañana?
Para Orar:
Pidamos al Señor que purifique nuestras mentes y las llene con pensamientos íntegros. Pidámosle que quite cualquier deseo por los pensamientos y las prácticas del mundo.
Agradezcamos al Señor por la seguridad que podemos tener de que Su palabra es absoluta verdad.
Agradezcamos al Señor por el hecho de que prometió volver por nosotros.
Pidamos a Dios que nos ayude a vivir cada día esperando Su venida.
40 – ¿QUÉ CLASE DE PERSONAS?
Leamos 2 Pedro 3:11-18
Pedro les había estado recordando a sus lectores que la Palabra de Dios se cumpliría. Llegará el día cuando el Señor Jesús vendrá a juzgar la tierra. Pedro nos dice que esta tierra un día será destruida por fuego. Los falsos maestros de la época se burlaban de la idea de la venida y el juicio del Señor. Ellos llevaban un estilo de vida pecaminoso sin importarles el juicio que vendría. Creían que, porque el Señor tardaba, realmente no vendría ni juzgaría a la tierra. Pedro les recordaba lo insensata que era esta posición, y desafiaba a sus lectores a estar siempre preparados para la venida del Señor.
En esta parte final del capítulo 3, Pedro preguntaba: “Puesto que todas estas cosas han de ser destruidas de esta manera, ¿qué clase de personas no debéis ser vosotros?” (v. 11, LBLA). Si Jesús viene a juzgar la tierra como prometió, ¿cómo debemos vivir? Analicemos la respuesta de Pedro a esta pregunta en los versículos finales de este capítulo.
Andando en santa y piadosa manera de vivir.
En vista de la segunda venida del Señor a esta tierra, Pedro nos dice que debemos andar en santa y piadosa manera de vivir. Si los hijos supieran que su padre viene a la casa, ¿no harían todo lo posible para no ser sorprendidos en un acto de desobediencia? Solamente el sentido común nos diría que, si el Señor viene, deberíamos ser hallados viviendo en obediencia a Su Palabra. Debemos vivir de manera tal que no tengamos nada de qué avergonzarnos cuando Él aparezca. Nuestras vidas deben ser santas y piadosas en cada detalle.
Observemos en el versículo 12 que, al prepararse para el regreso del Señor, ellos en realidad apresuran Su venida (LBLA). Jesús les dijo a Sus discípulos en Mateo 24:14 que el fin vendría solo cuando el evangelio fuera predicado en todo el mundo.
Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin.
Hay una misión que debe llevarse a cabo antes de que el Señor regrese. Muchas almas aún no han venido al reino. Y es nuestra responsabilidad, sabiendo que el día del fin se acerca, alcanzar a esos que están perdidos en el pecado y traerlos al redil.
Esperando el cumplimiento de Sus Promesas.
La segunda respuesta que tenemos es que, conociendo que el Día del Señor se acerca, debemos ser personas que esperan el cumplimiento de Sus promesas. El pecado ha causado mucho sufrimiento y dolor. Nos ha despojado de nuestra vitalidad y energía. Nos ha quitado a nuestros seres queridos por medio de la muerte. Ha causado lágrimas de amargura y sufrimiento. A los creyentes en particular, les ha ocasionado rechazo y persecución. A medida que el día de la venida del Señor se acerca, necesitamos poner más y más nuestros ojos en la promesa de un cielo nuevo y una tierra nueva. ¡Qué consuelo encontramos en esto! Ese día ya no habrá más guerra entre las naciones. Cesarán los ciclones, los huracanes, los terremotos y el hambre. Allí, en ese cielo y tierra nuevos, el Señor Jesús será honrado y glorificado. Todos nosotros nos postraremos ante Él en un lugar donde ya no existe el dolor ni el sufrimiento. Este cielo nuevo y tierra nueva será el hogar de los justos. El pecado y la maldad desaparecerán para siempre.
La promesa de cielo nuevo y tierra nueva debe darnos consuelo y aliento. Aquí en esta tierra vieja sufriremos pruebas y persecución, pero aún no es el fin. Más allá se encuentra el cumplimiento de una maravillosa promesa de vida eterna con Jesús en un cielo nuevo y una tierra nueva. Como creyentes, debemos mantener este futuro brillante como el centro de nuestros pensamientos.
Procurando con diligencia ser hallados sin mancha
La tercera respuesta que el apóstol declara en el versículo 14 es que como creyentes que esperan la venida del Señor, debemos procurar con diligencia ser hallados por Él sin mancha e irreprensibles, en paz. Los creyentes deben esforzarse por liberarse de la impureza y la culpa. Esto no sucederá sin esfuerzos, sino que requerirá disciplina de nuestra parte. Sin embargo, Pedro les recordaba a sus lectores que el Señor era muy paciente con ellos.
En el versículo 15 Pedro decía que la paciencia del Señor era para salvación de muchos. Si Jesús hubiera venido antes, muchos de ellos no habrían venido al conocimiento del Señor. El Señor está esperando que se complete el número de creyentes que vendrán al conocimiento de la verdad.
En el versículo 16 Pedro les señalaba a sus lectores las enseñanzas del apóstol Pablo. Pedro reconocía que Dios le había dado a Pablo gran sabiduría, y que sus cartas estaban inspiradas por Dios. Algunas personas manifestaban que Pablo era muy difícil de entender, y muchos, incluso, distorsionaban el significado de sus enseñanzas. Pablo y Pedro concordaban completamente en que, como creyentes, necesitamos vivir vidas que estén preparadas en todo tiempo para el regreso del Señor.
Pedro les decía a sus lectores que ellos debían guardarse para que no se dejaran llevar por las falsas enseñanzas ni cayeran de su firmeza. ¿Cuál es esta firmeza de la que Pedro habla aquí? Por el contexto, esa firmeza está directamente vinculada a resistir las falsas doctrinas. La verdad de la Palabra nos coloca en una posición de fortaleza y seguridad en la batalla contra el enemigo. Mediante la Palabra de Dios podemos resistir las mentiras del diablo. ¿A dónde podemos ir cuando Satanás nos bombardea con sus mentiras? La única retirada segura para el creyente se encuentra en la verdad de la Palabra de Dios.
Al alimentarnos de la verdad de las Escrituras, somos capaces de crecer fuertes en nuestro caminar con el Señor. Al seguir los principios que Dios plasmó en Su Palabra, podemos tener un impacto poderoso en el mundo. A través de la predicación de la verdad de esa Palabra, se destruye el poder del enemigo en las vidas de los que oyen y creen. Si queremos estar fuertes y saludables espiritualmente, necesitamos entender las Escrituras y obedecer su verdad. Nuestra posición de fortaleza y firmeza ante el enemigo se encuentra solamente en la obediencia a la Palabra de Dios. Es por esta razón que Pedro advertía a sus seguidores acerca de las enseñanzas de los falsos profetas de sus días. Un creyente que ignora o desobedece las enseñanzas de la Palabra de Dios está débil e indefenso. Pedro quería que los creyentes tuvieran conocimiento y denuedo en el Señor. Para que esto sucediera, ellos debían ser diligentes en aprender la Palabra, y resistir las falsas enseñanzas que les rodeaban.
Pedro concluye su carta desafiando a sus lectores a crecer en la gracia y el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo. Observemos que hay dos aspectos en esta declaración. Los creyentes deben crecer en el conocimiento de Cristo. Este conocimiento viene por medio de la Palabra y las enseñanzas de los apóstoles. Necesitamos estudiar la Palabra para entender el carácter y los propósitos de Dios. Debemos dedicar tiempo a las Escrituras, dejando que el Espíritu Santo nos enseñe acerca de la vida y obra de Jesús.
Pedro también les dijo a sus lectores que debían crecer en la gracia del Señor Jesucristo. La gracia se refiere a la manera en la cual Dios bendice y prepara al creyente en el ministerio y en su relación con Él. No solo debemos crecer en el conocimiento de Jesús, sino también en nuestra capacidad para recibir Su gracia en cada aspecto de nuestras vidas. El creyente maduro es aquel que es capaz de sacar de la fuente que Dios tiene para él de Su gracia. Es capaz de usar los dones y fortalezas que el Señor le ha provisto para ministrar y servir en Su nombre.
Dios está buscando personas que no solo lo conozcan, sino que también sean capaces de ministrar y vivir en Su fortaleza. Que Dios nos ayude para ser esa clase de personas mientras esperamos Su venida.
Para Meditar:
Pedro declaraba que el Señor destruiría la tierra y la reemplazaría por un cielo nuevo y tierra nueva. ¿Por qué esto nos sirve de aliento? ¿De qué manera nos desafía?
¿Cómo la verdad de la Palabra de Dios nos mantiene en una posición de seguridad y firmeza?
¿Cuál es la diferencia entre crecer en el conocimiento de Cristo y crecer en Su gracia? ¿Por qué es importante crecer en las dos?
Para Orar:
Pidamos al Señor que nos ayude a vivir cada día con la esperanza de Su venida.
Agradezcamos al Señor por la manera en que Su muerte venció al pecado. Tomemos un momento para alabarle por la maravillosa esperanza de una nueva tierra donde el pecado ya no existirá.
Demos gracias a Dios por la verdad de Su Palabra. Pidámosle que nos preserve obedientes y fieles a esa Palabra. Agradezcamos al Señor por la seguridad y la fortaleza que encontramos en esta Palabra.
Pidamos a Dios que nos ayude a no solo crecer en el conocimiento de Jesús, sino también en la capacidad de caminar en la fortaleza y gracia que Él provee.