Aprendiendo a estar Satisfecho en un Mundo Complejo
F. Wayne Mac Leod
Descansando en Su Propósito
Publicado originalmente en inglés bajo el título Resting in His Purpose
Traducción al español: Carmen Jiménez y David Gomero
Copyright © 2017 por F. Wayne Mac Leod
Publicaciones Light To My Path [Lumbrera A Mi Camino]
Reservados todos los derechos. Ninguna parte de este libro se puede reproducir o transmitir de forma o por medio alguno sin la autorización escrita del autor.
Todas las citas bíblicas, a menos que se especifique otra versión, han sido tomadas de la Santa Biblia Nueva Versión Internacional.
Índice
- 1- ¿Que Necesita?
- 2 – Sed de Dios y Sus Propósitos
- 3 – Esfuerzo
- 4- Soberanía de Dios
- 5 – Satisfacción en el Silencio
- 6 – Simplicidad
- 7 – Aprendiendo a Estar Satisfecho
Capítulo 1 – ¿Que Necesita?
Uno de los desafíos más grandes de nuestra época materia-lista y egocéntrica, es aprender a definir nuestras necesida-des. Los anuncios de la televisión y las revistas han llegado a dominar el arte de presentarnos necesidades que no sabíamos que teníamos. Sin embargo, hay una gran dife-rencia entre lo que pensamos que necesitamos, y lo que, en efecto, necesitamos realmente.
Este no es un problema nuevo. El materialismo y la avaricia han constituido un problema desde que el pecado entró en este mundo. Escuche lo que el apóstol Santiago le dice a la gente de su tiempo en Santiago 4:2-4:
Desean algo y no lo consiguen. Matan y sienten envidia, y no pueden obtener lo que quieren. Riñen y se hacen la guerra. No tienen, porque no piden. Y cuando piden, no reciben porque piden con malas intenciones, para satisfacer sus propias pasio-nes. ¡Oh gente adúltera! ¿No saben que la amistad con el mun-do es enemistad con Dios? Si alguien quiere ser amigo del mun-do se vuelve enemigo de Dios.
La lujuria y la necesidad no son la misma cosa. La lujuria es un apetito insano y a veces irresistible y predominante. Es un fuego consumidor que nunca encuentra satisfacción. La lujuria puede dominar la razón o la sensibilidad. Sus ansias tienen que saciarse a toda costa. Las personas que Santiago mencionó en el pasaje anterior estaban dispuestas a matar, contender y pelear para satisfacer sus pasiones. Ellos no podían satisfacerse con lo que tenían.
Nosotros podemos codiciar muchas cosas en la vida. Lo más común es que se asocie la codicia o lujuria con un deseo sexual malsano, pero no se limita a esto. Podemos ambicionar cosas materiales, reputación o placeres de cualquier tipo. La lujuria, por su misma naturaleza es malsana y desequilibrada. Puede convertirse en una obsesión desequilibrada o en un dios. Si no se le pone límite, puede controlar nuestros pensamientos y acciones y determinar el curso de nuestra vida. La lujuria no promue-ve el bienestar general de la persona que controla.
Por otra parte las necesidades son fundamentales para nuestro bienestar emocional, físico y espiritual. El alimen-to, el abrigo y el amor son necesidades básicas que todos nosotros tenemos. Sin estas necesidades satisfechas sufriremos como seres humanos que somos.
Si vamos a aprender a estar satisfechos tenemos que empezar por distinguir la lujuria de la necesidad. Imagine al niño pidiendo a gritos más golosinas. Como padre usted sabe que una dieta constante de dulces no es saludable para su hijo; sin embargo, en ese momento, el niño no está interesado en la comida sana que usted le ha servido; lo único que quiere es la golosina. La lujuria de alguna manera es así. Dios sabe lo que necesitamos pero, como este niño, muchas veces no estamos interesados en lo que Él dice que necesitamos.
El mundo en que vivimos se encarga de satisfacer nuestras pasiones. Se presenta ante nosotros con sus golosinas y nos dice que no podemos vivir sin ellas. Muchas personas han caído presas de las tentaciones y atracciones enfermizas del mundo. Si hemos de experimentar verdadera satisfacción desde el punto de vista bíblico, debemos aprender a escuchar a nuestro Padre celestial que nos creó y sabe más que nosotros lo que verdaderamente necesitamos.
¿Alguna vez se ha sentido decepcionado al recibir lo que pensó que necesitaba? Jonás sintió que necesitaba tomar un barco hacia Tarsis en vez de ir a Nínive como Dios le dijo. El hijo pródigo sintió que necesitaba tomar su heren-cia e irse de casa. En el fondo, ni Jonás ni el hijo pródigo estaban satisfechos. Ningún creyente puede sentirse satisfecho cuando no está en la voluntad de Dios. Pode-mos luchar y suplicar a Dios por lo que sentimos que necesitamos pero más que cualquier otra cosa necesitamos vivir en la voluntad y el propósito de Dios. No podemos estar satisfechos fuera de ese propósito.
Si queremos estar satisfechos debemos aprender a estar de acuerdo con Dios sobre lo que realmente necesitamos. Esto no siempre es fácil pero cuando dejamos que Dios defina nuestras necesidades, podemos estar seguros de que Él también satisfará esas necesidades. Pablo aclara esto muy bien en Filipenses 4:19:
Así que mi Dios les proveerá de todo lo que necesiten, conforme a las gloriosas riquezas que tiene en Cristo Jesús.
El apóstol Pablo sufrió más que los otros apóstoles. Fue perseguido, golpeado, rechazado y estuvo en prisión, pero aun así escribió este versículo. Él sabía que por muy difíciles que estuvieran las cosas, Dios cuidaría de él y le proveería todo lo necesario.
Como creyentes, nosotros tenemos esta maravillosa confianza y fe en Dios. Aun cuando no podemos ver cómo las cosas se pueden resolver de manera posible, sabemos que Dios puede hacer más allá de lo que podríamos alguna vez imaginar. Sabemos que cuando el enemigo es fuerte, nuestro Dios es más fuerte y promete guardarnos.
Si nosotros queremos estar satisfechos, necesitaremos lidiar con nuestras pasiones carnales y dejar que Dios defina nuestras necesidades. Entonces tendremos que poner esas necesidades en Sus manos. Sólo podemos estar satisfechos si aprendemos a dejar que Dios defina y supla nuestra necesidad.
Para meditar:
- ¿Cuál es la diferencia entre necesidad y lujuria? ¿Usted cree que a menudo las confundimos?
- ¿Por qué es importante que aprendamos a dejar que Dios defina nuestras necesidades? ¿Podemos estar satisfechos si no aceptamos Su definición de necesidad? Explique.
- ¿Cómo el hecho de saber que Dios proveerá para todas nuestras necesidades nos ayuda a estar satisfechos?
Para orar:
- Considere su situación actual en la vida. ¿Cuáles cree usted que sean sus necesidades? Tome un momento para preguntarle al Señor si su definición de necesidad provie-ne realmente de Él.
- Tome un momento para rendir sus metas y ambiciones de la vida a Dios. Pídale que le muestre Su propósito para su vida.
- Agradezca al Señor por prometerle ser su apoyo y satisfacerle sus necesidades. Pídale perdón por las veces que no confió en Él con relación a esto.
Capítulo 2 – Sed de Dios y Sus Propósitos
A medida que tratamos de desarrollar nuestra comprensión acerca de qué es la satisfacción bíblica, es importante que abordemos el tema relacionado con la satisfacción y la sed. Cuando hablo de “sed” en este capítulo me estoy refiriendo al hambre y a la sed espiritual que nos lleva a anhelar más a Dios y Sus propósitos.
Todos nosotros hemos conocido a creyentes que están “satisfechos” con el estado en que se encuentran en sus vidas espirituales. Sin embargo, la realidad del asunto es, que no están creciendo en su camino con Dios. Ellos están estancados. No quieren que nadie los desafíe en su camino espiritual o en su comprensión de Dios y Sus propósitos. Parecen estar felices quedándose en su zona de confort. No quieren que se les exija o les pongan retos. ¿Es esto satisfacción bíblica? ¿Puedo yo estar satisfecho y no sentir más hambre y sed de Dios?
Para responder esta pregunta es importante que veamos lo que la Escritura nos enseña acerca de qué es buscar de Dios. En el Salmo 42:1-2 podemos vislumbrar el corazón del salmista cuando dice:
Cual ciervo jadeante en busca del agua, así te busca, oh Dios, todo mi ser. Tengo sed de Dios, del Dios de la vida. ¿Cuándo podré presentarme ante Dios?
Observe lo que el salmista está diciendo. Nos está dicien-do que su corazón está “jadeante” en busca de Dios. El salmista presenta un cuadro de un ciervo sediento en busca de agua en un día caluroso. El ciervo anhela el agua con profunda pasión e intensidad. El agua se convierte en su obsesión. Todo lo demás se deja a un lado por la búsqueda de esa agua. Así es como el salmista se sentía en relación con Dios. Tenía sed de Él. Necesitaba encontrar a Dios y experimentar Su presencia de una manera más profunda. Nada más importaba tanto como esta búsqueda.
Escuche lo que el Señor le dijo a Su pueblo por medio del profeta en Jeremías 29:13:
Me buscarán y me encontrarán, cuando me busquen de todo corazón.
Dios le recordó a Su pueblo que lo encontrarían si lo buscaban “de todo corazón”. La imagen aquí es la de un creyente cuyo corazón suspira por Dios. Note la frase “de todo corazón”. Esto implica que este es el centro del corazón de la persona que busca de Dios. No hay nada más en su corazón sino esta búsqueda de Dios. Ninguna otra cosa le importa tanto a él como encontrar a Dios. Todo su corazón está dedicado a este único propósito. Pienso que este es el llamado de Dios para la vida de cada creyente. La búsqueda de Dios debe ser nuestra pasión y obsesión.
Lo que es cierto en nuestra búsqueda de Dios también lo es en la búsqueda de Sus dones. Escuche lo que el apóstol Pablo dijo a los corintios en 1 Corintios 14:1:
Empéñense en seguir el amor y ambicionen los dones espirituales, sobre todo el de profecía.
Observe cómo el apóstol dijo a los corintios: “ambicionen los dones espirituales.” La palabra “ambicionar” en griego significa “arder de celo, esforzarse por algo o codiciar”. Esta es una palabra fuerte; sin embargo, nos muestra el corazón del creyente. El creyente clama apasionadamente por los dones de Dios y anhela ser más fructífero en la obra de Su reino.
El mismo principio es real en nuestra vida de oración. Jesús contó la historia de una viuda que vivía en la misma ciudad que un juez injusto. La señora necesitaba justicia y el juez injusto seguía posponiéndola. Ella no aceptó el “no” como respuesta y siguió pidiéndole justicia. Al final, por su persistencia, el juez la escuchó. ¿Cuál es la lección de esta historia? Escuche lo que Jesús dijo en Lucas 18:7:
¿Acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará mucho en responderles?
Dios hará justicia a los que claman a Él día y noche. La señora no dejó de pedir. Ella no iba a dejar de buscar Su favor. No podía estar satisfecha hasta que el juez le respondiera. Dios nos llama a este tipo de oración.
¿Recuerda la historia de Jacob en el libro de Génesis? Un día él luchó con un ángel de Dios. La lucha duró toda la noche. En la mañana el ángel le pidió a Jacob que lo soltara. Escuche la respuesta de Jacob en Génesis 32:26:
Entonces el hombre le dijo: ¡Suéltame, que ya está por amanecer! ¡No te soltaré hasta que me bendigas! respondió Jacob.
Jacob recibió la bendición que deseaba porque se negó a estar satisfecho si no la tenía e insistió que el ángel lo bendijera.
El apóstol Santiago dijo a sus lectores en Santiago 4:2 que no recibían ciertas cosas de Dios porque no pedían:
Desean algo y no lo consiguen. Matan y sienten envidia, y no pueden obtener lo que quieren. Riñen y se hacen la guerra. No tienen, porque no piden.
La implicación aquí es que si queremos recibir de Dios necesitamos pedirle. Tiene que haber en cada uno de nosotros una inconformidad santa que nos lleve a buscar intensamente las bendiciones de Dios en oración. ¿Estare-mos satisfechos con dejar a nuestros hijos desviarse de la senda de la verdad? ¿Podemos alguna vez estar satisfechos de que ellos no están experimentando los más plenos propósitos y bendiciones de Dios para sus vidas? ¿No debe esto llevarnos a clamar a Dios en su favor hasta que Él responda nuestra oración?
Jesús dijo a sus oyentes en Mateo 7:7-8:
Pidan, y se les dará; busquen, y encontrarán; llamen, y se les abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre.
Se dice que el tiempo verbal griego usado en este pasaje indica que el pedir, buscar y llamar a la puerta es constan-te. En otras palabras, el pasaje podría traducirse de la siguiente manera: “porque a todo el que se mantiene pidiendo, buscando y llamando, se le abre”. La idea es que hay persistencia en este pedir, buscar y llamar a la puerta. El que pide de esta forma no se rinde; al igual que la señora que fue a ver al juez injusto, él sigue regresando. Como Jacob, él no va a soltar a Dios hasta que haya recibido su petición.
¿Qué debemos entender de estos versículos? Hay tres cosas que necesitamos entender aquí.
La satisfacción no es apatía o indiferencia
Lo que pasa por satisfacción a veces es apatía o indiferen-cia. No es satisfacción cuando estamos contentos con el lugar en que nos encontramos y no deseamos crecer, eso es indiferencia. Las personas que quieren cruzarse de brazos y no ejercitan sus dones espirituales no están satisfechas, más bien tienen pereza espiritual. Cuando Dios nos llama a hacer algo pero nos sentimos tan cómodos donde estamos que no queremos movernos, esto no es satisfacción, es desobediencia. Necesitamos discernimiento de parte de Dios para distinguir la holgazanería de la satisfacción. Muy a menudo el enemigo nos engaña llevándonos a pensar que nuestra indiferencia, desobediencia y apatía son señales de satisfacción. No debemos dejarnos engañar.
La verdadera satisfacción no se contentará con nada inferior a la voluntad de Dios
También es importante que nosotros comprendamos que la satisfacción nunca se contenta con nada que sea inferior al corazón de Dios. En el capítulo anterior vimos la impor-tancia de ajustar nuestras necesidades para que estén en sintonía con la opinión de Dios. Quiero enfocarme en esto nuevamente.
La verdadera satisfacción busca el corazón de Dios. No debemos estar satisfechos con el pecado nunca. Cuando la viuda venía una y otra vez al juez injusto en busca de justicia ella clamaba para que se cumpliera la voluntad y el propósito de Dios en su vida. Ella no se contentaba con la injusticia, tampoco nosotros debemos hacerlo. Cuando Jacob luchaba con el ángel y no lo dejaba ir, él estaba clamando por la bendición de Dios sobre su vida. Dios quiso bendecirlo. Cuando Jesús dijo a los que lo escucha-ban que siguieran pidiendo, buscando y llamando a la puerta, Él les estaba diciendo que se negaran a estar satisfechos con cualquier cosa que no fuera la voluntad de Dios.
Lo mismo es cierto en nuestra búsqueda de Dios y Su poder en nuestras vidas. ¿Deberíamos estar satisfechos con algo que no sea lo que Dios desea para nosotros? Cuando sigo retornando a Dios y me descubro jadeante por Él como un ciervo sediento en el calor del mediodía, ¿no estoy buscando solamente lo que Él desea para mí? Cuando ayuno, oro y suplico a Dios por más frutos en mi vida ¿no estoy pidiendo solamente lo que Él quiere dar?
¿Podemos decir que estamos demostrando verdadera satisfacción desde el punto de vista bíblico si nos sentimos satisfechos con algo que a Dios no le agrada para nosotros? Sólo podemos estar satisfechos cuando buscamos lo que Dios busca. No debemos estar satisfechos nunca con otra cosa que no sea la plenitud de Dios para nuestras vidas.
La verdadera satisfacción no se contentará con nada más que la voluntad de Dios
El creyente sólo puede satisfacerse cuando él o ella está buscando lo que Dios está buscando para sus vidas. Sin embargo, necesitamos entender que muchas veces no logramos estar satisfechos porque no discernimos adecua-damente el propósito o la voluntad de Dios. Quizá usted quiere que su ministerio se dirija en una determinada dirección pero no es el momento o propósito de Dios. Quizá tenga una idea de cómo su cónyuge tiene que ser, pero Dios, en vez de eso, quiere cambiarlo a usted. Los caminos de Dios son muy diferentes de los nuestros. Pablo quería ser sanado de su debilidad. Quizá sentía que eso le posibilitaría un ministerio más efectivo, pero Dios quiso usar su debilidad para demostrar Su poder. Sólo cuando Pablo comprendió esto pudo estar satisfecho en su debili-dad (2 Corintios 12:7-9).
La verdadera satisfacción bíblica no se contenta con nada inferior al propósito y la voluntad de Dios. Al mismo tiempo, la verdadera satisfacción no busca nada más que el propósito y la voluntad de Dios. Pablo no podía estar satisfecho con la sanidad de su “espina clavada en el cuerpo”, si usarla era el propósito y la voluntad de Dios. Tampoco se hubiera sentido satisfecho nunca con estar libre si Dios tenía un propósito para él en una celda de prisión.
La clave para la satisfacción de la que habla la Biblia es hallarse en el propósito de Dios. Nada más ni nada menos lo logrará. Como creyentes no podemos estar satisfechos hasta que estemos donde Dios quiere que estemos. A veces esto significa clamar o luchar con Dios por lo que Él todavía no ha concedido. A veces esto significa sacrificar nuestras ideas y planes y someternos a Su propósito. Sólo podemos estar satisfechos cuando buscamos a Dios con pasión.
Para meditar:
- ¿De qué modo la “satisfacción” se confunde a veces con pereza espiritual o desobediencia?
- ¿Los cristianos deben estar satisfechos con menos de lo que Dios tiene como propósitos para sus vidas?
- ¿Cómo nuestras propias ideas de lo que queremos en la vida o ministerio nos impiden estar satisfechos? ¿Por qué es importante rendir nuestras ambiciones y metas de la vida a Dios? ¿Podemos estar satisfechos si esta-mos buscando más de lo que Dios quiere dar? ¿Pode-mos estar satisfechos si estamos buscando menos?
Para orar:
- Pídale a Dios que aumente su pasión por Él y Sus propósitos para su vida.
- Pida a Dios que lo perdone por no buscarlo a Él y a Sus propósitos más plenamente.
- Pida a Dios que examine su corazón para ver si hay algo en usted que no está buscando Su voluntad. Pídale que quite cualquier cosa que no venga de Él.
Capítulo 3 – Esfuerzo
En el capítulo anterior vimos cómo solamente se puede encontrar verdadera satisfacción buscando el corazón de Dios. En este capítulo me gustaría reflexionar en la palabra “esfuerzo” al relacionarse con la satisfacción en la vida cristiana.
Esforzándonos por Dios
La palabra que quiero ver aquí es una palabra griega que se usa en el Nuevo Testamento en varias ocasiones. Esta es la palabra “agonizomai”. Su sentido implica esforzarse, pelear, luchar o procurar con mucho celo. La palabra “agonizomai” se usa en el Nuevo Testamento para descri-bir el esfuerzo que el creyente debe hacer por el reino de Dios. Permítame compartir algunos ejemplos de esta palabra en el Nuevo Testamento.
Jesús dijo a sus oyentes en Lucas 13:24 “esfuércense” (NVI) o “procuren” (DHH) entrar por la puerta angosta. La idea es que ellos no podían permitirse ningún descanso hasta encontrar la puerta que llevaba a la vida eterna.
El apóstol Pablo ilustró la vida cristiana en 1 Corintios 9:25 al hablar de cómo un atleta compite (agonizomai) en los juegos. Hay un esfuerzo intenso en esta ilustración. Los atletas se disciplinan y experimentan privaciones en el esfuerzo por ganar.
Pablo dijo a los cristianos colosenses que él trabajó y luchó (agonizomai) según el poder de Dios que obraba en él (Colosenses 1:29). Él elogió a Epafras por estar siempre “luchando” (agonizomai) por la causa del Evangelio (Colosenses 4:12). Pablo exhortó a todos los creyentes a pelear (agonizomai) la buena batalla de la fe en 1 Timoteo 6:12 y terminó su vida con la seguridad de que él mismo había peleado (agonizomai) la buena batalla (2 Timoteo 4:7).
El camino cristiano no es un camino fácil. Tendremos que trabajar, luchar y pelear si vamos a ser todo lo que Dios nos llama a ser. El apóstol Pablo, quien nos dice que había aprendido a estar satisfecho en cualquier situación, tam-bién habló más acerca de esfuerzo y lucha que cualquier otro apóstol. No podemos pasar por alto la conexión que hay aquí.
Piense por un momento en un deportista. El deportista se presiona a sí mismo más allá de su límite. Cuando se esfuerza, le duelen todos los músculos en su cuerpo. Su corazón late tan fuerte que se pregunta si no le explotará en su pecho. Sus pulmones necesitan aire. Su cerebro le dice que pare. Físicamente su cuerpo entero está en agonía pero él está contento. Es ahí donde él quiere estar. Es trabajo duro pero él se deleita en ello.
Así es como tiene que ser en nuestra vida cristiana. Los apóstoles fueron golpeados y maltratados mientras lucha-ban por la causa del Evangelio. Después de ser azotados y advertidos de que no predicaran nunca más en el nombre del Señor Jesús, los apóstoles se fueron de la presencia de sus acusadores en Hechos 5:41 con gozo en sus corazones “por haber sido considerados dignos de sufrir afrentas por causa del Nombre”. Hubo satisfacción en los corazones de estos hombres cuando se fueron de la presencia de sus acusadores. Como el deportista, sus músculos físicos y espirituales sufrían dolores pero sus corazones estaban llenos de alabanza, gozo y acción de gracias.
Considere lo que Pablo dijo a los creyentes en Filipenses 4:12:
Sé lo que es vivir en la pobreza, y lo que es vivir en la abundan-cia. He aprendido a vivir en todas y cada una de las circunstan-cias, tanto a quedar saciado como a pasar hambre, a tener de sobra como a sufrir escasez.
Hubo muchos problemas y pruebas en la vida de Pablo. Él tuvo que pelear y luchar con el hambre, la pobreza y el abuso físico, pero en ello había aprendido el arte del contentamiento y la satisfacción.
A veces el Espíritu nos llevará por aguas profundas. A veces nos llevará al calor de la batalla donde el enemigo nos rodea. Algunos de nosotros estaremos en la línea delantera donde sentiremos el aguijón de las flechas del enemigo. Habrá bajas; habrá dolor, pelea y lucha pero según Pablo, puede haber también satisfacción.
Salomón dijo a sus lectores en Proverbios 13:4:
El perezoso ambiciona, y nada consigue; el diligente ve cumplidos sus deseos.
Note que la verdadera satisfacción y contentamiento viene del esfuerzo y la diligencia. Dios nos ha creado para que seamos trabajadores esmerados y luchadores valientes. La verdadera satisfacción se encuentra en un servicio diligente y fiel a nuestro Señor.
Yendo en contra de Dios
No todo el mundo está dispuesto a esforzarse a favor de Dios. Cuando Dios llamó a Jonás para que fuera a Nínive, Jonás decidió irse en la dirección opuesta. Se embarcó hacia Tarsis y se fue a otro camino. Jonás luchó contra Dios y Sus propósitos. Cada ola que golpeaba el barco de Jonás le decía que estaba tomando la dirección equivocada. El capitán del barco lo encontró durmiendo y le dijo que se despertara e invocara a su Dios. Los navegantes echaron suertes y cayó sobre Jonás. Éste fue arrojado al mar y durante tres días y tres noches luchó contra Dios en la barriga de un inmenso pez. Él estaba luchando pero no por Dios. No había satisfacción para Jonás en este tipo de lucha y esfuerzo.
Moisés también luchó contra Dios. Cuando Dios lo llamó para que regresara a Egipto, él le dijo a Dios que no era la persona indicada para ese trabajo. Él insistió que Dios enviara a su hermano Aarón en su lugar.
Hay veces que nosotros también luchamos en contra de Dios porque no nos gusta el camino al que Él nos está llevando. Quizá tenemos otra idea de dónde queremos estar o de cómo queremos que las cosas se desarrollen. Puede que obedezcamos como Moisés pero lo hacemos peleando con Dios. Puede que usted no sea abiertamente rebelde como Jonás pero aun así luche en su corazón en contra de Dios y Sus propósitos. No puede haber satisfac-ción para usted hasta que rinda su corazón a Dios.
Luchando separados de Dios
Existe otro tipo de “lucha” que quitará nuestra satisfacción y nos llevará a la frustración. Pablo, al hablar a los gálatas en Gálatas 3:2, dijo:
Sólo quiero que me respondan a esto: ¿Recibieron el Espíritu por las obras que demanda la ley, o por la fe con que aceptaron el mensaje?
Uno de los problemas más grandes de la iglesia de Galacia era el hecho de que ellos no entendían el ministerio y la obra del Espíritu Santo. Ellos tenían toda la intención de seguir al Señor y servirle con todo su corazón pero estaban tratando de hacerlo con esfuerzo y sabiduría humanos. Ellos nunca habían aprendido a caminar en el Espíritu ni recurrir a Su fortaleza y sabiduría.
En Romanos 7:18-19 Pablo dijo:
Yo sé que en mí, es decir, en mi naturaleza pecaminosa, nada bueno habita. Aunque deseo hacer lo bueno, no soy capaz de hacerlo. De hecho, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero.
Pablo entendía que no había nada bueno en su carne. Cuando trataba de vivir la vida cristiana con sus propios esfuerzos siempre fallaba. La carne no le podía dar la victoria.
Salomón, en su gran sabiduría escribió en Proverbios 3:5-6:
Confía en el Señor de todo corazón, y no en tu propia inteligencia.
Reconócelo en todos tus caminos, y él allanará tus sendas.
Este pasaje es muy importante si queremos entender lo que significa estar satisfecho. En muchas ocasiones nos hemos esforzado y luchado en la vida cristiana sólo para salir frustrados, no porque no estábamos buscando a Dios, sino porque lo estábamos buscando de la manera equivocada. En este caso, nuestros esfuerzos pueden ser puros y legítimos, nuestro corazón puede estar en el lugar correcto, puede que nos estemos dirigiendo en la dirección correcta pero lo estamos haciendo en la carne. Este tipo de esfuerzo es difícil de distinguir. El corazón y las acciones pueden estar bien pero nuestra fortaleza no proviene de la fuente idónea. Podemos disciplinarnos en la lectura de la Biblia y en la oración; podemos comprometernos a ir a la iglesia o a evangelizar; podemos hacer todas estas cosas con el esfuerzo humano; pero hasta alguien que no es creyente puede hacer estas cosas.
Hace algún tiempo hablaba con una hermana en Cristo que me dijo que nunca había impartido una clase de la Escuela Dominical sin pasar horas de preparación. Mientras hablábamos, la elogié por su disciplina pero la advertí del peligro de depender más de su preparación que del Espíritu de Dios. Yo mismo muchas veces he caído en esa trampa.
En ocasiones podemos lanzarnos en la carne a hacer las cosas de Dios, pero podemos adelantarnos al Espíritu sin esperar por Su dirección y conducción. Digo estas cosas porque pienso que hay muchas personas esforzándose en un ministerio para hacer que las cosas pasen pero según su propia sabiduría y su propio esfuerzo. No están recibiendo la dirección y el poder del Espíritu de Dios. La verdadera satisfacción solamente se encuentra en el compañerismo con Dios y la obra de su Espíritu en nosotros.
Existe un esfuerzo santo que conduce a la satisfacción. La verdadera satisfacción puede venir sólo cuando caminamos en sintonía con el Espíritu de Dios. Cuando permitimos que el Espíritu de Dios ministre en nosotros y a través de nosotros, Él nos conduce al calor de la batalla. Es aquí donde podemos experimentar nuestro más profundo gozo y satisfacción. En estas ocasiones, el Espíritu Santo se acerca más a nosotros, y es ahí, en el calor de la batalla, que experimentamos Su presencia, poder y comunión. Santos innumerables han atestiguado la satisfacción maravillosa de luchar con Cristo por la causa del evangelio. Pablo fue apedreado y golpeado más que cualquier otro apóstol pero experimentó una maravillosa satisfacción en la vida. Su corazón rebosaba de gozo y satisfacción en Dios. Por fuera su cuerpo mostraba todas las marcas de persecución pero su corazón estaba plenamente satisfecho. Estaba satisfecho porque caminaba en comunión con Cristo y Su Espíritu.
Al igual que los apóstoles nosotros también podemos encontrar verdadera satisfacción en medio de la dura labor y batalla por el reino. Sin embargo, si queremos encontrar esta satisfacción, tenemos que caminar con el Espíritu de Dios y en comunión con Él. Es necesario que nos rinda-mos a Su propósito y voluntad. Tenemos que echar fuera cualquier intento de hacer la obra por nuestro propio esfuerzo, nuestra propia sabiduría y nuestra propia fortale-za. Solamente encontraremos satisfacción en la sumisión y entrega a la dirección y capacitación de Dios por medio de Su Espíritu.
Para meditar:
- ¿Por qué el concepto de luchar y esforzarse arduamente no es siempre aceptado entre los cristianos?
- ¿Podemos encontrar satisfacción en el esfuerzo y la dura lucha por la causa del evangelio?
- ¿Qué significa luchar en contra de Dios? ¿Alguna vez ha sido culpable de esto?
- ¿Por qué es difícil discernir si una persona está sirviendo en la carne, separada de Dios? ¿Es posible tener buen corazón y buenas acciones pero no caminar en el Espíri-tu? ¿Cuál es la diferencia entre ministrar en la carne y ministrar en el poder del Espíritu?
Para orar:
- Pida a Dios que le de gracia y fortaleza para perseverar y luchar arduamente junto con Él.
- Pida a Dios que lo enseñe a caminar en el Espíritu, en Su poder y dirección. Pídale que lo perdone por las ve-ces que ha tratado de servirle por su propio esfuerzo y su propia sabiduría.
- Sea agradecido al Señor porque hay gran satisfacción en trabajar arduamente en el Espíritu. Agradézcale por la satisfacción que tenemos al caminar en comunión con Él.
Capítulo 4 – Soberanía de Dios
Existe una conexión profunda entre la satisfacción y la soberanía de Dios. Cuando hablamos sobre la soberanía de Dios hablamos de Su derecho, autoridad y control absolu-tos sobre el universo y todo lo que ocurre. Podemos experimentar verdadera satisfacción sólo cuando realmente comprendemos y nos sometemos a esta verdad. Conside-remos esto más detalladamente.
Dios tiene derecho absoluto
¿Cuántas veces nos hemos quejado y refunfuñado de nuestra suerte en la vida? De algún modo sentimos que Dios no es justo cuando permite que una persona experi-mente bendición y otra sufra pruebas duras en la vida. Pablo cuestionó esta actitud en Romanos 9:20-21:
¿Quién eres tú para pedirle cuentas a Dios? “¿Acaso le dirá la olla de barro al que la modeló: ‘¿Por qué me hiciste así?’” ¿No tiene derecho el alfarero de hacer del mismo barro unas vasijas para usos especiales y otras para fines ordinarios?
¿Puede ver lo que Pablo dice a los romanos? Les recordó que Dios, como el Creador y Sustentador de todo, tenía el derecho de hacer lo que quería con Su creación. Él podía crear una vasija para propósitos comunes y otra para usarla de un modo muy especial. Es el derecho del alfarero hacer vasijas para cualquier propósito que él desee. El mismo carpintero puede construir una simple cabaña o una cara mansión. Dios, como nuestro Creador, tiene el derecho de formarnos con diferentes propósitos en mente.
Pablo fue aún más lejos cuando dijo a los corintios en 1 Corintios 6:19-20 que cuando ellos conocieron al Señor Jesús y entregaron sus vidas y corazones a Él, ya no pertenecían a sí mismos sino al Señor Jesús:
¿Acaso no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo, quien está en ustedes y al que han recibido de parte de Dios? Ustedes no son sus propios dueños; fueron comprados por un precio. Por tanto, honren con su cuerpo a Dios.
El Señor nuestro Dios tiene derecho sobre nosotros no sólo porque nos creó sino también porque nos compró por la muerte de Su Hijo. Nosotros podemos experimentar satisfacción sólo si reconocemos y nos sometemos a esta verdad. Habrá conflicto entre nosotros y Dios mientras creamos que tenemos derecho sobre nuestro propio destino. Esta cuestión de control y propiedad debe resol-verse si hemos de experimentar satisfacción verdadera.
Preste atención a lo que Job dijo en Job 1:20-22 cuando perdió su familia, sus posesiones y su salud:
Al llegar a este punto, Job se levantó, se rasgó las vestiduras, se rasuró la cabeza, y luego se dejó caer al suelo en actitud de adora-ción. Entonces dijo: “Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo he de partir. El Señor ha dado; el Señor ha quitado. ¡Bendito sea el nombre del Señor!” A pesar de todo esto, Job no pecó ni le echó la culpa a Dios.
¿Cómo Job podía estar satisfecho cuando todo parecía ir en su contra? Él estaba satisfecho porque había aceptado que el Señor su Dios tenía el derecho de hacer lo que quisiera con él y sus posesiones. No contendió con Dios.
Muy a menudo nos aferramos a las cosas de este mundo como si fueran nuestras. Ninguno de nosotros sabe por cuánto tiempo Dios nos ha dado nuestras vidas, nuestros seres queridos o nuestras posesiones. En vez de quejarnos porque nos han quitado estas cosas, deberíamos alabar a Dios por el tiempo que Él nos las ha prestado. Como Dios soberano Él tiene el derecho sobre todo lo que poseemos.
Usted no podrá experimentar satisfacción hasta que entienda y plenamente se rinda al hecho de que Dios, como Dios soberano que es, tiene el derecho de hacer lo que quiera con todo lo que le pertenece. Usted no es dueño de sí mismo. Todo lo que tiene pertenece primeramente a Dios. Ríndase a Él y confíe en Él respecto a esto. No podemos contender con Dios sobre derechos de propiedad y experimentar verdadera satisfacción. Hasta que no hagamos las paces con Él en este asunto, la verdadera satisfacción huirá de nosotros.
Dios tiene autoridad absoluta
Hay otro aspecto importante en relación con la soberanía de Dios. Dios también tiene autoridad absoluta. Como quien tiene la autoridad absoluta, Dios tiene la palabra final en lo que sucede. No hay ninguna autoridad sobre Dios el Señor. Isaías lo expresa de esta manera en Isaías 14:27:
Si lo ha determinado el Señor Todopoderoso, ¿quién podrá impe-dirlo? Si él ha extendido su mano, ¿quién podrá detenerla?
Jesús demostró esta autoridad sobre enfermedades y demonios infernales. Los demonios huían al sonido de Su voz. Cuando Jesús hablaba se sanaba la enfermedad. En el libro de Génesis leemos cómo Dios habló y existió la tierra. La palabra de Dios tiene autoridad. Lo que Él dice tiene que llevarse a cabo. Satanás mismo tiene que doblegarse ante la autoridad absoluta de la palabra de Dios.
Un día un hombre que tenía su siervo enfermo recurrió a Jesús. Ese siervo significaba mucho para él y no quería que muriera. Él recurrió a Jesús y le pidió que sanara a este siervo. Cuando venía, el hombre se sintió indigno de que Jesús fuera a su casa, entonces le dijo a Jesús en Lucas 7:7:
Por eso ni siquiera me atreví a presentarme ante ti. Pero con una sola palabra que digas, quedará sano mi siervo.
Este hombre entendió la autoridad de la palabra de Jesús. Él sabía que cualquier cosa que Jesús dijera sería hecha. Sabía que Jesús no necesitaba ir a su casa para que su siervo fuera sanado. Él podía simplemente pronunciar la palabra desde el lugar donde estaba y sería hecho. No hay fuerza del infierno, no hay enfermedad, problema o prueba que pueda pararse en contra de la palabra autoritativa de Dios. Todos tienen que ceder a Su autoridad. Lo que Él se propone hacer no puede cambiarse o frustrarse.
¿Cuál es la conexión entre la satisfacción y este aspecto de la soberanía de Dios? Considere por un momento lo que acabamos de decir sobre la autoridad absoluta de Dios. Satanás puede soltar sus espíritus malignos; como Job podemos perder todo lo que tenemos; pueden abofetearnos como a Pablo; apedrearnos como a Esteban o ridiculizar-nos por nuestra fe pero una simple palabra de Dios y toda esta oposición se tiene que ir. Un gran consuelo debemos sacar de esto. El enemigo quiere que creamos que no hay esperanza para nuestra situación. Él quiere que creamos que estamos encerrados para siempre en las celdas de prisión de la depresión, la amargura y la opresión. Sin embargo, una simple palabra de parte de nuestro Dios, y esas puertas de prisión se abren de par en par.
Podemos descansar en esta maravillosa verdad de la autoridad absoluta de Dios. Como José podemos encon-trarnos en prisión por un tiempo pero sabemos que no estamos derrotados. Cuando Él habla, nada puede mante-nernos cautivos. Las cadenas caerán y seremos liberados. Cuando vivimos con la comprensión de esta autoridad podemos estar en paz. Podemos vivir con una sonrisa en nuestro corazón porque comprendemos cuán débil e impotente es el enemigo en realidad. Podemos estar satisfechos en cualquier circunstancia porque sabemos que la victoria está al alcance de tan solo una palabra.
Dios tiene el control absoluto
Hay un último aspecto sobre la soberanía de Dios que quiero abordar aquí en este contexto. Como Dios sobe-rano, nuestro Dios tiene control absoluto sobre las situa-ciones y las personas. Un día se le dijo al profeta Jeremías que comprara un campo de su primo. Esto fue justamente antes de la invasión de los babilonios. Jeremías se preguntó por qué Dios le pediría comprar un campo que el enemigo estaba a punto de tomar y quitárselo a él. Dios le recordó, sin embargo, que el día vendría cuando su pueblo regresa-ría a esa tierra que él había comprado. Escuche lo que Dios le dijo al profeta en Jeremías 32:27:
Yo soy el Señor, Dios de toda la humanidad. ¿Hay algo imposi-ble para mí?
Dios era capaz de hacer lo imposible. Dios iba a conjugar las circunstancias de la vida para que la tierra que Jeremías comprara fuese devuelta a su pueblo.
A través de toda la Escritura el Señor demuestra Su poder y control. Él liberó a Su pueblo de las manos de los egipcios. Él abrió el mar para que cruzaran por tierra seca. Él les dio agua de una roca. Él hizo que el sol se detuviera para que Su pueblo pudiera obtener la victoria. Les prove-yó maná para cada día y los sostuvo durante cuarenta años en el desierto. Su mano se ocupó transformando la natura-leza, influenciando a líderes y decidiendo el curso de la historia en favor de Su pueblo.
Ese poder y control se demostró en el Señor Jesús quien sanó a los enfermos y los rescató del maligno. Los apósto-les experimentaron el poder de Dios por medio de milagros maravillosos en la iglesia primitiva. El apóstol Pablo les recordó a los filipenses: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13). En Romanos 8:31-32 desarrolló más ese pensamiento:
¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas?
Es cierto que nosotros, por un tiempo, tendremos que enfrentar las pruebas y tribulaciones de esta vida. Sin embargo, la verdad del asunto es que la victoria es nuestra en Cristo. Nuestro Dios tiene el control y Él usará todo lo que nos ocurra para llevar a cabo Su voluntad perfecta. Dios promete que todo lo que pase será para nuestro bien. Él puede prometer esto porque Él es un Dios soberano que tiene el control absoluto de las circunstancias de la vida. Pablo escribió en Romanos 8:28:
Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito.
La satisfacción descansa sólidamente en esta realidad maravillosa de la soberanía de Dios. Dios tiene el derecho, la autoridad, el control y el poder absolutos. Cuando comprendemos esto, podemos descansar en Él y confiar en Sus caminos. Usted no puede confiar en un Dios que pueda fallar. No puede confiar en un Dios que no tenga el control absoluto. Nuestro Dios no puede fallar. Su amor por nosotros es tan absoluto como sus propósitos sobera-nos. Él no nos abandonará. Isaías 49:15-16 dice:
¿Puede una madre olvidar a su niño de pecho, y dejar de amar al hijo que ha dado a luz? Aun cuando ella lo olvidara, ¡yo no te olvidaré! Grabada te llevo en las palmas de mis manos; tus muros siempre los tengo presentes.
El Dios soberano del universo promete no olvidarlo. Él ha escrito el nombre de usted en la palma de Su mano. Su nombre y sus luchas están siempre delante de Él. Su amor por usted es más grande que el amor de cualquier madre por su hijo recién nacido. Él vendrá a usted en su tiempo de necesidad. Él no permitirá que lleve una carga mayor de la que puede manejar. Puede que usted no entienda lo que Él está haciendo pero puede estar seguro de que, como Dios soberano y amante, Él sabe lo que está haciendo y tiene control absoluto de su situación. Esta es la base para toda satisfacción. Puedo estar satisfecho en cualquier situación que me encuentre porque tengo un Dios que es soberano y amante. Puedo confiar en Su propósito. Él hará lo que es bueno.
Permítame concluir con esta declaración final del apóstol Pablo en Romanos 8:37-39:
Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.
Que el enemigo lance lo que quiera hacia mí. En Cristo puedo vencer. Por causa de Cristo, todo lo que aparece en mi camino es un medio para que yo crezca y madure en mi relación con Dios. Porque Dios es soberano, puedo estar confiado. Porque descanso en esa soberanía puedo estar satisfecho.
Para meditar:
- ¿Alguna vez se ha encontrado usted mismo luchando con Dios sobre cosas que al final le pertenecen a Él? ¿Por qué es tan difícil para nosotros aceptar el señorío de Cristo sobre todo lo que tenemos?
- ¿Cómo el hecho de rendir todo a Cristo nos ayuda a estar satisfechos?
- ¿Qué consuelo y seguridad nos da saber que Dios tiene el poder y la autoridad absolutos? ¿Existe algún pro-blema que Él no pueda manejar?
- ¿Cuáles son los sentimientos de este Dios soberano hacia nosotros como Sus hijos? ¿Qué consuelo saca de esto?
Para orar:
- Tome un momento para reconocer la propiedad sobe-rana de Dios de todo lo que usted tiene. Rinda cual-quier sentido de propiedad que tenga sobre estas cosas.
- Agradezca al Señor que Él tiene el control de su cir-cunstancia presente y que la usará para bien.
- Tome un momento para pedirle a Dios que lo perdone por dudar que Él es plenamente capaz de lidiar con cualquier situación que se le haya presentado en su camino.
- Pídale a Dios que lo ayude a descansar en Su plan y propósito soberanos. Pídale que lo ayude a estar satis-fecho con ese propósito para su vida.
Capítulo 5 – Satisfacción en el Silencio
Una vez alguien dijo que los cristianos le temen al silencio de Dios más que a cualquier otra cosa en la vida. Cuando nosotros servíamos como misioneros en las islas de Mauri-cio y Reunión en el Océano Índico, hubo veces que enfrentamos retos importantes en nuestro ministerio y en la vida personal. A veces nos preguntábamos cómo seríamos capaces de continuar. Nuestra fortaleza para seguir venía de un sentido profundo del llamado de Dios en nuestras vidas. Dios nos había dejado claro antes de irnos de Canadá que este era Su propósito para nosotros en ese momento. Cuando nosotros escuchamos a Dios y estamos seguros de Su propósito y presencia, encontramos fortaleza para enfrentar los obstáculos que se presentan en nuestro camino.
No siempre tenemos noticias de parte de Dios. Todos hemos pasado por períodos de silencio en nuestras vidas espirituales. Aunque clamamos a Dios, no parece que tenemos respuesta. Nos sentimos solos e incapaces de sentir Su presencia. Escuche la oración del salmista en el Salmo 22:2:
Dios mío, clamo de día y no me respondes; clamo de noche y no hallo reposo.
En 1 Samuel 13, el rey Saúl esperó por Samuel el profeta para ofrecer un sacrificio antes de ir a la batalla. Mientras esperaba, el enemigo se hacía más fuerte. El silencio y la espera fue algo aterrador para los soldados de Saúl. En el momento de la batalla ellos hubieran enfrentado valiente-mente al enemigo. Sin embargo, este silencio, era más de lo que ellos podían manejar. En este silencio, la duda y los temores tuvieron todas las oportunidades para manifestar-se.
En la II Guerra Mundial una de las tácticas usadas para confundir al enemigo era desplegar una cortina de humo. Cuando la cortina de humo se desplegaba, el enemigo no veía nada. Esto causaba gran confusión. El silencio de Dios es como esa cortina de humo. Parece ocultar el rostro de Dios de nosotros. Ya no lo podemos ver. No lo pode-mos escuchar. Nos quedamos con un sentido de confusión, temor y, a veces, incluso pánico. No es fácil hallar reposo en la confusión y la oscuridad del silencio. Todos nosotros hemos enfrentado estos aterradores y confusos períodos de silencio. ¿Es posible la satisfacción en estos períodos?
La providencia de Dios en el silencio
El apóstol Pablo dijo a los filipenses en Filipenses 4:12 que él había aprendido a estar satisfecho en todas las situacio-nes de la vida. Esto incluye esos períodos de silencio. El apóstol pasó muchos años de su vida detrás de las rejas de una cárcel romana. ¿Puede imaginar cómo habría sido para alguien con la energía de Pablo estar sentado solo detrás de esas rejas día tras día? Cada nervio de su cuerpo quería alcanzar al mundo para Cristo. En cambio, él estaba confinado y aislado; le había sido quitada su libertad. ¡Cuán difícil debió haber sido esto! Sin embargo, Pablo comprendió que Dios era un Dios soberano. En Su provi-dencia, Dios dispone todas las cosas para el bien de Sus hijos. Escuche lo que Dios dijo a los romanos en Romanos 8:28:
Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito.
En su experiencia en una cárcel romana, Pablo sabía que esto era cierto. Él dijo a los creyentes en Filipenses 1:12-14:
Hermanos, quiero que sepan que, en realidad, lo que me ha pasado ha contribuido al avance del evangelio. Es más, se ha hecho evidente a toda la guardia del palacio y a todos los demás que estoy encadenado por causa de Cristo. Gracias a mis cadenas, ahora más que nunca la mayoría de los hermanos, confiados en el Señor, se han atrevido a anunciar sin temor la palabra de Dios.
La reclusión de Pablo tenía un propósito en la providencia de Dios. Dios estaba usando este confinamiento para alcanzar la guardia del palacio. Estaba usándolo para ayudar a otros creyentes a anunciar con más denuedo el evangelio. Ellos habían visto el ejemplo de Pablo y se animaron a entregarse más a la obra del Señor. Dios usó la prisión de Pablo para un propósito muy especial.
En su prisión y aislamiento, Pablo tuvo la oportunidad de escribir. Quizás no se percató de que lo que escribió desde la celda de prisión sería leído un día por personas alrededor de todo el mundo. Dios llegó a más personas a través del silencio de la celda de prisión de Pablo que a través del resto de su ministerio.
Lo que necesitamos comprender aquí es que Dios usa estos tiempos de silencio, aislamiento y confusión para llevar a cabo Su propósito. He crecido más en el silencio que en cualquier otro tiempo de mi vida. En el silencio, Dios me ha mostrado muchas cosas acerca de mí mismo. En esos tiempos mi fe y mi corazón han sido probados. Dios todavía es Dios en el silencio. Aunque las cosas sean confusas y no sepamos lo que está sucediendo, podemos confiar en que aun así, Él tiene el control. Dios usará el silencio para llevar a cabo Su propósito. En esta reflexión podemos encontrar satisfacción.
La presencia de Dios en el silencio
Cuando era niño, recuerdo cómo, en la oscuridad y el silencio de la noche, podía imaginar toda clase de mons-truos y cosas terribles. En esos períodos de oscuro silencio, Satanás exagera nuestros temores y preocupaciones en un intento de quitarnos nuestro contentamiento y satisfacción. El temor y la satisfacción son enemigos naturales. Nadie puede estar realmente satisfecho si está vencido por el temor.
En Daniel 3 leemos cómo los tres amigos de Daniel se negaron a obedecer el mandato del rey de inclinarse ante el ídolo que él había levantado. Como resultado, ellos fueron arrojados a un horno ardiente. En ese momento de prueba, el Señor abrió sus ojos para que vieran la presencia de una cuarta persona en las llamas con ellos. Esa persona era el Señor, Dios mismo. Él los acompañó hasta el mismo fuego. Él permitió que enfrentaran la prueba pero decidió pasarla con ellos.
El siervo de Eliseo se levantó una mañana y miró a su alrededor. El enemigo había venido durante la noche y había rodeado la ciudad. Él tuvo miedo. No sabía qué hacer. Estaba seguro de que la ciudad estaba a punto de ser devorada por este ejército poderoso. Eliseo, su amo, oró para que el Señor abriera los ojos de su siervo para que viera lo que realmente estaba sucediendo a su alrededor. Leemos el siguiente relato en 2 Reyes 6:15-17:
Por la mañana, cuando el criado del hombre de Dios se levantó para salir, vio que un ejército con caballos y carros de combate rodeaba la ciudad. ¡Ay, mi señor! exclamó el criado. ¿Qué vamos a hacer? No tengas miedo respondió Eliseo. Los que están con nosotros son más que ellos. Entonces Eliseo oró: “Señor, ábrele a Guiezi los ojos para que vea.” El Señor así lo hizo, y el criado vio que la colina estaba llena de caballos y de carros de fuego alrededor de Eliseo.
El siervo no había podido ver a los ángeles de Dios rodeando la ciudad. Es fácil ver los problemas y obstáculos en el camino pero no es tan fácil ver la presencia de Dios y Sus ángeles. Si queremos experimentar satisfacción en medio del silencio, debemos recordar que aunque no siempre veamos a Dios, Él promete que nunca nos aban-donará. Él nos rodea y nos protege en el silencio.
La promesa de Dios para el silencio
Hay otro aspecto que necesitamos mencionar aquí acerca del silencio de Dios. Preste atención a la promesa de Dios por medio del profeta Isaías en Isaías 40:31:
pero los que confían en el Señor renovarán sus fuerzas; volarán como las águilas: correrán y no se fatigarán, caminarán y no se cansarán.
En Isaías 64:4 el profeta prosiguió:
Fuera de ti, desde tiempos antiguos nadie ha escuchado ni percibi-do, ni ojo alguno ha visto, a un Dios que, como tú, actúe en favor de quienes en él confían.
Dios promete actuar en favor de aquellos que esperan en Él. ¿Está usted ahora mismo en un lugar donde no puede ver a Dios? ¿Ha pasado tiempo desde que realmente tuvo una dirección clara de su parte? ¿Clama día y noche al Señor pero sólo escucha el silencio impávido? ¿No nos traen esperanza las promesas? Dios promete actuar en favor de quienes esperan en Él. Puede que Su tiempo no sea el mismo que el nuestro, pero Él actuará en nuestro favor. Tenemos Su promesa.
¿Podemos estar satisfechos en el silencio cuando no podemos ver o escuchar a Dios? ¿Es posible estar satisfe-cho cuando estamos confundidos y no tenemos un sentido claro de lo que Dios está haciendo? ¿Podemos experimen-tar satisfacción verdadera cuando todo a nuestro alrededor está oscuro? La respuesta es un “sí” definitivo. Podemos experimentar esta satisfacción cuando comprendemos la providencia de Dios. Él es un Dios soberano que dispon-drá cada detalle para Su Gloria y nuestro bienestar. Pode-mos experimentar satisfacción cuando aceptamos por fe Su presencia. Él no nos ha abandonado. Nos rodea con Sus ángeles. Podemos experimentar satisfacción cuando creemos en las promesas de que si esperamos en Él, Él obrará en nuestro favor.
Para meditar:
- ¿Alguna vez se ha encontrado en un estado de confusión y silencio? ¿Cómo se sintió en ese tiempo?
- ¿Qué consuelo podemos sacar de las promesas de que Dios proveerá y usará cada situación para nuestro bien?
- ¿Alguna vez Dios ha usado para bien lo que parecía ser una situación difícil en su vida? Explique.
- ¿El hecho de que no podamos ver ninguna evidencia de Dios o escucharle significa que Él nos ha abandonado?
- ¿Cuáles son las promesas de Dios para aquellos que esperan en Él en el silencio?
Para orar:
- Agradezca al Señor que aunque no siempre tengamos evidencia de Su presencia, podemos saber que Él nunca nos abandona.
- Agradezca al Señor que Él usa todas las situaciones de la vida para llevar a cabo el bien en nuestras vidas.
- ¿Está pasando por un tiempo difícil en su vida ahora? Pida a Dios que lo anime con Sus promesas. Acepte esas promesas y camine en la confianza de Su provisión y Su presencia.
Capítulo 6 – Simplicidad
Al abordar esta cuestión de la satisfacción es importante que tomemos tiempo para hablar sobre su relación con la simplicidad. Hay veces que no experimentamos satisfac-ción porque no hemos estado viviendo en este principio bíblico de la simplicidad.
Dejando que Dios se ocupe de los detalles
En Marcos 10:15 encontramos un versículo muy importan-te que se refiere a esta cuestión de la simplicidad.
Les aseguro que el que no reciba el reino de Dios como un niño, de ninguna manera entrará en él.
¿Quién entre nosotros no ha sido desafiado por este versículo? Jesús les dijo a Sus discípulos que si no acepta-ban como un niño lo que Él les decía, no heredarían el reino de Dios. Lo que Jesús nos está diciendo es que necesitamos desarrollar las actitudes de humildad y fe de un niño. Considere esto por un momento. Los niños tienen confianza absoluta en sus padres. Con su madre y su padre al lado de ellos, no tienen por qué temer. Cuando los niños se sientan a la mesa no se preocupan de donde viene el dinero para pagar los alimentos que se comen. Ellos confían en que sus padres se ocupan de estas cuestiones. Simplemente ellos disfrutan lo que ha sido provisto.
Cuán difíciles hemos hecho las cosas de la vida. A diferen-cia del niño que se describe anteriormente, nos preocupa-mos y nos inquietamos en la vida. No tenemos la fe y la confianza de un niño, en nuestro Padre celestial. Empren-demos cosas demasiado grandes como para poder manejar-las. Imagine a sus hijos tratando de asumir asuntos que van más allá de su edad. En vez de disfrutar su niñez ellos pasarían sus días preocupándose e inquietándose por cuestiones de adultos. ¿No estaría usted preocupado? ¿No les daría la seguridad de que como su padre, usted se está ocupando de esos asuntos?
Yo muchas veces me he encontrado asumiendo asuntos demasiado grandes para mí. Personalmente, tengo una naturaleza que quiere resolverlo todo y ver como todo encaja. Esto me ha servido en el ministerio de enseñanza y al escribir, pero hay cosas en esta vida para las que no fuimos diseñados y que no podemos resolver nunca. Nos preocupamos en vez de disfrutar las cosas buenas que Dios nos ha dado. No nos sentimos satisfechos porque no hemos estado viviendo con la simplicidad y la confianza de un niño en nuestro Padre celestial. Complicamos nuestras vidas con pensamientos que nos superan en vez de confiar en nuestro Padre para que provea y componga los detalles. El resultado es una vida insatisfecha y llena de estrés.
Dios nos recuerda en Isaías 55:9 que Sus caminos y pensamientos son más altos que los nuestros:
Mis caminos y mis pensamientos son más altos que los de uste-des; ¡más altos que los cielos sobre la tierra!
¿Realmente creemos que podríamos alguna vez entender los propósitos de Dios? Sus planes y propósitos nos superan, están más allá de nosotros. Aún ni la mente más brillante podría comprender nunca lo que Dios está haciendo en este mundo.
Pablo le recordó a la iglesia en 1 Corintios 2:9 lo imposible que era para ellos entender lo que Dios estaba preparándo-les en el mundo venidero.
Ningún ojo ha visto, ningún oído ha escuchado, ninguna mente humana ha concebido lo que Dios ha preparado para quienes lo aman.
Pablo nos está diciendo que nadie ha visto nunca lo que Dios está preparando para nosotros. Él nos está diciendo que ninguno de nosotros ha oído ni nuestras mentes han concebido nunca las maravillas que nos esperan. No es posible que nosotros podamos siquiera imaginar las maravillas del cielo. Estas cosas son demasiado grandes para nuestra comprensión.
Moisés entendió esto cuando le recordó a su pueblo en Deuteronomio 29:29 que las cosas secretas pertenecían a Dios.
Lo secreto le pertenece al Señor nuestro Dios, pero lo revelado nos pertenece a nosotros y a nuestros hijos para siempre, para que obedezcamos todas las palabras de esta ley.
Lo que Dios no nos ha revelado claramente no es para que nosotros lo entendamos. Aun así, ¿cuántas veces hemos tratado de entender las cosas secretas de Dios? No se preocupe por los detalles que Dios ha decidido ocultar de usted. En este momento, ellos están más allá de su capaci-dad o habilidad para soportarlos o entenderlos. En vez de eso, confíe en Él con la fe de un niño. Su Padre celestial sabe lo que está haciendo.
Lo que trato de decir aquí es que necesitamos aceptar que es imposible que nuestra mente humana entienda comple-tamente los caminos de Dios. Hay cosas sobre Dios y Sus caminos que nosotros nunca podremos entender. Hace algún tiempo estaba hablando con una persona sobre la doctrina de la Trinidad. Él me decía que no podía entender cómo Dios podía ser tres personas y una persona al mismo tiempo. Le recordé que me alegraba que hubiese cosas sobre Dios que fuesen imposibles de entender. Mire, si yo pudiera comprender cómo Dios obró y supiera todo lo que había que saber sobre Él, entonces Él no sería muy grande. De hecho, si pudiera explicar a Dios, Él no sería más grande que mi mente. La realidad del asunto es que Dios es más grande que esto. Es más grande que mi imaginación. Es más grande que mi habilidad de entender. Estoy agradecido por ello porque significa que Él es más grande que yo. En esto encuentro gran satisfacción.
Necesitamos dejar de tratar de explicar todo lo que Dios está haciendo y aprender a confiar en Él con la simplicidad de un niño. Hay asuntos que son demasiado grandes para nosotros; en estos asuntos necesitamos descansar y confiar. ¿Será que no estamos experimentando satisfacción y contentamiento porque estamos muy ocupados preocu-pándonos por cosas demasiado difíciles de entender para nosotros? Hasta que no aprendamos a vivir con la confian-za y la fe simple de un niño, no sabremos lo que es la verdadera satisfacción.
Dejando que Dios guíe
Existe otro aspecto relacionado con esta simplicidad. Hemos hablado de simplicidad en términos de confiar en Dios respecto a las cosas que no entendemos. No todos nosotros somos pensadores. Algunos de mis mejores amigos son personas de acción. Ellos no se preocupan tanto por entender las cosas como por resolverlas. Es posible complicar nuestras vidas también con las acciones.
Marta, en el Evangelio de Lucas, es un ejemplo de esto. En su esfuerzo por servir y honrar al Señor, ella se ocupó de la responsabilidad de ofrecerle hospitalidad a Él y a sus discípulos. Las responsabilidades que tomó ese día pare-cían ser mayores que las que podía asumir. Se puso agitada. Había tantas cosas que hacer y tan poco tiempo y ayuda para hacerlas. María su hermana no la estaba ayudando, estaba sentada a los pies de Jesús escuchando Su enseñan-za. Frustrada, Marta le pidió a Jesús que le dijera a María que la ayudara. Preste atención a la respuesta de Jesús en Lucas 10:41-42:
Marta, Marta –le contestó Jesús–, estás inquieta y preocupada por muchas cosas, pero sólo una es necesaria. María ha escogido la mejor, y nadie se la quitará.
Jesús vio cómo la vida de Marta estaba recargada con obligaciones y responsabilidades. Ella no estaba satisfecha, estaba inquieta, necesitaba tomar las cosas con más calma y organizar sus prioridades. Su ocupado y complicado estilo de vida la privaba del gozo y la satisfacción.
El enemigo no vacilará en complicar nuestras vidas con necesidades y responsabilidades. La realidad de esa cues-tión es que no hay manera de que usted pueda satisfacer todas las necesidades a su alrededor. Esto me fue recorda-do poderosamente hace un tiempo en un viaje a Haití. A todos lados que iba la necesidad era impresionante. Las personas extendían sus manos pidiendo dinero o comida. No había forma que pudiera atender a todas esas necesida-des. ¿Cuántas veces no nos hemos hallado cargando con los problemas del mundo? Pronto nos sentimos abrumados.
Los apóstoles en el libro de los Hechos se encontraron en una situación similar. Las necesidades físicas de aquel momento eran enormes. La necesidad de ayuda en la distribución diaria del pan se hizo evidente. La tentación para los apóstoles fue asumir esta responsabilidad. Los apóstoles no la asumieron porque no era el propósito y la dirección de Dios para sus vidas. Dios los había llamado a un ministerio de oración y predicación. Involucrarse en la distribución del pan los hubiera distraído del llamado de Dios para sus vidas. Ese día, los apóstoles hicieron lo que pareció ser una decisión muy drástica. Preste atención a lo que decidieron en Hechos 6:2:
Así que los doce reunieron a toda la comunidad de discípulos y les dijeron: “No está bien que nosotros los apóstoles descuidemos el ministerio de la palabra de Dios para servir las mesas”.
Para una persona de acción, resulta muy difícil ver una necesidad y no hacer nada para resolverla. Sin embargo, el problema es, que hay muchas necesidades en este mundo para una sola persona. Si no somos sabios y no tenemos discernimiento pronto nos encontraremos abrumados, agotados y distraídos del propósito de Dios para nuestras vidas.
Cuando sentí el llamado de Dios por primera vez para ser misionero en otros países, recuerdo que la gente me decía: “Wayne, ¿por qué te vas al extranjero? Hay tantas necesi-dades aquí mismo en nuestro propio país.” Luché con esto por algún tiempo hasta que el Señor me mostró que yo no iba al campo misionero por la necesidad, iba porque Dios me estaba llamando. Cuando entendí esto, las cosas se hicieron mucho más simples. No tenía que inventar cómo me iba a dividir para poder atender a todas las necesidades de este mundo, sólo tenía que obedecer a Dios y hacer lo que Él me decía que hiciera.
El profeta Samuel le dio al rey Saúl consejos sabios en 1 Samuel 15:22 cuando le dijo: “El obedecer vale más que el sacrificio, y el prestar atención, más que la grasa de carneros.” En este contexto, Samuel había asumido responsabilidades que Dios no le había dado. El hecho es que cuando asumimos responsabilidades que Dios no nos ha dado, también estamos viviendo en desobediencia. La necesidad no nos puede controlar. Debemos ser guiados por el Espíritu de Dios.
Como Marta, nosotros podemos complicar nuestras vidas tan fácilmente al tratar de cambiar el mundo cuando este no es el propósito de Dios para nosotros. Tomamos el cuidado del mundo sobre nuestros hombros y nos sentimos responsables de cada necesidad que aparece en nuestro camino en vez de confiar en Dios para que nos muestre lo que Él quiere que hagamos. Esto sólo conduce a la frustra-ción.
Tan solo Dios es lo suficientemente grande para atender las necesidades del mundo. Él sólo espera que nosotros hagamos lo que Él nos guíe a hacer. Nunca nos dará más de lo que podamos manejar con Su fortaleza. Podemos agotarnos con responsabilidades que jamás nos fueron dadas. Si queremos experimentar satisfacción, debemos aprender a confiar en que Dios se ocupa de las necesidades a nuestro alrededor. Tenemos que aprender a seguir Su dirección y no asumir lo que Él no nos ha mandado a asumir. Las necesidades son demasiado grandes para que las podamos cubrir. Si queremos aprender a estar satisfe-chos, es necesario que caminemos en simple obediencia.
Liberándome de las cosas del mundo
Hay otro aspecto que necesitamos decir en esta área de la satisfacción y la simplicidad. Preste atención al consejo que Jesús dio a los soldados de su tiempo en Lucas 3:14:
Y nosotros, ¿qué debemos hacer? –le preguntaron unos soldados. –No extorsionen a nadie (contestó Jesús) ni hagan denuncias falsas; más bien confórmense con lo que les pagan.
El escritor de Hebreos advirtió a sus lectores en Hebreos 13:5 sobre el peligro del dinero y las posesiones:
Manténganse libres del amor al dinero, y conténtense con lo que tienen, porque Dios ha dicho: “Nunca te dejaré; jamás te aban-donaré.”
Aquí en estos pasajes hay una lección importante para nosotros. En vez de complicar nuestras vidas con la búsqueda de dinero y posesiones, debemos aprender a contentarnos con lo que Dios ya nos ha dado. Muy a menudo pensamos que el dinero y las posesiones nos darán satisfacción. Este simplemente no es el caso. Mientras más tenemos, más queremos. Complicamos nuestras vidas con la búsqueda de cosas y nos preguntamos por qué no hallamos satisfacción.
Mire lo que el apóstol Pablo dijo a los filipenses en Filipen-ses 4:11-12:
No digo esto porque esté necesitado, pues he aprendido a estar satisfecho en cualquier situación en que me encuentre. Sé lo que es vivir en la pobreza, y lo que es vivir en la abundancia. He aprendido a vivir en todas y cada una de las circunstancias, tanto a quedar saciado como a pasar hambre, a tener de sobra como a sufrir escasez.
Observe que la satisfacción de Pablo no tenía nada que ver con lo mucho o poco que tuviera. Él había descubierto la satisfacción tanto en la pobreza como en las riquezas. Su satisfacción no se basaba en las posesiones del mundo. ¡Qué fácil es para nosotros creer la mentira que dice que no podemos ser felices nunca hasta que no tengamos más de lo que poseemos en el presente! La búsqueda enfermiza de dinero y posesiones mundanas nunca traerán verdadero contentamiento y satisfacción en la vida. Muchas vidas han sido testimonios de esta realidad.
Las Escrituras dejan claro que no podemos servir a Dios y al dinero (ver Mateo 6:24). Sólo puede encontrarse la satisfacción en la rendición a Dios y su plan perfecto para nuestras vidas. Cualquier cosa que se interponga entre Dios y yo entorpece mi satisfacción. A veces no estamos experimentando satisfacción porque nuestras vidas se han recargado con la búsqueda de cosas equivocadas. Busca-mos satisfacción en las cosas de este mundo y no en Dios. Llenamos nuestras vidas con bienes mundanos que nunca fueron diseñados para llenar el vacío de nuestros corazo-nes.
¿Quiere experimentar satisfacción verdadera? Quite toda la acumulación desordenada que está en el camino. Con la fe de un niño aprenda a confiar en Dios en relación a esas cosas que son demasiado difíciles para que usted las entienda. No se apure en resolver todo, en vez de eso, preste atención a la dirección del Espíritu de Dios y salga por un momento de esas cosas. Deshágase del amor al dinero y a las posesiones y aprenda a ser agradecido por lo que Dios ya le ha dado.
Para meditar:
- ¿Por qué muchas veces sentimos la necesidad de enten-derlo todo antes de salir en obediencia?
- ¿Tiene usted la fe de un niño o ha estado tratando de asumir cosas que son muy grandes para usted? ¿Por qué a veces nos resulta difícil admitir que hay cuestiones que son demasiado grandes para nosotros?
- ¿Cuál es la diferencia entre estar motivado por la necesi-dad y ser guiado por el Espíritu de Dios?
- ¿Se ha hallado usted mismo recurriendo a las posesiones y a las cosas materiales para alcanzar satisfacción? ¿Al final, estas cosas le traerán satisfacción?
Para orar:
- Pida al Señor que lo ayude a aprender cómo confiarle las cosas que son demasiado grandes para que usted las pueda entender.
- Tome un momento para preguntarle al Señor si usted está donde Él quiere que esté en su ministerio o en su vida personal. Ríndase a Su dirección en cuanto a esto.
- Pídale a Dios que lo libere de la influencia de las pose-siones y los bienes materiales. Pídale que lo enseñe a estar satisfecho con lo que ya Él le ha concedido.
Capítulo 7 – Aprendiendo a Estar Satisfecho
No digo esto porque esté necesitado, pues he aprendido a estar satisfecho en cualquier situación en que me encuentre. Sé lo que es vivir en la pobreza, y lo que es vivir en la abundancia. He aprendido a vivir en todas y cada una de las circunstancias, tanto a quedar saciado como a pasar hambre, a tener de sobra como a sufrir escasez. (Filipenses 4:11-12)
Observe lo que el apóstol Pablo dijo a los filipenses en el pasaje de arriba. Dos veces en estos dos versos él les dijo que había aprendido a estar satisfecho en cualquier situa-ción. Esto nos dice que la satisfacción es algo que necesi-tamos aprender. No es algo que viene de forma natural a nosotros. Si queremos estar satisfechos, tenemos que trabajar en ello. En este capítulo final quiero dedicar algún tiempo para examinar cómo podemos aprender a estar satisfechos.
Permítame destacar esta verdad una vez más. Pablo deja claro que él tuvo que aprender a estar satisfecho. Hay veces que pensamos que la satisfacción es algo que se nos concede sin esfuerzo. O estamos satisfechos o no lo estamos. Sin embargo, a veces, la satisfacción viene solamente a través de dura labor y disciplina.
Cuando los hijos de Israel andaban por el desierto ellos protestaban y se quejaban de su suerte en la vida. Hay que admitir que el desierto no era un lugar agradable. Sin embargo, lo que es importante que nosotros entendamos aquí es lo que les sucedió a ellos por refunfuñar y quejarse. Mire lo que Pablo dijo a los corintios en 1 Corintios 10:9-10:
Tampoco pongamos a prueba al Señor, como lo hicieron algunos y murieron víctimas de las serpientes. Ni murmuren contra Dios, como lo hicieron algunos y sucumbieron a manos del ángel destruc-tor.
Observe que el Señor envío un ángel destructor para castigar a los hijos de Israel por sus quejas y murmuracio-nes en el desierto. Este es un pensamiento que da miedo. ¿Cuál es su reacción ante el desierto de su propia vida? ¿Se queja y refunfuña por su trabajo, su salud o sus circunstan-cias? ¿No se da cuenta de que cuando no aceptamos lo que Dios ha enviado a nuestro camino nos estamos quejando contra lo que un Dios soberano y santo ha permitido para nuestro bien? Si Dios envió Su ángel destructor para castigar a su pueblo en el desierto, ¿no deberíamos tener esto en cuenta no sea que también nosotros caigamos en el mismo pecado?
Si usted se encuentra en una situación en que no está satisfecho, necesita ir al Señor respecto a esto y confesarlo como pecado. Necesita presentarse ante Él y pedirle que lo enseñe a estar satisfecho en medio de las circunstancias que Él está enviando a su camino.
A modo de resumen de lo que ya hemos visto, vamos a examinar ahora cómo podemos aprender a estar satisfechos en todas las circunstancias.
Reconozca la batalla
Lo primero que necesitamos entender es que el enemigo se deleita en quitarnos nuestra satisfacción. Considere lo que ocurrió en el Huerto del Edén. Adán y Eva tenían todo lo que sus corazones deseaban. La única cosa que Dios no quiso que tuvieran, sin embargo, fue el fruto del árbol del conocimiento del bien y el mal. Adán y Eva vivieron con satisfacción y gozo en lo que Dios había provisto para ellos. Satanás sabía que si él podía quitarles su satisfacción, podría apartarlos de Dios. Esto fue exactamente lo que Satanás hizo. Él le mostró a Eva el árbol prohibido y le prometió aún mejores cosas que las que Dios le había dado si ella comía de ese árbol. Eva vio el árbol, escuchó las promesas de Satanás y abrió su corazón a que se sembraran las semillas de la insatisfacción. Ella dejó que esas semillas tomaran raíces y todos nosotros sabemos el resultado. Ella desobedeció a Dios y el pecado entró en el mundo. Entró porque Satanás pudo sembrar semillas de insatisfacción en el corazón de Eva.
Satanás continúa atacando en este sentido. Él sabe que la insatisfacción es un terreno fértil para todo tipo de desobe-diencia. La codicia, la envidia, la contienda y la ira, todas crecen en el terreno de la insatisfacción. Cuando estos pecados se arraigan en tierra fértil es imposible saber qué tipo de fruto producirán. ¡Qué importante es que nosotros nos demos cuenta del peligro de la insatisfacción en nuestras vidas! La persona que está insatisfecha es un blanco excelente para el enemigo. Entender esta batalla y el peligro de la insatisfacción es el primer paso para aprender a estar satisfecho.
Confíe en la Soberanía de Dios
El segundo aspecto que necesitamos aceptar si queremos aprender a estar satisfechos es la soberanía de Dios. Ya hemos examinado esto en algunos detalles. Cuando decimos que Dios es soberano queremos decir que Él tiene derecho, autoridad y control absolutos sobre los asuntos de mi vida y los acontecimientos de este mundo. La satisfac-ción está enraizada de manera sólida en una profunda comprensión de la soberanía de Dios.
¿Cómo podría estar satisfecho alguna vez si no entendiese que Dios tiene el control de los sucesos de mi vida? ¿Cómo podría aprender algún día a estar satisfecho si de alguna manera creyese que el enemigo podría ganar la batalla? Sólo puedo estar satisfecho porque tengo un Dios que tiene el control de los sucesos de mi vida. Él promete componer todos los detalles para mi bien y Su gloria. Existe un gran consuelo en ello. Esto no significa que nunca habrá dificultades en la vida. Sin embargo, sí significa que aun la circunstancia más trágica está en manos de Dios. De alguna manera Él usará todo lo que me pase para acercarme más a Él y extender Su reino.
Murmurar y quejarse como los hijos de Israel en el desierto es dudar de lo que Dios nos dice acerca de sí mismo. Él nos dice que es el soberano Señor. Nos dice que Él dis-pondrá todas las cosas para nuestro bien. Cuando murmu-ramos y nos quejamos simplemente demostramos a todo el mundo alrededor nuestro, que estamos viviendo en incre-dulidad. Esta es la razón por la que Dios trató con la murmuración en el Antiguo Testamento de una forma tan severa. Si queremos aprender a estar satisfechos necesita-mos aceptar que Dios es un Dios soberano que está llevando a cabo Sus propósitos en nuestras vidas. La satisfacción y la soberanía están estrechamente relaciona-das.
Acepte las prioridades y los propósitos de Dios
Aceptar que Dios es un Dios soberano tiene otra implica-ción en mi vida. Si Él es el Señor soberano, entonces necesito vivir en obediencia a Él y poner en Sus manos los sucesos y circunstancias de mi vida. Muchas veces no estamos satisfechos porque no aceptamos el propósito de Dios. Tenemos nuestras propias ideas y planes. Estos planes a veces son contrarios a los propósitos de Dios. Hasta que no rindamos todo y aceptemos el plan y el propósito de Dios para nuestras vidas, no estaremos satisfechos.
Abra Sus Ojos a la Provisión y la Presencia de Dios
Dios no sólo quiere que aceptemos Su propósito y plan para nuestras vidas sino también que sepamos que Él estará con nosotros y proveerá todo lo necesario en ese propósito. Los hijos de Israel murmuraron y se quejaron en el desierto porque sus ojos estaban ciegos ante la presencia de Dios junto a ellos. Ellos se quejaron y se preocuparon porque dudaban de Su provisión maravillosa para ellos en aquel desierto. El enemigo hará todo lo que pueda para cegarnos ante la provisión y la presencia de Dios. Satanás no se preocupa mucho si usted acepta el propósito de Dios mientras pueda impedir que vea a Dios y confíe en Su provisión en ese propósito.
A veces Dios se revela en muy pequeñas maneras. Si no somos cuidadosos no lo veremos. La iglesia con la que trabajaba en la isla de Mauricio en el Océano Índico había sido el centro del trabajo evangélico en la isla por muchos años. Dios había estado haciendo algo maravilloso por medio de aquella iglesia. Sin embargo, Satanás tuvo éxito en causar gran división entre los creyentes. Esto tuvo consecuencias devastadoras en el ministerio y en los creyentes de la iglesia. Muy poco tiempo después de llegar a la isla, el Señor me dio una imagen mental de un campo de batalla. Recuerdo haberme visto caminando por ese campo de batalla. Estaba atónito ante la devastación que veía. A mi alrededor, en la tierra, estaban los cuerpos de miembros de la iglesia. Se veían inanimados y muertos. Sentía angustia en mi corazón a medida que miraba aquella escena y me preguntaba qué se podría hacer. ¿Había alguna esperanza para esta iglesia? Mientras miraba los cuerpos a mi alrededor, mis ojos se fijaron en un cuerpo en particular. Mi atención fue atraída hacia la mano de esta persona que yacía sin vida en la tierra. Al mirar su mano, noté un pequeño tic en su dedo. Brotó mi esperanza. Sentí gozo en mi corazón. Ese pequeño movimiento del dedo me dijo que había vida y que no todo estaba perdido.
Mientras ministraba en los años que siguieron, Dios me mostró muchas pequeñas cosas que me dieron un sentido de Su presencia y provisión: Alguien que no respondería con tanta ira en una situación determinada; alguien estuvo dispuesto a reunirse con nosotros para hablar sobre los conflictos que habían tenido entre sí. No puedo decir que pasaron cosas radicales de repente pero las pequeñas cosas constantemente nos reafirmaban que Dios aún estaba obrando.
Qué fácil es pasar por alto esas pequeñas cosas. Tenemos nuestra propia idea de lo que queremos ver y nos cegamos a cualquier otra señal de la presencia y la provisión de Dios. Si quiere aprender a estar satisfecho, tendrá que abrir sus ojos. Dios demuestra Su presencia y provisión todo el tiempo pero no lo vemos. Si abriéramos nuestros ojos veríamos que Dios nunca nos ha abandonado ni han cesado sus bendiciones. Para estar satisfechos tenemos que aprender a estar alertas ante las señales de la presencia y la provisión de Dios. Necesitamos verlo en las pequeñas cosas que Él envía en nuestro camino.
Haga su prioridad de cada día el encontrar algo por lo que puede agradecer al Señor. Tal vez sea algo pequeño e insignificante pero es una evidencia de Su presencia y provisión. Aprenda a reconocer y agradecer a Dios por estas pequeñas cosas.
Confiese cualquier lucha contra Dios
En este estudio hemos visto la vida de Moisés. Cuando él llegó a Egipto y vio que las cosas no iban del modo que él quería, se quejó con Dios. En Éxodo 5:22-23 leemos:
Moisés se volvió al Señor y le dijo: ¡Ay, Señor! ¿Por qué tratas tan mal a este pueblo? ¿Para esto me enviaste? Desde que me presenté ante el faraón y le hablé en tu nombre, no ha hecho más que maltratar a este pueblo, que es tu pueblo. ¡Y tú no has hecho nada para librarlo!
Moisés no se sentía satisfecho en este ministerio porque las cosas no estaban saliendo como él había planeado. Él sabía que había sido llamado pero todavía tenía sus propias ideas de cuán rápido las cosas tenían que pasar. No estaba confiando en los propósitos de Dios.
El profeta Jeremías se encontró en una situación similar en Jeremías 15:15-18. En estos versículos él se queja contra Dios por la forma en que el pueblo lo estaba tratando. Le dijo a Dios que no le gustaba el estilo de vida que había sido llamado a vivir como profeta. Mire lo que le dijo a Dios en Jeremías 15:18:
¿Por qué no cesa mi dolor? ¿Por qué es incurable mi herida? ¿Por qué se resiste a sanar? ¿Serás para mí un torrente engañoso de aguas no confiables?
Jeremías luchó contra Dios con respecto a su ministerio y su vida. Sostuvo lucha para aceptar los propósitos de Dios.
¿Quién entre nosotros no ha luchado con los propósitos de Dios para su vida? Si queremos aprender a estar satisfechos debemos dejar de pelear con Dios. Dios no hace las cosas de la manera que nosotros las hacemos. Sus caminos son diferentes a los nuestros. Habrá veces en que Él usará lo que parece ser una tragedia para lograr mucho bien. Necesitamos dejarle ser Dios. Necesitamos morir a nues-tras propias ideas, preferencias y deseos y confiar en Él para que haga lo que quiere hacer en nosotros.
Hay muchas cosas que no podremos entender. Ninguno de nosotros podrá nunca entender la mente de Dios y Sus propósitos. No deje que su falta de entendimiento le impida confiar en Él. No intente componer los detalles usted mismo. Aprenda a confiar en la dirección de Dios. Él tiene todos los detalles arreglados. Deje de mirar las cosas a través de los ojos humanos. Pida a Dios que lo ayude a recurrir a Él y ver las cosas desde Su perspectiva. Solamen-te podemos experimentar satisfacción cuando nos rendi-mos por completo al propósito de Dios, aceptamos lo que no entendemos, y caminamos en obediencia a Su dirección.
Solamente podemos aprender a estar satisfechos si decidi-mos vivir en rendición absoluta a Dios el Señor y Sus propósitos. El cristiano nunca hallará satisfacción en nada que no sea el propósito de Dios. Si queremos experimentar la satisfacción que Dios promete, es necesario aprender a aceptar los caminos de Dios y confiar en lo que Él está haciendo. Puede que no entendamos Sus propósitos pero podemos confiar en sus promesas y dirección.
Cuando encuentre la insatisfacción y la ansiedad creciendo en su interior, tome un momento para reflexionar en el Dios a quien usted sirve. Póngase en sintonía con Sus propósitos, confiese cualquier incredulidad o desobedien-cia y espere en Él y Su dirección. La senda hacia la satis-facción en la vida cristiana es realmente la senda hacia Dios, porque cuando lo encontramos y aceptamos Sus propósitos, entonces estamos satisfechos verdaderamente.
Para meditar:
- ¿Qué quiere decir Pablo cuando expresa que la satisfac-ción se aprende? ¿Hay situaciones en la vida en que necesita aprender cómo estar satisfecho? ¿Cuáles son?
- ¿Por qué la insatisfacción es una herramienta tan podero-sa en las manos del enemigo?
- “La senda hacia la satisfacción es realmente la senda hacia Dios, porque cuando lo encontramos y aceptamos su propósito, entonces estamos satisfechos verdadera-mente.” ¿Está de acuerdo con esta afirmación? Explique.
Para orar:
- Pida al Señor que lo enseñe a estar satisfecho en todas las situaciones que Él ponga en su camino.
- Pida a Dios que lo ayude a conocerlo y a aceptarlo, así como a Sus propósitos para su vida.
- Agradezca a Dios que estamos verdaderamente satisfe-chos cuando lo encontramos a Él y a su propósito.