Lo que la Biblia enseña sobre la vejez y nuestra responsabilidad para con los ancianos
F. Wayne Mac Leod
Copyright © 2018 por F. Wayne Mac Leod
Revisión del texto en inglés Agosto 2013
Todos los derechos reservados. No puede reproducirse ni transmitirse parte alguna de este libro sin el previo consentimiento por escrito de su autor.
Traducción al español: Dailys Camejo y David Gomero (Traducciones NaKar)
Todas las citas bíblicas, a menos que se indique otra versión, han sido tomadas de la Biblia Reina Valera Revisada (1960) (RVR60).
Especial agradecimiento a los editores y correctores del texto en inglés:
Lillian Mac Neil, Diane Mac Leod
Índice
- Prefacio
- 1 – ¿Estoy Viejo?
- 2 – Los efectos de la vejez en el cuerpo
- 3 – El Honor debido a los Ancianos
- 4 – Responsabilidad Hacia los Ancianos
- 5 – La Falta de Respeto es Pecado. 39
- 6 – La Bendición de Dios en la Vejez
- 7 – El Servicio en la Vejez
- 8 – Las Tentaciones de la Vejez
Prefacio
Ninguno de nosotros quiere admitir que nos estamos poniendo viejos. La vejez se torna un problema cuando nos percatamos que nuestros cuerpos y mentes ya no responden como una vez lo hicieron. Con facilidad nos sentimos indefensos y frustrados al darnos cuenta de que estamos aminorando el paso y de que nos estamos alejando de actividades que una vez disfrutábamos. También es muy fácil para algunas sociedades echar a un lado a los ancianos y no respetarlos por sus muchos años.
¿Qué dice la Biblia acerca de la vejez? ¿Cuáles son las promesas de Dios para los que se encuentran en esta etapa de la vida? ¿Cuáles son las responsabilidades que Dios nos ha dado para con los ancianos? ¿Acaso la ancianidad significa que ya no somos útiles en la sociedad y en la iglesia? ¿Cuáles son los desafíos de la vejez? Estas son algunas de las cuestiones que trataremos en este estudio.
Este no es un libro de auto-ayuda ni de psicología en sí, es un simple estudio bíblico sobre el tema de la vejez. La biblia habla abiertamente sobre este asunto. Mi propósito es analizar la perspectiva bíblica sobre la vejez y los ancianos. Espero que este estudio sea de bendición para aquellos que se encuentran en esta edad y confío en que también los desafíe a compartir la sabiduría de Dios con las generaciones más jóvenes. También espero que sirva como exhortación a los jóvenes para que aprendan a respetar y a nutrirse de la amplia fuente de sabiduría y experiencia que encontramos en las personas mayores que nos rodean.
Necesitamos a los ancianos en nuestras iglesias. Necesitamos descubrir la sabiduría y experiencia que ellos ofrecen. Quiera el Señor usar esta simple reflexión sobre la vejez para alentar y bendecir a quienes transitan por ella. Dios permita que también sea usada para estimular al cuerpo de Cristo a un mayor respeto y enfoque hacia las necesidades de los ancianos en nuestra sociedad hoy en día.
Dios les bendiga,
F. Wayne Mac Leod
1 – ¿Estoy Viejo?
¿Qué es la vejez? En algunas culturas este es un tema sensible; y es verdad, especialmente si la cultura no valora a aquellos que han alcanzado esta etapa. La vejez puede ser una etapa difícil de la vida. He conversado con muchos que han batallado con la realidad de no ser capaces de hacer lo que solían. No es fácil aceptar los cambios que vienen con la vejez. Podemos sentirnos improductivos e inútiles y podemos encontrarnos dependiendo de otra persona que nos ayude a lograr las cosas vitales de la vida. Tener personas que nos ayuden a bañarnos y a vestirnos nos recuerda nuestra debilidad y fragilidad y esto puede ser muy humillante. Ver nuestros cuerpos debilitados puede ser desalentador. Sin embargo, la vejez es una realidad de la que muchos de nosotros no podemos escapar, a menos que el Señor nos lleve en la flor de la vida o que Él regrese.
Conozco a muchos que se rehúsan a reconocer que son viejos. Ellos lo ven como una señal de derrota –como si la vejez fuera una enemiga. Hablamos acerca de “envejecer” pero se nos hace difícil admitir que somos viejos. Hablamos de la vejez como hablamos de una enfermedad cuyos síntomas son numerosos. Vemos a una persona de edad avanzada que ya no oye ni ve bien y cuya mente es olvidadiza y decimos: “está viejo”. Si tenemos pleno uso de nuestras facultades no nos consideramos viejos. Sin embargo, la vejez no es una enfermedad, es una parte normal de la vida.
Hablamos de “mantenernos jóvenes”, pero eso no cambia la cantidad de años que hemos vivido en esta tierra. La salud no determina si somos viejos o no. Deuteronomio 34:7 dice esto acerca de Moisés.
Era Moisés de edad de ciento veinte años cuando murió; sus ojos nunca se oscurecieron, ni perdió su vigor. (Deuteronomio 34:7)
Al final de su vida, Moisés estaba lleno de energía. Él estaba saludable y lleno de vida, pero según este pasaje era “viejo” cuando murió. Aunque nuestra definición de vejez puede diferir entre culturas, mi interés en este estudio es analizar lo que la Biblia dice sobre este importante tema.
Al leer el libro de Génesis nos percatamos que el concepto de vejez está cambiando constantemente. Génesis 5 nos brinda una lista de diez hombres importantes desde Adán hasta Noé. La esperanza promedio de vida de estos hombres era de 907 años. Matusalén tenía 187 años cuando comenzó su familia (Génesis 5:25). Él viviría otros 782 años para ver esa familia crecer y tener hijos.
Sin embargo, Génesis 6 recuenta la historia del aumento de la corrupción y el pecado sobre la tierra. Dios determinó que acortaría la esperanza de vida de la raza humana de 907 años a 120.
Y dijo Jehová: No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne; mas serán sus días ciento veinte años. (Génesis 6:3)
Esta disminución en la esperanza de vida no sucedió inmediatamente. Génesis 11 nos da una lista de 8 descendientes de Noé hasta el tiempo de Abraham. Lo que llama la atención de esta lista es que la esperanza de vida de estos hombres disminuía continuamente de generación en generación. Sem, el hijo de Noé, vivió 600 años (Génesis 11:10-11). Sin embargo, Taré, el padre de Abraham, murió a la edad de 205 años (Génesis 11:32). La esperanza de vida promedio después del diluvio hasta los días de Abraham era de 394 años. Cada hijo podía esperar vivir, por lo menos, 60 años menos que su padre.
Para los tiempos de David, esta esperanza de vida había disminuido aún más, de 120 años (prometidos en Génesis 11) a 70 años.
Los días de nuestra edad son setenta años; y si en los más robustos son ochenta años, con todo, su fortaleza es molestia y trabajo, porque pronto pasan, y volamos. (Salmo 90:10)
El salmista esperaba vivir setenta u ochenta años antes de morir. Aunque algunos pueden vivir más que esto, por lo general, este es el número de años que tenemos en esta tierra. Desde los 907 años promedio antes del diluvio hasta unos simples setenta u ochenta en la actualidad, la esperanza de vida ha disminuido de un modo impresionante. Lo que antes del diluvio se consideraba viejo, en nuestros días es inaudito.
En Números 8, cuando la esperanza de vida era de 120 años, Dios les dio este mandamiento a los levitas (que servían en el templo):
Luego habló Jehová a Moisés, diciendo: Los levitas de veinticinco años arriba entrarán a ejercer su ministerio en el servicio del tabernáculo de reunión. Pero desde los cincuenta años cesarán de ejercer su ministerio, y nunca más lo ejercerán. Servirán con sus hermanos en el tabernáculo de reunión, para hacer la guardia, pero no servirán en el ministerio. Así harás con los levitas en cuanto a su ministerio. (Números 8:23-26)
Este era el mandamiento del Señor, que los Levitas se retiraran del servicio completo a los 50 años. Este retiro no los apartaba de todas las responsabilidades, pero ellos ya no estarían más a cargo de la transportación de los artículos pesados del tabernáculo cuando se movía de un lugar a otro en el desierto. Este duro trabajo fue entregado a los jóvenes. A los que pasaban de 50 años se les dio la tarea de supervisar a los hermanos jóvenes en la labor.
Los levitas de más de 50 años podrían supervisar y asistir a sus jóvenes hermanos en los oficios ordinarios y darles consejos e instrucciones a ellos y al pueblo; solo ellos fueron exentos de llevar el tabernáculo y de otros servicios de esfuerzo. (The Treasury of Scripture Knowledge, Laridian: Cedar Rapids, Iowa, comentario de Número 8:25).
Aquí es importante que veamos que Dios reconocía que el cuerpo de una persona de 50 años no era tan fuerte ni resistente como el de uno más joven. Él hizo provisión para esto y mandó que todo trabajo pesado fuera realizado por los más jóvenes. El Creador del cuerpo humano conoce lo que ese cuerpo puede hacer. Él está consciente de la debilidad creciente del mismo. Sin embargo, estamos desafiados a aceptar esta realidad.
En Levíticos 19:32, el Señor le ordenó a Su pueblo a que respetaran a los ancianos y a los que peinan canas poniéndose en pie delante de ellos:
Delante de las canas te levantarás, y honrarás el rostro del anciano, y de tu Dios tendrás temor. Yo Jehová. (Levíticos 19:32)
Este versículo lo analizaremos en otro contexto más adelante. Por ahora, sin embargo, percatémonos que Dios habla aquí y manda a Su pueblo a levantarse ante la presencia de los encanecidos y a honrar el rostro de los ancianos. La Escritura habla directamente sobre la vejez. Dios llama a quien ha alcanzado cierta edad “canoso y anciano”. En algunas culturas, llamar a alguien viejo es un insulto, pero la Biblia no ve la ancianidad de ese modo. Dios manda a los más jóvenes a levantarse cuando un anciano entra a un lugar y a honrar a quienes han llegado a la edad en la que su pelo se ha llenado de canas. Comentando sobre estos pasajes, John Gill declara:
Ustedes se deben levantar ante los que peinan canas… o “ante los ancianos” los cuales pueden ser reconocidos por el pelo gris en la cabeza; eso es ante los hombres canosos o los ancianos, y uno era considerado así cuando era de 70 años; por eso se dijo, uno de sesenta años llegó a la vejez y uno de setenta a cabellos grises. Fagio relata que de acuerdo a la tradición de los hebreos, un joven estaba obligado a levantarse cuando un anciano estaba a la distancia de alrededor de 4 codos (casi 2 metros) de él y a sentarse de nuevo tan pronto como pasara por su lado, dando la impresión de que se había he-cho en honor a esa persona. (Gill, John, John Gill´s Exposition of the Entire Bible: Laridian: Cedar Rapids, Iowa, 2013, (comentario sobre Levítico 19:32).
La importante obra judía, La ética de los padres, (Pirkei Avoth), hablando acerca de las varias etapas de la vida dice:
22… Cinco años es la edad para el estudio de las Escrituras; diez, para el estudio del Mishna; trece años para el deber de guardar el mitzvot; quince, para el estudio del Talmud. Dieciocho, para casar-se; veinte, para ejercer (un medio de subsistencia); treinta, para la fortaleza; cuarenta para el entendimiento; cincuenta, para el consejo; sesenta, para la sagacidad; setenta, para la vejez; ochenta, para el poder; noventa para encorvarse. Cien años es como uno que ha muerto y ha sido anulado del mundo. (The Ethics of the Fathers, (Pirkei Avot), Capítulo 5, Sección 22, http://www.chabad.org/library/article_cdo/aid/680274/jewish/Ethics-of-the-Fathers-Pirlei-Avot.htm)
Observemos que la edad de 50 era la de aconsejar. Esto corresponde con la ley de Dios que demanda a los levitas a retirarse del duro trabajo físico y actuar como supervisores de sus hermanos más jóvenes. De acuerdo a la tradición judía, la edad de sesenta era un tiempo de “sagacidad” o discernimiento. Años de experiencia hicieron de ellos personas perspicaces y sagaces en la vida en general. Hasta que una persona no llegaba a los setenta años, no era considerada anciana.
¿Qué debemos entender aquí? Primero, Dios solo nos ha dado una cierta cantidad de tiempo en esta tierra. El Salmo 90:10 nos dice que como promedio podemos esperar vivir setenta u ochenta años.
Segundo, Dios entiende que en los años finales de nuestra vida no tendremos las capacidades físicas que una vez tuvimos. Él hizo provisión para esto en Su ley y esperaba que aquellos que llegaran a los cincuenta comenzaran a hacer los ajustes necesarios. Así es como Dios nos creó. Necesitamos también reconocer nuestras limitaciones según envejecemos.
Tercero, aunque Dios no esperaba que los levitas de 50 años y más estuvieran tan fuertes físicamente como sus hermanos más jóvenes, Él aún tenía para ellos un papel que desempeñar. Ellos debían supervisar y compartir la sabiduría y el entendimiento que habían ganado a través de sus años.
Cuarto, percatémonos que Dios no vacila en llamar a las personas ancianas. Él le dijo a Su pueblo en Levíticos 19:32 “Honrarás el rostro del anciano”. Desde la perspectiva de Dios, envejecer no es una vergüenza sino un honor. Temer a la vejez o tratarla como una enfermedad deshonra al Creador.
La edad que tenemos para vivir es, por lo general, de setenta u ochenta años. A medida que alcanzamos los 50 y 60 comenzamos a darnos cuenta de que estamos en nuestros años finales y aunque aún puede quedarnos mucho vigor, sí entendemos que existe un límite al cual podemos llegar. Envejecer no significa ser improductivo. Para algunos, estos son los años más productivos de sus vidas. Los años de experiencia han aportado sabiduría y discernimiento. Ellos han quitado las metas y planes poco realistas y nos han hecho personas más enfocadas. Nos han moldeado de modo que nos hacen más eficaces. La vejez es una insignia de honor, no una enfermedad. El cuerpo deteriorado no es quien determina lo que realmente somos; es solamente un viejo caparazón que alberga la sabiduría de los años.
Para Meditar:
¿Puede ser que tratemos a la vejez como una enfermedad? ¿De qué manera se diferencia de una en-fermedad?
¿Le temes a la vejez? ¿Qué aspecto de ella temes?
¿Cuáles son los desafíos de la ancianidad?
¿Cuáles son los beneficios que vienen con la vejez? ¿Cuál es el vínculo entre la vejez y la sabiduría?
¿Hemos sido capaces de descubrir la sabiduría de los ancianos en nuestras iglesias y sociedad?
¿Qué demanda la Biblia que hagan los jóvenes ante la presencia de un anciano? ¿En nuestra actualidad cómo podemos mostrar respeto por las personas ancianas?
Para Orar:
Pidamos al Señor que nos dé gracia para aceptar la vejez.
Tomemos un momento para orar por los ancianos de nuestra localidad. Agradezcamos al Señor por el papel que desempeñan y su influencia.
Roguemos a Dios que le dé a nuestra iglesia un mayor respeto y aprecio por sus ancianos.
Pidamos a Dios nos ayude a entender cómo podemos animar y ministrar a los ancianos de nuestra comunidad.
2 – Los Efectos de la Vejez en el Cuerpo
La Biblia no oculta que la realidad de la vejez hará sus estragos en el cuerpo humano. De hecho, habla de una manera bastante clara sobre esto.
Una de las primeras referencias al efecto de la vejez en el cuerpo se encuentra en Génesis 18. En este capítulo un ángel vino a visitar a Abraham con un mensaje de parte del Señor. Él le dijo a Abraham que por ese mismo tiempo en el próximo año, Sara, su esposa tendría un hijo (Génesis 18:10). Génesis 18:11expresa claramente que Abraham y Sara eran viejos cuando recibieron el mensaje:
Y Abraham y Sara eran viejos, de edad avanzada; y a Sara le había cesado ya la costumbre de las mujeres. (Génesis 18:11)
Uno de los síntomas de vejez era que Sara ya no podía tener hijos. Veamos la respuesta de Sara a las palabras del ángel:
Por eso, Sara se rió y pensó: ¿Acaso voy a tener es-te placer, ahora que ya estoy consumida y mi esposo es tan viejo? (Génesis 18:12, NVI)
Sara conocía los efectos de la vejez en su cuerpo. Ella se veía a sí misma consumida. No podía imaginarse siendo capaz de concebir un hijo, llevarlo en su vientre y tener el placer y la fuerza de criarlo.
Génesis 27 habla sobre los efectos de la vejez en Isaac, el hijo de Abraham y Sara en sus últimos años.
Aconteció que cuando Isaac envejeció, y sus ojos se oscurecieron quedando sin vista, llamó a Esaú su hijo mayor, y le dijo: Hijo mío. Y él respondió: Heme aquí. (Génesis 27:1)
Este texto nos dice que cuando Isaac envejeció se fue quedando ciego. Sus ojos se describen como oscurecidos. La palabra hebrea que se usa aquí para “oscurecieron” da el significado de volverse nublado, opaco o débil. La vista de Isaac le falló en su vejez.
Como sucedió con Isaac también pasó a otros muchos personajes bíblicos. 1 Samuel 4:15 nos habla sobre el sacerdote Elí:
Era ya Elí de edad de noventa y ocho años, y sus ojos se habían oscurecido, de modo que no podía ver. (1 Samuel 4:15)
Notemos la conexión que había entre la vejez de Elí y el hecho de que no podía ver. Parece que era la edad la que le quitaba su visión.
Israel, el padre de José, padeció de lo mismo en su vejez. Cuando José trajo sus hijos ante su padre para que los bendijera, Israel tuvo que preguntarle quiénes eran ellos (Génesis 48:8) y en Génesis 48:10 se nos dice la razón.
Y los ojos de Israel estaban tan débiles por la vejez que no podía ver. (Génesis 48:10, LBLA)
Este texto deja claro que la causa de la ceguera de Israel era su edad –sus ojos estaban “débiles por la vejez”.
El rey Ahías también experimentó la pérdida de visión en su ancianidad. Leemos en 1 Reyes 14:4:
…Y ya no podía ver Ahías, porque sus ojos se habían oscurecido a causa de su vejez. (1 Reyes 14:4)
Sin embargo, la pérdida de visión no era el único efecto de la vejez en el cuerpo. En 2 Samuel 19 leemos la historia de cómo el rey David regresó a la ciudad de Jerusalén después de haber sido obligado a huir a causa de la rebelión de su hijo Absalón. Durante este tiempo, un hombre rico llama-do Barzilai proveyó para David y sus hombres con alimentos y suministros:
Era Barzilai muy anciano, de ochenta años, y él había dado provisiones al rey cuando estaba en Mahanaim, porque era hombre muy rico. (2 Samuel 19:32)
Es importante que aquí nos fijemos en la frase: “Era Barzilai muy anciano, de ochenta años”. La Biblia consideró a este hombre de 80 años “muy anciano”. Aunque Barzilai tenía esta edad, aún servía a David y a sus hombres. Él les suplió alimentos y suministros durante este difícil tiempo en el exilio.
David reconoció el apoyo que Barzilai le ofreció y quiso recompensarlo por su compasión en este tiempo de necesidad. Él le ofreció traerlo a Jerusalén donde proveería para él por el resto de su vida. La respuesta de Barzilai a David es importante en el contexto de este estudio.
Mas Barzilai dijo al rey: ¿Cuántos años más habré de vivir, para que yo suba con el rey a Jerusalén? 35De edad de ochenta años soy este día. ¿Podré distinguir entre lo que es agradable y lo que no lo es? ¿Tomará gusto ahora tu siervo en lo que coma o beba? ¿Oiré más la voz de los cantores y de las cantoras? ¿Para qué, pues, ha de ser tu siervo una carga para mi señor el rey? (2 Samuel 19: 34-35)
La respuesta de Barzilai nos ayuda a ver los efectos de la vejez en su cuerpo, pues ésta le había quitado la capacidad de disfrutar algunos de los placeres básicos de la vida. Él no podía disfrutar el sabor de su alimento y su bebida; no podía disfrutar el sonido del canto porque sus oídos le fallaban. Barzilai se negó a ir con David a Jerusalén porque sentía que en su ancianidad ya no podía disfrutar verdaderamente de los placeres que David quería ofrecerle. Él se sentía contento con permanecer donde estaba –donde todo le era familiar y la vida era sencilla.
En 1 Reyes 1 leemos acerca de David en su vejez.
El rey David era ya tan anciano y tan entrado en años que, por más que lo abrigaban, no conseguía entrar en calor. 2 Por eso sus servidores le dijeron: «Busquemos a una joven soltera para que atienda a Su Majestad y lo cuide, y se acueste a su lado para darle calor.» 3 Así que fueron por todo Israel en busca de una muchacha hermosa, y encontraron a una sunamita llamada Abisag y se la llevaron al rey. 4 La muchacha era realmente muy hermosa, y se dedicó a cuidar y a servir al rey, aunque el rey nunca tuvo relaciones sexuales con ella. (1 Reyes 1: 1-4, NVI)
Uno de los efectos de la vejez en David era que no entraba en calor. Aún, cuando lo cubrían con ropas, no lo conseguía. Observemos que el versículo dice “por más que lo abrigaban”. Parece ser que otras personas estaban vistiéndolo. ¿Es que acaso él no podía hacerlo por sí mismo? No lo sabemos, pero lo que sí está claro es que sus siervos estaban ayudándolo a vestir. La única manera en que pudieron mantener a David en calor fue al encontrar una joven virgen que se acostara en sus brazos para que el calor de su cuerpo lo calentara. Ellos buscaron por todo el reino de Israel una mujer hermosa para que sirviera al rey de este modo. Es importante que notemos aquí que 1 Reyes 1:4 nos dice que aunque ella se acostaba a su lado, el rey nunca tuvo relación sexual con ella. Todo parece indicar que en su avanzada edad el rey había perdido su apetito sexual.
Probablemente una de las más poderosas descripciones del efecto de la vejez en el cuerpo se encuentra en el libro de Eclesiastés.
1 Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: No tengo en ellos contentamiento; 2antes que se oscurezca el sol, y la luz, y la luna y las estrellas, y vuelvan las nubes tras la lluvia; 3cuando temblarán los guardas de la casa, y se encorvarán los hombres fuertes, y cesarán las muelas porque han disminuido, y se oscurecerán los que miran por las ventanas; 4y las puertas de afuera se cerrarán, por lo bajo del ruido de la muela; cuan-do se levantará a la voz del ave, y todas las hijas del canto serán abatidas; 5cuando también temerán de lo que es alto, y habrá terrores en el camino; y florecerá el almendro, y la langosta será una carga, y se perderá el apetito; porque el hombre va a su morada eterna, y los endechadores andarán alrededor por las calles; 6antes que la cadena de plata se quiebre, y se rompa el cuenco de oro, y el cántaro se quiebre junto a la fuente, y la rueda sea rota sobre el pozo; 7y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio. (Eclesiastés 12:1-7)
Tomemos un momento para meditar en lo que el escritor de este pasaje está diciendo. El contexto de Eclesiastés 12 es un desafío a los jóvenes de la época a recordar a su Creador. El escritor les dice a estos jóvenes que vendrían días malos. El término “malo” no se refiere tanto a algo pecaminoso como a días de dificultad y prueba. Él continúa describiendo estos días malos.
Habrá días, dice el escritor, cuando dirás, “no tengo en ellos contentamiento” (versículo 1). Esta es la misma realidad que encontramos en lo que Barzilai le dijo a David cuando expresó:
De edad de ochenta años soy este día. ¿Podré distinguir entre lo que es agradable y lo que no lo es? ¿Tomará gusto ahora tu siervo en lo que coma o beba? ¿Oiré más la voz de los cantores y de las cantoras? (2 Samuel 19:35)
Vendrían días para los jóvenes de la época de Salomón cuando les serían quitados los placeres de su juventud y ya no los desearían. Esta también fue la experiencia de Sara en Génesis 18.
… ¿Acaso voy a tener este placer, ahora que ya estoy consumida y mi esposo es tan viejo? (Génesis 18:12, NVI)
Más allá de la pérdida de estos placeres de la vida, el escritor de Eclesiastés continúa describiendo el día cuando el sol y la luz de la luna y las estrellas se oscurezcan y las nubes cubran el cielo (versículo 2). Aquí la imagen nos recuerda la descripción de cómo Israel tenía su vista en su ancianidad. Sus ojos se opacaron, así que la luz del sol se oscureció y sus ojos estaban nublados de tal modo que no podía ver.
El escritor de Eclesiastés sigue describiendo estos días “malos” en el versículo 3 donde dice a los jóvenes que los guardas de la casa temblarían, los hombres fuertes se encorvarían, cesarían los que muelen porque eran pocos y se oscurecerían los que miran por las ventanas. Percatémonos de lo que está pasando aquí. Si esta es una descripción de los efectos de la vejez en el cuerpo, vemos que lo que solía ser valiente, ahora tiembla; lo que era fuerte, ahora está encorvado. Los dientes (los que muelen) que solían triturar los alimentos han cesado su trabajo porque han disminuido. Los ojos que miran por la ventana ahora se han oscurecido y no pueden ver muy bien.
En el versículo 4, el escritor describe que las puertas de afuera se cierran, al igual que el mundo de los ancianos se vuelve más pequeño y temen salir muy lejos de casa. El sonido de las muelas es bajo porque han perdido audición. Levantarse temprano en la mañana al sonido de los pájaros se vuelve normal porque ya el sueño no viene tan fácilmente. Las hijas del canto son abatidas porque ya no pueden cantar o ser escuchadas.
Vienen los temores. El versículo 5 describe el miedo a las alturas y también “los terrores en el camino”. Con el proceso del envejecimiento, la debilidad del cuerpo y la pérdida de la agudeza mental, estos miedos son normales. Lo que solía ser fácil ahora causa temor.
Observemos también que el versículo 5 hace referencia al almendro que florece. Estas flores eran blancas y pueden representar el emblanquecimiento del pelo con la edad. Este versículo también describe que la langosta será una carga. Lo que era tan lleno de energía y fuerza, ahora a duras penas puede arrastrase de un lugar a otro.
El versículo 6 dibuja la imagen de una cadena de plata quebrada, un cuenco de oro roto, un cántaro destruido y una rueda rota sobre el pozo. Cuando habla de oro y plata se refiere al valor de estos objetos. Sin embargo, estos objetos valiosos ahora están rotos. El cántaro y la rueda se usaban para sacar agua del pozo. Ellos tenían un propósito muy específico y eran muy útiles para los que allí venían en busca de agua. No obstante, esa utilidad estaba echada por tierra y ya no había ninguna posibilidad de que estos objetos funcionaran como una vez lo hicieron.
Al final, percatémonos de lo que pasa en el versículo 7. El polvo vuelve a la tierra. Estos cuerpos fueron hechos del polvo de la tierra y al polvo volverían. Sin embargo, el espíritu regresa a Dios donde permanecerá. Esta es la gran esperanza que tenemos en nuestra vejez. Aunque el cuerpo pueda debilitarse y al final vuelva a la tierra, el espíritu de los que conocen al Señor entrará en la presencia del Salvador y Dios.
La Biblia deja claro que el cuerpo en el cual habitamos envejecerá y se deteriorará con los años. En cierto modo, es la manera de Dios separarnos de este mundo y sus atracciones. Es el modo que Dios usa para prepararnos para algo aún mayor. Como nuestros cuerpos desfallecen con la edad, comenzamos a poner nuestros ojos en el día cuando entraremos a la presencia del Señor y seremos libertados de este mundo pecaminoso y sus limitaciones. El envejecimiento del cuerpo es una señal de que vienen cosas mejores para los que conocen al Señor.
Para meditar:
¿Cuáles son los efectos de la vejez en el cuerpo?
¿Cuáles son los desafíos para los ancianos a medida que ven sus cuerpos quebrantarse emocional y físicamente?
¿Cómo podemos prepararnos espiritual y emocionalmente para los efectos de la vejez en el cuerpo?
¿Qué podemos hacer para ayudar a aquellos cuya fortaleza emocional y física no es lo que una vez fue?
¿Es posible volverse una persona amargada y frustrada debido a que nuestros cuerpos no nos permitan hacer lo que nos gustaría? ¿Cómo tratamos esto ante Dios?
Para Orar:
¿Estás sufriendo los efectos físicos y emocionales del envejecimiento? Pide a Dios que te muestre cómo Él querría que tú respondieras a estos síntomas.
Pide a Dios que te perdone por cualquier queja o reclamo que puedas haber hecho por tu edad. Agradécele que aunque esto, a menudo, es una etapa difícil de la vida, todo está dentro de Su propósito para nosotros. Dale gracias porque Él tiene el control.
¿Tienes parientes o amigos que sufren los efectos de la vejez? Pídele al Señor que te muestre cómo puedes ser de bendición para ellos.
3 – El Honor Debido a los Ancianos
Las Escrituras tienen algunas cosas importantes que decirnos acerca de nuestra responsabilidad de honrar a los ancianos. De hecho, aquellos que son de años avanzados, según las Escrituras, son dignos de especial respeto. La ley de Moisés demandaba que el pueblo se levantara ante la presencia del anciano.
Delante de las canas te levantarás, y honrarás el rostro del anciano, y de tu Dios tendrás temor. Yo Jehová. (Levítico 19:32)
Comentando sobre esto el comentarista John Gill dice:
Fagio relata que de acuerdo a la tradición de los hebreos, un hombre joven estaba obligado a levantarse cuando un anciano estaba a la distancia de alrededor de 4 codos (casi 2 metros) de él; y a sentarse de nuevo tan pronto como pasara por su lado, dando la impresión de que se había hecho en honor a esa persona. (Gill, John, John Gills Exposition of the Entire Bible: “Levítico 19:32”, Cedar Rapids: Laridian Inc. 2013)
Según Gill, la tradición hebrea exigía que un hombre joven se pusiera de pie cuando un anciano venía a menos de 6 pies o 1.8 metros de él y solo se sentara de nuevo cuando ya había pasado por su lado. Esto se hacía para mostrar respeto por su edad.
En 1 Reyes 2 tenemos un ejemplo de este respeto por los ancianos. En este pasaje, Betsabé viene ante el rey Salomón.
Vino Betsabé al rey Salomón para hablarle por Adonías. Y el rey se levantó a recibirla, y se inclinó ante ella, y volvió a sentarse en su trono, e hizo traer una silla para su madre, la cual se sentó a su diestra. (1 Reyes 2:19)
En este momento Salomón era el rey de Israel y ocupaba la posición más alta en la tierra. La gente que venía ante él se inclinaba en respeto a él y a su posición. Sin embargo, percatémonos de lo que sucede cuando su madre anciana entra ante su presencia. Salomón “se levantó a recibirla”. Él se puso en pie ante ella para honrarla como anciana y como su madre que era. Observemos también que él se inclinó ante ella. El rey de Israel, delante de quien todo el pueblo se postraba en reverencia, ahora se inclinaba ante la presencia de esta anciana para honrarla; y después de esto era que Salomón se sentaba en su trono como rey. No obstante, Salomón no permitió que su madre se quedara de pie delante de él, sino que ordenó traer una silla para ella. Esto no era el proceder habitual para los que venían ante el rey. Sin embargo, Salomón respetaba la edad y la posición de su madre e hizo traer una silla para ella. Por último, notemos dónde Salomón colocó esa silla. Betsabé se sentó a su derecha. Una vez más Salomón le estaba dando a esta mujer un lugar de honor. El rey Salomón demuestra toda cortesía y respeto posibles por su madre anciana.
Lo que es realidad en cuanto a las acciones, también lo es para las palabras. Cuando Timoteo era un joven pastor, el apóstol Pablo le dijo estas palabras:
No reprendas al anciano, sino exhórtale como a padre. (1 Timoteo 5:1)
Aunque Pablo comisionó a Timoteo como pastor y líder cristiano, él lo desafió a mostrar gran respeto y disciplina cuando tuviera que tratar con un anciano. Timoteo debía ser cuidadoso en cómo le hablaba a estos ancianos en su congregación. No debía decir nada que mostrara falta de respeto hacia ellos y a sus años.
Este respeto por las personas mayores y cómo hablamos sobre ellos o con ellos se ilustra en el libro de Job. Los amigos de Job se habían reunido a su alrededor y estaban discutiendo la razón de su dolor y sufrimiento. Había desacuerdo entre ellos sobre por qué Dios había despojado a Job de todo lo que poseía. Ese día, entre todos los presentes estaba un joven llamado Eliú, el cual había escuchado las palabras de los amigos de Job que eran de más edad. Eliú estaba un tanto frustrado cuando a estos ancianos no se les ocurría la respuesta al sufrimiento de Job. En Job 32:6-7 él dice:
Y respondió Eliú hijo de Baraquel buzita, y dijo: Yo soy joven, y vosotros ancianos; Por tanto, he tenido miedo, y he temido declararos mi opinión. Yo decía: Los días hablarán, Y la muchedumbre de años declarará sabiduría. (Job 32: 6-7)
Las palabras de Eliú nos muestran la forma en que pensaba. Él reconocía la edad de aquellos que le hablaban a Job, era tímido y tenía miedo declarar su opinión ante tales ancianos y hombres sabios. Él entendía que los largos años que ellos habían vivido les habían traído sabiduría y perspicacia. Él no quería interrumpirlos porque sentía que la sabiduría de ellos superaba la de él considerablemente. Aunque al final Eliú sí interrumpió a estos hombres y expresó su opinión, vemos la actitud de su corazón y su deseo de escuchar la sabiduría de estos ancianos. Él no fue presto en reprenderlos sino que pensó cuidadosamente lo que iba a decir para no mostrar irrespeto.
En 1 Pedro 5, el apóstol encomendó a los jóvenes a sujetarse a los ancianos.
Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos… (1 Pedro 5:5)
Los ancianos que aquí se mencionan no solo son aquellos que tenían dicha posición en la iglesia, sino también los que eran de cierta edad. Pedro esperaba que el entusiasmo de la juventud se mantuviera sujeto a la sabiduría de la vejez. Esto requería que los ancianos y los jóvenes trabajaran unidos en armonía. El entusiasmo sin la sabiduría puede conducirnos a un gran desastre. La sabiduría sin el entusiasmo y la fortaleza de la juventud puede provocar que nada se lleve a cabo. Necesitamos de cada una si queremos fomentar la causa de Cristo.
Pablo desafió a las mujeres ancianas a que enseñaran a las más jóvenes en Tito 2: 3-5 cuando dijo:
3 Las ancianas asimismo sean reverentes en su porte; no calumniadoras, no esclavas del vino, maestras del bien; 4 que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, 5 a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus mari-dos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada. (Tito 2: 3-5)
Este pasaje lo analizaremos nuevamente en otro contexto, pero por ahora es importante que nos percatemos que Pablo desafía a las ancianas a usar sus años de experiencia como esposas y madres para alentar a las más jóvenes. Esto significaba que las mujeres más jóvenes necesitaban escuchar las exhortaciones de las ancianas. Ellas debían respetar el papel que Dios les había dado a estas mujeres mayores en cuanto a consejo y enseñanza. Ellas debían honrarlas por sus años de sabiduría y experiencia.
Cuán fácil sería para estas mujeres jóvenes decir: “Los tiempos han cambiado. Estas abuelas no entienden realmente lo que necesitamos en la actualidad”. Sin embargo, Pablo les recuerda a estas esposas jóvenes que los años de experiencia no se pueden desperdiciar en un instante. Estas abuelas tenían mucho que enseñarles y ellas harían bien en escuchar sus consejos –esto requería mente abierta y disposición de escuchar y someterse al consejo de estas ancianas.
Aunque existen otros pasajes de la Biblia que se refieren a este tema de honrar a los ancianos que nos rodean, lo que hemos analizado aquí es suficiente para entender que las Escrituras exigen que respetemos a aquellos que entre nosotros son de avanzada edad. Este respeto es consecuencia de los tantos años de servicio y la sabiduría alcanzada a través de esos años.
Los pasajes bíblicos que hemos examinado en este capítulo demandan que el pueblo de Dios honre a los ancianos que lo rodean en tres maneras:
Primero, deben honrarlos poniéndose en pie ante su presencia; deben rendir respeto físico a los acianos. El respeto físico puede mostrarse de diferentes formas. La pregunta que necesitamos hacernos es la siguiente: ¿Nos hemos vuelto negligentes e irrespetuosos en la manera en que tratamos a los ancianos que nos rodean? Salomón, ofreció a su madre un asiento como señal de respeto físico hacia ella, su edad y posición. Ya sea levantarse ante la presencia de un anciano u ofrecerle una ayuda, si queremos honrarlos se requerirá de algún tipo de esfuerzo físico de nuestra parte.
Segundo, los ancianos también deben ser honrados por medio de la forma en que hablamos con ellos o acerca de ellos. Pablo le dijo a Timoteo que no reprendiera a los ancianos. Yo he estado frente a personas que han degrada-do a los ancianos con sus palabras. Cuando les toma más tiempo de lo esperado para vestirse o ir a algún lugar, he oído hablarles palabras impacientes. He visto a hijos enojarse con sus padres cuando su memoria comienza a desvanecerse y se vuelven repetitivos. Honrar a los ancianos requiere que cuidemos lo que decimos y cómo hablamos con ellos o acerca de ellos.
Por último, los ancianos deben ser honrados por la forma en que escuchamos su exhortación y consejo. Pablo instruía a las ancianas a que enseñaran a las más jóvenes. La vejez es una inmensa reserva de sabiduría que necesitamos descubrir. Las mujeres jóvenes de los tiempos de Pablo necesitaban pasar tiempo con las más ancianas y escuchar sus exhortaciones. Los hombres más jóvenes debían someterse al consejo de los más ancianos.
¡Cuán a menudo hemos cometido los errores del pasado simplemente porque nos hemos negado a escuchar a las personas que ya han pasado por ellos! Si queremos mostrar respeto a los ancianos, necesitamos respetar sus consejos y entender que ellos tienen mucha sabiduría y enseñanza que ofrecer. Las experiencias que Dios les ha dado les han enseñado mucho. Ya ellos han pasado por lo que nosotros estamos batallando hoy y tienen mucha perspicacia, lo cual nos ayudaría a salir ileso del conflicto; por tanto haríamos bien al honrar su sabiduría.
Para Meditar:
¿Muestra tu sociedad respeto por los ancianos? Explica.
Considera la forma en que hablas a los ancianos cercanos a ti ¿Muestran tus palabras impaciencia y falta de respeto a su edad?
¿Hemos sacado provecho de la sabiduría de los ancianos que nos rodean? ¿Tu iglesia se ha beneficia-do de la experiencia y sabiduría de los miembros más ancianos? ¿Estamos condenados a repetir los mismos errores de las generaciones pasadas porque no estamos prestando atención a las experiencias de los ancianos?
¿El hecho de que nuestra cultura ha cambiado acaso significa que la sabiduría de los ancianos hoy en día es irrelevante? Explica.
Para Orar:
Pidamos al Señor que nos muestre si de algún modo hemos abandonado a los ancianos que se encuentran entre nosotros y si les hemos faltado el respeto a ellos y a su contribución.
Pidamos al Señor nos muestre cómo podemos sacar provecho a la sabiduría y experiencia de las personas ancianas en nuestra iglesia.
Tomemos un momento para agradecer al Señor por los años de servicio que los ancianos que nos rodean han tenido en nuestra iglesia y comunidad. Pidamos a Dios los continúe bendiciendo en su vejez.
4 – Responsabilidad Hacia los Ancianos
En el capítulo anterior vimos el mandato bíblico de honrar a los ancianos. Este acto conlleva cierta responsabilidad. La Biblia expresa claramente que los que caminan con el Señor deben tomar seriamente esta responsabilidad.
Para comenzar veamos la oración del salmista en el Salmo 71:
No me deseches en el tiempo de la vejez; Cuando mi fuerza se acabare, no me desampares. (Salmo 71:9)
La oración del salmista refleja un profundo miedo en su corazón. Este es el temor a ser olvidado y desechado en su ancianidad. Aunque esta oración va dirigida a Dios, ese también es el miedo de muchas personas cuando alcanzan sus años finales en esta tierra. En las horas de mayor necesidad, muchos de nuestros ancianos se encuentran solitarios y aislados. Cuando ellos necesitan apoyo y ayuda, no hay nadie a su lado.
Aunque el Salmo 71:9 es la oración de un anciano, también es una advertencia para nosotros. Nos recuerda las necesidades de los ancianos de nuestro medio y su clamor por ayuda y consuelo. Nosotros somos el instrumento que Dios usará para responder al clamor del salmista. Debemos estar listos y dispuestos para que Dios nos use para ser la respuesta a sus oraciones.
En el Antiguo Testamento, en el libro de Rut, tenemos un ejemplo de una joven que demostró lo que significaba cuidar de su suegra anciana.
Noemí vivía con su esposo en los campos de Moab. Ellos se habían trasladado allí desde Israel cuando hubo un tiempo de gran hambre en su tierra natal y tenían dos hijos. El esposo de Noemí murió cuando estaban en Moab y ella tuvo que criar a sus hijos sola. Sus hijos crecieron y se casaron con mujeres moabitas. Al final, ambos hijos murieron y Noemí se quedó solo con dos nueras. Incapaz de proveer para ellas, Noemí concluyó que lo único que podía hacer era regresar a Israel donde viviría el resto de sus días. Ella les dijo a sus nueras que regresaran junto a sus familias donde recibirían el apoyo y el cuidado que necesitaban.
Sin embargo, una de estas nueras se rehusó a dejar a Noemí. Rut escogió dejar su nación y regresar con su suegra a Israel donde permanecería a su lado y la cuidaría en su vejez. Al regresar con Noemí a Belén, Rut iría a los campos de cebada y extraería lo que quedara después de que los recolectores terminaran. Ella volvería con la cebada y, de esta forma, proveería para su suegra. Al final, Rut se casó y dio a luz un hijo que cargaría el nombre de la familia de su esposo. El cuidado de Rut hacia su suegra en su ancianidad no pasó desapercibido entre los habitantes de Belén. Veamos en Rut 4 las palabras de las mujeres de la comunidad:
Y las mujeres decían a Noemí: Loado sea Jehová, que hizo que no te faltase hoy pariente, cuyo nombre será celebrado en Israel; 15el cual será restaurador de tu alma, y sustentará tu vejez; pues tu nuera, que te ama, lo ha dado a luz; y ella es de más valor para ti que siete hijos. (Rut 4: 14-15)
Las mujeres de la comunidad fueron profundamente impactadas por el ejemplo de Rut y su cuidado por su suegra anciana, y se referían a ella como la nuera que amaba a Noemí, la cual valía para ella más que cualquier hijo que alguna vez hubiera tenido. Noemí no fue desecha-da en su vejez ni abandonada cuando sus fuerzas fallaron. Dios le dio una nuera que cuidó de ella y proveyó para ella de todas las formas posibles. Rut es un ejemplo maravillo-so de alguien que honró a su suegra en su vejez.
En Mateo 15, Jesús condena a los fariseos por usar la ley para sus propios beneficios y abandonar su responsabilidad de honrar a sus padres ancianos.
4 Porque Dios mandó diciendo: Honra a tu padre y a tu madre; y: El que maldiga al padre o a la madre, muera irremisiblemente. 5 Pero vosotros decís: Cualquiera que diga a su padre o a su madre: Es mi ofrenda a Dios todo aquello con que pudiera ayudarte, 6 ya no ha de honrar a su padre o a su madre. Así habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición. 7 Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, cuando dijo: 8 Este pueblo de labios me honra; mas su corazón está lejos de mí.9 Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres.
Percatémonos de lo que estaba sucediendo aquí. El fariseo tenía padres ancianos los cuales dependían de él para las necesidades básicas de la vida. Sin embargo, en vez de proveer para sus padres, dedicaba su dinero a Dios diciéndoles a ellos que no tenía nada que darles. Actuando de esa manera él descuidaba su deber hacia sus padres ancianos.
Es importante que notemos en este pasaje la respuesta de Jesús ante esta costumbre. Él les dijo a estos fariseos que habían “invalidado” la palabra de Dios (versículo 6) – en otras palabras, ellos ignoraban completamente las enseñan-zas de las Escrituras y su deber sagrado hacia sus padres necesitados. Jesús los llamó hipócritas (versículo 7), y les recordó las palabras de Isaías quien habló a un pueblo que honraba a Dios de labios, pero cuyos corazones estaban muy lejos de Él. Y fue más allá al decir que ellos estaban enseñando mandamientos de hombres y no los mandamientos de Dios.
Esta práctica de consagrar el dinero a Dios cuando tenían padres necesitados no estaba aprobada por Él. Dios esperaba que estos líderes religiosos usaran sus recursos para cuidar de los ancianos que estaban entre ellos. El apóstol Santiago expresaría este concepto en estas palabras:
La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo. (Santiago 1:27)
La fe que Dios demanda es una fe práctica; que ve las necesidades a su alrededor y hace lo posible para satisfacerlas. Darlo todo a la iglesia e ignorar las necesidades de los ancianos en su propia familia va en contra de la voluntad de Dios.
En 1 Timoteo 5, el apóstol Pablo habla a Timoteo acerca de cómo cuidar de las viudas en las iglesias. En este capítulo él le da a Timoteo algunas instrucciones importan-tes respecto al trato a este grupo de ancianas en la comunidad.
Pablo comienza diciéndole a Timoteo que era un deber de cada familia cristiana satisfacer las necesidades de las viudas de su familia:
Honra a las viudas que en verdad son viudas; pero si alguna viuda tiene hijos o nietos, que aprendan éstos primero a mostrar piedad para con su propia familia y a recompensar a sus padres, porque esto es agradable delante de Dios. (1 Timoteo 5:3-4, LBLA)
Observemos en el versículo 4 que Pablo le dijo a Timoteo que aquellos hogares que tenían viudas debían “mostrar piedad para con su propia familia y a recompensar a sus padres”. Esta recompensa se mostraba en la provisión y compasión en sus necesidades. Mostrar compasión y proveer para las necesidades de estas viudas era un acto de piedad que era “agradable delante de Dios”. Este era el deber espiritual de cada familia cristiana-proveer para las necesidades de las viudas ancianas entre ellos. Pablo continuaba diciendo a Timoteo que los que se rehusaban a hacerlo habían negado la fe.
…porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo. (1 Timoteo 5:8)
Estas son palabras poderosas que nos muestran cuán importante es este asunto para el Señor.
Pablo continúa diciéndole a Timoteo en el capítulo 5 que la iglesia también tenía una obligación hacia las viudas que eran mayores de sesenta años.
Sea puesta en la lista sólo la viuda no menor de sesenta años, que haya sido esposa de un solo mari-do, que tenga testimonio de buenas obras; si ha criado hijos; si ha practicado la hospitalidad; si ha lavado los pies de los santos; si ha socorrido a los afligidos; si ha practicado toda buena obra. (1 Timoteo 5: 9-10)
Parece ser, según el texto, que la primera iglesia tenía un listado de viudas mayores de sesenta años que necesitaban ayuda. Estas mujeres estaban en una edad en la que era muy difícil para ellas proveer para sus propias necesidades. Obviamente, también estaban sin familias que las cuidaran, por eso la iglesia tomó esto como un deber espiritual. Con una cierta cantidad de recursos disponibles para ellos, la iglesia exigía que estas mujeres fueran de buena reputación, conocidas por su vida cristiana y servicio en la comunidad.
Lo que queda claro en este pasaje es que la iglesia de los días de Pablo tenía un plan puesto en marcha para el cuidado de los ancianos en su seno. Primero, ellos animaban a las familias a cuidarlos por su cuenta. Cuando no había familias que cuidaran a las viudas ancianas cristianas, la misma iglesia llegaba hasta ellas y proveía para sus necesidades.
Lo que podemos ver en estos versículos es que cada creyente tiene el deber espiritual de cuidar de los ancianos en su medio. El acto de cuidar del anciano es una actividad santa que es agradable delante de Dios. Según Pablo, descuidar este deber es negar la fe. Para Jesús, negar nuestras responsabilidades por enfrascarnos en actividades religiosas, es ser hipócritas y negarla palabra de Dios. No debemos desecharlos cuando están viejos o abandonarlos cuando sus fuerzas fallan.
Para Meditar:
¿Cuál era el temor del salmista en el Salmo 71:9?
¿Cómo Rut demostró su cuidado para su suegra anciana?
¿De qué manera es un deber espiritual el cuidado de nuestros parientes ancianos?
¿Qué tuvo que decirles Jesús a aquellos que dijeron que habían consagrado su tiempo y recursos a Dios y no podían cuidar de sus padres y parientes ancianos?
¿Cuál fue el plan que la iglesia primitiva puso en marcha para el cuidado de las viudas mayores de 60 años?
¿Qué ministerio lleva a cabo tu iglesia para los ancianos?
Para Orar:
Pidamos al Señor que trate con los temores que enfrentan los ancianos que nos rodean.
Pidamos al Señor nos muestre si hay algo más que pudiéramos hacer por los parientes ancianos en nuestra familia y que nos muestre sus necesidades.
Roguemos al Señor que muestre a nuestra iglesia si hay un ministerio que se pueda desarrollar para los ancianos en nuestra comunidad.
Roguemos a Dios que nos perdone por las veces en que no tomamos seriamente esta responsabilidad.
5 – La Falta de Respeto es Pecado
La Biblia es bastante clara acerca de cómo debemos respetar y honrar a los ancianos que nos rodean, pero el pueblo de Dios no siempre siguió estas enseñanzas. Hubo momentos en que deshonraron a los ancianos y se aprovecharon de ellos.
En el capítulo anterior vimos cómo los fariseos dedicaban su dinero al Señor y no lo usaban para cuidar a sus padres ancianos (Mateo 15:4-9). Jesús les dijo a estos líderes religiosos que por negarse a cuidar de sus padres en nombre de su religión, ellos estaban dejando sin valor la Palabra de Dios y los llamó hipócritas por su falta de respeto hacia sus padres ancianos.
Este no es el único ejemplo de falta de respeto hacia los ancianos que la Biblia relata. En Génesis 27 se encuentra otro ejemplo escandaloso.
Aconteció que cuando Isaac envejeció, y sus ojos se oscurecieron quedando sin vista, llamó a Esaú su hijo mayor, y le dijo: Hijo mío. Y él respondió: Heme aquí. 2Y él dijo: He aquí ya soy viejo, no sé el día de mi muerte. 3Toma, pues, ahora tus armas, tu aljaba y tu arco, y sal al campo y tráeme caza; 4y hazme un guisado como a mí me gusta, y tráemelo, y comeré, para que yo te bendiga antes que muera. (Génesis 27: 1-4)
Percatémonos aquí que Isaac ya no podía ver a causa de su vejez (versículo 1). Observemos también que él sabía que ya se acercaba el día de su muerte (versículo 2). Su deseo antes de morir era bendecir a Esaú, su hijo mayor. Él le pidió que saliera y le cazara algún animal para que pudieran comer juntos y así darle su bendición antes de morir.
Rebeca, su esposa, escuchó cuando Isaac habló con su hijo Esaú. Sin embargo, como madre, ella amaba a Jacob, su hijo menor y quería que él recibiera la bendición en vez de su hermano mayor. Oyendo lo que su esposo había dicho, ella ideó un plan. Le dijo a Jacob que le trajera dos cabritos, los preparó y se los dio a su hijo diciéndole que se lo llevara a su padre como si fuera Esaú para que recibiera la bendición en lugar de su hermano mayor.
Jacob tenía miedo de hacer esto y le expresó su preocupación a su madre:
Y Jacob dijo a Rebeca su madre: He aquí, Esaú mi hermano es hombre velloso, y yo lampiño. Quizá me palpará mi padre, y me tendrá por burlador, y traeré sobre mí maldición y no bendición. Y su madre respondió: Hijo mío, sea sobre mí tu maldición; solamente obedece a mi voz y ve y tráemelos. (Génesis 27: 11-13)
Aquí es importante que nos percatemos de la causa de la duda y el temor de Jacob. Él tenía miedo que su padre descubriera su mentira y lo maldijera en vez de bendecirlo. Pero su temor radicaba en el hecho de ser descubierto y no en faltarle el respeto a su padre que estaba ciego y viejo.
Incentivado por su madre en este complot, Jacob se cubrió con las pieles de los cabritos para aparentar ser velludo como su hermano. Él continuó con la trampa al engañar a su padre y robó la bendición que, por derecho, debía ser dirigida a su hermano. Isaac no supo lo que había pasado hasta que la bendición fue dada y su hijo Esaú regresó a casa con el animal que había cazado.
En este ejemplo de Génesis 27 tenemos la historia de una esposa que engañó a su esposo voluntariamente, incentivando a su hijo a mentir y a robar lo que le pertenecía a su hermano. Vemos la falta de respeto de Jacob hacia su padre Isaac. Él se aprovechó de la ceguera de su padre y de su incapacidad de degustar su comida. Jacob tendría que vivir con la realidad de lo que le había hecho tanto a su hermano como a su padre.
Tenemos otro caso de falta de respeto hacia los ancianos en 1 Reyes 12. En este pasaje leemos la historia del rey Roboam. Bajo su padre (Salomón) el pueblo de Israel se sentía oprimido y agobiado. Cuando Roboam llegó al poder, el pueblo le pidió les aliviara la carga que habían sentido bajo el reinado de su padre Salomón. Roboam pidió tiempo para considerar su sugerencia.
Su primera reacción fue ir a los ancianos de Israel en busca de consejo. Estos hombres sabios le brindaron exhortación:
6Entonces el rey Roboam pidió consejo de los ancianos que habían estado delante de Salomón su padre cuando vivía, y dijo: ¿Cómo aconsejáis vosotros que responda a este pueblo? 7Y ellos le hablaron diciendo: Si tú fueres hoy siervo de este pueblo y lo sirvieres, y respondiéndoles buenas palabras les hablares, ellos te servirán para siempre. (1 Reyes 12: 6-7)
El consejo de los hombres sabios y ancianos de la nación fue que tratara a la gente con bondad y compasión. Ellos le dijeron al rey que si actuaba de esta forma, el pueblo le serviría voluntariamente para siempre.
1 Reyes 12:8 nos dice cómo Roboam respondió al consejo de los sabios:
Pero él dejó el consejo que los ancianos le habían dado, y pidió consejo de los jóvenes que se habían criado con él, y estaban delante de él. (1 Reyes 12:8)
Roboam abandonó el consejo de los ancianos y en su lugar, decidió consultar a sus amigos jóvenes. Estos amigos le aconsejaron que fuera severo y duro con el pueblo, poniéndolo en su lugar. Roboam decidió seguir el consejo de sus amigos e informó al pueblo que la vida bajo su reinado sería aún más gravosa que como lo fue bajo el reinado de su padre.
El resultado de esta declaración fue que todas las tribus, excepto Judá, abandonaron a Roboam. Ellos escogieron a su propio rey y establecieron una nación separada al norte. La recién formada nación de Israel se desvió del Señor y abandonó Sus caminos. Al mostrar falta de respeto a la sabiduría de estos ancianos, Roboam dividió su nación y puso hermano contra hermano durante los años venideros. Nuevamente, esta es una decisión con la que tendría que vivir por el resto de su reinado.
En Lamentaciones 5, el profeta Jeremías describe la gran devastación que había de venir a la tierra a causa del pecado del pueblo de Dios:
Violaron a las mujeres en Sion, a las vírgenes en las ciudades de Judá.12A los príncipes colgaron de las manos; no respetaron el rostro de los vie-jos.13Llevaron a los jóvenes a moler, y los muchachos desfallecieron bajo el peso de la leña.14 Los ancianos no se ven más en la puerta, los jóvenes dejaron sus canciones.15Cesó el gozo de nuestro corazón; nuestra danza se cambió en luto. (Lamentaciones 5: 11-15)
Jeremías se lamenta por muchas cosas al examinar la condición de la nación bajo el juicio de Dios. Habían violado a sus mujeres, colgado a sus líderes, esclavizado a sus jóvenes; los mayores no eran respetados y los ancianos habían dejado las puertas de la ciudad donde brindaban sabios consejos al pueblo.
Es particularmente impresionante en esta lista de lamentaciones la inclusión de los mayores y los ancianos. Faltar el respeto a los mayores está en la misma lista que las mujeres violadas. La desaparición de los consejos sabios de los ancianos era notable junto a la esclavitud a la que fue sometida Israel. Para el profeta Jeremías, el irrespeto mostrado a los ancianos en la toma de Israel era un pecado tremendo que estaba a la par de la violación y la esclavitud de los hombres y mujeres jóvenes de Israel.
El profeta Isaías, en el capítulo 5 de su libro, habla sobre el juicio de Judá y de la ciudad de Jerusalén a causa de sus pecados. En ese día, el Señor les quitaría Su bendición y ellos quedarían a su suerte. El resultado sería una gran devastación y confusión en la tierra. Isaías describe este desastre de la siguiente manera:
Porque he aquí que el Señor Jehová de los ejércitos quita de Jerusalén y de Judá al sustentador y al fuer-te, todo sustento de pan y todo socorro de agua; 2el valiente y el hombre de guerra, el juez y el profeta, el adivino y el anciano; 3el capitán de cincuenta y el hombre de respeto, el consejero, el artífice excelente y el hábil orador. 4Y les pondré jóvenes por príncipes, y muchachos serán sus señores. 5Y el pueblo se hará violencia unos a otros, cada cual contra su vecino; el joven se levantará contra el anciano, y el villano contra el noble. (Isaías 3:1-5)
El resultado de que Dios retirara Su bendición sería la devastación de la nación. El suministro de alimento y agua sería cortado dejando morir de hambre a los habitantes de Jerusalén (versículo 1). El ejército estarían sin fuerza, dejando al pueblo indefenso contra sus enemigos (versículo 2a). Los líderes de la nación también serían quitados, dejando al pueblo en total confusión (versículos 2-4). El resultado sería un desorden total según la gente se oprimía entre sí (versículo 5a). Observemos también en el versículo 5 que “el joven se levantará contra el anciano”.
Nuevamente es importante que nos percatemos que esta referencia al irrespeto hacia los ancianos se incluye en una lista de eventos terribles que sucederían en la nación. La insolencia hacia los ancianos era tan grave como matar de hambre al pueblo de Jerusalén y como dejar indefensa a la nación ante sus enemigos. Esto no podía pasar desapercibido. Justamente nos muestra cuán serio pecado era ante los ojos del Señor este asunto de faltar el respeto a los ancianos.
La pregunta que debemos hacernos es esta: ¿Tenemos nosotros el mismo sentir que los profetas de la antigüedad cuando se trata de los ancianos en nuestra sociedad? ¿Entendemos el sentir de Dios por aquellos que están en sus años finales? Honrarlos a ellos es honrar a su Creador. Deshonrarlos es ser culpable de un pecado muy grave.
Para Meditar:
¿Cómo Jacob mostró falta de respeto hacia su padre en su vejez? ¿Alguna vez te has aprovechado de alguna persona anciana? Explica.
¿Tu sociedad o tu iglesia respeta la sabiduría de los ancianos o son vistos como seres fuera de lugar y pasados de moda? ¿Cuán importante es que no caígamos en el pecado de Roboam?
¿A los ancianos de tu sociedad o de tu iglesia se les da el honor que merecen o han sido olvidados? ¿Cómo puede tu iglesia bendecir a los ancianos?
¿Según la Biblia, cuán grave es la falta de respeto hacia los ancianos?
Para Orar:
Pidamos al Señor nos ayude a ser de bendición para los ancianos en nuestra comunidad.
Tomemos un momento para meditar en la contribución que los ancianos han hecho en nuestra iglesia y en nuestra sociedad en el transcurso de sus vi-das. Agradezcamos al Señor por ellos y por su aporte.
Pidamos al Señor nos perdone por las veces en que nos hemos vuelto criticones e impacientes con los ancianos en nuestra iglesia, sociedad y familia. Pidamos al Señor nos dé gracia para ser más respetuosos con ellos en este momento de sus vidas.
6 – La Bendición de Dios en la Vejez
En los capítulos anteriores hemos visto cómo las Escrituras nos recuerdan que debemos honrar a los ancianos y a las personas mayores que nos rodean. La falta de respeto a los ancianos es contada entre las maldades más terribles de cualquier sociedad. A medida que continuamos analizando esta enseñanza tan importante, me gustaría tomar un momento para considerar las promesas de Dios para los ancianos y Su trato con ellos.
En el capítulo pasado tratamos sobre la preocupación del salmista en el salmo 71 cuando oraba:
No me deseches en el tiempo de la vejez; Cuando mi fuerza se acabare, no me desampares. (Salmo 71:9)
El salmista experimentaba cierta ansiedad a medida que consideraba que envejecía. Según su cuerpo declinaba y sus fuerzas menguaban, su preocupación era que el Señor no lo abandonara en este momento tan vulnerable de su vida. Dios entiende estas preocupaciones. Las Escrituras nos recuerdan que Dios no nos abandonará en nuestra vejez.
En Deuteronomio 34:7 leemos acerca de Moisés:
Era Moisés de edad de ciento veinte años cuando murió; sus ojos nunca se oscurecieron, ni perdió su vigor. (Deuteronomio 34:7)
Con ochenta años Moisés guió a su pueblo a través del desierto y durante cuarenta años, la fortaleza del Señor estuvo con él permitiéndole llevar a cabo todo lo que se le había encomendado.
La realidad de Moisés también se evidenció en Caleb. Después que la tierra de Canaán había sido conquistada y las parcelas fueron asignadas a las diversas tribus y familias, Caleb se acercó a Josué para hablarle sobre su porción. Observemos sus palabras en Josué 14:
Entonces Moisés juró diciendo: Ciertamente la tierra que holló tu pie será para ti, y para tus hijos en herencia perpetua, por cuanto cumpliste siguiendo a Jehová mi Dios. 10Ahora bien, Jehová me ha he-cho vivir, como él dijo, estos cuarenta y cinco años, desde el tiempo que Jehová habló estas palabras a Moisés, cuando Israel andaba por el desierto; y ahora, he aquí, hoy soy de edad de ochenta y cinco años. 11Todavía estoy tan fuerte como el día que Moisés me envió; cual era mi fuerza entonces, tal es ahora mi fuerza para la guerra, y para salir y para entrar. 12Dame, pues, ahora este monte, del cual habló Jehová aquel día; porque tú oíste en aquel día que los anaceos están allí, y que hay ciudades gran-des y fortificadas. Quizá Jehová estará conmigo, y los echaré, como Jehová ha dicho. (Josué 14: 9-12).
Caleb sabía que Dios tenía un propósito para él: le estaba dando una tierra como herencia perpetua para él y para sus hijos. Esa tierra estaba llena de ciudades fortificadas y enemigos quela protegían. Caleb acudió a Josué como líder para pedirle permiso para obtener la tierra que el Señor le había prometido. Aunque Caleb tenía 85 años, él le dijo a Josué que aún era tan fuerte como en los días de su juventud. Él sabía que aún no había visto el cumplimiento de la promesa de Dios. Había una tierra que conquistar para su familia. Aunque probablemente esta puede haber sido su última gran conquista, Caleb, como anciano que era, iba a usar la fortaleza que el Señor le proveía para ver el cumplimiento del propósito de Dios para su familia.
Hablando a Noemí, en el libro de Rut las mujeres de su época decían:
…Loado sea Jehová, que hizo que no te faltase hoy pariente, cuyo nombre será celebrado en Israel; 15el cual será restaurador de tu alma, y sustentará tu vejez; pues tu nuera, que te ama, lo ha dado a luz; y ella es de más valor para ti que siete hijos. (Rut 4:14-15)
En su ancianidad, Noemí se quedó sin esposo o hijos que cargaran el nombre de su familia. El linaje de su familia habría muerto con ella. Sin embargo, Dios tenía un propósito para Noemí. Él tenía un plan para traer al Mesías prometido a través de su linaje. Cuando todo parecía muy poco prometedor e imposible, el Señor cambió su vida de una manera maravillosa. Él le dio una nuera que diera continuidad a la línea familiar. Las mujeres de la época de Noemí vieron lo que había pasado y dijeron las palabras citadas anteriormente. Observemos de forma particular cómo ellas hablaban acerca de Dios como el restaurador de su alma y sustentador de su vejez a través del hijo que nació en su familia. En su ancianidad, Dios le devolvió su esperanza y le dio ánimo y una vida renovada. Él no la abandonó, sino que la ayudó de una manera especial. En aquellos días, Noemí cargaría en sus piernas a un niño que llevaría su nombre y el de su familia. Las fuerzas y la esperanza fueron renovadas en su vejez, cuando todo parecía imposible.
La fortaleza de Dios está disponible para llevar a cabo el propósito divino, y no solo para los jóvenes. Moisés, Caleb y Noemí fueron fortalecidos en su vejez para cumplir la voluntad de Dios.
No solo vemos al Señor dando fortaleza en la vejez, sino que también Él derrama Su bendición sobre los ancianos. Meditemos en lo que el escritor de Génesis dice sobre Abraham en el capítulo 24 de este libro:
Era Abraham ya viejo, y bien avanzado en años; y Jehová había bendecido a Abraham en todo. (Génesis 24:1)
Observemos que aun cuando Abraham era bien avanzado en años, el Señor lo había bendecido. En su vejez, Abraham nadaba en la abundancia de la bendición de Dios en su vida. Él se detuvo a observar su vida y pudo ver la inmensa riqueza que Dios le había dado. Al mirar a su alrededor en sus años finales, él veía los hijos que Dios había proporcionado según Su promesa. Pudo ver que Dios lo había bendecido abundantemente. Estoy seguro que su corazón estaba abrumado a medida que contemplaba estas cosas. iría a la tumba experimentando la plenitud de la bendición de Dios en su vida.
Los amigos de Job vinieron a consolarlo en su tiempo de prueba. Aunque ellos tenían diversas opiniones del porqué Job estaba sufriendo, a pesar de esto, las palabras de Elifaz son importantes para que podamos reflexionar en este contexto.
Sabrás que hay paz en tu tienda; Visitarás tu mora-da, y nada te faltará.25 Asimismo echarás de ver que tu descendencia es mucha, y tu prole como la hierba de la tierra.26Vendrás en la vejez a la sepultura, como la gavilla de trigo que se recoge a su tiempo. (Job 5:24-26)
La esperanza de Elifaz era que la bendición de Dios estuviera sobre los ancianos. Él esperaba que el Señor bendijera a los ancianos que le amaban dándole descendencia; Dios los juntaría como la gavilla que se recoge a su tiempo. Sus vidas serían una bendición para muchos, como los granos que fueron cosechados en el campo; serían cosechados a su tiempo cuando estuvieran maduros y con fruto. Ellos morirían conociendo la rica bendición del Señor en sus vidas. Aunque esa bendición puede ser diferente en cada persona, ciertamente aquellos que conocen al Señor pueden descansar en su ancianidad, conscientes de la plenitud de la provisión de Dios a pesar de los obstáculos que en ocasiones se han cruzado en su camino.
El profeta Isaías comparte una gran promesa de Dios para los ancianos.
Oídme, oh casa de Jacob, y todo el resto de la casa de Israel, los que sois traídos por mí desde el vientre, los que sois llevados desde la matriz. 4Y hasta la vejez yo mismo, y hasta las canas os soportaré yo; yo hice, yo llevaré, yo soportaré y guardaré. (Isaías 46: 3-4)
El Señor le recuerda a Su pueblo a través del profeta Isaías que Él era el único que les había dado origen como nación; los había llevado desde la matriz. Él no los abandonaría en su vejez; los soportaría hasta las canas. Aquel que los hizo, les brindaría seguridad. Dios no solo provee para los que están en la cumbre de su productividad, sino también para aquellos cuyos años productivos han cesado. Su compasión por nosotros no disminuye cuando estamos debilitados por nuestra edad. El que nos creó en el vientre de nuestra madre y nos trajo a salvo a este mundo, también nos llevará a salvo a Su presencia cuando nuestra vida en esta tierra termine.
Aquí es importante notar que los ojos de Dios están sobre los ancianos. Él fortalece, bendice y provee para ellos en los últimos años de sus vidas, y también los sostiene cuando son incapaces de encontrar las fuerzas en sí mismos. Su compasión por ellos no disminuye cuando están frágiles. Dios vela por aquellos quienes lo aman. En sus años finales, ellos experimentarán Su presencia justo como lo hicieron en su juventud.
Al mirar cómo Dios trata a los ancianos, ganamos una mejor perspectiva de lo que Él espera de nosotros. Él no nos pide hacer nada que Él mismo no esté haciendo ya.
Para Meditar:
¿La dedicación de Dios es solamente para quienes son productivos? ¿Acaso Su amor por nosotros disminuye cuando ya no podemos ser más útiles como una vez lo fuimos?
La vejez es una etapa en que necesitamos la fortaleza del Señor de una manera especial. En este capítulo hemos visto cómo Dios fortaleció a Moisés, a Caleb y a Rut. ¿Cómo el Señor te ha fortalecido a ti?
¿Cuáles son las bendiciones que Dios te ha dado en el transcurso de tu vida? Toma un momento para meditar en algunas de las abundantes bendiciones de Dios en tu vida.
¿Conoces a alguien cuyo cuerpo se ha deteriorado pero que ha demostrado agradecimiento a Dios por Sus bendiciones?
Para Orar:
Agradezcamos al Señor que incluso cuando no po-demos ser útiles como nos gustaría ser, Su amor por nosotros no disminuye. Démosle gracias por-que Él nos ama más que lo que hacemos por Él.
Dediquemos un momento para pedirle a Dios que fortalezca y aliente a los ancianos en nuestra iglesia o en nuestra sociedad. Pidámosle les dé fortaleza para enfrentar las pruebas que vienen con la vejez y que les ayude a experimentar Su presencia de una manera especial a medida que sus cuerpos se debilitan.
Agradezcamos al Señor por la riqueza de Sus bendiciones en nuestras vidas. Pidamos que abra nuestros ojos a las cosas que Él está haciendo. Roguemos que no nos permita poder ver estas bendiciones en medios de nuestros problemas.
7 – El Servicio en la Vejez
Por lo general, en la vejez el cuerpo se debilita. No podemos hacer las cosas que una vez hicimos. Sin embargo, esto no significa que la ancianidad nos incapacita para servir al Señor. Existen muchos ejemplos de hombres y mujeres que Dios usó poderosamente en sus últimos años de vida.
Para reflexionar en este tema del servicio en la vejez, me gustaría comenzar con un pasaje que ya analizamos en otro contexto. En Números 8 leímos:
Pero desde los cincuenta años cesarán de ejercer su ministerio, y nunca más lo ejercerán. 26Servirán con sus hermanos en el tabernáculo de reunión, para hacer la guardia, pero no servirán en el ministerio. Así harás con los levitas en cuanto a su ministerio. (Números 8: 25-26)
En el capítulo 8 del libro de Números, tenemos la ley de Dios para los levitas que habían alcanzado los 50 años. Ésta exigía que ellos cesaran de ejercer su ministerio y nunca más lo ejercieran (versículo 25). No obstante, el pasaje continúa diciendo que ellos iban a servir con sus hermanos en el tabernáculo de reunión, para hacer la guardia, pero no servirían en el ministerio (versículo 26). La clave para entender este pasaje proviene de nuestra comprensión de la palabra “servicio”. Parece ser que el servicio se refería al trabajo pesado de transportar el tabernáculo de un lugar a otro en el desierto. Cada vez que las personas mudaban el tabernáculo, todas sus cortinas y los postes pesados se desmontaban y se llevaban al próximo lugar. Esta era una responsabilidad que requería fuerza y ardua labor. Dios les estaba dando a los hombres mayo-res de cincuenta años un alivio de esta pesada responsabilidad, la cual tendría que ser asumida por los más jóvenes.
Aunque a los Levitas mayores de cincuenta años se les quitó la pesada responsabilidad de desmontar el tabernáculo y llevarlo de un lugar a otro, ellos aún estaban involucrados en el ministerio. Números 8:26 nos dice que ellos debían ministrar a sus hermanos y hacer guardia en el tabernáculo. Ellos debían supervisar el trabajo que allí se hacía. Aunque esto no era un trabajo que exigía mucho desde el punto de vista físico, era una posición de mayor responsabilidad para estos hombres ya mayores.
Leímos que Sara y Abraham tuvieron un hijo en una edad avanzada. Abraham tenía 100 años y su esposa 90 cuando ésta dio a luz a su hijo Isaac (Génesis 17:17). Dios le dio fortaleza en su vejez para poder tener un hijo y criarlo y que éste diera continuidad a su nombre.
En el capítulo anterior hablamos de Caleb, quien a la edad de 85 años había recibido el poder del Espíritu de Dios para hacer guerra contra sus enemigos y conquistar un territorio que luego pasaría a sus descendientes (ver Josué 14:10-12). De igual manera Moisés (de 80 años) y su hermano (de 83) fueron escogidos y capacitados por Dios para sacar a los Israelitas de la esclavitud y a una tierra que iba a ser suya (ver Éxodo 7:7).
Aunque los ejemplos anteriores necesitaban la fuerza de parte del Señor en cuerpos envejecidos, también hay otras maneras en que el Señor nos usa en nuestros últimos años. Veamos lo que 2 Samuel 19 nos dice acerca de Barzilai el galaadita.
Era Barzilai muy anciano, de ochenta años, y él había dado provisiones al rey cuando estaba en Mahanaim, porque era hombre muy rico. (2 Samuel 19:32)
Siendo un hombre “muy anciano” de ochenta años de edad, Barzilai le proveyó alimento al rey David cuando éste huía de su hijo Absalón. En su regreso a Jerusalén David quiso recompensar a Barzilai por su generosidad (2 Samuel 19:33-40). Era obvio que este acto de compasión ministró al rey de manera muy poderosa en aquellos días de exilio y huida.
Algo parecido sucedió en Jueces 19 donde tenemos la historia de un levita que se encontraba de camino a Belén con su concubina. Al no querer detenerse en tierra de extraños, se apresuró mucho para llegar a Gabaa donde esperaba que su gente le ofreciera hospitalidad. Al llegar a la ciudad, esperó en la plaza del pueblo buscando a alguien que le ofreciera un lugar para quedarse.
14Pasando, pues, caminaron, y se les puso el sol junto a Gabaa que era de Benjamín. 15Y se apartaron del camino para entrar a pasar allí la noche en Gabaa; y entrando, se sentaron en la plaza de la ciudad, porque no hubo quien los acogiese en casa para pasar la noche. 16Y he aquí un hombre viejo que venía de su trabajo del campo al anochecer, el cual era del monte de Efraín, y moraba como forastero en Gabaa; pero los moradores de aquel lugar eran hijos de Benjamín. 17Y alzando el viejo los ojos, vio a aquel caminante en la plaza de la ciudad, y le dijo: ¿A dónde vas, y de dónde vienes? 18Y él respondió: Pasamos de Belén de Judá a la parte más remota del monte de Efraín, de donde soy; y había ido a Belén de Judá; mas ahora voy a la casa de Jehová, y no hay quien me reciba en casa. 19Nosotros tenemos paja y forraje para nuestros asnos, y también tenemos pan y vino para mí y para tu sierva, y para el criado que está con tu siervo; no nos hace falta nada. 20Y el hombre anciano dijo: Paz sea contigo; tu necesidad toda quede solamente a mi cargo, con tal que no pases la noche en la plaza. 21Y los trajo a su casa, y dio de comer a sus asnos; y se lavaron los pies, y comieron y bebieron. (Jueces 19: 14-21)
En su tiempo de necesidad este levita encontró apoyo de parte de un anciano. Éste se los llevó para su casa y se ocupó de ellos, le dio de comer a sus asnos, los alimentó a ellos y lavó sus pies. Aquel hombre fue un instrumento de compasión de parte de Dios para los extranjeros en aquel pueblo.
La experiencia y la sabiduría que viene con la edad avanzada también es un instrumento muy importante en las manos del Señor. En Job 12:12 leemos:
En los ancianos está la ciencia, Y en la larga edad la inteligencia. (Job 12:12)
Hemos visto cómo la incapacidad de reconocer esta sabiduría hizo que las naciones de Israel y Judá se separaran bajo el reinado de Roboam, hijo de Salomón. Si Roboam hubiera escuchado la sabiduría de los consejeros de su padre ya ancianos, la situación se hubiera tornado muy diferente. Sin embargo, el escuchar los consejos necios de sus jóvenes amigos fue devastador para el rey y su nación. En los ancianos que están entre nosotros existe una vasta fuente de sabiduría y experiencia. Haríamos bien si descubriéramos este recurso.
El salmista conocía algo del significado de la sabiduría y la experiencia que viene con la edad cuando escribió:
Aun en la vejez y las canas, oh Dios, no me desampares, Hasta que anuncie tu poder a la posteridad, Y tu potencia a todos los que han de venir. (Salmo 71:18)
Observemos la oración del salmista; él quería tener la capacidad en su edad avanzada de proclamar el gran poder de Dios a las próximas generaciones. Después de años de caminar con su Dios, el salmista quería que la generación venidera entendiera el poder y las maravillas que él había visto. Él sentía que era su obligación compartir sus experiencias con esa nueva generación para que también pudieran caminar con Dios y llegaran a conocerle a Él y Sus proezas.
¿Quiénes pueden hablar de las maravillas de Dios como aquellos que la han experimentado durante años de pruebas y de bendiciones? El salmista le rogaba a Dios que le diera la gracia para proclamar Su grandeza a la próxima generación. Ciertamente esto es un gran ministerio y obligación que tenemos en nuestros últimos años de vida. Dios nos llama a proclamar Su bondad a quienes vienen después de nosotros.
En el evangelio de Lucas encontramos a la profetisa Ana.
Y había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Ella era de edad muy avanzada, y había vivido con su marido siete años después de su matrimonio, y después de viuda, hasta los ochenta y cuatro años. Nunca se alejaba del templo, sirviendo noche y día con ayunos y oraciones.38 Y llegando ella en ese preciso momento, daba gracias a Dios, y hablaba de Él a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. (Lucas 2: 36-38, LBLA)
Tengamos en cuenta el maravilloso ministerio de Ana quien era una viuda de 84 años. Ella pasó los últimos días de su vida en el templo adorando y orando noche y día, y en el versículo 38 vemos que ella también hablaba del Señor a todos los que esperaban la llegada del Mesías. Ella pasó sus últimos años orando, adorando y compartiendo a tiempo completo la esperanza del Mesías que había de venir.
A medida que envejecemos y nos alejamos de nuestras ocupaciones, la tentación es acomodarnos y “disfrutar la vida”. Realmente ese el momento para hacerlo, pero encontramos en el viejo salmista y en Ana, personas que sintieron en los últimos años de sus vidas el llamado a orar, adorar y anunciar la bondad del Señor.
El apóstol Pablo, instruyendo a Timoteo sobre las viudas, dijo:
Sea puesta en la lista sólo la viuda no menor de sesenta años, que haya sido esposa de un solo mari-do, 10que tenga testimonio de buenas obras; si ha criado hijos; si ha practicado la hospitalidad; si ha lavado los pies de los santos; si ha socorrido a los afligidos; si ha practicado toda buena obra. 11Pero viudas más jóvenes no admitas; porque cuando, impulsadas por sus deseos, se rebelan contra Cristo, quieren casarse, 12incurriendo así en condenación, por haber quebrantado su primera fe. (1 Timoteo 5:9-12)
En este pasaje, Pablo le dice a Timoteo que apunte en la lista en el registro de la iglesia a mujeres mayores de sesenta años para que reciban ayuda. Estas mujeres debían cumplir ciertos requisitos para ser inscriptas, cualidades que el apóstol enumera en los versículos 9 y 10. Era importante que estas viudas registradas tuvieran estas cualidades porque ellas recibían ayuda de la iglesia y esperaban servir allí. Se les había dado la responsabilidad de cuidar de los afligidos, servir a los hermanos y esperaban estar involucradas en “toda buena obra” (versículo 10). El motivo por el cual las más jóvenes no se encontraban en la lista consistía en que aún tenían la posibilidad de casarse y tener una familia. Ellas estaban tentadas a abandonar su ministerio en la iglesia para favorecer el matrimonio y lo que éste implicaba, y Pablo quería evitar-les esta tentación.
Lo que resulta importante para nosotros en este pasaje es ver que las viudas mayores de 60 años estaban enroladas como siervas de la iglesia y recibían ayuda de parte de ella por su ministerio. Estas viudas estaban ocupadas en los deberes cristianos y probablemente en una parte muy importante de la obra de la iglesia primitiva.
Quiero concluir este capítulo con las palabras del salmista en el Salmo 92.
El justo florecerá como la palma, crecerá como cedro en el Líbano. Plantados en la casa del Señor, florecerán en los atrios de nuestro Dios, aun en la vejez darán fruto; estarán vigorosos y muy verdes, para anunciar cuán recto es el Señor, mi roca, y que no hay injusticia en El. (Salmo 92:12-15, LBLA)
Percatémonos que el salmista nos dice que los justos “aun en la vejez darán fruto” y anunciarán “cuán recto es el Señor”. Es cierto que en la vejez nuestro ministerio puede cambiar, pero por la gracia de Dios aún podemos dar frutos y anunciar Su bondad. Estos versículos nos desafían a percatarnos de que realmente nunca nos retiramos del servicio del Señor; aún en nuestra vejez, tenemos el deber y el privilegio de servirle.
Para Meditar:
¿Qué papel tuvieron que desempeñar los Levitas mayores de cincuenta años?
Toma un momento para meditar en la función de los ancianos en tu iglesia y en la sociedad. ¿Qué responsabilidades han asumido?
En este capítulo hemos analizado a varias personas ancianas. Haz una lista de los diferentes ministerios que ellos desempeñaron en su vejez.
El salmista quería anunciar el poder y la autoridad de Dios a las próximas generaciones. ¿Cómo Dios ha manifestado este poder y autoridad en tu vida? ¿Puedes tú animar a la próxima generación con la verdad de este poder de Dios?
Para Orar:
Agradezcamos al Señor por la sabiduría que viene con el pasar de los años. Pidámosle nos dé la oportunidad de compartir esa experiencia y sabiduría con aquellos que vienen después de nosotros.
Pidamos al Señor que nos capacite para compartir Su poder y bendiciones con la próxima generación. Démosle gracias porque tenemos la capacidad de impactar esta generación venidera.
¿Te preguntas qué Dios tiene para ti? Pídele que abra tu entendimiento para ver las oportunidades que Él ha puesto delante de ti.
Tomemos un momento para pedir que nuestras vi-das puedan anunciar la bondad, la gracia y el poder de Dios a la próxima generación.
8 – Las Tentaciones de la Vejez
En este capítulo final me gustaría analizar unos cuantos versículos de la Biblia que se refieren a las tentaciones de la vejez. Lo que estos pasajes nos muestran es que nunca podemos bajar la guardia. La batalla por una vida santa continuará hasta que estemos en la presencia del Señor.
Para comenzar, me gustaría analizar dos madres ancianas del Antiguo Testamento. Ya las hemos visto en otros capítulos en contextos diferentes por lo que aquí no entraremos en detalles.
MAL USO DE LA AUTORIDAD Y LA POSICIÓN
La primera madre que quiero que analicemos es Rebeca. Isaac, su esposo, estaba ciego en su vejez. Él deseaba bendecir a su hijo mayor Esaú, sin embargo, Rebeca amaba más a Jacob su hijo menor y quería que recibiera la bendición en lugar de su hermano. En Génesis 27 vemos cómo ella planeó engañar a su esposo; le dijo a su hijo Jacob que se disfrazara como su hermano y recibiera la bendición. Cuando Jacob cuestionó esto por temor a ser descubierto, Rebeca contestó:
…Hijo mío, sea sobre mí tu maldición; solamente obedece a mi voz… (Génesis 27:13)
Usando su influencia como madre anciana, ella exigió a su hijo que la escuchara y obedeciera lo que le mandaba a hacer.
Tenemos un suceso similar en la vida de Betsabé, la esposa de David. Cuando David se aproximaba al momento de su muerte, una mujer joven llamada Abisag fue añadida a su harén para ocuparse de sus necesidades. Durante este tiempo, Adonías, el hijo de David, percatándose de que su padre estaba a punto de morir, decidió autoproclamarse rey. Cundo David lo descubrió, declaró que Salomón sería heredero legítimo del trono.
Cuando David murió, Adonías se acercó a Betsabé con una petición. Él quería que ella le pidiera a su hijo Salomón que le diera a Abisag como esposa. Aunque esta petición podía parecer inocente, había algo muy deshonesto detrás del plan. Comentando sobre esto, las notas de la Biblia de Estudio Nueva Versión Internacional dicen:
La posesión del harén real era ampliamente reconocido como algo que significaba el derecho a la sucesión del trono. A pesar de que Abisag era virgen, era considerada por el pueblo como parte del harén de David; así que casarse con Abisag fortalecería en gran manera el reclamo que Adonías hacía del trono. (NIV Biblia de Estudio: Laridian: Cedar Rapids, “Comentario sobre 1 Reyes 2:22”)
Adonías quería usar la influencia de Betsabé para convencer a Salomón de darle a Abisag como esposa. Haciendo esto él estaba comunicando que era el heredero legítimo al trono y no Salomón. Betsabé se dispuso a ir donde Salomón con esta petición.
Lo que debemos entender aquí es que con una gran autoridad viene una gran responsabilidad. Estas dos mujeres ancianas usaron su posición para hacer el mal. Dios exige respeto para los ancianos que nos rodean, no obstante, ese respeto no puede darse por sentado. Según envejecemos, debemos continuar rindiendo nuestros deseos y ambiciones al Señor. Debemos procurar Su propósito y Su voluntad, aun cuando no sean los nuestros.
FALTA DE FE EN LO QUE DIOS PUEDE HACER
Otra tentación de los ancianos es la falta de fe en lo que Dios aún puede hacer. Analicemos el pecado de Sara en Génesis 18:12. Cuando ella escuchó el anuncio de que iba a tener un hijo en su vejez, se rió y dijo:
… ¿Acaso voy a tener este placer, ahora que ya estoy consumida y mi esposo es tan viejo? (Génesis 18.12, NVI)
Sara se veía como una mujer vieja y consumida, y no podía imaginar que el Señor aún tenía un propósito para ella. A su edad, pensaba que Dios ya había hecho con ella todo lo que Él podía hacer y no podía creer que le daría un hijo y la fortalecería para criarlo después de sus noventa años.
Es muy fácil pensar como Sara cuando nuestros cuerpos y agudeza mental menguan. No logramos imaginar lo que Dios aún puede hacer a través de nosotros. Nuestras oraciones son como las de Moisés en Éxodo 4:13 cuando dijo: “¡Ay, Señor! envía, te ruego, por medio del que debes enviar”. Nos sentimos desgastados y no podemos imaginarnos teniendo energía o dirigiéndonos a emprender cualquier otra aventura espiritual. Nos conformamos con el lugar adonde hemos llegado y oramos más para que Dios use a otras personas. Nuestra fe no solo nos privará de creer que Dios aún puede usarnos. Esta falta de fe puede provocarnos que nos crucemos de brazos en vez de avanzar en el propósito de Dios.
MANTENERSE AL MARGEN –NO ADOPTAR UNA POSTURA FIRME
En 1 Samuel 3:13 encontramos estas palabras de Dios acerca del sacerdote Elí:
Y le mostraré que yo juzgaré su casa para siempre, por la iniquidad que él sabe; porque sus hijos han blasfemado a Dios, y él no los ha estorbado. (1º Samuel 3.13)
Elí era viejo y sus hijos eran sacerdotes, sin embargo ellos estaban ignorando la ley de Dios e involucrándose en prácticas inmorales. Elí sabía lo que estaba pasando pero no hacía nada para detener a sus hijos de hacer tales maldades. Estos hijos eran adultos y capaces de tomar sus propias decisiones. Elí era viejo y por alguna razón decidió dejar a sus hijos por su cuenta. Quizás él no estaba preparado para enfrentar el conflicto que implicaría confrontar-los. No sabemos con certeza por qué Elí, en su vejez, no intervino pero su actitud es muy común hoy en día.
Es muy fácil para nosotros callarnos, especialmente a medida que envejecemos. Nos parece que no tenemos el derecho de hablar sobre las situaciones que nos rodean. Nos sentimos fuera de contexto con la nueva generación y creemos que ellos no desean nuestro consejo o que intervengamos en sus asuntos. Nos parece como si viviéramos en otra época y en otro mundo. Vacilamos en censurar o desafiar la generación venidera. Dios esperaba que Elí hablara con rectitud e hiciera algo respecto a la maldad que sus hijos practicaban. Dios esperaba que él usara sus años de experiencia y sabiduría para desafiar a la próxima generación y recordarles sus obligaciones. El pecado de Elí radicó en no adoptar una postura firme –él no hizo nada mientras el nombre de Dios era blasfemado.
DESCONTENTO
El escritor del libro de Eclesiastés nos dice:
Aunque el hombre engendrare cien hijos, y viviere muchos años, y los días de su edad fueren numerosos; si su alma no se sació del bien, y también careció de sepultura, yo digo que un abortivo es mejor que él. (Eclesiastés 6.3)
Percatémonos lo que el escritor dice aquí. El describe a un hombre que ha tenido muchos hijos (señal de la bendición del Señor). Este hombre vivió muchos años hasta la ancianidad pero su alma no se sació de las cosas buenas que Dios le había dado. Dice Eclesiastés 6:3 que le fuera mejor no haber nacido. Vivir muchos años sin hallar satisfacción en las bendiciones del Señor es una tragedia.
Según envejecemos y las cosas comienzan a tornarse más difíciles, es fácil olvidar las bendiciones de los años. ¡Con cuánta facilidad nos enfocarnos en las adversidades y no en la bondad de Dios! ¡Cuán fácil es vivir en nuestra desdicha cuando nuestros hijos se mudan a otra casa y ahora se ocupan de sus propias familias y nuestro cónyuge ha muerto dejándonos solos! Cuando nuestro cuerpo simplemente no hace lo que quisiéramos y dependemos de otros que nos ayuden, con frecuencia olvidamos los tantos años de bendiciones y la fidelidad de nuestro Dios. ¡Qué desdicha es terminar una vida bendecida ricamente por Dios con un espíritu amargo debido a que nuestros últimos años sean difíciles!
El desafío para nosotros en nuestros últimos años de vida es recordar a nuestro Creador y la riqueza de Sus bendiciones en esta vida y la venidera. Incluso en nuestra vejez, tenemos mucho por lo cual estar agradecidos: hemos visto la mano de Dios en nuestras vidas y hemos experimentado Su fidelidad. A medida que nos preparamos para encontrarnos con Él cara a cara, hagámoslo con un corazón lleno de gratitud. Resistamos la amargura y el descontento que nos tientan cuando nuestras fuerzas fallan.
LOS VIEJOS TIEMPOS
Esdras 3 habla de un tiempo cuando el templo de Dios estaba siendo reconstruido después que la nación de Israel regresó del exilio. Estos fueron días increíbles para el pueblo. Dios estaba restaurando Sus bendiciones. Muchos de los presentes nunca habían adorado en un templo, pues habían pasado toda su vida exiliados. Según se colocaban las bases del templo había una mezcla de sentimientos en la multitud que se había reunido para presenciar este momento histórico. Vea cómo Esdras describe este momento:
Y cuando los albañiles del templo de Jehová echaban los cimientos, pusieron a los sacerdotes vestidos de sus ropas y con trompetas, y a los levitas hijos de Asaf con címbalos, para que alabasen a Jehová, según la ordenanza de David rey de Is-rael.11Y cantaban, alabando y dando gracias a Jehová, y diciendo: Porque él es bueno, porque para siempre es su misericordia sobre Israel. Y todo el pueblo aclamaba con gran júbilo, alabando a Jehová porque se echaban los cimientos de la casa de Jehová. 12Y muchos de los sacerdotes, de los levitas y de los jefes de casas paternas, ancianos que habían visto la casa primera, viendo echar los cimientos de esta casa, lloraban en alta voz, mientras muchos otros daban grandes gritos de alegría. 13Y no podía distinguir el pueblo el clamor de los gritos de alegría, de la voz del lloro; porque clamaba el pueblo con gran júbilo, y se oía el ruido hasta de lejos. (Esdras 3:10-13)
Cuando echaban los cimientos había un gran grito de alabanza al Señor. Sin embargo, en medio de los presentes habían ancianos que habían visto el templo anterior y su reacción fue muy diferente: ellos “lloraban en alta voz”. ¿Por qué ellos llorarían? Algunos pueden ver aquí lágrimas de gozo, pero Hageo parece aclarar esto de una manera diferente. Al escribir al pueblo sobre este nuevo templo, él dice:
¿Quién ha quedado entre vosotros que haya visto esta casa en su gloria primera, y cómo la veis ahora? ¿No es ella como nada delante de vuestros ojos? 4Pues ahora, Zorobabel, esfuérzate, dice Jehová; esfuérzate también, Josué hijo de Jasada, sumo sacerdote; y cobrad ánimo, pueblo todo de la tierra, dice Jehová, y trabajad; porque yo estoy con vosotros, dice Jehová de los ejércitos. 5Según el pacto que hice con vosotros cuando salisteis de Egipto, así mi Espíritu estará en medio de vosotros, no temáis. 6Porque así dice Jehová de los ejércitos: De aquí a poco yo haré temblar los cielos y la tierra, el mar y la tierra seca; 7y haré temblar a todas las naciones, y vendrá el Deseado de todas las naciones; y llenaré de gloria esta casa, ha dicho Jehová de los ejércitos. 8Mía es la plata, y mío es el oro, dice Jehová de los ejércitos. 9La gloria postrera de esta casa será mayor que la primera, ha dicho Jehová de los ejércitos; y daré paz en este lugar, dice Jehová de los ejércitos. (Hageo 2.3-9)
El profeta Hageo le habla a los que habían visto el primer templo de Salomón en todo su esplendor, con plata y oro (versículos 3, 8). Los que eran suficientemente viejos para haber visto el glorioso templo de Salomón ahora encontraban que este templo era inferior al que ellos tenían en el pasado –era como nada ante sus ojos (versículo 3). Sin embargo, Hageo le recuerda a estos ancianos que el Señor descendería sobre este templo en poder y gloria. Él no necesitaba la plata y el oro del templo de Salomón, pues de todas formas todo esto le pertenecía (versículo 8). Dios prometió que aunque este templo pareciera nada ante los ojos de ellos, la gloria de este templo sería “mayor que la primera” (versículo 9).
Fíjese lo que sucede aquí. La vieja generación no estaba contenta con los cambios que veían en el templo. Ellos traían a su memoria la época anterior cuando las cosas eran diferentes. Recordaban el oro y la plata que revestían las paredes del templo de Salomón y cuando veían lo que ahora tenían disponible para ellos, simplemente no era igual. Ellos lloraban recordando cómo eran las cosas en el pasado.
A cualquier edad se hace difícil adaptarse a los cambios. Sin embargo, aquí vemos la lucha de estos ancianos para adaptarse a adorar en un edificio que parecía inferior al que ellos tenían en el pasado. En la actualidad, nosotros hemos visto grandes cambios: la próxima generación responde a un tipo de música diferente y no les importa mantener las tradiciones. En esta “era de tecnología”, muchos de ellos traen sus celulares a las iglesias en vez de una Biblia, porque su Biblia es electrónica. Algunos de estos cambios pueden ser abrumadores para los que han crecido en otra tradición. No obstante, Dios aún está obrando, Él está edificando Su Reino. Hageo desafiaba a los ancianos de sus días a darse cuenta de que aunque lo que ellos contemplaban ahora era muy diferente a lo que habían experimentado, Dios aún estaba fomentando Su Reino y revelaría Su Gloria de forma admirable.
LA TENTACIÓN DE NO PERSEVERAR EN LA JUSTICIA
El apóstol Pablo tenía algo que decirle a Tito sobre los ancianos de su iglesia y lo vemos en el capítulo 2 de esta carta:
Los ancianos deben ser sobrios, dignos, prudentes, sanos en la fe, en el amor, en la perseverancia. 3 Asimismo, las ancianas deben ser reverentes en su conducta: no calumniadoras ni esclavas de mucho vino, que enseñen lo bueno, 4 que enseñen a las jóvenes a que amen a sus maridos, a que amen a sus hijos, 5a ser prudentes, puras, hacendosas en el hogar, amables, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada. (Tito 2: 2-5, LBLA)
En estos versículos Pablo le habla a Tito sobre los ancianos. Él desafía a los hombres a que sean perseverantes en la fe y en el amor y a que sean dignos y prudentes en sus pensamientos y acciones. A las ancianas las desafía a que sean respetuosas en su conducta y que no sean señaladas por calumniadoras y esclavas del vino; más bien que animen a las más jóvenes con su ejemplo y enseñanza.
En el pueblo donde vivo algunas veces voy a una cafetería. A menudo, estos lugares son frecuentados por hombres y mujeres de edad avanzada. Aunque esta es una gran oportunidad para estar con los amigos, muchas veces ellos usan estos lugares para chismear, calumniar y hacer bromas que fuera mejor no mencionar. La vejez no es una etapa para bajar la guardia. El apóstol Pablo aconseja a los ancianos de sus días a perseverar en la batalla espiritual en la que se encuentran. Debemos llevar con nosotros hasta nuestros últimos días el escudo de la justicia. El enemigo está continuamente buscando nuestras debilidades. Según envejecemos podemos estar seguros de que él hará todo lo posible para distraernos y llevarnos por el camino equivocado. Nosotros emprenderemos esta guerra de la justicia hasta nuestro último aliento.
La sabiduría y la experiencia de la edad nos colocan bajo una mayor responsabilidad ante Dios. La progresiva debilidad de nuestros cuerpos y mentes demandará aún más fe en lo que Dios puede hacer a través de nosotros. Estaremos tentados a retirarnos y dejar que la generación más joven haga las cosas o batallaremos con el desánimo a medida que contemplamos cómo todo lo que conocíamos cambia ante nuestros ojos. La vejez trae consigo nuevas tentaciones y batallas. Esto significa que tendremos que profundizar más en la Palabra de Dios; que tendremos que confiar completamente en nuestro Creador. La vejez debe acercarnos aún más a Dios y hacernos más dependientes de Él. Es la fase final de nuestra vida cristiana antes de entrar en la presencia del Señor; y sería una vergüenza si después de vivir una vida victoriosa, no llegáramos al final estando tan cerca de la meta.
Para meditar:
¿Cómo Rebeca usó indebidamente su autoridad y cómo condujo a su hijo al error? ¿Qué tipo de ejemplo le dio?
¿De qué manera Sara mostró falta de fe en lo que Dios podía hacer por ella en su vejez? ¿Puedes todavía percibir el poder ilimitado que Dios tiene a tu disposición?
¿Qué papel tiene que desempeñar la generación más adulta en cuanto a corregir y desafiar a la generación más joven? ¿Cuál es la diferencia entre Desafiar a la próxima generación a la vida justa y piadosa, y a querer que las cosas sean igual que antes?
¿Cuán fácil es entristecerse cuando la vida en general se vuelve más difícil? ¿Has sido capaz de experimentar al Señor en tus batallas?
¿Cuáles son los desafíos de la vejez y cómo deben acercarnos estos más y más al Señor?
Para orar:
Pidamos al Señor nos ayude a ser un ejemplo bueno y santo a la próxima generación.
Pidamos a Dios que nos dé una fe que permanezca aun cuando nuestro cuerpo y mente ya no sean tan fuertes como solían ser. Agradezcamos al Señor que aunque pueda que no tengamos la fuerza que una vez tuvimos, Su fortaleza es ilimitada.
Oremos al Señor que nos ayude a ver las riquezas de Sus bendiciones, incluso cuando parezca que para nosotros las cosas no marchan bien.
¿Cuáles son nuestras tentaciones a medida que nuestro cuerpo envejece? Tomemos un momento para pedirle al Señor la gracia para aceptar lo que está sucediendo y la capacidad para confiarle con gozo todas estas cosas.