La Victoria de Jesús sobre las Tentaciones y las Trampas del Diablo según Lucas 4:1-13
F. Wayne Mac Leod
Copyright © 2012 de F. Wayne Mac Leod
Todos los derechos reservados. No puede reproducirse ni transmitirse parte alguna de este libro sin el previo consentimiento por escrito de su autor.
Traducción al español: Dailys Camejo y David Gomero (Traducciones NaKar)
Todas las citas bíblicas, a menos que se indique otra versión, han sido tomadas de la Nueva Versión Internacional.
Índice
- Prefacio
- 1 Llevado por el Espíritu al desierto
- 2 No comió nada
- 3 Convirtiendo la piedra en pan
- 4 Llevado a un lugar alto
- 5 ¿A quién vas a adorar?
- 6 Llevado a Jerusalén
- 7 Poniendo a Dios a prueba
- 8 Hasta otra oportunidad
- 9 Espíritu y Verdad
Prefacio
Este es un estudio acerca de la tentación de Jesús la cual se encuentra registrada en Lucas 4:1-13. Se pudiera decir mucho más de estos versículos, y de hecho hay muchos comentarios al respecto; pero mi propósito es captar el sentido de cómo Jesús enfrentó las tentaciones del diablo y descubrir qué podemos aprender de Él.
Existen cuatro aspectos de este pasaje que me gustaría que cada lector pudiera apreciar. El primero es que Jesús, siendo completamente Dios, soportó la prueba de Satanás. Él se humilló y soportó esto por ti y por mí. Entonces, si Él tuvo que pasar por esas tentaciones y esas pruebas causadas por Satanás, nosotros hemos de pasar por ellas también. Y es que la vida cristiana no es una vida fácil, el mismo Jesús comenzó y terminó su ministerio bajo pruebas y adversidades.
El segundo es que me gustaría que cada lector pudiera percibir el carácter de Jesús en este pasaje. Su integridad es incuestionable. En medio de las terribles tentaciones del enemigo, Jesús se mantuvo firme al propósito que el Padre tenía para Su vida. Además, al terminar la batalla contra Satanás salió sin mancha y sin contaminación. Él es el Salvador perfecto, digno de toda la gloria y todo el honor.
El tercero es que el Señor Jesús, como el Hijo perfecto de Dios, sabe lo que significa ser tentado y sufrir tribulaciones. Él se puede identificar con nuestro dolor y nuestra necesidad. Él sintió lo que nosotros sentimos, y por eso podemos venir ante Él con la confianza de que también entenderá nuestro dolor y nuestras tentaciones.
Por último, en aquellos días de prueba, la fortaleza de Jesús se encontraba en la Palabra del Padre y en el Espíritu; y hoy, esas mismas herramientas están a nuestra disposición. El poder para vencer no yace en nosotros pero está disponible para todo aquel que confíe en la dirección y la fortaleza de Dios tal y como lo hizo Cristo.
Puede que este libro no cambie tu vida, pero estoy convencido de que es una herramienta que Dios puede usar. No leas simplemente este libro, tómate el tiempo para reflexionar sobre él. Pídele al Espíritu que tome la verdad de la Palabra y la aplique a tu situación. Mi oración es que la verdad de Lucas 4:1-13 cobre vida nuevamente y fortalezca, aliente y consuele a todos lo que se tomen el tiempo para leer este comentario. Que el Señor se complazca en usar este pasaje bíblico en tu vida y para Su Gloria.
F. Wayne Mac Leod
1 – llevado por el Espíritu al desierto
Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desiertopor cuarenta días, y era tentado por el diablo. (Lucas 4:1-2)
El contexto de Lucas 4 es el bautismo de Jesús. Esto se percibe de manera más clara en Mateo 3:13-4:1
Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado por él. Mas Juan se le oponía, diciendo: Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí? Pero Jesús le respondió: Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia. Entonces le dejó. Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia. Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo
Observemos que Lucas 4:1 nos dice que Jesús “volvió del Jordán”. Fue allí, en el Río Jordán que Jesús había sido bautizado por Juan. Esto sería el comienzo de Su ministerio público.
El día en que Jesús fue bautizado sucedió algo muy importante. En Mateo 3:16, leemos que tan pronto salió del agua, el Espíritu Santo descendió sobre Él como una paloma. Observemos que en Lucas 4:1 Jesús fue “lleno del Espíritu Santo” y “llevado por el Espíritu”.
La plenitud del Espíritu Santo en Cristo le daba poder para servir y obedecer. Es cierto que el Señor Jesús era el Hijo de Dios, pero aún así necesitaba ser lleno del Espíritu Santo. Él no obraba independientemente del Padre o del Espíritu Santo. Cristo era perfectamente uno con ellos, y para llevar a cabo todo lo que el Padre le había asignado le hacía falta en Su vida la plenitud del Espíritu Santo y Su poder.
Aunque no es nuestro propósito en este estudio examinar el ministerio del Espíritu Santo, nos puede resultar de ayuda mencionar algunos aspectos acerca de Su plenitud. ¿Qué es la plenitud del Espíritu Santo? Es probable que existan muchas opiniones acerca de este tema, pero déjame explicarte lo más básico del mismo. Ser llenado de algo implica ser vaciado de otra cosa. En otras palabras, si somos llenados del Espíritu Santo, no hay lugar para el ego. Esto significa que existe una rendición de nuestra voluntad, nuestro corazón y nuestra vida al ministerio y la obra del Espíritu Santo. También significa que hemos rendido a Él nuestras ideas y planes y que nos hemos comprometido a caminar en obediencia a Su voluntad.
El mayor obstáculo para el ministerio y para que el carácter de Cristo sea revelado en nosotros, somos nosotros mismos. Es imposible lograr con nuestras propias fuerzas lo que Dios nos pide, sin embargo, eso es lo que mucho de nosotros tratamos de hacer. Los ministerios cristianos están llenos de esfuerzos humanos y programas. ¡Cuán diferente sería si dejáramos que el Espíritu de Dios obrara en nosotros y a través de nosotros! ¿Qué diferencia se marcaría en nuestras iglesias si estuviésemos dispuestos a morir a nosotros mismos y darle las riendas al Espíritu? ¡De cuántas bendiciones nos apropiaríamos si tan solo le permitiéramos vaciarnos de nosotros mismos llenándonos de Él!
Jesús estaba lleno del Espíritu Santo; Su voluntad estaba rendida al Espíritu Santo; Su confianza estaba en el poder del Espíritu; por eso, Éste tenía el control completo de Cristo, de Sus acciones, de Sus actitudes y de Sus palabras. Fue de esta manera como el Señor Jesús comenzaría y terminaría Su ministerio.
Lucas 4:1 no nos dice solamente que Jesús estaba lleno del Espíritu, sino también que estaba siendo guiado por Él. Observemos en el versículo 1, ¿hacia dónde el Espíritu llevó a Cristo? Hacia el desierto, hacia allí lo guió. El desierto es un lugar de sequía e infertilidad. En este caso, era el lugar de tentación. La palabra tentación se refiere a prueba o tribulación; y es esto lo que le sucedería al Señor en el desierto; pasaría por pruebas y tribulaciones y por cuarenta días lucharía contra el diablo.
El Espíritu de Dios lo condujo directamente hacia una intensa batalla espiritual de cuarenta días. Por mucho que nos guste pensar que cuando nos rendimos al Señor todo va a ser glorias y triunfos, este pasaje nos muestra, por otra parte, que rendirnos al Espíritu puede significar meternos de a lleno en la batalla. Esto fue lo que le sucedió a Jesús. Su ministerio comenzó en conflicto y terminaría en la muerte; pero a pesar de todo eso, Él obtuvo completa victoria.
En aquel lugar, el diablo tentó a Jesús por cuarenta días. Las Escrituras no nos dicen específicamente lo que sucedió durante esos cuarenta días. Pero hay algo que podemos entender a partir de otros pasajes y que nos revela lo que trató de hacer el diablo en el nacimiento y la muerte del Señor Jesús. En Mateo 2:16, leemos cómo Satanás trató de hacer que el rey Herodes matara al bebé Jesús. Al no poder encontrarlo, este malvado rey ordenó asesinar a todos los niños varones menores de dos años. Esto nos muestra de lo que es capaz el diablo.
Durante el ministerio del Señor Jesús en la tierra, Satanás influyó sobre los líderes religiosos de Su tiempo para que le crucificaran. Podemos ver cómo los soldados se burlaban de Él hundiendo en Su cabeza una corona de espinas, cómo le azotaron y lo clavaron en una cruz. Vemos al pueblo volviéndose en su contra mientras colgaba de aquella cruz en agonía. En todo esto podemos percibir el odio, el ensañamiento y la ira que el diablo estaba desatando en nuestro Salvador. Aunque no tenemos registros específicos de lo que sucedió en el desierto en esos cuarenta días, podemos asegurar que fueron días terribles para el Señor. La batalla que se libraba en el desierto en aquellos cuarenta días tendría consecuencias eternas. Satanás no hubiese querido otra cosa que destruir el ministerio de Cristo incluso antes de que empezase.
Vemos a partir de este mismo versículo que fue el Espíritu Santo quien llevó a Jesús al desierto para ser tentado por el diablo. ¿Por qué guiaría el Espíritu Santo al Señor a un lugar como ese? Lucas 4 no nos da la respuesta. Puede que existan varias razones para esto. Me gustaría sugerirte tres de estas posibles razones por las que Jesús entró en este tiempo de tentación.
Aprender Obediencia
Jesús vivió en esta tierra como hombre. Cuando era bebé, dependía de su madre para que lo alimentara y lo vistiera. Como tal, necesitaba aprender a caminar y a hablar como cualquier otro niño. A medida que crecía necesitaba aprender de las cosas que le rodeaban y de cómo funcionaba la sociedad. Como siervo de Dios, también necesitaba aprender a cómo caminar en obediencia al Padre. Al igual que todos nosotros, enfrentó tentaciones y le urgía aprender a cómo depender de la fuerza del Padre para poder vencer. Hebreos 5:7-8 nos dice que aunque Jesús era Hijo de Dios, Él aprendió obediencia por medio de las pruebas y luchas de la vida.
En los días de su vida mortal, Jesús ofreció oraciones y súplicas con fuerte clamor y lágrimas al que podía salvarlo de la muerte, y fue escuchado por su reverente sumisión. Aunque era Hijo, mediante el sufrimiento aprendió a obedecer (Hebreos 5:7-8).
Lo que sería una realidad en su vida, probablemente fue muy real en este periodo de tentación. La palabra “tentación” que se usa en este pasaje de Lucas es la misma palabra que se usa para prueba. Eso era lo que le sucedía a Jesús en aquellos días; estaba siendo probado. Estaba aprendiendo a caminar en victoria absoluta; estaba aprendiendo a enfrentar las pruebas de la vida y a vencer. Estaba siendo preparado para el ministerio que el Padre tenía para Él. Si Jesús iba a cumplir esta misión, tendría que aprender a caminar en obediencia, tendría que ser probado y fortalecido por medio de las cosas que sufriría. A través de todas estas tentaciones el Señor Jesús estaba aprendiendo a depender mucho más del Padre y de la sabiduría del Espíritu Santo.
Estar lleno del Espíritu no significa que no tengamos más nada que aprender. Jesús estaba lleno del Espíritu pero aun así aprendió obediencia por medio del sufrimiento. Cuando Jesús salió de esos cuarenta días de prueba en el desierto, salió fortalecido. Dios usó lo que sucedió en esos días para fortalecer a Cristo y prepararlo para el ministerio.
Lo que fue una realidad para el Señor Jesús, también lo es para nosotros. En este mundo tendremos que enfrentar pruebas y tentaciones, pero Dios usará esas batallas para fortalecernos y enseñarnos a caminar en obediencia y fidelidad. Aunque ninguna prueba es agradable, podemos estar seguros que en las manos del Señor cumplirá Su propósito y saldremos más fuertes gracias a ella.
Un Sacrificio Perfecto
El escritor de Hebreos nos dice que el Señor fue hecho como uno de nosotros en todo aspecto para que de esta manera él pudiera ser la expiación por nuestros pecados.
Por eso era preciso que en todo se asemejara a sus hermanos, para ser un sumo sacerdote fiel y misericordioso al servicio de Dios, a fin de expiar los pecados del pueblo. Por haber sufrido él mismo la tentación, puede socorrer a los que son tentados (Hebreos 2:17-18)
Observamos que el versículo 18 nos dice que Él sufrió cuando fue tentado. Jesús enfrentó cada tentación que tú y yo enfrentamos y sintió todo el dolor que experimentamos en la vida. Él también batalló con Su naturaleza humana. Él nos representa perfectamente como sumo sacerdote porque fue como nosotros y entendió nuestras batallas. Al entregar Su vida como sacrificio, lo hizo con el perfecto y completo entendimiento de nuestras debilidades. Sin embargo, Él pudo hacerlo como el único que había vencido. Él enfrentó lo mismo que nosotros enfrentamos, pero sin pecado. Él fue el sacrificio perfecto.
Jesús ministraría como alguien que entendió nuestras tentaciones y nuestras batallas. Él entregaría Su vida como Aquél que se identificó de manera perfecta con nosotros. ¡Qué grandioso es saber que Jesús nos entiende! Su sacrificio fue perfecto no solo porque Él mismo fuese perfecto, sino porque nos entiende perfectamente así como también entiende nuestras debilidades.
Para Simpatizar con nuestras debilidades
La victoria de Cristo sobre la tentación no solamente lo hace a Él el sacrificio perfecto por nuestros pecados, sino que también nos provee de un sumo sacerdote que puede simpatizar con nuestras debilidades.
Porque no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que ha sido tentado en todo de la misma manera que nosotros, aunque sin pecado. Así que acerquémonos confiadamente al trono de la gracia para recibir misericordia y hallar la gracia que nos ayude en el momento que más la necesitemos (Hebreos 4:15-16).
Veamos la aplicación de esta verdad en Hebreos 4:16. Debido a que Cristo entiende nuestras debilidades, podemos acercarnos a Él con confianza para encontrar misericordia y gracia en el tiempo de la prueba. Desde que era muy joven batallé con la depresión y trastornos de ansiedad. Con los años he aprendido a lidiar con estas cosas con la fortaleza del Señor para que no me impidan hacer aquello a lo que Dios me ha llamado. A lo largo de mi ministerio, el Señor ha abierto puertas para que yo pueda hablar con personas que batallan con los mismos problemas de enfermedad. Yo sé por lo que están pasando y puedo ayudarlos de una manera en que no pueden quienes no han experimentado estas batallas. De hecho, hay veces en que las personas se sienten con la libertad de hablarme acerca de su enfermedad mental porque saben que yo les entiendo y me identifico con ellos.
Cuando Jesús enfrentaba las tentaciones en el desierto, estoy convencido que el Padre le estaba preparando para ministrarte a ti y a mí de una manera poderosa y compasiva. Sus experiencias con estas tentaciones y batallas lo hicieron capaz de identificarse mucho más con nosotros. ¡Qué bueno es saber que nos podemos acercar a alguien que entiende exactamente cómo nos sentimos!
Jesús, lleno del Espíritu Santo, fue tentado en el desierto por el diablo durante cuarenta días. Esto fue un momento difícil para nuestro Señor. Podemos estar seguros que en esos días el diablo desató sobre Él todo lo que pudo, pues sabía que si derrotaba a Jesús en ese momento, Su ministerio se acabaría. Jesús perseveró y derrotó a Satanás; y ahora se encuentra sentado en los cielos como sumo sacerdote intercediendo por nosotros:
Por eso también puede salvar por completo a los que por medio de él se acercan a Dios, ya que vive siempre para interceder por ellos. (Hebreos 7:25)
Día tras día el Señor Jesús clama al Padre a nuestro favor. Su pasión por nosotros y nuestra victoria nunca se terminan. Él continúa ministrándonos en oración e intercesión delante del Padre. En gran medida, Él nos entiende tan bien pues fue tentado en todo y batalló al igual que nosotros. Al emprender Jesús Su ministerio terrenal, estas tentaciones en el desierto lo prepararon y fortalecieron para que fuese el siervo que Dios quería que fuese.
Para reflexionar:
- ¿Qué significa ser lleno del Espíritu? ¿Cuáles son los obstáculos que lo impiden?
- ¿Ser llenos del Espíritu significa que estaremos libres de toda lucha? ¿A dónde llevó el Espíritu a Jesús?
- ¿Cuál crees que fue el propósito de la tentación de Jesús en Lucas 4?
- ¿Cómo ha usado Dios las pruebas y las tentaciones en tu vida para fortalecerte y capacitarte a fin de que puedas ser un ministro del evangelio más eficaz?
Para orar:
- Pídele al Señor que te llene con Su Santo Espíritu. Toma un momento para rendirle a Él todo aquello que esté impidiendo que tengas una experiencia más plena del Espíritu de Dios en tu vida.
- Pídele al Señor que te fortalezca por medio de lo que enfrentes en tu vida, y que te dé la gracia para serle fiel en medio del sufrimiento para que así puedas aprender todo lo que Él tiene para ti.
- Agradécele al Señor por poder entenderte tan bien, por ser el sacrificio perfecto por tus pecados y por seguir intercediendo por ti ante el Padre que está en los cielos.
- Dale gracias al Señor porque puede usar todo lo que te sucede para fortalecerte y equiparte para tener mayor intimidad con Él y servirle mejor.
2 – No Comió Nada
…No comió nada durante esos días, pasados los cuales tuvo hambre. (Lucas 4:2b)
En el capítulo anterior vimos cómo el Señor Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu Santo y allí fue tentado por cuarenta días. Veamos lo que nos dice la última parte del versículo dos:
No comió nada durante esos días, pasados los cuales tuvo hambre. (Lucas 4:2b)
Existen varios detalles que debemos entender de esta frase.
En primer lugar, observemos el hecho de que Jesús tenía hambre. Esta es una respuesta normal del cuerpo humano después de haber estado tantos días sin comer. Aunque Jesús era el Hijo de Dios, también era un ser humano. Jesús sufrió igual que nosotros y sintió también nuestro dolor. En esos cuarenta días el Señor Jesús tuvo que batallar en la carne contra Satanás, y fue tentado en las mismas cosas que somos tentados nosotros. La frase, “pasados los cuales tuvo hambre” nos recuerda la humanidad de Cristo. Jesús batalló contra Satanás por cuarenta días en un cuerpo humano igual que el nuestro.
En segundo lugar, el versículo 2 nos da un sentido del tiempo en que ocurrieron las tentaciones registradas en Lucas 4. Se nos dice que Jesús no comió nada por cuarenta días y que al final, cuando estaba muy hambriento, el diablo se le acercó con estas tres últimas tentaciones. Esto nos indica, al parecer, que las tentaciones de este capítulo no fueron las únicas tentaciones que Jesús enfrentó durante esos cuarenta días. Éstas tan solo son una parte de lo que sucedió en esa intensa batalla contra el enemigo.
Fue en ese momento de debilidad física en el que Satanás se acercó a Él con la primera de las tres tentaciones que se registran es este pasaje. Satanás conoce nuestras debilidades, y podemos estar seguros que hará todo lo posible por enfocarse en ellas. Él espera por el momento adecuado para lanzar su flecha. Alguien una vez dijo que una cadena es tan fuerte como su eslabón más débil. No importa cuán fuerte sean los otros eslabones de esa cadena, si hay tan solo un eslabón débil en ella, por ahí se romperá. Y es eso lo que Satanás busca. Por eso, tenemos que fortalecer los eslabones débiles de nuestro compromiso con nuestro Señor y Dios. No podemos darnos el lujo de dejar algún aspecto de nuestras vidas sin rendirlo al Señor y Su obra.
Todavía nos queda algo más que decir acerca de la frase: “No comió nada durante esos días, pasados los cuales tuvo hambre”. Esta frase nos lleva a hacernos esta pregunta: ¿Por qué Jesús no comería nada durante todos esos días? Existen muchísimos libros escritos acerca del tema del ayuno, pero no es nuestro propósito aquí entrar en detalles acerca del mismo. Sin embargo, sería bueno mencionar algunas cosas acerca de esto pues se encuentra en el contexto del pasaje.
A través de la historia de la iglesia ha habido quienes han creído que si se quiere obtener algo de parte del Señor hay que sufrir u ofrecerle algo a cambio. Hay quienes se han golpeado a sí mismos en un esfuerzo por convencer al Señor de que le perdone sus pecados. Otros se han infligido todo tipo de dolor para tratar de llamar la atención del Señor. Y ha habido otros que le han hecho promesas de que si Él les responde sus oraciones le pagarían con un gran sacrificio o algún tipo de servicio. Aunque no es menos cierto que Dios demanda sacrificios, estos no tienen nada que ver con el ayuno. No necesitamos golpearnos o causarnos algún tipo de dolor físico o emocional para obtener el favor de Dios. Él nos ofrece Su gracia gratuita y voluntariamente. No tenemos que ganarnos Su favor.
Cuando Jesús pasó todo ese tiempo en el desierto, no estaba ayunando para ganarse el favor del Señor. Cuando Él salió de las aguas bautismales el Padre le dijo estas palabras: “Éste es mi Hijo amado; estoy muy complacido con él” (Mateo 3:17). No hay duda alguna de que el favor del Padre ya estaba sobre Él.
También necesitamos entender que Jesús no ayunó para recibir poder. Lucas 4:1 nos dice que cuando Jesús entró al desierto ya estaba lleno del Espíritu Santo. Ya Él tenía todo el poder que necesitaba de parte de Dios para enfrentar al enemigo. Él no tenía que castigarse con hambre para poder recibir más poder.
Entonces, ¿por qué Jesús decidió no comer nada? ¿Qué estuvo haciendo Jesús durante esos cuarenta días en el desierto? A mi entender, el Señor Jesús se estaba colocando completamente en las manos del Padre. Durante esos cuarenta días rindió Su cuerpo, Su mente y Su voluntad al cuidado de Su Padre celestial. Su confianza y seguridad de recibir poder y sabiduría estaban solamente en Él.
En tiempos de conflicto nuestra reacción natural es ponernos en acción. Recurrimos a nuestra experiencia y sabiduría; nos afirmamos en nuestra posición; vamos a nuestros amigos y familiares para que nos apoyen. Sin embargo, ¿qué hace un niño cuando tiene que enfrentar algo que le causa miedo? ¿Acaso no acude de inmediato a donde está su papá o su mamá para que le cuiden? ¿No es esto de lo que trata el verdadero ayuno?
No cabe duda de que esos cuarenta días de tentación fueron muy difíciles para el Señor. A la luz de la intensa batalla que tenía delante de Él, el Señor se entregó completamente en las manos de Dios. Él no se preocupó por qué había de comer ni por ninguna otra cosa terrenal. Al igual que un niño, Jesús se agarró de Su Padre, y se aferró a Su cuidado y provisión en medio de ese tiempo de gran necesidad. En esta calmada seguridad encontraría victoria. A medida que Satanás le lanzaba una flecha tras otra, Jesús encontraría la fortaleza que era suya por medio de Su Padre. Ese es un cuadro de absoluta dependencia y confianza.
Hay un tiempo en el cual debemos ponernos en acción; pero hay un tiempo también en el que debemos entregarnos y depender completamente de Dios. Hay un tiempo para fortalecernos y también hay un tiempo para refrenarnos de los intereses terrenales. Este no era un tiempo en donde hacía falta la fortaleza física; pues la batalla que Jesús tenía delante era espiritual, una que demandaba fortaleza espiritual. Durante esos días el enfoque continuo era descansar en la voluntad y el cuidado de Su Padre. No nos sorprende que cuando Satanás tentaba a Jesús, Éste buscaba continuamente la voluntad del Padre. Todo el esfuerzo y el enfoque en esta situación era permanecer en los brazos del Padre y en el centro de Su voluntad.
Fueron días de una intensa batalla contra Satanás, pero podemos estar seguros de que también fueron días de intensa comunión con el Padre. Su “comida” durante esos días era hacer la voluntad del Padre. Su poder para vencer yacía en Su compromiso a permanecer con el Padre. La fuerza física no era lo que Él necesitaba; y preocuparse por cuidar de su cuerpo era simplemente una distracción.
Hoy, al meditar en esto, me pregunto si la fuente de mi fortaleza está verdaderamente en Dios o en mí mismo. ¿Puedo descansar en Él tal y como lo hizo Jesús en aquellos días? ¿Puedo correr a Él al igual que un niño corre hacia su padre con la confianza solamente puesta en Él? ¿Acaso no hay momentos en nuestras vidas en los que necesitamos correr hacia nuestro Padre celestial y agarrarnos fuertemente de Él?
Sí, Dios nos ha dado Su Santo Espíritu. Nos ha dado la fuerza y las herramientas necesarias para la batalla. Sin embargo, hay momentos en mi vida en los que todavía necesito ir corriendo hacia Él y decirle: “Padre, te necesito. Necesito tu fortaleza ahora en mi vida más que nada. Necesito que no me sueltes y que me protejas de esta tormenta de la vida. Me estoy agarrando fuertemente de ti para que me ayudes”.
Yo sé que Jesús es el Hijo de Dios; yo sé que Él estaba lleno del Espíritu Santo de Dios; sin embargo, también sé que en Su tiempo de mayor tentación y dolor, corrió al Padre y se aferró a Él y a Su voluntad. Él dependía de la protección de Su Padre, contaba con la sabiduría del Espíritu Santo y no actuaba independientemente de ninguno de ellos dos. En medio de lo agitada que se tornaba la vida cotidiana, Jesús, a menudo, apartaba tiempo para pasarlo a solas con el Padre (Mateo 14:23). A medida que se acercaba el juicio y la crucifixión, el Señor Jesús luchaba en la presencia del Padre, clamando porque se hiciera Su voluntad (Mateo 26:42). En esos cuarenta días el Señor Jesús no comió, pues eso no era lo que le interesaba; en cambio, el descansó en toda su totalidad física, emocional y espiritualmente en el Padre, buscando Su voluntad, dirección y protección.
Para reflexionar:
- ¿Por qué es importante que entendamos que Jesús pasó hambre? ¿Qué nos dice esto acerca de Cristo y de la manera en que enfrentó las tentaciones del diablo en el desierto? ¿Cómo nos sirve de aliento?
- ¿Por qué es importante que fortalezcamos los eslabones débiles de nuestra cadena espiritual? ¿Cómo se aprovecha el diablo de nuestras debilidades?
- ¿Cuál es el propósito del ayuno? ¿Cómo nos recuerda el ayuno acerca de la fuente de nuestra fortaleza?
- ¿Aquellos que están llenos del Espíritu necesitan todavía depender de la protección y fortaleza del Padre? Explique.
- ¿Cómo sabemos cuándo es hora de actuar y cuándo es hora de correr al Señor y esperar en Él?
Para orar:
- Agradécele al Señor que Él entiende lo que es sufrir porque Él sufrió en Su cuerpo. Agradécele que Él se ofreció voluntariamente para sufrir por ti.
- Agradezcámosle al Señor que conocemos Su favor y que no tenemos que causarnos dolor para llegar a ese conocimiento.
- Dale gracias a Dios por el poder que te da por medio de la obra del Espíritu Santo en tu vida.
- Toma un momento para agradecerle al Señor que puedes correr a Él en busca de protección y dirección cuando las pruebas de la vida parezcan abrumarte.
3 – Convirtiendo la Piedra en Pan
Si eres el Hijo de Dios —le propuso el diablo—, dile a esta piedra que se convierta en pan. Jesús le respondió: —Escrito está: “No sólo de pan vive el hombre” (Lucas 4:3-4)
Lo más probable era que después de cuarenta días de ayuno, el diablo viniese a Jesús con la primera de las tentaciones que registra Lucas 4. Observamos que el diablo comienza esta tentación con las palabras: “Si eres el Hijo de Dios”. Esto nos dice algo del diablo y sus métodos.
Cuando Satanás tentó a Eva en el huerto del Edén, él comenzó su conversación con estas palabras:
¿Es verdad que Dios les dijo que no comieran de ningún árbol del jardín? (Génesis 3:1)
Una de las tácticas del enemigo es que dudemos de la verdad de la Palabra de Dios y de quiénes somos en Cristo. Y era precisamente esto lo que él estaba haciendo con Jesús en Lucas 4:1. La frase, “Si eres el Hijo de Dios”, implica que había duda en cuanto a quien era realmente Jesús. Ahora bien, si hay una cosa cierta es que Satanás sabía muy bien que Jesús era el Hijo de Dios y sus demonios también lo sabían. Tengamos en cuenta la respuesta de los demonios en Marcos 3:10-12:
…pues como había sanado a muchos, todos los que sufrían dolencias se abalanzaban sobre él para tocarlo. Además, los espíritus malignos, al verlo, se postraban ante él, gritando: “¡Tú eres el Hijo de Dios!” Pero él les ordenó terminantemente que no dijeran quién era él.
Lo mismo sucedió en Marcos 5:1-7 cuando Jesús se encontró con un hombre poseído por un espíritu maligno en la región de Gerasa (Gadara):
Cruzaron el lago hasta llegar a la región de los gerasenos. Tan pronto como desembarcó Jesús, un hombre poseído por un espíritu maligno le salió al encuentro de entre los sepulcros. Este hombre vivía en los sepulcros, y ya nadie podía sujetarlo, ni siquiera con cadenas. Muchas veces lo habían atado con cadenas y grilletes, pero él los destrozaba, y nadie tenía fuerza para dominarlo. Noche y día andaba por los sepulcros y por las colinas, gritando y golpeándose con piedras. Cuando vio a Jesús desde lejos, corrió y se postró delante de él. — ¿Por qué te entrometes, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? —gritó con fuerza—. ¡Te ruego por Dios que no me atormentes!
Estos espíritus malignos le temían al Señor Jesús y sabían que Él era el Hijo del Dios Altísimo. Ellos sabían que no podían con Jesús.
Mientras el diablo hablaba con el Señor, él sabía que Jesús era el Hijo de Dios. Su intención era hacer que Jesús cuestionara Su identidad y Su posición; quería que la duda entrara en la mente de Cristo. Podemos estar seguros que el maligno hará todo lo posible por hacernos dudar del llamado de Dios para nuestras vidas; tratará de evitar que entendamos nuestra posición y el poder que tenemos en Cristo. Él va a cuestionar nuestra salvación; hará que dudemos del amor de Dios y de la autoridad que tenemos en Cristo. Hará todo lo que esté a su alcance para introducirnos la duda acerca de la Palabra de Dios y de su relevancia para nuestras vidas. Donde reina la duda la fe no avanza y esa es la intención de Satanás. Él quiere que permanezcamos en la duda y el temor porque sabe que esto hará que nos mantengamos débiles e ineficaces.
Fue en este contexto que el enemigo le hizo una sugerencia a Cristo. Le sugirió que si Él era el Hijo de Dios, él debería convertir una piedra en pan. Pensemos en esto por un momento. Convertir una piedra en pan no tiene nada de malo. Cuando Dios hizo al hombre lo hizo del polvo de la tierra (Génesis 2:7). Cuando creó a la mujer, la hizo de una de las costillas de Adán (Génesis 2:21-22). Dios tiene todo el derecho de hacer lo que quiera con lo que Él creó y convertirlo en lo que sea. Jesús no estaría pecando por convertir una piedra en pan.
Veamos también que en el ministerio de Jesús, en muchas ocasiones los milagros eran usados para demostrar que Él era el Hijo de Dios. De hecho, Él tomaba Sus milagros como testimonio de esa realidad. Hablando a los líderes religiosos del momento, quienes exigían una señal que confirmara Su afirmación de que era Hijo de Dios, Jesús les dijo:
El testimonio con que yo cuento tiene más peso que el de Juan. Porque esa misma tarea que el Padre me ha encomendado que lleve a cabo, y que estoy haciendo, es la que testifica que el Padre me ha enviado (Juan 5:36).
Las obras que Jesús hizo testificaban de que había venido del Padre y que había sido enviado por Él.
En Lucas 7 tenemos la historia de Juan el Bautista que envía a sus discípulos para preguntarle a Jesús si Él era el que había de venir (el Mesías). Veamos la respuesta de Jesús a los discípulos de Juan en Lucas 7: 21-22:
En ese mismo momento Jesús sanó a muchos que tenían enfermedades, dolencias y espíritus malignos, y les dio la vista a muchos ciegos. Entonces les respondió a los enviados: —Vayan y cuéntenle a Juan lo que han visto y oído: Los ciegos ven, los cojos andan, los que tienen lepra son sanados, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncian las buenas nuevas.
Percatémonos de que Jesús se refiere a los milagros como una prueba para Juan de que Él era el Hijo de Dios que había sido prometido:
Frustrado con la incredulidad de las personas de su tiempo Jesús dijo:
Pero si las hago, aunque no me crean a mí, crean a mis obras, para que sepan y entiendan que el Padre está en mí, y que yo estoy en el Padre. (Juan 10:38)
Observemos que en todas estas ocasiones Jesús usó Sus milagros para probar que Él venía del Padre y que era el Hijo de Dios.
¿Por qué el maligno le pide a Jesús que convierta la piedra en pan? ¿En qué hubiera fallado Jesús si hubiera cumplido la petición del diablo? Esto puede tener varias respuestas. Sin embargo, recordemos que la tentación va precedida de esta frase: “Si tu eres el Hijo de Dios”. Esta frase es importante.
Satanás le pidió a Jesús que convirtiera la piedra en pan para demostrar algo. Consideremos el contexto por un momento. Los únicos que estaban allí eran Jesús y Satanás. No había nadie más en el desierto con ellos, así que no había nadie que observara el milagro y creyese. Satanás ya sabía que Jesús era el Hijo de Dios. Pero la única razón que conllevaría a Jesús a efectuar ese milagro hubiera sido la duda de lo que el Padre le había dicho después de Su bautismo:
Y una voz del cielo decía: «Éste es mi Hijo amado; estoy muy complacido con él (Mateo 3:17)
Satanás estaba usando la debilidad física y el hambre de Jesús para comprobar si Él creía lo que el Padre había hablado acerca de Él. Por cuarenta días, Jesús debió haberse aferrado a esas palabras. Mientras una prueba tras otra le afligía, esas palabras eran puestas a prueba, pero a la vez eran Su consuelo. Casi que podemos escuchar al diablo decirle a Jesús: ¿Cómo es que el Padre te ama si está permitiendo que te suceda esto? ¿Dónde está Tu Padre ahora que estás en el desierto? ¿Estás realmente seguro que eres el Hijo de Dios?
¡Cuánto se deleita el maligno en sembrar la duda respecto a nuestra posición en Cristo! ¡Cuánto anhela confundirnos y hacernos dudar del amor de Dios y del lugar que ocupamos en Su corazón! Ciertamente, él nos va a atacar y nos va a probar con la intención de cuestionar nuestra salvación y nuestra posición en Cristo. Nos pondrá en un lugar en donde tendremos la Palabra de Dios por una parte y los problemas y las luchas de la vida por otra; y luego tendremos que tomar una decisión. ¿A qué le creeremos? ¿Creeremos que estas pruebas demuestran que Dios nos ha abandonado? ¿Acaso dejaremos que las pruebas que enfrentemos nos hagan cuestionar la realidad de nuestra fe? ¿O creeremos, a pesar de las pruebas y las tentaciones, lo que Dios dice? Eso fue lo que Jesús enfrentó en aquel momento.
Después de cuarenta días de duras vicisitudes, el maligno ponía a prueba a Jesús. ¿Creería Jesús en verdad lo que el Padre le dijo o necesitaría demostrarlo convirtiendo una piedra en pan? ¿Seguía Él confiando en la relación que tenía con el Padre después de aquellos días tan difíciles? Ese día Jesús se volvió a Satanás y le dijo: “Escrito está”.
Esta expresión, “escrito está”, es muy poderosa. Estas fueron las palabras que derrotaron la tentación que venía de parte del diablo. En medio de esos terribles cuarenta días de prueba Jesús recurrió a la verdad de las palabras de Su Padre. En ningún momento tendría la más mínima duda de ella, y no necesitaba probar que era el Hijo de Dios convirtiendo una piedra en pan. La verdad de Dios era suficiente.
¿Puedes confiar hoy en lo que Dios te dice? Hay demasiadas personas buscando respuestas fuera de la Palabra de Dios. Éstos no están dispuestos a confiar completamente en lo que Dios dice y eso le da terreno al enemigo para afianzarse fuertemente de sus vidas. Si él logra que dudemos de la Palabra de Dios y de la importancia de lo que ésta dice, entonces podrá hacer que vaguemos sin rumbo y que caigamos en cualquier trampa.
Hay otro aspecto de esta tentación que necesitamos tener en cuenta. Ya vimos el contexto de la pregunta y de cómo venía precedida por la frase, “si eres el Hijo de Dios”. Ahora necesitamos verla también en el contexto de la frase “tuvo hambre”.
Jesús experimentó el hambre al igual que nosotros. El hambre puede ser un móvil poderoso, pues puede hacer que la gente mienta, robe o mate. El Señor no había comido por cuarenta días. Durante esos cuarenta días se había consagrado por entero al Padre al igual que lo había hecho con sus necesidades físicas, espirituales y emocionales. Y ahora el diablo le pedía que acortara ese tiempo convirtiendo una piedra en pan. Él le estaba pidiendo a Cristo que demostrara que era el Hijo de Dios actuando como tal. Lo que le decía era algo así como esto: “Si eres el Hijo de Dios, ¿por qué estás sentado ahí muriéndote de hambre? ¿Por qué no haces algo al respecto? Coge esa piedra, conviértela en pan y aliméntate. ¿Por qué el Hijo de Dios va a pasar hambre si puede convertir las piedras en pan?”
Es cierto que el Señor Jesús tenía autoridad sobre la naturaleza. Sin embargo, ese poder siempre estaba sujeto a la voluntad y al propósito del Padre y en obediencia a la dirección del Espíritu. El Espíritu mismo lo había guiado hacia el desierto; e inmediatamente después de esas tentaciones, el Espíritu lo llevaría a la región de Galilea (ver Lucas 4:14). El deseo de Cristo era conocer la dirección del Padre y del Espíritu. Por lo tanto, Él prefirió seguir hambriento que usar el poder que tenía para otra cosa que no fuera el propósito de Su Padre. Ese mismo día se lo dejó bien claro al diablo: “no solo del pan vivirá el hombre”. En la vida hay cosas más importantes que la comida o las comodidades. Hacer la voluntad del Padre era mucho más importante.
Jesús era el Hijo de Dios; Él se merecía lo mejor del mundo, pero más que nada en la vida, Él quería caminar en sujeción a la voluntad y el propósito del Padre. Esto le importaba más que Su confort personal. ¡Cuánto necesitamos aprender esa lección hoy en día! He conocido pastores que deciden aceptar un llamado a una iglesia sobre la base de cuánto dinero van a cobrar, o si su traslado les va a ayudar a progresar en sus carreras. He conocido obreros cristianos cuyo mayor deseo parece estar enfocado en el reconocimiento de los hombres y mujeres a quienes sirven. Yo, en lo personal, he estado tentado a “predicar para impresionar”, en vez de hablar la Palabra que Dios ha puesto en mi corazón para Su pueblo. ¿Usaremos los dones, el llamado y la autoridad que Dios nos ha dado para nuestro propio beneficio? Dios está buscando un pueblo que entienda que “el hombre no solo vive de las comodidades”. Dios está buscando hombres y mujeres que se comprometan a seguirle a Él y Su Palabra. Jesús no usó Su poder para su propio beneficio porque no era el momento ni era lo que le estaba guiando el Espíritu que hiciese.
A medida que Jesús enfrentaba esta primera tentación que aquí se registra, Él estaba siendo tentado a dudar de la Palabra que Dios le había hablado. También estaba siendo tentado a considerar que Su posición como Hijo de Dios era más un privilegio que una responsabilidad. Él era el Hijo de Dios y esa posición era una de poder y autoridad. Sin embargo, esta posición privilegiada lo colocaba bajo una gran responsabilidad. Nunca hubo una responsabilidad que se tomara tan seriamente. Él renunció a todos los privilegios que tenía como Hijo de Dios y se sujetó completamente a la voluntad del Padre. Él sacrificó Sus comodidades por causa de Sus responsabilidades. Él se negó a convertir la piedra en pan prefiriendo hacer, en cambio, la voluntad del Padre.
Para reflexionar:
- ¿Cuál piensas que fuese el pecado detrás del hecho de convertir la piedra en pan?
- ¿Alguna vez el enemigo te ha hecho dudar de tu posición en Cristo, el ministerio de tu llamado o de la dirección del Espíritu? Explique.
- ¿Has estado tentado alguna vez a dudar de la Palabra de Dios cuando la situación a tu alrededor se ha tornado difícil? ¿Has estado tentado alguna vez a no obedecer la Palabra de Dios?
- ¿Has alguna vez sentido la tentación de ver tu posición más como privilegio que como responsabilidad? ¿Qué sucede cuando nos enfocamos más en los privilegios de nuestro llamado que en nuestras responsabilidades?
- ¿Estás dispuesto a sacrificar tu beneficio personal por causa del Reino de Dios?
- ¿Qué nos enseña este pasaje acerca de la importancia de someternos nosotros mismos y nuestros dones a la dirección del Espíritu de Dios? ¿Has estado alguna vez tentado a usar tu posición o tus dones de alguna manera en la que el Espíritu de Dios no te haya guiado a usarlos?
Para Orar:
- Toma un momento para agradecerle al Señor por la verdad de Su Palabra.
- Pídele al Señor que te dé la fuerza para serle fiel aun cuando las cosas no estén saliendo como se esperaban.
- Agradécele al Señor por el privilegio de tener un llamado. Pídele que te dé la gracia para tomar tu llamado en serio, así como para ser fiel a la responsabilidad que te ha dado con ese llamado.
- Pídele perdón al Señor por las veces que no te has sometido ni tampoco has sometido tus dones y llamado a la dirección del Espíritu. Pídele que te perdone por haber usado tu posición para privilegiarte más a ti que a Su Reino.
4 – Llevado a un Lugar Alto
Entonces el diablo lo llevó a un lugar alto y le mostró en un instante todos los reinos del mundo (Lucas 4:5).
En el capítulo anterior vimos cómo el maligno trató de sembrar la duda en la mente de Cristo concerniente a la palabra que ya Dios le había dicho y a Su posición como Hijo de Dios. Vimos también cómo quiso hacerlo usar Sus dones y privilegios como Hijo de Dios para Su propio beneficio. Sin embargo, Cristo resistió esas tentaciones y escogió caminar en obediencia a la voluntad y la Palabra de Su Padre.
Pero resulta que Satanás no se rinde; después de este intento fallido, él lanza otro ataque. Aquí vemos que el enemigo es muy persistente y muchas veces esa persistencia obra a su favor desgastando al cristiano con sus constantes tentaciones y pruebas. No debemos olvidar que ya había estado tentando a Jesús por cuarenta días.
En esta siguiente tentación, el versículo 5 nos dice que el maligno llevó a Cristo a un lugar alto y “le mostró en un instante todos los reinos del mundo”. En un primer instante el versículo 5 es muy impactante pues dice que el diablo “llevó” a Cristo. La palabra que se traduce como “llevó” también puede significar tomar o traer. En esto no deberíamos ver ningún tipo se sujeción de parte de Cristo para con el diablo. Nada nos indica que Cristo dejase el desierto; pero el versículo nos dice que el diablo “llevó” a Cristo a un lugar alto y que le mostró “en un instante todos los reinos del mundo”. ¿Cómo es posible ver desde un lugar alto todos los reinos del mundo? Y más importante aún, ¿cómo hacerlo en un instante? Parece ser que lo que estaba sucediendo aquí era que el diablo estaba tentando a Cristo en una visión.
Sin embargo, esta visión es mucho más que un sueño sin sentido de los que tenemos cuando dormimos. En esta visión el diablo estaba tratando de hacer una transacción con Cristo. Aunque aquellos sucesos quizás no estuviesen ocurriendo realmente en lo físico, la conversación que se sostenía era del todo real. Si Cristo se hubiese sometido aun en esa visión, Satanás hubiese ganado la batalla.
Teniendo en cuenta este pasaje, es necesario que percibamos que el diablo nos puede dar visiones y sueños. Como esta batalla no es una batalla física, Él hará todo lo posible para alejar nuestras mentes y nuestros corazones del Señor Jesús; y tratará de hacerlo inclusive en sueños o visiones que tengamos. Hay quienes dicen: “Fue solo un sueño, no era verdad”. Sin embargo, la realidad del asunto es que el enemigo, inclusive a través de los sueños, puede ganar acceso a nuestras mentes y corazones. Recuerdo haber estado hablando con un amigo en cierta ocasión, en la que me decía que tenía que confesarle al Señor acerca de un sueño que tuvo por la noche porque en el sueño se había rendido al pecado.
Jesús deja bien claro el hecho de que el pecado comienza en el corazón. Veamos lo que nos dice en Mateo 5:27.28:
Ustedes han oído que se dijo: “No cometas adulterio.” Pero yo les digo que cualquiera que mira a una mujer y la codicia ya ha cometido adulterio con ella en el corazón (Mateo 5:27-28).
No hace falta pecar físicamente para ser culpables delante de Dios, pues Dios no ve las cosas de la manera en que nosotros las vemos, Él mira los motivos y las intenciones del corazón.
Cuando el Señor envió al profeta Samuel a buscar un rey, el profeta estaba tentado a buscar una persona que luciera fuerte y apuesta. Pero a Dios no le interesaban las características externas. Veamos lo que le dijo al profeta en 1 Samuel 16: 7
Pero el Señor le dijo a Samuel: —No te dejes impresionar por su apariencia ni por su estatura, pues yo lo he rechazado. La gente se fija en las apariencias, pero yo me fijo en el corazón (1 Samuel 16:7).
Dios ve los motivos de nuestro corazón. Pablo les recordaba a los creyentes de Corinto que llegaría el día en que Dios expondría los motivos ocultos del corazón:
Por lo tanto, no juzguen nada antes de tiempo; esperen hasta que venga el Señor. Él sacará a la luz lo que está oculto en la oscuridad y pondrá al descubierto las intenciones de cada corazón. Entonces cada uno recibirá de Dios la alabanza que le corresponda (1 Corintios 4:5).
Muchas cosas pueden parecer inocentes por fuera, pero Dios ve mucho más profundo. Él escudriña los motivos y las intenciones del corazón.
A cada uno le parece correcto su proceder, pero el Señor juzga los motivos (Proverbios 16:2)
Como seres humanos estamos enfocados en lo que podemos ver. Sin embargo, en el Reino de Dios no es así como funcionan las cosas. Las actitudes y pensamientos de nuestro corazón son importantes, por eso Dios nos pedirá cuentas por los motivos y secretos lujuriosos que hay en nuestras mentes. Es cuando rendimos nuestras mentes y nuestros corazones a las tentaciones del maligno, que llegamos a hacer transacciones con él en esos lugares recónditos.
Cristo fue llevado a este lugar alto en una visión. Fue allí donde el diablo le mostró todos los reinos del mundo. Es muy probable que en una milésima de segundo pasara por Su mente toda la gloria, el placer, las riquezas y el poder que este mundo tenía que ofrecer. ¿Se rendiría Él ante todo su resplandor? ¿Dejaría Él que Su mente, tan solo por un segundo, deseara estas cosas?
Todo aquél que quiera caminar fielmente con el Señor debe comenzar a tratar con los pensamientos y motivos de su corazón. El salmista sabía muy bien esto cuando clamaba al Señor en el Salmo 139:
Examíname, oh Dios, y sondea mi corazón; ponme a prueba y sondea mis pensamientos. Fíjate si voy por mal camino, y guíame por el camino eterno (Salmo 139:23-24).
He aquí un hombre que le rogaba a Dios que limpiara su corazón y sus pensamientos, él quería ser puro desde lo más profundo de su ser.
Escuchemos el clamor de Dios a Su pueblo en Jeremías 4:14.
Jerusalén, limpia de maldad tu corazón para que seas salvada. ¿Hasta cuándo hallarán lugar en ti los pensamientos perversos?
Observemos el corazón de Dios para con Su pueblo queriendo lavar la maldad de sus corazones y librarlos de todo pensamiento impío. Él veía su corazón y los pensamientos malvados que tenían. Todo esto lo ofendía y, por lo tanto, anhelaba que Su pueblo tuviese corazones y mentes purificadas.
De la misma manera, el Señor, hablando a través del profeta Isaías, ruega a Su pueblo que abandone sus malos pensamientos y que se vuelva a Él. Él les recuerda que los pensamientos de ellos no eran como los Suyos.
Que abandone el malvado su camino, y el perverso sus pensamientos. Que se vuelva al Señor, a nuestro Dios, que es generoso para perdonar, y de él recibirá misericordia. “Porque mis pensamientos no son los de ustedes, ni sus caminos son los míos”, afirma el Señor (Isaías 55:7-8)
La batalla que está teniendo lugar en esta segunda tentación es una batalla en la mente de Cristo. Esta es una batalla que se libra cada día en nuestras vidas. Esta batalla no es una batalla de naturaleza física, sin embargo, no es menos real. Es en la mente donde ocurren las verdaderas transacciones; es en la mente donde se firman los convenios y se toman las decisiones. No hay nada escrito en un papel, pero los compromisos que se hacen allí, afectarán el resto de nuestras vidas.
¿A qué tipos de acuerdos has llegado en tu mente con Satanás? ¿Te has puesto de acuerdo con él para guardarle rencor a alguien? ¿Has decidido no perdonar nunca a alguien que te ha herido? ¿Has decidido que siempre tendrás el control de tu destino? ¿Te has rendido a pensamientos pecaminosos? ¿Has dejado que tu corazón se llene de soberbia? La lista continúa. Estas actitudes no pueden ser vistas por tus amigos o seres queridos; y de cierto modo, no siempre te percatas de ellos, pero son muy reales.
El desafío que tenemos de nuestra parte es dejar que Dios examine nuestros corazones y revise los compromisos secretos que hemos hecho en ellos. Necesitamos dejarle que nos convenza de los pecados de nuestras actitudes y pensamientos; los voluntarios y los involuntarios. Esta tentación de Cristo ocurrió en Su mente y Su corazón. Fue allí donde comenzó. Ceder en Su mente y Su voluntad ante este asunto determinaría el destino del universo. No pasaría la prueba con tan solo ceder en Sus pensamientos.
Para reflexionar:
- ¿Qué aprendemos aquí acerca de la persistencia del diablo? ¿Se rinde él fácilmente?
- ¿Cómo sabemos que la tentación de Jesús de la que se habla en este pasaje era una visión? ¿Has sido tentado alguna vez en sueños?
- ¿Cuál es la diferencia entre los pecados que se comenten físicamente y los pecados de la mente y el corazón? ¿Tienes que pecar físicamente para ser verdaderamente culpable?
- ¿Cuán importante es que confesemos los pecados de nuestros pensamiento y actitudes?
- ¿Qué tipos de acuerdos pecaminosos pueden tener lugar en la mente y el corazón sin que nadie más los sepa?
Para orar:
- Pídele al Señor que te libre de los constantes ataques del maligno y que te dé fuerzas para poder continuar resistiendo.
- Toma un momento para orar para que el Señor proteja tu mente y tu corazón del pecado; y pídele que examine tus pensamientos y actitudes, y que te muestre si hay pecado alguno con el que tengas que tratar y confesar.
- Pídele al Señor que te muestre cualquier acuerdo pecaminoso que hayas hecho en tu mente o en tu corazón. Pídele que te ayude a romper esos acuerdos para que de esa manera puedas honrarlo con todo tu corazón.
5 – ¿A Quién Vas a Adorar?
Sobre estos reinos y todo su esplendor, le dijo, te daré la autoridad, porque a mí me ha sido entregada, y puedo dársela a quien yo quiera. Así que, si me adoras, todo será tuyo. Jesús le contestó: Escrito está: “Adora al Señor tu Dios y sírvele solamente a él” (Lucas 4:6-8)
En el versículo 5 vimos como el diablo le mostró a Jesús todos los reinos de la tierra. A medida que avanzamos en los versículos del 6 al 8, podemos percatarnos de la razón que había detrás de esto. En el versículo 6 él promete que le daría toda la autoridad y esplendor a Cristo si se inclinaba y le adoraba. Tomemos un momento para analizar más detalladamente estos versículos para ver qué estaba realmente sucediendo aquí.
Observemos que en el versículo 6 el diablo le prometió a Cristo que le daría toda la autoridad y esplendor de las naciones. Recordemos que él le estaba hablando al Hijo de Dios. El maligno le recordó a Cristo que la razón por la cual le ofrecía estas naciones era porque les habían sido dadas a él y que se las podía dar a quien quisiera. Esto meree que lo analicemos más detalladamente.
Cuando el pecado entró al mundo en el huerto del Edén, la raza humana le entregó al diablo el control, pues, al darle la espalda a Dios, escogieron seguir al diablo y sus caminos. Cuando esto sucedió, se le dio rienda sueltas a Satanás para hacer su obra. Todas las naciones han sido cegadas a la verdad del Creador. Hasta el mismo pueblo escogido por Dios quedó bajo su influencia. Cada nación ha seguido a Satanás instintivamente. En la batalla por las almas de los hombres la tierra ha quedado bajo la influencia del maligno. La raza humana le entregó el control cuando le dio la espalda al Creador.
En Juan 12 el Señor Jesús pensaba en Su muerte. Mientras pensaba en el hecho de que tendría que poner Su vida, oraba para que el Padre glorificara Su nombre en lo que estaba a punto de suceder. Reflexionando en ello, el Señor Jesús dijo:
El juicio de este mundo ha llegado ya, y el príncipe de este mundo va a ser expulsado. (John 12:31)
Su muerte lograría dos cosas. La primera, juzgaría al mundo por haberle dado la espalda al Creador. Segundo, echaría al “príncipe de este mundo”. Jesús se refiere al diablo como “el príncipe de este mundo”. Esto nos muestra que Satanás sí tenía autoridad sobre el mundo. Esa autoridad la recibió cuando entró el pecado; pero la muerte de Cristo iba a cambiar todo eso. Con Su muerte el Señor reclamaría las almas de los hombres (y mujeres) y restablecería un reino sobre el cual sería el Rey indiscutible.
Jesús les dijo a sus discípulos que después de Su muerte les enviaría el Espíritu Santo. El mismo les indicaría cómo habrían de vivir en el reino de Dios; también convencería al mundo de pecado, justicia y juicio.
Y cuando él venga, convencerá al mundo de su error en cuanto al pecado, a la justicia y al juicio; en cuanto al pecado, porque no creen en mí; en cuanto a la justicia, porque voy al Padre y ustedes ya no podrán verme; y en cuanto al juicio, porque el príncipe de este mundo ya ha sido juzgado (Juan 8:8-11).
Estos principios eran ignorados bajo el reinado de Satanás. Vemos, sin embargo, que “el príncipe de este mundo ya ha sido juzgado” (v.11). La muerte de Jesús condenó al diablo y lo hizo responsable de sus terribles actos. Vemos otra vez el uso de la frase “el príncipe de este mundo”. Satanás fue un príncipe malvado que reinó en el corazón y la mente de la humanidad.
El apóstol Pablo habla acerca del “dios de este mundo” en 2 Corintios 4:4:
El dios de este mundo ha cegado la mente de estos incrédulos, para que no vean la luz del glorioso evangelio de Cristo, el cual es la imagen de Dios.
¿Quién es el dios de este mundo? No es otro que el diablo. Satanás ciega los ojos de los incrédulos para que no puedan ver la luz de Cristo. Él odia la verdad y todo lo que ella representa. Se le describe como el “dios de este mundo” por el control que tiene sobre las mentes y los corazones de los incrédulos.
¿Qué podemos ver de todo lo relacionado al pasaje? Podemos ver que Satanás estaba diciendo en parte la verdad, pues se le había dado autoridad sobre esta tierra. Hay que admitir que engañó a Eva para obtener esa autoridad y que tenía el control de las mentes y los corazones de hombres y mujeres a lo largo del planeta. Ellos se hallaban bajo Su domino y los controlaba y manipulaba para sus propios intereses. Era por eso que el Señor Jesús necesitaba venir; el mundo estaba perdido en el pecado y bajo el control del maligno; necesitaba ser rescatado y restaurado al Padre.
El control de las mentes y los corazones de la raza humana constituía un gran poder. Satanás podía ejercer influencia sobre naciones enteras para sus propios fines. Sin embargo, al estar allí delante del Señor Jesús, estaba dispuesto a cederlo todo si simplemente Jesús se inclinaba ante él y le adoraba como el príncipe de este mundo.
En esta tentación había una gran trampa. Resulta que para derrotar a Satanás y desahuciarlo de su poder Jesús tenía que morir. Esta era la sentencia que le había dictado el Padre al pecado (ver Romanos 6:23). La muerte de Jesús sería la paga. Sin embargo, Satanás le está ofreciendo a Jesús una alternativa. Le está diciendo que cedería el control que tenía sobre el mundo si el Señor Jesús lo adoraba. A Satanás no le importaba lo que Dios demandaba. Él tenía otro camino; y este camino no demandaba la muerte física de Cristo y la agonía que ésta producía. Aunque Satanás rendiría su control, nuestra deuda con Dios no se saldaría. Este mundo todavía estaría separado del Padre.
Satanás se deleita en darnos atajos. Él sabía que ofreciéndole ese atajo al Señor estaría derrotando el propósito del Padre por medio de Él.
Satanás le pidió a Jesús que lo adorara. Pensemos en el poder que tenía Satanás en el momento. Naciones completas estaban sometidas bajo tinieblas. Él tenía influencia sobre reyes y autoridades para que hicieran lo que él quisiera. En el libro de Job, en el Antiguo Testamento, vemos cómo Satanás mató a toda la familia de Job y lo afligió con llagas dolorosas. Satanás era “el príncipe de este mundo”. Y aquí vemos que le está pidiendo al Señor que reconociera su poder y su autoridad, que se inclinara en reverencia a él y a la autoridad que tenía sobre el mundo. Si Cristo hacía eso, Satanás le prometía que le entregaría toda esa autoridad. En esto vemos algo de su gran arrogancia y soberbia.
Jesús le respondió al diablo con un pasaje de las Escrituras. Le dijo que Dios era a quien único había que adorar (Deuteronomio 6:13). Cuando le dieron a escoger entre la obediencia a las Escrituras a cambio del poder y la autoridad sobre todo el mundo; Jesús escogió las Escrituras. Él sabía que si realmente quería derrotar a Satanás, necesitaría hacerlo a la manera de Dios.
Al escribirle a Timoteo, Pablo le da este consejo:
Así mismo, el atleta no recibe la corona de vencedor si no compite según el reglamento (2 Timoteo 2:5).
Imaginemos un atleta en una carrera que en vez de mantenerse en su carril decide tomar un atajo. ¿Cuál sería el resultado? Quedaría descalificado de la carrera por hacer trampa. Cristo no podía ganar esta batalla haciendo trampas, no podía tomar atajos. La carrera que tenía por delante estaba bien definida, Él sabía lo que el Padre le estaba pidiendo y ninguna otra cosa valía más que eso.
¿Y qué hay contigo hoy? ¿Hay algo que vale más para ti que la perfecta voluntad de Dios para tu vida? ¿Cederás con tal de que hacer las cosas más fáciles? ¿Ignorarás lo que dice la Palabra de Dios para poder alcanzar tu meta? No hay galardón para el ganador a menos que haya cumplido las reglas.
Jesús enfrentaría el dolor y el sufrimiento que tenía por delante, le daría la espalda a la oferta del diablo y no se distraería del plan que Dios le había dado para Su vida. La obediencia absoluta era la clave para la victoria. Otra cosa que no fuera eso, significaría la derrota.
Para reflexionar:
- ¿Cómo se le entregó a Satanás la autoridad sobre este mundo?
- ¿Qué poder tiene Satanás sobre este mundo? ¿Hay en el presente alguna evidencia de su obra a tu alrededor?
- ¿Qué logró la muerte de Cristo? ¿Cómo terminó ésta con el poder y la autoridad de Satanás en este mundo?
- Satanás le ofreció entregarle el control de este mundo a Jesús si se inclinaba y lo adoraba. ¿Cómo estuviéramos todavía con respecto a nuestro pecado con esa solución?
- ¿Qué podemos percibir aquí acerca del compromiso de Cristo a la verdad de las Escrituras y al servicio en obediencia absoluta de éstas?
- ¿Has alguna vez estado tentado a transigir y tomar atajos que el diablo te ofrece? Explica.
- ¿Has visto ceder a algunos creyentes hoy en día?
Para orar:
- Agradécele al Señor que no tomó el atajo que el diablo le ofreció y que estuvo dispuesto a pagar el precio de tu pecado.
- Pídele al Señor que dé la gracia para resistir las tentaciones del maligno.
- Pídele al Señor que te ayude a ver los aspectos de tu vida en los que has estado cediendo. Ora para que te dé una mayor consagración a Su dirección y a la verdad de Su Palabra.
- Ora por la iglesia de Cristo, especialmente por aquellas que están siendo perseguidas y pasando pruebas. Pídele a Dios que les dé una fe intransigente y más consagración a Su Palabra.
6 – llevado a Jerusalén
El diablo lo llevó luego a Jerusalén e hizo que se pusiera de pie en la parte más alta del templo, y le dijo: Si eres el Hijo de Dios, ¡tírate de aquí! Pues escrito está: “Ordenará que sus ángeles te cuiden. Te sostendrán en sus manos para que no tropieces con piedra alguna”. (Lucas 4:9-11)
Lucas 4:9-11 describe la tercera de las tentaciones de Jesús en el desierto que fueron registradas. En esta el diablo lleva a Jesús a Jerusalén y lo pone en el pináculo más alto del templo. Luego lo invita a que se lance de ese lugar y lo hace citando un pasaje de las Escrituras que promete que los ángeles de Dios lo cuidarían. Tomemos un momento para examinar lo que sucede en estos versículos.
Vemos primeramente que el diablo lleva a Jesús a Jerusalén. En la mente judía, Jerusalén era considerada la ciudad más santa. Era aquí donde se localizaba el templo de Dios y a donde las personas venían desde lugares muy lejanos para adorar a su Dios y Señor. Esta tentación sucedió en un lugar Santo. ¿Acaso te sorprende que el diablo haya venido al templo? Este parecería ser el último lugar en donde él quisiera estar; pero en realidad, puede que sea el primer lugar donde él quiere estar.
Cuando leemos el Antiguo o Nuevo Testamento, no nos toma mucho tiempo ver que el enemigo a menudo está en medio del pueblo de Dios causando división y caos, o tentándolos a pecar y a alejarse del Señor. Su presencia a veces se hace sentir en lugares santos. En varias ocasiones los profetas del Antiguo Testamento le hablaron al pueblo de Dios acerca de las abominaciones del lugar santo. Escuchemos qué le dijo Dios a Israel a través de Su siervo Jeremías:
… por todo el mal que han cometido los pueblos de Israel y de Judá: ellos, sus reyes, sus jefes, sus sacerdotes y sus profetas, todos los habitantes de Judá y de Jerusalén. Ellos no me miraron de frente, sino que me dieron la espalda. Y aunque una y otra vez les enseñaba, no escuchaban ni aceptaban corrección. Colocaban sus ídolos abominables en la casa que lleva mi nombre, y así la profanaban (Jeremías 32:32-34).
Observemos en particular que el pueblo de Dios había puesto ídolos abominables en la casa que llevaba Su Nombre. El lugar santo estaba siendo contaminado.
En Ezequiel 8 el Señor le mostró a este profeta lo que estaba sucediendo en el templo. Aunque estas cosas no eran visibles al ojo humano, no estaban ocultas para Dios. En una visión, Dios le dice al profeta que haga un agujero en la pared del templo. Al hacerlo así, Ezequiel ve una puerta. Dios le dice que atraviese la puerta y viera lo que sucedía en el interior.
Dios me dijo: «Entra y observa las abominaciones que allí cometen.» Yo entré y a lo largo del muro vi pinturas de todo tipo: figuras de reptiles y de otros animales repugnantes, y de todos los malolientes ídolos de Israel. Setenta jefes israelitas estaban de pie frente a los ídolos, rindiéndoles culto. Entre ellos se encontraba Jazanías hijo de Safán. Cada uno tenía en la mano un incensario, del cual subía una fragante nube de incienso. Y él me dijo: «Hijo de hombre, ¿ves lo que hacen los jefes israelitas en los oscuros nichos de sus ídolos? Andan diciendo: “No hay ningún Señor que nos vea. El Señor ha abandonado el país.”» (Ezequiel 8:9-12)
El templo de Dios estaba lleno de cosas repugnantes y abominables. Los ancianos del país estaban adorando al mal y a los ídolos abominables. Es imposible leer este pasaje y no poder evitar otra cosa que sentir la presencia de Satanás en lo que estaba sucediendo.
A menudo la ira de Dios arremetía contra Su pueblo y sus perversos caminos. En Ezequiel 9 leemos que Él llama a un ángel a que vaya por toda la ciudad de Jerusalén marcando la frente de quienes se lamentaban por las cosas detestables que se estaban haciendo en la ciudad (ver Ezequiel 9:3-4). Luego llama a otros ángeles a seguir al primero y a matar a quienes no tenían la marca en la frente.
Maten a viejos y a jóvenes, a muchachas, niños y mujeres; comiencen en el templo, y no dejen a nadie con vida. Pero no toquen a los que tengan la señal.» Y aquellos hombres comenzaron por matar a los viejos que estaban frente al templo. (Ezequiel 9:6)
Fijémonos en Ezequiel 9:6 dónde comenzaron esos ángeles su trabajo; comenzaron con los ancianos que estaban a cargo del templo. En el templo había personas que ya no se lamentaban de la maldad que había sobre la tierra. En el mismo templo había hombres y mujeres que habían quedado atrapados por las abominaciones del mundo. Satanás estaba vivo y activo en las vidas de los ancianos en el templo.
Más adelante, en el Nuevo Testamento, vemos la frustración del Señor cuando entra al templo para encontrar aquello que se suponía fuese una casa de oración, convertida en un mercado.
Jesús entró en el templo y echó de allí a todos los que compraban y vendían. Volcó las mesas de los que cambiaban dinero y los puestos de los que vendían palomas. «Escrito está —les dijo—: “Mi casa será llamada casa de oración”; pero ustedes la están convirtiendo en “cueva de ladrones” (Mateo 21:12-13).
Airado, Jesús volteó las mesas y sacó a aquellos hombres a latigazos. El lugar santo era un campo de batalla, Satanás estaba haciendo todo lo posible para apartar a la gente del Señor en ese lugar. No ha de sorprendernos si Satanás hace lo mismo en la actualidad en nuestros servicios de adoración, de oración o reuniones administrativas de la iglesia. ¡A Satanás le encanta ir a la iglesia!
Analicemos también que Satanás llevó a Jesús al lugar más alto del templo, al pináculo. Había otros lugares altos a donde Satanás pudo haber llevado a Jesús, pero él escogió éste. Puede que hubiese una razón para eso. ¿Te sorprendería si Satanás te da un alto cargo dentro de la iglesia? ¿Te sorprendería si te hace famoso? ¿Te sorprendería si cada vez fueras más y más importante en los círculos cristianos? Satanás no tiene problema alguno en darnos una posición más alta o más importante dentro de la iglesia. Al ponernos en ese lugar realmente nos está poniendo en un lugar donde nuestras vidas se hacen públicas y en el que cualquier fallo o pecado tiene un impacto destructivo o divisivo para toda la iglesia. Al facilitarnos estar en una alta posición también puede ejercer influencia sobre más personas a través de nosotros.
¡Cuán fácil es que anhelemos tener esos altos cargos dentro de nuestras iglesias! Con grandes responsabilidades vienen grandes obligaciones. Con grandes responsabilidades también vienen grandes tentaciones. Veamos lo que nos dice el apóstol Santiago a sus lectores:
Hermanos míos, no pretendan muchos de ustedes ser maestros, pues, como saben, seremos juzgados con más severidad (Santiago 3:1).
Podemos estar seguros que Satanás se esforzará para que ciertas personas alcancen lugares de autoridad y caigan. A él no le asustan nuestros cargos; de hecho, aquellos en tales posiciones son el blanco de su preferencia.
Finalmente, podemos ver también que a Satanás no le molesta usar las Escrituras para sus propósitos. Él conoce cuál pasaje usar; de hecho, al tratar de tentar a Jesús estaba citando un pasaje del Salmo 91:11-12. Veamos qué dice este pasaje:
Ya que has puesto al Señor por tu refugio, al Altísimo por tu protección, ningún mal habrá de sobrevenirte, ninguna calamidad llegará a tu hogar. Porque él ordenará que sus ángeles te cuiden en todos tus caminos. Con sus propias manos te levantarán para que no tropieces con piedra alguna. (Salmo 91:9-12)
Es significativo que Satanás solamente usó la frase de este pasaje que se ajustaba a su propósito. El citó la parte en la que se les ordena a los ángeles que protejan y cuiden al siervo de Dios de cualquier daño, pero se le olvidó incluir el contexto de los versículos. El pasaje que él cita comienza en este salmo con el contexto de una promesa. Este contexto nos dice que si hacemos del Altísimo nuestra habitación, ningún daño nos acontecerá. Jesús no “haría del Altísimo Su habitación” lanzándose a propósito de lo alto del templo. Examinaremos esto más detenidamente en el próximo capítulo, lo importante ahora es que veamos aquí que Satanás usó la Escritura para tentar a Jesús.
Nos queda claro que Satanás no usa las Escrituras de manera correcta. Usándolas fuera de contexto, estaba tratando de hacer pecar a Jesús. A lo largo de la historia, Satanás ha tenido mucho éxito con sus tácticas. Él ha llevado a muchos a malinterpretar las Escrituras para que se adapten a sus propios deseos. Bajo su influencia algunos han tomado pasajes bíblicos fuera de su contexto y han extraviado a muchos. Muchas sectas y cultos han surgido a causa de una mala interpretación de la Biblia. Hay quienes también predican las Escrituras sin amor en sus corazones; entonces, sus aplicaciones legalistas y despiadadas de los pasajes han hecho que muchos se alejen del Señor. Satanás no va a vacilar en usar las Escrituras para desviar al pueblo de Dios.
¿Qué aprendemos de todo esto? Descubrimos cuán cuidadosos debemos ser. Satanás visitará la iglesia a menudo; usará las Escrituras si le sirven para lograr lo que quiere; y puede que hasta te anime a ocupar una posición porque sabe que al ponerte ahí, tu caída será evidente a muchos.
Para reflexionar:
- ¿Por qué es significativo que la tentación de Jesús tuvo lugar en el templo y en Jerusalén?
- ¿Has visto alguna vez evidencias de la presencia de Satanás en cultos de adoración, de oración o reuniones de administración de la iglesia?
- ¿Cómo nos hace más vulnerable a la tentación tener un alto cargo dentro de la iglesia? ¿Cómo afecta a la iglesia la caída de una persona que ocupe un cargo prominente?
- ¿Cómo puede ser usada una malinterpretación de las Escrituras para justificar el pecado? ¿Qué trae como resultado sacar un pasaje bíblico fuera de su contexto?
Para orar:
- Pídele al Señor que proteja de la influencia de Satanás tu lugar de adoración. Pídele que te dé discernimiento para que puedas reconocer las tentaciones y las maquinaciones que el diablo quiera hacer.
- Ora para que Dios proteja a quienes ha puesto en eminencia en tu iglesia.
- Pídele a Dios que te conceda la gracia de interpretar correctamente las Escrituras. Ora por quienes predican y enseñan la Palabra en tu congregación. Pídele que les conceda gracia para poder aplicarla en amor y verdad.
7 – Poniendo a Dios a Prueba
También está escrito: “No pongas a prueba al Señor tu Dios” —le replicó Jesús. (Lucas 4:12)
El diablo, después de haber llevado a Jesús a lo más alto del templo, cita el Salmo 91:11-12 y le pide a Jesús que se tire de allí para demostrar lo que dice la Palabra de Dios.
Pues escrito está: “Ordenará que sus ángeles te cuiden. Te sostendrán en sus manos para que no tropieces con piedra alguna” (Lucas 4:10-11).
Por un instante consideremos la naturaleza de esta tentación. El desafío que Satanás le hace a Jesús tiene dos aristas. La primera es el desafío del amor y cuidado que tenía el Padre hacia Él.
En la tentación que Jesús atravesaba ese día, el maligno estaba desafiando el cuidado del Padre hacia Él. Quizás lo que el enemigo le estaba diciendo era algo parecido a esto: “¿Realmente crees que el Padre te va a proteger? Si te lanzas de aquí, ¿realmente crees que él no dejará que te pase nada?”
Podemos estar seguros que a medida que sirvamos al Señor, el enemigo también tratará de cuestionar la protección del Padre Celestial sobre nosotros. Su meta es distraernos, y si puede lograr que dudemos de la provisión de nuestro Padre celestial en el tiempo de necesidad, hará que perdamos toda esperanza o que tratemos de resolver las situaciones por nuestra propia cuenta, en vez de contar con Dios y confiar en Él. En el calor de la batalla, cuando parezca que todo va mal, escucharás la voz del enemigo diciéndote: “¿Dónde está tu Dios? Si realmente le importaras, Él no permitiría que pasaras por esto”.
Ha habido muchas ocasiones en mi ministerio en las que he escuchado esa voz del maligno cuestionando mi fe, desafiando el amor de mi Padre celestial y haciendo que me afane mientras espero Su provisión. Si en el presente te encuentras sirviendo sinceramente al Señor, puedes estar seguro que el enemigo buscará crear la duda y el desaliento en tu vida.
En este versículo también puede haber un segundo desafío. El diablo no solo estaba desafiando el cuidado y la provisión del Padre, sino que también estaba desafiando la verdad de Su Palabra. En realidad lo que le estaba diciendo a Jesús era algo parecido a esto: “El salmo 91 dice que el Padre enviará a Sus ángeles para cuidarte y levantarte para que no tropiece tu pie en piedra. ¿Realmente crees que eso es verdad? ¿Qué sucedería si saltaras de este templo? ¿Piensas que el Padre en verdad haría lo que prometió? ¿Realmente piensas que mientras estés cayendo lo ángeles se precipitarían a rescatarte y agarrarte antes de que llegues al suelo?” Ciertamente se puede percibir el sentido desafiante de Satanás.
Hay dos cosas de las que debemos estar bien seguros en la batalla que tenemos por delante. En primer lugar, necesitamos estar seguros del amor que Dios tiene por nosotros en cada paso que demos al enfrentar el enemigo. En segundo lugar, debemos estar seguros de la verdad de Su Palabra como nuestra guía. Dudar de algunas de éstas es fracasar en nuestra misión. ¿Cómo hubiese podido tener éxito el Señor Jesús en Su encomienda si hubiese cuestionado el amor y cuidado de Su Padre o la verdad de Su Palabra? Se pudiera decir mucho más acerca de esto pero enfoquémonos en el versículo que tenemos delante.
La tendencia natural que hay en nosotros cuando nos vemos desafiados respecto a lo que creemos es tratar de demostrar que tenemos la razón. Tengo que admitir que ha habido momentos en los que he tomado las armas cuando me he visto desafiado; y al hacer esto, en ocasiones he caído en las manos del enemigo. Resulta que he sentido la necesidad de justificar lo que creo o lo que hago antes quienes me acusan. Esto ha traído como resultado que en ocasiones me he enojado, o he visto como se va apoderando de mi vida una actitud impía o llena de amargura. Lo que he ganado a cambio de tratar de defender lo que considero como cierto es ceder terreno al enemigo, y cuando se le da terreno al enemigo, éste rápidamente trata de sembrar la semilla de la ira, el resentimiento y la soberbia. En otras palabras, caemos en su propia trampa.
En este desafío que el diablo le hace a Jesús, le está preguntando que si está dispuesto a arriesgar Su vida por aquello que cree. Pero, a pesar de que esta es una pregunta que todos deberíamos hacernos, podemos percatarnos de que hay algo muy sutil y malvado en lo que el diablo está tramando. Él está tentando a Jesús a que haga algo que el Padre no le ha pedido que haga; le está pidiendo que se meta deliberadamente en una situación peligrosa.
En respuesta a esta tentación el Señor Jesús le responde citando Deuteronomio 6:16: “No pongas a prueba al Señor tu Dios, como lo hiciste en Masá”. La referencia que se hace a Masá en el versículo original nos da el contexto del versículo. En Éxodo 17 el pueblo de Dios estaba vagando en el desierto y no tenían agua que beber. Ellos comenzaron a murmurar contra Moisés y le exigieron que les dijera por qué los había traído a morir en el desierto. Moisés entonces llevó esa queja ante el Señor y Él le dijo lo que debía de hacer. Moisés había de ir a donde estaba una roca y debía golpearla con su vara. Cuando hiciera eso iba a salir agua de la roca para suplir las necesidades del pueblo. El lugar donde ocurrió esto se llamaba Masá y Meribá. Masá significa “prueba”, y Meribá significa “disputa”. Éxodo 17:7 nos dice que el pueblo probó al Señor diciendo: “¿Está el Señor entre nosotros o no?”
Además, a ese lugar lo llamó Masá, y también Meribá, porque los israelitas habían altercado con él y provocado al Señor al decir: « ¿Está o no está el Señor entre nosotros?»
Lo que entendemos aquí es que el pueblo de Dios dudó de la presencia y la provisión de Dios en el tiempo de escasez. Esto los llevó a enojarse con Moisés, y al discutir y cuestionar la presencia y la provisión de Dios, estaban probando a Dios. Ya ellos le habían visto hacer muchas maravillas; Él había humillado a los egipcios delante de ellos y los había liberado con señales milagrosas. Él les había abierto el mar para que pudieran escapar cruzando por lo seco. Todo esto eran señales poderosas.
Israel estaba poniendo a prueba a Dios al cuestionar su cuidado y protección. Entendemos que Dios es un Dios de amor pero, ¿qué le impide que nos dé lo que merecemos cuando le desafiamos a Él y Sus propósitos para nuestras vidas? En Romanos 1:18 al 24 hay un pasaje importante, veamos cómo Dios actúa según esta porción:
Ciertamente, la ira de Dios viene revelándose desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los seres humanos, que con su maldad obstruyen la verdad. Me explico: lo que se puede conocer acerca de Dios es evidente para ellos, pues él mismo se lo ha revelado. Porque desde la creación del mundo las cualidades invisibles de Dios, es decir, su eterno poder y su naturaleza divina, se perciben claramente a través de lo que él creó, de modo que nadie tiene excusa. A pesar de haber conocido a Dios, no lo glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, sino que se extraviaron en sus inútiles razonamientos, y se les oscureció su insensato corazón. Aunque afirmaban ser sabios, se volvieron necios y cambiaron la gloria del Dios inmortal por imágenes que eran réplicas del hombre mortal, de las aves, de los cuadrúpedos y de los reptiles. Por eso Dios los entregó a los malos deseos de sus corazones, que conducen a la impureza sexual, de modo que degradaron sus cuerpos los unos con los otros. (Romanos 1:18-24)
Pablo nos dice que Dios se ha revelado y ha revelado Sus propósitos para el mundo. Sin embargo, hubo hombres y mujeres que se rehusaron a escucharle y a responder ante el conocimiento que tenían de Él. Éstos “obstruyeron la verdad”, y lo hicieron ignorándola y haciendo su propia voluntad. Conocían de Dios pero no quisieron glorificarle en sus vidas. Se llamaron a sí mismos sabios, pero prefirieron sus caminos antes que los de Dios. Su persistencia en esto y su final rechazo a volverse a Dios, provocó Su ira. Romanos 1:24 nos dice que Él los entregó a los malos deseos de su corazón; y Él les dio la espalda entregándoles lo que querían. Al final, fueron privados de Su bendición.
En Hechos 5 tenemos la historia de Ananías y Safira. Éstos vendieron sus propiedades al igual que lo hicieron otros creyentes y les entregaron el dinero a los apóstoles para que lo usaran para las necesidades de los pobres. La pareja se quedó con una porción del dinero, lo cual no es un pecado en sí; sin embargo, al no querer que la gente supiera que se habían quedado con una parte, prefirieron mentir al respecto. El Señor le reveló a Pedro este engaño y le provocó la muerte a Ananías a causa de su mentira. Veamos lo que le dijo Pedro a Safira, la esposa de Ananías, cuando ella también mintió acerca del dinero que les habían traído a los apóstoles:
¿Por qué se pusieron de acuerdo para poner a prueba al Espíritu del Señor? —le recriminó Pedro—. ¡Mira! Los que sepultaron a tu esposo acaban de regresar y ahora te llevarán a ti. (Hechos 5:9)
Veamos que Pedro le dice a Safira que ella estaba poniendo a prueba al Señor con su mentira. Su insistencia en la mentira provocó la ira del Señor lo cual al final puso fin a su vida antes de tiempo.
El apóstol Pablo nos da un ejemplo de cómo Israel probó al Señor. En 1 Corintios 10:7-10 leemos:
No sean idólatras, como lo fueron algunos de ellos, según está escrito: «Se sentó el pueblo a comer y a beber, y se entregó al desenfreno.» No cometamos inmoralidad sexual, como algunos lo hicieron, por lo que en un sólo día perecieron veintitrés mil. Tampoco pongamos a prueba al Señor, como lo hicieron algunos y murieron víctimas de las serpientes. Ni murmuren contra Dios, como lo hicieron algunos y sucumbieron a manos del ángel destructor. (1 Corintios 10:7-10)
En el versículo 9 Pablo habla del pecado de Israel y dice que éste era el poner a prueba al Señor. Muchos perdieron sus vidas por poner a prueba la santidad y la gracia del Señor pecando contra Él.
El salmista habla de cómo Israel puso a prueba al Señor al no recordar Su poder y rebelarse contra Él:
Una y otra vez ponían a Dios a prueba; provocaban al Santo de Israel. Jamás se acordaron de su poder, de cuando los rescató del opresor, ni de sus señales milagrosas en Egipto, ni de sus portentos en la región de Zoán, cuando convirtió en sangre los ríos egipcios y no pudieron ellos beber de sus arroyos; cuando les envió tábanos que se los devoraban, y ranas que los destruían; cuando entregó sus cosechas a los saltamontes, y sus sembrados a la langosta; cuando con granizo destruyó sus viñas, y con escarcha sus higueras; cuando entregó su ganado al granizo, y sus rebaños a las centellas; cuando lanzó contra ellos el ardor de su ira, de su furor, indignación y hostilidad: ¡todo un ejército de ángeles destructores! Dio rienda suelta a su enojo y no los libró de la muerte, sino que los entregó a la plaga. Dio muerte a todos los primogénitos de Egipto, a las primicias de su raza en los campamentos de Cam. A su pueblo lo guió como a un rebaño; los llevó por el desierto, como a ovejas, infundiéndoles confianza para que no temieran. Pero a sus enemigos se los tragó el mar. Trajo a su pueblo a esta su tierra santa, a estas montañas que su diestra conquistó. Al paso de los israelitas expulsó naciones, cuyas tierras dio a su pueblo en heredad; ¡así estableció en sus tiendas a las tribus de Israel! Pero ellos pusieron a prueba a Dios: se rebelaron contra el Altísimo y desobedecieron sus estatutos. (Salmo 78:41-56)
Hay muchas formas de poner a prueba al Señor. Lo ponemos a prueba cuando tenemos falta de confianza habiendo una amplia evidencia de Su poder a nuestro alrededor. Lo hacemos cuando persistimos en el pecado y en la rebelión. Poner a Dios a prueba es algo muy peligroso, y los ejemplos que tenemos nos muestran que muchos perdieron sus vidas al hacerlo.
La pregunta que debemos responder en el pasaje de Lucas 4:12 es esta: ¿Cómo estaría Jesús probando al Padre al saltar desde lo alto del templo? La respuesta a esto parece estar en lo que hemos aprendido en los versículos que hemos examinado anteriormente.
En primer lugar, Jesús estaría probando a Dios al hacer algo que Él no le había pedido que hiciera. El Padre no le había pedido a Jesús que se lanzara de lo alto del templo. Esta no era la voluntad ni el propósito del Padre para Él. Le doy gracias al Señor por Su protección aún cuando le he fallado, le alabo por Su gracia y Su perdón incluso cuando he caminado lejos de la senda que Él ha preparado para mí. Sin embargo, ¿debería esperar siempre Su protección cuando yo de manera deliberada escojo pecar y caminar lejos de Él? Vimos en Romanos 1 que cuando la gente del tiempo de Pablo se entregaba a la inmoralidad, Dios los entregaba a sus pasiones. Cuando Ananías y Safira mintieron deliberadamente a la iglesia y persistieron en esa mentira, el Señor les provocó la muerte. ¿Qué seguridad tenemos de que Dios siempre nos va a rescatar cuando, sabiendo lo que es correcto, escogemos conscientemente rebelarnos contra Él? ¿Tiene Dios alguna obligación de rescatarnos de nuestras necias decisiones? Jesús sabía que era algo necio esperar la bendición de Dios cuando por otra parte se le estaba desafiando. Jesús no iba a poner a Dios a prueba saltando del templo, pues esta no era la dirección ni el propósito de Dios para Su vida.
En segundo lugar, recordemos que Satanás estaba tratando de que Jesús demostrara que era cierta la Escritura que le estaba citando. Jesús no necesitaba hacer eso para demostrar la veracidad de las Escrituras; Él las creía porque eran las palabras de Su Padre. Cuando el Señor estaba ministrando en esta tierra, en varias ocasiones se molestó a causa de quienes le pedían una señal antes de creer lo que decía (Ver Mateo 12:39; 16:4). ¿Qué mayor prueba necesitamos? La Palabra de Dios es todo lo que necesitamos y podemos confiar en lo que Él dice. No tenemos por qué dudar que Dios siempre mantendrá Su Palabra.
El escritor de Hebreos describe la verdadera fe como la convicción de las cosas que no se ven.
Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. (Hebreos 11:1, RVR60)
La verdadera fe acepta lo que no puede ver y está convencida no porque lo haya probado, sino porque Dios lo ha prometido. Nuestros ojos y nuestros sentidos pueden engañarnos pero la Palabra de Dios siempre será cierta y confiable. Jesús no tenía necesidad alguna de demostrar la veracidad de la Palabra de Dios haciendo lo que el diablo le pedía. La Palabra de Dios nunca debe ser puesta a prueba. Tan solo sentir la necesidad de probarla significa dudar de su veracidad. No hay nada más veraz que la Palabra de Dios y Jesús lo expresó en Mateo 24 cuando dijo:
El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras jamás pasarán. (Mateo 24:35)
La verdad de la Palabra de Dios es más confiable que los cielos y la tierra, pues esta tierra y todo lo que conocemos un día desaparecerán, pero la Palabra de Dios y Sus promesas siempre serán veraces.
Jesús no iba a hacer un truco barato para demostrar la confiabilidad de la Palabra de Su Padre. No había razón para dudar de lo que Su Padre había dicho, y nosotros, en estos tiempos, también necesitamos este tipo de confianza en la Palabra de Dios
Para reflexionar:
- ¿Alguna vez has cuestionado el cuidado de Dios por ti o la veracidad de Su Palabra? Explica.
- ¿Qué significa probar a Dios? Da algunos ejemplos bíblicos de personas que pusieron a Dios a prueba. ¿Cuál fue el resultado?
- ¿Tenemos el derecho de esperar que Dios nos bendiga y proteja cuando no estamos andando en obediencia a Él?
- ¿Tenemos alguna causa por la cual dudar de la Palabra de Dios? ¿Qué nos enseña Jesús acerca de la confiabilidad de Su Palabra?
- ¿De qué manera estaría Jesús tentando a Dios si saltara del punto más alto del templo?
Para orar:
- Dale gracias al Señor que Su gracia cubre nuestros pecados y fracasos. Pídele que te ayude a darle valor a Su gracia y protección y pídele que te enseñe a caminar en obediencia y reverencia.
- Pídele a Dios que te perdone por las veces que lo pusiste a prueba al ser incrédulo o rebelde en tu vida.
- Agradécele por la verdad de Su Palabra. Dale gracias porque Su Palabra es más cierta que los cielos y la tierra. Pídele que te dé más confianza en Su Palabra.
8 – Hasta Otra Oportunidad
Así que el diablo, habiendo agotado todo recurso de tentación, lo dejó hasta otra oportunidad. (Lucas 4:13)
El diablo había tentado al Señor por cuarenta días en el desierto. Durante ese tiempo Jesús confió en el propósito y voluntad de Su Padre, lo que hizo que pudiera derrotar exitosamente al maligno. A pesar de su empeño, el diablo no pudo ganar ni un ápice de terreno en la vida de Jesús, pues éste había resistido con éxito cada una de sus tentaciones.
Vemos en el versículo 13 que cuando el maligno terminó de tentar al Señor, le dejó hasta otra oportunidad. Extraigamos de este versículo algunas conclusiones acerca del diablo y sus tácticas.
el diablo tiene el tiempo contado
Lo primero que necesitamos ver de este versículo es que el tiempo del diablo está limitado. Según entendemos de este contexto él tuvo cuarenta días para tentar al Señor Jesús. En las Escrituras el número 40 aparece repetidas veces. Respecto al Señor Jesús, el autor del libro de los Hechos nos dice que Él se apareció por cuarenta días después de Su resurrección antes de regresar al Padre.
Después de padecer la muerte, se les presentó dándoles muchas pruebas convincentes de que estaba vivo. Durante cuarenta días se les apareció y les habló acerca del reino de Dios. (Hechos 1:3)
Los hijos de Israel pasaron cuarenta años deambulando por el desierto antes de entrar a la tierra prometida (Ver Hechos 7:36).
Cuando en el libro de Génesis Dios estaba juzgando la tierra, le dijo a Noé que enviaría lluvia por 40 días:
Porque dentro de siete días haré que llueva sobre la tierra durante cuarenta días y cuarenta noches, y así borraré de la faz de la tierra a todo ser viviente que hice. (Génesis 7:4)
Dios llamó a Moisés al monte donde habría de darle los Diez Mandamientos. Por cuarenta días Moisés permaneció en la presencia del Señor sin comer.
Y Moisés se quedó en el monte, con el Señor, cuarenta días y cuarenta noches, sin comer ni beber nada. Allí, en las tablas, escribió los términos del pacto, es decir, los diez mandamientos. (Éxodo 34:28)
He volcado la atención sobre estos versículos por una razón. Cuarenta días de tentación por el diablo no era un número al azar; fueron el número de días que el Padre le dio a Satanás para tentar al Señor. El tiempo de Satanás estaba limitado. Después de estos eventos el Señor sería sacado del desierto para comenzar Su ministerio. A Satanás no se le permitió más de ese tiempo.
Apocalipsis 12:12 nos da una imagen de cómo el diablo lanza toda su furia porque sabe que su tiempo es limitado.
Por eso, ¡alégrense, cielos, y ustedes que los habitan! Pero ¡ay de la tierra y del mar! El diablo, lleno de furor, ha descendido a ustedes, porque sabe que le queda poco tiempo (Apocalipsis 12:12)
El diablo no tiene el control de su tiempo. Dios les ha puesto límite a lo que él puede hacer y al tiempo en que lo puede hacer. El tiempo que Satanás tenía para tentar a Jesús en el desierto se le había acabado y estaba obligado a marcharse. Nos debe servir de aliento saber que Dios sigue teniendo el control aun cuando estemos pasando por pruebas en nuestras vidas.
El diablo no se rinde
El segundo detalle que debemos ver del versículo 13 es que aunque el tiempo del diablo era limitado, él no se rindió. El versículo dice que se marchó pero que esperaba otra oportunidad. Él iba a seguir tentando y probando a Jesús a lo largo de Su ministerio.
El diablo influiría sobre los líderes religiosos de la época para desafiar a Jesús y Sus enseñanzas; por esa razón, venían a Él a menudo para probarle o matarle. Podemos estar seguros que la mano del diablo estaba detrás de todo esto. De hecho, Jesús deja esto bien claro cuando les dice a los líderes religiosos que su padre era el diablo y que ellos estaban haciendo su voluntad:
Ustedes son de su padre, el diablo, cuyos deseos quieren cumplir. Desde el principio éste ha sido un asesino, y no se mantiene en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando miente, expresa su propia naturaleza, porque es un mentiroso. ¡Es el padre de la mentira! (Juan 8:44)
Hubo ocasiones en las que las multitudes rodeaban a Jesús y a Sus discípulos consumiendo Su tiempo y energía; en otras, ellos no tenían ni tiempo para comer. Además de esto no cesaban las falsas acusaciones contra Jesús y Su ministerio.
Luego entró en una casa, y de nuevo se aglomeró tanta gente que ni siquiera podían comer él y sus discípulos. Cuando se enteraron sus parientes, salieron a hacerse cargo de él, porque decían: «Está fuera de sí.» Los maestros de la ley que habían llegado de Jerusalén decían: « ¡Está poseído por Beelzebú! Expulsa a los demonios por medio del príncipe de los demonios.» (Marcos 3:20-22)
Cuando leemos Marcos 3:20-22 no es difícil de ver la influencia de Satanás. Jesús y Sus discípulos no tenían tiempo para comer; Su familia lo acusaba de “estar fuera de sí”; los líderes religiosos aseguraban que estaba poseído por un demonio. En fin, todo esto provenía del diablo mismo.
Inclusive, entre Sus propios discípulos, vemos cómo en una ocasión Pedro desafía la necesidad de que Jesús fuera a la cruz. La respuesta que Jesús le da a Pedro en ese día nos sorprende:
Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo: — ¡De ninguna manera, Señor! ¡Esto no te sucederá jamás! Jesús se volvió y le dijo a Pedro: — ¡Aléjate de mí, Satanás! Quieres hacerme tropezar; no piensas en las cosas de Dios sino en las de los hombres. (Mateo 16:22-23)
Percatémonos de cómo Jesús se dirigió a Satanás mientras hablaba con Pedro. Aquí vemos también cómo el enemigo estaba usando las palabras de Pedro para tentar a Jesús.
En Lucas 22:3-4 Satanás entró en Judas y traicionó al Señor Jesús entregándolo a los líderes religiosos:
Entonces entró Satanás en Judas, uno de los doce, al que llamaban Iscariote. Éste fue a los jefes de los sacerdotes y a los capitanes del templo para tratar con ellos cómo les entregaría a Jesús. (Lucas 22:3-4)
Satanás no admitió su derrota, dejó a Jesús en el desierto pero no cesaría de tentarlo. Satanás estará activo hasta el final de los tiempos, tratando de destruir y obstaculizar la obra de Cristo en este mundo. ¡No nos atrevamos a bajar la guardia!
el diablo está vigilando
Notemos finalmente en este pasaje que el diablo estaba buscando “un tiempo oportuno” (LBLA). La palabra griega que se usa aquí es la palabra “kairós”. Esta palabra se refiere a “una estación”, un “tiempo adecuado o preparado”, o “una oportunidad”. La idea es que el diablo estaba buscando el tiempo correcto para atacar.
Podemos estar seguros de que Satanás estaba siguiéndole los pasos a Jesús; él iba a usar cualquier oportunidad que tuviese para lanzarle sus flechas de tentación. Éstas llegarían a Él a través de palabras dichas por las personas, por medio de la multitud que le rodeaba y le apretaba, incluso hasta en los tiempos en los que estaba a solas con Sus discípulos. Siempre que hubiese una oportunidad para que Satanás lanzara sus flechas, él hacía uso de ella.
Lo que se aplica para el Señor Jesús también se aplica para nosotros. Podemos estar seguros de que el diablo está buscando un tiempo oportuno para lanzarnos sus flechas. En los momentos de descuido sentiremos el aguijón de esa flecha atravesando nuestras mentes o nuestros cuerpos. En un solo instante, cuando menos lo esperemos, esa flecha vendrá directamente hacia nosotros. Puede que venga en un momento en el que estemos teniendo gran éxito dentro de nuestros ministerios, o en un momento de gran prueba. Lo que podemos decir es que Satanás y sus ángeles siempre están buscando el momento correcto para derribarnos. Necesitamos la protección del Padre en tiempos como esos. ¡Cuánto necesitamos agarrarnos de Él en busca de dirección y fortaleza!
Para reflexionar:
- ¿Es cierto que el diablo tiene control? ¿Cómo el Señor limita sus actividades?
- ¿Qué consuelo encuentras en la realidad de que Satanás está limitado por Dios?
- ¿Qué aprendemos en este capítulo acerca de la persistencia de Satanás? Aunque él se sabe derrotado, ¿acaso se da por vencido?
- ¿Cuáles son algunas de las maneras en las que Satanás nos puede atacar? ¿Ves alguna evidencia de esto en tu sociedad o en tu iglesia?
- ¿Existe algún área de tu vida que esté descuidada y que pueda ser atacada por Satanás?
Para orar:
- Agradécele al Señor que Él tiene el control total y final de lo que sucede en nuestras vidas, y que hasta Satanás tiene que rendirse ante Él.
- Pídele al Señor que te muestre algún área de tu vida que esté siendo descuidada y que pueda ser atacada por el enemigo.
- Pídele al Señor que te proteja aún en lo que eres fuerte porque incluso ahí, Satanás te puede atacar.
- Pídele al Señor que te dé Su sabiduría y Su dirección cada día de tu vida. Pídele que te proteja de las constantes tentaciones del enemigo.
- ¿Hay algún aspecto en particular donde el enemigo te ataca? Ríndele estas áreas de tu vida al Señor y Sus propósitos. Pídele al Señor que te mantenga fiel en esas áreas.
9 – Espíritu y Verdad
En este capítulo final, a manera de resumen, me gustaría analizar cómo el Señor pudo vencer las tentaciones del enemigo en el desierto. La victoria de Cristo sobre el maligno en Lucas 4:1-13, fue el resultado de dos principios fundamentales. En primer lugar, fue llevado por el Espíritu Santo; y en segundo, fue guiado por la Palabra. Estos dos principios parecen tan sencillos que tienden a ser pasados por alto, pero fueron la fuente de fortaleza y victoria para Cristo. También lo serán para nosotros si seguimos Su ejemplo. Tomemos un momento para considerar estos principios a medida que los veamos en el pasaje.
Llevado por el Espíritu
Observemos cómo comienza la historia de la tentación de Jesús:
Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y fue llevado por el Espíritu al desierto. Allí estuvo cuarenta días y fue tentado por el diablo. No comió nada durante esos días, pasados los cuales tuvo hambre. (Lucas 4:1-2)
No es mi intención repetir lo que ya hemos visto acerca de estos dos versículos. Sin embargo, es importante que nos percatemos de dos aspectos que hay en ellos:
- Jesús estaba lleno del Espíritu Santo
- Jesús fue llevado por el Espíritu
Estas dos declaraciones nos dicen algo acerca de cómo Jesús enfrentó las tentaciones que le puso el maligno durante esos cuarenta días.
En primer lugar, Él estaba lleno del Espíritu Santo. Ya hemos visto el hecho de que estar lleno del Espíritu es estar vaciado de nosotros mismos. Jesús rindió Su vida voluntariamente dejando que el Espíritu Santo fuera Su guía. Sus motivos, pensamientos y acciones se sujetaron al Espíritu. La plenitud que resultaba de esa sujeción al Espíritu de Dios constituía un arma poderosa contra el enemigo.
Si queremos triunfar sobre las tentaciones del maligno, también debemos conocer de esta plenitud que nos da el Espíritu y que proviene de nuestra entrega a Él. Nuestras vidas son el campo de batalla del diablo y cada día él trata de conquistar más y más territorio en nuestras vidas. ¿Cómo sorteamos estos ataques? Lo hacemos rindiendo nuestras vidas al Espíritu de Dios; dándole a Dios el derecho sobre nuestras vidas y muriendo a los derechos que tenemos sobre ella. Lo hacemos invitando al Espíritu a que tenga todo el control sobre cada colina, cada valle, cada caverna y cada grieta de nuestra mente y voluntad. Lo hacemos invitándole a llenar cada espacio con Su luz y rindiéndonos a su control absoluto.
Jesús enfrentó las tentaciones en el desierto estando lleno del Espíritu Santo. Él fue a aquel lugar con Su mente y voluntad rendidas y controladas por el Espíritu de Dios. La presencia de éste era evidente en cada aspecto de Su vida. Por eso, si queremos vencer al enemigo y obtener la victoria sobre las tentaciones, primero debemos tener este asunto resuelto. ¿Estaremos dispuestos a rendir nuestras vidas, mentes, voluntades y emociones al Espíritu Santo? ¿Le invitaremos a dominar cada aspecto de nuestras vidas, caminando en obediencia a Su voluntad y propósito? Siempre que existan áreas que permanezcan fuera del control del Espíritu, el maligno tendrá la ventaja sobre nosotros.
En segundo lugar, veamos que Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto. Aquí observamos que Jesús no tomó las riendas del asunto en Sus manos, sino que caminó en obediencia hacia donde le llevaba el Espíritu. ¿Has sentido alguna vez ese impulso proveniente del Espíritu que te advierte a no hacer o decir algo? Ha habido momentos en que he sentido ese aviso y lo he ignorado. Quizás estés en un ministerio al cual no has sido llamado; o tal vez ignoraste el aviso del Espíritu y te involucraste con alguien que era una mala influencia para tu vida. ¡Cuán importante es entrenar nuestros oídos para escuchar la dirección del Espíritu! Él nos guiará al lugar donde nos necesita, nos mostrará lo que debemos ver y nos avisará del peligro. Él nos guiará a la verdad.
Jesús estaba en el desierto por voluntad del Espíritu. Ser guiados por el Espíritu no significa que nunca seremos tentados. Esto lo vemos claramente en Lucas: 4:1-13. Sin embargo, ser guiados por el Espíritu es el medio por el cual podemos encontrar nuestro camino a través de los valles de la vida. El Espíritu de Dios nos guiará al camino de la victoria; pues nos advertirá, nos convencerá y nos dará el discernimiento necesario para caminar en la victoria que Dios desea. Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto y éste lo guiaría a través de ese mismo desierto, mientras escuchaba y caminaba en obediencia.
Si queremos obtener la victoria sobre las tentaciones, necesitamos estar llenos del Espíritu y ser obedientes a Su dirección. Esto significa que debemos rendir nuestra vida y voluntad al Espíritu de Dios y darle el derecho sobre cada parte de nuestro ser. Esto implica morir al yo y consagrar nuestras vidas a caminar en obediencia a Su palabra y Su dirección.
Guiados por la Palabra
La segunda gran razón por la cual Jesús pudo tener la victoria sobre las tentaciones durante ese tiempo, puede encontrarse en tres lugares del pasaje. Al ser tentado para que convirtiera una piedra en pan, la respuesta del Señor fue: “Escrito está: ‘No sólo de pan vive el hombre’” (v. 4). Cuando el diablo le llevó al lugar alto y le mostró todos los reinos del mundo, Jesús le respondió: “Escrito está: ‘Adora al Señor tu Dios y sírvele solamente a él’” (v. 8). Por último cuando le tentó para que saltase del pináculo del templo, la respuesta de Jesús fue: “También está escrito: ‘No pongas a prueba al Señor tu Dios’” (v. 12). Observemos cuál es el tema recurrente en todos estos versículos. Cada vez que el diablo tentó al Señor Jesús, Él se remitió a las Escrituras para examinar lo que éstas tenían que decir.
El conocimiento que tenía Jesús de las Escrituras le sirvió de guía, y cuando Satanás trató de usarla fuera de contexto, Jesús se percató inmediatamente. Él la conocía lo suficiente como para saber que el Padre tenía un propósito, aun en medio de las tentaciones que enfrentaba. Por lo tanto Él decidió caminar en obediencia a lo que había aprendido de las Escrituras.
En nuestros tiempos estamos tentados a ignorar las Escrituras y tomamos decisiones basadas en lo que pensamos que es apropiado según la ocasión. A Satanás le encanta que hagamos las cosas a nuestra manera, por eso nos dará argumentos lógicos para hacerlo, tratará de que razonemos, nos mostrará un “mejor camino” y hasta nos proveerá los programas y las técnicas para hacerlo. Muchos caerán en esta trampa. En este ministerio de enseñanza bíblica me he sentido frustrado en muchas ocasiones al entender que puedo explicar los principios de las Escrituras, pero que la gente siempre va a buscar otra vía. Es como si la gente pensara que las Escrituras están desactualizadas y ya no se aplican a nuestras iglesias. Parece no haber confianza en las enseñanzas claras y sencillas que ésta nos da. A veces, confiamos más en nuestros programas que en las Escrituras mismas. ¿Acaso no proviene esto de Satanás?
Hay ocasiones en las que torcemos las Escrituras o las adaptamos según nuestras necesidades. ¿No fue eso lo que Satanás hizo en el Edén con Eva al desafiar lo que Dios había dicho (Génesis 3:1)? ¿No fue eso lo que hizo para tentar a Jesús y hacerlo saltar desde lo alto del templo? El maligno torcerá las Escrituras en su intento de hacernos decir cualquier cosa que él quiera que digamos. Él nos dirá que las Escrituras reflejaban las culturas antiguas de aquella época, pero que no son relevantes a nuestra cultura moderna y a los problemas de la actualidad. He conocido personas que citan ciertos pasajes bíblicos mientras ignoran otros, y lo hacen para justificar sus acciones. Puede que ellos citen pasajes que hablen acerca del amor y el perdón de Dios mientras ignoran otros que hablan del juicio o de la santidad personal. Se puede justificar cualquier pecado torciendo las Escrituras para hacerlas decir algo que realmente no dicen.
A veces no entiendo el propósito de Dios, sin embargo estoy convencido de que Él sabe lo que está haciendo, por eso decido caminar en obediencia a Su Palabra revelada.
La Palabra de Dios, tal y como la recoge la Biblia, nos sirve de guía en el camino de la vida, pues nos revela el propósito y el corazón de Dios. Aunque nuestra cultura cambia, Dios no cambia ni tampoco Sus propósitos. Las Escrituras revelan lo que Dios tiene en Su corazón para nuestras vidas. Los principios que en ella se enseñan son tan válidos y aplicables al presente como lo han sido siempre. ¡Qué triste ver a cristianos buscando soluciones a los problemas de la iglesia fuera de las Escrituras! Corremos peligro al ignorar lo que dice la Biblia.
Cuando Jesús enfrentó las tentaciones del enemigo tuvo dos herramientas a Su disposición. Tuvo al Espíritu de Dios quien le llenó y le guió; y también tuvo la verdad de las Escrituras guardadas en Su corazón. Estas dos armas juntas le sirvieron para derrotar a Satanás. Las mismas están a nuestro alcance, pues el mismo Espíritu que llenó a Jesús y le guió lo hará así también con nosotros, y las mismas Escrituras que le guiaron están hoy a nuestra disposición.
Para reflexionar:
- ¿Qué significa estar lleno del Espíritu Santo?
- ¿De qué manera el Espíritu Santo nos da la victoria en medio de las tentaciones?
- ¿Cuál es el papel de las Escrituras en la victoria sobre las tentaciones?
- ¿Has visto alguna vez a los creyentes torcer o ignorar la Palabra de Dios? ¿Qué trae esto como resultado?
Para orar:
- Pídele a Dios que te dé un corazón capaz de rendir todo al Espíritu de Dios y de darle a Él las riendas de tu vida.
- Dale gracias al Señor porque Su amor nunca cambia y porque Su Palabra es tan cierta hoy como siempre lo ha sido.
- Pídele al Señor que te enseñe a reconocer la voz y la dirección del Espíritu Santo.
- Ruega al Señor que te dé más hambre de Su Palabra y de la verdad que ésta enseña. Pídele también que te dé más gracia para confiar en lo que Él dice en la Biblia, aún cuando no lo entiendas.