Una Análisis Práctico de la Doctrina de la Soberanía de Dios
F. Wayne Mac Leod
Copyright © 2018 por F. Wayne Mac Leod
Revisión del texto en inglés Agosto 2013
Todos los derechos reservados. No puede reproducirse ni transmitirse parte alguna de este libro sin el previo consentimiento por escrito de su autor.
Traducción al español: David Gomero (Traducciones NaKar)
Todas las citas bíblicas, a menos que se indique otra versión, han sido tomadas de la Biblia Reina Valera Revisada (1960) (RVR60).
Especial agradecimiento a los editores y correctores del texto en inglés:
Lillian Mac Neil, Diane Mac Leod
Índice
- Prefacio
- 1 Autoridad absoluta
- 2 Derecho absoluto
- 3 Control absoluto
- 4 La dignidad humana
- 5 El pecado
- 6 La injusticia y el sufrimiento
- 7 La oración y el servicio
- 8 La perseverancia en el pecado
- 9 Muriendo al yo
- 10 Rindiendo nuestras posesiones
- 11 Descansando en Dios
- 12 Circunstancias inesperadas y personas difíciles
- 13 Valentía en el servicio
- 14 Esperar y escuchar a Dios
- 15 Historia pasada
- 16 La adoración
Prefacio
Por siglos, la doctrina de la soberanía de Dios ha causado gran debate entre los creyentes. Para algunos, ésta ha sido una gran fuente de aliento y bendición; para otros, ha sido una afrenta a la independencia humana.
Quisiera que el lector tuviera presente que mi intención con este estudio no es ser exhaustivo; no pretendo ser exageradamente académico ni tampoco divisivo. Mi mayor deseo es mostrarle al lector cómo este atributo de Dios debe influir diariamente sobre nuestras vidas.
En el transcurso de este estudio he llegado a entender que una comprensión equilibrada de esta doctrina tendrá un impacto dramático sobre la manera en que reaccionamos ante las dificultades diarias de la vida. Esto cambiará nuestra actitud con respecto a nuestra historia personal en el pasado; y también nos dará mayor confianza a la hora de actuar en fe.
La doctrina de la soberanía de Dios es inmensamente práctica. Creo firmemente que cada creyente necesita tomar tiempo para estudiar cuidadosamente este vital atributo de Dios. Es mi oración que este sencillo estudio sea una fuente de bendición y aliento para todo aquel que tome tiempo para leerlo. – F. Wayne Mac Leod
1 – Autoridad Absoluta
La doctrina de la soberanía de Dios resulta ser, de todas las doctrinas bíblicas, la más alentadora y la más perturbadora a la vez. Para algunos, ha sido de gran bendición cuando se han encontrado en medio de las tormentas de la vida. Para otros, ha sido una afrenta a la independencia y dignidad humanas.
¿Qué queremos decir cuando afirmamos que nuestro Dios es un Dios soberano? Queremos decir que Dios tiene la autoridad, el derecho y el control absolutos. Desglosemos esto y analicémoslo más detalladamente.
Debido a que Dios es soberano, Él tiene la autoridad absoluta. ¿Qué es autoridad? Autoridad es el poder de ordenar. La voz de la autoridad ha de ser obedecida. Toda sociedad necesita la autoridad. Donde no hay autoridad la sociedad se descompone. Imaginémonos cómo sería la vida sin leyes ni personas que la hagan cumplir. Imaginemos cómo serían nuestros hijos sin la autoridad de los padres. La autoridad es necesaria si queremos que la sociedad funcione bien.
La autoridad no es mala. Es cierto que muchos la han usado mal en busca de sus propios intereses. Sin embargo, la autoridad ha de usarse para crear una mayor armonía. Donde hay autoridad conocemos nuestros límites. La autoridad castiga a quienes rompen con la armonía de la sociedad. La autoridad determina qué es lo correcto y qué es lo adecuado dentro del contexto de nuestras relaciones con los demás. Ésta nos brinda un plan común y nos permite trabajar juntos con propósitos comunes.
Cuando decimos que Dios tiene la autoridad absoluta, estamos diciendo que Él tiene el poder de determinar el plan; y debido a que Su autoridad es absoluta, Él ordena plena obediencia al plan que ha preparado. No hay otro por encima de Él. Él tiene la última palabra en todos los asuntos. Solo puede haber una persona con autoridad absoluta e incuestionable, y solo Dios posee esa característica. Veamos brevemente lo que nos dice la Biblia acerca de la autoridad absoluta de Dios.
Dios tiene autoridad sobre los gobernantes de la Tierra
El rey Nabucodonosor de Babilonia se jactaba de sus grandes logros. Bajo su administración, Babilonia alcanzó la cumbre de poder e influencia. Sin embargo, su soberbia ofendía a Dios. Nabucodonosor no veía que necesitaba a Dios; él mismo se sentía que era un dios. A causa de su soberbia el Señor hizo que quedara fuera de sus cabales. Por años anduvo por los campos junto a los animales salvajes. Cuando finalmente el Señor lo restauró, el rey Nabucodonosor habló estas palabras:
Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada; y él hace según su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, y le diga: ¿Qué haces? (Daniel 4:35)
Nabucodonosor llegó a darse cuenta de que había una autoridad superior a la de él en este mundo. Él dobló sus rodillas ante Aquel cuya autoridad es mayor e incuestionable; y aunque era el gobernante del reino más fuerte de la tierra, no pudo cuestionar la autoridad de Dios ni pedirle explicaciones.
Pensemos en esto por un momento. El gran rey Nabucodonosor fue privado de su poder en un instante; vagó por los campos como una bestia; y aunque ningún otro rey sobre la tierra se atrevía a levantarse contra él, quedó indefenso ante el Dios de Israel. Por muy poderosos que los gobernantes de la historia hayan sido, todos tendrán que responder ante el Dios de los cielos. Él está por encima de todos ellos y tienen que sujetarse a Él.
Dios hace lo que Él quiere
Muy pocos en la Biblia sufrieron al igual que Job; sin embargo, ésta nos cuenta que él era un hombre justo e íntegro. Nunca es fácil entender el sufrimiento. ¿Por qué Dios libra a una persona y a otra no? ¿Por qué Dios le da una vida de sosiego a unos, sin embargo otros, solo tienen problemas? En medio de su sufrimiento Job aprendió algo muy importante acerca de Dios:
Pero él es soberano; ¿quién puede hacerlo desistir? Lo que él quiere hacer, lo hace. (Job 23:13, NVI)
Dios hace lo que Él quiere. Esta idea no le llama la atención a muchos, pues piensan que Dios tiene que hacer todo para el beneficio de ellos. Ellos piensan que Dios tiene que rendirle cuentas a Su creación y han reducido a Dios a un sirviente celestial cuya única responsabilidad es satisfacer las necesidades y deseos de Sus criaturas. El Señor se interesa y provee para Sus hijos, pero no lo hace por obligación sino porque ha decidido hacerlo así por amor.
Job descubrió que Dios hace lo que quiere y que nadie puede interponérsele ni acusarlo de hacer mal. Dios no tiene que rendirle cuentas a nadie de Sus acciones. De hecho, ¿quién podría pedirle que le rinda cuentas? Si no fuera por la realidad de que también Dios es bueno, este concepto ciertamente infundiría mucho temor.
La autoridad de Dios no tiene límites
No hay ningún lugar del cielo o de la tierra donde Dios no tenga autoridad. Los reyes y los líderes políticos tienen autoridad en sus países, pero no así más allá de sus fronteras. Con Dios no sucede esto pues Su autoridad es absoluta y se extiende por toda la creación. No hay lugar en el universo donde Dios no sea el rey soberano. No hay ningún lugar de Su creación a donde Su autoridad no se extienda; y esto hace que sea la creación la que le rinda cuentas a Él. El salmista lo expresó de esta manera:
Todo lo que Jehová quiere, lo hace, en los cielos y en la tierra, en los mares y en todos los abismos. (Salmo 135:6)
La autoridad de Dios es definitiva
Veamos lo que le dijo el profeta Isaías a su audiencia en cuanto a las decisiones de Dios.
Porque Jehová de los ejércitos lo ha determinado, ¿y quién lo impedirá? Y su mano extendida, ¿quién la hará retroceder? (Isaías 14:27)
La decisión de un juez puede ser denegada, el presidente de una compañía puede ser despedido y su cargo entregado a otro, pero con Dios no sucede esto. No hay una corte superior a quien se pueda apelar. Él es la autoridad final. Lo que Él decide se queda como tal. Nadie tiene el derecho de decidir en contra de lo que Él ha dictaminado. No hay autoridad por encima de la Suya.
Dios no le rinde cuenta de su autoridad a nadie
El apóstol Pablo nos dice que Dios hace todo de acuerdo a Su voluntad.
En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad (Efesios 1:11)
A un embajador se le da autoridad para hablar a nombre de su país. Sin embargo, él tiene que seguir el programa que le den, pues no está libre de hacer lo que quiera ni de decir lo que venga a su mente. Su opinión y su programa han de estar en sintonía con los del pueblo que representa. Pero no sucede así con Dios. Él obra para llevar a cabo Su voluntad y Su propósito, y toda la creación ha de someterse a ese propósito o enfrentar las consecuencias.
Dios hace lo que quiere y no tiene que rendirle cuentas a nadie de Sus acciones. Lo que Él decide no puede ser cuestionado. Su autoridad está por encima de la de reyes, líderes y todo lo que Sus manos han creado. Muchos han rechazado a Dios a causa de esto y no están seguros si quieren rendirse a un Dios con tal autoridad, pues prefieren a uno débil que más bien tenga que escucharlos.
Aunque nos guste o no, el Dios de la Biblia es un Dios que tiene autoridad absoluta sobre la Tierra. Él traza los planes y determina lo que es correcto. Él es quien hace las reglas y decide el destino de Su creación. Él es un Dios que exige respeto; por eso, cada rodilla se doblará ante Él como el rey soberano sobre todas las cosas. Nadie puede cuestionar lo que Él hace.
Para orar:
- ¿A qué nos referimos cuando decimos que Dios tiene autoridad absoluta?
- ¿Por qué nos resulta alentador saber que el Dios que posee la autoridad absoluta también es un Dios bueno y santo?
- ¿Por qué nos resulta difícil aceptar la doctrina de la autoridad absoluta de Dios?
Para orar:
- Agradezcámosle al Señor que aunque posee la autoridad absoluta también es un Dios amoroso y bueno.
- Pidámosle al Señor que nos enseñe a rendirnos a Su autoridad. Pidámosle que nos muestre qué áreas no hemos rendido a Su propósito para nuestras vidas.
2 – Derecho Absoluto
Hemos visto que Dios posee la autoridad absoluta (poder para ordenar). También vimos que no hay autoridad por encima de la suya y que nadie puede cuestionar lo que Él dice o hace. En esta próxima sección examinaremos el hecho de que Dios también posee el derecho absoluto. ¿Qué es un derecho? Podemos definir derecho como una licencia o un privilegio. Cuando joven recibí mi licencia de conducir y se me otorgó el derecho de conducir un auto. Mi licencia matrimonial me dio el permiso legal para tomar esposa. El derecho da permiso legal.
Como seres humanos nuestros derechos están limitados. El joven que posee una licencia de conducir debe hacerlo de cierto modo o corre el riesgo de perder su licencia. Sin embargo, el derecho de Dios es absoluto. Nadie puede quitarle el derecho a Dios. Él tiene el derecho, sin límites o restricciones, de hacer lo que quiera con lo que ha creado. Este tipo de privilegio en manos de cualquiera que no fuese un Dios amoroso causaría terror. Sin embargo, tomemos un instante para considerar algunos pasajes bíblicos que hablan del derecho absoluto de Dios.
En Josué 1, el Señor le ordenó a Josué que tomase la tierra de Canaán. Esta tierra estaba habitada por los cananeos. Dios le dijo a Josué que los sacara de esa tierra y se la diera a los israelitas. Analicemos por un momento lo que aquí está sucediendo. Estos cananeos habían habitado esta tierra por generaciones y habían establecido sus casas y sus familias en aquel lugar. Dios le estaba diciendo a Josué que los sacara de la única tierra que ellos conocían.
A muchas personas les resulta conflictivo lo que aquí Dios le estaba diciendo a Josué que hiciera. Sin embargo, de lo que necesitamos percatarnos es que aquellos cananeos simplemente eran arrendatarios de aquella tierra que pertenecía a Dios. Dios tenía el derecho de darle la tierra a quien el quisiese. Veamos las palabras del salmista en el Salmo 135: 6, 10-12:
6 Todo lo que Jehová quiere, lo hace, en los cielos y en la tierra, en los mares y en todos los abismos. Destruyó a muchas naciones, y mató a reyes poderosos; 11 A Sehón rey amorreo, A Og rey de Basán, y a todos los reyes de Canaán. 12 Y dio la tierra de ellos en heredad, en heredad a Israel su pueblo.
Observemos la frase que dice: “Todo lo que Jehová quiere, lo hace, en los cielos y en la tierra, en los mares y en todos los abismos”. Dios tomó la tierra de los cananeos y se la dio a Su pueblo. Él tenía el derecho de hacerlo y nadie puede cuestionar legalmente Su decisión porque toda la tierra es Suya y puede hacer lo que quiera con ella.
Luego en la historia de Israel, Dios le habló al profeta Jeremías acerca de los pecados de Su pueblo. Él le dijo a Jeremías que le iba a quitar la tierra a Israel y dársela a Nabucodonosor, rey de Babilonia. Veamos lo que le dice Dios al profeta Jeremías:
Yo hice la tierra, el hombre y las bestias que están sobre la faz de la tierra, con mi gran poder y con mi brazo extendido, y la di a quien yo quise. (Jeremías 27:5)
La creación es de Dios, tiene derecho sobre ella y hace con ella como Él estime. En ninguna otra parte esto se hace más evidente que en la ilustración del alfarero y el barro. En una ocasión Dios le dijo a Jeremías que fuera a casa del alfarero para que viera cómo éste trabajaba. En Jeremías 18:3-6 leemos:
Y descendí a casa del alfarero, y he aquí que él trabajaba sobre la rueda. 4Y la vasija de barro que él hacía se echó a perder en su mano; y volvió y la hizo otra vasija, según le pareció mejor hacerla. 5Entonces vino a mí palabra de Jehová, diciendo: 6¿No podré yo hacer de vosotros como este alfarero, oh casa de Israel? dice Jehová. He aquí que como el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en mi mano, oh casa de Israel.
Dios le dijo a Jeremías que Israel era como el barro en sus manos, que podía hacer con él lo que quisiera. El destino y la forma de sus vidas estaban en Sus manos; y Él daba o retiraba Su bendición según le pareciera.
En el Nuevo Testamento, el apóstol Pablo usó esta misma ilustración cuando dijo en Romanos 9:20-21:
20Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así? 21¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra?
Pablo dejaba bien claro que, como creación de Dios, no tenemos derecho de “replicarle” ni de protestar acerca de cómo nos ha hecho o la forma que han tomado nuestras vidas.
En una ocasión el Señor le dio permiso a Satanás para probar a Job. Satanás respondió matando a todos sus hijos, destruyó sus ovejas, su ganado y a los sirvientes. Job lo perdió todo. Observemos la respuesta de Job ante esos sucesos (Job 1:20-22):
20Entonces Job se levantó, y rasgó su manto, y rasuró su cabeza, y se postró en tierra y adoró, 21y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito. 22En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno.
Percatémonos en particular del versículo 22:
En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno.
Dios había permitido que mataran a la familia de Job; le había dado permiso a Satanás para arrebatarle a Job todo lo que tenía, y a pesar de esto, Dios no había hecho nada malo. Dios no peca al quitar una vida o permitir el sufrimiento. Él tiene el derecho de hacer lo que quiera con Su creación y nadie puede acusarle de hacer algo malo. Job no tenía una queja legítima contra Dios. Todo lo que él tenía lo había recibido de Él, y Dios puede reclamar o hacer lo que quiera con lo que le pertenece.
Imagina que eres un gran artista que ha pintado una gran obra de arte; la cuelgas de la pared de tu casa y disfrutas de su belleza. Sin embargo, un día decides que ya no quieres esa pintura, así que la quitas de la pared y la destruyes. ¿Eres culpable de algún delito por haber hecho eso? De ninguna manera, la pintura es tuya y puedes hacer con ella lo que quieras. Puedes quedártela o destruirla y al final no has cometido ningún delito.
Sin embargo, imagina que esa pintura estaba colgada en la pared y que un ladrón entra en tu casa, roba la pintura y la destruye. ¿Es este ladrón culpable de algún delito? De cierto que sí. Las leyes locales lo castigarían porque no tenía el derecho de tomar lo que no era suyo y destruirlo. Dios no peca cuando hace lo que quiere con lo que le pertenece.
Pablo nos dice en Colosenses 1:16 que todas las cosas fueron creadas por Dios y para Dios:
Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él.
Aquí vemos que todas las cosas fueron creadas por Dios y “para Dios”. No siempre entendemos lo que este pasaje nos dice. Dios ha creado todo para Sí mismo. Esta tierra no fue creada para nosotros. Todo lo que Dios creó fue para Él y no tenemos derecho alguno sobre nada de lo que Dios creó. En realidad, nada es nuestro; todo es de Dios y por eso Él puede hacer lo que quiera con lo Suyo.
El profeta repite esta idea en Isaías 43:7, 21 cuando dice:
7todos los llamados de mi nombre; para gloria mía los he creado, los formé y los hice (Isaías 43:7).
Este pueblo he creado para mí; mis alabanzas publicará (Isaías 43:21).
Fuimos creados para la gloria de Dios. Dios nos formó para que pudiéramos proclamar Su alabanza. De diferentes maneras Dios logra glorificarse en nuestras vidas. Él reveló Su propósito por medio del sufrimiento de Job. En los días de Josué, Dios manifestó Su gloria al tomar la tierra de los cananeos y dársela a Su pueblo. Luego, tomó la misma tierra de Su pueblo y se la entregó a los babilonios. En esto Dios también sería glorificado. Él tiene el derecho de hacer todas estas cosas.
¿Cuál es nuestra respuesta a esto? Cuando Elí, el profeta, descubrió que Dios había declarado a su familia indigna del sacerdocio, le dijo al joven Samuel: “Jehová es; haga lo que bien le pareciere.” (1 Samuel 3:18). Esta es nuestra única respuesta legítima ante un Dios soberano que tiene el derecho y la autoridad absolutos. Ninguna queja sería justificada. Lo único que podemos hacer es rendirnos. .
Para meditar:
- ¿Qué significa para Dios tener el derecho absoluto?
- ¿Está pecando Dios cuando permite que suframos o nos quita la vida? ¿Por qué?
- ¿Tenemos el poder absoluto? ¿Cuál es la diferencia entre el derecho de Dios y el nuestro?
- ¿Cuál es nuestra respuesta al derecho absoluto de Dios?
Para orar:
- Tomemos un momento para agradecer al Señor que Él tiene el derecho absoluto de hacer con nosotros lo que quiere.
- Pidámosle al Señor que nos dé la gracia para aceptar que Él tiene el derecho de hacer lo que quiera con nosotros y todo lo que nos ha dado.
- Oremos pidiendo perdón a Dios por las veces que hemos protestado y nos hemos quejado contra Él y Sus propósitos.
3 – Control Absoluto
Hasta el momento hemos definido la soberanía de Dios en términos de autoridad absoluta y derecho absoluto. Todavía nos queda añadir una dimensión más a nuestra definición. En teoría, se puede tener autoridad absoluta y derecho absoluto, pero no tener la capacidad de ejercer estos privilegios. Por ejemplo, un hombre puede que tenga el derecho y la autoridad de conducir un auto, pero estar a la vez incapacitado para hacerlo a causa de alguna limitante física o algo por el estilo. A veces hay situaciones que no podemos controlar y que nos privan de nuestra capacidad o derecho. Tales restricciones y limitaciones no son problema para Dios, pues no hay situación alguna que se salga fuera de Su total control.
¿A qué nos referimos cuando decimos control absoluto? Cuando decimos que Dios tiene el control nos referimos a que Él determina lo que va a suceder y hace que suceda. Él tiene dominio sobre las circunstancias. Los eventos y las personas que le rodean están sujetos a Sus propósitos porque están contenidos dentro de los parámetros que le ha establecido y los usa para cumplir Sus metas. Cuando decimos que este control es absoluto, queremos decir que no hay nada que pueda interrumpir el propósito de Dios.
Debido a que somos seres humanos no podemos controlar las circunstancias de nuestras vidas. Nuestra influencia sobre la gente que nos rodea es limitada. Muchas cosas nos toman por sorpresa y nos vemos enfrentando obstáculos que son demasiado grandes para nosotros. Pero a Dios no le sucede eso. Veamos qué le dijo Dios al profeta Jeremías:
He aquí que yo soy Jehová, Dios de toda carne; ¿habrá algo que sea difícil para mí? (Jeremías 32.27)
Jesús repite esa misma idea en Mateo 19:26 cuando dijo:
Y mirándolos Jesús, les dijo: Para los hombres esto es imposible; mas para Dios todo es posible
¡Qué bueno es saber que hay alguien con el control absoluto! ¡Cuánto más saber que este Dios se interesa en nosotros y dispone todas las cosas para nuestro bien! (Romanos 8.28, NVI). Veamos brevemente hasta dónde llega el control de Dios.
Circunstancias de la vida
La Biblia nos enseña que Dios controla las circunstancias de nuestras vidas. El clásico ejemplo de esto lo vemos en la historia de José. Cuando era un muchacho de diecisiete años fue vendido como esclavo por sus hermanos. Este fue un tiempo muy oscuro en la vida de José ya que fue obligado a abandonar a su familia y a su país, y fue víctima de los celos y el odio cruel de sus hermanos. Estando en Egipto fue falsamente acusado por la esposa de Potifar y puesto en la cárcel por un crimen que no cometió.
Dios tenía el control de las circunstancias que rodeaban a José. Luego, José se convertiría en el segundo al mando en todo Egipto y Dios usaría esto para salvar a la nación de Israel del hambre severa que hubiera barrido la mayoría de su población. Al mirar en retrospectiva lo que había sucedido en su vida, él les dijo a sus hermanos:
Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo (Génesis 50:20)
Dios se fue por encima de lo que parecía una terrible injusticia e hizo que causara mucho bien. Esta historia es tan solo una de tantas parecidas en la Biblia que nos recuerdan que Dios tiene el control de todas las cosas que sucedan en nuestras vidas. Las dificultades y pruebas que tengamos tienen en el fondo un sentido y Dios las usará para cumplir Su propósito en nosotros.
La naturaleza humana
Dios también tiene el control de la naturaleza humana. El pueblo de Dios, los israelitas, le había dado la espalda, pues constantemente había rehusado a aceptar Su palabra. Como castigo Dios los envió al exilio, y aún allí, ellos persistieron en su rebelión contra Dios. Un día el Señor le dijo a Jeremías que iba a hacer una obra en la vida de Su pueblo. Escuchemos lo que le dijo Dios al profeta:
Y les daré corazón para que me conozcan que yo soy Jehová; y me serán por pueblo, y yo les seré a ellos por Dios; porque se volverán a mí de todo su corazón (Jeremías 24:7)
Este pueblo rebelde sería quebrantado. Su viejo corazón de piedra sería cambiado por uno nuevo. El corazón que Dios les iba a dar sería uno que lo deseara a Él, y ya más nunca le darían la espalda en rebeldía. Sus corazones se volverían a Él. Podemos ver que esto no era algo que este pueblo haría por su propia voluntad. Dios era el que cambiaría sus corazones. Isaías lo expresa de esta manera:
Ahora pues, Jehová, tú eres nuestro padre; nosotros barro, y tú el que nos formaste; así que obra de tus manos somos todos nosotros. (Isaías 64:8)
Somos como el barro en manos del alfarero. Él nos puede moldear de la manera que Él quiera, cambiar nuestros corazones e ir por encima de nuestra naturaleza pecaminosa. Él tomó a Pablo, un perseguidor de la iglesia, e hizo de él uno de Sus principales voceros. Dios puede tomar la rebelión de un hijo o una hija y derretirla. Él puede quebrar el corazón endurecido de un amigo. El control absoluto de Dios se extiende por encima de nuestras naturalezas pecaminosas.
La ira del hombre
El versículo 10 del Salmo 76 constituye un versículo importante en relación con la soberanía de Dios y Su control absoluto:
Ciertamente la ira del hombre te alabará; tú reprimirás el resto de las iras.
Hay momentos en los que la maldad de la humanidad parece salirse de control. Sin embargo, el salmo 76 nos recuerda que al final hasta la ira del hombre glorificará a Dios. En la historia de este mundo hemos visto que se han perpetuado hechos terribles. Los creyentes han sido perseguidos y martirizados por su fe. Sin embargo, el salmista nos dice que, inclusive en situaciones como esas, Dios está obrando para llevar a cabo propósitos mayores. Esto se vio muy claramente en el caso de la historia de José que mencionamos anteriormente. Sus hermanos arremetieron contra él con la ira de sus celos, pero Dios usó sus acciones para glorificarse y traer bien a Su pueblo. No siempre podremos ver cómo estas cosas obran para nuestro bien, pero podemos estar seguros que ninguna circunstancia queda fuera del control de Dios.
Líderes políticos
El control soberano de Dios está por encima del liderazgo político de la historia. Al referirse al faraón de Egipto en Éxodo 9:16, Dios expresa:
Y a la verdad yo te he puesto para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado en toda la tierra. (Éxodo 9:16)
El Faraón había hecho mucho para dañar al pueblo de Dios. No quiso que el pueblo de Israel saliera de Egipto y se encargó de hacerles la vida miserable. Cuando llegó el tiempo correcto, Dios envió a Moisés para lidiar con Faraón y liberar a Su pueblo. El mundo vio la grandeza del Dios de Israel cuando las plagas fueron desatadas sobre Egipto. Ellos vieron cómo esta gran nación era puesta de rodillas ante el poder del Dios de Israel.
Éxodo 9:16 nos dice que el Faraón fue levantado para que se mostrara el poder de Dios y que Su nombre fuese proclamado en toda la tierra. Lo que fue una realidad para Faraón lo es para todos los grandes líderes. Dios puede usar, incluso, el mal causado por líderes políticos para al final lograr Sus propósitos.
Naturaleza
El control de Dios se extiende también sobre la naturaleza. Podemos ver cómo las tormentas se calmaron a la voz del Señor Jesús (Marcos 4:39). Dios dividió las aguas del Mar Rojo para proveer una salida a Su pueblo que huía de Faraón (Éxodo 14). En otra ocasión, Dios hizo salir agua de una roca para calmar la sed de la nación de Israel (Números 20:8-11). En muchas otras ocasiones el Señor hizo que mujeres estériles dieran a luz. El Salmo 104:7-10 nos habla del control de Dios sobre toda la naturaleza:
A tu reprensión huyeron; al sonido de tu trueno se apresuraron; subieron los montes, descendieron los valles, al lugar que tú les fundaste. Les pusiste término, el cual no traspasarán, ni volverán a cubrir la tierra. Tú eres el que envía las fuentes por los arroyos; van entre los montes. (Salmo 104)
El Señor le ha puesto límites al mar. A Su voz se hace escuchar el trueno. El mundo, como lo conocemos hoy, se sostiene por el control soberano de nuestro Dios creador y responde solamente a Su voz.
El curso de la historia
El curso de la historia está en las manos de nuestro Dios soberano. Escribiendo en sus días el profeta Isaías dijo:
Yo anuncio el fin desde el principio; desde los tiempos antiguos, lo que está por venir. Yo digo: Mi propósito se cumplirá, y haré todo lo que deseo. (Isaías 46:10, NVI)
Desde el principio, Dios ya conoce el fin. Nada lo toma por sorpresa. La historia se desenvuelve de acuerdo a Su plan global. Las naciones se levantan y caen según Su deseo. Hasta la crucifixión del Señor Jesús era de acuerdo al cumplimiento del plan y propósito de Dios.
27Porque verdaderamente se unieron en esta ciudad contra tu santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel, 28para hacer cuanto tu mano y tu consejo habían antes determinado que sucediera. (Hechos 4:27-28)
Dios había determinado desde el principio de los tiempos que Su Hijo muriera por los pecados del mundo. La muerte de Su Hijo, el Señor Jesucristo, era el cumplimiento directo de Su propósito y plan. La historia está en las manos de Dios, el Señor. Él determina el curso de las naciones y el camino de los grandes líderes. Él también conoce cada detalle de mi vida.
Poderes de las tinieblas
Los poderes del infierno están sujetos al control de nuestro Dios soberano. En Job 1 podemos ver que Satanás no tenía poder sobre Job, excepto el que Dios le permitía. En los evangelios los demonios huían de la presencia del Señor Jesús. Apocalipsis 20:10 nos habla acerca del destino final de nuestro gran enemigo, Satanás:
10Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.
Teniendo en cuenta este pasaje podemos ver que Dios tiene el control de cada circunstancia de la vida. Hasta la ira de los hombres malvados Dios la usa para, al final, traer gloria a Su nombre. La naturaleza escucha Su voz de mando. Él ha determinado el curso de la historia y las fuerzas del infierno están bajo Su control. No hay nada que se salga fuera del control de Dios. Esa realidad nos puede servir de gran aliento y seguridad.
El Dios a quien servimos es un Dios soberano que tiene la autoridad, el derecho y el control absolutos. Él es quien pone las reglas y actúa según Su parecer; y nosotros dependemos completamente de Él para vivir y respirar. Toda la historia se desenvuelve según Él permita que sea.
Es relativamente fácil definir la soberanía de Dios. Lo que más difícil resulta es buscar la aplicación de esta doctrina a la vida cotidiana. En el resto de este libro trataré de responder algunas objeciones y de mostrar cómo esta doctrina se aplica a la vida cotidiana.
Para meditar:
- ¿Qué significa que Dios tiene el control absoluto? ¿Es posible que alguien pueda tener autoridad y derecho absolutos pero no tener el control?
- ¿Qué seguridad encuentras en el hecho de que Dios posee el control absoluto de este mundo?
Para orar:
- Agradezcamos al Señor por tener el control de este mundo y por hacer que todo obre para Su gloria y para nuestro bien.
- Pidamos perdón al Señor por las veces que no pudimos percibir que Él tenía el control. Pidámosle gracia para confiar en lo que está haciendo aunque no lo podamos entender.
4 – La Dignidad Humana
Hemos definido la soberanía de Dios como esa característica que le da la autoridad, el derecho y el control absolutos en el universo. Si creemos que las Escrituras enseñan que Dios es soberano, ¿qué nos dice esto acerca de nosotros? ¿Acaso priva esta doctrina al ser humano de su dignidad, sus derechos y decisiones? ¿Somos meras máquinas en las manos de Dios, programadas para un destino y una tarea específicos? Es importante que consideremos estas interrogantes debido a su relación con la doctrina de la soberanía de Dios.
Dignidad humana
Desde el mismo principio, Dios le dio gran valor a la vida humana. En Génesis 9:5 le dijo a Su pueblo que cualquiera que tomase la vida de otra persona debía ser castigado con la muerte. Dios reservó el castigo más severo para quien hiciese algo así.
Al reflexionar sobre la creación de Dios en el Salmo 8:3-6 el salmista dijo:
Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú formaste, digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites? Le has hecho poco menor que los ángeles, y lo coronaste de gloria y de honra. Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; todo lo pusiste debajo de sus pies
Aquí el salmista se maravilla del lugar que tiene la humanidad en la creación. Dios nos dio dominio sobre toda ella, y nos da más valor que a cualquier otra criatura. Somos la corona de todo lo creado.
Veamos las palabras del apóstol Pablo en 1 Timoteo 6:17:
A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos.
Pensemos en un momento en la amplitud y la belleza del universo. Miremos el glorioso sol de la mañana. Llenemos nuestras mentes con la belleza de las montañas y las olas del mar batiendo contra las costas. Miremos hacia el cielo de la noche y maravillémonos con las estrellas y la luna. Dejemos que la complejidad y la belleza de este universo llenen nuestros corazones de gozo y acción de gracias. Dios ha sido quien nos ha dado todo esto para nuestro disfrute. Él nos desafía a que alcancemos los límites de esta belleza y llenemos nuestros corazones de asombro. Todo esto nos lo ha dado Dios por Su gracia para nuestro deleite. ¿Qué nos dice todo esto acerca de lo que Él piensa de nosotros, los seres humanos?
¿Quién puede olvidar el más famoso de todos los pasajes bíblicos que se encuentra en Juan 3:16? En éste, el Señor nos recuerda que Dios amó tanto a la humanidad que envió a Su hijo Jesús a morir para que tuviéramos vida eterna y viviéramos con Él para siempre. Dios quiere que estemos con Él siempre y eso nos muestra una vez más cuánto nos ama, nos valora y se deleita en nosotros.
Cuando Jesús caminó por esta tierra se preocupó por los enfermos y los necesitados. Él aceptó a quienes habían sido rechazados por sus semejantes. Lo criticaron por ser amigo de pecadores. Trataba a todos con dignidad y respeto. Jesús nos amó tanto que estuvo dispuesto a poner Su vida por nosotros en la cruz del Calvario. No hay mayor expresión de amor que estar dispuesto a morir por otra persona. La disposición de Cristo de morir por nosotros es una muestra de cuánto valor Él nos da.
Veamos qué nos dice Pablo en Romanos 8:32:
El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?
La relación de Dios no se terminó con la muerte de Cristo en la cruz; Él continúa proveyendo para cada una de nuestras necesidades. Leamos en Mateo 6:25-30 lo que Jesús le dijo a la multitud:
25Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? 26Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? 27¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? 28Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; 29pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos. 30Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe?
No podemos leer esta sección de las Escrituras sin llegar a la conclusión de que le importamos mucho a Dios y que se interesa grandemente en nuestras necesidades. Su interés por nosotros es muy personal. Jesús dijo en Mateo 10:30 que Dios conoce el número de cabellos de nuestra cabeza.
¿Acaso no queda claro el amor de Dios por nosotros en estos pasajes? Somos la corona de Su creación por la cual Su hijo murió. Somos sus hijos y somos altamente valorados y estimados por Él. No hay nada más valioso en toda la creación que la vida humana. No hay nada que Dios ame y valore más que a ti y a mí.
Destino personal
Hemos visto que tenemos gran valor y dignidad a los ojos de Dios. La segunda cuestión que necesitamos puntualizar aquí es si nosotros, como seres humanos, podemos determinar la forma, el sabor y la textura de nuestras propias vidas. ¿Nos da Dios libertad de elección?
La libertad personal es un ingrediente esencial en la dignidad. Por ejemplo, un esclavo no es tratado con dignidad. A él le han privado de todos los derechos y privilegios; es un objeto para ser controlado; sus intereses no se tienen en cuenta; y su valor es determinado a menudo, por las cosas que haga para beneficiar a su amo.
¿Cómo ha escogido Dios tratarnos? Observemos lo que Dios les dijo a Sus discípulos en Juan 15:15:
Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer.
Dios les dijo a Sus discípulos que los había escogido no para tratarlos como esclavos sino como amigos. Hay una gran diferencia entre un amigo y un siervo. Los derechos y decisiones del amigo son respetados, y aunque Dios tiene todo el derecho de tratarnos como esclavos, Él ha escogido llamarnos amigos.
Como amigos de Dios tenemos el privilegio de acercarnos a Él con nuestras peticiones. En aquellos días los enfermos acudían a Jesús en multitudes pidiéndole sanidad y Él escuchaba sus peticiones. Josué oró para que se detuviera el sol para poder derrotar a sus enemigos (Josué 10:12-14). Salomón oró pidiendo sabiduría para gobernar a su pueblo y Dios le dio esto y mucho más (1 Reyes 3:5-10). Santiago 4:2 nos dice que no recibimos porque no pedimos.
Lo que necesitamos ver es que hay muchas cosas que Dios quiere darnos pero no la obtenemos porque no la pedimos. Aquí hay una decisión que tenemos que tomar. En muchas maneras, la forma que tomen nuestras vidas está determinada por nuestra vida de oración. Las bendiciones de Dios son derramadas sobre nosotros en respuesta a nuestras oraciones. Podemos experimentar grandes bendiciones o grandes derrotas. Podemos hacer descender grandes bendiciones o podemos frenarlas por no buscarle a Él y a Sus propósitos. En este asunto tenemos la dignidad de escoger.
También tenemos la libertad como seres humanos de obedecer o desobedecer a Dios. En Génesis 2 Dios colocó el árbol del conocimiento del bien y del mal en el huerto del Edén. Dios le dijo a Adán que no comiera de ese árbol. Si Dios no quería que el hombre comiese de este árbol, ¿por qué lo puso en el huerto? Lo hizo para que Adán y Eva tuviesen la dignidad de elegir.
Desde el principio los seres humanos han tenido la libertad de elegir entre la obediencia y la desobediencia. Cada día que se vive está lleno de tentaciones para el creyente. Estamos obligados a decidir diariamente si vamos a caminar en obediencia o en desobediencia. Aunque es la voluntad de Dios que escojamos la vida y la obediencia, no siempre hacemos esto y Dios permite que desobedezcamos.
Las Escrituras están llenas de ilustraciones de individuos tomando decisiones. Algunas de esas decisiones estaban totalmente opuestas a la voluntad de Dios. David cometió adulterio con Betsabé y esto no era la voluntad de Dios, pero él tenía la libertad de tomar esa decisión. Dios nos da la misma libertad y podemos escoger lo bueno o lo malo. Podemos escoger el mundo y sus caminos, o a Dios.
Aunque las Escrituras dejan totalmente claro que Dios posee la autoridad, el derecho y el control absoluto, también está claro que el hombre tiene libre albedrío. La forma y el sabor de nuestras vidas dependen de las decisiones que tomemos. Podemos escoger obedecer a Dios o alejarnos de Él; podemos escoger bendición o maldición. En Deuteronomio 30:19, hablando a la gente en el tiempo de Moisés, Dios les dio a elegir:
A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia.
La elección que Dios le dio al pueblo del tiempo de Moisés, era entre la vida y la muerte, la bendición o la maldición. Aunque Él les instaba a que escogieran la vida, tampoco los forzaba a tomar esa decisión.
Hace algún tiempo atrás estaba enseñando en una escuela dominical acerca de Josué y la batalla de Jericó. Mientras enseñaba, algunos de estos niños literalmente se pararon de sus asientos y comenzaron a correr alrededor del aula imitando al ejército de Josué cuando caminaba alrededor de la ciudad antes que cayeran sus muros. Solo tenía una o dos opciones cuando vi lo que estaba sucediendo. Podía llamar a los niños a que volvieran inmediatamente a sus asientos y pedirles que se portaran bien para que escucharan lo que les estaba diciendo, o podía usar lo que estaba sucediendo para ilustrarles la lección. En ocasiones he mirado en retrospectiva esa situación y he pensado en la soberanía de Dios. Tú y yo somos como esos niños con nuestra propia manera de pensar. A veces somos desobedientes e irrespetuosos y a veces no escuchamos a Dios y hacemos lo que bien nos parece. Sin embargo, Dios tiene la capacidad de usar lo que hacemos para llevar a cabo Su propósito global y enseñarnos las lecciones que quiere que aprendamos.
Imaginemos un equipo deportivo en el que cada individuo actúa de manera independiente. ¿Cuál sería el resultado? Todo entrenador sabe que si se quiere ganar un partido hay que controlar fuertemente el comportamiento de cada persona en el campo. El entrenador se para por las líneas laterales y les grita órdenes a sus jugadores diciéndoles lo que tienen que hacer. ¿Qué sucedería si cada miembro decidiese ignorar las órdenes del entrenador? Habría un caos en todo el campo. ¿Cómo puede un equipo querer ganar si no trabajan juntos?
El mismo principio se aplica a los negocios. ¿Qué sucedería si las personas de tu negocio te ignoraran como jefe y decidieran hacer lo suyo? Gastarían tu dinero en lo que ellos quisieran, vinieran a trabajar cuando quisieran, y tomarían decisiones acerca de tu negocio sin consultarte. ¿Pudieras tener un negocio así?
Pensemos por un momento lo que está sucediendo en este mundo. Las personas cada día toman decisiones sin consultar al Señor. Le están dando la espalda e ignoran Su Palabra. Ellos se han alejado rebeldemente del camino que Él les trazó. Hasta en la iglesia podemos ver como los creyentes se rehúsan a trabajar en armonía. A veces se pelean entre ellos o no quieren pasar tiempo juntos, ya sea para confraternizar o trabajar. Dios permite que tomemos esas decisiones.
Es relativamente fácil entender cómo Dios podría cumplir Sus propósitos si obligara a la gente a hacer lo que Él quiere y los privara de su libertad de elección. Sin embargo, va más allá de toda comprensión humana imaginar una soberanía que mantenga el control absoluto, mientras que al mismo tiempo otorga la dignidad de la elección individual y la libertad para la desobediencia. Dios no nos priva de nuestra dignidad de elegir. Sin embargo, Él usa todo lo que sucede para lograr Su propósito. Hasta el mal y la desobediencia Él los usará para al final llevar a cabo Sus propósitos.
Como seres humanos sufriremos las consecuencias de nuestra desobediencia y rebelión, pero el propósito general de Dios se cumplirá. Como Dios soberano Él puede hacer que todas las cosas obren de manera tal, que al final Sus propósitos se cumplan, sin dejar de darnos la libertad y la dignidad de elegir. Esa es la verdadera soberanía.
Para meditar:
- ¿Qué aprendemos aquí acerca de lo que Dios piensa de nosotros como Sus hijos?
- ¿Qué evidencias hay en las Escrituras de que tenemos libertad para elegir?
- ¿Cómo ha usado Dios tus desobediencias y fracasos para enseñarte lecciones importantes?
- ¿El hecho de que Dios es más grande que nuestros fracasos es una excusa para pecar? ¿Cuáles han sido las consecuencias perdurables del pecado en tu vida?
Para orar:
- Agradécele al Señor por Su amor y compromiso contigo como hijo.
- Pidamos al Señor que nos ayude a caminar en obediencia a Él y a Su propósito. Démosle gracias que aún cuando le fallamos Él es capaz de enseñarnos.
- Agradezcamos al Señor que Él es más grande que nuestros fracasos y pecados. Démosle gracias que el pecado y la desobediencia no lo derrotarán o impedirán que cumpla Sus propósitos para este mundo.
5 – El Pecado
Todo aquel que estudie la soberanía de Dios necesita tratar también el tema del pecado. Si Dios es absolutamente santo y a la vez absolutamente soberano, ¿por qué existe el pecado? ¿No podría Él simplemente quitarlo del mundo y ya? ¿Quién de entre nosotros no ha visto los terribles efectos del pecado? Asesinatos, adulterios, hurtos, injusticias, todas estas cosas ocupan los titulares de nuestros periódicos. Guerras y revueltas arrasan la tierra. Un hermano que recibe mis libros me escribió recientemente diciéndome que su casa fue reducida a cenizas a causa de una revuelta provocada por disputas electorales. Él y su familia escaparon con tan solo lo que llevaban puesto. Todo lo que tenían lo perdieron a causa del pecado y la maldad. El pecado es algo terrible y ha estado destruyendo esta tierra desde que entró al mundo en el Huerto del Edén. ¿Por qué permite Dios el pecado? ¿Cómo podemos entender la soberanía de Dios a la luz del terrible pecado que nos rodea?
Comenzamos a responder esta pregunta en el capítulo anterior. El pecado existe porque Dios le ha dado a los seres humanos la dignidad de elegir. Aunque Dios nos da la libertad de elegir, no podemos decir que Él es el autor del pecado. Supongamos, por ejemplo, que le has prestado tu carro a un amigo. Imaginemos que mientras lo manejaba, la policía detuvo a tu amigo por ir demasiado rápido y conducir descuidadamente. ¿Quién tiene la culpa en esta situación? Es cierto que si no le hubieras prestado el carro, él nunca hubiera sido detenido por la policía. Sin embargo, tu amigo tomó una decisión personal. Él decidió desobedecer la ley y solo él es el culpable. Tú no eres responsable de su delito y no hiciste nada malo prestándole tu carro.
Así pasa con Dios. Dios nos ha dado la vida y la dignidad de escoger. Veamos qué dice Josué en sus palabras finales al pueblo de Israel:
Ahora, pues, temed a Jehová, y servidle con integridad y en verdad; y quitad de entre vosotros los dioses a los cuales sirvieron vuestros padres al otro lado del río, y en Egipto; y servid a Jehová. 15Y si mal os parece servir a Jehová, escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová. (Josué 24:14-15)
Observemos que Josué llamó a su pueblo a tomar una decisión. Les dijo: “…si mal os parece servir a Jehová, escogeos hoy a quién sirváis”. El pueblo de Israel tenía una decisión que tomar; y Dios no iba a obligar a Su pueblo a que lo escogieran a Él y a sus caminos. Ellos tenían la libertad de escoger a otros dioses.
No podemos echarle la culpa a Dios si nosotros hemos escogido pasar por alto Su Palabra y hacer las cosas a nuestra manera. Desde el principio de los tiempos, el pecado ha sido el resultado de la decisión humana de ignorar a Dios y a Sus propósitos para este mundo.
Hablándole a la gente de su tiempo el profeta Elías dijo:
¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él. Y el pueblo no respondió palabra. (1 Reyes 18:21)
Elías respetó la libertad que tenía el pueblo de elegir y los llamó a tomar una decisión. Tenían la libertad de seguir a Dios o seguir a Baal. El pecado existe porque Dios nos ha dado la dignidad de elegir. Existe porque hemos escogido caminar lejos de Dios y hemos escogido nuestro propio camino. La raza humana por sí misma es culpable en este asunto del pecado. Todo esto nos lo hemos causado nosotros mismos. Dios respeta nuestra libertad de elegir pero nosotros pagamos las consecuencias de nuestras acciones.
¿Dónde encaja la soberanía de Dios en este tema del pecado? Aunque la rebeldía y el pecado llenan la tierra y Dios respeta nuestra libertad de elección en este asunto, la Biblia enseña que Él es también soberano sobre el pecado. Consideremos lo que dice la Biblia sobre la soberanía de Dios y el pecado.
Dios refrena el pecado
En Génesis 20 leemos la historia de cómo Abraham y Sara mintieron acerca de su relación. Abraham le dijo al rey Abimelec que Sara era su hermana. Al escuchar esto, el rey tomó a Sara para llevarla a su harén. Esta mentira pudo haber conllevado al adulterio. Sin embargo, Dios protegió a Sara al revelársele al rey en un sueño. Dios le dijo a Abimelec que le quitaría la vida si no regresaba Sara a su esposo. Abimelec le recuerda al Señor que él no había tocado todavía a Sara. Miremos la respuesta que el Señor le dio en Génesis 20:6:
Y le dijo Dios en sueños: Yo también sé que con integridad de tu corazón has hecho esto; y yo también te detuve de pecar contra mí, y así no te permití que la tocases.
Dios no quiso que el rey tocara a Sara, la esposa de Abraham. Dios la protegió a pesar de su mentira frenando a Abimelec y alejándola de él.
El rey David también experimentó cómo Dios evitó que el pecado llegara a su vida. En 1 Samuel 25, David y sus hombres se encontraban huyendo del rey Saúl. Estaban cansados y necesitaban comida. David se acercó a un hombre rico llamado Nabal y le pidió suministros. Éste se negó a prestar cualquier tipo de ayuda a David. Entonces David se molestó muchísimo con Nabal y decidió enviarle soldados para matarle a él y a toda su familia. Cuando Abigail, la esposa de Nabal supo que su esposo le había negado ayuda a David y a sus hombres, inmediatamente preparó comida y le salió al encuentro. Veamos lo que David le dijo a Abigail en 1 Samuel 25:32-34 cuando recibió aquellos suministros:
Y dijo David a Abigail: Bendito sea Jehová Dios de Israel, que te envió para que hoy me encontrases. 33Y bendito sea tu razonamiento, y bendita tú, que me has estorbado hoy de ir a derramar sangre, y a vengarme por mi propia mano. 34Porque vive Jehová Dios de Israel que me ha defendido de hacerte mal, que si no te hubieras dado prisa en venir a mi encuentro, de aquí a mañana no le hubiera quedado con vida a Nabal ni un varón.
David reconoce que había sido Dios quien había enviado a Abigail para evitar que pecara. En caso de que ella no hubiese ido, David habría pecado matando a cada hombre de la casa de Nabal; pero Dios impidió que sucediera esto poniendo a aquella mujer en su camino.
Usando el ejemplo de la esposa infiel, el profeta Oseas nos muestra cómo Dios iba a obrar en las vidas de Su pueblo para frenar su pecado. Al hablar en Oseas 2:6-7 dice:
6Por tanto, he aquí yo rodearé de espinos su camino, y la cercaré con seto, y no hallará sus caminos. 7Seguirá a sus amantes, y no los alcanzará; los buscará, y no los hallará. Entonces dirá: Iré y me volveré a mi primer marido; porque mejor me iba entonces que ahora.
Israel había estado siguiendo otros amantes. Le había dado la espalda a Dios, su esposo. Sin embargo, Dios no se iba a rendir con ella. Él le pondría espinos en sus caminos para que ella no vagara. Él escondería a sus amantes de ella y ella no encontraría placer en ellos. Aunque Israel tenía libertad de elección, Dios no se cansaría de ellos sin pelear una vez más. Él iba a hacer todo lo que estuviese a Su alcance para traerla de vuelta a sí mismo. Vemos en Oseas 2:7 que al final, la resistencia de Israel fue quebrantada y voluntariamente decidió regresar a Dios.
El apóstol Pablo nos dice que el día viene en que se desatará un gran mal en la tierra. Sin embargo, por el momento, Dios está frenando ese mal. Veamos lo que nos dice Pablo en 2 Tesalonicenses 2:7:
Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio.
Aunque Dios le ha dado la libertad al hombre de pecar, Él nunca ha dejado de tener el control en Sus manos. Él pone freno al pecado. Aunque el pecado esté tan suelto como parece, nunca se escapa del control de Dios. Él sigue obrando para protegernos y animarnos a seguir por la senda correcta.
Dios castiga el pecado
Lo segundo que podemos decir acerca del pecado es que Dios, al final, va a castigar al pecador. Veamos el consejo de Salomón a los jóvenes de su tiempo:
9Alégrate, joven, en tu juventud, y tome placer tu corazón en los días de tu adolescencia; y anda en los caminos de tu corazón y en la vista de tus ojos; pero sabe, que sobre todas estas cosas te juzgará Dios. Eclesiastés 11:9
En este versículo el sabio rey Salomón les dijo a los jóvenes de su tiempo que disfrutaran la vida, pero que se dieran cuenta de que un día tendrían que responder delante de Dios por todo lo que hicieron.
Hay un día para rendir cuentas. En Romanos 14.10 Pablo nos dice:
Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo.
Cada uno de nosotros comparecerá ante el tribunal de Cristo. Jesús le dijo a la gente de Su tiempo en Mateo 12:36 que cada uno daría cuenta por cada palabra ociosa que saliera de su boca:
Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio.
Dios nos va a pedir cuentas por todos los pecados que cometamos en esta tierra. Sí, somos libres de pecar, pero debemos aceptar también las consecuencias del pecado. Todos tendremos que responder a Dios por nuestras acciones.
Dios glorificará Su nombre
Finalmente, necesitamos entender que nuestro Dios soberano es capaz de usar el pecado para llevar a cabo Sus propósitos más sublimes. El mejor ejemplo de esto está en la muerte del Señor Jesús. Fijémonos en las palabras de Pedro en Hechos 2:22-24:
22Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis; 23a éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole; 24al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella.
Aunque hombres malvados mataron a nuestro Señor por pura rebelión y odio, Dios usó el pecado de esos hombres para traer salvación a Su pueblo.
Los hermanos de José lo vendieron como esclavo, pero Dios tomó esa situación para tornarla a favor de Su gloria. José llegó a ser el segundo al mando en Egipto y fue usado para rescatar a su pueblo de una gran hambruna que los hubiera hecho desaparecer.
El hijo pródigo del que cuenta Lucas 15, salió de casa como un joven rebelde y vivió una vida de pecado. Cuando se le acabó el dinero y tocó fondo, se percató del error en que había incurrido. La Biblia nos cuenta que decidió regresar a su padre. Ciertamente, este hijo nunca más pasaría por alto el valor de su familia, pues el pecado le dio una gran lección.
Dios le ha dado a la humanidad la libertad para elegir. Nosotros hemos tomado esa libertad y la hemos usado para pecar contra Dios. A pesar de esto, Él sigue teniendo el control. Él frena el pecado y también lo castiga. Incluso, puede hasta usarlo para lograr Su gloria final y enseñarnos una gran lección. Dios respeta nuestra libertad de elección, pero nuestras decisiones pecaminosas no resultan amenaza para Él. El mundo sufre las consecuencias de nuestras malas decisiones pero Dios sigue obrando para lograr Sus propósitos.
Para meditar:
- ¿De dónde vino el pecado? ¿A quién hay que culpar por la entrada del pecado a este mundo?
- ¿Cuál es la conexión entre el pecado y la libertad de elección que Dios nos da a cada uno?
- ¿Cómo restringe Dios el pecado? ¿Has tenido alguna vez la experiencia de que Dios impida que peques?
- ¿Qué lecciones te ha enseñado Dios por medio de tu pecado y tu rebelión? ¿Cómo ha cambiado esto tu manera de vivir?
- ¿Cuáles han sido las consecuencias del pecado en tu vida?
Para orar:
- Pídele al Señor que te enseñe las lecciones que necesitas aprender para que no caigas en el pecado y la rebelión.
- Dale gracias al Señor por la libertad de elección que nos ha dado. Dale gracias porque nos protege y nos guarda. Pídele que te haga sensible a Su dirección para que no llegues a convertirte en un rebelde.
- Toma un momento para agradecerle al Señor que a pesar de la rebelión de los corazones humanos, Él llevará a cabo Sus propósitos. Da gracias porque Él es más grande que el pecado y la rebelión.
6 – La Injusticia y el Sufrimiento
En el capítulo anterior vimos el tema del pecado y su relación con la soberanía de Dios. Ahora nos queda examinar la cuestión de la injusticia y el sufrimiento. Si Dios tiene el control, ¿por qué hay tanta injusticia y sufrimiento en el mundo?
Este mundo ya ha visto bastante tragedia y sufrimiento. Hemos visto gobernantes políticos malvados tratar de exterminar razas completas de personas. Las guerras han cobrado las vidas de millones. Las enfermedades, el hambre y los desastres naturales arrasan la tierra causando incontables muertes. Muchos inocentes han sido víctimas mortales del terrorismo. El asesinato y los crímenes sexuales parecen ir en aumento. Los periódicos nos cuentan las historias de jóvenes frustrados y sin esperanza que se suicidan. Donde vivo, en Canadá, hemos escuchado muchos informes de tiroteos en las escuelas. Nadie parece librarse de tanta violencia. Niños y adolecentes han sido secuestrados, violados y asesinados. Hay personas adultas que han sido asaltadas y golpeadas en sus propias casas para robarles. Ha habido esposas que han sido abusadas y asesinadas por sus propios esposos. El SIDA, el cáncer y otras enfermedades amenazan con arrasar con poblaciones enteras. Y, ¿dónde está Dios en todo esto? Si Él es soberano ¿por qué no hace nada? Sí Él tiene el control, ¿por qué suceden estas cosas?
La doctrina de la soberanía de Dios ha causado graves problemas para algunos. Éstos dicen que si Dios tiene el control del universo y ha permitido que sucedan estas cosas, entonces no quieren tener nada que ver con Él. ¿Qué tipo de Dios permitiría que violen la hija de alguien o se la maten? ¿Qué tipo de Dios permitiría que una persona entrara armada a una escuela y acabara con las vidas de inocentes que comienzan a vivir? ¿Podemos confiar en un Dios que permite que un terrorista ponga una bomba en un avión o en un edificio público matando a cientos de personas que no tenían nada que ver? ¿Qué pensaríamos de un Dios que me quita a mi hijo o permite que mi esposa o mi esposo mueran en un accidente automovilístico? ¿Puedo aceptar a un Dios que permite que mi negocio caiga en bancarrota y pierda todo lo que tengo?
Consejeros cristianos de todo el mundo han luchado por encontrar una respuesta adecuada a todas estas interrogantes. Al final, ¿quién puede entender la mente de Dios y Sus caminos? No pretendo tener las respuestas a estas preguntas. Sin embargo, sí deseo que volvamos nuestra atención a la Palabra de Dios. Solo aquí podemos comenzar a encontrar el consuelo y la esperanza en un mundo lleno de sufrimiento e injusticia.
El problema del sufrimiento y la injusticia no es un problema nuevo. Los hijos de Israel sufrieron grandemente bajo la opresión del reinado del faraón en Egipto. Éste se percató de cuánto habían crecido como nación y temía que los israelitas se rebelaran contra él. Para lidiar con esta amenaza, Egipto sometió a la crueldad al Pueblo de Dios golpeándolo y oprimiéndolo. Cuando faraón vio que seguían creciendo en número les ordenó a las parteras que mataran a todo niño varón que naciese. Cuando esto no funcionó, publicó un decreto ordenando a todo su pueblo que cualquiera que encontrase un niño varón israelita lo lanzara al río Nilo. El corazón del faraón era malvado, pero Dios le había dado la dignidad de elegir como lo hace con todos nosotros.
Dios no era el autor del pecado de faraón. Éste último tomó sus propias decisiones, consciente de que oprimiría al pueblo de Dios. ¿Dónde estaba Dios cuando todas estas cosas sucedieron en Egipto? ¿Por qué Dios tardó tanto para intervenir? ¿Por qué no paró de una vez con todas estas injusticias y todo el sufrimiento?
Imaginemos por un momento que eres un comandante militar. Tu objetivo es tomar una base fortificada del enemigo. Para lograr esto te dan una compañía de los soldados élites. Todo el mundo sabe que van a haber bajas. Para llevar a cabo tu misión, tendrás que enviar tropas a una situación que podría traerles como resultado graves heridas o la muerte. Aunque reconoces el valor de la vida, nadie te culparía por enviar soldados a esta situación para lograr un bien mayor. De hecho, se honra a aquellos soldados que están dispuestos a dar sus vidas por la causa que representan. Hay algunas cosas por las cuales vale la pena morir.
Estamos dispuestos a perdonar a nuestros comandantes militares por enviar a nuestros hijos a una muerte segura porque creemos en la causa por la cual ellos lucharon. Dios también está buscando el bien supremo para la humanidad. Su guerra es contra Satanás y el pecado, e innumerables almas están en riesgo. Ellas han sido capturadas por el enemigo y hay riesgo de que sean enviadas directamente al campo de tortura eterna del infierno. Como el gran comandante, Dios libra la guerra contra Satanás, nuestro enemigo. Su objetivo es liberar a Su pueblo. Él quiere que vivamos en la paz de Su Hijo Jesucristo y quiere darnos una herencia eterna en Su presencia. En nuestra lucha contra el pecado y Satanás algunos de nosotros resultaremos heridos. El mismo Jesucristo dio Su vida por la causa de la liberación de nuestras almas. Satanás no se va a rendir tan fácilmente, Dios llamará a algunos de nosotros a entrar donde arrecia la batalla y allí sufriremos pérdida. Esa es la naturaleza de la guerra.
Refiriéndose a faraón como enemigo de Su pueblo, el Señor dijo en Éxodo 9:16:
Y a la verdad yo te he puesto para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado en toda la tierra.
Faraón tomó la decisión consciente de oprimir al pueblo de Dios, pero Dios lo usó para declarar la grandeza de Su nombre. Hubo bajas en Egipto, pero también lo que sucedió tuvo un propósito. La nación de Israel y todo el mundo necesitaba entender la grandeza de Dios, Su propósito y Su compasión por Su pueblo. El mundo necesitaba ver el poder y la maldad de faraón para entender el poder y la compasión aun mayores de Dios. El sufrimiento del pueblo de Dios no era en vano, pues reveló el gran poder de Dios. Israel nunca hubiese entendido la compasión de Dios si no hubiesen visto primero la crueldad de faraón. Nunca hubiesen entendido el poder de Dios si no hubiesen visto la mano poderosa y opresora de faraón.
La historia de la victoria de Israel sobre faraón ha impactado a numerosas almas en el transcurso de la historia. ¿Quién entre nosotros no ha sido fortalecido en medio de la adversidad por esta historia y las lecciones que nos enseña acerca de Dios? El sufrimiento del pueblo de Dios en Egipto no fue en vano. Éste lograría un bien mayor. Su historia fortalecería tanto a hombres como a mujeres de todo el mundo en las generaciones futuras. Ellos verían el poder de Dios y eso les daría valor. Se mantendrían firmes en medio de la opresión con la confianza en el Dios que liberó a Israel de Egipto. El reino de Dios sería expandido por los hombres y mujeres que cobraron valor con esta historia.
La injusticia y el sufrimiento suceden en este mundo a causa de las decisiones pecaminosas de los seres humanos. Dios pudiera privarnos de nuestra libertad de elección pero ha decidido no hacerlo. Somos individuos con libre albedrío para escoger lo bueno o lo malo. Nuestras decisiones han provocado mucho sufrimiento en este mundo. Aunque Dios nos permite la libertad y dignidad de elegir, en Su soberanía, Él puede usar cualquiera que sean nuestras decisiones para lograr el bien y darnos las lecciones que necesitamos aprender.
En el Nuevo Testamento, los apóstoles sufrieron grandemente a causa de la decisión que tomaron los líderes de su tiempo de alejarse de Dios y Su propósito. Entonces, por predicar el evangelio, los encarcelaron, los apedrearon, se burlaron de ellos y fueron amenazados por esos líderes. Veamos su reacción en Hechos 5:41-42 cuando el concilio judío les ordenó que no predicaran la Palabra de Dios:
41Y ellos salieron de la presencia del concilio, gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre. 42Y todos los días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo.
Como para cualquier buen soldado, sus heridas eran un honor. Estas heridas eran un símbolo de su compromiso con una causa suprema. Ellos consideraban que era un gran privilegio ser contados entre la élite de los soldados de Cristo que sufrían por causa de Su nombre y por hacer progresar Su reino en medio de la terrible tiniebla del pecado.
Leamos estas palabras del salmista:
Bueno me es haber sido humillado, para que aprenda tus estatutos. Salmo 119:71
Mientras el salmista reflexionaba en su dolor y en su aflicción, se daba cuenta de que esto había logrado en su vida el propósito de Dios. Ninguna madre que va a dar a luz disfruta los dolores de parto; sin embargo, esos dolores son rápidamente olvidados cuando tiene a su recién nacido en sus brazos. La aflicción del salmista le brindó un mayor entendimiento de los decretos de Dios; y también por medio de ella, pudo apreciar mejor los caminos de Dios y Sus propósitos.
Refiriéndose a su terrible sufrimiento, Job le dijo al Señor:
De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven. Job 42:5
Las aflicciones de Job y su sufrimiento lo llevaron a una relación más cercana con Dios y ya no lo sentía tan distante, sino muy cerca. Dios usó para bien lo que le sucedió a Job, pues el sufrimiento lo acercó más a Él.
Veamos lo que Moisés le dijo a su pueblo en Deuteronomio 8:2-3 acerca de lo que habían sufrido en el desierto:
2Y te acordarás de todo el camino por donde te ha traído Jehová tu Dios estos cuarenta años en el desierto, para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos. 3Y te afligió, y te hizo tener hambre, y te sustentó con maná, comida que no conocías tú, ni tus padres la habían conocido, para hacerte saber que no sólo de pan vivirá el hombre, mas de todo lo que sale de la boca de Jehová vivirá el hombre.
Dios le dio muchas lecciones a Su pueblo mientras vagaba por el desierto. Él quería que entendieran Su profundo amor por ellos. Quería que pusieran sus ojos en las cosas eternas y no tan solo en las de este mundo. Para lograr esto, permitió que Su pueblo fuera probado en el desierto. El propósito de la prueba era fortalecerlos y acercarlos más a Dios.
Los atletas saben que si van a competir, necesitan entrenar seriamente. El entrenamiento no es fácil porque los atletas tienen que dar el máximo de sí más allá de sus límites. Tendrán dolores musculares y largas horas de trabajo arduo. Se espera que los atletas den más allá de lo que pueden y que de esta manera queden capacitados para competir. ¿Creemos realmente que no habrá dolor en nuestro entrenamiento espiritual?
El dolor no siempre es malo. La madre a punto de dar a luz ve el dolor como una señal de grandes cosas que están por suceder. Los atletas lo ven como un medio para incrementar sus habilidades. La espalda adolorida y el dolor en los huesos de quien trabaja provee alimento para él y los suyos. Debemos esperar que así sea también en lo espiritual, pues habrá sufrimiento y dolor en nuestras vidas espirituales. Si queremos que el evangelio avance, tenemos que enfrentar ese dolor.
Hay que dejar bien claro que aunque Dios respeta la libertad humana de elegir, Él podría hacer justicia en tan solo un instante. Él pudo haber hecho esto hace miles de años pero sabía que de hacerlo así, ni tú ni yo hubiéramos llegado a conocerle jamás. Nunca hubiésemos podido tener la oportunidad de experimentar la gracia y el amor de Dios por nosotros.
En Apocalipsis 6:9-11 el apóstol Juan escuchó las voces de los santos en el cielo clamando a Dios por justicia.
9Cuando abrió el quinto sello, vi bajo el altar las almas de los que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían. 10Y clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra? 11Y se les dieron vestiduras blancas, y se les dijo que descansasen todavía un poco de tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y sus hermanos, que también habían de ser muertos como ellos.
Los santos que habían muerto le preguntan al Señor en este pasaje por qué se tardaba en detener la injusticia en la tierra. El Señor les responde que tenía que ser así para poder traer a otros al reino. No todos Sus hijos habían entrado, y por esa razón Él demoraba el juicio final.
Dios no encuentra placer en el sufrimiento y la injusticia. Veamos lo que el Señor le dijo al profeta en Ezequiel 33.11:
11Diles: Vivo yo, dice Jehová el Señor, que no quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva. Volveos, volveos de vuestros malos caminos; ¿por qué moriréis, oh casa de Israel?
Dios no se deleita en la muerte de ningún ser humano, tampoco se regocija con los desastres naturales. Ver injusticia y sufrimiento entristece Su corazón. Dios, al final, lanzará su ofensiva definitiva contra el pecado, pero el tiempo todavía no ha llegado, porque no todos Sus hijos han venido a Él. Él espera pacientemente por ellos. Ninguno de ellos se perderá, sino que cada uno será rescatado antes de que llegue Su ofensiva final.
Hasta que Dios traiga Su juicio final tenemos que vivir en medio del sufrimiento y la injusticia producida por la decisión y voluntad libres de la raza humana. Mientras tanto, podemos estar seguros de que la presencia y la gracia de Dios nos ayudarán a enfrentarlas. En estos días necesitamos un refugio, un fundamento sólido sobe el cual levantar nuestras vidas. El Dios soberano de la Biblia es el fundamento y la esperanza que necesitamos. Podemos confiar en Él y en Sus propósitos. Cuando todo ya esté preparado, Él se manifestará y traerá la conquista final. Será entonces que toda injusticia y sufrimiento serán vencidos y estaremos para siempre con Él libres de pecado, de sufrimiento y de injusticia. ¡Que podamos encontrar gran consuelo y seguridad en esto!
Para meditar:
- ¿Es Dios el autor de la injusticia? ¿De dónde vienen el pecado y la injusticia?
- ¿Podemos esperar que no haya sufrimiento en la batalla espiritual que tenemos por delante? Explica.
- ¿Cómo usa Dios la injusticia y el sufrimiento para lograr nuestro bien? Ten en cuenta el ejemplo de Job en tu respuesta.
- ¿Por qué se tarda Dios en traer justicia?
Para orar:
- Agradécele al Señor por el día en que pondrá fin a toda injusticia y sufrimiento.
- Pídele a Dios que te fortalezca para enfrentar la injusticia que abunda en este mundo pecaminoso. Conságrate a Él y a la obediencia, no importa lo que suceda.
- Pídele a Dios que te dé el coraje para enfrentar la batalla espiritual y las injusticias hasta que Él regrese o te lleve para siempre ante Su presencia.
- Pídele a Dios que bendiga y guarde a quienes se encuentran en este momento enfrentando injusticia y sufrimiento. Ora para que estas personas encuentren fortaleza y consuelo en el Señor quien obrará todo para bien.
- Agradece al Señor que Él espera hasta que cada hijo suyo venga a Él antes de su ofensiva final contra el pecado y la injusticia.
7 – La Oración y el Servicio
Hay otra pregunta importante que debemos examinar en este contexto. Si Dios está llevando a cabo Su plan, ¿cuál es el propósito de la oración? Si Dios es soberano, ¿acaso no puede lograr Sus objetivos para este mundo sin nosotros? ¿No pudiéramos sentarnos y dejar que Él desarrolle Sus propósitos para la humanidad?
Estas preguntas dan al traste con el mandamiento dado por Dios de ser una luz en este mundo. Si las llevamos a un extremo, tal posición nos llevaría a la pereza y a la indiferencia; y amenazaría con socavar nuestro entendimiento de un Dios personal que se deleita en usarnos para lograr Sus propósitos.
La Biblia es muy clara cuando habla de la soberanía de Dios, describiéndolo con su autoridad, derecho y control absolutos. Por otra parte, la Biblia también es clara cuando nos llama a la oración y al servicio cristiano.
El Señor les enseñó a los discípulos la importancia de la oración. En Mateo 6:5-15 les dio instrucciones de la actitud que debían tener al orar y les dio un modelo a seguir. En Mateo 5:44 les enseñó que debían orar por sus enemigos. Luego, en Mateo 26:41 les recordó que la oración les proveía el medio mediante el cual podían vencer las tentaciones del enemigo. Él también los desafió a que oraran pidiéndole al Padre que enviara obreros a los campos de este mundo (Mateo 9:38). El apóstol Pablo también pedía que se orara por ellos:
1Por lo demás, hermanos, orad por nosotros, para que la palabra del Señor corra y sea glorificada, así como lo fue entre vosotros. (2 Tesalonicenses 3:1)
Pablo entendía que algo sucedía cuando los santos oraban. Él sabía que su ministerio sería fortalecido por medio de las oraciones de los santos.
El apóstol Juan desafiaba a sus lectores a que oraran por quienes habían pecado. Él les decía que sus oraciones avivarían a esas personas y les restauraría su fe:
Si alguno viere a su hermano cometer pecado que no sea de muerte, pedirá, y Dios le dará vida… (1 Juan 5:16)
Veamos cuáles fueron las instrucciones del apóstol Santiago:
¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración. ¿Está alguno alegre? Cante alabanzas. ¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados. (Santiago 5:13-16)
Hay poder en la oración. Por medio de la oración los enfermos son sanados y los pecados perdonados. Por la oración los afligidos son liberados y se recibe fuerza para vencer las tentaciones de la vida. Por medio de la oración se envían obreros a los campos y los pecadores que vagan son restaurados. No cabe duda que nuestro Dios soberano nos ha llamado a la oración.
Este mismo Dios nos ha llamado a unírnosle en la realización de Sus propósitos en esta tierra. Veamos la comisión que les dio a Sus discípulos en Mateo 28:19-20:
19Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; 20enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.
En Hechos 1:8 Jesús les dijo a los discípulos que le serían testigos en Jerusalén, Samaria, Judea y hasta lo último de la tierra. El apóstol Pablo argumentó un poco más acerca de esto en Romanos 10:14:
14¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?
Hay personas que nunca oirán el Evangelio a menos que les digamos. El mandamiento de las Escrituras a la oración y al servicio cristiano es totalmente claro.
Si Dios tiene el control absoluto de este universo, ¿por qué necesita que oremos o sirvamos? En cierta ocasión los fariseos le pidieron a Jesús que hiciera callar a la multitud que gritaba alabanzas en su camino a Jerusalén. Jesús les respondió en Lucas 19:40 diciéndoles:
Os digo que si éstos callaran, las piedras clamarían.
Dios podía hacer que las piedras proclamaran Su salvación hasta lo último de la tierra. Sin embargo, en su soberanía, Él ha escogido trabajar con nosotros para llevar a cabo su plan.
En cierta ocasión escuché hablar de un maestro que trabajaba con un grupo de jóvenes rebeldes. Había uno de éstos en particular que le causaba grandes molestias porque no quería cooperar en las actividades. Él era parte del grupo solo porque lo obligaban a estar allí. Éste interrumpía los encuentros y no mostraba respeto alguno por el líder o los otros miembros del grupo. Después de mucha oración, el líder decidió colocar a este joven a cargo de la disciplina del grupo. Se arriesgaba mucho haciendo esto. Sin embargo, el joven, inspirado por la confianza depositada en él, asumió el desafío y demostró ser leal y diligente. Al final, esto hizo que se compenetrara con el grupo.
Así mismo Dios ha hecho con nosotros. Él nos ha tomado, pecadores rebeldes, y nos ha dado la responsabilidad de alcanzar este mundo para la causa de Su Hijo. A veces batallamos con la voluntad del Señor; somos lentos en obedecer y a menudo tratamos de hacer las cosas a nuestra manera. Para Dios sería más sencillo llamar a las piedras que no tienen voluntad en sí mismas a que proclamaran Su nombre.
Esto es un misterio. En los campos de esta tierra parece haber una confusión masiva. Un siervo rebelde toma su propio camino ignorando el llamado del Maestro. Otro se duerme en el trabajo siendo indiferente a las necesidades que le rodean. Otros se involucran en discusiones acaloradas acerca de cómo se deben hacer las cosas. Dos hombres pelean por el derecho a hacer cierta tarea. Algunos pocos se unieron para trabajar pero se negaron a cooperar con otras personas porque no les gusta su forma de trabajo. Otro grupo está de espectador evaluando lo que está sucediendo pero no levantan un dedo para trabajar en la cosecha. Esparcidos en medio de esta confusión se encuentran los siervos fieles que están sobrecargados de trabajo y se esfuerzan por terminar la obra. Este es el tipo de obreros que el Señor ha decidido usar. Él usa sus fortalezas y debilidades para lograr Sus propósitos. Nos quedamos sorprendidos de esa soberanía que puede usar hombres y mujeres como éstos para lograr Sus propósitos sublimes.
Hace poco me encontraba haciendo un trabajo en casa y mi nieto de un año quería ayudarme. Sin embargo, el problema consistía en que sus habilidades no estaban desarrolladas como para darme algún tipo de ayuda. A pesar de esta realidad tan obvia, pasamos una buena cantidad de tiempo juntos. Yo le tomaba sus manos y le ayudaba a hacer cosas que él no hubiera podido por su propia cuenta. Ambos disfrutamos ese tiempo el cual fortaleció nuestra relación.
¿Has hablado alguna vez con un niño de un año? Sus habilidades comunicativas no se encuentran en el punto donde se puede entablar una conversación inteligente con ellos. Sin embargo, ¿quién entre nosotros no se deleita en pasar tiempo con un pequeño, ya sea hijo, hija, o nieto “hablando” con ellos y escuchándoles?
Dios no nos necesita para lograr Sus propósitos. Él ha escogido usarnos porque nos ama. Él se deleita en pasar tiempo con nosotros y escucharnos. Su corazón se regocija al vernos aprender a usar los dones que nos ha dado. Él promete escucharnos y darnos aquellas cosas que necesitamos para la obra a la cual nos ha llamado. Es difícil hacer la obra, y a veces no podemos. Sin embargo, Dios usa nuestros débiles esfuerzos para expandir Su reino de maneras asombrosas. Él también usa nuestros fieles esfuerzos para acercarnos más a Sí mismo.
El curso de la historia es moldeado por las oraciones y las acciones del pueblo de Dios. En Éxodo 33:12-17 el Señor le dijo a Moisés que no iría con él mientras vagaba con los hijos de Israel en el desierto. Moisés entonces le rogó que Su presencia fuese con ellos y Dios le respondió su oración. El curso de la historia de Israel cambió porque Moisés clamó a Dios en oración.
En otra ocasión, Dios le dijo a Moisés que iba a destruir a la nación de Israel y que levantaría una nueva nación a través de él (Éxodo 32:10). Dios puede lograr Sus objetivos de la manera que desee. Ya Él había destruido la tierra por medio del diluvio y había levantado un nuevo pueblo a partir de Noé. Él iba a hacer lo mismo con Moisés, pero éste le rogó a Dios y Él escuchó su oración y salvó la vida de su pueblo. ¿Qué hubiese sucedido si Moisés no hubiese orado? El curso de la historia hubiese cambiado, pero aun así Dios lograría Sus objetivos. Muchas vidas fueron libradas gracias a la intervención de Moisés.
El apóstol Santiago dice que no tenemos porque no le pedimos a Dios (Santiago 4.2). La oración marca la diferencia. Dios está llevando a cabo Sus propósitos en esta tierra. Él está atrayendo a hombres y mujeres hacia Sí mismo y lo está haciendo a través de personas como tú y como yo. Gran parte del impacto que tengamos en esta tierra depende en cierta medida de nosotros. ¿Dejaremos que Él nos use? ¿Confiaremos en que nos fortalecerá y nos proveerá los recursos para el privilegio de participar en Sus propósitos? Si no vamos, Él puede usar a otra persona, pero nos perderíamos esa bendición.
Jesús cuenta la parábola de un amo que fue a otra ciudad y dejó su reino en manos de sus siervos. A cada uno de ellos le dio cierta cantidad de dinero para que lo invirtiera. A su regreso, descubrió que uno de sus siervos no había invertido su dinero. Veamos la respuesta del amo a este siervo en Lucas 19:24-26:
24Y dijo a los que estaban presentes: Quitadle la mina, y dadla al que tiene las diez minas. 25Ellos le dijeron: Señor, tiene diez minas. 26Pues yo os digo que a todo el que tiene, se le dará; mas al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará.
El amo le quitó el dinero que le había dado a este siervo infiel y se lo dio a otro que había sido fiel. Dios va a cumplir sus propósitos. Él nos ha dado la oportunidad de ser colaboradores Suyos porque nos ama. Si demostramos que no somos fieles, Él usara a alguien más y nos perderemos este maravilloso privilegio.
En ninguna manera la doctrina de la soberanía de Dios nos quita peso de responsabilidad en alcanzar al mundo para Cristo. En todo caso, nos debería dar más valor y motivación para el servicio. ¿No es algo increíble que Dios nos haya escogido para usarnos en el desarrollo de Su voluntad? ¿No es maravilloso que de las tantas maneras en que Dios pudo haber escogido para lograr Sus propósitos escogió usarnos? Por débil que sea, con Dios a mi lado, nada es imposible. Puedo intentar hacer grandes cosas para Él. Puedo venir ante Él con mis peticiones convencido de que Él me va a escuchar y me va a responder. Él proveerá todo lo que necesite para lograr Sus propósitos. Sabiendo el poder que tengo a mi disposición, ¿no debería motivarme a buscarle para llegar más allá de lo que estoy experimentando? Sabiendo el privilegio que tengo de colaborar con Él en Sus propósitos para este mundo, ¿no sería una vergüenza para mí darle la espalda?
Para meditar:
- ¿Qué aprendemos aquí del propósito de Dios de usarnos en el desarrollo de Su plan soberano?
- ¿Cómo nos motiva saber que de todas las formas que Dios pudiera usar para lograr Sus propósitos, Él escogió obrar a través de ti y de mí?
- Medita por un momento en las maneras en que Dios ha escogido usar a creyentes como tú y como yo. Piensa en cuán a menudo somos infieles en nuestro andar con Él. ¿Cómo se manifiesta la soberanía de Dios a través de nuestra debilidad? ¿Qué nos enseña acerca de nuestra relación con Dios Su decisión de usarnos a pesar de nuestros fracasos?
Para orar:
- Toma un momento para agradecerle al Señor por haberte escogido para lograr Sus propósitos de entre tantas maneras que pudiera hacerlo.
- Pidámosle al Señor que nos perdone por las veces en que no hemos entendido el privilegio de colaborar con Él en el desenvolvimiento de sus propósitos para este mundo.
- Pidámosle al Señor que nos ayude a caminar fielmente con Él. Pidámosle que nos ayude a entender el privilegio que tenemos de ser parte de Su gran plan.
8 – La Perseverancia en el Pecado
Puede que haya quien encuentre esta doctrina de la soberanía de Dios como una licencia para pecar. Puede que diga algo como esto: “Si Dios es soberano, al final Él va a obrar todo para bien, así que, ¿qué importancia tiene lo que yo haga? Otra persona puede que diga: “Si Dios realmente no quiere que yo cometa este pecado Él impediría que yo lo hiciera”. Pensemos en el joven cristiano que está considerando casarse con una no creyente y dice: “Si Dios quisiera Él pudiera impedir que yo me case con mi novia; pero como Él no lo ha impedido, debe estarme diciendo que está bien que lo haga”. Imaginemos a alguien que se aíra con facilidad. Cuando se le requiere por sus ataques de ira éste responde: “Yo soy así; no lo puedo evitar. Dios me hizo así”.
¡Qué gran insulto es para Dios cuando usamos Su soberanía para justificar nuestro pecado! En realidad estamos acusando a Dios de ser el autor y la fuente de nuestro pecado. La responsabilidad recae sobre nuestros hombros, no sobre los de Dios. Rebelarnos contra Él es el resultado de nuestra libre elección.
Remontémonos al huerto del Edén. Dios colocó a Adán y a Eva en ese huerto. Al principio ellos disfrutaron de una comunión perfecta entre ellos y con Dios. Un día Eva tomó una fruta del árbol prohibido y tanto ella como su esposo comieron de él. Al hacerlo, se condenaron a sí mismos y a las generaciones futuras a la muerte física y espiritual. La creación cayó inmediatamente en la oscuridad del pecado. Analicemos por un momento el efecto que ese acto de rebelión tuvo en el mundo. Las guerras, los delitos y las enfermedades llenaron la tierra. La angustia y los problemas surgieron en las relaciones. La humanidad quedó condenada a la separación eterna de Dios. Todo el mal que conocemos hoy en día tuvo sus raíces en este simple acto de rebelión y desobediencia que tuvo lugar en el huerto del Edén. Lo que ambos hicieron destruyó la tierra y quebró nuestra relación con Dios. Esta es la peor tragedia que el mundo haya visto. Lo que más nos impacta es el hecho de que Dios, sabiendo lo que resultaría de este acto, no lo detuvo. Él les dio la libertad de desobedecer.
En otra ocasión, David, un hombre conforme al corazón de Dios, vio la esposa de Urías que se bañaba en el patio de su casa. Él, deseando tenerla, hizo que su siervo la trajera al palacio y cometió adulterio con ella. Luego, David mandó a matar al esposo de ella para ocultar la verdad. Dios tampoco le detuvo. La Biblia está llena de ejemplos de personas que se alejaron de Dios para cometer pecados terribles.
Dios no siempre va a impedir que pequemos. Por siglos, hombres y mujeres han arruinado sus vidas a causa del pecado. Muchos se han rebelado contra la Palabra de Dios y Él ha permitido que continúen por ese camino. Veamos lo que dice Pablo en Romanos 1:22-28:
22Profesando ser sabios, se hicieron necios, 23y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles.24Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, 25ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén.26Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, 27y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío.28Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no conviene.
Estos individuos escogieron buscar a otros dioses; y se involucraron en todo tipo de actividades inmorales. Pablo nos dice que Dios los entregó a sus propios deseos vergonzosos, dejándolos continuar en sus caminos de maldad y sufrir las consecuencias de sus decisiones pecaminosas.
Nadie puede decir: “Si Dios no quisiera que yo peque, Él me detendría”. Dejémoslo bien claro, Dios detesta el pecado y aun así nos da la libertad de elegir. El hecho de que hay tanto pecado en el mundo es un testimonio de la gracia y la misericordia de Dios que nos da la libertar de elegir. Cuán fácil sería para Él acabar con nosotros; en cambio, es paciente y retarda Su juicio, pidiéndonos que nos arrepintamos.
En el centro de este asunto está el libre albedrío que Dios nos ha dado. El libre albedrío es parte esencial de toda buena relación. No podemos obligar a nadie a que sea nuestro amigo o a que te quiera; eso es algo que esa persona debe decidir por sí misma. En Isaías 29:13 el Señor se lamentaba que el corazón de Su pueblo se hubiese alejado tanto de Él.
Dice, pues, el Señor: Porque este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí, y su temor de mí no es más que un mandamiento de hombres que les ha sido enseñado.
¿Percibimos aquí el gran deseo de Dios? Él pudiera obligarnos a adorarle y a inclinarnos ante Él y no tendríamos otra opción. Pero esto no es lo que Dios quiere. Él quiere que le adoremos de corazón, que lo escojamos a Él por nuestra propia voluntad y por eso nos ha dado libertad de elección. Lamentablemente hemos utilizado esa libertad para alejarnos de Él.
Puede que digamos “Está bien, puede que Dios nos haya dado libertad para escoger pecar o no; pero, ¿de todas formas no usará eso para nuestro bien? Incluso, si caigo en pecado, ¿no habrá lecciones en ello que quiera enseñarme? ¿No obrará todo al final para bien?”
En Su soberanía Dios puede tornar el mal que hagamos en bien. En la crucifixión de nuestro Señor Él lo demostró. La muerte que sufrió en manos malvadas Dios la usó para lograr nuestra salvación. Cuando los hermanos de José lo vendieron como esclavo, Dios usó ese pecado terrible para salvar a la nación israelita.
Veamos lo que el Señor dice en Jeremías 27:5-8 acerca de Nabucodonosor, rey de Babilonia:
5Yo hice la tierra, el hombre y las bestias que están sobre la faz de la tierra, con mi gran poder y con mi brazo extendido, y la di a quien yo quise. 6Y ahora yo he puesto todas estas tierras en mano de Nabucodonosor rey de Babilonia, mi siervo, y aun las bestias del campo le he dado para que le sirvan. 7Y todas las naciones le servirán a él, a su hijo, y al hijo de su hijo, hasta que venga también el tiempo de su misma tierra, y la reduzcan a servidumbre muchas naciones y grandes reyes.8Y a la nación y al reino que no sirviere a Nabucodonosor rey de Babilonia, y que no pusiere su cuello debajo del yugo del rey de Babilonia, castigaré a tal nación con espada y con hambre y con pestilencia, dice Jehová, hasta que la acabe yo por su mano.
Queda claro en este pasaje que Nabucodonosor era un instrumento en las manos de Dios para juzgar al mundo. En el versículo 6 se le llama siervo de Dios. Aunque Dios permitió que Nabucodonosor conquistara a Su pueblo, también le pediría cuentas por lo que le hizo. Veamos lo que Dios le dijo a este gran rey en Jeremías 50:17-18:
17Rebaño descarriado es Israel; leones lo dispersaron; el rey de Asiria lo devoró primero, Nabucodonosor rey de Babilonia lo deshuesó después. 18Por tanto, así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: Yo castigo al rey de Babilonia y a su tierra, como castigué al rey de Asiria.
¿Acaso no nos resulta extraño que Dios haya permitido que Nabucodonosor conquistara Israel y que luego lo juzgara por eso? Algo que necesitamos entender es que Nabucodonosor estaba tomando decisiones propias. Él decidió hacerle daño al pueblo de Israel, al igual que los líderes religiosos del tiempo de Jesús escogieron crucificarlo. Dios le dio la libertad de escoger sus acciones; y aunque Nabucodonosor tomó decisiones malvadas, Dios usó ese mal para al final lograr Sus propósitos.
Debido a que Dios es soberano Él puede hacer que todas las cosas obren para bien. Él puede arreglar nuestras meteduras de pata y sanar las heridas que les hagamos a otras personas, pero esto no nos libra de responsabilidades. Imagina que debido a algo que hiciste la casa de tu amigo se queme y él pierda todo. Al ver su necesidad la gente de su comunidad se junta y le construyen a tu amigo una nueva casa y le proveen todo lo que necesita para comenzar de nuevo. Aunque la gentileza de la comunidad de tu amigo repare el problema, eso no te hace menos culpable. Sigues siendo tú el que quemó la casa de tu amigo y tendrás que responder por tus acciones. Lo mismo sucede en nuestra relación con Dios. Dios puede arreglar nuestros errores y sanar a quienes hayamos herido, pero aún así, tenemos que responder por nuestras acciones.
Cada uno de nosotros tiene que responder a Dios por sus acciones. Todos tenemos que tomar decisiones en esta vida. Podemos escoger caminar con Dios y disfrutar de Su comunión, o alejarnos de Él y sufrir las consecuencias. Dios puede sanar, reparar o incluso, porque Él es un Dios soberano, hasta usar el daño que causemos; pero tendremos que responder ante Él por nuestras acciones. La doctrina de la soberanía de Dios me da valor en un mundo plagado por el pecado. Tengo la confianza y la esperanza de que a pesar de las decisiones malvadas que tomen las personas que me rodean, Dios logrará Su propósito. También me hace recordar que a pesar de la rebelión de la humanidad, al final el propósito de Dios triunfará, y que todos estaremos delante de Él para rendirle cuenta de nuestras vidas.
Para meditar:
- ¿Qué evidencia hay de que Dios puede usar hasta la maldad del hombre para lograr Sus propósitos supremos?
- ¿El hecho de que Dios puede sanar o usar nuestros errores para lograr un bien nos exime de pecado?
- ¿Cómo nos consuela el hecho de que la pecaminosidad del hombre no triunfará sobre esta tierra sino que la soberanía de Dios está por encima del mal de la humanidad?
Para orar:
- Agradezcamos al Señor que es más grande que nuestros pecados y fracasos.
- Agradezcamos al Señor porque triunfará sobre el pecado y la maldad.
- Pidamos al Señor que nos perdone por justificar nuestro pecado. Pidamos que nos dé gracia para usar el libre albedrío para buscarle a Él y Sus propósitos.
9 – Morir al yo
Después de haber examinado y definido algunas de las objeciones de la doctrina de la soberanía de Dios, nos toca ahora ver cómo esta doctrina nos afecta en lo personal. Hemos definido la soberanía diciendo que Dios tiene el derecho absoluto. Usamos la ilustración del alfarero en Romanos 9:20-21:
20Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así? 21¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra?
El Alfarero, un artesano experimentado, le da figura al barro según desee. La forma que toma esta pieza de barro depende totalmente de la voluntad del alfarero. Mientras el barro da vueltas en la rueda, el alfarero ejerce presión sobre éste donde hace falta para darle forma. El alfarero tiene derecho a decidir la forma y propósito de la vasija que tiene sobre la rueda. Algunas vasijas sirven para estar en el palacio de un rey, mientras que otras sirven para propósitos humildes en la casa de los pobres. El alfarero decide su propósito.
Somos barro en las manos del Alfarero Celestial. Él nos moldea por medio de las situaciones y circunstancias de la vida para un propósito en particular. Él permite que nos sucedan ciertos acontecimientos y los usa para hacernos más eficaces en la obra del reino. Tenemos que admitir que este proceso no siempre es placentero. Todos tenemos historias de dolor y sufrimiento que contar. Hay momentos que miramos nuestras vidas y clamamos: “Señor, ¿por qué me hiciste así? ¿Por qué permitiste que enfrentara el abuso y el sufrimiento?”
Estas interrogantes no tienen respuestas fáciles. Dios obra de manera diferente en cada uno de nosotros. Sin embargo, una cosa es segura, el Alfarero Superior te está moldeando para que seas una vasija para Su honra. Él tiene un propósito específico para tu vida. El proceso de dar forma es doloroso, pero el resultado final siempre es perfecto. A diferencia de un alfarero terrenal, el Alfarero Celestial, nunca se equivoca.
Después de haber dicho esto quiero recordarte dos puntos importantes. El primero, que Dios, como el Alfarero Superior, te ama profundamente. Él vive orgulloso de Su obra. Veamos qué le dice a la nación de Israel en Isaías 49: 15-16 mientras experimentaban la pesada mano de la disciplina:
¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti. He aquí que en las palmas de las manos te tengo esculpida; delante de mí están siempre tus muros.
Es más fácil que una madre se olvide de su bebé recién nacido, que Dios se olvide de Su pueblo. Su amor por ti es mayor que el amor de una madre por su bebé. Él se preocupa por tu bienestar. Tú le interesas mucho y por esa razón te disciplina para tu propio bien. Esta es una clara enseñanza que encontramos en Hebreos 12:5-7:
5y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por él; porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo. Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina?
El dolor que experimentamos en la rueda del alfarero es porque Dios nos ama y quiere moldearnos para hacernos vasijas de honor para Él. Como experto Alfarero no deja que se le escape ni el más mínimo detalle. Este Alfarero vive orgulloso de Su obra. Él dedica tiempo y esfuerzo en cada pieza que crea. Cada creación es especial.
Lo segundo que debemos recordar es que Dios nunca nos disciplina más allá de lo que podamos resistir. Veamos las palabras del apóstol Pablo a los Corintios:
No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar. (1 Corintios 10:13)
A veces contemplamos el dolor que experimentamos en la rueda del alfarero y nos preguntamos si vamos a sobrevivir. Pablo nos dice que el Alfarero soberano sabe cuánto podemos resistir. Él nos conoce mejor que nosotros mismos. Él nunca nos dejará ser tentados o probados más allá de nuestras posibilidades. Esto no significa que nunca experimentaremos pruebas y vicisitudes. Escribiendo acerca de su propia vida el apóstol dijo en 2 Corintios 4:8-9:
8que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; 9perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos.
Pablo sentía la presión de la mano del Maestro dándole forma. Sin embargo, les recordaba a sus lectores que aunque la tribulación viniera de todas partes la angustia no lo vencería. En ocasiones pasaba apuros, pero no se desesperaba. Él también sufrió mucho pero Dios nunca lo abandonó; estaba como derribado, pero no destruido.
El Maestro Soberano tiene derecho a moldearnos como Él estime conveniente. Él lo hace todo para nuestro bien supremo y la honra de Su nombre. Él sabe lo que podemos soportar y nos probará hasta donde podamos resistir.
¿Cuál es nuestra respuesta al Alfarero Superior? Pablo desafía a sus lectores en Romanos 12:1-2:
1Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. 2No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.
Dios ha estado obrando en tu vida desde el momento en que naciste. Él te ha estado moldeando y transformando en una vasija que le traerá gloria y honor. Él está haciendo esto porque te ama y desea que llegues a ser todo aquello para lo cual fuiste creado. Sin embargo, en demasiadas ocasiones tenemos nuestras propias ideas y sueños en la vida. Mientras la rueda del alfarero gira nos resistimos contra la obra que está haciendo el Alfarero Superior. Nos quejamos de nuestra suerte en la vida; y no nos gusta la disciplina que nos da aunque siempre ha sido para nuestro bien. Decimos que tenemos el derecho de decidir nuestro propio destino y propósito, aunque ninguno de nosotros esté feliz fuera de los propósitos de Dios.
Todos aquellos que aceptan y entienden que Dios es un Dios soberano y amoroso se rinden con disposición a Sus propósitos. Saben que Su voluntad es siempre lo mejor. Mueren a sus propias ideas y planes y dejan que el Dios soberano cumpla Su plan.
Dios tiene la autoridad, el derecho y el control absoluto. Todo lo que hace tiene un propósito. Nuestra primera respuesta al Dios soberano debe ser rendirnos a Él, morir a nuestras propias ideas y confiar en Su voluntad dejando que cumpla Sus propósitos. Solamente en esto y nada más seremos verdaderamente felices.
Para meditar:
- ¿Puedes confiar en los propósitos de un Dios soberano aun cuando sean difíciles?
- ¿Cómo ha estado Dios obrando en nuestra vida? ¿Hemos estado enfrentando pruebas o disciplina? ¿Cuál debe ser nuestra respuesta?
- ¿Estás dispuesto a rendirte a Dios con todo? ¿Puedes hoy confiar en Él y en Sus propósitos?
- ¿Hay algo que estás rehusando darle a Dios? ¿Hay algún área de tu vida que no le estés confiando al Señor?
Para orar:
- Toma un momento para renovar tu compromiso de caminar en la voluntad de Dios, no importa el costo.
- Pídele perdón al Señor por las veces que no has podido rendirte a Él y a Su propósito soberano en la vida.
- Pídele a Dios que te dé la gracia para confiar en lo que Él está haciendo en tu vida. Ríndete nuevamente a Él y a Su propósito.
- Agradece al Señor que Él es soberano y que tiene el derecho absoluto sobe tu vida. Agradécele que usará todo lo que estés pasando para Su gloria suprema.
10 – Rindiendo Nuestras Posesiones
Uno se siente muy bien cuando tiene un empleo y un hogar para vivir, y es que encontramos seguridad en nuestras posesiones. No es fácil ceder aquellas cosas por la que nos esforzamos mucho en la vida para obtenerlas. Sin embargo, cuando nos encontramos cara a cara con la doctrina de la soberanía de Dios, nos damos cuenta que Dios tiene el derecho absoluto sobre todo lo que tenemos. Realmente nada nos pertenece.
El apóstol Juan nos dice que Dios es la fuente de todo lo que tenemos:
Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. (Juan 1:3)
Según Juan 3:27 nada tenemos que no nos haya sido dado primero por Dios:
No puede el hombre recibir nada, si no le fuere dado del cielo.
El apóstol Santiago dijo algo muy similar cuando expresó:
Toda buena dádiva y todo don perfecto descienden de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación. (Santiago 1:17)
No hay nada que tengamos que no hayamos recibido de parte de Dios. Él es la fuente de toda buena dádiva que podamos recibir.
No solamente Dios es la fuente de toda buena dádiva sino que no hay nada que pudiéramos lograr sin la ayuda del poder de Dios obrando en nosotros. Juan 15:5 lo expresa claramente cuando dice: “separados de mí nada podéis hacer”. Leamos lo que le dijo Dios a Su pueblo en Deuteronomio 8:17-18:
No sea que digas en tu corazón: “Mi poder y la fuerza de mi mano me han producido esta riqueza.” Mas acuérdate del Señor tu Dios, porque El es el que te da poder para hacer riquezas, a fin de confirmar su pacto, el cual juró a tus padres como en este día. (LBLA)
Dios nos da la capacidad de producir cosas materiales. Si no fuera por su maravilloso poder, no pudiéramos lograr nada. El salmista entendía esto cuando dijo en el Salmo 33:16-19:
El rey no se salva por la multitud del ejército, ni escapa el valiente por la mucha fuerza. Vano para salvarse es el caballo; la grandeza de su fuerza a nadie podrá librar. He aquí el ojo de Jehová sobre los que le temen, sobre los que esperan en su misericordia, para librar sus almas de la muerte, y para darles vida en tiempo de hambre.
Ningún rey se salva por su propia fuerza. La batalla es de Dios. Es solamente en Su fortaleza que podemos vencer. Job 12:9-10 nos recuerda que todo aliento sale de Dios:
¿Qué cosa de todas estas no entiende que la mano de Jehová la hizo? En su mano está el alma de todo viviente, y el hálito de todo el género humano.
Todo lo que tenemos nos ha sido dado por Dios. Toda la fuerza que tengamos para lograr algo en la vida proviene de Él. No tenemos ningún mérito sin la ayuda de Dios y Su poder para hacerlo.
Aquí hay otro punto que necesitamos recalcar. Dios lo ha creado todo para traer gloria y honra a Su nombre. Colosenses 1:16 lo expresa así:
16Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él.
Todo fue creado por Dios y “para” Dios. Esto quiere decir que cualquier cosa que Dios te dé es para ser usado para Él y Su propósito. Usar lo que Dios te ha dado de otra manera es malgastarlo.
A menudo decimos que lo que Dios nos ha dado es nuestro. Sin embargo, en 1 Corintios 6:19-20, Pablo le dijo a sus lectores que ni siquiera ellos eran dueños de sí mismos:
19¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? 20Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.
“… no soy vuestros…” le dijo Pablo a los Corintios. Es decir, ellos al final no tenían ni siquiera derecho sobre sus propios cuerpos. Si pertenecemos a Dios, ciertamente todo lo que tenemos también pertenece a Él.
No tenemos nada que Dios no nos haya dado. Pablo escribe en 1 Corintios 4:7:
Porque ¿quién te distingue? ¿o qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?
No podemos jactarnos de nada. Toda nuestra fuerza, sabiduría y posesiones, provienen de alguien más. No podemos decir que el mérito es nuestro. Todo lo que tenemos y hemos logrado en esta vida ha sido por la fuerza y el poder de Dios y no por nuestra propia cuenta.
Cuando el rey David examinó los tesoros que se habían recogido para la construcción del templo, él pudo haberse jactado de los logros de su pueblo. En cambio, fue humilde al reconocer que no habían dado nada que fuera de ellos, porque todo lo que tenían les había sido dado por Dios. Observemos lo que él dice en 1 Crónicas 29:16:
Oh Jehová Dios nuestro, toda esta abundancia que hemos preparado para edificar casa a tu santo nombre, de tu mano es, y todo es tuyo.
¿Qué debemos entender de todo esto? Dios tiene el derecho de reclamar todo lo que es Suyo. No hay mejor ejemplo de esto que el de Job. Cuando Dios permitió que Satanás le quitara todas sus riquezas y asesinara a los miembros de su familia, Job dijo:
Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito. (Job 1:21)
Cuando la esposa de Job protestó, él le contestó:
Como suele hablar cualquiera de las mujeres fatuas, has hablado. ¿Qué? ¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos? En todo esto no pecó Job con sus labios.
La queja de Job no hubiese sido legítima cuando Dios le quitó Su salud y posesiones. Todas estas cosas le pertenecían a Dios y Él tenía el derecho de llevárselas de nuevo.
Creer en un Dios soberano implica la rendición de todos nuestros bienes. Si Dios es absolutamente soberano, Él tiene la autoridad y el derecho de hacer lo que estime con tus posesiones. Si estás viviendo bajo Su soberanía nunca vas a decir que algo realmente te pertenece. Nunca te aferrarás tan fuerte a tus posesiones al punto de no cederlas si Dios te llamase a hacerlo así.
Dios le pidió a Abraham que entregara a su hijo Isaac; llamó a Jonás para que saliera de su hogar en Israel para ir a una tierra extranjera; le dijo a los discípulos que dejaran sus trabajos y familias para seguirle. ¿Qué significa esto para ti? Creer en un Dios soberano requiere no menos que la total rendición de nuestras vidas y posesiones. Dios tiene el derecho absoluto sobre todo lo que poseemos. ¿Aceptarás hoy el derecho que tiene sobre tu vida y tus posesiones? ¿Serás obediente cuando te llame a entregarle lo que le pertenece?
Para meditar:
- ¿Hay algo de lo que tienes que puedes realmente decir que te pertenece a ti nada más? ¿Qué derecho tiene Dios sobre tu vida y tus posesiones?
- ¿Estás dispuesto a dejar que Dios tenga todo lo que te ha dado para usarlo como Él estime? ¿Hay algo que estás rehusando darle a Dios?
- ¿Cuál es tu respuesta cuando Dios te pide que le des lo que Él te ha dado? ¿Tiene Él el derecho de hacer esto?
Para orar:
- Toma ahora mismo un momento para que le rindas al Señor todo lo que tienes. Dile que Él tiene el derecho de hacer lo que quiera con lo que te ha dado.
- Agradécele al Señor por el hecho de que cuando te pide lo que te ha dado es por tu bien.
- Pídele al Señor que te dé sabiduría para usar todo lo que Él te ha dado para Su gloria y Su honra.
11 – Descansando en Dios
En la vida experimentaremos dolor y sufrimiento, y no es para menos mientras tengamos la libertad para escoger el mal. A veces las circunstancias nos abruman; pero no hay nada más reconfortante para un creyente que está pasando por pruebas que el conocimiento de un Dios soberano y amoroso que tiene el control. Cuando abrazamos la doctrina de la soberanía de Dios, nuestros corazones entran en reposo aun en la más difícil de las circunstancias.
Hemos definido la soberanía de Dios como Su control absoluto sobre los sucesos y circunstancias de la vida. La vida no se ha dejado a la suerte o al destino; sino que Dios está llevando a cabo Sus propósitos en todo lo que sucede.
No es menos cierto que hay momentos en que las cosas no tienen el más mínimo sentido para nosotros. Dios le pidió a Jeremías que le comprara un campo a su primo en el tiempo cuando sus enemigos acampaban alrededor de la ciudad. Para Jeremías no tenía sentido comprar esta propiedad porque el enemigo se la podría quitar en cualquier momento. Reconociendo que Jeremías tenía problemas con aquella transacción, el Señor le habló estas palabras:
27He aquí que yo soy Jehová, Dios de toda carne; ¿habrá algo que sea difícil para mí? 28Por tanto, así ha dicho Jehová: He aquí voy a entregar esta ciudad en mano de los caldeos, y en mano de Nabucodonosor rey de Babilonia, y la tomará. 29Y vendrán los caldeos que atacan esta ciudad, y la pondrán a fuego y la quemarán, asimismo las casas sobre cuyas azoteas ofrecieron incienso a Baal y derramaron libaciones a dioses ajenos, para provocarme a ira. (Jeremías 32:27-29)
El Señor le dijo a Jeremías que los babilonios tomarían la tierra que había comprado y la destruirían. Al decirle esto al profeta le estaba recordando que Él sabía lo que iba a pasar. Sin embargo, también le recordaba que para Él no había nada demasiado difícil; que al final Él usaría las circunstancias. Llegaría el día en que él iba a disfrutar de la propiedad que le había comprado a su primo. Veamos qué le dijo Dios a Jeremías:
42Porque así ha dicho Jehová: Como traje sobre este pueblo todo este gran mal, así traeré sobre ellos todo el bien que acerca de ellos hablo. 43Y poseerán heredad en esta tierra de la cual vosotros decís: Está desierta, sin hombres y sin animales, es entregada en manos de los caldeos. (Jeremías 32:42-43)
Jeremías debía dejar ese asunto en las manos del Señor. Los babilonios estaban a la puerta, listos para conquistar la tierra, pero ellos no tenían la última palabra. Dios usaría las circunstancias para que Su pueblo regresara a la tierra que le habían quitado. La propiedad de Jeremías estaba a salvo. Aunque desde un punto de vista humano la situación lucía mal, para Dios nada era imposible.
¿Te has encontrado alguna vez en una situación parecida? Considera al profeta Jonás que huía del Señor. Mientras huía, las olas del mar batían contra su barco, amenazando con ahogarlo a él y a todos a bordo. Cuando descubrieron que Jonás era la causa de aquella tormenta, los marineros lo lanzaron por la borda. Las cosas lucían mal para Jonás. Dios, entonces, envió un gran pez y se lo tragó. ¿Cómo piensas que se sentiría Jonás viendo aquel gran pez con su boca abierta de par en par viniendo hacia él? Seguramente él no veía esto como una liberación. Estoy seguro que Jonás pensó que ese era el fin de su vida, pero Dios no ve las cosas como las vemos nosotros. Él tenía el control total de las circunstancias en la vida de Jonás. Ese pez demostró ser la liberación del profeta. Dios le ordenó que vomitara a Jonás en la orilla. Ciertamente no era el medio de transporte más cómodo pero Jonás estaba a salvo en la barriga de aquel pez. Dios estaba protegiendo a Jonás y llevándolo a un lugar seguro. Dios usó este suceso para llevar a Jonás a un lugar de arrepentimiento y preparación para el ministerio que tenía para él en Nínive. Toda la situación estaba en las manos de Dios.
Así como hizo en la vida de Jonás, el Señor está llevando a cabo Sus propósitos en nuestras vidas. A menudo no nos gusta la forma en que lo hace; no nos gusta que nos trasladen en la apestosa barriga de un pez. Preferiríamos que fuera en un camarote de lujo de un crucero.
Nos inquietamos y preocupamos por las circunstancias que se nos avecinan. No nos imaginamos cómo pudieran ser para nuestro bien estas cosas. Decimos que creemos que Dios tiene el control y que puede usar cualquier cosa que se interponga en nuestro camino para nuestro bien y para Su gloria pero seguimos batallando, preocupándonos y protestando.
Mientras Moisés guiaba al pueblo de Dios por el desierto, ellos protestaban por el maná que comían diariamente. Dios milagrosamente los había preservado vivos por medio de ese maná, pero se cansaron de él, murmuraron contra Moisés y amenazaron con matarle si no les daba algo de carne para comer. Moisés se encontraba en una situación muy difícil. ¿Cómo podría conseguir carne en el desierto para casi dos millones de personas hambrientas? Moisés clamó a Dios pidiendo ayuda y el Señor respondió:
Entonces Jehová respondió a Moisés: ¿Acaso se ha acortado la mano de Jehová? Ahora verás si se cumple mi palabra, o no. (Números 11:23)
Dios envió un viento que soplara desde el mar y éste trajo consigo un gran número de codornices. Ese día el pueblo de Dios hizo banquete con codornices. Lo que era imposible para Moisés no lo era para un Dios soberano.
Imaginemos cómo estaba Moisés cuando el pueblo vino a él amenazándolo con matarlo si no les daba carne. Le estaban pidiendo que hiciera algo imposible. Me he encontrado a menudo en situaciones que se salen de mis manos. En vez de confiar en el Dios soberano y descansar en Él y en Su control, me he visto preocupándome y tratando de resolver la situación por mi cuenta. En momentos como estos necesitamos recordar las palabras de Jesús en Mateo 19:26:
Para los hombres esto es imposible; mas para Dios todo es posible.
En una ocasión, Jesús y Sus discípulos se encontraban cruzando el lago en una barca. Mientras Jesús dormía comenzó a soplar el viento y se hizo una tormenta. Los discípulos temieron por sus vidas. En su desesperación llamaron a Jesús quien se despertó y reprendió los vientos Inmediatamente la tormenta se calmó. Los discípulos se quedaron asombrados de que los vientos obedecieran a Jesús.
¿Cuánto te enseñan de tu creencia en la soberanía de Dios, las respuestas que has tenido ante las tormentas de la vida? ¿Realmente creemos que Dios tiene el control y que obrará todo para nuestro bien y para Su gloria? Si es así, eso se hará evidente en nuestras reacciones. Quienes creen en un Dios soberano hallarán reposo aun en las tormentas de la vida. Ellos saben que Dios tiene el control y llevará a cabo Sus propósito en y a través de ellas.
No hay situación alguna en la que el Señor no tenga el control absoluto. Al escribirle a los efesios, Pablo le daba la gloria a Dios quien es “…poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros” (Efesios 3:20).
También Pablo les recordaba a los creyentes en Filipo que Dios sujetaría todo bajo su control:
20Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; 21el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas. (Filipenses 3:20-21)
En Romanos 8:28 les dijo a los creyente que todas las cosas obrarían para bien:
Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.
En Lucas 13.34 Jesús usó la ilustración de una gallina que reúne a sus pollitos bajo sus alas. No tenemos nada que temer. Estamos seguros bajo las alas de un Dios soberano que nos ama y ha prometido hacer que todas las cosas obren para bien.
Observemos las palabras del salmista en el Salmo 34:7-8:
El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen, y los defiende. Gustad, y ved que es bueno Jehová; dichoso el hombre que confía en él.
Dios promete Su protección; Él acampa alrededor nuestro; está por todas partes para protegernos. No existe circunstancia alguna sobre la cual Dios no tenga el control. Él vela por Su pueblo y los defiende. ¿Quién puede estar contra nosotros si Dios es con nosotros? No hay enemigo lo suficientemente poderoso para vencer a quienes reposan en Él. Tal y como lo diría el apóstol Pablo en Romanos 8:31:
¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?
Quienes entienden la doctrina de la soberanía de Dios pueden enfrentar las dificultades de la vida con confianza. Se sienten seguros bajo Sus alas. Allí pueden descansar y tener paz en sus corazones.
Esto no quiere decir que nunca vamos a enfrentar tribulaciones y sufrimiento. Jeremías estaba confundido cuando Dios le pidió que le comprara la propiedad al primo. Jonás se sentía incómodo en el vientre de un pez. A Pablo lo apedrearon y golpearon por su fe. Jesús sufrió una muerte terrible en una cruz. ¿Qué nos da coraje para enfrentar estas tribulaciones? ¿No es el hecho de que Dios es soberano? Saber que Él controla y hasta usa nuestro dolor, nos da esperanza. Si realmente creemos que Dios es soberano, toda murmuración, queja, preocupación, o temor se desvanecerá de mi mente. En cambio, aprenderé a poner mi confianza en Él y descansaré tranquilamente en Sus propósitos para mi vida.
Para meditar:
- ¿Cuáles son algunas de las promesas de Dios para quienes le pertenecen cuando se encuentren enfrentando pruebas y batallas en esta vida?
- ¿Por qué nos ayuda a tener paz saber que Dios tiene el control de toda circunstancia?
- ¿Cómo has respondido ante las pruebas? ¿Es Dios más grande que los problemas que tienes hoy?
Para orar:
- Agradece al Señor por Su soberanía sobre cada problema de tu vida.
- Dale gracias porque todo obrará para bien.
- Pídele que te ayude a descansar en el conocimiento del cuidado de Su soberanía en cada prueba que tengamos en el camino.
12 – Circunstancias Inesperadas y Personas Difíciles
Todos hemos tenido que lidiar con circunstancias inesperadas y personas difíciles. A duras penas pasa un día en el que no encontremos algún tipo de obstáculo en el camino. Raro es el día en que las cosas salen exactamente como las planificamos. ¿Cómo reaccionas cuando las cosas no salen como las esperabas? ¿Cómo reaccionas cuando ves que se acerca un cliente difícil a la tienda donde trabajas? ¿Cuál es tu actitud hacia la persona cuya única meta en la vida parece ser hacerte la vida imposible? La doctrina de la soberanía de Dios se dirige a estos temas.
Como todos aquellos que creen en la soberanía de Dios, entendemos que hay un propósito con todo lo que sucede. Nada sucede por casualidad. Si hoy tuviste que enfrentar alguna circunstancia inesperada, puedes estar seguro de una cosa: Dios usará cualquier cosa que suceda para tu bien y la expansión de Su reino.
No estoy diciendo que Dios es el autor del pecado. Ni tampoco estoy diciendo que fue Dios quien trajo a ese cliente malvado a tu tienda para hacerte la vida imposible. Hemos repetido este pensamiento a menudo en este estudio, pero déjame repetirlo de nuevo. Los seres humanos tienen libre albedrío y toman decisiones contrarias al propósito de Dios. El consuelo que nos queda en cuanto a las circunstancias inesperadas es que Dios es infinitamente bueno y puede usar hasta el mal que se nos haga para traer grandes bendiciones a nuestras vidas.
En Job 1 se encuentra registrada una conversación exclusiva entre Satanás y Dios. Durante esta conversación Dios le habla a Satanás acerca de Su siervo Job diciéndole que es un hombre sin tacha (Job 1:8). Satanás entonces pide permiso para poner a prueba a Job y Dios le concede esa petición. Luego Satanás le mata la familia a Job, le quita su ganado y lo castiga con llagas. Vemos entonces a Job sentado sobre un montón de cenizas y rascándose sus llagas con un tiesto.
Es importante que nos percatemos que Satanás no hubiese tocado a Job sin el permiso de Dios. Él permitió esas circunstancias que luego serían usadas para lograr Sus propósitos en la vida de Su siervo. Escuchemos lo que Job le dijo al Señor al final de su sufrimiento:
De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven. (Job 42:5)
¿Cuántos de nosotros anhelan tener una relación más profunda con el Señor? ¿Qué darías por tener esa relación? Para muchos de nosotros Dios está distante. Él es alguien de quien hemos oído o leído en la Biblia. Sin embargo, están aquellos cuya relación con Dios es muy íntima. Éstos parecen poder escuchar y ver a Dios de la manera en que muchos no pueden. Job, a pesar de que era un hombre “íntegro” y piadoso, da una mirada a ese tiempo de su vida y se da cuenta de que realmente no conocía a Dios. Por medio de su sufrimiento, Job pudo alcanzar una nueva relación con su Señor. Dios ahora era muy real y personal. Su amor y respeto por Él habían crecido inmensamente. Satanás había hecho todo lo posible por destruir la relación de Job con Dios, pero al final, Job terminó amando más a Dios.
La historia de Job le demostraría a todos que Dios es mucho más grande que todo aquello que Satanás pueda lanzar en contra nuestra. ¿Cuántos creyentes titubeantes han sido consolados por esta historia? ¿Cuántos han sido motivados a perseverar cuando se encuentran con el ejemplo del sufrimiento de Job? Aunque Job perdió su familia y sus riquezas, fue grandemente recompensado. Dios no solamente le dio mucho más de lo que tenía al principio, sino que también usó su ejemplo para traer esperanza y bendición a innumerables creyentes a lo largo de los siglos. Lo que Satanás usó para mal, Dios lo tornó para bien.
Hace algún tiempo, un miembro de la iglesia a la que yo asistía murió. La noticia de esta muerte repentina impactó poco a poco a toda la iglesia. Aunque su muerte pareciera haber sido una tragedia horrible, Dios la usó para lograr sus propósitos. La muerte inesperada de este querido hombre impactó la vida de los jóvenes en particular. En los meses que siguieron, el Señor comenzó a obrar en sus vidas. Uno a uno volvían a consagrar su vida al servicio. ¿Valió la pena el precio? Conociendo a este hermano como lo conocí, sé que él hubiera estado muy satisfecho de ofrecer su vida para que estos jóvenes pudieran ser restaurados a la comunión con el Salvador.
Consideremos por un momento al apóstol Pablo. Él tuvo un impacto poderoso en el Reino. Él fue un increíble evangelista y viajó de pueblo en pueblo con el mensaje del evangelio. Grandes cantidades de personas venían a Cristo a causa de su poderoso ministerio. Llegó el día en que Pablo fue encarcelado. La iglesia primitiva sintió un gran golpe con su encarcelamiento. Parecía que el enemigo había ganado la batalla. Pero Pablo no lo veía así. Cuando les escribió a los creyentes que vivían en Filipo les dijo que a causa de su encarcelamiento muchos habían sido motivados a proclamar el evangelio con más denuedo:
14Y la mayoría de los hermanos, cobrando ánimo en el Señor con mis prisiones, se atreven mucho más a hablar la palabra sin temor. (Filipenses 1:14)
Estoy seguro que muchas personas se preguntaron por qué el apóstol Pablo tenía que caer preso. ¿No hubiera sido mejor que estuviese predicando y plantando nuevas iglesias? Sin embargo, este suceso tuvo un gran impacto en la iglesia. Estando él en prisión la gente se comenzó a dar cuenta que no podía quedarse sentada. Si el mensaje tenía que salir, cada uno de ellos tenía que tomar en serio la tarea. El Señor usó las cadenas de Pablo para hacer que la iglesia se diera cuenta de su responsabilidad.
Cuando la gente airada fue a donde Jesús para arrestarlo, Pedro sacó su espada para pelear con ellos. Pedro miró la situación que tenía delante y vio a un grupo de gente que se querían llevar a su Señor. Él no entendía cómo podía ser posible que esto fuese algo bueno. Sacó entonces su espada para combatirlos. Si Jesús no lo hubiese detenido, es posible que hubiese dado allí su vida por su Señor. Sin embargo, lo que Pedro no percibía era que él estaba peleando contra el propósito de Dios. Jesús tenía que morir para lograr la salvación de Su pueblo.
Al igual que un niño que pelea contra su padre porque éste le está sacando una astilla de madera del pie, así también notros peleamos contra Dios sin darnos cuenta de que ese dolor es, al final, para nuestro bien. Veamos qué le dijo Dios a Su siervo Isaías:
9Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos. (Is. 55:9)
No pretendemos entender la voluntad de Dios. Dios a veces obra de maneras que nos resultan muy extrañas. ¡Cuán importante es que aprendamos a aceptar lo que Él nos pone en el camino! Estas tragedias y circunstancias inesperadas pueden disfrazarse como unas de las más grandes bendiciones de Dios.
¿Cómo reaccionamos, aquellos que creemos en un Dios soberano, cuando nos encontramos con circunstancias inesperadas y personas difíciles? En respuesta a esto, déjame citar las palabras de Andrew Murray quien dijo:
En tiempos de problemas digo: PRIMERO, Dios me trajo aquí; es por Su voluntad que estoy en esta situación difícil: en eso descansaré. DESPUÉS, El me guardará en Su amor y me dará gracia en esta prueba para comportarme como Su hijo. LUEGO- Él hará de la prueba una bendición, enseñándome las lecciones que Él quiere que aprenda y obrando en mí la gracia que El quiere derramar. FINALMENTE – En Su tiempo adecuado Él puede sacarme a flote otra vez- El sabe cómo y cuándo. ENTONCES DIGO Estoy aquí por designio de Dios, en Su cuidado, bajo Su entrenamiento, en Su tiempo.[1]
Podemos estar seguros que Dios vela por cada uno de nosotros. Él conoce cada circunstancia que viene a nuestra vida y usará cualquier cosa que enfrentemos para glorificarse y traernos bien. Si algo me ha sucedido, Dios debe tener en eso un propósito para mí en particular. Sabiendo esto, tenemos una de dos opciones. Podemos luchar contra Dios y Sus propósitos, o podemos humillarnos, someternos a Su obra soberana, mirar lo que hace y disfrutar de los frutos.
Puede que no entendamos lo que Dios está haciendo o cómo va a encargarse de cada detalle. Todo lo que necesitamos saber es que Él va a usar cada circunstancia que enfrentemos para nuestro bien. Entender esto cambiará radicalmente la manera en que reaccionemos ante las personas difíciles o las situaciones inesperadas de la vida
Entender que Dios es soberano cambiará la manera en que respondamos a los problemas u obstáculos que se nos presenten. Si creemos realmente en un Dios soberano, aceptaremos nuestras pruebas y esperaremos que Dios las use para nuestro bien. En vez de quejarnos y protestar por lo que suceda, veremos cada obstáculo como un medio para que Dios expanda Su reino y nos acerque más a Él.
Para meditar:
- ¿Alguna vez te ha sucedido algo inesperado que haya impedido que hicieras lo que querías hacer? ¿Cuál fue tu reacción?
- ¿Qué consuelo nos da el hecho de que Dios está por encima del más mínimo obstáculo que se nos presente cada día?
- ¿Puedes aceptar hoy el hecho de que Dios tiene el derecho de cambiar las circunstancias de tu vida? ¿Puedes confiar en Él en medio de aquellas circunstancias inesperadas que se te presentan?
- ¿Tienes algún ejemplo de cómo Dios usó las circunstancias inesperadas para abrir una puerta para que pudieras ministrar de una manera especial o para protegerte de un daño? Argumenta.
Para orar:
- Toma un momento para agradecerle al Señor que Él es más grande que cualquier problema inesperado o las personas difíciles que encontramos diariamente.
- Pídele al Señor que te dé la gracia para confiarle las personas difíciles y las circunstancias que enfrentas cada día. Agradécele que Él es más grande que cada obstáculo o cualquier problema.
- Pídele al Señor que te perdone por protestar o quejarte cuando las cosas no han salido cómo esperabas.
13 – Valentía en el Servicio
El apóstol Pablo dijo: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4.13). Esta fue una declaración valiente pero el apóstol tenía absoluta confianza en el Dios a quien servía. Pablo estaba fortalecido por el poderoso Dios del universo para quien nada era imposible. Con esa firme confianza arraigada en su corazón se lanzó a lograr lo imposible por la causa del reino de Dios.
Aquí quiero puntualizar dos aspectos. En primer lugar, la confianza de Pablo no era en él sino en el Señor. Pablo no confiaba en sus propias capacidades. Veamos lo que dice en Romanos 7:18-19:
Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. 19Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago.
Pablo conocía la pecaminosidad de su naturaleza perversa. Por esta razón, dependía completamente de la obra interna del Espíritu de Dios para lograr la obra a la que había sido llamado.
Escribiendo en 1 Corintios 2:3-5 Pablo compartió con los creyentes el secreto de su fortaleza:
3Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor; 4y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, 5para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.
El poder del Dios soberano estaba obrando por medio del apóstol Pablo. Él les decía a los efesios que este Dios podía hacer “todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros” (Efesios 3:20).
El Señor no ha cambiado. Su poder nunca ha disminuido. El Dios que obró en la vida del apóstol Pablo, sigue obrando en la actualidad.
El segundo aspecto a puntualizar es que Dios todavía quiere obrar hoy en nuestras vidas. Él quiere alcanzar esta generación moderna tanto como lo quería hacer con la de los tiempos de Pablo. Leamos las palabras de la Gran Comisión en Mateo 28:19-20:
9Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; 20enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.
Estas palabras fueron dichas para todos los creyentes de todas las generaciones. Dios nos ha llamado a ir a todo el mundo y hacer discípulos. Veamos esta promesa en particular: “estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. Fijémonos específicamente en la frase “hasta el fin del mundo”. El fin del mundo no ha llegado todavía. Esto quiere decir que las promesas de Dios siguen hoy siendo aplicables para nosotros. No puede haber nada más seguro que eso. El Dios que nos llama también estará con nosotros. Podemos estar seguros de Su presencia y Su poder en dondequiera que vayamos o en cualquier cosa que hagamos en Su nombre.
Cuando Dios llamó al profeta Jeremías, lo llamó a un ministerio muy difícil. Las personas no lo iban a escuchar. Su vida estaría en constante peligro. Llegó un momento en su ministerio en que el desaliento parecía consumir al profeta. Fue cuando entonces él clamo a Dios:
15Tú lo sabes, oh Jehová; acuérdate de mí, y visítame, y véngame de mis enemigos. No me reproches en la prolongación de tu enojo; sabes que por amor de ti sufro afrenta… 18¿Por qué fue perpetuo mi dolor, y mi herida desahuciada no admitió curación? ¿Serás para mí como cosa ilusoria, como aguas que no son estables? (Jeremías 15:15, 18)
Sabiendo el dolor del profeta el Señor le recordaba:
20Y te pondré en este pueblo por muro fortificado de bronce, y pelearán contra ti, pero no te vencerán; porque yo estoy contigo para guardarte y para defenderte, dice Jehová. 21Y te libraré de la mano de los malos, y te redimiré de la mano de los fuertes. (Jeremías 15:20-21)
Dios le prometió a Su profeta rodearlo de Su cuidado soberano. Le pondría un muro alrededor de él para que sus enemigos no pudieran penetrar. Jeremías no tenía por qué temer a sus enemigos. Ellos no podrían penetrar las defensas que Dios había puesto a su alrededor a menos que Dios quisiera. Él estaba en las manos de un Dios soberano que lo amaba. Jeremías podía confiar en Sus propósitos.
Palabras similares a esta le habló Dios al profeta Ezequiel. El pueblo al cual Dios mandaba a Ezequiel era un pueblo duro e insensible, pero Dios le prometió a este profeta que lo haría a él aún más fuerte. Veamos lo que le dijo Dios a Su siervo:
9Como diamante, más fuerte que pedernal he hecho tu frente; no los temas, ni tengas miedo delante de ellos, porque son casa rebelde. (Ezequiel 3:9)
No tenemos que temer; el Señor ha prometido fortalecernos y protegernos. Veamos las palabras de Dios a Zacarías:
8Porque así ha dicho Jehová de los ejércitos: Tras la gloria me enviará él a las naciones que os despojaron; porque el que os toca, toca a la niña de su ojo. (Zacarías 2:8)
Quien nos toca, toca la niña del ojo de Dios. Somos Sus hijos y le importamos muchísimo. Él nos protegerá y proveerá todo lo que necesitemos.
Una y otra vez, la Biblia desafía a los creyentes a poner su confianza en el Señor y a resistir el miedo.
Después de estas cosas vino la palabra de Jehová a Abram en visión, diciendo: No temas, Abram; yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande. (Génesis 15:1)
24Y se le apareció Jehová aquella noche, y le dijo: Yo soy el Dios de Abraham tu padre; no temas, porque yo estoy contigo, y te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia por amor de Abraham mi siervo. (Génesis 26:24)
Él le dijo: No tengas miedo, porque más son los que están con nosotros que los que están con ellos. (2 Reyes 6:16)
Dijo además David a Salomón su hijo: Anímate y esfuérzate, y manos a la obra; no temas, ni desmayes, porque Jehová Dios, mi Dios, estará contigo; él no te dejará ni te desamparará, hasta que acabes toda la obra para el servicio de la casa de Jehová. (1 Crónicas 28:20)
4Decid a los de corazón apocado: Esforzaos, no temáis; he aquí que vuestro Dios viene con retribución, con pago; Dios mismo vendrá, y os salvará. (Isaías 35:4)
¿Te percatas de las palabras de estos versículos? “Yo soy tu escudo. Yo estoy contigo. Yo te bendeciré. No te dejaré. No te desampararé. Vendré a salvarte”. El Dios soberano del universo, que tiene la autoridad, el derecho y el control absolutos nos promete estas cosas. ¡Cuánta confianza debe darnos esto en la obra del reino! ¡Cuánta fortaleza hay en estas palabras para enfrentar los obstáculos de nuestro diario andar! Hablando a los creyentes de Tesalónica Pablo dijo:
24Fiel es el que os llama, el cual también lo hará. (1 Tesalonicenses 5:24)
Cuando Dios llama y capacita, no hay tarea demasiado difícil, tentación demasiado fuerte, necesidad demasiado grande. Él nunca te dará más de lo que puedas soportar en Su fortaleza:
13No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar. (1 Corintios 10:13)
Hay momentos en que las cosas parecen imposibles. Sin embargo, Jesús nos recuerda que con Dios todas las cosas son posibles:
26Y mirándolos Jesús, les dijo: Para los hombres esto es imposible; mas para Dios todo es posible. (Mateo 19:26)
Fue por esta razón que Sara pudo dar a luz un hijo cuando ya había pasado su edad fértil. Fue por esta razón que David, el pastorcito, fue capaz de matar al gigante Goliat cuando todo el ejército de Israel había huido por el miedo.
…porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo (1 Juan 4:4)
El Dios que llama también preparará y protegerá. Él no permitirá que seamos tentados más allá de lo que podamos soportar. Él nos capacitará para hacer lo imposible en Su nombre.
Cuando creemos en un Dios soberano, encontramos el valor y la fortaleza para en fe dar el paso al frente. Como dice Romanos 8:31-32:
31¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? 32El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?
Podemos estar seguros de que la fortaleza de Dios en nosotros será adecuada para la tarea mientras caminemos en obediencia. Él no ha ignorado nada; nada lo va a tomar por sorpresa. No hay enemigo demasiado poderoso. Debido a que el Dios soberano me ha llamado y me ha dado la fuerza, puedo con valentía dar el paso al frente confiando en Su juicio y sabiendo que Su fortaleza es adecuada para todo lo que me ha llamado a hacer. Este conocimiento debería darnos más denuedo en la obra del reino.
37Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. (Romanos 8.37)
Para meditar:
- ¿Tenemos la suficiente fortaleza y sabiduría en nosotros para hacer la obra que el Señor nos ha llamado a hacer? ¿Qué sucede si confiamos en nuestra sabiduría y nuestra fuerza?
- ¿Cuáles son algunas de las promesas que el Dios soberano nos brinda en este capítulo?
- ¿Cómo nos da valor en la batalla que tenemos por delante saber que el Dios soberano nos guardará y nos fortalecerá?
- ¿Hay algún temor en específico que tienes en el ministerio? ¿Cómo este capítulo le habla a esos temores?
Para orar:
- Toma un momento para agradecerle al Señor por las promesas que nos ha dado de estar con nosotros y de guardarnos en el ministerio al cual nos ha llamado.
- Pídele al Señor que te perdone por haber confiado en tu propia fuerza y sabiduría estando a nuestra disposición Su poder y sabiduría.
- Pídele al Señor que te ayude a confiar en Él en el ministerio al cual te ha llamado. Pídele que te dé valentía a medida que avanzas en obediencia.
14 – Esperar y Escuchar
A ninguno de nosotros nos gusta esperar. Por lo general somos impacientes. Sin embargo, el momento oportuno es absolutamente crucial en la vida. Tomemos como ejemplo un juego de futbol. Mientras un jugador corre hacia la portería del otro equipo, consciente de la importancia del momento oportuno, no deja de poner sus ojos en el portero. Él ve cómo se mueve para cortar el ángulo de tiro. En el último momento da un giro brusco hacia la izquierda, patea el balón y anota un gol. Las oportunidades son esenciales.
La vida es como este juego; hay un tiempo para todo. Podemos decir las palabras correctas, pero si no escogemos el tiempo correcto para decirlas es muy probable que caigan en oídos sordos.
En la batalla espiritual que tenemos delante de nosotros nuestro enemigo no es predecible. En muchas ocasiones no podemos ni siquiera verle. Por ser el engañador y padre de mentira, Satanás y sus ángeles no juegan según las reglas. Nada los detiene en su intento de impedir que logremos los propósitos de Dios. ¿Cómo podemos competir contra un enemigo así? ¿Cómo lidiar con un enemigo que no se detiene ante nada con tal que no alcancemos la meta que Dios nos ha dado en la vida? ¿Cómo luchar contra un enemigo que ni siquiera podemos ver? Si queremos alcanzar los propósitos de Dios para nuestras vidas, necesitamos Su dirección. No hay manera de lograr Sus propósitos sin esperar en Él y escucharle.
Como un gran jefe militar, Dios ve todo el campo de batalla delante de Él. Él sabe exactamente lo que está haciendo. Con gran pericia da Sus órdenes y Sus soldados inmediatamente las obedecen. Ellos confían plenamente en Su liderazgo y arriesgan sus vidas en obediencia. Cada momento es preciso y bien cronometrado. No se malgastan esfuerzos. La victoria es segura pero debemos escuchar y seguir Sus órdenes.
Quienes creen en un Dios soberano aprenderán a esperar en Él, en Su tiempo y en Su dirección. Es cierto que Dios puede usar nuestro errores y malas decisiones para lograr Su propósito, pero ¡cuánto mejor sería seguir Su liderazgo! Jonás decidió darle la espalda al llamado de Dios y tomó un barco que iba en dirección opuesta. Dios trajo al profeta a Nínive, pero éste tuvo que enfrentar una terrible tormenta y la ira de los tripulantes de la embarcación. Luego un gran pez se lo tragó y lo vomitó en la orilla. ¡Cuánto mejor hubiese sido haber escuchado y obedecido el llamado de Dios desde el principio!
En el libro 1ro de Samuel capítulo 13 se nos narra la historia de la batalla de Saúl contra sus enemigos en la región de Gilgal. Los reyes de Israel tenían por tradición consultar a Dios antes de ir a la batalla. Siete días esperó Saúl para que el profeta Samuel llegara a ofrecer sacrificios al Señor. Mientras esperaba, veía cómo sus soldados desertaban uno a uno por temor al enemigo. Con miedo a perder todo su ejército Saúl decidió ofrecer los sacrificios él mismo. Cuando el profeta Samuel llegó le trajo a Saúl una palabra de parte de Dios. Le dijo que por no haber esperado en el Señor, su reino no perduraría (1 Samuel 13:14).
Esto parece ser un juicio severo, pero la realidad era que Saúl había tenido en toda su vida graves problemas con esperar en el Señor. Una y otra vez Saúl parece rebelarse más contra lo que Dios le decía. A diferencia de David, quien buscaba la dirección del Señor, Saúl era más propenso a hacer las cosas a su manera. Dios lo destituyó de su reinado por su incapacidad de esperar en Él y se negaba a escucharle.
Nosotros nos hemos visto en situaciones similares. Cuando estamos bajo presión comenzamos a cuestionar los caminos de Dios; y pronto nuestra falta de fe comienza a verse. Entonces tomamos el asunto en nuestras propias manos y salimos a resolverlo con nuestras propias fuerzas y sabiduría en vez de confiar en la manera de Dios y de esperar que Él lleve a cabo Su propósito.
Por dos años serví como pastor en la isla de Reunión, en el Océano Índico. Un día recibí una llamada de una señora de la iglesia pidiéndome que fuera a su casa pues tenía que hablar conmigo de un problema. Cuando llegué me contó de otra dama de la iglesia que la había ofendido. Ella quería que yo fuera a ver a esa hermana para arreglar las cosas. Mientras la escuchaba, le pregunté si ya había intentado hablar personalmente con ella acerca del asunto y me respondió que no. Mientras pensaba qué debía hacer, las enseñanzas del Señor Jesús en Mateo 18:15 vinieron a mi mente:
Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano.
Entonces le dije que yo no iba a hacer nada hasta que ella no hablara con esa otra hermana personalmente. Ella no estuvo de acuerdo conmigo por un momento. Yo le dije que si queríamos la bendición de Dios en esto, entonces había que hacer las cosas a la manera de Dios. Finalmente ella aceptó y tomó el teléfono para hablar con la hermana. Después de tres minutos ella colgó el teléfono, se volvió hacia mí y me dijo: “La hermana me dijo que el Señor la estaba convenciendo de pecado en cuanto a lo que me había dicho. Ella se disculpó y ya todo está bien entre nosotras”. Nuestros corazones estaban llenos de gratitud a Dios por lo que había sucedido. Dios nos bendice cuando hacemos las cosas a Su manera.
Los que creen en un Dios soberano saben que Sus caminos son siempre los mejores. Ellos se tomarán el tiempo para buscar la voluntad de Dios y Su propósito en las cosas que les acontecen. Vivimos en una era que cuestiona los caminos de Dios. Hasta los creyentes cuestionan a Dios y Sus propósitos. Hace algún tiempo atrás hablaba con un pastor amigo mío que había abandonado su familia y su ministerio para llevar otro estilo de vida. Cuando hablábamos de lo que había sucedido me sorprendió mucho la manera en que justificaba sus acciones. Su perspectiva sobre las Escrituras había cambiado y ahora la torcía para adaptarla a su nuevo estilo de vida. En otros casos la ignoraba completamente. Ya no esperaba en Dios ni buscaba Su voluntad sino que andaba por su cuenta y hacía las cosas a su manera.
He visto a jóvenes dejar de esperar en el Señor por la pareja que el Señor tiene para ellos. Al impacientarse, se enamoran de un no creyente y se casan en contra de los propósitos de Dios. Hemos visto a cristianos comprometer sus principios bíblicos por hacer dinero o el beneficio personal en vez de esperar en el Señor y hacer las cosas a Su manera. Hay líderes cristianos que han recurrido a la manipulación y al control en vez de confiar en Dios y Su tiempo.
Esperar en Dios y buscar Su voluntad y Su tiempo no siempre es fácil. Saúl vio a sus hombres desertar y se preguntó si podía ganar la batalla con unos pocos soldados. Los caminos del Dios soberano son diferentes a los nuestros; Él no piensa ni obra como lo hacemos nosotros.
9Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos. (Isaías 55:9)
Es posible que no entendamos los caminos de Dios; pero quienes creen en un Dios soberano, aprenderán a confiar en Sus caminos aun cuando para ellos no tengan sentido. Ellos esperarán en Él y en Su dirección, confiando que Su voluntad es lo mejor y que Sus propósitos se cumplirán.
Estoy muy agradecido que mi falta de fe o mi impaciencia no pueden detener al Dios Soberano. Sin embargo, me he dado cuenta al mismo tiempo que he sacrificado muchas bendiciones en mi vida porque no he esperado en Él. La promesa de la Palabra de Dios es que aquellos que esperan en Él serán fortalecidos.
pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán. (Isaías 40:31)
El salmista nos recuerda que, nadie que pone su esperanza en el Señor será avergonzado.
Ciertamente ninguno de cuantos esperan en ti será confundido; serán avergonzados los que se rebelan sin causa. (Salmo 25:3)
El Señor defiende y libera a quienes esperan en Él:
No digas: Yo me vengaré; espera a Jehová, y él te salvará. (Proverbios 20:22)
Cuando entendemos que Dios está llevando a cabo Sus propósitos en este mundo, nos sometemos a Su dirección. Su tiempo y Su liderazgo son siempre perfectos. Si creo en un Dios soberano que me ama y se interesa en mí, esperaré en Él. No solucionaré los problemas por mi propia cuenta, sino que me dedicaré a escucharle y a seguir la dirección de Su Espíritu aun cuando no tenga mucho sentido para mi razonamiento limitado.
Podemos confiar completamente en Dios. Como el Dios soberano que es, tiene el control y la autoridad absolutos. Él está llevando a cabo Sus propósitos. Él no necesita nuestro consejo pero se deleita en guiarnos a cumplir Sus planes. Es nuestro privilegio conocer Su liderazgo y esperar en Su tiempo. ¡Que podamos confiar lo suficiente en Él para esperar en Él!
Para meditar:
- ¿Te has impacientado alguna vez y has perdido la bendición de Dios por no estar dispuesto a esperar Su tiempo?
- ¿Cuán importante es el tiempo de Dios para nuestro ministerio? ¿Qué puede suceder si no somos sensibles al tiempo de Dios en nuestro ministerio?
- ¿Cuál es la diferencia entre nuestro entendimiento y el entendimiento de Dios? ¿Es el tiempo de Dios diferente al nuestro? ¿Cuál es el resultado cuando escogemos nuestros caminos en vez de los caminos de Dios?
- oHow H¿Cómo entender correctamente la soberanía de Dios, impacta la manera en que tratamos de escuchar a Dios y de caminar en obediencia a Su Palabra y Su dirección?
- What comf¿De qué te sirve para tu vida personal y tu ministerio saber que Dios es un Dios soberano? ¿Cómo impacta la doctrina de la soberanía de Dios la manera en que buscas a Dios y Su dirección para tu vida y tu ministerio?
Para orar:
- Toma un momento para pedirle perdón al Señor por las veces que no has sido obediente a Su dirección y a Su tiempo para tu vida.
- Agradécele al Señor que Él puede tornar tus fracasos en bendiciones.
- Agradécele al Señor por Su disposición a guiarte como Dios soberano en tu ministerio y decisiones personales.
- Pídele a Dios que te ayude a conocerle más. Pídele que te dé paciencia para que puedas esperar la obra que está haciendo en tu vida según Su tiempo.
- Agradece al Señor que Sus caminos y Sus tiempos siempre son los correctos.
15 – Historia Pasada
Hay muy pocas personas en la vida que viven sin remordimiento. Todos hemos experimentado o hecho cosas en nuestro pasado que quisiéramos olvidar. Todos hemos tomado malas decisiones. Esas experiencias y decisiones han tenido un impacto en nuestras vidas y en la de nuestros seres queridos. A veces quedamos con profundas cicatrices emocionales. ¡Qué no daríamos por echar el tiempo atrás y hacer las cosas de nuevo! La vida puede estar llena de remordimientos. La doctrina de la soberanía de Dios trae esperanza y aliento en esos momentos en los que reflexionamos sobre nuestros errores.
Juan capítulo 2 nos cuenta la historia del primer milagro de Jesús en Caná de Galilea. Jesús y Sus discípulos habían sido invitados al banquete de una boda. Estando allí, al anfitrión se le acabó el vino. Esto pudo haber sucedido por varias razones. Una de ellas pudo haber sido que los que organizaron la fiesta habían invitado a demasiadas personas o que no habían comprado suficiente vino. Cuando María, la madre de Jesús, vio aquel problema, vino a donde estaba Jesús y le pidió que hiciera algo al respecto. Jesús pidió que llenaran unos recipientes con agua y que se lo llevaran al maestresala. Para el momento en que le llevaron las vasijas ya el agua se había convertido en el mejor vino que jamás se hubiese probado. Lo que había sido una vergüenza pública se tornó en algo bueno.
¿Te ha pasado algo similar alguna vez? Quizás no fuiste un buen mayordomo de los recursos que el Señor te dio. Quizás tomaste una mala decisión administrativa. Quizás sufres las consecuencias de tu pecado pasado. La parte alentadora de la historia de las bodas de Caná es que aunque los organizadores habían fallado, Dios estaba dispuesto a enderezar las cosas. Debido a que Él es soberano, Él puede hacer que hasta esas malas decisiones obren para Su gloria y para nuestro bien.
Quizás sientas que no mereces ir al Señor con tu problema como lo hizo María. Te das cuenta que la razón por la cual te encuentras en esa situación actual es a causa de tu propia rebelión. María le trajo el problema al Señor porque ella sabía qué Él era el único que podía arreglar las cosas. El Dios soberano del universo se deleita en hacer que todas las cosas obren para tu bien y para Su gloria. Llévale a Él tus fracasos; confiesa que has cometido graves errores; pídele que te alcance en medio de tu situación así como lo hizo María en aquel día. Te sorprenderá lo que puede hacer un Dios soberano.
Josué 9 es la historia de cómo los gabaonitas engañaron a Josué y a sus hombres. En obediencia a una orden directa del Señor, los israelitas conquistaban y destruían a los habitantes de Canaán. Se les dijo que no hiciesen ningún tipo de trato con los cananeos, sino que los aniquilaran, de lo contrario les serían de tropiezo en su andar con Dios.
Los gabaonitas estaban asustados y sabían que tenían que hacer algo si querían sobrevivir como pueblo. También sabían que no podían hacer frente al poder del ejército israelita; por lo tanto, recurrieron a la mentira y el engaño vistiéndose de harapos y tomando con ellos pan y cueros de vino viejos y fueron a ver a Josué. Cuando llegaron al campamento le dijeron que habían venido de una tierra distante para firmar un tratado de paz con los israelitas.
Al Josué creer que aquellas personas venían de una tierra distante y que no eran enemigos cananeos, firmó un tratado de paz con ellos. Sin embargo, Josué 9:14 nos dice que los israelitas no consultaron al Señor en cuanto a aquel asunto. Solo fue después que se dieron cuenta que habían sido engañados.
Es obvio que Josué tomó una mala decisión. Él debía haber consultado al Señor antes de hacer aquel tratado. Sin embargo, la historia no termina aquí. Debido a que los gabaonitas habían firmado un tratado con los israelitas, el rey de Jerusalén los acusó de traidores y se alió con otros cuatro reyes del sur y le declararon la guerra. Los gabaonitas le rogaron a Israel que los ayudara contra esta coalición de reyes; y debido al tratado que Josué había hecho con ellos acudió a prestarle ayuda. Dios les dio la victoria derrotando a todos los reyes de la región sur de Canaán.
Josué tomó una mala decisión al aliarse a los gabaonitas. Sin embargo, Dios usó la situación para darle la victoria a Su pueblo sobre la región sureña de Canaán. La historia nos enseña que el Dios soberano es capaz de tomar hasta nuestros errores y usarlos para bien. Dios es mayor que nuestros fracasos. Su soberanía abarca más allá de nuestras malas decisiones y los desastres que provocamos. Aunque a veces sufrimos las terribles consecuencias de nuestras decisiones, todavía hay esperanza en la maravillosa gracia de nuestro soberano Dios.
Recuerdo una conversación que sostuve con un hermano en el Señor quien era líder de la iglesia donde yo trabajaba. Él estaba muy preocupado con el andar espiritual de sus hijos pequeños. Él quería verlos a todos aceptar al Señor y que vivieran para Él. Este hermano se sentía inadecuado y se preguntaba si realmente estaba evangelizando a sus hijos. Mientras hablábamos le recordaba de su propia niñez. Su padre era hindú y no quería que él tuviese nada que ver con convertirse en cristiano. Hubo ocasiones en las que su padre venía y lo sacaba de la iglesia porque no quería que él fuera creyente. Mientras hablábamos llegamos a la conclusión de que Dios es mayor que nuestros fallos como padres. Dios puede irse por encima de nuestras faltas, debilidades y errores.
Quizás, cuando consideres tu vida pasada te des cuenta de cuánto la has malgastado. Por años has vagado lejos del Señor. Sin embargo, hoy te avergüenzas de todos los años perdidos y vividos en egoísmo. Veamos las palabras del Dios soberano en Joel 2:25:
25Y os restituiré los años que comió la oruga, el saltón, el revoltón y la langosta, mi gran ejército que envié contra vosotros.
El pecado en tu vida ha consumido muchos años; y hoy, el Dios soberano te recuerda que Él puede restaurar esos años perdidos. En Su fortaleza puedes restaurar esa relación con tu esposa o tu hijo. Él puede usar lo que queda de tu vida y multiplicar sus bendiciones a través de ti. ¿No fue esto lo que Dios hizo en la vida del apóstol Pablo? Cuando él vino al conocimiento del Señor como su Salvador, él se lamentaba por los años que vivió en pecado e ignorancia. Él recordaba cómo había perseguido a los creyentes y había tratado de obstaculizar el progreso del evangelio. Sin embargo, el Señor le restituyó esos años perdidos. Al final de su vida, su impacto a favor del evangelio sobrepasó con creces su oposición a él.
Consideremos la condición de esta tierra que el Señor nos ha entregado. Los seres humanos hemos tornado esta tierra en un desastre. Mis malas decisiones han impactado las vidas de muchas personas. El abuso, la decepción, los sueños rotos, son todo el resultado del pecado y la rebelión de la humanidad contra Dios. El día viene en que el pecado será juzgado. Sin embargo, por ahora Dios nos ha dado la dignidad de tomar decisiones. En un mundo pecaminoso donde existe la posibilidad de elegir libremente, debemos también esperar que exista la decepción y el sufrimiento. Sin embargo, hay alguien que es mucho más grande que toda esta tristeza y decepción. El pecado no puede detener los propósitos de Dios. Tu herida puede ser sanada y usada por Dios para llevar a cabo Su gran plan.
El pecado ha traído consigo mucha miseria, pero Dios puede cambiarla en algo hermoso. No tengo la manera de saber cómo Dios hará esto en tu vida. No obstante, quiero apuntarte al Dios soberano que es mayor que cualquier cosa que hayas sufrido en la vida.
Solamente cuando entendemos que hay alguien superior a nuestros fracasos y errores es que podemos enfrentarlos con valor. Tráele hoy tus pecados y fracasos al Señor. Ven a Él con todo el daño que te hayan hecho. Él es Señor por encima de tu historia pasada. Él te sanará, fortalecerá y consolará. ¡Qué gran gozo nos da saber que hay alguien mayor que mi pecado y mis errores! La doctrina de la soberanía de Dios me da esperanza para enfrentar mi pasado.
Para meditar:
- ¿Hay cosas en tu pasado de las cuales te avergüenzas? ¿Qué nos enseña este capítulo acerca de la capacidad de Dios de lidiar con esas áreas de tu vida?
- ¿De qué manera ha usado Dios tus errores del pasado o los daños que te hicieron, para cambiarte y equiparte para cosas mayores?
- ¿De qué manera saber que Dios es soberano sobre todo lo que me ha sucedido en el pasado me consuela y me fortalece para enfrentar eso?
Para orar:
- Agradécele al Señor que Él puede hacer que cualquier cosa que suceda se torne para bien.
- Toma un momento para confesar tus pecados pasados y tus errores. Agradécele al Señor por Su perdón. Pídele al Señor que te enseñe por medio de esos errores para que tu fe se fortalezca y así también tu andar personal.
- Pídele al Señor que te sane y te dé valor para enfrentar esos fracasos del pasado y los abusos cometidos contra ti, con la confianza de que aunque Él no los ocasionó, Él puede cambiar el mal que te hicieron en algo bueno.
16 – La Adoración
En el cursar de estos últimos capítulos hemos tratado de definir la soberanía de Dios y de meditar en nuestra forma de actuar ante un Dios soberano. Ciertamente quedaría inconcluso este estudio si no mencionamos que nuestra mejor respuesta debe ser la de la adoración y la acción de gracias.
Hemos dicho que la soberanía de Dios implica que Él posee la autoridad, el derecho y el control absolutos. No hay otro como nuestro Dios. Hace algún tiempo atrás los líderes de algunas de las naciones más prominentes vinieron a una cumbre en una ciudad cercana a donde yo vivo. Las calles estaban llenas de gente con la expectativa de tan solo ver a algunos de estos poderosos líderes. En espera de su llegada no se escatimaron gastos. Una ciudad no tan conocida, de repente se da a conocer internacionalmente a causa de la presencia de estos líderes poderosos.
Hay alguien ante el cual un día estos líderes se postrarán. Él tiene la autoridad, el derecho y el control absolutos. No hay nadie como Él en el cielo o en la tierra. Todo se lo debemos a Él. Desde nuestro nacimiento ha velado y provisto para nosotros. Solamente hay una respuesta legítima ante un Dios así: Postrarnos en adoración. Los grandes líderes de nuestros tiempos, por importante que sean, le deben todo a este Dios soberano. Si honramos a quienes son puestos en estas posiciones y se les ha dado poder, ¿cuánto más debemos honrar a quien otorga esas posiciones y el poder?
Este Dios soberano lleva a cabo Sus propósitos a pesar de los intentos del ser humano y de Satanás de impedirlo. Desde el mismo principio, Él ha estado sosteniendo este mundo en Sus manos, guiando, protegiendo y obrando todo para nuestro bien. Veamos lo que el Señor le dice a Su pueblo por medio del profeta Jeremías:
Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis. (Jeremías 29:11)
El Dios soberano de este mundo tiene planes para nosotros de paz y felicidad. ¡Cuánto consuelo y seguridad debe darnos esto en estos tiempos! Esto no debe causar en nosotros otra cosa que doblar nuestras rodillas en adoración y acción de gracias.
El infierno no tiene poder sobre nuestro soberano Dios. Hablándole al apóstol Pedro, Jesús le dijo:
18Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. (Mateo 16:18)
Dios como un gran jefe militar está extendiendo Su reino en esta tierra. No hay fuerza que sea lo suficientemente fuerte como para vencerle. El pecado y la injusticia que nos rodean no detendrán a Dios de llevar a cabo Sus propósitos. El bien triunfará y el mal será derrotado. ¡Cuánto gozo debe traer esto a nuestros corazones! ¡Cuánto necesitamos caer de rodillas en alabanza y adoración ante un Dios como Él!
Aunque Él es soberano, Dios ha escogido usarnos para lograr Sus propósitos en este mundo. Creo que no hay mayor privilegio que ese. A medida que avanzamos en obediencia al Señor y Su llamado podemos saber que Su presencia va con nosotros siempre. Tenemos la promesa que nos ha dado de nunca dejarnos:
19Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; 20enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. (Mateo 28:19-20)
El Señor también promete que proveerá para todas nuestras necesidades. Veamos qué nos dice en Mateo 6:28-30:
28Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; 29pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos. 30Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe?
Así mismo, las fuerzas que necesitemos también las proveerá con abundancia. Dios le promete esto a todos los que esperan en Él:
9El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas. 30Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; 31pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán. (Isaías 40:29-31)
Cuando necesitemos sabiduría para tomar las decisiones correctas, todo lo que necesitamos hacer es pedírsela a Dios y él nos la dará.
5Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. (Santiago 1:5)
¿Cómo responder ante tal provisión? ¿Por qué el gran y soberano Dios vertería Su vida en la mía? ¿Por qué escogería darnos poder, proveernos y guiarnos? ¿Por qué desearía usarme para llevar a cabo Sus propósitos? Solo el amor puede explicar algo así y nuestra única respuesta debería ser nuestro asombro y admiración.
Porque Dios es soberano puedo vivir en perfecta paz. Porque Dios es soberano sé que el pecado y la maldad no triunfarán al final. Porque Dios es soberano puedo caminar en fe, sabiendo que Su poder en mí puede vencer a mi mayor enemigo. Porque Dios es soberano, todo lo que sucede tiene un sentido y un propósito. Porque Dios es soberano mi destino está asegurado. Nadie me puede quitar mi esperanza. ¿Cómo no he de postrarme en humilde adoración hacia ese Dios que ha hecho tanto por mí?
La doctrina de la soberanía de Dios brinda seguridad y esperanza. Nos da valor para enfrentar los obstáculos que se nos presenten. ¡Cuánto debemos alabar a Dios por Su soberanía! Si este estudio no te ha dado una razón para adorarle, entonces no cumplió su objetivo. Todos aquellos que entiendan que Dios es soberano sobre todas las cosas están prestos a postrarse en humilde adoración. Que todos nuestros corazones rebosen de alabanzas y acciones de gracias a un Dios como éste.
Para meditar:
- ¿De qué manera te consuela y te reafirma en tu vida y ministerio saber que Dios es soberano?
- Toma un momento para meditar en tu vida personal y tu ministerio. ¿Cómo influye en estas áreas de tu vida la soberanía de Dios? ¿Hay alguna razón en esto para alabar al Señor?
Para orar:
- Toma un momento para reconocer y confesar que el Señor es Dios soberano sobre todo.
- Agradécele al Señor por la manera en que puedes vivir tu vida con valentía y seguridad sabiendo que Él es Señor sobre todas las cosas.
- Pídele perdón al Señor por las veces que dudaste que Él tenía el control y el derecho.
- Pídele al Señor que reafirme en tu corazón la verdad de Su soberanía sobre tus situaciones. Pídele que te dé una seguridad tal sobre Su control y autoridad que todos los temores, preocupaciones y dudas se vayan.
- Toma un momento de quietud con el Señor para someterte nuevamente a Su Señorío, Su dirección y Su poder. Pídele al Señor que te conceda la gracia de confiar en Él sin importar lo que se interponga en el camino.
Notas:
[1] Choy, Leona, Andrew Murray, Apostle of Abiding Love, Fort Washington, Pennsylvania: Christian Literature Crusade, 1978, pg. 215