Cuán Sagrada es la Vida Desde el Vientre
F. Wayne Mac Leod
Copyright © 2017 by F. Wayne Mac Leod
Publicado originalmente bajo el título en inglés He Knew My Name
Traducción: Dailys Camejo y David Gomero (Traducciones NaKar)
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de forma alguna, ni por ningún medio sin la autorización escrita del autor.
A menos que se indique otra versión, la versión bíblica usada en este libro es la Reina Valera del 1960 (RVR60).
Un especial agradecimiento a los correctores del texto: Sue St. Amour, Diane Mac Leod
INDICE
- Prefacio
- Capítulo 1 – Conocido Antes de la Concepción
- Capítulo 2 – Llamada Antes de Nacer
- Capítulo 3 – La Vida en el Vientre
- Capítulo 4 – La Obra de Dios en el Vientre
- Capítulo 5 – La Descripción del Fruto del Vientre
- Capítulo 6 – Los Niños que Nunca Ven la Luz
- Capítulo 7 – Resumen y Conclusiones
Prefacio
Lo que me motivó a realizar este estudio, fue una breve conversación que tuve con un hermano en Cristo acerca de su preocupación con la práctica del aborto en nuestros días. Sin embargo, esto no es un estudio acerca del aborto pues no me encuentro calificado para realizarlo. No obstante, mientras reflexionaba en el asunto, sentí la necesidad de examinar lo que enseñan las Escrituras acerca de la vida en el vientre y el plan de Dios aun antes de la concepción.
En este estudio examinaremos las enseñanzas tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento acerca del valor de la vida en el vientre. No solamente observaremos cómo la mano de Dios forma al pequeño, sino también cómo prepara esa vida para Su propósito. Es mi deseo que podamos ver el fruto del vientre tal como Dios lo ve, y que podamos recibir aliento en nuestros corazones para percatarnos de la belleza y el valor de la vida antes del nacimiento.
Quiera Dios que este estudio pueda ser de bendición y aliento a medida que reflexiones sobre este importante período de la vida.
Capítulo 1 – Conocido Antes de la Concepción
Respondió Dios: Ciertamente Sara tu mujer te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Isaac; y confirmaré mi pacto con él como pacto perpetuo para sus descendientes después de él. (Gn. 17:19)
Comencemos nuestro estudio yendo al libro de Génesis, específicamente a la promesa que Dios le hace a Abraham de darle un hijo. Sara, la esposa de Abraham, no podía concebir, y esto le causaba a ambos una gran tristeza. Sin embargo, en Génesis 17, el Señor se le aparece a Abraham y le dice que iba a hacer de él una gran nación y que de su descendencia saldrían reyes. Abraham se rió en su incredulidad cuando escuchó al Señor decir estas palabras:
Entonces Abraham se postró sobre su rostro, y se rió, y dijo en su corazón: ¿A hombre de cien años ha de nacer hijo? ¿Y Sara, ya de noventa años, ha de concebir? (Gn. 17:17)
Sin embargo, Dios le asegura que su esposa Sara, ciertamente le daría un hijo en su vejez. De hecho, el Señor le promete a Abraham que haría un pacto especial con él a raíz del hijo que le iba a nacer. (Gn. 17:19). Dios le dice a Abraham que le ponga por nombre a este hijo, Isaac, que significa “Risa” (una referencia a la incredulidad de la pareja cuando Dios les dice que tendrían un hijo en su vejez). También puede referirse al gozo y la risa que este hijo les causaría, en particular a Sara, quien no había podido concebir hijos durante tantos años.
Aunque Abraham había tenido otro hijo llamado Ismael, Dios le dijo que tenía un plan especial para Isaac:
Y en cuanto a Ismael, también te he oído; he aquí que le bendeciré, y le haré fructificar y multiplicar mucho en gran manera; doce príncipes engendrará, y haré de él una gran nación. Mas yo estableceré mi pacto con Isaac, el que Sara te dará a luz por este tiempo el año que viene. (Gn. 17:20-21)
Percatémonos del plan que Dios tenía para Isaac. Este niño sería muy especial para Dios, pues el Señor traería grandes bendiciones a través de él. Dios haría un pacto especial con él, pues Su plan para él era muy exclusivo. Veamos cómo Dios lo llama por su nombre, habla acerca de él y del propósito que tiene para su vida. Y Dios lo hace aun ¡antes de que Isaac fuera concebido! No pasaría un año más sin que este niño naciera. (Génesis 17:21)
Isaac no es el único niño que las Escrituras describen de este modo. En Jueces 13 vemos cómo el pueblo de Dios hacía “… lo malo ante los ojos de Jehová; y Jehová los entregó en mano de los filisteos por cuarenta años” (Jueces 13:1). En ese mismo tiempo, un ángel del Señor apareció a otra mujer estéril con un mensaje:
… He aquí que tú eres estéril, y nunca has tenido hijos; pero concebirás y darás a luz un hijo. Ahora, pues, no bebas vino ni sidra, ni comas cosa inmunda. Pues he aquí que concebirás y darás a luz un hijo; y navaja no pasará sobre su cabeza, porque el niño será nazareo a Dios desde su nacimiento, y él comenzará a salvar a Israel de mano de los filisteos. (Jue. 13:3-5)
Este niño, no concebido aún, sería un varón e iba a ser apartado para el servicio del Señor desde su nacimiento como un nazareo y sería un instrumento de Dios para salvar a Israel de mano de los filisteos. Dios conocía todo acerca de ese niño aunque no había sido concebido aún. Él conocía a Sansón antes de que fuera engendrado y tenía en mente un propósito muy especial para él.
En Lucas 1, un ángel apareció a un sacerdote llamado Zacarías y a su esposa Elisabet. Esta devota pareja no tenía hijos. Un día, mientras Zacarías ministraba en el templo, el ángel apareció delante de él con un mensaje:
… No temas; porque tu oración ha sido oída, y tu mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan. Y tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán de su nacimiento; porque será grande delante de Dios. No beberá vino ni sidra, y será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre. Y hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor Dios de ellos. E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto. (Lc. 1: 13-17)
Vemos nuevamente que el ángel llama por su nombre al niño que aún no ha sido engendrado y le dice a su padre que éste sería lleno del Espíritu Santo, que sería un instrumento para que muchos volvieran al Señor. Juan prepararía los corazones del pueblo de Dios para la venida del Mesías. Zacarías recibió todos estos detalles acerca de un niño que aún no había sido engendrado; incluso así, Dios lo conocía por su nombre y sabía todo lo referente a su vida y al propósito para el cual sería concebido.
El Señor Jesús, hablando acerca del Juicio Final, recordó a sus oyentes que llegaría el día cuando las ovejas y las cabras fueran separadas y juzgadas según sus obras. Leamos lo que dice:
Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis. (Mateo 25: 34-35)
Lo más importante a tener en cuenta en las palabras de Jesús es la frase: “Heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo”. El reino, según Jesús, fue preparado para ellos desde la fundación del mundo. Esto quiere decir que Dios estaba preparando un lugar para ellos, aún antes de ser concebidos en el vientre. Tal y como Él conocía a Isaac, a Sansón y a Juan el Bautista, de esa misma manera nos conocía antes de que fuéramos concebidos. Desde el principio de los tiempos, el Señor ha estado preparando un lugar para nosotros en Su reino. Él conoce nuestra historia de principio a fin; la conoce antes de la fundación del mundo, mucho antes de que nosotros fuéramos concebidos o le hubiéramos pasado por la mente a alguien. Cada una de nuestras historias es muy personal para Él.
El deleite de Dios en nosotros no comenzó en el momento en que nacimos. Él se deleitó y nos conoció mucho antes de que fuéramos concebidos en el vientre de nuestra madre. El apóstol Pablo, maravillado de esto, escribió:
Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado (Efesios 1:3-6)
Pablo nos enseña que el Señor nuestro Dios nos escogió “antes de la fundación del mundo”. Hay muchas maneras de ver esta frase, no obstante, en el contexto de este estudio necesitamos ver que Dios tenía un propósito y un plan para nuestras vidas que se remonta mucho antes de nuestra concepción. Desde la fundación de la tierra Dios nos conocía. Él sabía todo de nosotros y el propósito que cumpliríamos en la vida.
Dios no se limita al tiempo como es nuestro caso. El niño que aún no ha sido concebido es tan importante para Su propósito como el adulto ya maduro. El conoce a estos niños que están por ser engendrados, tanto como nos conoce a cada uno de nosotros, y los valora tanto como a aquellos que ya nacieron en este mundo.
Dios tenía un propósito para Isaac, Sansón y Juan el Bautista, quienes no habían sido concebidos todavía. Existe un gran número de niños que aún están por nacer y ya Dios los conoce y los ama y tiene un propósito para ellos en la Obra de Su Reino. ¡Cuán hermoso es saber que Dios comienza a amarnos mucho antes de ser engendrados en el vientre! Su amor y propósito para nosotros se remonta hasta la fundación del mundo, donde ninguna mente humana ni siquiera nos tuvo en cuenta.
Para meditar:
- ¿Qué sabía Dios sobre Isaac, Sansón y Juan el Bautista antes que fueran concebidos?
- ¿Cuál era Su propósito para sus vidas antes de su concepción en el vientre?
- ¿Qué significa ser conocidos antes de la fundación del mundo?
- Dios no se limita al tiempo como nosotros. El ama al niño que aún está por ser concebido, tanto como el que ya fue engendrado en el vientre. ¿Qué nos enseña esto acerca del valor de la vida y el propósito de Dios?
Para orar:
- Agradezcamos al Señor que Él nos conoció desde antes de la fundación del mundo.
- Démosle gracias porque tuvo un propósito para nuestras vidas desde el principio de los tiempos.
- Pidamos al Señor que nos ayude a honrarle con nuestras vidas llegando a ser todo aquello que Él quiso que fuéramos.
- Tomemos un momento para alabar al Señor porque Su entendimiento es mayor que el nuestro y el tiempo no puede limitarlo.
Capítulo 2 – Llamada Antes de Nacer
Oídme, costas, y escuchad, pueblos lejanos. Jehová me llamó desde el vientre, desde las entrañas de mi madre tuvo mi nombre en memoria. (Isaías 49:1)
Hemos visto cómo el Señor nos conocía aún antes de que fuéramos concebidos y que tenía un propósito para nuestras vidas. Ahora nos trasladamos al momento de la concepción y al cuerpo físico que se está formando en el vientre de la madre. En el pasaje que acabamos de citar, Isaías nos dice dos cosas acerca de este tiempo en el vientre.
Primero, Isaías nos dice que el Señor llama a su pueblo desde el vientre. El llamado de Dios a nuestras vidas no comienza en el momento en que nacemos, sino antes de la fundación de la tierra, cuando no habíamos sido concebidos en el vientre de nuestras madres. El niño aún por desarrollar, está siendo formado con un propósito.
En segundo lugar, Isaías 49:1 nos enseña que el Señor llama a sus hijos por su nombre desde el vientre de su madre (“desde las entrañas de mi madre tuvo mi nombre en memoria”). Hay algo maravilloso acerca de esta verdad. En nuestra actualidad, se piensa que un niño en el vientre, realmente no es una persona hasta que nace. Esto no es lo que aprendemos de este pasaje. Isaías 49:1 nos dice que el Señor llama por su nombre a este embrión aún en desarrollo. Esto es muy personal. Los ojos y oídos de este bebé que se está formando, todavía no funcionan completamente. Las piernas y los brazos no están totalmente formados, pero aun así, Dios llama a este niño por su nombre.
Hablando al profeta Jeremías, el Señor dijo:
Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones. (Jeremías 1:5)
Percatémonos de lo que Dios dijo a Jeremías. Él lo conocía antes de que se formara en el vientre. Observemos también cuando Dios llamó a Jeremías a ser profeta de las naciones “antes que nacieses te santifiqué”. La palabra “santificar” significa apartar y consagrar para un propósito en particular. Dios apartó a Jeremías para que fuera profeta a las naciones cuando todavía era un embrión en la matriz de su madre. Este niño, aun por nacer, era un instrumento separado por Dios desde el vientre. Dios no esperó a que naciera para llamarlo.
Esta realidad de Jeremías también la vemos en la vida del apóstol Pablo.
Veamos su testimonio en Gálatas 1:15-17
Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia, revelar a su Hijo en mí, para que yo le predicase entre los gentiles, no consulté en seguida con carne y sangre, ni subí a Jerusalén a los que eran apóstoles antes que yo; sino que fui a Arabia, y volví de nuevo a Damasco. (Gálatas 1:15-17)
Cuando contemplamos la vida del apóstol Pablo, muchas veces creemos que él fue llamado para servir al Señor en el camino a Damasco. Pablo, sin embargo, nos dice que aunque él conoció a Jesús y entendió el llamado de Dios ese día en particular, realmente él había sido llamado por Dios mucho antes. Él nos dice en Gálatas 1:15 que Dios lo apartó antes de nacer. Allí en el vientre de su madre, el apóstol fue escogido para ser siervo de Dios Todopoderoso. Ciertamente, él no entendió el llamado durante muchos años. Sirvió fielmente como un devoto judío e hizo lo mejor que pudo con su limitada comprensión del llamado. Sin embargo, solo cuando Jesús se le reveló en el camino a Damasco, es que él comprendió completamente el propósito que Dios tenía para su vida desde el vientre de su madre.
El profeta Isaías declara lo siguiente:
Ahora pues, dice Jehová, el que me formó desde el vientre para ser su siervo, para hacer volver a él a Jacob y para congregarle a Israel (porque estimado seré en los ojos de Jehová, y el Dios mío será mi fuerza ) (Isaías 49:5)
El Señor formó a Isaías desde el vientre para ser Su siervo. La labor de formación y capacitación para ser siervos de Dios no comienza cuando estamos suficientemente maduros para razonar y pensar por nosotros mismos, sino que comienza en el vientre. Desde allí Dios moldea nuestro carácter y nos convierte en el instrumento que Él quiere que seamos y también desde allí nos prepara para cumplir el llamado que tiene para nuestras vidas, incluso, antes de nacer.
El Señor habló a la madre de Sansón y le dijo:
Entonces el ángel del Señor se le apareció a la mujer, y le dijo: He aquí, tú eres estéril y no has tenido hijos, pero concebirás y darás a luz un hijo. Ahora pues, cuídate de no beber vino ni licor, y de no comer ninguna cosa inmunda. Pues he aquí, concebirás y darás a luz un hijo; no pasará navaja sobre su cabeza, porque el niño será nazareo para Dios desde el seno materno; y él comenzará a salvar a Israel de manos de los filisteos. (Jueces 13:3-5, LBLA)
Observemos particularmente, lo que Dios le dijo a la madre de Sansón ese día “el niño será nazareo para Dios desde el seno materno”. Un “nazareo” era una persona apartada por un voto en particular para el Señor. Como tal, él no podía afeitar su cabello o tomar bebidas fuertes. Sansón entró a este voto desde que estaba en el vientre de su madre. Dios lo consagró para este propósito, aún antes de nacer.
En Génesis 25, leemos que Rebeca, la esposa de Isaac, quedó embarazada y concibió gemelos. Ella tuvo complicaciones con su embarazo y fue a preguntarle al Señor qué era lo que estaba pasando en su vientre. El respondió:
Dos naciones hay en tu seno, y dos pueblos serán divididos desde tus entrañas; en un pueblo será más fuerte que el otro pueblo, y el mayor servirá al menor. (Génesis 25:23)
Los niños en la matriz de Rebeca tenían un propósito en la mente de Dios. Él le dijo a Rebeca que 2 naciones se estaban formando en su seno y que sus hijos serían llamados desde sus entrañas para ser padres de estas naciones.
¿Qué entendemos de estos pasajes de las Escrituras? ¿No nos muestra que Dios, el Señor, tiene un propósito para la vida del niño aún en desarrollo en el vientre de su madre? Dios llama a estos niños aun cuando están en la matriz y los aparta para un propósito especial. Él ha estado obrando en nuestras vidas y apartándonos para un propósito especial, incluso, antes de que nuestros cerebros y conciencia hayan sido desarrollados lo suficiente como para entender el llamado. El conoce el objetivo para el cuál naceremos y nos llama por el nombre, aun cuando somos una estructura sin forma. El cuerpo que se está formando en el útero, ya es conocido personalmente por Dios. El niño, aún por nacer, ya tiene el llamado de Dios en su vida.
Para meditar:
- ¿Necesitamos estar formados completamente para ser amados por Dios?
- ¿Qué aprendemos en este capítulo acerca del amor de Dios para el cuerpo que aún se está formando en el vientre de la madre?
- Isaías dice que Dios nos llama por el nombre desde la matriz de nuestras madres. ¿Qué nos enseña esto acerca del valor del niño que aún está por nacer?
- ¿Cuándo fueron llamados por Dios Pablo y Jeremías? ¿Qué nos muestra esto sobre el propósito de Dios para el niño que aún se forma en el vientre?
- Aunque Pablo fue llamado desde la matriz, no fue hasta mucho después que llegó a entenderlo. ¿Cuál es la diferencia entre “ser llamado” y “entender o andar en el llamado de Dios”?
- ¿Cuál es el llamado de Dios en nuestras vidas?
Para orar:
- Agradezcamos al Señor que Su amor por nosotros no depende de nuestra apariencia o perfecto estado físico. Démosle gracias porque Él nos amó aún, cuando éramos un cuerpo sin forma en el vientre de nuestra madre.
- Pidamos al Señor que nos revele el llamado que ha destinado para nuestras vidas desde el tiempo en que estábamos en el vientre de nuestra madre.
- Oremos a Dios para que nos ayude a ser fieles a Su llamado.
Capítulo 3 – La Vida en el Vientre
Y los hijos luchaban dentro de ella; y dijo: Si es así, ¿para qué vivo yo? Y fue a consultar a Jehová; (Gn. 25:22)
En Génesis 25 encontramos la historia del nacimiento de Esaú y Jacob. Rebeca, su madre, era estéril, y por eso, su esposo Isaac oró por ella y salió embarazada de gemelos. En el transcurso del embarazo, Rebeca notó que algo raro pasaba en su vientre. Génesis 25: 22 dice que “los hijos luchaban dentro de ella”. Obviamente, como su madre, ella podía sentir esta batalla dentro de su vientre.
Veamos en este pasaje que la Biblia llama a los que estaban por nacer del vientre de Rebeca “hijos”. La palabra hebrea usada es la misma que se emplea para referirse a un “hijo” o “nieto”. Desde la perspectiva divina, Esaú y Jacob eran considerados “hijos” aunque sus cuerpos no estaban completamente formados. Ellos eran seres humanos desde el momento de la concepción.
Observemos también en este versículo (Gn. 25:22) que estos dos niños “luchaban dentro de ella”. La palabra hebrea que se usa como “lucha” es bastante fuerte. Literalmente significa: Quebrar en piezas, romper, magullar, aplastar, oprimir, desalentar. Por ejemplo, esta se usa en Deuteronomio 28:33-34.
El fruto de tu tierra y de todo tu trabajo comerá pueblo que no conociste; y no serás sino oprimido y quebrantado todos los días. Y enloquecerás a causa de lo que verás con tus ojos. (Deut. 28:33-34)
El pueblo de Dios sería “quebrantado” al punto de enloquecer en su dolor.
La misma palabra se usa en 2 Crónicas 16:10 al referirse a Asa quien “causó atrocidades” sobre los pueblos de la tierra. Jueces 9:53 también la usa para describir lo que le pasó a Abimelec cuando una mujer lanzó una piedra de molino sobre su cabeza.
Cuando Génesis 25:22 nos relata que los niños batallaban en el vientre de su madre, podemos comprender que un conflicto muy serio ocurría en el vientre de Rebeca. Ella se preocupó tanto por esto que trajo este asunto al Señor. Veamos lo que Él le contesta en Génesis 25:23
…y le respondió Jehová: Dos naciones hay en tu seno, y dos pueblos serán divididos desde tus entrañas; el un pueblo será más fuerte que el otro pueblo, y el mayor servirá al menor. (Génesis 25:23)
La razón para esta pelea en el vientre de Rebeca se debía a que estos dos niños eran enemigos. De ambos se formarían dos naciones y una estaría obligada a servir a la otra. Cuando a Rebeca le llegó el momento de dar a luz, Esaú nació primero; y cuando Jacob nació, se dieron cuenta que él estaba agarrado al calcañar de su hermano – signo de enemistad hacia él. A medida que estos niños crecían, la amargura entre ellos también crecía. Jacob robaría la primogenitura y la bendición de Esaú y éste juraría matarlo. Los edomitas, descendientes de Esaú, odiaron a los israelitas, e incluso, hasta en las generaciones futuras la hostilidad entre estas dos naciones seguiría siendo evidente.
¿Dónde comenzó esta discordia? De Génesis 25 entendemos que comenzó en el vientre de Rebeca. Estas dos pequeñas criaturas en el vientre de su madre no eran completamente conscientes de lo que estaba pasando, pero sus peleas y resentimientos comenzaron antes de que nacieran. Algo ocurría en el vientre de Rebeca que impactaría a las naciones. Una batalla espiritual estaba sucediendo justo allí, en su vientre y estos niños estaban en el centro de esta batalla.
Hay otro ejemplo en las Escrituras sobre este aspecto que necesitamos considerar. En Lucas 1 tenemos el anuncio del nacimiento de Juan el Bautista. Veamos lo que el ángel dijo a su padre Zacarías.
…porque será grande delante de Dios. No beberá vino ni sidra, y será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre. (Lucas 1:15)
Observemos cuando Juan el Bautista fue lleno del Espíritu Santo “…aún desde el vientre de su madre”. Al Espíritu Santo de Dios le agradó habitar en este niño que se estaba formando y llenarlo con poder, incluso, antes de nacer. La evidencia de esta llenura se encuentra en Lucas 1:41-44
Y aconteció que cuando oyó Elisabet la salutación de María, la criatura saltó en su vientre; y Elisabet fue llena del Espíritu Santo, y exclamó a gran voz, y dijo: Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre. ¿Por qué se me concede esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí? Porque tan pronto como llegó la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. (Lucas 1:41-44)
En esta ocasión específica, María, la madre de Jesús, vino a ver a Elizabeth (la madre de Juan el Bautista). Cuando Elizabeth escuchó el saludo de María, Juan “saltó de alegría”. Él reaccionó a la voz de María desde el vientre de su madre. El Espíritu Santo de Dios llenó a Juan el Bautista desde entonces y lo usó para comunicarle a María que el niño que ella daría a luz, era el Mesías prometido.
Como mismo ocurría una batalla espiritual entre Jacob y Esaú, así también el Espíritu Santo obraba en la vida de Juan, antes de nacer. Dios estaba preparando a Juan para la misión que Él le tenía. Dios nos forma físicamente en el vientre de nuestras madres, pero también hace un trabajo espiritual en nosotros. Fuimos creados a la imagen de Dios y esto implica que somos seres tanto físicos como espirituales. Dios forma ambas dimensiones mientras estamos en el vientre de nuestra madre.
Cuando reflexionamos en estos dos pasajes de las Escrituras, vemos cuántas cosas significativas suceden en la matriz de la madre. A Dios le place usar la forma inconclusa del niño que está creando en el vientre. Él se mueve en estas vidas y las prepara para lo que pasará en ellas.
Meditemos en esto por un momento. La mano de Dios, quien creó el Universo y lo sustenta, alcanza esa diminuta semilla en el vientre de su madre y la toca de una manera especial. El llena esa simiente y la prepara para la función que le tiene reservada. Hay algo muy sagrado en esto y es que el deleite de Dios en nosotros no comenzó cuando nacimos, fue más allá, desde el vientre. Él comenzó a desarrollar Su propósito para nosotros en el vientre de nuestra madre.
Para meditar:
- ¿Cuándo comenzó la pelea entre Esaú y Jacob?
- ¿Qué impacto tuvo en las generaciones que seguirían este conflicto que comenzó en el vientre?
- ¿Cuándo Juan el Bautista fue lleno del Espíritu Santo? ¿Qué evidencia hay en las Escrituras de este hecho?
- ¿Cómo nos sirve de aliento que Dios está dispuesto a usar al niño que se desarrolla en el vientre?
- ¿Cuándo comienza Dios Su obra en nuestras vidas?
- ¿Qué nos enseña el pasaje que hemos estudiado acerca del valor de la vida en el vientre?
Para orar:
- Demos gracias a Dios que nos amó desde antes que naciéramos; e incluso, cuando aún estábamos en el vientre de nuestra madre, ya Él nos conocía y nos moldeaba para el propósito que tiene reservado para nuestras vidas.
- Tomemos un momento para reflexionar acerca del valor de la vida en el vientre y pidamos al Señor nos ayude a apreciarla como Él lo hace.
Capítulo 4 – La Obra de Dios en el Vientre
Porque tú formaste mis entrañas; tú me hiciste en el vientre de mi madre. Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; estoy maravillado, y mi alma lo sabe muy bien. (Salmos 139: 13:14)
Hemos visto cómo Dios nos conocía, incluso antes de que fuéramos concebidos y nos llamó mientras estábamos, todavía, en el vientre de nuestra madre. Tomemos ahora un instante para considerar 3 obras más de Dios en la vida del niño que aún está por nacer.
La obra creativa de Dios en el vientre
Los escritores de la Biblia exaltaron la obra creativa de Dios en el vientre de la madre. Yo acompañé a mi esposa cuando todos mis hijos nacieron. ¡Qué cosa tan increíble es experimentar el nacimiento de un hijo! Delante de ti, está un niño viviendo y respirando. Una vida ha llegado a este mundo; sin embargo, lo que necesitamos percibir, es que Dios el Señor, ha estado obrando en este niño mucho antes de su nacimiento. A esto se refiere el salmista cuando dice:
Porque tú formaste mis entrañas; tú me hiciste en el vientre de mi madre. Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; estoy maravillado, y mi alma lo sabe muy bien. (Salmos 139: 13:14)
El salmista ilustra lo que estaba pasando en el vientre como si “Dios tejiera una vida”. Él enlaza cada parte conectando una con otra, hasta que la vida está completamente acabada. El salmista califica esta obra de Dios como Formidable y Maravillosa. En otras palabras, es una obra que inspira temor, reverencia y alabanza.
El profeta Isaías le recuerda a su pueblo en Isaías 44:2, que Aquel quien los hizo en el vientre, los ayudaría.
Ahora pues, oye, Jacob, siervo mío, y tú, Israel, a quien yo escogí. Así dice Jehová, Hacedor tuyo, y el que te formó desde el vientre, el cual te ayudará. (Isaías 44:1-2)
La palabra que se traduce como “formó” es la misma que se usa para describir el trabajo de un alfarero quien presiona el barro sobre la rueda hasta lograr la figura que él quiere. Existe una dimensión muy personal en esta imagen. Dios moldea cada vida en particular en el vientre y cada niño recibe la identidad que el Creador celestial les da.
Isaías repite la misma idea cuando dice:
Así dice Jehová, tu Redentor, que te formó desde el vientre: Yo Jehová, que lo hago todo, que extiendo solo los cielos, que extiendo la tierra por mí mismo. (Isaías 44:24)
Todo niño nacido en este mundo es producto del genio creativo de Dios, quien trabaja para formarlo en el vientre de la madre. El hecho de que cada uno de nosotros es diferente en apariencia y personalidad, es un indicio del carácter particular de esta obra creativa de Dios, quien moldea a cada uno personalmente. Ese niño, aún por nacer, es una obra de Dios en progreso. Dios ha tomado un interés personal en cada uno y los forma en la persona que Él quiere que sean. Este proceso comienza en el vientre y aún es uno de los más grandes milagros de la vida.
La Protección de Dios en el vientre
Las Escrituras no solo enseñan que Dios moldea desde el vientre al niño que aún está por nacer, sino que además podemos ver que lo protege. El salmista así lo entendió cuando escribió:
En ti he sido sustentado desde el vientre;
De las entrañas de mi madre tú fuiste el que me sacó; de ti será siempre mi alabanza. (Salmo 71:6)
Observemos que el salmista enfatiza que él ha sido sustentado en Dios desde antes de nacer. Él comprendía cuánto dependía de Dios para la vida desde el momento de la concepción. Dios lo sustentaba y preservaba en el vientre de su madre.
Veamos lo que Dios dijo a Su pueblo en Isaías 46:3-4
Escuchadme, casa de Jacob, y todo el remanente de la casa de Israel, los que habéis sido llevados por mí desde el vientre, cargados desde la matriz. Aun hasta vuestra vejez, yo seré el mismo, y hasta vuestros años avanzados, yo os sostendré. Yo lo he hecho, y yo os cargaré; yo os sostendré, y yo os libraré. (Isaías 46: 3 – 4, LBLA)
Dios dijo claramente a Su pueblo que Él los había sostenido desde antes de su nacimiento y se responsabilizó personalmente por ellos cuando todavía estaban en el vientre de sus madres. Aquel que los conocía antes de que fueran concebidos y formados en la matriz, también velaba por ellos desde ese mismo momento. Él los protegía y los guardaba desde allí. La Obra protectora de Dios no comienza cuando nacemos, sino que Su mano divina ha estado en acción protegiéndonos y preservándonos para el propósito que Él tiene en mente, inclusive, antes de que fuéramos traídos a este mundo.
La Obra Preparatoria de Dios en el Vientre
Dios nos llama, moldea y protege en el vientre de nuestra madre; pero Él, además, nos prepara para la labor que tiene en mente y esta obra preparatoria de Dios, también comienza en la matriz. Reflexionemos en las palabras del apóstol Pablo a los Efesios.
Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas. (Efesios 2:10)
Aún antes de que nosotros fuéramos conscientes del propósito de Dios para nuestras vidas, ya Él estaba preparando las obras que quería lleváramos a cabo. Dios no solo preparó las circunstancias en la vida, sino que también nos preparó para ellas. El salmista lo precisa cuando dice:
No fue encubierto de ti mi cuerpo, bien que en oculto fui formado, y entretejido en lo más profundo de la tierra. Mi embrión vieron tus ojos y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas. (Salmo 139:15-16)
Dios conocía lo que nos traería cada día de nuestras vidas mientras aún estábamos en el vientre de nuestra madre siendo “tejidos” en la persona que Él quería que fuéramos. Esto ya estaba escrito en Su Libro, incluso antes de que naciéramos, pues Él nos formó en el vientre de nuestra madre con estos días pensados.
El salmista reconocía que aún antes de venir a esta tierra, ya tenía un compromiso con este Dios y maravilloso Creador. En el Salmo 22:10 él dice:
Sobre ti fui echado desde antes de nacer;
Desde el vientre de mi madre, tú eres mi Dios. (Salmo 22:10)
¿Qué quiere decir que Dios es nuestro Dios? Significa que Él es nuestro Señor y nosotros nos sometemos a Él en todo. La implicación es bastante clara. Dios es el Dios de los que aún no han nacido, vela por ellos y les da la vida; y ellos, a cambio, están bajo la obligación de someterse a Él como su Dios.
¿Qué descubrimos en estos pasajes de la Biblia? Dios pone un interés muy especial en los niños que aún no han nacido. En el vientre, Él los forma y los moldea en las personas que Él quiere que sean. Como un gran alfarero, Dios forma nuestras vidas con personalidad y apariencia únicas, mientras aún estamos en la matriz. El protege a los niños que están por nacer y se nombra su Dios. Antes que naciéramos, Dios nos escogió para ser sus siervos y nos llamó por nuestro nombre. El Señor conocía nuestros días y lo que cada uno de ellos acarrearía. Él sabía detalles de nuestras vidas que nosotros no sabemos, aún después de muchos años de vivir en la tierra. Fuimos creados, moldeados, protegidos y preparados por Dios para la vida mientras todavía estábamos en el vientre de nuestras madres. El interés y la obra de Dios en nosotros comenzaron en la matriz y continuarán hasta el final de nuestros días.
Para meditar:
- Tomemos un momento para meditar en el milagro de la vida que comienza en el momento de la Concepción. ¿Cómo se muestra la mano creativa de Dios tomando lugar en el vientre de la madre a partir de ese momento?
- El profeta Isaías nos relata que Dios nos sostiene desde la matriz (Isaías 46:3). ¿Cómo Dios sostiene al niño que no ha nacido en el vientre? ¿Qué nos dice esto sobre el valor que Dios le da a los niños en la matriz?
- ¿Cómo Dios nos prepara para la obra que nos ha reservado? ¿Cómo nos moldea en el vientre para el llamado que ha hecho a nuestras vidas?
- ¿Qué nos enseñan estos capítulos y versículos en los que hemos reflexionado acerca del valor que Dios le da al niño que aún está por nacer? ¿Ese niño es amado por Dios tanto como aquel que ya nació? Explique.
Para orar:
- Agradezcamos al Señor la manera milagrosa en la que Él forma al niño en el vientre de la madre.
- Tomemos un momento para alabar a Dios por el cuidado que Él tiene sobre el niño en la matriz.
- Demos gracias al Señor por el propósito que Él tiene trazado para cada niño concebido en el vientre y la manera específica en que forma a cada uno.
- Pidamos al Señor que ponga en nosotros sentido de temor y respeto ante la obra maravillosa en el vientre.
- Roguemos a Dios que, como sociedad, nos perdone por no tener Su mismo sentir hacia los niños que aún están por nacer.
Capítulo 5 – La Descripción del Fruto del Vientre
En este capítulo detengámonos para analizar, desde la perspectiva de Dios, algunos versículos que describen al niño que aún está en el vientre de la madre. Aunque hay muchos versículos que describen a los ya nacidos, mi enfoque en este capítulo es hacia aquellos que aún se encuentran en la matriz.
Comencemos con Génesis 49:25. En este pasaje, Jacob había llegado al final de sus días, y ahora tomaba tiempo para bendecir a cada uno de sus hijos. Génesis 49:25 es parte de la bendición de Jacob sobre su hijo José.
Por el Dios de tu padre, el cual te ayudará, por el Dios Omnipotente, el cual te bendecirá con bendiciones de los cielos de arriba, con bendiciones del abismo que está abajo, con bendiciones de los pechos y del vientre. (Génesis 49:25)
Observemos cómo Jacob le dijo a su hijo que el Dios de sus padres lo bendeciría con muchos tipos de bendiciones y la frase con un significado particular para nosotros es “bendiciones de los pechos y del vientre”. Jacob menciona de manera especial 2 tipos de bendiciones en esta frase. La expresión “bendiciones de los pechos” se refiere claramente al niño que lacta el pecho de la madre. Sin embargo, “bendiciones del vientre” se refiere al niño que no ha nacido y que se está formando en el vientre de la madre. Para Jacob, el niño en la matriz era tan bendecido por Dios como lo era el bebé lactante del pecho de su madre. Uno era tan valioso como el otro.
Contendiendo con la prosperidad del malvado, el salmista dice en el Salmo 17: 13-14
Levántate, oh Jehová; sal a su encuentro, póstrales; libra mi alma de los malos con tu espada, de los hombres con tu mano, oh Jehová, de los hombres mundanos, cuya porción la tienen en esta vida, y cuyo vientre está lleno de tu tesoro. Sacian a sus hijos, y aun sobra para sus pequeñuelos. (Salmo 17:13-14)
En este pasaje, el salmista se expresa enérgicamente en contra de los perversos que lo oprimen y le pide al Señor: “¡Sal a su encuentro, póstrales!”. Estos hombres eran malvados y el salmista quería que el Señor los juzgara por sus maldades. No obstante, habiendo dicho esto, percatémonos cómo él describe a estos niños concebidos en el vientre de sus madres: “…cuyo vientre está lleno de Tu tesoro”. El tesoro que el salmista refiere aquí son los hijos de hombres perversos que aún no han nacido. A pesar de la maldad de los padres de estos niños que aún se están formando, estas criaturas siguen siendo un precioso y valioso tesoro, por lo que el salmista habla con gran respeto de ellos. Cada niño concebido, aún sin haberse formado, es un tesoro de Dios. Su valor no consiste en quiénes son sus padres, sino en el hecho de que son creación de Dios.
El salmista habla nuevamente del fruto del vientre en el Salmo 127:3
He aquí, don del Señor son los hijos; y recompensa es el fruto del vientre (Salmo 127:3, LBLA)
La frase “recompensa es el fruto del vientre” tiene un significado especial. El niño que se está formando en el vientre de la madre es una recompensa de parte de Dios, un regalo como muestra de su favor y bendición.
¿Qué nos dicen estos tres pasajes acerca del niño que aún está por nacer? Este bebé que se forma en el vientre de la madre es una bendición, un tesoro y una recompensa o dádiva maravillosa de Dios, incluso, el que es engendrado de padres malvados. La Biblia es clara en cuanto a esto. El fruto del vientre debe ser respetado. Desde el momento de la concepción esta tierna vida que aún no está formada debe ser valorada y honrada como una bendición de Dios.
Para meditar:
- ¿Cómo las Escrituras describen el fruto del vientre?
- ¿El valor del niño que se forma en la matriz depende de sus padres?
- Basados en la descripción del niño en el vientre de su madre, ¿cómo deberíamos verlo y tratarlo?
Para orar:
- Demos gracias al Señor por el valor que ha dado al niño que aún se forma en el vientre.
- Pidamos al Señor perdone a nuestra sociedad por no valorar como debiera a los niños que aún están por nacer y pidamos también le revele el valor que Él ha dado al niño en la matriz.
- Roguemos a Dios nos perdone por valorar al niño basándonos en sus padres. Demos gracias al Señor porque delante de Él, cada persona es peculiar y su valor no depende de la vida de sus padres.
Capítulo 6 – Los Niños que Nunca Ven la Luz
¿Por qué no fui escondido como abortivo, como los pequeñitos que nunca vieron la luz? (Job 3:16)
Al reflexionar en este tema sobre la vida en el vientre, es importante que revisemos una serie de versículos que hablan acerca de la muerte de un niño en el vientre de la madre. Muchos de estos versículos fueron pronunciados por personas que batallaron con el dolor y las pruebas de la vida. En el pasaje que se menciona al inicio, Job considera su suerte en la vida, y en el tercer capítulo de su libro, maldice el día en que nació. Él comienza el capítulo con esta declaración:
Perezca el día en que yo nací,
Y la noche en que se dijo: Varón es concebido. (Job 3:3)
En este momento de su vida, Job había perdido a sus hijos y toda su fortuna. Sentado en medio de las cenizas rascaba las llagas de su cuerpo y se preguntaba por qué tenía que sufrir tanto cuando había servido y honrado al Señor toda su vida. Su agonía era tan fuerte que lamentaba el hecho de haber nacido.
Aún así, fijémonos en Job 3:3 cómo él describe a ese niño que ha sido concebido en el vientre de su madre y que aún se forma. Él llama a este niño varón, “varón es concebido”. Aquí es de gran importancia la conexión de estas dos palabras. Para Job, él era un hombre desde el momento de la concepción y no desde el nacimiento. El niño en el vientre, según él, ya era un ser humano.
El dolor que Job experimentaba en su prueba era tan intenso, que él deseaba no haber nacido nunca. De hecho, en Job 3: 7-13, él maldice el día en que nació.
¡Oh, que fuera aquella noche solitaria, que no viniera canción alguna en ella! Maldíganla los que maldicen el día, los que se aprestan para despertar a Leviatán. Oscurézcanse las estrellas de su alba; espere la luz, y no venga, ni vea los párpados de la mañana; por cuanto no cerró las puertas del vientre donde yo estaba, ni escondió de mis ojos la miseria. ¿Por qué no morí yo en la matriz, O expiré al salir del vientre? ¿Por qué me recibieron las rodillas? ¿Y a qué los pechos para que mamase? Pues ahora estaría yo muerto, y reposaría; dormiría, y entonces tendría descanso (Job 3: 7-13)
En su profundo dolor, Job cuestiona el hecho de haber nacido y maldice el día de su nacimiento porque le llevó a este punto de agonía y desesperación. Si él no hubiera nacido se habría librado del dolor y evitado la experiencia de la pérdida. No hubiera agonizado por la pérdida de todos sus hijos ni habría sufrido la aflicción física que experimentó en su cuerpo. En este momento, para Job, la muerte de un niño/hombre en el vientre era una bendición, ya que le evitaría a ese niño el terror y el dolor de la vida.
Él expresó ese mismo sentir en Job 10:18-19 cuando dijo:
¿Por qué me sacaste de la matriz?
Hubiera yo expirado, y ningún ojo me habría visto. Fuera como si nunca hubiera existido,
Llevado del vientre a la sepultura. (Job 10:18-19)
Job no era el único que pensaba así. Jeremías, el profeta, también sintió lo mismo. En Jeremías 20 leemos cómo fue vencido y puesto en el cepo para ser humillado públicamente. Batallando con esto que le pasaba por predicar la palabra de Dios, el profeta se quejó ante Él y dijo:
Me sedujiste, oh Jehová, y fui seducido; más fuerte fuiste que yo, y me venciste; cada día he sido escarnecido, cada cual se burla de mí. Porque cuantas veces hablo, doy voces, grito: Violencia y destrucción; porque la palabra de Jehová me ha sido para afrenta y escarnio cada día. (Jeremías 20:7-8)
Aquí tenemos un hombre que luchaba con la realidad de experimentar rechazo y burla a pesar de predicar lo que Dios le había dicho. Al clamar a Dios por su amarga suerte en la vida, Jeremías declara:
Maldito el día en que nací; el día en que mi madre me dio a luz no sea bendito. Maldito el hombre que dio nuevas a mi padre, diciendo: Hijo varón te ha nacido, haciéndole alegrarse así mucho. Y sea el tal hombre como las ciudades que asoló Jehová, y no se arrepintió; oiga gritos de mañana, y voces a mediodía, porque no me mató en el vientre, y mi madre me hubiera sido mi sepulcro, y su vientre embarazado para siempre. ¿Para qué salí del vientre? ¿Para ver trabajo y dolor, y que mis días se gastasen en afrenta? (Jeremías 20:14-18)
Delante de nosotros, observamos una profunda angustia en estos siervos de Dios. Su aflicción era tan intensa que ellos deseaban no haber nacido nunca. El dolor que experimentaron en la vida era mayor de lo que creían que podían soportar, por eso clamaban desesperados cuestionando su existencia.
Salomón, en su sabio discurso sobre la insatisfacción del alma dijo en Eclesiastés 6:3:
Aunque el hombre engendrare cien hijos, y viviere muchos años, y los días de su edad fueren numerosos; si su alma no se sació del bien, y también careció de sepultura, yo digo que un abortivo es mejor que él. (Eclesiastés 6:3)
Salomón habla aquí acerca de un hombre que es bendecido ricamente y la muestra de ello era tener muchos hijos y largos años de vida; sin embargo, su alma no estaba saciada y su vida no significaba nada para él. Salomón nos relata que este hombre, a pesar de sus ricas bendiciones, vivía una vida maldita sin satisfacción en las tantas fortunas que le habían sido concedidas; y rebasó los límites al decir que hubiera sido mejor para él ser un niño abortivo que ir por la vida deprimido e insatisfecho.
Parece ser que Job, Jeremías y Salomón están diciendo que existen situaciones donde sería mejor morir en el vientre antes que nacer. Es importante que en el contexto de este estudio, examinemos lo que estos hombres están diciendo. Hay algunos señalamientos que debemos hacer sobre estos comentarios de Job, Salomón y Jeremías.
Primero: El comentario de Job, Jeremías y Salomón debe ser analizado en su contexto. Estos no son preceptos divinos, sino las expresiones de corazones humanos inseguros de cómo manejar el propósito de Dios. Job y Jeremías están atravesando una gran prueba de fe. Ellos son abiertos y honestos con Dios y le dicen francamente lo que están pensando. A este nivel, ellos deseaban no haber nacido, pues el dolor que experimentaron en sus vidas, les hizo desear la muerte en el vientre de sus madres. Ellos no nos enseñan que matar a los niños en el vientre significa hacerles un favor al evitarles los problemas de la vida. Ellos, simplemente expresan sus emociones en un momento de dolor. No podemos basar una doctrina o práctica en los sentimientos personales de un individuo que batalla con el propósito de Dios para su vida.
Segundo: También debemos considerar lo que Dios respondió a Job y a Jeremías después de que ellos declararon su deseo de haber muerto en el vientre. Él escuchó con atención sus lamentos y les respondió. A Job le dijo:
Entonces respondió Jehová a Job desde un torbellino, y dijo: ¿Quién es ése que oscurece el consejo con palabras sin sabiduría? (Job 38:1-2)
A Jeremías el Señor le dijo:
Si corriste con los de a pie, y te cansaron, ¿cómo contenderás con los caballos? Y si en la tierra de paz no estabas seguro, ¿cómo harás en la espesura del Jordán? (Jeremías 12:5)
Ambos, Job y Jeremías, fueron reprendidos por Dios debido a su actitud. Ellos estaban cuestionando el propósito de Dios y por eso tendrían que dar cuentas.
El sufrimiento y el dolor son parte normal de la vida en un mundo pecaminoso. El mismo Señor Jesús tuvo que directamente hacer frente a Satanás; fue rechazado durante toda su vida; en su nacimiento, Herodes trató de matarlo; cuando ministraba la gente se aprovechaba de Él; los líderes religiosos procuraban matarle; murió cruelmente con solo 30 años; cargó el pecado de la humanidad; vio al Padre apartar Su rostro de Él cuando cargaba nuestros pecados. ¿Hubiera sido mejor para Jesús no haber nacido? Seguro que no. La obra que Él llevó a cabo en esos pocos años logró la salvación del pueblo de Dios y trajo perdón a todos los que confían en Él.
El apóstol Pablo vivió una vida de conflictos y aflicciones. Fue golpeado, apedreado a causa del mensaje que él predicaba; y hubo ocasiones en que le dieron por muerto. Él experimentó más rechazo y sufrimiento en la vida del que muchos de nosotros jamás experimentaremos. ¿Sería mejor para él no haber nacido? Seguro que no. El mensaje que él predicaba cambió innumerables vidas y sus escritos continúan aportando mucho dentro del Reino.
Ciertamente, necesitamos entender que estos hombres tuvieron que venir a esta tierra y sufrir así para que nosotros pudiéramos conocer la Salvación de Dios. Ninguno de nosotros disfruta el dolor y el sufrimiento, pero muchas veces Dios cumple Su propósito en ellos. Job, Jeremías, Jesús y Pablo fueron usados poderosamente por Dios para llevar a cabo Su propósito y lo hicieron por medio del sufrimiento y las aflicciones.
¿Las cosas habrían sido más fáciles para ellos si no hubieran nacido? Desde la perspectiva humana, no habrían tenido que enfrentar los sufrimientos que soportaron, pero desde la perspectiva divina, tampoco se habría cumplido el propósito de Dios. Las aflicciones de estos hombres trajeron vida y esperanza para muchos. Lo que ellos padecieron nos aporta gran bendición, por lo mismo, estoy agradecido por sus vidas.
¿Por qué Dios permite que algunos niños nazcan y sufran durante la vida? Esta es una pregunta que nosotros no podemos responder; solo Dios tiene la respuesta.
Como abuelo, tengo un número de nietos que murieron antes de nacer y nunca tuve la oportunidad de conocerlos. No puedo responder por qué el Señor los llevó antes que nacieran. Haciendo eso Él les evitó el sufrimiento y las aflicciones de este mundo. También tengo hijos y nietos que han sufrido las atrocidades de este mundo en sus vidas, y nuevamente no sé por qué el Señor permite que estas cosas sucedan, pero lo que sí sé es que también en esto Él tiene un propósito.
Lo que necesitamos comprender es que Dios tiene un propósito en todo lo que hace, aunque no siempre lo entendamos. ¿Por qué Dios le permitió a Job nacer y sufrir? ¿Por qué permitió que Jeremías fuera escogido desde el vientre para un ministerio que le causaría profunda aflicción? ¿Por qué Dios llamó a Pablo antes que naciera a un ministerio en el cual sería apedreado y burlado? ¿Por qué Dios dispuso desde antes de la fundación del mundo que Jesús, Su propio Hijo, fuera concebido y naciera para morir la cruel muerte de cruz? Ten por seguro que Dios tuvo un propósito maravilloso para la vida de cada una de estas personas. Somos deudores de ellos por su fidelidad.
Sí, Job y Jeremías batallaron con su suerte por un tiempo, deseando no haber nacido nunca. No obstante, Dios los usó para cumplir Su propósito y contrarrestar las tinieblas de maldad. Yo estoy agradecido de que ellos nacieron y probaron su fidelidad a ese propósito a pesar de las angustias que soportaron.
Para meditar:
- ¿Alguna vez en la vida has estado en una situación en la que sentiste que no podías resistir? ¿Cuál fue tu reacción en ese momento? ¿Cómo el Señor te guió a través de ella?
- ¿Podemos basar una doctrina en las emociones de los hombres y mujeres que narra la Biblia que contendieron con el propósito de Dios para sus vidas?
- ¿Qué aprendemos en este capítulo acerca de los conflictos y dificultades en la vida?
- Tomemos un momento para meditar en las batallas de Job, Jeremías, Pablo y Jesús. ¿Estás agradecido de que ellos hayan nacido y sufrieran de esa manera? ¿Cuál fue el resultado de su fidelidad?
Para orar
- Agradezcamos al Señor que aunque podemos nacer para sufrir, Él es capaz de usar ese sufrimiento para lograr un gran bien.
- Demos gracias a Dios por el privilegio de nacer en este mundo y por Su llamado a ejercer como instrumento de cambio.
- Pidamos al Señor nos dé gracia para ser fieles a Su llamado, a pesar del dolor y conflicto que esto implique.
- ¿Alguna vez has perdido a un hijo o nieto en el vientre? Separa un instante para agradecer a Dios por su vida. Dale gracias porque Su propósito siempre es bueno.
Capítulo 7 – Resumen y Conclusiones
Durante el transcurso de estos 6 capítulos, hemos procurado comprender la enseñanza bíblica concerniente a la vida en el vientre. Aquí, en este capítulo final, me gustaría resumir todo lo que hemos visto.
Nuestro Dios es Omnisciente y Eterno. Él nos conoció antes de ser concebidos y tuvo un propósito para nuestras vidas (Gn. 17:19). Él conocía todos los detalles de nuestras vidas y cómo nos desarrollaríamos en ella, inclusive antes que naciéramos (Lc. 1:13-14).
Dios nos llamó por el nombre en el vientre de nuestras madres (Isaías 49:1). Él nos conoció personalmente y prestó especial interés en nosotros, aún antes de ser formados. Dios nos llamó y reservó para su especial propósito mientras aún éramos moldeados en la matriz (Jeremías 1:5). Él conformó nuestros cuerpos y personalidades en el vientre adaptándonos al llamado que tenía para nosotros.
La obra de Dios en nuestras vidas no comienza con el nacimiento, sino en el momento de la concepción, e incluso, antes. Él nos crea, entreteje nuestras partes (Salmo 139: 13-14), nos protege dentro del vientre de nuestra madre (Isaías 46:3-4); y justo allí, nos prepara nuestras responsabilidades en la vida (Salmo 139:15-16).
Existe evidencia bíblica de que el Señor también hace una obra espiritual en la vida del niño, aún cuando no ha nacido. Juan el Bautista fue lleno del Espíritu Santo desde el vientre (Lucas 1:15). La presencia del Señor Jesús, quien estaba todavía en el vientre de su madre, agitó a Juan el bautista haciéndole saltar en el vientre de Rebeca. Jacob y Esaú pelaron en el vientre de sus madres (Génesis 25:22), una muestra de lo que pasaría en la vida.
La Biblia describe el fruto del vientre como una bendición (Génesis 49:25), un tesoro (Salmo 17:13-14) y una recompensa (Salmo 127:3, LBLA). Esto nos muestra el valor que Dios da a estos niños cuando aún son un embrión.
Es cierto que estas criaturas nacerán en un mundo pecaminoso, lleno de angustias y conflictos, sin embargo, ese sufrimiento y aflicción tienen un propósito. Aquellos que vienen a Dios tienen el privilegio de conocer a su Creador y relacionarse con Él, aún en las peores pruebas. Ellos son un instrumento usado por Dios para llevar a cabo Su propósito en la vida y gozan el privilegio de caminar en Su poder y autoridad y del regocijo de saber que cuando su misión en la tierra termine, entrarán en su presencia para toda la eternidad, separados del pecado y sus consecuencias.
¿Qué enseña este estudio acerca del valor del niño que aún no ha nacido? Nos muestra que cada uno es obra del Padre Celestial y que Dios tiene un propósito para esa criatura que aún no se ha formado. Él estima cada vida y conoce a cada uno por su nombre.
Pienso que estamos llamados a respetar la vida que Dios está formando y protegiendo en el vientre, ya que es Su creación divina para la cual tiene un propósito. ¿Todos los niños que ya han nacido procuran el propósito de Dios? Me temo que no, pues ninguno de nosotros puede alcanzar la norma establecida por Dios. Algunos de estos niños rechazarán a su Creador completamente, otros se opondrán con violencia al propósito de Dios convirtiéndose en instrumentos de Satanás; sin embargo, quienes reciben al Señor se convierten en Su instrumento para la expansión de Su reino.
Sería maravilloso pensar que todos los niños nacerán de padres amorosos. Sin embargo, en este mundo de pecado y maldad no siempre es así. Hay mujeres que han experimentado los horrores de la violación y el maltrato sexual, por lo que es fácil cuestionar el propósito de Dios en esos momentos. No obstante, los niños que nacen de estas madres siguen siendo preciosos ante los ojos de Dios. ¡Qué bendición es ver a estos niños que son fruto del pecado y la rebelión contra Dios, convertirse totalmente en lo que Él pretende que sean! Muchos verán las maldades que nunca deberían ver. Otros enfrentarán conflictos en la vida que ningún niño jamás debería enfrentar. Sin embargo, a pesar de esto, ellos son valorados como creación de Dios. En todo caso, esto es un llamado para que el pueblo de Dios se levante y sean los padres, consejeros, impulsores y protectores que estos niños necesitan.
En este estudio, yo no he hablado expresamente sobre el tema del aborto; aun así, lo que hemos examinado nos debe ayudar a visualizar el increíble valor que Dios le otorga a la vida en el vientre.
Según he estudiado los diferentes pasajes de las Escrituras que se refieren a la vida en el vientre, me ha impactado la realidad de que Dios me conoció, me llamó y valoró mucho antes de que naciera. Yo fui amado desde antes de nacer. Fui cuidado en la matriz y conocido antes de ser concebido. Yo alabo al Señor por tomar este gran interés en mí y quiero vivir para cumplir el propósito para el cual fui concebido. He cambiado mi manera de pensar sobre el valor que Dios le da a cada niño en el vientre, sin importar las circunstancias de su concepción. Quiera Dios que este estudio permita a cada lector concordar con Él sobre el valor y cuidado del fruto de cada vientre para Su gloria y alabanza.
Para meditar:
- ¿Qué nos enseña este estudio acerca del valor del niño que aún no se ha formado en el vientre de la madre?
- ¿Cuál es la obra de Dios en la vida de ese niño?
- De acuerdo a lo que hemos visto en este estudio, ¿cuál debería ser nuestra actitud hacia el niño en la matriz?
- ¿Cuándo comienza la vida? Si la criatura en el vientre es considerada una persona desde el momento de la concepción, ¿cómo se aplican al niño que está por nacer, la ley y los requisitos de Dios para el tratamiento de las personas?
Para orar
- Tomemos un momento para agradecer al Señor que Él nos conoció antes de que fuéramos concebidos.
- Agradezcamos cómo nos formó y valoró en el vientre de nuestra madre.
- Pidamos al Señor nos ayude a ver y a valorar a cada niño como una creación de Dios, ya sea que esté en el vientre o haya nacido.
- Roguemos a Dios nos perdone por las tantas formas en que hemos irrespetado la vida de aquellos que Él creó, estén en el vientre o fuera de él.
- Demos gracias al Señor porque a pesar de nacer en un mundo pecaminoso, podemos conocer Su presencia y poder para cumplir su propósito. Agradezcámosle por el privilegio de conocerle y por el perdón de nuestros pecados.
- Tomemos un momento para orar por aquellos que aun no le han reconocido como su Salvador y Señor. Pidamos a Dios se les revele a esas personas de modo que les dé esperanza y propósito en la vida.